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365 Mensajes

Para decir a una Mujer que


la Amas
Seleccionados de entre los más apasionados poetas del mundo,
por Armando Ortega Mata

Copyright 2002. Derechos Reservados de las características de esta edición


por Armando Ortega Mata. 1 de Marzo de 2003.

COLECCIÓN DEDICADA A LA MUJER


QUE MAS HE AMADO.

INTRODUCCIÓN:

Solamente el poder de la violencia puede superar al poder de las palabras. Este


libro, una colección de las palabras más románticas de cientos de poetas de
todo el mundo, es una colección de palabras. Estas palabras están dirigidas de
un hombre a una mujer, para expresar sus más sentidos pensamientos.

Usted, seguramente, no necesita usar cada una de las poesías, o fragmentos de


poesía para decirle a una mujer todo lo que siente su alma. Léalas todas y
marque las que mejor expresen lo que usted quiere decir. Mi recomendación
es que usted use siempre el nombre del autor tal cual aparece entre los
paréntesis.

Use estas frases, versos y poemas...


Al regalar una flor
O un ramo de flores,
Al regalar unos chocolates
O una canción grabada.
Uselas después de una rica comida o cena,
Uselas cuando ella haga algo especial por usted,
Cuando cumpla años,
O el día de su santo,
O como dedicatoria en un libro,
O en una carta de amor,
O en una tarjeta de presentación,
O entréguele una frase al irse de casa,
O al regresar por la tarde,
O como mensaje escrito en el celular,
O en una servilleta,
O en una tarjeta unida a las llaves de un auto nuevo,
O déje una frase olvidada en una camisa que se va a lavar,
O escríbalas, una diaria, en la puerta del refrigerador,
O añádalas a una prenda de ropa interior,
O úselas para pedirle perdón
Con cualquier pretexto,
O sin pretexto alguno.

Hasta puede usarlas para hacer un pequeño reclamo o llamada de atención.


Ella se dará cuanta de lo que vale en su vida.

Yo voy a empezar hoy mismo. ¿Dejará usted pasar este día sin decirle a ella
todo lo que le importa?.

O si quiere, imprima una copia y empástela y póngale un título semejante al


siguiente: “Mensajes Para la Mujer que Amo”.

Cualquier cosa que haga le dará una inyección de energía y calor a su relación
con la mujer de su vida.

Sinceramente,

Armando Ortega Mata.

P.D.-
AQUÍ ESTA LA COLECCIÓN:

).

--1--
“!Ella es”! – clamaron, a su vista, unidos
el corazón y todos los sentidos --.
Ella es la presentida, la esperada,
Que a la primer mirada
Del corazón se adueña;
(Juan Burghi)

--2--
Yo deseo que sepan tan sólo
que soy tuyo y no soy para nadie;
que te quiero con toda mi alma,
con todos mis nervios, con toda mi sangre.
(José Betinoti)

--2--
Mujeres, fuentes del camino
Que atraviesa
De la vida la dura realidad;
Todas distintas cuando son promesa,
Todas iguales cuando son verdad...
(Juan Burghi)

--3--
Por el amor secreto que me tuviste un día;
Por el anhelo efímero porque te hiciera mía;
Por la ansiedad probable que acaso pudo ser...
(Evaristo Carriego)

--4--
¿Quién te amó más que yo, sin un instante
de duda, de desdén o de abandono;
sin una gratitud, sin un olvido,
sin dejar de ser tuyo, siempre tuyo?
(Luis Gonzaga Urbina).
--5--
Te quiero
Porque has pasado por la senda estrecha
En los grandes zarzales de la vida
Sin desgarrar tus blancas vestiduras,
Sin hacerte una herida.
(Luis Gonzaga Urbina).

--6--
Ven, abrázame, inclina tu cabeza
Sobre mi amante pecho;
Cierra los ojos, piensa en mi cariño
Y después... dame un beso.
(Luis Gonzaga Urbina).

--7--
¡Qué torpe fui! Cesó la confidencia
y te hablé de mi amor, de mi existencia,
que va embebida en ti. De mi alma absorta;
te dije la tristeza que me aflije,
te dije que soy tuyo... y no te dije
que estás muy linda... ¡Y eso es lo que importa!
(Luis Gonzaga Urbina).

--8--
Volverán del amor en tus oídos
Las palabras ardientes a sonar;
Tu corazón de su profundo sueño
Tal vez despertará;
Pero mudo y absorto y de rodillas,
Como se adora a Dios en el altar,
Como yo te he querido..., desengáñate,
¡Así no te querrán!
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--9--
Amar es empapar el pensamiento
En la fragancia del Edén perdido;
Amar es...; amar es llevar herido
Con un dardo celeste el corazón.
Es tocar los dinteles de la gloria,
Es ver tus ojos, escuchar tu acento,
En el alma sentir el firmamento
Y morir a tus pies de adoración.
(Manuel M. Flores).

--10--
Y de pronto viniste a perturbar mi vida,
A sacudir mis nervios con nueva crispación,
A dar otra vez brotes a la rama aterida,
ardores a la sangre y aliento a la ilusión.
(Pedro Mata).

--11--
¿Qué es inútil mi afán por conquistarte:
que ni me quieres hoy ni me querrás...?
Yo me contento, Amor, con adorarte:
¡Dios hará lo demás!
(Amado Nervo).

--12--
...Si alcanzara el punto de venir a verme
pa darme las gracias,
y si eso sucede, y en sus ojos prietos,
--más prietos que su alma –
deviso que bulle
siquera una lágrima,
pué que me ricuerde que solo vivía
resollando l’aigre que’ ella resollaba;
pué ser que de nuevo me buyga en lo jondo
del pecho, esta cháchara...
Y, manque he jurado que nada, ni naiden,
Por nada del mundo, mi hará perdonarla,
Si ella viene a verme, si ansina ricuerdo,
Si bulle en sus ojos prietos una lágrima,
Entonces, mi hermano... ¡¿pa qué he de engañarte?!
¡Manque son muy hombre!...
¡pué que me rajara!...

(Carlos Rivas Larrauri).


--13--
Si todo muere, si todo pasa
¿por qué esta fiebre que el pecho abrasa
no ha consumido mi corazón?
(Juan de Dios Peza).

--14--
Tengo celos del sol cuando te besa
Con sus labios de luz y de calor...
Mando yo que ni el aire te sonría,
Ni los astros, ni el ave, ni la flor,
Ni la fe, ni el amor, ni la esperanza,
Ni ninguno, ni nada más que yo.
(Pedro Benjamín Palacios).

--15--
Ojos que nunca me veis
Por recelo o por decoro,
Ojos de esmeralda y oro,
Fuerza es que me contempléis;...
Miradme una sola vez,
Ojos color de esperanza.
(Salvador Díaz Mirón).

--16--
En el mundo habrá amor mientras tu quieras
Y en el cielo habrá luz mientras tú mires
Y habrá virtud hasta que tu te mueras,
Y habrá belleza mientras tú no espires
...y si no hubiera por desgracia un cielo
Cuando murieras tú, se formaría.
(Felipe Uribarri).

--17--
Si quieres que te quiera de otra suerte
Tendré que no quererte aunque te quiera...
Porque si te quisiera de otro modo,
Ni me querrías ni te querría del todo,
Y tú te morirías como me muero.
(José María Souviron).

--18--
¿En dónde está tu rostro bendecido?
¿Qué sitios ilumina tu presencia?...
Mi corazón enfermo de tu ausencia
Expira de dolor porque te has ido.
(Efrén Rebolledo).

--19 --
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
Que en mis olas vinieras a bañarte
Para poder, como lo sueño a solas,
A un mismo tiempo por doquier besarte.
(Salvador Díaz Mirón).

--20--
Mi herido corazón en ti reposa
--en la mansa agonía de quererte –
como gota de sangre en una rosa...
(Enrique González Martínez).

--21--
De tanto que he vivido y he soñado
Y que ha sido a la vez llama y perfume
Me queda tu calor, que se consume
Aquí en mi corazón que te ha adorado.
(con cambios a Enrique González Martínez).

--22--
Este viento de ausencia, cuando toca
Con su mano glacial, todo lo enfría;
Sólo en mi corazón la lejanía
Es lava de volcán y fiebre loca.
La pasajera soledad provoca
En mi interior incendios de agonía,
Más cuando vuelves y te siento mía,
Cierra tu beso el cráter de la boca.
El fuego de no verte es viva llama
Que arde sin consumir y que me inflama
Mientras sale en tu busca mi demencia.
Ven y apágala tú, lluvia en mi lumbre
Y en la nieve engañosa de la cumbre
Tiende el iris de paz de tu presencia.
(Lluvia en la lumbre, de Enrique González Martínez)

--23--
Mientras haya unos ojos que reflejen
Los ojos que los miran;
Mientras responda el labio suspirando
Al labio que suspira;
Mientras sentirse puedan en un beso
Dos almas confundidas;
Mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--24--
Yo se que hay fuegos fatuos que en la noche
Llevan al caminante a perecer;
Yo me siento arrastrado por tus ojos.
Pero a dónde me arrastran, no lo se.
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--25--
Si se turba medroso en la alta noche
Tu corazón,
Al sentir en tus labios un aliento
Abrasador,
Sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
Respiro yo.
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--26--
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
Quema invisible atmósfera abrasada,
Que el alma que hablar puede con los ojos
También puede besar con la mirada.
(Gustavo Adolfo Bécquer).
--27--
¿Qué es poesía? –dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul --,
¿qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--28--
Por una mirada, un mundo;
Por una sonrisa un cielo;
Por un beso...; ¡yo no sé
Qué te diera por un beso!.
(Gustavo Adolfo Bécquer).
--29--
Cuando enmudece tu lengua
Y se apresura tu aliento,
Y tus mejillas se encienden,
Y entornas tus ojos negros;
Por ver entre sus pestañas
Brillar con húmedo fuego
La ardiente chispa que brota
Del volcán de los deseos,
Daría, alma mía,
Por cuanto espero,
¡la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo!.
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--30--
Asomaba a tus ojos una lágrima
Y a mi labio una frase de perdón;
Habló el orgullo y se enjugó tu llanto,
Y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, y tu por otro
Pero al pensar en nuestro mutuo amor
Yo digo aún: “¿Por qué callé aquel día?”
Y tú dirás: “¿por qué no lloré yo?”.
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--31--
Los suspiros son aire, y van a aire.
Las lágrimas son agua, y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú a dónde va?
(Gustavo Adolfo Bécquer).

--32--
La luz primera del primero día
Luego que el sol nació, toda la encierra,
Círculo ardiente de su lumbre pura,
Y así también cuando tu sol nacía
Todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura.
(Lope de Vega).

--33--
Algo en mi alma se parece
A ti. Eres tú. No puedes irte
Del todo, amiga, aunque te vayas.
Y algo en tu alma me recuerda
Sin remedio. No podrás dejarme
Del todo, amiga, aunque me dejes.
(Rubén Bonifaz Nuño).

--34--
Duerme inocente el lobo, que ha vencido
El son divino de tu dulce lira,
Y entre el mismo ganado está rendido.
Pues donde tu su-ave acento admira
A quien falta razón, vida y sentido,
¿Qué hará con alma quien por ti suspira?
(Lope de Vega).

--35--
Quejosa está de vos naturaleza
Por vuestra condición áspera y dura,
Que para humana os dio tanta belleza.
O menos perfección o más blandura,
Que a presumir de vos tanta dureza,
¿Cómo os pudiera dar tanta hermosura?
(Lope de Vega).

--36--
Forzosos celos son, no son violentos;
Apenas nace amor, cuando los llama
Nadie puede entender sus movimientos,
Ninguno defenderse de su llama,
Porque si son los celos pensamientos,
¿quién puede no pensar perder lo que ama?
(Lope de Vega).

--37--
Cuando sale el alba hermosa
Coronada de violetas,
Crece el crepúsculo a día
Por contemplar tu belleza;
La luz de la tuya envidia,
Que el norte a tus ojos llevas,
Adonde es para los míos
Acaso tu larga ausencia.
No hay planeta que contigo
Indignado el rostro tenga,
Ni resplandor que se iguale
De las suyas a tu esfera.
Las nubes del occidente
Menos bordadas se muestran,
El cielo cuando te mira
De que te formó se alegra.
El sol a Júpiter dice
Que eres el sol de la tierra
Y que aumentas con tus ojos
Las minas de su riqueza.
La luna de ti celosa,
que te da más luz se queja;
hasta las estrellas grandes,
que parecen más pequeñas.
Alba, crepúsculo, día,
Luz, norte , ocaso, planetas,
Resplandor, esferas, nubes,
Cielo, sol, luna y estrellas:
Unas se alegran y otras se querellan,
que adonde sales tú se esconden ellas.
(Lope de Vega).

--38--
Luz que alumbras el sol, (Lucinda) hermosa,
Que aun no te precias de volver tus ojos
Al alma que llamabas dueño suyo:
Si vives, porque vivo, desdeñosa,
Acaba con mi vida tus enojos,
Pues no has de hallar defensa en lo que es tuyo.
(Lope de Vega).

--39 --
Aquella noche en su mayor espanto
Consideré la pena de perderte,
La dura soledad creciendo el llanto,
Y llamando mil veces a la muerte,
Otras tantas miré que me quitaba
La dulce gloria de volver a verte.
(Lope De Vega).

--40--
Yo, como aquel que a contemplar se para
Ruinas tristes de pasadas glorias,
en agua de dolor bañé mi cara.
De tropel acudieron las memorias,
los asientos, los gustos, los favores,
que a veces los lugares son historias,
y en más de dos que yo te dije amores
parece que escuchaba tus respuestas
y que estaban allí las mismas flores.
(Lope de Vega).

--41--
En tanto que mi espíritu rigiere
El cuerpo que tus brazos estimaron,
Nadie los míos ocupar espere;
La memoria que en ellos me dejaron
Es alcaide de aquella fortaleza
Que tus hermosos ojos conquistaron.
(Lope de Vega).

--42--
Madre, unos ojuelos vi
Verdes, alegres y bellos.
¡Ay, que me muero por ellos
y ellos se burlan de mi!
Las dos niñas de sus cielos
Han hecho tanta mudanza,
Que la color de esperanza
Se me ha convertido en celos.
Yo pienso, madre, que vi
Mi vida y mi muerte en vel-los.
¡Ay, que me muero por ellos
y ellos se burlan de mi!
¿Quién pensara que el color
de tal suerte me engañara?
Pero ¿quién no lo pensara
Como no tuviera amor?
Madre, en ellos me perdí
Y es fuerza buscarme en ellos.
¡Ay, que me muero por ellos
y ellos se burlan de mi!.
(Lope de Vega).

--43--
Pareces la primavera
Que las flores y las aves
Todas despiertan a verte
Y al sol de tus ojos salen.
(Lope de Vega).

--44--
¡Oh, más hermosa y más bella
que la aurora aljofarada
mora de los ojos míos,
que otra en beldad no te iguala!
(Lope de Vega).
--45--
¿Por qué, Amor, cuando expiro desarmado,
de mi te burlas? Llévate esa hermosa
doncella tan ardiente y tan graciosa
que por mi oscuro asilo has asomado.
(Ignacio Ramíez).

--46--
Yo quiero ser el césped
Florido y matizado
Donde se asienten, niña,
Las huellas de tus pies;
Yo quiero ser la brisa
Tranquila de ese prado
Para besar tus labios
Y agonizar después.
Yo quiero oir latiendo
Tu pecho junto al mío,
yo quiero oír qué dicen
los dos en su latir,
y luego darte un beso
de ardiente desvarí,
y luego... arrodillarme
mirándote dormir.
(Manuel Acuña).

--47--
¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
¡Qué mal conoces lo que pasa en mi;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di!
Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
Reinas que esclavas de la moda son,
Y ataviadas de sedas y brillantes,
Sus ojos queman, como quema el sol.
De esas bellas fascinan los hechizos,
Néctar manan sus labios de carmín;
Mas con su arte y su lujo y sus postizos,
Ninguna puede compararse a ti.
A pesar de su grande poderío,
Carecen de tus gracias y virtud,
Y todas ellas juntas, ángel mío,
Valer no pueden lo que vales tú.
Es tan ingente tu sin par pureza,
Y tan ingente tu hermosura es,
Que alzar puede su templo la belleza
Con el polvo que oprimes con tu pie.
(Antonio Plaza).

--48--
Los astros serán, mi vida,
Más que tus ojos hermosos;
Pero a mi más que los astros
Me gustan, linda, tus ojos.
(Antonio Plaza).

--49--
Junto a ti no mido el tiempo,
Ni sé las horas contar,
Porque de cuentas no sabe
Quien sabe amar nada más;
Eres la maga sublime,
Que con tu amor divinal,
Lo imposible de mi sueño
Conviertes en realidad;
(Antonio Plaza).

--50--
¿Por qué te amo? –No lo sé.
¿Quién eres tú? No pregunto;
Sólo sé que desde el punto
En que te vi, te adoré.
(Antonio Plaza).

--51--
¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
¡Qué mal conoces lo que pasa en mi;
no tengo más que un alma, que ya es tuya,
y un solo corazón, que ya te di!
(Antonio Plaza).
--52--
Esa de talle de palma,
Morena de labios rojos,
Robó, corazón tu calma...
¡Ay de ti, si tiene el alma
tan negra como los ojos!...
(Antonio Plaza).

--53--
Te adoro, sombra imposible,
Como el arcángel entero,
Y aunque nada, nada creo,
Hoy me asombra lo increíble.
¿Por qué no eres ¡ay! Tangible,
sombra del alma adorada,
sombra de la infortunada
que mi labio en sueños nombra?
¿Por qué no me vuelvo sombra
para fundirme en tu nada?
(Antonio Plaza).

--54--
¿Por qué al conocernos
temblaste y temblé?
¿Por qué sin hablarnos
me amaste y te amé?
¿Por qué nuestros ojos
cruzaron su luz?
¿Por qué nuestras almas
se hablaron de tu?
(Antonio Plaza).

--55--
Eres más bella que la esperanza,
Más vaporosa que la ilusión;
Y donde pones tu pie pequeño,
Pone sus labios el casto amor.
Eres la reina de las hermosas,
Porque Natura te concedió
Tantos hechizos como cabellos
Tienen tus trenzas color de sol.
(Antonio Plaza).

--56--
Lejos de ti, si miro a otras mujeres
Radiantes de belleza y juventud,
No ambiciono sus mágicos placeres,
Que mi único placer, linda, eres tú.
Lejos de ti, no vivo, bien lo sabes
Porque lejos de ti, mujer, estoy
Como sin aire las canoras aves,
Como sin agua la marchita flor.
Lejos de ti, mi frente está abatida;
Lejos de ti, mujer, no soy feliz;
Lejos de ti, no quiero ni la vida,
Que vivir no es vivir lejos de ti.
(Antonio Plaza).

--57--
Quebraremos las copas, los vasos;
Que tus labios de fino carmín,
Esos labios de fuego no escasos,
Mejor copa serán para mi.
(Antonio Plaza).

--58--
Ni la luz refulgente de la aurora
Cuando rasga del cielo la cortina,
Ni los rayos de fuego con que dora
El ígneo sol la corpulenta encina,
Pueden brillar, mujer fascinadora;
Que todo tu mirada lo domina,
Y a la aurora y al sol les causa enojos
La luz fulgente de tus lindos ojos.
(Antonio Plaza).

--59--
Si es linda la blanca luna
De luceros tachonada,
Que se espeja en la laguna
Desde el éter reclinada,
Es más linda tu mirada
Si es lindo tras los horrores
De la noche apizarrada,
Ver los nítidos albores
De la aurora sonrosada,
Es más linda tu mirada.
(Antonio Plaza).

--60--
Soy un pobre cantor, sin pan ni abrigo,
Que vago por el páramo infecundo;
Pero el que miras a tus pies medigo,
Puede, como Colón, darte otro mundo.
Otro mundo de amor y de ilusiones
Como la mente lo forjó en el vuelo,
Y al descubrir a tu alma otras regiones,
Seré tu Galileo, verás el cielo.
(Antonio Plaza).

--61--
Y fué entonces: Una niña
Y en dos trenzas los cabellos,
Una luz en la mirada
Que alumbraba hasta allá lejos;
Ancho mirar, como plaza
Para un noviazgo labriego;
Las pestañas como juncos
Junto a los ojos inmensos;
--¿cómo hará para cerrarlos?
--¡y qué grande será el sueño!
Sus ojos, sus grandes ojos
Del color de las castañas,
Sus trenzas, sus largas trenzas
Del largo de su mirada
Ojos de estarse mirándolos
Hasta más allá del alma.
A la orilla de los ojos
Llegué; la empecé a mirar;
--¡quién tornara a los tiempos buenos,
quién volviera la vida atrás,
quién me diera diez años menos,
quién te diera diez años más!
(Andrés Eloy Blanco).

--62--
Hay un punto en el camino
Donde se empieza a querer;
El que no lo vio no supo
Cuándo, cómo, dónde fue.
Nadie sabe las razones
De este empezarte a querer,
De este seguirte queriendo,
De este quererte después.
Que se devuelven los ojos,
Que se devuelven los pies,
Que se devuelven los sueños
Adonde quiera que estás.
(Andrés Eloy Blanco).

--63--
Me muero por preguntarte
Si es igual o es diferente
Querer y amar y si es cierto
Que yo te amo y tú me quieres.
--Pero es que no da lo mismo;
dicen que el querer se acaba
y el amar es infinito,
amar es hasta la muerte
y querer hasta el olvido.
(Andrés Eloy Blanco).

--64--
No hay un hombre que supere
A la versión que de ese hombre
Da la mujer que lo quiere;
Ni existe mujer tan bella,
Ni existe mujer tan pura
Como la que se figura
El hombre que piensa en ella.
Por eso, al estarte amando,
Si con un amor te quiero
Con otro te estoy creando.
(Andrés Eloy Blanco).

--65--
En extrema pasión vivía contento
por vos, señora, y cuando más sentía,
sólo un mirarme o veros, deshacía
o, al menos, aliviaba mi tormento.
Hora quisistes que de fundamento
cayese en tierra la esperanza mía
con declararme lo que no entendía,
de torpe, hasta aquí mi entendimiento.
De esto nació un desdén por cuya mano
en término muy corto se ha deshecho
la fábrica que Amor hizo en mil años.
Yo miro, ya seguro desde el llano,
el risco en que me vi y el paso estrecho,
quedando ya seguro de mis daños.
(Hernando de Acuña).

--66--
Vuela a TU LADO MI mente
en alas de la esperanza
que está en CHIHUAHUA el tesoro
que más en el mundo ama.
(Adelardo López de Ayala)

--67--
¡Cuando libre de amor tu puro seno,
por el jardín ameno
placentera vagabas,
tan bella, tan gentil, que parecías
mariposa ligera, si corrías,
hermosa flor, cuando parada estabas!
(Adelardo López de Ayala)

--68--
Como las auras de abril
pasan besando la rosa,
y cada vez más hermosa
la dejan en su pensil,
los años de mil en mil
pasen por ti, hermosa Ana,
y en su carrera liviana
sólo te sepan traer
dulces recuerdos de ayer
y esperanzas en mañana.
(Adelardo López de Ayala)

--69--
¡Quién fuera el mar, que enamorado espera
que tu cuerpo interrumpa su llanura
y rodear tu espléndida hermosura
de un abrazo y a un tiempo toda entera!
Si yo en tus aguas infundir pudiera
el alma ardiente que adorarte jura,
en muestra de mi amor y mi ventura
te alzara en triunfo a la celeste esfera.
Y, al descender con mi tesoro, ufano,
convirtiendo la líquida montaña
en olas que anunciaran mi alegría,
en las costas del reino lusitano,
y en Africa, y América, y Bretaña,
mi grito de placer resonaría.
(Adelardo López de Ayala).

--70--
¿Quién no ha encontrado, como yo, en la vida
una de esas mujeres misteriosas,
amparo y luz del alma dolorida;
imagen propia del amor profundo
que nos inspira el cielo;
ángel de paz que a la oración provoca;
nuncio de Dios, que hallamos en el mundo,
y nunca al mundo con sus alas toca?
..................................................................
Descansa, amiga tierna; ya es cumplida
tu misión de consuelo;
tú no viniste a disfrutar la vida;
bajaste sólo a merecer el cielo.
¡De esa tierna amistad, que nunca muere,
los dos tendremos, mientras yo viviere,
tú un recuerdo en la tierra, y yo en el cielo!
(Adelardo López de Ayala)

--71--
Déjame penetrar por este oído,
camino de mi bien el más derecho,
y en el rincón más hondo de tu pecho
deja que labre mi amoroso nido.
Feliz eternamente y escondido,
viviré de ocuparlo satisfecho...
¡De tantos mundos como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!
Yo no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada...
Quiero cifrar mi fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en tus brazos de amor toda mi gloria.
(Adelardo López de Ayala).

--72--
--Ante el retrato de una bella--

De vista y muy de pasada


nos conocemos los dos,
y la tuya, vive Dios,
no es vista para olvidada.
Mas tú verás, si me escuchas
con la atención que te pido,
que el no habernos conocido
tiene ventajas, y muchas.
¡Cuánta alabanza podemos
decir recíprocamente
de los dos..., precisamente
porque no nos conocemos!
Tú dirás que la modestia
en mí acredita su nombre,
pues para ti no hay un hombre
que cause menos molestia.
Que, aunque me llamen adusto
los que... me conocen mal,
soy tan blando y tan leal,
que nunca te di un disgusto.
Yo diré que hasta el presente
no te oí murmurar nada,
ni de amiga mal tocada
ni de amiga impertinente;
que debes tener un arte
singular y un gran talento,
pues que ni un solo momento
me he cansado de escucharte;
que es tu tino tan perfecto,
tu prudencia tan cumplida,
que juro a Dios que en mi vida
te he conocido un defecto.
Y en un mes lo acabaría
si hubiera de referir
cuanto podemos decir
de tu alabanza y la mía.
Todo bueno, y, sin embargo,
todo verdad lisa y llana,
y todo, chica, dimana
de habernos visto de largo.
Que en este mundo fatal
tales engaños se ven,
que para alabarse bien
hay que conocerse mal.
Mas, si iguales han nacido
tu corazón y tu cara,
yo mucho más te alabara
si te hubiera conocido.
(Adelardo López de Ayala).

--73--
La música
La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe
dentro del lenguaje humano.
Dichosa tú que su palma
has llegado a merecer,
conmoviendo a tu placer
la mejor parte del alma.
Tu voz infunde la calma
y arrebata y enamora...
¡Ay de mí! Tu seductora
y celestial armonía,
¡cuántas veces calmaría
este afán que me devora!
(Adelardo López de Ayala).

--74—
A un pie

El pie más lindo que acaricia el suelo


jugaba ante mi vista complacida:
yo, con mano dichosa y atrevida,
de un espacio mayor levanté el velo.
Bella columna descubrió mi anhelo,
por los mismos amores construida,
como del recio vendaval movida,
se abre la nube, y se descubre el cielo.
Detenido en las puertas de la gloria,
aguardo a que el amor quiera propicio
dilatar en sus reinos mi victoria.
Y hoy, recordando tan gallardo indicio,
mil veces se complace mi memoria
en dibujar completo el edificio.
(Adelardo López de Ayala).

--75--
¿Es posible que desdeñes
mi amor, porque eres devota,
cuando yo sólo te pido
obras de misericordia?
Tú verás, si atentamente
de mis dolores te informas,
que en mí puedes, vida mía,
ejercerlas casi todas.
Enseñar al que no sabe
es obligación piadosa...
¡Haz tú que mi amor aprenda
de ti lo mucho que ignora!...
Yo no sé qué sabor tienen
tus palabras amorosas,
ni el encanto de tus brazos
cuando amantes aprisionan,
ni los rayos di tus ojos,
ni los ayes de tu boca....
-Sácame de esta ignorancia,
que me mata de congoja,
y enséñame, pues ignoro
tantas dulcísimas cosas!
Dame, dame el buen consejo
que ha menester quien te adora,
para saber de qué modo
se cambia un alma por otra...
Y corrígeme, si yerro...
¡Verás mi obediencia pronta,
buscar la senda más breve
que en tu pecho desemboca!
Perdóname, si te injuria
mi pasión impetuosa,
pues sabes al que ama mucho
lo mucho que le perdonan.
Y no me niegues al menos,
cuando la pena me agobia,
que de consolar al triste
te ofrezco ocasión notoria...
Mas si es flaqueza el quererte,
con paciencia la soporta,
y a un tiempo, de esta manera,
los dos ganamos la gloria.
Estoy enfermo; visítame;
estoy hambriento; haz que coma;
y de mi alma, la tuya
calme la sed ardorosa.
Gime el corazón desnudo,
y se estremece y solloza,
porque tu amor no le presta
el abrigo de sus ropas.
Soy un pobre peregrino
que llama a tu puerta sorda:
mas, si tú me das posada
y en tu corazón me alojas,
no temas que nunca exija,
por mucho que el tiempo corra,
que redimas a un cautivo
que en serlo tuyo se goza.
En fin, si nada te mueve,
y despiadada malogras
la ocasión de practicar
tantas benéficas obras,
concédeme la que pido,
última piedad de todas:
entiérrame, que estoy muerto;
y puesto que eres de roca,
lábrame la sepultura
del mármol de tu persona.
(Adelardo López de Ayala).

--76--
Ausencia

La piedra imán recibe de una estrella


el influjo en que busca su gobierno
la nave audaz, y, en éxtasis eterno,
contempla enamorada su luz bella.
Siente en su espalda el mar la blanda huella
de la luna gentil, y, amante tierno,
suspira y gime, o, con furor interno,
en cien montañas a la par se estrella.
¡Ama una flor al luminar del día;
dispersas y apartadas, sus amores
se comunican las flexibles palmas...
¿Por qué, ausente, no escuchas la voz mía?
¿Por qué sienten mejor el mar, las flores,
y hasta las mismas piedras que las almas?
(Adelardo López de Ayala).

--77--

Donosa aldeana
de negro cabello,
de rostro más bello
que fresca mañana:
detente; te llamo
temblando de amor;
desata ese ramo
y dame una flor.
Marchito y sin vida
tu ramo, aldeana,
acaso mañana
ninguno lo pida;
mas hoy que lo pinta
la luz del amor,
desata esa cinta
y dame una flor.
No llores, amada,
no muestres despecho;
que llevo en el pecho
tu imagen grabada.
¡Dichosa mañana!
¡Dichoso mi amor!
Me dio la aldeana
la rosa mejor.
(Adelardo López de Ayala).
--78--
Mil veces con palabras de dulzura
resta pasión comunicarte ansío:
mas ¿qué palabras hallaré, bien mío,
que no haya profanado la impostura?
Penetre en ti callada mi ternura
sin detenerse en el menor desvío;
como rayo de luna en claro río,
como aroma sutil en aura pura.
Ábreme el alma silenciosamente,
y déjame que inunde satisfecho
sus regiones, de amor y encanto llenas.
Fiel pensamiento, animaré tu mente;
afecto dulce, viviré en tu pecho;
llama suave, correré en tus venas.
(Adelardo López de Ayala).

--79--
Bendigo el pensamiento, que no cesa
de abrasarse en tus ojos seductores,
y alado, como el dios de los amores,
siempre a tu oído mi pasión te expresa;
que te sigue constante, y se embelesa
en vagar por las hojas de tus flores,
y te abraza, a pesar de tus rigores,
y cuanto más te enojas, más te besa.
Pájaro que del vuelo sostenido
gime cansado, reposar ansía
entre las pajas del oculto nido...
¡Oh Madre del Amor! En este día
confúndanse en un trémulo gemido
mi pensamiento y la adorada mía.
(Adelardo López de Ayala).

--80--
Quisiera adivinarte los antojos,
y de súbito en ellos transformarme;
ser tu sueño, y callado apoderarme
de todos tus riquísimos despojos;
aire sutil que con tus labios rojos
tuvieras que beberme y respirarme:
quisiera ser tu alma, y asomarme
a las claras ventanas de tus ojos.
Quisiera ser la música que en calma
te adula el corazón: mas si constante
mi fe consigue la escondida palma
ni aire sutil, ni sueño penetrante,
ni música de amor, ni ser tu alma,
nada es tan dulce como ser tu amante.
(Adelardo López de Ayala).

--81--

«Para ti, cuanto quieras...» -Te confieso


que, al leer estas letras de tu mano,
quedé como el avaro que cercano
viera el tesoro que guardaba Creso.
Recordé de tu boca el dulce beso,
de tus ojos el fuego soberano,
tu pródiga hermosura, y el arcano
en que el amor se enciende y vive preso.
Si es verdad que a que elija te acomodas
entre más joyas que mujer alguna
llevó jamás para alegrar sus bodas,
yo dudoso entre tantas, ¡oh fortuna!,
todas las quiero, todas, todas, todas...
¡Pero, por Dios, que no me falte una!
(Adelardo López de Ayala).

--82--
¡Es ella!... Amor sus pasos encamina...
Siento el blando rumor de su vestido...
Cual cielo por el rayo dividido,
mi espíritu de pronto se ilumina,
Mil ansias, con la dicha repentina,
se agitan en mi pecho conmovido,
cual bullen los polluelos en el nido
cuando la tierna madre se avecina.
¡Mi bien! ¡Mi amor! ¡Por la encendida y clara
mirada de tus ojos, con anhelo
penetra el alma, de tu ser avara!...
¡Ay! ¡Ni el ángel caído más consuelo
pudiera disfrutar, si penetrara
segunda vez en la región del cielo!
(Adelardo López de Ayala).

--83--
Yo vi, y aún me parece que la veo,
su mirada en amores encendida,
y entre mis manos, quieta y complacida,
su mano cual riquísimo trofeo.
Yo vi sus labios de sabor hybleo
brindar risueños celestial bebida...
¡Yo vi rasgado el cielo y prometida
toda la dicha que soñó el deseo!
Cantaba el alma, al presentir su gloria,
cual bosque alegre cuando el sol avanza
arrollando la noche en su victoria...
¡Todo cambió!... ¡Trocóse la bonanza
en tempestad!... -¡Infierno es la memoria
donde pena un amor sin esperanza!
(Adelardo López de Ayala).

--84--
¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué, ingrata,
niegas tu corazón a mi gemido,
y, afligiendo mi pecho comprimido,
tu inhumano silencio se dilata?
No le roba la muerte al que arrebata,
ni el nombre ni el recuerdo agradecido...-
¡Tumba sin epitafio es el olvido,
que traga al muerto y hasta el nombre mata!-
¡Háblame, por piedad; aunque al hablarme
destruyas mi esperanza y sea mi suerte
vivir llorando tu rigor eterno!...
Acuérdate siquiera de matarme;
que odio más el olvido que la muerte,
y más temo la nada que el infierno.
(Adelardo López de Ayala).
--85--
Yo perdonara la traición artera,
huésped eterno de tu pecho ingrato,
si alguna vez en tu amoroso trato
me hubieses dicho una verdad siquiera.
¿Yo perdonarte, infame?... ¡Cuando adquiera
todos los bienes que te di insensato,
el ardor de mi cándido arrebato,
el noble arranque de mi edad primera!
¡Pido al cielo que, en cambio de tu calma,
te dé mi pena, y que tu pecho herido
llore con sangre la perdida palma!...
Mas ¡ay! en vano la venganza pido;
que estos males se sienten en el alma,
¡y tú, perversa, nunca la has tenido!
(Adelardo López de Ayala).

--86--
Noé, segundo Adán de los mortales,
de turba irracional acompañado,
en el arca famosa anduvo a nado
hasta que vio pacíficas señales.
En la ausencia, que es arca de mis males,
me encierran tu rigor y desagrado,
de mil remordimientos acosado,
que son los más feroces animales.
Con esta carta, a guisa de paloma,
tímidamente me aventuro, y pruebo
si se ha calmado el mar de tus enojos...
Dímelo por piedad; que, si no asoma
la pacífica oliva, no me atrevo
a presentarme a tus divinos ojos.
(Adelardo López de Ayala).

--87--
Dices que la conciencia te provoca
a contarme, por fin, lo sucedido;
que es verdad el recelo que he tenido,
y con fulano me ofendiste loca...
¡Y me pides perdón!... ¡A mí me toca
demandarlo de ti, que injusto he sido;
pues que nunca posible había creído
que una verdad saliese de tu boca!
Y tú imaginas, de rubor turbada,
que hoy mi desprecio con razón comienza,
¡cuando nunca te he visto tan honrada!...
Mas no es extraño que el pudor te venza;
que el hacer algo bueno es humorada
que ha de costarte un poco de vergüenza.
(Adelardo López de Ayala).

--88--
Con Placer hablo contigo,
yo que en mi vida te he hablado;
pues eres centro, y abrigo,
Y depósito sagrado
de la dicha de un amigo.
Dueña de su fe segura
y árbitra a un tiempo te ves
de su gozo o su amargura;
que él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.
Aunque Marte galardone
su esfuerzo nunca domado
y cien veces le corone,
y en los negocios de Estado
consiga más que ambicione;
y aunque atenta a su interés,
siempre constante y segura
fortuna bese sus pies,
él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.
La mujer nuestra existencia
condena a dolor profundo
o a perpetua complacencia;
Y no hay poder en el mundo
que revoque la sentencia.
Él adora tu hermosura,
e insoluble el lazo es
que formó vuestra ternura:
¡Ya no tendrá más ventura
que aquella que tú le des!
Como al sol por sus reflejos
logramos adivinar,
y por su aroma al azahar,
y el grave son desde lejos
anuncia cercano el mar,
yo adivino tu alma pura
en la apacible quietud
del hombre que amor te jura,
y contemplo en su ventura
resplandecer tu virtud.
(Adelardo López de Ayala).

--89--
A Carmela
(En camino de ser madre por segunda vez)

¡Vengan hijos de ti, cuya ternura


se hará apacible del vivir la senda,
si luce en cada uno alguna prenda
de tantas como adornan tu hermosura!
Imiten los varones la bravura
con que al potro andaluz sueltas la rienda;
y enamore en las hembras y suspenda
tu dulce trato, tu virtud segura.
Mire el mundo sin fin reproducidas
tu faz hermosa, tus contornos bellos,
alma sencilla y corazón valiente:
y en tus nietos tus gracias esparcidas,
la edad futura te amará por ellos,
como por ti te adora la presente.
(Adelardo López de Ayala).

--90--
Aunque el solo teatro tu alma fuera
de tantos genios y de numen tanto;
aunque por sólo fruto de su canto
una lágrima tuya se vertiera;
recordaran con gozo en la alta esfera
su vida transitoria y su quebranto,
y sintieran de nuevo el dulce encanto
de la sublime inspiración primera.
Tú sola bastas a colmar su anhelo,
y bastas a su premio y su ventura,
y a fijar sus miradas en el suelo:
Que ni el amor que persuadir procura
ni el arte, ni la fe, ni el mismo cielo,
tienen templo mejor que un alma pura.
(Adelardo López de Ayala).

--91--
No pulso la lira de oro,
si no me anima el amor.
Dicen que eres un tesoro;
pero yo no me enamoro
bajo palabra de honor.
Si el rostro que me han descrito
después tan lindo lo hallo,
te ofrezco segundo escrito;
y... para entonces remito
las cosas que ahora te callo.
(Adelardo López de Ayala).

--92--
Me parecen tus pies, cuando diviso
que la falda traspasan y bordean,
dos niños que traviesos juguetean
en el mismo dintel del Paraíso.
Quiso el amor, y mi fortuna quiso,
que ellos el fiel de mi esperanza sean:
de pronto, cuando salen, me recrean;
cuando se van, me afligen de improviso.
¡Oh pies idolatrados! ¡Yo os imploro!
y pues sabéis mover todo el palacio
por quien el alma enamorada gime,
traed a mi regazo mi tesoro,
y yo os aliviaré por largo espacio
del riquísimo peso que os oprime.
(Adelardo López de Ayala).
--93--
Nací soberbio en miserable cuna;
volé al combate y alcancé renombre:
mi salvaje valor y mi fortuna
me hicieron luego despreciar al hombre.
Ni el bosque solitario con su calma
un pensamiento levantó en la mente,
ni el ronco son de la batalla hirviente
un sentimiento despertó en mi alma.
Tú solamente, Elena, vida mía,
tú, como Dios, que arranca con su mano
agua sin fin del pedernal que toca,
sacaste amor y sentimiento humano
de este desierto corazón de roca.
(Adelardo López de Ayala).

--94--
Cuando cantas en dulce melodía
la Oración de la Virgen, me parece
que otra vez el Arcángel aparece
y se postra a las plantas de María.
De aquel hondo misterio la alegría
mi espíritu levanta y ennoblece;
la niebla se disipa, y se esclarece
la estrecha senda que al Empíreo guía.
Hoy que tu pura voz ha enmudecido,
entre el cielo y el mundo denso velo
van poniendo las sombras del olvido...
¡Ay! Canta, Emilia, que escucharte anhelo,
para mirar de nuevo establecido
el contacto del mundo con el cielo.
(Adelardo López de Ayala).

--95--
Tomar pretendo la expresión guerrera:
miro la luz de tus brillantes ojos,
y al punto se convierten mis enojos
en endecha meliflua y lisonjera.
Me animo, y pienso, cual la vez primera,
en batallas, soldados y despojos...:
te contemplo otra vez, y mis arrojos
otra vez se derriten cual la cera.
Guerras ya de mi numen no demando:
mas tú no formes contra mí querella,
si voy tus peticiones dilatando:
culpa no más a la piadosa estrella
que a mí me diera corazón tan blando,
o a ti, primita, te formó tan bella.
(Adelardo López de Ayala).

--96--
Entre los rumores vanos
del más oscuro café,
donde jóvenes sin fe
cuentan amores livianos,
nada te escribo; que aquí,
pese a tu mucha belleza,
la más galante fineza
es no acordarme de ti.
(Adelardo López de Ayala).

--97--
He visto y ya la codicio,
y ojalá que no la viera,
que al través de sus encantos
veo vagar sombras negras,
a la moza más garrida,
más viva y más halagüeña
de todos estos contornos;
de tez rosada y más neta
que de la nieve es el ampo;
son sus ojos dos estrellas,
su talle junco flexible,
su boca madura fresa.
(Adolfo de la Fuente).

--98 --
¡Cual corre! vedla: por los senderos
de espeso polvo, por las praderas
de verde alfombra, llenas de matas
del campesino fresco rosal;
Entre las mieses, cuyos linderos
ciñen gallardas adormideras,
por las perdidas sendas ingratas,
por el trillado camino igual.
Del monte abrupto por la aspereza,
del bosque denso sobre la grama,
por las llanuras de extenso suelo,
mirad la niña feliz correr
en la cabeza puesto el cestillo,
lleno de flores y de retama,
alegre el paso como su anhelo,
vivaz la vemos aparecer.
Alta y esbelta, cuando los brazos
graciosa enarca sobre su frente,
y airosos forma fingidos lazos
que hace más bellos la nívea tez,
de antiguo templo ya decadente,
que sus tesoros vela entre ruinas,
la ánfora de asas alabastrinas
se cree a lo lejos llegar a ver.
Risueña y joven, alegre canta,
y, el pie desnudo, del lago a orillas
el verde insecto sigue y espanta
de mata en mata loca al través.
Recoge el traje por las rodillas,
cruza el arroyo, va, corre, vuela,
y hasta las aves, que el verla encela,
dieran las alas por su ágil pie.
Cuando en la tarde, que ya declina,
para la danza se une la gente,
mientras se escucha balar el hato
que torna dócil hacia el redil,
no busca adornos su faz divina:
llega, y la rosa que orna su frente
sin más estudio que el gusto innato
parece a todos la más gentil.
Una entre todas... ¡ay, ángel del cielo!
¡Una niña española!
De blancas manos; de inocente anhelo
henchido el corazón; negra pupila
en que dulce titila
de la criolla la mirada ardiente;
con ese vago encanto y fresca aureola
que ilumina y corona por sí sola
a los quince años la virgínea frente.
No la mató el amor; que para ella
tal afán no tenía
placeres ni combates todavía;
nada de amor en la febril querella
su libre corazón latir hacía;
y si al verla decía
todo el mundo «¡Qué bella!»
ninguno, ni por loco ni atrevido,
se lo dijo al oído.
Amaba el baile y la mató su antojo.
Aún su mortal despojo
se estremece en la fosa conmovido,
cuando en noche de plácida bonanza
del aura leve en el tranquilo vuelo
blanca nube se lanza,
imitando los giros de la danza,
ante el nocturno luminar del cielo.
¡Amaba con exceso
el baile seductor! Si se acercaba
alguna fiesta nueva, en su embeleso
tres días antes con su afán vivía,
tres noches antes su placer soñaba.
y músicos, mujeres, bailarines
de incansable porfía,
excitando su joven fantasía
en la noche callada,
giraban con alegre algarabía
en torno de su almohada.
Después... dijes, collares, maravillas:
cinturones de seda, en cuyas aguas
viva la luz refleja;
tejidos más ligeros que sencillas
son las débiles alas de la abeja;
bellas guirnaldas; cintas elegantes
con que llenar de innúmeras cestillas
el perfumado espacio;
flores de tal valor, que eran bastantes
a pagar un palacio...
Con sus bellas amigas bulliciosas
venía alegre al comenzar la fiesta,
agitando en su mano el abanico;
se sentaba entre el rico
conjunto de mil galas ostentosas,
y, al placer predispuesta,
brotaba el corazón notas gozosas
al compás de las notas de la orquesta.

¡Era grato contento


mirar bailar la niña seductora!
Su basquiña agitaba al movimiento
el fleco azul que su redor decora;
sus negros ojos de mirada pura
brillaban bajo el tul de la mantilla
cual doble estrella que en la noche obscura
entre los pliegues de las nubes brilla.
¡Ay, que todo era en ella
bailes y risas y alegría loca!
¡Pobre niña! ¡Cuán bella
pudimos admirarla en los momentos
en que el ocio sofoca
más altos pensamientos;
que no del baile la influencia leda
el corazón ensancha y fertiliza:
vuela allí la ceniza
en torno de las túnicas de seda,
y, del placer en rededor, sombrío
el enojoso hastío!
Pero ella, arrebatada
del raudo vals en el girar violento,
cruzaba desalada
sin dar al pecho el natural aliento,
sumida sólo en la embriaguez ardiente
de la fiesta encantada,
del brillo de las luces refulgente,
de las variadas flores aromosas,
de la expresiva música al sonido,
al son de las pisadas cadenciosas,
de las voces al ruido.
¡Qué dicha! ¡Enajenada
hender la multitud con raudo vuelo,
y del baile en la atmósfera abrasada
sentir al par con duplicado anhelo;
no saber si se gira
de leve nube en el rodar envuelta
o si, al herirla coti el pie, retira
la tierra, huyendo en el espacio suelta,
o si huella con planta presurosa,
de lo imposible con la loca idea,
fugaz onda espumosa
que en breves giros a sus pies voltea!
Pero ¡ay! que era preciso,
al despuntar la aurora,
dejar el encantado paraíso,
y esperar a la puerta en aquella hora
el abrigo del manto satinado
que cubra el cuerpo y la ligera falda.
Entonces fría, en la desnuda espalda
sentía la inocente bailarina
resbalar tembloroso el soplo helado
del aura matutina.
¡Cuán triste el baile loco
hace el día siguiente!
¡Adiós, risa inocente,
joyas y danza que duró tan poco!
suceden a las plácidas canciones
de tos tenaz los desgarrados sones;
al fresco tinte de encendida rosa,
con que el placer matiza los semblantes,
de la fiebre ardorosa
el color amarillo;
a los fúlgidos ojos irradiantes
los ojos ya sin brillo.
¡Murió ya para siempre! ¡A los quince años,
bella, feliz, querida!
De un baile a la salida
pagó el mortal tributo,
que nuestro corazón llenó de luto.
Del seno de una madre enajenada
la muerte con su brazo descarnado
la arrancó engalanada,
para dormirla en el sepulcro helado.
¡Para otra nueva fiesta
parecía dispuesta:
con tanta rapidez, con tal premura,
hizo presa la muerte en su hermosura!
Y la temprana rosa
que en su frente la víspera lucía,
y el fresco cáliz en el baile abría,
se marchitó en la fosa,
Su pobre madre... ¡ay! ¡tan sin cuidado
de su suerte futura!...
¡Poner tanta ternura
en cuidar aquel tallo delicado;
tanto tiempo velar, como un tesoro,
su niñez enfermiza,
y pasar tantas noches una a una
en acallar su lloro
durmiéndola en la cuna!
Y al cabo, ¿para qué? Hora, sin vida
yace, manjar de roedor gusano,
la niña de aquel rostro soberano
bajo el plomo del féretro tendida.
Si de la tumba en el estrecho hueco
en que amiga la puso nuestra mano
se hace sentir el eco
de una fiesta de muertos, cuyo ruido
a nuevas sensaciones la despierta,
del invierno aterido
en una noche hermosa,
entre las losas del sepulcro yerta,
un espectro de risa aterradora
cuida de su tocado,
en vez de la que adora
tierna madre en la vida del pasado,
y la grita: -¡Ya es hora!
y, convirtiendo en mármol con un beso
de sus labios el cárdeno tejido,
sus largas manos de desnudo hueso
sepulta complacido
entre las ondas del cabello espeso.
Y luego, temblorosa,
a la danza fatal va conducida,
en medio de la rueda vaporosa
que gira entre las sombras confundida:
ancha y pálida, en tanto, está la luna
sobre el perfil del horizonte obscuro,
y el iris de las noches, que en sí aduna
de ópalo y grana las preciadas tintas,
con su reflejo puro
tiñe la nube de argentadas cintas.
Todas vosotras, que a su juego loco
risueño el baile con afán convida,
pensad siquiera un poco
en la hermosa Española ya sin vida.
con mano complacida,
y la alegre vehemencia
del siempre incauto corazón del niño,
las flores recogió de la existencia:
belleza, juventud, placer, cariño.
De fiesta en fiesta sin cesar llevada,
de esas valiosas flores
arreglaba confiada
los plácidos colores;
mas ¡qué pronto acabó la desdichada!
Como Ofelia, prendida
en brazos de las ondas espumosas,
ella entregó la vida
cogiendo alegre sus preciadas rosas.

--99--
¿No despoblé por ti, bella judía,
bastante mi Serrallo, antes tan rico?
que viva el resto sufre: ¿o cada día
un golpe de hacha impía
al golpe ha de seguir de tu abanico?
Tranquilízate ya, bella señora:
concede gracia al mísero rebaño.
si por Sultana mi pasión te adora,
¿a qué pedir ahora
la muerte de otras, con inútil daño?
Si tan cruel pensamiento te domina
más tierna llegas en mi amor confiada,
y en medio de la fiesta peregrina
la muerte se adivina
cuando se hace más dulce tu mirada.
¡Oh, sin par entre todas las celosas!
¡Tener, tan bella, el corazón de acero!
concede ya el perdón a mis esposas:
la sombra de las rosas
nunca mata las flores del otero.
¿Qué importa ya a tu amor, del mío ufano,
cuando mis brazos ciñen tu cintura,
que cien mujeres de su afán liviano
expresen fuera, en vano,
con ardientes suspiros la locura?
Déjalas ya que en su dolor profundo
envidien de tu suerte la alegría;
pasar las deja como arroyo inmundo:
¡para ti sola el mundo,
mi trono de oro y la existencia mía!
El pueblo que a mi vista se estremece:
Stambul de mil torres guarnecida,
que al borde de ese mar gentil se mece,
y una flota parece
sobre seguras anclas adormida.
Para ti, sin rivales, mis soldados,
los del rojo turbante spahís guerreros,
que vuelan en sus yeguas encorvados
como al bogar forzados
sobre su duro banco los remeros.
Para ti Trebisonda y Chipre amante,
de antiguos nombres por buril grabados;
Fez, en que el polvo de oro es abundante:
Mosul la traficante;
Erzexum, de caminos empedrados
Smirna para ti; su muelle erguido
que blanquea la mar con sus rompientes
el Ganges, de las viudas tan temido
y el Danubio partido
que lleva en cinco brazos sus corrientes.
¿Temes las hijas de la Grecia hermosas?
¿De Damanhour los pálidos semblantes?
¿Los ojos de las negras ardorosas
que, cual tigres fogosas,
de amor rugiendo saltan anhelantes?

¿Qué me importan, judía idolatrada,


ni de ébano la piel, ni el alba frente?
no eres blanca, mi bien, ni eres bronceada;
pero es tu tez dorada
cual de la luz del sol el rayo ardiente.
No excite ya la tempestad airada
de esas humildes flores la bajeza;
goza en paz tu conquista ambicionada:
no cueste, prenda amada,
cada lágrima tuya una cabeza.
Piensa en las dulces sin igual bananas,
en el baño a que el ámbar da su aliento,
en el golfo que surcan las tartanas...
Del Sultán las Sultanas,
las perlas del puñal son ornamento.
¡Ay! si aquel poderoso
ejército saliese del reposo
en que yace profundo,
me lanzara con él de nuevo ansioso
a conquistar el mundo.
a mis contrarios reyes le impondría;
él para mí sería
mi tierna madre, mi querida hermana,
amor de mis amores, dulce esposa,
favorita sultana,
de mi alma ardiente el exclusivo dueño...
Pero ¿qué hará la muerte codiciosa
de tantos bravos que sumió en su sueño?

INTERMEDIO:
Coger sin sospecharlo un hierro ardiendo,
Estrenar unas botas apretadas,
Reñir con un inglés a bofetadas,
Andar uno o dos años pretendiendo.
Hallarse frente a frente de un berrendo
Sin sentir en la hierba sus pisadas,
Tener cuatro carreras acabadas
Y no poder vivir sino pidiendo.
Pasar entre beatos por hereje,
Amar la libertad y ser soldado,
Y tener por rival quien nos protege,
Disgustos son que al hombre dan enfado;
Mas ¿qué disgusto habrá que se asemeje
Al disgusto de amar sin ser amado?
FIN DEL INTERMEDIO.

--100--
Ya que puse feliz mi labio ardiente
en tu copa colmada de ambrosía,
y mi pálida frente
sobre tus manos recliné ya un día;
que he respirado al fin el dulce aliento
de tu alma, aroma que en amante nido
tú guardabas en íntimo aposento,
para mí entre las sombras escondido;
pues que dado me ha sido oírte grata
esas frases decir con que retrata
el corazón su esencia misteriosa,
y te he visto llorosa
tus ojos en mis ojos,
y sentí la sonrisa cariñosa
sobre mis labios de tus labios rojos;
y brillar vi en mi frente embelesada
un rayo de tu luz antes velada,
y caer desprendida
en el mar borrascoso de mi vida,
de la flor de tus días arrancada,
una hoja nacarada,
puedo hoy decir a las veloces horas:
«¡Pasad, pasad! ¡En mí nada envejece!
Huid con vuestras flores inodoras,
porque en mi alma florece
una preciada rosa al pecho asida,
que nadie arrebatar puede a mi vida.
al sacudirle en su violento paso
vuestras alas discordes,
ni una gota verter harán del vaso
en que bebo feliz, tras cruda liza,
y llené por mi bien hasta los bordes.
¡Tiene más fuego mi alma que ceniza
frío amontona vuestro raudo vuelo,
y hay de mi corazón en el latido
más amor, de mis penas por consuelo,
que en vosotras olvido!»

--101--
¿Sabes tú lo que Dios dice al oído
del niño que a nacer viene a la vida?
Cuando se entreabre para su partida
el humilde canal de la existencia,
le dice: -Ve a sufrir, pensar, del suelo
a adquirir la experiencia;
pierde, alma, la inocencia,
pero tráete el amor, de vuelta al cielo.
Aquí el secreto está, he aquí el misterio.
Como quiera que se obre, está segura
la severa censura,
o el opuesto criterio;
se tropieza o se cae a cada paso
que en la tierra se da, que es muy escaso
el tino en contra del error triunfante;
pero amar es bastante.
¡Paloma mensajera,
traernos el amor es tu mensaje!
Después del largo viaje
de peligros, de afán, de lucha fiera,
el cielo, que dejamos, puede abiertas
presentarnos sus puertas:
salimos uno a uno, y es preciso
volver de dos en dos al Paraíso.

¡Ay! apenas ¡oh lago! ha transcurrido


de un año el lapso breve,
y al borde de tu seno tan querido,
que riza la onda leve,
a donde ella feliz volver pensaba,
¡mira, vengo yo solo y macilento
a buscar triste asiento
sobre la roca en que ella se sentaba!
(Adolfo de la Fuente).

--101--
Yo te diré los sueños de mi vida
en lo más hondo de la noche azul...
Mi alma desnuda temblará en tus manos,
sobre tus hombros pesará mi cruz.
Las cumbres de la vida son tan solas,
¡tan solas y tan frías! Yo encerré
mis ansias en mi misma, y toda entera
como una torre de marfil me alcé.
Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
ella es capaz de penetrar en mí.
En el silencio hay vértigos de abismos:
yo vacilaba, me sostengo en ti.
Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
puras y frescas la verdad; yo sé
que está en el fondo magno de tu pecho
el manantial que vencerá mi sed.
Y sé que en nuestras vidas se produjo
el milagro inefable del reflejo...
En el silencio de la noche mi alma
llega a la tuya como un gran espejo.
¡Imagina el amor que habré soñado
en la tumba glacial de mi silencio!
Más grande que la vida, más que el sueño,
bajo el azur sin fin se sintió preso.
Imagina mi amor, mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú sabes que si pesan, si consumen
alma y sueños de olimpo en carne humana.
Y cuando frente al alma que sentía
poco el azur para bañar sus alas
como un gran horizonte aurisolado
o una playa de luz, se abrió tu alma:
¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante
el imposible! ¡La ilusión vivida!
Bendije a dios, al sol, la flor, el aire
¡la vida toda porque tu eras vida!
Si con angustia yo compre esta dicha,
¡bendito el llanto que manchó mis ojos!
¡Todas las llagas del pasado ríen
al sol naciente por sus labios rojos!
¡Ah! tú sabrás mi amor; mas vamos lejos,
a través de la noche florecida;
acá lo humano asusta, acá se oye,
se ve, se siente sin cesar la vida.
Vamos más lejos en la noche, vamos
donde ni un eco repercuta en mí,
como una flor nocturna allá en la sombra
me abriré dulcemente para ti.
(Delmira Agustíni).

--102--
Un extraño fulgor puebla mis venas.
Siento
que una flor mineral
me nacerá en los ojos
para mirar de nuevo el mundo
desde la palma de tu mano.
(AlbaCorrea Escandell).

--103--
Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo - ¡oh, qué bella, la vida!
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
que nerviosos, mis dedos,
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
cortar estrellas.
(Alfonsina Storni).

--103--
Grata flor que te destacas
sobre el verde de las hojas,
cual la sangre de una herida,
roja... roja...
Tú parodias esos labios
purpurinos, que entreabiertos
se dirían de caricias
do sedientos
han copiado de tus hojas
el color de su bandera
los campeones avanzados
de la idea.
Y por eso yo te adoro,
bella flor, que de las hojas
sobre el verde, te destacas
roja... roja...
(Alfonsina Storni).

--104--
He renunciado a tí. No era posible.
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando como el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a tí, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a tí como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
como el que ve partir grandes navíos
con rumbo hacia imposibles y ansiados continentes:
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay perro grande que le enseña los dientes;
como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a tí, como renuncia
el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales
en los escaparates de las confiterías...
He renunciado a tí, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al fina, cuántas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.


Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
(Andrés Eloy Blanco).

--105--
Vuelvo los ojos a mi propia historia.
Sueños, más sueños y más sueños... gloria,
más gloria... odio... un ruiseñor huyendo...
y asómbrame no ver en toda ella
ni un rasgo ni un esbozo, ni una huella
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Torno a mirar hacia el camino andado...
Mi marcha fue una marcha de soldado,
con paso vencedor, a todo estruendo;
mi alegría una bárbara alegría...
y en nada está la sombra todavía,
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Surgió una cumbre frente a mí; quisieron
otros mil coronarla y no pudieron;
sólo yo quedé arriba, sonriendo,
y allí, suelta la voz, tendido el brazo,
nunca sentí ni el leve picotazo
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Volví la frente hacia el más bello ocaso...
Mil bravos se rendieron al fracaso
más, yo fui vencedor del mal tremendo;
fuí glora empurpurada y vespertina,
sin presentir la marcha clandestina
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Fuerza y potestades me sitiaron
y, prueba sobre prueba, acorralaron
mi fe, que ni la cambio ni la vendo,
y yo les ví marchar con su despecho
feliz, sin presentir nada en mi pecho
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Mujeres... por mi gloria y por mis luchas
en muchas partes se me dieron muchas
y en todas partes me dormí queriendo
y en la mañana hacia otro amor seguía,
pero en ninguno el dardo presentía
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Y un día fue la torpe circunstancia
de querdarnos a solas en la estancia,
leyendo juntos, sin estar leyendo,
mirarnos en los ojos, sin malacia
y quedamos después con la delicia
del dulce mal con que me estoy muriendo.
(Andrés Eloy Blanco).

--106--
De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta,
¡dichoso aquél que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza,
mas se puede comer con salpimienta.
Pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vísperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,
gansea, pide y juega del vocablo.
Cumplidos los cincuenta da en santera.
A los cincuenta y cinco hecha retablo,
niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera se la lleva el diablo.
(Anónimo).

--107--
Yo no sé cuál diablo me ha traído
a ser de vos, Señora, enamorado,
pues el fruto que al fin de ello he sacado
es el pesar del yerro cometido.
Hallo que tantas veces he mentido
cuantas de ser hermosa os he loado,
y de este testimonio levantado
a vos, y a Dios, perdón mil veces pido.
Bien sé que no queréis vos perdonarme
porque es grave la injuria que os he hecho
en decir cosa de que estáis ajena;
pero si es menester arrodillarme
y darme con las manos en el pecho,
yo diré que he mentido a boca llena.

--108--
No eres nieve, que fueras derretida
ya del furioso fuego que me abrasa,
ni brasa porque fueras siendo brasa
del agua de mis ojos consumida;
ni dama aunque por tal eres tenida,
porque mirando el mal que por mí pasa
si no es que fueras de sentido escasa
te tuviera mi amor enternecida;
y no eres piedra, que si piedra fueras
bastare mi porfía a deshacerte;
eres un imposible de estos hecho:
de fuego los efectos y las veras,
de dama altiva la soberbia y suerte,
de piedra el corazón, de nieve el pecho.

--109--
Si fuera yo la juventud florida,
en vuestra verde edad me aposentara,
y si yo fuera el tiempo me parara
para que fuera eterna vuestra vida.
Si fuera el sol, la luz esclarecida
de vuestros ojos por mi luz tomara
para que el mundo, viéndola, os llamara
sola del sol de tanta luz vestida;
si no hubiérades sido para hacerme
vivir de vuestro ser (a pesar vengo
si soy, no más, que vuestra sola idea)
no quisiera haber sido para verme
sin mí y sin vos, porque este ser que tengo
es ser por vos hasta que ser no sea.
(Anónimo).

--110--
Me gustan mucho tus ojos,
me gusta mucho tu pelo,
me gusta mucho tu cara,
me gusta mucho tu cuerpo:
todo en ti me gusta mucho
desde la planta al cabello;
pero no te quiero, niña,
y sabrás que no te quiero
«porque no puede una luz
alumbrar dos aposentos».
II
Si no pongo en ti los ojos
es que en otra los he puesto;
es que si me gustas mucho,
me gusta más la que quiero;
es que yo el corazón pongo
donde pongo el pensamiento;
es que para dos amores
tengo el corazón pequeño;
«es que no puedo adorar
dos corazones a un tiempo».
(Antonio García Gutiérrez).

--111--
Hay una hermosa edad llena de flores,
en que late sin pena el corazón:
mágica edad de ensueños y de amores
en abismos perdida de ilusión.
Hay otra edad en que la tez plegada,
cansado el corazón de padecer,
sólo se agita el alma lastimada
con los recuerdos pálidos de ayer.
¡Así pasó por mi gastada vida
aquella edad de venturoso afán!...
Vida de calma por mi mal perdida,
¿dónde tus glorias y tu amor están?
No soy ya el niño que feliz se agita
con vértigos de tímida pasión;
mi frente se arrugó y está marchita,
y marchito también mi corazón.
Ya no es la flor garrida, que se mece
fresca y lozana en plácido pensil:
es el vástago seco que perece
pasadas ya las auras del abril.
¿Qué os habéis hecho cándidas ficciones,
de aquella hermosa y peregrina edad?
Más valen vuestras blancas ilusiones
que esta helada y funesta realidad.
¡Bellezas ideales, mal veladas
en tenue gasa y transparente tul,
blancas cual las espumas agitadas
sobre las olas de la mar azul!
Castas visiones de divina esencia
que alimentabais mi infantil error,
volved con vuestra cándida inocencia,
con vuestros sueños de tranquilo amor.
Volved, ¡ay!, como entonces, seductoras
a calmar de mi pecho la inquietud,
y no os llevéis las apacibles horas
de tanta pura y celestial virtud.
Aquello no era amor y no era calma,
dulce esperanza mi fatal temor:
era un vago deseo que en mi alma
flotaba como trémulo vapor.
Mas luego, ¡ay triste!, condensado y frío
de su atmósfera pura descendió,
y trocado en maléfico rocío
en el lodo del mundo se impregnó.
Era un sueño no más: se hinchó mi pecho
respirando una atmósfera letal,
y en humo, al despertar, hallé deshecho
mi transparente alcázar de cristal.

--112--
No celebro en mis cantares
la luz de plácida aurora,
ni su risa,
Ni las orillas de Almendares,
donde habita encantadora
mi Delisa.
No a ti, Cádiz opulenta,
ni tus hijas tan hermosas
que yo amé:
No tu orilla turbulenta,
ni tus olas ruidosas
cantaré.
En triste endecha tan sólo
dejadme, musas, que diga
mi pasión.
Dadme la lira de Apolo
con que cante mi fatiga
y aflicción.
Y lleve plácido el viento
dulce y sonoro mi acento
por doquiera.
Y que sonando entre rosas
y entre fuentes ruidosas,
blando muera.
¡Ay mi lira, la mi lira
de las musas olvidada
tantos años!
Tierna conmigo suspira
cantando de mi adorada
los engaños.
Tú que alegras mis pesares
y mis cuitas adormeces
con tu canto.
Ora alivia mis azares
con tu son, que tantas veces
fue mi encanto.
Mas... no sepa que la adoro,
que por ella gimo y lloro,
mi Delisa.
No más gemir; si lo advierte,
burlará mi triste suerte
con su risa.

--113--
Y fuiste tú la que a mi pecho triste
hizo el contento por mi bien tornar,
y un alma desgarrada redimiste
que iba la muerte en su tormento a hallar.
¡Esperanzas!, ¡amor!, ¡flores del alma!
Volved con vuestra cándida ilusión;
y otra vez inundad de vida y calma
mi agitado y marchito corazón.
(Antonio García Gutiérrez).

--114--
Ya brilla la aurora, fantástica, incierta,
velada en su manto de rico tisú.
¿Por qué, niña hermosa, no se abre tu puerta?
¿Por qué, cuando el alba las flores despierta,
durmiendo estás tú?
Llamando a tu puerta, diciendo está el día:
«¡Yo soy la esperanza que ahuyenta el dolor!»
El ave te dice: «¡Yo soy la armonía!»
Y yo, suspirando, te digo, ¡alma mía!:
«¡Yo soy el amor!»
(Antonio García Gutiérrez).

--115--
Los cielos te hicieron donosa, hechicera,
de rostro amoroso, de risa gentil.
Esbelto es tu talle cual palma altanera
que al soplo se mece del aura sutil.
Son fuego tus ojos que abrasan el alma:
tu gala y donaire no tienen igual.
Tranquila en tu frente se ostenta la calma:
la risa en tu boca de nieve y coral.
Es dulce tu acento si blando suspira,
vagando en tus labios con tímido ardor,
cual mágica trova que al son de la lira
entona a su amada, de noche, el cantor.
Feliz el que goce tu blanda sonrisa:
el que haga tu pecho de amor palpitar,
y beba tu aliento, sutil cual la brisa,
que besa ligera la espuma del mar.
(Antonio García Gutiérrez).

--116--
Todos te cantan amores
porque eres niña y hermosa,
mas con acerbos dolores,
que diz que tienes rigores
cual tiene espinas la rosa.
Bien haces, porque la vida
es esa blanca ilusión
en que vives engreída,
escuchando adormecida
tanta amorosa canción.
Así, vivirás dichosa;
pero si el alma enajenas
a una pasión amorosa,
gemirás triste y llorosa,
presa en tus mismas cadenas.
Empero, si alguna vez
de esta breve juventud
lamentas la rapidez,
o del amor la inquietud
se imprime en tu blanca tez,
vuelve a mí tus bellos ojos
que ahora se cubren de enojos
si amor te quiero cantar,
y un sí de tus labios rojos
ponga fin a mi penar.
¡Rosa bella! ¡Hermosa flor
que entre las flores asoma
en los pensiles de amor,
rica de fragante aroma,
rica de vida y color!
A tus gracias peregrinas
alma y corazón rendí.
Ámame, flor, siendo así,
para todos con espinas...,
sin espinas para mí.
(Antonio García Gutiérrez).

--117--
Niña de los negros ojos,
guarte que no digan ellos
tus amorosos enojos,
que habrás de pisar abrojos
si llegan a comprendellos.
Y habrá algún vil seductor
que pise la tierna flor
por más que la encuentre bella,
que no basta a defendella
donde hay pasión, el pudor.
Guarte niña de mostrar
que un sentimiento hay guardado
en ese tierno mirar...
Mira que te han de burlar
aunque yo te he respetado.
No pienses, no, que es desvío
lo que es tan sólo piedad,
que aunque ya gastado y frío,
no es tanto mi desvarío
que ultraje tu castidad.
No es para mí tal belleza,
¡yo, que mi existencia loca
manché con ciega torpeza!
Basta un beso de mi boca
para manchar tu pureza.
(García Gutiérrez, Antonio)

--118--
Mil esperanzas que en tu amor se abrieron
aquí guardadas en el alma están.
Dime, ¿tal vez para morir nacieron?
Dime, ¿infelices como yo serán?
¡Oh! No desdeñes por humilde el ruego
del que vive y respira para ti,
que no hallarás quien con tan puro fuego
te dé un amor como el que alienta en mí.
Puede otro amante en homenaje darte
riquezas mil y joyas de valor,
y con rico tocado engalanarte
con perlas orientales brillador.
Yo, pobre trovador y sin fortuna,
un corazón de fuego te daré,
y tu frente, modesta cual la luna,
con joya de gran precio adornaré.
Doble corona del laurel y rosa
arrebatando al genio creador,
yo la pondré sobre tu frente hermosa,
sobre tu frente pálida de amor.
(García Gutiérrez, Antonio)
--119--
Si el corazón es altar
y el amor adoración,
éntrate en mi corazón,
porque te quiero adorar.
(García Gutiérrez, Antonio).

--120--
Cuando de noche en tus brazos
oigo, pastora, tu voz,
¿y no sientes, di, cuál palpita
inquieto mi corazón?
¡Oh!, que tu acento apacible
me recuerda encantador
de mis días más dichosos
la pasajera ilusión.
¡Ay, canta, pastora,
con tu dulce voz!
Cuando ríes, en tu boca
ríe el amor a la par,
y los celos desvanece
con su expresión virginal.
Donde esa risa apacible
no puede el dolo habitar,
o no es cierto que en los ojos
retratada el alma está.
¡Ay, ríe, pastora,
ríe por piedad!
Cuando duermes a mi lado
mientras yo velo por ti,
tu dulce aliento murmura
como el céfiro sutil.
Entonces eres más bella,
sin velar, sin encubrir
con enfadosos cendales
tu leve cuerpo gentil.
¡Ay, duerme, pastora,
que estás bella así!
Cuando dices que me amas,
creo, pastora, en tu fe,
y pienso que el cielo mismo
me abre su inmenso dosel.
Dudar..., ¡oh!, que no es posible
para el que un instante ve
el fuego de los amores
que en tus ojos brilla fiel.
¡Ay, ámame, y siempre
verásme a tus pies!
¡Ya lo ves! Toda la vida,
pastora del corazón,
se encierra en estas palabras
de inapreciable valor.
Sin esto, todo es mentira,
todo es pesar o ilusión,
que cielo nuestra ventura
en esto sólo encerró:
el canto, la risa,
el sueño, el amor.
(García Gutiérrez, Antonio)

--121--
¡Eres niña! De la vida
no probaste los engaños,
que para tus verdes años
la existencia es el amor.
Tranquila y adormecida
en tu mundo de ilusiones,
no sabes de las pasiones
el afán devorador.
En esa edad de placeres
dulcemente embriagado,
dichoso y enajenado,
niño aún, gocé también.
Y en la esperanza ilusoria
de mis pueriles amores,
perdí mis años mejores
tras aquel soñado Edén.
Ríe y goza descuidada,
que en esa edad de ventura
no hay tormento ni amargura
que agiten el corazón.
Si hay amor, es dulce y blando
y de sueños se alimenta,
y por sus placeres cuenta
las horas de su pasión.
Mas, luego, cuando a tus ojos
asome de amor el llanto,
vendrá el triste desencanto
de ese mundo engañador.
Y verás que desparece,
cual relámpago improviso,
el mentido paraíso
con sus jardines en flor.
Ese prisma, que el aliento
de las pasiones empaña,
con imágenes te engaña
cubiertas de gasa y tul.
Así deslumbra tus ojos
con ilusiones distintas,
entre caprichosas tintas
de nácar, oro y azul.
¡Ay! Ojalá no murieran
con desventurados fines
las risueñas esperanzas
de tus diez y seis abriles.
Pero es fuerza que troquemos
los encantados jardines
y los sueños de oro y nácar
por realidades terribles.
Es fuerza que el soplo muera
de los céfiros sutiles,
porque el nebuloso invierno
la lumbre del sol eclipse.
Esto es preciso; pero antes
que los pesares marchiten
la tersura de tu frente
que de inocencia sonríe.
Antes que sueños impuros,
entre deseos febriles,
ahuyenten del casto pecho
la pureza que en él vive.
Baja al sepulcro, inocente,
inmaculada y sublime,
con tus bellas ilusiones,
con tu corona de virgen.
(García Gutiérrez, Antonio).

--122--
Mira; ya por la cima de aquel monte,
riente con su trémulo arrebol,
ilumina el espléndido horizonte
la blanca aurora que precede al sol.
¡Oh, cuán hermoso y vivo y transparente
ese vago crepúsculo oriental,
quiebra en las nubes su reflejo ardiente
tiñéndolas de gualda y de coral!
Quién lo dijera que tan triste día
puro y tranquilo amaneciera así,
hoy que burlando la esperanza mía
me obliga el hado a separar de ti.
Pero debo partir... Fuerza es que rompa
la dulce paz de mi tranquilo amor,
por el ronco gemido de la trompa,
por el grito de guerra atronador.
No apartes tu mirar turbio de enojos
para ocultar tus lágrimas. No a fe,
que yo sé bien que el llanto de tus ojos
bálsamo siempre a mis dolores fue.
Adiós, y si te debe por ventura
algún recuerdo mi constante amor,
no olvides que sin ti, sin tu hermosura,
también yo gimo con mortal dolor.
Acaso así, en un punto, en una hora,
nuestras lágrimas juntas correrán,
y esta sola ilusión encantadora
será el alivio de mi negro afán.
(García Gutiérrez, Antonio).

--123--
No más pretendas, zagala,
que de amor al triste yugo
otra vez rinda mi frente
ya coronada de luto.
No más amor y placeres,
pues al destino le plugo
de mi Elisa los encantos
ocultar en el sepulcro.
Su rostro, que en otro tiempo
hacer mis delicias pudo,
no ya a mi gloria sonríe
por más que sus gracias busco.
Ora, tan sólo tristezas
y recuerdos importunos
aquejan mi triste pecho
con mil tormentos agudos.
De mi dicha y mis placeres,
como de un sueño confuso,
sólo me queda el recuerdo,
y éste es mi mayor verdugo.
La soledad, la tristeza,
del bosque el silencio mudo,
quizá halagan dulcemente
este mi dolor profundo.
Deja, déjame, zagala;
que amor, en su triste yugo,
fáciles dichas promete,
mas se tornan luego en humo.
(García Gutiérrez, Antonio).

--124--
No, cuitado ruiseñor,
con tus amantes querellas
interrumpas por la noche
el silencio de las selvas;
que tus trinos melodiosos
mi corazón enajenan
con tristes melancolías
y con memorias acerbas.
También yo con dulces ayes,
en mi juventud serena,
de amor canté las delicias
bien ajeno de tristeza.
Ora, ¡infeliz!, ya marchita
mi juventud lisonjera,
de mi pasada ventura
sólo el recuerdo me queda.
¡Ay! En la flor de mis años,
los pesares envenenan
mi corazón, y en mi alma
agudos tormentos penan.
Ya pasaron veinte abriles
por mi vida, sin que pueda
cantar un momento solo
que no amargasen mis penas.
¿Y qué han sido? Un sueño vago,
una confusa apariencia
que sólo endulzar pudieron
mis esperanzas ya muertas.
Aún de mi amor desdichado,
con impresiones funestas,
viva está en mi corazón
la memoria siempre tierna.
Felicidad, calma, todo,
todo lo perdí en la tierra...
Hasta mi bien me abandona
y en mis males se recrea.
Yo como tú, la cantaba,
¡oh ruiseñor!, mil finezas,
cuando la noche extendía
en el cielo sus tinieblas.
Pero, ¡ay!, que fueron en vano
mis suspiros, mis ternezas,
que la ingrata no escuchaba
ni el acento de mis quejas.
No cantes más, ruiseñor;
no cantes más, que recuerdas
a mi pecho dolorido
estas memorias funestas,
y tus trinos dolorosos
mil tormentos me renuevan
como una espina punzante
que el corazón me penetra.
(Antonio García Gutiérrez).

--125--
Memorias dolorosas
de mi traidora amante,
huid de mí un instante,
dejadme por piedad.
¡No más ya de sus ojos
veré la luz serena!...
La suerte me condena
a eterna soledad.
¿Es cierto? ¡Yo te pierdo,
y en noche tenebrosa
tu imagen deliciosa
jamás contemplaré!
¡Así mi amor se paga
con tan ingrato olvido!
¡Y tal el premio ha sido
de mi constante fe!
¡Ay! ¡Tu rigor injusto
me arranca de tus brazos,
rompiendo así los lazos
de nuestro mutuo amor!
¡Malhaya quien insano,
con esperanza ciega,
su corazón entrega
para tan gran rigor!
¡Oh! Pero el cielo acaso,
burlando tu esperanza,
daráme la venganza
de tu traición cruel.
Y pronto acaso, un día
llorarás, mujer triste,
el alma que perdiste,
siempre constante y fiel.
Pero aunque tarde fuere,
y aunque llore ofendido
de ese tu injusto olvido
la negra sinrazón,
¡oh!, vuelve a mí: en el pecho
que amar constante sabe,
jamás el odio cabe,
y olvida tu traición.

--126--
Mil veces me miró la noche fría
sola en el yermo, mustia, desolada,
y de mi tierno amante separada,
triste buscarle por la selva umbría
de pena traspasada.
Errante vago por la selva y monte:
importunan mis quejas a los vientos,
y vagan desdichados mis lamentos,
perdiéndose en el lúgubre horizonte
con tétricos acentos.
Triste, sola, sin guía y sin camino,
la dura tierra piso enajenada:
del hielo y de la escarcha maltratada
siento mi planta vacilar contino
y caigo horrorizada.
¿Qué fue de mi esperanza lisonjera,
de mi dulce esperanza encantadora?
¡Ay! ¡Todo, todo me faltó en un hora!
Como niebla falaz huyó ligera
de males precursora.
Abandonada aquí del amor mío
penas sin cuento en mi interior devoro,
y sus recuerdos que insensata adoro
me arrancan con insano desvarío
las lágrimas que lloro.
¡Triste de mí, porque escuché en mal hora
suspiros de un amor tan bien fingido!
¡Triste de mí, que en pago merecido
premiaron mi pasión abrasadora
con tan ingrato olvido!
¡Oh! Maldito del cielo y de la tierra
quien burla así cruel de fe tan pura,
y maldito el que así con amargura
marchitó infiel cuanto mi pecho encierra
de amor y de ternura.
(Antonio García Gutiérrez).

--127--
¡Ay! Ya palpitar
mi pecho se siente,
que, niña inocente,
también sé yo amar.
Pasó en un momento
mi plácida calma,
dejando en el alma
de amor el tormento,
que crudo aquí siento
mi pecho abrasar;
que, niña inocente,
también sé yo amar.
Por el monte y prado
yo libre solía
llevar por el día
mi manso ganado,
y hoy sólo a mi amado
me sé encaminar,
que, niña inocente,
también sé yo amar.
Tal vez la venida
canté de la aurora,
que el prado colora
y al campo da vida,
y hoy, sólo embebida
amor sé cantar;
que, niña inocente,
también sé yo amar.
¡Mas ay!, que si adoro
con tanta ternura,
también sin ventura
mil ansias devoro,
y trémula lloro
con largo afanar;
que, niña inocente,
también sé yo amar.
Placer de los cielos
te juzga engañado
quien nunca ha gustado,
amor, tus desvelos,
quien nunca en mis celos
sintiese quemar;
que, niña inocente,
también sé yo amar.
¡Y ansiosa, aunque veo
tus ansias y abrojos,
te siguen mis ojos
con tierno deseo!...
No sé si te creo,
mas no sé dudar;
que, niña inocente,
tan sólo sé amar.
Cuán otras mis horas
pasaban serenas
sin sustos ni penas
de quejas traidoras,
y hoy sufres y lloras
con duelo sin par;
¡oh niña inocente,
que sabes ya amar!
(Antonio García Gutiérrez).

--128--
Pero aun así está tan bella,
tan hermosa y tan galana,
que es orgullo de los hombres
y la envidia de las damas.
(Antonio García Gutiérrez).

--129--
No escondas, hermosa,
velando la frente,
la lágrima ardiente
que nubla tu faz.
No escondas el rostro
do en tristes dolores
se pinta de amores
el fuego voraz.
Jamás tu hermosura
lució tan ufana,
brillante y galana
al sol de tu amor,
como hoy que se nubla
la luz de tus ojos
con tristes enojos
de llanto y dolor.
La cándida rosa
que ruda y sencilla
feliz siempre brilla
llenando el vergel,
de alegre amor símbolo,
tal vez engalana
la frente liviana
de cónyuge infiel.
¡Oh!, cuánto más pura
el alma enajena
la blanca azucena
su seno al rasgar.
Benéfica adorna
sin pérfido aliño,
la cuna del niño,
la tumba, el altar.
Su aroma suave
pacífica ofrece
al viento que mece
su cáliz azul;
y muere y se agosta
si el cielo enlutado
descoge callado
su velo de tul.
De tanta belleza
un día es la vida:
quemada y batida
del viento y del sol,
contemplan cuál pierden
con tristes congojas
sus cándidas hojas
el puro arrebol.
Y así por más triste,
por más desdichada
se agosta olvidada
la tímida flor;
y en vano, del alma
sublime consuelo,
recibe del cielo
su terso color.
Dejemos que ostente
la rosa galana
su frente liviana
de rojo coral,
en tanto que aliente
su vida precaria
la flor solitaria
del seco arenal.
¡Mírala en el hondo
desierto, sombrío,
sin sombra o rocío
plegando su faz!
¡No ves cuál sedienta
tal vez se estremece
si el soplo la mece
del aura fugaz!
¡Ay, flor olvidada!
Si el alba te niega
la lluvia que riega
la flor del vergel,
permite a los ojos
del triste, que en tanto,
te bañe con llanto
de pena cruel.
Ve, niña, y tus lágrimas
la bañen el seno,
si bien de veneno
las lágrimas son.
Mas ¿que al lirio triste
su amarga cicuta,
si un hora disfruta
de calma y pasión?
¿Delirio lo juzgas?
No, niña, las flores,
sus dulces amores
arrullan también.
Se besan, se enlazan,
y en dulce coyunda,
amor las fecunda
posando en su sien.
¡Ay! Posa tus labios
del lirio en la frente
o al seno turgente
la prende mejor.
Así cuando corran
al seno esas perlas,
podrás recogerlas
sedienta de amor.
¿Qué importa si agosta
tu lágrima ardiente
su infancia riente
que al fin perderá?
¿Qué quema esa tinta
que azul la arrebola,
si no muere sola
si a tu lado está?
¡No escondas, oh niña,
tu amante martirio!
La rosa y el lirio
ejemplos te dan.
¿Cuál vale a tus ojos
la que el alba adora,
o bien la que llora
su inútil afán?
Pues bien, ese fuego
que asoma a tus ojos
de rudos enojos
incendio fatal,
tu afán solitario
de intenso delirio...
así de ese lirio
la suerte es igual.
Por triste le busca,
y goza en su encanto;
yo, niña, entretanto,
le busco también.
Tal vez nos hallemos
buscándola un día...
¡Quién sabe, alma mía,
quizá por mi bien!
García Gutiérrez, Antonio)

--130--
Aquel amor sin celos,
sin penas ni amargura,
aquel afán sencillo
del blando corazón,
todo era en ella dulce,
perfecta su hermosura,
sus ojos apacibles,
tranquila su pasión.
...
Y pasa un día y otro,
y sin cesar me pierdo
por la gastada senda
de lo que ya no es.
Y voy, arrebatado
en su inmortal recuerdo,
sus huellas deliciosas
borrando con mis pies.
Sin porvenir, sin gloria,
desesperado gimo,
esclavo de la vida
en la prisión servil.
Mis días se resbalan,
y solo y sin arrimo,
la muerte pido al cielo
con ansiedad febril.
¡Adiós, recuerdos tristes
de mi fugaz ventura;
adiós, afán sencillo
del blando corazón!
Perdílo todo a un tiempo:
su cándida hermosura,
sus ojos apacibles,
su tímida pasión.
(Antonio García Gutiérrez).

--131--
Y si pasiones desvelan
el alma, siempre insaciable,
clara fuente inagotable
de deseos y de amor,
este amor siempre es dichoso,
sin celos, y nunca alcanza
más allá nuestra esperanza,
de un pájaro, de una flor.
Si rueda por nuestros ojos
de tristeza o de amargura,
brillante lágrima pura
que no estorbamos correr,
es como nube del alba,
que flotando con donaire,
al blando soplo del aire
se mira desvanecer.
No es aquél el llanto ardiente
que con rugosa mancilla
sulca la ardiente mejilla
en nuestro ardor juvenil:
es la gota del rocío
que en blando lecho de amores,
se mece sobre las flores
en las mañanas de abril.
(Antonio García Gutiérrez).

--132--
Su cuerpo esbelto y flexible,
cual de azucena olorosa
blando tallo, que al suspiro
de los céfiros se dobla,
ya con majestad sublime
que a sus hechizos no estorba,
de su vivaz movimiento
los impulsos aprisiona.
Su limpia tez transparente
que ni de blanca blasona,
ni es morena, y en un punto
de entrambos extremos goza,
de dos intrépidas razas
la forzada unión pregona,
ardiente y hermosa mezcla
de sangre africana y goda.
Su casto seno escondido
revela sus puras formas,
al paso que las pasiones
adentro se desarrollan.
En fin, Elvira ha llegado
más que nunca seductora
de sus trece primaveras
a la estación peligrosa.
Pero la inocente niña
en su corazón devora
los misteriosos deseos
que la juventud evoca.
Un triste presentimiento
cuya imagen tenebrosa
día y noche la persigue,
sus esperanzas sofoca.
Y en vano bañan sus ojos
con expresión melancólica
las ilusiones del mundo,
a su quietud peligrosas.
En vano largos suspiros
se resbalan por su boca,
hinchando su ardiente pecho
las lágrimas que la ahogan.
Afanes incomprensibles,
vagas esperanzas locas
en su corazón luchando
con desusada discordia,
de su pobre alma dormida
la dulce quietud trastornan
y fascinarla procuran
con su belleza engañosa.
Pero ella guarda en su alma
un amor, a cuya sombra
en blanda paz ha gozado
toda una vida de gloria.
Porque la dicha no dura,
porque es breve, como es breve
de una mujer la hermosura
y breve su tierna edad.
Como todo cuanto es bello,
que pasa como el relámpago
que con límpido destello
alumbra la tempestad.
Pero la niña es hermosa,
y el placer que por sus ojos
en risa y amor rebosa
con gracia y encantos mil,
la prestan mayor dulzura,
y con nuevo encanto bañan
su peligrosa hermosura
de su vida en el abril.

En perfumadas madejas
sus rizos cayendo van
sobre un cuello, que los cisnes
la pudieran envidiar.

--133--
No hay pena, no hay dolor, hermosa mía,
que yo no arrostre por tus lindos ojos:
esclavo viviré de tus antojos
en tanto que a mi amor tu amor sonría.
Preso en tus dulces lazos noche y día,
bebiendo el néctar de tus labios rojos,
¿cómo sentir los pérfidos abrojos
que del mundo falaz cubren la vía?
¡Adorarte y no más! Este es mi oficio,
y no hay afecto ni pasión profana
que no venza mi amor en tu servicio;
mas soy flaco mortal, hermosa Juana:
pídeme de mi sangre el sacrificio,
y déjame dormir por la mañana.
(Antonio García Gutiérrez).

--134--
Carta a Filena
(Imitación de una poesía escocesa)

Aunque siempre fui cobarde


contigo, amoroso alarde
hacer de un recuerdo quiero:
era a mitad de febrero;
era a mitad de una tarde.
Con el alma de amor llena,
buscando alivio a la pena
que mi corazón traspasa,
llamé a tu puerta, Filena,
y estabas solita en casa.
No sé si aliviar quisiste
mis amantes desvaríos:
ello es que viéndome triste,
enternecida pusiste
tus labios sobre los míos.
Sin duda fue caridad:
sin duda fue sólo un medio
de mostrarme tu piedad;
pero, ¡ay!, que ha sido el remedio
peor que la enfermedad.
Mira, Filena querida,
si hay desdicha parecida
a esta mi desdicha fuerte:
lo que a tantos da la vida
a mí me ha dado la muerte.
Desde entonces no reposa
mi alma, y sin cesar me quejo:
desde entonces, niña hermosa,
de tu boca temblorosa
guardo en mis labios el dejo.
Es una dicha y la lloro;
pero con tanto egoísmo
la guardo como un tesoro,
que algunas veces, yo mismo
me parece que la ignoro.
Que a más de ser yo muy hombre,
tu concepto me es sagrado;
y para que más te asombre,
desde entonces he encerrado
en mi corazón tu nombre.
Sólo si alguien por antojos,
o porque ve que ya apunta
la amarillez en mis ojos,
lastimado, me pregunta
la causa de mis enojos.
¿Por qué a las gentes esquivo
y en amoroso embeleso
vagando voy pensativo?,
respondo: «¡Me han dado un beso,
y desde entonces no vivo!»
Postdata.
Pero oye y valga verdad:
si no tienes otro medio
de mostrarme tu piedad,
vuelve a aplicarme el remedio...
y siga la enfermedad.
(Antonio García Gutiérrez).

--135--
Amor sin celos
Soneto.

Tengo aprensiones yo como cualquiera;


y tocante a caprichos, ¡no se diga!
El campo siempre verde, me fatiga;
el cielo siempre azul, me desespera.
Triste la luz del sol me pareciera
sin esa noche del dolor amiga;
y sin la pena que el placer mitiga,
hasta la vida misma aborreciera.
Pues esos ojos tuyos, dueño mío,
que pueden afrentar a uno y mil cielos
causaron mi amoroso desvarío.
No hallé sombra en su luz, no hallé desvelos,
y mi ardiente pasión murió de frío,
que así muere el amor cuando no hay celos.
(Antonio García Gutiérrez).

--136--
Oye: tiene mil azares
esto de tomar mujer.
Por de pronto suelen ser
malos los preliminares.
Éstos son ansias, desvelos,
citas, rondas, desafíos,
trasnochadas y desvíos
y peloteras y celos.
Suele la amada beldad
traerte a veces sin tino
guiñando el ojo al vecino...
Todo esto es malo; es verdad.
Decídete a ser su esposo
y sufres, ¡que es la más negra!,
de la veterana suegra
el examen codicioso.
Viene el gasto, ¡es cosa obvia!,
y te exprimen sin piedad,
cuando no la vanidad
los caprichos de la novia.
Llegamos al desposorio:
¡das el suspirado sí!...
¡Gracias a Dios! Hasta aquí,
has pasado el purgatorio.
¡Mas preso en el lazo tierno
tu amoroso afán reposa!
¡Oh, entonces ya es otra cosa;
entonces entra el infierno!...
(Antonio García Gutiérrez).

--136--
Eras bella, Evarina, cual ninguna:
como de corza tímida tu andar;
era blanca tu frente cual la luna...
tus ojos, dulces, del color del mar.
Tu talle y esbeltez, como la palma,
que blando mece el viento con amor,
y el tranquilo embeleso de tu calma
jamás turbó la mano del dolor.

--137--
Niña de los ojos garzos,
Que en triste prisión guardada,
Vives del mundo alejada,
Vives sin gloria ni amor;
Abre el pecho a mis suspiros,
Y oye piadosa mi queja,
Que lloro al pie de tu reja
Desdenes de tu rigor.
Tú, la gallarda y apuesta,
De las bellas envidiada,
Y en la villa celebrada,
De sus hermosas blasón;
¿Por qué bajo techo umbrío
Consumes tal donosura,
O aún no sientes por ventura
Palpitar tu corazón?
(Antonio García Gutiérrez).

--138--
A una valenciana
En un baile de máscaras

Amorosa valenciana
de talle esbelto y airoso,
no escondas el rostro hermoso
que me dejaste entrever.
No le escondas, ¡ay!, permite
que estampe en él dulce beso,
y que en lánguido embeleso
le contemple a mi placer.
Envidia de las hermosas,
vuelve a mí tus ojos bellos,
aunque ciego pierda en ellos
la calma del corazón.
Vuélvelos, sí; que en mi vida
por la suerte condenada,
cuente una sola mirada
de amorosa compasión.
Fuego son tus claros ojos
y es hermoso tu cabello,
como de la aurora es bello
el brillante tornasol.
Tu rostro, inundado brilla
de sonrisa soberana...
guárdete Dios, valenciana,
que es tu cara como un sol.
Tú que ves de mis amores
el perpetuo desuario,
no pagues con tal desvío
mi constante voluntad.
Si mi amor te compadece,
quita, valenciana hermosa,
esa máscara enojosa
que me oculta tu beldad.
Vuelva a ver tu lindo rostro
en vez del rostro insensible
que me mira incomprensible
colmando mi frenesí.
Mas... si has de mirarme airada,
si has de apartarme tus ojos...,
más que tus duros enojos,
prefiero mirarte así.
(García Gutiérrez, Antonio)
--139--
¡La gloría! ¿Y es posible
no adorar esa plácida mentira
de encanto irresistible,
cuando al amor, sensible,
el noble corazón arde y suspira?
Adiós fantasma hermoso,
por quien la paz, la vida, el sentimiento
sacrifiqué gustoso;
me vuelvo a mi reposo,
desengañado ya, falto de aliento.
¡Ángel que al mundo viniste
Sólo a padecer martirio!
¡Cándido y hermoso lirio
Fecundado en mi calor!
¿No es verdad que al sol tendiste
Brillantes de luz tus alas?
¿Que ya tu fragancia exhalas
En otro jardín mejor?

--140--
"Aguda espina dorada,
"quién te pudiera sentir
"en el corazón clavada".
(Antonio Machado).

--141--
Dulce como la parda cervatilla,
Que el cuello tiende entre el nativo helecho,
Y a la vista del can, yace en acecho,
Con sus ojos de púdico temor;
Pura como la cándida paloma
Que de la fuente límpida al murmullo,
Oye, al beber, el inocente arrullo,
Primer anuncio de ignorado amor;
Bella como la rosa, que temprana,
Al despuntar benigna primavera,
Modesta ostenta, virginal, primera,
Su belleza en el campo, sin rival;
Tierna como la tórtola amorosa,
Que arrulla viuda, y de su bien perdido
La dura ausencia en solitario nido
Llora, y lamenta su incurable amor;
Brillante como el sol, cuando refleja
Sus rayos el cristal de la montaña,
Si ni la lluvia, ni la nube empaña
Su naciente purísimo esplendor;
Majestuosa cual palma que se eleva,
Y ostenta en la vastísima llanura
Su corona imperial y su hermosura,
Desafiando el rayo del Señor.
Pero en su frente pálida vagaban
El dolor y la negra pesadumbre,
Y de sus ojos la apacible lumbre
Empañaba una lágrima fugaz;
Y la vida arrastraba silenciosa
Devorando su mísero tormento,
Porque al alma gentil ¡ay! ni un momento
Otorgó Dios de plácido solaz.
He aquí a Pubenza; en ella el alma, todo
Respira amor, pureza y hermosura;
El hechizo en sus ojos, la dulzura
Vaga sobre sus labios de clavel;
Juega el blando placer modestamente
Con las esbeltas formas de la indiana;
India en amar, en resistir cristiana,
Era en su pecho la virtud dosel.
(Gonzalo de Oyón).

--141--
Nunca te hablé... Si acaso los reflejos
de tus ojos llegaron desde lejos
mis fascinados ojos a ofuscar,
de tu mirada ardiente, aunque tranquila
no se atrevió mi tímida pupila
los quemadores rayos a encontrar.
Nunca en mi oído resonó tu acento:
si de tu labio el vivo movimiento
y tu expresión angélica admiré;
al contemplar tu gracia y tu belleza,
oculta entre mis manos mi cabeza,
tus atractivos mágicos burlé.
Eres un sueño para mí.
A la lumbre del teatro,
entre densa muchedumbre,
tus seductoras formas descubrí;
mas si evité tu acento y tu mirada,
quedóse en mi alma la impresión grabada
de la mujer fantástica que vi.
Y desde entonces, aunque de ti me alejo,
mi memoria de fuego es el espejo
do tu imagen se viene a reflejar:
y goza mi rebelde pensamiento en darle vida,
en inspirarle acento, ay! y en idolatrarla a mi pesar.
Quizá será mejor! En el misterio
la mujer, como Dios, tiene su imperio
y la duda alimenta al corazón...
No rasgue el velo mi profana diestra
que oculta a la mujer y al ángel muestra
y me deja en poder de mi ilusión!
Tiemblo al quererte oír. Deja que tema,
porque acaso tu acento también quema
y a consumir mi corazón vendrá;
mi corazón por el dolor gastado,
que, a un oscuro rincón ya relegado,
entre ceniza y lágrimas está.
Porque, a la luz y a la belleza esquivo,
yo, como el búho, en los escombros vivo
de las pasiones que por fin vencí.
Y en mi lóbrego albergue estremecido sólo aspiro
a la paz que da el olvido,
ya que el amor y el mundo huyen de mí.
Y jamás te hablará. Pero consiente
que aquí estas líneas dejé reverente
en señal, no de amor, de admiración.
Las escribo sin fe, sin esperanza,
aunque, donde el cariño no se alcanza,
alcánzase el desprecio u el perdón.
(Gonzalo de Oyón).
--142--
Hermosura perfecta no consiste
en dar diversas formas al cabello,
perlas a las orejas y oro al cuello,
ni en la ropa costosa que se viste.
Con traje rico o pobre, alegre o triste,
es uno mismo siempre un rostro bello;
que, en oro o plomo, siempre deja el sello
la forma que grabada en él asiste.
Mas esto pocas veces lo concede
naturaleza, avara con el mundo,
en el cual siempre es raro lo perfecto.
Yo, por mi mal, lo he visto, y sé que puede,
con el traje primero y el segundo,
vuestra hermosura hacer igual efecto.
(Manuel José Arce).

--142--
No fueron tus divinos ojos, Ana,
los que al yugo amoroso me han rendido;
ni los rosados labios, dulce nido
del ciego niño, donde néctar mana;
ni las mejillas de color de grana;
ni el cabello, que al oro es preferido;
ni las manos, que a tantos han vencido;
ni la voz, que está en duda si es humana.
Tu alma que en tus obras se trasluce,
es la que sujetar pudo la mía,
porque fuese inmortal su cautiverio.
Así todo lo dicho se reduce
a solo su poder, porque tenía
por ella cada cual su ministerio.
(Juan de Arguijo).

--143--
¿Mas qué importa? Yo siento que su divina esencia
el alma poesía dentro mi ser vertió:
si pobre es y sin galas la torpe inteligencia,
¿sera menos poeta por eso el corazón?
( Arístides Pongilioni).

--143--
¿Quién eres tú, que del tendido cielo bajas,
envuelta en nube trasparente,
y a mí llegando con callado vuelo,
portes la diestra en mi abrazada frente?
Las orlas de tu blanca vestidura
mueve gimiendo la nocturna brisa;
sobre tu frente, cual la nieve pura,
el laurel de los genios se divisa.
Y es lánguida y es triste tu mirada,
como, en las tibias noches del estío,
los rayos de una estrella reflejada
en la corriente de sereno río.
Leve sonrisa por tus labios vaga
y embellece tu faz encantadora.
¿Eres quizá la solitaria maga
de esta orilla gentil habitadora?
¿O tal vez mi invisible compañera
la hermosa y celestial melancolía?

--144--
«Vuela, avecilla, dígole; ligera
vuela a mi Elvira; entre las bellas ninfas,
ornato de las playas gaditanas,
como entre flores a la fresca rosa
conocerla podrás; pura es su frente
como los rayos de la casta luna;
brilla en sus ojos con celeste lumbre
suavísima ternura; su sonrisa
es el nacer de la rosada aurora
en el fecundo Abril; guarda en su alma
la inocencia del niño y el tesoro
de amor de la mujer... pura y divina
emanación de Dios, ángel que al suelo
desciende para bien de los mortales.»
«Vuela y díle el afán que me atormenta,
canta mi oscuro nombre a sus oídos,
y cuando vuelvas a la hermosa orilla
donde su frente eleva hasta las nubes
Híspalis orgullosa, trae en tus alas
el que exhalan suavísimo perfume
las trenzas de sus nítidos cabellos,
el suspiro que acaso lanza triste
su pecho virginal, el eco suave
de su voz argentina, más sonora
que el murmullo del aura en la enramada.»

--145--
Como, tal vez, en los ruinosos muros
de antiguo monumento,
recuerdo del poder, de la hermosura,
de la virtud o el genio,
su cifra graba, con ardiente mano,
atónito el viajero,
para que, más allá de su sepulcro,
halle en la tierra un eco;
¡Así en tu libro, donde tantos otros,
mi oscuro nombre dejo,
para que eterno brille entre sus hojas
y oculto su recuerdo
y plegue a Dios que siempre, cuando fijes
en él tus ojos bellos,
sonrían tus labios, evocando pura
memoria de amistad tu pensamiento!

--146--
Mi pecho enciende en misterioso fuego
plácida imagen, que en mi mente vaga;
nombre, más dulce que la miel hiblea,
vibra en mi alma.
Do quiera tiendo la mirada ansiosa,
do quiera leve murmullo se levanta,
sueño de amor, la imagen me aparece,
y escucho esa palabra.
¿Nunca en sus alas la llevó a tu oído
la brisa el penetrar por tu ventana?
Es que en mis labios sin sonido flota,
y espira en mi garganta.
Pero si un punto de tus negros ojos
brilla en los míos celestial mirada,
ellos dirán en su lenguaje mudo
lo que mis labios callan.
¡Mírame! busca en mi semblante triste
ese secreto que mi pecho guarda,
y dime, ¡ah! ¡dime que alentar me es dado
siquiera una esperanza!
Tiñe el rubor con sonrosadas tintas
tus mejillas de nácar,
como los tibios rayos de la aurora
las nubecillas blancas.
Tiembla en el fondo de tus negros ojos
húmeda tu mirada,
como en el seno de las aguas tiembla
estrella solitaria.
Alza y deprime tu nevado seno
agitación extraña,
cual de la blanca tórtola en el nido
miro agitarse el ala.
Y, al peso de ignorado pensamiento,
doblas la frente cándida,
como el lirio, que inclina su corola
al beso de las auras.
Y de las flores con inquieta mano,
hoja tras hoja arrancas,
y alzas a mí los ojos un instante,
quieres hablar... ¡y callas!
¡Ah! si al poeta concedió el Eterno
la inspiración, que a descifrar alcanza
ese confuso y vago y misterioso
lenguaje de las almas;
Si veo tu rostro, que el rubor colora,
si veo tu frente, que en silencio bajas,
¿a qué, luz de mis ojos, alma mía,
pregunto si me amas?
( Arístides Pongilioni).

--148--
Eres joven, eres bella,
muy bella, muy bella, Amparo,
como el cielo de tu patria,
como sus tendidos campos,
como esas ondas azules
que agita el Mediterráneo.
Y eres bella en este suelo
que el Hacedor soberano,
con mano pródiga, quiso
hacer de hermosura pasmo.
Donde en campos de esmeralda,
por frescas aguas regados,
que azul firmamento cubre
y el euro acaricia blando,
encuentran la vista absorta
y el corazón fatigado
de las hurís del Oriente
los ideales encantos.
¡Dios bendiga tu hermosura,
en tu pecho derramando
tesoros de amor, de dicha,
de juventud y entusiasmo!
El viento de la fortuna,
que siempre sopló en mi daño,
por una vez favorable,
a estas riberas me trajo.
¡Ah! ¡si detener en ellas
pudiera el errante paso!
¡Si, orillas del manso Turia,
mis pesares olvidando,
tan rica naturaleza
me cubriera con su manto!
¡Y pasaran, como nubes
en un cielo de verano,
al par de mi triste infancia
los recuerdos tan amargos,
y mi juventud que huye
tras sí la nada dejando,
y mis sueños ambiciosos,
y mi estéril entusiasmo,
y cuantas vanas quimeras
dentro de mi pecho guardo!
Cual pasa la golondrina,
remotos climas buscando,
dejo la fértil Edeta
por buscar el Océano.
¿Cuándo, otra vez, de esa luna,
que cruza el tranquilo espacio,
veré en esta misma orilla
el resplandor desmayado?
Guarda en tu precioso libro,
guarda estos versos, Amparo;
es algo de mi existencia
lo que en ellos va encerrado.
Un deseo, una esperanza,
sentimiento ignoto y vago...
¡pueda en realidad tornarse,
en un tiempo no lejano!
¡Y si una vez los recorres,
al ojear este álbum,
piensa que no es mi memoria
errante como mi paso!

--149--
El sol que se levanta
sobre la mar sonora,
el ruiseñor que canta,
al despuntar la aurora,
en el follaje espléndido
del bosque secular;
el triste y acordado
murmullo de la fuente,
el cefirillo alado
que riza blandamente,
al agitarlo trémulo,
su líquido cristal;
El encantado aroma
de las silvestres flores,
que la empinada loma
matizan de colores,
el cielo que despliégase
cual pabellón de tul;
el resplandor naciente
de la tranquila luna
que baña la alta frente
de la ciudad moruna,
y el río que corre férvido
a unirse al mar azul;
No templan, no, mi pena
con bienhechora calma,
no tornan su serena
tranquilidad al alma,
que vanamente agítase,
viviendo sin tu amor;
y mira hora tras hora
pasar en su amargura,
sin vislumbrar la aurora
que el sol de la ventura
alumbre con suavísimo,
divino resplandor.
Y vanamente dando
suspiros a los vientos,
en sí ocultos llevando
su pena y sus tormentos,
sin encontrar un límite
a su dolor mortal;
por único consuelo
en su fatal quebranto,
le da benigno el cielo
el manantial del llanto
y los recuerdos plácidos
de más dichosa edad.
Que al alma que se afana,
sumida en la tristeza,
no deis la pompa vana
y espléndida belleza
con que natura búrlase
de su mortal dolor.
Dadle el impetuoso
vaivén del mar hirviente,
el trueno fragoroso
del montaraz torrente,
el cárdeno relámpago
y el rayo asolador.
Dadle que roncas griten
las aves agoreras,
los árboles agiten
sus verdes cabelleras
que azota en vuelo rápido
el duro vendaval,
y crucen nubarrones
por la región vacía,
y en lúgubres crespones
su luz envuelva el día,
y el orbe mudo, atónito,
su fin contemple ya.
Entonce, entonce escucha
simpáticos acentos
en la terrible lucha
de opuestos elementos,
en el rugido múltiple
de ronca tempestad.
Y, al contemplar osado
su saña y sus furores,
al escuchar pasmado
los vientos bramadores,
¿qué mucho logre el mísero
sus penas olvidar?

--150--
Llamé a la puerta de la riqueza
y la miseria me contestó;
llamé a la puerta de la belleza
y el desengaño mi pecho hirió.
Llamé a la puerta de ardiente orgía,
y, en vez de goces, pena encontré;
llamé a tu puerta, religión mía,
y, al traspasarla, pensé... ¡y dudé!
Mas yo conozco lugar tranquilo,
sordo a los ecos de la pasión,
en donde encuentro seguro asilo,
donde repose mi corazón.
A muchos cubre tu sombra oscura,
mas no por eso temo llamar,
que entre tus muros, ¡oh sepultura!
¡para los tristes siempre hay lugar!

--151--
Cuando sus alas la noche
en el firmamento tiende,
y, en parda sombra velada,
la naturaleza duerme,
si alzas, acaso, los ojos
a la bóveda celeste
y libre tu pensamiento
en el espacio se pierde,
¡piensa en mí! que en ti pensando
entonce estoy, como siempre,
y creo ver en las estrellas
el resplandor de tu frente.
Si de tu flor favorita
que tu ventana embellece
y que al viento de la tarde
abre su cáliz de nieve,
aspiras el grato aroma
en el perfumado ambiente,
¡piensa en mí! que en ella busco,
enamorado y ausente,
un recuerdo de otros días,
que me consuele.
Cuando sola y pensativa,
en tu oculto gabinete,
nuestros queridos poetas
recorras con vista ardiente,
si una lágrima furtiva
de tus ojos se desprende,
¡piensa en mí! que busco en ellos
acentos que me recuerden
aquel tiempo venturoso
que huyó breve.
Cuando lanzan las campanas
su adiós al día que muere,
y allá en el vago horizonte
ráfagas de fuego enciende,
si acaso de un templo buscas
la tranquilidad solemne,
¡piensa en mí! y ora conmigo
para que yo vuelva a verte;
que un ángel llevará al cielo
tus tiernas preces.
Elvira, luz de mis ojos,
si el recuerdo del ausente
en el bullicio del día
acaso se desvanece,
cuando la noche callada
en sombras al mundo envuelve
y el alma vuela tranquila
y ligera como el éter,
¡piensa en mí! que en ti pensando
entonce estoy como siempre.
Tu pensamiento y el mío
unidos al cielo vuelen,
como dos ondas sonoras
de dos arpas se desprenden,
y en una sola armonía
en el espacio se pierden.

--152--
Canción
(Música de Y. Hernández.)

Si melancólico miro
el azul puro del cielo,
y algún rayo de consuelo
brilla en mi pálida faz;
es que en él miro anhelante,
con los ojos de mi alma,
de tu cándido semblante
el encanto virginal.
Abre a mi canto la reja
que te separa de mí,
y en alas del viento deja
llegue mi lamento a ti.
Si junto a tu lecho escuchas
una celeste armonía,
es tu nombre, vida mía,
que pronuncio en mi pasión.
Nombre más puro y suave
que el murmullo de la fuente
y que los cantos del ave
en el vergel seductor.
Abre a mi canto la reja
que te separa de mí,
y en alas del viento deja
llegue mi lamento a ti.
Amor es luz de la vida
que la matiza de flores,
es la vida sin amores
lo que el prado sin verdor.
¡Ay del triste que padece
los desdenes de una hermosa,
y sólo encuentra en la rosa
espinas y desamor!
Abre a mi canto la reja
que te separa de mí,
y en alas del viento deja
llegue mi lamento a ti.

INTERMEDIO:
Es la mujer prisión en que nacemos,
Y a que desde el nacer nos condenamos:
Unos por penitencia la buscamos,
Otros por galardón la merecemos.
Abismo en que los débiles caemos,
Puerto donde los fuertes nos salvamos,
Ídolo que de tierra fabricamos
Y luego en oro convertir queremos.
Ella del cielo del amor es luna,
Inspira las letrillas y las odas,
Sirve al capricho y manda en la fortuna.
¿Dices que a ser del gremio te acomodas?
Piénsalo bien, decídete por una...
Verás cómo después te gustan todas.
FIN DEL INTERMEDIO.

--153--
¿Si, cual tus rasgados ojos,
es negra tu cabellera,
si la sonrisa del ángel
vaga en tu boca pequeña,
si el cuello tienes del cisne
y el tallo de la palmera,
qué pides, qué pides, niña
para parecer más bella?
Lo sé; envidias a la rosa
el puro color que ostenta,
y que a tus blancas mejillas
negó la naturaleza.
Si en la luna veneciana
tu bello rostro contemplas,
piensas con enojo, niña,
que la palidez lo afea.
La palidez que en mi alma
grata sensación despierta
de vaga melancolía
y de inefable tristeza.
Esa palidez, hermosa,
que es del sentimiento emblema,
y que el pensamiento imprime
en la frente del poeta.
Pálida vierte la aurora
lluvia de aljófar y perlas,
pálida la casta luna
del cenit se enseñorea.
Pálidos dan su fragancia
al aura de primavera
el jazmín de hojas menudas
y la cándida azucena.
Pálida en concha de nácar
brilla transparente perla,
y, en el azul firmamento,
las tembladoras estrellas.
Ese color da a tu rostro
melancólica belleza,
templa a tus ojos el fuego
y de languidez los vela;
incitadora frescura
a tus rojos labios presta,
que un clavel que abre su cáliz
sobre la nieve semejan,
y da a tu cándida frente
la aureola de pureza
con que el pincel de Murillo
a los ángeles rodea.
Muchas veces, al mirarte,
triste, pálida y ¡tan bella!
con negro, flotante velo,
que a merced del aura ondea,
por los rayos de la luna
en ondas de luz envuelta,
te creí genio nocturno,
vagando por la ribera.
Y cuando, inmóvil, las olas
vías morir en la arena,
blanca estatua de alabastro
que un rayo divino espera,
que el espíritu de vida
en su bella forma encienda.
Por eso te amé, por eso
eres luz de mi existencia,
y al mirarte al lado mío,
triste, pálida y... ¡tan bella!
veo en ti... la musa del llanto
que me inspira mis endechas.
--155--
-¡Niña! el sol en occidente
densos nublados ocultan,
mientras su disco fulgente
las olas del mar sepultan.
En anchas y tibias gotas
desciende la lluvia lenta,
y gritan las gaviotas
presagiando la tormenta.

El horizonte enlutado
está con manto de bruma,
el mar levanta irritado
altas montañas de espuma.
Las aves buscan su nido,
¡y tú inmóvil permaneces!
Oye del trueno el rugido:
márchate: ¿no te estremeces?
-¡Extranjero! en esta lucha
de discordes elementos,
una voz mi pecho escucha
que responde a sus lamentos.
Aquí, al rumor de las olas
y los vientos bramadores,
vengo a lamentar a solas
la muerte de mis amores.
En esta misma ribera,
desolada y afligida,
abracé por vez postrera
al encanto de mi vida.
La calma de sus hogares
turbaba suerte importuna,
y quiso cruzar los mares
en pos de mejor fortuna.
Naturaleza a su anhelo
favorable parecía;
el sol, desde el alto cielo,
con vivo fulgor lucía.
Sereno y plácido el viento
rizaba la mar en calma;
mas triste presentimiento,
¡ay! se agitaba en mi alma.
¡Aquí le vi!... No exhalamos
ni un suspiro, ni un adiós;
callados nos abrazamos,
pero llorando los dos.
¡Y partió!... en la mar sonora,
donde el sol resplandecía,
la fragata voladora
orgullosa se mecía.
Dio al viento la blanca vela,
izó alegres banderolas,
y su fosfórica estela
comenzó a bordar las olas.
Yo mientras aquí lloraba
perdida mi dulce paz,
y el alma se me escapaba
tras de su huella fugaz.
Pronto en la línea indecisa
del horizonte flotó
y a otro soplo de la brisa
tras ella despareció.
Desde entonces, triste, sola,
con mi continuo dolor,
preguntando a cada ola
nuevas de mi dulce amor;
Vine aquí cuando la tarde
desciende del alto monte,
y el último rayo arde
del sol en el horizonte.
Y así pasó día tras día,
un año y otro pasó,
y mi amado no volvía;
¡ay! en mal hora volvió.
Una tarde... Como ahora,
la tempestad rebramaba,
rugía en la mar sonora,
en los árboles silbaba.
Súbito al siniestro ruido
del rayo, al silbar del viento,
se unió sonoro estampido,
lúgubre como un lamento.
¡Más que la tormenta ruda,
aquel eco me dio espanto!...
quedéme inmóvil y muda...
la noche cerraba en tanto.
En la inmensidad desierta,
solo esa peña se vía,
de blanca espuma cubierta,
su frente alzando sombría.
Pero lúgubre aquel eco,
«¡favor! ¡socorro!» clamando,
a intervalos, ronco, seco,
iba en los aires zumbando.
¡Ah! ¡qué noche! en vano, en vano,
en mi alcoba solitaria,
quise ahogar su ruido insano
con el son de mi plegaria.
En vano, para consuelo
de mis mortales enojos,
pedí, sollozando, al cielo
el sueño para mis ojos.
Un presentimiento vago
de la desventura mía,
flotaba tenaz, aciago,
en mi ardiente fantasía.
Cuando la naciente aurora
azuleó en mis cristales,
busqué en su luz bienhechora
bálsamo para mis males.
La brisa de la mañana
busqué con afán ardiente,
y me puse a la ventana
para refrescar mi frente.
Confuso llegó a mi oído
rumor de gentes que hablaban,
y que de un buque perdido
la desgracia lamentaban.
Aquella frase sencilla
respondió a mi pensamiento;
¡corrí, volé!... y a la orilla
del mar llegué como el viento.
Y vi el sol entre la bruma,
pálido, triste, velado,
el mar cubierto de espuma
como un caballo cansado.
Y, espanto dando a los ojos,
que con llanto los veían,
de un buque tristes despojos
las turbias olas traían.
Aquí, do me ves sentada,
mi aciaga estrella llorando,
vi muchedumbre apiñada
un objeto contemplando.
Temí acercarme, y no sé
por qué misterioso impulso,
aunque indecisa, avancé
hacia aquí mi pie convulso.
En mí nadie reparó
en tanto que me acercaba;
llegué y mi vista buscó
lo que el grupo me ocultaba.
¡Lanzó un grito el pecho mío
y caí muerta de pena!...
¡Hallé su cadáver frío,
medio enterrado en la arena!...
¿Preguntas hora por qué
busco este sitio desierto?
¡Aquí vivo le dejé,
aquí volví a hallarle muerto!
-Niña, tu acerba desdicha
no es mucho que triste llores;
pero Dios manda la dicha
lo mismo que los dolores.
Ruégale, y ten confianza,
que Él dará al tuyo consuelo.
-¡Ya he perdido la esperanza!
-¡Niña, búscala en el cielo!

--156--
Mueve las flores perfumado viento,
la fuente eleva plácido rumor,
dora el espacio sol de primavera,
canta mi alma un cántico de amor.
Díme, luz de mis ojos, por qué inclinas
tu frente, cual su cáliz el clavel;
díme por qué de tu entreabierta boca
soplo de fuego exhálase tal vez.
Dí por qué esquivas mi mirada ardiente,
cual la violeta la del rojo sol;
díme por qué tus pálidas mejillas
a ráfagas se cubren de arrebol.
Por qué el contorno de tus negros ojos
tinta azulada empieza a dibujar,
por qué se agita tu nevado seno
como las ondas del inquieto mar.
Por qué tiembla tu mano entre las mías
cual las hojas del trémulo abedul;
qué pensamiento cruza por tu frente
y da a tus ojos desusada luz.
Cuando la dulce primavera extiende
sobre la tierra su esplendor fugaz,
pueblan el aire genios invisibles
nacidos de su aliento virginal.
Ellos dan savia a los desnudos troncos,
grato perfume al cáliz de la flor;
al reflejar en sus doradas alas,
con nuevo brillo resplandece el sol.
Ellos palpitan en la clara fuente
agitando su límpido cristal,
ellos levantan en el bosque umbrío
vagos rumores de ventura y paz.
¡Ellos despiertan el oculto anhelo
que duerme en el humano corazón,
ellos encienden en tu pecho, Elvira,
sed insaciable de placer y amor!
¡Ah! ¡no lo niegues! Tu rubor lo dice:
¿a qué ocultar tu pensamiento así?
¡Mira en redor naturaleza entera
como canta su amante frenesí!
Yo sé, yo sé que tu nevado seno
encierra un alma, asilo del amor,
alma de fuego que la mía comprende,
alma que siente como siento yo.
Brillar la miro en tus hermosos ojos
y en tus azules venas circular,
y, al escuchar mi brazo tu cintura,
junto a mi pecho ardiente palpitar.
¿Por qué velas el vivo sentimiento
que intenso brillo a tu belleza da?
¿Sin su férvido aliento, vida mía,
qué fuera de la gracia y la beldad?
¿Ves esas flores, que a tu lado brotan,
que agita el viento y acaricia el sol?
¡Ay! son la copia del destino humano,
imagen triste de la vida son.
Brotan lozanas al nacer la aurora,
gozan alegres juventud fugaz...
elévase en oriente un nuevo día,
y secas doblan sus corolas ya.
Mas antes dieron a la vaga brisa
tesoro de perfume virginal,
y el germen de su esencia misteriosa
depositaron en la tierra ya.
Es flor la juventud, Elvira mía,
y es su perfume celestial amor.
¡Deja, hermosa, que el viento de la vida
se esparza activo, ardiente, embriagador!
Horas de amor, de lánguida pereza,
de ardientes raptos, de febril placer,
¡ah! ¡quién pudiera vuestro alado curso,
rápido como el viento, detener!
Como las ondas del veloz torrente,
pasáis ligeras para no tornar,
y el pensamiento adivinar en vano
quiere las horas que después vendrán.
¿Quién pudo nunca levantar el velo
que cubre el insondable porvenir?
Oscuro libro del destino humano,
¡ah! ¿quién sabrá lo que se encierra en ti?
Luz de mis ojos, mientras sangre ardiente
circule en nuestro joven corazón,
mientras la vida brille en su mañana,
¡amar! ¡amar! ¡la vida es el amor!
Mi vida está en tus ojos, en tus labios,
está en la intensa luz de tu mirar,
en esas vagas frases que pronuncias,
en los suspiros de tu pecho está.
¡Fresco oasis en árido desierto,
en caos de sombras brilladora luz,
iris de paz en la tormenta ruda,
ser de mismo ser, eso eres tú!
¡Habla! ¡tu voz resuene en mis oídos,
di que me amas como te amo yo,
y de este espacio de árboles y flores
haz, Elvira, un Edén para los dos!
Mueve las flores perfumado viento,
la fuente eleva plácido rumor,
dora el espacio sol de primavera,
canta mi alma un cántico de amor.

--157--
(Junto a una niña dormida).
¡Miradla!-Apenas seis veces
deshojó la primavera,
sobre esa frente tranquila,
las flores de su diadema.
Sus negros y dulces ojos,
espejo de la inocencia,
transparentes como el cielo,
la luz del cielo reflejan.
La aureola de los ángeles
ciñe su pura cabeza,
que de sus rubios cabellos
los copiosos rizos velan.
Es niña, es niña; su alma
duerme en esa forma bella,
esperando que algún día,
en la mundanal tormenta,
el rayo de las pasiones,
al despertar, la conmueva.
Vagos son los pensamientos,
que cruzan su frente tersa,
cual las blancas nubecillas,
que cruzan la azul esfera,
y de su ligero paso
no dejan ni aun leve huella.
Para ella no hay pasado
ni el porvenir la desvela;
corren serenos sus días
en brazos de la inocencia;
que detrás del firmamento,
puro dosel de la tierra,
hay la mirada de un ángel
que sobre los niños vela.
¡Vedla dormir!-Es hermosa
la tarde; brisa ligera,
que las caricias de Mayo
impregnaron con su esencia,
del largo sueño de invierno
sacó a la naturaleza.
La niña ha jugado mucho;
alegre, vivaz, inquieta,
toda la tarde ha corrido
en pos de sus compañeras;
¡pero es tan chica! el cansancio
la ha rendido, y duerme y sueña.
Sobre el césped reclinada,
en su blanca ropa envuelta,
parece la dulce niña
una cándida azucena.
Entreabierta está su boca,
concha de menudas perlas,
coloradas sus mejillas
y lánguida su cabeza.
Un brazo le da almohada,
y, al soplo del aura inquieta,
palpita el velo de oro
de su rubia cabellera.
Tal vez sus alegres juegos
el sueño la representa,
porque una dulce sonrisa
vaga en su faz hechicera.
¡Puro sueño el de los niños,
fuente de dulces ideas,
que sus labios infantiles
a dar expresión no aciertan!
¡Oh! yo adivino en sus rostros
esas cosas con que sueñan;
¡oh! yo escucho con el alma
esas pláticas secretas
de los niños y los ángeles
que sobre su cuna velan!
¡Los niños! ¿quién los vio nunca
con helada indiferencia?
¿Cuál es el alma gastada
que, al verlos, no se renueva?
¡Flores que encantan la vista,
brisas que el alma refrescan,
ecos de un cielo perdido,
aves que el hogar alegran!
La aurora de nuestra vida,
que cubre creciente niebla,
en ese espejo sereno
dulcemente se refleja.
¡Allí está nuestro pasado
con su atmósfera serena,
con la eterna paz del alma,
que en luz baña la inocencia,
con los sueños que a los labios
traen sonrisas placenteras,
con sus bonancibles noches,
sus alboradas risueñas!
¡Río de blando murmullo
y de frondosas riberas,
que los pájaros encantan,
que vientos de aromas besan,
que en sus plácidos cristales
colores y luz refleja,
y que, al término funesto
de su dichosa carrera,
mar borrascoso y sombrío
rugiendo voraz encuentra!
¡Ay cuando sus puras aguas
con estas aguas se mezclan!
Ya la clara luz del cielo
que se retrataba en ellas,
en el cristal agitado
se enturbia, deshace y quiebra.
No ya con paso tranquilo
recorren plácida senda;
secreto impulso las mueve
con sacudidas violentas.
Ya no hay flores en su margen,
ni blandos euros las besan;
rocas estorban su paso,
ábregos las atormentan.
En lucha tenaz y sorda
o en convulsiones soberbias,
lanzan estridentes gritos,
o exhalan profundas quejas.
¿A dónde van?-¡Quién lo sabe!
¡A qué ése luchar sin tregua,
si deshace sus esfuerzos
un débil muro de arena!
¡Niña! ¿porqué al contemplarte
me domina la tristeza?
¿Porqué se nubla mi frente
y ennegrecen mis ideas?
Ya tocó el mar agitado
el río de mi existencia;
siento de la amarga linfa
el beso que al alma hiela.
El huracán que la azota
me arrebata, envuelto en ella;
nieblas cubren lo pasado,
triste lo presente vuela,
y allá... ¡lo desconocido
con su oscuridad me aterra!
Busco la luz que alumbraba
mis alboradas primeras,
y el soplo de las pasiones
enturbia mi inteligencia.
¡Envuelto en un torbellino
vuelo como arista seca;
allá quedáis, de mi infancia
dulces días, noches bellas!
(Arístides Pongilioni).

--158--
En vano tu sentimiento
quisiste ocultarme, Elvira;
yo vi brotar una lágrima
sobre tu negra pupila.
Brillaba la luz en ella
de tu forzada sonrisa
cual sobro el agua el reflejo
de la estrella vespertina.
Como en las hojas del árbol
gota de rocío brilla,
sobre tus largas pestañas
brilló un punto suspendida,
luego, tersa, transparente
descendió por tu mejilla.
Bien así, cuando los euros
las gayas flores agitan,
del cáliz de la azucena
perfumadas se deslizan
las lágrimas de la aurora
sobre la yerba mullida.

Yo la recogí en mis labios


con inefable delicia;
nunca beso más ardiente
al fuego de amor dio vida.
Mis ojos puse en tus ojos,
tus manos entre las mías,
y absorto quedé, mirándote
con embriaguez infinita.
Nunca la luz de la luna,
de los amantes amiga,
vio rostro más impregnado
de tierna melancolía.
Nunca el aura de la noche
agitó, fresca y lasciva,
más rizada cabellera
sobre frente más divina.
Nunca se alzaron al cielo
ojos de expresión más viva,
ni más virginal suspiro
llevó en sus alas la brisa.

Pasaban así las horas,


fugaces como la dicha;
ya en el cielo las estrellas
su vivo fulgor perdían.
Ya de luz en el oriente
brillaba pálida tinta,
dando forma y transparencia
a las vagas nubecillas.
Más fresco y ligero, el viento,
volando por la campiña,
sobre sus húmedas ala
confuso rumor traía.
Ya, en las copas de los árboles,
alzaban, tristes y unidas,
las aves tímido canto,
vago murmullo la brisa.
Y al par que, de luz vestido,
avanzaba el nuevo día,
llegaba el tremendo instante,
de mi amarga despedida.
Triste llanto silencioso
rodaba por tus mejillas,
mientras de mis labios trémulos
estas palabras caían:

--159--
¡Dejo ese cielo, do brotó la llama
que me abrasa y me inspira,
dejo cuanto amo yo, cuanto me ama!...
¡Te dejo a ti, mi Elvira!
¡Y, abandonando tanto bien seguro,
mirar solo anhelante,
ignorado, fatídico y oscuro,
un porvenir distante!
¿Qué busco lejos del bendito suelo
donde rodó mi cuna?
¡Un nombre acaso que me niega el cielo,
una varia fortuna!
¡Una lucha incesante, que atormente
mis más floridos años!
¡un desengaño acaso en mi creciente
serie de desengaños!
Y parto, empero, como parte el ave,
cumpliendo mi destino.
¡Ah! ¡sólo Dios lo que me aguarda sabe
al fin de mi camino!
Quizás el peso de mi amargo duelo
mi cuerpo al fin sucumba,
y tristes sauces en extraño suelo,
sombra den a mi tumba.
¡Mas ay! cuando te tengo en mi presencia
y voy pronto a perderte,
¿qué he de temer? ¿Acaso no es la ausencia
más triste que la muerte?
Cuando del cuerpo, en rapto victorioso,
rompiendo las cadenas,
busca el alma, con vuelo majestuoso
regiones más serenas;
Cuando en el cielo, en su inmortal asiento,
aura de Dios la halaga,
o entra los leves átomos del viento,
como un perfume, vaga;
Lo es dado aún de los que amó en el mundo
vivir la misma vida,
y ser, en el misterio más profundo,
su protectora egida.
Vagar en torno, de la luna fría
en rayo amarillento,
ver su llanto, gozar con su alegría,
leer su pensamiento.
¡Ah! ¡yo no temo que el sepulcro frío
me abra enemiga suerte!
¿No es cierto que es la ausencia, encanto mío,
más triste que la muerte?
¡Adiós! el tiempo se desliza en tanto;
la hora fatal ya suena.
¡Ah! ¡pueda pronto mitigar tu llanto
un aura más serena!
Nunca me olvides, y al Eterno implora
en oración ferviente.
¡Adiós! ¡ya el blanco velo de la aurora
rasga el sol en oriente!

--160--
Fue tu amor, Laura, la loca brisa
que rauda pasa besando flores,
fue de la aurora la blanda risa
que el sol ahuyenta con sus fulgores;
fue blanca nube quo cruza el viento
y en pos no deja rastro ni huella,
fue la inconstancia del pensamiento,
fue de un suspiro ligero acento,
luz fugitiva de errante estrella.
Es mi amor, Laura, cedro eminente
que no doblegan los huracanes,
es el continuo rugir hirviente
de los torrentes y los volcanes;
es alta peña que el mar azota
sin que a su empuje rendirla pueda,
es el ambiente que en torno flota,
del sentimiento la eterna nota,
luz que en las ondas del éter rueda.
Tengo de amores herida el alma,
quema mis ojos amargo llanto;
senda de flores, en dulce calma,
indiferente huellas en tanto.
Mas no te envidio, que sólo excita
tu triste vida mi compasión;
que si la pena mi pecho agita,
al menos...¡vivo! porque palpita
con fuerte impulso mi corazón.

--161--
¡Viva el placer! La tempestad sombría
enluta el firmamento:
resuenen los cantares de alegría
al par que silba plañidero el viento.
En plácida armonía
vibre el cristal con el cristal chocando,
y, en loca risa el corazón gozando,
nos sorprenda al nacer el nuevo día.
¡Oh cuán bella! la luz de tu mirada
es intensa y ardiente;
tu rubia cabellera destrenzada
es áureo marco de tu blanca frente.
Cual música acordada
mueve mi corazón tu voz sonora,
y, al estrechar mi mano abrasadora,
tiembla tu mano amada.
Cae la lluvia a raudales, ronco el viento
se agita con furor.
Fija tus ojos en los ojos míos
y embriágame de amor.

--162--
Te estoy mirando y pensando
que es lo que tendrán mis ojos,
que siempre bajas la frente
cuando en los tuyos los pongo.
No se si, al ver que te miro,
te enrojece la modestia,
o es que mis ojos alumbran
las sombras de tu conciencia.

--163--
Yo amé siempre el abismo; en alta roca
sentado muchas veces, de océano
el eterno vaivén contemplé ansioso,
sintiendo en lo profundo de mi alma
un intenso placer; de las montañas
los hondos precipicios atrajeron
siempre mi vista, y, al sentir mi cuerpo
por atracción ignota dominado,
un no sé qué de grande y misterioso
hacía latir mi corazón; mas nunca
el terror embargaba mis sentidos
ni paraba el impulso de mi mente.
Sol de fuego mi vista deslumbraba,
aire de aromas, plácidos rumores
poblaban el espacio; el alma mía
vagaba por un mundo de ventura
al viento del amor dando sus alas.
Y el abismo me atrajo: hondas tinieblas
un muro presentaron a mis ojos,
un aire frío resbaló en mi frente
y heló mi corazón; terror profundo
fijó mis ojos y oprimió mi alma.

No te amo ya.

--164--
¿De dónde vienes?-No lo sé: un momento
mi ardiente fantasía,
en la vaga región oyó del viento
insólita armonía.
Hirió mis ojos peregrina aurora,
sentí fuerza secreta;
alcé la frente y vi deslumbradora
la estrella del poeta.
¿Fue ilusión?... De la vida en los albores
fue esa ilusión mi vida;
alzó su vuelo, envuelta en resplandores,
mi alma estremecida.
Mundo de claridad y de hermosura
me abrió su noble seno,
y allí del río de mi existencia pura
corrió el cristal sereno.
Sentí el rumor de tiempos que pasaron
vibrar en mi memoria;
las cuerdas de mi lira resonaron
¡Dios, el amor, la gloria!
Y, henchido de entusiasmo generoso,
busqué con ansia ardiente,
para mi nombre un mármol victorioso,
laurel para mi frente.
-¿Y hoy?-He vivido: el torbellino crece
del viento que me azota,
ya ese mundo ideal se desvanece
y, envuelto en nieblas, flota.
De la alta inspiración que ensalza y crea
se apaga el sol fecundo:
mis ojos deslumbrados ya rodea
la oscuridad del mundo.
¿Amor?... Guirnalda de olorosas flores
tejí, que mi alma encierra;
hoy ya cubre sus vívidos colores
el polvo de la tierra.
¿Gloria?... El ardiente impulso del deseo
la realidad sofoca,
y, siempre encadenado, Prometeo
retuércese en su roca.
Camino oscuro y triste y escabroso
recorre mi pie herido.
-¿Qué buscas?-Nada ya: sólo el reposo.
-¿A do vas?-Al olvido.

--165--
Llega hasta mí, felice, sugestiva
la ternura nupcial de tu presencia
en la sombra del claustro pensativa;
y así recordaré tu faz votiva
en la flor de su blonda adolescencia.
Llega hasta mí el murmurio de tus preces,
el quedo rozamiento del rosario,
y el soplo de beatas languideces
cuya esencia embriagara tantas veces
mi corazón y el místico santuario.
Y un nudo de satánica agonía
sofoca mi ternura, cuando pienso
en cuanto nos separa ¡vida mía!
¡Oh estrella de una obscura idolatría!
¡Oh brasa del altar y del incienso!
(Álvaro Armando Vasseur).

--166--
En el almohadón rosado
de tu pecho virginal,
dulcemente reclinado,
¡Cuántas veces he soñado
en una prole inmortal!
Latía tu corazón
como un picaflor, veloz;
y era tal tu emoción
que daba la sensación
de que velabas a un dios.

--166--
¡Oh Gaya Morgana mía,
Madona de Poesía
del rito sentimental,
que ciernes tus altos sueños,
como albatros zahareños,
sobre las sirtes del Mal.
Recuerdo en la adolescencia
tu primer iridescencia
en la penumbra interior,
do la efigie de una bella,
«desnuda como una estrella»
me iluminara de amor.

--167--
Recuerdo tus magias todas
en las citas y en las bodas
del gozoso imaginar;
las divinas apoteosis,
y las geniales neurosis
que apareja tu gozar!
Cómo trocabas las cosas
de fútiles en grandiosas,
y vice-versa también;
Satanes en Prometeos,
nimbos de espina en trofeos,
la propia Tierra en Edén!
(Álvaro Armando Vasseur).

--168--
Maguer de tantos labios que he besado
de blancas rosas, crisantemas de oro,
mi amor llega hasta ti, puro y sonoro
como un champagne bullente y perfumado.
Hoy, el vino glorioso de mis viñas
sonríe en las miradas de las niñas
de tus pupilas, ebrias de pasión.
Mañana, si eres comprensiva y buena,
como en la copa pectoral de Helena
en la tuya pondré mi corazón.
Y juntos gustaremos la excelencia
del vino del Placer y de la Ciencia.
(Álvaro Armando Vasseur).

--169--
Loreley, Loreley, mi eximia vecinita,
pálida como un novi-lunio crepuscular;
tu frente es un poema, tu boca una fresita,
y el fuego de tus ojos me suele hacer soñar.
¿Sabes? me hechiza verte, bizarra y exquisita
con tu peinado arcaico -gloria del boulevar-
como una deliciosa visión prerrafaelita,
erguido el busto artístico, felino el noble andar.
Tu cuerpo es una rítmica ánfora de ambrosía
que un gay felice orfebre moldeara cierto día
para que contuviera tu adolescencia en flor.
¡Y ya quien sabe cuantas ternuras transitorias
han puesto en el exergo genial de tus memorias
so cada nueva efigie, el ¡Vincit! del Amor!
(Álvaro Armando Vasseur).

INTERMEDIO:
Ardiendo un marido en celos
de coraje se arrancó
un gran puñado de pelos
y en el brasero lo echó.
La mujer lo vio encendido
y hurgó con sumo cuidado
diciendo: ¿qué habrá caído
que huele a cuerno quemado?
(Juan Martínez Villergas).

--170--
Yo la vi sonreír veladamente
-una tarde al pasar-, en su balcón,
y esgrimir su bizarro «impertinente»
con una deliciosa distinción.
Otra vez, yo la vi, coquetamente
insinuar su alevosa seducción,
modelando sus formas de serpiente
desde los regios flancos al talón.
Y desde entonces su triunfal silueta
de Tentadora, picaresca y maja,
cruza por mis insomnios de poeta
Como una evocación de la Regencia;
con su perfil artístico de alhaja
y el «chic» de su adorable impertinencia!
(Álvaro Armando Vasseur).

--171--
Feliz el conquistador
que con arte sorprendente
merezca el regio presente
de tu glorioso impudor.
Feliz el sabio en amor
cuya elocuencia vehemente
cubra el mármol de tu frente
de un insólito rubor.
Feliz aquel que algún día
susurre en tu oído: «¡mía!»
con indecible emoción;
Aquel que unido a tu suerte,
surque la Vida y la Muerte
corazón con corazón.
(Álvaro Armando Vasseur).

--172--
Desperteme obsedido
por una sombra azul
que me hablaba al oído,
cómo solías tú...
Llovía suavemente,
y en la noche sin luz
sentí besar mi frente,
como solías tú...
¡Oh! que ansiedad más loca,
que inefable inquietud,
cuando sorbió mi boca
como solías tú...
Cuando se echó en mi lecho
y me clavó en su cruz,
y me adurmió en su pecho
como solías tú...
(Álvaro Armando Vasseur).

--173--
¡Oh la ardiente persuasión
de unos labios miel y grana,
que en un beso de pasión
colman la música humana!
Oh, quejas del goce breve
que el alma al destino lanza,
a trueque de hebras de nieve
de náusea y desesperanza.
¡Oh, que grato es expresar
a algunas el propio duelo,
como los tumbos del mar
a las estrellas del cielo!
Y cuan la pasión es loca,
débil, la Naturaleza,
cuando se ofrece una boca,
y se entrega una belleza.
¡Ah! de tu ensueño, te ruego
no bajes, lograrlo abisma;
haz cual la brasa de fuego
que se consume a sí misma.
Pues tras la delicia vaga
vendrá la desilusión,
y el asco, como una daga
¡te partirá el corazón!

--174--
Como inmortales faros
Aunque cierre los ojos te ve mi fantasía,
aunque me hunda en la noche no te puedo olvidar,
¡Oh lirio inmarcesible, visión de poesía!
¡Oh sombra de mi sombra, soñar de mi soñar!
Como inmortales faros velan la vida mía
tus ojos que atesoran toda la luz del día
los cambiantes del iris y el misterio del mar.
¡Oh inmarcesible lirio, visión de poesía,
aunque cierre los ojos te ve mi fantasía,
y aunque me hunda en la noche no le puedo olvidar!
(Álvaro Armando Vasseur).

--175--
Si tú me comprendieras
yo te amaría
con un encanto lleno
de poesía.
Te haría versos suaves,
y rimas bellas
cual los juegos de luces
de las estrellas.
Y gallardos poemas
de apoteosis,
en las horas geniales
de mis neurosis.
Grabaría en mi numen
tu faz querida
cual lucero del alba
de mi otra vida.
Soñaría en mirarme
constantemente,
en las flores que alumbran
bajo tu frente.
Pondría con la gracia
volátil de Banville
en tu alma, como gema,
el mío y tu perfil.
Un gozoso consorcio
de extra natura
sería el de mi Ingenio
con tu Hermosura.
¡Qué emoción de emociones
me embargaría,
al oír en tus labios
mi poesía.
¡Qué silencios más llenos
de dulces cosas!
¡Qué embriagueces de triunfo
maravillosas!
Reclinada en mi pecho
de amante Asís,
besaría tus sienes
de flor de lis.
Tu fluvial cabellera
tenebrosa y alada,
tu frente de Quimera
y tu boca encarnada.
En mi diestra de nieve
tus dos manos de rosa,
opreso el talle breve
como una mariposa.
Iríamos sonrientes
por la playa sonora
en los rojos ponientes
y al dorar de la aurora.
Erraríamos lentos,
los ojos soñadores
llenos de pensamientos,
y el corazón, de amores.
La multitud celosa
nos vería pasar;
pareja más dichosa
no se podría hallar.
Como un orfebre regio,
mago del Gay Saber,
haría un florilegio
de tu alma de mujer.
En mi reino ensueñado
de cenobiarca
tú serías la Laura
y yo el Petrarca.
Como en la copa aquella
del mágico Graal
en tu beldad de estrella
pondría mi Ideal.
Serías casta o lúbrica,
según mi inspiración;
llevarías mi rúbrica
sobre tu corazón.
Reflejarías todo
cuanto quisieras
con mi auténtico modo
sin que supieras.
Como liana de seda
entirsarías
mi existencia socrática.
Con tus brazos de Leda
tu sonrisa lunática,
y las sierpes sombrías
de tu testa selvática.
Tal serías mimosa,
exquisita preciosa,
por mi amor transformada;
con tus manos de rosa
tu carita nivosa
y tu boca encarnada.

--176—
¡Feliz, oh mar del Plata! que has logrado
lo que jamás pudieron mis anhelos:
verla acudir a la primera cita
y desnudarse al borde de tu lecho.
Feliz, rival amigo que has logrado
mecerla en tu columpio gigantesco,
y besar, con el ritmo de tu oleaje,
las ondas voluptuosas de sus senos.
Feliz, triunfal sultán que has circundado
de nupciales espumas sus cabellos,
y has puesto el ceñidor de tus caricias
a la estatua flotante de su cuerpo.

--177--
Aquella noche de bodas
en tu soberbia mansión
tus amigas fueron todas,
tus amigos..., menos yo.

Deslumbrarían las gemas


de tu tocado falaz,
y el nimbo de blancas yemas,
y el regio velo nupcial.
Palpitarían las pomas
pectorales de tu ser,
como dos blancas palomas,
por algo que no diré...
Alguna angustia inefable
acaso te poseyó,
cuando el dómine impecable,
echoles su bendición.
Ningún estremecimiento
quizá se te percibió;
pero allá en tu pensamiento...
pero allá en tu corazón...
Sonreirías sirenaica
mintiendo un aire feliz
como una vestal arcaica,
elegida entre diez mil.
Deslumbrarían las gemas
de tu tocado falaz,
y el nimbo de blancas yemas,
y el regio velo nupcial.

Aquella noche de bodas


en tu soberbia mansión
tus amigas fueron todas,
tus amigos..., menos yo.
Ha poco, nos encontramos,
¿no recuerdas dónde fue?
Apenas nos saludamos,
tú muy grave, yo también.
Después..., pasaron los meses
sin volvernos a encontrar;
yo pensaba muchas veces:
¿Nos veremos? ¿Nunca más?
¿Nunca más? ¡Qué desenlace
de una tal intimidad!
Y me mordía la frase
como a Poe: ¡NUNCA MÁS!
Oh, que sufrir tan profundo
con el recuerdo fatal,
preguntando a todo el mundo
como un niño: ¿NUNCA MÁS?
Y algunos que comprendían
de mi alma la ansiedad,
en secreto me decían:
«Ella le ama», «búsquela».
Pero los más se alegraban
con una risa jovial,
y como el cuervo exclamaban:
«Caballero: ¡NUNCA MÁS!».
Y las sombras de la noche,
y las brisas de la mar,
y las cosas familiares,
repetían: ¡NUNCA MÁS!
«Nunca más», me perseguía
por doquiera, sin cesar;
hasta en sueños siempre oía
como un loco, el ¡NUNCA MÁS!
¡Cuántas veces desolado,
disparábame al azar,
como huyendo del malvado,
del horrible: ¡NUNCA MÁS!
Y aquella que no se nombra
complacíase en mi mal,
pues su sombra era mi sombra
que evocaba el ¡NUNCA MÁS!

Hasta que un día cansado


de tan horrible obsesión,
di en pasar, embozado
por la calle de mi amor.
Y al ver la casa cerrada
y enlutado su aldabón,
tuve una corazonada
al pensar: ¿cuál de los dos?
¿Cuál de los dos? y subí
ebrio de un afán atroz;
si era Él ¡qué frenesí!
si era Ella ¡qué dolor!
Y cuando le vi tendido,
con su lividez mortal,
por tres veces al oído
susurrele el ¡NUNCA MÁS!
Y cuándo toda enlutada,
ella al fin dejose ver,
y con su doble mirada
arrodillose a mis pies;
Yo, sin saber lo que hacía
o sabiéndolo quizá,
repetí como solía:
¡¡Nunca nunca, nunca más!!
(Álvaro Armando Vasseur).

--178--
Tus ojos me embriagan, sus iris me acarician,
eres la ardiente presa que mis labios codician;
tus ojos me embriagan; sus iris me acarician.
Mi numen te cautiva, mi rebelión te aterra,
eres la siempreviva del amor de la Tierra;
mi numen te cautiva, mi rebelión te aterra.
Mariposa corpórea, abeja de elixir,
chúpame, beso a beso, la náusea de vivir;
mariposa corpórea, abeja de elixir.
Ven, si te sientes libre, ven si te sabes fuerte,
libre para la Vida, fuerte contra la Muerte,
ven, si te sientes libre, ven si te sabes fuerte,
Juntos saborearemos la miel de tus colmenas,
serás la favorita de todas mis sirenas;
juntos saborearemos la miel de tus colmenas.
Almohada de mis sueños, aureola de mi sien,
musa de los insomnios, Anadiomena, ven;
almohada de mis sueños, aureola de mi sien.

Yo soy el más mimoso de todos los bulbules,


anídame en tu pecho bajo los suaves tules;
yo soy el más mimoso de todos los bulbules.

Mi médula está enferma del mal de los inviernos,


caliéntala en la hoguera que avivan tus falernos;
mi médula está enferma del mal de los inviernos.
Desde que te conozco, conozco la congoja,
eres la electa mía, que tu pasión me acoja;
desde que te conozco, conozco la congoja.
Mi orgullo se evapora como los aljofares,
al sol de tus sonrisas y tus luengos mirares;
mi orgullo se evapora como los aljofares.
Mi austeridad claudica, cuando tu voz me nombra,
circé de veinte estíos y sombra de mi sombra;
mi austeridad claudica cuando tu voz me nombra.
¿Qué quieres que te ofrende que ya no te ofrendara
devoto ante tu busto de vivido Carrara?
¿Qué quieres que te ofrende que ya no te ofrendara?
Eres la electa mía de los Juegos Vitales,
unamos nuestras almas como dos iniciales;
¡Eres la electa mía de los Juegos Vitales!

Yo alumbraré tus noches con mis videntes ojos,


tú espasmarás mis nervios con tus chupones rojos;
yo alumbraré tus noches con mis videntes ojos.
Pondrás las róseas palmas de tus felices manos
sobre la frente augusta que espanta a los tiranos;
pondrás las róseas palmas de tus felices manos.
Oirás en la alta noche el acordado son
de nuestros corazones, si tienes corazón;
oirás en la alta noche el acordado son.
Con la triunfal madeja de tu casco de Imperia,
sudario de afrodisia, mortajarás mi histeria;
con la triunfal madeja de tu casco de Imperia.
Daremos los retoños de nuestra primavera
en holocausto egregio a la inmortal Quimera;
daremos los retoños de nuestra primavera.
¿Quieres, pues que lo puedes, vivir la bella historia?
Tú serás la heroína, tuya será la gloria;
¿quieres, pues que lo puedes, vivir la bella historia?
Eres la electa mía de los Juegos Vitales,
unamos nuestras almas como dos iniciales;
eres la electa mía de los Juegos Vitales.
Almohada de mis sueños, aureola de mi sien,
musa de los insomnios, Anadiomena, ven;
almohada de mis sueños, aureola de mi sien.

--179--
Musa del porvenir, Venus futura,
de casco de ámbar y ojos de berilo,
quiero grabar tu lírica hermosura
en el diamante negro de mi estilo
y en el negro joyel de mi locura.
Stella matinal, lis de la altura
como en su Paros la deidad de Milo
deslumbrará tu blonda miniatura
en el diamante negro de mi estilo
y en el negro joyel de mi locura.
Y si algún día invade la Amargura
el róseo estuche de tu hogar tranquilo.
Yo, gemiré de amor y de ternura
en el diamante negro de mi estilo
y en el negro joyel de mi locura.
Perla del lago azul de la ventura,
mientras el buzo Amor busca tu asilo
me inspiraré mirando tu hermosura
en el diamante negro de mi estilo
y en el negro joyel de mi locura.
En vano cavarán tu sepultura
y la segur aguzará su filo;
vivirás inmortal por tu hermosura
en el diamante negro de mi estilo
y en el negro joyel de mi locura.
Copa de inspiración toda dulzura,
lírica Isis del platense Nilo;
te adorará la humanidad futura,
en el diamante negro de mi estilo
y en el negro joyel de mi locura.
Musa del porvenir. Venus futura
de casco de ámbar y ojos de berilo,
ven a admirar conmigo tu hermosura
en el diamante negro de mi estilo
y el negro joyel de mi locura.

--180--
Prez de la Aristocracia, lis de los Gobelinos,
en homenaje a Nos quema tus pergaminos,
prez de la Aristocracia, lis de los Gobelinos.
Ven, sellarán tu boca, plena de jugos acres,
con siete sellos rojos -mis labios- ígneos lacres
ven, sellarán tu boca plena de jugos acres.
Tu voluptuosa falda será mi facistol,
tus senos mis altares, tu valva mi crisol;
tu voluptuosa falda será mi facistol.
Historiarán tu busto mis gnósticas succiones,
de heráldicos tatuajes y eléusicos blasones;
historiarán tu busto mis gnósticas succiones,
Glisarán de tus ojos las lágrimas febeas
como el gotear lumíneo de las antiguas teas,
glisarán de tus ojos las lágrimas febeas.
Imperial, purpurísima -la sangre de los Flavios,
que ilustra tus arterias- florecerá en mis labios,
imperial, purpurísima -la sangre de los Flavios.
Tu lengua es la serpiente de alegres cascabeles,
híncame su ponzoña más dulce que las mieles;
tu lengua es la serpiente de alegres cascabeles.
Himen, Graal helénico, hostia de las delicias,
ofrenda al divo Orfeo tus cándidas primicias;
himen, Graal helénico, hostia de las delicias.
Mírame, Luna mía, yo soy el blondo Helios;
la Siringa de Pan ríe en mis Evangelios!
¡Mírame, Luna mía, yo soy el blondo Helios!
Sin ti, todo es hastío, banalidad, neurosis;
contigo todo es arte, milagro, apoteosis,
sin ti, todo es hastío, banalidad, neurosis.
¿Prefieres a las dulces canciones de Citeres,
las místicas antífonas, los agrios misereres?
¿Prefieres a las dulces canciones de Citeres?
¿Dónde has visto a la Venus humillarse de hinojos,
con las manos unidas e implorantes los ojos?
¿Dónde has visto a la Venus humillarse de hinojos?
¡Levántate del polvo! ¡Sacude tus sandalias!
Ríe, muequea y danza como en las saturnalias,
¡Levántate del polvo! ¡Sacude tus sandalias!

¿Sabes la «Buena Nueva»? «Los Dioses ya no existen»,


por más que los augures ¡ay! en negarlo insisten;
¿Sabes la «Buena Nueva»? «Los Dioses ya no existen».
Han muerto para siempre de muerte espiritual,
y sólo resucitan en cada Carnaval;
han muerto para siempre de muerte espiritual.
«Los Dioses ya no existen», cada cual lo es de sí,
si te juzgas consciente debes creerlo así;
«Los Dioses ya no existen», cada cual lo es de sí.
¡El Súper, Dios de dioses, divinidad terrestre!
Nada hay que le supere; si hubiere ¡que se muestre!
¡El Súper, Dios de dioses, divinidad terrestre!
¡Somos los Sobrehumanos, las gemas de las gemas!
¡Supremos reflectores de las Razas supremas!
¡Somos los Sobrehumanos, las gemas de las gemas!
La Sublime Energía que vitaliza el Orbe
nos yergue sobre el Todo -y luego nos absorbe;
la Sublime Energía que vitaliza el Orbe.

Himen, Graal helénico, hostia de las delicias,


ofrenda, al divo Orfeo tus cándidas primicias;
himen, Graal helénico, hostia de las delicias.
¡Levántate del polvo! ¡Sacude tus sandalias!
¡Ríe, muequea y danza como en las saturnalias!
¡Levántate del polvo! ¡Sacude tus sandalias!
Arda tu carne viva, llamee tu interior
como el ara votiva de un templo del Amor
arda tu carne viva, llamee tu interior.
Desdobla, quintaesencia, sublima tu Natura,
glorifica tu sexo hasta la sepultura;
desdobla, quintaesencia, sublima tu Natura.
Venus Anadiomena, maga de mis sensorios,
juntos celebraremos los ritos amatorios;
Venus Anadiomena, maga de mis sensorios.
Mis insomnios perfume, tu husmo corporal.
Como el sándalo virgen al oasis natal;
mis insomnios perfume, tu husmo corporal.
Sea el háschich feérico que exalte mis visiones,
y el narghilé -tu boca, plena de tentaciones-
sea el háschich feérico que exalte mis visiones.
En todas las pupilas en que Nos se ha mirado
viose empequeñecido cuando no deformado,
en todas las pupilas en que Nos se ha mirado.
Carbunclos, esmeraldas, lapislázulis fieles,
busco los Ojos Únicos -que efigien mis laureles;
carbunclos, esmeraldas, lapislázulis fieles.
Yo soy el Ecce Homo coronado de espinas,
sé tú la cruz corpórea que sustente mis ruinas;
yo soy el Ecce Homo coronado de espinas.
El saber me hizo dios, soy mi divinidad,
mi orgullo, mi esperanza, mi fe, mi libertad;
el saber me hizo dios, soy mi divinidad.
¡Favorita del Ultra, novia de Prometeo,
embriágate de audacia para nuestro himeneo;
favorita del Ultra, novia de Prometeo!
Deja que cuacarée la turba irracional
si quieres merecerme encarna mi Ideal;
deja que cuacarée la turba irracional.
Mas, si en verdad, no sientes nostalgias sobrehumanas,
olvídame mujer, torna con tus hermanas;
¡Ay! si en verdad, no sientes nostalgias sobrehumanas.
¡En vano es que me tientes, en vano que me invoques!
Ni te diré siquiera: «¡Mírame y no me toques!»;
¡En vano es que, me tientes, en vano que me invoques!
(Álvaro Armando Vasseur).

--181--
Había,
una vez un Universo!...

Y en uno de sus abismos,


como vertiente de fuego,
serpeaba una vía láctea
con tenue claror de ensueño...
Y entre las constelaciones
de aquella vía de incienso
errantes en lo infinito
del insondado misterio
había una, extraviada
cabe la vía de ensueño...
Y entre los varios sistemas
planetarios de aquel reino
como todos, discurría,
el ido sistema nuestro...

--182--
ES TUYO ESTE POEMA
Siempre quise decirte
algunas cosas,
levantar unos signos con tu nombre,
ofrecerte
mi corazón de espuma,
de humo inatrapable,
de flores y cuchillos subterráneos,
ese desván de tiempo detenido;
de papeles
que para ti no guardan ningún significado;
de retratos oscuros,
de libros que entregaron
su rojo sortilegio,
de gris bisutería
que ya no engaña a nadie,
de todo lo que cabe
del pecho hacia la espalda.

Siempre quise gritar


clara y serenamente
tu lugar en el mundo
tu dimensión terrestre
tus cristales de luz
tu inagotable dádiva
tu quehacer junto al mío,
tus manos limpiando los rencores,
distrayendo la angustia,
llevándome la frente
hacia la luz y el día.

Siempre quise decirle


a la mañana que para mí creaste,
que no me han engañado
los azules,
ni los inquietos pájaros,
ni el perfume que escondiste
en las flores;
ni el niño que sonríe
desde un postigo antiguo
añorando la infancia que no tuvo,
ni este aire que respiro
como quien bebe vino.

Siempre quise decirle


a esta mañana,
y a las otras que vengan
y a las noches de música
y al lecho de las flores
y al farol del crepúsculo
y a todo lo que alcanzo con mis ojos,
con todos mis sentidos reunidos,
con todo lo aprendido
al paso de mi sangre
por los días y las horas,
por las calles ajenas
por las puertas abiertas
por las otras alcobas,
por la piel
y los besos
y el resorte
y el fuego.

Que es tuyo este poema


y que canto por ti
como si fuera mi última mañana
bajo este sol,
y que escucho los pájaros
a través del silencio,
y que tú destruiste
los bosques de rencor que me rodeaban,
la sombra en que habitaban
las arañas de mi infancia,
y que no me vuelvo
a contar mis heridas,
ni miro en el espejo
los autógrafos
con que el odio adornó mi camisa.

--183--
No me llama el misterio del papel,
ya la sangre se alejó de mis dedos,
hay una paz de muerte en mis falanges,
ya no quiero atrapar los colores del aire,
ni recordar el óxido de mis espadas
ni pedirle al laurel la hora de la luna.

Mis manos están llenas de demasiadas cosas,


de papeles oscuros, persistentes retratos,
objetos en que he puesto mucho más de mí mismo;
mis manos están llenas de sortijas de sangre,
del fuego de otras manos que perdieron su lumbre
hay demasiado amor debajo de la tierra
y no bastan las manos;
de tintas y recuerdos inventados,
de largos animales,
de música que no he podido hacer nunca con ellas,
mis manos ya se niegan a continuar el juego de las voces,
reclaman otras cosa,
muslos, fusiles, instrumentos,
cruces y altas torres,
fe y construir el mundo.

He terminado de amasar
este pan de color y de barro.

--184--
Las fatigas que se cantan
son las fatigas más grandes,
porque se cantan llorando
y las lágrimas no salen.

Si yo pudiera arrancar
una estrellita del cielo,
te la pusiera en la frente
para verte desde lejos.

Cuando pasé por tu casa


«¿quién vive?» al verme gritaste,
sólo con la mala idea
de, si aún vivía, matarme.
Compañera, yo estoy hecho
a sufrir penas crueles;
pero no a sufrir la dicha
que apenas llega se vuelve.
Antes piensa y luego habla;
y después de haber hablado,
vuelve a pensar lo que has dicho,
y verás si es bueno o malo.
Levántate si te caes,
y antes de volver a andar,
mira dónde te has caído
y pon allí una señal.
Yo me he querido vengar
de los que me hacen sufrir,
y me ha dicho mi conciencia
que antes me vengue de mí.
Los mundos que me rodean
son los que menos me extrañan;
el que me tiene asombrado
es el mundo de mi alma.
Lo que envenena la vida,
es ver que en torno tenemos
cuanto para ser felices
nos hace falta y no es nuestro.
Yo no sé lo que yo tengo,
ni sé lo que a mí me falta,
que siempre espero una cosa
que no sé cómo se llama.
¡Ay de mí! Por más que busco
la soledad, no la encuentro.
Mientras yo la voy buscando,
mi sombra me va siguiendo.
Todo hombre que viene al mundo
trae un letrero en la frente
con letras de fuego escrito,
que dice: «Reo de muerte».

--185--
Tenía los labios rojos,
tan rojos como la grana...
labios ¡ay! que fueron hechos
para que alguien los besara.
Yo un día quise... la niña
al pie de un ciprés descansa:
un beso eterno la muerte
puso en sus labios de grana.
Allá arriba el sol brillante
las estrellas allá arriba;
aquí abajo los reflejos
de lo que tan lejos brilla.
Allá lo que nunca acaba,
aquí lo que al fin termina:
¡y el hombre atado aquí abajo
mirando siempre hacia arriba!

--186--
Los que quedan en el puerto
cuando la nave se va,
dicen al ver que se aleja:
«¡quién sabe si volverán!»
Y los que van en la nave
dicen mirando hacia atrás:
«¡quién sabe cuando volvamos
si se habrán marchado ya!»

--187--
A ninguna en este mundo
he querido más que a ti;
el que tú no lo conozcas
ese es mi mayor sentir.

--188--
Mientras más caricias me haces
más en confusión me pones,
porque tus caricias son
vísperas de tus traiciones.

--189--
Todo lo vence el querer,
todo lo alcanza el dinero,
todo acaba con la muerte,
todo llega con el tiempo.

--190--
Corre, ve y dile a tu madre
que no hable mal de mí,
que pérdidas y ganancias
todas caerán sobre ti.
--191--
Si en la calle me encontrares
y no te pudiera hablar,
háblale a mi sombra, que ella
por mí te contestará.

--192--
Causa de mi perdición,
quiero apartarme de ti:
la mujer que quiere a dos
no puede tener buen fin.

--193--
Hice yo un hoyo en la tierra
y enterré mis pensamientos;
por no descubrirme a nadie
tormentos le di a mi cuerpo.

--194--
Yo tengo comparadita
la mujer con el caballo,
si no tiene buen jinete
no se la quita el resabio.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--195--
Se encontraron y se hablaron,
y dijo el tiempo al querer:
esa soberbia que tienes
yo te la castigaré.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--196--
Vengo yo a verte y me dicen
que he perdido la vergüenza;
no considera ninguno
la pasión que a mí me ciega.

--197--
Los mocitos de mi barrio
dicen que no soy valiente;
contéstales tú, morena,
que me he atrevido a quererte.

--198--
Yo me he puesto en oración
por ver si Dios me revela
si este querer tuyo y mío
es fingido o es de veras.

--199--
Siempre me echabas achaques
para no salirme a hablar;
lo que es tiempo, te sobraba;
te faltaba voluntad.

--200--
Mi cama son duras piedras,
mi cabecera un ladrillo,
y a las paredes me agarro
creyendo que estoy contigo.
--201--
En el querer no hay venganza,
y te has vengado de mí;
si no hay castigo en la tierra
del cielo te ha de venir.

--202--
Cuando esté en la sepultura
y de gusanos roído,
mis huesos tendrán letreros
diciendo que te he querido.

--203--
Yo no sé lo que le ha dado
esta serrana a mi cuerpo,
que hago por olvidarla
y en viéndola me arrepiento.
--204--
Me siento sobre mi cama
y repaso mi memoria;
yo hablo con las paredes,
y no hallo quien me responda.

--205--
Tierra, ¿cómo no te abres
y te sales de tu centro,
y tragas a esta mujer
de tan malos pensamientos?

--206--
De lo que yo hago contigo
no se puede espantar nadie,
porque me hago los cargos
que eres carne de mis carnes.

--207--
Cuando hables de mi persona
no digas que me has querido,
di que fue un capricho sólo
que los dos hemos tenido.

--208--
Porque te vi desde lejos
por eso te quiero tanto;
haces bien en no acercarte,
de cerca pierde lo falso.

--209--
Paloma que vas volando
y en el pico llevas hilo,
dámelo para coser
tu corazón con el mío.

--210--
Ya se me quitó la venda
que tan ciego me tenía,
y he llegado a conocer
que vendado más veía.

--211--
Yo pensé que era yo solo
serrana, a quien tú querías,
y te diviertes con otro
todas las horas del día.

--212--
Me quisistes y te quise;
me olvidaste y te olvidé;
los dos tuvimos la culpa,
tú primero y yo después.

---213--
Pierde pan y pierde perro
quien da pan a perro ajeno;
yo no te quiero dar nada
por no perder más que el perro.
Una me dijo que sí,
otra me dijo que no:
la del sí, quería ella;
la del no, quería yo.

--214--
Hace ya muy largos años
que te hablo y no me comprendes;
no te echo la culpa a ti,
sino es a mi mala suerte.

--215--
Yo creí que con el tiempo
mis penas se acabarían,
y se me van aumentando
como las horas del día.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--216--
Anda diciendo tu madre
que yo tengo mala lengua;
lo que yo he hecho contigo
no lo sabe ni la tierra.

--217--
Yo no sé lo que me has dado
que me has quitado el sentido:
me he puesto ya muchas veces
a olvidarte y no he podido.

--218--
Yo le respondí al verdugo
con palabras muy sensibles:
quítame pronto la vida,
que olvidarla es imposible.

--219--
Mi querer y tu querer
son dos quereres en uno;
y siempre estamos riñendo
por si es mío o por si es tuyo.

--220--
Por causa de esa serrana
mi cuerpo se echó a perder:
el que siembra en mala tierra,
¿qué es lo que espera coger?

--221--
Ya no quiero querer más
quiero seguir tu opinión;
que un querer con mucho extremo
es causa de perdición.

--222--
Cuando dos quieren a una
y los dos están presentes,
el uno cierra los ojos
y el otro aprieta los dientes.
--223--
¿Qué importa que no te vea
si ya tengo un gran alivio?
Yo tengo mi corazón
todas las horas contigo.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--224--
Cuanto más hables más pierdes,
y a ti te obliga el callar;
que el hierro que yo te he echado
a la cara te saldrá.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--225--
Tus ojos son dos ladrones
que a un tiempo roban y matan,
la sepultura es tu pecho
y la salvación tu alma.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--226-- I
Las fatigas que se cantan
son las fatigas más grandes,
porque se cantan llorando
y las lágrimas no salen.

--227--
Dos males hay en el mundo
que es necesario vencer:
el amor de uno a sí mismo
y el rencor de la mujer.

--228--
Si mis ojos no te dicen
todo lo que el pecho siente,
no es porque se están callados;
es porque no los comprendes.

--229--
Puedes hacer lo que quieras,
que a nada me opongo yo;
pero comprar mi dinero
con tu querer... ¡eso no!

--230--
Si me quieres como dices,
¿por qué te apartas de mí?
agua que va río abajo,
en la mar viene a morir.

--231--
Mirando al cielo juraste
no me engañarías nunca,
y desde entonces el cielo
sólo con verte se nubla.

--232--
En un calabozo oscuro
sufro penas sobre penas,
y a fuerza de estar a oscuras,
se ha vuelto mi pena negra.
--234--
Al saber que me engañabas,
fuime a la orilla del mar;
quise llorar y no pude,
y en ti me puse a pensar.

--235--
En ti me puse a pensar,
y por fin llegué a entender
cómo una mujer que quiere
puede olvidar su querer.

--236--
Puede olvidar su querer;
y al ver que esto era verdad,
mis lágrimas se perdieron
en lo profundo del mar.
--237--
Tu aliento es mi única vida,
y son tus ojos mi luz;
mi alma está donde tu pecho,
mi patria donde estás tú.

--238--
Del fuego que por tu gusto
encendimos hace tiempo,
las cenizas sólo quedan,
y en el corazón las llevo.

--239--
¿Cómo quieres que yo queme
las prendas que me has devuelto,
si el corazón me lo has dado
tú misma cenizas hecho?

--240--
Llevas escrito en tu cara
que tienes mal corazón,
y es tan poca tu vergüenza
que aún vas por donde yo voy.

--241--
Sé que me voy a perder
y ya sé que estoy perdido,
y solamente me pesa
que no te pierdas conmigo.

--242--
En sueños te contemplaba
dentro de la oscuridad,
y cuando abriste los ojos
todo comenzó a brillar.

--243--
Todo comenzó a brillar,
y entonces te llamé yo:
cerraste al punto los ojos,
y la oscuridad volvió.

--244--
Cuando te estoy contemplando
quisiera poner en ti
en una, cuantas miradas
desde que vivo perdí.

--245--
Por Dios, mujer, no me mires
con los ojos entreabiertos,
porque así me dices sólo
la mitad de tus secretos.

--246--
El querer es una hoguera
que en nuestro pecho se enciende;
por eso cuando queremos
toda nuestra sangre hierve.

--247--
Por la noche pienso en ti,
y en ti pienso a todas horas;
y mientras tanto yo viva,
vivirá en mí tu memoria.

--248--
Vivirá en mí tu memoria,
a la vez triste y alegre,
pues has sido mujer buena,
lo cual rara vez sucede.

--249--
Me desperté a media noche,
abrí los ojos, y al ver
que tú estabas a mi lado,
volví a dormirme y soñé.

--250--
Me han dicho que hay una flor,
de todas la más humilde:
flor que quisiera yo darte,
flor llamada «no me olvides.»

--251--
Las pestañas de tus ojos
son más negras que la mora,
y entre pestaña y pestaña
una estrellita se asoma.

--252--
Por Dios, mujer, no te escondas
ni te pongas colorada:
lo que acabo de decirte
es lo que todos te callan.

--253--
Di, mujer, ¿qué estás haciendo?...
¿no te ha dado Dios razón
para ver que si me engañas
nos engañamos los dos?

--254--
Yo pedí licencia a Dios
que me dejase quererte,
y Dios, al ver mis fatigas,
me la otorgó para siempre.

--255--
Me la otorgó para siempre;
y cuando dije «te quiero»,
se presentaron los hombres
y a mi querer se opusieron.

--256--
Me he equivocado al decirte:
por ti me muero, bien mío;
quise decirte, y perdona,
que tan sólo por ti vivo.
--257--
Al verte cerca de mí,
dudo yo mismo si sueño;
sueño de noche contigo,
y creo que estoy despierto.

--258--
Escuchadme sin reparo;
mis palabras son verdades:
nunca miréis con desprecio
al que mendiga en la calle.

--259--
El que mendiga en la calle
es el más digno de lástima,
porque además de ser pobre
lo va diciendo en voz alta.

--260--
En verdad, dos son las cosas
que el mundo entero gobiernan:
el oro, por lo que vale,
y el amor, por lo que cuesta.

--261--
Mujer, ¿quién pudo anunciarte
lo que el corazón te pide?
Nunca te hablé, y con tus ojos
cuanto deseo me dices.

--262--
Cada vez que paso y miro
el sitio donde te hablé,
volviendo al cielo los ojos
digo llorando: ¡aquí fue!

--263--
Ahora me vienes diciendo
que el tiempo pierdo contigo;
¿cómo se puede perder
lo que nunca se ha tenido?

--264--
Que me engañara una vez,
lo comprendo... ¡pero dos!
por fuerza el hombre que quiere
pierde toda su razón.

--265--
Cuanto más pienso en las cosas,
mucho menos las comprendo;
por eso cuando te miro
te estoy viendo y no lo creo.

--266--
Como un rayo corre, vuela,
y dile a quien me ofendió,
que hace un año que le espero
para vengarme mejor.

--267--
Aunque nos den que sentir
siempre corremos tras ellas,
porque al cabo las mujeres
¡son tan malas y tan buenas!

--268--
Muerte que causan los celos
es la peor de las muertes,
porque más se ama la vida,
cuantos más celos se tienen.

--269--
Esperanza de mi vida,
¿por qué te alejas de mí
llevándote las promesas
que no llegaste a cumplir?

--270--
Cuando ves que ansioso tengo
los ojos fijos en ti,
esperanza de mi vida,
¿por qué te alejas de mí?

--271--
Ahora que me estás queriendo,
yo no te puedo querer:
las cosas buenas no llegan
a tiempo ninguna vez.

--272--
Tú me miras, yo te miro,
y así los dos nos miramos:
tú me preguntas quién soy...
yo sigo mirando... y callo.

--273--
Negro está el cielo allá arriba
negros tus ojos, muy negros,
y mi corazón, morena,
como tus ojos lo tengo.

--274--
Fuego sale de mi pecho,
fuego brota de mis ojos,
al ver que tú eres de nieve
cuando la mano te cojo.

--275--
A la luz de las estrellas
yo te vi, cara de cielo;
por eso cuando te miro,
de las estrellas me acuerdo.

--276--
Tenía los labios rojos,
tan rojos como la grana;
labios ¡ay! que fueron hechos
para que alguien los besara.
--277--
Por fuerza me he vuelto loco
sin saber cómo ni cuándo,
puesto que estoy tan perdido
que me busco y no me hallo.

--278--
Si yo pudiera arrancar
una estrellita del cielo,
te la pondría en la frente
para verte desde lejos.

--279--
Es tanto lo que te quiero,
que hasta quiero tener penas,
si, cuando yo te las cuente,
te has de divertir con ellas.

--280--
Me mata poquito a poco
el querer que yo te tengo:
no te asustes, compañera,
pues por lo mismo te quiero.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--281--
¡Jesús, qué bonita eres!
si Dios te hizo, ¿cómo pudo
dejarte después de hacerte?

--282--
Vida y muerte, tierra y cielo,
triste noche, alegre sol;
cuanto en el mundo contemplas
con alegría o dolor;

--283--
Todo, si me quieres bien,
me atrevo a dártelo yo...
pues de todo llevo un poco
dentro de mi corazón.

--284--
No sé si es amor o es odio;
¡pero no más por un día!
¡ay, si se murieran todos!

--285--
¡Contar los latidos
de mi corazón!
cuentas son esas que van a ponernos
tristes a los dos.

--282--
Otro cantar, que yo quiero
ver cómo entornas los ojos
cuando te falta el aliento.

--283--
Me llama holgazán tu madre;
¡como si el querer no fuera
una ocupación muy grande!
--284--
Si me robaste el sentido,
no hay razón para que vayas
diciendo que lo he perdido.

--285--
¡Qué alegre está el campo,
el cielo qué alegre!
aunque haya penas, ¡qué alegres están
los que bien se quieren!

--286--
¡Qué quieres que yo te diga,
si al pensar en que eres de otro
recuerdo que has sido mía!

--287--
Tengo arrugas en la frente
de tanto pensar en ti,
porque hasta mi pensamiento
se vuelve ya contra mí.

--288--
Quisiera a veces fingir,
porque se vence fingiendo;
y también quisiera a veces
no sentir como yo siento.

--289--
Y hasta quisiera tener
odio, y no amor en el pecho,
al ver que en odio egoísta
se paga el amor sincero...

--290--
Pero no temas, son humo
estos malos pensamientos;
y por más que a veces quiera
ser otro que soy, no puedo.

--291--
«Siempre más, nunca bastante;
hay placer mientras hay vida.»
Esto pensaba yo antes.
«Nunca más, siempre ya menos;
ni hay vida ya ni placer.»
Esto pensaba yo luego.

--292--
La flor que me diste en tiempo
de amorosa intimidad,
la arrojo al mar, y se pierde
entre las olas del mar.
Y este rizo que tu mano
cortó con amante afán,
lo arrojo al fuego, y el fuego
cenizas lo vuelve ya.
Y tus continuas promesas
de eterna fidelidad,
las doy al viento que pasa
y se las lleva fugaz.
Pero el recuerdo angustioso
¡ay! de tu engaño, por más
que se lo entrego a la tierra,
ella otra vez me lo da...
Viento y fuego y mar se duelen
compasivos de mi mal,
y solamente la tierra
de mí no tiene piedad.

--293--
El querer que yo te tuve
lo guardo en mi corazón,
porque entre cenizas siempre
se guarda el fuego mejor.

--294--
Si era cariño o costumbre,
no lo sé; pero recuerdo
que por las mañanas siempre
decía: «hoy no te quiero.»

--295--
Por mí nunca temo
la muerte que llega:
yo marcho a gusto; pero ¡ay pobrecitos
de los que se quedan!

--296--
Vendrás con las manos juntas,
mujer, pidiendo perdón,
y al mirarte tan humilde
te daré la absolución.
Y tú con la absolución
me engañarás otra vez;
y yo, olvidando tu engaño,
te perdonaré también.
Te perdonaré otra vez...
por supuesto, que al final
el perdón se irá acabando,
pero el engaño jamás.

INTERMEDIO
Que de muchas pretendiente
Don Jaime, a ninguna quiera,
y busque incesantemente
más que una niña hechicera
un decente capital,
¿Hay cosa más natural?
(Juan Martínez Villergas).
FIN DEL INTERMEDIO.

--297--
Después de haberse querido
no se volvieron a ver;
pero, al morirse, pensaron
él en ella y ella en él.
Y así hablaron en voz baja
los dos por última vez:
-Yo te quise y aún te quiero.
-Yo te quise y te querré.

--298--
Como la quería tanto,
se dejó el hierro en la herida
para morir más despacio.

--299--
Dijo la sombra a la luz:
de negra pena me muero
cuando no me miras tú.

--300--
No puedo callar, no puedo;
mi corazón va a romperse
si no digo que te quiero.
Le tengo miedo al querer,
porque he visto mucha gente
que se ha perdido por él.

--301--
Estréchame contra tu corazón para que los latidos de mi corazón y el tuyo se
confundan y no puedan ser contados.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--302--
Los sonidos de tu boca
son dulcísimos, mi amor;
ellos eran armonías
cuando expresaban pasión.
Los sonidos de tu boca
amargos, mi vida, son;
me parecen hiel y acíbar
hoy que no tienes amor.
En dos sílabas, mi alma,
corristes el diapasón:
¡qué dulce que fue tu sí!
¡qué amargo que fue tu no!

--303--
Tu rostro con mi rostro se ha juntado,
tu espanto se ha reunido con mi espanto,
y juntos hemos llorado...
¡Me amabas tanto!
Tu mano con mi mano se ha estrechado,
tu canto se ha mezclado con mi canto...
¡Qué alegre que de mí te has separado
sin amor santo!

--304--
Yo te amé cuando niño
como un anhelo,
te amé de adolescente
como un deseo,
y mi amor cuando hombre
fue un sentimiento.
Tú me amaste de niña
como un recreo,
luego de adolescente
como un muñeco,
y ya mujer, he sido
tu pasatiempo.
¡Qué extraño que mi alma
sea tu juego,
y la tuya... la tuya
sea mi infierno!

--305--
Cuando la primavera llegó con sus verdores
te vi y te amé.
Te vi por vez primera al ver las puras flores
y te adoré.
Cuando el otoño triste llegó, seco y sombrío
ya no te vi.
Tu amor, vida, no existe, y en un invierno frío
muero sin ti.

--306--
Cuando eras, mi amor, buena
¡cuánto te he amado!...
Hoy, mi amor, que eres mala
¡cuánto te amo!...

--307--
Pláceme la noche amiga
de los que viven sufriendo,
y contar las tristes horas
embebido en su silencio.
Entonces se ensancha el alma,
y desprendida del cuerpo
vive vida de armonías,
vive vida de recuerdos.
Si me da en el rostro el aura
me creo sentir tus besos,
y si aspiro algún aroma
me creo aspirar tu aliento.
En las brillantes estrellas
tus miradas vagas veo,
y en el disco de la luna
me finjo tu tenue cuerpo.
Pronto las luces se apagan,
pronto se extinguen los ecos,
y las sombras se suceden,
y la aurora viene luego,
y tras de la aurora el día
que ahuyenta el dulce misterio,
y veo la realidad...
¡y miserable me veo!...

--308--
Entre dos que bien se quieren
no hay ausencia ni distancia,
que los pensamientos vuelan
y cada día se hablan.
Esto es lo que llamar suelen
el lenguaje de las almas;
un corazón que recuerda
no necesita palabras.

--309--
Yo te he visto dormida
y te he visto agitada;
¿los sueños te dan vida?
¿Lo real no te da nada?
Despiertas... Ya la calma
lució tras el beleño:
¡cuán hermosa es tu alma,
¡ay, bella como un sueño!

--310--
Yo tus ojos he besado,
yo he besado tus cabellos,
yo besé tus manos blancas
y estreché tu talle esbelto.

--311--
Nombres dulces yo te he oído
y me has hecho juramentos...
cuántas flores ¡ay! me has dado
perfumadas con veneno.
(Augusto Ferrán y Forniés).

--312--
Perdido ando, señora, entre la gente
sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida;
sin vos porque de mí no sois servida,
sin mí porque sin vos no estoy presente;
sin ser porque del ser estando ausente
no hay cosa que del ser no me despida;
sin Dios porque mi alma a Dios olvida
por contemplar a vos continuamente;
sin vida porque ausente de su alma
nadie vive, y si ya no estoy difunto
es en fe de esperar vuestra venida.
¡Oh, vos por quien perdí alegría y calma
miradme amable y volvereisme al punto
a vos, a mi, a mi ser, mi Dios, mi vida!
(Bernardo de Balbuena).

--312--
Decidle cuando el mundo esté dormido
y ella sueñe en mis lágrimas despierta,
que le mando en un rayo de la luna
todo el cariño que mi pecho alberga.
Decidle que es su aliento más süave
que el perfume del nardo y la violeta,
y su boca más dulce y más sabrosa
que los frutos de Nápoles y Hesperia.
(Benito Mas y Prat).

--313--
Dios lä hizo surgir ante mi paso
como surge el oasis en la arena,
la fuente cristalina en la montaña
y el árbol en la sábana desierta;
»Bien sabe Alá que daría
por un beso de tu boca
mi bandera y mi gumía,
el cintillo de mi toca
y el faro de Alejandría.
»Bien sabes tú, nazarena,
que soñé en tus labios rojos,
y que al verte en Cartagena
colgué a Zayde de una almena
porque puso en ti los ojos.
»Pues bien, hermosa Gacela,
libre te deja Gazul,
tu española carabela
se hará mañana a la vela
en las playas de Estambul.
»¡Parte! y que el ángel amigo
mueva las soberbias olas
hasta que encuentres abrigo;
mi corazón va contigo
a tus costas españolas.
»De hoy más, nunca tu desdén
esquivará mis abrazos;
parte y llévate mi bien,
que en mi solitario harén
no he de buscar nuevos lazos.

--314--
¡Es ella, sí, es mi amada! esa es su frente,
blanca como los mármoles de Grecia;
esa es su boca de coral y nácar,
esos sus ojos de mirada intensa.
¡Qué hermosa está! Sobre su blanco cuello
se deslizan las ondas de sus trenzas...
¡Oh, si estos labios que acaricio hablaran!
¡Oh, si estos ojos que contemplo vieran!
Imagen dulce de la amada mía,
que mis insomnios de dolor consuelas,
¿por qué no miras y verás mi llanto?
¿Por qué no escuchas, sentirás mi pena?
¡Todo es en vano! mis continuos besos
no logran reanimar esta vitela,
aunque al contacto ardiente de mi boca
sus insensibles átomos se queman.
Inmóviles están sus rojos labios,
no se alza seductora su cabeza,
fijas están sobre su blanco cuello
las ondulantes líneas de sus trenzas.
¡Oh! ¿por qué siendo el alma de mi alma,
la vida que circula por mis venas,
lejos estoy de la que adoro tanto,
bebiendo el jugo amargo de la ausencia?
¡Ondas de mi Genil, que tantas veces
reflejasteis su imagen hechicera,
con más placer que el junco de las márgenes
y el rosado matiz de las adelfas!
Decidle cuando el mundo esté dormido
y ella sueñe en mis lágrimas despierta,
que le mando en un rayo de la luna
todo el cariño que mi pecho alberga.
Decidle que es su aliento más süave
que el perfume del nardo y la violeta,
y su boca más dulce y más sabrosa
que los frutos de Nápoles y Hesperia.
¿Habéis visto el lucero de la tarde
cuando con blancas ráfagas os besa?
¿Habéis visto las nubes de la aurora
cuando el sol las esparce o las condensa?
Dios lä hizo surgir ante mi paso
como surge el oasis en la arena,
la fuente cristalina en la montaña
y el árbol en la sábana desierta;
como esas tenues lámparas nocturnas
que en las azules bóvedas se cuelgan,
cuando manda a los ángeles que arrollen
el crespón que tendieron las tormentas.
¡Cuántos recuerdos, seductora imagen,
tus delicadas líneas me despiertan!
¡Cuántos recuerdos, que pasaron rápidos
como pasa la alondra por las selvas!
Pláceme el evocarlos uno a uno,
porque forman mi única riqueza,
y son más gratos a mis dulces sueños,
que a los del rico avaro las monedas.
Pláceme recordar aquellas noches
con sus rayos de luna y sus estrellas,
de caricias y amores perfumadas
y de placeres misteriosos llenas.
Que es dulce deleitarse en un recuerdo
oculto como un lago entre la niebla,
para el viajero que su cauce ignora
y cruza indiferente por la selva.
Al mundo se lo velo, y lo descubro
al triste corazón cuando se queja,
que el raudal de placer que hay en mi pecho
sólo hay una mujer que lo comprenda.
(Benito Mas y Prat).

--315--
Yo besé una sensitiva
y se plegaron sus hojas;
si no me cierras tu pecho
deja que bese tu boca.
(Benito Más y Prat).

--316--
Zagala morena
de los ojos negros,
la del pie pulido,
la del alto seno;
deja que las ondas
beban tus corderos,
que no avanza el lobo
si velan los perros.
El sol, tras el alba
alzose en el cielo
con nubes de grana
en trono de fuego;
dorando los bosques,
besando los cerros,
y sembrando lirios
al pie del otero.
Siguiendo a la diestra,
volviendo al siniestro,
dicen que a una fuente
nos lleva un sendero;
sus aguas son claras,
y forman un cerco
con álamos blancos,
los álamos negros.
De juncos tejidos,
pintados y secos,
con leves labores
allí tengo un cesto.
Tiene por adorno
tres lazos de fuego,
y tres, azulados
con borlas y flecos.
Entre hojas verdosas
y flores, cubiertos,
encierra maduros
mil frutos diversos.
La fresa encendida,
y el dátil honesto
que crece en las palmas
hijas del desierto.
Las uvas doradas
del verde viñedo,
tendrás alternando
con pomas y peros;
y tersa granada,
que en túrbidos velos
oculta de néctar
los granos pequeños.
Cerezas y guindas,
que en grato himeneo,
graciosas enlazan
sus cabos revueltos.
En fin, cuantos frutos
nos brindan los huertos
desde el rojo Estío
hasta el cano Invierno.
Si esto no te place,
si no basta esto,
te daré... ¡no huyas!...
uno, dos, tres besos,
ocho, diez y doce,
veinte, treinta... ciento,
a ver si me quieres
como yo te quiero.
Zagala morena
de los ojos negros,
la del pie pulido,
la del alto seno;
deja que las ondas
beban tus corderos,
que no avanza el lobo
si velan los perros.
(Benito Más y Prat).

--317--
Como tus rojas hermanas,
ávida de luz y amores,
abres tus hojas livianas
en las primeras mañanas
de la estación de las flores.
Lucha tu seno plegado
por conservar el perfume
que tu cáliz ha formado,
mas por contemplar el prado
tu pétalo se consume.
En tu imbécil ambición
importunas a la brisa,
henchida de presunción,
pidiéndole la impresión
de su ligera sonrisa.
(Benito Mas y Prat).

--318--
Y al sol que va apareciendo,
y al ave que va cruzando,
parece que estás diciendo:
-¡Ved cuán bella voy creciendo,
nuestra pradera esmaltando!
-¡Ved cuál las hojas suspiran
de mi beldad envidiosas,
ved cual en círculo giran
y embelesadas me miran
abejas y mariposas!
Esto dices, contemplando
tu faz roja en la corriente,
por abrir ambicionando;
a torrentes derramando
los ámbares de tu frente:
Esto dices, ¡ay cuitada!
por la vanidad herida
y el orgullo acariciada,
sin conocer que a la nada
lleva el exceso de vida.
¿Qué es la tuya, más que el paso
de esa nube pasajera
desde el oriente al ocaso;
durable lo que la cera
vertida en ardiente vaso?
¿Qué es más que un pliegue de bruma
que rompe frágil barquilla,
qué es más que una débil pluma,
un copo de blanca espuma,
un relámpago que brilla?
¡Si tu corola has de abrir
para verla deshojar!
¿Por qué pugnas por lucir,
si tan pronto has de morir
y tan poco has de gozar?

Plega, plega flor preciada


tu clámide sonrosada
si por ello no te enojas;
ya que mueras olvidada
guarda el perfume en tus hojas.
No escuches la baja ola
que te adula desde el río,
ni a la servil amapola;
no te incite la aureola
que da a tu frente el rocío.
Que es tu vida el fácil paso
de esa nube pasajera
desde el oriente al ocaso;
durable lo que la cera
vertida en ardiente vaso.

---319--
Rosa, sin duda deliras,
y en tu delirio orgulloso
por desplegarte suspiras,
no conociendo las iras
de este mundo proceloso.
Vana será tu hermosura,
tu pureza y tu fragancia;
sólo probarás tortura,
sólo tendrás amargura,
sólo verás inconstancia.
Si fueras limpio diamante
o esmeralda transparente,
el hombre ciego, anhelante,
en su ambición impaciente
te guardara delirante.
Y si tu tallo inodoro
y tus hojas peregrinas
fuesen de plata o de oro,
no guardaran tal tesoro
esas punzantes espinas.
Mas si eres rica en colores
y poderosa en aromas;
si por reina de las flores
te cantan los ruiseñores
y te arrullan las palomas;
No seduce tu color
al avariento mortal,
que no aprecia tu candor
porque a la más pura flor
prefiere siempre el metal.
Que el selam de los amores
no circula en los palacios
de los soberbios señores;
¡qué tienen que hacer las flores
donde brillan los topacios!
Rosa, tus hojas inclinas
porque la pena te embarga;
y en mi canción adivinas
una verdad con espinas
porque es verdad muy amarga.
Pero, si te hago llorar
otro te hará sonreír,
y al fin vendrá a resultar
que entre sufrir y gozar
vivirás hasta morir.
Adiós, Rosa; ya el sol lanza
su última luz sobre el río,
y pues que todo es mudanza,
aduérmete en la esperanza
que es de la vida el rocío.
(Benito Mas y Prat).

--319--
No sé por qué tu rápido oleaje,
que ondula sosegado
al retratar el plácido celaje
acariciando el prado;
no sé por qué tu espuma pasajera,
tus márgenes de flores,
encienden de mis lágrimas la hoguera
y hostigan mis dolores.
No sé por qué, Guadalquivir tranquilo,
vengo triste a tu orilla,
y en los escollos del pesar vacilo
cual trémula barquilla;
no sé por qué cuando la noche cierra
demándole consuelo,
y viendo muda a la dormida tierra
alzo la vista al cielo.
No sé por qué, te digo, y estoy loco
cuando el golpe no siento
del triste corazón, que poco a poco
me dice mi tormento;
no sé por qué, te digo, y voy contando
las horas de mi pena,
y de gratas imágenes poblando
la atmósfera serena.
¡Ya sé por qué, Guadalquivir tranquilo,
vengo triste a tu orilla,
y en los escollos del pesar vacilo
cual trémula barquilla!
¡Ya sé por qué tu espuma pasajera,
tus márgenes de flores,
encienden de mis lágrimas la hoguera
y hostigan mis dolores!
Me falta el sol que tu oleaje besa
cuando el ocaso arde,
el lucero apacible que atraviesa
las nubes de la tarde;
me falta el lirio azul de la pradera
que baña la laguna,
la virgen de los sueños hechicera
que baja con la luna.
Tú, claro río, que también murmuras
y como yo te quejas,
y a veces cual mi alma, en ondas puras
tristes nubes reflejas,
vuelve, vuelve tus aguas hacia el valle
donde suspira ella,
y antes que el arpa del pöeta estalle
torna sobre tu huella.
¿Qué me valen ¡oh Betis! esas luces
de púrpura y de gualda,
que coloran tus campos andaluces
y besan tu Giralda?
¿Qué ese de frutos, flores y arboledas,
espléndido tesoro;
tus alcázares llenos de alamedas
y tu torre del Oro?
¿Que me vale que copies orgulloso
tanta belleza, y tanta
gala gentil del suelo delicioso
donde posas tu planta;
si no ves en tus ondas retratada,
aunque te cause enojos,
la negra cabellera de mi amada
ni sus hermosos ojos?
Pregúntale al Genil, que es tan dichoso
que la tiene en su orilla,
si es Véspero en la tarde más hermoso
cuando sin nubes brilla;
pregúntale si el alba tiene flores
más blancas que su frente,
o el sol al descender más resplandores
que su mirada ardiente.
¡Ay! tú no sabes, apacible río,
con qué fuego la adoro,
ni qué lucha destroza el pecho mío
cuando canto y no lloro;
tú no lo sabes, cuando no detienes
esas ondas suaves
y a consolarme silencioso vienes...
¡Betis, tú no lo sabes!

Como ruedan al mar esas espumas


con caprichosos giros,
van a mi amada entre las tenues brumas
rodando mis suspiros;
en su mórbido seno hallan reposo
y plácida acogida.
¡Ay! ¿Por qué de ese asilo delicioso
lejos paso la vida?
¡Oh, qué gratas me fueran tus orillas,
Guadalquivir sonante,
tus márgenes, tus olas, tus barquillas,
tu cielo deslumbrante!
¡Oh, qué gratas tus brisas y tus flores,
tu curso sosegado,
si dos almas que sienten sed de amores
no hubieras separado!
¡Adiós, Guadalquivir, de ti me alejo
sumido en mis pesares;
la copia fiel de mi pasión te dejo
en estos mis cantares:
si luce el día en que mi duelo tenga
un término risueño,
tal vez gozoso a confiarte venga
la realidad de un sueño!

--320--
Cuando la oración caía
con las sombras de la tarde,
y la doliente campana
daba su voz a los aires;
arrodillada en el huerto
de la casa de mi padre,
del álamo más copudo
bajo el frondoso ramaje,
sentí un beso en la mejilla:
¡Era el beso de mi madre!

Por cinco veces capullos


salpicaron mis rosales,
y cinco las golondrinas
volaron hacia los mares.
Siguiendo la romería
de las vírgenes del Valle,
un mancebo de ojos garzos
me rogó que le escuchase;
eran sus labios de fuego,
gentil y apuesto su talle,
¿cómo odiarle sin oírle?
¿Cómo oírle sin amarle?
Cuando la tranquila luna
besaba con luz brillante
los álamos y las parras
en el huerto de mi padre,
bajo la discreta sombra,
de un pabellón de ramaje,
entre el ardiente delirio
de enloquecedoras frases,
viendo una trémula mano
ceñir con afán mi talle
y respirando en el fuego
de una atmósfera süave,
sentí un beso entre mis labios:
¡Era el beso de mi amante!

Ya Octubre seca las hojas


Enero troncha el ramaje,
y no hay flores de escarlata
en el huerto de mi padre.
Los sueños de eterna dicha
se escaparon con mi amante;
¡que quien en palabras fía
suele del viento fiarse!
Aquella anciana benigna
que se llamaba mi madre,
se fue al cielo, y en la tierra
sólo me dejó su imagen.
Nada me resta de aquellas
noches de placer, y tardes
saturadas de pureza
y caricias maternales.
¿Qué se hicieron nuestras horas?
Chispas de fuego fugaces
fueron; ¡cual globos nocturnos
escaparon por los aires!
¿Por qué se van los placeres
y se vienen los pesares...?
¡Ay, el beso de la muerte
vendrá presto a acariciarme!
(Benito Mas y Prat).

--321--
Náyade blanca, que en las tenues ondas
juegas mostrando tu desnudo seno,
dile a mi joven pastorcilla amada,
¡dile que muero,
blanco cordero que en el verde prado
paces alegre la menuda yerba,
dile a mi joven pastorcilla amada,
¡dile que vuelva!
Céfiro fresco, que a las flores robas
gratos olores que en el éter vagan,
corre ligero y mis suspiros lleva,
¡lleva a mi amada!
Cuéntale el fuego que mi pecho abrasa,
cuéntale el llanto que mis ojos quema,
cuéntale el ansia que mi vida oprime,
¡cuenta mis penas!
Ya no contemplo sus preciosos ojos,
ya no contemplo sus preciosos labios,
que a los claveles que en la loma nacen
daban agravios.
Ya no la veo, cuando el alba asoma,
cruzar cantando por el valle ameno,
ya no la veo recogerme lirios,
¡ya no la veo!
Esa es la fuente de cristal sonora
do descansaba en la ardorosa siesta;
este es el prado do cuidaba alegre
mansas ovejas.
Esta es la casa, la pradera aquella,
la senda aquesta en que mi llanto vierto,
su imagen una que en mi pecho guardo
llena de fuego.
Blanco cordero, que en el verde prado
paces alegre la menuda yerba,
dile a mi joven pastorcilla amada,
¡dile que vuelva!
Náyade blanca, que en las tenues ondas
juegas, mostrando tu desnudo seno,
dile a mi joven pastorcilla amada,
¡dile que muero!
(Benito Mas y Prat).

--324--
Lloro cuando no me ves,
y cuando me ves sonrío;
ya que sufro yo por ti,
que no sufras tú conmigo.
La perla no está segura
entre las conchas del mar.
¿Tú, que estás sobre la playa,
cómo te podrás guardar?
Todo el que tiene ilusiones
alza castillos de arena,
viene el soplo de los años
y ni los cimientos deja.
La golondrina que vuelve
halla a la vuelta su casa;
yo también hallé mi nido,
pero no encuentro mi alma.
(Benito Mas y Prat).

--324--
Tierna zagaleja,
del monte la gala,
del valle florido
balsámica planta:
¿Por qué siempre esperas
llorosa, cuitada,
la estrella del día
la nube del alba?
Siendo tus ojuelos
ojuelos de llamas,
que en campo de nieve
vivaces abrazan;
siendo tus mejillas
de flor de granada;
siendo más hermosa
que nube del alba,

¿Por qué, dime, niña,


con otras zagalas
ni corres, ni ríes,
ni juegas, ni cantas?
¿Por qué siempre triste
llorando te halla
la luz de la aurora,
la nube del alba?
Flérida, tú quieres
con toda tu alma,
que nunca está triste
aquel que no ama;
cuéntame tus penas,
cuéntame tus ansias,
en tanto que luce
la nube del alba.
Yo sufro cual sufres,
yo callo cual callas,
y lloro cual lloras,
que amé como amas;
y amor es tormento
que nubla las almas,
cual nubla el Olimpo
la nube del alba.
Ella... me responde
que no tiene nada,
bajando los ojos,
volviendo la cara;
como cuando Febo
pálido engalana
con tibios colores
la nube del alba.
Mañana serena,
la otra vegada,
hallela en la fuente
de aquesa montaña;
por ver lo que hiciera
me puse a espiarla,
en tanto lucía
la nube del alba.
Despacio se acerca...
la frente plegada,
los ojos nublados,
cubiertos de lágrimas;
cual antes de Apolo
sin tintes de grana
sus perlas destila
la nube del alba.
Después, distraída
los broches desata
del verde corpiño
con cintas moradas;
sacando del seno,
más terso que nácar,
un pañuelo blanco
cual nube del alba.
Todas cuatro puntas
las tiene bordadas,
con dos iniciales
formando guirnalda;
y en una orilluela
a Venus, llevada
por dos palomitas
en nubes del alba.
Le mira, le besa,
le pliega, le guarda;
le saca y sonríe,
le dobla con lágrimas:
y así pensativa,
y así demudada,
ni aun ve que se oculta
la nube del alba.
Después va a la fuente
llorosa, cuitada,
y encienden sus labios
las trémulas aguas;
que anudan las penas
su débil garganta,
y ya no la mira
la nube del alba.
Yo nunca la llamo
la hermosa zagala,
ni Flérida bella,
ni rosa de Arabia;
mas dígole siempre
la niña cuitada,
la estrella del día,
la nube del alba.

--325--
Mientras que pude llorar
me consolaron mis lágrimas,
hoy ya no tengo consuelo
porque hasta el llanto me falta.
Una pompa de jabón
vi ayer tarde hacer a un niño,
y me dije suspirando:
¡Más dura que su cariño!
Me estoy muriendo por ella
y la falsa no lo advierte,
como le sobra la vida
no se acuerda de mi muerte.
Niña, el que asesina a otro
tiene en la cárcel el premio;
tú me matas y me prendes
¡explícame cómo es eso!
(Benito Mas y Prat).

--326—
...celos le inspiran
los labios a los ojos si la besan,
los ojos a los labios si la miran.
AROLAS

--327--
«Blanca paloma de los amores,
velada en nubes de ámbar y grana,
fúlgida estrella de mil fulgores,
nube dorada de la mañana;
Yo soy el sueño
que te enloquece
cuando el sol huye,
cuando amanece;
yo que te adoro,
yo que en tus brazos
libo los besos
tras los abrazos.
Tal vez dormida, vague mi nombre
entre esos labios llenos de amor;
tal vez soñando con mis caricias
oyes mi arpa, oyes mi voz.»

--328 --
«Blanca azucena del alma mía,
que de perfumes mi pecho llenas,
rosa encantada de Alejandría,
diáfana luna de horas amenas:
Yo soy el sueño
que te enloquece,
cuando el sol huye,
cuando amanece:
yo que te adoro,
yo que en tus brazos
libo los besos
tras los abrazos.
Tal vez dormida, vague mi nombre
entre esos labios llenos de amor;
tal vez soñando con mis caricias,
oyes mi arpa, oyes mi voz.»

--329--
¿Visteis la llama en la encendida era,
tornar aristas en ceniza fría,
en negro el campo que pajizo era,
y en polvo el oro que la mies cubría?
¿Visteis el rayo que fulgúreo hiende
la parda nube con rojiza lumbre,
cuán presto el pino y el enebro enciende
llevando el fuego a la elevada cumbre?
Más rápido, de celos el veneno
la sangre de Aben-Zayde emponzoñando,
lleno de hiel su desgarrado seno
los fuertes nervios de furor crispando.
¡Celos! que el alma sin piedad torturan,
¡celos! que el alma con la vida llevan;
¡celos! que el juicio y el llorar apuran,
¡celos! que en dichas sin piedad se ceban.
(Benito Mas y Prat).

--330--
Os vi meceros con vaivén violento
de frágil cuerda en el falaz columpio,
y dije al veros sonreír alegres:
¡Ese es el mundo!
He ahí en sus cuerdas la graciosa imagen 5
de ese placer que acariciáis en sueños,
tan peligroso como el juego ese,
¡tan pasajero!

--331--
Tan de cerca me acaricias, que he sentido en la cara el aire de tus alas y
casi casi sus golpes... ¿Eres un pájaro? ¿Eres un espíritu? ¡Ah! si eres un alma,
dímelo francamente, y dime también cuál es el obstáculo que separa a los
vivos de los muertos.
(MICHELET).

--332--
Te adoro a ti: ella sabe
que eres mi sueño, mi salud, mi alma;
la virgen que mis lágrimas ahuyenta.
Por ti suspiro sobre el mar en calma,
sólo de ti me acuerdo en la tormenta:
pero ¿por qué tu padre
crüel hiere mi pecho, por qué niega
tu mano al que te adora
y por tu amor como cobarde llora
y ante sus pies arrepentido llega?
¡Condenarme a pasar la corta vida,
esta vida que dura un soplo leve,
lejos de tu regazo, es una herida
que sólo Bempo a hacérmela se atreve!...
¡Injusta tiranía!... Grazïella,
quise probar el vaso del olvido
y juré no volver, busqué un calmante
del vicio entre los brazos
y bebí la cicuta de la ausencia;
¡insensato! encontrarlo no he podido,
y vuelvo arrepentido a tu presencia.
¡Ay! era tan amargo
el bárbaro brebaje,
que he preferido en mi delirio largo
soportar de tu padre el fiero ultraje.

--333--
»-¿Qué temes, cuando tienes por escudo
todo el candente amor que hay en mi pecho,
toda la fe que encierra mi cariño,
toda la adoración que te profeso?
»¿Qué temes, cuando Dios que nos contempla
sabe que he prometido amarte ciego,
cuanto se puede amar sobre la tierra,
cuanto puede adorarse allá en el Cielo?
»Ya cerca de mí estás, la frente mía
templa el calor süave de tu seno,
y me envuelve en su atmósfera olorosa
el aura perfumada de tu aliento.
»La vida es leve soplo, Grazïella;
»¡Ven, enlaza mi mano con tu mano,
y acaricia mi frente con un beso;
confúndanse en un alma nuestras almas
y palpiten unidos nuestros pechos...!

--334--
De una mujer en los azules ojos
veo reflejarse el virginal amor,
cual se refleja en el tranquilo lago
la limpia estrella que precede al sol.
Su espíritu y mi espíritu se anegan
en un éxtasis puro y celestial;
la avidez de este goce no se sacia...
¿Es que debe saciarse más allá...?

--335--
Cuando te vi y te amé por vez primera,
soñé con ansia loca
acariciar tu rubia cabellera,
tener mis labios cerca de tu boca.
Realizose aquel sueño del deseo
en los primeros hálitos de amor.
¡Y desde entonces afligido veo
cuán cerca del placer está el dolor!
Cuando lejos de ti suspiré un día
mis lágrimas saltaron,
nadie las enjugaba en mi agonía
y en su acíbar mis horas empaparon.
Arrastrome la lava del deseo
y ansioso conseguí volverte a ver,
y desde entonces resignado veo
cuán cerca del dolor está el placer.
(Benito Mas y Prat).

--336--
Estoy cerca de ti, tu blanca mano
oprimo entre las mías con delirio;
todo un mundo de goces e ilusiones
en tus purpúreos labios adivino.
De tus hermosos ojos los destellos
vienen a herir candentes a los míos,
mientras tu puro seno se conmueve
del corazón al trémulo latido.
¿Qué más felicidad? Tuya es mi alma,
como es tuya la dicha que ahora libo,
como es tuya mi vida y mi esperanza,
como es tuyo este amor por quien respiro.
¿Por qué tristes mis ojos te contemplan,
a ti, germen de plácidos delirios?
¿Por qué amargura de mis labios brota
cual brotan ondas del revuelto río?
¿Por qué fúnebres ecos dolorosos
las tenues brisas traen a mis oídos?
¿Por qué esa luna que las nubes rasga
no da a mis tristes horas luz ni alivio...?
¿No soy feliz? ¿No miro en esos ojos
todo un cielo de amor y de cariño?
¿No leo en las frases que tu labio dice
un tesoro de fe para conmigo...?
¿Qué tengo? ¿qué me falta? ¿qué deseo?
¿Por qué triste me quejo del destino,
contemplando esos rayos que se quiebran
en las hermosas ondas de tus rizos...?
¡Bello presente! porvenir dorado...
Mas ¡ah! perdona, porvenir he dicho,
esa es la frase que mi sueño ahuyenta,
por eso sólo a mi pesar me aflijo.
¡Horas del porvenir, no más ciñáis
de fúnebre crespón los sueños míos;
dejadme una esperanza bienhechora
que calme mi ansiedad y mi martirio!
Ya vislumbro tal vez en lontananza
la cadena del bárbaro destino,
que crüel me separa de tus brazos
despreciando mi llanto y mi delirio.
De nuestras noches de placer y amores
sólo recuerdos quedarán perdidos;
como la luz de la tranquila tarde
al asomar el astro vespertino.
¡Oh! el llanto en vano asomará a mis ojos,
en vano el pecho me dará suspiros,
que hasta los labios subirán ahogados
para ser en su fuego consumidos.
¡Horas del porvenir! por descifraros,
por ver lo que guardabais escondido,
diera las horas de intranquila duda
en que muriendo en mis insomnios vivo.
¿Me quieres, hermosa...? acerca tus labios,
que secos los míos por ellos se abrasan,
¡un beso tan sólo...! y por un solo beso
te diera mi plectro, mi vida, mi alma.
Di, ¿qué nos importa que el mundo se empeñe
corriendo incansable en pos de fantasmas?
Amémonos siempre, que amor es el néctar
del triste destierro que Dios nos señala.
¿Qué brinda la tierra que no sea mentido?
¿Qué brinda este mundo que no sea una farsa?
¿Qué goce encontraste que no esté cercado
de vastos abismos, de luto y de lágrimas?
¡Ven...! toquen tus rizos mi pálida frente,
apoya en mi seno tu rostro de nácar;
soñando delicias nos halla la noche,
soñando delicias vendrá la mañana.
Yo bebo en tus labios los sueños de rosa,
que en torno a mi lecho sonríen y vagan;
yo aspiro en tu aliento los tenues perfumes
que traen en sus pliegues las trémulas auras.
¡Cuán bella es la noche, cuán bella es la vida!
Contempla ese cielo, contempla esas ráfagas
de luz apacible, que dan las estrellas
tranquilas bañando la bóveda sacra.
¿No ves cuál sonríen los lirios azules
al ver que los huella tu cándida planta?
¿No ves a los peces venirse a la orilla
dejando por verte su lecho de lamas?
¡Oh! ven, que tus rizos perfumen mi frente,
apoya en mi seno tu rostro de nácar;
soñando delicias nos halla la noche,
soñando delicias vendrá la mañana.
(Benito Más y Prat).

--337--
En tus pupilas azules
candentes símbolos leo,
¡fingiéndote está el deseo
las delicias del amor!
¿Qué es el mundo sin placeres?
¿Qué es la vida sin amores?
¡Triste cadena de flores
sin perfumes ni color!

--338--
¿Sabéis lo que es misterio? es la mirada
de la mujer que nuestro sueño evoca,
la perla de sus ojos arrancada
y el beso perfumado de su boca.
La gasa pudorosa y trasparente
que vela el suave armiño de su pecho,
la atmósfera aromática y candente
que se respira en torno de su lecho.

--339--
De mi búcaro exijo, reina rosa,
que corones la blanca porcelana.
¿Qué flor habrá que osada y jactanciosa
luche con tu belleza soberana?...

--340--
Perdóneme el jazmín y la azucena
si antes de asir sus cálices henchidos
de bálsamo y espuma;
busco otra flor más cándida y honesta,
por débil, por sencilla, por modesta;
aunque se oculte bajo el césped frío
que corona de gotas de rocío
el alba al despuntar por la floresta.
Que la modestia y la humildad son raras,
y como tales caras;
y pues ella se oculta en pobre suelo,
sobrándole perfume y terciopelo,
mucho debe valer para el poeta
la odorífera y tímida violeta.

--341--
Ven, tierna y delicada sensitiva,
a ornar mi vaso con tus leves ramas.
¿Por qué no has de brillar entre las rosas,
cuando el pudor y el sentimiento encarnas?...
¡Pliegas esquiva tus sutiles hojas,
te inclinas mustia, triste me rechazas,
crees que del hombre el ardoroso beso
quemará tus hojuelas de esmeralda!...
¡Sí, es cierto, pobre flor, tú lo presientes!
Esas fáciles flores tus hermanas
que abren su cáliz al primer amante
y sus perfumes dan al que las aja,
duran tan sólo lo que dura el soplo
que sus despojos al torrente arrastra,
lo que las tibias tintas del crepúsculo,
lo que las luces pálidas del alba.

--342--
Yo no vivo por mí, vivo por ella;
¡por ella! que es el cándido lucero,
que entre nubes de púrpura y de nácar
asoma en el celaje de mis duelos.
Perdona, amigo, si te olvido un poco
herido por la luz de los recuerdos;
¡son tan bellas las tardes andaluzas
junto a una virgen de nevado seno!

--343--
¡Oh, cuán dulce es mirarse en unos ojos
que copian una pena y un deseo,
como la nube y el cercano monte
la móvil luz del lago placentero!...

--343--
¡Adiós, mujer! en el revuelto lecho
te dejo descuidada dormitar;
fui para ti el relámpago que pasa
y no vuelve a brillar.
En tus labios marchitos por la orgía,
que el hálito del vicio mancilló,
dejo de nuestra noche de locura
la última impresión.
Pilotos de los mares de la vida,
nunca nos volveremos a encontrar;
yo voy cansado hacia la amiga playa,
tú te lanzas al mar.
Compré tu posesión, has sido mía
en cuanto la materia puede ser;
¡el alma no se compra en una noche
de mísero placer!
Al dormirte en mis brazos vagó un nombre
por tus candentes labios de rubí:
No era el mío, y al verte sollozando
tu duelo comprendí.
Aun el inmundo légamo del vicio
no ha manchado del todo tu candor;
aun puede ser tu norte y tu esperanza
la estrella del amor.
Dios acoge la tímida cordera
que busca arrepentida su redil;
¡vuelve! ¡vuelve a la orilla de tu lago
como yo a mi Genil!
Tal vez halles la calma en las caricias
de tu napolitano pescador;
¡es tan cara la espléndida diadema
que cuesta el deshonor!
Terciopelos y sedas te engalanan,
los perfumes del nardo y el clavel
saturan esas formas académicas
que soñó Rafael.
En un lecho de pluma regalado,
bajo rico y flotante pabellón,
te aduermes cuando cubren las estrellas
la olímpica región.
Mas ¿qué vale que en copa de ambrosía
apures las esencias del placer
y brilles como gota de rocío
que el mar ha de sorber?
¡Los mismos que tus ósculos buscaron
trémulos de deseo y de pasión,
no tendrán para ti cuando te olviden
siquiera compasión!
Y cual la rosa que cayó en el polvo
deshojada por ronco vendaval,
cruzarás el camino de la vida
hundida en su arenal.
¡Oh! ¡si vieras cuán bellas a los ojos
son las delicias del pasado bien
cuando no han de tornar, cuando perdidas
para siempre se ven!
¡Cuántas veces ciñendo al breve talle
la rica seda y el ligero tul
habrás dado un suspiro recordando
tu pobre falda azul!
¡Cuántas veces en medio de la orgía,
cuando rebosa el vino en el cristal,
habrán bebido perlas de esos ojos
tus labios de coral!
¡Cuántas veces, en fin, esos placeres
que no pueden llenar tu corazón,
te habrán hecho anhelar los sufrimientos
que trae la expiación!...
¡Ay! vuelve, vuelve a tu tranquilo lago
donde florece el mirto y el laurel,
donde se mece de tu pobre amante
el humilde bajel.
Ahora sueñas tal vez con sus caricias,
no has de hallarme a tu lado al despertar,
soy para ti el relámpago que pasa
y no vuelve a brillar.
(Benito Mas y Prat).

--345--
-La luna besa tu blanca frente,
¿por qué no dejas que yo la bese
después de darte mi corazón?
¿Crees que los rayos de ese astro hermoso,
que impunemente tocan tu rostro
serán más puros que mi pasión?
(Benito Más y Prat).

--346--
Me gustas cuando callas porque estás como ausente;
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma,
emerges de las cosas llenas del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.


Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza.
Déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.


Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
(Pablo Neruda).

--347--
Desde el fondo de tí, y arrodillado,
un niño triste como yo nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en tierra,
verá en los tuyos lágrimas un día.

Yo no lo quiero, amada.
Para que nada nos amarre,
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,


ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,


ni tus sollozos junto a la ventana.

Amo el amor de los marineros que besan y se van.

Dejan una promesa y no vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera;


los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar.


Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca, amor divinizado que se va.

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,


ya no se endulzará junto a tí mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada,


y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. ¿Qué mas?


Juntos hicimos un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,


del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy, estoy triste, pero siempre estoy triste.


Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

Desde tu corazón me dice adiós un niño,


¡y yo le digo adiós!...
(Pablo Neruda).

--348--
Amor
Todos lo que amo
están en ti
y tú
en todo lo que amo.
¿Por que no?
¿Por qué no detenerme
en esa esquina
y sorprender a la muerte
por la espalda?
(Claribel Alegría).
--349--
A veces
pienso en ti
en lo que pudo ser
en tu ternura presa
en las deshoras.

--350--
También me gusta el amor
al que le cierran la puerta
el que entra por la ventana
volando sobre una cuerda.

--351--
No pienses en mañana
ni me hagas promesas
ni tú serás el mismo
ni yo estaré presente.
Vivamos juntos la cima de este amor
sin engaños
sin miedo
transparentes.

--352--
Siempre hay un intruso,
Una mirada a veces
un gesto entorpecido
una frase
un olor
el beso que al unirnos
nos separa.

--353--
Solos de nuevo
solos
sin palabras
sin gestos
sin adornos
con un sabor a fruta
en nuestros cuerpos.

--354--
En este aposento
que soy yo
mi realidad
(la cotidiana)
es un jadeo apenas
que se extingue.

--355--
Sólo éste ahora es mío
este momento
el pasado escapó
y no vislumbro el rostro
del futuro.

--356--
Es simple nuestro amor
sin estallidos
como una de esas casas
con helechos
y alguna que otra rana
intempestiva.

--357--
Ese beso de ayer
me abrió la puerta
y todos los recuerdos
que yo creí fantasmas
se levantaron tercos
a morderme.

--358--
Quiero ser todo en el amor
el amante
la amada
el vértigo
la brisa
el agua que refleja
y esa nube blanca
vaporosa
indecisa
que nos cubre un instante.

--359--
No era su leve andar humana cosa,
sino de forma angélica y volante;
no mortal parecía, sino diosa:
y al mirarla así sola semejante
por lo bella, modesta y pudorosa,
yo ser juraba u inmortal amante.
(Clemente Althaus).

--360--
Volaba la dorada cabellera
a Laura que en mil nudos la envolvía,
y de los ojos el fulgor ardía,
como el sol en mitad de su carrera.
De su piedad, o falsa o verdadera,
en el color de su rostro se teñía:
yo que al amor dispuesto me sentía,
¿qué mucho fue que de improviso ardiera?
No era su leve andar humana cosa,
sino de forma angélica y volante;
no mortal parecía, sino diosa:
y al mirarla así sola semejante
por lo bella, modesta y pudorosa,
yo ser juraba su inmortal amante.
(Clemente Althaus).

--362--
Tan honesta parece y tan hermosa
mi casta Beatriz cuando saluda,
que la lengua temblando queda muda
y la vista mirarla apenas osa.
Ella se va benigna y humillosa
y oyéndose loar, rostro no muda
y quien la mira enajenado duda
si es visión o mujer maravillosa.
Muéstrase tan amable a quien la mira
que al alma infunde una dulzura nueva
que solo aquél que la sintió la sabe.
Lleva en sus ojos al amor sin duda
la que embellece todo lo que mira;
y tal respeto su presencia inspira,
que el corazón le tiembla al que saluda.
Toda dulzura, toda venturanza
nace el alma del que hablar la siente;
mas, si en sus labios la sonrisa brilla,
se muestran tal, que ni la lengua alcanza
nunca a decir, ni a comprender la mente
tan nueva e increíble maravilla.
(Dante Alighieri).

--363--
Tal vez a ti y a mí dar larga vida
puedo con el cincel o los colores,
adunando mi amor y tu semblante.
Y mil años después de la partida,
se verán tus hechizos vencedores,
y cuánta razón tuve en ser tu amante.
(Miguel Ángel Buonarotti).

--364--
Cuando sale la Aurora y su faz mira
en el espejo de las ondas; siento
las verdes hojas susurrar al viento;
como en mi pecho el corazón suspira.
También busco mi aurora; y si a mí gira
dulce mirada, muero de contento;
veo los nudos que en huir soy lento
y que hacen que ya el oro no se admira.
Mas al sol nuevo en el sereno cielo
no derrama madeja tan ardiente
la bella amiga de Titón celoso.
Como el dorado rutilante pelo
que orna y corona la nevada frente
de la que hurtó a mi pecho su reposo.
(Torcuato Tasso).

--365--
El día que en tu faz la gloria entera
del grande sacrificio fulguraba
y una luz de los cielos hechicera
en tus ojos extática brillaba.
(Vincenzo Monti).

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