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ENTRISTECIDA

AUTORIA: lletraferida

Cierra los ojos y no mira. Una sospecha, un no se sabe qué.


Sale de la casa pausadamente, indecisa.
Vuelve atrás, enciende la luz y mira hacia la mesa, parece que algo busca. Un ligero mohín se dibuja en
su cara.
- A qué esperas, vamos.
Él la mira y aprieta los labios en un gesto contenido.
- Quieres hacer el favor de darte prisa, que vamos a hacer tarde.
Ella desiste de la búsqueda y sale.
- No sé, siento como que algo me dejo, no sé.
- Quieres poner de tu parte, Ana.
- Tranquilo, ya he salido, ¡vamos!
- Sucede que entre unas cosas y otras nos queda tiempo justo para tomar un café.
- Ya lo tomaremos después, cuando lleguemos cerca de la consulta, y si no da tiempo te quedas en el bar
que yo ya entraré sola.
- Ni hablar, ¿para eso te he estado esperando?
-¿Para eso te vengo a acompañar?
Dice irritado.
- Ya te dije que no era necesario, que yo sola me basto.
Hay tensión contenida.
Él la mira con indignación.
- Así que cojo la mañana libre para poderte acompañar y ahora me dices que te vales tu sola.
- Bueno, frena, no te pongas así.
Apresuran el paso y entran en la estación de metro. Él se adelanta e introduce su tarjeta y pasa. Desde el
otro lado de las máquinas de paso la mira con cara de pocos amigos.
- Toma la tarjeta.
- No hace falta, ya llevo una.
Ella busca en su bolso en uno y otro compartimento, saca su tarjeta y la introduce en la ranura.
- He cambiado el bolso y ahora no me aclaro con éste.
Él no contesta.
Se oye la llega un metro en ese momento, bajan corriendo las escaleras y llegan al andén justo a tiempo
para subir a él.
En todo el trayecto no hay palabras. Silencio.
Se han sentado y cada uno se pierde en sus pensamientos.
Ella cabizbaja mira al suelo. Se oye alboroto en la siguiente parada.
Algo sucede, el tren del metro no sigue su marcha.
Él la mira de vez en cuando. No median palabras.
Ella levanta la vista y observa distanciada. En el vagón que queda delante unos jóvenes están haciendo
movimientos cogiéndose de las barras. Piensa que deben estar intentando hacer cómo aquellos que se
exhiben en los circos.
Sucede que algo no va, no sabe qué. Se levanta y sale del vagón.
- ¿Qué haces?
- ¿Adónde vas?
Le espeta sorprendido.
- A casa.
- ¿A casa?
- ¡Sí, a casa!
- ¿Y para esto me haces venir?
- No te pedí que vinieras. Así pues, ¡déjame en paz!
Él la coge por el brazo intentando retenerla.
- ¡Que me dejes en paz!
- ¡No aguanto más!
Él queda perplejo. La deja ir soltando su brazo.
- Desde luego, ya te dejo en paz.
Indignado se aleja, no mira hacía atrás.
Ella camina. Unas lágrimas corren por sus mejillas. Con unos manotazos se las quita y arranca a correr
como alma que lleva el diablo. Al cabo de un rato se detiene mira a un lado y a otro.
Al otro lado de la calle hay una cafetería, entra y se sienta en la barra.
- ¿Qué le pongo?
Mira enfrente de ella, se ven unos bocadillos pequeños.
- Un bocadillo de esos.

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ENTRISTECIDA
AUTORIA: lletraferida

Señala enfrente.
- ¿De qué lo quiere?
- ¿De qué son?
- De atún, de jamón, de fuet, de chorizo,...
- De fuet, por favor.
- Un agua y un cortado, por favor.
El camarero coloca un vaso y un botellín de plástico delante de ella, va a buscar un plato y mientras tanto
prepara la cafetera.
Ella desenrosca el tapón de la botella y empieza a beberse el contenido. Piensa: -tengo la boca seca-. El
camarero le pone el bocadillo delante y ella mecánicamente empieza a comerlo pasando en cuestión de
segundos a comer con avidez.
Mira a su alrededor y observa como el camarero está anudando un delantal que ajusta con fuerza a su
cuerpo. Se para y advierte que el ambiente del local es agradable, hay buen 'rollito' entre la gente. El local
es grande, al fondo se ven unas mesa donde la gente mantiene conversaciones animadas, a su lado un
señor está ojeando el periódico. Entra alguien con paquetes de frutas. Piensa en ello y una sonrisa se
dibuja en sus labios. Después echa azúcar al cortado y se lo toma saboreándolo.
Observa la caja al otro lado, se levanta y ve que hay una bandejita con su cuenta, entrega un billete y
después recoge el cambio.
- ¡Gracias, hasta luego!
Sale a la calle decidida.
Sale a la calle decidida.
La gente camina por la ciudad.
Unos niños de la mano, un niño y dos niñas.
Ella piensa:
- Claro, han vuelto del veraneo y pronto empezarán a ir a la escuela.
Baja la calle, por una calle, sin hacer giros y bajadas como suele.
Pasa por delante de un colegio, en el suelo restos de basura mal recogida, cosas de barro pintado rotas y
otros restos de manualidades.
En la esquina, más abajo, la de Travesera ve un grupo de chicas. Las mira y capta la mirada de una de
ellas que se percata de su mirada, desvía la vista porque no quiere molestar.
Piensa que quizá sean alumnas del instituto. Observa que van con pantalones cortos de color caqui,
parecen prepararse para una excursión pero no llevan mochilas ni bolsas, se le ocurre que es coincidencia
en el vestir, más o menos como el hecho de llevar vaqueros.
Después de pasar de largo y cruzar la calle piensa que quizás no sean tan jóvenes como para ser alumnas
del instituto.
Las proximidades de los institutos son lugar de encuentro para exalumnos.
Se percata de que no sólo eran chicas.
¿Qué hizo que le pareciera que sólo fueran chicas?
Sus pensamientos la llevan a pensar en lo a gusto que ella se encuentra con las compañeras de trabajo.
Algún compañero hay, no muchos.
Ya se sabe que en los colegios los hombres escasean, la docencia es un trabajo feminizado.
Suena el teléfono. Mira y reconoce que es él. Duda en recibir la llamada o rechazarla.
Con gesto decidido contesta:
- ¿Sí?
Mantiene largo rato el teléfono en su mano. Por lo que se ve él no debe de parar de hablar.
Su gesto se endurece, aprieta sus mandíbulas.
- Perdona, si sigues por ahí te corto.
Se la ve nerviosa.
- Déjalo ya, por favor.
Retira el aparato de su oreja con brusquedad y cierra la conexión.
De nuevo suena. Lo mira con rabia i aprieta con saña una tecla para desconectarlo.
Da un respingo y sigue su marcha de forma precipitada.
Piensa que no son maneras, que algo va mal.
Ofuscada cruza la calle, claxon, un coche casi se la lleva por delante. Queda bruscamente quieta en medio
de la calle.
- ¡Se puede saber que hace!
Alguien le grita.
Desconcertada mira a todas partes y sigue hacia delante.
Va pensando sobre si misma. Se pregunta:
- ¿Qué ha sido que le ha hecho tomar esa salida, marcharse y dejarlo plantado?

2
ENTRISTECIDA
AUTORIA: lletraferida

- ¿Por qué le molestan sus imprecaciones?


Recuerda estos dos meses de verano, sus vacaciones.
Un vacío la invade.
Tiene que hacer algo, no sabe qué. Intuye que se la está jugando, que está somatizando.
Y un pensamiento se interpone:
- No se debe seguir con quién no te deja espacio ni aire para respirar.
- ¿Cuánto tiempo hace que no ha ido al cine?
Sus compañeras hablan de tal o cual película. Se está quedando fuera.
- ¿Y al teatro o a algún concierto?
- ¿O una charla distendida?, como las de antes.
- ¿Las de antes de qué?
No sabe.
Reconoce que en algún momento del tiempo, de un tiempo olvidado, perdió ese tren.
- He ido dejando que él decida.
- Él se mete en el ordenador y se está horas y horas.
- Me siento sola.
Han ido al pueblo y también a la playa. Odia la arena que todo lo invade.
- Luís y Julia ya se han montado las vacaciones por su cuenta., apenas si aparecen por casa. Hace tres
veranos les planteamos que debían organizarse vacaciones independientes de las nuestras, digo
planteamos, fue Jorge que insistió en la necesidad de recuperar nuestro espacio ahora que los niños ya no
eran tan niños.
- Me siento sola, tan sola, y la casa se me cae encima. Me levanto con dolores por todas las articulaciones
y las cervicales, por eso íbamos a la consulta y Jorge insistió en pedir permiso para venir a acompañarme,
pero yo quería ir sola porque necesito hablar de la opresión que siento en mi pecho, de esa sensación del
ahogo que está presente desde que me levanto.
- Se me cae la casa encima.
- Tengo que hablarlo con alguien, ¿pero con quién? Hace tanto tiempo que no intimo con mis amigas que
no hay confidencias entre nosotras.
- Éramos la envidia de todo el mundo, tan amable, tan comprensivo.
- Al principio con Jorge me bastaba, cualquier cosilla se hablaba y solucionado. Ahora sé que me he
distanciado y que él o no se percata o no le interesa.
Pasa por delante de una frutería y entra. Mira las frutas y verduras, coge un paquete de plátanos y va a la
caja. Se los pesan y le entregan el tíquet, busca en su monedero y entrega el importe justo. Sale a la calle.
Ya cerca de la casa ve que él la está esperando. Ella se para y se da la vuelta, no puede afrontarlo.
Tira ese paquete de plátanos a una papelera y marcha en dirección contraria. Toma el camino del mar,
hacía la playa por la rambla de Pueblo Nuevo. Quiere tiempo para pensar en todo lo que se le está
cruzando por la mente.
Marcha en dirección contraria, no se siente capaz de hacerle frente.
Necesita hablarlo, pero no con él, con él no podría.
Son tantos años de silencios contenidos, tantas ausencias.
Ella creía que vivía, pensaba que ésta era su vida.
Sucede que de pronto le ha caído la venda de los ojos y ahora no puede volver a dar los mismos pasos.
Necesita tiempo.
Coge su teléfono del bolso y lo vuelve a conectar, se para en la calle.
- Oye, Jorge.
Escucha con inquietud.
- Escúchame, por favor.
Se hace una pausa.
- Debes darme tiempo, necesito tiempo.
- Ahora no lo puedo hablar, necesito pensar.
Nueva pausa, escucha.
- Mira, te estoy diciendo que me des tiempo.
- No, no me pasa nada, sólo que...
Se interrumpe.
- Que te llamaré luego.
- Adiós.
Ana se ha alejado por las calles de la ciudad, perdiéndose en la vorágine humana.
Jorge está devorando cada uno de sus pensamientos. No acaba de creer que esto esté pasando, que le esté
pasando a él.
- ¿Cómo es posible que no se diera cuenta de que algo no funcionaba?, Piensa.

3
ENTRISTECIDA
AUTORIA: lletraferida

Y no hay forma de saber que se lleva entre manos.


- Ha pedido tiempo, ¿qué tiempo ni qué ...?, no entiendo nada.
Dice en voz alta.
Se descubre gesticulando y hablando sólo. Ésto le inquieta. Se silencia.
Coge el teléfono y llama, la llama.
- Ana, por favor escucha.
- No, no me cortes ahora.
- Ven, hablemos.
-¿Cómo puedes ser tan ...?
-¡Me ha dejado con la palabra en la boca!
En un impulso contenido casi tira el teléfono al suelo. Bruscamente se lo guarda en el bolsillo y enciende
un cigarrillo con gesto nervioso. Camina por la acera de arriba a bajo. Al final se para y toma una
decisión. Marcha en dirección al mar.
Solían bajar a la playa en sus largos paseos, desde muy temprano, las mañanas de los domingos. Esto
cuando aún no tenían los hijos y vivían como pareja sin más vínculo que la voluntad.
Recuerda las charlas que solían tener. Hablaban de todo y muchas veces discutían por cualquier chorrada,
discrepaban en muchos asuntos. Eran tan distintos y al tiempo tan cómplices.
Sus ojos adquieren ese brillo que da la emoción. Saca sus gafas y las limpia con un trapito. Acelera el
paso.
Se dirige al Puerto, a aquel café dónde permanecían largas horas repasando los diarios y suplementos
matinales.
Las calles estrechas. La Barceloneta con sus casas y sus calles. Esa humedad que da la proximidad del
mar. Ese olor peculiar de las cocinas de los restaurantes que preparan diversidad de mariscos.
Chicas y chicos en patines que en esta parte de la ciudad son habituales, algunos en bicicleta.
Los chiringuitos que a estas horas empiezan a prepararse para la llegada de turistas. Algunos autobuses de
los que transportan personas de comarcas que hacen su excursión a la ciudad condal. Reconoce nuevas
voces, la riqueza del lenguaje que se comparte en una localidad. Es una cierta musicalidad.
En estas observaciones se distrae. Mira y allí está. Acelera el paso.
Al poco se detiene y se da la vuelta.
Ha visto en su cara una expresión nueva. Ella no le ha visto, no da muestras de ello.
Recapacita.
- Está consigo misma, no la importunaré.
- Quiere pensar.
- Mejor la dejo.
- La veo bien, mucho mejor de lo que hace tiempo la estuve viendo.
- Ahora me percato, ¿qué ciego estuve?
- ¿Cómo pude pasarlo por alto?
Él marcha hacia otro lado.
- ¡Jorge!
Alguien le llama, es ella.
- ¡Ana!
Se aproxima y en un abrazo se funden todos los cerrojos del alma.
- Es que...
- No, no digas nada.
Se cogen de la mano y como en renovado vínculo caminan.

02/10/2006

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