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DA CUALQUIERA DE UNA ENCINA EN CAMPO DE MONTIEL

Una encina en medio del campo es como un imn, un lugar de descanso para la mirada, una sombra en la que refrescar la fatiga del cuerpo. Una encina nunca es igual a s misma ni se la ve siempre con unos mismos ojos. A veces, las encinas hablan y a los que las oyen se les llama adivinos. As es como, al calor de unas ramas de chaparro en la lumbre, escuch el orculo de un adivino zahor:

Era una carrasca solitaria, singular y bella. Como el desage de un mar de cebada o como el eje sobre que se levantaba la tienda del cielo, todos los que pasaban cerca, se sentan irremediablemente atrados haca ella.

Un da, temprano, pas un nio camino de la escuela. Se acerc a la encina. Le dio cinco vueltas corriendo. Se meo en su tronco. Le tir una piedra, cayeron bellotas y se las comi.

A media maana, se acercaron dos jvenes. El chico grab sus nombres con la punta de una navaja en el tronco de la encina. La chica grab un beso en los labios de l.

Ms tarde, se par un leador, que admir la robustez y belleza de la encina. Pens en cuanto tardara su brazo en talar aquel rbol. Mas era el medioda, haca calor y sigui adelante.

Por la tarde, en el camino se detuvo un comerciante. Consider cuanta madera podra hacer de la encina solitaria y calcul su beneficio, pero desech la idea, pues era ms rentable talar un bosque.

Caa la noche. Un anciano se sent bajo encina. Muy cansado, la vida se le escapaba. Agradeca a la encina todos los servicios prestados: las bellotas, el beso, la belleza, los proyectos. Y as fue como un da de la encina fueron 80 aos de aquel hombre que desapareci bajo sus races

JMAV

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