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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA


ESCUELA DE FILOSOFÍA

DISERTACIÓN PREVIA A LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO DE


LICENCIADO EN FILOSOFÍA

TÍTULO DISERTACIÓN

EL CONCEPTO DE MUJER COMO UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL EN EL


PENSAMIENTO DE SIMONE DE BEAUVOIR

por

MARCO ANTONIO AMAT AVILÉS

DIRECTORA: DRA. NANCY OCHOA ANTICH

QUITO, 2010
“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.”

Simone De Beauvoir

“Creo que será verdaderamente glorioso cuando las mujeres sean personas realmente auténticas y
tenga todo el mundo abierto a ellas.”

Karen Blixen

“Llamar a las mujeres el sexo débil es una calumnia; es la injusticia del hombre hacia la mujer.”

Mahatma Gandhi
A todas las mujeres que sufren las consecuencias…
Del machismo, la exclusión social,
la violencia intrafamiliar y
el maltrato.
Especial agradecimiento a las mujeres que luchan por vivir…
una existencia auténtica.

Sincero agradecimiento a la PUCE, a la Compañía de Jesús y


a mi familia por apoyar este proyecto.
ABSTRACT

Mujeres y hombres vivimos bajo las mismas costumbres, leyes, normas,


pero no bajo las mismas oportunidades. La mujer está ocupando el lugar
secundario, es considerada “el segundo sexo”, “lo Otro”. La sociedad es la que
determina el lugar social de cada uno en la estructura que llamamos civilización.
De la misma forma construye a sus miembros. La mujer no nace, se hace.
Simone de Beauvoir, como voz de las mujeres, reclama el derecho de poder
construir su vida, realizar su existencia en libertad, sin determinismos establecidos
por el “hombre artificial”, la cultura. Este trabajo hace eco de aquella voz que grita,
a la sociedad post-moderna, que las mujeres quieren tomar en sus manos sus
propios destinos. Hay un mundo delante de sus ojos que pide ser tomado y
reestructurado desde una perspectiva diferente.

ii
ÍNDICE

1 Abstract ................................................................................................................................................... ii
Introducción ............................................................................................................................................ 1

CAPÍTULO PRIMERO .......................................................................................................................... 7

1.1. Biografía y contexto de Simone de Beauvoir ...................................................................... 7


1.2. Influenicas de corriente filosóficas en Simone de Beauvoir .......................................... 19
1.2.1. Existencialismo ateo de Jean-Paul Sartre ............................................................... 19
1.2.2. Categorías existenciales asumidas en el pensamiento de Simone de
Beauvoir……...………………….………………………………………………………............. 20
1.2.2.1. La libertad............................................................................................................................. .20
1.2.2.2. Conducta de mala fe y angustia .................................................................................... 21
1.2.2.3. La subjetividad y la trascendencia……………………………………………..….…....... 22
1.2.2.4. Situación ................................................................................................................................ 22
1.2.2.5. El ser-en-sí, el ser-para sí y el ser-para-otro................................................................ 24
1.2.3. Dialéctica del amo y el esclavo en la Fenomenología del Espíritu de Hegel ......... 25
1.2.4. Marxismo .................................................................................................................................. 27

CAPÍTULO SEGUNDO: DEFINICIÓN Y CONCEPCIÓN DE MUJER…………………… 30


2.1. En busca de una definición de la mujer ............................................................................ 30
2.2. Definiendo a la mujer desde la biología y la psicología ............................................... 32
2.2.1. Desde la Biología .................................................................................................................... 32
2.2.2. Desde la Psicología ............................................................................................................... 35
2.3. Haciendo un poco de historia ............................................................................................. 37
2.4. Los mitos que la sociedad ha utilizado contra la mujer ................................................ 43
2.4.1. La ambivalencia de la mujer ................................................................................................ 44
2.4.2. La impureza de la mujer ....................................................................................................... 44
2.4.3. La puerta hacia lo místico .................................................................................................... 45
2.4.4. La virginidad ............................................................................................................................ 45
2.4.5. El matrimonio como meta para todas las mujeres ................................................. 45
2.4.6. La belleza y sus adornos ..................................................................................................... 46

iii
CAPÍTULO TERCERO: MUJER Y SOCIEDAD ......................................................................... 48

3.1. Introducción ................................................................................................................................. 48


3.2. La sociedad empuja a las mujeres hacia el matrimonio .......................................... 49
3.3. El matrimonio como la plena realización de la mujer ...................................................... 55
3.4. La maternidad como destino de toda mujer ....................................................................... 60
3.5. El ocaso de la existencia femenina ..................................................................................... 63
3.6. Las mujeres y sus roles sociales ......................................................................................... 65
3.7. La mujer construida .................................................................................................................. 68
3.8 La liberación de la condición femenina .............................................................................. 71

CAPÍTULO CUARTO: DIÁLOGO ENTRE LA IGUALDAD Y LA DIFERENCIA .................................. 78

4.1. Aclaración de términos ..................................................................................................... 78


4.1.1. La igualdad ........................................................................................................................... 78
4.1.2. La diferencia......................................................................................................................... 83
4.1.2.1. Patriarcado ........................................................................................................................... 83
4.1.2.2. Feminismo de la diferencia .............................................................................................. 85
4.1.2.3. Feminismo-materialista .................................................................................................... 86
4.2. Semejanza, diferencia y críticas de las dos tendencias feministas ................... 87

CONCLUSIONES .................................................................................................................................. 95

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................. 102

iv
INTRODUCCIÓN

Las experiencias que nos brinda la vida son varias, algunas te son gratas,
otras te son agradables o desagradables; pero hay algunas que encajan en la
categoría de enseñanzas de vida. Ventajosamente la motivación para este trabajo
surgió en las aulas de la Escuela de Filosofía de la PUCE. Después de una clase
en la Facultad salí conversando con una compañera acerca de los contenidos
analizados en el salón.

Pregunté interesado en una conversación ordinaria:


- ¿Qué te pareció la clase?
- Interesante el tema, pero me surgió una duda.
- ¿Cuál fue?
- No creo que te interese, puede ser una pregunta sin importancia.
Extrañado de la respuesta, la persuadí:
- Pero dime, ninguna pregunta es insignificante, además no limites la
capacidad del conocimiento, siempre está la oportunidad para aprender por
medio de interrogantes que nos cuestionan.
- Está bien, pero me darás una respuesta.
- Vale.
- ¿Por qué la mayoría de los hombres tienen concepciones machistas?
No comprendiendo adónde quería llegar le respondí:
- ¿Cómo?, ¿a qué te refieres?
- Sí, se supone que ustedes los cristianos no deben tener concepciones
machistas o discriminatorias, ya que Jesús no está a favor de algún grupo
sino a favor de la humanidad.

1
Es una crítica fuerte, a pesar de no darse cuenta de ello.
- Sí, es verdad, pero no entiendo adónde quieres llegar.
- En la clase se dio a entender que las mujeres son inferiores a los
hombres, como si no fueran capaces de producir pensamiento por sí
mismas. Pareciera que sólo los hombres son escuchados con atención y
respeto.
Sinceramente me sorprendió el planteamiento de mi compañera. Asombrado le
dije:
- Creo que en la antigüedad pasaba eso, pero ahora ya no. Mira, ahora las
mujeres están en áreas donde antes no podían estar. Por ejemplo, eres
mujer y estás en la carrera porque te interesa y te gusta, además eres
muy capaz.
Después de un momento de silencio me respondió:
- Es verdad, pero cuántas mujeres son filósofas, muy pocas. ¿Por qué
crees que acontece aquello?
- Bueno, eh… creo que no les interesa mucho la filosofía.
Con un tono de molestia me contestó:
- No, no es esa la razón, el motivo es porque la sociedad no da la
oportunidad a la mujer para dedicarse a esos ámbitos. Piensa que la
mujer debe de estar en la casa cuidando de los hijos y del marido, que su
lugar es el hogar. Es más, ustedes, seminaristas cristianos, deben
protestar defendiendo a las mujeres de esa suerte. Pero no hacen ni
dicen nada. Se quedan callados, hasta incluso parecen aceptar esta idea.
Date cuenta en clase, nadie dijo nada. Estaban de acuerdo con aquella
injusticia.
Silencio… por un instante… tenía que reaccionar: además no tenía contra-
argumentos que pudieran desmitificar lo anterior. Sólo le respondí:
- No seas exagerada, que no se dijo que las mujeres deberían estar en las
casas.
- Claro, es verdad que no se lo dijo pero esa concepción estaba
subyacente en las intervenciones de los estudiantes.
No contaba con mucho tiempo, tenía otra clase, pero quería seguir con el tema.

2
- Respondí; voy a pensarlo con detenimiento. Bueno, te dejo que tengo
que marcharme.
- No prestes atención a estas cuestiones sin importancia. Ustedes tienen
que atender a necesidades más trascendentes.
Sin duda aquella conversación me dejó pensando por el resto del día. Vinieron
cuestionamientos con respecto al tema de la valoración de la mujer. La
importancia en la sociedad, su rol en la cultura actual. Sencillamente no tenía
respuestas. No conocía el tema, tampoco me había preguntado sobre el
machismo o el feminismo. Después de un buen tiempo me di cuenta que tenía
concepciones “machistas”.
Pasaron más de 2 años cuando tuve la necesidad de escoger un tema para
la preparación del plan de disertación. Estaba en séptimo nivel, era necesario
decidirme por una temática para investigar. Por mi mente pasaban los grandes
autores de Filosofía Kant, Hegel, Heidegger, Habermas, Wittgenstein, Russell,
Sartre, Michael Foucaoult, entre otros. Todos me agradaban, pero no sabía por
cuál decidirme. Varios días después, como un destello interior me acordé de la
conversación sobre la mujer y su condición. Desde ese momento empecé a
investigar sobre el tema, luego de varias consultas en la biblioteca y a los
profesores de Filosofía, me decidí investigar sobre la condición de la mujer. Un
amigo cercano me recomendó Simone de Beauvoir sobre la problemática
planteada.
En este trabajo he querido tratar de conocer la propuesta de Simone de
Beauvoir sobre la mujer como una construcción social. No sólo conocerla sino
analizar aquella afirmación desde la misma realidad. Por eso este escrito no sólo
se basa en la exposición de la filósofa, sino que conlleva una mirada crítica hacia
el entorno socio-cultural. Preguntarnos sobre la condición femenina, la situación
de la mujer en la sociedad, la mujer frente a su realidad ontológica, frente a la
realización existencial.
Ahora, estimado lector, te invito a plantearte algunas cuestiones
importantes que nos ayudarán a entender la posición de muchas mujeres que
reclaman la reivindicación de la condición femenina. ¿Qué lugar tienen las
mujeres dentro de la sociedad actualmente?, ¿la sociedad apoya y estimula a las
mujeres que se desenvuelven en el ámbito público?, ¿dieras tu voto en unas

3
elecciones presidenciales a una mujer?, ¿te subirías en un taxi conducido por una
mujer?, ¿acatarías las órdenes de la presidenta de la empresa donde trabajas
siendo tú un accionista? No voy a valorar las respuestas, solo voy a darte la
oportunidad de pensar que en el común de los ciudadanos es difícil aceptar que
las mujeres entren o formen parte de ciertos ámbitos “que solo le corresponden a
los hombres”.
Sólo recordemos hace unos 15 ó 20 años, no encontrábamos mujeres
conduciendo un camión, un taxi, o un bus ejecutivo. Las mujeres no participaban
de la vida pública, como participan ahora. Ha sido un trabajo lento y progresivo
que se ha conseguido por un cambio de paradigma que surgió a mediados del
siglo pasado. Hay que reconocer los grandes o pequeños avances de la teoría de
género. Estamos caminando no hacia la igualdad o la enfatización de la
diferencia, sino hacia rupturas de las barreras que obstaculizaban a las mujeres
llegar a ámbitos “reservados” (diría retenidos) para los hombres.
Este problema nos ha llevado a afirmar que la mujer es una construcción
social. La mujer no nace con la responsabilidad de cuidar de los hijos, y del
marido, no trae consigo el compromiso de atender las necesidades del hogar, del
ámbito privado del ser humano. No nació cargando la escoba, el trapero y las
ollas. La mujer al igual que el hombre nace ante un mundo, una sociedad, que los
recibe con reglas, costumbres, roles establecidos, bajo un lenguaje fijado, con
determinadas prácticas. Es decir, en una sociedad establecida, pero que tiene la
capacidad de ser mutable, cambiable, según la necesidad y la circunstancias
espacio-temporales. Por eso, es válido afirmar que no sólo la mujer sino también
el hombre son construcciones sociales. Somos configuraciones de nuestras
sociedades, culturas o pueblos que nos circundan.
Si quieres leer entre líneas, pues te diré que encontrarás la intencionalidad
de una apología de la condición femenina. Mostrar la situación de las mujeres en
las sociedades de los siglos pasados, para darnos cuenta que aún encontramos
ciertos rasgos en la nuestra. Por eso, en el capítulo primero encontramos una
sencilla pero profunda biografía de Simone de Beauvoir, que nos ayuda a
ubicarnos en el contexto social y familiar que va a influir en sus posturas. Después
plateamos las corrientes filosóficas que han influido en su pensamiento, las cuales
nos ayudarán a entender su posición y su obra El Segundo Sexo.

4
Especialmente, hay que resaltar que Simone de Beauvior es influida por el
existencialismo ateo de su amigo Jean-Paul Sartre. Así que para entender su
postura feminista hay que verla desde los ojos del existencialismo
fundamentalmente.
En el segundo capítulo hallamos uno de los conceptos fundamentales de
su postura. Aclararemos la concepción de mujer que subyace en El Segundo
Sexo. Posteriormente ese concepto se lo confronta desde el punto de vista de la
biología y la psicología, que nos dan material para entender las categorías de
“hembra”, “lo inesencial”, “lo otro”, “el segundo sexo”. Por último, nos vimos en la
necesidad de recorrer la historia para comprender la evolución de la condición
femenina; y tener claro cuáles han sido los roles y mitos en los que la sociedad la
ha envuelto.
En el capítulo tercero analizamos la famosa tesis de que la mujer no nace
sino que se hace. La sociedad es la que configura y construye a las mujeres
según las necesidades de ésta. Culturalmente consideramos al matrimonio y la
maternidad como destinos irrenunciables para la mujer, según la sociedad,
destino del cual no podía escapar, porque su realización existencial dependía del
cumplimiento de estas dos funciones vitales. Gracias a los planteamientos y
críticas de Simone de Beauvoir nos dimos cuenta que tal concepción estaba
dando como resultado una mujer no realizada existencialmente; que sentía que la
realización de la feminidad no está en sus manos, sino que dependía de los otros,
los hombres. En la última parte del capítulo, se plantea el camino de la liberación
y sus dificultades, propuestos por la filósofa existencialista.
Por último, en el capítulo cuarto exponemos una síntesis de las dos
corrientes más fuertes en el feminismo, la igualdad y la diferencia. Para poder
ubicar la propuesta de Simone de Beauvoir y poder hablar con un mismo
vocabulario que propone la teoría de género. El análisis de la propuesta de la
filósofa nos permite puntualizar que este nuevo enfoque, que lo iluminado con el
pensamiento de varias feministas, que ayudan a enriquecer la postura propuesta
y a entender el reto de la reivindicación de la condición femenina en nuestras
sociedades.
Ahora dejo que seas el personaje principal que se enfrenta a esta realidad.
Espero que disfrutes del trabajo, y sea de tu provecho personal. Quiero recordarte

5
que está escrito para todas las mujeres que sufren una existencia alienada,
frustrada por las actividades cotidianas del hogar, mujeres que sienten que no han
y/o están viviendo como mujeres libres.

6
CAPÍTULO PRIMERO
1.1. BIOGRAFÍA Y CONTEXTO DE SIMONE DE BEAUVOIR

En la Historia de la Humanidad ha habido mujeres que han sobresalido,


como grandes personajes que se recuerdan con gratitud. Una de esas mujeres,
cuya figura quiero resaltar en este trabajo, es Simone de Beauvoir. Mujer francesa
que supo romper costumbres, clichés e ideologías que su tiempo le imponía.
Supo resaltar y rescatar el valor y la imagen de la mujer, en una sociedad y en un
tiempo en donde no se le daba la importancia merecida.
Nace en París un 9 de enero de 1908. Dentro de un ambiente literario y
artístico. Medio que la cautivará, desde las primeras etapas de formación, para
apasionarse por la vocación de escritora literaria. Vocación que le traerá muchos
inconvenientes que superar.
Su ambiente familiar fue muy de la época, tradicional católico, de
ascendencia aristocrática. Su padre, George, era un aristocrático intelectual que
desempeñaba la función de abogado, con gustos en el teatro y en una vida social
amplia. Su madre, Françoise, una mujer de una postura social y económica
media, era de un carácter firme con una moralidad católica.
Los primeros años de Simone de Beauvoir fue de una niña burguesa que
disfrutaba todas las comodidades necesarias de su medio. El entorno cultural y
social de sus primeros años cambió por el estallido de la I Guerra Mundial. Esta
guerra se desarrolló por tres causas principales; por el intenso espíritu
nacionalista que se extendió por Europa a lo largo del siglo XIX y comienzos del
XX, por la rivalidad económica y política entre las distintas naciones y por el
proceso de militarización y de vertiginosa carrera armamentística que caracterizó
a la sociedad internacional durante el último tercio del siglo XIX.

7
Cuando el nacionalismo impulsado por la Revolución Francesa estaba muy
difundido entre la mayoría de las naciones europeas, empezaron a surgir
inconvenientes por la idea de que las poblaciones que compartían un origen
étnico, una lengua y unos mismos ideales políticos tenían derecho a formar
estados independientes. Este espíritu nacionalista no solo influyó en el campo
ideológico- político sino también se puso de manifiesto en el terreno económico.
El desarrollo de la industria provocó un gran incremento de productos
manufacturados, por lo que los países europeos se vieron obligados a buscar
nuevos mercados en el exterior. Lo que trajo como consecuencia fue la rivalidad
económica entre países y naciones por el dominio de los territorios en donde el
mercado tuviera mayor incidencia. Por ese motivo Francia, Alemania y Gran
Bretaña estuvieron a punto de provocar una guerra en Europa por varias
ocasiones. Ante las tensiones políticas económicas que mantenían las naciones
europeas, éstas adoptaron medidas políticas interior como exterior entre 1871 y
1914. Las naciones más poderosas mantuvieron numerosos ejércitos que se
desarrollaban constantemente mediante reclutamientos realizados en tiempo de
paz, y promulgaban las construcciones de estados mayores capaces de elaborar
planes de movilización y ataque muy precisos que causasen daños irreparable.
La explosión de la I Guerra Mundial en 1914 que duró hasta el 27 de
octubre de 1918, provocó la muerte de más de 12 millones de personas
principalmente de Rusia, Alemania, Francia y el Reino Unido. Las pérdidas
materiales fueron devastadoras ya que se piensa que el gasto sobrepasó los
186.000 millones de dólares. Así, en casi toda Europa los medios de
comunicación, el transporte, los cultivos, los edificios, etc., quedaron destruidos, lo
que provocó una gran crisis en ese continente.
Consecuencia de esta guerra fue la crisis del año 1918 que afectó a la
economía y estabilidad de la sociedad civil. La familia de los Beauvoir entró en
serias dificultades, específicamente después de la revolución bolchevique, cuando
el papa de Simone perdió todas sus inversiones que había hecho en el negocio
de ferrocarriles rusos. 1
En la casa de ella, la figura del padre va a tener una relevante e influyente
importancia para su formación personal e intelectual. Ella admiraba a su padre por

1
Cfr, López, Teresa, Simone de Beauvoir, Madrid, Editorial Biblioteca filosófica 102, 1999, págs. 15-17.

8
su gran formación y las magistrales conversaciones que tenía con sus amistades.
Él, por sus valores aristocráticos, aborrecía las costumbres burguesas, era un
nacionalista que le desagradaba la República. “Su moral privada se basaba en el
culto a la familia: la mujer, como madre, era para él sagrada; exigía de las
esposas fidelidad, de las jóvenes inocencia, pero consentía a los hombres
grandes libertades…” 2
Françoise era tímida, carecía de seguridad y de alegría. Le enseñó a su
hija a leer, escribir y algunas convenciones para que pudiera desempeñarse en la
sociedad. Por su formación de mujer tradicional, le inculcó a Simone a llevar
hábitos religiosos católicos. Además de ciertas “virtudes” como la austeridad, el
olvido de sí, la importancia del deber de mujer, censurar los deseos, etc. En
conclusión, le mostró un estilo de vida típico del siglo XIX.
Por el ambiente familiar Simone tuvo que cargar con un conflicto, de llevar
una vida intelectual, influida por su papá, combinada con una vida espiritual
religiosa; trabajo difícil e inconciliable que se derrumbará en poco tiempo.
Debido a su contexto de intelectualidad ella sobresalía en los estudios, y se
esforzaba sólo para complacer a sus padres, ya que ellos esperaban mucho de
ella. Pero a cambio, ella pedía ser considerada como una adulta, cosa que ellos
no le conferían. Uno de los costos de su intelectualidad fue la poca relación o
contacto social, ya que no disfrutaba mucho de salidas y juegos con amigas, solo
con una niña, amiga de toda su vida, Zaza.
Su distracción era contar la lectura de libros que ella había hecho. El amor
por los libros era grande, ya que no le importaba irse en contra de la autoridad de
sus padres, con tal de leer aquellos libros prohibidos. Cuando leía esos libros, ella
pretendía saber por qué esos libros eran catalogados como prohibidos. Esta
actitud de sospecha le va a producir muchos problemas, ya que empieza a
desconfiar de sus padres.
Desde esa época ella desconfiaría de las opiniones de los adultos, sentía
que ellos le engañaban y le ocultaban la realidad tal como era. Cuando llega a los
17 años empieza a rechazar de forma violenta todo lo aprendido en su infancia.

2
DE BEAUVOIR, Simone, Memorias de una joven formal, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
1960, pág. 41.

9
“Me habían enseñado a confundir lo que deber ser con lo que es: no examinaba lo
que se ocultaba bajo la convención de las palabras.” 3
En su adolescencia la imagen y el amor por su familia irá desvaneciéndose,
como la ilusión de una familia feliz. Descubría que su realidad estaba recién
mostrándose, por medio de los libros. En consecuencia, ella adopta una actitud
de desconfianza hacia los demás. Esto la llevará a una vida de una joven solitaria
e insociable, permaneciendo al margen de las costumbres de la sociedad
francesa.
A estas alturas ella se disoció de la idea del Dios cristiano, consideraba que
si existía, tenía que revelársele, y como nunca se le reveló ella lo dio por ser un
mito. Esto le trajo consecuencias graves. Antes consideraba que Dios le
aseguraría la vida, “Encaraba la vida como una aventura dichosa; contra la
muerte, la fe me defendería: cerraría los ojos y en un santiamén las níveas manos
de los ángeles me transportarían al cielo.” 4 Ahora ya no está ese ideal, su mundo
de concepciones se le desvaneció, tendría que comenzar de nuevo. En su mundo
ya no había fe, no había amor al prójimo, ni a nada. Solo le quedaba su amiga
Zaza y su individualidad. “… me resultaba más fácil imaginar un mundo sin
creador que un creador cargado con todas las contradicciones del mundo (…) una
tarde, en Paris, comprendí que estaba condenada a la muerte.” 5
Pero para luchar contra ese aislamiento, buscado por ella misma, comienza
a escribir un diario íntimo en el que analizará su situación, manteniendo un
diálogo con ella misma. La escritura era un método para escapar de la soledad en
la que se vía agobiada.
Otras ideas que maduró en esta etapa fue la de maternidad y matrimonio,
no concebía en su esquema mental que una mujer estaba condenada, por la
sociedad, a ser madre y esposa. En sus planes de futuro estaba enamorarse de
un hombre inteligente, con mucha cultura y cuya autoridad se manifestara entre
los demás.
Su primera ilusión de amor fue su primo, Jacques, un joven de carácter
fuerte y muy inteligente. Él fue quien la introdujo en espacios físicos de arte y
literatura. Por las tardes y noches él la acompañaba a sitios de vanguardia del
3
Ibid., pág.119.
4
Ibid., pág. 53.
5
Ibid., pág. 150.

10
mundo intelectual parisino y a estrenos de acontecimientos culturales. Desde ese
momento se hizo decisiva para ella la literatura y sobre todo, en ese ambiente
parisino en donde se dan cita escritores, pintores, y extranjeros amantes de la
literatura, siente que ése es el mundo que debe construir y conquistar.
Cabe mencionar que el siglo veinte se va a caracterizar por una clara crisis
de valores, influencia del nihilismo, que afectó a las bases sociales, científicas,
literarias, artísticas; ya que se van a poner en tela de juicio ciertas teorías,
categorías, paradigmas que se mantenían de la modernidad. También es notable
la crisis del pensamiento racionalista, y el surgimiento de nuevas corrientes
filosóficas como el marxismo, existencialismo, vitalismo, psicoanálisis que nos
presentan otra forma de ver y entender la realidad.
Al igual que en el campo de la literatura va a estar presente el escritor
(Franz Kafka, André Malraux) que adopta una actitud más serena, menos
pesimista y crítica a cerca de las situaciones sociales, que se plasma en forma de
relato para llamar la atención de las personas y que de esa forma, vean la
realidad como es y la critiquen a fin de mejorarla. Después de las guerras
mundiales va a surgir un movimiento literario con un enfoque social, (Albert
Camus, Samuel Beckett y Eugène Ionesco) esta literatura tiene como principal
interés la denuncia de ciertos aspectos y se centra en problemas sociales. En la
literatura comprometida el autor tiene un compromiso político y eso se ve reflejado
en su obra. Denuncia una situación social injusta.
En el campo del arte, especialmente, en Francia, Alemania, Suiza, España
y muchos otros países surgen movimientos de jóvenes poetas y pintores, que
dieron lugar a las vanguardias artísticas, que se revelaron contra todas las formas
artísticas tradicionales e iniciaron su camino declarando su intención de destruir el
arte clásico. No se da mucha importancia a las normas estrictas artísticas en que
habían imperado en siglos pasados, y a todo el mandato racional que se imponía,
prevaleciendo los valores más importantes que son los dictados por el
inconsciente. Además, la literatura no escrita sino dramatizada, el teatro, se
difunde en siglo XX por dramaturgos que se comprometen con la realidad desde
un punto de vista político-social, a fin de provocar en el espectador la conmoción
para la reflexión.

11
En marzo de 1926 Simone de Beauvoir obtiene su Certificado de Literatura,
en junio el de Matemáticas y el de Latín, materias en las que ella no estaba
interesada. Por influjo de una profesora ella empieza sus estudios universitarios
en Filosofía, en la Soborna de Paris. Allí ella encuentra su gusto por esa ciencia
“… me atrajo en la Filosofía fue que suponía que iba derecho a lo esencial. Nunca
me habían gustado los detalles, veía el sentido global de las cosas más que sus
singularidades y prefería comprender a ver; yo siempre había deseado conocerlo
todo;…” 6 Además su interés también fue por el lado de destruir los prejuicios
sociales y demostrar que las mujeres eran iguales a los hombres, ya que eran
muy pocas las que estudiaban Filosofía.
Esto nos remite al tema de la igualdad de género. Simone de Beauvoir
consideraba que los hombres y las mujeres eran iguales en condiciones, ella creía
en una “igualdad en la diferencia”. Este concepto va a estar presente en todo su
pensamiento literario, y en su vida; ya que demostró con los hechos que ella
podía llevar una vida con los “privilegios” de un hombre. Incluso antes de rechazar
la idea de Dios ella pensaba que entre el marido y la mujer debía de haber una
igualdad, en donde no sobresalga la diferencia, tan marcada en aquella época.
Entonces, si ella encontraba un hombre igual o superior a ella, se casaba. Como
sabemos, esa idea desfalleció pero no el ideal de encontrar a alguien superior a
ella, que en su caso fue Jean Paul Sartre, filósofo existencialista.
Dicho filósofo aparece en su vida en el año 1929, y va a ser un elemento
importante en la maduración de sus ideas filosóficas. Con él, Simone podrá
concretar el estilo de vida deseado desde su juventud. “… por sus intereses, sus
aficiones y sus manías, Sartre era el compañero perfecto que deseaba desde la
adolescencia encontrar.” 7
Hay que resaltar un hecho de suma trascendencia, es que desde que Jean
Paul Sartre llegó a su vida, ella ya no sería la misma mujer. El concepto de
“libertad”, que le proporcionaba el existencialismo, ella no solo lo conoció
teóricamente sino que lo hizo realidad junto con él. Ella decide separarse de la
casa paterna, desvincularse de ese ambiente familiar en el que estaba sumergida.
De esta forma ella encuentra el hilo conductor que estaba buscando desde hace

6
Ibid., pág. 172.
7
López, Teresa, Simone de Beauvoir, Op. cit., pág. 22.

12
mucho tiempo. Una vida basada en la libertad, en el amor a la vida, y en el
escribir.
A pesar de su gran formación intelectual, Simone de Beauvoir llega a
penetrar en el mundo de los grandes intelectuales de los años treinta gracias a
Jean Paul Sartre. Ella fue una de las escasas mujeres a las que el universo
selectivo de la intelectualidad parisina del momento admitía. 8
Ellos no fueron nunca marido y mujer. Solo compartían la vida, sin un
compromiso obligatorio que los vinculaba a estar juntos por siempre y para
siempre. Ya que el carácter de obligatoriedad hubiera ido en contra de sus
principios filosóficos. Ellos solo habían pactado estar unidos hasta que ellos
quisieran. En esa relación había una libertad absoluta, nadie era dueño de nadie.
No vivieron juntos toda su vida sino que se encontraban por tiempos o para
proyectos que tenían en común.
Les gustaba viajar por diferentes partes del mundo, empezando con su
país, Francia, y se extendieron por sus alrededores: Alemania, Italia, Grecia, etc.
Viajaban con lo justo y necesario, a veces en tren otras en bicicletas, y otras a pie.
Vivian su aventura y sobre todo sus ideas y concepciones. En esos viajes y
recorridos ellos encontraban personas con quien compartir sus posturas,
convicciones, ideas. Otro atractivo fue realizar debates entre sus amistades, obras
de teatro, u otras actividades artísticas. Estas experiencias enriquecían sus
visiones del mundo y la realidad.
Jean Paul Sartre era más sensible a la realidad socio-política de aquellos
tiempos, Simone de Beauvoir más encerrada en su mundo y círculo social, ella
misma se definía como individualista, con indiferencia social. No le importaba la
humanidad como especie, solo quería realizar su proyecto de vivir una vida en
plena libertad, junto a quien la hacía feliz. Estas ideas no duraron mucho, ya que
la Segunda Guerra Mundial despertó en ella ese sentido humanitario, ese
compromiso social, del cual se veía libre. “… la primavera de 1939 marca un corte
en mi vida. Renuncié a mi individualismo, a mi antihumanismo. Aprendí la
solidaridad.” 9

8
MUÑOZ ZIELINSKI, María Teresa, Simone de Beauvoir,
http://www.um.es/tonosdigital/znum8/perfiles/simone.htm. Acceso: (02/12/08)
9
De Beauvoir, Simone, La plenitud de la vida, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1962, pág. 389.

13
No cabe duda alguna que al final de la guerra se planteaba en Europa el
problema de las personas desplazadas a causa de las vicisitudes de la guerra. En
tanto que millones de hombres y mujeres vagaban de un punto a otro del
Continente, ex prisioneros de los campos de concentración nazis que trataban de
volver a sus respectivos países, ex colaboracionistas que esperaban escapar a
las represalias y los castigos. Sumado a esto el panorama de las destrucciones
materiales era también desolador; numerosas viviendas y otras construcciones
fueron destruidas. Las comunicaciones, los puertos, los ferrocarriles, los puentes,
los viaductos y las grandes ciudades sufrieron los daños mayores. En Francia,
Italia y Alemania las instalaciones industriales habían sufrido menores daños; en
las naciones de tradición industrial lo que impediría la recuperación sería la falta
de materias primas y recursos financieros.
Por otro lado, la ruina psicológica y moral que padecía los sobrevivientes
de la guerra por la utilización sistemática de la tortura por la Gestapo, la
dominación de dictaduras militares y policíacas, la acentuación de los
antagonismos de clases, la lucha enconada entre colaboracionistas y miembros
de la resistencia provocaron trauma moral en la conciencia humana ante el hecho
inexplicable e injustificable del desarrollo de una barbarie tal que se desplegó en
el mundo civilizado del siglo XX 10.
Todas estas consecuencias y secuelas de la Segunda Guerra Mundial,
más el sufrimiento que padeció por el alejamiento de Sartre mientras estuvo
reclutado, la angustia de verse al borde de la muerte y del fin del mundo,
marcaron su vida para siempre. Como ella misma lo dice, “Ese período (…) me
hizo pasar de la juventud a la madurez” 11 Junto con este logro, ella consiguió otro,
dejar de pensar que ella ya tenía la verdad absoluta. O distinguir bien entre haber
encontrado la verdad de su vida o existencia y haber encontrado la verdad sobre
la vida en general. Dejó de pensar sólo en su mundo y en su felicidad, para
pensar que alrededor existía el Otro, que era distinto a ella.
Después de la Segunda Guerra Mundial en los años de post-guerra,
Simone de Beauvoir junto con Jean Paul Sartre empezaron la empresa de ayudar
a reconstruir la sociedad. Impulsaron la corriente filosófica del existencialismo,
10
Cfr, Planeta Sedna, Consecuencias de la Segunda Guerra Mundial,
http://www.portalplanetasedna.com.ar/guerras2_2.htm. Acceso (02/12/08).
11
De Beauvoir, Simone, La plenitud de la vida, Op. Cit., pág. 389.

14
ayudando a formar la nueva sociedad con principios existencialistas. Utilizaron los
medios disponibles como las publicaciones de ensayos, trabajos en revistas,
reuniones, etc. La revista Les Temps Modernes (1945) cuyo director y fundador
fue Jean Paul Sartre, será un medio muy importante para la divulgación de sus
ideas. En palabras de María Teresa Muñoz Zielinski; “Simone, socialista hasta
1950, se unirá a los comunistas en esa fecha hasta 1956, participando en el
movimiento por la independencia de Argelia. A partir de 1968 encabezará las
manifestaciones feministas que surgirán en Francia en esos años.” 12 Tuvo que
ser tan duro el impacto socio-político de la guerra, para que haya marcado una
ruptura en la vida de esta autora.
Como ya sabemos, Simone de Beauvoir soñaba con ser una escritora de
literatura reconocida. Sartre en esta etapa juega un papel preponderante. Él fue
quien la animaba y motivaba a escribir. Después de grandes fracasos, críticas,
tropiezos con los intelectuales de la época, ella empieza su empresa de escritora
con el lanzamiento de la novela L’Invitée (La invitada) 1943 novela en donde
trata de plasmar su vida, especialmente en la etapa de la juventud, sus vivencias,
experiencias bajo el personaje de Françoise. Después de esta exitosa novela,
comienza una gran publicación de novelas, La sangre de los otros (1945),
Todos los hombres son mortales (1946), Los mandarines (1954), Las bellas
imágenes (1966), La mujer rota (1968), Cuando predomina lo espiritual
(1979); ensayos como Para qué la acción (1944), Para una moral de la
ambigüedad (1947), El existencialismo y la sabiduría popular (1948), El
segundo sexo (1949), El pensamiento político de la derecha (1955), La larga
marcha (Ensayo sobre China) (1957) 13.
De todas estas obras literarias, algunas fueron ganadoras de
reconocimientos, como Los mandarines obra que fue merecedora del Premio
Goncourt, el más importante de Francia. El Segundo Sexo abrió mucha polémica
y todo un debate sobre la mujer. El impacto de esta obra fue tan grande que se
comenzó a poner a la mujer como tema de investigación, dando como resultado la
corriente feminista de la década de los sesenta y setenta. Otra obra que impactó

12
Muñoz Zielinski, María Teresa, Simone de Beauvoir
http://www.um.es/tonosdigital/znum8/perfiles/simone.htm. Acceso: (02/12/08).
13
Cfr, Wikipedia, Simone de Beauvoir, http://es.wikipedia.org/wiki/Simone_de_Beauvoir. Acceso:
(02/12/08).

15
fue Cérémonie des Adieux (La ceremonia del adiós), escrito que realza la
imagen de Jean Paul Sartre, que relata las vivencias, experiencias, sentimientos
que ella sentía por él.
El alcance del pensamiento de Simone de Beauvoir, no solo se quedó en
Francia o en Europa, sino que llegó a los cinco continentes. En varios viajes a
Estados Unidos, dictó conferencias sobre los problemas morales que se
planteaba el existencialismo, la aplicación ética que hacía ella desde el
existencialismo. A muchos intelectuales les interesó el tema, por eso, la
consideraron como el lado femenino de Sartre. New York va a tener una
importancia especial para ella, es ahí donde conoce a Nelson Algren, un escritor
importante y periodista, amante de la polémica feminista.
Con él, Simone de Beauvoir llevará una relación amorosa que terminará en
fracaso, porque ella no iba a cambiar su amor por Sartre. Después de él, llegó
otro hombre a su vida, el comunista Claude Lanzmann, integrante del comité de
redacción de la revista Les Temps Modernes. Con él mantuvo el proyecto de vivir
con alguien, por un buen tiempo. Era menor que ella por diecisiete años. A pesar
de que se sentía rejuvenecida por él, Simone no fue capaz de dejar de amar a
Jean Paul Sartre.
Por la década de los cincuenta ella empieza a escribir sus obras
autobiográficas. Desde siempre tuvo este ideal, contar su historia a todas las
generaciones. En los siguientes años publicará: Norteamérica día a día (1948),
Memorias de una joven formal (1958), La plenitud de la vida (1960), La fuerza
de las cosas (1963), Una muerte muy dulce (1964), La vejez (1970), Final de
cuentas (1972), La ceremonia del adiós (1981) 14.
Desde el momento de la publicación del El Segundo Sexo comienza su
lucha por el feminismo. Lucha por resaltar el valor de la mujer, demostrar que la
mujer no estaba sólo hecha para las tareas de producción y reproducción de la
sociedad. Sino también para la política, la economía, la literatura, la filosofía, etc.
Esta obra provocó que las mujeres se dieran cuenta del rol pasivo que la mujer
estaba desempeñando en la sociedad. Simone de Beauvoir marcó el despertar de
muchas mujeres del siglo XX, despertar que exigía una toma conciencia. La mujer

14
Idem.

16
tiene igualdad de condición que el hombre y por lo tanto merece ser reconocida
como tal ante la sociedad.
Desde ese momento, su vida constituirá un continuo ir y venir, vida llena
de viajes a lugares como China, Cuba, Estados Unidos u otros países;
conferencias, encuentros con mujeres de todo el mundo. Su compromiso por la
nueva sociedad, no solo se quedó con la emancipación de la mujer; sino con la
situación política que Francia vivía, la guerra de Argelia.
Recordemos que la guerra de independencia de Argelia dio inicio el 1 de
noviembre de 1954 cuando el grupo armado del CRUA (Comité Revolucionario de
Unidad y Acción) y la guerrilla, del Frente de Liberación Nacional, decidieron
atacar para alcanzar la liberación de la colonia francesa. París para no alarmar a
la población vendió la imagen de tranquilidad y de negociación con los
nacionalistas. Realidad que no era tan fácil de conseguir. El 20 de agosto de
1955, la guerrilla tomó la decisión de asesinar a 123 colonos franceses; Francia
responde a este ataque matando a 12.000 argelinos y declara el Estado de
Emergencia.
La situación cada vez se ponía peor, la crisis económica que se desató en
Francia provocó que el 13 de mayo de 1958 caiga la IV República y que el
General De Gaulle sea llamado para formar un nuevo gobierno que pueda hacer
frente a la crisis. De Gaulle, sin embargo, una vez en el poder reconoció que la
guerra era difícil de ganar. En 1959 anunció su intención de permitir a los
argelinos elegir entre la independencia o la asociación continuada con Francia.
Hasta que en marzo de 1962 se acordó finalmente un alto el fuego entre el
gobierno y la guerrilla. En el referéndum largamente esperado Argelia votó
mayoritariamente por la independencia, derrotando a Francia.
Pero lo que más detestable para Simone de Beauvoir fue la necesidad de
la violencia y actos agresivos (como la tortura) que cobraron la vida de víctimas
francesas que fueron alrededor de 100.000, mientras que las victimas de las
mujeres argelinas superaron el millón. Entonces todo el trabajo que había
desarrollado ella para el mejoramiento de la condición de las mujeres a nivel
mundial le motivaron para que se revele y luche contra el Estado francés por la
guerra que se desarrolló. Así, ella empieza una lucha y un trabajo en
manifestaciones antifascistas, en conferencias a los estudiantes, en protestas de

17
los jóvenes universitarios para que se muestren en contra de la guerra, la
violencia y la opresión de las mujeres. De esta forma la personalidad de Simone
de Beauvoir, su postura política, filosófica y literaria, su vida, la iban ubicando en
el centro de atención del círculo intelectual de París y del mundo.
Por último, la muerte de su compañero de lucha fue un duro golpe para
ella, que no puedo superar. Aquella relación que se mantuvo desde sus días de
juventud hasta la vejez, significaba una vida llena de sentido, de libertad y de
originalidad. Esa pareja representaba un amor fuera de lo normal, que rompía
esquemas, prototipos establecidos culturalmente. El uso de la categoría de
libertad, le permitió a la pareja vivir, encarnar los principios existencialistas hasta
la muerte.
Simone de Beauvoir fue una mujer extraordinaria que hasta el final de sus
días siguió luchando por sus convicciones, sus ideales. Lo comenta María Teresa
Muñoz Zielinski “…No obstante, ella seguirá luchando por la solidaridad humana y
el respeto de la libertad del individuo, y por supuesto del lugar de la mujer, para lo
cual funda la “Ligue du droit international des femmes” 15, influyendo incluso en el
Ministerio de Asuntos de la Mujer, que la nombra encargada de la Comisión sobre
mujer y cultura, lo que la lleva a reunirse los sábados con la Ministra de derechos
de la mujer…” 16
Simone de Beauvoir, novelista, filósofa existencialista y luchadora social
murió el 14 de abril de 1986 en París.

15
La Ligue du Droit des Femmes fue una revista que fue impulsada por Anne Tristan y Annie de
Pisan y creada el 8 de marzo de 1974 que fue presidida por Simone de Beauvoir. Estas mujeres
trabajaron junto con algunas otras mujeres para crear un grupo de coordinación estable que
ejerciera presión en los medios políticos para cambiar los aspectos más afrentosos de la
legislación discriminatoria con la mujer. Cfr, Larumbe Gorraitz, María Ángeles, El feminismo de
segunda generación: su expansión por Europa, Zaragoza
http://64.233.183.104/search?q=cache:tQeFLJsqldMJ:webs.uvigo.es/pmayobre/pop/archi/profesor
ado/angeles_larumbe/fem_europa.doc+historia+de+Ligue+du+droit+international+des+femmes&hl
=es&ct=clnk&cd=2&gl=ec. Acceso (10/12/08).
16
Muñoz Zielinski, María Teresa, Simona de Beauvoir, http://es.wikipedia.org/wiki/Simone_de_Beauvoir.
Acceso: (02/12/08).

18
1.2. INFLUENCIAS DE CORRIENTES FILOSÓFICAS EN SIMONE
DE BEAUVOIR

1.2.1. Existencialismo ateo de Jean-Paul Sartre

Simone de Beauvoir es conocida como una filósofa que combina dos


tendencias del siglo veinte, el existencialismo y el feminismo. Su línea de
pensamiento principalmente es el existencialismo ateo de Jean-Paul Sartre, ése
es el punto de partida de su teoría feminista. La característica más importante de
esa tendencia es el énfasis que se pone en la categoría de libertad y el rechazo al
determinismo. Ésta va a ser la problemática fundamental que la autora trata en
su obra El Segundo Sexo. Para comprender este escrito hay que entender las
categorías principales del existencialismo de Sartre.
La filosofía existencial de Jean-Paul Sartre está basada en la tradición del
pensamiento filosófico de la Ilustración europea. En esta tendencia filosófica se
puede identificar la influencia de la dualidad cartesiana de mente y cuerpo, en
donde el cuerpo es un objeto puramente físico, independiente de la mente.
Recordemos que los pensadores ilustrados sostenían y defendían la idea
de que los individuos tienen la capacidad de elección sobre sus vidas. A Kant le
debemos la teorización de que todos los seres humanos somos libres para
realizar el imperativo categórico. “Obra como si la máxima de tu acción debiera
tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza” 17, de esta forma nadie
está esclavizado para no poder cumplir con la naturaleza humana, y los
imperativos individuales de la existencia. En esta idea se fundamenta la libertad
sartreana, todos estamos condenados a ser libres.

17
Tejedor Campomanes, César, Historia de la Filosofía en su marco cultural, Madrid, Ed. Ediciones SM,
1993, pág, 291.

19
1.2.2. Categorías existenciales asumidas en el pensamiento de Simone de
Beauvoir

El Segundo Sexo, obra publicada en Francia en 1949, es un ensayo de


carácter filosófico que analiza, describe, critica la situación que la sociedad a
impuesto a las mujeres, y propone un proyecto para la liberación o reivindicación
de la femineidad. Esta obra está influenciada por las siguientes categorías
existenciales:

1.2.2.1. La libertad

Esta es la categoría más importante y primordial de esta tendencia de


pensamiento, porque es la que engloba la razón de ser de la existencia de las
personas. Los individuos son lo que ellos quieran y se proyecten ser, no hay
ninguna naturaleza que determine a la persona. Esta concepción de libertad
destruye toda idea de determinismo teológico, biológico, social: ni Dios ha dado
un destino irremediable, ni la Naturaleza, ni la sociedad determinan
absolutamente las posibilidades de la conducta humana. Somos lo que hemos
querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos. Simone de Beauvoir
se da cuenta que las mujeres a lo largo de la historia han estado en una
existencia inauténtica porque no han podido desarrollarla en libertad, el
determinismo defendido desde Aristóteles las ha definido como lo Otro, lo
inesencial, como lo inmanente, el segundo sexo. Ante esta realidad ella se rebela
y propone un proyecto de liberación o reivindicación de la condición femenina que
se base en la libertad existencial. Por eso, ella critica a la cultura patriarcal
europea que no ha permitido el desarrollo de la existencia femenina, no le ha
brindado las mismas oportunidades que a los hombres para su afirmación como
sujeto. “Condenaba todas las enajenaciones, prohibía que se usara al prójimo

20
como pretexto. (…) la libertad, fundamento de todo valor humano, es el único fin
capaz de justificar las empresas de los hombres.” 18

1.2.2.2. Conducta de mala fe y angustia

La mala fe en Sartre es entendida como el acto de mentir en el individuo, la


mentira puede ser hacia los demás y/o hacia la persona misma. Específicamente
se refiere a la conducta en la cual el individuo oculta o pretende evadir el hecho
inevitable de ejercer la libertad. En la obra de Sartre El existencialismo es
humanismo, nos presenta varios ejemplos de mala fe que demuestran la actitud
evasiva de las personas al momento de elegir algo, el no querer comprometerse o
arriesgarse a hacer determinada acción en la vida por miedo o angustia.
Simone de Beauvoir también reprende esta actitud en las mujeres que
tienen miedo al momento de enfrentarse con la realidad construida o establecida
que la discrimina. Por eso, la autora considera que las mujeres que se acomodan
y “disfrutan” de las ventajas que les brinda la civilización, pero sienten la
necesidad de rebelarse y no lo hacen por temor a sufrir; estas mujeres que viven
con la mala fe que no les permite construir la existencia en mejores condiciones.
La existencialista ve que esta actitud consumía los intentos de muchas mujeres
que luchaban por su porvenir.
Unida a la mala fe está la angustia que se puede traducir como el miedo de
uno mismo a las consecuencias de nuestras decisiones. Entonces, para lograr
que las mujeres se arriesguen a ser dueñas de su propia existencia, también es
necesario vencer la angustia, el temor que nos paraliza y en el caso de las
mujeres las subordina a los hombres. La mujer tiene que darse cuenta que la
libertad brinda la oportunidad de construir lo que somos, lo que vamos a ser y
esto depende de nosotros mismos, todos somos responsables de nuestra
existencia y no hay excusas.

18
De Beauvoir, Simone, La plenitud de la vida, Op., Cit., pág. 596.

21
1.2.2.3. La subjetividad y la trascendencia

Sabemos que el existencialismo, siguiendo a la filosofía cartesiana y a la


fenomenología, sostiene como punto de partida la subjetividad del individuo. La
máxima expresión de la subjetividad se expresa en “pienso, luego existo”; ésta es
la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma. En El
existencialismo es un humanismo, el autor considera que este punto de partida
es indispensable para darle la dignidad al hombre y no convertirlo en objeto. Para
esto es necesario captarnos a nosotros mismos como sujetos, pero no solo a
nosotros mismos sino reconocer al otro en su subjetividad, en este punto se
diferencia de Descartes. Teniendo en cuenta esta categoría, podemos entender
que toda la propuesta de Simone de Beauvoir está atravesada por el
reconocimiento del otro femenino por parte de las mujeres y por los hombres; y
desde ahí establecer relaciones de igualdad para los dos sexos. 19
El reconocimiento de la subjetividad no solamente es el carácter de sujeto
sino el de reconocer que el hombre está constantemente fuera de sí mismo,
proyectándose y perdiéndose fuera de sí, esto es lo que le permite existir. Sin
duda El Segundo Sexo invita a participar de la trascendencia que se le abre al
sujeto en situación, las mujeres no pueden quedarse en la inmanencia del ser lo
otro, “… el existente busca su justificación en el movimiento de su trascendencia
(…). Lo que ellas reivindican hoy día es el ser reconocidas como existentes a
mismo título que los hombres…” 20

1.2.2.4. Situación

Una de las críticas que se han hecho en torno a Simone de Beauvoir es


que ella fue el lado femenino de Jean-Paul Sartre, es decir, que todo lo asimiló de
él. Esta acusación es falsa porque en varias ocasiones ellos no estaban de
acuerdo en ciertos temas o conceptos filosóficos, como ella lo menciona en las

19
Crf., Sartre, Jean-Paul, El existencialismo es un humanismo, Buenos Aires, Huascar, 1972, pág. 35-36.
20
De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Tomo I, op. cit., pág. 89.

22
autobiografías. Uno de esos conceptos fue el de situación, para los dos esta
categoría es fundamental para su tendencia existencialista, solo que la diferencia
está en la concepción de la misma. Para Sartre la situación está estrechamente
vinculada con la libertad, de tal modo que no hay libertad sin situación y no hay
situación sino por la libertad. Sabemos que la libertad es autonomía de elección
que encierra la realidad humana, así mismo la situación es el resultado de la
contingencia del individuo y la libertad. Es decir, que la situación para Sartre se
presenta como aquello con lo que tiene que cargar la libertad para que el sujeto
se realice como proyecto. Recordemos que el hombre es libertad en situación.
Para Simone de Beauvoir la libertad es un constitutivo de la realidad
humana, solo que las posibilidades concretas que a cada uno se ofrecen son
finitas, pueden aumentar y disminuir dependiendo de “los Otros” y las
circunstancias. Esto quiere decir que todos somos libres porque somos
constitutivamente libertad, solo que las posibilidades que se ofrecen para ejercer
aquella libertad dependen de los sujetos que rodean al sujeto, ya que ellos
pueden con su actitud o su acción posibilitar o impedir el ejercicio de la libertad;
entonces el otro incide con su actitud en la configuración de la situación del
sujeto. “… la situación es el marco objetivo donde se ejerce la libertad, marco que
los “Otros” pueden estrechar o ensanchar” 21 Según las situaciones, éstas
posibilitan en mayor o menor medida la libertad del individuo y su realización
efectiva. “Yo, al contrario, insistía en el hecho de que existen situaciones en las
que la libertad no puede ejercerse o no es sino una mistificación.” 22
En este sentido El Segundo Sexo ha utilizado la categoría de situación. La
situación que el hombre ha proporcionado a la mujer y que no le ha permitido
desarrollar la libertad ni el ejercicio pleno de la trascendencia. Quedarse en la
inmanencia ha significado frustración y opresión para la mujer, realidad que
Simone de Beauvoir critica y rechaza en su obra filosófica.

21
Amorós, Celia, Cobo, Rosa y otras, Historia de la teoría feminista, Madrid, publicado por el Instituto de
Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid, 1994, Pág. 116.
22
Citado en López Pardina, Teresa, Simone de Beauvoir, Madrid, Editorial Biblioteca filosófica 102, 1999.
Págs. 63-64.

23
1.2.2.5. El ser-en-sí, el ser-para sí y el ser-para-otro

Jean-Paul Sartre en su libro El ser y la nada desarrolla su teoría ontológica


en donde nos presenta la realidad en dos regiones: el ser-en-sí y el ser-para sí.
En palabras sencillas el ser en-sí puede definirse como el ser es lo que es. El ser
en-sí es ontológicamente pleno, existe en una identificación total consigo mismo,
en donde no hay cabida a la relación con otro, ya que tiene la posibilidad de
experimentar una conciencia de sí, el ser en sí es siempre completo, siempre
lleno. Él al estar aislado en su ser, y no mantiene relación alguna con lo que no es
él, por tanto, se maneja en el campo de la facticidad, lo que quiere decir que
participa del hecho de estar-fijado, ser una realización plena y establecida.
Mientras que el “ser para sí” es lo relacionable, es conciencia de algo, es lo
que “puede ser más” porque está permanentemente dejando de ser, porque está
constantemente haciéndose al tiempo que vive. Desde esta perspectiva, el ser-
para-sí corresponde al ser de las personas, porque la parte de nosotros que va
más allá de las cosas (más allá del en-sí) es la conciencia, la subjetividad que se
va haciendo por los proyectos que el individuo realice. Recordemos que el para-
sí, no es sino que tiene la necesidad de hacerse, realizarse; así, por la libertad, el
hombre es su propio fundamento. De aquí se deriva el principio característico del
existencialismo: “la existencia precede a la esencia”. 23
Por el planteamiento anterior se le ha criticado a Jean Paul Sartre de ser
solipsista o quedarse en un individualismo radical. En su defensa argumenta que
en el interior del para-sí se encuentra la tensión o disposición hacia el otro, se
encuentra el ser para-otro. Sartre a diferencia de Descartes no recurre a la idea
de Dios para salvarse del solipsismo, sino que en la conciencia hay una
experiencia en la que el otro se nos hace presente de un modo indudable. Por
eso, la mirada es la que nos lleva a la dimensión del “estar-con”, el contacto con
la convivencia con los demás, contacto del hombre con el hombre. Pero Sartre
nos advierte que el otro me puede mirar, pero yo también le puedo mirar, surge la
23
Cfr., Korfiatis, Stergios, El anhelo ontológico entre el ser en-sí y el ser para-sí y el papel de la nada en
la obra “El ser y la nada de Jean Paul Sartre. Internet.
http://www.geocities.com/sakorfiatis/anhelo_ontologico.html. Acceso: (10/12/08).

24
dialéctica de las libertades, una lucha y un conflicto que se presenta al momento
de mirar al otro. 24
Simone de Beauvoir al utilizar este esquema planteado por el pensamiento
sartreano para analizar y describir la relación que ha habido entre los hombres y
las mujeres, se da cuenta que la alteridad que plantea Jean-Paul Sartre es de
reciprocidad y no corresponde a la relación que han mantenido los sexos. El
presupuesto para el reconocimiento de la alteridad es la participación de la
libertad del individuo, libertad que las mujeres no han podido disfrutar en la
sociedad patriarcal. Por eso, ella se ve obligada a recurrir a las fuentes en Hegel
de donde partieron los existencialistas como Sartre para plantear la alteridad.

1.2.3. Dialéctica del amo y el esclavo en la Fenomenología del Espíritu de


Hegel

Otra de las categorías influyentes dentro El Segundo Sexo es de lo Otro,


que fue tomada de la tradición hegeliana por los existencialistas. Sartre plantea el
otro como la necesidad que tiene toda persona para reconocer su ser en el
mundo y el ser de los otros individuos que nos miran. Simone de Beauvoir, al
establecer esta categoría en la relación entre hombres y mujeres, se da cuenta
que no existe la reciprocidad entre los sexos. A las mujeres no les han reconocido
la subjetividad, la alteridad que los hombres reconocen al estar en contacto con
otros hombres de otras culturas. Los hombres se han afirmado como esencial
frente a las mujeres negando toda relatividad entre ellos.
Simone de Beauvoir identifica que la relación entre los sexos como lo
esencial frente a lo inesencial, tiene muchas similitudes con la situación descrita
por Hegel en la relación del amo y el esclavo en el proceso dialéctico de la
autoconciencia. Cabe mencionar que la utilización hegeliana de la categoría
“Otro” en la Fenomenología del Espíritu sirvió para describir uno de los momentos
del desarrollo de la autoconciencia. Él considera que la autoconciencia alcanza su
mayor autorrealización cuando lo es para otra autoconciencia, es decir cuando
una autoconciencia reconoce que la otra autoconciencia es conciencia de-sí y

24
Crf., Echegoyen Olleta, Javier, Ser-Para-Otro. Internet. http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-
filosofia/Filosofiacontemporanea/Sartre/Sartre-Ser-Para-Otro.htm. Acceso (02/12/08)

25
para-sí. Solamente cuando se da este proceso la autoconciencia que erige
valores por encima de la vida animal adquiere el estadio de vida humana. Este
hecho, Hegel lo ejemplificó en la figura del amo y el esclavo, que son las dos
actitudes frente a la vida; el primero por arriesgarse en el combate por ideales o
valores que se establecen por encima de la vida, mientras que el otro por preferir
la vida, frente a la libertad, elige la esclavitud. 25
De esta forma la verdad de la conciencia (autoconciencia) del amo es la
conciencia inesencial del esclavo, mientras que el esclavo reconoce al amo fuera
de él como su esencia, su ideal; así, sólo se reconoce como conciencia en la
conciencia libre del amo. Por tanto, la lucha por el reconocimiento de las
conciencia se da en un nivel desigual, al no haber la igualdad tampoco habrá la
reciprocidad en el reconocimiento. En este contexto dialéctico, Simone de
Beauvoir reconoce que las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad
patriarcal se han llevado a cabo como las relaciones que mantienen el amo y el
esclavo en la dialéctica de la autoconciencia. Entonces, la mujer se reconoce en
el varón como el esclavo se reconoce en el amo, su identidad le viene de afuera
en tanto acepta ser la esclava del hombre. “La humanidad es macho, y el hombre
define a la mujer no en sí, sino respecto de él; no la considera como un ser
autónomo.” 26
Siguiendo a Hegel, la autora de El Segundo Sexo plantea que para llegar
a la autorrealización humana es necesario que ambos sexos se reconozcan
mutuamente como sujetos libres e independientes. Pero tal como van las
relaciones entre ellos todavía falta que los hombres reconozcan la subjetividad en
las mujeres, para alcanzar el estado de autorrealización. Entonces, para cambiar
la situación de las mujeres como las Otras es necesario que los hombres dejen de
identificarse como el amo, lugar en donde la conciencia realiza su independencia
y se hace reconocer como lo esencial por medio de otra conciencia, y las mujeres
dejen de identificarse como el esclavo que encuentra la razón de ser en la
conciencia libre del amo/hombre y no en la conciencia de ellas mismas.

25
Cfr., Amorós, Celia, Cobo, Rosa y otras, Historia de la teoría feminista, Op., Cit., Pág. 112-113.
26
De Beauvoir, Simone, El Segundo Sexo, Tomo I, Op., Cit., Pág. 12.

26
1.2.4. Marxismo

Simone de Beauvoir comparte con las ideas socialistas que circundaban en


su medio al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en los años que escribe su obra
filosófica En El Segundo Sexo ella intenta combinar dos tendencias de
pensamiento, el existencialismo y el marxismo, en todo su planteamiento identifica
que las mujeres han sido consideradas como lo Otro, como lo secundario, como
un objeto que necesita al hombre, para la liberación de aquella situación ella ve
en el trabajo remunerado un medio eficaz para dicha meta.
Recordemos que para Marx la producción social de la existencia humana,
los seres humanos entran en relaciones determinadas de producción que
corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. Este conjunto de relaciones constituye la estructura económica de la
sociedad, o sea, la base real sobre la cual se alza una superestructura jurídica y
política, ideológica, a la cual corresponden formas determinadas de la conciencia
social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso social,
político y espiritual de la vida. Entonces, no es la conciencia de los hombres lo
que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su
conciencia. 27
Siguiendo esta misma línea de pensamiento la existencialista considera
que es por medio de la economía que la condición femenina mejorará, la
liberación de la mujer de la dependencia económica es la que va a marcar el
primer paso para la reivindicación de la mujer en sociedad. Hasta incluso
considera que cambiando esta relación económica entre hombres y mujeres, la
sociedad cambiará de pareceres, dejará de considerarlas inferiores y
dependientes necesariamente de un hombre. “…cuando sea abolida la esclavitud
de una mitad de la Humanidad (se refiere a las mujeres) y todo el sistema de

27
Cfr., Zorba, German, Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de C. Marx.
Internet. http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm. Acceso: (1/12/08)

27
hipocresía que implica, la «sección» de la Humanidad revelará su auténtica
significación y la pareja humana hallará su verdadera figura.” 28
El trabajo y la acción son actividades importantes dentro de la vida de la
mujer. Simone de Beauvoir en el tomo I de El Segundo Sexo nos presenta a la
mujer primitiva como un ser, que al no parecerse al hombre, física, anatómica y
actitudinalmente, los hombres la ha relegado al trabajo doméstico, a una acción
que no involucraba mayor fuerza y el despliegue de las destrezas poseídas. Esto
marcó el inicio de una tradición “naturalista” que considera a las mujeres el sexo
débil. Para cambiar esa ideología biologicista de la debilidad natural, ella propone
la valorización de las mujeres y la realización de prácticas negadas socialmente
como era el trabajar, el escribir, el pintar, el pensar, el criticar, etc., todas esas
actividades que le ayudaron a los hombres a la afirmación de su subjetividad por
medio del trabajo. Esto tendría que provocar un choque en las estructuras de la
sociedad que le obligaría ir al cambio.
Así mismo considera que las mujeres deben emprender una revolución que
les garantice la liberación de la categorización de lo Otro, lo secundario, lo
inesencial. Una lucha en el sentido de lucha de clases que propuso Marx, que
tienen que hacer las mujeres contra las ideologías, las concepciones
deterministas, contra la inferioridad del medio, contra su situación en el mundo.
De esta forma podemos identificar de una forma implícita que bajo la llamada a
una revolución, está la idea de la unificación de las mujeres como género, ya que
a lo largo de su obra está reprochando el status conformista y las actitudes
pasivas de muchas mujeres de su medio, que son los elementos que le impedían
pensar la revolución como una vía de acción. Siempre está recriminando la
inactividad a la que la sociedad ha relegado a la mujer y la falsa justificación que
las mujeres obtienen de ella.
Para finalizar, es importante recalcar que Simone de Beauvoir en los años
70 se retractó de estas consideraciones socialistas. Consideró, con el pasar del
tiempo, por los hechos históricos de conflictos y guerras, que el socialismo que se
desarrolló en la realidad, no el pensado por Marx, no produjo a la mujer nueva ni
al hombre nuevo, cambiaron las relaciones de producción pero no cambió la
sociedad en el trato con las mujeres, seguían siendo lo Otro. A pesar del

28
De Beauvoir, Simone, El Segundo Sexo, tomo II, Op., Cit., Pág. 517.

28
desenvolvimiento laboral de las mujeres, la sociedad seguía pensando y
considerando la inferioridad de las mujeres, lo que provocó la explotación
femenina en la industria y en los hogares. Consideró que la lucha feminista debía
de tener un sentido propio, no solo un simple acoplamiento de liberación de un
fenómeno diferente.

29
CAPÍTULO SEGUNDO
DEFINICIÓN Y CONCEPCIÓN DE LA MUJER

2.1. En busca de una definición de la mujer

Para trabajar el tema de la mujer, Simone de Beauvoir se pregunta ¿qué es


una mujer? Algunas respuestas a esta pregunta a ella no le dicen nada. La mujer
ha sido considerada como una hembra con útero, y la mayoría de las personas ha
aceptado esta idea. El mayor avance ha sido el considerarlas como ser humano al
igual que los hombres. Ella refuta que ésa es una categoría abstracta que no dice
nada, considera que todo ser humano debe estar situado, y la circunstancia para
la mujer no es favorable para afirmar su subjetividad.
La autora dice que la pregunta sobre la definición de mujer amerita una
respuesta específica. La afirmación “soy una mujer” plantea una gran diferencia
con respecto a los hombres, ellos no se plantean el tema de su ser, ya que lo dan
por sentado. En cambio, la mujer tiene que buscar su definición. La descripción de
la hembra que posee ovarios, útero y femineidad no basta para definir su ser.
Aristóteles la consideraba como una hembra con “cierta falta de cualidades”;
Santo Tomás de Aquino como un “hombre frustrado”, un ser “ocasional”. Este
análisis la lleva a afirmar “La humanidad es macho, y el hombre define a la mujer
no en sí, sino respecto de él; no la considera como un ser autónomo.” 29
Esta idea es central en su pensamiento, la mujer se determina y se
diferencia a partir del hombre, y éste no en relación de ella. Él es lo “esencial”, el
“absoluto”, el “sujeto” y ella es lo contrario, lo “inesencial”, lo “inmanente”, el

29
De Beauvoir, Simone, El Segundo Sexo, Tomo I, Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1977, Pág. 12.

30
“Otro”. Simone de Beauvoir rastrea la categoría de la alteridad desde los orígenes
de la misma humanidad. La dualidad de lo mismo y de lo otro se lo encuentra en
las figuras sol-luna, día-noche, cielo-infierno, bien-mal, etc. Por eso la considera
una categoría fundamental en el pensamiento humano, ya que ninguna sociedad
se define como Una si no coloca frente a sí a lo Otro. Para plantearse como el
sujeto, lo esencial, el hombre lo hace bajo la forma de oposición, y ese otro es la
mujer como lo inesencial, el objeto.
La conciencia que reconoce al Otro, sabe que ese Otro posee también una
subjetividad concreta, con lo que hay una reciprocidad en la relación. Así los
viajeros, extranjeros, las personas que intercambian su mercadería, cultura, etc.,
encuentran reciprocidad en sus relaciones con los demás. Pero si eso se da en
las relaciones interpersonales que han mantenido los pueblos, las naciones, ¿por
qué no se ha mantenido esa misma correlación entre los sexos?, ¿por qué surge
la superioridad de los machos que se afirman como sujeto?, ¿por qué las mujeres
no discuten esa supuesta superioridad? Recordemos que en la dinámica del Uno
mismo y lo Otro, hay un reconocimiento mutuo de la subjetividad de cada uno, y si
en el caso de los sexos no ha habido este reconocimiento es porque el sujeto
hombre se ha negado a reconocer la subjetividad del sujeto mujer. Por tanto, si el
Otro no se plantea como sujeto, o si no exige el reconocimiento debido, quedará
como objeto.
Entonces el problema sobre la mujer que es considerada como lo Otro, lo
inesencial, lo inmanente, no está en ser considerada así; sino en no reivindicar el
reconocimiento de sujeto. “Si la mujer se descubre como lo inesencial que nunca
vuelve a lo esencial, es porque ella misma no opera esa vuelta.” 30 Simone de
Beauvoir reconoce que ha habido y hay mujeres que luchan por ser reconocidas
como mujeres, solo que su lucha no pasa de ser solo una “agitación simbólica”;
todavía las mujeres siguen sujetas por el medio ambiente macho por medio del
trabajo, la situación económica o la situación social.
Al considerar a la mujer como lo Otro, la sociedad la reconoce como una
necesidad. Por eso la sumerge en una relación de dependencia estratégica, en
donde la sublevación traería como consecuencia la pérdida de las “ventajas” que
posee por ser “cómplice” del hombre. Es decir, la sociedad ofrece ciertos

30
Ibid., Pág. 15.

31
“beneficios” a las mujeres que se someten al orden establecido, al dominio de un
hombre por el matrimonio.
La mujer casada tiene un marido que la protege, una condición social
estable, tiene un hogar que le sirve de refugio, lujos y comodidades que le
proporciona el esposo, etc. Si la mujer rechaza estar bajo la tutela de un hombre
(el padre o el marido), la civilización la excluye y la priva de los bienes que disfruta
la mujer casada. La estrategia es ofrecerles a las mujeres protección, cuidados,
un lugar seguro, vestidos y comodidades para que ellas sacrifiquen sus
aspiraciones personales y se sometan a la voluntad del hombre. En ese sentido
ellas tienen que ser “cómplices” de los machos, si quieren ser consideradas por la
sociedad.
A lo largo de la historia de la humanidad la mujer ha sido la “esclava” del
hombre. Los dos sexos nunca han tenido una relación de igualdad, no han
compartido el mundo en partes iguales; y aunque posea ahora más ventajas que
en la antigüedad, todavía no está al nivel de las oportunidades de los hombres.
Siempre se han reconocido a las mujeres derechos abstractos, pero a causa de
las costumbres estos derechos no han tenido realidad efectiva y solo han
quedado como postulados.
La autora manifiesta que el error más grande cometido es que las mujeres
se hayan acomodado a esa vida de inmanencia, hayan escogido un camino fácil,
se hayan dejado llevar por la sociedad que le impone que se asuma como lo Otro,
evitando la angustia y la tensión de una existencia auténtica. Es verdad que para
ellas no hay medios concretos que favorezcan la reivindicación de su condición,
pero eso no es justificativo para que apoyen una existencia inauténtica y estén
resignadas a una vida de siervas.

2.2. Definiendo a la mujer desde la biología y la psicología

2.2.1. Desde la Biología

Al ser categorizada como lo Otro, la mujer es rebajada de su condición de


ser humano, de sujeto a objeto. La sociedad la destina a ser el complemento de
los hombres, la constituye como “el segundo sexo”. Para justificar esta idea,

32
toman datos biológicos, psicológicos e históricos, y forman discursividades que
garanticen la legitimación, en las concepciones y costumbres de las culturas, la
“superioridad de los machos”. De esta forma, dice Simone de Beauvoir, la
sociedad construye a sus individuos para que mantengan esa estructura, el
hombre manda y la mujer obedece. El trabajo de la autora es desmitificar ese
pretendido de “mala fe”. Saca a la luz las intenciones que hay detrás de esos
argumentos que condena a la mujer a ser el “Otro Sexo”.
La biología demuestra que los machos y las hembras son dos tipos de
individuos que se diferencian desde la perspectiva de la reproducción.
Culturalmente los seres humanos hemos aprendido que los hombres son más
fuertes y con un cuerpo más robusto, por tanto, ellos son quienes deben velar por
la seguridad de la familia. Las mujeres, en cambio, son más débiles por la
femineidad y por su condición de madres, son las que deben preocuparse de
perpetuar la especie. Estas concepciones se han trasmitido generacionalmente
como un esencialismo del que nadie se puede salvar.
Los papeles asumidos por los dos sexos demuestran los mitos sociales
que hay en ellos. En la antigüedad se consideraba que la hembra sólo era
portadora, y el macho era el que daba la vida, él poseía el papel activo en la
prolongación de la especie y ella solo cooperaba con su vientre. Aristóteles
consideraba a la hembra como la que aporta una materia pasiva, y al hombre
como la fuerza, actividad y movimiento que da vida. Esa idea se expandió hasta la
Edad Media y la Modernidad. Al final del siglo XVII, tras muchas investigaciones,
se comprobó que los dos gametas, los que dan origen a la vida, tenían una igual
participación.
El óvulo y el espermatozoide son agentes activos en la dinámica de la vida.
Recordemos que estos gametas son el resultado de una evolución de células
primitivamente idénticas. Además, en el momento de la concepción, ninguno de
los dos gametas posee un privilegio sobre el otro, sino que los dos sacrifican su
individualidad para la formación del cigoto. Éste absorbe la totalidad de la
sustancia de los gametas. También son los dos los que transmiten la información
genética al nuevo ser, por tanto no es uno solo el que trasmite. Con esta
aclaración Simone de Beauvoir desmitifica la idea de que sólo el espermatozoide
es el que posee la chispa de la vida.

33
Es importante resaltar que el origen de la vida de los mamíferos y algunos
animales se da por la superación de dos momentos. Sin la acción del óvulo sería
vano el trabajo del espermatozoide y viceversa. Es inútil tratar de escindir ese
proceso indivisible. Entonces el papel de las dos células generadoras de vida es
fundamentalmente idéntico, ambas se pierden y se superan en el huevo
fecundado. Superado este criterio de superioridad basado en datos biológicos,
son insuficientes las nociones “macho” como el portador de espermatozoides y
“hembra” como la portadora de óvulos, o el primero como activo y la segunda
como pasiva.
En organismos más elaborados (mamíferos) la reproducción adquiere una
doble función: mantiene y crea la especie. A veces se piensa que esta
diferenciación de funciones reproductivas establece la división y jerarquía entre
los sexos; el uno para crear (macho) y el otro para mantener (hembra). Es
admisible aceptar la división de los sexos, ya que la hembra está “condenada”
biológicamente a la servidumbre de la maternidad, fenómeno que en el macho no
se da. Pero es inaceptable la jerarquización de sexos como algo determinado por
la especie, como lo hace el humano. Ya se ha visto que el proceso de crear un
nuevo individuo es acción de los dos progenitores, y el proceso de mantener es
también factible en los dos sexos, no es solo exclusividad de la hembra.
La diferencia que acepta Simone de Beauvoir es que la especie que habita
en la hembra le absorbe una parte de su individualidad, mientras que la especie le
ayuda al macho a integrar su vida individual a las fuerzas vivientes especificas.
Por eso, el trabajo de la hembra es la transformación del huevo en animal adulto,
y el del macho es llevar una vida más aventurera, independiente, incluso más
gratificante, porque en las sociedades animales son los machos los que tienen el
poder de dirigir. Esta diferencia no es de sexo, el macho contra la hembra, como
se ha pretendido mostrar, sino de funciones. Hablando de la especie humana la
autora dice: “Ni sus fórmulas, ni las singularidades anatómicas, definen a la
hembra humana como tal. Lo que la distingue del macho es su evolución
funcional.” 31
Ella nos hace ver que la mujer es la más individualizada, por ser la más
frágil, la que vive más dramáticamente su destino y la que más se distingue del

31
Ibid., Pág. 50.

34
macho. Como veremos más adelante, la individualidad del macho le permite llegar
a la transcendencia, en cambio en la mujer su individualidad es frustrada con el
interés de la especie, por lo que siente que es poseída por potencias extrañas que
la hacen “enajenada”. La mujer vive la mayor parte de su vida enajenada por las
exigencias de la especie. Algunos piensan que sólo después de la menopausia
ella se libera de las cadenas de la maternidad. Ahí empezará una nueva vida en
donde constituirá “un tercer sexo”, en donde no será hombre ni será mujer.
Con este estudio la autora nos ha querido mostrar cómo la sociedad,
estructurada por los hombres, ha considerado a la mujer como lo Otro, lo
inesencial. Esta realidad no es fija, absoluta, sino dinámica. Se la construye día a
día con diferentes procesos que van surgiendo. Ella invita a las mujeres a no
abandonar la lucha, para convertirse en sujetos capaces de entender y reformar
las estructuras establecidas.
La sociedad no es una especie, sino que en ella se desarrolla la misma
como una existencia. Los individuos no están abandonados totalmente a la
biología, sino que obedecen a su segunda naturaleza, la cultura. En ella reflejan
deseos, temores, proyectos, y se desarrollan diferentes tipos de existencias. Ya
sabemos que la sola fisiología no puede fundar valores, sino que los hechos
biológicos revisten los valores que el existente les confiere.
La superioridad del macho sobre la hembra, la sujeción de la mujer a la
especie y los límites de sus capacidades individuales, son hechos de suma
importancia, pero eso no basta para definir a la mujer o al hombre. Se necesita ir
más allá, y sólo serán conceptualizados en la medida en que son asumidos por la
conciencia a través de sus acciones en el seno de la sociedad. Así el dato
biológico no es suficiente para responder por qué la mujer es el Otro.

2.2.2. Desde la Psicología

Tomando datos de la psicología, Simone de Beauvoir afirma que el cuerpo


de la mujer no es una cosa dada sino un cuerpo vivido por un sujeto. La mujer es
una hembra en la medida en que se experimenta como tal. Por eso, la naturaleza
no define a la mujer sino que es ella quien se define al retomar a la Naturaleza en
su individualidad.

35
El psicoanálisis ha tratado de dar bases psíquicas al fenómeno de la
“inferioridad femenina”. Freud ha argumentado que así como en el hombre hay el
complejo de Edipo, en la mujer se da el complejo de Electra, la niña desarrolla un
deseo sexual hacia el padre, pero después que descubre la diferencia anatómica
de los cuerpos, sufre el complejo de castración. Ante la ausencia del pene, la niña
imagina que fue mutilada, por lo que abandona sus pretensiones viriles y se
identifica con la madre para seducir al padre. La niña cada vez va a amar más a
su padre y tratará de asemejarse a él, la madre se convierte en una rival,
enemiga. Estos complejos pueden llevar al deseo de tener un pene, rechazando
la femineidad, obstinándose por adquirir rasgos viriles, lo que provocará la frigidez
o la tendencia homosexual.
Simone de Beauvoir considera que, al olvidarse Freud de partir de la libido
femenina, el complejo de la niña resulta muy vago. Ella considera que la
soberanía del padre, de la masculinidad, no proviene de instintos sexuales sino de
un orden social. Recure a Adler, quien considera que en la mujer el complejo de
inferioridad es un rechazo de su femineidad, que no se da por causas como la
ausencia del pene sino por todo el conjunto de la situación que se desarrolla en
torno a ella. La niña envidia las oportunidades que se abren a los niños, desea
poder disfrutar de esa condición privilegiada de la superioridad masculina que le
confiere la sociedad. Por eso, la mujer reacciona con la pretensión de virilizarse,
hacerse hombre para poder gozar de aquellos beneficios. De esta forma
encontramos una mujer dividida: o asume su femineidad o trata de
masculinizarse.
Este punto de vista psicológico no es completo para la autora, ella agrega
una visión existencial al tema de la superioridad del hombre. Considera que los
niños tienen la tendencia a la enajenación, el niño lo hará a través del pene y la
niña a través de la muñeca. Es normal que el sujeto ante la angustia que causa la
libertad se busque entre los objetos, especialmente los niños después del destete.
El pene será el doble para el niño, un objeto extraño y al mismo tiempo será él
mismo; así se convierte en un “alter ego”, en donde el niño encontrará el medio
para la trascendencia y un motivo de orgullo.
Mientras tanto la niña, privada del “alter ego”, no podrá enajenarse en una
cosa que se pueda tomar, no se recupera de la frustración del destete, y así el

36
medio la guiará para convertirla en un objeto, a plantearse como lo Otro. El
problema no está en que la mujer no posea un objeto para transcender, sino que
su cosa de enajenación, que es la muñeca, no sea considerada como un medio
para tal acción. Al no afirmarse como sujeto, la mujer renuncia a inventar medios
que les permitan la trascendencia.
Para concluir esta parte, nos hemos dado cuenta que los datos biológicos y
psicológicos no bastan para justificar la superioridad del macho. Simone de
Beauvoir nos advierte que para entender ese hecho hay que volver sobre la
historia, ya que la vida de los individuos hay que entenderla en su relación con el
mundo. Cada persona se define al elegirse a través del mundo, por eso la
importancia de comprender esa sociedad que ha subordinado a la mujer a la
categoría de lo Otro.
Gracias a las teorías psicológicas hemos podido entender que identificarse
con el modelo de papá o mamá es enajenarse en un movimiento extraño a la
propia existencia, es tratar de jugar “a ser”. Tenemos a la mujer entre dos
modelos de enajenación: el primero tratar de jugar a ser hombre, intención que
termina en fracaso; y el segundo, tratar de ser mujer, en el sentido de ser objeto o
lo Otro.
De todos modos los caminos que le ofrece la sociedad a la mujer la llevan
a la inautenticidad. Por eso, el reto de las mujeres es rechazar esos caminos y
buscar el cumplimiento de su trascendencia, buscar los medios para exigir ser
reconocida como sujeto. Pero para este hecho se debe primero comprender a la
mujer como “…un ser humano en busca de valores en el seno de un mundo de
varones…” 32 Esta es la concepción de la mujer que tiene Simone de Beauvoir la
cual está detrás de todo su análisis y estudio para la liberación de la misma.

2.3. Haciendo un poco de historia

Simone de Beauvoir recalca que a lo largo de la historia, la mujer ha


desempeñado varias funciones y actividades. Esto dependía de la sociedad. Por
ejemplo, en la pre-historia la mujer poseía un cuerpo más robusto y resistente que
le ayudaba a sobrevivir en condiciones extremas. También participaba en guerras

32
Ibid., Pág. 74.

37
o combates de venganza mostrando su valor y crueldad. En todo caso no se
libraba de la condena de la especie, la maternidad. Esto le produjo grandes
desventajas en relación con el hombre, porque eran largos los períodos de
inactividad, y debido a las circunstancias de la época, no podía evitarlos. Así la
mujer era necesaria para la perpetuación de la especie y el hombre era quien
aseguraba el equilibrio entre la reproducción y la producción. Hombre y mujer
eran necesarios para la supervivencia del género humano.
Sabemos que la finalidad de la humanidad no ha sido mantenerse como
especie, sino superarse. Al avanzar la cultura, las funciones biológicas de
engendrar y criar fueron marcando la diferencia. Las mujeres solo satisfacían las
demandas de la sociedad, por lo cual no alcanzaban la afirmación de su ser. Los
hombres, por el contrario, por sus actividades de proteger, proveer, cuidar,
tuvieron la oportunidad de afirmarse como sujeto. El varón experimentaba su
poder, se planteaba fines, proyectaba caminos para ellos, por tanto se realizaba
como un existente autónomo. “Para mantener, crea; desborda el presente, abre el
porvenir.” 33 La diferencia que se va marcando cada vez más con el paso del
tiempo es que la mujer con su acción siempre está en el presente, mientras que el
hombre se abre campo hacia el futuro, supera el presente para construir el futuro;
y para ello ha sometido a la Naturaleza y a la mujer.
Sucede lo mismo con el guerrero, que ponía su vida en juego por el
prestigio y supremacía del clan. Con este hecho él demostraba que iba más allá
de la simple vida, “…el hombre se eleva sobre el animal al arriesgar su vida no al
darla: por eso la humanidad acuerda superioridad al sexo que mata y no al que
engendra.” 34 No hay que olvidar que los dos sexos son existentes que tienden a
realizarse mediante actividades, proyectos, se realizan por la praxis. Sólo que la
mujer, al ser biológicamente reproductora de la vida, es considerada como un
existente que da vida y no la arriesga. Pero lo grave es que ante esta valoración
desigual ella no se ha opuesto, al contrario la ha asumido sin decir nada.
En la etapa en que la comunidad se asienta en un territorio y la actividad
agrícola es la predominante, la propiedad privada hace reconocer a las mujeres y
los hijos como patrimonio familiar que pertenece al padre. La mujer era necesaria

33
De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Tomo I. Op. Cit, Pág. 88.
34
Ídem

38
para la propagación de la vida de la comunidad. Por los hijos y la tierra, elementos
primordiales en esa época, la mujer pudo desempeñar un papel de primer plano.
De esta forma ella fue mistificada. Recordemos que los antepasados
consideraban a la Naturaleza como Madre de todo, en ella estaba la figura
femenina y de fertilidad; y la mujer tenía los poderes para hacer fértil las grandes
extensiones de tierra. La sociedad la miraba como divina porque en ella estaba la
propagación, la crianza del grupo, y el mantenimiento del mismo por la
alimentación.
Simone de Beauvoir considera que con esta concepción mítico-religiosa de
la mujer, se la rodeaba de misterio y tabú. A veces se trata de vender la idea de
que ese periodo fue la “época dorada” en donde la mujer pudo alcanzar su
subjetividad, su reconocimiento como sujeto. El problema es que al ser divinizada,
era colocada fuera de este mundo, en lo extra-humano, en el “Otro absoluto”, lo
que quiere decir que no era mirada como sujeto. Ella ha sido sólo la mediadora
del derecho mas no su poseedora. Por eso, siempre ha estado necesitada de la
mirada del macho, de la supervisión y dependencia de él.
El hombre se ha apoderado y sometido a la naturaleza, al igual que a la
mujer. Ha necesitado apropiarse de lo que no es, el Otro, que por el movimiento
dialéctico lo afirma como sujeto. Al ser conquistada, ha dejado de ser un misterio,
un enigma. La desvalorización de la mujer se presenta, desde esta perspectiva,
como necesaria para la evolución de la sociedad. Entonces, el macho, al no
encontrar una compañera de trabajo en la mujer la ha excluido de su mundo. Por
no trabajar y pensar como él, la mujer ha quedado segregada a los misterios
inexplicables de la vida. Así, la voluntad de dominación y expansión de los
hombres, ha transformado la incapacidad de la mujer en una maldición.
Al pasar aquella época, la sociedad pudo restablecer la superioridad del
macho; el hombre tenía la actividad principal y la mujer fue considerada otra vez
como lo secundario, lo Otro. Ella encarnaba el desorden, el caos y en definitiva
era consagrada al mal. Pero como el bien necesita al mal para mantener el
equilibrio, el hombre necesitaba a la mujer para la procreación de la existencia.
Por eso, la integró a la sociedad, en la medida en que ella se sometiera al orden y
al cumplimiento de las reglas dictaminadas por él. Al no poseer nada, porque los
derechos de tenencia y trasmisión de bienes estaban supeditados al macho, la

39
mujer no podía tener la oportunidad de elevarse a la categoría de sujeto. Ella solo
era parte del patrimonio de su padre y después de su marido. Por consiguiente,
desde que las bases de la sociedad han sido la familia y la propiedad privada, la
condición para la mujer es de enajenación.
En Grecia, Roma y otros lugares cercanos, se reconocieron dos clases de
mujeres: las que reproducían los herederos (esposas) y las que le proveían de
placer al hombre (prostitutas). En aquella época hubo mayor libertad para la
mujer. Pero el cristianismo reformuló la sociedad, ahora ella debía de ser fiel a su
marido, debía de ser sumisa a él y encontrar allí la felicidad. Por otro lado, esa
religión consideraba a la carne maldita, la mujer representaba (por Eva) la
tentación más eficaz del demonio.
En la Edad Media, durante el feudalismo, prevaleció la figura del
matrimonio monogámico, la fidelidad, la sumisión de la mujer al padre o al marido
y el adulterio penado; la mujer es privada de derechos por su “incapacidad”
política. El orden social era mantenido por la fuerza y el patrimonio por las armas.
En el siglo XII, se conquista un mejor trato, por la influencia religiosa cristiana se
pasa de la Eva pecadora, origen del mal, a la figura de María la madre de Dios,
del redentor de la humanidad. Por otro lado en la corte real dio privilegios a las
mujeres: educación, lujos, buenos tratos. Se destaca el amor cortes como fuente
de inspiraciones de los poetas. A pesar de este avance hay que recalcar que “No
son las ideologías, religión o poesía, las que conducen a una liberación de la
mujer, que por causas muy distintas conquista algún terreno al finalizar la edad
feudal.” 35
Son tantos los factores que se tejen en contra de la independencia de la
mujer, que nunca han quedado abolidos. Hay un factor común en la mayoría de
las épocas, la sumisión femenina que se encuentra en el matrimonio beneficia a
la sociedad. Se confirma la paradoja de que la mujer integrada a la sociedad es
aquella que posee menos beneficios. De esta forma ni el cristianismo ni el
feudalismo pudieron liberar la condición femenina. Hay algunas mujeres que
sobresalieron en esas épocas: las reinas por derecho divino y las santas por sus
altas virtudes. Fueron ellas las que pudieron conseguir un apoyo en la sociedad
que les permitió igualarse con los hombres.

35
Ibid., Pág. 126.

40
Desde el Renacimiento ha habido mujeres que se han destacado en el
campo cultural-artístico, lo que ayudó a su conquista del mundo masculino. En el
siglo XVIII consiguieron algo más de libertad e independencia. Las jóvenes del
pueblo empezaron a ser educadas básicamente. Entre la burguesía había un
poco más de beneficios, pero en general, todavía la libertad era negativa y
abstracta, aunque las mujeres intelectuales creaban situaciones más favorables.
Con la Revolución Francesa se esperó un cambio de situación, pero éste llegó
sólo para los hombres. Con excepción de las mujeres que habían conquistado un
espacio en el ámbito laboral, la gran mayoría se mantuvo subordinada.
Hay que recalcar que la independencia material le permitió gran libertad de
costumbres. Napoleón quería ver en la mujer la figura de una madre y no
pretendía romper la estructura de la sociedad. Por eso sólo dio preeminencia a la
madre sobre la esposa. Así la madre soltera tenía derechos civiles que no
alcanzaban la casada y la prostituta. Todo el siglo XIX refuerza el código
napoleónico, sobre todo privando a la mujer del derecho de enajenar. También
en ese siglo surgieron varios movimientos feministas que luchaban por la
liberación de la mujer y la igualdad de condiciones, pero se encontraron con una
barrera muy grande, la conformidad. Muchas mujeres se sentían bien gozando de
los beneficios del matrimonio; hogar, protección, mantención material y gozar de
algunos lujos. Pensar en una liberación traería sufrimientos y sacrificios que
algunas no estaban dispuestas a pagar.
Las mujeres que se arriesgaban a ese desafío, se liberaban del hogar y el
marido para formar parte en la producción de la fábrica. La búsqueda de la mano
de obra más barata, revolucionó la industria en el siglo XIX. Los propietarios
buscaban más a mujeres que a hombres. De esta forma la mujer o era una bestia
de lujos y comodidades o era una bestia de carga. De la explotación del marido
en la casa, pasó a la explotación del capitalista en las industrias. Los movimientos
feministas lucharon para conseguir ciertos beneficios como mejores salarios,
menos horas de trabajo, permiso por embarazos, etc., hasta conseguir el derecho
al voto.
Otro factor que ayudó a la liberación de la mujer fue el desarrollo de la
obstetricia y la inseminación artificial. Con esto se daba la oportunidad de decidir
cuántos hijos tener y cuándo someterse al servicio de la maternidad. Dejaba de

41
ser esclava de la especie para poder dominar sobre su cuerpo. Entonces
sustraída, en gran parte, de la servidumbre de la reproducción, ella podía asumir
el papel económico, con lo que podría conquistar su personalidad. La evolución
de la condición de la mujer se puede explicar por dos factores simples: la
participación en la producción y la liberación de la esclavitud de la reproducción.
Esta breve historia sobre la evolución de la condición femenina tiene varios
errores a criterio de Simone de Beauvoir. Uno de ellos es que esta historia no ha
sido contada por mujeres, sino por hombres que no entienden el “Ser” de la mujer.
Así el problema femenino ha sido un problema de hombres, porque son ellos los
que han creado los valores, las costumbres, las concepciones, las
denominaciones, etc., mientras que ellas solo lo han aceptado. La autora nos
hace ver que la suerte de la mujer siempre ha estado entre las manos de los
hombres, y ellos no han decidido nunca en función de los intereses femeninos
sino sólo considerando sus propias necesidades, temores y proyectos. Incluso los
movimientos feministas han sido manejados por políticos y considerados como
fenómenos que reflejaban un drama social. Las mujeres no han constituido una
clase separada que intentase desempeñar un papel más activo dentro de la
sociedad. Todas las doctrinas feministas sólo han sido expresiones de ideologías
masculinas que nunca han tenido la intención de representar la reivindicación de
la condición de la mujer.
La mayoría de las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad se han
conformado con estas ideologías, y las que trataban de cambiar esa suerte lo
hacían renunciando o superando su singularidad, es decir, en lugar de hacer
prevalecer lo femenino, lo negaban o lo desechaban. Entonces todo el esfuerzo
que se ha hecho por la reivindicación de la mujer no ha dado resultado es porque
se ha partido de categorías, teorías o formas de pensar masculinas que encierran
a la mujer en lo Otro; y si los derechos abstractos que se le reconocían nunca
pudieron tomar realidad, fue porque no estaban instituidos dentro de las
costumbres de las sociedades. Por eso nunca la mujer ha sido libre.
En el ámbito en donde ha podido afirmarse de mejor manera ha sido en el
dominio cultural-artístico. La mujer con tiempo libre se ha dedicado a las letras o
al arte. La poesía, las novelas, los ensayos, que representan los grandes deseos
de habitar en mundos imaginarios en donde ella sea el sujeto de la acción.

42
Pero esta falta de producción demuestra que la sociedad ha recluido a la
mujer al ámbito de la inmanencia, no le ha dado oportunidades, no le ha ofrecido
los medios para autorrealizarse, para afirmase como sujeto. Por eso, ellas
reclaman un nuevo estatuto en donde su femineidad y su humanidad en conjunto
se impongan sobre esa condición de objeto, de lo Otro. En definitiva reclaman una
efectiva libertad.

2.4. Los mitos que la sociedad ha utilizado contra la mujer

La condición que la sociedad ha dado a la mujer, no solamente ha servido


para fines económicos, sino también ontológicos y morales. Hemos dicho que
para lograr la afirmación y trascendencia, los hombres poseen a la mujer
convertida en objeto, en lo Otro. Paradójicamente el ideal del macho occidental es
poseer una mujer que sufra libremente su dominación, que no acepte sus ideas
sin discutirlas, pero que siempre ceda a sus razones y que se deje convencer no
tal fácilmente. De esta forma se conjugan las dos funciones: de objeto y de juez.
Sólo que para que se dé la verdadera alteridad es necesario encontrar una
conciencia separada de “Uno” e idéntica a “sí misma”. Esta conciencia sólo se la
puede encontrar en otro sujeto, es decir en otro hombre. “La existencia de los
otros hombres es la que arranca a cada hombre de su inmanencia y le permite
cumplir la verdad de su ser, cumplirse como trascendente, como acto hacia el
objeto, como proyecto.” 36
La mujer se presenta como lo inesencial que no vuelve jamás a lo esencial,
como el Otro sin reciprocidad. Para dar credibilidad a esto, la sociedad ha
utilizado el mito de la Biblia, según el cual Dios dio una compañera al hombre,
Eva, que no fue creada como fin en sí misma sino para satisfacer la necesidad del
macho. Ella es una conciencia sumisa. En ella el hombre ve la realización de su
proyecto. “En la mujer se encarna positivamente la carencia que el existente lleva
en su corazón, y al intentar encontrarse a través de ella, el hombre espera
realizarse.” 37 A lo largo de la historia humana la mujer ha sido revestida de mitos y
enigmas que la hacen oscura.

36
Ibid., Pág. 181.
36
Ibid., Pág. 183.

43
2.4.1. La ambivalencia de la mujer: La mujer es una ambivalencia, el hombre
busca en ella un Otro como Naturaleza y como semejante. Como bien y como mal
y viceversa. Ella es la fuente de su ser y el reinado que él somete a su voluntad,
la contingencia y la idea, la finitud y la totalidad, aliada y enemiga, como el caos
tenebroso y como la vida misma. Esa misma ambivalencia se presenta en la idea
de muerte y vida. Antiguamente la mujer encarnaba la fertilidad de la tierra, pero
al mismo tiempo el culto de los muertos. La germinación era asociada a la muerte,
y ésta se hallaba igualmente asociada a la fecundidad. Por ejemplo, la muerte de
la semilla es el nacimiento de la planta, así como la muerte del héroe es el
nacimiento de la inmortalidad para la sociedad. Por eso, el hombre quiere afirmar
su existencia como sujeto pero también quiere descansar sobre su diferencia
esencial. La hembra lo condena a la finitud pero también le permite ir más allá de
sus límites, esa es la magia oculta que hay en la mujer, misterio que la envuelve y
la hace divina.

2.4.2. La impureza de la mujer: Hay varios tabúes más que encerraban a la


mujer en el misterio. Como el miedo a la primera menstruación, en algunas
sociedades se consideraba impura desde el momento en que podía engendrar. La
sangre que fluye desde su interior se consideraba como un símbolo maldito de
impureza. Por eso, se le prohíbe salir, tocar, realizar actividades, etc. Algunas
civilizaciones recluían a la mujer en ese estado porque podía dañar la cosecha, o
echar a perder la comida. Se ha reconocido en el flujo menstrual poderes nefastos
que atentaban contra el orden establecido. Hasta incluso ese fenómeno
puramente fisiológico fue asociado con el ciclo lunar, por lo que también la luna
poseía caprichos peligrosos, que entendía la mujer. Simone de Beauvoir dice
“…esa sangre no hace de la mujer un ser impuro, sino que manifiesta su
impureza; aparece en el momento en que la mujer puede ser fecundada, y
cuando desaparece, la mujer se vuelve generalmente estéril;…” 38

38
Ibid., Pág. 193.

44
2.4.3. La puerta hacia lo místico: Está claro que la sociedad había utilizado esa
imagen mítica para recordar a los hombres que cuando quieran volver hacia lo
misterioso, están las mujeres como una puerta que los conecta con lo místico. De
ahí que se asocie a las mujeres con la magia, la quiromántica, la brujería, la
adivinación, interpretación de lo sagrado, etc. Ella es un regreso a los poderes de
lo natural, del cosmos, del infinito, es un puente entre el allá y el acá. Desde esta
perspectiva se entiende que cuando el hombre abraza a la mujer quiere encontrar
en ella el infinito misterio de la carne. “En el acto sexual el hombre no busca
solamente un placer subjetivo y efímero. Quiere conquistar, tomar, poseer; tener
una mujer es venerarla, y entonces penetra en ella como el arado en los surcos;
la hace suya como hace suya a la tierra que trabaja;…” 39

2.4.4. La virginidad: En el momento en que la sociedad deja de creer que en la


sangre virginal haya poderes ocultos que se salen de control del macho, esa
misma sangre que fluye en el momento de la “desfloración” se convierte en un
símbolo de la pertenencia viril. La virginidad es una prueba de la autenticidad de
la pureza de la mujer. El hombre busca la manera de apropiarse de toda la
riqueza de la mujer. Así, algunos jóvenes exhibían las sábanas manchadas por la
sangre virginal al día siguiente de la noche de bodas, como expresión de orgullo
viril. Entonces el interés que había en una joven virgen, o en una esposa fiel era
sólo para asegurar hijos legítimos en quienes iba a recaer la herencia familiar. Es
decir, este mito de la virginidad sólo era un recurso estratégico para asegurar el
patrimonio familiar.

2.4.5. El matrimonio como meta para todas las mujeres: Tras de ese engaño
de la sociedad de hacerles creer a las jóvenes que el matrimonio es la plena
realización de la existencia femenina, que en él ella encontraría la felicidad y el
cielo, lo único que hay es otra estrategia para el sometimiento de la esposa al
marido. El marido veía a la mujer como el barro maleable que se presta a la forma
que él quiera darle. Por eso, él formaba a la esposa eróticamente, moral e

39
Ibid., Pág. 195.

45
intelectualmente, la educaba, adoctrinaba y le imprimía su sello en lo más hondo
de su ser. Exhibirla como uno de sus tesoros era una de las grandes
satisfacciones que podía haber, mostraba los méritos de ella como si fueran los
suyos propios, a través de ella el hombre demostraba a los demás su poderío en
el mundo.
De esta forma la mujer era considerada como una propiedad personal del
padre o del marido. Pero cuando nadie las tomaba o las conquistaba, se
convertían en una cosa de horror, porque no habían podido cumplir con el
designio de “ser destinada para otro”. La virginidad estaba aliada con la juventud.
Sólo la joven virgen podía esperar que un hombre la tomara. Mientras que la
mujer que esperó demasiado, la solterona, solo le quedaba dejarse consumir por
el tiempo. Ningún hombre se fijaría en ella.

2.4.6. La belleza y sus adornos: Desde hace tiempo la sociedad ha introducido


nuevos códigos de belleza, cada vez son más los accesorios que hacen que una
mujer se vea hermosa, espléndida, irradie belleza. La mayoría de esos accesorios
y de esos objetos de belleza demuestran cómo la mujer está destinada a ser
poseída por otro, es preciso que su cuerpo ofrezca cualidades inertes y pasivas
propias de un objeto. Así, las diferentes artificialidades con que tiene que
revestirse convertían el cuerpo de la mujer no en una manifestación de la
subjetividad femenina sino en una cosa a ser ostentada. De este fin se
desprenden varias actitudes socio-culturales, como exigir a las mujeres vestirse
bien, estar con las exigencias de la vanguardia, estar maquilladas, peinadas,
enjoyadas, etc. Simone de Beauvoir nos hace caer en cuenta que estas actitudes
lo único que hacen es petrificar el cuerpo y el rostro femenino, ayudan en la
metamorfosis de mujer a ídolo.
Una vez que ella es poseída por el hombre, éste con el tiempo la despoja
de aquello que la hacía deseable. Encerrada en la familia, su magia original se
disipa en lugar de transfigurarla en sujeto; se vuelve servidora, sumisa,
domesticada. Para el marido ella ha dejado de ser esa presa indomable en la que
se encarnaban todos los tesoros naturales que apetecía al macho. Llegaron el
aburrimiento y la rutina, los asesinos del matrimonio. Si acaso la mujer quiere huir
de ese destino y ser libre, lo único que encontrará es una sociedad que la

46
devolverá a la Naturaleza y al demonio; es decir, una sociedad que la despojará
de su dignidad social, ya que siendo libre sería una rival para el hombre y la
relación entre los dos sexos sería de conflictividad.
Es interesante identificar cómo los hombres ven en las mujeres lo que no
son y necesitan, lo que saben que no pueden alcanzar y desean, ella es “…su
sirvienta y su compañera, pero él espera que sea también su público y su juez, y
le confirme en su ser; ella le contesta con su indiferencia y hasta con burlas y
risas. El hombre proyecta en ella lo que desea y teme, lo que ama y odia. Y si es
tan difícil decir algo de eso, es porque el hombre se busca del todo en ella, y ella
es Todo. Pero ella es Todo al modo de lo inesencial: ella es todo el Otro.” 40 Con
estas palabras Simone de Beauvoir describe cómo ha sido considerada la mujer
en la sociedad.

40
Ibid., Pág. 242.

47
CAPÍTULO TERCERO
MUJER Y SOCIEDAD

3.1. Introducción

“No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico
define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la
civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y
el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un ajeno
puede constituir a un individuo en Otro.” 41 Con estas palabras se resume la tesis
principal de Simone de Beauvoir, y el contenido de este capítulo.
En la parte anterior hemos encontrado la definición de mujer desde el punto
de vista de la biología, la psicología, y desde la misma sociedad. El criterio es el
mismo, la mujer es lo Otro, el segundo sexo, lo inesencial, etc. Pero lo importante
es que si la mujer no es reconocida como un ser humano en igualdad de
condición que los hombres, con los mismos derechos y capacidades, es porque la
sociedad no se lo ha permitido, ya que así, como lo Otro, le es útil.
Entramos en el campo de la construcción social, la mujer no nace, se hace,
es la primera afirmación de la autora y la conclusión a la que llegó después de su
estudio sobre la condición femenina. ¿Quién construye a la mujer? Evidentemente
la sociedad representada por el sexo masculino. Desde este enfoque, la mujer es
un “sujeto” en la teoría, ya que en la práctica o en la realidad es un objeto en
función de satisfacer las necesidades de los machos.

41
De Beauvoir, Simone, El segundo Sexo, Tomo II, Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1977, Pág. 13.

48
3.2. La sociedad empuja a las mujeres hacia el matrimonio

Comienza la existencia de los sexos sin una identificación por parte de la


conciencia de los sujetos. Son los otros (padres, familiares, sociedad) los que
determinan la identidad de los niños y niñas, por medio de la educación, las
costumbres, los comportamientos, etc. Simone de Beauvoir dirá que a los machos
se los construirá para ser sujetos de acción: aventureros, dominadores,
explotadores, creadores; mientras que a las mujeres la configurarán a ser “los
otros” como complemento de los primeros.
En el capítulo anterior hemos identificado bajo qué parámetros la
civilización mira y juzga a los individuos de los diferentes sexos. Recordemos que
la sociedad identifica al sexo masculino como lo trascendente, lo absoluto,
esencial; en cambio, lo femenino como lo inmanente, inesencial, lo otro. Bajo este
esquema, la humanidad produce y reproduce hombres que aprenderán a manejar
y transformar el mundo, la realidad, y las mujeres a reproducir y cuidar de la vida
de los personas, en los espacio privados como en el hogar.
Los primeros años de existencia de los seres humanos están marcados por
el aprendizaje de conocimientos, actitudes, costumbres, modos de ser y vivir.
Haciendo una lectura crítica El Segundo Sexo, la formación en las mujeres está
caracterizada por el imperativo de convertirse en “buenas” mujeres (según el
estereotipo establecido por la sociedad patriarcal) para posteriormente ser
“buenas” esposas y madres. Implícitamente en la idea de construcción socio-
cultural de la mujer está, también, la del hombre. Sólo que éste va a poseer más
privilegios y oportunidades que la hembra.
Algunos de estos privilegios son inculcados desde la infancia. En la
mayoría de los casos se educa a los niños con la concepción de que el dolor es
para los fuertes y los afectos para los débiles. Por eso, cuando los varoncitos se
golpean, no tienen que llorar porque los hombres son fuertes y no lloran. El
comportamiento varonil, influenciado por los adultos, provoca en los niños una
cierta conciencia de “orgullo viril”, mientras que el papel de las niñas queda

49
determinado por la actitud débil, ellas son las que pueden llorar, pedir consuelo y
mostrar su afectividad frente a los demás.
Pero el niño no valora el privilegio masculino (orgullo) como lo que es sino
como una compensación, inventada por los adultos y aceptada por el niño. Él
sabe que ya no es un bebé, y no es niña, por tanto sabe que la trascendencia y
su soberanía está en su sexo, en el hecho de ser niño. El problema de la
inferioridad femenina inicia en el ambiente familiar, en donde se desarrollan
preferencias por los hombres y las mujeres perciben aquello como algo normal o
natural. Es en ese medio de cotidianeidad que se van incorporando estas ideas
aparentemente “biologicistas”, que envuelven a los individuos en situaciones
concretas.
Los ejemplos anteriores manifiestan la idea que hay detrás de los hechos,
el permitirles juegos “rudos”, el decir a los niños que no lloren, que no se
comporten como mujercitas, entre otras actitudes, solo demuestran la concepción
de que las mujeres son débiles por naturaleza. Afirmación que no tiene un
fundamento sólido, ya lo hemos estudiado en el capítulo anterior. Sabemos que la
biología condena a las mujeres a la maternidad, es decir a una inactividad de
corto tiempo que fácilmente puede ser suplida. El período menstrual es sólo unos
pocos días al mes. Entonces estas aparentes “desventajas” no son motivo
suficiente para condenar a las mujeres a la inactividad total y decir que son más
débiles que los hombres.
Si la sociedad les permitiera disfrutar de las ventajas “masculinas”, ellas
pudieran desempeñar las actividades que realizan los hombres sin ningún
problema. Ahora en nuestro medio se está considerando normal observar a
mujeres policías, militares, políticas, abogadas, etc., mujeres que demuestran que
son capaces para desarrollar esos cargos que supuestamente solo eran para los
varones. De esta forma la concepción sobre la incapacidad de las mujeres se está
derrumbando, así como otras ideologías que denigraban la condición femenina en
la sociedad. Por tanto, es el medio el que construye a una mujer débil, frágil,
impotente de afirmarse como sujeto autónomo. “A la mujer le exigen que se
quede en casa y vigilan sus salidas, no la estimulan de ninguna manera a que ella

50
misma decida sus diversiones y placeres. (…) la falta de iniciativa que proviene de
su educación, las costumbres le vuelven difícil la independencia necesaria.” 42
La civilización enseña a los niños, en la vida diaria, que la autoridad la tiene
el padre y aunque la madre tenga el dominio sobre la casa, ellos saben que ese
poder se le termina cuando él llega. Así la imagen del padre, la figura masculina,
está rodeada de un misterioso “prestigio”. La niña toma de su ambiente cierta idea
de su destino, y de cuál es su situación en el mundo. Sabe que está destinada a
ser una mujer como su madre, ya que nunca podrá ser como su padre, y sólo
espera de él una valoración. Por otra parte, no sólo es en la familia donde se
evidencia este hecho sino también en la cultura histórica y literaria, las canciones,
las leyendas, los cuentos, los mitos, etc., todo contribuye a la confirmación de la
jerarquía entre hombres y mujeres.
Así, cuando el varón aprehende el mundo, lo hace por medio de su cuerpo.
Cuando trepa a los árboles, pelea con sus amigos, enfrenta juegos violentos, está
captando su cuerpo como un medio para la dominación de la naturaleza y como
un medio de combate, se enorgullece todavía más por sus músculos y su sexo.
La hembra antes de enorgullecerse se confunde, no sabe cómo manejar el
conflicto entre la existencia autónoma y el “ser-otro”. A ella le han enseñado que
para agradar tiene que ser educada, tranquila, bonita, hacerse objeto de
admiración y elogios. De esta forma es tratada como una muñeca y le niegan la
libertad, con lo que se afirma el círculo vicioso, pues cuanto menos ejerza su
libertad, menos recursos poseen para afirmarse como sujeto. Por eso no es difícil
entender que las mujeres tengan “envidia” de las actividades que singularizan a
los hombres. Esta actitud es normal porque la mujer también posee ese deseo
espontáneo de afirmar su poder sobre el mundo.
La sociedad se ha encargado de construir un ambiente en donde la
desigualdad entre lo sexos se mire, por los individuos, como un hecho natural, del
cual no hay escapatoria. Este hecho responde a una necesidad social, es
necesario recalcar la diferencia (como desigualdad) porque no se puede permitir
que las mujeres hagan lo mismo que los hombres, ellas están determinadas para
los trabajos domésticos y no pueden irse en contra de la “naturaleza”. Porque si
las mujeres no hacen ese tipo de trabajo, quien desempeñará las actividades de

42
Ibid. Pág. 77

51
alimentación, de cuidado y crianza de los hijos. Aunque este razonamiento
machista es el que ha estado vigente durante mucho tiempo, y el que ha impedido
la reivindicación de la condición femenina.
Simone de Beauvoir se dio cuenta de estas diferencias en el pensamiento
de las personas y que éstas solo reproducían este modelo. Un claro caso es el de
las jóvenes que tienen el anhelo y la ilusión de encontrar un hombre con el cual
poder casarse y de esa forma realizar su existencia en el mundo. Los jóvenes
también esperan y desean encontrar una mujer, pero la diferencia está en que
ellos no la ven como un fin en sí mismo, sino como un elemento de su vida. La
figura femenina no encierra el destino del hombre ni la realización de su
existencia, solo es parte de la vida. En cambio la figura masculina en las mujeres
sí tiene esa importancia existencial, ya que si una mujer no logra casarse, se la
considera como una mujer fracasada.
Que la mujer no sea la razón de la existencia del hombre sino solo una
parte de ella, indica la tendencia a mirar a la femineidad como el complemento
que necesita el género masculino. La sociedad va a insistir a la mujer que
incorpore valores “femeninos” como la sensualidad, la confianza, la lealtad, etc.,
para completar los valores que los machos no poseen. Así encontramos a
mujeres interesadas en admirar las maravillas de la naturaleza, disfrutar de los
paisajes que tienen a su alrededor y asombrarse por lo estético de las cosas, una
imagen de la vida que refleje lo hermoso del existir. Tras los senderos que
parecen infinitos, encima de las colinas en donde se siente dominar la naturaleza
y la riqueza de la misma extendida bajo sus pies, ella encuentra la tranquilidad, la
libertad, el gusto de sentirse sujeto.
Los valores que debe desempeñar son los menos desarrollados por los
hombres, entonces si los varones desarrollan más el campo intelectual, racional,
la civilización le encomienda a la mujer el desarrollo del ámbito de lo mítico-
religioso. Recordemos que en las familias creyentes del anterior siglo, las mujeres
son las más religiosas, piadosas, las que más desarrollan la vida interior. La
sociedad concibe a hombres y mujeres en una dualidad que necesita
complementarse.
Simone de Beauvoir se da cuenta que el carácter y la conducta de las
mujeres son los que expresan la situación femenina; entonces si éstos se

52
modifican, la imagen de ellas cambiará. A diferencia de las costumbres
establecidas, si a la mujer la absorben los deportes, el aprendizaje profesional, o
una actividad social y política, ella se liberará de la idea de que la realización
existencial solo estará en el macho y el matrimonio. Pero ni la familia ni las
costumbres favorecen ese esfuerzo de pocas mujeres que tratan de cambiar el
destino y las tradiciones. “Todo concurre a frenar su ambición personal, y una
enorme presión social, sin embargo, la invita a encontrar en el matrimonio una
posición social, una justificación.” 43
Hablando de las tradiciones y costumbres que hay que cambiar, veamos la
tradición de exigir solo a las mujeres la castidad y la fidelidad. En la civilización
patriarcal se ha destinado a la mujer a la pureza y a solo reconocer, más o menos
explícitamente, el derecho del macho a satisfacer sus deseos sexuales, por tanto
a creer que el acto sexual se termina cuando el hombre ha alcanzado el orgasmo.
Sobre el punto de la pureza o la virginidad, tratamos en el capítulo anterior,
demuestra la intención de asegurar la legitimidad de los hijos para la posterior
herencia y la fidelidad de la mujer hacia el marido. Podemos identificar que este
requerimiento para el matrimonio ha sido muy fuerte en sociedades pasadas.
Sobre el punto de reconocer solo en el hombre el derecho a la satisfacción
sexual, es sorprendente observar que por esta costumbre muchos matrimonios se
han disuelto, o en su defecto muchas mujeres han adquirido una repulsión hacia
su esposo y su vida íntima sexual. La transformación de la joven en mujer adulta
se da por la iniciación de la vida sexual. El cuerpo, su tesoro más preciado, es
arrebatado de su poder por el hombre que lo toma. En la sociedad androgénica es
normal dar al hombre el privilegio de elegir las posturas “amorosas” y decidir la
duración y frecuencia del acto sexual. Ella se siente un instrumento a disposición,
ya que toda su libertad se encuentra en el Otro.
En la sociedad en que escribía Simone de Beauvoir, ése era el único
camino aceptado por la sociedad para las jóvenes que querían convertirse en
mujeres; sin duda otros caminos poco convencionales son criticados y
sancionados por las leyes de la civilización. Uno de ellos es el homosexualismo o
lesbianismo, la joven que no quiere sentirse objeto de posesión, o convertirse en
un objeto de placer de los hombres, opta por esta vía que le permite tener un

43
Ibid., Pág. 114.

53
papel más activo y poder llegar a una “trascendencia de sujeto”. La lesbiana se
caracteriza por su rechazo al macho; al no querer convertirse en objeto, desprecia
al hombre y ve en otra mujer una fuente de pasión.
Ha habido teorías o comentarios de psicólogos que han mirado este
fenómeno como un “imitar al hombre”, es decir, ellos sostienen que la mujer, al
verse en desventaja con respecto al hombre, lo imita en una actitud viril y
masculinizadora. La sociedad considera al hombre como lo positivo y lo neutro,
como macho y ser humano, mientras que la mujer solo encarna lo negativo, la
hembra; y cuando ella quiere ser también lo positivo, humanizada, le dicen que se
identifica con el macho. Simone de Beauvoir no está de acuerdo con el enunciado
anterior, a su vez vuelve a recalcar “… la “verdadera mujer” es un producto
artificial, al cual la civilización fabrica como antes fabricaban castrados; sus
pretendidos “instintos” de coquetería y docilidad le son insuflados del mismo modo
que el orgullo fálico al hombre; éste no siempre acepta su vocación viril y ella
tiene sus buenas razones para aceptar menos dócilmente aún la que le es
asignada.” 44
Feministas como Luce Irigaray, Luisa Posada, entre otras, apoyan este
camino como una alternativa al modelo patriarcal-falocéntrico, y un modo en que
la mujer reivindique el ser mujer. El pensar la mujer desde las mujeres, el
construir un modo de ser que respete los deseos y anhelos de ellas frente a todo
ese mundo de dominación y opresión en el que han estado por mucho tiempo. “La
“sociedad lesbiana” no se refiere a una colectividad concreta de mujeres
homosexuales, así como el término “lesbiana” no se refiere simplemente a una
mujer lesbiana. Son, por lo contrario, los términos conceptuales, teóricos, de una
forma de conciencia feminista que puede existir teóricamente solo en el “aquí y
ahora” como conciencia de otra cosa.” 45
Muchas veces hemos escuchado comentarios o criticas que hacen ver a
una Simone de Beauvoir lesbiana por su idea de aprobación de este modo de ser
de algunas mujeres. Sabemos claramente que todo acto humano que esté elegido
libre y voluntariamente va a ser aceptado por esta existencialista. Por eso, a las
mujeres que no quieren negar su reivindicación de ser humano pero tampoco
44
Ibid., Pág. 155.
45
De Lauretis, Diferencias, etapas de un camino a través del feminismo, Madrid, Horas y Horas, la
Editorial, 2000, Pág. 146.

54
quieren mutilar su femineidad y que al final eligen acceder al mundo masculino
con todas las exigencias requeridas; la autora las critica como mujeres que se
acoplan al sistema y que no luchan por la realización de la existencia personal.
Pero lo interesante sobre este punto es que la autora nos está presentando
un dilema existencial que se presenta a la mayoría de las mujeres, o la realización
personal o el destino impuesto desde la sociedad. Las mujeres, antes de entrar en
la etapa de mujer casada y madre, tienen que resolver ese problema, el criterio de
Beauvoir es de elegir libre y concientemente la realización personal como lo
demostró a lo largo de su vida; sin casarse ni cumplir la función reproductora, ella
logra realizar su existencia venciendo todos los tabúes y miedos que la sociedad
infunde. Una vida distinta de la que nos presenta la sociedad sí es posible y
realizable, solo se requiere un poco más de esfuerzo y sacrificio porque la
estructura social no ofrece los medios para ello. La solución solo vendrá cuando
se dé una justa igualdad económica en el medio cultural y en tanto también las
costumbres autoricen a las mujeres a aprovechar, en función de esposa o
amante, de los “privilegios” (oportunidades) que poseen los hombres.

3.3. El matrimonio como la plena realización de la mujer

El destino de toda mujer es el matrimonio, no hay existencia fuera de ese


compromiso. Por eso la tarea de los padres, especialmente las madres, es la de
formar bien a las mujeres para que sean buenas esposas y madres; en definitiva
buenas mujeres para los futuros maridos. Las mujeres que no buscan a un
hombre, buscan a Dios. La vida consagrada al Ser Supremo es otro tipo de
matrimonio, pero por ser una elección ejercida con libertad, las mujeres que
acceden a esa vida tienen más oportunidades para desarrollar una existencia más
auténtica.
En la sociedad patriarcal, la mayor parte de las mujeres están casadas, o
se están preparando para ello, o lo fueron o sufren por no haberlo hecho. El
matrimonio se ha presentado de manera distinta para los dos sexos, los dos se
necesitan pero no en reciprocidad. Socialmente el hombre es un individuo
autónomo y completo; es productor y su existencia se define por su trabajo en la
colectividad. Desventajosamente la mujer no ha corrido con la misma suerte, su

55
trabajo le ha destinado a la inmanencia. En el estado matrimonial el hombre se
desarrolla como padre y como esposo, la mujer como esposa y vasalla o esclava
de los machos. “El matrimonio es su único modo de ganarse la vida y la sola
justificación social de su existencia, le es impuesto a doble título: debe dar hijos a
la comunidad (…) y solo se le pide que sea una madre” 46
Me sorprende que la sociedad del siglo anterior haya permitido una sola
forma de integrar a la mujer a la civilización, y haya rechazado otros medios de
realización personal que no involucren necesariamente el matrimonio. El trabajo
de Simone de Beauvoir de identificar que la sociedad ha visto (incluso sigue
concibiendo) a las mujeres como el medio de satisfacer las necesidades de los
hombres y la necesidad de la especie, nos ha permitido entender la actitud
generalizada de los individuos que aspiran al matrimonio. En él, el hombre toma a
la mujer como una expansión o confirmación de su existencia. La mujer toma su
nombre, es asociada a su culto e integrada al ambiente de él, pertenece a su
familia y se transforma en su mitad. En nuestro medio latinoamericano está
cambiando esa forma de ver el matrimonio, o la existencia de hombres y mujeres,
pero hay ciertas actitudes que se mantienen y se reproducen a las futuras
generaciones.
La vocación del macho es la acción, por tanto necesita producir, crear,
combatir, progresar, trascender hacia la totalidad del universo, mientras que la
vocación de la mujer no invita a trascender con él sino a quedarse en la
inmanencia; por tanto solo puede construir una vida equilibrada en donde
pretenda alcanzar la felicidad. La casa se convertirá en su mundo, o encerrará el
mundo en cuatro paredes, donde ella tiene el poder de administrar, y procurará
perpetuar la especie. De esa manera el hombre justificará a su esposa al extraer
de su compañía la fuerza necesaria para emprender, actuar y luchar. A ella sólo le
quedará dejar su existencia en sus manos, ya que él le dará un sentido. “La casa
(…) resume todos los valores burgueses: fidelidad al pasado, paciencia,
economía, previsión, amor a la familia, al suelo natal, etcétera.” 47
La sociedad, al no dar la oportunidad a las mujeres para que desarrollen
sus habilidades y destrezas en el ámbito público, al igual que los hombres, la está

46
De Beauvoir, Simone, El segundo Sexo, Tomo II. Op. Cit. Pág. 175
47
Ibid., Pág. 204.

56
destinando al campo de lo privado, la casa. Este lugar para las mujeres adquiere
un valor sumamente importante ya que es ahí donde ellas consiguen un lugar en
el planeta. El trabajo casero representa para ella una forma de apropiación de un
mundo permitido. Su tarea es la de vigilar la alimentación y la ropa, velar que todo
esté en orden, que a la familia no le falte nada, en definitiva la manutención de la
sociedad familiar. Así se realiza como actividad, pero lastimosamente esa
actividad no la arranca de la inmanencia sino que más la hunde.
Pero ¿acaso la actividad doméstica no permite a la mujer trascender como
sujeto? Lastimosamente hay que responder con un no. Como bien lo demuestra
la autora, la actividad doméstica no reivindica la condición de sujeto, porque la
actividad femenina, en el panorama de la sociedad, siempre es la misma, no hace
nada “extraordinario”, solo lo rutinario; por tanto solo conquista el presente. No
tiene la impresión de conquistar un “bien positivo” sino de luchar constantemente
contra la suciedad, el desorden, el hambre, la necesidad, etc., y esa lucha se
renueva todos los días. “Y estarán sometidas al mismo ritmo hasta la muerte.
Comer, dormir, limpiar… los años no escalan el cielo, y se extienden idénticos y
grises en una capa horizontal: cada día imita al anterior y el presente es inútil y sin
esperanzas.” 48
El problema está en el menosprecio que tiene la civilización a estas
actividades y la atribución solo a las mujeres. Porque las actividades domésticas
son necesarias para vivir en sociedad, les competen a hombres y a mujeres, no
solo a las mujeres como la sociedad ha hecho creer. Entonces, si los trabajos
domésticos se comparten con el cónyuge y se los combina con las actividades del
espacio público profesional, la acción de las mujeres también le ayudaría a
reivindicar su condición; y cambiar la concepción del trabajo de hombres y
mujeres, rompiendo las barreras que los separan. A esta meta apunta la
propuesta de la igualdad de condiciones, un trato equilibrado en las relaciones
entre los dos sexos.
El trabajo destinando a la mujer dentro de la casa, es un trabajo y una
acción en el mundo que no llenan existencialmente; ya que es una acción
asumida pero no deseada. Al no ser elegida libremente esa acción, poco a poco
las mujeres se van cansando de las mismas actividades y si entre los esposos no

48
Ibid., Pág. 209.

57
hay amor, la hostilidad gana terreno hasta el punto de considerarse familiares y
extraños al mismo tiempo. Por eso, el esquema que mantienen comúnmente los
matrimonios es de aburrimiento, espera y decepción. Es justamente en esos
conflictos donde la burguesía había impulsado ideologías que transformaban la
rutina diaria en una forma de aventura, el fastidio se convertía en sabiduría, por
tanto los odios familiares en formas profundas de amor. Así se aseguraba el
orden social establecido. La hostilidad que reinaba en el hogar se la hacía ver
como un motivo para no prescindir el uno del otro.
Simone de Beauvoir aclara que no hay que confundir dos términos que la
sociedad utiliza desmesuradamente: asumir y amar. No se ama lo que se asume,
la persona puede asumir su pasado, su cuerpo, su situación actual, pero el amor
es mucho más que eso; es un movimiento hacia otro, hacia una existencia
separada de la suya. Entonces, cuando el esposo o la esposa se asumen como
familia, no se están amando sino sólo cumpliendo con preceptos éticos, religiosos
y sociales. Para que exista amor debe de haber libertad, para que el compromiso
vaya más allá del instante. Eso es lo que demostró la autora con su vida, que el
amor va más allá del puro compromiso, la convención social, y los preceptos
establecidos.
El amor en el estado matrimonial es un ideal difícil de conquistar, en la
mayoría de los casos se trata de proyectar hacia el interés colectivo, la unión
económica y sexual de ambos sexos y no de asegurar la dicha individual. El
hombre busca en ese acto escapar de la soledad, formar una familia para tener
descendientes, quiere una esposa que se convierta en su esclava personal y le
satisfaga en sus necesidades primordiales; en definitiva planifica la realización
plena de la existencia. Por su parte, la mujer busca escapar del peso de la familia
y satisfacer la exigencia de la sociedad que la induce a unirse a un hombre en
matrimonio, en él la civilización promete un futuro económico y social, una ayuda
para desenvolverse en el mundo; solo que a cambio ella tiene que sacrificar el
amor individual.
El amor de Simone de Beauvoir y Sartre, el cual mantuvo un
reconocimiento intersubjetivo que propició una situación de igualdad, se resume
en las palabras de Balzac “El amor es el acuerdo entre la necesidad y el
sentimiento, y la dicha en el matrimonio resulta del perfecto acuerdo de almas

58
entre los esposos. Se sigue de allí que para ser feliz un hombre está obligado a
constreñirse a ciertas reglas de honor y delicadeza.” 49
Teniendo en cuenta que la sociedad construye a sus individuos según las
necesidades de los integrantes, especialmente los del género masculino, hay que
entender que es un acto utópico pretender que la unión que se funda sobre
razones de conveniencia tenga oportunidades de engendrar amor. Muchas veces
el amor ideal, que a menudo posee la joven antes de casarse, no es suficiente
para edificar la empresa de una vida marital. La pasión que puede estar presente
al principio de la relación, tiende a morir con el transcurso del tiempo, ya que para
mantenerlo es necesario que se dé un movimiento hacia el otro, en una alteridad
en reciprocidad, aspecto que los hombres no reconocen en las mujeres. Esto
imposibilita que entre ellos haya un intercambio o una conquista.
La solución no depende de los individuos como tales sino del sistema, de
la estructura social que impulse nuevas relaciones y nuevas costumbres que
permitan a los dos sexos desarrollar su existencia en plenitud e igualdad. El
cambio de la relación entre hombres y mujeres no solo es apoyado por las
feministas de la igualdad, como Simone de Beauvoir, sino por las diferentes
tendencias del feminismo en la actualidad. Es verdad que mientras el hombre
conserve la responsabilidad económica de la pareja, la igualdad será una utopía.
El matrimonio en nuestro medio se está desvalorizando, muchas parejas
solo lo miran como un acto simbólico superficial, en la cual pierde su valor
trascendente religioso. Por tanto, no hay compromiso responsable sino solo un
convenio social, estar juntos hasta cuando se pueda. Considero que el acto de
estar junto con otra persona en situación de conyugue, implica un acto de libertad,
responsabilidad y de amor. No solo es un trato social que tienen algunos
beneficios sino una elección personal existencial en donde se juega la felicidad de
la persona. En tal relación no puede haber una jerarquización ni una imposición,
porque ello perjudica en la interacción entre los sexos. La igualdad de condiciones
es posible sobre nuevos hombres y mujeres que superen y asuman el pasado de
opresión y desigualdad que nos antecede.
En el Siglo XXI no se puede seguir pensando en el matrimonio como una
obligación social de la que nadie se puede escapar. La sociedad tiene que dejar

49
Citado por De Beauvoir, Simone, El segundo Sexo, Tomo II. Op. Cit. Pág. 187.

59
en libertad esta opción, que las personas puedan elegir tomarlo o no. Dejar la
condenación existencial es una nueva meta que debemos de lograr, al no
categorizar a la mujer no casada fracasada y a los hombres no casados como
frustrados es un gran avance que tendrá dimensiones nuevas en la relación entre
hombres y mujeres. Una de ellas puede ser permitir a las mujeres fundar su
propia existencia sin la necesidad de ser esposa y madre.

3.4. La maternidad como destino de toda mujer

Las generaciones anteriores consideraban de suma importancia la


descendencia, el crecimiento poblacional de las familias. Eso fue así por la
necesidad que había de extender los dominios y porque había las condiciones
para la vida en abundancia. Pero hace un buen tiempo ya no es necesario el
crecimiento poblacional, hay demasiadas personas en el planeta y para la
superficie de los continentes. Esto exige una revalorización de la función
reproductiva de la mujer, hay que dejar de considerar que en la maternidad las
mujeres realizan integralmente su vocación “natural” de perpetuar la especie y su
destino personal existencial.
Generalmente se piensa que la vocación natural de las mujeres es ser
madres de muchos hijos, pero no nos damos cuenta que tras de esa concepción
hay la idea de que son las mujeres las que deben responsabilizarse por la crianza
y el cuidado de los hijos, quedando los hombres libres de esa tarea. Tiene que
romperse la costumbre de dejar todo el trabajo de la crianza de los hijos a las
mujeres, hay que sacar a las mujeres de esa esclavitud. Pero no se trata de ir al
otro extremo de dejar todo el trabajo a los hombres, se trata de quitar la idea
determinista naturalista de que el hogar es para las mujeres y el mundo exterior
para los hombres. Como ya se ha dicho, esa concepción solo representa una
necesidad social revestida de determinación u obligación que supuestamente
viene dictada desde la biología.
La situación ha cambiado, ahora la función reproductiva ya no es dirigida
por azar de la naturaleza sino por voluntad de la civilización. El control de la
natalidad y el aborto son las voluntades que rigen esa función biológica. El aborto
en el pensamiento de las feministas es un elemento que libera a la mujer de la

60
esclavitud de la especie, y que la encamina hacia su reconocimiento de sujeto;
porque es ella la que tiene el control de su cuerpo y el poder de decidir cuándo
someterse al servicio de la maternidad.
La sociedad patriarcal considera que el aborto es un crimen que hay que
evitar siempre, pero no se da cuenta que es un fenómeno que cada mujer lleva
sobre sus hombros, porque el riesgo a él es parte de la condición femenina.
Simone de Beauvoir no encuentra sostenibles los argumentos de los “moralistas”
al momento de defender el rechazo hacia el aborto. Le parece absurdo que la
civilización defienda tanto el “derecho del embrión” y deje morir a tantos niños por
falta de cuidados por parte de los padres.
Los hombres tienden a considerar el aborto muy a la ligera, solo lo miran
como si fuera un accidente más de la vida femenina; no miden las consecuencias
que implica para la mujer. Las mujeres desde que son niñas y juegan con las
muñecas, saben que están destinadas a ser madres, a criar y cuidar niños. A
veces los hombres, para conservar su libertad, no afrontar el porvenir con
desgracia y no perder los beneficios de su empleo, piden a la mujer que renuncie
a su femineidad cuando es el deseo de ella tener ese hijo. Así se evidencia la
doble moral de los machos que prohíben universalmente el aborto, pero lo
aceptan particularmente como una medida de solución rápida; ellos sí tienen el
derecho de contradecirse con un cinismo irreflexivo. La mujer por su parte sufre
esa contradicción en su carne herida, no posee las fuerzas necesarias para
reclamar esa injusticia del mundo varonil, vive ese crimen manchada y humillada.
Simone de Beauvoir nos abre el panorama de la mujer ante la situación de
la maternidad, es cierto a veces la sociedad es injusta en obligarlas a realizar
ciertas acciones que afectan a su persona, para bien de la comunidad. Como
obligarlas a ser madres cuando ellas no lo quieren. El aborto es un tema muy
discutido y sobre todo muy problemático por sus implicaciones. Entender a la
mujer que opta por este medio es muy complicado, desde mi punto de vista,
especialmente para los hombres que no tenemos esta responsabilidad natural.
Dios al formar al ser humano lo dotó de muchas facultades, habilidades,
destrezas pero de una manera extraordinaria le dio lo más importante la libertad
de elegir. Considero que esa es la más grande cualidad que posee el ser humano.
Libertad que sabemos que no es hacer todo lo que uno se imagina y quiere, sino

61
todo lo que considera apropiado hacer, siempre y cuando esté dirigido por la
voluntad y la razón. Desde este enfoque, las personas debemos de elegir
responsablemente, no solo pensando en nuestros intereses sino también en los
de los demás, especialmente con los que tenemos alguna responsabilidad. Por
tanto, el aborto debe de ser una elección que la persona debe de hacer, tanto sea
de la mujer o de la pareja. Pero una elección sumamente informada y deliberada
por sus consecuencias éticas-morales y religiosas.
Me parece apropiado que exista centros médicos especializados con gente
capacitada para asesorar y ejecutar el aborto. No solo especialistas médicos sino
también psicólogos, psiquiatras y si la persona profesa alguna religión tenga
información y asesoría respectiva. Mi posición frente a este tema no es estar a
favor o en contra sino ir más allá, ir a los fundamentos éticos, morales, religiosos
de cada persona. Por mi parte defiendo y defenderé la vida desde la concepción,
pero no por ello hay que dejar que muchas mujeres mueran en acciones
desesperadas de mala práctica médica, o de lugares no especializados.
En el embarazo la mujer siente que esa existencia que va a surgir de ella,
va a justificar su propia existencia. Esta pretensión de justificación que la mujer
pone en sus hijos es falsa, solo es una ilusión, porque ella no hace
verdaderamente al niño sino que éste se hace en ella. Por eso, la madre puede
tener razones para querer a un hijo, pero no puede dar a ese otro sus propias
razones de ser; sabemos que una madre reproduce al hijo en la realidad de su
cuerpo, no en la singularidad de su existencia.
La nueva ilusión de la mujer por reivindicar su ser provoca que la madre en
ciertas ocasiones busque en el niño lo que no encuentra en su marido, que es el
reconocimiento de la subjetividad. Él representaría al amante que esperaba, ella
capta en ese pequeño ser lo que el hombre busca en la mujer; un otro, una
conciencia que sea su presa, su doble. Esa relación se va poniendo más compleja
porque la madre siente la tentación de enajenarse totalmente en él, pero el niño al
ser un sujeto autónomo, se rebela y exige su libertad. El único consuelo que le
queda es saber que cuando su hijo crezca y se transforme en un hombre,
imponiendo su voluntad sobre la tierra, ella participará de su inmortalidad y le dará
los triunfos que nunca pudo tener. Poseerá el mundo a través de él.

62
Las mujeres están buscando justificaciones para su existencia. Al no
encontrarla en su medio, en casa con su esposo, trata de conseguirla con sus
hijos. Como personas conscientes de nuestro ser, es necesario buscar la
realización de la existencia, pero si la sociedad no nos permite o nos limita el
campo para ese desarrollo como es el caso de las mujeres, lo más acertado es
exigir el reconocimiento social. Para ello se necesita que las mujeres mismas
valoren su condición y reconozcan sus cualidades para demostrar que no son el
sexo débil, tampoco el segundo sexo, ni son menos capaces que los hombres
sino que son sujetos inalienables que merecen las mismas oportunidades que la
civilización les ha brindado a los del sexo contrario. Recordemos que la barrera
más grande de vencer en esta lucha es el estado conformista de muchas mujeres
que se acomodaron a ser lo Otro.
La relación entre las personas debe llevarse en libertad y respeto. No es
una obligación concebir hijos sino una elección consentida entre la pareja. No hay
que creer en lo supuestos de la sociedad, porque ésta hace creer que la
maternidad es una obligación natural de la existencia humana, lo que sí es un
atentado contra la existencia es tratar de imponer ideológicamente algo que debe
surgir de la libertad individual. Hay que desmentir que en los hijos la mujer
adquiere su afirmación o trascendencia porque hemos visto que no es así. “Es
una mistificación sostener que la maternidad convierte a la mujer en la igual
concreta del hombre.” 50

3.5. El ocaso de la existencia femenina

Una vez que las mujeres han satisfecho las necesidades sociales de cuidar
y criar a los nuevos individuos, no poseen roles importantes en el medio. En el
ocaso de sus vidas ellas miran la vida y la realidad desde otra perspectiva, desde
la óptica de una mujer que ha entregado todo y a cambio no ha recibo mayor
cosa. Ya no tiene hijos, ellos han hecho su vida aparte, y su marido sigue como
siempre, viéndola como lo otro. Ante la ineludible vejez, la mujer que ha sufrido
pasivamente su destino, considera que le han robado sus oportunidades, ha
dejado ir la juventud; ahora la madurez la ha tomado para no dejarla. En esta

50
Ibid., Pág. 304.

63
etapa reflexiona y piensa que toda su empresa no ha sido digna de ella, al no
encontrar sentido a su existencia.
La menopausia significa para la mujer un corte tajante de su existencia en
dos, por un lado su existencia pasada de esclavitud, servicio al hombre y la
especie, y por otro se abre una “vida nueva”, en donde tiene la oportunidad de
hacer lo que no ha podido hacer tiempo atrás. Así, el amor, el arte, la literatura, la
ayuda social, la vida en lo religioso son nuevas metas que le permiten ir más allá
de lo cotidiano.
La mayoría de las mujeres aprovechan el tiempo haciendo actividades de
jóvenes. Actividades como pintar, dibujar, aprender a tocar instrumentos
musicales, aprender nuevos idiomas, salir a viajes, escribir, son algunas de las
tantas tareas realizadas las cuales las mujeres ponen la esperanza de sentirse
bien consigo mismas. Por las nuevas ocupaciones se aleja del hogar y de sus
responsabilidades cotidianas, busca la soledad para tratar de encontrar medios
para la afirmación subjetiva, y trata de encontrar momentos para la aventura. En
aquellas actividades se puede distinguir el deseo ardiente de encontrar la
reivindicación de su condición, no aceptar que la sociedad las desplace o las
margine.
Los hombres, tal vez, no podemos entender esa actitud o esa forma de
enfrentarse al mundo, la situación que nos rodea es distinta. A diferencia de la
situación femenina, algunos hombres, en la vejez, alcanzan altos cargos públicos
y desempeñan los papeles más importantes por la experiencia adquirida. En todo
caso, los hombres tienen algo productivo que hacer en la vejez.
Pero la situación femenina cambia cuando acepta su destino, envejecer.
Hasta entonces era una mujer todavía “joven” dedicada a luchar contra ese
destino que le atormentaba y afectaba su personalidad; ahora se ha transformado
en un ser diferente y asexuado, sin la capacidad de engendrar hijos, en una mujer
de edad. Su crisis de asimilación queda superada, pero surgen otras dificultades
como conservar el lugar que ha adquirido toda su vida. Liberada de sus deberes y
obligaciones, descubre al fin su libertad, solo que es demasiado tarde, porque ya
no encuentra qué hacer con ella, es vieja. La sociedad patriarcal ha dado siempre
a las funciones femeninas la imagen de servidumbre, servicio, esclavitud

64
“biológica” y la mujer sólo escapa a eso en el momento que pierde su eficacia, la
fecundidad.
Todavía a la mujer le queda una esperanza, sus hijos y nietos y es en ellos
donde ella se proyecta. Pero a pesar de todo el esfuerzo que haga por tratar de
reivindicar su subjetividad a través de ellos, fracasará en esa estrategia, porque
ella no puede ser parte importante de aquellas existencias. Las mujeres tienen
que asumir la vejez y comenzar a aconsejar a las jóvenes para que no se dejen
absorber por los mismos errores que ellas cometieron en la juventud. Ahora que
han adquirido una visión real de la situación femenina en la realidad, deben
ayudar a cambiarla. Porque de lo contrario caerán en el mismo error de siempre,
acostumbrarse o acomodarse en el sistema y reproducir la situación de
desventaja e injusta para las mujeres. Sin este anhelo de cambio y lucha las
actividades que realicen serán de resultados insignificativos, solo serán acciones
que demuestren una manera de ocuparse, de pasar el tiempo en algún
entretenimiento.

3.6. Las mujeres y sus roles sociales

Como hemos mencionado al principio del capítulo, la sociedad necesita de


las mujeres para los roles y actividades que hemos manifestado; en función de
ello se ha construido a las mujeres. El papel social que las mujeres deben cumplir
es el de “representar” y dar una buena imagen de sí mismas frente a los demás.
Cuando se presenta al público, debe mostrar los beneficios de la condición social
que le ha dado el matrimonio. En ese contexto la indumentaria va a jugar un papel
importante porque por un lado manifiesta la dignidad social de la mujer y por otro
resalta el ego femenino, trata de revelar su belleza y sus cualidades. Estas
costumbres sociales que debe reproducir la mujer, la invitan a enajenarse en una
imagen, un ídolo.
Los hombres no tienen la necesidad de atrapar miradas sino de señalar su
trascendencia. Por eso la poca importancia a cosas superficiales como la ropa, la
belleza, la moda; a diferencia de la mujer, él no considera que la imagen refleje
su ser en el mundo. Es la mujer la que debe convertirse en objeto erótico y
provocativo, a eso le impulsa la civilización. Los adornos y accesorios de belleza

65
no le ayudan a trascender sino que la vuelven objeto de miradas y elogios
masculinos. La falda, los tacones, los vestidos apretados, el maquillaje, son parte
de la decoración femenina y de la cosificación de la mujer.
Es interesante identificar en los “accesorios estéticos” no solo un adorno
que se usa para resaltar la belleza, sino que más allá de eso, expresa la
superficialidad de la situación social de la mujer. El significado social de la manera
de vestir tiene incidencias en el comportamiento femenino. Para muchas mujeres
las indumentarias representan la oportunidad para que el mundo y los hombres
las reconozcan y acepten, ya que la mujer bien presentada será aceptada y
respetada por los demás. Por eso hay un auge de prácticas deportivas como la
gimnasia, los masajes, el baile, el modelaje, entre otros, que tratan de resaltar la
belleza y los atributos femeninos.
En el cuerpo, la mujer encuentra un modo de afirmarse como sujeto, solo
que esa afirmación no será la de un sujeto autónomo sino la de un sujeto que se
transforma en un ídolo de admiraciones. Simone de Beauvoir descubre que tras
las ideas de belleza que se exigen mayormente a las mujeres, está la estrategia
de vender la imagen femenina a una sociedad consumista. La lucha de la mujer
es una lucha contra el tiempo, porque el cuerpo se desgasta y se deteriora, los
logros sobre él son contingentes y no duran mucho. La verdadera realidad de la
belleza es ser un mecanismo para la conquista, pero no para la afirmación. La
especialidad es crear espejismos, pues ofrece a la mirada de los otros un objeto
imaginario, que se desvanece con el pasar del tiempo. “A través de las
manifestaciones de aprobación, administrativas o envidiosas, la mujer busca una
afirmación absoluta de su belleza, de su elegancia y de su gusto: una afirmación
de sí misma. Se viste para mostrarse, y se muestra para transformarse en ser.” 51
La sociedad constituye a las mujeres para que respondan a las exigencias
que la misma cultura ha establecido, ya que no puede permitir que sus miembros
salgan de este orden y reglas de comportamiento. Las mujeres que no quieran
someterse a ese destino de hacerse otro, que rechazan el matrimonio y la vida
monogámica, quedarán excluidas del sistema. No tendrán oportunidades de
trabajo, de educación, para desarrollarse solas en el medio. La civilización, al no

51
Ibid., Pág. 317.

66
dar cabida a la mujer para que pueda sostenerse económicamente, en algunos
casos la obliga a buscarse medios pocos convencionales para poder subsistir.
El problema no está en que ella trabaje con su cuerpo sino en los miles de
tabúes que la sociedad inculca a sus miembros alrededor de la prostituta. Esto
provoca que a ella no se le reconozcan los derechos de una persona, más bien
encarna todas las figuras de la esclavitud femenina. Pero lo paradójico es que
para mantener el orden estructural establecido, las autoridades han visto la
necesidad de dejar proliferar estas prácticas. Los hombres que no satisfacen su
erotismo sexual van a buscar a otras que lo hagan. Con esa descarga de
emociones y energías pueden volver a sus hogares y continuar soportando la
convivencia con su cónyuge que se ha vuelto molesta, pero no puede separarse
de ella porque la necesita para satisfacer las necesidades de alimento, cuidado,
ropa, etc.
La diferencia entre la mujer casada y la prostituta no difiere mucho, la
primera por haber vendido su cuerpo en el matrimonio a un marido que la
defienda y proteja, se salva del desamparo social, ella tiene una dignidad y un
puesto en la sociedad. Mientras que la otra, adquiere un medio de subsistencia
por la venta de su cuerpo, la diferencia está en la duración del contrato que es
menor a la de la mujer comprometida a un hombre, pero al no tener una pareja
estable sus condiciones necesarias para la vida, económicamente hablando, van
a ser escasas y reducidas en comparación con la mujer casada. “Lo que vuelve
penosa la existencia de las prostitutas no es su situación moral o psicológica, sino
su condición material, que en la mayor parte de los casos es deplorable.” 52
Lo interesante de este modo de ser de algunas mujeres es que ellas tienen
que mantener vínculos de amistad entre sus colegas porque necesitan crear un
“contrauniverso” en donde encuentren la dignidad humana negada por la
sociedad y el apoyo para continuar con su vida y actividades. Hay feministas que
aprovechan esa experiencia para plantear modelos alternativos que sirvan para
combatir la cultura (falocéntrica) y que promuevan nuevas relaciones entre
mujeres-hombres.

52
Ibid., Pág. 348.

67
3.7. La mujer construida

Como nos hemos podido dar cuenta, la condición de la mujer ha


permanecido igual a lo largo de los años, los cambios y mejoras que ha habido
solo fueron cambios superficiales que no han ayudado a mejorar la condición
femenina. A las mujeres se las sigue definiendo y tratando como lo inmanente
frente a lo trascendente, lo pasivo frente a lo activo. Esta dicotomía espíritu-
naturaleza, utilizando las categorías hegelianas, que se evidencia en la relación
entre los dos sexos, ha cambiado y se está transformando en la actualidad. La
injusticia hacia las mujeres es menor de la que vivió la sociedad de los años
cincuenta del siglo anterior, han pasado más de 50 años y estamos viendo la
inclusión femenina en ámbitos donde antes solo había hombres.
Las oportunidades que ahora tienen las mujeres es el fruto del todo el
trabajo de muchas mujeres que, como Simone de Beauvoir, valoraron y
defendieron la condición femenina frente a los abusos que se cometían. Eso no
quiere decir que el trabajo de las feministas esté finalizado sino que recién
comienza la verdadera lucha y el duro trabajo. Este trabajo está cargado de
problematicidad, porque algunas anti-feministas, y críticos del movimiento,
consideran que ese trabajo emprendido es en vano, las mujeres no han
construido nada nuevo sino solo han adoptado o seguido el modelo de la
sociedad falocéntrica. En ese criterio ellas han sido integradas a una colectividad
gobernada por los hombres. Ellos no mantienen relaciones de unidad, solidaridad
e igualdad sino de subordinación, y las mujeres han tenido que renunciar a su
reconocimiento para poder encajar en el sistema.
Hay que reconocer que es verdad pero no del todo, porque sí hay mujeres
que no se limitan a seguir modelos establecidos sino que parten de criterios y
puntos de vista femeninos. Hay feministas que se toman el trabajo de pensar lo
femenino desde las mujeres, pero no son muchas. Simone de Beauvoir también
era muy crítica al momento de juzgar los movimientos feministas que había en su
medio. Consideraba que si las mujeres no habían conseguido un verdadero

68
resultado, era porque en sus concepciones reconocían que el universo o el
mundo le pertenecían al sexo masculino.
Entonces la peor actitud es resignarse a no tomar parte en la formación y
construcción de la realidad, y ser dependientes de la buena voluntad de los
hombres, dejando esta responsabilidad en manos de los machos. “Encerrada en
su carne, su casa, se capta pasiva frente a esos dioses de rostro humano que
defienden finalidades y valores.” 53 Ese error ha sido terrible porque por esa
condición las mujeres no han aprendido a entender la realidad donde están
sumergidas. La autora percibió que para las mujeres de su tiempo el mundo era
opaco y extraño porque no habían hecho el proceso de aprender los procesos
técnicos que les permitieran dominar la materia, las cosas sensibles y concretas,
que les facultaran para entender y manejar las herramientas que ha elaborado el
humano para el sometimiento de la tierra.
Esa consecuencia ha sido por el alejamiento que han tenidos las mujeres
de las teorías, de los estudios, de los avances tecnológicos, etc., pero es la
sociedad la que ha elaborado un modelo de mujer que no se guía por teorías o
estudios sino por la sabiduría de la vida. Si las mujeres saben sembrar, cosechar,
lavar o cuidar de los hijos no es porque le enseñaron sino porque lo aprendieron
de la experiencia. ¿Por qué no reaccionar ante esta situación injusta? Porque a la
civilización no le conviene que ellas sepan todo esto, ni descubran cuál es su
situación, no les corresponde ver claro, les han enseñado a obedecer, a aceptar
la voluntad de los machos renunciando a los criterios, juicios y exámenes que
pueden surgir de su parte. “Me inculcó el sentido del deber así como las
consignas del olvido de sí, y de austeridad. (…) aprendí de mi madre a pasar
inadvertida, a cuidar mi lenguaje, a censurar mis deseos, a decir y hacer
exactamente lo que debía ser dicho y hecho. No reivindicaba nada y osaba muy
poco” 54 Los hombres se aprovechan de esta oportunidad para inculcar la visión
de que ellos son los dueños y señores de la trascendencia, del porvenir de la
historia y el futuro. Por eso, ante los ojos de las mujeres, por la fuerza impositiva
que caracteriza a los hombres, les proviene el derecho de dirigir, estructurar,
configurar, cambiar, etc.

53
Ibid., Pág. 382.
54
De Beauvoir, Simone, Memorias de una joven formal, Op., Cit., Pág. 46.

69
Puede parecer un poco difícil comprender ese estado en que se
encontraban las mujeres en el siglo pasado, incluso desde siglos anteriores, de no
poseer voz ni voto. Actualmente, considero que la situación ha cambiado, ya las
mujeres poseen voz y voto y no hay una discriminación tan dura y evidente como
la que describe Simone de Beauvoir en su obra. Lo innegable es que todavía hay
ciertas actitudes sociales que nos recuerdan que las mujeres no son iguales a los
hombres, y que el lugar propio de ellas es el hogar y los hijos. Pero lo ventajoso
es que en las próximas generaciones las mujeres llegarán a metas muy elevadas
que romperán los estereotipos de los que hemos venido hablando.
Identificando bajo qué necesidades o criterios la sociedad ha construido a
sus individuos, específicamente a las mujeres que es lo que nos interesa, no hay
que asombrarse de que la mujer haya sido prudente, humilde, que prefiera
conservar antes que destruir para volver a construir, que haya sido un ser pasivo.
La civilización necesita este tipo de individuos para mantener el orden, para
defender la forma en que deben funcionar las cosas. Esa misma ideología ha
provocado que en las mujeres el camino de una revolución-liberación no esté
entre sus posibilidades de acción, porque no creen en una liberación; es decir, no
consideran que por esa vía ellas alcanzarían la libertad, ya que el mundo está
regido por una suerte de destino. Este es otro error que las mujeres han cometido,
creer que las cosas no pueden cambiar porque están regidas por fuerzas extra-
humanas (destino, naturaleza, leyes divinas, etc.). Desde ese enfoque a ellas
tampoco les toca crear, inventar, innovar, como sabemos, según la norma y
costumbre social, sino que solo les corresponde asegurar la “monótona”
repetición de la vida en su contingencia y facticidad.
Es gracioso que el hombre se sorprenda de la inutilidad de la mujer, y de lo
poco creativa, si encerrada en una cocina, en una casa, no tiene la oportunidad
de crecer, de superarse, es como si le hubiesen cortados las alas y le reprochan
que no sabe volar. Entonces, si la sociedad le abriese el porvenir, la mujer se
vería obligada a instalarse en un presente productivo. Esto lo ha probado el
tiempo porque en sociedades que se han abierto a cambios esenciales, como dar
más oportunidades a las mujeres, ellas gozan de un mayor protagonismo en
ámbitos político-sociales. Ejemplo de ello es Argentina y Chile que tienen mujeres
al frente del poder estatal.

70
3.8. La liberación de la condición femenina

Es notable cada vez más que a las mujeres se les van concediendo más
“libertades” con el pasar del tiempo. Son menos las obligaciones a que están
sometidas, ciudadanas se han convertido en electoras. Simone de Beauvoir
considera que esas libertades cívicas resultan abstractas cuando no se las
acompaña de una autonomía económica. “La mujer mantenida -esposa o
cortesana- no está liberada del macho aunque tenga en sus manos una papeleta
electoral.” 55 Es verdad que con el trabajo se ha disminuido la distancia entre los
sexos que antes era abismal, pero en el momento en que deje de ser un
“parásito” para la sociedad, el sistema de la civilización se derrumbará, ya no será
necesaria la intermediación masculina para la relación mundo-mujer.
Se terminará la limitación y maldición de la mujer, la restricción a actuar.
Entonces, siendo productiva y activa, de seguro alcanzará la trascendencia.
Elaborará proyectos en donde concretamente se afirmará como sujeto y, por
medio de la independencia económica y de los derechos que consiga, desde su
nueva situación, mostrará su responsabilidad. No solo hay que conformarse con
una simple yuxtaposición del trabajo y el derecho a sufragar, porque el trabajo ya
no es libertad, éste puede caer en explotación. Además el progreso cultural y
social no ha ido de la mano con la evolución de la condición femenina. Si no
tomanos en cuenta estos hechos, no podremos entender la complejidad del
trabajo femenino.
La mujer que trabaja no se ha librado de la servidumbre de la femineidad
(estar atenta en el hogar, atender a los hijos y al marido), ni la sociedad ni el
marido le ayudan a liberarse de esa carga que les imposibilita igualarse a los
hombres. La mujer conoce su doble trabajo, sin embargo existen mujeres que
han podido cambiar su situación, han encontrado una profesión que les brinda
autonomía económica y social. A pesar de que ellas están a mitad de camino, ya
que la mujer que se libera económicamente del hombre, no se encuentra en
idéntica situación moral, social y psicológica, la forma en que ella se ligue a su

55
De Beauvoir, Simone, El segundo Sexo, Tomo II. Op. Cit. Pág. 469.

71
profesión depende de la actitud global de su vida. Por eso, cuando ella encara la
vida de adulto, no tiene tras de sí el mismo pasado que un varón, la sociedad no
la mira con los mismos ojos y el universo se le presenta bajo otra perspectiva.
La mujer liberada encuentra complicaciones singulares del medio. Ella
posee un futuro con grandes expectativas y una femineidad que atender. La
civilización le exige el logro de su total condición femenina y que se convierta en
objeto, en el otro para el hombre. Ante esta dificultad ellas sufren porque no
quieren deshacerse de esa oportunidad de realzarse como personas, pero
tampoco quieren perder la femineidad. “Para la mujer, renunciar a su femineidad
es renunciar a una parte de su humanidad.” 56 La sociedad de la cual Simone de
Beauvoir habla, tenía la idea de que, si la mujer quería ser igual al hombre, debía
de convertirse en uno de ellos. Esa idea de mujer se impone de afuera a cada una
de ellas y en ello se puede leer que lo que hay en el trasfondo es la norma de que
el individuo no es libre de modelarse a su gusto. Hubo mujeres que cayeron en la
trampa y rechazaron los atributos femeninos tratando de conseguir a semejarse al
hombre para gozar de los “beneficios” masculinos.
La liberación que piensa la autora no tiene que ver con un simple cambio,
ella propone y quiere una reestructuración del “Ser de la mujer”, que deje de ser el
Otro, el objeto de, que no solo se contente con hacer cosas que antes no hacía.
Entonces, si todavía no pueden desvincularse del destino que la sociedad les ha
impuesto, y continúan alimentando ideas que promueven la buena presentación,
la ropa bien planchada, bien peinadas, eso significa que “Quiere vivir como
hombre y como mujer al mismo tiempo, y por eso multiplica sus fatigas.” 57
Es importante resaltar los errores que no deben cometer las mujeres para
lograr una auténtica liberación según el pensamiento beauvoiriano. Hemos
mencionado que es una ilusión el pretender que las mujeres sean iguales a los
hombres en aspectos psicológicos, en actitudes sociales, formas de ver y
entender el mundo, etc. La mujer, al igual que el hombre, siente la necesidad de
satisfacer los deseos físicos, de afirmar el mundo a través del cuerpo, la diversión
que aportan las experiencias de riesgo, entre otras cosas que hacen los miembros

56
Ibid., Pág. 472.
57
Ibid., Pág. 474.

72
del sexo masculino, pero tampoco las mujeres pueden caer en el juego de hacer
lo mismo que hacen los hombres.
Así el error que hay que evitar es pensar que no hay más actividades
creativas sino sólo las artes de expresión. Recordemos que a mediados del siglo
anterior las mujeres empezaron por destacarse en la literatura, la poesía, y el arte,
como los únicos medios para la afirmación personal. Simone de Beauvoir
reacciona ante esta tentativa que la sociedad le planteaba a las mujeres de la
época, aclarando que la mujer no puede quedarse al margen de la realidad
creando o inventado mundos ilusorios que no cambian su situación social. La
mujer posee más variedad de medios que le permiten afirmarse como sujeto, solo
que al no reconocerlos se deja alienar por actividades de pasatiempo. En ese
sentido la autora es muy dura al momento de juzgar las actividades que muchas
mujeres realizaban para la “liberarse”, “… la mujer juega a trabajar; pero no
trabaja; cree en las virtudes mágicas de la pasividad y confunde conjuraciones
con actos, y gestos simbólicos con conductas eficaces;” 58
De esa forma, si el objetivo esencial es una abstracta afirmación de su Yo,
la satisfacción formal del éxito, las mujeres no tendrán la oportunidad de admirar y
ver la realidad tal como es, y al no entenderla, tampoco podrán recrearla.
Después de ganar fama y fortuna, se acomodan en la sociedad, dejando de lado
las intenciones de emerger más allá del mundo dado. No hay que caer en la
tentación de sentirse halagadas por ser admitidas al mundo de las letras y el arte,
ya que como el mundo esta configurado y estructurado desde el modo de pensar
de los hombres, las mujeres inducidas por la sociedad tienen la tendencia a
considerar que deben de conducirse con prudencia, discreción, sin criticar,
explorar, etc. Esta actitud es de mujeres que se han acoplado al sistema y lo
único que hacen es aprehenderlo y reproducirlo. La actitud correcta en este caso
la defendida por Simone de Beauvoir es la de ir contra de la pasividad, la
inactividad para que las mujeres puedan criticar y mejorar las estructuras sociales
que impiden el justo reconocimiento del sexo femenino.
La autora nos presenta el arte, la literatura y la filosofía como herramientas
que la sociedad les presenta a las mujeres que quieren pensar el ser y el mundo
femenino desde lo femenino, para crear nuevas situaciones, relaciones,

58
Ibid., Pág. 493.

73
situaciones y formas de ser de los sexos. La civilización al no querer un cambio
sobre la forma de ver y entender el mundo les hace creer a las mujeres que ellas
ya son parte del mundo teórico levantado y sustentado por los hombres, para
apagar esa actitud critica y creativa que tienen las mujeres. En definitiva, con las
ciencias teóricas las mujeres no podrán construir nuevas formas de ser y relación
entre hombres y mujeres, sino solo seguir reproduciendo el sistema
androcéntrico.
Para salir del problema, las mujeres deben contemplar, pensar, entender y
comprender el mundo, la realidad, el ser de las cosas y personas desde la
soledad para emerger hacia la realidad y poderla modificar; es decir alejarse
metodológicamente para que ellas puedan pensar desde su propia concepción
femenina sin estar influenciadas por la visión masculina. Por ultimo, para lograr
ese cometido es necesario que emprenda el aprendizaje del abandono y
trascendencia de la angustia y el orgullo, que son ataduras que no permiten dicho
trabajo.
Para llegar a ser un creador o creadora, no basta dominar la teoría y
conceptos, sino que es preciso asimilar una cultura a través del libre movimiento
de una trascendencia; es fundamental que el espíritu libre se encamine hacia un
mundo vacío que le corresponde poblar. La mujer tiene que comenzar a descubrir
la realidad, lista para realizar actividades de aventura y peligro, para enfrentarse
con los grandes desafíos; todo esto la llenará de experiencias con un valor
incalculable. El individuo lleno de libertad y descubrimientos aprende a considerar
la tierra como su pertenencia. Si las mujeres quieren esto, tienen que romper con
el pasado de opresión y sumisión, con la debilidad que se traduce en la pasividad
que le infunde la civilización. “Las sujeciones que la rodean y la tradición que pesa
sobre ella le impide sentirse responsable del universo, y he aquí la profunda razón
de su mediocridad.” 59

Por otro lado, la relación entre los dos sexos debe ser en libertad y de justo
reconocimiento de la subjetividad de cada ser. El ideal sería que el hombre y la
mujer se consideren como compañeros y reconozcan las semejanzas en sus
capacidades. Para que no exista un inferior y otro superior sino que queden

58
Ibíd., Pág. 500.

74
abolidas las ideas de victoria, derrota, dominación, etc., y el acto de amor se
convierta en un libre intercambio entre dos personas. Para la autora dejar atrás la
idea de monogamia, de contrato matrimonial, de la obligación de estar unida
necesariamente a un hombre haría que las mujeres se liberen del medio que las
oprime. Solo que la formación moral y las dificultades que envuelve una libre vida
sexual incitan a la mujer a la monogamia. Le parece que una vida en común de
dos seres libres es para ambos un enriquecimiento y que en la profesión del otro
se encuentra el estímulo de su propia independencia.
Por tanto es erróneo considerar que las mujeres que se casen para cumplir
su destino de mujer, para dar cumplimiento a la existencia femenina; ya que el
interés que hay detrás de ello es dar a los hombres un otro que se comporte como
un doble que se hará cargo de sus preocupaciones y participará de sus triunfos.
Educada para respetar la autoridad masculina, considerará aún que a él le
corresponde el primer plano de todas sus acciones. Las mujeres que quieran la
liberación deberán irse en contra de esos esquemas, estereotipos, modelos que
las confinan a ser lo otro y sobre todo comenzar a valorar y reformular lo
femenino. Así la mujer que adquiera la independencia tendrá más oportunidades
para relacionarse con individuos autónomos con quienes podrá disfrutar de
nuevas relaciones.
Cuando escribía la autora, era difícil asumir la función femenina de la
maternidad en libertad. Debido a las costumbres y concepciones sociales que se
tenían, la madre soltera, el aborto, la inseminación artificial, el niño que no posee
padre, todo esto era mal visto y condenado moralmente. Sobre todo era raro que
se llegara a la maternidad sin tener que aceptar necesariamente las cadenas del
matrimonio. Una mujer que quería ser libre tenía que elegir entre la esterilidad,
considerada como una frustración dolorosa, y una serie de obligaciones que son
difícilmente compatibles con el ejercicio de la profesión. De manera que la mujer
independiente se encontraba dividida entre sus intereses profesionales y las
preocupaciones de su vocación sexual.
En la actualidad no hay dicha dificultad porque las mujeres han encontrado
la manera de sobrellevar estas dos realidades, aparentemente antagónicas; es
difícil llevar la responsabilidad de la maternidad y las tareas que involucra la
profesión al mismo tiempo. Hay criterios que consideran mejor que las mujeres se

75
dediquen a una sola cosa, pero esta alternativa vuelve al pensamiento anterior,
las mujeres o son femeninas o masculinas. Dilema, para mi punto de vista,
innecesario, hasta absurdo. Las mujeres y los hombres deben cumplir sus
aspiraciones personales, sean de maternidad o paternidad y/o de realización
profesional, porque asumidas esas responsabilidades en libertad no se
contraponen ni se excluyen. Es la situación de muchas personas que pueden
manejar estas dos realidades sin complicaciones fuera de lo normal, solo que
para ello es necesario que haya una justa distribución de actividades y
responsabilidades que faciliten el trabajo y la vida en pareja. “Pero a mis ojos
hombres y mujeres tenían los mismos títulos y exigía entre ellos una exacta
reciprocidad.” 60
Claro que para ello hay que hacer un cambio de enfoque de la sexualidad,
de la personalidad, de los roles designados y asumidos, de mirar las cosas, un
cambio de manera pensar. Dejar el determinismo y el esencialismo atrás, superar
esas barreras inducidas por el medio, y comenzar una nueva relación que propicie
el pleno desarrollo de la persona, sin discriminaciones, exclusiones,
superioridades injustificadas. Por eso el énfasis de Simone de Beauvoir en que
para que las mujeres puedan triunfar definitivamente en su tarea de
reivindicación, deben de combatir el estado de inferioridad que adquieren en su
proceso de formación. La mujer que elige luchar por un mejor presente y futuro
tendrá que pasar las duras pruebas que la harán dudar de aquella opción, tendrá
que vencer la barrera más fuerte que es el complejo de inferioridad que le
obsequia el medio y que reproduce ella en su consciente e inconsciente.
Para retomar lo mencionado anteriormente hay que combatir las ideas, las
concepciones, los estereotipos con que se forma a la nueva generación. Que la
niña, la jovencita, la adulta, la anciana se convenzan de que las mujeres al igual
que los hombres poseen las capacidades necesarias para la realización. No hay
que permitir que la idea de inferioridad femenina destruya o prive el desarrollo del
sentido crítico y de la misma inteligencia en las mujeres. Caso contrario las
consecuencias son nefastas, ya que llevan a las mujeres a que se acomoden
fácilmente a triunfos conformistas que no permiten mirar más lejos. Por ejemplo, a

60
De Beauvoir, Simone, Memorias de una joven formal, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1960. Pág.
205.

76
conformarse con trabajar y ganar un salario que medio las satisfaga, y con eso
ellas piensan que ya han hecho bastante. “El narcisismo de la mujer la empobrece
en vez de enriquecerla. A fuerza de no hacer más que contemplarse, se aniquila;
el mismo amor que se demuestra es estereotipado, pues no se descubre en sus
escritos su auténtica experiencia, sino una personalidad imaginaria preparada a
base de clisés.” 61
Una sugerencia que da la autora es que para lograr una verdadera
liberación hay que tener un olvido de sí misma, pero no se trata de olvidarse de su
propio ser, sino olvidar las dificultades pasadas, los resentimientos acumulados,
las experiencias negativas que pueden obstaculizar el camino hacia la meta. Para
este olvido es necesario tener la convicción de haberse encontrado, es decir dejar
de cuestionarse sobre su existencia, su acción, sus metas, sus cualidades y
capacidades; ya que con esta certeza dejarán de gastar el tiempo en buscarse en
lugares alejados de su verdadero ser. Con la confianza en sí mismas y el olvido
de su antigua condición de “sirvienta” de los hombres, ellas podrán encarar un
mejor presente y futuro, asumir su profesión y tratar de construir nuevas
circunstancias que les permitan afirmarse como sujetos de acción, como
trascendencia.
De esta forma, sólo cuando el ser humano trascienda por encima de toda
diferencia sexual, social, religiosa en la difícil gloria de su existencia, sólo
entonces la mujer podrá confundir sus dudas, problemas, esperanzas, su historia,
con las de la humanidad. Sólo en esas condiciones podrá buscar en su vida
acciones y encuentros de la realidad en sí misma, que le ayudarán a afirmarse
como ser humano. Ciertos individuos han negado a la mujer la posibilidad de
llegar a ser una creadora, creen que eso está reservado a los hombres. La
historia no es un destino fijo sino que cambia, la historia da cuenta de ciertos
momentos específicos y la historia de la mujer recién empieza. “La mujer libre
apenas si está por nacer. (…) Cuando haya sido destruida la infinita servidumbre
de la mujer, cuando viva por ella y para ella, una vez que el hombre –hasta ahora
abominable- la haya devuelto su libertad, ella también será poeta” 62

61
De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, tomo II. Op. Cit, Pág. 495.
62
Ibid., Pág. 502.

77
CAPÍTULO CUARTO
DIÁLOGO ENTRE LA IGUALDAD Y LA DIFERENCIA

4.1. Aclaración de términos

4.1.1. La igualdad

La noción de igualdad puede ser definida de varias maneras dependiendo


tendencias políticas, ideologías, corrientes de pensamiento, etc. Se trata de una
“voz polisémica” con diferentes matices. Ahora no se trata de hacer historia de las
ideas, sino de mostrar cuál ha sido la idea de igualdad que ha predominado en
ciertas épocas, para entender cuán complicado es este término.
Ángeles Jiménez Perona en su escrito sobre la igualdad 63, nos presenta un
Aristóteles que maneja un concepto de igualdad relacional o comparativa entre lo
justo y lo injusto, la igualdad y la desigualdad. Él menciona “los inferiores se
sublevan para ser iguales y los iguales para ser superiores” 64, lo cual significa que
las personas al ser iguales en algún sentido (económicamente), pretendían serlo
en todos los demás. Es una idea de igualdad que relaciona lo concreto con lo
universal. Sabemos que en la antigua Grecia no todos eran libres, no todos eran
ciudadanos, y no todos los ciudadanos ejercían el derecho al voto; entonces las
personas que defendían la igualdad se compararían con los que ellos creían que
eran iguales, pero que en realidad eran superiores.

63
Artículo de Jiménez Perona, Ángeles, La igualdad, publicado por Amorós, Celia, 10 palabras clave
sobre mujer, Navarra, Verbo Divino, 1995.
64
Citado por el Artículo de Jiménez Perona, Ángeles, La igualdad, publicado por Amorós, Celia, 10
palabras clave sobre mujer. Op., Cit., Pág. 131.

78
En esta medida la igualdad se identifica a la frase “igualdad a”, ya que los
que acceden a ella, quieren ser semejantes en todos los aspectos al grupo que
actúa como elemento de referencia. Entonces, esta idea del mundo antiguo hacía
pensar la igualdad en términos de concordia o semejanza y tiene su cabida en el
ámbito de la libertad. Los griegos libres son iguales y los esclavos que están en
el ámbito de la necesidad son lo desemejante, en referencia al griego libre. Con
los esclavos estaban las mujeres participando de un ambiente de necesidad en
donde la igualdad no se aplicaba.
También ha habido tendencias que han justificado como desigualdad
“natural” a la desigualdad política, económica y social. Esto quiere decir que de la
igualdad o la desigualdad particular se deducía la igualdad o la desigualdad
universal. Esta dificultad provocó que estos términos se entendieran
abstractamente. En la Ilustración dos teorías combinaban los términos de libertad,
naturaleza y ciudadanía. Una que ponía como concepto central la libertad de
donde surge la igualdad (teoría de la tradición liberal de Kant) y la otra que daba
prioridad a la igualdad y supeditaba a ésta, la libertad (teoría de la tradición
democrática de Rousseau).
Sabemos que la propuesta fundamental de Rousseau fue la igualdad
económica y política. Para esto tuvo que definir la libertad como autonomía total,
entonces ello implicaba la no dependencia por ninguna razón. La igualdad no se
reduce a un fenómeno individual sino colectivo. Esta concepción se la considera
material porque se la vincula al ámbito económico y político en una óptica
universalista. Las soluciones para la desigualdad son dos, la primera versa sobre
el reparto de bienes y propiedades de los que poseían en abundancia; y la
segunda, sobre el establecimiento de un pacto social que sea producto de la
voluntad general, que supone una actitud deliberada de la razón y de una firme
determinación de conseguir el bien común, por parte de todos los miembros de
una ciudad. Esta igualdad o fraternidad solo será entre los hombres porque las
mujeres se encuentran separadas de ello, ellas serán elementos de contraste y
afirmación de la igualdad de los varones.
Kant maneja dos conceptos de igualdad en sus escritos de filosofía política
y de historia. El primero se asemeja al de Rousseau, concepto democrático de
libertad donde el individuo se somete sólo a las normas a las que ha dado su

79
consentimiento. Pero junto a éste hay otro concepto de libertad, un concepto
individualista según el cual la libertad se entiende negativamente “…como la
capacidad de acción que tiene un individuo siempre y cuando no interfiera en la
capacidad de acción de otro.” 65 En Kant la libertad, la igualdad y la autonomía son
principios a priori en los que se funda el Estado, siendo la libertad un derecho
universal de todo ser humano. De esta forma la igualdad se define “…como la
coacción que el derecho ejerce sobre todos los individuos de manera uniforme a
fin de respetar su libertad.” 66 Este concepto de libertad es meramente formal,
igualdad ante la ley, y por eso compatible con la desigualdad material.
Estos conceptos de igualdad y de libertad son restringidos para las
mujeres. Kant y Rousseau expresan la tendencia del siglo XVIII sobre el
paradigma de igualdad que es universalita y excluyente. En criterio de Kant, la
mujer es parte del género humano pero son “otra clase de hombres”, poseen
racionalidad pero no deben utilizarla al igual que los varones. Así, la función
femenina se reduce al ámbito de lo doméstico y privado, ellas solo son
reproductoras de los ciudadanos. Rousseau en el Emilio, en el capitulo V,
presenta a Sofía como el modelo de compañera para el ciudadano; es decir la
mujer no es ciudadana a causa de la “inferioridad natural” que le impide instruirse
y por tanto no puede desempeñar las funciones del espacio público y político.
En el siglo XVIII también se desarrolló otra visión de la igualdad que no
fuera excluyente, los representantes son Condorcet y Olympe de Gouges. Este
concepto versa sobre la idea de igualdad que tiene sus raíces en el pensamiento
cartesiano, y cuyo antecedente histórico está en los escritos de Poulain de la
Barre. Del dualismo cartesiano entre mente y cuerpo y la idea de que el espíritu
no tiene sexo surge la concepción de que las diferencias corporales no poseen
mayor importancia para cuestiones de política, de derecho. Lo distintivo de la
especie es la razón.
Condorcet utiliza la igualdad natural como un rasgo ontológico común a
todos los seres humanos, idea que sirve de base para fundamentar el concepto
político de igualdad que no contempla la exclusión en el disfrute de derechos.
Esta concepción igualitaria no es simplemente formal porque exige el

65
Ibid., Pág. 124.
66
Ibid., Pág. 124.

80
reconocimiento de los derechos de las mujeres, especialmente el político en
donde ellas puedan elegir y ser escogidas en cargos públicos. Además de la
necesidad de un nuevo orden político que desarrolle medidas para contrarrestar la
desigualdad social. Olympe de Gouges está en esta misma línea, solo que ella
lleva esta igualdad al ámbito privado-domestico.
Anteriormente se ha dicho que la igualdad se la entiende en correlación
con la equivalencia, en el sentido de que los sujetos tienen el mismo valor y por
ello son iguales. Pero es preciso resaltar que la equivalencia no es lo mismo a
identidad, sino a homologación, es decir medir con la misma medida a sujetos
diferentes; y que no es lo mismo desigualdad que diferencia, ya que la igualdad
admite diferencias pero no desigualdades. Entonces, sustentar la desigualdad
sobre la diferencia hace que este término deje de ser un término recíproco y pase
a ser unívoco, lo cual provoca que se considere a las mujeres “diferentes”
(inferiores) del prototipo de humanidad que está representado por los hombres en
la cultura androcéntrica. Se identifican los valores de la humanidad en los valores
masculinos, siendo lo femenino y sus valores lo diferente en términos de
desigualad.
La conquista de algunos derechos de las mujeres en la modernidad
provocó que los varones creen una confusión teórica ente “igualdad a”
(desigualdad) e “igualdad entre” (igualdad entre individuos iguales). Contra la
estrategia patriarcal de presentar los valores masculinos como de la humanidad,
el feminismo combate de dos maneras, con la estrategia de apelar a la igualdad o
reivindicando la diferencia como modelo normativo y alternativo. Desde el
feminismo de la igualdad la táctica es renunciar a los valores femeninos
heterodesignados por la sociedad para ampliar el campo referencial del mismo
haciendo que se reconozcan otros valores al margen del sexo. Pero lo óptimo es
reivindicar un concepto de igualdad que recoja las diferencias, para evitar dejar al
género femenino sin identidad y que desde la identidad heterodesignada se parta
como punto de partida para las posteriores demandas igualitarias.
Esta igualdad reivindicada es una “igualdad entre”, lo que significa no caer
en el juego de asimilar el modelo dominante, pues de lo que se trata es de ir
construyendo un nuevo modelo alternativo que no reproduzca el sistema de
dominación género-sexo. “…la igualdad es en gran medida lucha por la igualdad,

81
y para luchar hacen falta medios de lucha; (…) es necesario el ejercicio del poder
por parte de los desiguales y que se les reconozca tal ejercicio del poder.” 67 Como
dice Ángeles Jiménez el problema está en que las mujeres carecen de poder por
carecer de reconocimiento como iguales y viceversa.
Lo interesante de esta visión de la “igualdad entre” combinada con la
categoría poder es que involucra otro concepto, que es la equipotencia. Este
término hay que entenderlo en situación ideal, donde la relación entre los dos
sexos sea de equilibrio y donde nadie prevalezca sobre el otro, ni nadie oprima a
nadie. En este sentido solo puede llamarse iguales a los sujetos que tienen la
misma capacidad de poder. La igualdad sería una relación recíproca que los
individuos se conceden mutuamente. Además, este tipo de relación respetaría las
diferencias individuales, yo soy yo y tú eres tú, los dos somos iguales y diferentes.
Entonces, el reto está en organizar una estructura social de individuos que
sean iguales y al mismo tiempo diferente, con una estructuración que no caiga en
la dominación. Para eso habría que articular la “igualdad entre” o de reciprocidad
con cierta jerarquización no dominante. Esta propuesta sigue la tradición ilustrada
de igualdad, solo que asociada a la ciudadanía; es decir a niveles políticos.
Pensar en una organización social en donde los individuos estructuren la vida
basados en el concepto de igualdad nos obligaría a ir construyendo este modelo
al hilo de las necesidades, intereses y deseos de los sujetos iguales.
Este modelo propuesto por Ángeles Jiménez puede ser categorizado como
“ilusorio” o “utópico”, pero lo importante de su planteamiento, para mi parecer, es
el intento de constituir modelos alternativos que enfrenten el sistema de
dominación patriarcal, ya que con estos intentos se fomenta la inquietud o la
necesidad de ir construyendo nuevos ambientes que permitan la participación de
la mujer en los diversos ámbitos de la sociedad.

67
Ibid., Pág. 145.

82
4.1.2. La diferencia

El término “diferencia” está igualmente cargado de complejidad. María


Luisa Cavana nos recuerda que este término es heterogéneo y ambiguo. Lo uno
porque involucra todos los fenómenos fisiológicos, anatómicos, y socio-mentales,
y lo otro porque representa la manifestación de la falsa conciencia e identifica la
máscara de una conciencia real oprimida. Entonces, para entender este término,
es propicio mirarlo desde tres puntos de vista diferentes: desde el patriarcado,
desde el feminismo de la diferencia y desde el feminismo-materialista.

4.1.2.1. Patriarcado: Según esta tendencia, el hombre es el prototipo de lo


humano por excelencia y representa los valores de toda la humanidad, la
diferencia presenta a la mujer como lo inacabado, como un modo de ser
incompleto y deficiente. Esta valoración es negativa como desigualdad, esto dio
motivo en la antigüedad para que se postularan teorías, en las cuales la mujer no
aparecía por su “falta de ser”. Un representante de esta visión es Aristóteles,
quien consideraba que la diferencia sexual venía de la diferencia participativa en
la reproducción; la sangre menstrual y el semen son los originadores de la vida, la
una es la parte pasiva (materia) mientras que el otro es la activa (forma, alma).
De esta forma lo masculino representa el poder y lo femenino la carencia.
De este autor también es la idea de que la mujer es un hombre mutilado, una
deformación de nacimiento. Esta jerarquía biologicista ha transcendido al nivel
político-social, dando como consecuencia una relación de hombre/mujer que
viene marcada por la desigualdad. “Lo masculino está por naturaleza más dotado
para mandar y dirigir que la mujer.” 68 De ahí que el lugar de acción para la mujer
es la casa y la reproducción de los individuos.
Esta idea se mantuvo durante toda la Edad Media, pero fue en el
Renacimiento cuando se dio paso a las discusiones sobre la igualdad de
facultades, tanto en el plano intelectual como en el moral. Con el pensamiento

68
Citado por artículo de Cavana, María Luisa, La diferencia, publicado por Amorós, Celia, 10 palabras
claves sobre mujer. Op. Cit. en Pág. 88.

83
cartesiano y la Ilustración, como lo hemos visto en la igualdad, se desarrolló aún
más esta tendencia; pero en el mismo período se desarrolló también el énfasis a
la diferencia de sexos. Para contrarrestar la idea de la diferencia sexual, los
ilustrados lanzaron la teoría de los sexos a mediados del siglo XVIII. Esa teoría
utilizaba el concepto de carácter sexual para designar cualidades sexuales
psicológicas que corresponderían a las fisiológicas. Entonces, el carácter sexual
es lo que definiría la naturaleza del ser hombre o mujer. Estas definiciones
mezclaron la biología, determinación y esencia con el objetivo de fijar o promover
la “diferencia natural” de los sexos. El hombre y la mujer están determinados por
la naturaleza para la actividad pública (varón) y la privada (hembra).
En el siglo XIX, con el auge de la burguesía y las diferencias sociales, se
sigue polarizando la diferencia sexual. La industria y la desigualdad en la
educación provocaron que los caracteres sexuales fueran vistos como
antagónicos. A finales de siglo se produjo la teoría sexual de la diferencia,
movimiento de reacción de las mujeres que protestan contra el determinismo
naturalista que condena a las mujeres a espacios privados. Frente a esta posición
surge la teoría de la complementariedad sexual defendida por autores como Max
Scheler, Georg Simmel, Ortega y Gasset, Karl Scheffler entre otros.
Estos autores defendían la diferencia femenina, en un principio parecían
apuntar a la diferenciación igualitaria, pero en realidad lo que afirmaban era la
diferencia como desigualdad. El varón representa cualidades (actividad,
individualidad, inteligencia, espíritu creador, etc.), mientras que la mujer solo se
limita a rellenar espacios vacíos dejados él. Por eso, se cree que la mujer
complementa al hombre con la emotividad, con la unidad con la naturaleza, con lo
pasional, místico, etc. Y en el caso de no seguir o realizar la determinación
“natural”, la consecuencia sería la desnaturalización. Así las mujeres que
pretendan realizar actividades de varones, pasarían a ser desnaturalizadas en su
femineidad.
Gisela Breitling analizó las premisas de la identificación de lo masculino
con lo humano en general, y se dio cuenta que el punto de vista androcéntrico
excluía a lo femenino y por tanto, la diferencia quedaba fuera del esquema social.
Es evidente que lo humano está conformado por los dos sexos, y que las
características humanas no solo pertenecen a un solo sexo sino a ambos. Las

84
mujeres que defienden el feminismo de la diferencia tratan y luchan por
desmitificar la concepción que identifica diferencia con desigualdad, para que deje
de ver a las mujeres como seres inferiores a los hombres; por borrar este prejuicio
del inconsciente de la sociedad para crear nuevas formas simbólicas que
configuren otro tipo de relación entre hombres y mujeres.

4.1.2.2. Feminismo de la diferencia: Así como los hombres misóginos trataban


de probar y sustentar la superioridad masculina, las mujeres han tratado de
afirmar y dar por hecho que con el reconocimiento de la diferencia la condición
femenina se podrá liberar de la dominación androcéntrica. Recordemos que una
nueva visión de “diferencia” surge de la escuela post-estructuralista francesa,
tenemos a Gilles Deleuze que pretende arrancar la diferencia de su estado de
“maldición”, apoya y afirma lo no idéntico, no establecido, en contra del
pensamiento occidental que subordina lo especial a lo general.
Luce Irigaray, como lo menciona María Luisa Cavana, relaciona el
concepto de diferencia de Deleuze y Derrida con la teoría sobre la constitución del
orden simbólico occidental por medio de la exclusión de las mujeres del
psicoanalista Jacques Lacan. Irigaray menciona que filósofos como Platón,
Descartes, Hegel y Freud participan del orden de lo igual, la identificación con lo
masculino, del pensamiento lógico-racional como criterio absoluto, y en esos
pensadores no hay espacio para la diferencia como una categoría que rescate el
valor de las mujeres. Partiendo de este hecho, hay que encontrar un “hablar” no
masculino en el discurso patriarcal; para Irigaray el objetivo es desarrollar un
discurso femenino que trascienda las barreras que han impedido la expresión
femenina.
“… las mujeres no deben participar en las estrategias de poder fálicas
porque los varones sólo les dejan pequeñas parcelas de poder que ellos mismos
no pueden o no les interesa abarcar; además esta forma de adaptación tiene para
la mujer consecuencias negativas, dado que pierde su peculiaridad y su
sexualidad.” 69 De esta forma la propuesta de Irigaray se entiende como un
desarrollar una nueva economía, religión, genealogía, un nuevo orden simbólico
propiamente femenino, donde sea respetada la diferencia sexual. Este orden se

69
Ibid., Pág. 100.

85
presenta como la posibilidad de una nueva estructura socio-cultural frente al
dominio androcéntrico.
Otro desarrollo importante para el feminismo de la diferencia es el concepto
de affidamento de las feministas italianas. Este concepto se basa en el principio
de similitud y diferencias entre mujeres. Por ejemplo, las feministas milanesas
proponen para contrarrestar al patriarcado descubrir valores como la confianza en
sí mismas, el fortalecer la solidaridad y el reconocer la multiplicidad. El concepto
affidamento está para “dar seguridad” a las mujeres y para que puedan crear
nuevas relaciones que permitan la construcción de un nuevo orden social.
La teoría de affidamento se encuentra basada sobre dos ejes principales:
en la relación dialéctica entre las mujeres y en un proyecto político. En el primer
caso, las feministas apoyan la idea de que existan profesoras que enseñen a las
jóvenes la capacidad para manejar las propias vidas, y las apoye en la búsqueda
de la propia identidad, para dar más relevancia a los contextos femeninos. “El
concepto affidamento significa una solidaridad activa entre las mujeres y una
lucha conjunta contra los mecanismos patriarcales.” 70 Se realiza esta lucha o
alianza entre dos mujeres, una mujer adulta y una joven. La adulta representa una
superioridad en saber y experiencia en relación con la joven, pero no es una
jerarquización en relación vertical, de maestra y súbdita, sino horizontal que
permite una interrelación de hermanas; porque de lo que se trata es de combatir
contra el modelo patriarcal, no de reproducirlo. En lo político recomiendan
identificar la simbología dominante y legitimar el sexo femenino para ayudar a las
mujeres a participar activamente en sociedad. El nivel de lo simbólico es un
ámbito en que las feministas milanesas trabajan mucho para la reivindicación del
género femenino.

4.1.2.3. Feminismo-materialista: El concepto de diferencia de la socióloga C.


Guillaumin es interesante porque reconoce que este concepto, en primer lugar, se
refiere a una realidad empírica que se manifiesta de un modo material, también es
una forma lógica, una forma de razonar, y es una actitud política porque
representa una reivindicación o un proyecto de lucha. Entonces no se puede
hablar de diferencia en un sentido neutro. La diferencia propiamente es de las

70
Ibid., Pág. 104.

86
mujeres y esto consiste en ser un grupo social reconocido. De esta forma nadie
puede quitar la diferencia que está en las mujeres, y caer en la confusión de una
elección entre la diferencia o la igualdad, es seguir el juego de la dominación
patriarcal. Pero este derecho en Guillaumin no se entiende como un concepto
relacional con un referente fijo, como lo ha concebido la civilización patriarcal; es
decir, la mujer es diferente al hombre en tanto inferioridad. Se debe de entender la
diferencia como lo propio de las mujeres, y rescatando este concepto se evitará
caer en los engaños de la sociedad, que nos quiere hacer creer que la diferencia
se reconoce y respeta cuando en la vida real-material no es así.
Las reflexiones sobre estos dos términos (igualdad y diferencia) no están
agotadas, solo he tratado de mostrar las ideas más comunes que se tiene de esas
palabras en el contexto del feminismo, y de las cuales se ha partido para realizar
estudios e investigaciones. En la actualidad no se habla mucho sobre esto porque
se lo considera un debate del siglo pasado, pero para este trabajo es importante
resaltar la importancia que tuvo en su momento esta polémica para el desarrollo o
el avance de la teoría de género.

4.2. Semejanza, diferencia y críticas de las dos tendencias feministas

Como hemos podido ver, la discriminación de las mujeres en el sistema


social ha sido un hecho palpable e innegable. El pensamiento clásico, de la Edad
Media, la Ilustración y la Modernidad, lo confirman. También hemos visto que la
valoración de las mujeres ha sido negativa, no se les reconoce su dignidad de
seres humanos o de sujetos sino, siguiendo a Simone de Beauvoir, de objetos
para otro. En este contexto el feminismo de la igualdad defiende y proclama la
igualdad de condiciones y derechos para las mujeres, en el marco socio-político.
Recordemos a Simone de Beauvoir, que protesta contra los estereotipos y
mitos de los cuales se vale la civilización para inutilizar a las mujeres y resaltar la
superioridad de los hombres. Esta lucha que ya lleva siglos ha tenido ventajas y
batallas ganadas, pero todavía hace falta ir conquistando más ámbitos de la
sociedad; en criterio de algunas feministas el dominio del campo político. El
feminismo de la igualdad en su coyuntura central tiene la tarea de cambiar las

87
leyes para conseguir mejoras sociales a favor de la mujer, este es el aspecto
que ha caracterizado a las mujeres que luchan por la igualdad de condiciones.
En cambio, el feminismo de la diferencia considera que es inútil y vano
luchar por la “igualdad de condiciones”. Busca rescatar y resemantizar el término
“diferencia” entre los sexos para que de esa forma se pueda lograr un cambio de
vida, en donde las mujeres formen grupos de autoconciencia para valorar lo
femenino, y salir del sueño impuesto por la dominación patriarcal. Aquí vale
destacar la diferencia entre las dos tendencia feministas: mientras la una (mujeres
de la igualdad) defienden la lucha por la igualdad de derechos, para conseguir un
trato justo en la sociedad; la otra (mujeres de la diferencia) pretenden ir más allá
hacia un cambio de vida a través de la diferencia; ello implica un comenzar una
nueva estructura social, política, y económica que forme nuevos individuos que
tengan en cuenta la diferencia de sexos.
La semejanza entre las dos tendencia es la lucha por la liberación de las
mujeres de ese segundo plano al que estaban relegadas, claro las unas
cambiando las leyes y las condiciones para que la mujer fuera valorada y las otras
cambiando la vida privada de las mujeres por medio de grupos de autoconciencia.
El fin es el mismo, a grandes rasgos, cambiar la situación en que se encuentran
las mujeres, lo distinto son las concepciones y los caminos para conseguir el fin
planteado.
Simone de Beauvoir, en su obra El Segundo sexo, analiza la situación en
la cual la sociedad patriarcal ha relegado a la mujer, a lo Otro como objeto, y
exhorta a las mujeres a que se rebelen contra ese dominio injustificado, que
empiecen a liberarse de ese yugo por la emancipación económica, después
social y finalmente política. De esa forma las mujeres deberían de ir conquistando
un puesto en la sociedad, entonces ella reclama a la sociedad la oportunidad de
realizar la individualidad femenina, el permitir la trascendencia, de objeto a sujeto.
Para garantizar este cambio es necesario legislarlo, que se encuentre
documentado y respaldado por las leyes del Estado. Es la igualdad de condición
la que ella defiende, para esto recomienda a las mujeres dejar de considerar al
macho como el sexo superior.
El criterio de Luce Irigaray es distinto al de Simone de Beauvoir, claramente
se distingue la diferencia en las dos tendencias feministas. Luce nos invita a mirar

88
el lado oscuro de la historia, observarla por el reverso, desde el “lado-otro” de la
racionalidad occidental, de la lógica andrologo-falocéntrica. Para identificar en ese
otro lado del discurso patriarcal la voz femenina, esa voz que se ha callado desde
la antigüedad; todo este trabajo es para construir un nuevo orden simbólico que
proporcione una nueva sociedad. Al igual que esta autora hay varias mujeres
(Rosi Braidotti, Helene Cixous, Victoria Sedón, Luisa Muraro y Milagros Rivera,
entre otras) a quienes no les interesa luchar por la igualdad porque consideran
que lo único que se gana es acoplarse al sistema dominador androcéntrico.
Valoran que las mujeres de la burguesía liberal al defender la igualdad no
pretendían cambiar las relaciones de poder sino simplemente entrar en la
dinámica del sistema.
La crítica que se hace al feminismo de la igualdad consiste en que ellas no
cambian el sistema sino que lo reproducen. En palabras de Victoria Sendón, no
se trata de que las mujeres lleguen a la política para seguir haciendo “lo mismo”,
es decir de reproducir la dinámica androcéntrica; y tampoco se trata de llegar a
ser “igual de mediocres” que los hombres. La autora nos plantea el modo de
proceder del feminismo de la diferencia, que utiliza la política no sólo para hacer
cosas diferentes (conformarse con el derecho al voto, tener iguales salarios que
71
los hombres, recibir educación, etc.) sino hacer las cosas de distinto modo.
Feministas que apoyan la diferencia opinan que el trabajo de la lucha por la
igualdad de condiciones cuesta muchas veces la subjetividad o individualidad de
las mujeres. “Las de la igualdad luchan para conseguir pequeñas emancipaciones
económicas, profesionales, domésticas, políticas pero el precio en ocasiones es
alto: soledad, agotamiento, triples jornadas, claudicaciones, enfrentamientos y en
ocasiones, enfermedad.” 72
Debe estar claro que estas feministas no buscan la igualdad como la
entienden las mujeres de la igualdad, sino un cambio más profundo, que es el
cambio de vida en las mujeres. Algunas de ellas aclaran que la tendencia
feminista que defienden no es que esté en contra de la igualdad entre hombres y
mujeres sino de la igualdad con los hombres, ya que ello implica aceptar el

71
Sendón de León, Victoria. ¿Qué Es El Feminismo De La Diferencia? Internet.
http://www.nodo50.org/mujeresred/victoria_sendon-feminismo_de_la_diferencia.html. Acceso: (24/11/08)
72
Sánchez Álvarez, Pilar. Feminismo de la Igualdad versus feminismo de la diferencia. Internet.
http://www.copoe.org/node/459. Acceso: (24/11/08)

89
modelo propuesto por la sociedad falocéntrica. En otras palabras, las mujeres que
defienden la diferencia, no quieren ser copias de los hombres.
Esta crítica que se hace a las mujeres que defienden la igualdad de una u
otra manera apunta a una crítica a Simone de Beauvoir, ya que con ella se
impulsa de manera más fuerte la defensa por la igualdad. Michèle Le Doeuff, Toril
Moi, Victoria Sendón, entre otras, afirman que la concepción de inferioridad de las
mujeres con el de la reivindicación tiene su antecedentes en el pensamiento de
Hegel, continuado por Jean Paul Sartre. En esta visión hay una contraposición
entre la naturaleza o lo natural (en-sí) y la libertad (para-sí). Entonces los hombres
son la libertad, la actividad, la trascendencia, el para-sí; mientras que las mujeres
son la necesidad, lo natural, lo otro, el en-sí. En otras palabras, según esta
contraposición, los hombres representan la producción y la trascendencia a lo
largo de la historia, es decir, el “para-sí”, mientras que las mujeres quedan
encerradas en el “en-sí”, en la naturaleza de reproductoras, que constituye un
serio obstáculo para conseguir la libertad, o sea, la cualidad de Sujeto.
Estas feministas recalcan que está bien que Simone de Beauvoir haya
descrito y analizado la situación de la mayoría de las mujeres de su época, pero lo
reprochable es haber elevado esa situación a categoría ontológica o metafísica.
También mencionan que tanto Sartre como Simone olvidan los logros que las
mujeres han conseguido en ciertos tiempos para la reivindicación femenina.
Además, les parece absurdo contraponer naturaleza y libertad, pues consideran
que la libertad nace de la naturaleza del sujeto femenino; por tanto, este
pensamiento existencialista sigue la lógica occidental que juega siempre con las
oposiciones de un pensamiento binario. Ante esta visión crítica, la propuesta de la
igualdad y la emancipación se presenta como la negación de la diferencia sexual
femenina, cosa que beneficiaría al sujeto, universal y neutro, masculino.
La visión que rescato de Simone de Beauvoir vas más allá de las críticas
que han hecho los feminismos más desarrollados o con una base teórica más
elaborada de la que había a mediados del siglo anterior. El valor innegable que
hay que reconocer en el trabajo filosófico El segundo sexo es la puesta en
evidencia de la realidad que muchas mujeres experimentaban en la época, sobre
todo el identificar que la situación socio-cultural que vive la mujer es un constructo
establecido por la ideología imperante en la sociedad. El esencialismo y el

90
determinismo con que se trataba de definir a la mujer, en épocas anteriores, era
un discurso que colocó a las mujeres en una circunstancia de desventaja e
inferioridad. Además de las diversas discursividades que se construían en torno
de la mujer, claramente Simone de Beauvoir se da cuenta que la mujer se la
definía desde lo Otro, categoría de alteridad que constituye a un sexo completo
(femenino) como lo otro a la humanidad, representada por el sexo masculino.
La igualdad defendida por Simone de Beauvoir, a mi parecer, fue justa y
necesaria para el tiempo en que ella la reclamó, ya que sabemos, tanto en teoría
como en práctica, la mujer era considerada como lo inferior y dependiente del
hombre al momento de desenvolverse en el mundo. El trabajo de esta autora abre
los ojos de muchas mujeres que no miraban o entendían la realidad del sexo
femenino. El poder conquistar el mundo con las mismas posibilidades que han
tenido los hombres durante toda la historia, es un gran avance para la
reivindicación de la condición de las mujeres. Esta misma idea la defiende Celia
Amorós en su articulo Feminismos y perversión, “Situémonos en el lugar de
vuestra ficción: que un mundo de individuos e individuas es posible, (…) La
identidad femenina no es sino un proceso permanente de deconstrucción,
reconstrucción, siempre tentativa, es una forma de existencia reflexiva de ser-
mujer con momentos de resignificación, reinterpretativos, estipulativos, que se van
fraguando como precipitado simbólico de la propia lucha por la igualdad.” 73
Hay que reconocer que Simone de Beauvoir fue influenciada enormemente
por el pensamiento existencialista de Jean Paul Sartre, y que muchas de sus
categorías fueron asumidas por ella, pero lo importante es la utilización de esas
categorías para explicar la realidad o algunos hechos humanos. Entonces, si con
la dualidad entre el en-sí y el para-sí se pudo identificar la relación hombre/mujer,
como una relación desigual e injusta, el trabajo de la autora fue apropiado y
acertado para ver esa realidad evidente. Además no creo que ella se haya
inventado este tipo de relación entre los sexos porque los hechos empíricos lo
confirman, todavía a mí me tocó vivir en una realidad en donde esta dualidad, a
veces antagónica, estaba en vigencia. El trabajo del filósofo/a está en el facilitar e
inventar nuevos métodos (o categorías) para mirar la realidad como es, no digo
73
Artículo de Amorós, Celia, Feminismo y perversión, publicado en el libro de Luisa Posada Kubissa, Sexo
y esencia, de esencialismos encubiertos y esencialismos heredados desde un feminismo nominalista,
Madrid, Horas y Horas, la Editorial, 1998, Pág. 129.

91
desde un esencialismo ontológico, sino en palabras de Michel Foucault identificar
las discursividades dominantes que están vigentes en la sociedad para
comprenderlas y mejorarlas o cambiarlas si fuere necesario.
Tampoco voy a negar que con esta concepción existencialista del ser
femenino, Simone de Beauvoir estuviera pensando desde el mismo paradigma
falocéntrico, y que el resultado de su lucha haya sido de menor magnitud de la
que se esperaba. A lo mejor la situación de la mujer de los años 70 no cambió
enormemente en relación a la década de los 50, pero no hay que olvidar que este
estudio abrió las puertas para otros avances significativos que se desarrollan en
las tendencias feministas actuales. Por ejemplo, en el contexto ecuatoriano se ha
comenzado a ver que en los ámbitos meramente masculinos (como en las
instituciones para la Defensa Nacional, el ejército, la policía, la marina, etc.,) está
surgiendo, cada vez más, la presencia de mujeres. Al igual que en los ámbitos
políticos, legislativos, judiciales, y en las distintas profesiones hay ya la presencia
femenina. Esto quiere decir que se están rompiendo los paradigmas deterministas
que confinaban a las mujeres al ámbito privado.
Para finalizar esta parte, solo hace falta mencionar que la crítica que se
hace al feminismo de la diferencia, desde otros enfoques, es que esta tendencia
cae en un esencialismo biologicista, que lleva a renunciar y a negar todo lo
construido hasta ahora; es decir negar el lenguaje, la religión, la política, la
economía, todo el orden social establecido, por considerarlos construcciones
androcéntricas. Las mujeres que apoyan esta visión como Luce Irigaray, Teresa
de Lauretis, Victoria Sendón se enfrentan con la dificultad de construir un mundo
nuevo desde la nada, o comúnmente dicho desde cero. Ya que si rechazan lo
anterior como la historia, la cultura, los valores, etc., entonces ellas deberían de
partir de lo femenino, pensado desde las propias mujeres sin considerar
categorías falocéntricas. Esto es construir un mundo femenino para las mujeres.
Para corroborar lo anterior menciono a Luisa Muraro en su artículo “Más
allá de la igualdad” “… la posibilidad de abrir, en el viejo mundo, nuevos mundos,
a través de la creación de un sentido más grande y libre de la existencia humana
y con la invención o el re-descubrimiento de las prácticas de una mediación

92
viviente. En eso consiste (…) el fuego de la búsqueda filosófica del “pensamiento
de la diferencia” y de su acción política.” 74
A criterio personal no considero apropiado desechar lo “anterior” sólo
porque haya sido construido por un solo sujeto (el masculino). Esto nos llevaría a
caer en el mismo error que ha cometido la civilización basada sobre el modelo
patriarcal, mirar al ser humano desde un punto de vista unilateral. Ahora no se
trata de combatir, como algunos creen “la guerra de los sexos”, sino de prestar
atención a las distintas formas de ver la realidad, a las diferentes voces que están
surgiendo en nuestro medio. Pero tampoco se trata de buscar una
complementariedad que rellene vacíos dejados por una de las partes
involucradas. Se trata de ir construyendo un sistema de relaciones entre hombres
y mujeres en donde, primeramente, desaparezca la tendencia de dominar el uno
sobre el otro, la tendencia de ejercer el poder en virtud del dominio; eliminar la
conciencia de superioridad o inferioridad que envolvían a los sexos. Me atrevería
a decir que los hombres y las mujeres deberían de luchar por mantener una
relación entre iguales (condiciones y oportunidades) que tengan presente y
respeten las diferencias sexuales, religiosas, culturales, sociales, entre otras; las
diferencias que nos caracterizan a los seres humanos. Sobre este punto coincido
con Victoria Sau Sánchez, “El objetivo último es transformar hasta lograr un
sistema tal de relaciones humanas, en todos los sentidos, que la jerarquización de
los grupos, séanlo en razón del sexo, la clase social, la etnia, la orientación
sexual, etc., desaparezca de la estructura social.” 75
Es momento de trascender la disputa entre el feminismo de la igualdad
contra el de la diferencia, como se ha pensado en ciertas ocasiones. Hay que
superar el equívoco de identificar igualdad como contrario a diferencia, ya que lo
contrario de la igualdad no es la diferencia sino la desigualdad. Hemos
contrapuesto igualdad a diferencia cuando en realidad no es posible conseguir
una verdadera igualdad sin mantener las diferencias. Lo interesante de todo este
estudio es saber que existen mujeres que están pensando más allá de los simples
impulsos de crear mundos nuevos para las mujeres que se contrapongan a la

74
Ídem.
75
Sau Sánchez, Victoria, Reflexiones feministas para principio de siglo, Madrid, Horas y Horas la
Editorial, 2000, Pág. 230.

93
sociedad patriarcal, o de la simple repetición del sistema dominador, es decir, que
ahora sean las mujeres quienes dominen a los hombres.

94
CONCLUSIONES

1. La pregunta fundamental que subyace en El Segundo Sexo es ¿qué


es la mujer?, pregunta que intenta encontrar la esencia misma de la
feminidad, no solo desde el campo ontológico sino desde la concepción
de la sociedad, desde la cultura. La sociedad responde que la mujer es
un “ser humano” sexuado que desempeña cierta función propia
proviene de la especie animal. Concuerdo con Simone de Beauvoir en
que esta definición es solo una categoría abstracta que no dice nada.
En la realidad, en el diario vivir, encontramos a la mujer en
circunstancias de desigualdad e injusticia, es categorizada bajo la
definición de “lo Otro”, “lo inesencial”, “el complemento”,
El Segundo Sexo lo estudia y lo demuestra. Tal vez, querido lector,
al llegar al final del trabajo siga la interrogante: ¿Qué es la mujer? o
¿Qué son las mujeres? Ninguna respuesta es suficiente y agota el ser
propio de las mujeres. La pregunta queda abierta. No intentemos definir
o reducir el ser femenino a unas palabras que muchas veces quedan
como palabras bonitas pero vacías. La respuesta está en nuestra forma
de entender y de relacionarnos con las mujeres, entre los sexos. Para
ello contamos con las investigaciones y estudios especializados en
Teoría de Género, feminismos en todas las vertientes que existen, que
nos proporcionan nuevos conocimientos, enfoques que van abriendo un
panorama cada vez más rico que no solo va re-definiendo a las mujeres
sino también a los hombre.
La pregunta por el “Ser” de la mujer provocó que se ponga en tela de
juicio y se pregunte por el “Ser” del hombre. Considero que los hombres

95
debemos replantear los presupuestos y categorías con que nos
manejamos en la sociedad, ya que no somos el sexo dominante, o más
fuerte, o más inteligente; las mujeres no son lo secundario o el
complemento de la cultura. Somos más que aquellas concepciones e
ideas. Entonces sigue la cuestión, ¿cómo concebir a las mujeres en
este nuevo siglo en el que se han superado ciertas mistificaciones,
ideologías alienadoras, concepciones que respondían a otros contextos
socio-culturales?
Finalmente entiendo y comprendo a la mujer desde otro enfoque. Esto
es gracias a los cuestionamientos que me planteó Simone de Beauvoir
en su obra, a la mirada crítica con que elaboré este escrito, a las
experiencias en las cuales no pude entender al sexo opuesto. Ahora
cada vez que pienso en la mujer entiendo a un ser humano con
capacidades, habilidades y destrezas que es capaz de construir, crear,
transformar una cultura, una sociedad, capaz de mejorar el orden
establecido por la hegemonía androgénica; una persona que es capaz
de pensar desde su situación, que no desprecie, ni rechace, lo
masculino sino que trate de conciliar posiciones, rescatar pensamientos
que formen algo diferente, distinto, como nuevas estructuras que
permitan la interacción sin opresión o dominación entre los sexos.

2. Desde el punto de vista funcional-anatómico los cuerpos sexuados


están dotados para la supervivencia y conservación de la especie. Así
lo demuestra el tomo I de El Segundo Sexo, manifestando que detrás
de la concepción de que las mujeres son débiles por naturaleza, e
inferiores a los varones; se desenvuelve una estrategia para aprovechar
el servicio que presta la mujer, a la especie y a la humanidad, con lo
que ha quedado recluida al ámbito de lo privado, de la reproducción y
conservación de lo humano. La sociedad patriarcal desde sus orígenes
ha destinado a la mujer a la sumisión y el servicio de los hombres.
Tantos siglos les han costado a las mujeres salir de ese supuesto
destino, de esa situación de ser lo otro, la esclava y servidora de la
especie y la cultura; y todavía seguimos reproduciendo ese mismo

96
sistema bajo otros signos y símbolos que connotan la misma forma de
pensar.
¿Cuántas mujeres sufren maltrato intrafamiliar físico y
psicológicamente?, ¿cuántas mujeres anhelan tener las oportunidades
de estudio, trabajo, realización existencial?, ¿cuántas mujeres estarán
esperando el día de poder decir “soy una mujer libre”? “La mujer no
nace, se hace”, es la gran afirmación de Simone de Beauvoir,
enunciado que manifiesta la convicción de que la situación que viven
muchas mujeres debe cambiar; cambio que empieza en nuestro interior,
en nuestra mente, con las ideas, juicios, concepciones, valoraciones y
acciones que demuestren que no hay un sexo superior. En el mundo
actual vivimos ambientes de competitividad, conflictividad, consumismo,
en medio de una guerra encubierta entre sujetos que tratan de ejercer
el poder sobre los demás. Se disputan el poder los esposos, los padres
de familias, los hijos, loes estudiantes, los trabajadores, los líderes y
gobernantes, las naciones, las grandes potencias mundiales. Entonces,
ya no sólo es la mujer la que necesita reivindicar su subjetividad, el
reconocimiento de persona inalienable, el respeto y el derecho a existir
como ser libre e inviolable, como ser humano; los hombres y mujeres
son los que debemos de luchar contra el sistema opresor, alienador,
sobre estructuras injustas que desvalorizan a los sujetos concretos
dentro de una determinada cultura, pueblo o nación.
El gran aporte que rescato de la existencialista Simone de Beauvoir es
su gran lucha, trabajo, e intento por hacer despertar a muchas mujeres
y hombres de “la pesadilla” que la sociedad de su época hacía vivir a
las mujeres. Sin duda muchas de ellas despertaron después de leer y
entender El Segundo Sexo, pero no hay que quedarse en el despertar
sino en el actuar, hacer, en el trabajar a favor de un cambio de
situación. Tratemos de llevar una existencia auténtica, como lo propone
el existencialismo; es decir, vivir conforme a principios “últimos o
primeros”, que demuestren que un estilo de vida diferente del que nos
presenta la civilización actualmente. Por eso las figuras de Simone
Beauvoir y Jean Paul Sartre son significativas, porque demostraron con

97
sus vidas que la realización existencial personal está más allá de los
condicionamientos socio-políticos, económicos, religiosos, morales y
culturales.

3. El matrimonio no es la única forma o modo de realización personal de la


existencia para las mujeres. Antiguamente no se daban muchas
alternativas para la realización de la subjetividad femenina, la sociedad
tenía trazado un destino, del cual muy pocas se podían salvar, que
consistía en ser “buenas mujeres” para poder ser “buenas esposas y
madres de familias”. La labor de los padres consistía en formar bien a
sus hijas para que se casen y formen un hogar; mientras los hombres
eran formados para que sean personajes importantes e influyentes en
la sociedad. Así el matrimonio es entendido y vivido de diferentes
modos entre los sexos. Para los hombres es solo una forma o estilo
más de vida; por tanto, no tienden a angustiarse existencialmente si no
logran casarse. El matrimonio significaba para las mujeres un status
que les brinda la oportunidad de tener una casa, unos hijos, la
seguridad y protección, el titulo de esposa y madre; es decir, cierta
comodidad y estabilidad para poderse acoplar a la sociedad y cultura.
Es importante resaltar que desde el momento en que las mujeres
comenzaron a manifestar su inconformidad con los valores y acciones
de desigualdad e injusticia, a luchar en contra de las opresiones y
abusos. La educación, la especialización profesional, el trabajo
remunerado, han permitido a las mujeres emerger hacia un mundo que
les negaba aquellas oportunidades; su existencia ya no se reduce a ser
madres y esposas encerradas en una estructura llamada casa. Sus
vidas tienen un matiz distinto, pueden desarrollar la existencia femenina
con otros medios como son: la investigación científica, el gobierno de
una nación, la dirección empresarial, etc. Con estas oportunidades
accesibles a ellas, están demostrando que son capaces de aprender,
utilizar, mejorar y crear nuevas cosas. Rompiendo de esta manera
ciertos tabúes, mitos e ideologías que minusvaloraban las capacidades
y talentos de las mujeres. No hay que pensar que las mujeres han

98
alcanzado un éxito completo, sólo han abierto el camino hacia la
reivindicación y liberación de la condición femenina.
El trabajo recién empieza, de eso son conscientes ellas. Los hombres
debemos sumarnos a este trabajo y lucha que no solo les compete a las
mujeres, sino a todos como personas que nos interrelacionamos y
creamos realidad, ya que no podemos seguir manteniendo viejas
estructuras que reproducen el antiguo esquema entre los sexos; es
decir, seguir pensando que el matrimonio es para encontrar una mujer
que cuide de los hijos y del marido, porque podemos correr un riesgo
cambiar actividades o roles en la sociedad que supuestamente mejoren
la condición de vida de las mujeres, pues en el fondo siguen siendo
“las siervas de la especie y la sociedad”. El matrimonio y la maternidad
no deben de considerarse como las únicas vías o formas para la
realización existencial de las mujeres. Hombres y mujeres debemos de
abrir nuestras mentes hacia las exigencias que nos plantea el cambio
de siglo. El arte, la música, la poesía, la danza, el teatro, el cine, la
religión, la literatura, la filosofía, entre otras disciplinas, están al servicio
de ayudar a encontrar al ser humano en sentido existencial. Una mujer
tranquilamente puede dedicarse a leer y escribir, a cantar y bailar sin la
necesidad de ser madre y esposa para sentirse mujer, para ser mirada
como mujer, para existir como una “Mujer” realizada.

4. Las mujeres no pueden ser consideradas como sujetos en la teoría y


como “objetos” en la práctica. Los seres humanos no podemos cosificar
a las personas y considerarlas como medios para nuestro propio
interés. Muy bien nos expresó Simone de Beauvoir que las mujeres no
son fetiches, ídolos o símbolos que representen lo misterioso, la belleza
natural, lo sagrado y la mística de la existencia. Cotidianamente es
“natural” exigir que las mujeres sean bonitas, tengan un esbelto cuerpo,
estén bien presentadas, sean agradables ante los ojos de la sociedad.
Por eso la indumentaria, los accesorios, los cosméticos, las sesiones
del gimnasio, con médico cirujano, las dietas, entre otras prácticas,
tienen un valor considerable para ellas. Simone de Beauvoir critica

99
estos hábitos y exige una mayor participación por parte de las mujeres
para la liberación de la condición femenina. No pueden seguir con la
significación de “hago esto para agradar a…”, es decir, convertirse en
“objetos preciosos” o “agradables” para poder ser aceptadas como
sujetos en la sociedad. Por ello debe de haber una conciencia clara de
que el cuerpo no es un medio para conseguir algún beneficio. No
podemos valorar a las mujeres solo por sus dotes estéticas, su utilidad
a favor social, su trabajo privado; ya que también merecen el
reconocimiento como sujetos libres, inalienables e inviolables.
No basta decir, como sociedad, que reconocemos los derechos de las
mujeres sino que debemos legitimarlos con nuestras costumbres y
hábitos cotidianos de la vida diaria. Entonces, cuando dejemos de
considerar a las mujeres como objetos que nos proporcionen alguna
utilidad, cuando observemos una mujer y no solo la miremos como un
cuerpo bello, con una silueta agradable; cuando dejemos de concebirla
y valorarla superficialmente, encontraremos un sujeto diferente, que nos
afirma pero al mismo tiempo nos exige el reconocimiento de su
subjetividad como mujer, como un ser distinto que merece las mismas
oportunidades socio-culturales. Frente al “machismo” que se vive, con
menor intensidad en algunos casos, este trabajo me ha dado la
oportunidad de poder concebir a las mujeres como personas que tienen
su historia personal de lucha y búsqueda existencial, su presente no
exento de dificultades y una vida que se está forjando por medio de
decisiones y proyectos que re-crean la identidad femenina. La mujer ya
no representa la sirvienta de casa y del marido, la educadora y criadora
de los hijos, el lado complementario de los hombres, entre otras
categorías en las que han sido encasilladas. La condición femenina
debe de liberarse de todos esos prejuicios, malos tratos, del dominio de
la “ideología masculina”; tiene que liberarse y trascender las
limitaciones, miedos y muchas barreras que han existido desde hace
milenios que provienen del medio, y en definitiva de ellas mismas.

100
Para finalizar puedo decir con satisfacción que este trabajo ha alcanzado el
objetivo planteado al iniciar la investigación: identificar en el pensamiento de
Simone de Beauvoir los fundamentos para la afirmación de que el concepto de
mujer es una construcción social. Con este trabajo me queda claro que la mujer
no es un sujeto abstracto, o el segundo sexo, sino un ser humano que se realiza
existencialmente en relación con la realidad y con los otros, que no son ni
superiores ni inferiores. El hombre y la mujer no son individuos antagónicos sino
llamados a transformar la realidad, a crear una sociedad que supere el machismo
y el feminismo, que trascienda las barreras y las limitaciones que culturalmente
nos hemos colocado. Hombre y mujer somos seres inacabados que buscamos el
sentido de la vida.

101
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