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Los cuadernos de Cotta

(Ficción silvícola)

Johann Heinrich Cotta (* 30 de Octubre de 1763 en la casa forestal „Kleine


Zillbach“, Turingia; † octubre de 1844 en Tharandt) ha pasado a la historia como uno de
los más grandes y clásicos forestales de todos los tiempos. Su biografía como forestal
comienza oficialmente en 1778 cuando empieza su formación como guarda de caza.

No obstante, su discípulo Wilhelm Pfeil (1783-1859) cita en varias


ocasiones los “Cuadernos y anotaciones de Cotta“ como la primera y más
trascendente obra del maestro; muy anterior a 1778. Nunca publicados, un
quinceañero Cotta debió plasmar en ellos sus reflexiones y visiones del
bosque en una época ilustrada en la que empieza a sentirse lo que será la
revolución industrial. Las referencias de Pfeil a estos cuadernos nunca
llegaron a tomarse en serio entre los forestales de la época; a buen seguro
debido a los frecuentes desencuentros de éste con la imperante doctrina
racionalista forestal de la primera mitad del siglo XIX1. Los
posicionamientos de Pfeil, por otra parte, llevarían a su obra al anonimato
forestal fuera de su más próximo entorno. Los „Cuadernos de Cotta“ han
permanecido siempre en el ilusionario forestal, atendiendo al cual los
cuadernos son tres:

CUADERNO I. LUZ EN EL BOSQUE: En ellos, el jóven Cotta


relata su sorpresa al ver los brinzales de pino silvestre en la cuneta de los
caminos y lindes del bosque mientras las jóvenes hayas y abetos blancos sólo
se encuentran en claros dentro del bosque. Con los conocimientos propios de

1
Disputas frecuentemente sonadas como los que tuvo con Ludwig Hartig (1764-1837) y muy especialmente con Christian
Hundeshagen (1783-1834) y con Max Pressler (1815-1886). Estos desencuentros, a decir de los cronistas, fueron muy vehementes,
llegando Pfeil a romper en público el libro „El forestal racional“ de Pressler al tiempo que acusaba a las emergentes y modernas
teorías de producción forestal racional de ir en contra del principio de persistencia al no considerar las peculiaridades de cada
estación y rodal ya que „la falta de observación nunca puede ser sustituida por simple especulación“. La obra de Pfeil y su
oposición al racionalismo forestal son prácticamente desconocidas en España. Una de sus mayores virtudes es su facilísima
adaptación a nuestros tiempos.
un escolar, clasifica los árboles (sus brinzales) como especies de luz y
especies de sombra al entender que era la capacidad de soportar más o
menos luz la que marcaba qué brinzal podía vivir en qué condiciones de luz.

Cotta era hijo de guardabosques y alumno de un maestro ilustrado


que le contó acontecimientos recientes como la independencia de los
Estados Unidos de Norteamérica (1776), los viajes de James Cook
alrededor del mundo buscando la mítica Terra Australis (1770) o la reciente
guerra de los siete años entre las potencias europeas por las posesiones de
ultramar. Todo ésto le hizo darse cuenta de que el mundo ya estaba
ocupado, que los recursos se acababan y que, o se definía una forma
persistente de aprovechar los bosque, o pronto la humanidad entraría en
crisis total. Décadas más tarde hablaría de la „selvicultura como hija de la
necesidad“. „Luz en el bosque“ es, sin lugar a dudas, la base de su posterior
definición de los tratamientos selvícolas de regeneración. Ya un
adolescente, que acompañaba a su padre con los leñadores por el bosque,
apuntaba al „principio de persistencia“ - como premisa ineludible para
asegurar la continua existencia del bosque - y a cómo aprovechar las
aptitudes de los árboles para aprovecharlos y perpetuarlos.

CUADERNO II. EL PORTE EN EL BOSQUE: El jóven Cotta llevaba


frecuentemente el almuerzo a su padre al bosque. Se dice que ya entonces
le rebatía el tipo de árboles que los leñadores apeaban; siempre los mejores.
Al parecer, llegó a comparar a su obesa y pechugona tía Wolframia con los
árboles solitarios que ningún forestal quiere por su mal porte, pero que a los
pastores encanta. Siendo la tía Wolframia hermana de su padre, se entiende
la paliza que éste le dio cuando aseveró que nadie la apreciaba más que para
criar, amamantar o dormir la siesta a su regazo: y eso era precisamente lo
que hacía bien el árbol solitario. Recuperándose de la paliza y en honor a su
tía, llamó a los árboles tía Wolframia „árbol lobo“.

Otro día, observando unos espigados pinos en un espeso rodal, tuvo la


ocurrencia de compararlos con su raquítica prima Elsbeth; flaca y fea.
Volvió a merecerse la correa de papá al afirmar que su prima podría haber
sido tan bella (o casi) como la hija del marqués si no hubiera tenido que
compartir casa y escaso puchero con 12 hermanos y un padre borrachín (por
ende el hermano de papá). Para no ganarse más azotes volvió al bosque y
reflexionó sobre como conseguir o evitar en él árboles tía Wolframia y
prima Elsbet y cómo hacer para que crecieran mejor. Pensó en que dejando
el bosque más o menos espeso podría conseguir árboles de un porte y
crecimiento determinado. Todo dependía de lo que se buscara: el ganadero,
el árbol de gran copa; el maderero, el de buen fuste. ¡Y todos tienen su
razón! Había que buscar satisfacer todas las necesidades y el máximo de
utilidades.

Años más tarde, el recuerdo de su tía y prima le llevarían a definir el


coeficiente de esbeltez (bautizado así en honor a la prima Elsbet) y la
teoría de las claras (raleos) y clareos. No hablaba aún del clásico „utilización
del producto (el propio bosque) como herramienta (de moldeado de primas y
tías)“; pero ya se intuía.

CUDERNO III. VIDA Y MUERTE EN EL BOSQUE: Esta colección


de relatos muestra ya claras influencias del romanticismo literario y
pictórico de la época. De hecho, décadas más tarde Cotta acabaría siendo
buen amigo del romántico alemán por excelencia: Johan Wolfgang Goethe
(1749-1832).

El derribo masivo de árboles producidos por un vendaval llevó a Cotta


a reflexionar - con tintes de paisajista romántico - sobre cómo un fenómeno
tormentoso podía producir al tiempo la muerte y la reencarnación en el
bosque. Por otro lado, siempre le impactaron los senescentes robles,
descabezados por la fuerza del viento, el hacha y los años. Seniles, pero
anclados desesperadamente a la vida con sus raíces. ¿Veía en ellos un más
allá en la naturaleza misma? ¿Acaso andaban Fausto y Gretchen en sus
bosques; o incluso la muerte del Werther de Goethe?

En éste su tercer cuaderno, Cotta liga directamente entre sí sus


obras anteriores „Luz en el bosque“ y „El Porte en el bosque“. Atendiendo a
la miseria imperante en la época en la que le tocó vivir, entendió que el
derribo y caída natural del árbol no podía ser aceptable y el selvicultor
debía hacer uso del bosque anticipándose a la muerte y al derribo. Al igual
que el viento provocaba muerte y vida sin control humano, el selvicultor
podía imitar y adelantarse a estos fenómenos para garantizar que
permanentemente hubiera bosque. Un juvenil anticipo al „principio de
persistencia“ al cual posteriormente dedicaría su vida.

Entendió también que los inestables árboles „prima Elsbet“ siempre


serían más propensos al derribo natural por lo que había que buscar el vigor
de la „tía Wolframia“ evitando en la medida de lo posible su feo porte. El
referente a buscar era obvio: „la bella hija del marqués“, que representa a
la vez la esbeltez y la estabilidad. Y pensando ya en el futuro: era claro con
quién soñaba cualquier jóven como madre de sus hijos.

Lo relatado es ficción; „Los cuadernos de Cotta“ nunca han aparecido. Ni


siquiera Pfeil los cita. Están, no obstante, en el ilusionario de cualquier forestal
vocacional; cada uno tiene los suyos. La figura de Wilhelm Pfeil y sus planteamientos sí
son reales. Relegado al olvido por el racionalismo forestal, su obra deberá ser contada.

¡Es actual y merece ser tenida en cuneta!

„Se trata de formar forestales con capacidad de pensar, no máquinas“(Pfeil,


2
1841 )

José A. Reque

Forestal (octubre de 2009)

Arriba: Lápida conmemorativa en Königshütte

Izquierda: Pfeil fue un agudo y temido crítico forestal. Entre


1822 y 1859 editó las “Hojas críticas para las ciencias forestales
y cinegéticas”.

Fuente: Wikipedia (consulta: 14-11-2009)

2
(Pfeil, Wilhelm 1841. Kritische Blätter, Band 15, Heft 2, S. 200)

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