Curso Derecho Del Niño y Adolescente

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ACTIVIDAD ACADEMICA

MONOGRAFIA UNIVERSITARIA
Carátula
Índice
Presentación
CAPITULO I: EL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

1.1. Descripción de la Realidad Problemática.


1.2. Interrogantes de la Investigación.
1.2.1 Interrogante General.
1.2.2 Interrogantes Especificas.
CAPITULO II: OBJETIVOS DE LA INVESTIGACION
2.1. Objetivo General.
2.2. Objetivos Especificos.
CAPITULO III: MARCO TEÓRICO
3.1. Antecedentes de la investigación.
3.2. Bases teóricas.
3.3. Marco conceptual

CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA

MÁRGENES: Los márgenes deben contener los siguientes espacios.


Tapa: Margen superior = Margen Izquierdo = Margen Derecho =
Margen Inferior = 3.0 cm.

Capítulos: Debe comenzar:


Margen Superior 8.0 cm
Margen Izquierdo 4.0 cm
Margen Derecho 3.0 cm
Margen Inferior 3.0 cm
Páginas simples

Margen Superior 3.0 cm


Margen Izquierdo 4.0 cm
Margen Derecho 3.0 cm
Margen Inferior 3.0 cm

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Paginado en la parte superior derecho.


TEMAS
1. Trata de menores de edad.
2. Explotación sexual de menores de edad
3. Explotación laboral de menores de edad.
4. Violencia familiar en el entorno de los menores de edad.
5. Tratamiento en centros juveniles.
6. Reincidencia de infracciones de menores de edad.
7. Problema de pobreza como factor determinante de
vulnerabilidad del menor.
8. Familias ensambladas y su influencia adversar en la conducta de
los menores de edad.
9. Problemática generada por las medidas de bioseguiridad por la
pandemia en la conducta de los menores de edad.
10. Los derechos y deberes de los menores de edad en el mundo
globalizado.
DERECHO DEL NIÑO Y DEL
ADOLESCENTE

MG. JORGE ERIK BUSTINZA


ORIHUELA
INTRODUCCIÓN

El creciente reconocimiento de la injusticia


que entrañaba esta situación, producto de
una comprensión más profunda de las
necesidades de desarrollo de los niños, llevó
a la creación de un movimiento para
proteger mejor a la infancia.
Durante el siglo XX comenzaron a tener
mayor relevancia los derechos de los
niños en el derecho internacional al
reconocerlos como sujetos plenos de
derechos y dejar a un lado los
anteriores conceptos de compasión,
tutela o represión. Los derechos de la
infancia han evolucionado en el
tiempo.
Debemos precisar ad initio que los fines últimos del Niño y
Adolescente es: primero, por parte de la comunidad satisfacer las
necesidades del niño y adolescente, su sana constitución material
y espiritual; y segundo, con ello se busca un concepto teleológico
mayor, como es el bienestar de la colectividad. En fin de cuentas
estos son los fines trascendentes del Derecho del Niño y
Adolescente
CAPITULO I

Perspectiva histórica de la evolución de los


derechos del niño
Antes de la Edad Media

No podemos negar la actitud instintiva del ser


humano de acudir al niño y adolescente desde
siempre. Pero no ha existido la conducta afectiva
apropiada todo el tiempo. A veces los adultos
desfogaban sus frustraciones (bueno según
investigaciones realizadas sobre el maltrato al
niño son las madres quienes más maltratan a sus
hijos) en los niños, esto no ha sido erradicado
hasta la fecha.
Para el historiador Philippe Aries, historiador francés, en su obra el
Niño y la Vida Familiar en el Antiguo Régimen, señala que la infancia
es un descubrimiento hecho en el siglo XVII al XVIII.

Desde que se descubrió la escritura, como es el caso de los Griegos


y en Roma especialmente en estos últimos el Estado dispuso poder
irrestricto al padre para que impusiera orden en su entorno. El niño
y adolescente, así como la propia madre, se encontraba totalmente
subordinada a la autoridad paterna.

En Roma se denomino esta potestad como Pater Familis, el Estado


otorgó con éste principio todo el poder al padre. Aunque el poder
mayor lo detentaba el Estado (ius imperium).
En la antigüedad, Grecia, Roma, Judea, se podían establecer
normas, conductas violentas contra los niños y adolescentes como
es el caso de Herodes, quien dispuso la muerte de los niños
primogénitos.

En Grecia, -Esparta más apropiadamente, se permitía la muerte de


niños recién nacidos. Aunque esta actitud estaba permitida en
todas la ciudades griegas. Además, estaba admitida la esclavitud de
los niños y adolescentes, los padres podían vender sus hijos o
cualquier miembro de su familia como esclavos

O pagar deudas entregando a sus familiares incluyendo a sus hijos


como esclavos, lo que motivo muchos levantamientos y
enfrenamientos, donde el legislador griego, Solón tuvo que
intervenir como autoridad y evitar se continúe con estas prácticas,
que estaba generando conflictos entre los sectores sociales.
También eran frecuentes los sacrificios de los niños y niñas como
también mutilaciones para ser utilizados posteriormente como
guardianes del harén de las clases altas.

O simplemente por que decían que la voz de los niños castrados


era más bella. O también para el tráfico sexual. El sacrificio
religioso asimismo estaba permitido y esto lo advertimos en las
páginas de la Biblia, donde se relata el caso de Abraham, quien
estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac, según manifiesta por
mandato divino.

Doctrinalmente en el siglo 400 a.e. Aristóteles decía “un hijo y un


esclavo son propiedad y nada de lo que se hace con su propiedad
es injusto”. En el siglo IV a.e. en Jericó los niños eran empotrados
de los cimientos de las murales, muros de los edificios y puentes,
para supuestamente fijarlos.
El DNA en Roma. En edad antigua. La minoría de edad se daba
hasta los 25 años.

La pubertad se iniciaba desde los 14 años y se podía contraer


matrimonio desde esta edad. P. Aries, manifestaba en su obra que
el varón ciudadano representaba el mejor valor de la sociedad,
creando con ello desigualdad entre los hijos y la madre.

En Roma había tres instituciones básicas dirigidas hacia la


protección del menor: en caso de abandono de los infantes,
instituciones alimentarias y los registros y certificados de
nacimiento. El abandono de los hijos era una atribución propia de
la Patria Potestad, en consecuencia atribución propia de la vida y
muerte sobre sus hijos. (ius vitae et necis). El hijo respondía a la
característica del alieni iuris, es decir la dependencia y
subordinación del hijo.
La Ley de las XII tablas se reconocía la venta de los hijos o la muerte
por deformaciones “cito necatustaquam ex XII tabulisinsgnis ad
defor-mitatempuer”.

En cuanto a la institución de la Alimenta, Las primeras referencias las


encontramos en el Gobierno de Nerva (96-98) quién concedió ayuda
públicas a las familias que carecían de medios para poder sacar
adelante a sus hijos, estas ayudas se denominaron alimentas. Con el
emperador Trajano (98-117) se institucionalizo y el emperador
Adriano continúo con estas ayudas creándose la figura de
praefectusalimetorum.

En cuanto a los Registros y Certificados, respondían a la Lex Aelia


Sentia (4d.c.) y la Lex Poppaea (9 d.c.). Obviamente no todos los
nacidos podían ser inscritos. Estaba restringida a los legítimos.
En cuanto a la Patria Potestad en Roma, la dependencia al padre
era total en relación a los hijos, esposa, madre y esclavos. En
relación a los hijos esta sujeción desaparecía de a cuerdo a
derecho.

A principios del siglo (8d.c.) Primero Ulpiano y después Marciano


suavizaron los rigores de la Patria Potestad como que no se puede
matar al hijo sin antes escucharlo o en el caso de Marciano, que
deportó a un padre por haber matado a su hijo acusándolo de
mantener relaciones son su madrastra. Aduciendo el emperador
que la Patria Potestad debe consistir en la piedad, no en la
atrocidad. Ciertamente que esto podía confundir el poder de la
Patria Potestad con el ius imperium propio del Estado y gobierno
Romano.
Fue en el imperio romano de oriente donde se constituyo
la más alta expresión jurídica siendo durante el reinado de
Justiniano (482-565 d.c.) quién secundado de grandes
juristas dirigido por Triboniano (según refiere el maestro
peruano José Antonio Silva Vallejo16) hicieron la notable
compilación denominada Corpus Iuris.
En la Edad Media
Con las Cruzadas habidas en el Medioevo con la finalidad de
recuperar la Tierra Santa se organizó una cuarta cruzada
denominada infantil, organizada por el Papa Inocencio III (1148-
1202), que utilizando predicadores fanatizados se hizo este
experimento que acabó en una debacle. Empujada además por la
hambruna que sufría Europa. Falleciendo miles de niños y algunos
eran hasta sacrificados con finalidad de alimentarse.

La aventura fracaso estrepitosamente, al cruzar los niños el


mediterráneo algunos barcos naufragaron y los que llegaron a las
costas fueron vendidos como esclavos en Egipto. En otras cruzadas
habidas la hambruna era tan fuerte que se comían a los niños,
permitiéndose antropofagia.
Para los efectos religiosos en una sociedad signada por prejuicios
teológicos, el Derecho Canónico medioeval estableció la edad de siete
años para recibir los sacramentos.

Al margen que socialmente desconocían la sutileza de los niños


considerándolos como si fueran adultos lo que hay muchas
referencias en los trabajos pictóricos donde se ponían a los niños con
rostros de adultos.

Se logró entender la educación que se debía dar a los niños y


adolescentes, tenemos la obra de Emilio de Juan Jacobo Rousseau
donde plantea la controversial hipótesis que el “hombre nace bueno
y la sociedad lo corrompe”17. En esta obra da pautas sobre la
educación al niño y adolescente. Suavizar la educación que se daba
en esa época.
En su obra Fermin Chunga la Monja18, recoge algunos datos, que
reproducimos: en Alemania en el año 1833 se dieron modelos de
readaptación; en Inglaterra en el año 1854 se separó a los niños de
los delincuentes. En Rusia en 1897 se normo que los procesos a los
infractores niños y adolescentes fuese a puertas cerradas.
Mediados del siglo XIX.

En el siglo XIX no existía un centro de protección a los


niños como es el caso en Nueva York el maltrato dado a
la pequeña Mary Ellen (1874), por sus padres adoptivos,
quién denunciados en los tribunales, no había quién la
represente ante esa instancia legal, teniendo que ser la
sociedad protectora de animales quien la defienda. A raíz
de este suceso se crea en Nueva York la primera Sociedad
de Prevención de la crueldad en los niños.
Fermín Chunga la Monja resalta que en el año 1899 se
constituyo en Chicago – Estados Unidos el Primer Tribunal
de Menores, que denomino la Partida de nacimiento del
menor, que después cundió el ejemplo en todos EE.UU. y a
nivel mundial. Pues sirvió para la creación jueces
especiales avocados al tratamiento del menor como
disciplina jurídica autónoma con sujeto y objeto propio.

Conllevando preparación especial a los magistrados en el


tratamiento y conocimiento de los niños y adolescentes.
Siglo XX - XXI
Tenemos normas de carácter internacional como la Declaración de
Ginebra del año 1924, cinco escuetos puntos pero muy relevantes.

Convención de los Derechos del Niño del año 1989, de gran


trascendencia. Reglas de las Naciones Unidas para la
Administración de Justicia a menores. Y las Directivas de las
Naciones Unidas (RIAD). En América, en el año 1919 se creó en
Montevideo Uruguay El Instituto Interamericano en Defensa del
Menor.

Es con esto, a partir del Siglo XX, que el Niño y Adolescente dejó de
ser invisibles y empezó a ser tratado técnica y profesionalmente.
Situación histórica del niño y
adolescente en el Perú.

En la sociedad incaica

Obvio que lo prioritario fue la subsistencia. El mayor desafío lo


ofrecía el medio ambiente. No se tiene conocimiento que las
culturas subordinadas a los Incas fueran tratados de manera cruel y
vejatorio. Había un autoritarismo estatal.

La sociedad incaica era enteramente estratificada.

A cuya cabeza estaba el Inca, la nobleza denominada “Orejones”.


Los niños de clases altas tenían acceso a la educación en los centros
de instrucción llamados Inkahuasi y a cargo de maestros llamados
Amautas.

Los niños de sectores bajos, su educación estaba ligado a las


labores sustancialmente de tipo doméstico: cuidado de hermanos
menores, ayuda en el trabajo en la agricultura.

El trato hacia los niños era dicotómico, esto es suave por un lado y
riguroso por otro, especialmente en lo que se refiere a ritos
religiosos, que conducían hasta el sacrificio.
En la colonia
Dominada por la élite española. Se caracterizo por ser una sociedad
escindida y excluyente, especialmente en relación a la raza
indígena. El trabajo se convirtió en obligatorio para los de ésta raza.
Se rompió la correa de transmisión que significaba la familia.

La desigualdad se entronizó y con ello la pauperización de toda la


sociedad. Los indios podría afirmarse que trabajaban en las minas
hasta el exhausto y hasta la muerte.

Se dieron medidas protectoras, como es el caso para menores de


18 años, quienes no tributaban, en caso de trabajar éste debería ser
remunerado, igual en los casos de trabajo en las mitas; pero, esto
era verdaderamente un eufemismo, pues la retribución no se
cumplía.
Tan así es así que las madres mataban a sus hijos recién
nacidos para evitar que trabajaran en las mitas
En la República

Los sectores sociales débiles continuaron desprotegidos.


José Luis Orbegoso creó la Beneficencia Pública de Lima y Agustín
Gamarra la reglamentó.
El Mariscal Castilla elaboró el Primer Manual de Crianza de Niños.
En el año 1918 durante el Gobierno de José Pardo y Barreda se dio
una ley precursora: la ley 2851 a favor de los niños y adolescentes y
de la mujer. Se estableció la jornada laboral de acuerdo a la edad:
no más de 6 horas los adolescentes a partir de 14 años hasta los 18
y las mujeres no más de 8 horas.
Prohibición de trabajo nocturno y perjudicial.
Se establecieron Casas Cunas en los establecimientos laborales y
una hora para atender a los recién nacidos, Descanso por Lactancia
y Beneficio de ingreso para el huérfano del Empleado Público.
Recién en el siglo XX se materializaron dispositivos a favor del niño
y adolescente.

Primero, el Código de Procedimientos Penales de 1914, después


antes acotada, a continuación el Código Penal de 1924, Código
Civil de 1936, Código de Menores de 1966 y Código de los Niños y
Adolescentes 1991 y 2001.
CAPITULO II

Los derechos del niño: cuestiones sobre su


fundamentación
Introducción
Desde el primer Congreso Internacional de Protección a la Infancia
celebrado en París en el año 1883, pasando por la Declaración de
Ginebra de 1924, la Declaración de los Derechos del Niño de 1959
para culminar en la Convención Internacional sobre los Derechos
del Niño del año 1989, nuestro presente, a diferencia de otras
épocas históricas, asiste al «hecho» de la proclamación de los
«derechos del niño», tal y como se consolidan a través de estos
textos internacionales y que culminan una larga evolución
histórica en la manera de entender y relacionarse con la infancia.

La Convención es el gran texto de referencia al reunir en un único


documento los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y
culturales del niño
Se ha señalado que la Convención dio origen a la consideración del
niño como sujeto titular de derechos, a diferencia del enfoque
«proteccionista y asistencial» que prevalecía con anterioridad y
que consideraba al niño como objeto de derechos y deberes
morales que tenían que ser ejercidos por la familia y las
instituciones gubernamentales.

Sin embargo, el factum de los derechos del niño, en cuanto a su


fundamentación normativa, esto es, la consideración del niño
como persona moral y sujeto titular de derechos, dista mucho de
ser una cuestión clara y distinta, constituyendo todo un inventario
entre los términos «derecho» y «niño» no ha permanecido al
margen de la confrontación ideológica, teniendo como escenario,
en unas ocasiones, las diversas concepciones que existen sobre la
infancia y la adolescencia y, en otras, las diversas formas de
entender el fundamento de los derechos.
Dicho de otro modo, la misma noción de «derechos del niño»,
utilizada en ámbitos jurídicos y sociales y sin perjuicio de alguna
declaración de principios que gozan de amplio consenso, está
atravesada por polémicas y contradicciones cuya relevancia no se
puede obviar Teniendo esto en cuenta, señalaremos, en primer
lugar, las principales controversias y tensiones presentes en torno a
los fundamentos de los derechos del niño, para a continuación
mostrar cómo estas tensiones y controversias se han dado como
existentes acerca de la fundamentación jurídica de los derechos del
niño.

Este debate abierto sobre la fundamentación de los derechos del


niño e intenta contribuir al mismo sosteniendo la tesis de que los
derechos del niño descansan en el reconocimiento universal de la
individualidad orgánica del niño, como condición necesaria para
considerar a éste como persona moral y por lo tanto sujeto de
derechos y deberes.
Sin embargo, el estado de sujeto personal sólo se alcanzará
plenamente en el seno de una determinada configuración social
capaz de dotar de valor a la individualidad de la niñez. Con el
propósito de desarrollar esta idea, se expone lo que constituiría el
fundamento material y el fundamento formal que subyace a los
derechos del niño.

El fundamento material remite a la constitución y reconocimiento


de la individualidad del niño. Como evidencia que avalaría la
constitución universal de dicha individualidad se presentan algunas
conclusiones que se derivan de los estudios de antropología física,
la psicología del desarrollo, así como del vínculo entre las normas
jurídicas y las ciencias del desarrollo humano. El fundamento formal
de los derechos residiría en la misma realidad social e histórica de
las diferentes sociedades y sus normas sociales (éticas, morales,
jurídicas), que reconocen y constituyen a esos individuos como
personas valiosas y dignas de respeto y derechos
Con el propósito de desarrollar esta idea, se expone lo que
constituiría el fundamento material y el fundamento formal que
subyace a los derechos del niño. El fundamento material remite a
la constitución y reconocimiento de la individualidad del niño.
Como evidencia que avalaría la constitución universal de dicha
individualidad se presentan algunas conclusiones que se derivan de
los estudios de antropología física, la psicología del desarrollo, así
como del vínculo entre las normas jurídicas y las ciencias del
desarrollo humano. El fundamento formal de los derechos residiría
en la misma realidad social e histórica de las diferentes sociedades
y sus normas sociales (éticas, morales, jurídicas), que reconocen y
constituyen a esos individuos como personas valiosas y dignas de
respeto y derechos
Se apuntaria brevemente, para finalizar, la necesidad de
desbordar el contexto ideológico del individualismo del
pensamiento liberal y adoptar un enfoque gradualista en la
adquisición y ejercicio de los derechos por parte del niño en un
contexto social de valores grupales y comunitarios
Cuestiones polémicas en torno al
«hecho» de los «derechos del niño»
González (2009) señala los cuatro principales problemas que,
después de 25 años de la proclamación de la Convención, persisten
en el reconocimiento de los niños como titulares de derecho.

El primero tendría que ver con la génesis misma del moderno


concepto de derechos humanos, enraizada en la tradición liberal
que ve al niño como un incapaz absoluto.

En segundo lugar, se señala la ambigüedad y discrecionalidad en la


aplicación de principios y derechos de los niños, ejemplificado,
como veremos, en el principio del «interés superior del menor».
En tercer orden a la efectividad de los derechos reconocidos en la
Convención y tendría su causa en la propia teoría normativa, ya
que se establecen derechos sin un titular claro de la obligación
correlativa

En cuarto orden se señala la dificultad para integrar los


instrumentos de derecho internacional en los respectivos
ordenamientos nacionales.

En referencia a los argumentos de las posiciones liberacionistas, se


ha señalado que el principio rector de la Convención es el
paradigma de los derechos, y no la protección integral, destacando
que en el texto de la Convención no se habla de protección integral
expresamente, sino de protección especial dirigida a situaciones
especifícas en las cueles los niños se encuentran en situación de
emergencia.
El reconocimiento de la igualdad en la titularidad de los derechos
representaría el desafío más importante a los sistemas políticos y
a los ordenamientos jurídicos ya que no es suficiente la
afirmación de que los niños tienen derechos; es preciso que los
ejerzan efectivamente y no a través de sus padres o
representantes legales, o que los ejerzan sólo en la medida de la
evolución de sus facultades.

Siguiendo la estela de los movimientos liberacionistas de los años


sesenta y teniendo en cuenta la influencia de las teorías más
recientes elaboradas en el campo de las ciencias sociales, como la
teoría del «actor social», se reivindica la idea de que el niño es un
ser competente y capaz de incidir sobre su propia realidad social
y, al igual que el adulto, portador de derechos autónomos
Los derechos del niño son concebidos entonces como instrumentos
eficaces para liberar al niño de coacciones ancladas en las
costumbres o las leyes y proponer el reconocimiento de su pleno
status como ciudadano y, por tanto, el disfrute, entre otros, de
derechos políticos.

Sin embargo y en relación con la posición proteccionista, otros


autores, entienden que el reconocimiento del niño como titular de
algunos derechos de libertad (religiosa, de conciencia, de opinión,
participación) ha contribuido a reconsiderar el viejo problema del
paternalismo.

Desde las posiciones liberales más clásicas, se hacia compatible la


afirmación de los derechos humanos, que descansaba en la
soberanía individual del hombre adulto y considerado como un ser
racional y plenamente autónomo, con la marginación de
determinados colectivos, como mujeres, menores e incluso los
trabajadores, considerados como incapaces o dependientes.
La restricción al ejercicio de los derechos debería de ser el mínimo
posible y esta limitación debe tener un fundamento lo más objetivo
posible en las necesidades básicas del niño y no en la arbitrariedad
paterna o institucional. Así por ejemplo y en relación al
reconocimiento y ejercicio de los derechos del niño por parte del
Estado, González (2008) apunta la existencia de tres posiciones
básicas: el libertarismo, el perfeccionismo moral-jurídico y el
paternalismo jurídico, considerando la autora que este último es el
más acorde «respecto del concepto de niño, las teorías de las
necesidades humanas, el fundamento de los derechos humanos y
los niños como personas morales» (p. 343).
Asumiendo la natural vulnerabilidad del niño y que sus capacidades
son distintas a las del adulto, pero a su vez rechazando la imagen
del niño como ser incapaz y carente de autonomía, las acciones
tutelares y de protección serían necesarias para salvaguardar su
integridad, incluso contra sí mismo, y como condición de posibilidad
para el desarrollo de su propia y progresiva autonomía y asunción
de derechos.
Sirva como ejemplo de estos problemas y tensiones, las discusiones
existentes en torno al concepto de «interés superior del menor»,
considerado como uno de los principios fundamentales de la
Convención y eje sobre el que gira la práctica jurídica y las políticas
públicas en materia de protección a la infancia (Espíndola, 2015). El
concepto de «interés superior del menor» certificaría el paso de la
imposición de medidas arbitrarias y discrecionales a favor de los
menores en «situación irregular2» a un escenario caracterizado por
la «protección integral» del menor dentro de un marco de garantía
de derechos.

Esto permitiría la resurrección, o permanencia, del paradigma de la


«situación irregular»: «El interés superior del niño es el “Caballo de
Troya” de la Convención al permitir cierto grado de discrecionalidad
de las autoridades públicas al interpretar y aplicar sus disposiciones
normativas» (Freedman, 2005, p. 115).
Concluiríamos así, y antes de mostrar cómo estos problemas se
manifiestan también en las teorías jurídicas sobre el fundamento
de los derechos del niño, que después de la aprobación de la
Convención, en el plano técnico-jurídico y político-social, el
problema más urgente que aún tienen que acometer los
respectivos Estados es el concerniente a la puesta en práctica de
tales derechos así como su cumplimiento efectivo.

Pero desde el punto de vista de la fundamentación teórica de los


derechos del niño, perspectiva en la que pretende situarse el
presente trabajo, y con un alcance transnacional dado el carácter
de la Convención, la prioridad radica en la elaboración de una
teoría normativa capaz de legitimar el estatus del niño como
persona moral y sujeto titular de derechos y que al mismo tiempo
pueda servir como referencia en las decisiones legislativas y en las
intervenciones de política social
La imputabilidad y los menores

Imputable es la persona que tiene las


condiciones mentales y físicas
adecuadas para entender el daño
causado. Lo opuesto es la
inimputabilidad.
Inimputabilidad o Responsabilidad
penal en el Perú.

Anteriormente, la responsabilidad penal de los menores de edad


se encontraba regulada en el Código de los Niños y Adolescentes,
sin embargo, era necesario un texto normativo independiente.

Por ello, mediante Decreto Legislativo 1348 de fecha 7 de enero


de 2017 se creó el Código de Responsabilidad Penal de
Adolescentes, como la primera norma de carácter integral,
sistemática, autónoma y especializada en materia de justicia
penal adolescente en nuestro país; regulando los principios,
garantías y derechos, tanto para los adolescentes infractores,
como para las víctimas.
El denominado derecho penal para adolescentes nace en razón de
una doble premisa: en primer lugar, la minoría de edad del sujeto
activo, que justifica una jurisdicción penal especial para ellos y en
segundo lugar, la protección especial que merecen por ser parte de
la población vulnerable, protección a cargo del Estado, al haber
ratificado sendos tratados internacionales como la Convención
sobre los Derechos del Niño.

Los Infractores de la ley penal


El artículo 1 del Título Preliminar del nuevo Código explica el
término adolescente y lo distingue en función a su edad, y que comprende a
aquel entre catorce (14) y menor de dieciocho (18) años de edad. En otras
palabras, se considera adolescente infractor a aquel cuya responsabilidad ha sido
determinada como autor o partícipe de un hecho punible tipificado como delito
o falta en la ley penal.
Por otro lado, el legislador distingue entre el niño que participa de un hecho con
connotación penal y el adolescente infractor a la ley penal.
Consecuencias de la infracción penal

Ahora bien, no existe sanción penal para los menores de edad, se


denominan medidas socioeducativas, puesto que cumplen una
función pedagógica positiva y formativa, que tiene como objeto
facilitar la resocialización y la reintegración del adolescente a la
sociedad.
Estas medidas socioeducativas se encuentran desarrolladas en los
artículos 158 al 167 del Código de Responsabilidad Penal de
Adolescentes, del análisis de los artículos mencionados, podemos
identificar dos tipos de medidas socioeducativas:

gi) no privativas de libertad (amonestación, libertad asistida,


prestación de servicios a la comunidad y libertad restringida) y las 
ii) privativas de libertad (internación en un centro juvenil).
ACTIVIDAD ACADÉMICA

TEMA:

INFLUENCIA ADVERSA DEL


INTERNET EN EL DESARROLLO DE
LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES
CAPITULO III

EL DERECHO DEL NIÑO Y


ADOLESCENTE COMO FENÓMENO
DOCTRINAL
La Doctrina de la Situación Irregular

La característica central de esta doctrina es la concepción


del menor de edad como un sujeto pasivo de la
intervención jurídica estatal, como un objeto de tutela y no
un sujeto de derecho. Como señala Bustos Ramírez (1997)
“..., la ideología de la situación irregular convierte al niño y
al joven en objeto, y no en sujeto de derechos, en un ser
dependiente, que ha de ser sometido a la intervención
protectora y educadora del Estado”
Los lineamientos principales de esta doctrina son
señalados por García Méndez (1993), quien indica que
“se resume en la creación de un marco jurídico que
legitime una intervención estatal discrecional sobre esta
suerte de producto residual de la categoría infancia,
constituida por el mundo de los - menores-. La
indistinción entre abandonados y delincuentes es piedra
angular de este magma jurídico”
Al respecto, Bustos (1998) indica que “... irregular o peligroso se
iguala con situación de abandono, es decir, con los niños y
adolescentes pertenecientes a las clases o grupos menos
favorecidos y, por tanto, donde los procesos de socialización han
sido más deficitarios y ello se pretende sustituir a través de políticas
sancionatorias. La ideología de la situación irregular, protectora o
educativa, provoca una identificación entre protección al niño y
sanción, sobre la base de un pretendido objetivo de beneficencia o
bienestar.

Miguel Cillero (1997) cita como ejemplo de esta Doctrina al Estatuto


de Illinois que indicaba que “es delincuente el menor que infringe
cualquier reglamentación del Estado; o es incorregible; o
conocidamente se asocia con ladrones; o sin causa, ni permiso de sus
padres o guardadores, se aleja de su casa; o crece en la ociosidad o
en el crimen; o manifiestamente frecuenta una casa de mala
reputación, o donde se venden bebidas tóxicas; o vaga de noche”
Ello explica por qué el binomio compasión-represión propio de esta
doctrina, judicializaba problemas sociales (como el estado de
abandono) de manera idéntica a las infracciones a la ley penal.

En esta línea de pensamiento, el internamiento generalizado como


medida tutelar, se dictaba supuestamente para preservar la
integridad del menor de edad, tanto en los casos de abandono
como en los de infracciones a la ley penal. Una de las características
de la justicia de menores era la verticalidad en el trato al menos, lo
que se hallaba en correlación con la ubicación que se le asignaba
dentro de la sociedad. Así mismo, como indica una cita de
Larrandart (1992), en el caso de la “delincuencia juvenil” se tenía en
cuenta la personalidad del niño y no la naturaleza del hecho
cometido.
Desde la perspectiva de la Doctrina de la Situación Irregular, los
menores eran considerados irresponsables penalmente. Al ser
inimputables, se les trataba como personas incapaces, al igual que a
los enfermos mentales. Esta consideración, aparentemente
bondadosa los incluía al mismo tiempo, en una categoría de
personas diferentes a las normales, siendo la base de una
discriminación y marginación FUNES, Jaime; GONZÁLEZ, Carlos
(1993) que, en términos jurídicos, se expresaba en la pérdida de las
garantías personales, reforzando el rol paternal del juez.

Se afirmaba, en el derecho de menores, que las normas aplicables


en estos procesos no correspondían al derecho penal, pues tenían
naturaleza totalmente distinta. En realidad, ello era una falacia y
una mera declaración formal, en tanto la lógica sancionadora era
idéntica, resultando falso que el menor quedase fuera del ámbito
del derecho penal, cuando en realidad se hallaba dentro de él, pero
sin ninguna garantía que lo protegiera.
En estos casos, atendiendo a los fundamentos anteriormente
citados, la sentencia no debía señalar una pena, sino una medida de
seguridad. Esta consideración tenía dos graves defectos: de un lado,
la medida podía ser de duración indeterminada (en razón al criterio
de peligrosidad de la conducta del menor), y, de otro, para su
fundamentación no requería demostrar la culpabilidad del menor
(entendida como asignación de responsabilidad en la dogmática
penal), sino sólo la mencionada peligrosidad.

Este pensamiento no pertenece a una etapa lejana en el desarrollo


teórico de ésta doctrina, pues en un artículo relativamente reciente
(1986) Rafael Sajón señalaba que el juzgamiento de menores es un
tipo particular de proceso, ni civil ni penal; siendo un proceso sin
partes, en donde no se acepta el conflicto de intereses, porque el
interés del Estado es la protección integral del menor y, declarar y
realizar sus derechos es la voluntad del Estado, expresada en la ley.
En este proceso, domina el principio inquisitivo contra el modelo
procesal de tendencia acusatoria que en la actualidad se propugna
para los adultos. Sajón afirma que el Estado asume la defensa
tanto del interés del menor como de la sociedad, lo que explica la
vigencia del principio inquisitivo, ya que “así como en el proceso
penal se encuentran frente a frente dos intereses públicos: el
interés en el castigo del reo y el interés en la tutela de la libertad,
que el Estado considera de igual importancia y cuida de garantizar
ambos ... en el proceso de menores no hay intereses
contrapuestos. Hay un sólo interés, realizar la protección integral
del menor, y entonces no cabe mantener equilibrios de derechos
contrapuestos, sino actuar la voluntad de la ley a través de la
relación jurídica procesal, declarando el derecho del menor
Dentro de tal argumentación, el menor no tenía derechos
o garantías que le permitieran hacer valer su posición o
sus intereses, quedando su suerte librada a la voluntad
del juez, que supuestamente, como un buen padre de
familia buscaría resolver su situación, aplicando la
medida tutelar de protección más conveniente.

Esta forma de proteger al menor llevó al extremo de


plantear que en caso que cometiera un acto antisocial, no
tendría que ser llevado a una corte juvenil sino
directamente a un centro médico pedagógico
La Doctrina de la Protección Integral

La Doctrina de la Situación Irregular comenzó a ser cuestionada


por la afectación de los derechos fundamentales del interno,
tanto por los criterios para determinar quienes podrían ser
juzgados como infractores, como por el tipo de proceso a los que
los sometían.

Por ello, emergió la denominada Doctrina de la Protección


Integral, que no tuvo un surgimiento espontáneo, sino que, como
indica acertadamente Baratta es el resultado de un amplio
movimiento social en favor de los derechos de los niños y de las
reformas de los derechos de la infancia que se llevaron a cabo en
América Latina y Europa.
La Doctrina de la Protección Integral se caracteriza por reconocer al
menor de edad como ser humano y sujeto de derechos. A decir de
García Méndez, esta transformación se podría sintetizar en el paso
del menor como objeto de compasión-represión a la infancia-
adolescencia como sujeto pleno de derechos.

Por su parte, Armijo indica que, corriendo el riesgo de simplificar


excesivamente el planteamiento de esta doctrina, lo que hace es
incorporar al niño como un sujeto pleno de derechos y deberes
constitucionales.

Un aspecto central en este proceso es el cambio del término menor


por la de niño, que responde no sólo a una opción terminológica,
sino a una concepción distinta: el cambio de un ser desprovisto de
derechos y de facultades de decisión, por un ser humano sujeto de
derechos
La Doctrina de la Protección Integral encuentra su máxima
expresión normativa en la Convención sobre los Derechos del Niño
de 1989 (Aprobada en el Perú por el Congreso de la República mediante Resolución
Legislativa Nº 25278 del 4 de agosto de 1990 y ratificada el 14 del mismo mes por el
Presidente),
que reconoce los derechos del niño como una categoría
específica dentro de los derechos humanos, como lo explica el
profesor chileno Miguel Cillero(1998).

Este instrumento internacional ha servido de orientación para la


mayoría de las nuevas legislaciones sobre la materia, al
proporcionar lineamientos normativos básicos que deberían seguir
todos los Estados. Además, llama la atención de las autoridades
estatales, instituciones privadas y sociedad en general, para
mejorar las condiciones de vida de la infancia y en especial de
aquellos niños que se encuentran en situaciones difíciles.
En este sentido, la Convención es un instrumento que permite
medir el estado actual del respeto de los derechos del niño y que
ha originado que varios países de América Latina se encuentren
reformulando sus legislaciones o lo hayan hecho ya, a fin de
adecuarse a sus parámetros.

Los postulados más importantes de la Convención, y de la misma


Doctrina de la Protección Integral(27), son:

• El cambio de visión del niño, de objeto de compasión y represión


a un sujeto pleno de derechos.
• La consideración del principio del interés superior del niño, que
sirve como garantía (vínculo normativo para asegurar los
derechos subjetivos de los niños), norma de interpretación y/o
resolución de conflictos; y como criterio orientador de las
políticas públicas referidas a la infancia.
• La inclusión de los derechos de los niños dentro de los programas
de derechos humanos.
• El reconocimiento al niño de derechos y garantías en los casos en
los que se encuentre en conflicto con la ley, especialmente la ley
penal. En este último caso, la necesidad de diferenciar el grado de
responsabilidad según el grupo etareo al que pertenezca.
• El establecer un tratamiento distinto a los niños que se
encuentran abandonados con los infractores de la ley penal,
separando claramente la aplicación de una política social o
política criminal respectivamente.
• Que ante la comisión de una infracción, deba establecerse una
serie de medidas alternativas a la privación de libertad, la cual
debe ser una medida excepcional y aplicarse por el mínimo
plazo posible.
• El principio de igualdad ante la ley y la no discriminación.

Adicionalmente, existen otros instrumentos internacionales, que si


bien no tienen la misma jerarquía de la Convención, deben ser
tomados en cuenta para su interpretación y el diseño de políticas
en la materia por los Estados. Estos instrumentos internacionales
son:

• Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la


Administración de la Justicia de Menores (o Reglas de Beijing).
Adoptadas por la Asamblea General en su Resolución 40/33 de 29
de noviembre de 1985.
• Las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los
Menores Privados de Libertad. Adoptadas por la Asamblea
General en su Resolución 45/113 del 14 de diciembre de 1990.

• Las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la


Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad). Adoptadas y
Proclamadas por la Asamblea General en su Resolución 45/112 de
14 de diciembre de 1990.
ACTIVIDAD ACADÉMICA

HACER UN ANALISIS

FACTORES DETERMINANTES SOBRE EL EMBARAZO


DE MENORES DE EDAD.
CAPITULO IV

CONCEPTO DEL DERECHO DEL


NIÑO Y ADOLESCENTE
El concepto del Derecho de los Niños y Adolescente
conforme a varios autores.

Se considera niño a todo ser humano desde


su concepción hasta cumplir los 12 años de
edad y adolescente desde los 12 hasta
cumplir los 18 años de edad. Si existiera
duda acerca de la edad de una persona, se le
considerará niño o adolescente mientras no
se pruebe lo contrario.
1. Menor
El término menor, según la Real Academia Española, es un adjetivo
comparativo que significa: “Que es inferior a otra cosa en cantidad,
intensidad o calidad; menos importante con relación a algo del
mismo género”. Sin embargo, en el derecho es utilizado como
sustantivo, tanto en la doctrina como en la legislación de habla
hispana.

Este término es el más frecuente —o por lo menos solía serlo hasta


hace muy poco tiempo— en el ámbito jurídico, tanto en las normas
jurídicas como en el medio jurisdiccional. En ocasiones se utiliza
también como adjetivo, por ejemplo al hablar del menor hijo en los
juicios en materia familiar, aunque en esta última acepción se
utiliza más bien como una abreviatura de menor de edad, en tanto
expresa una condición.
El concepto menor deriva de la posición de menor de edad, pero
con el uso se ha convertido en una forma de designar a las niñas,
niños y adolescentes, especialmente en el ámbito del derecho
privado —materia familiar— y penal —menores infractores—.
2. Menor de edad

Al hacer referencia a alguien menor de edad estamos describiendo


una circunstancia, un estado en el que se encuentra la persona
durante los primeros años de su vida. Se trata de un término
eminentemente jurídico, pues es claro que se es menor de edad
porque no se ha alcanzado la mayoría de edad que la generalidad de
los sistemas jurídicos modernos prevén como requisito para tener
capacidad plena en el ejercicio de los derechos.

En realidad, cuando se dice menor de edad se está diciendo persona


menor de edad, pues en sí misma esta expresión carece de
significación alguna, más que en referencia a describir la situación
de la persona al no haber alcanzado la mayoría de edad.
Es importante hacer notar que pese a que en la mayor parte de las
leyes se identifican mayor de edad y ciudadano, estos conceptos no
tienen el mismo significado, y como consecuencia niño y no-
ciudadano tampoco son sinónimos. La ciudadanía supone un
conjunto de derechos, especialmente de participación pública,
mientras que la mayoría de edad simplemente expresa que se ha
alcanzado determinada edad, como se explicará con más detalle
posteriormente.
3. Niña, niño y adolescente
La expresión niña, niño y adolescente para referirse a los
destinatarios de la Convención sobre los Derechos del Niño (en
adelante, la Convención) y una serie de normas surgidas en México
a partir de su ratificación, es la más utilizada actualmente tanto en
la legislación derivada de este instrumento internacional, como en
algunos sectores académicos, de gobierno y de organizaciones de la
sociedad civil.

Las razones no son gratuitas, pues en primer término, niño es la


denominación que utiliza la Convención para identificar a sus
destinatarios, pero además el término niño se identifica con la
transformación de la situación irregular a la protección integral,
como se explicará más adelante.
En los años posteriores a su ratificación, al sistema legal mexicano
se han incorporado los términos niña y adolescente para
identificar a todos los miembros que componen este grupo de
población.

Sin duda alguna, la palabra niño es la más utilizada


coloquialmente para referirse a las personas durante los primeros
años de la vida, aunque es cierto que no se trata de una acepción
unívoca, pues, al ser un término del lenguaje natural, no tiene una
clara delimitación, como en el caso de los vocablos jurídicos.

En este sentido, es claro que indiscutiblemente se identifica como


niños a las personas menores de doce años, aunque tal vez esta
designación sería dudosa en el caso de quienes se encuentran en
la adolescencia.
Sin embargo, al ser adoptado en la Convención, en algunos
instrumentos internacionales, en la Constitución mexicana y en las
leyes secundarias, se le ha dotado de un claro carácter jurídico,
estableciéndose su delimitación al cumplirse la mayoría de edad.

En este punto, es importante aclarar que en los últimos años,


especialmente a partir de 2000, en México se ha incorporado el
término adolescentes a esta franja poblacional, por lo que el
término niño en el leguaje jurídico puede tener cierta ambigüedad,
ya que puede referirse a las personas menores entre cero y once
años o entre cero y diecisiete años.

En cada caso habrá que explicitar en qué acepción se está


utilizando el signo lingüístico. El término adolescente tiene como
objeto hacer una distinción entre franjas etarias para reconocer la
progresividad en la capacidad de autonomía.
En este sentido, resulta importante el reconocimiento de
derechos diferenciados a partir del desarrollo de habilidades.

Conviene distinguir entre niños y adolescentes para reconocer a


estos últimos la capacidad en la toma de ciertas decisiones. En
buena medida esta distinción deriva de la justicia penal, que tiene
como destinatarios exclusivamente a los adolescentes,
reconociendo que los niños menores de doce años son
inimputables.

Por otra parte, esta distinción que se ha trasladado al ámbito


jurídico, refleja la separación que en el lenguaje común se hace
respecto de quienes tienen menos de doce años y quienes han
rebasado esta edad, pero aún no han alcanzado los dieciocho
años.
En el caso concreto de México, el termino adolescentes se
introdujo por primera vez en la Constitución con la reforma al
artículo 18 en diciembre de 2005, aunque previamente la ley
reglamentaria del artículo 4o. constitucional —Ley para la
Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes— había
definido ya en su artículo 2o. que son adolescen tes las personas
entre doce y diecisiete años: “Artículo 2. Para los efectos de esta
ley, son niñas y niños las personas de hasta 12 años incompletos, y
adolescentes los que tienen entre 12 años cumplidos y 18 años
incumplidos”.
El artículo 4o. constitucional, reformado en 2000 con el fin de
ajustarse a los contenidos de la Convención y que por primera vez
introduce el término niñas y niños en la Constitución para sustituir
el de menores, quedó desfasado respecto de la legislación, y la
misma norma fundamental con la reforma al artículo 18.

Sin embargo, es evidente que debe interpretarse que los titulares


de los derechos contenidos en el artículo 4o. son todas las
personas menores de 18 años de edad.
Pese a no estar reconocido en la Convención, la inclusión del
término niña se ha extendido en los últimos años —especialmente
a partir de la reforma al artículo 4o. constitucional— con el objeto
de visibilizar a las personas del sexo femenino, que quedaban
comprendidas en el genérico niño.

Los estudios de género aconsejan esta distinción, debido a la


situación de marginación en que la mitad del género humano ha
estado durante siglos. La necesidad de utilizar un término distinto
para las personas durante la minoría de edad, pertenecientes al
sexo femenino y al sexo masculino, es un problema propio del
castellano que no tiene un término neutro para designar al sujeto
individual que no ha alcanzado la mayoría de edad,3 como sucede
en otros idiomas.

Por ello, muchos expertos han visto la necesidad de hacer explícita


la titularidad de los derechos de las niñas a través de su mención
expresa.
4. Infancia y adolescencia

Un error frecuente consiste en utilizar derechos de la


infancia y adolescencia como sinónimo de los derechos
de niñas, niños y adolescentes.

Hay dos razones por las cuales es incorrecto utilizar la


expresión infancia y adolescencia para referirse a las
personas que jurídicamente entran en el ámbito de la
protección de la Convención y el artículo 4o.
constitucional.
En primer lugar, la palabra infancia hace referencia tanto a un
período de la vida humana como al conjunto de personas que tienen
esa edad, mientras que el término adolescencia se refiere
exclusivamente a la franja de edad y no al grupo de personas que
comparten esa edad. Además, éste último término tiene un fuerte
componente cultural, es decir, lo que supone ser adolescente está
determinado por lo que en cada contexto significa ser adulto. A esto
se suma el problema de que no se trata de un concepto jurídico, lo
que conduce necesariamente a problemas de ambigüedad
semántica y supone un riesgo cuando se trata del reconocimiento de
derechos.

En muchas ocasiones, el fin de esta fórmula es utilizar una expresión


neutra que evite usar un término femenino y otro masculino, como
en el caso de niñas y niños. Se trata de un despropósito porque,
desde el punto de vista jurídico, no son lo mismo los titulares
individuales de derechos que los grupos.
Esto se vuelve especialmente importante tratándose del colectivo al
que nos referimos, pues tradicionalmente se les ha negado el
carácter de sujetos individuales de derechos, subsumiéndose
generalmente en alguna categoría que es titular de los derechos:
familia, escuela, institución, etcétera. Esta situación obliga a ser
especialmente cuidadosos en distinguir entre los derechos
colectivos y los derechos individuales. La infancia como categoría
social puede ser titular de ciertos derechos, que serían siempre
colectivos.

Por ejemplo, podría hablarse de un derecho de la infancia a la


identidad como tal, a un medio ambiente sano o a espacios públicos
adecuados para el esparcimiento o deporte. Sin embargo, resulta
importante distinguir este tipo de derechos de aquellos que exigen
el reconocimiento de un titular individual y su efectiva garantía. En
este último rubro se inscriben la mayoría de los derechos de niñas,
niños y adolescentes, como son el derecho a la vida, a un nombre, a
la educación, al juego, etcétera.
5. Niñez
Finalmente, en algunos textos jurídicos se ha utilizado el término
niñez para referirse al grupo conformado por niñas, niños y
adolescentes. Un ejemplo claro es el artículo 4o. constitucional, que
señala en su último párrafo que “El Estado proveerá lo necesario para
propiciar el respeto a la dignidad de la niñez… y otorgará facilidades a
los particulares para que coadyuven al cumplimiento de los derechos
de la niñez”. La utilización del término niñez para sustituir a la
expresión niñas, niños y adolescentes es errónea, pues puede llevar a
muchos equívocos.

En primer lugar la Real Academia identifica a ésta como el “período


de la vida humana, que se extiende desde el nacimiento a la
pubertad”, por lo que es un concepto vago y excluye a los
adolescentes.
Pero, además, es desafortunado por las mismas razones que es
incorrecto utilizar infancia.

Es decir, los derechos de la niñez como colectivo no son los mismos


que los derechos de una niña, niño o adolescente en lo individual.
Aún más equivocada es la atribución de dignidad a la niñez, pues son
las personas y no los colectivos quienes tienen dignidad.

Es más, el principio de dignidad de la persona funciona para restringir


los cálculos utilitarios que podrían derivar del principio de
autonomía:
La dignidad supone el reconocimiento de los miembros de la
sociedad como individuos y con relevancia moral como tales, es
decir, separada e independiente de la comunidad, como
portadores de derechos que implican un compromiso lógico con el
reconocimiento de la existencia de una esfera de intereses de la
persona que no podemos invadir en aras del bien común, muchas
veces ni siquiera con el consentimiento del titular.

El surgimiento y la generalización de esta diversidad de


expresiones para identificar a las personas de 0 a 18 años de edad,
especialmente en el ámbito jurídico, deriva de su reconocimiento
como titulares de derechos y un papel cada vez más visible en el
discurso sobre los derechos humanos.
Esto, sin duda, constituye ya en sí misma una condición favorable
que, sin embargo, no debe hacernos perder de vista, desde mi
particular punto de vista, la importancia de utilizar los términos
adecuadamente con el fin de evitar los equívocos y no dar marcha
atrás en el delicado, incipiente y arduo proceso de la consideración
de niñas, niños y adolescentes como sujetos individuales de
derechos, derivados de la dignidad de la persona que corresponde a
todos los seres humanos.

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