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Barrio Huejotzingo.
• En cuanto a esta amonestación, el
presidente Thomas S. Monson dijo:
“Creo que el Salvador nos está diciendo
que a menos que nos perdamos en dar
servicio a los demás, nuestra propia
vida tiene poco propósito. Aquellos que
viven únicamente para sí mismos, al
final se marchitan y, en sentido
figurado, pierden la vida, mientras que
aquellos que se pierden a sí mismos en
prestar servicio a los demás progresan y
florecen— y en efecto salvan su vida”.
Puede resultar difícil encontrar el
tiempo y la energía necesarios para
ayudar a nuestra familia, a los vecinos,
a los miembros de la rama o del barrio,
a la comunidad y hasta a los
desconocidos. ¿Cuándo y cómo
ayudar, sobre todo si cada uno de
nosotros cuenta con tiempo limitado?
¿Cómo prestar servicio cuando las
circunstancias limitan nuestras
capacidades?
• Nuestro ejemplo, desde luego, es el Salvador Jesucristo, que nos invita a
seguirlo (véase Mateo 4:19). Aunque no compartimos Su divino llamamiento,
podemos compartir Su ministerio. Al describir ese ministerio, el apóstol
Pedro dijo que Jesús “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38).
• Jesús sanó a los enfermos y ministró a los afligidos (véase Mateo 9:20–22;
Marcos 8:22–25). Quizás no efectuemos los mismos poderosos milagros,
pero podemos dar consuelo y atender a las necesidades de quienes estén
moribundos, enfermos o que lloren a un ser querido.
El Salvador milagrosamente alimentó a quienes no tenían comida
(véase Mateo 14:15–21). Nosotros podemos dar una ofrenda de
ayuno generosa, participar en proyectos de Bienestar de la Iglesia
para la producción de alimentos y contribuir en la labor de la
comunidad para alimentar a los necesitados.
Jesús se preocupaba y ministraba a las personas en forma
individual (véase Lucas 8:45–48). Al tratar de seguir Su ejemplo,
el Espíritu abrirá nuestros ojos para que reconozcamos a los que
sufran, a los que estén solos
y a los desamparados;
y seremos guiados para
satisfacer sus necesidades.
Jesús pasó tiempo con los demás, aun cuando no lo había planeado
(véase Lucas 24:29) y aun cuando tenía Sus propias preocupaciones
(véase Mateo 14). Se nos aconseja prestar servicio en forma ordenada y
que no “corramos más aprisa de lo que nuestras fuerzas nos permitan”
(véase Mosíah 4:27). Pero a veces nuestras mejores oportunidades para
prestar servicio y bendecir a los demás llegan
cuando es menos conveniente. En la parábola
del Salvador, el buen samaritano detuvo su
camino allí mismo, con el fin de administrar las
necesidades del hombre herido
(véase Lucas 10:30–37).
Nadie pasaba desapercibido para el Salvador ni era demasiado humilde para que Él le tendiera la mano (véase Mateo 9:9–13). Al igual que el Salvador, nosotros podemos amar y elevar a los demás
al enseñarles un camino mejor e invitarlos a
unirse a nosotros en la vida abundante que el
Salvador ofrece.
Nuestro Padre Celestial conoce nuestros
talentos, circunstancias y deseos particulares, y Él sabe la forma en que podemos utilizarlos para bendecir a los demás. A medida que nos acerquemos a Él y busquemos Su guía, Él nos ayudará a
saber a quién, dónde y cómo servir.
El Bienestar y el servicio caritativo son fundamentales en la obra de la
Sociedad de Socorro.