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Obras de misericordia

Y
Dones del Espíritu Santo
Alumnos: J.Navas, G.Niola, S. Sánchez, A. Zambrano y J.Ronquillo
Obras de
misericordia
Corporales
Dar de comer al
hambriento y Dar
de beber al
sediento
«El que tenga dos túnicas que las reparta con
el que no tiene; el que tenga para comer que
haga lo mismo» (Lc 3, 11). Estas dos obras de
misericordia se complementan y se refieren a
la ayuda que debemos procurar en alimento
y otros bienes a los más necesitados.
Dar posada al
peregrino
No es el caso común de hoy en día pero
podría tocarnos recibir a alguien en
nuestra casa, no por pura hospitalidad
de amistad o familia, sino por alguna
verdadera necesidad.
Vestir al desnudo
Muchas veces, se nos facilita con las
recogidas de ropa que se hacen en
Parroquias y otros centros. A la hora de
entregar nuestra ropa es bueno pensar que
podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos
sirve, pero también podemos dar de lo que
aún es útil.
En la carta de Santiago se nos anima a ser
generosos: «Si un hermano o una hermana
están desnudos y carecen del sustento diario,
y alguno de vosotros les dice: “Id en paz,
calentaos o hartaos”, pero no les dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» St 2,
15-16.
Visitar al enfermo
En esta época de pandemia mundial esta
obra de misericordia cobra un fuerte
significado. Se trata de una verdadera
atención, tanto en las necesidades físicas,
como hacerles compañía y orar por los
enfermos y ancianos. Un buen ejemplo de la
Sagrada Escritura es el de la Parábola del
Buen Samaritano en el Evangelio de San
Lucas.
Visitar a los
encarcelados
Visitar a los presos y prestarles no sólo ayuda
material sino una asistencia espiritual que les
sirva para mejorar como personas,
enmendarse, aprender a desarrollar un
trabajo que les pueda ser útil cuando
terminen el tiempo asignado por la justicia.
Hoy son los sacerdotes y consagradas los que
realizan esta tarea solidaria tan complicada,
hay que rezar por los sacerdotes,
acompañarlos y apoyarlos en esta obra
solidaria social.
Enterrar a los
difuntos
Ofrecer una misa por los difuntos y enterrar
dignamente a los muertos parece un
mandato superfluo, pero no lo es. En tiempo
de guerra, puede ser un mandato muy
exigente. ¿Por qué es importante dar digna
sepultura al cuerpo humano? Porque el
cuerpo humano ha sido alojamiento del
Espíritu Santo. Somos “templos del Espíritu
Santo” 1 Cor 6, 19.
Espirituales
Enseñar al que no
sabe
«Los que enseñan la justicia a la multitud,
brillarán como las estrellas a perpetua
eternidad» (Dan 12, 3b).
Se refiere a enseñar en cualquier materia:
también sobre temas religiosos. Esta
enseñanza puede ser a través de escritos o de
palabra, por cualquier medio de
comunicación o directamente. Dar ayuda y
apoyo a la formación sacerdotal también es
una obra de misericordia espiritual.
Dar buen consejo
al que lo necesita
Uno de los dones del espíritu Santo es
el don de consejo. Por ello, quien
pretenda dar un buen consejo debe,
primeramente, estar en sintonía con
Dios, ya que no se trata de dar
opiniones personales, sino de aconsejar
bien al necesitado de guía.
Corregir al que se
equivoca
La corrección fraterna es explicada por
el mismo Jesús en el evangelio de
Mateo: “Si tu hermano peca, vete a
hablar con él a solas para
reprochárselo. Si te escucha, has
ganado a tu hermano” (Mt 18, 15-17).
Para corregir a nuestro prójimo
debemos hacerlo con mansedumbre y
humildad.
Perdonar las
injurias
Cuando rezamos el Padrenuestro decimos
“Perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos
ofenden”.
Perdonar es superar la venganza y el
resentimiento. Significa tratar amablemente
a quien nos ha ofendido. El mayor perdón es
el de Cristo en la Cruz, que nos enseña que
debemos perdonar todo y siempre: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
(Lc 23, 34).
Consolar al triste
El consuelo para el triste, para el que sufre
alguna dificultad personal o se encuentra en
un momento donde tiene que superar el
duelo es otra obra de misericordia espiritual.
Muchas veces, se complementará con dar un
buen consejo, que ayude a superar esas
situación de dolor o tristeza. Acompañar al
prójimo en todos los momentos, pero sobre
todo en los más difíciles, es poner en práctica
el ejemplo de Jesús en el Evangelio que se
compadecía del dolor ajeno siempre que lo
veía.
Sufrir con
paciencia los
defectos de los
demás
La paciencia ante los defectos ajenos es
virtud y es una obra de misericordia.
Cuando el soportar esos defectos causa
más daño que bien, con mucha caridad
y suavidad, debe hacerse la
advertencia.
Orar por vivos y
difuntos
San Pablo recomienda orar por todos, sin
distinción, también por gobernantes y
personas de responsabilidad. Orar por las
vocaciones sacerdotales y religiosas y las
intenciones del Papa. También es importante
orar por los difuntos que están en el
Purgatorio, rezar por ellos y pedir indulgencia
plenaria para que sus almas sean libres de
pecado.
Arropar la debilidad
del prójimo
Aunque sin duda conviene dar vida a
proyectos allí donde tengamos posibilidad de
dar una mano, el terreno habitual de la
misericordia es un día a día del trabajo regido
por la pasión de ayudar: ¿qué más puedo
hacer? ¿a quién más puedo implicar? Todo
esto es misericordia en acto, sin horarios, sin
cálculos: «una misericordia dinámica, no
como un sustantivo cosificado y definido, ni
como adjetivo que decora un poco la vida,
sino como verbo –misericordiar y ser
misericordiados–
Dones del Espiritu
Santo
Don de la sabiduría
Es el don de entender lo que favorece y lo que
perjudica al proyecto de Dios. Él fortalece
nuestra caridad y nos prepara para una visión
plena de Dios.
El mismo Jesús nos dijo: “Mas cuando os
entreguen, no os preocupéis de cómo o qué
vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os
comunicará en aquel momento. Porque no
seréis vosotros los que hablaréis, sino el
Espíritu de vuestro Padre el que hablará en
vosotros” (Mt 10, 19-20). La verdadera
sabiduría trae el gusto de Dios y su Palabra.
Don del
entendimiento
Es el don divino que nos ilumina para aceptar
las verdades reveladas por Dios. Mediante
este don, el Espíritu Santo nos permite
escrutar las profundidades de Dios,
comunicando a nuestro corazón una
particular participación en el conocimiento
divino, en los secretos del mundo y en la
intimidad del mismo Dios.
El Señor dijo: “Les daré corazón para
conocerme, pues yo soy Yahveh” (Jer 24,7).
Don de consejo
Es el don de saber discernir los caminos y las
opciones, de saber orientar y escuchar. Es la
luz que el Espíritu nos da para distinguir lo
correcto e incorrecto, lo verdadero y falso.
Sobre Jesús reposó el Espíritu Santo, y le dio
en plenitud ese don, como había profetizado
Isaías: “No juzgará por las apariencias, ni
sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a
los débiles, y sentenciará con rectitud a los
pobres de la tierra” (Is 11, 3-4).
Don de ciencia
Es el don de la ciencia de Dios y no la
ciencia del mundo. Por este don el
Espíritu Santo nos revela interiormente
el pensamiento de Dios sobre nosotros,
pues “nadie conoce lo íntimo de Dios,
sino el Espíritu de Dios” (1Co 2, 11).
Don de piedad
Es el don que el Espíritu Santo nos da
para estar siempre abiertos a la
voluntad de Dios, buscando siempre
actuar como Jesús actuaría.
Si Dios vive su alianza con el hombre de
manera tan envolvente, el hombre, a su
vez, se siente también invitado a ser
piadoso con todos.
Don de fortaleza
Este es el don que nos vuelve valientes
para enfrentar las dificultades del día a
día de la vida cristiana. Vuelve fuerte y
heroica la fe. Recordemos el valor de los
mártires. Nos da perseverancia y
firmeza en las decisiones.
Los que tienen ese don no se
amedrentan frente a las amenazas y
persecuciones, pues confían
incondicionalmente en el Padre.
Don de temor a Dios
Este don nos mantiene en el debido
respeto frente a Dios y en la sumisión a
su voluntad, apartándonos de todo lo
que le pueda desagradar.
Gracias
Por su atención

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