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LA BABILONIZACION DE LA IGLESIA

Y dijo el rey á Aspenaz, príncipe de sus eunucos, que trajese de los hijos de
Israel, del linaje real de los príncipes, Muchachos en quienes no hubiese
tacha alguna, y de buen parecer, y enseñados en toda sabiduría, y sabios en
ciencia, y de buen entendimiento, é idóneos para estar en el palacio del rey;
y que les enseñase las letras y la lengua de los Caldeos. Y
señalóles el rey ración para cada día de la ración de la comida del rey, y del
vino de su beber: que los criase tres años, para que al fin de ellos estuviesen
delante del rey. [...] Y dijo el príncipe de los eunucos á Daniel:
Tengo temor de mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida;
pues luego que él habrá visto vuestros rostros más tristes que los de los
muchachos que son semejantes á vosotros, condenaréis para con el rey mi
cabeza. Daniel 1:3-5

BABILONIA: BABEL: Mezcla, confusión


Quiero abordar el tema que llamo “La Babilonización de la juventud”, pues llama la
atención y preocupa ver cómo cada vez más los jóvenes van tomando la forma del
mundo y siendo atrapados por el paganismo babilónico. En el primer capítulo del libro
de Daniel encontramos, si no los de talles, por lo menos las pautas del proceso que el
enemigo utiliza para babilonizar al joven cristiano, veamos:
El cuerpo y el rostro ideal
“Muchachos en quienes no hubiese tacha alguna [no hubiera defecto alguno. y de
buen parecer [...]“ Dan 1:4 
Los primeros requisitos para la selección de los jóvenes judíos fueron físicos “no
hubiera defecto alguno” y “de buen parecer”. Esto se refiere al cuidado desmedido del
rostro y de la forma del cuerpo. En nuestros días, dicha situación no es extraña, pues
estos aspectos cada vez van tomando mayor influencia entre los jóvenes, y no tan
jóvenes, y se les ve con mayor afán y preocupación del aspecto físico que de su
situación espiritual.
Ante ese tipo de situaciones el Pablo aconseja al joven Timoteo porque “El ejercicio
corporal para poco es provechoso; mas la piedad para todoaprovecha, pues tiene
promesa de esta vida
presente, y de la venidera.” 1 Timoteo 4:8
La literatura y el lenguaje
“[...] Que les enseñase las letras y la lengua de los Caldeos.” Dan 1:4
Esto se refiere al creciente descuido que cometen los padres de
familia del aspecto espiritual de sus hijos con tal de darles la
preparación secular que consideran adecuada.
Este error, por ejemplo, lo vemos cuando los padres de familia, por
buscar la mejor preparación secular de sus hijos, los inscriben en
instituciones que profesan creencias religiosas no bíblicas o
antibíblicas.
No decimos que la preparación secular no es importante, sino que
decimos que, no se debe descuidar la preparación y/o edificación
espiritual de los hijos. También llama la atención el crecimiento de
literatura con contenido ocultista, hechicería, esotérico, etc., que está
enfocado a los adolescentes y jóvenes, por ejemplo Harry Potter1 y
Crepúsculo2.
A esa situación hay que añadir la falta lectura y conocimiento bíblico de
los jóvenes. De acuerdo a los datos del sitio lectura Biblica.org, a enero
de 2012, de 610 personas que leen la Biblia el 62% son hombres y 38%
mujeres; de los hombres la mayoría
comprenden de 35 a 39 años; de las mujeres, la mayoría comprenden de
33 a 47 años.
Aunque la muestra utilizada es reducida, estos datos muestran
que los jóvenes son quienes menos leen la Biblia.

Las doctrinas babilónicas, los falsos movimientos


espirituales y el proceso de asimilación
“Y el rey señalo ración para cada día de la ración de la
comida del rey, y del vino de su beber: que los criase
tres años, para que al fin de ellos estuviesen delante
del rey.” Daniel 1:5
La comida del rey se refiere a todas aquella doctrinas que están diseñadas para sustentar
espiritualmente a la juventud, pero que se apartan o son contrarias al fundamento bíblico
porque proceden de Babilonia. Por ejemplo, en nuestros días es bastante fácil encontrar a
jóvenes cristianos que, motivados por doctrinas socialistas, se embarcan en las tareas de
ayuda social que dichas doctrinas promueven. Otro ejemplo es la doctrina de la Nueva Era que
dice que “Dios es amor incondicional”, por lo que, los jóvenes y las demás personas pueden
vivir como se les de la gana, porque como “Dios es amor incondicional” los acepta tal como
son; pero dicha doctrina solo conduce al libertinaje y el desenfreno del pecado.

El cambio de identidad
“Y fueron entre ellos, de los hijos de Judá, Daniel, Ananías, Misael y Azarías: A los
cuales el príncipe de los eunucos puso nombres: y puso á Daniel, Beltsasar; y á
Ananías, Sadrach; y á Misael, Mesach; y á Azarías, Abednego.” Daniel 1:6-7
La identidad es el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una
colectividad que los caracterizan frente a los demás. También es la
conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las
demás3. Es decir que el proceso de babilonización culmina con el
cambio de identidad del joven, aunque al finalizar el proceso ya no sea
joven sino que haya llegado a la edad adulta.
CODIGOS DE LOS JOVENES DE HOY:
VELOCIDAD
LUCES
PLACER POR LOS SENSORIAL
La adrenalina, también conocida como epinefrina por su Denominación Común
Internacional (DCI), es una hormona y un neurotransmisor.
1 Incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata los
conductos de aire, y participa en la reacción de lucha o huida del sistema
nervioso simpático.
2 Químicamente, la adrenalina es una catecolamina, una monoamina
producida sólo por las glándulas suprarrenales a partir de los aminoácidos
fenilalanina y tirosina.

El término adrenalina se deriva de las raíces latinas ad- y renes que


literalmente significa "junto al riñón", en referencia a la ubicación anatómica de
la glándula suprarrenal en el riñón. Las raíces griegas epi y nephros tienen un
significado similar, "sobre el riñón", y dan origen a epinefrina. El término
epinefrina es usualmente abreviado a epi en la jerga médica.3
Se denomina ficción a la simulación de la realidad que
realizan las obras literarias, cinematográficas,
historietísticas o de otro tipo, cuando presentan un mundo
imaginario al receptor.
El término procede del latín fictus ("fingido" o "inventado"),
participio del verbo fingiere.

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