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JESÚS, UNA SANGRE QUE

ES TODAS LAS SANGRES


Eucaristía es regalar la vida, regalar la propia “sangre”, sin
violencia, sin iniciar por ello una guerra infinita… Sólo aquellos
que están dispuestos a dar la vida por los demás (¡aquellos que la
dan…!) pueden celebrar de verdad la Eucaristía.
¿Qué significa para mi
la PRECIOSA
SANGRE
DE JESÚS?
¿Por qué el
vino se ha
convertido en
un símbolo de
la vida
humana,
espiritual y de
la Eucaristía?.
SIGNO DE LA
VIDA – ALIANZA
Símbolo en casi todas las religiones paganas de la era pre-
cristiana; Era la sangre de la tierra, el elixir de la vida, la bebida de
la inmortalidad, la bebida sagrada que provoca la liberación.

La primera civilización fue el gran enólogos egipcia: hace 6000


años - era considerado un don de Osiris, dios de la vida, la muerte
y el vino.

Escrituras antiguas de la India (2000 a.C.) testifican que el vino


fue elogiado como un dios y como remedio.

El vino símbolo de la fertilidad; vinculado al misterio vital de la mujer, con


sus menstruaciones y partos, tal como lo han visto los pueblos antiguos
(entre otros, los israelitas). Ésta es la sangre generadora, (¡se tiene gran
respeto ante ella!) y fecunda, dando vida (pues se dice que los niños nacen
de la sangre de la madre y así es, en sentido simbólico). No se conocía
entonces el “óvulo” de la mujer, ni el genoma… Los niños nacían de la
sangre de la madre. Esto es lo más sagrado: sangre de mujer que concibe y
alumbra.
Los israelitas pueden comer las varias partes de los animales sacrificados o
no sacrificados de forma ritual, pero nunca su sangre porque ella es la vida
de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras
vidas, porque la sangre expía por la vida (Lev 17, 10-12; cf. Gen 9, 4).
Dios se ha reservado la sangre, como signo de su poder originario, de
forma que comer carne no sangrada o beber sangre constituye la mayor de
las impurezas (cf. Hech 15, 29).

EL GESTO DE JESÚS:
Tomó la copa (Mc 14,23-25)

En la Última Cena, al final de su vida, mantiene ese gesto y continúa


ofreciendo vino (Reino) a todos los hombres y mujeres, a partir de sus
discípulos. En Jesucristo, el vino adquiere un nuevo significado…
Tomar la Copa; propia de un banquete de amistad y despedida. El gesto es natural
dentro de la Cena. La genialidad de Jesús consistió en unir estos dos símbolos de la
sangre y del vino en las vísperas de su muerte al celebrar el ritual anual de la Pascua
con sus amigos. A punto de vivir su pascua personal, confiere al vino de la amistad un
significado nuevo.

Dando gracias, se la dio (le dio su vino). La copa se utiliza entre amigos que
se reúnen para socializar y celebrar. El gesto de alzar la copa como “una invitación a
afirmar y celebrar juntos la vida”Eso es lo que Jesús hizo para "dar
gracias".Evidentemente, el vino es señal de bendición: mientras un grupo de amigos
puedan tomarlo juntos podrán bendecir a Dios.

Bebieron todos de ella, de la copa, gesto de participación. Bebieron todos,


sintiendo en sus labios el gozo y la fuerza del vino, Un mismo cáliz, vincula a los
participantes. Es vino que Jesús les da y que ellos reciben y comparten, asumiendo de
algún modo su camino, comprometiéndose a seguir su senda a compartir su muerte a
favor de los demás.
Esta es mi sangre
Estas palabras nos ayudan a entender el gesto. Jesús rompe el mayor tabú
israelí acerca de la prohibición de comer sangre y carne estrangulada (lev.
17,10-12; Gn 9,4). La sangre era una señal del poder creador de Dios, que
es el origen de los seres vivos. comer sangre era una de las principales
impurezas. Jesús invierte la ley de la sangre: Esta sangre que vincula con
Jesús (desde Jesús) a la humanidad no es la fuerza biológica de generación
(como la que buscan en ese tiempo los judíos), no es una sacralización de
los aspectos nacionales o raciales de la vida; tampoco es la sangre ritual de
los sacrificios compartidos, la violencia de los animales muertos, pues Jesús
transciende el carácter sacral de las religiones de violencia, que identifican
la presencia de Dios con un ritual de sacrificios, sino aquella que se
expande y crea vida por medio de la entrega de la propia vida. 

Ofrece su sangre, su vida a los discípulos en el signo del vino.


No ofrece nada fuera de sí mismo, se ofreció a sí mismo. Su
oferta es su propia persona, la sangre, la vida es una ofrenda de
amor.
En toda Eucaristía “tomamos” el cáliz cuando miramos dentro
de él y vemos reflejados en él nuestras esperanzas y heridas,
nuestros anhelos y amores, nuestras pérdidas y cruces, nuestros
sueños y decepciones, nuestra culpa y nuestra gracia, nuestro
pecado y nuestra vergüenza, nuestra belleza y nuestro
desencanto, nuestras bendiciones y nuestros sufrimientos.

Cuando bebemos del cáliz, nuestras entrañas arden con el fuego de la


justicia. Esta sangre quema nuestras almas y sella nuestro
compromiso de ser agentes de reconciliación en un mundo vulnerado
con la sangre derramada por la violencia, la guerra y los atropellos.
“Al beber del cáliz”, “nos comprometemos con la justicia y con la
solidaridad para con los perdedores, los impotentes, los que carecen
de todo, los reducidos a silencio, los excluidos y los descartados. El
grito de la sangre de Jesús no nos dejará olvidar que él murió (como
debemos morir nosotros) por y entre los débiles y vulnerables
( Mitchell)
Agradeciendo esta Alianza
que vincula a todos los
hombres y mujeres de la
tierra, en amor y vida…

Padre eterno, te ofrecemos


La Sangre Preciosa de Jesús…

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