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El noviazgo es un período
preparatorio durante el
cual un hombre y una
mujer, que ya se sienten
atraídos mutuamente,
llegan a conocerse mejor,
preparándose
así para el futuro
matrimonio.
“Los que piensan en casarse deben pesar cada
sentimiento y cada manifestación
del carácter de la persona con quien se proponen
unir su suerte. Cada paso dado hacia el
matrimonio debe ser acompañado de modestia,
sencillez y sinceridad, así como del serio
propósito de agradar y honrar a Dios.
El matrimonio afecta la vida ulterior en este
mundo y en el venidero. El cristiano sincero no
hará planes que Dios no pueda aprobar”
1
de comportamiento para la iglesia bajo la
dispensación de la gracia, que debe
trascender todas las leyes y las
promulgaciones civiles que vayan más allá
de la interpretación de la ley de Dios que
gobierna la relación matrimonial.
Aquí el Señor les da a sus
seguidores una regla a la que
deben adherir,
independientemente
de si el Estado o las
costumbres en boga permiten o
no mayores libertades. “En el
Sermón del Monte, Jesús indicó
claramente que el casamiento
no podía disolverse, excepto
por infidelidad a los votos
matrimoniales” (El discurso
maestro de Jesucristo, p. 56;
Mat. 5:32; 19:9).
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Se ha visto generalmente la infidelidad
al voto matrimonial como refiriéndose
al adulterio y/o la fornicación.
Sin embargo, la palabra del
Nuevo Testamento que se
traduce como fornicación
incluye algunas otras
irregularidades sexuales (1 Cor.
6:9; 1 Tim. 1:9, 10; Rom. 1:24-
27). Por lo tanto, las
perversiones sexuales,
incluyendo el incesto, el abuso
sexual de menores y las
prácticas homosexuales, se
consideran también como mal
uso de las facultades
sexuales y son una violación de
la intención divina del
matrimonio.
Aunque las Escrituras permiten
el divorcio por las razones
mencionadas arriba, así como
por el abandono del cónyuge
incrédulo (1 Cor. 7:10-15), la
iglesia y los afectados deben
hacer esfuerzos diligentes para
lograr una reconciliación…
... instando a los cónyuges a manifestar
mutuamente un espíritu cristiano
de perdón y restauración. Se insta a la iglesia a
tener una actitud amante y redentora
con la pareja, con el fin de ayudarla en el proceso
de reconciliación.
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En el caso de que la reconciliación
no se efectúe, la parte que permaneció
fiel al cónyuge que violó los votos
matrimoniales tiene el derecho bíblico
de obtener el divorcio, y también de volver
a casarse.
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El cónyuge que violó el voto matrimonial
(véanse los puntos 1 y 2,
arriba) estará sujeto a la disciplina
de la iglesia local (véanse las pp. 60-66).
Si ese cónyuge está
genuinamente arrepentido,
puede ser colocado bajo
censura por un período
determinado de tiempo, en
vez de separarlo de la
feligresía de la
Iglesia. Un cónyuge que no
da evidencias de pleno y
sincero arrepentimiento
será separado de la feligresía
de la Iglesia.
En caso de que la violación
haya significado oprobio
público para la causa de
Dios, la iglesia, con el fin de
mantener sus altas normas y
buen nombre, puede separar
a esa persona de la feligresía
de la Iglesia.
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El cónyuge que violó el voto
Matrimonial y se divorcia no tiene el
derecho moral de volver a casarse
mientras el cónyuge que fue fiel al voto
matrimonial viva, y permanezca
sin casarse y casto.
La persona que lo haga
será separada de la feligresía
de la Iglesia. La persona con
quien él o ella se
case, si es miembro de la
Iglesia, también será
separada de la feligresía de la
Iglesia.
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Se reconoce que algunas veces las
relaciones matrimoniales se deterioran
a tal punto que es mejor que el esposo y la
esposa se separen.
“Pero a los
que están unidos en
matrimonio, mando, no yo,
sino el Señor: Que la mujer
no se separe del marido. Y si
se separa, quédese sin casar,
o reconcíliese con su
marido; y que el marido no
abandone a su mujer”
(1 Cor. 7:10, 11).
En muchos
de esos casos, la custodia de
los niños, el arreglo de los
derechos de propiedad o
aun la protección personal
pueden hacer necesario un
cambio del estatus
matrimonial.
Una separación o divorcio que
sea el resultado de factores
tales como la violencia física, o
en el que no esté implicada la
“infidelidad al voto
matrimonial” (véanse los
puntos 1 y 2 arriba), no le da
a ninguno de los cónyuges el
derecho bíblico de volver a
casarse, a menos que ínterin la
otra persona se haya vuelto a
casar, haya cometido adulterio
o fornicación, o haya muerto.
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El cónyuge que violó el voto matrimonial
y se divorció, y fue separado
de la feligresía de la Iglesia y se volvió a
casar, o la persona que se divorció por
otros motivos fuera de los mencionados en
los puntos 1 y 2 arriba y se vuelve a casar,
y es separada de la feligresía de la Iglesia,
será considerada inelegible para volver a
ser miembro de la Iglesia, excepto en la
forma que se estipula más adelante.
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El vínculo matrimonial no es solamente
sagrado sino también es infinitamente
más complejo cuando, por ejemplo,
los hijos son involucrados.
Por lo tanto, en un pedido
de readmisión a la
feligresía de la Iglesia, las
opciones disponibles
para la persona
arrepentida pueden estar
severamente limitadas.
Antes de que la iglesia local
tome una resolución final, el
pedido de readmisión será
sometido por la iglesia a la
Junta directiva de la
Asociación, a través del
pastor o del director del
distrito, para pedir consejo y
sugerencias sobre cualquier
posible paso que la persona
o las personas arrepentidas
deban dar para lograr tal
readmisión.
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La readmisión de los que fueron
excluidos de la feligresía de la Iglesia
por las razones dadas en los puntos
anteriores se hará normalmente sobre la
base de un nuevo bautismo (véase la p. 49,
65, 66).
Cuando una persona que fue excluida de la
feligresía de la Iglesia por
las razones expuestas es readmitida en la
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feligresía de la Iglesia, según se establece
en el punto 8, se debe ejercer todo el
cuidado posible para salvaguardar la
unidad y la armonía de la Iglesia, no
dándole a esta persona responsabilidades
como dirigente, especialmente en un cargo
que requiera el rito de la ordenación,
a menos que sea después de un consejo
muy cuidadosamente estudiado
con la administración de la Asociación.
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Ningún pastor adventista del séptimo
día tiene derecho a oficiar en
el nuevo casamiento de una persona que,
bajo la estipulación de los párrafos
precedentes, no tiene el derecho bíblico
de volver a casarse.
Ministerio de la iglesia
local en favor de las
familias
La iglesia, como agencia
redentora de Cristo, debe
servir a sus miembros
en todas sus necesidades y
atender la formación de cada
uno de ellos, de manera
que todos puedan crecer
hasta alcanzar una
experiencia cristiana madura.
Esto es particularmente
verdad cuando los miembros
enfrentan decisiones para
toda la vida, como el
matrimonio; y experiencias
penosas, como la del
divorcio.
El apoyo pastoral es vital en el área de instrucción
y orientación en el caso de casamiento, y de la
curación y la restauración en el caso de divorcio.
La función pastoral en el caso del divorcio es tanto
disciplinaria como de apoyo.
Durante el tiempo que la
persona esté bajo disciplina,
ya sea bajo censura o por
haber sido excluido de la
feligresía, la iglesia, como
instrumento de la misión de
Dios, hará todos los
esfuerzos necesarios para
mantener un contacto de
apoyo solícito y
espiritual con esa persona.