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Mujer
El “feminismo”
La deformación de la mujer es el “feminismo” mal entendido. El feminismo es lo
contrario de femineidad. Es la manifestación de un complejo de inferioridad. La
mujer tiene una dignidad singular; una dignidad indeclinable. Es la dignidad
que le viene de su capacidad de dar la vida y de su capacidad de amar; de su
capacidad de conocer a Dios y de alcanzarlo; de su capacidad de ser madre y de su
capacidad de ser virgen; de su capacidad de ser distinta del varón pero tan digna
y libre como él. El feminismo desconoce esto, por eso busca imponer a la mujer
haciendo de ella una especie de “varón”: un varón frustrado. El hombre pierde su
dignidad afeminándose; y la mujer pierde la suya “avaronándose”. Jesucristo no
hizo sacerdote a ninguna mujer, pero tampoco tomó carne de ningún varón sino
sólo de una mujer, y sólo a una mujer llamó “madre” en el sentido más verdadero
y pleno de la palabra. El falso feminismo no es una exaltación sino una
degradación de la mujer.
Jesús, ideal del varón
En este sentido, el modelo de todo varón es Jesucristo. Él fue “hombre y
varón ejemplar”. Todo varón debe mirarlo a Él para saber cómo tiene que ser
y obrar. ¿Cómo eran las actitudes de Jesús?
Con Dios Padre. Para Jesús, Dios Padre es el valor supremo de su vida. Por
eso recuerda a menudo a sus contemporáneos: amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas
(Mc 12,29-30). Jesús confía ilimitadamente en la Providencia divina; se
enfurece cuando profanan el Templo de Dios; se llena de ternura y oración
cuando habla con Él.
Jesús ante sus enemigos. Jesús tuvo muchos enemigos; fue perseguido,
calumniado, traicionado y odiado; muchas veces intentaron matarlo y
finalmente lo llevaron a la cruz. Por eso Jesús en la Ultima Cena dice: me
odiaron sin motivo (Jn 15,25). Sin embargo, no retrocedió ante las amenazas
ni tuvo deseos de venganza.
No temió las persecuciones, ni se calló cuando tenía que decir la verdad.
Pero, en lugar de vengarse, de tomar revancha, rezó y murió rezando para
que Dios perdonara a quienes le hacían mal. Si en esto un hombre muestra
su grandeza de alma, Jesús mostró tener el alma más grande del mundo.
Con la mujer. Nuestro Señor vivió la castidad perfecta y la virginidad más
pura. Pero al mismo tiempo tuvo el mayor aprecio y respeto por la mujer.
Por todas las mujeres: las buenas y las malas. Amó como nadie a su madre,
María Santísima. Pero no tuvo reparo en acercarse a las pecadoras para
invitarlas a la conversión, como hizo con la samaritana. Las defendió de sus
enemigos, como hizo con la adúltera que los fariseos querían condenar a
muerte y con María de Betania de quien Judas murmuraba injustamente; las
perdonó cuando se acercaban arrepentidas de sus pecados, como hizo con
María Magdalena. Un hombre verdadero siempre respeta la dignidad de la
mujer.
Jesús ante el dolor. Nadie sufrió como Él. Isaías lo llama “varón de
dolores”. Azotado, coronado de espinas, traicionado, escupido, cargado
con la cruz, crucificado con clavos, odiado y calumniado... Nunca se quejó
ni se rindió ante el sufrimiento. Nunca cayó en la desesperación, ni se
echó atrás de su misión aunque nuestra salvación le costaba la vida..
Cuando un hombre cuando un esposo quiere ver si es suficientemente hombre tiene
que mirar siempre a Jesús. Él es el modelo con quien debe compararse.
La Virgen María y la mujer
El modelo de toda mujer es también Cristo, en cuanto es el Hijo de Dios
hecho carne. Pero toda mujer puede mirar a una mujer singular para ver
cómo una mujer debe imitar a Dios. Esa mujer es la Virgen María.
A ella debe elevar los ojos toda mujer toda esposa que quiera alcanzar las
cimas de su femineidad