Y PARRES
CATREDRA
YERMISTA
AGOSTO 10 DE
2020
El Padre José María de Yermo y Parres, a finales del siglo XIX, vivió su ministerio presbiteral en México,
especialmente en tres grandes líneas de santificación: la vida de oración, el servicio a los pobres y la dedicación
a los ejercicios espirituales de los sacerdotes.
«En él están delineados con claridad los trazos del auténtico sacerdote de Cristo, porque el sacerdocio fue el
centro de su vida y la santidad sacerdotal su meta.» (Juan Pablo II)
Veamos cómo vivió el Padre Yermo su sacerdocio, cómo pudo hacer vida lo que el Papa pide hoy, pues vivió la
ciencia del amor, cooperó eficazmente con el designio del Padre y vivió hace 130 años los desafíos que la
Iglesia en América Latina hoy presenta a los sacerdotes.
El primer desafío dice relación con la identidad teológica del ministerio presbiteral.
“El sacerdote no puede caer en la tentación de considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de
la comunidad, sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza. ‘Todo Sumo
Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se
refiere al servicio de Dios”.(Hb 5,1). (DA 192)
El Padre Yermo tenía una clara conciencia de su identidad sacerdotal, así lo manifiestan sus notas espirituales, en las
que dice:
“Yo sacerdote, consagrado y constituido mediador entre Dios y los hombres, con gracias y poderes inauditos para
hacerme Ministro y ejecutor de la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres se salven… No permitas que
mis infidelidades me separen de Ti…”.
“Somos también santificadores, pues por nuestro ministerio vienen al mundo las gracias… cuando rezamos nuestro
Oficio, bendecimos, predicamos, etcétera, abrimos en favor de los fieles los cráteres de las gracias del cielo”.
“El ministerio sacerdotal y las funciones que desempeño, son santas; luego para llenar mi deber, necesito ser santo”.
“Sé que soy otro Cristo y por esto llevo la bendición, la salvación y la presencia divina, aunque yo no lo sienta y sea
para mí mismo un misterio tremendo que jamás podré comprender”.
ALGUNOS DESAFÍOS DEL MUNDO ACTUAL