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 ¡Cuánto silencio! ¡Oh Dios! ¡Cuánto reposo!

NOCHE DE DOLOR EN LAS MONTAÑAS  ¡Y cuán honda y fatal indiferencia!


 ¡Cuán extraño ese todo prodigioso
DE NUMA POMPILIO LLONA  es del hombre a la mísera presencia!...
 ¡Al comprenderlo, un pasmo doloroso
 Rugió la tempestad; y yo, entretanto,  penetra y acongoja la conciencia,
 del monte al pie, la faz sobre la palma  y en sus abismos íntimos clarea
 vertiendo acerbo inextinguible llanto,  una tremenda e implacable idea!
 quedé en su pena, adormecida mi alma;  
 cuando cesó el sopor de mi quebranto,
 limpio estaba el azul, el viento en  Gira el mundo en el vasto firmamento
calma...  con pompa augusta y majestad suprema,
 ¡y con asombro y amargura y duelo,  y se agita, en acorde movimiento,
 alcé mi rostro a contemplar el cielo!...  de los astros sin fin el gran sistema...
   ¡Y el hombre pasa, alzando su lamento,
 y de su propio ser con el problema!
 Sirio radiante sin cesar lucía;  ¡Sufre y muere!... ¡y no turba su caída
 Saturno, inmóvil, del cenit miraba  el perpetuo banquete de la vida!
 la vida universal... La Láctea Vía,  
 que con luz taciturna centellaba
 y al orbe en ancho círculo envolvía  Ser inmenso encerrado en su egoísmo
 de brillantes escamas, semejaba  parece el universo soberano,
 la infinita, simbólica serpiente  o un colosal y ciego mecanismo
 que se está devorando eternamente...  que gira sin cesar; ¡y el ser humano
   -el que, entre todos, siéntese a sí mismo-,
 la arista deleznable, el leve grano,
 que va a saciar, sin que eludirlo pueda,
 la actividad de la gigante rueda!
 

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