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Este poema describe la soledad y la insignificancia del ser humano frente a la inmensidad del universo. El poeta contempla la noche estrellada desde las montañas de Numa Pompilio y se siente abrumado al comprender que a pesar de los sufrimientos y muertes humanas, el universo sigue su curso impasible. El hombre es una existencia efímera e insignificante en comparación con la eternidad y la magnitud del cosmos.
Este poema describe la soledad y la insignificancia del ser humano frente a la inmensidad del universo. El poeta contempla la noche estrellada desde las montañas de Numa Pompilio y se siente abrumado al comprender que a pesar de los sufrimientos y muertes humanas, el universo sigue su curso impasible. El hombre es una existencia efímera e insignificante en comparación con la eternidad y la magnitud del cosmos.
Este poema describe la soledad y la insignificancia del ser humano frente a la inmensidad del universo. El poeta contempla la noche estrellada desde las montañas de Numa Pompilio y se siente abrumado al comprender que a pesar de los sufrimientos y muertes humanas, el universo sigue su curso impasible. El hombre es una existencia efímera e insignificante en comparación con la eternidad y la magnitud del cosmos.
NOCHE DE DOLOR EN LAS MONTAÑAS ¡Y cuán honda y fatal indiferencia!
¡Cuán extraño ese todo prodigioso DE NUMA POMPILIO LLONA es del hombre a la mísera presencia!... ¡Al comprenderlo, un pasmo doloroso Rugió la tempestad; y yo, entretanto, penetra y acongoja la conciencia, del monte al pie, la faz sobre la palma y en sus abismos íntimos clarea vertiendo acerbo inextinguible llanto, una tremenda e implacable idea! quedé en su pena, adormecida mi alma; cuando cesó el sopor de mi quebranto, limpio estaba el azul, el viento en Gira el mundo en el vasto firmamento calma... con pompa augusta y majestad suprema, ¡y con asombro y amargura y duelo, y se agita, en acorde movimiento, alcé mi rostro a contemplar el cielo!... de los astros sin fin el gran sistema... ¡Y el hombre pasa, alzando su lamento, y de su propio ser con el problema! Sirio radiante sin cesar lucía; ¡Sufre y muere!... ¡y no turba su caída Saturno, inmóvil, del cenit miraba el perpetuo banquete de la vida! la vida universal... La Láctea Vía, que con luz taciturna centellaba y al orbe en ancho círculo envolvía Ser inmenso encerrado en su egoísmo de brillantes escamas, semejaba parece el universo soberano, la infinita, simbólica serpiente o un colosal y ciego mecanismo que se está devorando eternamente... que gira sin cesar; ¡y el ser humano -el que, entre todos, siéntese a sí mismo-, la arista deleznable, el leve grano, que va a saciar, sin que eludirlo pueda, la actividad de la gigante rueda!