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LA COSMOVISIÓN AMAZÓNICA

Toda sociedad humana intenta explicar el mundo que le rodea. Las cosmovisiones son las
concepciones que diferentes sociedades han desarrollado no sólo sobre su entorno
ambiental y el mundo inmediato visible, sino también sobre los espacios que se extienden
más allá de lo perceptible a través de los sentidos. Mientras que las concepciones del
universo se basan en una única realidad, las cosmovisiones religiosas admiten la
existencia de múltiples espacios de realidad con normas propias (AIDESEP, 2004).

Las poblaciones indígenas amazónicas no suelen pensar y crear conceptos en base a


dicotomías, es decir, no tienden a contraponer conceptos como: lo universal ante lo
particular, el objeto ante el sujeto, el cuerpo ante el espíritu, la animalidad ante la
humanidad,… que configuran la premisa occidental de la Naturaleza ante la Cultura
(Mayor et al., 2008). Existen muchos elementos y detalles analizables de forma
comparativa entre las tradiciones cosmológicas de occidente y las amazónicas. Según
Viveiros de Castro (2002), en el pensamiento amazónico las categorías de Naturaleza y
Cultura no tienen los mismos contenidos, ni poseen el mismo status que en sus análogos
occidentales. Éstas no señalan regiones del ser, sino configuraciones de relaciones,
perspectivas cambiantes, es decir, puntos de vista. Aunque estéticamente puedan variar
en función de los grupos étnicos, la característica común de todas estas cosmologías
amazónicas consiste en no separar el universo de la Cultura de la Naturaleza. Esto supone
no establecer ninguna distinción entre los seres humanos y el resto de animales y
Entender el modo característico de ‘objetivación de la naturaleza’ permite
entender cómo se percibe, clasifica, utiliza y se relaciona con los animales, y
viceversa. El pensamiento cosmogónico de estas sociedades manifiesta una
concepción según la cual el mundo está habitado por diferentes sujetos,
humanos y no-humanos, que establecen relaciones sociales entre ellos y
aprehenden la realidad como personas, desde diversos puntos de vista (Viveiros
de Castro, 2002). Abundantes referencias etnográficas muestran analogías en
esta concepción, según la cual el modo en que los seres humanos ven a los
animales y a otras subjetividades que pueblan el universo (dioses, espíritus,
muertos, habitantes de otros niveles cósmicos, plantas, fenómenos
meteorológicos, accidentes geográficos, objetos e instrumentos) es radicalmente
distinto al modo en que esos seres ven a los humanos y se ven a sí mismos. En
condiciones normales, los humanos se ven a sí mismos como humanos y a los
animales como animales. A su vez, los animales depredadores (y los espíritus)
ven a los humanos como animales de presa, mientras que los animales de presa
ven a los humanos como espíritus o como animales depredadores. En palabras
de Baer (1994), a propósito de la etnia matsiguenga (Madre de Dios, Perú): “El
ser humano se ve a sí mismo como tal. Sin embargo, la luna, la serpiente, el
jaguar y la madre de la viruela lo ven como un tapir o un pecarí, a quien ellos
matan”.
Esta visión acaba teniendo muchos matices y particularidades regionales y locales, pero si hay una
noción realmente universal en el pensamiento amerindio, descrita innumerables veces por la
mitología, ésta es la de un estado originario de indistinción entre humanos y animales. Aquí no se
trata de una diferenciación de lo humano a partir de lo animal, como explica la mitología
evolucionista moderna occidental. La condición original común a humanos y animales no es la
animalidad, sino la humanidad. En clave mitológica, no es tanto la cultura la que se aparta de la
naturaleza, como la naturaleza la que se aleja de la cultura. Los humanos son los que continuaron
iguales a sí mismos; mientras que los animales son exhumanos. Esto sólo en apariencia, porque los
animales (y otros seres del cosmos) en verdad continúan siendo humanos (esencia humana-
espiritual común), aunque de modo no evidente. Según Descola (1998), “el referencial común a
todos los seres de la naturaleza no es el hombre en cuanto a especie, sino la humanidad en cuanto
condición”. De esta forma, la condición inicial de todo ser es cultural, no natural.
En último término, la cultura que se destiñe a partir de la cosmovisión es el conjunto de
pensamientos, creencias y prácticas que un grupo maneja para organizar su existencia y orientar su
destino. La cosmología amazónica comparte una gran cantidad de elementos comunes. Incluso
podríamos sugerir que existe una misma forma de pensar amazónica, forjada en el origen, la
biogeografía, el uso de recursos y la historia común de todos estos pueblos. La comunicación entre
los pueblos a través de los ríos puede haber sido la vía de transporte y de expansión de estos
conocimientos comunes.
LOS GUARDIANES DE LA SELVA

Las comunidades indígenas mantienen una íntima relación con el mundo natural que da contexto
a su cultura, economía y forma de vida. Desde épocas pre-colombinas, las sociedades indígenas
de la Amazonía peruana han dependido de la selva para obtener alimentos, materiales de
construcción, medicinas, guía espiritual y productos para comerciar. Esta relación con el medio ha
sobrevivido a los diferentes ciclos sociales y económicos que les han invadido en los últimos
siglos, y dentro de los cuales encontramos el periodo misional (1780-1860), el auge del caucho
(1860-1915), el período de intensa extracción de maderera (1920-1960) y el “boom” petrolero
(1960-presente). A pesar de que la influencia de estos nuevos sistemas socio-económicos ha
provocado en las sociedades indígenas un cambio en su cultura y su patrón de vida, la relación
esencial entre estas comunidades y la biodiversidad de la selva amazónica continúa siendo de
vital importancia para su cultura y sus modelos socio-económicos (Moran, 1993).
El bosque amazónico alberga la mayor biodiversidad del planeta, y su conservación es una
responsabilidad ineludible para los gobiernos, ONG’s y la sociedad en general. La implicación de los
pueblos indígenas en la conservación es muy importante para el futuro del bosque húmedo tropical, y
su tradicional uso de los bosques es la clave para su conservación a largo término (Redford y Manssur,
1996). Los pueblos amazónicos han vivido y modelado la selva de forma progresiva. Ellos son parte
integral del ecosistema, ellos dependen del bosque, y ellos deben y deberían continuar siendo los
guardianes de la selva. El bosque amazónico no es un bosque sin personas, sino que son bosques que
han sido modificados y modelados por las comunidades indígenas con una mayor o menor efectividad,
a través actividades de agroforestería tradicional, de la caza y la pesca, del uso tradicional de las
plantas medicinales, y de otras actividades espirituales y cotidianas (Balee, 1994). En muchas regiones
altamente influenciadas por los propios pueblos indígenas, los bosques han permitido un mejor uso de
plantas, las poblaciones de animales se han visto alteradas debido a la caza y la pesca, y las áreas con
significado espiritual (sagradas) han sido reservadas y protegidas. Ésta es la realidad amazónica, una
realidad donde los pueblos indígenas son parte integral del ecosistema, donde la biodiversidad y las
comunidades humanas están integradas, no aisladas.
Las comunidades indígenas de la Amazonía dependen de la biodiversidad de los bosques desde que
llegaron a la región hace 12,000 años o más (dependiendo de las diversas teorías de poblamiento).
Hoy en día, las comunidades indígenas siguen dependiendo de los bosques para el desarrollo de su
forma de vida y su economía. El uso de los bosques es de vital importancia para la mayor parte de
comunidades indígenas. Las personas dependen de los ríos y lagos para la pesca, de los bosques
inundables y de altura para la caza de subsistencia y para los materiales de construcción, y de los
suelos para la agroforestería y las plantas medicinales. De esta forma, los bosques y los ríos se
convierten en almacenes de alimentos, herramientas y plantas medicinales. Sin estos bosques y ríos
las comunidades indígenas no tendrían alimentos que dar de comer a sus familias, materia prima para
construir sus casas y sus botes, o medicinas para conservar su salud. Las comunidades indígenas no
quieren perder los animales de sus bosques ni los peces de sus ríos y lagos, porque si así sucediera no
podrían alimentar a sus niños. Ellos no quieren perder los árboles que les proveen de material de
construcción para sus casas, madera para sus botes y canoas, y frutos para su alimentación. Ellos no
quieren perder los suelos para la agroforestería y las plantas medicinales. Mientras los pueblos
indígenas continúen utilizando los bosques tal y como lo han estado haciendo en los últimos siglos,
conservarán la selva y, con ella, su forma de vida. Ellos quieren y necesitan conservar la selva
amazónica y su biodiversidad porque son conscientes de que su subsistencia diaria y la de próximas
generaciones depende de un ecosistema sano y provisto de una gran diversidad de especies de
plantas y animales.
Las expectativas intrínsecas que las comunidades indígenas tienen sobre el bienestar de los bosques
amazónicos y los futuros modelos de vida dependientes de bosques intactos, requieren que en el
futuro estos pueblos se erijan como los guardianes de la selva. En Perú, las comunidades indígenas
viven en las regiones del bosque amazónico donde los ecosistemas se encuentran más intactos e
intocados por el desarrollo moderno. El futuro de la Amazonía peruana, la conservación de su enorme
biodiversidad y la identidad cultural de los indígenas amazónicos se encuentran relacionadas de
forma íntima e integral.
Verdaderamente, las comunidades indígenas de la Amazonía peruana deberán actuar en el futuro, tal
y como ya hicieron en el pasado, como un elemento fundamental para la conservación de estos
bosques. Estas comunidades ya han empezado a adoptar responsabilidades con importantes
iniciativas de conservación. Por ejemplo, el pueblo kukama del río Tahuayo trabajó en cooperación
con el gobierno de Loreto para formar la Reserva Comunal Regional Tamshiyacu-Tahuayo, que es
manejada y protegida por las comunidades indígenas que allí viven. Los kandozi del río Pastaza están
manejando y protegiendo el lago Rimachi y su pesquería. Los matsé del río Yavarí están protegiendo
y manejando los ríos Gálvez y Yaquerana, y están reclamando el establecimiento de una nueva
reserva. Los huitoto y bora en la cabecera del río Ampiyacu están manejando y protegiendo una
Reserva Comunal Regional. Los kukama-kukamiria de los ríos Pacaya y Samiria están trabajando con
el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) para manejar y proteger 2 millones de
hectáreas de la Reserva Nacional del Pacaya-Samiria. Existen otros muchos ejemplos de
comunidades indígenas de la Amazonía peruana que manejan y protegen sus bosques. De esta
forma, cada año más y más comunidades indígenas están aceptando la responsabilidad de ayudar a
conservar la selva amazónica.
Las comunidades indígenas no sólo están ayudando a manejar y proteger las reservas indígenas,
reservas comunales y áreas protegidas nacionales, sino que además se involucran en el manejo de los
recursos naturales, principalmente de la pesca y la caza. Las comunidades indígenas dependen de la
caza y de la pesca como la principal fuente de proteína, y son conscientes de que la sobre-caza y la
sobre-pesca conlleva la disminución de la biodiversidad y de la capacidad de aprovechamiento de
estos recursos. Las comunidades indígenas son líderes en el establecimiento de modelos sostenibles
de pesca. Existen muchos ejemplos de indígenas manejando sus lagos de forma comunal y
prohibiendo que botes comerciales destruyan la pesca. Las poblaciones de peces se han recuperado
cuando los indígenas han manejado el ecosistema, e incluso, especies raras como el paiche (Arapaima
gigas) han vuelto a poblar muchos lagos que anteriormente habían sido sobre-explotados por
empresas comerciales. Por ejemplo, cuando la comunidad indígena kukama-kukamiria empezó a
manejar el lago Wiuri en la Reserva Nacional Pacaya-Samiria se observó un acusado incremento desde
prácticamente 0 a casi 1.5 individuos de paiche por hectárea entre 1999 y 2006 (Figura 5). Existen
otros muchos ejemplos del impacto positivo de las comunidades indígenas cuando ellos manejan los
lagos y los ríos de la Amazonía peruana.

Igualmente, las comunidades indígenas manejan la caza de subsistencia como fuente de obtención de
carne de monte y, su aporte ha permitido la recuperación de algunas especies que anteriormente
habían sufrido sobrecaza por parte de auténticos cazadores profesionales en busca de carne para los
mercados y de cazadores incontrolados de concesiones madereras. Por ejemplo, los kukama-kukamiria
están colaborando con INRENA en la Reserva Nacional Pacaya-Samiria para manejar la caza de
subsistencia (Bodmer et al., 2008). Desde que estas comunidades indígenas han empezado a
implicarse en el manejo del bosque, poblaciones de primates de gran tamaño, mamíferos terrestres y
especies acuáticas han aumentado considerablemente
Otro ejemplo lo tenemos en el caso de las pieles de pecaríes (sajino y huangana) que están siendo
exportadas a Europa donde la industria peletera elabora guantes de lujo y zapatos. Un Programa de
Certificación de Pieles se está llevando a cabo en colaboración con las comunidades indígenas de la
Amazonía peruana como un mecanismo que puede permitir aumentar el valor agregado de las pieles
obtenidas por las comunidades que manejen de forma sostenible la caza. De esta forma, a través de
este proceso se avala a las comunidades que cumplen con los estándares de certificación. El Programa
de Certificación de Pieles de Pecaríes es una herramienta que puede ayudar a las comunidades a
manejar la caza de subsistencia a través de los mercados internacionales de productos derivados de
los pecaríes (Fang et al., 2008).

La realidad de la Amazonía peruana es evidente. Los pueblos indígenas han sido, actualmente son, y
seguirán siendo en futuro los más importantes guardianes de la selva. Estas comunidades son
conscientes de que su futuro, tal y como ha sucedido en el pasado, depende de la salud del
ecosistema. Ellos viven en el bosque y dependen del bosque. Son ellos quienes deben cuidar y
conservar el bosque amazónico. Ellos son los guardianes de la selva.

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