Sergio castro Héctor Barrientos Davinson Monsalve Yeimer Londoño Presentar la ética de nuestros días -aquí, la ética; aquí, un lector- no es tarea fácil, pero podríamos emprenderla diciendo que goza de excelente salud, hasta el punto de que los especialistas en descabellar ideologías con la puntilla de un "post", llenando los cementerios de cadáveres -postmodernidad, pos capitalismo, postsocialismo- no han podido todavía mandarla al mundo de la "post-ética". Ética intrascendente
En efecto, desde hace algunas décadas empezó la ética a profesar una
vocación de intrascendencia verdaderamente llamativa. Dejó en segundo término aquellas cuestiones que siempre le habían preocupado -¿en qué consiste el bien? ¿qué hacer para ser justos?- y se devanaba el seso en asuntos que a nadie interesaban ("¿es posible deducir lo permitido de lo obligado?" "Si digo a alguien 'usted debería jugar mejor al tenis', ¿qué estoy queriendo decirle...?"). ". La ética se lanza al ruedo
En los campos nazis de concentración, durante la II Guerra Mundial, se
llevaron a cabo experimentos médicos con prisioneros, en contra de cualquier sensibilidad moral normalmente constituida. Quienes los realizaban no eran precisamente individuos incultos, resentidos con su mala fortuna social y preparados para el sadismo en alguna escuela especializada, sino profesionales de la medicina, con un buen prestigio académico y social Ética social, más que individual • Ética social, más que individual • En algún momento afirmó José Luis Aranguren con toda razón que estamos en tiempos de "ética intersubjetiva", más que de "ética intersubjetiva", en tiempos de ética social más que en época de ética individual. Antaño la ética se ocupaba sobre todo de reflexionar sobre la persona -sobre su conciencia, sus deberes, sobre el modo como puede lograr ser feliz-, y a esta parte se le denominaba "ética individual". Prólogo a Adela Cortina, Ética mínima, pp. 11-15.