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FILOSOFÍA EN LA

ERA TECNOLÓGICA
Cada vez son más frecuentes los artículos
que hablan del creciente interés de las
empresas tecnológicas por incorporar
filósofos a sus equipos.

Esto puede resultar chocante para mucha


gente que no termina de entender en qué se
puede fundar este interés. Sin embargo, la
formación filosófica ofrece unas
capacidades muy valiosas para las
empresas tecnológicas y, en general, para
el desarrollo que viven actualmente la
ciencia y la tecnología
La filosofía en la ciencia y la tecnología:
 Ofrece conocimientos concretos sobre lógica, filosofía de la matemática,
teoría del conocimiento, antropología, retórica, argumentación,
redacción… así como capacidad de enfrentarse a problemas y textos
complejos.
 Favorece el razonamiento abstracto, que permite, por una parte, analizar
información compleja que se recibe en un discurso unitario y, por otra,
hacer el ejercicio contrario, integrar en un discurso con sentido una
multitud de datos que recibimos a diario de manera fragmentada, de muy
diversas fuentes y ramas del saber.
 Fomenta el espíritu crítico y el hábito de detenerse a pensar por uno
mismo con profundidad, caracterizado por la capacidad de formular las
preguntas correctas ante situaciones nuevas.
 Educa en la cada vez más escasa y necesaria capacidad de diálogo, que
implica la toma de conciencia por parte del dialogante de ser nada más y
nada menos que un punto de vista. Se gana así apertura a la novedad y a
su posterior examen personal.
 Genera una sensibilidad ética especial, derivada del conocimiento y la
reflexión acerca de las diversas propuestas éticas que han ofrecido los
filósofos a lo largo de la historia.
Todas estas capacidades son
valiosísimas para el día a día de las
empresas tecnológicas y por eso no es
de extrañar que estas últimas estén
incorporando filósofos a sus plantillas.
Sin embargo, siendo importante el
papel que pueden desempeñar para
una empresa en concreto, actualmente
los filósofos están llamados a realizar
una labor mucho más importante: la
reflexión detenida, rigurosa e
integradora sobre las implicaciones
para la vida humana de los cambios
científicos y tecnológicos que estamos
viviendo.
La ciencia y la tecnología avanzan mucho
más rápido que nuestra reflexión sobre sus
consecuencias. Junto con los cambios
evidentes que trae la innovación hay otros
que se nos ocultan, o cuyas consecuencias
a medio y largo plazo no son evidentes. Las
mentes dedicadas al desarrollo de la
ciencia y la tecnología no se ocupan de
reflexionar acerca de estas consecuencias
porque no es esa su tarea, lo cual, en este
momento, es especialmente preocupante
por la velocidad a la que se están
produciendo los cambios y por su enorme
capacidad de transformar la vida humana
en poco tiempo.
Es necesario que la filosofía actúe como catalizadora de esta
reflexión, integrando saberes muy diversos y generando espacios
de diálogo detenido en los que formular las preguntas relevantes
relacionadas con estos desafíos. Estas preguntas son muchas y
nada fáciles de responder. Por poner algunos ejemplos, y sin
pretensión de cubrir todos los temas, ¿qué consecuencias tendrá
que, tal como vaticinan los expertos, de aquí a 30 años los robots
vayan a eliminar entre un 70% y un 80% de los puestos de trabajo
que existen actualmente? ¿Qué impacto tendría eso sobre los
afectados y sobre la sociedad en su conjunto? ¿Sabremos vivir sin
trabajar? ¿Tendrá algún sentido el ocio si no conocemos su
contrario, el negocio? ¿Se disparará la necesidad de oferta de
actividades de ocio? ¿Se crearán nuevas necesidades que
puedan ocupar a la mano de obra ociosa o más bien la tecnología
colonizará rápidamente la satisfacción de estas necesidades
haciendo otra vez el trabajo prescindible?
La implantación masiva de la tecnología, ¿generará un
entramado productivo mucho más eficiente que el actual
que produzca un abaratamiento generalizado de los
productos y servicios? ¿Provocará eso, a su vez, una
progresiva reducción del tamaño global de la economía,
con el consiguiente empobrecimiento?
¿Qué efectos tendrá para la vida humana el
considerable aumento de la longevidad que va a tener
lugar? ¿Llegará la muerte a ser una opción, tal como
aseguran algunos expertos? Si esto ocurriera,
¿optaríamos por morir? ¿Qué le pasa a una existencia a
la que se le aleja el horizonte de la muerte? ¿No es la
muerte lo que introduce tensión en una existencia y la
que, en el fondo, hace que actuemos? ¿Qué
consecuencias psicológicas, sociológicas y de todo tipo
tendría esto?
¿Cómo serán las relaciones humanas? ¿No estamos
poniendo la tecnología, sin darnos cuenta, al servicio
de evitar relacionarnos con los otros? Si fuera cierto
que, en algún sentido, nos hacemos un 'yo' en la
relación con los otros, ¿qué le pasaría a lo que
conocemos como 'identidad personal' si cada vez nos
aislamos más de los otros? ¿Qué papel juega el entorno
digital en el proceso de aislamiento y en la posible
pérdida de definición de la identidad personal? Y ¿qué
papel juega la pérdida de identidad personal en nuestro
comportamiento?
¿Hemos hecho nuestra la lógica instrumental propia de
la tecnología, hasta el punto de llegar a entendernos a
nosotros mismos como medios al servicio de una serie
de fines, y no como fines en nosotros mismos?
¿Tendrá alguna relevancia el concepto de verdad en un
mundo en el que la tecnología permite amplificar y repetir
infinitamente mensajes que se imponen más por su
capacidad de deslumbrar que por la verdad que pudieran
contener? ¿Cómo se vive en este mundo de post verdad?
¿Qué impacto tendrá todo esto en la ética o en la política?
¿Tendremos que repensar categorías políticas
fundamentales como democracia, sociedad, poder,
derechos humanos...? ¿Qué podemos entender por
sociedad cuando los ciudadanos interactúan regularmente
en internet con personas que están al otro lado del mundo
y, en cambio, apenas se ven con sus vecinos de puerta?
¿Cómo debemos educar hoy a nuestros hijos para un
mañana que no sabemos cómo va a ser? ¿Qué carreras
deberían estudiar si tampoco sabemos qué trabajos van a
tener, ni siquiera si tendrán trabajo?
Estas son solo unas pocas preguntas de las
muchas que debemos formular e intentar
responder ante los desafíos y las oportunidades
que presenta el desarrollo de la ciencia y la
tecnología. Y debemos hacerlo, filosóficamente,
con pausa, incluso con recogimiento, a través
de horas de estudio del estado de la cuestión
para describir bien los retos que nos plantea el
futuro y de horas de diálogo riguroso que ponga
en tensión nuestra imaginación, sensibilidad,
inteligencia y apertura a la novedad. Este
diálogo debe dar entrada a investigadores de
distintas disciplinas con el fin de integrar sus
aportaciones en una perspectiva filosófica.
La formación filosófica ofrece
unas capacidades muy
valiosas para las empresas
tecnológicas y, en general,
para el desarrollo que viven
actualmente la ciencia y la
tecnología

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