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La Santidad de un indio humilde

Juan Diego Cuauhtlatoatzin , un indio humilde,


de la etnia indígena de los chichimecas, nació
en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en
ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco.
Juan Diego fue bautizado por los primeros
franciscanos, aproximadamente en 1524. En
1531, Juan Diego era un hombre maduro,
como de unos 57 años de edad; edificó a los
demás con su testimonio y su palabra; de
hecho, se acercaban a él para que
intercediera por las necesidades, peticiones y
súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y
rogaba la Señora del cielo, todo se le
concedía”.
Su origen fue chichimeca y su nombre en
la lengua náhuatl:
Cuauhtlatoatzin
cuauhtli = águila;
tlatoa = hablar;
tzin = diminutivo o reverencial”.
El significado del nombre en náhuatl
sería: “La venerable águila que habla” o
“El que habla como águila”.
(El náhuatl es la lengua original de Juan
Diego, en la cual se desarrolló el diálogo
con la Virgen de Guadalupe y en la que
se encuentran las primerísimas
documentaciones del acontecimiento).
Después de atestiguar las apariciones, a la edad
de 57 años, y hasta su muerte, 17 años más
tarde, Juan Diego Cuauhtlatoatzin,

“a diario se ocupaba de las cosas


espirituales y barría el templo. Se
postraba delante de la Señora del
Cielo y la invocaba con fervor…”
NICAN MOPOHUA (“AQUÍ SE CUENTA…”)

“ Era sábado muy de madrugada cuando Juan Diego


venía en pos del culto divino y de sus mandatos a
Tlatilolco.
Al llegar junto al cerrito llamado Tepeyacac, amanecía; y
oyó cantar arriba del cerro; semejaba canto de varios
pájaros; callaban a ratos las voces de los cantores; y
parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave
y deleitoso, sobrepasaba al del coyoltótotl y del tzinizcan
y de otros pájaros lindos que cantan…”

“ Y así que cesó repentinamente y se hizo el silencio, oyó que le


llamaban de arriba del cerrito y le decían: “Juanito, Juan Dieguito…”
NICAN MOPOHUA (“AQUÍ SE CUENTA…”)

Cuando llegó a la cumbre vio a una señora, que estaba


allí de pie y que le dijo que se acercara.
Llegado a su presencia , se maravilló mucho de su
sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como
el sol; el risco en que posaba su planta, flechado por los
resplandores, semejaba una ajorca de piedras
preciosas; y relumbraba la tierra como el arco iris. Los
mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que
allí se suelen dar parecían de esmeralda; su follaje,
finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como
el oro.
Se inclinó delante de ella y oyó su palabra, muy suave y
cortés, cual de quien atrae y estima mucho.
Ella le dijo:“ Juanito, el mas pequeño de mis hijos,
dónde vas?...”
La Santidad de un indio humilde
Cuarta aparición
Juan Diego se inclinó delante de ella y le
saludó, diciendo:
“Niña mía, la más pequeña de mis hijas.
Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has
amanecido? ¿Estás bien de salud, Señora y
Niña mía? Voy a causarte aflicción: sabes, Niña
mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo,
mi tío; le ha dado la peste, y está para morir.
Ahora voy presuroso a tu casa de México a
llamar uno de los sacerdotes amados de
Nuestro Señor, que vaya a confesarle y
disponerle; porque desde que nacimos,
venimos a aguardar el trabajo de nuestra
muerte. Pero si voy a hacerlo, volveré luego
otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje.
Señora y Niña mía, perdóname; tenme por
ahora paciencia; no te engaño, Hija mía la más
pequeña; mañana vendré a toda prisa”.
Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima Virgen:

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y
aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna
enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi
sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has
menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío,
que no morirá ahora de ella: estés seguro que ya sanó”.

(Y entonces sanó su tío, según después se supo).


Cuando Juan Diego oyó estas palabras de la
Señora del Cielo, se consoló mucho; quedó
contento. Le rogó que cuanto antes le
despachara a ver al señor obispo, a llevarle
alguna señal y prueba; a fin de que le creyera.

La Señora del Cielo le ordenó luego que subiera


a la cumbre del cerrillo, donde antes la veía. Le
dijo:

“Sube, hijo mío, el más pequeño, a la cumbre


del cerrillo, allí donde me viste y te di órdenes,
hallarás que hay diferentes flores; córtalas,
júntalas, recógelas; enseguida baja y tráelas a
mi presencia”.
Al punto subió Juan Diego al cerrillo y cuando
llegó a la cumbre se asombró mucho de que
hubieran brotado tantas variadas, exquisitas
rosas de Castilla, antes del tiempo en que se
dan, porque a la sazón se encrudecía el hielo;
estaban muy fragantes y llenas de rocío, de la
noche, que semejaba perlas preciosas.

Luego empezó a cortarlas; las juntó y las echó


en su regazo. Bajó inmediatamente y trajo a la
Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a
cortar; la que, así como las vio, las cogió con su
mano y otra vez se las echó en el regazo,
diciéndole:

“Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de


rosas es la prueba y señal que llevarás al
obispo.” CANCION
Memoria indígena del acontecimiento guadalupana
‘En San Miguel Zozocolco, Veracruz, [...] el doce de diciembre [de 1995] tuvo la idea
de preguntar a los fieles indígenas qué era lo que celebraban, antes de
predicárselos él:
“…Te platico lo que hemos oído a los ancianos, nuestros abuelos: Hace muchas
pascuas [fiestas] de San Miguel, hace casi mil cosechas [dos por año], [...] sucedió
que allá en el centro de donde nos mandaban a nosotros, [...] llegaron hombres de
cabello de sol, que nosotros ya sabíamos de su llegada [...] Nos hablaban de un
Dios que amaba, pero ellos con su vida odiaban.
- El pueblo ya estaba cansado, cuando en una obscura mañana de la media
cosecha fuerte del café [mediados de diciembre], a uno de los nuestros le regaló
Dios, Dios Espíritu Santo, un mensaje del cielo. [...]
- Apareció, así lo dicen los Jefes en el Cerro del Anáhuac, una señal del mismo
Cielo, [...]: Una Mujer con gran importancia, más que los mismos Emperadores, que,
a pesar de ser mujer, su poderío es tal que se para frente al Sol, nuestro dador de
vida, y pisa la Luna, que es nuestra guía en la lucha por la luz, y se viste con las
Estrellas, que son las que rigen nuestra existencia y nos dicen cuándo debemos
sembrar, doblar o cosechar.
- Es importante esta Mujer, [...] pero su rostro nos dice que hay alguien mayor que
Ella, porque está inclinada en signo de respeto.
- Nuestros mayores ofrecían corazones a Dios para que hubiera armonía en la vida.
Esta mujer dice que, sin arrancarlos, le pongamos los nuestros entre sus manos,
para que Ella los presente al verdadero Dios. [...] En su túnica se pinta todo el Valle
del Anáhuac y centra la atención en el vientre de esta Mujer, que, con la alegría de
la fiesta, danza, porque nos dará a su Hijo, para que con la armonía del ángel que
sostiene el cielo y la tierra se prolongue una vida nueva. [...]
- Esto es lo hoy celebramos, Señor Cura: la llegada de esta señal de unidad, de
armonía, de nueva vida.’”.
CANONIZACIÓN DE JUAN DIEGO

De la homilía de Juan Pablo II


“El acontecimiento guadalupano significó el
comienzo de la evangelización con una vitalidad que
rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a
través de su Madre tomó los elementos centrales de
la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo
sentido de salvación. Así pues, Guadalupe y Juan
Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y
son un modelo de evangelización perfectamente
inculturada”

“La historia de la Causa de la Canonización del


Beato Juan Diego está estrechamente unida al gran
Acontecimiento Guadalupano; es decir, el encuentro
de Santa María de Guadalupe y el humilde indio
Juan Diego en diciembre de 1531”.

SAN JUAN DIEGO Cuauhtlatoatzin (1474-1548)


VIDENTE DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
Fiesta: 9 de diciembre
Canonizado el 31 de Julio del 2002 por S.S. Juan
Pablo II, durante su 5ta visita a México
Nuestra UMILDAD

Personalmente yo soy UMILDE,

Muchas veces, estoy seguro de ser


Una gran persona…
Buen católico,
Buen padre y esposo,
Buen vecino…
Buen, Buen. Buen…
Así nuestra Umildad , suena y resuena, para que todos la vean,
Y se den cuenta de cuan Umilde soy…

¿Algo esta mal ahora?


¿Por qué sus rostros me quieren decir algo?
¿Pasa algo?....

Ah…. Es que la Umildad verdadera es muda…


ósea entonces es verdadera Humildad…la H que es muda la silencia…
La HUMILDAD de JUAN DIEGO

El Nican Mopohua lo describe como un


"macehualli", o "pobre indio", es decir uno
que no pertenecía a ninguna de las
categorías sociales del Imperio, como
funcionarios, sacerdotes, guerreros,
mercaderes, etc., es decir que pertenecía
Durante una de sus caminatas
a la mas numerosa y baja clase del
camino a Tenochtitlán, caminatas que
Imperio Azteca, pero no a la clase de los
solían tomar unas tres horas y medias
esclavos.
a través de montañas y poblados,
Su Santidad Juan Pablo II alabó en ocurre la primera aparición de
Juan Diego su simple Fe enriquecida Nuestra Señora, en el lugar ahora
por la catequesis y lo definió (a aquél conocido como "Capilla del Cerrito",
que le dijo a la Santísima Virgen: "soy donde la Santísima Virgen le habló en
solo un hombrecillo, soy un cordel, soy su idioma, el náhuatl. Ella se refirió a
una escalerilla de tablas, soy cola, soy él con grandísimo cariño, llamándolo
hoja, soy gente menuda..") como un "Juanito, Juan Dieguito", "el mas
modelo de humildad para todos pequeño de mis hijos", "hijito mío".
nosotros.
Oración a San Juan Diego

Gracias por el mensaje evangelizador que


con humildad nos has entregado.
Tus nos recuerdas que la V. Santísima de
Guadalupe es la Madre del Verdadero Dios
por quien se vive y es la portadora de
Jesucristo que nos da el Espíritu Santo,
que vivifica a la Iglesia.
Tu nos recuerdas que Santa María de
Guadalupe es también nuestra Madre
amorosa y compasiva.
Gracias al obediente cumplimiento de tu
misión, sabemos que Santa María de
Guadalupe nos ha colocado en su
corazón.
Gracias Juan Diego por este mensaje que
nos fortifica en la Paz, en la Unidad y en el
Amor de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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