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Desatados, Sensuales, Dionisiacos (Ver Más Abajo) Eran
Desatados, Sensuales, Dionisiacos (Ver Más Abajo) Eran
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DOSSO DOSSI
S. XV
JACOPO ROBUSTI
S. XVI
NICOLAS POUSSIN
S. XVI
NICOLAS POUSSIN
S. XVI
En tiempos de Semíramis no
había en toda Babilonia joven
más apuesto que Píramo ni
doncella más hermosa que
Tisbe. Vivían con sus padres en
casas contiguas y la vecindad
fue uniendo a los jóvenes hasta
que la amistad se tornó en
amor.
Ellos deseaban casarse y, aunque sus familias se
opusieron, nadie pudo evitar que el amor ardiera con
igual intensidad en el pecho de ambos. Ellos
conversaban con miradas y señas.
En el muro que
separaba las dos
casas había una
grieta en la que
nadie se había
fijado antes, pero
que los amantes
pronto
descubrieron. Tan
sólo la voz
atravesaba tan
estrecha vía y los
tiernos mensajes
pasaban de un lado
a otro por la
hendidura.
A la mañana siguiente se encontraban en el lugar
de costumbre. Un día, después de lamentar su
triste suerte, acordaron que a la noche siguiente,
cuando todo quedara en silencio, huirían sin que
los vieran; quedaron en un famoso edificio que se
alzaba fuera de los límites de la ciudad, la tumba
de Nino. El que llegara primero esperaría al otro al
pie de una morera que estaba junto a una fuente.
Cuando llegó la noche, Tisbe, sin que su familia se diera
cuenta, se escabulló cautelosamente; se cubrió la
cabeza con un velo, llegó hasta el monumento y se
sentó bajo el árbol. Mientras que estaba allí sola
distinguió, a la tenue luz de la Luna, una leona que, con
sus fauces aún exhalando el vaho de la reciente caza,
se dirigía a la fuente para saciar su sed.
Tisbe huyó al verla, buscó refugio en el hueco de
una roca y, en su huída, dejó caer el velo. La leona,
después de beber en la fuente, se volvió hacia el
bosque. El velo caído en la hierba llamó su
atención y lo sacudió y desgarró con su boca
ensangrentada.
Píramo, que se había
retrasado, llegó
entonces al lugar de
encuentro. Cuando vio
las huellas del león en
la arena, empalideció.
Creyó que su amada
había muerto en las
garras del león y
recogió el velo y lo
cubrió de besos y
lágrimas. "También mi
sangre manchará esta
tela", dijo, y sacó su
espada y se la clavó en
el corazón.
La sangre que brotó de la herida tiñó de rojo las
blancas moras del árbol; penetró en la tierra y
alcanzó las raíces de forma que el color rojo
ascendió por el tronco hasta llegar a los frutos.
En ese momento, Tisbe,
temblando aún de miedo
pero no queriendo
defraudar a su amado,
se acercó con
precaución y buscó
ansiosamente al joven,
deseosa de contarle el
peligro del que había
escapado. Cuando llegó
al lugar vio que el color
de las moras era
distinto, creyó que se
había equivocado de
árbol. Aún dudaba
cuando descubrió,
retorciéndose en el
suelo, un cuerpo que
agonizaba.
Se sobresaltó y tan
pronto reconoció a su
amado, gritó, se
golpeó el pecho y
abrazó su cuerpo
exánime derramando
lágrimas sobre su
herida y besando sus
fríos labios. Llamó a
Píramo y cuando la
escuchó éste abrió los
ojos pero luego los
volvió a cerrar.
Ella vio su velo manchado de sangre y la vaina de la
espada vacía.
"Has muerto por tu mano y por causa mía", dijo,
"yo también puedo ser valiente y mi amor es tan
fuerte como el tuyo. Te seguiré y la muerte, la
única que podía separarnos, no evitará que me
reúna contigo. Y vosotros, nuestros desdichados
padres, no neguéis nunca nuestra unánime
voluntad. Puesto que el amor y la muerte nos han
unido, permitid que reposemos en una sola tumba.
Que tus frutos, árbol, conserven siempre la marca
de nuestra sangre y sirva para recordarnos".
Entonces, se hundió la espada en el pecho.
Sus familiares y los dioses respetaron su
deseo. Los dos cuerpos fueron sepultados
juntos y desde entonces los frutos de la morera
son púrpura como lo fueron aquel día.
RUBENS
S. XVII
VERHAECHT
S. XVI
GARDENER
S. XIX
MANUEL M. FLORES
S. XIX
JEAN BROC
S. XVIII
JEAN-LEON GÉROMÊ
S. XIX
BERNARD PICART
S. XVII
ORFEO Y EURÍDICE
Orfeo y Eurídice
Ella fue mi canción inspiradora,
y la musa raíz de mi canción;
mas la muerte, noctámbulo ladrón,
la arrebató antes de brillar la aurora.
No era mi amor, ni lo es, amor que
ignora,
y al Hades descendí. La persuasión
de mi canto logró su redención,
que cede el Hades si mi canto implora.
"Llévatela a la luz, mas sin volverte
a mirarla en las sombras, o la muerte
de su destino habrá de apoderarse".
¡Oh, impaciencia del hombre
enamorado!
Volví los ojos, y me fue arrancado
el corazón al verla evaporarse…
PROMETEO Y PANDORA
Pandora fue la primera mujer, hecha por Zeus como parte de un castigo a
Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego. Epimeteo
era el responsable de dar rasgos positivos a todos y cada uno de los
animales. Sin embargo, cuando llega el turno del hombre, no queda nada
para darle. Prometeo, su hermano, sintiendo que el hombre era superior al
resto de los animales, decidió entregarle un don que ningún otro animal
poseyera. De este modo, Prometeo decidió robar el fuego a Zeus y dárselo al
hombre. Zeus enfureció y creó a Pandora, la que fue llenada de virtudes por
diferentes dioses. Hefesto la moldeó de arcilla y le dio forma; Afrodita le dio
belleza y Apolo le dio talento musical y el don de sanar. Hermes le dio
entonces a Pandora una caja que nunca debía abrir, lo que la llenó de
curiosidad. Prometeo advirtió a Epimeteo de no aceptar ningún regalo de los
dioses, pero Epimeteo no escuchó a su hermano y aceptó a Pandora,
enamorándose de ella y finalmente tomándola como esposa. Epimeteo pidió
a Pandora que nunca abriese la caja de Zeus, pero un día, la curiosidad de
Pandora pudo finalmente con ella y abrió la caja, liberando a todas las
desgracias humanas (la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etcétera)
Pandora cerró la caja justo antes de que la Esperanza también saliera, junto
con todo lo que quedaba dentro, y el mundo vivió una época de desolación
hasta que Pandora volvió a abrir la caja para liberar también a la Esperanza.
GUIDO RENI
S. XVII
En Calidón, país de Etolia, el rey Eneo y su
esposa, Altea,
Altea tuvieron un hijo llamado
Meleagro.
Meleagro Cuando el bebé no tenía ni una
semana, llegaron a la casa las Parcas,
Parcas que
mirando al recién nacido profetizaron así:
- "Será un hombre bueno como su padre".
- "Será un héroe reconocido en todo el mundo".
- "Vivirá hasta que se consuma la tea del
hogar".
El oído de su ansiosa madre captó estas
palabras y, no antes de que las misteriosas
hermanas se fueran, se levantó de su cama para
coger la tea, la apagó en agua y la escondió
entre los mayores tesoros secretos.
Meleagro fue uno de los héroes que se dirigió
con Jasón a buscar el vellocino de oro, y cuando
volvía a casa otra hazaña le estaba esperando:
matar al jabalí de Calidón.
En ausencia de su hijo, el rey Eneo se había ganado la ira
de una diosa: para agradecer un año próspero en frutos,
ofreció en el altar de Demeter maíz, a Dioniso vino y a
Atenea aceite; pero se olvidó de Artemisa,
Artemisa por lo que ésta
se vengó del mortal que no la había honrado: envió a su
país un monstruoso jabalí de ojos brillantes y dientes
espumosos, sus cerdas fuertes y afiladas como puntas de
espada, sus colmillos largos como los de un elefante, su
respiración tan fiera como la de un hombre sobresaltado, y
la bestia rompía en estruendos a través de los bosques.
Dondequiera que estuviera todo lo destrozaba: las
cosechas pisoteadas, los rebaños dispersos con sus
estampidas, los pastores huían de sus rebaños y los
agricultores no se arriesgaban a salir para recoger el fruto
de sus viñas y olivos, dejándolos colgados en el aire.
Así que cuando Meleagro fue a casa de Colco, se
encontró la tierra de su padre devastada por el terror del
monstruo. En seguida reunió a un grupo de cazadores y
sabuesos para rastrear en su guarida como ningún
hombre había hecho.
Entre los cazadores había una mujer, Atalanta,
Atalanta de quien se contaban
historias extrañas. Su padre también era rey y había esperado un hijo
como Meleagro para que fuese su heredero, así que cuando nació su
hija, en su enfado abandonó a la niña en una montaña salvaje para que
muriese; pero la niña fue amamantada por una osa y creció como un
chico fuerte, hábil en el manejo del arco y de la lanza. Pocos jóvenes
podían superarla en fuerza o en coraje.
Cuando encontraron al jabalí, todos se lanzaron a por él
con redes y perros, pero la primera lanza que alcanzó al
jabalí fue la de Atalanta.
Atalanta El jabalí se precipitó sobre ellos
como un trueno, pero cuando parecia que los hombres
iban a perder la batalla ente su embestida, una flecha de
Atalanta dio en el jabalí que otra vez se paró desvalido por
el dolor, y el resto de los hombres, avergonzados de ser
vencidos por una mujer, en seguida se centraron en el
ataque.
El monstruo se echó a tierra a causa de las heridas que
tenía, y murió cuando Meleagro le clavó su espada hasta la
empuñadura. Cortaron la cabeza del jabalí y quitaron las
cerdas, y Meleagro dio estos trofeos a Atalanta,
Atalanta ya que era
la única que se lo merecía al dar el fatal golpe. Pero
algunos cazadores no estaban de acuerdo con ésto, entre
ellos los dos hermanos de Altea y tíos de Meleagro.
Meleagro Éstos
se pelearon con Meleagro y acabaron muertos a los pies de
su sobrino.
Cuando las noticias de la muerte del jabalí llegaron a
Altea,
Altea ésta salió al templo para dar gracias, pero en el
camino se encontró con el séquito morturio que llevaba a
sus dos queridos hermanos a la pira funeraria. Cuando
supo que su hijo los había matado, lo maldijo y sacó la tea
apagada que llevó al altar donde estaba el fuego del
sacrificio y la arrojó a la llama. Cuando vio la
consecuencia de su venganza, la desconsolada madre no
vio nada mejor que terminar sus propios días muriendo
con sus hermanos.
Meleagro murió cuando regresaba a casa trayendo el
triunfo y el botín de la gran caza. Así se cumplió el
decreto de aquellas hermanas fatales que vieron su
nacimiento.
Atalanta regresó a sus lugares salvajes, cuidando de no
unirse con hombres desde que murió aquel que había
conmovido su corazón. Pero su padre se enteró de esta
promesa y procuró conseguirle un hombre que fuese el
heredero de su reino, ya que aún no había encontrado a
tal heredero.
Había muchos pretendientes que querían casarse con
esa bella mujer, pero ella insistía en que no quería
casarse. Por fin accedió ante las presiones de su padre,
pero con una condición: el pretendiente tendría que
ganarla en una carrera: si no ganaba, éste moriría. El
pretendiente debía correr desnudo y sin armas, pero la
doncella llevaba una lanza para matarlos si eran vencidos
por ella.
Hipomenes era uno de tantos pretendientes pero,
antes de participar en el concurso, imploró el favor
de Afrodita y la diosa le dio tres manzanas de oro
para que las llevara en sus manos cuando
corriese, y lo que tenía que hacer con ellas
dependía del conocimiento del corazón de la mujer
más que del ingenio del hombre.
La carrera comenzó, y antes de que Atalanta lograse
alcanzar a Hipomenes,
Hipomenes éste tiró una manzana de oro
para entorpecer la carrera de aquella. Tentada por la
curiosidad, Atalanta se paró para recoger la manzana,
mientras que Hipomenes avanzó un poco más.
Cuando ella volvía a alcanzarlo, Hipomenes tiró otra
manzana y ella se volvió a parar a recogerla.
Lo mismo ocurrió con la tercera manzana. De esta forma
ganó Hipomenes la carrera cuyo premio era casarse con
Atalanta.
Atalanta
Pero poco duró la fortuna del joven, ya que se olvidó
de agradecer a Afrodita su ayuda. Ésta llevó la
ofensa a Rea,
Rea la poderosa madre de los dioses, que
transformó al corredor y a su novia en un par de
leones, enganchados a su carro cuando ella lo cogía
en medio de un estruendo de cuernos y platillos.