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�SELL
Viajei-os del conocitniento

Colección dirigida por


Victoria Schussheim
El prisionero de la verdad

921.2
R87 BONILLA, ELISA
.B66 EL PRISIONERO DE LA VERDAD: BERTRAND
1994 RUSSEI..L / ELISA BONILLA. - MÉXICO:
PANGEA, 1994.
112 P.: IL. - (COLECCIÓN VIAJEROS DEL CONOCIMIENTO).

l. RUSSELL, BERTRAND ARTHUR WILLIAM, 1872-1970-


BIOGRAFIA. 2. FILOSOFOS INGLESES. 3. MATEMATICOS
,,, ,,;
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INGLESES. l. T. 11. SERIE.

156002

Portada: diseño de Pablo Meyer y Asociados;


foto de Enrique Macías
El símbolo 1t fue realizado por Raúl Monge
Primera edició11: Pangea-CNCA, 1992
Primera reimpresión, 1994
© Pangea Editores, S. A. de C. V.
Periférico Sur 3453-6ol, San Jerónimo Lídice
10200 México, D. F.

ISBN 968-6177-47-7
D. R. Derechos reservados conforn1e a la ley
Impreso y hecho en México
Printed in Mexico

Esta edición de 30 000 ejemplares se tenninó de imprimir


en abril de 1994, en Litoarte, S. A. de C. V.,
San Andrés Atoto 21-A, Colonia Industrial Atoto, Naucalpan,
53519 Estado de México
Bertran Russe

Elisa Bonilla

Pangea Editores. S.A. de C.V .


Para Marco Aurelio


El tnundo de Russell 9
Infancia y adolescencia en Pembroke Lodge 13
La Universidad de Cambridge 20
Tiempo de escoger una profesión 24
Los fundamentos de las matemáticas 27
La lógica simbólica 37
La formalización de las matemáticas 40
La lucha por la paz 41
Russell escritor 49
Vida en pareja 50
Vejez 57
Una especie de epílogo 59
Textos de Russell 63
¿Por qué me dediqué a la filosofía? 65
El individuo y el conocimiento social 75
El cantina de la felicidad 93
De nuevas esperanzas para un mundo que cambia 98
Reflexiones al cumplir mis ochenta años 98
,,,.
Indice analítico y glosario 1O1

A quienes sean demasiado jóvenes como
para recordar cómo era el mundo antes de
1914, les será dificil imaginar el contraste que
un hombre de mi edad encuentra entre las
memorias de su niñez y el mundo de hoy.

Bertrand Russell, 1956

La tnejor y tnás concisa descripción de la vida de Ber­


trand Russell la dio él nlistno: ''Tres pasiones sirriples, pero
abrutnadoraniente poderosas -dijo- han gobernado tni
vida: el ansia de atnar, la búsqueda del conocitniento y una
intolerable tnisericordia ante el sufrimiento de la hutnani­
dad. ,, Y, en efecto, se enan1oró varias veces y se casó cua­
tro; escribió n1uchas páginas sobre tetnas muy diversos y
fue un tnilitante incansable por la paz y el respeto a los
derechos hutnanos.
Russell tuvo una vida larga e intensa que abarcó cuatro
generaciones. A lo largo de 98 años vio transcurrir el últin10
cuarto del siglo XIX y cerca de tres cuartos del xx. Tuvo una
sensibilidad particular para comprender el espacio y el
tiempo en los que le tocó vivir, y su actitud ante la vida fue,
sien1pre, notabletnente tnás avanzada que la de sus con­
teinporáneos. Esto resulta todavía 1I1ás sorprendente si
pensamos en todos los grandes can1bios que ocurrieron en
el rriundo durante esos casi cien años.
A1 iniciarse el siglo xx Russell contaba con 28 años de
edad; era ya un hon1bre adulto, con una personalidad
forinada dentro de los cánones recalcitrantes de la socie­
dad victoriana, y aún le faltaban muchos años por vivir. A
1
11
l
¡

Bertrat1d Russell cua11do fue a vivir co11 sus abuelos.

12
pesar de ello, supo adaptarse a las profundas transforma­
ciones que, en todos los álllbitos, trajeron consigo dos gue­
rras inundiales.
Corno veremos a continuación, la vida de Bertrand
Russell fue tan interesante, rica e insttuctiva como lo es su
obra.

Infancia y adolescencia en Pembroke Lodge


Bertrand Arthur Williarn Russell, matemático, filósofo,
sociólogo, pedagogo, ensayista, pacifista, tercer conde de
Russell y vizconde de Arnberley, nació el 18 de mayo de 1872
cerca del pueblo de Trelleck, en Gales, Gran Bretaña.
Bertrand, o Bertie, colllo lo llamaba su familia, perdió
a su hermana Rachel y a sus padres, lord y lady Amberly,
cuando era todavía fllUY pequeño. Su tnadre y su hermana
murieron de difteria en 1874 y, año y tnedio después,
falleció su padre por un n1al no diagnosticado que lo fue
consumiendo lentamente.
A partir de entonces se fue junto con Frank, su herma­
no siete años m.ayor que él, a vivir a casa de sus abuelos
paternos, una 1I1ansión con casi cinco tnil 01etros de jardín,
llamada Pembroke Lodge, situada en el pueblo de Rich­
tnond, unos quince kilórnetros al sur de Londres.
El abuelo de Bertie, lord John Russell, nació en 1792,
en tiempos de la revolución francesa. Fue diputado del
parlamento británico cuando Napoleón era todavía en1pe­
rador de Francia y fue, en dos ocasiones, prin1er ministro
de la Gran Bretaña durante el reinado de Victoria, quien,
en 1861, lo non1bró conde de Russell, título que heredó
pritnero Frank y, muchos años después, Bertie.
A pesar de que el testamento de lady y lord Arnbcrly
indicaba que, a su fallecin1iento, sus hijos debían ser edu­
cados por unos amigos suyos que cotnpartían sus ideas
sobre el 1nundo y sobre la religión, su última volunt,1d no se
cutnJJlió. Fue precisamente el abuelo Russell quien cc)nsi-

13
guió que se invalida1..a el testa111ento y que se los non1brara
a él y a su esposa custodios de los niños. De esta tnanera,
pasó a hacerse cargo de la educación de Frank y Bertie.
Sus padres eran considerados excéntricos y de ideas
radicales para la época. Su n1adre, lady Amberly, organiza­
ba tnitines en favor del voto para la tnujer, rrtientras que su
padre, lord Atnberly, era un librepensador y, con10 tal, de­
fendía sus ideas excéntricas sobre religión, 111uy distintas
de las de la mayoría.
La actitud de los padres de Bertie no era bien vista por
la sociedad de entonces, que se expresaba de ellos con
escándalo. Esto inquietaba profundatnente a su abuelo,
quien decidió educar a Bertie y a Frank lo rr1ás lejos posible
de esas ideas. Sin e1I1bargo, esta situación duró poco tien1-
po, ya que el anciano lord Russell murió cuando Bertie
tenía apenas 6 años. Le sobrevivió su esposa, quien susti­
tuyó a su 1I1arido en la tarea de educar a los niños. A partir
de entonces, y durante toda la infancia de Bertie, su abuela
habría de ser la persona tnás itnportante en su vida.
La abuela Russell era extremadamente estricta, sobre
todo en asuntos de moralidad. Padecía, cotno la tnayoría
de sus contetnporáneos victorianos, un afectado puritanis­
tno que se caracterizaba por exagerar el amor a la patria y
a los hijos, la devoción por las tareas de interés público
y el desprecio a la ostentación, a la vanidad y al interés por
el poder.
Se cuenta que la abuela estaba siempre ocupada y que
sólo se sentaba a descansar en un sillón al llegar la noche.
Sin duda, el valor más apreciado en esa casa era la virtud;
la virtud, a costa del intelecto, de la salud, de la felicidad y
de cualquier otro bien considerado mundano.
Había una attnósfera de piedad y austeridad puritanas.
Todas las n1añanas, a las 8 en punto, había plegarias fami­
liares. Antes, de 7:30 a 8, Bertie tenía la obligación diaria
de practicar el piano, aun en invierno, cuando no habían
encendido todavía la chitnenea.
Allí, independientemente de la época del año, la cos-
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Lady Russell, la severn abuela de Bertra11d.

15
tun1bre dictaba bañarse con agua fría, y aunque tenían
ocho sirvientes, la con1ida que servían era sirrlple y austera.
Cuando llegaba a haber postre, casi nunca se le servía a los
.-
runos.
La infancia de Bertie transcurrió en Petnbroke Lodge
regida tanto por esa moral victoriana como por las múlti­
ples hazañas de su muy ilustre fa01ilia, que se contaban
repetidatnente, co010 para establecer el n1odelo de con­
ducta a seguir.
La casa tnistna era un testigo n1udo de este estado de
cosas. En vida de los abuelos de Bertie Petnbroke Lodge
fue visitada por diversas personalidades de todas partes del
mundo. Durante el tielllpo que su abuelo fue primer tninis­
tro el gabinete se reunió en esa casa en tnúltiples ocasiones
y la tnistna reina Victoria los visitaba. Bertie la vio por pri­
inera vez allí, cuando tenía 2 años.
Cada rincón de Petnbroke Lodge estaba asociado con
al � a institución o acontecitniento ocurrido durante el si­
---
glo pasado y que por alguna razón involucraba tatnbién a
algún tnietnbro de la familia Russell. En la sala, por ejeniplo,
había una exquisita niesa japonesa con incrustaciones que
el gobierno japonés le había regalado a su abuelo. Sobre
los aparadores del cotnedor había dos enormes jarrones de
porcelana, obsequio del rey de Sajonia. Había tatnbién un
estrecho espacio entre una tnesa y una vitrina chinas, por
el que Bertie tenía estrictamente prohibido pasar.
La rigidez de la abuela, las hazañas de la falllilia y la
casa misn1a lo abrumaban. Pasaba inuchas horas en su
refugio, que era el inmenso jardín, divagando, recolectando
hojas y huevos de pájaro. El tiempo que pasó en ese jardín
dejó en él irrlpresiones que lo inarcaron para siempre.
Durante toda su vida Russell prefuió las actividades que
ocurrían a la intemperie a las realizadas bajo techo, y afir­
n1aba que las cosas Illás importantes de su vida, o de las
que tenía un recuerdo tnás vívido, le habían sucedido al
aire libre.
En 1877, cuando Bertie tenía apenas 5 años, Frank
16
dejó Pembroke Lodge para irse al colegio como interno.
Quedaban en su casa su abuela y los hernianos de su padre,
su tía Agatha y su tío Rollo. Así, pues, su infancia fue bas­
tante solitaria; la pasó rodeado de adultos y rara vez tuvo
la opo • dad de tratar a otros niños de su edad. La na­
turaleza, los libros y, tnás tarde, las 01ateináticas, las cuales
-decía- lo habían salvado de un total desaliento, fueron
los tnejores atnigos de su infancia. Esta soledad se fue
haciendo tnás opresiva a tnedida que Bertie se acercaba a
la adolescencia e iba ton1ando conciencia de ella.
No asistió al colegio hasta que culllplió los 16 años. En
Pen1broke Lodge aprendió las primeras letras auxiliado por
sus fa01iliares cercanos. De su tía Agatha, por ejetnplo,
aprendió la palabra ''o'', y este hecho le produjo tanto
interés que no lo olvidó jainás. Esto sería totaltnente intras­
cendente si no fuera porque la ''disyunción'', expresada
por la palabra ''o'', desempeña un papel pritnordial en la
lógica, disciplina a la que Bertie dedicaría, años después,
niuchas de sus horas de estudio y creación.
Durante los años que pasó en casa de su abuela distin­
tos tutores se instalaron en Petnbroke Lodge, convirtién­
dose, tem.poraltnente, en otros Illietnbros de la fan1ilia. Se
los contrataba con el fin de que Bertie adquiriera una buena
educación, corno correspondía a un joven de su posición
social, pero él no era un chico como los detnás y los tutores
rara vez duraban tnás de tres meses en su puesto. Los ahu­
yentaba su agudeza 1I1ental, los conocimientos que había
adquirido en forina autodidacta y el interés que detnostraba
por estudiar tetnas considerados entonces impropios para
un joven de su edad y posición.
Su interés por las tnaten1áticas floreció a tnuy tetnpra­
na edad. Cuando apenas contaba 7 años hizo alarde de su
conocitniento de las fracciones arit111éticas y de su capaci­
dad para realizar operaciones con ellas.
Un día, estando de visita en casa de lady Stanley, su
abuela rnaterria, quien se etnpeñaba en lllenospreciar su in­
teligencia, Bertie, esforzándose por complacerla, le dijo:
17
''Abuela, sabes que he crecido 2 1/2 pulgadas en los
últiinos siete 111eses, por lo que si continúo creciendo a este
rittno, habré crecido 4 2/7 de pulgada en un año."
Pero la abuela era dificil de cotnplacer y le respondió
enfadada:
'' ¿No sabes que no se debe hablar de fracciones que
no sean tnitades o cuartos? ... ¡es de gente pedante!''
Se cotnprende que Bertie ten1iera a la fatnilia de su
madre y que no le gustara verla. Sin embargo, su interés
por las n1ate111áticas no se vio lllenoscabado por este inci­
dente.
Cuando había cuinplido 11 años su hermano lo inició
en el estudio de la geotnetría, para lo cual usó los libros del
n1atetnático griego Euclides, quien vivió en el siglo IV a. C.
Este hecho lo tnarcó para siempre. A partir de ese rr101nen­
to las tnateináticas se convirtieron, para él, en el n1ayor
placer del tnundo, sólo cotnparable -diría tnás tarde- a
enatnorarse por pritnera vez. Desde entonces, y hasta
los 38 años, cuando tertninó su libro Principia rnathe­
niatica, las rnaten1áticas fueron su principal fuente de
felicidad.
Cotno parte del estudio de la obra de Euclides, Frank
le enseñó el llamado ''Quinto postulado'', que dice:
''Si una recta cae sobre otras dos rectas haciendo los án­
gulos interiores del n1is1no lado tnenos que dos ángulos
rectos, las dos rectas, si se prolongan indefinidamente, se
encuentran del lado en que los ángulos son inenos que dos
rectos.''
O coino se expresa n1ás cotnú111I1ente hoy:
''Dados una recta 1 y un punto A, exterio1· a la recta,

.A
1

sólo es posible trazar una recta 1' paralela a la recta 1, que


pase por el punto A.
18
A
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________________ !

Su hertnano le hizo notar que el quinto postulado de


Euclides se consideraba difícil, pues había suscitado gran­
des discusiones, que propiciaron que, a lo largo de Illás de
veinte siglos, diversos mate111áticos se ocuparan de estu­
diarlo. (Entre ellos sobresalen los griegos Proclo y To­
lo111eo, el persa Nasir al-Din al-Tusi, el inglés John Wallis,
el italiano Girola1110 Saccheri, el aletnán Johann Lan1bert
y el francés Adrien Legendre.)
Esto le causó una gran itnpresión a Russell, pues él no
había encontrado dificultad alguna en cotnprenderlo y, por
pritnera vez, pensó que era posible que fuese inteligente.
La falta de interacción con otros adolescentes le itnpe­
día hacer com.paraciones, pero una vez que estuvo conven­
cido de su capacidad intelectual se propuso la n1eta de lo­
grar algo de verdadera itnportancia. Y lo consiguió. A lo
largo de su vida realizó llluchas cosas itnportantes, tanto
para él com.o para los demás.
Sus años de adolescencia fueron de gran soledad e
infelicidad. Al entrar en esa etapa sufrió un catnbio defini­
tivo en su personalidad. Con10 reflejo de la angustia que le
producían el ambiente fanliliar y las tradiciones, se volvió
rebelde y aparentemente desinteresado, y etnpezó a poner
en entredicho la rigidez aprendida de su abuela.
Por miedo a no ser cotnprendido o a ser castigado,
dejó de expresar lo que sentía y pensaba, pero esto no lo
llevó a la inactiVidad. Sietnpre estuvo lleno de ideas y
procuraba tener una opinión acerca de todo. Los aconteci­
mientos familiares, políticos, r·eligiosos y sus lecturas, de
todo tipo, fueron la fuente para su reflexión constante.
Por ejetnplo, a los 15 años inició sus especulaciones
sobre la existencia de dios, reflexiones que escribió en un
diario que, con el f1n de que nadie sospechara de su conte­
nido, tituló Ejercicios griegos. Con10 reflejo de su propio

19
estado de ánin10, el diario n1uestra un gran pesitnisn10
acerca de la condición humana.
Con este diario inició, sin proponérselo, su actividad
cotno filósofo y conio escritor, que desarrollaría después
durante su vida. Aunque en realidad no fue el interés por
la literatura ni por la filosofía lo que lo n1ovió a escribirlo.
Fue, n1ás bien, su incapacidad de dialogar con los que le
rodeaban y de los que, aden1ás, sólo recibía censuras, lo
que lo llevó a registrar en una libreta sus reflexiones tnás
íntitnas. Estaba ávido de cotnunicarse, tanto que necesitó
convertirse en su propio interlocutor, y fue esta cotnuni­
cación consigo tnistno la que le,, ayudó, durante su adoles-
.
. .
cenc1a, a tnantener vivo su esp1ntu.
Su necesidad de coinunicación se expresa ya en la
pritnera página del diario, donde cotnenta que sólo tnien­
tras uno de sus tutores, el señor E'W"an, vivió en su casa,
tuvo la oportunidad de hablar libren1ente con alguien, pero
que desde su partida le era itnposible contar a nadie sus
pensantientos, por lo que escribir era su único desahogo.
Más adelante, en el tnismo diario, y después de haber
confesado que dudaba de cosas que antes creía verdaderas,
se pregunta a sí tnistno si ''será cierto que quien descubre
ciertas formas de verdad es, en realidad, un mártir cuya
infelicidad es el precio que debe pagar para que otros sean
felices''. Pensatniento que, a través de su claridad, tnuestra,
no sólo lo bien desarrollado de su estilo, sino, adetnás, la
extraordinaria tnadurez que había alcanzado para su edad.

La Universidad de Cambridge

El ambiente en que me encontré en Cam­


bridge se ajustó a mí como un guante.
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Cuando por fin llegó el 111omento de continuar sus


estudios fuera de Petnbroke Lodge, su interés por las
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Una página del cuaderno de ejercicios griegos, donde en realidad Russell


vertía sus reflexio11es sobre religió11 .

21
111aten1áticas lo llevó a solicitar su adtnisión a la Universidad
de Catnbridge. Esta universidad, fundada en la edad tnedia,
gozaba desde hacía varios siglos del tnayor prestigio en la
enseñanza de las 1naten1áticas. En ella se habían fortnado,
antes que Russell, grandes tnatemáticos con10 Isaac Ba­
rro�, Isaac Ne"Wton y Augustus De Margan, entre inuchos
otros.
En 1889 presentó un exatnen de ingreso con el flll de
obtener una beca para asistir a la universidad; tras aprobar­
lo, en 1890 ingresó al Trinity College, donde su vida se fue
transfor1nando rápidan1ente. Al alejarse de casa de su abue­
la Bertie etnpezó a desprenderse, al fin, de la attnósfera
opresiva que lo había rodeado durante casi 18 años.
Descubrió con alegria que el haber sido educado en
su casa, y no en una institución escolar, no constituía una
desventaja respecto a la formación del resto de los estu­
diantes, por lo que gradualtnente fue perdiendo su soletn­
nidad característica, para convertirse en un ser más afable
y relajado.
En Catnbridge se encontró en un tnundo donde se va­
loraba la inteligencia y donde pensar con claridad se juzga­
ba en forma positiva. Se halló entre gente que hablaba su
mismo lenguaje, que no se asustaba si expresaba exacta­
tnente lo que pensaba, ni lo consideraba lunático o inmoral
por sus ideas. Desde sus primeros días en la universidad
entabló an1istades que conservó durante toda la vida y
nunca n1ás tuvo que soportar la soledad extrema de su
adolescencia.
Russell pasó sus primeros tres años en Cambridge
dedicado a las tnaternáticas, desplegando una habilidad
notable que� aunada a su brillante desempeño en trabajos
y exámenes, lo llevó a obtener el título de ivrangler, dis­
tinción que sólo esa universidad otorga a aquellos pocos
que logran sobresalir en n1aten1áticas.
El cuarto año de su estancia corno estudiante en la
universidad lo dedicó a la filosofía. Este catnbio no es de
extrañar; responde precisan1ente a la atracción tan espe-
22
cial que sentía por la naturaleza de las n1aten1áticas y por
los problen1as relacionados con sus funda01entos.
Adetnás de sus habilidades acadétnicas, en Can1bridge
pudo desarrollar otros intereses, cotno su afición por la
naturaleza y las actividades al aire libre. Era un caminante
tenaz. Los dorrtingos desayunaba tarde y después salía a
carrtinar por el can1po casi hasta el anochecer. Conoció así
todos los caniinos y veredas en 35 kilótnetros a la redonda,
y a]gunos otros, todavía niás alejados.
Russell valoró su estancia en Catnbridge, fundatnental­
inente, porque le proporcionó allligos y un rico intercatn­
bio de ideas. Sin e111bargo, no dio nunca 1I1ucha illlportan­
cia a la instrucción acadétnica que recibió en las aulas,
excepto por una cosa: la honestidad intelectual que le
inculcaron tanto cotnpañeros cotno maestros. Y aunque,
salvo por algunas excepciones, no sintió gran respeto por
is profesores, a todos les reconocía esa virtud, virtud que
él adquirió allí y que lo caracterizó a partir de entonces. La
honestidad intelectual fue algo que defendió hasta el últi­
tno de sus días.
Allí conoció a Alfred itehead, quien pasó de ser su
profesor a ser su íntinlo an1igo. ""' itehead sintió sietnpre
una gran adrrtiración por Russell. Desde su primer encuen­
tro, con n1otivo de su exainen de admisión, le causó una
impresión n1uy especial.
En su prilner año de estudiante Russell llevó la materia
de estática con él; un día Wl1itehead le pidió al grupo que
estudiara el artículo nún1ero 35 del libro de texto, y diri­
giéndose a Ilertrand le señaló que él no necesitaba hacerlo,
porque ya lo sabía; recordaba que lo había citado en el
exatnen de admisión.
Russell, por su parte, consideraba a ·rehead un maes-
tro excepcional que se interesaba personalmente en los
alun1nos, hasta el punto de conocer a fando sus fortalezas
y sus debilidades, haciendo aflorar lo lllejor de cada uno.
Más tarde, cuando Russell terminó sus estudios en la uni­
versidad, escribieron juntos el libro Principia rnathema-
23
tica, tarea que les llevó más de diez años de intensísimo
trabajo.
En Cambridge tuvo oportunidad de convivir tan1bién
con personas que, como él, se convertirían más tarde en
figuras públicas. Entre estos contemporáneos universita­
rios hubo algunos cuya actitud le disgustaba y otros a los
que ad111iró especialtnente. Entre estos últitnos destacan
John Maynard Key11es y Lud"Wig Wittgenstein.
Por Keynes, quien destacaría luego coino econoinista
y genio de las finanzas, Russell sentía una adiniración n1uy
particular, pues lo consideraba el individuo tnás agudo y
claro que jatnás hubiera conocido. Wittgenstein fue pritne­
ro su discípulo y tnás tarde lo sustituyó cotno profesor de
filosofía en Cambridge. A pesar de que Russell encontraba
el trato con él difícil, lo estimaba n1ucho. Desde su prin1er
encuentro lo impresionó 01uy positivatnente, y decía que
Wittgenstein era lo rnás cercano a la imagen tradicional de
genio que él había conocido jatnás: apasionado, profundo,
intenso y dominante. Atnbos atnaban el can1po y solían
con1partir largas catninatas.
Desde que llegó a la universidad, en 1890, hasta que
en1pezó la pritnera guerra inuntlial, en 1914, Catnbridge
fue el único lugar de la tierra que consideró realtnente su
casa.

Tiempo de escoger una profesión

Empecé a desarrollar mi propia filosofla en


' el transcurso de 1898.

Cuando terminaron sus años de estudiante en Catn­


bridge tuvo que decidir si habría de ser filósofo o político.
Esto último era lo que su familia había esperado siempre
que fuera. Desde el siglo XVI la política había sido la ocupa­
ción tradicional de los Russell, quienes pensaban que dedi-
24
carse a otra cosa era una especie de traición a los antepa­
sados.
Sus fatniliares se apresuraron a influir sobre su deci­
sión de todas las maneras posibles y consiguieron que
recibiera diversos ofrecimientos en este átnbito, que lo
hicieron titubear durante algún tietnpo. Finaltnente, optó
por la política. Aceptó el cargo diploinático de cónsul
honorario y se tnarchó a la etnbajada británica en París,
pero no logró n1antenerse en su decisión por mucho
tietnpo.
La angustia que sentía y su convicción de que no
estaba hecho para esa profesión hicieron que, a sólo tres
IT1eses de estar en París, volviera a su patria para dedicarse
por fin a la filosofía, provocando así un conflicto fatniliar
/

que le causo filucho dolor. Este fue tan solo el prin1ero de


/ /

una larga serie de conflictos, pues a partir de este tnotnento


defendió sietnpre su derecho a hacer lo que le dictaban sus
convicciones. Sin etnbargo, detestaba los disgustos y hu­
biera preferido estar en paz con todo el n1undo, pero los
principios fueron, en todo moniento, tnás fuertes que su
propia tranquilidad.
Una vez que se decidió por la filosofía, su vida reton1ó
su curso. Cotno filósofo vivió principaltnente en una at­
tnósfera acadétnica, donde su consagración a la filosofía no
era considerada cotno una locura excént1ica.
En 1896 ir1ició formaltnente, con gran ítnpetu y dedi­
cación, su carrera de filósofo de las niatemáticas. Russell
no lo sabía entonces, pero ésta iba a ser tnuy productiva
durante los siguientes veinte años, al cabo de los cuales él
tnism.o decidiría can1biar nuevainente el rutnbo de su vida.
Para sus fines, necesitaba el respaldo de t1na institu­
ción académica, y por esos días el Trinity College, su anti­
guo colegio en la Universidad de Cambridge, había anun­
ciado el concurso para cubrir un puesto vacante. Con la
esperanza de ingresar a su cuerpo docente, Russell había
escrito un ''Ensayo sobre los fundarnentos de la geon1etría''
con el que, en oct11bre de 1895, ganó el puesto. Dos años
25
después, este ensayo fue publicado cotno libro por la
propia Universidad de Cambridge, dando así a conocer sus
primeras ideas como filósofo de las matemáticas.
En los últitnos años del siglo XIX hizo varios viajes aca­
détnicos. De enero a tnarzo de 1895 estudió econom.ía en
la Universidad de Berlín y a finales de ese tnistno año volvió
a Ale111ania con el fin de estudiar a los socialdetnócratas.
En 1895 publicó su pritner libro, titulado La socialdemo­
cracia alemana, en el que relató los conocitnientos adqui­
ridos en Berlín. En dicietnbre de 1896 viajó a Estados Uni­
dos para dar una serie de conferencias sobre geon1etria no
euclideana en la Universidad John Hopkins y en el Bryn
Mawr College.
A principios de 1899 itnpartió su pritner curso en la
Universidad de Catnbridge, sobre la filosofía de Leibniz.
Poco después publicaría las notas de este curso con el tí­
tulo Lafilosofía de Leibniz.
En el verano de 1900 asistió con ..,,., ·rehead al fam.oso
Congreso Internacional de Filosofía, que se llevó a cabo en
París y que influyó profundainente en él. Allí conoció a
colegas de otros países con quienes cotnpartía el interés
por los probletnas relacionados con los fundatnentos de las
tnatetnáticas. Le impresionó de tnanera especial el 01ate­
mático italiano Giuseppe Peano, cuyo trabajo tuvo una
fuerte influencia en él.
Regresó de París muy motivado y los meses que siguie­
ron al congreso fueron de intenso trabajo y satisfacción,
pues sentía cótno lograba ir desarrollando, cada vez tnás,
sus ideas.
La segunda tnitad de 1900 fue una época de verdadera
etnbriaguez intelectual. Durante años había intentado ana­
lizar ciertas nociones fundamentales de las matemáticas y,
de pronto, en el espacio de pocas semanas, empezó a en­
contrar lo que le parecieron respuestas definitivas a sus
.Preguntas de tantos años. Mientras respondía a las pregun­
tas iba desarrollando tatnbién una nueva técnica tnatetná­
tica, a través de la cual introducía fórrriulas exactas en el
26
análisis de aspectos que, hasta entonces, eran sólo del
don1inio de la filosofía. Es decir, podía expresar con fórmu­
las lo que hasta entonces sólo se había podido expresar con
palabras.
Desde el punto de vista intelectual, el n1es de septien1-
bre del año 1900 fue, en su opinión, el tnotnento 111ás bri­
llante de su vida. Seinanas tnás tarde con1enzó a redactar
su libro sobre Los principios de las matemáticas, que
concluyó un par de años después.
La euforia no duró tnucho. El fin de siglo le había traído
la satisfacción del triunfo, pero, paradójicatnente, le había
traído tatnbién con qué apagar su triunfalis010. A partir del
nuevo siglo comenzaron a asediarlo en forma sitnultánea
probletnas intelectuales y etnocionales.
En los pritneros años del siglo xx el peso de la infelici­
dad, cotnbinado con una severa carga intelectual, lo des­
gastó tnucho; pero su perseverancia y el reto de concluir
el libro que estaba escribiendo con itehead le ayudaron
a sobreponerse. Sin embargo afirmaba que la intensidad
del esfuerzo intelectual que supuso, a lo largo de diez años,
escribir Principia rnathernatica, había n1inado para sien1-
pre su capacidad de abstracción y concentración.

Los funda01entos de las tnateniáticas

Yo necesitaba la certeza como otros necesi­


tan la fe religiosa.

Lo que llevó a Russell a decidirse por la filosofía fue


principal111ente su interés por los fundamentos de las n1a­
ten1át.icas; es decir, por sus principios y leyes generales.
Si comparan1os la estructura de las maten1áticas con
un edificio tnuy alto, los fundan1entos corresponderían a
sus cin1ientos; dicho de otro n1odo, los fundatnentos son,
precisarriente, lo que sostiene al edificio, en este caso las
27
Illateniáticas. La naturaleza de estos fundamentos llan1ó
profundatnente la atención de Russell, quien se pregunta­
ba sobre qué estaba apoyado este edificio y cómo es que
podía tnantenerse en pie sin derrutnbarse.
No era raro que Russell se hiciera estas preguntas. El
estaba acostumbrado a reflexionar sobre cualquier cosa, a
hacerse preguntas y a dudar de algo hasta convencerse de
su realidad. Así, analizó las inatetnáticas y sus fundam.entos.
Creía que las n1ate111áticas eran rigurosan1ente perfectas,
tanto con10 sólo puede serlo la tnayor de las artes. Pensaba
que las m.aternáticas poseen una belleza supretna y una
pureza subliine. Sin etnbargo, dudaba de su verdad. Pues
algo, en este caso las inatetnáticas, puede ser perfecto,
puro y bello, pero no ser verdadero, cotno los espejistnos,
cuya verdad es sólo aparente. Lo que niás deseaba en el
tnundo era encontrar una razón para suponer que las
111ate111áticas tatnbién eran verdaderas.
No sólo en el caso de las tnateniáticas; respecto a todo
Russell buscó sietnpre la certeza del conocim.iento. Una
pregt1nta lo acon1pañó hasta el fin de su vida: ¿cómo saber
si algo es cierto?
Estaba convencido de que las tnateináticas ofrecían la
mayor esperanza para alcanzar la certeza del conocimien­
to, pero al núsrno tietnpo las pniebas de los teoremas 1nate­
n1áticos que sus profesores le enseñaron en la universidad
no le satisfacían. Necesitaba encontrar n1ejores pruebas, es
decir, detnostraciones más contundentes y convincentes de
la verdad del conocimiento tnatetnático; pero esto no re­
sultó ser tan sencillo como in1aginó inicialmente, y en esta
tarea invirtió veinte años de su vida, al cabo de los cuales
estaba cansado y confundido. Los resultados le parecieron
pobres comparados con sus expectativas juveniles. Había
esc1·ito varios libros y nutnerosos artículos, y sin erribargo
no estaba satisfecho.
A pesar de lo que pudiera l1aber sentido entonces, su
trabajo representó en realidad un avance considerable en
este can1po. En especial, el libro que escribió con Alfred
28
itehead y que se publicó en 1910, Principia rnatherna­
tica, es una obra fundan1ental, porque construyó la plata­
forma sobre la que posteriorn1ente se siguió desarrollando
la lógica tnaten1ática.
El objetivo del libro era den1ostrar que las tnaten1áticas
constituyen tan sólo un capítulo de la lógica. Para lograr
dicho objetivo, y en1pleando la notación de Peana (es de­
cir, los sítnbolos que inventó este tnatetnático italiano)
Russell y itehead sistetnatizaron, por una parte, los
trabajos de lógica tnatetnática que se habían producido
hasta entonces y, por otra, establecieron explícitafllente la
01ayor parte de las reglas de la lógica formal que se etnplean
hoy en las demostraciones 1naten1áticas.
En su época, Russell no fue el único que se interesó
por los fundamentos de las tnaten1áticas y por desarrollar
la lógica tnaten1ática. A fines del siglo pasado y principios
de éste, tanto en Inglaterra cotno en otras partes del mun­
do, distintos n1aten1áticos y filósofos se involucraron tatn­
bién en el estudio de estos telllas, aunque las conclusiones
a las que llegó a cada uno no sietnpre coincidieron. Lo que
desató este interés fue la aparición de paradojas en la teoría
de conjuntos, de la cual hablaren1os tnás adelante. Fue este
hecho el que dio lugar a lo que se ha llainado una crisis en
los fundamentos de las rnaternáticas. Antes de hablar
acerca de esto analizaren1os en qué consiste una crisis de
esta naturaleza.

Ejemplo de otra crisis


Es iinportante señalar que la crisis que se presentó en
tiempos de Russell no es la única que han padecido las
matemáticas. Casi en cada etapa de la historia de esta dis­
ciplina los n1ateináticos se han enfrentado con crisis, y
éstas surgen por la n1anera en que se ha ido construyendo
el conocitniento tnatemático.
Es decir, si seguitnos comparando a las matetlláticas

29
,, 11
-

'

Pitágoras (que aparece aquí e11 u11 grabado de 1193) y sus seguidores se
enfre11taron a t111a de las prin1cras crisis maten1áticas al encontrar los
11Ú1ncros irracionales.

30
con un edificio muy alto, vefilos que esta disciplina no ha
sido construida de la n1anera tradicional en la que se le­
vanta un edificio. Cuando los tnateináticos comenzaron su
tarea no ''excavaron'' para establecer unos cintientos pro­
fundos. Más bien fueron construyendo directamente sobre
la superficie del terreno.
En su motnento, esto era razonable porque no habían
pensado construir un rascacielos y el terreno parecía brin­
darles una base se:----�. De hecho su preocupación se cen­
traba en las propiedades de los nún1eros y de las figuras
geotnétricas, propiedades que están fundatner1tadas en la
experiencia cotidiana.
Sin en1bargo, a tnedida que la estructura cotnenzó a
elevarse sobre el terreno resultó obvio que se tan1baleaba,
y que seguir constIUyendo podía poner en peligro el edificio
entero. Así, a diferencia de lo que hacen los ingenieros, los
n1aten1áticos han ido construyendo los citnientos paralela­
tnente, o incluso con posterioridad, a la elevación del edificio.
Una de las prin1eras crisis en los fundan1entos de la que
se tiene noticia tuvo lugar en la Grecia clásica, en el siglo
VI a. C., cuando al hacer ciertos cálculos los n1atemáticos
de la escuela de Pitágoras se toparon con los núllleros que
hoy denominamos ''irracionales''. En aquella época sólo se
conocían los núineros enteros y los quebrados, o sea
expresiones que resultan de dividir dos nútneros enteros,
los que en la actualidad se denolllinan ''n(1n1eros racionales''.
El encuentro con los números irracionales se dio a
través de la aplicación del teorema de Pitágoras, el cual
establece que, dado un triángulo rectángulo, con catetos
de magnitud a y b e hipotenusa de magnitud e, se cum.ple
la siguiente relación:

o dicho de otra n1anera, que: ''la sutna del cuadrado de los


catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de
la hipotenusa''. •

31
Por lo tanto, si se conoce la magnitud de dos de los
lados de un triángulo rectángulo es posible calcular la
tnagnitud del tercero.
Si se tiene, por ejemplo, un triángulo rectángulo cuyos
catetos tengan atnbos magnitud 1, aplicando la fórmula
resulta que:
2 2 2
1 + 1 =c ,
2
pero 1 = 1, entonces:
2
1 + 1= c
2
2 = c ; despejando c, se tiene:
2= c

Es decir que la tnagnitud de la hipotenusa es igual a lo


que hoy conocetllos cotno ''la raíz cuadrada de 2'', nútnero
desconocido para los 1I1atetnáticos griegos de entonces.
A través de cálculos coino el anterior estos tnatetnáti­
cos se encontraban con nún1eros, con10 2 y otros, que no
resultan de dividir dos nún1eros enteros. Esto les produjo
gran desconcierto ya que no podían aceptar su existencia,
pues no tenían lllanera de acon1odar este descubruniento
al saber tnaten1ático de su época.
Cotno dijitnos arriba, para los griegos todos los núme­
ros eran tnúltiplos de la unidad; es decir, los que hoy
llan1a01os enteros positivos: 1, 2, 3, ..., o bien, fracciones
de la unidad: 1/2, 1/4, 1/3, etcétera. Pero 2 no es ni un
número entero ni un nún1ero fraccionario, por lo que no
podían explicar su existencia. Esta crisis se solucionó
cuando resolvieron considerar a 2 (y a otras entidades
tnatetnáticas setnejantes) co1110 longitudes, en vez de nú­
tneros. Esto in1pidió que la aritmética, e incluso el álgebra,
se desarrollaran plenamente. Hizo falta una tnentalidad
distinta que pudiera concebir el nÚillero cotno algo inás
que tnúltiplos o fracciones de la unidad para avanzar en
dichos campos de la matemática.
De hecho, tuvieron que pasar varios siglos antes de

32
que se fundamentara la existencia de los nútneros irracio­
nales.
Hoy sabeinos que el cociente de dos enteros sólo
puede ser de tres maneras:

• un entero, como en el siguiente ejen1plo:


30 / 6 = 5

• un 11ú1nero con expansión deciinal finita:

129/ 4 = 32.25

• o bien, un núinero con expansión deci111al infinita,


pero periódica:

53/ 11 = 4.818181818...

donde el periodo 81se repite infinitamente.


Tatnbién sabeinos hoy que los núineros irracionales
no se ajustan a ninguno de los tres casos expuestos arriba.
Es decir, no existen dos nún1eros enteros cuyo cocien­
te sea un nútnero irracional. Los irracionales son nútne­
ros con una expansión decitnal no periódica e infinita,
como por ejemplo la raíz cuadrada de 2 que es igual a
I.4142135623... o el tan conocido nútnero pi (n), que es
igual a 3.141592653..., donde los puntos suspensivos nos
indican que la expansión decimal del número continúa in­
definidamente.
Hoy en día, con sólo apretar un botón podemos calcu­
lar, por ejetnplo, la raíz cuadrada de cualquier nútnero, y
si el resultado es un número irracional, como en el caso de
2 , obtendremos las primeras cifras de su expansión deci­
mal; pero con el apoyo de una computadora es posible
calcular más de dos tnil cifras de la expansión decitnal de
t1n número irracional, aunque por ser ésta infinita no es
posible conocerla cabalmente.

33
La crisis en los fundamentos de la tnatemáticas
Cotno dijinios arriba, la crisis en los funda1I1entos de
las tnatetnáticas se produjo por la aparición de paradojas
(o aparentes contradicciones) en la teoría de conjuntos,
cuyo creador fue el fllatetnático aleinán Georg Can·tor.
Si bien es cierto que la noción de ''conjunto'' es una
de las tnás sitnples de las tnatetnáticas, su concepto no se
hizo explícito hasta los últiinos veinticinco años del siglo
pasado, cuando Cantor estudió formalmente las propieda­
des de la ''cardinalidad'', o nútnero de eleinentos de un
conjunto.
A Cantor le interesaron especialmente los conjuntos
infinitos y deinostró que existen conjuntos cuya cardinali­
dad es igual a la de un subconjunto de éste. Detnostró que,
en ciertos casos, la cardinalidad del todo es equivalente a
la de una de sus partes, co010 en el caso del conjunto de
los nútneros naturales { 1, 2, 3,...} y de los números pares
{2, 4, 6, ...} que, cotno tnuestra la siguiente figura, pueden
ponerse en correspondencia uno a uno, de donde se de­
duce que por cada nútnero natural hay un nútnero par, a
saber el doble de éste; y por lo tanto, la cardinalidad de
ambos conjuntos es la rrtistna.

1 2 3 4 5 7 8 9 1 O ...
6
¡ ! ¡ ¡ ! !! ! ¡ ¡
2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 . ..

Como ya dijimos, la teoría de Cantor dio lugar a la


controversia. En particular, Russell descubrió un problema
que se cor1oce hoy como la paradoja de Russell, y que 1
produjo una gran sacudida cuando la dio a conocer. Preo­
cupó partículartnente a Gottlob Frege, el maten1átíco ale­
tnán, que pensó que había asegurado los fundamentos de
las tnatemáticas con su teoría. Cuando el segundo volutnen
de la obra de Frege estaba a punto de publicarse, éste re­
cibió una carta de Bertrand Russell en la que le con1unic9ba
34
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4

La llamada ''paradoja del barbero''


,,, .
conmocionó el mundo de las
matemat1cas.

35
que había descubierto una paradoja que ponía en entredi­
cho sus afirmaciones. Tras conocer esta paradoja Frege se
vio obligado a añadirle a su libro un apéndice en el que
aceptaba la debilidad de su teoría y le daba crédito a Russell
por el descubrimiento.
La paradoja de Russell se ha expresado de rnuchas
tnaneras. La siguiente es lllUY conocida y se la llatna tatn­
bién la paradoja del barbero.
''En cierta aldea el barbero afeita únicamente a todos
los honibres que no se afeitan a sí tnisn1os. Entonces, ¿se
afeita el barbero a sí niistno?''
El probletna es que, si lo hace, entonces no afeita sólo
a los que no se afeitan a sí tnistnos, porque él sí se afeita a
sí tnisn10. Y si la respuesta es negativa, también hay una
contradicción en que no afeita a todos los que no se afeitan
a sí 1nis01os, le falta al menos uno, él n1is1no.
O dicho en 1naten1áticas:
''Sea A el conjunto de los hon1bres q11e únicatnente
afeitan a todos los que no se afeitan a sí 01isn10s; ¿pertenece
o no el barbero al conjunto A?''
Lo que descubrió Russell es la imposibilidad de decidir
si el barbero es nliem.bro o no del conjtmto A. Es decir que en­
contró ciertas proposiciones Inaten1áticas sobre las que
no es posible decidir, a prim.era vista, si son falsas o verda­
deras. Para su sorpresa, ¡había encontrado al n1enos un
ejetnplo en el que las tnatetnáticas podían no ser verdade­
ras! Sin etnbargo, él nlistno encontraría, más tarde, la res­
puesta a este probletna.
Russell demostró que no puede existir un conjunto --
A
con esas características, ya que la condición que se ref iere
a la unicidad de su actividad, en el ejemplo ''afeitar sólo a
los hotnbres que c�tnplen con cierto requisito'', no es com­
patible con la otra condición que presenta esta paradoja, a
saber, la universalidad de su actividad, es decir que ''afeita
a todos los que no se afeitan a sí tnisinos''. O dicho de otra
manera, ambas condiciones son contradictorias, por lo que
no pueden presentarse en una tnistna persona, lo que lo
36
llevó a la conclusión de que no puede existir tal barbero.
Paradojas co1110 la anterior pusieron en duda la solidez
de los citnientos, haciendo que el edificio de las tnatetnáticas
empezara a tatnbalearse, lo que propició que se revisaran
sus fundamentos y que se hiciera necesario reconstniirlos.
A fin de lllantener en pie la estructura de las tnateináti­
cas se requerían medidas drásticas, y los tnatetnáticos de­
tnostraron ser capaces de totnarlas. Era claro que no había
un suelo sólido en la base del edificio, porque el terreno
aparenten1ente firme de la verdad había resultado ser enga­
ñoso, por lo que pensaron que quizá la estructura podía
hacerse sólida excavando profundatnente en el terreno y
erigiendo citnientos de otra clase. Estos estarían coIT1puestos
/

por axiotnas (que son enunciados tnatetnáticos que no


requieren demostración) y por detnostraciones explícitas
de todos los resultados matetnáticos, incluso de aquellos tan
aparentetnente obvios que parecieran no necesitar de01os­
tración. Esta reconstrucción tanibién se conoce con el notn­
bre de ''axiom.atización de las niatetnáticas''.
Así, uno de los resultados de esta reconstrucción de
los fundatnentos de las tnate01áticas, y del que se ocuparon
... ,,.,.
Russell y ·rehead en su libro Prindpia niatheniatica, fue
el desarrollo de dos procesos paralelos: uno, que intentaba
n1ateinatizar la lógica tradicional, y otro, que pretendía
fundatnentar las n1ateIT1áticas usando la lógica tradicional.

La lógica siinbólica
Respecto a la tnaten1atización de la lógica, ven1os
cón10 ésta ha incorporado un lenguaje simbólico, tradicio­
naltnente reservado a las tnatetnáticas, por lo que hoy se
lo conoce tan1bién conio ''lógica sitnbólica''. Los razona­
Illientos y argumentos lógicos que antes sólo era posible
expresar a través del lenguaje se expresan hoy con lo que
parecen fórmulas filate111áticas.
Por medio de signos simples, tales cotn'o los que se

37

De1n. •

r- . *54 • 4. � r- : : a == i'x u i'y. � :.


/3 e a. 3 ! /3 . =:/3 = A. v . /3 = t'x. v . /3 = t•_,· . v . /3 == a : 3 ! /3 :
[*24·53·56.*51·161] = :f3=i'x.v.{3=i'y.v.{3==a (l)
e e e
r- . *54. 2 5 . T ra11 s p . *52 • 2 2 . :) r : X* y L X u t y* t X . (.·.,t u t(y* L'y
. � . :

[*13· l 2] � J-: a== i'xu i'y. x=ty.:). a=t= t.'x. a=½= i'y (2)
r-. ( 1). (2). :) r-:: a == i'x u t'y. x=ty.:) : .
f3C a_ 3 !/3 .{34:-a. == :{3=t'x. v .f3==i'y:
[*51-235] =: (]z.) • ZEQ'. ./3==t'z:
[*37·6] = : /3 El., a ( 3)
r- . (3) . * 1 1 • 1 1 • 3 5 . * 54 • l O l . :) r . Prop
*54·43. r-:.a./3E l .�:an/3=A.=.aU/3E2
De11l.

L *'-;--) 4 . ')
r. ...6. _Jl� L ..• tA.-t' x ·/J-t_,._1.�
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[*51·231] - . ,
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[*13·12] = .o.n/3==_\ (l)
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r- : . ( ] -'<,_V) . Q'. == l• _'( - /3 == l'_)
1
• :) -:Q'. U /3 E 2 . = . (): n /3 == :\ ( 2)
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Fron1 this })1-<>positi<>r1 it \\'ill t·<>ll<>,,·, \,·he11 a1-ith111etical �lclditi<>11
11�1s bc<-'11 (lt·f111t·<l. tl1�•t 1 + 1 == �-


Fragmento del libro de Russell y Whitehead,
donde se demuestra que 1 + 1 = 2.

38
ilustran a continuación, la lógica simbólica reduce proble­
mas lógicos complejos a otros de proporciones maneja­
bles. Entonces, cualquier frase o proposición lógica, conio
''hoy es lunes'' , puede representarse a través de una letra
del alfabeto, cotno la a, por ejetnplo.
Tatnbién hay símbolos especiales para mostrar relacio­
nes entre las proposiciones lógicas. La palabra ''o'', que
representa la disyunción lógica, equivale al símbolo V. Así,
la afir01ación lógica ''desayuna a las 8 o sale a correr
tetnprano'' puede expresarse con10:
xvy
Mientras que la palabra ''y'', que representa la conjun­
ción lógica, es equivalente al símbolo A. Así, la afirmación
''hoy es lunes y el sol está brillando'', puede expresarse
co010:

aAb

Por otra parte, el símbolo ''=>'' representa la relación


lógica ''si...entonces''. Así, la afUTI1ación ''si hoy es n1artes
entonces nii auto no circula'' se expresa cotno:

a => b

donde a representa la proposición ''hoy es martes'' y b ''nú


auto no circula''.
El símbolo 1 equivale a la negación.Así, si a repre­
senta la proposición ''hoy es jueves'',-, a significa ''hoy no
es jueves''.
Por n1edio de estos signos sitnples la lógica Jitnbólica
reduce problemas lógicos cotnplejos a otros de ¡_,roporcio­
nes tnanejables.Un gran nÚIT1ero de proposicione� pueden
ser relacionadas unas con otras en términos alg�braicos
sitnples. Se puede, por ejemplo, ordenar y reordenar ecua­
cio11es, simplificarlas, desarrollarlas y los resultados, des-

39
pués de haberlos traducido al lenguaje hablado, pueden
revelar nuevas relaciones o incluso inconsistencias.
Hoy en día la lógica simbólica tiene 111uchos campos
de aplicación.

La fot·tnalización de las matemáticas


En cuanto a la tarea de fundamentar las 1naten1áticas a
través de la lógica, es posible apreciar cómo en la actuali­
dad las tnateniáticas ya han incorporado formaltnente el
uso de razonatnientos de la lógica tradicional.
Es decir, la n1ayoría de los procesos de den1ostración
tnaten1ática tienen hoy una fundamentación en la lógica
formal. Sin embargo esta tarea ha sido una de las tn�s arduas
y difíciles para los 01atetnáticos. Significó una reforma pro­
funda, ya que proposiciones que habían sido aceptadas
desde su creación corno intuitivatnente evidentes debían
ser detnostradas de tnanera formal.
Una ilustración particular de esto es la necesidad de
detnostrar, por ejen1plo, que'' - O= O'' (menos cero es igual
a cero) en aras de fortnalizar los nún1eros reales (es decir,
los nún1eros que forman la recta nutnérica).
Los et·ectos de la fundan1entación de las Illatetnáticas,
tras haberse superado la crisis, fueron de diversos tipos.
lTn efecto positivo de esta crisis es que trajo consigo nuevas
formas de ver las teorías tnatemáticas, y la incorporación
de,, la lógica tnatetnática corno una ratna inás de las tnate-
.
mat1cas.
La labor de Russell como filósofo de las tnatetnáticas
fue m.últiple y de trascendental itnportancia para el de­
sarrollo tanto de las rnatetnáticas corno de la filosofía. En
particular contribuyó grandemente al establecimiento de
una nueva ran1a de las rnatemáticas: la lógica tnaten1ática.
Sin einbargo, su producción inás in1portan.te no se litnita a
estas disciplinas. En las páginas que siguen abordaremos
otros aspectos de su quehacer intelectual.

40
La lucha por la paz

Durante cuatro siglos mi familia tuvo im-


portancia en la vida pública de Inglaterra y se
me educó en un sentimiento de responsabili­
dad, que exigía que expresase mis opiniones
sobre los problemas políticos. Este sentimiento
está implantado en mí más pro/undamente de
lo que quisiera la razón.

El desetnpeño de Russell con10 filósofo de las 1nate01á­


ticas siguió su run1bo normal hasta 1914, cuando estalló la
primera guerra tnundial. En ese tnolllento su vida se trans­
formó radicalmente y ya no volvió nunca a ser la n1isrna.
A través del horrible espectáculo que proporcionaba
la guerra, donde lo que itnperaba era la visión de la tnuerte,
etnpezó a a01ar la vida y a todo lo vivo de una forma des­
conocida hasta entonces para él. Esto lo obligó a cambiar
su perspectiva de la naturaleza hun1ana.
Los teinas que siempre le habían apasionado dejaron
de interesarle. Abandonó entonces sus investigaciones pa­
ra dedicarse a escribir otro tipo de libros, para cotnunicarle
a los detnás cótno se sentía y cómo pensaba que debían
vivir los hotnbres.
La guerra lo desquició; la consideraba una locura y un
crinien de los que responsabilizaba a todas las potencias
comprometidas en ella, en uno y otro catnpo de batalla.
Alzó su voz para protestar por la barbarie. Esperaba con
toda su aln1a que su patria, Inglaterra, perinaneciese neu­
tral y no se involucrara en la guerra, pero cuando esto no
sucedió siguió protestando.
Las protestas le valieron el rechazo de antiguos an1i­
gos, lo que culminó en un aislatniento de casi la totalidad
de su núcleo social. Se distanció, entre otros, de atnigos
como itehead, pero nada lo detuvo en su protesta, y
lllUchos años después seguía creyendo que su actitud había
sido la correcta.

41
Culpó siempre a la primera guerra de la mayoría de los
males que más tarde asolaron al siglo xx, incluida la segun­
da guerra tnundial.
Expresó de n1uchas tnaneras su oposición a la guerra.
Participó en manifestaciones, redactó peticiones y publicó
en los periódicos lo que pensaba. En 1916 escribió un texto
defendiendo a un hombre que había sido encarcelado por
algo que Bertrand Russell no consideraba un crimen. Este
hombre había defendido sus principios, negándose a ir a
la guerra.
Sin tnencionar el nornbre del autor, un grupo de paci­
fistas itnpritnió ese texto para distribuirlo por las calles.
Fueron sorprendidos por la policía y más tarde encarcela­
dos, acusados de hacer circular propaganda subversiva. Su
encarcelatniento indignó profunda01ente a Bertrand Rus­
sell. Después de todo, si él era el autor, ¿por qué los casti­
gaban a ellos y no a él?
Con este m.otivo escribió una carta al periódico The
Times, esclareciendo el hecho. Días después fue consigna­
do, juzgado y lllUltado con cien libras esterlinas que se
negó a pagar. Por lo que, para cubrir el monto de la n1ulta,
algunos de sus bienes tuvieron que ser puestos a subasta
pública.
A raíz de este escándalo la Universidad de Ca01bridge
le canceló su contrato coino profesor del Trinity College.
Una vez terminada la guerra la universidad le ofreció reins­
talarlo en su puesto, pero él declinó el ofrecimiento. Mu­
chos años después, al finalizar la segunda guerra mundial,
Bertrand Russell aceptó regresar a Catnbridge cotno inaes­
tro de filosofía.
El 3 de enero de 1918, cercano ya el fin de la guerra,
una publicación seinanal de tendencia pacifista, llan1ada
The Tribunal, con la que Russell colaboraba periódica­
mente, publicó un artículo suyo en el que expresaba sus
ideas antigobiemistas. Por este artículo fue sentenciado a
seis ineses en la prisión de Brixton.
Su estancia en la cárcel no lo abatió, y logró sacarle el
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Caricatura que muestra a Russell en uno de sus encarcela1nientos. El texto


que apareció al pie decía: "¿Quién es el cerebro que ideó esto?,,

43
mayor provecho que pudo a su confina111iento. Durante
el tietnpo que pasó en Brixton se dio a la tarea de leer y
escribir, de tal inodo que, en un día nortnal, dedicaba
cuatro horas a escribir filosofía, cuatro a leer filosofía y
otras cuatro a lecturas generales. También ocupaba parte
del tien1po en reflexionar y en escribir car·tas, todo lo cual le
estaba pern1itido, siempre y cuando no hiciera propa­
ganda pacifista. Fue allí donde escribió su libro Intro­
ducción a la filosofta matemática, que publicó en 1919.
Tatnbién en1pezó a preparar, entonces, otro libro que
publicaría en 1921, El análisis de la mente.
Salió de Brixton en septietnbre de 1918, cuando la
guerra estaba a punto de terminar. El armisticio llegó el 11
de novietnbre; sin etnbargo, el fin de la pritnera guerra
tnundial no significó el fin de su aislantiento; por el contra­
rio, fue tan sólo el preludio de otro aislantiento inucho tnás
largo.
En 1920 visitó Rusia, donde tres años antes se había
llevado a cabo la revolución de los bolcheviques. Allí lllan­
tuvo largas conversaciones con Lenin y otros dirigentes
soviéticos de la época, para llegar a la conclusión de que
se trataba de un réginlen aborrecible. Situaba el origen del
tnal en el desprecio a la libertad y a la deinocracia, que para
él eran valores fundamentales. La Rusia soviética le parecía
una prisión inmensa donde los carceleros eran fanáticos
despiadados.
Este punto de vista lo llevó a distanciarse tainbién de
la n1ayoría de los atnigos que había hecho a raíz de sus
/

protestas pacifistas. Estos pensaban que la revolución so-


viética merecía un apoyo incondicional. Estaba desconcer­
tado y llegó a dudar de sí ntismo; no podía creer que sus
antigos aplaudieran se01ejante régin1en tiránico. Pero la
costumbre de seguir su propio juicio había cobrado fuerza
en él desde los años de la guerra, y no dudó en hacer pú-
blica su oposición.
La visita a Rusia constituyó un lllOlllento decisivo en
su vida. La mayoría de la gente en Inglaterra lo despreciaba
44
todavía por sus opiniones acerca de la primera guerra, y la
minoría, a la que él se había sumado con su protesta
pacifista, lo denunciaba por no elogiar a los bolcheviques.
Se encontró solo de nuevo.
El estallido de la segunda guerra tllundial en 1939, lo
volvió a llenar de angustia. Detestaba la ideología nazi, pero
sus convicciones pacifistas lo obligaban a ver la guerra
cotno inmoral. Sin em.bargo, c11ando en 1940 an1enazaba
a Inglaterra la posibilidad de ser invadida por Alem.ania,
sintió la necesidad de revisar sus convicciones. Resolvió
que era itnperativo que Alemania no ganara la contienda
y que, a pesar del gran dolor que apoyar una .
guerra pudiera
causarle, deb1a hacer todo lo que estuviera de su parte para
/

llevar a los aliados a la victoria.


En ese n1omento se vio forzado a reconsiderar la doc­
trina de ''no resistencia'', de no responder a un ataque, de
la que había sido hasta entonces partidario. Seguía pensan­
do que ésta era la doctrina correcta en algunos casos, cotno
en la prin1era guerra tnundial, pero ya no creía en su
aplicación indiscrim.inada.
El catnbio gradual que de 1932 a 1940 sufrieron sus
ideas fue 01ás un can1bio de lllatiz, de énfasis, que una
verdadera transforniación. A partir de ese lllom.ento, sin
en1bargo, no recuperó jan1ás la absoluta confianza en sus
convicciones que lo había caracterizado en los pritneros
años del siglo. Su actitud se tomó más ambivalente, pues
su cabeza no sien1pre coincidía con su corazón.
Durante la década de 1950 inició otra lucha, esta vez
en contra de las armas nucleares. En esta ocasión no se en­
contró solo. Las demandas de Bertrand Russell tuvieron
eco, no solamente en Inglaterra, sino más allá de las fron­
teras de su patria.
Junto con Einstein y otros científicos de gran prestigio
intetnacional protestó exigiendo el desarme nuclear. Organi­
zó la firma de manifiestos y la realización de conferencias
internacionales. Así surgió el Movillliento Pugw-ash, cuyo
fin era luchar contra los usos bélicos de la energía nuclear.
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45

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4
En febrero de 1958 se organizó en Gran Bretaña, la
Caillpaña para el Desarme Nuclear de la que Russell fue un
activo promotor y presidente durante algún tien1po. Esta
can1paña tuvo tnucho éxito, y logró la participación de
gran cantidad de personas. Sin embargo, y aunque en Gran
Bretaña había cam.biado el clitna político, no todo fue fácil.
En 1961, cuando estaba a punto de cumplir 80 años, volvió
a ser encarcelado durante varios días en la prisión de
Brixton, bajo la acusación de incitar a la desobediencia
civil; pero ni su avanzada edad ni la cárcel lo hicieron
retroceder. Russell continuó su lucha con el misn10 í1npetu
que en los días de la pritnera guerra. La catnpaña se trans­
formó en una asociación conocida con10 CON, que todavía
sigue tnuy activa hoy.
Años antes, en 1949, Russell ya había reconquistado,
tras la segunda guerra m.undial, el respeto de buena parte
de sus co01patriotas, que habían dejado de verlo con10 un
traidor para reconocer que era un hon1bre adtnirable que
los llenaba de orgullo. A principios de 1950 recibió del rey
Jorge VI (padre de Isabel 11, la actual reina de Inglaterra) la
Orden al Mérito, una condecoración que sólo se otorga a
aquellos ciudadanos que han logrado cosas de gran in1por­
tancia para la Gran Bretaña.
Después de condecorarlo el rey le dijo: ''Algunas veces
se ha comportado usted de una manera que, en general,
no es bien vista por nuestra sociedad.''
A lo que Russell le respondió: ''Bueno, en realidad la
fortna en que debe cotnportarse un hoinbre depende de
su profesión. Un cartero, por ejemplo, debe tocar en todas
las casas donde tiene cartas que entregar; pero si cualquier
otra persona fuera tocando puertas, sin ton ni son, se la
consideraría una atnenaza pública.''
Con esto Russell quiso decirle al rey que su objetivo
justificaba su conducta y que, aunque ésta se hubiera salido
de la nortna, tenía una razón de ser bien establecida, tanto,
que él lo estaba condecorando por ello.

47

Pese a sus mucl1os años de labor pacifista, RusseU 11unca recil)ió el premio
Nobel de la paz, sino ... ¡el de literatura!

48
Russell escritor

A mí se me permite emplear un inglés senci­


llo porque todo el mundo sabe que, si lo prefi­
riese, podría emplear la lógica matemática.

Para Bertrand Russell la actividad de escribir era algo


que surgía de forma absolutatnente natural, de una manera
poco usual.
En los años de su formación, y particularn1ente duran­
te la adolescencia, se acostumbró a registrar de n1anera
sisten1ática, en cartas y diarios, sus sentimientos y reaccio­
nes, tanto que escribía un protnedio de tres mil palabras al
día (unas diez cuartillas a llláquina).
Era tatnbién un ávido lector, con una capacidad de
lectura bastante poco usual, y a tnenudo coinbinaba atnbas
aficiones. Extraía la esencia de sus lecturas, para luego
organizarlas por escrito.
En contraste con esto, para escribir un libro o un ar­
tículo necesitaba tener la estructura del texto clara en su
tnente, antes de poder plasinar las ideas en el papel. Una
vez terminado el n1anuscrito, lo revisaba n1ás de lo que sus
editores hubieran querido. Era muy perfeccionista y se
esmeraba
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en pulir las frases una y otra vez.
Esta es quizás una de las razones por las que su estilo
es tan claro y decidido. Por otra parte, es un estilo su01a­
filente original por su tnanera de conj11gar la sencillez con
la profundidad que le caracterizó sietnpre.
Otra de S'US cualidades fue la flexibilidad. Siempre es­
taba dispuesto a reconsiderar una idea o un argu111ento, y
repetidas veces dijo que prefería sacar la verdad a la luz
que aferrarse a ser consistente a lo largo del tien1po. Por
esta razón algunos de sus textos parecen contradecirse. En
cada etapa de su vida escribió con la mistna claridad, y
sorprende la facilidad con la que se aprecian, de un texto
a otro, las diferencias producto de su evolución intelectual.

49
Su extensa obra -escribió n1ás de 60 libros y cientos
de at·tículos- nos ofrece un registro continuo del desarro­
llo de sus ideas en distintos tópicos. Podernos dividir la obra
de Bertrand Russell en dos grandes grupos: el forinado por
sus escritos sobre maten1áticas, filosofía de las tnatetnáticas
y teoría del conocimiento, por una parte, y el constituido
por sus ensayos sociológicos, por otra.
Russell fue un prorifico escritor durante toda su vida.
En s11s libros y artículos trató ten1as n1uy diversos, cotno
las n1atetnáticas, la lógica, la filosofía, la religión, la política,
la vejez, el ocio, el matritnonio, la educación y tantos otros.
Si11 en1bargo, algunas de sus mejores obras están conteni­
das e11 pequeños folletos y notas publicadas en diversos
periódicos. Esto es especialmente cierto en lo que se refie­
re a estudios sobre religión, muchos de los cuales son poco
conocidos fuera de ciertos círculos especializados.
A t..ines de 1950 recibió el premio Nobel de literatura
por su controvertido libro Matri1rtonio y moral, publica­
do e11 1929.

Vida en pareja

Afuchos hombres tienen miedo a recibir la


influencia de una mujer, pero en mi experien­
cia éste es un miedo estúpido. Me parece que
los hombres necesitan a las mujeres y éstas a los
lzombres, tanto mental como físicamente. En
lo que a mí concierne, debo mucho a las mujeres
que he amado, sin las cuales tendría una visión
1nucho más estrecha de las cosas.

Co010 lo tnencionatnos al principio, Bertrand Russell


afinnaba qtie el atnor representó una fuerza trascendental
en su vida.
Su prin1er gran amor fue Alys Pearsall Srnith de la que,
según st1s propias palabras, se enan1oró a prin1era vista.
50
Alys había nacido en Filadelfia y era cinco años mayor que
Bertie. Se conocieron en el verano de 1889, cuando él tenía
17 años, y se hicieron muy amigos.
En 1893, al alcanzar la n1ayoría de edad, él heredó 20
mil libras esterlinas, cantidad más que suficiente entonces
para independizarse, por lo que se decidió a transfortnar
esa gran atnistad en algo tnás que admiración a distancia.
Al año siguiente, el 13 de diciembre de 1894, contrajeron
matritnonio ante la oposición de la faniilia Russell, que
nunca vio su noviazgo con buenos ojos.
Decidieron alejarse de la fan1ilia y durante los dos
pritneros años de su tnatritnonio pasaron varios perio­
dos fuera de Inglaterra. Viajaron a varios países de Europa
y a Estados Unidos debido, principaltnente, al trabajo de
Russell.
..._
Russell tenía un�� deseo de tener hijos, pero la este­
rilidad de Alys lo itnpidió. Esto y otros motivos hicieron
que, en 1901, le cotnunicara que había dejado de quererla,
lo que provocó en ella una gran desolación. Sin en1bargo,
continuaron viviendo juntos durante varios años n1ás. Gra­
dualmente la relación se fue deteriorando; durante esa épo­
ca Bertrand Russell padeció periodos de gran depresión.
En 1910 aceptó un nuevo ofreci11liento del Trinity
College, y se tlludaron a vivir a Cambridge, pero este arre­
glo no duró tnucho tiempo. En 1911 Russell se enatnoró de
lady Ottoline Morrell y se separó definitivan1ente de Alys.
No volvió a verla hasta 1950, un año antes de que ella

tnur1era.
El periodo entre 191O y 1914 fueron años de transi­
ción. Su vida de antes de 191 O fue radicalniente distinta a
la de después de 1914, y Ottoline desempeñó un papel
n1uy importante en ese tránsito. Había logrado ejercer una
gran ir1fluencia sobre él, que Russell juzgó sien1pre como
benéfica.
Ottoline lo ayudó a confrontar sus prejuicios, obligán­
dolo así a repensar cuestiones fundarrientales y a adoptar
nuevos puntos de vista. Consiguió desencadenar en él un
51
proceso de rejuvenecimiento que se prolongó durante los
años de la primera guerra. La relación de Russell y Ottoline
no duró mucho tiempo, pero mantuvieron una estrecha
antistad a lo largo de su vida.
A través de su labor como pacifista conoció, en 1915, a
lady Constance Malleson, mejor conocida por su no111bre
artístico de Colette O'Neil, una bailarina y actriz que tam­
bién participó activamente en el lllovimiento por la paz.
Se enarnoró intensainente de ella; el prirner año de su re­
lación, sobre todo, fue m.uy illlportante para Russell. El
anior de Colette lo había ayudado, según decía, a sobrelle­
var la gran desolación que le producían los horrores de la
guerra. La consideraba una llama de esperanza en un mar
de desesperanza. Colette continuó visitándolo en la cárcel,
pero poco después de que Bertie quedó libre se separaron
deflllitivatnente.
Al cabo de un par de años se inarchó a China acon1pa­
ñado de Dora Black, quien en 1921 se convirtió en su se­
gunda esposa; ese 01isrno año nació John Conrad, su pri­
mer hijo. Poco tiempo después tuvieron una niña a la que
llamaron Katherine Jane.
Russell había deseado siernpre ser padre. Al saber que
Alys no podía tener hijos trató de reprintir este deseo, pero
a rnedida que pasó el tienipo éste fue creciendo hasta
volverse una obsesión. El nacimiento de su hijo mayor le
produjo una irunensa alegría, a tal punto que durante los
diez años subsecuentes la paternidad se tomó su propósito
y preocupación fundam.ental.
En su Autobiografta describe la paternidad como un
sentitniento muy cotnplejo. En prin1er lugar, resalta que,
con10 parte de su instinto anin1al, el ser huinano tiene un
afecto especial por la cría y siente un placer irunenso al
descubrir sus encantos. Dice además que se genera en el
padre una sensación de infmita responsabilidad, regul·a­
dora de actividades cotidianas. Tatnbién pens-aba que la pa­
ternidad trae consigo un elemento egoísta que puede re­
sultar tnuy peligroso, el deseo que tienen los padres de que
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Colette O'Neil, tina de las mujeres in1porta11tes en la vida de Russell .


53
los hijos no cometan sus mismos errores así como de que
continúen su obra cuando ellos ya no puedan hacerlo. Y
creía, en definitiva, que en un n1on1ento detertninado los
padres esperan que los hijos sean el ilnpulso y el lllOtivo
• •
para v1v1r.
Tan pronto como sus hijos empezaron a crecer Bertie
y Dora se plantearon cómo debían educarlos. A Russell le
interesaba, en particular, que John y Kate crecieran al lado
de otros niños y, por lo mis1110, no quería educarlos cotno
lo habían educado a él, totalmente alejado de niños de su
edad y rodeado sólo por adultos.
Por otra parte, las escuelas que habían visitado les pa­
recían inadecuadas para inscribir a sus hijos, pues se aleja­
ban inucho de su forma de pensar.
Lo anterior llevó al tnatritnonio Russell a fundar, en
1927, su propia escuela prilnaria y a realizar su ya célebre
experimento educativo. Beacon Hill, la escuela, que insta­
laron al sur de Londres, en el condado de Sussex, se carac­
terizó por sus tnétodos educativos, n1uy revolucionarios
para la época.
Este experitnento consU111ió mucho de su tiempo y e­
nergía. La escuela no era un buen negocio y Bertie, además
de trabajar en ella, tenía que viajar constantemente para dar
conferencias y así obtener ingresos suficientes para m.an­
tener a su faniilia y sostener la escuela.
Su relación con Dora duró 15 años. En 1935 ella
decidió separarse de Russell y se quedó al frente de la
escuela.
Fue en esa época cuando, al morir su hermano, Bertie
heredó el título nobiliario y se convirtió en tercer conde
de Russell. Si bien no le gustaba usar el título, pues no era
afecto a hacer alardes, no pudo renunciar a él, so pena de
ser acusado de alta traición. En su tnodestia, incluso llegó
a pedirle a su editor que no usara el título cotno señuelo
para hacerle publicidad a sus libros.
En 1936 se casó con Patricia Spence, su colaboradora
en la redacción de varios libros. En 1937 nació Conrad
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El famosísimo RusselJ fue descalificado como maestro tras u11 juicio iniciado
¡Jor la denuncia de t1n ama de casa neoyorquina.
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55
Sebastian Robert, el 1I1enor de sus hijos, y en 1938 se m.ar­
charon los tres a vivir a Chicago. Allí Russell inlpartió un
sen1inario en la facultad de filosofía de la universidad, pero
al poco tietnpo de llegar aceptó una cátedra en la Univer­
sidad de California, a donde se 1I1udó a vivir con su fatnilia
la prilllavera siguiente. Sus clases estaban program.adas pa­
ra el otoño, así que decidió ocupar parte de ese lapso para re­
correr varias instituciones acadén1icas del país, que lo
habían invitado a dar conferencias. El atnbiente académ.ico
de la Universidad de California le pareció n1uy pobre, y a
fines del año siguiente aceptó un ofrecitniento del City
College de Nueva York, una institución con características
inuy particulares.
El City College estaba adtninistrado por la 111unicipali­
dad de la ciudad, y eran públicos sus nexos con el Vaticano.
Los estudiantes eran, en su tnayoría, católicos o judíos, y
la rivalidad entre las dos religiones era patente. Los profe­
sores, por su parte, se esn1eraban por conservar cierta
libertad acadétnica. Esta es probableniente la razón por la
/

que le hicieron el ofrecitniento a Russell, quien no había


ocultado nunca sus ideas acerca de la religión (incluso,
varios años después, habría de escribir un libro que lleva
por título Por qi,é no soy cristiano).
El escándalo no se hizo esperar. La inadre de una de
las estudiantes del City College den1andó a la tnunicipali­
dad por contratar cotno tnaestro a ''semejante hereje'' , y el
asunto se fue a juicio. El fiscal calificó los trabajos de Russell
'"
de ''libidinosos, lujuriosos, venéreos, eron1aniacos, atrodi­
siacos, irreverentes, tnentirosos e irunorales'' . La tnunicipa­
lidad perdió el juicio y a partir de entonces se inició por
todo el país una cacería de brujas en contra de Bertrand
Russell. Le cancelaron contratos para hablar en público,
los periódicos y revistas se negaron a publicar cualquier
escrito suyo y IllUY pronto se vio privado de toda fuente de
ingresos. Su situación se volvió insoportable; la guerra le
itnpedía volver a Inglaterra o traer dinero de allí, y sus
ahorros se agotaban. Las cosas se con1plicaron porque,
56
para entonces, sus hijos mayores vivían con ellos y tenía
cinco personas que Illantener.
Por fin el doctor Albert Bames, un hon1bre liberal y
aparenten1ente de amplio criterio, lo contrató por cinco
años con10 Illaestro de filosofía en la Fundación Barnes,
donde em.pezó a trabajar a partir de 1941. Las notas de esos
cursos se convertirían inás ta1·de en su Historia de la fi­
losofia de Occidente.
Al cabo de varios n1eses el Trinity College le ofreció un
puesto de profesor por cinco años, y por este inotivo re­
gresó con su fa111ilia a Inglaterra en 1944, un año antes de
que finalizara la guerra. Su matrimonio con Patricia Spence
tern1inó cuando ella lo abandonó, varios años después de
haber regresado a Inglaterra.
Sus últin1os 20 años los pasó al lado de Edith Finch,
con quien se casó en 1951. Edith era una profesora nortea­
inericana del Bryn Ma-wr College. Antes de conocer a Edith,
Russell tenía ya una larga vinculación con Bryn Maw-r.
Recién egresado de la universidad ofreció allí una serie de
conferencias; muchos años después, Bryn Mawr fue la
prin1era institución norteamericana en ron1per el boicot
que se le había itnpuesto desde que el City College de
Nueva York lo despidiera por considerarlo inmoral. Con
Edith con1partió 01uchas cosas, incluyendo la lucha en
favor del desarme nuclear. Con ella encontró una tranqui­
lidad plena que le ayudó a vivir con gran felicidad los
últitnos años de su vida.

Vejez
A lo largo de sus 98 años de vida Russell nunca se con­
sideró viejo; y cuando le pedían consejos sobre cótno en­
vejecer él siempre respondía con ideas sobre cómo no
enveJecer.
Ins.istía en que si uno tiene suficientes cosas que lo
inantengan ocupado no hay tielllpo para darse cuenta de

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Russell, cerca del fi11al de su prolífica vi�'l.

58
que se está envejeciendo. Alertaba contra la posibilidad
de no vivir en el presente y estar sie01pre recordando el
pasado, viviendo de recuerdos. Independientemente de
la edad, decía que los pensainientos deben estar dirigi­
dos hacia el futuro, y hacia las cosas en las que uno puede
ser útil.
No tenía tniedo a la n1uerte y sietnpre dijo que desearía
tnorir en pleno trabajo, sabiendo que otros continuarían lo
que él ya no podría hacer; tnorir contento al pensar que
durante su vida había hecho todo aquello que le había sido
posible.
Y, en efecto, así 111urió, el 2 de febrero de 1970, en la
casa en que vivió con Edith los últitnos 15 años de su vida,
situada en Plas Penrhyn, al norte de Gales, no muy lejos de
donde vio la luz por pritnera vez.

Una especie de epilogo

Bertrand Russell fue un hon1bre no tnuy alto, delgado,


fuerte y de gran agilidad. Su físico no correspondía ni al del
sabio distraído ni al estereotipo del inglés frío. Era un hotn­
bre encantador y de buen carácter corno pocos. Fue un
gran conversador y una persona con un rico sentido del
hutnor; un pesimista feliz, tnezcla de radical y horribre de
buen gusto, an1ante de la libertad y de la justicia, apasiona­
do por la verdad y poseedor de una de las mentes tnás
lúcidas e influyentes de los últitnos tietnpos.
A lo largo de su prolongada vida, que abarcó casi cua­
tro generaciones, escribió nules de páginas sobre los asuntos
111ás diversos y se entregó a tareas aparenternente incom­
patibles. ¿Cótno explicar este abanico de intereses? ¿Cón10
explicar que lograra transforlllar el rumbo de las rnatetná­
ticas y tan1bién que fuera laureado por st1 producción
literaria?
La razón de lo anterior puede residir en que la vida de
Bertrand Russell parece haber sido guiada, desde siem.pre,

59
por dos objetivos que, durante n1ucho tietnpo, se mantu­
vieron separados y que, quizá, sólo hacia el final de su vida
se reunieron. Por una parte, deseaba saber si era posible
alcanzar la verdad a través del conocirrliento y, por otra,
hacer todo lo posible por lograr que el 111undo fuera un
lugar inás feliz para vivir.
Vivió con el propósito de lograr una anhelada visión,
tanto personal con10 social. Personal, al interesarse por
todo aquello que es de naturaleza noble, bella y gentil; para
pertnitir que momentos de reflexión íntiIIla llenaran de
sabiduría otros más mundanos. Social, para irnaginar la
sociedad que debe ser constniida, donde los individuos
puedan crecer libren1ente y donde el odio, la envidia y la
avaricia no tengan cabida, porque no haya nada q11e los
nutra.
Las tres pasiones de las que hablatnos al principio del
libro se originaron a 111uy ten1prana edad. Una infancia
solitaria, el matrimonio fallido con Alys y la oposición de
su fa111ilia a este matrimonio fueron los puntos de partida
para que Russell buscara, incansabletnente, el ainor y la
felicidad a lo largo de toda su vida.
Su búsqueda de conocimiento se inició en su infancia,
desde que se reft1giaba en el jardín y se hacía preguntas
sobre la naturaleza. Su encuentro con las n1ate1náticas, y
111ás tarde los pensatnientos guardados en su diario, tnues­
tran el germen de lo que sería su vida l)Osterior, en buena
tnedida dedicada a convertir en literatura sus ideas y senti­
mientos, por lo que n1ás tarde le darían el pren1io Nobel
de literatura.
El pesin1isn10 de sus años adolescentes se transformó
en coinpasión y cornprotniso político, que lo llevaron a
hacer
'"
todo lo que estuviese en sus tnanos para evitar el
suf riiniento y tnejorar las condiciones de vida de la huma­
nidad.
Sin duda el ansia de a111ar, de conocer Y de encontrar
farmas para aliviar el sufrin1iento de los detnás guiaron su
vida, su conducta y dieron lugar a su obra. Lo n1istno escri-
60
bió sobre lo que deben ser las relaciones m.aritales que
tratados de m.atem.áticas y filosofía o discursos en defensa
de la paz y los derechos hun1anos.
En las páginas que siguen tendreinos oportunidad de
leer algunos de sus textos .

61

,

i oso 1a?*

Los motivos que han conducido a


los hombres a convertirse en ftlóso­
fos han sido de varias clases. El deseo
más respetable fue el de compren­
der el mundo. En la antigüedad,
cuando la filosofía y la ciencia no se
distinguían entre sí, este motivo fue
el predomi11ante.
Otro motivo que constituyó un po­
deroso incentivo en épocas primiti­
vas estaba basado en las ilusiones
que producen los sentidos. Pregun­
tas como las siguientes: ¿dónde está
el arcoiris?, ¿las cosas son como apa­
recen a la luz del sol o como apare­
cen bañadas a la luz de la luna? O
dicho de una forma más actual: ¿son
las cosas como aparecen ante el
•Extractos del libro Po1·t1·aitsft·o1n niemo1y and othe1· essays, 1956 .

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"Cuando los griegos comenzaron a dudar de los dioses del Olimpo, algunos
buscaron en la filosofía algo que pudiera sustituir a las creencias
tradicionales.''

66
simple ojo o como aparecen vistas
por un microscopio?
Tales acertijos se fueron transfar­
mando en un problema de mayor
itnportancia. Cuando los griegos co­
menzaron a dudar de los dioses del
Olimpo, algunos buscaron en la ftlo­
sofia algo que pudiera sustituir a las
creencias tradicionales.
Así surgió un movimiento filosó­
fico dual: por una parte, creyeron
haber demostrado que mucho de
lo que se considera conocimiento
en la vida cotidiana no es conoci­
miento real; y, por otra parte, que
existe una verdad filosófica más
profunda y en armonía con lo que
desearíamos que fuera el universo.
En casi todas las filosofías la duda
ha sido el aguijón y la certeza ha
sido el objetivo. Se ha dudado de
los sentidos, de la ciencia, de la teo­
logía. En algunos filósofos esa duda
ha sido la principal; en otros lo fue
una distinta. Los filósofos han dife­
rido también ampliamente en cuan­
to a las respuestas que sugirieron
para aclarar esas dudas e, incluso,
en cuanto a si es posible una res­
puesta.
Todas las razones tradicionales
influyeron para que me dedicara a
r

67
la filosofía, pero hubo dos que in­
fluyeron en mí de forma especial.
la que pritnero ejerció su • uencia,
.&A.

y la que más tiempo la ejerció, fue el


deseo de encontrar algú11 conoci­
miento que pudiese aceptarse como
la verdad cierta. El otro motivo fue
el deseo de hallar alguna satisfac­
ción para mis impulsos religiosos.
Creo que lo primero que me llevó
a la filosofía (aunque en aquel tiem­
po la palabra "filoso.....fí-a'' era todavía
desconocida para m1 , ocurrió cuan­
do tenía 11 años.
Mi niñez fue siempre solitaria y
mi único hermano era siete años
mayor que yo. Indt1dablemente co­
mo resultado de mi mucha soledad
llegué a ser bastante solemne; tenía
un montón de tiempo para pensar,
pero no muchos conocitnientos con
los ct1ales pudieran ejercitarse mis
meditaciones. Aunque no era cons­
ciente de ello, sentía ese placer por
las demostraciones que es típico de
la mentalidad matemática. Cuando
fui mayor encontré a otros amigos
que opinaban como yo en este ast1n­
to. Mi amigo G. H. Hardy, que era
profesor de matemáticas puras, go­
zaba de este placer con tina inten-
sidad muy grande.
68
tes de que empezase a estu­
diar geometría alguien me dijo que
la geometría demostraba cosas y,
por esta razón, cuando mi hermano
habló de enseñármela, me alegré
mucho.
Aprender geometría era equiva­
lente, entonces, a estudiar los libros
de Euclides. Mi hermano empezó
por las defrniciones, que acepté de
Por ejen1plo, los axio­ buena gana. Cuando llegó a los axio­
mas de la geometría
euclideana, o postula­
mas, me dijo: "Los axiomas no pue­
dos, como los llamaba den demostrarse, sino que tienen
Euclides, son, en ter­ que darse por supuestos para que
minología actual, los
siguientes:
todas las demás proposiciones pue­
1. Por dos puntos dan ser demostradas.''
distintos del plano es Estas palabras destruyeron mis es­
posible trazar una y só­
lo una recta.
peranzas. Había pensado en lo ma­
2. Un segmento de ravilloso que sería encontrar algo
recta puede prolon­ que uno pudiera DEMOS ......l, y resul­
garse ilin1itadan1ente.
3. Dados un centro taba q11e esto sólo era posible par­
y un radio es posible tiendo de supuestos para los que no
trazar un círculo y só­ había ninguna prueba.
lo uno.
4. Todos los ángulos Miré a mi hermano e indignado le
rectos son iguales. dije: "Pero, ¿por qué debo aceptar­
. 5. Dada una recta y
.
un punto extenor a es-
.,, los, si no pueden demostrarse? A lo
ta es posible trazar una que me contestó: "Porque si no los
y sólo una recta para­ aceptas no podremos seguir." Me
lela a la primera que
pase por ese punto.
pareció que conocer el resto del
asunto valía la pena, por lo que estu­
ve de acuerdo en admitir, al menos

momentáneamente, los axiomas.
69
Sin embargo, continué sumido en la
duda y en la perplejidad ante un
campo en el que creía iba a encon­
trar una claridad indisputable.
A pesar de esas dudas, que olvidé
casi siempre y para las que pensaba
que había una solución aún desco­
nocida para mí, encontré un gran
deleite en las matemáticas, mucho
más que en ningún otro estudio.
Me gustaba pensar en las aplicacio­
nes de las matemáticas al mundo físi­
co, y vivía con la esperanza de que
alguna vez habría unas matemáticas
de la conducta humana tan precisas
como las matemáticas de las máqui­
nas. Tenía confianza en esto, porque
me encantaban las demostraciones
y, la mayor parte de las veces, esta
razón pesaba más que el deseo -�ue
también experimentaba- de creer
en la libertad de la razón. Pero a
pesar de todo nunca he lo:� do supe­
rar mis dudas fundamentales acer­
ca de la validez de las matemáticas.
Cuando empecé a estudiar ma­
temáticas en la universidad me asal­
taron nuevas dificultades. Las de­
mostraciones que me ofrecían mis
profesores me parecían falaces y,
según supe más tarde, se había des­
cubierto que lo eran.
70
Mi pasoalaftlosofiafuealentado ::-r
cierto disgtisto con las matemáticas.
No había sido sólo en las matemá­
ticas donde busqué la certeza. Co­
El fundamento de la fi­ mo Descartes (cuya obra todavía no
losofía de Descartes se
puede sintetizar con su
conocía), pensaba que mi propia
famosa frase que dice: existencia era indudable para mí.
"Dudo, luego pienso; Como él, creía que era posible supo­
pienso, luego existo.,,
ner que el mundo exterior no es
nada más
,,, que un sueño.
- Pero aun-
que as1 sea, es un sueno rea__�--�ente so-
ñado, y el hecho de que yo lo ex­
perimente sigue siendo inconmovi­
blemente cierto.. Este pensamiento
. ---
se me ocurr10, por pr11nera vez,
/

cuando tenía 16 años, y me puse


muy contento cuando después su­
pe que Descartes había hecho de
él el fundamento de su filosofía.
En Cambridge mi interés por la
filosofía fue estimulado por otro
motivo. El escepticismo, que me ha­
bía llevado a dudar de las matemá­
ticas, me llevó también a dudar de
los dogmas ft1ndamentales de la re­
ligión, pero deseaba ardientemen­
te encontrar el modo de conservar,
por lo menos, algo que mereciese
el nombre de creencia r\�ligiosa.
Desde los 15 hasta los 18 a1los gas­
té una gran cantidad de tiempo y

de pensamiento en la religión.
71
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"Como Descartes ... pensaba que n1i propia existencia


era i11dudable para mí.''

72
Examiné los do��as fundamenta­
les uno por uno, esperando con toda
mi a.........a encontrar alguna razón para
aceptarlos. Escribí mis pensamien­
tos en un libro de notas que todavía
poseo. Naturalmente, eran simples
y juveniles, pero en aquel momento
no encontré . . forma de solucionar
,,
el
agnost1c1smo que sugenan.
En Cambridge entré en contacto
con la filosofía de Hegel, el cual a
través de 19 volúmenes abstrusos
pretendía haber demostrado algo
que eqt1ivaldría muy bien a una ver­
sión corregida y elaborada de las
creencias tradicionales. Hegel con­
cebía el universo como una unidad
fim1emente estructurada.
Su universo era como la gelatina,
ya que si se tocaba una parte de él
temblaba todo el conjunto; pero di­
fería de la gelatina porque realmente
no se podía cortar en partes. Según
él, su aparente consistencia en par­
tes era una ilusión. La única realidad
era lo absoluto, que era como He­
gel llamaba ,,
a dios. En esta filosofía
.
me sent1 a gusto por un tiempo,
pero en un momento decisivo ha­
llé en el mismo Hegel un fárrago de
confusiones que me parecieron

poco mejores que juegos de pala-
73
bras. Por lo tanto abandoné su filo­
sofía.
Por algún tiempo me sentí satisfe­
cho con una doctrina derivada de
Platón, que dice que existe un mun­
do eterno e i111nutable de ideas, del
cual el mundo de la percepción es
una copia inexacta e itnperfecta.
De acuerdo con esa concepción Tanto Pitágoras, que
.
las matemáticas se ocupan de un era n1atemat1co, como
,;

posteriormente Pla­
mundo de ideas y, por lo tanto, po­ tón, que era filósofo,
seen una exactitud y una perfección consideraban que las
matemat1 cas no te-
que no existe en el mundo cotidiano.
,; .

n1an un uso practico.


,; ,,; .

Esta especie de misticismo matemá­ Más b ien, las pensa­


tico que Platón derivó de Pitágoras ban como algo para
ejercitar la mente, co­
me atraía. Pero, finalmente, me vi mo una forma de pen­
obligado a abandonar esta doctrina samiento puro, total­
también, y, después no he vuelto a mente distanciado de
la realidad exterior,
encontrar nunca satisfacción reli­ .
pues esta era vista co-
,;

giosa en ninguna doctrina filosófica n10 algo burdo e imper­

que me fuera posible aceptar. fecto

74
E in ivi uo e
conocimiento socia*

El conocimiento científico aspira


a ser un conocitniento totalmente
itnpersonal; trata de establecer lo
que ha sido descubierto por el inte­
lecto colectivo de la humanidad. En
esta ocasión analizaré en qué medi­
da se alcanza esta aspiración y qué
elementos del conocimiento indivi­
dual deben ser sacrificados con el
• fin de lograr el mayor éxito posible
• • en la despersonalización del conoci­
miento.
La comunidad conoce más y, al
mismo tiempo, menos que el indivi­
duo: como colectivo, conoce el con­
tenido completo de la enciclopedia
y todas las contribuciones hechas a
•"Individt1al ai1d social knowledge", incluido en el libro /fuman knowledge. /ts
scope and limits, 1948 .

75
los anales de sociedades académicas;
sin embargo no está al tanto de la
intimidad con la ·que se tejen el color
y la textura de una vida privada.
Cuando un hombre dice: "no po­
dría expresar el horror que me in­
vadió cuando vi [ el campo de con­
centración de] Buchenwald'' , o
bien, ''no hay palabras para expre­
sar mi emoción al ver el mar des­
pués de estar tantos años en una
prisión", está diciendo algo que es
estricta y precisamente cierto: a tra­
vés de su propia experiencia posee
un conocimiento que no poseen
aquellos cuya experiencia ha sido
distinta a la suya, y esta experien­
cia no puede ser expresada com­
pletamente de manera verbal.
En el caso de que este hombre
fuera un escritor excepcional, po­
dría crear en los lectores sensibles
un estado mental muy cercano al
suyo, pero si en lugar de la literatu­
ra recurre a métodos científicos, el
cúmulo de su experiencia se per­
derá y quedará como esparcido en
un desierto polvoso.
El lenguaje es nuestro único me­
dio de comunicar el conocimiento
cientí ico y tiene un origen y unas
funciones esencia_ ente sociales.
76
"El lengt1aje es nuestrrJ úr1ír.. <J medie, de r rJ,nur.�r....ar ei _.... ,nc,c1rnie
científico y tiene un origen y unas funr_ir.,nes ""Senc12i ne. te scx:ia c:s
fr.Jt'J Allx·rt I�instf.::1n en ur1� r_!'1.:·>r: J
'
Es cierto que si un matemático,
provisto de papel y lápiz, estuviese
varado en una isla desierta, lo más
probable es que tratara de hacer lle­
vadera su soledad haciendo cálculos
en lenguaje matemático; aunque
también es cierto que otro hombre
podría escribir un diario sólo desti­
nado para él, y para nadie más.
En un plano más cotidiano, la ma­
yoría de nosotros emplea palabras al
pensar en solitario. De cualquier ma­
nera, el propósito fundamental del
lenguaje es la comunicación, y para
cumplir con este propósito, el len­
guaje necesita ser público, y no un
dialecto privado inventado por el
hablante.
Se ·---...... 1ere de esto que lo más pri­
vado de cada experiencia individual
tiende a evaporarse durante el pro­
ceso de traducción al lenguaje.
Lo que es más, lo verdaderamente
público del lenguaje es en realidad
una ilusión. Un arre:�o dado de pa­
labras puede ser interpretado por
escuchas competentes de tal forma
que sea para todos falso o para todos
verdadero, pero, a pesar de ello, no
tiene por qué tener el mismo signi-
ficado para todos.
Las diferencias que no afectan la
78
verdad o falsedad de un enunciado
suelen tener poca importancia prác­
tica, y por lo mismo se ignoran. De
aquí que todos creamos que nues­
tro mundo privado se parezca más
al mundo público de lo que en
realidad se parece.
Esto se puede probar fác • ...ente si
se considera el proceso de aprendi­
zaje para comprender el lenguaje.
Hay dos maneras de saber lo que
significa una palabra: una es defmir­
la usando otras palabras, lo que se
conoce como defmición verbal; la
otra es a través de oírla repetidamente
en presencia del objeto que denota,
lo que se conoce como defmición
ostensiva.
Es obvio que la definición ostensi­
va es la única posible en un princi­
pio, dado que la defmición verbal
presupone un conocimiento de las
palabras empleadas en la defmición.
Tú puedes aprender, a través de
una definición verbal, que un pentá­
gono es una figura plana de cinco la­
dos, pero un niño no aprende de esta
n1isma manera el sil'::Y"-..... • 1cado de pala­
bras que se emplean a diario, como
''lluvia'', ''sol'', ''comida'', ''cama''.
Éstas se enseñan empleando en­
fáticamente la palabra adecuada, al
,

79

tiempo que el niño observa el objeto


de que se trata. De esta forma, el
si�..... • 1cado que el niño le da a la pala­
bra es resultado de su experiencia
personal, y varía de acuerdo .con su
. .
c1rcunstanc1a y a su percepc1on.
/

Un niño que con frecuencia está


expuesto a una débil llovizna ten­
drá una idea muy distinta de la pa­
labra "lluvia", que aquel niño que
sólo l1a visto tormentas tropicales.
Un niño miope y uno hipermétrope
tendrán imágenes distintas de la pa­
labra ''cama'' .
Es verdad que la educación inten­
ta despersonalizar el lenguaje, y en
cierto sentido lo consigue. La ''llu­
via" deja de ser el fenómeno familiar
para convertirse en ''gotas de agua
qt1e caen de las nubes hacia la tie­
rra", y el "agua" ya no es lo que te
111oja, sino H20.
A.c;;imis1no, el l1idrógeno y el oxíge­
no cuentan con definiciones verba­
les qt1e deben ser aprendidas de me­
n1oria, i11dependientemente de que
se las entienda o no. Y así, en el cur­
so de tu instrucción, el mundo de
las palabras se va separando cada
,,ez n1ás del mundo de los sentidos. •

Adquieres el arte de usar las pa­


labras correctan1ente, como adqui-
so
rirías el arte de tocar el violín; al
final eres tan virtuoso en la mani­
pulación de frases que práctica­
mente no necesitas recordar que
las palabras tienen significados. En­
tonces te habrás convertido en un
personaje completamente públi­
co, e incluso tus pensamientos más
íntimos serán susceptibles de in­
sertarse en la enciclopedia.
Habrás perdido también la espe­
ranza de convertirte en poeta, y si
tratas de amar a alguien notarás que
tu lenguaje despersonalizado no ma­
nifiesta con mucho éxito las emo­
,,_
ciones que deseas. Has sac • 1cado la
expresión por la comunicación, y lo
que puedes comunicar resulta abs­
tracto y árido.
Es itnportante señalar que cuanto
más nos acercamos a la completa
abstracción de la lógica, más dismi­
nuye la diferencia entre los signifi­
cados que, inevitablemente, distin­
tas personas le asignan a una misma
palabra.
No hay razón entonces para que
dos personas, que han recibido am­
bas instrucción escolar, difieran en
la idea que les proyectan las pala­
bras ''3 481 ''.
Las palabras "o" e "y" tienen

81
exactamente el mismo significado
para dos personas distintas que se
dediquen a la lógica. Los matemáti­
cos puros trabajan con conceptos
que son completamente públicos e
impersonales. La razón para esto es
que dichos conceptos no se derivan
de los sentidos, y que los sentidos
son la fuente de la privacía.
El cuerpo es un instrumento de
registro sensible, que está transmi­
tiendo sin cesar mensajes desde el
mundo exterior. Los mensajes que
recibe un cuerpo no son nunca
exactamente iguales a los que recibe
.. otro, a pesar de que las mismas exi­
gencias sociales nos hayan obligado
a desarrollar formas para deshacer­
nos de las diferencias que existen
entre nuestras percepciones y las de
otras personas que nos rodean.
Al construir la tísica hemos enfati­
zado el aspecto espacio-temporal de
nuestras percepciones, que es el as­
pecto más abstracto y más emparen­
tado con la lógica y con las matemá­
ticas. Esto lo hemos hecho buscando
la publicidad, con el frn de comuni­
car lo que es comunicable y de es­
conder el resto bajo el oscuro manto
del olvido.
Sin embargo, espacio y tiempo,
82
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...

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83
tal como los conocen los seres hu­
manos, no son en realidad tan im­
personales como pretende la cien­
cia. Los teólogos conciben a dios
observando el espacio y el tiempo
desde fuera,. imparcialmente. y con
aparente ex1to, pero este ex1to es,
/ /

en parte, ilusorio.
Los seres humanos difieren del
dios de los teólogos en el hecho de
que su espacio y su tiempo tiene un
aquí y un ahora. Lo que está aquí y
ahora es vívido; lo que es remoto
tiene una falta de claridad que au­
menta gradualmente. Todo nuestro
conocimiento de los hechos pro­
viene de un centro espacio-tiempo,
que es la pequeña región que ocu­
pamos en ese preciso momento.
"Aquí" es un término vago: en cos­
mología astronómica la Vía Láctea
puede aparecer como el "aquí"; al
estudiar la Vía Láctea, "aquí" es el
sistema solar; al estudiar el sistema
solar, "aquí" es la tierra; en geogra­
fia, es la ciudad o distrito en el que
vivitnos; en estudios fisiológicos de
las sensaciones, es el cerebro, y no
el resto del cuerpo. Los "aquís" más
grandes contienen a los más peque-
ños, como partes de éstos; todos
los "aquís" contienen el cerebro
84
del que habla, o parte de él. Consi­
deraciones similares pueden ha­
cerse sobre el ''ahora''.
La ciencia aparentemente elimina
el "aquí" y el "ahora". Cuando un
acontecimiento ocurre en la super­
ficie terrestre establecemos su posi­
ción en el espacio y en el tiempo
asignándole una longitud, una lati­
tud y una fecha. Hemos desarrollado
una técnica que asegura que todo
observador con instrumentos preci­
sos llegará a la misma estimación de
latitud, longitud y fecha. Por lo tan­
to, no hay nada personal en estas
estimaciones, ya que nos satisfacen
El ecuador, o paralelo los argumentos numéricos, cuyos
º
O , es una línea imagi­
naria que pasa por el
significados no han sido suficiente­
país sudamericano del mente investigados.
mismo nombre y que Tras decidir arbitrariamente que
divide a la tierra en he­
misferio norte y hemis­
la longitud de Greenwich y la. lati­
ferio sur. Todas las la­ tud del ecuador corresponden al
titudes terrestres se valor cero, se asignarán otras lati­
calculan a partir de él.
El meridiano de
tudes y longitudes. Pero, ¿qué es
/

Greenwicl1, o meridia­ ''Greenwich''? Esta no es realmen-


º
no O , atraviesa el pue­ te la clase de término
.
que debería
blo inglés del mismo . ,,,, .
nombre y a partir de él aparecer en una 1nspecc1on impar-
se determinan todas las cial del universo, además de que su
longitudes terrestres. definición no es matemática.
La mejor manera posible de defi­
nir ''Green·wich'' es llevar a un hom­
bre allí y decir: "Aquí está Green-
85
wich." Si alguien más hubiera deter­
minado ya la latitud y longitud del
lugar en que te encuentras, "Green­
wich" puede defmirse a través de su
latitud y longitud relativas a dicho
lugar. Puede decirse, por ejemplo,
que está tantos grados al este y tan­
tos otros al norte de Nueva York.
Pero esto no e • ina el "aquí" que es
Nueva York, en lugar de Greenwich.
Más absurdo aún es de inir a
Greenwich, o a Nueva York, por su
latitud y longitud. Greenwich es un
lugar real, habitado por gente de
verdad y con edificios que antece­
den a su pree • .encía longitudinal.
Por supuesto, puedes hacer la des­
cripción de Greenwich, pero siem­
pre habrá otra población con las
mismas características. Si quieres
asegurarte de que tu descripción se
refiere a ese lugar y no a ningún otro,
la única manera de hacerlo es men­
cionando su relación con otro lugar;
por ejemplo, diciendo que se en­
cuentra a tantas millas del puente de
Londres, navegando río abajo por el
Támesis. El problema ahora es que
tienes que defmir el "puente de Lon­
dres". Tarde o temprano tendrás
que enfrentar la necesidad de defmir
algún lugar como "aquí", y ésta será
86
una definición egocéntrica, ya que
el lugar de referencia no será in­
terpretado como "aquí" por todo
el mundo.
Puede que exista una manera de
escapar de esta conclusión. Sin em­
bargo, no hay una forma obvia o fácil
de escapar de ella, y hasta que en­
contremos una, todas las formas pa­
ra determinar la longitud y la latitud
están contagiadas de la subjetividad
que produce el "aquí". Esto quiere
decir que, a pesar de que distintos
sujetos le asignan la misma latitud y
longitud a un lugar, no le asignan, en
defmitiva, el mismo significado a los
números que las representan.
El mundo familiar en el que . ,,,, cree-
. .
mos v1v1r es una construcc1on, en
parte científica, en parte precientífi­
ca. Percibimos las mesas como cir­
culares o rectangulares, a pesar de
que un pintor, para reproducirlas,
tenga que pintar elipses o cuadri­
láteros no rectangulares. Vemos a
una persona más o menos de la mis­
ma altura independientemente de si
está a medio metro o a c11atro metros
de nosotros. Mientras no se nos llama
la atención sobre estos hechos, so­
mos inconscientes de las correccio­
nes que la experiencia nos ha lleva-

87
do a hacer al interpretar las apa­
riencias sensibles.
Hay un largo trecho recorrido
entre el niño que dibuja dos ojos
en un perftl y el físico que habla de
electrones y protones, pero a lo
largo de dicho recorrido hay un
propósito constante: eliminar la
subjetividad de la sensación y sus­
tituirla por una clase de conoci­
miento que pueda ser percibido de
la misma manera por todos.
Gradualmente crece la distancia
entre lo que se percibe y lo que se
cree es objetivo; el perftl con dos
ojos dibujado por el niño se parece
todavía bastante a lo que se ve, pero
los electrones y protones se parecen
tan sólo remotamente a una estruc­
tura lógica. Los electrones y proto­
nes, sin embargo, tienen el mérito
depoder ser lo que de hecho existe,
sin la intervención de órganos sen­
soriales; mientras que, debido a su
subjetividad, nuestros datos visua­
les inmediatos son prácticamente
lo que no ocurre en los objetos físi­
cos que decimos que vemos.
Los electrones y protones -su­
poniendo que sea científicamente
correcto creer en ellos- no depen­
den para existir de ser percibidos;
88
por el contrario, hay suficiente ra-
,, . .
zon para creer que existieron por
tiempo inmemorial antes de que
existiera algún ser, en el universo
que pudiera percibirlos. Pero a pe­
sar de que no se requiere la percep­
ción para que existan, sí se la nece­
sita para damos una razón para creer
en su existencia.
Hace cientos de .... -·.· es de años,
.
una vasta y remota reg1on em1t1a un
,,,,. ,,,,.

número increíble de fotones, los


cuales vagaban por el universo en
todas direcciones, hasta que tan sólo
unos cuantos de éstos se estrellaron
contra una placa fotográfica, en la
cual causaron cambios químicos
que hicieron que parte de la placa,
al ser examinada por un astrónomo,
se viera negra en lugar de blanca.
Este pequeñísimo efecto provocado
a un organismo diminuto pero alta­
mente desarrollado es nuestra única
razón para creer en la existencia de
una nebt1losa comparable en tama­
ño a la Vía Láctea.
El orden del conocimiento es el
inverso del orden cau5a/. En el or­
den del conoci111iento lo que ocurre
primero es la breve experiencia sub­
jetiva del astrónomo mirando a un
patrón de blancos y negros, y lo que

89

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experie11cia st1bjetiva del astró11on10 n1irando a 1111 patrón de blancos y
11egros, y lo que ocurre al fi11al es la 11cbulosa, vasta, ren1ota y pertenecie11te
al JJ:1sado dista11te. ,,

90
ocurre al final es la nebulosa, vasta,
remota y perteneciente al pasado
distante.
Al considerar las razones para creer
en un arg1unento empírico no pode­
mos escapar a la percepción, con
to � sus litnitaciones �rsonales.
¿Cuánto puede purificarse, a tra­
vés del filtro del método científico,
la información que obtenemos de
esta fuente impura, para emerger
resplandeciente, semejante a dios
en su imparcialidad?
Esta es, sin duda, una pregunta
difícil de responder...
Hay una cosa, sin embargo, que
es obvia desde el comienzo: sólo
en tanto es confiable el dato inicial
proveniente de la percepción hay
razón para aceptar el vasto edificio
de inferencia que se asienta en él.
No estoy sugiriendo que el dato
inicial proveniente de la percep­
ción deba ser aceptado como irre­
futable, de ninguna manera. Exis­
ten métodos bien conocidos para
afianzar o debilitar la fi1erza de un
testimonio individ�; algunos de e­
llos se emplean en las cortes judi­
ciales, algunos, un tanto distintos
de los primeros, se utilizan en cien­

cia.Pero todos dependen del prin-
91
cipio de que cierto peso debe atri­
buírsele a cada trozo de testitnonio,
ya que es tan sólo en virtud de este
principio que a un número de testi­
monios concordantes se le concede
una alta probabilidad.
Las percepciones individuales
son la base de todo nuestro cono­
cimiento, y no existe otro método
a través del cual podamos desarro­
llarlo con datos considerados pú­
blicos para muchos observadores .

92
Durante dos � • años los moralis­
tas más serios han desacreditado a la
felicidad, e ....... ibiéndola como algo
degradante y sin valor.
De hecho la hostilidad hacia la
felicidad es, por lo general, hostili­
dad hacia la felicidad de los demás,
y constituye un elegante disfraz del
odio a la raza humana.
Incluso cuando un hombre sacri­
fica sinceramente su propia felici­
dad, en aras de algo que considera
más r1oble, tiende a envidiar a los
que gozan de un menor grado de
nobleza, y esta envidia a menudo
vuelve crueles y destructores a los
que se creen santos.
•Extractos de "TI1e co11quest ofhappiness'', del libr0Po1·t1·aits/01m memory and
other essays, 1 956.

93
La gente que profesa teorías so­
bre cómo se debería vivir tiende a
olvidarse de las limitaciones de la
naturaleza.
Si con el fm de alcanzar un objeti­
vo supremo tu modo de vida implica
una restricción constante de lo que
marca tu instinto, es posible que,
debido a los esfuerzos que exige, el
objetivo se vaya haciendo cada vez
más fastidioso. El instinto al que se le
niegan sus satisfacciones no1males
buscará otras, probablemente nega­
tivas.
Si no te permites gozar de ningún
placer, terminarás por disociarlo
del sentido principal de tu vida,
convirtiéndolo en algo superficial
y frívolo. Semejante placer no será
capaz de proporcionar ninguna fe­
licidad, sino tan sólo una desespe­
ración todavía más profunda.
Los moralistas piensan que no se
puede alcanzar la felicidad si se la
busca, pero esto sólo es cierto si se
la busca incesantemente. Los tahú­
res persiguen el dinero y lo que
consiguen la mayoría de ellos es
perderlo; pero existen otras mane­
ras de buscar dinero que, con fre-
cuencia, tienen éxito. Lo mismo
sucede con la felicidad.
94
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"La ge11te que profesa teorías sobre cómo se debería vivir tiende a olvidarse
de las lin1itaciones de la naturaleza.))

95
Para la mayoría de la gente la
búsqueda de la felicidad, a no ser
que se complemente de diversas ma­
neras, es demasiado abstracta y teóri­
ca para ser adeclL"lda como norma
personal de vida. Independiente­
mente de cuál sea la norma personal
de vida, no debería ser incompati­
ble con la felicidad, salvo en un ca­
so de heroísmo excepcional.
Hay muchísimas personas en las
que se dan las condiciones materia­
les para la felicidad, como, por ejem­
plo salud y medios económicos su­
ficientes, y que, sin embargo, son
profundamente infelices.
Si observas a los hombres y las
mujeres a tu alrededor que mere­
cen llamarse felices, comprobarás
que todos ellos tienen cosas en
común. Lo más importante es lina
actividad que, a mentido, propor­
ciona por sí misma cierto placer y
que, además, es creativa.
Es imposible ser feliz sin tener
alguna actividad; pero, asimismo,
es imposible ser feliz si la actividad
rest1lta excesiva o repelente. La acti­
vidad resl1lta agradable cuando está
claramente encan1inada hacia el fm
que se desea y no es contraria al
instinto.
96
Si un hombre o una mujer salu­
dable y sin problemas económicos
quiere ser feliz, necesita dos cosas.
Primero, una estructura estable
construida alrededor de un propósi­
to central y, después, lo que podría­
mos llamar "juego", es decir lo que
se hace exclusivamente porque es
divertido y no cumple ninguna otra
finalidad seria .

97

e nuevas es eranzas
ara un mun o ue
cam ia*

Reflexiones al cumplir tnis


ochenta años

Bajo este fardo de fracasos, soy


todavía consciente de algo que con­
sidero una victoria. Es posible que
haya concebido incorrectamente
la verdad teórica, pero no estaba
equivocado al pensar que la verdad
existe y que además merece que le
sean10s fieles.
Puedo haber creído que el cami­
no l1acia un mundo de seres huma­
nos libres y felices era más corto de
lo que realmente es, pero no esta­
ba equivocado al pensar que ese
mundo es posible y que vale la pena
vivir con la idea de acercamos a sus
límites.
He vivido persiguiendo una vi-
•1:ragn1e11to de Po1·t1·a1tsf1·on1 meniotJ' and othe1· essays, 1956.

98
sión personal y una visión social. La
personal: amar lo que es noble, lo
que es bello, lo que es benévolo,
perrnitir aquellos arrebatos del inte­
lecto que ofrezcan sabiduría a tiem­
pos más mundanos. La social: ver
con imaginación la sociedad que de­
be ser creada, donde los individuos
se desarrollen libremente y donde el
odio, la codicia y la envidia se extin­
gan porque no exista nada que pue­
da alimentarlos.
Creo en estas cosas, y el mundo,
con todos sus horrores, no ha po­
dido hacerme cambiar esa manera
de pensar .

,
In osario

agnosticismo: Posició11 filosófica que supone a dios y a todo lo sobrenatural


como inalcanzable para la razón humana. A diferencia del ateísn10, que
niega la existencia de dios, renuncia a la posibilidad de conocerlo.
73
Aleinania
45
Amberly_, lady: Kate Stanley, madre de Bertrand Russell.
13, 14
Amherly, lord· John Russell,padre de Bertrand Russell.
13, 14
axioma: Proposición matemática a la que se considera verdadera por sí
misma.
37,69

Barnes, Albert: Presidente de la Fundación Bames para la cual trabajó Rt1ssell.


57
Barrow, Isaac: Maten1ático inglés nacido en 1630. Prin1er catedrático de
maten1áticas (Cátedra Lucasiar1a) de la Universidad de Can1bridge. Maestro
de Newton a quier1 cedió el cargo en la cátedra. Murió en 1677.
22
Berlín
26
Black, Dora: Segunda esposa de Bertrand Russell.
52,54
Brixton: Cárcel localizada en este barrio,al sur de la ciudad de Londres.
42,44,47
Bryn Mawr College
57

101
Buchenwald: Campo de concentración de la Alemania nazi (en la provincia
de Turingia), con instalaciones anexas en las que se construían las bombas
vola11tes V-1 y V-2. Entre 1936 y 1945 mt1rieron ahí alrededor de 56 mil
prisioneros.
76
California
56
Cambridge
20, 22-26, 42, 71, 73
Cantor, Geor-g: Matemático alemán, famoso por su teoría de conjuntos. Nació
en 1845 y n1urió en 1918.
34
cardjnalidad: Número de eleme11tos de u11 conjunto.
34
cateto: E11 un triángulo rectángulo, ct1alquiera de los lados adyacentes al
ángulo recto.
31
CND: Campaña de Desan-ne Nuclear.
47
conjunción: Operaciót1 de e11lace entre proposiciones.
39
conjunto: Noció11 matemática qt1e se 1·efiere a un agregado de objetos que
tiene11 algt1na característica e11 con1(1n.
34,36

China
52

De Morga11, Augustus: Maten1ático y lógico britá11ico, nacido en 1806 y


n1t1erto e11 1871. Fom1uló las leyes qtac lleva11 su non1bre sobre la dualidad
e11tre co11jL111ciót1 y disyt1nció11 lógic..ts. Co11tribuyó susta11tiva1nente al
desarrollo de la lógica n1oden1a.
22
demostración: Prueba de una proposició11 n1aten1ática o teoren1a, partiet1do
de verclades est,tblecidas lla111adas axi<)tnas.
28,29,37,40,67,69, 70
Descartes, René: I¡ilósofo y n1aten1ático fra11cés, nacido e11 1596 y n1uerto en
1650.
71, 72
disyunción: Acció11 y efecto de separar y desunir.
17,39

Einstein, Albert: Físico alemá11-suizo-11ortean1ericano, nacido en 1879 en


Alem�111ia y n1t1erto e11 Estados U11idos e11 1955. Famoso por su teoría de la
relatividad. Recibió el pren1io Nobel de física en 1921. Se unió a Russell y
a otros cie11tíficos destacados en ¡)ro del desam1e 11uclear.
45 t 77

102
elipse: Curva cerrada que describe un punto al tJ1overse e11 un plano, de tal
n1anera que la suma de sus distancias a dos r --1r1tos fijos, llamados focos, es
constante.
87
empirismo: Actitud filosófica que consiste e.n atenerse a los l1ecl10s con1pro­
bables; método basado en la observación, experime11tación e í11ducción;
doctrina que defie11de que la experiencia es la fuente ú11ica de conoci­
n1iento.
91
espacio-tiempo: En física, el espacio y el tiempo están unidos en el movi­
miento; y del estudio del movimiento de los cuerpos materiales y de las
señales lun1inosas resulta que el espacio y el tien1po son en realidad dos
aspectos inseparables de una sola estructura llamada espacio-tien1po.
84
Estados Unidos
26,51
Euclides: Matemático griego, aproxin1adamente del año 300 a. C. No se sabe
nada acerca de su vida; su contribución más in1portante es la compilación
del saber matemático desde Tales de Mileto (dos siglos y n1edio) en t111a sola
obra, conocida con10 Elementos.
18, 19,69
Europa
51
Filadelfia
51
Finch, Edith: Cuarta y últin1a esposa de Bertra11d Russell.
57, 59
fórmula: Expresión maten1ática que consta de variables y sirve para realizar
cálc11los.
26, 27, 37
fotón: Cuanto de radiació11 electromagnética en1itido o absorbido por la
materia.. Viaja a la velocidad de la luz y con e11ergía proporcio11al a su
frecuencia.
89
fracción: Expresió11 matemática del cocie11te de dos números enteros.
17, 18, 32
Francia
13
Frege, Gottlob: Matemático alemán nacido en 1848 y n1uerto en 1925. Creó
un conjunto de símbolos para la lógica distintos a los de las mater,1áticas.
34,36
Gales
13, 59
geon1etria; Parte de las maten1áticas que trata de las propiedades y n1cctida de
las supert'icies.
18, 25,69

103
gcometria 110 euclideana: Dur:.111te vci11tc siglos la geon1etría de Euclides
pen11a11eció i1u11t1tablc, JJero dt1ra11te el siglo XIX algunos matemáticos
tra11st·on11aro11 ciertos pri11ci¡lios euclide�111os (entre ellos el quinto postu-
1�1do) para cot1strt1ir geon1etrías de st1perf1cies 110 planas, con10 la esfera o
la sct1(ioest·era, qtic tie11e u11a forn1a parecida a t1n par de tron1petas unidas
por l()S extre111os aboci11ados con las partes n1ás finas extendiéndose infi11i­
t�u11e11tc l1;1cia ;lf11cra.
26,69
Gran Bretaña
13,47
Greenwich
85, 8()

Hardy, Godfrey Harold: Mate111ático britá11ico, 11�1cido en 1877 y n1uerto en


19·17. l11vestígo sol)re aritn1étic,1 y teoría de 11(1n1eros. Estt1dió en Can1bridge
y 1·t1c 111t1y a111igc) ,te Rt1ssell.
68
Hegel, Georg Will1eln1 Friedrich: Filósofo alen1á11 (17-,0-1831). Ft1e uno de
los ere a,iorcs del siste111a filosófico n1oden10.
73
l1ipermetropía: l)ct"ecto ,ie la visio11 e11 el qtie las in1ágenes se fom1an por
<letras de [¡1 reti11¡1. Se corrige co11 le11tes co11vergentes.
80
hipotent1sa: E11 t111 trif111gt1lo rectángt1l0 1 el 1�1do opuesto al á11gt1lo recto,es
decir el l:1do mas largo.
31,32

infere11cia: Dcdt1cció11, o extraccio11 de t111�1 co11sect1e11cia.


91
Inglatetta
29,41,47, 51,56, 57
Isabel 11: Rci11�1 de G r;111 Brctat1a q11e 11ació e11 1926 )' subió al tro110 a la n1uerte
(ic st1 ¡,;1drc, Jorge VI, t:11 l 9'i2.
1í7

Jorge VI: Rey <.'Ot1stitt1cio11al de la G r-;111 Bretai1a ele 1936 l1asta su n1t1erte en
1952. N�1ció c11 189�.
47
Keynes, JolU1 Maynard: Eco110111isL'l l)ritánico n,1cido en 1883 y muerto en
1946. Set1:1ló la necesidad de la i11terve11ción del gobierno en la economía
a tr.1vés del g�1sto J)Ublict).
24
lan-ibert, Johann Heiru-ich: Mate111ático alen1á11, nacido en 1728 y muerto
c11 1777. Dc111ostró qt1é es u11 n(1n1ero irracio11al. Fue el prin1ero e11 idear
111ét0<.los tJara n1edir la i11te11sidad de la luz, co11 basta11te exactitud.
19

104
I...egendre, Adrien Marie: Célebre matemático francés nacido en 1752 y
n1t1crto en 1833.
19
Leibniz, Gottfried Wilhelm: Matemático y filósofo alen1án nacido en Sajonia
en 16/46 y n1t1crt<) t."n Hannover en 1716. Famoso porque descubrió el
cáJcti l<), ("()t1tc111 J)<)rá11ea e independientemente de Newton, su ten11inolo­
gía es J)ft"fcric.l;l l1<)y a la que introdujo Newton.
26
Lenin, Vladimir Illich: Político y teórico ruso,nacido en 1870 y n1uerto en
192·1. lJíc.lc:r <.le l;1 rcvolt1ción rusa c11 1917 y fundador del estado soviético.
1·1
lógica: 1�11 c·I lc11gt1:tjc C<)loquial, lo '(lógico'' es lo ''razo11able'', e11 co11traposi­
ci{>11 ;1 l<) ''ilé)gic<>'',o 1·;1lto de razó11. Así,la ''lógica'' es la discipli11a que trata
c.lc 1<)� 111ét<)clos y l<>s ¡)ri11cípios usados para disti11guir el razonan1iento
c<)rrccl<> c.lcl i11corrccto.
I 7, 29, 5 7, 19, 1 (), 5 O, 8 1 , 8 2
Londres
17, 51,86

mag11itud: 'l�;1111:1ñc). Pr<){)icc.l;1(I (le lo que puede n1edirse.


31, 32
meridiano: Ct1;1lqt1ic"1 de los círct1los n1áximos de la Tierra qt1e pasan por los
J){)lc>s. C:<)11 l)asc c11 ellos se (ictcn11i11a11 los l1usos l1orarios.
85
Morrell, Ottoline, lady: An1iga de Bcrtrand Russell.
51, 52

Napoleón: Milit;1r fr;111cés (1769-1821) y en1pcrador de Francia desde 1804.


13
Nasir al-Din al-Tl1si: Astró11on10 y n1aten1ático persa nacido en 1201 y muerto
et1 1271, tradt1ctor y difusor de la obra de Euclides. Entre sus trabajos
dcst�1c�111 st1s esttadios sobre t rigo11ometria.
19
nazismo: Doctri11a JJolítica del Jlartido Nacio11alsocialista aJen1án,ft1ndado en
1921. Dcfie11de la st1 J)Crioric�1d raci:11 aria,el a11tisenlitismo y el totalitarisn10.
45
Newton, Isaac: Cie11tífico y n1aten1ático i11glés nacido e11 1642 y mt1erto en
1727. I11gresó a Can1bridge e11 1660 y se doctoró en 1665, asumiendo la
Cátedra Lt1casia11a en 1669, a la edad de 27 años. Sus descubrimientos en
física y maten1áticas can1biaron la ruta de an1bas disciplinas.
22
Nueva York
56,86
número entero: Número racio11al cuyo divisor es 1.
32
número i:rracional: Se dice del 11ún1ero real que 110 puede expresarse como
cocje11te de dos 11ún1eros enteros,con10 por ejen1plo el número n o 12.
31,33

105
número i-acional: Resultado de la división de dos números enteros. Es el
nombre matemático para denominar a las fracciones o quebrados.
30

Olimpo: Cielo o morada de los dioses griegos.


67
O'Neill, Colette: Bailarina amiga de Bertrand Russell. Su nombre verdadero
era Constance Malleson.
52, 53

paradoja: _........ mento que consiste en emplear expresiones que entrañan


contradicción.
29, 34-37
paralelas: Se dice de las líneas que no se cortan.
18,69
París
25, 26
Peano, Giuseppe: Matemático italiano, nacido en 1858 y n1uerto en 1932.
Trabajó en el perfeccionamiento de los símbolos lógicos. Su trabajo influyó
considerablemente sobre Russell.
26,29
Pea.tsall Smith, Alys: Nació en Filadelfia en 1867 y murió en Inglaterra en
1951. Fue la primera esposa de Russell.
50-52, 60
Pembroke Lodge
13, 16, 17, 22
Pitágoras: Filósofo griego (aproximadan1e11te 560-480 a. C.). Se oct1pó de la
geometría y astronon1ía entre otras disciplinas.
30,74
Plas Penrhyn
59
Platón: Filósofo idealista griego fundador de la Academia. Vivió entre los siglos
v y IV a. C. Ft1e uno de los pe11sadores más in1portantes de la antiguedad
clásica.
74
postulado: Supuesto que se establece para ft1ndar una den1ostració11.
19
Proclo: Maten1ático griego, nacido e11 Co11sta11ti11opla e11 el año 41O y n1uerto
e11 Ate11as e11 485. Fue n1aestro de la Academia y come11tarista de los textos
de Euclides y Tolon1eo.
19
proposición: Enu11ciado n1aten1ático cuyo conte11ido puede ser u11a verdad
que 110 requiere demostració11 o una verdad por demostrar.
36,39,40
Pugwash: Movimiento en pro del desarme nuclear organizado a fines de la
década de 1950 por cie11tíficos destacados, entre ellos Albert Einstein y
Bertra11d Russell.
45

106
tadio: Segmento que une cualquier punto de la circunferencia con el centro
de ésta.
69
raíz C\Jadrada: Es la opernción inversa de elevar un nútnero al cuadrado (es
decir, multiplicar un n(11nero por sí mismo). Para obtener la raíz cuadrada
de un ní11nero n, se debe encontrar un nl1111ero m, tal que multiplicado por
sí mismo sea igual a n. Su símbolo es r.
32,33
Richmond
13
R11sia
44
Rtissell, Agatha! 1ía paterna de Bertrand Russell.
17
Rl1ssell, Bertrand Arthur William
11-17, 19, 21-25, 27-29, 34, 36-38, 40-43, 45-60
R11ssell, Conrad Sebastian Robert: Hijo menor de Russell y Patricia Spence.
Nació en 1937.
54, 56
Russell, Fr-ank: Hern1ar10 n1ayor de Bertra11d. Nació e11 1865 y murió e11 1931.
12-14, 16, 18, 21
R11ssell,John: AlJuelo paterno de Bertra11d Russell. Prin1er conde de Russell
y dos veces prin1er mi11istro britá11ico en el siglo XIX.
14
Russell, John Conrad: HiJO mayor de Bertrand Russell y Dora Black. Nació
en 1921.
52, 54
R11ssell, KatherineJane: llija de Bertrand Russell y Dora Black.
52, 54
Russell, lady: Abuela paten1a de Bertrand Rt1ssell.
14, 15, 17
Rl1ssell, Rachel: Hermana de Bertrand Russell.
14, 15, 17
R11ssell, Rollo: Tío paterno de Bertrand Russell.
17

Saccheri, Gitolamo: Jesuita y r 1atemático italiano, nacido en 1667 y muerto


r

en 1733. Fue inaestro de la Universidad de Pavia y e11 1733 publicó un libro


sobre geometría euclideana.
19
Sajonja
16
Spence, Patricia: Tercera es¡Josa de Bertra11ci Rt1ssell.
54, 57
Stanle)t·, lady: Abuela n1aten1a de Bertrand Russell.
17
S11ssex
54

107
aines1s

,.._
T;I'

86
teorema: Proposición matemática demostrable cuyo enunciado consta de un
supuesto o hipótesis y de una conclusión o tesis.
28
teorema de Pitágoras: Proposición geométrica según la cual, en todo trián­
gulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los
cuadrados de los catetos.
31
teoría de conjuntos: Teoría formulada por Cantor en 1874 con el fin de
sistematizar las ideas sobre la noción matemática de conjunto.
29,34
Tolomeo: Astrónomo y matemático que trabajó entre los años 127 y 151 de
nuestra era. Se desconoce su origen, aunque algunos afir1nan que era griego
y otros que era egipcio. Como Euclides, no destaca tanto por su trabajo
como por su labor de síntesis. Su sistema del universo establece que la Tierra
se encuentra en el centro del universo y que los distintos planetas giran
alrededor de ella.
19
Trelleck
13
triángulo rectángulo: Triángulo que contiene un ángulo recto.
31,32
Trinity College
22,25,42, 51,57
Vaticano
56
Vía Láctea: Nombre de la galaxia a la que pertenece nuestro sistema solar.
Contiene 100 billones de estrellas. Es posible verla como una ancha zona
de luz blanca difusa que atraviesa la esfera celeste de norte a st1r y que al
telescopio se ve formada por multitud de estrellas.
84,89
Victoria: Rei11a de Gra11 Bretaña desde 1837 l1asta su muerte en 1901. Su
rei11ado corresponde al apogeo del Imperio britá11ico. De rígida personali­
dad y co11vicciones, i11spiró n1odos culturales y una moral profu11dan1ente
conve11cio11ales, que tuvieron an1plia repercusión.
13, 16

Wallis, John: Matemático inglés nacido en 1616 y muerto en 1703. Escribió


extensos tratados matemáticos. Fue el primero en redactar una l1istoria de
las matemáticas. Fue miembro fundador de la Royal Society.
19
Whitehead, Alfred North: Matemático y filósofo inglés, nacido en 1861 y
muerto en 1947. Escribió en colaboración con Russetl, de quien era muy
amigo, el libro Principia matheniatica, publicado a pri11cipios del siglo xx.
23, 26-29, 37, 48, 41
Wittgenstein, Ludwig: Filósofo at1striaco nacido en 1889 y muerto en 1951,

108
discípulo de Russell. Fue uno de los pensadores más influyentes en la
filosofia i11glesa dura.11te la prin1era mitad del siglo xx.
24
wra,igler: La traducció11 lite.al de este vocablo i11glés es "argumentador,,, y
se refiere a aquel individuo que convence a través de sus argumentos. Se
aplica al estudia11te al que la Universidad de Cambridge disti11gue co11 el más
alto l1onor en n1aten1áticas.
22

1 ()9
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1-Ioracio García
El malabarista de los números. Blaise Pascal
Bram de Swaan
El tnaestro de lo infinitamente pequeño. John Dalton
José Antonio Chamizo
El príncipe del conocitniento. Georges Louis de Buffon
Aricl Rojo



YOLO COUNTY LIBRARY
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Colección 3 8005 0112 9474 6


Viajeros del Conocimiento

Nadie duda de que la ciencia es


importante para el progreso de la humanidad; lo
que casi nunca nos dicen es que también es
sumamente divertida. La historia de la
investigación científica es tan apasionante como
una buena novela de misterio o una película de
vaqueros. Sólo que el malvado es la ignorancia,
el villano la incomprensión.
En este libro damos a conocer la historia
de Bertrand Russell, el lógico, matemático,
filósofo y pacifista inglés que analizó los
1•
aspectos más diversos de la vida del nombre
contemporáneo.
Queremos que niños y jóvenes puedan
acercarse a las obras fundamentales ele Russell;
para eso seleccionamos algunos de sus
fragmentos más importantes y los volcamos en
un lenguaje claro y comprensible. Ojalá se
diviertan todos al leer este libro tanto como
nosotros al publicarlo.
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• 1994
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ISBN 968-6177-47-7
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excepto por el
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CORREO( DEL LIBRO .�
MEXICANO 9 89686 1774 73

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