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Las Fuerzas de Guerra en La Construccion
Las Fuerzas de Guerra en La Construccion
Rosario, 2012
Índice
PARTE I
PARTE II
E
l libro que el lector tiene en sus manos nace de un simposio organizado
por el proyecto State Building in Latin América1 (SBLA) en el CIAPA de
San José de Costa Rica, en el mes de agosto de 2011.2 En esta reunión,
los miembros titulares del proyecto, algunos investigadores asociados al mismo y
varios invitados externos, discutieron acerca de la relación entre la guerra y el pro-
ceso de construcción estatal en las décadas subsiguientes a la Independencia his-
panoamericana, tratando en especial, los casos de Guatemala, Costa Rica (y Amé-
rica Central en general), Colombia, Ecuador, Perú y el Río de la Plata en ambas
orillas, es decir, lo que sería más tarde la Argentina y el Uruguay. La tranquilidad
del lugar y la acogida de los dueños de casa en el CIAPA, sumadas a la extremada
amabilidad de los costarricenses, hicieron de los días de trabajo en San José un
momento de esos que justiican con plenitud el ejercicio, con tanta frecuencia ári-
do, de nuestra profesión de historiadores y de investigadores en ciencias sociales.
Estudiar la guerra en relación al proceso de construcción estatal en el siglo
XIX temprano de América Hispana es una tarea en la que varios nos han prece-
dido3 y no tenemos, por supuesto, ninguna pretensión de originalidad; aun así,
señalar este aspecto de la cuestión apareció desde el inicio de nuestro proyecto
como algo ineludible. Lo que habíamos ido trabajando en el curso de encuentros
anteriores acerca de la iscalidad y la burocracia4 en la historia primigenia de las
jóvenes naciones hispanoamericanas,5 nos pusieron, como a muchos otros investi-
gadores y cientistas sociales de los más variados horizontes, frente a la evidencia
del papel central de la guerra en el proceso de construcción estatal. En todos los
1 Avanced Grant N° 23246 del European Research Council, 2008-2013, radicado en la Universitat
Pompeu Fabra (UPF), de Barcelona, ver la web del proyecto en: www.statebglat.upf.edu
2 El simposio se llamó “Guerra, violencia y construcción del Estado. América Latina, siglo XIX”; el
CIAPA es el Centro Investigación y Adiestramiento Político Administrativo: www.ciapa.org
3 Cfr. CENTENO, Miguel Angel Blood and Debt. War and the Nation-State in Latin America, Penn-
sylvania State University Press, Pennsylvania, 2002. Se puede consultar también un volumen col-
ectivo dirigido por Robert L. Scheina, Latin América’s Wars. The Age of the Caudillo, 1791-1899,
Brassey Inc., Washington D.C., 2003, cuyo objetivo es más bien un racconto de cada conlicto.
4 “Fiscalidad y construcción estatal en Europa y América”, organizada en la Universitat Pompeu
Fabra de Barcelona en abril de 2009, cuyos textos fueron publicados en Illes i Imperis, 13, 2010
y se pueden consultar, asimismo, en http://repositori.upf.edu/handle/10230/30. En la Universidad
Nacional de San Martín, en Buenos Aires, mantuvimos en agosto de 2010 una reunión bajo el
título: “La burocracia en América Latina, siglo XIX”; sus resultados serán publicados en el libro
en preparación: Latin American Bureaucracy and State Building Process (1780-1860), editado por
Juan Carlos Garavaglia y Juan Pro Ruiz.
5 Nadie en aquella época usaba la expresión América Latina y solo la necesidad derivada del uso del
inglés nos obligó a utilizar esa denominación en nuestro proyecto.
10 Las fuerzas de guerra...
6 En el libro de Julio Vezub Indios y soldados. Las fotografías de Carlos Encina y Edgardo Moreno
durante la “Conquista del Desierto”, Elefante Blanco, Buenos Aires, 2002, se pueden observar
en las pp. 74-78, algunos detalles sobre los ranchos de las “familias” en los destacamentos de las
avanzadas patagónicas del ejército en los años setenta; suponemos, a falta de testimonios fotográ-
icos, que este era el sistema habitual en los regimientos estables de la frontera ya desde la época
de Rosas.
Prólogo 11
La guerra y la sangre
“Todos los hombres son culpables ante una madre que ha
perdido un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la
humanidad todos los esfuerzos que han hecho los hombres
para justiicarlo han sido en vano.”
Vasili Grossman Vida y destino
7 CLAUSEWITZ, Carl von De la guerra, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005, p. 106.
12 Las fuerzas de guerra...
8 No incluimos en este cálculo a los miembros de la Guardia Nacional, en cuyo caso los porcentajes
serían aun mucho mayores.
9 Las cifras citadas en este párrafo y en el precedente han sido tomadas de la Memoria presentada
por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1864,
Buenos Aires, 1865, pp. 104-155.
Prólogo 13
era todavía una época en la cual el ejercicio de las armas presuponía también para
jefes y oiciales el riesgo de la propia vida.
En una palabra, la guerra conlleva desde siempre un precio de sangre. En el
caso límite de la Guerra del Paraguay (1864-1870), si bien los números concretos
acerca de la cantidad total de hombres y mujeres que murieron como consecuen-
cia directa de la contienda (como por el efecto de las epidemias y hambrunas de
ella derivadas) siguen siendo discutidas, ya está más o menos al claro para el caso
paraguayo que casi el 70% de la población previa a la guerra había desaparecido
en 1870, es decir alrededor de 300.000 personas.10 Si le sumamos los caídos per-
tenecientes a los ejércitos de la Triple Alianza, la cifra de 400.000 muertos parece
incluso quedarse corta.11 Las secuelas que arrastró la sociedad paraguaya en las
décadas que siguieron fueron aterradoras y conformaron, sin lugar a dudas, el
futuro de ese país en su entrada en el siglo XX. No olvidemos entonces que la gue-
rra, si bien indisputablemente tiene un papel de primera importancia en el proceso
de construcción estatal en su búsqueda ineludible del monopolio de la violencia,
también puede dejar detrás de sí un reguero de sangre con pesadas consecuencias
para los vivos que, paradójicamente, como ocurrió en el caso del Paraguay de la
postguerra, termina acarreando negativos resultados en el camino hacia el state
building.
10 Ver: WHIGAM, Thomas L. y POTTHAST, Barbara “The Paraguayans Roseta Stone: New In-
sights into the Demographics of the Paraguayan War, 1864-1870”, en Latin American Research
Review, 34 (1), 1999; LEUCHARS, Chris To the Bitter End. Paraguay and the War of the Triple
Alliance, Greenwood Press, Westport, 2002.
11 DORATIOTO, Francisco Maldita guerra. Nova história da Guerra do Paraguai, Companhia das
Letras, São Paulo, 2002; CAPDEVILA, Luc Une guerre totale. Paraguay, 1864-1870, Presses
Universitaires de Rennes, Rennes, 2007.
PARTE I
Guerra y Estado en tiempos de
construcción nacional:
comentarios sobre América Latina en el siglo XIX
Juan Pro ruiz
Universidad Autónoma de Madrid
SBLA Project
C
omentamos aquí seis textos que analizan la experiencia histórica de la gue-
rra y su relación con la construcción de los estados en seis casos naciona-
les: Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, Colombia, Ecuador y Perú, con-
templados entre las décadas de 1820 y 1860, si bien desde ópticas muy diferentes,
que dan prioridad a distintos factores y aspectos del problema. Los seis trabajos
apuntan hacia la evaluación de la cuestión del ejército y de la guerra como motores
de la construcción estatal. Esto en sí mismo no sería muy innovador, porque se tra-
ta de una tesis bien conocida y, en todo caso, de una conexión obvia. Sin embargo,
hay un “aire de familia” en todos los textos, que los liga a una forma original de
abordar el problema, propia del proyecto colectivo en el que se enmarcan.
En estos trabajos no se insiste en la conexión necesaria entre esfuerzo guerre-
ro, extracción iscal y desarrollo de la burocracia de Estado;1 sino que se introduce
la guerra como marco en el que se produjo la construcción de los estados y que,
por tanto, condicionó ese proceso en todo momento. Lejos de responder a un mo-
delo lineal de racionalización, parece postularse que los estados de los que se está
hablando en el siglo XIX nacieron y se desarrollaron en un marco de contingencia
cuyo determinante mayor era la guerra: el conlicto armado recurrente y omnipre-
sente que, por momentos, parece la “guerra de todos contra todos” del estado de
naturaleza de Hobbes.2
El ejército aparece como el núcleo central de estos estados durante las fases
tempranas de su proceso formativo. Y en ese sentido, funciona como materiali-
zación y como símbolo del poder del Estado. De ahí que los trabajos presentados
hablen de él como una especie de metáfora del Estado, pues se aprecian en el
ejército las mismas características que cabría atribuir al Estado en su conjunto. El
ejército –como el Estado– aparece como un espacio de confrontación en el cual se
1 TILLY, Charles Coerción, capital y los estados europeos, 990-1990, Alianza Editorial, Madrid,
1992 [1990]; STORRS, Christopher (ed.) The Fiscal-military State in Eighteenth Century Europe,
Ashgate, Surrey, 2009.
2 Bellum omnium contra omnes. HOBBES, Thomas Leviatán: o la materia, forma y poder de una
República eclesiástica y civil, FCE, México, 1987 [1651], cap. XIII.
18 Las fuerzas de guerra...
tado, necesariamente hay que plantearse la pregunta que late en el fondo de todos
estos trabajos: ¿Qué tenían de nacionales aquellos ejércitos llamados nacionales?
Los ejércitos que aquí se presentan parecen responder a una diversidad de
funciones que se les asignaron en los estados nacionales en formación, funciones
entre las cuales no parece que la más destacada –o, el menos, la más frecuente–
fuera la defensa exterior frente a ejércitos de otras naciones. Tan importante o más
parece haber sido la función de control del territorio frente a amenazas internas
contra el emergente poder del Estado (si bien estamos hablando de una época y
unos contextos en los que lo externo y lo interno se confunden y se entremezclan).
El ejército sería, desde este punto de vista, una pieza clave en la airmación de
uno de los poderes presentes en el territorio frente a los demás; al proceso de
condensación de ese poder victorioso lo llamamos construcción del Estado; y a
la coniguración de poder asimétrica que resulta, la llamamos, sin más, Estado.
Hay que tener en cuenta que estamos hablando de fases de la construcción
de los estados muy incipientes, en las que no había todavía una Administración
civil directa relevante; y por tanto, el ejército representaba prácticamente el único
medio de control que el poder central tenía sobre la población y el territorio. En
esas condiciones, el tipo de ejército que se erija determinará el tipo de disciplina,
de relaciones y de orden social que se proyecte. No es de extrañar, por ello, que
tan pronto como las condiciones lo permitieron, todos los poderes establecidos
aspiraran a disponer de ejércitos regulares al servicio de un proyecto de orden
y de disciplinamiento de la sociedad; un proyecto, sin embargo, frenado por las
limitaciones inancieras y por los intereses creados en torno a la pervivencia de
otras prácticas guerreras.
Queda claro en los trabajos, sin embargo, que la relación entre Estado y so-
ciedad –con el ejército por medio– no es sencilla ni unidireccional: no hay un
aparato estatal dominante que, utilizando medios entre los que destaca el ejército,
domina y moldea a la sociedad. No hay tal “aparato”, sino una interacción mucho
más compleja. Pero en esa interacción existe esta virtualidad del Estado como
institucionalización de esas relaciones que están en la sociedad, a las que da un
valor añadido.
territorial del poder, por las alternativas entre el federalismo y el localismo hasta
la desaparición de las Provincias Unidas de Centroamérica en 1839.
Las discusiones sobre la participación de los indígenas en las fuerzas milita-
res revelan con transparencia casi naïf los intereses y los prejuicios que condicio-
naron la construcción del Estado nacional en Guatemala. La herencia racista alora
en los debates sobre la aptitud para el uso de las armas, sólo discutida cuando se
aplicaba a los indígenas. El estado de necesidad creado por situaciones bélicas en
las que estaba en juego la supervivencia dio pie a que por un momento se allanaran
los obstáculos que tradicionalmente impedían a Guatemala levantar un gran ejér-
cito, saltando por encima del prejuicio étnico y del prejuicio social para organizar
el reclutamiento masivo. Pero, inalmente, la exclusión de la población indígena
del servicio militar muestra la opción por un modelo de ejército que preparaba un
diseño nacional de tintes racistas: una nación ladina, en la que se privaría de dere-
chos a la mayoría indígena. Cuestión no exenta de complejidad, pues en aquellos
mismos debates del periodo constituyente el servicio militar era considerado como
un honor, que integraba en la nación a quien lo prestaba y le convertía en ciuda-
dano; pero al mismo tiempo, era percibido también como una carga que muchos
rechazaban, sobre todo cuando las prestaciones exigidas aumentaron al hacerse
acuciantes las necesidades de la guerra (en torno a 1827-29).
Remontándose hasta el periodo colonial, con el que hay notorias continui-
dades en el caso centroamericano, Sarazúa muestra el importantísimo papel que
desempeñaron las milicias, no sólo para la “defensa” del istmo frente a impe-
rialismos rivales de la Monarquía española, sino también como articuladoras de
identidades locales que pervivirían en el periodo posterior. Lo militar, lo social y
lo cultural se entrecruzan aquí para determinar consecuencias políticas que habrán
de ser tenidas muy en cuenta. Y la experiencia federal de 1824-39, contempla-
da desde el punto de vista militar, lo conirma, por las diicultades del Gobierno
centroamericano para hacerse con unas fuerzas armadas propias, no mediatizadas
por la lealtad primordial a las ciudades –ciudades más bien que estados– que las
“prestaban”. La Guerra Federal de 1826-29 sería expresiva del fracaso en hacer de
las Provincias Unidas algo más que una confederación de estados, en la medida
en que las tropas que defendieron al Gobierno fueron las de una sola ciudad, la
capital, con la que inevitablemente quedaron identiicados sus intereses políticos.
La situación de “empate” entre las fuerzas de las principales ciudades del istmo
determinó la voladura de aquella superestructura federal, dado que ninguno de los
contendientes había sido capaz de imponer una ventaja que le permitiera avanzar
hacia el monopolio de la fuerza física legítima en aquel territorio que iba desde
Chiapas hasta las inmediaciones de Panamá.
Pero si se contempla en su conjunto el arco temporal que recorre el texto
de Juan Carlos Sarazúa, desde la Guerra Federal de 1826-29 hasta la guerra en-
Guerra y Estado... 21
pero de manera muy diferente a como lo hacía en otros países vecinos. No debe
extrañar que, como consecuencia, las instituciones de la República de Costa Rica
y la cultura política de los costarricenses transitaran posteriormente por rumbos
distintos que las de otros países hispanoamericanos.
blicana e institucional. Probablemente las dos opciones sean ciertas, una durante
las primeras fases del proceso –inmediatamente a partir de la independencia– y la
otra durante fases más avanzadas, que se alcanzarían en fechas distintas según la
evolución histórica y las relaciones de fuerzas características de cada país.
De forma más general, son los límites entre lo público y lo privado los que
parecen estar constantemente en entredicho en las seis historias aquí contadas; y,
por tanto, la deinición de un espacio público en el sentido de un espacio dominado
por la lógica estatal, que se aísla de las lógicas del interés particular presentes en la
vida social. La mezcla entre ejércitos privados –de facción, de clientela, de grupo
de intereses local– y ejércitos nacionales, que actúan en nombre del interés gene-
ral, es continua; la diferencia entre ambos radica más en el discurso legitimador
que se le superpone a la acción de estos ejércitos que en cualquier rasgo distinti-
vo en cuanto a la composición, inanciación, organización y desempeño de tales
fuerzas en el campo de batalla. Lo mismo podría decirse de las formas de allegar
recursos con los que inanciar esos ejércitos: el límite entre las inanzas públicas y
los negocios particulares de comerciantes, banqueros y prestamistas está en el ojo
del observador y no en el sentir de los actores.
El problema para que podamos ver esto con claridad es que una de las ca-
racterísticas más notables de las sociedades estatalizadas, como estas en las que
vivimos y escribimos en la actualidad, es la hegemonía que la lógica de Estado
ha adquirido sobre todas las formas del lenguaje y del pensamiento. Las formas
de ver la realidad coherentes con una lógica de Estado han quedado naturalizadas
desplazando a cualquier forma alternativa de realidad o de imaginación. Y entre
esas lógicas que llevan consigo el sello de lo estatal, una de las más fuertes es el
sentido de lo oicial, lo público, como algo separado de la sociedad civil, donde
rigen normas distintas. Los desiguales en lo privado se convierten en iguales al
pasar a la esfera pública. El interés particular, la fuerza del parentesco o la lealtad
incondicional a los amigos, principios todos que priman en la vida privada, se
conviene en declararlos ausentes cuando se trata de asuntos públicos. Esta lógica
bipolar (público/privado), tan irreal como eicaz en la civilización contemporánea,
nos lleva a contemplar como anomalías las acciones que la desmienten, no sólo
en la política de nuestro tiempo (cada vez que estallan escándalos de corrupción
y nepotismo), sino también, de forma mucho más anacrónica, en épocas en las
que todo indica que la separación entre ambas esferas de la realidad era sólo una
icción en la mente de algunos juristas.
Los desarrollos que se muestran en estos trabajos, sobre diferentes países y
poniendo el énfasis en diferentes aspectos del binomio guerra-Estado, apuntan
todos en la misma dirección, de retratar en sus propios términos un periodo en el
despliegue de los estados nacionales hispanoamericanos caracterizado por la cons-
trucción privada de una esfera pública: mucho antes de que la separación entre
28 Las fuerzas de guerra...
3 En una línea distinta a la suscitada, por ejemplo, por CENTENO, Miguel Ángel Blood and Debt.
War and the Nation-State in Latin America, The Pennsylvania State University Press, University
Park (PA), 2002.
30 Las fuerzas de guerra...
4 Parafraseando a MARX, Karl El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Alianza Editorial, Ma-
drid, 2009 [1852].
32 Las fuerzas de guerra...
Todo lo relativo al papel del ejército y de la guerra hay que insertarlo en ese
marco del esfuerzo por llegar a una visión no estatista (léase no anacrónica) del
Estado durante sus primeras fases de formación. Ahí entra: la posibilidad de revi-
sar el signiicado de las milicias vs. ejército regular; o los esfuerzos para hacer el
balance entre el ejército como instrumento del poder del Estado, el ejército como
cuerpo deliberante que vehicula intereses sociales y se los impone al Estado, el
ejército como corporación con intereses propios capaz de condicionar la acción
del Estado, el ejército como el Estado mismo, o el ejército como forma de gobier-
no anterior a la formación del Estado.
El diálogo entre el presente y el pasado se presenta bajo un aspecto nuevo
en nuestros días: asistimos a una crisis maniiesta del Estado-nación tal como se
conoció en el siglo XX; y eso crea las condiciones de posibilidad desde las que
podemos liberarnos del peso agobiante de esa concepción del Estado y mirar hacia
el periodo de los orígenes con una mirada más crítica y más propiamente histórica.
“Toda la verdadera historia es historia contemporánea”;5 y la crisis del Estado ha
abierto, por in, una brecha en nuestra cultura política, que debemos aprovechar
para ver más allá.
5 CROCE, Benedetto Teoría e historia de la historiografía, Imán, Buenos Aires, 1966 [1914].