Problemática: La arquitectura posee el carácter situado directamente en el ámbito de la ética y la moral con el fin de satisfacer ciertas necesidades de la gente, lo cual hace que estos dos ámbitos planteen problemas con interferencias mutuas. Esto hace situar al arquitecto en un punto de conducta profesional, en el cual tiene que ejercer un compromiso social con responsabilidad moral. El arquitecto tiene que someterse a leyes y normas para poder ejercer su profesión donde la habilidad, el dominio, destreza y análisis racional puede tomarse como objeto de valoración, ya que se tiene que enfocar en equilibrar el bien particular que cada uno busca en su trabajo y además con el bien general que la sociedad espera de él. Esto permite enjuiciar al arquitecto donde cada sociedad establece: mediante legislación específica, el tipo de enseñanza, las organizaciones profesionales, los métodos para la realización de actividades, etcétera, que ayudan a formar el perfil profesional del arquitecto. Es decir, hasta cierto punto el trabajo que realiza, sus conocimientos, su “saber que hacer”, se ajustan a lo socialmente aceptado. Como dice Le Corbusier, “La arquitectura es una misión que reclama vocación a sus servidores. Que consagrada al bien de la vivienda (y la vivienda albergando después a los hombres, el trabajo, los objetos, las instituciones, los pensamientos) la arquitectura es un acto de amor y no una puesta en escena. Que entregarse a la arquitectura en estos tiempos de transición de una civilización destronada a una civilización nueva, es como ingresar a la religión, es creer, es consagrarse y entregarse”.