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Sharknado Por Fabio Villalba
Sharknado Por Fabio Villalba
Ferrante, 2013)
Así como Lucas y Spielberg incurrieron en la contradicción de filmar películas de presupuesto clase A
emulando técnicas y recursos de la clase B y los seriales (en la serie Indiana Jones), acá tenemos el
problema inverso: el intento de filmar algo que hoy en día sería un tanque con la Roca Johnson pero con
el presupuesto y actores de una clase B. En este desbalance de fuerzas siempre hay algo incómodo. En
este caso, si una de las características del cine es su impresión de realidad y eso suele implicar un trabajo
importante en el verosímil (en palabras de V. F. Perkins: “A cierto nivel, la credibilidad cinematográfica
no es distinta a la que pedimos a otras formas de narración. Depende de la coherencia interna del mundo
creado. (...) el mundo creado debe obedecer a su propia lógica. No existe pretexto, ya sea la Significación,
el Efecto o el Final Feliz, suficiente para justificar una traición al orden aceptado. En un mundo de ficción
en el que absolutamente todo pudiera suceder, nada tendría significación o importancia alguna. Este
hecho tiene consecuencias específicas en lo tocante al cine. Confiere al criterio de credibilidad una
dimensión física que ha faltado en cualquier manifestación artística desde el declive de la pintura
figurativa. Frente a la obstinada literalidad de la cámara (lo cual equivale a nuestra comprensión literal de
aquello que la cámara nos ofrece), el cineasta sigue el consejo de Conrad al hombre que se ahoga:
"Sumérgete en el elemento destructor." La conquista a través de la sumisión: dado que la imagen insiste
en su relación con la realidad visual, el realizador toma esto como uno de sus puntos de partida para la
organización y trabaja dentro de esta norma para dar cuerpo a su mundo imaginario. En este sentido,
incluso el film de ficción es un documental -la "reproducción auténtica" de un universo ficticio.”),
decíamos, eso implica un trabajo importante en el verosímil tanto en coherencia interna como en la
“materialidad” de la imagen. Aún más desde la generación de imágenes por computadora. Entonces, en
vez de trabajar con la lógica de la clase B del cine clásico donde la puesta en escena se organizaba a
sabiendas de las limitaciones de presupuesto pero sin que se notara, Sharknado decide todo el tiempo
forzar las cosas y las termina rompiendo en casi toda la película. El hecho de ver constantemente los hilos
de lo material-técnico dificulta que uno pueda entrar en el mundo de la película y participar de esa
aventura. Lo cual es una lástima, porque tiene buenos momentos y hay algunas ideas que bien
organizadas podrían tener mayores alcances que los que tienen, como por ejemplo el uso que le da al
cartel de Hollywood.
En el posteo anterior el amigo Diego Cirulo comentaba a través de la cuenta @bsoradio acerca del
“consumo irónico” que se da con ciertas películas (y otro tipo de obras y productos en general) donde
mucha gente toma como bandera alguna película o serie mal realizada o de mal gusto y la enarbola como
una gran obra, pero en realidad se ríe de ella y de su realización sólo porque se siente superior a eso que
está mirando (¿está mirando?).
Hay obras que caen en este tipo de consumo porque lamentablemente no alcanzaron un nivel de
realización que permita verlas como una obra en sí y hay obras que ya están diseñadas para ser vistas de
esa manera. Ahora bien, si uno podía ver la primera Sharknado con cierta “inocencia”, dándole el
beneficio de la duda, pensando que la “berretez” era debido únicamente a una falta de presupuesto,
ciertamente esta segunda parte no deja lugar a dudas. Ya desde el comienzo parodiando sin miramientos
al famoso episodio del avión de George Miller en Twilight Zone: The movie (el cual es recreado en Los
Simpsons en el episodio en que Bart ve un bicho comiendo el autobús escolar —se podría comparar cómo
esas citas son diametralmente opuestas—), como así también cuando menta en varias oportunidades al
uso de la motosierra en The army of darkness de Sam Raimi, uno entiende que a Sharknado no le importa
nada más que facturar. No hay un recuperar operativo de algún tipo de sentido cuando realiza esas citas,
sino la sola especulación de que el espectador reconozca y ría. Lo que podían ser buenas ideas en la
primera película ya no son más que el bastardeo de elementos tradicionales como la figura del héroe pero
sin el sustrato mítico.
P.D.: no obstante, debo reconocer que es simpático el subtítulo de esta película.
44. The last sharknado: it’s about time (Anthony C. Ferrante, 2018)
Si la anterior película se expandía a lo largo de todo el planeta, en esta ocasión la inflación se da a lo largo
de la historia de la humanidad. Hay que reconocer cierto esmero en que cada segmento temporal tenga al
menos una gran imagen, pero nuevamente no hay mucho más que esto. Se puede rescatar la construcción
de un conflicto alrededor de si alterar o no el pasado y cómo las decisiones que tomamos nos construyen
como personas, encarnado alrededor del personaje de Nova y su necesidad de salvar la vida de su abuelo.
No obstante, esto es apenas un puñado de momentos dentro de una película que no tiene interés en
ponernos en aprietos al hacernos partícipes de un conflicto, sino que está más ocupada en la peripecia por
la peripecia misma (ojo, hay que celebrar que al menos tiene peripecias).