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Alessandro

Baricco
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estábamos
buscando
33 fragmentos

Traducción
Diana Agámez

editorial anagrama rT
Titulo de la erUc/ólI url~IIlIJ1:
Qucl che ~laV;lm() cercando.
Gi;lI'I¡;ia"'llIllo l'eltrinl'lli
)~ rUOlmenti
Edilnrc
o
~lil;Ín. 21121

Aquello que un médico decide lla-


Primera crllclólI: abril 2021
Segunda edición: agosro 2021 mar enfermedad es una enfermedad.
Aquello que un virólogo decide lla-
mar virus es un virus.
llbcnll de 1,1 ••••.,lc •.-ci"n: Inllblda.clll1\ Aquello que un epidemiólogo deci-
" De 1" t{¡1l11.1cdón. Di;tn;l AJ1,;ímcl. 2021
de llamar pandemia es una pandemia.
o EO[TORI,\LANAGRAt\IA. S. 1\., 21121
I'cdró de la Cn:u. Sg
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ISTlN: 'l7¡(.IU ..H'j.lflIS-N


Ocp,;,.il" [.•,'g"l: B. -'77).2021

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,~ 1'llTl<,r

7
1 2

pero en realidad habría que intentar las criaturas míticas son productos ar-
comprender la Pandemia como criatll- tificiales con los que los seres huma-
ra mítica. Mucho más compleja que nos se dicen a sí mismos algo urgente
una simple emergencia sanitaria, pare- y vital. Son figuras en las que una co-
ce ser más bien una construcción colec- munidad de seres vivos organiza el
tiva en la que diversos saberes e igno- material caótico de sus miedos, creen-
rancias han trabajado en un propósito cias, recuerdos o sueños. Estas cria-
aparentemente compartido. turas habitan un espacio mental que
llamamos mito. El hecho de haberlo
concebido y cuidarlo a diario, como si
fuese la propia morada, es uno de los
principales gestos con los que los seres

8 9
humanos se aseguran un destino. O lo
reconocen.
3
-

nada más engañoso que usar la palabra


mito como sinónimo de acontecimiento
irreal. fantástico o legendario. El mito
es aquello que dota de un perfil legible a
un puñado de hechos. En cierto sentido
es lo que traduce aquello indiferenciado
que es propio de lo que sucede a la forma
completa que es propia de lo que es real.
Es un fenómeno artificial, por supuesto,
un producto del hombre; pero confun-
dir lo artificial con lo irreal es una estu-
pidez. El mito es quizás la criatura más
real que existe.

10 11
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el gesto con el que grandes comunida-


afirmar que la Pandemia es una crea-
des de humanos logran construir un
ción mítica no quiere decir que no sea
mito resulta en buena medida misterio-
real, ni mucho menos que sea una fá-
so. Difíciles de descifrar son las razones
bula. Al contrario, implica saber con
por las que lo hacen, y los tiempos que
certeza que una gran cantidad de deci-
eligen para hacerlo. Sin embargo, la pre-
. siones muy reales primero la hicieron
cisión -y muchas veces la belleza- del
posible, luego la invocaron, y después
producto final, aunada a la impresio-
la generaron definitivamente, ensam-
nante complejidad de causas que lo ge-
blándola a partir de un número infini-
neran -en cada una de las cuales deja
to de pequeños y grandes comporta-
huella la mano artesanal del hombre- ,
mientos prácticos. otorga a las criaturas míticas una impor-

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tancia tal que no pocas veces han sido
tratadas como divinidades. Al construir
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mitos los hombres se convierten en algo
más de lo que son.
Donde no hay creación mítica, los
humanos se detienen. Como paraliza-
dos por un hechizo.

puede ocurrir que se luche para derro-


tar el mito, enseña la Odisea.
Puede ocurrir que se luche para edi-
ficar el mito, enseña la Iliada.
La élite intelectual homérica tenía
las ideas claras. A través del mito, los
humanos generan el mundo. Por el
mito lo pierden.
y así sigue sucendiendo siempre, en
una rotación sin fin. Ni buena ni mala.
Simplemente inevitable. Justa.
El destino de los humanos está teji-

15
t4
do con los hilos del mito, intentaban 7
decirnos nuestros padres. Querían que
lo supiéramos.

rendirnos sin condiciones al método


científico nos ha hecho incapaces de
leer el mito, comprender su produc-
ción e incluso valorar su presencia en
la vida de los humanos. Devaluado a
hallazgo mágico, o simplemente a ex-
presión de una cierta ignorancia, el
mito es combatido en nombre de la cla-
ra luz de la verdad. que brilló por pri-
mera vez en la transición ilustrada.
Pero solo civilizaciones capaces de
reconocer la producción del mito. arti-

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culándola con el trabajo de lectura de
la ciencia, pueden leer correctamente
8
su destino.
Con los ojos de la ciencia se lee un
texto sin vocales. Eran así algunas es-
crituras arcaicas, que después se reve-
laron insuficientes para nombrar el
mundo.

los nombres de la ciencia son las cara-


colas que permanecen en la arena cuan-
do la ola del Mito se retira atraída por los
campos magnéticos de las mareas.
Virus: moluscos.

19
18
Hace falta un ejemplo.
9 El inconsciente es una criatura míti-
ca de este tipo. Evidentemente no es un
hecho: siendo generosos se lo puede de-
finir como el espacio hipotético de los
acontecimientos que suceden y que no
sabríamos ubicar en ningún otro sitio.
Sin embargo. preguntarse si existe ver-
daderameme es una pregunta infantil.
yen cualquier caso fuera de lugar. Dado
que es un mito. forma parte de nuestro
la expresión criaturas míticas provie- sistema de realidad. Usándolo. se pue-
ne de un pasado en el que los humanos de salvar a las personas del dolor. Acep-
todavía sentían la necesidad de plasmar tándolo como una categoría del estar
sus mitos bajo la forma de animales, o en el mundo. se generan efectos. Algún
fenómenos naturales. o desviaciones día seguramente dibujaremos figuras
monstruosas de la creación. Pero, des- míticas más eficaces. Ya lo estamos ha-
de hace algún tiempo, los humanos se ciendo. El inconsciente se disolverá.
han vuelto más refinados. Se han per- No lo volveremos a usar. Se consagrará
catado de que estaban creando unos en el archivo de nuestras creaciones
mitos que, al juntar esquirlas del acon- míticas obsoletas. Junto al Minotauro.
tecer, forman figuras artificiales, a me- por así decir.
nudo abstractas.

20 21
Ilalldo porque resulta inadecuada para
10 descifrar el mundo contemporáneo. Es
llll mito que se está disolviendo. Cuan-
do se recurre a ella para describir lo
real. sugiere mapas que, leídos al pie de
la letra, generan situaciones molestas.
a menudo bastante cómicas. Convenci-
dos de tener que escalar paredes de ro-
cas traicioneras, nos encontramos
frente a extensas praderas. Allí donde
la distancia se traza al ritmo de las ho-
puede resultar útil otro ejemplo. ras. la meta se alcanza en minutos. Di-
También la profundidad es una cria- lmjados con un detalle admirable y una
belleza inalterada. esos mapas están
tura mítica.
Rara vez hemos construido otra me- poblados de ríos secos. fronteras aboli-
jor y más eficiente. En una sola palabra das. espléndidas ciudades hoy en rui-
se ha fijado la posibilidad de un lugar nas y misterios desvelados hace mucho
que daba sentido a mil presentimien- tiempo. Es el continente de la profun-
tos. a un sistema ético completo y a una didad. En los espacios en blanco. allí
idea precisa de alma. Durante al menos donde aparece la espléndida expresión
dos siglos, la profundidad ha guiado 'lic SU/lt leones. 110Sfuimos a vivir no-
casi todos nuestros sentimientos. Sin sotros.
embargo, ahora la estamos abando-

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11 12

en una entrevista, Jung recordó haber


pero no solo figuras abstractas. Desde
predicho el ascenso al poder de Hitler
siempre los humanos han construido
si mplemente escuchando los sueños
criaturas míticas incluso en forma de
de sus pacientes en los años inmedia-
acontecimientos. Por irracional que pa-
I amente anteriores al advenimiento
rezca, debemos ser capaces de pensar
del nazismo. Intentaba explicar con
que aquello que sucede es a menudo una
ello que la historia a menudo no es más
producción mítica, no simplemente el
que la conversión en acontecimiento
efecto de una serie de causas.
de ciertas pulsiones del inconsciente
colectivo. Lo útil de esta teoría es la idea
de que, más allá de las opiniones for-
malizadas por los individuos, existen

2S
24
creencias colectivas por así decir asin- 13
tomáticas: brotan y se propagan utili-
zando la conciencia individual como
incubadora inconsciente Y permane-
cen sustancialmente ilegibles hasta el
momento en que emergen con la rapi-
dez de una pandemia, cuando se com-
pactan en una sola figura de significa-
do, ya sea atroz o virtuosa. Así descrita,
la historia deja de ser simplemente un
fenómeno generado por aquellas lógi-
la 11 ¡storia es aquello que alcanzamos a
cas que los historiadores están encar-
pronunciar de nuestras premoniciones.
gados de descifrar, y entra de lleno en
I':ssiempre eco de una profecía, desor-
el ámbito del hacer mítico: se convierte
dcnada ceremonia de una confesión,
en historia aquello que los humanos
1:1 rdía detonación de instintos reprimi-
no saben que piensan hasta que no lo-
dos durante largo tiempo. La Historia
gran producirlo para sí mismos, sinte-
cs un grito.
tizarlo y nombrarlo en forma de acon-
Quien no siente ese grito no puede
tecimiento histórico.
cscuchar, y por lo tanto se limita a ob-
La Pandemia es un acontecimiento
scrvar. Aquello que provoca esa sorde-
histórico de este tipo.
ra es un detrito mudo: los nombres ava-
lados por las ciencias.

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26
Los nombres de la ciencia son las ca-
racolas que permanecen en la arena
14
cuando la ola del Mito se retira atraída
por los campos magnéticos de las ma-
reas.
Virus: moluscos.

se debería entonces pensar la Pan de-


Illia como criatura mítica. Mucho más
compleja que una simple emergencia
sanitaria. representa una construcción
colectiva en la que diversos saberes e ig-
norancias han empujado en una misma
dirección. Inofensivos eventos depor-
tivos. perfiles sociales aparentemente
insignificantes. gobiernos frágiles. pe-
riódicos al borde de la quiebra. simples
aeropuertos. años de política sanitaria.
el pensamiento de innumerables inte-

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ella gente ha registrado en su memoria
lectuales, comportamientos sociales
l'S que el otro único acontecimiento
arraigados en las más antiguas tradi-
'lile lUVO un efecto pandémico tan im-
ciones, aplicaciones tecnológicas que
placable fue la guerra. Instintivamen-
de repente se revelan muy útiles, el re-
1", la Pandemia se alinea con las otras
greso al escenario de los expertos, la si-
¡~ramIes criaturas míticas de las que se
lenciosa existencia de los gigantes de la
Iklle memoria y se acepta por lo que
economía digital; todo ha trabajado
r"allllente es: un contagio de mentes
para generar no un virus, sino una cria-
:lIltes que de cuerpos.
tura mítica que, desde el inicio del vi-
rus, se ha apoderado de toda la atención
y todas las vidas del mundo. Primero, y
más rápido que la enfermedad misma,
está la figura mítica que ha contagiado
al mundo. Esa es la verdadera Pande-
mi a: antes que tocar los cuerpos de los
individuos, toca el imaginario colecti-
vo. Es la explosión de una figura míti-
ca, con una potencia y velocidad des-
concertantes. No es casualidad que a
muchos les recordase la experiencia de
la guerra. Las circunstancias prácticas
son diferentes -no se dispara una sola
bala, no hay enemigos-, pero lo que mu-

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lill1itadas del mundo florecían grandes
15 ,<,Ialosmitológicos de espléndida factu-
la: la guerra contra el terrorismo, la ame-
liaza de los inmigrantes, la emergencia
del cambio climático, con un gran clá-
sico en perspectiva: el fin del mundo.
Il"spués de décadas de aparente ane-
IlIia mítica, un magma subterráneo de
:dl ísimas temperaturas parecía haber
,'lIcolltrado una boca desde la que erup-
('iollar -rugido y resplandor.
antes de la Pandemia ya se registraba I.uego, la Pandemia.
una actividad sísmica inusual allí donde
un cierto sentir colectivo asintomático
se desbordaba hasta generar historia.
En poco tiempo, varias figuras míticas
de proporciones considerables comen-
zaron a rediseñar. como impulsadas
por una urgencia repentina. el skyline
mental de los humanos. Mientras la re-
volución digital construía imparable en
todo el planeta el mito por excelencia,
el de la tierra prometida, en áreas más

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rriente dominante, que desde hace tiem-
16 po !luía en una dirección muy clara. Se
podría decir que casi todas las eleccio-
I\l~S de cualquier tipo que han tomado
los seres humanos en los últimos cin-
,'lienta aí10s parecen haber sido a pro-
púsito para crear las condiciones de
IIna pandemia. No necesariamente ne-
gal iva o mortal, y seguramente no li-
IIlilada por el estrecho marco de un
,alCeso de tipo sanitario. Se ha trabaja-
do mucho para crear un terreno de jue-
afirmar que la Pandemia es una crea-
go único en el que moverse con una
ción mítica no quiere decir que sea una
velocidad y una facilidad nunca antes
fábula, ni mucho menos que no sea real.
,'onocidas: vale la pena recordar cómo,
Al contrario, implica saber con certeza
si lenemos que elegir una palabra para
que una gran cantidad de decisiones
lIombrar esta marcha asombrosa, aca-
muy reales primero la hicieron posi-
llamos eligiendo, con un instinto segu-
ble, luego la invocaron y después defi-
m.la palabra viral. Hemos reconstruido
nitivamente la generaron, ensamblán-
Iln Todo, o mejor dicho, varios Todo.
dola a partir de un número infinito de
Ilacer correr por ahí información, di-
pequeños y grandes comportamientos
lIero, números, noticias o música cam-
prácticos. En ellos se puede leer una es-
I,ia poco las cosas: es siempre un juego
pecie de voluntad mayoritaria, una co-

3S
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pandémico. Si un virus hace su apari- 17
ción, no puede desencadenar nada más
que una pandemia. Quizás no la pri-
mera vez, quizás tampoco la segunda.
Pero está claro que tarde o temprano
sucederá.
Puede parecer extraño decirlo, pero
evidentemente es lo que estábamos
buscando.

allí donde los humanos producen mi-


lOS existe siempre una desproporción.

1Ina ilógica falta de armonía, por no


decir una clara deformidad. Esto era
evidente en las criaturas míticas de ca-
r;'¡cteranimal-los monstruos-o O en el
grotesco destino de ciertos héroes trá-
gicos. De manera más sutil, la produc-
ción mítica conserva un rastro de escan-
dalosa desproporción, incluso cuando
genera criaturas no animales, es decir,
abstractas o sociales. La grotesca bre-

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36
cha entre ricos y pobres en la que vivi-
mos nunca podría haberse formado sin
18
una perspectiva mitica que le diera una
legitimación épica, por decirlo de algu-
na manera. El gran número de muertos
en la Primera Guerra Mundial no puede
explicarse con otra lógica que aquella.
ilógica. del mito. La deformidad moral
de los campos de exterminio nazi recu-
pera los rasgos grotescos y terroríficos
de los monstruos arcaicos.
Pero incluso la pequeñez de las ci- así. mientras despedimos a los muer-
fras, por ejemplo cuando hablamos de lOS, curamos a los enfermos y alejamos

muertes por ataques terroristas o falle- a los sanos. dibujamos hábilmente una
cimientos a causa de un virus, puede rigura mítica en la que nos pronuncia-
delatar una escandalosa desproporción, mos. Naturalmente, los ojos están pues-
si consideramos la magnitud de los lOS en el virus y en sus movimientos,

efectos de esas cifras. Es una especie de pcro basta con cerrarlos para sentir todo
deformidad aritmética -detectada pun- lo demás -como si fuese un ruido de
tualmente con desconcierto por la con- fondo-o La propagación de murales en
ciencia colectiva- lo que señala la pre- los que el desplazamiento del virus no
sencia inequívoca del mito. es más que un primer esbozo al carbon-
cillo. Una especie de oscura vibración

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que hemos aprendido a reconocer: el 19
suntuoso avance de un amanecer/atar-
decer sobre las cosas. sobre las vidas.
Esto nos atrae y nos asusta. pero mien-
tras pagamos un precio altísimo por
semejante creación mítica. contando
los muertos y marchitándonos, segui-
mos creando con obstinación, porque
aún no hemos terminado. En esto vol-
vemos a descubrir la rotación que tan-
to apreciaban nuestros padres, y en un Si la Pandemia es una figura mítica,
solo gesto combatimos el mito y lo ge- i.l/llé queríamos decirnos a nosotros mis-
neramos. Algún día nos detendremos. IIIIIS cuando la diseñamos? Esta es una
pregunta que puede tener respuestas
problemáticas.

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I 20 21

Si la Pandemia es un grito, ¿qué es- Por otro lado, sería casi antinatural
'1llC una figura mítica tan potente no
tamos gritando? ¿Queremos saberlo
verdaderamente, o preferimos aplazar 11Ivieseuna explicación. ¿Adónde iría
la cita con nosotros mismos y concen- :t parar entonces la inteligencia de los

trarnos en cuidar a los sanos y a los en- 11I1I11anos? Las figuras míticas están ahí
fermos -un imperativo cotidiano evi- I'a ra ser interpretadas.

dente? La de la Pandemia plantea una pre-


gunta inicial interesante: ¿cómo fue po-
sible forjarla dotándola de tanta fuerza
y rapidez?
Una primera respuesta es relativa-
mente fácil: aunque reproduce mode-

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42
los míticos ya experimentados en el ',1 '''' slIIllcrge a cualquier criatura
pasado -¡la peste!-, la Pandemia es un ,,"11"" l'll IIl1asolución química de este
prilllWIl absoluto, porque se produjo "1 ''', ,;¡ 1 rllcrza y su velocidad se verán
dentro de una solución química que '"'' 11¡pi icadas.
nunca antes había existido, aquella I.IIl'gO hay una segunda respues-
que ofrece el Gallle, la civilización digi- 1.1, '1"" cs más difícil de aceptar: para
tal. Dicho de otra manera: la Pandemia , "'lll'llcr toda esa fuerza y ser capaz
es la más ambiciosa de las criaturas mí- 01,' 1",la csa velocidad, la figura míti-
ticas que hemos construido después de , ,1dl' la Pandemia tuvo que ser impul-
entrar en posesión de estas tres habili- '..,d:1 por una inmensa corriente de
dades: d,""'o. O por una gigantesca necesi-
01:,,1 de decir algo. O por una urgencia
1. una vertiginosa capacidad de J ',l'llcralizada de dar voz a un tormento
cálculo; ",'olcrable.
2, un sistema de muy baja densi- 1'odemos también, por oportunis-
dad, y, por tanto, accesible a ve- "10, considerarla una simple emergen-
locidades muy altas para cual- ,'j" sanitaria.Pero ¿cómo no entender,
quier vector; l'll cambio, que es un grito?
3. un motor narrativo de tracción
total, donde cualquiera -cual-
quiera- puede producir histo-
rias.

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nombra, pero no regula; marca, pero no
22 armoniza; enumera, pero no calcula. El
Mito restituye la sustancia irresoluble
de los humanos. Es un libro de contabi-
lidad donde el deber y el haber no pro-
ducen un resultado final, sino muchos
resultados posibles.
De esta manera, adentrarse en las fi-
guras míticas para entender su mensa-
je suele ser un viaje en medio de voces
desarticuladas en las que sería forza-
Lo más desconcertante cuando em- do reconstruir un canto o por lo menos
piezas a leer dentro de la figura mítica lIna locución.
de la Pandemia es la maraña de auda- Escuchar gritos es la regla.
cia y miedo, de propensión al cambio y No asustarse, el objetivo.
nostalgia del pasado, de dulzura y ci-
nismo, de asombro y horror, que ahí se
encuentra. Hay que aceptarlo. Hay que
acostumbrarse. Allí dentro hay de todo.
Por otro lado, ya se sabe que las cria-
turas míticas no forman en sí mismas
sistemas coherentes. El Mito es una red
rota. No genera orden, sino definición:

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pio, ver mucho hasta alcanzar una cier-
23 ta ceguera, saber mucho hasta no com-
prender nada más. A la cámara lenta a
la que nos ha obligado a vivir. la Pande-
mia ha revelado fotogramas nunca vis-
tos de la película de nuestras vidas;
muchas veces contenían el rostro del
asesino. o el ascender del ángel. Y al
imponernos la inmovilidad. ha abierto
cuartas dimensiones que habían sido
abandonadas.
Muchos han pensado: ¿pero qué cla- No hay duda de que queríamos y
se de locura era la vida que llevábamos buscábamos algo parecido. Quizás, en-
antes? tre las corrientes de deseo que empuja-
La figura mítica de la Pandemia lle- ron con una violencia repentina a esta
va en su seno, entre otras cosas, esta figura mítica a la superficie del mun-
epifanía. pronunciada con una claridad do. una de las más fuertes sea precisa-
destinada a no perdonar a nadie. Dice mente esta: la espasmódica necesidad
que era una locura ir a ese ritmo, dis- de detenemos. En este sentido, la Pan-
persar la mirada y la atención, perder la demia fue verdaderamente un grito.
intimidad con uno mismo. intercam- Un grito de cansancio. De rebelión.
biar neuróticamente los cuerpos sin Cuando el niño dobla las rodillas y se
detenerse a contemplar el cuerpo pro- deja caer porque ya no aguanta más.

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48
De hecho, así la recuperación -que
aún es parte integral de la figura míti-
24
ca- es un retornar extraño y desenfre-
nado, dictado más que nada por la ne-
cesidad de reactivar la economía. Pero
con una grieta que hiere el sentido de
las cosas -una grieta indeleble.

Por supuesto, también es un clamor


para gritar «¡Ayuda!» en la prisión de
una Historia, por así decirlo, domesti-
cada. Huérfanos de las guerras -atro-
ces, pero efectivas como desgarros
controlados en la inercia de las existen-
cias-,los humanos hemos hallado en la
Pandemia el acontecer electrizante de
algo que se rompe, se interrumpe, vuel-
ve a empezar, acaba. Mientras todo es
una suave y lenta derivación del pasa-
do y cualquier desgarro se considera

so 51
inadecuado. se prefiere, siguiendo una Hallar una figura mítica donde ins-
cierta etiqueta de la Historia domesti- cribirlo.
cada, deslizarse hacia lo nuevo solo a A cualquier precio.
través de pequeños pasos, todos conec-
tados, derivados lógicamente los unos
de los otros. Con un efecto de continui-
dad que en última instancia ahoga las
conciencias al tiempo que las consue-
la. Incluso la llegada del Game. la revo-
lución digital, fue después de todo un
acontecimiento pausado, un desliza-
miento hacia lo nuevo con toda la cau-
tela posible. casi de puntillas. casi dis-
culpándose. Y la mayor decepción de
los últimos veinte años ha sido descu-
brir que la frase <<nadavolverá a ser
como antes» es bisutería intelectual.
pues ni siquiera resultó cierta tras el 11
de Septiembre.
La verdad es que todo sigue igual que
antes, solo que un poco más limpio.
A la larga. era necesario poder decir
cuán intolerable es todo esto.

52 53
sionarse con el otro. pero que a la vez
25 puede mezclarse con cualquier cosa si
está dispuesto a descender en el ágil
traje de buceo de los dispositivos digi-
tales. No hay que equivocarse: esta no
era la corriente principal del Gallle.
que más bien tenía como idea la rota-
ción continua de la experiencia física y
la experiencia digital en un único siste-
ma de realidad. Pero ahora. en la figura
mítica de la Pandemia, leemos que es
Luego salió a flote una especie de hi- frecuente la tentación de simplificar
giene digital: la idea de que los disposi- esa rotación y replegarse a lo puramen-
tivos electrónicos pueden reducir al le digital, desplegando mundos delante
mínimo la exposición de los cuerpos al de uno. La eliminación de los cuerpos
peligro de la contaminación. de cual- que lleva consigo es nociva. Por otro
quier contaminación. Evidentemente. lado, en la figura mítica de la Pande-
el Gallle, la revolución digital, también mia toma forma un grito pedante. que
llevaba en su seno esta utopía fóbica y 1 ambién va más allá de los fanatismos
visionaria a la vez. Una especie de os- digitales: todo en ella grita que tocamos
curantismo luminoso que parecería demasiado. que estamos demasiado
imaginar una limpieza preexistente al expuestos físicamente. que mezclamos
contacto, un Yo que se contamina al fu- en un miasma espantoso partículas lí-

54 55
11

quidas, que estamos manchados. Yque,


por el contrario, es necesario cultivar el
26
arte de las distancias, devolver los in-
tercambios a pequeños núcleos bien
definidos, seguir lavándose las manos
como Lady Macbeth. Una enorme ne-
cesidad colectiva de limpieza, quizás
de expiación. Una aterradora ola de pu-
ritanismo. Ni siquiera veteado de al-
guna inflexión moralista o religiosa.
Peor: un instinto animal amoral y sim-
ple. Bestias enloquecidas. Además. En la criatura mítica de la
I'andemia hemos llegado a formular un
principio táctico muy preciso: nada
L'ambiasi no esporcontagio. Así hemos
I raducido a un lenguaje sencillo algo

que no era de inmediata comprensión


\'11algunas producciones míticas ante-
riores. Por ejemplo, el mayor aconteci-
JIliento del siglo -la llegada del Game,
de la civilización digital- no brotó de
Ill1arealidad preexistente, ni fue con-
seeuencia de una violenta revolución

56 57
tllif '1111 111 IlIttl\,' 1111111./11 11l1.1ltlPOCO que ella ha logrado con la firmeza de su
•1 ,11111' I1I 1 I 1 1111111,11 'jlll' 1";11111) j(') las mirada y sus palabras .
'1IIhl, II ,11'1111, ll"d , •• ,qlll'I'illlil'ltlO Donde falla el ataque frontal. gana
,1,,1 "'"1,, ", 11111" 1IIIIII,IIII\'III:lllllente el contagio.
1"" I 11111.1)',11', ,111;lllil <lcsillgularesbro- La Pandemia es un pequeño manual
1,"" ", 1111,;,'1
ilos y sin que ninguna for- de tácticas. Entre muchas otras cosas.
111:'ti" ,lisi:lll1icnlo o encierro se revela-
r;¡ I)osiblc o eficaz.
Por otra parte. la misma producción
mítica que, desde hace algunos años,
ha puesto la salvación del planeta Tie-
rra a la orden del día. l1a superado una
cierta masa crít ica y sc l1a convertido
cn una auténtic:¡ figllra mítica solo
cuando la !"onll:l tle corllagio l1a alcan-
zado 1111v;¡lor 1I1:is,Jito quc cualquier
razonamÍl'II10 o tI;¡lo ci,~nl¡r¡co. Tam-
bién allí los hroles !"lIeroll limitados y
en esencia conl rolahles hasla que una
célula par! icularmellte conlagiosa.
una niiia/ell"o. ere'" la epidemia.l\tlOS y
atlos de en!"rentamiento intelectual
!"rontal no bahían gcnerado el avance

58 59
esas inteligencias hayan llegado más o
27 menos a las mismas soluciones: todos
los que jugaban habían crecido en la
misma escuela. por así decirlo. Por su-
puesto. se han podido apreciar matices
distintos en el estilo de juego. Por ejem-
plo. allí donde cierto macllismo parapo-
lítico intentó negar con vehemencia
que esta figura mítica tuviera la fuer-
za que tiene solo por bul/ying intelectual
o narcisismo de casta: o allí donde cier-
Y, 11:1111,:11111<'111,', ,ksde hada algún tos totalitarismos han intentado ocul-
I i"III!," Sl','slaiJa f,aguando la nece- tar una figura mítica que interfería con
,;iti,,, I d,' sonWler la inteligencia del si- las de su propia producción. Pero. en
glo :\,\ a una prueba de resistencia defi- esencia. una Pandemia hija del hábitat
nitiva que revelara su obsolescencia. digital fue gobernada por inteligencias
A nivel técnico. la Pandemia. es de- del siglo xx basándose en principios ya
cir. la primera criatura mítica ensam- caducos. y siguiendo una lógica obsole-
blada en la era digital. ha estado entera- ta. Por supuesto. se ha hecho un tímido
mente gobernada por intcligencias del uso de lo digital. Pero nunca se ha pen-
siglo xx: una pérfida asimctría. No es sado en digital: no habrían sabido cómo
de extrañar que. incluso cn los lugares hacerlo. Yeso que la Pandemia es ge-
más divcrsos y distantcs del mundo. néticamente digital: en las formas. en la

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estructura. en su forma de evolucio- clamorosa: la ciencia, una de las figu-
nar. en su velocidad y en su sencillez ras míticas más fuertes producidas por
casi infantil. El viaje de la Pandemia la modernidad. se tambalea. En la em-
-al ellciún, no el del virus- se hizo en barazosa confusión del saber médico
grall IIl1'dida a Iravés de los medios de al que se recurre para afrontar la emer-
Ir'IIl"I">I"I('digilales, que nunca son gencia. cualquiera puede identificar
,;Illll'lt''; \'t'("lorl'S: lIIoldean, imbuyen una obsolescencia metodológica que
dt' 1111;1¡'j('II;¡ lúgica. illlPOllCIl fOrIlla- ahora parecieran tener en común to-
lo" t',':I:t1llt'l"l'llprioridades y valores. dos los saberes. No es tanto el mito de
Il"t/lIS/lIi¡r'/I rlrl/()Sgelléticos, La sustan- la ciencia como saber infalible lo que
cia lIIalerial de la Pandemia es casi pierde fuerza. sino el de la ciencia
completamente digital. Es una deri- como saber lÍtil, Cuanto más afirma la
vación de la materia prima de los vi- ciencia la corrección de su método.
deojuegos, defendiendo obsesiva mente su nece-
y enviamos a jugarlo a Maestros de sidad. más desvía la atención del pro-
ajedrez, blema real: los procesos obsoletos que
¿Qué estábamos buscando? Proba- sostienen. como un esqueleto. el flujo
blemente queríamos someterlos a una de ese método. Un inmenso saber. con
prueba de esfuerzo muy dificil para ver acceso a cantidades vertiginosas de
qué pasaba, datos. se revela. por increible que pa-
Si intentamos hacer un balance aho- rezca. de poca utilidad. o produce so-
ra. cuando aún no ha terminado la Pan- luciones con demasiada lentitud. o
demia. podemos aventurar nna idea plantea las preguntas equivocadas, y

62 63
....
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qt" 111 I 1, ,lllqllll"'lllllllllil'O.

111,111','11'11 t'llilusófico
SO-
las
28
III I , ,. rl IIII'/ell. j':lIla Pandemia,la
, " ", Ilabla por todas las de-
',1 "', '.1 ""1
""",, '¡l.'llullciando la incapacidad cró-
" ¡ca para hacer aterrizar las inmensas
inteligencias, humanas y artificiales,
que están a nuestra disposición. Si el
saber produce retórica, respuestas len-
tas y simple sentido común, significa
que algo anda mal, y en la figura miti-
ca de la Pandemia está escrito que Tampoco se puede olvidar que, con
nunca más volverá a ir bien, Nos que- una inclinación invisible y atroz, la
damos sin Saber, porque nos apoya- Pandemia ha expulsado de la creación
mos en un saber único, el científico, primero a los ancianos Ya los débiles.
que se ha encerrado en sí mismo, an- El terrorismo, por citar otra poderosa
quilosado por procesos obsoletos y por figura mítica, atacaba al azar, La Pande-
esqucmatismos inadecuados para el mia es quirúrgica. ¿Ysi hubiera elegido
GII//le, la rcvolución digital. O lo libe- a los niños?, se preguntó alguien, Es evi-
ramos de sí mismo lo antes posible, dente que hubiésemos enloquecido. En
dice la Pandemia, o se convertirá en cambio, la Pandemia ha seleccionado,
pura fe mística: la mesiánica espera de si de verdad queremos ver las cosas
una vacuna, como son, basándose en un principio

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lógico que habíamos perdido por el ca- uno de los mensajes más afilados que
mino: podar certeramente, conservan- lleva en su seno. Dice, con una claridad
do las ramas fuertes. Las guerras, por de lo más desagradable, que, en el ba-
ejemplo, hicieron lo contrario: segaron lance colectivo de toda una comuni-
las vidas más jóvenes como para dis- dad, morir menos y morir mejor no
persar un exceso de vitalidad inmane- equivale a vivir más y vivir mejor.
jable para el poder. l.a Pandemia, en
este sentido, parece una figura mítica
construida al revés y con mucha más
lucidez. Diluye, regenera, pero no hace
desaparecer el suelo bajo nuestros pies.
¿Es posible que todo esto sea casual?
Por terrible que parezca, es razonable
pensar que en la construcción de tan
enorme figura mítica se ha inscrito
una creencia generalizada e incons-
ciente en que se vive demasiado. O un
hastío difuso por unas generaciones
que no les ceden el paso a las nuevas. O
incluso una utopía inconfesable de
fuerza y pureza. Con toda la frialdad
posible, si uno tiene fe en el carácter
mítico de la Pandemia, debe acoger

66 67
prevé que en el 2020 Italia perderá 12
29 (doce) puntos porcentuales.
Es difícil decir cómo afectará a la
vida diaria esta repentina y espectacu-
lar avalancha de números. Pero lo cier-
to es que donde debería prevalecer una
cierta preocupación prevalece en cam-
bio un sentimiento de liberación. Es
como si la Pandemia hubiera vaciado
esos números de cualquier significado.
desmantelando la conexión entre la
ytambién estaba esa extenuante carrera por la riqueza y la idea de traba-
medición de la salud económica, eva- jo que se toleraba desde hacía tiempo
luada en puntos del PIB,a la que se atri- con la obtusa mansedumbre de las bes-
buyó una enorme importancia, si bien tias de carga. Que evidentemente ges-
su vínculo concreto con la vida real re- taban una desconcertante venganza.
sultaba borroso. Los destinos colecti-
vos e incluso las perspectivas indivi-
duales de felicidad parecían depender
de ello. Luchábamos, o nos dividíamos.
por el medio punto porcentual más o
menos.
El Fondo Monetario Internacional

68 69
prohibiciones. limitaciones. Se conser-
30 vó el placer de una autoridad a la que
obedecer y hasta la nostalgia de un ex-
perto que orienta. un poderoso que dis-
pone. un guía que sugiere. un sacerdote
que execra. un médico que prescribe. un
policía que castiga. un juez que sancio-
na. un periodista que advierte. un padre
que educa. Al mismo tiempo. en quien
manda. corrige. castiga. ha vuelto a ma-
yuna gran necesidad de orden. ob- nifestarse ese sentimiento de legítima
viamente. La increíble disciplina que superioridad sin el cual el placer de la
las multitudes han mostrado hacia autoridad pierde gran parte de su en-
l1l10S poderes políticos que hasta el día canto. Paradójicamente. los más reacios
anterior habían sido despreciados au- a comprender este mensaje de la Pande-
toriza a la figura mítica de la Pandemia mia fueron los teóricos habituales del
para decir que un sordo deseo de disci- orden. la autoridad. la disciplina. Pero
plina serpenteaba bajo la piel de una quien ama el orden lo ama para atacar.
civilización a la que le gustaba imagi- limpiar. disciplinar. no como táctica de
narse libre. abierta. rebelde. incluso defensa. Para ellos. el orden es expre-
caótica. Esto complacía a ciertas élites sión de fuerza: a duras penas lo recono-
afortunadas. tal vez. Pero en su seno cen cuando es la cura de una debilidad.
había hambre de orden. disposiciones. una fragilidad. una enfermedad.

70 71
infantil pensar que hemos destruido un
31 paraíso, pero es urgente entender que
hemos creado sin armonía. Es una ton-
tería pensar que hemos pecado contra
la naturaleza, pero sería una idiotez no
admitir que hemos ejercido todas nues-
tras facultades más con astucia que con
inteligencia. Sería trágico considerar la
enfermedad que mata como un castigo,
pero será imperdonable pensar, a partir
de ahora, que algún tipo de inmunidad
Pero también es reconfortante to- nos mantiene a salvo de las consecuen-
marse un tiempo para leer con calma lo cias de nuestros actos. Así, en las habi-
que proclama la Pandemia en letras taciones donde morimos solos sin saber
mayúsculas sobre nuestro estar con el de qué, dibujamos la síntesis mítica de
mundo. Era difícil decirnos de manera nuestro posible destino para obligarnos
más inequívoca que hemos ido dema- a mirarlo, a temerlo, a nombrarlo, tal
siado lejos con nuestra técnica de domi- vez a detenerlo.
nar lo existente, persistiendo en una in- Finalmente, resulta espectacular el
finita creación que ha generado una torbellino sordo que parece mantener
especie de rechazo en los tejidos de esta, unida la figura entera de la Pandemia,
Hay un equilibrio que nunca hemos ha- en la persecución de dos fuerzas enor-
llado y que quizás ni siquiera exista. Es mes y contrarias.

72 73
go en un resurgir ultrarrápido que lo ha
32 apartado de una agonía irreversible.
Toda una élite intelectual ha vuelto a
ser escuchada en lugar de permanecer
archivada. La ira social se ha visto de-
sactivada, confinada, silenciada .
• Así, la Pandemia acaba por afilar las
garras de un poder que estaba perdien-
do a su presa. Contiene una energía que
tiende a detener los tiempos, a restaurar
aquello que había decaído. Parece di-
I,a I"i lllera fuerza. El virus no es de- señada a propósito para devolver una
11'"''1'11ieo, El virus fortalece a los pode- perspectiva mítica a la pura y simple
"";IIS, acaba eon los pobres. El virus no dominación: como para devolverle la
Ilal'c e,er la bolsa de valores, sino que narrativa pérdida y por lo tanto la fuer-
,it'vasla la eeonomía informal. En pre- za motriz y, en última instancia, la auto-
selll.'ia del virus los ricos también mue- ridad moral. Es un esquema mítico que
lell, pOI sllpllesto. pero los que viven conocemos desde hace milenios: todo
Il"d Sllllsobre lodo los pobres. Decenas poder sabe que nada lo hace tan fuerte
dl' 1IlillollL'Sde personas están sufrien- como la capacidad de presentarse bajo
do 1111 1l'1rtlceso que los deja en manos el aura mítica del salvador cuando lle-
1k la Ill'llelkencia. El poder político ha ga el momento del peligro y en presen-
I<'f:l('s;,doal centro del terreno de jue- cia de un enemigo.

7,1 75
I.a '••'gllllda 11l\'II.;I./\lllIisnlo tiem- nuestro edificio-mundo. En cualquier
1''', "1 t'alllhi" dt' 1;lst'de la I'andcmia le caso. la figura mítica de la Pandemia
'I"il", 1'''' "si tkcirlo, un latido a las devuelve legitimidad, de un modo trá-
1111bal'i, 'lIes del poder. Durante un largo gico y por lo tanto muy solemne. al
Ii"II'PO. suspende la secuencia lógica principio por el cual construir es un
que Ilacia que cualquier mundo dife- gesto que parte de la voluntad de des-
rente a este pareciera imposible. produ- truir, y vivir es una aspiración que pasa
ciendo una apnea en el sistema. Rompe por la capacidad de morir. En este sen-
la cadena de lo inevitable y, al incluir tido y con gran violencia coloca a los
experiencias inéditas, les devuelve humanos frente a la auténtica figura
a los humanos la capacidad de pensar de la utopía: rasgando cualquier orna-
lo impensable: no como un juego de la mento y desmontando todas las sim-
fantasía, sino como una técnica de plificaciones. la pronuncia en su forma
construcción. como una forma de ra- arcaica más brutal. libre de cualquier
cionalidad. Esto debe entenderse lite- etiqueta histórica. Lleva inscrito que la
ralmente, y leerse a un nivel muy prác- única tierra sobre la que se puede cons-
tico: en la posible caída de muchas de truir el nuevo mundo es aquella en la
las columnas que sostenían el sistema. que se apoyan las ruinas del viejO:así,
se asoma la hipótesis de que un colapso toda utopía crece sobre los escombros
controlado. seguido de una reconstruc- de un pasado, toda esperanza comien-
ción con técnicas antes impensables. za con una renuncia y toda vida es fru-
es la única manera de detener la dege- to de un luto.
neración crónica de la construcción de Realmente. al mirar a los ojos a la fi-

76 77
J,tlllolIIl1li,'". ti" ,., '''tI dil'icil observar
'....l..d"'.III<'I'/."'.I':llOrllellinoquecrean
33
.11 1"'I'''':'.,Ii",,'. Parece que hubiesen
"1, '1:1< 1,11" I'alldemia como página don-
11,. ,.,,,', il>irsus nombres y campo de ba-
l:llla para poner fin a una enemistad
sitl remedio. Quizás esto es lo más im-
portanle que hay que entender en lo
que hemos permitido que suceda, o in-
cluso en lo que queríamos que sucedie-
ra: hubo un choque entre el viejo mun-
do y el nuevo que se había aplazado Una criatura mítica donde las haya,
durante demasiado tiempo, con reglas más compleja que otras, es por otro
para el enfrentamiento que impidie- lado el amor, Es de un tipo afín al de la
ron que estallara de verdad, En una Pandemia, ya que, de manera semejan-
guerra de posiciones agotadora, se ter- te, comienza con un contagio repenti-
minaba el tiempo para que cualquier no, inesperado y violento: un descarri-
victoria valiera la pena. Antes de que sea lamiento del cuerpo, como mínimo
demasiado tarde, una inercia inconfe- una dolorosa oscilación. Alrededor de
sable parece haber elegido un plano ese contagio, los enamorados erigen
inclinado donde empujar todo hacia un edificio mítico, hasta el punto de con-
un final, sin importar cuál sea este, vertirse en un mito ellos mismos, Es
una figura dibujada con las palabras,

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los gestos, los objetos, los comporta- Así es como se movcrú la li~llla '" iI i
mientos. A veces son necesarios los hi- ca de la Pandemia con el tiempo. CllIll a
jos. Sirven para proteger el contagio, gio y fortaleza.
hacerlo endémico, o para controlarlo, Quien ha amado, sabrá.
atenuar sus efectos; no se sabe. Pero la
figura mítica está ahí, y con el tiempo
crece sin mesura porque nada saben
construir mejor los humanos que las
murallas del mito.
A menudo, es sabido, cuando el con-
tagio se extingue, la figura mítica en
cambio resiste, como una fortaleza inú-
til, pero segura e imponente. Seguir vi-
viendo allí es algo que hacemos, según
una lógica melancólica y no desprovis-
ta de una cierta belleza.
Aunque en raras ocasiones, a veces
sucede que el contagio estalla y la for-
taleza se derrumba, incapaz de conte-
ner, controlar o desarmar. Entonces mo-
rimos de amor, una situación a menudo
registrada en los libros, a veces de ma-
nera memorable.

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