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En consecuencia, al gran número de personas que creen en este mito, se han creado amuletos y
talismanes con poderes extraordinarios para evitar la maldición del mal de ojo, proteger al ser que
los posee de las malas energías y atraer a la buena suerte. De manera que, las personas emisoras
del mal de ojo centran su atención en esos objetos llamativos (amuletos y talibanes), en lugar de
centrarla en la persona débil de espíritu.
Por un lado, existen amuletos que se usan para evitar el mal de ojo, como el Nazar (Ojo turco), el
Ojo de Tigre, El Hamsa (Mano de Fátima), collares con piedras de azabache, pulseras rojas de
siete nudos … Por otro lado, se realizan ciertas acciones supersticiosas para proteger a los niños
de las miradas negativas, como colocar un lazo grande de color rojo en el centro del carricoche
del bebé.
Además de todas estas falsas creencias, también existe la posibilidad de comprobar si una persona
ha sido ojeada con fines malintencionados. El proceso consiste en mojar un dedo con aceite de
oliva y dejar caer las gotas sobre un recipiente con agua, simultáneamente, se ha de rezar una
oración sanadora. Finalmente, si las gotas de aceite no se han esparcido sobre la superficie del
agua significa que la persona tiene mal de ojo.
En conclusión, el mal de ojo es un mito muy extendido entre nuestros antepasados y nuestra
sociedad actual. Es un mito contemporáneo, ya que se le han atribuido cualidades al ser humano
que no tiene, pues el ser humano no es capaz de echar maldiciones con su mirada. También se le
han atribuido cualidades a los amuletos capaces de proteger del mal de ojo, pues un simple objeto
no posee poderes extraordinarios ni mucho menos mágicos. Pero lo más inquietante es que en
pleno silgo XXI, aún hay muchas personas que creen e incluso expanden este mito.