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Contratos Mercantiles Bibliote Victor M. Castrillon y Luna 2
Contratos Mercantiles Bibliote Victor M. Castrillon y Luna 2
Título Primero
Capítulo I
RÉGIMEN LEGAL EN MATERIA DE SUPLETORIEDAD MERCANTIL SUSTANTIVA
Capítulo II
OBLIGACIONES MERCANTILES
1. Las fuentes de las obligaciones
A. Fuentes Formales
B. Las fuentes Reales
C. Los Principios Generales del Derecho
D. La teoría de la imprevisión
2. Concepto de obligación
A. El contrato
B. El comercio electrónico
C. Los contratos internacionales y el derecho mercantil internacional
D. La lex mercatoria
3. Modalidades de las obligaciones mercantiles
A. Solidaridad
B. Onerosidad
C. Moneda de pago
D. Cláusula de ajuste
E. Término y mora
F. Cláusula penal
G. Lugar de pago
H. Especie y calidad
I. La adhesión mercantil
J. La prescripción y la caducidad
K. La consensualidad mercantil
L. El pacto de exclusiva
Título Segundo
CONTRATOS TÍPICOS
Capítulo I
CONTRATO DE ASOCIACIÓN EN PARTICIPACIÓN
1. Concepto
2. Clasificación Del Contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Naturaleza jurídica
5. Modalidades del contrato
Capítulo II
CONTRATO DE COMPRAVENTA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Mercantilidad de la compraventa
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Modalidades del contrato
6. Compraventas internacionales
8. Las permutas mercantiles
9. La cesión de derechos mercantil
Capítulo III
CONTRATO DE COMISIÓN MERCANTIL
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato
5. Naturaleza jurídica
6. Causas del extinción
Capítulo IV
CONTRATO DE CONSIGNACIÓN O ESTIMATORIO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato
5. Naturaleza jurídica
6. Causas de extinción del contrato
Capítulo V
CONTRATO DE DEPÓSITO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato
Capítulo VI
CONTRATO DE EDICIÓN
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. La protección al derecho de autor
6. Naturaleza jurídica
7. Extinción del contrato
Capítulo VII
CONTRATO DE FIANZA DE EMPRESA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Condiciones para la operación de las instituciones afianzadoras
5. Las reservas técnicas
6. Las garantías y los procedimientos de recuperación
7. Procedimiento de reclamación
A. Reclamación de particulares
Capítulo VIII
CONTRATO DE FRANQUICIA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Clases de franquicia
6. Causas de extinción del contrato
Capítulo IX
CONTRATO DE PRÉSTAMO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato
Capítulo X
CONTRATO DE SEGURO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
A. Formación del consentimiento
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Condiciones para la operación de las instituciones aseguradoras
5. Características del contrato de seguro
A. La póliza
B. La Prima
C. El riesgo y la realización del siniestro
C. La agravación del riesgo
E. Rescisión
6. Especies de seguro
A. Contrato de seguro contra los daños
B. Seguro contra incendio
C. Seguro de provechos esperados y de ganados
D. Seguro de transporte terrestre
E. Seguro contra la responsabilidad
F. Seguro sobre las personas
G. Seguro de crédito
H. Seguro de diversos
I. Seguro de caución
Capítulo XI
CONTRATO DE TRANSPORTE
1. Aspectos generales en materia del contrato de transporte
2. Mercantilidad del contrato de transporte
3. Concepto
4. Clasificación del contrato
5. Elementos personales y obligaciones de las partes
6. Diferentes clases de transporte
A. Transporte terrestre
B. Transporte por ferrocarril
C. Transporte marítimo
D. Transporte de personas por agua
E. Contrato de fletamento
F. Prestación de servicios de remolque transporte
G. Transporte de personas
H. El transporte combinado
7. Las INCOTERMS
Título Tercero
CONTRATOS DE CRÉDITO
Capítulo I
CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Apertura de crédito simple
4. Apertura de crédito de habilitación o avío y apertura de crédito refaccionario
5. Modalidades del contrato
A. Otorgamiento de garantías
B. Suscripción de pagarés
C. Aplicación del crédito
6. Causas de extinción del contrato
7. Procedimientos con que cuentan las instituciones para hacer efectivos los créditos otorgados
8. Normatividad en materia de causación de intereses
9. Jurisprudencia emitida por la suprema corte de justicia para resolver las contradicciones de tesis
sustentadas por los tribunales colegiados de circuito en relación con los contratos de apertura de
crédito
A. Capitalización de intereses
B. Supletoriedad
C. Pago de pasivos
D. Apertura de crédito adicional para el pago de intereses (refinanciamiento)
E. Viabilidad económica de los proyectos de inversión
F. Apertura de crédito y préstamo mercantil
G. Intereses
Capítulo II
CONTRATO DE ARRENDAMIENTO FINANCIERO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
A. Opciones terminales
B. Acciones de recuperación
Capítulo III
CONTRATO DE CARTA DE CRÉDITO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
Capítulo IV
CONTRATO DE CRÉDITO DOCUMENTARIO (CONFIRMADO)
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Naturaleza jurídica
5. Características del contrato
Capítulo V
CONTRATO DE CUENTA CORRIENTE
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Naturaleza jurídica
6. Extinción del contrato
Capítulo VI
CONTRATO DE DEPÓSITO BANCARIO DE DINERO Y DE TÍTULOS
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Depósito bancario de dinero
5. Depósito bancario de títulos
Capítulo VII
DEPÓSITO EN ALMACENES GENERALES DE DEPÓSITO
1. Aspectos generales
2. Concepto
3. Clasificación del contrato
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Características del contrato de depósito en almacenes generales
Capítulo VIII
CONTRATO DE FIDEICOMISO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
A. El fideicomitente
B. La institución fiduciaria
C. Obligaciones de la fiduciaria
D. El fideicomisario
4. Naturaleza jurídica del contrato y los bienes fideicomitidos
5. Modalidades y diferentes clases de contratos de fideicomiso
A. El comité técnico
B. Los fideicomisos prohibidos
C. Especies de fideicomiso
6. Procedimientos de ejecución
A. El procedimiento extrajudicial de ejecución de fideicomiso de garantía o prenda otorgada
sin despiazamiento de posesión
B. El procedimiento judicial de ejecución del Fideicomiso de garantía y de la prenda
constituida sin trasmisión de posesión
7. Causas de extinción del contrato
Capítulo IX
CONTRATO DE FACTORAJE FINANCIERO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
Capítulo X
CONTRATO DE PRENDA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
A. Derechos y obligaciones del acreedor prendario
B. Derechos y obligaciones del deudor prendario
4. Mercantilidad del contrato de prenda
5. Modalidades del contrato
6. Procedimientos de ejecución
Título Cuarto
CONTRATOS BURSÁTILES
Capítulo I
CONTRATO DE INTERMEDIACIÓN BURSÁTIL
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
A. La prenda bursátil
Capítulo II
CONTRATO DE REPORTO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
Título Quinto
CONTRATOS ATÍPICOS
INTRODUCCIÓN
Capítulo I
CONTRATOS DE AGENCIA
1. Aspectos generales
2. Concepto
3. Clasificación del contrato
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Características del contrato
6. Causas de terminación del contrato
Capítulo II
CONTRATO DE CORRETAJE O MEDIACIÓN
1. Aspectos generales
2. Concepto
3. Clasificación del contrato
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Características del contrato
6. Causas de terminación del contrato
Capítulo III
CONTRATO DE DESCUENTO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. El redescuento
Capítulo IV
CONTRATO DE DISTRIBUCIÓN O CONCESIÓN MERCANTIL
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Causas de terminación
Capítulo V
CONTRATO DE JOINT VENTURE
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Elementos reales
5. Formación del contrato
6. Características del contrato
7. Clases de joint venture
8. Ventajas del joint venture
Capítulo VI
CONTRATO DE SUMINISTRO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Causas de terminación del contrato
Capítulo VII
CONTRATO DE TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
Capítulo VIII
CONTRATO DE SISTEMA DE CONTRATACIÓN EN MATERIA DE CONSTRUCCIÓN DE
INSTALACIONES INDUSTRIALES Y PRESTACIÓN DE SERVICIOS, CONOCIDO COMO
“LLAVE EN MANO”, (TURNKEY)
1. Los elementos objetivos del contrato
2. Sistemas de contratación
3. Cláusulas que suelen incorporarse a los contratos en el sistema “llave en mano”
ABREVIATURAS
BIBLIOGRAFÍA
Primera edición, 2006
Copyright © 2014
VÍCTOR M. CASTRILLÓN Y LUNA
Vicente Guerrero 925 PH-2,
Col. Lomas de Cortés, 62270, Cuernavaca, Mor.
Tel. 01-777-3645130
e-mail: victorcastrillon721@hotmail.com
Derechos reservados
Para apoyar su punto de vista el autor en cita invoca con razón el texto
del artículo 72, inciso f, de la Constitución Federal, que señala:
“En la interpretación, reforma o derogación de las leyes o decretos, se
observarán los mismos trámites establecidos para su formación”.
Con independencia de lo antes referido, se provocó que las normas
federales que habían venido utilizando la aplicación supletoria del Código
Civil de aplicación local para el Distrito Federal y federal en toda la
República, se encontraran de pronto sin norma sustantiva para llenar las
múltiples lagunas que presentan cotidianamente, por lo cual, pretendiendo
el Congreso de la Unión solucionar el problema provocado por el órgano
legislativo del Distrito Federal, con fecha 29 de mayo de 2000 publicó en el
Diario Oficial de la Federación un decreto emitido el 23 de mismo mes y
año, de reformas y adiciones, mismo que entre otras normas modificó al
artículo 1°, del Código Civil para el Distrito Federal en materia común y
para toda la República en materia federal, para establecer:
CÓDIGO CIVIL FEDERAL
ARTÍCULO PRIMERO. Se modifica la denominación del Código Civil para el Distrito Federal en
Materia Común y para toda la República en Materia Federal, y con ello se reforman sus artículos
1°, 1803, 1805 y 1811, y se le adiciona el artículo 1834 bis.
Artículo 1°. Las disposiciones de este código regirán en toda la República en asuntos del
orden federal.
ARTÍCULO PRIMERO TRANSITORIO. El presente decreto entrará en vigor a los nueve días siguientes
de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.
ARTÍCULO SEGUNDO TRANSITORIO. Las menciones que en otras disposiciones de carácter federal
se hagan al Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en
Materia Federal, se entenderán referidas al Código Civil Federal.
NOTAS
OBLIGACIONES MERCANTILES
Y agrega:
la llamada teoría de la imprevisión parte del supuesto de que en todo contrato de tracto sucesivo o
con cumplimientos diferidos en el tiempo, debe entenderse implícitamente consignada la cláusula
rebus sic stantibus, por virtud de la cual, el juez está facultado para reducir o suprimir totalmente
las obligaciones de un deudor en la medida en que acontecimientos imprevisibles al celebrar un
contrato, vengan a modificar las circunstancias de tal manera que el cumplimiento resulte
excesivamente oneroso.[32]
2. CONCEPTO DE OBLIGACIÓN
Para ROJINA VILLEGAS[44] la obligación es un estado de subordinación
jurídica que impone al deudor la necesidad de ejecutar a favor del acreedor
un hecho o una abstención de carácter patrimonial o moral.
Rafael DE PINA[45] señala que la obligación es una relación jurídica
productora de un vínculo jurídico.
BORJA SORIANO[46] por su parte dice que es la relación jurídica entre dos
personas, en virtud de la cual una de ellas llamada deudor, queda sujeta para
con otra llamada acreedor, a una prestación o a una abstención de carácter
patrimonial que el acreedor puede exigir del deudor.
GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ[47] señala que la obligación en sentido lato es un
derecho de crédito o derecho personal, pero no en sentido estricto, ya que a
la especie se le puede designar con el nombre del género, pero que a una
obligación que nace de una declaración unilateral de voluntad no puede
llamársele derecho de crédito o derecho personal, pues éste precisa de un
deudor y un acreedor.
Parte importante de las fuentes de las obligaciones la constituye el acto
jurídico, al que concebimos como la manifestación exterior de la voluntad
que producirá consecuencias de derecho, y que abarca tanto al convenio
como al contrato.
Coincidimos con VÁZQUEZ DEL MERCADO[48] cuando señala que siguiendo
al concepto de obligación civil se puede considerar que la mercantil
constituye el vínculo jurídico por el cual un sujeto debe cumplir frente a
otro una prestación que tiene carácter mercantil porque el acto que la
origina es de esa naturaleza, y que en principio el derecho de las
obligaciones no es sólo del ámbito civil sino que va aparejado a la
evolución mercantil o económica, y que ocupa en el ámbito de las leyes un
lugar preponderante, considerado por el Derecho Mercantil en relación con
las personas, los comerciantes y los actos de comercio.
Agrega que las normas del derecho mercantil cambian en parte las
normas del derecho común para adaptarse a las exigencias de la actividad
mercantil, sin embargo no existe un sistema de derecho de las obligaciones
mercantiles diverso al sistema de las obligaciones civiles.[49]
SÁNCHEZ CALERO[50] señala que las obligaciones mercantiles que nacen
normalmente de los contratos tienen como característica al ser típicas o
uniformes su tendencia a la objetivización, y la necesidad, más acusada que
en el Derecho Civil, de un exacto cumplimiento.
No nos corresponde ocuparnos en la presente obra ni de la teoría del
acto jurídico ni de la relativa a las obligaciones, que han sido
suficientemente tratadas por generaciones de excelentes e ilustres
profesores e investigadores civilistas, tanto mexicanos como extranjeros; no
obstante es menester señalar que si bien no existe una teoría general de las
obligaciones mercantiles, no podemos dejar de observar la existencia en las
normas mercantiles de escasos e incompletos preceptos tanto en materia del
acto jurídico como de las obligaciones en general, incluyendo su resolución;
preceptos que se refieren a algunos aspectos que derivan de tales
instituciones de manera incompleta, pero que deben ser observados por
constituir la fuente directa de aplicación.
Aun cuando en materia de obligaciones, la aplicación supletoria de la
legislación civil solamente se requiere en el caso de que las leyes
mercantiles no regulen los supuestos relativos, ocurre que en este campo del
derecho las normas existentes son escasas e incompletas, lo que hace
necesario aplicar la norma sustantiva que emana del derecho común.
Arce Gargollo[51] por su parte señala:
con base en las escasas normas que sobre obligaciones mercantiles se encuentran en nuestra
legislación mexicana, especialmente en el Código de Comercio, considero que no puede hablarse
de una teoría general de las obligaciones mercantiles, sino tan solo de algunas normas especiales
que derogan a los principios y reglas en materia de obligaciones civiles que son aplicables
supletoriamente a todo el derecho mercantil. La importancia de distinguir entre obligaciones y
contratos mercantiles y las obligaciones y contratos civiles, se acrecienta en nuestro régimen
jurídico, en razón de que conforme al pacto federal establecido en la Constitución, se asigna a la
Federación la competencia para legislar en materia de comercio mientras que la legislación civil
se conserva como materia propia de los Estados y del Distrito Federal.
Sobre este último precepto, DÍAZ BRAVO[56] ha escrito: “sólo como fruto
de un inconcebible desconocimiento de la vida comercial podría
pretenderse la vigencia práctica del artículo 78, del Código de Comercio; a
nadie escapa que la arrolladora formalidad documental casi no admite
excepciones en la práctica”.
No obstante, en relación con este aspecto, el acto mercantil será válido
siempre que se otorgue con las formalidades que en cada caso establezca la
ley, y observamos que salvo casos muy concretos, la ley mercantil es ante
todo y esencialmente carente de formalismos, por ello es que se habla de
una consensualidad mercantil.
A. EL CONTRATO
Dentro de los actos jurídicos desde luego destaca la figura del contrato,
al que siendo una especie del género convenio, podemos definir diciendo
que es el acuerdo de voluntades para crear o transferir derechos y
obligaciones, en tanto que en el convenio en la conjunción de las voluntades
se incluye también la modificación y la extinción de los derechos y las
obligaciones.[57]
Aun y cuando la ley civil establece con toda claridad la diferencia entre
convenio y contrato, el Código de Comercio se refiere indistintamente a
ambos, cual si se tratara de la misma fuente de las obligaciones.
El contrato tiene como elementos esenciales al consentimiento, al objeto
y a la solemnidad, en los casos por la ley exigidos.
Dentro de los elementos de validez se encuentran: la capacidad, la
ausencia de vicios en el consentimiento, la licitud en el objeto, motivo o fin
del acto y la forma en los casos en los que sea requerida por la ley.
Como la legislación mercantil no regula lo relativo a los elementos
esenciales y de validez de los contratos mercantiles, a los mismos deberán
aplicarse las normas del derecho común.
Dice Arce Gargollo:[58]
no existe en el Código de Comercio o en alguna otra legislación de carácter mercantil una
regulación sistemática y específica del contrato mercantil en su parte general. Por ello, el
concepto de contrato, sus elementos de existencia y validez, así como la normativa general del
acto o negocio jurídico y del contrato mercantil en lo general, deben tomarse de la regulación del
derecho civil que resulta aplicable en la mayoría de sus principios y reglas.
GUÍA PARA LA INCORPORACIÓN AL DERECHO INTERNO DE LA LEY MODELO DE LA CNUDMI SOBRE COMERCIO
ELECTRÓNICO
B. ONEROSIDAD
La onerosidad es común en las operaciones mercantiles, es intrínseca a
ellas. Por lo mismo no encontramos contratos que siendo bilaterales sean a
la vez gratuitos, y si bien tampoco en este aspecto existe una norma general
que la pregone, lo cierto es que tenemos múltiples ejemplos, tantos como
contratos mercantiles existan, que la demuestran, ya que siempre
encontraremos en las operaciones de comercio el pago de una
contraprestación.
Dice así Vázquez del Mercado:[108] “es normal que la actividad mercantil
como actividad económica se ejercite profesionalmente, es decir que se
realiza con el fin de obtener una ganancia, y por esto, la regla en las
relaciones jurídico-mercantiles, es que todo acto tienda a realizar ese fin,
por lo tanto existe en materia mercantil una presunción de onerosidad”. [109]
C. MONEDA DE PAGO
Si bien de conformidad con el artículo 635 del Código de Comercio, la
moneda de curso corriente en la República Mexicana es el peso y que sobre
esa base habrán de realizarse las operaciones comerciales, nada impide que
las obligaciones mercantiles se puedan denominar en moneda extranjera.
En efecto, complementariamente a lo establecido en la norma general,
debemos tomar en cuenta que el artículo 7o. de la Ley Monetaria establece
que las obligaciones de pago de cualquier suma en moneda nacional, se
solventaran entregando billetes del Banco de México o monedas metálicas
de curso legal.
Artículo 7o.—Las obligaciones de pago de cualquier suma en moneda mexicana se
denominarán invariablemente en pesos y, en su caso, sus fracciones. Dichas obligaciones se
solventarán mediante la entrega, por su valor nominal, de billetes del Banco de México o
monedas metálicas de las señaladas en el artículo 2o.
No obstante, si el deudor demuestra que recibió del acreedor monedas de las mencionadas en
el artículo 2o. bis, podrá solventar su obligación entregando monedas de esa misma clase
conforme a la cotización de éstas para el día en que se haga el pago.
D. CLÁUSULA DE AJUSTE
La llamada cláusula de indexación suele establecerse en operaciones de
crédito, y persigue el objetivo de establecer a favor del acreedor una
fórmula de protección que le permita, en el caso de variaciones de la
moneda o cualesquiera otra circunstancia que se presente, tal como la alza
en las tasas de interés a la que queda indexada, ajustar tales variaciones a su
favor.
Dice así Díaz Bravo:[113]
otra forma de prevenir los desfavorables efectos de depreciaciones o devaluaciones monetarias
consiste en la adopción, particularmente en contratos de tracto sucesivo, de la llamada cláusula de
estabilización, de indización, de indexación, de corrección monetaria, o de ajuste, con arreglo a la
cual el precio estipulado en moneda nacional, se verá automáticamente incrementado en la misma
proporción en que dicha moneda se deprecie en cierto grado y plazo.
I. LA ADHESIÓN MERCANTIL
Regulados por la Ley Federal de Protección al Consumidor, los
contratos de adhesión son aquellos en los que las condiciones son fijadas
unilateralmente por una de las partes, ya que la otra no interviene en su
establecimiento.
“Se caracterizan estos contratos por el hecho de que una de las partes
redacta unilateralmente las cláusulas del contrato y la contraparte se adhiere
sin posibilidad de discutirlas”.[131]
En relación con la controversia que los contratos de adhesión ha
suscitado en la doctrina, DÍAZ BRAVO[132] señala:
cabe hacer referencia a otros acuerdos de voluntades, cuya naturaleza contractual se ha venido
controvirtiendo; especies de operaciones que por una parte el consumidor de los bienes o
servicios se ve obligado a celebrar, ante la absoluta necesidad o alto grado de conveniencia, y por
otra parte encuentra que práctica o legalmente está imposibilitado de discutir los términos,
condiciones y contraprestación, tales como transportes, seguros, operaciones bancarias
Cabe referir que los preceptos antes transcritos que contienen los plazos
prescriptivos señalados, solamente se aplican en el supuesto de que las leyes
mercantiles especiales no contengan plazos distintos para tal efecto, ya que
en tal caso se aplicarían los contenidos en ellas, sobre cada materia que los
contemple.
K. LA CONSENSUALIDAD MERCANTIL
La forma constituye el último de los elementos de validez del acto
jurídico, que importa la necesidad de que el mismo se otorgue del modo
prescrito por la ley en cada caso. Desde luego, si la ley no distingue una
forma específica en el caso concreto, será suficiente que el acuerdo de
voluntades que perfecciona al contrato se realice de manera verbal, y en tal
caso estamos en presencia de un contrato consensual en oposición a formal.
Salvo los supuestos de excepciones previstas tanto en el Código de
Comercio como en las demás leyes mercantiles especiales, siguiendo el
principio antes establecido, si las mismas no contemplan la necesidad de
que el acto se otorgue de una manera determinada, será suficiente el
acuerdo verbal, y en este sentido cabe referir que en la gran mayoría de los
contratos mercantiles, resulta suficiente el otorgamiento verbal, lo que
conocemos genéricamente como la consensualidad mercantil.
Especialmente importante es el artículo 78, que establece que en las
convenciones mercantiles cada uno se obliga en la manera y términos que
aparezca que quiso obligarse, sin que la validez del acto comercial dependa
de la observancia de formalidades o requisitos determinados.
El artículo 79 señala que se exceptuarán de lo dispuesto en el artículo
que precede:
I. Los contratos que con arreglo al Código u otras leyes, deban reducirse a escritura o
requieran formas o solemnidades necesarias para su eficacia;
II. Los contratos celebrados en país extranjero en que la ley exige escrituras, formas o
solemnidades determinadas para su validez, aunque no las exija la ley mexicana.
En uno y otro caso, los contratos que no llenen las circunstancias respectivamente requeridas,
no producirán obligación ni acción en juicio.
[1] Cfr., ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, op. cit., pp. 45 y 46.
[2] Cfr., SANTOS AZUELA, Héctor, Teoría General del Proceso, McGraw-Hill Interamericana
Editores, México, 2000, pp. 50 y 51.
[3] Citado por DE PINA, Rafael y CASTILLO LARRAÑAGA, José, Instituciones de Derecho Procesal
Civil, 8a. ed., Porrúa, México, 1969, p. 16.
[4] Cfr., GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, Introducción al Estudio del Derecho, 15a. ed., Porrúa,
México, 1968, p. 51.
[5] Ibidem.
[6] Cabe recordar que de acuerdo con el artículo 73, fracción X, de la Constitución General de
la República, corresponde al Congreso de la Unión emitir las leyes tanto en materia de comercio
como financiera, por lo cual las distintas normas mercantiles, general y especiales han sido emitidas
por dicho Poder Legislativo.
[7] Cfr., MANTILLA MOLINA, Roberto L., Derecho Mercantil, 11a. ed., Porrúa, México, p. 23.
[8] BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 22 y 23.
[9] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho Mercantil, op. cit., pp. 57 y 58.
[10] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 40 y 42.
[11] Cfr., ACOSTA ROMERO, Miguel, op. cit., pp. 66 y 67.
[12] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 33 y 34.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, Curso de Derecho Mercantil, 23a. ed., Porrúa, México,
1998, p. 21..
[14] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p 7.
[15] Cfr., PALLARES, Eduardo, Diccionario de Derecho Procesal Civil, 3a. ed., Porrúa, México.
1968, pp. 516 y 517.
[16] Cfr., DE PINA, Rafael y CASTILLO LARRAÑAGA, José, op. cit., pp. 25-27.
[17] Ibid., p. 27.
[18] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho mercantil, op. cit., p. 63.
[19] Citado por GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., p. 68.
[20] GÓMEZ LARA, Cipriano, Teoría General del Proceso, 3a. reimpresión, UNAM, México, 1981,
p. 94.
[21] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., p. 51.
[22] GÓMEZ LARA, Cipriano, op. cit., p. 93.
[23] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 37.
[24] SANTOS AZUELA, Héctor, op. cit., p. 51.
[25] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., pp. 370 a 372.
[26] Ibidem.
[27] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., p. 378.
[28] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, Filosofía del Derecho, Porrúa, México, 1974, pp. 205 y 206.
[29] PALLARES, Eduardo, op. cit., pp. 633 y 634.
[30] Artículo 1134.—Las convenciones legalmente formadas tienen fuerza de ley respecto de
aquellos que las otorgaron. Deben ser ejecutadas de buena fe.
Artículo 1135.—Las convenciones obligan no solamente a lo pactado, sino también a la
equidad a las buenas costumbres y a la naturaleza de la convención. Traducción del autor.
[31] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 49.
[32] Ibid., p. 47.
[33] Cfr., TORREBLANCA SENTÍES, José Manuel, Comentarios a Resoluciones Judiciales
Relacionadas con Instituciones Bancarias (Teoría de la Imprevisión); art. publicado en la revista
Iuris del Instituto de Documentación e Investigación Jurídicas de la Facultad de Derecho de la
Universidad Panamericana, núm. 18, México, 1998, p. 218.
[34] PELLETIER BARBERENA, Roland, Teoría de la Imprevisión, remedios contra los efectos de la
depreciación económica; art. publicado en Jurídica, No. 25, Año 1995, Universidad Iberoamericana,
México, p. 258.
[35] DE PINA VARA, Rafael, Diccionario de Derecho, 18a. ed., Porrúa, México, 1992, p. 470.
[36] Cfr., ROJINA VILLEGAS, Rafael, Compendio de Derecho Civil, tomo III, 4a. ed., Porrúa,
México, 1970, p. 196.
[37] CASTRO Y CASTRO, Juventino V., La Suprema Corte de Justicia ante la Ley Injusta (Un fallo
histórico respecto al llamado “anatocismo”), 3a. ed., Porrúa, México, 1999, p. 66.
[38] Los artículos relativos del Código Civil Italiano establecen: Art. 1467. Contralto con
prestazioni corrispettive.—Nei contratti a esecuzione continuata o periódica ovvero a escuzione
differita, se la prestazione di una delle parti é divenuta eccessivamente onerosa per il verifcarsi di
avvenimenti straordinari e imprevedibili, la parte che debe tale prestazione puó domandare la
risoluzione del contrato, con gli effetti stabiliti dall’articolo 1458. La risoluzione non puó essere
domandata se la sopravvenuta onerositá rientra nell’alea normale del contratto. La parte centro la
cuale é domandata la risoluzione, puo evitarla offrendo di modificare el contratto. (Contrato con
prestaciones recíprocas. En los contratos de ejecución continuada o periódica, o bien de ejecución
diferida, si la prestación de alguna de las partes se vuelve excesivamente onerosa, como consecuencia
de la verificación de eventos extraordinarios e imprevisibles, la parte que debe tal prestación puede
demandar la resolución del contrato, con los efectos establecidos por el artículo 1458. La resolución
no puede ser demandada si la onerosidad sobreveniente entra en el alea normal del contrato. La parte
contra la que se demanda la resolución puede evitarla ofreciendo modificar equitativamente las
condiciones del contrato). Traducción del autor.
El artículo 1468 establece: Contratto con obbligazioni di una sola parte. Nell’ipotesi prevista
dall’articolo precedente, se si tratta de un contratto nel quale una sola delle parti ha assunto
obbligazioni questa puó chiedere una riduzione della sua prestazione ovvero una modificazione nelle
modalita di esecuzione, sufficienti per ricondurla ad equitá. (Contrato con obligaciones de una sola de
las partes. En la hipótesis prevista por el artículo precedente, si se trata de un contrato en el cual una
sola de las partes ha asumido obligaciones, ésta puede solicitar una reducción de la prestación, o bien
una modificación en las modalidades de ejecución, suficientes para reducirlas a la equidad).
Traducción del autor.
Art. 1469. Contratto aleatorio. Le norme degli articoli precedenti non si aplicano ai contratti
alatori per loro natura o per volontá delle parti. (Contrato aleatorio. La norma de los artículos
precedentes, no se aplica a los contratos aleatorios por su naturaleza, o bien por la voluntad de las
partes). Traducción del autor.
[39] Los artículos señalados establecen: Art. 437.o.—Condiçôes de admissibilidade. Se as
circunstâacias em que as partes fundaram a desiçâo de contratar tiverem sofrido uma alteraçâo
anormal, tem a parte lessada direito a resoluçâo do contrato, ou á modificaçâo dele, segundo juicios
de equidade, desde que a exigencia das obligaçôes por ella asumidas afecta gravemente os principios
de boa fé, e nâo esteja coberta pelos riscos propios do contrato. Requerida a resoluçâo a parte
contraria pode aceitar ao padeido, declarando aceitar a modificaçâo do contrato nos termos do
numero anterior. (Si las circunstancias en que las partes fundan la decisión de contratar hubiesen
sufrido una alteración anormal, la parte lesionada tiene derecho a la resolución del contrato o a su
modificación de acuerdo con juicios de equidad desde que la exigencia de las obligaciones por ella
asumida, afecte gravemente los principios de buena fe o no esté cubierta por los riesgos propios del
contrato. Demandada la resolución, la parte contraria puede aceptar lo pedido declarando aceptar la
modificación del contrato en los términos del número anterior). Traducción del autor.
Art. 438.o.—Mora da parte lesada.- A Parte lesada nâo goza do dereito de resoluçâo ou
modificaçâo do contrato, se estava en mora no momento em que a alteraçâo das cirumstancias se
verificou. (Mora de la parte lesionada. La parte lesionada no goza del derecho de resolución o
modificación del contrato si se encontraba en mora en el momento en que se verificó la alteración de
las circunstancias). Traducción del autor.
[40] En efecto, encontramos que el artículo 1771 del Código Civil para el Estado de Jalisco que
excluyendo las fluctuaciones derivadas de aspectos económicos, establece en su parte relativa: “El
consentimiento se entiende otorgado en las condiciones y circunstancias en que se celebra el contrato;
por tanto salvo aquellos que aparezcan celebrados con carácter aleatorio, los contratos podrán
declararse rescindidos cuando por haber variado radicalmente las condiciones generales del medio en
que debía tener cumplimiento sea imposible satisfacer la verdadera intención de las partes y resulte
de llevar adelante los términos aparentes de la convención una notoria injusticia a falta de equidad
que no corresponda a la causa del contrato celebrado.
Por su parte los artículos 1733 y 1734 del Código de Aguascalientes, de manera similar al antes
trascrito para el Estado de Jalisco, señalan: 1733.—El consentimiento se entiende otorgado en las
condiciones y circunstancias en que se celebra el contrato; por tanto salvo aquellos que aparezcan
celebrados con carácter aleatorio, los contratos podrán declararse rescindidos cuando por haber
variado radicalmente las condiciones generales del medio en que debía tener cumplimiento sea
imposible satisfacer la verdadera intención de las partes y resulte de llevar adelante los términos
aparentes de la convención una notoria injusticia o falta de equidad que no corresponda a la causa del
contrato celebrado.
1734.—En todo caso de aplicación del artículo anterior la parte que haya obtenido la cesación
de los efectos de un contrato deberá de indemnizar a la otra por mitad de los perjuicios que le
ocasione la carencia repentina de las prestaciones en los términos que sean usuales o justas en ese
momento. Sólo podrá librarse de este compromiso la parte que ofreciere a la otra llevar adelante las
prestaciones aludidas, en términos hábiles aun cuando esta última rehusare la proposición.
Por otro lado los artículos 2012, 2013, 2014 y 2015 del Código Civil para el Estado de
Guerrero señalan:
“De la excesiva onerosidad”:
2012.—Cuando en cualquier momento de la ejecución de un contrato bilateral de cumplimiento
continuo, periódico o diferido, la prestación de alguna de las partes hubiera llegado a ser
excesivamente oneroso por acontecimientos extraordinarios que no pudieron razonablemente
preverse en el momento de la celebración, la parte que deba tal prestación podrá demandar bien la
rescisión del negocio o bien una modificación equitativa en el momento, la forma o modalidades de
la ejecución. El mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad
se produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato. Si el negocio fue de ejecución
continuada o periódica, la rescisión o la modificación no se extenderá a las prestaciones ya
cumplidas.
2013.—Si se demandare la rescisión, el demandado podrá oponerse a ella proponiendo
modificaciones al contrato suficientes para reducir equitativamente.
2014.—Cuando la excesiva onerosidad por los acontecimientos extraordinarios a que se refiere
el artículo 2012, se presente al negocio en que una sola de las partes hubiera asumido obligaciones, la
misma podrá pedir bien una reducción equitativa de su prestación, bien una modificación al contrato
también equitativa de las modalidades de ejecución.
2015.—No procederá la resolución ni la modificación del contrato si el perjudicado estuviese
en mora de cumplir su obligación.
Y, finalmente en el Código Civil para el Estado de Veracruz en el capítulo X-Bis “De la
imprevisión de los contratos” en los artículos 1792-A a 1792-F señala:
1792-A.—En los contratos bilaterales con prestaciones periódicas o continuas, así como en los
contratos unilaterales, el consentimiento se entiende otorgado en las condiciones y circunstancias
generales existentes en el momento de su celebración, salvo aquellos que aparezcan celebrados con
carácter aleatorio.
1792-B.—Cuando en cualquier momento del cumplimiento de los contratos a que se refiere el
artículo anterior, cambien las condiciones y circunstancias generales, existentes en el momento de su
celebración por acontecimientos extraordinarios que no se pudieron razonablemente prever por las
partes, y que de llevarse adelante los términos de la convención resulten las prestaciones
excesivamente onerosas para una de las partes y notoriamente favorables para la otra, en estos casos
el contrato deberá ser modificado por el juez a petición de parte, conforme a la buena fe, a la mayor
reciprocidad y a la equidad de intereses, y en caso de ser imposible aquello, podrá determinar que se
extingan sus efectos.
1792-C.—La terminación del contrato o la modificación equitativa en la forma y modalidad de
la ejecución, no se aplicará a las prestaciones realizadas antes de que surgiera el acontecimiento
extraordinario sino sólo se aplicará a las prestaciones cubiertas o por cubrir con posterioridad a éste.
En estos casos la parte que haya obtenido la terminación o la modificación del contrato deberá
compensar a la otra por mitad, el importe de los menoscabos que sufriere por no haberse ejecutado el
contrato en las condiciones inicialmente pactadas. Las resoluciones judiciales que en este caso se
dicten admitirán el recurso de apelación en ambos efectos.
1792-D.—Sólo se consideran como acontecimientos extraordinarios, aquellas alteraciones
imprevisibles que sobrevienen por hechos o circunstancias que alteran la situación económica del
país, de tal manera que de haberlas sabido el deudor no habría pactado en la forma que lo hizo, o no
hubiera pactado.
1792-E.—La prescripción de las acciones anteriores, será igual al término que concede la ley
para el ejercicio de la acción de cumplimiento o rescisión para cualquiera de las partes, según el
contrato de que se trate.
1792-F.—Para que tengan aplicación los artículos que preceden, el cumplimiento parcial o total
del contrato, deberá estar pendiente por la causa o acontecimiento extraordinario señalado, y no por
la culpa o mora del obligado.
[41] En efecto, aun y cuando el Ministro CASTRO Y CASTRO no la transcribe en su libro, a
continuación exponemos el contenido de la tesis emitida por la Tercera Sala de la Suprema Corte de
Justicia visible en el Semanario Judicial de la Federación. Sexta época. Volumen XXIV, Cuarta
Parte, página: 133. Tesis Aislada, siguiente: CONTRATOS A LARGO PLAZO.—Cuando en los negocios de
ejecución a largo plazo o de tracto sucesivo surgen en el intervalo acontecimientos extraordinarios
que rompen el equilibrio entre los intereses de las partes, no está de acuerdo con la buena fe exigir el
cumplimiento de las obligaciones con un alcance que no pudo preverse, advirtiendo que debe tratarse
de acontecimientos de cierta magnitud que no cabría tomar en cuenta razonablemente al formar el
acto jurídico, ya que de lo contrario, faltaría una de las bases de la imprevisión y vendría a sufrir
desmedro la estabilidad de los negocios. Amparo Directo 1863/58. Actor: José de la Luz Valdez.
Ponente: Manuel Rivera Silva. Mayoría de tres votos. 26 de junio de 1959.
[42] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 49.
[43] Cfr., ADAME GODDARD, Jorge, Hacia un Concepto Internacional de Contrato en los
principios del UNIDROIT, Serie H, Estudios de Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación
Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, pp. 26 y 27.
[44] ROJINA VILLEGAS, Rafael, Derecho Civil Mexicano, Tomo Quinto, Obligaciones, volúmenes I
y II, 4a. ed., Ed. Porrúa, México, 1981, p. 44.
[45] DE PINA, Rafael, Elementos de derecho Civil Mexicano, Tomos 3, 2a. ed., Porrúa, México,
1966, p. 25.
[46] BORJA SORIANO, Manuel, Teoría General de las Obligaciones, Tomo primero, 7a. ed., Ed.
Porrúa, México, 1974, p. 81.
[47] GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ, Ernesto, Derecho de las Obligaciones, 5a. ed., Ed. Cajica, Puebla,
1977, pp. 45 y 45.
[48] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, op. cit., p. 104.
[49] Ibidem.
[50] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 441.
[51] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 14.
[52] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 105.
[53] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 342.
[54] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 12 y 13.
[55] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 15 y 16.
[56] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 30.
[57] El artículo 1792 del Código Civil Federal establece que convenio es el acuerdo de dos o
más personas para crear, transferir, modificar o extinguir obligaciones y el artículo 1793 del propio
Código señala que los convenios que producen o transfieren las obligaciones y derechos toman el
nombre de contratos.
[58] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 33.
[59] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 9.
[60] Citado por VÁZQUEZ DEL MERCADO Óscar, op. cit., p. 111.
[61] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 443.
[62] Citado por GALINDO SIFUENTES, Ernesto, Derecho Mercantil, Porrúa, México, 2004, p. 38.
[63] También citado por Ernesto GALINDO, Ibid, pp. 38 y 39.
[64] Ibidem.
[65] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p.42.
[66] Citada por Ernesto GALINDO, op.cit., p. 49.
[67] Ibid., p. 50.
[68] Citado por Ernesto GALINDO, op. cit., p. 52.
[69] GALINDO SIFUENTES, Ernesto, op. cit., p. 54.
[70] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, op. cit., p. 522.
[71] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, op. cit., p. 523.
[72] LERMA KIRCHNER, Alejandro, Comercio internacional. Guía de estudio, 3a, ed., Ed. Ecfsa,
México, 2000, p. 25.
[73] LERMA KIRCHNER, Alejandro, op. cit., p. 25.
[74] La información que se presenta de la UNCITRAL ha sido tomada de la página de la Comisión
de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, visible en la dirección siguiente:
http//www.uncitral.org/uncitral/es/about/origin.html.
[75] Se debe tomar en cuenta que de conformidad con la convención de Viena sobre el derecho
de los tratados del año de 1969, se entiende por tratado todo acuerdo internacional celebrado por
escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único, o en
dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular.
[76] La información que se presenta del Instituto Internacional para la Unificación del Derecho
Privado (UNIDROIT) es visible en la dirección siguiente; http//www.unidroit.org/dinasite.cfm?
dsmid=84219.
[77] RIGUETTI, G., Instilo Internacional di Roma per l’unificazione dell diritto privato. Nuovo
Digesto Italiano VII, UTET, 1938, citado por Pedro Labariega, El UNIDROIT, Promotor dinámico en
la configuración del derecho uniforme. Orígenes y fundamentación, p. 1118.
[78] El Consejo Directivo del UNIDROIT en su reunión celebrada en el año de 1971 incluyó en su
agenda de trabajo la preparación de un ensayo de unificación relativo a la parte general de los
contratos, pero no fue sino hasta 1980 cuando se constituyó el grupo de trabajo con representantes de
diversas culturas y sistemas jurídicos de todo el mundo; tanto del civil law como del common law y
también de los sistemas socialistas.
[79] La información que se presenta de la Cámara de Comercio Internacional ha sido tomada de
la página de la propia Cámara (International Chamber of Commerce. The world business
organization), visible en la dirección siguiente: http//www.iccwbo.org/id94/index.html.
[80] La información que se presenta de la Organización Mundial de Comercio ha sido tomada
de la página de la propia OMC, visible en la dirección siguiente:
http://193.5.93.13.134/libray/description_unicfm?course= 101s09s1begin_unify&dcode=101s08s2.
[81] DE SOUSA SANTOS, Boaventura, La globalización del derecho, los nuevos caminos de la
regulación y la emancipación, Instituto Latinoamericano de Servicios Legales, Trad. César
Rodríguez, Bogotá, p. 103.
[82] Ibid, p. 104.
[83] PÉREZ MURCIA, Andrés, Naturaleza jurídica de la lex mercatoria, Bogotá, 2008, consultada
en: http://200.31.85.134/asociacion/verlmp.asp?ID=Company=15.
[84] BERMAN, Harold, La formación de la tradición jurídica de occidente, Fondo de Cultura
Económica, México, p. 123.
[85] VEITIA, Hernany, El Capítulo Uno de los Principios del UNIDROIT, Serie H, Estudios de
Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas,
UNAM, México, 1998, pp. 33 y 34.
[86] En relación con la convención de Ginebra, véase CASTRILLÓN y LUNA, Víctor M., Títulos
Mercantiles, Porrúa, México, 2002, pp. 16 a 20.
[87] Cfr., ADAME GODDARD, Jorge, op. cit., pp. 15 a 17.
[88] LEMER, Pablo, Sobre armonización, derecho comparado y la relación entre ambos, Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, año XXXVII, No. 111, sept-dic., 2004, p. 919.
[89] Ibid, p. 949.
[90] LABARIEGA VILLANUEVA, Pedro Alfonso, ¿Unificación del derecho privado, el UNIDROIT,
criterio técnico o momento crucial?, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, formato archivo
PDF, México, 2008, pp. 115 y 116.
[91] BARÓ HERRERA, Silvio, Globalización y relaciones internacionales, Revista Apontes, No. 5,
Facultad de Economía, BUAP, Puebla, mayo-agosto, Año II, p. 50.
[92] CALVO CARAVACA, Alfonso Luis y CARRASCOSA GONZÁLEZ, Javier, Derecho Internacional
Privado, 2a. ed., Gomares, vol. 1, p. 8.
[93] SIQUEIROS, José Luis, Los Principios de UNIDROIT y la Convención Interamericana sobre
el Derecho aplicable a los Contratos Internacionales, Serie H, Estudios de Derecho Internacional
Público, no. 27, Contratación Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, p.
227.
[94] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 65.
[95] Cfr., PERALES VISCASILLAS, María del Pilar, Los Principios de UNIDROIT y CISG, su Mutua
Interacción, Serie H, Estudios de Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación Internacional,
Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, pp. 187 a 202.
[96] Cfr., PEREZNIETO CASTRO, Leonel, Los Principios de UNIDROIT y la Convención
Interamericana sobre el Derecho aplicable a los Contratos, Serie H, Estudios de Derecho
Internacional Público, no. 27, Contratación Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM,
México, 1998, p. 216.
[97] PERALES VISCASILLAS, María del Pilar, op. cit., pp. 190 a 192.
[98] Cfr., VEYTIA, Hernani, op. cit., pp. 35 a 38.
[99] ADAME GODARD, Jorge, op. cit., pp. 17, 18, 25 y 31.
[100] Cfr., TREVIÑO AZCÚE, Julio César, La formación del Contrato en los Principios Sobre los
Contratos Internacionales, Serie H, Estudios de Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación
Internacional. Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, pp. 57 y 72.
[101] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 18 y 19.
[102] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 21.
[103] En efecto por ilícito, desacuerdo con el artículo 1830 del Código Civil Federal se entiende
todo hecho contrario a las normas de orden público o a las buenas costumbres.
[104] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 22.
[105] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 105.
[106] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 441.
[107] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 25.
[108] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 105.
[109] Ibid., p. 107.
[110] Sobre este particular, a continuación se transcribe el criterio de interpretación emitido por
el Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia siguiente: MONEDA EXTRANJERA. LOS ARTÍCULOS 8°, 9°
Y 4° TRANSITORIO DE LA LEY MONETARIA, QUE REGULAN LA FORMA EN QUE SE DEBEN LIQUIDAR EN EL TERRITORIO
NACIONAL LAS OBLIGACIONES CONTRAÍDAS EN AQUÉLLA, NO, VIOLAN LA GARANTÍA DE IRRETROACTIVIDAD PREVISTA
EN EL ARTÍCULO 14 CONSTITUCIONAL. Los mencionados artículos de la Ley Monetaria regulan la forma y
términos en que debe cumplirse una obligación pecuniaria dentro de la República, aun cuando la
obligación de pago se haya contraído fuera de ella, pues basta que deba cumplirse en territorio
nacional para que rija la regla prevista en la ley, relativa a que la moneda extranjera se convierta en su
equivalente a moneda nacional conforme al tipo de cambio vigente en el lugar y fecha en que debe
hacerse el pago. Lo anterior implica que dicha regla rige el cumplimiento de la obligación pero no su
origen, ni tampoco cambia la situación jurídica que dio nacimiento a la obligación, ya que el monto a
pagar en moneda extranjera sigue siendo el mismo y, solamente para efectos de cumplir, debe hacerse
la conversión a moneda nacional. Así, las precitadas normas, que rigen las obligaciones contraídas
con posterioridad a su vigencia por así derivarse de la exposición de motivos respectiva, no
restringen, modifican o cambian el acto o el hecho jurídico que hubiera generado la obligación en
moneda extranjera, sino que imponen, como regla general, la obligación de que los compromisos que
se contraigan a partir de su vigencia queden estipulados en pesos mexicanos, que constituye la unidad
del sistema monetario de los Estados Unidos Mexicanos y la moneda circulante; pero cuando las
condiciones impuestas determinan la estipulación de pago en moneda extranjera, dado que ésta no
tiene curso legal en la República, es necesario que se dé la conversión de esa moneda a la nacional,
teniendo en cuenta el tipo de cambio del lugar y fecha en que la obligación se cumple. Todo ello
conduce a concluir que la ley no rige hacia el pasado, pues no afecta la situación existente que generó
la obligación del deudor y tampoco altera la esencia de la obligación contraída, porque ésta consiste
en hacer el pago en moneda extranjera y la ley solamente está rigiendo hacia el futuro, en tanto que
obliga a realizar el pago de moneda extranjera dentro de la República, respecto de aquellos contratos
o actos jurídicos existentes con posterioridad a su vigencia; mientras que la obligación de pago
también se rige por una ley que ya se hallaba en vigor al momento en que se contrajo la obligación, y
su aplicación concreta se surte hacia el futuro, pues será al momento de hacer el pago cuando surja la
necesidad de convertir la moneda extranjera a moneda nacional. P. CXIV/97. Amparo en revisión
2265/96. Moisés Mitrani Gamberg. 26 de mayo de 1997. Once votos. Ponente: Genaro David
Góngora Pimentel. Secretario: Neófito López Ramos. El Tribunal Pleno, en su sesión privada
celebrada el veintitrés de junio en curso, aprobó, con el número CXIV/1997, la tesis aislada que
antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito
Federal, a veintitrés de junio de mil novecientos noventa y siete. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VI, Julio de 1997. Tesis: P. CXIV/97
Página: 16. Tesis Aislada.
[111] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 38.
[112] En interpretación del artículo 8 de la Ley Monetaria, resultan aplicables los criterios que se
transcriben a continuación:
(1) LEY MONETARIA. OBLIGACIONES CONTRAÍDAS EN MONEDA EXTRANJERA.—El hecho de que los
boletos de avión hayan sido pagados por los quejosos en moneda nacional, no es más que el
acatamiento a lo dispuesto por el artículo 8 de la Ley Monetaria que establece, en lo conducente, que
las obligaciones de pago en moneda extranjera contraídas dentro o fuera de la República, para ser
cumplidas en ésta, se solventarán entregando el equivalente en moneda nacional al tipo de cambio
que rija en el lugar y fecha en que se haga el pago. Lo anterior es así, porque es un hecho notorio que
las tarifas para viajes aéreos de México al extranjero se cotizan en dólares, moneda de los Estados
Unidos de Norteamérica; por ello, los boletos correspondientes debieran pagarse en dólares; pero
como la moneda extranjera no tiene curso legal en la República conforme al precitado artículo 8 de la
Ley Monetaria, la cantidad en dólares debe pagarse en pesos, al tipo de cambio que rige en el
momento del pago. Tan es cierto que las tarifas para viajes aéreos al extranjero se cotizan en dólares,
que es un hecho conocido que las compañías de aviación cobran las diferencias de precio que haya
entre el valor del boleto el día de su compra y el valor del mismo el día del viaje, diferencias
causadas por las variaciones en los tipos de cambio del dólar, aunque la tarifa siga siendo la misma.
Por tanto, no hay duda de que la operación concertada entre las partes contendientes originalmente se
pactó en dólares, no en moneda nacional, motivo por el cual el artículo 4 transitorio de la Ley
Monetaria no es aplicable al caso. En efecto, dicho precepto establece: “Artículo 4.—Las
obligaciones de pago en moneda extranjera contraídas dentro de la República para ser cumplidas en
ésta, se solventarán en los términos del artículo 8 de esta ley, a menos que el deudor demuestre,
tratándose de operaciones de préstamos, que la moneda recibida del acreedor fuera moneda nacional
de cualquier clase, o que tratándose de otras operaciones, la moneda en que se contrajo originalmente
la operación, fue moneda nacional de cualquier clase; en estos casos las obligaciones de referencia se
solventarán en monedas nacionales, en los términos de los artículos 4 y 5 de esta ley,
respectivamente, al tipo que se hubiere tomado en cuenta al efectuarse la operación para hacer la
conversión de la moneda nacional recibida a la moneda extranjera, o si no es posible fijar este tipo, a
la paridad legal”. Como puede advertirse, la primera parte de dicho transitorio se refiere a la regla
general contenida en el artículo 8 de la Ley Monetaria, con la única modalidad que alude a
obligaciones contraídas en moneda extranjera dentro de la República, para ser cumplidas en ésta,
mientras que el artículo 8 se refiere a obligaciones contraídas en moneda extranjera tanto en el
interior como en el exterior del país, pero solventadas en la República. Por ello, en ambos casos el
pago se hará en el equivalente en moneda nacional al momento de hacer el pago. La segunda parte
del artículo 4 transitorio es una excepción a la primera parte del mismo, pues indica que en
operaciones de préstamo, cuando el deudor demuestre que la moneda recibida fue moneda nacional,
la obligación se solventará también en esta moneda al tipo de cambio vigente al momento de la
operación, no hay duda de que en esta hipótesis no se encuentra el presente caso porque no se trata de
préstamo. La tercera parte del artículo 4 transitorio es otra excepción a la regla general, pues indica
que en tratándose de otras operaciones, si la moneda en que se contrajo originalmente la operación
fue moneda nacional, la obligación se solventará en ésta al tipo de cambio que se hubiera tomado en
cuenta al efectuarse la operación para la conversión de la moneda nacional recibida, a la moneda
extranjera; es decir el supuesto de esta parte del precepto se refiere a obligaciones contraídas en
moneda nacional, pero transformada ésta a su equivalente en dólares para efectos del pago, hipótesis
en la que tampoco se encuentra el presente caso toda vez, como ya se dijo, así, la obligación se pactó
originalmente en dólares. De acuerdo con lo anterior, es evidente que sí resulta aplicable la regla
general contenida en el artículo 8 de la Ley Monetaria, porque los quejosos compraron boletos de
avión para vuelos internacionales; por lo tanto, habiéndose contraído una obligación en moneda
extranjera que se cumplimentó en la República debía solventarse en su equivalente en moneda
nacional al efectuarse el pago, en acatamiento a lo previsto por el invocado artículo 8 de la Ley
Monetaria. En consecuencia, debe concluirse que el reembolso del importe de las proporciones de los
boletos de avión que no se hayan utilizado, debe hacerse en moneda nacional, al tipo de cambio del
dólar que se encuentre vigente en el lugar y fecha en que se haga el pago. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO
EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 2063/87. Jaime Pérez Avella y otra. 11 de febrero
de 1988. Unanimidad de votos. Ponente: José Rojas Aja. Secretario: Enrique Ramírez Gámez.
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava
Época. Tomo I Segunda Parte-1. Tesis: Página: 392. Tesis Aislada.
(2) OBLIGACIONES EN MONEDA EXTRANJERA. APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 9O. TRANSITORIO EN RELACIÓN CON
EL 8O. DE LA LEY MONETARIA.—Tratándose de obligaciones de pago en moneda extranjera contraídas
dentro de la República para ser cumplidas en ésta, derivadas de operaciones de préstamos en que el
acreedor entregó moneda nacional o de otras operaciones en que la moneda nacional en que se
contrajo originalmente la operación fue moneda nacional de cualquier clase, es inexacto que sólo sea
de aplicarse el artículo 8o. de la Ley Monetaria Nacional y no el artículo 9o. transitorio de la misma
Ley, que dispone que el pago debe hacerse en moneda nacional al tipo de cambio de la fecha en que
se hizo la operación, por ser también inexacto que este último precepto sólo rija para operaciones
celebradas con anterioridad a la vigencia del ordenamiento en cita y ser falso además que el sentido
de su texto sea antagónico con lo dispuesto por el referido artículo 8o., que establece el principio
generando que la obligación de pago en moneda extranjera, contraída dentro de la República para ser
cumplida en ésta, se cubrirá entregando el equivalente en moneda nacional, al tipo de cambio que rija
en el lugar y fecha en que debe hacerse el pago y que la variación de dicha equivalencia será, por
tanto, en beneficio o perjuicio del deudor. Y el anterior argumento resulta infundado, toda vez que
corresponde en el caso la aplicación de una regla que de manera especial regula la cuestión debatida,
como es la prevista en el mencionado artículo noveno transitorio de la Ley Monetaria Nacional,
cuyos términos han sido ya confirmados por esta Tercera Sala, en tesis cuyo tenor es el siguiente:
“OBLIGACIONES EN MONEDA EXTRANJERA, PAGO DE LAS.—Si la demandada demuestra que la moneda que
recibió de la acreedora por el préstamo que le otorgó, fue moneda nacional, en tal situación, con
apoyo en lo dispuesto por el artículo 9o. transitorio de la Ley Monetaria, la obligación de la
demandada consignada en los pagarés base de la acción tiene el derecho de cumplirla en moneda
nacional, al tipo de cambio que se tomó en cuenta al efectuarse la operación para hacer la conversión
de la moneda extranjera a la nacional recibida, y no al del que regía al tiempo en que debió efectuarse
el pago”. Amparo directo 450/79. Seguros Monterrey Serfín, S. A. 15 de marzo de 1980. 5 votos.
Ponente: Raúl Lozano Ramírez. Séptima Época, Cuarta Parte: Volúmenes 109-114, pág. 121. Amparo
directo 5455/ 77. Banco de Londres y México, S. A. Sucursal Durango. 30 de junio de 1978.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Raúl Lozano Ramírez. Volúmenes 109-114, pág. 121. Amparo
directo 2450/ 77. “Más de Reynosa”, S. A. 26 de junio de 1978. Unanimidad de 4 votos. Ponente:
Raúl Cuevas Mantecón. Quinta. Época: tomo LIX, pág. 1414. Amparo civil directo 6255/36.
Fernando Lira. 8 de febrero de 1939. 5 votos. Tomo XLV, pág. 3146. Amparo civil directo 4056/33.
Luis G. Zaldívar. 20 de agosto de 1935. Unanimidad de 4 votos. Instancia: Tercera Sala. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 133-138 Cuarta Parte. Tesis: Página:
163. Tesis Aislada.
[113] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 39.
[114] Las Unidades de Inversión, mejor conocidas como Udis, creadas por decreto publicado el
1o. de abril de 1995, en el Diario Oficial de la Federación, constituyen una unidad de valor real
constante en la que se pueden denominar títulos de crédito, excepto cheques, y en general créditos
tales como depósitos u otras financieras; esto es, es una unidad de cuenta, no una moneda, ya que de
acuerdo con la exposición de motivos del decreto relativo, las mismas no son unidades monetarias, en
tanto que la única moneda de curso legal en nuestro país es el peso, de modo que su función es la de
recuperar el valor de la moneda y no el numerario. De especial aplicación en economías inestables,
como la mexicana. En consecuencia, al constituirse una inversión en udis, el inversionista entregará
la cantidad de pesos equivalente, según el valor de la udi al día en que se realice la operación. El
artículo 1, del decreto de referencia establece que: “las obligaciones de pago de sumas en moneda
nacional convenidas en operaciones financieras que celebren los correspondientes intermediarios, las
contenidas en títulos de crédito, salvo cheques, y en general, las pactadas en contratos mercantiles o
en otros actos de comercio, podrán denominarse en unidad de cuenta llamada unidad de inversión
cuyo valor en pesos para cada día publicará periódicamente el Banco de México en el Diario Oficial
de la Federación”.
[115] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 41.
[116] El artículo de mención establece: en las compraventas mercantiles, una vez perfeccionado
el contrato, el contratante que cumpliere tendrá derecho a exigir del que no cumpliere, la rescisión o
cumplimiento del contrato, y la indemnización, además, de los daños y perjuicios.
[117] El artículo 2311 del Código Civil Federal establece: si se rescinde la venta, el vendedor y
el comprador deben restituirse las prestaciones que se hubieren hecho; pero el vendedor que hubiere
entregado la cosa vendida, puede exigir del comprador, por el uso de ella, el pago de un alquiler o
renta que fijarán peritos, y una indemnización, también fijada por peritos, por el deterioro que haya
sufrido la cosa. El comprador que haya pagado parte del precio, tiene derecho a los intereses legales
de la cantidad que entregó. Las convenciones que impongan al comprador obligaciones más onerosas
que las expresadas, serán nulas.
El artículo antes trascrito es similar al 70 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, que
señala: en los casos de compraventa a plazos de bienes muebles o inmuebles a que se refiere esta ley,
si se rescinde el contrato, vendedor y comprador deben restituirse mutuamente las prestaciones que se
hubieren hecho. El vendedor que hubiera entregado la cosa tendrá derecho a exigir por el uso de ella
el pago de un alquiler o renta y, en su caso, una compensación por el demérito que haya sufrido el
bien. El comprador que haya pagado parte del precio tiene derecho a recibir los intereses computados
conforme a la tasa que, en su caso, se haya aplicado a su pago.
[118] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 77.
[119] Aunque referido al artículo 29 de la Ley Federal de Protección al Consumidor anterior a la
vigente, por ser de similar contenido, al artículo 71, resulta aplicable al caso concreto la tesis de
jurisprudencia emitida por la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia que se transcribe a
continuación, y que destaca el aspecto relativo al tiempo en el cual el derecho de referencia puede ser
ejercitado por el consumidor-comprador: CONSUMIDOR, LEY DE PROTECCIÓN AL. EL DERECHO ESTABLECIDO
EN SU ARTÍCULO 29 PUEDE HACERSE VALER AL CONTESTAR LA DEMANDA O EN CUALQUIER ETAPA DEL JUICIO, HASTA
ANTES DE QUE SE DICTE SENTENCIA, SIEMPRE QUE EL ENJUICIADO, AL SER DEMANDADO, HAYA PAGADO MÁS DE LA
TERCERA PARTE DEL ADEUDO VENCIDO.—El artículo 29 citado al disponer que cuando el consumidor haya
cubierto más de la tercera parte del precio o del número total de los pagos convenidos, si el proveedor
demanda la rescisión por mora, tendrá derecho el consumidor a optar por la rescisión o por el
cumplimiento, y no sujeta a éste a que opte por tal beneficio en forma necesaria al contestar la
demanda y, por ende, puede hacerlo no sólo en ese momento, sino en cualquier etapa del
procedimiento hasta antes de que se dicte sentencia y si se da este último caso, ello no implica la
vulneración de la garantía de seguridad jurídica del proveedor porque, precisamente, la ley que
contempla dicho artículo es de orden público e interés social y sus disposiciones irrenunciables, que
por tener el carácter de normas de excepción, deben tener observancia por encima de cualquier
interés individual. En efecto, este derecho del consumidor lo conoce el proveedor desde que celebra
el contrato correspondiente, por encontrarse establecido en la ley citada y el dispositivo
correspondiente, no sujeta al término la elección de optar por el beneficio que contempla y
constituye, por ende, una forma especial de allanamiento a la demanda y no se trata de una excepción
procesal. Contradicción de tesis 16/89. Entre las sustentadas por el Primer y Segundo Tribunales
Colegiados en Materia Civil del Primer Circuito, 25 de junio de 1990, Unanimidad de cuatro votos.
Ponente: Ignacio Magaña Cárdenas. Secretario: Mario Alberto Adame Nava. Tesis de Jurisprudencia
21/90 aprobada por la Tercera Sala de este alto Tribunal en sesión privada celebrada el veinte de
agosto de mil novecientos noventa. Unanimidad de cuatro votos de los señores ministros: Presidente
Chapitel Gutiérrez, Azuela Güitrón, Rocha Díaz y Magaña Cárdenas. Ausente: José Antonio Llanos
Duarte. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo
V. Primera Parte. Tesis: 3a./J. 21/90. Página: 227. Tesis de Jurisprudencia.
[120] DÍAZ BRAVO, Arturo., op. cit., p. 78.
[121] El criterio relativo es el siguiente: PACTO COMISORIO. LAS PARTES ESTÁN LEGITIMADAS PARA FIJAR
LAS CAUSAS DE EXTINCIÓN DEL CONTRATO. Los artículos 1940 y 1941 del Código Civil para el Distrito
Federal, facultan a las partes contratantes para que incluyan en el contrato la cláusula resolutoria o
realicen el pacto comisorio, que es la manifestación de voluntad incluida en los contratos, cuyo efecto
es producir la resolución del contrato automáticamente, de pleno derecho, en caso de incumplimiento
por haberlo convenido así los contratantes, sin que deban intervenir los tribunales y sin que haya
medio de retardar o impedir la resolución concediendo un nuevo plazo al deudor. El pacto en análisis
es legítimo en términos de los artículos 1832 y 1839 del citado Código Civil, ya que en materia de
contratos, la voluntad de las partes es la ley suprema; además de que en los contratos civiles, cada
uno se obliga en la forma y términos que aparezca que quiso obligarse, por lo que ambas partes
pueden pactar libremente la manera de resolver el contrato, pues nuestro derecho no repugna ese
pacto expreso, ya que no se encuentra en oposición con los artículos 6o., 7o. y 8o. del propio
ordenamiento sustantivo, puesto que la voluntad de los particulares para acordar el pacto de
referencia no exime de la observancia de ninguna ley ni contraviene leyes prohibitivas, ya que las
partes indudablemente tienen libertad para fijar expresamente los supuestos de extinción del contrato
o, en otras palabras, de establecer condiciones resolutorias. De ahí que en los contratos pueda
pactarse expresamente la cláusula resolutoria, para que el contrato se pueda dar por terminado
automáticamente por el solo hecho del incumplimiento de una de las partes a lo que se obligó, es
decir, por el hecho de que en la realidad se actualicen algunas de las causas convenidas como motivo
de la rescisión, sin la intervención de los tribunales, por efecto del pacto comisorio expreso en donde
se fijaron las bases para ello. Sin embargo, esa regla genérica no puede aplicarse en el caso de un
contrato de compraventa con pacto comisorio, donde se da el incumplimiento de la obligación
materia de la cláusula resolutoria pero no opera la reversión del inmueble a favor de la vendedora y la
parte compradora continúa en el goce y disfrute del inmueble durante muchos años sin que se le
perturbe en su posesión; por lo que en este supuesto, la vendedora debe notificar a la compradora la
aplicación de la cláusula de mérito y otorgarle un término para inconformarse, porque de no ser así,
se actuaría unilateralmente y privando a la adquirente de la garantía de audiencia. OCTAVO TRIBUNAL
COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 643/96. Manuel Octavio Rodríguez
Hernández. 17 de octubre de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: María del Carmen Sánchez
Hidalgo. Secretaria: Edith Alarcón Meixueiro. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo V, Febrero de 1997. Tesis:
I.8o.C.90 C Página: 769. Tesis Aislada.
[122] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 46.
[123] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 16.
[124] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 45.
[125] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 110.
[126] Ibid, pp. 108 y 109.
[127] Citado por ARCE GARCOLLO, Javier, op. cit., p. 20.
[128] Ibid, p. 72.
[129] En interpretación del artículo 88 del Código de Comercio en comento, la Primera Sala de
la Suprema Corte de Justicia estableció jurisprudencia por contradicción de tesis que habían
sustentado los Tribunales Colegiados de Circuito, de conformidad con el texto que se transcribe a
continuación:-
CONTRATOS MERCANTILES. EN LOS CASOS DE INCUMPLIMIENTO PARCIAL DE LAS OBLIGACIONES PACTADAS EN
ELLOS, ES APLICABLE EL ARTÍCULO 88 DEL CÓDIGO DE COMERCIO Y NO EL 1846 DEL CÓDIGO CIVIL FEDERAL,
APLICADO SUPLETORIAMENTE A LA MATERIA.—El artículo 88 del Código de Comercio establece que quien
demande el incumplimiento de un contrato mercantil podrá exigir el cumplimiento del contrato o la
pena en él prescrita. Por otra parte, si bien es cierto que el Código Civil Federal es de aplicación
supletoria y que su artículo 1846 regula el incumplimiento parcial de las obligaciones, su aplicación
únicamente se justificaría si existiese una laguna en el Código de Comercio. Sin embargo, toda vez
que el artículo 88 del Código de Comercio no hace una distinción entre los tipos de incumplimiento,
debe entenderse que dicho artículo comprende tanto el parcial como el total. En todo caso, ambos son
tipos de incumplimiento de las obligaciones contraídas, por lo que debe considerarse que dicho
artículo es una norma completa, o sea, una norma de la que no deriva ninguna laguna. Es decir, dado
que el artículo 88 del Código de Comercio regula todos los supuestos de incumplimiento (ya sea
parcial o total) no existe justificación para aplicar supletoriamente el artículo 1846 del Código Civil
Federal. Por lo tanto, cuando se demande el incumplimiento parcial o total de un contrato mercantil,
el acreedor no podrá ejercer simultáneamente las acciones de cumplimiento del contrato y la del pago
de la pena en él convenida, sino que deberá ejercer exclusivamente una de ellas. Contradicción de
tesis 128/2007-PS. Entre las sustentadas por el Cuarto Tribunal Colegiado en materia Civil del
Primer Circuito y el actual Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Segundo Circuito. 9 de enero de
2008. Cinco votos. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretario: Fernando A. Casasola Mendoza.
Tesis de jurisprudencia 29/2008 aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal en sesión de
fecha 26 de marzo de 2008. Novena época. Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación.
Tomo: XXVIII. Julio de 2008. Tesis 1ª/J.29/2008. Pág. 236.
[130] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 18.
[131] Ibid, p. 77.
[132] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 15 y 16.
[133] La Tercera Sala de la Suprema Corte ha establecido sobre este particular el criterio
siguiente: ADHESIÓN. NO AFECTA LA VALIDEZ DEL CONTRATO RELATIVO LA ELABORACIÓN UNILATERAL DE SU
CLAUSULADO POR UNA DE LAS PARTES.—El contrato llamado de adhesión supone que de acuerdo con la
doctrina que una de las partes fija las condiciones a que debe sujetarse la otra en caso de aceptarlo,
por ello dicha circunstancia no afecta su validez, ya que no implica la ausencia de la alternativa para
aceptarlo o rechazarlo en forma total o parcial por parte de quien no interviene en su elaboración, por
lo que no puede decirse que la voluntad expresada por éste se encuentre viciada. 3a. LVI/92. Amparo
en revisión 944/91. Martha Villanueva Villegas. 6 de julio de 1992. Mayoría de tres votos contra el
del Ministro Ignacio M. Cal y Mayor Gutiérrez. Ausente: Miguel Montes García. Ponente: José
Trinidad Lanz Cárdenas. Secretario: Arturo García Torres. Insta ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit.,
Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo X-
Agosto. Tesis: 3a. LVI/92, página 145. Tesis Aislada.
[134] De la actividad que con base en la Ley Federal de Protección al Consumidor realiza la
Procuraduría Federal del Consumidor, Arce Gargollo desprende los siguientes principios:
a) Que su objeto es el de promover y proteger los derechos e intereses del consumidor y
procurar la equidad y seguridad jurídicas en las relaciones entre proveedores y consumidores;
b) Que se trata de una ley de orden público e interés social;
c) Que es una ley de protección al consumidor considerado en lo individual, como parte débil
de la relación comercial;
d) Que como normas supletorias de la ley, se aplican el Código de Comercio, y el Código Civil
en lo sustantivo y el Código de Procedimientos local respectivo en lo procesal.
e) Que la Procuraduría es un organismo descentralizado de servicio social con personalidad
jurídica y patrimonio propio.
f) Que como principios básicos en las relaciones de consumo se encuentran la protección de la
vida, la salud y la seguridad del consumidor; la información y la educación sobre productos y
servicios; el acceso fácil a órganos administrativos y sus procedimientos y, la protección contra la
publicidad engañosa y abusiva. Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 106.
[135] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 442.
[136] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 26.
[137] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 444 y 445.
[138] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 397 y 398.
[139] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de derecho Mercantil, op. cit., pp. 34 y 35.
TÍTULO SEGUNDO
CONTRATOS TÍPICOS
CAPÍTULO I
CONTRATO DE ASOCIACIÓN EN
PARTICIPACIÓN
1. CONCEPTO
Es definida por el Artículo 252 de la Ley General de Sociedades
Mercantiles al señalar: “La asociación en participación es un contrato por el
cual una persona concede a otras que le aportan bienes o servicios, una
participación en las utilidades y en las pérdidas de una negociación
mercantil o de una o varias operaciones de comercio”.
Dice Soyla LEÓN TOVAR[1] que la asociación mercantil se forma por los
vocablos associare y socius, (dar a uno por compañero que le ayude en el
desempeño de algún encargo, comisión o trabajo) y que la asociación
mercantil es una especie del género asociación que se presenta cuando
varias personas aparecen unidas para un fin común.
Por cuanto a sus antecedentes históricos se refiere, nos dice MANTILLA
MOLINA[2] que el germen de la asociación en participación se encuentra en
contrato medieval de la commenda, incorporado al Código de Comercio de
1889 para encontrar en definitiva su ubicación legislativa en la Ley General
de Sociedades Mercantiles.
4. NATURALEZA JURÍDICA
Compartiendo con la Sociedad en Comandita Simple el mismo
antecedente, que ubicamos en la época medieval, del contrato de la
Commenda (mandato de dos), la Asociación en Participación surge como
una forma impropia de las sociedades de personas ya en desuso.
Algunos sistemas jurídicos la regulan en una ley que ha sido creada para
sociedades (en el caso del derecho mexicano, en el Capítulo XIII,
denominado “De la asociación en participación”) de ahí su indebida y
censurable ubicación. De ese modo, tratándose de un contrato, la asociación
en participación debiera estar regulada en el Código de Comercio (como
ocurre por ejemplo en el caso del Derecho Español), y no en la Ley General
de Sociedades Mercantiles como sucede en nuestro país.
Aún y cuando la asociación en participación, no da lugar a la creación
de un ente jurídico distinto de los miembros que la componen (asociante y
asociados) y que es criticable por ello su ubicación normativa, existen, sin
embargo, razones que explican aun cuando no justifican su incorporación en
la ley societaria.[5]
Por eso dice Díaz Bravo[6] que “a ello ha contribuido, en gran medida, el
que sin ser una sociedad, su operación se asemeja mucho a la de las
sociedades, pero no supone las exigencias y formalidades de ésta en cuanto
a constitución, nombre, patrimonio, registro y otras”.
La incorporación al comercio en una forma de agrupación secreta,
constituye este tipo asociativo, que desplazó al tipo social ya mencionado,
con el que comparte el mismo antecedente.
En una opinión que no compartimos porque como hemos señalado, el
contrato de que se trata no da lugar a la creación de un ente jurídico distinto
de sus miembros, ya que carece además de personalidad jurídica y
patrimonio propio, MANTILLA MOLINA[7] la considera como una especie de
las sociedades mercantiles, al señalar que queda comprendida dentro del
concepto general de sociedad.
Atinadamente SÁNCHEZ CALERO[8] dice:
este contrato no puede considerarse como una modalidad o sub-especie de la sociedad, la
doctrina y la jurisprudencia se manifiestan en ese sentido, ya que el contrato debe permanecer
oculto, la aportación del partícipe entra a formar parte del patrimonio del empresario y dado el
carácter puramente interno de los lazos que crea el contrato, no se da lugar a la creación de una
organización de personas relevantes ante terceros.
NOTAS
[1] Cfr., LEÓN TOVAR, Soyia H., Universidad Nacional Autónoma de México y Editorial Porrúa,
Diccionario de Derecho Mercantil, Porrúa, México, 2001, pp. 36 y 37.
[2] Cfr., Mantilla Molina, Roberto, op. cit., p. 181.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 268.
[4] Citado por ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta, op. cit., p. 259.
[5] Ello encuentra su razón de ser la necesidad de la creación de formas de agrupamiento que
limitaran la enorme responsabilidad que para sus miembros representaban las sociedades de personas,
además de la flexibilidad de dicho contrato que permite sin mayor problema realizar cualquier tipo de
operación de carácter mercantil.
[6] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 268.
[7] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., pp. 174 y 183.
[8] SÁNCHEZ CALERO, op. cit., pp. 179 y 180.
[9] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 465.
[10] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
UNAM, México, 1991, p. 79.
[11] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho Mercantil, op. cit., p. 234.
[12] ASOCIACIÓN EN PARTICIPACIÓN, CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO DE.—De acuerdo con el artículo
252 de la Ley General de Sociedades Mercantiles, la asociación en participación es un contrato por el
cual una persona, llamada el asociante, concede a otra llamada el asociado, una participación en las
utilidades y en las pérdidas de una negociación mercantil o de una o varias operaciones de comercio,
a cambio de la aportación de bienes o servicios del asociado. La esencia de la asociación en
participación radica en que se trata de una sociedad oculta que sólo rige o surte efectos entre las
partes que la constituyen, sin que exista signo aparente que la denote, ya que carece de personalidad
jurídica, de razón y de denominación, según lo establece el artículo 253 del mismo ordenamiento, y
es por esto que el articulo 256 determina que el asociante obra en nombre propio y que no habrá
relación jurídica entre los terceros y los asociados. Persiguiendo este mismo afán de mantener oculta
la asociación, la Ley establece en el artículo 257, que respecto de terceros, los bienes aportados
pertenecen en propiedad al asociante, a no ser que por la naturaleza de la aportación fuere necesaria
alguna otra formalidad, o que se estipule lo contrario y se inscriba la cláusula relativa en el Registro
Público de Comercio del lugar donde el asociante ejerce el comercio, y agrega este artículo que aun
cuando la estipulación no haya sido registrada, surtirá sus efectos si se prueba que el tercero tenía o
debía tener conocimiento de ella. Amparo directo 5688/60. Bulmaro Carranza Cervantes. 17 de
octubre de 1963. 5 votos. Ponente: Mariano Azuela. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario
judicial de la Federación. Sexta Época. Volumen LXXVI, Cuarta Parte. Tesis: Página: 22. Tesis
Aislada.
[13] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, op. cit., p. 179.
[14] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 268.
[15] En efecto, en el supuesto referido, le sería aplicable el artículo 2, en su parte relativa, de la
Ley General de Sociedades Mercantiles que establece que las sociedades mercantiles inscritas en el
Registro Público de Comercio, tienen personalidad jurídica distinta de la de los socios. Las
sociedades no inscritas en el Registro Público de Comercio que se hayan exteriorizado como tales,
frente a terceros consten o no en escritura pública, tendrán personalidad jurídica. Las relaciones
internas de las sociedades irregulares se regirán por el contrato social respectivo, y, en su los que
realicen actos jurídicos como representantes o mandatarios de una sociedad irregular, responderán del
cumplimiento de los mismos frente a terceros, subsidiaria, solidaria e ilimitadamente, sin perjuicio de
la responsabilidad penal, en que hubiere incurrido, cuando los terceros resultaren perjudicados. Los
socios no culpables de la irregularidad, podrán exigir daños y perjuicios a los culpables y a los que
actuaren como representantes o mandatarios de la sociedad irregular.
[16] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 77.
[17] Ibid, p. 76.
[18] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 469.
[19] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 77.
CAPÍTULO II
CONTRATO DE COMPRAVENTA
1. CONCEPTO
El Código de Comercio que regula a la compraventa mercantil, no
otorga un concepto de la misma, por lo que aplicando supletoriamente al
Código Civil Federal, de conformidad con su artículo 2248, podemos decir
que habrá compraventa cuando uno de los contratantes se obliga a transferir
la propiedad de una cosa o de un derecho, y el otro a su vez se obliga a
pagar por ellos un precio cierto y en dinero.
Del precepto antes trascrito se desprende entonces que el objeto de la
compraventa es la trasmisión de dominio de una cosa o de un derecho.
En una sociedad capitalista y consumidora es evidente que la
compraventa mercantil es con mucho el contrato que con mayor frecuencia
se celebra, lo cual se realiza mediante la distribución de bienes producidos
por las empresas o bien por los intermediarios.
Destacando su importancia DÍAZ BRAVO[1] ha dicho: “forma surgida y
evolucionada del trueque, la compraventa se mantiene como el más
importante de los contratos; y ello no es de extrañar, por cuanto configura el
mecanismo más ágil y sencillo para adquirir el pleno dominio de cualquier
satisfactor”.
Dice Rodríguez Rodríguez[2] que reviste tal importancia la compraventa
mercantil que ha sido el contrato que en muchas ocasiones ha sido utilizado
para definir el contenido del derecho mercantil.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[3] por su parte refiere que la compraventa es un
contrato que permite satisfacer una importante exigencia económica, la de
adquirir en propiedad un bien y la de recibir por él su valor, que es el
contrato de más aplicación, a partir de que fue superado el trueque o
permuta.
Para SÁNCHEZ CALERO[4] este contrato cumple una función de primer
orden desde el punto de vista económico, en cuanto sirve para la circulación
de los bienes que por ser instrumento para el cambio de los mismos por
dinero, ocupa una posición relevante en la actividad empresarial.
3. MERCANTILIDAD DE LA COMPRAVENTA
Dice Vázquez del Mercado[8] que la compraventa es mercantil cuando
constituye una actividad de intermediación en el cambio, en tanto el
comprador compra para revender o el vendedor vende una cosa que a su vez
ha comprado para revender y se distingue de la compraventa civil que es un
acto de consumo diverso de la mercantil que pertenece a la zona del
cambio, de la circulación de la riqueza, en la que su comercialidad se
determina por la intención del sujeto, que no es otra sino la del propósito de
especular, de traficar.
Y Díaz Bravo[9] por su parte señala:
las razones que operan como obstáculos para lograr una hasta hoy inalcanzada definición jurídica
de acto de comercio son parte también para considerar inexistente un concepto jurídico de la
compraventa mercantil, y así, aunque no existen compraventas mercantiles por su forma, sí las
hay por los sujetos que las celebran, por el objeto sobre el que recaen o por el propósito con el
que se contratan.
Caso de especial análisis es el que deriva del artículo 385 del Código de
Comercio que establece:
Artículo 385.—Las ventas mercantiles no se rescindirán por causa de lesión; pero al
perjudicado, además de la acción criminal que le competa, le asistirá la de daños y perjuicios
contra el contratante que hubiese procedido con fraude o malicia en el contrato o en su
cumplimiento.
6. COMPRAVENTAS INTERNACIONALES
En un mundo en plena euforia globalizadora, BARRERA GRAF[27] refiere la
existencia de un nuevo derecho mercantil internacional que tiende a
fortalecerse por el auge mundial del comercio; la facilidad de las
comunicaciones modernas, la interdependencia de las economías
nacionales, y la creciente intervención de organismos jurídicos de alcance
económico en la ONU, en la ALADI y en la CEE, que preparan y redactan
textos de aplicación internacional, en donde agrega: “la labor legislativa
unificadora es enorme y de creciente importancia, dando lugar a una nueva
lex mercatoria”.
Dice así Omar Olvera:[28]
las exigencias y los requerimientos de este comercio, que no respetan fronteras ni se detienen en
reglamentaciones municipales o nacionales, y que imponen reglas y soluciones iguales o
semejantes para negocios o instituciones afines, y la constitución de asociaciones y agrupaciones
económicas y políticas regionales entre diferentes naciones, se han manifestado en multitud de
convenciones, tratados y proyectos internacionales sobre diferentes materias del derecho
comercial, lo que no sólo ha llevado a una reglamentación uniforme internacional, sino también a
vislumbrarse ya con claridad un derecho del comercio internacional, cuyas bases y principios
generales son admitidos en todo el mundo, independientemente de costumbres diferentes, de
antagonismos políticos y de oposición de sistemas económicos en boga.
NOTAS
1. CONCEPTO
El concepto se otorga por el artículo 273 del Código de Comercio, que
establece: el mandato aplicado a actos concretos de comercio, se reputa
comisión mercantil.
Dice Barrera Graf[3] que la comisión es genérica, tanto la comisión
mandato como la comisión profesional, puede otorgarse en función de las
actividades del comitente, las que pueden ser de distinta naturaleza, y
ninguna se encuentra reglamentada en nuestro derecho.
Díaz Bravo[4] por su parte señala que no existe un concepto legal
autónomo de comisión mercantil; el precepto acoge el concepto civil de
mandato y se limita a precisar que cuando tal mandato se refiera a actos
concretos de comercio se reputa comisión mercantil. Y con la expresión de
que se trata, el legislador sólo quiso proscribir la existencia de un poder
general para actos de comercio, que únicamente es admisible respecto del
factor.
5. NATURALEZA JURÍDICA
Para MANTILLA MOLINA[10] la comisión mercantil constituye un acto
mercantil accesorio o conexo y al efecto, señala: “actos jurídicos hay que
pueden existir por sí, pero esto no impide que en ocasiones su celebración
esté encaminada a preparar o facilitar la de otros actos con los cuales
resultan conexos y de los que toman el carácter de mercantil” y a
continuación, siguiendo a Rocco, refiere que la comisión sería mercantil por
la prueba directa de su conexión.
Dice SÁNCHEZ CALERO[11] que el que recibe el encargo se considera como
un mandatario, pues el contrato de comisión no es sino un mandato
mercantil y la actividad que ha de realizar ha de ser jurídica, esto es, un
trabajo calificado y no cualquier trabajo, y agrega que la relación que liga al
comitente y al comisionista se basa en la confianza y que por ello se debe
considerar a la comisión como un contrato intuitu personae.
Por lo que se refiere a la diferencia entre comisión y mandato, José
María ABASCAL[12] señala que distinguir la comisión del mandato mercantil
con base en la definición legal no resulta aceptable, porque considera que el
concepto de acto de comercio no es jurídico; que no se justifica la
desaplicación de los artículos 275 al 278 del Código de Comercio cuando
no se trate de actos concretos que no tienen equivalente en el mandato civil;
y, que no conduce a ningún resultado práctico.
La diferencia entre mandato mercantil y comisión se fija en consideración al carácter
representativo de aquél y no representativo de éste ya que en el mandato mercantil el mandatario
actúa en nombre y por cuanta del mandante mientras que en la comisión mercantil el
comisionista actúa en nombre propio pero por cuenta del comitente.[13]
NOTAS
CONTRATO DE CONSIGNACIÓN O
ESTIMATORIO
1. CONCEPTO
El artículo 392 del Código de Comercio establece su concepto al señalar
que la consignación mercantil es el contrato por virtud del cual, una persona
denominada consignante transmite la disponibilidad y no la propiedad de
uno o varios bienes muebles a otra persona denominada consignatario, para
que le pague un precio por ellos en caso de venderlos en el término
establecido, o se los restituya en caso de no hacerlo.
En una definición aportada por VÁZQUEZ DEL MERCADO[5] con
anterioridad a la tipificación del contrato, nos señala que: “el contrato
estimatorio es aquel que se celebra entre el comerciante, generalmente, y un
tercer propietario de la cosa a vender, para el efecto de que el comerciante
no corra el riesgo de no vender o tener pérdida por adquirir la cosa”.
No nos satisface la definición anterior, porque el objeto del contrato no
es el de evitar el riesgo de no vender, sino el de promover su venta, se logre
ésta o no, por lo que consideramos más adecuada a la naturaleza del
contrato la definición adoptada por la ley.
5. NATURALEZA JURÍDICA
ARCE GARGOLLO[14] refiere que se trata de un contrato sui generis con
particularidades propias, que lo distinguen de otros contratos típicos,
diferente de la compraventa y de la comisión y que sería la compraventa
sujeta a condición suspensiva, la que más se aproxima al contrato de que se
trata.
Por su parte DÍAZ BRAVO[15] señala que si la libre disposición del bien por
parte del accipiens deriva solo del tácito consentimiento del tradens, pero
no puede presentar las características del mandato, ni de la comisión
mercantil, y si puede disponer de los bienes, no queda más remedio que
encuadrar la venta o cualquier otra enajenación que realice, como gestión
oficiosa.
Coincidimos con Miguel ACOSTA y Julieta LARA[16] cuando lo consideran
como un auténtico acto de mediación mercantil al señalar
a pesar de que el Código de Comercio no hacía referencia al mismo, es un contrato que se ha
venido dando durante mucho tiempo debido a su utilidad, eficacia y pragmatismo dentro de la
vida mercantil activa, que necesita de medios prácticos para su desarrollo y que tiene su
fundamento en el artículo 75, fracción XIII, del Código de Comercio, que señala que la ley reputa
actos de comercio, XIII. Las operaciones de mediación en negocios mercantiles.
CONTRATO DE DEPÓSITO
1. CONCEPTO
Al no existir un concepto de depósito ni en el Código de Comercio ni en
ninguna de las leyes mercantiles especiales, debemos referirnos al otorgado
por el Código Civil Federal, que en su artículo 2516 establece que el
depósito es un contrato por el cual el depositario se obliga hacia el
depositante a recibir una cosa mueble o inmueble, que aquél le confía, y a
guardarla para restituirla cuando la pida el depositante.
Evidentemente, el contrato de depósito se constituye con el objeto de
que el depositario custodie el bien materia del depósito, mismo que deberá
restituir al depositante cuando le sea solicitado por éste.
Para establecer la calidad de mercantil del depósito, el artículo 332 del
Código de Comercio señala que se estima mercantil el depósito si las cosas
depositadas son objeto de comercio, o si se hace a consecuencia de una
operación mercantil.
Resaltando el doble aspecto (subjetivo y objetivo) que en los distintos
contratos sigue el Código de Comercio para su calificación de mercantil,
DÁVALOS MEJÍA[2] señala “nótese la doble cumplimentación de la regla que
siempre persigue nuestro legislador: cubrir tanto las posibilidades objetivas
como subjetivas del negocio”.
Además, el depósito será mercantil, cuando de conformidad con el
artículo 75, fracción XVII, se realice por causa de comercio, o bien de
conformidad con la fracción XVIII: cuando se lleve a cabo en almacenes
generales; en relación con operaciones realizadas sobre certificados de
depósito y bonos de prenda.
León BOLAFFIO[3] señala que el contrato de depósito es aquél en el que el
depositario recibe del depositante cosas muebles, en consignación, con la
obligación de custodiarlas para restituirlas cuando y en el momento en que
sea requerido.
Para SÁNCHEZ CALERO[4] el depósito, como contrato por el cual una
persona que recibe una cosa mueble se obliga a custodiarla y a devolverla
cuando le sea reclamada, puede tener la calificación de mercantil cuando el
depositario se dedique profesionalmente a tal actividad, así como también
en el supuesto de que un empresario o comerciante se constituya en
depositario de objetos destinados al comercio.
NOTAS
[1] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, Títulos y Operaciones de Crédito, 6ª ed., Ed. Herrero,
México, 1969, p. 231.
[2] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 745.
[3] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., p. 236.
[4] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 508.
[5] El Código de Comercio regula al depósito mercantil en general: La Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito se refiere al depósito bancario de dinero, de títulos y el que se lleva a cabo en
almacenes generales que realizan por un lado los bancos, así como al certificado de depósito propio
de los almacenes generales; la Ley de Instituciones de Crédito complementa las disposiciones en
materia de depósito bancario que como operación pasiva realizan cotidianamente las instituciones, y
la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito se refiere también al depósito
que se realiza ante los almacenes generales de depósito. No obstante en el presente capítulo
solamente nos ocupamos del depósito mercantil en general, ya que el depósito bancario y el que se
realiza ante almacenes generales es tratado en el Título Tercero relativo a los Contratos de Crédito,
capítulos VIII y IX, respectivamente, del presente libro.
[6] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 135.
[7] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 510.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 134.
[9] Ibidem.
[10] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 232.
[11] Ibidem.
[12] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., p. 240.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 48.
[14] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 509.
CAPÍTULO VI
CONTRATO DE EDICIÓN
1. CONCEPTO
El contrato de edición es definido por VÁZQUEZ DEL MERCADO[1]
señalando: “el contrato de edición se celebra entre un sujeto que ha
producido una obra intelectual y otro sujeto que va a utilizarla para su
explotación en el mercado por lo que se conceptúa como el contrato por el
que el autor de una obra intelectual concede el derecho de explotación a un
tercero”.
León BOLAFFIO[2] refiere que el autor de una obra de ingenio literaria,
científica, artística, o didáctica que por medio de un contrato de edición
autoriza al editor a reproducirla, le cede y consiguientemente le garantiza el
derecho exclusivo que a aquella reproducción y venta le atribuye la ley en
compensación a las fatigas que supone la ejecución de su trabajo intelectual,
y refiriéndose al doble carácter del derecho del autor en patrimonial y
moral, agrega que con independencia del derecho moral, tiene el de lograr
de su obra el beneficio exclusivo de su propia actividad por medio de la
publicación, reproducción traducción y difusión de la obra, mismo que
puede ser transferido por el autor total o parcialmente, por medio del
contrato de edición.
Enfatizando el doble carácter moral y patrimonial que se contiene en el
derecho de autor protegido por la ley, DÍAZ BRAVO[3] dice que con la
expresión derecho de autor se significan dos inseparables atributos que las
leyes reconocen al creador de una obra intelectual o artística: el llamado
derecho moral y el derecho pecuniario, patrimonial o explotación de su
obra; perpetuo, inalienable, imprescriptible irrenunciable el primero y
temporal el segundo.
Pudiendo consistir el contrato de edición de diversas clases de obras, la
ley distingue, entre las literarias, musicales, fonográficas, de representación
escénica, de radiodifusión, de producción audiovisual y publicitarias. A
continuación proporcionaremos los conceptos relativos a cada uno de los
contratos que regula la ley.
El artículo 42 se refiere al contrato de edición de obra literaria lo define
señalando:
Artículo 42.—Hay contrato de edición de obra literaria cuando el autor o el titular de los
derechos patrimoniales, en su caso, se obliga a entregar una obra a un editor y éste, a su vez, se
obliga a reproducirla, distribuirla y venderla cubriendo al titular del derecho patrimonial las
prestaciones convenidas.
6. NATURALEZA JURÍDICA
Podríamos decir que el contrato de edición es un híbrido, porque lo
mismo contiene características que lo ubican como mercantil, y algunas
otras que lo hacen parecer como un contrato de naturaleza civil.
Refiere DÍAZ BRAVO[4] que lo discutible es la arbitraria federalización del
derecho de autor que en nuestro país fue desde siempre materia de orden
común y citando a VÁZQUEZ PANDO señala que ni bajo la Constitución de
1857 era, ni bajo la de 1917 que nos rige es materia federal la propiedad
intelectual, aunque no han faltado argumentos espurios para defender lo
contrario, y a pesar de que el Congreso General ha legislado en la materia
invadiendo con ello la competencia local.
Desde luego el establecimiento de la competencia federal para emitir la
legislación respecto del derecho de autor, ha sido uno de los factores que
propició la dificultad para establecer su naturaleza jurídica, ya que aun
teniendo un contenido que le identifica con el derecho civil en la casi
totalidad de sus aspectos, el derecho común es de competencia local.
Por otro lado, el carácter subjetivo del empresario editorial o tipográfico
que explota la producción autoral ubica al contrato como perteneciente al
derecho mercantil, al considerarlo acto de comercio.
La naturaleza mercantil le deviene del contenido del artículo 75,
fracción IX, que considera actos de comercio a las librerías y las empresas
editoriales y tipográficas, de modo que el carácter mercantil es subjetivo.
Dice DÍAZ BRAVO[5] que no puede caber duda sobre la naturaleza
mercantil del contrato al que identifica como una forma de asociación en
participación, y agrega “todavía muestra el Código Civil el hueco dejado
por el Título Octavo del Libro Segundo, que estuvo dedicado a regular la
materia autoral, derogado por la Ley Federal sobre Derechos de Autor, de
31 de diciembre de 1947”.
Y, citando a Edmond PICARD, se refiere a la existencia de una cuarta
categoría de derechos que tal autor concibe señalando: “audaz por novedosa
y seductora por su hábil construcción, es la teoría de Edmond PICARD, sobre
la existencia de una cuarta categoría de derechos, los intelectuales”.
Enfatizando la analogía y similitud que en el aspecto pecuniario y como
privilegio temporal tiene el derecho de autor respecto del derivado de la
propiedad industrial, para establecer la naturaleza del derecho del autor en
tal orden, DÍAZ BRAVO[6] sostiene: “la creación intelectual es únicamente
embrión de tal derecho, el cual solo surge de un acto administrativo, como
privilegio temporal, sin relación con figura alguna del derecho privado”.[7]
VALVERDE Y VELARDE señala:
los derechos de autor, que la propiedad intelectual, en cuanto significa la prohibición de la
imitación o reproducción de una obra, es un monopolio y no puede ser otra cosa, porque lo que
hace la legislación especial que regula estos derechos es precisamente prohibir la imitación, que
el derecho común no prohíbe.
NOTAS
Con elegante lenguaje, agrega el autor en cita: “de la más rancia estirpe
romanesca, el contrato de fianza, al igual que otros tantos surgidos del ius
civile, se ha multiplicado por bipartición, de tal suerte que en la actualidad
se muestra a veces en su forma original, civil, pero frecuentemente con su
nuevo atuendo mercantil”.[3]
1. CONCEPTO
Podemos definir al contrato de fianza de empresa señalando que es
aquél por cuya virtud una institución debidamente autorizada por el
Gobierno Federal y organizada para tal efecto, se obliga, mediante el pago
de una cantidad denominada prima, a responder por las obligaciones de un
sujeto llamado fiado, ante un tercer acreedor (beneficiario), en los términos
y bajo las condiciones pactadas, que se hacen constar en un documento
denominado póliza.
Para VÁZQUEZ DEL MERCADO,[4] siguiendo la definición otorgada por el
Código Civil Federal, la fianza es un contrato en virtud del cual una persona
se compromete frente al acreedor al cumplimiento de una obligación en
caso de que el deudor no lo haga.
El propio autor refiere que en la fianza es otra persona, fiador, la que se
vincula asumiendo la obligación del deudor de manera solidaria y que si
bien su obligación es accesoria, se otorga en el mismo plano que la del
deudor principal.[5]
Dice DÍAZ BRAVO,[6] que la fianza mercantil se define señalando: “por el
contrato de fianza de empresa, la fiadora se obliga por escrito,
solidariamente con el fiado, a pagar una deuda a cargo del mismo, a cambio
de la prima que se obliga a pagar el tomador o contratante”.
Al no gozar la institución fiadora de los beneficios de orden y excusión,
según se establece en el artículo 118 de la ley de la materia, su obligación es
solidaria y no subsidiaria.[7]
Por ello dice con razón Díaz Bravo:[8] “la fianza de empresa no plantea
como sí la civil, una obligación subsidiaria, sino solidaria, y con ello
adquiere una nueva fisonomía, cuyos rasgos no coinciden con los de la
fianza civil”.
Y Vázquez del Mercado[9] agrega: “la subsidiaridad puede aceptarse ya
que el fiador, que es solidariamente responsable con el deudor principal,
deberá cumplir con la prestación después de que se haya hecho exigible la
obligación y éste haya dado lugar a que se verifique el incumplimiento.”
Así, el artículo 33, señala que se prohíbe a toda persona física o moral
distinta a las instituciones de fianzas, autorizadas en los términos de esta
Ley, otorgar habitualmente fianzas a título oneroso.
Por su parte, el artículo 1, de la ley establece:
Artículo 1.—La presente Ley es de interés público y tiene por objeto regular la organización,
operación y funcionamiento de las Instituciones de Seguros, Instituciones de Fianzas y
Sociedades Mutualistas de Seguros; las actividades y operaciones que las mismas podrán realizar,
así como las de los agentes de seguros y de fianzas, y demás participantes en las actividades
aseguradora y afianzadora previstos en este ordenamiento, en protección de los intereses del
público usuario de estos servicios financieros.
Y el artículo 37 establece:
Artículo 37.—Cuando alguno de los subramos de fianzas a que se refiere el artículo 36 de este
ordenamiento, adquiera una importancia tal que amerite considerarlo como ramo independiente,
la Secretaría podrá declararlo como ramo especial para los efectos del referido artículo 36 de esta
Ley.
7. PROCEDIMIENTO DE RECLAMACIÓN
En relación con los procedimientos de reclamación, debemos distinguir
a los tramitados por particulares, de los relativos a la exigibilidad para el
pago de obligaciones de fianzas otorgadas a favor de la Federación, del
Distrito Federal, de los Estados y de los Municipios:
A. RECLAMACIÓN DE PARTICULARES
a) Procedimiento administrativo de reclamación ante la institución
Cuando el beneficiario de una fianza se encuentre en el supuesto de que
su deudor ha incumplido sus obligaciones garantizadas por una compañía
afianzadora, de conformidad con el artículo 279 se sujetarán a las siguientes
normas:
Artículo 279.—Los beneficiarios de fianzas deberán presentar sus reclamaciones por
responsabilidades derivadas de los derechos y obligaciones que consten en la póliza respectiva,
directamente ante la Institución.
En caso que ésta no le dé contestación dentro del término legal o que exista inconformidad
respecto de la resolución emitida por la misma, el reclamante podrá, a su elección, hacer valer sus
derechos ante la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios
Financieros o bien, ante los tribunales competentes en los términos previstos por el artículo 280
de esta Ley.
En las reclamaciones en contra de las Instituciones, se observará lo siguiente:
I. El beneficiario requerirá por escrito a la Institución de que se trate el pago de la fianza,
acompañando la documentación y demás elementos que sean necesarios para demostrar la
existencia y la exigibilidad de la obligación garantizada por la fianza.
La Institución tendrá derecho a solicitar al beneficiario todo tipo de información o
documentación que sean necesarias relacionadas con la fianza motivo de la reclamación, para lo
cual dispondrá de un plazo hasta de quince días, contado a partir de la fecha en que le fue
presentada dicha reclamación. En este caso, el beneficiario tendrá quince días para proporcionar
la documentación e información requeridas y de no hacerlo en dicho término, se tendrá por
integrada la reclamación.
Si la Institución no hace uso del derecho a que se refiere el párrafo anterior, se tendrá por
integrada la reclamación del beneficiario.
Una vez integrada la reclamación en los términos de los dos párrafos anteriores, la Institución
tendrá un plazo hasta de treinta días, contado a partir de la fecha en que fue integrada la
reclamación, para proceder a su pago, o en su caso, para comunicar por escrito al beneficiario las
razones, causas o motivos de su improcedencia;
II. Si a juicio de la Institución procede parcialmente la reclamación, podrá hacer el pago de lo
que reconozca dentro del plazo que corresponda, conforme a lo establecido en la fracción anterior
y el beneficiario estará obligado a recibirlo, sin perjuicio de que haga valer sus derechos por la
diferencia, en los términos de la fracción III de este artículo. Si el pago se hace después del plazo
referido, la Institución deberá cubrir los intereses mencionados en el artículo 283 de esta Ley, en
el lapso que dicho artículo establece, contado a partir de la fecha en que debió hacerse el pago,
teniendo el beneficiario acción en los términos del artículo 280 de esta Ley;
III. Cuando el beneficiario no esté conforme con la resolución que le hubiere comunicado la
Institución, podrá a su elección, acudir ante la Comisión Nacional para la Protección y Defensa
de los Usuarios de Servicios Financieros a efecto de que su reclamación se lleve a través de un
procedimiento conciliatorio, o hacer valer sus derechos ante los tribunales competentes conforme
a lo establecido en el artículo 280 de esta Ley, y;
IV. La sola presentación de la reclamación a la Institución en los términos de la fracción I de
este artículo, interrumpirá la prescripción establecida en el artículo 175 de esta Ley.
El artículo 282 de la ley establece que las fianzas que las Instituciones
otorguen a favor de la Federación, del Distrito Federal, de los Estados y de
los Municipios, se harán efectivas, a elección del beneficiario, siguiendo los
procedimientos establecidos en el artículo 279 de esta Ley, o bien, de
acuerdo con las disposiciones que a continuación se señalan y de
conformidad con las bases que fije el Reglamento de este artículo, excepto
las que se otorguen a favor de la Federación para garantizar obligaciones
fiscales a cargo de terceros, caso en que se estará a lo dispuesto por el
Código Fiscal de la Federación.[14]
c) Reafianzamiento
Los artículos 256 y 257 de la ley referidos tanto al contrato de fianza
como al de seguro, tratan lo relativo al reafianzamiento así como el
coaseguramiento, al señalar:
Artículo 256.—Las Instituciones deberán diversificar y dispersar los riesgos y las
responsabilidades que asuman al realizar sus operaciones, a través de la celebración de contratos
de reaseguro o de reafianzamiento con otras Instituciones o con Reaseguradoras Extranjeras,
empleando en su caso los servicios de Intermediarios de Reaseguro, o bien a través de contratos
de coaseguro o coafianzamiento con otras Instituciones.
Artículo 257.—Las Instituciones deberán practicar las operaciones de reaseguro y de
reafianzamiento, tanto en su carácter de cedentes como de cesionarias, en términos que les
permitan una adecuada diversificación de los riesgos o responsabilidades que asuman. A tal
efecto, en la realización de operaciones de cesión de reaseguro o de reafianzamiento, las
Instituciones deberán procurar una adecuada dispersión en el uso de entidades reaseguradoras o
reafianzadoras.
d) Coafianzamiento
Finalmente y en lo tocante al coafianzamiento, cabe referir que el
mismo existe cuando dos o más instituciones de fianzas otorgan fianzas
garantizando la misma obligación ante un beneficiario y garantizado por un
monto igual o diverso, por idéntico concepto y a un mismo fiado, y al no
existir solidaridad pasiva, el beneficiario deberá exigir la responsabilidad
garantizada a todas las instituciones coafianzadoras, en la proporción de sus
respectivos montos de garantía.
Respecto tanto al reafianzamiento, como al coafianzamiento, dice Díaz
Bravo:[15]
del mismo modo y por las mismas razones que el asegurador puede, y a veces debe acudir a la
distribución del riesgo, en forma vertical —reaseguro— u horizontal —coaseguro—, la empresa
de fianzas requiere de similares apoyos, a uno u otro de los cuales, o a entreambos, acudirá,
según las circunstancias: al reafianzamiento, de modo especial para cubrir el excedente de su
margen de operación; al coafianzamiento, para el mismo propósito, o simplemente para compartir
el riesgo de fianzas especialmente peligrosas o de crecido monto.
NOTAS
CONTRATO DE FRANQUICIA
1. CONCEPTO
Dice ARCE GARGOLLO[12] que el término franquicia con el que se
denomina al contrato, proviene del vocablo ingles franchise, que de
conformidad con el Diccionario Jurídico Inglés-español se entiende como
privilegio, patente, concesión, impuesto de privilegio o patente sobre
concesión, derecho de licencia; pero que la palabra es de origen francés,
franchisage.
El contrato de franquicia es definido en el Black’s Law Dictionary[13]
como: Una licencia del propietario de una marca o un nombre comercial,
mediante la cual se permite la venta de un producto o de un servicio, bajo
ese nombre o marca, y que en un sentido más amplio, se ha convertido en
un contrato en donde a favor de quien se otorga, se compromete a manejar
un negocio o vender un producto o servicio con apego a los métodos y
procedimientos que establezca el otorgante, el cual se compromete a dar
asistencia a la persona a cuyo favor se otorga la franquicia a través de
publicidad, promoción y otros servicios de asesoría.
Jean GUYENOT[14] lo define señalando: “el franchising es la concesión de
una marca de productos o de servicios a la cual se agrega la concesión del
conjunto de métodos y medios de venta”.
PARA CHULIÁ VICÉNT y BELTRÁN ALANDETE[15] se trata de un contrato
complejo y atípico, consensual y sinalagmático, civil o mercantil, según su
objeto, mediante el cual una de las partes, el concedente o franquiciador,
concede a otra, denominada concesionario o franquiciado, mediante el pago
de un canon, el derecho a explotar una marca, una fórmula comercial
privativa, o un servicio con prestaciones accesorias previamente
convenidas.
Para Alejandra TORRES[16] es un método de distribución de bienes y
servicios a todo consumidor por medio de la aplicación de un sistema que
incluye un nombre comercial o marca, y una compleja gama de
conocimientos de índole administrativa, operativa o mercadológica. Agrega
que el sistema de franquicias es una mejor forma para contar con una
organización en los canales de distribución, con bajo riesgo de inversión y
mayor probabilidad de éxito en el negocio, que en determinados casos
funciona como una poderosa herramienta de mercadotecnia, utilizando una
metodología segura de comercialización, a través de la unión de dos partes
en pro del desarrollo de un mismo negocio.
Con fecha 25 de enero de 2006, se publicó en el Diario Oficial de la
Federación el decreto de reformas y adiciones a la normatividad relativa al
contrato de franquicia, quedando establecida su regulación jurídica del
modo como se transcribe a continuación:
Artículo 142.—Existirá franquicia, cuando con la licencia de una marca, otorgada por escrito,
se transmitan conocimientos técnicos o se proporcione asistencia técnica, para que la persona a
quien se le concede pueda producir o vender bienes o prestar servicios de manera uniforme y con
los métodos operativos, comerciales y administrativos establecidos por el titular de la marca,
tendientes a mantener la calidad, presagio e imagen de los productos o servicios a los que ésta
distingue.
Quien conceda una franquicia deberá proporcionar a quien se la pretenda conceder, por lo
menos con treinta días previos a la celebración del contrato respectivo, la información relativa
sobre el estado que guarda su empresa, en los términos que establezca el reglamento de esta Ley.
La falta de veracidad en la información a que se refiere el párrafo anterior dará derecho al
franquiciatario, además de exigir la nulidad del contrato, a demandar el pago de los daños y
perjuicios que se le hayan ocasionado por el incumplimiento. Este derecho podrá ejercerlo el
franquiciatario durante un año a partir de la celebración del contrato. Después de transcurrido
este plazo tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato.
Para la inscripción de la franquicia serán aplicables las disposiciones de este capítulo.
5. CLASES DE FRANQUICIA
El Centro Francés de Comercio Exterior distingue tres tipos de
franquicia, a saber:
1) Industrial, en la que se hace entrega al franquiciado de conocimientos
técnicos, para la elaboración de los productos que empleará para la
elaboración y venta. Está relacionada con la manufactura de los bienes de
conformidad con la licencia respectiva y con base en los derechos de la
propiedad industrial;
2) De distribución, que solamente involucrando la entrega de sus
productos elaborados, hace el concedente al concesionario a fin de que este
último los distribuya o venda directamente. Se trata de productos
manufacturados o suministrados por el franquiciante bajo su propia marca y
a cambio de una contraprestación, y;
3) De servicios, en donde el licenciante faculta al licenciatario para
prestar los que ya opera el primero.
NOTAS
[1] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, El contrato de franquicia en el derecho mexicano, 2a. ed.,
Porrúa, México, 2006, p. XI.
[2] Citados por TORRES DE LA ROSA, Alejandra, Ibid., p. 43.
[3] Ibid., pp. 102 y 103.
[4] ARCE GARGOLLO, Javier, El contrato de frnaquicia, Themis, México, 1995, p. 351.
[5] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, Ibid., p. 55.
[6] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos mercantiles atípicos, op.cit., p. 351.
[7] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 190.
[8] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, Teresa, Aspectos Jurídicos de los Contratos
Atípicos, 4a. ed., José María Bosch, Barcelona, 1999, p. 175.
[9] Ibid., pp. 178 y 180.
[10] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos mercantiles atípicos, op. cit., pp. 352 y 353.
[11] Citados por TORRES DE LA ROSA, Alejandra, op. cit., p. 7.
[12] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos mercantiles atípicos, op. cit., p. 352
[13] Black’s Law Dictionary, West Publishing Co., USA, 1079, p. 592.
[14] Citado por DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 190.
[15] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, op. cit., p. 176.
[16] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, op. cit., p. 10.
[17] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., pp. 357 y 358.
[18] Ibid, p. 358.
[19] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, op. cit., pp. 66, 86.
CAPÍTULO IX
CONTRATO DE PRÉSTAMO
1. CONCEPTO
El artículo 358 del Código de Comercio, en una definición que
podríamos calificar de confusa e inapropiada establece que se reputa
mercantil el préstamo cuando se contrae en el concepto y con la expresión
de que las cosas prestadas se destinen a actos de comercio y no para
necesidades ajenas de éste y que se presume mercantil el préstamo que se
contrae entre comerciantes.[1]
Del artículo 358 antes referido se desprende que el préstamo mercantil
supone la existencia de dos elementos, a saber, uno objetivo, que es cuando
la cosa prestada se destina a la realización de actos de comercio y uno
subjetivo, que es cuando el préstamo se contrata entre comerciantes.
Frente a cualquiera de los supuestos contemplados por la ley mercantil,
sea subjetivo o bien objetivo, se estará frente a un contrato de naturaleza
mercantil.
Así, señala VÁZQUEZ DEL MERCADO[2] que la doble señalada circunstancia
es la que determina el carácter accesorio del préstamo mercantil, que no es
en sí mismo un acto de comercio, sino que adquiere la calidad mercantil a
través del acto principal al que las cosas prestadas se destinan.
Asimismo refiere que cuando la calificación la recibe de la intervención
de los comerciantes, se entiende o se presume que estos destinarán las cosas
a la realización de actos de comercio.[3]
Por su parte SÁNCHEZ CALERO[4] lo define señalando que es un contrato
por el cual una persona (prestatario) recibe de otra (prestamista), una cosa
fungible en propiedad y se obliga a devolverle otro tanto de la misma
especie y calidad.
En relación con su naturaleza jurídica, cabe referir la similitud que el
contrato de que se trata tiene con el mutuo civil, no obstante existen
diferencias substanciales entre ambos, algunas de las cuales se desprenden
del concepto mismo que otorga la ley, es decir, si la cantidad prestada se
destina a la realización de actos de comercio o bien se contrae entre
comerciantes, en cuyo caso será préstamo y quedará por ende sujeto a la
normatividad del Código de Comercio, ya que de lo contrario estaremos en
presencia de un mutuo que siendo civil, estará normado por el Código Civil
Federal, además de los códigos locales.[5]
NOTAS
[1]En efecto, consideramos que el concepto que de préstamo otorga el Código de Comercio es
inadecuado y no atiende la esencia real del contenido del contrato de que se trata, ya que el acto
como tal tendrá la naturaleza relativa a su real esencia y no a la denominación que le den las partes.
Por otro lado, para que el contrato pueda ser considerado como mercantil habrá que atender a los dos
aspectos que del mismo se derivan, a saber, el destino del dinero prestado, como elemento objetivo y
la naturaleza de las partes que lo otorgan, como subjetivo.
[2] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 140.
[3] Ibidem.
[4] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 511.
[5] Sobre este particular, a continuación se transcribe el criterio de la Tercera Sala de la
Suprema Corte de Justicia, publicado en el Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época.
Tomo XXX. Página: 2113. Tesis Aislada. PRÉSTAMO MERCANTIL.—Atentos los términos del artículo 358
del Código de Comercio, es mercantil el préstamo, cuando contrae en el concepto y con expresión de
que las cosas prestadas se destinan a actos de comercio, y no para necesidades ajenas a éste; y cuando
esta declaración se hace en el cuerpo del propio documento, es francamente reveladora de la
intención de las partes, de que su propósito no fue otro que la celebración de un acto de comercio.
Recurso de súplica 100/29. Mora Vda. de Lombardo Magdalena de la. 6 de diciembre de 1930.
Unanimidad cuatro votos.
Asimismo, y en relación con la similitud que el préstamo tiene con respecto al mutuo, a
continuación se transcribe el criterio sostenido por los Tribunales Colegiados de Circuito, siguiente:
PRÉSTAMO Y MUTUO. SON FIGURAS JURÍDICAS IDÉNTICAS.—Del análisis comparativo de los artículos 2240 y
2253 del Código Civil para el Estado de Puebla, con los diversos 358 y 359 del Código de Comercio,
se concluye que ambos ordenamientos legales regulan en los preceptos mencionados, con distintas
denominaciones un mismo tipo de contrato con idéntico contenido, pues mientras en la primera de las
legislaciones citadas se designa como mutuo, en la segunda de ellas se nombra al contrato citado
como préstamo, debiendo precisarse que la naturaleza civil o mercantil del acto jurídico depende del
destino que se dé a la cosa dada con motivo del contrato o de las personas que intervienen en el
mismo, pues si tienen el carácter de comerciantes legalmente se presumirá que la cosa dada se
destinará a actos mercantiles, por lo que por exclusión debe decirse que si en el contrato no se precisa
que la cosa entregada en préstamo se destinará a actos de comercio o en el pacto contractual no
intervienen comerciantes, no puede reputarse como mercantil tal acto jurídico, y por lo mismo debe
calificarse COMO DE NATURALEZA CIVIL. SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL SEXTO CIRCUITO. Amparo directo
578/96. Julia Babines Fuentes. 16 de octubre de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: Antonio Meza
Alarcón. Secretario: Enrique Baigts Muñoz. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo IV, Noviembre de 1996.
Tesis: VI.2o.78 C Página: 484. Tesis Aislada.
[6] Con motivo del problema que se presentó en nuestro país a partir del mes de diciembre de
1994, y que provocó muy diversas consecuencias de enormes dimensiones en materia financiera y
económica, al resolver el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación la contradicción de tesis
en el expediente No. 31/98, en lo tocante a la interpretación del precepto que motiva la presente cita,
señaló: Tesis Jurisprudencial N° 60/1998. CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE
COMERCIO LA PERMITE EN FORMA PREVIA O POSTERIOR A LA CAUSACIÓN DE LOS RÉDITOS. A CONDICIÓN DE QUE
EXISTA ACUERDO EXPRESO.—Tratándose del préstamo mercantil. el artículo 363 del Código de Comercio
dispone que “Los intereses vencidos y no pagados no devengarán intereses. Los contratantes podrán,
sin embargo, capitalizarlos”; en cambio, para el contrato civil de mutuo, el artículo 2397 del Código
Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal ordena
que “Las partes no pueden, bajo pena de nulidad, convenir de antemano que los intereses se
capitalicen y que produzcan intereses.” Ambas normas tienen en común que autorizan la
capitalización de intereses por acuerdo expreso de las partes, pero se diferencian en cuanto al
momento en que se puede “celebrar el pacto correspondiente; así, mientras que la disposición civil
prohíbe que ese acuerdo de voluntades sea anterior al vencimiento y al no pago de los intereses que
habrán de capitalizarse, el numeral del Código de Comercio no contiene ninguna exigencia de
temporalidad para su realización, motivo por el cual el pacto de capitalización puede recaer sobre
intereses ya vencidos que no han sido pagados (convenio posterior) o bien sobre los que tengan
vencimiento futuro y no fueren pagados cuando sean exigibles (convenio anticipado), pues en ambas
hipótesis el convenio se refiere a “intereses vencidos y no pagados” que es el único requisito que
establece esta norma. En consecuencia, el precepto en estudio, en su interpretación gramatical,
autoriza a capitalizar los intereses vencidos y no pagados, sin que dicho enunciado contenga visos de
temporalidad. La perspectiva histórica reafirma esta consideración. El primer Código de Comercio
que se expidió en nuestro país (1854) incluía una disposición dentro del capítulo “De los préstamos”
que prohibía el convenio para la capitalización de intereses si éstos no se habían devengado y habían
sido objeto de una previa liquidación. Al efecto, el artículo 302 prescribía: No se debe rédito de
réditos devengados en los préstamos mercantiles ni en ninguna otra especie de deuda comercial,
mientras que hecha la liquidación de éstos no se incluyan en un nuevo contrato, como aumento de
capital; o bien, de común acuerdo, o bien, por una declaración judicial, se fije el saldo de cuentas,
incluyendo en él los réditos devengados hasta entonces; lo cual no podrá tener lugar sino cuando las
obligaciones que procedan estén vencidas, y sean exigibles de contado. Años después, con la
expedición del Código de Comercio de 1889, en una época en que ya habían sido promulgados
sucesivamente los Códigos Civiles de 1870 y 1884, que autorizaron sin reservas la capitalización de
intereses, juzgó conveniente el legislador mantener en este punto el mismo sistema del derecho civil
y suprimió, en consecuencia, toda disposición encaminada a prohibir o reglamentar el convenio de
capitalización de intereses, consagrando el más amplio criterio de libertad en relación con ésta.
Además, existen argumentos lógico-jurídicos que conducen al mismo resultado, a saber, que no se
pueden hacer interpretaciones que deroguen tácitamente la regla general de libertad contractual, que
la distinción relativa a que la capitalización sólo puede ser posterior a que los réditos se encuentren
vencidos y no pagados implica una prohibición o una restricción contrarias a la regla de
interpretación conforme a la cual, donde la ley no distingue no debe distinguir el intérprete; y que
resulta lógico que el acuerdo de capitalización pueda ser convenido como una previsión contractual
para el caso de una eventualidad posterior; o bien, como un acto posterior, circunstancia que no
perjudica al deudor en razón de que de ese modo puede tener previo conocimiento de la extensión de
la obligación que asume y, por tanto, ejecutar los actos necesarios para evitar que los intereses se
capitalicen: Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena
Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P./J. 60/98 Página: 374. Tesis de Jurisprudencia.
CAPÍTULO X
CONTRATO DE SEGURO
1. CONCEPTO
Podemos definir al contrato de seguro diciendo que es aquel por virtud
del cual una institución debidamente autorizada por el Gobierno Federal y
organizada para tal efecto se obliga mediante el pago de una cantidad
denominada prima, a cubrir un riesgo y en su caso, a resarcir al beneficiario
designado en el contrato, del pago de las consecuencias dañosas derivadas
de la realización de un evento incierto denominado siniestro, en los
términos y bajo las condiciones pactadas, que se hacen constar en un
documento denominado póliza.
Dice SÁNCHEZ CALERO[7] que el seguro es el contrato por el cual el
asegurador, mediante la percepción de una prima, se obliga frente al
asegurado al pago de una indemnización, dentro de los límites pactados, si
se produce el evento previsto.
Para VÁZQUEZ DEL MERCADO[8] se trata de la relación jurídica en virtud de
la cual la empresa aseguradora, contra el pago de una prima, se obliga a
relevar al asegurado, en los términos convenidos, de las consecuencias de
un evento dañoso e incierto.
De conformidad con el artículo 1 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro,
por el contrato de seguro, la empresa aseguradora se obliga, mediante una
prima, a resarcir un daño o a pagar una suma de dinero al verificarse la
eventualidad prevista en el contrato.
Con justa razón DÍAZ BRAVO[9] critica la definición que del contrato
otorga la ley, señalando: “el empleo de la preposición mediante parece
indicar que la obligación de la empresa aseguradora solo surge una vez que
se le ha pagado la prima, lo que es inexacto, ya que el contrato se
perfecciona por el mero consentimiento verbal”.
Y Dice DÍAZ BRAVO[18] que sin perjuicio del carácter consensual del
contrato de seguro, la póliza configura su manifestación escrita, y la prueba,
por excelencia, de su celebración.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[19] señala por su parte que la redacción por escrito
del contrato de seguro, constituye un requisito ad probationem, no ad
solemnitatem, y que aunque se establece constancia por escrito del contrato
de seguro y de sus reformas y adiciones, ya sea en documento público o
privado, para fines de prueba, aunque se admite la confesional, la
perfección del contrato es consensual y no puede sujetarse a la condición
suspensiva de la entrega de la póliza o de cualquier otro documento en que
conste la aceptación.
Así, de conformidad con el artículo 20 de la Ley Sobre el Contrato de
Seguro, la empresa aseguradora estará obligada a entregar al contratante del
seguro, una póliza en la que consten los derechos y obligaciones de las
partes, la cual deberá contener:
I. Los nombres, domicilios de los contratantes y firma de la empresa aseguradora;
II. La designación de la cosa o de la persona asegurada;
III. La naturaleza de los riesgos garantizados;
IV. El momento a partir del cual se garantiza el riesgo y la duración de esta garantía;
V. El monto de la garantía;
VI. La cuota o prima del seguro;
VII. Las demás cláusulas que deban figurar en la póliza, de acuerdo con las disposiciones
legales, así como las convenidas lícitamente por los contratantes.
DÍAZ BRAVO[26] señala por su parte que la común definición del riesgo,
aplicable a uno de los elementos característicos del seguro, es la posibilidad
de que ocurra un acontecimiento dañoso, y que todo seguro debe significar
un riesgo para el asegurador por cuanto asume la obligación de resarcir al
asegurado, los daños que éste a su vez resienta, por la eventual realización
del acontecimiento previsto.
Destacando la naturaleza del pago indemnizatorio que no es otra que la
de resarcir el daño y no la de producir ventajas lucrativas al beneficiario,
León BOLAFFIO[27] señala: “produciéndose el siniestro, el seguro no debe
procurar al asegurado otra ventaja que la de ponerle, cuando más en
aquellas condiciones en las que se encontraría si el siniestro no se hubiese
producido”.
En términos similares se pronuncia RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[28] cuando
refiere: “como el contrato de seguro es de indemnización, no puede haber
enriquecimiento alguno por parte del beneficiario, que con el seguro solo
verá cubierta la necesidad económica que la realización del siniestro
provoque en su patrimonio”.
En relación con el riesgo y el siniestro, la ley referida establece las
siguientes prescripciones:
El contrato de seguro será nulo si en el momento de su celebración, el
riesgo hubiere desaparecido o el siniestro se hubiere ya realizado, sin
embargo, los efectos del contrato podrán hacerse retroactivos por convenio
expreso de las partes contratantes. En caso de retroactividad, la empresa
aseguradora que conozca la inexistencia del riesgo, no tendrá derecho a las
primas ni al reembolso de sus gastos; el contratante que conozca esa
circunstancia perderá el derecho a la restitución de las primas y estará
obligado al pago de los gastos.
Si el riesgo deja de existir después de la celebración del contrato, éste se
resolverá de pleno derecho y la prima se deberá únicamente por el año en
curso, a no ser que los efectos del seguro deban comenzar en un momento
posterior a la celebración del contrato y el riesgo desapareciere en el
intervalo, en cuyo caso la empresa sólo podrá exigir el reembolso de los
gastos.
C. LA AGRAVACIÓN DEL RIESGO
La agravación del riesgo muy probablemente hará inminente que el
siniestro se produzca e implica en sí mismo un cambio de circunstancias
que no se encontraban vigentes en el momento en el cual el seguro se
contrató, lo cual provocará un cambio de actitud por parte de la compañía
aseguradora, para muy probablemente aumentar el costo de la prima, o bien
rescindir el contrato; por eso, para que la cobertura se mantenga y con ello
las obligaciones de la empresa aseguradora, de las circunstancias que
aumenten o agraven el riesgo, deberá informar el asegurado a la empresa.
Así señala Vázquez del Mercado:[29]
es evidente que el asegurador tiene un interés en que el riesgo no aumente durante el período del
seguro y en caso de que así suceda, en conocer el hecho oportunamente, de manera que pueda
afrontar la situación, ya sea rescindiendo el contrato o modificando las condiciones del mismo,
por ello se impone al asegurado la obligación de no agravar el riesgo, esto es, que debe mantener
el estado del riesgo, y dar oportuna noticia al asegurador de las agravaciones esenciales que
tenga.
E. RESCISIÓN
Como el contrato de seguro se basa en la buena fe, la ley establece que
la inexacta declaración del tomador del seguro será causa de rescisión que
produce la liberación de la empresa aseguradora, en los siguientes casos:
a) Cualquiera omisión o inexacta declaración de los hechos a que se
refieren los artículos 8, 9 y 10 de la ley, facultará a la empresa aseguradora
para considerar rescindido de pleno derecho el contrato, aunque no hayan
influido en la realización del siniestro;
b) La empresa aseguradora comunicará en forma auténtica al asegurado
la rescisión del contrato, dentro de los quince días siguientes a la fecha en
que el mismo asegurador conozca la omisión o inexacta declaración;
c) Cuando el contrato de seguro comprenda varias cosas o varias
personas y la omisión o inexacta declaración no se refieran sino a algunas
de esas cosas o de esas personas, el seguro quedará en vigor para las otras,
si se comprueba que la empresa aseguradora las habría asegurado solas en
las mismas condiciones.
No obstante, y a pesar de la omisión o inexacta declaración de los
hechos, la empresa aseguradora no podrá rescindir el contrato en los
siguientes casos:
I. Si la empresa provocó la omisión o inexacta declaración;
II. Si la empresa conocía o debía conocer el hecho que no ha sido declarado;
III. Si la empresa conocía o debía conocer exactamente el hecho que ha sido inexactamente
declarado;
IV. Si la empresa renunció al derecho de rescisión del contrato por esa causa;
V. Si el declarante no contesta una de las cuestiones propuestas y no obstante, la empresa
celebra el contrato.
6. ESPECIES DE SEGURO
De conformidad con el artículo 25 de la Ley de Instituciones de Seguros
y Fianzas, las instituciones pueden operar en los ramos que se indican:
Artículo 25.—Las autorizaciones para organizarse, operar y funcionar como Institución de
Seguros o Sociedad Mutualista, se referirán a una o más de las siguientes operaciones y ramos de
seguro:
I. Vida;
II. Accidentes y enfermedades, en alguno o algunos de los ramos siguientes:
a) Accidentes personales;
b) Gastos médicos;
c) Salud, y
III. Daños, en alguno o algunos de los ramos siguientes:
a) Responsabilidad civil y riesgos profesionales;
b) Marítimo y transportes;
c) Incendio;
d) Agrícola y de animales;
e) Automóviles;
f) Crédito;
g) Caución;
h) Crédito a la vivienda;
i) Garantía financiera;
j) Riesgos catastróficos;
k) Diversos, y
l) Los especiales que declare la Secretaría, conforme a lo dispuesto por el artículo 28 de esta
Ley.
Las Instituciones de Seguros, podrán realizar el reaseguro respecto de las operaciones y ramos
comprendidos en su autorización.
H. SEGURO DE DIVERSOS
Finalmente, la ley contempla la posibilidad de contratar el seguro
denominado “de diversos”, para el pago de la indemnización debida por
daños y perjuicios ocasionados a personas o cosas por cualquiera otra
eventualidad.
I. SEGURO DE CAUCIÓN
La Ley Sobre el Contrato de Seguro incorpora un nuevo Capítulo VI,
con los artículos 151 al 161, sobre el seguro de caución, que incluye su
concepto y las prescripciones siguientes:
Artículo 151.—Por el contrato de seguro de caución la empresa de seguros se obliga a
indemnizar al asegurado a título de resarcimiento o penalidad de los daños patrimoniales
sufridos, dentro de los límites previstos en dicho contrato, al producirse las circunstancias
acordadas en el mismo en relación con el incumplimiento por el contratante del seguro de sus
obligaciones legales o contractuales, excluyendo las obligaciones relacionadas con contratos de
naturaleza financiera. Todo pago hecho por la aseguradora deberá serle reembolsado por el
contratante del seguro.
Artículo 152.—La póliza de seguro de caución se expedirá por duplicado, conservando un
ejemplar el contratante y el otro la aseguradora. Además de los requisitos del artículo 20 de esta
Ley, la póliza deberá contener la firma del contratante del seguro y una cláusula en la que se
señale que la empresa de seguros asumirá el riesgo ante el asegurado mediante la expedición de
un certificado de seguro de caución, al que el contratante del seguro reconoce la misma fuerza y
validez que a la póliza.
Artículo 153.—En el certificado de seguro de caución se consignarán:
I. El nombre y domicilio de la empresa de seguros, del contratante del seguro y del asegurado;
II. Las obligaciones legales o contractuales del contratante del seguro materia del riesgo
asegurado;
III. La suma asegurada o, en su caso, el monto convenido de la indemnización;
IV. Los comprobantes que el asegurado deberá entregar a la aseguradora para acreditarle que
se produjeron las circunstancias acordadas para hacer exigible el monto de la indemnización.
Para el caso de seguros a favor del Gobierno Federal, del Distrito Federal, de los Estados y de los
Municipios, se deberá observar lo previsto en las disposiciones legales, reglamentarias y
administrativas aplicables;
V. El momento de inicio del seguro y su duración;
VI. La transcripción de los artículos 154, 155 y 156 de esta Ley;
VII. Las demás cláusulas que deban regir el contrato de acuerdo con las disposiciones legales
aplicables;
VIII. El número y la fecha de la póliza bajo la cual se expide el certificado, y
IX. La firma de la empresa aseguradora.
Artículo 154.—La falta de pago total o parcial de la prima no producirá la cesación ni la
suspensión de los efectos del seguro de caución. Tampoco será causa de rescisión del contrato.
La empresa de seguros no podrá compensar las primas que se le adeuden con la prestación
debida al asegurado, ni reclamarle a éste el pago de la prima.
Artículo 155.—No serán oponibles al asegurado las excepciones y defensas que tenga la
empresa de seguros por actos u omisiones imputables al contratante del seguro de caución.
Tampoco resultará aplicable al asegurado lo previsto en los artículos 52 a 57 y 60 a 64 de esta
Ley.
Artículo 156.—La vigencia del contrato de seguro de caución será determinada en la póliza, la
cual no podrá fijar un plazo superior a diez años. Sin embargo, podrá establecerse que se
prorrogue una o más veces por un período no superior a un año cada vez.
Será necesario el acuerdo expreso del asegurado para dar por terminado el contrato de seguro
de caución por causas distintas al sólo transcurso del plazo establecido para la vigencia de su
cobertura.
Artículo 157.—El certificado de seguro de caución tendrá aparejada ejecución para cobrar la
indemnización y accesorios correspondientes, cuando se cumplan los siguientes requisitos:
I. Se acompañe de los comprobantes establecidos en el propio certificado a efecto de acreditar
a la aseguradora que se produjeron las circunstancias acordadas para hacer exigible el monto
líquido de las indemnizaciones previstas en el certificado y sus accesorios, y
II. El transcurso de un término previsto en el certificado, el cual no podrá ser mayor de treinta
días naturales, contado desde el día siguiente a la fecha en que la empresa aseguradora haya
recibido la reclamación del asegurado con esos comprobantes.
A los mandamientos de embargo que se dicten conforme a lo señalado en este artículo no les
será oponible la inembargabilidad de los bienes en que se efectúen las inversiones que respalden
la cobertura de las reservas técnicas, prevista en la parte final del segundo párrafo del artículo
122 de la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas. En este caso, será depositaria la empresa
de seguros.
Artículo 158.—La póliza de seguro de caución tendrá aparejada ejecución, a efecto de que la
aseguradora obtenga del contratante del seguro o sus obligados solidarios, el anticipo del monto
líquido de la indemnización que el asegurado haya requerido a la empresa de seguros o el
reembolso de su pago al asegurado, cuando se cumplan los siguientes requisitos:
I. La suma por la que se demande la ejecución no deberá exceder el monto convenido de la
indemnización previsto en la póliza, sus accesorios y las primas adeudadas;
II. A la póliza se acompañarán, según corresponda, el requerimiento o el recibo de pago de la
indemnización suscrito por el asegurado o por su representante legal, o la certificación respecto
del pago de la indemnización cubierta al asegurado que realice la empresa aseguradora en
términos de la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas, y
III. El transcurso de diez o más días naturales desde el día siguiente a aquél en que la
aseguradora requiera el anticipo o el reembolso al contratante del seguro.
Artículo 159.—Cuando el certificado de seguro de caución no tenga aparejada ejecución, la
reclamación de la indemnización se presumirá procedente, salvo prueba en contrario, si la
aseguradora no la objeta debidamente justificada y fundada dentro de los treinta días naturales
posteriores a la fecha en que la reciba junto con los comprobantes acordados para hacer exigible
la indemnización.
Artículo 160.—Los seguros de caución contratados para garantizar obligaciones ante el
Gobierno Federal, el Distrito Federal, los Estados y los Municipios, se harán efectivos conforme
a lo establecido en la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas.
Artículo 161.—Una vez que el contratante del seguro haya reembolsado a la aseguradora el
monto de la indemnización, por su propia cuenta podrá reclamar al asegurado la restitución de las
cantidades que considere indebidamente pagadas.
a) El reaseguro
El reaseguro se presenta como una opción que se establece a favor de
las empresas aseguradoras, para, en caso de tener que cubrir al asegurado el
monto de una indemnización, exigir de la misma manera a la reaseguradora,
el pago de las cantidades que haya debido cubrir al beneficiario del seguro.
En el reaseguro no existe vínculo jurídico entre el beneficiario del seguro y
la reaseguradora.
Dice así Vázquez del Mercado:[43]
el reaseguro es el seguro con el cual, dentro de los límites del contrato, el asegurador se protege
en caso de que el daño o evento dañoso que a su vez protege, se traduzca en siniestro; es pues, el
contrato de seguro contra el daño eventual que el asegurador tenga si se produce el siniestro en el
seguro directo que en primer lugar contrató.
c) Prescripción
Finalmente, el Capítulo V de la ley, trata lo relativo a la prescripción,
del modo siguiente:
a) Todas las acciones que se deriven de un contrato de seguro
prescribirán:
I. En cinco años tratándose de la cobertura de fallecimiento en los
seguros de vida.
II. En dos años en los demás casos.
b) El plazo referido no correrá en caso de omisión, falsas o inexactas
declaraciones sobre el riesgo corrido, sino desde el día en que la empresa
haya tenido conocimiento de él; y si se trata de la realización del siniestro,
desde el día en que haya llegado a conocimiento de los interesados, quienes
deberán demostrar que hasta entonces ignoraban dicha realización.
Tratándose de terceros beneficiarios se necesitará, además, que éstos
tengan conocimiento del derecho constituido a su favor;
c) Es nulo el pacto que abrevie o extienda el plazo de prescripción
fijado anteriormente; y,
d) Además de las causas ordinarias de interrupción de la prescripción,
ésta se interrumpirá por el nombramiento de peritos con motivo de la
realización del siniestro, y tratándose de la acción en pago de la prima, por
el requerimiento de que trata el artículo 37 de la ley.
Dice así Díaz Bravo:[46]
por tanto, en el referido plazo, opera la extinción del derecho al cobro de la indemnización por
parte del asegurado o del beneficiario; del derecho a la recuperación de primas no pagadas por el
contratante; del derecho que asiste al asegurador para exigir la devolución de sumas pagadas en
exceso… etcétera.
NOTAS
CONTRATO DE TRANSPORTE
3. CONCEPTO
Podemos decir que por el contrato de transporte una persona física o
bien colectiva, denominada transportista se obliga mediante el pago de una
cantidad o porte, a desplazar personas o bienes de un lugar a otro, utilizando
un medio de tracción.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[10] define al transporte diciendo que es aquél en
virtud del cual un sujeto persona física o colectiva, se obliga, mediante un
precio a transportar de un punto a otro, ya sean cosas o personas, utilizando
el medio de tracción adecuado.
Para OLVERA DE LUNA[11] contrato de transporte es el que celebran por
una parte una persona física o moral que por sus propios medios, y
haciéndose cargo de la custodia relativa, se obliga a llevar de un lugar a
otro, efectos o personas, recibiendo como contraprestación un pago cierto y
en dinero de parte del solicitante del servicio.
7. LAS INCOTERMS
Como hemos ya apuntado, entre los instrumentos más importantes que
han sido creados por la CCI, se cuenta con las Reglas Internacionales para la
Interpretación de los Términos Comerciales (INCOTERMS).
Los organismos comerciales en todo el mundo, agrupados en la Cámara
de Comercio Internacional dieron lugar a la creación de las reglas
internacionales para la interpretación de los términos comerciales
(INCOTERMS), que no obstante no constituir un tratado internacional, son sin
embargo de observancia mundial a partir de 1990.
Los INCOTERMS contienen reglas, términos y una nomenclatura uniforme
en materia de comercio internacional, que interpretando el sentido de las
estipulaciones otorgadas por la partes, permiten aclarar y definir su
contenido y alcances, precisando las responsabilidades de las empresas
tanto compradoras como vendedoras en lo relativo a la entrega de
mercancías en cumplimiento a los contratos de compraventa, al contener
prescripciones en las que se establecen los costos y riesgos que asumen las
partes,[22] con el objeto de que se eviten controversias derivadas de
interpretaciones sustentada en prácticas locales distintas o bien, en
decisiones de órganos judiciales diferentes.
Las reglas internacionales fueron creadas porque empresarios tanto
individuales, como organizados en agrupaciones y en sociedades
mercantiles, enfrentaban, para el tráfico internacional problemas diversos
tales como el desconocimiento de las leyes correspondientes a otros Estados
de los que eran miembros sus contrapartes; el desconocimiento de los usos
y costumbres mercantiles de otros Estados y, finalmente, la barrera que para
la adecuada comprensión de las convenciones presentaba el
desconocimiento del idioma.
Ante tal situación, el Comité de Términos Comerciales de la Cámara de
Comercio Internacional se dio a la tarea de crear una serie de reglas que
permitiesen orientar a los contratantes en operaciones de compraventa
internacional, para que pudieran comprender de manera clara y precisa, la
asunción de obligaciones y los derechos creados en la transportación de las
mercancías y otros aspectos destacables como el establecimiento de
mecanismos para la solución de controversias.
Así, las INCOTERMS representan una serie de importantes herramientas
para facilitar el comercio internacional, que perfectamente adaptadas al
dinamismo del comercio mundial y ajustadas a las nuevas tecnologías,
persiguen como objeto el de prestar un importante auxilio a los nacionales
de distintos países para alcanzar un mayor y mejor entendimiento de
carácter comercial y legal, estableciendo claramente cuáles son las
respectivas obligaciones y derechos de las partes para el traslado de las
mercancías en operaciones de compraventa internacional de mercaderías, de
acuerdo con la modalidad de contratación adoptada en cada caso,
incluyendo mecanismos para la resolución de las eventuales controversias.
De ese modo, en el año de 1936 se expidió la primera versión de los
términos comerciales internacionales (INCOTERMS), los cuales, mediante la
permanente labor de la Cámara de Comercio Internacional se han venido
actualizando y adecuando a las diferentes prácticas y al tráfico internacional
en materia de compraventa internacional de mercaderías, y es por ello que
tuvieron diversas revisiones en los años de 1953, 1967, 1976, 1980, 1990,
2000 y 2010, persiguiendo siempre la finalidad de irse adecuando a los
cambios que las prácticas comerciales mostraban así como a los avances
tecnológicos.
Como señalan Eduardo CHULIA VICENT y Teresa BELTRÁN ALANDETE[23] la
importancia de dichos instrumentos se puede resumir en tres aspectos
esenciales, a saber:
a) Que se trata de una solución viable ante la diversidad de
interpretaciones y aplicación de1 leyes, usos y costumbres de los distintos
países;
b) Que se utiliza el idioma inglés en las negociaciones comerciales
internacionales, y;
c) Que se trata de cláusulas de utilización sencilla, que suplen la
necesidad de alcanzar una interpretación común y uniforme de los
diferentes términos, abreviaturas, siglas y expresiones que resumen toda la
complejidad del comercio internacional.
Como observamos, las INCOTERMS encuentran su antecedente en las
reglas emitidas para la interpretación de los términos comerciales que inició
en París en el año de 1936, con la Cámara de Comercio Internacional
(INCOTERMS 1936), cuyo objetivo fue el de dar solución a los problemas
presentados en materia de interpretación, disputas y litigios.
De las modificaciones habidas ha destacado por su especial importancia
la que se realizó en el año de 1990, porque con ella se adaptaron los
términos comerciales al uso cada vez más frecuente de los mensajes de
datos electrónicos, que han propiciado el auge del comercio mundial, así
como también por aspectos de carácter técnico en la transportación de
mercancías, y representan el texto de los términos comerciales a ser
utilizados durante el siglo XXI, con las adecuaciones que se han realizado en
revisiones subsecuentes.
A partir de 1990, los términos se clasificaban en cuatro grupos, del
modo siguiente:
Grupo E:
Modalidades
EXW (Ex work) En fábrica.
Grupo F:
Modalidades
FCA (free carrier) Libre transportista;
FAS (free along side ship) Libre al costado del buque;
FOB (free on board) Libre a bordo.
Grupo C:
Modalidades
CFR (cost and freight) Costo y flete;
CIF (cost insurance and freight) Costo, seguro y flete;
CPT (carriage paid to) Porte pagado hasta;
CIP (carriage and insurance paid to) Porte y seguro pagado hasta.
Grupo D:
Modalidades
DAF (deliverd at frontier) Entregada en la frontera;
DES (delivered ex ship) Entregada sobre el buque;
DEQ (delivered ex quay) Entregada sobre el muelle;
DDU (delivered duty unpaid) Entregado sin pago de derechos;
DDP (delivered duty paid) Entregada con derechos pagados.
También son especialmente relevantes las INCOTERMS del año 2000, que
se revisaron de manera integral para su adaptación a las necesidades
comerciales del nuevo milenio, continuando así una tradición que, con las
últimas adecuaciones, ha alcanzado ya los setenta años.
De las INCOTERMS 2000, dice Jorge WITKER[24]
son una serie de acrónimos que describen los términos comerciales internacionalmente aceptados
que definen los papeles a desempeñar por el comprador y el vendedor en la transportación y en
otras responsabilidades; básicamente de manera regular y habitual de distribuir entre
compradores y vendedores los riesgos por la pérdida y deterioro de las mercancías, generalmente
en función del descargo de la obligación del vendedor de entregar la cosa, al tiempo que
determinan cuando tiene lugar la propiedad de las mercaderías. Fueron creadas con un lenguaje
universal para los negocios globales, con el fin de facilitar el comercio y minimizar los errores en
la terminología de dicho campo.
NOTAS
CONTRATOS DE CRÉDITO
CAPÍTULO I
1. CONCEPTO
La apertura de crédito es definida por el artículo 291 de la Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito como el contrato en virtud del cual el
acreditante se obliga a poner una suma de dinero a disposición del
acreditado o a contraer por cuenta de éste una obligación para que el mismo
haga uso del crédito concedido en la forma, términos y condiciones
convenidos, quedando obligado el acreditado a restituir al acreditante las
sumas de que disponga o a cubrirlo oportunamente por el importe de la
obligación que contrajo y en todo caso, a pagarle los intereses, prestaciones,
gastos y comisiones que se estipulen.
Además, el artículo 292 señala que si las partes fijaron límite al importe
del crédito, se entenderá, salvo pacto en contrario, que en él quedan
comprendidos los intereses, comisiones y gastos que deba cubrir el
acreditado.
Por su parte el artículo 293 establece que si en el contrato no se señala
un límite a las disposiciones del acreditado, y tampoco es posible
determinar el importe del crédito por el objeto a que se destina, o de algún
otro modo convenido por las partes, se entenderá que el acreditante está
facultado para fijar ese límite en cualquier tiempo.
Y agrega:
el cumplimiento de las obligaciones derivadas de un contrato debe ser completo, de tal suerte que
actos de desvío, distintos a su cumplimiento, en el aspecto relativo a la aplicación del crédito, da
derecho al acreditante a rescindir el contrato, dar por vencida anticipadamente la obligación, y
exigir el reembolso del principal e intereses […] la rescisión trae como consecuencia el
vencimiento anticipado de la obligación y la exigencia del pago inmediato del adeudo.[23]
Opinamos que por las razones antes expresadas, debe suprimirse de las
leyes que así lo autorizan, la procedencia de la vía ejecutiva mercantil
sustentada en los citados estados de cuenta contables, y porque, además
consideramos que conceder tal privilegio a una entidad financiera que ante
el tribunal es solamente parte en un proceso, propicia un evidente
desequilibrio en la balanza de la justicia, en donde la parte más débil, que es
el acreditado, cuenta con posibilidades mínimas de defensa, ya que si bien
en los procedimientos relativos le son respetadas las formalidades
esenciales, como podemos observar, dicho acreditado ocupa una posición
de evidente desventaja ante la demoledora acción de las instituciones
financieras.
Con independencia de lo anterior, se hace aún más evidente la necesidad
de que se supriman tales beneficios que el legislador ha otorgado a favor de
los entes financieros, porque estos cuentan por otro lado con
procedimientos alternativos de ejecución privilegiada que ya contemplan las
leyes a su favor.
En efecto, si por ejemplo hablamos de la concesión de créditos
bancarios, en cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 65 de la Ley de
Instituciones de Crédito, al otorgar los créditos, las instituciones están
obligadas al realizar dicha operación activa a asegurarse que en soporte de
su pago, los deudores constituyan en su favor suficientes garantías para la
recuperación de los créditos que otorguen y ante el eventual incumplimiento
de los mismos, aquéllas cuentan por ello normalmente con tales gravámenes
que facilitan, de acuerdo con la ley de la materia procedimental respectiva,
con vías alternas de ejecución de los créditos incumplidos, igualmente
eficaces, que facilitan su ejecución, a saber:
1. La posibilidad del seguimiento del juicio especial hipotecario, en el
caso del Distrito Federal, con base en el Título Séptimo, Capítulo III, del
Código Procesal respectivo;
2. La posibilidad del seguimiento del juicio ejecutivo mercantil, con
base en los pagarés de disposición suscritos por el deudor contra cada
ministración de dinero, en los contratos de apertura de crédito, de acuerdo
con la fracción IV, del artículo 1391, del Código de Comercio;
3. El seguimiento del nuevo procedimiento especial de ejecución de
prenda, que se contiene en el Título Tercero Bis, del Libro Quinto del
Código de Comercio, y que se encuentra relacionado con la ejecución de las
garantías constituidas sobre los bienes adquiridos por el deudor con motivo
del otorgamiento de créditos tanto refaccionarios como de habilitación o
avío y;
4. El procedimiento especial de fianza, de carácter sumario, en que el
acreditante puede exigir de la institución afianzadora el pago de la garantía
ante el incumplimiento del deudor, con la posibilidad además de que ésta
última repita en contra de aquél para la recuperación de los montos que
haya tenido que pagar.
En atención a todo lo antes dicho, y derivado de los procedimientos
enunciados, y la fuerza ejecutiva con que cuentan las instituciones
crediticias, que son en sí mismos suficientes, ágiles, preferentes, y que
permiten la traba de bienes del deudor para garantizar el monto de lo
reclamado, lleva a establecer que mantener además en favor de dichas
instituciones la procedencia de la vía ejecutiva mercantil con base en los
estados de cuenta emitidos por los contadores públicos, constituya un
exceso de protección, que provoca una enorme desigualdad y desequilibrio
en el tratamiento que la ley debe dar a las partes en conflicto, no
cumpliéndose así el principio de la igualdad de las partes ante la ley, que
emana de la teoría del proceso, el cual por ende se convierte en letra muerta,
y se propicia así una enorme injusticia a la vez que inequidad, en detrimento
de los acreditados.
SEXTO.—Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
octavo, en las tesis cuyos rubros son:
“APERTURA DE CRÉDITO Y PRÉSTAMO MERCANTIL. LEGISLACIÓN APLICABLE A ESOS CONTRATOS EN MATERIA
DE INTERESES”.
“INTERESES. LAS TASAS VARIABLES EN LOS CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO SON DETERMINABLES, NO
IMPRECISAS”.
SÉPTIMO.—Debe prevalecer con carácter de jurisprudencia, el criterio sustentado por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
noveno en la tesis cuyo rubro es:
“APERTURA DE CRÉDITO. NO SON NULAS LAS CLÁUSULAS QUE ESTABLECEN LA OBLIGACIÓN DEL ACREDITADO,
DE AVISAR CON ANTICIPACIÓN SI RECHAZA LA DISPOSICIÓN DEL CRÉDITO ADICIONAL PARA PAGO DE
INTERESES”.
OCTAVO.—Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
décimo, en las tesis cuyos rubros son:
“APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO, POR SÍ SOLA, NO CONSTITUYE SIMULACIÓN”.
“APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. NO ENCUBRE EL ESTABLECIMIENTO ILÍCITO DE INTERESES SOBRE INTERESES”.
“APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. SU APROVECHAMIENTO NO IMPLICA LA EXISTENCIA DE FALSEDAD IDEOLÓGICA O
SUBJETIVA”.
NOVENO.— Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
décimo primero, en las tesis cuyos rubros son:
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. NO LA CONSTITUYE EL CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO PARA
COBERTURA DE INTERESES (REFINANCIAMIENTO)”.
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO LA PERMITE EN FORMA
PREVIA O POSTERIOR A LA CAUSACIÓN DE LOS RÉDITOS, A CONDICIÓN DE QUE EXISTA ACUERDO EXPRESO”.
B. SUPLETORIEDAD
CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO NO ES APLICABLE
SUPLETORIAMENTE AL CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO, PERO SÍ PUEDE SERLO COMO NORMA CONTRACTUAL, POR
VOLUNTAD DE LAS PARTES.—Lo dispuesto en los artículos del 291 al 301 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito pone de manifiesto que el legislador, al establecer y regular el contrato de
apertura de crédito, no incurrió en olvido u omisión en cuanto a la potestad de las partes para pactar
que los intereses vencidos y no pagados puedan, a su vez, generar nuevos intereses, o la
capitalización de intereses en este tipo de contratos; por el contrario, la supresión realizada en la ley
sobre esos puntos se debe de interpretar en el sentido de que tales cuestiones se dejaron a la libre
voluntad de las partes, con la única salvedad de que, cuando en tales convenciones funja como
acreditante una institución de banca múltiple, deberá cumplir con las regulaciones que sobre el
particular expida (como ya lo ha hecho para determinados créditos) el Banco de México. Esto último
deriva de que los artículos 6o., párrafo primero, y 48, párrafo primero, de la Ley de Instituciones de
Crédito, someten a las instituciones de banca múltiple, específicamente en cuanto a las tasas de
interés y demás características de las operaciones activas que celebren, a las disposiciones de Ley del
Banco de México y, esta otra, en sus artículos 24 y 26, respectivamente, faculta al Banco de México
para expedir disposiciones con el propósito, entre otros, de proteger los intereses del público, y
establece que las características de las operaciones activas, pasivas y de servicios que realicen las
instituciones de crédito se ajustarán a las disposiciones del banco central. De todo lo expuesto se
desprende que las normas legales especiales que regulan el contrato de apertura de crédito no
adolecen de deficiencia alguna sobre el punto de que se trata, motivo por el cual, el artículo 363 del
Código de Comercio no resulta aplicable supletoriamente a dichas disposiciones; sin embargo,
cuando en el propio contrato de apertura de crédito las partes convienen la capitalización de intereses
e invocan para ello el referido precepto legal, entonces sí adquiere aplicabilidad, pero esto sucede en
observancia del principio de que la libre voluntad de las partes es ley para ellas y no porque fuera
necesario acudir a esa disposición, ni a ninguna otra, como norma supletoria. Instancia: Pleno.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de
1998. Tesis: P/J. 49/98 Página: 375. Tesis de Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 49/1998 (pleno)
CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. CUANDO SE PACTA EN UN CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO, EN TÉRMINOS
DEL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO, PARA DETERMINAR SUS ALCANCES NO DEBE ACUDIRSE A LA
SUPLETORIEDAD DEL ARTÍCULO 2397 DEL CÓDIGO CIVIL APLICABLE EN MATERIA FEDERAL, SINO A LAS REGLAS DE
INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS.—El contrato de apertura de crédito se encuentra plenamente
regulado en cuanto a sus aspectos sustantivos en los artículos del 291 al 301 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, por lo que cuando las partes celebrantes de una convención de tal
naturaleza pactan la capitalización de intereses invocando el artículo 363 del Código de Comercio,
esto tiene su origen en la libre voluntad de aquéllas y ni en la aplicación supletoria de este último
precepto, lo que implica que materialmente, lo previsto en tal numeral se sustraiga de tal
ordenamiento, incorporándose al específico marco jurídico contractual. De ahí que, cuando los
términos empleados para acordar tal pacto generen confusión, para conocer la verdadera intención de
las partes, la interpretación conducente ya no podrá atender a los principios que rigen a la que es
realizada cuando la aplicación de tal dispositivo tiene su origen en la voluntad del legislador, sino al
tenor de las reglas que rigen la propia de los contratos, situación que impide acudir a la supletoriedad
del artículo 2397 del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la
República en Materia Federal, por lo que, para conocer el alcance del pacto en comento, deberá
acudirse a las reglas sobre interpretación de los contratos que se establecen en los artículos 78 del
Código de Comercio y del 1851 al 1859 del Código Civil indicado los que, respecto de esta última
cuestión, sí son supletorios, conforme a lo dispuesto en el artículo 2o., fracción IV, de la mencionada
ley general. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Época:
Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 50/98 Página: 371. Tesis de Jurisprudencia.
[34]
C. PAGO DE PASIVOS
APERTURA DE CRÉDITO PARA EL PAGO DE PASIVOS. EL CONTRATO RELATIVO PACTADO CON INSTITUCIONES DE
BANCA MÚLTIPLE PARA TAL FIN, NO ESTÁ REGIDO POR EL REGLAMENTO SOBRE INSTITUCIONES NACIONALES Y
ORGANIZACIONES AUXILIARES NACIONALES DEL CRÉDITO, NI ES CONTRARIO A LA LEY DE INSTITUCIONES DE
CRÉDITO.—Cuando en la celebración de un contrato de apertura de crédito, las partes convienen a la
vez un crédito adicional que permita al acreditado, de serle necesario, cubrir el importe de los
intereses a su cargo, evidentemente se está en presencia de un crédito para el pago de pasivos,
operación que se encontraba prohibida por el artículo 8o., inciso b), del Reglamento sobre las
Instituciones Nacionales y Organizaciones Auxiliares Nacionales de Crédito; sin embargo, tal
disposición no resulta aplicable a la hipótesis examinada, en virtud de que, por una parte, en el propio
artículo se restringió su aplicación exclusivamente a las instituciones que actualmente se conocen
como banca de desarrollo, y a las organizaciones nacionales auxiliares de crédito, por lo que tal
precepto nunca fue aplicable a la banca comercial, conocida actualmente como banca múltiple.
Asimismo, debe resaltarse que el artículo 46, fracción VI, de la Ley de Instituciones de Crédito,
faculta a dichas instituciones para otorgar préstamos o créditos, y el artículo 106 de la propia ley que
establece cuáles son las actividades prohibidas a tales instituciones, no contempla la prohibición de
referencia: Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena
Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 51/98 Página: 369. Tesis de Jurisprudencia.[35]
Tesis jurisprudencial nº 51/1998 (pleno)
G. INTERESES
INTERESES. LAS TASAS VARIABLES EN LOS CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO SON DETERMINABLES, NO
IMPRECISAS.—El pacto de tasas variables, en operaciones activas, se encuentra permitido, según se
infiere de lo dispuesto en los artículos 291 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y
78 del Código de Comercio, relacionados con las circulares que emite el Banco de México, por lo
que la remisión a índices inequívocos no le resta precisión, pues si bien pudiera existir cierta
dificultad sobre la forma de llegar a conocer exactamente el monto de las obligaciones de los
deudores, la determinación de cuál es la tasa de interés aplicable a cada vencimiento es objeto de
consentimiento recíproco de las partes desde el momento del nacimiento del contrato. El banco no
puede, válidamente, escoger a su arbitrio la tasa conforme a la cual se determinarán los intereses, sino
que debe esperar a que los datos que la realidad objetiva arroje, indiquen cuál será la tasa de interés
que resultará aplicable para un período determinado, de conformidad con las reglas que, para estos
efectos, los contratantes han establecido. El deudor puede llegar a conocer el monto líquido de su
obligación de pago en el momento en que se genera, con recurrir a la mecánica del instrumento de
que se trate o, simplemente, acudiendo al banco para obtener la información correspondiente.
Sostener lo contrario llevaría a considerar que el establecimiento de fórmulas que, en ocasiones,
resultan complicadas para cumplir con obligaciones de pago, provocaría que se estimaran contrarias a
derecho, aun cuando con la realización de ciertas operaciones aritméticas y la reunión de
determinados datos informativos, se podría cumplir con la obligación. El hecho de que la tasa pactada
sea determinable y no determinada no la hace, de suyo, imprecisa, arbitraria o ilegal. El
procedimiento podrá resultar complejo, pero esa complejidad no se traduce en imprecisión. Instancia:
Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VIII,
Octubre de 1998. Tesis: P/J. 54/98 Página: 378. Tesis de Jurisprudencia.[39]
Tesis jurisprudencial nº 54/1998 (pleno)
INTERESES TASAS DE REFERENCIA ALTERNATIVAS EN CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO (DISPOSICIONES
APLICABLES).—Con anterioridad al dos de enero de mil novecientos noventa y seis, las instituciones
bancarias podían pactar libremente con su clientela las características de las operaciones activas, sin
más limitaciones que las establecidas por las disposiciones legales aplicables, según se puede
corroborar del contenido de la Circular 2008/94, emitida por el Banco de México, el diecisiete de
febrero de mil novecientos noventa y cuatro, en cuya parte introductiva se señala que se incorporan
todas las disposiciones del referido banco, relativas a operaciones activas, y de su contenido se
desprende que no existía prohibición alguna respecto del establecimiento de referentes alternativos
para determinar la tasa de interés aplicable en los contratos de apertura de crédito; por tanto, el pacto
relativo a que el pago de intereses se determinaría de acuerdo con el mayor de los índices o referentes
convenidos, no se alejaba de las sanas prácticas bancarias. Sin embargo, a partir del dos de enero de
mil novecientos noventa y seis, por virtud de la entrada en vigor de la circular 114/95 emitida por el
mismo banco el seis de noviembre anterior, el establecimiento de referentes alternativos (calificados
en forma genérica como tasas de referencia alternativa) quedó expresamente prohibido a las
instituciones de crédito, excepto en las operaciones activas que celebren con los intermediarios
financieros; por lo que los contratos celebrados a partir de entonces deben establecer sólo un
referente para fijar la tasa de interés. En esas condiciones, en los contratos de fecha posterior, en los
que se establezcan referentes alternativos para la determinación de la tasa de interés, deberá estarse al
primero de dichos indicadores, teniéndose por no puestos los restantes. Instancia: Pleno. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Época: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de
1998. Tesis: P. LXIV/98 Página: 383. Tesis Aislada.
Tesis aislada nº LXIV/98 (pleno)
INTERESES EN CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO. LA INCLUSIÓN, ENTRE OTROS, DE UN ÍNDICE O REFERENTE
ALTERNATIVO, CUYA CUANTIFICACIÓN DEPENDA PRIMORDIALMENTE DE LA VOLUNTAD UNILATERAL DEL BANCO
ACREEDOR, ES CONTRARIO AL ARTÍCULO 1797 DEL CÓDIGO CIVIL PARA EL DISTRITO FEDERAL EN MATERIA COMÚN
Y PARA TODA LA REPÚBLICA EN MATERIA FEDERAL.—Si en algún contrato de apertura de crédito se hace
remisión a un índice o referente cuya cuantificación se realice, principalmente, en forma unilateral
por la misma institución acreedora, además de a otros índices que no son unilaterales, y si,
apoyándose en aquél, se hace la determinación del interés en acatamiento del contrato, es inconcuso
que se deja al arbitrio de una sola de las partes la medida del cumplimiento de la obligación, lo que
resulta contrario a lo dispuesto por el artículo 1797 del Código Civil para el Distrito Federal en
Materia Común y para toda la República en Materia Federal. En esas condiciones, deberá tenerse por
no puesta la opción del índice unilateral aludido y determinarse la tasa conforme a lo convenido,
tomando en cuenta los demás índices que no adolecen del vicio indicado. Instancia: Pleno. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998.
Tesis: P. LXV/98 Página: 383. Tesis Aislada.
Tesis aislada nº LXV/98 (pleno)
NOTAS
CONTRATO DE ARRENDAMIENTO
FINANCIERO
Por cuanto a sus antecedentes históricos se refiere, nos dice VÁZQUEZ DEL
MERCADO[1] que el arrendamiento financiero constituye una figura jurídica
que se originó en los Estados Unidos, y que utilizada en algunos países
europeos, llegó a México en 1961, con la constitución de la sociedad
Interamericana de Arrendamiento, S. A., que fue la primera sociedad
arrendadora financiera que operó en nuestro país.
Dice Francisco RICO PÉREZ[2] que el contrato de arrendamiento
financiero (leasing) tiene su origen en Estados Unidos desde hace treinta
años, y que lo que favoreció su promoción fue la realidad de un mercado de
capitales a medio plazo, restringido e inaccesible, un régimen fiscal severo
en materia de amortizaciones, una economía próspera, y la existencia de
empresas obligadas a renovar sus bienes de equipo, en virtud del
desenfrenado progreso científico.
Tanto el contrato de arrendamiento financiero también conocido como
Leasing, como su operación por parte de las arrendadoras financieras,
inicialmente incorporado a la Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares de 1941, mediante decreto del 30 de diciembre
de 1981, es ubicado en definitiva en la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares de Crédito, publicada en del Diario Oficial de la
Federación el 14 de enero de 1985, y ha sido considerado desde su
creación, como una operación de crédito, realizada en forma exclusiva por
las sociedades arrendadoras financieras cuya naturaleza es la de una
organización auxiliar de crédito.
Nos dice DÁVALOS MEJÍA[3] que las arrendadoras financieras fueron
reconocidas expresamente por nuestra ley, hasta la publicación, en 1985, de
la primera ley especializada en la materia, pero que es con precisión hasta la
expedición de las reglas Básicas para la Operación de las Arrendadoras
Financieras, expedidas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el
31 de julio de 1989, cuando dichas entidades reciben una normatividad
específica y definitiva.
Tanto el contrato de arrendamiento financiero también conocido como
Leasing, como su operación por parte de las arrendadoras financieras,
inicialmente fue incorporado a la Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares de 1941, posteriormente, y mediante decreto del
30 de diciembre de 1981 es ubicado en la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares de Crédito, publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 14 de enero de 1985, en donde permanece pero solamente en
los aspectos operativos y corporativos a la operación de las entidades como
organizaciones auxiliares del crédito que son, porque la regulación del
contrato como tal se trasladó a la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la
Federación de fecha 18 de julio de 2006.
El contrato en comento ha sido considerado desde su creación como una
operación de crédito, realizada inicialmente en forma exclusiva por las
sociedades arrendadoras financieras cuya naturaleza es la de una
organización auxiliar de crédito.
Se presenta como una importante alternativa empresarial, y ha resultado
sumamente útil porque en la mecánica del contrato, las empresas pueden, en
condiciones benéficas adquirir o bien simplemente utilizar los bienes que
requieran para el desarrollo de su empresa, sin necesidad de obtener un
crédito propiamente dicho, ni de constituir garantías, como se exige en el
acreditamiento tradicional, además de los beneficios fiscales que incorpora.
Así, refiere DÁVALOS MEJÍA[4] que los dos mayores beneficios que las
arrendadoras financieras han prestado a los medios industriales, comerciales
y de servicios, son de orden financiero y fiscal, porque el capital monetario
de sus clientes arrendatarios lo aplican en la operación de su negocio y no
en la compra de bienes inmovilizados que son los que por regla general
requieren de mayor capital; y, porque la totalidad del pago periódico que el
cliente hace a la arrendadora, es íntegramente deducible de impuestos.
Señala Vázquez del Mercado:[5]
diverso es el contrato de arrendamiento financiero en tanto que la finalidad en el fondo no es
únicamente el uso de la cosa, sino la posibilidad de que el arrendatario adquiera la propiedad de
la misma, u obtenga un beneficio adicional al uso, si se da el caso de que el bien arrendado se
venda y del producto de la venta le corresponda parte al propio arrendatario.
Enfatizando la importancia que el contrato, como operación de crédito
tiene, DÍAZ BRAVO[6] señala que entre las formas de impulsar las ventas
mediante la creación de mecanismos de seductora presentación, se
encuentra el arrendamiento financiero, que permite a las empresas
industriales, agrícolas, y comerciales de todo tipo, así como a los no
comerciantes, el disponer de equipo, maquinaria, aparatos y automóviles,
sólo durante su vida útil, sin necesidad de pagar su precio de contado, ni de
acudir a préstamos o créditos para tal fin.
ARCE GARGOLLO[7] se refiere también a las ventajas del contrato que nos
ocupa, y así nos dice que para el arrendatario destaca la de la utilización del
bien requerido sin importar su régimen de propiedad o arrendamiento, el
autofinanciamiento de la maquinaria utilizada que se paga por sí mismo a
través de su utilización productiva, que constituye una alternativa de
utilización para compañías en dificultades financieras; que desde el punto
de vista de la arrendadora le permite la concesión de un crédito con garantía
real específica, que como propietario que es del bien, puede obtener su
posesión; que a través de los intereses y pagos, obtiene un rendimiento del
capital invertido, y que facilita el otorgamiento del crédito.
Por cuanto a su naturaleza mercantil, cabe señalar, siguiendo a VÁZQUEZ
DEL MERCADO,[8] que la misma le deviene en principio por estar regulado por
una ley de tal naturaleza, que monopoliza su práctica a favor de una
organización auxiliar de crédito, que es una empresa dedicada al ejercicio
profesional de una actividad económica.
Además, para establecer la mercantilidad del contrato, aparece una vez
más el tantas veces citado artículo 75 del Código de Comercio, que reputa
como actos mercantiles, de conformidad con sus fracciones I y II, a las
adquisiciones, enajenaciones y alquileres de muebles y las compraventas de
inmuebles, con propósito de especulación comercial, y en el caso concreto,
la arrendadora adquiere el bien para su alquiler, y en función de la opción
terminal que elija la arrendataria, su venta a ella o bien a tercero.
Señala así Díaz Bravo:[9]
ninguna duda puede caber sobre la naturaleza mercantil del arrendamiento financiero puesto que
la empresa arrendadora deviene intermediaria en la operación por cuanto, compra la mercancía
para darla en arrendamiento y prometer su venta, con inocultable propósito de especulación
comercial, y, por otra parte, si como arrendador (sic) aparece el propio fabricante o proveedor
habitual, por hipótesis, es titular de una negociación mercantil, y de ese modo, tampoco suscita
problema alguno la calificación de mercantil que debe atribuirse al contrato.
Y, en relación con la naturaleza jurídica del contrato que nos ocupa,
agrega que partícipe de tan variados ingredientes, de orden económico,
operativo y jurídico, nuestro contrato ha logrado dejar perplejos a los
juristas, que no hemos acertado a bautizarlo en forma satisfactoria; que se
trata de un contrato sui generis, que tiene naturaleza jurídica propia, y que
cuando, examinados sus elementos subjetivos y objetivos a la luz de las
normas reguladoras, de los contratos, se encuentra que la trama formada por
tales elementos no coincide con la de ningún otro contrato, y así considera
que el arrendamiento financiero es un contrato mixto formado por un
arrendamiento y una promesa unilateral de venta por parte del arrendador.[10]
Precisamente en relación con la naturaleza del contrato que nos ocupa,
la Suprema Corte se ha pronunciado por sostener que es mercantil.[11]
1. CONCEPTO
Para VÁZQUEZ DEL MERCADO[12] por el contrato de arrendamiento
financiero debe entenderse que es aquél en virtud del cual la arrendadora
financiera se obliga a adquirir determinados bienes y conceder su uso y
goce temporal, a plazo forzoso, a una persona física o colectiva,
obligándose ésta a pagar como prestación, que se liquidará en pagos
parciales, según se convenga, una cantidad de dinero determinada o
determinable, que cubra el valor de adquisición de los bienes, las cargas
financieras y los demás accesorios, y a adoptar al vencimiento del contrato,
alguna de las siguientes opciones; compra de los bienes, prórroga del
contrato o participación en el precio de venta de los bienes.
ARCE GARGOLLO[13] nos dice que el término leasing que se aplica en
forma específica al arrendamiento financiero, deriva de lease;
arrendamiento, que ha sido adoptado por diversos países para ese particular
contrato (Alemania, Austria, Argentina, Francia y Bélgica), y ofrece como
concepto el siguiente: contrato por el que la arrendadora financiera se
obliga a adquirir un bien y a conceder su uso a la arrendataria, quien a su
vez se obliga a pagar un precio, determinado o determinable, en pagos
periódicos, durante un plazo forzoso a ambas partes, a la llegada del cual, o
anticipadamente, la arrendataria deberá ejercitar la opción para adquirir el
bien, prorrogar el contrato o participar en la venta del bien a un tercero.
El artículo 408 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
establece:
Por virtud del contrato de arrendamiento financiero, el arrendador se obliga a adquirir
determinados bienes y a conceder su uso o goce temporal, a plazo forzoso, al arrendatario, quien
podrá ser persona física o moral, obligándose este último a pagar como contraprestación, que se
liquidará en pagos parciales, según se convenga, una cantidad en dinero determinada o
determinable, que cubra el valor de adquisición de los bienes, las cargas financieras y los demás
accesorios que se estipulen, y adoptar al vencimiento del contrato alguna de las opciones
terminales a que se refiere el artículo 410 de esta Ley.
NOTAS
[1] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 439.
[2] Citado por OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., p. 177.
[3] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 686.
[4] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 686.
[5] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 441.
[6] Cfr. DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 108.
[7] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 199 a 201.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 442.
[9] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 117.
[10] Ibid, p. 112.
[11] ARRENDAMIENTO FINANCIERO. ES UN CONTRATO DE NATURALEZA MERCANTIL.—El arrendamiento
financiero aunque es una operación compleja puesto que participa de las notas características de una
operación de crédito, del arrendamiento y de la compraventa, o sea que se compone de elementos
diversos, debe considerarse como un contrato mercantil, dado que es claro el propósito de lucro que
persigue el arrendador, quien obtiene rendimiento del capital que invierte en el financiamiento, lo que
hace que tenga las características del acto mercantil a que alude el artículo 75, fracciones I, II, V, VII
y XIII del Código de Comercio; por ende, es diferente del arrendamiento civil, liso y llano o
tradicional y de la compraventa en abonos; así que, no obstante las semejanzas o identidades
parciales, no puede ser subsumido o absorbido por tales figuras clásicas o tradicionales. Amparo
directo 12098/84. Salomón Issa Murra y Combugas, S. A. 19 de febrero de 1987. Unanimidad de 4
votos. Ponente: Jorge Olivera Toro. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Séptima Época. Volumen 217-228 Cuarta Parte. Tesis: Página: 29. Tesis Aislada.
[12] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 442.
[13] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 201 a 203.
[14] DÍAZ INFANTE, Hegewisch, Derecho Financiero Mexicano, 2a. ed., Porrúa, México, 1999, p.
360.
[15] En relación con los pagarés que contra los vencimientos de las pensiones rentísticas se
suscribe el arrendatario, a continuación se transcribe el criterio emitido por la Suprema Corte de
Justicia, siguiente: ARRENDAMIENTO FINANCIERO. LA EXHIBICIÓN DE LOS PAGARÉS DERIVADOS DE ESTAS
OPERACIONES, ES SUFICIENTE PARA EJERCITAR LA VÍA EJECUTIVA MERCANTIL.—Cuando se intente una acción en
la vía ejecutiva mercantil que tenga por objeto obtener el pago de un adeudo derivado de operaciones
de arrendamiento financiero, para su procedencia es suficiente la exhibición de los pagarés suscritos
con motivo de dicho contrato, pues basta con que éstos contengan los requisitos esenciales que
establecen los artículos 170 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 26 de la Ley
General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, para que traigan aparejada
ejecución, de acuerdo con lo dispuesto por la fracción IV del artículo 1391 del Código de Comercio,
sin que se requiera que se acompañen necesariamente del contrato y de la certificación del contador
de la institución. La exigencia que establece el artículo 26 de la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares del Crédito para los pagarés derivados de un contrato de arrendamiento
financiero, de hacer constar en ellos su procedencia, de manera que queden suficientemente
identificados, no significa que éstos pierdan su carácter ejecutivo; dicha mención sólo constituye una
excepción al principio de abstracción de los títulos de crédito, lo que trae como consecuencia que los
subsecuentes tenedores puedan oponer las excepciones derivadas del negocio subyacente. Los
pagarés suscritos con motivo de un contrato de arrendamiento financiero no pierden su carácter de
título ejecutivo mercantil, ya que basta con que contengan los requisitos esenciales exigidos por la
ley para que gocen de dicho carácter. Contradicción de tesis 49/96, entre las sustentadas por los
Tribunales Colegiados Tercero y Cuarto en Materia Civil del Primer Circuito. 14 de junio de 2000.
Cinco votos. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretaria: Guadalupe M. Ortiz Blanco. Tesis de
jurisprudencia 16/2000. Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal, en sesión de veintisiete
de septiembre de dos mil, por unanimidad de cinco votos de los señores Ministros: presidente José de
Jesús Gudiño Pelayo, Juventino V. Castro y Castro, Humberto Román Palacios, Juan N. Silva Meza y
Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Instancia: Primera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo XII, Noviembre del 2000. Tesis: 1a./J. 16/2000
Página: 85. Tesis de Jurisprudencia.
[16] La legitimación que la arrendadora financiera otorga a la arrendataria para el ejercicio de
las acciones de reclamación referida, aun incluyendo la trasmisión de los derechos, no implica en
forma alguna la derivación de la propiedad a favor de ésta, porque la arrendadora seguirá siendo
dueña de los bienes, de modo que tal trasmisión del derecho sólo se da para el ejercicio de las
acciones relativas, lo que nos acerca más a la figura del mandato que a la trasmisión de derechos o
legitimación, tal y como son referidos por la ley.
[17] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 227.
[18] No obstante, de conformidad con el artículo tercero transitorio de la reforma publicada el
18 de julio de 2006, cuando hayan transcurrido siete años a partir de su entrada en vigor (y dicho
plazo ha ya transcurrido) desaparecerán tales entidades auxiliares de crédito para convertirse en
sociedades financieras no reguladas.
[19] Por lo que al contenido de los estados de cuenta contables se refiere, a continuación se
transcribe el criterio establecido por los Tribunales Colegiados de Circuito, siguiente: ESTADOS DE
CUENTA EXPEDIDOS POR LAS ARRENDADORAS FINANCIERAS. PARA QUE SEAN TÍTULOS EJECUTIVOS DEBEN SATISFACER
LOS MISMOS REQUISITOS EXIGIDOS A LOS BANCOS.—El artículo 68 de la Ley de Instituciones de Crédito y el
48 de la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, guardan estrecha
similitud entre sí, por cuanto que ambos prevén el requisito de que los estados de cuenta expedidos
unilateralmente por los contadores facultados por los bancos y por los de las arrendadoras
financieras, junto con el contrato de crédito y de arrendamiento, respectivamente, constituirán títulos
ejecutivos. Además el precepto legal citado en primer término, ya fue materia de interpretación por la
entonces Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la jurisprudencia número
15/94, consultable en el Tomo XIII, correspondiente al mes de junio de 1994, páginas 251 a 267, de
la Octava Época del Semanario Judicial de la Federación, bajo la voz: “ESTADOS DE CUENTA BANCARIOS.
REQUISITOS PARA QUE CONSTITUYAN TÍTULOS EJECUTIVOS.”, en el sentido de que el certificado contable, para
tener la ejecutividad requerida, debe contener un desglose de los movimientos que originaron el saldo
cuyo cobro se pretende. Por tanto, es justificable y apegado a derecho, que el artículo 48 de la Ley
General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito se analice a la luz de la
interpretación realizada por el Máximo Tribunal de Justicia de la República, al numeral 68 de la Ley
de Instituciones de Crédito; sin que por ello pueda decirse, válidamente, que se está aplicando una ley
en lugar de otra. SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL TERCER CIRCUITO. Amparo directo
315/98. Arrendadora Unión, S. A. de C. V., Organización Auxiliar de Crédito. 17 de abril de 1998.
Unanimidad de votos. Ponente: Gerardo Domínguez. Secretario: Héctor Martínez Flores. Instancia:
Tribunales-Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta.
Novena Época. Tomo VIII, Agosto de 1998. Tesis: III.2o.C.11 C. Página: 860. Tesis Aislada.
En lo tocante a la naturaleza del estado contable, a continuación se transcribe la jurisprudencia
siguiente: ORGANIZACIONES AUXILIARES DE CRÉDITO. EL ARTÍCULO 47 DE LA LEY RELATIVA, QUE FACULTA A SUS
CONTADORES A CERTIFICAR ESTADOS DE CUENTA DE LOS ACREDITADOS CON MOTIVO DE UN CONTRATO DE
ARRENDAMIENTO FINANCIERO, NO VIOLA LA GARANTÍA DE AUDIENCIA.—El artículo 47 de la Ley de
Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, que faculta a los contadores de dichas
organizaciones a certificar el saldo del estado de cuenta de sus acreditados, no importa una violación
a la garantía de audiencia prevista en el párrafo segundo del artículo 14 constitucional, pues no
implica que se les esté privando de un derecho en forma definitiva, ya que no se está autorizando a
determinar unilateralmente el monto de la obligación pecuniaria a cargo de ellos, sino que en forma
provisional se establece el saldo de los acreditados, lo cual genera una prueba presuntiva del monto
de la obligación que, conjuntamente con el contrato de arrendamiento financiero, constituye un título
ejecutivo mercantil. Además, no se priva al acreditado del derecho de aportar, dentro del juicio que
en su caso se instaure, elementos de convicción para desvirtuar el saldo certificado en el estado de
cuenta, pues la certificación de éste hace fe, salvo prueba en contrario, lo que significa que será el
juzgador, en todo caso, quien decida si aprueba o no la certificación expedida por el contador de la
organización auxiliar de crédito. Amparo en revisión 1150/94. Sergio Quintanilla Cobián. 24 de
octubre de 1995. Mayoría de diez votos; unanimidad en relación con el criterio contenido en esta
tesis. Disidente: Mariano Azuela Gúitrón. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretaria: Susana
Alva Chimal. Amparo en revisión 1961/94. José Luis Reyes Carbajal. 24 de octubre de 1995.
Mayoría de diez votos; unanimidad en relación con el criterio contenido en esta tesis. Disidente:
Mariano Azuela Güitrón. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretaria: Felisa Díaz Ordaz Vera.
Amparo en revisión 710/95. Jorge Arturo Elizondo González. 16 de mayo de 1996. Unanimidad de
nueve votos. Ausentes: Juventino V. Castro y Castro y Genaro David Góngora Pimentel. Ponente:
Guillermo I. Ortiz Mayagoitia. Secretario: Óscar Germán Cendejas Gleason. Amparo en revisión
1403/94. Express Mitia, S. A. de C. V. 16 de mayo de 1996. Unanimidad de nueve votos. Ausentes:
Juventino V. Castro y Castro y Genaro David Góngora Pimentel. Ponente: José de Jesús Gudiño
Pelayo. Secretario: Martín Alejandro Cañizalez E. Amparo en revisión 109/96. Válvulas Jet, S. A. de
C. V. 13 de febrero de 1997. Mayoría de ocho votos; unanimidad en relación con el criterio contenido
en esta tesis. Ausentes: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia y Olga María Sánchez Cordero. Disidente:
Mariano Azuela Güitrón. Ponente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia; en su ausencia hizo suyo el
proyecto Genaro David Góngora Pimentel. Secretario: Óscar Germán Cendejas Gleason. Instancia:
Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo V, Mayo de
1997. Tesis: P./J. 30/97 Página: 49. Tesis de Jurisprudencia.
[20] Por lo que a la entrega de los bienes arrendados se refiere, a continuación se transcribe la
jurisprudencia emitida por la Suprema Corte de Justicia en resolución por contradicción de tesis,
siguiente: ARRENDAMIENTO FINANCIERO. PARA LA ENTREGA DE LA POSESIÓN DE LOS BIENES ARRENDADOS NO ES
NECESARIO SOLICITAR LA RESCISIÓN DEL CONTRATO (ARTÍCULO 33 DE LA LEY DE ORGANIZACIONES Y ACTIVIDADES
AUXILIARES DEL CRÉDITO).—El artículo 33 de la Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares del Crédito establece que: “En los contratos de arrendamiento financiero, al ser exigible la
obligación y ante el incumplimiento del arrendatario de las obligaciones consignadas en el mismo, la
arrendadora financiera podrá pedir judicialmente la posesión de los bienes objeto del arrendamiento.
El Juez decretará de plano la posesión cuando le sea pedida en la demanda o durante el juicio,
siempre que se acompañe el contrato correspondiente debidamente ratificado ante fedatario público y
el estado de cuenta certificado por un contador de la organización auxiliar de crédito de que se trata,
en los términos del artículo 47 de esta ley”. En efecto, de la lectura de este precepto legal se infiere
que, ante la omisión por parte del arrendatario de acatar las obligaciones contraídas en el contrato de
arrendamiento financiero, se prevé la posibilidad de solicitar por la vía judicial la posesión de los
bienes afectos al mismo, mas no que la pretendida devolución únicamente proceda cuando se
demande la rescisión del contrato; de ahí que si las partes no pactaron esta última condición, la orden
de desposesión por parte de la autoridad con base en el precepto invocado no resulta contraria a
derecho, habida cuenta que, al señalar como medida cautelar que la posesión se otorgue al
arrendador, es con la finalidad de proteger el bien ante la posibilidad de su desaparición, ocultamiento
o destrucción, en tanto se resuelve jurídicamente en forma definitiva y no que el acuerdo de
voluntades sea rescindido. Contradicción de tesis 13/98, entre las sustentadas por el Segundo
Tribunal Colegiado del Décimo Cuarto Circuito y el Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del
Primer Circuito. 5 de agosto de 1998. Cinco votos. Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretario:
Hilario Sánchez Cortés. Tesis de jurisprudencia 53/98, aprobada por la Primera Sala de este Alto
Tribunal, en sesión de dos de septiembre de mil novecientos noventa y ocho, por unanimidad de
cinco votos de los Ministros presidente Humberto Román Palacios, Juventino V. Castro y Castro,
José de Jesús Gudiño Pelayo, Juan N. Silva Meza y Olga Sánchez Cordero de García Villegas.
Instancia: Primera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época.
Tomo VIII, Septiembre de 1998. Tesis: 1a./J. 53/98 Página: 141. Tesis de Jurisprudencia.
Asimismo, y en relación con la constitucionalidad de la ley que concede al juez autorización
para decretar la entrega de los bienes arrendados, resulta ilustrativa la jurisprudencia emitida por el
Pleno de la propia Suprema Corte de Justicia, siguiente: ARRENDAMIENTO FINANCIERO. EL ARTÍCULO 33 DE
LA LEY DE ORGANIZACIONES Y ACTIVIDADES AUXILIARES DEL CRÉDITO, AL PREVER, ANTE EL INCUMPLIMIENTO DEL
ARRENDATARIO, UNA MEDIDA CAUTELAR Y PROVISIONAL, NO ES INCONSTITUCIONAL AL NO CONSTITUIR UN ACTO
PRIVATIVO DE NATURALEZA DEFINITIVA.—Con relación a la garantía de audiencia establecida en el artículo
14 constitucional y a efecto de establecer qué actos no requieren de la observancia de la audiencia
previa y cuáles sí, existen criterios jurisprudenciales, que distinguen entre actos de molestia y actos
privativos. Ahora bien, a los primeros se les ha conceptuado como aquellos actos que solamente
restringen el ejercicio de algún derecho, de manera temporal, por tratarse de medidas provisionales
con la finalidad cautelar respecto de ciertos bienes jurídicos que de otra manera no sería posible
proteger con oportunidad, hasta en tanto se decida si procede o no la privación definitiva; en tanto
que a los segundos, se les ha definido como aquellos actos que tienen por objeto la disminución,
menoscabo o supresión, de manera definitiva, de derechos de los gobernados. Dentro de este contexto
diferenciador de unos y Otros actos, resulta que la medida que autoriza a decretar el artículo 33 de la
Ley de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, consistente en que en los contratos de
arrendamiento financiero, al ser exigible la obligación y, ante el incumplimiento del arrendatario de
las obligaciones consignadas en el mismo, la arrendadora financiera podrá pedir judicialmente la
posesión de los bienes objeto del arrendamiento, no es inconstitucional, habida cuenta de que las
necesidades del crédito justifican la tramitación de juicios de carácter ejecutivo, mismos que por su
propia naturaleza se inician con un procedimiento de ejecución. En este orden de ideas, y toda vez
que las características inherentes a la referida providencia cautelar son las que justifican su
existencia, resulta ser constitucional porque se trata de una mera medida provisional que no requiere
de la observancia de la garantía de previa audiencia. Amparo en revisión 1038/94. Construcciones
Pesadas Toro, S. A. 24 de octubre de 1995. Mayoría diez votos. Ponente: José de Jesús Gudiño
Pelayo. Secretaria: Susana Alva-Chimal. Amparo en revisión 1074/94. Transportes de Carga Rahe, S.
A. de C. V. 24 de octubre de 1995. Mayoría de diez votos. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo.
Secretaria: Susana Alva Chimal. Amparo en revisión 1150/94. Sergio Amparo en revisión 1961/94.
José Luis Reyes Amparo en revisión 576/95. Tomás Iruegas Buentello y otra. 30 de octubre de 1995.
Mayoría de nueve votos. Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretario: Téodulo Ángeles Espino.
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el veinticinco de abril en curso, aprobó, con
número 20/1996, la tesis de jurisprudencia que antecede. México, Distrito Federal, a veinticinco de
abril de mil novecientos noventa y seis. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo III, Mayo de 1996. Tesis: P./J. 20/96 Página: 25. Tesis
de Jurisprudencia.
CAPÍTULO III
Por cuanto a sus antecedentes se refiere, CERVANTES AHUMADA nos dice que
ya en las Ordenanzas de Bilbao se reglamentaban las cartas-ordenes de
crédito; y que tanto que en el Código de Comercio de 1884, como en el de
1890, fueron también reguladas bajo la denominación de cartas de crédito,
nombre con el que pasaron a la vigente Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
El contrato de carta de crédito, desarrollado en la práctica bancaria
constituye un instrumento sumamente útil para la realización de
operaciones bancarias neutras tales como la transferencia de fondos.
Señala SÁNCHEZ CALERO:[1]
la transferencia bancaria es una operación que se explica teniendo en cuenta la existencia de dos
cuentas bancarias, pertenecientes a dos personas distintas. El cliente ordenador de la transferencia
autoriza al banco para que deduzca de su cuenta la cantidad objeto de la transferencia y lo abone,
bien el propio banco u otro al que trasmita esa orden, en la cuenta de otra persona, el beneficiario.
Y Dávalos[2] agrega:
se trata en realidad de un financiamiento que el dador (banco) le está haciendo al tomador (su
cliente) al cubrir al pagador la cantidad que entregó al tomador: la forma en la que por lo general
los bancos instrumentan este tipo de crédito, es mediante el depósito en cuenta de cheques, contra
línea de crédito, o bien, a través de la apertura de crédito simple, con la indicación de la puesta a
disposición de ese dinero en otra plaza diferente.
1. CONCEPTO
El artículo 564 del Código de Comercio, derogado con motivo de la
regulación que del contrato se hizo en la actual Ley de Títulos y
Operaciones de Crédito la definía señalando; La carta-orden de crédito, es
un documento que da un comerciante a favor de otra persona y contra otro
comerciante, para que le entregue el dinero que le pida, hasta cierta cantidad
determinada, y dentro de un plazo señalado expresamente.
DÁVALOS MEJÍA[7] define al contrato señalando:
el contrato denominado carta de crédito es una carta (misiva) dirigida a un sujeto al que se le pide
que entregue un determinado valor a su portador, la carta de crédito es en términos propios una
carta de recomendación, que involucra dos principios, a saber; se introduce al portador de la carta
con el destinatario, identificándolo como el acreedor del derecho que de la misma carta se
desprende, y, que contiene la solicitud que hace el remitente al destinatario de entregar al
portador un derecho, una cantidad de dinero en efectivo o un servicio.
Agrega que existen dos tipos de cartas de crédito; con provisión y sin
ella; que en la primera, el portador pone a disposición del remitente el
dinero que costará el derecho y que el destinatario le proporcionará en otra
plaza, esto es, que el portador de la carta pagó por adelantado, el derecho
que le será proporcionado por el destinatario, y, por lo tanto, tiene
exigibilidad sobre este derecho; que las cartas con provisión, por su parte,
son aquellas cuyo valor debe ser pagado por el portador a su regreso, a
quien suscribió la carta, pues gracias a su recomendación, el destinatario le
proporcionó tal beneficio. [8]
NOTAS
1. CONCEPTO
Siguiendo a VÁZQUEZ DEL MERCADO,[8] podríamos definirlo diciendo que
el contrato de crédito confirmado constituye una operación bancaria, que se
caracteriza porque el banco se obliga a entregar las sumas requeridas no al
cliente que lo solicita, sino a un tercero, y otra que consiste en el
compromiso del banco de suscribir títulos de crédito a favor de un tercero, y
agrega que se trata de una operación típica de intermediación que se traduce
en el cumplimiento de una obligación de pago, esto es, un crédito en
beneficio de un tercero, con un contenido de garantía distinto al crédito
propio.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[9] por su parte lo define, diciendo: “es un contrato
de apertura de crédito en efectivo, en el que el acreditante se obliga a pagar
o bien a aceptar letras a favor de terceros, por cuenta del acreditado, contra
la presentación de ciertos documentos, anexos generalmente a letras
documentadas”.
Carlos DÁVALOS[10] conceptualiza al contrato señalando que de la
interpretación conjunta de los artículos 371 LGTOC y 71 LIC, podemos
colegir como definición del crédito documentario, que es:
el contrato de naturaleza ejecutiva que debe constar por escrito, en virtud del cual, el banco se
obliga por cuenta de su cliente al pago de una obligación directa hacia un tercero, y el cliente
queda obligado a hacer provisión de fondos a la institución que asumirá el pago, con la suficiente
anticipación y agrega que los créditos documentarios pueden ser de distintos tipos, dependiendo
de sus diferentes momentos de previsión y pago, y según la posibilidad de revocarlos o no.
4. NATURALEZA JURÍDICA
Por cuanto a su naturaleza jurídica se refiere, coincidimos con SÁNCHEZ
CALERO[12] cuando señala que la moderna configuración de éstas operaciones
las apartan de la figura de los contratos de crédito, y en particular de las
operaciones de crédito, ya que la posibilidad del banco de exigir
inmediatamente del ordenante una provisión de fondos pone de manifiesto
que la relación del ordenante y del banco se nutre esencialmente por la
gestión que éste ha de hacer por cuenta de aquél, de forma que ésta relación
deriva sustancialmente de un contrato de comisión, en la que el cliente,
como comitente, encarga al banco efectuar determinadas prestaciones en
favor de un tercero.
Para RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[13] se trata de un contrato de apertura de
crédito, en el que por definición el acreditado no recibe su importe, sino que
el mismo se entrega a un tercero beneficiario, contra la entrega de ciertos
documentos representativos, y dice que es crédito documentario, porque es
esencial que el acreditante no pague o no acepte, si no recibe a cambio los
documentos convenidos que son representativos de las mercancías en viaje.
Creemos que se trataría de apertura de crédito, solo cuando la operación
se haga sin la previa provisión de fondos, en cuyo caso el banco no sería
solamente intermediario, sino propiamente acreditante del comprador.
De ese modo, la provisión previa de los fondos determinaría la
naturaleza jurídica del contrato, ya que contando la institución bancaria con
ella, su intervención es la de un mandatario o si se quiere intermediario, y
de lo contrario, la operación se realizará con la previa apertura de una línea
de crédito a favor del comprador.
Dice DÁVALOS:[14]
se observa con claridad que la necesidad de provisión previa entraña, en este género de negocios,
la confirmación de la colocación del dinero, sin embargo, cabe puntualizar que la necesidad de
hacer provisión previa, no implica necesariamente que el cliente deba fondear al banco dinero en
efectivo, sino que puede utilizar, por ejemplo, la línea de crédito que el banco le haya abierto, o
bien puede utilizar el límite del crédito autorizado en una apertura de crédito en cuenta corriente.
La aplicación de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, es
realmente mínima, ya que como atinadamente señala DÁVALOS MEJÍA,[15]
a pesar de la tentativa de definición y regulación que nuestra LGTOC, hace del crédito
documentario, grandemente mejorada por el artículo 71 LIC, las disposiciones de aquélla ley no
son suficientes, y sobre todo, no son congruentes con las reglas internacionales que gobiernan los
créditos. Así, la LTOC, poco o nada es utilizada en la organización del crédito documentario en
nuestro país, tanto nacional como internacional.
NOTAS
1. CONCEPTO
SÁNCHEZ CALERO[7] lo define señalando:
el contrato de cuenta corriente es aquel por el que las partes se comprometen a aplazar el
vencimiento de sus créditos dinerarios recíprocos, hasta un momento determinado, en que se
compensarán y se fijará el crédito que resulte a favor de una de las partes, y tiene un reflejo
contable, recogido por una de las partes o por ambas, pues se anotan los créditos y las deudas de
cada una de ellas en una cuenta, a fin de que a su cierre, resulte un acreedor.
5. NATURALEZA JURÍDICA
No debemos confundir al contrato de cuenta corriente con otras figuras
afines, tales como la apertura de crédito en cuenta corriente, la cuenta
corriente de cheques, el depósito bancario de dinero y la cuenta de gestión.
Y Abascal Zamora[14] señala: “debe distinguirse de la apertura de crédito
en cuenta corriente, regulada por el artículo 296 LGTOC, y del depósito
bancario de dinero en cuenta de cheques, usualmente denominado “en
cuenta corriente”.
Rodríguez Rodríguez[15] señala:
la apertura de crédito en cuenta corriente ha sido colocada por el legislador mexicano dentro del
capítulo de los créditos de la ley correspondiente, pero en la sección relativa a la apertura de
crédito, de la que es una variante, y sólo excepcionalmente se aplican a la apertura de crédito, en
cuenta corriente, las disposiciones del contrato de cuenta corriente, siendo éste un convenio típico
caracterizado porque tiene como contenido la fijación del régimen jurídico de las sucesivas
prestaciones que entre ellas se ejecutan.
NOTAS
1. CONCEPTO
Cuando tratamos lo relativo al depósito mercantil, señalamos que no
existiendo definición del contrato de depósito en la legislación comercial,
aplicamos la del derecho común, lo cual se hace patente también en el caso
del depósito que es materia de estudio en el presente apartado, porque la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito que regula al depósito,
tampoco lo define, y se limita a establecer las distintas especies, en sus dos
secciones relativas al depósito bancario de dinero y de títulos,
respectivamente.
Para SÁNCHEZ CALERO[3] por el depósito, el banco recibe del cliente, una
suma de dinero, de la que el banco puede disponer, pero que ha de custodiar
y restituir en la forma pactada. Nos referimos a los depósitos bancarios
abiertos de dinero, pues los cerrados en pliegos o sobres, aparte de ofrecer
escasa importancia, tienen el régimen del depósito mercantil.
NOTAS
1. ASPECTOS GENERALES
Los almacenes generales de depósito son Instituciones Auxiliares de
Crédito, cuyas operaciones se encuentran reguladas por la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, no solamente en lo
relativo a los aspectos de índole propiamente corporativos, sino también en
lo tocante a los actos administrativos que deben cumplir, que incluye la
autorización que la ley confiere a dichas entidades para operar ese tipo de
depósitos, y por supuesto a los contratos de depósito que constituye la
materia de su objeto.
El objeto de la actividad de estas entidades es el de prestar
profesionalmente el servicio de depósito de bienes, para lo cual emiten
títulos de crédito denominados certificados de depósito, que son típicamente
representativos de mercancías, y los bonos de prenda sobre los que se
constituyen garantías reales sobre los bienes objeto del depósito.
En principio, cabe señalar que los almacenes generales de depósito
deben constituirse como sociedades anónimas, de conformidad con el
artículo 8, de la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de
Crédito, cuyo capital será establecido por la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público de manera anual.
Para realizar el servicio de depósito, los Almacenes Generales de
Depósito, de conformidad con el artículo 11 de la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, deberán sujetarse a
las prescripciones establecidas por el artículo 11, que establece:
Artículo 11.—Los almacenes generales de depósito tendrán por objeto el almacenamiento,
guarda o conservación, manejo, control, distribución o comercialización de bienes o mercancías
bajo su custodia o que se encuentren en tránsito, amparados por certificados de depósito y el
otorgamiento de financiamientos con garantía de los mismos. También podrán realizar procesos
de incorporación de valor agregado, así como la transformación, reparación y ensamble de las
mercancías depositadas a fin de aumentar su valor, sin variar esencialmente su naturaleza. Sólo
los almacenes estarán facultados para expedir certificados de depósito y bonos de prenda.
2. CONCEPTO
Para CERVANTES AHUMADA[1] los almacenes generales de depósito
desempeñan su función de organizaciones auxiliares de crédito, por una
parte reciben en depósito las mercancías que generalmente son objeto de las
transacciones comerciales, y por otra parte, expiden los certificados de
depósito y los bonos de prenda, títulos con los que se facilita la operación
del crédito sobre las mercancías.
SÁNCHEZ CALERO[2] Se refiere al contrato señalando:
las llamadas compañías de almacenes generales de depósito se dedican en forma profesional a la
recepción en calidad de depositarios de mercancías y de frutos, constituyendo esta práctica la
forma de un depósito mercantil por excelencia y destaca entre sus especialidades más notables;
que el depositario deberá obtener autorización para dedicar su actividad profesional al depósito
de mercancías, por las cosas depositadas, que han de ser mercancías o frutos, que no se mermen o
destruyan, por la emisión de unos documentos representativos de las mercancías que consisten su
negociación o darlas en prenda, mientras están en poder del depositario y que pueden ser
trasmitidos por endoso, lo que equivale a la entrega de la posesión de las mercancías, y su
adquirente tiene el derecho exclusivo a disponer de ellas, y que el poseedor del resguardo de
garantía únicamente tiene derecho a exigir a la compañía depositaría, la venta de los bienes
depositados, una vez vencida la obligación garantizada sin haber sido pagado.
CONTRATO DE FIDEICOMISO
Por cuanto a sus antecedentes se refiere, nos dice VÁZQUEZ DEL MERCADO[1]
que el fideicomiso encuentra sus orígenes más remotos en el derecho
romano germánico, en donde era entendido como un encargo confiado a la
honradez y a la fe ajena, y que surgió en relación con la manifestación de
última voluntad, ligada a la sucesión para la ejecución de actos fuera de
testamento.
DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ[2] se refiere al fideiccomissum y dice que era una
manifestación más de la fiducia romana que se adoptó como un medio para
que sujetos incapacitados pudieran heredar, tales como esclavos, peregrinos,
etc., pudieran llegar a adjudicarse la propiedad de ciertos bienes mediante
designación por el testador de un heredero capaz para sucederlo, y el
compromiso de éste a enajenar los bienes fideicomitidos a quien
correspondiera.
Dice asimismo que el fideiccomissum carecía de juridicidad y que no
era sino el ruego hecho por de testador al heredero por la confianza habida
del primero para con el segundo a que trasmitiera los bienes a un tercero,
quedando al arbitrio del fiduciario el cumplir o no con el pacto contraído.
Agrega que posteriormente el fideicomiso fue dotado de coercibilidad,
cuando con la creación del cargo de pretor fideicomisario, se estableció una
acción persecutoria a favor de los beneficiarios respecto de los bienes
objeto del fideicomiso.[3]
CERVANTES AHUMADA[4] por su parte señala que el fideicomiso surge en
Inglaterra con el desarrollo del trust, entendiendo como obligación de
equidad, en donde el trustee usaba la propiedad para beneficio del cestui
que trust, extendiéndose a los Estados Unidos, en donde su aplicación se
canaliza a la actividad bancaria.
Dice DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ[5] en lo tocante a los orígenes del trust, el use
y el equity que el temor a las confiscaciones que podían haberse padecido a
consecuencia de guerras y persecuciones políticas, así como el deseo de
encontrar una fórmula idónea para que las corporaciones religiosas gozaran
y poseyeran bienes raíces, eludiendo la prohibición que imponían las leyes
contra las manos muertas, propició que en Inglaterra durante la Edad Media
se realizara una trasmisión directa a ciertas personas de confianza, con las
cuales no se corriera ninguno de esos riesgos, pero en provecho de aquéllos
a quienes en realidad se quería beneficiar, y que es así como nace el use que
consistía en lo siguiente:
Una persona settlor propietario de una tierra, traspasaba a otra, feoffe to
use, el dominio de ella en el entendido de las partes que sería otra persona
cestui que use, quien tendría el derecho a gozar y disfrutar de los beneficios
de verdadero propietario del bien, y el cesionario feoffe recibía la plena
propiedad de la cosa pero no para beneficio propio, sino para el encargo,
confiado a su buena fe, de que poseyera para uso exclusivo el cestui que
use, que podía ser el mismo settior.
Agrega, por lo que se refiere a la evolución del término trust fuente del
fideicomiso, que aun y cuando dicho vocablo se emplea comúnmente en la
terminología jurídica inglesa para designar a las grandes combinaciones
económicas y financieras que tienden a la creación de los monopolios de la
industria, la banca o el comercio, porque para su organización se emplea
generalmente la forma del trust, la verdadera acepción jurídica implica el
derecho del dominio de bienes muebles e inmuebles que una persona tiene a
favor de otra.
Por lo que al equity se refiere, dice que aparece en el derecho anglosajón
como un ordenamiento jurídico que inicialmente suplió al common law,
porque era ineficaz para resolver equitativamente los problemas
ocasionados por la pugna surgida entre los derechos del feoffe y del cestui
que use, pero que en la actualidad, derivando en el trust, lo complementa.[6]
Finalmente se refiere al concepto del trust, dice que el más aceptado por
la doctrina y la legislación es el siguiente: “el trust es un estado de relación
fiduciaria respecto a bienes, que sujeta a la persona por quien dichos
bienes son poseídos, a deberes en equidad al manejar dichos bienes para
beneficio de otra persona, lo cual se origina como resultado de la
manifestación de la intencionado crearlo”.
En México, el antecedente más remoto del contrato se encuentra en la
Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios de
1924, (con cuya expedición se abrogó a la Ley General de Instituciones de
Crédito de 1897), en donde si bien se menciona, no se reglamenta.
No obstante, cabe referir que en 1905 apareció el proyecto Limantour
(que en realidad pertenece a Jorge Vera Estañol), que contenía una iniciativa
de ley para la constitución de instituciones comerciales que desempeñaran
las funciones de “agentes fideicomisarios”.
Con la expedición de la Ley de Bancos de Fideicomiso de 1926, se
reconoce al fideicomiso como un mandato irrevocable, lo que se reitera en
la siguiente Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos
Bancarios del propio año.
En 1932 se expidió la Ley General de Instituciones de Crédito que
abrogó a la anterior de 1926, y en ella si bien se contempla al fideicomiso,
su regulación es limitada a supuestos de quiebra, así como en materia de
fideicomisos de administración y testamentarios.
Es en realidad hasta la expedición de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito en el propio año de 1932, que se regula al
fideicomiso de una manera completa, y así ha pasado hasta nuestros días.
Dice Dávalos[7] que esta ley fue la primera que reguló al fideicomiso de
forma integral y sustantiva, no solo en México, sino en todo el mundo,
porque el Uniform Trust Act se habría de publicar cinco años después, en
1937.
Así, el fideicomiso es una institución que si bien surgió de la práctica
anglosajona, en nuestro país ha tenido un gran desarrollo, que apartándose
de los principios del derecho inglés, y evolucionado hasta nuestros días, es
utilizado para múltiples fines, con la única limitante de que sean lícitos. Se
utiliza el contrato de fideicomiso, sobre la base del elemento “confianza”,
que es aportado en teoría por la solvencia moral y económica de las
instituciones que intervienen en el contrato.
Haciendo destacar el desarrollo de la institución en el derecho
mexicano, DÁVALOS MEJÍA[8] ha expresado: “la afirmación de que el país que
con más experiencia en la legislación, la jurisprudencia, la práctica y la
aplicación pública del fideicomiso es México, no admite contradicción”.
A anterior, habría que agregar la supervisión y vigilancia que en forma
genérica realizan las autoridades controladoras de dichas actividades
(Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Comisión Nacional Bancaria y
de Valores, así como la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas).
Por lo que a la mercantilidad del contrato se refiere, la podemos
establecer tanto por su ubicación legislativa que es la de una ley de
naturaleza mercantil, y asimismo de conformidad con el artículo 75 del
Código de Comercio, en su fracción, XIV, que considera actos de comercio
a las operaciones bancarias.
Siguiendo a MANTILLA MOLINA,[9] el contrato de fideicomiso debe
considerarse como absolutamente mercantil por ser siempre de carácter
comercial.
Y agrega que aunque sólo una institución de crédito puede tener el
carácter de fiduciaria, no debe pensarse que la comercialidad de este
negocio es subjetiva, pues es justamente la existencia de un acto de
comercio la que determina la aplicación de la ley mercantil, que fija los
requisitos que ha de tener una de las personas que en él intervienen; y no,
como sería el caso tratándose de una acto subjetivo, que un negocio, que
puede adquirir la calidad de civil o de mercantil, adquiera esta última al ser
realizado por una institución de crédito.[10]
1. CONCEPTO
Para CERVANTES AHUMADA[11] por el fideicomiso, el fideicomitente
trasmite la titularidad de un derecho al fiduciario, quien queda obligado a
utilizarlo para la realización de un fin determinado.
Él artículo 381 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito,
reformado mediante publicación realizada en el Diario Oficial de la
Federación del 13 de junio de 2003, define al contrato señalando:
Artículo 381.—En virtud del fideicomiso, el fideicomitente trasmite a una institución
fiduciaria la propiedad o la titularidad de uno o más bienes o derechos, según sea el caso, para ser
destinados a fines lícitos v determinados, encomendando la realización de dichos fines a la propia
institución fiduciaria.
d) De garantía
Dice Rodríguez Rodríguez[42] que el fideicomiso de garantía consiste en
la trasmisión de bienes al fiduciario para que este garantice con ellos el
cumplimiento de las obligaciones de muy diversa naturaleza que asuma el
fideicomitente. Así, un préstamo, un crédito, una emisión de obligaciones,
un usufructo, la administración de bienes, pueden garantizarse mediante la
entrega en fideicomiso de ciertos bienes.
Para CERVANTES AHUMADA[43] el fideicomiso de garantía se ha usado
como sustitutivo de la hipoteca (agregaríamos que también de la prenda),
atribuyendo a la institución un poder jurídico de enajenar la cosa en los
términos y condiciones que en el acto constitutivo se establezcan.
No coincidimos con la opinión que externa DÁVALOS MEJÍA, a propósito
del fideicomiso de garantía cuando señala que “la figura típica a la que
sustituye es el mutuo con interés y garantía hipotecaria”,[44] que desde
nuestro punto de vista la sustitución solamente se da en relación con la
accesoriedad del acto, es decir con la garantía y no con el acto principal al
que garantiza, que podría ser el mutuo, el préstamo o bien la apertura de
crédito.
De la universalidad de las operaciones que realizan los bancos y demás
entidades financieras autorizadas, por lo que a las especiales formas de
fideicomiso se refiere, solamente podemos considerar como típica la
relativa al fideicomiso de garantía que con fecha 23 de mayo del año 2000
se incorporó a la Ley General de Títulos v Operaciones de Crédito.
Así, con motivo de la reforma que se realizó a la Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito el 23 de mayo del año 2000, también se incorporó
el reconocimiento de un uso de carácter mercantil, explotado con gran
frecuencia aun cuando sin una regulación específica; se trata del
Fideicomiso de Garantía que se adicionó a la Sección Segunda del Capítulo
V, de la Ley.
Desde el momento de la constitución del fideicomiso de garantía, se
deberá designar a la institución que fungirá como fiduciaria.
De conformidad con el artículo 395 LGTyOC, podrán actuar como
fiduciarias de los fideicomisos de garantía previstos en esta sección
segunda, las entidades que se señalan a continuación, de las que las
señaladas en las fracciones II a IV y V, se sujetarán a lo que dispone al
efecto el artículo 85 Bis de la Ley de Instituciones de Crédito:
I. Instituciones de crédito
II. Instituciones de seguros
III. Instituciones de fianzas
IV. Casas de bolsa
V. Sociedades Financieras de Objeto Múltiple que cuenten con un registro vigente ante la
Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros;
VI. Almacenes generales de depósito;
VII. Uniones de crédito, y
VIII. Sociedades operadoras de fondos de inversión que cumplan con los requisitos previstos
por la Ley de Fondos de Inversión.
6. PROCEDIMIENTOS DE EJECUCIÓN
Al transferir el deudor fideicomitente la propiedad de los bienes
fideicomitidos al fiduciario, en caso de incumplimiento de aquél, dicho
fiduciario podrá sacarlos a remate directamente, porque es el acreedor
fideicomisario en el propio contrato, pudiendo ocupar tal carácter las
propias Instituciones de Crédito, de Seguros, de Fianzas, las casas de bolsa,
las Sociedades financieras de objeto múltiple y los Almacenes Generales de
Depósito, de conformidad con el artículo 395, antes visto, estableciéndose
la previa valuación de los bienes afectos al fideicomiso y para facilitar así
su ejecución, todo lo cual se puede realizar con base en la voluntad
autónomamente expresada en el contrato por el deudor que así lo autoriza,
ante fedatario público o bien ante el juez.
Con lo anterior, el acreedor fideicomisario obtiene el reembolso de su
préstamo mediante la ejecución de la garantía, sin necesidad de tramitación
judicial alguna, por estar sujetos los bienes a dicho régimen y así autorizarlo
el propio deudor al constituirse el fideicomiso relativo.
Coincidimos con CERVANTES AHUMADA[46] cuando señala: “creemos que
la facultad que se pretende conceder al banco para ejecutar la venta del bien
dado en garantía en caso de que el deudor no pague, no se ajusta a nuestro
sistema constitucional, ya que se trata de una verdadera atribución
jurisdiccional”.
Así, con la regulación del fideicomiso de garantía es evidente que
satisface el objetivo perseguido por el sector financiero de obtener la
constitución de una garantía con la posibilidad de la existencia de un
procedimiento de carácter convencional que marginando a los tribunales y
sobre la base del principio de la autonomía de la voluntad, le permite
obtener la venta de los bienes afectos por el deudor al fideicomiso en
garantía, lo que se realiza mediante el llamado “remate al martillo” con el
consiguiente ahorro y liberación del riesgo de eventuales resoluciones
favorables a los deudores.[47]
Con el decreto de reformas y adiciones publicado en el Diario Oficial
de la Federación el 23 de mayo de 2000, también se incorporó un nuevo
Título denominado Tercero Bis, al Libro Quinto del Código de Comercio
con un nuevo artículo 114 bis, del 1 al 20, que incluye dos capítulos, a
saber; uno relativo al procedimiento extrajudicial y el otro el procedimiento
de ejecución judicial tanto del fideicomiso de garantía como de la prenda
constituida sin trasmisión de posesión.
Conforme al nuevo título, ante el eventual incumplimiento del
fideicomitente o deudor prendario, en el fideicomiso de garantía o bien la
prenda constituida sin trasmisión de posesión, respectivamente, se dará
lugar al seguimiento de un procedimiento de ejecución que puede serlo de
carácter extrajudicial o bien de índole propiamente judicial.[48]
Al tratar el contrato de prenda, podremos observar que actualmente la
legislación mercantil contempla la existencia de dos procedimientos para la
ejecución de la garantía prendaria al vencerse sin pago la obligación
garantizada, a saber:
1. El establecido en el artículo 341 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito para los supuestos de constitución de la garantía
prendaria, tradicionalmente contenidos en el artículo 334 de la propia ley, y;
2. Los nuevos procedimientos de ejecución, tanto judicial como
extrajudicial que ahora contempla el Código de Comercio en su nuevo
Título tercero Bis, que se refieren a los supuestos recién incorporados a la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito de constitución de prenda
denominada sin trasmisión de posesión, como fideicomiso de garantía.
En el presente apartado nos ocupemos brevemente de los
procedimientos incorporados en la reforma referida al Código de Comercio
en el nuevo Título Tercero Bis, del Libro Quinto, en relación con la
constitución de la prenda sin trasmisión de posesión y el fideicomiso de
garantía, que se contienen en los artículos del 1414 Bis del 1 al 20.
Para la ejecución de la prenda constituida sin trasmisión de posesión y
el fideicomiso de garantía, se incorporaron dos procedimientos, a saber: el
relativo al procedimiento de ejecución extrajudicial, y el procedimiento
judicial de ejecución de las garantías, a los que nos referiremos a
continuación:
A. EL PROCEDIMIENTO EXTRAJUDICIAL DE EJECUCIÓN DE FIDEICOMISO DE GARANTÍA
O PRENDA OTORGADA SIN DESPIAZAMIENTO DE POSESIÓN
NOTAS
[1] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 421 y 422.
[2] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, El fideicomiso, 10a. ed., Porrúa, México, 2004, pp.
170 y 171.
[3] Ibid, p. 171.
[4] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 287.
[5] Ibid.
[6] Ibid., pp. 141 y 142.
[7] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 843.
[8] Ibid, pp. 841 y 842.
[9] Cfr., MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 54.
[10] Ibid, p. 58. En realidad sabemos que son diversas las instituciones que pueden fungir como
fiduciarias en la actualidad, tales como las compañías aseguradoras, las afianzadoras y las casas de
bolsa, además de las instituciones de crédito.
[11] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., pp. 288 y 289.
[12] El artículo 346 del texto original de la LGTyOC, establecía el siguiente concepto de
fideicomiso: Art. 346.— En virtud del fideicomiso, el fideicomitente destina ciertos bienes a un fin
lícito determinado, encomendando la realización de ese fin a una institución fiduciaria.
[13] DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 273 y 353 a 361.
[14] Ibid, pp. 367 a 369.
[15] Ibid, p. 351.
[16] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 109.
[17] OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., pp. 159 y 160.
[18] En efecto, si bien la ley prohibía que las instituciones fiduciarias pudiesen ser
fideicomisarias en los contratos respectivos, al señalar: “es nulo el fideicomiso que se constituye en
favor del fiduciario”, con motivo de la reforma que se publicó en el Diario Oficial de la Federación
el 24 de mayo de 1996 a la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, se agregó: “salvo lo
dispuesto en el párrafo siguiente, y en las demás disposiciones legales aplicables”, se establece ahora
en el último párrafo de su artículo 383, que “la institución fiduciaria podrá ser fideicomisaria en los
fideicomisos en que, al constituirse, se trasmita la propiedad de los bienes fideicomitidos y que
tengan por fin servir como instrumento de pago de obligaciones incumplidas, en el caso de créditos
otorgados por la propia institución, para la realización de actividades empresariales”.
[19] En efecto, mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación del 13 de
junio de 2003, se modificó el artículo 385 LGTOC, para establecer que sólo pueden ser instituciones
fiduciarias las expresamente autorizadas para ello, conforme a la Ley.
[20] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 111.
[21] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., pp. 289 y 294.
[22] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 878.
[23] Citado por DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., p. 155.
[24] Ibid, p. 148.
[25] Ibid, p. 159.
[26] Ibid, p. 167.
[27] Ibid, p. 168.
[28] Ibid, p. 185.
[29] Sobre el particular, a continuación se transcribe el criterio sostenido por la Tercera Sala de
la Suprema Corte de Justicia: FIDEICOMISO. NATURALEZA.—El fideicomiso es un negocio jurídico por
medio del cual el fideicomitente constituye un patrimonio fiduciario autónomo, cuya titularidad se
concede a la institución fiduciaria, para la realización de un fin determinado; pero a) expresarse que
es un patrimonio fiduciario autónomo, con ello se señala particularmente que es diverso de los
patrimonios propios de las partes que intervienen en el fideicomiso, o sea, es distinto a los
patrimonios del fideicomitente, del fiduciario y del fideicomisario. Es un patrimonio autónomo,
afectado a un cierto fin, bajo la titularidad y ejecución del fiduciario, quien se halla provisto de todos
los derechos y acciones conducentes al cumplimiento del fideicomiso, naturalmente de acuerdo con
sus reglas constitutivas y normativas. Los bienes entregados en fideicomiso, salen, por tanto, del
patrimonio del fideicomitente, para quedar como patrimonio autónomo o separado de afectación,
bajo la titularidad del fiduciario, en la medida necesaria para la cumplimentación de los fines de la
susodicha afectación; fines de acuerdo con los cuales (y de conformidad con lo pactado), podrá
presentarse dicho titular a juicio como actor, o demandado, así como vender, alquilar, ceder etcétera.
Amparo directo 5567/74. Banco Internacional Inmobiliario, S. A. 15 de junio de 1979. Mayoría de 3
votos. Ponente: José Alfonso Abitia Arzapalo. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de
la Federación. Séptima Época. Volumen 121-126 Cuarta Parte Tesis: Página: 43. Tesis Aislada.
[30] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 373 a 375.
[31] Citado por GALINDO SIFUENTES, Ernesto, op. cit., pp. 133 y 134.
[32] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 373 a 375
[33] GALINDO SIFUENTES, Ernesto, op. cit., p. 133 .
[34] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 874.
[35] Cfr., GÓMEZ GORDOA, José, Títulos de Crédito, 7a. ed., Porrúa, México, 2000, p. 243.
[36] Ibid, p. 246.
[37] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 165.
[38] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 287 y 288.
[39] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 865.
[40] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 430.
[41] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 870.
[42] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, op. cit., p. 114.
[43] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 295.
[44] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 867.
[45] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., p. 379.
[46] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 295.
[47] En relación con la posibilidad de que las instituciones puedan rematar los bienes afectos al
fideicomiso, sin necesidad de autorización judicial, la Suprema Corte ha pronunciado jurisprudencia
visible en el informe de la propia Corte de 1975, Tomo II, Tercera Sala. pp. 105-108, que así lo
autoriza, sobre la base de la autonomía de la voluntad, misma que transcribimos a continuación:
INSTITUCIONES DE CRÉDITO. REMATE AL MARTILLO. CONSTITUCIONALIDAD DEL. (1) “El remate al martillo
de los bienes del deudor sin la intervención del órgano jurisdiccional no está prohibido por la ley,
sino autorizado por ésta. En efecto, es verdad que el artículo 564 del Código de Procedimientos
Civiles del Distrito Federal, supletorio al de Comercio, dispone que toda venta que conforme a la ley
deba hacerse en subasta o almoneda, se sujetará a las disposiciones contenidas en el citado Código de
Procedimientos Civiles, relativas a los remates; sin embargo, el mismo precepto legal exceptúa de la
regla general de que todo remate deberá celebrarse en el juzgado en que actúe el juez que fuere
competente para la ejecución, en términos del artículo 565, los casos en que la ley disponga lo
contrario. Y en el caso a estudio, la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, en su artículo 141, fracción IV, prevé el procedimiento especial de remate al martillo de
los bienes dados en garantía, sin la intervención judicial. No es exacta la aseveración de la quejosa en
el sentido de que la institución fiduciaria, al rematar los bienes fideicomitidos realiza un acto de
autoridad, mediante el cual se introduce en el patrimonio del deudor y dispone de sus bienes para
hacerlo cumplir, coercitivamente, sus obligaciones; toda vez que, en el fideicomiso de garantía es el
propio deudor quien, como fideicomitente, hace la afectación de sus bienes, transmitiendo su
propiedad a la institución fiduciaria a la que encomienda la realización del fin a que los bienes son
destinados, o sea, a ser vendidos o rematados y con su producto hacer el pago debido al
fideicomisario acreedor; por lo que si la institución fiduciaria, ajustándose a lo expresamente pactado,
vende o remata los bienes del deudor, en los casos, forma y términos convenidos con éste, no hace
sino cumplir, conforme al contrato y a la ley, las obligaciones que por su parte contrajo en el acto
constitutivo del fideicomiso, sin que para hacerlo requiera de la intervención judicial, porque, se
repite, en ello no hay controversia que ventilar y decidir. Pero además, las partes pactaron que el
procedimiento de ejecución del fideicomiso de garantía de que se trata, se iniciara con la notificación
notarial, o en vía de jurisdicción voluntaria, que la institución fiduciaria habría de hacer a la
fideicomitente deudora, haciéndole saber su intención de efectuar el remate pactado, a fin de que ésta
se opusiera judicialmente al mismo, en la forma y términos convenidos en la propia escritura pública
en que se constituyó el fideicomiso; lo cual pone de manifiesto que antes de iniciarse el
procedimiento de remate, la controversia puede surgir, como de hecho surgió, mediante la oposición
que se previo podía hacer valer la fideicomitente deudora a las pretensiones de la institución
fiduciaria de llevar a cabo el remate al martillo de los bienes dados en garantía; y en este supuesto,
las partes convinieron conforme al artículo 1051, del Código de Comercio, en un procedimiento
mercantil convencional, preferente a los demás, conforme al cual, la contienda habría de ventilarse
ante juez competente; procedimiento que, además de ajustarse a los requisitos y condiciones
señaladas en los artículos 1052 y 1053 del mismo ordenamiento, se encuentra previsto en el artículo
141, fracción III, de la citada Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares.
En éstas queda patentizado que la institución fiduciaria, al realizar los fines del fideicomiso de
garantía en los casos, forma y términos pactados en el acto constitutivo del mismo y siguiendo las
disposiciones del artículo 141 de la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, cumple las obligaciones que conforme al contrato y a la ley le corresponden; sin que este
cumplimiento entrañe el ejercicio de la función de administrar justicia, como incorrectamente lo
asevera la quejosa, porque esta función quedó reservada a los tribunales competentes, al convenir en
el procedimiento a seguir en la ventilación y decisión de la oposición de la fideicomitente deudora a
la realización de los fines del fideicomiso por parte de la institución fiduciaria; convenio en el que,
además, se guarda el respeto debido a las garantías individuales de audiencia, defensa, legalidad y
seguridad jurídica, consagradas en los artículos 14, 16 y 17 constitucionales. Las consideraciones
anteriores ponen de manifiesto la constitucionalidad, tanto del remate al martillo de los bienes dados
en fideicomiso de garantía, sin la intervención del órgano jurisdiccional, como de la sentencia
reclamada que, definitivamente declaró infundada la oposición de la fideicomitente deudora a dicho
remate, por parte de la institución fiduciaria a la que expresamente le encomendó su realización, para
que con el producto de los bienes pagara la suma debida al fideicomisario acreedor”. Amparo Directo
98/74. Mercedes Ascanio Vda. de Castro. 30 de abril de 1975. Unanimidad de 4 votos. Ponente:
David Franco Rodríguez. Secretario: Ignacio Nieto Kasusky.
En el mismo sentido se expresa la tesis de la propia Suprema Corte, que se transcribe a
continuación: FIDEICOMISO. INSTITUCIONES DE CRÉDITO. REMATE. (2) Si en la escritura constitutiva del
fideicomiso no se estipuló que en la venta del inmueble fideicomitidos, la subasta se hiciera en los
términos establecidos por el Código de Procedimientos Civiles, es decir, ante la autoridad judicial,
sino que se convino expresamente que dicha venta se haría conforme a las bases establecidas en las
cláusulas respectivas del contrato de fideicomiso, y en las mismas se pactó que la parte
fideicomitente aceptaba como precio de la venta la cantidad al efecto fijada; que la venta se haría en
pública subasta, debiendo ser anunciada con 10 días de anticipación mediante aviso publicado en el
periódico de mayor circulación, a elección del fiduciario; resulta que los actos tendientes a la subasta
pública del inmueble, realizados por el propio fiduciario son acordes a lo convenido en el contrato,
cuya validez y cumplimiento no puede dejarse a la voluntad de una de las partes, máxime si no se
impugnó el contrato generador de los derechos y obligaciones sino únicamente los actos de ejecución
derivados de aquél. Las operaciones de fideicomiso están regidas por la Ley de Títulos y Operaciones
de Crédito; y las instituciones que llevan a la práctica esas operaciones, lo están por la Ley de
Instituciones de Crédito; pero no por eso se deben aplicar al fideicomiso las reglas que establece el
artículo 141 de la misma ley mencionada para el cobro de los créditos hipotecarios, créditos de
habilitación o avío o refaccionarios que tengan como garantía bienes inmuebles, pues el fideicomiso
tiene diversa naturaleza. Debe prevalecer en cuanto a la venta o remate del bien fideicomitidos, lo
convenido por los contratantes, pues su voluntad es la suprema ley, y el procedimiento convencional
es el preferente, según lo dispone el Código de Comercio”. Amparo directo 3756/75. Compañía
Administradora y Realizadora de Inmuebles S. A. 13 de noviembre de 1978. Mayoría de tres votos.
Ponente: Raúl Cuevas Mantecón. Disidentes: Ramón Palacios Vargas y Salvador Mondragón Guerra.
Secretario; Jesús Arzate Hidalgo.
[48] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Derecho Procesal Mercantil, op. cit., capítulo III, en
el que se tratan los nuevos procedimientos referidos pp. 272 a 276.
[49] Aun y cuando el Código de Comercio precisa cual es el objeto de la previa notificación al
deudor prendario, de conformidad con las reformas realizadas a la LGTOC, y concretamente a la
fracción II, del nuevo artículo 403, de fecha 13 de junio de 2003, tal notificación se establece como
una última oportunidad para que el deudor lleve a cabo el pago del adeudo y evite así el remate de los
bienes pignorados o fideicomitidos.
[50] Tampoco se señala cual es el objeto de la publicación, por lo que suponemos que se
realizará para convocar postores.
[51] Cabe hacer notar que la celebración de la audiencia es única en los procedimientos
mercantiles, ya que no se contempla en el juicio ordinario ni en el ejecutivo, ni aun en los especiales
que regulan las leyes mercantiles, aun cuando en el nuevo juicio oral mercantil que entró en vigor en
toda la República mexicana el 1º, de julio de 2013, si se contemplan dos audiencias; la preliminar y la
audiencia del juicio.
CAPÍTULO IX
1. CONCEPTO
El artículo 419 de la LGTyOC establece el siguiente concepto:
Artículo 419.—Por virtud del contrato de factoraje, el factorante conviene con el factorado,
quien podrá ser persona física o moral, en adquirir derechos de crédito que este último tenga a su
favor por un precio determinado o determinable, en moneda nacional o extranjera,
independientemente de la fecha y la forma en que se pague, siendo posible pactar cualquiera de
las modalidades siguientes:
I. Que el factorado no quede obligado a responder por el pago de los derechos de crédito
transmitidos al factorante; o
II. Que el factorado quede obligado solidariamente con el deudor, a responder del pago
puntual y oportuno de los derechos de crédito transmitidos al factorante.
La administración y cobranza de los derechos de crédito, objeto de los contratos de factoraje,
deberá ser realizada por el factorante o por un tercero a quien éste le haya delegado la misma, en
términos del artículo 430.
Todos los derechos de crédito pueden transmitirse a través de un contrato de factoraje
financiero, sin el consentimiento del deudor, a menos que la transmisión esté prohibida por la ley,
no lo permita la naturaleza del derecho o en los documentos en los que consten los derechos que
se van a adquirir se haya convenido expresamente que no pueden ser objeto de una operación de
factoraje.
El deudor no puede alegar contra el tercero que el derecho no podía transmitirse mediante
contrato de factoraje financiero porque así se había convenido, cuando ese convenio no conste en
el título constitutivo del derecho.
NOTAS
CONTRATO DE PRENDA
1. CONCEPTO
Encontramos su origen etimológico en el latín pignora, plural de pignus
oris, que significa objeto que se da en garantía.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua la define en su
acepción legal como la cosa mueble que se sujeta especialmente a la
seguridad o cumplimiento de una obligación.[1]
El Código Civil de 1884, definía a la prenda señalando: “la prenda es un
contrato real constituido sobre un objeto mueble para garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago”.
El artículo 2856 del Código Civil Federal vigente señala en forma casi
idéntica, que la prenda es un derecho real constituido sobre un bien mueble
enajenable para garantizar el cumplimiento de una obligación y su
preferencia en el pago.
Rafael ROJINA VILLEGAS[2] propone una definición que recoge y amplía el
contenido del Código Civil vigente, en el aspecto de que constituye un
derecho real sobre un bien mueble enajenable para garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago, pero agrega
que los bienes deben ser entregados real o jurídicamente al acreedor y que
la ley concede derechos de persecución y venta de los bienes en caso de
incumplimiento.
Rafael DE PINA[3] por su parte, señala: “puede la prenda ser definida
como el contrato en virtud del cual se constituye un derecho real sobre un
bien enajenable para garantizar el cumplimiento de una obligación y su
preferencia en el pago” y citando a Clemente de Diego en sus Instituciones
de Derecho Civil Español, refiere que dicho autor define al contrato de
prenda como un contrato por virtud del cual el deudor o un tercero por él,
entrega al acreedor o un tercero, de común acuerdo, una cosa mueble en
seguridad de crédito, de tal modo, que vencido éste, pueda hacerse efectivo
con el precio de la venta de aquélla, siendo restituida en natura en los
demás casos de extinción del contrato.
Luis MUÑOZ[4] al referirse a la prenda como garantía real señala que la
cosa queda afecta a las consecuencias del incumplimiento de una obligación
para, con el producto de su venta, realizar el pago del crédito o resarcir los
daños y perjuicios.
Dice León Bolaffio[5] que el efecto que se pretende conseguir de todo
contrato se resume en la ejecución perfecta. A la mala intención de los
deudores deshonestos contrapone la ley la energía de medidas coactivas. La
ley comercial reconoce que la puntualidad más escrupulosa es el centro de
gravedad de los negocios y este efecto procura conseguirlo o agravando el
rigor de las medidas ya adoptadas por la legislación civil o introduciendo
otras nuevas.
Para SÁNCHEZ CALERO[6] constituida la prenda en la forma necesaria,
según se trate de títulos nominativos o al portador, el prestamista goza del
derecho de preferencia sobre los demás acreedores para cobrar su crédito y
éstos no podrán retirar de su poder dichos títulos a no ser que satisfagan el
crédito constituido sobre ellos.
Señala por su parte VÁZQUEZ DEL MERCADO[7] que en virtud de la
constitución de la prenda el acreedor no adquiere la propiedad de la cosa, la
que sigue siendo propiedad del deudor y debe restituirla salvo el caso en
que habiéndose constituido sobre bienes fungibles, se haya pactado que la
propiedad de estos se transfiera al acreedor, en cuyo caso, este último estará
obligado a restituir al deudor otros tantos de la misma especie.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[8] destaca la importancia del contrato al señalar:
el desarrollo de nuevas corrientes en el comercio nacional e internacional y la aparición de
nuevos instrumentos así como las modalidades ofrecidas por los títulos valor, han hecho que el
contrato de prenda pase a ocupar un lugar preeminente en la práctica jurídica y comercial,
perdiendo el carácter de deshonorabilidad que le caracterizaba en épocas pasadas.
6. PROCEDIMIENTOS DE EJECUCIÓN
Una vez que hemos delimitado la forma como se constituye la prenda en
materia mercantil, pasaremos a realizar el estudio de los procedimientos que
contemplan las leyes para su ejecución, al vencerse la obligación que con la
misma se garantiza ante el incumplimiento del deudor.
En principio hay que decir que para el caso de que el deudor prendario,
una vez vencida la obligación garantizada, no realice el pago de su adeudo,
el acreedor prendario podrá llevar a cabo diversos procedimientos
tendientes a la recuperación de la cantidad prestada.
Dice así León Bolaffio:[20] “en las relaciones mercantiles, si a pesar de la
retención el deudor no paga, el acreedor realiza la cosa retenida y se cobra
su crédito del precio de la venta con preferencia sobre todos los demás
acreedores. Así, el derecho de retención no es una simple cautela; es la
garantía del pago total al acreedor”.
En relación con el procedimiento de ejecución que se contempla en el
artículo 341 de la Ley de Títulos ahora reformado, que tradicionalmente
contenía y contiene en su ámbito de aplicación, el camino a seguir para
obtener la ejecución de la prenda otorgada en los diversos supuestos de
constitución a los que se refiere el artículo 334 de la ley, al vencerse la
obligación garantizada, se establecía en su texto original y en su parte
relativa “el acreedor podrá pedir al juez que autorice la venta de los bienes o
títulos dados en prenda cuando venza la obligación garantizada”, y el propio
precepto agregaba “de la petición del acreedor se correrá traslado al deudor
y éste, en el término de tres días podrá oponerse a la venta, exhibiendo el
importe del adeudo”.
Se establecía el procedimiento de valuación y se señalaba que el
producto de la venta sería conservado en prenda por el acreedor en
sustitución de los bienes o títulos vendidos.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[21] critica la sustitución de la garantía por venta
del objeto al señalar “si la enajenación se hace para cumplimiento de la
obligación, lo lógico es que el producto de la venta pase a poder del
acreedor y no a crear un valor de sustitución de una obligación ya vencida”.
El artículo relativo contenía evidentes vicios de inconstitucionalidad, ya
que por un lado, al establecer como única posibilidad para el deudor
prendario la de realizar el pago y de ese modo evitar la ejecución en sus
bienes, se le privaba de los mismos sin respeto a una de las más importantes
garantías de seguridad jurídica tutelada por el artículo 14 constitucional
como lo es el derecho de audiencia, ya que para ello no se cumplían las
formalidades esenciales del procedimiento definidas en jurisprudencia por
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a saber: la oportunidad de ser
oído en defensa, la oportunidad probatoria, la de alegar y finalmente la de
que se emitiese una resolución.
Con motivo de lo anterior, la propia Corte determinó declarar la
inconstitucionalidad del precepto relativo en la parte antes señalada, al
considerar que el mismo solamente permitía al deudor oponerse a la venta
de los bienes pignorados, mediante la exhibición del precio y que tal
violación se producía aunque el acreedor adquiriera un derecho real sobre la
cosa dada en prenda, pues el contrato no le transfería la propiedad del bien,
de modo que autorizaba la autoridad judicial al acreedor a vender una cosa
ajena sin darle oportunidad al dueño de ser oído antes de ser privado del
derecho a disponer de la cosa de su propiedad y que dicha privación no
podía ser reparada mediante el juicio que se promoviera en relación con el
cumplimiento y pago de la obligación principal, pues aun si el fallo le fuera
favorable, el deudor no recuperaría la cosa, sino solo el producto de su
venta.[22]
Lo anterior motivó que en la reforma publicada en fecha 23 de mayo de
dos mil, antes referida, se modificara el artículo 341 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, para establecer ahora un procedimiento
que contiene enormes deficiencias y ambigüedades de carácter procesal.
El artículo reformado establece:
Artículo 341.—El acreedor podrá pedir al juez que autorice la venta de los bienes o títulos
dados en prenda, cuando se venza la obligación garantizada.
El juez correrá traslado de inmediato al deudor de dicha petición, notificándole que contará
con un plazo de 15 días contados a partir de la petición del acreedor para oponer las defensas y
excepciones que le asistan, a efecto de demostrar la improcedencia de la misma, en cuyo caso el
juez resolverá en un plazo no mayor a 10 días. Si el deudor no hace valer este derecho, el juez
autorizará la venta.
NOTAS
[1] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Diccionario de Derecho Mercantil, op. cit.,
Universidad Nacional Autónoma de México y Porrúa, México, 2001. p.382.
[2] Cfr., ROJINA VILLEGAS, Rafael, Compendio de Derecho Civil, op. cit., pp. 456 y 457.
[3] DE PINA, Rafael, op. cit., p. 206.
[4] MUÑOZ, Luis, Teoría General del Contrato, Cárdenas Editor y Distribuidor, México, 1973,
p.115.
[5] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 411.
[6] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p.513.
[7] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 413.
[8] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 233.
[9] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 237.
[10] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 231.
[11] Ibid., p. 233.
[12] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 234.
[13] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 226.
[14] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 733.
[15] Ibid, p. 229.
[16] Refiere VÁZQUEZ DEL MERCADO que la prenda en esta forma implica que los bienes que la
constituyen quedan en posesión del deudor, en consideración a que el desarrollo de la empresa así lo
requiere, toda vez que desposeer de ellas al deudor podría implicar la paralización de la misma.
VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, Contratos Mercantiles, op. cit., p. 412.
[17] En efecto, con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 23
de mayo de 2000, se adiciona entre otros el artículo 346 que establece: “La prenda sin trasmisión de
posesión constituye un derecho real sobre bienes muebles que tiene por objeto garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago, conservando el deudor la posesión
material de tales bienes. Excepcionalmente, podrá pactarse que el acreedor o un tercero tenga la
posesión material de los bienes pignorados”. Se destaca para el caso de ejecución de la garantía, el
contenido del segundo párrafo del artículo relativo que establece: “En cualquier caso, el proceso de
ejecución de la garantía se sujetará a lo establecido por el Libro Quinto, Título Tercero bis del Código
de Comercio”.
[18] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Prenda Mercantil, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas y Porrúa, Tomo IV, Nuevo Diccionario Jurídico Mexicano, Porrúa, México, 2001, p. 2965.
[19] CERVANTES AHUMADA, op. cit., p. 286.
[20] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 412.
[21] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 238.
[22] Por la relevancia que para nuestro estudio tiene la tesis emitida por la Corte, a continuación
se realiza su trascripción: PRENDA, EL ARTÍCULO 341 DE LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE
CRÉDITO ES INCONSTITUCIONAL POR VIOLACIÓN A LA GARANTÍA DE AUDIENCIA.—El procedimiento establecido
en el artículo 341 de la Ley Genera! de Títulos y Operaciones de Crédito, por virtud del cual el
acreedor prendario puede obtener la autorización judicial para la venta del bien dado en prenda, con
el propósito de sustituir dicho bien por su valor en numerario es contrario a la garantía de audiencia
consagrada en el artículo 14 constitucional porque sólo permite al deudor oponerse a la venta
mediante la exhibición del importe del adeudo, sin darle la oportunidad de oponer y acreditar todas
las defensas y excepciones que le asistan, para demostrar la improcedencia de la solicitud del
acreedor sin que sea el caso de considerar que esta deficiencia de la norma de que se trata pueda ser
colmada mediante la aplicación supletoria de las reglas del Código de Comercio que establecen las
formalidades propias de un juicio, pues los términos empleados por el legislador revelan con claridad
su intención de establecer un procedimiento privilegiado incompatible, por su propia naturaleza, con
las normas aplicables a los juicios mercantiles. La violación a la garantía de audiencia se produce
aunque el acreedor adquiera un derecho real sobre la cosa dada en prenda, pues el contrato de prenda
no le transfiere la propiedad del bien, sino que ésta permanece en la esfera del deudor, quien conserva
para sí los poderes de dueño, excepto el de la tenencia material de la cosa cuando así se pacte, e
incluso puede el deudor enajenar la cosa a un tercero, conservando la garantía; en ese sentido, de
acuerdo con el artículo en cuestión, la autoridad judicial autoriza al acreedor a vender una cosa ajena,
sin darle oportunidad al dueño de ser oído y vencido en juicio antes de ser privado del derecho a
disponer de una cosa de su propiedad y, como consecuencia del derecho de usar y disfrutar de la
misma, lo cual significa una violación a la garantía de audiencia considerando que dicha privación no
podía ser reparada mediante el juicio que eventualmente se promoviera en relación con el
cumplimiento y pago de la obligación principal garantizada, pues, aun si el fallo fuera favorable al
deudor, éste no recuperaría la cosa sino sólo el producto de su venta.
Amparo en revisión 161/94. Jorge Armando López Estolano. 6 de noviembre de 1995. Mayoría
de 6 votos. Ponente; Guillermo I. Ortíz Mayagoitia. Secretario José Luis Alducin Fresno.
Amparo en revisión 1742/94. María del Refugio Fragoso Valenzuela. 6 de noviembre de 1995.
Mayoría de 6 votos. Ponente; Guillermo Ortiz Mayagoitia. Secretario: Homero Fernando Reed
Ornelas.
Amparo en revisión 184/95. Felipe Gutiérrez Seldner. 6 de noviembre de 1995. Mayoría de 6
votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretaria: Adriana Campuzano de Ortiz.
Amparo en revisión 2201/95. Artemisa Velásquez Verdín de Velasco. 6 de noviembre de 1995.
Mayoría de 6 votos. Ponente: José de Jesús Pelayo. Secretario: Jorge Carenzo Rivas. Pleno.
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. 9a. Época. Tomo II. Diciembre de 1995, Tesis P.
CXXI/95, p. 239.
[23] Sobre el particular, a continuación se transcribe la jurisprudencia establecida por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, de cuya lectura se podrá apreciar que el precepto que
autoriza la venta de los bienes pignorados sin dar al deudor prendario la oportunidad de ser oído en
defensa, es contrario al texto constitucional: FORMALIDADES ESENCIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE
GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO.—La garantía de audiencia
establecida por el artículo 14 constitucional consiste en otorgar al gobernado la oportunidad de
defensa previamente al acto privativo de la vida, libertad, propiedad, posesiones o derechos, y su
debido respeto impone a las autoridades, entre otras obligaciones, la de que en el juicio que se siga
“se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento”. Estas son las que resultan necesarias
para garantizar la defensa adecuada antes del acto de privación y que, de manera genérica, se
traducen en los siguientes requisitos: 1) La notificación del inicio del procedimiento y sus
consecuencias; 2) La oportunidad de ofrecer y desahogar las pruebas en que se finque la defensa; 3)
La oportunidad de alegar; y 4) El dictado de una resolución que dirima las cuestiones debatidas. De
no respetarse estos requisitos, se dejaría de cumplir con el fin de la garantía de audiencia, que es
evitar la indefensión del afectado. P./J. 47/95.
Amparo directo en revisión 2961/90. Ópticas Devlyn del Norte, S. A. 12 de marzo de 1992.
Unanimidad de diecinueve votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ma. Estela Ferrer
Mac Gregor Poisot.
Amparo directo en revisión 1080/91. Guillermo Cota López. 4 de marzo de 1993. Unanimidad
de dieciséis votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretaria: Adriana Campuzano de Ortiz.
Amparo directo en revisión 5113/90. Héctor Salgado Aguilera. 8 de septiembre de 1994.
Unanimidad de diecisiete votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretario: Raúl Alberto Pérez Castillo.
Amparo directo en revisión 933/94. Blit, S. A. 20 de marzo de 1995. Mayoría de nueve votos.
Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ma. Estela Ferrer Mac Gregor Poisot.
Amparo directo en revisión 1694/94. María Eugenia Espinosa Mora. 10 de abril de 1995.
Unanimidad de nueve votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ma. Estela Ferrer Mac
Gregor Poisot.
El Tribunal Pleno en su sesión privada celebrada el veintitrés de noviembre en curso, por
unanimidad de once votos de los ministros: presidente José Vicente Aguinaco Alemán, Sergio
Salvador Aguirre Anguiano, Mariano Azuela Güitrón, Juventino V. Castro y Castro, Juan Díaz
Romero, Genaro David Góngora Pimentel, José de Jesús Gudiño Pelayo, Guillermo I. Ortiz
Mayagoitia, Humberto Román Palacios, Olga María Sánchez Cordero y Juan N. Silva Meza; aprobó,
con el número 47/1995 (9a.) la tesis de jurisprudencia que antecede; y determinó que las votaciones
de los precedentes son idóneas para integrarla. México, Distrito Federal, a veintitrés de noviembre de
mil novecientos noventa y cinco. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. Novena Época. Tomo II, Diciembre de 1995. Tesis: P./J. 47/95 Página: 133. Tesis de
Jurisprudencia.
[24] En relación con este aspecto a continuación se transcribe el criterio sustentado por el
Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Tercer Circuito. PRENDA. VENTA DE BIENES OTORGADOS
EN.—No es verdad que sea necesaria la promoción de un juicio formal, para pedir la autorización de
la venta de los bienes otorgados en prenda, pues el artículo 341 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, faculta a los acreedores que gozan de un crédito de esa naturaleza, para que,
como medida precautoria pidan al juez autorice la venta de los bienes dados en prenda, como
tampoco lo es que tal medida, prive a los deudores de la garantía de audiencia, pues, en primer lugar,
dicha determinación es provisional, explicable en función de la urgencia de llevarla a cabo, en
segundo, porque se celebra bajo el consentimiento de los deudores, quienes la otorgaron al celebrar el
contrato relativo y, tercero, porque la garantía de audiencia quedará satisfecha una vez iniciado el
juicio y se emplace al deudor, en el cual podrá alegar, en todo caso, sobre la exigibilidad de la
obligación principal, nulidad, prescripción, pago parcial o total, etcétera, el producto de la venta no lo
recibe el acreedor de inmediato, en pago, sino que lo conserva en depósito, para que su destino se
decida en el mismo pleito; Esto es, una vez dilucidadas las cuestiones que hubiesen planteado.
Amparo en revisión 561/92. Héctor Rogelio Ocampo Salazar y coagraviados. 18 de febrero de 1993.
Unanimidad de votos. Ponente Carlos Arturo González Zárate. Secretario José Luis Fernández
Jaramillo. Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo XII. Noviembre de 1993.
Tribunales Colegiados. Página 398.
[25] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 226.
[26] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 740.
[27] En efecto, los Tribunales Colegiados de Circuito emitieron el criterio que publicado en el
Semanario Judicial de la Federación bajo el Tomo: VI, Segunda Parte-1, Julio a Diciembre de 1990,
visible en la página 225, se transcribe a continuación: PRENDA, PROCEDIMIENTO ESPECIAL DE VENTA. NO LO
DEROGAN LAS REFORMAS A LOS JUICIOS MERCANTILES.—Al establecerse en el artículo 341 de la Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito un procedimiento mercantil especial y diverso de los de
naturaleza contenciosa, a los que el Código de Comercio se refiere como juicios ordinarios o
ejecutivos, es evidente que no existe oposición entre ese precepto y lo señalado en el artículo 1055
del Código en cita, puesto que no se establece un tipo de juicio diverso de los indicados, sino un
procedimiento de otra índole, de manera que las disposiciones que rigen los juicios ordinarios y los
ejecutivos de naturaleza mercantil, al igual que las reformas contenidas en el decreto publicado en el
Diario Oficial de la Federación de cuatro de enero de mil novecientos ochenta y nueve, resultan
inaplicables al procedimiento especial para venta de bienes otorgados en prenda y, por ende, no se
produce la oposición que, según lo alegado por la acreditada, da lugar a que se estime derogado el
precepto de la ley mercantil citado. Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito.
Amparo directo 2985/89. Auto Express Juárez, S. A. de C. V. 12 de julio de 1990. Unanimidad de
votos. Ponente: José Luis Caballero Cárdenas. Secretaria: Ana Rosa Granados Guerrero.
[28] Véase contrato de fideicomiso, procedimientos de ejecución.
TÍTULO CUARTO
CONTRATOS BURSÁTILES
CAPÍTULO I
1. CONCEPTO
El contrato de intermediación bursátil es aquél por virtud del cual un
sujeto concede a la casa de bolsa debidamente autorizada y constituida para
tal fin, la facultad de representación para que ésta realice diversas
operaciones de compraventa de valores cotizables en la bolsa de valores,
inscritos en el Registro Nacional de Valores, mediante el pago de una
contraprestación.
Para CARVALLO YÁÑEZ[10] es la actividad mediante la cual una persona
moral debidamente facultada por las autoridades financieras pone en
contacto al oferente de valores con el demandante de éstos, solamente
realizable por sociedades que se encuentran inscritas en el Registro
Nacional de Valores e Intermediarios que podrán intermediar con valores
inscritos en la sección de valores o especial del mismo registro.
Así dice Sánchez Calero[11] que las operaciones deben realizarse con la
participación obligatoria de al menos una entidad que ostente la condición
de miembro del correspondiente mercado, sin lo cual serían nulas de pleno
derecho, de lo que puede deducirse que tendrán la condición de operaciones
bursátiles, las trasmisiones a título de compraventa de los valores
negociados en bolsa con la participación obligatoria de, al menos una
sociedad o agencia de valores y bolsa.
NOTAS
[1] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, op. cit., p. 33.
[2] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de derecho Mercantil, op. cit., p. 227.
[3] Cfr., PIZARRO LEÓN, Manuel, Naturaleza Jurídica del Contrato de Reporto, Seminario de
Derecho Mercantil y Bancario, Facultad de Derecho, UNAM, México, 1955. p. 27.
[4] Ibidem.
[5] BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, op. cit., p. 35.
[6] Cfr., BOLLINI SHAW y GOFFAN, Mario, Operaciones Bursátiles y Extrabursátiles, Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, Argentina, 1999, pp. 122 y 123.
[7] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 496 y 497.
[8] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 497 y 498.
[9] VÁZQUEZ DEL MERADO, Óscar, op. cit., p. 456.
[10] CARBALLO YÁNEZ, Erick, Nuevo Derecho Bancario y Bursátil, 2ª ed., Porrúa, México, 1997,
pp. 178 y 179.
[11] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 498.
[12] CARBALLO YÁNEZ, Erick, op. cit., p. 173.
[13] Sobre tales modalidades de contratación, y su forma de acreditarla, a continuación
transcribimos el criterio de los Tribunales Colegiados de Circuito, siguiente: CONTRATO DE
INTERMEDIACIÓN BURSÁTIL NO DISCRECIONAL. MEDIOS A TRAVÉS DE LOS CUALES PUEDEN PROBARSE LAS
INSTRUCCIONES QUE LOS INVERSIONISTAS DAN A LAS CASAS DE BOLSA PARA QUE REALICEN OPERACIONES
AUTORIZADAS POR LA LEY.—De conformidad con lo dispuesto en los artículos 90 y 91, fracciones I, II, V
y VIII de la Ley del Mercado de Valores, las operaciones celebradas por la casa de bolsa con su
clientela inversionista y por cuenta de la misma, se regirán por las previsiones contenidas en los
contratos de intermediación bursátil, en los cuales el cliente confiere un mandato general para que
por su cuenta, la casa de bolsa realice las operaciones autorizadas por la ley, contratos que pueden
pactarse bajo dos modalidades diferentes, una de manera no discrecional, en la que la casa de bolsa,
en el desempeño de su encargo, actuará conforme a las instrucciones del cliente que reciba el
apoderado para celebrar operaciones con el público, y la otra, cuando en el contrato se pacte el
manejo discrecional de la cuenta. Cuando el contrato bursátil se pacta bajo la modalidad no
discrecional, las instrucciones del cliente para la ejecución de operaciones concretas o movimientos
en la cuenta del mismo, podrán hacerse de manera escrita, verbal o telefónica, debiendo precisarse en
todo caso el tipo de operación o movimiento, así como el género, especie, clase, emisor, cantidad,
precio y cualquier otra característica para identificar los valores materia de cana operación o
movimiento en la cuenta, pudiendo convenir el uso de carta, telégrafo, télex, telefax, o cualquier otro
medio electrónico, de cómputo o telecomunicaciones para el envío, intercambio o, en su caso, la
confirmación de las órdenes de la clientela inversionista, precisándose las claves de identificación
recíproca, las que sustituirán la firma autógrafa, por lo que las constancias documentales o técnicas
en donde aparezcan producirán los mismos efectos que las leyes otorgan a los documentos suscritos
por las partes y tendrán igual valor probatorio. De lo establecido en los anteriores dispositivos
legales, se infiere que las instrucciones que los inversionistas dan a la casa de bolsa para realizar
operaciones autorizadas por la ley, tratando se de contratos de intermediación bursátil en los que se
pacte un manejo de la cuenta no discrecional, solo pueden probarse con las constancias documentales
o técnicas en las que consten dichas instrucciones y la firma autógrafa o electrónica correspondiente,
o bien, con la constancias que al efecto se hayan pactado en el contrato respectivo. Quinto Tribunal
Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo directo 565/2000. Efraín y Marco Antonio
Dávalos Padilla. 13 de octubre de 2000. Unanimidad de votos. Ponente: Efraín Ochoa Ochoa.
Secretario: Salvador Martínez Cabillo. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo XIII, enero del 2001. Tesis:
1.5o.C.90 C. Página: 1699. Tesis Aislada.
[14] En relación con los estados de cuenta a continuación se transcribe el criterio emitido por los
Tribunales Colegiados, siguiente: ESTADOS DE CUENTA EMITIDOS POR UNA CASA DE BOLSA. LA FALTA DE
OBJECIÓN OPORTUNA NO IMPLICA LA PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN DERIVADA DEL INCUMPLIMIENTO AL CONTRATO
RESPECTIVO.—La consecuencia establecida en la cláusula de un contrato de intermediación bursátil,
para el caso de la falta de objeción de los estados de cuenta, consistente en considerar que éstos se
encuentran consentidos por el cliente, de ninguna manera implica la prescripción de las acciones que
este último tuviera contra la casa de bolsa, por las que le reclamó la falta de cumplimiento de sus
obligaciones. Ello es así, porque el hecho de que se tengan por consentidos los estados de cuenta por
parte de la actora, no libera a la institución de responder por el incumplimiento de las obligaciones
que adquirió por virtud del contrato, y por tanto, la falta de objeción oportuna a los estados de cuenta
solo crea una presunción de conformidad con su contenido que no puede tener la consecuencia de
extinguir las acciones que se tuvieren en su contra, toda vez que lo que se requiere para que una
acción prescriba, es que su titular deje transcurrir el término previsto en la ley para su ejercicio, sin
hacerlo; lo que no se actualiza por el hecho de no objetar los estados de cuenta en los términos
establecidos en la cláusula aludida, ya que la objeción de los estados de cuenta no implica el ejercicio
de una acción contra la institución bursátil, sino solo oponerse a la información contenida en
aquellos. Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo directo 12433/98.
María de Lourdes Ruiz Espinoza. 7 de julio de 2000. Unanimidad de votos. Ponente: Neófito López
Ramos. Secretaria: Mónica Cacho Maldonado. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo XII, septiembre del 2000.
Tesis: 1.3o.C.202 C Página: 746. Tesis aislada.
CAPÍTULO II
CONTRATO DE REPORTO
El reporto constituye una operación que puede ser realizada tanto por
las instituciones de crédito, como en operaciones directas en bolsa de
valores en cuyo caso, será operado por un agente de bolsa.
Refiere por su parte CERVANTES AHUMADA[6] que el uso del reporto se ha
extendido indebidamente a la práctica bancaria ya que se utiliza para cubrir
operaciones de préstamo con garantía prendaria, por lo que de esa forma se
viola la prohibición del pacto comisorio ya que los bancos en vez de
celebrar un contrato de préstamo con garantía de títulos, prefieren
reportarlos y así, si el reportado no cubre al vencimiento el valor fijado a los
títulos, quedan éstos como propiedad definitiva del banco. Y agrega; de
modo que el reporto en la práctica mexicana ha salido del terreno bursátil
para internarse en los campos de la actividad bancaria.
En lo relativo al reporto bancario, DÁVALOS MEJÍA[7] señala que está
diseñado para prestar servicios exclusivamente en operaciones en valores,
para operaciones bursátiles, y que su régimen legal obedece a diferentes
reglas, según el perfil del negocio que el intérprete deba sustentar, de modo
que si se refiere a la intermediación, registro, autorización y demás, relativo
al mercado de valores, queda sometido a la Ley del Mercado de Valores,
pero en lo tocante a su consistencia contractual lo está a la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito pero de forma supletoria a la Ley de
Instituciones de Crédito.
1. CONCEPTO
Es definido por Carlos BOLLINI y Mario GOFFAN[8] como el contrato por
el que el reportador adquiere por una suma de dinero la propiedad de títulos
de crédito y se obliga a transferir al reportado la propiedad de otros tantos
títulos de la misma especie, en el plazo convenido y contra reembolso del
mismo precio, más un premio, que generalmente queda a beneficio del
reportador.
Para León BOLAFFIO[9] es aquel contrato por medio del cual el reportado
transfiere la propiedad y entrega al reportador, por la suma convenida, y de
él inmediatamente percibida, determinados títulos de crédito por un tanto
que se llama tasa o precio del reporte; a su vez, por el mismo contrato, el
reportador se obliga, contra reembolso de la suma originalmente pagada, a
transferirlos al vencimiento pactado al reportado, obligado a rescatar otros
tantos títulos de la misma especie.
Dicho autor establece entonces como rasgos característicos del contrato
de reporto: una transferencia hecha por el reportado a título de propiedad y
de pago inmediato de títulos de crédito, con la entrega, también inmediata
de los mismos al reportador por ser un contrato real, que la tradición de los
títulos perfecciona el reporto.
El contrato de reporto aparece normado en nuestro país hasta la
expedición en el año de 1932 de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, en cuyo artículo 259 se señala que en virtud del reporto, el
reportador adquiere por una suma de dinero la propiedad de títulos de
crédito, y se obliga a transferir al reportado la propiedad de otros tantos
títulos de la misma especie, en el plazo convenido y contra reembolso del
mismo precio más un premio. El premio queda en beneficio del reportador,
salvo pacto en contrario.
El reporto se perfecciona por la entrega de los títulos y por su endoso,
cuando sean nominativos.
Dice Rodríguez Rodríguez[10] que dada la definición anterior, se siente
uno fácilmente inclinado al contrato de reporto como una yuxtaposición de
dos contratos de compraventa. Por el primer contrato, el reportador
compraría los títulos y pagaría el precio al reportado; por el segundo, el
reportador vendería los títulos y cobraría el precio más la prima al
reportado, por lo que entendemos siguiendo a la doctrina dominante que es
un contrato sui géneris, una auténtica operación de crédito en cuanto
implica una prestación actual y una contraprestación diferida en la que el
plazo es esencial.
Y BOLLINI, Carlos y GOFFAN[11] agregan que por el reporto se trasmite el
dominio pero a cuenta del reportado, y por tal motivo, debe mantenerse el
valor económico de los títulos recibidos, es decir, deben realizarse los actos
conservatorios de los mismos.
NOTAS
CONTRATOS ATÍPICOS
INTRODUCCIÓN
Y agrega:
la aceptación de los contratos innominados como eficaces, responde a la necesidad social de
llenar una laguna en el ordenamiento jurídico contractual que el legislador no ha previsto, pero
esta laguna puede y debe ser cubierta inmediatamente que sea advertida por el propio legislador,
convirtiendo el contrato de innominado en nominado.
Puede no obstante ocurrir, y de hecho ocurre, que en algunos casos nos
encontremos frente a supuestos en donde si bien la ley no regula de una
manera propia o completa al acto o contrato, contiene, sin embargo algunas
referencias tales como su definición, aspectos genéricos, o bien establece de
manera incompleta algunos aspectos o simples referencias.
Lo anterior nos lleva a establecer la diferencia entre contratos típicos y
nominados, ya que en los supuestos referidos en el párrafo anterior,
estaríamos frente a un acto que si bien es nominado porque la ley
normalmente mercantil o a veces fiscal, establece su concepto o bien
contiene escasas referencias, sin regular de una manera completa su
contenido esencial, no podríamos considerar que se trate de un contrato
típico.
En el mismo sentido se pronuncia ARCE GARGOLLO[3] cuando señala: “la
regulación del contrato típico, supone la reglamentación en cuanto a sus
características y contenido obligacional, a los efectos que el contrato
produce entre las partes, y, en su caso, a la existencia de normas supletorias
de la voluntad de los contratantes”, y agrega: “algunos de estos contratos,
sin dejar de ser atípicos, pueden tener una denominación otorgada por la
ley, son los llamados contratos nominados”.
Tal sería el caso de diversos actos que son señalados por el Código de
Comercio en su artículo 75, como actos de comercio que sin embargo
carecen de regulación en las leyes mercantiles.[4]
Encontramos asimismo algunos supuestos como el del contrato
estimatorio, que durante mucho tiempo se mantuvo como atípico, pero que
tenía, sin embargo, referencia en la derogada Ley de Quiebras y de
Suspensión de Pagos, para permitir que mediante la tramitación del
incidente de separación de la masa de la quiebra, el propietario de un bien
dejado en consignación, pudiese recuperarlo, de conformidad con el artículo
159, fracción VI, inciso a).
En el caso del contrato de franquicia, si bien la Ley de Propiedad
Industrial solamente proporcionaba su concepto y algunos otros aspectos
mínimos que se contenían en el artículo 142, con motivo del decreto de
reformas y adiciones publicado en el Diario Oficial de la Federación con
fecha 25 de enero del año 2006, en el que le fueron incorporados los
artículos 142 Bis y 142 Bis 1 al 3, se cuenta ya con una regulación completa
del contrato relativo.
Tenemos también el caso del contrato de corretaje o mediación, agencia
y distribución, donde el artículo 14, fracción IV, de la Ley del Impuesto al
Valor Agregado establece:
Artículo 14.—Para los efectos de esta Ley se considera prestación de servicios
independientes:
IV. El mandato, la comisión, la mediación, la agencia, la representación, la correduría, la
consignación y la distribución.
NOTAS
CONTRATOS DE AGENCIA
1. ASPECTOS GENERALES
La agencia es una forma de intermediación mercantil en donde el
agente, con o sin representación se encarga de la realización de negocios
ajenos. La labor del agente se centra esencialmente en la promoción y
gestión de los negocios o contratos por cuenta de un tercero.
En la medida en que el agente desarrolle su trabajo en forma
independiente, es un auxiliar del comercio.
El agente puede ser un comisionista o bien un simple intermediario,
tener constituida una empresa de representación, pero solamente obrará con
facultades de representación si tiene conferido un mandato, ya que de lo
contrario sería un gestor o bien un simple intermediario.
Para ARCE GARGOLLO[1] el contrato de agencia difiere del mandato
únicamente en que el mandatario se compromete a celebrar los contratos, no
a conseguir contratantes a la otra parte, y que la actividad del agente, se
caracteriza por la promoción y, en su caso, la conclusión de los negocios y
contratos por cuenta del empresario.
Para OLVERA DE LUNA[2] la agencia es el contrato por medio del cual un
empresario mercantil acepta hacerse cargo indefinidamente de la promoción
de los productos de otro empresario y de la contratación a su nombre,
recibiendo a cambio una retribución en numerario.
Dice Barrera GRAF[3] que poder significa otorgar facultades
representativas, y no solo encargos, ya que en la mayoría de los casos los
agentes carecen de representación de modo que no obligan al principal por
cuya cuenta actúan y no están autorizados a celebrar contratos sino a
promoverlos y gestionarlos.
Para BOLAFFIO[4] los mediadores son auxiliares que coadyuvan con el
comerciante en el ejercicio de su industria o de su comercio y que son
intermediarios neutrales en el negocio porque con tal calidad tratan con
cada una de las partes, aconsejando, conciliando, inclinando la voluntad de
los futuros contratantes para conseguir ponerlos de acuerdo, y los distingue
de la agencia al señalar que en ésta, los negocios operan en una residencia
estable, proporcionando indicaciones e informaciones a quien necesite
cosas o servicios, encargándose de dar publicidad y de anunciar las
empresas más variadas, ofreciendo al público su conocimiento técnico de
los negocios y su manera de realizarlos, de modo que provoca y da
satisfacción a toda demanda, acercándola objetivamente a la oferta, sin
participar en las relaciones personales que se derivan del conocimiento de
las operaciones propuestas a los clientes y sin tener que aproximar
subjetivamente el peticionario al operante, como hace el mediador.
MANTILLA MOLINA[5] dice que el agente de comercio es la persona física
o moral, que de modo independiente se encarga de fomentar los negocios de
uno o varios comerciantes.
En el mismo sentido se pronuncia BARRERA GRAF,[6] cuando señala:
“similar a la actuación de los mediadores, es la de los agentes de comercio,
en cuanto que se trata de auxiliares independientes del comercio pero la
relación que los liga a éste, no es de mediación, sino de promoción y
fomento de sus negocios y actividades”.
El agente de comercio es reconocido por diversas leyes mercantiles, y
otras diversas, a saber:
El Código de Comercio, cuando señala en su artículo 75, fracción X,
que la ley reputa actos de comercio; Las empresas de comisiones, de
agencias, de oficinas de negocios comerciales y establecimientos de ventas
en pública almoneda;
El propio Código de Comercio en su artículo 323:
Artículo 323.—Los dependientes viajantes autorizados con cartas u otros documentos para
gestionar negocios, o hacer operaciones de tráfico, obligarán a su principal dentro de las
atribuciones expresadas en los documentos que los autoricen;
2. CONCEPTO
Lo podemos definir como aquel contrato por virtud del cual el agente se
encarga en forma independiente, de promover con o sin representación, la
realización de uno o varios negocios ajenos hasta su conclusión, a favor de
un principal, mediante el pago de una contraprestación.
De conformidad con el Diccionario de la Real Academia Española, por
agencia debemos entender el oficio o encargo que se hace a un agente, o
bien aquella empresa cuyo objeto es el de gestionar asuntos ajenos, y la
sucursal o delegación subordinada a una empresa, y el agente será quien
obra con poder de otro en la realización de negocios ajenos.
Para SÁNCHEZ CALERO[7] contrato de agencia es aquél por virtud del cual
un empresario, de manera permanente, mediante una retribución y con una
cierta independencia, asume el encargo de preparar o realizar contratos
mercantiles por cuenta y en nombre de otro empresario.
NOTAS
1. ASPECTOS GENERALES
Otra forma de intermediación es la que se deriva del contrato de
corretaje que puede ser de carácter privado como en el caso del mediador en
los negocios mercantiles, o bien el que se refiere a la actividad que
desempeñan los corredores públicos, quienes pueden participar tanto como
intermediarios para la preparación de negocios o bien, otorgando la
formalidad requerida por la ley a los contratos en que intervengan.
La doctrina ha expresado que en torno a este contrato existe una cierta
confusión[1] en razón de que bajo el vocablo de corretaje se enmarca por un
lado la actividad del corredor privado que no es otra cosa que un mediador
en los negocios mercantiles, pero que agota su actividad en su conclusión
sin intervención formal alguna en ellos.
Tal actividad se encuentra referida por el artículo 75, fracción XIII, del
Código de Comercio, cuando considera como acto de comercio a: las
operaciones de mediación en negocios mercantiles.
Así, dice Mantilla Molina[2] que estos intermediarios, por cuya actividad
se ponen en contacto las partes y determinan el contenido del negocio
jurídico que van a celebrar, reciben en la práctica el nombre de corredores,
y para diferenciarlos de aquellos cuya actividad consagra el Código de
Comercio, los denominamos corredores libres o corredores privados, pero
claro es que sus funciones se limitan a la simple intermediación.
Vázquez Pando[3] por su parte señala: “la actividad del mediador está
dirigida a lograr la celebración de algún negocio jurídico, y en tal sentido el
mediador es independiente de las partes, que llevan a cabo el negocio y no
las representa”.
La mediación es por otro lado, una figura que se asemeja y diríamos, se
confunde con la agencia, a la que nos hemos referido en el capítulo
precedente, pero debemos diferenciarlos en que mientras los agentes
realizan su actividad de manera permanente, y pueden tener representación,
en el corretaje o mediación los actos son esporádicos y determinados, en
tanto que el corredor concluye su actuación cuando ha relacionado a las
partes interesadas en la celebración de un acto jurídico, sin representación
de ninguna de ellas.
Por el otro lado nos encontramos con la figura del corredor público,
quien no solamente está autorizado para asesorar y participar en los
prolegómenos del futuro contrato en el que desde luego puede y en
ocasiones debe intervenir, sino que su actividad de encuentra claramente
delineada en la Ley Federal de Correduría Pública, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el 29 de diciembre de 1992, a la que debe sujetar
su actuación.
En efecto, de conformidad con el artículo 6 de la ley de la materia, los
corredores públicos tienen como funciones, las referidas en el propio
precepto, que son amplísimas, a saber:
Artículo 6o.—Al corredor público corresponde:
I. Actuar como agente mediador, para transmitir e intercambiar propuestas entre dos o más
partes y asesorar en la celebración o ajuste de cualquier contrato o convenio de naturaleza
mercantil;
II. Fungir como perito valuador, para estimar, cuantificar y valorar los bienes, servicios,
derechos y obligaciones que se sometan a su consideración, por nombramiento privado o por
mandato de autoridad competente;
III. Asesorar jurídicamente a los comerciantes en las actividades propias del comercio;
IV. Actuar como árbitro, a solicitud de las partes, en la solución de controversias derivadas de
actos, contratos o convenios de naturaleza mercantil, así como las que resulten entre proveedores
y consumidores, de acuerdo con la ley de la materia;
V. Actuar como fedatario público para hacer constar los contratos, convenios y actos jurídicos
de naturaleza mercantil, excepto en tratándose de inmuebles; así como en la emisión de
obligaciones y otros títulos valor; en hipotecas sobre buques, navíos y aeronaves que se celebren
ante él, así como para hacer constar los hechos de naturaleza mercantil;
VI. Actuar como fedatario en la constitución y en los demás actos previstos por la Ley
General de Sociedades Mercantiles incluso aquellos en los que se haga constar la representación
orgánica;[4]
VII. Cotejar y certificar las copias de las pólizas o actas que hayan sido otorgadas ante ellos,
así como de los documentos que hayan tenido a la vista, que sean de los referidos en los artículos
33 a 50 del Código de Comercio.
VIII. Las demás funciones que le señalen ésta y otras leyes o reglamentos.
Por otro lado, existen algunas leyes tanto mercantiles como fiscales que
se refieren al corretaje o mediación, a saber:
El artículo 14, fracción IV de la Ley del Impuesto al Valor Agregado;
Artículo 14.—Para los efectos de esta ley se considera prestación de servicios independientes:
IV. El mandato, la comisión, la mediación, la agencia, la representación, la correduría, la
consignación y la distribución;
2. CONCEPTO
SÁNCHEZ CALERO[8] lo define señalando: el contrato de mediación o
corretaje es aquél por el que una persona se obliga a abonar a otra, llamada
mediador o corredor, una remuneración por indicarle la oportunidad de
concluir un negocio jurídico con un tercero o por servirle de intermediario
en esa conclusión.
ARCE GARGOLLO[9] por su parte señala que el corretaje o mediación es el
contrato por el que una de las partes (corredor), se compromete a indicar a
otra (comitente), la oportunidad de concluir un negocio jurídico o a servirle
de intermediario en esa conclusión, a cambio de una retribución llamada
comisión o premio.
NOTAS
[1] Véase VÁZQUEZ PANDO, Fernando Alejandro, Diccionario de Derecho Mercantil, Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Ed. Porrúa, S.A., op. cit., p.
150, y ARCE GARGOLLO, op. cit., p. 277.
[2] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 152.
[3] VÁZQUEZ PANDO, Fernando Alejandro, op. cit., p. 151.
[4] La adición que mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación del 23 de
mayo de 2006 se realizó a la fracción VI del artículo 6 de la Ley Federal de Correduría Pública, en la
que se precisa que los corredores públicos pueden hacer constar la representación orgánica de las
sociedades mercantiles a que se refiere el artículo 10 de la Ley General de Sociedades Mercantiles,
está inspirada en la tesis de jurisprudencia emitida por la Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia al resolver la contradicción de tesis 113/2005, cuyo contenido transcribimos a continuación:
CORREDORES PÚBLICOS. ESTÁN FACULTADOS PARA DAR FE EN LA DESIGNACIÓN DE REPRESENTANTES LEGALES
DE LAS SOCIEDADES MERCANTILES Y DE LAS FACULTADES DE QUE ESTÉN INVESTIDOS (REPRESENTACIÓN ORGÁNICA),
CUANDO SE OTORGUEN EN LA CONSTITUCIÓN, MODIFICACIÓN, FUSIÓN, ESCISIÓN, DISOLUCIÓN, LIQUIDACIÓN Y
EXTINCIÓN DE AQUÉLLAS.—Conforme a los artículos 6, fracciones V y VI, de la Ley Federal de
Correduría Pública y 54 de su Reglamento, a los corredores públicos corresponde actuar como
fedatarios para hacer constar los contratos, convenios, actos y hechos de naturaleza mercantil
(excepto en tratándose de inmuebles), así como en la constitución, modificación, fusión escisión,
disolución, liquidación y extinción de las sociedades mercantiles, en la designación de sus
representantes legales y facultades de que estén investidos, y en los demás actos previstos en la Ley
General de Sociedades Mercantiles. Ahora bien, si se toma en cuenta que la representación orgánica
comprende actos como el nombramiento y facultamiento de los órganos de representación de las
sociedades mercantiles (consejo de administración, administradores o gerentes), por ser éstos quienes
en términos del primer párrafo del artículo 10 de la Ley General de Sociedades Mercantiles
representan orgánicamente a la empresa, es indudable que los corredores públicos están autorizados
para certificar tales actos; sin embargo, no están facultados para dar fe del otorgamiento de poderes o
mandatos, los cuales son actos jurídicos de índole civil regulados por la legislación común, pues el
mandato es un contrato previsto en los Códigos Civiles de todas las entidades federativas del país y
que implica un acto de representación voluntaria en tanto que encuentra su fuente en la voluntad de
las partes y se confiere precisamente a través del otorgamiento de un poder, de ahí que las pólizas y
actas expedidas por los corredores públicos en que se hagan constar la designación y facultades de
representación de las sociedades mercantiles (representación orgánica), deberán admitirse para su
inscripción en el Registro Público de la Propiedad y del Comercio, siempre y cuando dichos
instrumentos cumplan con los requisitos legales y se trate de actos exclusivamente de carácter
mercantil. Contradicción de tesis 113/2005.
[5] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 41 y 42.
[6] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 248 y 249.
[7] A continuación se transcribe el criterio relativo: CORREDORES PÚBLICOS. TIENEN FACULTAD PARA
DESEMPEÑAR FUNCIONES COMO FEDATARIOS EN CUESTIONES DE NATURALEZA CIVIL Y MERCANTIL.—De
conformidad con lo dispuesto por los artículos 6o., fracción VI, de la Ley Federal de Correduría
Pública, y 38 y 39 del reglamento de dicha normatividad, corresponde a los corredores públicos
actuar como fedatarios, desde la constitución, hasta la extinción de las personas morales de
naturaleza comercial, pasando por los demás actos previstos por la Ley General de Sociedades
Mercantiles y, en ese sentido, es indudable que tratándose de un poder, civil o no, la certificación del
mandato conferido por una sociedad mercantil, independientemente de su naturaleza, está dentro de
las facultades del corredor público, atento las prescripciones de los artículos de la ley y reglamento en
cita. Sexto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo en revisión 2146/97.
Factor Arme, S. A. de C. V., Organización Auxiliar de Crédito. 21 de agosto de 1997. Unanimidad de
votos. Ponente: Gustavo R. Parrao Rodríguez. Secretario: José Guadalupe Sánchez González.
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. Novena Época. Tomo VI, Septiembre de 1997. Tesis: 1.6o.C.125 C Página: 666. Tesis
Aislada.
[8] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 466.
[9] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 279.
CAPÍTULO III
CONTRATO DE DESCUENTO
1. CONCEPTO
Dice BOLAFFIO[3] que el descuento es la operación por la que el banco,
haciéndose endosar por el cliente, y convirtiéndose por ende en propietario
del título, paga anticipadamente una letra de cambio mediante una
deducción de un tanto por ciento, calificado de cuantía de descuento, que se
deduce y que la constituye por regla general, el interés comercial pagado al
banquero desde el día del descuento, hasta el vencimiento de la letra
descontada.
Refiere Raúl CERVANTES AHUMADA[4] que aunque el descuento no es una
operación bancaria exclusiva, es sin embargo la que con mayor profusión
celebran los bancos comerciales; agrega que es una operación de tipo
especial atípica, y la define señalando: “por el descuento de títulos de
crédito el descontador adquiere del descontatario un título del que éste es
tenedor, y le cubre el importe del título, menos la tasa de descuento (un
tanto por ciento del valor del título, que se deduce)”.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[5] dice que se trata de un crédito en efectivo,
concedido contra entrega de letras de cambio o de pagarés, deducción hecha
del descuento por pago anticipado.
5. EL REDESCUENTO
Es la posibilidad que tienen los bancos en una operación calificada de
pasiva, para disponer de dinero en efectivo, acudiendo a otros bancos
(normalmente el Banco Central), a redescontar los títulos que hayan tomado
inicialmente en operaciones de descuento activo, haciendo partícipe al
banco redescontador de la tasa de descuento que el banco redescontatario
haya cobrado.
Dice Cervantes Ahumada[9] que con los efectos descontados el banco
integra su cartera, de cuyo movimiento depende principalmente el éxito de
la actividad bancaria. Cuando el banco tienen necesidad de disponer de
dinero en efectivo, puede acudir a otros bancos para redescontar los títulos
que él haya tomado en descuento y naturalmente, la tasa de redescuento
debe ser inferior a la tasa de descuento para que el banco redescontatario
obtenga utilidad por la diferencia entre lo que cobró como descontador y lo
que paga al redescontador.
NOTAS
1. CONCEPTO
Es definido por ARCE GARGOLLO[4] señalando:
es aquel por el que el distribuidor (concesionario) se obliga a adquirir, comercializar, y revender a
nombre y por cuenta propia, los productos del fabricante, productor o principal (concedente) en
los términos y condiciones de reventa que éste señale. El empresario tendrá la facultad de
imponer al distribuidor determinadas obligaciones sobre la organización del negocio para la
comercialización y reventa de los productos.
El artículo 16 de la Ley Federal del Trabajo señala que para los efectos
de las normas de trabajo, se entiende por empresa la unidad económica de
producción o distribución de bienes o servicios y por establecimiento la
unidad técnica que como sucursal, agencia u otra forma semejante, sea parte
integrante y contribuya a la realización de los fines de la empresa:
La Ley Federal de Protección al Consumidor establece en sus artículos
2, fracción II, y 95, respectivamente:
Artículo 2.—Para los efectos de esta ley, se entiende por:
II. Proveedor: la persona física o moral que habitual o periódicamente ofrece, distribuye,
vende, arrienda o concede el uso o disfrute de bienes, productos y servicios;
Artículo 95.—Los productos que hayan sido repuestos por los proveedores o distribuidores,
deberán serles repuestos a su vez contra su entrega, por la persona de quien los adquirieron o por
el fabricante, quien deberá, en su caso, cubrir el costo de su reparación o el de la devolución,
salvo que la causa de la devolución sea imputable al proveedor o distribuidor;
El artículo 16, fracción V, de la Ley Federal del Derecho de Autor:
Artículo 16.—La obra podrá hacerse del conocimiento público mediante los actos que se
describen a continuación:
V. Distribución al público: Puesta a disposición del público del original o copia de la obra
mediante venta, arrendamiento y, en general, cualquier otra forma;
5. CAUSAS DE TERMINACIÓN
a) Vencimiento del plazo. Se señala como una causa natural de
terminación del contrato de distribución, pero es factible establecer en el
propio contrato su prórroga automática por distintos períodos;
b) La denuncia que realice cualquiera de las partes a la otra con cierta
anticipación, y
c) La muerte o inhabilitación.
NOTAS
1. CONCEPTO
Son definidas por CHULIÁ VICÉNT, y BELTRÁN ALANDETE[5] como aquellas
que se forman como resultado de un compromiso entre dos o más
sociedades y cuya finalidad es realizar una operación de negocios distinta y
generalmente complementaria de la que desempeñan las empresas
constituyentes.
Dichos autores señalan que en el propio sentido lo ha definido la
Comisión de la Comunidad Económica Europea, al señalar; el joint venture
es una empresa sujeta al control conjunto de dos o más empresas que son
económicamente independientes la una de la otra.
Para ROSTOWSKI[6] se trata de una asociación de dos o más personas para
llevar a cabo una iniciativa individual, una transacción específica o una
singular serie de operaciones para obtener utilidad, y cuya diferencia con el
partnership (sociedad) es que cada parte representa a la sociedad en tanto
que cada joint aventurer no representa a los otros venturerers.
Por nuestra parte, la conceptualizamos como el contrato por cuya virtud
dos o más comerciantes unen sus recursos y esfuerzos para la creación de
una empresa conjunta y permanente, en función de la realización de un
proyecto, creando un ente jurídico, o bien comprometiendo la realización de
actos futuros de comercio y asumiendo riesgos conjuntos así como una
participación mutua en las utilidades y pérdidas que se produzcan.
Nada impide, por otro lado que una sociedad ya constituida y que lleva
operando determinado tiempo, se convierta en empresa conjunta, porque
otras adquieran su participación accionaria para canalizarla de acuerdo con
sus intereses estratégicos comunes.
4. ELEMENTOS REALES
Son definidos por ARCE GARGOLLO[8] del modo siguiente:
a) Objeto, cuyo origen es el contrato de joint venture, que puede ser
muy variado, dependiendo de si está relacionado con un proyecto o trabajo
a ser ejecutado conjuntamente por las partes, lo cual deberá describirse en el
propio contrato y en el caso de que se trate de la realización de actos
futuros, deberán incluirse los elementos esenciales que los configurarán;
b) Las aportaciones, ya que deberá establecerse en el contrato lo que
cada una de las partes aportará al joint venture;
c) El plazo, al que los actos jurídicos quedarán supeditados, sobre todo,
cuando conformen un contrato de promesa;
NOTAS
[1] ARAMOUNI, Alberto, Práctica del Derecho Societario, Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1996.
p. 582.
[2] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, Aspectos Jurídicos de Distintos Contratos
Atípicos, op. cit., pp. 80 y 83.
[3] MARZORATI, Osvaldo, J., Alianzas Estratégicas y Joint Venture, Astrea, Buenos Aires,
Argentina, 1966, p. 151.
[4] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., p. 375.
[5] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, op. cit., p. 80.
[6] Citado por ZULOAGA, Carlos Enrique, Agrupaciones de empresas, Porrúa, México, 2006, p.
87.
[7] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., p. 382.
[8] Ibidem.
[9] MARZORATI, Osvaldo, J., op. cit., p. 110.
[10] CHULIA VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, op. cit., pp. 79 y 80.
CAPÍTULO VI
CONTRATO DE SUMINISTRO
CONTRATO DE TRANSFERENCIA DE
TECNOLOGÍA
1. CONCEPTO
En vista de la dificultad que ofrece la conceptualización del contrato
que nos ocupa, y aun y cuando no se trata por ello, propiamente de un
concepto, DÍAZ BRAVO[4] expresa con claridad el objeto que puede ser
materia del contrato, señalando:
en virtud del contrato de transferencia de tecnología, pueden trasmitirse los conocimientos como
los procedimientos de fabricación (know how) pero, igualmente, manifestaciones de la llamada
propiedad industrial (patentes, marcas, etc.), incluso servicios (asistencia técnica, consultoría,
administración de empresas)
NOTAS
2. SISTEMAS DE CONTRATACIÓN
a) Sistemas que implican un contrato único, con una sola empresa o un
solo grupo de empresas que tendrá a su cargo el cumplimiento de todas las
obligaciones asumidas como contratista.
En el sistema de contratación con una única empresa ésta se encarga de
dar cumplimiento a todas las obligaciones para la conclusión de la obra con
la inclusión de todas las instalaciones y es reconocido por la CNUDMI como:
El sistema por el cual se contrata a un único contratista para que cumpla todas las obligaciones
necesarias hasta la terminación de todas las instalaciones, incluyendo la transferencia de
tecnología, el suministro del diseño, el equipo y los materiales; la instalación del equipo y demás
obligaciones relacionadas con la construcción tales como las obras de ingeniería civil y la
edificación.[11]
NOTAS
[1] Díaz Bravo, Arturo, Contratos Mercantiles, 10a. ed., IURE Editores, México, 2010, p. 444.
[2] Párrafos 7° y 8° de la Guía jurídica de la CNUDMI para la redacción de los contratos
internacionales de construcción de instalaciones, disponible en la dirección siguiente:
http:/www.uncitral.org/unckral/es/uncitral_texts/procurement_inirastructure/1988Guide.html,
consultado el 18 de abril de 2009, pp. 17 y 18.
[3] Artículo 2º de la Ley Modelo de la CNUDMI sobre Contratación Pública de Bienes, Obras y
Servicios, con la guía para la incorporación al derecho interno. 26 período de sesiones (A/CN.9/403).
Disponible en la siguiente dirección:
http:/www.uncitral.org/uncitral/es/uncitral_texts/procurement_infrastructure/1994modelhtml,
consultado el 18 de febrero de 2009.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Estas se encuentran sujetas a la aprobación de la Cámara de Diputados de conformidad con
sus facultades constitucionales, la Ley General de Deuda, la Ley Federal de Presupuesto, y
Responsabilidad Hacendaria en lo relativo a los aspectos que deben contener los contratos y su
difusión pública conforme a la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública
Gubernamental.
[8] NAVA NEGRETE, Alfonso, Contrato de Obra Pública, Enciclopedia Jurídica Mexicana,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, op. cit., p. 583.
[9] Artículo 2° de la Ley Modelo de la CNUDMI, op. cit.
[10] Ibidem.
[11] Guía jurídica de la CNUDMI para la redacción de los contratos internacionales de
construcción de instalaciones, disponible en la dirección siguiente:
http:/www.uncitral.org/uncitral/es/uncitral_texts/procurement_infrastructure/1988Guide.html,
consultado el 18 de abril de 2009, p. 16.
[12] Ibid, p. 18.
[13] GHLF, Donna, La problemática de la subcontratación en el extranjero, desde la prospectiva
de la propiedad intelectual, Administradora de programas PYME, disponible en la siguiente dirección:
http:/www.wipo.int/sme/documents/outsorsing.htm. Consultada el 8 de julio de 2010.
[14] Guía Jurídica de la CNUDMI, para la redacción de los contratos internacionales, op. cit.
[15] ECHAMI, ARDANAZ, Alberto y PENDAS, Ángel, La transferencia de tecnología, aplicación
práctica y jurídica, Ed. Fundación Confemetal, disponible en la siguiente dirección:
http:/books.google.com.mx/books?d=g93qvOMYOE. Consultada el 7 de julio de 2010.
ABREVIATURAS
ALADI Asociación Latinoamericana de Integración.
CPEUM Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
C de CO. Código de Comercio.
CCDF Código Civil para el Distrito Federal.
CCF Código Civil Federal.
CCCIM Convención sobre Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías.
CCI Cámara de Comercio Internacional.
CFF Código Fiscal de la Federación.
CPCDF Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
CFPC Código Federal de Procedimientos Civiles.
CONDUSEF Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros.
CEE Comunidad Económica Europea.
DOF Diario Oficial de la Federación.
IMPI Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial.
INCOTERMS Reglas Internacionales para la Interpretación de los Términos Comerciales.
LGTOC Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
LGICyOA Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares.
LGOAAC Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito.
LIC Ley de Instituciones de Crédito.
LGISMS Ley de General de Instituciones y Sociedades Mutualistas de Seguros.
LGSM Ley General de Sociedades Mercantiles.
LCS Ley Sobre el Contrato de Seguro.
LFIF Ley Federal de Instituciones de Fianzas.
LFPC Ley Federal de Protección al Consumidor.
LPDÜSF Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros.
LFCE Ley Federal de Competencia Económica.
LFCP Ley Federal de Correduría Pública.
LFDA Ley Federal del Derecho de Autor.
LQSP Ley de Quiebras y de Suspensión de Pagos.
LCM Ley de Concursos Mercantiles.
LMV Ley del Mercado de Valores.
LPyFPI Ley de Protección y Fomento a la Propiedad Industrial.
LPI Ley de la Propiedad Industrial.
LRTT Ley Sobre el Control y Registro de la Transferencia de Tecnología y el Uso y Explotación de
Patentes y Marcas.
LIE Ley de Inversión Extranjera.
LAC Ley de Aviación Civil.
LN Ley de Navegación.
LNyCM Ley de Navegación y Comercio Marítimo.
LVGC Ley de Vías Generales de Comunicación.
LA Ley de Amparo.
LFT Ley Federal del Trabajo.
LAASSP Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público.
LOAPF Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.
LISR Ley del Impuesto Sobre la Renta.
LIVA Ley del Impuesto al Valor Agregado.
ONU Organización de las Naciones Unidas.
PFC Procuraduría Federal del Consumidor.
SHCP Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
SECOFI Secretaría de Comercio y Fomento Industrial.
SE Secretaría de Economía.
SCJN Suprema Corte de Justicia de la Nación.
TCC Tribunales Colegiados de Circuito.
UNIDROIT Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado.
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Ley de Instituciones de Crédito.
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Ley Federal de Instituciones de Fianzas.
Ley Federal de Protección al Consumidor.
Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros.
Ley de Quiebras y de Suspensión de Pagos.
Ley del Mercado de Valores.
Ley de la Propiedad Industrial.
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
Código Federal de Procedimientos Civiles.
Reglamento de Procedimientos para la Atención de Quejas Médicas.
Ley de Concursos Mercantiles.
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Ley de Navegación.
Ley de Vías Generales de Comunicación.
Texto Oficial de la Convención Interamericana sobre Derecho aplicable a los Contratos
Internacionales.