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ÍNDICE

PRÓLOGO A LA SEXTA EDICIÓN


PRÓLOGO A LA QUINTA EDICIÓN
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN
PRÓLOGO A LA TERCERA EDICIÓN
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
PRESENTACIÓN

Título Primero

Capítulo I
RÉGIMEN LEGAL EN MATERIA DE SUPLETORIEDAD MERCANTIL SUSTANTIVA

Capítulo II
OBLIGACIONES MERCANTILES
1. Las fuentes de las obligaciones
A. Fuentes Formales
B. Las fuentes Reales
C. Los Principios Generales del Derecho

D. La teoría de la imprevisión
2. Concepto de obligación
A. El contrato
B. El comercio electrónico
C. Los contratos internacionales y el derecho mercantil internacional
D. La lex mercatoria
3. Modalidades de las obligaciones mercantiles
A. Solidaridad
B. Onerosidad
C. Moneda de pago
D. Cláusula de ajuste
E. Término y mora
F. Cláusula penal
G. Lugar de pago
H. Especie y calidad
I. La adhesión mercantil
J. La prescripción y la caducidad
K. La consensualidad mercantil
L. El pacto de exclusiva

Título Segundo
CONTRATOS TÍPICOS

Capítulo I
CONTRATO DE ASOCIACIÓN EN PARTICIPACIÓN
1. Concepto
2. Clasificación Del Contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Naturaleza jurídica
5. Modalidades del contrato

Capítulo II
CONTRATO DE COMPRAVENTA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Mercantilidad de la compraventa
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Modalidades del contrato
6. Compraventas internacionales
8. Las permutas mercantiles
9. La cesión de derechos mercantil

Capítulo III
CONTRATO DE COMISIÓN MERCANTIL
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato
5. Naturaleza jurídica
6. Causas del extinción

Capítulo IV
CONTRATO DE CONSIGNACIÓN O ESTIMATORIO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato
5. Naturaleza jurídica
6. Causas de extinción del contrato

Capítulo V
CONTRATO DE DEPÓSITO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato

Capítulo VI
CONTRATO DE EDICIÓN
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. La protección al derecho de autor
6. Naturaleza jurídica
7. Extinción del contrato

Capítulo VII
CONTRATO DE FIANZA DE EMPRESA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Condiciones para la operación de las instituciones afianzadoras
5. Las reservas técnicas
6. Las garantías y los procedimientos de recuperación
7. Procedimiento de reclamación
A. Reclamación de particulares

Capítulo VIII
CONTRATO DE FRANQUICIA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Clases de franquicia
6. Causas de extinción del contrato

Capítulo IX
CONTRATO DE PRÉSTAMO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Modalidades del contrato

Capítulo X
CONTRATO DE SEGURO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
A. Formación del consentimiento
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Condiciones para la operación de las instituciones aseguradoras
5. Características del contrato de seguro
A. La póliza
B. La Prima
C. El riesgo y la realización del siniestro
C. La agravación del riesgo
E. Rescisión
6. Especies de seguro
A. Contrato de seguro contra los daños
B. Seguro contra incendio
C. Seguro de provechos esperados y de ganados
D. Seguro de transporte terrestre
E. Seguro contra la responsabilidad
F. Seguro sobre las personas
G. Seguro de crédito
H. Seguro de diversos
I. Seguro de caución

Capítulo XI
CONTRATO DE TRANSPORTE
1. Aspectos generales en materia del contrato de transporte
2. Mercantilidad del contrato de transporte
3. Concepto
4. Clasificación del contrato
5. Elementos personales y obligaciones de las partes
6. Diferentes clases de transporte
A. Transporte terrestre
B. Transporte por ferrocarril
C. Transporte marítimo
D. Transporte de personas por agua
E. Contrato de fletamento
F. Prestación de servicios de remolque transporte
G. Transporte de personas
H. El transporte combinado
7. Las INCOTERMS

Título Tercero
CONTRATOS DE CRÉDITO

Capítulo I
CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Apertura de crédito simple
4. Apertura de crédito de habilitación o avío y apertura de crédito refaccionario
5. Modalidades del contrato
A. Otorgamiento de garantías
B. Suscripción de pagarés
C. Aplicación del crédito
6. Causas de extinción del contrato
7. Procedimientos con que cuentan las instituciones para hacer efectivos los créditos otorgados
8. Normatividad en materia de causación de intereses
9. Jurisprudencia emitida por la suprema corte de justicia para resolver las contradicciones de tesis
sustentadas por los tribunales colegiados de circuito en relación con los contratos de apertura de
crédito
A. Capitalización de intereses
B. Supletoriedad
C. Pago de pasivos
D. Apertura de crédito adicional para el pago de intereses (refinanciamiento)
E. Viabilidad económica de los proyectos de inversión
F. Apertura de crédito y préstamo mercantil
G. Intereses

Capítulo II
CONTRATO DE ARRENDAMIENTO FINANCIERO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
A. Opciones terminales
B. Acciones de recuperación

Capítulo III
CONTRATO DE CARTA DE CRÉDITO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato

Capítulo IV
CONTRATO DE CRÉDITO DOCUMENTARIO (CONFIRMADO)
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Naturaleza jurídica
5. Características del contrato
Capítulo V
CONTRATO DE CUENTA CORRIENTE
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Naturaleza jurídica
6. Extinción del contrato

Capítulo VI
CONTRATO DE DEPÓSITO BANCARIO DE DINERO Y DE TÍTULOS
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Depósito bancario de dinero
5. Depósito bancario de títulos

Capítulo VII
DEPÓSITO EN ALMACENES GENERALES DE DEPÓSITO
1. Aspectos generales
2. Concepto
3. Clasificación del contrato
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Características del contrato de depósito en almacenes generales

Capítulo VIII
CONTRATO DE FIDEICOMISO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
A. El fideicomitente
B. La institución fiduciaria
C. Obligaciones de la fiduciaria
D. El fideicomisario
4. Naturaleza jurídica del contrato y los bienes fideicomitidos
5. Modalidades y diferentes clases de contratos de fideicomiso
A. El comité técnico
B. Los fideicomisos prohibidos
C. Especies de fideicomiso
6. Procedimientos de ejecución
A. El procedimiento extrajudicial de ejecución de fideicomiso de garantía o prenda otorgada
sin despiazamiento de posesión
B. El procedimiento judicial de ejecución del Fideicomiso de garantía y de la prenda
constituida sin trasmisión de posesión
7. Causas de extinción del contrato
Capítulo IX
CONTRATO DE FACTORAJE FINANCIERO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato

Capítulo X
CONTRATO DE PRENDA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
A. Derechos y obligaciones del acreedor prendario
B. Derechos y obligaciones del deudor prendario
4. Mercantilidad del contrato de prenda
5. Modalidades del contrato
6. Procedimientos de ejecución

Título Cuarto
CONTRATOS BURSÁTILES

Capítulo I
CONTRATO DE INTERMEDIACIÓN BURSÁTIL
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
A. La prenda bursátil

Capítulo II
CONTRATO DE REPORTO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato

Título Quinto
CONTRATOS ATÍPICOS
INTRODUCCIÓN

Capítulo I
CONTRATOS DE AGENCIA
1. Aspectos generales
2. Concepto
3. Clasificación del contrato
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Características del contrato
6. Causas de terminación del contrato

Capítulo II
CONTRATO DE CORRETAJE O MEDIACIÓN
1. Aspectos generales
2. Concepto
3. Clasificación del contrato
4. Elementos personales y obligaciones de las partes
5. Características del contrato
6. Causas de terminación del contrato

Capítulo III
CONTRATO DE DESCUENTO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. El redescuento

Capítulo IV
CONTRATO DE DISTRIBUCIÓN O CONCESIÓN MERCANTIL
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Causas de terminación

Capítulo V
CONTRATO DE JOINT VENTURE
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Elementos reales
5. Formación del contrato
6. Características del contrato
7. Clases de joint venture
8. Ventajas del joint venture

Capítulo VI
CONTRATO DE SUMINISTRO
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato
5. Causas de terminación del contrato

Capítulo VII
CONTRATO DE TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA
1. Concepto
2. Clasificación del contrato
3. Elementos personales y obligaciones de las partes
4. Características del contrato

Capítulo VIII
CONTRATO DE SISTEMA DE CONTRATACIÓN EN MATERIA DE CONSTRUCCIÓN DE
INSTALACIONES INDUSTRIALES Y PRESTACIÓN DE SERVICIOS, CONOCIDO COMO
“LLAVE EN MANO”, (TURNKEY)
1. Los elementos objetivos del contrato
2. Sistemas de contratación
3. Cláusulas que suelen incorporarse a los contratos en el sistema “llave en mano”
ABREVIATURAS
BIBLIOGRAFÍA
Primera edición, 2006

Copyright © 2014
VÍCTOR M. CASTRILLÓN Y LUNA
Vicente Guerrero 925 PH-2,
Col. Lomas de Cortés, 62270, Cuernavaca, Mor.
Tel. 01-777-3645130
e-mail: victorcastrillon721@hotmail.com

Esta edición y sus características son propiedad de la


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Av. República Argentina 15, 06020, México, DF
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Queda hecho el depósito que marca la ley

Derechos reservados

ISBN digital: 978-607-09-1770-7

Hecho en México por Editorial Porrúa SA de CV / Made in Mexico by Editorial Porrúa SA de CV


A mi madre,
porque sus sacrificios hicieron posible
mi formación profesional.
PRÓLOGO A LA SEXTA EDICIÓN

En la presente edición nos ocupamos tanto del estudio de la Ley Modelo


sobre la Divulgación de la Información en Materia de Franquicia, tanto
Nacional como Internacional, como del estudio de la Guía Jurídica de la
UNIDROIT para los Acuerdos de Franquicia Principal Internacional,
elaborados por el Instituto de Roma para orientar la redacción de contratos
de franquicia internacional y contribuir a la comprensión de ese método de
hacer negocios que se ha establecido en numerosas economías de mercado
y que se ha expandido y asume en la actualidad un papel cada vez más
importante en los países de economía mixta o regulada por el Estado.
Asimismo, nos ocupamos del estudio de los nuevos procedimientos de
reclamación tanto en contra de compañías aseguradoras como en contra de
empresas afianzadoras, contenidos en los artículos 276, 277 y 280,
respectivamente, de la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas, publicada
en el Diario Oficial de la Federación el 4 de abril de 2013, la cual, de
conformidad con su artículo Primero Transitorio, entra en vigor a los
setecientos treinta días naturales siguientes a la publicación del decreto de
expedición, con cuyo motivo se abrogan la Ley General de Instituciones y
Sociedades Mutualistas de Seguros y la Ley Federal de Instituciones de
Fianzas.
Y de la propia reforma, en la presente edición nos ocupamos tanto del
estudio de los contratos de fianza de empresa como de seguro de empresa,
que entran en vigor una vez transcurrido el plazo antes referido, y su
tratamiento se sustituye al que de ambos contratos realizaban la Ley
General de Instituciones y Sociedades Mutualistas de Seguros y la Ley
Federal de Instituciones de Fianzas, en sus respectivos ámbitos. Asimismo,
de las modificaciones y adiciones que en la misma se realizaron (ya
vigentes) a la Ley sobre el Contrato de Seguro, en las que se destaca el
tratamiento que la ley da a una nueva forma de aseguramiento hasta antes
de la reforma atípica, como es el seguro de caución, y nuevas disposiciones
en relación con el seguro de personas.
En el mismo tenor hacemos también referencia al criterio adoptado por
los Tribunales Colegiados de Circuito, que se pronunciaron por establecer
que los artículos 78 del Código de Comercio, en el que se esboza la norma
pacta sunt servanda de libertad contractual, como el artículo 174, segundo
párrafo de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, que
establece la libertad de las partes para fijar el tipo de interés moratorio en
los créditos documentados con pagarés, transgreden el derecho humano de
prohibición legal de la usura contenido en el artículo 21, numeral 3, de la
Convención Americana en Materia de Derechos Humanos.
Finalmente, tratamos también la reforma financiera publicada en el
Diario Oficial de la Federación el 10 de enero de 2014, en la cual se
realizan adecuaciones en relación con las sociedades financieras de objeto
múltiple, completándose su regulación; en materia de inversión extranjera,
se liberaron diversas actividades en rubros económicos, incrementándose el
porcentaje de participación extranjera.
EL AUTOR
PRÓLOGO A LA QUINTA EDICIÓN

Desde que se publicó la anterior edición de la presente obra hasta esta


fecha, las únicas reformas que han tenido los contratos mercantiles son las
que consisten en la precisión de algunos aspectos en materia de los
contratos de arrendamiento financiero y factoraje financiero, en razón de
que con motivo de la reforma que fue publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 18 de julio de 2006, las sociedades que operen los contratos
relativos podrán ser tanto las arrendadoras financieras y las empresas de
factoraje, que necesariamente tienen la calidad de instituciones auxiliares de
crédito, de conformidad con la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares de Crédito, como las sociedades financieras de
objeto múltiple, que son las sociedades anónimas que, en sus estatutos
sociales, contemplen expresamente como objeto social principal la
realización habitual y profesional de una o más de las actividades para el
otorgamiento de créditos, así como la celebración de arrendamiento
financiero o factoraje financiero, que podrán realizarse en forma habitual y
profesional por cualquier persona sin necesidad de requerir autorización del
Gobierno Federal para ello, con la precisión de que de conformidad con el
artículo tercero transitorio del decreto relativo, una vez que hayan
transcurrido siete años a partir de la publicación de tal reforma, la totalidad
de las sociedades que con objeto múltiple operen las diversas formas
crediticias serán no reguladas, y las arrendadoras y las empresas de
factoraje financiero dejarán de ser instituciones auxiliares de crédito.
En materia de derecho mercantil internacional se realiza un estudio muy
completo sobre los principales organismos que intervienen en el tráfico
comercial a nivel mundial, tales como la UNCITRAL, el UNIDROIT, la Cámara
de Comercio Internacional, la Organización Mundial de Comercio y los
esquemas que han desarrollado, destacando la Convención de Viena sobre
la compraventa internacional de mercaderías de 1980, así como un análisis
muy completo sobre el sistema de contratación en materia de construcción
de instalaciones industriales y prestación de servicios, conocido como
“llave en mano” (turnkey).
Como expresé en las anteriores ediciones, mantengo mi deseo por que la
presente obra sirva de auxilio a los estudiantes de la materia.
EL AUTOR
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN

Desde que se publicó la anterior edición de la presente obra hasta esta


fecha, las únicas reformas que han tenido los contratos mercantiles son las
que consisten en la precisión de algunos aspectos en materia de
representación de actos de las sociedades mercantiles que puede realizar el
Corredor Público, en donde con fecha 23 de mayo de 2006 se modificaron
algunas fracciones del artículo 6º de la Ley de Correduría Pública; el
traslado de ubicación que a partir del 18 de julio de 2006 se realizó a los
contratos de arrendamiento financiero y factoraje financiero, ya que la
regulación de dichas operaciones de crédito se había mantenido en la Ley
General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito. Tales
contratos se suprimieron de dicha ley (con excepción de los aspectos
corporativos y operacionales, así como de control administrativo, que se
mantienen en tal legislación), para que dichas operaciones de crédito se
incorporaran sin cambios estructurales de importancia a la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, en donde se encuentran normados en la
actualidad.
No obstante, cabe señalar que con motivo de esa reforma, que fue
publicada en el Diario Oficial de la Federación el 18 de julio de 2006, las
sociedades que operen el contrato de arrendamiento y el factoraje financiero
podrán ser tanto las arrendadoras financieras como las empresas de
factoraje financiero, que necesariamente tienen la calidad de instituciones
auxiliares de crédito, de conformidad con la Ley General de Organizaciones
y Actividades Auxiliares de Crédito, como las sociedades financieras de
objeto múltiple, que son las sociedades anónimas que en sus estatutos
sociales contemplen expresamente como objeto social principal la
realización habitual y profesional de una o más de las actividades para el
otorgamiento de créditos, así como la celebración de arrendamiento
financiero o factoraje financiero, que podrán realizarse en forma habitual y
profesional por cualquier persona sin necesidad de requerir autorización del
Gobierno Federal para ello. Es preciso además comentar que a la
posibilidad que ya tenían las arrendadoras financieras y las empresas de
factoraje financiero para el seguimiento de la vía ejecutiva mercantil en
contra de sus deudores, mediante la adición que se hizo del Título V, al
agregársele el capítulo II, se contempla ahora en el nuevo artículo 87-F de
la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito que
el contrato en que se haga constar el crédito, arrendamiento financiero o
factoraje financiero que otorguen las sociedades financieras de objeto
múltiple, siempre que dicho instrumento vaya acompañado de la
certificación del estado de cuenta respectivo a que se refiere el artículo
anterior, será título ejecutivo mercantil, sin necesidad de reconocimiento de
firma ni de otro requisito alguno.
Así, tales disposiciones hacen que simples particulares, como pueden
ser las sociedades anónimas con objeto crediticio, pero no entidades
financieras, puedan también contar con la vía ejecutiva mercantil a partir de
un simple estado de cuenta contable sin necesidad de reconocimiento del
deudor, aun cuando ni siquiera formen parte del sistema financiero nacional
(por no tener el carácter de entidades financieras), sino solamente de
simples sociedades anónimas, lo cual hace más dramática la situación de los
acreditados de la que ya existía, sufriendo así una evidente perfidia, porque
ahora el legislador coloca a tales sociedades comerciales al nivel de las
entidades financieras y les concede privilegios que solamente correspondían
a tales entes, haciendo más desigual aun la posición del deudor en los
juicios en razón de los argumentos que hemos expresado en este texto.
Además, en la presente edición se estudia el contenido de la reforma
publicada el 1° de febrero de 2008 en relación con la adición que se realizó
de un nuevo artículo 392 Bis, en el cual se establece que en el supuesto de
que a la institución fiduciaria no se le haya cubierto la contraprestación
debida, de conformidad con el contrato celebrado, por un periodo igual o
superior a tres años, la institución podrá dar por terminado el contrato sin
responsabilidad, y en caso de que no se le cubran las cantidades
transcurrido el plazo, trasmitirá los bienes o derechos que estén en su poder
al fideicomitente o fideicomisario, según corresponda. Cuando sea posible
también podrá transformar los bienes en recursos líquidos y enajenarlos
para su posterior abono en la cuenta global, y podrá también deducir de
tales recursos los gastos erogados en la recuperación.
Al mantenerse las restantes disposiciones sin cambio, los comentarios
realizados en las tres anteriores ediciones se mantienen vigentes y actuales.
No obstante, en la presente edición se amplía el análisis que hemos venido
realizando al contrato de fideicomiso de garantía incorporado en la Ley de
Títulos y Operaciones de Crédito en el año 2000, complementado por la
reforma en el 2003. Asimismo, se profundiza el estudio del contrato de
franquicia, al que se adicionaron los artículos 142 Bis y 142 Bis 1, 2 y 3 de
la Ley de Propiedad Industrial con fecha 25 de enero de 2006.
Finalmente, en la presente edición se amplía el estudio de las
INCOTERMS, que constituyen un conjunto de reglas de carácter internacional
emitidas por la Cámara Internacional de Comercio, con sede en París, para
la adecuada interpretación de los términos comerciales en materia de
compraventa internacional de mercaderías, que se utilizan con mayor
frecuencia en el mundo entero, y facilitar así las transacciones
internacionales.
Como expresé en las anteriores ediciones, mantengo mi deseo por que la
presente obra sirva de auxilio a los estudiantes de la materia.
EL AUTOR
PRÓLOGO A LA TERCERA EDICIÓN

En la presente edición se profundiza en el estudio de los aspectos más


relevantes de la Convención de Viena para la compraventa internacional de
mercaderías auspiciada por la UNCITRAL (Comisión de las Naciones Unidas
para el Derecho Mercantil Internacional) suscrita el 10 de abril de 1980.
Asimismo, se profundiza en el estudio del comercio electrónico analizando
la reforma realizada el 27 de agosto de 2003 al Código de Comercio, que
mediante la adopción de la Ley Modelo de la propia organización
internacional, aprobada en 1996, amplió de manera importante la regulación
de tal práctica en nuestro país, modernizándola y haciéndola acorde con la
normatividad más aceptada en el mundo. Se incluyen de igual manera
aspectos diversos en relación con el contrato de transporte aéreo, derivados
de la Ley de Aviación Civil, así como del fideicomiso en general.
EL AUTOR
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

En la presente edición se incorpora el estudio de las reformas habidas a los


contratos de prenda sin trasmisión de posesión y fideicomiso de garantía,
regulados por la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, que se
publicaron en el Diario Oficial de la Federación el 13 de junio de 2003. Así
como las reformas publicadas el 27 de agosto de 2003 en relación con el
comercio electrónico.
El libro se enriquece, además, con la incorporación de los títulos
relativos tanto a la teoría de las obligaciones mercantiles como a los
contratos ya tratados de los aspectos más relevantes que nos aporta el
Derecho Internacional Privado, que ha recogido y regulado las tendencias
del comercio internacional en la llamada lex mercatoria, destacando el
hecho de que el fenómeno de la globalización presenta un evidente reto a la
ciencia jurídica, como es el de encauzar tanto normativa como
doctrinalmente la ejecución de las prácticas comerciales que se patentizan
en el umbral del nuevo milenio.
De ese modo, en la presente edición he incorporado al texto original, en
los aspectos más relevantes, tanto en materia de la teoría de las obligaciones
como de los contratos, las normas emitidas bajo los auspicios de la
UNCITRAL (Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional), por la Convención de Viena, celebrada en 1980, en materia
de compraventa internacional de mercaderías.
Asimismo, destaca el estudio de los principios sobre los contratos
comerciales internacionales, que en 1994 emitiera en Roma el UNIDROIT
(Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado) y que
constituyen una importante fuente de carácter convencional para orientar
los aspectos sustantivos de las nuevas formas de contratación aplicables en
materia de la teoría de las obligaciones mercantiles y algunos de los
contratos ya tratados, que por otro lado marcan de manera evidente las
tendencias de la contratación internacional de carácter mercantil,
procurando armonizar los sistemas jurídicos imperantes nacionales tanto de
naturaleza romano-germánica como los del common law del derecho
consuetudinario inglés.
EL AUTOR
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN

Fruto de toda una vida de investigación y estudio dedicados a la enseñanza


del derecho mercantil, y en la especie a la nueva disciplina de los contratos
mercantiles, aparece ahora la obra que con gusto comentamos del
distinguido maestro Víctor Castrillón y Luna, licenciado y doctor en
derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México. Tras una larga
carrera, el autor ha incursionado con amplio suceso en la actividad docente,
destacando como un académico notable en diversas disciplinas del derecho
civil y mercantil tanto en la Facultad de Derecho de la UNAM como en la
División de Estudios de Posgrado de la misma institución, sobresaliendo
también como profesor en dichas áreas en diversas universidades de la
República, como los posgrados de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla y la Universidad Autónoma de Morelos. Asimismo, se ha
desempeñado como profesor en diferentes universidades privadas, en donde
incluso ha ocupado la dirección de la Escuela de Derecho, interesante labor
que refleja en un texto señero y de avanzada sobre la materia de contratos
mercantiles.
Se trata, sin duda alguna, de una obra acuciosa y bien cuidada, producto
de la reflexión de mucho tiempo, que expresa el talento y la experiencia de
un abogado exitoso que ha litigado durante años en el foro mexicano, lo que
confiere a esta obra un soporte extraordinario de valor teórico-práctico. Así,
dentro de una obra sistemática y muy bien estructurada, el doctor Castrillón
y Luna explica todos los contratos mercantiles apoyado en una amplia
doctrina y una rigurosa selección de jurisprudencia actualizada.
Entre sus aportaciones, el autor estudia de manera integral y didáctica la
supletoriedad en materia mercantil, cuya reglamentación se dispersa en el
código de comercio y en las leyes mercantiles especiales. Asimismo,
analiza el problema de la constitucionalidad del Código Civil Federal,
reflexionando en las causas del motivo de su expedición.
Dentro de una aportación muy relevante, analiza las escasas referencias
que respecto a las obligaciones se encuentran tanto en el Código de
Comercio como en las leyes mercantiles especiales, realizando novedosas
reflexiones respecto de la teoría del acto jurídico y otras cuestiones torales
de la teoría de las obligaciones.
Asimismo, el autor propone de manera novedosa la incorporación de la
teoría de la imprevisión y, por ende, la adopción de la regla Rebus Sic
Stantibus en materia mercantil, con independencia de su manejo en el
ámbito civil, inspirado en el problema de la gran injusticia generada en el
país con motivo de la cartera vencida bancaria durante la crisis de diciembre
de 1994. Analiza con seriedad y agudeza el drama de miles de familias que
quedaron a merced de las acciones judiciales y el poder de los banqueros.
Cabe señalar, el estudio puntual e innovador que el doctor Castrillón
desarrolla sobre los llamados contratos atípicos, en el que comprende la
agencia, el corretaje o mediación, el descuento, la distribución, la
franquicia, el joint venture, el suministro y el contrato de trasferencia de
tecnología.
Saludamos por todo ello, con profundo beneplácito, un texto valioso, de
muy amplios horizontes, que aporta reflexiones novedosas de enorme
espíritu crítico a la investigación y a la Ciencia del Derecho, por lo que sin
duda le auguramos un éxito editorial y literario-jurídico.
DR. HÉCTOR SANTOS AZUELA
PRESENTACIÓN

Motivado por el éxito que ha alcanzado la primera edición de mi libro


Derecho Procesal Mercantil, ofrezco ahora a los estudiantes y profesionales
del derecho esta obra, en la que mi pretensión es abarcar la totalidad de los
contratos que circundan el universo del derecho mercantil, que incluye el
estudio de las obligaciones y los contratos relativos, los típicos, los
contratos de crédito, los bursátiles y aun los innominados, con la
actualización legislativa y jurisprudencial que los enmarca.
No puedo dejar de mencionar que en diciembre de 1985, al haber
recibido del entonces director de la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional Autónoma de México, Dr. Miguel Acosta Romero, de quien me
precio ser amigo y colaborador en la Asociación Nacional de Doctores en
Derecho que él mismo preside, la noticia de haber ganado el concurso de
oposición en la materia de Derecho Mercantil, si bien no mitigó el terrible
dolor que sentía por la enfermedad y postrer pérdida de mi madre, cuando
menos sí representó un motivo de aliento para quien escribe estas líneas,
porque significaba que mi esfuerzo académico rendía frutos aun en medio
de la desesperanza de aquellos días aciagos.
Traigo a colación 1985 porque coincidió con la implementación que en
la Facultad de Derecho se realizó a los planes y programas de estudio que el
año previo habían sido aprobados por el Consejo Técnico.
Pues bien, con motivo de la reestructuración que de las materias de
derecho mercantil se realizó, me fue concedida la oportunidad de impartir la
cátedra de contratos mercantiles que había sido aprobada un año antes.
Ya desde entonces surgió en mí la intención de escribir un texto para la
materia que hoy me ocupa, sin olvidar tampoco que para ello mi querido
amigo Julio Enrique de la Fuente Rocha insistía en su realización.
No sé si la inexperiencia, las circunstancias de mi vida, o bien el simple
destino postergaron en diecisiete años la realización del libro que hoy
orgullosamente someto al juicio crítico de los estudiosos de la materia, pero
de lo que sí estoy seguro es de que sin alardes ni pretensiones he querido
brindar esta obra esperando que sea de utilidad, y mi esfuerzo se verá
recompensado si despierta críticas aun cuando no halagos.
EL AUTOR
TÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO I

RÉGIMEN LEGAL EN MATERIA DE


SUPLETORIEDAD MERCANTIL SUSTANTIVA

No podemos dejar de reconocer que las instituciones del derecho mercantil


se encuentran en múltiples casos insuficientemente reguladas, y en otros
tantos ni siquiera existen normas que den solución a los problemas que
surgen en este campo del derecho privado.
Consciente de tal realidad el legislador federal ha pretendido encontrar
la solución estableciendo un régimen jerárquico mediante la utilización de
diversas fuentes supletorias en algunas de las leyes mercantiles; tanto en la
norma general, como en las especiales, en donde destaca la aplicación de
los usos mercantiles y el derecho común, muy probablemente en razón de
que tanto en la norma civil como en la mercantil el interés en juego es de
carácter particular, así como por la similitud que algunas de las instituciones
tienen entre sí.
No obstante, es menester señalar que la norma supletoria solamente se
utilizará en el caso de que la ley de aplicación directa nada establezca sobre
el caso concreto, o bien que su regulación, siendo deficiente, requiera por
ello de ser complementada.[1]
Por supletoriedad se entiende el recurso que una ley concede al intérprete previendo la
posibilidad de que alguna de sus hipótesis pueda generar una consecuencia desprovista de
solución en su texto y consiste en señalar específicamente cual es la segunda o la tercera ley que
se aplicará en este caso, por considerar que son con las cuales tiene mayor afinidad.[2]

Desde luego debemos aceptar que si alguna norma se aproxima de


mayor y mejor manera a la mercantil, es por supuesto la civil, pero con
independencia de ello debemos recordar que ésta se utilizará solamente en
defecto de las disposiciones mercantiles, y en algunos casos tal aplicación
debe esperar a que la solución se presente en la norma general mercantil
(Código de Comercio); en las leyes especiales o bien en los usos
mercantiles. Todo ello, con base en el régimen que cada norma mercantil
especial establezca.
Es en el campo de las obligaciones en donde con mayor dramatismo se
hace patente la necesidad de la aplicación supletoria del derecho común.
Dice Díaz Bravo:[3] “los regímenes legales con derecho privado
diferenciado como el de México, suelen reconocer al derecho común como
fuente supletoria de las normas mercantiles, por manera que en ellos la
teoría general de las obligaciones civiles, cumple el mismo desempeño
respecto de las obligaciones mercantiles”.
No obstante, cabe señalar que en ocasiones la norma civil no presenta la
solución a la problemática que se apunta en razón de que opera en un
ámbito tan opuesto al mercantil que no puede ser fuente supletoria.
Y agrega: “ello no quita el que existan, a propósito de estas últimas,
disposiciones que no solo se apartan, sino que en ocasiones, muestran
tendencias opuestas a las del derecho común”.[4]
Partiendo de la norma general cabe recordar que en principio el Código
de Comercio Mexicano, inspirado en el artículo 21 del Código de Comercio
Español de 1885 señalaba en su artículo 2º, que a falta de disposiciones le
serían aplicables a los actos de comercio las del derecho común.
Vázquez del Mercado,[5] por su parte agrega:
hay leyes que aun cuando no hayan sido dictadas para asuntos de comercio, son sin embargo,
especiales aplicaciones de principios más generales y que en el derecho civil tienen otras
aplicaciones particulares, que pueden reputarse como comunes, que aunque se apliquen en
asuntos mercantiles, no regulan principal o directamente estos, se aplican supletoriamente pero
no transforman el precepto civil en ley mercantil.

Interesante sería plantear la cuestión inversa, de la posible aplicación a


la materia civil de normas contenidas en leyes mercantiles, lo que
consideramos es de imposible realización por el carácter especial de la
materia mercantil frente a la generalidad de la civil, y en tal sentido se
pronuncia BARRERA GRAF,[6] cuando señala: “no resulta en principio válido
predicar y aplicar al derecho común o general principios y reglas especiales
como las del derecho comercial; para ello se requiere de la modificación
legislativa de la norma civil”.
Y agrega:
por otra parte, al derecho civil le corresponde una función meramente complementaria del
derecho mercantil, de modo que solo debe aplicarse cuando el ordenamiento mercantil en su
integridad (legislación y costumbre) adolezca de lagunas y deficiencias vacum iuris, además, a
virtud del principio de la plenitud hermenéutica del sistema jurídico, en el derecho civil debería
encontrarse la solución de cualquier problema respecto al que resultaran omisas o insuficientes
las reglas o principios de los derechos especiales.
Pese a dicha distinción, y a la separación de estas dos disciplinas jus-privatistas, sus relaciones
son estrechas y su influencia es recíproca. El civil no solo ha provisto al mercantil de los
principales esquemas contractuales, sino de los principios tradicionales provenientes del derecho
romano, como sucede con la teoría general de las obligaciones, sino que también ha dado al
derecho comercial su técnica propia, su terminología, sus métodos y principios. [7]

Refiere ARCE GARGOLLO[8] que lo que debía entenderse por derecho


común, fue una cuestión que la jurisprudencia y la doctrina mercantil
mexicana no resolvieron en forma unánime pues mientras algunos autores
opinaron que la ley supletoria era el Código Civil de cada estado, otros
sostuvieron que el supletorio era el del Distrito Federal.
Siendo el derecho común de carácter local, ha sido necesario
complementar el señalamiento de la norma mercantil general con la propia
normatividad civil, ya que de otro modo no sabríamos cual derecho común
debiera aplicarse.
Así el Código Civil para el Distrito Federal establecía: “Las
disposiciones de este Código regirán en el Distrito Federal en asuntos del
orden común, y en toda la República en asuntos del orden federal”.
Sabemos que el precepto de referencia ha sido modificado, pero de ello
nos ocuparemos más adelante en el presente apartado.
El artículo 2°, del Código de Comercio se modificó en la reforma del 24
de mayo de 1996, para establecer: “A falta de disposiciones de este
ordenamiento y las demás leyes mercantiles, serán aplicables a los actos de
comercio las del derecho común contenidas en el Código Civil aplicable en
materia federal”.
Miguel Acosta y Julieta Lara critican la redacción de la norma
señalando:
otra vaguedad más, es la de hablar de leyes mercantiles aplicables, ¿aplicables a qué? Existe toda
una gama de leyes que han ido derogando parcialmente al Código de Comercio de tal manera que
algunas sí podemos calificarlas de especiales mercantiles. No deja de ser un avance establecer
una jerarquía en la supletoriedad de que primero se aplique la ley mercantil especial y luego el
Código Civil, aunque debería prevalecer el criterio de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito
de aplicar después de las leyes mercantiles especiales, los usos comerciales y bancarios ya que
estos con frecuencia son fruto de las transacciones mercantiles y son aceptados generalmente.[9]

León BOLAFFIO,[10] considera que la problemática de la supletoriedad se


resolvería mediante la unificación de las normas civiles y mercantiles, y al
efecto expresa
No tienen ya razón de ser las desviaciones contenidas en el Código de Comercio, de las reglas
generales en materia de obligaciones contenidas en el Código Civil, y mucho menos por
consiguiente la doble regulación de contratos idénticos, que por este motivo podrían calificarse
de anfibios. Conclusión ésta evidente, con solo recordar que en ello se impone más especialmente
la íntegra aplicación de la ley mercantil, atendida la unilateralidad comercial corriente de las
operaciones.

Refiriéndose al derecho español, que contiene una problemática similar


a la mexicana, SÁNCHEZ CALERO[11] expresa:
las normas sobre los contratos mercantiles constituyen una parte relevante del derecho mercantil
cuyo núcleo tradicional lo ha formado el derecho de las obligaciones. Nuestro Código de
Comercio se ocupa de los contratos de una manera fragmentaria, porque existen diversos
contratos mercantiles que no regula y porque de los contratos que disciplina no nos da su
regulación completa, sino solamente dicta las normas especiales que alteran los preceptos del
Código Civil.

Es pertinente señalar que aun y cuando según vemos se ha pretendido


encontrar la solución a la problemática que nos ocupa con la modificación
realizada a la ley general mercantil, a nuestro parecer resulta cuestionable y
de dudosa legalidad que una norma por más que sea general, establezca el
criterio respecto de la aplicación supletoria en otras especiales que son de
idéntica jerarquía respecto de aquella, máxime que como hemos podido
observar, diversos son los casos en los que las propias leyes especiales
difieren del señalamiento de la norma general respecto del derecho común
que debe ser aplicado, y por ende, la legislación civil federal solamente
sería aplicable en el supuesto de que la ley especial nada estableciera al
respecto.[12]
Complementariamente y como si no fuera suficiente que el régimen de
aplicación supletoria para la materia mercantil se encontrara ya establecido
en el artículo 2°, antes referido, el artículo 81, del propio Código establece:
Artículo 81.—Con las modificaciones y restricciones de este Código, serán aplicables a los
actos mercantiles las disposiciones del derecho civil acerca de la capacidad de los contrayentes, y
de las excepciones y causas que rescinden o invalidan los contratos.

El anterior precepto, deficiente en sí mismo, lejos de dar solución a la


problemática apuntada, en evidente referencia a instituciones en materia de
obligaciones y manteniendo la tendencia de acercar la norma jurídica al
comerciante, se ocupa en señalar que solamente en los supuestos en que los
que no se encuentre la solución en la norma mercantil habrá de aplicarse el
derecho común, en los aspectos a que se refiere.
Según vemos, al legislador preocupa que los actos sean realizados por
personas capaces y nos preguntamos al no establecer nada la norma ¿y los
elementos esenciales? Es claro que respecto de la voluntad y la forma de
integrar el consentimiento, así como en relación con el objeto, tan
importantes aspectos se han reservado para ser resueltos por el derecho
común.
Aun y cuando la norma se refiere en forma genérica a “las excepciones
y causas que rescinden o invalidan los contratos”, cabe enfatizar que
mezcla de manera inconveniente la referencia a la invalidez y a la
resolución de las obligaciones, dejando tales aspectos a los escasos
supuestos que se contemplan de una manera parcial e incompleta tanto en el
Código de Comercio como en las demás leyes mercantiles especiales, de los
cuales nos ocuparemos en el presente capítulo.
Como quiera que sea, en el orden jerárquico establecido por las leyes
general y especiales, se había venido encontrando solución al problema que
nos ocupa en la legislación civil de aplicación federal, como lo era el
Código Civil del Distrito Federal.
Sin embargo, con fecha 25 de mayo de 2000, la Asamblea Legislativa
del Distrito Federal publicó en la Gaceta Oficial un decreto de reformas y
adiciones al Código Civil, que de manera especial incide en el problema del
que nos venimos ocupando.
En efecto la reforma relativa modificó el artículo 1, del Código Civil
para establecer: “las disposiciones de este Código regirán en el Distrito
Federal”.
Lo anterior provocó que las leyes federales, en especial las mercantiles
que habían venido utilizando la aplicación supletoria de la norma civil de
manera muy frecuente, se encontraran de pronto sin contar con norma
alguna de carácter sustantivo para ser aplicada supletoriamente en defecto
de sus propias disposiciones, lo que de no solucionarse oportunamente
hubiera provocado el caos más absoluto, porque según hemos visto, son
múltiples los aspectos en los que se aplica el derecho común en los
supuestos no previstos por las leyes federales y en especial en las
mercantiles, destacando el campo de la teoría de las obligaciones.
Creemos, no obstante, que la reforma realizada al Código Civil por la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal, tiene evidentes visos de
inconstitucionalidad por las razones siguientes:
Ante todo cabe recordar que con motivo de las reformas realizadas a la
Constitución General de la República mediante decreto del 20 de octubre de
1993, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 25 del mismo mes
y año, se modificó el texto del artículo 122, de la propia Ley Suprema para
establecer que correspondía a la Asamblea de Representantes (actualmente
Asamblea Legislativa), la facultad para legislar en el ámbito local en lo
relativo al Distrito Federal en los términos del Estatuto de Gobierno en las
materias civil y penal.
No obstante la facultad que la Constitución concedió al órgano
legislativo local, se supeditó a lo dispuesto por el artículo décimo primero
Transitorio del propio decreto, cuyo texto es el siguiente:
El Congreso de la Unión conservará la facultad de legislar, en el ámbito local, en las materias de
orden común, civil y penal para el Distrito Federal, en tanto se expidan los ordenamientos de
carácter federal correspondientes, a cuya entrada en vigor, corresponderá a la Asamblea de
Representantes (actualmente Asamblea Legislativa) legislar sobre el particular, en los términos
del presente decreto.

El texto del transitorio es claro: “Una vez que el Congreso de la Unión


hubiera legislado en las materias federales, civil y penal, a la Asamblea
Legislativa le correspondería hacer lo propio en ambas materias, civil y
penal de carácter local para el Distrito Federal”.
Sin embargo, la Asamblea Legislativa se adelantó al Legislador Federal
reformando al Código Civil, lo que provocó que el Congreso de la Unión
emitiera en breve tiempo el llamado Código Civil Federal, para llenar la
laguna que se había producido.
Creemos que la Asamblea Legislativa carecía de facultades para
modificar al Código Civil, ya que no es competente para ello, además de
que la Constitución no le concedió tales facultades, al señalar con claridad
que a dicho órgano legislativo le correspondería emitir un nuevo Código
Civil, lo cual no realizó.
En relación con lo anterior Flavio GALVÁN[13] escribió:
el legislador dio un nuevo traspié en lugar de ejercitar su facultad constitucional y expedir la
mencionada legislación civil local, pretendiendo inútilmente por inconstitucional, reformar,
derogar y adicionar diversas disposiciones del Código Civil para el Distrito Federal en Materia
Común y para toda la República en Materia Federal, al que pretendió convertir en Código Civil
para el Distrito Federal, como literalmente se menciona en el título del Decreto y se asienta en
su artículo, sin tomar en consideración que para ese efecto es absolutamente incompetente, pues,
no existe precepto jurídico alguno, en la Ley Suprema de la Federación que le otorgue la
atribución correspondiente.

Para apoyar su punto de vista el autor en cita invoca con razón el texto
del artículo 72, inciso f, de la Constitución Federal, que señala:
“En la interpretación, reforma o derogación de las leyes o decretos, se
observarán los mismos trámites establecidos para su formación”.
Con independencia de lo antes referido, se provocó que las normas
federales que habían venido utilizando la aplicación supletoria del Código
Civil de aplicación local para el Distrito Federal y federal en toda la
República, se encontraran de pronto sin norma sustantiva para llenar las
múltiples lagunas que presentan cotidianamente, por lo cual, pretendiendo
el Congreso de la Unión solucionar el problema provocado por el órgano
legislativo del Distrito Federal, con fecha 29 de mayo de 2000 publicó en el
Diario Oficial de la Federación un decreto emitido el 23 de mismo mes y
año, de reformas y adiciones, mismo que entre otras normas modificó al
artículo 1°, del Código Civil para el Distrito Federal en materia común y
para toda la República en materia federal, para establecer:
CÓDIGO CIVIL FEDERAL
ARTÍCULO PRIMERO. Se modifica la denominación del Código Civil para el Distrito Federal en
Materia Común y para toda la República en Materia Federal, y con ello se reforman sus artículos
1°, 1803, 1805 y 1811, y se le adiciona el artículo 1834 bis.
Artículo 1°. Las disposiciones de este código regirán en toda la República en asuntos del
orden federal.
ARTÍCULO PRIMERO TRANSITORIO. El presente decreto entrará en vigor a los nueve días siguientes
de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.
ARTÍCULO SEGUNDO TRANSITORIO. Las menciones que en otras disposiciones de carácter federal
se hagan al Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en
Materia Federal, se entenderán referidas al Código Civil Federal.

Las presentes reformas no implican modificación alguna a las


disposiciones legales aplicables en materia civil para el Distrito Federal, por
lo que siguen vigentes para el ámbito local de dicha entidad todas y cada
una de las disposiciones del Código Civil para el Distrito Federal en
Materia Común y para toda la República en Materia Federal, vigentes a la
entrada en vigor del presente decreto.
Desde nuestro punto de vista tan cuestionable es que la Asamblea
Legislativa del Distrito Federal hubiese reformado al Código Civil que
había expedido el Congreso de la Unión, como que éste órgano haya
emitido al llamado Código Civil Federal, ya que creemos que tampoco tiene
facultades para ello, por las razones siguientes:
El pacto federativo implica de acuerdo con el artículo 124 de la
Constitución General de la República que los Poderes de la Unión
solamente tienen las facultades que expresamente les reserva la propia Ley
Suprema,[14] de modo que el Congreso de la Unión solamente puede legislar
en las materias que expresamente le ha reservado el artículo 73 de la
Constitución General; del precepto en cita no se desprende que dicho
órgano legislativo tenga facultades para legislar en materia civil, al no estar
así establecido de manera expresa y es por ello que tal atribución
corresponde a las legislaturas locales.
De acuerdo con lo anterior, es evidente que el Congreso de la Unión
expidió el Código Civil Federal con base en el artículo undécimo transitorio
del decreto de reformas y adiciones a la Constitución antes referido, pero tal
facultad no se encuentra establecida en el texto vigente de la Carta Magna,
por lo que creemos que carecía de facultades para ello, no obstante lo cual y
mientras no se establezca una controversia constitucional ante la Suprema
Corte de Justicia, de la que pudiera derivarse una resolución en el sentido
apuntado,[15] por esa vía se llenó el vacío legal y por ello es que en la
actualidad contamos con dicha legislación civil de carácter federal.[16]
Ahora bien, en materia de supletoriedad de procedimientos mercantiles,
el artículo 1054 del Código de Comercio establece:
En caso de no existir convenio de las partes sobre el procedimiento ante tribunales en los
términos de los anteriores artículos, salvo que las leyes mercantiles establezcan un procedimiento
especial o una supletoriedad expresa, los juicios mercantiles se regirán por las disposiciones de
este libro y en su defecto se aplicará el Código Federal de Procedimientos Civiles y en caso de
que no regule la institución cuya suplencia se requiera, la ley de procedimientos local respectiva.

NOTAS

[1] En el sentido expresado se han pronunciado los Tribunales Colegiados de Circuito, al


señalar; SUPLETORIEDAD DE LEYES. CUANDO SE APLICA. La supletoriedad sólo se aplica para integrar una
omisión en la ley o para interpretar sus disposiciones en forma que se integre con principios
generales contenidos en otras leyes. Cuando la referencia de una ley a otra es expresa, debe
entenderse que la aplicación de la supletoria se hará en los supuestos no contemplados por la primera
ley que la complementará ante posibles omisiones o para la interpretación de sus disposiciones. Por
ello, la referencia a leyes supletorias es la determinación de las fuentes a las cuales una ley acudirá
para deducir sus principios y subsanar sus omisiones. La supletoriedad expresa debe considerarse en
los términos que la legislación la establece. De esta manera, la supletoriedad en la legislación es una
cuestión de aplicación para dar debida coherencia al sistema jurídico. El mecanismo de supletoriedad
se observa generalmente de leyes de contenido especializado con relación a leyes de contenido
general. El carácter supletorio de la ley resulta, en consecuencia, una integración, y reenvío de una
ley especializada a otros textos legislativos generales que fijen los principios aplicables a la
regulación de la ley suplida; implica un principio de economía e integración legislativas para evitar la
reiteración de tales principios por una parte, así como la posibilidad de consagración de los preceptos
especiales en la ley suplida. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATEJUA ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO.
Amparo directo 173/91. María Rebeca Juárez Mosqueda. 3 de abril de 1991. Unanimidad de votos.
Ponente: Genaro David Góngora Pimentel. Secretaria: Guadalupe Margarita Ortiz Blanco. Amparo
directo 983/95. Guillermina Luna de Rodríguez. 18 de mayo de 1995. Unanimidad de votos. Ponente:
Carlos Alfredo Soto Villaseñor. Secretario: Jacinto Juárez Rosas. Amparo directo 1103/95.
Afianzadora Lotonal, S. A. 1o. de junio de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Carlos Alfredo Soto
Villaseñor. Secretaria: Andrea Zambrana Castañeda. Amparo directo 1233/96. Nacional Financiera,
S.N.C. 16 de mayo de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: Fernando Lanz Cárdenas. Secretario:
Vicente Román Estrada Vega. Amparo en revisión 1523/96. Jaime Levy Alcahe. 24 de junio de 1996.
Unanimidad de votos. Ponente: Carlos Alfredo Soto Villaseñor. Secretaria: Silvia Elizabeth Morales
Quezada. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación
y su Gaceta. Novena Época. Tomo V, Enero de 1997. Tesis: I.3o.A. J/19 Página: 374. Tesis de
Jurisprudencia.
Asimismo es ilustrativa la jurisprudencia siguiente; SUPLETORIEDAD DE LA LEY. REQUISITOS PARA
QUE OPERE. Los requisitos necesarios para que exista la supletoriedad de unas normas respecto de
otras, son: a) que el ordenamiento que se pretenda suplir lo admita expresamente, y señale el estatuto
supletorio; b) que el ordenamiento objeto de supletoriedad prevea la institución jurídica de que se
trate; c) que no obstante esa previsión, las normas existentes en tal cuerpo jurídico sean insuficientes
para su aplicación a la situación concreta presentada, por carencia total o parcial de la reglamentación
necesaria, y d) que las disposiciones o principios con los que se vaya a llenar la deficiencia no
contraríen, de algún modo, las bases esenciales del sistema legal de sustentación de la institución
suplida. Ante la falta de uno de estos requisitos, no puede operar la supletoriedad de una legislación
en otra. CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo en revisión 124/92.
Microtodo Azteca, S. A. de C. V. 6 de febrero de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: Gilda Rincón
Orta. Secretaria: Ana María Serrano Oseguera. Amparo en revisión 958/91. Desarrollo Galerías
Reforma, S. A. de C. V. 19 de marzo de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: Gilda Rincón Orta.
Secretaria: Ana María Serrano Oseguera. Amparo directo 1433/92. Gilberto Flores Aguilar y otros.
26 de marzo de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: Alejandro Villagómez Gordillo en sustitución
de la Magistrada Gilda Rincón Orta. Secretaria: Ana María Serrano Oseguera. Amparo directo
3582/92. Tumbo de la Montaña, S.P.R. de R.L. 9 de julio de 1992. Unanimidad de votos. Ponente:
Mauro Miguel Reyes Zapata. Secretario: Luis Arellano Hobelsberger. Amparo directo 604/94.
Videotique, S. A. de C. V. y otros. 17 de febrero de 1994. Unanimidad de votos. Ponente: Gilda
Rincón Orta. Secretaria: Ma. Elisa Delgadillo Granados. Instancia: Tribunales Colegiados de
Circuito. Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Número 76, Abril
de 1994. Tesis: I.4o.C. J/58 Página: 33. Tesis de Jurisprudencia.
[2] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, Derecho Bancario y Contratos de Crédito, Tomo II, 2a. ed.,
Oxford, México, 2001, p. 573.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, Contratos Mercantiles, 6a. ed., Oxford, México, 2001, p. 4.
[4] Ibidem.
[5] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Oscar, Contratos Mercantiles, 2a. ed., Porrúa, México, 1985, p. 39.
[6] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho Mercantil (Generalidades. Derecho de la
Empresa. Sociedades), cuarta reimpresión, Ed. Porrúa, México 2000, p. 36.
[7] Ibid., pp. 60 y 64.
[8] Cf., ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, 8a. ed., Porrúa, México, 2001,
p. 29.
[9] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, Nuevo Derecho Mercantil, Porrúa,
México, 2000, pp. 87 y 88.
[10] BOLAFFIO, León, Derecho Mercantil, Curso General, Reus, Madrid, 1935, p. 341.
[11] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, “Instituciones de Derecho Mercantil”, 14a. ed., Revista de
Derecho Privado, Madrid, 1990, p. 440.
[12] En efecto, cabe citar por ejemplo los supuestos siguientes, en los cuales las leyes
mercantiles especiales establecen su propio régimen en materia de supletoriedad; Así, el Artículo 2,
de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, establece; Los actos y las operaciones a que
se refiere el artículo anterior, se rigen: I. Por lo dispuesto en esta ley, y en las demás leyes especiales
relativas; en su defecto, II. Por la Legislación Mercantil general; en su defecto, III. Por los usos
bancarios y mercantiles y, en defecto de éstos, IV. Por el Derecho Común, declarándose aplicable en
toda la República, para los fines de esta ley, el Código Civil del Distrito Federal.
Por su parte, el artículo 6° de la Ley de Instituciones de Crédito señala: En lo no previsto por la
presente Ley y por la Ley Orgánica del Banco de México, a las instituciones de banca múltiple se les
aplicarán en el orden siguiente: I. La legislación mercantil; II. Los usos y prácticas bancarios y
mercantiles, y III. El Código Civil para el Distrito Federal, (con fecha 9 de junio de 1992, se añadió);
IV. El Código Fiscal de la Federación, para efectos de las notificaciones y los recursos a que se
refieren los artículos 25 y 110 de esta Ley. Las instituciones de banca de desarrollo, se regirán por su
respectiva ley orgánica y, en su defecto, por lo dispuesto en este artículo.
El artículo 8° de la Ley de Concursos Mercantiles establece por su parte: son de aplicación
supletoria a este ordenamiento, en el orden siguiente: I. El Código de Comercio; II. La legislación
mercantil; III. Los usos mercantiles especiales y generales; IV. El Código Federal de Procedimientos
Civiles, y V. El Código Civil en materia federal.
La ley del Mercado de Valores señala en su artículo 7, que le son aplicables supletoriamente:
las leyes mercantiles, los usos bursátiles y mercantiles, y los Códigos Civil para el Distrito Federal y
Federal de Procedimientos Civiles, en el orden citado.
Por su parte, aunque referida al aspecto procesal, la Ley Federal de Instituciones de Fianzas
señala en su artículo 113 que en lo no previsto por la ley, se aplicará la legislación mercantil y a falta
de disposición expresa, el Código Civil para el Distrito Federal en materia común y para toda la
República en materia federal, y en su parte relativa en materia adjetiva, en relación con la
supletoriedad, el artículo 94 señala: Los juicios contra las instituciones de fianzas se substanciarán
conforme a las siguientes reglas: VI. El Código de Comercio y el Código Federal de Procedimientos
Civiles, en ese orden, son supletorios de las reglas procesales contenidas en este artículo y son
aplicables al juicio todas las instituciones procesales que establecen dichos ordenamientos.
Respecto de la Ley de Sociedades de Inversión, el artículo 2° establece que la Ley del Mercado
de Valores, la legislación mercantil, los usos bursátiles y mercantiles y los Códigos Civil para el
Distrito Federal y Federal de Procedimientos Civiles serán supletorios, en el orden citado, de la Ley.
Finalmente, la Ley de Navegación establece en su artículo 5º: A falta de disposición expresa en
esta ley y sus reglamentos, y en los tratados internacionales vigentes, ratificados por el Gobierno
Mexicano, se aplicarán supletoriamente: I. Las leyes General de Bienes Nacionales, Federal del Mar
y de Puertos; II. Código de Comercio; III. Ley Federal de Procedimiento Administrativo; IV. Códigos
Civil para el Distrito Federal, en materia Común, y para toda la República en Materia Federal y
Federal de Procedimientos Civiles, y los usos y las costumbres marítimas internacionales.
[13] GALVÁN RIVERA, Flavio, La Reforma Civil del Año 2000, en Blanco y Negro, Cuadernos
Procesales, órgano de Divulgación del Colegio de Profesores de Derecho Procesal de la Facultad de
Derecho de la UNAM, A. C. y del Colegio Nacional de Profesores de Derecho Procesal, A. C.,
México, D.F., año IV, No. 10. Diciembre de 2000, pp. 19 a 25.
[14] El artículo 124 de la Constitución Política establece “Las facultades que no están
expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas
a los Estados”.
[15] Creemos que la acción de inconstitucionalidad puede ser promovida de conformidad con lo
establecido por el artículo 105, fracción I, de la Constitución, el cual establece: La Suprema Corte de
Justicia de la Nación conocerá, en los términos que señale la ley reglamentaria, de los asuntos
siguientes: I. De las controversias constitucionales que, con excepción de las que se refieran a la
materia electoral, se susciten entre: a) La Federación y un Estado o el Distrito Federal.
[16] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Derecha Procesal Mercantil, 8a. ed., Porrúa, México,
2012, p. 31.
CAPÍTULO II

OBLIGACIONES MERCANTILES

1. LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES


Antes de ocuparnos de las fuentes de las obligaciones, realizaremos un
breve estudio de las fuentes del derecho, que directa o indirectamente lo son
también de aquellas.
Por fuente del derecho debemos entender toda forma de creación de un
orden jurídico aceptado por la colectividad al que se encuentran sujetos
tanto los órganos del poder público como los propios gobernados, para una
vida civilizada.
Miguel ACOSTA y Julieta LARA[1] señalan que deben ser separados los
términos de fuentes del conocimiento jurídico de los de fuentes del derecho,
propiamente, entendiendo por lo que a las primeras se refiere, que son a las
que acude el estudioso de la fuente del derecho, para desentrañar los
fenómenos materia de su proceso cognoscitivo, y que por las segundas se
debe entender que son todas aquellas circunstancias sociales que dan origen
a una norma jurídica, agregando que en el derecho mercantil es muy
importante desentrañar el problema relativo a establecer de donde surge la
norma jurídica, por la influencia que en ella tienen los usos y costumbres,
ya que siendo el derecho un factor social, es también resultado de una serie
de factores para formar la conciencia del legislador cuando el derecho es
escrito, y la conciencia social cuando se trata de uso o costumbre.
Dice Héctor SANTOS[2] que las fuentes del derecho son las formas o
procedimientos mediante los cuales se generan y manifiestan las normas
jurídicas, el origen factible de una suma de disposiciones del derecho
positivo determinando.
CASTÁN TOBEÑAS[3] concibe a las fuentes del derecho en sentido técnico,
como los modos o formas mediante los que una sociedad constituida se
manifiesta, y determina las reglas jurídicas.
De acuerdo con GARCÍA MÁYNEZ[4] podemos afirmar que la palabra
fuente constituye el proceso de manifestación de la norma jurídica, que
tiene tres acepciones y distingue en la clasificación tradicional entre fuentes
formales, reales e históricas.
Dice, además que las fuentes formales constituyen los procesos de
creación de la norma jurídica; a las reales las concibe como los factores y
elementos que determinan el contenido de tales normas y las históricas
como las referidas a documentos, inscripciones, papiros, libros, que
encierran el texto de una ley o conjunto de leyes y las ejemplifica al
referirse a Instituciones como el Digesto, entre otras. Agregaríamos por
nuestra parte que influyen en el diseño de la ley, esto es, que se trata de
fuentes inspiradas en la experiencia documental y que es fuente en tanto que
es tomada en cuenta por el legislador al diseñar la norma jurídica presente.
De conformidad con la clasificación clásica podemos entonces concebir
a las fuentes del derecho como formales, reales e históricas.
Siguiendo a GARCÍA MÁYNEZ,[5] por fuentes formales debemos entender
los procesos de creación de la norma jurídica, en donde se distingue entre la
ley, la costumbre y la jurisprudencia.
A las anteriores podríamos agregar las fuentes doctrinales, así como los
principios generales del derecho
A. FUENTES FORMALES
a) La ley
Sin duda la ley constituye la fuente primaria de creación del orden
jurídico y habría que señalar que desde luego la fuente inicial de mayor
jerarquía lo sería la propia Constitución General de la República.
Como fuentes formales derivadas de las leyes sustantivas en materia
mercantil, deben señalarse desde luego a las contenidas en el Código de
Comercio así como a todas aquellas leyes especiales que circundan en el
universo del derecho mercantil.[6]
Además del propio Código de Comercio, cabría hacer destacar entre
otras, la existencia de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito,
la Ley General de Sociedades Mercantiles, la Ley de Instituciones de
Crédito, la Ley de Instituciones y Sociedades Mutualistas de Seguros, la
Ley Sobre el Contrato de Seguro, La Ley Federal de Instituciones de
Fianzas, la Ley Federal de Protección y Defensa al Usuario de Servicios
Financieros, la Ley Federal de Protección al Consumidor, la Ley de
Concursos Mercantiles, la Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares de Crédito, la Ley del Mercado de Valores, la Ley de Concursos
Mercantiles, la Ley de la Propiedad Industrial, la Ley de Inversiones
Extranjeras, el Código Civil Federal, el Código de Procedimientos Civiles
para el Distrito Federal, así como los Códigos de Procedimientos Civiles de
las Entidades Federativas y el Código Federal de Procedimientos Civiles.
Dice MANTILLA MOLINA[7] que el derecho mercantil debe ser considerado
como un derecho especial que tiene un campo de aplicación que determina
el propio sistema mediante las correspondientes normas delimitadoras.
Para delimitar a la materia mercantil, tradicionalmente se han utilizado
dos criterios, a saber: uno objetivo, que tiene que ver con el hecho de que el
acto como tal sea calificado por el legislador de mercantil, y otro subjetivo,
que se sustenta en que el acto se realice por un sujeto que tenga la calidad
de comerciante.
b) La costumbre y los usos mercantiles
Los usos mercantiles, heredados de las tradiciones de los mercaderes
constituyen una fuente del derecho mercantil por excelencia, y desde luego
son varias las leyes especiales que de manera directa se refieren a ellos,
considerándolos fuente de aplicación supletoria en defecto de las
disposiciones de la ley de que se trate y en algunos casos se aplican incluso
preferentemente al derecho común.
Refiere León BOLAFFIO[8] que las normas que regulaban las relaciones
determinadas por la intensa vida de la industria y del tráfico se formulaban
espontáneamente. Aquellas constantes reglas de actuar (usos) expresaban
las soluciones equitativas, surgidas de la práctica, para allanar las
dificultades, conciliando los intereses antagónicos de las partes y agrega
que los usos eran después recogidos y ordenados en los estatutos de las
corporaciones a partir de los siglos XIII y XIV, por este procedimiento,
activándose su conocimiento y asegurándose su aplicación y que el derecho
que tiene su reconocimiento en el estatuto no suprime y ni siquiera refrena
la laboriosidad de los usos.
Destacando la enorme importancia que la costumbre tiene en nuestra
materia, BARRERA GRAF[9] señala:
la costumbre, como un proceso de formación de normas y principios jurídicos, como usos de
contenido y valor normativo, es la fuente originaria del derecho mercantil que nació de las
prácticas y de los usos (normativos) de los comerciantes, los que configuraron una nueva rama
del derecho, distinta y separada del derecho civil que ha impuesto principios modernos diferentes
y ajenos al derecho civil romano

Y agrega: “el origen, la naturaleza y la índole del derecho mercantil


muestran su carácter consuetudinario, y aún hoy, instituciones no reguladas
se practican y se aplican con la misma fuerza que si lo estuvieran, y otras,
que la ley ya recoge, se regularon y adquirieron fuerza primero por la
costumbre”.
Señala VÁZQUEZ DEL MERCADO[10] que a los usos se les considera de
modo general como fuente supletoria del derecho mercantil ya que sirven
como fuente subsidiaria de tales normas y que se forman por la práctica que
de ellos hacen los comerciantes, pudiendo ser considerados como
verdaderas normas de derecho, que deben ser acatados por los comerciantes
y para establecer su diferencia respecto de la costumbre indica que mientras
ésta es fuente autónoma del derecho, aquellos solo se aplican cuando la ley
remite a su observancia.
Dice por su parte Miguel ACOSTA ROMERO[11] que el uso es una especie
de la costumbre y que en materia mercantil aquella es práctica constante y
reiterada de los comerciantes y banqueros, a la que han dado la opinio juris
necessitatis, por la dinámica de las transacciones comerciales que impone
una mayor celeridad y que la utilización de los usos y prácticas generales
obligan a las partes, y agrega que el uso imperativo constituye un
instrumento para reglamentar los contratos celebrados entre comerciantes a
través del establecimiento de las normas en los contratos que se entienden
establecidas de manera tácita o expresa. Finalmente señala que a nivel de
derecho interno en México no hay un concepto claro de lo que puede
considerarse por usos o costumbres mercantiles bancarios o bursátiles.
SÁNCHEZ CALERO[12] distingue entre los usos normativos e interpretativos
y señala que solo los primeros deben considerarse como fuente del derecho
ya que el interpretativo, aparte de su misión de facilitar la interpretación de
la voluntad de las partes en un contrato, sirve para la creación de usos
normativos, el cual tiene como ventaja sobre la ley, la de adaptarse mejor
que ésta a las necesidades del tráfico ya que surge del mismo.
Estableciendo la misma distinción se pronuncia RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[13]
y expresa que los usos normativos tienen una validez general y se aplican
por encima de la voluntad de las partes contratantes y los interpretativos
concretan o aclaran una declaración de voluntad determinada y que por ello
puede decirse que el uso normativo es igual que la costumbre mientras que
el interpretativo no tiene ese valor.
Por su parte DÍAZ BRAVO[14] refiere que la omisión del legislador al no
considerar a la costumbre como fuente del derecho, fue deliberada, ya que
la referencia a la costumbre como fuente específica de ciertas obligaciones
configura la mejor demostración de que no puede atribuírsele el carácter de
fuente genérica, sin que lo anterior sea entendido como desconocimiento o
rechazo del secular y decisivo influjo de la costumbre en el derecho
mercantil que dice surgió y se conserva sustentado, casi de modo exclusivo,
por las prácticas y usos del comercio.
c) La jurisprudencia
Por lo que a la jurisprudencia se refiere, concebida como la ciencia del
derecho, constituye una fuente formal, cuyo instrumento es la ley, a la que
con frecuencia interpreta y excepcionalmente, frente a sus lagunas integra,
realizando así una función materialmente legislativa.
Nos dice Eduardo PALLARES[15] que la jurisprudencia, cumpliendo una
función que puede ser confirmatoria, supletoria, interpretativa o derogativa
de la norma jurídica, es para los jurisconsultos romanos el conocimiento de
las cosas divinas y humanas y la ciencia de lo justo y de lo injusto; que para
los clásicos es el hábito de interpretar rectamente las leyes y aplicarlas
oportunamente a las cosas que ocurren; que para De Diego significa el
criterio constante y uniforme de aplicar el derecho mostrado en las
sentencias del tribunal supremo o en un conjunto de sentencias de éste y
que en el ámbito del derecho procesal significa tanto la serie de juicios y
sentencias uniformes pronunciadas por los tribunales sobre un punto
determinado de derecho, como el contenido de dichos fallos, la enseñanza o
doctrina que dimana de ellos.
Señalan DE PINA y CASTILLO LARRAÑAGA[16] que la interpretación judicial
se lleva a cabo por los jueces y magistrados en el ejercicio de la función
jurisdiccional y adquiere máxima importancia cuando el órgano que la
realiza está facultado para sentar jurisprudencia, adaptando la norma a la
realidad judicial, y teniendo siempre presente el verdadero carácter de la
función que se le ha encomendado, así como el límite de sus poderes para
no desvirtuar ni rebasar éste con iniciativas que puedan colocarse más cerca
de la actuación del legislador que la del juez.
Por lo que a la función integradora de la norma jurídica se refiere,
destacan su importancia en el campo del derecho procesal y la entienden
como una actividad intelectual del juez, encaminada a hallar y aplicar la
norma adecuada para cubrir una laguna de la ley ante la obligación rigurosa
de decidir un caso concreto y determinado.[17]
Destacando la doble labor tanto interpretativa como integradora que
cumplen los tribunales mediante la jurisprudencia en nuestra materia, dice
BARRERA GRAF[18] que una nueva rama del derecho mercantil, el derecho al
consumo, ha sido creada a través de decisiones judiciales, que han
revolucionado los principios tradicionales sobre la responsabilidad
contractual y extracontractual y que se trata de una función preeminente de
la jurisprudencia, a saber adaptar y complementar la ley en relación con
situaciones nuevas, económicas y sociales, que se van creando, y para las
cuales el derecho escrito aún no ofrece soluciones ni reglas, debiendo
admitirse el valor creativo de las normas jurídicas, que es propio de la
jurisprudencia.
Dice Clemente de Diego[19] en su obra La Jurisprudencia como Fuente
del Derecho, que la palabra jurisprudencia posee dos acepciones, una
equivalente a la ciencia del derecho o teoría del orden jurídico positivo, que
implica el conocimiento del derecho, y que en este sentido se ha tomado
para significar no un conocimiento cualquiera sino el conocimiento más
complejo y fundado del mismo, a saber, el científico, que como sinónimo de
ciencia del derecho, ha corrido entre tratadistas y legisladores, y la otra, que
sirve para designar el conjunto de principios y doctrinas contenidos en las
decisiones de los tribunales, ya que en la práctica normal del derecho
llevada a cabo coactivamente por los órganos del Estado
constitucionalmente ordenados al restablecimiento del derecho, a su
cumplimiento forzoso, previa declaración concreta del mismo, es donde se
vincula especialmente la formación de la jurisprudencia, porque la
aplicación del derecho incumbe a los tribunales como órganos específicos
de esa función, y de aquí que la jurisprudencia se refiera “per eminentiam”
a la actividad de los jueces y tribunales.
En materia procesal cobra relevancia la jurisprudencia de conformidad
con el artículo 217 de la Ley de Amparo, publicada en el Diario Oficial de
la Federación el 2 de abril de 2013, que establece su obligatoriedad, y que
se transcribe a continuación:
Artículo 217.—La jurisprudencia que establezca la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
funcionando en pleno o en salas, es obligatoria para éstas tratándose de la que decrete el pleno, y
además para los Plenos de Circuito, los tribunales colegiados y unitarios de circuito, los juzgados
de distrito, tribunales militares y judiciales del orden común de los Estados y del Distrito Federal,
y tribunales administrativos y del trabajo, locales o federales.

La jurisprudencia que establezcan los Plenos de Circuito es obligatoria


para los tribunales colegiados y unitarios de circuito, los juzgados de
distrito, tribunales militares y judiciales del orden común de las entidades
federativas y tribunales administrativos y del trabajo, locales o federales
que se ubiquen dentro del circuito correspondiente.
La jurisprudencia que establezcan los tribunales colegiados de circuito
es obligatoria para los órganos mencionados en el párrafo anterior, con
excepción de los Plenos de Circuito y de los demás tribunales colegiados de
circuito.
La jurisprudencia en ningún caso tendrá efecto retroactivo en perjuicio
de persona alguna.
Por su parte los artículos 222 y 223 de la Ley de Amparo se refieren a la
formación de la jurisprudencia por reiteración de criterios:
Artículo 222.—La jurisprudencia por reiteración del pleno de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación se establece cuando se sustente un mismo criterio en cinco sentencias no interrumpidas
por otra en contrario, resueltas en diferentes sesiones, por una mayoría de cuando menos ocho
votos.
Artículo 223.—La jurisprudencia por reiteración de las salas de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación se establece cuando se sustente un mismo criterio en cinco sentencias no
interrumpidas por otra en contrario, resueltas en diferentes sesiones, por una mayoría de cuando
menos cuatro votos.

Además, los artículos 225 y 226 de la propia Ley atañen a la formación


de la jurisprudencia por contradicción:
Artículo 225.—La jurisprudencia por contradicción se establece al dilucidar los criterios
discrepantes sostenidos entre las salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre los
Plenos de Circuito o entre los tribunales colegiados de circuito, en los asuntos de su competencia.
Artículo 226.—Las contradicciones de tesis serán resueltas por:
I. El pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando deban dilucidarse las tesis
contradictorias sostenidas entre sus salas;
II. El pleno o las salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, según la materia, cuando
deban dilucidarse las tesis contradictorias sostenidas entre los Plenos de Circuito de distintos
Circuitos, entre los Plenos de Circuito en materia especializada de un mismo Circuito, o sus
tribunales de diversa especialidad, así como entre los tribunales colegiados de diferente circuito;
y
III. Los Plenos de Circuito cuando deban dilucidarse las tesis contradictorias sostenidas entre
los tribunales colegiados del circuito correspondiente.
Al resolverse una contradicción de tesis, el órgano correspondiente
podrá acoger uno de los criterios discrepantes, sustentar uno diverso,
declararla inexistente, o sin materia. En todo caso, la decisión se
determinará por la mayoría de los magistrados que los integran.
La resolución que decida la contradicción de tesis no afectará las
situaciones jurídicas concretas de los juicios en los cuales se hayan dictado
las sentencias que sustentaron las tesis contradictorias.
Señala Gómez Lara[20] que la jurisprudencia es en términos generales
una reiteración de criterios judiciales, no entendida como ciencia del
derecho, que es otra de las acepciones del vocablo, sino de lo que en otros
países se conoce como precedentes judiciales. El concepto de jurisprudencia
el derecho mexicano lo entiende como precedente judicial y lo da la propia
ley.
B. LAS FUENTES REALES
Por lo que se refiere a las fuentes reales o también conocidas como
materiales, las mismas constituyen formas de comportamiento social, que
de una u otra manera influyen en el ánimo del Poder Legislativo para el
diseño de la ley, esto es, son factores reales de poder que con mayor o
menor influencia determinan el espíritu del legislador para orientar el
sentido de la ley. Se trata de factores de índole político, económico o social
que abren espacios para ser tomados en cuenta en el diseño de la
normatividad.
Dice García Maynes:[21] “llamamos fuentes reales a los factores y
elementos que determinan el contenido de tales normas”.
Para Gómez Lara[22] la fuente material indaga el contenido de la norma,
lo que ésta ordena, dispone o prohíbe, o sea la conducta que la norma
postula como debida por razones políticas, económicas y sociales.
Fuentes materiales, dice Vázquez del Mercado,[23] son todos los factores
que determinan o contribuyen a la formación de la norma jurídica, como la
opinión pública, las necesidades económicas, la tradición, etcétera.
C. LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO
Constituyen los criterios de aplicación de carácter doctrinario,
inspirados en concepciones basadas en la idea de justicia y equidad que
inspiran a los jueces para resolver las controversias apegándose a tales
criterios, en ausencia de normas de aplicación estricta.
Santos Azuela[24] los concibe señalando:
como fuente de esta disciplina, los principios generales del derecho plasman la concepción de
justicia acuñada por la sociedad política, que sirve de inspiración y fundamento al ordenamiento
jurídico que se promulga. Referidos a esta ciencia, la dogmática maneja este tipo de principios
como las ideas torales o las líneas directrices para el desarrollo y eficacia del proceso.

Tocante a la aplicación que deben realizar los jueces de los principios


generales del derecho, GARCÍA MÁYNEZ[25] expresa:
en todos aquellos casos en que las fuentes formales resultan insuficientes para procurar a la
autoridad judicial un criterio de solución, quedan los jueces y tribunales colocados en situación
muy semejante a la del mismo legislador, pues así como éste al realizar su actividad ha de
preocuparse de transformar en preceptos formalmente válidos los principios generales del
derecho o como sería preferible decir las exigencias de la justicia, el juez está obligado a
establecer las normas de decisión para los casos imprevistos y si el legislador debe formular
reglas de índole abstracta, aplicables a un número indefinido de casos, el juez ha de descubrir la
norma de solución para una situación singular, de modo que resolver una cuestión imprevista de
acuerdo con los principios generales, quiere decir, fallarla como el legislador lo habría hecho.

Agrega que dentro de los principios generales del derecho destaca la


equidad, que supone corregir la generalidad de la ley y sustituir a la justicia
legal abstracta; citando a OSILIA dice que toda ley en cuanto no es un acto de
arbitrio individual se inspira necesariamente en cierta idea de equidad, que
precede a la determinación de la esfera de libertad de cada uno, y
refiriéndose a Giuseppe MAGGIORE expresa que la equidad no es una fuente,
sino la fuente de derecho por excelencia, todo lo cual lleva a concluir a
nuestro autor señalando que “bajo el nombre de principios generales se
ocultan en realidad los principios generales de la equidad”.[26]
Expresa finalmente:
la seguridad jurídica demanda que los jueces llamados a resolver una controversia cumplan su
cometido aplicando con la mayor fidelidad posible los preceptos de la ley escrita, pero cuando en
un determinado caso no hay ley aplicable y se han agotado los recursos que brinda la
interpretación, la justicia exige y el derecho positivo permite que el juzgador se inspire en
criterios de equidad, lo cual permite conciliar las exigencias de la justicia con las de la seguridad
jurídica.[27]

En el sistema jurídico mexicano, los principios generales del derecho


encuentran reconocimiento en la propia Constitución Política que en el
cuarto párrafo de su artículo 14 señala: “En los juicios del orden civil, la
sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra o a la interpretación
jurídica de la ley, y a falta de ésta, se fundará en los principios generales
del derecho”.
Dice García Máynez:
el hecho de que la norma que ordena a hacer leyes justas y dictar fallos equitativos sea la
Suprema Norma, sea el más elevado principio, no nos autoriza para negar que dicha norma sea a
su vez un principio general y así como el juez debe ser justo cuando juzga, ello en nada difiere
del principio que manda al legislador cuando legisla. Cabe por tanto sostener que el orden
jurídico eficaz vale y se justifica no solo por su eficacia, sino en cuanto ésta condiciona la
realización de una serie de fines valiosos como son la justicia, la equidad y el bien común.[28]

Eduardo Pallares[29] por su parte señala que:


Los más destacados filósofos del derecho están de acuerdo en que cuando la ley, a falta de
disposición aplicable confía al juez la determinación de la regla jurídica individualizada, se
remite en última instancia subsidiaria, a un juicio de valor, a una estimativa jurídica ideal, a un
criterio ideal de justicia, ora derecho natural, ora principio de la rectitud jurídica. […] Es pues
obvio que cuando el legislador se refiere a los supremos principios del orden jurídico denota un
criterio de estimación ideal puesto que éste le ha servido a él de estrella polar para la elaboración
del derecho formulado.
D. LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN
De acuerdo con los principios que emanan del liberalismo francés,
sustentados en la máxima laisser faire, laisser passer, de conformidad con
la regla de la pacta sunt servanda, las obligaciones voluntariamente
asumidas por las partes, deben ser cumplidas hasta sus últimas
consecuencias.
En efecto, en el Código Civil francés se mantiene tal principio, al
establecer los artículos 1134 y 1135, respectivamente:
Art. 1134.—Les conventions légalement formées tiennent lieu de lois a ceux qui les sont
faites.
Elles en peuvent que la loi autorité. Elle doit être exécutées de Bonne foi.
Art. 1135.—Les conventions obligent non seulement á ce qui y est exprimé, mais encore á
toutes les suites que l’équité, l’usage ou la loi donnent á l’obligation d’après sa nature.[30]

El principio antes referido influyó en muchas legislaciones en el mundo,


de las que no escapó el sistema normativo mexicano, en tanto que se
incorporó en los códigos civiles de 1870, 1884, y así pasó al vigente.
Puede sin embargo ocurrir que en contratos de realización continua o
tracto sucesivo, que un evento imprevisible para las partes modifique de
manera sustancial las condiciones originalmente pactadas por ellas,
produciendo una onerosidad excesiva para una de ellas y un injustificado
beneficio para la otra, y no habiéndose obligado las partes en los términos
que el acontecimiento imprevisible ha modificado, no puede deducirse
entonces que la voluntad se hubiese otorgado de acuerdo a una situación
alterada por lo que su voluntad estaría siendo radicalmente afectada, de
modo que las condiciones deben ser restablecidas a términos equivalentes a
las originalmente pactadas para, de ese modo, procurar su cumplimiento.
No obstante que el derecho común inicialmente ha rechazado la
adopción del principio rebus sic stantibus, conforme al cual al presentarse
una situación como la antes referida, el órgano jurisdiccional se encuentra
facultado para restablecer la situación a condiciones equivalentes a las
inicialmente contratadas, existe toda una corriente doctrinal que se
manifiesta a favor de la adopción de este principio, para buscar que se
mantenga la equidad y se propicie así el cumplimiento de las obligaciones.
Por su parte, el artículo 14 constitucional, autoriza al órgano
jurisdiccional, para resolver un conflicto aplicando los principios generales
del derecho en supuestos de vacío legal y jurisprudencial.
De ese modo, si como hemos visto, la equidad es el principio del
derecho más valioso, pensamos que para que la autoridad judicial pueda
resolver los conflictos aplicando dicho principio en los casos de contratos
de tracto sucesivo o de realización continua, en que al presentarse una
importante variación de las condiciones, provocada por una situación
imprevista y ajena a las partes, que produzca una excesiva onerosidad para
una de ellas y el correlativo e injustificado beneficio para la otra, debiera,
en reconocimiento por parte de nuestro sistema normativo mercantil a la
teoría de la imprevisión, permitirse al juez el restablecimiento de las
condiciones a términos equivalentes a los otorgados por las partes al
establecer la relación bilateral y para ello a continuación expondremos las
ideas en las que sustentamos tal hipótesis.
Si con posterioridad al acto celebrado por las partes en contratos de
cumplimento sucesivo, algún evento o circunstancia no prevista hace que
varíen las condiciones originalmente estipuladas de modo que se provoque
una excesiva onerosidad en perjuicio de alguna de ellas, no puede deducirse
que la parte afectada se hubiese obligado en términos no conocidos e
imprevisibles por ella. Así, podemos señalar que en tal escenario su
voluntad originalmente otorgada se vería afectada sin haber intervenido ni
mucho menos provocado tales eventualidades.
Al aplicarse estrictamente el principio que deriva de la pacta sunt
servanda, asumido tanto por la legislación civil como mercantil, y conforme
a la cual las obligaciones legalmente contraídas deben cumplirse en sus
términos y hasta sus últimas consecuencias, frente a eventos imprevistos
que modifiquen substancialmente los términos pactados, se produce una
situación sumamente injusta e inequitativa, que provocará muy
probablemente la imposibilidad de atender a dicho imperativo, en tanto que
la variación de las condiciones puede ser de tal magnitud que ocasione la
imposibilidad de su cumplimiento por haberse convertido en excesivamente
onerosas las obligaciones de quien debe prestarlas.
La estrepitosa devaluación que sufrió la moneda mexicana frente al
dólar de Norteamérica en diciembre de 1994, provocó una crisis de enormes
dimensiones y consecuencias, en la que no obstante el empobrecimiento
que ello produjo para muchos deudores de la banca y demás entidades del
sistema financiero mexicano, en estricto acatamiento al principio que
derivado de la autonomía de la voluntad que obliga al cabal cumplimiento
de las obligaciones asumidas, sin importar que la variación de las
condiciones hubiese sido de tal magnitud que hiciera imposible su
cumplimiento, ha demostrado que la aplicación irrestricta de tal principio
no constituye en estos tiempos una opción viable, y por otro lado evidencia
su ineficacia, además de una enorme inequidad.
Dice Díaz Bravo:[31]
la conveniencia de ponderar la posibilidad de que se incorpore en nuestro sistema legal la teoría
de la imprevisión ha sido puesta de manifiesto, con especial crudeza, ante los infortunados
vaivenes económicos que han golpeado a nuestro país en los recientes años, una de cuyas
principales manifestaciones han sido las incesantes devaluaciones y envilecimientos de nuestra
moneda.

Y agrega:
la llamada teoría de la imprevisión parte del supuesto de que en todo contrato de tracto sucesivo o
con cumplimientos diferidos en el tiempo, debe entenderse implícitamente consignada la cláusula
rebus sic stantibus, por virtud de la cual, el juez está facultado para reducir o suprimir totalmente
las obligaciones de un deudor en la medida en que acontecimientos imprevisibles al celebrar un
contrato, vengan a modificar las circunstancias de tal manera que el cumplimiento resulte
excesivamente oneroso.[32]

Así, frente a situaciones como la antes apuntada, creemos que la única


solución viable y equitativa se encuentra en la adopción por la legislación
mercantil de la teoría de la imprevisión que permita a los jueces, en
presencia de circunstancias como las apuntadas, restablecer las condiciones
a términos similares a las originalmente pactadas por las partes, repartiendo
así el peso de tales variaciones o circunstancias imprevistas de una manera
equitativa entre las mismas, para procurar de ese modo una mayor justicia y
sobre todo equidad entre ellas y propiciar con ello que se encuentren
siempre en posibilidad de dar cumplimiento a las obligaciones contraídas
previamente en términos equivalentes a los originalmente asumidos por
ellas.
Para sustentar sobre bases teóricas nuestra propuesta, nos referiremos a
los argumentos que distintos autores han emitido sobre la materia y
finalmente expondremos los propios para demostrar la necesidad de incluir
a la teoría de la imprevisión en materia mercantil.
Así, señala TORREBLANCA SENTÍES[33] que el principio de que se trata
encuentra su antecedente en el derecho romano, en los contratos de buena
fe, de modo que cuando se presentaba cualquier controversia debía
arreglarse equitativamente, y así se consideraba que si el cumplimiento de
un contrato de buena fe se hacía excesivamente oneroso por hechos
posteriores e imprevistos, el acreedor no podría aprovecharse de ello, ya
que se modificaba el equilibrio entre la prestación y la contraprestación
pactadas.
Por su parte PELLETIER BARBERENA[34] refiere que el principio de rebus sic
stantibus establecido en la Edad Media:
estipula que en todos los contratos hay una regla de derecho establecida tácitamente, la cual dice
que los contratos son obligatorios para las partes si existe una continuidad en las condiciones de
base que existían en la época en que el contrato fue firmado. Este principio es también conocido
bajo el nombre de Teoría de la Imprevisión.

Rafael DE PINA[35] conceptualiza a la teoría de la imprevisión como “un


conjunto sistemático de especulaciones científicas que tiene como finalidad
justificar el incumplimiento total o parcial de un contrato en atención a la
presencia de circunstancias extraordinarias no previstas en el momento de
su realización”.
ROJINA VILLEGAS[36] señala que el legislador no ha podido resolver este
problema elaborando una regla general que dé un criterio al juez, para poder
modificar los contratos ante circunstancias extraordinarias que eviten de tal
manera su cumplimiento o que lo hagan imposible, desde el punto de vista
económico, pero que en el derecho civil sí existen los fundamentos para
aceptar la teoría de la imprevisión en los contratos, con base en la equidad y
la buena fe.
Nuestra propuesta se centra en elaborar una regla general, que incorpore
dicha teoría, tanto en el derecho mercantil como en el financiero, ya que por
la naturaleza y magnitud de las operaciones activas que comúnmente
realizan las instituciones con los acreditados, y la indexación de las cargas
accesorias al crédito (intereses) en relación con los vaivenes de la
economía, y por los montos que amparan los contratos relativos, es donde
mayormente se hace necesaria su incorporación.
En el caso de los créditos bancarios, no siendo culpables los acreditados
de las variaciones que puedan sufrir las tasas de interés, tampoco resulta
justo ni mucho menos equitativo obligarles a cumplir hasta sus últimas
consecuencias las obligaciones contraídas cuando las condiciones
establecidas a la postre son alteradas por hechos sobre los que no pueden
tener el menor control.
Por ello es que debe establecerse la posibilidad de que encontrando
pleno sustento en la ley general (Código de Comercio), se permita una
solución de equidad, que autorice al juez ordinario a restablecer las
condiciones que las circunstancias hubiesen alterado de modo equitativo
entre las partes, lo cual facilitaría, además su cumplimiento y para mantener
así vigentes los aspectos esenciales del acto o contrato, siendo éste de tracto
sucesivo.
El Ministro Juventino CASTRO Y CASTRO escribió:
la teoría de la imprevisión ha sido elaborada con la finalidad de encontrar un remedio para los
contratos, en que siendo de ejecución continuada o periódica o bien de ejecución diferida, una de
las partes se ve sometida a una onerosidad excesiva o anormal en razón de que la base económica
general tenida en cuenta al contratar, resulta modificada en el momento de la ejecución. Ello crea
para la parte afectada, una grave dificultad para cumplir su prestación en razón de tener que
someterse a un gran sacrificio económico, no previsible en el momento de celebrar el contrato.
[37]

La esencia de la teoría de la imprevisión no es la de propiciar el


incumplimiento de las obligaciones contraídas sino que su finalidad radica
en tratar de restablecer las condiciones al presentarse el hecho
extraordinario e imprevisible, precisamente para que las partes estén en
condiciones de cumplir lo que les corresponde.
Cabe señalar que el reconocimiento de la teoría de la imprevisión no es
ajeno al orden normativo en el derecho común comparado, ya que ha sido
aceptada en algunas legislaciones extranjeras como la italiana (artículos
1467, 1468 y 1469 del Códice Civile, de 1942 que incorpora el
reconocimiento de la regla no escrita “rebus sic stantibus”, no obstante
mantener el principio de la autonomía de la voluntad emanado de la
influencia liberalista francesa, siendo en este sentido vanguardista, ya que
constituyó el primer país que ponderó categóricamente que en los supuestos
de alteración de las condiciones antes comentados, procede resolver la
obligación relativa.[38]
Asimismo, en Portugal encontrarnos una solución similar a la italiana, al
establecer los artículos 437.o y 438.o del Código Civil en el título relativo a
“la resolución del contrato por alteración de las circunstancias”, en donde,
frente a la situación que venimos comentando, la parte afectada puede
demandar la resolución del contrato;[39] la argentina y la colombiana, entre
otras.
Por lo que a nuestro país se refiere, algunos estados la han incorporado
en sus propios códigos civiles.[40]
Juventino CASTRO Y CASTRO[41] señala que la adopción del principio de
que se trata no es ajeno a la interpretación que la Suprema Corte de Justicia
ha realizado en diversos precedentes, para otorgar el sustento jurídico
necesario para, en el análisis que realiza al cuarto párrafo del artículo 14 de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establecer que
los jueces están facultados para resolver los casos concretos aplicando la
equidad, como principio general del derecho, en ausencia de leyes o bien su
interpretación jurídica, por lo que debe incorporarse tal principio.
Por su parte DÍAZ BRAVO[42] refiere que tal tendencia improvisionista ha
encontrado eco en el proyecto de una Convención relativa a los principios
para los contratos mercantiles internacionales, elaborado en el seno del
Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT),
dado a conocer en octubre de 1990, en cuyos artículos 5.2.2. y 5.2.3., se
proclama tal principio al establecer que ante circunstancias imprevisibles,
que alteren fundamentalmente el equilibrio de un contrato, de tal manera
que una de las partes se vea colocada en una situación de excesiva
onerosidad, esté facultada para exigir renegociaciones que propicien un
alivio a sus compromisos y que ante el fracaso de tales negociaciones, la
autoridad judicial esté facultada para dar por terminado el contrato en la
fecha y términos que se fijen, o bien para modificar su contenido a efecto de
restablecer el equilibrio existente antes de la presentación de las
circunstancias que lo alteraron.
En efecto, la aplicación de la teoría de la imprevisión tampoco es ajena
al orden internacional de carácter comercial y de esa manera observamos
como en la Sección Segunda de los Principios emitidos en el año de 1994,
en Roma por el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho
Privado (UNIDROIT).
Así, en los lineamientos o principios de la UNIDROIT y en lo tocante a los
contratos en los que se presenta la excesiva onerosidad (hardship), que se
contiene en la Sección Segunda de los Lineamientos, y que incluye los
artículos 6.2.1 al 6.2.3., se establece:
Artículo 6.2.1.—Salvo lo dispuesto en esta sección con relación a la excesiva onerosidad,
(hardship), las partes continuarán obligadas a cumplir sus obligaciones a pesar de que dicho
cumplimiento se haya vuelto más oneroso para una de ellas.
Artículo 6.2.2.—Se presenta un caso de excesiva onerosidad (hardship) cuando ocurren
sucesos que alteran fundamentalmente el equilibrio del contrato, ya sea por el incremento en el
costo de la prestación a cargo de una de las partes, o bien por una disminución del valor de la
prestación a cargo de la otra, y, además, cuando:
a) Dichos sucesos ocurren o son conocidos por la parte en desventaja después de la
celebración del contrato;
b) Dichos sucesos no pudieron ser razonablemente previstos por la parte en desventaja en el
momento de celebrarse el contrato;
c) Dichos sucesos escapan al control de la parte en desventaja; y,
d) La parte en desventaja no asumió el riesgo de tales sucesos.
Artículo 6.2.3.
1. En caso de excesiva onerosidad (hardship), la parte en desventaja puede solicitar la
renegociación del contrato. Tal solicitud deberá formularla sin demora injustificada, con
indicación de los fundamentos en los que se basa.
2. La solicitud de renegociación no autoriza en sí misma a la parte en desventaja a suspender
el cumplimiento de sus obligaciones.
3. En caso de no llegarse a un acuerdo en un plazo prudencial, cualquiera de las partes podrá
acudir a un tribunal.
4. Si el tribunal determina que se presenta una situación de excesiva onerosidad (hardship), y
siempre que lo considere razonable, podrá:
a) Dar por terminado el contrato en una fecha determinada y en los términos que al efecto
determine, o
b) Adaptar el contrato, de modo de restablecer su equilibrio.

Dice en relación con el principio relativo Adame Goddard[43] que la


regla que establece que no es válido el contrato si hay excesiva ventaja para
una sola de las partes, protege la equidad en las prestaciones, lo cual supone
que ambas partes están recíprocamente obligadas, y que esta idea de
equidad o equilibrio entre las prestaciones contractuales está también
presente en los artículos antes transcritos sobre la excesiva onerosidad, que
suponen que ha habido una alteración fundamental del equilibrio del
contrato que hace necesaria una renegociación o la intervención judicial
para reestablecerlo, y agrega que el deber primordial e irrenunciable de las
partes en el régimen de los Principios, es el de comportarse con buena fe y
lealtad negocial, lo cual dice, supone ausencia de dolo y de la intención de
obtener una ventaja desproporcionada.
Opinamos que si bien del contenido del artículo 14 constitucional en su
cuarto párrafo, se deriva la posibilidad de que los jueces puedan realizar una
función equitativa que restablezca las condiciones alteradas, ello solamente
puede ocurrir en ausencia de una ley o bien su interpretación jurídica, por lo
que consideramos que en el campo del derecho mercantil, debe incorporarse
precisamente una norma que sin lugar a dudas faculte al órgano
jurisdiccional para restablecer la situación que el evento imprevisible altere
substancialmente, al amparo del postulado de la norma constitucional en
aras de la equidad y la seguridad jurídica.

2. CONCEPTO DE OBLIGACIÓN
Para ROJINA VILLEGAS[44] la obligación es un estado de subordinación
jurídica que impone al deudor la necesidad de ejecutar a favor del acreedor
un hecho o una abstención de carácter patrimonial o moral.
Rafael DE PINA[45] señala que la obligación es una relación jurídica
productora de un vínculo jurídico.
BORJA SORIANO[46] por su parte dice que es la relación jurídica entre dos
personas, en virtud de la cual una de ellas llamada deudor, queda sujeta para
con otra llamada acreedor, a una prestación o a una abstención de carácter
patrimonial que el acreedor puede exigir del deudor.
GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ[47] señala que la obligación en sentido lato es un
derecho de crédito o derecho personal, pero no en sentido estricto, ya que a
la especie se le puede designar con el nombre del género, pero que a una
obligación que nace de una declaración unilateral de voluntad no puede
llamársele derecho de crédito o derecho personal, pues éste precisa de un
deudor y un acreedor.
Parte importante de las fuentes de las obligaciones la constituye el acto
jurídico, al que concebimos como la manifestación exterior de la voluntad
que producirá consecuencias de derecho, y que abarca tanto al convenio
como al contrato.
Coincidimos con VÁZQUEZ DEL MERCADO[48] cuando señala que siguiendo
al concepto de obligación civil se puede considerar que la mercantil
constituye el vínculo jurídico por el cual un sujeto debe cumplir frente a
otro una prestación que tiene carácter mercantil porque el acto que la
origina es de esa naturaleza, y que en principio el derecho de las
obligaciones no es sólo del ámbito civil sino que va aparejado a la
evolución mercantil o económica, y que ocupa en el ámbito de las leyes un
lugar preponderante, considerado por el Derecho Mercantil en relación con
las personas, los comerciantes y los actos de comercio.
Agrega que las normas del derecho mercantil cambian en parte las
normas del derecho común para adaptarse a las exigencias de la actividad
mercantil, sin embargo no existe un sistema de derecho de las obligaciones
mercantiles diverso al sistema de las obligaciones civiles.[49]
SÁNCHEZ CALERO[50] señala que las obligaciones mercantiles que nacen
normalmente de los contratos tienen como característica al ser típicas o
uniformes su tendencia a la objetivización, y la necesidad, más acusada que
en el Derecho Civil, de un exacto cumplimiento.
No nos corresponde ocuparnos en la presente obra ni de la teoría del
acto jurídico ni de la relativa a las obligaciones, que han sido
suficientemente tratadas por generaciones de excelentes e ilustres
profesores e investigadores civilistas, tanto mexicanos como extranjeros; no
obstante es menester señalar que si bien no existe una teoría general de las
obligaciones mercantiles, no podemos dejar de observar la existencia en las
normas mercantiles de escasos e incompletos preceptos tanto en materia del
acto jurídico como de las obligaciones en general, incluyendo su resolución;
preceptos que se refieren a algunos aspectos que derivan de tales
instituciones de manera incompleta, pero que deben ser observados por
constituir la fuente directa de aplicación.
Aun cuando en materia de obligaciones, la aplicación supletoria de la
legislación civil solamente se requiere en el caso de que las leyes
mercantiles no regulen los supuestos relativos, ocurre que en este campo del
derecho las normas existentes son escasas e incompletas, lo que hace
necesario aplicar la norma sustantiva que emana del derecho común.
Arce Gargollo[51] por su parte señala:
con base en las escasas normas que sobre obligaciones mercantiles se encuentran en nuestra
legislación mexicana, especialmente en el Código de Comercio, considero que no puede hablarse
de una teoría general de las obligaciones mercantiles, sino tan solo de algunas normas especiales
que derogan a los principios y reglas en materia de obligaciones civiles que son aplicables
supletoriamente a todo el derecho mercantil. La importancia de distinguir entre obligaciones y
contratos mercantiles y las obligaciones y contratos civiles, se acrecienta en nuestro régimen
jurídico, en razón de que conforme al pacto federal establecido en la Constitución, se asigna a la
Federación la competencia para legislar en materia de comercio mientras que la legislación civil
se conserva como materia propia de los Estados y del Distrito Federal.

Vázquez del Mercado por su parte señala:


si bien la ley y los usos mercantiles regulan solamente parte de los problemas que ofrecen las
obligaciones mercantiles, al mismo tiempo que la formación de los contratos mercantiles, su
estudio presenta algunas particularidades que dan lugar a principios generales que se imponen en
toda la materia de las obligaciones mercantiles, a los cuales se recurre con exclusión de las
normas del derecho civil y que se consideran y son estudiados como parte del derecho mercantil.
[52]

La solución al problema que nos ocupa se ha pretendido encontrar


mediante la aplicación supletoria del Código Civil ahora Federal, no
obstante, creemos que es inconveniente, ya que aun y cuando observamos
que ambas normas (civil y mercantil) tienen en común su aplicación en un
ámbito en el que se dice el interés en juego es particular, lo cierto es que
ambas materias son distintas, tienen una génesis y desarrollo distintos, con
una legislación también distinta y regulan por ello realidades también
distintas; así, creemos que son más las diferencias que las semejanzas que
derivan de las relaciones que regulan en sus distintos ámbitos.
Por lo anterior, y con el afán de resolver de una manera integral y
definitiva el problema que nos ocupa, nos pronunciamos por la adopción de
un sistema en el que se incorpore al Código de Comercio una teoría general
de las obligaciones mercantiles, que resulte completa y adecuada a las
necesidades tanto del comercio como de carácter financiero, que haga ya
innecesario utilizar la contenida en la legislación civil.
En un planteamiento que por los conceptos vertidos no compartimos,
León BOLAFFIO,[53] siguiendo la tendencia del derecho italiano, impulsada
por Cesar Vivante, que influyó al Código Civil Italiano de 1942, se inclina
por una solución uniforme en la que un solo instrumento normativo regule
ambas materias “Un Código único de las obligaciones, puede con sagaces y
oportunas declaraciones regular uniformemente todas las obligaciones y
todos los contratos sin distinción entre mercantiles y civiles”.
Sobre este particular dice Javier ARCE GARGOLLO[54] que una solución
que unifique las normas privadas civiles y mercantiles, se puede lograr
mediante el traspaso al campo del derecho civil, de principios e
instituciones jurídicas nacidas en el derecho mercantil, mediante una
reforma al Código Civil Federal, dejando en el Código de Comercio a los
contratos que no se incorporen a la ley civil con la adición de una norma de
reenvío o supletoriedad.
Por los razonamientos que hemos expresado con anterioridad, no
compartimos la propuesta de ARCE GARGOLLO, ya que debemos considerar
que de llevarse a cabo, habría una mayor dispersión de las leyes
mercantiles, además, como hemos señalado, ello no es posible porque la
norma mercantil es de carácter federal mientras que la civil es local.
Rodríguez Rodríguez[55] señala:
la unidad de fondo del derecho civil y mercantil es indudable; pero su separación no es
caprichosa ni arbitraria, sino que obedece a razones profundas, fundamentalmente a la necesidad
de atender las exigencias del comercio, para lo que el derecho civil se mostró insuficiente e
inepto por su carácter formalista y rituario y por estar fundamentalmente concebido como una
regulación de bienes inmuebles (sistema de propiedad y trasmisión) incompatible con la misma
movilidad del derecho mercantil. Por esto, aquél sacrifica la seguridad del tráfico a la seguridad
jurídica.
La consideración del derecho mercantil como derecho de los actos en masa realizados por
empresas acota para el mismo un campo particular radicalmente distinto de las relaciones de
familia, sucesión, propiedad, etc., típicas del derecho civil. Aún en el terreno de las obligaciones,
las mercantiles tienen una impronta peculiar, resultado de ser actos en masa realizados por
empresas.

En espera de la solución apuntada, y con la ineludible obligación de


ocuparnos del derecho vigente en el campo que nos ocupa, a continuación
nos referiremos a los aspectos generales en materia de obligaciones
mercantiles, en el capítulo correspondiente a los contratos mercantiles en
general, en donde es menester mencionar a los artículos siguientes:
Artículo 77.—Las convenciones ilícitas no producen obligación ni acción, aunque recaigan
sobre operaciones de comercio.
Artículo 78.—En las convenciones mercantiles cada uno se obliga en la manera y términos
que aparezca que quiso obligarse, sin que la validez del acto comercial dependa de la observancia
de formalidades o requisitos determinados.

Sobre este último precepto, DÍAZ BRAVO[56] ha escrito: “sólo como fruto
de un inconcebible desconocimiento de la vida comercial podría
pretenderse la vigencia práctica del artículo 78, del Código de Comercio; a
nadie escapa que la arrolladora formalidad documental casi no admite
excepciones en la práctica”.
No obstante, en relación con este aspecto, el acto mercantil será válido
siempre que se otorgue con las formalidades que en cada caso establezca la
ley, y observamos que salvo casos muy concretos, la ley mercantil es ante
todo y esencialmente carente de formalismos, por ello es que se habla de
una consensualidad mercantil.
A. EL CONTRATO
Dentro de los actos jurídicos desde luego destaca la figura del contrato,
al que siendo una especie del género convenio, podemos definir diciendo
que es el acuerdo de voluntades para crear o transferir derechos y
obligaciones, en tanto que en el convenio en la conjunción de las voluntades
se incluye también la modificación y la extinción de los derechos y las
obligaciones.[57]
Aun y cuando la ley civil establece con toda claridad la diferencia entre
convenio y contrato, el Código de Comercio se refiere indistintamente a
ambos, cual si se tratara de la misma fuente de las obligaciones.
El contrato tiene como elementos esenciales al consentimiento, al objeto
y a la solemnidad, en los casos por la ley exigidos.
Dentro de los elementos de validez se encuentran: la capacidad, la
ausencia de vicios en el consentimiento, la licitud en el objeto, motivo o fin
del acto y la forma en los casos en los que sea requerida por la ley.
Como la legislación mercantil no regula lo relativo a los elementos
esenciales y de validez de los contratos mercantiles, a los mismos deberán
aplicarse las normas del derecho común.
Dice Arce Gargollo:[58]
no existe en el Código de Comercio o en alguna otra legislación de carácter mercantil una
regulación sistemática y específica del contrato mercantil en su parte general. Por ello, el
concepto de contrato, sus elementos de existencia y validez, así como la normativa general del
acto o negocio jurídico y del contrato mercantil en lo general, deben tomarse de la regulación del
derecho civil que resulta aplicable en la mayoría de sus principios y reglas.

Díaz Bravo[59] por su parte apunta:


dentro del anchuroso mundo contractual existen en la moderna vida mercantil acuerdos de
voluntades que, por una u otra razón, ofrecen algunas dificultades para encuadrarlos como
contratos, en ocasiones por una injustificada resistencia de los otorgantes a emplear el término
contrato y en ocasiones porque las partes no disponen de libertad por efecto de taxativas legales,
para convenir los términos del contrato.

Por lo que a la integración del consentimiento como primer elemento de


existencia del acto jurídico se refiere, cabe señalar que de manera similar a
la materia civil, en principio se presenta la oferta, y para que el contrato se
perfeccione, a la misma debe recaer la aceptación.
Joaquín GARRIGUES,[60] señala que la propuesta es una declaración
unilateral que debe persistir hasta que sea aceptada, en su caso, para que el
contrato se perfeccione si el aceptante remite su aceptación, y agrega que la
aceptación debe corresponder exactamente a la propuesta, ya que si difiere
de ella, se tratará entonces de una nueva propuesta, quedando el proponente
inicial desligado de su aceptación, y a continuación señala que la propuesta
debe dirigirse a persona determinada o indeterminada; que su duración tiene
una vigencia en el tiempo de carácter convencional o legal y que obliga en
sus términos al proponente.
Y por lo que a la aceptación se refiere, señala que habrá de ser igual a la
oferta y que debe otorgarse mediante declaración expresa o por la
realización de actos de ejecución, no obstante deberá ser suficientemente
clara para que no deje lugar a duda en el sentido de que la voluntad del
aceptante es la de adherirse a la oferta; dirigida al proponente u oferente,
reconociéndose la tácita que se presenta, cuando se realizan
comportamientos positivos que no admitan otra interpretación.
En lo tocante al perfeccionamiento del contrato entre ausentes, SÁNCHEZ
CALERO[61] señala:
las especialidades del régimen del Código de Comercio se centran en este punto en el problema
de conocer el momento de la perfección del contrato entre ausentes y en el caso de que
intervenga un agente mediador, “este régimen ha de completarse con el del Código Civil y
también con el que deriva de la Ley del Consumidor”.

Una vez expresada la aceptación, el consentimiento otorgado por las


partes contratantes habrá perfeccionado al contrato.
B. EL COMERCIO ELECTRÓNICO
a) Concepto
José Antonio VILA SOBRINO[62] define al comercio electrónico señalando
que es toda forma de comercio en la cual se utilizan las redes de los
ordenadores como medio de comunicación entre los diferentes agentes
implicados.
Para Rafael GARCÍA DEL POLO[63] es el intercambio electrónico de datos e
informaciones correspondientes a una transacción de contenido económico,
no limitándose únicamente a las transacciones a través de Internet, sino que
también abarca a todas aquellas que utilizan medios como el fax, el
teléfono, la televisión, sistemas de pago electrónico, el edi, u otros
mecanismos similares.
Para Ernesto GALINDO[64] es cualquier acto de comercio que tenga por
objeto el intercambio, la adquisición y el consumo de bienes y servicios a
través de medios electrónicos, ópticos o cualquiera otra tecnología, a
cambio de un precio.
En relación con la integración del consentimiento, el Código de
Comercio establecía en su artículo 80 que los contratos celebrados por
correspondencia se perfeccionarían desde que se diera contestación de la
aceptación de la propuesta.
El precepto antes referido se modificó con fecha 29 de mayo de 2000,
para regular al comercio electrónico, siguiendo la Ley Modelo de la
UNCITRAL, aprobada en el año de 1996, señalando al efecto: los convenios y
contratos mercantiles que se celebren por correspondencia, telégrafo, o
mediante el uso de medios electrónicos, ópticos o de cualquier otra
tecnología, quedarán perfeccionados desde que se reciba la aceptación de
la propuesta o las condiciones con que éste fuere modificada.
A continuación presentamos los aspectos más relevantes de la
resolución 51/162 de la Asamblea General de 16 de diciembre de 1996 en
relación con la Ley Modelo de la CNUDMI, así como su contenido, sobre
comercio electrónico resolución aprobada por la Asamblea General [sobre
la base del informe de la sexta comisión (a/51/ 628)] 51/162.l
LEY MODELO SOBRE COMERCIO ELECTRÓNICO APROBADA POR LA COMISIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL
DERECHO MERCANTIL INTERNACIONAL
La Asamblea General,
Recordando su resolución 2205 (XXI), de 17 de diciembre de 1966, por la que estableció la
Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional con el mandato de
fomentar la armonización y la unificación progresivas del derecho mercantil internacional y de
tener presente, a ese respecto, el interés de todos los pueblos, en particular el de los países en
desarrollo, en el progreso amplio del comercio internacional;
Observando que un número creciente de transacciones comerciales internacionales se realizan
por medio del intercambio electrónico de datos y por otros medios de comunicación,
habitualmente conocidos como “comercio electrónico”, en los que se usan métodos de
comunicación y almacenamiento de información sustitutivos de los que utilizan papel;
Recordando la recomendación relativa al valor jurídico de los registros computadorizados
aprobada por la Comisión en su 18° período de sesiones, celebrado en 1985, 1 y el inciso b) del
párrafo 5 de la resolución 40/71 de la Asamblea General, de 11 de diciembre de 1985, en la que
la Asamblea pidió a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que, cuando así
convenga, adopten medidas acordes con las recomendaciones de la Comisión 1 a fin de
garantizar la seguridad jurídica en el contexto de la utilización más amplia posible del
procesamiento automático de datos en el comercio internacional,
Convencida de que la elaboración de una ley modelo que facilite el uso del comercio
electrónico y sea aceptable para Estados que tengan sistemas jurídicos, sociales y económicos
diferentes podría contribuir de manera significativa al establecimiento de relaciones económicas
internacionales armoniosas,
Observando que la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico fue aprobada por la Comisión en
su 29° período de sesiones después de examinar las observaciones de los gobiernos y de las
organizaciones interesadas,
Estimando que la aprobación de la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico por la Comisión
ayudará de manera significativa a todos los Estados a fortalecer la legislación que rige el uso de
métodos de comunicación y almacenamiento de información sustitutivos de los que utilizan papel
y a preparar tal legislación en los casos en que carezcan de ella,
1. Expresa su agradecimiento a la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho
Mercantil Internacional por haber terminado y aprobado la Ley Modelo sobre Comercio
Electrónico que figura como anexo de la presente resolución y por haber preparado la Guía para
la Promulgación de la Ley Modelo;
2. Recomienda que todos los Estados consideren de manera favorable la Ley Modelo cuando
promulguen o revisen sus leyes, habida cuenta de la necesidad de que el derecho aplicable a los
métodos de comunicación y almacenamiento de información sustitutivos de los que utilizan papel
sea uniforme;
3. Recomienda también que no se escatimen esfuerzos para velar por que la Ley Modelo y la
Guía sean ampliamente conocidas y estén a disposición de todos.
85a. SESIÓN PLENARIA
16 de diciembre de 1996

ÍNDICE DE LA LEY MODELO DE LA CNUDMI SOBRE COMERCIO ELECTRÓNICO (1996)


Primera parte. Comercio electrónico en general
Capítulo I. Disposiciones generales
Artículo 1. Ámbito de aplicación
Artículo 2. Definiciones
Artículo 3. Interpretación
Artículo 4. Modificación mediante acuerdo
Capítulo II. Aplicación de los requisitos jurídicos a los mensajes de datos
Artículo 5. Reconocimiento jurídico de los mensajes de datos
Artículo 5 bis. Incorporación por remisión
Artículo 6. Escrito
Artículo 7. Firma
Artículo 8. Original
Artículo 9. Admisibilidad y fuerza probatoria de los mensajes de datos
Artículo 10. Conservación de los mensajes de datos
Capítulo III. Comunicación de los mensajes de datos
Artículo 11. Formación y validez de los contratos
Artículo 12. Reconocimiento por las partes de los mensajes de datos
Artículo 13. Atribución de los mensajes de datos
Artículo 14. Acuse de recibo
Artículo 15. Tiempo y lugar del envío y la recepción de un mensaje de datos
Segunda parte. Comercio electrónico en materias específicas
Capítulo I. Transporte de mercancías
Artículo 16. Actos relacionados con los contratos de transporte de mercancías
Artículo 17. Documentos de transporte

GUÍA PARA LA INCORPORACIÓN AL DERECHO INTERNO DE LA LEY MODELO DE LA CNUDMI SOBRE COMERCIO
ELECTRÓNICO

Primera parte. Comercio electrónico en general


Capítulo I. Disposiciones generales
Artículo 1. Ámbito de aplicación
Artículo 2. Definiciones
Artículo 3. Interpretación
Artículo 4. Modificación mediante acuerdo
Capítulo II. Aplicación de los requisitos legales a los mensajes de datos.
Artículo 5. Reconocimiento jurídico de los mensajes de datos.
Artículo 5 bis. Incorporación por remisión.
Artículo 6. Escrito
Artículo 7. Firma.
Artículo 8. Original.
Artículo 9. Admisibilidad y fuerza probatoria de un mensaje de datos.
Artículo 10. Conservación de los mensajes de datos.
Capítulo III. Comunicación de mensajes de datos.
Artículo 11. Formación y validez de los contratos.
Artículo 12. Reconocimiento por las partes de los mensajes de datos
Artículo 13. Atribución de los mensajes de datos
Artículo 14. Acuse de recibo.
Artículo 15. Tiempo y lugar del envío y la recepción de un mensaje de datos.
Segunda parte. Comercio electrónico en materias específicas.
Capítulo I. Transporte de mercancías.
Artículo 16. Actos relacionados con los contratos de transporte de mercancías.
Artículo 17. Documentos de transporte.

Posteriormente, con fecha 5 de julio de 2001, la CNUDMI aprobó la Ley


Modelo sobre firmas electrónicas, que tiene por finalidad la de dotar de
mayor certeza jurídica al empleo de la firma electrónica, basándose en el
principio flexible que se enuncia en el artículo 7 de la Ley Modelo del
propio organismo sobre Comercio Electrónico.
La Ley Modelo sobre Firmas Electrónicas establece la presunción de
que toda firma electrónica que cumpla con ciertos criterios de fiabilidad
técnica será equiparable a la firma manuscrita y adopta un criterio de
neutralidad tecnológica para no favorecer el recurso a ningún producto
técnico en particular. Define además ciertas reglas básicas de conducta que
pueden servir de orientación para evaluar las obligaciones y
responsabilidades eventuales de todo firmante, así como de todo tercero que
salga de algún modo fiador del procedimiento de firma utilizado y de toda
parte en una relación comercial que haya obrado fiándose de la firma.
ÍNDICE DE LA LEY MODELO DE LA CNUDMI SOBRE LAS FIRMAS ELECTRÓNICAS (2001)
Artículo 1 Ámbito de aplicación
Artículo 2. Definiciones
Artículo 3. Igualdad de tratamiento de las tecnologías para la firma
Artículo 4. Interpretación
Artículo 5. Modificación mediante acuerdo
Artículo 6. Cumplimiento del requisito de
Artículo 7. Cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 6
Artículo 8. Proceder del firmante
Artículo 9. Proceder del prestador de servicios de certificación
Artículo 10. Fiabilidad
Artículo 11. Proceder de la parte que confía en el certificado
Artículo 12. Reconocimiento de certificados extranjeros y de firmas electrónicas extranjeras

En la resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU se


destacan como aspectos relevantes de la Ley Modelo los siguientes:
Recordando su resolución 2205 (XXI), de 17 de diciembre de 1966, por la que estableció la
Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional con el mandato de
fomentar la armonización y la unificación progresivas del derecho mercantil internacional y de
tener presente, a ese respecto, el interés de todos los pueblos, en particular el de los países en
desarrollo, en el progreso amplio del comercio internacional.
Observando que un número creciente de transacciones comerciales internacionales se realizan
por el medio de comunicación habitualmente conocido como comercio electrónico, en el que se
usan métodos de comunicación, almacenamiento y autenticación de la información sustitutivos
de los que utilizan papel.
Recordando la recomendación relativa al valor jurídico de los registros computadorizados
aprobada por la Comisión en su 18º período de sesiones, celebrado en 1985, y el apartado b) del
párrafo 5 de la resolución 40/71 de la Asamblea General, de 11 de diciembre de 1985, en la que
la Asamblea pidió a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que, cuando así
convenga, adopten medidas acordes con las recomendaciones de la Comisión a fin de garantizar
la seguridad jurídica en el contexto de la utilización más amplia posible del procesamiento
automático de datos en el comercio internacional.
Recordando también que la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico fue aprobada por la
Comisión en su 29° período de sesiones, celebrado en 1996, y complementada por un nuevo
artículo 5 bis, aprobado por la Comisión en su 31° período de sesiones, celebrado en 1998, y
recordando el párrafo 2 de la resolución 51/162 de la Asamblea General, de 16 de diciembre de
1996, en la que la Asamblea recomendaba que todos los Estados consideraran de manera
favorable la Ley Modelo cuando promulgaran o revisaran sus leyes, habida cuenta de la
necesidad de que el derecho aplicable a los métodos de comunicación y almacenamiento de
información sustitutivos de los que utilizan papel sea uniforme.
Convencida de que la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico es de considerable utilidad
para los Estados al posibilitar o facilitar la utilización del comercio electrónico, como demuestra
la incorporación de esta Ley Modelo al derecho interno de un cierto número de países y su
reconocimiento universal como referencia esencial en lo relativo a la legislación sobre el
comercio electrónico.
Consciente de la gran utilidad de las nuevas tecnologías de identificación personal utilizadas
en el comercio electrónico, generalmente conocidas como firmas electrónicas.
Deseosa de desarrollar los principios fundamentales enunciados en el artículo 7 de la Ley
Modelo sobre Comercio Electrónico con respecto al cumplimiento de la función de la firma en
las operaciones de comercio electrónico, con miras a fomentar la confianza en las firmas
electrónicas para que surtan efectos jurídicos cuando sean el equivalente funcional de las firmas
manuales.
Convencida de que la armonización tecnológicamente neutral de ciertas normas relativas al
reconocimiento jurídico de las firmas electrónicas y el establecimiento de un método para evaluar
de un modo tecnológicamente neutral la habilidad práctica y la idoneidad comercial de las
técnicas de firma electrónica darán una mayor certidumbre jurídica al comercio electrónico.
Estimando que la Ley Modelo sobre las Firmas Electrónicas constituirá un útil complemento
de la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico y ayudará en gran medida a los Estados a formular
legislación que regule la utilización de técnicas modernas de autenticación y a mejorar la
legislación ya existente.
Considerando que la elaboración de legislación modelo que facilite la utilización de las firmas
electrónicas de forma que sea aceptable para Estados con distintos ordenamientos jurídicos,
sociales y económicos podría contribuir al fomento de relaciones económicas armoniosas en el
plano internacional.
1. Expresa su gratitud a la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional por haber completado y aprobado la Ley Modelo sobre las Firmas Electrónicas que
figura en el anexo a la presente resolución y por haber preparado la Guía para la incorporación de
la Ley Modelo al derecho interno;
2. Recomienda que todos los Estados consideren de manera favorable la Ley Modelo sobre las
Firmas Electrónicas, junto con la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico aprobada en 1996 y
complementada en 1998, cuando promulguen o revisen sus leyes, habida cuenta de la necesidad
de que el derecho aplicable a los métodos de comunicación, almacenamiento y autenticación de
la información sustitutivos de los que utilizan papel sea uniforme;
3. Recomienda también que se haga todo lo posible por promover el conocimiento y la
disponibilidad generales de la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico y de la Ley Modelo sobre
las Firmas Electrónicas, junto con sus respectivas Guías para la incorporación al derecho interno.
85a. SESIÓN PLENARIA
12 de diciembre de 2001

Complementariamente, cabe señalar que el 23 de noviembre de 2005, y


mediante resolución No. 60/21, se aprobó la Convención de las Naciones
Unidas sobre la utilización de comunicaciones electrónicas en los contratos
internacionales (CNU-UCECI), que regula la determinación de la ubicación de
la parte en un entorno electrónico; el momento y lugar de envío y de
recepción de las comunicaciones electrónicas; la utilización de sistemas de
mensajes automatizados para la formación de contratos, y los criterios a ser
aplicados para establecer la equivalencia funcional entre las
comunicaciones electrónicas y los documentos sobre papel, originales, así
como los métodos de autenticación electrónica y las firmas manuscritas,
con la finalidad de fomentar la seguridad jurídica y la previsibilidad
comercial cuando se utilicen comunicaciones electrónicas en la negociación
de contratos internacionales, ofreciendo soluciones prácticas y
estableciendo reglas uniformes para regular cuestiones contractuales
sustantivas que no estén directamente relacionadas con la utilización de
comunicaciones electrónicas, para asegurar la eficacia de las
comunicaciones electrónicas.
Tanto el comercio electrónico como la contratación internacional que
aquél ha propiciado, presentan grandes dudas así como inseguridad sobre
todo en lo relativo a la formación del contrato, el reconocimiento de
equivalentes electrónicos así como por la clase de mercaderías que se
ofertan en el espacio virtual desplazando de ese modo a la concepción
contractual de orden tradicional.
Por otro lado, tal legislación no resuelve los problemas que se suscitan
por la necesidad de la aplicación de los principios lógico-jurídicos de la
unicidad y de sistematicidad o bien de no contradicción así como el
principio de complementariedad que se requiere en todo instrumento
internacional provocándose falta de certeza, previsibilidad y seguridad
jurídica entre las partes: vendedor (exportador) y comprados (importador),
en compraventas internacionales.
De ese modo, se hace necesario armonizar los diferentes instrumentos
jurídicos de la Ley Modelo en materia de comercio electrónico y aun los
emitidos por la propia Comisión en el 2005, conocidos como CNU-UCESI, con
los derivados de la convención de Viena en materia de compraventa
internacional de mercaderías de 1980, con la finalidad de que las partes en
una contratación internacional busines to busines, adquieran certeza,
seguridad jurídica y solvencia en sus transacciones internacionales, y que el
tratado en materia de compraventa internacional de mercaderías se
enriquezca con contenidos más claros y congruentes por la interrelación que
se presenta entre la regulación internacional con la operación que suele
realizarse por medios electrónicos, considerando asimismo las modalidades
creadas por la Cámara de Comercio Internacional conocidas como
INCOTERMS y los principios del UNIDROIT, en los cuales se pondera la buena
fe negocial y el beneficio mutuo.
Más adelante, la UNCITRAL desarrolló nuevos esfuerzos para
perfeccionar las operaciones mediante la utilización del comercio
electrónico, y así emitió en el año 2009, el documento denominado:
“Fomento de la Confianza en el Comercio Electrónico”.
Tal documento se refiere a cuestiones jurídicas derivadas de la
utilización internacional de métodos de autenticación y firma electrónicas;
mecanismos jurídicos para la interoperabilidad internacional y los factores
que determinan la equivalencia de los regímenes de responsabilidad.
Se centra principalmente en las cuestiones que plantea la utilización
internacional de los métodos de firma y autenticación electrónicas
respaldados con certificados expedidos por un tercer prestador de servicios
de certificación en quien se confía, en particular las firmas digitales
consignadas por medio de una infraestructura de clave pública (ICP), porque
es más probable que surjan dificultades jurídicas en relación con la
utilización transfronteriza de los métodos de firma y autenticación
electrónicas que requieran la participación de terceros en el trámite de firma
o autenticación. Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos,
“The Use of Authentication Across Borders in OECD Countries…”,
desarrollando los siguientes aspectos:
ÍNDICE DE FOMENTO DE LA CONFIANZA EN EL COMERCIO ELECTRÓNICO: CUESTIONES JURÍDICAS DE LA
UTILIZACIÓN INTERNACIONAL DE MÉTODOS DE AUTENTICACIÓN Y FIRMA ELECTRÓNICAS

Primera parte. Métodos de firma y autenticación electrónicas


I. Definición y métodos de firma y autenticación electrónicas.
A. Observaciones generales sobre terminología.
B. Principales métodos de firma y autenticación electrónicas.
1. Firmas digitales basadas en la criptografía de clave pública.
2. Biométrica.
3. Contraseñas y métodos híbridos.
4. Firmas escaneadas y nombres mecanografiados.
C. Gestión de la identidad electrónica.
II. Trato jurídico de la autenticación y las firmas electrónicas.
A. Enfoque tecnológico de los textos legislativos.
1. Enfoque minimalista.
2. Enfoque de la tecnología específica.
3. Enfoque del doble nivel.
B. Valor probatorio de los métodos de firma y autenticación electrónicas.
1. “Autenticación” y atribución general de los registros electrónicos.
2. Posibilidad de cumplir los requisitos de firma.
3. Labor encaminada a crear equivalentes electrónicos de formas especiales de firma.

Con la adopción de la Ley Modelo de la UNCITRAL, se implementaron


tanto en México como en diversos países, importantes innovaciones que son
acordes con las prácticas tecnológicas utilizadas en materia de comercio
electrónico, presentándose así un cambio de grandes proporciones con
respecto a las prácticas comerciales que predominaron en el mundo a partir
de la revolución industrial, porque la sociedad actual marcha en el camino
de la economía de la información.
Con motivo del advenimiento de la que podríamos denominar
revolución digital, se observa que actualmente se presenta un cambio de
grandes proporciones en los conceptos de economía y conocimiento, lo que
ha provocado la modificación de los modelos económicos, presentándose
un reto de enormes proporciones, que deriva de la visión y las prácticas de
una nueva sociedad en la información y el conocimiento.
El comercio electrónico se puede clasificar en directo e indirecto:
Directo, que es aquel cuyo proceso de compra-venta (oferta o
policitación y aceptación), se lleva a cabo mediante la utilización de
equipos electrónicos que utilizan el Internet, para la compra de un producto
cualquiera, en donde el adquirente previamente observa la oferta presentada
en una página web, y la acepta cubriendo el precio requerido en la oferta, de
tal manera que la operación de compraventa es realizada desde la página
web del ofertante del producto, por medio de la computadora del
adquirente.
Indirecto, que es aquel en el que tanto la oferta como la solicitud de
compra se realizan utilizando equipos electrónicos on line, pero la entrega
del bien ofertado así como el pago se ejecutan físicamente off line. Se trata
de la venta a distancia, en donde la oferta y la aceptación son realizadas por
cualquier medio de comunicación a distancia, mediante un sistema de
comunicación instrumentado por el vendedor, que para ello utiliza la página
web, en la cual presenta sus productos o servicios, ofertando un precio
determinado, de modo que el consumidor al aceptar la oferta elige el que
necesita, pero se caracteriza porque el pago del precio y la entrega del
producto se llevan a cabo fuera de la página web, en un lugar físico off line.
Los medios ópticos son dispositivos creados para el almacenamiento de
los sistemas electrónicos de archivo que contienen tanto programas como
información y comprenden a los CDROM, que son discos que tienen
información previamente grabada que solamente puede ser leída; los WORM,
que permiten grabar la información deseada y asequible a la lectura, los
EOD, que son discos ópticos borrables o reescribibles.
De manera acorde con las tendencias que incluyen el uso de medios
electrónicos para la realización de actos de comercio, y para regular los
avances que se vienen aplicando a tales prácticas comerciales con motivo
del decreto de reformas y adiciones publicado en el Diario Oficial de la
Federación del 29 de mayo de 2000, a efecto de establecer nuevas formas
para tener por perfeccionados los contratos, se incorporaron al Código de
Comercio (además de otras leyes federales), complementariamente a la
modificación referida al artículo 80, diversos preceptos, incluyéndose así
nuevas disposiciones en materia de lo que se conoce como comercio
electrónico que de manera especial se refieren a la integración del
consentimiento, cuando se utilizan por ello instrumentos de esa naturaleza,
en donde se destaca la importancia de que sea factible atribuir tales actos a
las partes, así como la fiabilidad del método de comprobación de tal
circunstancia.
La modificación al artículo 80, antes referido, toma como sustento a la
teoría de la recepción adoptada por el Código de Comercio en donde
destaca la necesidad de que se tenga certeza del momento en el cual los
contratos electrónicamente celebrados han quedado perfeccionados: su
formación y validez, derechos y obligaciones de las partes, es decir que se
pueda establecer y probar en su caso, de manera contundente que existe un
vínculo jurídico entre el ofertante y el aceptante a partir de esa forma de
expresión del consentimiento.
Pero desde luego el problema mayor se centra en establecer la
autenticidad del mensaje que contiene la oferta y sobre todo de la adopción
de mecanismos tendientes a poder atribuir el acto a determinada persona o
corporación y sobre todo, poder acreditar su procedencia.
Los mensajes de datos constituyen documentos privados que para hacer
prueba plena en juicio es necesario que no sean objetados o bien se ofrezca
su reconocimiento.
No podemos, sin embargo, desconocer que el llamado comercio
electrónico que utiliza las nuevas tecnologías, ha favorecido grandemente al
comercio, constituyendo un mecanismo muy importante para fomentar el
crecimiento de la economía mundial debido a que ofrece múltiples
oportunidades para la realización de operaciones en el mundo entero, ya que
permite diversificar sin límite alguno y a bajos costos, la publicidad y
promoción de los productos y servicios.
Al consumidor le permite contar con una amplísima gama de
posibilidades para la contratación, sobre todo en operaciones de
compraventa de mercancías y prestación de servicios, mediante el uso de la
red pública, pero su aplicación no se agota en la celebración de ese tipo de
operaciones, ya que facilita el establecimiento de una línea de comercio y la
ejecución de acciones comerciales, lo que incorpora la presentación de
ofertas, pedidos, y las negociaciones en general.
De ese modo, la tecnología, los capitales, las mercancías, y los servicios
penetran las fronteras de las distintas naciones con una facilidad que no
encuentra precedente, y con la desmaterialización de los productos que sólo
se observan en las páginas Web, los costos de transporte se reducen de
manera significativa y toda la operación se realiza en el ciberespacio.
La economía de redes acelera los ritmos económicos y ello se traduce en
una economía de mayor riesgo porque su nota principal es la
automatización del sistema, lo cual ha generado la necesaria reorganización
de las empresas y por supuesto nuevas formas de regulación, ya que lo que
se está viviendo es sin duda la mundialización de la economía que se torna
cada vez más difusa, porque el comercio internacional en la actualidad se
apoya en intercambios que se efectúan entre las filiales de los grandes
grupos industriales de carácter multinacional que se organizan en redes y
que operan a lo largo de todo el planeta y la rapidez de la trasmisión de los
datos se ha multiplicado, por el uso de las microcomputadoras, y así el
acceso al poder de redes aumenta las potencialidades del INTERNET que se
acelera con el comercio electrónico, todo lo cual evidencia nuevos retos al
derecho que han venido siendo enfrentados mediante la acción de los
organismos internacionales de cuya función nos ocupamos en el presente
texto.
Así, la operación del comercio electrónico se realiza a partir de las
ofertas que se presentan en las páginas Web con catálogos de productos y
servicios y una vez que el interesado en obtener algún bien o servicio
ofertado, llena un formulario con sus datos, el producto de su interés y la
forma de pago elegida.
Lo común es que el pago se realice mediante tarjeta de crédito y así se
activa la llamada pasarela de pagos TPV (terminal punto de venta) virtual
mediante la utilización de un software elaborado por alguna entidad
bancaria o financiera que autoriza la aceptación del pago realizado por
medio del Internet. Una vez autorizada la operación por la entidad
financiera se realiza la correspondiente comunicación tanto al proveedor
como al adquirente llevándose a cabo la transferencia del pago de la cuenta
del cliente a la del proveedor y este último enviará el producto al cliente.
Las transacciones más comunes mediante la utilización del comercio
electrónico son las siguientes:
• Business to Business (transacción que se realiza por empresas entre sí);
• Business to consumers (transacción que se realiza entre empresa y
consumidor);
• Consumers to consumers (transacción que se realiza entre
consumidores, y se utiliza para remates en línea);
• Consumers to administrations (transacción que se realiza entre
consumidor y administración, comúnmente utilizadas para tramites
tributarios), y
• Business to administrations (transacción que se realiza entre empresas
y administración, y en la que las administraciones públicas actúan
como agentes reguladores).
Ventajas de la utilización del comercio electrónico:
a) Para las empresas:
• Les permite reducir el costo real al realizar el estudio de mercado;
• Desaparición de los límites geográficos y de tiempo;
• Tienen disponibilidad las 24 horas del día, todos los días y todo el
año;
• Tienen la posibilidad de reducir en altos porcentajes los costos de
puesta en marcha del comercio en relación al comercio tradicional;
• Realizan una labor de negocios más sencilla con sus clientes;
• Reducen considerablemente sus inventarios;
• Agilizan sus operaciones de negocios;
• Proporcionan medios eficientes de servicios al cliente;
• Incorporan nuevas estrategias de negocios a nivel internacional;
• Pueden reducir el tamaño de su personal;
• Tienen un importante ahorro en publicidad;
• Pueden ofertar artículos a menor precio por el bajo costo del uso del
Internet en comparación a otros medios de promoción, teniendo así
mayor competitividad;
• Tienen cercanía con los clientes y mayor interactividad y
personalización de las ofertas;
• Desarrollan las ventas de manera electrónica;
• Tienen acceso a los mercados globalizados con un potencial
millonario de clientes, y
• Pueden implementar técnicas de venta de productos para crear
confianza en los clientes.
b) Para los clientes:
• Presenta costos más bajos;
• Permite al consumidor elegir en un mercado global multitud de
ofertas;
• Cuentan con información preventa y posible prueba del producto de
interés;
• Inmediatez en al realizar los pedidos;
• Servicios pre y post venta on line;
• Reducción de la cadena de distribución, lo que les permite adquirir
productos a menor precio;
• Mayor interactividad y personalización de la demanda;
• Cuentan con información inmediata sobre cualquier producto y
disponibilidad de acceso a la información en cualquier momento, y
• Les permite tener acceso a mayor información.
c) Desventajas de la utilización del comercio electrónico:
• Desconocimiento de las empresas, lo cual representa un riesgo
potencial sobre todo al ser de otro país o bien no estar debidamente
constituidas;
• La forma de pago, que no obstante los avances en esta materia no es
totalmente segura, sobre todo al utilizarse tarjetas de crédito;
• Intangibilidad al no poder ver el bien físicamente;
• El idioma, que puede ser extranjero y para muchos incomprensible;
• El desconocimiento del vendedor y por ende la natural desconfianza
para realizar la operación;
• El caso de la reclamación post-venta en caso de incumplimiento en la
entrega o bien los defectos del bien, y
• La inseguridad y riesgo de la privacidad y la seguridad de la
operación, que hace que muchos clientes no confíen en el sistema de
pagos ofertado ya que al introducirse los datos de la tarjeta de crédito
se genera una natural desconfianza por el desconocimiento del
proveedor, y el riesgo de que la tarjeta pueda ser utilizada
indebidamente.
Las transacciones que cotidianamente se realizan por vía del Internet o
comercio electrónico, incluyen en sus ofertas presentadas a través de las
llamadas páginas web, cargas de compraventas electrónicas, que contienen
las condiciones más usuales para la contratación en auténticos contratos de
adhesión.
De ese modo, en los supuestos de contratación mediante la utilización
de medios electrónicos, el consentimiento se expresa a través de las cartas
de compraventas electrónicas, utilizando los correos electrónicos.
Uno de los principales problemas se presenta en el momento de cerrar la
operación, al realizarse el pago de manera directa on line, porque al utilizar
las tarjetas de pago electrónicas, sean de crédito o débito, el sistema
presenta deficiencias en cuanto a su seguridad para ambas partes.
En efecto, por un lado el comerciante no tiene la plena seguridad del
cobro por la venta de su producto y por el otro el comprador tampoco tiene
la certeza de la confidencialidad de la información trasmitida, porque si
bien es cierto que el sistema implementado en la mayoría de los servidores
que ofertan el comercio electrónico garantiza la confidencialidad de la
información en tránsito, también lo es que no permite establecer un
adecuado control sobre el uso que de los mismos haga el agente prestador
del servicio, pues al suministrarse datos tales como nombre, número de
tarjeta de crédito, dirección etc., el comprador queda expuesto, al vincularse
su identidad con la operación realizada y el proveedor puede hacer mal uso
de los mismos, trasmitiendo la información a otras empresas que
suministran publicidad o negocios diversos.
Por ello, el mayor riesgo de las transacciones que se realizan vía
Internet, mediante el uso de tarjetas, deriva de las consecuencias que
pueden producirse por una falla en la seguridad de la operación.
Además, otro de los problemas que se presentan en el comercio
electrónico es el del pago, cuando al realizarse con tarjetas de crédito no es
autorizado por la institución financiera o bien puede ser alterado por el
ofertante, así como también con la entrega del producto que puede tardar o
bien ser incumplida, debiendo considerarse además aspectos importantes en
relación con el cumplimiento del contrato, tales como la entrega de
mercancía que eventualmente puede no corresponder a la oferta realizada, o
bien vicios ocultos en ella, etc., que no han sido aún contemplados por las
normas jurídicas que se han ocupado de regular al comercio electrónico.
Dice Arce GARGOLLO[65] con razón, que aunque originalmente esta nueva
forma de contratar se refiere especialmente a la compraventa, sus
aplicaciones se han ampliado en forma importante a otra clase de contratos,
tales como operaciones bursátiles, prestación de servicios, entre otros,
resaltando que entre los problemas que esta nueva forma de contratación ha
producido, se encuentran los relativos a la extraterritorialidad cuando se
celebran por partes que están en diferentes países y se rigen por leyes
distintas, o aspectos fiscales, pues no se pueden aplicar fácilmente reglas de
un país a un contrato que tiene efectos en otro u otros países.
Así, la reforma citada, para establecer el perfeccionamiento de los
contratos mercantiles celebrados mediante la utilización de medios
electrónicos del año 2000, complementada con la realizada también al C. de
Co., el 27 de agosto de 2003, el Título Segundo, denominado “Del
Comercio Electrónico”, contiene actualmente cuatro capítulos relativos a:
los mensajes de datos, las firmas, los prestadores de servicios de
certificación y el reconocimiento de certificados y firmas electrónicas
extranjeros, de los que se destacan como aspectos más importantes:
a) Los mensajes de datos:
• Que sus disposiciones rigen en toda la República en asuntos del
orden comercial, sin perjuicio de los tratados internacionales de los
que México sea parte;
• Que en los actos de comercio podrán emplearse medios electrónicos,
ópticos o de cualquier otra tecnología, de conformidad con las
definiciones siguientes;
❏ Certificado, todo mensaje de datos u otro registro que confirme el
vínculo entre un firmante y los datos de creación de la firma
electrónica;
❏ Datos de creación de firma electrónica, que son únicos: códigos o
claves criptográficas privadas que el firmante genera en forma
secreta para crear su firma electrónica y para lograr el vínculo con
el firmante;
❏ Destinatario, el designado por el emisor para recibir el mensaje
de datos, que no actúe como intermediario.
❏ Emisor, que es quien al tenor del mensaje de datos y actuando a
nombre propio, o en cuyo nombre se haya enviado o generado el
mensaje, pero que no haya actuado a título de intermediario.
❏ Firma electrónica, que son los datos en forma electrónica
consignados en un mensaje de datos, o adjuntados o lógicamente
asociados al mismo por cualquier tecnología y que se utilizan para
identificar al firmante en relación con el mensaje indican que el
firmante aprueba la información contenida en el mensaje
produciendo los mismos efectos jurídicos que la firma autógrafa, y
siendo admisible como prueba en juicio.
❏ Firma electrónica avanzada o fiable, la que cumple con los
requisitos siguientes:
◆ Que los datos de creación de la firma en el contexto
corresponden al firmante;
◆ Que los datos de creación de la firma estaban en el momento de
la firma bajo el control exclusivo del firmante.
◆ Que es posible detectar cualquier alteración de la firma
electrónica después del momento de la firma, y,
◆ Que respecto a la integridad de la información del mensaje es
posible detectar cualquier alteración hecha después del momento
de la firma.
❏ Firmante, es la persona que posee los datos de creación de la
firma y que actúa en nombre propio o de la persona a la que
representa.
❏ Intermediario, en relación con un mensaje de datos, se entiende
toda persona que, actuando por cuenta de otra, envíe, reciba o
archive dicho mensaje o preste algún otro servicio con respecto a
él.
❏ Mensaje de datos, la información generada, enviada, recibida o
archivada por medios electrónicos, ópticos o de cualquier otra
tecnología.
❏ Parte que confía, la persona que siendo o no el destinatario, actúa
sobre la base de un certificado o de una firma electrónica.
❏ Prestador de servicios de certificación, la persona o institución
pública que preste servicios relacionados con firmas electrónicas y
que expida los certificados, en su caso.
❏ Secretaría, la de Economía.
❏ Titular del certificado, la persona a cuyo favor es expedido.
• Que no se negarán efectos jurídicos o fuerza obligatoria a cualquier
tipo de información por la sola razón de que se contenga en un
mensaje de datos.
• Que se presumirá que un mensaje de datos proviene del emisor si ha
sido enviado por el propio emisor, usando medios de identificación o
por un sistema de identificación programado por el emisor o en su
nombre y que opere automáticamente.
• Que se presume que el mensaje de datos ha sido enviado por el
emisor cuando:
❏ Haya aplicado en forma adecuada el procedimiento acordado
previamente;
❏ El mensaje de datos que reciba el destinatario o la parte que
confía resulte de los actos de un intermediario que le haya dado
acceso a algún método para identificarlo.
• Que el momento de determinación del mensaje de datos se realiza:
❏ Si el destinatario designó un sistema de información para la
recepción de mensajes, tendrá lugar en el momento en el que
ingrese en él.
❏ Que se envíe el mensaje a un sistema de información del
destinatario que no sea el designado, o de no haber sistema
designado, en el momento en el que el destinatario recupere el
mensaje.
❏ Que si el destinatario no ha designado un sistema, la recepción
tendrá lugar cuando el mensaje ingrese a un sistema de
información del destinatario.
• Que salvo pacto en contrario entre el emisor y el destinatario, el
mensaje se tendrá por expedido cuando ingrese en un sistema de
información que no esté bajo el control del emisor o de
intermediario.
• Que en relación con el acuse de recibo, por tal se tendrá toda
comunicación del destinatario, automatizada o no, o bien todo acto
del destinatario que baste para indicar al emisor que se ha recibido el
mensaje.
• Que cuando el emisor haya indicado que los efectos del mensaje
estarán condicionados a la recepción de un acuse de recibo, se
considerará que el mensaje no ha sido enviado, en tanto no se haya
recibido el acuse en el plazo fijado por el emisor.
• Que cuando la ley exija la forma escrita, para los actos, convenios y
contratos, se tendrá por cumplida tratándose de mensajes de datos
siempre que la información en él contenida se mantenga íntegra y
sea accesible para su ulterior consulta, sin importar el formato en el
que se encuentre contenida, y que cuando la ley exija la firma de las
partes, el requisito se tendrá por cumplido siempre que el mensaje
sea atribuible a dichas partes. Además, cuando la ley exija que el
acto deba otorgarse en instrumento ante fedatario público, se podrán
expresar los términos en los que las partes han decidido obligarse, en
cuyo caso el fedatario hará constar en el propio instrumento los
elementos a través de los cuales se atribuyen dichos mensajes a las
partes y conservar la versión íntegra para su ulterior consulta.
• Que cuando la ley requiera que la información sea presentada y
conservada en su forma original, el requisito quedará satisfecho si
existe garantía confiable de que se ha conservado la integridad de la
información a partir del momento en que se generó por primera vez
en su forma definitiva, y que si se requiere su presentación, pueda
ser mostrada, además de que se considera que el mensaje de datos es
íntegro, cuando ha permanecido completo e inalterado.
• Que cuando se entienda que el mensaje proviene de un emisor, el
destinatario puede considerar que el mensaje corresponde al que
quería enviar el iniciador.
b) Las firmas:
• Que las disposiciones del C. de Co., son aplicadas de modo que no
excluyan, restrinjan o priven de efecto jurídico cualquier método
para crear una firma electrónica.
• Que cuando la ley requiera o las partes acuerden la existencia de una
firma en relación con un mensaje de datos, se entenderá satisfecho el
requerimiento si se utiliza una firma electrónica apropiada para los
fines para los que se generó o comunicó ese mensaje.
• Que la firma electrónica se considera avanzada o fiable, si cumple los
requisitos siguientes:
❏ Que los datos de creación de la firma, que en el contexto
corresponden al firmante;
❏ Que los datos de creación de la firma estaban bajo el control
exclusivo del firmante.
❏ Que sea posible detectar cualquier alteración de la firma
electrónica, y
❏ Que respecto de la integridad de la información de un mensaje de
datos, sea posible detectar cualquier alteración hecha después del
momento de la firma.
• Que los prestadores de servicios de certificación determinarán y
harán del conocimiento de los usuarios si las firmas electrónicas,
avanzadas o fiables, cumplen los requerimientos de ley, de
conformidad con las normas y criterios internacionales reconocidos:
• Que se establecen como obligaciones de los firmantes las de cumplir
con las obligaciones derivadas del uso de la firma, actuar con
diligencia y establecer medios razonables para evitar la utilización
no autorizada de los datos de creación de la firma, actuar con
diligencia en el empleo de un certificado de firma electrónica
respecto a las declaraciones en relación con el certificado, siendo
responsable el firmante de las consecuencias jurídicas que se deriven
por no cumplir con tales obligaciones y de responder por las
obligaciones derivadas del uso no autorizado de su firma cuando no
hubiere obrado con diligencia para impedir su utilización
La firma digital ofrece ventajas diversas a los usuarios del comercio
electrónico, ya que permite establecer un canal de comunicación que sea
confiable para la realización de transacciones, al encontrarse revestida de
validez jurídica, eliminándose así el documento y disminuyéndose los
costos.
La firma electrónica es definida en el Real Decreto-Ley 14/1999
español como el conjunto de datos, anexos a otros datos electrónicos o
asociados a ellos, que son utilizados como medios para identificar al autor o
autores del documento que la recoge.
La firma electrónica avanzada o fiable es definida por el Parlamento
Europeo como aquella que está vinculada al firmante de manera única, que
permite establecer su identificación, que ha sido creada mediante la
utilización de medios que se encuentran bajo el control del firmante y que
se encuentra vinculada a los datos que refiere, de tal manera que
cualesquiera cambio ulterior puede ser fácilmente identificable.
En el Real Decreto-Ley español se define como aquella que permite la
identificación del signatario y que ha sido creada por medios que el mismo
mantiene bajo su control de manera que se encuentra vinculada al mismo y
a los datos que refiere, y que cualquier modificación ulterior es detectable.
Para Apolonia MARTÍNEZ[66] la firma digital es la transformación de un
mensaje digital utilizando una función del hash y un criptosistema
asimétrico, de forma que una persona que tenga el mensaje inicial y la clave
pública del firmante puede determinar de forma segura la autenticidad y la
integridad del documento.
Ernesto GALINDO[67] establece como principios que dan validez a la firma
electrónica, los siguientes:
a) De autenticación, que consiste en que tanto el emisor como el
receptor tienen la seguridad de que el mensaje ha sido enviado por el titular
de la clave privada a la clave pública que utiliza;
b) De integridad, que acredita que el mensaje no ha sido modificado;
c) De no repudiación de origen, conforme al cual el emisor del mensaje
no puede negar ser el autor del mismo;
d) De no discriminación, conforme al cual no se niegan efectos
jurídicos, validez o fuerza obligatoria a la información, por la sola razón de
que esté en forma de mensaje de datos;
e) De autonomía de la voluntad, que es la facultad que tienen las partes
de un contrato de autorregularse, teniendo como límites el orden público,
las buenas costumbres, las leyes prohibitivas y los derechos de terceros;
f) De compatibilidad internacional, conforme al cual las disposiciones
sobre comercio electrónico se aplican de conformidad con las leyes
internacionales que se hayan expedido con anterioridad y no contravengan a
otras normas que dificulten su aplicación, y
g) De equivalencia funcional, conforme al cual la información y el
soporte electrónico surten los mismos efectos que si el soporte fuese en
papel, todo lo cual se debe identificar a la persona, se le debe imputar la
información y la utilización de un método fiable en la creación y en la
certificación.
Establece el autor como objetivos de la firma electrónica, los siguientes:
a) La identificación fehaciente de los signatarios del mensaje enviado
por medios telemáticos, de manera que no quepa duda a los intervinientes
que cada uno de ellos es quien dice ser, y
b) Que permite a los intervinientes en el acto o contrato trasmitido tener
la razonable seguridad de que ningún tercero no autorizado tiene acceso a
dicho acto o contrato.
c) Los prestadores de servicios de certificación:
• Que podrán ser prestadores de tales servicios, previa acreditación
ante la Secretaría; los notarios y los corredores públicos, las personas
morales de carácter privado y las instituciones públicas; aclarándose
que la facultad de expedir certificados no conlleva fe pública por sí
misma, de modo que los notarios y los corredores podrán llevar a
cabo certificaciones que impliquen o no la fe pública en cualquier
papel o archivo electrónico o medio en el que se pueda incluir la
información.
• Que deberán guardar confidencialidad de los solicitantes para la
emisión de los certificados utilizando cualquier medio admitido por
el derecho y poner a disposición del firmante los dispositivos de
generación de los datos de creación y de verificación de la firma
electrónica e informar al solicitante de sus servicios el precio y
demás condiciones para la utilización del certificado, así como
mantener un registro de certificados, al que podrá accederse por
medios electrónicos, además de que deberán asegurar las medidas
para evitar la alteración de los certificados.
• Que las instituciones financieras y demás que prestan servicios de
transferencias de fondos o valores, se sujetarán a las leyes que las
regulan y a las disposiciones y autorizaciones que emitan las
autoridades financieras.
• Que será responsabilidad del destinatario y de la parte que confía las
consecuencias jurídicas que entrañe el hecho de no haber adoptado
medidas razonables para verificar la fiabilidad de la firma
electrónica, y cuando esté sustentada en un certificado, verificar la
validez, suspensión o revocación del certificado y tener en cuenta
cualquier limitación de uso contenida en el certificado.
• Que los certificados deberán contener para su validez: la indicación
de su expedición, el código de su identificación, la identificación del
prestador de servicios de certificación. El nombre del titular del
certificado, el período de su vigencia, la fecha y hora de la emisión,
el alcance de las responsabilidades que asume el prestador de
servicios de certificación y la referencia de la tecnología empleada
para la creación de la firma electrónica.
• Que el certificado dejará de surtir efectos para el futuro por la
expiración del período de su vigencia que no podrá ser superior a dos
años a partir de que se hubiere expedido, o por revocación por el
prestador de servicios a solicitud del firmante, por la pérdida o
inutilización por daños del dispositivo en que se contenga el
certificado, por haberse comprobado que el certificado no cumplió al
momento de su expedición, con los requisitos de ley y finalmente
por resolución judicial.
• Que el prestador de servicios de certificación que incumpla con las
obligaciones de ley, previa garantía de audiencia y mediante
resolución fundada y motivada, podrá ser sancionado por la
Secretaría con suspensión temporal o definitiva conforme a la Ley de
Procedimiento Administrativo, sin perjuicio de la responsabilidad
civil o penal en que incurra.
• Que las autoridades harán uso de las medidas necesarias para lograr
la ejecución de las sanciones y medidas de seguridad procedentes, y
• Que en caso de que un prestador de servicio sea suspendido,
inhabilitado o cancelado en su ejercicio, el registro y los certificados
que haya expedido, pasarán para su administración a otro prestador
de servicios de certificación que señale la Secretaría.
La directiva del Parlamento y del Consejo Europeo define al proveedor
de servicios de certificación como la entidad o persona física o jurídica que
expide certificados o bien presta diversos servicios relacionados con la
firma electrónica.
En España el Real Decreto-Ley define al prestador de servicios como la
persona física o jurídica que expide certificados, pudiendo prestar también
otros servicios en relación con la firma electrónica.
La certificación electrónica realizada por autoridades certificadoras
otorga diversos beneficios porque las mismas cumplen como función la de
validar las operaciones y sus pagos y protegen y personalizan los
contenidos electrónicos, además de identificar a los grupos que se
relacionan con las empresas que utilizan la forma electrónica. Así, los
prestadores de servicios de certificación permiten asegurar la identidad y
confidencialidad de las personas y las operaciones que realizan, al
establecer, mediante una clave pública, la autenticidad sobre la identidad de
quien firma los documentos, otorgando al efecto un certificado.
Así, los prestadores de servicios de certificación son, a decir de Agustín
MADRID PARRA[68] los garantes del grado de fiabilidad de la firma electrónica
y de la identidad de su titular.
Desde luego, y tal y como señala Ernesto GALINDO,[69] para que los
prestadores de servicios de certificación puedan emitir sus certificados, el
prestador deberá proporcionarles los dispositivos de creación y verificación
de firmas electrónicas, con el objeto de que el solicitante del certificado
pueda elaborar mensajes de datos debidamente firmados y que éstos, una
vez emitidos, puedan ser recibidos con garantía por los destinatarios.
d) El reconocimiento de certificados y firmas electrónicas extranjeros:
• Que para determinar si un certificado o firma electrónica extranjeros
producen efectos jurídicos, o en qué medida los producen, se tomará
en consideración:
❏ El lugar en el que se haya expedido el certificado o se haya
creado o utilizado la firma electrónica.
❏ El lugar en el que se encuentre el establecimiento del prestador de
servicios de certificación.
• Que todo certificado expedido fuera de la República Mexicana
producirá los mismos efectos jurídicos en la misma, que un
certificado expedido en la República Mexicana si presenta un grado
de fiabilidad equivalente a los contemplados por el propio título.
• Que toda firma electrónica creada o utilizada fuera de la República
Mexicana producirá los mismos efectos jurídicos en la misma, que
una firma electrónica creada o utilizada en la República Mexicana si
presenta un grado de fiabilidad equivalente a los contemplados por el
propio título.
• Que para determinar si un certificado o una firma electrónica
presentan grados de fiabilidad equivalentes, se tomarán en
consideración las normas internacionales reconocidas por México y
cualquier otro medio de convicción pertinente.
• Finalmente, que cuando las partes acuerden entre sí la utilización de
determinados tipos de firmas electrónicas y certificados, se
reconocerá que ese acuerdo es suficiente a efectos del
reconocimiento transfronterizo, salvo que ese acuerdo no sea válido
conforme al derecho aplicable.
Por otro lado, la Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo del 8
de junio de 2000, sobre comercio electrónico relativo a los objetivos y
ámbitos de aplicación de la ley de circulación de los servicios de la
sociedad de la información, incorpora un apartado de definiciones,
principios y requisitos a los contratos realizados por vía electrónica;
responsabilidades, código de conducta, solución extrajudicial de los litigios,
recursos y sanciones.
La Directiva del Parlamento y del Consejo Europeo del 13 de diciembre
de 1999 sobre la firma electrónica, establece la distinción sobre la firma
electrónica avanzada, precisando los datos para su verificación, el
certificado, el proveedor de los servicios, incluyendo los efectos jurídicos
tanto de la firma electrónica como de la avanzada, las responsabilidades, la
protección de los datos y los comités de inspección.
Finalmente cabe referirse a la Norma Oficial Mexicana Número NOM-
151-SCFI-2002, sobre las prácticas comerciales y los requisitos que deben
observarse para la conservación de los mensajes de datos, publicada en el
Diario Oficial de la Federación, del 4 de junio de 2002, que contiene un
apartado de definiciones tales como la firma electrónica, la firma digital, los
requisitos para la operación de los prestadores de servicios de certificación,
y el método de verificación de autenticidad.
“Aspecto importante dentro de este tipo de contratos, es el momento de
envío y de recepción para poder establecer el momento en el que las
voluntades se unen”.[70]
Además del Código de Comercio y otras disposiciones mercantiles, con
la reforma de 29 de mayo de 2000, se adicionó el Capítulo VIII bis,
denominado “De los derechos de los consumidores en las transacciones
efectuadas a través del uso de medios electrónicos, ópticos o de cualquier
otra tecnología”, que contiene al artículo 76 bis, a la ley Federal de
Protección al Consumidor, en materia del perfeccionamiento de los
contratos para el efecto de establecer los supuestos en los que se considera
que las transacciones relativas se encuentran perfeccionadas, y cuyo
contenido es el que se transcribe a continuación:
Artículo 76 bis.—Las disposiciones del presente capítulo aplican a las relaciones entre
proveedores y consumidores en las transacciones efectuadas a través del uso de medios
electrónicos, ópticos o de cualquier otra tecnología. En la celebración de dichas transacciones se
cumplirá con lo siguiente:
I. El proveedor utilizará la información proporcionada por el consumidor en forma
confidencial, por lo que no podrá difundirla o transmitirla a otros proveedores ajenos a la
transacción, salvo autorización expresa del propio consumidor o por requerimiento de autoridad
competente;
II. El proveedor utilizará alguno de los elementos técnicos disponibles para brindar seguridad
y confidencialidad a la información proporcionada por el consumidor e informará a éste,
previamente a la celebración de la transacción, de las características generales de dichos
elementos;
III. El proveedor deberá proporcionar al consumidor, antes de celebrar la transacción, su
domicilio físico, números telefónicos y demás medios a los que pueda acudir el propio
consumidor para presentarle sus reclamaciones o solicitarle aclaraciones;
IV. El proveedor evitará las prácticas comerciales engañosas respecto de las características de
los productos, por lo que deberá cumplir con las disposiciones relativas a la información y
publicidad de los bienes y servicios que ofrezca, señaladas en esta Ley y demás disposiciones que
se deriven de ella;
V. El consumidor tendrá derecho a conocer toda la información sobre los términos,
condiciones, costos, cargos adicionales, en su caso, formas de pago de los bienes y servicios
ofrecidos por el proveedor;
VI. El proveedor respetará la decisión del consumidor en cuanto a la cantidad y calidad de los
productos que desea recibir, así como la de no recibir avisos comerciales, y
VII. El proveedor deberá abstenerse de utilizar estrategias de venta o publicitarias que no
proporcionen al consumidor información clara y suficiente sobre los servicios ofrecidos, y
cuidará las prácticas de mercadotecnia dirigidas a población vulnerable, como niños, ancianos y
enfermos, incorporando mecanismos que adviertan cuando la información no sea apta para esa
población.

En relación con las modificaciones realizadas a la Ley Federal de


Protección al Consumidor, antes transcritas, y tocante a los dispositivos
relativos a la adopción de normas para evitar que las nuevas transacciones
comerciales facilitaran el abuso a los consumidores, Miguel ACOSTA y
Julieta LARA[71] refieren que en la reforma se siguieron los lineamientos de la
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico que dentro del
Comité de Política del Consumidor en el año de 1996, comenzaron a tratar
el tema de las contrataciones electrónicas y que en marzo de 1997,
celebraron en París el foro internacional “Caminos al Mercado Global, los
Consumidores y el Comercio Electrónico”, del que surgieron
recomendaciones en tal sentido.
Siendo por disposición del artículo 2 del Código de Comercio, el
Código Civil Federal, de aplicación supletoria a la materia mercantil, y aún
y cuando según vemos, tanto el Código de Comercio como la Ley Federal
de Protección al Consumidor regulan ya al llamado comercio electrónico, a
continuación nos permitimos transcribir las nuevas disposiciones contenidas
en dicha norma civil sustantiva, de aplicación supletoria, en relación con el
perfeccionamiento de los contratos en los casos de oferta y aceptación que
sean realizados mediante la utilización de medios electrónicos:
Artículo 1803.—El consentimiento puede ser expreso o tácito, para ello se estará a lo
siguiente:
I. Será expreso cuando la voluntad se manifiesta verbalmente, por escrito, por medios
electrónicos, ópticos o por cualquier otra tecnología, o por signos inequívocos, y
II. El tácito resultará de hechos o de actos que lo presupongan o que autoricen a presumirlo,
excepto en los casos en que por ley o por convenio la voluntad deba manifestarse expresamente.
Artículo 1805.—Cuando la oferta se haga a una persona presente, sin fijación de plazo para
aceptarla, el autor de la oferta queda desligado si la aceptación no se hace inmediatamente. La
misma regla se aplicará a la oferta hecha por teléfono o a través de cualquier otro medio
electrónico, óptico o de cualquier otra tecnología que permita la expresión de la oferta y la
aceptación de ésta en forma inmediata.
Artículo 1811.—La propuesta y aceptación hechas por telégrafo producen efectos si los
contratantes con anterioridad habían estipulado por escrito esta manera de contratar, y si los
originales de los respectivos telegramas contienen las firmas de los contratantes y los signos
convencionales establecidos entre ellos.
Tratándose de la propuesta y aceptación hechas a través de medios electrónicos, ópticos o de
cualquier otra tecnología no se requerirá de estipulación previa entre los contratantes para que
produzca efectos.
Artículo 1834 bis.—Los supuestos previstos por el artículo anterior se tendrán por cumplidos
mediante la utilización de medios electrónicos, ópticos o de cualquier otra tecnología, siempre
que la información generada o comunicada en forma íntegra, a través de dichos medios sea
atribuible a las personas obligadas y accesible para su ulterior consulta.

En los casos en que la ley establezca como requisito que un acto


jurídico deba otorgarse en instrumento ante fedatario público, éste y las
partes obligadas podrán generar, enviar, recibir, archivar o comunicar la
información que contenga los términos exactos en que las partes han
decidido obligarse, mediante la utilización de medios electrónicos, ópticos o
de cualquier otra tecnología, en cuyo caso el fedatario público, deberá hacer
constar en el propio instrumento los elementos a través de los cuales se
atribuye dicha información a las partes y conservar bajo su resguardo una
versión íntegra de la misma para su ulterior consulta, otorgando dicho
instrumento de conformidad con la legislación aplicable que lo rige.
Desde nuestro punto de vista, las reformas a los ordenamientos antes
referidos, que se complementan también con las realizadas en tal sentido al
Código Federal de Procedimientos Civiles y al de Comercio en materia de
valoración de pruebas, son plausibles desde el momento en que reflejan la
preocupación del legislador federal para regular las modernas prácticas
comerciales.
No obstante creemos que deberán irse perfeccionando porque presentan
deficiencias sobre todo en el aspecto de poder demostrar que el acuerdo de
voluntades que perfecciona al contrato efectivamente se otorgó y que por
ende estamos en presencia de un acto jurídico que reúna tanto los elementos
esenciales como los de validez, ya que por ahora la ley solo se refiere a la
fiabilidad del método para demostrar que el acto de que se trata puede ser
atribuible a determinada persona.
Además, uno de los problemas que observamos de la contratación
electrónica es el referido a la inseguridad de las operaciones realizadas, ya
que al efectuarse el pago con tarjetas de crédito, si no se cuenta con un
código de protección, la operación puede ser riesgosa, haciéndose dudosa la
titularidad de la tarjeta de crédito, por lo que la Comisión de las Naciones
Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (UNCITRAL) propuso la
adopción de una Ley Modelo en materia de comercio electrónico ya
comentada para orientar la aplicación de medidas de seguridad a ser
adoptadas por los países en sus diversas legislaciones, en donde se enfatizan
aspectos tales como la certeza en la autentificación de los mensajes y su
verificación, previo convenio de las partes que lleven a cabo tales
operaciones, utilizando claves o códigos especiales.
Por otro lado, es también importante el aspecto relativo a la
confidencialidad e integridad de los datos incluidos al sistema de
información que se almacenan y trasmiten, por lo que resulta especialmente
importante que en cada caso las operaciones así realizadas confirmen la
identidad de las partes, así como la operación misma, debiendo cuidarse de
manera especial las marcas y demás aspectos de protección legal en materia
de propiedad industrial.
Si apreciamos las operaciones de comercio electrónico a la luz de la
teoría del acto jurídico, de conformidad con las disposiciones incorporadas
al C. de Co., podríamos establecer que el requisito que exige el
otorgamiento del consentimiento como elemento esencial requerido por la
legislación civil, se encuentra satisfecho mediante la firma electrónica (con
la asignación de la clave), y aun el objeto, tanto directo como indirecto.
No obstante, y por lo que a los elementos de validez se refiere, podemos
apreciar de esta forma de transacción que aun y cuando el sistema se ha
perfeccionado mediante la asignación de una clave, y que la forma escrita
ha sido ya prevista y superada con la nueva normatividad, se pueden
realizar operaciones por personas incapaces, siendo tal circunstancia
difícilmente apreciada, y tales operaciones estarían afectadas de invalidez
jurídica, al faltarles la capacidad como elemento; problemas de vicios en el
consentimiento tales como el error entre otros, etc.
Con las reformas y adecuaciones realizadas al Código de Comercio,
publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 27 de agosto de 2003,
que en lo esencial incorporan los principios emitidos en el año de 1996 por
la Ley Modelo de la UNCITRAL en materia de comercio electrónico se
alcanzó un importante avance en la regulación de tales prácticas, como se
aprecia en la nueva normatividad.
Se mantiene por otro lado el artículo 84 de la Ley Federal de Protección
al Consumidor que establece que las ventas a domicilio se perfeccionan 5
días después de la firma del contrato, permitiendo así la revocación del
consentimiento otorgado.
C. LOS CONTRATOS INTERNACIONALES Y EL DERECHO MERCANTIL INTERNACIONAL
Desde finales del siglo XX (concretamente de los años 80) y principios
del XXI, en el mundo se ha hecho patente la existencia de un fenómeno de
carácter económico que se conoce como globalización, que en el ámbito
jurídico ha evidenciado la desactualización de las normas comerciales que
por siglos se han mantenido en las legislaciones internas de los países, y la
necesaria unificación y armonización del derecho mercantil en su conjunto
para hacer posible el comercio internacional mediante la creación de un
sistema de normas ordenado y armónico que dé sustento jurídico a las
transacciones internacionales que de manera cotidiana se realizan en el
mundo entero, propiciadas por el fenómeno global.
Siguiendo a Alejandro LERMA[72] se entiende por globalización la
posibilidad real de producir, vender, comprar e invertir en aquel o aquellos
lugares del mundo en donde resulte más conveniente hacerlo,
independientemente de la región o país en donde se localicen.
Es evidente que el fenómeno no podía presentarse en la antigüedad
porque no existían los desarrollos tecnológicos necesarios como para
permitir la realización de operaciones comerciales o financieras que
hicieran de cualquier sitio en que la oferta se presentara, el lugar accesible,
suficiente y adecuado para llevar a cabo la transacción internacional.
Aún más, el impresionante incremento y desarrollo de la tecnología ha
provocado que la capacidad productiva aumente a niveles que sobrepasan
con mucho las necesidades y demandas de la población nacional,
propiciándose los excedentes exportables y la segmentación de los procesos
al grado que se puede ubicar cada fase de la producción en donde resulte
más conveniente realizarla, propiciándose el libre movimiento de capitales
y tecnologías.
En el ámbito internacional se ha facilitado la integración de las
economías mediante la concertación de acuerdos e instituciones bilaterales
y multilaterales tales como: La Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el Acuerdo General sobre Aranceles y
Comercio (GATT), que dio lugar a la Organización Mundial de Comercio, la
Unión Europea, el Pacto Andino, Tratados de libre comercio, Mercado
Común del Cono Sur, la Asociación Latinoamericana de Integración, etc.
La globalización se presenta entonces como resultado de un proceso
histórico que ha sido producto de la innovación del hombre y el progreso en
el campo de la tecnología y abarca la creciente integración de las economías
en el mundo, mediante las actividades comerciales y financieras. En
algunos casos se refieren también al desplazamiento de la mano de obra o
bien a la transferencia de conocimientos de contenido tecnológico,
traspasando las fronteras geopolíticas de los países, e incluye asimismo
aspectos culturales, políticos y ambientales. Pero en su aspecto esencial, se
aprecia que los avances tecnológicos han propiciado y acelerado las
transacciones internacionales en los campos comercial y financiero; por
decirlo de algún modo, se refiere a la prolongación, más allá de las fronteras
nacionales, de las mismas fuerzas del mercado que durante siglos habían
venido operando a todos los niveles de la actividad económica, desde los
mercados rurales urbanos, las industrias y los centros financieros.
Tales mercados promovieron la eficiencia por medio de la competencia
y la división del trabajo y gracias al fenómeno global los grandes centros
que concentran a las economías más poderosas del orbe se han beneficiado
por la existencia de mercados más vastos en todo el mundo, lo que se ha
propiciado por el mayor acceso a los flujos de capital y los avances
tecnológicos.
La globalización es un proceso que contempla varias etapas y niveles,
desde los acuerdos de preferencia arancelaria, pasando por uniones
aduaneras o arancelarias, zonas de libre comercio, hasta el mercado común
y la comunidad regional globalizada en sus aspectos económicos, sociales y
jurídicos.
De acuerdo con Alejandro LERMA,[73] la globalización ofrece las ventajas
siguientes:
• Obtención de economías de escala en producción y distribución que
resultan del considerable incremento de los mercados meta, dado el
gran potencial productivo que se genera por el desarrollo tecnológico;
• Mejoría en el nivel económico de vida, como consecuencia de precios
más bajos para el consumidor así como una mayor y variada
disponibilidad de satisfactores;
• Desarrollo de recursos humanos en habilidades gerenciales en el
ámbito internacional, con la inclusión de múltiples factores
estratégicos de índole regional y mundial, y
• Facilidad de acceso a nuevas tecnologías que permiten actualizar la
planta productiva así como la utilización inmediata de las ventajas que
éstas ofrezcan para la satisfacción de las necesidades de la sociedad en
el mundo globalizado.
A decir del propio autor, la globalización presenta los siguientes costos
y riesgos:
• Mayor vulnerabilidad de las empresas por la aparición de una mayor
competencia y en ocasiones más capacitada;
• Disminución de los niveles de fidelidad de los consumidores hacia
marcas y productos;
• Menor margen de utilidad unitaria al concurrir al mercado con mayor
número de oferentes con una oferta más diversificada;
• Mayor dependencia tanto a nivel empresa como a nivel país por el
enorme entramado productivo, comercial, técnico, administrativo y
financiero que se da a lo largo y ancho del planeta;
• Necesidad constante de actualización en diseño de productos,
tecnología de producción y mecanismos de comercialización por el
acelerado proceso de obsolescencia, debido a la dinámica del
desarrollo tecnológico, moda y aparición de nuevos conceptos y
prioridades generalizadas, y
• Pérdida de valores culturales nacionales, en aras de ampliar el mercado
mediante la homogenización del consumidor.
El fenómeno global patentiza, por otro lado los efectos siguientes:
• Especialización en la producción de un número reducido de productos
para los cuales se cuenta con ventajas comparativas y competitivas;
• Mayor y más rápido movimiento de capitales, mercancías y personas;
• Incremento o disminución de fuentes de empleo por regiones y países
como resultado del movimiento internacional de capitales, tecnología y
medios de producción;
• Migración poblacional hacia sectores y localidades que ofertan el
empleo, con el consecuente abandono de las actividades y lugares de
origen, y
• Facilidad para la adecuación de los marcos normativos para agilizar las
operaciones de comercio internacional.
Cabe además agregar que el fenómeno global en sí mismo no beneficia
a todos los sectores del comercio, la industria y las finanzas por igual, ya
que lo que también ha evidenciado es que provoca paulatinamente el
empobrecimiento de las economías que no van a la par de esa forma de
desarrollo o que no pueden competir con los grandes centros, y es por ello
que los esfuerzos desarrollados tanto por los organismos internacionales de
carácter oficial como la ONU, y los no oficiales como la UNIDROIT o la
Cámara de Comercio Internacional, de los que nos ocupamos más adelante,
no solamente se han encaminado a lograr la unificación y la armonización
del sistema comercial a escala internacional sino que en su actividad, que ha
hecho surgir toda una constelación de normas y criterios que dan contenido
al derecho mercantil internacional se encuentra siempre presente un
elemento muy importante de estimativa axiológica, como es que persiguen
siempre el equilibrio de las relaciones comerciales y procura y fomentan la
buena fe negocial.
Por otro lado, si bien es cierto que el fenómeno de la globalización tiene
sobre todo contenido económico, en el ámbito jurídico ha provocado que
ordenamientos tales como el constitucional, mercantil (de manera mucho
más amplia), civil, penal, fiscal, en la seguridad social, el laboral y fiscal,
etc., hayan sido influidos por los reacomodos geopolíticos, económicos,
sociales y tecnológicos que ha propiciado sobre todo en la última década del
siglo pasado y en los años transcurridos en el presente; en el orden formal
se evidencia la ruptura de las barreras políticas, merced a la flexibilización
de los sistemas sociales y económicos para facilitar la realización de
prácticas comerciales en todo el mundo que rompen con los esquemas
formales tradicionalmente concebidos por los sistemas jurídicos a nivel
nacional y tal ruptura se ha propiciado; en el orden económico por la
actividad de las empresas trasnacionales, y en el orden jurídico, gracias a la
acción de los organismos internacionales que preparan esquemas de
desarrollo jurídico y económico no formales para regular tales prácticas.
Como observamos, la globalización en su génesis y desarrollo se
presenta como una constelación de fenómenos y procesos, de conceptos y
usos que ha emergido a partir de 1980 y cuyos principales factores, aspectos
y polos se manifiestan en la conjunción y entrelazamiento de un nuevo
orden internacional de alta concentración de poder a escala mundial como
son: la tercera revolución industrial, científica y tecnológica, la
trasnacionalización de las empresas; una nueva división mundial del trabajo
y un proyecto político de globalización que corresponde a un nuevo modelo
de crecimiento neocapitalista.
Es evidente que todos esos procesos se manifiestan en la mayor parte
del planeta; multiplican los nexos e interacciones entre estados y sociedades
con consecuencias significativas a escala diversa, con una real tendencia
hacia la unificación de la regulación de las prácticas comerciales a escala
mundial y en donde las corporaciones trasnacionales adquieren
preeminencia mundial así como sus estrategias económicas y políticas,
influyendo en el mercado que se dirige hacia nuevos horizontes en los
sistemas económicos de índole internacional.
Frente a tal realidad, para hacer congruente la normativa que va
surgiendo a nivel internacional con los sistemas jurídicos de las naciones
que han abierto sus fronteras al comercio mundial y lograr así una mayor y
mejor seguridad jurídica, se ha evidenciado la necesidad de que los países
que participan de dicho concierto internacional, realicen las adecuaciones
necesarias en sus regímenes internos.
Aun y cuando el fenómeno global incide en prácticamente todas las
áreas del derecho, por sus especiales características, es el derecho mercantil
la disciplina que está llamada a regular tal fenómeno, con el objeto de que
las relaciones sobre todo en materia de comercio internacional, que es
donde el fenómeno global se patentiza, se realicen de manera armónica y
ordenada en el mundo entero y en donde prevalezca el elemento de la buena
fe negocial en las relaciones de comercio. Se trata de un derecho
supranacional que se ha desarrollado sobre todo por la acción de los
organismos internacionales a los que nos referiremos más adelante.
La realidad del comercio internacional viene así impuesta por la
distribución de bienes y productos en las diferentes regiones del planeta con
una fuerza expansiva tal, que no reconoce fronteras, facilitada por el
desarrollo del derecho uniforme que le da independencia económica
mundial y origina un gran número de relaciones jurídicas, y de ese modo se
evidencia un incremento masivo de la producción y distribución de
mercancías provocándose múltiples relaciones jurídicas vinculadas al
comercio mundial.
La armonización y la unificación de las normas se realiza mediante
procesos largos y complejos que requieren nutrirse de estudios de carácter
académico, ya que el proceso debe cuidar hasta donde sea posible el respeto
a las tradiciones jurídicas de los diferentes sistemas que con toda seguridad
se encuentran expuestos en las normas domésticas y debe entonces cuidarse
que la unificación internacional anhelada no rompa con las normas
nacionales, y así, gracias a los procesos de armonización y el
reconocimiento progresivo de los instrumentos normativos, se pueden llevar
a cabo transacciones de carácter internacional y de ese modo, la
armonización y la unificación se presentan como una aspiración de los
estados y a ella se ha llegado gracias a la acción de los organismos
internacionales tales como la UNCITRAL, la UNIDROIT, la OMC y la Cámara de
Comercio Internacional.
Por supuesto el mayor reto que los procesos unificadores enfrentan es el
de la existencias de las normas domésticas que basadas en la concepción
clásica de la soberanía de los estados, a veces se oponen a las tendencias
internacionales o en ocasiones son muy antiguas y se encuentran por ello
desactualizadas, además de las posibles resistencias de los órganos
legislativos internos.
Pero en la actualidad, el empuje del poder económico hacia la
globalización ha rebasado las iniciativas de los Estados dirigidas a aportar
una respuesta institucional a la marcha del libre mercado, y si bien es cierto
que los órganos legislativos evidencian una aparente despreocupación y
parquedad en la necesaria actualización de las normas mercantiles y en
general de todas las normas jurídicas relacionadas con el tráfico mundial, la
acción de los Estados se ha encaminado a legitimar los esfuerzos de los
organismos internacionales tendientes a alcanzar las decisiones o procesos
de armonización y unificación que han logrado por vía de la suscripción de
tratados tanto multilaterales como bilaterales o en última instancia, por la
adopción de las leyes modelos y su incorporación en leyes nacionales, y
ello ha sido propiciado por la presión de los empresarios y la sociedad
empresarial que necesita tener seguridad jurídica en sus transacciones
internacionales.
El derecho mercantil internacional ha surgido como consecuencia de la
acción de los organismos internacionales tanto oficiales (UNCITRAL, OMC)
como particulares (UNIDROIT, CCI) que en sus respectivos ámbitos han
creado las normas internacionales tanto oficiales por medio de tratados y
leyes modelos o bien guías, como extraoficiales, por medio de
recomendaciones a ser adoptadas en las convenciones entre particulares.
Las principales aportaciones de los organismos internacionales que con
su producción han hecho surgir un derecho que retomando su concepción
medieval se conoce como lex mercatoria, son las siguientes:
De la acción de la UNICITRAL destacan entre otras muchas aportaciones
al derecho mercantil Internacional, las siguientes:
• La ley modelo en materia de compraventa internacional de mercaderías
suscrita en Viena en el año de 1980;
• La ley modelo en materia de comercio electrónico del año de 1996;
De la acción del UNIDROIT son de tomarse en cuenta sobre todo los
principios en materia de contratación internacional que fueron emitidos en
Roma en el año de 1994.
De la Cámara Internacional de Comercio son de mencionarse los
términos comerciales conocidos como INCOTERMS.
A continuación presentaremos un breve bosquejo sobre el surgimiento y
evolución de los principales organismos que han contribuido a la formación
del derecho mercantil internacional.
a) La Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional (UNCITRAL).[74]
La expansión del comercio mundial patentizó hacia 1960 la necesidad
que los estados percibían de que se contara con normas y reglas de alcance
mundial para armonizar y modernizar la diversidad de las reglamentaciones
nacionales y regionales que para entonces regulaban al comercio
internacional.
La Organización de las Naciones Unidas emprendió así una importante
tarea de armonización y redefinición de la normatividad del comercio
internacional buscando eliminar los obstáculos que lo entorpecían y así se
estableció la Comisión para el derecho mercantil internacional (CNUDMI), o
sus siglas en ingles UNCITRAL.
Así, la Asamblea General de las Naciones Unidas encomendó a la
UNCITRAL la tarea de armonizar y unificar el derecho mercantil
internacional, mediante la preparación de convenios internacionales, leyes
modelo y leyes uniformes, continuando así la labor que desempeñara su
antecesora Sociedad de las Naciones que entre los diversos instrumentos
creados para fines similares concibió en el año de 1930 la Ley Uniforme de
Ginebra que representa el primer tratado internacional multilateral de
alcance mundial que permitió la unificación en materia de títulos de crédito,
haciendo posible el comercio mundial cuando menos en lo relativo a la
documentación de las operaciones mediante la utilización de tan valiosos
instrumentos (letra de cambio, pagaré y cheque).
Complementando y ampliando significativamente la labor desarrollada
por su predecesora, la ONU emprendió la tarea de la armonización y de la
unificación de las normas internacionales que habrían de ser sumamente
útiles en materia de contratación internacional, enfrentando como
obstáculos la imprevisión de las leyes que fueron concebidas en realidades
distintas totalmente fuera del contexto de las prácticas comerciales y
financieras de los tiempos actuales, así como la pervivencia de códigos y
leyes obsoletas completamente inadecuadas para las prácticas comerciales
actuales.
Al crear la Comisión, partió del reconocimiento de que las disparidades
entre la regulaciones nacionales con base en las cuales se regía el comercio
internacional, representaban obstáculos al desarrollo del comercio a nivel
mundial de tal manera que depositó en la Comisión la tarea de la
modernización y la armonización de la legislación comercial a nivel
mundial para eliminar los obstáculos y procurar la creación de un marco
jurídico moderno y uniforme.
Así, la XXI Asamblea General del 17 de diciembre de 1966 confirió a la
UNCITRAL el mandato general para tal fin, con la especial recomendación de
que, de conformidad con el párrafo 9° de la resolución 2205, tuviera
presentes los intereses de todos los pueblos y particularmente los de los
países en desarrollo en el progreso amplio del comercio internacional, con
los objetivos siguientes:
1. Eliminar o reducir los obstáculos jurídicos;
2. Modernizar y armonizar progresivamente al derecho mercantil
internacional;
3. Coordinar la labor de las organizaciones pertinentes y promover la
aceptación y la aplicación más generalizada de las normas y de los
textos jurídicos que elabore;
4. Preparar una amplia gama de convenciones, leyes modelo y otros
instrumentos relativos al derecho sustantivo aplicable a las operaciones
comerciales o bien a otros aspectos del derecho mercantil que
repercutan en el comercio internacional;
5. Reunirse una vez al año (normalmente en Nueva York o en Viena), y
6. Formar y prestar asistencia técnica a los países, incluyendo la
asistencia en la preparación de la legislación nacional basada en los
textos jurídicos de la comisión.
La UNCITRAL se encuentra integrada por setenta estados miembros
elegidos por la Asamblea General y su composición es representativa de las
distintas regiones geográficas y los principales sistemas económicos y
jurídicos del mundo; sus miembros son elegidos por períodos de seis años y
el mandato de la mitad de ellos expira cada tres años.
Los estados miembros son los siguientes:
La UNCITRAL establece grupos de trabajo compuestos por todos sus
Estados miembros los cuales se reúnen una o dos veces al año para la
elaboración de textos que persiguen el objetivo de simplificar las
operaciones comerciales y también se invita a representantes de estados no
miembros y a organizaciones regionales interesadas en contribuir a la labor
de los grupos de trabajo y las decisiones se adoptan por consenso y no por
votación. Finalmente los proyectos de texto se someten a consideración de
la Comisión para su aprobación en su sesión anual.
La Secretaría es la subdivisión del derecho mercantil internacional de la
oficina de asuntos jurídicos dependiente de la organización que presta a la
comisión servicios de secretariado sustantivo con el encargo de realizar
investigaciones así como de preparar estudios y proyectos.
Los textos se inician, preparan y aprueban por la Comisión y participan
los estados miembros así como los estados invitados como observadores,
así como también organizaciones internacionales gubernamentales y no
gubernamentales.
En la Comisión se encuentran representados los cinco grupos
regionales: África, América Latina y el Caribe, Asia, Europa Occidental,
Europa Oriental y otros.
Entre los textos que prepara la UNCITRAL se cuenta con los siguientes:
Convenciones, que son instrumentos jurídicos de carácter internacional
aprobados por los estados para unificar el derecho a nivel internacional. Es
decir que se trata de acuerdos entre estados por medio de los cuales se
establecen obligaciones que vinculan a los estados que los ratifican o se
adhieren a él.[75]
Leyes modelo, que son textos normativos cuya naturaleza es
recomendatoria para la armonización del derecho interno y que se ponen a
disposición de los Estados con el objeto de que se integren a sus respectivas
legislaciones internas y se conviertan así en leyes nacionales. La leyes
modelo implican un método indirecto de uniformidad y su adopción permite
al sistema jurídico contar en áreas determinadas, con una normatividad
idéntica o similar a la de otros países con los cuales se comercia.
El objetivo de las leyes modelos es:
• Encontrar soluciones para la superación de obstáculos jurídicos que
dificulten el comercio internacional;
• Facilitar el empleo del comercio internacional en sus diversas
modalidades y conceder igualdad de trato a quienes recurren a ella;
• Remediar los inconvenientes que se presentan en los regímenes
internos inadecuados que obstaculizan al comercio internacional;
• Crear certidumbre sobre la naturaleza jurídica y validez de las
transacciones comerciales internacionales con un marco legal seguro y
de prácticas eficientes;
• Formular un régimen general que sea modelo para el comercio
internacional que facilite la salida de regímenes anticuados;
• Ofrecer al legislador nacional un conjunto de reglas aceptables en el
ámbito internacional que le permitan eliminar obstáculos legales;
• Ser parte esencial para la promoción de las economías y la eficiencia
del comercio internacional al incorporar en el derecho interno los
procedimientos prescritos por la ley modelo para todo supuesto en el
que las partes se encuentren creando un entorno legal neutro para todo
medio técnicamente viable de comunicación comercial.
Guías legislativas, que son textos que orientan al legislador para la
elaboración de leyes mediante el examen de cuestiones y opciones
normativas pertinentes y la recomendación de soluciones legislativas
adecuadas. Y son también consideradas como instrumentos accesorios
elaborados si se ha preparado una ley modelo por parte de la Comisión, y su
contenido se basa en los trabajos preparatorios de las leyes modelos,
enunciando los rasgos mínimos esenciales de toda norma, destinada a lograr
los objetivos de la ley modelo y asimismo auxilia a los Estados a verificar si
existe alguna disposición de la ley modelo que convenga modificar en razón
de circunstancias nacionales particulares.
Su finalidad consiste en facilitar el trabajo de los órganos ejecutivos y
legislativos de los Estados para modernizar sus legislaciones
proporcionando información y antecedentes que les auxilien, así como
también orientar a los Estados para la incorporación en su derecho interno.
• Guías jurídicas, que son textos que se proporcionan para orientar en la
redacción de contratos.
• Reglamentos, que son regulaciones procesales previstas para la
solución de controversias en materia comercial.
• Reglas contractuales, que son cláusulas o normas uniformes que se
incluyen en los contratos comerciales.
• Recomendaciones, que son utilizadas para que los países puedan
elaborar textos legislativos sobre materias diversas que sugieren la
adopción de artículos en los instrumentos jurídicos por el beneficio que
puede representar para las partes contratantes y por la validez que les
atribuye la comunidad internacional, y su objeto es el de facilitar
información y asesorar a las instituciones y órganos interesados tales
como Cámaras de Comercio.
• Disposiciones, que son decisiones de la Comisión que sirven de
muestra para la preparación de otros instrumentos o de convenios
internacionales o para la revisión de disposiciones ya existentes y son
también de carácter recomendatorio para la Asamblea General y son
utilizadas cuando se celebran nuevas convenciones internacionales o
bien cuando se revisan las vigentes.
• Proyectos, que son esquemas de futuros instrumentos jurídicos que
normalmente van acompañados de sus guías para ser incorporados a
los ordenamientos jurídicos nacionales.
• Notas de la Secretaría de la Comisión, acerca de las convenciones y se
trata de escritos elaborados por la secretaría con fines informativos
respecto de instrumentos jurídicos y son publicados conjuntamente con
los textos de las convenciones.
• Anexos, que son documentos accesorios cuya finalidad consiste en
integrar o aclarar el contenido de un instrumento internacional como
cartas, prefacios, prólogos, reglas, principios y terminologías.
Finalmente, la UNCITRAL brinda también servicios de asesoramiento
técnico en materia legislativa para facilitar la modernización de las leyes y
las prácticas mercantiles, propiciando un conocimiento más profundo de los
textos de derecho mercantil internacional y la manera en que pueden
impulsar la expansión del comercio internacional ayudando a los Estados a
elaborar leyes para la aplicación de tales textos y a las asociaciones
comerciales a promover la utilización de normas de otra índole.
Asimismo apoya reglas uniformes elaboradas por las Cámara de
Comercio Internacional.
b) El Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado
(UNIDROIT)[76]
Como señala RIGUETTI,[77] el UNIDROIT tiene su origen en Italia y se fundó
a iniciativa del jurista Vittorio Scialoja, quien en el año de 1924 propuso a
la Asamblea General de la Sociedad de las Naciones la creación de un ente
de carácter internacional que tuviera como objetivo el de estudiar la
problemática del derecho privado para alcanzar su armonización y
coordinación entre las legislaciones de los diferentes Estados, mediante la
elaboración de proyectos de convenciones y el establecimiento de normas
de derecho privado uniforme.
De ese modo, con fecha 30 de septiembre de 1924, la Asamblea de la
Liga de las Naciones adoptó una resolución aceptando la propuesta del
Estado italiano y solicitando al Consejo de la Sociedad la determinación de
los poderes y funciones del nuevo Instituto, lo cual fue confirmado el 3 de
octubre del propio año.
Las disposiciones fueron publicadas por el Estado italiano en el ámbito
de su legislación reconociendo al instituto, como una fundación autónoma
provista de personalidad jurídica, de acuerdo con el decreto-ley italiano No.
2220 del 30 de septiembre de 1926, y el 30 de mayo de 1928 se erigió
formalmente en Roma el Consejo de dirección.
De conformidad con el artículo 1º, párrafo 1º, de su Estatuto Orgánico,
el UNIDROIT es un organismo intergubernamental independiente al que
compete el estudio de los medios directos para armonizar y coordinar el
derecho privado entre los estados o entre grupos de estados y preparar
gradualmente a los distintos países para adoptar normas uniformes en
materia de derecho privado.
La calidad de miembro se restringe a los estados que acceden a su
estatuto (61 estados miembros de los cinco continentes representando una
variedad de sistemas legales, económicos, políticos y culturales). Y se
compone de una secretaría, un consejo de gobierno y una asamblea general.
La secretaría constituye el órgano ejecutivo del instituto y es
responsable de la ejecución cotidiana de su programa de trabajo.
El consejo de gobierno supervisa todos los aspectos de la política de los
medios por los cuales los objetivos estatutarios deben ser cumplidos.
La asamblea general es el órgano que toma las decisiones del Instituto y
aprueba el presupuesto anual así como el programa de trabajo por trienio,
elige al consejo de gobierno y se compone de un representante de cada
gobierno de los estados miembros.
Su objetivo fundamental es el de la preparación de reglas uniformes
armonizadas de derecho privado que tienden a formar convenciones
internacionales o leyes modelo que los estados pueden tomar en
consideración de manera libre.
De los trabajos elaborados por el UNIDROIT se cuenta con setenta
estudios y bosquejos, muchos de los cuales han dado lugar a instrumentos
de carácter internacional.
Destacan por su importancia los principios creados por el Instituto
internacional conocidos como Principios que se emitieron en Roma en el
año de 1994, y que fueron concebidos desde la conmemoración del cuarenta
aniversario del Instituto en el año de 1968, cuando se enfatizó la necesidad
de la creación de un cuerpo normativo adecuado para la contratación
internacional.[78]
Los principios del UNIDROIT para los contratos internacionales
representan una nueva e importante aproximación hacia la unificación y
armonización del derecho mercantil internacional y se conciben como un
derecho creado para las transacciones internacionales que busca remediar
las deficiencias surgidas del derecho aplicable a tales negocios. No han sido
concebidos como una forma de modelo de cláusulas contractuales para
ningún tipo de acto en particular, ni constituyen una forma de convención
internacional de ley uniforme para los contratos internacionales, sino que
más bien derivan su aplicación de la fuerza persuasiva, y sí son, en
definitiva, un importante intento por enunciar reglas comunes a la mayoría
de los sistemas legales existentes y, al mismo tiempo, adoptar las soluciones
que mejor se adapten a las necesidades del tráfico internacional.
Complementariamente, son de mencionar también los siguientes
instrumentos creados por el Instituto:
• La Convención sobre Normas Uniformes en Contratos para la Venta
Internacional de Bienes;
• La Convención Internacional sobre el Contrato de Viaje;
• La Convención sobre Normas Uniformes en la expresión de la
Voluntad Internacional;
• La Convención sobre el Leasing financiero internacional;
• La Convención sobre el factoring internacional, y
• La Convención Sobre Representación en la Compraventa Internacional
de Mercaderías.
c) La Cámara de Comercio Internacional[79]
La Cámara de Comercio Internacional se constituyó en París en el año
de 1919 y ha tenido como sede en todo momento a la capital francesa;
cuenta con personalidad jurídica propia y su naturaleza es asociativa y es la
única organización empresarial que proporciona recomendaciones de
carácter internacional a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Detenta la representación del empresariado mundial cuando los gobiernos
tratan asuntos de carácter intelectual, en materia de propiedad, sobre
políticas en materia de transporte y de derecho comercial así como de
medio ambiente.
La Cámara de Comercio Internacional defiende al empresariado
internacional y para ello cuenta con una amplia experiencia en cuestiones
empresariales concretas para consultar y elaborar conjuntamente con la
UNCITRAL y el UNIDROIT.
Además de la elaboración y la utilización de normas comerciales
(INCOTERMS), que han pasado a formar parte de la estructura jurídica
mundial, la Cámara de Comercio Internacional colabora con organismos y
organizaciones tanto intergubernamentales como no gubernamentales,
abarcando un amplio campo que va desde el arbitraje comercial
internacional y la resolución de controversias, hasta la defensa del libre
comercio y del sistema de la economía de mercado; la autorregulación
empresarial la lucha contra la corrupción o contra el crimen comercial.
La Cámara de Comercio Internacional tiene acceso a los gobiernos
nacionales en todo el planeta a través de sus comités y ofrece criterios
empresariales a las organizaciones intergubernamentales en los asuntos que
afectan de manera directa a las operaciones empresariales.
En lo tocante a su funcionamiento, cabe señalar que los miembros de la
Cámara de Comercio Internacional son tanto empresarios como
organizaciones empresariales que realizan transacciones internacionales y
agrupan en la actualidad a más de 130 países y se organizan como comités
nacionales para promover el crecimiento y la prosperidad.
La Cámara de Comercio Internacional redacta los siguientes textos:
Normas o reglas uniformes, cuyo contenido puede ser incorporado por
las partes en los respectivos contratos, con la seguridad de que contienen los
elementos jurídicos necesarios para que la operación a ser realizada se
desarrolle en un marco de certeza y seguridad jurídica, y tales reglas
contienen lo que se ha dado en llamar lex mercatoria.
Términos de comercio internacional, que fueron redactados a raíz de
que el comercio internacional evidenció problemas tales como: el
desconocimiento de las leyes de otros estados, el desconocimiento de los
usos y costumbres mercantiles en otros estados y el desconocimiento del
idioma. De ese modo, el Comité de Términos Comerciales de la Cámara de
Comercio Internacional intervino para crear las normas sintéticas y de
carácter obligatorio que permitiesen conocer de manera concreta los
derechos y obligaciones de las partes a través de cláusulas contractuales
denominadas INCOTERMS, a las que nos referiremos más adelante.
Prácticas internacionales, que se utilizan para colmar lagunas de las
normas cuando las reglas y los usos uniformes no resultan apropiados a las
relaciones comerciales y son el resultado de una labor de selección de
prácticas tomadas de una amplia gama de sujetos del comercio internacional
tales como banqueros, comerciantes, agentes, gestores, y se realizan
mediante cartas dirigidas a la UNCITRAL y son aprobadas y publicadas por
diversas asociaciones, comisiones de la Cámara de Comercio Internacional
según el área correspondiente (contratación internacional, cartas de crédito,
garantías reales, etc.), pasando a ser reconocidas como normas de prácticas
comerciales mundialmente aplicables, y
Reglas y usos uniformes, que obtienen de la UNCITRAL su aprobación
como prácticas comerciales, tales como las RU500, las INCOTERMS, las
reglas y usos uniformes relativas a los créditos documentarlos y las relativas
a fianzas contractuales.
d) Organización Mundial de Comercio (OMC)[80]
La Organización Mundial de Comercio nació el 1° de enero de 1995,
pero su sistema tiene casi 50 años de existencia ya que se derivó del
Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que
estableció sus reglas.
La última y más importante ronda del GATT fue la de Uruguay, que se
realizó entre 1986 y 1994, y dio lugar a la creación de la OMC, la cual
colabora con los grupos de trabajo de la UNCITRAL para la elaboración de
instrumentos jurídicos de carácter internacional sobre todo relacionados con
la naturaleza de las mercancías, las mercancías virtuales y los intercambios
en el ciberespacio.
Se trata de una organización intergubernamental independiente de las
Naciones Unidas y se ocupa de la política comercial como la liberalización
del comercio, la eliminación de los obstáculos al comercio, las prácticas
comerciales desleales y demás cuestiones afines al antidumping, así como
los derechos compensatorios. Se ocupa también de normas que rigen entre
los países a nivel mundial. Es en síntesis un foro de negociación al que
acuden los gobiernos miembros para la solución de los problemas
comerciales comunes.
Su núcleo está constituido por los acuerdos de la OMC, negociados y
firmados por la mayoría de los países que participan en el comercio
internacional y tales documentos contienen las normas jurídicas
fundamentales del comercio internacional. Se trata de contratos que obligan
a los gobiernos a mantener sus políticas comerciales dentro de los límites
convenidos para ayudar a los productores de bienes y servicios,
exportadores e importadores. Su propósito fundamental es el de ayudar a
que las corrientes comerciales circulen con la mayor libertad posible sin
efectos secundarios desfavorables mediante normas transparentes y
previsibles.
Finalmente y en los casos de intereses contrapuestos, la OMC ayuda a
resolver diferencias mediante procedimientos imparciales basados en
fundamentos jurídicos convenidos y se destacan cinco cuestiones
importantes en su actividad, a saber:
• La aplicación de los principios básicos del sistema de intercambios y
acuerdos internacionales en materia de propiedad intelectual;
• Proporcionar adecuada protección a los derechos de la propiedad
intelectual;
• La manera como los países deben aplicar esos derechos en sus propios
territorios, y
• La manera de solucionar controversias relativas a la propiedad
intelectual entre los miembros de la OMC.
D. LA LEX MERCATORIA
De la interacción conjunta de los organismos internacionales ha surgido
la concepción de la existencia de la llamada lex mercatoria como ley del
capital global.
El término fue acuñado en la Edad Media y comprende el conjunto de
usos y reglas de carácter gremial aplicadas a las relaciones surgidas entre
los comerciantes de ese período de la historia.
Bajo la denominación de lex mercatoria se ha construido toda una
doctrina respecto de un derecho que surgió de la actividad comercial, sin
intervención del Estado, en donde los gremios de comerciantes
desarrollaron reglas y principios aplicables y tendientes a regular la
actividad comercial enfrentadas a normas locales inadecuadas a los usos
comerciales de las ferias dándose lugar a la creación de un sistema
completo de normas para regular sus actividades.
La analogía con el derecho mercantil de los tiempos actuales se
establece porque los comerciantes del medioevo desarrollaron reglas
uniformes aplicables a sus relaciones comerciales enfrentándose a la
diversidad de leyes estatales inadecuadas a los usos y requerimientos del
comercio.
Hoy la creciente intervención del Estado en los procesos económicos se
presenta como inadecuada porque genera obstáculos al tráfico internacional
y afecta la seguridad de las negociaciones comerciales por lo que la
reacción de los intereses del comercio se ha dado en el sentido de someter
de manera voluntaria sus negocios a reglas preestablecidas, derivadas de los
usos comerciales y unificadas por la acción de los organismos
internacionales, haciendo incluso exclusión de las normas legales
domésticas.
a) Concepto
Para DE SOUSA SANTOS[81] se trata de un conjunto de principios y reglas
consuetudinarias amplias y uniformemente reconocidas y aplicadas en las
transacciones comerciales de modo que lex mercatoria o derecho mercantil
es la forma más antigua de trasnacionalización del campo jurídico.
Dice que se trata de un derecho trasnacional de los negocios, o en
términos más amplios, un derecho económico, considerado como la
expresión de la cultura jurídica global independiente de las diversas culturas
jurídicas nacionales y situada por encima de ellas y es componente
fundamental de una categoría jurídica a la que se ha denominado derecho
trasnacional debido a que vincula reglas jurídicas aceptadas universalmente
contenidas en la mayoría de los sistemas jurídicos existentes, a las cuales
los miembros de la societas mercatorum les reconocen carácter y
aceptación universal.[82]
Agrega que las cinco principales características de la lex mercatoria
como derecho supranacional son las siguientes:
1. Facilidad en la celebración de contratos vinculantes;
2. Énfasis en la seguridad de los contratos;
3. Velocidad en la decisión de los litigios;
4. Variedad de mecanismos para establecer, trasmitir y recibir crédito, y
5. El valor de las costumbres y los usos en el mundo mercantil.
Para PÉREZ Murcia[83] las características actuales de la lex mercatoria
son:
1. Que se trata de un derecho sin nacionalidad, que no procede de un
sistema jurídico nacional, y este elemento justifica su vocación de
universalidad porque su contenido no ha surgido de derechos internos sino
que parte de principios comunes a los sistemas jurídicos reconociendo su
existencia y validez al ser incorporados en sus cuerpos normativos;
2. Que está dotado de fuerza obligatoria sin implicar la necesidad de un
aparato coercitivo estatal, sino que su carácter vinculante está dado por el
reconocimiento que de ella hacen los miembros de la sociedad comercial
internacional;
3. Que es un derecho espontáneo, porque surge de la práctica mercantil
global creado por los comerciantes con el fin de sustraerse a la aplicación
de los ordenamientos jurídicos nacionales, y
4. Que está conformado por principios, usos y reglas cuyo principal
componente son los principios generales de derecho y regirse por éstos
legitima su aplicación como ley sustantiva de la relación, cuyo propósito no
es la codificación de principios sino el de su configuración para ser
aplicables a los casos concretos sin desconocer la existencia de una serie de
principios reconocidos y consolidados en la jurisprudencia arbitral.
En evidente analogía con las prácticas del medioevo, señala Harold
BERMAN[84] que las características y razones desde su nacimiento son en
esencia las mismas que hoy plantean la necesidad de armonizar el derecho
por las reglas insuficientes de los diversos sistemas jurídicos
contemporáneos y ante estos, los propios comerciantes desarrollan reglas de
origen consuetudinario adoptadas en el seno de sus gremios.
La tendencia a unificar las prácticas comerciales se ha mantenido así
como su deseo de codificación y así se creó el Código Uniforme de
Comercio de Norte América (CUC-EE. UU.).
La uniformidad del derecho mercantil es un anhelo legítimo pero su
unificación internacional se ha visto entorpecida por diferencias políticas,
sociales, económicas y culturales que existen entre las naciones, no
obstante, por la acción de los organismos internacionales y la paulatina
aceptación de los Estados de someterse a normas internacionales, se ha
desarrollado la lex mercatoria de los tiempos vigentes con toda una
organización que si bien no se encuentra codificada en una legislación
internacional única, sí ha encontrado desarrollo mediante la aplicación de
las normas aceptadas universalmente y validadas por los propios Estados
mediante la suscripción de acuerdos internacionales, con lo cual se ha
venido haciendo abstracción paulatina de la aplicación de los derechos
internos en su mayoría obsoletos y fuera de contexto, que no responden a
las necesidades del tráfico mercantil del mundo globalizado.
La existencia del derecho mercantil internacional de carácter contractual
es una realidad en el mundo moderno de tal modo que siguiendo la
tendencia doctrinal de los últimos tiempos al fenómeno relativo que se ha
denominado lex mercatoria a la que ubicamos en una nueva etapa en el
desarrollo de nuestra disciplina, y que a decir de Hernany VEYTIA[85] ha sido
desenmascarada por los principios emitidos en 1994 por el UNIDROIT, que se
suma a las tres anteriores reconocidas por autores diversos, como son la
etapa del trueque, de la moneda y del crédito, la incorporamos ahora en su
fase de unificación del derecho mercantil que a nuestro juicio inicia desde la
época en que se alcanzó la suscripción de la Ley Uniforme de Ginebra[86] en
1930, en materia de títulos de crédito, y que ha mantenido esa tendencia que
se patentiza sobre todo en el terreno de los contratos mercantiles.
Así observamos la existencia de un derecho que es calificado por
ADAME GODDARD[87] como Privado Supranacional, y que a decir de dicho
autor encuentra la razón de su existencia en la globalización de la economía
que ha hecho necesaria la adopción de normas jurídicas que rijan las
transacciones internacionales con independencia de la nacionalidad de las
partes, porque al intensificarse los intercambios comerciales entre los
distintos países, el derecho privado, ligado a la construcción de los Estados
Nacionales se contempla como un orden jurídico aplicable exclusivamente
a los nacionales de un Estado, haciéndose necesaria la apertura de las
fronteras para sostener la producción masiva.
El derecho mercantil internacional se nutre de la producción que aportan
principalmente tres organismos, que de manera constante han procurado el
desarrollo y la propuesta de soluciones a los problemas que la diversidad
normativa provoca, como son la UNCITRAL, el UNIDROIT y la Cámara de
Comercio Internacional, cuyos principales objetivos son los de proporcionar
instrumentos jurídicos internacionales además de que han sido los
organismos que han venido coordinando los procesos de armonización y
unificación del derecho mercantil internacional proporcionando soluciones
prácticas a los complejos problemas que se plantean tanto en el comercio
internacional de carácter tradicional como en el actual contexto del
comercio electrónico.
De la participación de los organismos señalados, destacan tres
convenciones de carácter internacional que han sido las más importantes
para el comercio internacional, a saber; la auspiciada por la UNCITRAL en
1980 que en Viena emitió la Ley Modelo para la compraventa internacional
de mercaderías, el desarrollado por la propia Comisión en el año de 1995
llamado: CNU-UCECI, que procura la seguridad jurídica y la previsibilidad
comercial en la utilización de comunicaciones electrónicas en la
negociación de los contratos internacionales y finalmente la Ley modelo en
materia de comercio electrónico auspiciada por la propia UNCITRAL de la
que nos hemos ocupado, y cuya finalidad es la de que busca facilitar el
empleo de los modernos medios de comunicación electrónicos así como el
archivo de la comunicación que se genere.
Así, se evidencia la necesidad de que las prácticas mundiales se
unifiquen en normas armónicas para un desarrollo ordenado del comercio a
nivel mundial que rompa la barrera de las legislaciones nacionales, y
aparece así la necesidad de la armonización para dar paso a la unificación,
como veremos a continuación.
La armonización y la unificación de las normas implican procesos
largos y complejos que requieren nutrirse de estudios de carácter académico
ya que el proceso debe cuidar hasta donde sea posible el respeto a las
tradiciones jurídicas de los diferentes sistemas que con toda seguridad se
encuentran expuestos en las normas domésticas y debe entones cuidarse que
la unificación internacional no rompa con las normas nacionales, y así,
gracias a los procesos de armonización y el reconocimiento progresivo de
los instrumentos normativos, se pueden llevar a cabo transacciones de
carácter internacional y de ese modo, la armonización y la unificación se
presentan como una aspiración de los estados y a ella se ha llegado gracias a
la acción de los organismos internacionales tales como la UNCITRAL, la
UNIDROIT y la Cámara de Comercio Internacional.
Por supuesto el mayor reto que los procesos unificadores enfrenta es el
de la existencia de las normas domésticas que basadas en la concepción
clásica de la soberanía de los estados, a veces se oponen a las tendencias
internacionales o en ocasiones son muy antiguas y se encuentran por ello
desactualizadas, además de las posibles resistencias de los órganos
legislativos internos.
Pero en la actualidad, el empuje del poder económico hacia la
globalización ha rebasado las iniciativas de los estados dirigidas a aportar
una respuesta institucional a la marcha del libre mercado, y si bien es cierto
que los órganos legislativos evidencian una aparente despreocupación en la
necesaria actualización de las normas mercantiles, la acción de los Estados
se ha encaminado a legitimar las decisiones o procesos de armonización y
unificación que han realizado los organismos internacionales, por vía de la
suscripción de tratados o en última instancia, por la adopción de las leyes
modelo y su incorporación en leyes nacionales, y ello ha sido propiciado
por la presión de los empresarios y la sociedad empresarial que necesita
tener seguridad jurídica en sus transacciones internacionales.
Es así que el comercio internacional ha sido constante fuente de presión
para los gobiernos a fin de que modifiquen su política económica, suprima
obstáculos al comercio internacional, y modifique también su política
legislativa.
Señala entonces Pablo LEMER[88] que la armonización implica una etapa
de mayor comunicación entre los diversos sistemas jurídicos para que en lo
posterior se dé una unificación a través del derecho comparado y que las
barreras entre los sistemas jurídicos tienden a desaparecer y éstos van
incorporando normas comunes o similares. Agrega que la armonización es
impulsada por los legisladores o bien por comisiones internacionales y que
se trata de un proceso en el que paulatinamente se van eliminando
diferencias entre los sistemas jurídicos con o sin la inclusión de proyectos
de unificación y que entonces la armonización es un producto de la práctica
internacional y de las decisiones del comercio internacional, en la medida
en que los comerciantes y los árbitros concluyen en la importancia de
sustentar su actividad en textos uniformemente aceptados. Así, la
armonización busca principios generales con la ayuda de la metodología
comparatista, cuyo objetivo se hace consistir en la formulación de un texto
que llegue a ser derecho positivo a través del proceso unificador de los
estados a fin de lograr que las partes involucradas en una contratación de
carácter internacional adopten o por lo menos reconozcan la existencia de
normas internacionales extrañas a los ordenamientos jurídicos nacionales, y
así, su destino es el surgimiento de una cultura jurídica más amplia y acorde
con los cambios para conducirnos a una armonización de los sistemas
jurídicos existentes.
Por lo que a la unificación se refiere, dice Lemer[89] que el término se
considera un estadio más evolucionado en el cual los sistemas jurídicos se
basan en una misma norma legal mediante la adopción de un texto único.
Agrega por su parte Pedro LABARIEGA[90] que al lado de las normas
legislativas uniformes, existen otros recursos igualmente eficaces y
ampliamente usados, tales como las definiciones-modelos de las cláusulas
contractuales, los contratos-tipo, los diversos formularios existentes, y los
medios para eliminar las diferencias de interpretación de las normas de
derecho uniforme por parte de la jurisprudencia, y agrega que el derecho
uniforme internacional ha sido calificado como una fuente autónoma del
derecho, como el internacional público y el internacional privado, los
atributos que le son propios y que señalamos a continuación:
a) Porque tiene autonomía normativa, ya que obtiene sus propias
normas de acuerdos y convenciones internacionales con peculiares técnicas
y mediante la conciliación de los sistemas;
b) Porque tiene autonomía sustancial, ya que las relaciones jurídicas que
reglamenta son distintas a las del ámbito del derecho interno, pues éstas se
elaboran tomando en cuenta condiciones socioeconómicas de un
determinado país, en tanto que las del derecho internacional responden a las
exigencias comunes a varios países, y;
c) Porque tiene autonomía científica, ya que ese derecho debe ser objeto
de una disciplina distinta y de un particular método de investigación.
La realidad del comercio internacional viene impuesta por la
distribución de las producciones en las diferentes regiones del planeta con
una fuerza expansiva tal, que no reconoce fronteras, facilitada por el
desarrollo del derecho uniforme que le da independencia económica
mundial y origina un gran número de relaciones jurídicas, y se evidencia un
incremento masivo de la producción y distribución de mercancías
provocándose múltiples relaciones jurídicas vinculadas al comercio
mundial.
Así dice BARÓ HERRERA[91] que la expansión del comercio y el
acercamiento de las economías se ha expresado a través de conceptos tales
como globalización e internacionalización, entendido básicamente como:
“la tendencia generalizada hacia la liberación del comercio y los mercados
de capital, la creciente internacionalización de las estrategias empresariales
de producción y distribución, eliminando rápidamente los obstáculos al
intercambio internacional de bienes y servicios y la movilidad del capital”.
Y agrega que en ese sentido, la vinculación de las economías ha llevado
a los gobiernos a modificar o crear normas jurídicas que reduzcan o hagan
desaparecer las diferencias locales a fin de lograr una economía mundial
más eficiente o la existencia de un comercio internacional más fluido y con
normas más flexibles para su desarrollo.
Dicen así Alfonso CALVO y Javier Carrascosa[92] que el momento en el
que el derecho mercantil se codificó coincide con el de la nacionalización
de sus normas y conllevaría a la posterior aparición del derecho
internacional privado, en principio mediante la regulación de las situaciones
internacionales por medio de leyes internas y más tarde por medio de
tratados, costumbre internacional y jurisprudencia.
Así, los mercantilistas han optado por la armonización y la unificación
de la legislación sustantiva aplicable al comercio internacional mediante la
redacción de leyes modelo, reglas y usos uniformes, convenciones
internacionales, la mayoría promovidas por la UNCITRAL y el UNIDROIT, así
como el conjunto de reglas recopiladas y promovidas por la Cámara de
Comercio Internacional con los términos comerciales, todo lo cual
evidencia que estamos en presencia de un derecho mercantil
consuetudinario que se sustenta en principios del derecho internacional, al
que se conoce como lex mercatoria.
Por ello es que señala con razón José Luis SIQUEIROS[93] que la gradual
interdependencia entre los países y el proceso globalizador en el comercio
internacional van conduciendo a sus agentes económicos hacia fórmulas de
principios uniformes que ofrecen soluciones armónicas en caso de
divergencia, y agrega que los principios del UNIDROIT sobre contratos
comerciales internacionales podrán aplicarse cuando las partes hayan
acordado someter el contrato a sus disposiciones o convenio que el mismo
se rija por los principios generales del derecho, la lex mercatoria o
expresiones semejantes.
Pues bien, este derecho supranacional denominado también como
mercantil internacional, sobre todo por los esfuerzos tanto de la Cámara de
Comercio Internacional, como del Instituto Internacional para la
Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT), que se ha sumado a la
importante labor desarrollada por la Comisión de las Naciones Unidas para
el Derecho Mercantil Internacional (UNCITRAL), que en el año de 1980
emitiera en su convención celebrada en Viena, los criterios de carácter
obligatorio para los países suscriptores en materia de compraventa
internacional de mercaderías, influido por dicho acuerdo internacional, nos
ha aportado una serie de principios emitidos en Roma en 1994, que desde
luego son de carácter convencional, pero de gran importancia como fuente
supletoria para orientar las tendencias contractuales modernas de los
últimos tiempos.
Como los principios del UNIDROIT no derivan de una convención internacional, y por tanto no son
derecho vigente para México u otros países, ni estamos en presencia de una ley modelo, sino de
una compilación normativa la que las partes pueden o no acogerse voluntariamente, su naturaleza
tiene más bien carácter contractual y sus principios deben ser considerados en su aplicación
judicial o arbitral, como cláusulas de un contrato.[94]
Así, María del Pilar PERALES[95] resalta la analogía existente entre la
convención de Viena y los principios del UNIDROIT, señalando que son
instrumentos del derecho uniforme del comercio internacional mutuamente
entrelazados, pero agrega que si bien la convención restringe teóricamente
su papel a los contratos de compraventa internacional de mercaderías entre
partes que tengan sus establecimientos en estados diferentes, su regulación,
contenido y aplicación práctica no se circunscribe únicamente a dichos
contratos, porque, dice, se trata de una regulación general y por tanto
susceptible de ser aplicada en cualquier contrato y señala también que de la
misma manera los principios del UNIDROIT establecen reglas generales
aplicables a los contratos mercantiles internacionales.
Aun y cuando el contenido de ambos instrumentos pudiese tener
aspectos similares, existe desde luego una formal diferencia entre ambos y
es que mientras la Convención de Viena sobre la compraventa de
mercaderías constituye un tratado internacional y por ende ello la convierte
en ley de aplicación obligatoria para los países signatarios, dependiendo de
su legislación particular, los principios del UNIDROIT son solamente
recomendaciones cuya obligatoriedad se encuentra supeditada a su
necesaria adopción en cada caso particular frente a una convención de
carácter internacional.
Tal circunstancia es reconocida por la propia autora al señalar que la
flexibilidad que reclaman los instrumentos del derecho uniforme es más
acusada en los principios que en la convención, porque mientras que ésta es
un tratado internacional, que incorporan los Estados a sus derechos internos,
los principios constituyen una suerte de reglas de naturaleza no vinculante
ni para los particulares ni para los Estados y que al no tener las limitaciones
de la Convención pueden ser revisados con relativa facilidad y, por tanto,
estar mejor adaptados a las existencias del comercio internacional, pero,
agregaríamos que la obligatoriedad de su aplicación se encuentra supeditada
a su adopción particular en cada caso, porque de otro modo no serían sino
una referencia doctrinaria sin aplicación práctica, y por ende falaz.
Pero, como sostiene Leonel PEREZNIETO[96] la afinidad y coincidencia de
los principios a nivel internacional contribuyen a cada día con mayor fuerza
al establecimiento de una Lex Mercatoria que no es otra cosa que un
completo entramado de las relaciones jurídicas internacionales que puedan
servir de soporte a los negocios entre países.
No obstante Pilar PERALES [97] refiere la recíproca influencia existente
entre ambos instrumentos y agrega que de la doble consideración de que la
lex mercatoria es fuente del derecho, y de que los principios del UNIDROIT se
identifican con aquella, se deriva la existencia de un derecho uniforme del
comercio internacional.
VEYTIA[98] destaca la importancia de los principios y así señala que
cuando se ha superado la idea de la codificación, cuando las ventajas del
comercio internacional superan todo marco jurídico nacional, pero también
cuando las tentativas de unificación internacional no han llegado a tener el
éxito deseado, aparecen los principios del UNIDROIT, y desde entonces se ha
experimentado un fenómeno sin precedentes en base a cuatro motivos:
1. La necesidad de contar en el comercio internacional con reglas claras,
a las que los principios responden considerando las distintas condiciones
socioeconómicas de los diversos países.
2. El establecimiento de reglas similares a los diversos sistemas
jurídicos.
3. Porque siguen los criterios adoptados por la Convención de Naciones
Unidas para la Compraventa Internacional de Mercaderías; y,
4. Porque los principios fueron redactados por magníficos juristas de los
cinco continentes y han sido auspiciados por el UNIDROIT, que hicieron
destacar como fines la buena fe y la lealtad negocial.
Pues bien, del preámbulo de tales principios derivamos que el carácter
internacional de los contratos se explica con claridad al señalarse que por
internacional debemos entender cualquier contrato que no sea estrictamente
nacional, tomando en cuenta la nacionalidad de las partes, su domicilio o
bien simplemente que el contrato afecte al comercio internacional o surja un
conflicto de leyes.
Asimismo, el carácter comercial de los contratos derivará de la
circunstancia de que no haya sido suscrito para fines de exclusivo consumo
inmediato, sin importar el carácter o no de comerciantes que las partes
pudieran tener, de conformidad con el propio derecho mercantil nacional.
Sin embargo, y como bien hace notar ADAME GODARD,[99] ni en el
comentario ni en las reglas contenidas en los principios se define el
concepto contrato, lo cual provoca un problema porque la connotación es
distinta en los sistemas predominantes en el mundo, ya que en el romano-
germánico está claro que se refiere al acuerdo de voluntades con el ánimo
de producir derechos y obligaciones, en tanto que en la tradición inglesa es
concebido como una promesa o conjunto de promesas a las que el derecho
otorga el carácter de obligatorias, y ello puede generar conflictos en la
interpretación de lo que las partes pretenden en un negocio concreto, siendo
de sistemas diversos, y siendo el objetivo general de los principios la
definición de un régimen uniforme de los contratos internacionales, el
propio autor establece la necesidad de construir un concepto internacional
de contrato, y al efecto propone que por tal debe entenderse, de
conformidad con los principios, aquel que se produce por el libre
consentimiento de las partes que sin requisito formal alguno, y
estableciendo una obligación recíproca, contribuye a crear un régimen
uniforme de los contratos comerciales internacionales.
Dice por su parte Julio César TREVIÑO[100] que como tendencia propia de
los principios se encuentra que buscan por medio de sus disposiciones y
comentarios el favorecimiento de la formación del contrato y que tal
tendencia se establece tanto en dar libertad a las partes para contratar como
en el sentido de considerar celebrado el contrato aun cuando una de ellas
quiera eximirse de su cumplimiento argumentando la ausencia de elementos
no esenciales, porque agrega que la flexibilidad deseada en la contratación
internacional surge de la necesidad de la existencia de un intercambio
comercial en la vida moderna y agrega que los principios dan una solución
general al problema de la forma y a contradicciones entre principios y
disposiciones nacionales e internacionales de aplicación obligatoria por
medio del establecimiento del criterio de las reglas imperativas (art. 1.4), de
modo que la selección de los principios como normatividad aplicable a un
contrato, no excluye a las disposiciones jurídicas aplicables, no
renunciables por voluntad de las partes, y que para ampliar el criterio, se
sujeta la lex contractus a las reglas del derecho internacional privado
aplicables a cada caso concreto.
El texto actual de los principios del UNIDROIT contiene 185 artículos a
diferencia de los 120 que contemplaba la versión de 1994, y el éxito que
han logrado supera toda expectativa, ya que han sido utilizados como fuente
supletoria y han complementado de manera eficiente las disposiciones de la
Convención de Viena sobra la compraventa internacional de mercaderías,
pero debemos mencionar que no solamente han servido como fuente
supletoria de dicho instrumento internacional, sino que han sido utilizados
como auxilio a todo tipo de contratación internacional y aun nacional,
porque contienen disposiciones modernas y equitativas en las que se
destacan aspectos tales como la buena fe negocial ya que contienen criterios
de comportamiento razonable para la comunidad jurídica y la ausencia de
formalidades para hacer más flexibles los contratos, además de que
contienen una regulación completa que sirve de importante auxilio a las
transacciones tanto de naturaleza mercantil como civil.
Así, el propósito de los principios consiste en el establecimiento de
reglas generales aplicables a los contratos en general y se aplican cuando las
partes contratantes establecen que su contrato se rija bajo ellos, o bien los
principios generales de derecho, la lex mercatoria o cualquier expresión
semejante.
b) La declaración unilateral de voluntad
Se presenta en materia mercantil de manera muy evidente en las
operaciones derivadas de la suscripción de títulos de crédito, tales como el
pagaré, que en términos del artículo 170, fracción II de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, contiene una promesa incondicional de
pagar una suma de dinero al beneficiario, y la encontramos también en la
emisión de obligaciones, que se realiza precisamente mediante una
declaración unilateral de voluntad, de conformidad con el artículo 213 de la
propia ley.
Señala DÍAZ BRAVO[101] que la teoría contractualista que ha tratado de
reclamar para sí la fuente de la obligación cambiaría del suscriptor, con la
pretensión de que el contrato se celebra frente a un tomador; y que lo
mismo puede decirse de la corriente híbrida, conforme a la cual, la
obligación cambiaria es de naturaleza contractual en su origen y después, al
circular el título, encuentra como fuente la declaración unilateral.
También encontramos esta fuente de las obligaciones en el comercio
corriente, en los casos de ofertas y promociones reguladas por el artículo 46
de la Ley Federal de Protección al Consumidor, que establece:
Artículo 46.—Para los efectos de esta ley, se consideran promociones las prácticas
comerciales consistentes en el ofrecimiento al público de bienes o servicios:
I. Con el incentivo de proporcionar adicionalmente otro bien o servicio iguales o diversos, en
forma gratuita, a precio reducido o a un solo precio;
II. Con un contenido adicional en la presentación usual de un producto, en forma gratuita o a
precio reducido;
IIÍ. Con figuras o leyendas impresas en las tapas, etiquetas, o envases de los productos o
incluidas dentro de aquellos, distintas a las que obligatoriamente deben usarse; y
IV. Bienes o servicios con el incentivo de participar en sorteos, concursos y otros eventos
similares.
Por “oferta”, “barata”, “descuento”, “remate” o cualquier otra expresión
similar se entiende el ofrecimiento al público de productos o servicios de la
misma calidad a precios rebajados o inferiores a los normales del
establecimiento.
c) La responsabilidad objetiva
A diferencia del derecho común, los casos de responsabilidad objetiva
como fuente de las obligaciones mercantiles en realidad se circunscriben a
eventos muy específicos, que creemos se presentan en supuestos tales como
el transporte cuando ocurre un siniestro, ocasionado por un empleado de la
empresa transportista, que deberá indemnizar a la víctima.
Dice así Díaz Bravo:[102] “De orden diverso y, no pocas son las
dificultades que al estudioso y al juzgador plantea la afirmación relativa a la
existencia de una responsabilidad objetiva como fuente de las obligaciones
mercantiles pues, en efecto, pareciera la teoría del riesgo creado un coto
reservado al derecho civil”.
d) Los actos ilícitos
Como fuente de las obligaciones mercantiles, los actos ilícitos tampoco
se presentan de una manera muy evidente. No obstante, podríamos afirmar
que siguiendo la teoría de los actos jurídicos,[103] sería fuente de una
obligación mercantil, cualquier conducta que viole en detrimento de una
persona una norma legal de tal naturaleza, es decir, mercantil, cuando tal
ilicitud recaiga sobre el motivo, fin o condición del acto. No obstante, su
solución se encuentra en la teoría de la invalidez del derecho común al
provocar su nulidad, sea absoluta, o bien relativa, dependiendo de si tal acto
recae sobre el motivo determinante de la voluntad.
Así, observamos por ejemplo que podríamos encontrarla en los casos de
conductas sancionadas administrativamente en un primer supuesto y
delictivas en el segundo, que contemplan los artículos 213 y 223 de la Ley
de Propiedad Industrial, respectivamente, que establecen:
Artículo 213.—Son infracciones administrativas:
I. Realizar actos contrarios a los buenos usos y costumbres en la industria, comercio y
servicios que impliquen competencia desleal y que se relacionen con la materia que esta Ley
regula.
II. Hacer aparecer como productos patentados aquellos que no lo estén. Si la patente ha
caducado o fue declarada nula, se incurrirá en la infracción después de un año de la fecha de
caducidad o, en su caso, de la fecha en que haya quedado firme la declaración de nulidad;
III. Poner a la venta o en circulación productos u ofrecer servicios, indicando que están
protegidos por una marca registrada sin que lo estén. Si el registro de marca ha caducado o ha
sido declarado nulo o cancelado, se incurrirá en infracción después de un año de la fecha de
caducidad o en su caso, de la fecha en que haya quedado firme la declaración correspondiente;
IV. Usar una marca parecida en grado de confusión a otra registrada, para amparar los mismos
o similares productos o servicios que los protegidos por la registrada;
V. Usar, sin consentimiento de su titular, una marca registrada o semejante en grado de
confusión como elemento de un nombre comercial o de una denominación o razón social, o
viceversa, siempre que dichos nombres, denominaciones o razones sociales estén relacionados
con establecimientos que operen con los productos o servicios protegidos por la marca;
VI. Usar, dentro de la zona geográfica de la clientela efectiva o en cualquier parte de la
República, en el caso previsto por el artículo 105 de esta Ley, un nombre comercial idéntico o
semejante en grado de confusión, con otro que ya esté siendo usado por un tercero, para amparar
un establecimiento industrial, comercial o de servicios del mismo o similar giro;
VII. Usar como marcas las denominaciones, signos, símbolos, siglas o emblemas a que se
refiere el artículo 4o. y las fracciones VII, VIII, IX, XII, XIII, XIV y XV del artículo 90 de esta
Ley;
VIII. Usar una marca previamente registrada o semejante en grado de confusión como nombre
comercial, denominación o razón social o como partes de éstos, de una persona física o moral
cuya actividad sea la producción, importación o comercialización de bienes o servicios iguales o
similares a los que se aplica la marca registrada, sin el consentimiento, manifestado por escrito,
del titular del registro de marca o de la persona que tenga facultades para ello;
IX. Efectuar, en el ejercicio de actividades industriales o mercantiles, actos que causen o
induzcan al público a confusión, error o engaño, por hacer creer o suponer infundadamente:
a) La existencia de una relación o asociación entre un establecimiento y el de un tercero;
b) Que se fabriquen productos bajo especificaciones, licencias o autorización de un tercero;
c) Que se prestan servicios o se venden productos bajo autorización, licencias o
especificaciones de un tercero;
d) Que el producto de que se trate proviene de un territorio, región o localidad distinta al
verdadero lugar de origen, de modo que induzca al público a error en cuanto al origen geográfico
del producto;
X. Intentar o lograr el propósito de desprestigiar los productos, los servicios, la actividad
industrial o comercial o el establecimiento de otro. No estará comprendida en esta disposición, la
comparación de productos o servicios que ampare la marca con el propósito de informar al
público, siempre que dicha comparación no sea tendenciosa, falsa o exagerada en los términos de
la Ley Federal de Protección al Consumidor;
XI. Fabricar o elaborar productos amparados por una patente o por un registro de modelo de
utilidad o diseño industrial, sin consentimiento de su titular o sin la licencia respectiva;
XII. Ofrecer en venta o poner en circulación productos amparados por una patente o por un
registro de modelo de utilidad o diseño industrial, a sabiendas de que fueron fabricados o
elaborados sin consentimiento del titular de la patente o registro o sin la licencia respectiva;
XIII. Utilizar procesos patentados, sin consentimiento del titular de la patente o sin la licencia
respectiva;
XIV. Ofrecer en venta o poner en circulación productos que sean resultado de la utilización de
procesos patentados, a sabiendas que fueron utilizados sin el consentimiento del titular de la
patente o de quien tuviera una licencia de explotación;
XV. Reproducir o imitar diseños industriales protegidos por un registro, sin el consentimiento
de su titular o sin la licencia respectiva;
XVI. Usar un aviso comercial registrado o uno semejante en grado de confusión, sin el
consentimiento de su titular o sin la licencia respectiva para anunciar bienes, servicios o
establecimientos iguales o similares a los que se aplique el aviso;
XVII. Usar un nombre comercial o uno semejante en grado de confusión, sin el
consentimiento de su titular o sin la licencia respectiva, para amparar un establecimiento
industrial, comercial o de servicios del mismo o similar giro;
XVIII. Usar una marca registrada, sin el consentimiento de su titular o sin la licencia
respectiva, en productos o servicios iguales o similares a los que la marca se aplique;
XIX. Ofrecer en venta o poner en circulación productos iguales o similares a los que se aplica
una marca registrada, a sabiendas de que se usó ésta en los mismos sin consentimiento de su
titular;
XX. Ofrecer en venta o poner en circulación productos a los que se aplica una marca
registrada que hayan sido alterados;
XXI. Ofrecer en venta o poner en circulación productos a los que se aplica una marca
registrada, después de haber alterado, sustituido o suprimido parcial o totalmente ésta;
XXII. Usar sin autorización o licencia correspondiente una denominación de origen;
XXIII. Reproducir un esquema de trazado protegido, sin la autorización del titular del registro,
en su totalidad o cualquier parte que se considere original por sí sola, por incorporación en un
circuito integrado o en otra forma;
XXIV. Importar, vender o distribuir en contravención a lo previsto en esta Ley, sin la
autorización del titular del registro, en cualquier forma para fines comerciales:
a) Un esquema de trazado protegido;
b) Un circuito integrado en el que esté incorporado un esquema de trazado protegido, o
c) Un bien que incorpore un circuito integrado que a su vez incorpore un esquema de trazado
protegido reproducido ilícitamente, y
XXV. Las demás violaciones a las disposiciones de esta Ley que no constituyan delitos.
Articulo 223.—Son delitos:
I. Reincidir en las conductas previstas en las fracciones II a XXII del artículo 213 de esta Ley,
una vez que la primera sanción administrativa impuesta por esta razón haya quedado firme;
II. Falsificar, en forma dolosa y con fin de especulación comercial, marcas protegidas por esta
Ley;
III. Producir, almacenar, transportar, introducir al país, distribuir o vender, en forma dolosa y
con fin de especulación comercial, objetos que ostenten falsificaciones de marcas protegidas por
esta Ley, así como aportar o proveer de cualquier forma, a sabiendas, materias primas o insumos
destinados a la producción de objetos que ostenten falsificaciones de marcas protegidas por esta
Ley;
IV. Revelar a un tercero un secreto industrial, que se conozca con motivo de su trabajo, puesto,
cargo, desempeño de su profesión, relación de negocios o en virtud del otorgamiento de una
licencia para su uso, sin consentimiento de la persona que guarde el secreto industrial, habiendo
sido prevenido de su confidencialidad, con el propósito de obtener un beneficio económico para
sí o para el tercero o con el fin de causar un perjuicio a la persona que guarde el secreto;
V. Apoderarse de un secreto industrial sin derecho y sin consentimiento de la persona que lo
guarde o de su usuario autorizado, para usarlo o revelarlo a un tercero, con el propósito de
obtener un beneficio económico para sí o para el tercero o con el fin de causar un perjuicio a la
persona que guarde el secreto industrial o a su usuario autorizado; y
VI. Usar la información contenida en un secreto industrial, que conozca por virtud de su
trabajo, cargo, puesto, ejercicio de su profesión o relación de negocios, sin consentimiento de
quien lo guarde o de su usuario autorizado, o que le haya sido revelado por un tercero, a
sabiendas que éste no contaba para ello con el consentimiento de la persona que guarde el secreto
industrial o su usuario autorizado, con el propósito de obtener un beneficio económico o con el
fin de causar un perjuicio a la persona que guarde el secreto industrial o su usuario autorizado.
Los delitos previstos en este artículo se perseguirán por querella de parte ofendida.
Señala Díaz Bravo:[104]
quizá mayores sean los escollos con los que tropiece la afirmación sobre el carácter de ciertos
actos ilícitos como fuente de las obligaciones mercantiles. Mas, a poco que se piense, en que la
conducta ilícita pueda manifestarse en ocasión del ejercicio de una actividad comercial o en
infracción de un precepto de naturaleza mercantil, no ofrecerá graves dificultades la conclusión
en el sentido de que aquí también la responsabilidad del sujeto estará coloreada de
responsabilidad.

3. MODALIDADES DE LAS OBLIGACIONES MERCANTILES


A. SOLIDARIDAD
Existen en las normas mercantiles, tanto en la general como en algunas
especiales, diversos preceptos en los que se contienen señalamientos en
materia de solidaridad, por ello, aún y cuando en principio no podemos
hablar de una solidaridad genérica, sí derivamos que en dicho campo del
derecho se presenta de manera constante.
Para hablar de solidaridad es necesaria concurrencia de pluralidad de
sujetos, en principio obligados para con un acreedor al cumplimiento de una
obligación.
Ante todo cabe considerar que de acuerdo con el artículo 1987 del
Código Civil, habrá solidaridad activa cuando dos o más acreedores tienen
derecho para exigir, cada uno de por sí, en su totalidad, el cumplimiento
total de la obligación, y será pasiva, cuando dos o más deudores reporten la
obligación de prestar, cada uno de por sí, en su totalidad la prestación
debida.
Asimismo, debemos recordar que a diferencia de la materia mercantil en
la que encontramos algunos preceptos que la presumen, en materia civil
opera el principio contrario, conforme al cual, la solidaridad no se presume,
sino que deviene de la ley o de la voluntad de las partes (artículo 1988 del
Código Civil).
Dice así Vázquez del Mercado:[105]
en el derecho mercantil se presume la solidaridad en las obligaciones. En el derecho civil, cuando
los deudores de una obligación son más de uno, cada cual, salvo algunas excepciones, queda
obligado hasta un límite, que es su cuota. Si un deudor es insolvente, el acreedor no puede exigir
la cuota respectiva a otro deudor y, por lo tanto, deja de obtener el monto total de su crédito
mientras que en el derecho mercantil los codeudores de una obligación quedan, porque así se
presume, obligados solidariamente al grado de que el acreedor puede exigir de cada deudor el
pago total del crédito, salvo pacto en contrario.
En similar sentido Sánchez Calero[106] señala: “nuestra mejor doctrina
echa en falta entre otras una norma que establezca con carácter general la
solidaridad cuando concurran varios deudores a responder de una
obligación mercantil”.
Y Arce Gargollo[107] por su parte señala: “los autores de derecho
mercantil reclaman que no exista una disposición general que declare la
responsabilidad solidaria de los deudores cuando asumen una misma
obligación, lo que hace prevalecer la presunción de mancomunidad o
división de la deuda y de la responsabilidad entre ellos”.
Como ejemplos de casos en los que se presume la obligación solidaria
contenidos en las normas mercantiles, tenemos entre otros, los siguientes:
Los artículos 4, 154 y 159 de la Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito, que establecen:
Artículo 4o.—En las operaciones de crédito que esta ley reglamenta, se presume que los
codeudores se obligan solidariamente.
Artículo 154.—El aceptante, el girador, los endosantes y los avalistas responden
solidariamente por las prestaciones a que se refieren los dos artículos anteriores.
El último tenedor de la letra puede ejercitar la acción cambiaria contra todos los obligados a la
vez, o contra alguno o algunos de ellos, sin perder en ese caso la acción contra los otros, y sin
obligación de seguir el orden que guardan sus firmas en la letra. El mismo derecho tendrá todo
obligado que haya pagado la letra, en contra de los signatarios anteriores, y del aceptante y sus
avalistas.
Artículo 159.—Todos los que aparezcan en una letra de cambio suscribiendo el mismo acto,
responden solidariamente por las obligaciones nacidas de éste. El pago de la letra por uno de los
signatarios en el caso a que este artículo se refiere, no confiere al que lo hace, respecto de los
demás que firmaron en el mismo acto, sino los derechos y acciones que competen al deudor
solidario contra los demás coobligados; pero deja expeditas las acciones cambiarias que puedan
corresponder a aquél contra el aceptante y los obligados en vía de regreso precedentes, y las que
le incumban, en los términos de los artículos 168 y 169, contra el endosante inmediato anterior o
contra el girador.

Los artículos 7, 21, 25, 51 y 207 de la Ley General de Sociedades


Mercantiles, que establecen:
Artículo 7°.—Si el contrato social no se hubiere otorgado en escritura ante Notario, pero
contuviere los requisitos que señalan las fracciones I a VII del artículo 6°, cualquiera persona que
figure como socio podrá demandar en la vía sumaria el otorgamiento de la escritura
correspondiente.
En caso de que la escritura social no se presentare dentro del término de quince días a partir de
su fecha, para su inscripción en el Registro Público de Comercio, cualquier socio podrá demandar
en la vía sumaria dicho registro.
Las personas que celebren operaciones a nombre de la sociedad, antes del registro de la
escritura constitutiva, contraerán frente a terceros, responsabilidad ilimitada y solidaria por
dichas operaciones.
Artículo 21.—Son nulos de pleno derecho los acuerdos de los administradores o de las juntas
de socios y asambleas, que sean contrarios a lo que dispone el artículo anterior. En cualquier
tiempo en que, no obstante esta prohibición, apareciere que no se han hecho las separaciones de
las utilidades para formar o reconstituir el fondo de reserva, los administradores responsables
quedarán ilimitada y solidariamente obligados a entregar a la sociedad, una cantidad igual a la
que hubiere debido separarse.
Quedan a salvo los derechos de los administradores para repetir contra los socios por el valor
de lo que entreguen cuando el fondo de reserva se haya repartido.
No se entenderá como reparto la capitalización de la reserva legal, cuando esto se haga, pero
en este caso deberá volverse a constituir a partir del ejercicio siguiente a aquel en que se
capitalice, en los términos del artículo 20.
Artículo 25.—Sociedad en nombre colectivo es aquella que existe bajo una razón social y en
la que todos los socios responden, de modo subsidiario, ilimitada y solidariamente, de las
obligaciones sociales.
Artículo 51.—Sociedad en comandita simple es la que existe bajo una razón social y se
compone de uno o varios socios comanditados que responden, de manera subsidiaria, ilimitada y
solidariamente, de las obligaciones sociales, y de uno o varios comanditarios que únicamente
están obligados al pago de sus aportaciones.
Artículo 207.—Sociedad en comandita por acciones, es la que se compone de uno o varios
socios comanditados que responden de manera subsidiaria, ilimitada y solidariamente, de las
obligaciones sociales, y de uno o varios comanditarios que únicamente están obligados al pago de
sus acciones.

B. ONEROSIDAD
La onerosidad es común en las operaciones mercantiles, es intrínseca a
ellas. Por lo mismo no encontramos contratos que siendo bilaterales sean a
la vez gratuitos, y si bien tampoco en este aspecto existe una norma general
que la pregone, lo cierto es que tenemos múltiples ejemplos, tantos como
contratos mercantiles existan, que la demuestran, ya que siempre
encontraremos en las operaciones de comercio el pago de una
contraprestación.
Dice así Vázquez del Mercado:[108] “es normal que la actividad mercantil
como actividad económica se ejercite profesionalmente, es decir que se
realiza con el fin de obtener una ganancia, y por esto, la regla en las
relaciones jurídico-mercantiles, es que todo acto tienda a realizar ese fin,
por lo tanto existe en materia mercantil una presunción de onerosidad”. [109]
C. MONEDA DE PAGO
Si bien de conformidad con el artículo 635 del Código de Comercio, la
moneda de curso corriente en la República Mexicana es el peso y que sobre
esa base habrán de realizarse las operaciones comerciales, nada impide que
las obligaciones mercantiles se puedan denominar en moneda extranjera.
En efecto, complementariamente a lo establecido en la norma general,
debemos tomar en cuenta que el artículo 7o. de la Ley Monetaria establece
que las obligaciones de pago de cualquier suma en moneda nacional, se
solventaran entregando billetes del Banco de México o monedas metálicas
de curso legal.
Artículo 7o.—Las obligaciones de pago de cualquier suma en moneda mexicana se
denominarán invariablemente en pesos y, en su caso, sus fracciones. Dichas obligaciones se
solventarán mediante la entrega, por su valor nominal, de billetes del Banco de México o
monedas metálicas de las señaladas en el artículo 2o.
No obstante, si el deudor demuestra que recibió del acreedor monedas de las mencionadas en
el artículo 2o. bis, podrá solventar su obligación entregando monedas de esa misma clase
conforme a la cotización de éstas para el día en que se haga el pago.

En atención al contenido del artículo 8 de la ley de la materia, no


teniendo la moneda extranjera curso legal en la República Mexicana, las
obligaciones contraídas dentro o fuera de la República, para ser cumplidas,
se solventarán entregando el equivalente en moneda nacional al tipo de
cambio que rija al momento de hacerse el pago, lo cual encuentra su
complemento en la disposición genérica del artículo 638 del Código
Mercantil que establece que nadie puede ser obligado a recibir moneda
extranjera.[110]
Artículo 8°.—La moneda extranjera no tendrá curso legal en la República, salvo en los casos
en que la Ley expresamente determine otra cosa. Las obligaciones de pago en moneda extranjera
contraídas dentro o fuera de la República para ser cumplidas en ésta, se solventarán entregando el
equivalente en moneda nacional, al tipo de cambio que rija el en lugar y fecha en que se haga el
pago.
Este tipo de cambio se determinará conforme a las disposiciones que para esos efectos expida
el Banco de México en los términos de su Ley Orgánica.
Los pagos en moneda extranjera originados en situaciones o transferencias de fondos desde el
exterior, que se lleven a cabo a través del Banco de México o de Instituciones de Crédito, deberán
ser cumplidos entregando la moneda, objeto de dicha transferencia o situación. Ello sin perjuicio
del cumplimiento de las obligaciones que imponga el régimen de Control de Cambios en vigor.
Las obligaciones a que se refiere el primer párrafo de este artículo, originadas en depósitos
bancarios irregulares constituidos en moneda extranjera, se solventarán conforme a lo previsto en
dicho párrafo, a menos que el deudor se haya obligado en forma expresa a efectuar el pago
precisamente en moneda extranjera, en cuyo caso deberá entregar esta moneda. Esta última forma
de pago sólo podrá establecerse en los casos en que las autoridades bancarias competentes lo
autoricen, mediante reglas de carácter general que deberán publicarse en el Diario Oficial de la
Federación; ello sin perjuicio del cumplimiento de las obligaciones que imponga el régimen de
control de cambios en vigor.

Dice así Díaz Bravo:[111]


la voluntad contractual y el orden público ínsito en la Ley Monetaria, lejos de constituirse en
antípodas, se vinculan y complementan armónicamente para brindar al deudor una alternativa en
el cumplimiento de la obligación contraída dejando a su elección el pagar la renta en dólares o
haciéndolo en su equivalente en moneda nacional del curso legal vigente al tiempo de efectuar el
pago. La legislación en comento previó el supuesto, y por lo tanto permitió que la voluntad
contractual, como elemento subjetivo generador de derechos y obligaciones, incidiera en dar vida
a deudas en moneda extranjera, y ante esa previsión otorgó al obligado el derecho de inclinarse
por cualquiera de las dos fórmulas de pago.

Un aspecto que resulta de especial importancia es el relativo al criterio


que se debe seguir para el cumplimiento de obligaciones contraídas en
moneda extranjera, cuando la misma sufre alguna variación importante en
su cotización con respecto al peso mexicano, resolviéndose el problema
mediante la aplicación del artículo 8 de la Ley Monetaria que establece que
si el deudor demuestra que la moneda que recibió fue peso, se liberará de su
obligación pagando el equivalente al tipo de cambio vigente al momento de
contraer la obligación ya que de lo contrario lo hará al tipo de cambio que
rija al momento en que debe cumplir su obligación.[112]
A continuación se transcriben los artículos relativos del Código de
Comercio en relación con la moneda de pago:
Artículo 635.—La base de la moneda mercantil es el peso mexicano, y sobre esta base se
harán todas las operaciones de comercio y los cambios sobre el extranjero.
Artículo 636.—Esta misma base servirá para los contratos hechos en el extranjero y que deban
cumplirse en la República Mexicana, así como los giros que se hagan de otros países.
Artículo 637.—Las monedas extranjeras efectivas o convencionales, no tendrán en la
República más valor que el de la plaza.
Artículo 638.—Nadie puede ser obligado a recibir moneda extranjera.
Artículo 639.—El papel, billetes de Banco y títulos de deuda extranjeros, no pueden ser objeto
de actos mercantiles en la República, sino considerándolos como simples mercancías; pero
podrán ser objeto de contratos puramente civiles.
Artículo. 640.—Las instituciones de crédito se regirán por una ley especial, y mientras ésta se
expide, ninguna de dichas instituciones podrá establecerse en la República sin previa autorización
de la Secretaría de Hacienda y sin el contrato respectivo aprobado, en cada caso, por el Congreso
de la Unión.

D. CLÁUSULA DE AJUSTE
La llamada cláusula de indexación suele establecerse en operaciones de
crédito, y persigue el objetivo de establecer a favor del acreedor una
fórmula de protección que le permita, en el caso de variaciones de la
moneda o cualesquiera otra circunstancia que se presente, tal como la alza
en las tasas de interés a la que queda indexada, ajustar tales variaciones a su
favor.
Dice así Díaz Bravo:[113]
otra forma de prevenir los desfavorables efectos de depreciaciones o devaluaciones monetarias
consiste en la adopción, particularmente en contratos de tracto sucesivo, de la llamada cláusula de
estabilización, de indización, de indexación, de corrección monetaria, o de ajuste, con arreglo a la
cual el precio estipulado en moneda nacional, se verá automáticamente incrementado en la misma
proporción en que dicha moneda se deprecie en cierto grado y plazo.

Es importante mencionar que desde que estalló la crisis en el sistema


financiero mexicano que como sabemos provocó una enorme cartera
vencida, principalmente en las Instituciones de Crédito, a los llamados
programas de apoyo a deudores que estableció el Gobierno Federal, se
incorporó una figura que arraigada en el sistema chileno, fue adoptada por
nuestro sistema financiero, y que permite a la par de las variaciones de
índices económicos, mantener actualizada la deuda asumida sobre la base
de dicha referencia, evitando así que los acreedores vean disminuido el
valor de sus créditos, y causando como contrapartida mayor daño
patrimonial a los acreditados.
Así, desde entonces, múltiples obligaciones de pago tanto en moneda
nacional como extranjera se establecen en conversión a Unidades de
Inversión (Udis).
Por udis, se entiende a las unidades de inversión a las que se refiere el
Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 1º de abril de
1995.[114]
Señala respecto de tales instrumentos Díaz Bravo:[115] “creo que a
despecho de la disposición que se comenta las deudas en udis no pueden
configurar obligaciones por una suma determinada de dinero, por la sencilla
razón de que tales UDIS no son dinero”.
Coincidimos con DÍAZ BRAVO cuando señala que los contratos referidos
a las unidades de inversión son ilegales en razón de que no son reconocidos
por el sistema monetario mexicano que sólo reconoce al peso; porque que
las obligaciones de pago asumidas en nuestro país sólo pueden consignarse
en pesos, siendo tales prevenciones irrenunciables; y, por lo que su
estipulación en una inexistente moneda de cuenta resulta contraria a los
textos legales, al ser la Ley Monetaria suprema en toda la Unión.
E. TÉRMINO Y MORA
Las obligaciones mercantiles como cualesquiera otras, deben ser
cumplidas en el plazo establecido, ya que de lo contrario el deudor incurre
en incumplimiento, que producirá diversas consecuencias en su contra,
como son las de que deberá cubrir intereses moratorios, además de que
puede con su conducta provocar el ejercicio de acciones judiciales en su
contra, tales como la rescisión o cumplimiento forzoso de la obligación y
complementariamente el pago de daños y perjuicios.
Desde luego, en caso de que el deudor incurra en mora, permite al
acreedor demandar el cumplimiento forzoso de la obligación o bien la
rescisión del contrato, y como prestación accesoria el pago de los daños y
perjuicios, tal y como lo establece el artículo 376 del Código de Comercio.
[116]

Aun y cuando según observamos el acreedor puede reclamar como


prestación accesoria el pago de los daños y perjuicios, con independencia de
que la acción que ejercite sea la de cumplimiento forzoso o bien la
rescisoria, y aun demostrando la causa del incumplimiento, para que el
deudor sea condenado al pago de la prestación referida, no basta que el
artículo de referencia establezca que procede su pago, ya que es necesario
que el acreedor acredite en juicio que sufrió tales daños y perjuicios, así
como los montos relativos, por lo que resulta así más conveniente para el
mismo demandar el pago de una pena convencional, eventualmente pactada
en sustitución de los daños y perjuicios, pero según veremos, para ello será
necesario que se haya estipulado así en el contrato.
Pero por otro lado, según se verá más adelante, si el acreedor opta por la
acción de cumplimiento de contrato, no podrá además reclamar el pago de
la pena convencional, por lo cual le resultará más conveniente ejercitar la
acción rescisoria, en donde al no existir limitante, podrá también reclamar
el pago de la prestación accesoria, sea que la misma se traduzca en el pago
de los daños y perjuicios o bien de la pena.
Ante el incumplimiento del deudor, si el acreedor decide demandar la
rescisión del contrato de compraventa, sin que nada se haya estipulado en el
mismo, estaremos en presencia de lo que se conoce como pacto comisorio
tácito, correspondiéndole demostrar en juicio la causal de rescisión para
obtener una sentencia que sea acorde a su pretensión, y en donde de
conformidad con lo establecido por el artículo 2311 del Código Civil
Federal, se condene a las partes a la restitución de las prestaciones que se
hubieren otorgado.[117]
Antes de pasar al estudio del llamado pacto comisorio expreso que
permite al vendedor determinar de manera unilateral la resolución de la
obligación, es menester señalar que la Ley Federal de Protección al
Consumidor solamente aplicable en el aspecto que venimos comentando al
caso de operaciones de compraventa en abonos en las que el proveedor es
una empresa inmobiliaria o fraccionadora, establece en su artículo 71 la
posibilidad de que el comprador en abonos evite la declaratoria de rescisión
por incumplimiento al ponerse al corriente en el pago del adeudo vencido y
sus accesorios, en el caso de haber ya cubierto más de la tercera parte del
precio.
Señala Díaz Bravo:[118]
cuenta debida ha de tenerse de que los efectos de dicha legislación protectora del consumidor —y
por tanto los complementarios y derogatorios— no son absolutos, pues sólo se surten en las
compraventas en las que el vendedor tenga el carácter legal de proveedor; la persona física o
moral que habitual o periódicamente ofrece, distribuye, vende, arrienda o concede el uso o
disfrute de bienes, productos, o servicios.

En efecto, el artículo 71 señala que en los casos de operaciones en que


el precio deba cubrirse en exhibiciones periódicas, cuando se haya pagado
más de la tercera parte del precio o del número total de los pagos
convenidos y el proveedor exija la rescisión o cumplimiento del contrato
por mora, el consumidor tendrá derecho a optar por la rescisión en los
términos del artículo anterior o por el pago del adeudo vencido más las
prestaciones que legalmente procedan. Los pagos que realice el consumidor,
aún en forma extemporánea y que sean aceptados por el proveedor, liberan
a aquél de las obligaciones inherentes a dichos pagos.[119]
De la simple lectura que hagamos del precepto antes trascrito, se podrá
observar que si bien resulta plausible que en evidente intento por proteger al
consumidor que adquiere un inmueble en pagos periódicos, ante el eventual
incumplimiento en el pago de sus obligaciones, la ley le conceda la
oportunidad de evitar la declaratoria de rescisión y con ello el inevitable
daño patrimonial que sufriría, sin embargo observamos que la disposición
en comento incurre en problemas de técnica jurídica, porque
incomprensiblemente concede al consumidor (que es la parte que ha
incumplido), la acción rescisoria, misma que solamente podría ser
ejercitada precisamente por el vendedor (proveedor), ya que tal derecho
sólo corresponde a quien sí cumple con sus obligaciones.
Coincidimos así con la postura asumida por DÍAZ BRAVO[120] en relación
con el precepto en comento, cuando hace destacar que el derecho relativo,
contrariamente a lo que sostiene la Corte, debe hacerse valer al dar
contestación a la demanda:
no puede caber duda sobre que el ejercicio de la aludida prerrogativa configura una verdadera
excepción ya que con ella se enerva la acción rescisoria del demandante, que de ese modo ve
frustrada su acción en un momento procesal en el que, evidentemente, había precluido el derecho
del demandado a ejercer la citada prerrogativa.

Retomando el supuesto ya esbozado del pacto comisorio expreso, cabe


referir que en los casos de contratos de compraventa, de acuerdo con el
criterio sostenido por los tribunales federales[121] sustentado en el principio
de que la autonomía de la voluntad es la norma suprema en los contratos, y
en evidente desconocimiento de las garantías de seguridad jurídica que
establece la Constitución, ha establecido que cuando así se haya pactado
entre las partes, es permisible que una de ellas, de manera unilateral y sin
necesidad de acudir ante los tribunales, determine la rescisión del contrato.
No estamos de acuerdo con la resolución de las obligaciones
determinada unilateralmente por una de las partes que se señala en el
párrafo anterior ya que pensamos que la voluntad autónoma debiera tener
sus límites, y porque creemos que el pacto que así autoriza la solución
apuntada, es en principio contrario al texto constitucional, porque desde
nuestro punto de vista permite que una de las partes se haga justicia por sí
misma, violando al artículo 17 de la Ley Suprema, el cual además establece
que los tribunales estarán expeditos para la solución de las controversias.
Por otro lado, se hace también evidente la violación al derecho humano
salvaguardado por artículo 14 de la propia Carta Magna, porque la
consecuencia de la resolución dada por una de las partes permitirá que la
otra sufra una privación de carácter patrimonial, sin haber sido oída ni
vencida en juicio.
Puede por otro lado ocurrir que el deudor no haya cumplido con las
obligaciones que son a su cargo por razones que, justificadas o no, pudiera
argumentar, o porque su acreedor haya incumplido por su parte con lo que a
él mismo corresponde, y en tal caso estaríamos en presencia de una
excepción de contrato no cumplido que puede ser invocada por el
comprador, que de haberse llevado ante los tribunales tendría que ser
resuelta conforme a derecho, pero si se autoriza que una de las partes
simplistamente determine la rescisión, el caso nunca llegará al
conocimiento del órgano jurisdiccional.
Finalmente hay que señalar que aun en el caso de que de conformidad
con el criterio jurisprudencial establecido, una de las partes determine la
rescisión, si como vemos, su consecuencia se traduce de acuerdo con el
texto legal, en la restitución que de las prestaciones deben realizarse las
partes, nos preguntamos, al constituir ello un acto de ejecución ¿de qué
manera se llevará a cabo si no se realiza espontáneamente? En tal caso, el
único que puede decretar tal ejecución es el juez.
Dice así Díaz Bravo:[122]
de más trascendencia práctica es el aspecto relativo al pacto comisorio, esto es, a la cláusula,
tácita o expresa, que permite a cualquiera de las partes en un contrato, frente a la conducta
morosa de la otra, considerarlo y declararlo resuelto, de su propia autoridad. Ante la falta de un
claro texto permisivo en algunas legislaciones, tal cláusula expresa se ha considerado lícita con
apoyo en el principio de la libertad contractual, y, añadiría yo, el de la economía procesal.

Por otro lado, y de acuerdo con el artículo 83 del Código de Comercio


las obligaciones mercantiles deberían cumplirse en la fecha establecida, y
en caso de que no se hubiese señalado, se harán exigibles diez días después
de contraídas si sólo dan lugar a acción ordinaria y al día inmediato
posterior, si se hubiese documentado en títulos ejecutivos.
Artículo 83.—Las obligaciones que no tuvieren término prefijado por las partes o por las
disposiciones de este Código, serán exigibles a los diez días después de contraídas, si sólo
produjeren acción ordinaria, y al día inmediato si llevaren aparejada ejecución.
Artículo 84.—En los contratos mercantiles no se reconocerán términos de gracia o cortesía, y
en todos los cómputos de días, meses y años, se entenderán: el día, de veinticuatro horas; los
meses, según están designados en el calendario gregoriano; y el año, de trescientos sesenta y
cinco días.

Como menciona Arce Gargollo,[123] el precepto está copiado del artículo


61 del Código Civil español, que con un texto más explícito señala como
excepción los plazos que puedan pactar las partes o los que la ley
expresamente conceda y se dictó con el objeto de evitar todas las dilaciones
extracontractuales que en España permitían las Ordenanzas de Bilbao.
Así, si la obligación no se cumple en la época establecida, el deudor
incurrirá en mora, debiendo cubrir los intereses pactados para tal supuesto o
bien los establecidos por la ley, que equivalen al 6% anual.
Recuerda, no obstante DÍAZ BRAVO[124] que de acuerdo con el artículo
2117 del Código Civil, los daños y perjuicios que se causen por el
incumplimiento de una obligación consistente en el pago de dinero, no
pueden exceder del interés legal, salvo que se pacte otra cosa, lo cual ocurre
en el común de las operaciones mercantiles, haciendo inaplicable dicho
precepto.
Señala VÁZQUEZ DEL MERCADO[125] que el pago de los intereses responde
a la idea de que el deudor de una suma de dinero, con su incumplimiento se
beneficia de los productos de un capital que no le corresponde a él, sino al
acreedor y por ello debe compensar a éste, abonándole el fruto del dinero.
Dice asimismo que en el cumplimiento de las obligaciones mercantiles,
el término es un elemento básico sobre todo cuando las partes han
considerado útil una prestación, cuando ésta se cumple en determinado
tiempo y si no se cumple, no cabe la posibilidad de conceder términos de
gracia o cortesía.[126]
De acuerdo con el artículo 85 del Código Mercantil, el deudor que no
cumpla cae en mora a partir del momento en que la obligación debió ser
cumplida y sin necesidad de requerimiento o interpelación judicial.
Los efectos de la morosidad en el cumplimiento de las obligaciones
mercantiles comenzarán:
I. En los contratos que tuvieren día señalado para su cumplimiento por
voluntad de las partes o por la ley, al día siguiente de su vencimiento;
II. En los que no lo tengan, desde el día en que el acreedor le reclamare
al deudor, judicial o extrajudicialmente ante escribano o testigos.
En relación con el precepto referido debemos precisar que si para el
cumplimiento de la obligación se ha establecido plazo, la morosidad
comenzaría al día siguiente del su vencimiento, ya que de lo contrario ella
iniciaría solamente una vez que el acreedor haya realizado al deudor la
interpelación judicial o extrajudicial.
Felipe de J. TENA[127] señala: “el solo vencimiento del plazo sin que la
obligación se cumpla trae ipso jure aparejada la mora, sin que sea menester
que el acreedor haga nada que gestione en modo alguno el pago de su
crédito. El vencimiento del plazo lo hace todo. Dies interpellat pro
homine”.
F. CLÁUSULA PENAL
Las partes pueden prever la consecuencia de su incumplimiento,
incorporando en los contratos la llamada pena convencional, que se
establece entonces como una sanción para quien no cumpla con lo que le
corresponde.
En términos generales se puede decir que la cláusula penal establece, en caso de incumplimiento
de una obligación un pago de una suma de dinero previamente determinada (o determinable con
base a factores conocidos o previstos previamente) como un porcentaje del precio multiplicado
por el número de días que constituyan retraso.[128]

La utilidad de la cláusula relativa es evidente, ya que posibilita obtener


por esa vía el resarcimiento del daño o perjuicio que provoca quien
incumple.
Así, podemos considerar que la cláusula penal sustituye a la prestación
accesoria que es dable reclamar en caso de incumplimiento y que se traduce
en el pago de los daños y perjuicios, con el evidente beneficio de que si se
pacta, quien sostenga el incumplimiento, para obtener el pago, solamente
tendrá que probar en juicio que tal incumplimiento de su contraparte
ocurrió, pero no tendrá que acreditar que sufrió los daños y perjuicios ni su
monto, ya que de acuerdo con el artículo 1842 del Código Civil, al pedir la
pena, el acreedor no está obligado a probar que ha sufrido perjuicios, ni el
deudor podrá eximirse de satisfacerla, probando que el acreedor no ha
sufrido perjuicio alguno.
En relación con este aspecto, cabe referir que de manera incomprensible
el artículo 88 del Código de Comercio establece que en el contrato
mercantil en que se fijare pena de indemnización contra el que no lo
cumpliere, la parte perjudicada podrá exigir el cumplimiento del contrato o
la pena prescrita; pero utilizando una de estas dos acciones, quedará
extinguida la otra, lo cual no encuentra equivalencia con la legislación
común, ya que el artículo 1846 del Código Civil Federal permite reclamar
el pago de la pena convencionalmente pactada aún y cuando se demande
como prestación principal el cumplimiento del contrato.
Por ello es que resulta preferible para quien sufra el incumplimiento de
su contraparte demandar la rescisión del contrato, que le permitirá
simultáneamente reclamar el pago de la pena estipulada.
Además, de acuerdo con el artículo 1840 del Código Civil, de
aplicación supletoria, si se demanda el pago de la pena, no podrá reclamarse
además el pago de los daños y perjuicios, ya que como hemos señalado
aquella sustituye a dicha prestación.[129]
G. LUGAR DE PAGO
El artículo 86 señala que las obligaciones mercantiles habrán de
cumplirse en el lugar determinado en el contrato, o en caso contrario en
aquel que, según la naturaleza del negocio o la intención de las partes, deba
considerarse adecuado al efecto por consentimiento de aquéllas o arbitrio
judicial.
Dice ARCE GARGOLLO[130] con razón que el precepto resulta claro ya que
en los contratos de prestaciones periódicas no es posible determinar cuál es
el lugar de cumplimiento o cual la intención de las partes, pero que dejar al
arbitrio del juez una última decisión, hace inoperante el carácter supletorio
de la norma a la voluntad de las partes y obliga indirectamente a un
procedimiento judicial que pudo evitar el legislador.
H. ESPECIE Y CALIDAD
Deberá ser de la contratada por las partes y en caso de que no pueda ser
determinada, la obligación se cumplirá entregando la mercancía de calidad
media en el mercado, de conformidad con el artículo 87 que establece:
Artículo 87.—Si en el contrato no se determinaren con toda precisión la especie y calidad de
las mercancías que han de entregarse, no podrá exigirse al deudor otra cosa que la entrega de
mercancías de especie y calidad medias.

I. LA ADHESIÓN MERCANTIL
Regulados por la Ley Federal de Protección al Consumidor, los
contratos de adhesión son aquellos en los que las condiciones son fijadas
unilateralmente por una de las partes, ya que la otra no interviene en su
establecimiento.
“Se caracterizan estos contratos por el hecho de que una de las partes
redacta unilateralmente las cláusulas del contrato y la contraparte se adhiere
sin posibilidad de discutirlas”.[131]
En relación con la controversia que los contratos de adhesión ha
suscitado en la doctrina, DÍAZ BRAVO[132] señala:
cabe hacer referencia a otros acuerdos de voluntades, cuya naturaleza contractual se ha venido
controvirtiendo; especies de operaciones que por una parte el consumidor de los bienes o
servicios se ve obligado a celebrar, ante la absoluta necesidad o alto grado de conveniencia, y por
otra parte encuentra que práctica o legalmente está imposibilitado de discutir los términos,
condiciones y contraprestación, tales como transportes, seguros, operaciones bancarias

Y agrega: “a pesar del reparo de algunos tratadistas, son contratos


conforme al Código Civil, no obstante se vea forzada a manifestar su
consentimiento, ante la imposibilidad práctica de optar por otra alternativa”.
Coincidimos con la conclusión a la que arriba DÍAZ BRAVO, ya que aun y
cuando la doctrina ha cuestionado si frente a la adhesión se está o no frente
a un auténtico contrato, creemos que en la medida en que contenga la
totalidad de sus elementos esenciales y de validez, estará integrado el
consentimiento y así el mismo quedará perfeccionado.[133]
Los contratos de adhesión en materia mercantil solamente se reconocen
por la Ley Federal de Protección al Consumidor, en el Capítulo X. “De los
Contratos de Adhesión” que incluye los artículos 85 al 90 Bis, mismos que
transcribimos a continuación:
Capítulo X
De los contratos de adhesión
Artículo 85.—Para los efectos de esta ley, se entiende por contrato de adhesión el documento
elaborado unilateralmente por el proveedor, para establecer en formatos uniformes los términos y
condiciones aplicables a la adquisición de un producto o la prestación de un servicio, aun cuando
dicho documento no contenga todas las cláusulas ordinarias de un contrato. Todo contrato de
adhesión celebrado en territorio nacional, para su validez, deberá estar escrito en idioma español
y sus caracteres tendrán que ser legibles a simple vista y en un tamaño y tipo de letra uniforme.
Además, no podrá implicar prestaciones desproporcionadas a cargo de los consumidores,
obligaciones inequitativas o abusivas, o cualquier otra cláusula o texto que viole las disposiciones
de esta ley.
Artículo 86.—La Secretaría, mediante normas oficiales mexicanas podrá sujetar contratos de
adhesión a registro previo ante la Procuraduría cuando impliquen o puedan implicar prestaciones
desproporcionadas a cargo de los consumidores, obligaciones inequitativas o abusivas, o altas
probabilidades de incumplimiento.
Las normas podrán referirse a cualesquiera términos y condiciones, excepto precio.
Los contratos de adhesión sujetos a registro deberán contener una cláusula en la que se
determine que la Procuraduría será competente en la vía administrativa para resolver cualquier
controversia que se suscite sobre la interpretación o cumplimiento de los mismos. Asimismo,
deberán señalar el número de registro otorgado por la Procuraduría.
Artículo 86 BIS.—En los contratos de adhesión de prestación de servicios deben incluirse por
escrito o por vía electrónica los servicios adicionales, especiales, o conexos, que pueda solicitar
el consumidor de forma opcional por conducto y medio del servicio básico.
El proveedor sólo podrá prestar un servicio adicional o conexo no previsto en el contrato original
si cuenta con el consentimiento expreso del consumidor, ya sea por escrito o por vía electrónica.
Artículo 86 TER.—En los contratos de adhesión de prestación de servicios, el consumidor
gozará de las siguientes prerrogativas:
I. Adquirir o no la prestación de servicios adicionales, especiales o conexos al servicio básico;
II. Contratar la prestación de los servicios adicionales, especiales o conexos con el proveedor
que elija;
III. Dar por terminada la prestación de los servicios adicionales, especiales o conexos al
servicio básico en el momento que lo manifieste de manera expresa al proveedor, sin que ello
implique que proceda la suspensión o la cancelación de la prestación del servicio básico. El
consumidor sólo podrá hacer uso de esta prerrogativa si se encontrare al corriente en el
cumplimiento de todas sus obligaciones contractuales y se hubiese vencido el plazo mínimo
pactado; y
IV. Las demás prerrogativas que señalen ésta y otras leyes o reglamentos.
El consumidor gozará de las anteriores prerrogativas aun cuando no hubieren sido incluidas de
manera expresa en el clausulado del contrato de adhesión de que se trate.
Artículo 86 QUATER.—Cualquier diferencia entre el texto del contrato de adhesión registrado
ante la Procuraduría Federal del Consumidor y el utilizado en perjuicio de los consumidores, se
tendrá por no puesta.
Artículo 87.—En caso de que los contratos de adhesión requieran de registro previo ante la
Procuraduría, los proveedores deberán presentarlos ante la misma antes de su utilización y ésta se
limitará a verificar que los modelos se ajusten a lo que disponga la norma correspondiente y a las
disposiciones de esta ley, y emitirá su resolución dentro de los treinta días siguientes a la fecha de
presentación de la solicitud de registro. Transcurrido dicho plazo sin haberse emitido la
resolución correspondiente, los modelos se entenderán aprobados y será obligación de la
Procuraduría registrarlos, quedando en su caso como prueba de inscripción la solicitud de
registro. Para la modificación de las obligaciones o condiciones de los contratos que requieran de
registro previo será indispensable solicitar la modificación del registro ante la Procuraduría, la
cual se tramitará en los términos antes señalados.
Los contratos que deban registrarse conforme a esta ley, las normas oficiales mexicanas y
demás disposiciones aplicables, y no se registren, así como aquéllos cuyo registro sea negado por
la Procuraduría, no producirán efectos contra el consumidor.
Artículo 87 BIS.—La Procuraduría podrá publicar en el Diario Oficial de la Federación, el
modelo de aquellos contratos que deban ser registrados de conformidad con el artículo 86 de esta
ley, a fin de que los proveedores puedan utilizarlos. En tales casos, el proveedor únicamente dará
aviso a la Procuraduría sobre la adopción del modelo de contrato para efectos de registro.
Cuando el proveedor haya dado aviso a la Procuraduría para adoptar un contrato conforme al
modelo publicado, no podrá modificarlo ni incluir otras cláusulas o excepciones a su aplicación,
sin haber cumplido con lo dispuesto en el artículo 87 TER. En caso de no hacerlo, dichas
modificaciones, adiciones o excepciones se tendrán por no puestas.
Artículo 87 TER.—Cuando el contrato de adhesión de un proveedor contenga variaciones
respecto del modelo de contrato publicado por la Procuraduría a que se refiere el artículo anterior,
el proveedor deberá solicitar su registro en los términos del procedimiento previsto en el artículo
87.
Artículo 88.—Los interesados podrán inscribir voluntariamente sus modelos de contrato de
adhesión aunque no requieran registro previo, siempre y cuando la Procuraduría estime que sus
efectos no lesionan el interés de los consumidores y que su texto se apega a lo dispuesto por esta
ley.
Artículo 89.—La Procuraduría, en la tramitación del registro de modelos de contratos de
adhesión, podrá requerir al proveedor la aportación de información de carácter comercial
necesaria para conocer la naturaleza del acto objeto del contrato, siempre y cuando no se trate de
información confidencial o sea parte de secretos industriales o comerciales.
Artículo 90.—No serán válidas y se tendrán por no puestas las siguientes cláusulas de los
contratos de adhesión ni se inscribirán en el registro cuando:
I. Permitan al proveedor modificar unilateralmente el contenido del contrato, o sustraerse
unilateralmente de sus obligaciones;
II. Liberen al proveedor de su responsabilidad civil, excepto cuando el consumidor incumpla
el contrato;
III. Trasladen al consumidor o a un tercero que no sea parte del contrato la responsabilidad
civil del proveedor;
IV. Prevengan términos de prescripción inferiores a los legales;
V. Prescriban el cumplimiento de ciertas formalidades para la procedencia de las acciones que
se promuevan contra el proveedor; y
VI. Obliguen al consumidor a renunciar a la protección de esta ley o lo sometan a la
competencia de tribunales extranjeros
Artículo 90 BIS.—Cuando con posterioridad a su registro se aprecie que un contrato contiene
cláusulas que sean contrarias a esta ley o a las normas oficiales mexicanas, la Procuraduría, de
oficio o a petición de cualquier persona interesada, procederá a la cancelación del registro
correspondiente.
En tales casos, la Procuraduría procederá conforme al procedimiento establecido en el artículo
123 de esta ley.[134]
J. LA PRESCRIPCIÓN Y LA CADUCIDAD
Ambas figuras importan la pérdida del derecho, sólo que existen
diferencias notables entre una y otra.
La caducidad se presenta cuando el derecho se perjudica porque su
titular deja de realizar los actos que por el mismo se exigen para su
conservación, mientras que la prescripción negativa se traduce en la pérdida
del derecho debido a que su titular no interponga la demanda dentro del
plazo que para tal efecto le concede la ley.
Como quiera que sea, ambas deben ser opuestas como excepciones
perentorias por el demandado al dar contestación a la demanda y ser
analizadas por el órgano jurisdiccional al emitir la sentencia, de modo que
de declararse procedentes, extinguen la acción.
Desde luego la pérdida del derecho que ambas producen no opera ipso
jure, ya que no puede ser declarado oficiosamente por el juez, sino que
requiere que el demandado las haga valer en juicio, pero en el caso de la
caducidad, al tratarse de un presupuesto procesal, el juez sí debe revisarla
previamente a la admisión de la demanda.
Dice así Sánchez Calero:[135] “la prescripción como causa de extinción
de las obligaciones mercantiles no opera en forma automática, ipso jure,
sino como excepción que ha de alegarse por el deudor”.
Y Arce Gargollo[136] complementa: “debe tomarse en cuenta que la
dispersión de las leyes mercantiles ha originado que algunos preceptos
sobre esta materia se encuentren en ordenamientos especiales. En términos
generales la prescripción mercantil opera en plazos más cortos que los
señalados para la extinción de las obligaciones civiles”.
En el Título Segundo relativo a las prescripciones, se incluyen los
artículos en los que se establecen los términos extintivos, del modo como se
señala a continuación:
Artículo 1,038.—Las acciones que se deriven de actos comerciales se prescribirán con arreglo
a las disposiciones de este Código.
Artículo 1,039.—Los términos fijados para el ejercicio de acciones procedentes de actos
mercantiles, serán fatales, sin que contra ellos se dé restitución.
Artículo 1,040.—En la prescripción mercantil negativa, los plazos comenzarán a contarse
desde el día en que la acción pudo ser legalmente ejercitada en juicio.
Artículo 1,041.—La prescripción se interrumpirá por la demanda u otro cualquier género de
interpelación judicial hecha al deudor, por el reconocimiento de las obligaciones, o por la
renovación del documento en que se funde el derecho del acreedor.
Se considerará la prescripción como no interrumpida por la interpelación judicial si el actor
desistiese de ella o fuese desestimada su demanda.
Artículo 1,042.—Empezará a contarse el nuevo término de la prescripción en caso de
reconocimiento de las obligaciones, desde el día que se haga; en el de renovación desde la fecha
del nuevo título; y si en él se hubiere prorrogado el plazo del cumplimiento de la obligación,
desde que éste hubiere vencido.
Artículo 1,043.—En un año se prescribirán:
I. La acción de los mercaderes por menor por las ventas que hayan hecho de esa manera al
fiado, contándose el tiempo de cada partida aisladamente desde el día en que se efectuó la venta,
salvo el caso de cuenta corriente que se lleve entre los interesados;
II. La acción de los dependientes de comercio por sus sueldos, contándose el tiempo desde el
día de su separación;
IV. Las acciones que tengan por objeto exigir la responsabilidad de los agentes de Bolsa o
corredores de comercio por las obligaciones en que intervengan en razón de su oficio;
VI. Las acciones nacidas de servicios, obras, provisiones o suministros de efectos o de dinero
para construir, reparar, pertrechar o avituallar los buques o mantener la tripulación;
Artículo 1,045.—Se prescribirán en cinco años:
I. Las acciones derivadas del contrato de sociedad y de operaciones sociales por lo que se
refiere a derechos y obligaciones de la sociedad para con los socios, de los socios para con la
Sociedad y de socios entre sí por razón de la sociedad;
II. Las acciones que puedan competir contra los liquidatarios de las mismas sociedades por
razón de su encargo.
Artículo 1,046.—La acción para reivindicar la propiedad de un navío prescribe en diez años,
aun cuando el que lo posea carezca de título o de buena fe.
El capitán de un navío no puede adquirir éste a virtud de la prescripción.
Artículo 1,047.—En todos los casos en que el presente Código no establezca para la
prescripción un plazo más corto, la prescripción ordinaria en materia comercial se completará por
el trascurso de diez años.
Artículo 1,048.—La prescripción en materia mercantil correrá contra los menores e
incapacitados, quedando a salvo los derechos de éstos para repetir contra sus tutores o curadores.

Cabe referir que los preceptos antes transcritos que contienen los plazos
prescriptivos señalados, solamente se aplican en el supuesto de que las leyes
mercantiles especiales no contengan plazos distintos para tal efecto, ya que
en tal caso se aplicarían los contenidos en ellas, sobre cada materia que los
contemple.
K. LA CONSENSUALIDAD MERCANTIL
La forma constituye el último de los elementos de validez del acto
jurídico, que importa la necesidad de que el mismo se otorgue del modo
prescrito por la ley en cada caso. Desde luego, si la ley no distingue una
forma específica en el caso concreto, será suficiente que el acuerdo de
voluntades que perfecciona al contrato se realice de manera verbal, y en tal
caso estamos en presencia de un contrato consensual en oposición a formal.
Salvo los supuestos de excepciones previstas tanto en el Código de
Comercio como en las demás leyes mercantiles especiales, siguiendo el
principio antes establecido, si las mismas no contemplan la necesidad de
que el acto se otorgue de una manera determinada, será suficiente el
acuerdo verbal, y en este sentido cabe referir que en la gran mayoría de los
contratos mercantiles, resulta suficiente el otorgamiento verbal, lo que
conocemos genéricamente como la consensualidad mercantil.
Especialmente importante es el artículo 78, que establece que en las
convenciones mercantiles cada uno se obliga en la manera y términos que
aparezca que quiso obligarse, sin que la validez del acto comercial dependa
de la observancia de formalidades o requisitos determinados.
El artículo 79 señala que se exceptuarán de lo dispuesto en el artículo
que precede:
I. Los contratos que con arreglo al Código u otras leyes, deban reducirse a escritura o
requieran formas o solemnidades necesarias para su eficacia;
II. Los contratos celebrados en país extranjero en que la ley exige escrituras, formas o
solemnidades determinadas para su validez, aunque no las exija la ley mexicana.
En uno y otro caso, los contratos que no llenen las circunstancias respectivamente requeridas,
no producirán obligación ni acción en juicio.

Por su parte, el artículo 82 señala que los contratos en que intervengan


corredores quedarán perfeccionados cuando los contratantes firmaren la
correspondiente minuta, de la manera prescrita en el título respectivo.
Dice respecto de la forma en el negocio jurídico Sánchez Calero[137] que
en general es el medio o el modo a través del cual se realiza la declaración
de voluntad. En ese sentido la forma, sea oral o escrita, ha de considerarse
indispensable. Con relación a los contratos mercantiles, como sucede con
los civiles, rige el principio de la libertad de forma, que no quiere decir que
pueda eludirse la forma en la declaración de voluntad, sino que puede
escogerse libremente la que se quiera.
L. EL PACTO DE EXCLUSIVA
Suele encontrarse en contratos innominados tales como agencia,
suministro, franquicia, transferencia de tecnología y distribución, así como
en actividades propias de la intermediación mercantil; en actos como el
contrato de comisión, el de consignación y el de edición.
Desde luego, el pacto o acuerdo de exclusividad al incorporar las
cláusulas relativas en los contratos, en mayor o menor medida, monopoliza
la actividad comercial y limita por voluntad propia la libertad contractual al
obligar el concedente a solamente celebrar cierto tipo de contratos con
quien asume tal compromiso.
Dice ARCE GARGOLLO[138] que en éste pacto, de carácter mercantil y
accesorio, resulta esencial la obligación de no realizar ciertas prestaciones o
de no concluir determinados contratos sino con las personas a quienes se les
reconoce la exclusividad y que se dan en relaciones que suelen ser
duraderas y nunca en contratos de ejecución inmediata, además de que
puede ser esencial, natural o accidental y circunscribirse a cierto tiempo y
espacio.
Una vez que hemos agotado el estudio de las obligaciones mercantiles,
y antes de entrar al relativo a cada uno de los contratos que gravitan en la
órbita del derecho mercantil, al constituir éstos los instrumentos utilizados
en el mundo entero para las múltiples transacciones tanto nacionales como
internacionales, es necesario destacar la creciente importancia que las
instituciones del derecho mercantil tienen en la vida moderna, el cual
inclusive ha influenciado al propio derecho civil.
Y BARRERA GRAF[139] señala que es innegable la influencia que en la
evolución del derecho civil han tenido principios e instituciones que han
surgido dentro del derecho mercantil, que éste recoge y reglamenta; que es a
virtud de la creciente influencia del derecho mercantil en el civil, que se
propuso la unificación de ambas disciplinas, y que la comercialización del
derecho civil patrimonial (obligaciones y contratos) se explica por el natural
carácter conservador del civil frente al dinamismo del mercantil y por el
hecho de que nuevas necesidades económicas han motivado la difusión y
generalización de figuras contractuales nuevas.
NOTAS

[1] Cfr., ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, op. cit., pp. 45 y 46.
[2] Cfr., SANTOS AZUELA, Héctor, Teoría General del Proceso, McGraw-Hill Interamericana
Editores, México, 2000, pp. 50 y 51.
[3] Citado por DE PINA, Rafael y CASTILLO LARRAÑAGA, José, Instituciones de Derecho Procesal
Civil, 8a. ed., Porrúa, México, 1969, p. 16.
[4] Cfr., GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, Introducción al Estudio del Derecho, 15a. ed., Porrúa,
México, 1968, p. 51.
[5] Ibidem.
[6] Cabe recordar que de acuerdo con el artículo 73, fracción X, de la Constitución General de
la República, corresponde al Congreso de la Unión emitir las leyes tanto en materia de comercio
como financiera, por lo cual las distintas normas mercantiles, general y especiales han sido emitidas
por dicho Poder Legislativo.
[7] Cfr., MANTILLA MOLINA, Roberto L., Derecho Mercantil, 11a. ed., Porrúa, México, p. 23.
[8] BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 22 y 23.
[9] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho Mercantil, op. cit., pp. 57 y 58.
[10] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 40 y 42.
[11] Cfr., ACOSTA ROMERO, Miguel, op. cit., pp. 66 y 67.
[12] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 33 y 34.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, Curso de Derecho Mercantil, 23a. ed., Porrúa, México,
1998, p. 21..
[14] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p 7.
[15] Cfr., PALLARES, Eduardo, Diccionario de Derecho Procesal Civil, 3a. ed., Porrúa, México.
1968, pp. 516 y 517.
[16] Cfr., DE PINA, Rafael y CASTILLO LARRAÑAGA, José, op. cit., pp. 25-27.
[17] Ibid., p. 27.
[18] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho mercantil, op. cit., p. 63.
[19] Citado por GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., p. 68.
[20] GÓMEZ LARA, Cipriano, Teoría General del Proceso, 3a. reimpresión, UNAM, México, 1981,
p. 94.
[21] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., p. 51.
[22] GÓMEZ LARA, Cipriano, op. cit., p. 93.
[23] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 37.
[24] SANTOS AZUELA, Héctor, op. cit., p. 51.
[25] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., pp. 370 a 372.
[26] Ibidem.
[27] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, op. cit., p. 378.
[28] GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, Filosofía del Derecho, Porrúa, México, 1974, pp. 205 y 206.
[29] PALLARES, Eduardo, op. cit., pp. 633 y 634.
[30] Artículo 1134.—Las convenciones legalmente formadas tienen fuerza de ley respecto de
aquellos que las otorgaron. Deben ser ejecutadas de buena fe.
Artículo 1135.—Las convenciones obligan no solamente a lo pactado, sino también a la
equidad a las buenas costumbres y a la naturaleza de la convención. Traducción del autor.
[31] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 49.
[32] Ibid., p. 47.
[33] Cfr., TORREBLANCA SENTÍES, José Manuel, Comentarios a Resoluciones Judiciales
Relacionadas con Instituciones Bancarias (Teoría de la Imprevisión); art. publicado en la revista
Iuris del Instituto de Documentación e Investigación Jurídicas de la Facultad de Derecho de la
Universidad Panamericana, núm. 18, México, 1998, p. 218.
[34] PELLETIER BARBERENA, Roland, Teoría de la Imprevisión, remedios contra los efectos de la
depreciación económica; art. publicado en Jurídica, No. 25, Año 1995, Universidad Iberoamericana,
México, p. 258.
[35] DE PINA VARA, Rafael, Diccionario de Derecho, 18a. ed., Porrúa, México, 1992, p. 470.
[36] Cfr., ROJINA VILLEGAS, Rafael, Compendio de Derecho Civil, tomo III, 4a. ed., Porrúa,
México, 1970, p. 196.
[37] CASTRO Y CASTRO, Juventino V., La Suprema Corte de Justicia ante la Ley Injusta (Un fallo
histórico respecto al llamado “anatocismo”), 3a. ed., Porrúa, México, 1999, p. 66.
[38] Los artículos relativos del Código Civil Italiano establecen: Art. 1467. Contralto con
prestazioni corrispettive.—Nei contratti a esecuzione continuata o periódica ovvero a escuzione
differita, se la prestazione di una delle parti é divenuta eccessivamente onerosa per il verifcarsi di
avvenimenti straordinari e imprevedibili, la parte che debe tale prestazione puó domandare la
risoluzione del contrato, con gli effetti stabiliti dall’articolo 1458. La risoluzione non puó essere
domandata se la sopravvenuta onerositá rientra nell’alea normale del contratto. La parte centro la
cuale é domandata la risoluzione, puo evitarla offrendo di modificare el contratto. (Contrato con
prestaciones recíprocas. En los contratos de ejecución continuada o periódica, o bien de ejecución
diferida, si la prestación de alguna de las partes se vuelve excesivamente onerosa, como consecuencia
de la verificación de eventos extraordinarios e imprevisibles, la parte que debe tal prestación puede
demandar la resolución del contrato, con los efectos establecidos por el artículo 1458. La resolución
no puede ser demandada si la onerosidad sobreveniente entra en el alea normal del contrato. La parte
contra la que se demanda la resolución puede evitarla ofreciendo modificar equitativamente las
condiciones del contrato). Traducción del autor.
El artículo 1468 establece: Contratto con obbligazioni di una sola parte. Nell’ipotesi prevista
dall’articolo precedente, se si tratta de un contratto nel quale una sola delle parti ha assunto
obbligazioni questa puó chiedere una riduzione della sua prestazione ovvero una modificazione nelle
modalita di esecuzione, sufficienti per ricondurla ad equitá. (Contrato con obligaciones de una sola de
las partes. En la hipótesis prevista por el artículo precedente, si se trata de un contrato en el cual una
sola de las partes ha asumido obligaciones, ésta puede solicitar una reducción de la prestación, o bien
una modificación en las modalidades de ejecución, suficientes para reducirlas a la equidad).
Traducción del autor.
Art. 1469. Contratto aleatorio. Le norme degli articoli precedenti non si aplicano ai contratti
alatori per loro natura o per volontá delle parti. (Contrato aleatorio. La norma de los artículos
precedentes, no se aplica a los contratos aleatorios por su naturaleza, o bien por la voluntad de las
partes). Traducción del autor.
[39] Los artículos señalados establecen: Art. 437.o.—Condiçôes de admissibilidade. Se as
circunstâacias em que as partes fundaram a desiçâo de contratar tiverem sofrido uma alteraçâo
anormal, tem a parte lessada direito a resoluçâo do contrato, ou á modificaçâo dele, segundo juicios
de equidade, desde que a exigencia das obligaçôes por ella asumidas afecta gravemente os principios
de boa fé, e nâo esteja coberta pelos riscos propios do contrato. Requerida a resoluçâo a parte
contraria pode aceitar ao padeido, declarando aceitar a modificaçâo do contrato nos termos do
numero anterior. (Si las circunstancias en que las partes fundan la decisión de contratar hubiesen
sufrido una alteración anormal, la parte lesionada tiene derecho a la resolución del contrato o a su
modificación de acuerdo con juicios de equidad desde que la exigencia de las obligaciones por ella
asumida, afecte gravemente los principios de buena fe o no esté cubierta por los riesgos propios del
contrato. Demandada la resolución, la parte contraria puede aceptar lo pedido declarando aceptar la
modificación del contrato en los términos del número anterior). Traducción del autor.
Art. 438.o.—Mora da parte lesada.- A Parte lesada nâo goza do dereito de resoluçâo ou
modificaçâo do contrato, se estava en mora no momento em que a alteraçâo das cirumstancias se
verificou. (Mora de la parte lesionada. La parte lesionada no goza del derecho de resolución o
modificación del contrato si se encontraba en mora en el momento en que se verificó la alteración de
las circunstancias). Traducción del autor.
[40] En efecto, encontramos que el artículo 1771 del Código Civil para el Estado de Jalisco que
excluyendo las fluctuaciones derivadas de aspectos económicos, establece en su parte relativa: “El
consentimiento se entiende otorgado en las condiciones y circunstancias en que se celebra el contrato;
por tanto salvo aquellos que aparezcan celebrados con carácter aleatorio, los contratos podrán
declararse rescindidos cuando por haber variado radicalmente las condiciones generales del medio en
que debía tener cumplimiento sea imposible satisfacer la verdadera intención de las partes y resulte
de llevar adelante los términos aparentes de la convención una notoria injusticia a falta de equidad
que no corresponda a la causa del contrato celebrado.
Por su parte los artículos 1733 y 1734 del Código de Aguascalientes, de manera similar al antes
trascrito para el Estado de Jalisco, señalan: 1733.—El consentimiento se entiende otorgado en las
condiciones y circunstancias en que se celebra el contrato; por tanto salvo aquellos que aparezcan
celebrados con carácter aleatorio, los contratos podrán declararse rescindidos cuando por haber
variado radicalmente las condiciones generales del medio en que debía tener cumplimiento sea
imposible satisfacer la verdadera intención de las partes y resulte de llevar adelante los términos
aparentes de la convención una notoria injusticia o falta de equidad que no corresponda a la causa del
contrato celebrado.
1734.—En todo caso de aplicación del artículo anterior la parte que haya obtenido la cesación
de los efectos de un contrato deberá de indemnizar a la otra por mitad de los perjuicios que le
ocasione la carencia repentina de las prestaciones en los términos que sean usuales o justas en ese
momento. Sólo podrá librarse de este compromiso la parte que ofreciere a la otra llevar adelante las
prestaciones aludidas, en términos hábiles aun cuando esta última rehusare la proposición.
Por otro lado los artículos 2012, 2013, 2014 y 2015 del Código Civil para el Estado de
Guerrero señalan:
“De la excesiva onerosidad”:
2012.—Cuando en cualquier momento de la ejecución de un contrato bilateral de cumplimiento
continuo, periódico o diferido, la prestación de alguna de las partes hubiera llegado a ser
excesivamente oneroso por acontecimientos extraordinarios que no pudieron razonablemente
preverse en el momento de la celebración, la parte que deba tal prestación podrá demandar bien la
rescisión del negocio o bien una modificación equitativa en el momento, la forma o modalidades de
la ejecución. El mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad
se produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato. Si el negocio fue de ejecución
continuada o periódica, la rescisión o la modificación no se extenderá a las prestaciones ya
cumplidas.
2013.—Si se demandare la rescisión, el demandado podrá oponerse a ella proponiendo
modificaciones al contrato suficientes para reducir equitativamente.
2014.—Cuando la excesiva onerosidad por los acontecimientos extraordinarios a que se refiere
el artículo 2012, se presente al negocio en que una sola de las partes hubiera asumido obligaciones, la
misma podrá pedir bien una reducción equitativa de su prestación, bien una modificación al contrato
también equitativa de las modalidades de ejecución.
2015.—No procederá la resolución ni la modificación del contrato si el perjudicado estuviese
en mora de cumplir su obligación.
Y, finalmente en el Código Civil para el Estado de Veracruz en el capítulo X-Bis “De la
imprevisión de los contratos” en los artículos 1792-A a 1792-F señala:
1792-A.—En los contratos bilaterales con prestaciones periódicas o continuas, así como en los
contratos unilaterales, el consentimiento se entiende otorgado en las condiciones y circunstancias
generales existentes en el momento de su celebración, salvo aquellos que aparezcan celebrados con
carácter aleatorio.
1792-B.—Cuando en cualquier momento del cumplimiento de los contratos a que se refiere el
artículo anterior, cambien las condiciones y circunstancias generales, existentes en el momento de su
celebración por acontecimientos extraordinarios que no se pudieron razonablemente prever por las
partes, y que de llevarse adelante los términos de la convención resulten las prestaciones
excesivamente onerosas para una de las partes y notoriamente favorables para la otra, en estos casos
el contrato deberá ser modificado por el juez a petición de parte, conforme a la buena fe, a la mayor
reciprocidad y a la equidad de intereses, y en caso de ser imposible aquello, podrá determinar que se
extingan sus efectos.
1792-C.—La terminación del contrato o la modificación equitativa en la forma y modalidad de
la ejecución, no se aplicará a las prestaciones realizadas antes de que surgiera el acontecimiento
extraordinario sino sólo se aplicará a las prestaciones cubiertas o por cubrir con posterioridad a éste.
En estos casos la parte que haya obtenido la terminación o la modificación del contrato deberá
compensar a la otra por mitad, el importe de los menoscabos que sufriere por no haberse ejecutado el
contrato en las condiciones inicialmente pactadas. Las resoluciones judiciales que en este caso se
dicten admitirán el recurso de apelación en ambos efectos.
1792-D.—Sólo se consideran como acontecimientos extraordinarios, aquellas alteraciones
imprevisibles que sobrevienen por hechos o circunstancias que alteran la situación económica del
país, de tal manera que de haberlas sabido el deudor no habría pactado en la forma que lo hizo, o no
hubiera pactado.
1792-E.—La prescripción de las acciones anteriores, será igual al término que concede la ley
para el ejercicio de la acción de cumplimiento o rescisión para cualquiera de las partes, según el
contrato de que se trate.
1792-F.—Para que tengan aplicación los artículos que preceden, el cumplimiento parcial o total
del contrato, deberá estar pendiente por la causa o acontecimiento extraordinario señalado, y no por
la culpa o mora del obligado.
[41] En efecto, aun y cuando el Ministro CASTRO Y CASTRO no la transcribe en su libro, a
continuación exponemos el contenido de la tesis emitida por la Tercera Sala de la Suprema Corte de
Justicia visible en el Semanario Judicial de la Federación. Sexta época. Volumen XXIV, Cuarta
Parte, página: 133. Tesis Aislada, siguiente: CONTRATOS A LARGO PLAZO.—Cuando en los negocios de
ejecución a largo plazo o de tracto sucesivo surgen en el intervalo acontecimientos extraordinarios
que rompen el equilibrio entre los intereses de las partes, no está de acuerdo con la buena fe exigir el
cumplimiento de las obligaciones con un alcance que no pudo preverse, advirtiendo que debe tratarse
de acontecimientos de cierta magnitud que no cabría tomar en cuenta razonablemente al formar el
acto jurídico, ya que de lo contrario, faltaría una de las bases de la imprevisión y vendría a sufrir
desmedro la estabilidad de los negocios. Amparo Directo 1863/58. Actor: José de la Luz Valdez.
Ponente: Manuel Rivera Silva. Mayoría de tres votos. 26 de junio de 1959.
[42] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 49.
[43] Cfr., ADAME GODDARD, Jorge, Hacia un Concepto Internacional de Contrato en los
principios del UNIDROIT, Serie H, Estudios de Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación
Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, pp. 26 y 27.
[44] ROJINA VILLEGAS, Rafael, Derecho Civil Mexicano, Tomo Quinto, Obligaciones, volúmenes I
y II, 4a. ed., Ed. Porrúa, México, 1981, p. 44.
[45] DE PINA, Rafael, Elementos de derecho Civil Mexicano, Tomos 3, 2a. ed., Porrúa, México,
1966, p. 25.
[46] BORJA SORIANO, Manuel, Teoría General de las Obligaciones, Tomo primero, 7a. ed., Ed.
Porrúa, México, 1974, p. 81.
[47] GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ, Ernesto, Derecho de las Obligaciones, 5a. ed., Ed. Cajica, Puebla,
1977, pp. 45 y 45.
[48] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, op. cit., p. 104.
[49] Ibidem.
[50] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 441.
[51] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 14.
[52] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 105.
[53] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 342.
[54] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 12 y 13.
[55] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 15 y 16.
[56] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 30.
[57] El artículo 1792 del Código Civil Federal establece que convenio es el acuerdo de dos o
más personas para crear, transferir, modificar o extinguir obligaciones y el artículo 1793 del propio
Código señala que los convenios que producen o transfieren las obligaciones y derechos toman el
nombre de contratos.
[58] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 33.
[59] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 9.
[60] Citado por VÁZQUEZ DEL MERCADO Óscar, op. cit., p. 111.
[61] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 443.
[62] Citado por GALINDO SIFUENTES, Ernesto, Derecho Mercantil, Porrúa, México, 2004, p. 38.
[63] También citado por Ernesto GALINDO, Ibid, pp. 38 y 39.
[64] Ibidem.
[65] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p.42.
[66] Citada por Ernesto GALINDO, op.cit., p. 49.
[67] Ibid., p. 50.
[68] Citado por Ernesto GALINDO, op. cit., p. 52.
[69] GALINDO SIFUENTES, Ernesto, op. cit., p. 54.
[70] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, op. cit., p. 522.
[71] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta Areli, op. cit., p. 523.
[72] LERMA KIRCHNER, Alejandro, Comercio internacional. Guía de estudio, 3a, ed., Ed. Ecfsa,
México, 2000, p. 25.
[73] LERMA KIRCHNER, Alejandro, op. cit., p. 25.
[74] La información que se presenta de la UNCITRAL ha sido tomada de la página de la Comisión
de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, visible en la dirección siguiente:
http//www.uncitral.org/uncitral/es/about/origin.html.
[75] Se debe tomar en cuenta que de conformidad con la convención de Viena sobre el derecho
de los tratados del año de 1969, se entiende por tratado todo acuerdo internacional celebrado por
escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único, o en
dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular.
[76] La información que se presenta del Instituto Internacional para la Unificación del Derecho
Privado (UNIDROIT) es visible en la dirección siguiente; http//www.unidroit.org/dinasite.cfm?
dsmid=84219.
[77] RIGUETTI, G., Instilo Internacional di Roma per l’unificazione dell diritto privato. Nuovo
Digesto Italiano VII, UTET, 1938, citado por Pedro Labariega, El UNIDROIT, Promotor dinámico en
la configuración del derecho uniforme. Orígenes y fundamentación, p. 1118.
[78] El Consejo Directivo del UNIDROIT en su reunión celebrada en el año de 1971 incluyó en su
agenda de trabajo la preparación de un ensayo de unificación relativo a la parte general de los
contratos, pero no fue sino hasta 1980 cuando se constituyó el grupo de trabajo con representantes de
diversas culturas y sistemas jurídicos de todo el mundo; tanto del civil law como del common law y
también de los sistemas socialistas.
[79] La información que se presenta de la Cámara de Comercio Internacional ha sido tomada de
la página de la propia Cámara (International Chamber of Commerce. The world business
organization), visible en la dirección siguiente: http//www.iccwbo.org/id94/index.html.
[80] La información que se presenta de la Organización Mundial de Comercio ha sido tomada
de la página de la propia OMC, visible en la dirección siguiente:
http://193.5.93.13.134/libray/description_unicfm?course= 101s09s1begin_unify&dcode=101s08s2.
[81] DE SOUSA SANTOS, Boaventura, La globalización del derecho, los nuevos caminos de la
regulación y la emancipación, Instituto Latinoamericano de Servicios Legales, Trad. César
Rodríguez, Bogotá, p. 103.
[82] Ibid, p. 104.
[83] PÉREZ MURCIA, Andrés, Naturaleza jurídica de la lex mercatoria, Bogotá, 2008, consultada
en: http://200.31.85.134/asociacion/verlmp.asp?ID=Company=15.
[84] BERMAN, Harold, La formación de la tradición jurídica de occidente, Fondo de Cultura
Económica, México, p. 123.
[85] VEITIA, Hernany, El Capítulo Uno de los Principios del UNIDROIT, Serie H, Estudios de
Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas,
UNAM, México, 1998, pp. 33 y 34.
[86] En relación con la convención de Ginebra, véase CASTRILLÓN y LUNA, Víctor M., Títulos
Mercantiles, Porrúa, México, 2002, pp. 16 a 20.
[87] Cfr., ADAME GODDARD, Jorge, op. cit., pp. 15 a 17.
[88] LEMER, Pablo, Sobre armonización, derecho comparado y la relación entre ambos, Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, año XXXVII, No. 111, sept-dic., 2004, p. 919.
[89] Ibid, p. 949.
[90] LABARIEGA VILLANUEVA, Pedro Alfonso, ¿Unificación del derecho privado, el UNIDROIT,
criterio técnico o momento crucial?, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, formato archivo
PDF, México, 2008, pp. 115 y 116.
[91] BARÓ HERRERA, Silvio, Globalización y relaciones internacionales, Revista Apontes, No. 5,
Facultad de Economía, BUAP, Puebla, mayo-agosto, Año II, p. 50.
[92] CALVO CARAVACA, Alfonso Luis y CARRASCOSA GONZÁLEZ, Javier, Derecho Internacional
Privado, 2a. ed., Gomares, vol. 1, p. 8.
[93] SIQUEIROS, José Luis, Los Principios de UNIDROIT y la Convención Interamericana sobre
el Derecho aplicable a los Contratos Internacionales, Serie H, Estudios de Derecho Internacional
Público, no. 27, Contratación Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, p.
227.
[94] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 65.
[95] Cfr., PERALES VISCASILLAS, María del Pilar, Los Principios de UNIDROIT y CISG, su Mutua
Interacción, Serie H, Estudios de Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación Internacional,
Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, pp. 187 a 202.
[96] Cfr., PEREZNIETO CASTRO, Leonel, Los Principios de UNIDROIT y la Convención
Interamericana sobre el Derecho aplicable a los Contratos, Serie H, Estudios de Derecho
Internacional Público, no. 27, Contratación Internacional, Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM,
México, 1998, p. 216.
[97] PERALES VISCASILLAS, María del Pilar, op. cit., pp. 190 a 192.
[98] Cfr., VEYTIA, Hernani, op. cit., pp. 35 a 38.
[99] ADAME GODARD, Jorge, op. cit., pp. 17, 18, 25 y 31.
[100] Cfr., TREVIÑO AZCÚE, Julio César, La formación del Contrato en los Principios Sobre los
Contratos Internacionales, Serie H, Estudios de Derecho Internacional Público, no. 27, Contratación
Internacional. Instituto de Ciencias Jurídicas, UNAM, México, 1998, pp. 57 y 72.
[101] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 18 y 19.
[102] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 21.
[103] En efecto por ilícito, desacuerdo con el artículo 1830 del Código Civil Federal se entiende
todo hecho contrario a las normas de orden público o a las buenas costumbres.
[104] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 22.
[105] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 105.
[106] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 441.
[107] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 25.
[108] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 105.
[109] Ibid., p. 107.
[110] Sobre este particular, a continuación se transcribe el criterio de interpretación emitido por
el Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia siguiente: MONEDA EXTRANJERA. LOS ARTÍCULOS 8°, 9°
Y 4° TRANSITORIO DE LA LEY MONETARIA, QUE REGULAN LA FORMA EN QUE SE DEBEN LIQUIDAR EN EL TERRITORIO
NACIONAL LAS OBLIGACIONES CONTRAÍDAS EN AQUÉLLA, NO, VIOLAN LA GARANTÍA DE IRRETROACTIVIDAD PREVISTA
EN EL ARTÍCULO 14 CONSTITUCIONAL. Los mencionados artículos de la Ley Monetaria regulan la forma y
términos en que debe cumplirse una obligación pecuniaria dentro de la República, aun cuando la
obligación de pago se haya contraído fuera de ella, pues basta que deba cumplirse en territorio
nacional para que rija la regla prevista en la ley, relativa a que la moneda extranjera se convierta en su
equivalente a moneda nacional conforme al tipo de cambio vigente en el lugar y fecha en que debe
hacerse el pago. Lo anterior implica que dicha regla rige el cumplimiento de la obligación pero no su
origen, ni tampoco cambia la situación jurídica que dio nacimiento a la obligación, ya que el monto a
pagar en moneda extranjera sigue siendo el mismo y, solamente para efectos de cumplir, debe hacerse
la conversión a moneda nacional. Así, las precitadas normas, que rigen las obligaciones contraídas
con posterioridad a su vigencia por así derivarse de la exposición de motivos respectiva, no
restringen, modifican o cambian el acto o el hecho jurídico que hubiera generado la obligación en
moneda extranjera, sino que imponen, como regla general, la obligación de que los compromisos que
se contraigan a partir de su vigencia queden estipulados en pesos mexicanos, que constituye la unidad
del sistema monetario de los Estados Unidos Mexicanos y la moneda circulante; pero cuando las
condiciones impuestas determinan la estipulación de pago en moneda extranjera, dado que ésta no
tiene curso legal en la República, es necesario que se dé la conversión de esa moneda a la nacional,
teniendo en cuenta el tipo de cambio del lugar y fecha en que la obligación se cumple. Todo ello
conduce a concluir que la ley no rige hacia el pasado, pues no afecta la situación existente que generó
la obligación del deudor y tampoco altera la esencia de la obligación contraída, porque ésta consiste
en hacer el pago en moneda extranjera y la ley solamente está rigiendo hacia el futuro, en tanto que
obliga a realizar el pago de moneda extranjera dentro de la República, respecto de aquellos contratos
o actos jurídicos existentes con posterioridad a su vigencia; mientras que la obligación de pago
también se rige por una ley que ya se hallaba en vigor al momento en que se contrajo la obligación, y
su aplicación concreta se surte hacia el futuro, pues será al momento de hacer el pago cuando surja la
necesidad de convertir la moneda extranjera a moneda nacional. P. CXIV/97. Amparo en revisión
2265/96. Moisés Mitrani Gamberg. 26 de mayo de 1997. Once votos. Ponente: Genaro David
Góngora Pimentel. Secretario: Neófito López Ramos. El Tribunal Pleno, en su sesión privada
celebrada el veintitrés de junio en curso, aprobó, con el número CXIV/1997, la tesis aislada que
antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito
Federal, a veintitrés de junio de mil novecientos noventa y siete. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VI, Julio de 1997. Tesis: P. CXIV/97
Página: 16. Tesis Aislada.
[111] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 38.
[112] En interpretación del artículo 8 de la Ley Monetaria, resultan aplicables los criterios que se
transcriben a continuación:
(1) LEY MONETARIA. OBLIGACIONES CONTRAÍDAS EN MONEDA EXTRANJERA.—El hecho de que los
boletos de avión hayan sido pagados por los quejosos en moneda nacional, no es más que el
acatamiento a lo dispuesto por el artículo 8 de la Ley Monetaria que establece, en lo conducente, que
las obligaciones de pago en moneda extranjera contraídas dentro o fuera de la República, para ser
cumplidas en ésta, se solventarán entregando el equivalente en moneda nacional al tipo de cambio
que rija en el lugar y fecha en que se haga el pago. Lo anterior es así, porque es un hecho notorio que
las tarifas para viajes aéreos de México al extranjero se cotizan en dólares, moneda de los Estados
Unidos de Norteamérica; por ello, los boletos correspondientes debieran pagarse en dólares; pero
como la moneda extranjera no tiene curso legal en la República conforme al precitado artículo 8 de la
Ley Monetaria, la cantidad en dólares debe pagarse en pesos, al tipo de cambio que rige en el
momento del pago. Tan es cierto que las tarifas para viajes aéreos al extranjero se cotizan en dólares,
que es un hecho conocido que las compañías de aviación cobran las diferencias de precio que haya
entre el valor del boleto el día de su compra y el valor del mismo el día del viaje, diferencias
causadas por las variaciones en los tipos de cambio del dólar, aunque la tarifa siga siendo la misma.
Por tanto, no hay duda de que la operación concertada entre las partes contendientes originalmente se
pactó en dólares, no en moneda nacional, motivo por el cual el artículo 4 transitorio de la Ley
Monetaria no es aplicable al caso. En efecto, dicho precepto establece: “Artículo 4.—Las
obligaciones de pago en moneda extranjera contraídas dentro de la República para ser cumplidas en
ésta, se solventarán en los términos del artículo 8 de esta ley, a menos que el deudor demuestre,
tratándose de operaciones de préstamos, que la moneda recibida del acreedor fuera moneda nacional
de cualquier clase, o que tratándose de otras operaciones, la moneda en que se contrajo originalmente
la operación, fue moneda nacional de cualquier clase; en estos casos las obligaciones de referencia se
solventarán en monedas nacionales, en los términos de los artículos 4 y 5 de esta ley,
respectivamente, al tipo que se hubiere tomado en cuenta al efectuarse la operación para hacer la
conversión de la moneda nacional recibida a la moneda extranjera, o si no es posible fijar este tipo, a
la paridad legal”. Como puede advertirse, la primera parte de dicho transitorio se refiere a la regla
general contenida en el artículo 8 de la Ley Monetaria, con la única modalidad que alude a
obligaciones contraídas en moneda extranjera dentro de la República, para ser cumplidas en ésta,
mientras que el artículo 8 se refiere a obligaciones contraídas en moneda extranjera tanto en el
interior como en el exterior del país, pero solventadas en la República. Por ello, en ambos casos el
pago se hará en el equivalente en moneda nacional al momento de hacer el pago. La segunda parte
del artículo 4 transitorio es una excepción a la primera parte del mismo, pues indica que en
operaciones de préstamo, cuando el deudor demuestre que la moneda recibida fue moneda nacional,
la obligación se solventará también en esta moneda al tipo de cambio vigente al momento de la
operación, no hay duda de que en esta hipótesis no se encuentra el presente caso porque no se trata de
préstamo. La tercera parte del artículo 4 transitorio es otra excepción a la regla general, pues indica
que en tratándose de otras operaciones, si la moneda en que se contrajo originalmente la operación
fue moneda nacional, la obligación se solventará en ésta al tipo de cambio que se hubiera tomado en
cuenta al efectuarse la operación para la conversión de la moneda nacional recibida, a la moneda
extranjera; es decir el supuesto de esta parte del precepto se refiere a obligaciones contraídas en
moneda nacional, pero transformada ésta a su equivalente en dólares para efectos del pago, hipótesis
en la que tampoco se encuentra el presente caso toda vez, como ya se dijo, así, la obligación se pactó
originalmente en dólares. De acuerdo con lo anterior, es evidente que sí resulta aplicable la regla
general contenida en el artículo 8 de la Ley Monetaria, porque los quejosos compraron boletos de
avión para vuelos internacionales; por lo tanto, habiéndose contraído una obligación en moneda
extranjera que se cumplimentó en la República debía solventarse en su equivalente en moneda
nacional al efectuarse el pago, en acatamiento a lo previsto por el invocado artículo 8 de la Ley
Monetaria. En consecuencia, debe concluirse que el reembolso del importe de las proporciones de los
boletos de avión que no se hayan utilizado, debe hacerse en moneda nacional, al tipo de cambio del
dólar que se encuentre vigente en el lugar y fecha en que se haga el pago. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO
EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 2063/87. Jaime Pérez Avella y otra. 11 de febrero
de 1988. Unanimidad de votos. Ponente: José Rojas Aja. Secretario: Enrique Ramírez Gámez.
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava
Época. Tomo I Segunda Parte-1. Tesis: Página: 392. Tesis Aislada.
(2) OBLIGACIONES EN MONEDA EXTRANJERA. APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 9O. TRANSITORIO EN RELACIÓN CON
EL 8O. DE LA LEY MONETARIA.—Tratándose de obligaciones de pago en moneda extranjera contraídas
dentro de la República para ser cumplidas en ésta, derivadas de operaciones de préstamos en que el
acreedor entregó moneda nacional o de otras operaciones en que la moneda nacional en que se
contrajo originalmente la operación fue moneda nacional de cualquier clase, es inexacto que sólo sea
de aplicarse el artículo 8o. de la Ley Monetaria Nacional y no el artículo 9o. transitorio de la misma
Ley, que dispone que el pago debe hacerse en moneda nacional al tipo de cambio de la fecha en que
se hizo la operación, por ser también inexacto que este último precepto sólo rija para operaciones
celebradas con anterioridad a la vigencia del ordenamiento en cita y ser falso además que el sentido
de su texto sea antagónico con lo dispuesto por el referido artículo 8o., que establece el principio
generando que la obligación de pago en moneda extranjera, contraída dentro de la República para ser
cumplida en ésta, se cubrirá entregando el equivalente en moneda nacional, al tipo de cambio que rija
en el lugar y fecha en que debe hacerse el pago y que la variación de dicha equivalencia será, por
tanto, en beneficio o perjuicio del deudor. Y el anterior argumento resulta infundado, toda vez que
corresponde en el caso la aplicación de una regla que de manera especial regula la cuestión debatida,
como es la prevista en el mencionado artículo noveno transitorio de la Ley Monetaria Nacional,
cuyos términos han sido ya confirmados por esta Tercera Sala, en tesis cuyo tenor es el siguiente:
“OBLIGACIONES EN MONEDA EXTRANJERA, PAGO DE LAS.—Si la demandada demuestra que la moneda que
recibió de la acreedora por el préstamo que le otorgó, fue moneda nacional, en tal situación, con
apoyo en lo dispuesto por el artículo 9o. transitorio de la Ley Monetaria, la obligación de la
demandada consignada en los pagarés base de la acción tiene el derecho de cumplirla en moneda
nacional, al tipo de cambio que se tomó en cuenta al efectuarse la operación para hacer la conversión
de la moneda extranjera a la nacional recibida, y no al del que regía al tiempo en que debió efectuarse
el pago”. Amparo directo 450/79. Seguros Monterrey Serfín, S. A. 15 de marzo de 1980. 5 votos.
Ponente: Raúl Lozano Ramírez. Séptima Época, Cuarta Parte: Volúmenes 109-114, pág. 121. Amparo
directo 5455/ 77. Banco de Londres y México, S. A. Sucursal Durango. 30 de junio de 1978.
Unanimidad de 4 votos. Ponente: Raúl Lozano Ramírez. Volúmenes 109-114, pág. 121. Amparo
directo 2450/ 77. “Más de Reynosa”, S. A. 26 de junio de 1978. Unanimidad de 4 votos. Ponente:
Raúl Cuevas Mantecón. Quinta. Época: tomo LIX, pág. 1414. Amparo civil directo 6255/36.
Fernando Lira. 8 de febrero de 1939. 5 votos. Tomo XLV, pág. 3146. Amparo civil directo 4056/33.
Luis G. Zaldívar. 20 de agosto de 1935. Unanimidad de 4 votos. Instancia: Tercera Sala. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 133-138 Cuarta Parte. Tesis: Página:
163. Tesis Aislada.
[113] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 39.
[114] Las Unidades de Inversión, mejor conocidas como Udis, creadas por decreto publicado el
1o. de abril de 1995, en el Diario Oficial de la Federación, constituyen una unidad de valor real
constante en la que se pueden denominar títulos de crédito, excepto cheques, y en general créditos
tales como depósitos u otras financieras; esto es, es una unidad de cuenta, no una moneda, ya que de
acuerdo con la exposición de motivos del decreto relativo, las mismas no son unidades monetarias, en
tanto que la única moneda de curso legal en nuestro país es el peso, de modo que su función es la de
recuperar el valor de la moneda y no el numerario. De especial aplicación en economías inestables,
como la mexicana. En consecuencia, al constituirse una inversión en udis, el inversionista entregará
la cantidad de pesos equivalente, según el valor de la udi al día en que se realice la operación. El
artículo 1, del decreto de referencia establece que: “las obligaciones de pago de sumas en moneda
nacional convenidas en operaciones financieras que celebren los correspondientes intermediarios, las
contenidas en títulos de crédito, salvo cheques, y en general, las pactadas en contratos mercantiles o
en otros actos de comercio, podrán denominarse en unidad de cuenta llamada unidad de inversión
cuyo valor en pesos para cada día publicará periódicamente el Banco de México en el Diario Oficial
de la Federación”.
[115] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 41.
[116] El artículo de mención establece: en las compraventas mercantiles, una vez perfeccionado
el contrato, el contratante que cumpliere tendrá derecho a exigir del que no cumpliere, la rescisión o
cumplimiento del contrato, y la indemnización, además, de los daños y perjuicios.
[117] El artículo 2311 del Código Civil Federal establece: si se rescinde la venta, el vendedor y
el comprador deben restituirse las prestaciones que se hubieren hecho; pero el vendedor que hubiere
entregado la cosa vendida, puede exigir del comprador, por el uso de ella, el pago de un alquiler o
renta que fijarán peritos, y una indemnización, también fijada por peritos, por el deterioro que haya
sufrido la cosa. El comprador que haya pagado parte del precio, tiene derecho a los intereses legales
de la cantidad que entregó. Las convenciones que impongan al comprador obligaciones más onerosas
que las expresadas, serán nulas.
El artículo antes trascrito es similar al 70 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, que
señala: en los casos de compraventa a plazos de bienes muebles o inmuebles a que se refiere esta ley,
si se rescinde el contrato, vendedor y comprador deben restituirse mutuamente las prestaciones que se
hubieren hecho. El vendedor que hubiera entregado la cosa tendrá derecho a exigir por el uso de ella
el pago de un alquiler o renta y, en su caso, una compensación por el demérito que haya sufrido el
bien. El comprador que haya pagado parte del precio tiene derecho a recibir los intereses computados
conforme a la tasa que, en su caso, se haya aplicado a su pago.
[118] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 77.
[119] Aunque referido al artículo 29 de la Ley Federal de Protección al Consumidor anterior a la
vigente, por ser de similar contenido, al artículo 71, resulta aplicable al caso concreto la tesis de
jurisprudencia emitida por la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia que se transcribe a
continuación, y que destaca el aspecto relativo al tiempo en el cual el derecho de referencia puede ser
ejercitado por el consumidor-comprador: CONSUMIDOR, LEY DE PROTECCIÓN AL. EL DERECHO ESTABLECIDO
EN SU ARTÍCULO 29 PUEDE HACERSE VALER AL CONTESTAR LA DEMANDA O EN CUALQUIER ETAPA DEL JUICIO, HASTA
ANTES DE QUE SE DICTE SENTENCIA, SIEMPRE QUE EL ENJUICIADO, AL SER DEMANDADO, HAYA PAGADO MÁS DE LA
TERCERA PARTE DEL ADEUDO VENCIDO.—El artículo 29 citado al disponer que cuando el consumidor haya
cubierto más de la tercera parte del precio o del número total de los pagos convenidos, si el proveedor
demanda la rescisión por mora, tendrá derecho el consumidor a optar por la rescisión o por el
cumplimiento, y no sujeta a éste a que opte por tal beneficio en forma necesaria al contestar la
demanda y, por ende, puede hacerlo no sólo en ese momento, sino en cualquier etapa del
procedimiento hasta antes de que se dicte sentencia y si se da este último caso, ello no implica la
vulneración de la garantía de seguridad jurídica del proveedor porque, precisamente, la ley que
contempla dicho artículo es de orden público e interés social y sus disposiciones irrenunciables, que
por tener el carácter de normas de excepción, deben tener observancia por encima de cualquier
interés individual. En efecto, este derecho del consumidor lo conoce el proveedor desde que celebra
el contrato correspondiente, por encontrarse establecido en la ley citada y el dispositivo
correspondiente, no sujeta al término la elección de optar por el beneficio que contempla y
constituye, por ende, una forma especial de allanamiento a la demanda y no se trata de una excepción
procesal. Contradicción de tesis 16/89. Entre las sustentadas por el Primer y Segundo Tribunales
Colegiados en Materia Civil del Primer Circuito, 25 de junio de 1990, Unanimidad de cuatro votos.
Ponente: Ignacio Magaña Cárdenas. Secretario: Mario Alberto Adame Nava. Tesis de Jurisprudencia
21/90 aprobada por la Tercera Sala de este alto Tribunal en sesión privada celebrada el veinte de
agosto de mil novecientos noventa. Unanimidad de cuatro votos de los señores ministros: Presidente
Chapitel Gutiérrez, Azuela Güitrón, Rocha Díaz y Magaña Cárdenas. Ausente: José Antonio Llanos
Duarte. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo
V. Primera Parte. Tesis: 3a./J. 21/90. Página: 227. Tesis de Jurisprudencia.
[120] DÍAZ BRAVO, Arturo., op. cit., p. 78.
[121] El criterio relativo es el siguiente: PACTO COMISORIO. LAS PARTES ESTÁN LEGITIMADAS PARA FIJAR
LAS CAUSAS DE EXTINCIÓN DEL CONTRATO. Los artículos 1940 y 1941 del Código Civil para el Distrito
Federal, facultan a las partes contratantes para que incluyan en el contrato la cláusula resolutoria o
realicen el pacto comisorio, que es la manifestación de voluntad incluida en los contratos, cuyo efecto
es producir la resolución del contrato automáticamente, de pleno derecho, en caso de incumplimiento
por haberlo convenido así los contratantes, sin que deban intervenir los tribunales y sin que haya
medio de retardar o impedir la resolución concediendo un nuevo plazo al deudor. El pacto en análisis
es legítimo en términos de los artículos 1832 y 1839 del citado Código Civil, ya que en materia de
contratos, la voluntad de las partes es la ley suprema; además de que en los contratos civiles, cada
uno se obliga en la forma y términos que aparezca que quiso obligarse, por lo que ambas partes
pueden pactar libremente la manera de resolver el contrato, pues nuestro derecho no repugna ese
pacto expreso, ya que no se encuentra en oposición con los artículos 6o., 7o. y 8o. del propio
ordenamiento sustantivo, puesto que la voluntad de los particulares para acordar el pacto de
referencia no exime de la observancia de ninguna ley ni contraviene leyes prohibitivas, ya que las
partes indudablemente tienen libertad para fijar expresamente los supuestos de extinción del contrato
o, en otras palabras, de establecer condiciones resolutorias. De ahí que en los contratos pueda
pactarse expresamente la cláusula resolutoria, para que el contrato se pueda dar por terminado
automáticamente por el solo hecho del incumplimiento de una de las partes a lo que se obligó, es
decir, por el hecho de que en la realidad se actualicen algunas de las causas convenidas como motivo
de la rescisión, sin la intervención de los tribunales, por efecto del pacto comisorio expreso en donde
se fijaron las bases para ello. Sin embargo, esa regla genérica no puede aplicarse en el caso de un
contrato de compraventa con pacto comisorio, donde se da el incumplimiento de la obligación
materia de la cláusula resolutoria pero no opera la reversión del inmueble a favor de la vendedora y la
parte compradora continúa en el goce y disfrute del inmueble durante muchos años sin que se le
perturbe en su posesión; por lo que en este supuesto, la vendedora debe notificar a la compradora la
aplicación de la cláusula de mérito y otorgarle un término para inconformarse, porque de no ser así,
se actuaría unilateralmente y privando a la adquirente de la garantía de audiencia. OCTAVO TRIBUNAL
COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 643/96. Manuel Octavio Rodríguez
Hernández. 17 de octubre de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: María del Carmen Sánchez
Hidalgo. Secretaria: Edith Alarcón Meixueiro. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo V, Febrero de 1997. Tesis:
I.8o.C.90 C Página: 769. Tesis Aislada.
[122] DÍAZ BRAVO, ARTURO, op. cit., p. 46.
[123] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 16.
[124] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 45.
[125] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 110.
[126] Ibid, pp. 108 y 109.
[127] Citado por ARCE GARCOLLO, Javier, op. cit., p. 20.
[128] Ibid, p. 72.
[129] En interpretación del artículo 88 del Código de Comercio en comento, la Primera Sala de
la Suprema Corte de Justicia estableció jurisprudencia por contradicción de tesis que habían
sustentado los Tribunales Colegiados de Circuito, de conformidad con el texto que se transcribe a
continuación:-
CONTRATOS MERCANTILES. EN LOS CASOS DE INCUMPLIMIENTO PARCIAL DE LAS OBLIGACIONES PACTADAS EN
ELLOS, ES APLICABLE EL ARTÍCULO 88 DEL CÓDIGO DE COMERCIO Y NO EL 1846 DEL CÓDIGO CIVIL FEDERAL,
APLICADO SUPLETORIAMENTE A LA MATERIA.—El artículo 88 del Código de Comercio establece que quien
demande el incumplimiento de un contrato mercantil podrá exigir el cumplimiento del contrato o la
pena en él prescrita. Por otra parte, si bien es cierto que el Código Civil Federal es de aplicación
supletoria y que su artículo 1846 regula el incumplimiento parcial de las obligaciones, su aplicación
únicamente se justificaría si existiese una laguna en el Código de Comercio. Sin embargo, toda vez
que el artículo 88 del Código de Comercio no hace una distinción entre los tipos de incumplimiento,
debe entenderse que dicho artículo comprende tanto el parcial como el total. En todo caso, ambos son
tipos de incumplimiento de las obligaciones contraídas, por lo que debe considerarse que dicho
artículo es una norma completa, o sea, una norma de la que no deriva ninguna laguna. Es decir, dado
que el artículo 88 del Código de Comercio regula todos los supuestos de incumplimiento (ya sea
parcial o total) no existe justificación para aplicar supletoriamente el artículo 1846 del Código Civil
Federal. Por lo tanto, cuando se demande el incumplimiento parcial o total de un contrato mercantil,
el acreedor no podrá ejercer simultáneamente las acciones de cumplimiento del contrato y la del pago
de la pena en él convenida, sino que deberá ejercer exclusivamente una de ellas. Contradicción de
tesis 128/2007-PS. Entre las sustentadas por el Cuarto Tribunal Colegiado en materia Civil del
Primer Circuito y el actual Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Segundo Circuito. 9 de enero de
2008. Cinco votos. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretario: Fernando A. Casasola Mendoza.
Tesis de jurisprudencia 29/2008 aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal en sesión de
fecha 26 de marzo de 2008. Novena época. Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación.
Tomo: XXVIII. Julio de 2008. Tesis 1ª/J.29/2008. Pág. 236.
[130] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 18.
[131] Ibid, p. 77.
[132] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 15 y 16.
[133] La Tercera Sala de la Suprema Corte ha establecido sobre este particular el criterio
siguiente: ADHESIÓN. NO AFECTA LA VALIDEZ DEL CONTRATO RELATIVO LA ELABORACIÓN UNILATERAL DE SU
CLAUSULADO POR UNA DE LAS PARTES.—El contrato llamado de adhesión supone que de acuerdo con la
doctrina que una de las partes fija las condiciones a que debe sujetarse la otra en caso de aceptarlo,
por ello dicha circunstancia no afecta su validez, ya que no implica la ausencia de la alternativa para
aceptarlo o rechazarlo en forma total o parcial por parte de quien no interviene en su elaboración, por
lo que no puede decirse que la voluntad expresada por éste se encuentre viciada. 3a. LVI/92. Amparo
en revisión 944/91. Martha Villanueva Villegas. 6 de julio de 1992. Mayoría de tres votos contra el
del Ministro Ignacio M. Cal y Mayor Gutiérrez. Ausente: Miguel Montes García. Ponente: José
Trinidad Lanz Cárdenas. Secretario: Arturo García Torres. Insta ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit.,
Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo X-
Agosto. Tesis: 3a. LVI/92, página 145. Tesis Aislada.
[134] De la actividad que con base en la Ley Federal de Protección al Consumidor realiza la
Procuraduría Federal del Consumidor, Arce Gargollo desprende los siguientes principios:
a) Que su objeto es el de promover y proteger los derechos e intereses del consumidor y
procurar la equidad y seguridad jurídicas en las relaciones entre proveedores y consumidores;
b) Que se trata de una ley de orden público e interés social;
c) Que es una ley de protección al consumidor considerado en lo individual, como parte débil
de la relación comercial;
d) Que como normas supletorias de la ley, se aplican el Código de Comercio, y el Código Civil
en lo sustantivo y el Código de Procedimientos local respectivo en lo procesal.
e) Que la Procuraduría es un organismo descentralizado de servicio social con personalidad
jurídica y patrimonio propio.
f) Que como principios básicos en las relaciones de consumo se encuentran la protección de la
vida, la salud y la seguridad del consumidor; la información y la educación sobre productos y
servicios; el acceso fácil a órganos administrativos y sus procedimientos y, la protección contra la
publicidad engañosa y abusiva. Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 106.
[135] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 442.
[136] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 26.
[137] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 444 y 445.
[138] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 397 y 398.
[139] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de derecho Mercantil, op. cit., pp. 34 y 35.
TÍTULO SEGUNDO

CONTRATOS TÍPICOS
CAPÍTULO I

CONTRATO DE ASOCIACIÓN EN
PARTICIPACIÓN

1. CONCEPTO
Es definida por el Artículo 252 de la Ley General de Sociedades
Mercantiles al señalar: “La asociación en participación es un contrato por el
cual una persona concede a otras que le aportan bienes o servicios, una
participación en las utilidades y en las pérdidas de una negociación
mercantil o de una o varias operaciones de comercio”.
Dice Soyla LEÓN TOVAR[1] que la asociación mercantil se forma por los
vocablos associare y socius, (dar a uno por compañero que le ayude en el
desempeño de algún encargo, comisión o trabajo) y que la asociación
mercantil es una especie del género asociación que se presenta cuando
varias personas aparecen unidas para un fin común.
Por cuanto a sus antecedentes históricos se refiere, nos dice MANTILLA
MOLINA[2] que el germen de la asociación en participación se encuentra en
contrato medieval de la commenda, incorporado al Código de Comercio de
1889 para encontrar en definitiva su ubicación legislativa en la Ley General
de Sociedades Mercantiles.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de asociación en participación es típico, principal, formal, de
tracto instantáneo o sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley General de
Sociedades Mercantiles.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque el artículo 254 de la Ley de la materia establece que el
contrato de asociación en participación debe constar por escrito.
Puede ser de tracto tanto instantáneo como sucesivo, dependiendo de si
las obligaciones que del compromiso de asociación se derivan, se ejecutarán
en un solo acto o bien en varios.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Sus elementos personales son el asociante que recibe del o los asociados
una participación en bienes o servicios y estos a su vez constituirían el otro
elemento del contrato.
Por lo que a la importancia económica del contrato se refiere, dice DÍAZ
BRAVO[3] que su factor decisivo es la facilidad con quien propicia la
conjugación de esfuerzos y de recursos para la realización de un fin común
lucrativo, sin necesidad de garantizar a los aportadores remuneración o
reembolso alguno, sino en la medida en que el fin perseguido culmine
felizmente.
Así es como observamos que la Asociación en Participación siendo un
contrato que si bien tiene un antecedente ya remoto, es sin embargo
utilizada con relativa frecuencia en la práctica comercial en muchos países,
aun y cuando la tendencia en las relaciones comerciales persigue la
agrupación de capitales para la realización de actividades comerciales y
financieras en un mundo cada vez más globalizado, en el que imponen su
enorme peso y monopolio las grandes empresas, porque reúnen enormes
capitales, de modo que la actividad comercial de nuestros días cada vez más
va restando importancia al contrato de que se trata.
Resulta interesante el comentario de Alcanada Aramgurú,[4] siguiente:
la actividad comercial de antaño, que gira en torno del comerciante individual, quien
comprometía la totalidad de su patrimonio y respondía con su solvencia moral y social, cede paso
a formas cada vez más complejas. Aquél comerciante que expandía la actividad comercial, con el
acrecentamiento de sus propios negocios y la real incorporación de sus familiares y dependientes,
recurriendo a las antiguas formas de la habilitación y asociación, busca nuevos mercados a través
de la intermediación y asocia capitales despersonalizados, oculta y sustrae la responsabilidad
personal. La actividad individual quedó así profesionalizada, y la empresa como institución
jurídica, sustituye a los comerciantes.

4. NATURALEZA JURÍDICA
Compartiendo con la Sociedad en Comandita Simple el mismo
antecedente, que ubicamos en la época medieval, del contrato de la
Commenda (mandato de dos), la Asociación en Participación surge como
una forma impropia de las sociedades de personas ya en desuso.
Algunos sistemas jurídicos la regulan en una ley que ha sido creada para
sociedades (en el caso del derecho mexicano, en el Capítulo XIII,
denominado “De la asociación en participación”) de ahí su indebida y
censurable ubicación. De ese modo, tratándose de un contrato, la asociación
en participación debiera estar regulada en el Código de Comercio (como
ocurre por ejemplo en el caso del Derecho Español), y no en la Ley General
de Sociedades Mercantiles como sucede en nuestro país.
Aún y cuando la asociación en participación, no da lugar a la creación
de un ente jurídico distinto de los miembros que la componen (asociante y
asociados) y que es criticable por ello su ubicación normativa, existen, sin
embargo, razones que explican aun cuando no justifican su incorporación en
la ley societaria.[5]
Por eso dice Díaz Bravo[6] que “a ello ha contribuido, en gran medida, el
que sin ser una sociedad, su operación se asemeja mucho a la de las
sociedades, pero no supone las exigencias y formalidades de ésta en cuanto
a constitución, nombre, patrimonio, registro y otras”.
La incorporación al comercio en una forma de agrupación secreta,
constituye este tipo asociativo, que desplazó al tipo social ya mencionado,
con el que comparte el mismo antecedente.
En una opinión que no compartimos porque como hemos señalado, el
contrato de que se trata no da lugar a la creación de un ente jurídico distinto
de sus miembros, ya que carece además de personalidad jurídica y
patrimonio propio, MANTILLA MOLINA[7] la considera como una especie de
las sociedades mercantiles, al señalar que queda comprendida dentro del
concepto general de sociedad.
Atinadamente SÁNCHEZ CALERO[8] dice:
este contrato no puede considerarse como una modalidad o sub-especie de la sociedad, la
doctrina y la jurisprudencia se manifiestan en ese sentido, ya que el contrato debe permanecer
oculto, la aportación del partícipe entra a formar parte del patrimonio del empresario y dado el
carácter puramente interno de los lazos que crea el contrato, no se da lugar a la creación de una
organización de personas relevantes ante terceros.

En el mismo sentido se pronuncia VÁZQUEZ DEL MERCADO,[9] al señalar:


la asociación en participación no constituye una persona distinta de la de los contratantes, por lo
que no existe frente a terceros. Con justa razón se ha dicho que la asociación, no teniendo
personalidad moral, y siendo oculta, no debe tener ni una razón social o un nombre que derive de
su objeto y bajo el cual obre públicamente, ni un domicilio social atributivo de jurisdicción.

Tal opinión es compartida también por BARRERA GRAF,[10] al señalar que


se trata de un negocio oculto, y un tanto incongruentemente de un negocio
formal, en cuanto debe constar por escrito, y que por ende carece de
personalidad y patrimonio, sin que ello obste para su reconocimiento legal.
Agrega que esta figura, que en el derecho español se denomina cuentas
en participación, y que a diferencia del alemán, francés y el mexicano, no le
atribuye carácter de sociedad, constituye una de las especies del negocio
asociativo.[11]
Al no constituir un ente jurídico diferente de los miembros que lo
componen, y carecer por ello de personalidad jurídica también distinta de
sus integrantes, además de no tener patrimonio propio independiente del de
sus asociados, ni órganos sociales, la asociación en participación no puede
ser considerada como sociedad mercantil.
Por ello, el artículo 253 establece: la asociación en participación no
tiene personalidad jurídica ni razón social o denominación.
En congruencia con la doctrina más aceptada, la Suprema Corte de
Justicia, estableció que siendo en el contrato la relación de las partes secreta
y no creando un ente jurídico distinto de ellas, carece de personalidad
jurídica.[12]
Dice SÁNCHEZ CALERO[13] que el contrato de cuentas en participación, se
caracteriza por la colaboración patrimonial que una persona ofrece a un
empresario con la finalidad de participar en los resultados de sus negocios
prósperos o adversos, en donde la colaboración se limita a la aportación de
un capital; que toda gestión ha de correr a cargo del empresario con la
prohibición de utilizar una razón comercial común a todos los contratantes,
ni de usar más crédito directo que el del empresario gestor que ha de actuar
bajo su nombre y responsabilidad individual.
Y Díaz Bravo lo concibe señalando:
proteico, escurridizo, apto para encubrir relaciones jurídicas, cuyo verdadero carácter se desea
disfrazar por una u otra causa; manifestado a veces bajo otras denominaciones, y frecuentemente
como innominado, tal vez por el sorprendente desconocimiento de su existencia y régimen legal,
incluso dentro de los sectores comerciales, el contrato de asociación en participación ocupa con
todo, un lugar importante en la vida del comercio.[14]

En efecto, al establecer el artículo 254 que el contrato de asociación en


participación debe constar por escrito y no estará sujeto a registro, ha
ocasionado que la doctrina lo considere como un contrato secreto, en el que
por otro lado las relaciones jurídicas y comerciales se establecen solamente
entre el asociante y los terceros, pero nunca entre estos y los asociados, ya
que según vemos, el asociante actúa ante ellos como comerciante titular de
una negociación mercantil, sin ostentar, o cuando menos sin deber ostentar
la existencia de un ente social.
Si como vemos la relación jurídica que se establece entre el asociante y
los asociados, es de carácter particular y secreta, las partes no deben
ostentar la existencia de una persona colectiva, porque al no constituir un
ente social distinto de sus miembros, la sola circunstancia de que se lleguen
a exteriorizar ante terceros como sociedad mercantil sin haberse constituido
como tal, de manera formal, provocará que la ley le otorgue el tratamiento
de sociedad mercantil irregular.[15]
De ese modo, el artículo 256 establece: asociante obra en nombre propio
y no habrá relación jurídica entre los terceros y los asociados.
El asociante deberá siempre ostentarse como comerciante titular de una
negociación mercantil, y será él quien lleve a cabo las operaciones
comerciales ante los terceros, respecto de los cuales los asociados no
deberán establecer relación alguna.
Una vez concluidas las operaciones en uno o varios actos de comercio,
que el asociante realice con los terceros, dará a los asociados una
participación en las ganancias o bien en las pérdidas de conformidad con el
contrato por ambos suscrito.
Al aportar el asociado al asociante bienes o servicios para que éste
realice una o varias operaciones de comercio, quedará el asociado sujeto al
resultado que de las operaciones que realice el asociante, resulten, pudiendo
ser entonces el asociado acreedor de éste último.
Dice Bolaffio:[16] “el asociado tiene respecto del asociante un derecho de
crédito sujeto a las vicisitudes de la especulación común a la que está
asociado y de la que el asociante deberá rendirle cuentas”.
Perteneciendo al asociante el derecho y la obligación de llevar a cabo
las gestiones comerciales, es él quien realiza la explotación comercial
actuando en el interés común y debe llevar la cuenta de la asociación. De
ese modo, el asociante actúa en nombre propio pero en interés de los
asociados, quienes asumen derechos y obligaciones ante él.
“Entre el asociante y el asociado existe una relación jurídica interna, sin
importar que el que contrata con el asociante conozca o ignore esta relación,
ya que el único obligado para con él, es el asociante, lo mismo si se trata de
un comerciante individual que de una sociedad ya constituida”. [17]
Coincidimos con VÁZQUEZ DEL MERCADO[18] cuando señala que como el
asociante obra en nombre propio solo a él se le atribuye la capacidad
procesal activa y pasiva, por todos los actos que realiza, ya que los
acreedores que resulten de las operaciones que el mismo lleve a cabo, solo
en contra de él tienen acción.
Dice Bolaffio:[19] “esta inmunidad del asociante respecto de todo vínculo
social le permite administrar libremente la asociación interna y
externamente y tratar con toda libertad los negocios en representación del
asociado siendo él el único responsable”.
Desde luego, los términos del contrato de asociación deberán estipularse
claramente entre las partes que lo otorgan, estableciendo al efecto el artículo
255 que en los contratos de asociación en participación se fijarán los
términos, proporciones de interés y demás condiciones en que deban
realizarse.
Por su parte, el artículo 257 establece: respecto a terceros, los bienes
aportados pertenecen en propiedad al asociante, a no ser que por la
naturaleza de la aportación fuere necesaria alguna otra formalidad, o que se
estipule lo contrario y se inscriba la cláusula relativa en el Registro Público
de Comercio del lugar donde el asociante ejerce el comercio. Aun cuando la
estipulación no haya sido registrada, surtirá sus efectos si se prueba que el
tercero tenía o debía tener conocimiento de ella.

5. MODALIDADES DEL CONTRATO


Siendo regulada por la Ley de Sociedades Mercantiles, sin ser un ente
distinto de sus miembros, bien podríamos calificarla como un contrato que
en sus características regula a un tipo asociativo, ya que la ley establece
para ella la aplicación de diversos aspectos establecidos para la Sociedad en
Nombre Colectivo, al señalar el artículo 259 que las asociaciones en
participación funcionan, se disuelven y liquidan, a falta de estipulaciones
especiales, por las reglas establecidas para ese tipo de sociedades.
Finalmente, y por lo que se refiere a la distribución de las utilidades y
pérdidas que habrá de repartirse entre asociante y asociados, es aplicable a
la asociación el artículo 258 de la ley que establece: salvo pacto en
contrario, para la distribución de las utilidades y de las pérdidas, se
observará lo dispuesto en el artículo 16. Las pérdidas que correspondan a
los asociados no podrán ser superiores al valor de su aportación.

NOTAS

[1] Cfr., LEÓN TOVAR, Soyia H., Universidad Nacional Autónoma de México y Editorial Porrúa,
Diccionario de Derecho Mercantil, Porrúa, México, 2001, pp. 36 y 37.
[2] Cfr., Mantilla Molina, Roberto, op. cit., p. 181.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 268.
[4] Citado por ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta, op. cit., p. 259.
[5] Ello encuentra su razón de ser la necesidad de la creación de formas de agrupamiento que
limitaran la enorme responsabilidad que para sus miembros representaban las sociedades de personas,
además de la flexibilidad de dicho contrato que permite sin mayor problema realizar cualquier tipo de
operación de carácter mercantil.
[6] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 268.
[7] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., pp. 174 y 183.
[8] SÁNCHEZ CALERO, op. cit., pp. 179 y 180.
[9] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 465.
[10] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
UNAM, México, 1991, p. 79.
[11] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de Derecho Mercantil, op. cit., p. 234.
[12] ASOCIACIÓN EN PARTICIPACIÓN, CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO DE.—De acuerdo con el artículo
252 de la Ley General de Sociedades Mercantiles, la asociación en participación es un contrato por el
cual una persona, llamada el asociante, concede a otra llamada el asociado, una participación en las
utilidades y en las pérdidas de una negociación mercantil o de una o varias operaciones de comercio,
a cambio de la aportación de bienes o servicios del asociado. La esencia de la asociación en
participación radica en que se trata de una sociedad oculta que sólo rige o surte efectos entre las
partes que la constituyen, sin que exista signo aparente que la denote, ya que carece de personalidad
jurídica, de razón y de denominación, según lo establece el artículo 253 del mismo ordenamiento, y
es por esto que el articulo 256 determina que el asociante obra en nombre propio y que no habrá
relación jurídica entre los terceros y los asociados. Persiguiendo este mismo afán de mantener oculta
la asociación, la Ley establece en el artículo 257, que respecto de terceros, los bienes aportados
pertenecen en propiedad al asociante, a no ser que por la naturaleza de la aportación fuere necesaria
alguna otra formalidad, o que se estipule lo contrario y se inscriba la cláusula relativa en el Registro
Público de Comercio del lugar donde el asociante ejerce el comercio, y agrega este artículo que aun
cuando la estipulación no haya sido registrada, surtirá sus efectos si se prueba que el tercero tenía o
debía tener conocimiento de ella. Amparo directo 5688/60. Bulmaro Carranza Cervantes. 17 de
octubre de 1963. 5 votos. Ponente: Mariano Azuela. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario
judicial de la Federación. Sexta Época. Volumen LXXVI, Cuarta Parte. Tesis: Página: 22. Tesis
Aislada.
[13] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, op. cit., p. 179.
[14] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 268.
[15] En efecto, en el supuesto referido, le sería aplicable el artículo 2, en su parte relativa, de la
Ley General de Sociedades Mercantiles que establece que las sociedades mercantiles inscritas en el
Registro Público de Comercio, tienen personalidad jurídica distinta de la de los socios. Las
sociedades no inscritas en el Registro Público de Comercio que se hayan exteriorizado como tales,
frente a terceros consten o no en escritura pública, tendrán personalidad jurídica. Las relaciones
internas de las sociedades irregulares se regirán por el contrato social respectivo, y, en su los que
realicen actos jurídicos como representantes o mandatarios de una sociedad irregular, responderán del
cumplimiento de los mismos frente a terceros, subsidiaria, solidaria e ilimitadamente, sin perjuicio de
la responsabilidad penal, en que hubiere incurrido, cuando los terceros resultaren perjudicados. Los
socios no culpables de la irregularidad, podrán exigir daños y perjuicios a los culpables y a los que
actuaren como representantes o mandatarios de la sociedad irregular.
[16] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 77.
[17] Ibid, p. 76.
[18] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 469.
[19] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 77.
CAPÍTULO II

CONTRATO DE COMPRAVENTA

1. CONCEPTO
El Código de Comercio que regula a la compraventa mercantil, no
otorga un concepto de la misma, por lo que aplicando supletoriamente al
Código Civil Federal, de conformidad con su artículo 2248, podemos decir
que habrá compraventa cuando uno de los contratantes se obliga a transferir
la propiedad de una cosa o de un derecho, y el otro a su vez se obliga a
pagar por ellos un precio cierto y en dinero.
Del precepto antes trascrito se desprende entonces que el objeto de la
compraventa es la trasmisión de dominio de una cosa o de un derecho.
En una sociedad capitalista y consumidora es evidente que la
compraventa mercantil es con mucho el contrato que con mayor frecuencia
se celebra, lo cual se realiza mediante la distribución de bienes producidos
por las empresas o bien por los intermediarios.
Destacando su importancia DÍAZ BRAVO[1] ha dicho: “forma surgida y
evolucionada del trueque, la compraventa se mantiene como el más
importante de los contratos; y ello no es de extrañar, por cuanto configura el
mecanismo más ágil y sencillo para adquirir el pleno dominio de cualquier
satisfactor”.
Dice Rodríguez Rodríguez[2] que reviste tal importancia la compraventa
mercantil que ha sido el contrato que en muchas ocasiones ha sido utilizado
para definir el contenido del derecho mercantil.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[3] por su parte refiere que la compraventa es un
contrato que permite satisfacer una importante exigencia económica, la de
adquirir en propiedad un bien y la de recibir por él su valor, que es el
contrato de más aplicación, a partir de que fue superado el trueque o
permuta.
Para SÁNCHEZ CALERO[4] este contrato cumple una función de primer
orden desde el punto de vista económico, en cuanto sirve para la circulación
de los bienes que por ser instrumento para el cambio de los mismos por
dinero, ocupa una posición relevante en la actividad empresarial.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de compraventa es típico, principal, formal o bien
consensual, de tracto instantáneo o sucesivo, bilateral, oneroso y
conmutativo o aleatorio.
Es típico porque se encuentra regulado tanto por el Código de
Comercio, como por el Código Civil Federal, aplicado supletoriamente.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es consensual en oposición a real, porque no requiere de la entrega de la
cosa para su perfeccionamiento, ya que el artículo 2249 del Código Civil
Federal, establece que por regla general la venta es perfecta y obligatoria
para las partes cuando se ha convenido sobre la cosa y su precio, aunque la
primera no haya sido entregada, ni el segundo satisfecho.
Así, la entrega de la cosa materia de la compraventa, si bien se traduce
en una de las obligaciones más importantes a ser cumplidas por el vendedor,
no constituye, sin embargo un elemento sine qua non para el
perfeccionamiento del contrato.
Cabe señalar sobre este particular que de acuerdo con el artículo 377 del
Código de Comercio, una vez perfeccionado el contrato de compraventa, las
pérdidas, daños o menoscabos que sobrevinieren a las mercaderías
vendidas, serán por cuenta del comprador, si ya le hubieren sido entregadas
real, jurídica o virtualmente; y si no le hubieren sido entregadas de ninguna
de estas maneras, serán por cuenta del vendedor.
Señala Vázquez del Mercado[5] que normalmente, una vez que se ha
efectuado la trasmisión de la propiedad y entregado la cosa, se trasmiten al
comprador los riesgos y peligros de la misma.
Es consensual en oposición a formal cuando su objeto recae sobre
bienes muebles, donde aplicaríamos el principio de la llamada
consensualidad mercantil que deriva del señalamiento genérico del artículo
78 del Código de Comercio que establece:
Artículo 78.—En las convenciones mercantiles cada uno se obliga en la manera y términos que
aparezca que quiso obligarse, sin que la validez del acto comercial dependa de la observancia de
formalidades o requisitos determinados.

No obstante, habrá que considerar que de conformidad con el artículo


79 del propio Código, se exceptuarán de lo antes señalado: I, los contratos
que con arreglo al Código u otras leyes, deban reducirse a escritura o
requieran formas o solemnidades necesarias para su eficacia[6] y; II, los
contratos celebrados en país extranjero en que la ley exige escrituras,
formas o solemnidades determinadas para su validez, aunque no las exija la
ley mexicana, casos en los cuales los contratos serían formales.
Además, en uno y otro caso, los contratos que no llenen las
circunstancias respectivamente requeridas, no producirán obligación ni
acción en juicio.
Habrá que considerar por otro lado que de conformidad con el artículo
82 de la propia ley mercantil, los contratos en que intervengan corredores
quedarán perfeccionados cuando los contratantes firmaren la
correspondiente minuta, de la manera prescrita en el título respectivo.
Tocante al perfeccionamiento del contrato, cabe referirse al artículo 56
de la Ley Federal de Protección al Consumidor que ubicado en el capítulo
V, relativo a las ventas a domicilio, mediatas o inmediatas, tradicionalmente
ha establecido:
Artículo 56.—El contrato se perfeccionará a los cinco días hábiles contados a partir de la
entrega del bien o de la firma del contrato, lo último que suceda. Durante ese lapso, el
consumidor tendrá la facultad de revocar su consentimiento sin responsabilidad alguna. La
revocación deberá hacerse mediante aviso o mediante entrega del bien en forma personal, por
correo registrado, o por otro medio fehaciente. La revocación hecha conforme a este artículo deja
sin efecto la operación. En este caso, los costos de flete y seguro correrán a cargo del consumidor.
Tratándose de servicios, lo anterior no será aplicable si la fecha de prestación del servicio se
encuentra a diez días hábiles o menos de la fecha de la orden de compra.

En relación con la compraventa de bienes muebles, siendo consensual,


normalmente la prueba del contrato suele ser la factura que expide el
vendedor y que el comprador debe conservar, en tanto que constituye una
de sus obligaciones, de acuerdo con el artículo 33 del Código de Comercio,
ya que forma parte de su contabilidad.
Para su perfeccionamiento, debe ser considerada la normatividad que
establece tanto el propio Código de Comercio reformado, como la Ley
Federal de Protección al Consumidor, que como hemos visto, se refiere
también a la aceptación de la oferta cuando se realiza por medios
electrónicos.
Así, cabe observar que con motivo de la reforma que se realizó al
Código de Comercio, a la Ley Federal de Protección al Consumidor y al
Código Civil Federal, de 29 de mayo de 2000, se establecen nuevas formas
para tener por perfeccionado el consentimiento en los contratos mercantiles
celebrados mediante la utilización de medios electrónicos.
Con tal motivo se adicionó al Código de Comercio el nuevo título II,
denominado “Del Comercio Electrónico”, que incluye cuatro nuevos
capítulos en los que se contienen los artículos 89 al 114, que en su conjunto
regulan las transacciones celebradas por medios electrónicos, a la Ley
Federal de Protección al Consumidor que incorporó al artículo 76 bis, y se
agregaron los artículos 1803, 1805, 1811 y 1834 bis, en el caso del Código
Civil Federal, de aplicación supletoria; todos ellos, en materia de
perfeccionamiento de los contratos para el efecto de establecer los
supuestos en los que se considera que las transacciones relativas se han
efectuado de conformidad con la ley.[7]
Puede ser de tracto tanto instantáneo como sucesivo, dependiendo de si
las obligaciones de pago del precio, se ejecutarán en un solo acto o bien en
abonos sucesivos.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos,
en donde destacan: por lo que se refiere al vendedor, la de entregar la cosa
vendida y del comprador pagar el precio, constituyendo así para ambas
partes los derechos y sus correlativas obligaciones principales.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. MERCANTILIDAD DE LA COMPRAVENTA
Dice Vázquez del Mercado[8] que la compraventa es mercantil cuando
constituye una actividad de intermediación en el cambio, en tanto el
comprador compra para revender o el vendedor vende una cosa que a su vez
ha comprado para revender y se distingue de la compraventa civil que es un
acto de consumo diverso de la mercantil que pertenece a la zona del
cambio, de la circulación de la riqueza, en la que su comercialidad se
determina por la intención del sujeto, que no es otra sino la del propósito de
especular, de traficar.
Y Díaz Bravo[9] por su parte señala:
las razones que operan como obstáculos para lograr una hasta hoy inalcanzada definición jurídica
de acto de comercio son parte también para considerar inexistente un concepto jurídico de la
compraventa mercantil, y así, aunque no existen compraventas mercantiles por su forma, sí las
hay por los sujetos que las celebran, por el objeto sobre el que recaen o por el propósito con el
que se contratan.

Por su parte León BOLAFFIO[10] dice que la compra es el factor genético


que se integra con la reventa; se compra para revender o bien se adquiere
una cosa con el fin de especular con las sucesivas reventas; agrega que
plásticamente, es el cambio por el cambio ya que si bien originalmente la
compraventa se consideraba comercial al ser practicada por un comerciante
por el fin especulativo inherente a su profesión, convertido el sistema
legislativo de los actos de comercio de subjetivo en objetivo, el signo de la
comercialidad de la compraventa, entendido como el propósito de
especular, se ha transferido del agente al acto, esto es, que quien compra
tenga la intención de transferir lucrativamente a otro la propiedad o el uso
de lo que adquiere.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[11] por su parte señala que la compraventa es un
contrato formado por dos prestaciones inseparables: la del comprador que
da dinero; la del vendedor que da la cosa, que cada una de estas
prestaciones puede ser mercantil por el destino del objeto, por el objeto
mismo o por el sujeto y que el contrato será mercantil con que lo sea una de
ellas, en virtud de la teoría de los actos mixtos.
Genéricamente podríamos decir que la compraventa tendrá carácter
mercantil cuando se realiza con la intención de destinar el objeto que la
comprende a la realización de actividades comerciales, y siguiendo al
artículo 371 del Código de Comercio, cuando su objeto sea el de traficar:
Artículo 371.—Serán mercantiles las compraventas a las que este Código les da tal carácter, y
todas las que se hagan con el objeto directo y preferente de traficar.

El artículo 371 antes trascrito se complementa con el 75, fracciones I, II,


III, XXIII y XXV del propio Código de Comercio que señala que se reputan
actos de comercio, entre otros:
I. Todas las adquisiciones, enajenaciones y alquileres verificados con propósito de
especulación comercial, de mantenimientos, artículos, muebles o mercaderías, sea en estado
natural, sea después de trabajados o labrados;
II. Las compras y ventas de bienes inmuebles, cuando se hagan con dicho propósito de
especulación comercial;
III. Las compras y ventas de porciones, acciones y obligaciones de las sociedades mercantiles;
XXIII. La enajenación que el propietario o el cultivador hagan de los productos de su finca o
de su cultivo, y
XXV. Cualesquiera otros actos de naturaleza análoga a los expresados en este Código.

Dice Rodríguez Rodríguez[12] que no tiene sentido decir que la


compraventa mercantil recae sobre mercaderías porque en el derecho
mexicano los inmuebles pueden ser objeto de la compraventa mercantil y
porque las mercancías son cosas muebles que reciben calificación en
cuando son objeto de un contrato mercantil.
En relación con la naturaleza mercantil de la compraventa, la Suprema
Corte ha establecido que será mercantil cuando se realiza con el propósito
de especulación comercial.[13]

4. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Los elementos personales son el vendedor, que es quien se obliga a
transferir la propiedad de una cosa o de un derecho y el comprador, quien
adquiere su propiedad, y se obliga a pagar por ella un precio cierto y en
dinero.
Dentro de las obligaciones principales de las partes tenemos:
El vendedor deberá entregar la cosa vendida.
Desde luego la entrega de la cosa no implica en sí misma el
perfeccionamiento del contrato, ya que al no tratarse de un contrato real, tal
perfeccionamiento se efectúa cuando, siguiendo al artículo 2249 del Código
Civil Federal, las partes han acordado lo relativo a la cosa y al precio, aun y
cuando una no haya sido entregada ni el segundo satisfecho.
Señala Rodríguez Rodríguez[14] que la trasmisión de dominio no es la
entrega de la cosa, la que es una obligación específica del vendedor distinto
de la trasmisión de dominio y que no tiene más significación que la del
cumplimiento de una obligación implicada por el contrato; pero no
desempeña papel alguno en la perfección del mismo.
Deberá asimismo garantizar la posesión pacífica y responder del
saneamiento para el caso de evicción o bien por vicios ocultos.
En evidente confusión en el uso de la terminología jurídica, el artículo
384 del Código del Comercio establece: el vendedor, salvo pacto en
contrario, quedará obligado en las ventas mercantiles a la evicción y
saneamiento (debió decir al saneamiento para el caso de evicción).
Que el vendedor se encuentre por ley obligado al saneamiento para el
caso de evicción significa que deberá restituir al comprador el valor que
éste le cubrió como contraprestación por la cosa vendida, al verse privado
de ella por una resolución que establezca que un tercero tiene mejor derecho
que él respecto de bien que fue materia de la compraventa.
El saneamiento por evicción, dice Rodríguez Rodríguez,[15] impone al
vendedor la responsabilidad por la privación total o parcial de la cosa que
sufra el comprador a consecuencia de una resolución judicial dictada en
virtud de un hecho anterior a la venta.
Vázquez del Mercado[16] por su parte señala:
se ha considerado que en materia de compraventas mercantiles poco interesa la garantía de
evicción, esto es, la responsabilidad del vendedor para que el comprador tenga la posesión legal y
pacífica de la cosa vendida, ya que el comercio opera generalmente con bienes muebles en que la
posesión de buena fe equivale al título.

Por su parte, el comprador deberá pagar el precio. De conformidad con


el artículo 376 del Código de Comercio, en las compraventas mercantiles,
una vez perfeccionado el contrato, el contratante que cumpliere tendrá
derecho a exigir del que no cumpliere, la rescisión o cumplimiento del
contrato, y la indemnización, además, de los daños y perjuicios.[17]
Desde luego las partes se encuentran obligadas a cumplir con todo
aquello a lo que se hubieren obligado, tal y como establece el artículo 372,
que a la letra dice: en las compraventas mercantiles se sujetarán los
contratantes a todas las estipulaciones lícitas con que las hubieren pactado.

5. MODALIDADES DEL CONTRATO


En caso de compraventas sobre muestras o calidades de mercancías
determinadas, de conformidad con el artículo 373, se tendrán por
perfeccionadas con el consentimiento de las partes:
Artículo 373.—Las compraventas que se hicieren sobre muestras o calidades de mercancías
determinadas y conocidas en el comercio, se tendrán por perfeccionadas por el solo
consentimiento de las partes.

Dice Vázquez del Mercado[18] que:


esto implica, por lo tanto, que el comprador no puede rechazar la mercancía después de haber
aceptado la muestra, salvo, que no sea coincidente y la resolución del contrato procederá si los
peritos que intervienen para resolver la inconformidad, determinan que la mercancía no es la
indicada en el contrato y acorde con la muestra, pues en caso contrario el comprador tendrá que
aceptarla”.

DÍAZ BRAVO[19] ha señalado en relación esta modalidad de contratar: “las


operaciones sobre muestras o calidades mantienen el carácter de
compraventas consensuales, siempre que se trate de mercancías
determinadas y conocidas en el comercio”, y agrega “apenas si hace falta
anotar la inobservancia práctica de uno y otro preceptos, arrojados al olvido
por las prácticas judiciales y arbitrales.
De conformidad con el artículo 374 del propio Código, cuando el objeto
de las compraventas sea mercancías que no hayan sido vistas por el
comprador, ni puedan clasificarse por calidad determinadamente conocida
en el comercio, el contrato no se tendrá por perfeccionado, mientras el
comprador no las examine y acepte.
En caso de desavenencia entre los contratantes, dos comerciantes
nombrados uno por cada parte, y un tercero para el caso de discordia
nombrado por éstos, resolverán sobre la conformidad o inconformidad de
las mercancías con las muestras o calidades que sirvieron de base al
contrato.
Si se ha pactado la entrega de las mercancías en cantidad y plazos
determinados, el comprador no estará obligado a recibirlas fuera de ellos;
pero si aceptare entregas parciales, quedará consumada la venta en lo que a
éstas se refiere.
En los casos de negligencia, culpa o dolo, además de la acción criminal
que competa contra sus autores, serán éstos responsables de las pérdidas,
daños o menoscabos que por su causa sufrieren las mercancías.
Cabe, además referir que el comprador deberá pagar el precio de las
mercancías que se le hayan vendido en los términos y plazos convenidos y a
falta de convenio lo deberá pagar de contado. Además, la demora en el pago
del precio lo constituirá en la obligación de pagar réditos al tipo legal (6%
anual) sobre la cantidad que adeude.
De conformidad con el artículo 381, salvo pacto en contrario, las
cantidades que con el carácter de arras se entreguen en las ventas
mercantiles, se reputarán dadas a cuenta de precio.
El artículo 382 por su parte establece que los gastos de entrega en las
ventas mercantiles, serán:
I. A cargo del vendedor, todos los que se ocasionen hasta poner las mercancías pesadas o
medidas a disposición del comprador;
II. Los de su recibo y extracción fuera del lugar de la entrega, serán por cuenta del comprador.

El comprador que dentro de los cinco días de recibir las mercancías no


reclamare al vendedor, por escrito, las faltas de calidad o cantidad en ellas;
o que dentro de treinta días contados desde que las recibió, no le reclamase
por causa de vicios internos de las mismas, perderá toda acción y derecho a
repetir por tales causas contra el vendedor.
Dentro de las modalidades del contrato, cabe transcribir los artículos
386 y 387, siguientes:
Artículo 386.—Mientras que las mercancías vendidas estén en poder del vendedor, aunque sea
en calidad de depósito, éste tendrá preferencia sobre ellas con respecto a cualquier acreedor, para
ser pagado de lo que se le adeude por cuenta del precio de las mismas.
Artículo 387.—Los depósitos y ventas públicas a que hubiere lugar en la ejecución de las
compraventas mercantiles, se harán por la autoridad judicial.

Caso de especial análisis es el que deriva del artículo 385 del Código de
Comercio que establece:
Artículo 385.—Las ventas mercantiles no se rescindirán por causa de lesión; pero al
perjudicado, además de la acción criminal que le competa, le asistirá la de daños y perjuicios
contra el contratante que hubiese procedido con fraude o malicia en el contrato o en su
cumplimiento.

Al tratarse de un problema de invalidez, no compartimos la opinión de


VÁZQUEZ DEL MERCADO,[20] cuando señala:
la razón por la que el legislador no considera inválido el contrato susceptible de rescisión, fue sin
duda que en el comercio no es adecuado crear inseguridad para los derechos porque se entorpece
y perturba la rapidez de las actividades y origina la ineficacia de una operación realizada,
trastorna o impide el encadenamiento económico de las operaciones sucesivas.

Por las razones que expresaremos a continuación, tampoco estamos de


acuerdo sobre este particular con DÍAZ BRAVO[21] cuando refiere: “el
panorama mercantil de la lesión es totalmente diverso, pues por el contrario,
las compraventas mercantiles son válidas según la impropia expresión
legal”.
Tocante a la lesión en materia mercantil, es clara la intención del
legislador de que las ventas de carácter mercantil permanezcan válidas no
importando que una de las partes, frente a la suma ignorancia, notoria
inexperiencia o extrema miseria de otra, obtenga un lucro
desproporcionado, en relación con aquello a lo que por su parte se obliga,
esto es, que exista una evidente desproporción entre las prestaciones que se
otorgan las partes.[22]
Del precepto de que se trata, se ha pretendido derivar que en materia
mercantil no existe lesión que vicie al consentimiento.
No obstante es pertinente señalar que aun y cuando la intención del
legislador es clara al pretender sostener la validez de los actos relativos, el
precepto referido, al tipificar a la figura que nos ocupa, proporciona una
solución equivocada, ya que ante el consentimiento viciado, estamos en
presencia de un acto anulable, mas no de cumplimiento y por tanto su
solución solamente puede encontrarse en la teoría de la invalidez de los
actos jurídicos y no en la resolución de las obligaciones.
En efecto, la rescisión del contrato no podrá ser en ningún caso solución
al problema que nos ocupa, por la sencilla razón de que para que se pueda
exigir el cumplimiento forzoso o bien la resolución de una obligación, es
presupuesto sine qua non que el acto o contrato que la contiene haya nacido
primero válidamente a la vida jurídica, y solamente frente a su
incumplimiento, se podrá demandar la rescisión o bien el cumplimiento
forzoso de la obligación.
De ese modo, en el supuesto del precepto, si la voluntad se encuentra
viciada por lesión, la rescisión no se presenta como una opción
jurídicamente válida que otorgue posibilidades reales para superar el
problema, el cual solamente se podrá solucionar en la demanda de nulidad
que eventualmente se plantee por el afectado.
Dice así el ilustre jurista Rafael Rojina Villegas:[23] “la lesión debe
invalidar el contrato, cuando haya ilicitud debida a la explotación con un
contratante por otro, que se aprovecha de la inferioridad espiritual (ligereza,
ignorancia, inexperiencia) o económica (penuria, miseria o estado de
necesidad) del perjudicado”.
Y agrega:
la rescisión supone la validez de las obligaciones, por cuanto sólo se rescinden las obligaciones
que en sí mismas son válidas. Por tal motivo no puede decirse que la lesión es causa al mismo
tiempo de rescisión y de nulidad, pues en el primer caso se afirma que el contrato es válido y, en
el segundo que es nulo, lo que evidentemente resulta contradictorio. Ningún contrato puede ser
válido y nulo a la vez.[24]

Con independencia de lo establecido por el artículo 385 del Código de


Comercio, creemos que si se demuestran los supuestos contemplados por el
artículo 17 del Código Civil, se deberá aplicar la teoría de la invalidez de
los actos jurídicos al caso que nos ocupa, de modo que la pretensión deberá
ser declarada procedente enjuicio y con ello, la declaración de nulidad del
acto de que se trata.[25]
La Suprema Corte ha sido lacónica al interpretar el precepto de
referencia.[26]
El problema de la lesión en las operaciones de compraventa mercantil
internacional es reconocido por los principios emitidos por el UNIDROIT, y
así al efecto se señala en el artículo 3.10:
Artículo 3.10.—Excesiva desproporción:
1. Cualquiera de las partes puede dar por anulado un contrato o cualquiera de sus
disposiciones si en el momento de su celebración, éste o alguna de sus cláusulas otorgan a la otra
parte ventaja excesiva. A tal efecto, se deben tener en cuenta, entre otros, los siguientes factores:
a) Que la otra parte se haya aprovechado injustificadamente de la dependencia, aflicción
económica o necesidades apremiantes de la impugnante, o de su falta de previsión, ignorancia,
inexperiencia o falta de habilidad en la negociación; y,
b) La naturaleza y finalidad del contrato.
2. A petición de la parte legitimada, para dar por anulado el contrato, el tribunal podrá adaptar
el contrato o la cláusula en cuestión, a fin de ajustarlos a criterios comerciales razonables de
lealtad negocial.
3. El tribunal también podrá adaptar el contrato o la cláusula en cuestión, a petición de la parte
que recibió una comunicación de darlo por anulado, siempre y cuando dicha parte le haga saber
su decisión a la otra inmediatamente, y, en todo caso, antes de que ésta obre de conformidad con
su voluntad de dar por anulado el contrato. Se aplicarán, por consiguiente, las previsiones del
artículo 3.13.2.

6. COMPRAVENTAS INTERNACIONALES
En un mundo en plena euforia globalizadora, BARRERA GRAF[27] refiere la
existencia de un nuevo derecho mercantil internacional que tiende a
fortalecerse por el auge mundial del comercio; la facilidad de las
comunicaciones modernas, la interdependencia de las economías
nacionales, y la creciente intervención de organismos jurídicos de alcance
económico en la ONU, en la ALADI y en la CEE, que preparan y redactan
textos de aplicación internacional, en donde agrega: “la labor legislativa
unificadora es enorme y de creciente importancia, dando lugar a una nueva
lex mercatoria”.
Dice así Omar Olvera:[28]
las exigencias y los requerimientos de este comercio, que no respetan fronteras ni se detienen en
reglamentaciones municipales o nacionales, y que imponen reglas y soluciones iguales o
semejantes para negocios o instituciones afines, y la constitución de asociaciones y agrupaciones
económicas y políticas regionales entre diferentes naciones, se han manifestado en multitud de
convenciones, tratados y proyectos internacionales sobre diferentes materias del derecho
comercial, lo que no sólo ha llevado a una reglamentación uniforme internacional, sino también a
vislumbrarse ya con claridad un derecho del comercio internacional, cuyas bases y principios
generales son admitidos en todo el mundo, independientemente de costumbres diferentes, de
antagonismos políticos y de oposición de sistemas económicos en boga.

La enorme frecuencia con la que se celebran transacciones


internacionales en todo el mundo, ha hecho imperante unificar las reglas en
materia de compraventa internacional, y así destacan los proyectos
siguientes:
Los del Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado
(UNIDROIT), de Roma de 1930 y 1933, que sirvieron de base para el posterior
proyecto de La Haya de 1964 (Convención sobre la Compraventa
Internacional de Objetos Muebles Corporales), que a su vez inspiró a la de
Viena suscrita con fecha 10 de abril de 1980 denominado “Convención
sobre Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías” (CCCIM),
suscrito por México y ratificado por el Senado el 17 de marzo de 1988.
La Convención de Viena, que regula a la compraventa internacional de
mercaderías, excluye la aplicación de las normas de derecho mercantil
contenidas tanto en el Código de Comercio como en la Ley de Navegación,
así como del derecho común, con excepción de aquellos casos en los cuales
remite al derecho interno, o bien en caso de lagunas, que se encuentran
excluidos de su aplicación:
• Mercaderías para uso personal o doméstico;
• Compraventas de subasta;
• Las de dinero o títulos de crédito;
• Las de embarcaciones o aeronaves; y,
• Las de electricidad.
La Convención de las Naciones Unidas sobre la compraventa
internacional de mercaderías se aprobó en la conferencia que tuvo lugar en
Viena, Austria el 11 de abril de 1980, no obstante cabe señalar que la
evolución hacia un derecho uniforme en la materia inició desde el año de
1930 en Roma, con los trabajos realizados en el seno de la UNIDROIT, a
propuesta del jurista Ernst Rabel, quien elaboró un anteproyecto.
No obstante, seis años antes, hacia 1924, la Asociación de Derecho
Internacional tuvo diversas iniciativas designándose en la ciudad de
Estocolmo una comisión tendiente a desarrollar el proyecto de unificación
en la materia, del cual surgió una Ley Uniforme cuya discusión se programó
para la Conferencia de La Haya en 1928.
El proyecto de Rabel se discutió en todos los estados hacia 1935, y
posteriormente, en el año de 1939, la Comisión elaboró un segundo
proyecto al que se denominó: “Proyecto de Ley Uniforme sobre la venta
internacional de objetos mobiliarios corporales”, el cual no pudo ser
discutido por la irrupción de la segunda guerra mundial que paralizó los
trabajos que se continuaron hasta que el gobierno de Holanda convocó a
una conferencia en La Haya para su reestudio. La conferencia tuvo lugar en
1951 y a ella concurrieron representantes de 21 países los cuales se
pronunciaron a favor de la unificación proyectada y de dicha conferencia
surgió la designación de una nueva comisión encargada de reelaborar el
proyecto el cual fue culminado en el año de 1956 que se sometió a los
estados para su revisión.
Entre los años de 1962 y 1964 se presentaron dos nuevas versiones: una
destinada a regir la formación del contrato y la otra relativa a la venta
internacional de cosas muebles. En 1964 el gobierno holandés convocó a
una nueva conferencia en La Haya en la cual se aprobaron las dos
convenciones mencionadas, pero sus disposiciones no satisfacían las
necesidades del tráfico internacional ni eran adecuadas a la realidad
económica de esos tiempos, y es por ello que el 17 de diciembre de 1966, a
iniciativa del gobierno de Hungría, la Asamblea General de la ONU adoptó
una resolución (2205 XXI) por la cual se creó la Comisión para el Derecho
Mercantil Internacional (UNCITRAL) como organismo encargado de la
unificación y armonización del derecho mercantil internacional con el
propósito de eliminar los obstáculos legales que habían venido
entorpeciendo las negociaciones comerciales internacionales y de ese modo
la comisión se convirtió en el órgano jurídico central del sistema de la ONU
en dicho ámbito.
Desde su creación, la comisión se dio a la tarea de redactar el texto para
una legislación uniforme en materia de compraventa internacional.
En 1969 la comisión designó en Ginebra un grupo de trabajo de 14
miembros que utilizó un proyecto elaborado en Nueva York en junio de
1974 bajo la denominación de: “convención sobre la prescripción en
materia de compraventa internacional de mercaderías”.
Finalmente la comisión designó un nuevo grupo de trabajo de siete
miembros compuesto por las delegaciones de Ghana, Hungría, Japón,
México, USA y la URSS, que fue coordinado por el jurista Jorge Barrera Graf,
que concluyó sus trabajos en nueve sesiones anuales recomendando la
adopción de nuevos textos relacionados con la formación del contrato que
fueron aprobados en la décima sesión en 1978 y el 16 de junio del propio
año la UNCITRAL aprobó el anteproyecto de manera unánime dándose lugar a
la conferencia internacional de plenipotenciarios en Viena en el año de
1980.
A la conferencia diplomática que tuvo lugar en Viena entre el 11 de
marzo y el 11 de abril de 1980, concurrieron representantes de 62 Estados
de todas las regiones geográficas, de todas las etapas del desarrollo
económico y de todos los principales sistemas jurídicos, sociales,
económicos y también por representantes de 8 organismos internacionales,
y el proyecto fue aprobado finalmente por unanimidad el 11 de abril de
1980.
La convención de Viena sobre la compraventa internacional de
mercaderías constituye el instrumento internacional más importante para
regular las relaciones económicas internacionales, porque contiene una
regulación ágil, flexible y completa destinada a normar las operaciones que
más se celebran en el mundo, cuyos aspectos más relevantes se describen a
continuación:
• Se contiene en 101 artículos, e incluye un preámbulo, en el que se
expresan sus objetivos y motivos;
• Se contiene en cuatro apartados, a saber: ámbito de aplicación y
disposiciones generales, normas para la formación del contrato,
derechos y obligaciones de las partes, y disposiciones finales tales
como inicio de su vigencia, reservas y declaraciones;
• Aplica solamente en contratos de compraventa internacional de
mercaderías entre partes con establecimientos en estados distintos;
• Se incluye como derivación de la compraventa a los actos de
suministro ya sea de mano de obra o de prestación de servicios;
• Quedan excluidas compras tales como mercaderías de uso personal,
familiar o doméstico, las de subasta o judiciales, y los valores
mobiliarios tales como títulos de inversión, dinero, buques,
embarcaciones, aeronaves y electricidad;
• Se reconoce el principio de la autonomía de la libertad confiriendo a las
partes la posibilidad de excluir las disposiciones de la convención;
• Es omisa en cuanto a definir al contrato de compraventa internacional
de mercaderías;
• Contiene reglas en materia de interpretación, principios generales,
derecho aplicable según las reglas del conflicto;
• Son normas supletorias de la convención; las reglas para la
interpretación del contrato, los principios generales del derecho, de
contenido jusnaturalista, los principios del UNIDROIT, los usos y las
prácticas comerciales internacionales, las INCOTERMS y la buena fe y
las reglas estándar para acuerdos internacionales;
• Eliminación de formalidades siendo así de carácter consensual y su
perfección sin exigencia de requisitos;
• Supuestos de incumplimiento y normas para la solución de
controversias.
A continuación se transcribe el texto de la convención.
En el Preámbulo se señala:
Los Estados partes en la Convención, teniendo en cuenta los amplios objetivos de las
resoluciones aprobadas en el sexto período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de
las Naciones Unidas sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional,
considerando que el desarrollo del comercio internacional sobre la base de la igualdad y del
beneficio mutuo constituye un importante elemento para el fomento de las relaciones amistosas
entre los Estados, estimando que la adopción de normas uniformes aplicables a los contratos de
compraventa internacional de mercaderías en las que se tengan en cuenta los diferentes sistemas
sociales, económicos y jurídicos contribuiría a la supresión de los obstáculos jurídicos con que
tropieza el comercio internacional y promovería el desarrollo del comercio internacional,
celebran el convenio.

La parte I, se refiere en dos capítulos al ámbito de aplicación y a


disposiciones generales, respectivamente:
Capítulo I. Ámbito de aplicación
La Convención se aplica a los contratos de compraventa de mercaderías entre partes que
tengan sus establecimientos en Estados diferentes:
a) Cuando esos Estados sean Estados contratantes;
b) Cuando las normas de derecho internacional privado prevean la aplicación de la ley de un
Estado contratante.
c) No se tendrá en cuenta el hecho de que las partes tengan sus establecimientos en Estados
diferentes cuando ello no resulte del contrato, ni de los tratos entre ellas, ni de información
revelada por las partes en cualquier momento antes de la celebración del contrato o en el
momento de su celebración.
d) Para los efectos de determinar la aplicación de la Convención, no se tendrán en cuenta ni la
nacionalidad de las partes ni el carácter civil o comercial de las partes o del contrato.
e) Se considerarán compraventas los contratos de suministro de mercaderías que hayan de ser
manufacturadas o producidas, a menos que la parte que las encargue asuma la obligación de
proporcionar una parte sustancial de los materiales necesarios para esa manufactura o
producción.
f) La Convención regula exclusivamente la formación del contrato de compraventa y los
derechos y obligaciones del vendedor y del comprador, dimanantes de ese contrato.
Capítulo II. Disposiciones generales
a) En la interpretación de la Convención se tendrán en cuenta su carácter internacional y la
necesidad de promover la uniformidad en su aplicación y de asegurar la observancia de la buena
fe en el comercio internacional.
b) Las cuestiones relativas a las materias que se rigen por la Convención que no estén
expresamente resueltas en ella se dirimirán de conformidad con los principios generales en los
que se basa la Convención o, a falta de tales principios, de conformidad con la ley aplicable en
virtud de las normas de derecho internacional privado.
c) Para los efectos de la Convención, las declaraciones y otros actos de una parte deberán
interpretarse conforme a su intención cuando la otra parte haya conocido o no haya-podido
ignorar cuál era esa intención.
d) Para determinar la intención de una parte o el sentido que habría dado una persona
razonable deberán tenerse debidamente en cuenta todas las circunstancias pertinentes del caso, en
particular las negociaciones, cualesquiera prácticas que las partes hubieran establecido entre
ellas, los usos y el comportamiento ulterior de las partes.
e) Las partes quedarán obligadas por cualquier uso en que hayan convenido y por cualquier
práctica que hayan establecido entre ellas.
f) Salvo pacto en contrario, se considerará que las partes han hecho tácitamente aplicable al
contrato o a su formación un uso del que tenían o debían haber tenido conocimiento y que, en el
comercio internacional, sea ampliamente conocido y regularmente observado por las partes en
contratos del mismo tipo en el tráfico mercantil de que se trate.
g) El contrato de compraventa no tendrá que celebrarse ni probarse por escrito ni estará sujeto
a ningún otro requisito de forma. Podrá probarse por cualquier medio, incluso por testigos.

En la parte II relativa a la formación del contrato, se destaca lo


siguiente:
a) La propuesta de celebrar un contrato dirigida a una o varias personas determinadas
constituirá oferta si es suficientemente precisa e indica la intención del oferente de quedar
obligado en caso de aceptación. Una propuesta es suficientemente precisa si indica las
mercaderías y, expresa o tácitamente señala la cantidad y el precio o prevé un medio para
determinarlos.
b) Toda propuesta no dirigida a una o varias personas determinadas será considerada como
una simple invitación a hacer ofertas, a menos que la persona que haga la propuesta indique
claramente lo contrario.
c) La oferta surtirá efecto cuando llegue al destinatario. La oferta, aun cuando sea irrevocable,
podrá ser retirada si su retiro llega al destinatario antes o al mismo tiempo que la oferta. La oferta
podrá ser revocada hasta que se perfeccione el contrato si la revocación llega al destinatario antes
que éste haya enviado la aceptación.
d) La oferta no podrá revocarse: a) si indica, al señalar un plazo fijo para la aceptación o de
otro modo, que es irrevocable; o b) si el destinatario podía razonablemente considerar que la
oferta era irrevocable y ha actuado basándose en esa oferta. La oferta, aun cuando sea
irrevocable, quedará extinguida cuando su rechazo llegue al oferente.
e) Toda declaración u otro acto del destinatario que indique asentimiento a una oferta
constituirá aceptación. El silencio o la inacción, por sí solos, no constituirán aceptación.
f) La aceptación de la oferta surtirá efecto en el momento en que la indicación de asentimiento
llegue al oferente. La aceptación no surtirá efecto si la indicación de asentimiento no llega al
oferente dentro del plazo que éste haya fijado o, si no se ha fijado plazo, dentro de un plazo
razonable, habida cuenta de las circunstancias de la transacción y, en particular, de la rapidez de
los medios de comunicación empleados por el oferente. La aceptación de las ofertas verbales
tendrá que ser inmediata a menos que de las circunstancias resulte otra cosa.
g) Si, en virtud de la oferta, de prácticas que las partes hayan establecido entre ellas o de los
usos, el destinatario puede indicar su asentimiento ejecutando un acto relativo, sin comunicación
al oferente, la aceptación surtirá efecto en el momento en que se ejecute ese acto, siempre que esa
ejecución tenga lugar dentro del plazo establecido en el párrafo precedente. La respuesta a una
oferta que pretenda ser una aceptación y que contenga adiciones, limitaciones u otras
modificaciones se considerará como rechazo de la oferta y constituirá una contraoferta.
h) Se considerará que los elementos adicionales o diferentes relativos, en particular, al precio,
al pago, a la calidad y la cantidad de las mercaderías, al lugar y la fecha de la entrega, al grado de
responsabilidad de una parte con respecto a la otra o a la solución de las controversias alteran
sustancialmente los elementos de la oferta. El plazo de aceptación fijado por el oferente en un
telegrama o en una carta comenzará a correr desde el momento en que el telegrama sea entregado
para su expedición o desde la fecha de la carta o, si no se hubiere indicado ninguna, desde la
fecha que figure en el sobre. El plazo de aceptación fijado por el oferente por teléfono, télex u
otros medios de comunicación instantánea comenzará a correr desde el momento en que la oferta
llegue al destinatario. Si la carta u otra comunicación por escrito que contenga una aceptación
tardía indica que ha sido enviada en circunstancias tales que si su transmisión hubiera sido
normal habría llegado al oferente en el plazo debido, la aceptación tardía surtirá efecto como
aceptación a menos que, sin demora, el oferente informe verbalmente al destinatario que
considera su oferta caducada o le envíe una comunicación en tal sentido. La aceptación podrá ser
retirada si su retiro llega al oferente antes que la aceptación haya surtido efecto o en ese
momento.
i) El contrato se perfeccionará en el momento de surtir efecto la aceptación de la oferta
conforme a lo dispuesto en la presente Convención.

En la parte III, relativa a la compraventa de mercaderías, se establecen


las obligaciones de las partes, así como las acciones por incumplimiento e
indemnizaciones; las resoluciones y sus efectos, del modo siguiente:
a) El incumplimiento del contrato por una de las partes será esencial cuando cause a la otra
parte un perjuicio tal que la prive sustancialmente de lo que tenía derecho a esperar en virtud del
contrato, salvo que la parte que haya incumplido no hubiera previsto tal resultado y que una
persona razonable de la misma condición no lo hubiera previsto en igual situación.
b) La declaración de resolución del contrato surtirá efecto sólo si se comunica a la otra parte.
Si, conforme a lo dispuesto en la Convención, una parte tiene derecho a exigir de la otra el
cumplimiento de una obligación, el tribunal no estará obligado a ordenar el cumplimiento
específico a menos que lo hiciere, en virtud de su propio derecho, respecto de contratos de
compraventa similares no regidos por la presente Convención.
c) El contrato podrá modificarse o extinguirse por mero acuerdo entre las partes. Un contrato
por escrito que contenga una estipulación que exija que toda modificación o extinción por mutuo
acuerdo se haga por escrito no podrá modificarse ni extinguirse por mutuo acuerdo de otra forma.
No obstante, cualquiera de las partes quedará vinculada por sus propios actos y no podrá alegar
esa estipulación en la medida en que la otra parte se haya basado en tales actos.
d) El vendedor deberá entregar las mercaderías, transmitir su propiedad y entregar
cualesquiera documentos relacionados con ellas en las condiciones establecidas en el contrato y
en la Convención: 1) Si el vendedor, conforme al contrato o a la Convención, pusiere las
mercaderías en poder de un porteador y éstas no estuvieren claramente identificadas a los efectos
del contrato mediante señales en ellas, mediante los documentos de expedición o de otro modo, el
vendedor deberá enviar al comprador un aviso de expedición en el que se especifiquen las
mercaderías. 2) El vendedor, si estuviere obligado a disponer el transporte de las mercaderías,
deberá concertar los contratos necesarios para que éste se efectúe hasta el lugar señalado por los
medios de transporte adecuados a las circunstancias y en las condiciones usuales para tal
transporte. 3) El vendedor, si no estuviere obligado a contratar un seguro de transporte, deberá
proporcionar al comprador, a petición de éste, toda la información disponible que sea necesaria
para contratar ese seguro.
e) El vendedor deberá entregar las mercaderías: a) cuando, con arreglo al contrato, se haya
fijado o pueda determinarse una fecha, en esa fecha; o b) cuando, con arreglo al contrato, se haya
fijado o pueda determinarse un plazo, en cualquier momento dentro de ese plazo, a menos que de
las circunstancias resulte que corresponde al comprador elegir la fecha; o c) en cualquier otro
caso, dentro de un plazo razonable a partir de la celebración del contrato. El vendedor, si
estuviere obligado a entregar documentos relacionados con las mercaderías, deberá entregarlos en
el momento, en el lugar y en la forma fijados por el contrato. En caso de entrega anticipada de
documentos, el vendedor podrá, hasta el momento fijado para la entrega, subsanar cualquier falta
de conformidad de los documentos, si el ejercicio de ese derecho no ocasiona al comprador
inconvenientes ni gastos excesivos. No obstante, el comprador conservará el derecho a exigir la
indemnización de los daños y perjuicios conforme a la Convención.
f) El vendedor deberá entregar mercaderías cuya cantidad, calidad y tipo correspondan a los
estipulados en el contrato y que estén envasadas o embaladas en la forma fijada por el contrato.
Salvo que las partes hayan pactado otra cosa, las mercaderías no serán conformes al contrato a
menos: a) que sean aptas para los usos a que ordinariamente se destinen mercaderías del mismo
tipo; b) que sean aptas para cualquier uso especial que expresa o tácitamente se haya hecho saber
al vendedor en el momento de la celebración del contrato, salvo que de las circunstancias resulte
que el comprador no confió, o no era razonable que confiara, en la competencia y el juicio del
vendedor; c) que posean las cualidades de la muestra o modelo que el vendedor haya presentado
al comprador; d) que estén envasadas o embaladas en la forma habitual para tales mercaderías o,
si no existe tal forma, de una forma adecuada para conservarlas y protegerlas.
g) El comprador deberá examinar o hacer examinar las mercaderías en el plazo más breve
posible atendidas las circunstancias. Si el contrato implica el transporte de las mercaderías, el
examen podrá aplazarse hasta que éstas hayan llegado a su destino. Si el comprador cambia en
tránsito el destino de las mercaderías o las reexpide sin haber tenido una oportunidad razonable
de examinarlas y si en el momento de la celebración del contrato el vendedor tenía o debía haber
tenido conocimiento de la posibilidad de tal cambio de destino o reexpedición, el examen podrá
aplazarse hasta que las mercaderías hayan llegado a su nuevo destino. El comprador perderá el
derecho a invocar la falta de conformidad de las mercaderías si no lo comunica al vendedor,
especificando su naturaleza, dentro de un plazo razonable a partir del momento en que la haya o
debiera haberla descubierto. En todo caso, el comprador perderá el derecho a invocar la falta de
conformidad de las mercaderías si no lo comunica al vendedor en un plazo máximo de dos años
contados desde la fecha en que las mercaderías se pusieron efectivamente en poder del
comprador, a menos que ese plazo sea incompatible con un período de garantía contractual.
h) El vendedor deberá entregar las mercaderías libres de cualesquiera derechos o pretensiones
de un tercero, a menos que el comprador convenga en aceptarlas sujetas a tales derechos o
pretensiones.
i) El vendedor deberá entregar las mercaderías libres de cualesquiera derechos o pretensiones
de un tercero basados en la propiedad industrial u otros tipos de propiedad intelectual que
conociera o no hubiera podido ignorar en el momento de la celebración del contrato, siempre que
los derechos o pretensiones se basen en la propiedad industrial u otros tipos de propiedad
intelectual: a) en virtud de la ley del Estado en que hayan de revenderse o utilizarse las
mercaderías, si las partes hubieren previsto en el momento de la celebración del contrato que las
mercaderías se revenderían o utilizarían en ese Estado; o b) en cualquier otro caso, en virtud de la
ley del Estado en que el comprador tenga su establecimiento.
j) Si el vendedor no cumple cualquiera de las obligaciones que le incumben conforme al
contrato o a la Convención, el comprador podrá: a) ejercer los derechos establecidos; b) exigir la
indemnización de los daños y perjuicios. El comprador no perderá el derecho a exigir la
indemnización de los daños y perjuicios aunque ejercite cualquier otra acción conforme a su
derecho. Cuando el comprador ejercite una acción por incumplimiento del contrato, el juez o el
árbitro no podrán conceder al vendedor ningún plazo de gracia.
k) El comprador no podrá exigir al vendedor el cumplimiento de sus obligaciones, a menos
que haya ejercitado un derecho o acción incompatible con esa exigencia. Si las mercaderías no
fueren conformes al contrato, el comprador podrá exigir la entrega de otras mercaderías en
sustitución de aquéllas sólo si la falta de conformidad constituye un incumplimiento esencial del
contrato y la petición de sustitución de las mercaderías se formula al hacer la comunicación o
dentro de un plazo razonable a partir de ese momento. Si las mercaderías no fueren conformes al
contrato, el comprador podrá exigir al vendedor que las repare para subsanar la falta de
conformidad, a menos que esto no sea razonable habida cuenta de todas las circunstancias. La
petición de que se reparen las mercaderías deberá formularse al hacer la comunicación o dentro
de un plazo razonable a partir de ese momento. El comprador podrá fijar un plazo suplementario
de duración razonable para el cumplimiento por el vendedor de las obligaciones que le incumban.
El comprador, a menos que haya recibido la comunicación del vendedor de que no cumplirá lo
que le incumbe en el plazo fijado conforme al párrafo precedente, no podrá, durante ese plazo,
ejercitar acción alguna por incumplimiento del contrato. Sin embargo, el comprador no perderá
por ello el derecho a exigir la indemnización de los daños y perjuicios por demora en el
cumplimiento.
l) El vendedor podrá, incluso después de la fecha de entrega, subsanar a su propia costa todo
incumplimiento de sus obligaciones, si puede hacerlo sin una demora excesiva y sin causar al
comprador inconvenientes excesivos o incertidumbre en cuanto al reembolso por el vendedor de
los gastos anticipados por el comprador. No obstante, el comprador conservará el derecho a exigir
la indemnización de los daños y perjuicios conforme a la Convención. Si el vendedor pide al
comprador que le haga saber si acepta el cumplimiento y el comprador no atiende la petición en
un plazo razonable, el vendedor podrá cumplir sus obligaciones en el plazo indicado en su
petición. El comprador no podrá, antes del vencimiento de ese plazo, ejercitar ningún derecho o
acción incompatible con el cumplimiento por el vendedor de las obligaciones que le incumban.
Cuando el vendedor comunique que cumplirá sus obligaciones en un plazo determinado, se
presumirá que pide al comprador que le haga saber su decisión conforme al párrafo precedente.
La petición o comunicación hecha por el vendedor no surtirá efecto a menos que sea recibida por
el comprador.
m) El comprador podrá declarar resuelto el contrato: a) si el incumplimiento por el vendedor
de cualquiera de las obligaciones que le incumban conforme al contrato o a la Convención
constituye un incumplimiento esencial del contrato; o b) en caso de falta de entrega, si él
vendedor no entrega las mercaderías dentro del plazo suplementario fijado por el comprador o si
declara que no efectuará la entrega dentro del plazo así fijado. No obstante, en los casos en que el
vendedor haya entregado las mercaderías, el comprador perderá el derecho a declarar resuelto el
contrato si no lo hace: a) en caso de entrega tardía, dentro de un plazo razonable después de que
haya tenido conocimiento de que se ha efectuado la entrega: b) en caso de incumplimiento
distinto de la entrega tardía, dentro de un plazo razonable: i) después de que haya tenido o
debiera haber tenido conocimiento del incumplimiento; ii) después del vencimiento del plazo
suplementario fijado por el comprador o después de que el vendedor haya declarado que no
cumplirá sus obligaciones dentro de ese plazo suplementario; o iii) después del vencimiento del
plazo suplementario indicado por el vendedor, o después de que el comprador haya declarado que
no aceptará el cumplimiento.
n) Si las mercaderías no fueren conformes al contrato, háyase pagado o no el precio, el
comprador podrá rebajar el precio proporcionalmente a la diferencia existente entre el valor que
las mercaderías efectivamente entregadas tenían en el momento de la entrega y el valor que
habrían tenido en ese momento mercaderías conformes al contrato.
Sin embargo, el comprador no podrá rebajar el precio si el vendedor subsana cualquier
incumplimiento de sus obligaciones o si el comprador se niega a aceptar el cumplimiento por el
vendedor conforme a esos artículos.
o) El comprador podrá declarar resuelto el contrato en su totalidad sólo si la entrega parcial o
no conforme al contrato constituye un incumplimiento esencial de éste. Si el vendedor entrega las
mercaderías antes de la fecha fijada, el comprador podrá aceptar o rehusar su recepción. Si el
vendedor entrega una cantidad de mercaderías mayor que la expresada en el contrato, el
comprador podrá aceptar o rehusar la recepción de la cantidad excedente. Si el comprador acepta
la recepción de la totalidad o de parte de la cantidad excedente, deberá pagarla al precio del
contrato.
p) El comprador deberá pagar el precio de las mercaderías y recibirlas en las condiciones
establecidas en el contrato y en la Convención. La obligación del comprador de pagar el precio
comprende la de adoptar las medidas y cumplir los requisitos fijados por el contrato o por las
leyes o los reglamentos pertinentes para que sea posible el pago. Cuando el contrato haya sido
válidamente celebrado pero en él ni expresa ni tácitamente se haya señalado el precio o
estipulado un medio para determinarlo, se considerará, salvo indicación en contrario, que las
partes han hecho referencia implícitamente al precio generalmente cobrado en el momento de la
celebración del contrato por tales mercaderías, vendidas en circunstancias semejantes, en el
tráfico mercantil de que se trate. Cuando el precio se señale en función del peso de las
mercaderías, será el peso neto, en caso de duda, el que determine dicho precio.
q) El comprador, si no estuviere obligado a pagar el precio en otro lugar determinado, deberá
pagarlo al vendedor: a) en el establecimiento del vendedor; o b) si el pago debe hacerse contra
entrega de las mercaderías o de documentos, en el lugar en que se efectúe la entrega. 2) El
vendedor deberá soportar todo aumento de los gastos relativos al pago ocasionado por un cambio
de su establecimiento acaecido después de la celebración del contrato. El comprador, si no
estuviere obligado a pagar el precio en otro momento determinado, deberá pagarlo cuando el
vendedor ponga a su disposición las mercaderías o los correspondientes documentos
representativos conforme al contrato y a la presente Convención. El vendedor podrá hacer del
pago una condición para la entrega de las mercaderías o los documentos. Si el contrato implica el
transporte de las mercaderías, el vendedor podrá expedirlas estableciendo que las mercaderías o
los correspondientes documentos representativos no se pondrán en poder del comprador más que
contra el pago del precio. El comprador no estará obligado a pagar el precio mientras no haya
tenido la posibilidad de examinar las mercaderías, a menos que las modalidades de entrega o de
pago pactadas por las partes sean incompatibles con esa posibilidad. El comprador deberá pagar
el precio en la fecha fijada o que pueda determinarse con arreglo al contrato y a la Convención,
sin necesidad de requerimiento ni de ninguna otra formalidad por parte del vendedor. La
obligación del comprador de proceder a la recepción consiste: a) en realizar todos los actos que
razonablemente quepa esperar de él para que el vendedor pueda efectuar la entrega; y b) en
hacerse cargo de las mercaderías.
r) Si el comprador no cumple cualquiera de las obligaciones que le incumben conforme al
contrato o a la Convención, el vendedor podrá: a) ejercer los derechos establecidos; b) exigir la
indemnización de los daños y perjuicios. El vendedor no perderá el derecho a exigir la
indemnización de los daños y perjuicios aunque ejercite cualquier otra acción conforme a su
derecho. Cuando el vendedor ejercite una acción por incumplimiento del contrato, el juez o el
árbitro no podrán conceder al comprador ningún plazo de gracia. El vendedor podrá exigir al
comprador que pague el precio, que reciba las mercaderías o que cumpla las demás obligaciones
que le incumban, a menos que el vendedor haya ejercitado un derecho o acción incompatible con
esa exigencia. El vendedor podrá fijar un plazo suplementario de duración razonable para el
cumplimiento por el comprador de las obligaciones que le incumban. El vendedor, a menos que
haya recibido comunicación del comprador de que no cumplirá lo que le incumbe en el plazo
fijado conforme al párrafo precedente, no podrá, durante ese plazo, ejercitar acción alguna por
incumplimiento del contrato. Sin embargo, el vendedor no perderá por ello el derecho que pueda
tener a exigir la indemnización de los daños y perjuicios por demora en el cumplimiento.
s) El vendedor podrá declarar resuelto el contrato: a) si el incumplimiento por el comprador de
cualquiera de las obligaciones que le incumban conforme al contrato o a la Convención
constituye un incumplimiento esencial del contrato; o b) si el comprador no cumple su obligación
de pagar el precio o no recibe las mercaderías dentro del plazo suplementario fijado por el
vendedor o si declara que no lo hará dentro del plazo así fijado. No obstante, en los casos en que
el comprador haya pagado el precio, el vendedor perderá el derecho a declarar resuelto el
contrato si no lo hace: a) en caso de cumplimiento tardío por el comprador, antes de que el
vendedor tenga conocimiento de que se ha efectuado el cumplimiento; o b) en caso de
incumplimiento distinto del cumplimiento tardío por el comprador, dentro de un plazo razonable:
i) después de que el vendedor haya tenido o debiera haber tenido conocimiento del
incumplimiento; o ii) después del vencimiento del plazo suplementario fijado por el vendedor, o
después de que el comprador haya declarado que no cumplirá sus obligaciones dentro de ese
plazo suplementario.
t) Si conforme al contrato correspondiere al comprador especificar la forma, las dimensiones u
otras características de las mercaderías y el comprador no hiciere tal especificación en la fecha
convenida o en un plazo razonable después de haber recibido un requerimiento del vendedor, éste
podrá, sin perjuicio de cualesquiera otros derechos que le correspondan, hacer la especificación él
mismo de acuerdo con las necesidades del comprador que le sean conocidas. El vendedor, si
hiciere la especificación él mismo, deberá informar de sus detalles al comprador y fijar un plazo
razonable para que éste pueda hacer una especificación diferente. Si, después de recibir esa
comunicación, el comprador no hiciere uso de esta posibilidad dentro del plazo así fijado, la
especificación hecha por el vendedor tendrá fuerza vinculante.
u) La pérdida o el deterioro de las mercaderías sobrevenidos después de la transmisión del
riesgo al comprador no liberarán a éste de su obligación de pagar el precio, a menos que se deban
a un acto u omisión del vendedor. Cuando el contrato de compraventa implique el transporte de
las mercaderías y el vendedor no esté obligado a entregarlas en un lugar determinado, el riesgo se
transmitirá al comprador en el momento en que las mercaderías se pongan en poder del primer
porteador para que las traslade al comprador conforme al contrato de compraventa. Cuando el
vendedor esté obligado a poner las mercaderías en poder de un porteador en un lugar
determinado, el riesgo no se transmitirá al comprador hasta que las mercaderías se pongan en
poder del porteador en ese lugar. El hecho de que el vendedor esté autorizado a retener los
documentos representativos de las mercaderías no afectará a la transmisión del riesgo. Sin
embargo, el riesgo no se transmitirá al comprador hasta que las mercaderías estén claramente
identificadas a los efectos del contrato mediante señales en ellas, mediante los documentos de
expedición, mediante comunicación enviada al comprador o de otro modo. El riesgo respecto de
las mercaderías vendidas en tránsito se transmitirá al comprador desde el momento de la
celebración del contrato. No obstante, si así resultare de las circunstancias, el riesgo será asumido
por el comprador desde el momento en que las mercaderías se hayan puesto en poder del
porteador que haya expedido los documentos acreditativos del transporte. Sin embargo, si en el
momento de la celebración del contrato de compraventa el vendedor tuviera o debiera haber
tenido conocimiento de que las mercaderías habían sufrido pérdida o deterioro y no lo hubiera
revelado al comprador, el riesgo de la pérdida o deterioro será de cuenta del vendedor. Si el
comprador estuviere obligado a hacerse cargo de las mercaderías en un lugar distinto de un
establecimiento del vendedor, el riesgo se transmitirá cuando deba efectuarse la entrega y el
comprador tenga conocimiento de que las mercaderías están a su disposición en ese lugar. Si el
contrato versa sobre mercaderías aún sin identificar, no se considerará que las mercaderías se han
puesto a disposición del comprador hasta que estén claramente identificadas a los efectos del
contrato.
v) Cualquiera de las partes podrá diferir el cumplimiento de sus obligaciones si, después de la
celebración del contrato resulta manifiesto que la otra parte no cumplirá una parte sustancial de
sus obligaciones a causa de: a) un grave menoscabo de su capacidad para cumplirlas o de su
solvencia, o b) su comportamiento al disponerse a cumplir o al cumplir el contrato. El vendedor,
si ya hubiere expedido las mercaderías antes de que resulten evidentes los motivos a que se
refiere el párrafo precedente, podrá oponerse a que las mercaderías se pongan en poder del
comprador, aun cuando éste sea tenedor de un documento que le permita obtenerlas. Este párrafo
concierne sólo a los derechos respectivos del comprador y del vendedor sobre las mercaderías. La
parte que difiera el cumplimiento de lo que le incumbe, antes o después de la expedición de las
mercaderías, deberá comunicarlo inmediatamente a la otra parte y deberá proceder al
cumplimiento si esa otra parte da seguridades suficientes de que cumplirá sus obligaciones. Si
antes de la fecha de cumplimiento fuere patente que una de las partes incurrirá en incumplimiento
esencial del contrato, la otra parte podrá declararlo resuelto. Si hubiere tiempo para ello, la parte
que tuviere la intención de declarar resuelto el contrato deberá comunicarlo con antelación
razonable a la otra parte para que ésta pueda dar seguridades suficientes de que cumplirá sus
obligaciones. Los requisitos del párrafo precedente no se aplicarán si la otra parte hubiere
declarado que no cumplirá sus obligaciones.
w) En los contratos que estipulen entregas sucesivas de mercaderías, si el incumplimiento por
una de las partes de cualquiera de sus obligaciones relativas a cualquiera de las entregas
constituye un incumplimiento esencial del contrato en relación con esa entrega, la otra parte
podrá declarar resuelto el contrato en lo que respecta a esa entrega. Si el incumplimiento por una
de las partes de cualquiera de sus obligaciones relativas a cualquiera de las entregas da a la otra
parte fundados motivos para inferir que se producirá un incumplimiento esencial del contrato en
relación con futuras entregas, esa otra parte podrá declarar resuelto el contrato para el futuro,
siempre que lo haga dentro de un plazo razonable. El comprador que declare resuelto el contrato
respecto de cualquier entrega podrá, al mismo tiempo, declararlo resuelto respecto de entregas ya
efectuadas o de futuras entregas si, por razón de su interdependencia, tales entregas no pudieren
destinarse al uso previsto por las partes en el momento de la celebración del contrato.
x) La indemnización de daños y perjuicios por el incumplimiento del contrato en que haya
incurrido una de las partes comprenderá el valor de la pérdida sufrida y el de la ganancia dejada
de obtener por la otra parte como consecuencia del incumplimiento. Esa indemnización no podrá
exceder de la pérdida que la parte que haya incurrido en incumplimiento hubiera previsto o
debiera haber previsto en el momento de la celebración del contrato, tomando en consideración
los hechos de que tuvo o debió haber tenido conocimiento en ese momento, como consecuencia
posible del incumplimiento del contrato. Si se resuelve el contrato y si, de manera razonable y
dentro de un plazo razonable después de la resolución, el comprador procede a una compra de
reemplazo o el vendedor a una venta de reemplazo, la parte que exija la indemnización podrá
obtener la diferencia entre el precio del contrato y el precio estipulado en la operación de
reemplazo, así como cualesquiera otros daños y perjuicios. Si se resuelve el contrato y existe un
precio corriente de las mercaderías, la parte que exija la indemnización podrá obtener, si no ha
procedido a una compra de reemplazo o a una venta de reemplazo, la diferencia entre el precio
señalado en el contrato y el precio corriente en el momento de la resolución, así como
cualesquiera otros daños y perjuicios exigibles. No obstante, si la parte que exija la
indemnización ha resuelto el contrato después de haberse hecho cargo de las mercaderías, se
aplicará el precio corriente en el momento en que se haya hedió cargo de ellas en vez del precio
corriente en el momento de la resolución. La parte que invoque el incumplimiento del contrato
deberá adoptar las medidas que sean razonables, atendidas las circunstancias, para reducir la
pérdida, incluido el lucro cesante, resultante del incumplimiento. Si no adopta tales medidas, la
otra parte podrá pedir que se reduzca la indemnización de los danos y perjuicios en la cuantía en
que debía haberse reducido la pérdida.
y) Si una parte no paga el precio o cualquier otra suma adeudada, la otra parte tendrá derecho
a percibir los intereses correspondientes, sin perjuicio de toda acción de indemnización de los
daños y perjuicios exigibles.
z) Una parte no será responsable de la falta de cumplimiento de cualquiera de sus obligaciones
si prueba que esa falta de cumplimiento se debe a un impedimento ajeno a su voluntad y si no
cabía razonablemente esperar que tuviese en cuenta el impedimento en el momento de la
celebración del contrato, que lo evitase o superase o que evitase o superase sus consecuencias. Si
la falta de cumplimiento de una de las partes se debe a la falta de cumplimiento de un tercero al
que haya encargado la ejecución total o parcial del contrato, esa parte sólo quedará exonerada de
responsabilidad: a) si está exonerada conforme al párrafo precedente, y b) si el tercero encargado
de la ejecución también estaría exonerado en el caso de que se le aplicaran las disposiciones de
ese párrafo. La exoneración surtirá efecto mientras dure el impedimento. La parte que no haya
cumplido sus obligaciones deberá comunicar a la otra parte el impedimento y sus efectos sobre su
capacidad para cumplirlas. Si la otra parte no recibiera la comunicación dentro de un plazo
razonable después de que la parte que no haya cumplido tuviera o debiera haber tenido
conocimiento del impedimento, esta última parte será responsable de los daños y perjuicios
causados por esa falta de recepción. Una parte no podrá invocar el incumplimiento de la otra en
la medida en que tal incumplimiento haya sido causado por acción u omisión de aquélla.
aa) La resolución del contrato liberará a las dos partes de sus obligaciones, salvo a la
indemnización de daños y perjuicios que pueda ser debida. La resolución no afectará a las
estipulaciones del contrato relativas a la solución de controversias ni a ninguna otra estipulación
del contrato que regule los derechos y obligaciones de las partes en caso de resolución. La parte
que haya cumplido total o parcialmente el contrato podrá reclamar a la otra parte la restitución de
lo que haya suministrado o pagado conforme al contrato. Si las dos partes están obligadas a
restituir, la restitución deberá realizarse simultáneamente.
bb) El comprador perderá el derecho a declarar resuelto el contrato o a exigir al vendedor la
entrega de otras mercaderías en sustitución de las recibidas cuando le sea imposible restituir éstas
en un estado sustancialmente idéntico a aquél en que las hubiera recibido. El párrafo precedente
no se aplicará: a) si la imposibilidad de restituir las mercaderías o de restituirlas en un estado
sustancialmente idéntico a aquél en que el comprador las hubiera recibido no fuere imputable a
un acto u omisión de éste; b) si las mercaderías o una parte de ellas hubieren perecido o se
hubieren deteriorado como consecuencia del examen; o c) si el comprador, antes de que
descubriera o debiera haber descubierto la falta de conformidad, hubiere vendido las mercaderías
o una parte de ellas en el curso normal de sus negocios o las hubiere consumido o transformado
conforme a un uso normal. El comprador que haya perdido el derecho a declarar resuelto el
contrato o a exigir al vencedor la entrega de otras mercaderías en sustitución de las recibidas,
conservará todos los demás derechos y acciones que le correspondan conforme al contrato y a la
Convención.
cc) El vendedor, si estuviere obligado a restituir el precio, deberá abonar también los intereses
correspondientes a partir de la fecha en que se haya efectuado el pago. El comprador deberá
abonar al vendedor el importe de todos los beneficios que haya obtenido de las mercaderías o de
una parte de ellas: a) cuando deba restituir las mercaderías o una parte de ellas; o b) cuando le sea
imposible restituir la totalidad o una parte de las mercaderías o restituir la totalidad o una parte de
las mercaderías en un estado sustancialmente idéntico a aquél en que las hubiera recibido, pero
haya declarado resuelto el contrato o haya exigido al vendedor la entrega de otras mercaderías en
sustitución de las recibidas.
dd) Si el comprador se demora en la recepción de las mercaderías o, cuando el pago del precio
y la entrega de las mercaderías deban hacerse simultáneamente, no paga el precio, el vendedor, si
está en posesión de las mercaderías o tiene de otro modo poder de disposición sobre ellas, deberá
adoptar las medidas que sean razonables, atendidas las circunstancias, para su conservación. El
vendedor tendrá derecho a retener las mercaderías hasta que haya obtenido del comprador el
reembolso de los gastos razonables que haya realizado. El comprador, si ha recibido las
mercaderías y tiene la intención de ejercer cualquier derecho a rechazarlas que le corresponda
conforme al contrato o a la Convención, deberá adoptar las medidas que sean razonables,
atendidas las circunstancias, para su conservación.
ee) El comprador tendrá derecho a retener las mercaderías hasta que haya obtenido del
vendedor el reembolso de los gastos razonables que haya realizado. Si las mercaderías expedidas
al comprador han sido puestas a disposición de éste en el lugar de destino y el comprador ejerce
el derecho a rechazarlas, deberá tomar posesión de ellas por cuenta del vendedor, siempre que
ello pueda hacerse sin pago del precio y sin inconvenientes ni gastos excesivos.
ff) La parte que esté obligada a adoptar medidas para la conservación de las mercaderías podrá
depositarlas en los almacenes de un tercero a expensas de la otra parte, siempre que los gastos
resultantes no sean excesivos.
gg) La parte que esté obligada a conservar las mercaderías podrá venderlas por cualquier
medio apropiado si la otra parte se ha demorado excesivamente en tomar posesión de ellas, en
aceptar su devolución o en pagar el precio o los gastos de su conservación, siempre que
comunique con antelación razonable a esa otra parte su intención de vender. Si las mercaderías
están expuestas a deterioro rápido, o si su conservación entraña gastos excesivos, la parte que
esté obligada a conservarlas deberá adoptar medidas razonables para venderlas. En la medida de
lo posible deberá comunicar a la otra parte su intención de vender. La parte que venda las
mercaderías tendrá derecho a retener del producto de la venta una suma igual a los gastos
razonables de su conservación y venta. Esa parte deberá abonar el saldo a la otra parte.

Finalmente, la parte IV, se refiere a las disposiciones generales,


destacando lo siguiente:
a) El Secretario General de las Naciones Unidas queda designado depositario de la
Convención.
b) La Convención no prevalecerá sobre ningún acuerdo internacional ya celebrado o que se
celebre que contenga disposiciones relativas a las materias que se rigen por la presente
Convención, siempre que las partes tengan sus establecimientos en Estados partes en ese acuerdo.
c) La Convención estará abierta a la firma en la sesión de clausura de la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías y
permanecerá abierta a la firma de todos los Estados en la Sede de las Naciones Unidas, Nueva
York, hasta el 30 de septiembre de 1981:
a') La Convención estará sujeta a ratificación, aceptación o aprobación por los Estados
signatarios.
b') La Convención estará abierta a la adhesión de todos los Estados que no sean Estados
signatarios desde la fecha en que quede abierta a la firma.
c') Los instrumentos de ratificación, aceptación, aprobación y adhesión se depositarán en
poder del Secretario General de las Naciones Unidas.
d) Todo Estado Contratante podrá declarar en el momento de la firma, la ratificación, la
aceptación, la aprobación o la adhesión que no quedará obligado por la Parte II de la Convención
o que no quedará obligado por la Parte III de la Convención. Todo Estado Contratante que haga
una declaración conforme al párrafo precedente respecto de la Parte II o de la Parte III de la
presente Convención no será considerado Estado Contratante a los efectos del párrafo 1) de la
presente Convención respecto de las materias que se rijan por la parte a la que se aplique la
declaración.
e) Todo Estado podrá declarar en el momento del depósito de su instrumento de ratificación,
aceptación, aprobación o adhesión que no quedará obligado por el apartado b) del párrafo 1) del
artículo 1 de la Convención.
f) El Estado Contratante cuya legislación exija que los contratos de compraventa se celebren o
se prueben por escrito podrá hacer en cualquier momento una declaración conforme al artículo 12
en el sentido de que cualquier disposición del artículo 11, del artículo 29 o de la Parte II de la
Convención que permita que la celebración, la modificación o la extinción por mutuo acuerdo del
contrato de compraventa, o la oferta, la aceptación o cualquier otra manifestación de intención, se
hagan por un procedimiento que no sea por escrito no se aplicará en el caso de que cualquiera de
las partes tenga su establecimiento en ese Estado.
g) La Convención entrará en vigor, el primer día del mes siguiente a la expiración de un plazo
de doce meses contados desde la fecha en que haya sido depositado el décimo instrumento de
ratificación, aceptación, aprobación o adhesión, incluido todo instrumento que contenga una
declaración hecha conforme al artículo 92.
h) Cuando un Estado ratifique, acepte o apruebe la Convención, o se adhiera a ella, después de
haber sido depositado el décimo instrumento de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión,
la Convención, salvo la parte excluida, entrará en vigor respecto de ese Estado, sin perjuicio de lo
dispuesto en el párrafo 6) de este artículo, el primer día del mes siguiente a la expiración de un
plazo de doce meses contados desde la fecha en que haya depositado su instrumento de
ratificación, aceptación, aprobación o adhesión.
i) Todo Estado que ratifique, acepte o apruebe la Convención, o se adhiera a ella, y que sea
parte en la Convención relativa a una Ley Uniforme sobre la Formación de Contratos para la
Venta Internacional de Mercaderías hecha en La Haya el 1° de julio de 1964 (Convención de La
Haya sobre la Formación, de 1964) o en la Convención relativa a una Ley Uniforme sobre la
Venta Internacional de Mercaderías hecha en La Haya el 1° de julio de 1964 (Convención de La
Haya sobre la venta, de 1964), o en ambas Convenciones, deberá denunciar al mismo tiempo,
según el caso, la Convención de La Haya sobre la Venta, de 1964, la Convención de La Haya
sobre la Formación, de 1964, o ambas Convenciones, mediante notificación al efecto al Gobierno
de los Países Bajos.
j) Todo Estado parte en la Convención de La Haya sobre la Venta, de 1964, que ratifique,
acepte o apruebe la presente Convención, o se adhiera a ella, y que declare o haya declarado
conforme al artículo 92 que no quedará obligado por la Parte II de la presente Convención
denunciará en el momento de la ratificación, la aceptación, la aprobación o la adhesión la
Convención de La Haya sobre la Venta, de 19647 mediante notificación al efecto al Gobierno de
los Países Bajos.
k) Todo Estado parte en la Convención de La Haya sobre la Formación, de 1964, que ratifique,
acepte o apruebe la presente Convención, o se adhiera a ella, y que declare o haya declarado
conforme al artículo 92 que no quedará obligado por la Parte III de la presente Convención
denunciará en el momento de la ratificación, la aceptación, la aprobación o la adhesión la
Convención de La Haya sobre la Formación, de 1964, mediante notificación al efecto al
Gobierno de los Países Bajos. A los efectos de este artículo, las ratificaciones, aceptaciones,
aprobaciones y adhesiones formuladas respecto de la presente Convención por Estados partes en
la Convención de La Haya sobre la formación, de 1964, o en la Convención de La Haya sobre la
Venta, de 1964, no surtirán efecto hasta que las denuncias que esos Estados deban hacer, en su
caso, respecto de estas dos últimas Convenciones hayan surtido a su vez efecto. El depositario de
la presente Convención consultará con el Gobierno de los Países Bajos, como depositario de las
Convenciones de 1964, a fin de lograr la necesaria coordinación a este respecto.
l) La presente Convención se aplicará a la formación del contrato sólo cuando la propuesta de
celebración del contrato se haga en la fecha de entrada en vigor de la Convención respecto de los
Estados Contratantes a que se refiere el apartado a) del párrafo 1) del artículo 1 o respecto del
Estado Contratante a que se refiere el apartado b) del párrafo 1) del artículo 1, o después de esa
fecha.
m) La presente Convención se aplicará a los contratos celebrados en la fecha de entrada en
vigor de la presente Convención respecto de los Estados Contratantes a que se refiere el apartado
a) del párrafo 1) del artículo 1 o respecto del Estado Contratante a que se refiere el apartado b)
del párrafo 1) del artículo 1, o después de esa fecha.
n) Todo Estado Contratante podrá denunciar la presente Convención, o su Parte II o su Parte
III, mediante notificación formal hecha por escrito al depositario. La denuncia surtirá efecto el
primer día del mes siguiente a la expiración de un plazo de doce meses contados desde la fecha
en que la notificación haya sido recibida por el depositario. Cuando en la notificación se
establezca un plazo más largo para que la denuncia surta efecto, la denuncia surtirá efecto a la
expiración de ese plazo, contado desde la fecha en que la notificación haya sido recibida por el
depositario.

Hecha en Viena, el día once de abril de mil novecientos ochenta, en un


solo original, cuyos textos en árabe, chino, español, francés, inglés y ruso
son igualmente auténticos. En testimonio de lo cual, los plenipotenciarios
infrascritos, debidamente autorizados por sus respectivos Gobiernos, han
firmado la presente Convención.

8. LAS PERMUTAS MERCANTILES


Derivada de las antiguas prácticas mercantiles de los comerciantes en el
inicio del comercio, aparece la figura del trueque que implicaba el
intercambio de mercancías, y que en su forma actual encuentra equivalente
en la permuta.
En relación con la permuta mercantil, la única referencia legal se
contiene en el artículo 388 del Código de Comercio que establece: las
disposiciones relativas al contrato de compraventa, son aplicables al de
permuta mercantil, salva la naturaleza de éste.
Al no existir en la legislación mercantil disposiciones en torno al
contrato de referencia, corresponderá al Código Civil Federal servir de
fuente supletoria al mismo.

9. LA CESIÓN DE DERECHOS MERCANTIL


Situación similar se presenta respecto de la cesión de derechos en
materia mercantil, que comprendida en el capítulo III del título Sexto,
contando con tan solo tres artículos, hace necesaria también la aplicación
supletoria del derecho común. Los artículos de referencia son:
Artículo 389.—Los créditos mercantiles que no sean al portador ni endosables, se trasferirán
por medio de cesión.
Artículo 390.—La cesión producirá sus efectos legales con respecto al deudor desde que le sea
notificada ante dos testigos.
Artículo 391.—Salvo pacto en contrario, el cedente de un crédito mercantil responderá tan
solo de la legitimidad del crédito y de la personalidad con que hizo la cesión.

OLVERA DE LUNA[29] entiende a la cesión como un acto jurídico en virtud


del cual un acreedor trasmite los derechos que tiene respecto de su deudor a
un tercero ajeno a la relación original; y agrega que así subsiste el mismo
crédito, el mismo deudor, pero respecto a diverso acreedor.

NOTAS

[1] DÍAZ BRAVO, Arturo., op. cit., p. 70.


[2] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 3.
[3] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 145.
[4] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 473.
[5] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 156.
[6] Tratándose de compraventa de bienes inmuebles, como las mismas no son reguladas por el
Código de Comercio, se hace necesaria la aplicación del Código Civil Federal, cuyos artículos 2316,
2317 y 2320, establecen respectivamente: Artículo 2316.—El contrato de compraventa no requiere
para su validez formalidad alguna especial, sino cuando recae sobre un inmueble; Artículo 2317.—La
enajenación de bienes inmuebles, cuyo valor de avalúo no exceda al equivalente a trescientas sesenta
y cinco veces el salario mínimo general diario vigente en el Distrito Federal, en el momento de la
operación, y la constitución o transmisión de derechos reales estimados hasta la misma cantidad o
que garanticen un crédito no mayor a dicha suma, podrán otorgarse en documento privado firmado
por los contratantes ante dos testigos cuyas firmas se ratifiquen ante notario, juez competente, o
Registro Público de la Propiedad…; Por su parte el artículo 2320 establece: si el valor de avalúo del
inmueble excede de trescientos sesenta y cinco veces el salario mínimo general diario vigente en el
Distrito Federal, en el momento de la operación, su venta se hará en escritura pública salvo lo
dispuesto por el artículo 2317.
[7] Véase Capítulo II, Fuentes de las obligaciones. El perfeccionamiento del contrato.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., ap. cit., p. 148.
[9] DÍAZ BRAVO, Arturo., op. cit., p. 72.
[10] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 164 y 167.
[11] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 6.
[12] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 8.
[13] COMPRAVENTA MERCANTIL.—Para que exista compraventa mercantil de bienes raíces, se
requiere que dicho contrato se celebre con el propósito de especulaciones comerciales, y si del
contrato no se deduce, de una manera clara y precisa semejante intención, es necesario acudir a otras
pruebas para demostrar el carácter mercantil del contrato, pues cuando se trata de actos mercantiles
aislados, es evidente que su naturaleza se puede justificar por todos los medios permitidos por el
derecho común mercantil, y que esa prueba corresponde al que afirma que un acto tiene tal carácter;
porque siendo la Ley Mercantil una ley especial, al que pretenda sustraer un acto al impero de la ley
común, para sujetarlo a la Ley Mercantil, toca demostrar que esa ley especial es aplicable; y, en todo
caso, debe atenderse a lo prescrito por el Código de Comercio, que manda que si de las partes
contratantes, una fuere comerciante y la otra no, el juicio que se promueva por razón del contrato, no
puede tener el carácter de mercantil si se endereza contra el comerciante. TOMO XXII, Pág. 684.
Siller Gabriel. 24 de marzo de 1928. 10 votos. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Quinta Época. Tomo XXII. Tesis: Página: 684. Tesis Aislada.
[14] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 10.
[15] Ibid, p. 11.
[16] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 158.
[17] Véase Capítulo II, relativo a las obligaciones mercantiles.
[18] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 150.
[19] DÍAZ BRAVO, Arturo., op. cit., p. 84.
[20] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 161.
[21] DÍAZ BRAVO, Arturo., op. cit., p. 81.
[22] Este artículo se refiere evidentemente a la lesión, que vicia el consentimiento, y que se
regula por el Código Civil Federal en su artículo 17, al establecer: cuando alguno, explotando la
suma ignorancia, notoria inexperiencia o extrema miseria de otro; obtiene un lucro excesivo que sea
evidentemente desproporcionado a lo que él por su parte se obliga, el perjudicado tiene derecho a
elegir entre pedir la nulidad del contrato o la reducción equitativa de su obligación, más el pago de
los correspondientes daños y perjuicios. El derecho concedido en este artículo dura un año.
[23] ROJINA VILLEGAS, Rafael, op. cit., p. 114.
[24] Ibid., pp. 124 y 125.
[25] En el sentido expresado se han pronunciado lo tribunales Colegiados de Circuito, al
sostener: LESIÓN EN LOS ACTOS DE COMERCIO. APLICACIÓN SUPLETORIA DEL ARTÍCULO 17 DEL CÓDIGO CIVIL PARA
EL DISTRITO FEDERAL EN MATERIA COMÚN Y PARA TODA LA REPÚBLICA EN MATERIA FEDERAL.—Como está fuera
de toda duda que la figura jurídica de la lesión en su forma moderna, llamada por la doctrina “lesión
calificada” por su propia naturaleza subjetiva, necesariamente se refiere a la persona misma de quien
la sufre y no al acto jurídico en sí, ni, por tanto, al comercial, es claro que las acciones que de ellas se
deriven no pueden regirse por el estatuto del acto comercial. Siendo ello así, y por no establecer el
Código de Comercio norma alguna sobre las acciones de nulidad derivadas de la expresada figura
jurídica, es concluyente que se tiene que recurrir al Código Civil para colmar la laguna, en vista de la
supletoriedad establecida al respecto por el artículo 2° de dicho Código de Comercio y
principalmente por su artículo 81 que en forma expresa estatuye que “Con las modificaciones y
restricciones de este código, serán aplicables a los actos mercantiles las disposiciones del derecho
civil acerca de la capacidad de los contratantes, y de las excepciones y causas que rescinden o
invalidan los contratos.” SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL DÉCIMO PRIMER CIRCUITO. Amparo directo
271/98. José Wilfrido López Padilla. 29 de abril de 1998. Unanimidad de votos. Ponente: Raúl
Murillo Delgado. Secretaria: Norma Navarro Orozco. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VII, Junio de 1998.
Tesis: X1.2o.68 C. Página: 668. Tesis Aislada.
[26] COMPRAVENTAS MERCANTILES. NO SE RESCINDEN POR CAUSA DE LESIÓN.—Ya provenga el concepto
de lesión de la contestación a la demanda, de la sentencia definitiva de primer grado, o del texto de
los agravios planteados en la alzada por la parte reo, la ley mercantil es precisa en cuanto a
determinar en su artículo 385 que las ventas mercantiles no se rescinden por causa de lesión. Amparo
directo 7056/81. Harris Corporation. 14 de mayo de 1984. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Ernesto
Díaz Infante. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época.
Volumen 181-186. Cuarta Parte. Tesis: Página: 122. Tesis Aislada.
[27] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de derecho Mercantil, op. cit., pp. 38 y 39.
[28] OLVERA DE LUNA, OMar, Contratos Mercantiles, Porrúa, México, 1982, p. 66.
[29] Cfr., OLVERA DE LUNA, Ornar, op. cit., pp. 23 y 24.
CAPÍTULO III

CONTRATO DE COMISIÓN MERCANTIL

Por cuanto a sus antecedentes históricos se refiere VÁZQUEZ DEL


MERCADO[1] nos dice que la comisión ya se practicaba por los artesanos
desde la época de los egipcios en la edad antigua.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[2] por su parte señala que el fundamento de la
institución se halla en la circunstancia de que los comerciantes extranjeros o
forasteros podían utilizar el prestigio y el crédito de un comerciante de la
plaza en la que quería operar, al hacer éste la operación en su nombre, por
cuenta de aquél.

1. CONCEPTO
El concepto se otorga por el artículo 273 del Código de Comercio, que
establece: el mandato aplicado a actos concretos de comercio, se reputa
comisión mercantil.
Dice Barrera Graf[3] que la comisión es genérica, tanto la comisión
mandato como la comisión profesional, puede otorgarse en función de las
actividades del comitente, las que pueden ser de distinta naturaleza, y
ninguna se encuentra reglamentada en nuestro derecho.
Díaz Bravo[4] por su parte señala que no existe un concepto legal
autónomo de comisión mercantil; el precepto acoge el concepto civil de
mandato y se limita a precisar que cuando tal mandato se refiera a actos
concretos de comercio se reputa comisión mercantil. Y con la expresión de
que se trata, el legislador sólo quiso proscribir la existencia de un poder
general para actos de comercio, que únicamente es admisible respecto del
factor.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de comisión mercantil es típico, principal, formal, de tracto
instantáneo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es típico porque se encuentra regulado por el Código de Comercio.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque el artículo 274 de la ley de la materia establece que si
bien el comisionista, para desempeñar su encargo no necesitará poder
constituido en escritura pública, y que le es suficiente recibirlo inicialmente
por escrito o de palabra, cuando haya sido verbal se ha de ratificar por
escrito antes que el negocio concluya, con lo cual se establece la forma
escrita.
En el mismo sentido se expresa ARCE GARGOLLO[5] cuando señala: “es un
contrato formal o con forma impuesta porque la ley exige que se celebre por
escrito o si es pactado verbalmente, que se ratifique por escrito antes de que
el negocio concluya”.
Por lo anterior, no compartimos el punto de vista de VÁZQUEZ DEL
MERCADO[6] cuando señala que la forma escrita no es un elemento de validez
del negocio y que en cambio debe ser considerada como prueba, ya que la
ley exige para el acto en última instancia, y antes de que el mismo concluya,
la forma escrita.
Por lo que se refiere al perfeccionamiento del contrato, cabe referir que
de conformidad con el artículo 275, es libre el comisionista para aceptar o
no el encargo que se le hace por el comitente; y en caso de rehusarlo, lo
avisará así inmediatamente o por el correo más próximo al día en que
recibió la comisión, si el comitente no residiere en el mismo lugar.
Pero el comisionista que practique alguna gestión en desempeño del
encargo que le hizo el comitente, hará presumir que la acepta y que queda
sujeto a continuarlo hasta su conclusión, entendiéndose que acepta
tácitamente la comisión.
Además, de acuerdo con el artículo 277 aunque el comisionista rehúse
la comisión que se le confiera, no estará dispensado de practicar las
diligencias que sean de indispensable necesidad para la conservación de los
efectos que el comitente le haya remitido, hasta que éste provea de nuevo
encargado, sin que por practicar tales diligencias se entienda tácitamente
aceptada la comisión.
El art. 278 por su parte establece que cuando sin causa legal dejare el
comisionista de avisar que rehúsa la comisión, o de cumplir la expresa o
tácitamente aceptada, será responsable ante el comitente de todos los daños
que por ello le sobrevengan.
Es de tracto instantáneo porque el mandato otorgado es para la
realización de actos concretos de comercio.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
De acuerdo con el artículo 304, salvo pacto en contrario, todo
comisionista tiene derecho a ser remunerado por su trabajo. En caso de no
existir estipulación previa, el monto de la remuneración se regulará por el
uso de la plaza donde se realice la comisión.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


De conformidad con el artículo 273 del Código de Comercio, es
comitente el que confiere comisión mercantil y comisionista el que la
desempeña, en su calidad de auxiliar del comercio.
Quedando siempre obligado a las resultas de las gestiones ya
practicadas, el comitente podrá en cualquier tiempo revocar la comisión
conferida al comisionista.
La revocación realizada únicamente al comisionista, no puede ser
opuesta a terceros contratantes que no la conociesen, salvo el derecho del
comitente contra el comisionista.
Además, por muerte o inhabilitación del comisionista se entenderá
rescindido el contrato de comisión; pero por muerte o inhabilitación del
comitente no se rescindirá, aunque pueden revocarlo sus representantes.
En las operaciones hechas por el comisionista, con violación o con
exceso del encargo recibido, además de la indemnización a favor del
comitente de daños y perjuicios, será opcional para éste ratificarlas o
dejarlas a cargo del comisionista.
De conformidad con el artículo 281, en comisiones cuyo cumplimiento
exige provisión de fondos, no está obligado el comisionista a ejecutarlas,
mientras el comitente no se la haga en cantidad suficiente, y también podrá
suspenderlas cuando se hayan consumido los que tenía recibidos, por lo que
tal provisión constituye una obligación a cargo del comitente, y cuando el
comisionista se comprometa a anticipar fondos para el desempeño de la
comisión, estará obligado a suplirlos, excepto en el caso de suspensión de
pagos o quiebra del comitente (actualmente sería en el supuesto de
colocarse en situación de concurso mercantil).
Además, el comitente está obligado a satisfacer al contado al
comisionista, mediante cuenta justificada, el importe de todos sus gastos y
desembolsos, con el interés comercial desde el día en que los hubiere hecho.
En algo que se ha dado en llamar prenda tácita, los efectos que estén
real o virtualmente en poder del comisionista, se entenderán especial y
preferentemente obligados al pago de los derechos de comisión,
anticipaciones y gastos que el comisionista hubiere hecho por cuenta de
ellos, y no podrá ser desposeído de los mismos sin ser antes pagado.
“El derecho de retención implica que el comisionista no puede ser
desposeído de los efectos que estén real o virtualmente en su poder sin que
previamente se le reembolse las cantidades que por concepto de la comisión
le adeude el comitente”.[7]
Dentro de los derechos del comisionista se encuentra el que deriva del
artículo 279 que establece:
Artículo 279.—El comisionista puede hacer vender los efectos que se le han consignado, por
medio de dos corredores, o dos comerciantes a falta de éstos, que previamente certifiquen el
monto, calidad y precio de ellos;
I. Cuando el valor presunto de los efectos que se le han consignado no pueda cubrir los gastos
que haya de desembolsar por el transporte y recibo de ellos;
II. Cuando habiéndole avisado el comisionista al comitente que rehúsa la comisión, éste,
después de recibir dicho aviso, no provea de nuevo encargado que reciba los efectos que hubiere
remitido.

El producto líquido de los efectos así vendidos, será depositado a


disposición del comitente en una institución de crédito, si la hubiere, o en
poder de la persona que en su defecto designe la autoridad judicial.
De conformidad con el artículo 288, si un accidente imprevisto hiciere,
a juicio del comisionista, perjudicial la ejecución de las instrucciones
recibidas, podrá suspender el cumplimiento de la comisión, comunicándolo
así al comitente por el medio más rápido posible.
Por lo que a sus obligaciones se refiere, de acuerdo con el artículo 280,
el comisionista debe desempeñar por sí los encargos que recibe, y no puede
delegarlos sin estar autorizado para ello, y bajo su responsabilidad podrá
emplear, en el desempeño de su comisión, dependientes en operaciones
subalternas, que, según costumbre, se confíen a éstos.
El comisionista, en el desempeño de su encargo, deberá obrar
diligentemente y sujetarse a las instrucciones recibidas del comitente, y en
ningún caso podrá proceder contra disposiciones expresas del mismo.
Por su parte el artículo 287 señala que en lo no previsto y prescrito
expresamente por el comitente, deberá el comisionista consultarle, siempre
que lo permita la naturaleza del negocio y si no fuere posible la consulta o
estuviere el comisionista autorizado para obrar a su arbitrio, hará lo que la
prudencia dicte, cuidando del negocio como propio.
Además, de acuerdo con los artículos 290 al 298, el comisionista tiene
las obligaciones siguientes:
• Estará obligado a dar oportunamente noticia a su comitente, de todos
los hechos o circunstancias que puedan determinarle a revocar o
modificar el encargo. Asimismo debe dársela sin demora, de la
ejecución de dicho encargo.
• Deberá observar lo establecido en las leyes y reglamentos respecto a la
negociación que se le hubiere confiado, y será responsable de los
resultados de su contravención u omisión y si los contraviniere, en
virtud de órdenes expresas del comitente, las responsabilidades a que
haya lugar pesarán sobre ambos;
• Será de cuenta del comisionista el quebranto o extravío del numerario
que tenga en su poder por razón de la comisión; y de cargo del
comitente, siempre que al devolver los fondos sobrantes el
comisionista observase las instrucciones de aquél respecto a la
devolución.
• El comisionista que habiendo recibido fondos para evacuar un encargo,
les diere distinta inversión, sin perjuicio de la acción criminal a que
hubiere lugar y de la indemnización de daños y perjuicios, abonará al
comitente el capital y su interés legal desde el día en que lo recibió.
• El comisionista responderá de los efectos y mercaderías que recibiere,
en los términos y con las condiciones y calidades con que se le avisare
la remesa, a no ser que al encargarse de ellos hiciere constar por la
certificación de dos corredores, o dos comerciantes a falta de éstos, las
averías o deterioros que en dichos efectos hubiere.
• Además, si tuviere en su poder mercaderías o efectos por cuenta ajena,
responderá de su conservación en el estado en que los recibió y tal
responsabilidad cesará cuando la destrucción o menoscabo sean
debidos a casos fortuitos, fuerza mayor, trascurso de tiempo o vicio
propio de la cosa.
• Por otro lado, en los casos de pérdida parcial o total por el trascurso del
tiempo o vicio de la cosa, el comisionista estará obligado a acreditar
por medio de la certificación de dos corredores, o en su defecto, de dos
comerciantes, el menoscabo de las mercancías, poniéndolo tan luego
como lo advierta, en conocimiento del comitente.
• Si hubiere de remitir efectos a otro lugar, deberá contratar el trasporte,
cumpliendo las obligaciones que se imponen al cargador.
• Si por otro lado se encuentra encargado de expedición de efectos
deberá asegurarlos, si tuviere orden para ello, y la provisión de fondos
necesaria, o se hubiere obligado a anticiparlos, y
• El comisionista estará obligado a rendir, con relación a sus libros,
después de ejecutada la comisión, una cuenta completa y justificada de
su cumplimiento, y a entregar al comitente el saldo de lo recibido y en
caso de morosidad, abonará intereses.
Por otro lado, el comisionista que no verificare oportunamente la
cobranza de los créditos, o no usare de los medios legales para conseguir el
pago, será responsable de los perjuicios que causaren su omisión o tardanza.
Además, aunque rehúse el encargo, deberá realizar todos aquellos actos
necesarios para la conservación de los bienes que le hayan remitido.
De acuerdo con los artículos 299, 300 y 301, el comisionista tiene las
prohibiciones siguientes:
• No comprará ni para sí ni para otro lo que se le hubiere mandado
vender, ni venderá lo que se le haya mandado comprar, sin
consentimiento expreso del comitente;
• No podrá alterar las marcas de los efectos que hubiere comprado o
vendido por cuenta ajena, ni tener efectos de una misma especie
pertenecientes a distintos dueños, bajo una misma marca, sin
distinguirlos por una contramarca que designe la propiedad respectiva
de cada comitente; y,
• No podrá, sin autorización del comitente, prestar ni vender al fiado o a
plazos, pudiendo en estos casos el comitente exigirle el pago al
contado, dejando a favor del comisionista cualquier interés o ventaja
que resulte de dicho crédito a plazo.

4. MODALIDADES DEL CONTRATO


De conformidad con lo dispuesto por el artículo 283, el comisionista
podrá desempeñar la comisión en nombre propio o bien en nombre del
comitente.
Refiere RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[8] que en las Ordenanzas de Bilbao el
comisionista debía actuar en nombre propio; que en el Código de Comercio
de 1854, reproduciendo al español de 1829, se permitía al comisionista
actuar tanto a nombre propio como en el de su comitente y que en el Código
de Comercio de 1883, los actos se realizaban en su nombre y bajo su
responsabilidad pero por cuenta y riesgo del otro.
Cuando el comisionista contrate en nombre propio, aun cuando por
cuenta del comitente, se obliga ante los terceros con quienes contrate de
manera directa cual si el negocio fuera propio, y tendrá acción y obligación
directamente con las personas con quienes contrate, sin tener que declarar
cuál sea la persona del comitente, salvo en el caso de seguros.
Si el comisionista contrata expresamente en nombre del comitente, los
actos que realice repercuten de manera directa en el patrimonio del
comitente, y no contraerá obligación propia, rigiéndose en este caso sus
derechos y obligaciones como simple mandatario mercantil, por las
disposiciones del derecho común.[9]
De conformidad con el artículo 302, si el comisionista, con la debida
autorización, vendiere a plazo, deberá avisarlo así al comitente
participándole los nombres de los compradores, y no haciéndolo, se
entenderá, respecto al comitente, que las ventas fueron al contado.

5. NATURALEZA JURÍDICA
Para MANTILLA MOLINA[10] la comisión mercantil constituye un acto
mercantil accesorio o conexo y al efecto, señala: “actos jurídicos hay que
pueden existir por sí, pero esto no impide que en ocasiones su celebración
esté encaminada a preparar o facilitar la de otros actos con los cuales
resultan conexos y de los que toman el carácter de mercantil” y a
continuación, siguiendo a Rocco, refiere que la comisión sería mercantil por
la prueba directa de su conexión.
Dice SÁNCHEZ CALERO[11] que el que recibe el encargo se considera como
un mandatario, pues el contrato de comisión no es sino un mandato
mercantil y la actividad que ha de realizar ha de ser jurídica, esto es, un
trabajo calificado y no cualquier trabajo, y agrega que la relación que liga al
comitente y al comisionista se basa en la confianza y que por ello se debe
considerar a la comisión como un contrato intuitu personae.
Por lo que se refiere a la diferencia entre comisión y mandato, José
María ABASCAL[12] señala que distinguir la comisión del mandato mercantil
con base en la definición legal no resulta aceptable, porque considera que el
concepto de acto de comercio no es jurídico; que no se justifica la
desaplicación de los artículos 275 al 278 del Código de Comercio cuando
no se trate de actos concretos que no tienen equivalente en el mandato civil;
y, que no conduce a ningún resultado práctico.
La diferencia entre mandato mercantil y comisión se fija en consideración al carácter
representativo de aquél y no representativo de éste ya que en el mandato mercantil el mandatario
actúa en nombre y por cuanta del mandante mientras que en la comisión mercantil el
comisionista actúa en nombre propio pero por cuenta del comitente.[13]

Enfatizando el carácter que de auxiliar del comercio tiene el


comisionista, León BOLAFFIO[14] señala:
a más de las personas que constituyan la dependencia estable de un principal, hay otros que
coadyuvan al comerciante en el ejercicio de su profesión sin pertenecer a su dependencia, que
más bien actúan casi siempre en forma autónoma, profesional, prestando sus servicios en
concretos y determinados negocios y recibiendo una retribución en cada caso en relación con la
cuantía del negocio ultimado por su mediación. Retribución que generalmente se llama comisión.

La comisión es un contrato mercantil y no se cuestiona su naturaleza


cuando siguiendo el concepto legal, se confiere para la ejecución de actos
concretos de comercio.
No obstante debe tomarse en cuenta que cuando derivándose del
contenido del contrato o bien en su realización, tal ejecución se lleva a cabo
bajo la dirección y dependencia económica del dueño del negocio, en donde
quien la ejecuta se encuentra subordinado a horarios, rutas y demás
circunstancias que hagan presumir la existencia de un contrato o relación de
trabajo, limitando su actividad a favor de dicha persona, tal comisionista
pasaría de ser de un auxiliar del comercio a un auxiliar del comerciante, y el
acto de que se trata será de carácter laboral y no mercantil, sin importar la
denominación que las partes den al acto y sin importar tampoco que el
contrato suscrito desconozca tal carácter, ya que de conformidad con el
artículo 5 de la Ley Federal del Trabajo la renuncia que los trabajadores
hagan de sus derechos no producirá efecto legal, ni impedirá el goce y el
ejercicio de los mismos.
Así, si bien es cierto que de conformidad con el criterio establecido por
los tribunales federales, entre el contrato de trabajo y la comisión mercantil
no existe una absoluta desemejanza y que inclusive de manera transitoria
puede generar dependencia económica, existen marcadas diferencias entre
ellos.[15]
Refiere RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[16] que no obstante no encontrarse
reconocida por el derecho mexicano, para seguridad del cumplimiento de lo
pactado en el contrato, las partes pueden incorporar la cláusula denominada
star del credere, por cuya virtud el comisionista se compromete a
responder, total o parcialmente del cumplimiento de las obligaciones
asumidas por las personas con quienes haya contratado y que en virtud de
esa especial responsabilidad, tiene derecho a cobrar una comisión adicional.

6. CAUSAS DEL EXTINCIÓN


Como tales tenemos:
• La conclusión del negocio;
• La revocación del mandato;
En relación con la revocación como forma de extinción del contrato,
cabe señalar que tal y como refiere RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[17] existen casos
especiales en los que el mandato civil puede ser irrevocable (agregaríamos:
cuando se otorga para el cumplimiento de una obligación derivada de un
contrato bilateral) y que no obstante no prever tal situación el Código de
Comercio, teniendo en cuenta el carácter supletorio del derecho civil, la no
contradicción con norma especial alguna del Código Mercantil y la
circunstancia de que la irrevocabilidad del mandato es consecuencia de un
progreso de la doctrina y de la jurisprudencia, en los mismos casos en que
el mandato civil puede ser irrevocable, pueden serlo también la comisión y
el mandato mercantil.
Tocante a la irrevocabilidad de la comisión mercantil, en el mismo
sentido se pronuncia ARCE GARGOLLO[18] cuando señala: “aunque no está
prevista expresamente por nuestro derecho comercial positivo, debe
plantearse la posibilidad de su existencia en el contrato de comisión por
aplicación analógica de las normas sobre el mandato civil, que resultan
supletorias”.
• La renuncia que de la comisión realice el comisionista, y
• La muerte o inhabilitación de las partes.
Finalmente cabe señalar que en Capítulo II, del Título Tercero del
Código de Comercio, referido a la comisión mercantil, se contemplan las
figuras de dos auxiliares del comercio como son los factores y los
dependientes y asimismo se establece que todo comerciante en el ejercicio
de su tráfico, podrá constituir factores y dependientes.
Por factores, de acuerdo con el artículo 309 se entienden, los que tengan
la dirección de alguna empresa o establecimiento fabril o comercial, o estén
autorizados para contratar respecto a todos los negocios concernientes a
dichos establecimientos o empresas, por cuenta y en nombre de los
propietarios de los mismos.
Como aspectos principales derivados de la actividad de los factores,
cabe destacar los siguientes:
• Los factores negociarán y contratarán a nombre de sus principales,
expresándolo así en los documentos que con tal carácter suscriban,
pudiendo también contratar en nombre propio;
• Sólo autorizados por sus principales y en los términos que
expresamente lo fueren, podrán los factores traficar o interesarse en
negociaciones del mismo género de las que hicieren en nombre de sus
principales;
• En todos los contratos celebrados por los factores con tal carácter,
quedarán obligados los principales y sus bienes. Si contrataren en su
propio nombre, quedarán obligados directamente;
• Cuando el factor contrate en nombre propio, pero por cuenta del
principal, la otra parte contratante podrá dirigir su acción contra el
factor o principal;
• Siempre que los contratos celebrados por los factores recaigan sobre
objetos comprendidos en el giro o tráfico de que están encargados, se
entenderán hechos por cuenta del principal, aun cuando el factor no lo
haya expresado así al celebrarlos, haya trasgredido sus facultades o
cometido abuso de confianza;
• Asimismo obligarán al principal los contratos de su factor, aun siendo
ajenos al giro de que esté encargado, siempre que haya obrado con
orden de su principal, o éste los haya aprobado en términos expresos o
por hechos positivos.
Los poderes conferidos a un factor se estimarán en todo caso
subsistentes mientras no le fueren expresamente revocados, o haya sido
enajenado el establecimiento de que estaba encargado:
• Los actos y contratos ejecutados por el factor serán válidos respecto de
su principal, mientras no llegue a noticia del factor la revocación del
poder o la enajenación del establecimiento o empresa de que estaba
encargado y con relación a tercero, mientras no se haya cumplido, en
cuanto a la revocación del poder, la inscripción y publicación de ella.
Los dependientes por su parte, son los que desempeñen constantemente
alguna o algunas gestiones propias del tráfico, en nombre y por cuenta del
propietario de éste.
Entre los aspectos principales derivados de la actividad de los
dependientes, destacan los siguientes:
• Los actos de los dependientes obligarán a sus principales en todas las
operaciones que éstos les tuvieren encomendadas;
• Los dependientes encargados de vender se reputarán autorizados para
cobrar el importe de las ventas y extender los correspondientes recibos
a nombre de los principales, siempre que las ventas sean en almacén
público y al por menor; o siendo al por mayor, se hayan verificado al
contado y el pago se haya hecho en el almacén;
• Los dependientes viajantes autorizados con cartas u otros documentos
para gestionar negocios, o hacer operaciones de tráfico, obligarán a su
principal dentro de las atribuciones expresadas en los documentos que
los autoricen;
• La recepción de mercancías que el dependiente hiciere por encargo de
su principal, se tendrá como hecha por éste;
Como aspectos genéricos aplicables a ambos auxiliares, tenemos;
• Sólo con autorización de sus principales, podrán los factores y
dependientes delegar en otros los encargos que recibieron de aquellos;
• Los principales indemnizarán a los factores y dependientes, de los
gastos que hicieren y pérdidas que sufrieren en el desempeño de su
encargo, salvo lo expresamente pactado a este respecto;
• Los factores y dependientes serán responsables a sus principales de
cualquier perjuicio que causen a sus intereses por malicia, negligencia
o infracción de las órdenes o instrucciones que hubieren recibido;
• Si el contrato entre los principales y sus dependientes no tuviere tiempo
señalado, cualquiera de las partes podrá darlo por fenecido, avisando
con un mes de anticipación. Si se hubiere celebrado por tiempo fijo,
ninguna de las partes contratantes, sin el consentimiento de la otra,
podrá separarse antes del plazo convenido, bajo pena de indemnización
de daños y perjuicios;
• Los principales llevarán cuenta comprobada a sus dependientes de su
haber;
• Los principales podrán despedir a sus dependientes antes del plazo
convenido:
I. Por fraude o abuso de confianza en los encargos que les hubieren
confiado;
II. Por hacer alguna operación de comercio sin autorización de su
principal, por cuenta propia;
III. Por faltar gravemente al respeto y consideración debidos a su
principal o personas de su familia o dependencia.
• Los dependientes podrán despedirse de sus principales antes del plazo
fijado:
I. Por falta de cumplimiento, por parte del principal, de cualquiera de
las condiciones concertadas en beneficio del dependiente;
II. Por malos tratamientos u ofensas graves, por parte del principal.

NOTAS

[1] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 120.


[2] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín; op. cit., p. 31.
[3] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de derecho Mercantil, op. cit., p. 220.
[4] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 261 y 262.
[5] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 253.
[6] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 122.
[7] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 126.
[8] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 32.
[9] El Pleno de la Suprema Corte de Justicia ha establecido en este supuesto: COMISIÓN
MERCANTIL.—Aun cuando el Código de Comercio manda que cuando el comisionista contrata
expresamente en nombre del comitente, sus actos se regirán por las disposiciones del derecho común,
relativas al mandato, tal disposición no tiene alcance de cambiar en mandato el contrato de comisión
mercantil, ni de variar los derechos y obligaciones nacidos de este contrato, que están reglamentados
por el Código de Comercio. Tomo XXII, Pág. 815. Levy René. 16 de abril de 1928. 9 votos.
Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época. Tomo XXII. Tesis:
Página: 815. Tesis Aislada.
[10] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 68.
[11] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 457 y 458.
[12] ABASCAL ZAMORA, José María, Universidad Nacional Autónoma de México y Editorial
Porrúa, Diccionario de Derecho Mercantil, Porrúa, México, 2001. p. 111.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 31.
[14] BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 117 y 118.
[15] Sobre este particular, a continuación se transcriben los criterios siguientes: COMISIÓN
MERCANTIL. ELEMENTOS QUE DEBEN ACREDITARSE PARA DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DEL CONTRATO RESPECTIVO.—
De conformidad con el artículo 285 de la Ley Federal del Trabajo, es indispensable que se demuestre
que quien se dijo trabajador hubiese realizado operaciones en forma transitoria y aislada o bien que
no hubiese ejecutado las mismas en forma personal. Por tanto, el patrón que argumenta que existió
una relación derivada de un contrato de comisión mercantil, debe acreditar los siguientes elementos:
a) Que los actos realizados fueron transitorios, aislados, y que sólo accidentalmente crearon
dependencia entre el comisionista y el comitente; b) Que la duración del contrato estuvo limitada al
tiempo que era necesario emplear para la ejecución de los actos; c) Que los actos verificados eran
precisamente de comercio y d) En caso de haber sucedido, que los actos no se habían hecho o
realizado en forma personal por quien se ostenta como trabajador, sino a través de personal
contratado en forma independiente por éste. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO DEL SEXTO CIRCUITO. Amparo
directo 33/89. Jesús Garcilazo Bravo. 19 de septiembre de 1989. Unanimidad de votos. Ponente:
Jaime Manuel Marroquín Zaleta. Secretario: José de Jesús Echegaray Cabrera. Instancia: Tribunales
Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo IV
Segunda Parte-1. Tesis: Página: 142. Tesis Aislada.
COMISIÓN MERCANTIL Y CONTRATO DE TRABAJO.—La comisión mercantil, de acuerdo con la
definición legal que se infiere del artículo 273 del Código de Comercio, es el mandato aplicado a
actos concretos de comercio; de este concepto pueden obtenerse las siguientes características
esenciales: a) que el cumplimiento del contrato se manifiesta por un acto o una serie de actos que
sólo accidentalmente crean dependencia entre el comitente y el comisionista; b) que su duración está
limitada al tiempo necesario para la ejecución de esos actos; y c) que los actos realizados por el
comisionista deben ser precisamente actos de comercio. Por su parte, el artículo 17 de la Ley Federal
del Trabajo anterior a la vigente, define al contrato individual de trabajo como aquel por virtud del
cual una persona se obliga a prestar a otra, bajo su dirección y dependencia, un servicio personal
mediante una retribución convenida, de lo cual se deducen como características individualizantes de
este tipo de contratos; a) la prestación de un servicio personal; b) el pago de una contraprestación o
remuneración por ese servicio, y c) que el servicio se preste bajo la dirección y dependencia del
patrón, es decir, que exista subordinación del trabajador a aquél, elemento este último que la doctrina
ha precisado como la facultad del patrón para usar de la fuerza de trabajo del obrero como mejor
convenga a los fines de la empresa. De lo hasta aquí dicho puede destacarse que entre el contrato de
comisión mercantil y el de trabajo no hay una absoluta desemejanza, toda vez que tienen notas que
concurren en uno y otro, ya que en ambos hay la prestación de un servicio o la realización de un
trabajo que debe ser remunerado salvo pacto en contrario en el caso del de comisión, atento lo
dispuesto por el artículo 304 del Código mercantil y realizado conforme a las instrucciones del patrón
y del comitente, respectivamente, según se infiere de los artículos 17, 113, fracción I, y 122, fracción
XI, de la citada Ley laboral y 286 del mencionado Código Mercantil. A diferencia del contrato de
comisión, en el que el comisionista sólo realiza actos concretos de comercio y tiene una duración
limitada al tiempo necesario para su ejecución, el trabajador debe realizar el servicio contratado que
accidentalmente pudiera traducirse en la ejecución de actos de comercio bajo la dirección y
dependencia del patrón, siendo la relación entre las partes en el contrato de trabajo permanente por
regla general, es decir, su duración normalmente es indefinida. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA
ADMINISTRATIVA DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 543/74. Manuel Garmendia Irastorza. 25 de julio
de 1975. Unanimidad de votos. Ponente: Felipe López Contreras. Instancia: Tribunales Colegiados de
Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 79 Sexta Parte.
Tesis: Página: 25. Tesis Aislada.
COMISIÓN MERCANTIL, SU DIFERENCIA CON EL CONTRATO DE TRABAJO.—La Suprema Corte ha
establecido la diferencia que existe entre los contratos de Comisión Mercantil y los contratos de
trabajo, precisando que los primeros crean una relación que se manifiesta mediante la ejecución de un
acto o una serie de actos que sólo de manera accidental crean dependencia entre una y otra parte,
mientras que en los segundos esa dependencia no es accidental sino permanente, por lo que si
determinados trabajadores ocurren diariamente a la empresa a recoger la mercancía que van a ofrecer
al público por distintos rumbos de la ciudad, con instrucciones precisas respecto del precio a que
deben realizarlas y para la conservación y traslado del producto, les es entregado un vehículo de
tracción humana, con la obligación además de presentarse a determinada hora de la tarde a
devolverlo y entregar cuentas, pagándoseles un determinado porcentaje de las ventas, es inconcuso
que en la especie se reúnen las características a que se refieren los artículos 30 y 17 de la Ley
Laboral. Amparo directo 6957/63. J. Ángel González. 17 de junio de 1964. 5 votos. Ponente: Manuel
Yánez Ruiz. Instancia: Cuarta Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Sexta Época.
Volumen LXXXIV. Quinta Parte. Tesis: Página: 13. Tesis Aislada.
[16] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 117 y 118.
[17] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 38.
[18] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 270.
CAPÍTULO IV

CONTRATO DE CONSIGNACIÓN O
ESTIMATORIO

Durante mucho tiempo olvidado por el legislador, el contrato estimatorio o


de consignación, a decir de ARCE GARGOLLO[1] encuentra su antecedente en
el derecho romano, bajo la denominación datio in aestimatum, quien
citando a MUÑOZ PLANAS refiere que “el aestimatum” en el derecho
justinianeo es un contrato innominado sancionado con la actio praescriptis
verbis aestimatoria, en donde el deudor que ha recibido un objeto estimado,
con encargo libre de venderlo, se obliga alternativamente a prestar la
estimación convenida, conservando para sí el eventual exceso de valor, o a
restituir el objeto.
Dice León Bolaffio;[2]
en algunos ramos del comercio se adopta lo que por tradición romana se designa con el nombre
de contrato estimatorio res aestimata vendeta datur donde el propietario de una cosa mueble la
consigna, por regla general a un comerciante para que la venda, fijando, según su libre
apreciación la suma (aestimatio) que quiere obtener.

El contrato estimatorio o de consignación ha sido de gran utilidad para


la promoción y venta de bienes muebles, objetos preciosos, obras de arte y
mercancías en general.
En obvia referencia al contrato que nos ocupa con anterioridad a su
regulación en el Código de Comercio, DÍAZ BRAVO[3] señala: “ignorado por
nuestras leyes y menos difundido, este contrato debe su nombre
indudablemente a la suma de dinero que ambas partes estiman que llegado
el caso, el consignatario de la cosa objeto del contrato pagará al
consignante, quien, a su vez la entrega para su eventual venta o
devolución”, y a continuación refiere: “el enajenante, eventual vendedor o
tradens, entrega un bien mueble al consignatario, eventual revendedor o
accipiens, quien asume la libre disposición del bien con total exclusión del
tradens y se obliga a pagar a éste el precio estipulado o devolverle dicho
bien dentro del plazo convenido”.
Dice también que la libre disposición incluye la facultad de vender a un
tercero la cosa, en el precio y condiciones que libremente convengan el
accipiens y el tercero adquirente y que tales actos de disposición los realiza
el accipiens en nombre y por cuenta propios.
Señala por su parte León Bolaffio[4] que la aplicación del contrato
estimatorio en los negocios modernos, se multiplica debido ya a la
tendencia de los comerciantes de ponerse a cubierto hasta donde les sea
posible, del azar de la reventa, si se trata de objetos de valor no indiferente
ya a la sagacidad de los industriales para dar mayor notoriedad y difundir
sus productos con depósitos en comisión confiados a sus propios
corresponsales, estimulando y facilitando su despacho, ya por la necesidad
de un mayor disfrute de las cosas usadas y revendidas, con provecho de los
consumidores obligados a adquisiciones de esta clase por los precios
exorbitantes del mercado ordinario.
El contrato reporta evidentes ventajas para el consignante o tradens,
entre las que destaca la de que le será intentada la venta de sus bienes por el
accipiens con el consiguiente ahorro en costos de almacenamiento y sin
preocuparse por la promoción requerida, además de que derivará al
consignatario los riesgos de pérdida de las mercancías desde que son
recibidas por éste y finalmente, que salvo pacto en contrario no cubrirá
cantidad alguna al consignatario hasta en tanto se realice la venta de los
bienes.

1. CONCEPTO
El artículo 392 del Código de Comercio establece su concepto al señalar
que la consignación mercantil es el contrato por virtud del cual, una persona
denominada consignante transmite la disponibilidad y no la propiedad de
uno o varios bienes muebles a otra persona denominada consignatario, para
que le pague un precio por ellos en caso de venderlos en el término
establecido, o se los restituya en caso de no hacerlo.
En una definición aportada por VÁZQUEZ DEL MERCADO[5] con
anterioridad a la tipificación del contrato, nos señala que: “el contrato
estimatorio es aquel que se celebra entre el comerciante, generalmente, y un
tercer propietario de la cosa a vender, para el efecto de que el comerciante
no corra el riesgo de no vender o tener pérdida por adquirir la cosa”.
No nos satisface la definición anterior, porque el objeto del contrato no
es el de evitar el riesgo de no vender, sino el de promover su venta, se logre
ésta o no, por lo que consideramos más adecuada a la naturaleza del
contrato la definición adoptada por la ley.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de consignación es típico, real, principal, consensual, de
tracto sucesivo, bilateral, oneroso, conmutativo y aleatorio e intuitu
personae.
Es típico porque se encuentra regulado por el Código de Comercio.
Durante mucho tiempo el contrato estimatorio se mantuvo como atípico,
y fue hasta el 5 de junio de 2000, en que con motivo de la publicación del
decreto de reformas al Título Sexto del Libro Segundo del Código de
Comercio y mediante la adición de tres artículos (392, 393 y 394) el
contrato finalmente se tipifica.
Cabe señalar que anteriormente, la única referencia normativa que del
contrato de que se trata encontramos, se ubica en la abrogada Ley de
Quiebras y de Suspensión de Pagos, cuando establecía en su artículo 158
que las mercancías, títulos, valores o cualesquiera especie de bienes que
existieran en la masa de la quiebra y fuesen identificables, cuya propiedad
no se hubiera trasmitido al quebrado por título definitivo e irrevocable
podían ser separados por sus legítimos titulares, mediante el ejercicio de la
acción correspondiente ante el juez de la quiebra.
El anterior precepto se complementaba con el 159, al señalar: en
consecuencia, podrán separarse de la masa los bienes que se encuentren en
las situaciones siguientes o en otras que sean de naturaleza análoga; VI. Los
bienes que el quebrado debe restituir por estar en su poder por alguno de los
siguientes conceptos; a) depósito, administración, arrendamiento, alquiler,
usufructo, fideicomiso, o recibidos en consignación por virtud de un
contrato estimatorio.[6]
Es real porque se perfecciona con la entrega de la cosa materia de la
consignación.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es consensual porque la ley no exige forma alguna para su
otorgamiento, de modo que la voluntad de las partes puede expresarse de
manera verbal.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo, en el que el consignatario
accipiens promoverá la exhibición y venta a un tercero del bien materia del
contrato.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Así, de acuerdo con el artículo 393, fracción III, primer párrafo, del
Código de Comercio las partes contratantes podrán pactar una retribución
para el consignatario, que consistirá en una suma determinada de dinero, en
un porcentaje sobre el precio de venta o en algún otro beneficio y si no se
hubiere pactado el monto de la retribución, se fijará de acuerdo con los usos
y costumbres del lugar.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato, aunque será aleatorio en relación con la venta del
bien materia del contrato a tercero, cuya realización no puede establecerse
de manera definitiva al celebrarse el mismo.
Es de naturaleza intuitu personae porque la muerte de cualquiera de las
partes provoca su terminación.
ARCE GARGOLLO[7] refiere como características del contrato:
• Que da origen a una relación compleja que resulta de la unión de un
contrato de depósito, de una autorización y de una venta;
• Que se trata de un contrato real que se perfecciona con la entrega de las
cosas, lo que constituye un elemento esencial para la formación del
contrato;
• Que el contrato tiene por objeto uno o varios bienes muebles;
• Que el consignante trasmite al consignatario la posesión del bien y la
posibilidad de disponer del mismo, aunque limitativamente (la
definición y las disposiciones del Código sólo se refieren a la venta);
• Que la obligación principal del consignatario de pagar el precio o
devolver la cosa es facultativa;
• Que en su oportunidad el bien se trasmitirá al adquirente;
• Que el contrato debe tener un término, y
• Que el consignatario asume el riesgo de pérdida de la cosa mientras
esté en su poder.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el tradens o consignante y el accipiens o consignatario. Vocablos
que según nos dice ARCE GARGOLLO,[8] tomados del derecho romano, se
refieren a la entrega y trasmisión de la posesión de la cosa mueble, objeto
del contrato y que es estimatorio porque la cosa se entrega con su
estimación o precio estimado.
Desde luego, solamente podrá ser consignante el propietario del objeto
mueble materia del contrato o bien su representante legal debidamente
facultado con un poder que incluya actos de dominio, porque el fin último
del contrato es la trasmisión de la propiedad a favor de un tercero, ya que
aplicando supletoria y analógicamente las disposiciones del derecho común,
de conformidad con el artículo 2269 del Código Civil Federal ninguno
puede vender sino lo que es de su propiedad.
El consignante, dice Arce Gargollo,[9] debe ser propietario del bien que
consigna y si es representante, tener facultades de disposición debido a que
la celebración de este contrato tiene como resultado el trasmitir al
consignatario la disponibilidad del bien.
El valor de la mercancía dejada por el consignante en posesión del
consignatario para su venta será establecido con proximidad o estimación
por el propio consignatario fijándose normalmente un precio mínimo, de
conformidad con el consignante, y aprovechando así la experiencia de
aquél, con base en los usos mercantiles que permiten establecer a groso
modo un precio calculado que facilite la enajenación, por lo cual la
estimación se convierte en un elemento de especial importancia en el
contrato que nos ocupa.
MUÑOS PLANAS[10] señala:
las fuentes hacen siempre referencia, expresa o implícita a una res estimata, lo cual parece
demostrar que las partes en el período de perfección del contrato procedían a estimar las cosas
que se entregarían para la venta en una cantidad dada y, la doctrina romanística antigua y
moderna ha hecho de la aestimatio un elemento esencial del contrato.

El consignante tiene como obligaciones la de trasmitir la posesión de los


bienes al consignatario, y en su momento, la propiedad de los mismos al
adquirente ya que en caso contrario, estará obligado a responder por los
daños y perjuicios que con su negativa cause.
Deberá además responder por el saneamiento en caso de evicción de los
bienes dados en consignación o por los vicios ocultos.
Siendo un contrato oneroso, una vez vendido el bien, deberá cubrir al
consignatario el precio pactado, pudiéndose facultar a este último para que
retenga el porcentaje establecido en el contrato.
En caso de que el consignatario retenga el bien o el producto obtenido
de la venta de manera injustificada, salvo pacto en contrario, además de
estar obligado a restituir el bien o pagar el producto obtenido de la venta,
deberá pagar al consignante un tres por ciento del valor de mercado del bien
consignado por cada mes o fracción que dure la retención respectiva, en
cuyo caso los riesgos derivados de la pérdida o deterioro por caso fortuito o
fuerza mayor se entenderán transmitidos al consignatario.
Con justa razón Miguel ACOSTA[11] critica las bases para fijar la
retribución no especificada, al señalar: “la ley es muy vaga en cuanto al
término de valor del mercado puesto que lo deja en incertidumbre por lo
que sería mejor que el precio se basara en opinión de peritos o se diera por
acuerdo entre partes”.
Si los bienes consignados no han sido vendidos, el consignante no podrá
disponer de ellos en tanto no transcurra el término establecido en el contrato
para la venta de los mismos.
Además, si el bien objeto del contrato no fue vendido dentro del plazo
pactado, el consignante no estará obligado a retribuir al consignatario
cantidad alguna, salvo pacto en contrario, en cuyo caso, el consignatario
tendrá un derecho de retención (prenda tácita) sobre el bien objeto del
contrato, para garantizar el pago de lo pactado en este supuesto.
Debiendo el consignante proveer de los fondos necesarios para los
gastos que se generen, con cuando menos dos días de anticipación a la
realización del acto de conservación respectivo, en caso de que el
consignatario hubiese efectuado alguna erogación, tendrá derecho a que el
importe de la misma le sea reembolsado por el consignante.
El consignatario tiene las siguientes obligaciones:
Una vez verificada la venta del bien dado en consignación, el
consignatario tendrá dos días hábiles para entregar la ganancia obtenida al
consignante, salvo pacto en contrario, debiendo pagar el precio pactado con
el consignante o bien devolver el objeto del contrato en caso de que la
venta, una vez transcurrido el término del contrato, no se concrete.
En caso de que el bien consignado sea vendido y habiéndose pactado
una retribución para el consignatario ésta no se haya determinado, se estará
a aquella que generalmente se fije en este tipo de contratos en la plaza
respectiva, tomando en cuenta las características del bien consignado, su
valor de mercado y los gastos erogados por el consignatario para su
conservación.[12]
Si el bien materia de la consignación no se vende en el plazo
establecido, el consignatario deberá entregarlo al consignante y a fin de
poder exigir la restitución del bien consignado o el pago del producto
obtenido de la venta del mismo, en caso de que las partes hayan celebrado
el contrato respectivo por escrito, el mismo traerá aparejada ejecución en
términos de lo establecido en la fracción IX, del artículo 1391 del Código,
que en el supuesto de la restitución del bien, sería procedente para la
entrega del bien y el pago de los accesorios, y en el caso de retención
injustificada del producto de la venta, serviría para obtener la entrega que
en derecho corresponde al tradens.[13]
El consignatario deberá realizar todos los actos tendientes a la
conservación tanto de los bienes consignados como de los derechos
relacionados con los mismos y podrá disponer válidamente del bien sólo
para el fin previsto en el contrato.
Los efectos consignados no podrán ser embargados por los acreedores
del consignatario.
El consignatario debe poner de inmediato a disposición del consignante
los bienes dados en consignación cuando ocurra alguno de los supuestos
previstos en el artículo 394, a efecto de que éste los recoja dentro de los dos
días hábiles siguientes a la notificación respectiva.
Si el consignante no recoge la mercancía dentro del término señalado
salvo pacto en contrario, estará obligado a cubrir al consignatario el
equivalente al dos por ciento mensual del valor de mercado del bien de que
se trate por concepto de almacenaje por cada mes o fracción que tarde en
recoger el mismo, en cuyo caso, los riesgos derivados de la pérdida o
deterioro por caso fortuito o fuerza mayor se entenderán transmitidos al
consignante.

4. MODALIDADES DEL CONTRATO


Cuando se pacte una retribución para el consignatario sin que el bien o
bienes consignados hayan sido vendidos y sin que dicha retribución haya
sido cubierta, se entenderá que lo consignado responde por el importe
pactado; en este caso el consignatario podrá constituir en prenda dichos
bienes hasta en tanto le sea cubierta la retribución.
Los riesgos del bien se transmiten al consignatario cuando éste le sea
entregado de manera real por el consignante, con la excepción de la pérdida
o deterioro por caso fortuito o fuerza mayor, tratándose de bienes
individualmente designados los cuales correrán a cargo del consignante.

5. NATURALEZA JURÍDICA
ARCE GARGOLLO[14] refiere que se trata de un contrato sui generis con
particularidades propias, que lo distinguen de otros contratos típicos,
diferente de la compraventa y de la comisión y que sería la compraventa
sujeta a condición suspensiva, la que más se aproxima al contrato de que se
trata.
Por su parte DÍAZ BRAVO[15] señala que si la libre disposición del bien por
parte del accipiens deriva solo del tácito consentimiento del tradens, pero
no puede presentar las características del mandato, ni de la comisión
mercantil, y si puede disponer de los bienes, no queda más remedio que
encuadrar la venta o cualquier otra enajenación que realice, como gestión
oficiosa.
Coincidimos con Miguel ACOSTA y Julieta LARA[16] cuando lo consideran
como un auténtico acto de mediación mercantil al señalar
a pesar de que el Código de Comercio no hacía referencia al mismo, es un contrato que se ha
venido dando durante mucho tiempo debido a su utilidad, eficacia y pragmatismo dentro de la
vida mercantil activa, que necesita de medios prácticos para su desarrollo y que tiene su
fundamento en el artículo 75, fracción XIII, del Código de Comercio, que señala que la ley reputa
actos de comercio, XIII. Las operaciones de mediación en negocios mercantiles.

6. CAUSAS DE EXTINCIÓN DEL CONTRATO


El art. 394 establece que son causas de terminación del contrato
consignatorio:
I. La ejecución total de las obligaciones derivadas del contrato;
II. El vencimiento del plazo pactado;
III. La muerte de alguno de los contratantes;
IV. El mutuo consentimiento; y,
V. Incumplimiento de las obligaciones de alguna de las partes.
NOTAS

[1] Cfr. ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 179.


[2] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 127.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 102.
[4] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 128.
[5] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 175.
[6] Las anteriores disposiciones encuentran su equivalente en los artículos 70 y 71, fracción VII,
inciso a) de la recientemente publicada Ley de Concursos Mercantiles, que establece:
Artículo 70.—Los bienes en posesión del comerciante que sean identificables, cuya propiedad
no se le hubiere transferido por título legal definitivo e irrevocable, podrán ser separados por sus
legítimos titulares. El juez del concurso mercantil será competente para conocer de la acción de
separación. Promovida la demanda de separación, con los requisitos que establece el artículo 267 si
no se oponen a ella el comerciante, el conciliador, o los interventores, el juez ordenará la separación
de plano a favor del demandante. En caso de haber oposición, la separatoria continuará su trámite en
la vía incidental.
Por su parte el artículo 71 señala: Podrán separarse de la masa los bienes que se encuentren en
las situaciones siguientes, o en cualquiera otra de naturaleza análoga: VII. Los que estén en su poder
en cualquiera de los supuestos siguientes: a) depósito, usufructo, fideicomiso o que hayan sido
recibidos en administración o consignación, si en este caso el concurso mercantil se declaró antes de
la manifestación del comprador de hacer suyas las mercancías, o si no ha transcurrido el plazo
señalado para hacerla.
En relación con la tramitación del incidente de separación véase; CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M.,
Derecho Procesal Mercantil, op. cit., pp. 315 a 317.
[7] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 182
[8] IBID., p. 180.
[9] Ibid, p. 184.
[10] Citado por ARCE GARGOLLO, op. cit., p. 181.
[11] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta, op. cit., p. 565.
[12] Véase supra nota, cita anterior.
[13] El artículo de referencia, adicionado con motivo del Decreto de Reformas realizadas al
Código de Comercio según publicación en el Diario Oficial de la Federación del 24 de mayo de
1996, establece: Artículo 1391.—El procedimiento ejecutivo tiene lugar cuando la demanda se funda
en documento que traiga aparejada ejecución. Traen aparejada ejecución: Fracción IX. Los demás
documentos que por disposición de la ley tienen el carácter de ejecutivos o que por sus características
traen aparejada ejecución. En relación con el procedimiento ejecutivo mercantil véase CASTRILLÓN y
LUNA, Víctor M., Derecho Procesal Mercantil, op. cit., pp. 249 a 271.
[14] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 196.
[15] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 103 y 104.
[16] ACOSTA ROMERO, Miguel y LARA LUNA, Julieta, op. cit., p. 563.
CAPÍTULO V

CONTRATO DE DEPÓSITO

Por lo que a sus antecedentes históricos se refiere, CERVANTES AHUMADA[1]


nos dice que el contrato de depósito era ya conocido desde edades antiguas,
y así refiere que fue reglamentado en el Código de Hammurabi (20 siglos
antes de Cristo), pasando después por Grecia hasta la época actual.

1. CONCEPTO
Al no existir un concepto de depósito ni en el Código de Comercio ni en
ninguna de las leyes mercantiles especiales, debemos referirnos al otorgado
por el Código Civil Federal, que en su artículo 2516 establece que el
depósito es un contrato por el cual el depositario se obliga hacia el
depositante a recibir una cosa mueble o inmueble, que aquél le confía, y a
guardarla para restituirla cuando la pida el depositante.
Evidentemente, el contrato de depósito se constituye con el objeto de
que el depositario custodie el bien materia del depósito, mismo que deberá
restituir al depositante cuando le sea solicitado por éste.
Para establecer la calidad de mercantil del depósito, el artículo 332 del
Código de Comercio señala que se estima mercantil el depósito si las cosas
depositadas son objeto de comercio, o si se hace a consecuencia de una
operación mercantil.
Resaltando el doble aspecto (subjetivo y objetivo) que en los distintos
contratos sigue el Código de Comercio para su calificación de mercantil,
DÁVALOS MEJÍA[2] señala “nótese la doble cumplimentación de la regla que
siempre persigue nuestro legislador: cubrir tanto las posibilidades objetivas
como subjetivas del negocio”.
Además, el depósito será mercantil, cuando de conformidad con el
artículo 75, fracción XVII, se realice por causa de comercio, o bien de
conformidad con la fracción XVIII: cuando se lleve a cabo en almacenes
generales; en relación con operaciones realizadas sobre certificados de
depósito y bonos de prenda.
León BOLAFFIO[3] señala que el contrato de depósito es aquél en el que el
depositario recibe del depositante cosas muebles, en consignación, con la
obligación de custodiarlas para restituirlas cuando y en el momento en que
sea requerido.
Para SÁNCHEZ CALERO[4] el depósito, como contrato por el cual una
persona que recibe una cosa mueble se obliga a custodiarla y a devolverla
cuando le sea reclamada, puede tener la calificación de mercantil cuando el
depositario se dedique profesionalmente a tal actividad, así como también
en el supuesto de que un empresario o comerciante se constituya en
depositario de objetos destinados al comercio.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de depósito mercantil es típico, real, principal, consensual o
formal, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es típico porque se encuentra regulado tanto por el Código de
Comercio, como también por la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito; la Ley de Instituciones de Crédito y la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito.[5]
Es real porque se perfecciona con la entrega de la cosa materia del
depósito, ya que el artículo 334 establece que el depósito queda constituido
mediante la entrega al depositario de la cosa que constituye su objeto.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es consensual porque la ley no exige forma alguna para su
otorgamiento, de modo que la voluntad de las partes puede expresarse de
manera verbal, no obstante en ocasiones es otorgado por escrito.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Así, de acuerdo con el artículo 333 del Código de Comercio, salvo pacto en
contrario, el depositario tiene derecho a exigir retribución por el depósito, la
cual se arreglará a los términos del contrato, y en su defecto, a los usos de la
plaza en que se constituyó el depósito.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Para la constitución del depósito, siendo un contrato real, el depositante
deberá hacer entrega al depositario del bien que será materia de la custodia.
El depositario por su parte, de conformidad con el artículo 335, deberá
conservar la cosa objeto del depósito, según la reciba, y a devolverla con los
documentos, si los tuviere, cuando el depositante se la pida.
Así, dice Vázquez del Mercado[6] que en relación con esta obligación
está la responsabilidad del propio depositario, si la cosa depositada sufre
menoscabos o daños por su malicia o negligencia, independientemente de
responder también por los perjuicios que la misma negligencia o malicia se
provoquen.
Sobre este particular SÁNCHEZ CALERO[7] señala que la actitud del
depositario no es simplemente pasiva, sino que ha de custodiar la cosa de
forma que no se deteriore, ya que responde por los daños que sufra la
misma por su culpa y que tal responsabilidad comprende no solo los daños
que se produzcan por su malicia o dolo y su negligencia sino que se
extiende al caso en el cual derivando los daños del vicio, o de la naturaleza
de la cosa, el depositario no hizo lo necesario para evitarlos y remediarlos
dando aviso al depositante.
Además, de la conservación del depósito responderá el depositario por
los menoscabos y daños que las cosas depositadas sufrieren por su malicia o
negligencia.

4. MODALIDADES DEL CONTRATO


El contrato de depósito puede ser regular o irregular:
El depósito es regular cuando el depositario se obliga para con el
depositante a restituir la misma cosa recibida.
Será irregular el depósito que se constituye sobre cosas fungibles, que
por ello pueden ser usadas y consumidas por el depositario, quien
propiamente adquiere su propiedad y se obliga ante el depositante a restituir
otros tantos bienes de la misma especie, cantidad y calidad, como sería el
caso del depósito bancario de dinero.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[8] se refiere al depósito regular diciendo que en él
se transfiere solamente la posesión de la cosa de conformidad con el
artículo 791 del Código Civil, y citando a Tullio Ascarelli nos dice que
dicho autor señala que la cosa puede reivindicarse del depositario y que sus
acreedores no pueden hacer efectivos sus créditos con la cosa depositada al
no formar parte del patrimonio del depositario y pertenecer al depositante.
Por lo que al depósito irregular se refiere, señala: “en el depósito
irregular la propiedad de la cosa pasa al depositario, quien tiene facultad de
disponer de ella y por consiguiente tendrá que devolver una cosa de la
misma especie”, y agrega que las cosas materia del depósito irregular son
siempre fungibles.[9]
CERVANTES AHUMADA[10] dice que en el depósito ordinario el depositario
se obliga a custodiar una cosa de la cual no se le trasmite el dominio, y a
devolverla cuando el depositante lo solicite, y haciendo patente que el
depósito irregular es privativo de las operaciones crediticias, nos dice que
por no ser una operación de crédito y no trasmitirse la propiedad al
depositario, éste depósito es regular.
Se refiere también al depósito llamado irregular señalando:
a pesar del cambio de naturaleza de la operación, a este contrato comercial, traslativo del dominio
de la cosa, se le siguió llamando depósito y se le agregó el calificativo de irregular. Este depósito
irregular, traslativo, en tratándose de operaciones bancarias, es el contrato bancario por
excelencia ya que al depósito bancario de dinero se le presume siempre irregular.[11]

León BOLAFFIO[12] explica la naturaleza irregular del depósito, señalando


que el depositante autoriza al depositario para servirse de la cosa depositada
y señala que es irregular porque la custodia para la conservación y
restitución de las mismas cosas o de otras tantas, ha perdido el poderoso
auxilio de la acción penal de la apropiación indebida y agrega que a la
custodia material se sustituye una custodia jurídica, en el sentido de que al
depositario le basta estar en disposición de satisfacer en todo momento su
obligación, restituyendo la equivalencia.
Desde luego encontramos una forma de depósito irregular en el artículo
338 del Código de Comercio que establece que siempre que con
asentimiento del depositante dispusiese el depositario de las cosas que
fuesen objeto del depósito, ya para sí o sus negocios, ya para operaciones
que aquél le encomendare, cesarán los derechos y obligaciones propias del
depositante y depositario, surgiendo los del contrato que se celebrare.
Coincidimos con RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[13] cuando señala que el depósito
irregular no tiene aplicación en la práctica, salvo en el caso de las
operaciones bancarias pasivas en relación con el depósito de dinero.
SÁNCHEZ CALERO[14] por su parte se refiere al depósito irregular indicando
que corresponde a las cosas fungibles que el depositario puede usar y
consumir de modo que adquiere la propiedad y se compromete a devolver
no la misma cosa sino otra de la misma especie y calidad y agrega que ese
tipo de depósito puede considerarse como una variedad particular del
depósito y no como un préstamo.
De conformidad con el artículo 336 cuando los depósitos sean de
numerario, con especificación de las monedas que los constituyan, o cuando
se entreguen cerrados y sellados, los aumentos o bajas que su valor
experimente serán de cuenta del depositante.
En este caso los riesgos de los depósitos corren a cargo del depositario,
siendo de su cuenta los daños que sufran, si no prueba que ocurrieron por
fuerza mayor o caso fortuito insuperable.
Cuando los depósitos de numerario se constituyan sin especificación de
moneda, o sin cerrar o sellar, el depositario responderá de su conservación y
riesgos, en los términos establecidos por el artículo anterior.

NOTAS

[1] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, Títulos y Operaciones de Crédito, 6ª ed., Ed. Herrero,
México, 1969, p. 231.
[2] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 745.
[3] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., p. 236.
[4] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 508.
[5] El Código de Comercio regula al depósito mercantil en general: La Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito se refiere al depósito bancario de dinero, de títulos y el que se lleva a cabo en
almacenes generales que realizan por un lado los bancos, así como al certificado de depósito propio
de los almacenes generales; la Ley de Instituciones de Crédito complementa las disposiciones en
materia de depósito bancario que como operación pasiva realizan cotidianamente las instituciones, y
la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito se refiere también al depósito
que se realiza ante los almacenes generales de depósito. No obstante en el presente capítulo
solamente nos ocupamos del depósito mercantil en general, ya que el depósito bancario y el que se
realiza ante almacenes generales es tratado en el Título Tercero relativo a los Contratos de Crédito,
capítulos VIII y IX, respectivamente, del presente libro.
[6] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 135.
[7] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 510.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 134.
[9] Ibidem.
[10] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 232.
[11] Ibidem.
[12] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., p. 240.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 48.
[14] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 509.
CAPÍTULO VI

CONTRATO DE EDICIÓN

El contrato de edición presupone la existencia del derecho del autor, en


donde distinguimos el reconocimiento y protección que la ley establece en
el aspecto moral, que se traduce en que su obra se mantenga inalterada y no
sea usurpada, así como su derecho de explotación exclusiva.

1. CONCEPTO
El contrato de edición es definido por VÁZQUEZ DEL MERCADO[1]
señalando: “el contrato de edición se celebra entre un sujeto que ha
producido una obra intelectual y otro sujeto que va a utilizarla para su
explotación en el mercado por lo que se conceptúa como el contrato por el
que el autor de una obra intelectual concede el derecho de explotación a un
tercero”.
León BOLAFFIO[2] refiere que el autor de una obra de ingenio literaria,
científica, artística, o didáctica que por medio de un contrato de edición
autoriza al editor a reproducirla, le cede y consiguientemente le garantiza el
derecho exclusivo que a aquella reproducción y venta le atribuye la ley en
compensación a las fatigas que supone la ejecución de su trabajo intelectual,
y refiriéndose al doble carácter del derecho del autor en patrimonial y
moral, agrega que con independencia del derecho moral, tiene el de lograr
de su obra el beneficio exclusivo de su propia actividad por medio de la
publicación, reproducción traducción y difusión de la obra, mismo que
puede ser transferido por el autor total o parcialmente, por medio del
contrato de edición.
Enfatizando el doble carácter moral y patrimonial que se contiene en el
derecho de autor protegido por la ley, DÍAZ BRAVO[3] dice que con la
expresión derecho de autor se significan dos inseparables atributos que las
leyes reconocen al creador de una obra intelectual o artística: el llamado
derecho moral y el derecho pecuniario, patrimonial o explotación de su
obra; perpetuo, inalienable, imprescriptible irrenunciable el primero y
temporal el segundo.
Pudiendo consistir el contrato de edición de diversas clases de obras, la
ley distingue, entre las literarias, musicales, fonográficas, de representación
escénica, de radiodifusión, de producción audiovisual y publicitarias. A
continuación proporcionaremos los conceptos relativos a cada uno de los
contratos que regula la ley.
El artículo 42 se refiere al contrato de edición de obra literaria lo define
señalando:
Artículo 42.—Hay contrato de edición de obra literaria cuando el autor o el titular de los
derechos patrimoniales, en su caso, se obliga a entregar una obra a un editor y éste, a su vez, se
obliga a reproducirla, distribuirla y venderla cubriendo al titular del derecho patrimonial las
prestaciones convenidas.

El contrato de edición de obra musical es definido por el artículo 58 al


señalar que es aquél por el que el autor o el titular del derecho patrimonial,
en su caso, cede al editor el derecho de reproducción y lo faculta para
realizar la fijación y reproducción fonomecánica de la obra, su
sincronización audiovisual, comunicación pública, traducción, arreglo o
adaptación y cualquier otra forma de explotación que se encuentre prevista
en el contrato; y el editor se obliga por su parte, a divulgar la obra por todos
los medios a su alcance, recibiendo como contraprestación una
participación en los beneficios económicos que se obtengan por la
explotación de la obra, según los términos pactados.
El artículo 61 se refiere al contrato de edición de representación
escénica señalando que por medio del contrato de representación escénica el
autor o el titular del derecho patrimonial, en su caso, concede a una persona
física o moral, llamada empresario, el derecho de representar o ejecutar
públicamente una obra literaria, musical, literario-musical, dramática,
dramático-musical, de danza, pantomímica o coreográfica, por una
contraprestación pecuniaria y el empresario se obliga a llevar a efecto esa
representación en las condiciones convenidas y con arreglo a lo dispuesto
en la Ley.
El contrato de radiodifusión se define por el artículo 66 diciendo: por el
contrato de radiodifusión el autor o el titular de los derechos patrimoniales,
en su caso, autoriza a un organismo de radiodifusión a transmitir una obra.
Al contrato de producción audiovisual, se refiere el artículo 68 que
establece: los autores o los titulares de los derechos patrimoniales, en su
caso, ceden en exclusiva al productor los derechos patrimoniales de
reproducción, distribución, comunicación pública y subtitulado de la obra
audiovisual, salvo pacto en contrario. Se exceptúan de lo anterior las obras
musicales.
El artículo 73 se refiere a los contratos publicitarios señalando que son
los que tienen por finalidad la explotación de obras literarias o artísticas con
fines de promoción o identificación en anuncios publicitarios.
También encuentran protección en la ley los programas de computación,
al establecer el artículo 101 que se entiende por programa de computación
la expresión original en cualquier forma, lenguaje o código, de un conjunto
de instrucciones que, con una secuencia, estructura y organización
determinada, tiene como propósito que una computadora o dispositivo
realice una tarea o función específica.
El artículo 102 señala por su parte que los programas de computación se
protegen en los mismos términos que las obras literarias.
A los contratos de edición de obra musical, representación escénica,
radiodifusión y producción audiovisual, le son aplicables en lo conducente
las disposiciones relativas al contrato de edición de obra literaria.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es típico, real, principal, formal, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso y
conmutativo.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley Federal del Derecho
de Autor.
Además, complementando la normatividad del contrato, debemos
señalar que en materia de derechos de autor, nuestro país ha suscrito y
ratificado diversos convenios internacionales, a saber:
La Convención sobre Propiedad Literaria y Artística que tuvo lugar en
el seno de la Cuarta Conferencia Internacional Americana en Buenos Aires,
aprobada y ratificada cincuenta años después, mediante decreto publicado el
20 de abril de 1963 en el Diario Oficial de la Federación.
La Convención Universal Sobre Derecho de Autor, suscrita en París el
24 de junio de 1971, ratificada y publicada en el Diario Oficial de la
Federación por decreto del 9 de marzo de 1976; y,
El acuerdo de Berna para la Protección de las Obras Literarias y
Artísticas, cuya aprobación y ratificación fueron promulgadas por decreto
publicado en el Diario Oficial de la Federación el 24 de enero de 1975.
Es real porque se perfecciona con la entrega de la cosa materia de la
edición, ya que si el autor no entrega la obra al editor éste estará
imposibilitado de llevar a cabo la edición, además de que el artículo 52,
fracción I, de la ley establece como obligación para el autor la de llevar a
cabo la entrega de la obra al editor.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque del cúmulo de disposiciones de la ley se contienen
diversas obligaciones para las partes que solo pueden cumplirse si las
mismas se encuentran claramente establecidas por escrito.
Además, la forma en este contrato constituye un elemento de validez al
establecer el artículo 30 en su tercer párrafo; los actos, convenios y
contratos por los cuales se transmitan derechos patrimoniales y las licencias
de uso deberán celebrarse, invariablemente, por escrito, de lo contrario
serán nulos de pleno derecho, además de que la costumbre enseña que los
contratos de edición suelen otorgarse por escrito.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo que es en el que la obra se
encontrará en venta a terceros, y hasta en tanto se agote.
Así, el artículo 43 establece: como excepción a lo previsto por el
artículo 33 de la presente Ley, el plazo de la cesión de derechos de obra
literaria no estará sujeta a limitación alguna.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes:
el editor percibirá el pago que de la comercialización de la obra realice y de
acuerdo con el artículo 47, fracción IV, el autor o titular de los derechos
patrimoniales obtendrá una remuneración por la comercialización que de la
venta se haga, la cual se arreglará a los términos del contrato.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidos por las partes desde su
celebración, pero será aleatorio respecto del número de ejemplares que
serán vendidos, ya que dicha circunstancia no es posible estipularla en el
contrato.
3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES
Los elementos personales son el autor y el editor.
Dentro de los derechos del autor se encuentra el de que puede hacer a su
obra las correcciones, enmiendas, adiciones o mejoras que estime
convenientes antes de que entre en prensa, pero, cuando las modificaciones
hagan más onerosa la edición, el autor estará obligado a resarcir los gastos
que por ese motivo se originen, salvo pacto en contrario.
En relación con sus obligaciones, el autor o titular del derecho
patrimonial deberá entregar al editor la obra en los términos y condiciones
contenidos en el contrato, y responder ante el editor de la autoría y
originalidad de la obra, así como del ejercicio pacífico de los derechos que
le hubiera transmitido.
Por lo que a sus derechos se refiere, el editor que hubiere hecho la
edición de una obra tendrá el derecho de preferencia en igualdad de
condiciones para realizar la siguiente edición.
El editor de conformidad con el artículo 53 de la ley, debe hacer constar
en forma y lugar visibles de las obras que publique, los siguientes datos:
I. Nombre, denominación o razón social y domicilio del editor;
II. Año de la edición o reimpresión;
III. Número ordinal que corresponde a la edición o reimpresión, cuando esto sea posible, y
IV. Número Internacional Normalizado del Libro (ISBN), o el Número Internacional
Normalizado para Publicaciones Periódicas (ISSN), en caso de publicaciones periódicas.

El impresor, que podrá ser el propio editor, deberá hacer constar en


forma y lugar visible de las obras que imprima:
I. Su nombre, denominación o razón social;
II. Su domicilio, y
III. La fecha en que se terminó de imprimir.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


Como el contrato de edición supone siempre la comercialización de la
obra, las partes podrán pactar que la distribución y venta sean realizadas por
terceros, así como convenir lo relativo al contenido del contrato de edición,
salvo los derechos irrenunciables establecidos por la Ley.
El contrato de edición de una obra no implica la transmisión de los
demás derechos patrimoniales del titular de la misma.
De conformidad con el artículo 47 el contrato de edición deberá
contener como mínimo los siguientes elementos:
I. El número de ediciones o, en su caso, reimpresiones, que comprende;
II. La cantidad de ejemplares de que conste cada edición;
III. Si la entrega del material es o no en exclusiva, y
IV. La remuneración que deba percibir el autor o el titular de los derechos patrimoniales.

Por su parte el artículo 48 establece que salvo pacto en contrario, los


gastos de edición, distribución, promoción, publicidad, propaganda o de
cualquier otro concepto, serán por cuenta del editor.
En el artículo 50 se señala que si no existe convenio respecto al precio
que los ejemplares deben tener para su venta, el editor estará facultado para
fijarlo.
Por otro lado, salvo pacto en contrario, el derecho de editar
separadamente una o varias obras del mismo autor no confiere al editor el
derecho para editarlas en conjunto y asimismo, el derecho de editar en
conjunto las obras de un autor no confiere al editor la facultad de editarlas
separadamente.
De conformidad con el artículo 55, cuando en el contrato de edición no
se haya estipulado el término dentro del cual deba quedar concluida la
edición y ser puestos a la venta los ejemplares, se entenderá que este
término es de un año contado a partir de la entrega de la obra lista para su
edición.
Una vez transcurrido este lapso sin que el editor haya hecho la edición,
el titular de los derechos patrimoniales podrá optar entre exigir el
cumplimiento del contrato o darlo por terminado mediante aviso escrito al
editor. En uno y otro casos, el editor resarcirá al titular de los derechos
patrimoniales los daños y perjuicios causados.
Por otro lado, el término para poner a la venta los ejemplares no podrá
exceder de dos años, contados a partir del momento en que se pone la obra a
disposición del editor.
Finalmente, el editor no podrá publicar la obra con abreviaturas,
adiciones, supresiones o cualesquiera otras modificaciones, sin
consentimiento escrito del autor.

5. LA PROTECCIÓN AL DERECHO DE AUTOR


En el artículo 77 se establece que la persona cuyo nombre o seudónimo,
conocido o registrado, aparezca como autor de una obra, será considerada
como tal, salvo prueba en contrario y, en consecuencia, se admitirán por los
tribunales competentes las acciones que entable por trasgresión a sus
derechos.
Además, respecto de las obras firmadas bajo seudónimo o cuyos autores
no se hayan dado a conocer, las acciones para proteger el derecho
corresponderán a la persona que las haga del conocimiento público con el
consentimiento del autor, quien tendrá las responsabilidades de un gestor,
hasta en tanto el titular de los derechos no comparezca en el juicio
respectivo, a no ser que existiera convenio previo en contrario.
Las obras derivadas, tales como arreglos, compendios, ampliaciones,
traducciones, adaptaciones, paráfrasis, compilaciones, colecciones y
transformaciones de obras literarias o artísticas, serán protegidas en lo que
tengan de originales, pero sólo podrán ser explotadas cuando hayan sido
autorizadas por el titular del derecho patrimonial sobre la obra primigenia, y
cuando sean del dominio público, serán protegidas en lo que tengan de
originales, pero tal protección no comprenderá el derecho al uso exclusivo
de la obra primigenia, ni dará derecho a impedir que se hagan otras
versiones de la misma.

6. NATURALEZA JURÍDICA
Podríamos decir que el contrato de edición es un híbrido, porque lo
mismo contiene características que lo ubican como mercantil, y algunas
otras que lo hacen parecer como un contrato de naturaleza civil.
Refiere DÍAZ BRAVO[4] que lo discutible es la arbitraria federalización del
derecho de autor que en nuestro país fue desde siempre materia de orden
común y citando a VÁZQUEZ PANDO señala que ni bajo la Constitución de
1857 era, ni bajo la de 1917 que nos rige es materia federal la propiedad
intelectual, aunque no han faltado argumentos espurios para defender lo
contrario, y a pesar de que el Congreso General ha legislado en la materia
invadiendo con ello la competencia local.
Desde luego el establecimiento de la competencia federal para emitir la
legislación respecto del derecho de autor, ha sido uno de los factores que
propició la dificultad para establecer su naturaleza jurídica, ya que aun
teniendo un contenido que le identifica con el derecho civil en la casi
totalidad de sus aspectos, el derecho común es de competencia local.
Por otro lado, el carácter subjetivo del empresario editorial o tipográfico
que explota la producción autoral ubica al contrato como perteneciente al
derecho mercantil, al considerarlo acto de comercio.
La naturaleza mercantil le deviene del contenido del artículo 75,
fracción IX, que considera actos de comercio a las librerías y las empresas
editoriales y tipográficas, de modo que el carácter mercantil es subjetivo.
Dice DÍAZ BRAVO[5] que no puede caber duda sobre la naturaleza
mercantil del contrato al que identifica como una forma de asociación en
participación, y agrega “todavía muestra el Código Civil el hueco dejado
por el Título Octavo del Libro Segundo, que estuvo dedicado a regular la
materia autoral, derogado por la Ley Federal sobre Derechos de Autor, de
31 de diciembre de 1947”.
Y, citando a Edmond PICARD, se refiere a la existencia de una cuarta
categoría de derechos que tal autor concibe señalando: “audaz por novedosa
y seductora por su hábil construcción, es la teoría de Edmond PICARD, sobre
la existencia de una cuarta categoría de derechos, los intelectuales”.
Enfatizando la analogía y similitud que en el aspecto pecuniario y como
privilegio temporal tiene el derecho de autor respecto del derivado de la
propiedad industrial, para establecer la naturaleza del derecho del autor en
tal orden, DÍAZ BRAVO[6] sostiene: “la creación intelectual es únicamente
embrión de tal derecho, el cual solo surge de un acto administrativo, como
privilegio temporal, sin relación con figura alguna del derecho privado”.[7]
VALVERDE Y VELARDE señala:
los derechos de autor, que la propiedad intelectual, en cuanto significa la prohibición de la
imitación o reproducción de una obra, es un monopolio y no puede ser otra cosa, porque lo que
hace la legislación especial que regula estos derechos es precisamente prohibir la imitación, que
el derecho común no prohíbe.

Concluye DÍAZ BRAVO señalando que el derecho de autor como el del


inventor tiene dos manifestaciones a saber: el derecho exclusivo de
explotación, temporal y de contenido pecuniario, y el derecho moral,
perpetuo, de contenido primordialmente jurídico y sin un inmediato
correlativo económico.
Finalmente y en relación con la naturaleza del derecho en lo tocante a
los aspectos que son materia de protección, cabe referir que los tribunales
federales distinguen entre la protección de la actividad intelectual y su
exteriorización material.[8]

7. EXTINCIÓN DEL CONTRATO


El artículo 56 establece que el contrato de edición terminará, cualquiera
que sea el plazo estipulado para su duración, si la edición objeto del mismo
se agotase, sin perjuicio de las acciones derivadas del propio contrato, o si
el editor no distribuyese la obra en los términos pactados.
Además, se entenderá agotada una edición, cuando el editor carezca de
los ejemplares de la misma para atender la demanda del público.

NOTAS

[1]VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 317.


[2]Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 200 a 203.
[3]DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 198.
[4]DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 198.
[5]Ibid., pp. 199 a 203.
[6]Ibid, p. 200.
[7]Citado por DÍAZ BRAVO Arturo, Ibidem.
[8] En relación con el objeto del derecho de derecho de autor, y su protección legal, a
continuación se transcribe el siguiente criterio: DERECHOS DE AUTOR, OBJETO DE LA LEY FEDERAL DE.—
Los derechos de autor se fundan en la necesidad de proteger el talento creador del individuo, con
independencia de las cosas en donde aparezca exteriorizado y objetivado ese poder creador. Esto es
así, porque el artículo 1o. de la Ley Federal de Derechos de Autor dispone que tal ordenamiento tiene
por objeto la protección de los derechos que la misma ley establece en beneficio del autor de toda
obra intelectual y artística, y conforme al artículo 2o. del propio cuerpo legal, éste prevé y protege en
favor del autor de una obra intelectual o artística los siguientes derechos: “I. El reconocimiento de su
calidad de autor; II. El de oponerse a toda deformación, mutilación o modificación de su obra, que
lleve a cabo sin su autorización, así como a toda acción que redunde en demérito de la misma o
mengua del honor, del prestigio o de la reputación del autor; III. El usar o explotar temporalmente la
obra, por sí mismo o por terceros, con propósito de lucro y de acuerdo con las condiciones
establecidas por la ley”. Estas disposiciones ponen de manifiesto, que el interés protegido en la ley
citada es la obra del pensamiento o de la actividad intelectual y no las cosas en donde la obra del
ingenio se exterioriza y recibe forma material, las cuales, por ser objeto de propiedad ordinaria, se
encuentran regidas por las disposiciones correspondientes del Código Civil. CUARTO TRIBUNAL
COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 68/87. César Odilón Jurado Lima. 19
de marzo de 1987. Unanimidad de votos. Ponente: Mauro Miguel Reyes Zapata. Instancia:
Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época.
Volumen 217-228 Sexta Parte. Tesis: Página: 220. Tesis Aislada.
CAPÍTULO VII

CONTRATO DE FIANZA DE EMPRESA

De enorme utilidad práctica, el contrato de fianza de empresa, mercantil por


señalamiento del artículo 32 de la Ley de Instituciones de Seguros y
Fianzas, publicada en el Diario Oficial de la Federación del 4 de abril de
2013, realizado por las instituciones afianzadoras, constituye una actividad
mediante la cual se otorgan garantías de cumplimiento de manera onerosa.
Así dice Rodríguez Rodríguez:[1]
de aquí se deduce que desde 1943 (en que se expidió la Ley Federal de Instituciones de Fianzas)
hay dos ordenamientos jurídicos para el contrato de fianza: el civil y el mercantil. El mercantil se
aplica a la fianza mercantil que recibirá esta especial calificación cuando se trate de fianza
onerosa practicada por empresa en forma habitual y ninguna empresa podría dedicarse
profesionalmente a dar fianzas gratuitas, actitud que estaría en contradicción con el concepto
mismo de empresa.

Coincidimos con DÍAZ BRAVO[2] cuando, refiriéndose a la ubicación


legislativa del contrato de fianza mercantil señala:
mientras subsista la diferenciación legislativa de nuestro derecho privado, la regulación de la
fianza civil debe mantenerse donde está, mientras que la fianza mercantil debe estar regulada por
el Código de Comercio, acaso con la aclaración de que tendrá tal carácter, la que garantice una
obligación mercantil y la que se otorgue por una institución de fianzas.

Con elegante lenguaje, agrega el autor en cita: “de la más rancia estirpe
romanesca, el contrato de fianza, al igual que otros tantos surgidos del ius
civile, se ha multiplicado por bipartición, de tal suerte que en la actualidad
se muestra a veces en su forma original, civil, pero frecuentemente con su
nuevo atuendo mercantil”.[3]

1. CONCEPTO
Podemos definir al contrato de fianza de empresa señalando que es
aquél por cuya virtud una institución debidamente autorizada por el
Gobierno Federal y organizada para tal efecto, se obliga, mediante el pago
de una cantidad denominada prima, a responder por las obligaciones de un
sujeto llamado fiado, ante un tercer acreedor (beneficiario), en los términos
y bajo las condiciones pactadas, que se hacen constar en un documento
denominado póliza.
Para VÁZQUEZ DEL MERCADO,[4] siguiendo la definición otorgada por el
Código Civil Federal, la fianza es un contrato en virtud del cual una persona
se compromete frente al acreedor al cumplimiento de una obligación en
caso de que el deudor no lo haga.
El propio autor refiere que en la fianza es otra persona, fiador, la que se
vincula asumiendo la obligación del deudor de manera solidaria y que si
bien su obligación es accesoria, se otorga en el mismo plano que la del
deudor principal.[5]
Dice DÍAZ BRAVO,[6] que la fianza mercantil se define señalando: “por el
contrato de fianza de empresa, la fiadora se obliga por escrito,
solidariamente con el fiado, a pagar una deuda a cargo del mismo, a cambio
de la prima que se obliga a pagar el tomador o contratante”.
Al no gozar la institución fiadora de los beneficios de orden y excusión,
según se establece en el artículo 118 de la ley de la materia, su obligación es
solidaria y no subsidiaria.[7]
Por ello dice con razón Díaz Bravo:[8] “la fianza de empresa no plantea
como sí la civil, una obligación subsidiaria, sino solidaria, y con ello
adquiere una nueva fisonomía, cuyos rasgos no coinciden con los de la
fianza civil”.
Y Vázquez del Mercado[9] agrega: “la subsidiaridad puede aceptarse ya
que el fiador, que es solidariamente responsable con el deudor principal,
deberá cumplir con la prestación después de que se haya hecho exigible la
obligación y éste haya dado lugar a que se verifique el incumplimiento.”

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es típico, consensual, accesorio, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso,
conmutativo y aleatorio y de adhesión.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley de Instituciones de
Seguros y Fianzas.
Es accesorio porque requiere de la existencia de una obligación
principal a la cual garantizar.[10]
Dice Rodríguez Rodríguez[11] que esta nota resulta de la propia
definición del contrato, puesto que su contenido es que el fiador pague la
obligación del deudor, si éste no lo hace. La fianza presupone
necesariamente la existencia de una obligación por parte del fiador.
Es consensual porque el acuerdo de voluntades se otorga por la
exteriorización verbal de la voluntad y la ley no exige la forma escrita.
De la obligación que de acuerdo con la ley, tienen las instituciones de
expedir la póliza al beneficiario, quien por otro lado, en ausencia de la
misma se encuentra en posición difícil para acreditar la existencia del
contrato, DÍAZ BRAVO[12] ha derivado que el contrato ha devenido formal y de
adhesión.
No compartimos ese punto de vista porque consideramos que el hecho
de que las instituciones se encuentren por disposición legal obligadas a
expedir el documento relativo aún y cuando en el mismo se contengan las
condiciones propias de las que derivan sus obligaciones ante el beneficiario,
no convierten al contrato en formal, ya que no se otorga por escrito, y la
póliza, constituyendo un importante medio de prueba, solamente es suscrita
por la empresa y no así por el contratante ni aún por el beneficiario.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo, en el cual la garantía estará
vigente.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración ya que en la póliza correspondiente se establecen los límites
máximos de responsabilidad de la institución así como los derechos y
obligaciones de ambas partes, pero será aleatorio en relación con el eventual
incumplimiento del fiado.
Es de adhesión porque las condiciones del contrato son establecidas de
manera unilateral por la compañía fiadora y plasmadas en la póliza que al
efecto expida.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Los elementos personales son el fiado, obligado ante un tercer acreedor
y la empresa fiadora.
Desde luego la obligación principal del fiado será la de pagar el monto
de la prima acordada.
La compañía de fianzas por su parte tiene como principal obligación
ante todo la de prestar la garantía en los términos acordados y en caso de
incumplimiento de su fiado, pagar al tercero acreedor la cantidad
correspondiente a la obligación incumplida.

4. CONDICIONES PARA LA OPERACIÓN DE LAS INSTITUCIONES


AFIANZADORAS
El contrato de fianza de empresa solamente puede ser celebrado por una
institución que se encuentre debidamente autorizada y organizada como
sociedad anónima de capital variable para tal efecto, y su objeto, como
vemos es el de constituir garantías a favor de terceros para el cumplimiento
de obligaciones.
La autorización para operar como instituciones de fianzas (al igual que
para las compañías aseguradoras, y las sociedades mutualistas) es otorgada
por la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, de conformidad con el
artículo 11 de la Ley, que señala:
Artículo 11.—Para organizarse y operar como Institución o Sociedad Mutualista se requiere
autorización del Gobierno Federal, que compete otorgar discrecionalmente a la Comisión, previo
acuerdo de su Junta de Gobierno. Por su naturaleza, estas autorizaciones serán intransmisibles.

Así, el artículo 33, señala que se prohíbe a toda persona física o moral
distinta a las instituciones de fianzas, autorizadas en los términos de esta
Ley, otorgar habitualmente fianzas a título oneroso.
Por su parte, el artículo 1, de la ley establece:
Artículo 1.—La presente Ley es de interés público y tiene por objeto regular la organización,
operación y funcionamiento de las Instituciones de Seguros, Instituciones de Fianzas y
Sociedades Mutualistas de Seguros; las actividades y operaciones que las mismas podrán realizar,
así como las de los agentes de seguros y de fianzas, y demás participantes en las actividades
aseguradora y afianzadora previstos en este ordenamiento, en protección de los intereses del
público usuario de estos servicios financieros.

De conformidad con el artículo 36 de la ley, las compañías afianzadoras


podrán operar en los ramos y subramos siguientes:
Artículo 36.—Las autorizaciones para organizarse, operar y funcionar como Institución de
Fianzas, se referirán a uno o más de los siguientes ramos y subramos de fianzas:
I. Fianzas de fidelidad, en alguno o algunos de los subramos siguientes:
a) Individuales, y
b) Colectivas;
II. Fianzas judiciales, en alguno o algunos de los subramos siguientes:
a) Judiciales penales;
b) Judiciales no penales, y
c) Judiciales que amparen a los conductores de vehículos automotores;
III. Fianzas administrativas, en alguno o algunos de los subramos siguientes:
a) De obra;
b) De proveeduría;
c) Fiscales;
d) De arrendamiento, y
e) Otras fianzas administrativas;
IV. Fianzas de crédito, en alguno o algunos de los subramos siguientes:
a) De suministro;
b) De compraventa, y
c) Otras fianzas de crédito, y
V. Fideicomisos de garantía, en alguno o algunos de los subramos siguientes:
a) Relacionados con pólizas de fianza, y
b) Sin relación con pólizas de fianza.
La operación de las fianzas de crédito a que se refiere la fracción IV de este artículo, estará
sujeta a las disposiciones de carácter general que emita la Comisión, con acuerdo de su Junta de
Gobierno.
Las Instituciones de Fianzas podrán realizar el reafianzamiento respecto de los ramos y
subramos comprendidos en su autorización, con excepción de los previstos en la fracción V de
este artículo.

Y el artículo 37 establece:
Artículo 37.—Cuando alguno de los subramos de fianzas a que se refiere el artículo 36 de este
ordenamiento, adquiera una importancia tal que amerite considerarlo como ramo independiente,
la Secretaría podrá declararlo como ramo especial para los efectos del referido artículo 36 de esta
Ley.

En relación con las operaciones autorizadas a las empresas afianzadoras,


cabe mencionar que mediante reforma realizada a la ley el 10 de noviembre
de 1999 se adicionó al artículo 16, la fracción XV, para establecer que las
compañías podrán actuar como institución fiduciaria pero sólo en el caso de
fideicomisos de garantía, con la facultad de administrar los bienes
fideicomitidos en los mismos, los cuales podrán o no estar relacionados con
las pólizas de fianzas que expidan, como excepción a lo dispuesto por el
artículo 350 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.[13]
Además, se estable la posibilidad de que las instituciones de fianzas
operen como fiduciarias en contratos de fideicomisos, de conformidad con
el artículo 114, fracción XVII, siguiente:
Artículo 144.—Las Instituciones de Fianzas sólo podrán realizar las operaciones siguientes:
XVII. Actuar como institución fiduciaria sólo en el caso de fideicomisos de garantía con la
facultad de administrar los bienes fideicomitidos en los mismos, los cuales podrán o no estar
relacionados con las pólizas de fianzas que expidan.
Asimismo, podrán actuar como institución fiduciaria en los fideicomisos de garantía a que se
refiere la Sección Segunda del Capítulo V del Título Segundo de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, sujetándose a lo que dispone el artículo 85 Bis de la Ley de Instituciones
de Crédito y bajo la inspección y vigilancia de la Comisión.
Las Instituciones de Fianzas, en su carácter de fiduciarias, podrán ser fideicomisarias en los
fideicomisos en los que, al constituirse, se transmita la propiedad de los bienes fideicomitidos y
que tengan por fin servir como instrumento de pago de obligaciones incumplidas, en el caso de
fianzas otorgadas por las propias instituciones. En este supuesto, las partes deberán designar de
común acuerdo a un fiduciario sustituto para el caso que surgiere un conflicto de intereses entre
las mismas.
En lo no previsto por lo anterior, a las Instituciones de Fianzas fiduciarias les será aplicable lo
establecido en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
La Secretaría, oyendo la opinión del Banco de México y de la Comisión, podrá determinar
mediante disposiciones de carácter general otros tipos de fideicomisos en los que podrán actuar
como fiduciarias las Instituciones de Fianzas;

Complementariamente, el artículo 162 establece:


Artículo 162.—Las operaciones de fideicomiso a que se refiere la fracción XVII del artículo
144 de este ordenamiento, se sujetarán a lo dispuesto en esta Ley y a las siguientes bases:
I. En el desempeño de los fideicomisos, las Instituciones de Fianzas deberán evitar prácticas
que afecten una sana operación o vayan en detrimento de los intereses de las personas a las que
les otorguen sus servicios. El Banco de México podrá, en caso de considerarlo necesario, emitir
mediante reglas de carácter general, las características a que deberán sujetarse tales operaciones.
La Comisión, oyendo la opinión del Banco de México, podrá ordenar a las Instituciones de
Fianzas la suspensión de las operaciones que infrinjan las reglas que en su caso emita el Banco de
México;
II. Las Instituciones de Fianzas podrán recibir en fideicomiso cantidades de efectivo, valores,
bienes y derechos, según el requerimiento del fideicomitente, o adquirir este tipo de activos con
los recursos fideicomitidos, siempre que tales operaciones se realicen exclusivamente en
cumplimiento del objeto del fideicomiso;
III. Las Instituciones de Fianzas deberán abrir contabilidades especiales por cada contrato,
debiendo registrar en las mismas y en su propia contabilidad, los recursos que les confíen y los
demás bienes, valores o derechos con los que se incrementen los recursos originalmente afectos
al fideicomiso, así como los incrementos o disminuciones correspondientes, por los productos o
gastos respectivos. Invariablemente deberán coincidir los saldos de las cuentas controladas de la
contabilidad de la Institución de Fianzas con las contabilidades especiales.
En ningún caso los recursos, bienes o derechos señalados estarán afectos a otras
responsabilidades que las derivadas del fideicomiso mismo o las que contra ellos correspondan a
terceros, de acuerdo con la Ley;
IV. Las Instituciones de Fianzas deberán desempeñar su cometido y ejercitarán sus facultades
por medio de delegados fiduciarios. Las Instituciones de Fianzas responderán civilmente por los
daños y perjuicios que se causen por la falta de cumplimiento en las condiciones o términos
señalados en el fideicomiso.
Los citados delegados fiduciarios deberán de satisfacer los requisitos de calidad técnica,
honorabilidad e historial crediticio satisfactorio, y no deberán ubicarse en alguno de los supuestos
previstos en la fracción III, inciso d), del artículo 56 de esta Ley.
En el acto constitutivo del fideicomiso o en sus reformas, se podrá prever la formación de un
comité técnico, dar reglas para su funcionamiento y fijar facultades. Cuando la Institución de
Fianzas obre ajustándose a los dictámenes o acuerdos de este comité estará libre de toda
responsabilidad;
V. Cuando la Institución de Fianzas al ser requerida, no rinda las cuentas de su gestión dentro
de un plazo de quince días hábiles o cuando sea declarada por sentencia ejecutoriada, culpable de
las pérdidas o menoscabo que sufran los recursos dados en fideicomiso, o responsable de esas
pérdidas o menoscabo por negligencia grave, procederá su remoción como fiduciaria.
Las acciones para pedir cuentas, para exigir la responsabilidad de la institución fiduciaria y
para pedir su remoción, corresponderán al fideicomisario o a sus representantes legales y a falta
de éstos al Ministerio Público, sin perjuicio de poder el fideicomitente reservarse en el acto
constitutivo del fideicomiso o en las modificaciones del mismo, el derecho para ejercitar esta
acción.
En caso de renuncia o remoción se estará a lo dispuesto en el párrafo final del artículo 385 de
la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito;
VI. Los recursos recibidos por las Instituciones de Fianzas con cargo a contratos de
fideicomiso no podrán cubrir la Base de Inversión que dichas instituciones deben constituir de
acuerdo a lo dispuesto en esta Ley, ni podrán considerarse para efecto alguno como parte de los
cómputos relativos a los Fondos Propios Admisibles que respaldan el requerimiento de capital de
solvencia previsto en el artículo 232 de esta Ley;
VII. La Comisión determinará, mediante disposiciones de carácter general que emita con
acuerdo de su Junta de Gobierno y escuchando la opinión del Banco de México, el monto
máximo de recursos que una Institución de Fianzas podrá recibir en fideicomiso, considerando su
capital pagado, los Fondos Propios Admisibles que respalden su requerimiento de capital de
solvencia y cualquier otro elemento que apoye su solvencia, y
VIII. Cuando se trate de operaciones de fideicomiso que constituya el Gobierno Federal o que
él mismo, para los efectos de este artículo declare de interés público a través de la Secretaría, no
será aplicable el plazo que establece la fracción III del artículo 394 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
En lo no previsto por lo anterior, a las Instituciones de Fianzas fiduciarias les será aplicable lo
establecido en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.

5. LAS RESERVAS TÉCNICAS


Para atender el pago de las reclamaciones por las garantías constituidas,
así como los supuestos de contingencia previstos por la ley, de conformidad
con lo dispuesto por los artículos 220 a 231 de la ley, las instituciones
afianzadoras deberán constituir reservas técnicas:
Artículo 220.—Las Instituciones de Fianzas deberán constituir las siguientes reservas
técnicas:
I. Reserva de fianzas en vigor;
II. Reserva de contingencia de fianzas, y
III. Las demás que, conforme a lo que establece el artículo 223 de esta Ley, determine la
Comisión.
Artículo 221.—Las reservas técnicas a que se refiere el artículo 220 de esta Ley, tendrán como
propósito:
I. En el caso de la reserva de fianzas en vigor, constituir el monto de recursos suficientes para
cubrir el pago de las reclamaciones esperadas que se deriven de las responsabilidades por fianzas
en vigor, en tanto las Instituciones de Fianzas se adjudican y hacen líquidas las garantías de
recuperación recabadas, y
II. En el caso de la reserva de contingencia de fianzas, constituir el monto de recursos
necesarios para cubrir posibles desviaciones en el pago de las reclamaciones esperadas que se
deriven de las responsabilidades retenidas por fianzas en vigor, así como para enfrentar cambios
en el patrón de pago de las reclamaciones, en tanto las Instituciones de Fianzas se adjudican y
hacen líquidas las garantías de recuperación recabadas. Para este propósito, la reserva de
contingencia de fianzas será acumulativa y sólo podrá dejar de incrementarse cuando así lo
determine la Comisión mediante disposiciones de carácter general, atendiendo al volumen, patrón
y estructura de las responsabilidades asumidas por las Instituciones de Fianzas.
Artículo 222.—Las Instituciones de Fianzas constituirán y valuarán las reservas técnicas a que
se refieren los artículos 220, 221 y 223 de la presente Ley, de conformidad con las disposiciones
de carácter general que emita la Comisión, con acuerdo de su Junta de Gobierno, considerando
los siguientes principios:
I. Tratándose de las reservas técnicas a que se refieren las fracciones I y II del artículo 220 de
este ordenamiento, los métodos de constitución y valuación que deberán emplear las Instituciones
de Fianzas, serán los que determine la Comisión, tomando en consideración, según resulte
aplicable, los siguientes elementos:
a) El monto de las primas cobradas por las Instituciones de Fianzas;
b) El nivel de las responsabilidades y riesgos asumidos por las fianzas emitidas;
c) La segmentación de sus responsabilidades y riesgos por ramo, subramo o tipo de fianza;
d) Las garantías de recuperación con las que cuenten las Instituciones de Fianzas, en los
términos del artículo 168 de esta Ley;
e) Los índices y evolución de las reclamaciones y recuperaciones registrados por las
Instituciones de Fianzas;
f) Los supuestos financieros para la determinación del valor de las responsabilidades asumidas
por las Instituciones de Fianzas, y
g) Las condiciones generales imperantes en el mercado afianzador, y
II. En la constitución y valuación de las reservas técnicas por reafianzamiento tomado, las
Instituciones de Fianzas se apegarán a lo que señalen las disposiciones de carácter general a que
se refiere el presente artículo.
En las disposiciones de carácter general a que se refiere este artículo, la Comisión determinará
los casos en los que, atendiendo a la naturaleza de las responsabilidades y obligaciones asumidas
por las Instituciones de Fianzas, éstas podrán liberar las reservas técnicas a que se refieren los
artículos 220, fracciones II y III, y 223 de este ordenamiento, así como, en su caso, la forma y
términos para la reconstitución de las mismas.
Artículo 223.—La Comisión, con el acuerdo de su Junta de Gobierno, podrá ordenar,
mediante disposiciones de carácter general, la constitución de reservas técnicas adicionales a las
señaladas en los artículos 216, fracciones I a VI, y 220, fracciones I y II, de esta Ley, cuando, a su
juicio, las características o posibles riesgos de algún tipo de operación las hagan necesarias para
hacer frente a posibles pérdidas u obligaciones presentes o futuras a cargo de las Instituciones.
Artículo 224.—Las Instituciones constituirán, valuarán y registrarán las reservas técnicas a
que se refieren los artículos 216 y 220 de la presente Ley, de conformidad con lo previsto en este
Capítulo, de manera mensual.
La Comisión, mediante disposiciones de carácter general, determinará la forma y términos en
que las Instituciones deberán informarle y comprobarle todo lo relativo a sus reservas técnicas.
Con independencia de lo anterior, el consejo de administración de las Instituciones será
responsable de establecer los mecanismos necesarios para controlar de manera permanente la
constitución, valuación y registro, así como la suficiencia de sus reservas técnicas.
Artículo 225.—La valuación de las reservas técnicas de las Instituciones deberá efectuarse,
según corresponda, de conformidad con las disposiciones de carácter general y principios a que
se refieren los artículos 218 y 222 de esta Ley, empleando, según sea el caso, los métodos
actuariales señalados en el artículo 219 de este ordenamiento y, en general, apegándose a los
estándares de práctica actuarial que al efecto señale la Comisión, mediante disposiciones de
carácter general.
Artículo 226.—La valuación de las reservas técnicas de las Instituciones deberá ser elaborada
y firmada por un actuario con cédula profesional, que además cuente con la certificación vigente
emitida para ese propósito por el colegio profesional de la especialidad o que acredite ante la
Comisión que tiene los conocimientos requeridos para tal efecto en la forma y términos que la
misma determine mediante disposiciones de carácter general.
Artículo 227.—Las Instituciones deberán demostrar a la Comisión, en la forma y términos que
la misma establezca mediante disposiciones de carácter general, la adecuación y suficiencia de
sus reservas técnicas, así como la aplicabilidad y pertinencia de los métodos actuariales y la
idoneidad de los datos estadísticos empleados en la constitución y valuación de las mismas.
Artículo 228.—Como resultado del ejercicio de sus facultades de inspección y vigilancia, la
Comisión podrá ordenar a las Instituciones una valuación de sus reservas técnicas, la cual deberá
realizarse, según lo determine la propia Comisión, por el actuario a que se refiere el artículo 226
de esta Ley, o por otro actuario independiente.
Las Instituciones estarán obligadas a registrar en su contabilidad el resultado que arroje dicha
valuación por cada operación y ramo, o bien por cada ramo o subramo, según corresponda.
El actuario independiente a que se refiere el primer párrafo de este artículo deberá contar con
cédula profesional y certificación vigente para efectos de valuación de reservas técnicas emitida
por el colegio profesional de la especialidad o acreditar ante la Comisión que tiene los
conocimientos requeridos para este efecto, así como no ubicarse en alguno de los supuestos de
falta de independencia que al efecto establezca la Comisión mediante disposiciones de carácter
general, en las que se consideren, entre otros aspectos, los vínculos financieros o de dependencia
económica, así como la prestación de servicios adicionales a las Instituciones.
Artículo 229.—Las reservas técnicas de las Instituciones a que se refieren los artículos 216,
fracciones I a V, y 220, fracción I, de este ordenamiento, se calcularán en términos brutos, sin
deducir los importes recuperables procedentes de los contratos de reaseguro, de reafianzamiento
o de otros mecanismos de transferencia de riesgo. Dichos importes se calcularán por separado, de
conformidad con lo establecido en el artículo 230 de esta Ley.
Artículo 230.—La estimación de los importes recuperables procedentes de los contratos de
reaseguro, reafianzamiento o de otros que incluyan mecanismos de transferencia de riesgo o
responsabilidades, sólo podrá calcularse respecto de aquellos contratos que impliquen una
transferencia cierta de riesgo, o bien de responsabilidades asumidas por fianzas en vigor, y se
ajustarán a las disposiciones de carácter general que emita la Comisión, las cuales se basarán en
lo siguiente:
I. Su cálculo se efectuará respecto de contratos de los que se derive una transferencia cierta de
riesgos o responsabilidades en términos de las disposiciones de carácter general a que se refiere
este artículo, y atendiendo a los principios establecidos en los artículos 218 y 222 de esta Ley;
II. Sólo podrán efectuarse respecto de riesgos de seguro, o bien respecto de responsabilidades
asumidas por fianzas en vigor, amparados, según corresponda, en las reservas técnicas a que se
refieren los artículos 217, fracciones I y II incisos a) a c), y 221, fracción I, de este ordenamiento;
III. El cálculo de los importes deberá considerar la diferencia temporal entre las
recuperaciones de reaseguro y reafianzamiento, y los pagos directos;
IV. Los importes deberán ajustarse atendiendo a su probabilidad de recuperación, en función,
según corresponda, de la mutualidad de riesgos de seguros transferidos, las responsabilidades
asumidas por fianzas en vigor y la naturaleza del contrato de reaseguro o reafianzamiento, así
como a las pérdidas esperadas por incumplimiento de la contraparte. El ajuste por
incumplimiento de la contraparte se basará en una evaluación de la probabilidad de
incumplimiento y de la pérdida media resultante;
V. La metodología para la estimación de los importes recuperables procedentes de los
contratos de reaseguro relacionados con los riesgos considerados en las reservas técnicas a que se
refieren las fracciones I, incisos a), numerales 1, 2 y 3, b) y c), y II, del artículo 217 de esta Ley,
deberá formar parte del método actuarial a que se refiere el artículo 219 de este ordenamiento;
VI. Los importes recuperables procedentes de los contratos de reaseguro o reafianzamiento
respecto de riesgos amparados en las reservas técnicas a que se refieren los numerales 1 y 4 del
inciso a) de la fracción I del artículo 217 de este ordenamiento, no serán susceptibles de cubrir la
Base de Inversión a que se refiere la fracción II del artículo 2 de este ordenamiento, y
VII. Los importes recuperables procedentes de los contratos de reaseguro o reafianzamiento
que no cumplan con lo establecido en el artículo 107 de la presente Ley, no serán susceptibles de
cubrir la Base de Inversión a que se refiere la fracción II del artículo 2 de este ordenamiento, ni
podrán formar parte de los Fondos Propios Admisibles a que se refiere el artículo 241 de esta
Ley.
Artículo 231.—Las Instituciones deberán constituir, valuar y registrar sus reservas técnicas en
los términos previstos en esta Ley, y contar, en todo momento, con activos e inversiones
suficientes para la cobertura de su Base de Inversión, invertidos de conformidad con lo señalado
por los artículos 247 a 255 de este ordenamiento.

6. LAS GARANTÍAS Y LOS PROCEDIMIENTOS DE RECUPERACIÓN


Para la recuperación de las cantidades que las compañías afianzadoras
hayan debido cubrir, los artículos 167 al 193, que se transcriben a
continuación, contienen las siguientes normas:
Artículo 167.—Las Instituciones deberán tener suficientemente garantizada la recuperación y
comprobar en cualquier momento las garantías con que cuenten, cualquiera que sea el monto de
las responsabilidades que contraigan mediante el otorgamiento de fianzas.
La Comisión, cuando así lo estime necesario, podrá solicitar a las Instituciones que le
acrediten el cumplimiento de lo dispuesto en el párrafo anterior y éstas deberán hacerlo en el
plazo que señale la propia Comisión. En caso de no hacerlo, la Comisión ordenará el registro del
pasivo correspondiente en los términos del artículo 298 de esta Ley.
Artículo 168.—Las garantías de recuperación que las Instituciones están obligadas a obtener
en los términos de esta Ley, por el otorgamiento de fianzas podrán ser:
I. Prenda, hipoteca o fideicomiso;
II. Obligación solidaria;
III. Contrafianza, o
IV. Afectación en garantía, en los términos previstos por esta Ley.
La Comisión, mediante disposiciones de carácter general, podrá autorizar otras garantías de
recuperación y determinará las calificaciones y requisitos de las garantías señaladas en este
artículo.
Artículo 169.—No se requerirá recabar la garantía de recuperación respectiva, en el
otorgamiento de fianzas cuando la Institución considere, bajo su responsabilidad, que el fiado o
sus obligados solidarios conforme al artículo 188 de la presente Ley, sean ampliamente solventes
y tengan suficiente capacidad de pago.
Para acreditar lo señalado en el párrafo anterior, las Instituciones deberán contar con los
documentos y análisis financieros necesarios e integrar los expedientes que permitan verificar su
cumplimiento. Tal documentación deberá integrarse en los términos que señale la Comisión
mediante disposiciones de carácter general y actualizarse, al menos, anualmente, hasta en tanto
continúe vigente la obligación garantizada.
Los representantes legales de personas morales que se constituyan como obligados solidarios
o contrafiadores de fiados, en documentos o contratos solicitud de fianza proporcionados por las
Instituciones, deberán tener conferidos poderes para rigurosos actos de dominio y si éstos no
están limitados expresamente para que el mandatario no pueda comprometer el patrimonio de su
representada en relación con obligaciones de terceros, la obligación solidaria o contrafianza así
establecida surtirá los efectos legales correspondientes ante la Institución. Cualquier derecho que
por este motivo tuviera el mandante, lo puede ejercitar en contra del mandatario, pero nunca ante
la Institución.
Salvo prueba en contrario, la obligación a cargo del fiado de indemnizar a la Institución de que
se trate, se derivará del acreditamiento por parte de la Institución de haber expedido póliza de
fianza o comprobar en cualquier otra forma que ésta le fue de utilidad al fiado, aun cuando éste
no haya prestado su consentimiento para la constitución de la fianza.
La Comisión podrá ordenar en cualquier momento a la Institución que demuestre la acreditada
solvencia del fiado u obligado solidario y, en caso de no hacerlo, la Comisión ordenará el registro
del pasivo correspondiente en los términos del artículo 298 de este ordenamiento.
Artículo 170.—Las fianzas de fidelidad y las que se otorguen ante las autoridades judiciales
del orden penal, podrán expedirse sin garantía suficiente ni comprobable.
Se exceptúan de lo previsto en este artículo, las fianzas penales que garanticen la reparación
del daño y las que se otorguen para que obtengan la libertad provisional los acusados o
procesados por delitos en contra de las personas en su patrimonio, pues en todos estos casos será
necesario que la Institución obtenga garantías suficientes y comprobables.
Artículo 171.—En el otorgamiento de fianzas, las Instituciones sin perjuicio de recabar las
garantías que sean necesarias, deberán estimar razonablemente que se dará cumplimiento a las
obligaciones garantizadas, considerando la viabilidad económica de los proyectos relacionados
con las obligaciones que se pretendan garantizar, la capacidad técnica y financiera del fiado para
cumplir con la obligación garantizada, su historial crediticio, así como su calificación
administrativa y moral.
Artículo 172.—Para los efectos de esta Ley, se entiende que existe una misma
responsabilidad, aunque se otorguen varias pólizas de fianzas:
I. Cuando la Institución otorgue fianzas a varias personas y la exigibilidad de todas las
obligaciones afianzadas dependa necesariamente de un mismo hecho o acto;
II. Cuando la Institución otorgue fianzas para garantizar obligaciones a cargo de una misma
persona, cuya exigibilidad dependa necesariamente de la realización de un mismo hecho o acto;
III. Cuando se garanticen obligaciones incondicionales a cargo de una misma persona que
consistan en la entrega de dinero, y
IV. En los demás casos que fije la Comisión mediante disposiciones de carácter general, con
acuerdo de su Junta de Gobierno, atendiendo a la naturaleza de la responsabilidad garantizada en
las diferentes pólizas, así como a las actividades del fiado o a los nexos entre los fiados
respectivos.
Artículo 173.—Las Instituciones sólo podrán expedir fianzas por las cuales se obliguen a
pagar como fiadoras en moneda extranjera, conforme a las disposiciones de carácter general que
al efecto dicte la Comisión.
En los casos previstos en este precepto, las Instituciones constituirán las inversiones
relacionadas con operaciones en moneda extranjera, en esa clase de moneda.
Artículo 174.—Cuando la Institución se hubiere obligado por tiempo determinado o
indeterminado, quedará libre de su obligación por caducidad, si el beneficiario, en términos de lo
dispuesto en el artículo 279 de esta Ley, no presenta la reclamación de la fianza dentro del plazo
que se haya estipulado en la póliza, o bien, dentro de los ciento ochenta días siguientes a la
expiración de la vigencia de la fianza; o, en este mismo plazo, a partir de la fecha en que la
obligación garantizada se vuelva exigible por incumplimiento del fiado.
Tratándose de reclamaciones o requerimientos de pago por fianzas otorgadas a favor de la
Federación, del Distrito Federal, de los Estados y de los Municipios, el plazo a que se refiere el
párrafo anterior será de tres años.
Artículo 175.—Presentada la reclamación a la Institución dentro del plazo que corresponda
conforme al artículo 174 de esta Ley, habrá nacido su derecho para hacer efectiva la póliza de
fianza, el cual quedará sujeto a la prescripción. La Institución se liberará por prescripción cuando
transcurra el plazo legal para que prescriba la obligación garantizada o el de tres años, lo que
resulte menor. Tratándose de reclamaciones o requerimientos de pago por fianzas otorgadas a
favor de la Federación, del Distrito Federal, de los Estados y de los Municipios, el plazo a que se
refiere este párrafo será de tres años.
Cualquier solicitud de pago por escrito hecha por el beneficiario a la Institución o, en su caso,
la presentación de la reclamación o requerimiento de pago de la fianza, interrumpe la
prescripción, salvo que resulte improcedente.
Artículo 176.—En las fianzas que garanticen obligaciones de hacer o de dar, las Instituciones
podrán pagar al beneficiario la suma de dinero convenida si el fiado incumple su obligación, o
bien sustituirse al deudor principal en el cumplimiento de la obligación, por sí o constituyendo
fideicomiso.
En las fianzas que garanticen el pago de una suma de dinero en parcialidades, la falta de pago
por el fiado de alguna de sus parcialidades convenidas, no dará derecho al beneficiario a reclamar
la fianza por la totalidad del adeudo insoluto, si la Institución hace el pago de las parcialidades
adeudadas por el fiado, dentro del plazo que para tal efecto se hubiere estipulado en la póliza,
salvo pacto en contrario.
Artículo 177.—El pago hecho por una Institución en virtud de una póliza de fianza, la subroga
por ministerio de ley, en todos los derechos, acciones y privilegios que a favor del acreedor se
deriven de la naturaleza de la obligación garantizada.
La Institución podrá liberarse total o parcialmente de sus obligaciones, si por causas
imputables al beneficiario de la póliza de fianza, es impedido o le resulta imposible la
subrogación.
Artículo 178.—Las Instituciones no gozan de los beneficios de orden y excusión y sus fianzas
no se extinguirán aun cuando el acreedor no requiera judicialmente al deudor por el
cumplimiento de la obligación principal. Tampoco se extinguirá la fianza cuando el acreedor, sin
causa justificada, deje de promover en el juicio entablado contra el deudor.
Artículo 179.—La prórroga o espera concedida por el acreedor al deudor principal, sin
consentimiento de la Institución, extingue la fianza.
Artículo 180.—En las operaciones de coafianzamiento que realicen las Instituciones, no habrá
solidaridad pasiva, debiendo el beneficiario exigir la responsabilidad garantizada a todas las
Instituciones coafianzadoras y en la proporción de sus respectivos montos de garantía.
Artículo 181.—En los casos de reafianzamiento, cada una de las instituciones participantes
será responsable ante la Institución cedente por una cantidad proporcional a la responsabilidad
que haya asumido y en relación con la cantidad que deba cubrirse al beneficiario de la póliza
respectiva.
Las instituciones reafianzadoras tendrán derecho al reembolso de las cantidades cubiertas a la
reafianzada en la misma medida en que ésta obtenga la recuperación de lo pagado al beneficiario
de la fianza, por parte de su fiado y demás obligados.
Salvo pacto en contrario, la Institución está obligada a obtener el consentimiento previo de las
instituciones reafianzadoras para ampliar el monto de la fianza, modificar su vigencia y cualquier
otra característica, así como todo lo relacionado con la reclamación de las pólizas y las
negociaciones que al efecto se lleven a cabo con el fiado, solicitante, obligados solidarios o
contrafiadores.
Asimismo, la Institución deberá informar oportunamente a las instituciones reafianzadoras
acerca de cualquier circunstancia que conozca en relación con la obligación garantizada y las
garantías de recuperación ofrecidas.
La Institución que reafiance estará obligada, en su caso, a proveer de fondos a la reafianzada,
con objeto de que ésta cumpla sus obligaciones como fiadora. La falta de provisión oportuna hará
responsable a la Institución reafianzadora de los daños y perjuicios que ocasione a la reafianzada.
Artículo 182.—La Comisión determinará mediante disposiciones de carácter general, con
acuerdo de su Junta de Gobierno, los tipos de fianzas que por su naturaleza deban considerarse
como de alto riesgo o con características especiales, señalando las garantías que deban tener, la
proporción mínima entre dichas garantías y la responsabilidad de la Institución, la documentación
y demás condiciones de colocación, así como, en su caso, las características de contratación del
reaseguro, reafianzamiento o coafianzamiento.
Artículo 183.—Tratándose de fianzas, en lo no previsto por esta Ley, se aplicará la legislación
mercantil y, a falta de disposición expresa, el Código Civil Federal. Serán aplicables a las fianzas
que otorguen las Instituciones, las disposiciones establecidas en dichos ordenamientos mientras
no se opongan a lo dispuesto por esta Ley.
Artículo 184.—La garantía que consista en prenda, sólo podrá constituirse sobre:
I. Dinero en efectivo;
II. Depósitos, préstamos y créditos en instituciones de crédito;
III. Valores emitidos o garantizados por el Gobierno Federal o por instituciones de crédito;
IV. Valores que sean objeto de inversión por parte de las Instituciones, conforme a lo
establecido por los artículos 131 y 156 de esta Ley. Tratándose del otorgamiento de fianzas, la
responsabilidad de las Instituciones no excederá del porcentaje del valor de la prenda que
determine la Comisión mediante disposiciones de carácter general;
V. Créditos en libros, en términos del artículo 192 de esta Ley, y
VI. Otros bienes valuados por institución de crédito o corredor. Tratándose del otorgamiento
de fianzas, la responsabilidad de las Instituciones no excederá del porcentaje del valor de los
bienes que determine la Comisión mediante disposiciones de carácter general.
Artículo 185.—La prenda consistente en dinero en efectivo o en valores, cualquiera que sea la
suma asegurada del seguro de caución o el monto de la fianza, deberá depositarse en un plazo de
cinco días hábiles en una institución de crédito, y de ellos sólo podrá disponerse cuando el seguro
de caución o la fianza sean reclamados o se cancelen, o, tratándose del otorgamiento de fianzas,
cuando se sustituya la garantía en los términos previstos por esta Ley.
Cuando dichos bienes se encuentren depositados en alguna institución de crédito, casa de
bolsa, persona moral o institutos para el depósito de valores, bastarán las instrucciones del deudor
prendario al depositario para constituir la prenda.
Si la prenda consiste en bienes distintos del dinero en efectivo o de valores,
independientemente de la suma asegurada del seguro de caución o del monto de la fianza, la
prenda podrá quedar en poder del otorgante de la misma, en cuyo caso éste se considerará para
los fines de la responsabilidad civil o penal correspondiente, como depositario judicial.
Artículo 186.—La garantía que consista en hipoteca, únicamente podrá constituirse sobre
bienes valuados por institución de crédito o sobre la unidad completa de una empresa industrial,
caso en el que se comprenderán todos los elementos materiales, muebles o inmuebles afectos a la
explotación, considerados en su conjunto, incluyendo los derechos de crédito a favor de la
empresa.
Las Instituciones, como acreedoras de las garantías hipotecarias, podrán oponerse a las
alteraciones o modificaciones que se hagan a dichos bienes durante el plazo de la garantía
hipotecaria, salvo que resulten necesarios para la mejor prestación del servicio correspondiente.
Tratándose del otorgamiento de fianzas, el monto de la fianza no podrá ser superior al
porcentaje del valor disponible de los bienes que determine la Comisión mediante disposiciones
de carácter general, cuando las garantías se constituyan sobre inmuebles, y podrá constituirse en
segundo lugar, cuando la garantía hipotecaria se establezca sobre empresas industriales, si los
rendimientos netos de la explotación, libres de toda otra carga, alcanzan para garantizar
suficientemente el importe de la fianza correspondiente.
Artículo 187.—El fideicomiso sólo se aceptará como garantía cuando se afecten bienes o
derechos presentes no sujetos a condición. En lo conducente, se aplicarán al fideicomiso
porcentajes del valor y requisitos establecidos por esta Ley para las demás garantías.
En la constitución del fideicomiso podrá convenirse el procedimiento para la realización de
los bienes o derechos afectos al mismo, cuando las Instituciones deban pagar el seguro de
caución o la fianza, o cuando habiendo hecho el pago al asegurado o beneficiario, según sea el
caso, tenga derecho a la recuperación correspondiente. Para estos efectos, las partes pueden
autorizar a la institución fiduciaria para que proceda a la enajenación de los bienes o derechos
que constituyan el patrimonio del fideicomiso y para que con el producto de esa enajenación se
cubran a la Institución de que se trate las cantidades a que tenga derecho, debidamente
comprobadas.
Artículo 188.—La garantía que consista en obligación solidaria o contrafianza, se aceptará
cuando el obligado solidario o el contrafiador, comprueben ser propietarios de inmuebles o
establecimiento mercantil, inscritos en el Registro Público de la Propiedad y en el Registro
Público de Comercio.
Tratándose del otorgamiento de fianzas, el monto de la responsabilidad de la Institución no
excederá del porcentaje del valor disponible de los bienes que determine la Comisión mediante
disposiciones de carácter general.
Artículo 189.—El contratante del seguro de caución, fiado, obligado solidario o contrafiador,
según sea el caso, expresamente y por escrito, podrán afectar, en garantía del cumplimiento de
sus obligaciones con las Instituciones, bienes inmuebles de su propiedad, inscritos en el Registro
Público de la Propiedad. El documento en que se haga la afectación, ratificado por el propietario
del inmueble ante juez, notario, corredor público o la Comisión, se asentará, a petición de las
Instituciones en el Registro Público de la Propiedad.
La afectación en garantía surtirá efectos contra tercero desde el momento de su asiento en el
citado Registro, conforme a lo dispuesto por los párrafos segundo y tercero del artículo 286 de
esta Ley, debiendo indicarse así en el propio asiento registral.
Las Instituciones estarán obligadas a extender a los contratantes del seguro de caución, fiados,
solicitantes, obligados solidarios o contrafiadores, según sea el caso, que hubieren constituido
garantías sobre bienes inmuebles, las constancias necesarias para la tildación de las afectaciones
asentadas conforme a este artículo, una vez que los seguros de caución o las fianzas
correspondientes sean debidamente cancelados, sin responsabilidad para las Instituciones y
siempre que no existan a favor de éstas adeudos a cargo del contratante del seguro o del fiado por
primas o cualquier otro concepto que se derive de la contratación del seguro de caución o de la
fianza.
Las Instituciones serán responsables de los daños y perjuicios que causen a los interesados por
no entregar a éstos las constancias antes mencionadas en un plazo no mayor de quince días
hábiles, contado a partir de la fecha en que reciban la solicitud de los mismos y, en su caso, desde
el momento en que el contratante del seguro de caución, fiado, obligados solidarios o
contrafiadores, según sea el caso, cubran a la Institución de que se trate los adeudos a su cargo.
Las firmas de los funcionarios de las Instituciones que suscriban las constancias a que se
refiere el párrafo anterior, deberán ratificarse ante la Comisión, notario o corredor públicos. Para
tal efecto, esas Instituciones deberán registrar en la Comisión las firmas de las personas
autorizadas para la expedición de tales constancias.
El Registro Público de la Propiedad sólo procederá a la tildación de las afectaciones
correspondientes, cuando la solicitud se presente acompañada de la constancia expedida por la
Institución de que se trate para la tildación respectiva con la ratificación a que se refiere el
párrafo anterior.
Los trámites a cargo de la Comisión a que se refiere el presente artículo, deberán atenderse a
más tardar el día hábil siguiente al de presentación de la solicitud respectiva, siempre y cuando
cumplan con todos los requisitos legales correspondientes.
Artículo 190.—Los informes que las Instituciones obtengan respecto a los solicitantes de
seguros de caución o de fianzas, o de quienes ofrezcan contragarantías, serán estrictamente
confidenciales, aun cuando dichos seguros de caución y fianzas se refieran a infracciones de
leyes penales, y se consideran solicitados y obtenidos con un fin legítimo y para la protección de
intereses públicos.
Artículo 191.—En caso de haberse constituido prenda a favor de una Institución en los
términos de los artículos 184 y 185 de esta Ley, la propia Institución podrá solicitar en su
oportunidad, y en representación del deudor prendario, la venta de los bienes correspondientes,
aplicando la parte del precio que cubra las responsabilidades del contratante del seguro de
caución o del fiado, según corresponda, conforme a las reglas siguientes:
I. Cuando proceda solicitará por escrito al depositario de los bienes que constituyan la prenda,
bajo su más estricta responsabilidad, la entrega de los mismos para lo cual deberá proporcionar a
dicho depositario copia certificada de la constancia expedida por el asegurado del seguro de
caución o por el beneficiario de la fianza, según corresponda, de haber recibido el pago de la
reclamación de la póliza, o la certificación en términos de lo previsto en los artículos 158 de la
Ley sobre el Contrato de Seguro o 290 de esta Ley, de que la Institución de que se trate pagó al
asegurado del seguro de caución o al beneficiario de la fianza;
II. En su caso, y sin más formalidad que la entrega de la constancia a que se refiere la fracción
anterior, la Institución podrá ejercitar los derechos del deudor prendario para hacer efectivos los
préstamos o créditos concedidos por la institución de crédito de que se trate y que constituyan la
garantía prendaria en favor de la Institución;
III. Si la prenda se hubiere constituido en los términos de las fracciones I y II del artículo 184
de este ordenamiento, la Institución podrá aplicarlos en recuperación de lo pagado y los
accesorios que le correspondieran, así como para el pago de primas y sus accesorios legales que
resulten a cargo del contratante del seguro de caución o del fiado, conforme al contrato
celebrado;
IV. Cuando la prenda se haya constituido sobre valores de los señalados en las fracciones III y
IV del artículo 184 de esta Ley, la Institución podrá solicitar su enajenación a través de una casa
de bolsa o institución de crédito, siendo a cargo del deudor prendario los gastos que con este
motivo se ocasionen;
V. La prenda constituida sobre bienes distintos de los anteriormente mencionados, se hará
efectiva conforme a lo siguiente:
a) La Institución, en representación del deudor prendario, solicitará a un corredor público que
proceda a la venta directa de dichos bienes;
b) Si transcurrido el término de quince días hábiles no se ha podido lograr la venta de los
bienes, el corredor público que esté encargado de su venta, hará una convocatoria dentro de los
siguientes diez días hábiles, la cual deberá publicarse en el Diario Oficial de la Federación o en
alguno de los periódicos de mayor circulación del lugar en que se encuentren los bienes,
solicitando postores y fijándose como base para posturas las dos terceras partes del precio de
avalúo que al efecto se mande practicar, o del precio convenido por las partes en el contrato
relativo, lo que resulte mayor. La vigencia del avalúo no deberá exceder de tres meses;
c) Pasados diez días hábiles sin lograr la venta de dichos bienes, se hará una nueva
convocatoria y su respectiva publicación, en la forma indicada en el inciso anterior, en la que el
precio corresponderá al que resulte de hacer una rebaja del 25% del que sirvió de base para la
primera convocatoria y, así sucesivamente, hasta conseguir su venta, previa la publicación de las
convocatorias respectivas, con el mismo intervalo para cada caso;
d) Efectuada la venta de los bienes pignorados, el corredor que la hubiere realizado, entregará
los bienes al comprador, extendiendo para tal efecto el documento que formalice la operación, el
cual servirá de constancia de la adquisición para los efectos que sean de interés del adquirente;
e) El producto de la venta de dichos bienes se entregará a la Institución, para que ésta recupere
las cantidades erogadas durante el proceso de venta, así como los demás adeudos incluyendo los
accesorios convenidos por las partes o establecidos en la Ley y, del remanente que resulte,
aplicará lo necesario para recuperar la cantidad pagada, según corresponda, al asegurado del
seguro de caución o al beneficiario de la póliza de fianza, y
f) A falta de postores, la Institución tendrá derecho para adjudicarse los bienes pignorados en
el valor que corresponda a las dos terceras partes del precio de cada convocatoria;
VI. El deudor prendario podrá oponerse a la venta de los bienes dados en garantía en cualquier
momento del procedimiento, mediante el pago a la Institución de las cantidades que se le adeuden
u ofreciendo pagar dentro de las setenta y dos horas siguientes a partir de que manifieste su
oposición. Transcurrido dicho término sin que la Institución hubiere recibido el pago ofrecido, se
continuará el procedimiento para la venta de dichos bienes, sin que por ulteriores ofrecimientos
del deudor prendario pueda suspenderse, a menos que hiciera el pago de las cantidades a favor de
la Institución;
VII. Si antes de llevar a cabo la venta se vencen o son amortizados los valores dados en
prenda, la Institución podrá conservar con el mismo carácter las cantidades que por este concepto
reciba en sustitución de los títulos cobrados o amortizados. Tanto los valores como el importe de
su venta, podrá aplicarlos la Institución de que se trate en pago de los adeudos a su favor;
VIII. Cuando la Institución hubiere aplicado el producto de la venta de los bienes al pago de
los gastos efectuados con ese motivo y a la recuperación de las cantidades que le adeude el
contratante del seguro de caución o el fiado, según corresponda, el sobrante que resulte a favor
del deudor prendario, deberá entregárselo de inmediato o proceder a la consignación
correspondiente, acompañando la documentación comprobatoria de las aplicaciones que se
hubieren hecho conforme a las fracciones anteriores, y;
IX. Las Instituciones responderán ante el deudor prendario, de los daños y perjuicios que se le
causen por violaciones al procedimiento establecido en este artículo.
Artículo 192.—Cuando las Instituciones reciban en prenda créditos en libros, bastará:
I. Que se hagan constar en el contrato correspondiente los datos necesarios para identificar los
bienes dados en garantía;
II. Que los créditos dados en prenda se hayan especificado debidamente en un libro especial
que llevará la sociedad, y
III. Que los asientos que se anoten en ese libro, sean sucesivos, en orden cronológico y
expresen el día de la inscripción, a partir del cual la prenda se entenderá constituida.
El deudor se considerará como mandatario del acreedor para el cobro de los créditos y tendrá
las obligaciones y responsabilidades civiles y penales que al mandatario correspondan. La
Institución acreedora tendrá derecho ilimitado de investigar sobre los libros y correspondencia
del deudor, en cuanto se refiere a las operaciones relacionadas con los créditos dados en prenda.
Artículo 193.—En los casos de seguros de caución o fianzas garantizadas mediante hipoteca,
fideicomiso sobre inmuebles o la afectación en garantía de bienes inmuebles prevista en el
artículo 189 de esta Ley, las Instituciones podrán proceder a su elección para el cobro de las
cantidades que hayan pagado por esos seguros de caución o fianzas, y sus accesorios:
I. En la vía ejecutiva mercantil;
II. En la vía hipotecaria, o
III. Mediante la venta de los inmuebles, conforme a las siguientes reglas:
a) La Institución solicitará, bajo su más estricta responsabilidad, a un corredor público o a la
institución fiduciaria, que proceda a la venta de los bienes de que se trate, previo avalúo
practicado por institución de crédito, o tomando como referencia el valor convencional fijado de
común acuerdo por las partes, lo que resulte mayor. El avalúo no deberá tener una antigüedad
mayor de tres meses;
b) Se notificará al propietario de los bienes, el inicio de este procedimiento por medio de carta
certificada con acuse de recibo, a través de un notario o corredor públicos o en vía de jurisdicción
voluntaria;
c) El propietario podrá oponerse a la venta de sus bienes acudiendo, dentro del término de
cinco días hábiles después de la notificación, ante el juez de primera instancia del lugar en que
los bienes estén ubicados, o al juez competente del domicilio de la Institución, según sea el caso,
haciendo valer las excepciones que tuviere;
d) Del escrito de oposición, se dará traslado por tres días a la Institución, así como al
fiduciario, únicamente para que se suspenda la venta de los bienes;
e) Si se promoviera alguna prueba, el término no podrá pasar de diez días para el ofrecimiento,
admisión, recepción y desahogo de las mismas;
f) El juez citará en seguida a una junta, que se celebrará dentro de los tres días para oír los
alegatos de las partes y dentro de los cinco días siguientes, pronunciará una resolución, la cual
podrá ser apelada sólo en efecto devolutivo;
g) Si se declara infundada la oposición, se notificará a la Institución, así como al fiduciario
para proceder desde luego a la venta de los bienes, independientemente de que el deudor sea
condenado al pago de gastos y costas;
h) Se adjudicará el bien al comprador que mejores condiciones ofrezca, mediante la escritura
pública correspondiente que firmará el deudor y, si se negare, la Institución o el fiduciario podrán
solicitar que lo haga el juez;
i) En caso de no encontrarse comprador, el corredor o el fiduciario, formularán una
convocatoria que se publicará en el Diario Oficial de la Federación, o en alguno de los periódicos
de mayor circulación donde se encuentren ubicados los bienes, para que dentro de un plazo de
diez días a partir de la fecha de la publicación de la convocatoria, en subasta pública se venda el
inmueble al mejor de los postores, sirviendo de precio base el señalado en el inciso a) de esta
fracción, con un descuento del 20%. De ser necesario, con el mismo procedimiento se llevarán a
cabo las convocatorias siguientes con el descuento mencionado sobre el precio base señalado;
j) A falta de postores, la Institución tendrá la facultad de adjudicarse el inmueble de que se
trate, a un precio igual del que sirvió de base en cada almoneda;
k) El producto de la venta será entregado a la Institución y, en su caso, a la fiduciaria, para que
se aplique en la cantidad necesaria a recuperar lo pagado por la Institución, los accesorios del
caso, los gastos y costas respectivos, así como las primas que estuvieren pendientes de pago, todo
ello con base en los términos de la contratación con el deudor hipotecario o con el fideicomitente,
según sea el caso. De existir algún remanente, se pondrá a disposición de este último y, en su
caso, se hará la consignación respectiva, acompañando la documentación relativa a las
aplicaciones a que se refiere este inciso, y
l) Para lo que no se encuentre previsto en las presentes reglas, se aplicará supletoriamente el
Código Federal de Procedimientos Civiles, en la inteligencia de que en todo momento las
Instituciones estarán obligadas a respetar los derechos de los acreedores preferentes.

7. PROCEDIMIENTO DE RECLAMACIÓN
En relación con los procedimientos de reclamación, debemos distinguir
a los tramitados por particulares, de los relativos a la exigibilidad para el
pago de obligaciones de fianzas otorgadas a favor de la Federación, del
Distrito Federal, de los Estados y de los Municipios:
A. RECLAMACIÓN DE PARTICULARES
a) Procedimiento administrativo de reclamación ante la institución
Cuando el beneficiario de una fianza se encuentre en el supuesto de que
su deudor ha incumplido sus obligaciones garantizadas por una compañía
afianzadora, de conformidad con el artículo 279 se sujetarán a las siguientes
normas:
Artículo 279.—Los beneficiarios de fianzas deberán presentar sus reclamaciones por
responsabilidades derivadas de los derechos y obligaciones que consten en la póliza respectiva,
directamente ante la Institución.
En caso que ésta no le dé contestación dentro del término legal o que exista inconformidad
respecto de la resolución emitida por la misma, el reclamante podrá, a su elección, hacer valer sus
derechos ante la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios
Financieros o bien, ante los tribunales competentes en los términos previstos por el artículo 280
de esta Ley.
En las reclamaciones en contra de las Instituciones, se observará lo siguiente:
I. El beneficiario requerirá por escrito a la Institución de que se trate el pago de la fianza,
acompañando la documentación y demás elementos que sean necesarios para demostrar la
existencia y la exigibilidad de la obligación garantizada por la fianza.
La Institución tendrá derecho a solicitar al beneficiario todo tipo de información o
documentación que sean necesarias relacionadas con la fianza motivo de la reclamación, para lo
cual dispondrá de un plazo hasta de quince días, contado a partir de la fecha en que le fue
presentada dicha reclamación. En este caso, el beneficiario tendrá quince días para proporcionar
la documentación e información requeridas y de no hacerlo en dicho término, se tendrá por
integrada la reclamación.
Si la Institución no hace uso del derecho a que se refiere el párrafo anterior, se tendrá por
integrada la reclamación del beneficiario.
Una vez integrada la reclamación en los términos de los dos párrafos anteriores, la Institución
tendrá un plazo hasta de treinta días, contado a partir de la fecha en que fue integrada la
reclamación, para proceder a su pago, o en su caso, para comunicar por escrito al beneficiario las
razones, causas o motivos de su improcedencia;
II. Si a juicio de la Institución procede parcialmente la reclamación, podrá hacer el pago de lo
que reconozca dentro del plazo que corresponda, conforme a lo establecido en la fracción anterior
y el beneficiario estará obligado a recibirlo, sin perjuicio de que haga valer sus derechos por la
diferencia, en los términos de la fracción III de este artículo. Si el pago se hace después del plazo
referido, la Institución deberá cubrir los intereses mencionados en el artículo 283 de esta Ley, en
el lapso que dicho artículo establece, contado a partir de la fecha en que debió hacerse el pago,
teniendo el beneficiario acción en los términos del artículo 280 de esta Ley;
III. Cuando el beneficiario no esté conforme con la resolución que le hubiere comunicado la
Institución, podrá a su elección, acudir ante la Comisión Nacional para la Protección y Defensa
de los Usuarios de Servicios Financieros a efecto de que su reclamación se lleve a través de un
procedimiento conciliatorio, o hacer valer sus derechos ante los tribunales competentes conforme
a lo establecido en el artículo 280 de esta Ley, y;
IV. La sola presentación de la reclamación a la Institución en los términos de la fracción I de
este artículo, interrumpirá la prescripción establecida en el artículo 175 de esta Ley.

b) Procedimiento judicial derivado de los artículos 281 y 282 de la de


Instituciones de Seguros y Fianzas
En el caso de la tramitación de juicios en contra de las instituciones de
fianzas, el procedimiento se ajustará a las siguientes normas:
Artículo 280.—Los juicios contra las Instituciones se substanciarán conforme a las siguientes
reglas:
I. Se emplazará a la Institución y se le correrá traslado de la demanda para que la conteste en
un plazo de cinco días hábiles, aumentados con los que correspondan por razón de la distancia;
II. Se concederá un término ordinario de prueba por diez días hábiles, transcurrido el cual
actor y demandado, sucesivamente, gozarán de un plazo de tres días hábiles para alegar por
escrito;
III. El tribunal o juez dictará sentencia en el plazo de cinco días hábiles;
IV. Contra las sentencias dictadas en los juicios a que se refiere este artículo, procederá el
recurso de apelación en ambos efectos en términos del Código de Comercio. Contra las demás
resoluciones, procederán los recursos que establece dicho Código;
V. Las sentencias y mandamientos de embargo dictados en contra de las Instituciones, se
ejecutarán conforme a las siguientes reglas:
a) Tratándose de sentencia ejecutoriada que condene a pagar a la Institución, el Juez de los
autos requerirá a la Institución, si hubiere sido condenada, para que compruebe dentro de las
setenta y dos horas siguientes, haber pagado las prestaciones a que hubiere sido condenada y en
caso de omitir la comprobación, el Juez ordene al intermediario del mercado de valores o a la
institución depositaria de los valores de la Institución que, sin responsabilidad para la institución
depositaria y sin requerir el consentimiento de la Institución, efectúe el remate de valores
propiedad de la Institución, o, tratándose de instituciones para el depósito de valores a que se
refiere la Ley del Mercado de Valores, transfiera los valores a un intermediario del mercado de
valores para que éste efectúe dicho remate.
En los contratos que celebren las Instituciones para la administración, intermediación,
depósito o custodia de títulos o valores que formen parte de su activo, deberá establecerse la
obligación del intermediario del mercado de valores o de la institución depositaria de dar
cumplimiento a lo previsto en este inciso.
Tratándose de los contratos que celebren las Instituciones con instituciones depositarias de
valores, deberá preverse el intermediario del mercado de valores al que la institución depositaria
deberá transferir los valores para dar cumplimiento a lo señalado en el párrafo anterior y con el
que la Institución deberá tener celebrado un contrato en el que se establezca la obligación de
rematar valores para dar cumplimiento a lo previsto en este inciso.
Los intermediarios del mercado de valores y las instituciones depositarias de los valores con
los que las Instituciones tengan celebrados contratos para la administración, intermediación,
depósito o custodia de títulos o valores que formen parte de su activo, quedarán sujetos, en
cuanto a lo señalado en el presente artículo, a lo dispuesto en esta Ley y a las demás
disposiciones aplicables, y
b) Tratándose de mandamientos de embargo dictados por la autoridad judicial o
administrativa, la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios
Financieros determinará los bienes de la Institución que deban afectarse en garantía exclusiva del
cumplimiento de las obligaciones por las que se ordenó el embargo.
La referida Comisión dictará las disposiciones de carácter general sobre el depósito de dichos
bienes;
VI. El Código de Comercio y el Código Federal de Procedimientos Civiles, en ese orden, son
supletorios de las reglas procesales contenidas en este artículo y son aplicables al juicio todas las
instituciones procesales que establecen dichos ordenamientos;
VII. Los particulares podrán elegir libremente jueces federales o locales para el trámite de su
reclamación, y
VIII. Las Instituciones tendrán derecho, en los términos de la legislación aplicable, a oponer
todas las excepciones que sean inherentes a la obligación principal, incluyendo todas las causas
de liberación de la fianza.
Artículo 281.—Las fianzas que se otorguen ante autoridades judiciales, que no sean del orden
penal, se harán efectivas a elección de los acreedores de la obligación principal, siguiendo los
procedimientos establecidos en los artículos 279 y 280 de la presente Ley.
Para el caso de que se hagan exigibles las fianzas señaladas en el párrafo anterior, durante la
tramitación de los procesos en los que hayan sido exhibidas, el acreedor de la obligación
principal podrá iniciar un incidente para su pago, ante la propia autoridad judicial que conozca
del proceso de que se trate, en los términos del Código Federal de Procedimientos Civiles. En
este supuesto, al escrito incidental se acompañarán los documentos que justifiquen la exigibilidad
de la obligación garantizada por la fianza.

El artículo 282 de la ley establece que las fianzas que las Instituciones
otorguen a favor de la Federación, del Distrito Federal, de los Estados y de
los Municipios, se harán efectivas, a elección del beneficiario, siguiendo los
procedimientos establecidos en el artículo 279 de esta Ley, o bien, de
acuerdo con las disposiciones que a continuación se señalan y de
conformidad con las bases que fije el Reglamento de este artículo, excepto
las que se otorguen a favor de la Federación para garantizar obligaciones
fiscales a cargo de terceros, caso en que se estará a lo dispuesto por el
Código Fiscal de la Federación.[14]
c) Reafianzamiento
Los artículos 256 y 257 de la ley referidos tanto al contrato de fianza
como al de seguro, tratan lo relativo al reafianzamiento así como el
coaseguramiento, al señalar:
Artículo 256.—Las Instituciones deberán diversificar y dispersar los riesgos y las
responsabilidades que asuman al realizar sus operaciones, a través de la celebración de contratos
de reaseguro o de reafianzamiento con otras Instituciones o con Reaseguradoras Extranjeras,
empleando en su caso los servicios de Intermediarios de Reaseguro, o bien a través de contratos
de coaseguro o coafianzamiento con otras Instituciones.
Artículo 257.—Las Instituciones deberán practicar las operaciones de reaseguro y de
reafianzamiento, tanto en su carácter de cedentes como de cesionarias, en términos que les
permitan una adecuada diversificación de los riesgos o responsabilidades que asuman. A tal
efecto, en la realización de operaciones de cesión de reaseguro o de reafianzamiento, las
Instituciones deberán procurar una adecuada dispersión en el uso de entidades reaseguradoras o
reafianzadoras.

d) Coafianzamiento
Finalmente y en lo tocante al coafianzamiento, cabe referir que el
mismo existe cuando dos o más instituciones de fianzas otorgan fianzas
garantizando la misma obligación ante un beneficiario y garantizado por un
monto igual o diverso, por idéntico concepto y a un mismo fiado, y al no
existir solidaridad pasiva, el beneficiario deberá exigir la responsabilidad
garantizada a todas las instituciones coafianzadoras, en la proporción de sus
respectivos montos de garantía.
Respecto tanto al reafianzamiento, como al coafianzamiento, dice Díaz
Bravo:[15]
del mismo modo y por las mismas razones que el asegurador puede, y a veces debe acudir a la
distribución del riesgo, en forma vertical —reaseguro— u horizontal —coaseguro—, la empresa
de fianzas requiere de similares apoyos, a uno u otro de los cuales, o a entreambos, acudirá,
según las circunstancias: al reafianzamiento, de modo especial para cubrir el excedente de su
margen de operación; al coafianzamiento, para el mismo propósito, o simplemente para compartir
el riesgo de fianzas especialmente peligrosas o de crecido monto.

NOTAS

[1] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 244.


[2] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 208.
[3] Ibid, p. 209.
[4] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 293.
[5] Ibidem.
[6] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 211.
[7] Cabe recordar que de acuerdo con los artículos 2814 y 2815, respectivamente, del Código
Civil Federal, es beneficio de orden, el que de conformidad con la primera de las disposiciones obliga
al acreedor beneficiario a intentar el cobro del adeudo de su propio obligado principal, al establecer:
El fiador no puede ser compelido a pagar al acreedor, sin que previamente sea reconvenido el deudor,
y se haga la excusión de sus bienes; por su parte, el artículo 2815, complementa el beneficio
señalado, al establecer: La excusión consiste en aplicar todo el valor libre de los bienes del deudor al
pago de la obligación, que quedará extinguida o reducida a la parte que no se ha cubierto.
[8] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 211.
[9] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 295.
[10] En relación con la accesoriedad de la fianza mercantil, a continuación transcribimos la tesis
de jurisprudencia establecida por el Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia, siguiente: FIANZA,
EXIGIBILIDAD DE LA, DEBE ATENDERSE AL CARÁCTER ACCESORIO QUE GUARDA RESPECTO DE LA OBLIGACIÓN
PRINCIPAL.—El artículo 113 de la Ley Federal de Instituciones de Fianzas, establece que en lo no
previsto por esa Ley tendrá aplicación la legislación mercantil y el Título Decimotercero de la
Segunda Parte del Libro Cuarto del Código Civil para el Distrito Federal. En este sentido es necesario
atender al contenido del artículo 2842 del Código Civil para el Distrito Federal que se encuentra en el
Título mencionado por el ordenamiento que rige a las instituciones de fianzas que dispone que la
obligación del fiador se extingue al mismo tiempo que la del deudor y por las mismas causas que las
demás obligaciones. Del texto de este precepto se desprende el carácter accesorio que tiene el
contrato de fianza respecto de la obligación principal, por lo tanto, si la obligación principal es
divisible y se lleva a cabo un cumplimiento parcial de ésta, en la misma proporción debe extinguirse
la obligación de la fiadora; por el contrario, si la naturaleza de la obligación es indivisible o las partes
o el juzgador así lo determinan, dicha obligación no podrá considerarse cumplida si no se realiza en
su totalidad y, consecuentemente, la fianza deberá ser exigible también en forma total. Es decir, dado
el carácter accesorio del contrato de fianza, deberá entenderse en los mismos términos del contrato
principal, en virtud de que se otorgó para garantizar su cumplimiento y, por lo tanto, deberá ser
exigida atendiendo a la naturaleza divisible o indivisible de la obligación garantizada. Contradicción
de tesis 16/95, entre las sustentadas por los Tribunales Colegiados Sexto y Séptimo en Materia Civil
del Primer Circuito. 23 de enero de 1996. Unanimidad de once votos. Ponente: Olga María Sánchez
Cordero. Secretaria: Norma Lucía Piña Hernández. El Tribunal Pleno en su sesión privada celebrada
el veintinueve de enero en curso, por unanimidad de diez votos de los Ministros: presidente en
funciones Juventino V. Castro y Castro, Sergio Salvador Aguirre Anguiano, Mariano Azuela Güitrón,
Juan Díaz Romero, Genaro David Góngora Pimentel, José de Jesús Gudiño Pelayo, Guillermo I.
Ortiz Mayagoitia, Humberto Román Palacios, Olga María Sánchez Cordero y Juan N. Silva Meza;
aprobó, con el número 6/1996 la tesis que antecede. México, Distrito Federal, a veintinueve de enero
de mil novecientos noventa y seis. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y
su Gaceta. Novena Época. Tomo III, Febrero de 1996. Tesis: P./J. 6/96, página: 39. Tesis de
jurisprudencia.
[11] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 245.
[12] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 215.
[13] Actualmente sería el artículo 385 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito el
que establece en su parte relativa que solo pueden ser fiduciarias las instituciones expresamente
autorizadas para ello conforme a la Ley General de Instituciones de Crédito, y aunque se refiere a la
de 1924, con la reforma se establece la posibilidad de que las instituciones de fianzas puedan fungir
como fiduciarias en fideicomisos de garantía.
[14] Del artículo 282 de la nueva Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas, que encuentra
equivalencia en el artículo 95 de la anterior ley Federal de Instituciones de Fianzas, se deriva la
transformación de la naturaleza mercantil de la obligación de la institución, por ella garantizada a
favor de entidades gubernamentales, las cuales, si bien pueden, para reclamar el pago, ceñirse al
procedimiento que se deriva del artículo 282 referido, disponen, a su elección, de la posibilidad de
convertir la obligación relativa en un auténtico crédito fiscal, que puede ser exigido mediante la
tramitación del procedimiento económico-coactivo de ejecución fiscal, lo cual ha sido calificado
como inconstitucional en diversas ejecutorias emitidas por la Segunda sala de la Suprema Corte de
Justicia, en interpretación al artículo 96 de la Ley abrogada, pero que en ese sentido tiene contenido
similar y evidente reiteración en al artículo 279 de la nueva ley. Véase Amparo en revisión No.
6052/55. Compañía Fianzas México, S.A., 16 de julio de 1956. Unanimidad de votos Instancia:
Segunda Sala. Fuente; Semanario Judicial de la Federación. Quinta época, Tomo CXXIX. Tesis
Aislada. Pág. 136.
Y asimismo se puede consultar la ejecutoria: Amparo en revisión No. 6432/55. Compañía
Fianzas México, S.A., 22 de junio de 1957. Unanimidad de votos Instancia: Segunda Sala. Fuente;
Semanario Judicial de la Federación. Sexta época, Vol. I., Tercera parte. Tesis Aislada. Pág. 28.
[15] DÍAS BRAVO, Arturo, op. cit., p. 221.
CAPÍTULO VIII

CONTRATO DE FRANQUICIA

El contrato de franquicia, que en los tiempos que corren ha cobrado enorme


importancia en el mundo entero, siendo utilizado para la realización de
diversos actos de carácter comercial, se caracteriza por la concesión o
derecho que una persona denominada franquiciante, otorga a otra, el
franquiciado, para que explote diversos derechos de la propiedad de aquél,
destacando los protegidos por la propiedad industrial, tales como el uso de
la marca de productos o servicios, bajo ciertas directrices establecidas en el
contrato respectivo.
Dice así Alejandra TORRES[1] que las franquicias han traído al mundo de
los negocios nuevas expectativas, tales como dar la oportunidad a pequeños
y medianos empresarios de ser propietarios de un negocio basado en una
tecnología, con una marca y en seguimiento de un know-how, previamente
comprobado dentro de un ámbito internacional, así como ampliar el
mercado competitivo de ciertos países para el ofrecimiento de productos y
servicios.
Como señalan Enrique y Rodrigo GONZÁLEZ CALVILLO,[2] la licencia de
uso de marca es uno de los elementos distintivos del contrato y así dicen
que la franquicia es un sistema o método de negocios en donde una de las
partes denominada franquiciante otorga a la otra denominada franquiciado,
la licencia para el uso de su marca y/o nombre comercial así como sus
conocimientos y experiencias know-how para la efectiva operación de un
negocio.
Además, como refiere Alejandra TORRES,[3] existen dos tipos de
franquicia:
• La primera, que consiste en un acuerdo para la concesión no sólo de del
uso del nombre comercial o marca, sino de proveeduría de los
productos o servicios a ser comercializados o distribuidos por el
franquiciatario, y;
• En la de negocios, donde la compañía desarrolla un sistema o método
de operación para la comercialización de productos o servicios y la
marca registrada identifica todas las partes de ese sistema o método.
En el contrato relativo destacan varias condiciones que suelen ser
materia de las obligaciones que comúnmente asumen las partes, tales como
el hecho de que el franquiciado, al tener acceso a la información que
incluye el conocimiento de fórmulas secretas, en relación con los productos
que utiliza, y que suelen ser protegidos por la ley, se obliga a no divulgarlas,
y por otra parte, que el franquiciante proporcionará a aquél asistencia
técnica en relación con sus productos y la forma de explotarlos.
El know-how, dice ARCE GARGOLLO[4] aparece siempre en la material del
contrato aun y cuando su alcance y definición sean muy vagos, pero incluye
gran parte de la experiencia secreta del franquiciante y puede variar durante
la vigencia del contrato, en cuyo caso, el franquiciante deberá hacer saber al
franquiciatario sobre los cambios y actualidad de los conocimientos
desarrollados para la mejor explotación del negocio.
La asistencia técnica, dice Alejandra TORRES,[5] complementa la
trasmisión de conocimientos técnicos o know-how, en virtud de que tiene
como característica principal la de que generalmente se presta en forma
personal por conducto de técnicos o empleados del franquiciante, por
expertos o consultores.
Desde el punto de vista económico, dice Arce Gargollo,[6] una franquicia
es un sistema de comercialización y distribución donde a un pequeño
empresario (el franquiciatario) se le concede, a cambio de una
contraprestación, el derecho de comercializar bienes y servicios de otro (el
franquiciante), de acuerdo a cierta condiciones y prácticas establecidas del
franquiciante y con su asistencia.
Refiere DÍAZ BRAVO[7] que los elementos objetivos del contrato son la
licencia para el uso de una o más marcas comerciales, industriales o de
servicios, y frecuentemente el nombre comercial, sin que opere la
trasmisión plena de la marca o del nombre comercial en tanto que el
franquiciante conserva su titularidad; y destaca como importante el otro
aspecto que se hace consistir en la trasmisión de conocimientos técnicos y
la prestación de la asistencia que puede referirse a una patente, registro,
secretos de fabricación, know how, y; que como contraprestación a cargo
del franquiciatario y a favor del franquiciante, con arreglo a la utilidad que
obtenga el primero, se establece una regalía o royalty.
Por su parte CHULIÁ VICÉNT y BEITRÁN ALANDETE[8] nos dicen que en el
Código Deontológico de la Franquicia Europea, elaborado por expertos de
ocho países y la Comisión de las Comunidades Europeas, lo considera:
un método de colaboración contractual entre dos partes jurídicamente independientes, e iguales;
la empresa franquiciadora y la empresa franquiciada, y que implica la propiedad de una razón
social de un nombre comercial, de un emblema o símbolo, de una marca de fábrica, de
distribución de servicios, y de procedimientos técnicos puestos a disposición del franquiciado, así
como el control de una serie de productos o servicios presentados de forma original y específica,
y que deben ser obligatoriamente adoptados y utilizados por el franquiciado. […] Sistema
dependiente de un sistema de técnicas comerciales específicas, que han sido experimentadas con
antelación y que son continuamente desarrolladas y verificadas en lo que concierne a su valor y
eficacia.

Más adelante agregan que el reglamento 4.087/88, de la Comisión


Europea para el Otorgamiento de la Franquicia exige: la utilización de una
marca, u otros signos distintivos comunes, con la presentación uniforme de
los locales, para mantener la unidad de la red; la comunicación por el
franquiciador al franquiciado de conocimientos secretos, substanciales e
identificados, y la asistencia técnica permanente al franquiciado.[9]
Dice Arce Gargollo[10] que:
de este reglamento conviene destacar que en los considerandos se determina que los acuerdos de
franquicia son esencialmente licencias de derechos de propiedad industrial o intelectual relativos
a marcas comerciales, signos distintivos o know how, que pueden combinarse con obligaciones
suministro o compra de bienes.

La internacionalización de las franquicias, dicen Enrique y Rodrigo


GONZÁLEZ CALVILLO[11] empezó a producirse en la década de los 60’s y esa
tendencia a la internacionalización y exportación de franquicias es cada vez
más clara y lógica. Agregan que se facilitan las condiciones para exportar
una franquicia principalmente por la globalización de los mercados, la
interrelación de los países y la creación de zonas de libre comercio; de esa
forma las marcas, los conceptos y las ideas llegan a los países con mayor
velocidad con la promoción a nivel mundial de una franquicia extranjera.
Inclusive, en muchos casos los mercados demandan cientos de franquicias
antes de que lleguen a sus países o se publiciten en sus localidades.

1. CONCEPTO
Dice ARCE GARGOLLO[12] que el término franquicia con el que se
denomina al contrato, proviene del vocablo ingles franchise, que de
conformidad con el Diccionario Jurídico Inglés-español se entiende como
privilegio, patente, concesión, impuesto de privilegio o patente sobre
concesión, derecho de licencia; pero que la palabra es de origen francés,
franchisage.
El contrato de franquicia es definido en el Black’s Law Dictionary[13]
como: Una licencia del propietario de una marca o un nombre comercial,
mediante la cual se permite la venta de un producto o de un servicio, bajo
ese nombre o marca, y que en un sentido más amplio, se ha convertido en
un contrato en donde a favor de quien se otorga, se compromete a manejar
un negocio o vender un producto o servicio con apego a los métodos y
procedimientos que establezca el otorgante, el cual se compromete a dar
asistencia a la persona a cuyo favor se otorga la franquicia a través de
publicidad, promoción y otros servicios de asesoría.
Jean GUYENOT[14] lo define señalando: “el franchising es la concesión de
una marca de productos o de servicios a la cual se agrega la concesión del
conjunto de métodos y medios de venta”.
PARA CHULIÁ VICÉNT y BELTRÁN ALANDETE[15] se trata de un contrato
complejo y atípico, consensual y sinalagmático, civil o mercantil, según su
objeto, mediante el cual una de las partes, el concedente o franquiciador,
concede a otra, denominada concesionario o franquiciado, mediante el pago
de un canon, el derecho a explotar una marca, una fórmula comercial
privativa, o un servicio con prestaciones accesorias previamente
convenidas.
Para Alejandra TORRES[16] es un método de distribución de bienes y
servicios a todo consumidor por medio de la aplicación de un sistema que
incluye un nombre comercial o marca, y una compleja gama de
conocimientos de índole administrativa, operativa o mercadológica. Agrega
que el sistema de franquicias es una mejor forma para contar con una
organización en los canales de distribución, con bajo riesgo de inversión y
mayor probabilidad de éxito en el negocio, que en determinados casos
funciona como una poderosa herramienta de mercadotecnia, utilizando una
metodología segura de comercialización, a través de la unión de dos partes
en pro del desarrollo de un mismo negocio.
Con fecha 25 de enero de 2006, se publicó en el Diario Oficial de la
Federación el decreto de reformas y adiciones a la normatividad relativa al
contrato de franquicia, quedando establecida su regulación jurídica del
modo como se transcribe a continuación:
Artículo 142.—Existirá franquicia, cuando con la licencia de una marca, otorgada por escrito,
se transmitan conocimientos técnicos o se proporcione asistencia técnica, para que la persona a
quien se le concede pueda producir o vender bienes o prestar servicios de manera uniforme y con
los métodos operativos, comerciales y administrativos establecidos por el titular de la marca,
tendientes a mantener la calidad, presagio e imagen de los productos o servicios a los que ésta
distingue.
Quien conceda una franquicia deberá proporcionar a quien se la pretenda conceder, por lo
menos con treinta días previos a la celebración del contrato respectivo, la información relativa
sobre el estado que guarda su empresa, en los términos que establezca el reglamento de esta Ley.
La falta de veracidad en la información a que se refiere el párrafo anterior dará derecho al
franquiciatario, además de exigir la nulidad del contrato, a demandar el pago de los daños y
perjuicios que se le hayan ocasionado por el incumplimiento. Este derecho podrá ejercerlo el
franquiciatario durante un año a partir de la celebración del contrato. Después de transcurrido
este plazo tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato.
Para la inscripción de la franquicia serán aplicables las disposiciones de este capítulo.

Complementariamente, en el artículo 65 del Reglamento de la Ley de


Propiedad Industrial, se señala:
Artículo 65.—Para los efectos del artículo 142 de la Ley, el titular de la franquicia deberá de a
los interesados, previa celebración del convenio respectivo, por lo menos, la siguiente
información técnica, económica y financiera:
I. Nombre, denominación o razón social, domicilio y nacionalidad del franquiciante;
II. Descripción de la franquicia;
III. Antigüedad de la empresa franquiciante de origen y en su caso franquiciante maestro en el
negocio objeto de la franquicia;
IV. Derecho de propiedad intelectual que involucra a la franquicia;
V. Montos y concepto de los pagos que el franquiciatario debe cubrir al franquiciante;
VI. Tipos de asistencia técnica y servicios que el franquiciante debe proporcional al
franquiciatario;
VII. Definición de la zona territorial de operación de la negociación que explote la franquicia;
VIII. Derechos del franquiciatario a conceder o no sub-franquicias a terceros, y, en su caso, los
requisitos que deba cubrir para hacerlo;
IX. Obligaciones del franquiciatario respecto de la información de tipo confidencial que
proporcione el franquiciante, y;
X. En general derechos y obligaciones del franquiciatario que deriven de la celebración del
contrato de franquicia.
Artículo 142 Bis.—El contrato de franquicia deberá constar por escrito y deberá contener,
cuando menos, los siguientes requisitos:
I. La zona geográfica en la que el franquiciatario ejercerá las actividades objeto del contrato;
II. La ubicación, dimensión mínima y características de las inversiones en infraestructura,
respecto del establecimiento en el cual el franquiciatario ejercerá las actividades derivadas de la
materia del contrato;
III. Las políticas de inventarios, mercadotecnia y publicidad, así como las disposiciones
relativas al suministro de mercancías y contratación con proveedores, en el caso de que sean
aplicables;
IV. Las políticas, procedimientos y plazos relativos a los reembolsos, financiamientos y demás
contraprestaciones a cargo de las partes en los términos convenidos en el contrato;
V. Los criterios y métodos aplicables a la determinación de los márgenes de utilidad y/o
comisiones de los franquiciatarios;
VI. Las características de capacitación técnica y operativa del personal del franquiciatario, así
como el método o la forma en que el franquiciante otorgará asistencia técnica;
VII. Los criterios, métodos y procedimientos de supervisión, información, evaluación y
calificación del desempeño, así como la calidad de los servicios a cargo del franquiciante y del
franquiciatario;
VIII. Establecer los términos y condiciones para subfranquiciar, en caso de que las partes así
lo convengan;
IX. Las causales para la terminación del contrato de franquicia;
X. Los supuestos bajo los cuales podrán revisarse y, en su caso, modificarse de común acuerdo
los términos o condiciones relativos al contrato de franquicia
XI. No existirá obligación del franquiciatario de enajenar sus activos al franquiciante o a quien
éste designe al término del contrato, salvo pacto en contrario, y
XII. No existirá obligación del franquiciatario de enajenar o transmitir al franquiciante en
ningún momento, las acciones de su sociedad o hacerlo socio de la misma, salvo pacto en
contrario.
Este artículo se sujetará, en lo conducente, a lo dispuesto en el Reglamento de la presente Ley.
Artículo 142 Bis 1.—El franquiciante podrá tener injerencia en la organización y
funcionamiento del franquiciatario, únicamente para garantizar la observancia de los estándares
de administración y de imagen de la franquicia conforme a lo establecido en el contrato.
No se considerará que el franquiciante tenga injerencia en casos de fusión, escisión,
transformación, modificación de estatutos, transmisión o gravamen de partes sociales o acciones
del franquiciatario, cuando con ello se modifiquen las características personales del
franquiciatario que hayan sido previstas en el contrato respectivo como determinante de la
voluntad del franquiciante para la celebración del contrato con dicho franquiciatario.
Artículo 142 Bis 2.—El franquiciatario deberá guardar durante la vigencia del contrato y, una
vez terminado éste, la confidencialidad sobre la información que tenga dicho carácter o de la que
haya tenido conocimiento y que sean propiedad del franquiciante, así como de las operaciones y
actividades celebradas al amparo del contrato.
Artículo 142 Bis 3.—El franquiciante y el franquiciatario no podrán dar por terminado o
rescindido unilateralmente el contrato, salvo que el mismo se haya pactado por tiempo
indefinido, o bien, exista una causa justa para ello. Para que el franquiciatario o el franquiciante
puedan dar por terminado anticipadamente el contrato, ya sea que esto sucede por mutuo acuerdo
o por rescisión, deberán ajustarse a las causas y procedimientos convenidos en el contrato.
En caso de las violaciones a lo dispuesto en el párrafo precedente, la terminación anticipada
que hagan el franquiciante o franquiciatario dará lugar al pago de las penas convencionales que
hubieran pactado en el contrato, o en su lugar a las indemnizaciones por los daños y perjuicios
causados.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de franquicia es típico, nominado, principal, formal, de
tracto sucesivo, bilateral, oneroso, conmutativo y de adhesión.
Es típico ya que se encuentra regulado por la Ley de Propiedad
Industrial en sus artículos 142, 142 Bis y 142 Bis 1, 1, 2 y 3.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito, de conformidad con el
artículos 142 Bis de la Ley de Propiedad Industrial.
En el artículo 136 de la Ley de Propiedad Industrial se confirma el
carácter formal del contrato en lo tocante a la necesaria inscripción, en el
Instituto de la Propiedad Industrial, del documento que la contenga, con
motivo de la concesión, por parte del franquiciante, del uso de la licencia de
los productos o servicios de la marca a ser utilizada por el franquiciatario al
señalar:
Artículo 136.—El titular de una marca registrada o en trámite podrá conceder, mediante
convenio, licencia de uso a una o más personas con relación a todos o algunos de los productos o
servicios a los que se aplique dicha marca. La licencia deberá ser inscrita en el Instituto para que
pueda producir efectos en perjuicio de terceros.

Además, el contrato deberá contener por lo menos los datos que se


señalan en el propio artículo de la citada ley, mismo que hemos transcrito
con anterioridad.
Es de tracto sucesivo, porque las prestaciones que se deben las partes
que no se agotan en un solo momento, sino que se extienden por un período
determinado de tiempo.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato, aun y cuando el pago de la contraprestación estará
sujeto al resultado de la explotación de la franquicia.
Es de adhesión, porque las condiciones del contrato suelen ser
impuestas por el franquiciante al franquiciado.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el franquiciante, otorgante o concedente, que es quien concede el
uso de los derechos que detenta, ampliamente referidos con anterioridad, y
el franquiciado o franquiciatario, que es quien lo recibe, bajo las
características también apuntadas.
Entre las obligaciones y los correlativos derechos de las partes,
destacan:
1) Que el franquiciante debe conceder la licencia o uso de su marca
debidamente registrada.
2) Que debe asimismo trasmitir al franquiciado los conocimientos
técnicos para la explotación de la misma.
3) Que debe proporcionar información técnica sobre el lugar, diseño,
decoración, equipo, mobiliario, etc.
4) De conformidad con el párrafo segundo del artículo 142 de la Ley de
Propiedad Industrial, por lo menos treinta días previos a la celebración del
contrato respectivo, el franquiciante debe proporcionar la información
relativa sobre el estado que guarda su empresa, en los términos que
establezca el Reglamento de la Ley.
La falta de veracidad en la información a que se refiere el párrafo
anterior dará derecho al franquiciatario, además de exigir la nulidad del
contrato, a demandar el pago de los daños y perjuicios que se hayan
ocasionado por el incumplimiento. Este derecho podrá exigirlo el
franquiciatario durante un año a partir de la celebración del contrato y
después de transcurrido ese plazo sólo tendrá derecho a demandar la
nulidad del contrato
5) El franquiciatario deberá por su parte seleccionar el lugar de
ubicación del establecimiento.
6) Deberá atender las especificaciones del franquiciante en relación con
las características de la construcción, decoración, publicidad, equipo y uso
de las marcas y nombres comerciales en la forma indicada por el
franquiciante.
7) Deberá el franquiciado pagar la contraprestación pactada en el
contrato.
8) De conformidad con el artículo 142 Bis 2 de la Ley de Propiedad
Industrial, el franquiciatario deberá guardar durante la vigencia del contrato
y una vez terminado éste, absoluta reserva sobre los conocimientos técnicos
que en relación con los productos protegidos le hayan sido proporcionados
por el franquiciante.
9) A la conclusión del contrato, el franquiciado deberá dejar de usar las
marcas, los nombres y los avisos comerciales y la explotación de patentes
que fueron materia del contrato.
10) De conformidad con el artículo 142 Bis 1, el franquiciante podrá
tener injerencia en la organización y funcionamiento del franquiciatario
únicamente para garantizar la observación de los estándares de
administración y de imagen de la franquicia conforme a lo establecido en el
contrato.
ARCE GARGOLLO[17] refiere también como importantes los elementos
reales, y por tales entiende:
• La marca, cuya función primordial es una función de calidad, y
elemento esencial del contrato, según el artículo 142 de la ley antes
referida;
Por marca, debemos entender, de conformidad con el artículo 88 de la
Ley de la Propiedad Industrial; todo signo visible que distinga productos o
servicios de otros de su misma especie o clase en el mercado.
• La tecnología, tan esencial como la marca, que implica la trasmisión de
conocimientos técnicos y la asistencia técnica.
La transferencia de esta tecnología, dice Arce Gargollo,[18] tiene como
finalidad que el franquiciatario pueda producir o vender bienes o prestar
servicios de manera uniforme y con los mismos métodos operativos,
comerciales y administrativos establecidos por el titular de la marca,
tendientes a mantener la calidad prestigio e imagen de los productos o
servicios a los que ésta distingue.
• La contraprestación, que es el pago de las diversas cantidades que el
franquiciatario hace al franquiciante, generalmente ligado a los
resultados de la operación del negocio franquiciado, que incluye la
cuota inicial, franchise fee, y las regalías, royalties, de manera
periódica, pactadas en moneda nacional o extranjera.
• La exclusividad, en donde el espacio geográfico puede delimitarse en
un territorio en el que el franquiciado podrá explotar la franquicia por
medio de diversos establecimientos master franchise o para un
establecimiento o negociación mercantil concreto.
Sobre la exclusividad del espacio geográfico, Alejandra TORRES[19]
distingue las siguientes modalidades:
1. Franquicia unitaria o individual;
2. Área de desarrollo de la franquicia master franchise; en donde se
sobreentiende que el franquiciatario tiene el derecho exclusivo de abrir un
número limitado o ilimitado de establecimientos en un determinado
territorio;
3. El contrato de opción. Que es aquél en donde el franquiciatario tiene
el derecho de abrir y operar un establecimiento y, por una cuota adicional,
otro u otros de conformidad con la opción;
4. De conversión a franquicia que es el relativo a un programa que tiene
por objetivo el de convertir o incluir dentro de un sistema de franquicia a
establecimientos independientes que ya existan y estén operando, y
5. La subfranquicia, que se asemeja a la franquicia de área de desarrollo
con la excepción de que es el franquiciatario o subfranquiciante quien
otorga el derecho y la obligación de vender franquicias dentro de un
territorio, mediante la adquisición de una franquicia maestra, y cuyos
elementos son:
• La existencia de un contrato principal entre franquiciante y
franquiciatario;
• La existencia de un contrato derivado, subcontrato de franquicia entre
el franquiciatario (subfranquiciante) y un nuevo franquiciatario que se
convierte en subfranquiciatario;
• La autorización general del franquiciante o bien la autorización expresa
para la subcontratación, y;
• La naturaleza del contrato y su contenido que incluya límites, plazos y
condiciones similares o iguales entre la franquicia y la subfranquicia,
sin que esta última rebase los límites del contrato principal.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


a) El franquiciante concede al franquiciatario el derecho de usar una
marca, así como para explotar una negociación mercantil;
b) La concesión podrá incluir el uso de la marca, nombres y avisos
comerciales, así como la explotación de las patentes del franquiciante, aun y
cuando la ley solamente se refiera a la marca;
c) El franquiciatario debe tener especial cuidado con el control de
calidad de los productos, de conformidad con las indicaciones y consejos
del franquiciante;
d) El franquiciante proporcionará al franquiciado los conocimientos
técnicos y el know how, respecto de los cuales este último deberá guardar
absoluta reserva;
e) El pago de la contraprestación que se sujeta al resultado de la
explotación que de la franquicia realice el franquiciado, y;
f) El pacto de exclusiva que suele incorporarse en los contratos, por
cuya virtud el franquiciatario se obliga a solamente contratar con el
franquiciante y vender los productos que el mismo le indique, como
complemento de los bienes o servicios que se ofertan al público.

5. CLASES DE FRANQUICIA
El Centro Francés de Comercio Exterior distingue tres tipos de
franquicia, a saber:
1) Industrial, en la que se hace entrega al franquiciado de conocimientos
técnicos, para la elaboración de los productos que empleará para la
elaboración y venta. Está relacionada con la manufactura de los bienes de
conformidad con la licencia respectiva y con base en los derechos de la
propiedad industrial;
2) De distribución, que solamente involucrando la entrega de sus
productos elaborados, hace el concedente al concesionario a fin de que este
último los distribuya o venda directamente. Se trata de productos
manufacturados o suministrados por el franquiciante bajo su propia marca y
a cambio de una contraprestación, y;
3) De servicios, en donde el licenciante faculta al licenciatario para
prestar los que ya opera el primero.

6. CAUSAS DE EXTINCIÓN DEL CONTRATO


a) El vencimiento del plazo;
b) El incumplimiento de alguna de las partes;
c) La denuncia de alguna de las partes;
d) La quiebra de alguna de las partes;
e) La muerte del franquiciatario, si se trata de persona física, y
f) Las establecidas en el contrato.
De conformidad con el nuevo artículo 142 Bis 3 de la Ley de Propiedad
Industrial las partes no podrán dar por terminado o rescindido
unilateralmente el contrato, salvo que el mismo se haya pactado por tiempo
indefinido, o bien exista justa causa para ello y para que puedan darlo por
terminado anticipadamente, sea por mutuo acuerdo o por rescisión, deberán
ajustarse a las causas y procedimientos convenidos en el contrato.
Además, si las partes llegan a violar lo antes referido, la terminación
anticipada que realice cualquiera de ellas dará lugar al pago de la pena
convencional estipulada por las partes o en su lugar a las indemnizaciones
por daños y perjuicios que se causen.
Finalmente, debemos ocuparnos tanto de la Ley Modelo sobre la
divulgación de la información en materia de franquicia tanto nacional como
internacional, como de la Guía Jurídica elaborada por el UNIDROIT para los
Acuerdos de Franquicia Principal Internacional.
Ley Modelo de la UNIDROIT sobre la divulgación de la información en
materia de franquicia tanto nacional como internacional.
El Instituto de Roma elaboró la Ley Modelo cuyo es el de proporcionar
a los legisladores nacionales que han decidido introducir en su derecho una
legislación especial sobre la franquicia, una fuente de inspiración, un
instrumento que pueda consultar y utilizar como modelo o un plan director
cuando lo considere conveniente.
Como se señala expresamente en el preámbulo de la Ley, su finalidad es
la de fomentar el desarrollo de la franquicia como instrumento negocial, y
como documento que favorece el comercio, reconoce que la franquicia
ofrece el potencial para un desarrollo económico mayor, en particular entre
los países que quieren tener acceso a know-how.
Se trata de una Ley una ley de divulgación que puede considerarse
como un medio para crear un entorno jurídico seguro entre las partes en un
acuerdo de franquicia. Con este fin, la Ley Modelo vela por que los
potenciales franquiciados que tienen la intención de invertir en una
franquicia reciban información sustancial sobre la franquicia, de manera
que puedan tomar una decisión de inversión informada. Además, la Ley
Modelo aporta seguridad a los franquiciadores en sus relaciones con los
franquiciados, las autoridades administrativas y judiciales.
Índice de la Ley Modelo:
LEY MODELO SOBRE LA DIVULGACIÓN DE LA INFORMACIÓN EN MATERIA DE FRANQUICIA
Informe Explicativo
I. PREÁMBULO
II. EL CONTEXTO HISTÓRICO DE LA LEY MODELO
1. La franquicia internacional
2. La franquicia nacional
III. CONSIDERACIONES GENERALES
1. El ámbito de aplicación de la ley modelo
2. El Preámbulo
IV. COMENTARIO DE LAS DISPOSICIONES DE LA LEY MODELO
1. Artículo 1. Ámbito de aplicación
2. Artículo 2. Definiciones
3. Artículo 3. Entrega del documento de información
4. Artículo 4. Forma del documento de información
5. Artículo 5. Exención del deber de divulgación
6. Artículo 6. Información que debe ser divulgada
7. Artículo 7. Acuse de recibo del documento de información
8. Artículo 8. Vías de Recurso
9. Artículo 9. Ámbito de aplicación temporal
10. Artículo 10. Renuncias
Roma 2.007.

La Guía Jurídica en materia de franquicia internacional que elaboró el


UNIDROIT, a decir del propio instituto de Roma, ofrece un completo análisis
de desarrollo de los diferentes aspectos de ese tipo de acuerdos comerciales,
desde la negociación y redacción del contrato de franquicia principal y otros
contratos con el mismo asociados, hasta el final de la relación, ocupándose
de manera especial de las posiciones de las partes implicadas,
(franquiciador y su franquiciador), así como de los sub-franquiciados;
examina las diferencias entre los contratos de franquicia y otros tipos de
contratos de distribución y representación, y el derecho a ser aplicado a este
contrato de carácter internacional.
La Guía se desarrolla en 20 capítulos como se describe a continuación:
Capítulo 1. Conceptos y elementos fundamentales
Capítulo 2. Naturaleza y alcance de los derechos otorgados y de la relación de las partes
Capítulo 3. Duración del contrato y condiciones de renovación
Capítulo 4. Cuestiones financieras
Capítulo 5. Papel del franquiciador
Capítulo 6. Papel del sub-franquiciador
Capítulo 7. El contrato de sub-franquicia
Capítulo 8. Publicidad y control de la publicidad
Capítulo 9. Suministro de equipo, productos y servicios
Capítulo 10. Propiedad intelectual
Capítulo 11. El know-how y secretos comerciales
Capítulo 12. Cambios en el sistema
Capítulo 13. Venta, cesión y transferencia
Capítulo 14. Responsabilidad por hechos de otro, indemnización y seguro
Capítulo 15. Acciones en caso de incumplimiento
Capítulo 16. Terminación de la relación y sus consecuencias
Capítulo 17. Derecho aplicable y resolución de conflictos
Capítulo 18. Otras cláusulas generalmente usadas
Capítulo 19. Documentos accesorios
Capítulo 20. Exigencias normativas.
Además incluyen tres anexos sobre; las nociones generales de la
franquicia, la franquicia en la economía y sobre la legislación y reglamentos
relevantes para ese tipo de contratos.

NOTAS

[1] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, El contrato de franquicia en el derecho mexicano, 2a. ed.,
Porrúa, México, 2006, p. XI.
[2] Citados por TORRES DE LA ROSA, Alejandra, Ibid., p. 43.
[3] Ibid., pp. 102 y 103.
[4] ARCE GARGOLLO, Javier, El contrato de frnaquicia, Themis, México, 1995, p. 351.
[5] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, Ibid., p. 55.
[6] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos mercantiles atípicos, op.cit., p. 351.
[7] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 190.
[8] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, Teresa, Aspectos Jurídicos de los Contratos
Atípicos, 4a. ed., José María Bosch, Barcelona, 1999, p. 175.
[9] Ibid., pp. 178 y 180.
[10] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos mercantiles atípicos, op. cit., pp. 352 y 353.
[11] Citados por TORRES DE LA ROSA, Alejandra, op. cit., p. 7.
[12] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos mercantiles atípicos, op. cit., p. 352
[13] Black’s Law Dictionary, West Publishing Co., USA, 1079, p. 592.
[14] Citado por DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 190.
[15] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, op. cit., p. 176.
[16] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, op. cit., p. 10.
[17] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., pp. 357 y 358.
[18] Ibid, p. 358.
[19] TORRES DE LA ROSA, Alejandra, op. cit., pp. 66, 86.
CAPÍTULO IX

CONTRATO DE PRÉSTAMO

Desplazado por la flexibilidad de títulos mercantiles como el pagaré, y la


apertura de crédito (sobre todo en el caso de créditos bancarios), el contrato
será de préstamo mercantil cuando, de conformidad con el texto legal, tiene
como destino la realización de actos de comercio o bien si es realizado por
comerciantes.

1. CONCEPTO
El artículo 358 del Código de Comercio, en una definición que
podríamos calificar de confusa e inapropiada establece que se reputa
mercantil el préstamo cuando se contrae en el concepto y con la expresión
de que las cosas prestadas se destinen a actos de comercio y no para
necesidades ajenas de éste y que se presume mercantil el préstamo que se
contrae entre comerciantes.[1]
Del artículo 358 antes referido se desprende que el préstamo mercantil
supone la existencia de dos elementos, a saber, uno objetivo, que es cuando
la cosa prestada se destina a la realización de actos de comercio y uno
subjetivo, que es cuando el préstamo se contrata entre comerciantes.
Frente a cualquiera de los supuestos contemplados por la ley mercantil,
sea subjetivo o bien objetivo, se estará frente a un contrato de naturaleza
mercantil.
Así, señala VÁZQUEZ DEL MERCADO[2] que la doble señalada circunstancia
es la que determina el carácter accesorio del préstamo mercantil, que no es
en sí mismo un acto de comercio, sino que adquiere la calidad mercantil a
través del acto principal al que las cosas prestadas se destinan.
Asimismo refiere que cuando la calificación la recibe de la intervención
de los comerciantes, se entiende o se presume que estos destinarán las cosas
a la realización de actos de comercio.[3]
Por su parte SÁNCHEZ CALERO[4] lo define señalando que es un contrato
por el cual una persona (prestatario) recibe de otra (prestamista), una cosa
fungible en propiedad y se obliga a devolverle otro tanto de la misma
especie y calidad.
En relación con su naturaleza jurídica, cabe referir la similitud que el
contrato de que se trata tiene con el mutuo civil, no obstante existen
diferencias substanciales entre ambos, algunas de las cuales se desprenden
del concepto mismo que otorga la ley, es decir, si la cantidad prestada se
destina a la realización de actos de comercio o bien se contrae entre
comerciantes, en cuyo caso será préstamo y quedará por ende sujeto a la
normatividad del Código de Comercio, ya que de lo contrario estaremos en
presencia de un mutuo que siendo civil, estará normado por el Código Civil
Federal, además de los códigos locales.[5]

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de préstamo mercantil es típico, principal, formal, de tracto
instantáneo o bien sucesivo, bilateral, oneroso, real, traslativo de dominio y
conmutativo así como aleatorio.
Es típico porque se encuentra regulado por el Código de Comercio.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito, aunque en ocasiones
puede ser consensual.
Puede ser de tracto tanto instantáneo como sucesivo, dependiendo de si
la obligación se cumple de momento a momento o bien en un solo instante.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.
Puede ser aleatorio por lo que se refiere a la obligación del prestatario
de pagar los intereses del contrato, en el supuesto de que su aplicación
periódica se derive de diversos criterios relacionados con aspectos de
variables económicas del mercado, a los que pueden indexarse.
Siendo un contrato real para su perfeccionamiento requiere que el bien
objeto del préstamo se entregue al prestatario de manera real, jurídica o
virtual.
Asimismo, es un contrato traslativo de dominio, ya que la cosa prestada
lleva el destino de ser consumida, y la obligación del deudor en el tiempo
convenido se cumple cuando éste entrega al acreedor otros bienes de la
misma especie, calidad y cantidad, ya que se trata de bienes fungibles, que
por ello tienen un mismo valor liberatorio.
Lo anterior se confirma con el texto legal, que establece: se devolverá la
cantidad de dinero igual a la recibida, otros tantos de la misma clase o
idénticas condiciones, así, igual cantidad en la misma especie y calidad (art.
359 del C. De Co.).

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Como elementos personales tenemos al prestador que es quien lo
concede y el prestatario, quien recibe el dinero del préstamo.
Derechos y obligaciones del prestador:
• Tiene como principal derecho el de que una vez vencido el contrato, se
le restituya el importe de las cantidades prestadas además de sus
accesorios.
• Entre sus obligaciones destaca la de que debe hacer entrega al
prestatario de las cantidades prestadas en el lugar y plazos convenidos.
Derechos y obligaciones del prestatario:
• Tiene derecho a que se le haga entrega del importe prestado en la forma
y términos convenidos.
• Como correlativo, entre sus principales obligaciones se encuentra la de
que deberá restituir al prestador las cantidades prestada, además de los
intereses convenidos.

4. MODALIDADES DEL CONTRATO


El préstamo puede ser de dinero o bien de títulos o de especie.
Tratándose de préstamo en dinero, se estará siempre en presencia de
títulos fungibles, por lo que el prestatario cumplirá con su obligación
entregando su equivalente en dinero metálico o papel moneda.
Si el préstamo es de títulos o valores, se liberará el deudor de su
obligación devolviendo otros tantos de la misma clase e idénticas
condiciones, o sus equivalentes, si aquellos se hubiesen extinguido, salvo
pacto en contrario.
Por otro lado, cuando el préstamo se sujete a plazo, su pago será
exigible al vencerse el mismo, y si se realizó por tiempo indeterminado, no
podrá exigirse al deudor el pago sino transcurridos treinta días después de la
interpelación que se le haga, ya sea judicial o extrajudicialmente, ante
Notario o dos testigos, de acuerdo con el artículo 360 del Código de
Comercio.
Cabe por otro lado referir que no obstante ser mercantil el préstamo, el
interés no resulta la causa determinante de la naturaleza del contrato, en
tanto que tal carácter le deviene del destino que se otorgue al mismo o bien
de la calidad de los contratantes, además de que por otro lado, el propósito
de lucro no se desprende de la operación del préstamo en sí misma, sino en
la realización de los actos mercantiles a los que las cosas prestadas se
destinen (elemento objetivo).
Se confirma la idea en el sentido de que el interés resulta un elemento
intrínseco del contrato porque cabe recordar que el artículo 361 establece
que en toda prestación pactada a favor del acreedor que conste precisamente
por escrito, se reputará interés.
Ahora bien, en el préstamo mercantil se incorporará normalmente el
pago de intereses, dentro de los cuales debemos distinguir a los llamados
normales, que implican en sí mismos el beneficio que el prestatario debe
cubrir al prestador por la concesión del préstamo, a los que bien pudiéramos
identificar como el premio que se debe al prestador por el otorgamiento del
préstamo, es decir, es el beneficio que se estipula a favor del prestador por
el costo que el dinero como mercancía tiene. Se trata de un premio derivado
del costo mismo del dinero, y en tal sentido, cuando así lo estipulen las
partes, el prestatario pagará al prestador el interés convenido.
Si el préstamo consiste en especie, para computar el rédito, se graduará
su valor por los precios que las mercaderías tengan en la plaza en que deba
cumplirse el pago el día siguiente al del vencimiento, y si se trata de títulos
o valores, el interés moratorio será el que devengue el mismo título o en su
defecto el propio interés al tipo legal, debiendo determinarse el valor de los
títulos por su cotización en la bolsa (cuando sean de ese género) o por el
que tuvieren en la plaza, también el día siguiente al de su vencimiento.
Además, agrega la ley que si los préstamos fueren en especie, deberá el
deudor devolver a no mediar pacto en distinto sentido, igual cantidad en la
misma especie y calidad, o su equivalente en metálico, si se hubiese
extinguido la especie debida.
En este orden de ideas, cabe referir que el art. 362 establece que los
deudores que demoren el pago de sus deudas, deberán satisfacer, desde el
día siguiente al del vencimiento, el interés pactado para este caso, o en su
defecto el seis por ciento anual.
El artículo 364 señala por su parte que el recibo del capital por el
acreedor, sin reservarse expresamente el derecho a los intereses pactados o
debidos, extinguirá la obligación del deudor respecto a los mismos.
Y finalmente, las entregas a cuenta, cuando no resulte expresa su
aplicación, se harán en primar término al pago de intereses por orden de
vencimientos, y después al del capital.
Especial mención merece el artículo 363 que refiere: “Los intereses
vencidos y no pagados, no devengarán intereses. Los contratantes podrán,
sin embargo, capitalizarlos”.
El precepto de referencia, polémico en sí mismo porque encierra lo que
la doctrina ha dado en llamar pacto de anatocismo, posibilita la
capitalización de intereses, lo cual supone que el prestador se encuentra
autorizado para acumular a la suerte principal del adeudo del prestatario, los
intereses vencidos, siempre que tal acuerdo sea otorgado por las partes.[6]
Como otra de las modalidades del contrato, de una práctica ya arraigada
tanto en el comercio como en el medio financiero en nuestro país, cabe
referirse al préstamo que se otorga o cuando menos se documenta en
moneda extranjera.
Sobre este particular señala el artículo 359 del Código de Comercio que
consistiendo préstamo en dinero, pagará el deudor devolviendo una
cantidad igual a la recibida conforme a la ley monetaria vigente en la
República al tiempo de hacerse el pago, sin que esta prescripción sea
renunciable y agrega que si se pacta la especie de moneda, siendo
extranjera, en que se ha de hacer el pago, la alteración que experimente en
valor será en daño o beneficio del prestador.

NOTAS

[1]En efecto, consideramos que el concepto que de préstamo otorga el Código de Comercio es
inadecuado y no atiende la esencia real del contenido del contrato de que se trata, ya que el acto
como tal tendrá la naturaleza relativa a su real esencia y no a la denominación que le den las partes.
Por otro lado, para que el contrato pueda ser considerado como mercantil habrá que atender a los dos
aspectos que del mismo se derivan, a saber, el destino del dinero prestado, como elemento objetivo y
la naturaleza de las partes que lo otorgan, como subjetivo.
[2] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 140.
[3] Ibidem.
[4] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 511.
[5] Sobre este particular, a continuación se transcribe el criterio de la Tercera Sala de la
Suprema Corte de Justicia, publicado en el Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época.
Tomo XXX. Página: 2113. Tesis Aislada. PRÉSTAMO MERCANTIL.—Atentos los términos del artículo 358
del Código de Comercio, es mercantil el préstamo, cuando contrae en el concepto y con expresión de
que las cosas prestadas se destinan a actos de comercio, y no para necesidades ajenas a éste; y cuando
esta declaración se hace en el cuerpo del propio documento, es francamente reveladora de la
intención de las partes, de que su propósito no fue otro que la celebración de un acto de comercio.
Recurso de súplica 100/29. Mora Vda. de Lombardo Magdalena de la. 6 de diciembre de 1930.
Unanimidad cuatro votos.
Asimismo, y en relación con la similitud que el préstamo tiene con respecto al mutuo, a
continuación se transcribe el criterio sostenido por los Tribunales Colegiados de Circuito, siguiente:
PRÉSTAMO Y MUTUO. SON FIGURAS JURÍDICAS IDÉNTICAS.—Del análisis comparativo de los artículos 2240 y
2253 del Código Civil para el Estado de Puebla, con los diversos 358 y 359 del Código de Comercio,
se concluye que ambos ordenamientos legales regulan en los preceptos mencionados, con distintas
denominaciones un mismo tipo de contrato con idéntico contenido, pues mientras en la primera de las
legislaciones citadas se designa como mutuo, en la segunda de ellas se nombra al contrato citado
como préstamo, debiendo precisarse que la naturaleza civil o mercantil del acto jurídico depende del
destino que se dé a la cosa dada con motivo del contrato o de las personas que intervienen en el
mismo, pues si tienen el carácter de comerciantes legalmente se presumirá que la cosa dada se
destinará a actos mercantiles, por lo que por exclusión debe decirse que si en el contrato no se precisa
que la cosa entregada en préstamo se destinará a actos de comercio o en el pacto contractual no
intervienen comerciantes, no puede reputarse como mercantil tal acto jurídico, y por lo mismo debe
calificarse COMO DE NATURALEZA CIVIL. SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL SEXTO CIRCUITO. Amparo directo
578/96. Julia Babines Fuentes. 16 de octubre de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: Antonio Meza
Alarcón. Secretario: Enrique Baigts Muñoz. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo IV, Noviembre de 1996.
Tesis: VI.2o.78 C Página: 484. Tesis Aislada.
[6] Con motivo del problema que se presentó en nuestro país a partir del mes de diciembre de
1994, y que provocó muy diversas consecuencias de enormes dimensiones en materia financiera y
económica, al resolver el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación la contradicción de tesis
en el expediente No. 31/98, en lo tocante a la interpretación del precepto que motiva la presente cita,
señaló: Tesis Jurisprudencial N° 60/1998. CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE
COMERCIO LA PERMITE EN FORMA PREVIA O POSTERIOR A LA CAUSACIÓN DE LOS RÉDITOS. A CONDICIÓN DE QUE
EXISTA ACUERDO EXPRESO.—Tratándose del préstamo mercantil. el artículo 363 del Código de Comercio
dispone que “Los intereses vencidos y no pagados no devengarán intereses. Los contratantes podrán,
sin embargo, capitalizarlos”; en cambio, para el contrato civil de mutuo, el artículo 2397 del Código
Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal ordena
que “Las partes no pueden, bajo pena de nulidad, convenir de antemano que los intereses se
capitalicen y que produzcan intereses.” Ambas normas tienen en común que autorizan la
capitalización de intereses por acuerdo expreso de las partes, pero se diferencian en cuanto al
momento en que se puede “celebrar el pacto correspondiente; así, mientras que la disposición civil
prohíbe que ese acuerdo de voluntades sea anterior al vencimiento y al no pago de los intereses que
habrán de capitalizarse, el numeral del Código de Comercio no contiene ninguna exigencia de
temporalidad para su realización, motivo por el cual el pacto de capitalización puede recaer sobre
intereses ya vencidos que no han sido pagados (convenio posterior) o bien sobre los que tengan
vencimiento futuro y no fueren pagados cuando sean exigibles (convenio anticipado), pues en ambas
hipótesis el convenio se refiere a “intereses vencidos y no pagados” que es el único requisito que
establece esta norma. En consecuencia, el precepto en estudio, en su interpretación gramatical,
autoriza a capitalizar los intereses vencidos y no pagados, sin que dicho enunciado contenga visos de
temporalidad. La perspectiva histórica reafirma esta consideración. El primer Código de Comercio
que se expidió en nuestro país (1854) incluía una disposición dentro del capítulo “De los préstamos”
que prohibía el convenio para la capitalización de intereses si éstos no se habían devengado y habían
sido objeto de una previa liquidación. Al efecto, el artículo 302 prescribía: No se debe rédito de
réditos devengados en los préstamos mercantiles ni en ninguna otra especie de deuda comercial,
mientras que hecha la liquidación de éstos no se incluyan en un nuevo contrato, como aumento de
capital; o bien, de común acuerdo, o bien, por una declaración judicial, se fije el saldo de cuentas,
incluyendo en él los réditos devengados hasta entonces; lo cual no podrá tener lugar sino cuando las
obligaciones que procedan estén vencidas, y sean exigibles de contado. Años después, con la
expedición del Código de Comercio de 1889, en una época en que ya habían sido promulgados
sucesivamente los Códigos Civiles de 1870 y 1884, que autorizaron sin reservas la capitalización de
intereses, juzgó conveniente el legislador mantener en este punto el mismo sistema del derecho civil
y suprimió, en consecuencia, toda disposición encaminada a prohibir o reglamentar el convenio de
capitalización de intereses, consagrando el más amplio criterio de libertad en relación con ésta.
Además, existen argumentos lógico-jurídicos que conducen al mismo resultado, a saber, que no se
pueden hacer interpretaciones que deroguen tácitamente la regla general de libertad contractual, que
la distinción relativa a que la capitalización sólo puede ser posterior a que los réditos se encuentren
vencidos y no pagados implica una prohibición o una restricción contrarias a la regla de
interpretación conforme a la cual, donde la ley no distingue no debe distinguir el intérprete; y que
resulta lógico que el acuerdo de capitalización pueda ser convenido como una previsión contractual
para el caso de una eventualidad posterior; o bien, como un acto posterior, circunstancia que no
perjudica al deudor en razón de que de ese modo puede tener previo conocimiento de la extensión de
la obligación que asume y, por tanto, ejecutar los actos necesarios para evitar que los intereses se
capitalicen: Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena
Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P./J. 60/98 Página: 374. Tesis de Jurisprudencia.
CAPÍTULO X

CONTRATO DE SEGURO

De gran utilidad práctica, el contrato de seguro, por imperativo del artículo


2 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro, sólo realizable por las
instituciones aseguradoras, constituye una actividad mediante la cual éstas
soportan riesgos de manera onerosa.
León BOLAFFIO[1] se refiere a la enorme importancia que el seguro
representa en relación con los riesgos patrimoniales a los que se encuentran
expuestas las personas y los bienes, señalando:
se ha dicho de un modo magistral que las empresas de seguros circundan la actividad humana, en
su desenvolvimiento progresivo; que hay peligros y acaecimientos que, atendida la periodicidad
con la que se producen, están permanentemente suspendidos sobre la vida o sobre el patrimonio
de toda persona y por la probabilidad de su repetición pesan angustiosamente sobre la actividad
productora y quitan la paz y tranquilidad al ánimo del previsor. Donde existe uno de estos
peligros o el temor de uno de estos sucesos, acude el seguro, con la tranquilidad que proporciona
la certidumbre de que al ocurrir el suceso temido, se repararán los daños, o bien, la necesidad será
satisfecha con la entrega de los bienes que preventivamente se consideraron necesarios para ello
y para los que el ahorro ordinario, no hubiera tal vez bastado. Así, la empresa aseguradora,
aunque ejerza la propia industria por especulación, es un estímulo para la previsión.

Por su parte VÁZQUEZ DEL MERCADO[2] dice: “de no existir un riesgo, no


habría razón de un seguro y es el temor presente de que la eventualidad se
realice, lo que lleva a contratar un seguro”.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[3] señala: “el seguro es un producto de la cultura;
solo el progreso técnico en ciertos ramos de la actividad humana y muy
particularmente en materia de estadística y matemáticas, juntamente con
una evolución de la situación social, permiten su establecimiento y
desarrollo”.
DÍAZ BRAVO[4] por su parte, destaca la importancia que el contrato tiene
en la vida moderna, señalando: “la industria y el comercio modernos están
cimentados en dos pilotes, uno de los cuales es el crédito; el otro el seguro”
y agrega “un revelador indicio de la importancia económica del seguro, lo
configura el hecho de que ningún otro contrato reclama para sí una
reglamentación tan amplia y detallada”.
SÁNCHEZ CALERO[5] por su parte nos dice que:
la esencia del seguro consiste en la cobertura recíproca de una necesidad pecuniaria fortuita y
valorable en dinero, por parte de personas sometidas a riesgos del mismo género; aparecen, como
notas de la operación económica del seguro, la existencia de una necesidad pecuniaria (eventual,
futura e incierta), y la contribución a la satisfacción de esa necesidad por un grupo de personas
amenazadas por el mismo evento, o si se quiere, que están sometidas al mismo riesgo, con cuyas
aportaciones se cubre la necesidad de que el sujeto que sufra el evento que la genere, y que si la
necesidad pecuniaria que se cubre es eventual, la persona que está sometida a un riesgo siente
una necesidad actual de protegerse de ese evento.

El contrato de seguro es mercantil de conformidad con el artículo 75,


fracción XVI, del Código de Comercio, que reputa como actos de comercio
a: “los contratos de seguros de toda especie, siempre que sean hechos por
empresas”.
En relación con la naturaleza del contrato, la Suprema Corte de Justicia
ha señalado que se trata de un contrato mercantil al que le es aplicable
supletoriamente el Código Civil.[6]

1. CONCEPTO
Podemos definir al contrato de seguro diciendo que es aquel por virtud
del cual una institución debidamente autorizada por el Gobierno Federal y
organizada para tal efecto se obliga mediante el pago de una cantidad
denominada prima, a cubrir un riesgo y en su caso, a resarcir al beneficiario
designado en el contrato, del pago de las consecuencias dañosas derivadas
de la realización de un evento incierto denominado siniestro, en los
términos y bajo las condiciones pactadas, que se hacen constar en un
documento denominado póliza.
Dice SÁNCHEZ CALERO[7] que el seguro es el contrato por el cual el
asegurador, mediante la percepción de una prima, se obliga frente al
asegurado al pago de una indemnización, dentro de los límites pactados, si
se produce el evento previsto.
Para VÁZQUEZ DEL MERCADO[8] se trata de la relación jurídica en virtud de
la cual la empresa aseguradora, contra el pago de una prima, se obliga a
relevar al asegurado, en los términos convenidos, de las consecuencias de
un evento dañoso e incierto.
De conformidad con el artículo 1 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro,
por el contrato de seguro, la empresa aseguradora se obliga, mediante una
prima, a resarcir un daño o a pagar una suma de dinero al verificarse la
eventualidad prevista en el contrato.
Con justa razón DÍAZ BRAVO[9] critica la definición que del contrato
otorga la ley, señalando: “el empleo de la preposición mediante parece
indicar que la obligación de la empresa aseguradora solo surge una vez que
se le ha pagado la prima, lo que es inexacto, ya que el contrato se
perfecciona por el mero consentimiento verbal”.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es típico, consensual, principal, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso,
conmutativo y aleatorio y de adhesión.
Es típico porque se encuentra regulado tanto por la Ley Sobre el
Contrato de Seguro, como por la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas,
publicada en el Diario Oficial de la Federación del 4 de abril de 2013.
Es consensual porque el acuerdo de voluntades se otorga por la
exteriorización verbal de la voluntad y la ley no exige la forma escrita.
El carácter consensual del contrato se confirma con lo señalado por el
artículo 19 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro, que establece:
Artículo 19.—Para fines de prueba, el contrato de seguro, así como sus adiciones y reformas,
se harán constar por escrito. Ninguna otra prueba, salvo la confesional, será admisible para
probar su existencia, así como la del hecho del conocimiento de la aceptación, a que se refiere la
primera parte de la fracción I del artículo 21.

A. FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO


Para la formación del consentimiento cabe señalar que el artículo 5,
establece que las ofertas de celebración, prórroga, modificación o
restablecimiento de un contrato suspendido, obligarán al proponente
durante el término de quince días, o el de treinta cuando fuere necesario
practicar examen médico, si no se fija un plazo menor para la aceptación.
De acuerdo con el artículo 6, se considerarán aceptadas las ofertas de
prórroga, modificación o restablecimiento de un contrato suspendido,
hechas en carta certificada con acuse de recibo, si la empresa aseguradora
no contesta dentro del plazo de quince días, contados desde el siguiente al
de la recepción de la oferta, pero sujetas a la condición suspensiva de la
aprobación de la Secretaría de Hacienda.
Dicha disposición no es aplicable a las ofertas de aumentar la suma
asegurada y en ningún caso al seguro de personas.
De conformidad con el artículo 21, de la referida ley, el contrato de
seguro se perfecciona desde el momento en que el proponente tuviere
conocimiento de la aceptación de la oferta, sin que pueda sujetarse a la
condición suspensiva de la entrega de la póliza o de cualquier otro
documento en que conste la aceptación, ni tampoco a la condición del pago
de la prima, además de que puede celebrarse sujeto a plazo, a cuyo
vencimiento se iniciará su eficacia para las partes, pero tratándose de seguro
de vida, el plazo que se fije no podrá exceder de treinta días a partir del
examen médico, si éste fuere necesario, y si no lo fuere, a partir de la oferta.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo, en el cual el seguro estará
vigente.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración ya que en la póliza correspondiente se establecen los límites
máximos de responsabilidad de la institución así como los derechos y
obligaciones de ambas partes, pero será aleatorio en relación con el eventual
acontecimiento incierto (siniestro).
Es de adhesión porque las condiciones del contrato suelen ser
establecidas de manera unilateral por la compañía aseguradora, y plasmadas
en la póliza que al efecto expida.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Los elementos personales son el tomador del seguro, que puede ser el
propio beneficiario y la empresa aseguradora.
Señala con razón VÁZQUEZ DEL MERCADO[10] que el contratante o tomador
puede ser el titular de la prestación a que se obliga el asegurador, por ser el
detentador del interés asegurado, pero que tal persona no necesariamente es
el titular de los derechos que dimanan del contrato, sino otro, en cuya esfera
patrimonial viene a incidir el riesgo y que tiene necesidad de la cobertura
del seguro; es el asegurado, que tiene derecho a la prestación del
asegurador, porque es el titular del interés asegurado.
Díaz Bravo[11] señala: “cualquier persona física o moral puede actuar
como tomador de un seguro, tanto en nombre y por cuenta propios, en cuyo
caso asume también el carácter de asegurado, como en interés de un tercero,
que es el asegurado pero que no asume obligación alguna frente al
asegurador”.
Dice RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[12] que el asegurado es en principio el que
contrata con el asegurador y se compromete a pagar determinadas
cantidades a cambio de la prestación que recibirá cuando llegue el caso y se
resuelva la necesidad económica que crea la producción del riesgo, el
tomador, que puede ser por sí mismo el beneficiario del contrato, pero que
es posible la intervención de otra persona, a quien se abona el dinero o
presta el servicio que constituye el contenido de la obligación del
asegurador, no independiente, sino sujeto a las contingencias del contrato.
Sánchez Calero[13] señala:
por regla general el tomador que es quien contrata el seguro es el titular del interés asegurado, sin
embargo es posible que quien realice el contrato, sea diverso del asegurado, y así aparece la
distinción entre el contratante, que es quien toma parte en el contrato, y el asegurado, que es el
titular del interés asegurado.

Desde luego la obligación principal del tomador será la de pagar el


monto de la prima acordada.
La empresa aseguradora por su parte tiene como principal obligación
ante todo la de cubrir el riesgo en los términos acordados y en caso de que
ocurra el siniestro, pagar al beneficiario la cantidad correspondiente al daño
cubierto.
Dice León Bolaffio:[14]
la empresa de seguros asume habitual y sistemáticamente un número ilimitado de riesgos
homogéneos, con objeto de repartir el fondo de las primas o de los desembolsos recogidos para
garantir a los asegurados de los riesgos que les amenazan, entre los que sufran las consecuencias
y tengan por esto derecho a la reparación del daño, o a cobrar la suma asegurada.

Y Díaz Bravo[15] complementa:


es difícil concebir un asegurador no empresario, la necesidad de disponer de crecidos recursos,
pero sobre todo de una organización de los numerosos factores del seguro racionalmente operado,
primordialmente actuariales, técnicos, jurídicos, médicos, contables y comerciales, sólo puede
satisfacerse mediante la empresa.

Sánchez Calero,[16] señala:


El asegurador es la persona que asume la obligación del pago de la indemnización cuando se
produzca el evento asegurado, y tal actividad se encuentra reservada a sociedades anónimas, que
ante todo deben operar sobre la base de una técnica actuarial.
4. CONDICIONES PARA LA OPERACIÓN DE LAS INSTITUCIONES
ASEGURADORAS
De conformidad con el artículo 11 de la Ley de Instituciones de Seguros
y Fianzas solamente puede ser celebrado por una institución que se
encuentre debidamente autorizada para tal efecto, y su objeto, como vemos
es el de cubrir los riesgos derivados de los contratos respectivos:
Artículo 11.—Para organizarse y operar como Institución o Sociedad Mutualista se requiere
autorización del Gobierno Federal, que compete otorgar discrecionalmente a la Comisión, previo
acuerdo de su Junta de Gobierno. Por su naturaleza, estas autorizaciones serán intransmisibles.

Por su parte, el artículo 1 de la propia Ley, establece:


Artículo 1.—La presente Ley es de interés público y tiene por objeto regular la organización,
operación y funcionamiento de las Instituciones de Seguros, Instituciones de Fianzas y
Sociedades Mutualistas de Seguros; las actividades y operaciones que las mismas podrán realizar,
así como las de los agentes de seguros y de fianzas, y demás participantes en las actividades
aseguradora y afianzadora previstos en este ordenamiento, en protección de los intereses del
público usuario de estos servicios financieros.
Las instituciones nacionales de seguros y las instituciones nacionales de fianzas se regirán por
sus leyes especiales y, a falta de éstas o cuanto en ellas no esté previsto, por lo que estatuye el
presente ordenamiento.

5. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO DE SEGURO


De conformidad con la Ley Sobre el Contrato de Seguro, las
características relativas a los contratos son las siguientes:
• Las condiciones generales del seguro deberán figurar en el mismo
formulario de oferta suministrado por la empresa aseguradora, o bien
remitirse al proponente para que éste las incluya en la oferta del
contrato que ha de firmar y entregar a la empresa. El proponente no
estará obligado por su oferta si la empresa no cumple con esta
disposición. En todo caso, las declaraciones firmadas por el asegurado
serán la base para el contrato si la empresa le comunica su aceptación
dentro de los plazos que fija el artículo 6°, de la ley;
• El proponente estará obligado a declarar por escrito a la empresa
aseguradora, de acuerdo con el cuestionario relativo, todos los hechos
importantes para la apreciación del riesgo que puedan influir en las
condiciones convenidas, tal como los conozca o deba conocer en el
momento de la celebración del contrato;
• El seguro podrá contratarse por cuenta propia o por cuenta de otro, con
o sin la designación de la persona del tercero asegurado. En caso de
duda, se presumirá que el contratante obra por cuenta propia;
• El seguro por cuenta de un tercero obliga a la empresa aseguradora, aun
en el caso de que el tercero asegurado ratifique el contrato después del
siniestro;
• Salvo pacto expreso en contrario contenido en el contrato de mandato o
en la póliza, el mandatario que contrate un seguro a nombre de su
mandante, podrá reclamar el pago de la cantidad asegurada;
• La renovación tácita del contrato en ningún caso excederá de un año;
• Aun cuando la empresa se reasegure contra los riesgos que hubiere
asegurado, seguirá siendo la única responsable respecto al asegurado;
• La empresa aseguradora responderá de todos los acontecimientos que
presenten el carácter del riesgo, cuyas consecuencias se hayan
asegurado, a menos que el contrato excluya de una manera precisa
determinados acontecimientos;
• Si durante el plazo del seguro se modifican las condiciones generales
en contratos del mismo género, el asegurado tendrá derecho a que se le
apliquen las nuevas condiciones; pero si éstas traen como
consecuencia para la empresa prestaciones más elevadas, el contratante
estará obligado a cubrir el equivalente que corresponda;
• Tan pronto como el asegurado o el beneficiario en su caso, tengan
conocimiento de la realización del siniestro y del derecho constituido a
su favor por el contrato de seguro, deberán ponerlo en conocimiento de
la empresa aseguradora.
Salvo disposición en contrario de la ley, el asegurado o el beneficiario
gozarán de un plazo máximo de cinco días para el aviso que deberá ser por
escrito si en el contrato no se estipula otra cosa:
• Cuando el asegurado o el beneficiario no cumplan con la obligación
que les impone lo señalado en el párrafo anterior, la empresa
aseguradora podrá reducir la prestación debida hasta la suma que
habría importado si el aviso se hubiere dado oportunamente;
• La empresa quedará desligada de todas las obligaciones del contrato, si
el asegurado o el beneficiario omiten el aviso inmediato con la
intención de impedir que se comprueben oportunamente las
circunstancias del siniestro;
• La empresa aseguradora tendrá el derecho de exigir del asegurado o
beneficiario toda clase de informaciones sobre los hechos relacionados
con el siniestro y por los cuales puedan determinarse las circunstancias
de su realización y las consecuencias del mismo;
• Las obligaciones de la empresa quedarán extinguidas si demuestra que
el asegurado, el beneficiario o los representantes de ambos, con el fin
de hacerla incurrir en error, disimulan o declaran inexactamente hechos
que excluirían o podrían restringir dichas obligaciones. Lo mismo se
observará en caso de que, con igual propósito, no le remitan en tiempo
la documentación de que trata el párrafo anterior;
• El crédito que resulte del contrato de seguro vencerá treinta días
después de la fecha en que la empresa haya recibido los documentos e
informaciones que le permitan conocer el fundamento de la
reclamación.
Será nula la cláusula en que se pacte que el crédito no podrá exigirse
sino después de haber sido reconocido por la empresa o comprobado en
juicio:
• En todos los casos en que la dirección de las oficinas de las
instituciones de seguros llegare a ser diferente de la que conste en la
póliza expedida, deberán comunicar al asegurado la nueva dirección en
la República para todas las informaciones y avisos que deban enviarse
a la empresa aseguradora y para cualquiera otro efecto legal.
Los requerimientos y comunicaciones que la empresa aseguradora
deba hacer al asegurado o a sus causahabientes, tendrán validez si se
hacen en la última dirección que conozca el asegurador;
• Si la empresa no cumpliere con la obligación de que trata el párrafo
anterior, no podrá hacer uso de los derechos que el contrato o esta ley
establezcan para el caso de la falta de aviso o de aviso tardío;
• El asegurado o sus causahabientes podrán dirigir las comunicaciones a
la dirección indicada, a la empresa aseguradora directamente, o a
cualquiera de sus agentes, salvo que las partes hayan convenido en no
darles facultades a estos últimos para el efecto señalado;
• Las sanciones establecidas para el caso de que el asegurado o sus
causahabientes dejen de cumplir con alguna de sus obligaciones, no
serán aplicables si en el incumplimiento no existió culpa de su parte;
• Cuando el contrato o la ley hagan depender la existencia de un derecho
de la observancia de un plazo determinado, el asegurado o sus
causahabientes que incurrieren en mora por caso fortuito o de fuerza
mayor, podrán cumplir el acto retardado tan pronto como desaparezca
el impedimento;
• En ningún caso quedará obligada la empresa, si probase que el siniestro
se causó por dolo o mala fe del asegurado, del beneficiario o de sus
respectivos causahabientes;
• La empresa aseguradora responderá del siniestro aun cuando éste haya
sido causado por culpa del asegurado, y sólo se admitirá en el contrato
la cláusula que libere a la empresa en caso de culpa grave;
• La empresa responderá de las pérdidas y daños causados por las
personas respecto de las cuales es civilmente responsable el asegurado;
pero se admitirá en el contrato la cláusula de que trata el párrafo
anterior; y,
• Igualmente responderá siempre que el siniestro se cause en
cumplimiento de un deber de humanidad.
Condiciones en relación con la operación de los agentes y
representantes;
• Si el contrato se celebra por un representante del asegurado, deberán
declararse todos los hechos importantes que sean o deban ser
conocidos del representante y del representado;
• Cuando se proponga un seguro por cuenta de otro, el proponente
deberá declarar todos los hechos importantes que sean o deban ser
conocidos del tercero asegurado o de su intermediario; Los agentes que
sean autorizados por una empresa de seguros para que ellos celebren
contratos, podrán recibir las ofertas, rechazar las declaraciones escritas
de los proponentes, cobrar las primas vencidas, extender recibos, así
como proceder a la comprobación de los siniestros que se realicen;
• Respecto al asegurado, se establece que el agente podrá realizar todos
los actos que por costumbre constituyan las funciones de un agente de
su categoría y los que de hecho efectúe habitualmente con autorización
de la empresa; y,
• En todo caso, el agente necesitará autorización especial para modificar
las condiciones generales de las pólizas, ya sea en provecho o en
perjuicio del asegurado.
A. LA PÓLIZA
Como hemos señalado, el contrato de seguro es de carácter consensual,
por lo que la póliza, aun conteniendo el clausulado relativo al seguro, no
constituye en sí misma el contrato; no obstante, se traduce en un importante
medio de prueba tanto de la celebración del contrato, como de las
condiciones del mismo, en donde destacan los límites de responsabilidad de
la compañía entre otros aspectos que hayan sido materia del seguro.
Así señala Sánchez Calero:[17]
el contrato de seguro es de carácter consensual, y, por consiguiente se perfecciona cuando se
unen la oferta y la aceptación cualquiera que sea la forma, oral o escrita, en que se haya
manifestado La ley, sin embargo exige, para efectos probatorios que el contrato y sus
modificaciones o adiciones se formalicen por escrito. La entrega del documento es, sobre todo,
en interés del tomador del seguro y por ello se impone el deber del asegurador de entregarle la
póliza u otro documento.

Y Dice DÍAZ BRAVO[18] que sin perjuicio del carácter consensual del
contrato de seguro, la póliza configura su manifestación escrita, y la prueba,
por excelencia, de su celebración.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[19] señala por su parte que la redacción por escrito
del contrato de seguro, constituye un requisito ad probationem, no ad
solemnitatem, y que aunque se establece constancia por escrito del contrato
de seguro y de sus reformas y adiciones, ya sea en documento público o
privado, para fines de prueba, aunque se admite la confesional, la
perfección del contrato es consensual y no puede sujetarse a la condición
suspensiva de la entrega de la póliza o de cualquier otro documento en que
conste la aceptación.
Así, de conformidad con el artículo 20 de la Ley Sobre el Contrato de
Seguro, la empresa aseguradora estará obligada a entregar al contratante del
seguro, una póliza en la que consten los derechos y obligaciones de las
partes, la cual deberá contener:
I. Los nombres, domicilios de los contratantes y firma de la empresa aseguradora;
II. La designación de la cosa o de la persona asegurada;
III. La naturaleza de los riesgos garantizados;
IV. El momento a partir del cual se garantiza el riesgo y la duración de esta garantía;
V. El monto de la garantía;
VI. La cuota o prima del seguro;
VII. Las demás cláusulas que deban figurar en la póliza, de acuerdo con las disposiciones
legales, así como las convenidas lícitamente por los contratantes.

De acuerdo con el artículo 29 de la ley relativa, las pólizas podrán ser


nominativas, a la orden o al portador, salvo lo que dispone la ley para el
contrato de seguros sobre la vida.
La empresa aseguradora tendrá derecho a exigir, de acuerdo con la tarifa
respectiva, o en su defecto, conforme a estimación pericial, el importe de
los gastos de expedición de la póliza o de sus reformas, así como el
reembolso de los impuestos que con ese motivo se causen.
Además, la empresa aseguradora tendrá la obligación de expedir, a
solicitud y costa del asegurado, copia o duplicado de la póliza así como de
las declaraciones hechas en la oferta.
Constituyendo la póliza un importante medio de prueba, de conformidad
con el artículo 24 de la propia ley, para que pueda surtir efectos probatorios
contra el asegurado, será indispensable que esté escrita o impresa en
caracteres fácilmente legibles, así como también los documentos que
contengan cláusulas adicionales de la misma (en la práctica conocidos como
endosos), los certificados individuales de seguro de grupo, los certificados
de pólizas abiertas, los certificados provisionales de pólizas, las notas de
cobertura, las solicitudes de seguro, los formularios de ofertas
suministrados por las empresas y, en general, todos los documentos usados
en la contratación del seguro.
Por otro lado, y de acuerdo con el artículo 25, si el contenido de la
póliza o sus modificaciones no concordaren con la oferta, el asegurado
podrá pedir la rectificación correspondiente dentro de los treinta días que
sigan a aquél en que reciba la póliza. Transcurrido este plazo se
considerarán aceptadas las estipulaciones de la póliza o de sus
modificaciones.
El contenido de dicho artículo deberá insertarse textualmente en la
póliza.
En caso de pérdida o destrucción de una póliza, a la orden o al portador,
podrá pedirse su cancelación y reposición, siguiéndose un procedimiento
igual al que establece la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
para la cancelación y reposición de títulos de crédito extraviados o robados.
La nueva póliza que así se obtenga producirá los mismos efectos legales
que la desaparecida.
Cuando en una póliza a la orden, cualquier tenedor haya consignado en
el endoso respectivo la expresión “no transferible”, y lo haga saber a la
empresa aseguradora, no será necesario el procedimiento del párrafo
anterior, sino que se aplicarán las disposiciones del artículo 23.
La empresa aseguradora podrá oponer al tenedor de la póliza o a los
terceros que invoquen el beneficio, todas las excepciones oponibles al
suscriptor originario, sin perjuicio de oponer las que tenga contra el
reclamante.
B. LA PRIMA
Siendo un contrato oneroso, el tomador del seguro deberá cubrir a la
compañía aseguradora el pago de la contraprestación establecida, que se
conoce como prima.
Dice Bolaffio:[20] “la prima es correlativa al riesgo, su equivalente, en
sentido de que la empresa fija las primas después de haberse formado un
concepto de los riesgos de que responde”.
Para RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[21] la prima es la contraprestación que el
tomador del seguro debe hacer a cambio de la obligación que contrae el
asegurador; que en principio recae sobre el contratante del seguro, con
independencia de que el beneficiario, por convenio o por ley, pueda ser
otro.
Sánchez Calero[22] señala: “la obligación fundamental del contratante es
el pago de la prima, que está formada, por regla general, por una suma de
dinero, que constituye el objeto de la obligación del contratante que se
corresponde con la del asegurador y que es un elemento esencial del
contrato de seguro, que es, oneroso”.
Dice DÍAZ BRAVO[23] que esta prestación a cargo del tomador no es un
elemento de existencia del seguro y que tampoco es condición, dentro del
plazo legal de gracia, para el cumplimiento de la principal obligación del
asegurador, pero que aun y cuando por disposición de la ley sea única e
indivisible, es fraccionable, para facilitar su pago.
Por señalamiento del artículo 40, la falta de pago de la prima traerá
consigo la cesación de los efectos del contrato y con ello la liberación de las
obligaciones de la compañía aseguradora.[24]
En relación con la prima, la Ley Sobre el Contrato de Seguro establece:
1. El contratante del seguro estará obligado a pagar la prima en su
domicilio, si no hay estipulación expresa en contrario;
2. En el seguro por cuenta de tercero, la empresa aseguradora podrá
reclamar del asegurado el pago de la prima cuando el contratante que
obtuvo la póliza resulte insolvente;
3. La empresa aseguradora tendrá el derecho de compensar las primas y
los préstamos sobre pólizas que se le adeuden, con la prestación debida al
beneficiario;
4. Salvo pacto en contrario, la prima vencerá en el momento de la
celebración del contrato, por lo que se refiere al primer período del seguro;
entendiéndose por período del seguro el lapso para el cual resulte calculada
la unidad de la prima. En caso de duda, se entenderá que el período del
seguro es de un año;
5. La empresa aseguradora no podrá eludir la responsabilidad por la
realización del riesgo, por medio de cláusulas en que convenga que el
seguro no entrará en vigor sino después del pago de la primera prima o
fracción de ella;
6. En caso de duda, las primas ulteriores a la del primer período del
seguro se entenderán vencidas al comienzo y no al fin de cada nuevo
período;
7. En los seguros de vida, en los de accidentes y enfermedades, así
como en los de daños, la prima podrá ser fraccionada en parcialidades que
correspondan a períodos de igual duración. Si el asegurado optare por cubrir
la prima en parcialidades, cada una de estas vencerá al comienzo del
período que comprenda;
8. Cuando se convenga el pago de la prima en forma fraccionada, cada
uno de los períodos de igual duración a que se refiere el párrafo anterior no
podrán ser inferiores a un mes;
9. En los seguros por un solo viaje, tratándose de transporte marítimo,
terrestre o aéreo y de accidentes personales, así como en los seguros de
riesgos profesionales, no se podrá convenir el pago fraccionado de la prima;
10. Si no hubiere sido pagada la prima o la fracción de ella e los casos
de pago en parcialidades, dentro de los 30 días naturales siguientes a la
fecha de su vencimiento, los efectos del contrato cesarán automáticamente a
las doce horas del último día de este plazo;
11. Será nulo cualquier convenio que pretenda privar de sus efectos a las
disposiciones referidas;
12. La empresa aseguradora no podrá rehusar el pago de la prima
ofrecido por los acreedores privilegiados, hipotecarios o prendarios,
terceros asegurados, beneficiarios o por cualquier otro que tenga interés en
la continuación del seguro;
13. Si la prima se ha fijado en consideración a determinado hechos que
agraven el riesgo y estos hechos desaparecen o pierde su importancia en el
curso del seguro, el asegurado tendrá derecho a exigir que en los períodos
ulteriores se reduzca la prima, conforme a la tarifa respectiva y si así se
convino en la póliza, la devolución de la parte correspondiente por el
período en curso y;
14. Salvo estipulación en contrario, la prima convenida para el período
en curso, se adeudará en su totalidad aun cuando la empresa aseguradora no
haya cubierto el riesgo sino durante una parte de ese tiempo.
C. EL RIESGO Y LA REALIZACIÓN DEL SINIESTRO
Al ser un contrato oneroso, la empresa aseguradora se encuentra
obligada en un primer momento a cubrir el riesgo y de verificarse la
eventualidad prevista en el contrato, deberá pagar el costo de la
indemnización al beneficiario designado por el tomador del seguro.
Así, dice Sánchez Calero:[25]
el asegurador tiene la obligación, que sin duda es la principal de ofrecer al asegurado la garantía
de que en caso de que se produzca el siniestro, pagará una indemnización dentro de los límites
pactados y esta obligación se escinde de la del pago de la indemnización, ya que ésta depende del
hecho de que el siniestro se verifique, lo cual puede acontecer o no, mientras que la garantía
ofrecida por el asegurador se manifiesta en todo el contrato de seguro.

DÍAZ BRAVO[26] señala por su parte que la común definición del riesgo,
aplicable a uno de los elementos característicos del seguro, es la posibilidad
de que ocurra un acontecimiento dañoso, y que todo seguro debe significar
un riesgo para el asegurador por cuanto asume la obligación de resarcir al
asegurado, los daños que éste a su vez resienta, por la eventual realización
del acontecimiento previsto.
Destacando la naturaleza del pago indemnizatorio que no es otra que la
de resarcir el daño y no la de producir ventajas lucrativas al beneficiario,
León BOLAFFIO[27] señala: “produciéndose el siniestro, el seguro no debe
procurar al asegurado otra ventaja que la de ponerle, cuando más en
aquellas condiciones en las que se encontraría si el siniestro no se hubiese
producido”.
En términos similares se pronuncia RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[28] cuando
refiere: “como el contrato de seguro es de indemnización, no puede haber
enriquecimiento alguno por parte del beneficiario, que con el seguro solo
verá cubierta la necesidad económica que la realización del siniestro
provoque en su patrimonio”.
En relación con el riesgo y el siniestro, la ley referida establece las
siguientes prescripciones:
El contrato de seguro será nulo si en el momento de su celebración, el
riesgo hubiere desaparecido o el siniestro se hubiere ya realizado, sin
embargo, los efectos del contrato podrán hacerse retroactivos por convenio
expreso de las partes contratantes. En caso de retroactividad, la empresa
aseguradora que conozca la inexistencia del riesgo, no tendrá derecho a las
primas ni al reembolso de sus gastos; el contratante que conozca esa
circunstancia perderá el derecho a la restitución de las primas y estará
obligado al pago de los gastos.
Si el riesgo deja de existir después de la celebración del contrato, éste se
resolverá de pleno derecho y la prima se deberá únicamente por el año en
curso, a no ser que los efectos del seguro deban comenzar en un momento
posterior a la celebración del contrato y el riesgo desapareciere en el
intervalo, en cuyo caso la empresa sólo podrá exigir el reembolso de los
gastos.
C. LA AGRAVACIÓN DEL RIESGO
La agravación del riesgo muy probablemente hará inminente que el
siniestro se produzca e implica en sí mismo un cambio de circunstancias
que no se encontraban vigentes en el momento en el cual el seguro se
contrató, lo cual provocará un cambio de actitud por parte de la compañía
aseguradora, para muy probablemente aumentar el costo de la prima, o bien
rescindir el contrato; por eso, para que la cobertura se mantenga y con ello
las obligaciones de la empresa aseguradora, de las circunstancias que
aumenten o agraven el riesgo, deberá informar el asegurado a la empresa.
Así señala Vázquez del Mercado:[29]
es evidente que el asegurador tiene un interés en que el riesgo no aumente durante el período del
seguro y en caso de que así suceda, en conocer el hecho oportunamente, de manera que pueda
afrontar la situación, ya sea rescindiendo el contrato o modificando las condiciones del mismo,
por ello se impone al asegurado la obligación de no agravar el riesgo, esto es, que debe mantener
el estado del riesgo, y dar oportuna noticia al asegurador de las agravaciones esenciales que
tenga.

Y Rodríguez Rodríguez[30] dice: “si las circunstancias existentes al


momento de realizar el seguro son definitivas, para la apreciación del
riesgo, del mismo modo, toda alteración en éstas circunstancias puede
influir en aquél y por lo mismo debe ser comunicado a la empresa
aseguradora”.
Sánchez Calero[31] señala por su parte:
el asegurado tiene el deber de comunicar al asegurador durante el curso del contrato, tan pronto
como le sea posible, las circunstancias que agravan el riesgo y sean de tal naturaleza que si
hubieran sido conocidas por éste en el momento de la perfección del contrato, no lo habría
celebrado o lo habría concluido en condiciones más gravosas para el tomador del seguro.
La agravación esencial del riesgo, de conformidad con el artículo 53,
fracción I, de la Ley Sobre el Contrato de Seguro debe entenderse que se
presenta cuando se refiera a un hecho importante para la apreciación de un
riesgo, de tal suerte que la empresa habría contratado en condiciones
diversas si al celebrar el contrato hubiera conocido una agravación análoga.
De conformidad con el artículo 52, el asegurado deberá comunicar a la
empresa aseguradora las agravaciones esenciales que tenga el riesgo
durante el curso del seguro, dentro de las veinticuatro horas siguientes al
momento en que las conozca. Si el asegurado omitiere el aviso o si él
provoca una agravación esencial del riesgo, cesarán de pleno derecho las
obligaciones de la empresa en lo sucesivo.
Si el asegurado no cumple con esas prescripciones, la empresa
aseguradora no podrá hacer uso de la cláusula que la libere de sus
obligaciones, cuando el incumplimiento no tenga influencia sobre el
siniestro o sobre la extensión de sus prestaciones.
Para los efectos del artículo 52 antes referido, se presumirá siempre:
I. Que la agravación es esencial, cuando se refiera a un hecho importante para la apreciación
de un riesgo, de tal suerte que la empresa habría contratado en condiciones diversas si al celebrar
el contrato hubiera conocido una agravación análoga;
II. Que el asegurado conoce o debe conocer toda agravación que emane de actos u omisiones
de sus inquilinos, cónyuge, descendientes o cualquier otra persona que, con el consentimiento del
asegurado, habite el edificio o tenga en su poder el mueble que fuere materia del seguro.

Sin embargo, lo antes señalado, no impedirá que en el contrato se pacten


expresamente determinadas obligaciones a cargo del asegurado con el fin de
atenuar el riesgo o impedir su agravación.
Cuando la empresa aseguradora rescinda el contrato por causa de
agravación esencial del riesgo, su responsabilidad terminará quince días
después de la fecha en que comunique su resolución al asegurado.
Por otro lado, si el contrato comprendiese varias cosas o varias
personas, y el riesgo no se agrava sino en lo que respecta a una parte de las
cosas o de las personas, el seguro quedará en vigor para las demás, a
condición de que el asegurado pague por ellas la prima que corresponda
conforme a las tarifas respectivas.
En los casos de dolo o mala fe en la agravación del riesgo, el asegurado
perderá las primas anticipadas.
Cuando se aseguren varios riesgos, el contrato quedará en vigor
respecto de los que no se afecten por la omisión o inexacta declaración o
por la agravación, siempre que se demuestre que la empresa aseguradora
habría asegurado separadamente aquellos riesgos en condiciones idénticas a
las convenidas.
En este caso, el contrato subsistirá también si el asegurado paga a la
empresa aseguradora las primas mayores que eventualmente le deba
conforme a la tarifa respectiva.
De conformidad con el artículo 63 de la multicitada Ley sobre el
Contrato de Seguro, la empresa aseguradora estará facultada para rescindir
el contrato, cuando por hechos del asegurado se agraven las circunstancias
esenciales que por su naturaleza, debieran modificar el riesgo, aunque
prácticamente no lleguen a transformarlo.
En este caso, la empresa aseguradora deberá notificar la rescisión dentro
de quince días contados desde la fecha en que conozca el cambio de las
circunstancias.
El artículo 58 establece que la agravación del riesgo no producirá sus
efectos:
I. Si no ejerció influencia sobre el siniestro o sobre la extensión de las prestaciones de la
empresa aseguradora;
II. Si tuvo por objeto salvaguardar los intereses de la empresa aseguradora o cumplir con un
deber de humanidad; y,
III. Si la empresa renunció expresa o tácitamente al derecho de rescindir el contrato por esa
causa. Se tendrá por hecha la renuncia si al recibir la empresa aviso escrito de la agravación del
riesgo, no le comunica al asegurado dentro de los quince días siguientes, su voluntad de rescindir
el contrato.

E. RESCISIÓN
Como el contrato de seguro se basa en la buena fe, la ley establece que
la inexacta declaración del tomador del seguro será causa de rescisión que
produce la liberación de la empresa aseguradora, en los siguientes casos:
a) Cualquiera omisión o inexacta declaración de los hechos a que se
refieren los artículos 8, 9 y 10 de la ley, facultará a la empresa aseguradora
para considerar rescindido de pleno derecho el contrato, aunque no hayan
influido en la realización del siniestro;
b) La empresa aseguradora comunicará en forma auténtica al asegurado
la rescisión del contrato, dentro de los quince días siguientes a la fecha en
que el mismo asegurador conozca la omisión o inexacta declaración;
c) Cuando el contrato de seguro comprenda varias cosas o varias
personas y la omisión o inexacta declaración no se refieran sino a algunas
de esas cosas o de esas personas, el seguro quedará en vigor para las otras,
si se comprueba que la empresa aseguradora las habría asegurado solas en
las mismas condiciones.
No obstante, y a pesar de la omisión o inexacta declaración de los
hechos, la empresa aseguradora no podrá rescindir el contrato en los
siguientes casos:
I. Si la empresa provocó la omisión o inexacta declaración;
II. Si la empresa conocía o debía conocer el hecho que no ha sido declarado;
III. Si la empresa conocía o debía conocer exactamente el hecho que ha sido inexactamente
declarado;
IV. Si la empresa renunció al derecho de rescisión del contrato por esa causa;
V. Si el declarante no contesta una de las cuestiones propuestas y no obstante, la empresa
celebra el contrato.

No obstante, esta regla no se aplicará si de conformidad con las otras


indicaciones del declarante, la cuestión debe considerarse contestada en un
sentido determinado y esta contestación aparece como una omisión o
inexacta declaración de los hechos.
Dice el artículo 51 que en caso de rescisión unilateral del contrato por
las causas a que se refiere el artículo 47 de la ley, antes vistas, la empresa
aseguradora conservará su derecho a la prima por el período del seguro en
curso en el momento de la rescisión; pero si ésta tiene lugar antes de que el
riesgo haya comenzado a correr para la empresa, el derecho se reducirá al
reembolso de los gastos efectuados.
Si la prima se hubiere pagado anticipadamente por varios períodos del
seguro, la empresa restituirá las tres cuartas partes de las primas
correspondientes a los períodos futuros del seguro.

6. ESPECIES DE SEGURO
De conformidad con el artículo 25 de la Ley de Instituciones de Seguros
y Fianzas, las instituciones pueden operar en los ramos que se indican:
Artículo 25.—Las autorizaciones para organizarse, operar y funcionar como Institución de
Seguros o Sociedad Mutualista, se referirán a una o más de las siguientes operaciones y ramos de
seguro:
I. Vida;
II. Accidentes y enfermedades, en alguno o algunos de los ramos siguientes:
a) Accidentes personales;
b) Gastos médicos;
c) Salud, y
III. Daños, en alguno o algunos de los ramos siguientes:
a) Responsabilidad civil y riesgos profesionales;
b) Marítimo y transportes;
c) Incendio;
d) Agrícola y de animales;
e) Automóviles;
f) Crédito;
g) Caución;
h) Crédito a la vivienda;
i) Garantía financiera;
j) Riesgos catastróficos;
k) Diversos, y
l) Los especiales que declare la Secretaría, conforme a lo dispuesto por el artículo 28 de esta
Ley.
Las Instituciones de Seguros, podrán realizar el reaseguro respecto de las operaciones y ramos
comprendidos en su autorización.

Los tipos de contratos referidos en el artículo 25 de la Ley de


Instituciones de Seguros y Fianzas antes referidos, se conceptualizan en las
diferentes fracciones del artículo 27 de la propia Ley, cuyo contenido
normativo sintetizamos a continuación:
A. CONTRATO DE SEGURO CONTRA LOS DAÑOS
Dice Rodríguez Rodríguez:[32] “el seguro de daños es un seguro típico de
indemnización, el riesgo implica siempre un evento perjudicial y el seguro
persigue la satisfacción económica de la necesidad patrimonial creada por
aquél.”
Para Sánchez Calero[33] el seguro contra daños tiende al resarcimiento
completo del daño que efectivamente ha sufrido el asegurado, su estructura
y funcionamiento está dominada por el cálculo de la valoración del daño
que efectivamente produce el siniestro, que el asegurador tiende a
indemnizar.
Para el ramo de terremoto y otros riesgos catastróficos, la fracción XV
del artículo 27 de la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas, establece
que:
XV. Para el ramo de riesgos catastróficos, los contratos de seguro que amparen daños y
perjuicios ocasionados a personas o cosas como consecuencia de eventos de periodicidad y
severidad no predecibles que, al ocurrir, generalmente producen una acumulación de
responsabilidades para las Instituciones de Seguros por su cobertura, dentro de los que se
incluyen los riesgos de terremoto, erupción volcánica, huracán y otros de naturaleza
hidrometeorológica.

De acuerdo con el artículo 86 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro, en


el seguro contra los daños, la empresa aseguradora responde solamente por
el daño causado hasta el límite de la suma y del valor real asegurados. La
empresa responderá de la pérdida del provecho o interés que se obtenga de
la cosa asegurada, si así se conviene expresamente, y sus prescripciones son
las siguientes:
• El contrato será nulo si en el momento de su celebración, la cosa
asegurada ha perecido o no puede seguir ya expuesta a los riesgos;
• Las primas pagadas serán restituidas al asegurado con deducción de los
gastos hechos por la empresa;
• El dolo o mala fe de alguna de las partes, le impondrá la obligación de
pagar a la otra una cantidad igual al doble de la prima de un año;
• En caso de pérdida total de la cosa asegurada por causa extraña al
riesgo, los efectos del contrato quedarán extinguidos de pleno derecho,
pero la empresa aseguradora podrá exigir las primas hasta el momento
en que conozca la pérdida;
• Si el valor asegurado sufriere una disminución esencial durante el curso
del contrato, cada uno de los contratantes tendrá derecho a exigir la
reducción correspondiente de la suma asegurada, en cuyo caso la
prima sufrirá la reducción proporcional para los períodos posteriores
del seguro;
• Para fijar la indemnización del seguro se tendrá en cuenta el valor del
interés asegurado en el momento de realización del siniestro;
• Salvo convenio en contrario, si la suma asegurada es inferior al interés
asegurado, la empresa aseguradora responderá de manera proporcional
al daño causado; y,
• Las partes podrán fijar en el contrato el valor estimativo de la cosa
asegurada para los efectos del resarcimiento del daño.
B. SEGURO CONTRA INCENDIO
Dice RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[34] que el seguro contra incendios es tal vez
el más importante de todos los ramos del seguro, y se presenta como un
típico seguro de indemnización; agrega que discutido en la doctrina y en la
jurisprudencia, el concepto de incendio, ha encontrado soluciones
casuísticas, pero que se puede definir diciendo que es la combustión por las
llamas de cosas no destinadas a ser consumidas por el fuego o no ser
destinadas a serlo en ese momento, y que es riesgo asegurado.
Para Vázquez del Mercado[35] “en el seguro contra incendio, el riesgo
asegurado es precisamente este evento, que consiste en la combustión de
bienes materiales producida por el fuego, rayo o explosión que no se
consideraba su destrucción por ese medio”.
De conformidad con la fracción VIII, del artículo 27 de la citada ley, en
el seguro contra incendio, la empresa aseguradora contrae la obligación de
indemnizar los daños y pérdidas causados ya sea por incendio, explosión,
fulminación o accidentes de naturaleza semejante, y sus características se
señalan a continuación:
VIII. Para el ramo de incendio, los que tengan por base la indemnización de todos los daños y
pérdidas causados por incendio, explosión, fulminación o accidentes de naturaleza semejante.

• La empresa aseguradora, salvo convenio en contrario, no responderá de


las pérdidas o daños causados por la sola acción del calor o por el
contacto directo e inmediato del fuego o de una substancia
incandescente, si no hubiere incendio o principio de incendio;
• Si no hay convenio en otro sentido, la empresa responderá solamente
de los daños materiales que resulten directamente de incendio o del
principio de incendio;
• Se asimilan a los daños materiales y directos, los daños materiales
ocasionados a los objetos comprendidos en el seguro por las medidas
de salvamento;
• A pesar de cualquier estipulación en contrario, la empresa responderá
de la pérdida o de la desaparición que de los objetos asegurados
sobrevengan durante el incendio, a no ser que demuestre que se
derivan de un robo;
• Después del siniestro, cualquiera de las partes podrá rescindir el
contrato con previo aviso de un mes; pero en caso de que la rescisión
provenga del asegurado, la empresa tendrá derecho a la prima por el
período en curso;
• En el seguro contra incendio, se entenderá como valor indemnizable:
I. Para las mercancías y productos naturales, el precio corriente en
plaza;
II. Para los edificios, el valor local de construcción, deduciéndose las
disminuciones que hayan ocurrido después de la construcción; pero
si el edificio no se reconstruyere, el valor indemnizable no excederá
del valor de venta del edificio;
III. Para los muebles, objetos usuales, instrumentos de trabajo y
máquinas, la suma que exigiría la adquisición de objetos nuevos,
tomándose en cuenta al hacer la estimación del valor indemnizable
los cambios de valor que realmente hayan tenido los objetos
asegurados.
C. SEGURO DE PROVECHOS ESPERADOS Y DE GANADOS
El seguro de provechos esperados, a decir de RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[36]
constituye un seguro de daños en el que se tiene en cuenta no el daño
emergente, sino el lucro cesante, y los clasifica en seguro de rendimientos
probables, el seguro agrícola y el seguro ganadero.
El artículo 129 de la propia ley señala que es lícito el seguro de
provechos esperados dentro de los límites de un interés legítimo, cuyas
características son:
• En el seguro sobre rendimientos probables, el valor del interés será el
del rendimiento que se hubiere obtenido de no sobrevenir el siniestro;
pero se deducirán del valor indemnizable los gastos que no se hayan
causado todavía ni deban ya causarse por haber ocurrido el siniestro;
• En el seguro contra los daños causados por el granizo, el aviso del
siniestro debe darse precisamente dentro de las veinticuatro horas
siguientes a su realización. En esta clase de seguro no será aplicable la
disposición del artículo 114, y el asegurado tendrá la facultad de variar
el estado de las cosas de acuerdo con las exigencias del caso;
• En el seguro contra la enfermedad o muerte de los ganados, la empresa
se obliga a indemnizar los daños que de esos hechos se deriven. El
valor del interés por la muerte es el valor de venta del ganado en el
momento del siniestro; en caso de enfermedad, el valor será el del
daño que directamente se realice;
• En el seguro a que se refiere el supuesto anterior, el aviso del siniestro
deberá darse dentro de las veinticuatro horas;
• Cuando la falta del cuidado que debe tenerse con el ganado, diere causa
al siniestro, la empresa aseguradora quedará libre de sus obligaciones;
• La empresa aseguradora responderá por la muerte del ganado aun
cuando la muerte se verifique dentro del mes siguiente a la fecha de
terminación del seguro, siempre que tenga por causa una enfermedad
contraída en la época de duración del contrato;
• El seguro no comprenderá el ganado que se enajene singularmente, y
• No podrá rescindirse el contrato de seguro a causa de la muerte o
enfermedad de un solo animal del ganado asegurado.
Para el ramo de agrícola y de animales, el pago de indemnizaciones o
resarcimiento de inversiones, por los daños o perjuicios que sufran los
asegurados por pérdida parcial o total de los provechos esperados de la
tierra o por muerte, pérdida o daños ocurridos a sus animales.
D. SEGURO DE TRANSPORTE TERRESTRE
Señala RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[37] que al no precisar la ley cuales son los
riesgos involucrados en el transporte, cualquier evento que ocurra durante
un transporte y que signifique un daño para las cosas estará comprendido en
el seguro.
Para el ramo de automóviles, la Ley de Seguros y Fianzas establece en
la fracción X del artículo 27:
X. Para el ramo de automóviles, el pago de la indemnización que corresponda a los daños o
pérdida del automóvil, y a los daños o perjuicios causados a la propiedad ajena o a terceras
personas con motivo del uso del automóvil. Asimismo, las Instituciones de Seguros y Sociedades
Mutualistas autorizadas a operar este ramo, podrán incluir en las pólizas regulares, los beneficios
adicionales de gastos médicos y funerarios, y accidentes personales a ocupantes del vehículo;

Dice por su parte el artículo 138 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro


que podrán ser objeto del contrato de seguro contra los riesgos de
transporte, todos los efectos transportables por los medios propios de la
locomoción terrestre, estableciendo como características de dicho contrato,
que:
• El seguro de transporte comprenderá los gastos necesarios para el
salvamento de los objetos asegurados;
• Podrán asegurar, no sólo los dueños de las mercancías transportadas,
sino todos los que tengan interés o responsabilidad en su conservación,
expresando en el contrato el concepto por el que contratan el seguro;
• Además de los requisitos de que trata el artículo 20 de la ley, la póliza
de seguro de transporte designará:
I. La empresa o persona que se encargue del transporte;
II. Las calidades específicas de los efectos asegurados, con expresión
del número de bultos y de las marcas que tuvieren;
III. El punto en donde se hubieren de recibir los géneros asegurados, y
el en que deben entregarse;
• En los casos de deterioro por vicio de la cosa o transcurso del tiempo,
la empresa aseguradora justificara judicialmente el estado de los
efectos asegurados, dentro de las veinticuatro horas siguientes al aviso
que de su llegada al lugar en que deban entregarse le dé el asegurado.
Sin esta justificación no será admisible la excepción que proponga para
eximirse de su responsabilidad como asegurador;
• La empresa aseguradora, se subrogará en las acciones que competan a
los asegurados para repetir contra los porteadores por los daños de que
fueren responsables; y,
• El asegurado no tendrá obligación de avisar la enajenación de la cosa
asegurada ni denunciar a la empresa la agravación del riesgo.
De conformidad con los artículos 3 y 4, de la Ley Sobre el Contrato de
Seguro, por lo que a los seguros marítimo y social se refiere, los mismos se
regulan en el primer caso por el Código de Comercio en lo compatible, y en
el segundo por sus propias leyes y reglamentos.
Para el ramo marítimo y de transportes, establece la fracción VII del
artículo 27 de la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas…
VII. Para el ramo de marítimo y transportes, el pago de la indemnización por los daños y
perjuicios que sufran los muebles y semovientes objeto del traslado. Pueden igualmente
asegurarse los cascos de las embarcaciones y los aeroplanos, para obtener el pago de la
indemnización que resulte por los daños o la pérdida de unos u otros, o por los daños o perjuicios
causados a la propiedad ajena o a terceras personas con motivo de su funcionamiento. En estos
casos, se podrá incluir en las pólizas regulares que se expidan el beneficio adicional de
responsabilidad civil;

E. SEGURO CONTRA LA RESPONSABILIDAD


Dice RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[38] que para comprender este seguro, se
requiere dejar claramente establecido el concepto del riesgo que cubre, y
que por tal entiende; la obligación de resarcir el daño patrimonial, o
patrimonialmente estimable, causado a un sujeto jurídico, que descansa en
la noción de culpa o en la responsabilidad objetiva.
De creciente importancia, a decir de SÁNCHEZ CALERO[39] este seguro se
caracteriza porque el asegurador se compromete a mantener indemne al
asegurado dentro de los límites del contrato, cuando el patrimonio de éste se
vea gravado por el nacimiento de una deuda de la que es responsable.
Señala la fracción VI del artículo 27 de la Ley de Instituciones de
Seguros y Fianzas:
VI. Para el ramo de responsabilidad civil y riesgos profesionales, el pago de la indemnización
que el asegurado deba a un tercero a consecuencia de un hecho que cause un daño previsto en el
contrato de seguro;

Además, de conformidad con el artículo 145, de la Ley Sobre el


Contrato de Seguro en el seguro contra la responsabilidad, la empresa se
obliga a pagar la indemnización que el asegurado deba a un tercero como
consecuencia de un hecho que cause un daño previsto en el contrato de
seguro.
Sus características son:
• Los gastos que resulten de los procedimientos seguidos contra el
asegurado, estarán a cargo de la empresa, salvo convenio en contrario;
• El seguro contra la responsabilidad atribuye el derecho a la
indemnización directamente al tercero dañado, quien se considerará
como beneficiario del seguro desde el momento del siniestro;
• En caso de muerte de éste, su derecho al monto del seguro se
transmitirá por la vía sucesoria, salvo cuando la ley o el contrato que
establezcan para el asegurado la obligación de indemnizar, señale los
familiares del extinto a quienes deba pagarse directamente la
indemnización sin necesidad de juicio sucesorio;
• Ningún reconocimiento de adeudo, transacción o cualquier otro acto
jurídico de naturaleza semejante, hecho o concertado sin el
consentimiento de la empresa aseguradora, le será oponible, además, la
confesión de la materialidad de un hecho no puede ser asimilada al
reconocimiento de una responsabilidad;
• Si el tercero es indemnizado en todo o en parte por el asegurado, éste
deberá ser reembolsado proporcionalmente por la empresa; y,
• El aviso sobre la realización del hecho que importe responsabilidad
deberá darse tan pronto como se exija la indemnización al asegurado.
En caso de juicio civil o penal, el asegurado proporcionará a la
empresa aseguradora todos los datos y pruebas necesarios para la
defensa.
F. SEGURO SOBRE LAS PERSONAS
Dice SÁNCHEZ CALERO[40] que en los seguros de personas los contratantes
se proponen resarcir un daño que por estar directamente vinculado con la
persona humana, o la vida del hombre, únicamente pueden repararse de una
forma parcial, por lo que aunque se reconozca que el contrato tiende hacia
el resarcimiento del daño, no juega aquí rigurosamente el principio
indemnizatorio.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[41] por su parte señala que los seguros de personas
tienen como nota común la de que el riesgo se refiere siempre a la vida
humana y la consideran en un sentido patrimonial en tanto que es condición
indispensable para poder producir y crear valores económicos; y agrega que
el seguro para caso de muerte representa una indemnización del lucro
cesante y del provecho esperado.
Díaz Bravo,[42] por su parte señala:
la circunstancia de que el riesgo apunte ya no a intereses puramente económicos sino a valores de
rango supremo, como son la existencia, la integridad y la salud humanas, es factor determinante
de una serie de disposiciones especiales para las diversas formas del seguro de personas. Quizá la
más importante sea la relativa a la inexistencia del interés asegurable, y, por tanto, del principio
indemnitario.

Para las operaciones de vida, de conformidad con la fracción I del


artículo 27 de la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas, se refiere a los
que tengan como base del contrato riesgos que puedan afectar a la persona
del asegurado en su existencia. Se consideran también comprendidos dentro
de estas operaciones los beneficios adicionales que, basados en la salud o en
accidentes personales, se incluyan en pólizas regulares de seguro de vida.
I. Para las operaciones de vida, los que tengan como base del contrato riesgos que puedan
afectar la persona del asegurado en su existencia. Se considerarán comprendidos dentro de estas
operaciones los beneficios adicionales que, basados en la salud o en accidentes personales, se
incluyan en pólizas regulares de seguros de vida.
También se considerarán comprendidas dentro de estas operaciones, los contratos de seguro
que tengan como base planes de pensiones o de supervivencia relacionados con la edad,
jubilación o retiro de personas, ya sea bajo esquemas privados o derivados de las leyes de
seguridad social;

En relación con el seguro sobre las personas, también deben ser


consideradas las fracciones II, IV y V del artículo 27 de la Ley, que se
transcriben a continuación:
III. Para el ramo de accidentes personales, los contratos de seguro que tengan como base la
lesión o incapacidad que afecte la integridad personal, salud o vigor vital del asegurado, como
consecuencia de un evento externo, violento, súbito y fortuito;
IV. Para el ramo de gastos médicos, los contratos de seguro que tengan por objeto cubrir los
gastos médicos, hospitalarios y demás que sean necesarios para la recuperación de la salud o
vigor vital del asegurado, cuando se haya n afectado por causa de un accidente o enfermedad. Las
Instituciones de Seguros y Sociedades Mutualistas autorizadas para operar este ramo, podrán
ofrecer como beneficio adicional dentro de sus pólizas, la cobertura de servicios de medicina
preventiva, sólo con carácter indemnizatorio;
V. Para el ramo de salud, los contratos de seguro que tengan como objeto la prestación de
servicios dirigidos a prevenir enfermedades o restaurar la salud, a través de acciones que se
realicen en beneficio del asegurado.

Por otro lado, la ley sobre el Contrato de Seguros incorpora un nuevo


Título III en relación con el seguro sobre las personas, que incluye los
artículos del 162 al 203, que se transcriben a continuación:
TÍTULO III
Disposiciones especiales del contrato de seguro sobre las personas
Artículo 162.—El contrato de seguro sobre las personas comprende todos los riesgos que
puedan afectar a la persona del asegurado en su existencia, integridad personal, salud o vigor
vital.
Artículo 163.—El seguro de personas puede cubrir un interés económico de cualquier especie,
que resulte de los riesgos de que trata este Título, o bien dar derecho a prestaciones
independientes en absoluto de toda pérdida patrimonial derivada del siniestro.
En el seguro sobre las personas, la empresa aseguradora no podrá subrogarse en los derechos
del asegurado o del beneficiario contra los terceros en razón del siniestro, salvo cuando se trate
de contratos de seguro que cubran gastos médicos o la salud.
El derecho a la subrogación no procederá en caso de que el asegurado o el beneficiario, tengan
relación conyugal o parentesco por consanguinidad o afinidad hasta el segundo grado o civil, con
la persona que les haya causado el daño, o bien si son civilmente responsables de la misma.
Artículo 164.—La póliza del seguro sobre las personas, además de los requisitos del artículo
20 de la presente ley, deberá contener los siguientes:
I. El nombre completo y fecha de nacimiento de la persona o personas sobre quienes recaiga el
seguro.
II. El nombre completo del beneficiario si hay alguno determinado;
III. El acontecimiento o el término del cual dependa la exigibilidad de las sumas aseguradas, y
IV. En su caso, los valores garantizados.
Artículo 165.—La póliza del Contrato de Seguro de personas no podrá ser al portador. La
nominativa se trasmitirá mediante declaración de ambas partes, notificada a la empresa
aseguradora. La póliza a la orden se trasmitirá por medio de endoso que contenga,
invariablemente, la fecha, el nombre y el domicilio del endosatario y la firma del endosante. No
se admitirá prueba alguna de otra especie en esta forma de trasmisión.
En caso de designación irrevocable de beneficiario, éste puede ceder su derecho mediante
declaración que, como lo previene el artículo 19, deberá constar por escrito y, además, ser
notificada al asegurador.
Artículo 166.—En el seguro de persona, si el contrato confiere al asegurado la facultad de
cambiar el plan del seguro, la obligación que tenga que satisfacer el asegurado por la conversión
no será inferior a la diferencia entre la reserva matemática existente y la que deba constituirse
para el nuevo plan en el momento de operar el cambio.
Artículo 167.—El seguro para el caso de muerte de un tercero será nulo si el tercero no diere
su consentimiento, que deberá constar por escrito antes de la celebración del contrato, con
indicación de la suma asegurada.
El consentimiento del tercero asegurado deberá también constar por escrito para toda
designación del beneficiario, así como para la trasmisión del beneficio del contrato, para la cesión
de derechos o para la constitución de prenda, salvo cuando estas tres últimas operaciones se
celebren con la empresa aseguradora.
Artículo 168.—El contrato de seguro para el caso de muerte, sobre la persona de un menor de
edad que no haya cumplido los doce años, o sobre la de una sujeta a interdicción, es nulo. La
empresa aseguradora estará obligada a restituir las primas, pero tendrá derecho a los gastos si
procedió de buena fe.
En los seguros de supervivencia sobre las personas a que se refiere este artículo, podrá
pactarse la devolución de las primas para el caso de muerte.
Artículo 169.—Cuando el menor de edad tenga doce años o más, será necesario su
consentimiento personal y el de su representante legal; de otra suerte, el contrato será nulo.
Artículo 170.—El seguro recíproco podrá celebrarse en un solo acto. El seguro sobre la vida
del cónyuge o del hijo mayor de edad será válido sin el consentimiento a que se refiere el artículo
167.
Artículo 171.—Cuando se compruebe que hubo inexactitud en la indicación de la edad del
asegurado, la empresa no podrá rescindir el contrato, a no ser que la edad real al tiempo de su
celebración, esté fuera de los límites de admisión fijados por la empresa, pero en este caso se
devolverá al asegurado la reserva matemática del contrato en la fecha de su rescisión.
Artículo 172.—Si la edad del asegurado estuviere comprendida dentro de los límites de
admisión fijados por la empresa aseguradora, se aplicarán las siguientes reglas:
I. Cuando a consecuencia de la indicación inexacta de la edad, se pagare una prima menor de
la que correspondería por la edad real, la obligación de la empresa aseguradora se reducirá en la
proporción que exista entre la prima estipulada y la prima de tarifa para la edad real en la fecha
de celebración del contrato;
II. Si la empresa aseguradora hubiere satisfecho ya el importe del seguro al descubrirse la
inexactitud de la indicación sobre la edad del asegurado, tendrá derecho a repetir lo que hubiera
pagado de más conforme al cálculo de la fracción anterior, incluyendo los intereses respectivos;
III. Si a consecuencia de la inexacta indicación de la edad, se estuviere pagando una prima
más elevada que la correspondiente a la edad real, la empresa estará obligada a reembolsar la
diferencia entre la reserva existente y la que habría sido necesaria para la edad real del asegurado
en el momento de la celebración del contrato. Las primas ulteriores deberán reducirse de acuerdo
con esta edad, y
IV. Si con posterioridad a la muerte del asegurado se descubriera que fue incorrecta la edad
manifestada en la solicitud, y ésta se encuentra dentro de los límites de admisión autorizados, la
empresa aseguradora estará obligada a pagar la suma asegurada que las primas cubiertas hubieren
podido pagar de acuerdo con la edad real.
Para los cálculos que exige el presente artículo se aplicarán las tarifas que hayan estado en
vigor al tiempo de la celebración del contrato.
Artículo 173.—Si en el momento de celebrar el contrato de seguro, o con posterioridad, el
asegurado presenta a la empresa pruebas fehacientes de su edad, la institución anotará la póliza o
le extenderá otro comprobante y no podrá exigir nuevas pruebas cuando haya de pagar el
siniestro por muerte del asegurado.
Cuando por la pérdida de las actas de Registro Civil, el asegurado o los beneficiarios en su
caso, no puedan comprobar su edad con dichas constancias ni con otros documentos fehacientes,
podrán rendir información testimonial ante juez competente, con citación de la empresa
aseguradora, para comprobar ese hecho. El mismo procedimiento deberán seguir los beneficiarios
de la póliza si no les es dable comprobar su parentesco por los medios normales que establece la
legislación civil correspondiente.
Artículo 174.—El asegurado tendrá derecho a designar un tercero como beneficiario sin
necesidad del consentimiento de la empresa aseguradora. La cláusula beneficiaria podrá
comprender la totalidad o parte de los derechos derivados del seguro.
Artículo 175.—El asegurado, aun en el caso de que haya designado en la póliza a un tercero
como beneficiario del seguro, podrá disponer libremente del derecho derivado de éste, por acto
entre vivos o por causa de muerte.
En todo caso, la aseguradora quedará liberada de sus obligaciones si paga con base en la
designación de beneficiarios más reciente, realizada conforme a lo previsto en el contrato de
seguro respectivo.
Si sólo se hubiere designado un beneficiario y éste muriere antes o al mismo tiempo que el
asegurado y no existiere designación de nuevo beneficiario, el importe del seguro se pagará a la
sucesión del asegurado, salvo pacto en contrario o que hubiere renuncia del derecho de revocar la
designación hecha en los términos del artículo siguiente.
Artículo 176.—El derecho de revocar la designación del beneficiario cesará solamente cuando
el asegurado haga renuncia de él y, además, la comunique al beneficiario y a la empresa
aseguradora. La renuncia se hará constar forzosamente en la póliza y esta constancia será el único
medio de prueba admisible.
Artículo 177.—Salvo lo dispuesto en el artículo 175 de la presente ley, la cláusula beneficiaria
establece en provecho del beneficiario un derecho propio sobre el crédito que esta cláusula le
atribuye, el cual podrá exigir directamente de la empresa aseguradora.
Artículo 178.—Los efectos legales de la designación del beneficiario quedarán en suspenso
cuando se declare en estado de concurso o quiebra al asegurado o se embarguen sus derechos
sobre el seguro; pero se restablecerán de pleno derecho si el concurso, quiebra o secuestro
quedaren sin efecto.
Artículo 179.—Cuando el asegurado renuncie en la póliza la facultad de revocar la
designación del beneficiario, el derecho al seguro que se derive de esta designación no podrá ser
embargado ni quedará sujeto a ejecución en provecho de los acreedores del asegurado, en caso de
concurso o quiebra de éste.
Artículo 180.—Si el asegurado designa como beneficiario a su cónyuge o a sus descendientes,
el derecho derivado de la designación de beneficiario y el del asegurado no serán susceptibles de
embargo, ni de ejecución por concurso o quiebra del asegurado.
Artículo 181.—Declarado el estado de quiebra o abierto el concurso de un asegurado, su
cónyuge o descendiente beneficiarios de un seguro sobre la vida, substituirán al asegurado en el
contrato, a no ser que rehúsen expresamente esta substitución.
Los beneficiarios notificarán a la empresa aseguradora la transmisión del seguro debiendo
presentarle prueba auténtica sobre la existencia del estado de quiebra o concurso del asegurado.
Si hay varios beneficiarios, designarán un representante común que reciba las comunicaciones
de la empresa. Esta podrá enviarlas a cualesquiera de ellos, mientras no se le dé a conocer el
nombre y domicilio del representante.
Artículo 182.—Cuando los hijos de una persona determinada figuren como beneficiarios sin
mención expresa de sus nombres, se entenderán designados los descendientes que debieran
sucederle en caso de herencia legítima.
Artículo 183.—Por el cónyuge designado como beneficiario, se entenderá al que sobreviva.
Artículo 184.—Por herederos o causahabientes designados como beneficiarios, deberá
entenderse, primero, los descendientes que deban suceder al asegurado en caso de herencia
legítima y el cónyuge que sobreviva y después, si no hay descendientes ni cónyuge, las demás
personas con derecho a la sucesión.
Artículo 185.—Si el derecho del seguro se atribuye conjuntamente como beneficiarios, a los
descendientes que sucedan al asegurado y al cónyuge que sobreviva, se atribuirá una mitad a éste
y la otra a los primeros según su derecho de sucesión.
Artículo 186.—Cuando herederos diversos a los que alude el artículo anterior, fueren
designados como beneficiarios, tendrán derecho al seguro según su derecho de sucesión.
Esta disposición y la del artículo anterior se aplicarán siempre que el asegurado no haya
establecido la forma de distribución del seguro.
Artículo 187.—Si el asegurado omitiere expresar el grado de parentesco o designare como
beneficiarios de su póliza a personas que no deben suceder como herederos y faltare indicación
precisa de la porción que corresponda a cada una, el seguro se distribuirá entre todas ellas por
partes iguales.
Artículo 188.—Al desaparecer alguno de los beneficiarios, su porción acrecerá por partes
iguales la de los demás.
Artículo 189.—Aun cuando renuncien a la herencia los descendientes, cónyuge supérstite,
padres, abuelos o hermanos del asegurado, que sean beneficiarios, adquirirán los derechos del
seguro.
Artículo 190.—Si el derecho que dimana de un seguro sobre la vida contratado por el deudor
como asegurado y beneficiario, debiera rematarse a consecuencia de un embargo, concurso o
quiebra, su cónyuge o descendientes podrán exigir con el consentimiento del deudor que el
seguro les sea cedido mediante el pago del valor de rescate.
Artículo 191.—La empresa aseguradora no tendrá acción para exigir el pago de las primas,
salvo el derecho a una indemnización por la falta de pago de la prima correspondiente al primer
año, que no excederá del 15% del importe de la prima anual estipulada en el contrato.
No se producirá la cesación automática de los efectos del contrato, cuando en la póliza se
hubiere convenido el beneficio del préstamo automático de primas.
Artículo 192.—Si después de cubrir tres anualidades consecutivas, se dejan de pagar las
primas, el seguro quedará reducido de pleno derecho, de acuerdo con las normas técnicas
establecidas para el caso, las cuales deberán figurar en la póliza.
Artículo 193.—El asegurado que haya cubierto tres anualidades consecutivas, tendrá derecho
al reembolso inmediato de una parte de la reserva matemática, de acuerdo también con las
normas técnicas establecidas para el caso, las cuales deberán figurar en la póliza.
Artículo 194.—Las pólizas reducidas conferirán asimismo los derechos al rescate de que trata
el artículo anterior.
Artículo 195.—El seguro temporal cuya duración sea inferior a diez años, no obligará a la
empresa a conceder valores garantizados, para el caso de muerte.
Artículo 196.—El beneficiario perderá todos sus derechos si atenta injustamente contra la
persona del asegurado. Si la muerte de la persona asegurada es causada injustamente por quien
celebró el contrato, el seguro será ineficaz, pero los herederos del asegurado tendrán derecho a la
reserva matemática.
Artículo 197.—La empresa aseguradora estará obligada, aun en caso de suicidio del
asegurado, cualquiera que sea el estado mental del suicida o el móvil del suicidio, si se verifica
después de dos años de la celebración del contrato. Si el suicidio ocurre antes de los dos años, la
empresa reembolsará únicamente la reserva matemática.
Artículo 198.—Podrá constituirse el seguro a favor de una tercera persona, expresando en la
póliza el nombre, apellido y condiciones de la persona asegurada, o determinándola de algún otro
modo indudable.
Artículo 199.—El seguro colectivo contra los accidentes dará al beneficiario un derecho
propio contra la empresa aseguradora, desde que el accidente ocurra.
Artículo 200.—En el seguro contra los accidentes y salvo el caso en que se haya estipulado
expresamente que la prestación convenida se cubra en forma de renta, deberá pagarse en forma
de capital, siempre que el accidente cause al asegurado una disminución en su capacidad para el
trabajo que deba estimarse como permanente.
Artículo 201.—En el seguro popular la empresa se obliga por la muerte o la duración de la
vida del asegurado, mediante el pago de primas periódicas, sin necesidad de examen médico
obligatorio. El capital asegurado no excederá de $5,000.00 en capital o del equivalente en renta.
Artículo 202.—En el seguro de grupo o empresa, el asegurador se obliga por la muerte o la
duración de la vida de una persona determinada, en razón simplemente de pertenecer al mismo
grupo o empresa, mediante el pago de primas periódicas, sin necesidad de examen médico
obligatorio.
Artículo 203.—En los casos a que se refieren los dos artículos anteriores, el asegurado tendrá
la obligación de pagar las primas correspondientes al primer año; y se podrá pactar la suspensión
de los efectos del seguro o la rescisión de pleno derecho para el caso en que no se haga
oportunamente el pago de las primas.

Se incluyen también dentro de estas operaciones, los contratos de


seguro que tengan como base planes de pensiones o de supervivencia
relacionados con la edad, jubilación o retiro de personas, ya sea bajo
esquemas privados o derivados de las leyes de seguridad social.
Para los seguros de pensiones, derivados de las leyes de seguridad
social, incluye el pago de las rentas periódicas durante la vida del asegurado
o las que correspondan a sus beneficiarios de acuerdo con los contratos de
seguro celebrados en los términos de la ley aplicable.
Para el ramo de accidentes personales, los contratos de seguro
comprenden los que tengan como base la lesión o incapacidad que afecte la
integridad personal, salud o vigor vital del asegurado, como consecuencia
de un evento externo, violento, súbito y fortuito.
Para el ramo de gastos médicos, los contratos de seguro tienen por
objeto cubrir los gastos médicos, hospitalarios y demás que sean necesarios
para la recuperación de la salud o vigor vital del asegurado, cuando se
hayan afectado por causa de un accidente o enfermedad:
Para el ramo de salud, los contratos de seguro tienen como objeto la
prestación de servicios dirigidos a prevenir o restaurar la salud, a través de
acciones que se realicen en beneficio del asegurado.
Señala el artículo 151 de la Ley Sobre el Contrato de Seguro, que el
contrato de seguro sobre las personas comprende todos los riesgos que
puedan afectar a la persona del asegurado en su existencia, integridad
personal, salud o vigor vital, cuyas características son:
• El seguro de personas puede cubrir un interés económico de cualquier
especie, que resulte de los riesgos de que trata el título de la ley que lo
regula, o bien dar derecho a prestaciones independientes en absoluto
de toda pérdida patrimonial derivada del siniestro;
• En el seguro sobre las personas, la empresa aseguradora no podrá
subrogarse en los derechos del asegurado o del beneficiario contra
terceros en razón del siniestro;
• La póliza del seguro sobre las personas, además de los requisitos del
artículo 20 de la ley, deberá contener los siguientes;
I. El nombre completo y fecha de nacimiento de la persona o personas
sobre quienes recaiga el seguro.
II. El nombre completo del beneficiario si hay alguno determinado;
III. El acontecimiento o el término del cual dependa la exigibilidad de
las sumas aseguradas; y
IV. En su caso, los valores garantizados.
• La póliza del Contrato de Seguro de personas no podrá ser al portador.
La nominativa se transmitirá mediante declaración de ambas partes,
notificada a la empresa aseguradora. La póliza a la orden se transmitirá
por medio de endoso que contenga, invariablemente, la fecha, el
nombre y el domicilio del endosatario y la firma del endosante. No se
admitirá prueba alguna de otra especie en esta forma de transmisión;
• En caso de designación irrevocable de beneficiario, éste puede ceder su
derecho mediante declaración que deberá constar por escrito y,
además, ser notificada al asegurador;
• En el seguro de persona, si el contrato confiere al asegurado la facultad
de cambiar el plan del seguro, la obligación que tenga que satisfacer el
asegurado por la conversión no será inferior a la diferencia entre la
reserva matemática existente y la que deba constituirse para el nuevo
plan en el momento de operar el cambio;
• El seguro para el caso de muerte de un tercero será nulo si el tercero no
diere su consentimiento, que deberá constar por escrito antes de la
celebración del contrato, con indicación de la suma asegurada;
• El consentimiento del tercero asegurado deberá también constar por
escrito para toda designación del beneficiario, así como para la
transmisión del beneficio del contrato, para la cesión de derechos o
para la constitución de prenda, salvo cuando estas tres últimas
operaciones se celebren con la empresa aseguradora;
• El contrato de seguro para el caso de muerte, sobre la persona de un
menor de edad que no haya cumplido los doce años, o sobre la de una
sujeta a interdicción, es nulo. La empresa aseguradora estará obligada
a restituir las primas, pero tendrá derecho a los gastos si procedió de
buena fe;
• En los seguros de supervivencia sobre las personas podrá pactarse la
devolución de las primas para el caso de muerte;
• Cuando el menor de edad tenga doce años o más, será necesario su
consentimiento personal y el de su representante legal; í otra suerte, el
contrato será nulo;
• El seguro recíproco podrá celebrarse en un solo acto. El seguro sobre la
vida del cónyuge o del hijo mayor de edad será válido sin el
consentimiento a que se refiere el artículo 156;
• Cuando se compruebe que hubo inexactitud en la indicación de la edad
del asegurado, la empresa no podrá rescindir el contrato, a no ser que
la edad real al tiempo de su celebración, esté fuera de los límites de
admisión fijados por la ella, pero en este caso se devolverá al
asegurado la reserva matemática del contrato en la fecha de su
rescisión;
• Si la edad del asegurado estuviere comprendida dentro de los límites de
admisión fijados por la empresa aseguradora, se aplicarán las
siguientes reglas:
I. Cuando a consecuencia de la indicación inexacta de la edad, se
pagare una prima menor de la que correspondería por la edad real, la
obligación de la empresa aseguradora se reducirá en la proporción
que exista entre la prima estipulada y la prima de tarifa para la edad
real en la fecha de celebración del contrato;
II. Si la empresa aseguradora hubiere satisfecho ya el importe del
seguro al descubrirse la inexactitud de la indicación sobre la edad del
asegurado, tendrá derecho a repetir lo que hubiera pagado de más,
conforme al cálculo de la fracción anterior, incluyendo los intereses
respectivos;
III. Si como consecuencia de la inexacta indicación de la edad, se
estuviere pagando una prima más elevada que la correspondiente a la
edad real, la empresa estará obligada a reembolsar la diferencia entre
la reserva existente y la que habría sido necesaria para la edad real
del asegurado en el momento de la celebración del contrato. Las
primas ulteriores deberán reducirse de acuerdo con esta edad;
IV. Si con posterioridad a la muerte del asegurado se descubriera que
fue incorrecta la edad manifestada en la solicitud, y ésta se encuentra
dentro de los límites de admisión autorizados, la empresa
aseguradora estará obligada a pagar la suma asegurada que las
primas cubiertas hubieren podido pagar de acuerdo con la edad real;
• Para los cálculos se aplicarán las tarifas que hayan estado en vigor al
tiempo de la celebración del contrato;
• Si en el momento de celebrar el contrato de seguro, o con
posterioridad, el asegurado presenta a la empresa pruebas fehacientes
de su edad, la institución anotará la póliza o le extenderá otro
comprobante y no podrá exigir nuevas pruebas cuando haya de pagar
el siniestro por muerte del asegurado;
• El asegurado tendrá derecho a designar a un tercero como beneficiario
sin necesidad del consentimiento de la empresa aseguradora. La
cláusula beneficiaria podrá comprender la totalidad o parte de los
derechos derivados del seguro;
• El asegurado, aun en el caso de que haya designado en la póliza a un
tercero como beneficiario del seguro, podrá disponer libremente del
derecho derivado de éste, por acto entre vivos o por causa de muerte;
• Si sólo se hubiere designado un beneficiario y éste muriere antes o al
mismo tiempo que el asegurado y no existiere designación de nuevo
beneficiario, el importe del seguro se pagará a la sucesión del
asegurado, salvo pacto en contrario o que hubiere renuncia del derecho
de revocar la designación hecha;
• El derecho de revocar la designación del beneficiario cesará solamente
cuando el asegurado haga renuncia de él y, además, lo comunique al
beneficiario y a la empresa aseguradora. La renuncia se hará constar
forzosamente en la póliza y esta constancia será el único medio de
prueba admisible;
• Salvo lo dispuesto en el artículo 164 de la ley, la cláusula beneficiaria
establece en provecho del beneficiario un derecho propio sobre el
crédito que dicha cláusula le atribuye, el cual podrá exigir
directamente de la empresa aseguradora;
• Los efectos legales de la designación del beneficiario quedarán en
suspenso cuando se declare en estado de concurso o quiebra al
asegurado o se embarguen sus derechos sobre el seguro; pero se
restablecerán de pleno derecho si el concurso, quiebra o secuestro
quedaren sin efecto;
• Cuando el asegurado renuncie en la póliza la facultad de revocar la
designación del beneficiario, el derecho al seguro que se derive de esta
designación no podrá ser embargado ni quedará sujeto a ejecución en
provecho de los acreedores del asegurado, en caso de concurso o
quiebra de éste;
• Si el asegurado designa como beneficiario a su cónyuge o a sus
descendientes, el derecho derivado de la designación de beneficiario y
el del asegurado no serán susceptibles de embargo, ni de ejecución por
concurso o quiebra del asegurado;
• Declarado el estado de quiebra o abierto el concurso de un asegurado,
su cónyuge o descendiente beneficiarios de un seguro sobre la vida,
substituirán al asegurado en el contrato, a no ser que rehúsen
expresamente esta substitución;
• Los beneficiarios notificarán a la empresa aseguradora la transmisión
del seguro debiendo presentarle prueba auténtica sobre la existencia
del estado de quiebra o concurso del asegurado;
• Si hay varios beneficiarios, designarán un representante común que
reciba las comunicaciones de la empresa. Esta podrá enviarlas a
cualesquiera de ellos, mientras no se le dé a conocer el nombre y
domicilio del representante;
• Cuando los hijos de una persona determinada figuren como
beneficiarios sin mención expresa de sus nombres, se entenderán
designados los descendientes que debieran sucederle en caso de
sucesión legítima;
• Por el cónyuge designado como beneficiario, se entenderá al que
sobreviva;
• Por herederos o causahabientes designados como beneficiarios, deberá
entenderse, primero, los descendientes que deban suceder al asegurado
en caso de sucesión legítima y el cónyuge que sobreviva y después, si
no hay descendientes ni cónyuge, las demás personas con derecho a la
sucesión;
• Si el derecho del seguro se atribuye conjuntamente como beneficiarios,
a los descendientes que sucedan al asegurado y al cónyuge que
sobreviva, se atribuirá una mitad a éste y la otra a los primeros;
• Cuando herederos diversos a los que alude el párrafo anterior, fueren
designados como beneficiarios, tendrán derecho al seguro según su
derecho de sucesión;
• Si el asegurado omitiere expresar el grado de parentesco o designare
como beneficiarios de su póliza a personas que no deben suceder como
herederos y faltare indicación precisa de la porción que corresponda a
cada una, el seguro se distribuirá entre todas ellas por partes iguales;
• Al desaparecer alguno de los beneficiarios, su porción acrecerá por
partes iguales la de los demás;
• Aun cuando renuncien a la herencia los descendientes, cónyuge
supérstite, padres, abuelos o hermanos del asegurado, que sean
beneficiarios, adquirirán los derechos del seguro;
• Si el derecho que dimana de un seguro sobre la vida contratado por el
deudor como asegurado y beneficiario, debiera rematarse como
consecuencia de un embargo, concurso o quiebra, su cónyuge o
descendientes podrán exigir con el consentimiento del deudor que el
seguro les sea cedido mediante el pago del valor de rescate;
• La empresa aseguradora no tendrá acción para exigir el pago de las
primas, salvo el derecho a una indemnización por la falta de pago de la
prima correspondiente al primer año, que no excederá del 15% del
importe de la prima anual estipulada en el contrato;
• No se producirá la cesación automática de los efectos del contrato,
cuando en la póliza se hubiere convenido el beneficio del préstamo
automático de primas;
• Si después de cubrir tres anualidades consecutivas, se dejan de pagar
las primas, el seguro quedará reducido de pleno derecho, de acuerdo
con las normas técnicas establecidas para el caso, las cuales deberán
figurar en la póliza;
• El asegurado que haya cubierto tres anualidades consecutivas, tendrá
derecho al reembolso inmediato de una parte de la reserva matemática,
de acuerdo también con las normas técnicas establecidas para el caso,
las cuales deberán figurar en la póliza;
• Las pólizas reducidas conferirán asimismo los derechos al rescate de
que trata el párrafo anterior;
• El seguro temporal cuya duración sea inferior a diez años, no obligará a
la empresa a conceder valores garantizados, para el caso de muerte;
• El beneficiario perderá todos sus derechos si atenta injustamente contra
la persona del asegurado. Si la muerte de la persona asegurada es
causada injustamente por quien celebró el contrato, el seguro será
ineficaz, pero los herederos del asegurado tendrán derecho a la reserva
matemática;
• La empresa aseguradora estará obligada, aun en caso de suicidio del
asegurado, cualquiera que sea el estado mental del suicida o el móvil
del suicidio, si se verifica después de dos años de la celebración del
contrato. Si el suicidio ocurre antes de los dos años, la empresa
reembolsará únicamente la reserva matemática;
• Podrá constituirse el seguro a favor de una tercera persona, expresando
en la póliza el nombre, apellido y condiciones de la persona asegurada,
o determinándola de algún otro modo indudable;
• El seguro colectivo contra accidentes dará al beneficiario un derecho
propio contra la empresa aseguradora, desde que el accidente ocurra;
• En el seguro contra los accidentes y salvo el caso en que se haya
estipulado expresamente que la prestación convenida se cubra en
forma de renta, deberá pagarse en forma de capital, siempre que el
accidente cause al asegurado una disminución en su capacidad para el
trabajo que deba estimarse como permanente;
• En el seguro popular la empresa se obliga por la muerte o la duración
de la vida del asegurado, mediante el pago de primas periódicas, sin
necesidad de examen médico obligatorio. El capital asegurado no
excederá de $5,000.00 en capital o del equivalen en renta;
• En el seguro de grupo o empresa, el asegurador se obliga por la muerte
o la duración de la vida de una persona determinada, en razón
simplemente de pertenecer al mismo grupo o empresa, mediante el
pago de primas periódicas, sin necesidad de examen médico
obligatorio y;
• En los casos a que se refieren los dos párrafos anteriores, el asegurado
tendrá la obligación de pagar las primas correspondientes al primer
año; y se podrá pactar la suspensión de los efectos del seguro o la
rescisión de pleno derecho para el caso en que no se haga
oportunamente el pago de las primas.
G. SEGURO DE CRÉDITO
Dentro de la clasificación que de los seguros contempla la fracción XI
del artículo 27 de la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas, nos
encontramos al seguro de crédito, que es utilizado sobre todo en casos de
compraventa internacional para cubrir la falta de pago del deudor a favor
del beneficiario del contrato, estableciéndose que para el ramo de seguro de
crédito, el pago de la indemnización de una parte proporcional de las
pérdidas que sufra el asegurado, como consecuencia de la insolvencia total
o parcial de sus clientes deudores por créditos comerciales.
XI. Para el ramo de crédito, el pago de la indemnización de una parte proporcional de las
pérdidas que sufra el asegurado como consecuencia de la insolvencia total o parcial de sus
clientes deudores por créditos comerciales;

Además en la fracción XIII del artículo 27 de la nueva Ley se


contempla el seguro de crédito a la vivienda:
XIII. Para el ramo de crédito a la vivienda, el pago por incumplimiento de los deudores de
créditos a la vivienda otorgados por intermediarios financieros o por entidades dedicadas al
financiamiento a la vivienda;

H. SEGURO DE DIVERSOS
Finalmente, la ley contempla la posibilidad de contratar el seguro
denominado “de diversos”, para el pago de la indemnización debida por
daños y perjuicios ocasionados a personas o cosas por cualquiera otra
eventualidad.
I. SEGURO DE CAUCIÓN
La Ley Sobre el Contrato de Seguro incorpora un nuevo Capítulo VI,
con los artículos 151 al 161, sobre el seguro de caución, que incluye su
concepto y las prescripciones siguientes:
Artículo 151.—Por el contrato de seguro de caución la empresa de seguros se obliga a
indemnizar al asegurado a título de resarcimiento o penalidad de los daños patrimoniales
sufridos, dentro de los límites previstos en dicho contrato, al producirse las circunstancias
acordadas en el mismo en relación con el incumplimiento por el contratante del seguro de sus
obligaciones legales o contractuales, excluyendo las obligaciones relacionadas con contratos de
naturaleza financiera. Todo pago hecho por la aseguradora deberá serle reembolsado por el
contratante del seguro.
Artículo 152.—La póliza de seguro de caución se expedirá por duplicado, conservando un
ejemplar el contratante y el otro la aseguradora. Además de los requisitos del artículo 20 de esta
Ley, la póliza deberá contener la firma del contratante del seguro y una cláusula en la que se
señale que la empresa de seguros asumirá el riesgo ante el asegurado mediante la expedición de
un certificado de seguro de caución, al que el contratante del seguro reconoce la misma fuerza y
validez que a la póliza.
Artículo 153.—En el certificado de seguro de caución se consignarán:
I. El nombre y domicilio de la empresa de seguros, del contratante del seguro y del asegurado;
II. Las obligaciones legales o contractuales del contratante del seguro materia del riesgo
asegurado;
III. La suma asegurada o, en su caso, el monto convenido de la indemnización;
IV. Los comprobantes que el asegurado deberá entregar a la aseguradora para acreditarle que
se produjeron las circunstancias acordadas para hacer exigible el monto de la indemnización.
Para el caso de seguros a favor del Gobierno Federal, del Distrito Federal, de los Estados y de los
Municipios, se deberá observar lo previsto en las disposiciones legales, reglamentarias y
administrativas aplicables;
V. El momento de inicio del seguro y su duración;
VI. La transcripción de los artículos 154, 155 y 156 de esta Ley;
VII. Las demás cláusulas que deban regir el contrato de acuerdo con las disposiciones legales
aplicables;
VIII. El número y la fecha de la póliza bajo la cual se expide el certificado, y
IX. La firma de la empresa aseguradora.
Artículo 154.—La falta de pago total o parcial de la prima no producirá la cesación ni la
suspensión de los efectos del seguro de caución. Tampoco será causa de rescisión del contrato.
La empresa de seguros no podrá compensar las primas que se le adeuden con la prestación
debida al asegurado, ni reclamarle a éste el pago de la prima.
Artículo 155.—No serán oponibles al asegurado las excepciones y defensas que tenga la
empresa de seguros por actos u omisiones imputables al contratante del seguro de caución.
Tampoco resultará aplicable al asegurado lo previsto en los artículos 52 a 57 y 60 a 64 de esta
Ley.
Artículo 156.—La vigencia del contrato de seguro de caución será determinada en la póliza, la
cual no podrá fijar un plazo superior a diez años. Sin embargo, podrá establecerse que se
prorrogue una o más veces por un período no superior a un año cada vez.
Será necesario el acuerdo expreso del asegurado para dar por terminado el contrato de seguro
de caución por causas distintas al sólo transcurso del plazo establecido para la vigencia de su
cobertura.
Artículo 157.—El certificado de seguro de caución tendrá aparejada ejecución para cobrar la
indemnización y accesorios correspondientes, cuando se cumplan los siguientes requisitos:
I. Se acompañe de los comprobantes establecidos en el propio certificado a efecto de acreditar
a la aseguradora que se produjeron las circunstancias acordadas para hacer exigible el monto
líquido de las indemnizaciones previstas en el certificado y sus accesorios, y
II. El transcurso de un término previsto en el certificado, el cual no podrá ser mayor de treinta
días naturales, contado desde el día siguiente a la fecha en que la empresa aseguradora haya
recibido la reclamación del asegurado con esos comprobantes.
A los mandamientos de embargo que se dicten conforme a lo señalado en este artículo no les
será oponible la inembargabilidad de los bienes en que se efectúen las inversiones que respalden
la cobertura de las reservas técnicas, prevista en la parte final del segundo párrafo del artículo
122 de la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas. En este caso, será depositaria la empresa
de seguros.
Artículo 158.—La póliza de seguro de caución tendrá aparejada ejecución, a efecto de que la
aseguradora obtenga del contratante del seguro o sus obligados solidarios, el anticipo del monto
líquido de la indemnización que el asegurado haya requerido a la empresa de seguros o el
reembolso de su pago al asegurado, cuando se cumplan los siguientes requisitos:
I. La suma por la que se demande la ejecución no deberá exceder el monto convenido de la
indemnización previsto en la póliza, sus accesorios y las primas adeudadas;
II. A la póliza se acompañarán, según corresponda, el requerimiento o el recibo de pago de la
indemnización suscrito por el asegurado o por su representante legal, o la certificación respecto
del pago de la indemnización cubierta al asegurado que realice la empresa aseguradora en
términos de la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas, y
III. El transcurso de diez o más días naturales desde el día siguiente a aquél en que la
aseguradora requiera el anticipo o el reembolso al contratante del seguro.
Artículo 159.—Cuando el certificado de seguro de caución no tenga aparejada ejecución, la
reclamación de la indemnización se presumirá procedente, salvo prueba en contrario, si la
aseguradora no la objeta debidamente justificada y fundada dentro de los treinta días naturales
posteriores a la fecha en que la reciba junto con los comprobantes acordados para hacer exigible
la indemnización.
Artículo 160.—Los seguros de caución contratados para garantizar obligaciones ante el
Gobierno Federal, el Distrito Federal, los Estados y los Municipios, se harán efectivos conforme
a lo establecido en la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas.
Artículo 161.—Una vez que el contratante del seguro haya reembolsado a la aseguradora el
monto de la indemnización, por su propia cuenta podrá reclamar al asegurado la restitución de las
cantidades que considere indebidamente pagadas.

La nueva Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas también se refiere


al seguro de caución:
XII. Para el ramo de caución, el pago de una indemnización al asegurado a título de
resarcimiento o penalidad por los daños patrimoniales sufridos, dentro de los límites previstos en
el contrato de seguro, al producirse las circunstancias acordadas en relación con el
incumplimiento por el contratante del seguro de sus obligaciones legales o contractuales,
excluyendo las obligaciones relacionadas con contratos de naturaleza financiera. En este ramo,
todo pago hecho por la Institución de Seguros deberá serle reembolsado por el contratante del
seguro, para lo cual la Institución de Seguros podrá solicitar las garantías de recuperación que
considere convenientes.

Resulta también relacionado al seguro de caución el artículo 189 de la


nueva ley, que se transcriben a continuación:
Artículo 189.—El contratante del seguro de caución, fiado, obligado solidario o contrafiador,
según sea el caso, expresamente y por escrito, podrán afectar, en garantía del cumplimiento de
sus obligaciones con las Instituciones, bienes inmuebles de su propiedad, inscritos en el Registro
Público de la Propiedad. El documento en que se haga la afectación, ratificado por el propietario
del inmueble ante juez, notario, corredor público o la Comisión, se asentará, a petición de las
Instituciones en el Registro Público de la Propiedad.
La afectación en garantía surtirá efectos contra tercero desde el momento de su asiento en el
citado Registro, conforme a lo dispuesto por los párrafos segundo y tercero del artículo 286 de
esta Ley, debiendo indicarse así en el propio asiento registral.
Las Instituciones estarán obligadas a extender a los contratantes del seguro de caución, fiados,
solicitantes, obligados solidarios o contrafiadores, según sea el caso, que hubieren constituido
garantías sobre bienes inmuebles, las constancias necesarias para la tildación de las afectaciones
asentadas conforme a este artículo, una vez que los seguros de caución o las fianzas
correspondientes sean debidamente cancelados, sin responsabilidad para las Instituciones y
siempre que no existan a favor de éstas adeudos a cargo del contratante del seguro o del fiado por
primas o cualquier otro concepto que se derive de la contratación del seguro de caución o de la
fianza.
Las Instituciones serán responsables de los daños y perjuicios que causen a los interesados por
no entregar a éstos las constancias antes mencionadas en un plazo no mayor de quince días
hábiles, contado a partir de la fecha en que reciban la solicitud de los mismos y, en su caso, desde
el momento en que el contratante del seguro de caución, fiado, obligados solidarios o
contrafiadores, según sea el caso, cubran a la Institución de que se trate los adeudos a su cargo.
Las firmas de los funcionarios de las Instituciones que suscriban las constancias a que se
refiere el párrafo anterior, deberán ratificarse ante la Comisión, notario o corredor públicos. Para
tal efecto, esas Instituciones deberán registrar en la Comisión las firmas de las personas
autorizadas para la expedición de tales constancias.
El Registro Público de la Propiedad sólo procederá a la tildación de las afectaciones
correspondientes, cuando la solicitud se presente acompañada de la constancia expedida por la
Institución de que se trate para la tildación respectiva con la ratificación a que se refiere el
párrafo anterior.

Por su parte, el artículo 278 de la Ley, se refiere al seguro de caución


otorgado a favor de la Federación, los Estados y Municipios:
Artículo 278.—Los seguros de caución que las Instituciones de Seguros otorguen a favor de la
Federación, del Distrito Federal, de los Estados y de los Municipios, se harán efectivos, a
elección del asegurado, haciendo valer sus derechos ante la Comisión Nacional para la Protección
y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros o bien, ante los tribunales competentes,
siguiendo los procedimientos establecidos en las disposiciones legales aplicables.
Estos asegurados también podrán optar por requerir las indemnizaciones derivadas de los
seguros de caución de acuerdo con las disposiciones que a continuación se señalan y de
conformidad con las bases que fije el Reglamento de este artículo, excepto tratándose de los
seguros de caución que se otorguen a favor de la Federación para garantizar indemnizaciones
relacionadas con el incumplimiento de obligaciones fiscales a cargo de terceros, caso en que se
estará a lo dispuesto por el Código Fiscal de la Federación.

También debe ser considerado el seguro de garantía financiera:


XIV. Para el ramo de garantía financiera, el pago por incumplimiento de los emisores de
valores, títulos de crédito o documentos que sean objeto de oferta pública o de intermediación en
mercados de valores, en términos de lo previsto por la Ley del Mercado de Valores.

a) El reaseguro
El reaseguro se presenta como una opción que se establece a favor de
las empresas aseguradoras, para, en caso de tener que cubrir al asegurado el
monto de una indemnización, exigir de la misma manera a la reaseguradora,
el pago de las cantidades que haya debido cubrir al beneficiario del seguro.
En el reaseguro no existe vínculo jurídico entre el beneficiario del seguro y
la reaseguradora.
Dice así Vázquez del Mercado:[43]
el reaseguro es el seguro con el cual, dentro de los límites del contrato, el asegurador se protege
en caso de que el daño o evento dañoso que a su vez protege, se traduzca en siniestro; es pues, el
contrato de seguro contra el daño eventual que el asegurador tenga si se produce el siniestro en el
seguro directo que en primer lugar contrató.

Díaz Bravo[44] justifica la institución señalando: “las crecidas


responsabilidades a las que cotidianamente se enfrentan las aseguradoras y
el inevitable riesgo de siniestros catastróficos, o de desviaciones
estadísticas, son entre otros, poderosos argumentos a favor del respaldo
reasegurativo”.
Y agrega que el reaseguro no es más que un seguro de segundo piso, sin
regulación en la Ley Sobre el Contrato de Seguro, porque dice:
no está llamado a satisfacer las necesidades de cobertura del público en general, sino, las de
apoyo financiero de los aseguradores, y que es la Ley de Instituciones de Seguros la que
débilmente lo regula, pues se limita a definirlo y a exigir que se realice con apego a las
disposiciones que emitan la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional de Seguros y
Fianzas.

El artículo 2, en su fracción XXV, de la Ley de Instituciones de Seguros


y Fianzas establece: El reaseguro es un contrato por el cual una empresa de
seguros toma a su cargo total o parcialmente un riesgo ya cubierto por otra
o el remanente de daños que exceda de la cantidad asegurada por el
asegurado directo.
Al igual que en el caso de la fianza tratada, el artículo 257 de la ley
antes transcrito, se refiere también al reaseguro.
Además, el artículo 106 establece que en la realización de operaciones
de reaseguro o de reafianzamiento a través de intermediarios, las
Instituciones y Sociedades Mutualistas sólo podrán utilizar los servicios de
Intermediarios de Reaseguro.
Los Intermediarios de Reaseguro deberán contar con la autorización de
la Comisión, quien la otorgará o negará discrecionalmente, conforme a las
disposiciones de carácter general que, con acuerdo de su Junta de Gobierno,
dicte al efecto.
En ningún caso podrá autorizarse como Intermediarios de Reaseguro a
quienes, por su posición o por cualquier otra circunstancia, puedan ejercer
coacción para contratar reaseguro o reafianzamiento.
Los Intermediarios de Reaseguro ajustarán sus actividades a las
disposiciones de carácter general mencionadas en este artículo,
sometiéndose a la inspección y vigilancia de la Comisión y les será además
aplicable lo dispuesto por los artículos 196, 197 y 297 de la Ley.
La Comisión podrá suspender dicha autorización hasta por dos años o
revocarla, previa audiencia de la parte interesada, además de aplicar
amonestaciones y multas a dichos intermediarios, en los términos de esta
Ley y de las disposiciones de carácter general a que se refiere este artículo.
La Comisión podrá ordenar la suspensión, remoción o destitución de los
consejeros y directivos de los Intermediarios de Reaseguro, así como
imponer veto de tres meses hasta cinco años, a las personas antes
mencionadas, cuando cometan infracciones graves o reiteradas a esta Ley y
demás disposiciones de carácter general que emanen de ella, con
independencia de las sanciones económicas que correspondan conforme a
esta u otras leyes.
b) El coaseguro
Existirá coaseguro cuando un mismo riesgo es compartido por dos o
más empresas, que en su caso cubrirán proporcionalmente la indemnización
al beneficiario, el cual se vincula jurídicamente con cada una de ellas para
repartir el riesgo del bien asegurado.
Así, señala Vázquez el Mercado:[45]
en el coaseguro, el riesgo es dividido entre varios aseguradores, los cuales, en su caso, resarcen
parcialmente el daño, en donde tanto el riego como el interés son los mismos y las sumas
aseguradas por cada aseguradora no sobrepasan el valor asegurado, puesto que lo que el
asegurado busca, es repartir el riesgo entre varias aseguradoras y para ello celebra un contrato
con cada una de ellas.

c) Prescripción
Finalmente, el Capítulo V de la ley, trata lo relativo a la prescripción,
del modo siguiente:
a) Todas las acciones que se deriven de un contrato de seguro
prescribirán:
I. En cinco años tratándose de la cobertura de fallecimiento en los
seguros de vida.
II. En dos años en los demás casos.
b) El plazo referido no correrá en caso de omisión, falsas o inexactas
declaraciones sobre el riesgo corrido, sino desde el día en que la empresa
haya tenido conocimiento de él; y si se trata de la realización del siniestro,
desde el día en que haya llegado a conocimiento de los interesados, quienes
deberán demostrar que hasta entonces ignoraban dicha realización.
Tratándose de terceros beneficiarios se necesitará, además, que éstos
tengan conocimiento del derecho constituido a su favor;
c) Es nulo el pacto que abrevie o extienda el plazo de prescripción
fijado anteriormente; y,
d) Además de las causas ordinarias de interrupción de la prescripción,
ésta se interrumpirá por el nombramiento de peritos con motivo de la
realización del siniestro, y tratándose de la acción en pago de la prima, por
el requerimiento de que trata el artículo 37 de la ley.
Dice así Díaz Bravo:[46]
por tanto, en el referido plazo, opera la extinción del derecho al cobro de la indemnización por
parte del asegurado o del beneficiario; del derecho a la recuperación de primas no pagadas por el
contratante; del derecho que asiste al asegurador para exigir la devolución de sumas pagadas en
exceso… etcétera.

NOTAS

[1] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 274.


[2] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 207 y 208.
[3] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 139.
[4] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 135.
[5] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 569.
[6] SEGURO, NULIDAD POR VICIOS DEL CONSENTIMIENTO EN EL CONTRATO DE, ES APLICABLE SUPLETORIAMENTE
EL CÓDIGO CIVIL DEL DISTRITO FEDERAL.—El contrato de seguro es un contrato mercantil que se rige por
la Ley sobre el Contrato de Seguro, y en defecto de disposición expresa en ésta, por el Código de
Comercio, al que a su vez lo suple el Código Civil, de acuerdo con el artículo 81 del Código de
Comercio; y como el contrato de seguro requiere necesariamente para su existencia que haya objeto y
consentimiento, al no haber disposiciones expresas en la Ley Especial de Seguros ni en el Código de
Comercio sobre el elemento consentimiento, es claro que debe acudirse al Código Civil. Debe tenerse
en cuenta que en el contrato de seguro la buena fe es elemento esencial para su celebración, y de allí
se desprende la importancia que en un caso concreto puedan tener los vicios de la voluntad para
otorgar un seguro; por ello, la Ley le otorga singular trascendencia a las declaraciones que el
solicitante de un seguro formula a la empresa aseguradora, declaraciones sustanciales y que forman
parte de los requisitos que determinan que ésta acepte o no celebrar el contrato de seguro, previendo
la misma Ley Sobre el Contrato de Seguro una sanción rigurosa para el caso de que el solicitante
declare falsamente, ya sea por error, omisión o dolo, en términos de los artículos 1o., 8o. y relativos
de la propia Ley, y que consiste en la rescisión de pleno derecho del contrato, lo que no impide que
pueda acudirse al Código Civil para invocar la nulidad por los vicios del consentimiento que puedan
existir en la celebración del contrato de seguro y que no estén perfectamente determinados en la Ley
sobre el Contrato de Seguro. Y si el asegurado incurre en omisiones, falsas e inexactas declaraciones
en sus solicitudes para obtener las pólizas de seguros, al no manifestar sus verdaderas actividades, y
esa actitud dolosa determina que la aseguradora celebre el contrato influida por el error en que lo
hace caer el asegurado, al provocar que tenga aquella una equivocada apreciación del riesgo que está
asegurando, y al existir tal error en su voluntad, se encuentra en aptitud de invocar la nulidad del
contrato de seguro. Así pues, en este punto sí es aplicable supletoriamente el Código Civil del
Distrito Federal. Amparo directo 194/76. Seguros América Banamex, S. A. 2 de febrero de 1977. 5
votos. Ponente: J. Ramón Palacios Vargas. Séptima Época. Cuarta Parte: Volúmenes 175-180, pág.
145. Amparo directo 8453/81. Frieda Borghardt Cisneros vda. de Setzer. 5 de octubre de 1983. 5
votos. Ponente: J. Ramón Palacios Vargas. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Séptima Época. Volumen 175-180 Cuarta Parte. Tesis: Página: 203. Tesis Aislada.
[7] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 571.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, op. cit., p. 214.
[9] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 136.
[10] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 218.
[11] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 140.
[12] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 149.
[13] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 574.
[14] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 277.
[15] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 139.
[16] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 573 y 574.
[17] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 575.
[18] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 146.
[19] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 152.
[20] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 279.
[21] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 157.
[22] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 579.
[23] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 148 a 150.
[24] En efecto, el artículo 40 de la Ley sobre el Contrato de Seguro establece: Si no hubiese sido
pagada la prima o la primera fracción de ella, en los casos de pago en parcialidades, dentro del
término convenido, el cual no podrá ser inferior a tres días ni mayor a treinta días naturales siguientes
a la fecha de su vencimiento, los efectos del contrato cesarán automáticamente a las doce horas del
último día de ese plazo. En caso de que no se haya convenido el término, se aplicará el mayor
previsto en este artículo.
Salvo pacto en contrario, el término previsto en el párrafo anterior no será aplicable a los
seguros obligatorios a que hace referencia el artículo 150 Bis de esta Ley.
[25] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 578.
[26] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 152.
[27] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 293.
[28] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 162.
[29] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar., op. cit., p. 239.
[30] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 159 y 160.
[31] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 580.
[32] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 169.
[33] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 581.
[34] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 175 y 176.
[35] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 256.
[36] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 179.
[37] Cfr: RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 180.
[38] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 182.
[39] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 586.
[40] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 588.
[41] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 193.
[42] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 165.
[43] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 278 y 279.
[44] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 170.
[45] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 256.
[46] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 168.
CAPÍTULO XI

CONTRATO DE TRANSPORTE

1. ASPECTOS GENERALES EN MATERIA DEL CONTRATO DE


TRANSPORTE
La necesidad del desplazamiento tanto de personas como de mercancías,
que puede ser realizado por tierra, mar o bien por vía aérea ha hecho del
contrato de transporte uno de los más utilizados.
Para RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[1] el transporte de personas, cosas y noticias
constituye un elemento indispensable en todo país civilizado, de modo tal
que afecta no solamente la economía sino inclusive la defensa del país, por
lo cual no es de extrañar que haya sido objeto de especiales regulaciones y
una intervención del Estado en los organismos encargados de efectuarlo.
SÁNCHEZ CALERO[2] por su parte destaca la importancia del contrato
señalando:
el transporte es una actividad que juega un papel de primer orden en la vida económica y social,
el ejercicio de esa actividad de una manera profesional da lugar a las empresas de transporte, pero
la iniciativa privada en ese tipo de empresas se ve fuertemente controlada por el Estado, lo que se
debe tanto a razones de orden técnico, como a la importancia que como servicio público tiene.

Siendo diversos los medios de locomoción, también distintas son las


normas tanto mercantiles como administrativas que reglamentan en su
conjunto al contrato de transporte.
DÍAZ BRAVO[3] se refiere a la multiplicidad normativa del contrato de
transporte señalando:
es de tal manera dilatado el ámbito del contrato de transporte que necia pretensión sería aún la de
examinar siquiera las manifestaciones de sus diferentes regímenes legales, según se trate de
terrestre, marítimo, aéreo, fluvial o lacustre, habida cuenta, además, de que son diversas las
regulaciones del transporte nacional y del internacional, del urbano y del que supone el aso por
carreteras federales.

También es considerado el transporte público como un servicie que


presta el Estado, el cual se realiza tanto en las vías generales como en las
ciudades y poblaciones, de manera directa o bien concesionada a los
particulares (persona física o ente colectivo), previa la satisfacción de los
requisitos que las normas que lo regulan, establecen.
Así, dice Vázquez del Mercado: “el porteador puede ser bien, una
persona física o bien una persona colectiva, ambas de naturaleza privada.
También lo puede ser, v es el caso del monopolio de autoridad, el Gobierno
Federal, Estatal o Municipal, o cualquier otro ente público”.
De conformidad con el artículo 8, de la Ley de Vías Generales de
Comunicación, se requiere concesión para construir, establecer y explotar
vías generales de comunicación, o cualquiera clase de servicios conexos a
éstas, por conducto de la Secretaría de Comunicaciones y con sujeción a los
preceptos de la ley y sus reglamentos.
Enfatizando el monopolio que el Estado ejerce sobre los servicios de
transporte, RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[4] señala por lo que al transporte de
correspondencia y noticias telegráficas se refiere, que el Estado se ha
reservado con carácter de monopolio tales servicios; que asimismo realiza
el transporte ferroviario mediante la intervención de organismos
descentralizados de carácter público, y que todos los demás transportes
están prácticamente sujetos a concesión por parte del Estado.

2. MERCANTILIDAD DEL CONTRATO DE TRANSPORTE


El contrato de transporte será mercantil cuando, de conformidad con el
artículo 576 del Código de Comercio se realice por vías terrestres o
fluviales de todo género, y
I. Tenga por objeto mercaderías o cualesquiera efectos del comercio.
II. Cuando siendo cualquiera su objeto, sea comerciante el porteador o se dedique
habitualmente a verificar trasportes para el público.
De este modo, con arreglo a la fracción I, tendríamos un criterio objetivo de calificación y sería
mercantil el transporte cuando tuviera por objeto mercaderías o cualesquiera objetos de comercio;
en tanto que de acuerdo con la fracción II, tendríamos un criterio subjetivo de calificación a
través de la existencia de un comerciante como porteador o de persona que habitualmente se
dedicara a verificar transportes para el público.[5]

Además el artículo 75, fracción VIII, del Código Mercantil establece en


la deficiente clasificación que de los actos de comercio realiza,
confundiendo al acto con el empresario que lo lleva a cabo, que será acto de
comercio el de las empresas de transporte de personas o cosas, por tierra o
por agua, y las empresas de turismo.[6]
León BOLAFFIO[7] enfatiza la naturaleza mercantil del transporte terrestre
señalando: “para que la ejecución del transporte terrestre se considere como
acto objetivo de comercio de personas y de cosas, es preciso que se efectúe
por medio de una empresa, o sea, organizando técnica y económicamente
las fuerzas productivas”, y refiriéndose al marítimo, nos dice que “en el
transporte marítimo, un solo contrato, de fletamento, es acto objetivamente
mercantil”; por lo que al ferroviario se refiere, señala que aun y cuando
prestado por el Estado, como ocurre en los países europeos, el transporte
mantiene su carácter mercantil.
En relación con la naturaleza casi exclusivamente mercantil del
contrato, DÍAZ BRAVO[8] señala que hay que convenir en la práctica
inexistencia actual del contrato civil de transporte y agrega:
cuéntense los transportes por tierra, agua o aire, de personas o de cosas en los que el porteador no
sea un empresario —persona física o moral— y las cosas transportadas no sean mercaderías o
efectos de comercio; añádase a lo anterior el carácter comercial de las empresas de transportes de
personas o cosas por tierra o por agua.

Aun y cuando el contrato de transporte civil carece de práctica en la


actualidad, el artículo 2646 del Código Civil Federal establece en su parte
relativa:
Artículo 2646.—El contrato por el cual alguno se obliga a transportar, bajo su inmediata
dirección o la de sus dependientes, por tierra, por agua o por el aire, a personas, animales,
mercaderías o cualesquiera otros objetos; si no constituye un contrato mercantil.

Refiriéndose a la casi nula utilización del transporte civil, DÍAZ BRAVO[9]


señala: “quizá en razón de que el transporte civil está a punto de ocupar su
lugar como pieza de museo jurídico, suele olvidarse que el Código Civil lo
regula —si no constituye un contrato mercantil—” y a continuación nos
dice que tal contrato se mantiene como una prestación de servicios
ocasional y gratuita.

3. CONCEPTO
Podemos decir que por el contrato de transporte una persona física o
bien colectiva, denominada transportista se obliga mediante el pago de una
cantidad o porte, a desplazar personas o bienes de un lugar a otro, utilizando
un medio de tracción.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[10] define al transporte diciendo que es aquél en
virtud del cual un sujeto persona física o colectiva, se obliga, mediante un
precio a transportar de un punto a otro, ya sean cosas o personas, utilizando
el medio de tracción adecuado.
Para OLVERA DE LUNA[11] contrato de transporte es el que celebran por
una parte una persona física o moral que por sus propios medios, y
haciéndose cargo de la custodia relativa, se obliga a llevar de un lugar a
otro, efectos o personas, recibiendo como contraprestación un pago cierto y
en dinero de parte del solicitante del servicio.

4. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de transporte es típico, principal, consensual, de tracto
instantáneo o bien sucesivo, bilateral, oneroso, real, conmutativo y de
adhesión.
Es típico porque se encuentra regulado por diversas leyes, dependiendo
del tipo de transporte de que se trate;
Así, en el transporte es terrestre, su regulación se encuentra en el
Código de Comercio, la Ley de Vías Generales de Comunicación, la Ley de
Caminos y Puentes y Autotransporte Federal, el Reglamento de Auto
Transporte Federal y Servicios Auxiliares y el Reglamento para el
Transporte Terrestre de Materiales y Residuos Peligrosos;
El transporte marítimo se encuentra normado por la Ley de Navegación.
En el caso del transporte aéreo, su normatividad corresponde a la Ley de
Aviación Civil; además de aplicarse la Ley de Vías Generales de
Comunicación.
Complementando la normatividad relativa al transporte, cabe recordar
que respecto de dicho contrato existen por otro lado diversos acuerdos
internacionales de los que nuestro país forma parte, que son de tomarse en
cuenta, a saber:
• La Convención de Varsovia para la Unificación en Materia de
Transporte Aéreo Internacional, del 12 de octubre de 1929, modificado
con motivo del otorgamiento del protocolo de la Haya de 1955;
• El Acuerdo Internacional para la Unificación de Reglas en Materia de
Conocimiento de Embarque, de conformidad con los protocolos
reformados del 23 de febrero de 1968 y 21 de diciembre de 1979, al
que se adhirió nuestro país, suscrito en Bruselas, Bélgica, y publicado
en el Diario Oficial de la Federación el 25 de agosto de 1994;
• El Acuerdo sobre Transporte Marítimo de Mercancías otorgado en
Hamburgo, Alemania el 31 de marzo de 1978, que modifica al de
Bruselas, suscrito pero no ratificado por México;
• La Convención de Ginebra, Suiza, del 24 de mayo de 1980, auspiciada
por la Organización de las Naciones Unidas, en materia de Transporte
Multimodal, suscrita y ratificada por nuestro país, según publicación
del 20 de enero de 1982, y
• La Convención Interamericana en Materia de Contratos de Transporte
Internacional de Mercancías por Carretera celebrada en Montevideo el
15 de julio de 1989.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es consensual porque la ley no exige que el consentimiento de las partes
se otorgue por escrito.[12]
Es de tracto sucesivo, porque las obligaciones de las partes se extienden
durante el lapso de tiempo que dure el transporte y hasta que se haga
entrega al consignatario de las mercancías.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidos por las partes desde la
celebración del contrato.
Siendo un contrato real para su perfeccionamiento requiere que el bien
objeto del transporte se entregue al porteador para poderlo llevar a efecto.
Es de adhesión porque las condiciones suelen ser establecidas de
manera unilateral por la empresa transportista.

5. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el cargador, a quien corresponde contratar el servicio del transporte
y entregar las mercancías a disposición del porteador para su transportación,
designando al consignatario, a quien habrán de ser entregadas las
mercancías; el transportista o porteador, que trasladará de un lugar a otro las
mercancías y el consignatario o beneficiario que es quien reclamará la
entrega de las mercancías transportadas.
Derechos del cargador
De conformidad con el artículo 589 del Código de Comercio, tiene los
siguientes:
I. Variar la consignación de las mercancías mientras estuvieren en camino, si diere con
oportunidad la orden respectiva al porteado y le entregare la carta de porte expedida a favor del
primer consignatario;
II. Variar, dentro de la ruta convenida, el lugar de la entrega de la carga, dando oportunamente
al porteador la orden respectiva; pagando la totalidad del flete estipulado y canjeando la carta de
porte primitiva por otra, debiendo indicar al porteador el nuevo consignatario si lo hubiere.

Obligaciones del cargador (artículo 588 del Código de Comercio):


I. Entregar las mercancías en las condiciones, lugar y tiempo convenidos;
II. Dar los documentos necesarios tanto fiscales como municipales para el libre tránsito y
pasaje de la carga;
III. Sufrir los comisos, multas y demás penas que se le impongan por infracción de las leyes
fiscales, así como indemnizar al porteado de los perjuicios que se le causen por la violación de las
mismas;
IV. Sufrir las pérdidas y averías de las mercancías que procedan de vicio propio de ellas o de
casos fortuitos, salvo lo dispuesto en las fracciones IX y X del artículo 590;
V. Indemnizar al porteador de todos los daños y perjuicios que por falta de cumplimiento del
contrato hubiere sufrido, y de todas las erogaciones necesarias que para cumplimiento del mismo
y fuera de sus estipulaciones, hubiese hecho en favor del cargador;
VI. Remitir con oportunidad la carta de porte al consignatario, de manera que pueda hacer uso
de ella al tiempo de llegar la carga a su destino final.

Además, de conformidad con el artículo 601 el cargador está obligado a


declarar el contenido de los bultos que comprenda la carga, si lo exigiere así
el administrador de la empresa o los jefes de las oficinas del tránsito al
tiempo de recibirla para su conducción, sin que en ningún otro caso pueda
compelérsele a esa revelación, de lo que siempre estarán libres los pasajeros
respecto de los sacos de noche y maletas que los billetes de asiento les
permitan llevar.
Derechos del porteador (artículo 591 del Código de Comercio)
El porteador tiene derecho:
I. A recibir la mitad del porte convenido, si por negligencia o culpa del cargador no se
verificare el viaje;
II. A percibir la totalidad del porte convenido, si por negligencia o culpa del cargador no se
verificare el viaje, siempre que a virtud del convenio de transporte hubiere destinado algún
vehículo con el exclusivo objeto de verificar el transporte de las mercancías, descontándose lo
que el porteador hubiese aprovechado por conducción de otras mercancías en el mismo vehículo;
III. A rescindir el contrato, si comenzado el viaje impidiere su continuación un acontecimiento
de fuerza mayor;
IV. A continuar el viaje, removido el obstáculo a que alude el inciso anterior, si no hiciere uso
de la facultad que él consigna, siguiendo la ruta designada en el contrato; o si no fuere posible, la
que sea más conveniente; y si ésta resultare más dispendiosa y más larga, podrá exigir el aumento
de los costos y el del porte en proporción al exceso, pero sin cobrar nada por los gastos y tiempo
de la detención;
V. A exigir del cargador la apertura y reconocimiento de los bultos que contengan las
mercancías en el acto de su recepción; y si éste, previo requerimiento, rehusare u omitiere tal
diligencia, el porteador quedará libre de responsabilidad que no provenga de fraude o dolo;
VI. A que el consignatario le reciba de la carga averiada las mercancías que estén ilesas,
siempre que separadas de las averiadas no sufrieren disminución en su valor;
VII. A retener las mercancías trasportadas, mientras no se le pague el porte;
VIII. A promover el depósito de las mercancías ante la autoridad judicial del lugar en que
haya de hacerse la entrega, si en él no encontrare al consignatario, o bien, a quien lo represente, o
si hallándolo rehusare recibirlas, previo siempre el reconocimiento de su estado por peritos.

Además, el artículo 592 establece que la responsabilidad del porteador


por pérdidas, desfalcos o averías, se extingue (por caducidad) por el recibo
de las mercancías sin reclamación o bien por el trascurso de seis meses en
las expediciones verificadas dentro de la República, y el de un año en las
que tengan lugar para el extranjero.
Obligaciones del porteador (artículo 590 del Código de Comercio)
El porteador está obligado:
I. A recibir las mercancías en el tiempo y lugar convenidos;
II. A emprender y concluir el viaje, dentro del plazo estipulado, precisamente por el camino
que señale el contrato;
III. A verificar el viaje, desde luego, si no hay término establecido; y en el más próximo a la
fecha del contrato, si acostumbrare hacerlos periódicamente;
IV. A cuidar y conservar las mercancías bajo su exclusiva responsabilidad, desde que las
reciba hasta que las entregue a satisfacción del consignatario;
V. A entregar las mercancías al tenedor de la carta de porte o de la orden respectiva en defecto
de ella;
VI. A pagar, en caso de retardo que le sea imputable, la indemnización convenida, o si no se
ha estipulado, el perjuicio que haya causado al cargador, deduciéndose en uno y otro caso el
monto respectivo del precio del transporte;
VII. A entregar las mercancías por peso, cuenta y medida, si así están consideradas en la carta
de porte, a no ser que estén en barricas, cajones o fardos, pues entonces cumplirá con entregar
éstos sin lesión exterior;
VIII. A probar que las pérdidas o averías de las mercancías, o el retardo en el viaje, no han
tenido por causa su culpa o negligencia, si es que alega no tener responsabilidad en esos
acontecimientos;
IX. A pagar las pérdidas o averías que sean a su cargo, con arreglo al precio que a juicio de
peritos tuvieren las mercancías en el día y lugar en que debía hacerse la entrega, debiendo en este
caso los peritos atender a las indicaciones de la carta de porte;[13]
X. En general, a cubrir al cargador o consignatario los daños y perjuicios que resientan, por su
culpa, o porque no se dé cumplimiento al contrato relativo.

Además, en el artículo 600 se establecen como obligaciones adicionales


para los transportistas, las siguientes:
I. A publicar en el Periódico Oficial del Estado, o del Distrito Federal, y circular sus
reglamentos, fijándolos en los parajes públicos, en la parte más visible de sus oficinas y en cada
uno de los vehículos destinados a la conducción, poniendo los artículos relativos al reverso de los
conocimientos de carga;
II. A dar a los pasajeros billetes de asiento, y a los cargadores la carta de porte a que se refiere
el artículo 581;
III. A emprender y concluir el viaje en los días y horas señalados en los anuncios, aunque no
estén tomados todos los asientos y falten efectos para completar la cantidad de carga que sea
posible conducir, llevando ésta el día fijado en el contrato;
IV. A entregar la carga en los puntos convenidos, tan luego como llegue a su destino, al que
presente el conocimiento respectivo, siempre que cumpla con las obligaciones que contenga, y a
depositarla en sus almacenes mientras que no haya quien se presente a recibirla; así como a
devolver a los pasajeros, en los momentos de terminar el viaje, los sacos de noche o maletas que
al tiempo de partir den a los conductores, si éstos tuvieren el deber de su vigilancia.

Derechos del consignatario (artículo 596 del código de Comercio)


El consignatario tiene derecho:
I. A que mientras sea tenedor de la carta de porte expedida a su favor, se le entreguen las
mercancías, cualesquiera que sean las órdenes que en contrario diere el cargador con
posterioridad;
II. A no recibir las mercancías en los casos expresados en la ley, y además, cuando su valor no
alcance a cubrir los gastos y desembolsos que deba hacer para su recepción, conservación y
venta, a no ser a que tenga fondos suficientes del cargador;
III. A que los anticipos que haya hecho con motivo de la entrega de la carga, se le reintegren
desde luego sin esperar a que se cubran con su precio;
IV. A todo lo demás que está prevenido en las prescripciones legales;

Obligaciones del consignatario (artículo 595 del Código de Comercio)


El consignatario está obligado:
I. A recibir las mercancías sin demora, siempre que lo permita su estado y que tengan las
condiciones expresadas en la carta de porte
II. A abrir y reconocer los bultos que contengan las mercancías en el acto de su recepción,
cuando lo solicite el porteador. Si el con signatario rehusare cumplir esta obligación, el porteador
quedará libre de responsabilidad que no provenga de fraude o dolo;
III. A devolver la carta de porte, o bien a otorgar en su defecto el recibo a que se refiere el
artículo 583;
IV. A pagar al porteador, tanto el porte como los demás gastos, sin perjuicio de las
reclamaciones que hiciere;
V. A ejercer, dentro de veinticuatro horas, desde la recepción de las mercancías, los derechos
que competan contra el porteador, cualesquiera que sean, exigiéndole las responsabilidades que
haya contraído, debiendo reportar, en caso de negligencia, los perjuicios que éste cause;
VI. A cumplir con las órdenes del cargador, dándole cuenta, sin pérdida de tiempo, de cuanto
ocurra relativo a las mercancías porteadas.

6. DIFERENTES CLASES DE TRANSPORTE


A. TRANSPORTE TERRESTRE
El transporte terrestre se encuentra regulado tanto por el Código de
Comercio como por la Ley de Vías Generales de Comunicación.
a) La carta de porte
Está relacionada con el transporte de mercancías ya que entre otros
datos que la misma debe contener, debe hacerse constar la descripción de
las mercancías transportadas.
Por lo que se refiere al transporte de mercancías VÁZQUEZ DEL
MERCADO[14] señala que: “un sujeto, el porteador, se obliga a transportar o
hacer transportar las cosas por cuenta de otro sujeto, el cargador, de un
lugar a otro, a cambio de un precio por el transporte”.
La carta de porte es un documento que de conformidad con el artículo
581 del Código de Comercio y el 66 de la Ley de Vías Generales de
Comunicación, el transportista se encuentra obligado a entregar al cargador
y que permitirá al consignatario reclamar las mercancías transportadas, una
vez que las mismas hayan arribado a su destino.
Además, constituye un documento que si bien no contiene al contrato en
sí mismo, es, sin embargo necesario para ejercer el derecho relativo a las
mercancías transportadas y un importante medio de prueba.[15]
Coincidimos con RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[16] cuando para desentrañar la
naturaleza jurídica de las cartas de porte, señala:
su naturaleza jurídica es muy discutible. No me atrevo a afirmar que en derecho mexicano,
puedan considerarse como títulos valores representativos de mercancías, argumentos en pro de
esta afirmación podrían sacarse de los artículos 582, in fine, párrafos 2 y 3, 588 y 589, del Código
de Comercio, pero las objeciones que podrían hacerse superan tales argumentos; la carta de porte
no es esencial para el ejercicio del derecho, ni literal, ni concede un derecho autónomo.

Más adelante agrega: “aunque el contrato es consensual, suele


extenderse un documento relativo al contrato que se denomina carta de
porte, el cual constituye un elemento probatorio con carácter privilegiado
sobre los demás medios de prueba de las cuestiones que se plantean sobre el
cumplimiento del contrato”.[17]
Al no tener la categoría de título de crédito, solamente podrá ser
trasmitida por medio de la cesión de derechos y no mediante el endoso.
Así, en relación con la carta de porte, el artículo 581 del Código de
Comercio establece las siguientes prescripciones:
El porteador de mercaderías o efectos deberá extender al cargador una
carta de porte, de la que éste podrá pedir una copia.
En dicha carta de porte se expresarán:
I. El nombre, apellido y domicilio del cargador;
II. El nombre, apellido y domicilio del porteador;
III. El nombre, apellido y domicilio de la persona a quien o a cuya orden vayan dirigidos los
efectos, o si han de entregarse al portador de la misma carta;
IV. La designación de los efectos, con expresión de su calidad genérica, de su peso y de las
marcas o signos exteriores de los bultos en que se contengan;
V. El precio del transporte;
VI. La fecha en que se hace la expedición;
VII. El lugar de la entrega al porteador;
VIII. El lugar y el plazo en que habrá de hacerse la entrega al consignatario;
IX. La indemnización que haya de abonar el porteador en caso de retardo; si sobre este punto
mediare algún pacto.

Por su parte, el artículo 66 de la Ley de Vías Generales de


Comunicación establece; en el momento de la contratación del servicio
correspondiente, los prestadores de servicios de vías generales de
comunicación expedirán a los usuarios, carta de porte, conocimiento de
embarque, boleto, factura o documento similar que contengan las
condiciones en que se prestará el servicio, de conformidad con lo dispuesto
por esta ley y sus reglamentos.
La carta de porte puede ser expedida a favor del consignatario, a la
orden de éste o al portador, debiendo extenderse en libros talonarios. Los
interesados podrán pedir copias de ella, las que se expedirán expresando en
las mismas su calidad de tales.
El portador legítimo de la carta de porte se subrogará por ese solo hecho
en las obligaciones y derechos del cargador (artículo 582 del Código de
Comercio).
Los títulos legales del contrato entre el cargador y el porteador serán las
cartas de porte, por cuyo contenido se decidirán las cuestiones que ocurran
sobre su ejecución y cumplimiento, sin admitir más excepciones que la
falsedad y error material en su redacción.
Cumplido el contrato, se devolverá al porteador la carta de porte que
hubiere expedido, y en virtud del canje de este título por el objeto porteado,
se tendrán por canceladas las respectivas obligaciones y acciones, salvo
cuando en el mismo acto se hicieren constar por escrito en el mismo título
las reclamaciones que las partes quisieran reservarse; excepción hecha de lo
que se determina en la fracción III del artículo 595 (artículo 583 del Código
de Comercio).
En caso de que por extravío u otra causa no pueda el consignatario
devolver en el acto de recibir los géneros, la carta de porte que se hubiere
recibido suscrita por el porteador, deberá darle un recibo de los objetos
entregados, produciendo este recibo los mismos efectos que la devolución
de la carta de porte. Si ésta fuere a la orden o al portador, el recibo se
extenderá con los requisitos que establece el título respectivo.
Cuando se extraviaren las cartas de porte, las cuestiones que surjan se
decidirán por las pruebas que rindan los interesados, incumbiendo siempre
al cargador la relativa a la entrega de la carga (artículo 584 del Código de
Comercio).
La omisión de alguna de las circunstancias requeridas en el artículo 581
no invalidará la carta de porte, ni destruirá su fuerza probatoria, pudiéndose
rendir sobre las que faltan las pruebas relativas (artículo 585 del Código de
Comercio).
B. TRANSPORTE POR FERROCARRIL
En los transportes que se verifiquen por ferrocarriles u otras empresas
sujetas a tarifas o plazos reglamentarios, bastará que las cartas de porte o
declaraciones de expedición facilitadas por el cargador se refieran en cuanto
al precio, plazos y condiciones especiales del transporte, a las tarifas y
reglamentos cuya aplicación solicite; y si no determinare tarifas, deberá el
porteador aplicar el precio de las que resulten más baratas, con las
condiciones que a ellas sean inherentes, consignando siempre su expresión
o referencia en la carta de porte que entregue al cargador (artículo 587 del
Código de Comercio).
Las cartas de porte o billetes en los casos de transporte de viajeros por
ferrocarriles u otras empresas sujetas a tarifas, podrán ser diferentes, unos
para las personas y otros para los equipajes; pero todos contendrán la
indicación del porteador, la fecha de la expedición, los puntos de salida y
llegada, el precio, y en lo tocante a equipajes, el número y peso de los
bultos, con las demás indicaciones que se crean necesarias para su fácil
identificación (artículo 586 del Código de Comercio).
C. TRANSPORTE MARÍTIMO
Por lo que al transporte marítimo de mercancías se refiere, la Ley de
Navegación establece en su artículo 98, que se entiende por contrato de
transporte de mercancías por agua, aquél en virtud del cual la empresa
naviera o el operador se obliga, ante el embarcador o cargador mediante el
pago de un flete, a trasladar mercancía de un punto a otro y entregarlas a su
destinatario o consignatario.
Este contrato constará en un documento denominado conocimiento de
embarque, que deberá expedir la empresa naviera o el operador a cada
embarcador, el cual además será un título representativo de mercancías y un
recibo de éstas a bordo de la embarcación.
En los servicios de transporte multimodal en que un segmento sea
transporte marítimo, el operador deberá expedir en el momento en que tome
las mercancías bajo su custodia documento en que conste el contrato
celebrado, mismo que podrá ser o no negociable, a elección del expedidor.
Además, a los contratos de transporte multimodal les serán aplicables,
en lo conducente, el Convenio de las Naciones Unidas sobre el Transporte
Multimodal Internacional de Mercancías, las disposiciones contenidas en la
ley y el reglamento respectivo.
En relación con el transporte marítimo de mercancías, el artículo 98
señala que el transportista se encuentra obligado a expedir (en un
equivalente de la carta de porte), el conocimiento de embarque, en el cual se
hará constar el contrato respectivo, señalando al efecto:
Este contrato constará en un documento denominado conocimiento de
embarque, que deberá expedir la empresa naviera o el operador a cada
embarcador, el cual además será un título representativo de mercancías y un
recibo de éstas a bordo de la embarcación.
Refiere CERVANTES AHUMADA[18] que el conocimiento de embarque tiene
el carácter de título de crédito representativo que incorpora el derecho de
disposición de las mercancías por él amparadas, y que es por ello de
tradición, de manera que “quien posea el título, será poseedor legítimo de
las mercancías”.
Coincidiendo con el autor antes citado, DÍAZ BRAVO[19] señala: “la
conceptuación del conocimiento marítimo como título de crédito no ofrece
mayor dificultad, pues, por una parte, puede expedirse en forma nominativa
o al portador, y, por otra, es representativo de las mercancías;
características, todas ellas, de los títulos de crédito”.
En relación con el conocimiento de embarque, el artículo 100 de la
citada Ley, establece:
Artículo 100.—El conocimiento de embarque deberá contener:
I. Nombre y domicilio de la empresa naviera o del operador y del cargador;
II. Nombre y domicilio del destinatario o la indicación de ser a la orden;
III. Nombre y nacionalidad de la embarcación, viaje y número de conocimiento de embarque;
IV. Especificación de los bienes que serán transportados, señalando las circunstancias que
sirvan para su identificación;
V. El valor del flete y de cualquier otro cobro derivado del transporte;
VI. Indicación si es flete pagado o por cobrar;
VII. La mención de los puertos de carga y de destino;
VIII. La mención de la modalidad y tipo de transporte;
IX. El señalamiento del sitio en el que las mercancías deberán entregarse al destinatario; y
X. El clausulado correspondiente a los términos y condiciones en que las partes se obligan
para el transporte de las mercancías por agua.

Señala Díaz Bravo[20] en relación con la carta de porte;


quizá no sea ocioso recordar que la carta de porte, conocimiento de embarque o guía aérea, no es
requisito para la existencia del contrato de transporte, que, es consensual; configura, pues, un
documento ad probationem del contrato, cuya celebración, a falta de título, puede probarse por
cualquier otro medio legal.

D. TRANSPORTE DE PERSONAS POR AGUA


También regula la ley de navegación al transporte de personas por agua,
al establecer el artículo 106 que por el contrato de transporte de personas
por agua la empresa naviera o el operador se obliga a transportar, en un
trayecto previamente definido, a una persona, previo pago de una tarifa.
Este contrato debe constar en un documento denominado boleto, al portador
o nominativo.
Cuando no exista una competencia efectiva en la prestación del servicio
regular de transporte de personas por agua, la Secretaría, previa opinión
favorable de la Comisión Federal de Competencia, establecerá las bases
tarifarias respectivas.
En caso de que se fijen tarifas, éstas deberán ser máximas e incluir
mecanismos de ajuste. Estos deberán permitir la prestación del servicio en
condiciones satisfactorias de calidad, competitividad y permanencia. La
regulación tarifaria sólo permanecerá en tanto subsistan las condiciones que
le dieron origen.
De conformidad con el artículo 107, el transportista es responsable de la
muerte o lesiones de los viajeros por daños causados con motivo de la
prestación del servicio, salvo que pruebe que el accidente no le es
imputable.
El transportista es responsable además de los equipajes registrados
como si se tratara de transporte de mercancía, así como de los efectos
personales y de los equipajes de cabina, si se prueba que la pérdida o avería
se debe a falta suya o de sus empleados.
El transportista se obliga a contratar un seguro con cobertura suficiente
para cubrir su responsabilidad, en los términos del reglamento respectivo.
El transportista es titular del privilegio y del derecho de retención sobre
los equipajes y vehículos registrados derivados del contrato de pasajeros.
Por otro lado, de conformidad con el artículo 109, las acciones
derivadas del contrato de transporte de personas por agua y su equipaje
prescriben en el término de un ano, contado a partir de la fecha de
desembarque en el puerto de destino; si la embarcación no zarpara, a partir
de la fecha en que se comunicó al pasajero tal situación.
E. CONTRATO DE FLETAMENTO
En la Ley de Navegación se regula también al contrato de fletamento, el
cual, aun y cuando no constituye en sí mismo un contrato de transporte, es a
partir del mismo que un transporte por agua será realizado, y lo podemos
definir diciendo que es aquél contrato por virtud del cual el fletante coloca a
disposición del fletador un buque, a cambio de un precio.
Para SÁNCHEZ CALERO[21] es el contrato por el que una persona (fletante)
se obliga a poner un buque armado y equipado, a disposición de otra
(fletador) que se compromete a pagar una determinada cantidad (flete), y
establece su diferencia con relación al contrato de transporte señalando que
en el fletamento, a diferencia del porteador, no asume la obligación de
transportar una mercancía de un lugar a otro, y lo distingue también del
arrendamiento de buque, al señalar que el buque fletado ha de encontrarse
armado y equipado, e invocando la jurisprudencia española refiere que
solamente sería arrendamiento si el préstamo de uso se concediera sin armar
y equipar al buque.
En el fletamento por tiempo, el fletante se obliga a poner a disposición
del fletador un buque armado y equipado durante un período de tiempo, que
se distingue del fletamento por viaje, en donde el fletante, además de
colocar el buque a disposición del fletador, se compromete a realizar para
ellos viajes requeridos.
Señala el artículo 95 de la Ley de Navegación que en los contratos de
fletamento, el fletante se compromete a poner una embarcación en estado de
navegabilidad, a disposición de un fletador, quien a su vez se compromete
al pago de una cantidad denominada flete.
Asimismo, clasifica a los contratos de fletamento en:
I. Fletamento o arrendamiento a casco desnudo, en donde el fletante se
obliga a poner por un tiempo determinado a disposición del fletador, una
embarcación determinada, sin armamento y sin tripulación, a cambio del
pago de un flete.
El fletador asume la gestión náutica y comercial en calidad de naviero o
armador de la embarcación fletada y debe restituir la embarcación al
término convenido en el estado en que la recibió, salvo el uso normal de
ésta y de sus aparejos.
El fletador responderá al fletante de todas las reclamaciones de terceros
que sean consecuencia de la operación y explotación de la embarcación y
tendrá a su cargo el mantenimiento y reparación de la embarcación, con
excepción de las reparaciones que provengan de vicios propios de ésta que
serán a cargo del fletante.
Además, se establece que en el contrato de fletamento a casco desnudo
se podrá pactar la opción a compra;
II. Fletamento por tiempo.—El fletante se obliga a poner una
embarcación armada y con tripulación a disposición del fletador por un
tiempo determinado, a cambio del pago de un flete.
El fletante se obliga además, a presentar en la fecha y lugar convenidos,
y a mantener durante la vigencia del contrato la embarcación designada,
armada convenientemente para cumplir las obligaciones previstas en el
contrato. El fletante conserva la gestión náutica de la embarcación,
quedando la gestión comercial de ésta al fletador y el capitán le debe
obediencia, dentro de los límites de la póliza de fletamento; y
III. Fletamento por viaje.—El fletante se obliga a poner todo o parte
determinada de una embarcación con tripulación a disposición del fletador
para llevar a cabo uno o varios viajes.
El fletante se obliga, además, a presentar la embarcación designada en
el lugar y fecha convenidos y a mantenerla durante el viaje en estado de
navegabilidad, armada convenientemente para cumplir las obligaciones
derivadas de la póliza de fletamento. El fletante conserva la gestión náutica
y comercial.
El fletador deberá entregar a bordo la cantidad de mercancías
mencionadas en la póliza de fletamento; en caso de incumplimiento deberá
pagar la totalidad del flete.
El fletante es responsable por las mercancías recibidas a bordo, dentro
de los límites de la póliza de fletamento.
El artículo 96 establece que el contrato de fletamento debe constar por
escrito y el documento que lo contiene se denominará póliza de fletamento.
Este contrato se regirá por la voluntad de las partes y en lo no pactado, por
lo dispuesto en la propia Ley de Navegación.
La póliza de fletamento contendrá por lo menos:
I. Los elementos de individualización de la embarcación;
II. Nombre y domicilio del fletante y fletador;
III. Monto y forma de pago del flete; y
IV. Duración del contrato.

Además, se señala que las acciones nacidas del contrato de fletamento


prescribirán en un año.
El artículo 97, por su parte establece que cuando las partes se refieran a
nombres de pólizas tipo, internacionalmente reconocidas y aceptadas, se
entenderá que el contrato pactado corresponde al clausulado de dichas
pólizas, tal y como se conozcan en el ámbito internacional, salvo que parte
de este clausulado se hubiere modificado, mediante convenio por
correspondencia de cualquier medio de transmisión de textos, cruzada entre
las partes; se entenderá que dichas pólizas fueron modificadas en los
términos de dicha correspondencia.
Si un contrato de fletamento no ha sido firmado por ambas partes, pero
de la correspondencia cruzada entre ellas se derivan los términos del mismo
y las partes han empezado a ejecutarlo, se entenderá que el contrato existe
en los términos en que las partes lo hayan convenido en su correspondencia.
Para la aplicación de las cláusulas, si sólo hay referencia a éstas por sus
nombres sin el texto completo, se aplicarán conforme a los usos y
costumbres internacionales.
F. PRESTACIÓN DE SERVICIOS DE REMOLQUE TRANSPORTE
Un último contrato al que se refiere la Ley de Navegación en su artículo
110, es el de Prestación de Servicio de Remolque Transporte, cuando
establece: el contrato de prestación de servicio de remolque transporte
consiste en la operación de trasladar por agua una embarcación u otro
objeto, desde un lugar a otro, bajo la dirección del capitán de la
embarcación remolcadora y mediante el suministro por ésta de toda o parte
de la fuerza de tracción.
En el remolque transporte, tanto la embarcación remolcadora como la
remolcada, responderán frente a terceros de los daños y perjuicios que
causen, salvo prueba en contrario.
Las acciones derivadas de estos contratos prescribirán en el término de
seis meses, contados a partir de la fecha pactada para su entrega en el lugar
de destino.
Finalmente, serán nulas las cláusulas de exoneración de responsabilidad
por daños que resulten de la inobservancia a lo establecido en la ley.
G. TRANSPORTE DE PERSONAS
En el transporte de personas, el transportista se obliga a trasladar tanto a
la persona como su equipaje de un lugar a otro, a cambio de un precio.
a) Transporte de personas por vía aérea
La Ley de Aviación Civil señala, en relación con el transporte de
personas, en su artículo 49: el contrato de transporte de pasajeros es el
acuerdo entre un concesionario o permisionario y un pasajero, por el cual el
primero se obliga a trasladar al segundo, de un punto de origen a uno de
destino, contra el pago de un precio.
El contrato deberá constar en un billete de pasaje o boleto, cuyo formato
se sujetará a lo especificado en la norma oficial mexicana correspondiente.
La obligación del transportista es la de trasladar de manera incólume a
la persona y su equipaje en los plazos y condiciones establecidos.
Evidentemente, en este contrato no existen como elementos ni el
cargador ni el consignatario, y en cambio se sustituyen por el transportista y
el viajero; ni la carta de porte o el conocimiento de embarque que se
sustituyen por el boleto o billete de viaje.
De conformidad con el artículo 9 de la Ley de Aviación Civil, para
prestar el servicio público de transporte aéreo, se requiere permiso de la
Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que de conformidad con el
artículo 10 de la propia Ley, se otorga por un plazo máximo de 30 años.
El servicio de transporte aéreo puede ser nacional o internacional,
regular o no regular, y de pasajeros, de carga o correo (artículo 18 LAC).
Por otro lado, de conformidad con el artículo 27 de la ley de la materia,
el transporte aéreo privado comercial es aquél que se destina al servicio de
una o más personas físicas o morales, distintas del propietario o poseedor de
la misma aeronave, con fines de lucro, y el privado no comercial es el que
se destina a usos particulares sin finalidad lucrativa (art. 28).
Por lo que a los costos del servicio de transporte aéreo se refiere, el
artículo 42 de la propia ley señala que los concesionarios o permisionarios
fijarán libremente las tarifas por los servicios que presten, en condiciones
satisfactorias de calidad, competitividad, seguridad y permanencia.
Finalmente, la Ley de Aviación Civil se refiere también al fletamento de
aeronaves, y lo define señalando que es aquel contrato mediante el cual el
permisionario de la prestación del servicio público de transporte aéreo no
regular, en su carácter de fletante, pone a disposición del fletador, a cambio
del pago de un precio determinado, llamado flete, la capacidad útil total o
parcial de una o más aeronaves para transportar personas, cargas o correo,
una o más veces o durante un período determinado, reservándose el fletante
la dirección de la tripulación y la conducción técnica de la aeronave (art.
59).
H. EL TRANSPORTE COMBINADO
El artículo 577 se refiere al llamado transporte combinado, y establece
que el porteador, salvo pacto en contrario, puede estipular con otro la
conducción de las mercancías y en tal caso conservará tal carácter respecto
de la persona con quien haya contratado primero, y tomará el de cargador
con relación a la segunda y el último porteador tendrá la obligación de
entregar la carga al consignatario.
De conformidad con el artículo 52, fracción II, de la Ley de Vías
Generales de Comunicación, el transporte puede ser realizado de manera
combinada entre distintos prestadores del servicio nacionales y extranjeros:
Artículo 52.—Los concesionarios o permisionarios que exploten vías generales de
comunicación y medios de transporte podrán, con la previa aprobación de la Secretaría de
Comunicaciones y sujetos a las restricciones que establece esta ley:
II. Explotar sus líneas en combinación con otra u otras empresas nacionales u extranjeras. Se
entiende que existe combinación, cuando de común acuerdo establecen horarios, itinerarios,
tarifas unidas o combinadas, expidan documentos directos, intercambien sus equipos, o ejecuten
otros actos análogos con ese fin.

En relación con los transportes combinados, la Ley de Vías Generales


de Comunicación, delimita la responsabilidad de las empresas al establecer
en su artículo 74: cuando en el transporte intervengan varias empresas que
hagan servicio combinado, el último porteador está obligado a entregar la
carga, conforme a la carta de porte expedida por el primero, en las
condiciones y con las responsabilidades que fija esta ley, quedando a salvo
su derecho contra la empresa en cuya línea haya ocurrido algún hecho u
omisión de que responda el mismo último porteador.
La responsabilidad de cada porteador comienza en el momento en que
recibe la carga, y termina cuando la entrega.
a) Pérdida de objetos
De conformidad con el artículo 602 del Código de Comercio, en caso de
pérdida imputable a la empresa, el pasajero o cargador acreditará la entrega
y valor de los efectos entregados a la administración de ella, a sus agentes
acreditados o bien a sus factores.
Según establecen los artículos 593 y 594, del Código de Comercio, el
tiempo de la prescripción comenzará a correr, en los casos de pérdida, desde
el día siguiente al fijado para término de viaje; y en los de avería, después
de las veinticuatro horas de la entrega de las mercancías y tales plazos son
de índole civil, ya que los penales, seguirán para su prescripción las reglas
establecidas en el Código Penal.
b) Depósito de objetos
En el artículo 603 se establece que si los efectos depositados en los
almacenes de la empresa durasen en ellos el término que fijen sus
reglamentos, y dentro de él nadie se presentare a reclamarlos, los pondrán a
disposición de la autoridad judicial del lugar para que venda, desde luego en
lo bastante a cubrir las responsabilidades que sobre ellos pesaren con
motivo de su conducción, y con el resto se cumplan las obligaciones
impuestas para esos casos por derecho.
Si después de lo referido en el párrafo anterior, el cargador o su
representante se presentaren a exigir la devolución de las mercancías,
quedará libre la empresa de toda responsabilidad y de toda ulterior
contestación, poniendo de manifiesto el certificado mandado expedir por la
autoridad judicial (artículo 604 del Código de Comercio).
c) Rescisión del contrato
El artículo 578 señala que el contrato de transporte es rescindible a
voluntad del cargador, antes o después de comenzarse el viaje, pagando en
el primer caso al porteador la mitad, y en el segundo la totalidad del porte,
siendo obligación suya recibir los efectos en el punto y en el día en que la
rescisión se verifique y si no cumpliere con esa obligación, o no cubriere el
porte al contado, el contrato no quedará rescindido.
De acuerdo con el artículo 579, el contrato de transporte se rescindirá de
hecho antes de emprenderse el viaje, o durante su curso, si sobreviniere
algún suceso de fuerza mayor que impida verificarlo o continuarlo, como
declaración de guerra, prohibición de comercio, intercepción de caminos u
otros acontecimientos análogos.
En tales casos, cada uno de los interesados perderá los gastos que
hubiese hecho, si el viaje no se ha verificado; y si está en curso, el porteador
tendrá derecho a que se le pague del porte la parte proporcional respectiva
al camino recorrido y la obligación de presentar las mercancías para su
depósito a la autoridad judicial del punto en que ya no le sea posible
continuarlo, comprobando y recabando la constancia relativa de hallarse en
el estado consignado en la carta de porte, de cuyo hecho dará conocimiento
oportuno al cargador, a cuya disposición deben quedar.

7. LAS INCOTERMS
Como hemos ya apuntado, entre los instrumentos más importantes que
han sido creados por la CCI, se cuenta con las Reglas Internacionales para la
Interpretación de los Términos Comerciales (INCOTERMS).
Los organismos comerciales en todo el mundo, agrupados en la Cámara
de Comercio Internacional dieron lugar a la creación de las reglas
internacionales para la interpretación de los términos comerciales
(INCOTERMS), que no obstante no constituir un tratado internacional, son sin
embargo de observancia mundial a partir de 1990.
Los INCOTERMS contienen reglas, términos y una nomenclatura uniforme
en materia de comercio internacional, que interpretando el sentido de las
estipulaciones otorgadas por la partes, permiten aclarar y definir su
contenido y alcances, precisando las responsabilidades de las empresas
tanto compradoras como vendedoras en lo relativo a la entrega de
mercancías en cumplimiento a los contratos de compraventa, al contener
prescripciones en las que se establecen los costos y riesgos que asumen las
partes,[22] con el objeto de que se eviten controversias derivadas de
interpretaciones sustentada en prácticas locales distintas o bien, en
decisiones de órganos judiciales diferentes.
Las reglas internacionales fueron creadas porque empresarios tanto
individuales, como organizados en agrupaciones y en sociedades
mercantiles, enfrentaban, para el tráfico internacional problemas diversos
tales como el desconocimiento de las leyes correspondientes a otros Estados
de los que eran miembros sus contrapartes; el desconocimiento de los usos
y costumbres mercantiles de otros Estados y, finalmente, la barrera que para
la adecuada comprensión de las convenciones presentaba el
desconocimiento del idioma.
Ante tal situación, el Comité de Términos Comerciales de la Cámara de
Comercio Internacional se dio a la tarea de crear una serie de reglas que
permitiesen orientar a los contratantes en operaciones de compraventa
internacional, para que pudieran comprender de manera clara y precisa, la
asunción de obligaciones y los derechos creados en la transportación de las
mercancías y otros aspectos destacables como el establecimiento de
mecanismos para la solución de controversias.
Así, las INCOTERMS representan una serie de importantes herramientas
para facilitar el comercio internacional, que perfectamente adaptadas al
dinamismo del comercio mundial y ajustadas a las nuevas tecnologías,
persiguen como objeto el de prestar un importante auxilio a los nacionales
de distintos países para alcanzar un mayor y mejor entendimiento de
carácter comercial y legal, estableciendo claramente cuáles son las
respectivas obligaciones y derechos de las partes para el traslado de las
mercancías en operaciones de compraventa internacional de mercaderías, de
acuerdo con la modalidad de contratación adoptada en cada caso,
incluyendo mecanismos para la resolución de las eventuales controversias.
De ese modo, en el año de 1936 se expidió la primera versión de los
términos comerciales internacionales (INCOTERMS), los cuales, mediante la
permanente labor de la Cámara de Comercio Internacional se han venido
actualizando y adecuando a las diferentes prácticas y al tráfico internacional
en materia de compraventa internacional de mercaderías, y es por ello que
tuvieron diversas revisiones en los años de 1953, 1967, 1976, 1980, 1990,
2000 y 2010, persiguiendo siempre la finalidad de irse adecuando a los
cambios que las prácticas comerciales mostraban así como a los avances
tecnológicos.
Como señalan Eduardo CHULIA VICENT y Teresa BELTRÁN ALANDETE[23] la
importancia de dichos instrumentos se puede resumir en tres aspectos
esenciales, a saber:
a) Que se trata de una solución viable ante la diversidad de
interpretaciones y aplicación de1 leyes, usos y costumbres de los distintos
países;
b) Que se utiliza el idioma inglés en las negociaciones comerciales
internacionales, y;
c) Que se trata de cláusulas de utilización sencilla, que suplen la
necesidad de alcanzar una interpretación común y uniforme de los
diferentes términos, abreviaturas, siglas y expresiones que resumen toda la
complejidad del comercio internacional.
Como observamos, las INCOTERMS encuentran su antecedente en las
reglas emitidas para la interpretación de los términos comerciales que inició
en París en el año de 1936, con la Cámara de Comercio Internacional
(INCOTERMS 1936), cuyo objetivo fue el de dar solución a los problemas
presentados en materia de interpretación, disputas y litigios.
De las modificaciones habidas ha destacado por su especial importancia
la que se realizó en el año de 1990, porque con ella se adaptaron los
términos comerciales al uso cada vez más frecuente de los mensajes de
datos electrónicos, que han propiciado el auge del comercio mundial, así
como también por aspectos de carácter técnico en la transportación de
mercancías, y representan el texto de los términos comerciales a ser
utilizados durante el siglo XXI, con las adecuaciones que se han realizado en
revisiones subsecuentes.
A partir de 1990, los términos se clasificaban en cuatro grupos, del
modo siguiente:
Grupo E:
Modalidades
EXW (Ex work) En fábrica.
Grupo F:
Modalidades
FCA (free carrier) Libre transportista;
FAS (free along side ship) Libre al costado del buque;
FOB (free on board) Libre a bordo.
Grupo C:
Modalidades
CFR (cost and freight) Costo y flete;
CIF (cost insurance and freight) Costo, seguro y flete;
CPT (carriage paid to) Porte pagado hasta;
CIP (carriage and insurance paid to) Porte y seguro pagado hasta.
Grupo D:
Modalidades
DAF (deliverd at frontier) Entregada en la frontera;
DES (delivered ex ship) Entregada sobre el buque;
DEQ (delivered ex quay) Entregada sobre el muelle;
DDU (delivered duty unpaid) Entregado sin pago de derechos;
DDP (delivered duty paid) Entregada con derechos pagados.

También son especialmente relevantes las INCOTERMS del año 2000, que
se revisaron de manera integral para su adaptación a las necesidades
comerciales del nuevo milenio, continuando así una tradición que, con las
últimas adecuaciones, ha alcanzado ya los setenta años.
De las INCOTERMS 2000, dice Jorge WITKER[24]
son una serie de acrónimos que describen los términos comerciales internacionalmente aceptados
que definen los papeles a desempeñar por el comprador y el vendedor en la transportación y en
otras responsabilidades; básicamente de manera regular y habitual de distribuir entre
compradores y vendedores los riesgos por la pérdida y deterioro de las mercancías, generalmente
en función del descargo de la obligación del vendedor de entregar la cosa, al tiempo que
determinan cuando tiene lugar la propiedad de las mercaderías. Fueron creadas con un lenguaje
universal para los negocios globales, con el fin de facilitar el comercio y minimizar los errores en
la terminología de dicho campo.

En las INCOTERMS 2000 destacan a decir del Dr. WITKER:


a) La introducción, completamente rediseñada, para ser más precisa,
sobre todo en materia de transporte, seguro y comercio electrónico;
b) Las diez obligaciones de comprador y vendedor contienen nuevas y
mejores disposiciones que clarifican sus responsabilidades;
c) Definiciones de cada INCOTERMS totalmente rediseñadas;
d) Forma y lugar de actuación de las partes respecto al lugar de entrega
y demás modalidades;
e) Obligaciones de las partes en materia de embarque y desembarque;
f) Principios relativos a permisos aduanales;
g) Obligaciones de entrega, y;
h) Eliminación de variantes para la más fácil comprensión de los
términos.
Como observamos, las INCOTERMS 2000 tenían 4 categorías: Grupo E
(salida), Grupo F (transporte principal no pagado), Grupo C (transporte
principal pagado) y Grupo D (llegada).
En el año 2010 se expidieron las INCOTERMS 2010, que se utilizan a
partir del 1° de enero de 2011, y que incorporan los últimos avances en la
práctica comercial internacional y actualizan y agrupan algunas de las
anteriores reglas de una manera distinta en relación con las reglas
establecidas en las INCOTERMS 2000, dependiendo de si se trata de transporte
marítimo o bien de cualquier otro medio de transportación, modificando el
lugar de transmisión de riesgos sobre la cubierta del buque en las
modalidades CIF y FOB.[25]
Es términos generales podemos señalar que en las INCOTERMS 2010 se
establecen nuevas reglas para el uso de los once términos comerciales en
que se subsume la nueva versión.
Así, en las INCOTERMS 2010 se realizaron pocos cambios en cuanto a su
número, y se mantuvo la estructura de los trece términos comerciales
(agrupados en once), precisándose las obligaciones tanto del vendedor
como del comprador.
De ese modo, nuevos DAT (Entrega en Terminal) y DAP (Entrega en
lugar) sustituyen los anteriores esquemas de las DES, DEQ, DDU y DAF.
Se señala además que a partir del 1° de enero de 2011, en todos los
contratos de compraventa deberá hacerse referencia a las reglas INCOTERMS
2010, como última versión de dichas reglas.
Con motivo de la expedición de las INCOTERMS 2010, vigentes a partir
del 1° de enero de 2011, los grupos se clasifican del modo como se señala a
continuación:
En términos generales podemos decir que las once Incoterms se
concentran en dos grupos del modo como se enlistan más abajo, en orden al
incremento del riesgo a que está expuesto el exportador.
De conformidad con los términos revisados, compradores y vendedores
son urgidos a establecer con precisión el lugar en el cual se realizará la
entrega de las mercancías, incluyendo los cargos a ser cubiertos, así como el
puerto de descargo.
Las referencias a embarcación o rieles son consideradas para clarificar
el concepto a bordo del buque; seguros, documentación electrónica así
como el suplemento de los demás aspectos de seguridad son señalados con
mayor detalle y un género neutral de lenguaje es utilizado.
Las modificaciones en la vigente edición de las INCOTERMS se
concentran en el grupo D, relativo a la entrega de la mercancía, como se
aprecia de la clasificación de la anterior versión (2000).
De ese modo, los cambios se refieren a la eliminación de las siguientes
Incoterms: DAF (delivered at frontier), DES (delivered ex ship), DEQ
(delivered ex quay) y DDU (delivered duty unpaid), y se incorporan las
siguientes:
• DAT (delivered at terminal) que se utiliza para todo género de
transportación con la obligación de la entrega de las mercancías en el
puerto de destino, y
• DAP (delivered at place/point), que remplaza a las Incoterms DAF y DDF
de la edición anterior, y sirve para toda forma de transportación. Es
adecuado para la transportación en el país destinado en el lugar
acordado, siendo más flexible respecto al punto de entrega.
Se mantienen las Incoterms EXW, FCA, FAS, FOB, CFR, CIF, CPT y CIP.
En la vigente edición, las Incoterms se concentran en dos categorías
para el transporte en cualquier modalidad y para el marítimo, como se
presenta a continuación:
PRIMERA CATEGORÍA (reglas para cualquier forma de transporte):
• EXW (Ex work) En fábrica.—Significa que el vendedor habrá dado
cumplimiento a su obligación de entregar la mercancía una vez que la
ha puesto en su establecimiento a disposición del comprador.
• FCA (free carrier) Libre transportista.—Significa que el vendedor habrá
dado cumplimiento a su obligación de entregar la mercancía una vez
que la ha puesto con el correspondiente despacho aduanal en custodia
del transportista previamente designado por el comprador.
• CPT (carriage paid to) Porte pagado hasta.—Significa que el vendedor
asume la obligación del pago del transporte de la mercancía hasta su
llegada al punto de destino acordado. Es utilizado principalmente para
operaciones de transporte multimodal, en el que se utilizan al menos
dos tipos diferentes de transporte.
• CIP (carriage and insurance paid to) Porte y seguro pagado hasta.—
Significa que el vendedor asume la obligación del pago del transporte
de la mercancía hasta su llegada al punto de destino acordado.
• DAT (delivered at terminal) Entregado en terminal.—Es una Incoterms
polivalente que se incorpora en la versión 2010, reemplaza a los DAF y
DEQ y es utilizado de manera frecuente para el transporte terrestre y
multimodal, con la entrega de la mercancía en las fronteras. El DEQ, de
uso exclusivo para la transportación marítima con el descargo de la
mercancía en el puerto de destino.
Esta nueva modalidad de Incoterms puede utilizarse para cualquier
forma de transportación, pudiendo el vendedor realizar la entrega de la
mercancía en una terminal aérea, marítima o terrestre, asumiendo los
riesgos y la responsabilidad de los costos, incluido el transporte y el
seguro hasta que la mercancía sea colocada en la terminal convenida,
correspondiendo al comprador realizar la tramitación aduanera.
• DAP (delivered at place) Entregado en lugar.—Es una nueva Incoterms
que también se incorpora en la versión 2010 y sustituye al DDU,
haciéndolo más flexible y versátil y mejor adaptado a la práctica del
mercado y se puede utilizar para cualquier medio de transporte.
En esta nueva modalidad el vendedor lleva a cabo la entrega de la
mercancía al comprador sin el despacho aduanal para la importación y
sin descarga del medio de transporte al arribar al lugar convenido, de
modo que los costos y riesgos por la transportación hasta el punto
convenido son asumidos por el vendedor, incluyendo el pago del
seguro, y corresponde al comprador cumplir con las formalidades
aduaneras así como el pago de los impuestos, derechos y demás cargos
exigibles para la importación en el país de destino.
• DDP (delivered duty paid) Entregada con derechos pagados.—Significa
que el vendedor habrá dado cumplimiento a su obligación de entregar
la mercancía una vez que ha sido colocada a disposición del
comprador en el lugar convenido en el país de importación, con el
pago de los derechos.
SEGUNDA CATEGORÍA (Reglas para el transporte marítimo y vías
navegables interiores):
• FAS (free along side ship) Libre al costado del buque.—Significa que el
vendedor habrá dado cumplimiento a su obligación de entregar la
mercancía una vez que ha sido colocada al costado del buque, sobre el
muelle o bien en barcazas en el puerto previamente convenido.
• FOB (free on board) Libre a bordo.—Significa que el vendedor habrá
dado cumplimiento a su obligación de entregar la mercancía una vez
que la misma ha sobrepasado la borda del buque de transportación
previamente convenido.
• CFR (cost and freight) Costo y flete.—Significa que el vendedor habrá
dado cumplimiento a su obligación de entregar la mercancía una vez
que la ha puesto en el puerto de destino acordado, previo pago de los
gastos y costos del flete.
• CIF (cost, insurance and freight) Costo, seguro y flete.—Significa que
el vendedor habrá dado cumplimiento a su obligación de entregar la
mercancía una vez que la ha puesto en el puerto de destino acordado,
previo pago de todos los gastos, primas de seguros para cubrir los
riesgos del transporte y costos del flete.

NOTAS

[1] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 211.


[2] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 550.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 120.
[4] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 211.
[5] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 214.
[6] En relación con la naturaleza mercantil del contrato de transporte, resulta ilustrativo el
criterio que se transcribe a continuación: TRANSPORTE, CONTRATO DE, NATURALEZA.—No existe lugar a
dudas, de que por virtud de la especulación comercial que con el transporte de personas persigue una
empresa transportista aérea, los contratos que celebra en esa materia son de naturaleza mercantil,
además de ser considerados como contratos de adhesión, porque en su elaboración no intervienen
todas las partes contratantes, sino que, como su nombre lo indica, una de ellas se adhiere a los
términos contractuales fijados por la otra. QUINTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA ADMINISTRATIVA DEL
PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 1945/88. Pan American Airways de México, S. A. de C. V. 25 de
noviembre de 1988. Unanimidad de votos. Ponente: Ma. de Fátima I. Sámano Hernández. Secretario:
Manuel de J. Rosales Suárez. Amparo directo 685/89. Pan American Airways, S. A. de C. V. 25 de
mayo de 1989. Unanimidad de votos. Ponente: Pedro Esteban Penagos López. Secretario: Miguel
Ángel Antemate Chigo. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de
la Federación. Octava Época. Tomo III Segunda Parte-2. Tesis: Página: 846. Tesis Aislada.
[7] BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 216 a 222.
[8] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 123.
[9] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 120.
[10] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 183.
[11] Cfr., OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., pp. 23 y 24.
[12] TRANSPORTES, NATURALEZA DEL CONTRATO DE.— El contrato de transporte no es en manera
alguna un contrato formal, esto es, que su perfeccionamiento, validez y cumplimiento no dependen
necesariamente del otorgamiento de cartas de porte y de todos los requisitos que determina la ley
mercantil. Por tanto, demostrado que quien tiene un oficio-concesión que obliga a los Ferrocarriles
Nacionales de México a darle determinada tarifa, protestó enérgicamente contra el incumplimiento de
la empresa portadora, ello es suficiente para concluir que el cargador no estaba ya en la necesidad de
hacer anotaciones o plantear inconformidades en las cartas de porte respectivas, según fueran
finalizando los respectivos transportes para que no caducaran sus derechos a las reclamaciones
respectivas. Amparo civil directo 609/52. Nacional Platanera, S.C.L. 1o. de agosto de 1952.
Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Carlos I. Meléndez. La publicación no menciona el nombre
del ponente. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época.
Tomo CXIII. Tesis: Página: 385. Tesis Aislada.
[13] En relación con la responsabilidad del porteador por las pérdidas, desfalcos y averías, a
continuación se transcribe el criterio emitido por la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia,
siguiente: TRANSPORTE, CONTRATO DE, FORMALIDAD DE LA RECLAMACIÓN DEL CONSIGNATARIO.—Es terminante
la disposición del artículo 592 del Código de Comercio, que establece que la responsabilidad del
porteador por pérdidas, desfalcos o averías, se extingue por el recibo de las mercancías sin
reclamación. Si consta en el mismo título del contrato entre cargador y porteador el recibo de las
mercancías, la responsabilidad de la empresa porteadora debe tenerse por extinguida, aun cuando el
consignatario sostenga, en determinado caso, que la reclamación a que se refiere el artículo citado sí
se formuló y pretenda demostrarlo mediante las actas levantadas por el Ministerio Público para dar fe
del estado de las mercancías consignadas, la intervención de un notario y de la Cámara de Comercio;
porque no es la forma idónea de reclamar, ya que la reclamación no debe hacerse de cualquier
manera, sino iniciándola con anotación escrita en la misma carta de porte por exigirlo así la ley en
forma terminante. Amparo directo 184/55. Galletas y Pastas, S. A. 20 de octubre de 1955.
Unanimidad de cinco votos. Ponente: José Castro Estrada. Tesis relacionada con jurisprudencia
315/85, Cuarta Parte, Tercera Sala. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Quinta Época. Tomo CXXVI. Tesis: Página: 272. Tesis Aislada.
[14] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 182.
[15] Tocante a la naturaleza jurídica de la carta de porte, a continuación se transcriben diversas
tesis emitidas por los tribunales federales, que resultan de interés:
CARTA PORTE, PRESENTACIÓN DE LA COMO DOCUMENTO BASE DE LA ACCIÓN.— Los contratos mercantiles
de transporte, tienen como documento fundatorio la carta porte, la cual debe ser exhibida al ejercitar
una acción derivada de ese tipo de contratos; por ende, si la carta porte presentada por el quejoso no
hace mención alguna al demandado, no puede ser considerada como documento base de la acción;
por tal motivo el desechamiento de la demanda no es ilegal. PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIAS
PENAL Y ADMINISTRATIVA DEL SEGUNDO CIRCUITO. Amparo directo 939/94. Trans-Vitro, S. A. de C. V. 26 de
enero de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Víctor Ceja Villaseñor. Secretaria: Teresita del Niño
Jesús Palacios Iniestra. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de
la Federación. Octava Época. Tomo XV-II Febrero. Tesis: II.1o.P.A.181 C. Página: 256. Tesis
Aislada. Obligaciones del cargador.
TRANSPORTE, CONTRATO DE, ESTÁ REGIDO EXCLUSIVAMENTE POR LAS CARTAS DE PORTE APROBADAS POR LA
SECRETARÍA DE COMUNICACIONES Y TRANSPORTES, SIENDO NULO TODO PACTO QUE MODIFIQUE SUS CONDICIONES.—
La actividad del transportista constituye un servicio público que el Estado se ha reservado como una
facultad propia, según lo dispone el artículo 8o., de la Ley de Vías Generales de Comunicación; por
consideraciones de política administrativa o económica del Gobierno Federal, la ley permite que el
servicio público de referencia sea prestado por los particulares mediante una concesión
administrativa. Pero, por la naturaleza y finalidad del servicio público, que originariamente
corresponde prestar al Estado, éste no puede renunciar a las facultades que la misma le otorga para
imponer las condiciones, forma y tarifas en que debe prestarse, pues dichas facultades son de orden
público y llevan como finalidad garantizar la regularidad, continuidad y eficacia del servicio, así
como mantener el principio de igualdad entre los usuarios en la presentación del mismo. En este
sentido está redactado el artículo 49 de la Ley de Vías Generales de Comunicación, que dice en su
primer párrafo: “Compete exclusivamente a la Secretaría de Comunicaciones el estudio y aprobación,
revisión o modificación, en su caso, de itinerarios, horarios, reglamentos de servicio, tarifas y sus
elementos de aplicación, y de los demás documentos que las empresas de vías generales de
comunicación sometan a su estudio, en cumplimiento de esta ley y de sus reglamentos. Sólo podrán
intervenir otras autoridades en dichos estudios, cuando la misma lo solicite”. Lo anterior está
confirmado por los artículos 50 y 55 del mismo ordenamiento. Ahora bien, cumpliendo con dicha
disposición y una vez agotado el procedimiento que la ley señala para el efecto, la Secretaría de
Comunicaciones y Transportes aprueba los modelos de carga de porte que contienen las condiciones
en que debe efectuarse el servicio, las que no pueden ser modificadas por ningún motivo por los
concesionarios del servicio ni por los terceros que intervengan en él (usuarios), ya que a todos
obligan. PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 435/73.
Rafael Gutiérrez Rico. 24 de agosto de 1973. Unanimidad de votos. Ponente Ernesto Díaz Infante.
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima
Época. Volumen 56 Sexta Parte. Tesis: Página: 54. Tesis Aislada.
TRANSPORTES. PRESUNCIÓN DEL CUMPLIMIENTO DEL CONTRATO, DERIVADA DE LA ENTREGA DE LA CARTA DE
PORTE.—La presunción del cumplimiento del contrato de transporte, derivada de haber sido entregada
la carta de porte sin anotar en ella reclamación alguna, es juris tantum y no juris et de jure. Por tanto,
el juzgador debe decidir si con las pruebas aportadas se justifica o no que el porteador sí acostumbra
recoger las cartas de porte antes de expedir las cuentas de gastos y de abrir el vehículo en que se
transporta la carga, a fin de determinar si el consignatario estuvo imposibilitado o no para anotar su
reclamación en la carta de porte, pues de ser así, debe tenerse como válida la reclamación hecha en la
cuenta de gastos, único documento procedente del porteador existente en poder del consignatario al
abrirse el vehículo y descubrirse el faltante, ya que de lo contrario se colocaría al porteador en una
situación de privilegio, eximiéndolo por anticipado de toda posible responsabilidad, puesto que
recogiendo las cartas de porte antes de que se sepa si hay algo que reclamar, a ningún usuario le sería
posible reunir los requisitos de una reclamación susceptible de prosperar. Amparo directo 5448/55.
Fábrica de Aceites “La Central” S. A. 13 de enero de 1958. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Alfonso
Guzmán Neyra. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Sexta Época.
Volumen VII Cuarta Parte. Tesis: Página: 307. Tesis Aislada.
TRANSPORTES, CUMPLIMIENTO DEL CONTRATO DE. CARTAS DE PORTE.—El contrato de transporte sólo se
cumple con la entrega que se haga de la mercancía al consignatario, a cambio de las cartas de porte
originales, según se dispone expresamente en el articulo 596, fracción I, del Código de Comercio, al
decir que mientras el consignatario sea tenedor de la carta de porte expedida a su favor, tiene derecho
a que se le entreguen las mercancías cualesquiera que sean las órdenes que en contrario diera el
cargador con posterioridad. Amparo directo 3790/60. Autotransportes Progreso, S. A. de C. V. 12 de
julio de 1961. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Mariano Ramírez Vázquez. Tesis relacionada con
jurisprudencia 315/85. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Sexta
Época. Volumen XLIX, Cuarta Parte. Tesis: Página: 202. Tesis Aislada.
CARTAS DE PORTE.—Estas cartas, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 582 del código
mercantil, pueden ser a favor del consignatario, a la orden de este, o al portador debiendo extenderse
en libros talonarios, y el portador legítimo de la carta, se subroga, por ese solo hecho, en las
obligaciones del cargador. Las cartas de porte, cuando se extienden por personas o empresas
particulares, seguramente tienen el carácter de documentos privados; pero semejante hecho no es por
sí solo, suficiente, tratándose de un acto meramente mercantil, para estimar que está regido, por lo
que hace a la prueba del mismo, por la disposición general relativa a los documentos privados. Las
necesidades del comercio exigieron que la ley haya creado distintas clases de documentos con
modalidades determinadas, que los hacen separarse de los demás documentos privados, las letras de
cambio, libranzas, pagarés a la orden, tienen un carácter especial, y constituyen verdaderos títulos de
crédito destinados a facilitar las operaciones mercantiles. El artículo 495 del Código de Comercio,
que rige la letra de cambio, es, en cierto modo, similar al 583 del propio ordenamiento, que se refiere
a las cartas de porte en contra de las cuales no son admisibles más excepciones que la de falsedad y la
de error material en su redacción. Tratándose de la letra de cambio, el artículo 1296 de la ley citada,
establece una excepción respecto a la regla general de los documentos privados; pues para la letra no
es necesario el reconocimiento, y esa excepción, que de una manera clara y precisa, se consigna con
respecto a la letra de cambio, no existe consignada, cuando se trata de la carta de porte la
trascendencia económica de este contrato, el de transporte, da al mismo una importancia tan grande
en el comercio de los pueblos, que es, seguramente equiparable, cuando menos, a la importancia que
tienen los documentos de crédito, por cuya circunstancia nada extraño es que las leyes mercantiles
den a la carta de porte el carácter mismo excepcional de la letra de cambio, a pesar de que, al tratarse
de la prueba, no se consigna de una manera expresa la misma excepción; pues teniendo en cuenta la
restricción establecida con respecto a las excepciones únicas que pueden admitirse en contra de las
cartas de porte, y en contra de las letras de cambio, tratándose del aceptante, dichas excepciones son:
en un caso, falsedad y error materiales en su redacción, y, en el otro, falsedad de la aceptación misma
o de la letra. La común excepción de falsedad, significa que ambos documentos, letra de cambio y
carta de porte deben considerarse como válidos, en tanto no se haga la impugnación de falsedad, pues
de no interpretarse así, serían procedentes, a no dudarlo, otras excepciones, tantas cuantas pudieran
ser las defensas oponibles. El hecho de que en la carta de porte no se admitan más excepciones que
las de falsedad y error material en su redacción, hacen suponer que la ley ha querido dar a esta clase
de documentos la misma importancia, en cuanto a su fuerza probatoria, que la que da a la aceptación
de una letra. De todo lo anterior, es de concluirse; que la carta de porte, sin necesidad de
reconocimiento alguno, es prueba plena para todas las cuestiones de ejecución y cumplimiento del
contrato celebrado entre el cargador y el porteador, mas surge otra cuestión: que fuerza probatoria
tiene la carta de porte tratándose del consignatorio este es una persona extraña al contrato; sin
embargo, si se da a su orden, por la posesión del título, adquiere el derecho al cumplimiento, según la
forma y condiciones en el contrato insertas; con más razón a la letra del documento habrá que
atenerse, si se ha extendido al portador, pero entiéndase que se refiere al documento de transporte, sin
afectar a otras relaciones jurídicas que puedan existir sobre la misma mercancía, entre remitente y
destinatario, por otra parte, el artículo 585 de nuestra ley mercantil, expresa: la omisión de alguna de
las circunstancias requeridas en el artículo 581, no invalidara la carta de porte, ni destruirá su fuerza
probatoria, pudiéndose rendir sobre las que falten, las pruebas relativas, disposición que viene a
corroborar el valor que, como prueba, corresponde a las cartas de porte, que es, como se ha dicho, el
de prueba plena, y contra las cuales no deben oponerse más excepciones que las de falsedad y error
material en su redacción, por todo lo cual, las cartas de porte no deben considerarse, en cuanto al
valor probatorio que jurídicamente le corresponde, como los demás documentos mercantiles, sino
teniendo el carácter, por la importancia comercial que representan, de documentos privilegiados,
semejantes, por este efecto, a las letras de cambio. Peraza Buenfil Domingo. Pág. 1703 Tomo
XXXVI. 16 De Noviembre de 1932. Véase: Tesis Relacionada con Jurisprudencia 315/85, 4ª Parte,
3a Sala, Civil. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época.
Tomo XXXVI. Tesis: Página: 1703. Tesis Aislada.
[16] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 222.
[17] Ibid, p. 554.
[18] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 157.
[19] Díaz Bravo, Arturo, op.cit., p. 130
[20] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 129.
[21] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 663.
[22] Establecen reglas en relación con la distribución de documentos, la entrega de la mercancía,
la distribución de los costos de operación y la distribución de riesgos.
[23] Cfr., CHULIA VICENT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, Teresa, Aspectos Jurídicos de los
Contratos Atípicos, tomo II, 4a ed., Ed. José María Bosch, Barcelona, 1995, p. 16.
[24] WITKER, Jorge, INCOTERMS, Diccionario de Derecho Internacional, Porrúa, México,
2001, pp. 187 y 188.
[25] En el Boletín de Prensa emitido por la Cámara de Comercio Internacional, en relación con
la publicación de la versión 2010 de las INCOTERMS, se señala:
París, 29 de junio 2010. Acordes con la rápida expansión del comercio mundial y la
globalización, las reglas Incoterms se revisan cada diez años.
La aceptación global de las reglas causó sensación en el mundo del comercio internacional
cuando ICC las introdujo por primera vez hace aproximadamente 75 años, proporcionando
coherencia a un sistema comercial y judicial que diverge ampliamente de un país a otro.
Los primeros Incoterms se publicaron en 1936. Como cada 10 años desde hace más de 30, la
Cámara de Comercio Internacional ha actualizado su mundialmente utilizada publicación de los
Incoterms.
Las reglas Incoterms definen las responsabilidades de las empresas compradoras y vendedoras
en la entrega de mercancías al amparo de los contratos de compraventa. Son reglas que determinan
cómo se asignan los costos y los riesgos entre las partes. Los Incoterms se han convertido en parte del
lenguaje cotidiano del comercio en todo el mundo.
Las reglas mundiales desarrolladas por ICC y utilizadas por las empresas en innumerables
transacciones en todo el mundo constituyen una parte esencial del trabajo de la ICC y la diferencian
de la mayoría de las “organizaciones empresariales internacionales”, afirma el Secretario General de
la ICC, Jean Rozwadowski.
Desde la última revisión en el año 2000, muchas cosas han cambiado en el comercio mundial y
la revisión actual, llevada a cabo por un grupo internacional de redacción de ocho expertos
nombrados por la ICC, ha tenido en cuenta temas como los progresos en la seguridad de la carga y la
necesidad de sustituir documentos sobre papel por documentos electrónicos.
Utilizadas tanto en contratos de compraventa internacionales como nacionales, las reglas
simplifican la redacción de dichos contratos y ayudan a evitar malentendidos estableciendo de forma
clara ciertas obligaciones tanto para el comprador como para el vendedor gracias a la inclusión de 11
términos diferentes y universalmente utilizad como ExWorks, Free on Board y otros.
Con la redacción de dos nuevas reglas, la edición de los Incoterms 2010 refleja los cambios que
se han producido en el comercio internacional durante la última década y constituye una herramienta
esencial para el comercio.
Además de las 11 reglas, la publicación de los Incoterms 2010 ofrece una guía práctica así
como gráficos que ayudarán a los usuarios a elegir mejor la regla de los Incoterms más apropiada
para sus transacciones.
Las Incoterms 2010 contiene las reglas de ICC para el uso de los once términos comerciales
Incoterms en que se simplifica la nueva versión. Así, unos nuevos DAT (Entrega en Terminal) y DAP
(Entrega en lugar) sustituyen a los antiguos DES, DEQ, DDU y DAF. Además, esta revisión tiene en
consideración los últimos avances en la práctica comercial y también actualiza y agrupa algunas de
las reglas anteriores de una manera diferente, distinguiendo si es transporte marítimo o cualquier otro
medio de transporte, o cambiando el lugar de transmisión de riesgos en CIF y FOB, de la vertical de
la regla (en los “Incoterms 2000”) a sobre la cubierta del buque de la nueva edición. Todos los
contratos de compraventa deberían hacer referencia a partir del 1° de enero del 2011 a las reglas
Incoterms® 2010 como última versión de dichas reglas.
TÍTULO TERCERO

CONTRATOS DE CRÉDITO
CAPÍTULO I

CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO

1. CONCEPTO
La apertura de crédito es definida por el artículo 291 de la Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito como el contrato en virtud del cual el
acreditante se obliga a poner una suma de dinero a disposición del
acreditado o a contraer por cuenta de éste una obligación para que el mismo
haga uso del crédito concedido en la forma, términos y condiciones
convenidos, quedando obligado el acreditado a restituir al acreditante las
sumas de que disponga o a cubrirlo oportunamente por el importe de la
obligación que contrajo y en todo caso, a pagarle los intereses, prestaciones,
gastos y comisiones que se estipulen.
Además, el artículo 292 señala que si las partes fijaron límite al importe
del crédito, se entenderá, salvo pacto en contrario, que en él quedan
comprendidos los intereses, comisiones y gastos que deba cubrir el
acreditado.
Por su parte el artículo 293 establece que si en el contrato no se señala
un límite a las disposiciones del acreditado, y tampoco es posible
determinar el importe del crédito por el objeto a que se destina, o de algún
otro modo convenido por las partes, se entenderá que el acreditante está
facultado para fijar ese límite en cualquier tiempo.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es un contrato típico, principal, formal, de adhesión, de tracto sucesivo
y excepcionalmente instantáneo, bilateral, oneroso y conmutativo y
aleatorio.
Es típico porque se encuentra regulado por la ley. Es principal porque
existe por sí mismo y no requiere de otro para su subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito.
Es de adhesión porque su clausulado es establecido de manera unilateral
por la institución de crédito.
Es de tracto sucesivo, porque que las prestaciones se otorgan de
momento a momento, pero será instantáneo en el caso de la apertura de
crédito simple, en que la cantidad se entrega en una sola exhibición.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.
Es asimismo aleatorio, por lo que se refiere a la obligación del
acreditado de pagar los intereses del contrato, porque su monto no es
conocido por las partes desde la celebración del contrato, en tanto que su
aplicación periódica deriva de diversos criterios relacionados con aspectos
de variables económicas del mercado, a los que se encuentran indexados.
La apertura de crédito es un contrato que se ha desarrollado en la
práctica bancaria, considerado por la ley de Instituciones de Crédito como
una operación activa, y aun cuando estamos en presencia de un contrato que
no es privativo de la práctica bancaria, es en ella donde se ha explotado, en
la que además existen diversas referencias normativas que delimitan el
marco regulatorio al que deben sujetarse las instituciones de crédito, cuando
al realizar esta operación activa, conceden financiamientos.
Se incorpora a la actividad mercantil normada a partir de la expedición
de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, en el año de 1932.
MANTILLA MOLINA[1] considera a la apertura de crédito como una
actividad absolutamente mercantil.
León BOLAFFIO,[2] ubicando al contrato como una operación activa,
eminentemente bancaria señala:
la apertura de crédito es la operación por la que el banco se obliga, mediante cierta compensación
a suministrar una determinada suma a petición del cliente, autorizándole para retirarla dentro del
plazo convenido en una o varias veces y el cliente contrae la obligación de reembolsar las sumas
recibidas junto con los intereses.

Respecto de la naturaleza de este contrato VÁZQUEZ DEL MERCADO[3] ha


señalado:
hay créditos cuyo período de operación implica la necesidad de otorgarlos a un mayor plazo,
mediano o largo, que se otorgan para la industria, la ganadería, la agricultura y la avicultura,
actividades cuyo ciclo de producción es más o menos largo, en donde la actividad de producir
exige una organización para ello.

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[4] señala por su parte: “estimamos que la apertura


de crédito es un contrato peculiar; no es préstamo ni oferta, aunque tiene
estrecho parentesco con aquel, de modo que sería posible considerarlos
como variantes de una figura superior común”.
CERVANTES AHUMADA[5] dice que el contrato relativo produce dos efectos;
a saber, uno inmediato, que consiste en la concesión del crédito por el
acreditante al acreditado y un efecto futuro y eventual al retirar éste las
partidas puestas a su disposición por aquel, o utilizar su firma en la
asunción de obligaciones por cuenta del propio acreditado.
Añade que a diferencia del contrato de préstamo que es por naturaleza
real y traslativo de propiedad, en la apertura de crédito no se da el
fenómeno de la transmisión de dominio, cuando menos en el primer
momento del contrato y menos aun cuando su objeto es la firma, esto es,
cuando el acreditante asume obligaciones por el acreditado.[6]
DÁVALOS MEJÍA[7] destaca la importancia del contrato al señalar que
cuando coloquialmente se habla de un préstamo comercial, a lo que se está
haciendo referencia en términos técnicos, es al contrato de apertura de
crédito.
Para SÁNCHEZ CALERO[8] la apertura de crédito no es un préstamo ni un
contrato preparatorio de préstamo, sino un contrato sui generis, principal y
único, cuyo objeto es el crédito, en sí mismo, como valor económico.
Así, el objeto del contrato es de dinero o de firma.

3. APERTURA DE CRÉDITO SIMPLE


La apertura de crédito en dinero se da cuando el acreditante se obliga a
poner a disposición del acreditado una suma determinada de dinero para
que éste disponga de ella en los términos pactados.
Por su parte, la apertura de crédito de firma sirve para que el acreditante
ponga a disposición del acreditado su propia capacidad crediticia,
asumiendo por su cuenta una obligación.
Por la forma de disposición del crédito, el contrato puede ser simple o
en cuenta corriente.
Es simple cuando el crédito se agota por la disposición que de él haga el
acreditado, esto es, cuando dispone de la cantidad en un solo acto (tracto
instantáneo) normalmente una apertura de crédito simple.
En la apertura de crédito en cuenta corriente, el acreditado dispone del
crédito en la forma convenida y el término del contrato lo estipulan las
partes.
La apertura de crédito en cuenta corriente normalmente se otorga para
apoyar a la industria, la agricultura, la ganadería, la avicultura, es decir,
actividades de procesos más o menos largos.

4. APERTURA DE CRÉDITO DE HABILITACIÓN O AVÍO Y


APERTURA DE CRÉDITO REFACCIONARIO
Dice Dávalos Mejía[9] que los créditos refaccionarios y de habilitación o
avío, son sistemas de préstamo ideados de manera específica como apoyo y
soporte para la producción de los sectores industrial, comercial y
fundamentalmente agroindustrial, y agrega que aunque los dos se agrupan
en el mismo interés general, de promoción a la producción, ambos se
diferencian en función de aplicación que se da al dinero prestado.
En función del fin a que se destinará el crédito, distinguimos la apertura
de crédito de habilitación o avío de la apertura de crédito refaccionario.
La apertura de crédito refaccionario, nos dice RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[10]
nace en el derecho romano y responde a la intención de conceder ventajas
especiales sobre ciertas cosas frente a otros acreedores a favor de la persona
cuyo dinero fue necesario para producirlas, hacerlas o reelaborarlas, o con
el que se han adquirido los medios o instrumentos para su producción.
Menciona asimismo el propio autor que el crédito de habilitación o avío,
siendo variante del anterior, nace en el México Colonial ligado a la
actividad minera y que es originalmente regulado en ordenanzas de minería,
posteriormente desvirtuadas por las leyes de minería de 1889.[11]
El artículo 321 de la Ley General de Títulos y Operaciones Crédito
establece que el crédito de habilitación o avío se aplica la adquisición de
materias primas y materiales, pagos de jornales, salarios y gastos directos
de explotación indispensables para los fines de la empresa.
Dice así Vázquez del Mercado:[12] “como se observa, el crédito se utiliza
precisamente en bienes de consumo prácticamente inmediato, que van a
producir nuevos bienes”.
La apertura de crédito refaccionario por su parte, es, de acuerdo con el
artículo 323 de la propia ley, un contrato que suele utilizarse para la
adquisición de bienes de consumo duradero, tales como aperos,
instrumentos, útiles de labranza, ganado, animales de cría, maquinaría o en
la construcción de obras.
Señala Rodríguez Rodríguez:[13]
como puede advertirse, los créditos refaccionarios se diferencian de los créditos de avío en la
mayor permanencia de los bienes que deben de adquirirse con su importe. En los créditos de avío,
estos medios de producción se consumen o emplean en un solo ciclo de producción, en tanto que
en los créditos refaccionarios, estos medios son de carácter permanente, o bien tienen una larga
duración que hace posible su empleo durante varios ciclos productivos, los créditos de avío
sirven para la adquisición de capital circulante y los créditos refaccionarios para la de capital fijo.

Asimismo, el crédito refaccionario puede ser aplicado para el pago de


pasivos siempre que el monto de tal aplicación no rebase el cincuenta por
ciento del crédito y que tales pasivos deriven de adeudos fiscales o bien de
gastos de explotación, o compras de bienes o de ejecución de obras que
hayan tenido lugar dentro del año anterior a la fecha de celebración del
contrato de apertura de crédito.[14]
En lo referente a la forma de los contratos de habilitación o avío o
refaccionarios, los mismos deberán otorgarse por escrito tal y como así lo
exige el artículo 326, fracción III, de la ley.
La fracción IV del propio artículo establece que serán inscritos en la
Sección Única del Registro Único de Garantías Mobiliarias del Registro
Público de Comercio.
Si en la garantía se incluyen bienes inmuebles, deberá inscribirse,
adicionalmente, en el Registro Público de la Propiedad que corresponda,
según la ubicación de los bienes inmuebles afectos en garantía.
Los contratos de habilitación o refacción surtirán efectos contra tercero
desde la fecha y hora de su inscripción conforme a los párrafos anteriores.
Ahora bien, cuando el crédito es concedido por una institución bancaria
es de tomarse en cuenta que respecto de la forma que debe adoptarse para
su otorgamiento, el artículo 66 de la Ley de Instituciones de Crédito señala
que los contratos relativos se consignarán, según convenga a las partes y
cualquiera que sea su monto, en póliza ante corredor público titulado, en
escritura pública o en contrato privado, que en éste último caso se firmara
por triplicado ante dos testigos y se ratificará ante notario público, corredor
público titulado, juez de primera instancia en funciones de notario o ante el
encargado del Registro Público correspondiente.
Llama la atención que la propia ley bancaria establece en la fracción II,
del artículo antes referido que sin satisfacer más formalidades que las
señaladas, se podrán establecer garantías reales sobre bienes muebles o
inmuebles, o sobre la unidad industrial aun y cuando por ejemplo para la
constitución de gravámenes hipotecarios, el derecho común de aplicación
supletoria que regula la materia, establece que tal gravamen debe ser
otorgado siguiendo las formalidades propias de su enajenación, es decir, y
según los montos, que el contrato se otorgue ante notario público.[15]
Por otro lado y para que surta efectos ante terceros, el contrato relativo,
deberá inscribirse en el Registro Público de Comercio, de acuerdo con el
artículo 326, fracción IV, de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito en
relación con el artículo 26 del Código de Comercio que señala que los
documentos que conforme al propio código deberán registrarse y no se
registren, sólo producirán efectos entre quienes los otorguen pero no
producirán efectos respecto a terceros quienes, si podrán aprovecharlos en
lo que les fuere favorables, lo cual presentaría una situación de suma
gravedad en materia de prelación y constitución de gravámenes reales.
Además, debe considerarse que el artículo 67 de la Ley de Instituciones
de Crédito refiere en su parte relativa que las hipotecas deben ser inscritas
en el Registro Público de la Propiedad del lugar o lugares en que estén
ubicados los bienes.

5. MODALIDADES DEL CONTRATO


Establece el artículo 294 que aun cuando en el contrato se hayan fijado
el importe del crédito y el plazo en que tiene derecho a hacer uso de él el
acreditado, pueden las partes convenir en que cualquiera o una sola de ellas
estará facultada para restringir el uno o el otro, o ambos a la vez, o para
denunciar el contrato a partir de una fecha determinada o en cualquier
tiempo, mediante aviso dado a la otra parte en la forma prevista en el
contrato, o a falta de ésta, ante notario o corredor, y en su defecto, por
conducto de la primera autoridad política del lugar de su residencia, siendo
aplicables al acto respectivo los párrafos tercero y cuarto del artículo 143.
Por otro lado, cuando no se estipule término, se entenderá que
cualquiera de las partes puede dar por concluido el contrato en todo tiempo,
notificándolo así a la otra, como queda dicho respecto del aviso a que se
refiere el párrafo anterior.
Además, denunciado el contrato o notificada su terminación de acuerdo
con lo que antecede, se extinguirá el crédito en la parte de que no hubiere
hecho uso el acreditado hasta el momento de esos actos; pero, a no ser que
otra cosa se estipule, no quedará liberado el acreditado de pagar los
premios, comisiones y gastos correspondientes a las sumas de que no
hubiere dispuesto, sino cuando la denuncia o la notificación dichas
procedan del acreditante.
El artículo 295 por su parte señala que salvo convenio en contrario, el
acreditado puede disponer a la vista de la suma objeto del contrato.
La apertura de crédito en cuenta corriente da derecho al acreditado a
hacer remesas, antes de la fecha fijada para la liquidación, en reembolso
parcial o total de las disposiciones que previamente hubiere hecho,
quedando facultado, mientras el contrato no concluya, para disponer en la
forma pactada del saldo que resulte a su favor.
Son aplicables a la apertura del crédito en cuenta corriente, en lo que
proceda, los artículos 306, 308 y 309.
De conformidad con el artículo 297, salvo convenio en contrario,
siempre que en virtud de una apertura de crédito, el acreditante se obligue a
aceptar u otorgar letras, a suscribir pagarés, a prestar su aval o en general a
aparecer como endosante o signatario de un título de crédito, por cuenta del
acreditado, éste quedará obligado a constituir en poder del acreditante la
provisión de fondos suficiente, a más tardar el día hábil anterior a la fecha
en que el documento aceptado, otorgado o suscrito deba hacerse efectivo.
La aceptación, el endoso, el aval o la suscripción del documento, así
como la ejecución del acto del que resulte la obligación que contraiga el
acreditante por cuenta del acreditado, deba éste o no constituir la provisión
de que antes se habla, disminuirán desde luego el saldo del crédito, a menos
que otra cosa se estipule; pero, aparte de los gastos, comisiones, premios y
demás prestaciones que se causen por el uso del crédito, de acuerdo con el
contrato, el acreditado sólo estará obligado a devolver las cantidades que
realmente suministre el acreditante al pagar las obligaciones que así hubiere
contraído, v a cubrirle únicamente los intereses que correspondan a tales
sumas.
La apertura de crédito simple o en cuenta corriente, puede ser pactada
con garantía personal o real. La garantía se entenderá extendida, salvo pacto
en contrario, a las cantidades de que el acreditado haga uso dentro de los
límites del crédito.
El otorgamiento o trasmisión de un título de crédito o de cualquier otro
documento por el acreditado al acreditante, como reconocimiento del
adeudo que a cargo de aquél resulte en virtud de las disposiciones que haga
del crédito concedido, no facultan al acreditante para descontar o ceder el
crédito así documentado, antes de su vencimiento, sino cuando el acreditado
lo autorice a ello expresamente.
Negociado o cedido el crédito por el acreditante, éste abonará al
acreditado, desde la fecha de tales actos, los intereses correspondientes al
importe de la disposición de que dicho crédito proceda, conforme al tipo
estipulado en la apertura de crédito; pero el crédito concedido no se
entenderá renovado por esa cantidad, sino cuando las partes así lo hayan
convenido.
De conformidad con el artículo 300, cuando las partes no fijen plazo
para la devolución de las sumas de que puede disponer el acreditado, o para
que el mismo reintegre las que por cuenta suya pague el acreditante de
acuerdo con el contrato, se entenderá que la restitución debe hacerse al
expirar el término señalado para el uso del crédito, o en su defecto, dentro
del mes que siga a la extinción de este último.
La misma regla se seguirá acerca de los premios, comisiones, gastos y
demás prestaciones que corresponda pagar al acreditado, así como respecto
al saldo que a cargo de éste resulte al extinguirse el crédito abierto en
cuenta corriente.
A. OTORGAMIENTO DE GARANTÍAS
Para la concesión de los créditos bancarios siempre se requiere del
otorgamiento de garantías, según veremos a continuación:
Tanto en los créditos de habilitación o avío como en los refaccionarios,
la garantía de cumplimiento de las obligaciones de los acreditados se hace
consistir en los propios bienes que se adquieran con motivo de la aplicación
del crédito o bien los producidos por ellos, tal y como así lo refieren los
artículos 322 y 324 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito,
respectivamente, lo cual supone el otorgamiento de garantías prendarias e
hipotecarias, entre otras.[16]
A las anteriores formas de constitución de garantías debemos agregar
las ya referidas por el artículo 334 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, en especial en su fracción VII, cuando establece
que en materia de comercio la prenda se constituye, por la inscripción del
contrato de crédito refaccionario o de habilitación o avío.[17]
Además, a las garantías reales incorporamos ahora la llamada prenda sin
transmisión de posesión que se reglamenta en el nuevo artículo 346 de la
propia ley, con motivo de las reformas recientemente publicadas. [18]
Por su parte el artículo 69, tercer párrafo de la Ley de Instituciones de
Crédito establece que la prenda que se otorgue con motivo de los préstamos
concedidos por los bancos para la adquisición de bienes de consumo
duradero, podrá constituirse entregando al acreedor la factura que
demuestre la propiedad de la cosa comprada con el importe del crédito,
haciendo la anotación en el documento y el bien quedará en posesión del
acreditado como depositario del mismo.
El artículo 67 de la propia Ley Bancaria refiere que las hipotecas
constituidas a favor de las instituciones de crédito, sobre la unidad completa
de una empresa industrial agrícola, ganadera o de servicios deberán
comprender todos los elementos materiales, muebles o inmuebles afectos a
la explotación considerados en esa unidad, además de incluir el dinero en
caja de la explotación corriente y los créditos a favor de la empresa,
originados por sus operaciones, y se establece asimismo la obligación para
los bancos de permitir la explotación de los bienes afectos a las mismas
conforme al destino que les corresponda.
B. SUSCRIPCIÓN DE PAGARÉS
La ley también refiere la posibilidad de que contra cada entrega de
dinero que realice la institución a favor del acreditado, este podrá otorgar a
favor de aquella los llamados pagarés de disposición.[19]
Dice DÁVALOS MEJÍA[20] que como los pagarés solo se pueden suscribir
con vencimientos que no sean posteriores al del contrato, quedan de esa
forma vinculados al contrato por lo que podría pensarse que carecen de
autonomía al haber quedado indisolublemente vinculados a la suerte que
tenga su contrato principal en términos de perfección, interpretación y
cumplimiento.
Creemos por nuestra parte que, tratándose de créditos bancarios, en
efecto, los pagarés de disposición pierden su autonomía, pero encontramos
como lógica razón de ello, que se trata de créditos de naturaleza especial.
Por otro lado, opinamos que si se mantuviera a toda costa el principio de
la autonomía en estos títulos, se colocaría a los acreditados en situación de
enorme riesgo, ya que podrían ser ejecutados por la institución bancaria con
base en el contrato, en conjunción con el estado de cuenta suscrito por su
contador público, de conformidad con el artículo 68 de la ley de
Instituciones de Crédito, y por otro lado un eventual tercer endosatario en
propiedad de los pagarés, podría también entablar la acción ejecutiva en
contra del mismo acreditado de la banca, propiciándose así un doble cobro
derivado de una misma causa.
Por ello es importante resaltar que aún y cuando los pagarés son de
acuerdo con la ley de la materia títulos autónomos, cuando se trate de
documentos suscritos al amparo de contratos de crédito bancarios, dichos
documentos estarán siempre ligados al acto principal del que emanan, como
lo es en el caso concreto el contrato de apertura de crédito, de acuerdo con
el criterio establecido por los Tribunales Colegiados de Circuito.[21]
C. APLICACIÓN DEL CRÉDITO
Por otro lado, el crédito debe ser destinado para el objeto señalado en el
contrato, lo cual supone una vigilancia por parte del acreditante ya que si el
acreditado da al crédito un destino diferente del pactado en el contrato, su
incumplimiento producirá su rescisión, al incurrir el acreditado en una de
las llamadas causas de vencimiento anticipado, lo que permite al acreditante
exigir el reembolso de la cantidad otorgada y sus accesorios.
Señala Vázquez del Mercado:[22]
el monto del crédito debe invertirse de acuerdo a lo que en el contrato se estipule, ya que se
otorga para un fin que es el de procurar el fomento de una empresa, en consecuencia, requiere
que su aplicación sea controlada a efecto de que no haya desviaciones que pudieran concluir en
problemas y quebrantos en la empresa, para la cual se destinó el crédito y el control lo ejerce el
mismo acreditante.

Y agrega:
el cumplimiento de las obligaciones derivadas de un contrato debe ser completo, de tal suerte que
actos de desvío, distintos a su cumplimiento, en el aspecto relativo a la aplicación del crédito, da
derecho al acreditante a rescindir el contrato, dar por vencida anticipadamente la obligación, y
exigir el reembolso del principal e intereses […] la rescisión trae como consecuencia el
vencimiento anticipado de la obligación y la exigencia del pago inmediato del adeudo.[23]

6. CAUSAS DE EXTINCIÓN DEL CONTRATO


Por lo que se refiere a la terminación del contrato, el mismo está sujeto
a los plazos convenidos, además de las causas normales de extinción a que
se refiere el artículo 301 de la ley y que señalamos a continuación, cesando
el derecho del acreditado para hacer uso de él en lo futuro, a saber:
I. Por haber dispuesto de la totalidad de su importe;
II. Por la expiración del término convenido o por la notificación de haberse dado por
terminado el contrato;
III. Por la denuncia que del contrato se haga;

Señala Dávalos Mejía:[24]


la denuncia del contrato (expresión utilizada que denota la facultad que asiste a cualquiera de las
partes para darlo por terminado unilateralmente, sin que esto signifique denunciar el
incumplimiento de la otra parte o incurrir en incumplimiento al darlo por terminado también se
utiliza en este contrato a partir de la fecha que se haya estipulado como forzosa para ambas
partes.
IV. Por la falta o disminución denlas garantías pactadas a cargo del acreditado, ocurridas con
posterioridad al contrato, a menos que el acreditado suplemento o sustituya debidamente la
garantía en el término convenido;
V. Por hallarse cualquiera de las partes en suspensión de pagos (actualmente sería en situación
de concurso), de liquidación o judicial o de quiebra, y;
VI. Por muerte, interdicción, inhabilitación o ausencia del acreditado, o por disolución de la
sociedad a cuyo favor se hubiere concedido el crédito.

Si por otro lado, el acreditado constituyó un fideicomiso de garantía del


crédito, afectando bienes muebles o inmuebles, el acreditante puede, frente
al incumplimiento de su contraparte, solicitar de la institución fiduciaria que
proceda al remate de los bienes afectados al fideicomiso sin necesidad de
intervención judicial.

7. PROCEDIMIENTOS CON QUE CUENTAN LAS INSTITUCIONES


PARA HACER EFECTIVOS LOS CRÉDITOS OTORGADOS[25]
En lo relativo a los procedimientos con que cuentan las instituciones de
crédito frente al incumplimiento de los deudores, cabe señalar lo siguiente:
Con motivo del decreto de reformas y adiciones publicado en el Diario
Oficial de la Federación el 24 de mayo de 1996 se adicionó al artículo 1391
del Código de Comercio la fracción VIII, (actualmente es la IX), en donde
se establece que son títulos ejecutivos “los demás documentos que por
disposición de la ley tienen el carácter de ejecutivos, o que por sus
características traen aparejada ejecución”, incorporándose así a los
supuestos referidos en las anteriores siete fracciones.
La incorporación de la fracción antes referida, reconoce como títulos
ejecutivos, a aquellos documentos que aun y cuando no se encuentren
señalados en el catálogo establecido por el propio artículo 1391 del Código
de Comercio, serán ejecutivos, en la medida en que cualesquiera otra ley
especial, de naturaleza mercantil, les reconozca tal carácter.
La fracción antes mencionada se encuentra íntimamente ligada y hace
una evidente referencia a dos disposiciones que se encuentran contenidas en
leyes especiales sustantivas, a saber: por un lado, el artículo 68 de la Ley de
Instituciones de Crédito, y por el otro, el 48 de la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, que con un contenido
similar y diríamos, casi idéntico, establecen la procedencia de la vía
ejecutiva, haciendo por ende procedente el seguimiento del juicio ejecutivo
mercantil en contra de los deudores o acreditados, en el primer caso de la
banca, y en el segundo de los deudores de contratos de factoraje o
arrendamiento financiero, respectivamente.
En efecto, de la lectura y comparación que se realice de los dos
preceptos antes citados, se podrá observar que en ambos casos, los contratos
relativos, o bien las pólizas otorgadas ante Notario o Corredor Público,
respectivamente, en que se hagan constar los créditos en un primer caso, y
factoraje o arrendamiento financiero, en el segundo, juntamente con los
estados de cuenta certificados por los contadores de las instituciones, serán
títulos ejecutivos, sin necesidad de reconocimiento de firma ni de otro
requisito alguno.
Asimismo, se establece en ambas leyes, que tales estados de cuenta
elaborados por el contador de las instituciones financieras, hará fe, salvo
prueba en contrario, de los saldos resultantes a cargo de los acreditados o
los deudores, aun sin el reconocimiento de los mismos.
De lo hasta aquí dicho, se destacan los siguientes aspectos que desde
otro punto de vista merecen ser tratados:
En primer lugar, se establece con claridad la procedencia de la vía
ejecutiva mercantil a partir de la expedición del estado de cuenta suscrito
por el contador de la institución, en conjunción con el contrato.
A dicho estado de cuenta se le da plena validez, y el rango de
certificación de fe pública, según dice la ley, no obstante que por un lado los
contadores públicos (ni aún los de las instituciones financieras), son
detentadores de fe pública, ya que ésta corresponde solamente a quienes
ejercitan su profesión con base en una ley de la que se derive tal categoría,
como es el caso de los notarios y los corredores públicos, pero no así de los
contadores.
Por otro lado se establece la procedencia de la acción ejecutiva, con
base en tales documentos, aun y cuando como hemos dicho, éstos no hayan
sido reconocidos por el deudor, lo cual denota una evidente parcialidad en
donde la ley privilegia a las instituciones financieras, provocando con ello
una situación de injusticia, por las razones siguientes:
1. El juez despachará ejecución sobre los bienes del deudor sobre la
base del monto que de acuerdo con el dictamen emitido por el contador de
la institución, se presente en juicio como pretensión de la parte acreditante,
y aun y cuando dicho deudor no haya tenido intervención alguna en el
diseño de dicho estado contable, haciéndose patente la evidente parcialidad
de la ley, que propicia y permite una situación de enorme injusticia en razón
de que las cantidades relativas son determinadas de manera unilateral por
las instituciones financieras a través de un empleado de las mismas, quien
lo realiza en los tiempos y condiciones que más convenga a las
instituciones, y;
2. El estado de cuenta de que se trata, constituye en su contenido y
alcances el equivalente a una prueba pericial contable, que es rendido por la
institución no solamente para establecer el monto de su pretensión, sino
también, para que la vía ejecutiva resulte así procedente.
El hecho de que las instituciones puedan emitir el dictamen de que se
trata, a través de su contador, y así exhibirlo con su demanda, tratándose de
un documento cuyas características son las propias de una prueba pericial
contable, hace patente la trasgresión que las leyes mercantiles especiales
que así lo autorizan, cometen a uno de los principios procesales de mayor
relevancia para la teoría del proceso, como es el de la igualdad de las partes
en el mismo.[26]
En torno a la teoría de la igualdad jurídica, Rolando TAMAYO[27] ha
expresado “la idea de igualdad ha sido una exigencia ética fundamental que
ha preocupado profundamente a la ciencia política, a la filosofía política, así
como la dogmática jurídica”, “la justicia se identifica con aquel derecho
superior de la razón que sería el antecedente de la teoría del derecho natural
moderno”, y “la igualdad es considerada elemento fundamental de la
justicia que solo puede existir entre personas que son tratadas de la misma
manera en las mismas circunstancias”.
De ese modo, la institución contará con un plazo de diez años (que es el
término de prescripción genérica en materia mercantil que le es aplicable)
para promover su demanda, propiciando que se acumulen así los saldos
insolutos, y con ello la evidente causación de intereses moratorios
(capitalizables) y accesorios en su favor, pudiendo elevar de manera
desorbitante el monto de las prestaciones reclamadas en juicio.
En el propio sentido dice Dávalos Mejía[28] que la acción ejecutiva
mercantil que se ejercita con base en un contrato de crédito refaccionario o
de avío, se extingue con el transcurso del término de prescripción general
establecida por el Código de Comercio, es decir, prescribe en diez años y no
en tres, a pesar de que se haya documentado en pagarés. En tales
condiciones, la acción que se intenta prescribe en diez años porque al no
existir un plazo específico para la prescripción de las acciones deducidas de
un crédito refaccionario o de avío, se aplica la regla general contenida en el
artículo 1047 del Código de Comercio.
Los deudores por su parte, tendrán un término perentorio de ocho días
para impugnar, ofreciendo la prueba pericial contable, el citado estado de
cuenta en la contestación que realicen a la demanda relativa, de acuerdo con
el artículo 1401 del Código de Comercio, que establece en su parte relativa
que en los escritos de contestación de demanda, las partes ofrecerán sus
pruebas, proporcionando el nombre de sus peritos y clase de pericial de que
se trate, con el cuestionario que deban resolver.
Además, si como resulta evidente, tanto el dictamen del contador de la
institución como el que ofrezca el demandado para desvirtuar a aquél en la
contestación a la demanda, constituye, como de hecho así ocurre en su
contenido y alcances, propiamente una prueba pericial contable, resulta que
la misma no es ofrecida y tramitada dentro del procedimiento, en estricto
cumplimiento a las prescripciones contenidas en el Capítulo XV del Libro
Quinto del Código de Comercio, presentándose así una evidente desventaja
para el acreditado, en virtud de que por un lado, éste no cuenta con los
mismos plazos que se conceden a la institución, y por el otro, tampoco tiene
a su alcance los medios técnicos y en muchos casos, los recursos
indispensables para la emisión de su propio dictamen, todo lo cual se
traduce además en la causación de mayores erogaciones a ser sufragadas
por el propio acreditado.
Por lo que se refiere a los requisitos que los estados de cuenta deben
contener, si bien la Ley no establecía sus características, habiendo
correspondido a la Suprema Corte de Justicia llenar esa laguna al resolver
en el mes de junio de 1994 las contradicciones de tesis sustentadas por los
tribunales Colegiados de Circuito, estableciendo así jurisprudencia en la que
destaca fundamentalmente que el estado de cuenta debe contener tres
aspectos esenciales, como son; la identificación del contrato de crédito y las
partes que lo suscriben; la determinación de las fechas de las disposiciones
y sus abonos; y, el desglose de las tasas de interés aplicables al caso
concreto en una secuencia sucesiva de meses o semanas, según lo pactado.
[29]

Actualmente, con motivo de la reforma realizada al artículo 68 de la


Ley de Instituciones de Crédito, en el mes de junio de 2003, el legislador
estableció con precisión los requisitos que el estado de cuenta bancario
deben contener, al establecerse:
El estado de cuenta certificado antes citado, deberá contener nombre del acreditado; fecha del
contrato; notario y número de escritura, en su caso; importe del crédito concedido; capital
dispuesto; fecha hasta la que se calculó el adeudo; capital y demás obligaciones de pago vencidas
a la fecha del corte; las disposiciones subsecuentes que se hicieron del crédito, en su caso; tasas
de intereses ordinarios que aplicaron por cada periodo; pagos hechos sobre los intereses,
especificando las tasas aplicadas de intereses y las amortizaciones hechas al capital; intereses
moratorios aplicados y tasa aplicable por intereses moratorios.

Opinamos que por las razones antes expresadas, debe suprimirse de las
leyes que así lo autorizan, la procedencia de la vía ejecutiva mercantil
sustentada en los citados estados de cuenta contables, y porque, además
consideramos que conceder tal privilegio a una entidad financiera que ante
el tribunal es solamente parte en un proceso, propicia un evidente
desequilibrio en la balanza de la justicia, en donde la parte más débil, que es
el acreditado, cuenta con posibilidades mínimas de defensa, ya que si bien
en los procedimientos relativos le son respetadas las formalidades
esenciales, como podemos observar, dicho acreditado ocupa una posición
de evidente desventaja ante la demoledora acción de las instituciones
financieras.
Con independencia de lo anterior, se hace aún más evidente la necesidad
de que se supriman tales beneficios que el legislador ha otorgado a favor de
los entes financieros, porque estos cuentan por otro lado con
procedimientos alternativos de ejecución privilegiada que ya contemplan las
leyes a su favor.
En efecto, si por ejemplo hablamos de la concesión de créditos
bancarios, en cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 65 de la Ley de
Instituciones de Crédito, al otorgar los créditos, las instituciones están
obligadas al realizar dicha operación activa a asegurarse que en soporte de
su pago, los deudores constituyan en su favor suficientes garantías para la
recuperación de los créditos que otorguen y ante el eventual incumplimiento
de los mismos, aquéllas cuentan por ello normalmente con tales gravámenes
que facilitan, de acuerdo con la ley de la materia procedimental respectiva,
con vías alternas de ejecución de los créditos incumplidos, igualmente
eficaces, que facilitan su ejecución, a saber:
1. La posibilidad del seguimiento del juicio especial hipotecario, en el
caso del Distrito Federal, con base en el Título Séptimo, Capítulo III, del
Código Procesal respectivo;
2. La posibilidad del seguimiento del juicio ejecutivo mercantil, con
base en los pagarés de disposición suscritos por el deudor contra cada
ministración de dinero, en los contratos de apertura de crédito, de acuerdo
con la fracción IV, del artículo 1391, del Código de Comercio;
3. El seguimiento del nuevo procedimiento especial de ejecución de
prenda, que se contiene en el Título Tercero Bis, del Libro Quinto del
Código de Comercio, y que se encuentra relacionado con la ejecución de las
garantías constituidas sobre los bienes adquiridos por el deudor con motivo
del otorgamiento de créditos tanto refaccionarios como de habilitación o
avío y;
4. El procedimiento especial de fianza, de carácter sumario, en que el
acreditante puede exigir de la institución afianzadora el pago de la garantía
ante el incumplimiento del deudor, con la posibilidad además de que ésta
última repita en contra de aquél para la recuperación de los montos que
haya tenido que pagar.
En atención a todo lo antes dicho, y derivado de los procedimientos
enunciados, y la fuerza ejecutiva con que cuentan las instituciones
crediticias, que son en sí mismos suficientes, ágiles, preferentes, y que
permiten la traba de bienes del deudor para garantizar el monto de lo
reclamado, lleva a establecer que mantener además en favor de dichas
instituciones la procedencia de la vía ejecutiva mercantil con base en los
estados de cuenta emitidos por los contadores públicos, constituya un
exceso de protección, que provoca una enorme desigualdad y desequilibrio
en el tratamiento que la ley debe dar a las partes en conflicto, no
cumpliéndose así el principio de la igualdad de las partes ante la ley, que
emana de la teoría del proceso, el cual por ende se convierte en letra muerta,
y se propicia así una enorme injusticia a la vez que inequidad, en detrimento
de los acreditados.

8. NORMATIVIDAD EN MATERIA DE CAUSACIÓN DE INTERESES


Tal y como hemos visto en el capítulo relativo a las obligaciones, aun y
cuando el interés no resulta el elemento determinante para establecer la
mercantilidad de los contratos, podemos afirmar que en las operaciones
bancarias y desde luego las crediticias, el establecimiento de intereses
constituye un elemento intrínseco a ellas, de modo tal que no concebimos
operación alguna de esa naturaleza que no incorpore las cláusulas que los
incluyan.
No obstante la importancia del establecimiento de los intereses, la
normatividad tanto civil como mercantil ha dejado este rubro a la libre
voluntad de las partes, lo que entre otras cosas ha propiciado un enorme
abuso por parte de los comerciantes y sobre todo de las entidades
financieras que imponen a los acreditados condiciones sumamente
desfavorables para la concesión de los créditos.
Cabe referir que con motivo de la aplicación del llamado control de
convencionalidad, en lo tocante a las garantías del gobernado (ahora
denominadas derechos humanos), derivado de la reforma al artículo 1º,
constitucional del 10 de junio de 2011, con motivo del cual, todas las
autoridades, en el ámbito de sus competencias, están obligadas a promover,
respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, en los que se incluyen
no solamente los comprendidos en la parte dogmática de la Norma
Fundamental, sino también los tratados internacionales suscritos y
ratificados por nuestro país, adoptando la interpretación más favorable
(principio pro-persona), se obliga a los órganos jurisdiccionales a considerar
en sus resoluciones, no solamente las disposiciones internas y la
jurisprudencia emitida por los tribunales federales nacionales, sino también
a atender las disposiciones contenidas en las convenciones internacionales,
y por tal motivo, los Tribunales Colegiados de Circuito, se pronunciaron por
establecer que el artículo 78 del Código de Comercio en el que se esboza la
norma la pacta sunt servanda de libertad contractual, en relación con el
artículo 174, segundo párrafo de la Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito que establece la libertad de las partes para fijar el tipo de interés
moratorio en los créditos documentados con pagarés, trasgreden el derecho
humano de prohibición legal de la usura contenido en el artículo 21,
numeral 3 de la Convención Americana en Materia de derechos Humanos.
El criterio relativo se contiene en las dos tesis que se transcriben a
continuación:
INTERESES MORATORIOS EN UN TÍTULO DE CRÉDITO. EL ARTÍCULO 174 DE LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y
OPERACIONES DE CRÉDITO, QUE PERMITE SU PACTO IRRESTRICTO TRANSGREDE EL DERECHO HUMANO DE PROHIBICIÓN
LEGAL DE LA USURA ESTABLECIDO EN EL ARTÍCULO 21, NUMERAL 3, DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS.—La usura en su sentido gramatical se define como el interés excesivo en un
préstamo. Por su parte, el artículo 78 del Código de Comercio consagra el principio pacta sunt
servanda, esto es lo estipulado por las partes, en cualquier forma que se haya establecido, debe ser
llevado a efecto. Empero, esa libertad contractual tiene la limitante prevista en el numeral 77 de la
codificación en cita, que se refiere a que tiene que versar sobre convenciones lícitas. En vista de ello,
la Convención Americana sobre Derechos Humanos —suscrita el veintidós de noviembre de mil
novecientos sesenta y nueve en San José de Costa Rica, que entró en vigor el dieciocho de julio de
mil novecientos setenta y ocho, de exigibilidad en México a partir del veinticuatro de marzo de mil
novecientos ochenta y uno— establece en su artículo 21, numeral 3, que la usura y cualquier otra
forma de explotación humana por el hombre, deben ser motivo de prohibición legal; luego, dicha
disposición se trata de un derecho fundamental, pues el artículo 1o. de la Carta Magna amplía el
catálogo de éstos no sólo a los contenidos en el ordenamiento supremo del orden jurídico nacional,
sino también en los tratados internacionales aprobados por el Estado Mexicano. En ese orden de
ideas, se destaca que el artículo 174, segundo párrafo, de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito no fija límite para el pacto de intereses en caso de mora en un título de crédito, pues la
voluntad de las partes rige —en principio— para dicho acuerdo, en correlación con el mencionado
numeral 78 de la codificación mercantil, y con la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
que proscribe la usura. De ello se colige que si bien la legislación mercantil contempla la posibilidad
de cobrar intereses por los préstamos, basada en el principio de libre contratación, en atención al
contenido de los artículos 21, numeral 3, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y
1o. de la Constitución Federal, debe reconocerse la protección al deudor frente a los abusos y a la
eventualidad en el cobro de intereses excesivos, por constituir usura. De este modo, permitir que la
voluntad de las partes esté sobre dicha disposición convencional sería solapar actos de comercio que
conculquen derechos humanos. Así, el artículo 77 del Código de Comercio, es acorde con el texto de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y con el de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, al regular que los pactos ilícitos no producen obligación ni acción; pero la
aplicación del artículo 174 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito en el sentido de
permitir el pacto irrestricto de intereses en caso de mora, es inconvencional, pues tolera que los
particulares se excedan en su cobro con la eventualidad de que éstos sean usurarios. PRIMER TRIBUNAL
COLEGIADO DEL TRIGESIMO CIRCUITO. AMPARO DIRECTO 193/2012. Pedro Rodríguez Cisneros. 12 de abril de
2012. Unanimidad de votos. Ponente: Silverio Rodríguez Carrillo. Secretaria: Adriana Vázquez
Godínez.
Nota: Esta tesis es objeto de la denuncia relativa a la contradicción de tesis 67/2013, pendiente
de resolverse por la Primera Sala.
USURA Y CUALQUIER OTRA FORMA DE EXPLOTACIÓN DEL HOMBRE POR EL HOMBRE. EL ARTÍCULO 174 DE LA
LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE CRÉDITO SE CONTRAPONE CON LO DISPUESTO EN LOS ARTÍCULOS 1O.
DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS Y 21 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS.—Conforme al artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en
los tratados internacionales de los que México es parte; por tanto, todas las autoridades del Estado
Mexicano tienen la obligación de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos; en
consecuencia, están facultadas para pronunciarse en torno a ese tema, con la limitante a las
autoridades jurisdiccionales de no hacer declaración de inconstitucionalidad de normas generales,
sino sólo inaplicar la norma que consideren se contrapone a la Constitución Federal y con los tratados
internacionales en materia de derechos humanos. Partiendo, entonces, del imperativo constitucional,
si el artículo 174 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito previene que los intereses se
computarán a razón del tipo pactado, contraviene lo dispuesto en los artículos 1o. de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos y 21 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, al establecer que la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el
hombre deben prohibirse por la ley, en tanto que no instituye límites, parámetros o elementos que
permitan a los particulares y a las instituciones de crédito, normar su criterio en la aplicación de los
intereses que pudieran derivarse de las diversas convenciones que celebran al tipo pactado, así, en
orden al mandato constitucional y a la comentada convención, las autoridades están obligadas a no
aplicar disposición legal alguna que sea incompatible con ellas, como es la usura. SEPTIMO TRIBUNAL
COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Amparo directo 369/2012. Banco Azteca, S.A.,
Institución de Banca Múltiple. 7 de junio de 2012. Unanimidad de votos. Ponente: Sara Judith
Montalvo Trejo. Secretaria: Teresa Bonilla Pizano.
Nota: El criterio contenido en esta tesis no es obligatorio ni apto para integrar jurisprudencia,
en términos de lo previsto en el numeral 11, Capítulo Primero, Título Cuarto, del Acuerdo General
Plenario 5/2003, de veinticinco de marzo de dos mil tres, relativo a las reglas para la elaboración,
envío y publicación de las tesis que emiten los órganos del Poder Judicial de la Federación, y para la
verificación de la existencia y aplicabilidad de la jurisprudencia emitida por la Suprema Corte.
Esta tesis es objeto de la denuncia relativa a la contradicción de tesis 67/2013, pendiente de
resolverse por la Primera Sala. [TA]; 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XI, Agosto de
2012, Tomo 2; Pág. 1735.

Los intereses se encuentran regulados tanto por el Código Civil para el


Distrito Federal, de aplicación supletoria en materia federal como por el
propio Código de Comercio.
En este sentido, la legislación común establece en su artículo 2395 que
el interés es legal o convencional; el legal es del 9 por ciento anual y el
convencional el que fijen los contratantes y puede ser mayor o menor al
legal.
Además, refiriéndose a la lesión, la ley establece que cuando el interés
sea tan desproporcionado que haga fundadamente creer que se ha abusado
del apuro pecuniario del deudor, a petición de éste, el juez, teniendo en
cuenta las especiales circunstancias del caso, podrá reducir equitativamente
el interés hasta el tipo legal.
Frente a la fijación de intereses desmedidos, según vemos, cabe la
posibilidad de que el juez reduzca equitativamente los montos relativos a
los mismos hasta que se ajusten al interés legal, lo cual implica reestablecer
las condiciones del contrato en dicho rubro, aplicando la equidad que es
concebida como uno de los principios generales del derecho.
Además, cabe mencionar que la fijación excesiva de interés podría
invalidar el contrato al estar afectado de nulidad relativa, ya que se estaría
en presencia del vicio de consentimiento conocido como lesión.[30]
Pero el pago de los llamados intereses “normales” no debe confundirse
de los moratorios, ya que por estos debemos entender al castigo que por ley
o voluntad de las partes, se impone al prestatario cuando no cumple en
tiempo con su obligación de restituir el préstamo otorgado y sus accesorios
y, con el objeto de que de esa manera se restituya al prestador del demérito
patrimonial que sufre al no contar en el tiempo acordado con su dinero.
Así, el artículo 362 del Código de Comercio señala que los deudores
que demoren en el pago de sus deudas pagarán el interés pactado o en su
defecto el 6 por ciento anual, el cual se conceptúa como el interés al tipo
legal en materia mercantil.
Ahora bien, en el supuesto de que por voluntad de las partes en
contratos que así lo autoricen, se estipule la capitalización de intereses,
produciendo a su vez nuevos intereses, estamos en presencia del vocablo
calificado por la doctrina como anatocismo.
Aun y cuando la ley mexicana no utiliza dicho vocablo, el mismo es
estudiado por el ilustre jurista Rafael ROJINA Villegas[31] quien se refiere a él
como la capitalización de intereses, lo que en los últimos años ha cobrado
actualidad. En efecto, dice el maestro ROJINA VILLEGAS que por anatocismo
debemos entender el pacto por virtud del cual el mutuante y mutuatario
convienen en que los intereses se capitalicen y produzcan a su vez nuevos
intereses y que el artículo 2397, del Código Civil siguiendo la misma
tendencia de proteger al mutuatario, prohíbe de antemano la capitalización
de intereses, es decir, el pacto llamado anatocismo, lo que constituía otra
forma de lesión ya tolerada por el Código de 1884, bajo el sustento de la
autonomía de la voluntad.
Siguiendo a nuestro autor, nos dice que la capitalización de intereses
entraña un peligro porque aumenta con rapidez el pasivo de los deudores y
que por ello Justiniano terminó por prohibir el anatocismo de manera
absoluta, (Código Justinianeo Libro IV, Título 32, Ley 28).
Al referirse tanto a la sanción legal que el anatocismo produce
(nulidad), como a la tipificación de la usura como delito, Rafael DE PINA
señala: “pone ello de manifiesto la gravedad que el legislador reconoce a la
cuestión de la usura, y su propósito de combatir un fenómeno social como
este (que acusa siempre en una determinada sociedad un grado elevado de
inmoralidad y egoísmo), con todas las armas que tiene a su alcance”.[32]
En materia de capitalización de intereses, el Código de Comercio
establece en su artículo 363, que los intereses vencidos y no pagad no
pueden a su vez generar intereses, pero que las partes podrán capitalizarlos,
lo cual supone que la voluntad de las mismas se encuentre expresada en tal
sentido en los contratos relativos.
Por otro lado, si el acreedor recibe el principal sin reservarse el derecho
al cobro de los intereses, no podrá reclamarlos con posterioridad, además de
que la aplicación de los pagos debe realizarse en primer término al concepto
intereses y con posterioridad al capital.

9. JURISPRUDENCIA EMITIDA POR LA SUPREMA CORTE DE


JUSTICIA PARA RESOLVER LAS CONTRADICCIONES DE TESIS
SUSTENTADAS POR LOS TRIBUNALES COLEGIADOS DE
CIRCUITO EN RELACIÓN CON LOS CONTRATOS DE APERTURA
DE CRÉDITO
Con el estallido de la crisis financiera que afectó a nuestro país a partir
del mes de diciembre de 1994, entre otros diversos y graves fenómenos
económicos, las instituciones de crédito elevaron de una manera
desorbitante sus tasas de interés haciendo con ello imposible para los
acreditados dar cumplimiento a las obligaciones que habían asumido ante
ellas.
Frente a esa situación, las instituciones crediticias desencadenaron
múltiples acciones legales en contra de los acreditados que no pudieron
cumplir con los contratos pactados con ellas, lo que propició que en los
respectivos juicios de amparo, los Tribunales Colegiados de Circuito
emitieran criterios diversos, en ocasiones contradictorios entre ellos, sobre
la interpretación de la normatividad mercantil y supletoria aplicable, en
relación con el contrato de apertura de crédito que como instrumento
crediticio habían venido utilizando las instituciones financieras, y los
diversos aspectos que del mismo se derivan.
Lo anterior motivó que a partir de la denuncia que se realizó ante la
Suprema Corte de Justicia, el Tribunal Pleno del Alto Tribunal con fecha 7
de octubre de 1998, resolviera diversas contradicciones suscitadas con
motivo de la interpretación que algunos Tribunales Colegiados de Circuito
habían establecido en temas relacionados con el contrato de apertura de
crédito bancario.
En efecto, el Presidente del Séptimo Tribunal Colegiado en Materia
Civil del Primer Circuito, denunció ante el Pleno de la Suprema Corte la
contradicción de tesis que sobre diversos aspectos relacionados con el tema
en cuestión habían sustentado el propio Tribunal, en el expediente 6247/97
y el Primer Tribunal Colegiado del Décimo Séptimo Circuito al resolver el
Juicio de amparo directo 215/98.
Con motivo de lo anterior, el Tribunal Pleno de la Suprema Corte,
resolvió que era competente para conocer de dicha denuncia, de
conformidad con la fracción VIII del artículo 10 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial de la Federación, abriéndose al afecto el expediente No.
31/98, y emitiendo una resolución en cuyos puntos resolutivos, se establece:
PRIMERO.—No existe contradicción de tesis entre los criterios sustentados por los Tribunales
Colegiados de Circuito cuyos datos se precisan en el considerando cuarto de esta resolución, por
los motivos en él expuestos.
SEGUNDO.—Sí existe contradicción de tesis entre los criterios -tentados por los Tribunales
Colegiados de Circuito en la República en los términos que se precisan en los considerandos del
quinto al duodécimo de este fallo, por las razones en ellos expuestos.
TERCERO.—Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
quinto, en las tesis cuyos rubros son:
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 2397 DEL CÓDIGO CIVIL PARA EL DISTRITO FEDERAL, EN
MATERIA COMÚN Y PARA TODA LA REPÚBLICA EN MATERIA FEDERAL, NO ES APLICABLE SUPLETORIAMENTE AL
CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO”.
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO NO ES APLICABLE
SUPLETORIAMENTE AL CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO, PERO SÍ PUEDE SERLO COMO NORMA
CONTRACTUAL, POR VOLUNTAD DE LAS PARTES”.
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. CUANDO SE PACTA EN UN CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO, EN
TÉRMINOS DEL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO, PARA DETERMINAR SUS ALCANCES NO DEBE
ACUDIRSE EN MATERIA FEDERAL, SINO A LAS REGLAS DE INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS”.

CUARTO.—Debe prevalecer con carácter de jurisprudencia, el criterio sustentado por este


Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando sexto,
en la tesis cuyo rubro es:
“APERTURA DE CRÉDITO PARA EL PAGO DE PASIVOS. EL CONTRATO RELATIVO PACTADO CON INSTITUCIONES DE
BANCA MÚLTIPLE PARA TAL FIN, NO ESTÁ REGIDO POR EL REGLAMENTO SOBRE INSTITUCIONES NACIONALES Y
ORGANIZACIONES AUXILIARES NACIONALES DE CRÉDITO, NI ES CONTRARIO A LA. LEY DE INSTITUCIONES DE
CRÉDITO”.
QUINTO.—Debe prevalecer con carácter de jurisprudencia, el criterio sustentado por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
séptimo, en la tesis cuyo rubro es:
VIABILIDAD ECONÓMICA DE LOS PROYECTOS DE INVERSIÓN PARA EL OTORGAMIENTO DE FINANCIAMIENTO. LA
OMISIÓN POR PARTE DE LAS INSTITUCIONES DE CRÉDITO DE REALIZAR EL ESTUDIO RELATIVO, NO INVALIDA EL
CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO.

SEXTO.—Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
octavo, en las tesis cuyos rubros son:
“APERTURA DE CRÉDITO Y PRÉSTAMO MERCANTIL. LEGISLACIÓN APLICABLE A ESOS CONTRATOS EN MATERIA
DE INTERESES”.
“INTERESES. LAS TASAS VARIABLES EN LOS CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO SON DETERMINABLES, NO
IMPRECISAS”.
SÉPTIMO.—Debe prevalecer con carácter de jurisprudencia, el criterio sustentado por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
noveno en la tesis cuyo rubro es:
“APERTURA DE CRÉDITO. NO SON NULAS LAS CLÁUSULAS QUE ESTABLECEN LA OBLIGACIÓN DEL ACREDITADO,
DE AVISAR CON ANTICIPACIÓN SI RECHAZA LA DISPOSICIÓN DEL CRÉDITO ADICIONAL PARA PAGO DE
INTERESES”.

OCTAVO.—Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
décimo, en las tesis cuyos rubros son:
“APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO, POR SÍ SOLA, NO CONSTITUYE SIMULACIÓN”.
“APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. NO ENCUBRE EL ESTABLECIMIENTO ILÍCITO DE INTERESES SOBRE INTERESES”.
“APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. SU APROVECHAMIENTO NO IMPLICA LA EXISTENCIA DE FALSEDAD IDEOLÓGICA O
SUBJETIVA”.

NOVENO.— Deben prevalecer con carácter de jurisprudencia, los criterios sustentados por este
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
décimo primero, en las tesis cuyos rubros son:
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. NO LA CONSTITUYE EL CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO PARA
COBERTURA DE INTERESES (REFINANCIAMIENTO)”.
“CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO LA PERMITE EN FORMA
PREVIA O POSTERIOR A LA CAUSACIÓN DE LOS RÉDITOS, A CONDICIÓN DE QUE EXISTA ACUERDO EXPRESO”.

DÉCIMO.—Debe prevalecer con carácter de jurisprudencia, el criterio sustentado por este


Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos del considerando
décimo segundo, en la tesis cuyo rubro es:
“APERTURA DE CRÉDITO. LAS AMORTIZACIONES REALIZADAS POR EL DEUDOR CONVALIDAN LA NULIDAD
RELATIVA DE QUE PUDIERA ADOLECER LA CLÁUSULA EN QUE SE PACTA UN CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO
DE INTERESES”.

UNDÉCIMO.—Remítanse de inmediato las tesis jurisprudenciales que se sustentan en la presente


resolución a la Coordinación General de Compilación y Sistematización de Tesis, para efecto de
su publicación en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, así como a los Tribunales
Colegiados de Circuito y Juzgados de Distrito.
Notifíquese y cúmplase; con testimonio de ésta resolución comuníquese a los Tribunales
Colegiados sustentantes y en su oportunidad archívese el expediente como asunto concluido.

A continuación procederemos a transcribir las Tesis de Jurisprudencia


relativas, agrupándolas en función de los temas tratados, para facilitar su
análisis y comprensión:
A. CAPITALIZACIÓN DE INTERESES
APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA PAGO DE INTERESES DEVENGADOS. NO OCULTA CAPITALIZACIÓN DE
INTERESES.—El contrato de apertura de crédito para la cobertura de intereses es un acto verdadero,
permitido por la ley, cuya naturaleza y finalidad es diversa a la capitalización de intereses, por lo que
aquél no es un medio de encubrir a ésta. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P LXVII/98 Página:
382. Tesis Aislada.
Tesis aislada nº LXVII/98 (pleno)
APERTURA DE CRÉDITO. ES VÁLIDA LA CAPITALIZACIÓN DE INTERESES EXPRESAMENTE PACTADA EN DICHO
CONTRATO.—Cuando en un contrato de apertura de crédito para la cobertura de intereses, las partes
convienen en capitalizar los intereses, adoptando como cláusula contractual el artículo 363 del
Código de Comercio, ese acuerdo es eficaz dado que en esa materia los contratantes, gozan de plena
libertad para acordar lo que a sus intereses convenga, con la limitante de que no se contravengan
disposiciones de orden público en esa materia. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P. LXVIII/98 Página:
382. Tesis Aislada.
Tesis aislada nº LXVIII/98 (pleno)
APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. NO ENCUBRE EL ESTABLECIMIENTO ILÍCITO DE INTERESES SOBRE INTERESES.—Esta
Suprema Corte, interpretando los artículos 2o. y 291 a 301 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, en relación con la Ley del Banco de México que resulta aplicable por la
remisión que hace el artículo 6o. de la Ley de Instituciones de Crédito, ha establecido que en los
contratos de apertura de crédito puede, válidamente, pactarse la capitalización de intereses. Por lo
tanto, no cabe admitir la objeción de que los contratos de apertura de crédito adicional para disponer
del crédito necesario para pagar los intereses causados con motivo de otro contrato bancario
celebrado en el mismo instrumento o en uno distinto, encubra la capitalización de intereses o un
pacto de pagar intereses sobre intereses, en virtud de que el pretendido engaño que invoca el
acreditado parte, necesariamente, del supuesto de que estos actos son ilícitos, cuando lo cierto es que
no lo son dentro del contrato de apertura de crédito y que, por ello, no es dable aceptar la intención
dolosa de la institución bancaria. Esta conclusión se pone de manifiesto con mayor claridad, si se
tiene en cuenta que el contrato de apertura de crédito para solventar intereses, puede ser convenido
con el mismo banco con el que se pactó la obligación primaria, pero en instrumento distinto, o bien,
con otro banco, hipótesis en las que se evidencia que ni siquiera puede existir, materialmente,
capitalización de intereses. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 57/98. Página: 5. Tesis de
Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 57/1998 (pleno)
CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. NO LA CONSTITUYE EL CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO PARA COBERTURA
DE INTERESES (REFINANCIAMIENTO).—La naturaleza y los fines del contrato de apertura de crédito para
cobertura de intereses son diversos a los de la capitalización de intereses, y no deben confundirse. En
efecto, la capitalización de intereses implica la acción de agregar al capital originario de un préstamo
o crédito los intereses devengados, vencidos y no pagados, para computar sobre la suma resultante
réditos ulteriores. Esa capitalización no se presenta en el convenio celebrado entre las partes en un
contrato de apertura de crédito a fin de que el acreditado disponga de un crédito adicional para cubrir
intereses devengados en otro crédito distinto. Entre la capitalización de intereses y el contrato de
crédito para cobertura de intereses (refinanciamiento), existen sustanciales diferencias. La
capitalización a que se refiere el artículo 363 del Código de Comercio, supone la existencia de un
contrato de préstamo mercantil, sobre la base de intereses vencidos y no pagados. En cambio, en el
contrato de apertura de crédito para cobertura de intereses (refinanciamiento), llegado el momento de
vencimiento de pago de intereses devengados por otro crédito, el deudor se ve en situación de pagar
al acreedor las sumas en cuestión, lo cual podrá hacer con recursos propios o con los recursos de que
pueda disponer por virtud de dicho contrato. Por otra parte, mientras que los intereses, por regla
general, siguen la suerte de la obligación principal, el refinanciamiento se logra a través de un
contrato de apertura de crédito diverso al originalmente pactado, con el destino específico de pagar
total o parcialmente los intereses vencidos. Además, en el contrato de apertura de crédito para
cobertura de intereses (refinanciamiento) el acreditante asume la obligación de poner a disposición
del acreditado una suma de dinero (obligación de hacer), a fin de que no incurra en el incumplimiento
de pago de otro crédito, y el acreditado asume la obligación de pagar intereses sobre las sumas
dispuestas (obligación de dar). Corrobora lo anterior, la circunstancia de que el referido contrato se
puede celebrar en el mismo instrumento en que consta el diverso jurídico, o en otro, y con el primer
acreditante o con uno diferente. La conclusión obtenida no se desvirtúa por el hecho de que en
algunos casos se observe que en los contratos de apertura de crédito las partes convengan la
capitalización de intereses e invoquen para ello el artículo 363 del Código de Comercio, toda vez
que, aun cuando es innegable que en esta hipótesis sí existe pacto de capitalización de intereses, la
misma deriva del convenio expreso de las partes en ese sentido, que se celebra con fundamento en el
artículo 78 del Código de Comercio, y en razón de que en esa materia los contratantes gozan de plena
libertad para acordar lo que les convenga, con la limitante, desde luego, de que no se contravengan
disposiciones de orden público. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 59/98 Página: 376. Tesis de
Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 59/1998 (pleno)
ANATOCISMO. DICHO VOCABLO NO SE ENCUENTRA EN EL SISTEMA JURÍDICO MEXICANO.—Del análisis de las
disposiciones que integran el sistema jurídico mexicano, en especial del Código Civil y del de
Comercio, así como de las Leyes de Instituciones de Crédito y de Títulos y Operaciones de Crédito,
relativas a los contratos civiles, mercantiles y bancarios, se advierte que en ninguna parte hacen
referencia expresa al anatocismo, vocablo que queda comprendido en el campo de la doctrina. El
artículo 2397 del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en
Materia Federal, ubicado en el título quinto “Del mutuo”, capítulo II, “Del mutuo con interés”,
establece que “Las partes no pueden, bajo pena de nulidad, convenir de antemano que los intereses se
capitalicen y que produzcan intereses.” El artículo 363 del Código de Comercio, en el título quinto,
capítulo primero, denominado “Del préstamo mercantil en general” previene que “Los intereses
vencidos y no pagados no devengarán intereses” y, añade, que “Los contratantes podrán, sin
embargo, capitalizarlos”. Finalmente, las leyes citadas en último término, que regulan los contratos
bancarios, no tienen ninguna disposición en ese sentido. Por tanto, de acuerdo con el derecho positivo
mexicano, no cabe hablar de anatocismo sino de “intereses sobre intereses”, prohibido por ambos
preceptos, y de “capitalización de intereses”, expresamente autorizada a condición de que sea pactado
entre las partes, en el primer precepto, con posterioridad a que los intereses se causen; y, en el
segundo, sin hacer manifestación en cuanto a la temporalidad de ese convenio. Instancia: Pleno.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VIII, Octubre de
1998. Tesis: P LXVI/98 Página: 381. Tesis Aislada.[33]
Tesis aislada no. LXVI/98 (pleno)

B. SUPLETORIEDAD
CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. EL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO NO ES APLICABLE
SUPLETORIAMENTE AL CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO, PERO SÍ PUEDE SERLO COMO NORMA CONTRACTUAL, POR
VOLUNTAD DE LAS PARTES.—Lo dispuesto en los artículos del 291 al 301 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito pone de manifiesto que el legislador, al establecer y regular el contrato de
apertura de crédito, no incurrió en olvido u omisión en cuanto a la potestad de las partes para pactar
que los intereses vencidos y no pagados puedan, a su vez, generar nuevos intereses, o la
capitalización de intereses en este tipo de contratos; por el contrario, la supresión realizada en la ley
sobre esos puntos se debe de interpretar en el sentido de que tales cuestiones se dejaron a la libre
voluntad de las partes, con la única salvedad de que, cuando en tales convenciones funja como
acreditante una institución de banca múltiple, deberá cumplir con las regulaciones que sobre el
particular expida (como ya lo ha hecho para determinados créditos) el Banco de México. Esto último
deriva de que los artículos 6o., párrafo primero, y 48, párrafo primero, de la Ley de Instituciones de
Crédito, someten a las instituciones de banca múltiple, específicamente en cuanto a las tasas de
interés y demás características de las operaciones activas que celebren, a las disposiciones de Ley del
Banco de México y, esta otra, en sus artículos 24 y 26, respectivamente, faculta al Banco de México
para expedir disposiciones con el propósito, entre otros, de proteger los intereses del público, y
establece que las características de las operaciones activas, pasivas y de servicios que realicen las
instituciones de crédito se ajustarán a las disposiciones del banco central. De todo lo expuesto se
desprende que las normas legales especiales que regulan el contrato de apertura de crédito no
adolecen de deficiencia alguna sobre el punto de que se trata, motivo por el cual, el artículo 363 del
Código de Comercio no resulta aplicable supletoriamente a dichas disposiciones; sin embargo,
cuando en el propio contrato de apertura de crédito las partes convienen la capitalización de intereses
e invocan para ello el referido precepto legal, entonces sí adquiere aplicabilidad, pero esto sucede en
observancia del principio de que la libre voluntad de las partes es ley para ellas y no porque fuera
necesario acudir a esa disposición, ni a ninguna otra, como norma supletoria. Instancia: Pleno.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de
1998. Tesis: P/J. 49/98 Página: 375. Tesis de Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 49/1998 (pleno)
CAPITALIZACIÓN DE INTERESES. CUANDO SE PACTA EN UN CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO, EN TÉRMINOS
DEL ARTÍCULO 363 DEL CÓDIGO DE COMERCIO, PARA DETERMINAR SUS ALCANCES NO DEBE ACUDIRSE A LA
SUPLETORIEDAD DEL ARTÍCULO 2397 DEL CÓDIGO CIVIL APLICABLE EN MATERIA FEDERAL, SINO A LAS REGLAS DE
INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS.—El contrato de apertura de crédito se encuentra plenamente
regulado en cuanto a sus aspectos sustantivos en los artículos del 291 al 301 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, por lo que cuando las partes celebrantes de una convención de tal
naturaleza pactan la capitalización de intereses invocando el artículo 363 del Código de Comercio,
esto tiene su origen en la libre voluntad de aquéllas y ni en la aplicación supletoria de este último
precepto, lo que implica que materialmente, lo previsto en tal numeral se sustraiga de tal
ordenamiento, incorporándose al específico marco jurídico contractual. De ahí que, cuando los
términos empleados para acordar tal pacto generen confusión, para conocer la verdadera intención de
las partes, la interpretación conducente ya no podrá atender a los principios que rigen a la que es
realizada cuando la aplicación de tal dispositivo tiene su origen en la voluntad del legislador, sino al
tenor de las reglas que rigen la propia de los contratos, situación que impide acudir a la supletoriedad
del artículo 2397 del Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la
República en Materia Federal, por lo que, para conocer el alcance del pacto en comento, deberá
acudirse a las reglas sobre interpretación de los contratos que se establecen en los artículos 78 del
Código de Comercio y del 1851 al 1859 del Código Civil indicado los que, respecto de esta última
cuestión, sí son supletorios, conforme a lo dispuesto en el artículo 2o., fracción IV, de la mencionada
ley general. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Época:
Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 50/98 Página: 371. Tesis de Jurisprudencia.
[34]

Tesis jurisprudencial nº 50/1998 (pleno)

C. PAGO DE PASIVOS
APERTURA DE CRÉDITO PARA EL PAGO DE PASIVOS. EL CONTRATO RELATIVO PACTADO CON INSTITUCIONES DE
BANCA MÚLTIPLE PARA TAL FIN, NO ESTÁ REGIDO POR EL REGLAMENTO SOBRE INSTITUCIONES NACIONALES Y
ORGANIZACIONES AUXILIARES NACIONALES DEL CRÉDITO, NI ES CONTRARIO A LA LEY DE INSTITUCIONES DE
CRÉDITO.—Cuando en la celebración de un contrato de apertura de crédito, las partes convienen a la
vez un crédito adicional que permita al acreditado, de serle necesario, cubrir el importe de los
intereses a su cargo, evidentemente se está en presencia de un crédito para el pago de pasivos,
operación que se encontraba prohibida por el artículo 8o., inciso b), del Reglamento sobre las
Instituciones Nacionales y Organizaciones Auxiliares Nacionales de Crédito; sin embargo, tal
disposición no resulta aplicable a la hipótesis examinada, en virtud de que, por una parte, en el propio
artículo se restringió su aplicación exclusivamente a las instituciones que actualmente se conocen
como banca de desarrollo, y a las organizaciones nacionales auxiliares de crédito, por lo que tal
precepto nunca fue aplicable a la banca comercial, conocida actualmente como banca múltiple.
Asimismo, debe resaltarse que el artículo 46, fracción VI, de la Ley de Instituciones de Crédito,
faculta a dichas instituciones para otorgar préstamos o créditos, y el artículo 106 de la propia ley que
establece cuáles son las actividades prohibidas a tales instituciones, no contempla la prohibición de
referencia: Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena
Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 51/98 Página: 369. Tesis de Jurisprudencia.[35]
Tesis jurisprudencial nº 51/1998 (pleno)

D. APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES


(REFINANCIAMIENTO)
APERTURA DE CRÉDITO. NO SON NULAS LAS CLÁUSULAS QUE ESTABLECEN LA OBLIGACIÓN DEL ACREDITADO, DE
AVISAR CON ANTICIPACIÓN SI RECHAZA LA DISPOSICIÓN DEL CRÉDITO ADICIONAL PARA PAGO DE INTERESES.—De
conformidad con lo dispuesto por los artículos 78 del Código de Comercio y 291 de la Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito, si se celebra un contrato de apertura de crédito conviniéndose
que el acreditado pueda disponer del crédito para pago de intereses generados por otra obligación y, a
la vez, se obliga a restituir la suma dispuesta y a pagar los intereses, prestaciones, gastos y
comisiones que se estipulen, de acuerdo con el principio de que en este tipo de actos mercantiles rige
la voluntad contractual, no son nulas las cláusulas que contengan la obligación del acreditado de dar
aviso al banco con anticipación respecto de que no va a disponer del referido crédito adicional, en
virtud de que, en la hipótesis examinada, al momento de firmar el convenio dicho acreditado otorga
su consentimiento para que el acreditante aplique su importe para el fin convenido. Además, el que el
acreditado desconozca el monto de los réditos que se van a generar en el período mensual respectivo,
ello no impide que pueda dar el aviso multicitado, ni trae como consecuencia la nulidad de la
cláusula relativa, toda vez que, por un lado, tiene como antecedente el pago realizado por el mes
anterior, que obviamente constituye una referencia de aproximación a la cantidad que está obligado a
liquidar el mes siguiente, y por otro, no es presupuesto de validez del pacto el que deba conocer con
exactitud el monto de la obligación, ya que basta con que exista una previsión económica de su parte
para que pueda ejercitar la opción de disponer del crédito adicional condicionado al aviso previo.
Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo
VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 55/ Página: 368. Tesis de Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 55/1998 (pleno)
APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. POR SÍ SOLA, NO CONSTITUYE SIMULACIÓN.—De acuerdo con el artículo 2180 del
Código Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal
“Es simulado el acto en que las partes declaran o confiesan lo que en realidad no ha pasado o no se ha
convenido entre ellas”, y del artículo 2183 del mismo ordenamiento se infiere que, con el acto
simulado, las partes tienen la intención de causar perjuicio a un tercero o de transgredir la ley. “Estas
consideraciones permiten comprender que en el contrato de apertura de crédito adicional que celebra
una persona con un banco con objeto de disponer del crédito necesario para cubrir los intereses
devengados con motivo de otro contrato bancario celebrado en el mismo instrumento o en uno
distinto, no adolece de simulación, en primer lugar, porque no se ve que haya ningún tercero que
pueda resultar perjudicado ni, obviamente, la dañada intención de los contratantes en este sentido y,
en segundo lugar, porque no puede haber transgresión a la ley, porque estando configurada la apertura
de crédito en los artículos 291 a 301 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, como un
contrato mediante el cual el acreditante se obliga a poner una suma de dinero, entre otras posibles
obligaciones, a disposición del acreditado, para que éste haga uso del crédito, en la forma y en los
términos y condiciones convenidos”, debe admitirse que no está vedada la convención que permita
disponer de dicho crédito para el eventual pago de intereses; y si, por otra parte, coincide la realidad
de los hechos con el pacto jurídico, del que aparece que el acreditado se obligó a efectuar pagos
parciales con intereses, debe concluirse que en esos términos, la sola celebración del contrato de
apertura de crédito adicional no adolece de simulación. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial
de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J. 56/98 Página:
365. Tesis de Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 56 /1998 (pleno)
APERTURA DE CRÉDITO. LAS AMORTIZACIONES REALIZADAS POR EL DEUDOR CONVALIDAN LA NULIDAD
RELATIVA DE QUE PUDIERA ADOLECER LA CLÁUSULA EN QUE SE PACTA UN CRÉDITO ADICIONAL PARA PAGO DE
INTERESES.—Si de conformidad con lo dispuesto en el artículo 291 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, el acreditado puede hacer uso del crédito en la forma, términos y
condiciones convenidos y se obliga a restituir la suma de que dispuso y a pagar los intereses,
prestaciones, gastos y comisiones estipulados; y si el artículo 78 del Código de Comercio, aplicable
supletoriamente a los contratos de apertura de crédito, establece que en las convenciones mercantiles
cada uno se obliga en la manera y términos que aparezca que quiso obligarse, es inconcuso que en
este tipo de actos mercantiles rige la voluntad de las partes contratantes. Luego, si al celebrar un
contrato de apertura de crédito, las partes convienen en que se otorgue al acreditado un crédito
adicional para el pago de intereses, dado que no existe disposición legal alguna que prohíba tal
convención, la cláusula relativa no adolece de nulidad absoluta. En tal virtud, las amortizaciones
realizadas por el acreditado en los términos pactados, en todo caso, convalidarían, si la hubiere, por
otra razón, la nulidad relativa, pues de conformidad con lo dispuesto en el artículo 2234 del Código
Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia Federal, el
cumplimiento voluntario se tiene por ratificación tácita y extingue la acción de nulidad. Instancia:
Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII,
Octubre de 1998. Tesis: P/J. 61/98 Página: 367. Tesis de Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 61/1998 (pleno)
APERTURA DE CRÉDITO ADICIONAL PARA EL PAGO DE INTERESES CAUSADOS, PACTADA EN EL MISMO
INSTRUMENTO O EN OTRO. SU APROVECHAMIENTO NO IMPLICA LA EXISTENCIA DE FALSEDAD IDEOLÓGICA O SUBJETIVA.
—En la tesis publicada en el Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, Cuarta Parte,
Tomo 163-168, página 117, la anterior Tercera Sala de esta Corte ha establecido, con base en el
artículo 8o. fracción VI, de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, que existe falsedad
ideológica o subjetiva cuando en un título de crédito las partes hacen constar en él, algo que en
realidad no sucedió. Este criterio, sin embargo, no es aplicable a los contratos de apertura de crédito
adicional que las personas celebran con un banco para que éste ponga a su disposición el crédito
necesario para cubrir los intereses causados derivados de otro contrato bancario celebrado en el
mismo instrumento o en uno distinto; la inaplicación deriva no sólo del hecho de que la apertura de
crédito es una figura jurídica distinta de un título de crédito, sino también y fundamentalmente, de
que en aquel contrato las partes hicieron constar lo que sucedió en la realidad y que, en su
oportunidad, tuvo plena y válida ejecución, sin que sea obstáculo para esta conclusión el hecho de
que no se haya entregado materialmente al acreditado el dinero para pagar los intereses, sino que
solamente se hayan efectuado asientos contables por el acreditante, ya que aquél recibió, de igual
manera, el beneficio de ver pagados los intereses a su cargo, además de que siendo el contrato de
naturaleza consensual, no requiere para su perfeccionamiento de la entrega del dinero, y de que el
artículo 52 de la Ley de Instituciones de Crédito permite esta clase de asientos y les da, en su caso,
efectos liberatorios. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta.
Época: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P/J 58/98 Página: 366. Tesis de
Jurisprudencia.[36]
Tesis jurisprudencial no 58/1998 (pleno)

E. VIABILIDAD ECONÓMICA DE LOS PROYECTOS DE INVERSIÓN


VIABILIDAD ECONÓMICA DE LOS PROYECTOS DE INVERSIÓN PARA EL OTORGAMIENTO DE FINANCIAMIENTOS. LA
OMISIÓN POR PARTE DE LAS INSTITUCIONES DE REALIZAR EL ESTUDIO RELATIVO, NO INVALIDA EL CONTRATO DE
APERTURA DE CRÉDITO.—El artículo 65 de la Ley de Instituciones de Crédito establece que éstas tienen
la obligación de que, previo al otorgamiento de financiamientos, realicen el estudio de viabilidad
económica de los proyectos de inversión respectivos, los plazos de recuperación de éstos, las
relaciones que guarden entre sí los distintos conceptos de los estados financieros o la situación
económica de los acreditados, y la calificación administrativa y moral de estos últimos, sin perjuicio
de considerar las garantías que, en su caso, fueren necesarias. Asimismo, el citado precepto señala
que los montos, plazos, regímenes de amortización y, en su caso, períodos de gracia de los
financiamientos, deberán tener una relación adecuada con la naturaleza de los proyectos de inversión
y con la situación presente y previsible de los acreditados. Además, el mencionado dispositivo prevé
que la Comisión Nacional Bancaria vigilará que las instituciones de crédito observen debidamente lo
dispuesto en el citado artículo. Estos requisitos tienen como finalidad buscar la seguridad de las
operaciones, previendo la viabilidad del crédito que se otorgue, a efecto de que se obtenga su
recuperación en los términos y condiciones que fije la política bancaria y con apego a las sanas
prácticas que propicien la seguridad de sus operaciones. Ahora bien, a la Comisión Nacional
Bancaria corresponde la vigilancia del cumplimiento de la mencionada obligación, entidad a la que
los artículos 108, 109 y 110 de la citada ley le conceden facultades sancionadoras de carácter
administrativo e, incluso el artículo 112 del cuerpo legal en cita, considera como delictivas algunas de
las conductas irregulares en el otorgamiento de los financiamientos, sin embargo, el incumplimiento
de la obligación de mérito de ninguna manera incide en los elementos fundamentales del contrato de
apertura de crédito, como son el objeto y el consentimiento, traducidos, el primero, en que se ponga a
disposición del acreditado una suma de dinero, o se obligue el acreditante a contraer por cuenta del
acreditado una obligación, la cual debe restituir a este último en los términos y condiciones pactados
y, el segundo, en el acuerdo coincidente de voluntades sobre este objeto, por lo que carece de
trascendencia para la validez del acto jurídico la omisión del indicado estudio. Además, en cualquier
caso esa situación perjudicaría a la institución de crédito y no así al deudor, ya que la primera es
quien sufriría el perjuicio por no recuperar el dinero prestado sin prever la situación económica,
solvencia y capacidad de pago del segundo, en cambio, éste de todos modos recibió el beneficio del
crédito. Por tanto, no existe razón jurídica alguna para que la omisión de la realización del estudio de
viabilidad económica del proyecto respectivo dé lugar a declarar la nulidad del contrato de apertura
de crédito. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena
Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P./J. 52/98 Página: 378. Tesis de Jurisprudencia.
Tesis jurisprudencial nº 52/1998 (pleno)
VIABILIDAD ECONÓMICA DE LOS PROYECTOS DE INVERSIÓN PARA EL OTORGAMIENTO DE FINANCIAMIENTOS. LA
OMISIÓN POR PARTE DE LAS INSTITUCIONES DE CRÉDITO DE BANCA MÚLTIPLE DE REALIZAR EL CITADO ESTUDIO, NO
PUEDE SER RECLAMADA POR EL ACREDITADO EN UN CONTRATO DE APERTURA DE CRÉDITO POR CARECER DE
LEGITIMACIÓN ACTIVA.—La obligación contenida en el artículo 65 de la Ley de Instituciones de Crédito,
consistente en que, previo al otorgamiento de financiamientos, las instituciones de crédito realicen el
estudio de viabilidad económica de los proyectos de inversión respectivos, los plazos de recuperación
de éstos, las relaciones que guarden entre sí los distintos conceptos de los estados Financieros o la
situación económica de los acreditados, y la calificación administrativa y moral de estos últimos,
busca la seguridad de las operaciones, previendo la viabilidad del crédito que se otorgue, a efecto de
que se obtenga su recuperación en los términos y condiciones que fije la política bancaria y con
apego a las sanas prácticas que propicien la seguridad de sus operaciones, protegiendo a éstas de
posibles incumplimientos que redunden en perjuicio a su patrimonio, es decir, que la omisión de la
obligación señalada perjudicaría a la institución de crédito y no así al acreditado, ya que la primera es
quien resentiría el perjuicio por no recuperar el dinero prestado sin prever la situación económica,
solvencia y capacidad de pago del deudor. Por lo consiguiente, el acreditado carece de legitimación
activa. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Época: Novena
Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P. LXIII/98 Página: 384. Tesis Aislada.[37] Tesis aislada
n° LXIII/98 (pleno)

F. APERTURA DE CRÉDITO Y PRÉSTAMO MERCANTIL


APERTURA DE CRÉDITO Y PRÉSTAMO MERCANTIL. LEGISLACIÓN APLICABLE A ESOS CONTRATOS EN MATERIA DE
INTERESES.—Del análisis de la normatividad relativa a los contratos de préstamo mercantil y a los
contratos de apertura de crédito, conforme al principio de jerarquía normativa, que exige la
aplicación de la norma específica frente a la genérica, de acuerdo con la naturaleza del contrato de
que se trate, se colige que, en materia de intereses, lo previsto en el artículo 362 del Código de
Comercio, resulta aplicable para los primeros, pero no para los segundos, que tienen regulación
específica en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, cuyo artículo 2o. hace aplicable la
Ley de Instituciones de Crédito y que, conforme al artículo 6o. de ésta, también resulta aplicable la
Ley del Banco de México, reglamentaria de los párrafos sexto y séptimo, del artículo 28 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En efecto, de lo previsto por los artículos
358, 361 y 362 del Código de Comercio, relativos a los contratos de préstamo mercantil, se
desprende que el legislador, en el precepto citado en último término, no limitó la libertad contractual
en materia de intereses, sino que en defecto de la voluntad de las partes, estableció la aplicación de
una tasa de interés del seis por ciento anual, para el caso de mora. Sin embargo, tratándose de los
contratos de apertura de crédito, que encuentran regulación en los artículos 291 a 301 de la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito, en relación con los artículos 46, fracción VI, y 48 de la
Ley de Instituciones de Crédito, que establecen que respecto a los intereses, resultan aplicables las
disposiciones generales que al efecto emita el Banco de México, en términos de lo dispuesto en el
artículo 3o., fracción I, de la ley que regula a dicha institución financiera, no debe pasar inadvertido
que por mandato del precepto constitucional mencionado, compete al banco central regular la
intermediación y los servicios financieros. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998. Tesis: P./J. 53/98 Página: 370.
Tesis de Jurisprudencia.[38]
Tesis jurisprudencial nº 53/1998 (pleno)

G. INTERESES
INTERESES. LAS TASAS VARIABLES EN LOS CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO SON DETERMINABLES, NO
IMPRECISAS.—El pacto de tasas variables, en operaciones activas, se encuentra permitido, según se
infiere de lo dispuesto en los artículos 291 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y
78 del Código de Comercio, relacionados con las circulares que emite el Banco de México, por lo
que la remisión a índices inequívocos no le resta precisión, pues si bien pudiera existir cierta
dificultad sobre la forma de llegar a conocer exactamente el monto de las obligaciones de los
deudores, la determinación de cuál es la tasa de interés aplicable a cada vencimiento es objeto de
consentimiento recíproco de las partes desde el momento del nacimiento del contrato. El banco no
puede, válidamente, escoger a su arbitrio la tasa conforme a la cual se determinarán los intereses, sino
que debe esperar a que los datos que la realidad objetiva arroje, indiquen cuál será la tasa de interés
que resultará aplicable para un período determinado, de conformidad con las reglas que, para estos
efectos, los contratantes han establecido. El deudor puede llegar a conocer el monto líquido de su
obligación de pago en el momento en que se genera, con recurrir a la mecánica del instrumento de
que se trate o, simplemente, acudiendo al banco para obtener la información correspondiente.
Sostener lo contrario llevaría a considerar que el establecimiento de fórmulas que, en ocasiones,
resultan complicadas para cumplir con obligaciones de pago, provocaría que se estimaran contrarias a
derecho, aun cuando con la realización de ciertas operaciones aritméticas y la reunión de
determinados datos informativos, se podría cumplir con la obligación. El hecho de que la tasa pactada
sea determinable y no determinada no la hace, de suyo, imprecisa, arbitraria o ilegal. El
procedimiento podrá resultar complejo, pero esa complejidad no se traduce en imprecisión. Instancia:
Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo VIII,
Octubre de 1998. Tesis: P/J. 54/98 Página: 378. Tesis de Jurisprudencia.[39]
Tesis jurisprudencial nº 54/1998 (pleno)
INTERESES TASAS DE REFERENCIA ALTERNATIVAS EN CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO (DISPOSICIONES
APLICABLES).—Con anterioridad al dos de enero de mil novecientos noventa y seis, las instituciones
bancarias podían pactar libremente con su clientela las características de las operaciones activas, sin
más limitaciones que las establecidas por las disposiciones legales aplicables, según se puede
corroborar del contenido de la Circular 2008/94, emitida por el Banco de México, el diecisiete de
febrero de mil novecientos noventa y cuatro, en cuya parte introductiva se señala que se incorporan
todas las disposiciones del referido banco, relativas a operaciones activas, y de su contenido se
desprende que no existía prohibición alguna respecto del establecimiento de referentes alternativos
para determinar la tasa de interés aplicable en los contratos de apertura de crédito; por tanto, el pacto
relativo a que el pago de intereses se determinaría de acuerdo con el mayor de los índices o referentes
convenidos, no se alejaba de las sanas prácticas bancarias. Sin embargo, a partir del dos de enero de
mil novecientos noventa y seis, por virtud de la entrada en vigor de la circular 114/95 emitida por el
mismo banco el seis de noviembre anterior, el establecimiento de referentes alternativos (calificados
en forma genérica como tasas de referencia alternativa) quedó expresamente prohibido a las
instituciones de crédito, excepto en las operaciones activas que celebren con los intermediarios
financieros; por lo que los contratos celebrados a partir de entonces deben establecer sólo un
referente para fijar la tasa de interés. En esas condiciones, en los contratos de fecha posterior, en los
que se establezcan referentes alternativos para la determinación de la tasa de interés, deberá estarse al
primero de dichos indicadores, teniéndose por no puestos los restantes. Instancia: Pleno. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Época: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de
1998. Tesis: P. LXIV/98 Página: 383. Tesis Aislada.
Tesis aislada nº LXIV/98 (pleno)
INTERESES EN CONTRATOS DE APERTURA DE CRÉDITO. LA INCLUSIÓN, ENTRE OTROS, DE UN ÍNDICE O REFERENTE
ALTERNATIVO, CUYA CUANTIFICACIÓN DEPENDA PRIMORDIALMENTE DE LA VOLUNTAD UNILATERAL DEL BANCO
ACREEDOR, ES CONTRARIO AL ARTÍCULO 1797 DEL CÓDIGO CIVIL PARA EL DISTRITO FEDERAL EN MATERIA COMÚN
Y PARA TODA LA REPÚBLICA EN MATERIA FEDERAL.—Si en algún contrato de apertura de crédito se hace
remisión a un índice o referente cuya cuantificación se realice, principalmente, en forma unilateral
por la misma institución acreedora, además de a otros índices que no son unilaterales, y si,
apoyándose en aquél, se hace la determinación del interés en acatamiento del contrato, es inconcuso
que se deja al arbitrio de una sola de las partes la medida del cumplimiento de la obligación, lo que
resulta contrario a lo dispuesto por el artículo 1797 del Código Civil para el Distrito Federal en
Materia Común y para toda la República en Materia Federal. En esas condiciones, deberá tenerse por
no puesta la opción del índice unilateral aludido y determinarse la tasa conforme a lo convenido,
tomando en cuenta los demás índices que no adolecen del vicio indicado. Instancia: Pleno. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Octubre de 1998.
Tesis: P. LXV/98 Página: 383. Tesis Aislada.
Tesis aislada nº LXV/98 (pleno)

NOTAS

[1] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., pp. 54-57.


[2] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 266.
[3] VÁZQUEZ DEL MERCADO, op. cit., pp. 395 y 396.
[4] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, op. cit., p. 77.
[5] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 246.
[6] Ibidem.
[7] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 712.
[8] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 535..
[9] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 785.
[10] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, op. cit., pp. 87 y 88.
[11] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, op. cit., pp. 87 y 88.
[12] VÁZQUEZ DEL MERCADO, op. cit., p. 397.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, op. cit., p. 90.
[14] En efecto, el artículo 323 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito establece
en su parte relativa: “también podrá pactarse en el contrato de crédito refaccionario que parte del
importe del crédito se destine a cubrir las responsabilidades fiscales que pesen sobre la empresa del
acreditado o sobre los bienes que éste use con motivo de la misma, al tiempo de celebrarse el
contrato, y que asimismo de ese importe se aplique a pagar los adeudos en que hubiere incurrido el
acreditado por gastos de explotación o por la compra de bienes muebles o inmuebles, o la ejecución
de las obras que antes se mencionan, siempre que los actos u operaciones de que procedan tales
adeudos hayan tenido lugar dentro del año anterior a la fecha del contrato”. Cuando el crédito
refaccionario es otorgado por una institución bancaria, el régimen legal establecido para el
otorgamiento de créditos destinados al pago de pasivos se complementa por lo dispuesto en el
artículo 66 de la Ley de Instituciones de Crédito, enmarcado por las operaciones activas, en su
fracción V, que establece: ‘no excederá del cincuenta por ciento la parte de los créditos refaccionarios
que se destine a cubrir los pasivos a que se refiere el párrafo segundo del artículo 323 de la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito. La Comisión Nacional Bancaria podrá autorizar, en
casos excepcionales que se exceda este límite”.
[15] En efecto, el artículo 2917 del Código Civil para el Distrito Federal, de aplicación
supletoria en materia del contrato de apertura de crédito (por señalamiento de los artículos 2 de la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 6 de la Ley de Instituciones de Crédito), señala
que para la constitución de créditos con garantía hipotecaria se observarán las formalidades
establecidas por los artículos 2317 y 2320 y por su parte el artículo 2317 establece que las
enajenaciones de bienes inmuebles cuyo valor del avalúo no exceda al equivalente de 365 veces el
salario mínimo vigente en el Distrito Federal en el momento de la operación y la constitución y
transmisión de derechos reales estimados hasta la misma cantidad o que garanticen un crédito no
mayor a dicha suma, podrán otorgarse en documento privado Firmado por los contratantes ante dos
testigos, cuyas firmas se ratifiquen ante notario, juez competente o Registro Público de la Propiedad,
y el artículo 2320 señala por su parte que si el valor de avalúo del inmueble excede de la cantidad
referida al momento de la operación, su venta se hará en escritura pública.
[16] En efecto, el artículo 322 de la Ley relativa señala que los créditos de habilitación o avío
estarán garantizados con las materias primas y materiales adquiridos con los frutos, productos o
artefactos que se obtengan con el crédito, aunque estos sean futuros o pendientes, y por su parte el
artículo 324 de la propia ley refiere; los créditos refaccionarios quedarán garantizados simultánea o
separadamente, con las fincas, construcciones, edificios, maquinarias, aperos, instrumentos, muebles
y útiles, y con los frutos o productos futuros, pendientes o ya obtenidos, de la empresa a cuyo
fomento haya sido destinado el préstamo.
[17] Véase capítulo XI del Título tercero, en relación con la prenda mercantil.
[18] El artículo 346 de la ley, con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la
Federación con fecha 23 de mayo del año 2000, señala: la prenda sin transmisión de posesión
constituye un derecho real sobre bienes muebles que tiene por objeto garantizar el cumplimiento de
una obligación y su preferencia en el pago, conservando el deudor la posesión material de tales
bienes, excepcionalmente podrá pactarse que el acreedor o un tercero tenga la posesión material de
los bienes pignorados.
[19] En efecto, el artículo 325 establece que el acreditado podrá otorgar a la orden del
acreditante pagarés que representen las disposiciones que haga del crédito concedido siempre que los
vencimientos no sean posteriores a los del crédito; que se haga constar en tales documentos su
procedencia de una manera que queden suficientemente identificados y que revelen las anotaciones
de registro del crédito original. La transmisión de estos títulos implica, en todo caso, la
responsabilidad solidaria de quien la efectúe y el traspaso de la parte correspondiente del principal
del crédito representada por el pagaré, con las garantías y demás derechos accesorios en la
proporción que corresponda.
[20] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 792 y 793.
[21] En relación con este aspecto, en la Novena Época del Semanario Judicial de la Federación,
Tomo III, Febrero de 1996, Tesis XV 2°, C, Página 401 se publicó la siguiente tesis: CRÉDITO
REFACCIONARIO, LA LEGITIMACIÓN EN CAUSA SE FUNDA EN EL CONTRATO PRINCIPAL Y NO EN LOS PAGARÉS DERIVADOS
O RELACIONADOS CON EL CONTRATO DE APERTURA DE.—El acto jurídico de la “legitimatio ad causam” lo
constituye, esencialmente el contrato de apertura de crédito refaccionario y no los pagarés
relacionados con dicho contrato, porque si bien éstos concurren integrando el título fundatorio de la
acción ejecutiva mercantil, los mismos guardan una situación jurídica de dependencia con el negocio
que los originó, precisamente porque no se emitieron independientemente del negocio causal, es
decir, no pueden ser autónomos respecto del acto jurídico que les dio origen, toda vez que fueron
emitidos solamente para documentar la disposición que se vaya haciendo con cargo al crédito. En
otras palabras, tales documentos representan la ejecución de cumplimientos parciales del contrato de
apertura de crédito refaccionario, en las fechas y condiciones estipuladas, razón por la que esos
pagarés no son sino constancias de recepción de esas ministraciones, y por otra parte, si los pagarés
originados por un contrato de apertura de crédito refaccionario no son sino una garantía colateral a la
prendaria e hipotecaria en su caso, es evidente que la garantía personal que representa el pagaré debe
seguir la suerte de las otras garantías; de aquí la relación íntima e inseparable entre esa clase de
documentos y el contrato de apertura de crédito refaccionario. Por esta vinculación inescindible entre
los citados pagarés y el contrato que les dio origen, se afirma que el título que funda la acción
ejecutiva mercantil debe estar integrado por ambos documentos, pagarés y contrato; pero por la
propia naturaleza de los pagarés, no son éstos los que legitiman en causa a las partes en el juicio, sino
que lo es el propio contrato que dio origen a la emisión de los pluricitados pagarés. SEGUNDO TRIBUNAL
COLEGIADO DEL DÉCIMO QUINTO CIRCUITO. Amparo directo 274/95. Banco del Atlántico. 10 de agosto de
1995. Unanimidad de votos. Ponente: Adán Gilberto Villarreal Castro. Secretaria: Ana Bertha
González Domínguez.
[22] VÁZQUEZ DEL MERCADO, op. cit., p. 401.
[23] Ibid., pp. 402 y 403.
[24] DÁVALOS MEJIA, Carlos Felipe, op. cit., p. 718.
[25] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Derecho Procesal Mercantil, op. cit., pp. 259 y 260.
[26] En efecto, en el Diccionario Jurídico Mexicano, se señala que de acuerdo con tal principio,
las partes deben recibir en el proceso un trato equivalente, debiendo contar por ello con las mismas
oportunidades procesales para hacer valer sus derechos y oponer sus defensas, y dicha igualdad de
índole procesal se sustenta en el principio genérico de la igualdad de las partes ante la ley. Tal
principio se ejemplifica en el artículo 398, fracción III, del Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal, cuando refiriéndose a la audiencia de pruebas y alegatos, obliga a los tribunales a
“mantener la mayor igualdad entre las partes, de modo que no se haga concesión a una de ellas sin
que se haga lo mismo con la otra”, Diccionario Jurídico Mexicano, 9ª ed., Instituto de
Investigaciones Jurídicas, UNAM, México, 1993, p. 627.
[27] TAMAYO Y SALMORÁN, Rolando, Igualdad jurídica, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas y Porrúa, Tomo III, Nuevo Diccionario Jurídico Mexicano, Porrúa, México, 2001. pp. 1905-
1907.
[28] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 794 y 795.
[29] ESTADOS DE CUENTA BANCARIOS. REQUISITOS PARA QUE CONSTITUYAN TÍTULO EJECUTIVO.—Conforme
a una recta interpretación del artículo 68 de la Ley de Instituciones de Crédito, debe concluirse, que
además de exhibirse el contrato o la póliza en los que, en su caso, se hagan constar los créditos que
otorguen las instituciones bancarias, para que los estados de cuenta expedidos unilateralmente por los
contadores facultados por dichas instituciones constituyan títulos ejecutivos y hagan fe, salvo prueba
en contrario, en los juicios respectivos, estos deben contener un desglose de los movimientos que
originaron el saldo, cuyo cobro se pretende, teniendo en cuenta que el propio precepto alude a los
términos “saldo” y “estado de cuenta” como conceptos diversos, al establecer que dichos estados de
cuenta servirán para determinar el saldo a cargo de los acreditados, y en observancia del principio de
igualdad de las partes en el procedimiento, que impide obstaculizar la defensa del demandado.
SEMANARIO JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN. No. 78.
Asimismo, resulta ilustrativo el criterio sostenido por el Primer Tribunal Colegiado del Décimo
Quinto Circuito, publicado en el Tomo III, mayo de 1996, Tesis XV.1o.11C, página 627, del
Semanario Judicial de la Federación que dice: ESTADO DE CUENTA CERTIFICADO POR CONTADOR AUTORIZADO
DE INSTITUCIÓN BANCARIA. ARTÍCULO 68 DE LA LEY DE INSTITUCIONES DE CRÉDITO.—El estado de cuenta
certificado por el contador de una institución bancaria es título ejecutivo junto con el contrato
respectivo o póliza en el que conste el crédito otorgado, si en él se precisa claramente la
identificación del crédito celebrado entre las partes, la cantidad a la que ascendió, techa hasta la que
se calculó el adeudo, capital vencido a la fecha del corte, los pagarés mediante los que se hicieron las
disposiciones del crédito por parte de los acreditados, monto de las mismas, fechas de vencimiento,
tasas de interés normales, pagos no efectuados al capital y pagos hechos sobre los intereses,
especificándose las tasas aplicadas a cada uno de ellos, y asimismo contiene el cálculo de los
intereses moratorios correspondientes a cada uno de los pagarés derivados del contrato de crédito y la
tasa aplicada por ese concepto, de tal suerte que el estado de cuenta así elaborado satisface los
requisitos formales que para el efecto exige el artículo 68 de la Ley de Instituciones de Crédito, por lo
que dicho documento junto con el contrato o la póliza en que conste el crédito, trae aparejada
ejecución y hace procedente la vía ejecutiva mercantil que se ejercite para obtener el pago
correspondiente, sin que se oponga a lo anterior el que en dicho estado de cuenta no se haya
especificado el método para calcular la tasa de interés aplicada, pues a fin de desvirtuar la fe de dicho
documento y destruir la presunción legal de los datos y saldos anotados en él, debe ofrecerse por los
demandados en su caso la prueba pericial contable a fin de acreditar la inexactitud de los saldos a su
cargo por errores matemáticos o de alguna otra circunstancia que evidencie lo inverosímil de él.
[30] Efectivamente, la lesión aparece regulada por el artículo 17 del Código Civil Federal, que
señala: cuando alguno, explotando la suma ignorancia, notoria inexperiencia o extrema miseria de
otro, obtiene un lucro excesivo, que sea evidentemente desproporcionado a lo que él por su parte se
obliga, el perjudicado tiene derecho a elegir entre pedir la nulidad del contrato o la reducción
equitativa de su obligación más el pago de los correspondientes daños y perjuicios, el derecho
concedido en este artículo dura un año.
[31] Cfr. ROJINA VILLEGAS, op. cit., p. 195.
[32] DE PINA, Rafael, op. cit., p. 98.
[33] Como comentario que pudiéramos formular a las tesis emitidas con los números 57/1998,
59/1998, 60/1998 y las tesis aisladas LXVII/1998, LXVIII/1998 y LXVI/1998; cabría enfatizar que
en principio la Suprema Corte acepta la plena vigencia y aplicabilidad tanto del Código Civil para el
Distrito Federal como del de Comercio, en relación con los aspectos relativos a la capitalización de
intereses, por un lado, y por el otro al crédito adicional para el llamado “refinanciamiento”, para
cubrir intereses, derivado de las fluctuaciones que el mercado provoque en las tasas referenciales a
las que se encuentran indexadas los contratos, de modo que el acreditado con un cargo al capital que
desde luego incrementa el monto de su adeudo, esté en condiciones de cubrir, y no incurra en
incumplimiento.
Con independencia de que según observaremos en otras tesis la Corte establece la no aplicación
de la normatividad antes referida (Código Civil para el Distrito Federal y Código de Comercio), en el
establecimiento de algunas otras tesis que también se analizan, considera que sí son aplicables las
leyes antes referidas.
De lo anterior surge la primera interrogante ¿es posible que la jurisprudencia defina que una
norma puede ser supletoriamente aplicada en algunos casos y en otros no, en relación con la
interpretación de la misma ley?
Por otro lado se esboza el criterio de que en principio si los contratantes así lo pactaron, podrán
capitalizarse los intereses relativos.
Ante todo cabría señalar que de los usos bancarios, no se desprende que en los contratos
relativos se utilice concretamente en las cláusulas llamadas financieras esa terminología. La
experiencia reciente enseña que justamente en razón de las tesis que algunos Tribunales Colegiados
de Circuito sostuvieron en el sentido de que para que la capitalización de intereses se pudiese llevar a
cabo, era requisito sine qua non que en los contratos se estableciera de una manera clara la
aceptación de los contratantes y precisamente para eludir la posibilidad de la emisión de resoluciones
que declararan la nulidad de las cláusulas relativas, por no contener el término capitalización, es que
las instituciones han preferido utilizar diversa terminología. Por lo que podríamos concluir señalando
que de acuerdo con el artículo 363 del Código de Comercio para que tal capitalización se pudiera
realizar sería necesario que expresamente se pactase en los contratos.
También se podría observar que la Suprema Corte en su análisis se refiere tanto al Código de
Comercio en lo relativo al contrato de préstamo, como al Código Civil para el Distrito Federal en la
parte correspondiente al contrato de mutuo, sin precisar en qué supuestos se aplica cada una de las
normas relativas.
Sobre este particular cabría señalar que para poder establecer en qué casos se aplica (con la
interpretación que la Corte ha dado) cada una de las normas sustantivas a que se ha hecho referencia,
sería necesario atender a la naturaleza jurídica de cada contrato que implique en sí mismo un
“financiamiento” de acuerdo con el artículo 65 de la Ley de Instituciones de Crédito.
En efecto, de la práctica bancaria se observa que tanto en el pasado reciente como en la
actualidad, en contratos que son evidentemente “de adhesión”, las instituciones bancarias utilizan la
normatividad relativa al contrato de Apertura de Crédito que ubicado en la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, bien podríamos calificar como una derivación que en su expresión genérica
se regula por el Código de Comercio y que se refiere al contrato de Préstamo.
Para que un contrato (aun celebrado por un banco) pudiera ser enmarcado dentro del ámbito
mercantil, llámese Préstamo (genérico) o Apertura de Crédito (específico), sería necesario que, de
acuerdo con la normatividad misma que el Código de Comercio establece, el crédito se destine a
actos de comercio, y no para necesidades ajenas al mismo, o bien que se contraiga entre
comerciantes.
Por otra parte si el acto de que se trata no involucra ninguno de los aspectos tanto objetivos
como subjetivos anteriormente referidos, dicho acto no podría quedar enmarcado dentro del ámbito
de la legislación mercantil, sino propiamente civil.
En materia de capitalización de intereses resulta especialmente importante delimitar la
naturaleza jurídica del acto de que se trata, ya que si efectivamente dicho acto por su destino o bien
por la naturaleza misma de las partes, se ubica en su ámbito espacial de validez como de naturaleza
mercantil, de acuerdo con el Código de Comercio y su interpretación jurídica realizada por parte del
máximo tribunal, permitirá si las partes así lo pactaron (de manera expresa), que la institución
acreedora lleve a cabo dicha capitalización.
Si por el contrario, en el contrato celebrado entre una institución de crédito y un particular, el
financiamiento otorgado no será destinado a actos de naturaleza comercial y dicha parte tampoco
tiene naturaleza mercantil, con independencia de la denominación que al contrato hayan dado las
partes, y atendiendo a su naturaleza intrínseca, el acto de que se trata será civil y no mercantil, y la
normatividad a que el mismo se refiere, estará sujeta al Código Civil y no al de Comercio ni a las
leyes mercantiles especiales.
Ahora bien, cabe resaltar el contenido del artículo 2397 del Código Civil para el Distrito
Federal, en donde se prohíbe la capitalización de intereses pactada de antemano por lo que con
independencia de la denominación que las partes hayan dado al contrato de que se trate, en presencia
de un contrato cuya naturaleza sea el mutuo, las cláusulas relativas pactadas anticipadamente, que por
ende transgredan tal precepto, serán nulas.
Hemos querido referirnos a los aspectos comentados porque en muchos de los contratos
(especialmente los llamados hipotecarios así clasificados por las instituciones de crédito), los
financiamientos otorgados nada tienen que ver con aspectos de naturaleza mercantil; porque su
destino no la tiene y porque el sujeto pasivo tampoco es en derecho, comerciante.
Así, en este sentido será irrelevante la autorización que el mismo hubiese dado de manera
anticipada para que tal capitalización se llevara a cabo ya que se trata de una norma de orden público
que en su protección le impide otorgar tal aceptación previamente, por lo que sería nula.
Lo anterior nos lleva a concluir que si la Corte en este aspecto ha aceptado la aplicación tanto
del Código de Comercio como del Código Civil, en aquellos casos en que la naturaleza real, y no la
denominación que tengan los contratos, sea la de un acto auténticamente civil, el pretender ubicarlo
en el ámbito mercantil, con la evidente intención de posibilitar la capitalización de intereses de
manera anticipada, nos hace concluir que tal acto es “simulado” y su sanción jurídica, en términos del
artículo 2182 del Código Civil, es la nulidad.
[34] En relación con las tesis 49/1998 y 50/1998, cabría señalar que contrariamente a lo
señalado por la Suprema Corte, en el sentido de que el contrato de Apertura de Crédito se encuentra
plenamente regulado en cuanto a sus aspectos sustantivos en los artículos del 291 al 301 de la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito, dicho capítulo enmarcado bajo el título “De los
créditos” no regula de la manera como se dice al contrato de Apertura de Crédito ya que si revisamos
el contenido de cada uno de los artículos que el mismo incorpora, encontraremos que no existe
artículo alguno que se refiera a la fijación de reglas para la aplicación de intereses en el contrato de
que se trata.
Por ello coincidimos plenamente con la postura asumida por el Ministro Juventino Castro y
Castro, cuando señala que tal omisión se debe a que se quiso evitar una reiteración innecesaria en
tanto que no se requería por parte del legislador de 1932 incorporar en el contrato de Apertura de
Crédito regla alguna en materia de intereses, porque tales aspectos ya se encontraban contenidos en la
norma general, que en el caso concreto sería el artículo 363 del Código de Comercio cuyo contenido
es analizado por la Corte y al que nos hemos referido al estudiar las ejecutorias relativas a la
capitalización de intereses. Véase: CASTRO Y CASTRO, Juventino V., La Suprema Corte de Justina ante
la Ley Injusta (Un fallo histórico respecto al llamado “anatocismo”), 3a. ed., Ed. Porrúa, México,
1999, p. 55.
En efecto, si como lo hace el Ministro Castro, sostenemos que el contrato de Apertura de
Crédito es una especie o derivación del Préstamo genérico que regula el Código de Comercio, los
artículos relativos a aspectos no contemplados en la norma derivada, serían de plena aplicación en
ella, lo cual además encuentra sustento en la propia norma derivada que reconociendo sus propias
limitaciones o bien si se quiere, siguiendo la idea del ministro ponente, intencionalmente no lo
contempla, por estar ya contenido en la norma genérica, es aplicable tal norma genérica según se
desprende de la propia lectura que se haga del artículo 2 de la Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito, en que esta norma derivada se encuentra ubicada.
En el caso concreto, al no contemplar la norma específica solución alguna respecto de la
materia de que se trata, de acuerdo con el texto mismo de la ley, tendría que aplicarse la norma
genérica.
“Las normas procesales deben provenir fundamentalmente de los actos legislativos y la única
fuente de creación de normas procesales debe ser la ley y fundamentamos esta opinión en la
circunstancia de que se trata de normas de derecho público referidas a la actuación de órganos de
autoridad ya que en todo caso, ni la jurisprudencia ni la costumbre pueden ir en contra del texto de la
ley”. GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo, Introducción al Estudio del Derecho, 15a. ed., Ed. Porrúa, S. A.,
México, 1968, p. 51.
Lo anterior no debe ser interpretado en el sentido de que dejemos de reconocer que la voluntad
de las partes sea, como de hecho ocurre en el derecho privado “norma suprema en los contratos”,
sobre todo cuando se esté en presencia de derechos de naturaleza particular.
[35] En relación con la Apertura de Crédito para el Pago de Pasivos, cabe mencionar que la tesis
anteriormente transcrita resulta incompleta en tanto que en su referencia a los argumentos jurídicos
que invoca para establecer la validez del destino para el pago de pasivos en los créditos otorgados, no
contempla, a la normatividad que de manera especial establecen las leyes al respecto, y que por ende
deben, limitándose en su análisis al supuesto del crédito adicional para pago de pasivos.
En efecto, de acuerdo con el artículo 66 fracción V de la Ley de Instituciones de Crédito en
relación con el 323 de la Ley General del Títulos y Operaciones de Crédito, el otorgamiento de
créditos para el pago de pasivos estaría autorizado, siendo estos refaccionarios para ser destinados al
pago de adeudos fiscales que pesen sobre la empresa del acreditado (primer supuesto) o bien al pago
de los adeudos en que el mismo hubiere incurrido por gastos de explotación de su empresa o por la
compra de bienes muebles o inmuebles o ejercicio de las obras, siempre que los actos u operaciones
que provoquen tales adeudos hayan tenido lugar dentro del año anterior a la fecha del contrato
(segundo supuesto), y que no excederá del 50% la parte de los créditos relativos, salvo el caso en que
la Comisión Nacional Bancaria autorice, de manera excepcional que se exceda dicho límite.
[36] En relación con la tesis que señala que no se requiere el consentimiento expreso del
acreditado para la aplicación de créditos adicionales por variaciones en las tasas, cabe referir que el
Máximo Tribunal establece la validez de un pacto genéricamente otorgado al celebrarse el contrato,
en donde el acreditado autoriza que tal aplicación se realice, sin saber a cuánto ascienden las
obligaciones pecuniarias a su cargo; sin tener posibilidad alguna de conocer los montos y sobre todo
los criterios que emanados de la utilización de tasas referenciales aplican las instituciones en su
propio beneficio y en contra de aquel, incrementando así el monto de sus adeudos para compensar
fluctuaciones en las tasas del mercado en las que no interviene, para que la institución aplique nuevas
supuestas disposiciones (no efectuadas), para “compensar a favor del acreditado” tales variaciones,
que en lo único que se traducen es en incrementar los adeudos del acreditado, sin conocer los montos,
cuando tales aplicaciones se realizan, sumándose al capital adeudado.
Señalar, que no es presupuesto de validez del pacto que autoriza al banco para aplicar más
cantidades, como nuevas disposiciones del crédito otorgado es tanto como sostener que el
consentimiento se encuentra perfeccionado en un acto jurídico sin saber a lo que una de las partes
(acreditado) se está obligando, por lo que es evidente que si se van a aplicar nuevas cantidades a ser
pagadas por el mismo, resulta importante que dicho acreditado conozca previamente el monto de las
nuevas cantidades por las que se estaría obligando, ya que no se trata solamente de establecer si el
pacto es o no válido, sino, desde un punto de vista práctico, si dicho acreditado cuenta o no con
posibilidades de cubrir los nuevos montos de los que se dice “estaría disponiendo” en cantidades que
por otro lado nunca recibirá, en tanto que son aplicadas a “compensar” las variaciones que las
tendencias del mercado pudieran provocar en su contra al incrementarse las variables de las tasas
referenciales.
Cuando el artículo 291 de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito establece que por virtud
de la Apertura de Crédito, el acreditante se obliga a poner una suma de dinero a disposición del
acreditado, entenderíamos que para que el acreditado se encuentre en obligación de restituir las
sumas relativas, sería necesario que las mismas le hubiesen sido entregadas materialmente por la
institución crediticia, y en el caso en comento ocurre que dichas cantidades nunca las recibe
“materialmente”.
[37] Las anteriores tesis que interpretan al artículo 65 de la Ley de Instituciones de Crédito,
enfatizan el cúmulo de obligaciones a las que las instituciones bancarias deben sujetarse para el
otorgamiento de sus financiamientos, en donde, para su análisis destaca el aspecto relacionado con la
obligación consistente en “estimar la viabilidad económica de los proyectos de inversión”.
El objeto que buscó el legislador al establecer dicha obligación habría que tratarlo desde dos
puntos de vista; a saber, el primero, desde la posición de la institución acreedora en donde tal y como
se afirma en las tesis, el análisis que dichas entidades realicen, resulta fundamental para establecer
que el proyecto a que el financiamiento se sujetará, es viable, es decir, algo que entendemos está
referido a la realización de actividades en sí mismas productivas, cuyos beneficios serían por lógica;
un desarrollo económico, mantenimiento de la planta productiva, generación de empleos o
mantenimiento de los mismos, el pago de impuestos, etc., en una palabra, que tales proyectos tiendan
a desarrollar y acrecentar a la empresa y su patrimonio, con el consiguiente beneficio social y
económico que ello debe producir.
Desde el punto de vista del acreditado, el estudio de viabilidad le sirve para que la institución
con sus recursos, capacitación y conocimiento de sus funcionarios y experiencia, valore si el proyecto
propuesto por el acreditado pudiera llegar a producir los efectos antes comentados y de no ser así la
negación del crédito resultaría una consecuencia lógica.
Por lo anterior, si la institución de crédito incumple con la obligación que la ley marca, con ello
puede provocar la canalización de recursos sin contar con los elementos para establecer los
beneficios apuntados, lo cual muy probablemente produciría el incumplimiento del deudor así como
que el dinero se destine a fines no previstos o autorizados.
Cuando se señala que no obstante su incumplimiento en la realización de tales estudios de
viabilidad económica, los actos son válidos conforme a la ley, al sostener que el perjuicio solamente
se ocasiona a tales entidades y no al acreditado, presenta una visión con la cual no estamos de
acuerdo. En efecto si la ley prevé que los bancos previamente al otorgamiento de sus créditos deben
cumplir con las obligaciones apuntadas, tiene como lógica finalidad que dichas instituciones puedan
establecer quién y hasta que montos pueden ser sujeto de crédito, no solamente en razón de que su
proyecto sea viable, sino también respecto de su capacidad de pago, su solvencia moral y la
afectación de garantías para con ello asegurar la recuperación de tales financiamientos, de modo que
quien no satisfaga tales requisitos, bajo ningún punto de vista podría ser elegido para contar con
recursos que por otro lado ni siquiera pertenecen a las instituciones acreditantes, sino a los
ahorradores.
Si la institución crediticia otorga un crédito a una persona que no satisfaga los requisitos
apuntados, es evidente que en el corto plazo caerá en situación de incumplimiento, lo cual como se
señala en la tesis provocará, en efecto un problema a las instituciones, pero es evidente que las
instituciones, contando con el cúmulo de garantías que se constituyen al otorgarse los créditos, tienen
la posibilidad de ejercitar diversas acciones para recuperar le créditos otorgados, con independencia
de que previamente a su concesión el banco hubiese o no cumplido con las obligaciones que le
impone su propia normatividad, por lo cual también el acreditado sufrirá las consecuencias derivadas
de su propio incumplimiento, que en el caso concreto se propicia por la falta de acatamiento de las
instituciones financieras a las obligaciones que su especial normatividad les impone.
Si, contrariamente a lo antes señalado se argumentara que en efecto, las instituciones son las
únicas perjudicadas, cuando, con motivo del incumplimiento de los deudores, no pudieran aquellas
recuperar los créditos otorgados, ello sólo se explicaría en el supuesto de otra forma de
incumplimiento por parte de los propios bancos, traducida en que al otorgar los créditos, ni siquiera
(como ocurrió en múltiples casos al estallar la crisis de diciembre de 1994), hubiesen tenido el
cuidado de cuando menos, obligar a la constitución de garantías reales, como también se establece en
la ley. El anterior, constituiría el único supuesto que permitiese coincidir con el criterio establecido,
en el sentido de que el perjuicio solamente lo reciben las instituciones ya que en tal caso por su
propia negligencia, falta de cuidado y sobre todo acatamiento e incumplimiento a los aspectos más
elementales de la normatividad que les es aplicable (y de una manera que dejaría mucho que pensar
respecto de la moralidad ética de los funcionarios bancarios), enfrentarían una situación como de
hecho así ocurrió, de una cartera vencida incobrable.
Creemos que ante la falta de acatamiento por parte de las instituciones de crédito a la
normatividad que su propia ley especial como lo es la Ley de Instituciones de Crédito, las obliga,
dicho incumplimiento lo que propicia es la realización de un acto que si bien es existente, es sin
embargo ilícito, y por ello el mismo se encuentre afectado de nulidad absoluta.
En efecto, de acuerdo con el artículo 1830 del Código Civil para el Distrito Federal, es ilícito el
hecho que es contrario a las leyes de orden público o a las buenas costumbres y por su parte el
artículo 2225 del propio código, establece que la ilicitud en el objeto, en el fin o en la condición del
acto produce su nulidad, ya absoluta, ya relativa, según lo disponga la ley; en el mismo sentido el
artículo 1831 señala que el fin o motivo determinante de la voluntad de que contratan, tampoco debe
ser contrario a las leyes de orden público ni a las buenas costumbres; y finalmente el artículo 8 del
mismo ordenamiento establece que los actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohibitivas o de
interés público serán nulos excepto en los casos en que la ley ordene lo contrario.
Sobre el particular ROJINA VILLEGAS ha expresado lo siguiente: “Puede decirse que el criterio
fundamental de la doctrina clásica para determinar las categorías de nulidades absolutas y relativas,
descansa directamente en la naturaleza pública o privada de los intereses lesionados. En efecto, en la
nulidad absoluta se parte de una violación de normas de interés público o de buenas costumbres,
considerando que existe un hecho ilícito en estricto sentido, dada la finalidad inmoral o delictuosa
que se persigue al celebrar el acto jurídico y por lo tanto se estima que se violan los intereses
generales de la sociedad o de un conjunto de terceros que resultan directamente afectados por el
hecho ilícito”. ROJINA VILLEGAS, Rafael, Derecho Civil Mexicano, op. cit., pp. 149 y 150.
[38] Ni en la normatividad relativa al contrato de apertura de crédito que se contiene en los
artículos del 291 al 301 de la LTOC, ni aun en los artículos 321 al 333 de la propia ley, referentes a
los créditos de habilitación o avío y refaccionarios, existe artículo alguno que contemple la causación
de intereses, sean éstos normales o moratorios, por lo que si bien es cierto que con independencia de
la libertad contractual, cabe referir que para la fijación de intereses el artículo 48 de la LIC establece
la sujeción que deben las instituciones crediticias a lo establecido en la Ley Orgánica del Banco de
México, pero no se contiene norma alguna que establezca criterios en relación con la capitalización
de los intereses.
[39] En relación con la tesis transcrita, cabe reiterar lo que hemos ya señalado con anterioridad
en el sentido de que lo que sería sujeto a un análisis sobre la validez de los pactos relativos, es
justamente, por un lado que la fijación de tales tasas se realice de manera unilateral por una de las
partes, lo cual es contrario a lo dispuesto por el artículo 1797 del Código Civil que establece que el
cumplimiento de los contratos no puede quedar sujeto a la voluntad de una de las partes, en relación
con el artículo 77 del Código de Comercio que dice que las convenciones ilícitas no producen
obligaciones ni acción aunque recaigan sobre operaciones de comercio; y, por el otro, que a partir de
tal fijación determinada unilateralmente, se obligue al acreditado a cubrir cantidades de dinero, sin
siquiera conocerlas, y en las que tampoco puede expresar su conformidad o inconformidad, tanto en
el proceso que se siga para su fijación, como respecto de los montos resultantes que se le pretendan
cobrar, cuando dicho acreditado solamente podrá impugnar las cantidades relativas cuando frente a su
propio incumplimiento ofrezca la prueba pericial contable tendiente a desacreditarlas y, por ello
solamente podrá ser resuelto por juez de la causa en el conocimiento de las acciones
correspondientes.
CAPÍTULO II

CONTRATO DE ARRENDAMIENTO
FINANCIERO

Por cuanto a sus antecedentes históricos se refiere, nos dice VÁZQUEZ DEL
MERCADO[1] que el arrendamiento financiero constituye una figura jurídica
que se originó en los Estados Unidos, y que utilizada en algunos países
europeos, llegó a México en 1961, con la constitución de la sociedad
Interamericana de Arrendamiento, S. A., que fue la primera sociedad
arrendadora financiera que operó en nuestro país.
Dice Francisco RICO PÉREZ[2] que el contrato de arrendamiento
financiero (leasing) tiene su origen en Estados Unidos desde hace treinta
años, y que lo que favoreció su promoción fue la realidad de un mercado de
capitales a medio plazo, restringido e inaccesible, un régimen fiscal severo
en materia de amortizaciones, una economía próspera, y la existencia de
empresas obligadas a renovar sus bienes de equipo, en virtud del
desenfrenado progreso científico.
Tanto el contrato de arrendamiento financiero también conocido como
Leasing, como su operación por parte de las arrendadoras financieras,
inicialmente incorporado a la Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares de 1941, mediante decreto del 30 de diciembre
de 1981, es ubicado en definitiva en la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares de Crédito, publicada en del Diario Oficial de la
Federación el 14 de enero de 1985, y ha sido considerado desde su
creación, como una operación de crédito, realizada en forma exclusiva por
las sociedades arrendadoras financieras cuya naturaleza es la de una
organización auxiliar de crédito.
Nos dice DÁVALOS MEJÍA[3] que las arrendadoras financieras fueron
reconocidas expresamente por nuestra ley, hasta la publicación, en 1985, de
la primera ley especializada en la materia, pero que es con precisión hasta la
expedición de las reglas Básicas para la Operación de las Arrendadoras
Financieras, expedidas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el
31 de julio de 1989, cuando dichas entidades reciben una normatividad
específica y definitiva.
Tanto el contrato de arrendamiento financiero también conocido como
Leasing, como su operación por parte de las arrendadoras financieras,
inicialmente fue incorporado a la Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares de 1941, posteriormente, y mediante decreto del
30 de diciembre de 1981 es ubicado en la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares de Crédito, publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 14 de enero de 1985, en donde permanece pero solamente en
los aspectos operativos y corporativos a la operación de las entidades como
organizaciones auxiliares del crédito que son, porque la regulación del
contrato como tal se trasladó a la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la
Federación de fecha 18 de julio de 2006.
El contrato en comento ha sido considerado desde su creación como una
operación de crédito, realizada inicialmente en forma exclusiva por las
sociedades arrendadoras financieras cuya naturaleza es la de una
organización auxiliar de crédito.
Se presenta como una importante alternativa empresarial, y ha resultado
sumamente útil porque en la mecánica del contrato, las empresas pueden, en
condiciones benéficas adquirir o bien simplemente utilizar los bienes que
requieran para el desarrollo de su empresa, sin necesidad de obtener un
crédito propiamente dicho, ni de constituir garantías, como se exige en el
acreditamiento tradicional, además de los beneficios fiscales que incorpora.
Así, refiere DÁVALOS MEJÍA[4] que los dos mayores beneficios que las
arrendadoras financieras han prestado a los medios industriales, comerciales
y de servicios, son de orden financiero y fiscal, porque el capital monetario
de sus clientes arrendatarios lo aplican en la operación de su negocio y no
en la compra de bienes inmovilizados que son los que por regla general
requieren de mayor capital; y, porque la totalidad del pago periódico que el
cliente hace a la arrendadora, es íntegramente deducible de impuestos.
Señala Vázquez del Mercado:[5]
diverso es el contrato de arrendamiento financiero en tanto que la finalidad en el fondo no es
únicamente el uso de la cosa, sino la posibilidad de que el arrendatario adquiera la propiedad de
la misma, u obtenga un beneficio adicional al uso, si se da el caso de que el bien arrendado se
venda y del producto de la venta le corresponda parte al propio arrendatario.
Enfatizando la importancia que el contrato, como operación de crédito
tiene, DÍAZ BRAVO[6] señala que entre las formas de impulsar las ventas
mediante la creación de mecanismos de seductora presentación, se
encuentra el arrendamiento financiero, que permite a las empresas
industriales, agrícolas, y comerciales de todo tipo, así como a los no
comerciantes, el disponer de equipo, maquinaria, aparatos y automóviles,
sólo durante su vida útil, sin necesidad de pagar su precio de contado, ni de
acudir a préstamos o créditos para tal fin.
ARCE GARGOLLO[7] se refiere también a las ventajas del contrato que nos
ocupa, y así nos dice que para el arrendatario destaca la de la utilización del
bien requerido sin importar su régimen de propiedad o arrendamiento, el
autofinanciamiento de la maquinaria utilizada que se paga por sí mismo a
través de su utilización productiva, que constituye una alternativa de
utilización para compañías en dificultades financieras; que desde el punto
de vista de la arrendadora le permite la concesión de un crédito con garantía
real específica, que como propietario que es del bien, puede obtener su
posesión; que a través de los intereses y pagos, obtiene un rendimiento del
capital invertido, y que facilita el otorgamiento del crédito.
Por cuanto a su naturaleza mercantil, cabe señalar, siguiendo a VÁZQUEZ
DEL MERCADO,[8] que la misma le deviene en principio por estar regulado por
una ley de tal naturaleza, que monopoliza su práctica a favor de una
organización auxiliar de crédito, que es una empresa dedicada al ejercicio
profesional de una actividad económica.
Además, para establecer la mercantilidad del contrato, aparece una vez
más el tantas veces citado artículo 75 del Código de Comercio, que reputa
como actos mercantiles, de conformidad con sus fracciones I y II, a las
adquisiciones, enajenaciones y alquileres de muebles y las compraventas de
inmuebles, con propósito de especulación comercial, y en el caso concreto,
la arrendadora adquiere el bien para su alquiler, y en función de la opción
terminal que elija la arrendataria, su venta a ella o bien a tercero.
Señala así Díaz Bravo:[9]
ninguna duda puede caber sobre la naturaleza mercantil del arrendamiento financiero puesto que
la empresa arrendadora deviene intermediaria en la operación por cuanto, compra la mercancía
para darla en arrendamiento y prometer su venta, con inocultable propósito de especulación
comercial, y, por otra parte, si como arrendador (sic) aparece el propio fabricante o proveedor
habitual, por hipótesis, es titular de una negociación mercantil, y de ese modo, tampoco suscita
problema alguno la calificación de mercantil que debe atribuirse al contrato.
Y, en relación con la naturaleza jurídica del contrato que nos ocupa,
agrega que partícipe de tan variados ingredientes, de orden económico,
operativo y jurídico, nuestro contrato ha logrado dejar perplejos a los
juristas, que no hemos acertado a bautizarlo en forma satisfactoria; que se
trata de un contrato sui generis, que tiene naturaleza jurídica propia, y que
cuando, examinados sus elementos subjetivos y objetivos a la luz de las
normas reguladoras, de los contratos, se encuentra que la trama formada por
tales elementos no coincide con la de ningún otro contrato, y así considera
que el arrendamiento financiero es un contrato mixto formado por un
arrendamiento y una promesa unilateral de venta por parte del arrendador.[10]
Precisamente en relación con la naturaleza del contrato que nos ocupa,
la Suprema Corte se ha pronunciado por sostener que es mercantil.[11]

1. CONCEPTO
Para VÁZQUEZ DEL MERCADO[12] por el contrato de arrendamiento
financiero debe entenderse que es aquél en virtud del cual la arrendadora
financiera se obliga a adquirir determinados bienes y conceder su uso y
goce temporal, a plazo forzoso, a una persona física o colectiva,
obligándose ésta a pagar como prestación, que se liquidará en pagos
parciales, según se convenga, una cantidad de dinero determinada o
determinable, que cubra el valor de adquisición de los bienes, las cargas
financieras y los demás accesorios, y a adoptar al vencimiento del contrato,
alguna de las siguientes opciones; compra de los bienes, prórroga del
contrato o participación en el precio de venta de los bienes.
ARCE GARGOLLO[13] nos dice que el término leasing que se aplica en
forma específica al arrendamiento financiero, deriva de lease;
arrendamiento, que ha sido adoptado por diversos países para ese particular
contrato (Alemania, Austria, Argentina, Francia y Bélgica), y ofrece como
concepto el siguiente: contrato por el que la arrendadora financiera se
obliga a adquirir un bien y a conceder su uso a la arrendataria, quien a su
vez se obliga a pagar un precio, determinado o determinable, en pagos
periódicos, durante un plazo forzoso a ambas partes, a la llegada del cual, o
anticipadamente, la arrendataria deberá ejercitar la opción para adquirir el
bien, prorrogar el contrato o participar en la venta del bien a un tercero.
El artículo 408 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
establece:
Por virtud del contrato de arrendamiento financiero, el arrendador se obliga a adquirir
determinados bienes y a conceder su uso o goce temporal, a plazo forzoso, al arrendatario, quien
podrá ser persona física o moral, obligándose este último a pagar como contraprestación, que se
liquidará en pagos parciales, según se convenga, una cantidad en dinero determinada o
determinable, que cubra el valor de adquisición de los bienes, las cargas financieras y los demás
accesorios que se estipulen, y adoptar al vencimiento del contrato alguna de las opciones
terminales a que se refiere el artículo 410 de esta Ley.

En los contratos de arrendamiento financiero en los que se convenga la


entrega de anticipos, por parte del arrendador, a los proveedores, fabricantes
o constructores de los bienes objeto de dichos contratos que, por su
naturaleza, ubicación o proceso de producción, no sean entregados en el
momento en que se pague su precio o parte del mismo, el arrendatario
quedará obligado a pagar al arrendador una cantidad de dinero, determinada
o determinable, que cubrirá únicamente el valor de las cargas financieras y
demás accesorios de los anticipos hasta en tanto se entregue el bien de que
se trate, condición que deberá estar contenida en el contrato de
arrendamiento financiero.
En el supuesto señalado en el párrafo anterior, las partes deberán
convenir el plazo durante el cual se entregarán los anticipos, después del
cual el arrendatario deberá cubrirlos en el arrendamiento financiero con las
características y condiciones pactadas en el contrato correspondiente.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es un contrato típico, principal, formal, de adhesión, de tracto sucesivo,
bilateral, oneroso, conmutativo y traslativo de uso.
Es típico porque se encuentra regulado tanto por la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, como por la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito.
El artículo 408, segundo párrafo establece: Los contratos de
arrendamiento financiero deberán otorgarse por escrito y podrán inscribirse
en el Registro Público de Comercio, a solicitud de los contratantes, sin
perjuicio de hacerlo en otros registros que las leyes determinen.
Complementariamente, el artículo 408 establece que los contratos de
arrendamiento financiero además de otorgarse por escrito, deberán
inscribirse en la Sección Única del Registro Único de Garantías Mobiliarias
del Registro Público de Comercio, en el folio electrónico del arrendador y
del arrendatario, a fin de que surta efectos contra tercero, sin perjuicio de
hacerlo en otros registros especiales que las leyes determinen.
Es de adhesión porque su clausulado es establecido de manera unilateral
por la arrendadora financiera.
Es de tracto sucesivo, porque las prestaciones se otorgan de momento a
momento, durante todo el tiempo del arrendamiento, y sus prórrogas, en su
caso.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos para las
partes.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración.
Es asimismo aleatorio, por lo que se refiere a la obligación del
arrendatario de pagar los intereses del contrato, porque su monto no es
conocido por las partes desde su celebración, en tanto que su aplicación
periódica deriva de diversos criterios relacionados con aspectos de variables
económicas del mercado, a los que se encuentran indexados.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Respecto de las arrendadoras financieras, el artículo 87-B de la Ley de
Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito establece que el
otorgamiento de crédito, así como la celebración de arrendamiento
financiero o factoraje financiero podrán realizarse en forma habitual y
profesional por cualquier persona sin necesidad de requerir autorización del
Gobierno Federal para ello.
Además, aquellas sociedades anónimas que, en sus estatuto, sociales,
contemplen expresamente como objeto social principal la realización
habitual y profesional de una o más de las actividades que se indican en el
párrafo anterior, se considerarán como sociedades financieras de objeto
múltiple. Dichas sociedades se reputarán entidades financieras, que podrán
ser:
I. Sociedades financieras de objeto múltiple reguladas, o
II. Sociedades financieras de objeto múltiple no reguladas.
La otra parte es la arrendataria, que acude ante la arrendadora financiera
para obtener que ésta adquiera los bienes que aquella necesita para su
desarrollo empresarial, y se los dé en arrendamiento.
En principio y por lo que a la arrendadora financiera se refiere, cabe
señalar que para la constitución y operación de ese tipo de organización
auxiliar de crédito, se requiere contar con autorización de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público, de conformidad con el artículo 5 de la ley de la
materia.
Artículo 5o.—Se requerirá autorización de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, para
la constitución y operación de almacenes generales de depósito, arrendadoras financieras,
sociedades de ahorro y préstamo y empresas de factoraje financiero, o de la Comisión Nacional
Bancaria cuando se trate de uniones de crédito.
Estas autorizaciones podrán ser otorgadas o denegadas discrecionalmente por dicha Secretaría,
o la Comisión en su caso, según la apreciación sobre la conveniencia de su establecimiento y
serán por su propia naturaleza, intransmisibles.
Tratándose de almacenes generales de depósito, arrendadoras financieras, sociedades de
ahorro y préstamo y empresas de factoraje financiero, la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público escuchará la opinión de la Comisión Nacional Bancaria y del Banco de México.
Dichas autorizaciones deberán publicarse en el Diario Oficial de la Federación, así como las
modificaciones a las mismas.
Sólo las sociedades que gocen de autorización en los términos de la ley, podrán operar como
almacenes generales de depósito, arrendadoras financieras, sociedades de ahorro y préstamo,
uniones de crédito y empresas de factoraje financiero.

Además, la arrendadora financiera que como sociedad anónima realiza


sus operaciones al amparo de la ley, de conformidad con su artículo 24, se
encuentra autorizada en forma exclusiva para:
I. Celebrar contratos de arrendamiento financiero a que se refiere el artículo 25 de la ley;
II. Adquirir bienes, para darlos en arrendamiento financiero;
III. Adquirir bienes del futuro arrendatario, con el compromiso de darlos a éste en
arrendamiento financiero; y
IV. Obtener préstamos y créditos de instituciones de crédito, de seguros y de fianzas del país o
de entidades financieras del exterior, destinados a la realización de las operaciones que se
autorizan en este capítulo así como de proveedores, fabricantes o constructores de los bienes que
serán objeto de arrendamiento financiero;

Complementariamente, de conformidad con el artículo 36, las


operaciones que celebren las arrendadoras financieras, se someterán en
cuanto a sus límites y condiciones, a las reglas de carácter general que en su
caso expida el Banco de México.
Finalmente, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público establecerá,
oyendo a la Comisión Nacional Bancaria, mediante disposiciones de
carácter general, las obligaciones contingentes que puedan asumir las
arrendadoras financieras en los contratos de arrendamiento financiero,
cuando dichas obligaciones contingentes sean distintas a las señaladas en la
fracción VIII del artículo 24, señalando, además, el monto máximo de estos
pasivos que se les autorice contraer.
Precisamente en relación con las normas operacionales a las que están
sujetas las arrendadoras financieras, refiere Hegewisch DÍAZ INFANTE,[14] que
con fecha 31 de julio de 1989, se publicaron en el Diario Oficial de la
Federación las reglas básicas para la operación de las arrendadoras, en
relación con su capital y límites de operación, así como a la regulación del
arrendamiento puro, definido como el acuerdo entre dos partes por el que el
arrendador otorga al arrendatario el uso o goce temporal de un bien al
arrendatario, por un plazo inicial forzoso, y éste a su vez, se obliga a pagar
periódicamente el precio acordado (renta), que no es otra cosa que el
arrendamiento del derecho común.
La otra parte es la arrendataria, que acude ante la arrendadora financiera
para obtener que ésta adquiera los bienes que aquella necesita para su
desarrollo empresarial, y se los dé en arrendamiento.
Para el establecimiento del plazo del arrendamiento, el artículo 25
señala que deberán tenerse en cuenta las condiciones de liquidez de la
arrendadora financiera, en función de los plazos de los financiamientos que,
en su caso, haya contratado para adquirir los bienes.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


De conformidad con el artículo 409 el o los pagarés que el arrendatario
otorgue a la orden del arrendador, por el importe total del precio pactado,
por concepto de renta global, no podrán tener un vencimiento posterior al
plazo del arrendamiento financiero y deberá hacerse constar en tales
documentos su procedencia de manera que queden suficientemente
identificados. La transmisión de esos títulos, implica en todo caso el
traspaso de la parte correspondiente de los derechos derivados del contrato
de arrendamiento financiero y demás derechos accesorios en la proporción
que correspondan.
La suscripción y entrega de estos títulos de crédito, no se considerarán
como pago de la contraprestación ni de sus parcialidades.
El artículo 87-E establece que en los contratos de arrendamiento
financiero, factoraje financiero y crédito que celebren las sociedades
financieras de objeto múltiple y en los que se pacte que el arrendatario, el
factorado o el acreditado pueda disponer de la suma acreditada o del
importe del préstamo en cantidades parciales o esté autorizado para efectuar
reembolsos previos al vencimiento del término señalado en el contrato, el
estado de cuenta certificado por el contador de la sociedad correspondiente
hará fe, salvo prueba en contrario, en el juicio respectivo para la fijación del
saldo resultante a cargo del deudor.
Además, el artículo 87-F señala que el contrato en que se haga constar
el crédito, arrendamiento financiero o factoraje financiero que otorguen las
sociedades financieras de objeto múltiple, siempre que dicho instrumento
vaya acompañado de la certificación del estado de cuenta respectivo a que
se refiere el artículo anterior, será título ejecutivo mercantil, sin necesidad
de reconocimiento de firma ni de otro requisito alguno.
En el supuesto de incumplimiento por parte del arrendatario, la
arrendadora financiera en principio podrá ejercitar su acción ejecutiva tanto
con base en los pagarés antes mencionados, como en el contrato, al que se
acompañe la certificación contable de adeudos suscrita por el contador de la
institución financiera; sin embargo, y aun y cuando de conformidad con el
artículo 1391, fracción IV del Código de Comercio, los pagarés son por sí
solos suficientes para el ejercicio de la acción ejecutiva, creemos que el
título fundatorio de la misma incluye no solamente a los pagarés, sino
propiamente al contrato y la certificación contable que en términos del
artículo 47 expedirá el contador de la institución, de modo que los títulos de
crédito deberán acompañarse como parte integrante de los documentos base
de la misma.[15]
De conformidad con el artículo 411 en los contratos de arrendamiento
financiero en los que se estipule que la entrega material de los bienes sea
realizada directamente al arrendatario por el proveedor, fabricante o
constructor, en las fechas previamente convenidas, el arrendatario quedará
obligado a entregar constancia del recibo de los bienes al arrendador. Salvo
pacto en contrario, la obligación de pago del precio del arrendamiento
financiero se inicia a partir de la firma del contrato, aunque no se haya
hecho la entrega material de los bienes objeto del arrendamiento.
En los casos a que se refiere el párrafo anterior, el arrendador estará
obligado a entregar al arrendatario los documentos necesarios para que el
mismo quede legitimado a fin de recibirlos directamente.
Por otro lado, el artículo 413 señala que el arrendatario deberá
seleccionar al proveedor, fabricante o constructor y autorizar los términos,
condiciones y especificaciones que se contengan el en pedido u orden de
compra, identificando y describiendo los bienes que se adquirirán.
El arrendador no será responsable de error u omisión en la descripción
de los bienes objeto del arrendamiento contenida en el pedido u orden de
compra. La firma del arrendatario en cualquiera de estos últimos
documentos implica, entre otros efectos, su conformidad con los términos,
condiciones, descripciones y especificaciones, ahí consignados.
Salvo pacto en contrario, la arrendataria queda obligada a conservar los
bienes en el estado que permita el uso normal que les corresponda; a darles
el mantenimiento necesario para este propósito y, consecuentemente, a
hacer por su cuenta las reparaciones que se requieran, así como a adquirir
las refacciones e implementos necesarios, según se convenga en el contrato.
Dichas refacciones, implementos y bienes que se adicionen a los que son
materia del arrendamiento financiero, se considerarán incorporadas a éstos
y, consecuentemente, sujetos a los términos del contrato.
La arrendataria debe servirse de los bienes solamente para el uso
convenido, o conforme a la naturaleza y destino de éstos, siendo
responsable de los daños que los bienes sufran por darles otro uso, o por su
culpa o negligencia, o la de sus empleados o terceros.
De conformidad con el artículo 413 la arrendataria deberá seleccionar al
proveedor, fabricante o constructor y autorizar los términos, condiciones y
especificaciones que se contengan en el pedido u orden de compra,
identificando y describiendo los bienes que se adquirirán.
Además, las arrendadoras financieras no serán responsables de error u
omisión en la descripción de los bienes objeto del arrendamiento contenida
en el pedido u orden de compra. La firma de la arrendataria en cualquiera
de estos últimos documentos implica, entre otros efectos, su conformidad
con los términos, condiciones, descripciones y especificaciones ahí
consignados.
El artículo 414 establece por otro lado que salvo pacto en contrario, son
a riesgo de la arrendataria:
I. Los vicios o defectos ocultos de los bienes que impidan su uso parcial o total. En este caso
la arrendadora financiera transmitirá a la arrendataria los derechos que como compradora tenga,
para que ésta los ejercite en contra del vendedor, o la legitimará para que la arrendataria en su
representación ejercite dichos derechos;[16]
II. La pérdida parcial o total de los bienes, aunque ésta se realice por causa de fuerza mayor o
caso fortuito; y
III. En general, todos los riesgos, pérdidas, robos, destrucción o daños que sufrieren los bienes
dados en arrendamiento financiero.
Además, frente a las eventualidades señaladas, la arrendataria no queda
liberada del pago de la contraprestación, debiendo cubrirla en la forma que
se haya convenido en el contrato.
Se establece por otro lado que en los contratos de arrendamiento
financiero deberá incluirse la obligación de que se cuente con seguro o
garantía que cubra, en los términos que se convengan, por lo menos, los
riesgos de construcción, transportación, recepción e instalación, según la
naturaleza de los bienes, los daños o pérdidas de los propios bienes, con
motivo de su posesión y uso, así como las responsabilidades civiles y
profesionales de cualquier naturaleza, susceptibles de causarse en virtud de
la explotación o goce de los propios bienes, cuando se trate de bienes que
puedan causar daños a terceros, en sus personas o en sus propiedades.
En los contratos o documentos en que conste la garantía deberá
señalarse como primer beneficiario al arrendador, a fin de que, en primer
lugar, con el importe de las indemnizaciones se cubran a éste los saldos
pendientes de la obligación concertada, o las responsabilidades a que queda
obligado como propietario de los bienes. Si el importe de las
indemnizaciones pagadas no cubre dichos saldos o responsabilidades, el
arrendatario queda obligado al pago de los faltantes.
Las primas y los gastos del seguro serán por cuenta del arrendatario,
incluso cuando el arrendador proceda a contratar los seguros a que se refiere
el artículo anterior si es el caso de que habiéndose pactado que el seguro
deba ser contratado por el arrendatario y éste no realizara la contratación
respectiva dentro de los tres días siguientes a la celebración del contrato. Lo
anterior, sin perjuicio de que contractualmente esta omisión se considere
como causa de rescisión.
Un caso especial es el que se deriva del artículo 415, que legitima a la
arrendataria aun sin ser la dueña de los bienes arrendados, al ejercicio de las
acciones judiciales que se presenten en relación con tales bienes. Así, el
artículo de referencia establece:
Cuando ocurra alguna de estas eventualidades, la arrendataria debe
notificarlo a la arrendadora financiera, a más tardar el tercer día hábil
siguiente al en que tenga conocimiento de esas eventualidades, siendo
responsable de los daños y perjuicios, si hubiese omisión. La arrendadora
financiera, en caso de que no se efectúen o no se ejerciten adecuadamente
las acciones o defensas, o por convenir así a sus intereses, podrá ejercitar
directamente dichas acciones o defensas, sin perjuicio de las que realice la
arrendataria.
La arrendadora financiera estará obligada a legitimar a la arrendataria
para que, en su representación, ejercite dicha acciones o defensas cuando
ello sea necesario.
A. OPCIONES TERMINALES
Una vez concluido el plazo del arrendamiento, corresponderá a la
arrendataria decidir cuál será el destino de los bienes arrendados, pudiendo
optar por su prórroga, adquisición o bien su venta a terceros.
De ese modo, el artículo 410 establece:
Artículo 410.—Al concluir el plazo del vencimiento del contrato o cuando las partes acuerden
su vencimiento anticipado y una vez que se hayan cumplido todas las obligaciones, el
arrendatario deberá adoptar alguna de las siguientes opciones terminales:
I. La compra de los bienes a un precio inferior a su valor de adquisición, que quedará fijado en
el contrato. En caso de que no se haya fijado, el precio debe ser inferior al valor de mercado a la
fecha de compra, conforme a las bases que se establezcan en el contrato;
II. A prorrogar el plazo para continuar con el uso o goce temporal, pagando una renta inferior
a los pagos periódicos que venía haciendo, conforme a las bases que se establezcan en el
contrato; y
III. A participar con el arrendador en el precio de la venta de los bienes a un tercero, en las
proporciones y términos que se convengan en el contrato.

Cuando en el contrato se convenga la obligación del arrendatario de


adoptar, de antemano, alguna de las opciones antes señaladas, éste será
responsable de los daños y perjuicios en caso de incumplimiento. El
arrendador no podrá oponerse al ejercicio de dicha opción.
Si en los términos del contrato, queda el arrendatario facultado para
adoptar la opción terminal al finalizar el plazo obligatorio, éste deberá
notificar por escrito al arrendador, por lo menos con un mes de anticipación
al vencimiento del contrato, cuál de ellas va a adoptar, respondiendo de los
daños y perjuicios en caso de omisión, con independencia de lo que se
convenga en el contrato.
Dice Arce Gargolllo:[17] “el elemento más característico que conforma al
arrendamiento financiero, es la opción. Si el contrato no contiene una
opción, no es arrendamiento financiero, sino otra figura semejante a éste,
como puede ser el llamado arrendamiento puro o el contrato de renting”.
B. ACCIONES DE RECUPERACIÓN
Con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 18 de julio de 2006, las sociedades que operen el contrato de
arrendamiento financiero, podrán ser tanto las arrendadoras financieras, que
necesariamente tienen la calidad de instituciones auxiliares de crédito,[18] de
conformidad con la Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares de Crédito, como las sociedades financieras de objeto múltiple,
que son las sociedades anónimas que, en sus estatutos sociales, contemplen
expresamente como objeto social principal la realización habitual y
profesional de una o más de las actividades para el otorgamiento de
créditos, así como la celebración de arrendamiento financiero o factoraje
financiero, que podrán realizarse en forma habitual y profesional por
cualquier persona sin necesidad de requerir autorización del Gobierno
Federal para ello.
Con motivo de la reforma actualmente existen sociedades de
arrendamiento y factoraje financiero registradas, cuya naturaleza es la de
que son instituciones auxiliares de crédito tal y como fueron creadas y
autorizadas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, además de que
respecto de ellas ejerce supervisión la Comisión Nacional Bancaria y de
Valores.
No obstante, en términos del artículo tercero transitorio del decreto de
reformas publicado el 18 de julio de 2006 en el Diario Oficial de la
Federación, tales entidades dejarán de ser instituciones auxiliares de crédito
una vez que hayan transcurrido siete años a partir de la expedición del
mencionado decreto, con lo cual, a partir de esa fecha pasarán a ser simples
sociedades crediticias no reguladas, que pueden operar el rubro genérico del
crédito incluyendo la realización de operaciones de arrendamiento y de
factoraje financiero, como sociedades de objeto múltiple. Es decir, que una
vez transcurrido el plazo de los siete años a partir de la publicación de la
reforma, todas las sociedades que operen el crédito en sus distintas
modalidades serán sociedades anónimas no reguladas y no existirán más las
entidades señaladas como auxiliares de crédito.
En el otro rubro, la reforma dio lugar a la posibilidad de la existencia de
sociedades anónimas de objeto múltiple que operan el crédito (incluido el
arrendamiento y el factoraje financiero), y que se pueden formar desde el
día siguiente a la expedición del decreto, es decir a partir del 19 de julio de
2006.
De ese modo, una vez que hayan transcurrido siete años a partir de la
expedición del decreto relativo, todas las sociedades que operen el crédito,
incluyendo a las arrendadoras y a las empresas de factoraje, serán
sociedades anónimas de objeto múltiple (no reguladas desapareciendo en
definitiva las arrendadoras y las empresas de factoraje financiero como
instituciones auxiliares de crédito.
Cabe señalar además que a la posibilidad que ya tenían las arrendadoras
financieras y las empresas de factoraje financiero para el seguimiento de la
vía ejecutiva mercantil en contra de sus deudores, con fecha 18 de julio de
2006 y mediante la adición que se hizo del Título V, al agregársele el
capítulo II, se contempla ahora en el nueve artículo 87-F de la Ley General
de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, que el contrato en
que se haga constar el crédito, arrendamiento financiero o factoraje
financiero que otorguen las sociedades financieras de objeto múltiple,
siempre que dicho instrumento vaya acompañado de la certificación del
estado de cuenta respectivo a que se refiere el artículo anterior, será título
ejecutivo mercantil, sin necesidad de reconocimiento de firma ni de otro
requisito alguno.
Sobre el particular, establecen los nuevos artículos 87-E y 87-F de la
propia ley:
Artículo 87-E.—En los contratos de arrendamiento financiero, factoraje financiero y crédito
que celebren las sociedades financieras de objeto múltiple y en los que se pacte que el
arrendatario, el factorado o el acreditado pueda disponer de la suma acreditada o del importe del
préstamo en cantidades parciales o esté autorizado para efectuar reembolsos previos al
vencimiento del término señalado en el contrato, el estado de cuenta certificado por el contador
de la sociedad correspondiente hará fe, salvo prueba en contrario, en el juicio respectivo para la
fijación del saldo resultante a cargo del deudor.[19]
Artículo 87-F. El contrato en que se haga constar el crédito, arrendamiento financiero o
factoraje financiero que otorguen las sociedades financieras de objeto múltiple, siempre que
dicho instrumento vaya acompañado de la certificación del estado de cuenta respectivo a que se
refiere el artículo anterior, será título ejecutivo mercantil, sin necesidad de reconocimiento de
firma ni de otro requisito alguno.
Tratándose del factoraje financiero, además del contrato respectivo, las sociedades financieras
de objeto múltiple deberán contar con los documentos que demuestren los derechos de crédito
transmitidos por virtud de dicha operación, así como la notificación al deudor de dicha
transmisión cuando ésta deba realizarse de acuerdo con las disposiciones aplicables.
El estado de cuenta citado en el primer párrafo de este artículo deberá contener los datos sobre
la identificación del contrato o convenio en donde conste el crédito, el factoraje financiero o el
arrendamiento financiero que se haya otorgado; el capital inicial dispuesto o, en su caso, el
importe de las rentas determinadas; el capital o, en su caso, las rentas vencidas no pagadas; el
capital o, en su caso, las rentas pendientes por vencer; las tasas de interés del crédito o, en su
caso, la variabilidad de la renta aplicable a las rentas determinables a cada período de pago; los
intereses moratorios generados; la tasa de interés aplicable a intereses moratorios, y el importe de
accesorios generados.
Artículo 87-I.—En las operaciones de crédito, arrendamiento financiero y factoraje financiero
que las sociedades financieras de objeto múltiple celebren con sus clientes, sólo se podrán
capitalizar intereses cuando, antes o después de la generación de los mismos, las partes lo hayan
convenido. En este caso la sociedad respectiva deberá proporcionar a su cliente el estado de
cuenta mensual. Es improcedente el cobro que contravenga lo dispuesto por este artículo.
Artículo 87-J.—En los contratos de arrendamiento financiero, factoraje financiero y crédito,
así como en las demás actividades que la ley expresamente les faculte, que celebren las
sociedades financieras de objeto múltiple, éstas deberán señalar expresamente que, para su
constitución y operación con tal carácter, no requieren de autorización de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público, y, en el caso de las sociedades financieras de objeto múltiple no
reguladas, deberán en adición a lo anterior, señalar expresamente que están sujetas a la
supervisión de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, únicamente para efectos de lo
dispuesto por el artículo 56 de esta Ley. Igual mención deberá señalarse en cualquier tipo de
información que, para fines de promoción de sus operaciones y servicios, utilicen las sociedades
financieras de objeto múltiple no reguladas.

Las anteriores disposiciones hacen que simples particulares, como


pueden ser las sociedades anónimas con objeto crediticio, puedan también
acceder al seguimiento de la vía ejecutiva mercantil a partir de un simple
estado de cuenta contable sin necesidad de reconocimiento del deudor, aun
y cuando ni siquiera formen parte del sistema financiero nacional, por no
tener el carácter de entidades financieras, sino solamente de simples
sociedades anónimas, lo cual hace más dramática aun la situación de los
acreditados de la que ya existía, sufriendo estos así una evidente perfidia,
porque ahora el legislador coloca a tales sociedades comerciales al nivel de
las entidades financieras y les concede privilegios que solamente
correspondían a tales entes, haciendo más desigual aun la posición del
deudor en los juicios en razón de los argumentos que hemos expresado en
este texto.
Por lo que a la recuperación del bien se refiere, de conformidad con el
artículo 416, en los contratos de arrendamiento financiero, al ser exigible la
obligación y, ante el incumplimiento del arrendatario de las obligaciones
consignadas en el mismo, la arrendadora financiera podrá pedir
judicialmente la posesión (en realidad la ley debiera señalar restitución) de
los bienes objeto del arrendamiento. Una vez decretada la posesión, el
arrendador quedará facultado a dar los bienes en arrendamiento financiero a
terceros o a disponer de ellos.[20]

NOTAS
[1] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 439.
[2] Citado por OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., p. 177.
[3] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 686.
[4] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 686.
[5] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 441.
[6] Cfr. DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 108.
[7] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 199 a 201.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 442.
[9] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 117.
[10] Ibid, p. 112.
[11] ARRENDAMIENTO FINANCIERO. ES UN CONTRATO DE NATURALEZA MERCANTIL.—El arrendamiento
financiero aunque es una operación compleja puesto que participa de las notas características de una
operación de crédito, del arrendamiento y de la compraventa, o sea que se compone de elementos
diversos, debe considerarse como un contrato mercantil, dado que es claro el propósito de lucro que
persigue el arrendador, quien obtiene rendimiento del capital que invierte en el financiamiento, lo que
hace que tenga las características del acto mercantil a que alude el artículo 75, fracciones I, II, V, VII
y XIII del Código de Comercio; por ende, es diferente del arrendamiento civil, liso y llano o
tradicional y de la compraventa en abonos; así que, no obstante las semejanzas o identidades
parciales, no puede ser subsumido o absorbido por tales figuras clásicas o tradicionales. Amparo
directo 12098/84. Salomón Issa Murra y Combugas, S. A. 19 de febrero de 1987. Unanimidad de 4
votos. Ponente: Jorge Olivera Toro. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Séptima Época. Volumen 217-228 Cuarta Parte. Tesis: Página: 29. Tesis Aislada.
[12] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 442.
[13] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 201 a 203.
[14] DÍAZ INFANTE, Hegewisch, Derecho Financiero Mexicano, 2a. ed., Porrúa, México, 1999, p.
360.
[15] En relación con los pagarés que contra los vencimientos de las pensiones rentísticas se
suscribe el arrendatario, a continuación se transcribe el criterio emitido por la Suprema Corte de
Justicia, siguiente: ARRENDAMIENTO FINANCIERO. LA EXHIBICIÓN DE LOS PAGARÉS DERIVADOS DE ESTAS
OPERACIONES, ES SUFICIENTE PARA EJERCITAR LA VÍA EJECUTIVA MERCANTIL.—Cuando se intente una acción en
la vía ejecutiva mercantil que tenga por objeto obtener el pago de un adeudo derivado de operaciones
de arrendamiento financiero, para su procedencia es suficiente la exhibición de los pagarés suscritos
con motivo de dicho contrato, pues basta con que éstos contengan los requisitos esenciales que
establecen los artículos 170 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 26 de la Ley
General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, para que traigan aparejada
ejecución, de acuerdo con lo dispuesto por la fracción IV del artículo 1391 del Código de Comercio,
sin que se requiera que se acompañen necesariamente del contrato y de la certificación del contador
de la institución. La exigencia que establece el artículo 26 de la Ley General de Organizaciones y
Actividades Auxiliares del Crédito para los pagarés derivados de un contrato de arrendamiento
financiero, de hacer constar en ellos su procedencia, de manera que queden suficientemente
identificados, no significa que éstos pierdan su carácter ejecutivo; dicha mención sólo constituye una
excepción al principio de abstracción de los títulos de crédito, lo que trae como consecuencia que los
subsecuentes tenedores puedan oponer las excepciones derivadas del negocio subyacente. Los
pagarés suscritos con motivo de un contrato de arrendamiento financiero no pierden su carácter de
título ejecutivo mercantil, ya que basta con que contengan los requisitos esenciales exigidos por la
ley para que gocen de dicho carácter. Contradicción de tesis 49/96, entre las sustentadas por los
Tribunales Colegiados Tercero y Cuarto en Materia Civil del Primer Circuito. 14 de junio de 2000.
Cinco votos. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretaria: Guadalupe M. Ortiz Blanco. Tesis de
jurisprudencia 16/2000. Aprobada por la Primera Sala de este Alto Tribunal, en sesión de veintisiete
de septiembre de dos mil, por unanimidad de cinco votos de los señores Ministros: presidente José de
Jesús Gudiño Pelayo, Juventino V. Castro y Castro, Humberto Román Palacios, Juan N. Silva Meza y
Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Instancia: Primera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo XII, Noviembre del 2000. Tesis: 1a./J. 16/2000
Página: 85. Tesis de Jurisprudencia.
[16] La legitimación que la arrendadora financiera otorga a la arrendataria para el ejercicio de
las acciones de reclamación referida, aun incluyendo la trasmisión de los derechos, no implica en
forma alguna la derivación de la propiedad a favor de ésta, porque la arrendadora seguirá siendo
dueña de los bienes, de modo que tal trasmisión del derecho sólo se da para el ejercicio de las
acciones relativas, lo que nos acerca más a la figura del mandato que a la trasmisión de derechos o
legitimación, tal y como son referidos por la ley.
[17] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 227.
[18] No obstante, de conformidad con el artículo tercero transitorio de la reforma publicada el
18 de julio de 2006, cuando hayan transcurrido siete años a partir de su entrada en vigor (y dicho
plazo ha ya transcurrido) desaparecerán tales entidades auxiliares de crédito para convertirse en
sociedades financieras no reguladas.
[19] Por lo que al contenido de los estados de cuenta contables se refiere, a continuación se
transcribe el criterio establecido por los Tribunales Colegiados de Circuito, siguiente: ESTADOS DE
CUENTA EXPEDIDOS POR LAS ARRENDADORAS FINANCIERAS. PARA QUE SEAN TÍTULOS EJECUTIVOS DEBEN SATISFACER
LOS MISMOS REQUISITOS EXIGIDOS A LOS BANCOS.—El artículo 68 de la Ley de Instituciones de Crédito y el
48 de la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, guardan estrecha
similitud entre sí, por cuanto que ambos prevén el requisito de que los estados de cuenta expedidos
unilateralmente por los contadores facultados por los bancos y por los de las arrendadoras
financieras, junto con el contrato de crédito y de arrendamiento, respectivamente, constituirán títulos
ejecutivos. Además el precepto legal citado en primer término, ya fue materia de interpretación por la
entonces Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la jurisprudencia número
15/94, consultable en el Tomo XIII, correspondiente al mes de junio de 1994, páginas 251 a 267, de
la Octava Época del Semanario Judicial de la Federación, bajo la voz: “ESTADOS DE CUENTA BANCARIOS.
REQUISITOS PARA QUE CONSTITUYAN TÍTULOS EJECUTIVOS.”, en el sentido de que el certificado contable, para
tener la ejecutividad requerida, debe contener un desglose de los movimientos que originaron el saldo
cuyo cobro se pretende. Por tanto, es justificable y apegado a derecho, que el artículo 48 de la Ley
General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito se analice a la luz de la
interpretación realizada por el Máximo Tribunal de Justicia de la República, al numeral 68 de la Ley
de Instituciones de Crédito; sin que por ello pueda decirse, válidamente, que se está aplicando una ley
en lugar de otra. SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL TERCER CIRCUITO. Amparo directo
315/98. Arrendadora Unión, S. A. de C. V., Organización Auxiliar de Crédito. 17 de abril de 1998.
Unanimidad de votos. Ponente: Gerardo Domínguez. Secretario: Héctor Martínez Flores. Instancia:
Tribunales-Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta.
Novena Época. Tomo VIII, Agosto de 1998. Tesis: III.2o.C.11 C. Página: 860. Tesis Aislada.
En lo tocante a la naturaleza del estado contable, a continuación se transcribe la jurisprudencia
siguiente: ORGANIZACIONES AUXILIARES DE CRÉDITO. EL ARTÍCULO 47 DE LA LEY RELATIVA, QUE FACULTA A SUS
CONTADORES A CERTIFICAR ESTADOS DE CUENTA DE LOS ACREDITADOS CON MOTIVO DE UN CONTRATO DE
ARRENDAMIENTO FINANCIERO, NO VIOLA LA GARANTÍA DE AUDIENCIA.—El artículo 47 de la Ley de
Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, que faculta a los contadores de dichas
organizaciones a certificar el saldo del estado de cuenta de sus acreditados, no importa una violación
a la garantía de audiencia prevista en el párrafo segundo del artículo 14 constitucional, pues no
implica que se les esté privando de un derecho en forma definitiva, ya que no se está autorizando a
determinar unilateralmente el monto de la obligación pecuniaria a cargo de ellos, sino que en forma
provisional se establece el saldo de los acreditados, lo cual genera una prueba presuntiva del monto
de la obligación que, conjuntamente con el contrato de arrendamiento financiero, constituye un título
ejecutivo mercantil. Además, no se priva al acreditado del derecho de aportar, dentro del juicio que
en su caso se instaure, elementos de convicción para desvirtuar el saldo certificado en el estado de
cuenta, pues la certificación de éste hace fe, salvo prueba en contrario, lo que significa que será el
juzgador, en todo caso, quien decida si aprueba o no la certificación expedida por el contador de la
organización auxiliar de crédito. Amparo en revisión 1150/94. Sergio Quintanilla Cobián. 24 de
octubre de 1995. Mayoría de diez votos; unanimidad en relación con el criterio contenido en esta
tesis. Disidente: Mariano Azuela Gúitrón. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretaria: Susana
Alva Chimal. Amparo en revisión 1961/94. José Luis Reyes Carbajal. 24 de octubre de 1995.
Mayoría de diez votos; unanimidad en relación con el criterio contenido en esta tesis. Disidente:
Mariano Azuela Güitrón. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Secretaria: Felisa Díaz Ordaz Vera.
Amparo en revisión 710/95. Jorge Arturo Elizondo González. 16 de mayo de 1996. Unanimidad de
nueve votos. Ausentes: Juventino V. Castro y Castro y Genaro David Góngora Pimentel. Ponente:
Guillermo I. Ortiz Mayagoitia. Secretario: Óscar Germán Cendejas Gleason. Amparo en revisión
1403/94. Express Mitia, S. A. de C. V. 16 de mayo de 1996. Unanimidad de nueve votos. Ausentes:
Juventino V. Castro y Castro y Genaro David Góngora Pimentel. Ponente: José de Jesús Gudiño
Pelayo. Secretario: Martín Alejandro Cañizalez E. Amparo en revisión 109/96. Válvulas Jet, S. A. de
C. V. 13 de febrero de 1997. Mayoría de ocho votos; unanimidad en relación con el criterio contenido
en esta tesis. Ausentes: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia y Olga María Sánchez Cordero. Disidente:
Mariano Azuela Güitrón. Ponente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia; en su ausencia hizo suyo el
proyecto Genaro David Góngora Pimentel. Secretario: Óscar Germán Cendejas Gleason. Instancia:
Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo V, Mayo de
1997. Tesis: P./J. 30/97 Página: 49. Tesis de Jurisprudencia.
[20] Por lo que a la entrega de los bienes arrendados se refiere, a continuación se transcribe la
jurisprudencia emitida por la Suprema Corte de Justicia en resolución por contradicción de tesis,
siguiente: ARRENDAMIENTO FINANCIERO. PARA LA ENTREGA DE LA POSESIÓN DE LOS BIENES ARRENDADOS NO ES
NECESARIO SOLICITAR LA RESCISIÓN DEL CONTRATO (ARTÍCULO 33 DE LA LEY DE ORGANIZACIONES Y ACTIVIDADES
AUXILIARES DEL CRÉDITO).—El artículo 33 de la Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares del Crédito establece que: “En los contratos de arrendamiento financiero, al ser exigible la
obligación y ante el incumplimiento del arrendatario de las obligaciones consignadas en el mismo, la
arrendadora financiera podrá pedir judicialmente la posesión de los bienes objeto del arrendamiento.
El Juez decretará de plano la posesión cuando le sea pedida en la demanda o durante el juicio,
siempre que se acompañe el contrato correspondiente debidamente ratificado ante fedatario público y
el estado de cuenta certificado por un contador de la organización auxiliar de crédito de que se trata,
en los términos del artículo 47 de esta ley”. En efecto, de la lectura de este precepto legal se infiere
que, ante la omisión por parte del arrendatario de acatar las obligaciones contraídas en el contrato de
arrendamiento financiero, se prevé la posibilidad de solicitar por la vía judicial la posesión de los
bienes afectos al mismo, mas no que la pretendida devolución únicamente proceda cuando se
demande la rescisión del contrato; de ahí que si las partes no pactaron esta última condición, la orden
de desposesión por parte de la autoridad con base en el precepto invocado no resulta contraria a
derecho, habida cuenta que, al señalar como medida cautelar que la posesión se otorgue al
arrendador, es con la finalidad de proteger el bien ante la posibilidad de su desaparición, ocultamiento
o destrucción, en tanto se resuelve jurídicamente en forma definitiva y no que el acuerdo de
voluntades sea rescindido. Contradicción de tesis 13/98, entre las sustentadas por el Segundo
Tribunal Colegiado del Décimo Cuarto Circuito y el Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del
Primer Circuito. 5 de agosto de 1998. Cinco votos. Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretario:
Hilario Sánchez Cortés. Tesis de jurisprudencia 53/98, aprobada por la Primera Sala de este Alto
Tribunal, en sesión de dos de septiembre de mil novecientos noventa y ocho, por unanimidad de
cinco votos de los Ministros presidente Humberto Román Palacios, Juventino V. Castro y Castro,
José de Jesús Gudiño Pelayo, Juan N. Silva Meza y Olga Sánchez Cordero de García Villegas.
Instancia: Primera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época.
Tomo VIII, Septiembre de 1998. Tesis: 1a./J. 53/98 Página: 141. Tesis de Jurisprudencia.
Asimismo, y en relación con la constitucionalidad de la ley que concede al juez autorización
para decretar la entrega de los bienes arrendados, resulta ilustrativa la jurisprudencia emitida por el
Pleno de la propia Suprema Corte de Justicia, siguiente: ARRENDAMIENTO FINANCIERO. EL ARTÍCULO 33 DE
LA LEY DE ORGANIZACIONES Y ACTIVIDADES AUXILIARES DEL CRÉDITO, AL PREVER, ANTE EL INCUMPLIMIENTO DEL
ARRENDATARIO, UNA MEDIDA CAUTELAR Y PROVISIONAL, NO ES INCONSTITUCIONAL AL NO CONSTITUIR UN ACTO
PRIVATIVO DE NATURALEZA DEFINITIVA.—Con relación a la garantía de audiencia establecida en el artículo
14 constitucional y a efecto de establecer qué actos no requieren de la observancia de la audiencia
previa y cuáles sí, existen criterios jurisprudenciales, que distinguen entre actos de molestia y actos
privativos. Ahora bien, a los primeros se les ha conceptuado como aquellos actos que solamente
restringen el ejercicio de algún derecho, de manera temporal, por tratarse de medidas provisionales
con la finalidad cautelar respecto de ciertos bienes jurídicos que de otra manera no sería posible
proteger con oportunidad, hasta en tanto se decida si procede o no la privación definitiva; en tanto
que a los segundos, se les ha definido como aquellos actos que tienen por objeto la disminución,
menoscabo o supresión, de manera definitiva, de derechos de los gobernados. Dentro de este contexto
diferenciador de unos y Otros actos, resulta que la medida que autoriza a decretar el artículo 33 de la
Ley de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, consistente en que en los contratos de
arrendamiento financiero, al ser exigible la obligación y, ante el incumplimiento del arrendatario de
las obligaciones consignadas en el mismo, la arrendadora financiera podrá pedir judicialmente la
posesión de los bienes objeto del arrendamiento, no es inconstitucional, habida cuenta de que las
necesidades del crédito justifican la tramitación de juicios de carácter ejecutivo, mismos que por su
propia naturaleza se inician con un procedimiento de ejecución. En este orden de ideas, y toda vez
que las características inherentes a la referida providencia cautelar son las que justifican su
existencia, resulta ser constitucional porque se trata de una mera medida provisional que no requiere
de la observancia de la garantía de previa audiencia. Amparo en revisión 1038/94. Construcciones
Pesadas Toro, S. A. 24 de octubre de 1995. Mayoría diez votos. Ponente: José de Jesús Gudiño
Pelayo. Secretaria: Susana Alva-Chimal. Amparo en revisión 1074/94. Transportes de Carga Rahe, S.
A. de C. V. 24 de octubre de 1995. Mayoría de diez votos. Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo.
Secretaria: Susana Alva Chimal. Amparo en revisión 1150/94. Sergio Amparo en revisión 1961/94.
José Luis Reyes Amparo en revisión 576/95. Tomás Iruegas Buentello y otra. 30 de octubre de 1995.
Mayoría de nueve votos. Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretario: Téodulo Ángeles Espino.
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el veinticinco de abril en curso, aprobó, con
número 20/1996, la tesis de jurisprudencia que antecede. México, Distrito Federal, a veinticinco de
abril de mil novecientos noventa y seis. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo III, Mayo de 1996. Tesis: P./J. 20/96 Página: 25. Tesis
de Jurisprudencia.
CAPÍTULO III

CONTRATO DE CARTA DE CRÉDITO

Por cuanto a sus antecedentes se refiere, CERVANTES AHUMADA nos dice que
ya en las Ordenanzas de Bilbao se reglamentaban las cartas-ordenes de
crédito; y que tanto que en el Código de Comercio de 1884, como en el de
1890, fueron también reguladas bajo la denominación de cartas de crédito,
nombre con el que pasaron a la vigente Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
El contrato de carta de crédito, desarrollado en la práctica bancaria
constituye un instrumento sumamente útil para la realización de
operaciones bancarias neutras tales como la transferencia de fondos.
Señala SÁNCHEZ CALERO:[1]
la transferencia bancaria es una operación que se explica teniendo en cuenta la existencia de dos
cuentas bancarias, pertenecientes a dos personas distintas. El cliente ordenador de la transferencia
autoriza al banco para que deduzca de su cuenta la cantidad objeto de la transferencia y lo abone,
bien el propio banco u otro al que trasmita esa orden, en la cuenta de otra persona, el beneficiario.

Y Dávalos[2] agrega:
se trata en realidad de un financiamiento que el dador (banco) le está haciendo al tomador (su
cliente) al cubrir al pagador la cantidad que entregó al tomador: la forma en la que por lo general
los bancos instrumentan este tipo de crédito, es mediante el depósito en cuenta de cheques, contra
línea de crédito, o bien, a través de la apertura de crédito simple, con la indicación de la puesta a
disposición de ese dinero en otra plaza diferente.

También señala: “básicamente las cartas de crédito tienen como función


principal permitir a un sujeto cierta seguridad de que dispondrá en una plaza
diferente a la suya, de una determinada cantidad de dinero; que es, en lo
fundamental, un contrato que sirve para cambiar dinero de una plaza a
otra”.[3]
Dice sobre este contrato RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[4] que cuando el banco
emite la carta de crédito contra entrega de su importe, se esfuma el carácter
de operación de crédito para parecer más bien una mediación en los pagos.
Para cervantes Ahumada[5] la carta de crédito contiene una invitación
que hace el dador de la carta al destinatario para que entregue cierta
cantidad de dinero al beneficiario, dentro de los límites establecidos en la
misma carta.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[6] destaca el carácter probatorio de la carta de
crédito al señalar que se trata de un simple documento probatorio que no
contiene una promesa de pago del banco que la emite, sino solo un ruego
para que se pague por el destinatario y que por lo tanto no podrá hacerse
efectiva por quien no sea su titular y que su función se restringe a lograr que
el tenedor tenga a su disposición la suma de dinero en ella señalada.
No constituyendo título de crédito, la ley la regula como operación de
crédito, al señalar el artículo 312; las cartas de crédito no se aceptan ni son
protestables, ni confieren a sus tenedores derecho alguno contra las
personas a quienes van dirigidas.

1. CONCEPTO
El artículo 564 del Código de Comercio, derogado con motivo de la
regulación que del contrato se hizo en la actual Ley de Títulos y
Operaciones de Crédito la definía señalando; La carta-orden de crédito, es
un documento que da un comerciante a favor de otra persona y contra otro
comerciante, para que le entregue el dinero que le pida, hasta cierta cantidad
determinada, y dentro de un plazo señalado expresamente.
DÁVALOS MEJÍA[7] define al contrato señalando:
el contrato denominado carta de crédito es una carta (misiva) dirigida a un sujeto al que se le pide
que entregue un determinado valor a su portador, la carta de crédito es en términos propios una
carta de recomendación, que involucra dos principios, a saber; se introduce al portador de la carta
con el destinatario, identificándolo como el acreedor del derecho que de la misma carta se
desprende, y, que contiene la solicitud que hace el remitente al destinatario de entregar al
portador un derecho, una cantidad de dinero en efectivo o un servicio.

Agrega que existen dos tipos de cartas de crédito; con provisión y sin
ella; que en la primera, el portador pone a disposición del remitente el
dinero que costará el derecho y que el destinatario le proporcionará en otra
plaza, esto es, que el portador de la carta pagó por adelantado, el derecho
que le será proporcionado por el destinatario, y, por lo tanto, tiene
exigibilidad sobre este derecho; que las cartas con provisión, por su parte,
son aquellas cuyo valor debe ser pagado por el portador a su regreso, a
quien suscribió la carta, pues gracias a su recomendación, el destinatario le
proporcionó tal beneficio. [8]

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es un contrato típico, principal, formal, de tracto instantáneo o bien
sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es típico porque se encuentra regulado por la ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito.
Es de tracto instantáneo siempre que el pago de la cantidad amparada
por la carta de crédito se realice en una sola exhibición, y será sucesivo si la
invitación incorpora pagos diferidos en diferentes épocas.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos, ya que
la institución bancaria percibirá el pago de una contraprestación por la
transferencia que realice, y el dador tendrá el servicio que contrate.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el dador, que es quien remite la carta, y su obligación es la de cubrir
su importe al pagador.
El pagador, que es a quien se dirige la carta, y encargado por ende de
cubrir la cantidad en ella amparada al beneficiario.
El beneficiario o tomador, que es quien recibirá del pagador la cantidad
amparada por la carta, debiendo para ello haberla recibido del dador,
oportunamente.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


Las cartas de crédito deberán expedirse en favor de persona determinada
y no serán negociables; expresarán una cantidad fija o varias cantidades
indeterminadas; pero comprendidas en un máximo, cuyo límite se señalará
precisamente;
El tomador no tendrá derecho alguno contra el dador, sino cuando haya
dejado en su poder el importe de la carta de crédito, o sea su acreedor por
ese importe, en cuyos casos el dador estará obligado a restituir el importe de
la carta, si ésta no fuere pagada, y a pagar los daños y perjuicios. Si el
tomador hubiere dado fianza o asegurado el importe de la carta, y ésta no
fuere pagada, el dador estará obligado al pago de los daños y perjuicios.
Los daños y perjuicios no excederán de la décima parte del importe de
la suma que no hubiere sido pagada, además de los gastos causados por el
aseguramiento o la fianza;
Dice VÁZQUEZ DEL MERCADO[9] que al no movilizar la riqueza; no ser
negociables como ocurre con los títulos de crédito y no conferir derecho
alguno contra la persona a la que van dirigidas, las cartas de crédito
constituyen una simple asignación, esto es, una invitación unilateral hecha
por el asignante, y siguiendo a Joaquín Garrigues, agrega que la carta
constituye esencialmente un documento probatorio que asienta únicamente
la orden o autorización de la banca emitente a favor del beneficiario, ya que
no contiene una promesa de pago del banco que la emite, sino solo un ruego
para que se pague por el destinatario.
• El que expida una carta de crédito, salvo en el caso de que el tomador
haya dejado el importe de la carta en su poder, lo haya afianzado o
asegurado, o sea su acreedor por ese importe, podrá anularla en
cualquier tiempo, poniéndolo en conocimiento del tomador y de aquél
a quien fuere dirigida;
• El que expida una carta de crédito quedará obligado hacia la persona a
cuyo cargo la otorgó, por la cantidad que ésta pague en virtud de la
carta dentro de los límites fijados en la misma;
• Salvo convenio en contrario, el término de las cartas de crédito será de
seis meses contados desde la fecha de su expedición. Pasado el término
que en la carta se señale, o transcurrido, en caso contrario, el que se
indica, la carta quedará cancelada.

NOTAS

[1] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 531.


[2] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 730.
[3] IBID., p. 728.
[4] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 108.
[5] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 259.
[6] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 383.
[7] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 727.
[8] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 728.
[9] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 382.
CAPÍTULO IV

CONTRATO DE CRÉDITO DOCUMENTARIO


(CONFIRMADO)

El crédito documentario facilita la realización de las transacciones


internacionales, ya que en las operaciones de compraventa es una
institución de crédito la que asume la obligación del pago de las cantidades
correspondientes al vendedor (normalmente ubicado en una plaza distinta
de la del comprador), lo cual realiza a través de su banco corresponsal,
mediante la previa provisión de fondos por parte de éste último o bien la
concesión de un crédito.
DÁVALOS MEJÍA[1] destaca la importancia del contrato al señalar:
el crédito documentario es el sistema de pago más utilizado en las transacciones internacionales
de compraventa de bienes, de servicios, de las adquisiciones industriales, y, en general, de las
operaciones de adquisición en las que el fabricante, prestador o constructor se convierta en
exportador / vendedor, y el país receptor, en importador /comprador.

SÁNCHEZ CALERO[2] explica la mecánica del contrato, señalando:


encontrándose el tráfico de mercancías entre plazas o países distintos,
sometido a altos riesgos, el desconocimiento recíproco que afecta a
exportadores o importadores sobre sus respectivas condiciones de solvencia
y probidad, el sometimiento de las operaciones de importación y
exportación a las disposiciones de ordenamientos jurídicos distintos, en
cada uno de los países donde residen los contratantes, o a través de los
cuales circulan las mercancías, y en donde suele diferirse el pago hasta la
recepción de las mercancías, lo que no coincide con la conclusión del
contrato, frente a una venta a crédito en la que aparece el factor de la
desconfianza, se recurre a la intermediación de una entidad bancaria que
habrá de asumir el compromiso de efectuar el pago en efectivo, o bien,
aceptaciones o negociaciones de efectos, contra la entrega de documentos
que representen las mercancías vendidas (pago contra documentos o
aceptación contra documentos).
Por cuanto a sus antecedentes se refiere, VÁZQUEZ DEL MERCADO,[3]
señala que remontando el origen del contrato de crédito a la segunda década
de este siglo, los exportadores británicos obtenían en sus ventas hacia los
Estados Unidos, el compromiso de los bancos de los importadores, así
como de los del propio país, para que de ese modo, el vendedor contara con
el compromiso de la institución bancaria sobre el cumplimiento de su
comprador, obteniendo así la protección requerida para seguridad de su
operación, y así señala:
se trata de un contrato que nació de las necesidades del comercio entre los países y que ha
logrado su estructuración gracias a la intervención práctica de los hombres de la banca privada de
los países de mayor desarrollo, quienes se preocuparon por implementar criterios y normas de los
mismos parangones.

CERVANTES AHUMADA[4] por su parte señala que el crédito documentarlo


nace y se desarrolla en Inglaterra, en una práctica mercantil en la que los
vendedores giraban una letra documentada, que tomada en descuento, se
acompañaba de los documentos relativos a la mercancía, amparándose con
los títulos representativos de mercancías, tales como el conocimiento de
embarque, facturas o pólizas de seguros, lo que dio lugar a la venta sobre
documentos, y a la intervención de los bancos en el crédito documentario.
Refiere asimismo el autor en cita que ante la ausencia de normas en
relación con la institución de que se trata, la Cámara Internacional de
Comercio compiló los “Usos y Prácticas Uniformes para los Créditos
Documentarlos de Comercio”, conocidos como “Reglas de Viena”, de 1933,
modificadas por el Congreso de Lisboa en 1951, y que dicha institución,
desarrollada en la práctica comercial y en la jurisprudencia anglosajona, es
regulada en 1932 por nuestra Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito.[5]
A las anteriores convenciones, habría que agregar los criterios
establecidos por la Cámara de Comercio Internacional, que se reunió en
México, en abril de 1963.
Sobre este particular señala BARRERA GRAF:[6]
los créditos confirmados, revocables e irrevocables, constituyen una práctica universalmente
conocida, cuyas disposiciones de la LTOC, se complementan con las prácticas internacionales
consagradas por las reglas y usos de los Créditos documentarios de Viena, que periódicamente
revisa la Cámara de Comercio Internacional.
En este orden de ideas, nos señala DÁVALOS MEJÍA[7] que el texto de las
reglas uniformes de Viena se revisó en tres ocasiones, en los años de 1962,
1974 y 1983, y que éstas últimas, a las que se denominó Uniform Costums
and Practice for Documentary Credits, son conocidas como el documento
400 o las UPC), que son las vigentes, al haber sido adoptado su texto por
algunos países, y cuyo contenido es el siguiente:
• Disposiciones generales, donde se incluye la definición de crédito
documentario y carta de crédito;
• La forma y notificación de los créditos en relación con la revocabilidad
o no de los créditos;
• Las obligaciones y responsabilidades de los bancos participantes;
• La documentación concerniente al transporte, el seguro, la factura, etc.;
• Las disposiciones misceláneas, donde se especifican las características
de las cantidades y montos, embarques y retiros, fechas y plazos de
presentación, cargas, embarques, etc., y
• Reglas sobre la trasmisión del crédito y operación del crédito.

1. CONCEPTO
Siguiendo a VÁZQUEZ DEL MERCADO,[8] podríamos definirlo diciendo que
el contrato de crédito confirmado constituye una operación bancaria, que se
caracteriza porque el banco se obliga a entregar las sumas requeridas no al
cliente que lo solicita, sino a un tercero, y otra que consiste en el
compromiso del banco de suscribir títulos de crédito a favor de un tercero, y
agrega que se trata de una operación típica de intermediación que se traduce
en el cumplimiento de una obligación de pago, esto es, un crédito en
beneficio de un tercero, con un contenido de garantía distinto al crédito
propio.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[9] por su parte lo define, diciendo: “es un contrato
de apertura de crédito en efectivo, en el que el acreditante se obliga a pagar
o bien a aceptar letras a favor de terceros, por cuenta del acreditado, contra
la presentación de ciertos documentos, anexos generalmente a letras
documentadas”.
Carlos DÁVALOS[10] conceptualiza al contrato señalando que de la
interpretación conjunta de los artículos 371 LGTOC y 71 LIC, podemos
colegir como definición del crédito documentario, que es:
el contrato de naturaleza ejecutiva que debe constar por escrito, en virtud del cual, el banco se
obliga por cuenta de su cliente al pago de una obligación directa hacia un tercero, y el cliente
queda obligado a hacer provisión de fondos a la institución que asumirá el pago, con la suficiente
anticipación y agrega que los créditos documentarios pueden ser de distintos tipos, dependiendo
de sus diferentes momentos de previsión y pago, y según la posibilidad de revocarlos o no.

Y agrega: “la mecánica del crédito documentario revocable y


confirmado es idéntica a la del documentario irrevocable simple. Las
diferencias se detectan en la amplitud y obligatoriedad jurídica de las
bancas que intervienen”.[11]
De acuerdo con las normas internacionales y los usos bancarios, los
créditos documentarios pueden ser revocados, aun y cuando e artículo 317
de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito establezca su
irrevocabilidad.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es un contrato nominado, principal, formal, de tracto instantáneo o bien
sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es nominado porque se encuentra regulado por la ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito; por la Ley de Instituciones de Crédito, así como
por las convenciones en materia de compraventas internacional de
mercaderías.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito.
Así, el artículo 317, señala que el crédito confirmado se otorga como
obligación directa del acreditante hacia un tercero; debe constar por escrito
y no podrá ser revocado por el que pidió el crédito.
Es de tracto instantáneo siempre que el pago de la cantidad amparada
por la carta de crédito se realice en una sola exhibición, y será sucesivo si la
obligación incorpora pagos diferidos en diferentes épocas en los
documentos que al efecto se suscriban por la institución de crédito.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derecho-recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos: para
las partes; los derivados de la operación de compraventa, y para la
institución de crédito, que percibirá el pago de una comisión por su
intervención.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.
3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES
Son el vendedor, el comprador y la institución bancaria que realiza el
servicio de intermediación entre las partes de manera directa o a través de
un corresponsal, para lo cual, el acreditado deberá previamente hacer la
provisión de fondos (y en ese sentido estaríamos frente a una operación
neutra) o haber obtenido un acreditamiento del propio banco (en cuyo caso
hablaríamos de una operación activa).
Tratándose de una operación de compraventa de mercaderías, las
obligaciones del vendedor son las de entregar las mercancías objeto de la
operación, y del comprador, las de realizar el pago, pero mediante la
intervención de un banco, quien debe ejecutar las instrucciones del
acreditado.

4. NATURALEZA JURÍDICA
Por cuanto a su naturaleza jurídica se refiere, coincidimos con SÁNCHEZ
CALERO[12] cuando señala que la moderna configuración de éstas operaciones
las apartan de la figura de los contratos de crédito, y en particular de las
operaciones de crédito, ya que la posibilidad del banco de exigir
inmediatamente del ordenante una provisión de fondos pone de manifiesto
que la relación del ordenante y del banco se nutre esencialmente por la
gestión que éste ha de hacer por cuenta de aquél, de forma que ésta relación
deriva sustancialmente de un contrato de comisión, en la que el cliente,
como comitente, encarga al banco efectuar determinadas prestaciones en
favor de un tercero.
Para RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,[13] se trata de un contrato de apertura de
crédito, en el que por definición el acreditado no recibe su importe, sino que
el mismo se entrega a un tercero beneficiario, contra la entrega de ciertos
documentos representativos, y dice que es crédito documentario, porque es
esencial que el acreditante no pague o no acepte, si no recibe a cambio los
documentos convenidos que son representativos de las mercancías en viaje.
Creemos que se trataría de apertura de crédito, solo cuando la operación
se haga sin la previa provisión de fondos, en cuyo caso el banco no sería
solamente intermediario, sino propiamente acreditante del comprador.
De ese modo, la provisión previa de los fondos determinaría la
naturaleza jurídica del contrato, ya que contando la institución bancaria con
ella, su intervención es la de un mandatario o si se quiere intermediario, y
de lo contrario, la operación se realizará con la previa apertura de una línea
de crédito a favor del comprador.

5. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


De conformidad con las disposiciones de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, se establecen las siguientes prescripciones:
• Salvo pacto en contrario, el tercero a cuyo favor se abre el crédito,
podrá transferirlo; pero quedará sujeto a todas las obligaciones que en
el escrito de confirmación del crédito se hayan estipulado a su cargo;
• El acreditante es responsable hacia el que pidió el crédito, de acuerdo
con las reglas del mandato. La misma responsabilidad tendrá, salvo
pacto en contrario, por los actos de la persona que designe para que los
sustituya en la ejecución de la operación, y;
• El acreditante podrá oponer al tercero beneficiario las excepciones que
nazcan del escrito de confirmación y, salvo lo que en el mismo escrito
se estipule, las derivadas de las relaciones entre dicho tercero y el que
pidió el crédito; pero en ningún caso podrá oponerle las que resulten de
las relaciones entre este último y el propio acreditante.
Siendo una operación bancaria de carácter activa o bien neutra, a las
prescripciones antes señaladas, habrá de añadirse el contenido del artículo
71 de la Ley de Instituciones de Crédito, que sobre esta operación establece:
Artículo 71.—La apertura de crédito comercial documentarlo obliga a la persona por cuenta
de quien se abre el crédito, a hacer provisión de fondos a la institución que asume el pago, con
antelación bastante. El incumplimiento de esta obligación no perjudicará los derechos del
beneficiario en caso de crédito irrevocable. El contrato de apertura de crédito será título ejecutivo
para exigir el cumplimiento de dicha obligación.
Salvo pacto en contrario y en los términos de los usos internacionales a este respecto, ni la
institución pagadora, ni sus corresponsales, asumirán riesgo por la calidad, cantidad o peso de las
mercancías, por la exactitud, autenticidad o valor legal de los documentos, por retrasos de correo
o telégrafo, por fuerza mayor, por incumplimiento por sus corresponsales de las instrucciones
transmitidas, ni por aceptar embarques parciales o por mayor cantidad de la estipulada en la
apertura de crédito.

Dice DÁVALOS:[14]
se observa con claridad que la necesidad de provisión previa entraña, en este género de negocios,
la confirmación de la colocación del dinero, sin embargo, cabe puntualizar que la necesidad de
hacer provisión previa, no implica necesariamente que el cliente deba fondear al banco dinero en
efectivo, sino que puede utilizar, por ejemplo, la línea de crédito que el banco le haya abierto, o
bien puede utilizar el límite del crédito autorizado en una apertura de crédito en cuenta corriente.
La aplicación de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, es
realmente mínima, ya que como atinadamente señala DÁVALOS MEJÍA,[15]
a pesar de la tentativa de definición y regulación que nuestra LGTOC, hace del crédito
documentario, grandemente mejorada por el artículo 71 LIC, las disposiciones de aquélla ley no
son suficientes, y sobre todo, no son congruentes con las reglas internacionales que gobiernan los
créditos. Así, la LTOC, poco o nada es utilizada en la organización del crédito documentario en
nuestro país, tanto nacional como internacional.

NOTAS

[1] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 807.


[2] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 541.
[3] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 387 y 388.
[4] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., pp. 260 y 261.
[5] Ibidem.
[6] BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, op. cit., p. 105.
[7] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 803 y 804.
[8] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 388.
[9] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 82.
[10] Cfr., DÁVALOS MEJIA, Carlos Felipe, op. cit., p. 797.
[11] Ibid., p. 801.
[12] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 542.
[13] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 83.
[14] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 802.
[15] Ibid, pp. 802 y 803.
CAPÍTULO V

CONTRATO DE CUENTA CORRIENTE

Señala CERVANTES AHUMADA[1] que la cuenta corriente es una creación de la


práctica mercantil, la doctrina y la jurisprudencia contemporáneas, habiendo
sido el Código de Comercio de Chile de 1865 el que primero la reguló, y
que por lo que a sus antecedentes en nuestro derecho se refiere, es
mencionada en el Código de 1854, al establecer la posibilidad de reivindicar
de la quiebra a los caudales remitidos al fallido fuera de cuenta corriente,
pero que en realidad la institución no se reglamentó sino hasta la expedición
en 1932, de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
Y agrega:
la cuenta corriente no es un contrato exclusivamente bancario, ya que puede ser celebrado por
particulares, inclusive, históricamente, es un contrato propio de la actividad mercantil; cuando
dos personas y en particular dos comerciantes, están en continuas relaciones de negocios, que los
convierten a menudo en acreedora y deudora, la una de la otra, naturalmente son inducidas, y,
para simplificar las cosas, a no liquidar cada operación a su vencimiento, sino en bloque, al fin de
la serie de operaciones o de las relaciones de negocios en fechas regularmente fijadas, así, se
determinará un saldo, que será la única suma a pagar, después de sumar las deudas de cada uno
de los cuentacorrentistas y compensarlas globalmente hasta el importe del total menor,
determinándose quién es el deudor y el monto del saldo.

Dice también que el elemento objetivo lo constituyen las remesas de los


cuentacorrentistas y entendemos por tales, no solo el envío material que
haga uno de ellos al otro, sino toda operación que motive una anotación en
la cuenta corriente por producir un crédito contra alguna de las partes.[2]
Señala VÁZQUEZ DEL MERCADO[3] que el contrato de cuenta corriente se
da entre dos comerciantes, en virtud de que sus negocios son recíprocos, sus
relaciones originan créditos y deudas de manera que cada uno de ellos es en
un momento acreedor y en otro deudor, y durante el período en que se dan
esas relaciones ninguno de ellos hace pago o lo exige, porque así está
convenido, y su mercantilidad deriva de la intervención de los comerciantes
que lo originan en el tráfico mercantil, siendo su finalidad principal el
diferimiento de la liquidación de sus créditos y deudas para una fecha
prefijada y a la conclusión de sus relaciones de comercio.
León BOLAFFIO,[4] por su parte nos dice:
que el contrato de cuenta corriente, resulta del acuerdo entre dos cuentacorrentistas, por el cual,
en lugar de regular sus cuentas en ocasión de cada negocio particular, se aplaza la liquidación de
todos ellos, hasta el vencimiento del término pactado o legal, al llegar éste, deduciendo del activo
el pasivo, el saldo representa un crédito exigible a favor del cuentacorrentista que resulta
acreedor.

Para DÁVALOS MEJÍA,[5] el contrato de cuenta corriente, es una


convención además de útil, necesaria, en el supuesto de que dos
comerciantes, por el tipo de actividad que realizan adquieran de forma
simultánea y recíproca, los papeles de deudor y acreedor, uno respecto del
otro. El contrato es funcional, cuando dos comerciantes realizan actividades
que provocan deudas susceptibles de compensarse, pues por su medio se
consigue que se utilice solo el dinero que será el saldo resultante una vez
hecha la compensación, de lo que resulta, que es requisito indispensable
para que este contrato funcione y sea eficaz, que haya remesas recíprocas.
Para OLVERA DE LUNA:[6]
la posibilidad de múltiples relaciones de un empresario con otro, hace indispensable la utilización
de cuentas corrientes, que evitan una continua sucesión de pagos y cobros, de abonos y créditos y
permite un más exacto conocimiento de los resultados de sus operaciones entre sí, al realizar la
compensación de tales cargos y abonos, en forma recíproca.

La cuenta corriente es un contrato que puede ser operado tanto por


instituciones de crédito, como por simples comerciantes y resulta de enorme
utilidad para las transacciones financieras y mercantiles, porque facilita la
realización de múltiples operaciones de manera simultánea, y no será hasta
su conclusión que las partes ocuparán sus respectivas posiciones como
acreedor y deudor, respectivamente.

1. CONCEPTO
SÁNCHEZ CALERO[7] lo define señalando:
el contrato de cuenta corriente es aquel por el que las partes se comprometen a aplazar el
vencimiento de sus créditos dinerarios recíprocos, hasta un momento determinado, en que se
compensarán y se fijará el crédito que resulte a favor de una de las partes, y tiene un reflejo
contable, recogido por una de las partes o por ambas, pues se anotan los créditos y las deudas de
cada una de ellas en una cuenta, a fin de que a su cierre, resulte un acreedor.

Para MANTILLA MOLINA[8] la cuenta corriente es aquel contrato por virtud


del cual se suspende la exigibilidad de los créditos que se originen de todos
o algunos de los negocios que celebren las partes, hasta un momento
determinado, en el que, mediante un ajuste de cuentas, se precisará cuál de
ellas es deudora y por qué cantidad, la cual deberá ser pagada del modo
convenido.
De conformidad con el artículo 302 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, en virtud del contrato de cuenta corriente, los
créditos derivados de las remesas recíprocas de las partes, se anotan como
partidas de abono o de cargo en una cuenta, y sólo el saldo que resulte a la
clausura de la cuenta constituye un crédito exigible y disponible.[9]

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es un contrato típico, principal, formal, de tracto sucesivo, bilateral,
oneroso y aleatorio.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito, lo cual se desprende del
artículo 302 de la ley, además de sus restantes disposiciones.
Es de tracto sucesivo, porque se extiende durante un lapso de tiempo en
el cual los cuentacorrentistas ejecutan sus remesas recíprocas, hasta su
ajuste.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos para las
partes, que incluye el pago de comisiones cuando intervenga una institución
de crédito.
Es aleatorio porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato no son conocidas por las partes desde su celebración en
tanto que sus respectivas calidades de acreedor y deudor se encuentran
supeditados a la realización del corte o ajuste que se realice por ellas.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son los cuentacorrentistas, que realizan la actividad comercial o
financiera, que normalmente integra a dos personas, no obstante la ley si
bien no prohíbe la participación de un número mayor, tampoco la establece.
En un momento inicial, las partes tienen el derecho de llevar a cabo las
operaciones de cargos y abonos en la cuenta establecida, pero no será sino
hasta que se realice el corte de las mismas, que se podrá desprender, previa
compensación, la existencia del deudor y el acreedor.
Así dice Dávalos:[10]
hasta que esto no ocurra, los cuentacorrentistas están obligados a enviar la remesa que se les
solicite, y, a su vez, tienen el derecho correlativo de solicitar la remisión de las que deseen, y en
un primer caso, sus obligaciones son similares, de la misma intensidad e idénticas, desde el punto
de vista del tipo de obligación y derecho, y, en el segundo caso, se trata de una obligación de
crédito típica, en la cual, deudor y acreedor son distintos y están identificados.

Y agrega que una vez sumadas y restadas las remesas de cada


comerciante, y clausurado el contrato, resulta un saldo que es exigible a la
vista, el cual adquiere carácter ejecutivo previo reconocimiento judicial del
cuentacorrentista deudor.[11]

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


• El contrato de cuenta corriente incluye las comisiones y los gastos por
los negocios a que la cuenta se refiere, salvo convenio en contrario;
• La inscripción de un crédito en la cuenta corriente, no excluye las
acciones o excepciones relativas a la validez de los actos o contratos de
que proceda la remesa, salvo pacto en contrario;
• Si el acto o el contrato son anulados, la partida correspondiente se
cancela en la cuenta;
• El cuentacorrentista que incluya en la cuenta un crédito garantizado
con prenda o hipoteca, tiene derecho a hacer efectiva la garantía por el
importe del crédito garantizado, en cuanto resulte acreedor del saldo;
• Si por un crédito comprendido en la cuenta, hubiere fiadores o
coobligados, éstos quedarán obligados en los términos de sus contratos
por el monto de ese crédito en favor del cuentacorrentista que hizo la
remesa y en cuanto éste resulte acreedor del saldo;
• La inscripción en cuenta de un crédito contra tercero, se entiende
definitiva y a riesgo de quien recibe la remesa, salvo reserva expresa
para el caso de insolvencia del deudor.
A falta de pacto expreso, la remesa de títulos de crédito se entiende
siempre hecha “salvo buen cobro”;
• Si el crédito no es pagado a su vencimiento, y existe la cláusula “salvo
buen cobro,” expresa o subentendida, el que recibió el crédito podrá a
su elección asentar en la cuenta la contrapartida correspondiente
restituyendo el título, o ejercitar las acciones que de éste se deriven;
• El acreedor de un cuentacorrentista puede pedir el aseguramiento y la
adjudicación del saldo eventual de la cuenta corriente. En este caso, no
podrán tomarse en consideración con respecto al embargante, desde la
fecha del aseguramiento, las partidas de cargo correspondiente a
operaciones nuevas;
• No se considerarán como operaciones nuevas las que resulten de un
derecho del otro cuentacorrentista ya existente en el momento del
aseguramiento, aun cuando todavía no se hubieren hecho las
anotaciones respectivas en la cuenta. El cuentacorrentista contra el que
se hubiere dictado el aseguramiento, debe notificarlo al otro
cuentacorrentista, y éste tendrá derecho a pedir desde luego la
terminación de la cuenta;
• La clausura de la cuenta para la liquidación del saldo, se opera cada
seis meses, salvo pacto o uso en contrario. El crédito por el saldo, es
un crédito líquido y exigible a la vista o en los términos del contrato
correspondiente. Si el saldo es llevado a cuenta nueva, causa interés al
tipo convenido para las otras remesas, y en caso contrario, al tipo legal;
• Las acciones para la rectificación de los errores de cálculo, de las
omisiones o duplicaciones, prescriben en el término de seis meses a
partir de la clausura de la cuenta;
Dice Sánchez Calero[12] que el cierre de la cuenta no debe confundirse
con la extinción del contrato, ya que por sí solo no significa la extinción del
mismo, sino la terminación de un período, porque el principal efecto del
cierre es la fijación del saldo, en ese momento se produce la compensación
entre ambas partes, se extinguen las deudas en la cantidad correspondiente,
y se determina quién de los dos contratantes resulta acreedor (y
correlativamente deudor). Una vez fijado el saldo del crédito a favor de una
de las partes, éste es exigible por la otra.
De hecho podríamos señalar que es solamente hasta el cierre de la
cuenta cuando se establece la obligación de pagar la suma de dinero que
corresponda a quien resulte deudor, ya que estamos frente a una condición
suspensiva.[13]

5. NATURALEZA JURÍDICA
No debemos confundir al contrato de cuenta corriente con otras figuras
afines, tales como la apertura de crédito en cuenta corriente, la cuenta
corriente de cheques, el depósito bancario de dinero y la cuenta de gestión.
Y Abascal Zamora[14] señala: “debe distinguirse de la apertura de crédito
en cuenta corriente, regulada por el artículo 296 LGTOC, y del depósito
bancario de dinero en cuenta de cheques, usualmente denominado “en
cuenta corriente”.
Rodríguez Rodríguez[15] señala:
la apertura de crédito en cuenta corriente ha sido colocada por el legislador mexicano dentro del
capítulo de los créditos de la ley correspondiente, pero en la sección relativa a la apertura de
crédito, de la que es una variante, y sólo excepcionalmente se aplican a la apertura de crédito, en
cuenta corriente, las disposiciones del contrato de cuenta corriente, siendo éste un convenio típico
caracterizado porque tiene como contenido la fijación del régimen jurídico de las sucesivas
prestaciones que entre ellas se ejecutan.

En este orden de ideas, para VÁZQUEZ DEL MERCADO,[16] el contrato debe


distinguirse de otros con los que a menudo se confunde, tales como el
depósito bancario en cuenta corriente y la apertura de crédito en cuenta
corriente.
La Suprema Corte de Justicia se ha ocupado también de analizar la
naturaleza jurídica del contrato que nos ocupa estableciendo la diferencia
del contrato en relación con el crédito simple y la apertura de crédito.[17]

6. EXTINCIÓN DEL CONTRATO


De conformidad con el artículo 310 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, el contrato de cuenta corriente termina al
vencimiento del plazo convenido, y a falta de éste, cualquiera de los
cuentacorrentistas podrá, en cada época de clausura de la cuenta, denunciar
el contrato, dando aviso al otro cuentacorrentista por lo menos diez días
antes de la fecha de clausura; y,
La muerte o la incapacidad superveniente de uno de los
cuentacorrentistas, no importan la terminación del contrato sino cuando sus
herederos o representantes o el otro cuentacorrentista opten por su
terminación.
En caso de concurso de alguno de los cuentacorrentistas, de
conformidad con el artículo 43, fracción VIII, de la Ley de Concursos
Mercantiles, desde el momento de su declaración, no se podrán compensar
ni por acuerdo de las partes ni por ley, las deudas del concursado que se
produzcan como consecuencia del contrato de cuenta corriente,
produciendo la declaración de concurso la suspensión del pago de los
adeudos contraídos con anterioridad a la fecha en que surta sus efectos la
sentencia de concurso mercantil:
Artículo 43.—La sentencia de declaración de concurso mercantil contendrá:
Fracción VIII. La orden al comerciante de suspender el pago de los adeudos contraídos con
anterioridad a la fecha en que comience a surtir sus efectos la sentencia de concurso mercantil;
salvo los que sean indispensables para la operación ordinaria de la empresa, respecto de los
cuales deberá informar al juez dentro de las veinticuatro horas siguientes de efectuados.

NOTAS

[1] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p, 253.


[2] Ibid, pp. 253 y 254.
[3] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 369 y 370.
[4] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 268.
[5] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 720 y 721.
[6] OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., p. 104.
[7] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 513 y 514.
[8] Cfr., MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 56.
[9] En interpretación del precepto en cita, la Suprema Corte de Justicia ha señalado: CUENTA
CORRIENTE. De conformidad con los artículos del 302 al 310 de la Ley de Títulos y Operaciones de
Crédito, la cuenta corriente es un acto mercantil; es un contrato por el cual se suspende la
exigibilidad de los créditos de todos o de algunos de los negocios que celebren las partes hasta un
momento determinado en el que, ajustando sus cuentas, se precisará cuál de ellas es la deudora y por
qué cantidad, la que deberá ser pagada del modo convenido; las partes, para que exista el contrato,
llevarán recíprocamente una cuenta, sin que baste la existencia de esa cuenta ni la calificación de
cuenta corriente, para probar que existe el contrato; pueden pactarse intereses recíprocos sobre los
valores entregados, o no. Amparo directo 1731/56. Miguel Murad. 6 de septiembre de 1957. 5 votos.
Ponente: Vicente Santos Guajardo. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Sexta Época. Volumen III, Cuarta Parte. Tesis: Página: 93. Tesis Aislada.
[10] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 722 y 723.
[11] Ibid, p. 724.
[12] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 515.
[13] En efecto, si en el caso de la cuenta corriente, el nacimiento de la obligación no nace hasta
en tanto se realice el ajuste correspondiente derivado de las remesas recíprocas de las partes, mientras
tal ajuste no se efectúe, no se conoce quien ocupa la posición de acreedor y quien la de deudor, y por
ende la obligación se encuentra sujeta a condición suspensiva, de conformidad con el artículo 1939
del Código Civil para el Distrito Federal, de aplicación supletoria, que establece: la condición es
suspensiva, cuando de su cumplimiento dependa la existencia de la obligación.
[14] ABASCAL ZAMORA, José María, Diccionario de Derecho Mercantil, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Porrúa, México, 2001, op. cit., p. 166.
[15] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 93 y 94.
[16] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 371 y 372.
[17] En la tesis que se transcribe a continuación, la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia
establece la diferencia entre el contrato de cuenta corriente y el de apertura de crédito, al señalar:
CRÉDITO SIMPLE Y CRÉDITO EN CUENTA CORRIENTE.—La apertura de crédito simple y la apertura de crédito
en cuenta corriente, tienen características especiales y producen consecuencias distintas. En efecto,
mientras en virtud de la apertura de crédito, el acreditante se obliga a poner una suma de dinero a
disposición del acreditado, o a contraer por cuenta de éste una obligación, para que el mismo haga
uso del crédito concedido en la forma y en los términos y condiciones convenidos, quedando
obligado el acreditado a restituir al acreditante las sumas de que disponga, o a cubrir oportunamente
por el importe de la obligación que contrajo, y en todo caso a pagarle los intereses, prestaciones,
gastos y comisiones que se estipulen, según lo establece el artículo 291 de la Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito: “la apertura de crédito en cuenta corriente da derecho al acreditado a hacer
remesas, antes de la fecha fijada para la liquidación, en reembolso parcial o total de las disposiciones
que previamente hubiere hecho, quedando facultado, mientras el contrato no concluya, para disponer
en la forma pactada del saldo que resulte a su favor”, conforme el artículo 296 de la misma Ley. Es
decir, en el contrato sobre apertura de crédito simple, el acreditado debe regresar al acreditante el
importe del crédito que se le otorgó, en las condiciones y términos convenidos y tratándose de la
apertura de crédito en cuenta corriente, el acreditado tiene facultad de hacer remesas al acreditante
antes de la fecha que se señaló para formular liquidación y puede, mientras el contrato no concluya,
disponer del saldo que resulte en la forma pactada. Por lo tanto, en la apertura de crédito simple se
sabe con toda precisión cuál es la cantidad que debe restituir el acreditado, y en la apertura de crédito
en cuenta corriente, esa cantidad tiene que determinarse al través de una liquidación entre las
entregas que el acreditado hizo al acreditante, y las que éste cubrió al primero. No será necesario, en
consecuencia, formular liquidación alguna tratándose de exigir la restitución de la suma que el
acreditante entregó al acreditado por virtud de un contrato sobre apertura de crédito simple, pero sí
resulta indispensable dicha liquidación cuando el acreditante demanda al acreditado el pago del
crédito que le otorgó, si el contrato relativo es el de apertura de crédito en cuenta corriente. Así
autoriza a considerarlo la naturaleza de este contrato, que comprende entregas recíprocas, y la misma
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito previene en su artículo 302, al definir el contrato de
cuenta corriente, de estrecha semejanza con la apertura de crédito en cuenta corriente, que, en virtud
del contrato de cuenta corriente, los créditos derivados de las remesas recíprocas de las partes se
anotan como partidas de abono o de cargo en una cuenta, y sólo el saldo que resulte a la clausura de
la cuenta constituye un crédito exigible y disponible. Ahora bien, si no se conoce el texto del contrato
de apertura de crédito que celebraron las partes, pero aparece que uno de ellos abrió crédito a favor
de la otra hasta por determinada cantidad, de la cual el acreditado podía disponer en cierto plazo; que
el acreditante estaba facultado para retirar el cincuenta por ciento de las entradas brutas que se
obtuvieron con la explotación del negocio a que el acreditado destinó el crédito, para amortizar el
importe de éste, y que el acreditante retiró no sólo el cincuenta por ciento sino su totalidad, no
quedan de relieve los elementos característicos de la apertura de crédito simple, y sí en cambio se
comprueban los elementos distintivos de apertura de crédito en cuenta corriente. Amparo directo
1450/57. Elíseo Larios Rodríguez. 18 de agosto de 1958. Unanimidad de 4 votos. Ponente: Mariano
Ramírez Vázquez. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Sexta
Época. Volumen XIV, Cuarta Parte. Tesis: Página: 145. Tesis Aislada.
La propia Tercera Sala de la Corte establece la diferencia entre la cuenta corriente y el simple
crédito documentado con un título-valor, al señalar: CUENTA CORRIENTE MERCANTIL.—La cuenta
corriente entre comerciantes, es un contrato en virtud del cual dos personas jurídicas a quienes ligan
relaciones de carácter mercantil, convienen en concederse crédito, recíprocamente, durante un
período de tiempo determinado, al término del cual, saldan en masa sus operaciones; por tanto, la
cuenta que ordinariamente llaman corriente los bancos y que abren a sus clientes mediante el
otorgamiento por estos, de un pagaré a favor del banco, quien los autoriza para retirar, por medio de
cheques, la suma a que el pagaré se refiere, cargando a los deudores los intereses de las cantidades
que retiran y abonándoles las cantidades que entregan, pero conectando íntimamente la cuenta con el
pagaré, el cual debe ser cubierto a su vencimiento y en los términos convenidos, no es legalmente una
cuenta corriente, puesto que no hay crédito reciproco, sino unilateral, y por tanto, las acciones de los
bancos contra su deudor, no tienen origen en la llamada cuenta corriente, sino en el pagaré, debiendo
regirse la obligación por todas las prescripciones legales del Código de Comercio, relativas a los
pagarés. Banco De San Luis Potosí, S. A. Pág. 1566. Tomo XXXIII. 22 de Octubre de 1931.
Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época. Tomo XXXIII.
Tesis: Página: 1566. Tesis Aislada.
CAPÍTULO VI

CONTRATO DE DEPÓSITO BANCARIO DE


DINERO Y DE TÍTULOS

El contrato de depósito bancario de dinero y de títulos, constituye una de las


operaciones bancarias pasivas por excelencia, ya que es el instrumento que
mayormente utilizan las instituciones de crédito para obtener recursos que
posteriormente canalizan para el otorgamiento de créditos.
Dice así Vázquez del Mercado:[1] “la banca realiza su función normal de
intermediación en el crédito y de prestación de servicios, y estas funciones
corresponden a la categoría de los contratos de custodia, traducidos en los
contratos de depósito, y de crédito”.
Sánchez Calero[2] por su parte señala: “los depósitos de dinero que
reciben los bancos constituyen su operación pasiva fundamental que les
consiente disponer de fondos para realizar las operaciones activas y, por
consiguiente, la actividad bancaria”.

1. CONCEPTO
Cuando tratamos lo relativo al depósito mercantil, señalamos que no
existiendo definición del contrato de depósito en la legislación comercial,
aplicamos la del derecho común, lo cual se hace patente también en el caso
del depósito que es materia de estudio en el presente apartado, porque la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito que regula al depósito,
tampoco lo define, y se limita a establecer las distintas especies, en sus dos
secciones relativas al depósito bancario de dinero y de títulos,
respectivamente.
Para SÁNCHEZ CALERO[3] por el depósito, el banco recibe del cliente, una
suma de dinero, de la que el banco puede disponer, pero que ha de custodiar
y restituir en la forma pactada. Nos referimos a los depósitos bancarios
abiertos de dinero, pues los cerrados en pliegos o sobres, aparte de ofrecer
escasa importancia, tienen el régimen del depósito mercantil.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato depósito bancario es típico, real, principal, consensual o
formal, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso, conmutativo, y traslativo de
dominio, en el caso del depósito de dinero.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito; la Ley de Instituciones de Crédito y le son
aplicables, además, las disposiciones que en forma genérica establece el
Código de Comercio, para el depósito mercantil, del cual, el bancario es una
especie.[4]
Es real porque se perfecciona con la entrega de la cosa materia del
depósito, ya que el artículo 334 del Código de Comercio, aplicado
supletoriamente, establece que el depósito queda constituido mediante la
entrega al depositario de la cosa que constituye su objeto, así como del
contenido de las diversas disposiciones que sobre este contrato se
establecen en la Ley de Títulos.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otra para su
subsistencia.
Es formal porque del cúmulo de disposiciones de la ley, se derivan
diversos aspectos relativos a la constitución del depósito, que solamente son
comprobables mediante el contrato escrito.
Así, por ejemplo, los artículos 274 y 275 de la Ley General o Títulos y
Operaciones de Crédito, establecen:
Artículo 274.—Los depósitos en cuenta de cheques se comprobarán únicamente con recibos
del depositario o con anotaciones hechas por él en las libretas que al efecto deberá entregar a los
depositantes, salvo lo que previene la Ley General de Instituciones de Crédito (en la actualidad
sería la Ley de Instituciones de Crédito);
Artículo 275.—Las entregas y los reembolsos hechos en las cuentas de depósito a plazo o
previo aviso, se comprobarán únicamente mediante constancias por escrito, precisamente
nominativas y no negociables, salvo lo dispuesto en la Ley General de Instituciones de Crédito.

Por su parte, el artículo 56, segundo párrafo, de la Ley de Instituciones


de Crédito establece:
Artículo 56.—El titular de las operaciones a que se refieren las fracciones I y II del artículo 46
de esta Ley, así como de depósitos bancarios en administración de títulos o valores a cargo de
instituciones de crédito, podrá en cualquier tiempo designar o sustituir beneficiarios, así como,
modificar en su caso, la proporción correspondiente a cada uno de ellos.
En caso de fallecimiento del titular, la institución de crédito entregará el importe
correspondiente a los beneficiarios que el titular haya designado expresamente y por escrito para
tal efecto, sin exceder el mayor de los límites siguientes,…

Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden


durante un período determinado de tiempo que es el establecido en cada
caso en el contrato.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Así, de acuerdo con el artículo 333, salvo pacto en contrario, el
depositario tiene derecho a exigir retribución por el depósito, la cual se
arreglará a los términos del contrato, y en su defecto, a los usos de la plaza
en que se constituyó el depósito.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración.
Finalmente, es traslativo de dominio, en el caso del depósito de dinero,
porque el depositante transfiere a la institución la propiedad de las sumas
depositadas y ésta dará cumplimiento a su obligación restituyendo otros
tantos bienes de la misma especie, cantidad y calidad, de modo que estamos
en presencia de títulos fungibles.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Para la constitución del depósito, siendo un contrato real, el depositante
deberá hacer entrega al depositario del bien que será materia de la custodia.
El depositario por su parte, deberá conservar la cosa objeto del depósito,
según la reciba, y devolverla con los documentos, si los tuviere, cuando el
depositario se la pida.
En el capítulo relativo al depósito mercantil señalamos que en el
depósito regular no se transfiere la propiedad de los bienes depositados al
depositario.
Nos dice CERVANTES AHUMADA[5] que para que el depósito bancario de
dinero pueda considerarse como regular o verdadero depósito, la
regularidad debe pactarse, y deberá constituirse en caja, saco o sobre
cerrados, que es el antiguo in sacculo clauso pecunia del derecho romano, y
que sólo en este caso, el depósito bancario de dinero se considerará regular
y no trasmitirá la propiedad de la cosa al banco depositario.
Así, el artículo 268, establece: “los depósitos que se constituyan en caja,
saco o sobre cerrados, no transfieren la propiedad al depositario, y su retiro
quedará sujeto a los términos y condiciones que en el contrato mismo se
señalen”.
El depósito bancario regular constituye una operación que es realizada
por las instituciones en operaciones neutras como el servicio de cajas de
seguridad, de conformidad con el artículo 46, fracción XIII, de la Ley de
Instituciones de Crédito.
Señala Dávalos[6] que el contrato de depósito en cajas de seguridad no
implica una captación de dinero ni tampoco un crédito otorgado en favor de
sus clientes. Es un servicio, son simples prestaciones, que los bancos
ofrecen al público para captar mayor clientela y competir óptimamente, y
que obliga al banco que lo presta contra el recibo de la pensión estipulada, a
responder de la integridad de las cajas y mantener el libre acceso a ellas en
los días y horas señalados en el contrato o que se expresen en las
condiciones generales respectivas, siendo por cuenta del tomador cubrir los
gastos, daños y perjuicios que origine al banco, con motivo de su uso.
De ese modo, el depósito bancario por excelencia, es el depósito
irregular, tanto de dinero como de títulos, regulados por la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, en las secciones primera y segunda,
respectivamente, de su Capítulo II, Título Segundo, relativo a las
operaciones de crédito.
Hemos ya señalado que el depósito es irregular, porque el depositante
transfiere a la institución la propiedad de las sumas depositadas.
Así, el artículo 267 establece:
Artículo 267.—El depósito de una suma determinada de dinero en moneda nacional o en
divisas o monedas extranjeras, transfiere la propiedad al depositario, y lo obliga a restituir la
suma depositada en la misma especie, salvo lo dispuesto en el artículo siguiente.

4. DEPÓSITO BANCARIO DE DINERO


Los depósitos de dinero pueden ser a la vista, a plazo, retirables en días
preestablecidos, con previo aviso, en cuenta corriente y de ahorro.
Será a la vista, cuando el depositante conserva el derecho de retirar
parte o la totalidad de su dinero cuando lo desee, utilizando cualquiera de
los instrumentos bancarios establecidos, en especial la cuenta de cheques o
bien las cuentas de ahorros.
En el depósito a plazo, el depositante podrá disponer de su dinero hasta
que se cumpla el plazo o fecha previamente establecida.
El depósito en días preestablecidos significa que el retiro se podrá
realizar justamente en los días señalados en el contrato.
En el retiro con previo aviso la institución restituirá el importe del
depósito, previo señalamiento del mismo.
Destaca por su importancia el depósito en cuenta corriente, en el que el
depositante se encuentra facultado para disponer de su dinero cuando así lo
requiera, y para ello se utiliza la cuenta de cheques.
Dice Dávalos[7] que el contrato de depósito bancario de dinero a la vista
en cuenta de cheques, perfecciona el juego de intereses y relaciones
jurídicas que conforman la mecánica del uso del cheque y por tanto es el
que permite la mayor introducción de moneda bancaria en la economía y se
puede definir como la cuenta corriente de naturaleza bancaria que organiza
la relación entre el banco y el usuario respecto a la forma en que operarán
dos actos fundamentales, pero tan independientes como complementarios;
por una parte, el depósito de dinero y títulos a la vista y las obligaciones del
banco; y, por la otra, el libramiento de cheques de acuerdo con la carga
obligacional que se deduce de la práctica bancaria.
El depósito de ahorro se documenta mediante la entrega de una libreta
en la que se insertan los depósitos y retiros que lleve a cabo el depositante.
El artículo 46 de la ley de Instituciones de Crédito, se refiere a este
género de operaciones pasivas en sus fracciones I, II, III y IV, al señalar:
Artículo 46.—Las instituciones de crédito sólo podrán realizar las operaciones siguientes:
I. Recibir depósitos bancarios de dinero:
a) A la vista;
b) Retirables en días preestablecidos;
c) De ahorro, y
d) A plazo o con previo aviso;
II. Aceptar préstamos y créditos;
III. Emitir bonos bancarios;
IV. Emitir obligaciones subordinadas.

Así, en relación con el depósito de dinero, la ley establece las siguientes


prescripciones:
El artículo 269 señala que en los depósitos a la vista, en cuenta de
cheques, el depositante tiene derecho a hacer libremente remesas en
efectivo para abono de su cuenta y a disponer, total o parcialmente de la
suma depositada, mediante cheques girados a cargo del depositarlo. Los
depósitos en dinero constituidos a la vista en instituciones de crédito, se
entenderán entregados en cuenta de cheques, salvo convenio en contrario.
Para que el depositante pueda hacer remesas conforme al artículo, en
títulos de crédito, se requerirá autorización del depositario. Los abonos se
entenderán hechos “salvo buen cobro”:
• Se establece que los depósitos recibidos en cuentas colectivas en
nombre de dos o más personas, podrán ser devueltos a cualquiera de
ellas o por su orden, a menos que se hubiere pactado lo contrario;
• Los depósitos bancarios podrán ser retirables a la vista, a plazo o previo
aviso. Cuando al constituirse el depósito previo aviso no se señale
plazo, se entenderá que el depósito es retirable al día hábil siguiente a
aquél en que se dé el aviso. Si el depósito se constituye sin mención
especial de plazo, se entenderá retirable a la vista;
• Salvo estipulación en contrario, los depósitos serán pagaderos en la
misma oficina en que hayan sido constituidos;
• De conformidad con el artículo 273, salvo convenio en contrario, en los
depósitos con interés, éste se causará desde el primer día hábil
posterior a la fecha de la remesa y hasta el último día hábil anterior a
aquél en que se haga el pago;
• Señala el artículo 274 que los depósitos en cuenta de cheques se
comprobarán únicamente con recibos del depositario o con anotaciones
hechas por él en las libretas que al efecto deberá entregar a los
depositantes, salvo lo que previene la Ley General de Instituciones de
Crédito (en la actualidad Ley de Instituciones Crédito), y;
• Las entregas y los reembolsos hechos en las cuentas de depósito a
plazo o previo aviso, se comprobarán únicamente mediante
constancias por escrito, precisamente nominativas y no negociables,
salvo lo dispuesto en la Ley General de Instituciones de Crédito.
Dice Dávalos[8] que el depósito no se prueba con el contrato sino con el
recibo de la remesa ya que el objeto de estos contratos se materializa en
cada asunto de depósito o remesa y no en la firma del contrato que
formalizó la relación, autorizando al depositante a realizar depósitos y
obligando al banco a recibirlos.

5. DEPÓSITO BANCARIO DE TÍTULOS


En el depósito bancario de títulos no se da la trasmisión de dominio,
porque la institución debe restituir los mismos documentos que recibió;
estamos en presencia de un depósito en administración, en donde el banco
realiza una función que no se agota en la simple guarda y custodia, en tanto
que deberá además realizar las operaciones necesarias para evitar que los
derechos incorporados en el título se perjudiquen, de modo que la
institución bancaria se constituye en auténtica gestora o bien mandataria del
depositario, ya que para cumplir con sus obligaciones de administradora de
los documentos, deberá estar previamente facultada y expensada por el
depositante, y requerirá del otorgamiento de un mandato, dependiendo de la
naturaleza de los actos que esté llamada a realizar.
Así, el artículo 276 de la ley de la materia, establece: el depósito
bancario de títulos no transfiere la propiedad al depositario, a menos que,
por convenio escrito, el depositante lo autorice a disponer de ellos con
obligación de restituir otros tantos títulos de la misma especie.
Dice así DÁVALOS MEJÍA[9] que la regla general es que el depósito de
títulos sea regular, y sólo salvo pacto en contrario es irregular, y agrega que
los dos principales tipos de depósito de títulos son el de simple
conservación y en administración, en donde, cuando se deban ejercitar
derechos accesorios u opcionales, o efectuar exhibiciones o pagos, de
cualquier clase, en relación con los títulos depositados, el depositante debe
entregar al banco los fondos necesarios, quedando éste obligado a cumplir
con las obligaciones que haya contraído, y a conservar vigentes los
derechos patrimoniales, pecuniarios o económicos que sean inherentes al
título.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[10] por su parte refiere que el depósito bancario
de títulos tiene como característica distintiva del de dinero, la de que los
títulos se depositan no solo para su custodia, sino para su administración, y
citando a Georges RIPERT, señala: “siendo el depósito un acto de
conservación, el banco no está obligado a comprobar ni la capacidad del
depositante, ni la propiedad del título, sin embargo lo hace con frecuencia
para que este contrato esté acompañado casi siempre de un mandato al
banco, para la gestión de estos títulos”.
Lo anterior se complementa con el artículo 277, que señala: si no se
transfiere la propiedad al depositario, este queda obligado a la simple
conservación material de los títulos, a menos que, por convenio expreso, se
haya constituido el depósito en administración.
En el depósito regular, estamos en presencia de un depósito simple, en
el cual la institución solamente custodia los títulos, mismos que restituirá al
depositante cuando sea requerida para ello, arreglándose a las disposiciones
que para el depósito mercantil establece el Código de Comercio y su
complemento en la legislación civil.
Por lo que se refiere a la facultad de llevar a cabo los actos necesarios y
tendientes a evitar que los títulos se perjudiquen, constituyendo a la
institución en gestora y eventualmente mandataria del depositante, el
artículo 278 establece:
Artículo 278.—El depósito bancario de títulos en administración obliga al depositario a
efectuar el cobro de los títulos y a practicar todos los actos necesarios para la conservación de los
derechos que aquellos confieran al depositante. Cuando haya que ejercitar derechos accesorios u
opcionales o efectuar exhibiciones o pagos de cualquier clase en relación con los títulos
depositados, se estará a lo dispuesto en los artículos 261 a 263.

Dice Cervantes Ahumada[11] que si el depósito se ha constituido en


administración, la obligación del banco depositario no se agota en la simple
custodia material del objeto depositado, sino que el depositario se deberá
encargar de la guarda jurídica de los títulos y deberá velar por la
conservación de los derechos incorporados en los títulos.
DÁVALOS MEJÍA[12] refiere que el depósito de títulos tiene como
características, las siguientes:
• Que es regular, en tanto que debe restituirse el mismo bien;
• Que no es un depósito en dinero ni en títulos fungibles;
• Que es retirable a la vista;
• Que es traslativo de posesión; y
• Que es gratuito para el banco, ya que es el depositante quien deberá
pagarle el servicio.

NOTAS

[1] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 337.


[2] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 533.
[3] Ibidem.
[4] En relación con el depósito mercantil, véase el Título Segundo, Capítulo V, de presente
libro.
[5] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 232.
[6] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 767.
[7] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 754.
[8] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 749.
[9] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 766.
[10] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 342.
[11] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 236.
[12] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 766.
CAPÍTULO VII

DEPÓSITO EN ALMACENES GENERALES DE


DEPÓSITO

1. ASPECTOS GENERALES
Los almacenes generales de depósito son Instituciones Auxiliares de
Crédito, cuyas operaciones se encuentran reguladas por la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, no solamente en lo
relativo a los aspectos de índole propiamente corporativos, sino también en
lo tocante a los actos administrativos que deben cumplir, que incluye la
autorización que la ley confiere a dichas entidades para operar ese tipo de
depósitos, y por supuesto a los contratos de depósito que constituye la
materia de su objeto.
El objeto de la actividad de estas entidades es el de prestar
profesionalmente el servicio de depósito de bienes, para lo cual emiten
títulos de crédito denominados certificados de depósito, que son típicamente
representativos de mercancías, y los bonos de prenda sobre los que se
constituyen garantías reales sobre los bienes objeto del depósito.
En principio, cabe señalar que los almacenes generales de depósito
deben constituirse como sociedades anónimas, de conformidad con el
artículo 8, de la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de
Crédito, cuyo capital será establecido por la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público de manera anual.
Para realizar el servicio de depósito, los Almacenes Generales de
Depósito, de conformidad con el artículo 11 de la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito, deberán sujetarse a
las prescripciones establecidas por el artículo 11, que establece:
Artículo 11.—Los almacenes generales de depósito tendrán por objeto el almacenamiento,
guarda o conservación, manejo, control, distribución o comercialización de bienes o mercancías
bajo su custodia o que se encuentren en tránsito, amparados por certificados de depósito y el
otorgamiento de financiamientos con garantía de los mismos. También podrán realizar procesos
de incorporación de valor agregado, así como la transformación, reparación y ensamble de las
mercancías depositadas a fin de aumentar su valor, sin variar esencialmente su naturaleza. Sólo
los almacenes estarán facultados para expedir certificados de depósito y bonos de prenda.

Los almacenes facultados para recibir mercancías destinadas al régimen


de depósito fiscal, podrán efectuar en relación con esas mercancías, los
procesos antes mencionados en los términos de la Ley Aduanera.
Los certificados podrán expedirse con o sin bonos de prenda, según lo
solicite el depositante, pero la expedición de dichos bonos deberá hacerse
simultáneamente a la de los certificados respectivos, haciéndose constar en
ellos, indefectiblemente, si se expide con o sin bonos.
El bono o bonos expedidos podrán ir adheridos al certificado o
separados de él.
Los almacenes llevarán un registro de los certificados y bonos de prenda
que se expidan, en el que se anotarán todos los datos contenidos en dichos
títulos, incluyendo en su caso, los derivados del aviso de la institución de
crédito que intervenga en la primera negociación del bono. Este registro
deberá instrumentarse conforme a las reglas de carácter general que emita la
Comisión Nacional Bancaria y de Valores.
Los almacenes generales de depósito podrán expedir certificados de
depósito por mercancías en tránsito, en bodegas o en ambos supuestos,
siempre y cuando esta circunstancia se mencione en el cuerpo del
certificado. Dichas mercancías deberán ser aseguradas en tránsito por
conducto del almacén que expida los certificados respectivos, el cual deberá
asumir la responsabilidad del traslado hasta la bodega de destino, en donde
seguirá siendo depositario de la mercancía hasta el rescate de los
certificados de depósito y los bonos de prenda, en el caso de que los
productos hayan sido pignorados.
Para los efectos de aseguramiento de la mercancía en tránsito, según se
prevé en el párrafo que antecede, el almacén podrá contratar directamente el
seguro respectivo, apareciendo como beneficiario en la póliza que al efecto
fuere expedida por la compañía aseguradora correspondiente, o bien en el
caso de mercancía previamente asegurada, podrá obtener el endoso en su
favor de la póliza respectiva.
Los documentos de embarque deberán estar expedidos o endosados a
los almacenes.
Además de las actividades señaladas en los párrafos anteriores, los
almacenes generales de depósito podrán realizar las siguientes actividades:
I. Prestar servicios de guarda o conservación, manejo, control, distribución, transportación y
comercialización, así como los demás relacionados con el almacenamiento, de bienes o
mercancías, que se encuentren bajo su custodia, sin que éstos constituyan su actividad
preponderante;
II. Certificar la calidad así como valuar los bienes o mercancías;
III. Empacar y envasar los bienes y mercancías recibidos en depósito por cuenta de los
depositantes o titulares de los certificados de depósito, así como colocar los marbetes, sellos o
etiquetas respectivos;
IV. Otorgar financiamientos con garantía de bienes o mercancías almacenados en bodegas de
su propiedad o en bodegas arrendadas que administren directamente y que estén amparados con
bonos de prenda, así como sobre mercancías en tránsito amparadas con certificados de depósito;
V. Obtener préstamos y créditos de instituciones de crédito, de seguros y de fianzas del país o
de entidades financieras del exterior, destinados al cumplimiento de su objeto social;
VI. Emitir obligaciones subordinadas y demás títulos de crédito, en serie o en masa, para su
colocación entre el gran público inversionista;
VII. Descontar, dar en garantía o negociar los títulos de crédito y afectar los derechos
provenientes de los contratos de financiamiento que realicen con sus clientes o de las operaciones
autorizadas a los almacenes generales de depósito, con las personas de las que reciban
financiamiento en términos de la fracción VI anterior así como afectar en fideicomiso irrevocable
los títulos de crédito y los derechos provenientes de los contratos de financiamiento que celebren
con sus clientes a efecto de garantizar el pago de las emisiones a que se refiere la fracción VII
anterior;
VIII. Gestionar por cuenta y nombre de los depositantes, el otorgamiento de garantías en favor
del fisco federal, respecto de las mercancías almacenadas por los mismos, a fin de garantizar el
pago de los impuestos, conforme a los procedimientos establecidos en la Ley Aduanera;
IX. Prestar servicios de depósito fiscal, así como cualesquier otros expresamente autorizados a
los almacenes generales de depósito en los términos de la Ley Aduanera; y,
X. Las demás operaciones análogas y conexas que, mediante reglas de carácter general,
autorice la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, oyendo la opinión del Banco de México y
de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

Además, de conformidad con el artículo 12 de la ley, los almacenes de


depósito, podrán ser de tres clases, a saber:
I. Los que se destinen a recibir en depósito bienes o mercancías de cualquier clase y realicen
las demás actividades a que se refiere la ley, a excepción del régimen de depósito fiscal y
otorgamiento de financiamientos;
II. Los que además de estar facultados en los términos señalados en la fracción anterior, lo
estén también para recibir mercancías destinadas al régimen de depósito fiscal; y,
III. Los que además de estar facultados en los términos de alguna de las fracciones anteriores,
otorguen financiamientos conforme a lo previsto en la ley, debiendo sujetarse a los
requerimientos mínimos de capitalización que al efecto establezca la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público, mediante disposiciones de carácter general.

Tratándose de los almacenes a que se refieren las fracciones II y en su


caso III, anteriores, deberán sujetarse a las disposiciones correspondientes
que prevé la Ley Aduanera, sobre las mercancías que no podrán ser objeto
del régimen de depósito fiscal y las medidas de control que deban implantar
para mantener aislada la mercancía sometida a dicho régimen, conforme a
lo que establezca la mencionada Ley.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en una lista que al efecto
formule para conocimiento de los almacenes, señalará expresamente los
productos, bienes o mercancías que no podrán ser objeto de su depósito
fiscal en los almacenes a que se refieren las fracciones II y en su caso III.

2. CONCEPTO
Para CERVANTES AHUMADA[1] los almacenes generales de depósito
desempeñan su función de organizaciones auxiliares de crédito, por una
parte reciben en depósito las mercancías que generalmente son objeto de las
transacciones comerciales, y por otra parte, expiden los certificados de
depósito y los bonos de prenda, títulos con los que se facilita la operación
del crédito sobre las mercancías.
SÁNCHEZ CALERO[2] Se refiere al contrato señalando:
las llamadas compañías de almacenes generales de depósito se dedican en forma profesional a la
recepción en calidad de depositarios de mercancías y de frutos, constituyendo esta práctica la
forma de un depósito mercantil por excelencia y destaca entre sus especialidades más notables;
que el depositario deberá obtener autorización para dedicar su actividad profesional al depósito
de mercancías, por las cosas depositadas, que han de ser mercancías o frutos, que no se mermen o
destruyan, por la emisión de unos documentos representativos de las mercancías que consisten su
negociación o darlas en prenda, mientras están en poder del depositario y que pueden ser
trasmitidos por endoso, lo que equivale a la entrega de la posesión de las mercancías, y su
adquirente tiene el derecho exclusivo a disponer de ellas, y que el poseedor del resguardo de
garantía únicamente tiene derecho a exigir a la compañía depositaría, la venta de los bienes
depositados, una vez vencida la obligación garantizada sin haber sido pagado.

3. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato depósito en almacenes generales es típico, real, principal o
accesorio, consensual o formal, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso,
conmutativo, y traslativo de dominio en el caso del de bienes consumibles.
Es típico porque se encuentra regulado tanto por la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, como por la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito, en relación con el certificado
de depósito que expiden los almacenes en cada caso, y le son aplicables,
además, las disposiciones que en forma genérica establece el Código de
Comercio, para el depósito mercantil.
Es real porque se perfecciona con la entrega de la cosa materia del
depósito, ya que el artículo 334 del Código de Comercio, aplicado
supletoriamente, establece que el depósito queda constituido mediante la
entrega al depositario de la cosa materia de su objeto, así como del
contenido de las diversas disposiciones que sobre este contrato se
establecen tanto en la Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares de Crédito, como en la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia, pero cuando el depósito se constituya para garantizar un
crédito otorgado por la propia institución depositaría, será accesorio.
Es formal porque del cúmulo de disposiciones de la ley, se derivan
diversos aspectos relativos a la constitución del depósito, que solamente son
comprobables mediante el contrato escrito.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo que es el establecido en cada
caso en el contrato.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración.
Finalmente, es traslativo de dominio, en el caso del depósito de
mercancías genéricas, porque el depositante trasfiere a la institución la
propiedad de las depositadas y ésta dará cumplimiento a su obligación
restituyendo otros tantos bienes de la misma especie, cantidad v calidad,
esto es, que estamos en presencia de bienes fungibles.
Así, los artículos 281 y 283 de la Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito, establecen:
Artículo 281.—Los almacenes pueden recibir en guarda mercancías o bienes genéricamente
designados, con obligación de restituir otros tantos de la misma especie y calidad siempre que
dichos bienes o mercancías sean de calidad tipo, o que, de no serlo, pueda conservarse en los
almacenes en condiciones que aseguran su autenticidad, una muestra conforme a la cual se
efectuará la restitución. En este caso, los almacenes responden no sólo de los daños derivados de
su culpa, sino aún de los riesgos inherentes a las mercancías o efectos materia del depósito.
Artículo 283.—En el caso de depósito de mercancías o bienes genéricamente designados, los
almacenes sólo están obligados a conservar una existencia igual, en calidad y en cantidad, a la
que hubiere sido materia del depósito, y serán de su cuenta todas las pérdidas que ocurran por
alteración o descomposición de los bienes y mercancías, salvo las mermas naturales cuyo monto
quede expresamente determinado en el certificado de depósito relativo. Los almacenes podrán, en
el caso a que este artículo se refiere, disponer de los bienes o mercancías que hayan recibido, a
condición de conservar siempre una existencia igual en cantidad y en calidad, a la que esté
amparada por los certificado de depósito correspondientes.

En relación con el depósito de mercancías genéricamente designadas,


dice CERVANTES AHUMADA[3] que en realidad no hay traslado de la propiedad
de las mercancías al almacén, ni derecho de éste a disponer de tales bienes,
ya que el almacén está obligado a conservar una existencia igual en calidad
y cantidad, a la que hubiere sido materia a del depósito, y su derecho de
disposición sólo deberá entenderse en el sentido de que cada depositante o
titular del certificado de depósito, podrá retirar mercancía no
individualizada antes del retiro, que se trata de un depósito colectivo donde
la propiedad de las mercancías depositadas no se trasmite al almacén, y que
por lo tanto, el depósito es regular.
Señala DÁVALOS MEJÍA[4] que existen dos tipos de almacenes de depósito,
en principio: los que se destinan a graneros o depósitos especiales para
semillas y demás frutos agrícolas o industriales, así como a recibir en
depósito mercancías o efectos nacionales o extranjeros de cualquier clase,
respecto de los cuales ya se hayan pagado los impuestos, derechos,
aranceles de importación, y que estén listos para distribuirse en el mercado
nacional.
Los otros casos son los relativos a depósitos que realizan los almacenes
y que son utilizados también como recintos fiscales, al poder admitir
mercancías destinadas al régimen de depósito fiscal, en cuyo caso, los
almacenes sólo pueden establecerse donde existan aduanas o en su caso en
el lugar que señale la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Agrega Dávalos:[5]
estos últimos también conocidos como recintos fiscales, son los lugares de depósito a los cuales
llegan las mercancías importadas y en los que deben permanecer hasta que se cumplimenten los
trámites y los pagos tarifarios y de importación correspondientes que por lo mismo no están listos
para ingresar al mercado nacional.

4. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Para la constitución del depósito, siendo un contrato real, el depositante
deberá hacer entrega al almacén depositario del bien que será materia de la
custodia.
El depositario por su parte, deberá conservar la cosa objeto del depósito,
según la reciba, y a devolverla, cuando el depositario se la pida, cubriendo
el costo del almacenaje.
En el caso del depósito de mercancías genéricas, el almacén deberá
tomar un seguro, de conformidad con el artículo 284 que establece:
Artículo 284.—En el caso de depósito de bienes o mercancías genéricamente designados, los
almacenes están obligados a tomar seguro contra incendio sobre los bienes o mercancías
depositados por su valor corriente en el mercado en la fecha de constitución de depósito.

Ahora bien, en el caso del depósito de mercancías individualmente


designadas, estamos en presencia de un depósito regular simple, donde la
institución cumple con su obligación limitándose a la simple guarda y
custodia, y respondiendo sólo de la aparente conservación así como de los
daños que causen a las mismas;
Así, el artículo 280 de la propia ley señala:
Artículo 280.—Salvo el caso a que se refiere el artículo siguiente, los almacenes generales
están obligados a restituir los mismos bienes o mercancías depositados, en el estado en que los
hayan recibido, respondiendo sólo de su conservación aparente y de los daños que se deriven de
su culpa.

El artículo 282 por su parte, señala:


Artículo 282.—En el caso de depósito de mercancías o bienes individualmente designados, los
almacenes están obligados a la guarda de las mercancías o bienes depositados, por todo el tiempo
que se estipule como duración para el depósito y, si por causas que no les sean imputables, las
mercancías o efectos se descompusieren en condiciones que puedan afectar la seguridad o la
salubridad, los almacenes, con intervención de corredor o con autorización de las oficinas de
salubridad pública respectivas, podrán proceder, sin responsabilidad, a la venta o a la destrucción
de las mercancías o efectos de que se trate. En todo caso, serán por cuenta del depositante los
daños que los almacenes puedan sufrir a consecuencia de la descomposición o alteración de los
bienes o mercancías depositados con designación individual, salvo estipulación contraria
contenida en el certificado de depósito. El producto de la venta, en su caso, será aplicado como lo
previene el artículo 244.

5. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO DE DEPÓSITO EN


ALMACENES GENERALES
De conformidad con las disposiciones que sobre este tipo de depósitos
establece la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, al regular al
certificado de depósito y al bono de prenda que expiden las entidades,
deberán ser consideradas las siguientes prescripciones:
• Cuando los almacenes reciban mercancías o bienes sujetos al pago de
derechos de importación, no consentirán en el retiro del depósito sino
mediante la comprobación legal del pago de los impuestos o derechos
respectivos o de la conformidad de las autoridades fiscales
correspondientes, y serán responsables para con el fisco, hasta donde
alcance en su caso el producto de la venta de las mercancías o bienes
depositados, por el pago de todos los derechos, impuestos, multas,
recargos o gravámenes fiscales en que hubieren incurrido los dueños o
consignatarios, hasta la fecha del depósito de las mercancías o bienes
en los almacenes;
• La duración del depósito de mercancías o bienes, será establecida
libremente entre los almacenes y el depositante, a menos que se trate
de mercancías o bienes sujetos al pago de impuestos o pensiones
fiscales de cualquier clase, en cuyo caso la duración del depósito no
excederá del término que al efecto señale la Secretaría de Hacienda, o
del plazo de dos años, cuando no haya término especialmente
señalado;
• Los bienes o mercancías objeto del depósito en los almacenes, y el
producto de su venta o el valor de la indemnización en caso de
siniestro, no podrán ser reivindicados, embargados ni sujetos a
cualquier otro vínculo, cuando se hayan expedido a su respecto
certificados de depósito, observándose lo dispuesto en el artículo 20;
• Sólo podrán ser retenidos los bienes o mercancías depositados en los
almacenes y respecto a los cuales se hayan expedido certificados de
depósito, por orden judicial dictada en los casos de concurso, de
sucesión y de robo, extravío, destrucción total, mutilación o grave
deterioro del certificado o del bono correspondientes;
• Podrán ser retenidos por orden judicial, conforme a las disposiciones
legales relativas, los bienes o mercancías depositados, el producto de
su venta, el valor de la indemnización en caso de siniestro, o el importe
de los fondos que tenga el almacén a disposición del tenedor del bono
o del certificado, en caso de sucesión o quiebra del tenedor del
certificado o del bono, respectivamente, que tengan derecho conforme
a la ley, a la entrega de las mercancías o de los fondos. Igualmente
podrá hacerse esta retención en los casos de extravío, robo, destrucción
total, mutilación o grave deterioro del certificado o del bono conforme
a los artículos 45, fracción II, y 65.
Por otro lado, solamente los Almacenes Generales de Depósito están
facultados para expedir certificados de depósito y bonos de prenda, de
conformidad con las prescripciones que al efecto se establecen en la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito siguientes:
• El certificado de depósito acredita la propiedad de mercancías o bienes
depositados en el almacén que lo emite; el bono de prenda, la
constitución de un crédito prendario sobre las mercancías o bienes
indicados en el certificado de depósito correspondiente;
• Sólo los Almacenes Generales de Depósito, autorizados conforme a la
Ley General de Organizaciones y actividades Auxiliares de Crédito,
podrán expedir estos títulos;
• Las constancias, recibos o certificados que otras personas o
instituciones expidan para acreditar el depósito de bienes o mercancías,
no producirán efectos como títulos de crédito;
• Cuando se trate de mercancías o bienes individualmente designados,
los Almacenes sólo podrán expedir un bono de prenda en relación con
cada certificado de depósito. Si se trata de mercancías o bienes
designados genéricamente, los Almacenes podrán expedir, a voluntad
del depositante, bonos de prenda múltiples.
Si se expide un solo bono, deberá ir adherido al certificado de depósito.
Salvo el caso de que el certificado se emita como no negociable, el
almacén no puede expedir solamente uno de los títulos.
Por lo que se refiere al contenido tanto del certificado de depósito como
del bono de prenda, el artículo 231 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito establece que el certificado de depósito y el bono de
prenda, deberán contener:
I. La mención de ser “certificado de depósito” y “bono de prenda,” respectivamente;
II. La designación y la firma del almacén;
III. El lugar del depósito;
IV. La fecha de expedición del título;
V. El número de orden, que deberá ser igual para el certificado de depósito y para el bono o los
bonos de prenda relativos, y el número progresivo de éstos, cuando se expidan varios en relación
con un solo certificado;
VI. La mención de haber sido constituido el depósito con designación individual o genérica de
las mercancías o efectos respectivos;
VII. La especificación de las mercancías o bienes depositados, con mención de su naturaleza,
calidad y cantidad y de las demás circunstancias que sirvan para su identificación;
VIII. El plazo señalado para el depósito;
IX. El nombre del depositante;
X. La mención de estar o no sujetos los bienes o mercancías materia del depósito al pago de
derechos, impuestos o responsabilidades fiscales, y cuando para la constitución del depósito sea
requisito previo el formar la liquidación de tales derechos, nota de esa liquidación;
XI. La mención de estar o no asegurados los bienes o mercancías depositados y del importe
del seguro, en su caso;
XII. La mención de los adeudos o de las tarifas en favor del almacén o, en su caso, la mención
de no existir tales adeudos.
Además, de conformidad con el artículo 232 de la ley señalada, el bono
de prenda deberá contener:
I. El Nombre del tomador del bono;
II. El importe del crédito que el bono representa;
III. El tipo de interés pactado;
IV. La fecha del vencimiento, que no podrá ser posterior a la fecha en que concluya el
depósito;
V. La firma del tenedor del certificado que negocie el bono por primera vez;
VI. La mención, suscrita por el almacén o por la institución de crédito que intervengan en la
primera negociación del bono, de haberse hecho la anotación respectiva en el certificado de
depósito.

• Por otro lado, cuando el bono de prenda no indique el monto del


crédito representa, se entenderá que éste afecta todo el valor de los
bienes depositados en favor del tenedor de buena fe, salvo el derecho
del tenedor del certificado de depósito, para repetir por el exceso que
reciba el tenedor del bono sobre el importe real de su crédito y cuando
no se indique el tipo de interés, se presumirá que el bono ha sido
descontado;
• De conformidad con el artículo 234, los almacenes expedirán estos
títulos desprendiéndolos de libros talonarios en los que se anotarán los
mismos datos que en los documentos expedidos, según las constancias
que obren en los almacenes o según el aviso de la institución de crédito
que intervenga en la primera negociación del bono;
• Cuando se expidan bonos de prenda múltiples en relación con un
certificado, desde el momento de su expedición el almacén debe hacer
constar en los bonos los requisitos a que se refieren las fracciones II a
IV del artículo 232, y en el certificado, la expedición de los bonos con
las indicaciones dichas;
• El bono de prenda sólo podrá ser negociado por primera vez
separadamente del certificado de depósito con intervención del
almacén que haya expedido los documentos, o de una institución de
crédito;
• Al negociarse el bono por primera vez, deberán llenarse en él los
requisitos a que se refieren las fracciones I a VI del artículo 232, si se
trata de un solo bono, o los requisitos a que se refieren las fracciones I,
V y VI del artículo citado, en caso de bonos múltiples;
• Las anteriores anotaciones deberán ser suscritas por el tenedor del
certificado y por el almacén o por la institución de crédito que en ellas
intervengan, y que serán responsables de los daños y perjuicios
causados por las omisiones o inexactitudes en que incurran;
• La institución de crédito que intervenga en la emisión del bono, deberá
dar aviso de su intervención, por escrito, al almacén hubiere expedido
el documento;
• De acuerdo con el artículo 237 los bonos de prenda múltiples a que el
artículo 230 se refiere, serán expedidos amparando una cantidad global
dividida entre tantas partes iguales como bonos se expidan respecto a
cada certificado y haciéndose constar en cada bono que el crédito de su
tenedor legítimo tendrá, en su cobro, el orden de prelación indicado
con el número de orden propio del bono;
• Los certificados de depósito y los bonos de prenda deberán emitidos a
favor del depositante o de un tercero;
• El tenedor legítimo del certificado de depósito y del bono o de los
bonos de prenda respectivos, tiene pleno dominio sobre las mercancías
o bienes depositados y puede en cualquier tiempo recogerlos, mediante
la entrega del certificado y del o de los bonos de prenda
correspondientes y el pago de sus obligaciones respectivas a favor del
fisco y de los almacenes;
• Además, de conformidad con el artículo 240, el que sólo sea tenedor
del certificado de depósito, tiene dominio sobre las mercancías o
efectos depositados; pero no podrá retirarlos sino mediante el pago de
las obligaciones que tenga contraídas para con el fisco y los almacenes,
y el depósito en dichos almacenes, de la cantidad amparada por el o los
bonos de prenda respectivos. Podrá, igualmente, cuando se trate de
bienes que permitan cómoda división y bajo la responsabilidad de los
almacenes, retirar una parte de los bienes depositados, entregando en
cambio a los almacenes una suma de dinero proporcional al monto del
adeudo que representen el bono o los bonos de prenda relativos, y a la
cantidad de mercancías extraídas, y pagando la parte proporcional de
las obligaciones contraídas en favor del fisco y de los almacenes. En
este caso, los almacenes deberán hacer las anotaciones
correspondientes en el certificado en el talón respectivo;
• El tenedor legítimo de un certificado de depósito no negociable, podrá
disponer totalmente, o en partidas, de las mercancías o bienes
depositados, si éstos permiten cómoda división, mediante órdenes de
entrega a cargo de los almacenes, y pagando las obligaciones que tenga
contraídas con el fisco y los propios almacenes, en su caso, en la parte
proporcional correspondiente a las partidas de cuya disposición se
trate, salvo pacto en contrario;
• El bono de prenda no pagado en tiempo, total o parcialmente, debe
protestarse a más tardar el segundo día hábil que siga al del
vencimiento, en la misma forma que la letra de cambio;
• El protesto debe practicarse precisamente en el almacén que haya
expedido el certificado de depósito correspondiente, y en contra del
tenedor eventual de éste, aun cuando no se conozcan su nombre o
dirección, ni esté presente en el acto del protesto;
• La anotación que el almacén ponga en el bono de prenda o en hoja
anexa, de que fue presentado a su vencimiento y no pagado totalmente,
surtirá los efectos del protesto. En este caso, el tenedor del bono deberá
dar aviso de la falta de pago, a todos los signatarios del documento;
• El tenedor del bono de prenda protestado conforme al párrafo que
antecede, deberá pedir, dentro de los ocho días siguientes a la fecha del
protesto, que el almacén proceda a la venta de las mercancías o bienes
depositados, en remate público;
• El producto de la venta de las mercancías o bienes depositados, se
aplicará directamente por los almacenes en el orden siguiente:
I. Al pago de los impuestos, derechos o responsabilidades riscales que estuvieren
pendientes por concepto de las mercancías o bienes materia del depósito;
II. Al pago del adeudo causado a favor de los almacenes, en los términos del contrato de
depósito;
III. Al pago del valor consignado en los bonos de prenda, aplicándose, cuando existan
varios bonos de prenda en relación con un certificado, el orden de prelación indicado; entre los
distintos tenedores de dichos bonos de prenda, por la numeración de orden correspondiente a
tales bonos.
El sobrante será conservado por los almacenes a disposición del tenedor del certificado de
depósito;

• Si los bienes depositados estuvieren asegurados, el importe de la


indemnización correspondiente, en caso de siniestro, se aplicará en los
términos del párrafo anterior;
• Los almacenes serán considerados como depositarios de las cantidades,
que procedentes de la venta o retiro de las mercancías, o de la
indemnización en caso de siniestro, correspondan a los tenedores de
bonos de prenda y de certificados de depósito;
• Los almacenes deberán hacer constar en el bono mismo o en hoja
anexa, la cantidad pagada sobre el bono con el producto de la venta de
los bienes depositados, o con la entrega de las cantidades
correspondientes que los almacenes tuvieren en su poder conforme al
artículo 246. Igualmente deberán hacer constar, en su caso, que la
venta de los bienes no puede efectuarse. Esta anotación hará prueba
para el ejercicio de las acciones de regreso;
• Si el producto de la venta de los bienes depositados, o el monto de las
cantidades que los almacenes entreguen al tenedor del bono de prenda,
en los casos de los artículos 240 y 245, no bastan a cubrir totalmente el
adeudo consignado en el bono, o sí, por cualquier motivo, los
almacenes no efectúan el remate o no entregan al tenedor las
cantidades correspondientes que hubiere recibido conforme al artículo
246, el tenedor del bono puede ejercitar la acción cambiaría contra la
persona que haya negociado el bono por primera vez separadamente
del certificado de depósito, y contra los endosantes posteriores del
bono y los avalistas. El mismo derecho tendrán, contra los signatarios
anteriores, los obligados en vía de regreso que paguen el bono;
• De conformidad con el artículo 249, las acciones del tenedor del bono
de prenda, contra los endosantes y sus avalistas, caducan:
I. Por no haber sido protestado el bono en los términos del artículo 242;
II. Por no haber pedido el tenedor, conforme al artículo 243, la venta de los bienes
depositados;
III. Por no haberse ejercitado la acción dentro de los tres meses que sigan, a la fecha de la
venta de los bienes depositados, al día en que los almacenes notifiquen al tenedor del bono que
esa venta no puede efectuarse, o al día en que los almacenes se nieguen a entregar las
cantidades a que se refiere el artículo 246 o entreguen solamente una suma inferior al importe
del adeudo consignado en el bono.
No obstante, la caducidad de las acciones contra los endosantes y sus avalistas, el tenedor
del bono de prenda conserva su acción contra quien haya negociado el bono por primera vez
separadamente del certificado y contra sus avalistas;

• En materia de prescripción el artículo 250 señala que las acciones


derivadas del certificado de depósito para el retiro de las mercancías,
prescriben en tres años a partir del vencimiento del plazo señalado para
el depósito en el certificado.
Las acciones que deriven del bono de prenda, prescriben en tres años a
partir del vencimiento del bono.
En el mismo plazo, prescribirán las acciones derivadas del certificado
de depósito para recoger, en su caso, las cantidades que obren en poder de
los almacenes conforme al artículo 246.
NOTAS

[1] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 238.


[2] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 510 y 511.
[3] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 239.
[4] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 684 y 685.
[5] Ibidem.
CAPÍTULO VIII

CONTRATO DE FIDEICOMISO

Por cuanto a sus antecedentes se refiere, nos dice VÁZQUEZ DEL MERCADO[1]
que el fideicomiso encuentra sus orígenes más remotos en el derecho
romano germánico, en donde era entendido como un encargo confiado a la
honradez y a la fe ajena, y que surgió en relación con la manifestación de
última voluntad, ligada a la sucesión para la ejecución de actos fuera de
testamento.
DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ[2] se refiere al fideiccomissum y dice que era una
manifestación más de la fiducia romana que se adoptó como un medio para
que sujetos incapacitados pudieran heredar, tales como esclavos, peregrinos,
etc., pudieran llegar a adjudicarse la propiedad de ciertos bienes mediante
designación por el testador de un heredero capaz para sucederlo, y el
compromiso de éste a enajenar los bienes fideicomitidos a quien
correspondiera.
Dice asimismo que el fideiccomissum carecía de juridicidad y que no
era sino el ruego hecho por de testador al heredero por la confianza habida
del primero para con el segundo a que trasmitiera los bienes a un tercero,
quedando al arbitrio del fiduciario el cumplir o no con el pacto contraído.
Agrega que posteriormente el fideicomiso fue dotado de coercibilidad,
cuando con la creación del cargo de pretor fideicomisario, se estableció una
acción persecutoria a favor de los beneficiarios respecto de los bienes
objeto del fideicomiso.[3]
CERVANTES AHUMADA[4] por su parte señala que el fideicomiso surge en
Inglaterra con el desarrollo del trust, entendiendo como obligación de
equidad, en donde el trustee usaba la propiedad para beneficio del cestui
que trust, extendiéndose a los Estados Unidos, en donde su aplicación se
canaliza a la actividad bancaria.
Dice DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ[5] en lo tocante a los orígenes del trust, el use
y el equity que el temor a las confiscaciones que podían haberse padecido a
consecuencia de guerras y persecuciones políticas, así como el deseo de
encontrar una fórmula idónea para que las corporaciones religiosas gozaran
y poseyeran bienes raíces, eludiendo la prohibición que imponían las leyes
contra las manos muertas, propició que en Inglaterra durante la Edad Media
se realizara una trasmisión directa a ciertas personas de confianza, con las
cuales no se corriera ninguno de esos riesgos, pero en provecho de aquéllos
a quienes en realidad se quería beneficiar, y que es así como nace el use que
consistía en lo siguiente:
Una persona settlor propietario de una tierra, traspasaba a otra, feoffe to
use, el dominio de ella en el entendido de las partes que sería otra persona
cestui que use, quien tendría el derecho a gozar y disfrutar de los beneficios
de verdadero propietario del bien, y el cesionario feoffe recibía la plena
propiedad de la cosa pero no para beneficio propio, sino para el encargo,
confiado a su buena fe, de que poseyera para uso exclusivo el cestui que
use, que podía ser el mismo settior.
Agrega, por lo que se refiere a la evolución del término trust fuente del
fideicomiso, que aun y cuando dicho vocablo se emplea comúnmente en la
terminología jurídica inglesa para designar a las grandes combinaciones
económicas y financieras que tienden a la creación de los monopolios de la
industria, la banca o el comercio, porque para su organización se emplea
generalmente la forma del trust, la verdadera acepción jurídica implica el
derecho del dominio de bienes muebles e inmuebles que una persona tiene a
favor de otra.
Por lo que al equity se refiere, dice que aparece en el derecho anglosajón
como un ordenamiento jurídico que inicialmente suplió al common law,
porque era ineficaz para resolver equitativamente los problemas
ocasionados por la pugna surgida entre los derechos del feoffe y del cestui
que use, pero que en la actualidad, derivando en el trust, lo complementa.[6]
Finalmente se refiere al concepto del trust, dice que el más aceptado por
la doctrina y la legislación es el siguiente: “el trust es un estado de relación
fiduciaria respecto a bienes, que sujeta a la persona por quien dichos
bienes son poseídos, a deberes en equidad al manejar dichos bienes para
beneficio de otra persona, lo cual se origina como resultado de la
manifestación de la intencionado crearlo”.
En México, el antecedente más remoto del contrato se encuentra en la
Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios de
1924, (con cuya expedición se abrogó a la Ley General de Instituciones de
Crédito de 1897), en donde si bien se menciona, no se reglamenta.
No obstante, cabe referir que en 1905 apareció el proyecto Limantour
(que en realidad pertenece a Jorge Vera Estañol), que contenía una iniciativa
de ley para la constitución de instituciones comerciales que desempeñaran
las funciones de “agentes fideicomisarios”.
Con la expedición de la Ley de Bancos de Fideicomiso de 1926, se
reconoce al fideicomiso como un mandato irrevocable, lo que se reitera en
la siguiente Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos
Bancarios del propio año.
En 1932 se expidió la Ley General de Instituciones de Crédito que
abrogó a la anterior de 1926, y en ella si bien se contempla al fideicomiso,
su regulación es limitada a supuestos de quiebra, así como en materia de
fideicomisos de administración y testamentarios.
Es en realidad hasta la expedición de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito en el propio año de 1932, que se regula al
fideicomiso de una manera completa, y así ha pasado hasta nuestros días.
Dice Dávalos[7] que esta ley fue la primera que reguló al fideicomiso de
forma integral y sustantiva, no solo en México, sino en todo el mundo,
porque el Uniform Trust Act se habría de publicar cinco años después, en
1937.
Así, el fideicomiso es una institución que si bien surgió de la práctica
anglosajona, en nuestro país ha tenido un gran desarrollo, que apartándose
de los principios del derecho inglés, y evolucionado hasta nuestros días, es
utilizado para múltiples fines, con la única limitante de que sean lícitos. Se
utiliza el contrato de fideicomiso, sobre la base del elemento “confianza”,
que es aportado en teoría por la solvencia moral y económica de las
instituciones que intervienen en el contrato.
Haciendo destacar el desarrollo de la institución en el derecho
mexicano, DÁVALOS MEJÍA[8] ha expresado: “la afirmación de que el país que
con más experiencia en la legislación, la jurisprudencia, la práctica y la
aplicación pública del fideicomiso es México, no admite contradicción”.
A anterior, habría que agregar la supervisión y vigilancia que en forma
genérica realizan las autoridades controladoras de dichas actividades
(Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Comisión Nacional Bancaria y
de Valores, así como la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas).
Por lo que a la mercantilidad del contrato se refiere, la podemos
establecer tanto por su ubicación legislativa que es la de una ley de
naturaleza mercantil, y asimismo de conformidad con el artículo 75 del
Código de Comercio, en su fracción, XIV, que considera actos de comercio
a las operaciones bancarias.
Siguiendo a MANTILLA MOLINA,[9] el contrato de fideicomiso debe
considerarse como absolutamente mercantil por ser siempre de carácter
comercial.
Y agrega que aunque sólo una institución de crédito puede tener el
carácter de fiduciaria, no debe pensarse que la comercialidad de este
negocio es subjetiva, pues es justamente la existencia de un acto de
comercio la que determina la aplicación de la ley mercantil, que fija los
requisitos que ha de tener una de las personas que en él intervienen; y no,
como sería el caso tratándose de una acto subjetivo, que un negocio, que
puede adquirir la calidad de civil o de mercantil, adquiera esta última al ser
realizado por una institución de crédito.[10]

1. CONCEPTO
Para CERVANTES AHUMADA[11] por el fideicomiso, el fideicomitente
trasmite la titularidad de un derecho al fiduciario, quien queda obligado a
utilizarlo para la realización de un fin determinado.
Él artículo 381 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito,
reformado mediante publicación realizada en el Diario Oficial de la
Federación del 13 de junio de 2003, define al contrato señalando:
Artículo 381.—En virtud del fideicomiso, el fideicomitente trasmite a una institución
fiduciaria la propiedad o la titularidad de uno o más bienes o derechos, según sea el caso, para ser
destinados a fines lícitos v determinados, encomendando la realización de dichos fines a la propia
institución fiduciaria.

La anterior definición que del contrato de fideicomiso otorga el artículo


381 de la LGTyOC, antes transcrito, rompe de manera absurda con la
tradición jurídica de más de setenta años que en el derecho del fideicomiso
ha imperado en México desde la expedición, en 1932 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito,[12] que, con independencia de cuál sea la
naturaleza jurídica que podamos atribuir al acto jurídico fideicomiso y de la
que nos ocupamos más adelante, lo cierto es que hasta antes de la aludida
reforma, el fideicomiso había sido considerado siempre como un acto
jurídico, por el cual el fideicomitente realizaba la afectación de un bien para
la realización de un fin lícito claramente señalado en el contrato, cuya
ejecución, que no la propiedad, correspondía a la fiduciaria, pero en modo
alguno se llevaba a cabo la trasmisión de la propiedad del mismo a la
fiduciaria, como se señala en el texto ahora vigente.
A la institución fiduciaria siempre ha correspondido llevar a cabo la
ejecución de los fines del fideicomiso, pero no es acorde a su naturaleza ni a
la operación tradicional del acto jurídico, que para ello deba adquirir la
propiedad de los bienes afectos al contrato, porque se desvirtúa la real
naturaleza tanto del contrato como de la operación misma, ya que la función
de la fiduciaria ha sido siempre la de ejecutar un trabajo profesional para
cumplir con los fines pactados, y para ello nunca ha necesitado adquirir la
propiedad de los bienes fideicomitidos, porque para llevar a cabo esa
operación de servicio o neutra, que no es otra que la de realizar la
administración del contrato para cumplir con los fines establecidos, nunca
ha sido necesario que las instituciones requieran adquirir la propiedad de los
bienes materia del fideicomiso.
Tal situación es observada por DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ,[13] quien con justa
razón realiza una aguda crítica a la aludida reforma, señalando que bajo el
supuesto de que definitivamente en el fideicomiso no había una trasmisión
de propiedad de los bienes fideicomitidos, pues el ordenamiento legal no
aludía a ello, lo que sí indicaba era una constante alusión a una afectación
de bienes, y agrega que así resulta evidente que la finalidad del legislador
fue poner al servicio de los particulares un instrumento apropiado para
disponer de sus bienes, para que estos fueran objeto de actos que el
fideicomitente no iba a realizar de manera personal, pero que encomendaba
a una institución fiduciaria, destinándolos a un fin lícito alcanzable, con un
reconocimiento y protección legales manifiestos, mismo que tenía lugar por
el sometimiento a una afectación, con sujeción a un régimen patrimonial
especial, excluyéndolos de toda posibilidad de desviación y así, agrega que
el fideicomiso satisfacía todas las exigencias de seguridad jurídica para los
intervinientes y para terceros porque sólo podían ejercitarse respecto de
dichos bienes, los derechos y acciones tendientes a alcanzar los fines
asignados por el fideicomitente.
Con anterioridad a la reforma, la afectación de los bienes no implicaba
trasmisión de su propiedad por parte del fideicomitente, como ocurre ahora,
lo que a decir de DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ,[14] hace que el acto tenga naturaleza
contractual y no unipersonal como ocurría con anterioridad, donde la
afectación del bien por el fideicomitente, sin salir del patrimonio de éste, lo
colocaba en situación jurídica en la que se le excluía del tratamiento legal
aplicable a la generalidad de los bienes de una persona, pues los únicos
actos realizables respecto de los bienes fideicomitidos eran aquellos
tendientes a alcanzar los fines asignados por su propietario, y con el
contenido de las actuales disposiciones se denota un viraje considerable en
la regulación, cuyos resultados no pueden calificarse ni por asomo, como
satisfactorios, pues dice que además de las deficiencias observadas, la
regulación es ahora totalmente sectorial.
Agrega que entonces los resultados, lejos de beneficiar, perjudican al
sistema legal y de paso a los destinatarios de la ley que pierden la
posibilidad de acudir a un instrumento legal ágil y seguro, como era el
fideicomiso.
Concluye señalando que primero el fisco y más adelante los intereses
del sector bancario han hecho del fideicomiso sólo el recuerdo de cómo era,
y que su aplicación se circunscriba ahora a unos cuantos sectores
específicos, con la pérdida absoluta de la popularidad de que gozaba, por la
utilidad entonces ofrecida a la generalidad, la cual, dice, hoy brilla por su
ausencia.[15]
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[16] considera que el concepto legal del fideicomiso
debe ser completado a partir del establecimiento de su naturaleza jurídica,
que comprenda su configuración como negocio jurídico; a su estructura
como modalidad del derecho de propiedad, y en lo concerniente a su
calificación como operación bancaria.
Para OLVERA DE LUNA[17] el fideicomiso es un mandato irrevocable, en
virtud del cual se entregan al banco, con el carácter de fiduciario,
determinados bienes para que disponga de ellos o de sus productos, según la
voluntad del que los entrega, llamado fideicomitente, a beneficio de un
tercero, llamado fideicomisario o beneficiario.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de fideicomiso es típico, real, principal o accesorio, formal,
de tracto sucesivo, bilateral, oneroso, conmutativo, y traslativo de dominio
o de uso.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, además de serle aplicables las disposiciones
relativas a los fideicomisos en que intervienen casas de bolsa, instituciones
de fianzas, compañías de seguros, y desde luego bancos, por lo que deben
ser consideradas; la Ley del Mercado de Valores, la Ley de Instituciones de
Seguros y fianzas, y desde luego, la Ley de Instituciones de Crédito.
Además, deben considerarse los procedimientos de ejecución que en
forma genérica establece el Código de Comercio, para el caso de ejecución
en el supuesto de fideicomiso de garantía.
Es real porque se perfecciona con la entrega de la cosa materia del
fideicomiso, y porque implicando la afectación de un bien, requiere de su
entrega por parte del fideicomitente.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia, pero cuando el fideicomiso se constituye para garantizar un
crédito será accesorio.
Es formal porque debe ser otorgado siempre por escrito.
De conformidad con el artículo 387 el fideicomiso puede ser constituido
por acto entre vivos o por testamento. La constitución del fideicomiso
deberá siempre constar por escrito y ajustarse a los términos de la
legislación común sobre la transmisión de los derechos o la transmisión de
propiedad de las cosas que se den en fideicomiso.
Además, de acuerdo con el artículo 388, el fideicomiso cuyo objeto
recaiga en bienes inmuebles, deberá inscribirse en la Sección de la
Propiedad del Registro Público del lugar en que los bienes estén ubicados.
El fideicomiso surtirá efectos contra tercero, desde la fecha de inscripción
en el Registro.
Además, de conformidad con el artículo 389 modificado mediante
publicación del 13 de junio de 2014, el fideicomiso cuyo objeto recaiga en
bienes muebles, surtirá efectos contra tercero desde la fecha de su
inscripción en la Sección Única del Registro Único de Garantías
Mobiliarias del Registro Público de Comercio.
Complementariamente, y con motivo de la reforma a que se hace
alusión en el párrafo anterior, el artículo 404 de la ley establece que el
fideicomiso de garantía debe constar por escrito. Tratándose de
fideicomisos cuyo objeto recaiga sobre bienes inmuebles deberá constar en
escritura pública e inscribirse en el registro público de la propiedad
correspondiente.
Cuando el patrimonio del fideicomiso de garantía recaiga sobre bienes
muebles y su monto sea igual o superior al equivalente en moneda nacional
a doscientas cincuenta mil Unidades de Inversión, las partes deberán
ratificar sus firmas ante fedatario público.
El contrato de fideicomiso de garantía será válido desde su constitución
y la nulidad de alguna de sus cláusulas por contravenciones a lo dispuesto
en esta ley no producirá la nulidad del fideicomiso.
En caso de declararse nula alguna cláusula del contrato de fideicomiso
de garantía, se aplicará supletoriamente lo dispuesto por esta ley.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo que es el establecido en cada
caso en el contrato.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para las partes que
en él intervienen.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración.
Finalmente, es traslativo de dominio, en el caso del fideicomiso
irrevocable, en el que se afectan bienes muebles o inmuebles.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Tocante a los elementos personales del contrato, inicialmente éste puede
surgir a la vida jurídica siempre y cuando existan cuando menos el
fideicomitente y el fiduciario, ya que el fideicomisario constituye un
elemento que puede surgir con posterioridad, o bien puede ocupar dicha
posición tanto el propio fideicomitente, como la fiduciaria.[18]
A. EL FIDEICOMITENTE
El Fideicomitente, es el elemento personal, persona física o moral que
afecta determinados bienes muebles, inmuebles, derechos, etc., a la
realización de un fin lícito y determinado.
De conformidad con el artículo 384 sólo pueden ser fideicomitentes las
personas físicas o jurídicas que tengan la capacidad necesaria para hacer la
afectación de bienes que el fideicomiso implica y las autoridades judiciales
o administrativas competentes, cuando se trate de bienes cuya guarda,
conservación, administración, liquidación, reparto o enajenación
corresponda a dichas autoridades o a las personas que éstas designen.
El fideicomitente tiene las siguientes facultades:
• Reservarse los derechos que estime pertinentes;
• Designar a uno o varios fideicomisarios;
• Nombrar al comité técnico;
• Modificar los términos del contrato (si se reserva ese derecho);
• Requerir cuentas al fiduciario;
• Trasmitir sus derechos (si se reserva ese derecho), y,
• Renovar o terminar el fideicomiso (si se reserva ese derecho).
B. LA INSTITUCIÓN FIDUCIARIA
El Fiduciario es la entidad financiera que por ley tiene como función la
de recibir los bienes afectos a dicho contrato, llevar a cabo su
administración, tener asimismo la representación legal del fideicomiso y
como función última, la de cumplir con los fines previstos en el contrato.
De ese modo, el artículo 391 establece:
La institución fiduciaria tendrá todos los derechos y acciones que se requieran para el
cumplimiento del fideicomiso, salvo las normas o limitaciones que se establezcan al efecto, al
constituirse el mismo; estará obligada a cumplir dicho fideicomiso conforme al acto constitutivo;
no podrá excusarse o renunciar su encargo sino por causas graves a juicio de un Juez de Primera
Instancia del lugar de su domicilio, y deberá obrar siempre como buen padre de familia, siendo
responsable de las pérdidas o menoscabos que los bienes sufran por su culpa.

Por otro lado y aun y cuando la ley mantenía el señalamiento en el


sentido de que solamente pueden ser fiduciarias las instituciones de
conformidad con la Ley General de Instituciones de Crédito, en la
actualidad son diversas las instituciones financieras no bancarias que
realizan tal función, y por tal motivo, en la reforma publicada el 13 de Junio
de 2003, se establece la corrección a la ley.[19]
El fideicomiso se encuentra contemplado como operación de crédito y si
bien, desde sus orígenes en nuestro país fue siempre administrado por
instituciones de crédito, ya que tradicionalmente habían venido siendo ellas
las únicas autorizadas para celebrar contratos de fideicomiso, en la
actualidad algunas entidades del sistema financiero pueden, sustentadas en
la ley que regula en cada caso sus actividades, desempeñar el papel de
fiduciarias.
Así, la facultad de actuar como fiduciarias en los contratos respectivos,
se realiza por las instituciones de crédito, de conformidad con el artículo 46,
fracción XV, de la Ley de Instituciones de Crédito, que establece que; las
instituciones de crédito podrán realizar operaciones de fideicomiso a que se
refiere la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
En relación con las operaciones autorizadas a las empresas afianzadoras,
cabe mencionar que mediante reforma realizada a la ley el 10 de noviembre
de 1999 se adicionó al artículo 16, la fracción XV de la Ley Federal de
Instituciones de Fianzas, para establecer que las compañías podrán actuar
como institución fiduciaria pero sólo en el caso de fideicomisos de garantía,
con la facultad de administrarlos bienes fideicomitidos en los mismos, los
cuales podrán o no estar relacionados con las pólizas de fianzas que
expidan, como excepción a lo dispuesto por el artículo 350 (en la actualidad
sería en el artículo 385, y en relación también con los fideicomisos en los
que intervienen además compañías de seguros y casas de bolsa) de la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito.
En la Nueva Ley de Seguros y Fianzas se establecen las facultades
específicas para que las compañías afianzadoras puedan realizar
operaciones como fiduciarias, de conformidad con el artículo 144, en cuya
parte relativa, se señala:
Artículo 144.—Las Instituciones de Fianzas sólo podrán realizar las operaciones siguientes:
XVII. Actuar como institución fiduciaria sólo en el caso de fideicomisos de garantía con la
facultad de administrar los bienes fideicomitidos en los mismos, los cuales podrán o no estar
relacionados con las pólizas de fianzas que expidan.
Asimismo, podrán actuar como institución fiduciaria en los fideicomisos de garantía a que se
refiere la Sección Segunda del Capítulo V del Título Segundo de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, sujetándose a lo que dispone el artículo 85 Bis de la Ley de Instituciones
de Crédito y bajo la inspección y vigilancia de la Comisión.
Las Instituciones de Fianzas, en su carácter de fiduciarias, podrán ser fideicomisarias en los
fideicomisos en los que, al constituirse, se transmita la propiedad de los bienes fideicomitidos y
que tengan por fin servir como instrumento de pago de obligaciones incumplidas, en el caso de
fianzas otorgadas por las propias instituciones. En este supuesto, las partes deberán Designar de
común acuerdo a un fiduciario sustituto para el caso que surgiere un conflicto de intereses entre
las mismas.
En lo no previsto por lo anterior, a las Instituciones de Fianzas fiduciarias les será aplicable lo
establecido en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
La Secretaría, oyendo la opinión del Banco de México y de la Comisión, podrá determinar
mediante disposiciones de carácter general otros tipos de fideicomisos en los que podrán actuar
como fiduciarias las Instituciones de Fianzas;

Por lo que se refiere a las instituciones de seguros, el artículo 34,


fracción IV, de la Ley General de Instituciones y Sociedades Mutualistas de
Seguros, establece que las instituciones de seguros podrán actuar como
institución fiduciaria en negocios directamente vinculados con las
actividades que les son propias. Al efecto se considera que están vinculados
a las actividades propias de las instituciones de seguros los fideicomisos de
administración en que se afecten recursos relacionados con el pago de
primas por los contratos de seguros que se celebren, así como cuando se
trate de fideicomisos privados complementarios de seguros obligatorios a
que se refiere el artículo 52-bis 2, de la ley, como excepción a lo dispuesto
en el artículo 350 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
Además, las instituciones de seguros autorizadas para practicar
operaciones de vida, también podrán ser fiduciarias en el caso fideicomisos
en que se afecten recursos relacionados con primas de antigüedad, fondos
individuales de pensiones, rentas vitalicias, dividendos y sumas aseguradas,
o con la administración de reservas para fondos de pensiones o jubilaciones
de personal, complementarias a las que establecen las leyes sobre seguridad
social y de primas de antigüedad. La administración de dichas operaciones
se realizará través de contratos de fideicomiso, en los mismos términos que
para las instituciones de crédito.
En la Nueva Ley de Seguros y Fianzas se establecen las facultades
específicas para que las compañías aseguradoras puedan realizar
operaciones como fiduciarias, de conformidad con el artículo 118, en cuya
parte relativa, se señala:
Artículo 118.—Las Instituciones de Seguros sólo podrán realizar las operaciones siguientes:
XXIII. Actuar como institución fiduciaria en negocios directamente vinculados con las
actividades que les son propias. Al efecto, se considera que están vinculados a las actividades
propias de las Instituciones de Seguros, los fideicomisos de administración en que se afecten
recursos relacionados con el pago de primas por los contratos de seguros que se celebren.
Asimismo, podrán actuar como institución fiduciaria en los fideicomisos de garantía a que se
refiere la Sección Segunda del Capítulo V del Título Segundo de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, sujetándose a lo que dispone el artículo 85 Bis de la Ley de Instituciones
de Crédito.
Tratándose de Instituciones de Seguros autorizadas para practicar operaciones de vida,
también se considerarán vinculados con las actividades que les son propias, los fideicomisos en
que se afecten recursos relacionados con primas de antigüedad, fondos individuales de pensiones,
rentas vitalicias, dividendos y sumas aseguradas, o con la administración de reservas para fondos
de pensiones o jubilaciones del personal, complementarias a las que establecen las leyes sobre
seguridad social y de primas de antigüedad.
En lo no previsto por lo anterior, a las Instituciones de Seguros fiduciarias les será aplicable lo
establecido en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
La Secretaría, oyendo la opinión del Banco de México y de la Comisión, podrá determinar
mediante disposiciones de carácter general otros tipos de fideicomisos en los que podrán actuar
como fiduciarias las Instituciones de Seguros;

Finalmente, y por lo que se refiere a la función fiduciaria en la actividad


bursátil, el artículo 171 de la Ley del Mercado de Valores establece en su
fracción XIV:
Artículo 171.—Las casas de bolsa podrán realizar las actividades y proporcionar los servicios
siguientes, ajustándose a lo previsto en esta Ley y demás disposiciones de carácter general que al
efecto expida la Comisión:
XIV. Actuar como fiduciarias.

Cabe, no obstante señalar que si bien, según observamos, en la última


década se incorporó la posibilidad de que las entidades financieras
fungiesen como fiduciarias, en gran escala siguen siendo las instituciones
bancarias las que continúan monopolizando en general el mercado de esta
operación de servicios, debido a que mientras las entidades financieras no
bancarias realizan dicha función en un ámbito restringido a las operaciones
antes comentadas, las instituciones de crédito tienen concedida dicha
facultad de manera genérica en términos de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y la de Instituciones de Crédito.
En caso de que al constituirse el fideicomiso no se designe
nominalmente la institución fiduciaria, se tendrá por designada la que elijan
el fideicomisario o, en su defecto, el Juez de Primera Instancia del lugar en
que estuvieren ubicados los bienes, de entre las instituciones expresamente
autorizadas conforme a la ley.
El fideicomitente podrá designar a varias instituciones fiduciarias para
que conjunta o sucesivamente desempeñen el fideicomiso, estableciendo el
orden y las condiciones en que hayan de sustituirse.
Salvo lo dispuesto en el acto constitutivo del fideicomiso, cuando la
institución fiduciaria no acepte, o por renuncia o remoción, cese en el
desempeño de su cargo, deberá nombrarse otra para que la substituya. Si no
fuere posible esta substitución, cesará el fideicomiso.
C. OBLIGACIONES DE LA FIDUCIARIA
En el manejo del patrimonio fideicomitidos, el fiduciario deberá llevar
especial contabilidad del mismo y rendir cuentas de su administración tanto
al fideicomitente como al fideicomisario, dependiendo de qué elemento
personal se hubiese reservado la facultad de exigirlo.
Entre las principales obligaciones que asumen las instituciones
fiduciarias, se encuentran:
• Ceñirse a los términos del contrato constitutivo para cumplir su
finalidad;
• Conservar y mantener los bienes fideicomitidos;
• Llevar una contabilidad por separado para cada fideicomiso;
• Cumplir con las obligaciones en materia fiscal que graven al
fideicomiso;
• Realizar sus actividades a través de un delegado fiduciario que la
propia institución designe;
• Guardar el secreto fiduciario;
• Rendir cuentas;
• Invertir fondos en valores aprobados; y,
• Acatar las instrucciones y recomendaciones del comité técnico.
D. EL FIDEICOMISARIO
El tercer elemento de carácter personal que puede o no existir al
momento de la celebración del contrato pero que deberá en todo caso estar
plenamente identificado antes de la conclusión del mismo, es el
fideicomisario, persona física o ente colectivo, que es quien recibe los
beneficios del fideicomiso.
Pueden ser fideicomisarios las personas físicas o jurídicas que tengan la
capacidad necesaria para recibir el provecho que el fideicomiso implica.
El fideicomitente puede designar varios fideicomisarios para que
reciban simultánea o sucesivamente el provecho del fideicomiso, salvo el
caso de la fracción II del artículo 394.
Además, cuando sean dos o más los fideicomisarios y deba consultarse
su voluntad, en cuanto no esté previsto en la constitución del fideicomiso,
las decisiones se tomarán a mayoría de votos computados por
representaciones y no por personas, y en caso de empate, decidirá el Juez de
Primera Instancia del lugar del domicilio del fiduciario.
De conformidad con el artículo 382 el fideicomiso será válido aunque se
constituya sin señalar fideicomisario, siempre que su fin sea lícito y
determinado.
Los derechos del fideicomisario son:
• Recibir los beneficios del contrato a saber; (rendimientos, remanentes);
• Exigir rendición de cuentas;
• Modificar el contrato si es irrevocable, y;
• Ceder sus derechos.

4. NATURALEZA JURÍDICA DEL CONTRATO Y LOS BIENES


FIDEICOMITIDOS
El Fideicomiso implica siempre la existencia de un patrimonio que es
trasmitido por el fideicomitente.
Los bienes fideicomitidos salen del patrimonio del fideicomitente para
formar un patrimonio autónomo y lo único que el fideicomitente tendrá en
relación con dichos bienes serán aquellos derechos que expresamente se
haya reservado.
Dice Rodríguez Rodríguez[20] que los bienes dados en fideicomiso
constituyen un patrimonio separado, fin o de afectación, cuyo titular
jurídico es el fiduciario (temporal y revocable) y sus titulares económicos
son el fideicomitente y el fideicomisario.
Para Cervantes Ahumada[21] el fideicomiso es un negocio jurídico por
medio del cual el fideicomitente constituye un patrimonio autónomo
constituido por bienes materiales o derechos, cuya titularidad se atribuye al
fiduciario para la realización de un fin determinado, en donde los bienes
fideicomitidos salen del patrimonio del fideicomitente, para colocarse en
situación de patrimonio de afectación.
Para Dávalos[22] el patrimonio de un fideicomiso es autónomo, esto es,
en el aspecto jurídico, independiente de cualquier otro, incluidos en primer
lugar, el del fideicomitente y el del fiduciario, pero se encuentra bajo la
titularidad y dirección exclusiva del último, que es al que se trasmitió su
propiedad, tan solo con el interés de que llegue a su fin ulterior.
LEPAULLE[23] sostiene la tesis de que se trata en efecto de un patrimonio
autónomo que se destina a un fin lícito sin que se requiera de la existencia
de un propietario, sino como simple condición la de un órgano que realice
el fin perseguido, siendo bastante con que la afectación se organice de modo
adecuado para que los bienes cumplan su función como medios para
alcanzar los fines previstos, y se trata de un patrimonio autónomo porque no
pertenece a ninguna de las personas que participan en el fideicomiso y al
cual quedan transferidos los derechos afectados por el fideicomitente.
ALFARO[24] por su parte dice que se trata de un contrato sui generis, cuya
esencia es un mandato, y lo define como: “el mandato irrevocable en virtud
del cual se trasmiten determinados bienes a una persona llamada fiduciario,
para que disponga de ellos conforme lo ordene el que los trasmite, llamado
fideicomitente a beneficio de un tercer fideicomisario”.
SERRANO TRASVIÑA[25] considera que la naturaleza jurídica del
fideicomiso se basa en la trasmisión de derechos al fiduciario.
Para PUGLIATTI[26] se trata de un negocio fiduciario por el cual se efectúa
una trasmisión de propiedad que no tiene como fin un incremento del
patrimonio del adquirente sino que constituye el presupuesto de un fin
práctico determinado; aquél a que los bienes o derechos deban ser
destinados.
En el propio tenor TRABUCCHI[27] señala que cuando la declaración de
voluntad externa opera la trasmisión de la titularidad del derecho, cuyo
ejercicio tiene limitado por una declaración interna con lo que el
causahabiente se obliga a ejercitar el derecho de una manera determinada y
no diferente, nos hallamos ante la figura tradicional del negocio fiduciario.
Tulio ASCARELLI[28] considera que se trata de un negocio indirecto al que
recurren las partes pero que el fin práctico que se proponen no es de hecho
el que normalmente se actúa a través del negocio por ellos adoptado, sino
un fin diverso, frecuentemente análogo al de otro negocio, con mayor
frecuencia carente de una determinada forma típica en determinado
ordenamiento.
En relación con la naturaleza del contrato, la Suprema Corte de Justicia
se ha pronunciado por sostener que en efecto se trata de un patrimonio
autónomo.[29]
De conformidad con el artículo 386 pueden ser objeto del fideicomiso
toda clase de bienes y derechos, salvo aquellos que, conforme a la ley, sean
estrictamente personales de su titular.
Los bienes que se den en fideicomiso, se considerarán afectos al fin a
que se destinan y, en consecuencia, sólo podrán ejercitarse respecto a ellos,
los derechos y acciones que al mencionado fin se refieran, salvo los que
expresamente se reserve el fideicomitente, los que para él deriven del
fideicomiso mismo, o los adquiridos legalmente respecto de tales bienes,
con anterioridad a la constitución del fideicomiso, por el fideicomisario o
por terceros.
El fideicomiso constituido en fraude de terceros, podrá en todo tiempo
ser atacado de nulidad por los interesados.
La titular del patrimonio fideicomitido será siempre la institución
fiduciaria. El fideicomitente y en su caso los fideicomisarios sólo tendrán
derecho a los rendimientos que produzca el patrimonio o en su caso a los
remanentes que queden una vez cumplido el fin para el cual se constituyó,
dependiendo de los derechos que expresamente se hubieran reservado en el
acto constitutivo.
Los bienes otorgados en fideicomiso se encuentran en situación jurídica
de ser considerados como un patrimonio llamado autónomo o afectación, y
respecto de los cuales el fiduciario tendrá lo que se conoce como la
propiedad fiduciaria, situación que se traduce en que únicamente podrá
realizar con los bienes fideicomitidos, aquellos actos tendientes a su
conservación y a la consecución de los fines del contrato, ya que de la
administración que de los bienes realice, deberá responder civilmente, de
conformidad con lo dispuesto por el artículo 391 de la ley, que establece
que la institución fiduciaria deberá obrar siempre como buen padre de
familia, siendo responsable de las pérdidas o menoscabos que los bienes
sufran por su culpa.
De lo anterior se desprende que el fiduciario es titular más no
propietario de los bienes y sus derechos respecto de ellos están
determinados por las limitaciones mismas de las facultades que le sean
conferidas en el propio contrato, y por ello es que resulta absurda la reforma
publicada el 13 de junio de 2003, que modificando al artículo 381 de la
LGTyOC, establece la trasmisión de la propiedad de los bienes fideicomitidos
a favor de la fiduciaria.
Así, coincidimos plenamente con DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ,[30] cuando, al
buscar las causas de la reforma aludida, que no son otras que las de
beneficiar a ultranza al sector financiero aun y cuando el legislador caiga en
absurdos legales, señala que imponer una trasmisión de propiedad como
garantía es una forma rudimentaria y primitiva de garantizar, porque es
distinta la afectación del bien a su trasmisión, y se rompe así con la
verdadera esencia de la figura, y por ello tiene razón cuando dice que el
fideicomiso no debió haberse trastocado.
Dice asimismo que se trata de una ensalada en la que se combina la
trasmisión y la afectación de bienes resultante únicamente de las
pretensiones sectoriales tendientes a encontrar un instrumento que atribuya
a una figura sin requerirla, una desposesión, o más bien, una privación de
propiedad, para tener una garantía más sólida, a efecto de desalentar al
fideicomitente, porque según las disposiciones legales, éste pierde el
derecho a defender en juicio lo que era suyo, y desde ésta óptica, desalentar
a otros acreedores, pues su deudor dejó de ser propietario de lo
fideicomitidos. Agrega que se trata entonces de un engaño solapado por la
ley y hasta fundado en ella, o en su caso, una exageración jurídica por tener
que trasmitir para garantizar.
En efecto, de acuerdo con el artículo 391 de la ley de la materia, el
fiduciario tendrá todos los derechos y acciones que se requieran para el
cumplimiento del fideicomiso o bien por la naturaleza del fin a que los
bienes sean destinados.

5. MODALIDADES Y DIFERENTES CLASES DE CONTRATOS DE


FIDEICOMISO
El fideicomiso cuyo objeto recaiga en bienes muebles, surtirá efectos
contra tercero desde la fecha en que se cumplan los requisitos siguientes:
I. Si se tratare de un crédito no negociable o de un derecho personal, desde que el fideicomiso
fuere notificado al deudor;
II. Si se tratare de un título nominativo, desde que éste se endose a la institución fiduciaria y se
haga constar en los registros del emisor, en su caso; y,
III. Si se tratare de cosa corpórea o de títulos al portador, desde que estén en poder de la
institución fiduciaria.

El fideicomisario tendrá, además de los derechos que se le concedan por


virtud del acto constitutivo del fideicomiso, el de exigir su cumplimiento a
la institución fiduciaria; el de atacar la validez de los actos que ésta cometa
en su perjuicio, de mala fe o en exceso de las facultades que por virtud del
acto constitutivo o de la ley le corresponda, y cuando ello sea procedente, el
de reivindicar los bienes que a consecuencia de esos actos hayan salido del
patrimonio objeto del fideicomiso.
Cuando no exista fideicomisario determinado o cuando éste sea incapaz,
los derechos a que se refiere el párrafo anterior, corresponderán al que
ejerza la patria potestad, al tutor o al Ministerio Público, según el caso.
A. EL COMITÉ TÉCNICO
ACOSTA Romero[31] lo define como: “un cuerpo colegiado, designado en
el acto constitutivo del fideicomiso, o posteriormente por el fideicomitente
y el fiduciario y en el que existen representantes del fideicomitente, del
fiduciario y del fideicomisario (o de otros sectores interesados)”.
Para DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ[32] se trata de un órgano de supervisión y de
vigilancia y director de la actividad fiduciaria en el desempeño del
fideicomiso.
Para Ernesto GALINDO[33] es un órgano colegiado, cuyos miembros
pueden ser designados por el fideicomitente y el fideicomisario, pudiendo
ser miembros ellos mismos, quienes se encargan de instruir al fiduciario
sobre la forma de distribución de los bienes fideicomitidos.
En tanto que la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito nada
dice al respecto, el comité técnico encuentra su regulación en el artículo 80
de la Ley de Instituciones de Crédito, que establece:
Artículo 80.—En el acto constitutivo del fideicomiso o en sus reformas, se podrá prever la
formación de un comité técnico, dar las reglas para su funcionamiento y fijar sus facultades.
Cuando la Institución de Crédito obre ajustándose a los dictámenes o acuerdos de este comité,
estará libre de toda responsabilidad.

El objeto de la existencia y funcionamiento del comité técnico, se


dibujan de forma general y ambigua por el precepto antes transcrito, no
obstante, creemos que de su texto se desprende la facultad que al mismo
corresponde, de instruir a la Institución de Crédito para la distribución de
los bienes fideicomitidos, y que se trata, además, de un órgano operativo del
fideicomiso, y evidentemente será en el acto de constitución del contrato
relativo, en donde se establezcan las reglas para su funcionamiento; sus
facultades y obligaciones.
B. LOS FIDEICOMISOS PROHIBIDOS
El artículo 394 se refiere a los fideicomisos prohibidos, al señalar que
quedan prohibidos:
I. Los fideicomisos secretos;
II. Aquellos en los cuales el beneficio se conceda a diversas personas sucesivamente que
deban substituirse por muerte de la anterior, salvo el caso de que la substitución se realice en
favor de personas que estén vivas o concebidas ya, a la muerte del fideicomitente; y
III. Aquellos cuya duración sea mayor de 50 años, cuando se designe como beneficiario a una
persona jurídica que no sea de orden público o institución de beneficencia.

Sin embargo, pueden constituirse con duración mayor de 50 años


cuando el fin del fideicomiso sea el mantenimiento de museos de carácter
científico o artístico que no tengan fines de lucro.
C. ESPECIES DE FIDEICOMISO
De acuerdo con los usos financieros, el fideicomiso suele utilizarse para
operaciones de traslado de dominio, administración, testamentos y para
garantizar el cumplimiento de créditos que se otorguen. De ese modo,
podemos señalar que el fideicomiso se convierte en sustitutivo de los
contratos relativos.
a) Traslativo de dominio
El fideicomiso traslativo de dominio, de enorme utilidad práctica, ha
servido, entre otras muchas aplicaciones para realizar operaciones con
bienes muebles, inmuebles y derechos, al sustituirse por vía de esa
operación, a la compraventa y demás operaciones de traslado de dominio.
Dice Dávalos[34] respecto de esta especie de fideicomiso que se convirtió
en un formidable argumento a favor de la tesis que sustenta la trasmisión
absoluta de la propiedad, de fideicomitente y fiduciario, y en uno de los más
importantes en contra de la tesis que sustenta una trasmisión de propiedad
técnica y no material, pues queda en el fideicomitente, pero en estado
latente. La propiedad del bien se transfiere a la fiduciaria pero como ésta no
lo compró, y solo lo recibe para desahogar el fin pactado, tampoco es
propietaria sino titular, más técnicamente es la propietaria fiduciaria.
El fideicomiso traslativo de dominio ha sido utilizado como un medio
para burlar la prohibición establecida por el artículo 27 constitucional que
impide que los extranjeros adquieran el dominio de tierras y aguas a lo largo
de lo que se conoce como la zona prohibida (50 kilómetros a lo largo de las
costas y 100 en las fronteras), ya que ha permitido a aquellos obtener por
vía de la posesión derechos de uso y explotación, durante períodos de
cincuenta años, prorrogables, de conformidad con el artículo 12 de la Ley
de Inversión Extranjera.
Ello se realiza mediante la expedición que efectúan las instituciones
fiduciarias de certificados de participación inmobiliaria, que si bien no
otorgan la propiedad de los inmuebles en la zona restringida, si conceden
derechos de explotación a los tenedores, que pueden ser extranjeros.
Dice GÓMEZ GORDOA[35] que el origen de los certificados de participación
proviene de los Trust de Inversión del Common Law de Inglaterra en el
siglo pasado y que posteriormente pasaron al derecho norteamericano:
el trust de inversión se fundamenta en la aportación de personas de recursos limitados para que
en su conjunto esa acumulación de recursos pueda emplearse en operaciones de mayor
importancia y así, estos certificados de participación permiten a esos inversionistas percibir una
parte proporcional que corresponde a las sumas invertidas por cada uno de ellos respecto de los
derechos derivados de la inversión, usufructo o realización de los bienes propios del trust.

Agrega que los certificados de participación han sido creados en un


proceso de modernización jurídica, para dar una forma legal a necesidades
del mundo económico que ha requerido de instrumentos ágiles, sencillos y
efectivos, para desplazar y movilizar derechos reales de bienes muebles o
inmuebles, derechos específicos y valores de manera fraccionada.[36]
Señala CERVANTES AHUMADA[37] que el certificado de participación es un
título representativo donde el fiduciario tiene la titularidad del bien
constitutivo del fondo fiduciario común, pero que la propiedad radica en los
titulares de los certificados, quienes son copropietarios del fondo común.
Inicialmente fueron regulados en nuestro país por decreto publicado en
el Diario Oficial de la Federación el 31 de agosto de 1933, incorporándose
al artículo 90 de la abrogada Ley de Institucional de Crédito de 1932.
Posteriormente, se regula la emisión de dichos títulos en la Ley
Orgánica de Nacional Financiera, S. A., del 31 de diciembre de 1940.
Más adelante, y mediante decreto del 30 de diciembre de 1946,
publicado en el Diario Oficial de la Federación, el día 31 del mismo mes y
año, se adicionó a la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito el
artículo 228 A, que en tres incisos; del a) al c), regula al Certificado de
Participación, como título emitido por instituciones fiduciarias.
Así, la emisión de los certificados de participación se basa en la
constitución de un fideicomiso en el que se afectan valores, bienes o
derechos por parte de la institución fiduciaria, titular del patrimonio
fideicomitidos atribuyendo a sus tenedores el derecho a participar en una
parte alícuota de tales bienes, derechos o valores, según el caso, o bien
sobre sus productos.
Requisitos que debe contener el título:
De conformidad con el artículo 228 n, el certificado de participación
deberá contener:
I. Nombre, nacionalidad y domicilio del titular del certificado;
II. La mención de ser “certificados de participación” y la expresión de si es ordinario o
inmobiliario;
III. La designación de la sociedad emisora y la firma autógrafa del funcionario de la misma,
autorizado para suscribir la emisión correspondiente;
IV. La fecha de expedición del título;
V. El importe de la emisión, con especificación de número y del valor nominal de los
certificados que se emitan;
VI. En su caso, el mínimo de rendimiento garantizado;
VII. El término señalado para el pago de productos o rendimientos y del capital y los plazos,
condiciones y forma en que los certificados han de ser amortizados;
VIII. El lugar y modo de pago;
IX. La especificación, en su caso, de las garantías especiales que se constituyan para la
emisión, con expresión de las inscripciones relativas en el Registro Público;
X. El lugar y la fecha del acta de emisión, con especificación de la fecha y número de la
inscripción relativa en el Registro de Comercio, y;
XI. La firma autógrafa del representante común de los tenedores de certificados.
El artículo 228 o, establece que los términos y condiciones de las
emisiones de certificados de participación deberán ser aprobados por la
Comisión Nacional Bancaria, así como los textos de las actas de emisión y
de los certificados y cualquiera modificación de ellos. Además, en el
otorgamiento de un acta de emisión o de modificación deberá concurrir un
representante de la Comisión Nacional Bancaria.
En el artículo 228 p, se establece que cuando en el acta de emisión se
haya estipulado que los certificados serán reembolsados por sorteos, se
seguirá el procedimiento que establece el artículo 222 de la Ley, relativo a
las obligaciones.
Dice DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ[38] que los certificados de participación son
considerados como títulos de crédito por la ley cambiara pero que por el
contrario representan el derecho a exigir una parte alícuota de una
copropiedad, más no representan a la copropiedad misma. Agrega que de la
mecánica del fideicomiso base de la emisión de los certificados de
participación y de la emisión misma, el tenedor resulta fideicomisario en
dicho fideicomiso y que permite tal acreditamiento, es decir, los derechos
de fideicomisario que están documentados con el certificado como título de
crédito, y que así el fideicomisario dispondrá de sus derechos aún mediante
el endoso del título, independientemente de que éste sea objeto de cualquier
operación traslativa.
b) De Administración
En el fideicomiso de administración, el fideicomitente coloca sus bienes
o inversiones en manos de la institución para que ésta, en operaciones de
auténtica representación de aquél, ejecute diversos actos, tanto para
administrar parte o la totalidad de su patrimonio como para incrementar el
valor de sus inversiones.
Dentro del fideicomiso en administración encontramos el de inversión,
que de acuerdo con DÁVALOS MEJÍA[39] es aquél por el que el fideicomitente
destina cierta cantidad en efectivo o en títulos de crédito a la constitución de
un fideicomiso; y, la fiduciaria se compromete durante el plazo del contrato
a invertirlos en mercado de valores, o en mesas de dinero, de otras bancas,
con objeto de obtener con ellos un máximo rendimiento.
c) Testamentario
El fideicomiso testamentario, derivado de la práctica bancaria, permite
la afectación de parte o todo el patrimonio de una persona de forma mortis
causa, lo que implicará que una vez ocurrido el fallecimiento del
fideicomitente, la institución entre en posesión de los bienes fideicomitidos;
los administre y ejecute la voluntad expresada en el contrato por el
fideicomitente. De modo que es un fideicomiso que no entra en operación
sino hasta en tanto ocurre el fallecimiento del fideicomitente.
Dice Vázquez del Mercado[40] que en los fideicomisos por testamento, la
voluntad de su constitución es expresada por el testador al dictar su última
voluntad, consecuentemente, es hasta que el testador fallece cuando el
fideicomiso se constituye, en los términos que el propio testador manda.
En realidad el fideicomiso se encuentra ya constituido, lo que sucede es
que no se ejecutará sino hasta en tanto ocurra el fallecimiento del
fideicomitente, quien inclusive en vida puede revocarlo.
Dávalos[41] por su parte dice que es una
figura típica que sustituye al testamento, en donde el fideicomitente, que es quien dispone de sus
bienes para después de su muerte, manifiesta su voluntad sucesoria en las cláusulas del
fideicomiso, la que será cumplida por el fiduciario sin necesidad de iniciar diligencias ni de
sucesión legítima ni testamentaria y por lo mismo, a su muerte no se requerirá de la intervención
ni del órgano jurisdiccional, ni de notario público y los bienes del fideicomiso se trasmiten a la
fiduciaria para la realización de un fin lícito y determinado, que en éste tipo de fideicomiso
consiste en hacer con estos bienes lo que el fideicomitente encomendó se hiciera, a favor de
terceros, quienes no recibirán los beneficios del fideicomiso en tanto que herederos, sino en tanto
que fideicomitentes (sic).

d) De garantía
Dice Rodríguez Rodríguez[42] que el fideicomiso de garantía consiste en
la trasmisión de bienes al fiduciario para que este garantice con ellos el
cumplimiento de las obligaciones de muy diversa naturaleza que asuma el
fideicomitente. Así, un préstamo, un crédito, una emisión de obligaciones,
un usufructo, la administración de bienes, pueden garantizarse mediante la
entrega en fideicomiso de ciertos bienes.
Para CERVANTES AHUMADA[43] el fideicomiso de garantía se ha usado
como sustitutivo de la hipoteca (agregaríamos que también de la prenda),
atribuyendo a la institución un poder jurídico de enajenar la cosa en los
términos y condiciones que en el acto constitutivo se establezcan.
No coincidimos con la opinión que externa DÁVALOS MEJÍA, a propósito
del fideicomiso de garantía cuando señala que “la figura típica a la que
sustituye es el mutuo con interés y garantía hipotecaria”,[44] que desde
nuestro punto de vista la sustitución solamente se da en relación con la
accesoriedad del acto, es decir con la garantía y no con el acto principal al
que garantiza, que podría ser el mutuo, el préstamo o bien la apertura de
crédito.
De la universalidad de las operaciones que realizan los bancos y demás
entidades financieras autorizadas, por lo que a las especiales formas de
fideicomiso se refiere, solamente podemos considerar como típica la
relativa al fideicomiso de garantía que con fecha 23 de mayo del año 2000
se incorporó a la Ley General de Títulos v Operaciones de Crédito.
Así, con motivo de la reforma que se realizó a la Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito el 23 de mayo del año 2000, también se incorporó
el reconocimiento de un uso de carácter mercantil, explotado con gran
frecuencia aun cuando sin una regulación específica; se trata del
Fideicomiso de Garantía que se adicionó a la Sección Segunda del Capítulo
V, de la Ley.
Desde el momento de la constitución del fideicomiso de garantía, se
deberá designar a la institución que fungirá como fiduciaria.
De conformidad con el artículo 395 LGTyOC, podrán actuar como
fiduciarias de los fideicomisos de garantía previstos en esta sección
segunda, las entidades que se señalan a continuación, de las que las
señaladas en las fracciones II a IV y V, se sujetarán a lo que dispone al
efecto el artículo 85 Bis de la Ley de Instituciones de Crédito:
I. Instituciones de crédito
II. Instituciones de seguros
III. Instituciones de fianzas
IV. Casas de bolsa
V. Sociedades Financieras de Objeto Múltiple que cuenten con un registro vigente ante la
Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros;
VI. Almacenes generales de depósito;
VII. Uniones de crédito, y
VIII. Sociedades operadoras de fondos de inversión que cumplan con los requisitos previstos
por la Ley de Fondos de Inversión.

El artículo 396 LGTOC señala que las instituciones y sociedades


mencionadas en el artículo 395, podrán reunir la calidad de fiduciarias y
fideicomisarias tratándose de fideicomisos cuyo fin sea garantizar
obligaciones a su favor, con lo cual se establece de manera precisa que en
éste tipo de fideicomisos, la institución fiduciaria, siendo además acreedora
del fideicomitente acreditado, tendrá la muy amplia posibilidad de proceder
al remate de los bienes fideicomitidos cuando considere que el deudor ha
incurrido en incumplimiento, sin necesidad de la intervención de alguna
otra fiduciaria.
Además, de conformidad con la reforma publicada el 13 de junio de
2014, para el fideicomiso de garantía se establecen las siguientes
prescripciones:
Para tal efecto, las partes podrán nombrar un ejecutor o instructor, que
podrá ser una institución fiduciaria o cualquier tercero, a fin de que
determine el cumplimiento o incumplimiento del contrato para el sólo
efecto de iniciar el procedimiento de ejecución y para que cumpla los fines
del fideicomiso en lo que respecta a la realización y aplicación de la
garantía, a partir de que se considere incumplida la obligación garantizada.
En todo caso, el ejecutor o instructor ejercitará sus funciones en nombre
y representación del fiduciario, pero sin sujetarse a sus instrucciones,
obrando en todo momento de conformidad con lo pactado en el contrato y
la legislación aplicable y actuando con independencia e imparcialidad
respecto de los intereses del fideicomitente y fideicomisario.
Para efectos del párrafo anterior, se presume independencia e
imparcialidad en el cumplimiento del contrato o ejecución de la garantía,
cuando los títulos representativos del capital social, así como las compras e
ingresos del último ejercicio fiscal o del que esté en curso del ejecutor o
instructor, no estén vinculados con alguna de las partes del crédito
garantizado en más de un diez por ciento.
De acuerdo con el artículo 397, cuando así se señale, un mismo
fideicomiso podrá ser utilizado para garantizar simultánea o sucesivamente
diferentes obligaciones que el fideicomitente contraiga, con un mismo o
distintos acreedores, a cuyo efecto se estipularán las reglas y en su caso, las
prelaciones aplicables.
En este caso, cada fideicomisario estará obligado a notificar a la
institución fiduciaria cuando la obligación a su favor haya quedado
extinguida, en cuyo caso quedarán sin efectos los derechos que respecto de
él se derivan del fideicomiso. La notificación deberá entregarse mediante
fedatario público a más tardar a los cinco días hábiles siguientes a la fecha
en la que se reciba el pago.
En el caso de fideicomisos con fideicomisarios sucesivos y no
simultáneos, a partir del momento en que el fiduciario reciba la mencionada
notificación, el fideicomitente podrá designar un nuevo fideicomisario o
manifestar a la institución fiduciaria que se ha realizado el fin para el cual
fue constituido el fideicomiso.
El fideicomisario que no entregue oportunamente al fiduciario la
notificación a que se refiere este artículo, resarcirá a los demás
fideicomisarios, en su caso, y al fideicomitente los daños y perjuicios que
con ello les ocasione.
De ese modo, pudiendo, además, realizar la valuación de los bienes y
siguiendo los lineamientos que ahora establece el artículo 403, que autoriza
a las partes para convenir la forma en que la institución procederá a
enajenar extrajudicialmente los bienes fideicomitidos la institución llevará a
cabo la enajenación extrajudicial cuando reciba el informe del
fideicomisario (que es la propia institución), en el sentido de que ante el
incumplimiento del deudor se proceda a tal ejecución.
Se establece como última oportunidad para el deudor la de oponerse a la
ejecución cubriendo el importe del adeudo o bien acreditando su
cumplimiento (por supuesto a la propia institución) o presentando
comprobante de prórroga o novación de contrato, y para ello será notificado
el deudor mediante simple escrito, con anterioridad al inicio del
procedimiento de remate de sus bienes.
Evidentemente, en caso de que el deudor no esté en condiciones de
pagar o bien acreditar cualquiera de los supuestos antes referidos, la propia
institución fiduciaria procederá de manera directa a enajenar
extrajudicialmente los bienes fideicomitidos y aplicarse en pago del adeudo
del acreditado el producto de la venta.
Todo lo anterior resulta muy conveniente para las fiduciarias en los
fideicomisos de garantía, porque la ley reformada ahora sí precisa que es la
propia institución, en el mismo contrato, la que ocupará las posiciones de
acreditante, fiduciaria y beneficiaría; que podrá realizar la valuación de los
bienes (que ya no se exige se realice por un tercero, como ocurría con
anterioridad), y que cuando considere que el acreditado ha incumplido el
contrato que como sabemos es siempre de adhesión, sin la intervención de
los tribunales y sin por ello tener el menor riesgo de una resolución
contraria, podrán atropellar los fundamentales derechos de los acreditados,
sin importar que la Constitución postule que nadie puede hacerse justicia en
propia mano, y que previamente a un acto de privación, la propia Carta
Magna establezca como derecho humano de audiencia que “nadie puede ser
privado de… de las propiedades y derechos, sino mediante juicio seguido
ante los tribunales previamente establecidos, conforme a las leyes expedidas
con anterioridad al acto, y que en el procedimiento respectivo se cumplan
las formalidades esenciales del procedimiento, que como sabemos han sido
claramente definidas en jurisprudencia por la Suprema Corte de Justicia, al
señalar que por ellas debemos entender; la oportunidad que todo ciudadano
debe tener de ser oído en defensa, la oportunidad probatoria, la de alegar y
finalmente, la de que se emita una sentencia condenatoria. Postulados que
como garantías individuales son eliminadas de un plumazo con el endeble
argumento de que la autonomía de la voluntad es la norma suprema en los
contratos (aunque en contratos de carácter financiero, los acreditados no
tengan la menor oportunidad de negociar las condiciones, que son
impuestas por la entidad financiera).
Así, dice DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ:[45]
en esas condiciones, dados los términos de la reforma habida, se siguen acumulando sin cortapisa
alguna las razones para insistir en que las reformas al fideicomiso se han venido dando sólo para
tender a hacer de la figura un instrumento meramente bancario o del sector financiero a lo más,
pero con la aplicación sólo para proteger los intereses de las instituciones que forman parte de
dicho sector, sin mediar en el caso escrúpulo o recato alguno, con desprecio y hasta olvido de los
lineamientos esenciales de la operación en sus épocas de positividad, como un accesorio legal útil
para la población en general, factor de solución a un sinnúmero de cuestiones y con desprecio
también a todas esas características de imparcialidad, escrúpulo y mesura caracterizadoras de un
buen servicio bancario.

Dichas instituciones y sociedades serán responsables por los actos que


cometan en perjuicio de los fideicomitentes, de mala fe o en exceso de las
facultades que les correspondan para la ejecución del fideicomiso, por
virtud del acto constitutivo o de la ley, salvo por aquellas actividades u
operaciones distintas a las establecidas en el artículo 402 de la ley.
Las características del fideicomiso de garantía, son las siguientes:
Los fideicomitentes, además, deberán tener la capacidad necesaria para
hacer la afectación de bienes y derechos que el fideicomiso implica.
El fideicomisario podrá ser designado por el fideicomitente en el acto
constitutivo del fideicomiso o en un acto posterior.
El fideicomitente podrá designar dos o más fideicomisarios, a cuyo
efecto deberá estipularse el orden de la prelación entre ellos o, en su caso, el
porcentaje que de los bienes afectos al fideicomiso corresponda a cada uno
de ellos.
Además, un mismo fideicomiso de garantía podrá ser utilizado para
garantizar simultánea o sucesivamente diferentes obligaciones que el
fideicomitente contraiga con distintos acreedores, a cuyo efecto el
fideicomisario estará obligado a notificar a la institución fiduciaria que la
obligación a su favor ha quedado extinguida, quedando sin efectos los
derechos que respecto de él se derivan del fideicomiso.
La notificación deberá entregarse mediante fedatario público, a más
tardar a los cinco días hábiles siguientes a la fecha en la que se reciba el
pago.
A partir del momento en que el fiduciario reciba la mencionada
notificación, el fideicomitente podrá designar un nuevo fideicomisario o
manifestar a la institución fiduciaria que se ha realizado el fin para el cual
fue constituido el fideicomiso.
El fideicomisario que no entregue oportunamente al fiduciario la
notificación a que se refiere este artículo, resarcirá al fideicomitente los
daños y perjuicios que con ello le ocasione.
Las acciones de los acreedores garantizados con fideicomiso de
garantía, prescriben en tres años contados desde que la obligación
garantizada pudo exigirse. En este caso se extinguirá el derecho de pedir su
cumplimiento y se revertirá la propiedad de los bienes objeto de la garantía
al patrimonio del fideicomitente.
Por lo que a la tipificación de conductas delictivas en relación con esa
especie de fideicomiso se refiere, se señala que al que, teniendo la posesión
material de los bienes objeto de garantías otorgadas mediante fideicomiso
de garantía, aun siendo el acreedor, transmita en términos distintos a los
previstos en la ley, grave o afecte la propiedad o posesión de los mismos,
sustraiga sus componentes o los desgaste fuera de su uso normal o por
alguna razón disminuya intencionalmente el valor de los mismos, se le
sancionará con prisión hasta de un año y multa de cien veces el salario
mínimo general diario vigente en el Distrito Federal, cuando el monto de la
garantía no exceda del equivalente a doscientas veces de dicho salario.
Si dicho monto excede de esta cantidad, pero no de diez mil, la prisión
será de uno a seis años y la multa de cien a ciento ochenta veces el salario
mínimo general diario vigente en el Distrito Federal. Si el monto es mayor
de diez mil veces de dicho salario, la prisión será de seis a doce años y la
multa de ciento veinte veces el salario mínimo general diario vigente en el
Distrito Federal.
Por lo que a los bienes afectos al fideicomiso de garantía se refiere, se
establecen los siguientes señalamientos:
• Pueden ser objeto de fideicomisos de garantía toda clase de derechos y
bienes muebles e inmuebles.
• Los bienes y derechos que se den en fideicomisos serán propiedad de la
institución fiduciaria, se considerarán afectos al fin de garantizar
obligaciones contraídas por el fideicomitente y, en consecuencia, sólo
podrán ejercitarse respecto a ellos, los derechos y las acciones
referidos al mencionado fin, salvo los que se deriven para el
fideicomitente del fideicomiso mismo o los adquiridos legalmente por
terceros, con anterioridad a la constitución del fideicomiso;
• Tratándose de fideicomisos sobre bienes muebles, salvo pacto en
contrario, el fideicomitente tendrá derecho a:
I. Hacer uso de los bienes fideicomitidos, así como combinarlos con otros y emplearlos en
la fabricación de otros bienes, siempre y cuando en estos dos últimos supuestos su valor no
disminuya y los bienes producidos pasen a formar parte de la garantía en cuestión;
II. Percibir y utilizar los frutos y productos de los bienes fideicomitidos, y
III. Instruir al fiduciario la enajenación de los bienes fideicomitidos, sin responsabilidad
para éste, siempre y cuando dicha enajenación sea acorde con el contrato de fideicomiso y el
curso normal de las actividades del fideicomitente. En estos casos cesarán los efectos de la
garantía fiduciaria y los derechos de persecución con relación a los adquirentes de buena fe,
quedando afectos al fideicomiso los bienes o derechos que el fiduciario reciba o tenga derecho
a recibir en pago por la enajenación de los referidos bienes.
Las fracciones I y II referidas anteriormente, serán aplicables sólo a los fideicomisos de
garantía en los cuales el deudor o un tercero conserven la posesión sobre los bienes muebles.
Además, el artículo 399 establece que en caso de incumplimiento a los convenios
celebrados con base en este artículo, el crédito garantizado por el fideicomiso se podrá declarar
vencido anticipadamente por el acreedor garantizado.
Y el artículo 401 señala que salvo pacto en contrario, los riesgos de pérdida, daño o
deterioro del valor de los bienes fideicomitidos corren por cuenta de la parte que este en
posesión de los mismos, debiendo permitir a las otras partes inspeccionarlos a efecto de
verificar, según corresponda, su peso, cantidad y estado de conservación general.
Complementariamente, el artículo 403 señala que en el fideicomiso de garantía, las partes
podrán convenir la forma en que la institución fiduciaria procederá a enajenar
extrajudicialmente, a título oneroso, los bienes o derechos en fideicomiso, pudiendo en todo
caso pactarse lo siguiente:

• Los riesgos de pérdida, daño o deterioro del valor de los bienes


fideicomitidos, corre por cuenta de la parte que esté en posesión de los
mismos, debiendo permitir a las otras partes inspeccionarlos a efecto
de verificar, según corresponda, su peso, cantidad y estado de
conservación general;
• De convenirse así en el contrato, si el valor de mercado de los bienes
fideicomitidos disminuye de manera que no baste a cubrir el importe
del principal y los accesorios de la deuda que garantizan, el deudor
podrá dar bienes adicionales para restituir la proporción original. En
caso contrario, el crédito podrá darse por vencido anticipadamente,
teniendo el acreedor que notificar al deudor de ello judicialmente o a
través de fedatario;
• Cuando corresponda al fideicomitente la posesión material de los
bienes fideicomitidos, estará obligado a conservarlos como si fueran
propios, a no utilizarlos para objeto diverso de aquél que al efecto
hubiere pactado con el fideicomisario y a responder de los daños que
se causen a terceros al hacer uso de ellos. Tal responsabilidad no podrá
ser exigida al fiduciario.
En este caso, serán por cuenta del fideicomitente los gastos necesarios
para la debida conservación, reparación, administración v recolección de los
bienes fideicomitidos.
Si los bienes fideicomitidos se pierden o se deterioran, el fideicomisario
tiene derecho de exigir al fideicomitente la afectación en fideicomiso de
otros bienes o el pago de la deuda aun antes del plazo convenido:
• Para los efectos del artículo 398, las partes deberán convenir, desde la
constitución del fideicomiso:
I. En su caso, los lugares en que deberán encontrarse los bienes fideicomitidos;
II. Las contraprestaciones mínimas que deberán recibir el fideicomitente de su contraparte,
por la venta o transferencia de los bienes muebles fideicomitidos;
III. La persona o personas a las que el fiduciario, por instrucciones del fideicomitente podrá
vender o transferir dichos bienes, pudiendo, en su caso, señalar las características o categorías
que permitan identificarlas, así como el destino que aquél deberá dar al dinero, bienes o
derechos que reciba en pago;
IV. La información que el fideicomitente deberá entregar al fideicomisario sobre la
transformación, venta o transferencia de los mencionados bienes;
V. La forma de valuar los bienes fideicomitidos, y
VI. Los términos en los que se acordará la revisión del aforo pactado, en el caso de que el
bien o bienes dados en garantía incrementen de manera sustancial su valor.

En caso de incumplimiento a los convenios, el crédito garantizado por el


fideicomiso se tendrá por vencido anticipadamente:
• El contrato constitutivo del fideicomiso de garantía deberá constar por
escrito y cuando la operación se refiera a bienes muebles y su monto
sea igual o superior al equivalente en moneda nacional a doscientas
cincuenta mil Unidades de Inversión, las partes deberán ratificar sus
firmas ante fedatario.
La afectación en fideicomiso de garantía de bienes inmuebles, se hará
constar en escritura pública.
La garantía se tendrá por constituida a la firma del contrato, surtiendo
efectos entre las partes desde la fecha de su celebración; y,
• Cuando se afecten en fideicomiso bienes muebles deberán especificarse
ajustándose a lo dispuesto en el artículo 354.
Mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 1°
de febrero de 2008, se adicionó un nuevo artículo 392 Bis, en el cual se
establece que en el supuesto de que a la institución Fiduciaria no se le haya
cubierto la contraprestación debida, de conformidad con el contrato
celebrado, por un período igual o superior a tres años, la institución podrá
dar por terminado el contrato sin responsabilidad.
Además se señala que deberá notificar tanto al fideicomitente como al
fideicomisario su decisión y establecer un plazo de 15 días para que le
paguen las contraprestaciones debidas y en caso de que no se le cubran las
cantidades transcurrido el plazo, trasmitirá los bienes o derechos que estén
en su poder al fideicomitente o fideicomisario, según corresponda, cuando
sea posible también podrá transformar los bienes en recursos líquidos y
enajenarlos para su posterior abono en la cuenta global, y podrá también
deducir de tales recursos los gastos erogados en la recuperación.

6. PROCEDIMIENTOS DE EJECUCIÓN
Al transferir el deudor fideicomitente la propiedad de los bienes
fideicomitidos al fiduciario, en caso de incumplimiento de aquél, dicho
fiduciario podrá sacarlos a remate directamente, porque es el acreedor
fideicomisario en el propio contrato, pudiendo ocupar tal carácter las
propias Instituciones de Crédito, de Seguros, de Fianzas, las casas de bolsa,
las Sociedades financieras de objeto múltiple y los Almacenes Generales de
Depósito, de conformidad con el artículo 395, antes visto, estableciéndose
la previa valuación de los bienes afectos al fideicomiso y para facilitar así
su ejecución, todo lo cual se puede realizar con base en la voluntad
autónomamente expresada en el contrato por el deudor que así lo autoriza,
ante fedatario público o bien ante el juez.
Con lo anterior, el acreedor fideicomisario obtiene el reembolso de su
préstamo mediante la ejecución de la garantía, sin necesidad de tramitación
judicial alguna, por estar sujetos los bienes a dicho régimen y así autorizarlo
el propio deudor al constituirse el fideicomiso relativo.
Coincidimos con CERVANTES AHUMADA[46] cuando señala: “creemos que
la facultad que se pretende conceder al banco para ejecutar la venta del bien
dado en garantía en caso de que el deudor no pague, no se ajusta a nuestro
sistema constitucional, ya que se trata de una verdadera atribución
jurisdiccional”.
Así, con la regulación del fideicomiso de garantía es evidente que
satisface el objetivo perseguido por el sector financiero de obtener la
constitución de una garantía con la posibilidad de la existencia de un
procedimiento de carácter convencional que marginando a los tribunales y
sobre la base del principio de la autonomía de la voluntad, le permite
obtener la venta de los bienes afectos por el deudor al fideicomiso en
garantía, lo que se realiza mediante el llamado “remate al martillo” con el
consiguiente ahorro y liberación del riesgo de eventuales resoluciones
favorables a los deudores.[47]
Con el decreto de reformas y adiciones publicado en el Diario Oficial
de la Federación el 23 de mayo de 2000, también se incorporó un nuevo
Título denominado Tercero Bis, al Libro Quinto del Código de Comercio
con un nuevo artículo 114 bis, del 1 al 20, que incluye dos capítulos, a
saber; uno relativo al procedimiento extrajudicial y el otro el procedimiento
de ejecución judicial tanto del fideicomiso de garantía como de la prenda
constituida sin trasmisión de posesión.
Conforme al nuevo título, ante el eventual incumplimiento del
fideicomitente o deudor prendario, en el fideicomiso de garantía o bien la
prenda constituida sin trasmisión de posesión, respectivamente, se dará
lugar al seguimiento de un procedimiento de ejecución que puede serlo de
carácter extrajudicial o bien de índole propiamente judicial.[48]
Al tratar el contrato de prenda, podremos observar que actualmente la
legislación mercantil contempla la existencia de dos procedimientos para la
ejecución de la garantía prendaria al vencerse sin pago la obligación
garantizada, a saber:
1. El establecido en el artículo 341 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito para los supuestos de constitución de la garantía
prendaria, tradicionalmente contenidos en el artículo 334 de la propia ley, y;
2. Los nuevos procedimientos de ejecución, tanto judicial como
extrajudicial que ahora contempla el Código de Comercio en su nuevo
Título tercero Bis, que se refieren a los supuestos recién incorporados a la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito de constitución de prenda
denominada sin trasmisión de posesión, como fideicomiso de garantía.
En el presente apartado nos ocupemos brevemente de los
procedimientos incorporados en la reforma referida al Código de Comercio
en el nuevo Título Tercero Bis, del Libro Quinto, en relación con la
constitución de la prenda sin trasmisión de posesión y el fideicomiso de
garantía, que se contienen en los artículos del 1414 Bis del 1 al 20.
Para la ejecución de la prenda constituida sin trasmisión de posesión y
el fideicomiso de garantía, se incorporaron dos procedimientos, a saber: el
relativo al procedimiento de ejecución extrajudicial, y el procedimiento
judicial de ejecución de las garantías, a los que nos referiremos a
continuación:
A. EL PROCEDIMIENTO EXTRAJUDICIAL DE EJECUCIÓN DE FIDEICOMISO DE GARANTÍA
O PRENDA OTORGADA SIN DESPIAZAMIENTO DE POSESIÓN

El procedimiento de ejecución extrajudicial, se encuentra contenido en


el Capítulo I, denominado: “Del procedimiento extrajudicial de ejecución
de garantías otorgadas mediante prenda sin trasmisión de posesión y
fideicomiso de garantía”.
Mediante dicho procedimiento, se establece la posibilidad de que el
acreedor prendario obtenga sin controversia, la entrega de los bienes afectos
a la garantía de que se trata, para lo cual, al vencerse la obligación
garantizada, se prevé que dicho acreedor realice al deudor, mediante la
intervención de un fedatario público, la interpelación correspondiente, a
efecto de que éste lleve a cabo la entrega de los bienes pignorados, la cual,
en caso de obtenerse, lo constituye en depositario judicial de los mismos.
Así, el artículo 1414 Bis establece que se tramitará en dicha vía el pago
de los créditos vencidos y la obtención de la posesión de los bienes objeto
de las garantías otorgadas mediante prenda sin trasmisión de posesión o
fideicomiso de garantía, siempre que no exista controversia en cuanto a la
exigibilidad del crédito, la cantidad reclamada y la entrega de la posesión de
los bienes.
Si el acreedor obtiene la entrega de los bienes por medio del
procedimiento extrajudicial, se procederá a su venta, previa su valuación
por perito designado por las partes o bien por cualquier otro medio que
acuerden, y de conformidad con el procedimiento previsto por el artículo
1414 bis 17, que en lo esencial establece:
1. Que si el valor de los bienes es mayor al adeudo, una vez cubierto el
principal, intereses y gastos, se entregará el remanente al deudor;
2. Que la venta de los bienes se podrá realizar ante el juez o fedatario
público, a elección del acreedor, de acuerdo con el siguiente procedimiento:
a) Se notificará de manera personal al deudor el día y hora en que se
realice la venta, con cuando menos cinco días de anticipación;[49]
b) El aviso de venta que contenga la descripción de los bienes el precio,
se publicará con cuando menos cinco días antes de la fecha en que la misma
se lleve a cabo; y,[50]
c) En el aviso de venta se señalarán las fechas en que se realicen las
ofertas sucesivas de venta de los bienes, reduciéndose el valor de oferta
10% cada semana y si el valor de venta de los bienes se hubiese reducido al
valor del crédito o a una cantidad inferior, el acreedor podrá obtener la
adjudicación de los mismos en pago.
Se exceptúa de lo dispuesto en el párrafo anterior a los créditos a la
vivienda por un monto inferior a 100,000 Unidades de Inversión (UDIs),
siempre que se haya pagado, cuando menos, el 50% del saldo insoluto del
crédito. En este caso, el valor del bien dado en garantía, actualizado a UDIs,
responderá por el resto del crédito otorgado, sin corresponder, en
consecuencia, acción o derecho alguno sobre otros bienes, títulos o
derechos que no hayan sido dados en garantía a la parte actora, para
ejercitar o hacer valer con posterioridad en contra del deudor, por lo que
respecta al contrato base de la acción.
B. EL PROCEDIMIENTO JUDICIAL DE EJECUCIÓN DEL FIDEICOMISO DE GARANTÍA Y DE
LA PRENDA CONSTITUIDA SIN TRASMISIÓN DE POSESIÓN

Por lo que a la ejecución judicial de la prenda y fideicomiso de garantía


se refiere, la misma se contempla en el Capítulo II, denominado “Del
procedimiento Judicial de Ejecución de Garantías Otorgadas mediante
Prenda sin Trasmisión de Posesión y Fideicomiso de Garantía”.
En el nuevo procedimiento se establece que si el deudor se opone a la
entrega de los bienes afectos a la garantía prendaria sin trasmisión de
posesión, o bien, si el acreedor decide renunciar a la vía extrajudicial y
acudir de manera directa al procedimiento ante los tribunales, se iniciará el
procedimiento judicial relativo, en los términos que referimos a
continuación:
Ante todo es menester señalar que de acuerdo con el artículo 1414 Bis
7, del Código de Comercio, para su procedencia es necesario que el crédito
sea cierto, líquido y exigible; que conste en documento público o escrito
privado; y, que la constitución de la garantía se hubiese realizado mediante
prenda sin trasmisión de posesión o bien fideicomiso de garantía.
El acreedor prendario deberá acompañar a su demanda el contrato y la
determinación del saldo (acompañando la certificación de adeudos contable,
en el caso de créditos otorgados por instituciones bancarias).
Si el documento en el que conste el crédito satisface los requisitos antes
referidos, el juez admitirá la demanda, emitiendo un auto de “exequendo”,
con efectos de mandamiento en forma, para que el deudor prendario o
fideicomitente, sea requerido de pago, y de no verificarlo, haga entrega,
bajo apercibimiento de la aplicación de medidas de apremio (que incluyen
el auxilio de la fuerza pública o el arresto administrativo por 36 horas), de
los bienes al acreedor, emplazándolo ajuicio para que en el término máximo
de cinco días conteste la demanda.
La diligencia para la entrega de los bienes objeto de la garantía no se
suspenderá por ningún motivo.
El demandado al dar contestación a la demanda, podrá oponer
excepciones y defensas, siempre sustentadas en prueba documental, ya que
de lo contrario serán desechadas.
Las excepciones procesales de falta de personalidad y litispendencia se
tramitarán en términos similares a las referidas para el juicio ordinario, con
la posibilidad de ser subsanada la primera, en diez días, y la obligación de
que se exhiban las copias selladas de la demanda y contestación en el caso
de la litispendencia.
Si la excepción se basa en el hecho de no haber sido el demandado
quien firmó el documento, o bien se alega la falsedad del mismo, se
declararán infundadas si se acredita que el deudor realizó pagos del crédito
a su cargo o bien si el mismo mantuvo la posesión de los bienes adquiridos
con el producto del crédito.
Si se opone la excepción de improcedencia de la vía, el juez prevendrá
al actor para que en tres días la corrija.
Si el demandado se allana a la demanda, el asunto se pasará a sentencia
definitiva.
Por lo que a la fase probatoria se refiere, llama la atención que de modo
contrario a la tendencia que se observa a partir de la reforma procesal
mercantil del año de 1996, el Código de Comercio autoriza al demandado
para ofrecer pruebas hasta antes de que se dicte sentencia y por una sola
vez, aun y cuando no hubiese contestado la demanda, el cual constituye el
momento procesal oportuno para ello, debiendo relacionarlas con los
hechos, y presentar los documentos relativos, así como el nombre y
domicilio de testigos y peritos, exhibiendo, en el primer caso los
interrogatorios correspondientes 1 y en el segundo los cuestionarios con la
designación del perito, de acuerdo con el artículo 1414 Bis 12.
El juez resolverá sobre la admisión de las pruebas ofrecidas por las
partes en el auto que tenga o no por contestada la demanda y en el mismo
dará vista al actor por tres días con las excepciones hechas valer por el
demandado para que manifieste lo que a su derecho convenga.
Posteriormente, el juez señalará fecha para la celebración de la
audiencia de pruebas, alegatos y sentencia,[51] la cual deberá efectuarse
dentro de los diez días siguientes, en la que se desahogarán las pruebas
admitidas y preparadas; las partes alegarán por escrito o verbalmente y el
juez emitirá la sentencia, solamente apelable en el efecto devolutivo.

7. CAUSAS DE EXTINCIÓN DEL CONTRATO


El artículo 392, señala que el fideicomiso se extingue:
I. Por la realización del fin para el cual fue constituido;
II. Por hacerse éste imposible;
III. Por hacerse imposible el cumplimiento de la condición suspensiva de que dependa o no
haberse verificado dentro del término señalado al constituirse el fideicomiso o, en su defecto,
dentro del plazo de 20 años siguientes a su constitución;
IV. Por haberse cumplido la condición resolutoria a que haya quedado sujeto;
V. Por convenio expreso entre el fideicomitente y el fideicomisario;
VI. Por revocación hecha por el fideicomitente, cuando éste se haya reservado expresamente
ese derecho al constituir el fideicomiso;
VII. En el caso del párrafo final del artículo 386; y
VIII. En el caso del artículo 392 Bis.

De conformidad con el nuevo artículo 393, extinguido el fideicomiso, si


no se pactó lo contrario, los bienes o derechos en poder de la institución
fiduciaria serán trasmitidos al fideicomitente o al fideicomisario, según
corresponda. En caso de duda u oposición respecto de dicha trasmisión, el
juez de primera instancia competente en el lugar del domicilio de la
institución fiduciaria, oyendo a las partes, resolverá lo conducente.
Para que la trasmisión antes citada surta efectos tratándose de inmuebles
o de derechos reales impuestos sobre ellos, bastará que la institución
fiduciaria así lo manifieste y que esta declaración se inscriba en el Registro
Público de la Propiedad en que aquél hubiese sido inscrito.
Las instituciones fiduciarias indemnizarán a los fideicomitentes por los
actos de mala fe o en exceso de las facultades que les corresponda para la
ejecución del fideicomiso, por virtud del acto constitutivo o de la ley, que
realicen en perjuicio de éstos.

NOTAS

[1] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 421 y 422.
[2] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, El fideicomiso, 10a. ed., Porrúa, México, 2004, pp.
170 y 171.
[3] Ibid, p. 171.
[4] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 287.
[5] Ibid.
[6] Ibid., pp. 141 y 142.
[7] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 843.
[8] Ibid, pp. 841 y 842.
[9] Cfr., MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 54.
[10] Ibid, p. 58. En realidad sabemos que son diversas las instituciones que pueden fungir como
fiduciarias en la actualidad, tales como las compañías aseguradoras, las afianzadoras y las casas de
bolsa, además de las instituciones de crédito.
[11] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., pp. 288 y 289.
[12] El artículo 346 del texto original de la LGTyOC, establecía el siguiente concepto de
fideicomiso: Art. 346.— En virtud del fideicomiso, el fideicomitente destina ciertos bienes a un fin
lícito determinado, encomendando la realización de ese fin a una institución fiduciaria.
[13] DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 273 y 353 a 361.
[14] Ibid, pp. 367 a 369.
[15] Ibid, p. 351.
[16] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 109.
[17] OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., pp. 159 y 160.
[18] En efecto, si bien la ley prohibía que las instituciones fiduciarias pudiesen ser
fideicomisarias en los contratos respectivos, al señalar: “es nulo el fideicomiso que se constituye en
favor del fiduciario”, con motivo de la reforma que se publicó en el Diario Oficial de la Federación
el 24 de mayo de 1996 a la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, se agregó: “salvo lo
dispuesto en el párrafo siguiente, y en las demás disposiciones legales aplicables”, se establece ahora
en el último párrafo de su artículo 383, que “la institución fiduciaria podrá ser fideicomisaria en los
fideicomisos en que, al constituirse, se trasmita la propiedad de los bienes fideicomitidos y que
tengan por fin servir como instrumento de pago de obligaciones incumplidas, en el caso de créditos
otorgados por la propia institución, para la realización de actividades empresariales”.
[19] En efecto, mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación del 13 de
junio de 2003, se modificó el artículo 385 LGTOC, para establecer que sólo pueden ser instituciones
fiduciarias las expresamente autorizadas para ello, conforme a la Ley.
[20] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 111.
[21] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., pp. 289 y 294.
[22] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 878.
[23] Citado por DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., p. 155.
[24] Ibid, p. 148.
[25] Ibid, p. 159.
[26] Ibid, p. 167.
[27] Ibid, p. 168.
[28] Ibid, p. 185.
[29] Sobre el particular, a continuación se transcribe el criterio sostenido por la Tercera Sala de
la Suprema Corte de Justicia: FIDEICOMISO. NATURALEZA.—El fideicomiso es un negocio jurídico por
medio del cual el fideicomitente constituye un patrimonio fiduciario autónomo, cuya titularidad se
concede a la institución fiduciaria, para la realización de un fin determinado; pero a) expresarse que
es un patrimonio fiduciario autónomo, con ello se señala particularmente que es diverso de los
patrimonios propios de las partes que intervienen en el fideicomiso, o sea, es distinto a los
patrimonios del fideicomitente, del fiduciario y del fideicomisario. Es un patrimonio autónomo,
afectado a un cierto fin, bajo la titularidad y ejecución del fiduciario, quien se halla provisto de todos
los derechos y acciones conducentes al cumplimiento del fideicomiso, naturalmente de acuerdo con
sus reglas constitutivas y normativas. Los bienes entregados en fideicomiso, salen, por tanto, del
patrimonio del fideicomitente, para quedar como patrimonio autónomo o separado de afectación,
bajo la titularidad del fiduciario, en la medida necesaria para la cumplimentación de los fines de la
susodicha afectación; fines de acuerdo con los cuales (y de conformidad con lo pactado), podrá
presentarse dicho titular a juicio como actor, o demandado, así como vender, alquilar, ceder etcétera.
Amparo directo 5567/74. Banco Internacional Inmobiliario, S. A. 15 de junio de 1979. Mayoría de 3
votos. Ponente: José Alfonso Abitia Arzapalo. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de
la Federación. Séptima Época. Volumen 121-126 Cuarta Parte Tesis: Página: 43. Tesis Aislada.
[30] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 373 a 375.
[31] Citado por GALINDO SIFUENTES, Ernesto, op. cit., pp. 133 y 134.
[32] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 373 a 375
[33] GALINDO SIFUENTES, Ernesto, op. cit., p. 133 .
[34] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 874.
[35] Cfr., GÓMEZ GORDOA, José, Títulos de Crédito, 7a. ed., Porrúa, México, 2000, p. 243.
[36] Ibid, p. 246.
[37] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 165.
[38] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., pp. 287 y 288.
[39] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 865.
[40] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 430.
[41] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 870.
[42] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, op. cit., p. 114.
[43] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 295.
[44] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 867.
[45] Cfr., DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ, Jorge Alfredo, op. cit., p. 379.
[46] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 295.
[47] En relación con la posibilidad de que las instituciones puedan rematar los bienes afectos al
fideicomiso, sin necesidad de autorización judicial, la Suprema Corte ha pronunciado jurisprudencia
visible en el informe de la propia Corte de 1975, Tomo II, Tercera Sala. pp. 105-108, que así lo
autoriza, sobre la base de la autonomía de la voluntad, misma que transcribimos a continuación:
INSTITUCIONES DE CRÉDITO. REMATE AL MARTILLO. CONSTITUCIONALIDAD DEL. (1) “El remate al martillo
de los bienes del deudor sin la intervención del órgano jurisdiccional no está prohibido por la ley,
sino autorizado por ésta. En efecto, es verdad que el artículo 564 del Código de Procedimientos
Civiles del Distrito Federal, supletorio al de Comercio, dispone que toda venta que conforme a la ley
deba hacerse en subasta o almoneda, se sujetará a las disposiciones contenidas en el citado Código de
Procedimientos Civiles, relativas a los remates; sin embargo, el mismo precepto legal exceptúa de la
regla general de que todo remate deberá celebrarse en el juzgado en que actúe el juez que fuere
competente para la ejecución, en términos del artículo 565, los casos en que la ley disponga lo
contrario. Y en el caso a estudio, la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, en su artículo 141, fracción IV, prevé el procedimiento especial de remate al martillo de
los bienes dados en garantía, sin la intervención judicial. No es exacta la aseveración de la quejosa en
el sentido de que la institución fiduciaria, al rematar los bienes fideicomitidos realiza un acto de
autoridad, mediante el cual se introduce en el patrimonio del deudor y dispone de sus bienes para
hacerlo cumplir, coercitivamente, sus obligaciones; toda vez que, en el fideicomiso de garantía es el
propio deudor quien, como fideicomitente, hace la afectación de sus bienes, transmitiendo su
propiedad a la institución fiduciaria a la que encomienda la realización del fin a que los bienes son
destinados, o sea, a ser vendidos o rematados y con su producto hacer el pago debido al
fideicomisario acreedor; por lo que si la institución fiduciaria, ajustándose a lo expresamente pactado,
vende o remata los bienes del deudor, en los casos, forma y términos convenidos con éste, no hace
sino cumplir, conforme al contrato y a la ley, las obligaciones que por su parte contrajo en el acto
constitutivo del fideicomiso, sin que para hacerlo requiera de la intervención judicial, porque, se
repite, en ello no hay controversia que ventilar y decidir. Pero además, las partes pactaron que el
procedimiento de ejecución del fideicomiso de garantía de que se trata, se iniciara con la notificación
notarial, o en vía de jurisdicción voluntaria, que la institución fiduciaria habría de hacer a la
fideicomitente deudora, haciéndole saber su intención de efectuar el remate pactado, a fin de que ésta
se opusiera judicialmente al mismo, en la forma y términos convenidos en la propia escritura pública
en que se constituyó el fideicomiso; lo cual pone de manifiesto que antes de iniciarse el
procedimiento de remate, la controversia puede surgir, como de hecho surgió, mediante la oposición
que se previo podía hacer valer la fideicomitente deudora a las pretensiones de la institución
fiduciaria de llevar a cabo el remate al martillo de los bienes dados en garantía; y en este supuesto,
las partes convinieron conforme al artículo 1051, del Código de Comercio, en un procedimiento
mercantil convencional, preferente a los demás, conforme al cual, la contienda habría de ventilarse
ante juez competente; procedimiento que, además de ajustarse a los requisitos y condiciones
señaladas en los artículos 1052 y 1053 del mismo ordenamiento, se encuentra previsto en el artículo
141, fracción III, de la citada Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares.
En éstas queda patentizado que la institución fiduciaria, al realizar los fines del fideicomiso de
garantía en los casos, forma y términos pactados en el acto constitutivo del mismo y siguiendo las
disposiciones del artículo 141 de la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, cumple las obligaciones que conforme al contrato y a la ley le corresponden; sin que este
cumplimiento entrañe el ejercicio de la función de administrar justicia, como incorrectamente lo
asevera la quejosa, porque esta función quedó reservada a los tribunales competentes, al convenir en
el procedimiento a seguir en la ventilación y decisión de la oposición de la fideicomitente deudora a
la realización de los fines del fideicomiso por parte de la institución fiduciaria; convenio en el que,
además, se guarda el respeto debido a las garantías individuales de audiencia, defensa, legalidad y
seguridad jurídica, consagradas en los artículos 14, 16 y 17 constitucionales. Las consideraciones
anteriores ponen de manifiesto la constitucionalidad, tanto del remate al martillo de los bienes dados
en fideicomiso de garantía, sin la intervención del órgano jurisdiccional, como de la sentencia
reclamada que, definitivamente declaró infundada la oposición de la fideicomitente deudora a dicho
remate, por parte de la institución fiduciaria a la que expresamente le encomendó su realización, para
que con el producto de los bienes pagara la suma debida al fideicomisario acreedor”. Amparo Directo
98/74. Mercedes Ascanio Vda. de Castro. 30 de abril de 1975. Unanimidad de 4 votos. Ponente:
David Franco Rodríguez. Secretario: Ignacio Nieto Kasusky.
En el mismo sentido se expresa la tesis de la propia Suprema Corte, que se transcribe a
continuación: FIDEICOMISO. INSTITUCIONES DE CRÉDITO. REMATE. (2) Si en la escritura constitutiva del
fideicomiso no se estipuló que en la venta del inmueble fideicomitidos, la subasta se hiciera en los
términos establecidos por el Código de Procedimientos Civiles, es decir, ante la autoridad judicial,
sino que se convino expresamente que dicha venta se haría conforme a las bases establecidas en las
cláusulas respectivas del contrato de fideicomiso, y en las mismas se pactó que la parte
fideicomitente aceptaba como precio de la venta la cantidad al efecto fijada; que la venta se haría en
pública subasta, debiendo ser anunciada con 10 días de anticipación mediante aviso publicado en el
periódico de mayor circulación, a elección del fiduciario; resulta que los actos tendientes a la subasta
pública del inmueble, realizados por el propio fiduciario son acordes a lo convenido en el contrato,
cuya validez y cumplimiento no puede dejarse a la voluntad de una de las partes, máxime si no se
impugnó el contrato generador de los derechos y obligaciones sino únicamente los actos de ejecución
derivados de aquél. Las operaciones de fideicomiso están regidas por la Ley de Títulos y Operaciones
de Crédito; y las instituciones que llevan a la práctica esas operaciones, lo están por la Ley de
Instituciones de Crédito; pero no por eso se deben aplicar al fideicomiso las reglas que establece el
artículo 141 de la misma ley mencionada para el cobro de los créditos hipotecarios, créditos de
habilitación o avío o refaccionarios que tengan como garantía bienes inmuebles, pues el fideicomiso
tiene diversa naturaleza. Debe prevalecer en cuanto a la venta o remate del bien fideicomitidos, lo
convenido por los contratantes, pues su voluntad es la suprema ley, y el procedimiento convencional
es el preferente, según lo dispone el Código de Comercio”. Amparo directo 3756/75. Compañía
Administradora y Realizadora de Inmuebles S. A. 13 de noviembre de 1978. Mayoría de tres votos.
Ponente: Raúl Cuevas Mantecón. Disidentes: Ramón Palacios Vargas y Salvador Mondragón Guerra.
Secretario; Jesús Arzate Hidalgo.
[48] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Derecho Procesal Mercantil, op. cit., capítulo III, en
el que se tratan los nuevos procedimientos referidos pp. 272 a 276.
[49] Aun y cuando el Código de Comercio precisa cual es el objeto de la previa notificación al
deudor prendario, de conformidad con las reformas realizadas a la LGTOC, y concretamente a la
fracción II, del nuevo artículo 403, de fecha 13 de junio de 2003, tal notificación se establece como
una última oportunidad para que el deudor lleve a cabo el pago del adeudo y evite así el remate de los
bienes pignorados o fideicomitidos.
[50] Tampoco se señala cual es el objeto de la publicación, por lo que suponemos que se
realizará para convocar postores.
[51] Cabe hacer notar que la celebración de la audiencia es única en los procedimientos
mercantiles, ya que no se contempla en el juicio ordinario ni en el ejecutivo, ni aun en los especiales
que regulan las leyes mercantiles, aun cuando en el nuevo juicio oral mercantil que entró en vigor en
toda la República mexicana el 1º, de julio de 2013, si se contemplan dos audiencias; la preliminar y la
audiencia del juicio.
CAPÍTULO IX

CONTRATO DE FACTORAJE FINANCIERO

Como forma especial derivada de la práctica bancaria del descuento, que


facilita la negociación con derechos de crédito, el 3 de enero de 1990 el
contrato de factoraje financiero se incorporó a la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito publicada en el Diario
Oficial de la Federación el 14 de enero de 1985, en la que permanece
solamente por lo que a los aspectos financieros y corporativos se refiere, en
tanto que la normatividad relativa a la operación del contrato se trasladó a la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito mediante reforma
publicada en el Diario Oficial de la Federación del 18 de julio de 2006.
El contrato de factoraje financiero ha sido considerado desde su
creación como una operación de crédito, realizada inicialmente en forma
exclusiva por las sociedades de factoraje financiero, cuya naturaleza es la de
una organización auxiliar de crédito.
Como señalamos al tratar el contrato de arrendamiento financiero, en la
actualidad y con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 18 de julio de 2006, las sociedades que operen el contrato de
factoraje financiero, podrán ser tanto las empresas de factoraje financiero,
que necesariamente tienen la calidad de instituciones auxiliares de crédito,[1]
de conformidad con la Ley General de Organizaciones y Actividades
Auxiliares de Crédito, como las sociedades financieras de objeto múltiple,
que son las sociedades anónimas que, en sus estatutos sociales, contemplen
expresamente como objeto social principal la realización habitual y
profesional de una o más de las actividades para el otorgamiento de
créditos, así como la celebración de arrendamiento financiero o factoraje
financiero.
Con motivo de la reforma actualmente existen sociedades de
arrendamiento y factoraje financiero registradas, cuya naturaleza es la de
que son instituciones auxiliares de crédito tal y como fueron creadas y
autorizadas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, además de que
respecto de ellas ejerce supervisión la Comisión Nacional Bancaria y de
Valores.
No obstante, en términos del artículo tercero transitorio del decreto de
reformas publicado el 18 de julio de 2006 en el Diario Oficial de la
Federación, tales entidades dejaron de ser instituciones auxiliares de crédito
una vez que han transcurrido ya los siete años establecidos por el decreto, a
partir de su expedición, con lo cual, pasaron a ser simples sociedades
crediticias no reguladas, que pueden operar el rubro genérico del crédito
incluyendo la realización de operaciones de arrendamiento y de factoraje
financiero, como sociedades de objeto múltiple. Es decir, que una vez
transcurrido el plazo de los siete años a partir de la publicación de la
reforma, todas las sociedades que operen el crédito en sus distintas
modalidades son sociedades anónimas no reguladas y no existirán más las
entidades señaladas como auxiliares de crédito.
En el otro rubro, la reforma dio lugar a la posibilidad de la existencia de
sociedades anónimas de objeto múltiple que operan el crédito (incluido el
arrendamiento y el factoraje financiero), y que se pueden formar desde el
día siguiente a la expedición del decreto, es decir a partir del 19 de julio de
2006.
De ese modo, una vez que hayan transcurrido siete años a partir de la
expedición del decreto relativo, todas las sociedades que operen el crédito,
incluyendo a las arrendadoras y a las empresas de factoraje, se han
transformado en sociedades anónimas de objeto múltiple (no reguladas)
desapareciendo en definitiva las arrendadoras y las empresas de factoraje
financiero como instituciones auxiliares de crédito.
Así, mediante el contrato de factoraje financiero, el titular de un derecho
de crédito de carácter mercantil, negocia ante la empresa de factoraje el
pago que el título o documento ampara, esto es, la compra del crédito, en su
valor, menos una cantidad (comisión o tasa), transmitiéndole los derechos
relativos por medio de la cesión o endoso. Así, corresponderá a la empresa
de factoraje realizar el cobro de las cuentas pendientes, para lo cual cuenta
tanto con la infraestructura como con la capacidad y recursos especializados
que se requieran.
Tocante a los antecedentes de las empresas de factoraje, DÁVALOS
MEJÍA[2] expresa que ya desde el centenario statue of uses, el factor era
considerado como un agente de comercio, mandatario comercial o
comisionista, que derivara en el factoring, del agente comercial que
colocaba deudas y no mercancías, con terceros, de modo que el título se
recibía menos un descuento, que era el factoraje (comisión) que cobraba el
factor (comisionista) por facilitar a su cliente dinero en efectivo.
Nos dice RODRÍGUEZ BARAJAS[3] que su etimología viene de factor y
financier; el factoraje financiero significa empleo y encargo del factor,
relativo a la hacienda pública, a las cuestiones bancarias y bursátiles, a los
grandes negocios mercantiles.

1. CONCEPTO
El artículo 419 de la LGTyOC establece el siguiente concepto:
Artículo 419.—Por virtud del contrato de factoraje, el factorante conviene con el factorado,
quien podrá ser persona física o moral, en adquirir derechos de crédito que este último tenga a su
favor por un precio determinado o determinable, en moneda nacional o extranjera,
independientemente de la fecha y la forma en que se pague, siendo posible pactar cualquiera de
las modalidades siguientes:
I. Que el factorado no quede obligado a responder por el pago de los derechos de crédito
transmitidos al factorante; o
II. Que el factorado quede obligado solidariamente con el deudor, a responder del pago
puntual y oportuno de los derechos de crédito transmitidos al factorante.
La administración y cobranza de los derechos de crédito, objeto de los contratos de factoraje,
deberá ser realizada por el factorante o por un tercero a quien éste le haya delegado la misma, en
términos del artículo 430.
Todos los derechos de crédito pueden transmitirse a través de un contrato de factoraje
financiero, sin el consentimiento del deudor, a menos que la transmisión esté prohibida por la ley,
no lo permita la naturaleza del derecho o en los documentos en los que consten los derechos que
se van a adquirir se haya convenido expresamente que no pueden ser objeto de una operación de
factoraje.
El deudor no puede alegar contra el tercero que el derecho no podía transmitirse mediante
contrato de factoraje financiero porque así se había convenido, cuando ese convenio no conste en
el título constitutivo del derecho.

Señala HEGEWISSCH DÍAZ INFANTE[4] que las empresas de factoraje


financiero son sociedades anónimas que pueden ser de capital variable, que
tienen por objeto la celebración de contratos de cesión de créditos,
denominados de factoraje financiero, relacionados a proveeduría de bienes,
de servicios o de ambos, con recursos provenientes de las operaciones
pasivas que pueden realizar.
Para RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[5] el factoraje financiero se define como:
el contrato en virtud del cual la empresa de factoraje financiero adquiere de sus clientes, personas
morales o físicas con actividades empresariales, derechos de crédito vigentes, derivados
necesariamente de la proveeduría de bienes o servicios o de acreedores, y que consten en
facturas, contra-recibos, títulos de crédito, o cualquier otro documento.

ADAME GARDUÑO[6] por su parte señala que el factoraje financiero es la


operación celebrada mediante contrato entre intermediarios financieros,
previamente autorizados, denominados empresas de factoraje financiero, o
factores, y personas físicas o morales, dedicadas a la industria o el
comercio, usuarios del servicio o cedentes, con el objeto de que la empresa
de factoraje adquiera o compre derechos de crédito vigentes, al cliente,
cedente o usuario, y en la que el factor debe realizar tanto la función de
crédito hacia el cedente como la cobranza de las cuentas trasmitidas,
además de otra serie de servicios complementarios conexos.
Y agrega que el objetivo fundamental del factoraje es la obtención, por
el usuario de la liquidez necesaria para satisfacer sus requerimientos de
capital de trabajo para garantizar su productividad; que su materia se
comprende en la cartera vencida derivada de operaciones mercantiles; que
el usuario consigue la simplificación de su contabilidad; que contiene una
fuente alterna de financiamiento oportuno y a corto plazo, en donde la
empresa de factoraje se constituye en supervisor administrativo para el
factorado al realizar para él, estudios de viabilidad económica.
Señala que existen cuatro tipos de factoraje, a saber:
1) Factoraje con recurso, en donde la empresa de factoraje no asume
riesgos, ante la insolvencia o falta de pago del deudor ya que el usuario o
cedente no solamente responde de la existencia y legitimidad de las cuentas
por cobrar cedidas, respaldadas mediante los documentos expedidos al
deudor, sino también de la efectividad de las mismas, al ser el usuario
responsable solidario conjuntamente con el deudor;
El factoraje con recurso es reconocido por el artículo 45-B, fracción II,
al señalar que el cliente queda obligado solidariamente con el deudor, a
responder del pago puntual y oportuno de los derechos de crédito
transmitidos a la empresa de factoraje financiero.
2) Factoraje sin recurso, también denominado “puro”, en donde la
empresa de factoraje al adquirir las cuentas por cobrar asume el riesgo de
insolvencia del deudor. En ella se presupone un conocimiento amplio acerca
de los deudores y riesgos que conllevan las cuentas adquiridas, de modo
que será la empresa de factoraje y no el usuario, quien determine el monto
máximo del crédito que puede otorgar. Puesto que el factorado no queda
obligado a responder por la liquidación de las cuentas por cobrar
transferidas a la empresa de factoraje;
Esta especie de factoraje se encuentra contemplada por el artículo 45-B,
fracción I, de la Ley, cuando señala que es factible pactar que el cliente no
quede obligado a responder por el pago de los derechos de crédito
transmitidos a la empresa de factoraje financiero.
3) Factoraje a proveedores, que constituye una modalidad en donde las
empresas de factoraje adquieren, generalmente sin recurso, títulos de
crédito o documentos expedidos principalmente por importantes cadenas
comerciales y los paga en su totalidad, deduciendo el porcentaje de compra;
y,
4) Factoraje internacional, que se sustenta en la dificultad de las
empresas exportadoras para conocer la solvencia y situación financiera de
sus clientes potenciales, de modo que los exportadores adquieren la
confianza para expedir sus mercancías mediante la intervención de las
empresas de factoraje que se responsabilizan de la solvencia de los
compradores.
Para ANÍBAL ETCHEVERRY[7] tres son los sujetos que intervienen en la
operación comercial, el factoreado, cliente o proveedor, que es la persona
física o jurídica que cede la cartera de créditos de su cliente al factor,
asumiendo la obligación de abonar a éste una comisión o interés,
obteniendo la liquidación de esos créditos, generalmente al contado; El
factor, o sociedad fínanciera-banco, adquirente o cesionario de los créditos
de su cliente, que ofrece un servicio de financiamiento al adelantar el monto
de las facturas antes del vencimiento, asumiendo el riesgo de la cobranza; y,
El deudor, del empresario-factoreado, que es quien compra los productos o
servicios a éste, a plazo, cuya solvencia económica tiene primordial
relevancia para que el crédito sea aprobad por el factor.
E artículo 309 del Código de Comercio al establecer que son factores
aquellos que tengan la dirección de alguna empresa o establecimiento fabril
o comercial o estén autorizados para contratar respecto a todos los negocios
concernientes a dichos establecimientos o empresas por cuenta y en nombre
de los propietarios de los mismos, para efectos del tema en cuestión,
resultaría aplicable lo relativo a la contratación, más que a la
representación.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


Es un contrato típico, principal, formal, de adhesión, de tracto sucesivo,
bilateral, oneroso, conmutativo y real.
Es típico porque se encuentra regulado tanto por la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, como por la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia, no obstante, requiere de la existencia de créditos anteriores
que serán materia de la trasmisión a la empresa de factoraje.
Es formal porque el cúmulo de las obligaciones de las partes solo puede
establecerse y comprobarse por escrito.
Además, el artículo 426 señala que la transmisión de derechos de
crédito efectuada con motivo de una operación de factoraje financiero
surtirá efectos frente a terceros, desde la fecha en que haya sido inscrita en
la Sección Única del Registro Único de Garantías Mobiliarias del Registro
Público de Comercio, sin necesidad de que sea otorgada ante fedatario
público.
Es de adhesión porque su clausulado suele ser establecido de manera
unilateral por la empresa de factoraje financiero.
Es de tracto sucesivo, porque las prestaciones se otorgan de momento a
momento, durante todo el tiempo del contrato, además de que
necesariamente se extiende al tiempo en el que serán exigibles los créditos
transmitidos en contra de terceros deudores.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos;
del usuario, la entrega de los documentos en que se contienen los créditos, y
de la empresa de factoraje, el pago por compra de la cartera.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos para las
partes; para el usuario al vender su cartera para la empresa porque cobra
una comisión o tasa de descuento por la compra de la cartera.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración.
Es asimismo aleatorio, por lo que se refiere a la obligación del
factorado, de pagar los intereses del contrato, porque su monto no es
conocido por las partes desde su celebración, en tanto que su aplicación
periódica deriva de diversos criterios relacionados con aspectos de variables
económicas del mercado, a los que se encuentran indexados.
Finalmente, es real porque requiere de la entrega de los documentos en
los que se contienen los créditos.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


En principio y por lo que a la empresa de factoraje financiero se refiere,
cabe señalar que el artículo 87-B establece que el otorgamiento de crédito,
así como la celebración de arrendamiento financiero o factoraje financiero
podrán realizarse en forma habitual y profesional por cualquier persona sin
necesidad de requerir autorización del Gobierno Federal para ello.
Además, aquellas sociedades anónimas que, en sus estatutos sociales,
contemplen expresamente como objeto social principal la realización
habitual y profesional de una o más de las actividades que se indican en el
párrafo anterior, se considerarán como sociedades financieras de objeto
múltiple.
Dichas sociedades se reputarán entidades financieras, que podrán ser:
I. Sociedades financieras de objeto múltiple reguladas, o
II. Sociedades financieras de objeto múltiple no reguladas.
El otro elemento personal lo constituye el factorado, que es la persona
física o moral titular de los créditos de los cuales negociará la trasmisión o
cesión en descuento ante la empresa de factoraje, y que se obliga ante ésta a
responder por la existencia y legitimidad de los derechos de crédito.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


De conformidad con el artículo 421 podrán ser objeto del contrato de
factoraje, cualquier derecho de crédito denominado en moneda nacional o
extranjera que se encuentren documentados en facturas, contrarrecibos,
títulos de crédito, mensajes de datos, en los términos del Título Segundo del
Libro Segundo del Código de Comercio, o cualesquier otros documentos,
que acrediten la existencia de dichos derechos de crédito.
Además, de conformidad con el artículo 422 los factorados estarán
obligados a garantizar la existencia y legitimidad de los derechos de crédito
objeto del contrato de factoraje, al tiempo de celebrarse el contrato,
independientemente de la obligación que, en su caso, contraigan conforme a
la fracción II del artículo 419 de la Ley.
En el artículo 424 se señala que sólo en las operaciones de factoraje
financiero a que se refiere la fracción II del artículo 419, los factorados
podrán suscribir a la orden del factorante pagarés por el importe total de las
obligaciones asumidas por ellos, en cuyo caso deberá hacerse constar en
dichos títulos de crédito su procedencia, de manera que queden
suficientemente identificados. Estos pagarés serán no negociables, en los
términos del artículo 25 de la Ley.
La suscripción y entrega de dichos pagarés no se considerará como pago
o dación en pago de las obligaciones que documenten.
En las operaciones de factoraje financiero la transmisión de los derechos
de crédito comprende la de todos los derechos accesorios a ellos, salvo
pacto en contrario.
La transmisión de derechos de crédito efectuada con motivo de una
operación de factoraje financiero surtirá efectos frente a terceros, desde la
fecha en que haya sido notificada al deudor, en los términos del artículo 427
de la ley, sin necesidad de que sea inscrita en registro alguno u otorgada
ante fedatario público.
El artículo 427 establece que el factorante deberá notificar al deudor
respectivo la transmisión de los derechos de crédito objeto de un contrato de
factoraje financiero, excepto en el caso de factoraje en el que se otorgue al
factorado mandato de cobranza o se conceda a este último la facultad de
llevar a cabo la cobranza del crédito correspondiente.
El factorante, al celebrar contratos con los deudores de derechos de
crédito constituidos a favor de proveedores de bienes o servicios, deberá
estipular expresamente si se comprometerá a adquirir dichos derechos de
crédito para el caso de aceptación de los propios proveedores.
Tratándose de contratos de promesa de factoraje en los que se convenga
la entrega de anticipos al factorado, éste quedará obligado a pagar una
cantidad de dinero determinada o determinable que cubrirá conforme a lo
estipulado el valor de las cargas financieras v demás accesorios de los
anticipos hasta en tanto se transmitan los derechos de crédito mediante la
celebración del contrato de factoraje correspondiente, condición que deberá
estar contenida en el contrato de promesa de factoraje financiero. En este
supuesto deberá convenirse el plazo de los anticipos, después del cual
deberá otorgarse el contrato de factoraje financiero.
Los factorados responderán del detrimento en el valor de los derechos
de crédito objeto de los contratos de factoraje financiero, que sean
consecuencia del acto jurídico que les dio origen, salvo los que estén
documentados en títulos de crédito y aun cuando el contrato de factoraje se
haya celebrado en términos de la fracción I del artículo 419.
Si del acto jurídico que dio origen a los derechos de crédito se derivan
devoluciones, los bienes correspondientes se entregarán al factorado, salvo
pacto en contrario.
Sólo en las operaciones de factoraje financiero a que se refiere la
fracción II del artículo 419, los factorados podrán suscribir a la orden del
factorante pagarés por el importe total de las obligaciones asumidas por
ellos, en cuyo caso deberá hacerse constar en dichos títulos de crédito su
procedencia, de manera que queden suficientemente identificados. Estos
pagarés serán no negociables, en los términos del artículo 25 de la ley.
La suscripción y entrega de dichos pagarés no se considerará como pago
o dación en pago de las obligaciones que documenten.
En las operaciones de factoraje financiero la transmisión de los derechos
de crédito comprende la de todos los derechos accesorios a ellos, salvo
pacto en contrario.
La transmisión de derechos de crédito efectuada con motivo de una
operación de factoraje financiero surtirá efectos frente a terceros, desde la
fecha en que haya sido notificada al deudor, en los términos del artículo 427
de esta Ley, sin necesidad de que sea inscrita en registro alguno u otorgada
ante fedatario público.
El factorante deberá notificar al deudor respectivo la transmisión de los
derechos de crédito objeto de un contrato de factoraje financiero, excepto en
el caso de factoraje en el que se otorgue al factorado mandato de cobranza o
se conceda a este último la facultad de llevar a cabo la cobranza del crédito
correspondiente.
La notificación deberá hacerse a través de cualquiera de las formas
siguientes:
I. Entrega del documento o documentos comprobatorios del derecho de crédito en los que
conste el sello o leyenda relativa a la transmisión y acuse de recibo por el deudor mediante
contraseña, contrarrecibo o cualquier otro signo inequívoco de recepción;
II. Comunicación por correo certificado con acuse de recibo, telegrama, télex o telefacsímil,
contraseñados que deje evidencia de su recepción por parte del deudor;
III. Notificación realizada por fedatario público; y
IV. Mensajes de datos, en los términos del Título Segundo del Libro Segundo del Código de
Comercio.
Cuando se trate de notificaciones que deban surtir efectos en el
extranjero, el factorante las podrá efectuar a través de los medios señalados
en las fracciones anteriores de este artículo o por mensajería con acuse de
recibo o por los medios establecidos de conformidad con lo dispuesto por
los tratados o acuerdos internacionales suscritos por los Estados Unidos
Mexicanos.
Las notificaciones surtirán sus efectos el día hábil siguiente a aquél en
que fueron hechas y, al practicarlas, deberá proporcionarse al interesado
copia del acto que se notifique.
En los casos señalados, la notificación deberá ser realizada en el
domicilio del deudor, y podrá efectuarse con su representante legal o
cualquiera de sus dependientes o empleados. Toda notificación personal,
realizada con quien deba entenderse, será legalmente válida aun cuando no
se efectúe en el domicilio respectivo.
Para los efectos de la notificación a que alude el párrafo anterior, se
tendrá por domicilio del deudor el que se señale en los documentos en que
consten los derechos de crédito objeto de los contratos de factoraje. En
cuanto al lugar de notificación, se estará a lo dispuesto en el Código de
Comercio cuando la notificación se realice por medio de mensaje de datos
en términos de dicho ordenamiento.
En el caso de sociedades en liquidación en las que se hubieran
nombrado varios liquidadores, las notificaciones o diligencias que deban
efectuarse con aquellas podrán practicarse válidamente con cualquiera de
éstos.
La notificación se tendrá por realizada al expedir los deudores
contraseña, sello o cualquier signo inequívoco de haberla recibido por
alguno de los medios señalados en el presente artículo. Asimismo, el pago
que haga el deudor o su representante legal al factorante surtirá efectos de
notificación en forma desde la fecha en que se realice dicho pago.
El deudor de los derechos de crédito transmitidos por virtud de una
operación de factoraje financiero, mientras no se le haya notificado la
transmisión en términos del artículo anterior, libera su obligación con el
pago que haga al acreedor original o a quien haya sido el último titular de
esos derechos previo al factorante, según corresponda. Por el contrario, el
pago que, después de recibir la notificación a que se refiere el artículo
precedente, realice el deudor al acreedor original o a quien haya sido el
último titular de esos derechos previo al factorante, según corresponda, no
lo libera ante el propio factorante.
Cuando el factorante dé en prenda los derechos adquiridos, dicha
garantía se constituirá y formalizará mediante contrato que deberá constar
por escrito, pudiendo designarse un depositario de los documentos
correspondientes.
La persona a la que se le haya otorgado mandato de administración y
cobranza de los derechos de crédito objeto de una operación de factoraje
financiero o que, por cualquier otra forma, se le haya concedido la facultad
de llevar a cabo dichos actos deberá entregar al factorante las cantidades
que le sean pagadas en virtud de la cobranza que realice, dentro de un plazo
que no podrá exceder de diez días hábiles contados a partir de aquel en que
se efectúe dicha cobranza.
En el contrato de factoraje financiero deberá incluirse la relación de los
derechos de crédito que se transmiten. La relación deberá consignar, por lo
menos, los nombres, denominaciones, o razones sociales del factorado y de
los deudores, así como los datos necesarios para identificar los documentos
que amparen los derechos de crédito, sus correspondientes importes y sus
fechas de vencimiento.
En caso de que el factorante convenga con el factorado que podrá
realizar visitas de inspección en los locales de las personas a quienes se les
haya conferido la facultad de realizar la administración y cobranza de los
derechos de crédito objeto del factoraje financiero, se deberá establecer
expresamente en el contrato los aspectos que, respecto de los derechos de
crédito, serán objeto de las visitas y la obligación de levantar actas en las
que se asiente el procedimiento utilizado y los resultados de las mismas.
Será nula cualquier visita hecha en violación a lo pactado conforme a lo
anteriormente dispuesto por este párrafo.
El factorante podrá transmitir a un tercero los derechos de crédito objeto
del correspondiente contrato de factoraje financiero que haya celebrado,
para lo cual deberá sujetarse a las disposiciones aplicables a dicha
transmisión.
Finalmente, y por lo que a las acciones de recuperación de los derechos
de crédito incumplido se refiere, cabe señalar, como lo comentamos a
propósito del contrato de arrendamiento financiero, que a la posibilidad que
ya tenían las arrendadoras financieras y las empresas de factoraje financiero
para el seguimiento de la vía ejecutiva mercantil en contra de sus deudores,
con fecha 18 de julio de 2006 y mediante la adición que se hizo del Título
V, del capítulo II, se contempla ahora en el nuevo artículo 87-F de la Ley
General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, que el
contrato en que se haga constar el crédito, arrendamiento financiero o
factoraje financiero que otorguen las sociedades financieras de objeto
múltiple, siempre que dicho instrumento vaya acompañado de la
certificación del estado de cuenta respectivo a que se refiere el artículo
anterior, será título ejecutivo mercantil, sin necesidad de reconocimiento de
firma ni de otro requisito alguno.[8]
Sobre el particular, establecen los nuevos artículos 87-E y 87-F de la
propia ley:
Artículo 87-E.—En los contratos de arrendamiento financiero, factoraje financiero y crédito
que celebren las sociedades financieras de objeto múltiple y en los que se pacte que el
arrendatario, el factorado o el acreditado pueda disponer de la suma acreditada o del importe del
préstamo en cantidades parciales o esté autorizado para efectuar reembolsos previos al
vencimiento del término señalado en el contrato, el estado de cuenta certificado por el contador
de la sociedad correspondiente hará fe, salvo prueba en contrario, en el juicio respectivo para la
fijación del saldo resultante a cargo del deudor.
Artículo 87-F.—El contrato en que se haga constar el crédito, arrendamiento financiero o
factoraje financiero que otorguen las sociedades financieras de objeto múltiple, siempre que
dicho instrumento vaya acompañado de la certificación del estado de cuenta respectivo a que se
refiere el artículo anterior, será título ejecutivo mercantil, sin necesidad de reconocimiento de
firma ni de otro requisito alguno.
Tratándose del factoraje financiero, además del contrato respectivo, las sociedades financieras
de objeto múltiple deberán contar con los documentos que demuestren los derechos de crédito
transmitidos por virtud de dicha operación, así como la notificación al deudor de dicha
transmisión cuando ésta deba realizarse de acuerdo con las disposiciones aplicables.
El estado de cuenta citado en el primer párrafo de este artículo deberá contener los datos sobre
la identificación del contrato o convenio en donde conste el crédito, el factoraje financiero o el
arrendamiento financiero que se haya otorgado; el capital inicial dispuesto o, en su caso, el
importe de las rentas determinadas; el capital o, en su caso, las rentas vencidas no pagadas; el
capital o, en su caso, las rentas pendientes por vencer; las tasas de interés del crédito o, en su
caso, la variabilidad de la renta aplicable a las rentas determinables a cada período de pago; los
intereses moratorios generados; la tasa de interés aplicable a intereses moratorios, y el importe de
accesorios generados.

Como también lo mencionamos a propósito de las simultáneas reformas


realizadas al contrato de arrendamiento financiero, las anteriores
disposiciones hacen que simples particulares, como pueden ser las
sociedades anónimas con objeto crediticio, puedan también contar con la
vía ejecutiva mercantil a partir de un simple estado de cuenta contable sin
necesidad de reconocimiento del deudor, aun y cuando ni siquiera formen
parte del sistema financiero nacional, por no tener el carácter de entidades
financieras, sino solamente de simples sociedades anónimas, lo cual ubica a
los acreditados en situación de evidente desventaja e injusto tratamiento
legal, sufriendo así una evidente perfidia, porque ahora el legislador coloca
a tales sociedades comerciales al nivel de las entidades financieras y les
concede privilegios que solamente correspondían a tales entes, haciendo
más desigual aún la posición del deudor en los juicios en razón de los
argumentos que hemos expresado en este texto.

NOTAS

[1] No obstante, de conformidad con el artículo tercero transitorio de la reforma publicada el 18


de julio de 2006, una vez transcurridos siete años a partir de su entrada en vigor (lo cual ha ocurrido
ya), desaparecieron tales entidades auxiliares de crédito para convertirse en sociedades financieras no
reguladas.
[2] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 691 y 692.
[3] Cfr., RODRÍGUEZ BARAJAS, Gerardo, Nuevo Diccionario Jurídico Mexicano, op. cit.,
Universidad Nacional Autónoma de México y Porrúa, 1a. ed., México, 2001. p. 1645.
[4] HEGEWISSCH DÍAZ INFANTE, Fernando, op. cit., p. 363.
[5] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 83.
[6] Cfr., ADAME GARDUÑO, Roberto, El factoraje como Alternativa Financiera, Montealto,
México, 1998. p. 20.
[7] ANÍBAL ETCHEVERRY, Raúl, Derecho Comercial y Económico, Astrea, Buenos Aires, 1991.
p.182.
[8] En relación con las acciones para la recuperación de los créditos otorgados tanto por las
empresas de factoraje como por las arrendadoras financieras véase Título Tercero, Capítulo II, de este
libro, relativo al Arrendamiento Financiero. Acciones de recuperación, ya que las disposiciones
legales son comunes.
A continuación se transcribe el criterio emitido por el Segundo Tribunal Colegiado en Materia
Civil del Tercer Circuito, siguiente: FACTORAJE FINANCIERO, CONTRATO DE. SI NO CONTIENE LA RELACIÓN DE
LOS DERECHOS DE CRÉDITO QUE SE TRANSMITEN, JUNTO CON EL ESTADO DE CUENTA CERTIFICADO, NO PUEDEN
CONSTITUIR TÍTULO EJECUTIVO.—Conforme lo dispone el artículo 48 de la Ley General de Organizaciones
y Actividades Auxiliares del Crédito, el contrato o documento en que se hagan constar los créditos,
arrendamientos financieros correspondientes, así como los documentos que demuestren los derechos
de crédito transmitidos a empresas de factoraje financiero, notificados debidamente al deudor, junto
con la certificación del estado de cuenta a que se refiere el artículo 47 del mismo ordenamiento, será
título ejecutivo mercantil, sin necesidad de reconocimiento de firma ni de otro requisito. Luego, para
poder considerar que el contrato de crédito celebrado con una empresa de factoraje financiero, a que
se refiere el numeral 48 antes citado, es apto para integrarlo como un título ejecutivo, es necesario
cumplir con las exigencias que la ley contempla. En ese sentido, de conformidad con lo establecido
por la regla décima tercera, inciso 2, de las Reglas Básicas para la Operación de Empresas de
Factoraje Financiero, expedidas por el secretario de Hacienda y Crédito Público, y publicadas en el
Diario Oficial de la Federación, de dieciséis de enero de mil novecientos noventa y uno y
reformadas por acuerdo publicado el siete de enero de mil novecientos noventa y tres, y cuya
observancia es obligatoria para las empresas de factoraje, de conformidad con lo ordenado por el
artículo 45-A, fracción X, de la citada Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del
Crédito, el contrato de factoraje debe contener la relación de los derechos de crédito que se trasmiten,
misma que, por lo menos, deberá consignar los nombres, denominaciones o razones sociales del
cliente y de los deudores, así como los datos necesarios para identificar los documentos que amparen
los derechos de crédito, sus correspondientes importes y sus fechas de vencimiento. Entonces, si el
contrato de factoraje no reúne, entre otros, los citados requisitos, evidentemente no puede constituir,
junto con el estado de cuenta certificado que al efecto se acompañe, un título ejecutivo, cuyo
cumplimiento pueda exigirse en la vía ejecutiva mercantil. SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA
CIVIL DEL TERCER CIRCUITO. Amparo directo 680/98. Finca Ágil, S.A. de C.V, Organización Auxiliar de
Crédito. 12 de junio de 1998. Unanimidad de votos. Ponente: Gerardo Domínguez. Secretario:
Francisco Miguel Padilla Gómez. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VIII, Septiembre de 1998. Tesis:
III.2o.C.15 C, Página: 1165. Tesis Aislada.
CAPÍTULO X

CONTRATO DE PRENDA

1. CONCEPTO
Encontramos su origen etimológico en el latín pignora, plural de pignus
oris, que significa objeto que se da en garantía.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua la define en su
acepción legal como la cosa mueble que se sujeta especialmente a la
seguridad o cumplimiento de una obligación.[1]
El Código Civil de 1884, definía a la prenda señalando: “la prenda es un
contrato real constituido sobre un objeto mueble para garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago”.
El artículo 2856 del Código Civil Federal vigente señala en forma casi
idéntica, que la prenda es un derecho real constituido sobre un bien mueble
enajenable para garantizar el cumplimiento de una obligación y su
preferencia en el pago.
Rafael ROJINA VILLEGAS[2] propone una definición que recoge y amplía el
contenido del Código Civil vigente, en el aspecto de que constituye un
derecho real sobre un bien mueble enajenable para garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago, pero agrega
que los bienes deben ser entregados real o jurídicamente al acreedor y que
la ley concede derechos de persecución y venta de los bienes en caso de
incumplimiento.
Rafael DE PINA[3] por su parte, señala: “puede la prenda ser definida
como el contrato en virtud del cual se constituye un derecho real sobre un
bien enajenable para garantizar el cumplimiento de una obligación y su
preferencia en el pago” y citando a Clemente de Diego en sus Instituciones
de Derecho Civil Español, refiere que dicho autor define al contrato de
prenda como un contrato por virtud del cual el deudor o un tercero por él,
entrega al acreedor o un tercero, de común acuerdo, una cosa mueble en
seguridad de crédito, de tal modo, que vencido éste, pueda hacerse efectivo
con el precio de la venta de aquélla, siendo restituida en natura en los
demás casos de extinción del contrato.
Luis MUÑOZ[4] al referirse a la prenda como garantía real señala que la
cosa queda afecta a las consecuencias del incumplimiento de una obligación
para, con el producto de su venta, realizar el pago del crédito o resarcir los
daños y perjuicios.
Dice León Bolaffio[5] que el efecto que se pretende conseguir de todo
contrato se resume en la ejecución perfecta. A la mala intención de los
deudores deshonestos contrapone la ley la energía de medidas coactivas. La
ley comercial reconoce que la puntualidad más escrupulosa es el centro de
gravedad de los negocios y este efecto procura conseguirlo o agravando el
rigor de las medidas ya adoptadas por la legislación civil o introduciendo
otras nuevas.
Para SÁNCHEZ CALERO[6] constituida la prenda en la forma necesaria,
según se trate de títulos nominativos o al portador, el prestamista goza del
derecho de preferencia sobre los demás acreedores para cobrar su crédito y
éstos no podrán retirar de su poder dichos títulos a no ser que satisfagan el
crédito constituido sobre ellos.
Señala por su parte VÁZQUEZ DEL MERCADO[7] que en virtud de la
constitución de la prenda el acreedor no adquiere la propiedad de la cosa, la
que sigue siendo propiedad del deudor y debe restituirla salvo el caso en
que habiéndose constituido sobre bienes fungibles, se haya pactado que la
propiedad de estos se transfiera al acreedor, en cuyo caso, este último estará
obligado a restituir al deudor otros tantos de la misma especie.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[8] destaca la importancia del contrato al señalar:
el desarrollo de nuevas corrientes en el comercio nacional e internacional y la aparición de
nuevos instrumentos así como las modalidades ofrecidas por los títulos valor, han hecho que el
contrato de prenda pase a ocupar un lugar preeminente en la práctica jurídica y comercial,
perdiendo el carácter de deshonorabilidad que le caracterizaba en épocas pasadas.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de prenda mercantil es de garantía, típico, accesorio, formal,
de tracto sucesivo, bilateral, oneroso o gratuito, real, y conmutativo.
Es de garantía porque su función es la de asegurar el cumplimiento de
una obligación.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
Es accesorio porque requiere de la existencia de una obligación
principal, cuyo cumplimiento garantiza mediante su constitución, pero que
otorga siempre un derecho de preferencia para su ejecución mediante el
ejercicio de las acciones judiciales de persecución, que se contemplan tanto
en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito como en el Código
de Comercio, dependiendo de la clase de prenda constituida.
En efecto, si la misma se otorga en la forma tradicional ya contemplada
por el artículo 334 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito,
su ejecución se realiza en términos del artículo 341 de la propia ley y en el
caso de constitución en las nuevas formas de prenda sin trasmisión de
posesión, su ejecución se realiza de conformidad con el nuevo Título
Tercero Bis, del Código de Comercio.
Es formal porque debe ser otorgado por escrito, aunque en ocasiones
puede ser consensual.
Es de tracto sucesivo porque la obligación se cumple de momento a
momento y no en un solo instante.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Puede ser oneroso o gratuito, dependiendo de quién constituya la
prenda, ya que si lo hace el deudor, el contrato es oneroso y si lo hace un
tercero el contrato será gratuito.
Siendo un contrato real para su perfeccionamiento requiere que el bien
objeto de la garantía se entregue al acreedor de manera real, jurídica o
virtual.
De acuerdo con la tradición jurídica del contrato que nos ocupa a partir
de su incorporación en la Ley General de títulos y Operaciones de Crédito
en 1932, se entiende entregada jurídicamente la prenda al acreedor cuando
éste o el deudor convienen en que la misma quede en poder del propio
deudor porque así lo haya estipulado con el acreedor o lo autorice la Ley, lo
cual se complementa y cobra relevancia con las recientes adiciones que se
hicieron a la legislación mercantil al incorporar la llamada prenda sin
trasmisión de posesión.
Tocante a la entrega del bien en materia mercantil, el artículo 334 de la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito establece la necesidad de
que la misma se realice al acreedor o a un tercero en relación con los bienes
o títulos de crédito para que la prenda se constituya.
La práctica mercantil enseña entonces que en la mayor parte de los
casos la entrega se realiza de manera jurídica, con la sola presentación de
los documentos que acreditan la propiedad, manteniendo el deudor
prendario en su posesión el bien objeto de la garantía.
Así, cabe referirse a la definición que sobre la prenda sin trasmisión de
posesión otorga la LGTyOC, al señalar el artículo 346 modificado en la
reforma de 13 de junio de 2003: La prenda sin trasmisión de posesión
constituye un derecho real sobre bienes muebles que tiene por objeto
garantizar el cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago,
conservando el deudor la posesión de tales bienes, salvo, en su caso, lo
previsto en el artículo 363 de la propia ley.
Además, para que el contrato produzca efectos frente a terceros, lo que
resulta especialmente relevante tratándose de una garantía que es, en cuanto
a su ejecución de carácter preferente, se requiere de su inscripción ante el
Registro Público.
Finalmente el contrato es conmutativo porque las obligaciones y
derechos de las partes se encuentran plenamente establecidas en el contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el acreedor prendario que es quien ha concedido un crédito o
préstamo y el deudor que puede ser el mismo que constituye la prenda o
bien un tercero que en su calidad de garante lo realiza en apoyo al deudor
del crédito principal.
A. DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL ACREEDOR PRENDARIO
En principio habría que señalar que el acreedor prendario tiene el
derecho de retener el bien objeto de la garantía durante el tiempo que dure
la obligación que con su constitución se garantiza.
Señala RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[9] que es un principio general en materia de
derecho de prenda, que el acreedor pignoraticio tiene el derecho de retener
la cosa mientras dure el contrato y subsista la obligación principal y que esa
retención se extiende a todos los accesorios de la cosa y a todos los
aumentos de ella.
En relación con el derecho de retención que la ley concede al acreedor,
en los diversos supuestos que DÍAZ BRAVO[10] ha calificado como de prenda
tácita cabe referir que los mismos se encuentran incorporados en la
normatividad relativa a cada contrato que lo concede, por lo que
realizaremos el estudio relativo al referirnos a cada uno de ellos.
Tal derecho, que deriva del propio contrato de prenda, a decir de DÍAZ
BRAVO[11] “es el derecho del acreedor prendario de conservar la posesión de
los bienes según su naturaleza, a cuyo efecto deben serle entregados real o
jurídicamente; de ese modo, incluso en los casos de prenda sin
desplazamiento de posesión, el acreedor tiene la posesión jurídica, pues el
deudor se constituye en depositario de los bienes o créditos pignorados” y
agrega que “los efectos de tal ius possidendi se extienden a las facultades
persecutorias y también a los deberes conservatorios”.
Si el precio de los bienes o títulos dados en prenda baja de manera que
no baste a cubrir el importe de la deuda y un 20% más, el acreedor tiene
derecho a proceder de acuerdo con el artículo 342 a la venta de la prenda;
asimismo podrá el acreedor pedir la venta de los bienes o títulos dados en
prenda en el caso del artículo 340 antes referido o bien si el deudor no
cumple la obligación de proporcionarle en tiempo los fondos necesarios
para cubrir las exhibiciones que deban enterarse sobre los títulos.
Además, de acuerdo con el artículo 337, el acreedor prendario está
obligado a entregar al deudor, a expensas de éste, en los casos a que se
refieren las fracciones I, II, III, V y VI del artículo 334, un resguardo que
exprese el recibo de los bienes o títulos dados en prenda y los datos
necesarios para su identificación.
El acreedor prendario, además de estar obligado a la guarda y
conservación de los bienes o títulos dados en prenda, debe ejercitar todos
los derechos inherentes a ellos, siendo los gastos por cuenta del deudor, y
debiendo aplicarse, en su oportunidad, al pago del crédito, todas las sumas
que sean percibidas, salvo pacto en contrario, siendo nulo todo convenio
que limite la responsabilidad que para el acreedor se establece.
Desde luego el acreedor prendario está obligado a restituir al deudor el
bien objeto de la garantía una vez que le haya sido pagado el importe de la
deuda, los intereses causados y los gastos erogados para su conservación.
B. DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL DEUDOR PRENDARIO
El deudor prendario tiene derecho a que el acreedor custodie los bienes
materia de la prenda y le extienda el recibo relativo.
Además tiene derecho a percibir el fruto de los bienes pignorados.
Se establece por otro lado el derecho del deudor para oponerse a la
venta, haciendo el pago de los fondos requeridos para efectuar la
exhibición, o mejorando la garantía, por el aumento de los bienes dados en
prenda o por la reducción de su adeudo.

4. MERCANTILIDAD DEL CONTRATO DE PRENDA


Por lo que se refiere a la constitución de la prenda en materia mercantil,
cabe señalar que la ley no define a la prenda en dicha materia, pero si
establece los requisitos para que la misma se tenga por constituida, y
enfatiza que la prenda será mercantil en la medida en que esté relacionada
con una obligación que tenga tal carácter.
En cuanto a las obligaciones que pueden ser materia de la garantía que
nos ocupa, RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[12] afirma que no existe limitación alguna
al respecto y que todas las obligaciones civiles o mercantiles pueden
garantizarse mediante la constitución de prenda; que pueden ser
susceptibles de afectación en prenda todos los bienes fungibles o no
fungibles, así como muebles enajenables, sean corporales o incorporales, y
aún los frutos pendientes de bienes raíces.
En relación con la prenda mercantil, es preciso recordar que el artículo
605 del Código de Comercio derogado por la entrada en vigor de la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito en 1932, establecía que la
prenda se reputaría mercantil cuando fuera constituida para garantizar un
acto de comercio, y que se presumiría mercantil la constituida por un
comerciante.
Con motivo de lo anterior, podemos afirmar que al entrar en vigor la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y hasta la reforma que la
misma sufre, y que la define y amplia los supuestos relativos, según
veremos, en materia mercantil la normatividad del contrato se restringe a
los casos que refiere la propia ley especial, ubicando así al contrato que nos
ocupa como una operación de crédito, al establecer el artículo 334 la forma
como se constituye la prenda en esta materia.
No correspondiendo en todos los casos la garantía prendaria a
operaciones de crédito, ni siendo tampoco constituida siempre sobre títulos
de crédito, coincidimos con la opinión externada por Arturo DÍAZ BRAVO[13]
cuando criticando la reubicación de la garantía a la Ley de Títulos y
Operaciones de Crédito señala:
la dicotomía legislativa se hace patente: la prenda civil presenta su rostro mercantil en un
inesperado cuerpo de leyes como lo es la LTOC; porque su lugar está en el Código de Comercio,
de donde se sustrajo para llevarlo, inexplicablemente a su actual morada legislativa en la que está
encajada a golpes de martillo del legislador, pues no configura por sí sola operación de crédito
alguna.
Carlos DÁVALOS[14] refiere que la respuesta debe encontrarse del universo
general del derecho mercantil bizarramente compendiado en el artículo 75
del Código de Comercio de modo que la prenda que se otorgue a favor de
comerciantes o sociedades mercantiles o sobre cosas mercantiles es
necesariamente una prenda, constituida en el comercio y por tanto le es
aplicable el artículo 334 (de la LGTOC) siendo por ende un acto de comercio.
El propio autor define a la prenda mercantil diciendo que es un derecho
real constituido sobre un bien mueble o un derecho enajenable, para
garantizar el cumplimiento de una obligación mercantil así como el derecho
real de garantía constituido sobre un título de crédito.[15]
Así, el artículo 334 señala que en materia de comercio, la prenda se
constituye:
I. Por la entrega al acreedor, de los bienes o títulos de crédito, si éstos son al portador;
II. Por el endoso de los títulos de crédito en favor del acreedor, si se trata de títulos
nominativos, y por este mismo endoso y la correspondiente anotación en el registro, si los títulos
son de los mencionados en el artículo 24;
III. Por la entrega, al acreedor, del título o del documento en que el crédito conste, cuando el
título o crédito materia de la prenda no sean negociables, con inscripción del gravamen en el
registro de emisión del título o con notificación hecha al deudor, según que se trate de títulos o
créditos respecto de los cuales se exija o no tal registro;
IV. Por el depósito de los bienes o títulos, si éstos son al portador, en poder de un tercero que
las partes hayan designado, y a disposición del acreedor;
V. Por el depósito de los bienes, a disposición del acreedor, en locales cuyas llaves queden en
poder de éste, aun cuando tales locales sean de la propiedad o se encuentren dentro del
establecimiento del deudor;
VI. Por la entrega o endoso del título representativo de los bienes objeto del contrato, o por la
emisión o el endoso del bono de prenda relativo;
VII. Por la inscripción del contrato de crédito refaccionario o de habilitación o avío, en los
términos del artículo 326;[16]
VIII. Por el cumplimiento de los requisitos que señala la Ley General de Instituciones de
Crédito, si se trata de créditos en libros.

No obstante, con las reformas recientemente realizadas a la Ley General


de Títulos y Operaciones de Crédito se incorpora la llamada prenda sin
transmisión de posesión, normando así una práctica que había venido
siendo común en la materia que nos ocupa.[17]
El contrato de prenda es especialmente importante en el medio
financiero y comercial, ya que facilita la obtención de créditos ofreciendo al
acreedor una garantía de carácter preferente que permite una fácil
ejecución.

5. MODALIDADES DEL CONTRATO


Dentro de las modalidades del contrato, cabe referir que el artículo 335
establece que cuando se den en prenda bienes o títulos fungibles, la prenda
subsistirá aun cuando los títulos o bienes sean sustituidos por otros de la
misma especie.
Por su parte, el artículo 336 contempla la llamada prenda irregular, que
señala que cuando la prenda se constituya sobre bienes o títulos fungibles,
puede pactarse que la propiedad de éstos se transfiera al acreedor, el cual
quedará obligado, en su caso, a restituir al deudor otros tantos bienes o
títulos de la misma especie. Este pacto debe constar por escrito.[18]
Asimismo, cuando la prenda se constituya sobre dinero, se entenderá
transferida la propiedad, salvo convenio en contrario.
Por su parte el artículo 340 establece que si el precio de los bienes o
títulos dados en prenda baja de manera que no baste a cubrir el importe de
la deuda y un 20% más, el acreedor podrá proceder a la venta de la prenda,
en los términos del artículo 342.
Por otro lado, de acuerdo con el artículo 342 también podrá el acreedor
pedir la venta de los bienes o títulos dados en prenda, en el caso del artículo
340, antes referido, o si el deudor no cumple la obligación de
proporcionarle en tiempo los fondos necesarios para cubrir las exhibiciones
que deban enterarse sobre los títulos.
Se establece el derecho del deudor para oponerse a la venta, haciendo el
pago de los fondos requeridos para efectuar la exhibición, o mejorando la
garantía por el aumento de los bienes dados en prenda o por la reducción de
su adeudo.
En términos de lo dispuesto por el artículo 343, si antes del vencimiento
del crédito garantizado, se vencen o son amortizados los títulos dados en
prenda, el acreedor podrá conservar en prenda las cantidades que por esos
conceptos reciba, en substitución de los títulos cobrados o amortizados.
Dice Cervantes Ahumada[19] que esta modalidad es inconveniente,
porque se presta a que los acreedores de mala fe burlen la prohibición
tradicional del pacto comisorio, obligando a sus deudores a firmar las
autorizaciones con fecha adelantada.
En otro orden de ideas, cabe señalar que en la reforma publicada en el
Diario Oficial de la Federación el 23 de mayo de 2000, se adicionan a la
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito diversos artículos en los
que se regula la llamada “prenda sin trasmisión de posesión”.
Así, a las formas comunes de constitución de la garantía de que se trata
en materia mercantil, tradicionalmente contenidas en el artículo 334, de la
ley señalada, debemos ahora agregar las incorporadas a la propia ley en su
nuevo artículo 355, que en lo esencial se refieren a la constitución de la
prenda “sin trasmisión de posesión”, cuya normatividad se concentra en la
Sección Séptima, que se incorporó al Título Segundo de la Ley, relativo a
las operaciones de crédito.
De ese modo, señala la ley que pueden ser susceptibles de afectación en
prenda sin trasmisión de posesión, los bienes muebles referidos en el
artículo 355 al establecer:
Artículo 355.—Podrán darse en prenda sin transmisión de posesión los bienes muebles
siguientes:
I. Aquellos bienes y derechos que obren en el patrimonio del deudor al momento de otorgar la
prenda sin transmisión de posesión, incluyendo los nombres comerciales, las marcas y otros
derechos;
II. Los de naturaleza igual o semejante a los señalados en la fracción anterior, que adquiera el
deudor en fecha posterior a la constitución de la prenda sin transmisión de posesión;
III. Los bienes que se deriven como frutos o productos futuros, pendientes o ya obtenidos, de
los mencionados en las fracciones anteriores;
IV. Los bienes que resulten de procesos de transformación de los bienes antes señalados, y
V. Los bienes o derechos que el deudor reciba o tenga derecho a recibir, en pago por la
enajenación a terceros de los bienes pignorados a que se refiere este artículo o como
indemnización en caso de daños o destrucción de dichos bienes.

Tratándose de bienes referidos en las fracciones III a V, los mismos


quedarán comprendidos de manera automática como bienes pignorados,
salvo pacto en contrario.
Todos estos nuevos supuestos de constitución de garantía prendaria
ahora denominada “sin trasmisión de posesión”, se deberán incorporar a la
lista de formas de otorgamiento de la garantía real que ya contemplaba el
artículo 334 de la ley, debiendo precisarse que si bien dicho precepto
establecía los diversos casos de constitución de la garantía de que se trata en
materia de comercio, lo cierto es que en realidad el mismo se refería de
manera evidente a la constitución de la prenda sobre títulos de crédito, aun
y cuando se refiriera a los bienes en forma genérica.
Por otro lado, en el nuevo texto se reconoce el derecho del deudor para
hacer uso del bien, enajenarlo, percibir sus frutos, así como que el acreedor
está obligado a liberar la prenda, al serle cubierto el precio.
Complementariamente la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, modificada el 13 de junio de 2014, contiene, respecto de la prenda
constituida sin trasmisión de posesión las siguientes prescripciones:
Artículo 347.—Los contratos mediante los cuales se documente la constitución de garantías a
través de la prenda sin transmisión de posesión, serán mercantiles para todas las partes que
intervengan en ellos. Se exceptúan aquellos contratos que se celebren entre dos o más personas
físicas o morales que no tengan el carácter de comerciantes en los términos del Código de
Comercio, así como aquellos actos que, de conformidad con el mismo, no se reputen como actos
de comercio para ninguna de sus partes.
Artículo 349.—Salvo pacto en contrario, cuando el deudor esté facultado para hacer pagos
parciales, la garantía se reducirá desde luego y de manera proporcional con respecto de los pagos
realizados, si ésta recae sobre varios objetos o éstos son cómodamente divisibles en razón de su
naturaleza jurídica, sin reducir su valor, y siempre que los derechos del acreedor queden
debidamente garantizados.
Artículo 351.—En caso de concurso del deudor, los bienes objeto de prenda sin transmisión de
posesión que existan en la masa, podrán ser ejecutados por el acreedor prendario, mediante la
acción que corresponda conforme a la ley de la materia, ante el juez de concurso mercantil, el
cual deberá decretar, sin más trámite, la ejecución solicitada.
Artículo 353.—Pueden ser dados en prenda sin transmisión de posesión toda clase de derechos
y bienes muebles, salvo aquellos que conforme a la Ley sean estrictamente personales de su
titular.
Artículo 354.—Los bienes pignorados deberán identificarse de forma individual, por
categorías de bienes o genéricamente.
Artículo 355.—Podrán darse en prenda sin transmisión de posesión los bienes muebles
siguientes
I. a V. ...
Tratándose de bienes referidos en las fracciones III a V, los mismos quedarán comprendidos
de manera automática como bienes pignorados, salvo pacto en contrario.
Artículo 360.—En caso de que en el contrato respectivo se establezca que los bienes
pignorados deban estar asegurados por una cantidad que alcance a cubrir su valor de reposición,
el deudor tendrá la facultad de determinar la compañía aseguradora que se encargará de ello. En
el mencionado seguro deberá designarse como beneficiario al acreedor prendario. Salvo pacto en
contrario, el saldo insoluto del crédito garantizado, se reducirá en una cantidad igual a la del pago
que el acreedor reciba de la institución de seguros. En este último caso, de existir algún
remanente, el acreedor deberá entregarlo al deudor, a más tardar el tercer día hábil siguiente a la
fecha en que lo reciba.
Artículo 363.—Las partes deberán designar perito o acordar las bases para su designación,
cuya responsabilidad será dictaminar, una vez que haya oído a ambas partes, la actualización de
los supuestos previstos en los artículos 361 y 362.
Las partes podrán designar como perito para los efectos de lo dispuesto en este artículo, a un
almacén general de depósito, así como encomendar a éste la guarda y conservación de los bienes
pignorados.
A falta del acuerdo referido en el primer párrafo de este artículo, el perito será designado por
juez competente a solicitud de cualquiera de las partes.
Artículo 365.—El contrato constitutivo de la prenda sin transmisión de posesión, deberá
constar por escrito y cuando el monto del crédito que garantiza sea igual o superior al equivalente
en moneda nacional a doscientos cincuenta mil Unidades de Inversión, las partes deberán ratificar
sus firmas ante fedatario.
El contrato de prenda sin transmisión de posesión será válido desde su constitución y la
nulidad de alguna de sus cláusulas por contravenciones a lo dispuesto en esta ley no producirá la
nulidad de la prenda.
En caso de declararse nula alguna cláusula del contrato de prenda sin transmisión de posesión,
se aplicará supletoriamente lo dispuesto por esta ley.
Artículo 367.—Los acreedores garantizados con prenda sin transmisión de posesión,
percibirán el principal y los intereses de sus créditos del producto de los bienes objeto de esas
garantías, con exclusión absoluta de los demás acreedores del deudor que no sean preferentes.
Artículo 367 Bis.—En caso de que la totalidad o parte de los bienes objeto de la garantía sean
bienes de importación temporal, tratándose de ejecución de la prenda, el juez podrá autorizar que
el acreedor tramite por cuenta del deudor, cuando proceda de conformidad con las disposiciones
aduaneras, la importación definitiva de los bienes para proceder a la venta de los mismos o para
efectos de que queden a disposición del acreedor, en cuyo caso deberá pagarse preferentemente al
erario público con el importe de la venta de los bienes, o a cargo del acreedor en caso de que los
mismos queden a su disposición, los impuestos y derechos que procedan por la importación
definitiva de los mismos. En caso de venta el monto remanente quedará a disposición del
acreedor en los términos de este artículo.
Artículo 369.—La garantía sobre un bien mueble constituida, en términos de esta Sección
Séptima, tiene prelación sobre la garantía hipotecaria, refaccionaría o fiduciaria, si aquélla se
inscribe antes de que el mencionado bien mueble se adhiera, en su caso, al bien inmueble objeto
de dichas garantías, a menos que exista consentimiento del acreedor de la garantía mobiliaria
para que la segunda garantía tenga prelación sobre la mobiliaria.
Artículo 371.—La prenda sin transmisión de posesión, registrada en el Registro Único de
Garantías Mobiliarias, tendrá prelación sobre actos y gravámenes registrables y no registrados y
sobre actos o gravámenes registrados con posterioridad.
Artículo 373.—Se entenderá por adquirente de mala fe, para efectos de lo dispuesto en el
artículo 356 y 398, a toda persona que adquiera, sin consentimiento del acreedor, bienes muebles
del deudor, sabedora por cualquier medio, incluyendo el Registro Único de Garantías
Mobiliarias, de:
I. La existencia de la garantía sobre dichos bienes; y
II. Que la enajenación de dichos bienes se encuentra fuera del curso normal de la actividad
preponderante del deudor.
Las enajenaciones realizadas sin contar con el consentimiento a que se refiere este artículo no
harán que cesen los efectos de la garantía y el acreedor conservará el derecho de persecución
sobre los bienes respectivos con relación a los adquirentes; sin perjuicio de que el acreedor exija
al deudor el pago de los daños y perjuicios que dicha enajenación le cause.
Las enajenaciones realizadas sin contar con la autorización a que se refiere este artículo serán
nulas, por lo que no cesarán los efectos de la garantía y el acreedor conservará el derecho de
persecución sobre los bienes respectivos con relación a los adquirentes; sin perjuicio de que el
acreedor exija al deudor el pago de los daños y perjuicios que dicha enajenación le cause.
Para efectos de la fracción I anterior se entiende por control corporativo la capacidad de una
persona o grupo de personas, de llevar a cabo cualquiera de los actos siguientes:
a) Imponer, directa o indirectamente, decisiones en las asambleas generales de accionistas, de
socios u órganos equivalentes, o nombrar o destituir a la mayoría de los consejeros,
administradores o sus equivalentes, de una persona moral.
b) Dirigir, directa o indirectamente, la administración, la estrategia o las principales políticas
de una persona moral, ya sea a través de la propiedad de valores, por contrato o de cualquier otra
forma.
Artículo 376.—Los actos en los que se haga constar la constitución, modificación, extinción,
cesión y las resoluciones judiciales sobre cancelaciones de la prenda sin transmisión de posesión
a que se refiere esta Sección Séptima, deberán ser inscritos en la Sección Única del Registro
Único de Garantías Mobiliarias del Registro Público de Comercio o, en los casos que proceda, en
el registro especial que corresponda según su naturaleza.
En todo caso, el ejecutor o instructor ejercitará sus funciones en nombre y representación del
fiduciario, pero sin sujetarse a sus instrucciones, obrando en todo momento de conformidad con
lo pactado en el contrato y la legislación aplicable y actuando con independencia e imparcialidad
respecto de los intereses del fideicomitente y fideicomisario.
Para efectos del párrafo anterior, se presume independencia e imparcialidad en el
cumplimiento del contrato, cuando los títulos representativos del capital social, así como las
compras e ingresos del último ejercicio fiscal o del que esté en curso del ejecutor o instructor, no
estén vinculados con alguna de las partes del fideicomiso en más de un diez por ciento.

6. PROCEDIMIENTOS DE EJECUCIÓN
Una vez que hemos delimitado la forma como se constituye la prenda en
materia mercantil, pasaremos a realizar el estudio de los procedimientos que
contemplan las leyes para su ejecución, al vencerse la obligación que con la
misma se garantiza ante el incumplimiento del deudor.
En principio hay que decir que para el caso de que el deudor prendario,
una vez vencida la obligación garantizada, no realice el pago de su adeudo,
el acreedor prendario podrá llevar a cabo diversos procedimientos
tendientes a la recuperación de la cantidad prestada.
Dice así León Bolaffio:[20] “en las relaciones mercantiles, si a pesar de la
retención el deudor no paga, el acreedor realiza la cosa retenida y se cobra
su crédito del precio de la venta con preferencia sobre todos los demás
acreedores. Así, el derecho de retención no es una simple cautela; es la
garantía del pago total al acreedor”.
En relación con el procedimiento de ejecución que se contempla en el
artículo 341 de la Ley de Títulos ahora reformado, que tradicionalmente
contenía y contiene en su ámbito de aplicación, el camino a seguir para
obtener la ejecución de la prenda otorgada en los diversos supuestos de
constitución a los que se refiere el artículo 334 de la ley, al vencerse la
obligación garantizada, se establecía en su texto original y en su parte
relativa “el acreedor podrá pedir al juez que autorice la venta de los bienes o
títulos dados en prenda cuando venza la obligación garantizada”, y el propio
precepto agregaba “de la petición del acreedor se correrá traslado al deudor
y éste, en el término de tres días podrá oponerse a la venta, exhibiendo el
importe del adeudo”.
Se establecía el procedimiento de valuación y se señalaba que el
producto de la venta sería conservado en prenda por el acreedor en
sustitución de los bienes o títulos vendidos.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[21] critica la sustitución de la garantía por venta
del objeto al señalar “si la enajenación se hace para cumplimiento de la
obligación, lo lógico es que el producto de la venta pase a poder del
acreedor y no a crear un valor de sustitución de una obligación ya vencida”.
El artículo relativo contenía evidentes vicios de inconstitucionalidad, ya
que por un lado, al establecer como única posibilidad para el deudor
prendario la de realizar el pago y de ese modo evitar la ejecución en sus
bienes, se le privaba de los mismos sin respeto a una de las más importantes
garantías de seguridad jurídica tutelada por el artículo 14 constitucional
como lo es el derecho de audiencia, ya que para ello no se cumplían las
formalidades esenciales del procedimiento definidas en jurisprudencia por
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a saber: la oportunidad de ser
oído en defensa, la oportunidad probatoria, la de alegar y finalmente la de
que se emitiese una resolución.
Con motivo de lo anterior, la propia Corte determinó declarar la
inconstitucionalidad del precepto relativo en la parte antes señalada, al
considerar que el mismo solamente permitía al deudor oponerse a la venta
de los bienes pignorados, mediante la exhibición del precio y que tal
violación se producía aunque el acreedor adquiriera un derecho real sobre la
cosa dada en prenda, pues el contrato no le transfería la propiedad del bien,
de modo que autorizaba la autoridad judicial al acreedor a vender una cosa
ajena sin darle oportunidad al dueño de ser oído antes de ser privado del
derecho a disponer de la cosa de su propiedad y que dicha privación no
podía ser reparada mediante el juicio que se promoviera en relación con el
cumplimiento y pago de la obligación principal, pues aun si el fallo le fuera
favorable, el deudor no recuperaría la cosa, sino solo el producto de su
venta.[22]
Lo anterior motivó que en la reforma publicada en fecha 23 de mayo de
dos mil, antes referida, se modificara el artículo 341 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, para establecer ahora un procedimiento
que contiene enormes deficiencias y ambigüedades de carácter procesal.
El artículo reformado establece:
Artículo 341.—El acreedor podrá pedir al juez que autorice la venta de los bienes o títulos
dados en prenda, cuando se venza la obligación garantizada.
El juez correrá traslado de inmediato al deudor de dicha petición, notificándole que contará
con un plazo de 15 días contados a partir de la petición del acreedor para oponer las defensas y
excepciones que le asistan, a efecto de demostrar la improcedencia de la misma, en cuyo caso el
juez resolverá en un plazo no mayor a 10 días. Si el deudor no hace valer este derecho, el juez
autorizará la venta.

Así, podemos observar que si bien en el texto ahora vigente se concede


al deudor prendario la oportunidad de oponer defensas y excepciones en
contra de la petición del acreedor, para ello se le concede un plazo de 15
días, que es en sí mismo excesivo, y el expediente pasa a resolución en 10
días, sin la apertura de una dilación probatoria, sin período de alegatos y sin
medios de impugnación, todo lo cual hace que el precepto, aun con la
reforma que concede el derecho de audiencia, mantenga evidentes vicios de
inconstitucionalidad, ya que si bien se respeta la primera de las
formalidades del procedimiento, sigue siendo omiso respecto de las
restantes, como son la de que se conceda a las partes la oportunidad de
rendir pruebas y la de alegar.
Pero lo más preocupante es que si bien se corrige uno de los aspectos de
evidente inconstitucionalidad que contenía el texto original del precepto en
cuestión, en tanto que ahora si se concede en el caso mencionado al deudor
la oportunidad de oponer defensas y excepciones, se mantiene aún el
supuesto que ya contemplaba el texto original del artículo en comento en la
segunda parte de su párrafo tercero que establecía: “En caso de notoria
urgencia y bajo la responsabilidad del acreedor, el juez podrá autorizar la
venta aún antes de hacer la notificación al deudor”.
Como señalábamos, el texto vigente reafirma ese derecho, solamente
agregando que la responsabilidad del acreedor será determinada por el juez.
Nos preguntamos al no precisarlo la Ley, ¿cuáles son los supuestos que
determinan la notoria urgencia? ¿Quién podría si no la autoridad judicial
establecer dicha responsabilidad? ¿En qué se traduce ésta? y ¿mediante qué
procedimiento? En tal caso, la respuesta a la última de estas interrogantes
solamente se puede encontrar en la posible acción de daños y perjuicios que
eventualmente intente el deudor prendario afectado.
Pero nuestra preocupación se centra en la reiteración de un precepto que
es a todas luces violatorio de la garantía de audiencia según hemos expuesto
(y en este punto pedimos se mediten los argumentos antes vertidos, tocante
a la venta del bien, sin oportunidad de oponer defensas y excepciones), ya
que el precepto reitera la autorización que el juez puede conceder al
acreedor prendario para obtener la venta de los bienes pignorados, sin que
el afectado sea notificado de tal autorización. Más grave aún que aquella
venta en la cual cuando menos el deudor era notificado para oponerse a la
misma, exhibiendo el importe del adeudo.[23]
Aun y cuando según vemos resulta claro el criterio establecido por el
más Alto Tribunal, en algo que parece un contrasentido, cabe señalar que en
el caso que nos ocupa, los tribunales federales se han pronunciado por
sostener que no existe violación constitucional al establecer que no hay
daño patrimonial en la esfera económica del deudor, porque se dice que en
principio la garantía se otorgó bajo el consentimiento del propio deudor,
además de que el producto que se obtenga de la venta que del bien
pignorado se realice, se conserva en sustitución de la garantía originalmente
otorgada, y porque de la interpretación que se haga del precepto que
autoriza la venta en tales circunstancias se desprende claramente que
tratándose de una medida que se considera, es de carácter provisional,
otorgada en función de la urgencia del caso, no impide que el deudor pueda,
una vez notificado de la demanda, hacer valer la nulidad del acto, su
prescripción o pago parcial.[24]
Desde nuestro punto de vista el anterior constituye un criterio
lamentable, porque lo cierto es que aun y cuando en un posible juicio
contradictorio el deudor tendría una oportunidad procesal para hacer valer
los referidos argumentos a su favor, de cualquier manera se verá privado de
la propiedad de un bien sin haber sido oído y vencido en el juicio con la
oportunidad que la Constitución establece en el artículo 14, ya que no
estamos en presencia de un acto de molestia, como sería propiamente el
embargo del bien, que preceda a la oportunidad de dar contestación a la
demanda y antes de la autorización para la venta, sino de un auténtico acto
de privación, porque como consecuencia del procedimiento de remate
autorizado por el juez, el bien pasará a ser propiedad de un tercero, sin que
el deudor pueda hacer nada para evitar tal trasgresión constitucional,
produciéndose así un evidente daño patrimonial en su perjuicio, sin que le
sean respetadas las formalidades esenciales del procedimiento, tuteladas por
el artículo 14 constitucional.
En relación con la constitucionalidad del precepto referido, DÍAZ
BRAVO[25] compartiendo las preocupaciones que hemos externado, sostiene
que después de una serie increíble de cambios de criterio por parte de la
SCJN en cuanto a la constitucionalidad o no del artículo 341, que el propio
autor consideró siempre inconstitucional, en su nuevo texto el precepto ha
venido a reconocerlo, y tocante al supuesto en el cual el acreedor puede
pedir al juez ordene la venta de los bienes en casos de notoria urgencia
refiere que le sigue pareciendo inconstitucional sin que para desvirtuar
dicha opinión resulten convincentes los supuestos del nuevo texto legal.
Carlos DÁVALOS por su parte señala:[26]
el quid pro quo todavía no analizado en juicio de forma que se conozca por el Pleno (de la Corte)
radica en que la garantía de previa audiencia está garantizada pero solo en cuanto al derecho de
propiedad y no respecto del derecho de posesión, el cual, sin asomo de duda efectivamente es
violentado sin que el deudor se oiga y venza en forma alguna

Y más adelante agrega


como sea, se debe recordar que si una prenda se vende porque el deudor no haya cumplido con la
obligación, que con aquella garantizó, el dinero obtenido de la venta no será del acreedor sino
que seguirá siendo del deudor y su destino final se resolverá solo al término del juicio. Así, la
utilidad de la prenda prevalece: garantizar, no pagar.

No compartimos la opinión referida, ya que de cualquier manera y aun y


cuando en un primer momento el deudor prendario sea solamente privado
de la posesión, frente a la notoria urgencia del caso sin que el texto legal
precise en qué consiste la misma o los supuestos relativos, lo cierto es que
sin audiencia de su parte, será privado de la propiedad del bien, al ser
autorizada su venta, por lo cual carece de relevancia el contenido del
derecho, sea de posesión o bien de propiedad, además de que aun
obteniendo sentencia favorable en el eventual juicio contradictorio, no
recuperaría el bien sino solo el producto de su venta.
El anterior, como vemos, constituye un procedimiento especial, de
acuerdo con el criterio que en interpretación de la ley han establecido los
tribunales federales.[27]
En otro orden de ideas, cabe señalar que por otro lado la reforma a la ley
referida mantiene vigente el llamado “pacto comisorio”, que contempla el
artículo 344 al señalar que el acreedor prendario no podrá hacerse dueño de
los bienes o títulos dados en prenda, sin el expreso consentimiento del
deudor.
Finalmente, cabe recordar que con motivo del decreto de reformas y
adiciones publicado en el Diario Oficial de la Federación el 23 de mayo de
2000, ya mencionado, también se incorporó un nuevo Título denominado
Tercero Bis, al Libro Quinto del Código de Comercio con un nuevo artículo
114 bis, del 1 al 20, que incluye dos capítulos, a saber: uno relativo al
procedimiento extrajudicial y el otro al procedimiento de ejecución judicial
tanto del fideicomiso de garantía como de la prenda constituida sin
trasmisión de posesión, al que nos hemos referido.
Conforme al nuevo título, ante el eventual incumplimiento del
fideicomitente o deudor prendario, en la prenda constituida sin trasmisión
de posesión, se dará lugar al seguimiento de un procedimiento de ejecución
que puede serlo de carácter extrajudicial o bien de índole propiamente
judicial.[28]

NOTAS

[1] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Diccionario de Derecho Mercantil, op. cit.,
Universidad Nacional Autónoma de México y Porrúa, México, 2001. p.382.
[2] Cfr., ROJINA VILLEGAS, Rafael, Compendio de Derecho Civil, op. cit., pp. 456 y 457.
[3] DE PINA, Rafael, op. cit., p. 206.
[4] MUÑOZ, Luis, Teoría General del Contrato, Cárdenas Editor y Distribuidor, México, 1973,
p.115.
[5] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 411.
[6] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p.513.
[7] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., p. 413.
[8] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 233.
[9] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 237.
[10] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 231.
[11] Ibid., p. 233.
[12] Cfr., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 234.
[13] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 226.
[14] DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 733.
[15] Ibid, p. 229.
[16] Refiere VÁZQUEZ DEL MERCADO que la prenda en esta forma implica que los bienes que la
constituyen quedan en posesión del deudor, en consideración a que el desarrollo de la empresa así lo
requiere, toda vez que desposeer de ellas al deudor podría implicar la paralización de la misma.
VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, Contratos Mercantiles, op. cit., p. 412.
[17] En efecto, con motivo de la reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 23
de mayo de 2000, se adiciona entre otros el artículo 346 que establece: “La prenda sin trasmisión de
posesión constituye un derecho real sobre bienes muebles que tiene por objeto garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago, conservando el deudor la posesión
material de tales bienes. Excepcionalmente, podrá pactarse que el acreedor o un tercero tenga la
posesión material de los bienes pignorados”. Se destaca para el caso de ejecución de la garantía, el
contenido del segundo párrafo del artículo relativo que establece: “En cualquier caso, el proceso de
ejecución de la garantía se sujetará a lo establecido por el Libro Quinto, Título Tercero bis del Código
de Comercio”.
[18] Véase CASTRILLÓN Y LUNA, Víctor M., Prenda Mercantil, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas y Porrúa, Tomo IV, Nuevo Diccionario Jurídico Mexicano, Porrúa, México, 2001, p. 2965.
[19] CERVANTES AHUMADA, op. cit., p. 286.
[20] BOLAFFIO, León, op. cit., p. 412.
[21] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 238.
[22] Por la relevancia que para nuestro estudio tiene la tesis emitida por la Corte, a continuación
se realiza su trascripción: PRENDA, EL ARTÍCULO 341 DE LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE
CRÉDITO ES INCONSTITUCIONAL POR VIOLACIÓN A LA GARANTÍA DE AUDIENCIA.—El procedimiento establecido
en el artículo 341 de la Ley Genera! de Títulos y Operaciones de Crédito, por virtud del cual el
acreedor prendario puede obtener la autorización judicial para la venta del bien dado en prenda, con
el propósito de sustituir dicho bien por su valor en numerario es contrario a la garantía de audiencia
consagrada en el artículo 14 constitucional porque sólo permite al deudor oponerse a la venta
mediante la exhibición del importe del adeudo, sin darle la oportunidad de oponer y acreditar todas
las defensas y excepciones que le asistan, para demostrar la improcedencia de la solicitud del
acreedor sin que sea el caso de considerar que esta deficiencia de la norma de que se trata pueda ser
colmada mediante la aplicación supletoria de las reglas del Código de Comercio que establecen las
formalidades propias de un juicio, pues los términos empleados por el legislador revelan con claridad
su intención de establecer un procedimiento privilegiado incompatible, por su propia naturaleza, con
las normas aplicables a los juicios mercantiles. La violación a la garantía de audiencia se produce
aunque el acreedor adquiera un derecho real sobre la cosa dada en prenda, pues el contrato de prenda
no le transfiere la propiedad del bien, sino que ésta permanece en la esfera del deudor, quien conserva
para sí los poderes de dueño, excepto el de la tenencia material de la cosa cuando así se pacte, e
incluso puede el deudor enajenar la cosa a un tercero, conservando la garantía; en ese sentido, de
acuerdo con el artículo en cuestión, la autoridad judicial autoriza al acreedor a vender una cosa ajena,
sin darle oportunidad al dueño de ser oído y vencido en juicio antes de ser privado del derecho a
disponer de una cosa de su propiedad y, como consecuencia del derecho de usar y disfrutar de la
misma, lo cual significa una violación a la garantía de audiencia considerando que dicha privación no
podía ser reparada mediante el juicio que eventualmente se promoviera en relación con el
cumplimiento y pago de la obligación principal garantizada, pues, aun si el fallo fuera favorable al
deudor, éste no recuperaría la cosa sino sólo el producto de su venta.
Amparo en revisión 161/94. Jorge Armando López Estolano. 6 de noviembre de 1995. Mayoría
de 6 votos. Ponente; Guillermo I. Ortíz Mayagoitia. Secretario José Luis Alducin Fresno.
Amparo en revisión 1742/94. María del Refugio Fragoso Valenzuela. 6 de noviembre de 1995.
Mayoría de 6 votos. Ponente; Guillermo Ortiz Mayagoitia. Secretario: Homero Fernando Reed
Ornelas.
Amparo en revisión 184/95. Felipe Gutiérrez Seldner. 6 de noviembre de 1995. Mayoría de 6
votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretaria: Adriana Campuzano de Ortiz.
Amparo en revisión 2201/95. Artemisa Velásquez Verdín de Velasco. 6 de noviembre de 1995.
Mayoría de 6 votos. Ponente: José de Jesús Pelayo. Secretario: Jorge Carenzo Rivas. Pleno.
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. 9a. Época. Tomo II. Diciembre de 1995, Tesis P.
CXXI/95, p. 239.
[23] Sobre el particular, a continuación se transcribe la jurisprudencia establecida por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, de cuya lectura se podrá apreciar que el precepto que
autoriza la venta de los bienes pignorados sin dar al deudor prendario la oportunidad de ser oído en
defensa, es contrario al texto constitucional: FORMALIDADES ESENCIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE
GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO.—La garantía de audiencia
establecida por el artículo 14 constitucional consiste en otorgar al gobernado la oportunidad de
defensa previamente al acto privativo de la vida, libertad, propiedad, posesiones o derechos, y su
debido respeto impone a las autoridades, entre otras obligaciones, la de que en el juicio que se siga
“se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento”. Estas son las que resultan necesarias
para garantizar la defensa adecuada antes del acto de privación y que, de manera genérica, se
traducen en los siguientes requisitos: 1) La notificación del inicio del procedimiento y sus
consecuencias; 2) La oportunidad de ofrecer y desahogar las pruebas en que se finque la defensa; 3)
La oportunidad de alegar; y 4) El dictado de una resolución que dirima las cuestiones debatidas. De
no respetarse estos requisitos, se dejaría de cumplir con el fin de la garantía de audiencia, que es
evitar la indefensión del afectado. P./J. 47/95.
Amparo directo en revisión 2961/90. Ópticas Devlyn del Norte, S. A. 12 de marzo de 1992.
Unanimidad de diecinueve votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ma. Estela Ferrer
Mac Gregor Poisot.
Amparo directo en revisión 1080/91. Guillermo Cota López. 4 de marzo de 1993. Unanimidad
de dieciséis votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretaria: Adriana Campuzano de Ortiz.
Amparo directo en revisión 5113/90. Héctor Salgado Aguilera. 8 de septiembre de 1994.
Unanimidad de diecisiete votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretario: Raúl Alberto Pérez Castillo.
Amparo directo en revisión 933/94. Blit, S. A. 20 de marzo de 1995. Mayoría de nueve votos.
Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ma. Estela Ferrer Mac Gregor Poisot.
Amparo directo en revisión 1694/94. María Eugenia Espinosa Mora. 10 de abril de 1995.
Unanimidad de nueve votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Ma. Estela Ferrer Mac
Gregor Poisot.
El Tribunal Pleno en su sesión privada celebrada el veintitrés de noviembre en curso, por
unanimidad de once votos de los ministros: presidente José Vicente Aguinaco Alemán, Sergio
Salvador Aguirre Anguiano, Mariano Azuela Güitrón, Juventino V. Castro y Castro, Juan Díaz
Romero, Genaro David Góngora Pimentel, José de Jesús Gudiño Pelayo, Guillermo I. Ortiz
Mayagoitia, Humberto Román Palacios, Olga María Sánchez Cordero y Juan N. Silva Meza; aprobó,
con el número 47/1995 (9a.) la tesis de jurisprudencia que antecede; y determinó que las votaciones
de los precedentes son idóneas para integrarla. México, Distrito Federal, a veintitrés de noviembre de
mil novecientos noventa y cinco. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. Novena Época. Tomo II, Diciembre de 1995. Tesis: P./J. 47/95 Página: 133. Tesis de
Jurisprudencia.
[24] En relación con este aspecto a continuación se transcribe el criterio sustentado por el
Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Tercer Circuito. PRENDA. VENTA DE BIENES OTORGADOS
EN.—No es verdad que sea necesaria la promoción de un juicio formal, para pedir la autorización de
la venta de los bienes otorgados en prenda, pues el artículo 341 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, faculta a los acreedores que gozan de un crédito de esa naturaleza, para que,
como medida precautoria pidan al juez autorice la venta de los bienes dados en prenda, como
tampoco lo es que tal medida, prive a los deudores de la garantía de audiencia, pues, en primer lugar,
dicha determinación es provisional, explicable en función de la urgencia de llevarla a cabo, en
segundo, porque se celebra bajo el consentimiento de los deudores, quienes la otorgaron al celebrar el
contrato relativo y, tercero, porque la garantía de audiencia quedará satisfecha una vez iniciado el
juicio y se emplace al deudor, en el cual podrá alegar, en todo caso, sobre la exigibilidad de la
obligación principal, nulidad, prescripción, pago parcial o total, etcétera, el producto de la venta no lo
recibe el acreedor de inmediato, en pago, sino que lo conserva en depósito, para que su destino se
decida en el mismo pleito; Esto es, una vez dilucidadas las cuestiones que hubiesen planteado.
Amparo en revisión 561/92. Héctor Rogelio Ocampo Salazar y coagraviados. 18 de febrero de 1993.
Unanimidad de votos. Ponente Carlos Arturo González Zárate. Secretario José Luis Fernández
Jaramillo. Semanario Judicial de la Federación. Octava Época. Tomo XII. Noviembre de 1993.
Tribunales Colegiados. Página 398.
[25] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 226.
[26] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 740.
[27] En efecto, los Tribunales Colegiados de Circuito emitieron el criterio que publicado en el
Semanario Judicial de la Federación bajo el Tomo: VI, Segunda Parte-1, Julio a Diciembre de 1990,
visible en la página 225, se transcribe a continuación: PRENDA, PROCEDIMIENTO ESPECIAL DE VENTA. NO LO
DEROGAN LAS REFORMAS A LOS JUICIOS MERCANTILES.—Al establecerse en el artículo 341 de la Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito un procedimiento mercantil especial y diverso de los de
naturaleza contenciosa, a los que el Código de Comercio se refiere como juicios ordinarios o
ejecutivos, es evidente que no existe oposición entre ese precepto y lo señalado en el artículo 1055
del Código en cita, puesto que no se establece un tipo de juicio diverso de los indicados, sino un
procedimiento de otra índole, de manera que las disposiciones que rigen los juicios ordinarios y los
ejecutivos de naturaleza mercantil, al igual que las reformas contenidas en el decreto publicado en el
Diario Oficial de la Federación de cuatro de enero de mil novecientos ochenta y nueve, resultan
inaplicables al procedimiento especial para venta de bienes otorgados en prenda y, por ende, no se
produce la oposición que, según lo alegado por la acreditada, da lugar a que se estime derogado el
precepto de la ley mercantil citado. Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito.
Amparo directo 2985/89. Auto Express Juárez, S. A. de C. V. 12 de julio de 1990. Unanimidad de
votos. Ponente: José Luis Caballero Cárdenas. Secretaria: Ana Rosa Granados Guerrero.
[28] Véase contrato de fideicomiso, procedimientos de ejecución.
TÍTULO CUARTO

CONTRATOS BURSÁTILES
CAPÍTULO I

CONTRATO DE INTERMEDIACIÓN BURSÁTIL

Nos dice BARRERA GRAF[1] que la intermediación en los actos y negocios


jurídicos es, si no esencial, cuando menos, característica peculiar y
constante en el derecho mercantil, configurada en torno a la figura del
comerciante, y que en él persiste, no obstante el cambio ocurrido a partir del
Código francés de 1808, para convertirse en derecho objetivo de los actos
de comercio, y que perdura en el nuevo derecho mercantil de la empresa,
porque se realiza por su empresario, que es también un intermediario
respecto de sus productos o servicios, y agrega que la función de la
intermediación es realizada tanto por los comerciantes, como por los
auxiliares independientes como son los corredores y los agentes de
comercio.
Refiere también, que el origen y las funciones del mediador, distinto al
o a los contratos que se celebren después, a virtud de su intervención,
distingue dos partes: quien contrata sus servicios y el propio mediador, y en
seguida un tercero que se adhiere (adiectus solutionis causa) que acepta la
intervención del mediador, y conviene los términos y condiciones del
contrato final que éste le proponga.[2]
Son las bolsas de valores los lugares en los cuales se realizan las
operaciones de compra y venta de títulos y documentos de carácter
mercantil.
Su origen, a decir de Manuel PIZARRO LEÓN[3] se remonta en el tiempo de
los romanos al Colegio Mercatorum, y en el siglo XIII, o principios del XIV, a
las reuniones en Brujas en el hotel Van der Beurse.
Por lo que al vocablo bolsa se refiere, señala que su origen se atribuye a
la casa de una familia noble o patricia terburse que el escudo de armas tenía
tres bolsas y posteriormente a una plaza en la que se encontraban las logge
de los mercaderes italianos, pero que fue en Amberes, Bélgica, donde se
fundó la primera bolsa general en 1460, aunque ya en 1304 se había creado
en París el Pont au Change, con Felipe IV, que de hecho constituye la
primera bolsa.[4]
Cuando una persona desea participar en el mercado de valores, que es
ante todo de carácter especulativo, al no poder realizarlo de manera directa,
debe contratar los servicios de un operador bursátil, quien es el único
autorizado para llevar a cabo ese tipo de operaciones.
Se trata, dice Barrera Graf,[5] de un contrato escrito en el que el cliente
otorga mandato (rectius representación) a la Casa de Bolsa, para que ésta,
autorizada por la ley, que establece los lineamientos a los que quedan
sometidas, mediante un manejo discrecional o bien por instrucciones
específicas, realice las operaciones bursátiles contenidas en los contratos
que al efecto celebren.
Dentro de las múltiples ventajas que ofrecen las bolsas se encuentran las
de que facilitan la transacción de toda clase de valores concentrados en un
recinto al que concurren o acceden de manera directa o bien por medio de
las terminales electrónicas los intermediarios financieros realizando sus
operaciones con gran rapidez y regularidad, y estableciendo equilibrios ente
la oferta y la compra, todo lo cual se realiza en un marco jurídico que
garantice la legalidad de las operaciones, que son de carácter
eminentemente especulativas.
Dicen Carlos BOLLINI SHAW y Mario GOFFAN[6] que se trata de
operaciones de compraventa para la transferencia de títulos contra el pago
de un precio, y que tiene como objetivo generalmente la especulación, entre
el precio del título al momento de concretar la compraventa y el de
ejecución del contrato, estableciéndose un término para su ejecución y en
donde se difiere el cumplimiento de las prestaciones.
Para Sánchez Calero[7] se trata de un contrato de comisión bursátil, en el
cuál, en sentido estricto, ha de referirse a aquél en el que son partes el
comitente que desea desprenderse de los valores en el caso de comisión de
venta, o de adquirirlos, en el caso de comisión de compra, y la sociedad o
agencia de valores que tenga la condición de miembro de alguna bolsa.
De conformidad con lo dispuesto por el artículo 2 fracción XV de la
Ley del Mercado de Valores, se considera Intermediación con valores, la
realización habitual y profesional de cualquiera de las actividades que a
continuación se indican:
a) Actos para poner en contacto oferta y demanda de valores;
b) Celebración de operaciones con valores por cuenta de terceros como comisionista,
mandatario o con cualquier otro carácter, interviniendo en los actos jurídicos que correspondan
en nombre propio o en representación de terceros, y;
c) Negociación de valores por cuenta propia con el público en general o con otros
intermediarios que actúen de la misma forma o por cuenta de terceros.

Por otro lado SÁNCHEZ CALERO[8] señala que el contrato de compraventa


bursátil en el que participan sociedades o agencias de valores por cuenta
ajena, va precedido por dos contratos de comisión, a saber: uno de compra,
en el que el comitente da la orden a la sociedad o agencia de que compre
valores, y otro de venta, en el que otro comitente da la orden a la sociedad o
agencia de que venda unos valores. Desde luego el intermediario bursátil
que participa en ambas operaciones puede ser diverso o bien el mismo.
Vázquez del Mercado[9] dice que en sentido técnico, las bolsas de
valores son el instrumento dispuesto para facilitar las operaciones sobre
títulos de crédito emitidos en masa, que se concentran en un lugar en el que
por la participación de intermediarios, casas o agentes de bolsa, se realizan
las contrataciones en forma oficial. Las bolsas de valores representan la
actividad del mercado de capitales, el aspecto altamente organizado del
mercado financiero.
Cabe señalar que de conformidad con el artículo 3, fracción XXIV de la
Ley del Mercado de Valores, por tales se entiende:
las acciones, partes sociales, obligaciones, bonos, títulos opcionales, certificados, pagarés, letras
de cambio y demás títulos de crédito, nominados o innominados, inscritos o no en el Registro,
susceptibles de circular en los mercados de valores a que se refiere la ley, que se emitan en serie o
en masa y representen el capital social de una persona moral, una parte alícuota de un bien o la
participación en un crédito colectivo o cualquier derecho de crédito individual, en los términos de
las leyes nacionales o extranjeras aplicables.

En el artículo 7 de la ley se señala que los valores, para ser objeto de


oferta pública dentro del territorio nacional, deberán estar inscritos en el
Registro Nacional de Valores.
La oferta en el extranjero, de valores emitidos en los Estados Unidos
Mexicanos o por personas morales mexicanas, en forma directa o a través
de fideicomisos o figuras similares o equivalentes, deberá notificarse a la
Comisión describiendo las principales características de la oferta y
ajustándose a las disposiciones de carácter general que al efecto expida la
Comisión.
Las personas que realicen oferta de valores conforme a lo señalado en el
párrafo anterior, deberán consignar expresamente en el documento
informativo que utilicen para su difusión, que los valores objeto de la oferta
no podrán ser ofrecidos públicamente en territorio nacional.
Por su parte el artículo 8 establece que la oferta privada de valores no
inscritos en el Registro Nacional de Valores en territorio nacional podrá
efectuarse por cualquier persona, siempre que cumpla con alguno de los
requisitos siguientes:
I. Se realice exclusivamente a inversionistas institucionales o calificados.
II. Se ofrezcan valores representativos del capital social de personas morales, o sus
equivalentes, a menos de cien personas, con independencia de que sean de una o más clases o
series.
III. Se realice al amparo de planes o programas aplicables en forma general a empleados o
grupos de empleados de la sociedad que emita los valores o personas morales que ésta controle o
que la controlen.
IV. Se efectúe a accionistas o socios de personas morales que realicen su objeto social
exclusiva o preponderantemente con éstos.

La Comisión, ajustándose a los lineamientos que apruebe su Junta de


Gobierno, estará facultada para autorizar la realización de ofertas privadas
distintas de las señaladas en las fracciones anteriores, para lo cual tomará en
consideración los medios de difusión que habrán de utilizarse, el número y
tipo de inversionistas a los que pretenda dirigirse la oferta correspondiente,
la distribución de los valores, así como los términos y condiciones que se
pretendan estipular.

1. CONCEPTO
El contrato de intermediación bursátil es aquél por virtud del cual un
sujeto concede a la casa de bolsa debidamente autorizada y constituida para
tal fin, la facultad de representación para que ésta realice diversas
operaciones de compraventa de valores cotizables en la bolsa de valores,
inscritos en el Registro Nacional de Valores, mediante el pago de una
contraprestación.
Para CARVALLO YÁÑEZ[10] es la actividad mediante la cual una persona
moral debidamente facultada por las autoridades financieras pone en
contacto al oferente de valores con el demandante de éstos, solamente
realizable por sociedades que se encuentran inscritas en el Registro
Nacional de Valores e Intermediarios que podrán intermediar con valores
inscritos en la sección de valores o especial del mismo registro.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato intermediación bursátil es típico, real, principal, formal, de
tracto sucesivo, bilateral, oneroso, conmutativo, y traslativo de dominio.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley de Mercado de
Valores, y asimismo le son aplicables las disposiciones de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, además de las disposiciones relativas a
los fideicomisos en que intervienen casas de bolsa.
Es real porque se perfecciona con la entrega de los títulos que serán
materia de la operación bursátil.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado siempre por escrito.
En el artículo 202 de la Ley se señala que la falta de la forma exigida
por la ley o por convenio de las partes, respecto de los actos o las
operaciones que sean contratadas entre las casas de bolsa y su clientela
inversionista, produce la nulidad relativa de dichos actos u operaciones.
En el evento de modificaciones a los contratos, dichos intermediarios
enviarán a su clientela, debidamente firmado por su representante legal, vía
correo registrado con acuse de recibo y precisamente al último domicilio
que les haya sido notificado por el cliente, el convenio modificatorio
relativo, cuyos términos podrán ser objetados dentro de los veinte días
hábiles siguientes a la fecha de su recepción. De no hacerlo así, transcurrido
ese plazo, el convenio se tendrá por aceptado y surtirá plenos efectos
legales, aun sin contener la firma del cliente.
Previamente a la conclusión del plazo establecido en el párrafo anterior,
cualquier acto o instrucción realizados por el cliente de acuerdo a los
términos del convenio modificatorio, se tendrá como una aceptación del
mismo, surtiendo plenos efectos legales.
Cuando las partes hayan convenido el uso de telégrafo, télex, telefax, o
cualquier otro medio electrónico, de cómputo o de telecomunicaciones, las
modificaciones a los contratos que tengan celebrados podrán realizarse a
través de los mismos, observando el plazo y las modalidades para la
manifestación del consentimiento a que se refiere este artículo.
Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden
durante un período determinado de tiempo que es el establecido en cada
caso en el contrato, en el cual los títulos estarán sujetos a negociación por
parte del intermediario bursátil.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración, por lo que a las condiciones del contrato celebrado entre ambas
partes se refiere, pero será aleatorio en el aspecto que se relaciona con los
precios en los que se colocarán en venta los títulos, porque tal situación es
imposible establecerla anticipadamente, en la medida en que dependerá de
su cotización cotidiana.
Finalmente, es traslativo de dominio, porque los títulos serán
transferidos en propiedad a favor del inversionista bursátil.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Por lo que al inversionista bursátil se refiere, cabe recordar que la
intermediación bursátil no se puede realizar por el inversionista de manera
directa, de modo que si desea participar en el mercado de valores, debe
contratar los servicios de una casa de bolsa, la cual constituye entidad
financiera, que es la única autorizada para celebrar ese tipo de operaciones
por cuenta de sus clientes, ante la bolsa de valores, lo que realizan mediante
el contrato de intermediación bursátil.
En el artículo 2, fracción XV de la ley del Mercado de Valores se
señala:
XV. Intermediación con valores, es la realización habitual y profesional de cualquiera de las
actividades que a continuación se indican:
a) Actos para poner en contacto oferta y demanda de valores.
b) Celebración de operaciones con valores por cuenta de terceros como comisionista,
mandatario o con cualquier otro carácter, interviniendo en los actos jurídicos que correspondan
en nombre propio o en representación de terceros.
c) Negociación de valores por cuenta propia con el público en general o con otros
intermediarios que actúen de la misma forma o por cuenta de terceros.

En lo tocante a la otra parte del contrato, como es la Casa de Bolsa, en


el artículo 114 de la ley se señala que para organizarse y operar como casa
de bolsa se requiere autorización de la Comisión, previo acuerdo de su
Junta de Gobierno. Dicha autorización, se otorgará a las sociedades
anónimas organizadas de conformidad con las disposiciones especiales que
se contienen en el ordenamiento legal y, en lo no previsto por éste, en lo
dispuesto en la Ley General de Sociedades Mercantiles. Por su naturaleza,
estas autorizaciones serán intransmisibles y no implicarán certificación
sobre la solvencia de la casa de bolsa de que se trate.
Las autorizaciones que al efecto se otorguen, así como sus
modificaciones, se publicarán en el Diario Oficial de la Federación a costa
del interesado.
Complementariamente, en el artículo 234 de la ley se señala:
Artículo 234.—Para organizarse y operar como bolsa de valores se requiere concesión del
Gobierno Federal, la cual será otorgada discrecionalmente por la Secretaría, oyendo la opinión de
la Comisión, a las sociedades anónimas organizadas de conformidad con las disposiciones
especiales que se contienen en el presente ordenamiento legal y, en lo no previsto por éste, en lo
dispuesto en la Ley General de Sociedades Mercantiles.
El otorgamiento de la concesión se resolverá en atención al mejor desarrollo y posibilidades
del mercado.
Las concesiones que al efecto se otorguen, así como sus modificaciones, se publicarán en el
Diario Oficial de la Federación a costa del interesado.

Para desarrollar sus actividades de intermediación, de conformidad con


lo dispuesto por el artículo 171 de la Ley del Mercado de Valores, las Casas
de Bolsa tienen las facultades que se señalan a continuación:
Artículo 171.—Las casas de bolsa podrán realizar las actividades y proporcionar los servicios
siguientes, ajustándose a lo previsto en esta Ley y demás disposiciones de carácter general que al
efecto expida la Comisión:
I. Colocar valores mediante ofertas públicas, así como prestar sus servicios en ofertas públicas
de adquisición. También podrán realizar operaciones de sobreasignación y estabilización con los
valores objeto de la colocación.
II. Celebrar operaciones de compra, venta, reporto y préstamo de valores, por cuenta propia o
de terceros, así como operaciones internacionales y de arbitraje internacional.
III. Fungir como formadores de mercado respecto de valores.
IV. Conceder préstamos o créditos para la adquisición de valores con garantía de éstos.
V. Asumir el carácter de acreedor y deudor ante contrapartes centrales de valores, así como
asumir obligaciones solidarias respecto de operaciones con valores realizadas por otros
intermediarios del mercado de valores, para los efectos de su compensación y liquidación ante
dichas contrapartes centrales, de las que sean socios.
VI. Efectuar operaciones con instrumentos financieros derivados, por cuenta propia o de
terceros.
VII. Promover o comercializar valores.
VIII. Realizar los actos necesarios para obtener el reconocimiento de mercados y listado de
valores en el sistema internacional de cotizaciones.
IX. Administrar carteras de valores tomando decisiones de inversión a nombre y por cuenta de
terceros.
X. Prestar el servicio de asesoría financiera o de inversión en valores, análisis y emisión de
recomendaciones de inversión.
XI. Recibir depósitos en administración o custodia, o en garantía por cuenta de terceros, de
valores y en general de documentos mercantiles.
XII. Fungir como administrador y ejecutor de prendas bursátiles.
XIII. Asumir el carácter de representante común de tenedores de valores.
XIV. Actuar como fiduciarias.
XV. Ofrecer a otros intermediarios la proveeduría de servicios externos necesarios para la
adecuada operación de la propia casa de bolsa o de dichos intermediarios.
XVI. Operar con divisas y metales amonedados.
XVII. Recibir recursos de sus clientes por concepto de las operaciones con valores o
instrumentos financieros derivados que se les encomienden.
XVIII. Recibir préstamos y créditos de instituciones de crédito u organismos de apoyo al
mercado de valores, para la realización de las actividades que les sean propias.
XIX. Emitir obligaciones subordinadas de conversión obligatoria a títulos representativos de
su capital social, ajustándose a lo dispuesto en el artículo 64 de la Ley de Instituciones de
Crédito, así como títulos opcionales y certificados bursátiles, para la realización de las
actividades que les sean propias.
XX. Invertir su capital pagado y reservas de capital con apego a esta Ley.
XXI. Fungir como liquidadoras de otras casas de bolsa.
XXII. Actuar como distribuidoras de acciones de sociedades de inversión.
XXIII. Celebrar operaciones en mercados del exterior, por cuenta propia o de terceros, en este
último caso, al amparo de fideicomisos, mandatos o comisiones y siempre que exclusivamente
las realicen por cuenta de clientes que puedan participar en el sistema internacional de
cotizaciones. Lo anterior, sin perjuicio de los servicios de intermediación que presten respecto de
valores listados en el sistema internacional de cotizaciones de las bolsas de valores.
XXIV. Ofrecer servicios de mediación, depósito y administración sobre acciones
representativas del capital social de personas morales, no inscritas en el Registro, sin que en
ningún caso puedan participar por cuenta de terceros en la celebración de las operaciones.
XXV. Las análogas, conexas o complementarias de las anteriores, que les sean autorizadas por
la Secretaría, mediante disposiciones de carácter general.
Las disposiciones que expida la Comisión conforme a este artículo no podrán referirse a
aquellas actividades y servicios cuya regulación esté conferida por ésta u otras leyes a la
Secretaría o al Banco de México.

Además, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 9 de la ley, la


intermediación con valores inscritos en el Registro solo podrá
proporcionarse por entidades financieras autorizadas, conforme a lo
previsto en ésta u otras leyes, para actuar como intermediarios del mercado
de valores.
Los intermediarios del mercado de valores podrán otorgar el servicio de
intermediación de valores no inscritos en el Registro, solo respecto de
acciones representativas del capital social de personas morales, ajustándose
a lo establecido en esta Ley.
Las actividades de intermediación con valores que se operen en el
extranjero o emitidos conforme a leyes extranjeras, susceptibles de ser
listados en el sistema internacional de cotizaciones de una bolsa de valores,
únicamente podrán proporcionarse a través de dicho sistema.
Salvo lo señalado en los párrafos anteriores, la compra y venta de
valores podrá realizarse por cualquier persona siempre que esta Ley no
establezca lo contrario.
Además, en el artículo 113:
Los intermediarios del mercado de valores serán:
I. Casas de bolsa.
II. Instituciones de crédito.
III. Sociedades operadoras de sociedades de inversión y administradoras de fondos para el
retiro.
IV. Sociedades distribuidoras de acciones de sociedades de inversión y entidades financieras
autorizadas para actuar con el referido carácter de distribuidoras.
Las casas de bolsa, en su organización y funcionamiento, se ajustarán a lo previsto en esta
Ley.
Las instituciones de crédito, las sociedades operadoras de sociedades de inversión, las
administradoras de fondos para el retiro, las sociedades distribuidoras de acciones de sociedades
de inversión y las entidades financieras autorizadas para actuar con el referido carácter de
distribuidoras, en su organización y funcionamiento deberán observar lo establecido en las leyes
del sistema financiero que las rijan y demás disposiciones que emanen de ellas.

Así dice Sánchez Calero[11] que las operaciones deben realizarse con la
participación obligatoria de al menos una entidad que ostente la condición
de miembro del correspondiente mercado, sin lo cual serían nulas de pleno
derecho, de lo que puede deducirse que tendrán la condición de operaciones
bursátiles, las trasmisiones a título de compraventa de los valores
negociados en bolsa con la participación obligatoria de, al menos una
sociedad o agencia de valores y bolsa.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


En lo relativo a las operaciones contenidas en los contrato de
intermediación bursátil, en la Sección V de la Ley del Mercado de Valores,
denominada: De la contratación, que incluye a los artículos del 199 al 203,
se establece:
Artículo 199.—Las operaciones que las casas de bolsa celebren con su clientela inversionista
y por cuenta de la misma, se regirán por las previsiones contenidas en los contratos de
intermediación bursátil que al efecto celebren por escrito, salvo que, como consecuencia de lo
dispuesto en ésta u otras leyes, se establezca una forma de contratación distinta.
Por medio del contrato de intermediación bursátil, el cliente conferirá un mandato para que,
por su cuenta, la casa de bolsa realice las operaciones autorizadas por esta Ley, a nombre de la
misma casa de bolsa, salvo que, por la propia naturaleza de la operación, deba convenirse a
nombre y representación del cliente, sin que en ambos casos sea necesario que el poder
correspondiente se otorgue en escritura pública.
Artículo 200.—Como consecuencia del contrato de intermediación bursátil:
I. La casa de bolsa en el desempeño de su encargo actuará conforme a las instrucciones del
cliente que reciba el apoderado para celebrar operaciones con el público designado por la propia
casa de bolsa, o el que en su ausencia temporal la misma casa de bolsa designe. Cualquier
sustitución definitiva del apoderado designado para manejar la cuenta será comunicada al cliente,
asentando el nombre y, en su caso, el número del nuevo apoderado facultado, en el estado de
cuenta del mes en que se produzca la sustitución.
Los clientes podrán instruir la celebración de operaciones a través de representantes legales
debidamente acreditados, o bien, por conducto de personas autorizadas por escrito para tal efecto
en el propio contrato.
La casa de bolsa podrá asesorar a sus clientes en las inversiones que en su caso se realicen,
estipulando al efecto las responsabilidades que deriven de su asesoría, con independencia de si en
el contrato se conviene o no el manejo discrecional.
Se entenderá que las casas de bolsa prestan servicios asesorados cuando efectúen
recomendaciones personalizadas por cualquier medio a sus clientes o dicha entidad realice
operaciones en contratos discrecionales sin que medie participación del cliente. Cuando las casas
de bolsa ejecuten lisa y llanamente las instrucciones que sus clientes les transmitan, se entenderá
que no proporcionan servicios asesorados. En el caso de recomendaciones proporcionadas de
manera verbal, las casas de bolsa estarán obligadas a llevar un registro electrónico o por escrito
en el que conste la fecha y hora en que se hubieren dado, así como los datos necesarios para
identificar los valores materia de cada recomendación.
Asimismo, las casas de bolsa podrán promover y comercializar valores de manera
generalizada con independencia del perfil del cliente, cuando por las características de dichos
valores se puedan adecuar a las necesidades de los inversionistas, sin necesidad de formular
recomendaciones personalizadas. La Comisión señalará en disposiciones de carácter general el
tipo de valores que actualizarán este supuesto atendiendo al tipo de inversionista.
II. A menos que en el contrato se pacte el manejo discrecional de la cuenta, las instrucciones
del cliente para la ejecución de operaciones específicas o movimientos en la cuenta del mismo,
podrán hacerse de manera escrita, verbal, electrónica o telefónica, debiéndose precisar en todo
caso el tipo de operación o movimiento, así como los datos necesarios para identificar los valores
materia de cada operación o movimiento en la cuenta. En el caso de instrucciones giradas de
forma verbal, las casas de bolsa estarán obligadas a llevar un registro electrónico o por escrito,
que contenga los datos a que alude el cuarto párrafo de la fracción I anterior.
Las partes podrán convenir libremente el uso de cualquier medio de comunicación, para el
envío, intercambio o, en su caso, confirmación de las órdenes de la clientela inversionista y
demás avisos que deban darse conforme a lo estipulado en el contrato, así como los casos en que
cualquiera de ellas requiera otra confirmación por esas vías.

Erick Carballo[12] señala que estos sistemas de comunicación diferencian


al alma bancaria de la bursátil, ya que mientras en la primera de ellas, todas
las instrucciones de los clientes deben ser por escrito, en materia bursátil
pueden no serlo, lo cual tiene como fundamento que el costo de oportunidad
entre uno y otro negocios, es distinto, ya que tratándose de valores
cotizados en bolsa, su precio puede bajar en cuestión de segundos, por lo
que se permite la celeridad en caso de compraventa de éstos mediante el uso
del teléfono.
III. Las instrucciones del cliente para la celebración de operaciones por su cuenta, serán
ejecutadas por la casa de bolsa de acuerdo al sistema de recepción y asignación de operaciones
que tenga establecido conforme a las disposiciones de carácter general que al efecto expida la
Comisión.
IV. La casa de bolsa elaborará un comprobante de cada operación realizada en desempeño de
las instrucciones del cliente, que contendrá todos los datos necesarios para su identificación y el
importe de la operación. Este comprobante y el número de su registro contable quedará a
disposición del inversionista en la oficina de la casa de bolsa donde haya abierto la cuenta, con
independencia de que cada operación se vea reflejada en el estado de cuenta que deba enviarse al
inversionista conforme a lo previsto en esta Ley.
V. En caso de que las partes convengan el uso de medios electrónicos, de cómputo o de
telecomunicaciones para el envío, intercambio y en su caso confirmación de las órdenes y demás
avisos que deban darse, incluyendo la recepción de estados de cuenta, habrán de precisar las
claves de identificación recíproca y las responsabilidades que conlleve su utilización.
Las claves de identificación que se convenga utilizar conforme a este artículo sustituirán a la
firma autógrafa, por lo que las constancias documentales o técnicas en donde aparezcan,
producirán los mismos efectos que las leyes otorguen a los documentos suscritos por las partes y,
en consecuencia, tendrán igual valor probatorio.
VI. La casa de bolsa quedará facultada para suscribir en nombre y representación del cliente,
los endosos y cesiones de valores nominativos expedidos o endosados a favor del propio cliente,
que éste confiera a la casa de bolsa en depósito en administración o custodia.
VII. En ningún supuesto la casa de bolsa estará obligada a cumplir las instrucciones que reciba
para el manejo de la cuenta si el cliente no la ha provisto de los recursos o valores necesarios para
ello, o si no existen en su cuenta saldos acreedores por la cantidad suficiente para ejecutar las
instrucciones relativas.
VIII. Cuando en el contrato se convenga expresamente el manejo discrecional de la cuenta, las
operaciones que celebre la casa de bolsa por cuenta del cliente serán ordenadas por el apoderado
para celebrar operaciones con el público, designado por la casa de bolsa para dicho objeto, sin
que sea necesaria la previa autorización o ratificación del cliente para cada operación.
Se entiende que la cuenta es discrecional, cuando el cliente autoriza a la casa de bolsa para
actuar a su arbitrio, conforme la prudencia le dicte y cuidando las inversiones como propias,
observando lo previsto en el artículo 189, tercer párrafo, fracciones I a III, así como cuarto y
quinto párrafos de tal precepto de esta Ley, así como en el marco general de actuación que deberá
contener los elementos mínimos que la Comisión determine mediante disposiciones de carácter
general.
El inversionista podrá limitar la discrecionalidad a la realización de determinadas operaciones
o al manejo de valores específicos, pudiendo en cualquier tiempo revocar dicha facultad,
surtiendo efectos esta revocación desde la fecha en que haya sido notificada por escrito a la casa
de bolsa, sin afectar operaciones pendientes de liquidar.
Como podemos observar, el contrato de intermediación bursátil puede ser discrecional, en
donde el mandato que el cliente otorga a la casa de bolsa le permite realizar la operación de
manera libre, es decir sin esperar instrucción alguna de aquél, o bien que se celebre bajo la
modalidad de no discrecional, en donde la casa de bolsa deberá esperar las instrucciones del
cliente, sea por teléfono, fax, correo electrónico, o cualquier otro medio autorizado.[13]
IX. Todos los valores y efectivo propiedad del cliente que estén depositados en la casa de
bolsa, se entenderán especial y preferentemente destinados al pago de las remuneraciones, gastos
o cualquier otro adeudo que exista en favor de la casa de bolsa con motivo del cumplimiento de
la intermediación bursátil que le fue conferida, por lo que el cliente no podrá retirar dichos
valores o efectivo sin satisfacer sus adeudos.
X. Las partes deberán pactar en los contratos de intermediación bursátil de manera clara las
tasas de interés ordinario y moratorio que puedan causarse con motivo de los servicios y
operaciones materia del contrato, así como las fórmulas de ajuste a dichas tasas y la forma en que
se notificarán sus modificaciones. Las tasas pactadas se aplicarán por igual a los adeudos que
sean exigibles tanto a la casa de bolsa como al cliente.
A falta de convenio expreso, la tasa aplicable será igual a la que resulte del promedio
aritmético de los rendimientos que hayan generado las diez sociedades de inversión en
instrumentos de deuda con mayor rentabilidad durante los seis meses anteriores a la fecha en que
se actualice el supuesto que dé origen a la aplicación de la tasa.
XI. Las partes deberán pactar en los contratos de intermediación bursátil, que el cliente otorga
su consentimiento para que la Comisión investigue actos o hechos que contravengan lo previsto
en esta Ley, para lo cual le podrá practicar visitas de inspección sobre tales actos o hechos, así
como emplazarlo, requerirle información que pueda contribuir al adecuado desarrollo de la
investigación y solicitar su comparecencia para que declare al respecto.
XII. Las casas de bolsa no podrán celebrar contratos de intermediación bursátil en los que sean
cotitulares de las cuentas respectivas, sus apoderados para celebrar operaciones con el público u
operadores de bolsa.
Artículo 201.—En los contratos que celebren las casas de bolsa con su clientela, el
inversionista que sea titular de la cuenta podrá en cualquier tiempo designar o cambiar
beneficiario.
En caso de fallecimiento del titular de la cuenta, la casa de bolsa entregará el importe
correspondiente a quienes el propio titular hubiese designado, expresamente y por escrito, como
beneficiarios, en la proporción estipulada para cada uno de ellos.
En su caso, el beneficiario tendrá derecho de elegir la entrega de determinados valores
registrados en la cuenta o el importe de su venta.
Si no existieren beneficiarios, el importe deberá entregarse en los términos previstos en la
legislación común.
Artículo 203.—Las casas de bolsa deberán enviar a sus clientes, dentro de los primeros cinco
días hábiles posteriores al corte mensual, un estado de cuenta autorizado con la relación de todas
las operaciones realizadas que refleje la posición de valores de dichos clientes al último día del
corte mensual, así como la posición de valores del corte mensual anterior. Asimismo, deberá
contener la demás información que la Comisión determine mediante disposiciones de carácter
general.
Este documento hará las veces de factura global respecto de las operaciones en él consignadas.
Los citados estados de cuenta, salvo pacto en contrario, deberán ser remitidos precisamente al
último domicilio del cliente notificado por éste a la casa de bolsa. En su caso, los asientos que
aparezcan en los mismos podrán ser objetados por escrito o a través de cualquier medio
convenido por las partes, dentro de los sesenta días hábiles siguientes a la fecha de su recepción.
Se presumirá, salvo prueba en contrario, que existe aceptación con el contenido de los estados de
cuenta, cuando los clientes no realicen objeciones dentro del plazo antes señalado. El cliente
podrá autorizar a la casa de bolsa para que en lugar de que le envíen los referidos estados de
cuenta a su domicilio, le permitan su consulta a través de medios electrónicos.
El cliente, para hacer las objeciones respectivas en tiempo, tendrá a su disposición y podrá
recoger en las oficinas de la casa de bolsa, una copia del estado de cuenta desde el día siguiente a
la fecha de corte de la cuenta. En el evento de que el cliente se considere afectado porque dentro
de sus estados de cuenta no se reflejó una operación, no obstante que dicho cliente haya
entregado los recursos necesarios para efectuarla, para hacer objeciones deberá acreditar ante la
casa de bolsa o instancia correspondiente la entrega de los recursos a favor de la casa de bolsa,
conforme a lo pactado en el contrato.
Las acciones que tengan por objeto exigir la responsabilidad de las casas de bolsa por los
servicios que al amparo de la presente Ley otorguen a sus clientes, prescribirán en dos años
contados a partir del acto o hecho que les dé origen.

En lo relativo a las objeciones de la cuenta, los Tribunales Colegiados


de Circuito han establecido que la falta de objeción oportuna no implica la
prescripción de la acción derivada del incumplimiento al contrato.[14]
A. LA PRENDA BURSÁTIL
En el artículo 204 se regula la llamada prenda bursátil, la cual
constituye un derecho real sobre valores que tiene por objeto garantizar el
cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago.
Para la constitución de la prenda bursátil bastará la celebración del
contrato por escrito, así como solicitar a una institución para el depósito de
valores, la apertura o incremento de una o más cuentas en las que deberán
depositarse en garantía, sin que sea necesario realizar el endoso y entrega de
los valores objeto de la prenda, ni la anotación en los registros del emisor de
los valores. Las partes podrán garantizar una o más operaciones al amparo
de un mismo contrato.
Se contempla asimismo el pacto comisorio al señalarse que las partes
podrán pactar que la propiedad de los valores otorgados en prenda se
transfiera al acreedor, en cuyo caso quedará obligado a restituir al deudor,
en caso de que cumpla con la obligación respectiva, otros tantos de la
misma especie, siendo aplicables las prevenciones establecidas, en relación
con el reportador y el reportado, respectivamente, en los artículos 261 y
263, primera parte, de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
En este caso no serán aplicables las previsiones relativas a la apertura de
cuentas establecidas en el párrafo anterior y la garantía se perfeccionará
mediante la entrega jurídica de los títulos al acreedor, a través de los
procedimientos que para los traspasos en cuenta le son aplicables a las
instituciones para el depósito de valores.
Las partes de los contratos de prenda bursátil podrán convenir la venta
extrajudicial de los valores dados en garantía siempre que, cuando menos,
observen el siguiente procedimiento de ejecución:
I. Que las partes designen de común acuerdo al ejecutor de la prenda bursátil y, de pactarlo así,
al administrador de dicha garantía; nombramientos que podrán recaer en una casa de bolsa o
institución de crédito, distinta del acreedor. El nombramiento del ejecutor podrá conferirse al
administrador de la garantía.
En el contrato deberá preverse el procedimiento para la sustitución del ejecutor, para los casos
en que surgiere alguna imposibilidad en su actuación o si aconteciere algún conflicto de interés
entre el ejecutor y el acreedor o el deudor de la obligación garantizada.
II. Si al vencimiento de la obligación garantizada o cuando deba reconstituirse la prenda
bursátil, el acreedor no recibe el pago o se incrementa el importe de la prenda, o no se haya
acordado la prórroga del plazo o la novación de la obligación, éste, por sí o a través del
administrador de la garantía solicitará al ejecutor que realice la venta extrajudicial de los valores
afectos en garantía.
III. De la petición señalada en la fracción anterior, el acreedor o, en su caso, el administrador
de la garantía, notificará al otorgante de la prenda, el que podrá oponerse a la venta únicamente
exhibiendo el importe del adeudo o el documento que compruebe la prórroga del plazo o la
novación de la obligación o el comprobante de su entrega al acreedor o demostrando la
constitución de la garantía faltante.
IV. Si el otorgante de la garantía no exhibe el importe del adeudo o el documento que
compruebe la prórroga del plazo o la novación de la obligación o el comprobante de su entrega al
acreedor o no acredita la constitución de la garantía faltante, el ejecutor ordenará la venta de los
valores materia de la prenda a precio de mercado, hasta por el monto necesario para cubrir el
principal y accesorios pactados, los que entregará en pago al acreedor. La venta se realizará
conforme a lo convenido por las partes, pudiendo ejecutarse incluso fuera de bolsa.
En los casos en los que las partes de los contratos de prenda bursátil pacten la transferencia de
propiedad de los valores otorgados en prenda, éstas podrán pactar adicionalmente que en caso de
que exista un incumplimiento de las obligaciones garantizadas, el acreedor mantenga la
propiedad de los valores otorgados en prenda hasta por la cantidad que importe las obligaciones
garantizadas sin necesidad de que exista un procedimiento de ejecución o resolución judicial y se
aplique el monto de los valores otorgados en prenda al pago de las obligaciones de pago del
deudor, considerándolos a su valor de mercado. El efecto de dicha aplicación al pago será
extinguir las obligaciones garantizadas hasta la cantidad que importe el valor de mercado de los
valores otorgados en prenda.
Si el precio de mercado de los valores otorgados en prenda no cubre la totalidad de las
obligaciones garantizadas, quedará expedita la acción del acreedor por el resto de la deuda. Para
el caso de que las garantías excedan la obligación garantizada, el acreedor deberá devolver el
remanente al deudor. En caso de que las partes realicen la aplicación al pago de conformidad con
el párrafo anterior, se entenderá que la aplicación al pago se llevó a cabo por el consentimiento de
las partes como una forma de pago de las obligaciones del deudor y no en ejecución de la prenda
bursátil.
Las partes deberán pactar en el contrato respectivo los términos para la determinación del
valor de mercado de los valores otorgados en prenda.
En los contratos de prenda bursátil podrá pactarse que el otorgante de la misma pueda sustituir
a satisfacción del acreedor los valores dados en garantía, antes de que se hagan las notificaciones
previstas en la fracción III de este artículo.
Cuando el administrador de la garantía no sea acreedor de la obligación garantizada podrá
fungir como ejecutor, suscribir el contrato de prenda bursátil y afectar los valores
correspondientes por cuenta de sus clientes, en ejercicio del mandato que para tal efecto los
mismos le otorguen, siempre que no se haya pactado con tales clientes el manejo discrecional de
su cuenta.
En los estados de cuenta que envíen las casas de bolsa a sus clientes se destacarán los
elementos correspondientes a las prendas bursátiles constituidas por éstos, con los datos
necesarios para la identificación de los valores otorgados en prenda. El estado de cuenta servirá
de resguardo de los valores hasta la terminación del contrato de prenda bursátil.

El Título VII de la Ley del Mercado de Valores se refiere a los asesores


en inversiones, y al efecto establece en su artículo 225:
Artículo 225.—Las personas que sin ser intermediarios del mercado de valores proporcionen
de manera habitual y profesional servicios de administración de cartera de valores tomando
decisiones de inversión a nombre y por cuenta de terceros, así como que otorguen de manera
habitual y profesional asesoría de inversión en valores, análisis y emisión de recomendaciones de
inversión de manera individualizada, tendrán el carácter de asesores en inversiones.
Para ser asesores en inversiones se requiere registrarse ante la Comisión. Tratándose de
personas físicas, deberán acreditar que cuentan con honorabilidad e historial crediticio
satisfactorio, en términos de las disposiciones de carácter general que expida la Comisión, así
como contar con la certificación ante un organismo autorregulatorio conforme al artículo 193 de
esta Ley.
Para el caso de personas morales, deberán ser sociedades civiles en términos de la legislación
común, o bien sociedades anónimas o sociedades de responsabilidad limitada en términos de la
Ley General de Sociedades Mercantiles y ajustarse a los siguientes requisitos:
I. Que en su objeto social se prevea la realización de las actividades señaladas en el párrafo
anterior.
II. Que en sus estatutos sociales se prevea que en la realización de su objeto el asesor en
inversiones deberá ajustarse a lo previsto en la presente Ley y en las demás disposiciones
aplicables.
III. Que cuenten con establecimientos físicos destinados exclusivamente a la realización de su
objeto social.
IV. Que acompañen a su solicitud la relación e información de las personas que directa o
indirectamente mantengan una participación en el capital social del asesor en inversiones.
V. Que presenten junto con su solicitud el manual de conducta que incluya las políticas para la
solución de potenciales conflictos de interés en la realización de sus actividades. Los citados
manuales deberán contener las normas que al efecto determine la Comisión mediante
disposiciones de carácter general.
Los asesores en inversiones cuyos accionistas, socios, miembros del consejo de
administración, así como los directivos, apoderados y empleados, no participen en el capital o en
los órganos de administración, ni tengan relación de dependencia con instituciones de crédito,
casas de bolsa, sociedades operadoras de sociedades de inversión, sociedades distribuidoras de
acciones de sociedades de inversión, instituciones calificadoras de valores, deberán adicionar a su
denominación la expresión “independiente”. En caso contrario, estarán obligados a revelar a sus
clientes tal situación al momento de contratar con ellos.
Las sociedades que se registren en términos del presente artículo, deberán presentar ante la
Comisión los datos de su inscripción en el Registro Público de Comercio, en un plazo que no
deberá exceder de quince días hábiles contados a partir del otorgamiento del mismo.
Dentro de los tres días hábiles siguientes a que el asesor en inversiones haya inscrito en el
registro señalado en el artículo 128 de la Ley General de Sociedades Mercantiles la transmisión
de cualquiera de sus acciones o partes sociales, o bien cuando uno de los socios haya cedido sus
derechos, por más del diez por ciento de su capital social pagado, deberán dar aviso a la
Comisión de dicha transmisión.
El registro que lleve la Comisión de acuerdo con lo previsto en este artículo será público, por
lo que dicha Comisión le dará difusión en su página electrónica de la red mundial denominada
Internet y contendrá anotaciones respecto de cada asesor en inversiones, que podrán referirse
entre otras, a la cancelación del registro. La Comisión podrá establecer mediante disposiciones de
carácter general las bases de la organización y funcionamiento del registro, así como las
anotaciones adicionales que deberá incorporar.
Las personas a que se refiere este artículo podrán formar parte de un organismo
autorregulatorio reconocido por la Comisión en términos de esta Ley.
Los asesores en inversiones no podrán llevar a cabo intermediación con valores y estarán
sujetos a la supervisión de la Comisión en términos del primer párrafo del artículo 350 de esta
Ley.

Finalmente, en el artículo 192 se establece la obligación del secreto


bursátil que deben guardar las casas de bolsa, con las salvedades contenidas
en la propia disposición:
Artículo 192.—Las casas de bolsa en ningún caso podrán dar noticias o información de las
operaciones que realicen o servicios que proporcionen, sino a los titulares, comitentes,
mandantes, fideicomitentes, fideicomisarios, beneficiarios, representantes legales de los
anteriores o quienes tengan otorgado poder para disponer de la cuenta o para intervenir en la
operación o servicio, salvo cuando las pidieren, la autoridad judicial en virtud de providencia
dictada en juicio en el que el titular sea parte o acusado y las autoridades hacendarias federales,
por conducto de la Comisión, para fines fiscales.
Los empleados y funcionarios de las casas de bolsa, en los términos de las disposiciones
aplicables, por violación del secreto que se establece y las casas de bolsa, estarán obligadas en
caso de revelación del secreto, a reparar los daños y perjuicios que se causen.
Lo previsto en este artículo, no afecta en forma alguna la obligación que tienen las casas de
bolsa de proporcionar a la Comisión, toda clase de información y documentos que, en ejercicio
de sus funciones de supervisión, les solicite en relación con las operaciones que celebren y los
servicios que presten, o bien, a efecto de atender solicitudes de autoridades financieras del
exterior, de conformidad con lo establecido en el artículo 358 del presente ordenamiento legal.

NOTAS

[1] Cfr., BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, op. cit., p. 33.
[2] BARRERA GRAF, Jorge, Instituciones de derecho Mercantil, op. cit., p. 227.
[3] Cfr., PIZARRO LEÓN, Manuel, Naturaleza Jurídica del Contrato de Reporto, Seminario de
Derecho Mercantil y Bancario, Facultad de Derecho, UNAM, México, 1955. p. 27.
[4] Ibidem.
[5] BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, op. cit., p. 35.
[6] Cfr., BOLLINI SHAW y GOFFAN, Mario, Operaciones Bursátiles y Extrabursátiles, Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, Argentina, 1999, pp. 122 y 123.
[7] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 496 y 497.
[8] Cfr., SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., pp. 497 y 498.
[9] VÁZQUEZ DEL MERADO, Óscar, op. cit., p. 456.
[10] CARBALLO YÁNEZ, Erick, Nuevo Derecho Bancario y Bursátil, 2ª ed., Porrúa, México, 1997,
pp. 178 y 179.
[11] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 498.
[12] CARBALLO YÁNEZ, Erick, op. cit., p. 173.
[13] Sobre tales modalidades de contratación, y su forma de acreditarla, a continuación
transcribimos el criterio de los Tribunales Colegiados de Circuito, siguiente: CONTRATO DE
INTERMEDIACIÓN BURSÁTIL NO DISCRECIONAL. MEDIOS A TRAVÉS DE LOS CUALES PUEDEN PROBARSE LAS
INSTRUCCIONES QUE LOS INVERSIONISTAS DAN A LAS CASAS DE BOLSA PARA QUE REALICEN OPERACIONES
AUTORIZADAS POR LA LEY.—De conformidad con lo dispuesto en los artículos 90 y 91, fracciones I, II, V
y VIII de la Ley del Mercado de Valores, las operaciones celebradas por la casa de bolsa con su
clientela inversionista y por cuenta de la misma, se regirán por las previsiones contenidas en los
contratos de intermediación bursátil, en los cuales el cliente confiere un mandato general para que
por su cuenta, la casa de bolsa realice las operaciones autorizadas por la ley, contratos que pueden
pactarse bajo dos modalidades diferentes, una de manera no discrecional, en la que la casa de bolsa,
en el desempeño de su encargo, actuará conforme a las instrucciones del cliente que reciba el
apoderado para celebrar operaciones con el público, y la otra, cuando en el contrato se pacte el
manejo discrecional de la cuenta. Cuando el contrato bursátil se pacta bajo la modalidad no
discrecional, las instrucciones del cliente para la ejecución de operaciones concretas o movimientos
en la cuenta del mismo, podrán hacerse de manera escrita, verbal o telefónica, debiendo precisarse en
todo caso el tipo de operación o movimiento, así como el género, especie, clase, emisor, cantidad,
precio y cualquier otra característica para identificar los valores materia de cana operación o
movimiento en la cuenta, pudiendo convenir el uso de carta, telégrafo, télex, telefax, o cualquier otro
medio electrónico, de cómputo o telecomunicaciones para el envío, intercambio o, en su caso, la
confirmación de las órdenes de la clientela inversionista, precisándose las claves de identificación
recíproca, las que sustituirán la firma autógrafa, por lo que las constancias documentales o técnicas
en donde aparezcan producirán los mismos efectos que las leyes otorgan a los documentos suscritos
por las partes y tendrán igual valor probatorio. De lo establecido en los anteriores dispositivos
legales, se infiere que las instrucciones que los inversionistas dan a la casa de bolsa para realizar
operaciones autorizadas por la ley, tratando se de contratos de intermediación bursátil en los que se
pacte un manejo de la cuenta no discrecional, solo pueden probarse con las constancias documentales
o técnicas en las que consten dichas instrucciones y la firma autógrafa o electrónica correspondiente,
o bien, con la constancias que al efecto se hayan pactado en el contrato respectivo. Quinto Tribunal
Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo directo 565/2000. Efraín y Marco Antonio
Dávalos Padilla. 13 de octubre de 2000. Unanimidad de votos. Ponente: Efraín Ochoa Ochoa.
Secretario: Salvador Martínez Cabillo. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo XIII, enero del 2001. Tesis:
1.5o.C.90 C. Página: 1699. Tesis Aislada.
[14] En relación con los estados de cuenta a continuación se transcribe el criterio emitido por los
Tribunales Colegiados, siguiente: ESTADOS DE CUENTA EMITIDOS POR UNA CASA DE BOLSA. LA FALTA DE
OBJECIÓN OPORTUNA NO IMPLICA LA PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN DERIVADA DEL INCUMPLIMIENTO AL CONTRATO
RESPECTIVO.—La consecuencia establecida en la cláusula de un contrato de intermediación bursátil,
para el caso de la falta de objeción de los estados de cuenta, consistente en considerar que éstos se
encuentran consentidos por el cliente, de ninguna manera implica la prescripción de las acciones que
este último tuviera contra la casa de bolsa, por las que le reclamó la falta de cumplimiento de sus
obligaciones. Ello es así, porque el hecho de que se tengan por consentidos los estados de cuenta por
parte de la actora, no libera a la institución de responder por el incumplimiento de las obligaciones
que adquirió por virtud del contrato, y por tanto, la falta de objeción oportuna a los estados de cuenta
solo crea una presunción de conformidad con su contenido que no puede tener la consecuencia de
extinguir las acciones que se tuvieren en su contra, toda vez que lo que se requiere para que una
acción prescriba, es que su titular deje transcurrir el término previsto en la ley para su ejercicio, sin
hacerlo; lo que no se actualiza por el hecho de no objetar los estados de cuenta en los términos
establecidos en la cláusula aludida, ya que la objeción de los estados de cuenta no implica el ejercicio
de una acción contra la institución bursátil, sino solo oponerse a la información contenida en
aquellos. Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo directo 12433/98.
María de Lourdes Ruiz Espinoza. 7 de julio de 2000. Unanimidad de votos. Ponente: Neófito López
Ramos. Secretaria: Mónica Cacho Maldonado. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo XII, septiembre del 2000.
Tesis: 1.3o.C.202 C Página: 746. Tesis aislada.
CAPÍTULO II

CONTRATO DE REPORTO

Desplazado de la práctica mercantil por el contrato de intermediación


bursátil, se encuentra el reporto, que otorga la posibilidad al reportado de
obtener una suma de dinero a cambio de la entrega que éste hace al
reportador de títulos de crédito, por un período determinado de tiempo, todo
lo cual se puede realizar en razón de la naturaleza de los títulos de crédito
que facilita su negociación.
Ya en el año de 1955, Manuel PIZARRO[1] hacía patente la poca práctica
que del reporto se había tenido, señalando:
falta de interés y de una constante práctica en nuestros medios bursátiles y bancarios ha hecho
que no se le dé mayor importancia. Lo exiguo, de nuestro mercado de valores en comparación
con otros países más avanzados, así como el auge del fideicomiso, pueden ser causas que
influyan en esa falta de interés.

Ello, no obstante reconocer la enorme utilidad práctica del contrato al


señalar: “su aplicación se determina de acuerdo con los fines que se
persiguen y su utilidad principal radica en fomentar el desarrollo industrial
y económico, mediante la fácil circulación de los títulos, que no son otra
cosa que la representación de capitales en movimiento y la circulación de la
riqueza”.
Señala el propio PIZARRO[2] que particularmente utilizan el contrato de
reporto quienes teniendo necesidad de efectivo y no queriendo deshacerse
de sus títulos, en virtud de que esperan una futura alza que les devengue
mayores ganancias, los entregan en reporto, con objeto de readquirirlos y
realizar sus esperanzas futuras, dando así satisfacción a su necesidad con el
dinero obtenido, sin perder la oportunidad de aprovechar mejor sus valores,
y citando a Cesar VIVANTE (Trattato di Diritto Comérciale) dice que al
contrato de reporto corresponde como función económica la de poner a
disposición del reportado, por un tiempo determinado, una suma de dinero
para los fines que se proponga y a disposición del reportador, una cantidad
determinada de títulos de crédito, por un tiempo determinado, que empleará
también para muy diversos fines.
La propiedad, agrega Pizarro,[3] trasmitida equivale a los actos
disposición de bienes mutuados y deriva de la naturaleza fungible de éstos,
por cuya razón no es imposible hablar (como lo hace la ley) de una
transferencia de propiedad de títulos de crédito. Además, el hecho de que en
el reporto se diga que hay transferencia de propiedad, equivale a que el
contrato represente mayor utilidad, en virtud de que de ésta manera es más
fácil la circulación de los títulos de crédito.
VÁZQUEZ DEL MERCADO[4] se refiere a la función del contrato que nos
ocupa, al señalar que se ha considerado como una operación en la que se
proporciona dinero, garantizando su devolución por la entrega de los títulos
objeto de la misma, de modo que su propietario, no queriendo deshacerse de
sus títulos en forma definitiva, obtenga, no obstante, una suma de dinero y
por su parte, el adquirente de los títulos de crédito, no los pretende en forma
definitiva, sino para servirse temporalmente de ellos.
El reporto, por lo tanto, puede celebrarse en interés de una de las partes o en interés de las dos; en
interés del reportador cuando es él quien tiene la necesidad de contar con determinados títulos de
crédito durante un cierto tiempo, únicamente; en consideración del interés del reportado porque
requiere dinero de inmediato; o bien en interés de los dos contratantes porque ambos sientan la
necesidad de tener los títulos o el dinero.[5]

El reporto constituye una operación que puede ser realizada tanto por
las instituciones de crédito, como en operaciones directas en bolsa de
valores en cuyo caso, será operado por un agente de bolsa.
Refiere por su parte CERVANTES AHUMADA[6] que el uso del reporto se ha
extendido indebidamente a la práctica bancaria ya que se utiliza para cubrir
operaciones de préstamo con garantía prendaria, por lo que de esa forma se
viola la prohibición del pacto comisorio ya que los bancos en vez de
celebrar un contrato de préstamo con garantía de títulos, prefieren
reportarlos y así, si el reportado no cubre al vencimiento el valor fijado a los
títulos, quedan éstos como propiedad definitiva del banco. Y agrega; de
modo que el reporto en la práctica mexicana ha salido del terreno bursátil
para internarse en los campos de la actividad bancaria.
En lo relativo al reporto bancario, DÁVALOS MEJÍA[7] señala que está
diseñado para prestar servicios exclusivamente en operaciones en valores,
para operaciones bursátiles, y que su régimen legal obedece a diferentes
reglas, según el perfil del negocio que el intérprete deba sustentar, de modo
que si se refiere a la intermediación, registro, autorización y demás, relativo
al mercado de valores, queda sometido a la Ley del Mercado de Valores,
pero en lo tocante a su consistencia contractual lo está a la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito pero de forma supletoria a la Ley de
Instituciones de Crédito.

1. CONCEPTO
Es definido por Carlos BOLLINI y Mario GOFFAN[8] como el contrato por
el que el reportador adquiere por una suma de dinero la propiedad de títulos
de crédito y se obliga a transferir al reportado la propiedad de otros tantos
títulos de la misma especie, en el plazo convenido y contra reembolso del
mismo precio, más un premio, que generalmente queda a beneficio del
reportador.
Para León BOLAFFIO[9] es aquel contrato por medio del cual el reportado
transfiere la propiedad y entrega al reportador, por la suma convenida, y de
él inmediatamente percibida, determinados títulos de crédito por un tanto
que se llama tasa o precio del reporte; a su vez, por el mismo contrato, el
reportador se obliga, contra reembolso de la suma originalmente pagada, a
transferirlos al vencimiento pactado al reportado, obligado a rescatar otros
tantos títulos de la misma especie.
Dicho autor establece entonces como rasgos característicos del contrato
de reporto: una transferencia hecha por el reportado a título de propiedad y
de pago inmediato de títulos de crédito, con la entrega, también inmediata
de los mismos al reportador por ser un contrato real, que la tradición de los
títulos perfecciona el reporto.
El contrato de reporto aparece normado en nuestro país hasta la
expedición en el año de 1932 de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, en cuyo artículo 259 se señala que en virtud del reporto, el
reportador adquiere por una suma de dinero la propiedad de títulos de
crédito, y se obliga a transferir al reportado la propiedad de otros tantos
títulos de la misma especie, en el plazo convenido y contra reembolso del
mismo precio más un premio. El premio queda en beneficio del reportador,
salvo pacto en contrario.
El reporto se perfecciona por la entrega de los títulos y por su endoso,
cuando sean nominativos.
Dice Rodríguez Rodríguez[10] que dada la definición anterior, se siente
uno fácilmente inclinado al contrato de reporto como una yuxtaposición de
dos contratos de compraventa. Por el primer contrato, el reportador
compraría los títulos y pagaría el precio al reportado; por el segundo, el
reportador vendería los títulos y cobraría el precio más la prima al
reportado, por lo que entendemos siguiendo a la doctrina dominante que es
un contrato sui géneris, una auténtica operación de crédito en cuanto
implica una prestación actual y una contraprestación diferida en la que el
plazo es esencial.
Y BOLLINI, Carlos y GOFFAN[11] agregan que por el reporto se trasmite el
dominio pero a cuenta del reportado, y por tal motivo, debe mantenerse el
valor económico de los títulos recibidos, es decir, deben realizarse los actos
conservatorios de los mismos.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato reporto es típico, real, principal, formal, de tracto sucesivo,
bilateral, oneroso, conmutativo, y traslativo de dominio.
Es típico porque se encuentra regulado por la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y asimismo, le son aplicables las disposiciones
tanto de la Ley del Mercado de Valores como de la Ley de Instituciones de
Crédito.
Es real porque se perfecciona con la entrega de los títulos que serán
materia de la operación.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado siempre por escrito.
Así, el artículo establece:
Artículo 260.—El reporto debe constar por escrito, expresándose el nombre completo del
reportador y del reportado, la clase de los títulos dados en reporto y los datos necesarios para su
identificación, el término fijado para el vencimiento de la operación, el precio y el premio
pactados o la manera de calcularlos.

Es de tracto sucesivo porque las obligaciones de las partes se extienden


durante un período determinado de tiempo que es el establecido en cada
caso en el contrato, hasta que el reportador restituya los títulos o sus
equivalentes al reportado.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes para ambas partes.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde su
celebración, por lo que a las condiciones del contrato celebrado entre ambas
partes se refiere.
Finalmente, es traslativo de dominio, porque los títulos serán
transferidos en propiedad a favor del reportador.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Los elementos personales son el reportador que es quien, contra la
entrega de los títulos, proporciona el dinero al reportado, el cual, en una
segunda fase restituye los títulos a aquél.
Al recaer la operación sobre títulos de crédito deberá realizarse el
endoso correspondiente.
La obligación del reportador, es entonces la de pagar el precio al
finalizar el plazo del contrato y la del reportado, llevar a cabo la entrega de
los títulos de crédito, más sus accesorios y en caso de que al vencimiento
del contrato el reportado no cumpla con su obligación, el reportador le
puede exigir el pago de la prima más los intereses a la fecha de liquidación.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


De conformidad con la ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito:
• Si los títulos atribuyen un derecho de opción que deba ser ejercitado
durante el reporto, el reportador estará obligado a ejercitarlo por cuenta
del reportado; pero este último deberá proveerlo de los fondos
suficientes dos días antes, por lo menos, del vencimiento del plazo
señalado para el ejercicio del derecho opcional (Artículo 261 LGTOC).
• Salvo pacto en contrario los derechos accesorios correspondientes a los
títulos dados en reporto, serán ejercitados por el reportador por cuenta
del reportado y los dividendos o intereses que se paguen sobre los
títulos durante el reporto, serán acreditados al reportado para ser
liquidados al vencimiento de la operación. Los reembolsos y premios
quedarán a beneficio del reportado, cuando los títulos o valores hayan
sido específicamente designados al hacerse la operación (Artículo 262
LGTOC).
• Cuando durante el término del reporto deba ser pagada alguna
exhibición sobre los títulos, el reportado deberá proporcionar al
reportador los fondos necesarios, dos días antes, por lo menos, de la
fecha en que la exhibición haya de ser pagada. En caso de que el
reportado no cumpla con esta obligación, el reportador puede proceder
desde luego a liquidar el reporto (Artículo 263 LGTOC).
• A falta de plazo señalado expresamente, el reporto se entenderá
pactado para liquidarse el último día hábil del mismo mes en que la
operación se celebre, a menos que la fecha de celebración sea posterior
al día 20 del mes, en cuyo caso se entenderá pactado para liquidarse el
último día hábil del mes siguiente (Artículo 264 LGTOC).
• En ningún caso el plazo del reporto se extenderá a más de cuarenta y
cinco días. Toda cláusula en contrario, se tendrá por no puesta. La
operación podrá ser prorrogada una o más veces, sin que la prórroga
importe celebración de nuevo contrato, bastando al efecto, la simple
mención “prorrogado,” suscrita por las partes, en el documento en que
se haya hecho constar la operación primitiva (Artículo 265 LGTOC).
• Si el primer día hábil siguiente a la expiración del plazo en que el
reporto debe liquidarse, el reportado no liquida la operación ni ésta es
prorrogada, se tendrá por abandonada y el reportador podrá exigir
desde luego al reportado el pago de las diferencias que resulten a su
cargo (Artículo 266 LGTOC).
Las anteriores prescripciones se complementan con las establecidas por
el artículo 97 de la Ley del Mercado de Valores; que se transcribe a
continuación:
De conformidad con el artículo 97, los reportes sobre valores que
celebren las casas de bolsa se sujetarán a las disposiciones aplicables a esa
clase de operaciones, así como a las siguientes:
I. Se formalizarán, al igual que sus prórrogas, de la manera que, mediante reglas de carácter
general, determine el Banco de México.
II. Si el plazo del reporto vence en un día que no fuere hábil, se entenderá prorrogado al
primer día hábil siguiente;
III. El plazo del reporto y, en su caso, el de sus prórrogas, podrá pactarse libremente por las
partes, sin exceder los plazos que para tales efectos establezca el Banco de México, mediante las
reglas señaladas en la fracción I anterior, y
IV. Salvo pacto en contrario, si el día en que el reporto deba liquidarse el reportado no liquida
la operación ni ésta es prorrogada, se tendrá por abandonada y el reportador podrá exigir desde
luego al reportado el pago de las diferencias que resulten a su cargo.

NOTAS

[1] PIZARRO LEÓN, Manuel, op. cit., pp. 11 y 12.


[2] Ibid, p. 17.
[3] PIZARRO LEÓN, Manuel, op. cit., p. 107.
[4] Cfr., VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 331 y 332.
[5] Ibid, p. 332.
[6] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 228.
[7] Cfr. DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., pp. 815 y 816.
[8] BOLLINI, Carlos y GOFFAN, Mario, op. cit., pp. 133 y 134.
[9] BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 176 a 179.
[10] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 99 y 100.
[11] BOLLINI, Carlos y GOFFAN, Mario, op. cit., p. 138.
TÍTULO QUINTO

CONTRATOS ATÍPICOS
INTRODUCCIÓN

Para establecer la diferencia entre contratos típicos, respecto de los que no


lo son, siguiendo la clasificación tradicional, por los primeros entendemos
aquellos que se encuentran normados por la legislación, en sus aspectos
básicos, esto es, que en ella se establezcan con claridad sus elementos
personales, solución en la ley a los problemas que de la aplicación de tal
acto jurídico pudieran derivarse, elementos esenciales y de validez,
derechos y obligaciones de las partes; características y modalidades del
contrato, causas de extinción, etc., de modo que se encuentren
estructuralmente normados.
Los contratos atípicos, por su parte, son aquellos que no se encuentran
normados por la ley, lo cual se presenta con relativa frecuencia en el ámbito
de las relaciones comerciales y financieras, en donde, por la dinámica de
dichos actos, que mantienen una evolución constante, rebasando a la norma,
es común observar que se presente el fenómeno atípico de la existencia de
relaciones al margen de la legislación, pero en la medida en que sean lícitas,
son también aceptadas.
Dice Arce Gargollo[1] que el fundamento económico y pragmático del
nacimiento de los contratos atípicos, sustentado en la libertad contractual,
coincide con la necesidad de adaptar los contratos a los fines empíricos y a
las necesidades reales de las partes contratantes.
Rafael DE PINA[2] explica la existencia del contrato atípico señalando
que:
es aquél que responde a las exigencias ineludibles de la vida, puesto que las obligadas relaciones
que ésta impone exceden muchas veces de la previsiones del legislador y determinan la
aceptación de fórmulas que éste no ha ideado, pero que una vez creadas por los particulares, son
reconocidas como legalmente eficaces

Y agrega:
la aceptación de los contratos innominados como eficaces, responde a la necesidad social de
llenar una laguna en el ordenamiento jurídico contractual que el legislador no ha previsto, pero
esta laguna puede y debe ser cubierta inmediatamente que sea advertida por el propio legislador,
convirtiendo el contrato de innominado en nominado.
Puede no obstante ocurrir, y de hecho ocurre, que en algunos casos nos
encontremos frente a supuestos en donde si bien la ley no regula de una
manera propia o completa al acto o contrato, contiene, sin embargo algunas
referencias tales como su definición, aspectos genéricos, o bien establece de
manera incompleta algunos aspectos o simples referencias.
Lo anterior nos lleva a establecer la diferencia entre contratos típicos y
nominados, ya que en los supuestos referidos en el párrafo anterior,
estaríamos frente a un acto que si bien es nominado porque la ley
normalmente mercantil o a veces fiscal, establece su concepto o bien
contiene escasas referencias, sin regular de una manera completa su
contenido esencial, no podríamos considerar que se trate de un contrato
típico.
En el mismo sentido se pronuncia ARCE GARGOLLO[3] cuando señala: “la
regulación del contrato típico, supone la reglamentación en cuanto a sus
características y contenido obligacional, a los efectos que el contrato
produce entre las partes, y, en su caso, a la existencia de normas supletorias
de la voluntad de los contratantes”, y agrega: “algunos de estos contratos,
sin dejar de ser atípicos, pueden tener una denominación otorgada por la
ley, son los llamados contratos nominados”.
Tal sería el caso de diversos actos que son señalados por el Código de
Comercio en su artículo 75, como actos de comercio que sin embargo
carecen de regulación en las leyes mercantiles.[4]
Encontramos asimismo algunos supuestos como el del contrato
estimatorio, que durante mucho tiempo se mantuvo como atípico, pero que
tenía, sin embargo, referencia en la derogada Ley de Quiebras y de
Suspensión de Pagos, para permitir que mediante la tramitación del
incidente de separación de la masa de la quiebra, el propietario de un bien
dejado en consignación, pudiese recuperarlo, de conformidad con el artículo
159, fracción VI, inciso a).
En el caso del contrato de franquicia, si bien la Ley de Propiedad
Industrial solamente proporcionaba su concepto y algunos otros aspectos
mínimos que se contenían en el artículo 142, con motivo del decreto de
reformas y adiciones publicado en el Diario Oficial de la Federación con
fecha 25 de enero del año 2006, en el que le fueron incorporados los
artículos 142 Bis y 142 Bis 1 al 3, se cuenta ya con una regulación completa
del contrato relativo.
Tenemos también el caso del contrato de corretaje o mediación, agencia
y distribución, donde el artículo 14, fracción IV, de la Ley del Impuesto al
Valor Agregado establece:
Artículo 14.—Para los efectos de esta Ley se considera prestación de servicios
independientes:
IV. El mandato, la comisión, la mediación, la agencia, la representación, la correduría, la
consignación y la distribución.

Uno más es el señalado por la Ley Federal de Competencia Económica,


cuando simplemente refiere como actividades económicas al suministro y a
la distribución, que realizan proveedores y distribuidores.
Es también frecuente observar la existencia de contratos que se
mantienen durante un período de tiempo a veces prolongado y en ocasiones
no tanto, como atípicos, y posteriormente el legislador les da ubicación en
la norma jurídica, pasando a ser por ello típicos (el ejemplo más próximo es
el del contrato de consignación que se conociera como estimatorio y que se
incorporó el 5 de junio de 2000, al Código de Comercio)
Cuando estamos en presencia de un contrato típico, la norma nos
proporciona solución a cualquier circunstancia o problema que se presente
entre las partes, además, facilita el cumplimento de las obligaciones que las
mismas asuman, y aun y cuando su contenido encuentre deficiencia o poca
claridad respecto de su contenido obligacional, habrá una solución tácita
para cada problema, y en el supuesto de que se presente una controversia
que se lleve al conocimiento del órgano jurisdiccional, su actuación tendrá
pleno sustento en la ley, facilitando su solución.
Por otro lado, y si en última instancia, la ley presenta deficiencias u
omisiones, tendremos la posibilidad de acudir a la aplicación supletoria del
derecho común en el caso de nuestra materia, y en última instancia, serán
los usos mercantiles y la jurisprudencia de los tribunales, los que
proporcionen la solución requerida.
Sucede con frecuencia, por otro lado, que abandonando el contenido de
la norma o algunos aspectos de ella, las partes otorguen convenciones que la
excluyan o inclusive de contenido contrario de aquella, lo cual es legítimo
en presencia de derechos denominados dispositivos (que por supuesto
abundan en el derecho mercantil), en donde la ley permite a las partes, en
plena expresión del principio de la autonomía de la voluntad, establecer
condiciones a su contratación, que deberán ser cumplidas, y en donde el
órgano jurisdiccional, ante la eventual controversia, sustentará el sentido de
su resolución interpretando la voluntad de las partes.[5]
Señala Omar Olvera,[6] que siendo la voluntad de las partes la esencia
del contrato, desentrañarla del contenido de éste, debe ser actitud y
operación previa a cualquier otra, como sería la interpretación judicial, que
deberá respetar la buena fe como norma para su labor. Sería equivocado por
parte del órgano judicial, iniciar su interpretación de un contrato, aplicando
supuestos y construcciones jurídicas; es sólo hasta que ha agotado ese
criterio emanado de la buena fe de los contratantes, cuando el intérprete
podrá ir al encajonamiento del contrato dentro del casillero que conforme a
la ley pudiera corresponderle y aún más, si fuere necesario, llevar el
instrumento al campo de la doctrina jurídica y a los usos o costumbre
mercantiles.
ARCE GARGOLLO[7] explica lo anterior expresando con claridad, al
señalar:
en otros casos al contrato típico se le añadirían pactos o condiciones que generan un efecto
contractual distinto al que corresponde a los normales efectos del contrato típico. A esta
dificultad de calificación de un contrato concreto dentro de un molde legal de contrato típico, hay
que agregar la existencia de pluralidad de contratos unidos o vinculados que responden todos
ellos a un mismo fin económico.

Desde luego, en el caso referido, si por olvido o desconocimiento las


partes omiten estipular algunos aspectos importantes en su contratación, la
norma jurídica será la fuente directa de aplicación en lo no previsto por
ellas, ya que solamente dejarán de aplicarse las normas a las que las partes
hayan renunciado, sustituyendo su contenido al otorgar su propia voluntad,
pero en lo no previsto por las partes, la norma jurídica sigue siendo
plenamente aplicable.[8]
Nuestra legislación, dice Arce,[9] reconoce el principio de autonomía de
la voluntad o de libertad contractual, que entraña la posibilidad de celebrar
contratos, ya sea que estén estructurados y regulados por el ordenamiento
legal, o que sean contratos en los que las partes determinan libremente su
contenido.
Cuando el contrato no obstante ser atípico, —y aún el típico en lo
tocante a derechos dispositivos— es, sin embargo otorgado por las partes en
un documento, la solución a las controversia que en relación con el mismo
se pudieran suscitar, no representa mayor problema.
En efecto, en ambos casos la legislación común nos indica el camino;
así, por lo que a los contratos típicos se refiere, no es otro que el del respeto
a la voluntad contractual; la aplicación de las reglas especiales que
establece la ley, cuando dicha voluntad no aparezca claramente señalada, y
los principios comunes aplicables a todos los contratos.[10]
Pero, en los contratos atípicos, se presenta el problema de la selección
del método para establecer las normas que le son aplicables. Así, Rafael DE
PINA[11] citando a Josserand, refiere:
todo lo que de los contratos innominados puede decirse en nuestro régimen de libertad
contractual, es que no estando descritos por la ley, son gobernados por las reglas generales,
aplicables a todos los contratos, por la voluntad de las partes, en la medida en que ésta se afirma,
y, subsidiariamente, por las reglas aplicables al contrato nominado más próximo.

Es evidente que nuestra legislación se pronuncia por aplicar tal


principio, al establecer que se rigen por las reglas comunes aplicables a
todos los contratos; por las estipulaciones que hayan otorgado las partes,
para lo cual, como hemos visto, será necesario realizar una labor de
interpretación de su voluntad; en su defecto y, en última instancia, con los
típicos con los que tengan mayor analogía.[12]
El problema se hace complejo y podríamos agregar dramático, sobre
todo para los litigantes y en última instancia para el juez, cuando en
presencia de un contrato atípico, se carece de documento escrito, porque por
un lado se dificulta la posibilidad de probar la existencia misma de la
convención otorgada entre las partes y por el otro, el cúmulo de
obligaciones que las mismas hayan asumido, de modo que la resolución de
tal controversia quedaría supeditada a la posibilidad de probar enjuicio tales
aspectos.

NOTAS

[1] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 129.


[2] Cfr., DE PINA, Rafael, op. cit., pp. 352 y 353.
[3] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., pp. 127 y 128.
[4] En efecto, se observa por ejemplo que el artículo 75 señala que se reputan actos de comercio
entre otros, de conformidad con las fracciones: V, las empresas de abastecimientos y suministros; y la
fracción X, las empresas de comisiones y agencias.
[5] En relación con la aplicación del principio de la autonomía de la voluntad, a continuación se
transcriben los criterios emitidos por los tribunales federales, siguientes:
CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE LOS.—La voluntad de las partes es la suprema ley en los contratos,
salvo los casos en que medie el interés público; y de acuerdo con las normas interpretativas de los
mismos, si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención de los
contratantes, se estará al sentido literal de sus cláusulas. Amparo civil directo 10059/49. Garza Félix
S. 2 de junio de 1953. Unanimidad de cinco votos. La publicación no menciona el nombre del
ponente. Instancia: Sala auxiliar. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época. Tomo
CXVI. Tesis: Página: 325. Tesis Aislada.
CONTRATOS, VOLUNTAD DE LAS PARTES EN LOS.—Si bien es verdad que la voluntad de las partes, es la
suprema Ley de los contratos, también lo es que dicho principio tiene dos limitaciones forzosas,
ineludibles: la primera, que se deriva del interés público que está por encima de la voluntad
individual, y la segunda de la técnica jurídica, sobre la que tampoco puede prevalecer el capricho de
los contratantes. Quinta Época: Tomo XXXV, Pág. 1236 Espinosa Manuela y Coags. Tesis
Relacionada Con Jurisprudencia 107/85. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Quinta Época. Tomo XXXV. Tesis: Página: 1236. Tesis Aislada.
CONTRATOS.—Como los contratantes tienen la facultad de poner todas las cláusulas que crean
convenientes, es evidente que para poder determinar los derechos y obligaciones que se derivan de
todo contrato, es necesario atender, ante todo, a la voluntad manifiesta de las partes, que es la
suprema ley de los contratos; salvo cuando las estipulaciones sean contrarias a la moral o al orden
público. TOMO XVI, Pág. 817. Zarate María. 7 de Abril de 1925. 6 votos. Instancia: Pleno. Fuente:
Semanario judicial de la Federación: Quinta Época. Tomo XVI. Tesis: Página: 817. Tesis Aislada.
CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE LOS.—Al establecer el artículo 1851 del Código Civil para el
Distrito Federal, idéntico al 1748 del Código Civil de Nuevo León, que si los términos de un contrato
son claros y no dejan duda sobre la intención de los contratantes, se estará al sentido literal de sus
cláusulas, y si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente, prevalecerá ésta sobre
aquéllas, ha reconocido el principio de que la interpretación de los contratos debe limitarse a los
casos en que se hace necesaria, porque si los términos del contrato son claros, la interpretación no
tiene razón de ser, pues se entiende que en aquellos términos está precisamente la voluntad de los
contratantes; de ahí que siendo clara la letra de un contrato, no cabe, con pretexto de su
interpretación, alterar o cambiar su sentido literal. Cuarto Tribunal Colegiado del Cuarto Circuito.
Amparo directo 200/97. Grupo Nacional Provincial, S.A. 28 de octubre de 1997. Unanimidad de
votos. Ponente: Abraham S. Marcos Valdés. Secretaria: María Isabel González Rodríguez. Véase:
Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, Tomo CXXII, página 145, tesis de rubro:
“CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE (LEGISLACIÓN DE COAHUILA).” Instancia: Tribunales Colegiados de
Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo VII, Enero
de 1998. Tesis: IV.4o.2 C Página: 1075. Tesis Aislada.
CONTRATOS, PREVALENCIA DE LA INTENCIÓN EVIDENTE DE LA CONDUCTA DE LAS PARTES EN LOS.—Como
puede haber errores en la mención de las obligaciones contractuales, más no en los hechos y actos
consentidos, o sea la ejecución voluntaria del mismo contrato, será la intención evidente de los
contratantes la que prevalecerá en la interpretación de los contratos, y, si se advierte que la parte
arrendataria consintió materialmente en que automáticamente se incrementará en un diez por ciento
el monto de las pensiones rentísticas al vencer cada año de arrendamiento, no es admisible que
mucho tiempo después, y ante el requerimiento judicial de pago emanado del emplazamiento ajuicio
rescisorio del contrato de arrendamiento, se alegue el exceso de cumplimiento en el pago de las
pensiones rentísticas. Tribunal Colegiado del Décimo Segundo Circuito. Amparo directo 165/84.
María Eugenia Cueto Díaz y Juan de Dios Cueto. 10 de agosto de 1984. Unanimidad de votos.
Ponente: Carlos Bravo y Bravo. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 187-192 Sexta Parte. Tesis: Página: 48. Tesis
Aislada.
CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE LOS.—Las palabras expresadas en un contrato deben entenderse en
la forma más congruente con la intención de las partes, y si el pacto tiene varios sentidos, ha de
interpretarse en el mas adecuado para que produzca efectos y más en consonancia con su naturaleza y
objeto aparte de que en el contrato no deben incluirse cosas distintas ni casos diferentes de aquellos
sobre los que las partes se propusieron pactar. Por tanto, no debe atribuirse pleno valor probatorio a
determinadas manifestaciones de un contrato de compraventa, interpretadas literalmente y sin
conexión con los demás elementos reveladores de la situación de los inmuebles materia del mismo,
sino que la escritura de compraventa respectiva debe entenderse en armonía con las probanzas que
obran en los autos, en caso de juicios. Amparo civil directo 7858/46. Vargas N. Francisco. 2 de
febrero de 1954. Unanimidad de cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente.
Véase: artículos 1852 y 1853 del Código Civil vigente, para el Distrito Federal. Instancia: Tercera
Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación: Quinta Época. Tomo CXIX. Tesis: Página: 775.
Tesis Aislada.
CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE LOS.—Cuando las prevenciones de la ley civil que regulan la
interpretación de los contratos, son insuficientes para fundar la decisión respecto del sentido en que
debe tomarse una cláusula contenida en un contrato, es perfectamente legal y jurídico buscar esa
interpretación en las reglas de la doctrina, porque así lo previenen el artículo 20 del Código Civil de
1884, que rigió en el Distrito Federal, y la parte final del artículo 14 constitucional. TOMO XLV, Pág.
5845. Rivera de Vera Amelia. 26 de septiembre de 1935. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación: Quinta Época. Tomo XLV. Tesis: Página: 5845. Tesis Aislada.
CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE LOS.—La intención auténtica de los contratantes debe prevalecer
sobre cualquiera expresión literal puesta en los contratos, que la frustre o desnaturalice, y cuando
haya posibilidad racional y legal de hacer que aflore de los términos obscuros o contradictorios de un
contrato, esto sirve, no para nulificarlo, sino para reintegrarlo en su cabal y fiel sentido, haciendo
prevalecer la intención sobre las palabras. Amparo civil directo 8797/50. Magaña Evangelina. 30 de
enero de 1952. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Felipe Tena Ramírez. Ponente: Felipe Tena
Ramírez. Véase: Jurisprudencia 108/85 de 4ta. Parte. Instancia: Sala auxiliar. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación: Quinta Época. Tomo CXI. Tesis: Página: 791. Tesis Aislada.
CONTRATOS, INTERPRETACIÓN DE LOS.—Si las palabras por sí mismas no revelan con toda claridad la
materialidad del contrato, habrá que buscar la intención, y para descubrir ésta, hay un principio de
derecho adoptado por casi todas las legislaciones modernas y reconocido por la Jurisprudencia y la
doctrina de todos los países, a saber; investigar la conducta que los mismos interesados han
observado respecto del contrato, al ejecutarlo, ya que a la ejecución del contrato suele llamársele
interpretación auténtica. Es igualmente útil ver los precedentes del contrato para encontrar la
voluntad, como le dicen casi todas las legislaciones actuales entre ellas el Código Español en su
artículo 1282 y el moderno Código Italiano en 1362, que hablan de que los contratos o el encuentro
de la voluntad común debe determinarse por los antecedentes, las concomitancias y las consecuencias
del contrato. Ex antecedentibus et consequenlibus optima fit interpretado. Este principio general del
derecho tiene vigencia en la legislación mexicana, en la que no hay un texto expreso en ese sentido
pero lo acoge a virtud de que está tomado del derecho romano que prevenía que es más afectivo lo
que las partes han hecho que lo que las partes han dicho, potius est id quod agitur quam id quod
dicitur. Amparo civil directo 3418/52. Rodríguez de Hernández Consuelo. 3 de junio de 1954.
Mayoría de tres votos. Disidentes: Hilario Medina y José Castro Estrada. Ponente: José Castro
Estrada: Gabriel García Rojas. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación:
Quinta Época. Tomo CXX. Tesis: Página: 913. Tesis Aislada.
[6] OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., pp. 4 y 5.
[7] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 131.
[8] En relación con la aplicación tanto de las estipulaciones de las partes, como de la ley, a
continuación se transcribe el criterio de los Tribunales Colegiados de Circuito siguiente: CONTRATOS.
SE RIGEN POR LA LEY SUSTANTIVA VIGENTE CUANDO SE CELEBRAN.—El artículo 1793 del Código Civil para el
Distrito Federal dispone que los convenios que producen o transfieren obligaciones y derechos toman
el nombre de contratos. Por su parte, el artículo 1796 señala que desde que los contratos se
perfeccionan obligan a las partes no sólo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también a
las consecuencias que según su naturaleza sean conformes a lo establecido por la ley. Finalmente, el
numeral 1839 prevé que en un contrato, los concertantes pueden poner todas las cláusulas que
estimen convenientes, pero las que se refieran a requisitos esenciales del contrato de que se trate, o
sean consecuencia de su naturaleza ordinaria, se tendrán por puestas, aunque no se expresen, con la
salvedad establecida en la última parte del propio precepto. Del contenido de las disposiciones
mencionadas, se colige que las relaciones contractuales se rigen por las normas que provienen tanto
de las cláusulas convenidas expresamente por las partes, como de la ley vigente en el momento en
que se perfecciona el contrato, puesto que al llevarse a cabo tal perfeccionamiento se entiende que las
partes han tomado el contenido de la ley vigente, que es la que indica qué tipo de relación jurídica se
crea (arrendamiento, compraventa, permuta, etcétera); la que suple la voluntad de los contratantes en
los puntos que no hubieran sido materia expresa de la convención y que, sin embargo, son necesarios
para el cumplimiento y ejecución del contrato, y la que pone límites a la libertad contractual. Lo
expuesto pone de manifiesto la existencia de un principio de no retroactividad de las leyes en materia
contractual, pues los contratos se rigen por la ley en vigor al momento de celebrarse. No pasa
inadvertido el hecho de que las leyes son obligatorias desde su entrada en vigor, pero en materia
contractual esto implica que la nueva ley se aplicará a los convenios que se perfeccionen durante su
vigencia, y no a los celebrados con anterioridad a ella, pues de lo contrario se le daría efecto
retroactivo en perjuicio de alguno de los contratantes, lo cual está prohibido expresamente en el
artículo 14 constitucional. Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo
directo 1391/92. Luis Olguín González. 19 de marzo de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: Mauro
Miguel Reyes Zapata. Secretaria: Rafaela Reyna Franco Flores. Amparo directo 6001/94. Salvador
López Ortiz. 12 de enero de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Gilda Rincón Orta. Secretaria:
Ana María Serrano Oseguera. Amparo directo 6014/94. Cocinas Integradas para Hoteles, S. A. de C.
V. 18 de mayo de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: José Juan Bracamontes Cuevas, Secretario en
funciones de Magistrado por Ministerio de Ley. Secretario: Carlos Arteaga Álvarez. Amparo directo
2344/95. Afianzadora Insurgentes, S. A. 18 de mayo de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Mauro
Miguel Reyes Zapata. Secretario: Luis Arellano Hobelsberger. Amparo directo 2414/95. Marcela
Hernández López. 18 de mayo de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Mauro Miguel Reyes Zapata.
Secretaria: Rafaela Reyna Franco Flores. Instancia; Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Novena Época. Tomo II, Agosto de 1995. Tesis:
I.4o.C.J/2 Página: 319. Tesis de Jurisprudencia.
[9] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 127.
[10] Sobre el particular, el artículo 1851 del Código Civil Federal, establece: Art. 1851.—Si los
términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención de los contratantes, se estará al
sentido literal de sus cláusulas, si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de los
contratantes, prevalecerá ésta sobre aquellas.
[11] DE PINA, Rafael, op. cit., p. 357.
[12] En efecto, resultaría así aplicable el artículo 1858 del Código Civil Federal establece: los
contratos que no estén especialmente reglamentados en este Código se regirán por las reglas
generales de los contratos, por las estipulaciones de las partes y, en lo que fueren omisas, por las
disposiciones del contrato con el que tengan más analogía de los reglamentados en este
ordenamiento.
CAPÍTULO I

CONTRATOS DE AGENCIA

1. ASPECTOS GENERALES
La agencia es una forma de intermediación mercantil en donde el
agente, con o sin representación se encarga de la realización de negocios
ajenos. La labor del agente se centra esencialmente en la promoción y
gestión de los negocios o contratos por cuenta de un tercero.
En la medida en que el agente desarrolle su trabajo en forma
independiente, es un auxiliar del comercio.
El agente puede ser un comisionista o bien un simple intermediario,
tener constituida una empresa de representación, pero solamente obrará con
facultades de representación si tiene conferido un mandato, ya que de lo
contrario sería un gestor o bien un simple intermediario.
Para ARCE GARGOLLO[1] el contrato de agencia difiere del mandato
únicamente en que el mandatario se compromete a celebrar los contratos, no
a conseguir contratantes a la otra parte, y que la actividad del agente, se
caracteriza por la promoción y, en su caso, la conclusión de los negocios y
contratos por cuenta del empresario.
Para OLVERA DE LUNA[2] la agencia es el contrato por medio del cual un
empresario mercantil acepta hacerse cargo indefinidamente de la promoción
de los productos de otro empresario y de la contratación a su nombre,
recibiendo a cambio una retribución en numerario.
Dice Barrera GRAF[3] que poder significa otorgar facultades
representativas, y no solo encargos, ya que en la mayoría de los casos los
agentes carecen de representación de modo que no obligan al principal por
cuya cuenta actúan y no están autorizados a celebrar contratos sino a
promoverlos y gestionarlos.
Para BOLAFFIO[4] los mediadores son auxiliares que coadyuvan con el
comerciante en el ejercicio de su industria o de su comercio y que son
intermediarios neutrales en el negocio porque con tal calidad tratan con
cada una de las partes, aconsejando, conciliando, inclinando la voluntad de
los futuros contratantes para conseguir ponerlos de acuerdo, y los distingue
de la agencia al señalar que en ésta, los negocios operan en una residencia
estable, proporcionando indicaciones e informaciones a quien necesite
cosas o servicios, encargándose de dar publicidad y de anunciar las
empresas más variadas, ofreciendo al público su conocimiento técnico de
los negocios y su manera de realizarlos, de modo que provoca y da
satisfacción a toda demanda, acercándola objetivamente a la oferta, sin
participar en las relaciones personales que se derivan del conocimiento de
las operaciones propuestas a los clientes y sin tener que aproximar
subjetivamente el peticionario al operante, como hace el mediador.
MANTILLA MOLINA[5] dice que el agente de comercio es la persona física
o moral, que de modo independiente se encarga de fomentar los negocios de
uno o varios comerciantes.
En el mismo sentido se pronuncia BARRERA GRAF,[6] cuando señala:
“similar a la actuación de los mediadores, es la de los agentes de comercio,
en cuanto que se trata de auxiliares independientes del comercio pero la
relación que los liga a éste, no es de mediación, sino de promoción y
fomento de sus negocios y actividades”.
El agente de comercio es reconocido por diversas leyes mercantiles, y
otras diversas, a saber:
El Código de Comercio, cuando señala en su artículo 75, fracción X,
que la ley reputa actos de comercio; Las empresas de comisiones, de
agencias, de oficinas de negocios comerciales y establecimientos de ventas
en pública almoneda;
El propio Código de Comercio en su artículo 323:
Artículo 323.—Los dependientes viajantes autorizados con cartas u otros documentos para
gestionar negocios, o hacer operaciones de tráfico, obligarán a su principal dentro de las
atribuciones expresadas en los documentos que los autoricen;

Los agentes de Seguros y fianzas a que se refiere el Capítulo Segundo


de la Ley de Instituciones de Seguros y Fianzas, que incluye los artículos
del 91 al 105, mismos que se transcriben a continuación:
CAPÍTULO SEGUNDO
DE LOS AGENTES DE SEGUROS Y DE FIANZAS
Artículo 91.—Para los efectos de esta Ley, se consideran agentes de seguros a las personas
físicas o morales que intervengan en la contratación de seguros mediante el intercambio de
propuestas y aceptación de las mismas, comercialización y asesoramiento para celebrarlos, para
conservarlos o modificarlos, según la mejor conveniencia de los contratantes.
La intermediación de contratos de seguro que no tengan el carácter de contratos de adhesión,
está reservada exclusivamente a los agentes de seguros; la intermediación de los que tengan ese
carácter también podrá realizarse a través de las personas morales previstas en el artículo 102 de
la presente Ley.
Artículo 92.—Para los efectos de esta Ley, se consideran agentes de fianzas a las personas
físicas o morales que intervengan en la contratación de fianzas mediante el intercambio de
propuestas y aceptación de las mismas, comercialización y asesoramiento para contratarlas,
conservarlas o modificarlas, según la mejor conveniencia de las partes.
Artículo 93.—Para el ejercicio de la actividad de agente de seguros o de agente de fianzas, se
requerirá autorización de la Comisión. La Comisión, previa audiencia de la parte interesada,
podrá suspender dicha autorización hasta por dos años o revocarla, además de aplicar
amonestaciones y multas a dichos agentes, en los términos de esta Ley y del reglamento
respectivo.
Las autorizaciones podrán otorgarse para realizar actividades de intermediación en las
operaciones y ramos, en el caso de seguros, y para los ramos y subramos, en el caso de fianzas,
que determine la Comisión.
Las autorizaciones tendrán el carácter de intransferibles y podrán otorgarse a las siguientes
personas cuando satisfagan los requisitos que se establezcan en el reglamento respectivo:
I. Personas físicas vinculadas a las Instituciones por una relación de trabajo, para desarrollar
esta actividad;
II. Personas físicas que se dediquen a esta actividad con base en contratos mercantiles, y
III. Personas morales que se constituyan para operar en esta actividad, las cuales ejercerán su
actividad a través de apoderados quienes estarán sujetos a las disposiciones aplicables a los
agentes de seguros y a los agentes de fianzas.
Los agentes de seguros y los agentes de fianzas deberán reunir los requisitos que exija el
reglamento respectivo, pero en ningún caso podrá autorizarse a personas que, por su posición o
por cualquier circunstancia, puedan ejercer coacción para contratar seguros o fianzas.
Para que los agentes de seguros o los agentes de fianzas puedan celebrar contratos a nombre y
por cuenta de una Institución de Seguros o de una Institución de Fianzas, según sea el caso, a fin
de actuar como agentes mandatarios, requerirán autorización previa de la Comisión, en los
términos del reglamento respectivo.
Artículo 94.—Las actividades que realicen los agentes de seguros y los agentes de fianzas se
sujetarán a las disposiciones de esta Ley y del reglamento respectivo, así como a las orientaciones
que en materia aseguradora y afianzadora para el debido cumplimiento de lo previsto en el
presente Capítulo, señale la Comisión mediante disposiciones de carácter general. Además, les
será aplicable lo dispuesto por los artículos 196 y 197 de esta Ley.
Los agentes de seguros y los agentes de fianzas estarán sujetos a la inspección y vigilancia de
la Comisión.
Artículo 95.—Los agentes de seguros y los agentes de fianzas darán aviso a la Comisión, por
lo menos con diez días hábiles de anticipación, del establecimiento, cambio de ubicación y
clausura de sus oficinas. De igual manera se dará el aviso a los asegurados y fiados, según sea el
caso.
Artículo 96.—Los agentes de seguros y los agentes de fianzas deberán proporcionar a quien
pretenda contratar un seguro o una fianza la información que establezca el reglamento respectivo,
considerando lo siguiente:
I. Los agentes de seguros deberán informar, de manera amplia y detallada, sobre el alcance
real de la cobertura del seguro, así como sobre la forma de conservarla o darla por terminada.
Asimismo, proporcionarán a la Institución de Seguros, la información precisa y relevante que
sea de su conocimiento relativa al riesgo cuya cobertura se proponga, a fin de que la misma
pueda formar juicio sobre sus características y fijar conforme a las normas respectivas, las
condiciones y primas adecuadas.
En el ejercicio de sus actividades, los agentes de seguros deberán apegarse a la información
que proporcionen las Instituciones de Seguros para este efecto, así como a sus tarifas, pólizas,
endosos, planes de seguros y demás circunstancias técnicas utilizadas por dichas instituciones en
términos de lo previsto en las Secciones I y III, Capítulo Segundo, Título Quinto, de este
ordenamiento;
II. Los agentes de fianzas deberán informar, de manera amplia y detallada, sobre las
características y alcance de la fianza y que ésta se puede extinguir cuando se extinga la
obligación principal garantizada o por causas inherentes a la fianza de que se trate.
Asimismo, proporcionarán a las Instituciones, la información precisa y relevante que sea de su
conocimiento relativa a la obligación que se garantiza, a la capacidad técnica del fiado para
cumplir con dicha obligación, a la situación económica y financiera del fiado y del obligado
solidario, así como de las garantías de recuperación que se ofrezcan, con objeto de que dichas
instituciones se puedan formar un juicio sobre las características de la obligación a afianzar y del
fiado y, en su caso, del obligado solidario, a fin de fijar conforme a las normas respectivas, las
condiciones y primas adecuadas.
En el ejercicio de sus actividades, los agentes de fianzas deberán apegarse a la información
que proporcionen las Instituciones para este efecto, así como a las tarifas, pólizas, endosos, y
demás circunstancias técnicas utilizadas por las Instituciones en los contratos de fianzas en
términos de lo previsto en las Secciones II y III, Capítulo Segundo, Título Quinto de la presente
Ley, y
III. Los agentes de seguros y los agentes de fianzas no proporcionarán datos falsos de las
Instituciones o adversos en cualquier forma para las mismas.
Artículo 97.—Los agentes de seguros y los agentes de fianzas no podrán intervenir en la
contratación de los seguros o de fianzas que determine el reglamento respectivo, cuando su
intervención pueda implicar incumplimiento a lo previsto en el artículo 94 de esta ley, o bien
situaciones de coacción o falta a las prácticas profesionales generalmente aceptadas en el
desarrollo de la actividad.
Artículo 98.—Los agentes de seguros y de fianzas deberán abstenerse de recibir de las
Instituciones de Seguros autorizadas para operar el ramo de caución, de las Instituciones de
Fianzas o de interpósitas personas, pólizas, contratos o certificados que establezcan obligaciones
para esas instituciones sin requisitar, firmados previamente por funcionario, representante legal o
persona autorizada para tal efecto, infringiendo lo dispuesto por los artículos 294, fracción XVIII,
y 295, fracción XVII, de esta Ley.
Para los efectos previstos en la presente Ley, se entenderá que la póliza, contrato o certificado
se encuentra sin requisitar cuando carezca, según sea el caso, de los datos relacionados con el
contratante del seguro, asegurado, fiado, beneficiario, obligado solidario, suma asegurada o
monto de la fianza.
Los seguros de caución y las fianzas para garantizar la libertad caucional de las personas
podrán otorgarse mediante pólizas, contratos o certificados que establezcan obligaciones para la
Institución de Seguros o la Institución de Fianzas sin requisitar, firmados previamente por
funcionario, representante legal o persona autorizada por la Institución de que se trate, debiendo
llevar ésta un registro específico de su numeración y de los agentes de seguros y de fianzas que
las reciban.
Artículo 99.—Los agentes de seguros y los agentes de fianzas sólo podrán cobrar primas
contra el recibo expedido por las Instituciones, por lo que les está prohibido recibir anticipos o
pagos de primas con recibos distintos. Las primas así cobradas se entenderán recibidas
directamente por las Instituciones.
Los agentes de seguros y los agentes de fianzas están obligados a ingresar a las Instituciones,
en un plazo que no podrá exceder de diez días hábiles contado a partir del día siguiente al de su
recepción, los cheques y el numerario que hayan recibido por cualquier concepto correspondiente
a las pólizas contratadas con su intermediación, así como cualquier documento, pago o cantidad
de dinero que les hubieren entregado con relación a dichas pólizas.
Artículo 100.—Cuando un agente de seguros o un agente de fianzas, vinculado a una
Institución de Seguros o a una Institución de Fianzas por una relación laboral o un contrato
mercantil, o por cuyo conducto la Institución de que se trate haya aceptado la contratación, en el
caso de seguros, o la solicitud o contratación en el caso de fianzas, entregue a una persona
recibos o documentos expedidos por las Instituciones para la solicitud o contratación respectiva,
se entenderán entregados por las Instituciones y las obligarán en los términos que se hayan
establecido en dichos documentos.
Los recibos entregados en los términos del párrafo anterior por un agente de seguros o un
agente de fianzas, obligarán igualmente a las Instituciones.
Artículo 101.—Las Instituciones deberán diversificar los conductos de colocación de sus
productos, a fin de evitar situaciones de dependencia o coacción de un agente de seguros, un
agente de fianzas, intermediario, contratante, asegurado, fiado o beneficiario.
Las Instituciones sólo podrán pagar comisiones y cualquier otra compensación por la
contratación de seguros o de fianzas, a agentes de seguros o a agentes de fianzas, sobre las primas
que efectivamente hayan ingresado a la Institución de que se trate.
Las Instituciones podrán, tomando en cuenta las condiciones de contratación o características
de los riesgos que cubran los seguros, o las características de las obligaciones y responsabilidades
que garanticen las fianzas, aplicar total o parcialmente las comisiones establecidas para los
agentes en beneficio del asegurado o contratante, o del solicitante o fiado, según sea el caso,
procurando en todo momento el desarrollo de los planes de seguros o de la fianza, en las mejores
condiciones de contratación. En este supuesto, las Instituciones deberán especificar en la póliza y
en los recibos de primas correspondientes, el monto de la reducción de primas que corresponda a
la aplicación total o parcial de las citadas comisiones.
Artículo 102.—En los seguros que se formalicen a través de contratos de adhesión, excepto
los que se refieran a seguros de pensiones derivados de las leyes de seguridad social y a seguros
de caución, la contratación podrá realizarse a través de una persona moral, sin la intervención de
un agente de seguros.
Las Instituciones de Seguros podrán pagar o compensar a las citadas personas morales
servicios distintos a los que esta Ley reserva a los agentes de seguros. Para ello deberán suscribir
contratos de prestación de servicios cuyos textos deberán registrarse previamente ante la
Comisión, la que dentro de un plazo de quince días hábiles siguientes a la recepción de la
documentación podrá negar el registro, cuando a su juicio los contratos no se apeguen a las
disposiciones jurídicas aplicables y podrá ordenar las modificaciones o correcciones necesarias,
prohibiendo su utilización hasta en tanto no se lleven a cabo los cambios ordenados. En caso de
que la Comisión no formule observaciones dentro del plazo señalado, se entenderá que los
documentos han quedado registrados y no existirá inconveniente para su utilización.
Las personas morales a que se refiere este artículo, estarán sujetas a la inspección y vigilancia
de la Comisión, respecto de las operaciones previstas en el mismo.
Artículo 103.—La operación de las personas morales a que se refiere el artículo 102 de la
presente Ley, deberá ajustarse a las siguientes bases:
I. Tratándose de intermediarios financieros sujetos a la inspección y vigilancia por parte de las
autoridades financieras, y que celebren con el público operaciones de promoción o venta de
productos de seguros para una sola Institución de Seguros, para Instituciones de Seguros
integrantes de un mismo grupo financiero o para Instituciones de Seguros que practiquen
operaciones o ramos distintos entre sí, su operación se sujetará a lo siguiente:
a) En el caso de productos de seguros con componentes de ahorro o inversión, la Institución
de Seguros con la cual el intermediario financiero tenga celebrado un contrato de prestación de
servicios conforme a lo dispuesto en el artículo 102 de esta Ley, deberá registrar ante la
Comisión, en los términos previstos en los artículos 202 a 205 de este ordenamiento, como
parte de la documentación contractual del producto de seguro, un programa de capacitación
especializada que deberá aplicarse a los empleados y apoderados del intermediario financiero
que participará en la comercialización del producto de seguro de que se trate tomando en
consideración las características y naturaleza del mismo, y
b) En el caso de productos de seguros distintos a los señalados en el inciso anterior, la
Institución de Seguros con la cual el intermediario financiero tenga celebrado un contrato de
prestación de servicios en términos de lo previsto en el artículo 102 de esta Ley, deberá
establecer en el propio contrato los programas de capacitación que, en su caso, se requieran en
función de las características o complejidad de los productos de seguros de que se trate, y
II. Tratándose de personas morales que no se ubiquen en el supuesto señalado en la fracción
anterior, su operación se sujetará a las disposiciones de carácter general que al efecto expida la
Comisión, conforme a lo siguiente:
a) Establecerán los casos en que los empleados o apoderados de la persona moral que
celebren con el público operaciones de promoción o venta de productos de seguros, deban
recibir capacitación por parte de las Instituciones de Seguros, o bien obtener la evaluación y
certificación correspondiente ante la propia Comisión, considerando para ello la naturaleza de
las actividades que conforme a su objeto social realice la persona moral y las características o
complejidad de los productos de seguros de que se trate, y;
b) Determinarán los requisitos y medidas que deberán cumplir para prevenir y evitar
conflictos de interés, que puedan derivarse de la venta de productos de seguros de más de una
Institución de Seguros por parte de una misma persona moral, o de varias personas morales
cuando se encuentren bajo el control patrimonial o administrativo de una misma persona o
Grupo de Personas.
Artículo 104.—Las Instituciones de Seguros serán responsables de los daños y perjuicios que
se lleguen a ocasionar a los asegurados, contratantes o beneficiarios, con la actuación de las
personas morales con las que celebren contratos en los términos del artículo 102 de esta Ley.
Artículo 105.- Las Instituciones, los agentes de seguros, los agentes de fianzas y las personas
morales a que se refiere el artículo 102 de este ordenamiento, deberán dar a conocer al público
información sobre su operación, en la forma y términos que determine la Comisión mediante
disposiciones de carácter general.

El agente naviero a que se refiere el artículo 19 de la ley de navegación:


Artículo 19.—El agente naviero general es la persona física o moral que actúa en nombre del
naviero u operador como mandatario o comisionista mercantil y está facultado para representar a
su mandante o comitente en los contratos de transporte de mercancías y de netamente, nombrar
agente naviero consignatario de buques y realizar los demás actos de comercio que su mandante
o comitente le encomiende.
El agente naviero consignatario de buques es la persona física o moral que actúa en nombre
del naviero u operador con carácter de mandatario o comisionista mercantil para todos los actos y
gestiones que se le encomienden en relación a la embarcación en el puerto de consignación.
El agente naviero general o, a falta de éste, el agente naviero consignatario de buques, estará
legitimado para recibir notificaciones, aun de emplazamiento en representación del naviero u
operador, para cuyo caso el Juez otorgará un término de sesenta días para contestar la demanda;

El agente aduanal de conformidad con el artículo 26, fracción VII, de la


Ley Aduanera:
Artículo 26.—Las personas que hayan obtenido concesión para almacenar mercancías en
depósito ante la aduana tendrán las obligaciones que a continuación se mencionan, además de las
señaladas en la concesión respectiva:
VII. Entregar las mercancías que se encuentren bajo su custodia cuando el agente o apoderado
aduanal le presente el pedimento en el que conste el pago de las contribuciones y, en su caso,
cuotas compensatorias, de conformidad con el régimen aduanero al que sean destinadas, o
cuando no se destinen a algún régimen porque se vayan a retornar al extranjero las mercancías de
esa procedencia o se vayan a reincorporar al mercado las de origen nacional.

Los agentes a que se refiere el artículo 285 de la Ley Federal del


Trabajo:
Artículo 285.—Los agentes de comercio, de seguros, los vendedores, viajantes,
propagandistas o impulsores de ventas y otros semejantes, son trabajadores de la empresa o
empresas a las que presten sus servicios, cuando su actividad sea permanente, salvo que no
ejecuten personalmente el trabajo o que únicamente intervengan en operaciones aisladas;

El comisionista, de conformidad con el artículo 273 del Código de


Comercio:
Artículo 273.—El mandato aplicado a actos concretos de comercio, se reputa comisión
mercantil. Es comitente el que confiere comisión mercantil y comisionista el que la desempeña;

La Ley del Impuesto al Valor Agregado, en su artículo 14, fracción IV:


Artículo 14.—Para los efectos de esta Ley se considera prestación de servicios
independientes:
IV. El mandato, la comisión, la mediación, la agencia, la representación, la correduría, la
consignación y la distribución, y;

2. CONCEPTO
Lo podemos definir como aquel contrato por virtud del cual el agente se
encarga en forma independiente, de promover con o sin representación, la
realización de uno o varios negocios ajenos hasta su conclusión, a favor de
un principal, mediante el pago de una contraprestación.
De conformidad con el Diccionario de la Real Academia Española, por
agencia debemos entender el oficio o encargo que se hace a un agente, o
bien aquella empresa cuyo objeto es el de gestionar asuntos ajenos, y la
sucursal o delegación subordinada a una empresa, y el agente será quien
obra con poder de otro en la realización de negocios ajenos.
Para SÁNCHEZ CALERO[7] contrato de agencia es aquél por virtud del cual
un empresario, de manera permanente, mediante una retribución y con una
cierta independencia, asume el encargo de preparar o realizar contratos
mercantiles por cuenta y en nombre de otro empresario.

3. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de agencia es principal, atípico, nominado, consensual, de
tracto sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es atípico si consideramos que no obstante que es referido en diversas
normas mercantiles, no se regula por ley alguna como contrato de manera
integral.
Así dice Arce Gargollo[8] que el contrato de agencia en su aspecto
mercantil no está regulado como tal en nuestro derecho, y es por tanto un
contrato atípico.
Dice DÍAZ BRAVO[9] que infortunadamente, no existe un contrato de
agencia sino una multitud de ellos; pues no de otro modo debe calificarse la
diversidad de estipulaciones sobre obligaciones y derechos de las partes,
que varían según la naturaleza de la actividad comercial del empresario, las
facultades del agente, la mayor o menor vinculación económica y jurídica
entre ambos. Y agrega que: la única nota común a todos los agentes, es su
misión de fomentar la venta de los productos o los servicios del principal.
Es nominado porque según vemos, es reconocido por las diversas leyes
a las que hemos hecho mención.
Es consensual porque ninguna de las leyes que lo refieren exige la
forma escrita.
Es de tracto sucesivo, porque el mandato o gestión otorgado para la
realización de actos de comercio normalmente no se agota en un solo
momento, sino que se extienden en un determinado período de tiempo, no
obstante, puede ser instantáneo.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Así, señala Arce Gargollo[10] que la contraprestación que recibe el
agente se llama comisión, premio o compensación y puede ser en dinero o
en especie, suele fijarse mediante porcentaje de los contratos concluidos o
los pedidos u órdenes de compra.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

4. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el agente, normalmente un comerciante, auxiliar del comercio, que
actúa con o sin representación y en tal caso es mandatario o bien simple
gestor, que se encarga de promover, tramitar y concluir, por cuenta del
principal, uno o varios negocios mercantiles.
Dentro de las principales obligaciones del agente, se encuentra la de
promover y en su caso, concluir los negocios a favor del principal, así como
prestar su colaboración para poder alcanzar la conclusión del negocio, de
conformidad con las instrucciones recibidas del empresario.
La otra parte es el empresario, principal o mandante, que es quien
encarga al agente la realización de los actos mercantiles, y una vez que la
misma se logre, deberá cubrir al agente el pago de la cantidad acordada
como contraprestación en los términos establecidos.

5. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


El agente actúa por cuenta y en nombre del principal.
Puede incorporar un pacto de exclusiva, en beneficio del agente o
empresario o ambas partes, sobre determinadas áreas geográficas.
En ocasiones incluye la obligación para el agente de responder por las
obligaciones contraídas por el tercero con quien negocia la contratación por
cuenta del principal.
Se puede pactar la sub-agencia, que se hace consistir en la sub-
contratación que realiza el agente.
Algunas veces, se incluye el derecho del agente para adquirir del
empresario las mercancías que son objeto de la promoción.

6. CAUSAS DE TERMINACIÓN DEL CONTRATO


a) Por la conclusión del plazo;
b) Por la denuncia que haga el empresario;
c) Por la renuncia del agente, su muerte o su inhabilitación;
d) Por el concurso del empresario; y,
e) Por cualquier causa de carácter convencional.

NOTAS

[1] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 307.


[2] Cfr., OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., p. 13.
[3] BARRERA GRAF, Jorge, Diccionario de Derecho Mercantil, Universidad Nacional Autónoma
de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Porrúa, op. cit., p. 139.
[4] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 108 a 139.
[5] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 153.
[6] BARRERA GRAF, Jorge, Derecho Mercantil, op. cit., p. 37.
[7] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 462.
[8] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 300.
[9] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 239 y 240.
[10] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 308.
CAPÍTULO II

CONTRATO DE CORRETAJE O MEDIACIÓN

1. ASPECTOS GENERALES
Otra forma de intermediación es la que se deriva del contrato de
corretaje que puede ser de carácter privado como en el caso del mediador en
los negocios mercantiles, o bien el que se refiere a la actividad que
desempeñan los corredores públicos, quienes pueden participar tanto como
intermediarios para la preparación de negocios o bien, otorgando la
formalidad requerida por la ley a los contratos en que intervengan.
La doctrina ha expresado que en torno a este contrato existe una cierta
confusión[1] en razón de que bajo el vocablo de corretaje se enmarca por un
lado la actividad del corredor privado que no es otra cosa que un mediador
en los negocios mercantiles, pero que agota su actividad en su conclusión
sin intervención formal alguna en ellos.
Tal actividad se encuentra referida por el artículo 75, fracción XIII, del
Código de Comercio, cuando considera como acto de comercio a: las
operaciones de mediación en negocios mercantiles.
Así, dice Mantilla Molina[2] que estos intermediarios, por cuya actividad
se ponen en contacto las partes y determinan el contenido del negocio
jurídico que van a celebrar, reciben en la práctica el nombre de corredores,
y para diferenciarlos de aquellos cuya actividad consagra el Código de
Comercio, los denominamos corredores libres o corredores privados, pero
claro es que sus funciones se limitan a la simple intermediación.
Vázquez Pando[3] por su parte señala: “la actividad del mediador está
dirigida a lograr la celebración de algún negocio jurídico, y en tal sentido el
mediador es independiente de las partes, que llevan a cabo el negocio y no
las representa”.
La mediación es por otro lado, una figura que se asemeja y diríamos, se
confunde con la agencia, a la que nos hemos referido en el capítulo
precedente, pero debemos diferenciarlos en que mientras los agentes
realizan su actividad de manera permanente, y pueden tener representación,
en el corretaje o mediación los actos son esporádicos y determinados, en
tanto que el corredor concluye su actuación cuando ha relacionado a las
partes interesadas en la celebración de un acto jurídico, sin representación
de ninguna de ellas.
Por el otro lado nos encontramos con la figura del corredor público,
quien no solamente está autorizado para asesorar y participar en los
prolegómenos del futuro contrato en el que desde luego puede y en
ocasiones debe intervenir, sino que su actividad de encuentra claramente
delineada en la Ley Federal de Correduría Pública, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el 29 de diciembre de 1992, a la que debe sujetar
su actuación.
En efecto, de conformidad con el artículo 6 de la ley de la materia, los
corredores públicos tienen como funciones, las referidas en el propio
precepto, que son amplísimas, a saber:
Artículo 6o.—Al corredor público corresponde:
I. Actuar como agente mediador, para transmitir e intercambiar propuestas entre dos o más
partes y asesorar en la celebración o ajuste de cualquier contrato o convenio de naturaleza
mercantil;
II. Fungir como perito valuador, para estimar, cuantificar y valorar los bienes, servicios,
derechos y obligaciones que se sometan a su consideración, por nombramiento privado o por
mandato de autoridad competente;
III. Asesorar jurídicamente a los comerciantes en las actividades propias del comercio;
IV. Actuar como árbitro, a solicitud de las partes, en la solución de controversias derivadas de
actos, contratos o convenios de naturaleza mercantil, así como las que resulten entre proveedores
y consumidores, de acuerdo con la ley de la materia;
V. Actuar como fedatario público para hacer constar los contratos, convenios y actos jurídicos
de naturaleza mercantil, excepto en tratándose de inmuebles; así como en la emisión de
obligaciones y otros títulos valor; en hipotecas sobre buques, navíos y aeronaves que se celebren
ante él, así como para hacer constar los hechos de naturaleza mercantil;
VI. Actuar como fedatario en la constitución y en los demás actos previstos por la Ley
General de Sociedades Mercantiles incluso aquellos en los que se haga constar la representación
orgánica;[4]
VII. Cotejar y certificar las copias de las pólizas o actas que hayan sido otorgadas ante ellos,
así como de los documentos que hayan tenido a la vista, que sean de los referidos en los artículos
33 a 50 del Código de Comercio.
VIII. Las demás funciones que le señalen ésta y otras leyes o reglamentos.

Las anteriores funciones se entenderán sin perjuicio de lo dispuesto en


otras leyes y no se consideran exclusivas de los corredores públicos.
Del cúmulo de facultades que la ley establece a favor de los corredores
públicos, en realidad podríamos decir que salvo el caso de la posibilidad
que tienen de intervenir en los actos y contratos con fe pública, así como la
relacionada con las actividades de valuación, las restantes pueden ser
realizadas por cualquier persona, ya que no son privativas de este tipo de
auxiliar del comercio.
Así señala Rodríguez Rodríguez:[5]
La existencia de corredores privados o simplemente mediadores, es evidente; más no sólo como
hecho práctico en donde se observa cotidianamente su actuación en las ramas más diversas del
comercio, sino ante los ojos de la propia ley, porque el párrafo final del artículo 6, de la Ley de
Correduría Pública, establece que; las anteriores funciones se entenderán sin perjuicio de lo
dispuesto en otras leyes y no se consideran exclusivas de los corredores públicos, lo cual muestra
que la mediación es una actividad libre y que sólo están acotados y reservados para los corredores
públicos, las intervenciones que hagan con el carácter de peritos o fedatarios públicos.

Dice DÍAZ BRAVO[6] que la única diferencia entre el corredor público y el


privado o libre, es la habilitación otorgada al primero por la Secretaría de
Comercio y Fomento Industrial (actualmente Secretaría de Economía), la
que además lo faculta para actuar como fedatario de actos mercantiles;
ambos, empero, son agentes auxiliares del comercio pues sus facultades
para intervenir como mediadores en la propuesta y ajuste de actos, contratos
y demás operaciones de comercio, no son exclusivas de los corredores
públicos, y así de modo expreso lo dispone el artículo 6, último párrafo de
la LFCP.
Respecto a las facultades que la Ley de Correduría Pública concede a
los corredores públicos, la Suprema corte de Justicia ha establecido que
pueden actuar en asuntos tanto de naturaleza mercantil como civil.[7]
En relación con las actividades del corredor, los artículos 2, 3 y 7, de la
ley de la materia disponen, respectivamente:
Artículo 2o.—La aplicación de la presente ley corresponde al Ejecutivo Federal, a través de la
Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, con la participación que corresponda a las
autoridades estatales.
Artículo 3o.—Corresponde a la Secretaría:
I. Asegurar la eficacia del servicio que prestan los corredores públicos como auxiliares del
comercio, cuidando siempre la seguridad jurídica en los actos en que intervengan;
II. Examinar a las personas que deseen obtener la calidad de aspirantes a corredores o a ejercer
como corredores públicos, asegurándose de que éstos sean personas dotadas de alta calidad
profesional y reconocida honorabilidad;
III. Expedir y revocar las habilitaciones correspondientes;
IV. Vigilar la actuación de los corredores públicos y la de los colegios de corredores;
Artículo 7.—Sólo podrán ostentarse como corredores públicos las personas habilitadas por la
Secretaría, en los términos de esta ley. La infracción a este precepto será sancionada con una
multa hasta por el equivalente a 500 veces el salario mínimo general vigente para el Distrito
Federal, monto que podrá imponerse diariamente mientras persista la infracción, sin perjuicio de
la responsabilidad penal que resulte.

Por otro lado, existen algunas leyes tanto mercantiles como fiscales que
se refieren al corretaje o mediación, a saber:
El artículo 14, fracción IV de la Ley del Impuesto al Valor Agregado;
Artículo 14.—Para los efectos de esta ley se considera prestación de servicios independientes:
IV. El mandato, la comisión, la mediación, la agencia, la representación, la correduría, la
consignación y la distribución;

2. CONCEPTO
SÁNCHEZ CALERO[8] lo define señalando: el contrato de mediación o
corretaje es aquél por el que una persona se obliga a abonar a otra, llamada
mediador o corredor, una remuneración por indicarle la oportunidad de
concluir un negocio jurídico con un tercero o por servirle de intermediario
en esa conclusión.
ARCE GARGOLLO[9] por su parte señala que el corretaje o mediación es el
contrato por el que una de las partes (corredor), se compromete a indicar a
otra (comitente), la oportunidad de concluir un negocio jurídico o a servirle
de intermediario en esa conclusión, a cambio de una retribución llamada
comisión o premio.

3. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de corretaje es principal, preparatorio, atípico, nominado,
consensual, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es preparatorio porque precede a la celebración del contrato por cuya
virtud se tramita.
Es atípico si consideramos que no obstante que es referido en diversas
normas mercantiles, no se regula por ley alguna como contrato.
Es nominado porque según vemos, es reconocido por las diversas leyes
a las que hemos hecho mención.
Es consensual porque ninguna de las leyes que lo refieren exige la
forma escrita.
No obstante, es pertinente señalar que por lo que se refiere a la actividad
que desempeña el corredor público, de conformidad con la Ley Federal de
Correduría Pública, en los casos en que su actividad se realice para el
otorgamiento de contratos o actos de naturaleza mercantil, que de
conformidad con las normas aplicables exijan la forma escrita, el contrato
en el que como fedatarios públicos intervengan será formal, aun y cuando
no el contrato de corretaje como tal, que sería el celebrado entre el corredor
y las partes interesadas.
Es de tracto sucesivo, porque el mandato o gestión otorgada es para la
realización de actos de comercio que no se agotan en un solo momento.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

4. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el mediador o corredor que participa en la preparación y conclusión
del negocio poniendo a las partes interesadas en contacto, y el cliente,
comitente o mandante, que es quien encarga al corredor la realización de los
actos materia del contrato.

5. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


El mediador pondrá en contacto a los futuros contratantes.
Facilitará la realización del negocio hasta su conclusión.
El mediador será independiente de las partes que celebran el negocio y
tampoco es colaborador de ninguna de ellas y puede ser contratado por una
de ellas o por ambas.
Su remuneración, denominada predio, comisión, corretaje, o retribución,
dependerá de que se alcance la conclusión del contrato.
Finalmente puede incorporar un pacto de exclusiva en donde el cliente
se comprometa a no contratar los servicios de otro corredor para el mismo
negocio u otros con el mismo relacionados.

6. CAUSAS DE TERMINACIÓN DEL CONTRATO


a) Por la conclusión del plazo;
b) El mutuo consentimiento;
c) Por la renuncia del corredor;
d) Por cualquier causa de carácter convencional.

NOTAS

[1] Véase VÁZQUEZ PANDO, Fernando Alejandro, Diccionario de Derecho Mercantil, Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Ed. Porrúa, S.A., op. cit., p.
150, y ARCE GARGOLLO, op. cit., p. 277.
[2] MANTILLA MOLINA, Roberto, op. cit., p. 152.
[3] VÁZQUEZ PANDO, Fernando Alejandro, op. cit., p. 151.
[4] La adición que mediante reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación del 23 de
mayo de 2006 se realizó a la fracción VI del artículo 6 de la Ley Federal de Correduría Pública, en la
que se precisa que los corredores públicos pueden hacer constar la representación orgánica de las
sociedades mercantiles a que se refiere el artículo 10 de la Ley General de Sociedades Mercantiles,
está inspirada en la tesis de jurisprudencia emitida por la Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia al resolver la contradicción de tesis 113/2005, cuyo contenido transcribimos a continuación:
CORREDORES PÚBLICOS. ESTÁN FACULTADOS PARA DAR FE EN LA DESIGNACIÓN DE REPRESENTANTES LEGALES
DE LAS SOCIEDADES MERCANTILES Y DE LAS FACULTADES DE QUE ESTÉN INVESTIDOS (REPRESENTACIÓN ORGÁNICA),
CUANDO SE OTORGUEN EN LA CONSTITUCIÓN, MODIFICACIÓN, FUSIÓN, ESCISIÓN, DISOLUCIÓN, LIQUIDACIÓN Y
EXTINCIÓN DE AQUÉLLAS.—Conforme a los artículos 6, fracciones V y VI, de la Ley Federal de
Correduría Pública y 54 de su Reglamento, a los corredores públicos corresponde actuar como
fedatarios para hacer constar los contratos, convenios, actos y hechos de naturaleza mercantil
(excepto en tratándose de inmuebles), así como en la constitución, modificación, fusión escisión,
disolución, liquidación y extinción de las sociedades mercantiles, en la designación de sus
representantes legales y facultades de que estén investidos, y en los demás actos previstos en la Ley
General de Sociedades Mercantiles. Ahora bien, si se toma en cuenta que la representación orgánica
comprende actos como el nombramiento y facultamiento de los órganos de representación de las
sociedades mercantiles (consejo de administración, administradores o gerentes), por ser éstos quienes
en términos del primer párrafo del artículo 10 de la Ley General de Sociedades Mercantiles
representan orgánicamente a la empresa, es indudable que los corredores públicos están autorizados
para certificar tales actos; sin embargo, no están facultados para dar fe del otorgamiento de poderes o
mandatos, los cuales son actos jurídicos de índole civil regulados por la legislación común, pues el
mandato es un contrato previsto en los Códigos Civiles de todas las entidades federativas del país y
que implica un acto de representación voluntaria en tanto que encuentra su fuente en la voluntad de
las partes y se confiere precisamente a través del otorgamiento de un poder, de ahí que las pólizas y
actas expedidas por los corredores públicos en que se hagan constar la designación y facultades de
representación de las sociedades mercantiles (representación orgánica), deberán admitirse para su
inscripción en el Registro Público de la Propiedad y del Comercio, siempre y cuando dichos
instrumentos cumplan con los requisitos legales y se trate de actos exclusivamente de carácter
mercantil. Contradicción de tesis 113/2005.
[5] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., pp. 41 y 42.
[6] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., pp. 248 y 249.
[7] A continuación se transcribe el criterio relativo: CORREDORES PÚBLICOS. TIENEN FACULTAD PARA
DESEMPEÑAR FUNCIONES COMO FEDATARIOS EN CUESTIONES DE NATURALEZA CIVIL Y MERCANTIL.—De
conformidad con lo dispuesto por los artículos 6o., fracción VI, de la Ley Federal de Correduría
Pública, y 38 y 39 del reglamento de dicha normatividad, corresponde a los corredores públicos
actuar como fedatarios, desde la constitución, hasta la extinción de las personas morales de
naturaleza comercial, pasando por los demás actos previstos por la Ley General de Sociedades
Mercantiles y, en ese sentido, es indudable que tratándose de un poder, civil o no, la certificación del
mandato conferido por una sociedad mercantil, independientemente de su naturaleza, está dentro de
las facultades del corredor público, atento las prescripciones de los artículos de la ley y reglamento en
cita. Sexto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo en revisión 2146/97.
Factor Arme, S. A. de C. V., Organización Auxiliar de Crédito. 21 de agosto de 1997. Unanimidad de
votos. Ponente: Gustavo R. Parrao Rodríguez. Secretario: José Guadalupe Sánchez González.
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. Novena Época. Tomo VI, Septiembre de 1997. Tesis: 1.6o.C.125 C Página: 666. Tesis
Aislada.
[8] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 466.
[9] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 279.
CAPÍTULO III

CONTRATO DE DESCUENTO

El descuento constituye una figura típicamente bancaria, ya que se ha


desarrollado en el seno de las instituciones de crédito, mediante la
adquisición que las mismas hacen a sus clientes, de su cartera documentada
en títulos de crédito (letras de cambio y pagarés), y que permite su
negociación a los beneficiarios de títulos aun no exigibles, produciendo
para ellos liquidez.
De ese modo, las instituciones crediticias, mediante la compra que
hacen a sus clientes de títulos de crédito, cubren al beneficiario que es su
cliente, la cantidad amparada por el documento, menos una tasa de
descuento, y posteriormente, al vencimiento del título, cobran al deudor el
importe del documento en caso de incumplimiento de dicho obligado,
pudiendo ejercitar la acción cambiaria directa en su contra, para lo cual se
encuentran legitimadas por el endoso en propiedad correspondiente
otorgado a su favor por el descontatario.
Es pertinente señalar que en caso de que el banco descontador no logre
obtener el pago del principal obligado en el documento, podrá también
ejercitar la acción cambiaria en vía de regreso en contra del descontatario.
Dice Fabián MONDRAGÓN[1] que la acción de descontar, deducir una
cantidad de otra, que se ha de percibir, presupone un derecho al cobro de
una cantidad y la correspondiente obligación de pago, y más adelante
agrega que la operación de descuento representa para los bancos un medio
muy adecuado de inversión de forma segura y liquida de sus
disponibilidades provenientes de los depósitos de numerario que reciben, en
donde el banco paga un crédito al titular del derecho no vencido, por su
cuenta, y por un importe inferior al valor nominal, con lo que adquiere la
condición de titular, para ejercitar las acciones correspondientes contra el
deudor.
Y agrega:
en el descuento se procura el goce de un capital, pero con la singularidad de la preexistencia de
un crédito, así como la unión entre crédito precedente y negocio actual, y en la restitución de la
suma prestada, es debida por el que obtiene el descuento y subsidiariamente está subordinada a la
condición de que no se realice el pago por el deudor del título.[2]

1. CONCEPTO
Dice BOLAFFIO[3] que el descuento es la operación por la que el banco,
haciéndose endosar por el cliente, y convirtiéndose por ende en propietario
del título, paga anticipadamente una letra de cambio mediante una
deducción de un tanto por ciento, calificado de cuantía de descuento, que se
deduce y que la constituye por regla general, el interés comercial pagado al
banquero desde el día del descuento, hasta el vencimiento de la letra
descontada.
Refiere Raúl CERVANTES AHUMADA[4] que aunque el descuento no es una
operación bancaria exclusiva, es sin embargo la que con mayor profusión
celebran los bancos comerciales; agrega que es una operación de tipo
especial atípica, y la define señalando: “por el descuento de títulos de
crédito el descontador adquiere del descontatario un título del que éste es
tenedor, y le cubre el importe del título, menos la tasa de descuento (un
tanto por ciento del valor del título, que se deduce)”.
RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[5] dice que se trata de un crédito en efectivo,
concedido contra entrega de letras de cambio o de pagarés, deducción hecha
del descuento por pago anticipado.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de descuento es atípico, nominado, real, principal, formal,
de tracto instantáneo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es atípico porque no se encuentra regulado por la ley.
Es nominado, porque siendo el descuento una operación de crédito
activa, a ella se refiere el artículo 46, fracción VI, de la Ley de Instituciones
de Crédito, que las faculta para realizarla:
Artículo 46.—Las instituciones de crédito sólo podrán realizar las operaciones siguientes:
VI. Efectuar descuentos y otorgar préstamos o créditos;

Es real porque requiere de la entrega o tradición del título objeto del


descuento.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia, no obstante requiere de la preexistencia de un crédito anterior
documentado en un título del que sea titular el descontarario, que goce de
esas características para que la operación se pueda efectuar.
Es formal porque del cúmulo de obligaciones de las partes se deriva la
necesidad de su otorgamiento por escrito, cuando menos en el aspecto de
que el descontatario deberá endosar al descontador el título materia de la
operación, y porque normalmente presupone la existencia de un contrato de
apertura de crédito, que es en sí mismo de carácter formal.
Es de tracto instantáneo porque se cumple en el momento en que el
descontador entrega el título al descontatario, aunque el título es de
vencimiento posterior.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el descontador o descontante (normalmente un banco), que es quien
paga la suma amparada por el título, menos la tasa correspondiente, la cual
constituye su principal obligación, en función de un contrato de apertura de
crédito, y deberá presentar el título a su vencimiento al deudor para su pago.
El otro elemento personal lo constituye el descontatario, quien,
mediante el endoso que realice en propiedad y la tradición del título a favor
del descontante, recibe su importe con la deducción o tasa de descuento,
correspondiente.
El cliente o descontatario, deberá responder de la existencia del crédito,
ya que a ello se encuentra obligado por virtud del contrato de apertura de
crédito, además de que si el deudor no cubre el importe del título a su
vencimiento, corresponderá al descontatario hacer el pago, en tanto que
mantiene por otro lado una responsabilidad cambiaria, de conformidad con
el artículo 154 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, que
permite a la institución de crédito el ejercicio de la acción de regreso en
contra de aquél.[6]
4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO
Refiere DÁVALOS MEJÍA[7] que generalmente los bancos solo aceptan
descontar títulos de crédito cuando el comerciante cumple con tres
requisitos, a saber:
1. Que el título de crédito lo haya recibido del comerciante contra la
venta de mercancías, puesto que ello implica una continuidad de actividades
indispensable para la evaluación de su solvencia;
2. Que previamente al descuento del título, el banco le haya dado una
línea de crédito, a fin de ponderar cual es el promedio de dinero que el
comerciante está en posibilidad de pagar mensualmente al banco, con base
en sus ventas y sus gastos; y,
3. Que hecho lo anterior, el banco establece el máximo que está
dispuesto a prestar a su cliente, con el descuento de sus títulos de crédito”.
Así, por el contrato de descuento, el título de crédito pasa a ser
propiedad de la institución bancaria.
Además señala el propio DÁVALOS MEJÍA[8] que el descuento de títulos
puede ser útil para el descontatario si el interés que cobra el banco no es
demasiado alto, en relación al tiempo que debe esperar para obtener el
dinero circulante, si cobra directamente el título en cuestión pues por lo
general no descuentan títulos a más de 180 días y que para el banco, el
descuento deja de ser paulatinamente un negocio tan interesante como fue
en otra época, por el alto riesgo que implica comprar un título cuyo deudor
en general es desconocido, y que por tanto, en hipótesis sería indispensable
la instrumentación de mecanismos costosos como el del protesto, para
proteger el cobro, pero que sin embargo, ese tipo de crédito bancario se
sigue utilizando.

5. EL REDESCUENTO
Es la posibilidad que tienen los bancos en una operación calificada de
pasiva, para disponer de dinero en efectivo, acudiendo a otros bancos
(normalmente el Banco Central), a redescontar los títulos que hayan tomado
inicialmente en operaciones de descuento activo, haciendo partícipe al
banco redescontador de la tasa de descuento que el banco redescontatario
haya cobrado.
Dice Cervantes Ahumada[9] que con los efectos descontados el banco
integra su cartera, de cuyo movimiento depende principalmente el éxito de
la actividad bancaria. Cuando el banco tienen necesidad de disponer de
dinero en efectivo, puede acudir a otros bancos para redescontar los títulos
que él haya tomado en descuento y naturalmente, la tasa de redescuento
debe ser inferior a la tasa de descuento para que el banco redescontatario
obtenga utilidad por la diferencia entre lo que cobró como descontador y lo
que paga al redescontador.

NOTAS

[1] MONDRAGÓN PEDRERO, A. Fabián, Diccionario de Derecho Mercantil, Universidad Nacional


Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Porrúa, op. cit., pp. 204 y 205.
[2] MONDRAGÓN PEDRERO, A. Fabián, op. cit., p. 206.
[3] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., pp. 258 y 259.
[4] Cfr., CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., pp. 240 y 242.
[5] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Joaquín, op. cit., p. 81.
[6] En efecto, de conformidad con el artículo 150 de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, la acción cambiaria se ejercita: II. En caso de falta de pago o de pago parcial; el artículo 151
por su parte establece: la acción cambiaria es directa o de regreso; directa, cuando se deduce contra el
aceptante o sus avalistas; de regreso, cuando se ejercita contra cualquier otro obligado, y el artículo
154, señala: el aceptante, el girador, los endosantes y los avalistas responden solidariamente por las
prestaciones a que se refieren los dos artículos anteriores. El último tenedor de la letra puede ejercitar
la acción cambiaria contra todos los obligados a la vez, o contra alguno o algunos de ellos, sin perder
en ese caso la acción contra los otros, y sin obligación de seguir el orden que guardan sus firmas en la
letra. El mismo derecho tendrá todo obligado que haya pagado la letra, en contra de los signatarios
anteriores, y del aceptante y sus avalistas.
[7] Cfr., DÁVALOS MEJÍA, Carlos Felipe, op. cit., p. 812.
[8] Ibid, p. 813.
[9] CERVANTES AHUMADA, Raúl, op. cit., p. 244.
CAPÍTULO IV

CONTRATO DE DISTRIBUCIÓN O CONCESIÓN


MERCANTIL

El contrato de distribución, al que podríamos ubicar como una derivación


de la compraventa de mercaderías, sujeta a determinadas modalidades, se
presenta cuando los fabricantes de productos requieren de la utilización de
personas o establecimientos (proveedores o distribuidores), para la
colocación dirigida a gran escala, de sus productos.
Señala Omar Olvera[1] que mercantilmente hablando, la concesión ha
nacido hace más o menos dos décadas, como una técnica de distribución en
el mercado de los bienes fabricados por una empresa, buscando mayor auge
en los lazos entre fabricante y comerciante y buscando también mejores
servicios a los consumidores, evitando en cierta forma los efectos de la
competencia, vigilando el mejor producto y promoviendo y conservando
adecuadamente el prestigio de sus marcas.
Dice ARCE GARGOLLO[2] que el contrato de distribución o concesión
mercantil tiene por objeto regular las relaciones entre los grandes
productores o fabricantes y las personas que se encargan de comercializar
sus productos en los distintos mercados y que persigue la finalidad de
resolver un problema económico de colaboración de venta entre productos y
distribuidores, propio de la economía de masas, en donde el productor o
fabricante de bienes utiliza a comerciantes independientes que compran sus
productos para revenderlos en una plaza determinada y que es característico
de este contrato, que las condiciones de reventa, son impuestas por el propio
productor.
Y Díaz Bravo[3] complementa:
de los instrumentos para fomentar el mercado, es el que permite al productor o fabricante, vender
su mercadería a un distribuidor, a quien fija, taxativas de reventa en cuanto a precio, condiciones,
territorio, publicidad, presentación del local y otras, sin correr riesgo económico alguno, pues
cobra el precio de la mercadería vendida, y en cambio, los gastos de reventa quedan a cargo del
comprador-vendedor, el que además de ver coartada su libertad de operar frente al consumidor,
suele tener prohibida la venta de otros artículos y aun la del mismo artículo elaborado por otros
productores, pues, nuestro contrato es con frecuencia, de concesión exclusiva.

1. CONCEPTO
Es definido por ARCE GARGOLLO[4] señalando:
es aquel por el que el distribuidor (concesionario) se obliga a adquirir, comercializar, y revender a
nombre y por cuenta propia, los productos del fabricante, productor o principal (concedente) en
los términos y condiciones de reventa que éste señale. El empresario tendrá la facultad de
imponer al distribuidor determinadas obligaciones sobre la organización del negocio para la
comercialización y reventa de los productos.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de distribución es atípico, nominado, principal, real, formal
o consensual, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso y conmutativo.
Es atípico porque no se encuentra regulado por la ley. No obstante
encontramos diferentes referencias normativas en relación con el mismo, y
por ello es nominado.
En principio, el artículo 75, fracción I, del Código de Comercio, que por
otro lado establece la mercantilidad del contrato:
Artículo 75.—La ley reputa actos de comercio;
I. Todas las adquisiciones, enajenaciones y alquileres verificados con propósito de
especulación comercial, de mantenimientos, artículos, muebles o mercaderías, sea en estado
natural, sea después de trabajados o labrados;

El artículo 16 de la Ley Federal del Trabajo señala que para los efectos
de las normas de trabajo, se entiende por empresa la unidad económica de
producción o distribución de bienes o servicios y por establecimiento la
unidad técnica que como sucursal, agencia u otra forma semejante, sea parte
integrante y contribuya a la realización de los fines de la empresa:
La Ley Federal de Protección al Consumidor establece en sus artículos
2, fracción II, y 95, respectivamente:
Artículo 2.—Para los efectos de esta ley, se entiende por:
II. Proveedor: la persona física o moral que habitual o periódicamente ofrece, distribuye,
vende, arrienda o concede el uso o disfrute de bienes, productos y servicios;
Artículo 95.—Los productos que hayan sido repuestos por los proveedores o distribuidores,
deberán serles repuestos a su vez contra su entrega, por la persona de quien los adquirieron o por
el fabricante, quien deberá, en su caso, cubrir el costo de su reparación o el de la devolución,
salvo que la causa de la devolución sea imputable al proveedor o distribuidor;
El artículo 16, fracción V, de la Ley Federal del Derecho de Autor:
Artículo 16.—La obra podrá hacerse del conocimiento público mediante los actos que se
describen a continuación:
V. Distribución al público: Puesta a disposición del público del original o copia de la obra
mediante venta, arrendamiento y, en general, cualquier otra forma;

La Ley del Impuesto al Valor Agregado, en su artículo 14, fracción IV:


Artículo 14.—Para los efectos de esta Ley se considera prestación de servicios
independientes:
IV. El mandato, la comisión, la mediación, la agencia, la representación, la correduría, la
consignación y la distribución;

Es real porque requiere de la entrega de la cosa materia de la


distribución para su reventa.
Puede ser consensual, y en tal caso sus características dependerán de la
práctica que en cada caso establezcan las partes, o bien puede ser otorgado
por escrito, lo cual resulta recomendable para estar en condiciones de
establecer el número y demás aspectos de los bienes que serán materia de la
distribución.
Opinamos que en este contrato la consensualidad se impone porque se
trata de la venta de bienes muebles o mercaderías, para cuya trasmisión la
ley no exige la forma escrita.
Es de tracto sucesivo, porque no se agota en un solo momento, sino que
es característica de este contrato la periodicidad en la entrega de los bienes
materia del contrato en las dos fases que lo comprenden, a saber, la primera
en donde el fabricante vende los productos al distribuidor para su posterior
colocación en el mercado.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el fabricante o empresario que lleva a cabo la venta de manera
periódica de la mercancía al distribuidor o adquirente de la misma para su
colocación, en los plazos y lugares programados y su principal obligación
consiste en trasmitir al distribuidor la propiedad de las mercancías así como
su entrega al mismo.
Debe, además, garantizar las calidades de los productos y reponerle
aquellos que se encuentren defectuosos o bien su bonificación,
compensación o devolución, de conformidad con el artículo 92 de la Ley
Federal de Protección al Consumidor:
Artículo 92.—Los consumidores tendrán derecho a la reposición del producto, a la
bonificación, compensación o devolución de la cantidad pagada, a su elección, en los siguientes
casos:
I. Cuando el contenido neto de un producto o la cantidad entregada sea menor a la indicada en
el envase o empaque, considerados los límites de tolerancia permitidos por la normatividad;
II. Si el bien no corresponde a la calidad, marca, o especificaciones y demás elementos
sustanciales bajo los cuales se haya ofrecido, y
III. Si el bien reparado no queda en estado adecuado para su uso o destino, dentro del plazo de
garantía.

Es también común observar el establecimiento de condiciones


contractuales que obligan al fabricante a colaborar con el distribuidor en
campañas publicitarias en relación con los productos, y obligaciones tales
como la bonificación de cantidades, descuentos por adquisiciones
denominadas de mayoreo, así como la de proporcionar al distribuidor
asistencia técnica y administrativa.
El otro elemento personal lo constituye el distribuidor, que adquiere la
mercancía para su comercialización, colocación y reventa al público
consumidor, bajo las condiciones previamente establecidas con el
fabricante, y su obligación principal será precisamente la de llevar a cabo la
comercialización de los productos.
Dice Arce Gargollo[5] que además de este deber principal, el distribuidor
debe adquirir los bienes o mercancías objeto del contrato generalmente en
una cierta cantidad de productos, una cuota, y pagar el precio en el lugar y
tiempo pactados en el contrato.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


El distribuidor como comerciante independiente lleva a cabo la compra
de las mercancías al fabricante para su posterior reventa en las condiciones,
lugar y plazos establecidos en el contrato por su propia cuenta y a su propio
nombre.
El fabricante suele fijar las condiciones relativas al precio, condiciones
de reventa y en ocasiones se reserva el derecho de supervisar la propia
operación de reventa del distribuidor.
Señala Arce Gargollo[6] que las condiciones de reventa constituyen un
elemento importante. El distribuidor se obliga a revender el producto objeto
del contrato, con sujeción a los términos y condiciones que para estos
efectos le señale el empresario. Esto significa que el concesionario no es
libre de vender como quiera, sino que está sometido a una serie de
condiciones de venta fijadas en el contrato por el concedente, lugar de
venta, presentación del producto, propaganda, precio.
Puede incluir un pacto de exclusiva a favor de alguna o ambas partes de
modo que el fabricante solamente venda sus productos a determinado
distribuidor (lo cual es poco común) o bien que el distribuidor solamente
coloque en venta aquellos productos que haya adquirido de determinado
fabricante.[7]

5. CAUSAS DE TERMINACIÓN
a) Vencimiento del plazo. Se señala como una causa natural de
terminación del contrato de distribución, pero es factible establecer en el
propio contrato su prórroga automática por distintos períodos;
b) La denuncia que realice cualquiera de las partes a la otra con cierta
anticipación, y
c) La muerte o inhabilitación.

NOTAS

[1] OLVERA DE LUNA, Omar, op. cit., p. 104.


[2] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 325.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 251.
[4] ARCE GARGOLLO, Javier, op. cit., p. 328.
[5] ARCE GARGOLLO, Javier, Diccionario de Derecho Mercantil, Universidad Nacional Autónoma
de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Porrúa, op. cit., pp. 142 y 143.
[6] Ibid, p. 142.
[7] En relación con el pacto de exclusiva que se puede establecer en el contrato, a continuación
se transcribe el criterio de la Suprema Corte de Justicia, siguiente: COMPRAVENTA DE DISTRIBUCIÓN
EXCLUSIVA, CONTRATO MERCANTIL DE RESCISIÓN.—El contrato mercantil de distribución exclusiva, por su
naturaleza específica, no puede ser considerado como una compraventa lisa y llana, pero esta
circunstancia no trae como consecuencia la falta de aplicación de las disposiciones relativas del
Código de Comercio; de manera que si se ha pactado la entrega de las mercancías en cantidad y plazo
determinado, de conformidad con lo dispuesto por los artículos 375 y 376 del mismo ordenamiento el
comprador no está obligado recibirlas fuera de ellos; pero si aceptare entregas parciales, quedará
consumada la venta en lo que a éstas se refiere. Por otra parte, en las compraventas mercantiles, una
vez perfeccionado el contrato, el contratante que cumpliere tendrá derecho a exigir del que no
cumpliere la rescisión o cumplimiento del contrato y la indemnización, además, de los daños y
perjuicios; en consecuencia, si el comprador acepta la entrega de las mercancías fuera de plazo y no
se rehúsa a recibirlas, está legalmente obligado a pagar el precio de las mismas y, por lo tanto, el
vendedor sí está legitimado para exigir el cumplimiento del contrato, así como el pago del precio de
la mercancía entregada. Amparo directo 7569/80. Química Hoechst de México, S. A. 25 de
septiembre de 1981. Mayoría de 3 votos. Disidentes: Gloria León Orantes y Jorge Olivera Toro.
Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación: Séptima Época. Volumen 151-
156 Cuarta Parte. Tesis: Página: 75. Tesis Aislada.
CAPÍTULO V

CONTRATO DE JOINT VENTURE

En un mundo inmerso en la globalización económica, la falta de capacidad


económica en las empresas de países en vías de desarrollo como el nuestro,
y su atraso tecnológico, les ha llevado a buscar nuevas alternativas de
desarrollo y expansión empresarial, combinando sus recursos con
corporaciones extranjeras.
Las nuevas tendencias de desarrollo empresarial que se han abierto en el
mundo nos presentan en el contrato de empresa conjunta, un esquema que
permite realizar operaciones comerciales de riesgos compartidos entre
empresarios nacionales y extranjeros.
Así, surge la figura emanada de la práctica norteamericana denominada
joint venture o empresa conjunta, que por lo que al empresario extranjero se
refiere, le permite aprovechar materia prima y mano de obra barata, así
como mercados para la exportación de productos y venta de tecnología; y
respecto del empresario nacional, dicha unión conjunta le permite en un
desarrollo compartido, adquirir tecnología de punta, y con el ingreso de
inversión extranjera la generación de empleos y la utilización de marcas y
patentes, entre otros beneficios.
Además, el esquema permite la comercialización y distribución de
productos por medio de la asociación con empresas especializadas en
determinados rubros, o bien para crear nuevas líneas de productos
utilizando la materia prima, tecnología y conocimientos de la empresa con
la que se celebre la joint venture.
Señala Aramouni:[1] “los consorcios de empresas y los joint ventures
tienen por finalidad regular la asociación de empresarios, para realizar en
común un determinado emprendimiento de duración limitada, mediante una
organización compleja”.
CHULIÁ VICÉNT, y BELTRÁN ALANDETE,[2] por su parte señalan:
la idea general es la de una empresa o proyecto con participación de dos o más individuos o
sociedades, cuya gestión está bajo el control o poder común y usualmente regida por un contrato
entre accionistas joint venture, que establece los derechos de las partes y que implica que,
independientemente que las mismas continúen sus propios negocios, colaboren o participen en el
control conjunto de una nueva empresa o sociedad […] Otro de los motivos que puede justificar
la creación de una empresa conjunta, se podría cifrar en el objetivo que dos o más empresas se
fijan de exportar mercancías a un nuevo mercado porque la mayoría de los países favorecen a las
empresas constituidas en su territorio por razones políticas, tecnológicas y de empleo.

Y Marzorati[3] dice: “existen numerosas razones para constituir


empresas conjuntas, joint ventures o alianzas estratégicas, pero en muchos
casos obedecen a la conveniencia de penetrar mercados, mejorar las
ganancias de los integrantes o ampliar su participación en un mercado
determinado”.
Para ARCE GARGOLLO[4] una aplicación importante del joint venture es la
creación y organización de sociedades de colaboración industrial de
empresas de países de economía avanzada en países en vías de desarrollo y
que ello obedece a la necesidad de expansión de grandes empresas y a las
limitaciones legales de países en vías de desarrollo, que imponen la
necesidad de que sean nacionales, al menos en una parte de la participación,
quienes exploten recursos naturales o establezcan empresas en determinadas
ramas de la industria, y así, la parte extranjera, por oposición a la parte
nacional utiliza esta figura para hacer negocios en un país distinto del de su
nacionalidad.

1. CONCEPTO
Son definidas por CHULIÁ VICÉNT, y BELTRÁN ALANDETE[5] como aquellas
que se forman como resultado de un compromiso entre dos o más
sociedades y cuya finalidad es realizar una operación de negocios distinta y
generalmente complementaria de la que desempeñan las empresas
constituyentes.
Dichos autores señalan que en el propio sentido lo ha definido la
Comisión de la Comunidad Económica Europea, al señalar; el joint venture
es una empresa sujeta al control conjunto de dos o más empresas que son
económicamente independientes la una de la otra.
Para ROSTOWSKI[6] se trata de una asociación de dos o más personas para
llevar a cabo una iniciativa individual, una transacción específica o una
singular serie de operaciones para obtener utilidad, y cuya diferencia con el
partnership (sociedad) es que cada parte representa a la sociedad en tanto
que cada joint aventurer no representa a los otros venturerers.
Por nuestra parte, la conceptualizamos como el contrato por cuya virtud
dos o más comerciantes unen sus recursos y esfuerzos para la creación de
una empresa conjunta y permanente, en función de la realización de un
proyecto, creando un ente jurídico, o bien comprometiendo la realización de
actos futuros de comercio y asumiendo riesgos conjuntos así como una
participación mutua en las utilidades y pérdidas que se produzcan.
Nada impide, por otro lado que una sociedad ya constituida y que lleva
operando determinado tiempo, se convierta en empresa conjunta, porque
otras adquieran su participación accionaria para canalizarla de acuerdo con
sus intereses estratégicos comunes.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de joint venture es atípico, preparatorio, de asociación,
formal, de tracto sucesivo, bilateral o plurilateral, oneroso, conmutativo e
intuitu personae.
Es atípico porque no se encuentra regulado por la ley.
Es preparatorio cuando se traduce en una negociación jurídica para la
realización de un acto que se ubica en el futuro.
Es de asociación porque las partes canalizan su actividad a la
realización de un fin común.
Es formal porque suele ser otorgado de manera escrita. Y si la joint
venture da lugar a la creación de un ente jurídico, además de su
otorgamiento por escrito, deberá elevarse a escritura pública notarial o bien
póliza ante corredor.
Es de tracto sucesivo, porque que no se agota en un solo momento, sino
que las obligaciones de las partes se extienden en el tiempo.
Es bilateral o plurilateral, dependiendo del número de partes
involucradas en el contrato, las cuales tienen obligaciones y derechos
recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.
Es intuitu personae porque se basa en el conocimiento personal y la
confianza de las partes.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son las partes, a las que siguiendo a ARCE GARGOLLO[7] podemos
denominar: promitentes, venturers, asociados, socios o accionistas y
partners.
Las obligaciones de las partes serán las de llevar a cabo la aportación
requerida y establecida, y estará determinada por el objeto del contrato.
En el caso de que el joint venture se establezca para la constitución de
una sociedad, las obligaciones serán establecidas en relación con el
cumplimiento de los requisitos que la ley establece para su regularidad,
además de las que las partes deseen incorporar, y la suscripción de contratos
diversos en relación con la sociedad joint venture.
Además, siendo un contrato intuitu personae, las partes deberán
obligarse a no realizar competencia entre ellas, ya que se presupone que el
objetivo es común.
Es también importante señalar que las partes se deben obligar a guardar
la confidencialidad en relación con los secretos que por virtud del contrato
lleguen a conocer.

4. ELEMENTOS REALES
Son definidos por ARCE GARGOLLO[8] del modo siguiente:
a) Objeto, cuyo origen es el contrato de joint venture, que puede ser
muy variado, dependiendo de si está relacionado con un proyecto o trabajo
a ser ejecutado conjuntamente por las partes, lo cual deberá describirse en el
propio contrato y en el caso de que se trate de la realización de actos
futuros, deberán incluirse los elementos esenciales que los configurarán;
b) Las aportaciones, ya que deberá establecerse en el contrato lo que
cada una de las partes aportará al joint venture;
c) El plazo, al que los actos jurídicos quedarán supeditados, sobre todo,
cuando conformen un contrato de promesa;

5. FORMACIÓN DEL CONTRATO


Señala Osvaldo J. Marzorati[9] que en el proceso de formación de una
joint venture, se requiere:
• La identificación de objetivos;
• La selección del socio venturista;
• El intercambio de información confidencial;
• La suscripción de una carta de intención;
• La .elección de la forma del negocio;
• La identificación de los problemas entre socios; y,
• La suscripción del convenio joint venture.

6. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


• Se realiza mediante la suscripción de un contrato;
• Se refiere a un proyecto único, con un motivo bien establecido, o bien
que se trate de un conjunto de proyectos relacionados entre sí;
• Se crea un negocio permanente por las partes integrantes;
• Su esencia es la de compartir el riesgo común, en donde habitualmente
participan dos o más empresas o grupos de empresas, que se dividen
porcentualmente tal riesgo;
• Es común que las empresas que se asocian participen; una aportando
tecnología y la otra capital;
• Se requiere de la contribución de las partes en dinero o activos;
• La dirección de la empresa de joint venture también será conjunta;
• Se establece un derecho sobre la propiedad de la cosa común;

7. CLASES DE JOINT VENTURE


CHULIÁ VICÉNT, y BELTRÁN ALANDETE[10] identifican tres clases del
contrato de que se trata, a saber:
a) Horizontal, en donde las dos partes participan en el mismo comercio
o en uno solo relacionado, y tienen la voluntad de establecer una empresa
conjunta por un motivo común;
b) Vertical, cuando las partes trabajan de manera independiente, a
niveles diferentes en el proceso de fabricación o bien en donde se crea la
empresa conjunta a un nivel más o menos elevado del mismo proceso, y
c) Aglomerado, en donde la nueva empresa conjunta se realiza en una
esfera que no es común a las partes.
8. VENTAJAS DEL JOINT VENTURE
• Que es un contrato carente de formalismos y de carácter confidencial,
en tanto que no requiere de registro de ningún tipo.
• Que es de carácter privado.
• Que es una figura flexible que se adapta por ello a las necesidades de
las partes.

NOTAS

[1] ARAMOUNI, Alberto, Práctica del Derecho Societario, Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1996.
p. 582.
[2] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, Aspectos Jurídicos de Distintos Contratos
Atípicos, op. cit., pp. 80 y 83.
[3] MARZORATI, Osvaldo, J., Alianzas Estratégicas y Joint Venture, Astrea, Buenos Aires,
Argentina, 1966, p. 151.
[4] Cfr., ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., p. 375.
[5] CHULIÁ VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, op. cit., p. 80.
[6] Citado por ZULOAGA, Carlos Enrique, Agrupaciones de empresas, Porrúa, México, 2006, p.
87.
[7] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., p. 382.
[8] Ibidem.
[9] MARZORATI, Osvaldo, J., op. cit., p. 110.
[10] CHULIA VICÉNT, Eduardo y BELTRÁN ALANDETE, op. cit., pp. 79 y 80.
CAPÍTULO VI

CONTRATO DE SUMINISTRO

El objeto del suministro se hace consistir en la satisfacción de necesidades


de manera periódica, para la población consumidora, por medio de un
abastecimiento permanente que es realizado por empresas que
comercializan sus propios productos o bien los producidos por otras, previa
su elaboración y transformación, y mediante el establecimiento de un precio
unitario.
Incluye normalmente la entrega permanente de cierto tipo de productos
tales como gas, electricidad, agua, materias primas, etc., o bien, puede
hacerse consistir en la prestación de servicios.
DÍAZ BRAVO[1] explica la naturaleza del contrato, señalado que como no
siempre es posible determinar en el momento de la celebración del contrato
de compraventa, la cantidad de bienes vendidos ni el plazo durante el cual
deberá recibirlos el comprador (corriente eléctrica o agua para el consumo
en una casa habitación o en un local comercial); como en otros casos resulta
inconveniente para el comprador el precisar una cantidad alzada de la
materia prima que, como productor necesita por un lapso indeterminado,
para elaborar ciertos compuestos, y por ello contrata con el vendedor
entregas periódicas, en volúmenes, plazos y precios variables, que no
encajan cómodamente en el concepto y regulación jurídica de la
compraventa, ha surgido el contrato.
Dice Vázquez del Mercado[2] que es un contrato de suma utilidad
práctica, para dar satisfacción rápida, segura y económica a las necesidades
constantes en la vida moderna, que se caracteriza porque una de las partes,
(proveedor) asume la obligación mediante un precio unitario, de entregar
periódicamente a otra, (suministrado), cosas muebles en cantidad, tiempo y
forma fijados en el contrato mediante prestaciones correspectivas de manera
continuada.
1. CONCEPTO
Para León BOLAFFIO[3] se califica como de suministros o abastecimiento,
a la empresa que por precio fijado de antemano, y por un tiempo igualmente
fijado, compromete su propia obra a favor de sus clientes, obligándose a
proporcionar a los mismos, las cosas o los servicios que estos necesitan y
que constituyen el objeto de su actividad económica.
SÁNCHEZ CALERO[4] lo define señalándoles “el contrato por el que una
parte (suministrador) se obliga, mediante un precio a realizar a favor de otra
(suministrado) prestaciones periódicas o continuadas de cosas”.
Para DÍAZ BRAVO[5] es el contrato por el que una de las partes, el
suministrante o suministrador, se obliga a proveer a la otra, el
suministratario, bienes o servicios en forma periódica o continuada, a
cambio de un precio en dinero, determinado o determinable.
OLVERA DE LUNA[6] lo define señalando que es un contrato por el cual una
parte se obliga a ejecutar a favor de otra, prestaciones periódicas y
continuadas mediante una contraprestación cierta y en dinero.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de suministro es atípico, nominado, principal, consensual,
real, de tracto sucesivo, bilateral, oneroso, conmutativo y de adhesión.
Es atípico porque no se encuentra regulado por la ley, y sus escasas e
incompletas referencias normativas se encuentran en los siguientes
ordenamientos, que lo hacen por ello nominado:
El artículo 75, fracción V, del Código de Comercio:
Artículo 75.—La ley reputa actos de comercio:
V. Las empresas de abastecimientos y suministros;

Por medio del suministro se da también satisfacción a las necesidades


de las dependencias de la administración pública, y ello hace que su
referencia normativa se extienda a las leyes que norman su actuación, y que
se señalan a continuación:
La ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector
Público, en su artículo 20, fracción VI:
Artículo 20.—Las dependencias y entidades formularán sus programas anuales de
adquisiciones, arrendamientos y servicios, y los que abarquen más de un ejercicio presupuestal,
así como sus respectivos presupuestos, considerando:
VI. La existencia en cantidad suficiente de los bienes; los plazos estimados de suministro; los
avances tecnológicos incorporados en los bienes, y en su caso los planos, proyectos y
especificaciones;

Además, la ley regula también los aspectos relativos al establecimiento


de políticas, estímulos y reglas generales en materia de abasto, entre otras,
de productos que son materia de consumo por la población, en favor de las
dependencias de la administración pública.
Así, la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, en su
artículo 34, fracciones I, VI, IX y XXI:
Artículo 34.—A la Secretaría de Economía corresponde el despacho de los siguientes asuntos:
I. Formular y conducir las políticas generales de industria, comercio exterior, interior, abasto y
precios del país; con excepción de los precios de bienes y servicios de la Administración Pública
Federal;
VI. Estudiar y determinar mediante reglas generales, conforme a los montos globales
establecidos por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, los estímulos fiscales necesarios
para el fomento industrial, el comercio interior y exterior y el abasto, incluyendo los subsidios
sobre impuestos de importación, y administrar su aplicación, así como vigilar y evaluar sus
resultados;
IX. Participar con las Secretarías de Desarrollo Social, de Agricultura, Ganadería, Desarrollo
Rural, Pesca y Alimentación y de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en la distribución y
comercialización de productos y el abastecimiento de los consumos básicos de la población;
XXI. Fomentar, regular y promover el desarrollo de la industria de transformación e intervenir
en el suministro de energía eléctrica a usuarios y en la distribución de gas;

La ley de Inversión Extranjera, en su artículo 7, fracción II-W:


Artículo 7.—En las actividades económicas y sociedades que se mencionan a continuación la
inversión extranjera podrá participar en los porcentajes siguientes:
III. Hasta el 49% en:
w) Suministro de combustibles y lubricantes para embarcaciones y aeronaves y equipos
ferroviarios;

La Ley Federal de Protección al Consumidor en su contenido genérico


de las relaciones económicas que regula entre proveedores y consumidores,
y particularmente en sus artículos 1, fracciones III y VII, y 2, fracciones I y
II:
Artículo 1.—La presente ley es de orden público e interés social y de observancia en toda la
República. Sus disposiciones son irrenunciables y contra su observancia no podrán alegarse
costumbres, usos, prácticas o estipulaciones en contrario.
El objeto de esta ley es promover y proteger los derechos del consumidor y procurar la
equidad y seguridad jurídica en las relaciones entre proveedores y consumidores.
Son principios básicos en las relaciones de consumo:
III. La información adecuada y clara sobre los diferentes productos y servicios, con
especificación correcta de cantidad, características, composición, calidad y precio, así como
sobre los riesgos que representen;
VII. La protección contra la publicidad engañosa y abusiva, métodos comerciales coercitivos y
desleales, así como contra prácticas y cláusulas abusivas o impuestas en el abastecimiento de
productos y servicios.
Artículo 2.—Para los efectos de esta ley, se entiende por:
I. Consumidor: la persona física o moral que adquiere, realiza o disfruta como destinatario
final bienes, productos o servicios. No es consumidor quien adquiera, almacene, utilice o
consuma bienes o servicios con objeto de integrarlos en procesos de producción, transformación,
comercialización o prestación de servicios a terceros;
II. Proveedor: la persona física o moral que habitual o periódicamente ofrece, distribuye,
vende, arrienda o concede el uso o disfrute de bienes, productos y servicios;
Desde luego, como el suministro es un contrato atípico, le serán aplicables las disposiciones
de la compraventa, que es el contrato con el que guarda mayor analogía, de conformidad con el
artículo 1858 del Código Civil Federal que establece; los contratos que no estén especialmente
reglamentados en este Código se regirán por las reglas generales de los contratos, por las
estipulaciones de las partes y, en lo que fueren omisas, por las disposiciones del contrato con el
que tengan más analogía de los reglamentados en este ordenamiento.[7]

Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su


subsistencia.
Es consensual porque suele ser otorgado de manera verbal, no, obstante,
en ocasiones se celebra por escrito.
Es real porque requiere de la entrega periódica de la cosa materia del
suministro.
Es de tracto sucesivo, porque que no se agota en un solo momento, sino
que es característico de éste contrato la periodicidad en la entrega de los
bienes o insumes materia del contrato.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato, aun cuando puede ser aleatorio en cuanto a que el
precio de los insumos puede variar durante la vigencia del contrato.
Así, dice Arce Gargollo[8] que excepcionalmente puede ser aleatorio
cuando el precio o la cantidad a suministrar presentan variaciones que
dependen de circunstancias posteriores a la celebración del contrato (con
precios o cantidades variables por suministrar) que benefician a una parte,
y, recíprocamente, perjudican a la otra.
Suele ser de adhesión porque los precios unitarios y demás condiciones
del contrato son establecidos unilateralmente por la empresa suministrante.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el suministrante que se obliga a realizar para el suministrado la
entrega periódica y programada en plazos específicos del objeto o los
servicios materia del contrato, y el suministrado, quien a cambio cubrirá el
costo de los bienes suministrado contra cada abastecimiento o entrega.

4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO


• La materia del suministro puede hacerse consistir en bienes claramente
identificados, o bien por cantidades genéricas en donde se fije un
precio unitario por litro o kilogramo, etc., o bien de servicios;
• Tratándose de un contrato de tracto sucesivo, los derechos y
obligaciones de las partes se cumplen de manera periódica;
• El precio suele ser fijado por la empresa suministrante, en función de
los bienes que en cada caso entregue, pero estará indexado a las
variaciones de precio que provoquen la oferta y la demanda, o bien en
determinados casos, previamente aprobado por las autoridades
administrativas;[9]
Señala Díaz Bravo[10] que cada una de las entregas, cuando se trata de
prestaciones periódicas, está sujeta a un régimen autónomo en cuanto al
precio, que puede estar predeterminado o no; en el caso de prestaciones
continuadas, o está prevista la cantidad de bienes o la medida del tiempo en
que se hará la provisión al suministratario.
• La especie y calidad debe ser establecida por las partes, y en caso
contrario será la media del mercado;[11]
• En el contrato deberá establecerse la cantidad a ser suministrada o bien
un parámetro entre máximo y mínimo;
• Suele incorporar una cláusula de exclusividad, de modo que el
suministrado se obliga a solamente adquirir determinado producto o
servicio de un específico proveedor; y
• Suele ser de duración indeterminada;

5. CAUSAS DE TERMINACIÓN DEL CONTRATO


a) Vencimiento del plazo;
b) La revocación, con previo aviso del contrato, y;
c) La rescisión por causa de incumplimiento de cualquiera de las partes.
NOTAS

[1] Cfr., DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 96.


[2] VÁZQUEZ DEL MERCADO, Óscar, op. cit., pp. 169 y 170.
[3] Cfr., BOLAFFIO, León, op. cit., p. 192.
[4] SÁNCHEZ CALERO, Fernando, op. cit., p. 484.
[5] DÍAZ BRAVO, Arturo, op. cit., p. 96.
[6] OLVERA DE LUNA, Ornar, op. cit., p. 275.
[7] Sobre el particular, a continuación se transcriben los criterios emitidos por los tribunales
federales, siguientes: CONTRATO DE SUMINISTRO. CARACTERÍSTICAS.—El suministro constituye un tipo
especial del contrato de compraventa mercantil, cuya función consiste en satisfacer las periódicas
necesidades del suministrado, sin que éste tenga que estipular tantos contratos de compraventa como
períodos de necesidad se le presenten, dándole seguridad en la percepción de las cosas objeto del
contrato, las cuales obtendrá en forma constante según sus necesidades, pudiendo incluso existir
variación en el precio inicial a partir de cualquiera de las entregas, previa su notificación al
suministrado y aceptación por parte de este. Por lo que no se puede pretender que el suministro y la
compraventa sean dos contratos distintos, sino que aquél es una especie de éste y, por ello, le son
aplicables las disposiciones normativas que regulan la compraventa mercantil. Octavo Tribunal
Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. Amparo directo 775/96. Guantes Vitex, S.A. de C.V.
12 de diciembre de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: María del Carmen Sánchez Hidalgo.
Secretaria: María Concepción Alonso Flores. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta: Novena Época. Tomo V, Abril de 1997. Tesis:
I.8o.C.121 C Página: 226. Tesis Aislada.
CONTRATOS MERCANTILES POR TIEMPO INDETERMINADO, CONCLUSIÓN DE LOS (SUMINISTRO DE MERCANCÍAS).
—Si bien por regla general, para dar por terminado un contrato de duración indefinida, es necesario
el consentimiento mutuo de las partes, atenta esta circunstancia, cuando se trata de un contrato no
expresamente reglamentado en el Código de Comercio, serán aplicables a los actos mercantiles las
disposiciones del derecho civil acerca de las causas que invalidan o rescinden los contratos, conforme
a las cuales son aplicables, en lo que fueren omisas las partes, las disposiciones de más analogía, y en
el caso de un contrato de suministro de determinada mercancía, son las disposiciones que previenen
que concluirán a voluntad de cualquiera de las partes, previo aviso dado a la otra parte en forma
indubitable, los contratos de arrendamiento que no se hayan celebrado por tiempo expresamente
determinado. Amparo civil directo 5080/54. Rivero Mier Sucesores, S.A. 27 de abril de 1955.
Mayoría de cuatro votos. Disidente: Gabriel García Rojas. Ponente: Mariano Ramírez Vázquez.
Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Quinta Época. Tomo CXXIV.
Tesis: Página: 463. Tesis Aislada.
[8] ARCE GARGOLLO, Javier, Contratos Mercantiles Atípicos, op. cit., pp. 157 y 158.
[9] La Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia estableció que es legítimo que la
suministrante modifique el precio de los bienes que son materia del suministro, señalando:
COMPRAVENTA DE SUMINISTRO, VARIACIÓN DEL PRECIO EN LA.—Como la función del contrato de suministro
consiste en satisfacer las periódicas y continuas necesidades del suministrado, sin que éste tenga que
estipular tantos contratos como períodos de necesidad se le presenten, dándole seguridad en la
percepción de las cosas, las cuales las obtendrá en forma constante, y aun cuando los contratantes
están vinculados en una unidad formal, el objeto total de la prestación se fracciona en partes,
independientes y autónomas, y formando cada una materialmente una operación distinta, es de
justicia considerar que el vendedor puede variar el precio inicial a partir de cualquiera de ellas antes
de la entrega de la mercancía, dando aviso previo al comprador, como lo podría hacer en una
compraventa de prestación única antes de su perfeccionamiento, quedando el comprador en
condiciones de aceptar la modificación o dejar de adquirir los objetos, conforme a su propia
estimación o particular conveniencia, pero si los acepta y recibe, está expresando su conformidad con
el nuevo precio. Amparo directo 1647/79. Distribuidora de Hielo, S. C. 17 de julio de 1980. Mayoría
de 3 votos. Disidentes: Gloria León Orantes y J. Alfonso Abitia Arzapalo. Instancia: Tercera Sala.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 151-156 Cuarta Parte. Tesis:
Página: 295. Tesis Aislada.
[10] DÍAZ BRAVO, Arturo, Diccionario de Derecho Mercantil, op. cit., p. 153.
[11] El artículo 87 del Código de Comercio establece que si en el contrato no se determinaren
con toda precisión la especie y calidad de las mercancías que han de entregarse, no podrá exigirse al
deudor otra cosa que la entrega de mercancías de especie y calidad medias.
CAPÍTULO VII

CONTRATO DE TRANSFERENCIA DE
TECNOLOGÍA

El contrato de transferencia de tecnología es utilizado para la trasmisión de


derechos derivados de la propiedad industrial, protegidos por la Ley de
Propiedad Industrial, publicada en el Diario Oficial de la Federación del 27
de junio de 1991; para la trasmisión de los derechos relativos a los
conocimientos en materia de procedimientos de fabricación empresarial
conocidos como know how, así como también de servicios que incluyen
asistencia técnica en materia empresarial.
Con la profundidad que lo caracteriza, DÍAZ BRAVO[1] explica el
contenido del llamado contrato de transferencia de tecnología, y la amplia
gama de posibilidades que incluye, señalando:
al influjo de antiguas leyes y, también de reglamentos, con la expresión transferencia de
tecnología se denotan en la práctica mexicana todos los contratos en virtud de los cuales se
transmite el uso o se autoriza la explotación de marcas, patentes, modelos, diseños industriales, o
nombres comerciales; se suministran conocimientos técnicos, se provee ingeniería para la
construcción de instalaciones industriales o para la fabricación de productos; o bien, se presta
asistencia técnica.

Y agrega: “algunos de los contratos de transferencia de tecnología,


particularmente los que plantean el mero derecho de uso de una marca o de
una patente, como el de franquicia, implican una verdadera agrupación de
empresas o bien, la creación de grupos de interés económico”.[2]
Más adelante resume:
el derecho del inventor, del titular de una patente, de una marca, o de conocimientos técnicos, no
presenta una naturaleza jurídica cierta, ya que carece de algunos de los elementos característicos
de la propiedad, por lo que no es fácil que tales derechos sobre bienes inmateriales, encuentren
cabida en una institución elaborada para denotar los plenos derechos sobre cosas corporales.[3]

1. CONCEPTO
En vista de la dificultad que ofrece la conceptualización del contrato
que nos ocupa, y aun y cuando no se trata por ello, propiamente de un
concepto, DÍAZ BRAVO[4] expresa con claridad el objeto que puede ser
materia del contrato, señalando:
en virtud del contrato de transferencia de tecnología, pueden trasmitirse los conocimientos como
los procedimientos de fabricación (know how) pero, igualmente, manifestaciones de la llamada
propiedad industrial (patentes, marcas, etc.), incluso servicios (asistencia técnica, consultoría,
administración de empresas)

Y expone como concepto: “una de las partes se obliga a trasmitir a la


otra el derecho de explotar uno o más elementos de la propiedad industrial o
bien a prestarle servicios de auxilio técnico o de operación administrativa”.

2. CLASIFICACIÓN DEL CONTRATO


El contrato de transferencia de tecnología es atípico, nominado,
principal, formal, de tracto sucesivo bilateral, oneroso y conmutativo.
Es atípico porque no se encuentra regulado por la ley, no obstante,
cuando el contrato de transferencia de tecnología se refiera a derechos
protegidos por la Ley de la Propiedad Industrial, se contienen algunas
prescripciones en materia de registro ante el Instituto Mexicano de la
Propiedad Industrial, lo que lo convierte en nominado.
Es principal porque existe por sí mismo y no requiere de otro para su
subsistencia.
Es formal porque debe ser otorgado de manera escrita.
Ya desde la existencia de la abrogada Ley Sobre el Control y Registro
de la Transferencia de Tecnología y el Uso y Explotación de Patentes y
Marcas, se establecía en su artículo 1, su necesaria inscripción, para lo cual
se exigía la forma escrita.
En la actualidad, de conformidad con los artículos 62, 63, 136, 174 y
175 de la Ley de la Propiedad Industrial, en los supuestos de trasmisión de
derechos de explotación de patentes o registros; marcas registradas y
denominaciones de origen, el contrato no solamente debe ser otorgado por
escrito, sino que inclusive para que surta efectos frente a terceros, es
menester que se registre ante el Instituto Mexicano de la Propiedad
Industrial, con lo cual se reitera la obligación que ya establecía la ley
anterior.
Artículo 62.—Los derechos que confiere una patente o registro, o aquellos que deriven de una
solicitud en trámite, podrán gravarse y transmitirse total o parcialmente en los términos y con las
formalidades que establece la legislación común. Para que la transmisión de derechos o gravamen
puedan producir efectos en perjuicio de terceros, deberá inscribirse en el Instituto.
Podrá solicitarse mediante una sola promoción la inscripción de transferencias de la titularidad
de dos o más solicitudes en trámite o de dos o más patentes o registros cuando quien transfiere y
quien adquiere sean las mismas personas en todos ellos. El solicitante deberá identificar cada una
de las solicitudes, patentes o registros en los que se hará la inscripción. Las tarifas
correspondientes se pagarán en función del número de solicitudes, patentes o registros
involucrados.
Artículo 63.—El titular de la patente o registro podrá conceder, mediante convenio, licencia
para su explotación. La licencia deberá ser inscrita en el Instituto para que pueda producir efectos
en perjuicio de terceros.
Podrá solicitarse mediante una sola promoción la inscripción de licencias de derechos
relativos a dos o más solicitudes en trámite o a dos o más patentes o registros cuando el
licenciante y el licenciatario sean los mismos en todos ellos. El solicitante deberá identificar cada
una de las solicitudes, patentes o registros en los que se hará la inscripción. Las tarifas
correspondientes se pagarán en función del número de solicitudes, patentes o registros
involucrados.
Artículo 136.—El titular de una marca registrada o en trámite podrá conceder, mediante
convenio, licencia de uso a una o más personas, con relación a todos o algunos de los productos o
servicios a los que se aplique dicha marca. La licencia deberá ser inscrita en el Instituto para que
pueda producir efectos en perjuicio de terceros.
Artículo 174.—El derecho a usar una denominación de origen podrá ser transmitido por el
usuario autorizado en los términos de la legislación común. Dicha transmisión sólo surtirá efectos
a partir de su inscripción en el Instituto, previa comprobación de que el nuevo usuario cumple
con las condiciones y requisitos establecidos en esta Ley para obtener el derecho a usar la
denominación de origen.
Artículo 175.—El usuario autorizado de una denominación de origen podrá a su vez, mediante
convenio, permitir el uso de ésta, únicamente a quienes distribuyan o vendan los productos de sus
marcas. El convenio deberá ser sancionado por el Instituto y surtirá efectos a partir de su
inscripción de esta.
El convenio deberá contener una cláusula en la que se establezca la obligación del distribuidor
o comercializador de cumplir con los requisitos establecidos en las fracciones III y IV del artículo
169 y los previstos en el reglamento. En caso de que el distribuidor o comercializador no
cumpliere con esta obligación, procederá la cancelación de la inscripción.

En relación con la obligación que establecía la ley en materia del


registro de los contratos de transferencia de tecnología, los Tribunales
Colegiados de Circuito mantuvieron el criterio relativo a su necesaria
inscripción, para la protección de las empresas nacionales con respecto de
las extranjeras.[5]
Cuando por otro lado, el contrato de transferencia de tecnología se
refiera a la trasmisión de los derechos relativos a los conocimientos en
materia de procedimientos de fabricación conocidos como know how, o
bien de servicios que incluyen asistencia técnica en materia empresarial, no
existe regulación legal alguna ni registro que sea exigible.
Es de tracto sucesivo, porque no se agota en un solo momento, sino que
las obligaciones de las partes se extienden en el tiempo.
Es bilateral porque las partes tienen obligaciones y derechos recíprocos.
Es oneroso porque contiene provechos y gravámenes recíprocos.
Es conmutativo porque las prestaciones, provechos y gravámenes que
derivan del contrato son plenamente conocidas por las partes desde la
celebración del contrato.

3. ELEMENTOS PERSONALES Y OBLIGACIONES DE LAS PARTES


Son el cedente o transferente, titular de los derechos tecnológicos que
serán trasmitidos al cesionario o receptor, quien los recibe a cambio de un
precio.
Como vemos cada contrato es diferente, con un contenido específico
que deriva de su propia y especial naturaleza, y por ello, los derechos y
obligaciones de las partes son distintas en cada caso, no obstante podemos
establecer como comunes a todos ellos los siguientes:
a) Determinación de las obligaciones del cedente y del cesionario;
b) Carácter de la transferencia de la tecnología si es definitiva o
temporal;
c) Forma de pago y denominación monetaria;
d) Bases para el cálculo de las regalías (royalty);
e) Determinación del pago de obligaciones fiscales;
f) Duración del contrato;
g) Establecimiento de mínimos de producción por parte del cesionario;
h) Limitaciones impuestas para el uso de la tecnología;
i) Área geográfica para la explotación del producto;
j) Asistencia técnica a ser brindada por el cedente;
k) Obligaciones en relación con el secreto por el uso de la tecnología;
l) Formas de empleo de la tecnología;
m) Determinación de la calidad de los bienes;
n) Garantías que se constituyan;
o) Penas convencionales;
p) Causas de extinción del contrato, y;
q) Sometimiento a determinados árbitros o tribunales, delineando el
procedimiento respectivo.
4. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO
• Bajo la denominación genérica de contratos de transferencia de
tecnología, se incluyen los contratos de licencia, know how,
información técnica, asistencia técnica, y consultoría;
• Por el contrato de licencia, en sentido amplio se incluye la concesión
que a favor de una de las partes realiza el titular de una patente de
invención, de diseño, de modelo industrial, de asistencia técnica, o
bien el secreto industrial;
• Son más frecuentes los contratos de licencia de marca que los
auténticos contratos de transferencia de tecnología, y aun los de
franquicia;
• Cuando incluye la trasmisión de conocimientos técnicos debe
establecerse la obligación para el cesionario de no divulgar
conocimientos a que tenga acceso.[6]
• Puede incluir la trasmisión para el uso de una marca a precio alzado;
• Puede incluir la asistencia técnica (know how), lo cual se observa con
frecuencia en una de las derivaciones de la transferencia de tecnología,
como es el contrato de franquicia;
• Pudiendo la tecnología ser objeto de distintas relaciones jurídicas, en
ocasiones incluye a otros contratos como la compraventa, suministro,
arrendamiento, etc.;
• Las figuras aparecen íntimamente vinculadas de modo que resulta
difícil concebir un contrato de licencia que no incluya el know how, en
los que suele obligarse al cesionario del derecho a la utilización de la
marca que hubiese sido impuesta en el mercado por el exportador o
cedente de la tecnología y es por ello que asume el compromiso de
brindar los conocimientos relativos a la tecnología de que se trate, para
su adecuado uso;
• Teniendo el cedente un evidente interés por mantener el prestigio de
sus productos, controlara del cesionario los aspectos de control de
calidad y servicio, mediante la supervisión;
• Suele ser de adhesión porque las condiciones de operación son fijadas
unilateralmente por titular del derecho;
• Normalmente obliga al cesionario a someter sus anuncios publicitarios
a la previa aprobación del concedente;
• Incluye el intercambio de información sobre nuevas tecnologías, y;
• Los pagos o regalías suelen establecerse por porcentajes sobre las
ventas realizadas;

NOTAS

[1] DÍAZ BRAVO, Arturo, Contratos Mercantiles, op. cit., p. 178.


[2] DÍAZ BRAVO, Arturo, Diccionario de Derecho Mercantil, op. cit., p. 154.
[3] DÍAZ BRAVO, Arturo, Contratos Mercantiles, op. cit., p. 185.
[4] DÍAZ BRAVO, Arturo, Diccionario de Derecho Mercantil, op. cit., p. 154.
[5] TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA, REGISTRO NACIONAL DE.—Independientemente de que de la
“exposición de motivos” de la Ley sobre el Registro de la Transferencia de Tecnología y el Uso y
Explotación de Patentes y Marcas y de lo dispuesto por los artículos 2o., 6o. y 7o. de dicha Ley,
pudiera concluirse que el objeto de ésta es proteger a las empresas nacionales de las extranjeras, lo
cierto es que en los términos del inciso f), del citado artículo 2o. de la Ley antes invocada, en relación
con el artículo 3o. del mismo ordenadamente legal, es obligatoria la inscripción en el Registro
Nacional de Transferencia de Tecnología, entre otros, de los contratos que deban surtir efectos en el
territorio nacional y que se realicen con motivo de servicios de administración y operación de
empresas, precisamente cuando sean partes en el contrato relativo las personas físicas o morales de
nacionalidad mexicana. Por tanto, si en el contrato celebrado entre la agraviada y la otra parte, se
pacta la prestación por esta última en favor de aquella, de servicios de administración y
asesoramiento técnico, es claro que tal contrato sí debe inscribirse en el Registro Nacional de
Transferencia de Tecnología, ya que los citados artículos no excluyen de tal obligación a aquellas
personas físicas o morales que tengan la calidad de nacionales. Tercer Tribunal Colegiado en Materia
Administrativa del Primer Circuito. Amparo en revisión 919/79. Unidad Coacalco, S. A. 6 de
septiembre de 1979. Unanimidad de votos. Ponente: Sergio Hugo Chapital Gutiérrez. Instancia:
Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época.
Volumen 139-144 Sexta Parte. Tesis: Página: 187. Tesis Aislada.
TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA. PLAZO PARA RESOLVER SOBRE EL REGISTRO DE CONTRATOS ANTERIORES A LA
LEY.—El artículo 6 transitorio de la Ley sobre el Registro de la Transferencia de Tecnología y el Uso
y Explotación de Patentes y Marcas, debe entenderse relacionado con el artículo 10 de la propia Ley;
o sea, en el sentido de que, transcurridos los plazos a que se refieren los preceptos, sin que se hubiese
dictado resolución, en ambos casos, el acto, convenio o contrato deberá inscribirse. Pero la autoridad
cumple si dicta la resolución dentro de los plazos fijados por la Ley, aun cuando la notificación al
interesado se haga en el lapso breve posterior, lo que confirma la oportuna resolución del caso y la
buena fe con que procedió la autoridad, pues la ley no la obliga a notificar dentro del plazo que le
señala para resolver. Segundo Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito.
Amparo en revisión 305/75. Sociedad Nueva de Rodamientos de México, S.A de C.V. 26 de junio de
1975. Unanimidad de votos. Ponente: Manuel Castro Reyes. Instancia: Tribunales Colegiados de
Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 78 Sexta Parte.
Tesis: Página: 79. Tesis Aislada.
TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA. TÉRMINO PARA EL REGISTRO DE CONTRATOS.—El artículo 10 de la Ley
sobre el Registro Nacional de Transferencia de Tecnología determina una obligación para la
autoridad de resolver sobre la procedencia o improcedencia de la inscripción de los actos a que
aquella se refiere, en el Registro Nacional de Transferencia de Tecnología, a instancia del particular
interesado, para el que, a su vez, resulta obligatoria esa inscripción conforme al artículo 2o. de esa
Ley, con la particularidad de que si la autoridad no resuelve en el término señalado sobre la
improcedencia de la inscripción, precluye su facultad para desestimar el registro y su silencio tiene el
efecto de proceder indeclinablemente a la inscripción del acto. La autoridad goza de un término que
ha considerado prudente otorgarle al legislador para que estudie y resuelva fundadamente sobre la
inscripción del título respectivo, pero si en tal término no ejercita la facultad para la solicitud
correspondiente, nace el derecho indiscutible para el particular para que se lleve a cabo la inscripción.
De acuerdo con tales ideas, debe estimarse que el término que la Ley otorga a la autoridad se refiere a
días en que puede actuar, conforme a las normas generales de trabajo que, en el estado actual de la
legislación, se contraen a aquellos días de labores en que las autoridades realizan normalmente las
actividades que fijan los dispositivos correspondientes, entre los que no se cuentan los sábados y
domingos y aquellos en que se ha determinado un descanso obligatorio o se suspendan las labores
por decisión de la autoridad competente; y no podría ser de otra manera, puesto que la autoridad no
se encuentra obligada a actuar en días inhábiles, salvo las excepciones que deriven de la ley, que por
su naturaleza deben estar precisadas concretamente. Así las cosas, debe estimarse que el término de
90 días que otorga como regla inferior declaró la ejecutoriedad sin comprender si había o no
transcurrido el término legal para recurrirlo por la autoridad aunque la autoridad puede y debe actuar
en el ejercicio de sus atribuciones. Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer
Circuito. Amparo en revisión 240/75. Leviatan y Flor, S. A. 15 de julio de 1975. Unanimidad de
votos. Ponente: Jesús Ortega Calderón. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época. Volumen 79 Sexta Parte. Tesis: Página: 93.
Tesis Aislada.
TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA. REGISTRO DE CONTRATOS. INTERÉS PÚBLICO.—El artículo 7o. de la Ley
sobre el Registro Nacional de Transferencia de Tecnología y el Uso y Explotación de Patentes y
Marcas, fija como factor orgánico para la integración del contrato sujeto a registro la determinación
precisa del precio o la contraprestación que ha de pagar el sujeto nacional que recibe la asistencia,
para estimar si guarda o no la relación con la tecnología adquirida y para apreciar si aquellos
elementos, precio o contraprestación, constituyen un gravamen injustificado excesivo para la
economía nacional. El tenor de la Ley revela claramente la finalidad de evitar perjuicios económicos
al país, que es uno de sus objetivos, y esa finalidad es evidentemente de interés público, como se
aprecia indubitablemente de las disposiciones imperativas de los artículos 4o., 5o., y 6o., de la misma
ley. Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito. Amparo en revisión
240/75. Leviatan y Flor, S. A. 15 de julio de 1975. Unanimidad de votos. Ponente: Jesús Ortega
Calderón. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la
Federación. Séptima Época. Volumen 79 Sexta Parte. Tesis; Página: 92. Tesis Aislada.
TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA, LOS CONVENIOS PARA EL USO DE MARCAS, DEBEN INSCRIBIRSE EN EL
REGISTRO NACIONAL DE. (RETROACTIVIDAD).—El cumplimiento de lo dispuesto en el artículo Segundo
Transitorio de la Ley Sobre Transferencia de la Tecnología y el Uso y Explotación de Patentes y
Marcas, no les para perjuicio a quienes hayan celebrado un convenio para el uso de una marca, pues,
de ningún modo les invalida sus derechos en relación con la licencia de uso de marca cuyo registro
está pendiente ante la Dirección General de la Propiedad Industrial, además de que están obligados a
acatar dicha disposición, toda vez que la misma es muy clara en su texto al establecer que “SEGUNDO.
—Los actos, convenios o contratos a que se refiere el artículo 2o. que hubieren sido celebrados con
anterioridad a la fecha de iniciación de vigencia de esta Ley, deberán ajustarse a sus disposiciones e
inscribirse en el Registro Nacional de Transferencia de Tecnología dentro de los dos años siguientes a
la fecha en que entre en vigor. La Secretaría de Industria y Comercio podrá prorrogar este plazo en
los casos en que concurran circunstancias especiales que lo justifiquen…” Además, cabe reconocer
que la situación posterior al momento en que la citada Ley entró en vigor viene a quedar regida por la
misma, independientemente de la fecha del contrato que en su caso hubieren celebrado las partes para
la concesión o autorización de explotación de marcas, y de la fecha de la solicitud de registro del
propio contrato. Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito. Amparo
en revisión 521/75. The Kiwi Polish Company Propietary Limited y Establecimientos Lux, S. A. 28
de octubre de, 1975. Unanimidad de votos. Ponente: Abelardo Vázquez Cruz. Instancia: Tribunales
Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época-Volumen, 82
Sexta Parte. Tesis: Página: 92. Tesis Aislada.
[6] En relación con la obligación de mantener el secreto respecto de los conocimientos en
materia de transferencia de tecnología, a continuación se transcribe un criterio emitido por el Tercer
Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito: TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA, LA
GUARDA DE SECRETOS COMERCIALES O INDUSTRIALES NO CESA POR HABER TERMINADO EL CONTRATO DE.—Las
cláusulas de guarda de secretos incluidas en los contratos sobre transferencia de tecnología, coinciden
en la obligación para el adquirente de la tecnología, de no divulgar un conocimiento o sistema al que
se ha tenido acceso en virtud de la prestación de servicios técnicos, ni de hacer otro uso del mismo
especificado. En efecto, el uso de una patente o método puede ser facilitado, pero con la prohibición
de hacerlo del conocimiento de otras personas salvo de aquellos directamente relacionados con el
mismo, e inclusive se puede obligar al receptor a incluir en los contratos de trabajo que celebre con
sus empleados, una cláusula en la que éstos se comprometan a guardar el secreto comercial o
industrial, al cual lógicamente tendrán acceso como consecuencia de la labor específica que
desempeñan dentro de la empresa, situación jurídica que se surte en la generalidad de los contratos de
transferencia de tecnología. Ahora bien, la obligación aludida tiene vigencia por el término del
contrato que la contiene, ya que la finalidad de la misma es fundamentalmente la de impedir que
terceras personas, básicamente competidoras, lleguen a conocer secretos industriales, causando un
daño tanto al preceptor de tecnología, como al transmisor; sin embargo, aquella obligación no cesa el
momento de concluir el término de vigencia del contrato, en virtud de que la misma no depende de la
Ley de Transferencia de Tecnología, ni de los convenios que al respecto se hagan, surtiendo sus
efectos con independencia de las prestaciones que constituyen el objeto real del contrato o sea en
forma extracontractual, en virtud de que tal situación jurídica no se encuentra prevista dentro de las
prohibiciones a que alude el artículo 7o. de la Ley citada, puesto que en las 14 fracciones que
contiene aquel precepto sólo hace referencia en forma limitativa a los casos en que no se puede
registrar un contrato o convenio, mas no se establece la situación de que al fenecer un contrato,
también cesen los efectos de la cláusula de guarda de secretos. Tercer Tribunal Colegiado en Materia
Administrativa del Primer Circuito Amparo en revisión 486/78. Harbison Walker Refractries
Company. 30 de junio 1978. Unanimidad de votos. Ponente: Ángel Suárez Torres. Instancia:
Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judicial de la Federación. Séptima Época.
Volumen 109-114 Sexta Parte. Tesis: Página: 222. Tesis Aislada.
CAPÍTULO VIII

CONTRATO DE SISTEMA DE CONTRATACIÓN


EN MATERIA DE CONSTRUCCIÓN DE
INSTALACIONES INDUSTRIALES Y
PRESTACIÓN DE SERVICIOS, CONOCIDO
COMO “LLAVE EN MANO”, (TURNKEY)

El Sistema de contratación en materia de construcción de instalaciones


industriales y prestación de servicios, conocido como “llave en mano”,
(turnkey), sobreentiende que el adquirente (propietario de la obra) contrata
su realización, la cual le es entregada una vez concluida y así es que recibe
las llaves de la obra ya terminada, dándose paso con posterioridad a la
prestación de servicios diversos que serán estudiados en el presente
apartado.
El sistema de contratación en materia de construcción de instalaciones
industriales y prestación de servicios conocido como “llave en mano”
(turnkey) sobreentiende que el adquirente (propietario de la obra) contrata
su realización, la cual es entregada a su conclusión, y es relativo a un
contrato de gran complejidad en el cual se prevé la solución idónea a los
problemas o circunstancias que se puedan presentar.
Dice así Díaz Bravo[1] que a este contrato suelen acudir las grandes
empresas tecnológicas e industriales, pues resulta obvia la conveniencia
para ellas de encomendar a terceros absolutamente todos los aspectos que
conduzcan a puesta en marcha de la empresa, y de ahí el nombre de ese
contrato que permite al empresario tomar posesión del local con todas las
construcciones necesarias, los implementos y la maquinaria necesaria para
iniciar luego las operaciones.
Se trata de un contrato normalmente de carácter internacional que se
celebra tanto para la construcción de infraestructura industrial en la
modalidad de la llamada “llave en mano”, así como para la asesoría y
servicios de operación de las instalaciones previamente construidas, lo cual
involucra la celebración de contratos diversos con aquél relacionados, o si
se quiere, un contrato híbrido con objetos diversos como son la contratación
de la obra y la prestación de los servicios que incluyen la transferencia de
derechos y obligaciones relacionados con la tecnología, el riesgo, el equipo
y los materiales, entre otros aspectos que pueden añadirse según las
características requeridas en cada caso.
Por ello resulta especialmente importante conocer cada uno de los
componentes del sistema de negociación o contratación pública
internacional en la que participan como actores principales el Estado y las
empresas trasnacionales, y deben ser considerados los subsistemas así como
los tangibles y los intangibles que son los objetos de transacción
internacional como patrón de negociación, esto es, la unidad básica del
análisis de la negociación comercial que se caracteriza por la existencia de
diversas complejidades normativas.
Así, se trata de un contrato de carácter internacional en donde el
contratista será normalmente una empresa trasnacional, y en la que
participan también subcontratistas (que normalmente serán también
trasnacionales) para la operación y prestación de servicios diversos que
hagan operar la infraestructura construida (tales como el de suministro y
mano de obra especializada), y en el que el adquirente (tradicionalmente
propietario) es normalmente el Estado, aun cuando puede ocupar esa
posición alguna empresa particular.
Cabe referir que se trata de un contrato de enorme complejidad que no
se encuentra previsto de manera completa (aun cuando sí con
aproximaciones) en las legislaciones estatales, y ni siquiera las
organizaciones internacionales (incluida la UNCITRAL), han concluido los
trabajos relativos tendientes a proponer una tipificación concreta concebida
y adecuada a las especiales características del contrato relativo, por medio
de la elaboración de una ley modelo específica y, lo que sería más relevante,
la convocatoria para la suscripción de un tratado o convención
internacional.
No obstante el propio organismo internacional se ha ocupado de
conceptualizar al contrato relacionado y denominado “producto en mano”
del modo siguiente:
Es aquél en el cual, además de las obligaciones del sistema llave en mano, prevé que el
contratista pueda comprometerse a garantizar que después de terminadas las instalaciones, el
personal del adquirente las haga funcionar y además alcanzar los objetivos de producción
convenidos, utilizando las materias primas y otros insumes indicados en el contrato.[2]
Así, el adquirente puede utilizarlo como medio para que el contratista
responda no sólo de la conclusión de las instalaciones sino también para la
trasmisión, al personal del adquirente, de los conocimientos técnicos y
administrativos necesarios para hacer funcionar correctamente las
instalaciones, a diferencia del caso en el cual el contratista se obliga
solamente a capacitar al personal del adquirente.
Conforme a este sistema, en la explotación de las instalaciones, el
contratista debe hacer efectiva la eficacia de la capacitación que imparte y
en consecuencia debe garantizar:
• Los resultados que el contratista tiene que alcanzar mediante la
capacitación; y,
• Que con la capacitación a ser impartida, el personal del adquirente haya
de estar en condiciones de explotar las instalaciones durante el período
de prueba convenido, siguiendo la orientación del personal directivo
del contratista.
Así, deberán precisarse en el sistema del contrato “producto en mano”
los casos en los que el contratista se obliga a prestar asistencia con su
propio personal en la explotación de las instalaciones una vez concluida la
obra.
Al no existir una reglamentación específica y completamente aplicable a
la operación de que se trata, solamente se tienen referencias muy
aproximadas que sirven como fuente supletoria tanto para la celebración de
los contratos, como para la operación de los mismos, y tales referencias han
sido creadas por la UNCITRAL, en los instrumentos que se señalan a
continuación:
• La Guía jurídica para la redacción de contratos internacionales de
construcción de instalaciones industriales de 1987;
• La Ley Modelo sobre contratación pública de bienes, obras y servicios
con la guía para su incorporación al derecho interno, de 1994; y,
• La Guía Legislativa sobre proyectos de infraestructura con financiación
privada del año 2000.
En el ámbito nacional y en lo relativo a la regulación mexicana, se
cuenta con las siguientes disposiciones:
• La Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector
Público, y su Reglamento; y,
• La Ley de Obras Públicas y Servicios Relacionados con las mismas y
su Reglamento.

1. LOS ELEMENTOS OBJETIVOS DEL CONTRATO


1. Son la contratación pública internacional de carácter industrial que
incluye la prestación de los servicios;
a) La contratación pública para la construcción de infraestructura
industrial ha sido definida por la CNUDMI como:
“La obtención por cualquier medio de bienes, obras o servicios”.[3]
En cuanto al concepto obra, es definido por la CNUDMI del modo
siguiente:
Se entenderán todos los trabajos relacionados con la construcción, reconstrucción, demolición,
reparación o renovación de edificios, estructuras o instalaciones, como la preparación del terreno,
la excavación, la erección, la edificación, la instalación de equipo o materiales, la decoración y el
acabado así como los servicios accesorios a esos trabajos como la perforación, la topografía, la
fotografía por satélite, los estudios sísmicos y otros servicios similares estipulados en el contrato
a que se refiere la adjudicación, si el valor de esos servicios no excede del de las propias obras.[4]

Y por instalación industrial entiende el organismo:


“La que comprende una o más unidades importantes de equipo y un
proceso tecnológico para obtener un producto (como plantas petroquímicas,
fábricas de fertilizantes y centrales hidroeléctricas)”.[5]
La propia organización define a los contratos de obras del modo
siguiente:
“Aquellos en los cuales el contratista se obliga a suministrar al
adquirente equipo y materiales para su incorporación a las instalaciones y a
instalar el equipo o supervisar su instalación por otras personas”.[6]
Además de estas obligaciones, el contratista suele asumir otras tales
como: el diseño, la transferencia de tecnología y la capacitación al personal
del adquirente.
En el ámbito nacional, el legislador, siguiendo tanto los esquemas
conceptuales de la contratación pública internacional de la guía jurídica de
la CNUDMI-RCICII, como de la Ley Modelo CNUDMI-CPBOyS, con fecha 28 de
mayo de 2009, realizó diversas reformas en materia de contratación pública
a la Ley de Obras Públicas y Servicios Relacionados con las mismas
(artículo 3°) de fecha 4 de enero de 2000 y a su correspondiente
Reglamento, entre las cuales se consideran las definiciones relacionadas con
las obras y los servicios a las que nos hemos referido.
De ese modo, en la LOPySRM, se señala:
Obras Públicas son los trabajos que tengan por objeto construir, instalar,
ampliar, adecuar, remodelar, restaurar, conservar, mantener, modificar y
demoler bienes inmuebles.
En el precepto también se señala que en la definición quedan
comprendidos los siguientes aspectos:
• El mantenimiento y la restauración de bienes muebles incorporados o
adheridos a un inmueble, cuando impliquen modificación al propio
inmueble;
• Los proyectos integrales en los cuales el contratista se obliga desde el
diseño de la obra hasta su terminación total, incluyéndose, cuando se
requiera, la transferencia de tecnología;
• Los trabajos de exploración, localización y perforación distintos a los
de exploración de petróleo y gas; mejoramiento del suelo y subsuelo,
desmontes, extracción, y aquellos similares, que tengan por objeto la
explotación y desarrollo de los recursos naturales que se encuentren en
el suelo o en el subsuelo;
• La instalación de islas artificiales y plataformas utilizadas directa o
indirectamente en la explotación de recursos naturales;
• Los trabajos de infraestructura agropecuaria;
• La instalación, montaje, colocación o aplicación, incluyendo las
pruebas de operación de bienes muebles que deban incorporarse,
adherirse o destinarse a un inmueble, siempre y cuando dichos bienes
sean proporcionados por la convocante al contratista; o bien, cuando
incluyan la adquisición y su precio sea menor al de los trabajos que se
contraten;
• Las asociadas a proyectos de infraestructura (que son una especie
dentro del género obras públicas) que impliquen inversión a largo
plazo y amortización programada[7] en los que el contratista se obligue
desde la ejecución de la obra, su puesta en marcha, el mantenimiento y
la operación, así como todos aquellos de naturaleza análoga, salvo que
su contratación se encuentre regulada en forma específica por otras
disposiciones legales.
OBRAS ASOCIADAS A PROYECTOS DE INFRAESTRUCTURA.—La ley señala que son las que tienen por
objeto la construcción, ampliación o modificación de bienes inmuebles destinados directamente a la
prestación de servicios de comunicaciones, transportes, hidráulico, medio ambiente, turístico,
educación, salud y energético.
Complementariamente, y en lo relativo al concepto de obra Pública
acuñado por la doctrina, de acuerdo con Alfonso NAVA NEGRETE[8] podemos
señalar que es:
un contrato de Estado, cuyo objeto es la realización de un trabajo o la prestación de un servicio
consistente en una obra material sobre bienes muebles e inmuebles, a través de procedimientos
públicos, con la finalidad de satisfacer intereses o necesidades colectivas mediante la entrega de
un precio al contratante.

b) Tocante a los servicios debemos distinguir:


b.1. En el ámbito internacional se entienden por bienes (relacionados
con las obras) los objetos de cualquier índole, incluyendo las materias
primas, los productos, el equipo, objetos en estado sólido, líquido, gaseoso,
y la electricidad, así como los servicios accesorios al suministro de esos
bienes, siempre que el valor de los servicios no exceda de los propios
bienes.[9]
Y por servicios se entiende cualquier objeto de la contratación que no
sea bienes ni obras.[10]
b.2. En el ámbito nacional la propia LOPySRM describe a los servicios
relacionados con las obras públicas como: Los trabajos que tengan por
objeto concebir, diseñar y calcular los elementos que integran un proyecto
de obra pública; las investigaciones, estudios, asesorías y consultorías que
se vinculen con las acciones que regula la propia Ley y la dirección o
supervisión de la ejecución de las obras y los estudios que tengan por objeto
rehabilitar, corregir o incrementar la eficiencia de las instalaciones.
Además, agrega la ley que los conceptos siguientes quedan
comprendidos en los servicios relacionados con las obras públicas:
• La planeación, el diseño y los estudios técnicos;
• Los estudios económicos;
• Los trabajos de coordinación, supervisión y control de obra;
• Los trabajos de organización;
• Los dictámenes periciales;
• Los estudios de rehabilitación o corrección; y,
• Los estudios de apoyo tecnológico.
OBRAS DE GRAN COMPLEJIDAD.—En el artículo 1°, fracción IX del Reglamento de la Ley de Obras
Públicas y Servicios Relacionados con las mismas se define de manera complementaria lo que se
debe entender por obras de gran complejidad al establecer el precepto: son las obras cuya ejecución y
sitio en donde se vayan a realizar presenten dificultades técnicas o de seguridad para el desarrollo de
los trabajos, así como aquellas que exijan urgencia en su construcción, derivadas de caso fortuito o
fuerza mayor. Y su justificación exige de la realización de un dictamen técnico, de conformidad con
el artículo 3°, fracción XII y 10, tercer párrafo del Reglamento que contempla los siguientes aspectos:
• Los aspectos técnicos relativos a la construcción;
• Las relaciones jurídicas establecidas entre las partes;
• La complejidad y la índole técnica como aspectos complejos para los adquirentes-propietarios
(normalmente Estados de países en desarrollo);
• La información y los conocimientos técnicos requeridos para la negociación de los contratos; y,
• Las diferencias entre los diversos ordenamientos existentes, considerando de manera especial la
normatividad que obliga a ciertos comportamientos de respeto a la norma, por los países
adquirentes y la propia de los contratistas y prestadores de servicios, que por tratarse en la
mayor parte de los casos de nacionales de países desarrollados tiene una legislación diversa de
la de los adquirentes, lo cual dificulta enormemente las negociaciones y el establecimiento del
marco jurídico adecuado para la prestación de los servicios.

Los contratos de construcción de instalaciones industriales son


sumamente complejos tanto por lo que se refiere a los aspectos técnicos de
la construcción, como en lo tocante a las relaciones jurídicas que se dan
entre las partes. Y en lo relativo a las obligaciones de los contratistas debe
ser considerada la circunstancia de que normalmente se extienden por
períodos de veinte años, lo cual añade ingredientes especiales a la
contratación.
Las modalidades a ser adoptadas que se pueden presentar en la
contratación internacional “llave en mano”, en el entorno internacional, son
las siguientes:

2. SISTEMAS DE CONTRATACIÓN
a) Sistemas que implican un contrato único, con una sola empresa o un
solo grupo de empresas que tendrá a su cargo el cumplimiento de todas las
obligaciones asumidas como contratista.
En el sistema de contratación con una única empresa ésta se encarga de
dar cumplimiento a todas las obligaciones para la conclusión de la obra con
la inclusión de todas las instalaciones y es reconocido por la CNUDMI como:
El sistema por el cual se contrata a un único contratista para que cumpla todas las obligaciones
necesarias hasta la terminación de todas las instalaciones, incluyendo la transferencia de
tecnología, el suministro del diseño, el equipo y los materiales; la instalación del equipo y demás
obligaciones relacionadas con la construcción tales como las obras de ingeniería civil y la
edificación.[11]

En este sistema el contratista debe coordinar todo el proceso de


construcción y tiene como consecuencia que en principio debe responder
por toda demora en la conclusión de la obra o bien por los defectos habidos
en las instalaciones.
Debe tomarse en cuenta que la construcción de instalaciones
industriales a gran escala puede estar fuera del alcance de los medios
técnicos, financieros o bien de la experiencia de una sola empresa, lo cual
puede ocurrir si todas o una parte considerable de las instalaciones han de
ser construidas en virtud de un único contrato, y en tal caso se abre la
posibilidad de que una sola empresa celebre el contrato y emplee
subcontratistas para que den cumplimiento a aquellas obligaciones que no
pueden ser atendidas por ella.
b) Sistemas que incluyen varios contratos, y en donde las prestaciones
se dividen entre varias partes de manera separada:
En este sistema el adquirente contrata con un grupo de empresas que se
asocian para proporcionar recursos y los conocimientos técnicos necesarios
para construir las instalaciones y para cumplir con las obligaciones
asumidas en conjunto.
Además, el sistema permite que un grupo de empresas se asocie para
cumplir las obligaciones del contratista, aportando experiencia, medios
técnicos y financieros así como para el cumplimiento de requisitos legales,
y para ello suele utilizarse el esquema de la joint venture.
El sistema de asociación de varias empresas se encuentra también
contemplado en la guía jurídica de la CNUDMI, que establece la posibilidad
de que el adquirente celebre un contrato con un grupo de empresas que se
asocian para cumplir las obligaciones del contratista (la nueva empresa o la
resultante).[12]
c) Sistemas de operaciones conjuntas, en donde se da la asociación
solamente entre el contratista y el adquirente.
En el sistema de operaciones conjuntas los contratos se redactan con
arreglo a los distintos criterios de contratación existentes (tanto en el
sistema de un contrato único como de varios), pero su objetivo principal es
la construcción de las instalaciones a cambio de un precio.
En este sistema la relación jurídica establecida entre el contratista y el
adquirente llega a su fin con la terminación de la construcción por el
contratista y la aceptación de las instalaciones y el pago del precio por el
adquirente, con excepción de los derechos derivados de la exhibición de una
fianza de calidad y otras obligaciones de efecto posterior tales como el
suministro de piezas de repuesto o bien de la prestación de servicios
posteriores a la aceptación de las instalaciones.
En el esquema de las dos primeras opciones, se pueden adoptar diversos
criterios de contratación que se diferencian entre sí en función de los
siguientes aspectos:
1. El alcance de las responsabilidades del contratista;
2. La medida en que el adquirente coordina la construcción, así como el
costo total que deberá cubrir;
3. La conveniencia para el adquirente en celebrar un solo contrato o
varios, dependiendo de diversos factores tales como:
• Que si se celebra un solo contrato toda la construcción estará a cargo de
un solo contratista;
• Que si se celebran varios contratos y las instalaciones presentan vicios
ocultos será difícil establecer quién es el responsable;
• Que si la tecnología aplicable es sumamente especializada o bien
propiedad exclusiva de un único proveedor, será necesario que éste
deba diseñar y construir todas las instalaciones;
• Cuando el adquirente cuenta con la capacidad para organizar y evaluar
el desempeño de las obligaciones de los distintos contratistas, es
posible que desee celebrar distintos contratos como el de transferencia
de tecnología, el de suministro del diseño, así como la construcción de
diferentes partes de las instalaciones;
• La circunstancia de que las disposiciones legales del país de la parte
adquirente le obliguen a seguir un determinado sistema de contratación
en aspectos tales como la ingeniería civil para el desarrollo de la
capacidad tecnológica nacional.
En este supuesto, el adquirente tendrá que contratar a un único
contratista que esté dispuesto, a su vez, a subcontratar empresas locales
(contratos llave en mano con o sin licitación y producto en mano), o bien
celebrar varios contratos con empresas locales; y,
En el sistema de contrato en mano con licitación, si el adquirente, en
cumplimento a su normatividad o voluntariamente, según el caso, llama a
licitación a posibles contratistas, cada oferta “llave en mano” formulada
deberá basarse en un diseño propio del licitante y así el adquirente podrá
elegir el que de mejor manera se adecué a sus necesidades.
Además, como en el sistema llave en mano es el propio contratista
quien suministra el equipo y lleva a cabo la construcción siguiendo el
diseño contenido en la oferta, es posible que incluya economías de
fabricación y construcción así como sus técnicas propias para una mayor
eficiencia y abatimiento de costos en la construcción.
Por otro lado será necesario que la licitación se abra a todos los posibles
contratistas para que presenten las ventajas de sus ofertas relativas al
diseño, los métodos y los elementos de la construcción.
La responsabilidad en materia tributaria del contratista que puede influir
en el sistema de contratación que elijan las partes.

3. CLÁUSULAS QUE SUELEN INCORPORARSE A LOS CONTRATOS


EN EL SISTEMA “LLAVE EN MANO”
Complementariamente al estudio que hemos realizado de la
normatividad aplicable a los contratos, y con base también en los
instrumentos relativos:
En el ámbito internacional: la Guía Jurídica para la Redacción de
Contratos Internacionales de Construcción de Instalaciones Industriales de
1987, así como la Ley Modelo Sobre Contratación Pública de Bienes, Obras
y Servicios, con la Guía para su Incorporación al Derecho Interno de 1994,
y la Guía Legislativa sobre Proyectos de Infraestructura con Financiación
Privada del año 2000.
En el ámbito nacional la Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y
Servicios del Sector Público, y su Reglamento, y la Ley de Obras Públicas y
Servicios relacionados con las mismas y su Reglamento.
Nos referimos ahora de manera breve y sintética al contenido de las
cláusulas que suelen incorporarse a los contratos celebrados bajo el sistema
llave en mano de la manera siguiente:
1. Derecho aplicable. Al redactarse el contrato deberán tomarse en
cuenta y cumplirse las normas jurídicas que lo rijan, sobre todo porque
muchas de las disposiciones en ellas contenidas son de carácter imperativo;
2. Forma. Por la complejidad de la contratación y la necesidad de
revisar de manera constante todo lo relativo a la contratación, destacando de
manera especial lo relativo a las obligaciones de las partes, el contrato
invariablemente deberá otorgarse por escrito;
3. Inicio de las operaciones. Deberá precisarse la fecha respectiva;
4. Formas de comunicación entre las partes. Directa, telefónica, correo
electrónico, etcétera;
5. Definiciones. Deberán incluirse para la precisión de los conceptos y
las obligaciones que asuman las partes, y para alcanzar un buen
entendimiento;
6. Descripción de las instalaciones. Este señalamiento es muy
importante, porque tiene que ver con el cumplimiento de uno de los
objetivos del contrato;
7. Descripción. Debe ser clara desde la licitación que se oferte, al
establecerse cuáles son las características técnicas y capacidades de
producción que se requieran, para que los licitadores estén en posibilidad de
presentar sus ofertas, incluyendo planos y especificaciones técnicas de
conformidad con la convocatoria;
8. Objetivo. Los contratos llave en mano y producto en mano deben
contener la descripción general de sus objetivos, que se incluyen en la
construcción;
9. Características técnicas de las instalaciones, equipo, materiales y
servicios de construcción. Deben precisarse;
10. Especificaciones. Deben ser incorporadas para describir el uso de la
tecnología a ser aplicada, el objetivo de la construcción y las características
técnicas del equipo y materiales a ser utilizados;
11. Disposiciones generales de las especificaciones. Se refieren al
contenido de la descripción general de la construcción que se incluye en el
contrato;
12. Disposiciones especiales de las especificaciones. Contienen la
descripción técnica detallada de cada uno de los elementos de la
construcción y describen también los tipos y clases de equipos que se
utilizarán, sus propiedades físicas y características de funcionamiento,
tamaño y dimensiones;
13. Fianza de calidad. El contrato debe proveer la exhibición de una
garantía del cumplimiento de las obligaciones que el contratista asume y
que incluya los defectos que presenten las instalaciones, inexactitudes e
insuficiencias, lo cual también es obligatorio por las disposiciones legales.
Se debe además establecer la duración y la iniciación de su vigencia, y en
su caso la necesidad de su prórroga o extensión;
14. Duración del período de la garantía. Para ello se deben considerar
aspectos tales como la complejidad del equipo instalado y el grado de
dificultad para descubrir los defectos;
15. Precio y condiciones para el pago. Para el establecimiento de las
obligaciones de pago por parte del adquirente se deben tener en cuenta
varios factores como son el suministro de equipo, materiales, servicios y la
transferencia de tecnología;
16. Métodos para la fijación del precio. Dependerá de la modalidad que
se adopte entre las siguientes.
• Precio alzado. En este método las partes convienen en que el importe
total que ha de pagarse por las obras a ser realizadas se fijará sin
variación incluso si el costo real de la construcción resulta diferente al
previsto, salvo que la ley o el contrato prevean un reajuste. En él
deberán precisarse las sumas a ser pagadas conforme a los avances de
la obra (este método es el que mejor conviene al adquirente al poder
conocer el precio total que habrá de cubrir y porque será el contratista
el que sufra el riesgo del incremento de los costos);
• Costos reembolsables. En este método, al celebrarse el contrato las
partes no conocen el importe exacto del precio y el adquirente deberá
cubrir todos los costos que el contratista haya razonablemente
realizado en la construcción de la obra, además de la retribución en el
pago de los honorarios convenida y representa una evidente desventaja
para el adquirente porque deberá soportar el incremento de los costos
de la construcción;
• Precio unitario. En este método las partes convienen en el pago de un
precio por unidad de construcción y el precio total a ser cubierto
dependerá del número de unidades utilizadas. Este método es adecuado
cuando al celebrarse el contrato no sea posible prever con exactitud la
cantidad de materiales o los servicios de construcción, lo cual dificulta
su fijación.
17. Prima. Cuando el adquirente requiera que la construcción se
concluya y las instalaciones comiencen a funcionar lo antes posible podrá
pagar un precio más alto en concepto de prima;
18. Moneda de pago. Deberá precisarse. Si se cubre en la moneda del
país del contratista el adquirente soportará las consecuencias de las
fluctuaciones que sufra el tipo de cambio respectivo; si lo es en la moneda
del adquirente, será el contratista quien soporte las variaciones. Y si se
acuerda el pago en la moneda de un tercer país cada uno de los contratantes
soportará las fluctuaciones en el tipo de cambio de la moneda del tercer país
y el propio.
19. Reajuste y revisión del precio. Debido a la larga duración y
complejidad del contrato (suelen celebrarse por espacios de veinte años,
sobre todo en el de la prestación de los servicios que se proporcionan
después de concluida la obra), es común que el precio alzado se reajuste o
se revise en ciertos casos previstos por las partes, lo cual es aceptado por la
mayoría de las disposiciones legales, y tiene que ver con los casos en los
cuales los costos de construcción sufren variaciones después de celebrado el
contrato;
20. Cambios normativos. Deberá preverse el ajuste de las condiciones
en caso de modificación de las disposiciones imperativas del país
adquirente, que obliguen a su acatamiento, tales como efectos ambientales,
entre otros.
21. Revisión. Se refiere a la necesidad de ajustar los términos del
contrato original mediante convenio a causa del cambio de algunos factores
económicos que generen gran desproporción entre el costo de la
construcción y el precio acordado (cláusula rebus sic stantibus);
22. Costos de construcción por medio de la indización. Su finalidad
consiste en modificar el precio de acuerdo a las variaciones en los costos de
construcción adecuándolo a los costos de los bienes o servicios y se aplica
de manera automática;
23. Cláusula monetaria. El precio que ha de pagarse se ajustará al tipo
de cambio entre la moneda de pago y alguna otra de referencia;
24. Condiciones para el pago. Se deberán precisar las fechas y lugar de
pago, así como sus modalidades;
25. Subcontratación. Conocida por sus siglas en ingles outsorsing, de
conformidad con Donna GHLF,[13] se utiliza para la descripción de las
actividades que se realizan cuando una empresa cede de manera total o
parcial la responsabilidad de llevar a cabo una función que hasta entonces
correspondía a otra normalmente situada fuera de su país.
La subcontratación es definida en la Guía de la CNUDMI como el empleo
por parte del contratista, de un tercero, para que cumpla en su nombre
algunas de las obligaciones que derivan del contrato.[14]
El término se refiere a los terceros que emplea el contratista para
instalar el equipo o prestar otros servicios de construcción o bien la
fabricación de equipo importante que el contratista está obligado a
suministrar para incorporarlo a las instalaciones.
Es decir que se trata de la realización de trabajos que en principio
corresponderían al contratista pero que son brindados por otras empresas,
por ser especializadas o por su complejidad, porque no posee los
conocimientos requeridos, su personal, el equipo o los recursos económicos
necesarios, o bien porque ese tipo de actividades no forman parte de las
habilidades u objeto del contratista, pero que finalmente se cumplen del
modo previsto en el contrato.
Algunas veces las legislaciones de los países obligan a los contratistas a
subcontratar ciertas obras con empresas nacionales y en caso contrario las
partes deben estipular lo relativo a la subcontratación del modo como
convenga a sus intereses.
Ahora bien, como en el contrato llave en mano no se establece relación
jurídica entre el adquirente y los subcontratistas, las obligaciones de estos
no nacerán de manera directa ante aquél y éste no tendría acción en contra
de aquéllos ante su eventual incumplimiento, de manera que en tal caso
deberá dirigir su reclamación en contra del contratista, y éste a su vez
reclamar de los subcontratistas ante el eventual incumplimiento de aquéllos.
Por tal razón, el pago a los subcontratistas lo realizará de manera directa
el contratista.
26. Transferencia de tecnología. De acuerdo con ECHAMI, ARDANAZ,
Alberto y PENDAS, Ángel,[15] la trasmisión y en algunos casos la creación de
tecnología con o sin la trasmisión simultánea de bienes y servicios, en
términos de lo establecido por la Organización de la Propiedad Intelectual
en su Guía de Licencias, es definida como el conocimiento sistemático para
la fabricación de un producto, la aplicación de un proceso o el suministro de
un servicio si este conocimiento puede reflejarse en una invención, un
diseño industrial, un modelo de utilidad, o en una nueva variedad de una
nueva planta o en información o en habilidades técnicas o en servicios o en
asistencia proporcionadas por expertos para el diseño, instalación,
operación o mantenimiento de una planta industrial o comercial o sus
actividades.
Las instalaciones a ser construidas normalmente incorporan distintos
procesos tecnológicos necesarios para la fabricación de productos en forma
idónea para su empleo o comercialización.
De ese modo, la comunicación al adquirente de esos conocimientos se
puede denominar: “transferencia de tecnología” y para su suministro y el
cumplimiento de las demás obligaciones necesarias para la construcción de
las instalaciones, el adquirente puede elegir entre un contratista capaz de
suministrarla que habrá de incorporarse a las instalaciones, así como de la
construcción de instalaciones o parte de éstas para la incorporación de la
tecnología.
La transferencia puede asumir varias formas: mediante la concesión de
licencias para la utilización de productos o procesos industriales que sean
objeto de distintas formas de propiedad industrial, y los ordenamientos
jurídicos prevén el registro de los productos o procesos industriales
protegidos en virtud de la ley sobre propiedad industrial vigente en el
territorio del país en el que se tiene el registro.
El pago por el uso de la tecnología suele fijarse en forma global o bien
en forma de derechos por el uso de una patente, pero en el método del
precio alzado el precio total se fija al celebrarse el contrato, sobre la base de
una suma fija por unidad o cantidad.
De ese modo, al redactar las cláusulas relativas a la transferencia de
tecnología las partes deben tener en cuenta las normas jurídicas imperativas
y por ello el contrato llave en mano deberá expresar con claridad el uso de
la tecnología que incorpora, mediante su trasmisión, de ser éste el caso.
Deberá también tomarse en cuenta que las normas jurídicas imperativas
relacionadas con las prácticas comerciales y la transferencia de tecnología
tienen especial importancia en la esfera de las restricciones a la exportación.
Además se deberá establecer que el adquirente estará obligado a guardar
confidencialidad sobre los conocimientos técnicos que adquiera durante el
plazo del contrato y aun con posterioridad al mismo.
Por otro lado el contratista se obligará a comunicar al adquirente los
conocimientos técnicos para la explotación y el mantenimiento de las
instalaciones mediante la capacitación a su personal, lo cual se realiza
mediante el establecimiento de un programa de mantenimiento destinado a
sostener en funcionamiento las instalaciones durante su vida útil a nivel del
rendimiento exigido en el contrato, que deberá incluir la inspección, la
lubricación, la limpieza, el reajuste y la sustitución de piezas defectuosas o
gastadas.
En el contrato se podrá establecer asimismo que el contratista deberá
prestar fianza de cumplimiento, para responder de los defectos en las
reparaciones que haya efectuado.
27. Garantías. En el sistema contractual llave en mano, las obligaciones
del contratista se deben al funcionamiento eficiente y al logro de los
parámetros especificados para las instalaciones, y por ello es recomendable
la exhibición de una garantía de cumplimiento.
Algunas veces se incluye una cláusula para la exhibición de una carta
bancaria de crédito contingente (performance standby); de caución al
anticipo (advance performance standby, connter standby), o bien financial
standby, directpay, commercial standby, e insurance standby, para el
respaldo del cumplimiento de las obligaciones que son a cargo del
contratista en aspectos tales como las obligaciones que no sean de pago,
saldos de anticipos, promesas de pago, pago de dinero, pago subyacente,
obligación de aseguramiento y obligaciones de pago de mercaderías.
Puede asimismo ser utilizada la carta de crédito documentario que
asume el banco del adquirente para garantizar al contratista el pago del
precio estipulado, debiendo cubrir el importe si el adquirente no lo hace.
28. Explotación. El contrato debe precisar el alcance de las obligaciones
impuestas al contratista respecto de la explotación técnica de las
instalaciones, y señalarse las funciones que cumplirá cada persona, puestos
del personal empleado, calificaciones y experiencia.
29. Trasmisión de derechos y obligaciones contractuales. Puede
comprender la trasmisión del contrato en forma íntegra, en la que una nueva
parte reemplaza a alguna de las partes originales en su totalidad, o bien sólo
la trasmisión de algunos derechos y obligaciones específicos.
La casi totalidad de los ordenamientos jurídicos contienen normas que
regulan el derecho de las partes a efectuar tales trasmisiones y establecen
las consecuencias de las mismas, de modo que si las partes incluyen tal
posibilidad de la trasmisión de derechos contractuales, deberán tener en
cuenta las disposiciones jurídicas existentes.
30. Trasmisión de riesgos. Pueden producirse pérdidas o daños en el
equipo o los materiales incorporados al mismo, en las instalaciones durante
la construcción o ya terminadas, así como en las herramientas o maquinaria
que habrá de utilizarse, y así, la parte que asuma los riesgos deberá hacerse
cargo de las consecuencias económicas de las pérdidas o daños sin
posibilidad de recibir indemnización de la otra parte, de modo que quien
haya asumido el riesgo deberá pagar el precio de los elementos perdidos,
pero lo recomendable es la contratación de un seguro que cubra los riesgos
probables, que incluya daños a terceros y la indemnización por muerte.
31. Cláusulas de exoneración. En el curso de la construcción pueden
ocurrir circunstancias de índole física, como un desastre natural o jurídica
como una reforma legislativa del país del adquirente, que hagan imposible
el cumplimiento de las obligaciones asumidas por alguna de las partes una
vez celebrado el contrato, haciéndose imposible su cumplimiento, y pueden
ser de carácter permanente o transitorio.
Tales eventualidades pueden ser previstas en el contrato, a efecto de que
ante tales eventos, la parte imposibilitada a cumplir quede exonerada como
una liberación de obligación o responsabilidad. O bien se puede prever la
modificación de las obligaciones y en última instancia la resolución del
contrato.
Lo común es que en principio el adquirente sólo asume como obligación
la de pagar el precio, pero en el caso del contratista debe cumplir un cúmulo
de obligaciones en el curso del desarrollo de la obra y por consiguiente será
éste el que presente mayor interés por la incorporación de la cláusula de
exoneración, describiendo los eventos o circunstancias que justificarían el
eventual incumplimiento y sus consecuencias, ya que todo parte del
principio del derecho en el sentido de que nadie está obligado a lo
imposible.
Para lo anterior resultan útiles las cláusulas exonerantes previstas en la
Convención de Viena para la Compraventa de Mercaderías del año de 1980,
que fue elaborada por la CNUDMI, a la cual nos remitimos al haber sido
tratada en el presente texto.
Además, se puede prever el supuesto de la gravosidad, incorporando la
cláusula respectiva, a efecto de que en el caso de que ocurra un cambio en
las condiciones de la contratación inicial, debido a factores económicos,
financieros, jurídicos o tecnológicos, que impidan el cumplimiento del
contrato ocasionando daños económicos a una de las partes, la solución se
puede presentar conviniendo en la renegociación del contrato, previo el
señalamiento de los supuestos que pudieran presentarse, adoptando medidas
equitativas para la solución del problema.
En este caso se incluye el supuesto de la teoría de la imprevisión
(cláusula rebus sic stantibus), que permitiría la renegociación y si ésta no es
posible, buscar la conciliación, o bien la decisión judicial o arbitral para
modificar las condiciones originales del contrato y en última instancia, si
ello no es posible, su resolución. Sabemos que para su procedencia se debe
señalar que tales eventos no hayan podido ser previstos por las partes y
tampoco provocados por alguna de ellas, ocurriendo tales eventos con
posterioridad a la celebración del contrato y haciendo muy oneroso el
cumplimiento en los términos originalmente pactados.
La cláusula relativa se puede tomar de los principios UNIDROIT, a los
cuales nos remitimos al haberse tratado también en el presente texto.
Para ello se cuenta con la cláusula de indización que prevé la revisión
del precio cuando varíen las circunstancias o bien la cláusula de moneda de
pago que prevé la modificación de los precios cuando se modifique
drásticamente el tipo de cambio de la moneda en la que deberá pagarse el
precio, con relación a la moneda de referencia.
32. Cláusula de modificación a la construcción. Que es utilizada para
señalar los cambios introducidos en algún aspecto de ella, tales como las
características técnicas del equipo, los materiales, o los servicios de
construcción.
33. Cláusula de previsión de obstáculos naturales o jurídicos. Se
incluyen por si acaso se presentan obstáculos a la construcción tales como
cambios en las condiciones hidrológicas o bien de carácter administrativo o
reglamentario, y tales supuestos pueden ocasionar modificaciones al
contrato original que deben también ser previstas.
34. Cláusula de aseguramiento. En el contrato llave en mano el
contratista corre con los riesgos de pérdidas o daños, tanto durante la
construcción, como hasta que se verifica la entrega al adquirente, por lo
tanto se debe establecer su obligación de contratar un seguro que cubra la
totalidad de las instalaciones y mantenerlo vigente t durante todo el plazo de
la construcción.
Lo recomendable es la contratación de un seguro global que cubra tanto
riesgos como partes, que desde luego incluya la protección a los bienes de
la parte asegurada, incluyendo equipo y materiales, maquinaria y
herramienta y desde luego el seguro contra la responsabilidad
extracontractual del contratista por pérdidas, daños o lesiones causadas en
la ejecución del contrato en los bienes del adquirente o de un tercero, y las
personas y que incluya los actos y omisiones de los empleados del
contratista.
35. Demora en el cumplimiento. Se produce cuando el cumplimiento de
las obligaciones se realiza con posterioridad al plazo establecido en el
contrato, o no se cumple en absoluto, así como el caso del cumplimiento
defectuoso cuando no se cumple con las características técnicas del equipo,
los materiales o los servicios de construcción estipulados.
Para tales supuestos se deben señalar cuáles serán las acciones
procedentes para que se tenga mayor certidumbre respecto de las
consecuencias del incumplimiento, siendo procedente la acción rescisoria o
bien la de cumplimiento forzoso, así como el establecimiento de cláusulas
penales que incluyan los montos de indemnización que resulten, para
compensar los daños y perjuicios que se ocasionen.
36. Cláusula de inspección y pruebas durante la construcción. Se
ejecuta mediante el establecimiento de procedimientos de verificación por
parte del adquirente a través del control visual y dictámenes técnicos;
37. Conclusión de la obra y entrega al adquirente. Se deberá precisar
cuándo se producirá la terminación y la toma a cargo y entrega por parte del
contratista, y se puede establecer que se realizará cuando el adquirente esté
convencido de que la obra no tiene defectos graves.
Además es posible establecer que a la conclusión de la obra se realicen
pruebas del funcionamiento de las instalaciones hasta que se alcancen
condiciones normales de explotación, debiendo el contratista capacitar al
personal del adquirente, así como realizar la supervisión técnica de la obra y
el mantenimiento de las instalaciones, para lo cual es posible prever que el
adquirente se obligue a aceptar las instalaciones dentro de un plazo
determinado a partir de la realización exitosa de las pruebas.
38. Ley aplicable. Puede ser elegida por las partes, aun cuando ciertos
ordenamientos limitan tal estipulación o de plano la prohíben, porque no
debemos olvidar que el adquirente suele ser el Estado o alguna dependencia
de éste, y tales limitaciones derivan de normas administrativas.
39. Solución de controversias. Lo común es que para la resolución de
las posibles controversias las partes se sometan al arbitraje mediante la
suscripción de la cláusula compromisoria o el compromiso arbitral, y se
pueden aplicar tanto la Ley Modelo en materia de Conciliación, como la
Ley Modelo para el Arbitraje Comercial Internacional, ambas de la CNUDMI,
ya estudiadas en otro apartado del presente texto; y,
40. Causas de rescisión. Son los supuestos de incumplimiento que
permitirían a alguna de las partes resolver el contrato y deberán
especificarse.

NOTAS

[1] Díaz Bravo, Arturo, Contratos Mercantiles, 10a. ed., IURE Editores, México, 2010, p. 444.
[2] Párrafos 7° y 8° de la Guía jurídica de la CNUDMI para la redacción de los contratos
internacionales de construcción de instalaciones, disponible en la dirección siguiente:
http:/www.uncitral.org/unckral/es/uncitral_texts/procurement_inirastructure/1988Guide.html,
consultado el 18 de abril de 2009, pp. 17 y 18.
[3] Artículo 2º de la Ley Modelo de la CNUDMI sobre Contratación Pública de Bienes, Obras y
Servicios, con la guía para la incorporación al derecho interno. 26 período de sesiones (A/CN.9/403).
Disponible en la siguiente dirección:
http:/www.uncitral.org/uncitral/es/uncitral_texts/procurement_infrastructure/1994modelhtml,
consultado el 18 de febrero de 2009.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Estas se encuentran sujetas a la aprobación de la Cámara de Diputados de conformidad con
sus facultades constitucionales, la Ley General de Deuda, la Ley Federal de Presupuesto, y
Responsabilidad Hacendaria en lo relativo a los aspectos que deben contener los contratos y su
difusión pública conforme a la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública
Gubernamental.
[8] NAVA NEGRETE, Alfonso, Contrato de Obra Pública, Enciclopedia Jurídica Mexicana,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, op. cit., p. 583.
[9] Artículo 2° de la Ley Modelo de la CNUDMI, op. cit.
[10] Ibidem.
[11] Guía jurídica de la CNUDMI para la redacción de los contratos internacionales de
construcción de instalaciones, disponible en la dirección siguiente:
http:/www.uncitral.org/uncitral/es/uncitral_texts/procurement_infrastructure/1988Guide.html,
consultado el 18 de abril de 2009, p. 16.
[12] Ibid, p. 18.
[13] GHLF, Donna, La problemática de la subcontratación en el extranjero, desde la prospectiva
de la propiedad intelectual, Administradora de programas PYME, disponible en la siguiente dirección:
http:/www.wipo.int/sme/documents/outsorsing.htm. Consultada el 8 de julio de 2010.
[14] Guía Jurídica de la CNUDMI, para la redacción de los contratos internacionales, op. cit.
[15] ECHAMI, ARDANAZ, Alberto y PENDAS, Ángel, La transferencia de tecnología, aplicación
práctica y jurídica, Ed. Fundación Confemetal, disponible en la siguiente dirección:
http:/books.google.com.mx/books?d=g93qvOMYOE. Consultada el 7 de julio de 2010.
ABREVIATURAS
ALADI Asociación Latinoamericana de Integración.
CPEUM Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
C de CO. Código de Comercio.
CCDF Código Civil para el Distrito Federal.
CCF Código Civil Federal.
CCCIM Convención sobre Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías.
CCI Cámara de Comercio Internacional.
CFF Código Fiscal de la Federación.
CPCDF Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
CFPC Código Federal de Procedimientos Civiles.
CONDUSEF Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros.
CEE Comunidad Económica Europea.
DOF Diario Oficial de la Federación.
IMPI Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial.
INCOTERMS Reglas Internacionales para la Interpretación de los Términos Comerciales.
LGTOC Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
LGICyOA Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares.
LGOAAC Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito.
LIC Ley de Instituciones de Crédito.
LGISMS Ley de General de Instituciones y Sociedades Mutualistas de Seguros.
LGSM Ley General de Sociedades Mercantiles.
LCS Ley Sobre el Contrato de Seguro.
LFIF Ley Federal de Instituciones de Fianzas.
LFPC Ley Federal de Protección al Consumidor.
LPDÜSF Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros.
LFCE Ley Federal de Competencia Económica.
LFCP Ley Federal de Correduría Pública.
LFDA Ley Federal del Derecho de Autor.
LQSP Ley de Quiebras y de Suspensión de Pagos.
LCM Ley de Concursos Mercantiles.
LMV Ley del Mercado de Valores.
LPyFPI Ley de Protección y Fomento a la Propiedad Industrial.
LPI Ley de la Propiedad Industrial.
LRTT Ley Sobre el Control y Registro de la Transferencia de Tecnología y el Uso y Explotación de
Patentes y Marcas.
LIE Ley de Inversión Extranjera.
LAC Ley de Aviación Civil.
LN Ley de Navegación.
LNyCM Ley de Navegación y Comercio Marítimo.
LVGC Ley de Vías Generales de Comunicación.
LA Ley de Amparo.
LFT Ley Federal del Trabajo.
LAASSP Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público.
LOAPF Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.
LISR Ley del Impuesto Sobre la Renta.
LIVA Ley del Impuesto al Valor Agregado.
ONU Organización de las Naciones Unidas.
PFC Procuraduría Federal del Consumidor.
SHCP Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
SECOFI Secretaría de Comercio y Fomento Industrial.
SE Secretaría de Economía.
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Legislación consultada
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Código de Comercio.
Código Civil para el Distrito Federal.
Código Civil Federal.
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito.
Ley de Instituciones de Crédito.
Ley de General de Instituciones y Sociedades Mutualistas de Seguros.
Ley Federal de Instituciones de Fianzas.
Ley Federal de Protección al Consumidor.
Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros.
Ley de Quiebras y de Suspensión de Pagos.
Ley del Mercado de Valores.
Ley de la Propiedad Industrial.
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
Código Federal de Procedimientos Civiles.
Reglamento de Procedimientos para la Atención de Quejas Médicas.
Ley de Concursos Mercantiles.
Ley de Aviación Civil.
Ley de Navegación.
Ley de Vías Generales de Comunicación.
Texto Oficial de la Convención Interamericana sobre Derecho aplicable a los Contratos
Internacionales.

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