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Ganaré tu corazón

Sophie Saint Rose


Índice

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
Sinopsis

Jorunn tiene una misión impuesta por el mismísimo Odín. Debe ir al norte y
ayudar a gobernar al hombre que se gane su corazón. El viaje es duro, pero
es valiente y lista, lo conseguirá. Tiene que conseguirlo porque en esas
nuevas tierras está esperándola su futuro. Aunque ni se imagina lo difícil
que se lo iban a poner los Halfdansen ni Odín. Debe tomar una decisión y
en su nuevo hogar descubrirá que no siempre las nornas pueden tejer el
futuro de los hombres.
Capítulo 1

Jorunn aclaró su vestido y lo elevó para comprobar con sus preciosos ojos
verdes si se había quitado la mancha de barro del bajo. Al ver que la tela se
estaba deshilachando, suspiró haciendo volar uno de los mechones negros
que caía sobre su frente. No le extrañaba nada después de tantos lavados,
pero al menos tenía vestido de repuesto, que era mucho más de lo que
tenían los que la rodeaban. Miró a la mujer que estaba a unos metros. Elsa
tenía ocho hijos y su vestido era un harapo que se caía a pedazos. Uno de
sus hijos se acercó descalzo y le mostró una flor. La mujer agotada sonrió
antes de que el niño le diera un beso en la mejilla y le pusiera la flor en su
sucio cabello. El niño le dijo algo y salió corriendo para ir a jugar con sus
hermanos. Jorunn apretó los labios. Ella no pensaba tener esa vida. Sin
apenas qué comer, viviendo en una choza que se caía a pedazos y cargada
de hijos que morirían uno tras otro por la falta de alimento. O enfermos por
no tener ni una curandera decente. Giró la cabeza para ver a los hombres
sentados a la ribera del fiordo cerca de las barcas y a los que estaban en el
barco del jarl. Menuda panda de vagos. No tenían los arrestos ni de ir de
incursión para intentar salvar a sus familias. Daba gracias a Odín porque su
padre jamás había sido así. No había habido hombre más trabajador y
valiente por esas tierras, pero el jarl un día mandó cortar un árbol y dos de
esos estúpidos que estaban en el barco casi le matan al tirárselo encima.
Jamás se recuperó del todo y los dolores de sus huesos le impedían caminar
con normalidad, así que mucho menos podía cazar o ir de incursión. Apretó
los labios porque estaba segura de que el primo del jarl lo había hecho a
propósito para que no le siguiera dejando en evidencia ante su señor. Le
odiaba, era muy consciente de la satisfacción en su mirada cada vez que
veía a su padre salir de su casa casi arrastrándose para tomar el sol frente a
su casita. Jorunn observó a Dag que en ese momento se reía y le daba un
golpe a su hijo en el hombro casi haciendo que se cayera del barco. Algún
día pagaría. Tenía que pagar. Odín no podía dejar a un ser tan mezquino sin
castigo.
—¡Jorunn!
Miró sobre su hombro para ver a su padre casi sin fuerzas
agarrándose al marco de la puerta de su casa. Su rostro mostraba que tenía
muchos dolores. Olvidándose del vestido salió corriendo haciendo volar su
larguísima trenza y cuando llegó a su lado le agarró por el brazo. —¿Padre?
Intentando ayudarle a llegar a la cama Ketil gimió intentando
apoyarse también en su cayado. Cuando se sentó suspiró del alivio. —Hija,
ve a la curandera y que te dé más de esa pócima.
—Sí, sí… —Salió corriendo hasta la casita de la anciana y abrió la
puerta sin llamar. Esta estaba ante su olla revolviendo un líquido que olía a
excremento de caballo. Se tapó la nariz sin poder evitarlo. —Vieja,
necesito…
—¿Tienes oro?
La miró asombrada. —Sabes que no.
—¿Y por qué debería ayudarte?
—Te juro que ayudaré en tus tareas, haré lo que me pidas para que
mi padre reciba eso que le quita el dolor. Por favor… —La mujer se volvió
para mirarla con el único ojo sano que tenía, pues el otro totalmente blanco
le había quedado así después de que el jarl anterior le diera una lección
cuando murió su hijo pequeño de unas fiebres que ella no pudo curar.
Jorunn le rogó con la mirada. —Por favor…
—¿Harías todo lo que te pidiera si le ayudo a que no sufra?
—Sí, lo que quieras. No tengo oro, pero tengo dos manos para
ayudarte en lo que necesites, vieja.
Sonrió con ironía cogiendo una vieja silla y sentándose ante la mesa
llena de hierbas secas. —Tu padre es un buen hombre y ha sido un gran
guerrero. Pero no me defendió cuando el jarl me hizo esto.
—Sabes lo que le hubiera pasado si se hubiera puesto de tu parte.
Todos lo sabemos.
Asintió. —Siéntate, niña.
Lo hizo de inmediato. —Por favor le duele mucho, está muy débil.
—Júrame que en cuanto le des mi brebaje, volverás para hablar de
lo que harás por mí.
—Te lo juro.
Miró un frasco que había sobre la mesa. —Puedes llevártelo.
—Gracias, gracias. —Salió corriendo y cuando llegó a su casa vio a
su padre tumbado en la cama temblando de dolor. —Toma, toma… —Quitó
el taponcito y lo agarró de la nuca para elevar su cabeza. —Un poquito,
nada más. Sabes que no se puede abusar.
—Sí, ya está. —Suspiró dejando caer la cabeza sobre las pieles que
hacían de almohada. —¿Qué le has dado?
—Mi trabajo. Eso le basta.
—Ten cuidado, hija. La vieja Inga nunca da puntada sin hilo. Es
muy lista.
—Tan mala no debe ser cuando intenta salvar la vida de todos los
que nos rodean. —Le besó en la frente. —Descansa. Después iré a cazar
una liebre para cenar y te haré un buen guiso.
Ketil sonrió. —La mejor cocinera de los fiordos.
—Claro que sí, me enseñó madre.
—Que Odín la proteja.
—Eso no lo dudes, fue una buena sierva. —Sonrió con tristeza
sabiendo que le estaba perdiendo también a él. Se estaba consumiendo día a
día y ella no podía hacer nada para evitarlo. —Descansa, te avisaré cuando
el guiso esté listo.
Cuando llegó a la puerta él suspiró cerrando los ojos y más tranquila
porque el tónico le haría efecto enseguida, fue hasta la casa de Inga. Entró
de nuevo sin llamar y la mujer que seguía sentada a la mesa asintió en señal
de aprobación. —Ahora siéntate.
Lo hizo de inmediato. —¿Qué quieres que haga por ti?
—Tienes palabra, sabes que a tu padre no le queda mucho tiempo y
que ese tónico será la última botella que necesite, pero aun así has venido a
cumplir tu palabra.
Elevó la barbilla y su labio inferior tembló. —Yo cumplo mis
promesas.
—¿Y si te dijera que puedes cambiar su destino?
—No entiendo lo que quieres decir…
—Al otro lado de esas montañas, mucho más al norte, hay una
mujer que hace una poción que podría reponerle.
Se le cortó el aliento. —¿No me mientes?
—Pero para llegar allí tendrás que darte prisa, el invierno se acerca
y el viaje no estará libre de peligros. Sobre todo porque eres mujer.
Se mordió su grueso labio inferior pensando en ello. —No puedo
dejar a mi padre solo, moriría sin atención. —Al mirar su ojo negro se
estremeció porque parecía que la traspasaba. —No me envías allí para que
se salve… —Se levantó al instante. —¡No pienso ir!
—Tu padre morirá esta noche, niña.
Su corazón tembló de miedo. —¿Qué? No, solo está descansando.
—No seas ingenua, sabes que tengo razón. —Se adelantó en la mesa
mientras los preciosos ojos de Jorunn se llenaban de lágrimas. —No puedes
hacer nada para evitarlo, pero sí que podrás evitar otras desgracias que se
acercan como se acerca el invierno.
—¿De qué hablas?
—Allí en el norte hay dos hombres que lucharán este invierno por
dirigir un pueblo. Debes ir allí y ayudar al hombre que se gane tu corazón.
Eres hermosa, valiente y lista, pero no podrás mostrarte como eres para que
veas realmente el carácter de cada uno de ellos, antes de decidir de qué lado
estás.
—No entiendo lo que dices, ¿por qué debo hacer eso? —Una
lágrima recorrió su mejilla.
—Porque es lo que Odín quiere.
—¿Has perdido la cabeza? —Fue hacia la puerta. —Voy a ver a mi
padre.
—¡Siéntate! —Se detuvo en seco y se volvió para mirarla. —
Llevaba tiempo queriendo decirte esto, pero sabía que no me harías caso si
tu padre aún vivía.
Se le cortó el aliento. —¿Qué has hecho?
—¿Yo?
—¿Qué le he dado a mi padre?
La mujer apretó los labios. —No le he matado si es lo que
preguntas. A pesar de que no me ayudó en su momento, siempre he pensado
que es un buen hombre y fue un buen marido. No, no le dañaría. Además,
no lo necesito, su hora ha llegado.
—¡Qué quieres de mí!
Sonrió con ironía. —He aliviado su dolor y debes hacer lo que te
diga como me prometiste. Irás al norte, ayudarás a ese hombre, el hombre
que tú decidas. Le ayudarás a dirigir a los suyos y cuando consigas el oro
que sé que conseguirás, deberás volver y repartirlo entre estas gentes.
Separó los labios de la impresión. —¿Oro? ¿Qué oro?
—Has dado tu palabra. Ahora cúmplela. —Se levantó. —Pero
recuerda mis palabras, no debes mostrarte como eres. —Entrecerró el ojo.
—Una mujer, una mujer como tú, además, llegaría lejos solo con su belleza,
pero jamás podrás influir en un hombre con ella más allá de llevártelo al
lecho. Si quieres que un hombre te haga caso sobre cómo llevar a su pueblo
debes ser un igual.
—Eso es imposible.
—¿Lo es?
—Voy a ver a mi padre.
—Sí, llora a tu padre. Pero piensa lo que hará el jarl cuando
descubra que Ketil ha muerto. Deberá casarte. Tengo entendido que esa
mierda de rata de Dag te quiere para su hijo. No sería un mal matrimonio,
¿pero es lo que quieres?
—Antes muerta —siseó con rabia.
—Bien. Piensa qué quieres hacer. Si te quedas el jarl ordenará tu
matrimonio, así que solo te queda la opción de irte. ¿Quieres irte a otro
sitio? No tienes familia, tu destino quedaría en manos de cualquier hombre
que te prendiera. Pero si vas donde yo te digo y haces lo que te explicaré,
serás una de las mujeres más poderosas que se han conocido por aquí
jamás.
La miró fijamente. —Júramelo por Odín.
—Te lo juro. Ahora ve a despedirte de tu padre, pero ni se te ocurra
decirle a nadie que ha muerto. Tienes que irte antes de que se descubra.
Reprimió las lágrimas. —¿Se despertará antes de…?
—Solo si Odín quiere.
Salió corriendo de su casita y cuando llegó a la suya se arrodilló al
lado de la cama de su padre para escuchar su débil respiración. —¿Padre?
—No respondió y sollozó cogiendo su mano. —Dejarás de sufrir, padre. Y
comerás en la mesa de Odín porque eres un gran guerrero. Y madre te estará
esperando. —Intentó no llorar porque si se despertaba no quería que
sufriera, pero las lágrimas caían por sus mejillas sin poder evitarlo. Le
quería tanto, era lo único que tenía y le echaría muchísimo de menos. —
¿Recuerdas cuando era una niña y me enseñaste a pescar? —susurró—. Fue
el mejor día de mi vida porque cuando me caí al agua y me salvaste, me di
cuenta de que era lo más importante que habías tenido nunca. Te asustaste
tanto… Me diste mil besos y me abrazabas con fuerza. Sentiré ese abrazo
siempre y sé que estarás a mi lado. Así que no te resistas, padre. No sufras
más por mí, estaré bien. —Besó su mano. —Haré que te sientas orgulloso
de la hija que has tenido y que has criado con tanto amor. No te defraudaré,
te lo juro por Odín.
Su padre abrió lentamente los párpados y la miró a los ojos antes de
sonreír con tristeza. Dio gracias a Odín. —Padre…
—Lo sabes.
Reprimió un sollozo. —Me lo ha dicho la vieja.
—Estoy cansado y estos dolores…
—No sufras más, padre. Estaré bien.
—Estás sola.
—Al parecer Odín ha dispuesto un destino fuera de este pueblo para
mí, lo dice Ingla. Me iré.
—Siempre ha demostrado que sabe lo que dice —dijo agotado—.
Ten cuidado. Vigila tu espalda y no te fíes de quien no demuestre su
amistad.
—Lo sé, padre. Siempre tengo muy presentes tus consejos.
—Siento no poder…
—Shusss, Odín te reclama, no somos nadie para poner en duda sus
designios. Ya has sufrido mucho, te has ganado un puesto en el Valhalla,
aunque no mueras con la espada en la mano. Tú has sido el más valiente de
los hombres y sabrá recompensarte.
Sonrió con tristeza. —Eso no me preocupa. Me preocupas más tú,
mi querida hija. —Soltó su mano y acarició su mejilla llena de lágrimas. —
Quiero que sepas que si estás en dificultades no estarás sola porque tu
madre y yo te amamos muchísimo y estaremos protegiéndote.
—Lo sé. No he podido tener mejores padres que vosotros. He sido
bendecida con vuestro amor. Y me has enseñado bien, padre. No debes
preocuparte por mí.
Ketil suspiró mirando el techo y susurró —Sé que serás feliz. Odín
te recompensará con la dicha por ser una hija tan maravillosa. No puede ser
de otro modo. Te amo, mi niña —dijo casi sin aliento antes de que sus ojos
se cerraran de nuevo. Pero su pecho no volvió a hincharse con su
respiración y Jorunn asustada llevó su mano allí para intentar sentir el latido
de su corazón.
Al darse cuenta de que no respiraba, gimió de dolor abrazándole con
fuerza. —Te amo, padre. Haré que estés muy orgulloso de mí. Y seré feliz
como quieres. Haré lo necesario para ser feliz. —Sollozó rota y asustada
porque ahora estaba sola. —Tendré todo lo que siempre has soñado para mí,
padre. Te lo juro por Odín

Pasmada vio como la vieja dejaba un puñal muy afilado sobre la gastada
superficie de la mesa. Levantó la vista hasta sus ojos. —¿Quieres que me
corte el cabello?
—No todo, con la mitad es suficiente. ¿Cuántos hombres has visto
que lo tengan tan largo como tú?
—¡No pienso hacer eso! ¡Madre decía que era un regalo de los
dioses!
—Niña, debes ser un hombre. Como mujer nunca llegarás hasta
donde yo quiero.
—A ver si lo he entendido... Quieres que me suba a tu barca y reme
hacia el norte hasta encontrar un árbol muerto encima de una cascada. —La
anciana asintió. —Debo enfilar ese fiordo hasta llegar al pueblo y después
tengo que hacerme un hueco entre esas gentes hasta ganarme el favor de
dos hombres que no sé quiénes son y hacerme amigo suyo. Debo ponerme
del lado del que según tú se ganará mi corazón y ayudarle siendo su amigo
a gobernar entre esas gentes.
—Precisamente.
—Y después conseguiré oro y debo traerlo aquí para repartirlo entre
mis gentes. ¿Y cuándo se supone que digo que soy una mujer y me hago
importante como tal?
Ella hizo una mueca. —Eso no me lo han dicho los dioses.
—¿No me digas? —dijo con ironía.
—¡Oye niña, que no puedo saberlo todo! ¡Tú vas y haces lo que te
he dicho!
Jorunn entrecerró los ojos. —Has perdido la cabeza. Jamás
confiarán en alguien nuevo en su pueblo, eso si no me matan nada más
llegar.
—¿Por qué iban a hacer eso? No irás armada.
Ahora sí que no se lo podía creer. —¿Quieres que haga un viaje que
me llevará días sin ir armada? ¿Estás loca? ¿Y qué voy a comer?
—Algo podrás llevarte. —Miró a su alrededor y cogió un mendrugo
de pan. —Aquí tienes —dijo como si fuera muy pesada.
—Ni hablar. Yo no salgo de aquí sin mis armas. ¡Además, no se
creerán que un hombre no va armado! ¡Si hasta duermen con un puñal en la
bota!
La vieja puso el ojo en blanco. —Muy bien, lleva tus armas, pero
tíralas en cuanto te descubran en sus tierras. Te lo digo por tu bien.
—Increíble. ¿Y qué excusa doy para ir hasta allí?
—Di que no tienes jarl y que buscas uno.
—¿Así sin más?
—Las mentiras tienen las patitas muy cortas, cuantas menos mejor.
—¡Si quieres que me haga pasar por un hombre! ¡Tendré que soltar
mentiras a todas horas!
Hizo una mueca. —Niña, cuantas trabas pones.
—¿No me digas? —Miró el cuchillo. —Hay hombres con el cabello
muy largo. Si me lo trenzo de otra manera…
La vieja entrecerró los ojos. —El problema será la barba. Vestida de
hombre parecerás un niño y nadie hace caso a un niño.
—No podré hacerlo y menos mucho tiempo. ¡Me descubrirán
cuando se den cuenta de que no meo de pie!
—¡Pues escóndete en el bosque para mear!
—¿Y lo que decías de la barba?
La anciana suspiró sentándose ante el cuchillo. A no ser que te la
peguemos con resina de árbol no sé cómo arreglarlo.
Era evidente que esa mujer había perdido la cabeza del todo. —No
pienso pegarme nada en la cara.
—Al final se caerá.
—Precisamente, ¿y si lo hace en el peor momento qué hago? ¿No
crees que se tomarán mal que haya mentido?
—Bien no va a sentarles, pero saldrás de esa, estoy segura.
La miró fijamente. —Te veo muy convencida de que esto es lo
correcto.
—Lo estoy. Llevo diez lunas llenas soñando con esto. Y ha llegado
el momento. Odín quiere que partas esta misma noche. Así que empieza a
trenzarte el pelo de otra manera.
Bufó cogiendo su trenza y levantándose quitó el cordón de cuero
que la ataba al final. Deshizo la trenza dejando que su cabello cayera hasta
la mitad de sus muslos e Ingla chasqueó la lengua. —Demasiado largo.
—Déjame a mí, cuando acabe parecerá que tengo la mitad, pero
necesito con qué atarlas.
La anciana miró a su alrededor y se acercó a una mesa donde tenía
una pieza de cuero. Agarró el puñal mientras Jorunn se hacía una raya al
medio con los dedos, ella rajó la suave piel en tiras muy finas. —¿Serán
suficientes?
—Me arreglaré. —Con habilidad empezó a hacerse trenzas muy
finas que llegaban hasta su nuca. Y así siguió una tras otra desde el centro
hasta los laterales. Cuando las hizo todas, se ató todas las trenzas en la nuca
y las trenzó de tres en tres. Con las trenzas que quedaron hizo una muy
gruesa y efectivamente cuando terminó su cabello llegaba por encima del
trasero. La vieja sonrió. —Perfecta. Ahora ven. —La mujer se acercó al
hogar y cogió un palito con una punta muy fina al final. —Te tatuaré la
barba.
La miró espantada. —¡No!
—¡Pues déjame poner otra cosa en el rostro! ¡Te hará más
masculina!
Entrecerró los ojos porque siempre había querido tatuarse, pero su
padre habría puesto el grito en el cielo. La anciana sonrió. —¿Cómo lo
quieres?
—Siempre he querido tener los cuervos de Odín.
—¿Muggin y Muninn? —preguntó sorprendida—. ¿Por qué?
—Lo ven y lo oyen todo. Y al atardecer regresan a Odín para
contarle aquello que han visto. —Sus ojos brillaron. —Vuelan por encima
de nosotros escuchando y viéndolo todo. ¿Te imaginas lo que deben saber?
—¡No puedo ponerte dos cuervos en la cara, niña!
Sus ojos brillaron. —¿Y a Skuld tejiendo sus hilos de oro bajo el
árbol Yggdrasil?
—Prediciendo lo que debería suceder e hilando el destino de los
héroes. Es mi norna favorita. A quien le importa el pasado o el presente, el
futuro es lo que nos impulsa a seguir viviendo. —Entrecerró los ojos. —
Muy apropiado para tu misión. Además, también es una valquiria. Perfecto,
quítate el vestido. Este va a ser mi mejor trabajo.

Al amanecer subida a la vieja barca se inclinó hacia adelante para ver su


reflejo en el agua. Fascinada por su hermosura observó los hilos que
recorrían su rostro desde el pómulo hasta su cuello donde Skuld estaba
tirando de ellos como si quisiera recogerlos. Pero Ingla no se quedó ahí,
sino que había continuado por su espalda haciendo que de la cola de su
hermoso vestido saliera el fresno en el que las nornas debían estar tejiendo
el pasado, el presente y el futuro de los hombres. Pero las otras nornas no
estaban a los pies del árbol, en su lugar dos cuervos al vuelo llevaban en su
pico hilos para Skuld. Hizo una mueca porque lo de la espalda no podía
verlo, pero según le había dicho la vieja era maravilloso. Quizás algún día
pudiera verlo, había oído que muy al sur había algo que reflejaba tu imagen
y que podías verte hasta las pecas de la cara. Se enderezó ignorando como
le resquemaba la espalda con el roce de la vieja camisa de su padre y siguió
remando. Mirando a su alrededor apretó los labios pensando en lo que diría
su padre del tatuaje, pero ahora ya no estaba para decir nada. Esperaba que
le hicieran el funeral que se merecía. La vieja le había prometido que haría
lo necesario para que fuera así y la creía. Bueno, había que seguir adelante.
Rogaba porque la anciana tuviera razón y llegara a la cascada en tres días.
Eso si hacía buen tiempo y no dejaba de remar. Pero al paso que iba tenía la
sensación de que ese viaje le iba a llevar semanas, porque apenas llevaba
unas horas y ya le mataba la espalda del dolor. Lo de remar no había sido
muy buena idea cuando lo máximo que había remado en su vida habían sido
unos metros para pescar en el medio del fiordo. Suspiró empujando el remo
de nuevo. Bueno, tarde o temprano llegaría. Eso no le preocupaba. Lo que
la preocupaba realmente era como iba a disimular ser un hombre entre esos
desconocidos. Y lo que era aún más preocupante, ¿cómo iba a hacer que
confiaran en ella?

Agotada, dolorida y hambrienta siguió remando a pesar de las llagas en las


palmas de las manos. Había roto parte de la camisa que llevaba de repuesto
para tapar las heridas, pero servía de poco al continuar remando. Y no podía
parar, porque aunque el mar abierto estaba en calma, se le ponían los pelos
de punta por estar allí. Llevaba días sintiéndose en peligro y deseaba llegar
más que nada. Incluso ya le daba igual lo que se encontrara con tal de poner
un pie en tierra firme. No pensaba coger un remo más en su vida.
Escuchó el ruido y frunció el ceño mirando a su alrededor. ¿Qué era
eso? Siguió remando y el ruido se hizo más intenso. Entonces vio que el
acantilado que tenía a su derecha terminaba y que el agua empezaba a
agitarse. Preocupada se alejó un poco de la costa para evitar esas aguas
revueltas y entonces la vio. Era la cascada. Siguió remando y separó los
labios de la impresión porque jamás había visto algo igual. Era enorme e
incluso donde estaba su agua salpicaba al caer al mar. Elevó la vista y chilló
de la alegría al ver el árbol muerto que había en el centro de la cascada.
Había llegado. No se lo podía creer. ¡Había llegado! Sus ojos fueron a parar
a las aguas que se adentraban en la tierra. El fiordo era mucho más ancho
que en el que ella se había criado. Impaciente por llegar remó para
adentrarse en el fiordo, pero la fuerza de la cascada la empujaba hacia el
mar.
—¡No, no! —Asustada por no poder entrar, remó más fuerte
gritando del esfuerzo y consiguió adentrarse un poco. —¡Rayos! ¡No me
impedirás pasar! —Siguió remando tan rápido como podía en unos minutos
que se le hicieron eternos y cuando creyó que ya no podría más de repente
el agua de la cascada la empujó hacia dentro del fiordo. Suspiró dejándose
caer en la barca. —Gracias Odín. —Sin aliento cerró los ojos. —Lo
conseguí.
La barca se deslizó sobre las frías aguas del fiordo mientras ella
recuperaba las fuerzas. El cansancio hizo mella y poco a poco se quedó
dormida.

El sonido de un pájaro la sobresaltó y abrió los ojos confundida. Cuando


recordó donde estaba se sentó en la barca y miró a su alrededor. ¿Cuánto
tiempo había dormido? Miró el cielo. El sol empezaba a decaer. Rayos,
había perdido medio día. Sus tripas gruñeron y suspiró aun sintiéndose
agotada. —Hora de comer algo, Jorunn.
Remó hasta la orilla derecha y subió la barca a tierra antes de coger
su arco. Gimió por lo que le dolieron las manos, pero no tenía tiempo para
pensar en eso. Si quería comer, debía darse prisa en conseguir una pieza
antes de que se fuera el sol. Se adentró en el bosque y agudizó el oído. Sacó
una flecha de su carcaj y la colocó en el arco preparándose para disparar en
cuanto viera un blanco. Caminó sin hacer ruido sobre la hierba y entonces
escuchó una risa de mujer. —Que cosas dices...
—¿No me crees? —preguntó un hombre. Con curiosidad Jorunn se
aproximó con cuidado para ver en un claro a una mujer medio desnuda
tumbada sobre la hierba y a su lado a un hombre mirándola como si no se
creyera lo que acababa de oír. Separó los labios de la impresión porque
jamás había visto a un hombre tan apuesto. Su cabello rubio trenzado desde
su frente caía hasta la mitad de su espalda y sus ojos eran tan claros como el
cielo azul en un día de primavera. Pero lo que realmente la impresionó fue
su envergadura. A pesar de estar tumbado era evidente que le debía sacar
dos cabezas y sus brazos al descubierto, pues no llevaba camisa, eran
enormes. Él se levantó de malos modos mostrando su pantalón de fino
cuero, lo que indicaba que era alguien de posición. Esa era una prenda muy
cara para un simple campesino.
—¿Ya tenemos que irnos?
—¿No hemos retozado lo suficiente? Además, padre no se encuentra
bien, seguro que cenará temprano y quiero hablar con él. —Su voz la
estremeció provocando que separara sus labios de la impresión.
—¿Hablar con él? ¿De nuestro matrimonio? —preguntó ansiosa
sentándose y mostrando su melena rubio platino.
Él se echó a reír sin ganas. —¿Pero de qué hablas, mujer? —Jorunn
entrecerró los ojos porque era evidente que él no estaba ansioso en absoluto,
lo que le hizo perder la sonrisa a aquella chica.
—No te vas a casar conmigo, ¿verdad?
—Mi padre decidirá mi destino, lo sabes —dijo cerrándose el
pantalón—. Si decide que sea contigo, contigo será.
La chica se envaró levantándose y dejando caer el vestido. —
¡Nunca me elegirá y lo sabes!
—Pues si es algo que tenías tan presente, no tenías que haber
insistido y consentido en lo que acaba de ocurrir. Lo sabes —dijo fríamente
antes de agacharse y coger la espada que tenía a su lado—. Debo regresar.
Apúrate.
La chica le miró angustiada. Era evidente que estaba enamorada de
él y se había dejado usar por pura desesperación, por pasar un rato a su
lado. Le dio mucha pena. Los ojos de Jorunn fueron a parar al hombre que
sonreía con ironía y entonces se fijó en el medallón que portaba sobre su
pecho. Era de oro y tenía grabados que desde allí no podía distinguir. Era el
medallón que llevaría un jarl, así que era evidente que era el hijo del
hombre más importante de por allí, por eso se permitía esas licencias con
las mujeres de su pueblo. Una mujer sin casar no debía ser tocada, al menos
en su pueblo, y si alguien lo hacía debía casarse con ella de inmediato. Los
hombres que estaban solteros debían desahogarse con las viudas que
quisieran sus favores. Eso le había enseñado su padre y eso había hecho él
cuando su madre había fallecido. Sabía que algunos tomaban lo que no era
suyo para desgracia de la muchacha que después debía casarse con él, por
eso su padre le había enseñado a ponerse firme con cualquiera que quisiera
propasarse. Pero era evidente que aquella muchacha lo había hecho con
gusto, lo que le supondría un problema cuando buscara marido porque no
muchos toleraban que las hubieran catado antes. Había conocido a una
mujer que había perdido la vida en su noche de bodas cuando su marido se
dio cuenta de que no era el primero que la tocaba. Y algo así debía estar
pensando esa chica porque había perdido todo el color de la cara.
—Como mi padre se entere de esto, me mata.
—Y con razón. —Él rio por lo bajo cogiéndola por la barbilla. —
Pero no se lo dirás, ¿no es cierto? No querrás problemas.
No se lo podía creer, se burlaba de ella. Sería cerdo.
—No, claro que no —susurró la chica.
—Vamos, se hace tarde. —Empezó a andar sin esperarla y la chica
tuvo que correr tras él.
Jorunn apretó los labios mientras les observaba irse y al girar la
cabeza lentamente fue cuando sintió el filo de la espada en su mejilla. Se
quedó sin aliento. —Al parecer te gusta espiar. Espiar y entrar en tierras
ajenas a robar la caza. ¡Date la vuelta!
Se volvió lentamente para ver el pecho de un hombre y tuvo que
elevar la vista para encontrarse los ojos azules más hermosos que había
visto nunca. Para su sorpresa aquel hombre era tan parecido al que se
acababa de ir que creía estar viendo doble. O al menos eso creería si ese no
tuviera en su rostro una cicatriz desde la comisura del labio hasta el oído.
Aunque llevaba barba no conseguía cubrirla del todo. Pero no solo eso les
distinguía, este no llevaba medallón y tenía otra cicatriz en su torso de parte
a parte que indicaba que había estado cerca de Odín y que debía tener su
favor para seguir en ese mundo. Al pensar que ese hombre podría haber
perdido la vida sintió algo en su corazón que la inquietó, pero al mirar el
vello que recorría sus pectorales el calor invadió su vientre y la sangre fluyó
ardiente por sus venas. La punta de la espada en su mejilla hizo que le
mirara de nuevo a los ojos y cuando la empujó hacia su derecha ella volvió
el rostro lentamente para dejar a la vista el tatuaje. —¿Quién se tatúa a una
norna? —Entrecerró los ojos. —¿Acaso te crees especial?
—Me lo tatuó nuestra curandera.
—Algo debió ver en ti para darte ese privilegio entre los tuyos. —La
miró de arriba abajo. —Muchacho, ¿qué haces en mis tierras?
—Busco un jarl al que servir.
Este levantó una de sus cejas rubias. —¿Y por qué no sirves al tuyo?
Como había hablado con Ingla dijo —Ha muerto en la última
incursión. Allí no me quedaba nada ni nadie, así que decidí alejarme.
Mirandola fijamente siseó —Mientes.
—En nuevo jarl no era de mi agrado. Es un primo mío con el que
nunca me llevé bien.
Entrecerró los ojos antes de mirar su arco. —Tira eso y enséñame
las manos.
Lo hizo de inmediato y se apartó las vendas para mostrar las llagas.
Él apartó la espada y cogió una de ellas. —Estas manos no temen al trabajo,
has debido de remar mucho para llegar hasta aquí. —Apretó su mano. —
¿Por qué aquí?
—No lo sé. Vi la cascada…
—¡De qué huyes!
Asombrada le miró a los ojos. —De nada, lo juro por Odín.
Él se tensó. —Mentir y más usando el nombre de dios de dioses
para que te crea, es una falta que merece la muerte.
—¡No he hecho nada! ¡Ni siquiera he matado ningún animal! —
exclamó asustada.
Asintió sin dejar de mirarla fijamente. —No rehúyes mi mirada, eso
es de hombres que no tienen nada que ocultar.
Bueno, no es que fuera muy hombre, pero si había que disimular se
disimulaba por salvar el pellejo. Porque ese hombre no toleraría que le
desmintiera, de eso estaba segura. —Soy trabajador y sé cazar. Puedo llenar
la mesa del jarl. Si me dan comida y un techo bajo el que dormir, trabajaré
para él con gusto.
La punta de su espada apareció bajo su barbilla cortando la fina piel.
La gota de sangre bajó por la hoja mientras Jorunn no pudo disimular su
miedo. —Traicióname y te desmembraré para que los lobos coman tus
restos.
—Eso no pasará.
La punta de la espada desapareció y el hombre se volvió dándole la
espalda para mostrar que tenía el cabello mucho más corto que su hermano
porque apenas le llegaba bajo los hombros. —Te espero en el embarcadero.
—Se detuvo para mirarla a los ojos. —¿Cómo te llamas?
—Ketil —susurró.
—No te molestes en cazar, Ketil. Hoy llenarás la barriga con una
buena cena. Apresúrate, no quiero que dejes la barca ahí. Nos vendrá bien
para que los niños pesquen.
—Sí, sí. —Corrió hacia la orilla fascinada con él, mientras su corazón
todavía cabalgaba alocado en su pecho. Había sobrevivido, pero lo que la
emocionaba de veras es que estaría cerca de él. Jamás había visto un
guerrero igual, ni siquiera su padre, y no podía evitar admirarle. Por Thor,
era el hombre más impresionante que había visto nunca. Su hermano
gemelo no le llegaba ni a la suela de las botas. Empujando la barca se
preguntó si esos eran los hombres de los que hablaba la vieja, porque si era
así ya había decidido. Entonces recordó sus palabras antes de irse. —No te
fíes de las apariencias, niña. Un lobo puede tener piel de cordero. No te
dejes engañar. Su padre también había dicho algo parecido, así que no
debería tomar decisiones precipitadas. Hizo una mueca sentándose en la
barca y cogiendo el remo, intentando ignorar que su corazón ya había
elegido. Empujó la barca con el remo y empezó a remar mirando la
dirección por la que se había ido ese hombre. Al verle subido a un caballo,
este entrecerró los ojos y se lanzó a galope dejándola con la boca seca por
su dominio del animal. Sí, su corazón había elegido, solo esperaba que no
estuviera equivocado.
Capítulo 2

Al llegar a la aldea varios niños se acercaron gritando que había un


forastero. El del medallón se puso ante ellos y con el rostro tallado en
piedra la observó acercarse. Vaya, realmente podía intimidar si quería. El
bote llegó al embarcadero y lanzó una soga a uno de los niños que de
inmediato la ató a un poste.
—¿Quién eres? —gritó el hijo del jarl.
De pie sobre la barca respondió. —Soy Ketil. El otro hombre que es
como tú me dijo que viniera.
—¡Apartaos! —gritó alguien haciéndose paso.
El del medallón la miraba de una manera que la puso muy nerviosa.
Parecía sorprendido por su presencia allí y recorrió su cuerpo con esos ojos
azules que se tornaron fríos como el hielo como si se encontrara frente al
enemigo, lo que demostraba lo protector que era con su pueblo. Él miró
sobre su hombro. —Jerk, ¿le has dado permiso para venir?
Su gemelo no tardó en llegar hasta él. —Sí. Nos vendrá bien, más
manos para trabajar.
—No me gusta. ¿Quién es? ¿De dónde viene?
Su gemelo giró la cabeza hacia él lentamente y siseó —Esas
preguntas ya se las he hecho yo. ¿Crees que no soy lo bastante capaz para
reconocer a un enemigo, Eirikr?
Este apretó los labios mientras a Jorunn se le cortaba el aliento
porque su nombre significaba que el sería el heredero, el único príncipe, el
gobernante. Al ponerle ese nombre su padre había decidido en su
nacimiento quien mandaría de los dos. Ahora entendía el conflicto porque
para ella era muy evidente quien debería mandar.
—¿De dónde eres? —preguntó ignorando a su hermano.
—Del sur. Busco trabajo y un jarl al que servir.
—¿Acaso no tienes familia? ¿Padres, hermanos o hermanas a las
que cuidar?
—Estoy solo. Todos han muerto.
Se volvió hacia su hermano. —A padre no le gustará. No le agradan
los forasteros.
—Déjame a padre a mí. —Jerk miró hacia ella que estaba realmente
impresionada por verlos a los dos juntos y por la tarea que le habían
encomendado. Aquello no iba a salir bien. —¿Qué haces ahí todavía?
¡Espabila! ¡Mi caballo necesita un cepillado!
—Oh, sí. —Cogió su hatillo y el arco para tirarlos sobre el
embarcadero y puso las manos sobre él para subir con agilidad. Cogió sus
cosas a toda prisa y pasó ante Eirikr. —Permiso —dijo intentando no caerse
al agua. Este dio un paso adelante empujándola con su pecho y ella cayó
entre dos barcas haciéndose daño en el codo.
Jerk miró a su hermano mientras todos se reían. —¿Ya te has
divertido?
Le fulminó con la mirada antes de alejarse. Jerk gritó —¡Callaos!
¿Acaso no tenéis nada mejor que hacer? —Todos salieron despavoridos y
Jorunn suspiró. Ese hombre no tenía mano izquierda. Al ver como una
mujer le miraba de reojo antes de alejarse casi corriendo supo que no era
muy querido en su pueblo. Jerk se agachó y alargó la mano. —Dame tus
cosas.
Ella lo hizo a toda prisa para no hacerle esperar y cuando las dejó
sobre el embarcadero, Jerk alargó la mano para coger la suya y subirla
como si fuera una pluma. —Gracias.
—No me las des. —Le miró de arriba abajo antes de mirar el hatillo.
—Necesitas ropa seca. Ven.
¿Ropa seca? —No hace falta. Si hace un calor horrible. Además,
mis ropas necesitaban un lavado. —Rio de manera exagerada como si fuera
un hombre y él frunció el ceño quitándole la risa de golpe. —Mejor voy a
cepillar al caballo.
Él señaló un establo enorme. —Está allí. Ya sabes cual es.
—Claro que sí. —Salió corriendo mientras sentía la mirada de ese
hombre en su espalda. Fue un alivio entrar en el establo. Al hacerlo suspiró,
pero apenas un segundo después dejó caer la mandíbula del asombro por la
cantidad de caballos que allí había. —Por las barbas de Odín.
Un viejo que llevaba su largo cabello cano recogido en la nuca,
palmeó el lomo de un caballo y se la quedó mirando. —¿El fiordo nos ha
traído un salmoncito?
Fulminó al viejo con la mirada y este se echó a reír. —¿Qué haces
en mi establo, chico?
—Soy un hombre —dijo orgulloso como había visto hacer a los
chicos de su aldea—. Y Jerk me ha pedido que cepille su caballo.
—Pues ahí le tienes, todo tuyo. Mis viejos huesos necesitan un
descanso.
Dejó sus cosas cerca de la puerta y corrió hacia su caballo. Una
hermosura de pelo negro que dejaba sin aliento. Acarició su brillante pelaje.
—Es hermoso. —Rio. —Y enorme.
—Debe serlo para el jinete que sustenta. —Se sentó en un taburete y
se acarició la barba. —Cuéntame, ¿cómo te llamas? ¿De dónde vienes?
—¿El cepillo?
El viejo lo señaló en un taburete cerca de otro caballo y corrió a por
él. —Me llamo Ketil.
—Interesante.
—¿Por qué? —preguntó tensándose por su tono.
—Porque no teníamos un Ketil desde hace años. Muchos años, era
yo un niño…
¿Y eso qué significaba? Bueno, daba igual. Empezó a cepillar el
caballo con eficiencia como le había enseñado su padre. Era evidente que
había corrido lo suyo porque su pelaje estaba húmedo. —¿Ha bebido?
—Ajá —dijo el viejo—. ¿De dónde eres?
—Del sur.
—Muy impreciso.
—¿Y cómo te llamas tú?
—Halvard. —Asintió antes de seguir cepillando. —¿Muy al sur?
Bufó. —¿A qué vienen tantas preguntas? Ya he contestado unas
cuantas, ¿sabes?
—Me da que no las suficientes —dijo por lo bajo.
—¿Qué?
—Que cepilles las patas, chico. Que no se enfríe.
Ella lo hizo de inmediato y el viejo sonrió. —Ponle una manta por
encima y dale de comer.
Miró a su alrededor y vio varias mantas viejas sobre un listón. Cogió
la primera, pero no le gustó y sacó la de abajo que era más nueva para el
caballo de Jerk. —Es un ejemplar magnífico —dijo colocándosela por
encima. Acarició su cuello, pero el caballo intentó morderla. Se echó a reír
—. Con carácter.
—Son los mejores. Dale ración doble de cereal, es nuestro niño
bonito.
Contenta corrió hacia un cubo y un saco que supuso que era el
cereal y no estuvo errada, así que echó una buena cantidad antes de
acercarse al caballo y ponérselo bajo la cabeza. —¿Cómo se llama?
—Peligro.
Le miró asombrada. —¿De veras?
—Y hace honor a su nombre. Es tan peligroso como su dueño, nadie
más puede montarlo. Una vez lo intentó un chico que me ayudaba, quería
llevárselo a Jerk y se rompió el cuello antes de salir del establo.
—Yo no sé montar.
—Eso no puede ser —dijo asombrado—. ¿Acaso tu padre no tenía
caballo?
—Sí que tenía, pero cuando yo era muy ni… niño.
—Ah… ¿Y después?
—Después decidió que era muy caro de mantener. Total, en las
incursiones no lo necesitaba. —Se encogió de hombros mirando como
Peligro comía ansioso. —Tranquilo, no te lo va a quitar nadie. —El caballo
elevó la cabeza masticando y la miró a los ojos antes de seguir comiendo.
El viejo se echó a reír. —Le caes bien.
—¿De veras?
—Sabe que solo quieres cuidarle.
Jorunn se volvió hacia él. —¿Qué más hago? ¿Limpio el suelo?
Aquel caballo ha cagado.
El viejo miró hacia el caballo que señalaba. —Es el caballo del jarl.
Lleva tiempo sin salir.
—¿De veras? ¿Por qué?
—Nuestro señor está enfermo, muy enfermo. No creo que sobreviva
hasta el invierno.
—Lo siento. Se nota que le tienes aprecio.
—Es un buen hombre y un gran jarl. —Miró hacia la puerta. —No
sé lo que será de nuestro futuro entonces.
—¿Acaso no tenéis quien le sustituya? Tiene hijos…
—Ese es el problema. Que tenemos dos.
Cogiendo el rastrillo le miró de reojo. —Seguro que uno es mejor
que el otro.
—El elegido por el jarl…
—Ah, ¿pero ya ha elegido a uno? Pues entonces ya está solucionado
el problema.
—El elegido por el jarl piensa que lo sabe todo y a veces no se toma
ciertos aspectos de la vida en comunidad con demasiada seriedad. Sin
embargo, Jerk… Es todo lo que debería ser un jefe. Con mal carácter, eso
sí, pero todo un hombre, todo un vikingo. No le teme a nada y trabaja como
el que más. Siempre ha sabido que no sería el jarl, pero aun así nunca ha
dejado de lado lo que él consideraba sus obligaciones por ser hijo de quien
era.
Se sintió orgullosa. —Entiendo vuestro problema.
—No me interpretes mal, Eirikr también está muy preparado para la
tarea, pero a mí siempre me gustó más Jerk para suceder a Hallad.
—Entiendo.
—Veo que tienes a Skuld en tu cuello. ¿Qué crees que diría ella
sobre su futuro?
Se volvió para mirarle a los ojos. —Creo que diría que debe
gobernar quien se lo haya ganado.
Los ojos castaños del viejo brillaron. —Eso mismo pienso yo.

La casa del jarl era realmente impresionante. Era mucho más larga de lo que
ella hubiera visto nunca y sus tejados inclinados llegaban hasta el suelo,
sujetos por enormes troncos que aguantarían su peso con la nieve que
recibirían en el invierno. Los grabados de la enorme puerta indicaban que
allí vivía un elegido de Odín, que lideraba su pueblo con orgullo y dignidad.
Pero eso no la impresionó demasiado porque su jarl también tenía algo así
en su casa y no es que fuera muy digno de nada.
Entró en la casa del jarl siguiendo al viejo y vio que Hallad estaba a
la cabecera de su mesa con Eirikr a su derecha. Al ver el sitio vacío a su
izquierda frunció el ceño mirando a su alrededor, pero no veía a Jerk por
ningún lado.
—Ven, siéntate con mi familia.
Se sonrojó ligeramente por su amabilidad. —Gracias.
—Eres joven y trabajador. Estoy orgulloso de presentarte a los míos.
—Llegaron a una mesa llena de gente y la cogió por el hombro. Todos se
fueron callando para mirarle. —Él es Ketil, mi nuevo ayudante.
Una mujer de unos cuarenta años sonrió levantándose de la mesa. —
Bienvenido.
—Ella es mi esposa, Arica.
Le miró asombrada. —Pillín tienes una esposa muy hermosa y
joven.
Todos rieron y Halvard el que más. —Tuve mucha suerte.
Su esposa le miró con cariño. —La suerte la tuve yo.
—Me sonrojas, mujer. —Orgulloso tiró de la cinturilla de su
pantalón hacia arriba. —A cenar.
—Por favor, siéntate aquí —dijo Arica amablemente, indicando con
la mirada al que debía ser el hijo mayor que se corriera en el banco.
—Gracias.
—Qué joven tan bien educado.
En ese momento llegó la chica rubia que había visto esa tarde con
una jarra de hidromiel y sirvió a Halvard. —Ella es Fastby. Mi hija menor.
—¿Tu hija? —Se la quedó mirando mientras la servía a ella.
Mierda.
—Uy, parece que le ha agradado —dijo un joven al final del otro
lado de la mesa.
La chica se sonrojó con fuerza mientras Jorunn gemía en su interior.
—No quería ofender a nadie. —Intentó pensar una salida. —Es que se
parece a alguien que conozco.
—No me ha ofendido —dijo su madre antes de guiñarle el ojo—.
Está soltera.
—¡Madre! —protestó Fastby.
—Silencio —dijo su padre imponiéndose antes de sentarse a la
cabecera—. Tu madre dirá lo que le venga en gana. —Pinchó con su daga
un pedazo de liebre y lo cogió con la mano para comer con ganas mientras
su hija avergonzada se sentaba al lado de su madre.
—Así que has llegado hoy —dijo Arica—. ¿Vienes de muy lejos?
—Del sur.
—¿Cómo se llamaba tu jarl? —preguntó el hombre que tenía
sentado al lado.
—Eivor no seas indiscreto.
—No me importa decirlo —dijo porque al final se lo preguntarían
todos y era mejor quitarlo del medio cuanto antes—. ¿Conocéis al jarl
Osmalsen? —Todos negaron con la cabeza. —Nuestro pueblo está muy al
sur.
—¿Y qué te ha hecho venir hasta aquí?
—Cuando era niño me dijeron que en el norte jamás faltaba la caza
y las tierras eran fértiles a pesar del duro invierno, así que me decidí a venir
ya que tenía que buscar un jarl al que servir.
Arica la miró con pena. —¿Pasabais hambre?
—Yo era de los que tenía suerte, pero muchos sí que pasaban
hambre.
—Entiendo. Supongo que no tienes familia.
—No, no tengo. Perdí a mi padre hace poco.
—Lo siento mucho. Pero aquí te irá bien, ya verás.
Halvard asintió. —Claro que sí. Es muy trabajador. Si veis como me
ha dejado el establo en nada de tiempo…
Se sonrojó de gusto. —Si casi no me ha dado tiempo a hacer nada.
Fastby miró sus manos. —Estás herido.
—No tiene importancia —dijo cogiendo un pedazo de carne antes
de ponerse a comer con ganas.
—Así me gusta, todo un hombre. —Halvard le dio una palmada en
la espalda que la hizo gemir. Qué fuerza tenía el viejo todavía. Forzó una
sonrisa.
—Si quieres puedo curarte —dijo la chica amablemente.
—Te lo agradezco mucho, pero no es necesario.
Se escuchó un revuelo y todos miraron hacia la puerta por donde
Jerk entraba en ese momento arrastrando a un hombre por los pelos. Sin
dejar de comer se levantó con el pedazo de carne viendo como lo tiraba al
lado de la mesa del jarl. El hombre gimió girándose y llevándose la mano a
las costillas mientras les mostraba a todos la cara llena de golpes.
El jarl se giró mirando el suelo y a Jorunn se le cortó el aliento por
su parecido con sus hijos. Sintió que algo la inquietaba porque era como ver
a Jerk al borde de la muerte en el futuro. El jarl levantó la vista. —¿Qué es
esto, hijo?
—Es el ladrón de grano, padre. Le he pillado con las manos en los
sacos.
—No es cierto, jarl —dijo el hombre—. Solo quería moverlos
porque en el techo hay una gotera.
—¡No mientas! ¡Te he visto yo mismo!
—Hermano te estás extralimitando. —Su gemelo se levantó. —Le
has castigado antes de que el jarl decidiera.
Jerk apretó los labios. —Intentó escapar. ¿Qué querías que hiciera?
—Todos sabemos que no tienes escrúpulos a la hora de castigar sin
haberse dictado sentencia.
A Jorunn se le cortó el aliento al ver como se envaraba ofendido. —
Jamás disciplino si no se lo merecen.
—Es cuestión de opiniones —dijo fríamente.
—¡Silencio! —dijo su jarl antes de toser con fuerza.
Eirikr se agachó para susurrar lo bastante alto —Padre, déjame esto
a mí.
—Calla —dijo molesto.
Este se enderezó mirando con furia a su hermano, que muy tenso
por la crítica solo estaba pendiente de su padre.
—Así que le has sorprendido.
—Sí, mi jarl. Había roto el cosido del extremo y tenía las manos
dentro del saco, así le sorprendí.
El jarl miró al hombre fríamente. —Mírame.
Como no se movió, Jerk le agarró del cabello para volver su cara.
—¿Me has traicionado? ¿A mí que he salvado tu vida en varias
ocasiones?
—Miente, jarl. Te lo juro. Quiere castigarme por no ponerme de su
lado.
—¿De su lado? ¿De qué hablas?
Asustado miró a Jerk. —Busca aliados para cuando muráis, quiere
el puesto de tu otro hijo. El que le diste en su nacimiento.
—Mientes —dijo Jerk entre dientes.
Jorunn miró a Halvard que hizo una mueca como diciendo ya te lo
dije.
El jarl se levantó demostrando que aún le quedaban fuerzas. —
¡Quién ha dicho que me voy a morir!
El hombre asustado pateó hacia atrás intentando alejarse. —Nadie,
mi jarl. Pero todos sabemos que algún día pasará. ¡Él quiere ser jarl y busca
aliados!
—Jamás he hablado de eso con nadie, padre. ¡Esta escoria miente!
El jarl levantó una mano mirando a su hijo como si le hubiera
defraudado. —No creas que no sé lo que ocurre entre mis hijos. El
desprecio que os profesáis el uno al otro es buena prueba del odio que hay
latente entre vosotros.
—Yo no odio a mi hermano. Daría la vida por él si fuera necesario.
—Se señaló el pecho. —Y creo que esto lo demuestra.
Eirikr le miró con rencor. —¡Siempre sacas esa cicatriz para
justificarte, pero la verdad es que te hirieron y yo no tuve nada que ver en
eso!
Miró fríamente a su hermano. —Como digas.
A Jorunn le pareció tan injusto todo lo que estaba ocurriendo… Era
evidente que estaban aprovechando el rencor que se tenían los gemelos para
atacarle y era injusto. Ese hombre era un ladrón, estaba segura, pero era
Jerk el que parecía ser juzgado. Y la mirada del jarl decía que no estaba
muy contento con la situación. Carraspeó sin poder evitarlo y todos la
miraron haciéndola palidecer.
—¿Quién es ese? —preguntó el jarl.
—Ketil, jarl —respondió ella toda prisa acercándose y cuando llegó
hasta su nuevo señor inclinó la cabeza.
—Es un muchacho que necesitaba trabajo —dijo Jerk.
—¿Y no lo has traído hasta mí? —preguntó su padre empezando a
alterarse demostrando que Jerk tenía de quien haber sacado su carácter.
Jerk apretó los labios sin saber qué decir y ella intervino a toda
prisa. —Un caballo necesitaba que se le cepillara, jarl. Iba a presentarme en
la cena. —Se arrodilló. —Necesito trabajo, mi jarl. Juro por Odín que os
seré fiel y que pondré mi vida a su disposición si es necesario.
El jarl entrecerró los ojos mirándola fijamente. —Bien. ¿Le has
buscado trabajo, hijo?
—En el establo. Halvard se ocupa de él. Le dirá lo que tiene que
hacer.
Hallad miró al viejo que asintió. —Bien. Volviendo al tema que nos
ocupa…
Jorunn apoyó las manos en la fría piedra para levantarse mirando a
aquel hombre y cuando se incorporó frunció el ceño.
—Puedes retirarte, Ketil —dijo Jerk.
—Tiene cebada en el pantalón. En el borde de las botas.
Todos murmuraron sorprendidos. Jerk se agachó y le arrancó una
bota haciendo que el grano cayera al suelo. Varios jadearon de la
indignación. —¿Cómo tienes grano en las botas si solo estabas trasladando
el saco?
—¡Se rompería!
—Al parecer siempre tienes excusa para todo. Padre…
—Demuéstrale que a mí no se me roba, hijo.
—¿Y por qué no lo hace Eirikr? —Todos la miraron sorprendidos y
Jorunn carraspeó. —¿Acaso no es él quien ocupará su puesto? Todos creen
eso. Debería ser él quien impartiera justicia, ya que ponía en duda la palabra
de su hermano. Debe estar enfurecido por dudar de su propia sangre.
Además, así le quitará a Jerk la responsabilidad de impartir el castigo. Los
suyos pueden pensar que es demasiado duro con esta rata de río por mentir
para protegerse. No sería justo, ¿no cree, jarl?
—¿Quién te ha dicho que hables? —preguntó el jarl confundido.
—Ah, ¿que aquí no se puede dar opinión cuando se crea
conveniente? —Todos negaron con la cabeza. —Uy, perdón. —Agachó la
cabeza caminando hacia atrás. —No quería ofender.
El jarl miró a Jerk. —El muchacho tiene razón, tu hermano le dará
castigo.
—Como digas —dijo antes de gritar —¡Hidromiel!
Eirikr se acercó al hombre que empezó a gritar y el hijo del jarl le
agarró de la camisa. —Vas a morir, cabrón mentiroso.
—Dale su merecido, hijo.
—Eso pienso hacer.
Le arrastró fuera del salón y Jorunn sonrió interiormente antes de
volverse y encontrarse a Halvard tras ella. —Se nota que el jarl es un
hombre justo.
—Lo es. Siéntate.
—Oh, sí. Estoy hambriento.
Varios salieron del salón y ella a espaldas del jarl se sentó en su sitio
mientras algunos a su alrededor hablaban de lo ocurrido.
Fastby se adelantó. —No has debido hacer eso.
Su hermano mayor chistó para que cerrara la boca. —Tú a tus
asuntos.
—Debe saberlo, se buscará enemigos.
—Dime.
—Eirikr se enfadará contigo, le has dejado en evidencia.
—No ha sido a propósito —dijo mintiendo descaradamente.
Un hombre entró en el salón y se acercó a su mesa para hablar con
el hermano mayor de Fastby. —Le está despellejando vivo.
Los gritos llegaron hasta allí y Jorunn se volvió para ver como Jerk
sentado al lado de su padre escuchaba lo que este decía. Sus ojos
coincidieron y asustada porque la hubiera sorprendido mirándole, apartó la
vista a toda prisa para coger un pedazo de pan y comerlo como si estuviera
hambrienta. Terminó la cena en silencio y cuando Halvard se sentó a su
lado no le recriminó nada. Cuando estuvo satisfecha miró a su nuevo jefe
dispuesta a preguntar dónde podía dormir, pero todos levantaron la vista
tras ella. Asustada miró hacia atrás para ver a Jerk a sus espaldas con cara
de pocos amigos. —Ven conmigo.
Se levantó de inmediato para seguirle. Era evidente que estaba en
problemas. —¿He hecho algo mal?
—Cierra la boca.
Le siguió en silencio y salieron de la casa del jarl. Varios observaban
al hombre que estaba atado al poste gritando del horror por lo que su
hermano le estaba haciendo. Al parecer se estaba desquitando, lo que
demostraba que estaba furioso. Y era evidente que Jerk también. Le miró de
reojo. Sí, muy contento no estaba. Bueno, tú a hacerte la tonta y deja pasar
el chaparrón. Que se desahogue. Eso es lo que necesita.
Fueron directamente hacia el establo y la cogió del brazo
empujándola al interior. —¿Qué rayos crees que estás haciendo? —Cerró la
puerta de un portazo dejándoles casi a oscuras excepto por la luz que
entraba por la rendija de la puerta. —¡Jamás vuelvas a interferir en los
asuntos del jarl!
—Lo siento —susurró.
La agarró por el cuello. —¿Quieres morir? ¿Quieres que alguien te
mate? ¡Ahí dentro podían haber pasado varias cosas, entre ellas que te
matara mi padre o mi hermano!
—¿De veras? —preguntó pasmada—. ¿Por hablar?
—¡Por decir lo que no debes! —Apretó su cuello antes de soltarla
casi tirándola al suelo. —A partir de ahora tú oír, ver y callar.
—¿Incluso cuando algo es injusto? El grano…
—¡Cállate! ¡Aprende a mantener la boca cerrada o morirás!
Viendo por la luz de la luna su perfil endurecido dio un paso atrás.
—¡Pienso decir lo que debo cuando debo!
—¿Qué has dicho? —Se acercó a ella. —¿Me contradices? —La
agarró por la muñeca con fuerza. —¿Te atreves a contradecirme?
Jorunn chilló de dolor y él se quedó muy quieto. —Chillas como
una… —Soltó su muñeca y sorprendido dio dos pasos atrás. —Por Odín,
eres…
Palideció sabiendo que la había descubierto. —No.
—¡No me mientas! —Tiró de su muñeca para acercarla pegándola a
su pecho. Jorunn sintió que se le cortaba el aliento al sentir su fuerza. —
¿Estás loca, mujer?
—Me obligaron. —Muerta de miedo intentó soltarse, pero él
agarrándola con fuerza no se lo permitió.
—¿Quién te obligó?
—La curandera. Dijo que solo así me haríais caso.
—¿De qué hablas? —le gritó a la cara.
—A una mujer no se la escucha y vosotros pelearéis…
—No entiendo nada de lo que dices.
—¡Debía ayudar a quien entregara mi corazón!
A Jerk se le cortó el aliento. —Estás loca.
Angustiada porque la matara sin escucharla susurró —Yo creía que
tardaría más en decidirme, pero no, ha pasado sin más.
—¿Es que has perdido la cabeza?
—Debo ayudarte a dirigir tu pueblo. Tú debes ser el jarl. Es designio
de Odín.
—¿Ahora hablas por el dios de dioses? —gritó furibundo.
—Es lo que ella me dijo. Tu destino…
—¡No hables del destino, mujer! ¡Tú no sabes nada de mi hermano
ni de mí como para decidir quién debe dirigir mi pueblo!
—Tú lo has dicho, tu pueblo. En las pocas horas que llevo aquí te
has preocupado de tu pueblo mucho más que él que estaba cenando
tranquilamente. Tú descubriste el ladrón y se burló de ti. Intentó poner a la
gente en tu contra, eso es lo que vi. No tiene honor y un jarl sin honor no es
nada.
—¡Cállate! —Le dio un tortazo con tal fuerza que la tiró al suelo. La
señaló con el dedo. —Debería matarte por hablar así de mi sangre. A partir
de ahora no saldrás de aquí. Incluso dormirás aquí y no volverás a comer en
la casa del jarl. Jamás, ¿me oyes? Vuelve a malmeter entre nosotros y te
mato con mis propias manos.
Se apoyó en la mano herida para mirarle con rencor. —Creo que no
hace falta que malmeta nadie en vuestra relación, ya la envenenáis con
vuestros celos vosotros mismos sin ayuda de nadie. —Sacó la daga de su
bota y se la clavó en el pie.
Él ni movió el gesto antes de agacharse agarrarla por la trenza y
levantarla hasta ponerla a su altura. —¿Qué has hecho, mujer?
—Vengarme. ¡A mí nadie me pega! —gritó en su cara.
Asombrado miró su rostro y entonces ella sintió su aliento. Sus
respiraciones se agitaron y Jorunn le pegó un bofetón. Jerk entrecerró los
ojos apretando más la mano en su cabello e inclinándola hacia atrás. Gimió
de dolor mientras él decía —Me estoy enfadando.
—Demuéstramelo.
Sus ojos bajaron por su rostro hasta sus labios. —Así que me has
entregado tu corazón.
Con la respiración agitada susurró —Sí.
—Tienes una manera muy extraña de demostrarlo, mujer. —De
repente la soltó y ella que no se lo esperaba cayó hacia atrás.
Se agachó para arrancar el cuchillo de su pie y lo tiró al suelo
clavándolo al lado de su rostro. —Déjate de juegos. Te lo advierto, como
vuelvas a inmiscuirte en lo que no te concierne, dejarás de respirar. —Salió
de allí y cerró la puerta con fuerza demostrando que allí se tenía que quedar.
—Mierda, ¿por qué no has mentido? ¿Y para colmo tenías que
apuñalarle? ¿Es que estás loca? Ni sé cómo estás viva. —Frustrada se
levantó y miró a su alrededor. —¿Y dónde duermo? —Con ganas de gritar
porque había perdido la ventaja tan valiosa que tenía, fue hasta las mantas y
las cogió para tirarlas en el suelo. Bueno, al menos no pasaría frío entre
tanto animal. Se tumbó mirando el techo y suspiró sintiéndose agotada.
Mañana sería otro día.

Alguien la empujó por la espalda y gruñó llevando su mano hacia atrás para
apartar lo que le molestaba. Su mano recorrió la bota hasta el empeine antes
de subir de nuevo por su pierna. Jorunn frunció el ceño y entonces sintió el
olor de las mantas de los caballos, lo que la espabiló de golpe volviéndose
sobre su hombro para ver allí a Jerk.
—Ni se te ocurra decirle nada a Halvard.
Ella asintió.
—Levanta, hay mucho que hacer. —Tiró sobre ella un pedazo de
queso y fue hasta la puerta del establo para salir sin decir nada más. Miró
sobre su regazo y sonrió de la ilusión por el pedazo de queso. Quería
cuidarla, protegerla, por eso no quería que se lo dijera a nadie. Cogió el
queso y le dio un buen mordisco loca de contenta. Vaya, ni siquiera cojeaba,
estaba claro que era un guerrero como Odín manda. Suspiró por como la
había mirado la noche anterior. ¿Estaría bonita? A toda prisa corrió hacia el
cubo del agua de Peligro y miró su reflejo. El caballo le dio con la cabeza.
—Aparta, quiero mirarme. —Parpadeó al ver su rostro tiznado y sus pelos
de loca a pesar de las trenzas. Chilló mirando al caballo con los ojos como
platos. —¡Estoy horrible! ¿Cómo va a mirarme dos veces, eh? ¿Cómo?
Peligro intentó morderla y se apartó por un pelo. —Eres igual que tu
amo, pero ya me querrás, ya.
—¿Qué haces?
Sorprendida miró hacia atrás para ver a Fastby tras ella. —Oh,
buenos días.
La miraba de una manera que la puso alerta y se volvió
carraspeando para ver que llevaba algo de ropa en la mano. —¿Eso es para
mí?
—Es ropa que ya no le vale a mi hermano. Pero igual tenía que
haber traído otra cosa.
—No, eso es perfecto. Gracias. —Se acercó y lo cogió de sus
manos.
—Tú…
Ella levantó una ceja haciéndose la loca. Que lo supiera Fastby
podía ser realmente peligroso.
Esta se sonrojó. —Oh, es que me ha parecido.
—¿El qué? —dijo aparentando estar molesta.
—No, nada. Mi padre me ha dicho que si quieres desayunar…
—Tengo mucho trabajo pendiente, pero gracias.
—Bien. —La miró con desconfianza antes de ir hacia la puerta a toda prisa
como si no quisiera estar a solas con ella. Y era lógico teniendo en cuenta
que no la conocía de nada. Cuando desapareció suspiró del alivio antes de
mirar la ropa y al extender un pantalón gimió porque ese sí que era de su
talla. Un problema, porque hasta ahora con la ropa amplia podía disimular
sus curvas, con esa no podría. Pero afortunadamente entre la ropa venía un
chaleco que podría disimular su figura. O al menos eso esperaba. Miró
hacia el exterior con ganas de aliviarse, pero tenía prohibido salir. Bueno,
aquello era un establo, por hacerlo en una esquina no pasaba nada.
Capítulo 3

Esa noche desde la puerta del establo esperó a que Jerk le llevara algo de
comer. Le había visto apenas un segundo cuando fue a recoger su caballo,
que llevó de vuelta uno de sus hombres después, así que sabía que estaba en
la casa del jarl. El patio estaba prácticamente vacío, excepto por algunas
personas que iban a reunirse con el jarl y el hombre con las tripas fuera que
estaba atado al poste. Gruñó porque lo exhibieran así. Sabía que era un
aviso para otros de su pueblo, pero para quien tenía que verle a menudo
como ella cada vez que se asomaba, era bastante desagradable. Una pareja
pasó apurada ante ella. —Date prisa, la reunión ha debido de empezar —
dijo el hombre.
—Sí, sí… —Corrió tras él hacia la casa.
¿Reunión? ¿Qué reunión? Halvard no le había dicho nada. Aunque
no es que hubiera hablado mucho en todo el día. Simplemente le había
mirado el rostro y había suspirado antes de decir —Debes tener cuidado con
lo que dices. Todavía no sabes dónde te has metido. Te aconsejo que cierres
el pico hasta que sepas de qué pie cojea cada uno.
Ella le había dado gracias por el consejo y lo poco que habían
hablado había sido de caballos. Pero de la reunión ni palabra. ¿No quería
que asistiera? Entrecerró los ojos. —Pues tengo que ir. ¿Cómo voy a
ayudarle aquí dentro? —Respiró hondo sabiendo que se enfadaría y caminó
hasta la casa del jarl. Subió los tres escalones y abrió la puerta lentamente
para ver que el jarl estaba sentado en su silla en medio del salón con todo su
pueblo rodeándole. Sus hijos estaban sentados uno a cada lado y la mirada
de Jerk cuando la vio entrar no presagiaba nada bueno.
—Pero jarl… —dijo un hombre agachado ante él.
—He dicho.
—Sí, mi jarl. —El hombre se incorporó alejándose y una mujer se
echó a llorar antes de abrazarle.
El jarl tosió y una mujer mayor le acercó una jarra que él cogió de
inmediato. Esta miró hacia ella fijamente y no entendía por qué, así que se
volvió para mirar tras ella mostrando el tatuaje de su cuello. Pues no, no
había nadie detrás. Confundida miró hacia la mujer de nuevo y esta sonrió
antes de sentarse en una silla cerca del jarl. ¿Sería su mujer? Parecía mayor,
pero la vida por allí era muy dura y no debía fiarse. A pesar de la luz de las
velas era evidente que sus ojos eran muy oscuros. Negros como la noche y
sin poder evitarlo pensó en Ingla. Sonrió para sí. Claro, era la curandera,
por eso tenía ese sitio privilegiado entre los suyos.
—¿Quién es el siguiente?
Un hombre de la edad de Jerk dio un paso al frente y sintió como su
futuro marido se tensaba. —¿Qué haces, Gisli? Todavía no hemos hablado
de la incursión de primavera.
—Quiero hablar con tu padre de mis tierras. —Dio otro paso al
frente. —Mi jarl, la primavera pasada no pude cosechar mis tierras porque
me ordenasteis ir de incursión. Mi esposa estaba preñada, mi familia crece
y....
—¿Acaso no ganas lo suficiente en las incursiones? No se puede
decir que regreséis con las manos vacías.
—No puedo quejarme, pero esas tierras han sido de nuestra familia
desde que tengo uso de razón. Si estáis pensando en quitármelas como ha
llegado a mis oídos…
—Otro puede aprovecharlas —dijo Eirikr molesto—. Sabes que es
así.
—¿Y qué pasará cuando me haga viejo? ¿De qué comeré entonces?
—¡Procura esforzarte más en las incursiones y regresarás lo bastante
rico como para no tener que trabajar nunca más! —Eirikr se levantó. —¡Y
esto va para todos! ¡Este último año la incursión ha sido un desastre! ¡Y
encima las tierras sin producir!
—Eso no es justo —dijo un hombre ante ellos—. Las tierras
producen, las mujeres y los niños se encargan de ellas cuando nosotros no
estamos.
—¡Pues no es suficiente!
Jorunn apretó los labios por su egoísmo cuando eran otros los que se
dejaban el lomo trabajando todo el día.
—¡Las tierras se darán a quienes las trabaje y den beneficios!
Varios murmuraron asombrados y una mujer empujó a su marido
para que hablara. —Mi jarl, mi mujer estuvo enferma en primavera y…
—No se os quitará vuestras tierras —dijo Jerk cortándole el aliento
—. Padre, debes comprender que cuando los hombres se van, es lógico que
se desatiendan ciertas tareas.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Eirikr—. Nuestros campos dan la
mitad de cereal de lo que deberían y…
—¡Silencio! —ordenó el jarl. Se quedó callado unos momentos y
ella dio un paso al frente llamando su atención. El hombre levantó una ceja
—. ¿Tienes algo que decir, Ketil?
Jerk le advirtió con la mirada. —Pues…
—¡Habla!
—No quiero ofender a nadie con mi opinión, jarl. Yo acabo de llegar
y no sé muy bien lo que ocurre. —El jarl asintió. —Pero…
Jerk entrecerró los ojos. —Pero nada. Cuando sepas de lo que
hablas, podrás abrir la boca.
—Sí, pero si esta situación es la que me imagino, me gustaría
preguntar cuál es la razón para que las cosechas sean la mitad de lo que
deberían.
Todos se quedaron en silencio y era evidente que había algo más.
Miró a su alrededor. —¿Nadie va a contestarme?
Gisli asintió. —Yo te contestaré. Los que han podido sembrar no
tenían bastantes semillas porque alguien ordenó reducir las cantidades que
se nos daban.
—¿Quién dio esa orden?
Todos miraron a Eirikr que asombrado gritó —¿Ahora me echáis la
culpa a mí?
—Si tenemos la mitad de las semillas, tenemos la mitad de la
cosecha, eso es un hecho —dijo un anciano molesto.
El jarl miró a su hijo. —¿Por qué les has dado la mitad de las
semillas? ¿Qué has hecho con el resto?
—Pagar el nuevo barco, padre. Para que vaya de incursión un grupo
más grande de hombres que aumenten tus riquezas.
—A ver si lo he entendido —dijo ella haciendo que Jerk gruñera—.
¿Abandonas los beneficios de los campos entregando la mitad de las
semillas, por lo que hay menos grano para el invierno y pagas un barco para
que los hombres se vayan de incursión en un destino incierto del que no
sabéis si sacaréis beneficios? ¿Lo he entendido bien?
—Lo has entendido perfectamente —dijo Gisli.
Miró al jarl. —Mi opinión y creo que la de muchos de por aquí, es
que no se puede abandonar la cosecha. Haya hombres o no, se deben
trabajar todos los campos a pleno rendimiento para tener suficiente grano.
Para tener el depósito lleno y suficientes semillas para el año siguiente. Si
quieren destinar parte del oro que se consiga con la cosecha a lo que se
necesite para incursiones, está bien, pero yo no lo haría. Cada actividad
debe pagarse con el dinero que se consiga de ella, porque sino como
acabamos de ver, los beneficios de los campos mermarán y ninguno de los
de aquí quiere eso. Entiendo que protesten si les han quitado la mitad del
oro que consiguen con las cosechas que trabajan todo el año, para pagar los
viajes de unos pocos hombres que se atreven a ir al sur.
—Bien dicho —dijo un viejo—. ¡Yo no trabajo para que otros lo
disfruten en sus correrías! ¡Después ellos no reparten con los que no vamos!
—Son ellos los que arriesgan la vida y parte de los beneficios que le
traen al jarl también los disfrutáis todos —dijo Eirikr viendo que la gente se
le ponía en contra—. ¡Tú estás muy cómodo en tu casa, viejo, pero ellos se
juegan el cuello!
—¡Cuando regresáis, vosotros coméis de lo que yo siembro y cazo!
—Pendel tiene razón —dijo el jarl muy serio antes de mirar a Jerk
—. Me habías avisado.
—Padre es un sistema injusto. Mermar las semillas solo lo ha
sacado a la luz.
—¡Qué sabrás tú! —dijo su hermano con desprecio—.
¡Necesitábamos un barco nuevo para la incursión de primavera! Bien
contentos que estabais todos con él. Nos salvó la vida en mar abierto.
¡Negarlo si os atrevéis!
—No lo negamos —dijo Gisli—. Pero una cosa no tiene que ver con
la otra.
—¿No sé por qué protestas tú cuando ni has sembrado? ¿Qué hiciste
con las semillas que te di?
—Se las devolví a Jerk y este las repartió entre todos.
Varios asintieron cerrándole la boca. —No se ha desperdiciado ni
una sola semilla, mi jarl —dijo un viejo—. Eso se lo juro por Odín.
—No hace falta que jures, amigo. Sé lo responsable que sois con
vuestras cosechas y lo mucho que trabajáis en ellas —dijo agotado antes de
mirarla a los ojos—. El muchacho me ha hecho ver que mi hijo tenía razón,
no se puede desatender una tarea por otra, ni darle más oro del que le
corresponde. El reparto es injusto. —Volvió la vista hasta su gente. —A
partir de ahora se sembrarán todos los campos, se pesará el grano y se
repartirá como se ha hecho siempre mitad para vosotros y mitad para mí.
De mi mitad, tres partes irán al depósito y el resto se venderá para mis
arcas. De vuestra mitad, dos partes irán al depósito y las tres restantes son
para vosotros. Respecto a las incursiones, todo lo que se consiga se
depositará en la bodega del barco hasta llegar a casa y se repartirá en partes
iguales entre todas las familias después de darme a mí dos quintas partes.
Una de esa parte se depositará para posibles arreglos del barco y otras
cosas. La otra parte será para mí. ¿Os parece bien?
Todos gritaron levantando sus armas y el jarl sonrió antes de
escuchar lo que Jerk le decía al oído, mientras Eirikr la miraba con odio. El
jarl asintió. —Gisli…
El guerrero dio un paso hacia él. —¿Sí, mi jarl?
—Entiendo tu problema, tus hijos aún son muy pequeños y tu
esposa no puede con todo cuando tú te vas. Como has dicho, tu familia
siempre ha tenido esas tierras y por supuesto no voy a quitártelas. Sugiero
que las arriendes a alguno de tus vecinos por parte de la cosecha.
Gisli le miró asombrado. —Gracias, mi jarl. Eso haré.
—Negocia bien, chico —dijo divertido—. ¿Algo más que tratar esta
noche? —Halvard se levantó. —¿Qué ocurre, amigo?
—Mi jarl, había pensado en hablar esto en privado, pero creo que es
mejor hacerlo ante todos.
Jorunn asustada volvió la vista hacia Jerk, que apretó los labios
advirtiéndole con la mirada que no dijera nada.
—¿De qué se trata? Parece realmente importante.
—Lo es. Os he servido bien y varias veces he arriesgado la vida por
mi pueblo y por ti, mi jarl.
—Cierto, eres muy apreciado por todos.
Muchos asintieron dándole la razón. —Por eso no entiendo cómo se
me insulta de esta manera.
—¿Quién te insulta? —preguntó molesto—. ¡Dime quién es!
—Tu hijo, jarl. Tu heredero.
—Padre… —siseó Eirikr—. No pienso dejar que este viejo hable así
de mí. ¡Jamás le he insultado!
—Ha tomado algo que no era suyo. —Alargó la mano y agarró a su
hija del brazo para ponerla en pie. —Díselo a tu jarl.
Fastby se echó a llorar. —Padre me estás humillando.
—¡Y tú humillas a tu familia! ¿Creías que no iba a darme cuenta?
¡Tu madre me lo contó ayer mismo!
Eirikr se tensó poniéndose en pie. —¿Qué estás diciendo, viejo?
¿Que no tengo honor?
—¿La has tomado?
Jerk miró a su gemelo, que apretó los labios y los puños mostrando
su rabia.
—Esto no es asunto tuyo.
—¡Claro que lo es! ¡Es mi hija!
—¿Has tomado a Fastby? —preguntó su padre como si eso le
decepcionara muchísimo—. ¿Lo has hecho?
—Padre, ella…
Jorunn jadeó haciendo que todos la miraran. —Perdón jarl, pero
solo le falta decir que ella le obligó con lo hombretón que es.
Varios rieron por lo bajo. —¡Silencio! —gritó Jerk—. Hermano
explícate.
—¡No me obligó, pero insistió! ¡Creía que no era pura!
Fastby sollozó tapándose el rostro con las manos muerta de la
vergüenza y lo sintió mucho por ella. Aquella situación era humillante. —Si
te ama, no te extrañe que intente conseguirte.
—¿Quieres callarte? —Eirikr la miró furioso. —No sabes nada de lo
que ocurre aquí.
—No, tienes razón. Yo solo veo a una mujer enamorada y humillada
por el hombre que ama. Eso es lo que veo. Si no la querías, siendo pura o
no, no deberías haberla tocado.
—Bien dicho, chico —dijo Halvard—. Quiero, exijo reparación.
Deben casarse, jarl.
Hallad miró a su hijo y suspiró como si fuera un desastre, lo que le
hizo palidecer. —Conozco muy bien a mi hijo, amigo, y no le gusta que le
obliguen a hacer las cosas.
—¿Como si fuera un niño pequeño? —preguntó ella con burla
haciendo reír a los demás.
—Cierra la boca —siseó Eirikr antes de gritar —¡No sabía que me
amaba! ¡No pienso casarme con una mujer que ofrece sus favores tan
alegremente sabiendo que no hay compromiso previo! ¡Ella quería, se
ofreció y pasó lo que tenía que pasar!
—Pues igual pasa otra cosa —dijo Jorunn maliciosa—. Como se le
empiece a hinchar el vientre, ¿qué le dirás a tu futuro hijo?
—¿Y cómo sabré que es mío?
Varios jadearon por el insulto. —¡Eirikr! —gritó su padre
levantándose—. ¡Asumirás tus acciones y te casarás con ella!
—¿Es una orden, padre?
—¡Sí!
—Entonces la acataré. —Miró con odio a su futura esposa que
sollozó aún más. Era evidente que no iba a tener un buen matrimonio y
temió por ella.
—Jarl… —Hallad la miró. —¿Por qué no le preguntamos a ella lo
que quiere hacer?
—¿Perdón? —dijo Halvard asombrado—. ¡Yo le digo lo que tiene
que hacer!
—Sé que amas a tu hija, ¿quieres verla desgraciada en un
matrimonio con alguien que no la ama? Él tiene que asumir lo que ha
hecho, pero son ambos los que vivirán ese matrimonio. Igual más que un
alivio es una condena, solo hay que ver la cara del novio.
Todos miraron a Eirikr antes de hacer una mueca e inmediatamente
volvieron la vista hacia la novia, que apartó las manos lentamente para
mostrar sus ojos enrojecidos.
—Niña, ¿tú qué quieres hacer? —preguntó el jarl—. ¿Quieres
casarte?
—No me quiere —dijo en un tono que rompía el corazón.
Jerk la miró de reojo antes de decir —¿Si te quisiera te casarías con
él? —Asintió. —¿Eso es que le amas?
—Sí. Desde niña y él lo sabe. Se lo he dicho mil veces.
El jarl fulminó a su hijo con la mirada. —¡Asumirás lo que has
hecho y te casarás! ¡De hecho, ya estáis casados! ¡Lo dice tu jarl!
Eirikr entrecerró los ojos mirando a la novia. —Lo que digas.
El jarl se acercó a su hijo y siseó algo en voz baja que le tensó con
evidencia. Jerk se levantó y dijo bien alto —¡A cenar!
Todos cuchicheando se desperdigaron por distintas mesas y Jerk a
toda prisa se acercó a ella para cogerla del brazo y sacarla de allí. —Al
parecer tienes un problema en el oído.
—¿De veras?
—¡No escuchas bien las órdenes!
—Tengo hambre.
La miró pasmado. —¡Las órdenes siempre se cumplen! ¡Siempre!
¡Aunque te mueras de hambre!
—Es que soy mujer y no estoy muy enterada de las normas
masculinas.
—¡Pues no te hagas pasar por hombre si no sabes las normas! —La
metió en el establo y cerró la puerta con tal fuerza que los caballos se
asustaron.
—¿Me traes algo de cenar? —le gritó a la puerta.
Nada, no hubo respuesta y la abrió para sacar la cabeza viéndole
llegar a la casa. —¡Y un poco de cerveza!
La fulminó con la mirada antes de entrar de nuevo y ella gruñó por
lo guapo que estaba. Cómo se podía estar más guapo con cada segundo que
pasaba. Suspiró soñadora recordando esa última mirada. —Bah, en el fondo
le agradas. Si no ya te hubiera matado para quitarte del medio.

Sentada en mitad del establo sobre sus mantas, se cepillaba el cabello con
los dedos iluminada por una vela que tenía a su lado. Cuando la puerta se
abrió sonrió a Jerk que llegaba con algo en las manos y un obre. —¿Qué
excusa has puesto?
—Uno de mis hombres tiene a su esposa enferma. —Se acercó y vio
como su cabello caía sobre la manta. —¿Dónde escondes todo eso?
Gimió pasándose las manos por el cuero cabelludo. —Las trenzas
me hacen mucho daño. —Él se sentó a su lado poniéndole la comida ante
ella. —Debería cortármelo.
—No.
Sonrió interiormente porque era evidente que le agradaba. —Si tú
me lo pides…
—Te lo ordeno.
—Soy tu sierva, mi señor.
—Pues no se nota.
Soltó una risita. —Ya te lo dije, tenía hambre.
—Tu apetito es incontrolable, mujer. —Agarró un mechón de su
pelo negro y lo acarició entre sus dedos. —Como las alas de un cuervo.
—¿Los cuervos de Odín?
Se le cortó el aliento. —Ojos que todo lo ven.
—Oídos que todo lo oyen… e impacientes van a decírselo a Odín.
El padre de todos los dioses, nada es un secreto para él.
Él alargó la mano para rozar su tatuaje y a Jorunn se le erizó la piel.
—Skuld decide el destino de los guerreros. Y como valquiria decide quien
es digno de morir en batalla.
—El honor de los guerreros, pero su destino lo decide una mujer.
Él la cogió por la nuca. —¿Crees que vas a decidir nuestro destino?
—siseó—. ¿Acaso te crees especial? No te lo digo más, como vuelvas a
meterte en los asuntos del jarl lo pagarás con tu vida.
—¿Me matarás tú?
—¿Acaso no crees que tu precioso cuello ya está en peligro? Eirikr
no te lo perdonará.
—No me has respondido. ¿Me matarás tú?
La acercó a su rostro. —No juegues conmigo, mujer.
—No pretendo jugar con nadie. Y lo que piense tu hermano no me
interesa.
—Será el jarl y más pronto de lo que piensas.
—Él no será el jarl de este pueblo.
—¿Qué te propones?
—Darte tu puesto. El lugar para el que has nacido. Tu padre se
equivocó y no quiere enmendar su decisión porque eso dejaría en evidencia
a tu hermano, pero sabes que no es buen jarl. Es egoísta y…
—No lo es.
—Niégalo si quieres, pero no me puedes negar lo que he visto con
mis propios ojos.
—Igual debería sacártelos. Igual debería delatar tu condición y ver
como esos preciosos ojos verdes salen de sus órbitas por mentir al jarl, por
mentirme a mí…
—Merezco el castigo, no lo niego. Pero tú no me castigarás.
—Hablas como una bruja. ¿Acaso ves el futuro?
—Veo nuestro futuro.
La miró como si fuera suya y sintió que lo era. Sintió que se
necesitaban y sus ojos decían lo mismo. —No quieren que sea jarl. Aunque
hayan acatado la decisión de mi padre, los guerreros no están de acuerdo
con repartir sus riquezas.
—¿Y tú qué opinas?
—Que ha sido justo. Los que no pueden luchar hacen muchas otras
tareas y merecen una parte del botín. Nos preparan para el invierno, cuidan
de nuestros hijos y ancianos. Pero en cuanto muera padre…
—Tendrás que remediarlo.
—No puedo matar a mi hermano —dijo impotente—. Es mi sangre.
Sería como matarme a mí mismo.
Entendía que después de hacer algo así, su espíritu no descansara.
Sería demasiado dolor que sobrellevar y eso dañaría su corazón para
siempre. Y ella debía ayudarle a que eso no pasara.
—Mi padre no cambiará de opinión. Una lucha solo dividiría al
pueblo.
—Ahora solo temo una cosa.
—No me hará daño.
—Amor y odio.
—Nuestra rivalidad viene desde niños.
Ella alargó la mano y acarició su mejilla. —¿Quién te hizo esto? —
Él apretó los labios y Jorunn se tensó. —¿Fue él?
—De niños nos creíamos demasiado diestros con las espadas de
madera y decidimos practicar con las de verdad. Ni me di cuenta de lo que
había pasado.
Se tensó con fuerza mientras los ojos de Jerk la miraban sin verla
recordando el pasado. —Solo vi mi sangre salpicando su pecho y su rostro
mientras padre se acercaba gritando.
—¿Le castigó?
—Le castigó una semana sin comer y sin salir de su habitación por
haber desobedecido. Cuando le dejó comer y pudo salir vino a mi cama. Yo
me debatía entre la vida y la muerte por las fiebres y le oía llorar cada
noche pidiéndome perdón. Rogaba a Odín para que salvara mi vida. Pero
cuando me repuse altanero me dijo que la culpa no era suya, que la culpa
era mía por no ser lo bastante hábil. Esa tarde recibió mi primera paliza y
desde entonces… —La miró a los ojos. —Desde entonces yo soy el
rencoroso, el envidioso y el salvaje que imparte justicia entre los nuestros.
Él es el heredero, el elegido. Pero a pesar de todo mi hermano no me
mataría, porque soy la sombra que le da luz.
—No duda en dejarte en evidencia ante todos, te culpa de cosas sin
sentido cuando él es el responsable.
—Siempre se ha comportado así, no es nuevo para mí. —Él apretó
la mano en su nuca. —Escúchame bien, a partir de ahora harás lo que yo te
diga, ¿me has entendido? No salgas de aquí. Mantente fuera de su vista
durante un tiempo.
—No podré esconderme siempre. Y mi condición…
—Debes seguir siendo un hombre y más ahora. Si te descubriera lo
aprovecharía para atarte a ese poste que hay fuera y ajusticiarte con un
motivo inventado para quitarte del medio. Harás lo que te diga, mujer. Se
acercan tiempos difíciles y debemos ser cautos.
Puede que tuviera razón, pero su misión era ayudarle a ser jarl,
conseguir la silla que ahora ocupaba su padre. Pero no era tonta y sabía que
si provocaba más a Eirikr puede que se tomara su venganza. No había ido
allí a morir sino para ayudar a Jerk y pensaba hacerlo. Seguiría su instinto
como había hecho hasta ahora, puede que en el futuro tuvieran su
oportunidad. —Muy bien, seré cauta y haré lo que me dices.
La acercó a su rostro. —Júramelo.
—Pienso intentarlo, no voy a decir más.
Él gruñó. —Mujer…
El chirrido de la puerta les separó de golpe y Jerk se levantó a
tiempo de ver como Fastby metía la cabeza. Soltó una risita y entró
corriendo para decirle —Gracias, gracias.
—¿Gracias por qué? —preguntó sorprendida.
—Por darme lo que más he deseado en la vida. —Miró su cabello y
levantó una ceja.
Ella carraspeó. —En mi pueblo lo llevamos así.
—¿De veras?
—Es un regalo a Odín.
—Pues es un regalo precioso. —Miró de reojo a Jerk. —Bueno,
tengo que irme. Mi esposo me espera a la mesa del jarl.
—Yo también he de irme. Recuerda mis órdenes, Ketil.
—Sí, por supuesto.
Miró a Fastby. —Te acompaño.
—Ahora somos familia —dijo afable.
—Así es...
Fueron hasta la puerta. —¿Puedo llamarte hermano?
—Será un honor. —Al cerrar la puerta la miró y Jorunn le guiñó un ojo. En
cuanto salieron abrió el paño que contenía la comida y al ver un buen
pedazo de tocino soltó una risita. Qué bien la cuidaba. Mordió un buen
pedazo antes de morder un pedazo de pan. Empezó a hacerse las trenzas de
nuevo mientras comía. Su mente no dejaba de pensar en lo que le había
dicho Jerk. Al parecer el futuro jarl creía que podía hacer lo que le viniera
en gana con su hombre. Iba a tener que demostrarle que eso no podía ser.
Capítulo 4

La despertó el chirrido de la puerta y apenas abrió los ojos sin moverse.


Aún era de noche y por la poca luz que se filtraba por la entrada, el
amanecer no estaba cerca. Alargó la mano para coger el puñal que tenía
bajo la manta que usaba de almohada y esperó. Una sombra entró en el
establo. Escuchó un gemido y se dio cuenta de que el hombre caminaba casi
encorvado. Abrió los ojos del todo y se incorporó lo suficiente como para
que el jarl la viera. —¿Quién está ahí?
—Soy yo, mi jarl. —Se levantó en el acto. —Ketil.
—Oh, el joven que da tan sabios consejos. —Se acercó a él. —He
venido a ver mi caballo.
Ella se acercó a toda prisa. —Mi jarl, debería descansar.
Levantó una mano deteniéndola en seco. —Aún no estoy muerto,
chico.
—Lo siento, yo…
Él suspiró acercándose al hermoso caballo pinto que cuidaba con
mimo. —¿Ese es su caballo? Es uno de mis favoritos.
—Lo prendí en las montañas. Y ha sabido servirme estos últimos
años. —Se le quedó mirando y acarició su morro. —No quiero que le
sacrifiquen cuando yo muera.
Se le cortó el aliento. —¿Sacrificarle?
Volvió la vista hacia ella. —¿En tu pueblo no sacrificaban los
caballos con su jarl?
—Con lo poco que había para comer y el poco oro que ganaban en
las incursiones, como para sacrificar caballos.
Sonrió antes de mirar su montura. —Erais pobres.
—Algunos pasaban mucha hambre.
—Un mal jarl es peor que una enfermedad.
—Eso es muy cierto.
—¿Qué opinas de nuestro pueblo?
—Que demuestra que no sois mal jarl.
Él asintió. —He procurado ser un buen jefe. Duro pero justo,
aunque creo que no muchos pensarán lo mismo.
—Le preocupa lo sucedido esta noche.
—Los guerreros no están de acuerdo, aunque hayan aparentado que
sí. En cuanto muera todo cambiará de nuevo. Mi hijo impondrá su voluntad.
Decidió quedarse callada porque no quería que se tomara a mal sus
palabras. Lo que menos deseaba es que el jarl se convirtiera en su enemigo
por tener la boca demasiado grande. Jerk le había pedido prudencia y debía
tenerlo en cuenta.
—¿No dices nada?
—Mi jarl, yo acabo de llegar.
—Eso no te ha impedido dar tu opinión hace unas horas. —Como
ella no dijo nada la miró fijamente. —Eres muy listo, muchacho. —Dio un
paso hacia ella. —Sabes cuando mantenerte en silencio, aunque esta noche
dieras otra impresión. Pero tu falta de palabras me indica que no te agrada
mi heredero.
—No conozco mucho a sus hijos, jarl. Pero creo que…
—Continúa.
—Jerk es mucho más capaz. —Hala, ya lo había dicho.
El jarl apretó los labios. —¿Te agrada más mi segundo hijo porque
te ha acogido entre nosotros?
—¿Segundo hijo? Son casi idénticos, cómo sabe que fue el segundo
en nacer.
—Porque fue el segundo en salir del vientre de su madre —dijo
como si fuera tonta—. Se les identificó con una pulsera de cuero en cuanto
nacieron.
—Bueno, da igual. Se precipitó, jarl. Debería haber esperado a que
fueran adultos y mostraran sus virtudes y defectos.
—Al parecer ya no temes soltar la lengua.
—Usted me ha preguntado.
Él rio por lo bajo. —Cierto. Así que crees que he sido injusto.
—Jerk se lo merece más.
—Mi segundo hijo no cuenta con la simpatía de muchos de mi
pueblo. Su mal carácter y su falta de tacto han provocado muchos conflictos
entre los nuestros.
—Pues Eirikr tiene también mal carácter —dijo exasperada—. Hoy
lo ha demostrado y me parece que el que ha tenido tacto ha sido Jerk.
—Es evidente que se ha ganado tu lealtad.
—Totalmente, mi jarl. Y le serviré hasta la muerte como le serviré a
usted.
El jarl asintió y echó un vistazo a su alrededor antes de que sus ojos
repararan en las mantas de los caballos. —¿Ahí duermes?
—Aquí estoy muy bien, mi jarl. Se está calentito y así vigilo los
caballos.
—No es necesario que duermas aquí, pero si quieres hacerlo haré
que mañana te trasladen un camastro y unas pieles. Puedes colocarlas al
final del establo. Al menos allí tendrás algo de intimidad.
—Es muy generoso, jarl.
—Si necesitas algo más háblalo con Sven, se encarga de llevar los
suministros a las mujeres que trabajan en la casa.
—Gracias. —Él acarició el cuello del caballo antes de alejarse hacia
la puerta del establo. —Que pase una buena noche, jarl.
—Cuida de Lluvia. —Se detuvo antes de salir. —Que no le hagan
daño.
—Jarl, nadie me haría caso en caso de… Debe dar usted la orden.
Asintió antes de salir. Ella se acercó a la puerta y vio como el jarl se
alejaba. Era evidente lo fatigado que estaba y de repente tropezó cayendo al
suelo. Ella corrió para ayudarle y le cogió por el brazo. —Mi jarl…
—¡Suéltame!
—Deje que le ayude antes de que le vea alguien.
Solo así dejó que le ayudara. Orgullo, maldito orgullo masculino.
Pasó su brazo por encima de sus hombros y le ayudó a ponerse en pie.
Cuando entraron en la casa dos mujeres que dormían ante el fuego
hicieron que no les vieron mientras acompañaba al jarl a la derecha del
salón donde estaban las habitaciones privadas de la familia. La guió él con
sus pasos y pasaron a través de unas pieles que había colgadas y que hacían
de puerta. El pasillo estaba iluminado por dos lámparas de aceite y la luz
del fuego que se filtraba por la puerta abierta que había al fondo. Se le cortó
el aliento por todos los grabados que había en la madera de las paredes y las
puertas. Eran hermosos. Sobre el dintel de la puerta de la habitación del jarl,
había un símbolo que parecía un oso con unas patas delanteras delgadas con
grandes garras, pero tenía un rabo largo. El mismo grabado que el medallón
que llevaba Eirikr en el pecho. —¿Qué significa?
Él miró hacia allí. —Mi padre hizo que lo grabaran cuando le
hicieron jarl. Tenía la fuerza de un oso y era inteligente como un lobo. Fue
un gran jarl. —Entraron en la habitación y ella le ayudó a llegar a la gran
cama. Jamás había visto una cama tan enorme y llena de pieles. Incluso
había pieles por casi todo el suelo, lo que demostraba lo ricos que eran.
Había un hermoso tapiz sobre el cabecero grabado. Representaba a cientos
de guerreros saltando de sus drakkar con las espadas en la mano para llegar
a una playa donde sus enemigos salían huyendo. Sonrió mirándolo.
—¿Te gusta?
—Es hermoso, realmente hermoso.
—Lo hizo mi esposa. —Su mirada se entristeció.
Se arrodilló y empezó a desatarle las botas. —¿La amó?
—Era hermosa, dulce y todo lo que se puede esperar de una esposa.
Se sentó sobre sus talones tirando de una de sus botas. —La amó.
—Muchísimo. La echo muchísimo de menos. Cada vez que me
despierto la recuerdo. A veces es una tortura y a veces es un consuelo
porque he conocido el amor.
Tiró de la otra bota y las dejó a un lado antes de quedársele mirando.
—Ha sido muy afortunado.
—Cierto. Cuando me iba de incursión, solo deseaba volver para
estar a su lado. Después de su muerte solo deseaba morir para encontrarme
con ella. —Jorunn se emocionó por sus palabras. —Pero debía seguir mi
destino como Odín deseaba. Ahora ya ha llegado el momento. En unos días,
semanas tal vez, volveré a verla. No moriré en batalla, no seré reclamado
para el Valhalla y volveré a ver a mi Niska.
—Solo deseo que quien comparta mi vida sienta lo mismo que
siente usted, mi jarl.
—Si encuentras una buena mujer serás afortunado. Ruega a Odín
porque no te la arrebate pronto. Aunque mi esposa me dio a mis hijos que
también han sido una alegría, se echa de menos el cuerpo de una mujer en
las frías noches de invierno.
—¿No volvió a casarse porque sentía que la traicionaba?
—Tocar a cualquier otra mujer después de sentirla a ella, hubiera
sido un insulto a Odín, que me había hecho el mejor regalo que he recibido
nunca.
Que palabras más hermosas de la mujer que había compartido su
vida, aunque solo hubieran sido meses o unos pocos años. —¿Cuánto
tiempo estuvieron casados?
—Dos hermosos años. Dos maravillosos años. —Sus ojos reflejaron
su tristeza. —Mi Niska…
—No se apene, jarl. Volverá a estar a su lado. —El jarl asintió
tumbándose en la cama y Jorunn se levantó para ponerle por encima unas
pieles. —Ahora sueñe con ella y con lo que le dirá cuando la vea.
—Si quieres conseguir esposa debes poder ofrecerle algo,
muchacho. Irás a la próxima incursión para conseguir fortuna.
Se quedó de piedra. —No es necesario, yo…
—Irás. Lo ordena tu jarl. Allí te harás un hombre.
Rayos. —¿Eso cree? —preguntó sin mucho convencimiento.
El jarl rio por lo bajo. —En dos años cambiarás tanto que no te
reconocería ni tu padre. Serás un gran guerrero. A partir de mañana
practicarás para ser el terror de esos enclenques del sur. No saben lo que se
les viene encima.
—No se burle, mi jarl. Yo en el establo…
—Irás. Presiento que nos darás muchas alegrías. Muchas victorias.
Ahora vuelve, tienes que descansar.
Gimió dándose la vuelta y saliendo de la habitación del jarl. Al ver a
Jerk en el pasillo con una cara de furia que no podía con ella, volvió a gemir
pasando a su lado.
—¿Lo que acabo de oír, lo he oído de verdad? —siseó él entre
dientes.
—Él fue al establo, yo no he hecho nada —susurró pasando a su
lado.
La agarró de la muñeca y la metió en una habitación casi haciéndola
chillar del susto. —¿Se puede saber que estás haciendo? —Tiró de ella
hasta el fuego que tenía en el centro de la habitación en una especie de caja
de barro. Fascinada se lo quedó mirando. —Ketil…
—Me llamo Jorunn. —Se arrodilló ante el fuego. —Es como el que
hay en el salón, pero más pequeñito. —Impresionada le miró. —¿En una
habitación que no es la del jarl? Sí que sois ricos.
—Esta era la habitación de mi madre antes de que muriera. Ella
tenía frío a menudo.
—¿Era débil? Los débiles y los ancianos no aguantan bien el frío.
—Jorunn… —Se arrodilló a su lado. —¿Me estás llamando débil
porque lo tengo encendido?
Se sonrojó. —No, claro que no. Tu padre tiene fuego en su
habitación.
Él gruñó. —Mi padre está enfermo.
—No he hecho nada —dijo ella a toda prisa para cambiar de tema
—. Él vino al establo. —Estiró las manos hacia el fuego y le miró de reojo.
—Haz algo.
—¿Yo? ¿Ahora tengo que hacer algo yo? Tenías que haberte
mantenido alejada y no abrir la boca. Mira en el lío en que nos has metido.
—¿Te he metido? De momento la que estoy metida soy yo. —Se
acercó para susurrar —Pero no puedo ir de incursión. Arréglalo.
—Cualquiera quiere ir de incursión —dijo entre dientes—. Todos
quieren riquezas. No hay año en que no tengamos que rechazar a gente que
quiere unirse a nosotros.
—Pues muy bien. —Sonrió de oreja a oreja. —Entonces no hay
problema para sustituirme.
—¿Recuerdas la orden de mi padre? ¿Que por cierto es el jarl?
Mañana tienes que entrenar con los hombres —dijo entre dientes—. Debes
estar preparada —añadió con burla. Entonces entrecerró los ojos—. A ver si
así aprendes la lección y cierras la boca.
Furioso se levantó alejándose hasta la cama y se tumbó con botas y
todo. Pasmada se le quedó mirando. —¿No piensas ayudarme?
—Ya te he dicho lo que tenías que hacer para pasar desapercibida,
pero tú haces siempre lo que te da la gana. —Levantó la cabeza. —Pues
estas son las consecuencias. Mañana entrenarás.
Bufó antes de mirar sus botas llenas de barro. —Por Odín, quítate
las botas.
—Cómo se nota que eres una mujer. Sigue haciendo ese tipo de
comentarios y estarás muerta en menos de una semana.
Se levantó y se acercó a la cama. Empezó a desatar las tiras que
sujetaban sus botas. Jerk pasó un brazo tras su cabeza observándola y
cuando tiró de su bota él le preguntó —¿En qué piensas?
Le miró sorprendida a los ojos. —¿Me preguntas eso como hombre
o como mujer? A una mujer nunca se le pregunta lo que piensa.
—Tú eres una mujer algo extraña —dijo entre dientes.
Sonrió. —¿De veras? Puede que tengas razón.
—Muchas no se hubieran atrevido a venir aquí y meterse en lo que
no les importa.
—Pero a mí me importa. Me importas tú.
Se le cortó el aliento y cuando reaccionó ya le había quitado la otra
bota. —No me conoces, mujer.
Entonces escucharon un llanto y Jorunn miró hacia la pared que
había tras la cama antes de mirar los ojos de su hombre que apretó los
labios. —No está muy contento con la situación. No la ha tocado en su
noche de bodas para castigarla por abrir la boca.
Se sentó a su lado preocupada. —Debían casarse.
—Lo sé. Eirikr hizo mal, pero mi hermano no se toma demasiado
bien los desafíos. —La advirtió con la mirada. —Así que...
—Ya, ya. Me ha quedado muy claro.
—Pues no lo parece, mujer.
Entonces escucharon un portazo que la sobresaltó y se quedó muy
quieta mientras ambos no perdían detalle de cada sonido. Oyeron pasos
sobre la piedra del suelo y Jerk la cogió de los brazos casi lanzándola al otro
lado de la cama, haciéndola caer al suelo cuando la puerta se abrió. Se
quedó muy quieta a pesar del dolor del codo y escuchó —Estás despierto.
—Padre me ha despertado al entrar en la casa.
—¿Ha salido?
—Al establo.
Su gemelo suspiró. —Está cada vez peor.
—Es algo irremediable, hermano. ¿Ocurre algo?
Suspiró de nuevo entrando en la habitación y Jorunn gimió por
dentro cogiendo una de las pieles y tirando de ella lentamente. —Me
pareció que alguien hablaba.
—¿Y entras en mi habitación? —preguntó divertido—. ¿Qué
ocurre? ¿No deberías pensar en tu reciente esposa?
Cubierta por la piel frunció el ceño. ¿Por qué le provocaba?
Eirikr bufó. —Me ha casado con ella. ¿Cómo se le ha ocurrido algo
así?
—Tú la elegiste. No haberla tocado.
Jorunn puso los ojos en blanco. El tacto no era lo suyo.
—Por Thor hermano, ¿no puedes comprenderme? Ella se me
ofreció.
—Como lo hizo antes conmigo y no entré en su juego. Era evidente
lo que deseaba y se lo ofreciste. Ahora será la mujer del jarl.
Dejó caer la mandíbula del asombro porque lo había intentado
también con Jerk. Para que te fiaras de las apariencias. Estaba claro que
debía tener muy en cuenta las palabras que le había dicho la vieja antes de
irse de su pueblo.
—Padre quería formar alianzas, nunca pensé que…
—Vamos… —Escuchó como Jerk se levantaba. —Sabes de sobra
que no tolera que se tome lo que no es de uno y estas son las consecuencias.
Y te lo advertí cuando la vi tonteando contigo al lado del fiordo meses atrás.
Si la tocabas habría represalias.
—Podías haberme ayudado esta noche.
—No me eches la responsabilidad a mí. ¿Qué ocurre, hermano?
¿Quieres desahogar tu frustración con alguien y vienes a buscar conflictos
conmigo? —Muy bien dicho. —¿Ahora quieres responsabilizarme a mí de
que dejara de ser pura? Yo no la tomé, lo hiciste tú, asume las
consecuencias. Es hora de que asumas lo que haces. Pero escúchame bien,
como tu esposa sufra algún daño, tendrás que darme cuentas a mí.
—¿Me estás amenazando? —dijo entre dientes.
—Sí.
Se hizo el silencio solo interrumpido por el llanto de Fastby. —¿La
oyes? Eso lo has provocado tú. Tú eres su esposo, debes velar por su
bienestar —dijo cortándole el aliento—. Estará a tu lado hasta tu muerte o
la suya y será la madre de tus hijos. Odín la ha puesto en tu camino, la ha
hecho tu esposa y tu deber…
—Estoy harto de que me digan cual es mi deber —dijo entre
dientes.
—Lo sé. Pero tranquilo, que en nada de tiempo nadie te dirá que
debes hacer nunca más.
—¿Ni tú, hermano? —dijo con burla.
—Yo no estaré aquí para ordenarte nada. —Jorunn separó los labios
de la impresión. —En cuanto padre muera, me iré. Creo que nuestros
caminos deben separarse.
—¿Qué has dicho? —Su hermano parecía incrédulo. —No puedes
irte.
—Es lo mejor. Nuestras… desavenencias van a más. Hay cosas que
no puedo tolerar con las que tú estás de acuerdo. Eso solo ensancha más la
brecha que hay entre nosotros y llegará un punto en el que uno de los dos
reaccione para mal. El resto de la vida que Odín me dé no quiero pensar que
he matado a mi hermano, a mi sangre. En cuanto padre expire su último
aliento, empezaré a preparar mis cosas.
¡No, no! Eso no era lo que había dicho la vieja. Él debía gobernar su
pueblo.
—Si eso es lo que quieres… No te necesito —dijo con rabia
sorprendiéndola por su dolor.
—Sé que no me necesitas. Ahora si no te importa, quiero descansar.
Mañana será un día largo.
Escuchó como su hermano se iba y como Jerk corría el tablón que
cerraba la puerta. Sacó la cabeza de debajo de la piel para mirarle.
Preocupado se acercó a la cama y se sentó. Entonces escucharon —
¿Quieres dejar de llorar, mujer? —gritó Eirikr —. ¡Sube a la cama!
Observando su perfil se dio cuenta de que estaba decepcionado.
Decepcionado con su hermano y con él mismo. En silencio se sentó en la
cama provocando que la mirara. —Espera a que se duerma —susurró—. Si
te sorprende saliendo, puede matarte sin pedir explicaciones por estar donde
no debes.
Asintió porque no se le ocurriría salir ni loca. Jerk se tumbó mirando
el techo.
—Le amas y él a ti —dijo ella sin poder evitarlo.
—Una vez siendo niños pescábamos en el fiordo. Eirikr resbaló de
una roca llena de musgo y cayó al agua. Su pie quedó atrapado por unas
ramas y no podía salir. Yo me tiré, por supuesto, y conseguí sacarle. Ya
fuera del agua nos abrazamos con fuerza muy asustados por la posibilidad
de que el otro nos faltara. Juramos no separarnos nunca porque así somos
más fuertes, así nos protegemos el uno al otro y acabo de romper mi
juramento.
—Le has hecho daño. —Se miraron a los ojos. —No puedes irte.
—Temo que si no me voy ya no haya remedio.
—Tu pueblo…
—Es su pueblo.
Suspiró tumbándose a su lado y él se giró para mirar su rostro. —
¿Por qué no os entendéis? ¿Qué ocurrió entre vosotros para llegar a esto
cuando debíais estar más unidos que nadie de por aquí? —Alargó la mano y
acarició su cicatriz. —¿Aquí empezó todo?
—Sí. No pudo asumir su culpa y todo empeoró.
Era evidente que después de ese episodio Eirikr y Jerk no habían
sabido hablar de lo ocurrido, que su rivalidad cada vez fue a más y se
amaban tanto como se odiaban. —¿Será un buen jarl?
—Cometerá errores como todos. Mi padre también los ha cometido.
Cualquiera que asuma el mando correrá ese riesgo.
—¿De veras quieres irte? Te seguiré a donde sea, pero sé que no es
tu destino. ¿De veras quieres abandonarlo todo?
—¿Me seguirías?
—Hasta la muerte.
Posesivo alargó el brazo cogiéndola por la cintura y arrastrándola
hasta pegarla a su cuerpo. Se le cortó el aliento y levantó la vista lentamente
hasta que sus ojos se encontraron. —Así hablaría una esposa —dijo con la
voz enronquecida.
—Soy tu esposa, me quieras o no estoy ligada a ti. Las nornas me
han ligado a tu destino con hilos de oro.
Él deslizó la mano hasta bajarla hasta su nalga y la acarició
haciéndola suspirar de placer mientras sus ojos se cerraban. —Así que crees
que eres mi esposa. Las esposas satisfacen a sus hombres. —Esa mano
subió metiéndose por dentro de la camisa y tiró de ella hasta que se la quitó
por la cabeza.
Jorunn abrió los ojos mientras él bajaba los suyos hasta sus pechos y
se sonrojó por lo que pensaría —Son pequeños. A los hombres os gustan…
—Shusss, no debes hablar —dijo pasando la mano por su cintura—.
No debes gritar.
—¿Gritar? —preguntó confundida antes de que su mano acariciara
la curvatura de su pecho sobresaltándola por el placer que la traspasó. —
Oh.
Sonrió malicioso. —Sí, oh…—Acarició su pezón antes de cogerlo
entre el índice y el pulgar provocando que su vientre se estremeciera. —No
puedes gritar, no puede enterarse nadie de que estás aquí.
Gimió mientras movía los dedos girando el pezón ligeramente de un
lado a otro. —Ahora voy a posar mi boca sobre tus pechos y te gustará, te
gustará mucho, así que intenta contenerte, mujer.
Se agachó sin dejar de mirar su rostro y acunó su seno antes de
pasar su lengua por su pezón endurecido. Fue como si algo tirara de su
pecho provocándole una sensación increíble y se agarró en sus hombros
cuando pasó la lengua de nuevo porque su mente se nubló. Jerk sonrió
cuando la escuchó suspirar de gusto y él susurró —Muy bien, preciosa.
Ahora llega lo difícil.
—Ah… —dijo sin entender palabra siendo consciente de cada
caricia en su pecho. Jerk pasó los labios por su pezón antes de metérselo en
la boca y fue tal la respuesta de su cuerpo, que se mordió el labio inferior
arqueando su espalda en un acto reflejo. El brazo de Jerk pasó por su
cintura curvada y la atrajo a su boca, que empezó a saborear sus pechos
como si estuviera hambriento. Las sensaciones eran tan exquisitas que se
retorció bajo sus labios y sin darse cuenta gimió más alto. Él levantó la
cabeza de inmediato soltándola y Jorunn protestó incluso antes de que su
cerebro se diera cuenta de que la había abandonado. Con la respiración
agitada abrió los ojos para verle mirándola muy enfadado. —¿Y ahora qué?
—Has gritado —siseó.
—Que no.
—Mujer, ¿es que no puedes contenerte?
—Si cuando me haces eso no puedo ni respirar, ¿cómo voy a gritar?
Él tapó su boca provocando que gruñera bajo su palma. —¿No eres
capaz de mantener la boca cerrada? —De repente sonrió. —Tengo una idea.
Apartó la mano de su boca y cogió su vieja camisa antes de rasgarla.
—¿Qué haces? —preguntó sentándose de golpe.
—Lo que sea para que no grites —dijo entre dientes.
—Pero es la única que tengo que me queda amplia y…
—Ya te daré yo una —dijo exasperado.
—Oh, pues muy bien. —Observó como hacía una tira y le ofrecía el
resto de lo que había cortado. —¿Para qué quiero eso?
—Métetelo en la boca.
Le miró asombrada. —¿Estás loco? Me voy a ahogar... —Antes de
darse cuenta se lo estaba metiendo en la boca y ella protestó cayendo sobre
la cama. La recorrió una arcada y como él no la dejaba, le pegó un puñetazo
que le pilló por sorpresa tirándole del lecho. La miró con ganas de pegar
cuatro gritos mientras ella se sacaba aquello de la boca. —¿Estás mal de la
cabeza? Con esto no puedo respirar.
Él gruñó pasándose la mano por la mandíbula. —Pegas bien, mujer.
Sonrió orgullosa. —Me enseñó mi padre.
Jerk se levantó. —Será mejor que te vayas.
Mirando su entrepierna abultada bajo el pantalón levantó una ceja.
—No me mires así, no te controlas y nos van a descubrir —dijo entre
dientes.
—Muy bien, no gritaré.
—¿Cómo? —dijo como si fuera imposible.
—Bésame, no me has besado aún. Si tengo mi boca ocupada no
puedo gritar como acabas de demostrar.
Él gruñó y le miró con desconfianza. —¿Qué ocurre? ¿No quieres
besarme? —Se puso como un tomate llevándose la mano a la boca. —¿Me
huele el aliento?
Volvió a gruñir. —No lo hago bien, no te gustará.
Se quedó de piedra dejando caer la mano. —¿No besas bien? Eso es
imposible, mi hombre todo lo hace bien —dijo ofendida—. ¿Quién te ha
dicho esa insensatez?
Jerk sonrió sin poder evitarlo. —Una joven hace unos años. Vino de
visita con su padre y…
No se lo podía creer. —¿Y te dijo eso? ¿A ti?
—Al parecer Eirikr lo hace mejor.
—¿Besó también a Eirikr? —preguntó pasmada. Entonces empezó a
entender—. Fue un juego, ¿verdad? Os besó a los dos a ver quién lo hacía
mejor y cuando dijo que tu hermano… ¿Pero a vosotros qué os pasa? Ven
aquí ahora mismo y bésame como Thor manda.
—No.
—¿Cómo que no? —Le daba vergüenza no hacer algo bien. —Mira,
mira… —Se puso de pie empezando a desatar sus pantalones. —Yo no sé
hacer nada de esto, pero no me quedo atrás y estoy dispuesta a todo con tal
de darte placer. ¿No piensas hacer tú lo mismo?
—Mujer, dicho así…
—Pues tienes que besarme porque sino me escucharán y me rajarán
el cuello, así que desnúdate y ven aquí. —Tiró los pantalones a un lado
diciendo por lo bajo —Es increíble que tenga que decir algo así cuando he
tenido a la mitad de mi pueblo detrás de mis faldas. —Puso los brazos en
jarras y le miró para quedarse sin aliento por como la observaba. Como si
fuera suya y la deseara más que a nada. —Estoy aquí para ti.
—Luego no te quejes, mujer.
Llevó las manos a las correas de su pantalón y empezó a abrirlas
provocando que su corazón se acelerara de la anticipación. Cuando mostró
su sexo erecto y dejó caer sus pantalones, pensó qué mujer se quejaría con
aquella maravilla que le había dado Odín. Entonces sintió temor, algo le
dijo que debía esperar, pero no podía echarse atrás ahora. Era su hombre,
estaba segura. Eran las dudas que le había inculcado la vieja que ahora le
rondaban y en el peor momento posible.
—¿Ocurre algo?
—Soy la mujer más afortunada que existe —susurró dejando a un
lado sus dudas mientras bajaba la vista desde su sexo hasta sus musculosas
piernas sintiendo que todo su ser se calentaba con fuerza.
—Yo sí que soy afortunado, eres preciosa.
Sonrió tímidamente y él se acercó cogiéndola por la cintura. Jorunn
le abrazó por el cuello y se arrodilló para quedar a su altura. Estaba algo
rígido lo que demostraba que iba a hacer algo que temía. —No me vas a
decepcionar —susurró antes de acercar sus labios—. Nunca podrías
decepcionarme. —Sus labios se rozaron y él gruñó antes de besarlos con
ansias de una manera que provocó un vuelco en su corazón. Jorunn
deseando saborearle acarició su lengua cuando entró en su boca y ambos
gimieron abrazándose con fuerza, provocando que sus almas se desbocaran
devorándose el uno al otro como si estuvieran hambrientos. Jerk impaciente
la tumbó en la cama haciéndose espacio entre sus piernas, pero ella ni se dio
cuenta disfrutando de sus caricias y sus besos hasta que sintió su sexo entre
sus piernas y se aferró a su cabello sin darse cuenta. Él apartó su boca para
ver su rostro mareado de placer. —Mujer… —Jorunn fue en busca de sus
labios y él gruñó en su boca agarrando sus muñecas para ponerlas sobre su
cabeza. Sin ser capaz de un solo pensamiento coherente movió las caderas
para rozar su sexo con el suyo hasta que este llegó a la entrada de su ser.
Jerk lo deslizó de un solo empellón y ella gritó en su boca tensándose por el
dolor que había recorrido su vientre. Él se alejó para mirar su rostro y
estaba de lo más sorprendido. —Mujer eres pura —siseó.
—Lo era. —Se movió bajo su cuerpo incómoda. —Esto no me gusta
mucho.
—Porque eres pura.
—Pero besas bien, eso sí me ha gustado mucho. Es una pena que
hayas acabado y no creas que me gustará repetir porque si acaba así, es
bastante decepcionante.
Él reprimió la risa. —Me acabas de decir que no podía
decepcionarte.
—No, claro que no. Tú no. Supongo que esto le pasa a todas.
Entonces todos los hombres decepcionarían y si tiene que ser así…
Se deslizó en su interior cortándole el aliento y Jerk susurró —Mujer hablas
demasiado. —Se movió de nuevo. —Y ahora no es momento de hablar. —
Besó de nuevo sus labios a la vez que salía de su cuerpo lentamente para
volver a llenarla, mientras un placer indescriptible la recorría de pies a
cabeza. Su cuerpo dejó de ser suyo, porque exigía algo que no llegaba a
entender mientras con cada movimiento de su hombre el placer crecía. Él
empezó a mover las caderas más rápido y tuvo que apartar sus labios
porque sintió que le faltaba el aliento. Jorunn apretó los puños mientras
todo su cuerpo se tensaba con cada embestida y cuando la invadió de nuevo
creyó que se resquebrajaba, pero aun así deseaba más y más, hasta que
entró en su ser de nuevo haciéndola volar.
Capítulo 5

Una caricia en la cintura la hizo despertarse y sorprendida miró sobre su


hombro para ver a Jerk dormido mientras la abrazaba. ¡Se habían dormido!
Asustada por si era muy tarde cogió su mano con cuidado para levantarse y
cuando vio su camisa rota en el suelo al lado de toda la ropa de cama gruñó.
Necesitaba una camisa. De puntillas fue hasta un baúl y lo abrió para coger
la primera que pilló. Regresó a la cama y se puso el pantalón con las botas.
Jerk abrió los ojos y la observó mientras se ataba los cordones. —Todavía
es temprano.
—Las mujeres del salón me verán salir —susurró.
Al volverse para ponerse la camisa escuchó como se le cortaba el
aliento y le miró sobre su hombro. —¿Qué?
Él se levantó y se acercó apartando sus trenzas. —Por Odín,
¿cómo…?
—¿Qué?
Levantó la vista hasta sus ojos para mirarla tan fríamente que se
temió lo peor. —¿Qué ocurre?
—¿A qué has venido? —preguntó entre dientes.
—Ya te lo he dicho, yo…
La agarró por el brazo volviéndola con fuerza. —¿A qué has
venido? No te lo pregunto más.
Pálida por su frialdad susurró —¿Qué tengo en la espalda?
—Lo sabes de sobra.
—Las nornas…
—Sí, ya me ha quedado claro que tiran de los hilos haciendo y
deshaciendo a su antojo el destino de los hombres. ¿A qué has venido?
—Jerk, yo…
Cogió su otro brazo con fuerza atrayéndola a él. —Alguien que
tiene tatuada en la espalda a Frigg sentada en su trono observando el destino
que la norna teje, es alguien que cree que es capaz de dirigir a los hombres a
su antojo. ¿Crees que puedes burlarte de mí? ¿Que tienes tanto poder sobre
mí que mataré a mi hermano para dirigir mi pueblo? ¿Para que tú lo dirijas
como la esposa de Odín tiene derecho a ocupar el trono de Asgard?
—No, claro que no. La bruja me lo tatuó sin yo saberlo, te lo juro.
—Era evidente que no se creía una palabra. —Que me muera en este
instante y que Odín me traspase con su lanza si miento.
—Si descubro que mientes, que Gungnir traspase tu cuerpo será el
menor de tus problemas, te lo aseguro.
La amenaza era tan clara que se quedó sin aliento de la incredulidad.
—¿Qué has dicho?
—Sal de mi habitación —dijo de una manera que le heló el alma.
Asustada porque hablaba muy en serio, se puso la camisa y corrió
hacia la puerta. Reprimiendo las lágrimas porque no se podía creer que
hubiera sacado esas conclusiones viendo su espalda, se maldijo por dejar
que la vieja la tatuara. ¿Tenía a Frigg en la espalda? ¿A la esposa de Odín?
No daba crédito, nunca le había pedido eso a la curandera. Pero debía ser
cierto si Jerk se había puesto así al verlo. Corrió a través del salón y salió de
la casa del jarl para refugiarse en el establo. Se sentó en sus mantas sin
darse cuenta de que las lágrimas recorrían sus mejillas. Se sintió tan
decepcionada con su reacción, con cómo la había mirado… Como si la
despreciara, como si no creyera en ella. Le acababa de hacer el amor, se
había entregado a él en cuerpo y alma, ¿cómo podía desconfiar de ella por
un dibujo que no había visto nunca? Por Odín, ¿cómo a esa vieja se le había
ocurrido cometer semejante osadía? Pensó en Frigg y en sus virtudes. No
solo era una de las diosas más poderosas, sino que al ser la esposa de Odín
podía sentarse a su lado en el trono. Esto permitía saber a la reina cualquier
cosa que pasara en los nueve mundos. También profetizaba y era la diosa
del matrimonio, de la maternidad… Sentada al lado de Odín… Jorunn se
mordió su labio inferior. No le extrañaba que Jerk se hubiera enfadado
tanto. Parecía exactamente lo que él había dicho, que se creía favorecida
por la esposa del dios de dioses para manipularlos a su antojo con el
beneplácito de las nornas que ayudarían a tejer su destino. Entonces se le
ocurrió algo que le cortó el aliento. Ingla no había querido perjudicarla,
todo lo contrario. Había querido protegerla, porque nadie que supiera que
tenía eso ahí se atrevería a tocarla, a no ser que quisiera ofender a Odín. Si
después de que Ingla había dibujado eso en su espalda seguía viva, es
porque tenía la aprobación de su dios y nadie se atrevería a contradecirle.
Nadie, ni siquiera el jarl. Pero era algo que debía mantener en secreto hasta
que llegara el momento, porque tenía la sensación de que sería la única
arma que tendría en su mano.

Una semana después estaba cepillando a Peligro y al oír el choque de las


espadas miró hacia el patio donde los hombres practicaban. Casi no había
salido de allí en una semana y se moría por ver a Jerk. Era evidente que
quería alejarse de ella todo lo posible. Cada vez que necesitaba el caballo,
enviaba a alguien que se lo llevara y como ella no podía ir a las cenas
porque temía que se enfadara, llevaba allí una semana prácticamente sin
salir a no ser que fuera para asearse un poco en una fuente natural que había
alejada del fiordo. Así evitaba que la viera nadie cuando se desnudaba.
Ansiosa por verle estiró el cuello y el viejo sonrió por su interés. —
Chico ve a que te enseñen.
Se sonrojó. —No, si yo aquí estoy muy bien.
—Todos los muchachos quieren ir de incursión y es lógico que
desees aprender. No me voy a ofender, has trabajado mucho, ve a divertirte.
Agachó la mirada. —Es lo mismo.
Halvard frunció el ceño. —No me pareces un hombre cobarde, todo
lo contrario, tu manera de hablar al jarl indica que tienes arrestos. No debe
darte vergüenza no saber cómo defenderte, para eso os enseñan. Y no te
preocupes por la espada, te dejaré yo una.
—Eres muy amable, pero…
En ese momento alguien apareció en la puerta del establo. Jorunn
siguió cepillando al ver que era el heredero del jarl, que la miró fríamente.
—¡Tú! ¿Acaso no sabes seguir las órdenes?
Confundida se detuvo en seco. —¿No he hecho algo que me hayáis
ordenado?
—¡Tu jarl te lo ordenó hace días! —gritó furibundo.
Rayos, se sonrojó con fuerza. —¿Habláis de ir de incursión?
—Te ordenó aprender a defenderte, ¿no es cierto? —Halvard la miró
sin poder creérselo. —¿No es cierto? —gritó más alto el hermano de Jerk.
—Sí, es cierto.
—¿Has contradicho al jarl? —preguntó el viejo.
—Creía que era opcional —dijo mintiendo descaradamente.
—¡Pues ya ves que no! ¡Ha salido hace un momento y se ha
disgustado porque no estabas practicando con la espada!
—Lo siento, yo…
—¡Sal ahora mismo! —Indecisa miró al viejo. —¡Ahora! ¡Si crees
que puedes hacer lo que te venga en gana, te voy a enseñar que no es así!
¡Te enseñaré yo mismo y vigilaré cada uno de tus progresos y más te vale
que los tengas si quieres comer!
Era evidente que Eirikr estaba aprovechando esas circunstancias
para tomar venganza por haber abierto la boca de más. Estupendo. Dejó
caer el cepillo en el cubo y se acercó. —Lo que digas.
Sonrió con maldad. —Claro que harás lo que diga. —Al salir se dio
cuenta de que todos los hombres se habían detenido para observarles y
varios sonrieron divertidos.
—¿Qué ocurre, Eirikr? —preguntó uno moreno con larga barba
hasta su vientre—. ¿El enclenque huye antes de coger una espada?
Se tensó por el insulto mientras todos se reían y apretando los puños
miró a Jerk que a su vez apretó los labios. Las risas aumentaron y Jorunn se
volvió hacia aquel gracioso. —¿Me estás llamando cobarde? —Varios
silbaron con burla mientras el moreno no dejaba de reír. —¿Lo has hecho?
—gritó furiosa. Pasó ante uno y le arrebató la espada haciendo que varios
perdieran la risa cuando ella levantó su arma atacando al hombre. Este saltó
a un lado, pero ya no se reía tanto. Jorunn se puso ante él abriendo bien las
piernas pues el suelo estaba lodoso. —Vamos ríete.
—¡Machaca a ese gusano, Axel! —dijo un pelirrojo que animó al
tipo—. ¡Qué tenga respeto por un guerrero de verdad!
—¡Pior cállate! ¡Y volved al trabajo! —ordenó Jerk acercándose con
grandes zancadas. Le arrebató la espada antes de que se diera cuenta y le
dio un empujón que la tiró de cara al lodo haciendo reír a todos los que
estaban allí. —¡Y tú a ver si respetas! —La agarró por el chaleco tirando de
su cuerpo hacia arriba mostrando su cara llena de lodo y los demás se rieron
a carcajadas.
Jorunn se pasó las manos por los ojos y le fulminó con la mirada. —
Acabo de salvarte la vida —dijo entre dientes—. No lo haré más. —La dejó
en el suelo y se volvió para gritar —¡A vuestro trabajo!
Le pegó una patada en el interior de la rodilla que le tiró al suelo y
antes de que nadie se diera cuenta le había arrebatado la espada y la punta
estaba en su nuca dejándoles a todos con la boca abierta. —¿No te han
dicho nunca que no hay que dar la espalda al enemigo?
Jerk con la cara también llena de barro, abrió los ojos para mirarla
como si quisiera desmembrarla y Jorunn sonrió. —He ganado.
Eirikr no hacía más que reírse y se acercó a su hermano. —Es cierto,
has ganado. Pero yo que tú saldría corriendo.
Jerk barrió con su pierna el suelo haciéndola caer de costado, pero
antes de que pudiera coger la espada que había caído al lodo, Jorunn le pegó
una patada en toda la quijada que le tiró de espaldas. Se levantó de un salto
con la espada de nuevo en la mano y Jerk ya de pie cogió la espada que
alguien le lanzó al vuelo.
—Al parecer quieres morir, Ketil —dijo su gemelo divertido—. No
tengo ningún problema con eso. —Eirikr dio un paso atrás.
—Es evidente que necesitas una lección —dijo Jerk entre dientes.
—Ven hasta aquí a ver quién alecciona a quién.
El jarl salió a la puerta de la casa y sonrió. —¡Hijo no le mates, es
de mi agrado!
—Te aseguro que haré lo que pueda, padre. —La miró a los ojos. —
No lo hagas.
—¿Y dejar que los hombres se burlen de mí? Sabes que después mi
vida no valdría nada. Mi padre me enseñó que hay que hacerse respetar.
—Tú lo has querido. —Dio un arco con el brazo que tenía la espada
y Jorunn dio un salto atrás librándose por los pelos.
Le miró asombrada y él hizo una mueca antes de que Jorunn
entrecerrara los ojos. —Me has enfadado. Aunque este enfado ya me dura
días.
—Lo mismo digo.
Ella gritó elevando su espada y él simplemente levantó el brazo
deteniendo el ataque con la suya sin ningún esfuerzo, pero el rodillazo que
recibió en la entrepierna no se lo esperaba antes de que Jorunn le agarrara
del cabello tirando con él con tal fuerza que giró sobre sí mismo antes de
caer de espaldas al suelo.
Eirikr hizo un gesto de dolor viendo como su hermano se llevaba las
manos a su sexo dolorido. Jorunn sin ningún remordimiento por los días de
abandono, sopló con fuerza un mechón de cabello que tenía sobre la nariz.
—¿Quién es el siguiente?
—¡Yo! —dijo Eirikr como si fuera su misión defender el honor de la
familia. Ella levantó una ceja viendo cómo se acercaba cogiendo una
espada. —Mi hermano no ha querido hacerte daño.
Todos asintieron como dándole la razón. ¿Cómo tan poquita cosa
podía tumbar a un gigante? Claro, había sido benévolo y lo estaba pagando.
—Yo no voy a ser tan blando.
—De acuerdo. —Sonrió maliciosa. —Yo tampoco lo seré. Él es de
mi agrado mucho más que tú.
Eirikr gruñendo se puso en guardia antes de oír un gemido de su
hermano que se giró encogiendo las piernas. —Hermano, nos estás dejando
mal. ¡Levanta!
—No le mates —dijo como si el que se estuviera muriendo fuera él.
Empezó a preocuparla tanto gemido y miró hacia él justo cuando Eirikr
atacó furioso. Giró sobre sí misma por los pelos y cuando se volvió a
colocar ante él, vio que parecía asombrado antes de mirarse el vientre donde
la hoja había hecho una fina herida de parte a parte.
—¡Ay, que ese mal bicho me lo mata! —gritó Fastby.
Eirikr gruñó con fuerza mientras ella preocupada daba un paso atrás.
Jorunn tampoco había querido dañarle, pero era evidente que Eirikr ahora
quería sangre, su sangre y no se conformaría con menos. —¿Lo dejamos
aquí? He ganado yo.
—¿Cómo que has ganado tú? —gritó furibundo.
—Ya estás herido, esto es un entrenamiento no un duelo a muerte.
Que lo diga el jarl.
Todos se volvieron hacia él que estaba tan impresionado como los
demás. —¿Verdad, jarl? Estoy aquí para aprender.
El jarl carraspeó. —Cierto, yo lo ordené.
—¿Ves? Él lo ordenó. Oh, por cierto siento lo de la herida, no he
medido bien. Menos mal que no he medido peor, ¿eh? Ahora estarías
viendo a Odín. Bueno, me voy al establo ya que no podéis enseñarme nada.
—Tiró la espada al suelo y caminó hacia el establo aparentando estar
tranquila, aunque las piernas le temblaban y todo.
Eirikr miró a su hermano sorprendido. —¿Has visto eso?
—Sí —dijo casi sin voz. —Mejor que se encargue de los caballos.
—Ni hablar. ¡Detente!
Mierda. Jorunn ante la puerta del establo se volvió y Eirikr gritó —
¡Ven aquí!
—Maldito orgullo masculino —dijo por lo bajo.
—¡Coge esa espada! —gritó al verla acercarse.
—¿Seguro?
—¡Sí, seguro!
—Eirikr… —dijo su hermano desde el suelo—. Padre se disgustará.
—No le voy a matar, solo le desfiguraré un poco —dijo con rabia—.
Vas a pagar lo que le has hecho a mi hermano. ¡Y a mí!
Suspiró cogiendo la espada. —Bueno, ¿entonces no es un reto a
muerte? Quiero que quede claro.
Todos se miraron los unos a los otros antes de gritar —¡No!
Uff, al menos salvaría la vida. Seguramente herida, pero viva. No es
que supiera muy bien lo que estaba haciendo, su padre le había enseñado a
defenderse, pero jamás la había enseñado a matar y menos a un guerrero
que le sacaba la cabeza. Al parecer debía seguir su instinto como hasta
ahora. —Bien, pues adelante.
Eirikr levantó su espada gritando de una manera que le puso los
pelos de punta y dio un paso atrás resbalando en el barro hasta caer sentada.
Eirikr al avanzar tropezó con su pierna cayendo de rodillas al suelo y
Jorunn le arreó una patada en la cabeza que le hizo poner los ojos en blanco
antes de caer hacia adelante sin sentido. Se hizo el silencio y Jorunn forzó
una sonrisa. —Uy, todo el trabajo que tengo pendiente… —Al mirar a Jerk
vio que estaba tan estupefacto como los demás y sintió una satisfacción
enorme. Había ganado. Gracias Odín por salvarme el pellejo. Alguien
empezó a aplaudir y se volvió para ver al jarl dándole su reconocimiento.
—Gracias jarl.
—Estoy impresionado.
—Y yo, y yo.
El jarl rio por lo bajo. —Veo que eres un muchacho con mucho
dentro.
—No lo sabe bien.
—Quiero conocerte mejor. Hoy cenarás en mi mesa.
—Gracias jarl.
—¡Qué alguien recoja a mi hombre antes de que se ahogue con ese
lodo! —chilló Fastby histérica.
Fue Jerk quien le dio la vuelta a su hermano fulminándola con la
mirada. —¿Qué? —susurró—. ¿Iba a dejarme matar? La culpa es tuya por
meterte donde no te llaman. Si hubiera acabado con ese no hubiera pasado
nada.
—Vuelve al establo —dijo entre dientes.
Bufó alejándose. —Vuelve al establo, vuelve al establo… Es su
frase favorita.
Cuando entró en el establo Halvard no disimulaba su asombro. —
No son tan fieros como parecen.
—Ya puedes cuidarte, chico. Los Halfdansen no se caracterizan por
su buen humor cuando pierden.
Se le cortó el aliento. —¿Quiénes?
—Halfdansen. —Se echó a reír. —¿Acaso no sabías quienes eran
antes de llegar a sus tierras?
Sintiendo que no podía respirar asintió antes de volverse abriendo
los ojos como platos por lo que ese apellido significaba. Iba a matar a la
bruja cuando le pusiera las manos encima. Iba a desmembrarla y tirar sus
restos para que se los comieran los cuervos. ¿Cómo se le ocurría enviarla
allí? Se llevó la mano al cuello. Por Odín, estaba muerta. Estaba muy
muerta porque las hazañas de los hermanos y de su padre se conocían por
toda Escandinavia. Pero lo que le heló la sangre es que empezó a temer que
se había equivocado de hermano.

Ya de noche sentada en su camastro recordó las historias que contaban los


comerciantes que iban hasta sus tierras para vender su mercancía. Igual
pasaban por allí un par de veces al año, pero desde que tenía uso de razón
había escuchado las correrías de los Halfdansen. La primera que recordaba
era que su padre orgulloso como estaba de sus hijos les había llevado de
incursión con ellos. Habían mostrado tal ferocidad que algunos decían que
la sangre de Odín corría por sus venas. Sus riquezas no tenían límites y año
tras años hacían un par de incursiones que aumentaban sus arcas y las de su
padre que no podía ser hombre más orgulloso. No recordaba que nadie le
hubiera dicho sus nombres nunca ni que eran gemelos. Lo que si había oído
es que su heredero era valiente y que en una de esas incursiones había
salvado la vida de sus hombres quedándose él solo en la playa mientras los
suyos subían a las barcas, dándoles tiempo a huir. Decían que había matado
él solo a veinte hombres y que al soldado que había herido a su padre tardó
dos años en encontrarlo de nuevo, pero regresó con su cabeza en una pica
para orgullo de los suyos. Era letal y buscaba venganza sobre todo por su
sangre, eso todo el mundo lo sabía. Y ahora ella le había dejado en ridículo
ante los suyos. Apoyó los codos en las rodillas para pasarse las manos por la
cara. Si fuera lista se largaba de allí cuanto antes.
El relincho de un caballo la alertó y apartó las manos llevando una
hasta el puñal que tenía a su lado pensando que era Eirikr. Solo al ver la
cicatriz en su rostro por la lámpara de aceite que tenía a su lado, se dio
cuenta que no era así. Jerk la miró preocupado. —La que has liado.
—Lo sé —dijo inquieta.
—Lo ha tomado como un insulto personal. Se siente humillado ante
sus hombres. Mañana piensa retarte y esta vez no perderá.
—No sabía que era él. Que erais vosotros. —La miró sin entender,
pero se dijo que pensaría que era tonta. —Da igual. De todas maneras, yo
hice lo que se me mandó.
—Tienes que descubrir tu condición.
—¿Y humillarle aún más? —preguntó levantándose—. ¿Que todos
crean que le ha ganado una mujer?
—A lo mejor se piensa que eres una enviada de Odín. —Jerk
entrecerró los ojos. —Eso es, dirás que eres una enviada de Odín que ha
venido a bajarle los humos.
—¿Ahora quién manipula a quién?
—¿Quieres morir? Debes hacer algo.
Le miró con desconfianza. —He oído muchas cosas de ti.
Él se tensó. —¿De veras?
—Todos dicen que envidias a tu hermano porque es quien va a ser el
jarl. Que aunque eres valiente y fuerte, violas y matas sin piedad para
conseguir riquezas. Dicen que una vez tu hermano te prohibió quemar una
iglesia de esas que hay en el sur porque estaba llena de niños.
—Eso es mentira —dijo con rabia—. Jamás he matado a un niño.
—¿Porque él te lo impidió? —Dio un paso hacia él. —¿Es cierto?
La agarró por la trenza pegándola a su torso, estaba realmente
furioso. —¿Con quién has hablado? ¿Quién cuenta esas infamias sobre mí?
—No he hablado con nadie —siseó.
—¿Entonces por qué tienes esa opinión ahora? —le gritó a la cara
—. ¡Antes no pensabas así de mí!
—Antes no sabía vuestro apellido.
A Jerk se le cortó el aliento. —¿Qué dices?
—¡No, no lo sabía! ¡Halvard me lo dijo después de lo que ocurrió
esta tarde! ¡Me dijo que tuviera cuidado! ¡No sabía que vosotros erais los
Halfdansen!
Entonces él sonrió con maldad. —Y ahora nos temes. Ahora crees
todos esos cuentos que han inventado sobre nosotros. ¡Crees que soy un
envidioso y que solo quiero ser jarl! ¡Qué mataría a mi hermano si fuera
necesario! ¿De veras piensas eso?
—¿A que duele que duden de ti? —preguntó fríamente.
Jerk la soltó y muy tenso dijo —Haz lo que quieras, tú veras. Es
evidente que los dos nos equivocamos o no quisimos ver las razones del
otro para compartir el tiempo que pasamos juntos. Ahora ya es lo mismo,
porque ninguno confía en el otro. —Se volvió para decir —Que te vaya
muy bien cuando mi hermano venga a por ti.
—¡Jerk! ¡Yo jamás quise manipularte! —Él se detuvo en la puerta,
pero no se volvió para mirarla. —¡Cuando vine hasta aquí arriesgando la
vida, lo hice porque creía que mi hombre estaba entre vosotros y que debía
ayudarle a lograr su destino! ¡Esa era mi misión! ¡Unir mi destino al suyo
como desea Odín! Pero ahora…
Él miró sobre su hombro. —¿Qué quieres decirme? ¿Que dudas de
que tu destino deba ser unido al mío y que te has equivocado al unirte a mí?
—Dio un paso atrás como si le hubiera golpeado. —¿No estarás pensando
en mi hermano? ¿Te arrepientes de haber compartido el lecho conmigo?
Se sonrojó sin saber por qué. Pero tenía que ser sincera. —Pues la
verdad es que sí, tengo dudas.
La miró como si quisiera matarla antes de salir de allí pegando un
portazo y su corazón se estremeció porque sabía que le había hecho daño.
Se llevó la mano a la boca sintiéndose miserable y se volvió llevándose las
manos a la cabeza. —Odín, ¿qué he hecho? He expresado mis dudas en alto
y le he hecho daño. —Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Le he hecho
mucho daño, porque me he comportado como todos esos que dudan de su
honor. —Gritó rabiosa pegándole una patada al camastro que lo lanzó sobre
la pared y gimió agarrándose la pierna antes de dejarse caer al suelo. Se
quitó el grueso calcetín de lana y sollozó cuando vio la uña levantada. Pero
eso no era lo peor, lo peor es que se había roto el dedo gordo y al día
siguiente perdería la vida.

Cuando al día siguiente Halvard llegó al establo, la vio ir cojeando hacia el


grano de los caballos. No tenía muy buen aspecto después de no haber
pegado ojo en toda la noche pensando en todo lo que había ocurrido desde
que había llegado a esas tierras. Su arrepentimiento y su pena se reflejaban
en su rostro. —¿Qué te ha pasado?
—No encendí la lámpara de aceite que me diste y tropecé con el
camastro.
—Qué fatalidad —dijo el viejo preocupadísimo—. Ayer noche todo
el mundo hablaba de que hoy Eirikr iba a tomar venganza con otro duelo.
Está furioso, se siente humillado. Pero ahora. —De repente sonrió. —Odín
te protege, porque así no sería un combate justo.
Parpadeó porque eso ni se le había pasado por la cabeza. —¿Tú
crees?
—Oh, sí… Esperará a que te cures para que nadie dude de que ha
sido una pelea justa.
—Vaya, pues que bien, ¿no? Ahora esperaré un tiempo a que me
rebane el cuello.
En ese momento apareció Jerk y ordenó muy tenso —Mi caballo.
—Sí, por supuesto —dijo el viejo.
—¡No, que lo ensille Ketil!
Dejó el cubo en el suelo y fue hasta donde estaba su montura.
Mirándola como si la odiara ignoró como cojeaba.
—¿A dónde vas? —preguntó su amigo intentando relajar el
ambiente.
—A buscar a la curandera de los Holvensen. Mi padre la necesita.
—Sí, ayer tosía más de lo habitual. Una pena.
Jorunn puso las riendas al caballo e intentó morderla. —Igualito que
tu dueño —dijo por lo bajo. Tiró de las riendas hacia él y se las tendió sin
mirarle.
—Como veo que aquí casi no hay trabajo, hoy irás con los hombres
a construir el nuevo edificio de los telares.
Se le cortó el aliento levantando la vista hasta sus ojos, porque era
evidente que ya no pensaba protegerla de nadie. —Como digas.
—Y lávate, apestas a caballo —dijo como si le asqueara.
Apretó los labios viendo cómo se alejaba y cómo al salir del establo
se montaba con agilidad antes de lanzarse a galope como si le persiguiera el
mismísimo Loki. La había dejado sola, sabiendo que su hermano clamaría
venganza la había dejado sola, demostrando que no le importaba. Las
lágrimas pujaron por salir, pero el dolor era tan intenso que no llegaban a
sus mejillas. Puede que se lo mereciera, puede que fuera el castigo de Odín
por haberle tratado mal, por haber dudado de su destino. Sí, debía recibir su
castigo.
—¿Qué has hecho, muchacho? Has perdido su favor —dijo el viejo
asombrado—. Parece que te odia más que Eirikr.
Disimulando su pena forzó una sonrisa. —No se ha tomado lo de
ayer nada bien.
—Pues en la cena te defendía.
Se le cortó el aliento. —¿De veras?
—Sí, y su padre le daba la razón. Dijo que se habían confiado y eso
no debía pasar nunca. También dijo que eras muy diestro y hábil, aunque no
sabías utilizar la espada. Que si te adiestraran bien, serías de mucha ayuda a
sus guerreros y el jarl estuvo de acuerdo. Te puso a su cargo para
aleccionarte. Y ahora temo que esas lecciones sean un sufrimiento por cómo
se comporta contigo. —Se rascó la cabeza. —Si fueras listo saldrías
huyendo de aquí. Tengo un primo no demasiado lejos que no tiene hijos y…
—Déjalo, Halvard. Mi destino me ha traído hasta aquí y si tengo
que morir lo haré en estas tierras.
—Pareces muy convencido de lo que dices.
Viendo como Jerk se alejaba a caballo sintió que el corazón se le retorcía de
dolor por el daño que le había hecho, el daño que se estaban haciendo. Sí,
aquel era su sitio, a su lado. Aunque sabía que no la perdonaría por haber
dudado de él, por hacerle de menos frente a su hermano como llevaban
haciendo toda su vida. Pero aunque no la perdonara nunca, ella estaría a su
lado el tiempo que Odín quisiera. —Estoy muy convencido de ello.
Capítulo 6

Apenas una hora después los hombres llegaron a la explanada que había
ante la casa del jarl, dispuestos a ver el espectáculo. Algunos la sonrieron
maliciosos cuando se acercó a la puerta disimulando su cojera, pero ella se
despidió de Halvard y fue hacia donde varios hombres trabajaban haciendo
el nuevo telar.
—Eh, ¿a dónde vas? —gritó uno—. ¡El gallinero está por allí!
Todos se rieron y ella gruñó por dentro ignorándolos. Estaba claro
que los hombres no aprendían después de lo del día anterior. Se acercó a un
anciano que sentado sobre un barril miraba a los que hacían los hoyos para
meter los pesados troncos que sostendrían el tejado. —Me envía Jerk.
El hombre la miró de arriba abajo. —No es que me valgas para
mucho. No tienes músculo, chico. Y en este trabajo es necesario.
—Algo podré hacer.
—Ponte a cavar. —Sonrió malicioso. —Si te envía Jerk es que
quiere que trabajes.
—Estupendo —dijo entre dientes. Se volvió y vio una pala. Siguió
la hilera de agujeros que estaban haciendo y clavó la pala en la tierra
tirándola a un lado. No había pasado ni media hora cuando agachada ante
uno de sus agujeros sacaba con sus propias manos la tierra que la pala no
había recogido. Así iría más rápido.
—¡Daos prisa, va a llover!
Estaba sacando más tierra cuando vio como Eirikr se acercaba y su
expresión no presagiaba nada bueno. —¡Eh, tú! ¡No te había dicho mi padre
que debías practicar con la espada!
Se sentó en el suelo para mirarle. —Jerk me ha enviado aquí. Al
parecer me necesitan.
Eirikr miró al viejo que malicioso dijo —Puedes llevártelo cuando
quieras, para lo que hace…
Le fulminó con la mirada. —¡Más que estos que no han hecho ni un
hoyo mientras yo he hecho dos!
—Mal hechos, chico. Mal hechos.
Miró hacia su hoyo antes de mirar los de los otros que eran mucho
más gruesos. ¡Esos troncos son más estrechos!
—Repito, mal hechos.
—Claro, ¿por qué ibas a rectificar? —dijo con burla antes de mirar a
Eirikr—. ¿Qué ocurre? ¿Tienes prisa por ensartarme con tu espada? Pues
tendrás que esperar porque tengo el pie herido.
—Eso es mentira, Eirikr —dijo el moreno del día anterior—. Yo le
he visto caminar hasta aquí y no tenía ninguna herida.
Sentada en el suelo se quitó la bota para mostrar su dedo amoratado
sujeto al de al lado con una tira de cuero. —Está roto.
—¿Y eso que más da? A ver si crees que en una incursión se van a
preocupar por si te has roto un dedo.
Pues también tenía razón. Suspiró poniéndose la bota. —Pues nada,
a coger la puñetera espada —dijo por lo bajo.
—¿Qué has dicho?
—¡Qué ya voy!
Se levantó y caminó hacia la casa del jarl pasando ante su hijo que
entrecerró los ojos con ganas de estrangularla antes de cogerla por la
espalda del chaleco y tirarla sobre un montón de troncos. Gimió de dolor
mientras los hombres sorprendidos detenían su trabajo. —¡A mí me hablas
con respeto, rata inmunda!
El moreno le miró sorprendido. —Eirikr, el muchacho…
—¡Cierra la boca! —Se acercó a Jorunn que no se sentía capaz de
levantarse del dolor en el costado y la cogió por el cinturón que ataba su
chaleco levantándola para tirarla al barro ante sus hombres. —¡Espabila! ¡A
ti te voy a enseñar yo a ser un hombre!
—Como si tú fueras un ejemplo —dijo sin aliento.
—¿Qué has dicho? —Dio un paso hacia ella como si quisiera
estrangularla y Jorunn le miró con rencor. —¡Puede que conozcas a pocos
hombres de verdad, pero yo te voy a enseñar lo que es la disciplina!
—El orgullo, el maldito orgullo será tu perdición. Recuerda mis
palabras, guerrero.
—¿Tú me das consejos cuando duermes entre mierda? —La agarró
por el cinturón de nuevo y la tiró a unos metros. —¡Espabila, que no tengo
todo el día!
Gimiendo de dolor se puso de rodillas llevándose la mano al costado
mientras apoyaba su frente en la fría hierba. Pasaría pronto, el dolor pasaría
pronto. Además, se lo merecía después de haberle fallado a Jerk.
—¿No me has oído? —Le dio una patada que la giró cayendo de
espaldas sobre una piedra. Gimió cerrando los ojos porque había sido como
una cuchillada. —¿Pero qué es ese olor? —dijo asqueado—. ¿Eres tú? —Se
agachó agarrándola del chaleco y del pantalón para elevarla sobre su cabeza
y lanzarla al fiordo. Varios hombres se rieron, pero otros habían perdido la
sonrisa desde el primer golpe y se acercaron a la orilla preocupados.
—Eirikr no sale —dijo uno de ellos.
—Sacadle de ahí —dijo con desprecio.
Dos de los hombres se tiraron y entonces su cuerpo flotó mostrando
la sangre en su sien. —Está muerto, Eirikr. Se ha debido golpear con una
roca. —La volvieron mostrando su rostro sin sentido y la brecha en la
cabeza.
Eirikr disimuló su sorpresa antes de gruñir. —¡Enterrarle lejos de
aquí! —Se volvió para ver que sus hombres le miraban fijamente. Era
evidente que no aprobaban lo que había hecho y eso le molestó aún más. —
¿Qué hacéis aquí? ¡A trabajar!
El jarl desde la puerta de su casa apretó los labios viendo como su
hijo se alejaba del fiordo y gritaba —¡Ese telar es pequeño! ¿Asik en qué
estás pensando? ¡Tiene que ser el doble de grande!
—Sí, Eirikr —dijo el anciano sobre el barril.
El cuerpo del chico fue agarrado por tres hombres para sacarlo del
fiordo. El jarl gritó que lo acercaran. Llevaron a Jorunn ante él. —¿Está
muerto?
Uno de ellos se acercó para sentir su aliento. —Respira, pero
débilmente, mi jarl. He visto golpes así antes y nunca se despiertan.
—Entradlo en el salón. Que se seque ante el fuego y llamar a la
anciana Syn.
Un joven salió corriendo mientras el jarl observaba como entraban
el cuerpo de Jorunn, colocándolo sobre unas pieles que pusieron las mujeres
muy cerca del fuego del centro del salón. Una de las mujeres se arrodilló a
su lado y cogió su brazo. Jorunn gritó despertándose de golpe haciendo que
todos gritaran del susto. Se llevó la mano al pecho y asustada miró a su
alrededor para ver el fuego. —¡No me quemen!
—Tranquilo —dijo el jarl—. No te muevas, enseguida llega la
curandera.
¿La curandera? Ni hablar, la descubrirían. —Estoy bien. —Intentó
levantarse, pero el dolor que traspasó su costado le robó el aliento.
—Quédate ahí —ordenó el jarl—. ¡Haced que no se mueva!
Un hombre la cogió por los hombros y tuvo que quedarse quieta. La
mujer llegó seguida de otra que apenas era una niña de unos doce años que
tenía un largo cabello rubio. La anciana que había visto en la asamblea la
miró a los ojos y de repente pareció horrorizada. —¡Dejadnos solos!
Todos salieron del salón a toda prisa y de pie a su lado la miró
fijamente con sus ojitos negros antes de bajar la vista hasta su pómulo y su
cuello. Esta entrecerró los ojos —Ingla…
Sorprendida susurró —¿Cómo sabe…?
—Silencio. —Se giró hacia la niña. —Ve a decirle al jarl que no
tardaré y no entres hasta que yo te lo diga.
—Sí.
Salió corriendo hacia la puerta y ambas se miraron en cuanto se fue.
—Por Odín, ¿qué ha hecho mi hermana?
—¿Su qué? —Al mirarla bien sí que se dio cuenta de que se
parecían, incluso en el color de los ojos.
—¿Por qué te ha envía…? —Se llevó la mano al pecho. —No, no…
—No, no, ¿qué? —Intentó levantarse, pero la vieja la cogió por el
hombro impidiéndoselo. —¿Qué ocurre? —Le dio un dolor muy fuerte en
el costado y gimió de nuevo.
—Oh, por Odín… —Miró hacia atrás y cogió un frasquito de la
cesta. —Bebe. —Ella lo hizo sin rechistar, aunque sabía a rayos. —Esto te
dormirá para hacer mi trabajo. No te resistas, deja que el sueño te venza.
—¿Por qué te asusta mi presencia? —susurró sintiendo que su
cuerpo se relajaba.
—Porque no entendió lo que Odín quería decirle.
—¿Decirle? —Confusa negó con la cabeza. —¿Cuándo? ¿Cómo?
La mujer apretó los labios como si lo que fuera a decir no se lo
creyera. —¿Sabes por qué te ha tatuado una norna?
—Yo se lo pedí.
—¿Sí? ¿Y sabes por qué accedió a hacerlo cuando los dioses podían
enfadarse contigo por tal atrevimiento?
Pálida negó con la cabeza.
—Porque las nornas existen. Están entre nosotros. Pocas desarrollan
su poder, pocas se dan cuenta de hasta donde pueden llegar.
—¿Qué dices?
La mujer la miró fijamente provocándole un nudo en la garganta. —
Se dice que tejen el destino de los guerreros, pero eso es un cuento para
niños. Las nornas pueden influir en el destino de los hombres más allá de lo
que crees posible. Y tienen el beneplácito de Odín para hacer y deshacer a
su antojo. Y es muy significativo que eligieras de todas las nornas a Skuld,
que según nuestros ancestros se encarga de tejer lo que debería ocurrir. El
futuro. Una norna que además es valquiria y decide qué guerrero vive o
muere en batalla. Ella decide quien irá al Valhalla.
Sin aliento susurró —¿Qué quieres decir, vieja?
—Tu padre no murió en batalla, pero come en la mesa de Odín.
¿Quién crees que ha decidido eso?
Su corazón dio un vuelco y algo en ella se estremeció con fuerza
haciéndola gritar mientras su pecho se arqueaba. La mujer se levantó
asombrada viendo como su cuerpo se elevaba y una luz salía de su interior.
Su brazo se enderezó haciéndola chillar de dolor y las costillas se unieron al
igual que el dedo de su pie. Su piel resplandecía mostrando que tenía la
gracia de Odín. —Por el dios de dioses, mi hermana tenía razón —susurró
mientras las trenzas se soltaban y su cabello caía hasta el suelo flotando
como hilos, de los que salieron hebras de oro que empezaron a rodear su
cuerpo—. Skuld… —Dio un paso atrás de la impresión mientras el ovillo se
hacía más grande, como una crisálida de la que va a salir una mariposa.
Entonces esos hilos desaparecieron y Jorunn quedó a la vista
totalmente desnuda más hermosa que nunca, antes de descender lentamente
hasta las pieles que estaban en el suelo. El jarl en la puerta que daba a las
habitaciones no salía de su asombro mientras la vieja se arrodillaba de
nuevo ante su cuerpo, ahora aparentemente normal, pero con un poder
inmenso. Jorunn elevó los párpados mostrando la intensidad de sus ojos
verdes. —¿Qué me ocurre?
—Que Skuld te ha dado su gracia por órdenes de Odín. —La mirada
de la mujer se oscureció aún más. —Se acerca una batalla y te ha enviado
aquí por una razón.
—¿Qué?
—Debes seguir tu corazón, tu instinto te guiará en tus acciones.
Se sentó y de inmediato vio al jarl, que pálido y sin moverse susurró
—Te ruego que no mates a mi hijo. Por favor, te suplico que le perdones la
vida.
Su dolor, su miedo llegaron a ella y se puso en pie mirando sus ojos,
los mismos ojos azules que tenía Jerk. Su corazón se estremeció de miedo y
de rabia. Rabia porque la había dejado sola sin importarle su destino y
miedo porque supo que jamás abandonaría su corazón. Pero sabía que no
hablaba de Jerk sino de Eirikr. Dio un paso hacia él. —Sabes que merece
una lección.
—Lo sé, pero…
—No está preparado para ser el jarl. —Caminó hacia él y al sentir
su terror por perderle acarició su mejilla. El jarl cerró los ojos como si le
agradara. —Hace tiempo que no sientes la caricia de una mujer, Hallad. Eso
va a cambiar. Debes casarte.
La miró sorprendido. —¿Cómo has dicho?
—Lo que has oído.
—Si me estoy muriendo.
—¿De veras? No veo eso en tu destino de momento. —Miró hacia
Syn que impresionada no dejaba de mirar su espalda. —Necesito ropa.
—Las mejores telas serán para ti —dijo de inmediato el jarl antes de
mirarla sorprendido—. Me siento mejor.
—Porque vas a vivir muchos años todavía. ¿No te lo acabo de decir?
—Sí… —Entonces entrecerró los ojos. —¿Cómo te llamas?
—Jorunn. —De repente sonrió. —Ya no tengo que disimular más,
¿no? —Miró a la vieja. —¿No es cierto? Puedo decir que soy una mujer.
—Eso tienes que decidirlo tú.
—Uy, que dilema… Siendo un hombre veo el verdadero carácter de
los que me rodean. —Entrecerró los ojos. —Igual debería seguir así una
temporada… —Miró fijamente a Hallad. —Y no dirás nada a tus hijos. A
nadie, ¿me has entendido?
—Sí, por supuesto.
—Antes de darme a conocer, debo averiguar ciertas cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó el jarl con interés.
—Cosas. —Volvió hacia las pieles y le dijo a la vieja —Estoy medio
moribunda.
—Pues no se nota.
La miró exasperada. —Eso es lo que tienen que creer. Entablíllame
el brazo.
—¿Seguro?
—Dirás a todos que tengo un pie en la tumba. —Sí, esa era la mejor
manera de saber sus reacciones. Igual Jerk se arrepentía de haberse ido y
volvía a sus brazos. Sí, a ver cómo reaccionaba y cómo reaccionaba su
hermano a que aún siguiera con vida. Como le volviera a tocar un pelo le…
No, no puedes matarle. A Jerk no le gustaría y eso le alejaría más de ti.
Gruñó. —Bueno, ya veré lo que hago —dijo en voz alta antes de mirar a la
vieja—. ¿Ocurre algo?
—¿Entonces sigues siendo un muchacho?
—Sí.
—¿Y vas a dejar que todos te den órdenes? —De repente la mujer
sonrió maliciosa. —Va a ser interesante.
—Lleva siendo interesante desde que llegué. —Suspiró mirando el
techo. —Y también ha sido emocionante. Los días más emocionantes de mi
vida. Véndame el brazo. Veamos que ocurre de ahora en adelante.

Tumbada en la cama estaba aburridísima y levantó la cabeza para mirar


hacia la puerta. Igual no había sido buena idea decir que estaba moribunda.
Se suponía que debía pasar una convalecencia y ya estaba que se tiraba de
los pelos con tanto estar tumbada. Además, en aquella habitación no se
enteraba de nada. Esperaba que el jarl supiera disimular que aún estaba
enfermo. Cuando la había metido en la habitación de al lado de Jerk tenía
demasiada buena cara y no se fatigaba al caminar.
—¿Cómo que está vivo?
Se puso en tensión al oír la voz de Eirikr y Syn sentada en una silla
al lado de la puerta se levantó. —Ya está aquí.
—A ver qué hace.
La puerta no tardó en abrirse y atónito se acercó a la cama para verla
con los ojos cerrados como si estuviera descansando. —Por Odín, no me lo
puedo creer. —Sus ojos pasaron por su cabeza vendada y por su brazo roto.
Furioso se volvió hacia Syn. —¿Le has salvado tú?
—Le ha salvado Odín. Pregúntate por qué, guerrero.
—¿Y qué hace aquí?
Se moría por ver lo que ocurría así que abrió ligeramente un ojo
para ver que jarl se había quedado en la puerta para intentar controlar el
temperamento de su hijo. —Yo he decidido que se quede en esta habitación
hasta que se reponga. Tu comportamiento ha sido inadmisible.
—¿Qué has dicho?
—Mira su envergadura y mira la tuya. ¡No tenía ninguna
posibilidad! ¡Has obrado mal por simple venganza! ¡Un jarl debe impartir
justicia, no tomársela por su mano! Es tu súbdito y…
—¡No me tiene ningún respeto!
—¡El respeto se gana! —gritó el jarl cerrándole la boca—. Ahora sal
y piensa en lo ocurrido.
Entonces Eirikr entrecerró los ojos. —¿Qué ocurre aquí?
—¿Qué? —preguntó su padre.
—La vieja nunca sale de su casa a no ser que sea algo importante.
Nunca se queda con el enfermo más tiempo del necesario, siempre ordena
quien le debe cuidar porque ella tiene cosas mucho más importantes que
atender. Y tú, padre… Estás distinto. Más sano. ¡Eso sin contar que ese
estaba muerto esa mañana y me estás reprendiendo cuando tengo razón!
¿Qué ocurre aquí?
Su padre le miró aparentando estar sorprendido. —Hijo, ¿estás
borracho?
Jorunn tuvo que reprimir la risa por su cara de indignación. —¡Claro
que no!
—¡Dices cosas sin sentido! ¡Ve a revisar los suministros para el
invierno! ¡Tu hermano no está y quiero saber si todo está bien!
—No te ahogas —dijo Eirikr sorprendido—. Estás gritando y no
toses.
—Le he dado un remedio nuevo —dijo Syn.
—¿De veras? —preguntó como si eso le aliviara mucho, lo que
realmente la extrañó—. Eso es estupendo, padre. Así que te encuentras
mejor.
El jarl sonrió. —Sí hijo, me encuentro mucho mejor.
—Esa es una noticia maravillosa. Hay que celebrarlo.
Salió de la habitación tan contento y Jorunn abrió los ojos
levantando una ceja. —Interesante.
—Mis hijos me quieren, ¿qué tiene de interesante?
—No, lo interesante es que no ha cumplido tus órdenes y se ha ido a
celebrarlo.
El jarl gruñó antes de alejarse y miró a Syn a los ojos. —No volverá
por aquí.
—Cierra la puerta. Ven acércate, cuéntame todo lo que sepas de los
habitantes del pueblo a ver si así descubrimos la razón de mi presencia.
Empieza por sus enemigos.
Cuando la vieja se fue de la habitación estaba confusa. No tenían
enemigos aparentes y ningún conflicto con ningún vecino, sobre todo
porque les temían. Y no le extrañaba con las historias que había oído de
ellos. Syn decía que debía haber una razón poderosa para su presencia allí.
Después de explicarle lo que le había contado su hermana ella negó con la
cabeza. —No, puede que tu destino esté ligado a Jerk, pero tiene que haber
algo más para que se te hayan concedido los dones de una norna. Ese poder
debe tener una razón.
Pero habían conseguido dar con la clave. Syn se había ido de la
habitación diciendo —Igual es algo que está por venir y tenías que llegar
antes para que estuviéramos preparados.
Después de pensar en ello intuía que tenía razón. Los gemelos
tenían conflictos, pero también los tenían otros hermanos que iban a
gobernar, eso no era nada nuevo. De lo que sí estaba segura es que Jerk
formaba parte de su futuro. Un futuro que con cada hora que pasaba veía
más negro.

Cuatro días después estaba sentada en la cama intentando contener su furia.


¡Cuatro días! Cuatro días sin que apareciera por casa. Estaba claro que no
sentía absolutamente nada por ella y todo lo que habían compartido para él
no tenía importancia. Se había entregado a él. ¡No lo había hecho con nadie
más! Y la trataba así. Se escuchó un trueno en el exterior, pero ella no se dio
ni cuenta apretando los dientes con rabia. Había dudado de él, sí, pero si lo
había hecho fue por su comportamiento. Él fue el primero en dudar. Hizo
una mueca porque algo de lo que había dicho era cierto. ¡Era evidente que
tenía instinto, eso era de buen jarl, pero sacó sus conclusiones de la nada!
¡De la nada no, de un tatuaje! ¡Dudó de ella cuando había recorrido media
Escandinavia para encontrarse con él! Sería desagradecido. Desagradecido
y desconfiado. No era una buena combinación para ser jarl. Pero él no
quería ser jarl. Se iba a ir. Aunque asumiría su cargo si llegara algún día, él
no lucharía por ese privilegio como ya había demostrado. Pero Eirikr… Ese
hombre necesitaba una lección. No se encargaba de sus tareas a no ser que
le supusieran riquezas o se mancillara su honor y ser jarl era mucho más.
Debía proteger a todos sus súbditos y como había demostrado le importaban
mucho más los guerreros que los aldeanos. Necesitaba una lección. Sí,
¿pero cuál? Su padre y su hermano se encargaban de sus
responsabilidades… Responsabilidades, ahora ella misma tenía muchas. Era
una responsabilidad enorme ser una norna, decidir el futuro de los que le
rodeaban. Decidir si morían o debían seguir viviendo. No sabía por qué
Odín la había bendecido con esa responsabilidad. Pensó en Jerk, ¿sería
capaz de decidir su muerte? No, Odín no podía ser tan injusto. Sería una
decisión que tomaría el dios de dioses cuando llegara el momento. La
asustaba un poco todo lo que estaba ocurriendo. Mejor dicho, la asustaba
muchísimo. Esperaba estar tomando las decisiones adecuadas.

Al sexto día empezó a preocuparse de veras porque Jerk no regresaba. Si lo


hubiera hecho, Syn la habría avisado. Así que después de la comida que le
llevaron a la habitación, decidió levantarse. Cuando Syn entró en la
habitación sin llamar, la vio sentada en la cama desnuda mirando el suelo
donde estaban las vendas que ella le había puesto. —Le ha ocurrido algo —
susurró.
Apretándose las manos se acercó. —¿Piensas que es así? Los suyos
no están preocupados. Creen…
Levantó la vista hasta sus ojos. —¿Creen?
—Hay una mujer con la que ha compartido lecho en la casa de los
Holvensen. Creen que se está divirtiendo.
Entrecerró los ojos. —¿No me digas? —siseó.
—Ya no tiene una relación contigo y…
—¿No la tiene? —preguntó furiosa levantándose.
—Cálmate, llevan tres días cayendo truenos y la gente ya empieza a
asustarse.
Pasmada preguntó —¿De veras?
—Debes calmar los ánimos. Empiezan a pensar que Odín está
enfadado con ellos.
Gruñó. —Necesito ropa.
La anciana fue hasta un baúl y para su sorpresa sacó unos
pantalones entallados y un chaleco de cuero con correas a ambos lados. Se
le cortó el aliento porque así vestiría una valkiria. —No merezco ese honor.
—Sé que dentro de ti hay una guerrera. Debes dejarla salir como has
dejado salir a la norna.
—No estamos seguras de…
—Sé que Skuld te ha bendecido, sé que eres como ella y tú también
lo sabes. —Dio un paso hacia ella. —Lo demostraste el otro día frente a los
guerreros. No sé por qué lo reprimiste cuando Eirikr quiso darte una
lección, pero sé que está ahí dentro. Déjala salir, Jorunn, puede que la
necesites.
Miró las ropas y cogió el chaleco. —¿Lo has hecho tú?
—La niña tiene unas manos… Estos días le he dejado el encargo y
lo ha cumplido a la perfección. Será una gran sanadora. La mejor que han
conocido estas tierras de norte a sur, pero para eso queda mucho tiempo.
¿Te gustan? Las metió en el baúl mientras dormías avergonzada por
habértelas hecho. Es muy tímida. Desea mucho que te gusten.
—Dale las gracias de mi parte.
—Lo ha hecho con gusto.
Mirando las correas que había puesto en el pantalón para sus armas
susurró —Sabe quién soy, ¿no es cierto?
—Tiene sueños. Te ha visto sobre un caballo blanco con estos
ropajes y la espada en la mano. Dice que te enfrentarás a la muerte.
Se estremeció sabiendo que tenía razón y se llevó la mano al cuello.
Syn asintió. —Solo pueden matarte cortándote la cabeza. Ese es tu destino a
no ser que mueras de vieja y Odín decida llevarte con él. Puedes tejer el
destino de los hombres, pero no el tuyo. Así que cuida tu cuello y salva a
Jerk.
Asintió empezando a vestirse. Cuando se puso las botas que Syn le
ofreció, se sintió poderosa y se enderezó dejando caer a su espalda su larga
melena negra. —Ha llegado la hora de mostrarte al mundo —dijo Syn
orgullosa antes de inclinar la cabeza en señal de respeto—. Mi norna.
Se acercó y la abrazó sorprendiéndola. —Gracias por tu apoyo.
—Ha sido un honor. —Emocionada se apartó para mirar su bello
rostro. —Odín me ha bendecido con una misión que es un auténtico honor.
Verte nacer como norna ha sido lo más increíble que me ha ocurrido en la
vida y ya puedo morir en paz.
—Aún te quedan algunos años con buena salud.
La miró sorprendida. —Si soy viejísima.
Se echó a reír. —He dicho.
Syn sonrió. —Como digáis.
Miró hacia la puerta y respiró hondo. —Vamos allá.
Capítulo 7

Salió al salón donde varios guerreros estaban vagueando en la mesa del jarl
bebiendo hidromiel y riendo. Eso la enfureció y al ver que Eirikr estaba en
su sitio de espaldas a ella se acercó para agarrarle del cabello antes de poner
un puñal en la mejilla. —¿Qué estás haciendo, Eirikr? —dijo con voz
heladora provocando que todos se callaran.
—¿Qué? —preguntó confundido.
—Mi señora. —El jarl entró en el salón suplicándole con la mirada.
—Por favor no le matéis.
Le tiró al suelo dejándolos a todos con la boca abierta y se volvió
hacia el jarl. —¡No has hecho nada! ¡No eres capaz de impartir disciplina
con tu hijo!
—Lo siento, yo…
—¿Pero qué pasa aquí? —Eirikr se levantó furioso mirándola de
arriba abajo antes de que la sorpresa se reflejara en su rostro. —Eres una
mujer…
—¡Tu hermano se dio cuenta de inmediato! ¡Eso demuestra lo
estúpido que eres!
—Que soy… —Gruñó dando un paso al frente, pero de repente se
detuvo en seco mirando su brazo antes de levantar sus ojos hasta su sien
donde no había cicatriz alguna y perdió todo el color de la cara. —Eres una
bruja.
Dio un paso hacia él. —Soy mucho más que eso. —Todos dieron un
paso atrás asustados. —Soy quien decidirá tu destino.
—¡Pues mátame de una vez!
El puñetazo que le metió le tiró contra la pared. —Nada, que no
aprende. —Exasperada miró a su padre que gimió pasándose la mano por
los ojos.
—Mi amor, ¿estás bien? —preguntó su esposa desde el otro extremo
de la habitación.
Impresionada se giró hacia ella. —¿Eso es todo lo que vas a hacer
para defender a tu hombre?
—Sí —dijo como si fuera lo más obvio del mundo.
Puso los ojos en blanco antes de volverse hacia Hallad. —Voy a
buscar a tu hijo. Está en problemas.
Eirikr se levantó de golpe medio mareado y todo. —¿Problemas?
—Reúne a tus hombres, me acompañarán.
—Pero su destino… —Hallad estaba confundido. —Si tú dices que
vive…
—No sé cómo funciona esto, ¿de acuerdo? —Señaló a uno. —¡Sé
que puedo decir que este tiene que morir y morirá, pero no puedo controlar
el destino de todos! —El hombre que había señalado cayó redondo al suelo
y preocupada se acercó. —¿Está muerto? —Se miró el dedo. —¿Así sin
más?
Él que estaba a su lado temblando dijo —Creo que se ha
desmayado. Le oigo respirar.
—¡Guerreros! ¡No me preocupéis más! ¡Ya estoy bastante
preocupada por mi hombre!
—¿Su hombre? —Eirikr no salía de su asombro.
—¡Sí, mi hombre! —Dio un paso hacia él. —¿Ocurre algo?
—No, claro que no. —Miró a su padre. —¿Qué está pasando aquí?
Hallad susurró —Es una norna —dijo haciéndole palidecer—. Y no
una norna cualquiera, tiene los poderes de Skuld.
—Eso dicen —dijo ella sin darle importancia—. Yo todavía tengo
que averiguarlo.
El jarl de repente sonrió. —Y me ha alargado la vida.
—Entonces podrías salvar a mi hermano si estuviera en peligro,
¿no?
Syn carraspeó y todos la miraron. —Creo que solo puede salvar a
quien tiene delante.
—Pero a mí me ha dicho que viviré algunos años más —dijo el jarl
sin entenderlo.
—Y lo harás y sé que no es necesario que esté siempre contigo para
que eso se cumpla —dijo segura—. De lo que no estoy tan segura es de
cuantos años vivirás. Ni de como mueres… —Nadie entendía nada y ella
menos. —¡No lo sé todo! ¡No puedo cambiar el destino que Odín ya tiene
marcado! —Se le cortó el aliento. —No puedo cambiar el destino que Odín
ya ha predestinado para algunos hombres… —Empezó a pasear de un lado
a otro. —Fui enviada aquí para cambiar vuestro destino… El jarl ya no se
muere, así que no necesita sustituto de momento. Sus hijos… —Miró a
Eirikr que la observaba entre la incredulidad y la desconfianza. —Debía
ayudar al hombre que ganara mi corazón a gobernar a los suyos. Ese es mi
destino y estoy segura de que debe ser así. Pero, ¿y si no hablaba de
vosotros?
—¿Hablaba quién? —preguntó Eirikr.
—Shusss no la interrumpas —dijo Syn—. Continúa niña.
—¡Tu hermana me dijo que dos hombres pelearían por dirigir un
pueblo! Pero, ¿y si no hablaba de los gemelos y si se refería a que tendrían
que defender sus tierras? Y yo debo ayudar a Jerk a vencer. Esa es mi
misión, esa es la misión que me ha encomendado Odín. Ayudar al hombre
que llegue a mi corazón.
—¿Me estás diciendo que nos enfrentamos a una guerra con otro
pueblo? —dijo Eirikr muy tenso.
Le miró a los ojos, los ojos de Jerk y sintió su dolor. —Tu hermano
está en peligro, debemos rescatarle.
—Si tenemos a Odín de nuestra parte venceremos —dijo el jarl.
—Los dioses juegan con nosotros —dijo Syn—. Siento que no
intervendrán porque la han enviado a ella.
—¿Y no es suficiente?
—Aunque puede curarse sola es tan mortal como tú, jarl. Si la
matan a ella…
—¡No entiendo nada! —gritó Eirikr—. ¡Si es capaz de decidir quien
vive o quien muere en batalla, puede ordenar que mueran todos nuestros
enemigos cayendo bajo nuestra espada!
—En eso mi hijo tiene razón.
Todos se quedaron en silencio observándola y era lógico porque ni
sabía por qué había recibido ese don y hasta donde llegaba. —Nadie me ha
dicho hasta donde tejer el destino de los hombres. Supongo que tendré que
aprenderlo. Puede que Skuld me vaya guiando. ¡No lo sé! —Por la mirada
de Eirikr se tensó. —Lo que sí sé es que si quiero que te traspase un rayo de
parte a parte solo tengo que ordenarlo.
Él carraspeó. —De acuerdo, pues vayamos a buscar a mi hermano.
Pero como no le pase nada, ya hablaremos tú y yo de toda esta burla.
Entonces la niña con el largo cabello rubio entró en el salón y la
miró a los ojos. Sus cabellos empezaron a volar a su alrededor, pero Jorunn
ni se dio cuenta mirando sus ojos azules. —Eres muy impaciente, Jorunn —
dijo con voz de mujer—. Quieres saberlo todo cuando aún no se ha tejido.
Supo de inmediato a quien pertenecía esa voz. —¿Madre?
La niña sonrió. —Mi hija, mi orgullo.
Se le cortó el aliento. —Eres Skuld.
—Tuve que irme muy pronto, no sabes lo que te he echado de
menos, pero al menos tu padre ya está conmigo. Como mortal fui dichosa y
te concebí a ti. Un regalo de Odín y de su esposa del que estoy muy
orgullosa. Pero no todo es lo que parece. No tienes todos los dones que me
ha dado Odín. No puedes influir en tu propio destino y cuando tu hombre te
entregue su corazón formará parte de ti, así que tampoco podrás hilar su
destino, lo hará Odín por vosotros. Tampoco podrás tejer el futuro de tus
enemigos porque nuestro dios considera que eso les dejaría en desventaja.
Si tienes que matarlos deberá ser de tu mano. Pero Frigg intercedió por ti y
dijo que no eras totalmente humana, que debían darte un privilegio que
debía elegir yo, así que podrás tejer el destino de los que afectarán a tu día a
día, ese fue mi regalo cuando partí porque sé qué harás dichosa a mucha
gente. Siempre has tenido un gran corazón. Recuerda que eres humana pero
también tienes algo de norna y la fuerza de una valquiria. Sé que sabrás
arreglártelas y siempre, siempre sigue tu instinto. Cuida tu cuello como muy
bien te han aconsejado.
Con los ojos llenos de lágrimas susurró —Le reclamaste, ¿verdad?
Reclamaste a padre.
—Ya no le necesitabas, debías seguir tu destino y convertirte en la
persona que eres ahora. Estabas muy cómoda en aquella casita y nunca
hubieras descubierto todo aquello que llena el alma, nunca hubieras
descubierto el amor ni hubieras necesitado tu poder. Por eso han salido
ahora a la luz, porque los necesitas. —La niña sonrió. —Hija, no dudes que
siempre estarás en nuestros corazones. Y quiero que tengas muy presente
que estaremos aquí esperándote cuando llegue el momento, así que no
temas. Nunca temas. Eres hija de Skuld y estás bendecida desde tu
nacimiento por el mismísimo Odín. Es a ti a quien hay que temer.
—Lo he entendido, madre.
—Me apena mucho, pero ya no volveremos a hablar y espero que
sea en muchos, muchos años dichosos para ti, hija. Cuídate, cuida tus
espaldas, ten este consejo muy presente.
Emocionada susurró —Te quiero, dile a padre…
—Lo sabe y te envía recuerdos. —La niña cayó desmayada al suelo,
pero nadie se movió para intentar ayudarla.
—Sabía que tenía los dones de Skuld —dijo Syn antes de sonreír de
oreja a oreja.
—No todos —dijo Eirikr—. ¡No puede ordenar la muerte de sus
enemigos! —Entonces debió darse cuenta de algo porque sonrió. —Debe
matarlos con sus propias manos.
—No me provoques —dijo ella fríamente—. Recuerda que también
tengo algo de valkiria.
—No eres norna completamente ni humana completamente. —El
jarl no podía estar más impresionado. —Hemos oído a la mismísima Skuld
y es tu madre. Saliste de su vientre. —De repente sonrió de oreja a oreja. —
¡Y mi Jerk es tu hombre! —Tiró de los pantalones hacia arriba de lo más
orgulloso. —Que hijo tengo… Tiene un ojo.
—El ojo lo tuve yo. Y de hombre no me va a quedar mucho como
no nos demos prisa. ¡A los caballos!
Todos salieron corriendo y solo Gisli se agachó a comprobar que la
niña estaba bien. Le gustaba ese hombre, se notaba que tenía corazón. —
¡Eh, tú! —El guerrero miró sobre su hombro. —Tú serás mi segundo.
—¿Tu segundo? —preguntó Eirikr—. ¡Este grupo lo dirigiré yo, que
soy quien tiene experiencia! ¡Hablamos de mi hermano!
Dio un paso hacia él. —Hablamos del que será mi esposo, mi
marido, la persona que está destinada a mí. ¡Y yo soy quien soy, no me
hagas repetirlo! —gritó haciendo que una brisa le diera en la cara a Eirikr
que parpadeó—. ¿Me has entendido?
—Sí.
—Por cierto, mi nombre es Jorunn. —Miró hacia el jarl. —Necesito
una espada y un arco. Mi segundo llevará dos carcajs a la espalda llenos de
flechas.
Gisli asintió. —¿Puedo ir a buscárselas, mi jarl?
—Por supuesto. Y tráele su caballo.
—Debe ser blanco —dijo la niña antes de sonrojarse de timidez.
Jorunn se acercó a ella mientras Gisli salía corriendo y se agachó
ante la niña. —¿Cómo te llamas?
—No tengo nombre, mi señora. Nunca me lo pusieron. Me llaman
niña.
Miró sus ojos. —¿Cómo te gustaría llamarte?
—Skuld.
Sonrió porque lo había visto en sus ojos. —Es un nombre
importante, ¿lo llevarás con honor?
Enderezó la espalda. —Sí, mi señora.
—¿Harás que mi madre se sienta orgullosa?
—Sí, mi señora.
—Pues tuyo es, a partir de ahora tienes mi permiso para llamarte
Skuld. —La niña sonrió ilusionada e iba a decir algo. —No tienes nada que
agradecer, me has dado un regalo que me ha gustado tanto que soy yo quien
está en deuda contigo.
—De todas maneras, gracias.
Acarició su carita antes de levantarse y salir del salón. Skuld la miró
con adoración y corrió hacia las escaleras para verla supervisar a los
hombres que llegaban en ese momento armados hasta los dientes con sus
monturas. —¡Vamos, daos prisa! —Inquieta vio como Eirikr discutía con
Gisli en la puerta del establo. Ese idiota iba a darle problemas. Miró sobre
su hombro al jarl que no había perdido detalle de su dilema.
—Ten paciencia con él, por favor. Siempre ha mandado después de
mí y…
—Antes que tú está Odín y otros muchos. Y después de ti estoy yo
hasta que llegue mi hombre. ¡Qué se vaya acostumbrando! —Se volvió y
gritó —¡Mi caballo!
En ese momento un hermoso caballo blanco cruzó la aldea a galope
deteniéndose ante ella. Se quedó sin aliento por su hermosura y bajó los
escalones para acariciar su lomo. Era el caballo más bonito que había visto
nunca.
—¿De dónde ha salido esta hermosura? —preguntó el jarl antes de
mirar a la niña que soltó una risita.
Sonrió interiormente. —Gracias madre, espero que sea manso. —El
caballo la miró y supo que no la tiraría. Él la enseñaría a montar, así que sin
miedo se agarró a sus crines y subió de un salto antes de volverle por
instinto para mirar a sus hombres.
Gisli se puso a su derecha como segundo al mando y le entregó el
arco y una espada llena de símbolos de protección. Sorprendida miró al jarl
sabiendo que era suya y él sonrió. —Será como si estuviera allí con
vosotros.
—Gracias jarl. —Se puso el arco a la espalda y metió la espada en la
vaina que la pequeña Skuld había diseñado para ella. Eirikr se puso a su
otro lado y a pesar de estar enfadado agachó la mirada admitiendo que ella
estaba al mando. Jorunn susurró —Gracias. —La miró sorprendido, pero
ella se dirigió a sus hombres a los que observó uno por uno. Era evidente
que no temían a la muerte. Eran guerreros y se dejarían la vida si fuera
necesario. —Los que no me conocéis mi nombre es Jorunn, hija de Skuld y
de Ketil y a partir de ahora las órdenes las doy yo. Sois guerreros y servís a
mi jarl Hallad …. ¡Y nos dejaremos la piel y la vida si es necesario para
salvaguardar esta aldea y lo que le pertenece a nuestro jarl! —Los hombres
gritaron elevando sus armas mientras los demás aldeanos se acercaban. —
No sabemos todavía a lo que nos enfrentamos, pero presiento que no va a
ser fácil. Algunos moriréis, pero lo que sí os garantizo es que os recibirán
en el Valhalla por vuestra valentía. —Muchos sonrieron con ilusión. —Juro
por Odín que hasta que no logre mi objetivo no regresaré y me dejaré la piel
para cubriros las espaldas. —Sonrió maliciosa. —¡Aunque la sangre que
más se derramará será la de nuestros enemigos! —Ellos gritaron levantando
sus armas, pero ella no lo celebró lanzándose a galope por donde se había
ido Jerk el día de su partida.
Eirikr se puso a su lado y ella le miró. —¡Guíanos a las tierras de los
Holvensen!
—Estamos a dos días a caballo. Hay que ir hacia el norte.
—¡Te seguimos!
El hermano de Jerk se adelantó y ella miró a Gisli que asintió como
dándole el visto bueno. —¿Te has despedido de tu esposa?
Él asintió. —¿Volveré?
Sonrió porque el poder que le había dado su madre era mucho más
poderoso de lo que los dioses pensaban, pero mejor no decirlo en alto por si
se daban cuenta de su error. —Volverás.
Él sonrió entendiendo lo que quería decir. —Es un honor que me
haces. Gracias Jorunn.
—No me las des, amigo, eso no garantiza que no te hieran, así que
no te relajes.
Asintió antes de mirar hacia atrás. —Algunos habían perdido la fe,
tú se la has devuelto.
Miró hacia sus hombres que cabalgaban sin importarles su destino.
—Odín estará orgulloso.

A la noche del día siguiente se acercaron al límite del bosque que rodeaba la
aldea. No parecía que hubiera nada extraño, no había demasiados hombres
haciendo guardia y solo una fogata iluminaba el centro de la aldea.
—Todo parece normal —susurró Eirikr sin quitarles ojo.
Ella asintió antes de mirar a Gisli. —Te quedas aquí con los
hombres. Rodea la aldea. Quiero arqueros en cuatro puntos apuntando a
cualquiera que pueda amenazar la vida de Eirikr.
Este la miró sorprendido. —Estaré bien.
Se le quedó mirando. En esos dos días a su lado había visto con que
diligencia trataba a sus hombres. Incluso había repartido su comida entre
ellos cuidando que no les faltara de nada y tenía la sensación de que le
había juzgado mal, lo que le hizo sentirse algo culpable. Si le pasara algo,
Jerk y el jarl no se lo perdonarían. No podía permitir que entrara ahí sin
cuidar sus espaldas. Algo le decía que debía protegerle incluso a costa de su
propia vida. —Si han cogido a tu hermano no dudarán en cogerte a ti.
Tenemos que impedir que eso pase.
—Como digas.
—Además, tu hermano no me perdonaría que te pasara nada.
—¿De veras? —preguntó con ironía.
Puso los ojos en blanco. —Que tontos sois. Con lo que os queréis y
cómo os tratáis. Pero ya hablaremos de eso.
Él gruñó poniéndose en pie como ella y caminaron entre la hierba
para hacerse ver.
Uno de los hombres que vigilaban la aldea se puso en guardia. —
¿Quién va?
—¡Soy Eirikr Halfdansen y busco a mi hermano!
Varios hombres se acercaron mientras uno salía corriendo hacia lo
que debía ser la casa del jarl por ser la más grande de la aldea. —¡Eirikr! —
Un hombre salió de la casa y se acercó loco de contento. —Por Odín, qué
sorpresa. —Le abrazó a modo de bienvenida. —Una sorpresa muy
agradable.
Parecían afables y alegres de verles por allí. —Niels, ¿has visto a mi
hermano?
El hombre mirándola de reojo negó con la cabeza. —No, no ha
pasado por aquí.
—Hace días que vino a buscar a vuestra curandera.
Preocupado le miró a los ojos. —¿Tu padre está peor?
—No, ha mejorado mucho, pero eso sucedió después de que se fuera
Jerk. —Miró a su alrededor. —¿Dónde estará?
—No lo sé, amigo. ¿Y esta palomita quién es? —preguntó seductor.
Eirikr le fulminó con la mirada. —Alguien que no tocarás nunca, la
mujer de mi hermano.
—¿Jerk se ha casado? —preguntó sorprendido—. ¿Tu hermano se
ha casado?
—Él no lo sabe todavía porque está enfadado conmigo… —dijo ella
—. Bueno, es lo mismo, mi nombre es Jorunn.
—¿Está enfadado contigo? —preguntaron los dos a la vez como si
eso fuera imposible.
—Hubo un malentendido y… —Se sonrojó porque era cierto que
tenían problemas que solucionar, pero tampoco había que ir prodigándolo
por ahí. —¡A vosotros no os importa!
Niels parpadeó antes de mirar a Eirikr, que chasqueó la lengua. —
Mi cuñada es algo especial.
Jadeó porque lo había dicho como si fuera algo malo y Eirikr
reprimió la risa antes de decir —Así que no le has visto. ¿Alguien ha
encontrado huellas?
—No ha sucedido nada extraño en días.
—Lo dices como si hubiera pasado algo antes.
—Bueno, nos hemos dado cuenta de que han desaparecido algunos
animales por los contornos. Si te digo la verdad era un tema que me
preocupaba bastante, pero hace unos días de repente dejó de pasar. Si
alguien merodeaba por aquí ya se ha ido.
—Por eso tienes vigías.
—Nunca está mal ser precavido.
—¿Cuántos animales?
—Seis vacas y varios conejos en distintos puntos de mis tierras. A
mediodía de aquí, más al sur, mataron un caballo. Sabemos que le mataron
porque se encontraron las huellas de cuatro hombres y un carro.
—¿En cuántos días desaparecieron?
—Siete.
—Es suficiente comida para una buena cantidad de hombres.
Niels asintió. —Si te digo la verdad estaba muy preocupado por los
míos. Armé a mis hombres y me preparé para la batalla, pero nada.
—Es extraño —dijo ella antes de mirar a su cuñado—. ¿Un ejército?
—Lo bastante alejado para que no se encuentren sus huellas. Envían
vigías y hombres a por comida, pero ellos se mantienen alejados.
—Lo que significa que no quieren conflictos, ¿no?
—O que se ocultan con un fin —dijo Niels—. Pasad, estaréis
hambrientos.
—No, debemos encontrar a Jerk —dijo ella.
Eirikr la advirtió con la mirada. —Entremos, debemos descansar.
—Tenemos prisa. —Miró al jarl. —No te ofendas, pero tenemos
prioridades.
—No me ofendo, lo entiendo perfectamente.
Ella levantó una ceja. —¿Ves? —Se volvió caminando hasta el
borde del bosque.
—Es igual que mi hermano, no tiene ningún tacto —dijo entre
dientes antes de mirar a su amigo y que se agarraran del antebrazo
mutuamente en señal de despedida—. Gracias por tu ayuda.
—Si me necesitáis…
—Con ella nos arreglaremos.
—¿Quién es? Me intriga.
—Es una historia muy larga y como ves no tengo tiempo.
—¡Cuñado, me voy sin ti! —Su caballo blanco apareció al borde del
bosque y se subió de un salto dejando al jarl con la boca abierta.
Eirikr gruñó alejándose. —¡Los hombres deben descansar!
—¿Acaso descansa mi hombre? A saber quién le tiene. ¡Debemos
encontrarle!
Se volvió entrando en el bosque y Gisli la interceptó.
—No le han visto.
—Me lo imaginaba. El jarl es un hombre sin malas intenciones. Le
gusta la paz y lucha por evitar los conflictos.
Ella le explicó lo que les había dicho y Gisli entrecerró los ojos
pensando en ello. —¿Le habrán cogido?
—¿Les descubriría?
—Puede. Si les encontró cazando, puede que intentara dar la voz de
alarma. Puede que le atraparan o que esté herido.
Se le puso un nudo en la garganta. —Tenemos que encontrarle.
—No hemos dado ni con un solo rastro suyo.
Su hermano se subió a su caballo. —A Jerk no le atraparían, debe
estar herido. Regresemos, puede que algo nos alerte.
—¿Regresar? —preguntó incrédula—. ¡Miremos por los
alrededores, venía hacia aquí!
—¡Si algo hace peligrar nuestras tierras iría hacia allí para avisar!
¡Y les hemos dejado solos!
No, algo le decía que no había regresado a casa. ¿Y si no le
encontraba? ¿Y si estaba muerto, tirado en cualquier sitio? Asustada por esa
posibilidad miró a los ojos a su hermano.
—No está muerto. Tu madre dijo que formaba parte de ti, sabrías
que ya no está con nosotros. Además, Skuld te lo habría dicho.
Eso era cierto y el alivio que recorrió su cuerpo la hizo brillar
haciendo que los hombres sonrieran. Jorunn pensó en ello. —No ha
regresado. Y yendo hacia nuestras tierras, a medio día de aquí mataron un
caballo. Cuatro hombres y un carro, el grupo no debía estar demasiado
lejos.
—Van hacia el sur —dijo Eirikr muy tenso.
—Exacto y se encontraron con él. —Azuzó su caballo y todos la
siguieron.

Estaba amaneciendo cuando llegaron a un río. Bajaron de los caballos para


dejarles descansar y Jorunn se arrodilló en la húmeda tierra para beber.
Metió las manos en el agua y se las llevó a la boca. Estaba sedienta y metió
las manos de nuevo en el agua. Fue cuando vio la daga entre la hierba al
otro lado del río. Se levantó lentamente y sintiendo que se le aceleraba el
corazón se metió en el agua y lo cruzó a toda prisa llamando la atención de
sus hombres. Cogió la daga y se volvió hacia Eirikr que se tensó al ver la
piedra verde en su empuñadura y la hoja manchada de sangre. Metió la
mano en su bota y sacó la suya exactamente igual, pero con una piedra roja.
—Nos la regaló padre.
—¡Buscadle!
Los hombres se separaron en distintas direcciones y Jorunn salió del
río mirando hacia abajo donde había varias gotas de sangre seca. Arrodilló
una pierna siguiendo la dirección de la sangre y miró hacia el bosque. Eirikr
se puso a su lado. —Si hirió a alguien, ¿dónde está el cuerpo? ¿Y la sangre?
Esta es poca si ha habido lucha.
Miró hacia el río y se agachó para estirar la mano hacia una roca
donde había pelo de conejo. —Estaba matando una pieza cuando escuchó
algo que le hizo huir. La sangre es del conejo.
—¿Se llevó el conejo y dejó su daga? —preguntó incrédulo.
Se puso en pie. —Estoy destripando la pieza y me agacho para lavar
mis manos dejando el puñal, cuando escucho algo que me llama la atención.
Me acerco y cuando veo lo que es, sabiéndome solo y sin posibilidades de
lucha… No quiero perder la vida, ¿qué hago?
—Regreso al río para recoger el conejo antes de que me sorprendan.
—Exacto. Regresó por el conejo, pero el puñal había caído al río.
No le dio tiempo a buscarlo y tuvo que irse. Sigamos la sangre. Caminaron
hacia el bosque y Gisli sacó su espada adentrándose con ellos. Apenas a
unos metros, cerca de un tronco, vieron el cadáver del conejo devorado por
los animales. —Lo soltó aquí —dijo ella mirando los restos.
—¿Y su caballo? ¿Por qué no se subió a su caballo?
—¿Quién dice que no se haya subido a él y soltó el conejo aquí?
—Pero no regresó a casa.
—Le oyeron y fueron en su busca.
Eirikr apretó los labios.
—¡Mi señora!
Se volvió para ver como uno de los hombres corría hacia ella desde
el sur. —Hay restos de una fogata. Allí hubo un campamento —dijo
señalándolo con la mano.
Corrió hacia allí con los demás para ver el enorme claro lleno de
restos de lo que había sido el asentamiento. La hierba machacada ocupaba
casi todo el perímetro—. Por Odín, son decenas —susurró Jorunn
caminando entre los restos.
Eirikr se levantó con algo en la mano, un pedazo de madera con
unos símbolos.
—¿Qué es eso?
—Son eslavos del este. Tuvimos conflictos con unos hace dos
veranos.
—¿Conflictos?
—Se aliaron con algunos Varegos para ir hacia las tierras del norte a
través de los ríos. Muy al norte. Buscaban sus riquezas y consiguieron
muchas. Regresaron cargados de oro y cuando atracamos en Heirst después
de nuestra incursión, estaban allí para comprar algunos barcos porque
pensaban regresar. Un tal Bogdan se mostraba como el jefe. Estaban
arrasando la ciudad y Jerk dijo que nos fuéramos, teníamos el barco lleno
de oro y no suficientes hombres para enfrentarnos a ellos, pero yo ordené
que los hombres se divirtieran esa noche. No hubo más que peleas entre los
nuestros y los suyos. Mi hermano y yo discutimos. Jerk salió de la posada,
pero varios de los hombres de Bogdan le esperaban. Cuando entró de nuevo
estaba lleno de sangre y tenía la espada en la mano. Se acercó a Bogdan y
reclamó su medallón. Le gritó que encontrara al hombre que se lo había
robado. —Se le cortó el aliento bajando la vista hasta el que él llevaba en el
pecho. —Sí, es como este. Mi padre nos los regaló con las dagas, el mismo
día.
—Continúa.
—Bogdan se rio de él. Y entonces apareció una mujer que le dijo
algo a Bogdan en un idioma que no entendimos antes de sentarse a su lado
y este rio. Jerk pensó, como pensamos todos que se burlaban de él. Estaba a
punto de perder la paciencia y tuve que sacarle de allí mientras esa mujer se
reía diciendo que se volverían a ver. Cuando salimos vimos los cuerpos de
los hombres que Jerk había matado. Entonces uno de los hombres de
Bogdan nos siguió, seguramente para asegurarse de que nos íbamos y fue
cuando vio uno de los cuerpos que hasta ese momento no les habían
importado y se puso a gritar que Jerk había matado al hermano de Bogdan.
Se desató una batalla. Aunque nos vimos rodeados tuvimos suerte de que la
mitad de sus hombres estuvieran borrachos. Suponíamos que nos seguirían
hasta el barco, pero perdieron a muchos de los suyos esa noche y la mujer
ordenó que se detuvieran. Nos dejaron ir y creímos que el peligro había
pasado ya, pero han vuelto para vengarse. Debemos regresar de inmediato.
—¿Regresar? ¡No!
—¡Debo pensar en mi pueblo! ¡Nos necesitan!
—Tu hermano también.
—¡Si nos atacan en este momento perecerán todos! —Se volvió
furioso y gritó —¡A los caballos!
—¡Tu hermano te necesita!
—¡También los míos, debo cumplir con mi deber es lo que él
hubiera querido! —Se volvió y gritó —¡A los caballos!
Sintió una decepción enorme por su decisión. Se sintió traicionada.
—¡No pienso abandonarle! ¡Tenemos que rescatarle!
—¡Haz lo que quieras, mis hombres y yo regresamos!
Apretó los labios. —Maldita rata.
Eirikr se detuvo. —¿Qué has dicho?
—¡Él jamás te abandonaría!
—Estás equivocada. Si tuviera que elegir entre mi pueblo y su
hermano, elegiría a mi pueblo, como haría cualquier jarl. Si van hacia allí
estaremos preparados. Son muchos hombres, llegaremos primero que ellos
porque conocemos estas tierras mucho mejor.
—Él nunca te abandonaría.
—Lo iba a hacer en cuanto muriera mi padre. —Se volvió y gritó —
¡A los caballos!
Gisli dijo —Me quedo contigo.
Los hombres estaban indecisos porque era ella la que daba las
órdenes y Eirikr la miró. —La vida de muchos depende de la decisión que
tomes ahora.
Apretó los puños. —¿Hacia dónde se dirigen las huellas, Gisli?
—Hacia el sur.
Asintió. —Llévate a los hombres, yo seguiré las huellas.
—Haz lo que quieras. —Eirikr corrió. —¡A los caballos, rápido!
¡Debemos regresar a casa cuanto antes!
Observaron cómo los hombres salían corriendo del claro. —Sabes
que no han ido hacia allí, ¿no es cierto?
—Temo que ya han conseguido lo que querían. ¿Qué hace un jarl
cuando quiere vengarse y vengar a los suyos?
—Se lo ha llevado para ajusticiarlo ante su pueblo.
—Ha tenido un golpe de suerte y lo ha aprovechado. Sigamos las huellas,
creo que nos van a sorprender.
Capítulo 8

Efectivamente como ella creía las huellas iban hacia el sur durante medio
día más antes de girar hacia las montañas, lo que significaba que los
Halfdansen estaban seguros. Al lado de un arroyo mientras su caballo bebía
Gisli dijo —Se van como decías.
—Ya tienen lo que quería esa bruja. —Juró por lo bajo alargando la
mano y cogió una flecha del carcaj de Gisli para disparar atravesando una
liebre.
—Prepararé el fuego.
Un sonido en la copa de un árbol le llamó la atención y vio un
cuervo. Se tensó sabiendo que Odín observaba. O puede que fuera su
esposa. Entonces recordó las palabras de Ingla. Dos hombres se
enfrentarían ese invierno por dirigir un pueblo. Ese invierno. Miró el cielo.
Quedaba poco para el invierno, apenas en unas semanas empezaría a nevar.
La voz de su madre llegó hasta ella: “Sé que sabrás arreglártelas y siempre,
siempre sigue tu instinto.” —Eso pienso hacer, madre. Eso pienso hacer.
Gisli se acercó con la pieza en la mano y cuando se agachó para
recoger unas ramas ella miró la montaña. La columna de humo la alertó y le
hizo un gesto a Gisli que se incorporó de inmediato mirando hacia donde
ella. —Han acampado. No están lejos. Si salimos ahora llegaremos en
cuanto oscurezca.
—Trae los caballos. No hay que demorarse más.
Gisli corrió hasta el arroyo para coger su caballo y el del Jorunn le
siguió hasta llegar a ella. Se subieron a sus monturas y ella cogiendo las
crines dijo —Si me atrapan, si ves que no tenemos escapatoria, quiero que
vayas a avisar a Eirikr.
—No puedo dejarte.
—¡Harás lo que te diga! ¡Somos dos contra un ejército! ¡Si le dices
donde está Jerk, él podrá encontrarle!
Gisli apartó la mirada. —Lo que digas.
—Amigo, hablo en serio.
—Eres humana, valquiria y norna. Como dijo tu madre deben
temerte. Confía en ti. Yo confío, es hora de que tú lo hagas —dijo antes de
lanzarse a galope.
Sonrió. Era un buen hombre. Si salvaba el cuello debía hablar con
Jerk para recompensarle con un puesto de importancia. Algo se les
ocurriría. —Hizo una mueca. Eso sí su hombre quería escucharla, claro,
porque la última vez que se habían visto estaba algo enfadado. Azuzó su
caballo y entrecerró los ojos. Ya pensaría en eso más tarde.

Escondida tras un seto observaba el campamento que estaba en plena


ebullición, pues todavía estaban montando lo que parecía una tienda de
campaña enorme. Sus ojos fueron a parar a un carro cubierto. Jamás había
visto uno y le llamó la atención. Tras él había dos carros cargados de bultos
y algunos de los hombres estaban sacándolos. Cuando vio una silla de
madera labrada frunció el ceño. ¿Una silla? ¿De veras viajaban por tierras
de vikingos con una silla? Incrédula miró a Gisli en el seto de al lado.
Agachado se pasó a su lado. —Es alguien muy importante. Y muy rico. No
solo tiene guerreros, viaja con sus sirvientes.
—¿Pero qué está pasando aquí?
—Empiezo a pensar que no venían a guerrear.
Volvió la cabeza hacia él. —¿Y a qué venían?
Su segundo señaló un carro muy alto cubierto con una lona. —Ahí
hay algo que no quieren que vea nadie. Y fíjate en aquel carro del que no
descargan nada. Apuesto que ahí hay oro o algo muy valioso. Tiene cadenas
alrededor de la carga y lo custodian cuatro hombres.
—¿Venían a negociar? ¿Querrían más barcos? ¿Y por qué no han
seguido hasta Heirst?
En ese momento uno de los sirvientes abrió la puerta del carro
cerrado y la mujer más hermosa que había visto nunca descendió vestida
como una princesa con una capa bordada con hilos de oro. Separó los labios
de la impresión al ver su trenza en un rubio clarísimo que casi parecía
blanco y entrelazados en sus cabellos llevaba unas piedras que reducían por
la luz del fuego. Caminó regia hacia la gran tienda de campaña y su mano
cargada de anillos le hizo un gesto a uno de los sirvientes, que de inmediato
abrió la enorme cortina que hacía de puerta para dejarla pasar.
Escuchó un gemido a su lado y aún asombrada miró hacia él. —
¿Conoces a esa mujer?
Carraspeó. —Personalmente no, pero…
—¿Pero?
—Eirikr omitió algunos detalles en su historia.
—¿Qué detalles? —preguntó empezando a mosquearse.
—Bueno, pues…
—Habla de una vez —dijo entre dientes.
—Fue antes de conocerte, mi señora.
—Uy, uy…. Que estoy imaginándome que mi hombre tuvo algo con
esa mujer…
—No…
Suspiró del alivio. —¿No? Menos mal porque tendría que
desmembrarla.
—Pero ella quería. De hecho…
Muy tensa siseó —¿De hecho?
—Esa es la mujer que ordenó que se detuviera la lucha. Empiezo a
pensar que ella es la que manda, no el hermano del muerto.
Le fulminó con la mirada. —Cuéntame tu versión de la historia.
—¿Ahora? —preguntó sorprendido.
—Creo que es importante.
—Llegamos a Heirst y bajamos del barco. El ambiente no era como
siempre. Era evidente que los de por allí salían a la calle lo menos posible.
Al no ver a los niños en el puerto y dos eslavos inconscientes tirados en la
plaza obviamente borrachos, supimos que podía haber problemas, pero
Eirikr dijo que no había ningún barco en el puerto así que no serían
demasiados. Así que fuimos hacia la cantina habitual y al aproximarnos
vimos fuera a un montón de hombres bebiendo y riendo. Ahí Jerk se puso
alerta y propuso regresar. No por miedo a esa escoria, sino porque en el
barco solo se habían quedado tres hombres y allí había mucho oro. Por
supuesto Eirikr se negó. Llevábamos mucho tiempo fuera y queríamos
divertirnos. Tu hombre entró allí a regañadientes, te lo aseguro.
Uy, que aquello cada vez tenía peor pinta porque ya le estaba
defendiendo. —Continúa.
—Nada más entrar la vimos. Estaba sentada al lado del que
creíamos que era el jefe y bebía de una copa de oro y piedras preciosas. Los
nuestros, advertidos por Eirikr, no debían entrar en provocaciones, pero los
ojos de los que estábamos allí no dejaban de mirar a la mujer, que como has
visto es realmente hermosa.
—No me lo recuerdes.
—Ella se levantó y recuerdo que Jerk se tensó porque le miraba
directamente a él. Se acercó como si fuera la dueña y le dijo algo a sus
hombres que les hizo reír. Era evidente que se estaban burlando de nosotros.
Llegó hasta Jerk, posó la mano en su hombro y dijo en nuestro idioma que
jamás había visto un hombre como él y los nuestros se echaron a reír. Eso la
animó a sentarse a su lado a pesar de no haber sido invitada y ella le gritó al
posadero que nos invitaran a todos. Este se acercó de inmediato con jarras
de cerveza y ella pasó el brazo por los hombros de Jerk diciéndole algo en
voz baja. Mi amigo sonrió y su hermano parecía molesto por no haber
captado la atención de aquella hermosa mujer. Entonces ella cogió su
medallón y le preguntó que si significaba mucho para él. Jerk dijo que sí,
que era un regalo de su padre.
Que equivocada había estado frente a ese medallón.
—Que para él tenía un valor incalculable. Ella le preguntó que si le
diera su amor se lo regalaría. Las joyas le quedaban mejor a ella y
aumentaban su belleza. Los suyos rieron, pero Jerk dijo que ella no
necesitaba joyas para aumentar su belleza, que así ya era cautivadora. Esa
mujer le miró fijamente y acarició su pecho. Me lo terminarás regalando.
—¿Qué pasó después? —preguntó de lo más interesada.
—No lo sé muy bien porque uno de los nuestros tiró su jarra sobre
mí y me enfadé un poco, pero solo habían pasado unos instantes cuando la
mujer se levantó y no parecía nada contenta. De hecho, miró a los gemelos
furiosa y les llamó perros. Se tensaron y se levantaron, pero ese tal Bogdan
la llamó a su mesa y ella altanera regresó con él mirándonos con inquina.
Eso dio paso a que varios de sus hombres se metieran con nosotros. Cuando
Jerk tuvo que separar a varios, discutió con su hermano para que se fueran
porque no quería enterrar más hombres, pero Eirikr se negó. Jerk vio como
uno de los suyos era llevado al exterior y salió detrás de él. Entonces varios
se tiraron sobre él para quitarle el medallón y por supuesto se defendió. Es
cierto que entró lleno de sangre y que quien le robó, huyó con el botín.
También es cierto que fue hacia ella y se lo reclamó. Entonces alguien se
dio cuenta que uno de los muertos era el hermano de Bogdan y ese perro se
puso como loco. Se tiró sobre Jerk y nos lanzamos a la lucha. Bogdan salió
herido y muchos de los suyos murieron. Jerk estuvo magnífico y antes de
irnos vi como la mujer le miraba como fascinada sin importarle lo que
ocurría a su alrededor. —Miró hacia la tienda de campaña. —Esa mujer.
—¿Me estás diciendo que esa mujer iba hacia las tierras de Hallad
para robarme a mi hombre?
—Ese carro me indica que pensaba comprarle. Mira a tu alrededor.
Es poderosa, quiere a Jerk como quiso el medallón y lo consiguió. No se
detendrá. —La miró a los ojos. —Si ha llegado hasta aquí es que no se
detendrá ante nada. Por eso ha traído un ejército.
Respiró hondo mirando aquella tienda de campaña. —Esto no me lo
esperaba. —Miró hacia el carro cubierto. —Hay que averiguar si Jerk está
ahí.
Entonces un hombre gritó y volvieron la cabeza hacia el carro
cerrado del que había salido la mujer. Al ver el rostro de Jerk su corazón dio
un vuelco de la alegría. Le agarraron del brazo para sacarle y pudo ver que
tenía las manos atadas. Cuando aquel soldado le obligó a bajar, recibió un
golpe de sus puños sobre la cabeza y fue con tal fuerza que le incrustó el
casco tapándole hasta los ojos. El hombre gritó del horror y Jerk sonrió
divertido haciéndola sonreír. —Está bien.
Gisli rio por lo bajo. —Esa mujer no sabe con quién trata. Puede que
convenciera a Eirikr, ¿pero a Jerk?
Miró de nuevo aquel carro. —Pudo haberla matado. Un par de
golpes y la hubiera destrozado.
—Está rodeado de enemigos con las manos atadas y sin armas. Es
valiente, pero no está loco.
—Tenemos que sacarle de ahí. —Dos hombres le apuntaban con sus
espadas obligándole a ir hacia la tienda. Jorunn entrecerró los ojos. —Esa
zorra… ¿Qué se propone llevándole a la tienda?
Gisli carraspeó. —Bueno, ¿cómo le sacamos de ahí?
—¿No creerás que…? —La furia recorrió su rostro. —¡La voy a
destripar! —Se levantó sacando su espada y un rayo recorrió el cielo, pero
Gisli la cogió del brazo tirando de ella hacia abajo. —Déjame, que se va a
enterar de lo que es bueno. Qué pena que Odín no me deje tejer su destino,
porque lo iba a tener muy negro. De hecho, no tiene destino porque morirá
esta noche.
—Mantén la mente fría.
—Lo intento, lo intento… —Miró hacia la tienda donde estaban
metiendo a Jerk casi a empujones. La luz del interior mostró a través de la
tela de la tienda como le soltaban las manos y se las agarraban al techo.
—¡Maldita zorra, te voy a matar! —escucharon que gritaba Jerk.
Un hombre se agachó ante él y recibió un rodillazo que le tiró al
suelo. —Esa puta… —dijo ella con rabia.
—Tenemos que distraerles para entrar ahí y sacarle. Y cuanto antes,
si sigue insultándola así ante sus hombres, puede perder la paciencia y
matarle. —La risa de esa mujer le desmintió y Gisli hizo una mueca. —O
no.
—Una distracción. —Miró a su alrededor y sus ojos volvieron a
posarse el en carro alto cubierto por una lona. De altura tenía tanto como el
que utilizaba la mujer, aunque era mucho más tosco. —¿Por qué cubrirían
un carro así?
—¿Porque es una jaula y no quieren mostrar al reo? En algunos
sitios donde hemos estado he visto como transportan así a los acusados para
que no se les escapen. Por eso pensaba que Jerk estaría ahí.
Entonces un chillido recorrió la noche y asombrada se dijo que no
podía ser. —Halcones. Son halcones.
Gisli se encogió de hombros. —Los utilizarán para cazar. Es buena
manera de transportarlos, una jaula gigante.
—Rápido, tenemos que ir a cazar.
—¿Cazar? —preguntó sorprendido antes de seguirla alejándose del
campamento.
—Necesitamos carne fresca.

Desde el otro lado del campamento tiró la carne pegándola sobre el cabello
del soldado que custodiaba el carro que tenía la cadena y que pensaban que
tenía oro. Gisli tiró el último pedazo de conejo y desde unos metros más
allá silbó. Jorunn sacó una flecha del carcaj que tenía a la espalda y
escondida tras el seto, alargó la mano hasta la cuerda que había en el suelo
al lado de un barril con algunas provisiones. Tiró de la cuerda vigilando al
hombre que tenía apenas a unos metros y que de espaldas a ella estaba
dando órdenes a unos soldados que en la hoguera asaban la carne. Siguió
tirando de la cuerda y vio como uno de los pedazos de carne que ella le
había lanzado se caía al suelo, debía darse prisa. Cuando el otro extremo de
la cuerda llegó a ella la ató rápidamente a la flecha y la colocó en el arco.
Miró a su alrededor por si alguien la veía y caminó entre los setos hasta el
carro cubierto. Dejó el arco en el suelo antes de saltar el seto a toda prisa y
meterse bajo la espesa tela que lo cubría. Pudo ver que como Gisli le había
dicho era una especie de jaula. Era increíble la cantidad de halcones que
había allí durmiendo sobre palos que imitaban a las ramas de un árbol.
Debían ser diez veces los dedos de su mano. Caminó sin hacer ruido hasta
el final del carro y estiró el brazo tirando del cierre. Movió la mano por la
puerta por si había otro cierre arriba o abajo, pero no, ese era el único, así
que a toda prisa regresó bajo la tela para volver tras el seto. Entonces
escuchó la voz de alguien demasiado cerca. Bajo la lona se quedó muy
quieta y escuchó como otro respondía pasando ante ella. Juró para sí sin
apenas respirar, pero siguieron su camino. Era un milagro que no hubieran
visto sus piernas. Gracias Odín. Se agachó a toda prisa y saltó el seto.
Colocó el arco en posición y lanzó la flecha dándole a la lona. Estaban
preparados. Metió los dedos en la boca y silbó con fuerza. Entonces el
graznido de un cuervo tras ella la sobresaltó y volvió la vista hacia el árbol
que tenía a su espalda. No había uno, había cientos y sonrió tirando de la
lona para destapar el carro. Varios hombres gritaron yendo hacia el carro.
Dejó caer el arco para sacar su espada mientras varios de ellos intentaban
recoger la lona para cubrir los halcones que ya estaban inquietos. El grito de
guerra de Gisli sobresaltó a los halcones que frenéticos creyéndose en
peligro, empezaron a volar en la jaula hasta que la puerta se abrió y se
lanzaron sobre los hombres para darles picotazos. Al darse cuenta de que
los cuervos no hacían nada, levantó una ceja porque no se habían movido
de sus ramas. —Ya sé que no quieres dejarles en desventaja, pero somos
nosotros los que estamos en desventaja. —Entonces un trueno recorrió el
cielo y jadeó. —¡Ya voy! —Corrió hacia la tienda rodeando el campamento
hasta llegar a la parte trasera y rajó la tela para hacer una abertura y entrar.
Se quedó de piedra al ver a aquella mujer totalmente desnuda acariciando el
miembro de su hombre, que atado de pies y manos la miraba como si
quisiera desmembrarla.
Exasperada dejó caer la mano. —¡Qué ocurre ahora! —El chillido
de un halcón la hizo gritar —¡Cómo alguno de mis halcones sufra algún
daño, os voy a despellejar vivos!
Se volvió para coger una túnica y se detuvo en seco al verla. Jorunn
levantó una ceja mirándola de arriba abajo, era realmente hermosa. Tenía
unos senos turgentes y cintura de avispa. Sí, tenía un cuerpo que haría
enloquecer a cualquier hombre y que el miembro de su marido estuviera
duro como un garrote, demostraba que no era inmune a sus encantos. Eso la
enfureció aún más si era posible. Sus preciosos ojos verdes refulgieron de
furia y fueron a parar a Jerk que parpadeó como si no se creyera lo que
estaba viendo. —¿Jorunn?
Ella no le hizo caso, sino que miró a la mujer de nuevo y levantó la
espada. —Debes estar muy acostumbrada a tomar cosas que no te
pertenecen, pero te voy a enseñar que lo mío no se toca.
Se echó a reír. —¿Quién es esta mujer?
—Nadie. —Jerk frustrado tiró de las sogas, pero solo consiguió que
sus muñecas sangraran. Cuando una gota de sangre cayó sobre la alfombra
que cubría el suelo, Jorunn gritó con furia saltando sobre la gran cama para
tirarse sobre la mujer que levantó una espada repeliéndola.
—¡Jorunn vete! —gritó él tirando de sus sogas de nuevo.
Una frente a la otra sin dejar de mirarse caminaron en círculo y Jerk
gritó de furia —¡Jorunn, te matará!
—Creo que os vais a llevar una sorpresa. —Sonrió maliciosa e
inclinó la cabeza sin perder de vista a esa mujer. —¿Crees en Odín?
—Púdrete.
Gritó levantando su espada y avanzó sin sentir miedo. La mujer
asustada levantó su arma para contener el ataque, pero Jorunn le dio un
rodillazo en la barriga que la dobló. Jorunn la agarró por su larga cabellera
y golpeó su frente contra una mesa que tenía dos copas de oro y esta se
rompió como si estuviera hecha de palillos. —¿Quieres agasajar a mi
hombre? —Levantó su rostro lleno de sangre. —¡Es mío! ¡Odín me lo ha
dado! —La lanzó contra un poste y esta cayó espatarrada hacia atrás. —No,
no, todavía no vas a desmayarte. —Se acercó y la levantó sin esfuerzo. —
Ya no eres tan bella ni te das tantos aires, ¿no es cierto?
Entonces la manta que hacía de puerta se abrió a un lado y entró una
mujer que al ver a su señora en peligro empezó a gritar horrorizada. —
¡Kalina! ¡Kalina no! —Se volvió y gritó —¡A mí la guardia!
Cuando salió corriendo Jorunn juró por lo bajo soltándola y cortó la
cuerda que sujetaba uno de los brazos de Jerk. —¡Es lo que tenías que haber
hecho desde el principio! —gritó él furioso antes de arrebatarle la espada
para cortar sus otras ligaduras.
Se agachó para coger la espada de esa mujer. —¿Ahora me das
lecciones?
—Esta es la espada de mi padre —dijo sorprendido antes de
fulminarla con la mirada—. ¿Se la has robado?
—¿Ahora tengo que darte explicaciones? —Miró su miembro que
ahora estaba en posición normal. —¡Y ya hablaremos de eso de que te
excites con otras!
Sin perder el tiempo él se agachó para quitar el nudo de las sogas y
agarró sus pantalones. Al ver que estaban intactos Jorunn jadeó. —¿Te los
has quitado tú?
—¡Claro que no!
Entraron dos hombres armados en la tienda y Jorunn dio un giro
sobre sí misma cortándoles en la barriga a los dos que la miraron
sorprendidos antes de caer ante ella. —¡Me tienes muy disgustada!
Jerk miraba a los hombres como si no se pudiera creer lo que estaba
pasando y más aún cuando pasaron otros dos hombres y cortó la cabeza de
uno antes de pegarle al otro una patada en la cara que le hundió la nariz en
el cráneo. —¿Quieres darte prisa?
Él juró por lo bajo poniéndose los pantalones y cuando Jorunn
estaba matando a uno que acababa de entrar, agarró sus botas calzándoselas
a toda prisa. —¡Jorunn atrás!
Un hombre por su espalda intentó cortarle la cabeza, pero se agachó
a tiempo de que Jerk le clavara la espada en el pecho. Jerk agarró su mano y
fue hasta la abertura de la tienda, pero entraron dos hombres quedando
rodeados. Jerk la puso tras él y ambos levantaron sus espadas.
—Matad a esa zorra —dijo Kalina desde el suelo.
Jorunn le dio una patada en la cara que le quitó el sentido y los
hombres gritaron lanzándose a la batalla. Las llamas resplandecieron en el
exterior de la tienda mientras ellos en su interior mataban sin piedad. Clavó
la espada en el costado de un soldado y este cayó al suelo al lado de Kalina.
Con la respiración agitada miró hacia la puerta, pero no entraba nadie más y
se volvió para ayudar a Jerk que en ese momento tiraba la cabeza de uno de
sus enemigos a un lado. Entonces se escuchó el silencio, pero aún frenético
de la lucha se volvió clavando la espada en su pierna haciéndola caer al
suelo. —¡Jorunn!
—¿Me has herido? —preguntó sorprendida antes de mirarse la
pierna. Menudo tajo le había hecho—. ¡Me has herido!
Se agachó a su lado. —¡Lo siento, tenías que estar a mi espalda!
—¡La madre que te parió! —Le agarró de su melena rubia
acercándole a su cara. —¡Duele!
Él gimió. —Preciosa, tienes mucha fuerza.
Exasperada soltó su cabello. —Ya pasa… —Se miró la pierna y esta
empezó a curarse sola para asombro de Jerk. —Ayúdame a levantarme.
—¿Qué?
—¡Ahora no podemos hablar de esto, Jerk!
Reaccionando la cogió poniéndola de pie y en ese momento entró
Gisli con su espada ensangrentada. Sonrió mirando a su alrededor. —Mi
señora, hemos vencido. Los demás han huido.
—No las tengo todas conmigo. —Se agachó y cogió a Kalina de la
melena. —Comprueba si está muerta.
Viendo su cara llena de sangre Gisli levantó una ceja. —Es evidente,
mi señora.
Bufó dejando caer su cuerpo al suelo. —No me ha dado ninguna
satisfacción.
—¿Y los veinte hombres que has matado?
—Tampoco. —Miró a Jerk. —¿Has compartido lecho con ella?
—Eso no es de tu incumbencia.
Jadeó. —¿Cómo que no? ¿Si no es de incumbencia de tu mujer de
quién es?
—¡Tú no eres mi mujer!
Respiró hondo. —Entiendo. Aún estás enfadado por dudar de ti,
pero tú dudaste de mí primero.
Él aún sin salir de su asombro miró su pierna ya totalmente curada.
—Y creo que con razón. —Levantó el arma colocando la punta bajo su
barbilla. —¿Quién eres y que buscas de mí?
Gisli se tensó levantando su espada, pero ella le hizo un gesto con la
mano para que no se moviera. Jorunn tiró su espada al suelo y le miró a los
ojos. —Te lo dije, amor. Soy tuya, porque eres el hombre que llena mi
corazón.
—¡Mientes! ¡Cuando me fui no pensabas eso! ¿Qué buscas de mí?
—gritó furibundo.
—Debo ayudarte a dirigir un pueblo. Tu pueblo. Serás jarl, Odín lo
ha decidido así.
Separó los labios de la impresión. —Hablas en serio.
—Te preguntas quien soy, pero no me crees. Soy Jorunn, hija de
Skuld y Odín me ha entregado a ti.
Observó su rostro durante varios segundos y dijo con rabia —
Dudaste de mí.
Le rogó con la mirada. —Me entregué a ti, mi corazón ya había
hablado. Estaba confusa y sé que te hice daño, pero tú también me dañaste.
Me dejaste sola.
Él apretó los labios. —Es obvio que sabes defenderte.
—Pero tú no sabías hasta donde llegaría tu hermano. Casi me mata.
Tu traición es mucho mayor que la mía. —Señaló a la mujer. —¡Y tu
cuerpo respondió a esa mujer! ¿La tomaste?
—¡No! —gritó en su cara.
De la impresión dio un paso atrás. —Me estás mintiendo. —Él juró
por lo bajo volviéndose antes de gritar de la rabia. —¿Jerk?
Sin volverse negó con la cabeza. —Hace tres noches me dio algo a
beber que me mareó, me tocaba…
—Te drogó —dijo Gisli.
—He tenido sueños y cuando me despertaba estaba atado de nuevo.
Los ojos de Jorunn se llenaron de lágrimas. —¿Y las noches
siguientes?
—¡La segunda noche no quise beber nada! —La miró con rabia. —
¡Así que al día siguiente me dejaron sin beber todo el día! ¿Qué querías que
hiciera? Te puedo asegurar que cuando me trajo a su tienda bebí con gusto.
Una lágrima cayó por su mejilla porque ella no hubiera bebido una
sola gota. Pero esa mujer era hermosa y se sintió halagado. Lo único que le
molestaba es que era Kalina quien le dominaba. Acostumbrado a mandar,
era su orgullo el que estaba dañado. Una mujer le había prendido, le había
retenido y hacía con él lo que le venía en gana. Eso es lo que le dolía. Por
eso su afán de querer soltarse. Si se hubieran conocido en otras
circunstancias, otro gallo cantaría. Pero esa era solo su opinión, para
demostrar lo que se le estaba pasando por la cabeza le arrebató la espada y
gritó de dolor cuando la bajó con ambas manos con intención de atravesar
el pecho de Kalina, pero Jerk se tiró sobre ella cayendo los dos ante Gisli
que no salía de su asombro. —No preciosa, no lo hagas.
—La proteges…
—Es muy influyente, casi una reina y…
Sintiendo que el dolor la traspasaba gritó apartándole y salió
corriendo de la tienda. Gisli apretó los labios. —¿La eliges a ella?
Le fulminó con la mirada. —No sabes de lo que hablas.
—Sí que lo sé. Tienes a una mujer que te ha usado, que se ha reído
de ti y desprecias a la que arriesgando su vida varias veces consigue
liberarte. Desprecias a la mujer que Odín ha elegido para ti.
—¡Te lo repito, no sabes de que hablas!
—¿No lo sé? Pero sí sé algo, la mujer que he acompañado estos
días, que se ha desvivido por encontrarte hasta el punto de no dormir, esa
mujer no hubiera bebido una sola gota si con eso te traicionaba a ti. —Le
miró con desprecio. —Te creía de otra manera, tenía que haberla
convencido para que regresáramos a casa cuando tu hermano decidió
abandonarte. Al parecer he arriesgado la vida por nada.
Pálido dijo —¿Mi hermano decidió abandonarme?
—No sabía que había sido de ti, pero descubrimos las huellas de
este ejército. Ella quería seguiros, pero él decidió que si el ejército iba hacia
el sur debía proteger a los suyos.
—Hizo bien.
—¿Lo hizo? Él está allí y tú aquí. Menos mal que eras lo bastante
importante para Jorunn, ¿no? Sino en unos días hubieras desaparecido para
siempre. ¿O crees que esa no se hubiera cansado de tu fingido rechazo? —
Hizo una mueca. —Igual no, pero eso no lo sabemos.
Jerk apretó los labios viéndole salir y bajó la vista hacia Kalina. Su rostro
lleno de sangre le hizo jurar por lo bajo antes de coger la túnica que estaba
en el suelo.
Capítulo 9

Intentando no llorar corrió por el bosque. Entonces su caballo se puso en su


camino y desesperada por huir de lo que sentía, se subió a él de un salto
para salir a galope. No la amaba, nunca la había amado y después de cómo
había protegido a esa mujer sabía que no la amaría. El dolor era tan
profundo, tan intenso, que gimió doblándose sobre sí misma y gritó
intentando sacarlo de su interior, pero no lo conseguía. La sonrisa de Jerk
acariciando su mejilla después de hacerle el amor era como una puñalada
tras otra en su corazón y sollozó sintiéndose vencida. Entonces recordó las
palabras de él en el establo. —¿Te arrepientes de haber compartido lecho
conmigo? —Por Odín, se arrepentía, se arrepentía muchísimo porque jamás
debía haber entregado su corazón a un hombre que no había hecho nada por
ganárselo. El dolor fue tan terrible que su cuerpo no lo soportó más,
provocando que perdiera el sentido y cayera del caballo.

Gisli la cogió en brazos y la subió a su montura con cuidado antes de enfilar


el camino a casa. Despertó en sus brazos y él miró sus ojos llenos de
lágrimas. —Mi señora deja salir el dolor, puede enquistarse y provocar una
herida mucho mayor. El rencor no es bueno.
Sonrió sin poder evitarlo porque obviamente estaba preocupado. —
¿Y lo dices tú, guerrero? Matarías a cualquiera que te mirara mal.
—El mayor dolor que he tenido en la vida, me lo provocó mi propia
esposa y jamás le haría daño.
Se le cortó el aliento. —¿Qué ocurrió?
—La conocía desde niños, al criarnos en el mismo pueblo es lógico.
Desde siempre nos odiamos. Nos provocábamos siempre que nos veíamos y
mi hermana decía que eso era porque nos atraíamos el uno al otro. Si
practicaba con la espada ella se burlaba de mí, si iba a cazar y llegaba con
dos piezas, ella decía que su hermano mayor había llevado cuatro. —Rio
por lo bajo. —Siempre lo hacía todo mal para ella y por supuesto ella lo
hacía todo mal para mí.
—¿Y qué cambió?
—Crecimos y otros jóvenes se fijaron en ella. —Gruñó. —Y no me
gustó, no me gustó nada.
—Pero vuestras rencillas impedían que te acercaras a ella.
—Así fue. Además, mi Asdis no me lo ponía fácil. Se burlaba de mí
constantemente.
—¿Y qué hiciste?
—La tiré al fiordo.
—¿Qué? —Se echó a reír. —¡Pero Gisli!
—Se burló de mi puntería, pero… Se hizo daño. Me asusté
muchísimo y me tiré al agua para sacarla. Me miró a los ojos y supe que ya
no podría vivir sin ella. Creía que había sentido lo mismo, pero se puso
furiosa porque había empapado su vestido nuevo. Esa misma noche le dijo
al jarl que quería comprometerse y escogió a Ubbe.
—¿Eso fue lo que te dolió?
—Tanto que creí que me volvía loco y más cuando él se levantó tan
contento y le dio un beso en los labios. Podría haberle estrangulado con mis
propias manos. —Miró al frente pensativo. —Me fui de incursión
intentando olvidarla y Ubbe nos acompañó. Estaba loco de contento por su
boda, sería en cuanto regresara. No regresó.
—Tú…
—No —dijo sorprendido—. Le mataron allí esos perros. Pero que le
hubiera elegido a él antes que a mí no podía superarlo. Pasó un año hasta
que un día la vi lavando en el río y me atreví a provocarla de nuevo. Al ver
que sus ojos se llenaban de lágrimas me asusté y le pedí perdón, pero ella se
tiró a mi cuello y llorando me dijo que la perdonara a ella. Desde entonces
estamos juntos y somos muy dichosos.
Entrecerró los ojos. —¿Me estás queriendo decir algo?
—A veces cometemos errores, mi señora. Solo el tiempo pone las
cosas en su sitio. El dolor cesa, puede que ahora sea muy intenso, que te
sientas traicionada, puede que incluso pienses que no te ama como tú a él,
pero el futuro pone las cosas en su sitio. Odín te lo dio a ti y nuestro Dios de
dioses no es tan cruel como para hacer que ames a quien no te amará jamás.
Algún día todo será como tiene que ser.
Pensando en ello asintió mientras las lágrimas corrían por sus
sienes. —¿Sabes lo que me aterroriza?
—No, mi señora.
—Haberme equivocado y haber entregado mi corazón al hombre
que no era. —Asustada miró sus ojos. —¿Crees que me he precipitado al
elegirle a él?
—Creo que el corazón es muy sabio. Como dijo tu madre, sigue tu
instinto y todo irá bien.
Seguir su instinto. Pues su instinto le decía que no tenían futuro. Se
había entregado a otra mujer sabiendo lo que iba a ocurrir y era algo que
sentía que no le perdonaría nunca.

Cuando llegaron al fiordo muchos se acercaron corriendo, el jarl entre ellos


que preocupado miró a su alrededor. —¿No le habéis encontrado?
—Sí que le hemos encontrado —dijo Gisli mirándola de reojo.
—¿Está muerto? —preguntó asustado.
—No, jarl. Cuando le dejamos estaba bien, seguramente vendrá
cuando crea que es el momento.
—¿Pero qué ha pasado?
—Esa mujer le tenía retenido, pero ahora ya es libre.
Jorunn agotada se bajó del caballo y fue hacia la casa del jarl donde
Eirikr estaba en la puerta. Le miró fijamente a los ojos yendo hacia él y
cuando llegó le pegó un puñetazo que le hizo caer en medio del salón. —
Jamás vuelvas a contradecirme —dijo entre dientes—. Nos hubiera venido
muy bien tu ayuda.
Eirikr la miró con rencor y se pasó la mano por la boca mostrando la
sangre. —¿Por qué estás tan enfadada?
Se volvió para ir hacia las habitaciones y gritó —¡Comida y
cerveza! ¡Y un barreño con agua!
Las criadas corrieron a servirla mientras Gisli entraba en la casa
sonriendo de oreja a oreja. —Y que valiente, jarl, tenía que haberla visto.
Puede que sea mitad valkiria, pero se comportó como si toda su sangre se la
hubieran regalado los dioses.
—Cuéntame, cuéntame —dijo interesado invitándole a sentarse en
su mesa. Gisli se sentó y cogió la jarra que una criada le tendía antes de
beber con ansias—. ¿Qué ha ocurrido con mi hijo?
Él se lo contó sin omitir detalles y Eirikr se levantó del suelo
escuchando cada palabra. Al escuchar que le ataban de pies y manos apretó
los puños con rabia, pero al oír lo que esa mujer había hecho miró hacia las
habitaciones. Fue hasta allí y recorrió el pasillo hasta donde una sirvienta
salía con una jarra vacía dejando la puerta abierta. Jorunn totalmente
desnuda se metía en el barreño de agua caliente y se sentaba en él con la
mirada perdida. —¿Queréis que os ayude, mi señora?
—No es necesario, déjame sola —susurró apoyando la nuca en el
barreño y cerrando los ojos.
La sirvienta fue hasta la puerta en silencio y al verle le miró
sorprendida, pero él hizo un gesto para que se fuera, cosa que hizo a toda
prisa. Entró en la habitación y cerró la puerta. La escuchó suspirar y Eirikr
al ver como la parte superior de sus pechos salían a flote mostrando sus
endurecidos pezones, sintió como su sexo se inflamaba. Pero también sintió
como se tensaba, sabía que estaba allí.
—¿Qué vas a hacer ahora?
Suspiró de nuevo. —No lo sé.
—No te precipites.
—¿Temes que le mate en un arranque de ira?
—Temo que ocurra algo irreparable, sí. —Caminó hasta la silla y se
sentó para mirarla de frente.
Jorunn abrió los ojos y le observó atentamente. —¿Qué buscas,
vikingo?
—Respuestas.
—No las sé ni yo. —Cogió un paño y el jabón para frotarlo antes de
pasarlo por su brazo. —Tengo la sensación de que el futuro es incierto.
—Por eso pido que no te precipites. Hay tiempo, padre está sano
gracias a ti. Y será así muchos años.
Se le quedó mirando unos segundos. —Sí que lo será. Al parecer he
cambiado vuestros destinos y este invierno no habrá lucha entre vosotros.
—Según Jerk no la iba a haber. Pensaba irse.
—Entonces mi ayuda no hubiera sido necesaria y lo dudo mucho.
—Yo jamás mataría a mi hermano.
—No puedo entender como amándoos os odiáis.
Él sonrió. —Se nota que no tienes hermanos.
—No, no los tengo.
—A mi hermano yo puedo decirle todo lo que quiera, pero como se
lo diga otro ya puede correr. A él le ocurre lo mismo. Somos uno, nacidos
del mismo vientre, pero cada uno con un carácter.
Eso le recordó la relación de Gisli con su esposa. —Ese
comportamiento es infantil y lo sabes.
—Estuviste aquí la noche de la asamblea y le diste la razón a Jerk
porque ya le habías elegido, pero si lo piensas bien no tienen razón.
—Explícate.
—Mis hombres se juegan la vida en esas incursiones. Seguramente
en la próxima caerán dos o tres. —Ella asintió. —Las riquezas que
conseguimos no son solo para el presente, son para que su familia en caso
de que falte, tenga que llevarse a la boca durante una buena temporada. —
Separó los labios de la impresión y él sonrió. —Veo que vas
comprendiendo. ¿Por qué van a arriesgar la vida si van a conseguir lo
mismo que los que se quedan aquí? Ya muchos me han dicho que en
primavera no embarcarán. ¿Qué haremos entonces, Jorunn? Seremos solo
campesinos.
—Si el jarl ordena…
—El trato es un porcentaje del beneficio para el jarl por usar su
barco. No puede obligarles a ir. Esto no es una guerra.
—A mí me lo ordenó.
Sonrió divertido. —Te estaba dando la oportunidad de cambiar tu
vida.
—¿Me estás diciendo que me he precipitado?
—Sí, es exactamente lo que te estoy diciendo. Y ya que tu palabra se
ha tenido tanto en cuenta y se tendrá aún más en cuenta a partir de ahora, te
aconsejo que pienses dos veces lo que vas a decir.
Jorunn pensando en ello asintió porque puede que tuviera razón. —
¿Algo más?
La miró fijamente antes de decir —No quería matarte, solo darte
una lección.
Sonrió maliciosa. —¿Y qué lección era esa? ¿Voy a romperte unos
huesos a ver si así no vuelves a abrir la boca?
—Algo así —dijo entre dientes—. Debes entender los problemas
que me has ocasionado. ¡Ahora estoy casado! Pero quiero que sepas que si
hubiera sabido…
—¿Que soy una mujer? ¿Hubiera cambiado algo?
Se puso de pie furioso. —¡Hubiera cambiado todo! ¡Yo no golpeo
mujeres!
—Tu mujer se alegrará de saberlo.
Dio un paso hacia ella. —¿Tienes una idea de lo que has provocado?
—Estoy segura de que me lo vas a decir…
—Mujer… —Juró por lo bajo volviéndose. —¡Me haces hervir la
sangre!
Separó los labios de la impresión por como su espalda mostraba
cada uno de sus músculos en tensión antes de volverse y mirarla como si
quisiera pegarle cuatro gritos, lo que provocó que su estómago se encogiera
tomándola por sorpresa, pero él dijo —Ahora ya no se puede hacer nada,
pero te pido que en adelante tomes en consideración lo que te acabo de
decir.
—Lo tendré en cuenta —dijo sin aliento.
Él asintió yendo hacia la puerta. —Eirikr…
La miró sobre su hombro y asustada por lo que estaba sintiendo
susurró —Nunca vuelvas a entrar en mi habitación, lo que tengas que
decirme puedes decírmelo fuera.
Tenso asintió y salió cerrando la puerta suavemente, lo que provocó
un desasosiego que la hizo gemir de dolor llevándose las manos a la cara e
inclinándose hacia adelante. ¿Qué estaba pasando en su interior? Las cosas
no siempre son lo que parecen, dijo la vieja Ingla. El miedo la invadió. No,
no podía ser. Puede que como Eirikr acababa de decir fueran uno y de ahí
su confusión. Su corazón empezó a latir con fuerza y miró hacia la puerta
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. No, no… Odín no podía ser tan
injusto con ella. Te has precipitado y estas son las consecuencias. Las
lágrimas cayeron por sus mejillas y sollozó porque si Eirikr era el hombre
que llenaba su corazón, ahora pertenecía a otra mujer y la culpa era suya.

Salió de la habitación para la cena, engalanada como una princesa con un


vestido de terciopelo granate bordado con hilos de oro, que el jarl había
mandado a hacer para ella al igual que tres más que tenía en su habitación.
Jamás se había sentido más hermosa y cuando entró en el salón varios se
volvieron hacia ella para mirarla con los ojos como platos. El jarl se levantó
de su silla y forzó una sonrisa. —Estás radiante, mi niña. ¿Te encuentras
mejor?
Eirikr sentado de espaldas a ella no se levantó, simplemente la miró
sobre su hombro demostrando ante todos que seguían enfadados. Casi fue
un alivio porque eso significaba que guardaría las distancias. Como el jarl
quiso, la sentó a su izquierda frente a su hijo que la miró fijamente a los
ojos mientras su esposa llenaba su jarra. Sintió un nudo en la garganta y
quiso gritar, pero simuló cogiendo un pedazo de venado y preguntó —
¿Cómo te encuentras, jarl?
—Gracias a ti maravillosamente. Y cada día siento más fuerza. Es
increíble, hacía años que no me sentía tan bien.
—¿De veras? —preguntó Fastby algo decepcionada aunque intentó
disimularlo, lo que a Jorunn la dejó de piedra.
Eirikr se tensó a su lado antes de mirar a su mujer fríamente. —
¿Acaso no te alegras?
Se sonrojó con fuerza. —Oh, sí por supuesto. Que Odín te dé
muchos años saludables, mi jarl.
—Así será gracias a Jorunn —dijo tan contento que ni se dio cuenta
de su tono irónico.
Impresionada miró a Eirikr a los ojos sin poder evitarlo y este apretó
los labios antes de beber de su jarra. —Sí, jarl… —dijo ella antes de mirar a
Fastby con otros ojos—. Vivirás muchos años.
—Por eso voy a buscar esposa como dijiste. Es hora de que no esté
tan solo.
Eirikr le miró como si le hubieran salido cuernos. —¿Qué has
dicho?
Jorunn gimió por lo bajo antes de meterse un buen pedazo de carne
en la boca. Mejor mantenerse callada. —Hijo tienes que entender que soy
joven aún… Las noches de invierno son largas.
—Pero eras tú quien no quería otra mujer, padre. Seguro que… —
Le fulminó con la mirada. —¿Se lo has dicho tú? No será feliz con ella.
—Sí que lo será —dijo con la boca llena—. Como norna está
decidido.
—¿Seguro que seré feliz? Odín no se sentirá ofendido si…
Sonrió con cariño. —No, mi jarl. Además, tu Niska desea que seas
feliz, ha pasado mucho tiempo y no te lo tomará en cuenta.
Hallad sonrió de oreja a oreja. —¿Y quién será, niña?
—Eso debes decidirlo tú, jarl. —Por la cara que ponía Eirikr era
evidente que ya había dicho bastante.
El jarl pasó la mano por la barba mirando a su alrededor y su mirada
se detuvo en una mujer que servía una mesa. —La viuda del herrero
siempre me ha gustado. Esos pechos…
Asombrada miró al jarl, pero en ese momento entró Halvard que
preocupado fue directamente hacia su mesa y eso captó su atención. —
Jorunn…
—¿Qué ocurre, amigo?
—Tu caballo, está muy inquieto. Ya ha golpeado dos veces la pared
con sus patas traseras, temo que se haga daño.
Se levantó de inmediato y corrió hacia la puerta preocupada por él.
Nada más entrar se dio cuenta del problema, no estaba acostumbrado a estar
encerrado y quería salir. Uno de los hombres intentaba calmarle, pero
levantó las patas delanteras enderezándose de manera impresionante. —
Shusss —chistó ella acercándose y alargando la mano. De inmediato se
agachó para dejarse acariciar y le abrazó por el cuello mimándole durante
unos minutos. —¿Qué pasa, amigo? ¿No te gusta tu nuevo hogar? —Le
besó. —En invierno hará frío y no puedes estar fuera. —Se apartó para
mirar sus ojos. —Muy bien, esta noche te quedarás fuera, pero solo esta
noche.
—¿Cómo se llama? ¿Ya le has puesto nombre?
Sorprendida miró sobre su hombro y se sonrojó porque Eirikr estaba
allí observándola. —Todavía no lo he pensado.
—Yo le pondría Elixir.
—¿Elixir?
—Es una delicia verle cabalgar, ¿no crees? Es como un elixir para el
alma. —Se acercó y acarició su morro. Su caballo se dejó encantado y
Eirikr rio por lo bajo. —O Mimoso.
—Me gusta Elixir —susurró.
Eirikr la miró a los ojos y sus dedos se rozaron sobre el morro.
Sintió un estremecimiento que provocó un vuelco en su corazón y
avergonzada apartó la mano a toda prisa antes de decirle a Halvard —Que
duerma fuera esta noche. Déjale libre.
—¿Y si se escapa?
—No se va a escapar. Vamos, Elixir.
El caballo la siguió y los hombres la siguieron para ver como lo
llevaba al prado que había tras la casa del jarl. Le besó en el morro y
regresó para encontrarse a Eirikr observándola pensativo. Sin decir palabra
fue hasta la puerta y le escuchó decir —¿Y si después se arrepiente? Ya será
su esposa.
Se volvió. —Está muy solo, Eirikr.
—Una mala esposa puede amargarte la vida —dijo entre dientes.
Dio un paso hacia él. —Habla claro, no estás contento con la tuya y
temes que a tu padre le pase lo mismo.
—Pues ya que lo dices sí.
Vio como Halvard se alejaba hacia el establo y le miró a los ojos. —
Te ha oído.
—Pues que me oiga. Él se lo buscó.
—No, te lo buscaste tú al yacer con ella.
—¿Como tú al yacer con mi hermano?
Palideció por lo que sintió una puñalada en el corazón. Pero tenía
razón y no podía negarlo. —Exactamente.
—Jorunn…
—Esto no está pasando —dijo asustada dándose la vuelta.
Él la cogió por el brazo volviéndola para pegarla a su pecho. —
Puede que no esté pasando, que sean imaginaciones tuyas, pero no podrás
huir y esconder la cabeza, mujer.
—Suéltame.
—¿Si vuelve le aceptarás?
Asombrada vio que le dolía hacer esa pregunta. —No tienes derecho
a saberlo.
Él apretó los labios. —Sé que no lo tengo, sobre todo porque casi te
mato y no puedo ofrecerte nada al estar atado a una mujer que desprecio,
pero respóndeme para que este dolor que siento en las tripas se vaya, mujer.
¿Sí o no?
Su labio inferior tembló sin saber qué contestar y él sonrió irónico
soltándola. —Entiendo.
—¿Qué me estás haciendo? —Asustada dio un paso atrás. —Todo
esto es un engaño, no puede ser real. ¡Aléjate de mí!
—Con mucho gusto —dijo orgulloso antes de darle la espalda.
Con lágrimas en los ojos vio cómo se alejaba hacia el fiordo y
angustiada por lo que sentía se volvió para encontrarse con Syn. No sabía lo
que había visto y eso la asustó aún más.
—Niña… —Alargó los brazos y Jorunn sollozando se tiró a ellos.
—Los dioses son caprichosos.
—No sé qué está ocurriendo.
—Seguro que lo averiguarás muy pronto. No te precipites… Tómate
tu tiempo. Odín te mostrará el camino correcto.
—Ya he…
—Shusss. No te tortures con eso. Si fue un error compartir su lecho,
Eirikr no te lo tomará en cuenta.
—Jerk no me perdonará mis dudas.
—Dudas más que lógicas teniendo en cuenta su comportamiento.
Fuiste hasta allí, le salvaste y se quedó con ella. Su rechazo te ha dolido
mucho como es normal.
—¿Crees que me siento así por despecho? —Se apartó para mirar
sus ojos.
—No lo sé, niña. Pero no puedes cometer otro error. Otro error sería fatal.
Capítulo 10

A la tarde siguiente estaba sentada ante el fuego del salón y oía hablar al jarl
con algunos de sus hombres, mientras en el patio resonaban las espadas que
indicaban que Eirikr estaba entrenando a sus guerreros. No le había visto
desde la noche anterior y era lo mejor porque esos ojos azules le removían
el alma. Deseaba ver a Jerk para comprobar si todo volvía a su sitio, si las
dudas se disipaban y todo formaba parte de su imaginación, de sus celos por
esa mujer. Un grito en el exterior la alertó y vio como el jarl se levantaba a
toda prisa. Jorunn como él corrió hacia la puerta. Todos miraban hacia el
fiordo donde Jerk llegaba a caballo cargando a la mujer que estaba envuelta
en una piel entre sus brazos. Se le revolvieron las tripas escuchándole gritar
apurado que Syn acudiera de inmediato. Los hombres se la cogieron para
ayudarle y él antes de bajar del caballo gritó que la llevaran a la casa del
jarl. Su hermano y el jarl apartaron a la gente para llegar hasta él. Su padre
le abrazó y Eirikr le palmeó la espalda diciéndole algo que le hizo sonreír.
Entonces miró hacia ella y apretó los labios como si estuviera disgustado.
Intentó encajar el golpe mientras el cuerpo de Kalina pasaba ante ella para
que lo metieran en la casa. Al mirar sus ojos abiertos vio la satisfacción en
ellos como diciéndole que se lo había arrebatado. Y puede que fuera así o
puede que nunca hubiera sido suyo. No lo sabía.
Jerk caminó entre la gente que le dio la bienvenida como si fuera un
héroe, cuando sin ella jamás hubiera pisado esas tierras de nuevo. Maldito
desagradecido. Muy tensa esperó que llegara ante ella. —Jorunn…
—¿Has tenido buen viaje? —preguntó con ironía.
—Si me hubieras esperado, puede que hubiera sido mejor —dijo
molesto antes de mirarla de arriba abajo—. Te veo bien, mujer. Al parecer
has prosperado.
—Hijo, creo que deberías saber que a Jorunn le han pasado muchas
cosas… Gisli me ha dicho que no ha tenido la oportunidad de explicarse y
temo que no lo entiendas.
Miró a su hermano que la observaba a ella muy tenso. —Sí, creo
que merezco una explicación a todo lo ocurrido y yo también debo
explicarme. ¿Entramos? Estoy sediento.
—Entremos, entremos —dijo el jarl a toda prisa.
Padre e hijo entraron y Eirikr mirándola de reojo susurró —
Contente.
—¿Ahora me das consejos? —dijo entre dientes—. No te los he
pedido, así que resérvatelos para ti y para tu dichoso matrimonio. —
Rabiosa entró en el salón y fue hasta la mesa del jarl sentándose al lado de
Jerk que bebía ansioso.
—Hijo, ¿qué ocurrió? ¿Esa mujer se te llevó?
Él asintió apartando la jarra y se pasó el dorso de la mano por los
labios antes de respirar hondo. —Iba camino de las tierras de los Holvensen
cuando me los topé. —Miró a su hermano que se sentaba frente a él. —La
reconocí de inmediato de la taberna. ¿Recuerdas hermano?
—Sí, yo no quise irme y eso propició lo que vino después.
—Está bien que lo reconozcas —dijo ella con burla.
Eirikr la fulminó con la mirada. —Los Halfdansen no huyen.
Tenemos una reputación que mantener.
—El hecho es que regresó a por mí.
El jarl asintió. —Iba cargada de oro, padre. Me lo enseñó. El tesoro
de un rey. Pensaba dártelo como dote.
—Increíble.
—Pero se dio cuenta de que podía salirle gratis y emprendió la
huida, conmigo por supuesto.
—¿Te sientes halagado? —preguntó ella intentando demostrar que
se le estaban retorciendo las tripas.
La miró como si fuera tonta. —Cualquier hombre se sentiría
halagado.
—Sí, ya vi lo halagado que estabas.
—¡Eso fue una reacción normal, la tendría cualquier hombre!
—¿Por qué la has traído aquí, hermano? —preguntó Eirikr yendo al
grano.
—¿No está claro? Su hermano pagará lo que sea por ella.
Ninguno podía disimular su asombro, sobre todo Jorunn. —
¿Quieres pedir un rescate por la mujer que te mantuvo cautivo? ¿Y el oro
que había allí? Confórmate con eso.
—Allí no había nada. Ya no. El carro donde estaba, el que me
enseñó Kalina, no estaba cuando salí de la tienda.
—¿Pero qué disparates dices? —Miró al jarl. —Estaba allí
custodiado por cuatro hombres. Gisli se dio cuenta enseguida de que allí
había algo valiosísimo.
—Pues cuando yo salí ya no estaba.
—Igual algunos hombres huyeron con él —dijo Eirikr.
—Que venga Gisli —ordenó el jarl—. De todas maneras deberías
haberla matado, hijo. No sabemos las fuerzas que tiene ese hermano que
mencionas. Si vienen a atacarnos…
—Precisamente por eso la necesitamos, para negociar.
—Los eslavos no negocian —dijo Eirikr muy tenso—. Estás
poniéndonos en peligro a todos. No sabes si alguno de sus hombres ha
huido, seguramente con ese tesoro que mencionas y en cuanto les alerten de
lo ocurrido, vendrán aquí para vengarse si tan importante es para ellos.
—Sabes que es importante. Un gesto suyo y todos cierran la boca.
Lo has visto.
—También he visto su belleza y su porte. ¿Te ha impresionado,
hermano? En la cantina parecía que sí.
Jerk entrecerró los ojos. —Como nos impresionó a todos. Es digna
de admirar. Lo que pasa es que me eligió a mí y tu orgullo hizo ver que no
era así.
—No, hermano. A mí no me impresionó en absoluto, me
impresionan otras cosas. —La miró a ella apenas una décima de segundo,
pero Jorunn se sonrojó de gusto sin poder evitarlo antes de que Eirikr se
dirigiera a su jarl. —No estoy de acuerdo con pedir un rescate. Matémosla
por tomar lo que no era suyo y tirémosla en las aguas profundas del fiordo.
—¡No! —ordenó Jerk muy tenso—. ¿Estás loco? Cuando lleguen,
que llegarán, ¿con qué negociaremos?
—¿Crees que después de entregársela por ese oro del que hablas no
nos matarán? ¡No seas estúpido!
—¡Basta! —gritó el jarl—. Pensaré en ello cuando oiga todas las
versiones.
Entonces Jerk le miró sorprendido—Padre… Estás… Estás…
—Estoy curado, hijo. Gracias a tu mujer —dijo loco de contento—.
Ella me ha vaticinado muchos años por delante y voy a casarme.
—¿Qué? —Miró hacia ella asombrado. —¿Qué has hecho?
—Poquita cosa. ¿Recuerdas que en la tienda de campaña te dije que
era hija de Skuld?
—Hablabas por el tatuaje, por su influencia en ti, ¿no es cierto?
—No, hermano. No das ni una.
—Soy norna, valkiria y humana. Tengo algo de las tres.
—¿Pero estáis todos locos? —preguntó levantándose antes de
mirarla pasmado—. Por eso te curaste.
—Lo viste tú mismo, ¿por qué esa cara de asombro?
—¡Creía que estaba drogado!
—Oh… —Entonces entendió y se levantó lentamente. —¿Esa noche
también habías bebido?
—Mujer…
—¡Pensabas tomarla de nuevo!
—¡Te aseguro que cuando se bebe eso no se piensa mucho!
—¡Vamos reconócelo, la hubieras tomado aquella noche en la
taberna! ¿Qué ocurrió para que la echaras de tu mesa?
Se hizo el silencio y los gemelos se miraron. —Me voy a enterar. —
Sonrió maliciosa. —Se lo preguntaré a ella. Mientras la deje viva…
Eirikr apretó los labios. —Hermano, tiene derecho a saberlo.
—¡Cállate!
—¡Ha arriesgado la vida por ti, lo menos que puedes hacer es ser
sincero!
—¡He dicho que te calles!
—¿Qué ocurrió? —gritó el jarl dando por zanjada la discusión. Miró
a Jerk—. ¿Hijo? Estoy esperando.
—Me ofreció… —Apretó los puños mirando a su hermano. —Ser
su esposo. Ella gobernaría y yo estaría a su lado.
A Jorunn se le cortó el aliento. —Y tu orgullo te hizo despreciarla,
¿no es cierto?
—Estoy harto de ser siempre el que está por detrás —dijo con
desprecio—. Prefiero no gobernar, no mandar sobre nadie, antes que vivir
toda mi vida bajo su sombra. —Furioso fue hasta la puerta y la cerró de un
portazo dejando el silencio tras él.
—Por Odín, ¿qué le he hecho a mi hijo? A mis hijos…
—Padre no es culpa tuya.
—No le defiendas, no le haces ningún favor. Creó una rivalidad
entre vosotros que os ha pasado factura media vida. Y ya es hora de que
termine de una maldita vez. —Miró al jarl. —Te aconsejo que digas a los
tuyos que ya no hay heredero. Que cuando llegue el momento ocupará tu
puesto quien más lo merezca.
—Entonces estaré despreciando a Eirikr —dijo espantado—. No
pienso hacer eso. Puede que tenga defectos, pero será mi sucesor.
Miró a Eirikr a los ojos. —¿Crees que eso es justo?
—Sí —dijo rotundamente—. Me he preparado toda la vida para ese
lugar. ¿O sigues pensando que es mejor que yo? —La retó con la mirada. —
¿Que tiene más honor que yo?
—No fuiste justo conmigo y lo sabes.
—¿No lo fui? Como hombre fuiste descarado y tu lengua era
demasiado larga. Otro te la hubiera cortado sin dudar.
—¡Casi me matas!
—Claro, yo soy el villano. Pero es que yo no sabía algo crucial, ¿no
es cierto? Yo no sabía que eras mujer. Pero él sí que lo sabía y conociendo
de sobra mis planes de darte una lección como los conocían todos, se fue
dejándote a tu suerte. Yo al menos protejo lo que es mío.
Pálida escuchó —¿Insinúas que yo no lo hago, hermano?
Eirikr se volvió para verle en la puerta y sin ningún temor se
levantó. —¿Acaso no te fuiste? Y lo hiciste aun sabiendo que la enfermedad
de padre no tenía solución. ¡Huiste!
—¿Pregúntale a ella por qué lo hice?
Sorprendido la miró y muy tensa se levantó lentamente para mirar a
Jerk a los ojos. —¿Tan grave fue mi falta? Dudé por tus acciones y tú lo
hiciste antes por las mías, pero es lógico, ¿no? Apenas nos conocíamos.
—Confié en ti —dijo furioso.
—Y no me lo perdonas, eso queda claro. ¡Cómo no voy a dudar
cuando me has fallado varias veces, cuando yo a ti no te he fallado ninguna!
—No mientas, preciosa. ¡Me fallaste en el mismo momento en que
le preferiste a él!
El jarl la miró asombrado al igual que los demás y Eirikr preguntó
—¿De qué habla?
Furiosa dio un paso hacia Jerk. —¿Le preferí a él? ¡Te fui a buscar a
ti! ¡Arriesgué mi vida por ti! —Dio otro paso hacia él. —¿Y qué me
encontré? Que me habías traicionado a la primera oportunidad. —Jerk
apretó los labios. —¡Lo hiciste! ¡Antes de beber lo que esa mujer me diera
me moriría de sed! ¡Lo hubiera hecho por ti! ¡Porque entonces sí te estaría
traicionando y lo que es peor me estaría traicionando a mí! ¡Te fui a buscar
porque a pesar de lo que hiciste deseaba estar contigo! ¿Es que no te das
cuenta de lo que has hecho?
—Ya es tarde —dijo cortándole el aliento—. Lo hecho, hecho está y
ya no puede cambiarse.
Su corazón tembló por su frialdad y sonrió con ironía. —Eso es muy
cierto. Ya no puede cambiarse. La has elegido a ella y en ningún momento
has pensado en mí mientras compartías su lecho cuando yo ya podía estar
bajo tierra. Me has traicionado más allá de lo que nunca creí posible. Dices
que tú confiaste en mí, pero fui yo la que puse mi vida en tus manos, me
entregué a ti y me equivoqué. Y tendré que vivir con esa equivocación lo
que me quede de vida. —Pasó ante Eirikr. —Al parecer me equivoco
continuamente. ¡No sé para qué Odín me envió aquí!
—Ni yo tampoco.
La voz de Jerk fue como un puñal en su espalda y se volvió para
mirarle a los ojos que eran fríos como el hielo. Él apretó los labios y se fue
del salón cerrando de un portazo provocando que Jorunn se estremeciera
por dentro. Sí, al parecer se equivocaba mucho últimamente porque estaba
claro que ese hombre no compartiría su vida. Sus ojos fueron a parar a
Eirikr y avergonzada por lo que pensaría corrió hacia su habitación
cerrando la puerta. Se llevó una mano al cuello intentando contener sus
sollozos, pero no era capaz y se alejó de la puerta horrorizada porque
alguien pudiera escucharla. Ella, la hija de Skuld que tejía el destino de los
hombres, la hija de una valkiria temida y adorada por todos, no sabía ni a
quien había entregado su corazón. Engañada, despreciada y humillada ante
todos por el hombre por el que había arriesgado su vida. Cayó de rodillas al
suelo sintiéndose miserable y gimió de dolor. Dolor por su rechazo, por su
vergüenza, por su terrible equivocación. Ella había cambiado sus destinos
sin darse cuenta. Había provocado la boda de Eirikr, la sanación de Hallad,
ahora ya no sería crucial que eligieran jarl. Ella lo había cambiado todo, lo
que demostraba que un solo cambio afectaba al futuro de muchos. Y había
sido cosa suya. Ahora ya no habría lucha entre hermanos, ya no tendría que
ayudar a Jerk a gobernar. Todo había sido alterado y algo en su interior le
hizo dar las gracias a Odín por quitarle la venda de los ojos. Su poder era
mucho más importante de lo que creía y debía ser usado con cuidado. Con
sumo cuidado.
Alguien llamó a la puerta y se sobresaltó mirando hacia allí. —¿Sí?
—Mi señora, ¿puedo pasar?
—¿Gisli?
La puerta se abrió y él mostró su rostro forzando una sonrisa.
—¿Qué ocurre?
Entró en la habitación y se acercó. —Tengo algo que deciros —
susurró.
Se pasó las manos por la cara y se puso en pie. —¿De qué se trata?
—Del tesoro.
Le miró sin comprender y Gisli miró hacia la puerta. —Ellos no se
lo merecen, no se han dejado la piel para conseguirlo, lo he escondido.
Pasmada se dejó caer sentada en la cama. —¿Cuándo?
—Antes de entrar en la tienda lo metí en una cueva que había a unos
metros. La había descubierto esa tarde al cazar los conejos. Ahí fue cuando
se me pasó por la cabeza que si conseguíamos el tesoro, lo dejaríamos allí
hasta que pudiéramos ir a buscarlo con la escolta que merece. Y lo hice.
—¿Por qué no me dijiste nada cuando regresamos?
—Estabas tan dolida, que hablarte de oro me parecía poco...
sensible.
Puso los ojos en blanco. —Tenemos que ir a buscarlo antes de que
nieve.
—Acabo de mentir al jarl sobre él, no podemos ir a buscarlo porque
sí.
—¿Por qué le has mentido?
—¿No te ha quedado claro? No se lo merecen. Ninguno de ellos.
¿No te das cuenta de que el jarl hace unos minutos no te ha apoyado? Forzó
a Eirikr a casarse, pero no ha hecho lo mismo con Jerk cuando estoy seguro
de que tú eras mucho más pura que esa interesada de Fastby, que solo
quiere convertirse en la esposa del jarl.
Sonrió con desprecio de sí misma. —También me equivoqué en eso,
¿no?
—Se comportó como la inocente doncella, pero muchos sabemos
que antes lo intentó con Jerk y que incluso llevó a Axel a su lecho
intentando que traicionara a su jarl. Pensaba mentir sobre quien la había
tomado para que obligara a Jerk a ese matrimonio. Pero se dio cuenta de
que podía salirle mal y jugarse el cuello.
Se le cortó el aliento. —¿Esto lo sabe Eirikr?
—Axel se lo contó a Eirikr esa misma noche que el jarl decidió su
matrimonio. Pero el jarl dijo que los suyos pensarían que era un truco para
deshacerse de ese enlace. Que su pueblo ya había hablado. Eirikr le juró que
como ella no dijera la verdad no volvería a tocarla. Nunca más. Y todo el
mundo sabe que lo ha cumplido, aunque ella hace que eso no es cierto.
Hace un rato mi mujer me ha dicho que cree que está en estado. Esa zorra
se ríe a sus espaldas y dice que con una vez basta. Aunque él llegue a
repudiarla, ya ha asegurado su futuro para siempre como la madre del hijo
del jarl, jamás le faltará de nada.
Se llevó las manos a la cabeza volviéndose. Le había destrozado la
vida. Había tomado conclusiones precipitadas como él había dicho y le
había destrozado la vida.
—Ninguno moverá un dedo por ti. El jarl se pondrá de parte de sus
hijos a pesar de que le has salvado la vida. Necesitas ese oro, piensa en tu
futuro. Es nuestro, nos lo hemos ganado. Como si fuera una incursión.
Dejó caer los brazos. —Sí que nos lo hemos ganado. Pero mi parte
no me pertenece. Hice una promesa, debo llevarlo a mi antiguo pueblo.
—¿Estás segura de eso?
—Una promesa es una promesa. Debo volver y cumplir mi palabra.
Al menos esto lo haré bien.

Salió de la casa del jarl vestida con sus pantalones de piel ahora
remendados, su chaleco y su cabello suelto. La espada del jarl la había
dejado en la habitación porque no sabía cuál sería su futuro. Sentía que
debía irse para siempre. Se acercó a su caballo y acarició su cuello. Ni
siquiera merecía ese regalo, había defraudado a todos por no hacer caso a
un simple consejo, conocerles a los dos antes de tomar una decisión. Se
subió al caballo.
—¿A dónde vas, Jorunn?
Sorprendida miró hacia la parte de atrás de la casa y la luz de la luna
mostró el rostro de Eirikr. —¿A dónde vas?
Tiró de las crines para mirarle de frente. —Me voy.
Él sonrió con ironía. —Te vas. ¿Entras en nuestras vidas y ahora te
vas? ¿Y mi hermano? ¿Ya no te importa? —Ella se quedó en silencio. —
¡Contesta cuando te hablo, mujer! ¿Ya no te importa? —gritó tensándola—.
¿Ya no vas a luchar por él?
—No.
La agarró por la pechera y la bajó del caballo pegándola a su cuerpo.
—¿Por qué? ¿Porque te ha defraudado? ¿Por esa mujer?
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —No sé…
—¿Qué no sabes? —La cogió por las mejillas con una mano. —
¿Sabes por qué me fui, preciosa? ¿Por qué regresé a casa? Porque no quería
veros juntos. Porque esos dos días a tu lado yendo en su busca me di cuenta
de lo valiente, tenaz y hermosa que eres.
—No —negó con la cabeza llorando.
—Sí, preciosa. ¡Por eso me fui, sabía como tú que darías la vida por
él si fuera necesario y no quería verlo! —gritó en su rostro—. ¡Darías la
vida por él y sabía que no lo merecía!
—No quiero oírlo.
—¿No quieres? No voy a dejar que te vayas sin que lo oigas. Tú has
entrado en mi vida y ahora no puedes irte sin más para no volver, ¿me has
entendido? Tú me has hecho esto, me lo debes. Así que ve a hacer lo que
tengas que hacer, ve a hablar con Odín si hace falta, pero volverás a mí —
dijo entre dientes robándole el aliento.
Sollozó. —No puedo.
—Preciosa, no puedo irme contigo —dijo con desesperación—. Los
hombres de esa zorra terminarán enterándose de lo ocurrido y vendrán a
vengarse. Eso si mi hermano no consigue que mi padre acepte el secuestro
y le comunique él mismo el paradero de esa zorra. Tengo que defender a mi
pueblo y esta vez hablo en serio. Te necesito a mi lado. —Su corazón dio un
vuelco. —Sé que no me he ganado tu corazón, que te he hecho daño, pero
te necesito. Dime que volverás.
—Si quieres que vuelva dime la verdad.
—Jamás te he mentido.
—¿Qué pasó con las semillas?
—¿Qué importa eso ahora?
—¿Qué pasó, Eirikr?
Dejó caer las manos dando un paso atrás. —¿Sabes por qué
necesitábamos el barco? Porque en nuestra última incursión perdimos el
otro que teníamos. Lo capitaneaba mi hermano y lo encalló en la costa justo
antes de conocer a esa mujer. Se fue a pique con la mitad de la fortuna
conseguida con la sangre de los nuestros. Suerte tuvimos de no perder más
hombres que consiguieron llegar a las rocas por la gracia de Odín.
Necesitábamos ese barco desesperadamente o se acabarían las incursiones.
—¿Por qué? En mi pueblo iba un solo barco.
—Y un buen día no volvió, ¿no es cierto? —Ella asintió. —Eso pasó
una vez aquí y hemos aprendido que si hay dos barcos hay más
posibilidades de éxito. Y si uno tiene problemas… El otro puede traer a los
hombres a casa.
—Lo que implica más riquezas en la siguiente incursión.
—Exacto. Y los hombres volverían con sus familias.
Separó los labios de la impresión por lo equivocada que estaba
pensando que era un egoísta. Arrepentida se volvió hacia el caballo.
—Jorunn dime que volverás.
—No te prometo nada —dijo subiéndose.
—¡No fue culpa tuya que lo interpretaras mal!
Jorunn le miró a los ojos. —Sí que lo fue, todo ha sido un error,
venir aquí fue un error.
Él agarró las crines de su caballo. —Júramelo por Odín.
Las lágrimas recorrieron sus mejillas. —¿Para qué quieres que
vuelva?
—¡Para ganarme tu corazón!
Sin aliento susurró —¿Qué?
—¿No era eso lo que te dijo la vieja Ingla? Yo lo conseguiré,
preciosa —dijo ansioso—. Dame una oportunidad y lo haré mío. No me
importa el pasado, solo sé que tu futuro debe transcurrir a mi lado. No
puedo ofrecerte nada, pero…
—Yo nunca quise nada.
—No podré llamarte esposa. —Jorunn apartó la mirada
avergonzada. —No fue culpa tuya.
—Déjame ir.
—Jorunn, por favor.
—No lo merezco. No te merezco. —Con la bota le dio un empujón
en el pecho y azuzó a su caballo alejándose como si la persiguiera el mismo
Loki.
—¡Te esperaré! ¡Nadie, ni Odín podrá impedir eso! ¿Me oyes?
¡Nadie!
Al llegar al borde del bosque Gisli se reunió con ella. —¿Estás bien?
Asintió sin saber si hacía lo correcto. Era evidente que no podía fiarse de su
instinto, pero este le decía que huyera y era lo que pensaba hacer a pesar del
dolor que sentía en el pecho. —Busquemos ese tesoro.
Capítulo 11

Eirikr bebió de su jarra mirando de reojo como esa mujer reía a carcajadas
mientras su hermano le susurraba algo al oído. Gruñó antes de mirar el
fuego y ver a su esposa acariciando su abultado vientre con una sonrisa de
satisfacción en el rostro. Su padre se acercó y le palmeó el hombro. —¿Qué
tal, hijo? Últimamente estás muy callado.
—El invierno es largo, padre.
—Ya queda menos, en un par de semanas como mucho llegará la
primavera. Lo ha dicho la niña Skuld y nunca falla.
—¿Has tomado una decisión?
—¿Y que la mitad de los eslavos se presenten ante mi puerta? No
estoy tan loco como para eso. Aunque es evidente que su hermano la
buscará, estaremos preparados y si es necesario negociaremos con su vida.
—Jerk nos dará problemas. Está prendado de ella.
El jarl suspiró sentándose a su lado y le hizo un gesto a su nuera
para que les dejara solos. Sonriendo encantada lo hizo sin decir palabra.
Nunca había dudado de que era inteligente. —Hijo tendrás que hacer algo.
Esa mujer será su ruina.
—¿Y qué puedo hacer yo? Cualquier cosa que digo se la toma a mal
y… —El sonido de un cuerno le interrumpió y se tensaron levantándose al
igual que su hermano. —Esperad, puede que sea alguien en problemas.
Efectivamente el cuerno volvió a sonar dos veces seguidas y el jarl
gritó —¡Averiguad qué ocurre!
Los hermanos salieron del salón y Eirikr hundió sus botas en la
nieve mirando a su alrededor. Los hombres ya estaban ante sus casas
armados y listos para la lucha. —¡Dispersaos! ¡Encontradle!
—Aún hay mucha nieve —dijo Jerk—. ¿Quién puede aventurarse a
venir hasta aquí?
—Alguien que está desesperado. Sigamos la ribera del fiordo. —
Corrieron hacia allí y no tardaron demasiado en escuchar gritos. Fueron
hasta ellos y vio como dos hombres prendían a Gisli que tenía la cara
amoratada. Había desaparecido la misma noche que se había ido Jorunn.
Apartó a uno de sus hombres y le agarró de la pechera. —¿Qué ocurrió?
—Nos prendieron. Ella había hecho una promesa y nos prendieron
cuando supieron lo que llevaba.
—¡Explícate! —gritó tirando de él.
Gisli miró a su alrededor. —Diles que se vayan.
Eirikr entrecerró los ojos y les hizo un gesto a sus hombres para que
se fueran. En cuanto se quedaron los tres solos Gisli comenzó a hablar. —
Fuimos a por el oro. El de esa eslava de Kalina. Jorunn había hecho la
promesa de que si conseguía oro se lo llevaría a su antiguo pueblo. Pero
apenas habíamos llegado y el que fue su jarl quiso apoderarse de él cuando
la misión de Jorunn era repartirlo entre sus gentes. A pesar de que luchó
como la mejor de las valkirias tuvo que ceder cuando amenazaron mi vida y
nos prendieron. —Eirikr muy tenso entrecerró los ojos. —Cuando se dieron
cuenta de que sus heridas se curaban el jarl supo que era especial, que tenía
el favor de Odín y tuvo miedo. Así que la mantiene cautiva temiendo que el
rayo de Odín le traspase cuando menos se lo espere. Intenta congraciarse
con ella. Teme que si se va, el pueblo caiga en desgracia con una
enfermedad que se los lleve a todos.
—¡Mentiste a tu jarl! —gritó Jerk—. Dijiste que no sabías nada de
ningún oro.
Le miró con desprecio. —Fue el precio por liberarte. Fuimos
nosotros los que nos jugamos el cuello. —Sonrió con ironía. —Aunque no
lo apreciaras.
Eirikr tiró de él para que le mirara. —¿Dónde está su pueblo? La
vieja me ha dicho que su hermana vive muy al sur, cerca de Heirst.
—Sí, a mediodía de Heirst. Con el carro tardamos dos semanas en
llegar. Pero en barco y más uno tan veloz como el tuyo y con este tiempo,
puedes llegar mañana mismo. Yo te llevaré hasta ella. Tienes que ayudarla.
Ella salvó al jarl.
—¿Y si es una trampa? —dijo su hermano—. Es evidente que no
eres de fiar.
—¿Para qué querría tenderte una trampa? —preguntó Gisli con
desprecio—. Te aseguro que ya no le importas nada.
Jerk se tensó. —¿Y eso cómo lo sabes?
Gisli ignorándole miró a los ojos a Eirikr. —Hemos hablado horas,
días, semanas. La conozco mejor de lo que conozco a mi propia familia.
Siente lo que ocurrió, lo siente como una losa que la consume día a día. Su
pena, su culpa la matará como no hagas algo. No me preocupa su jarl.
Ahora que me he ido y no tiene que defenderme, ese gusano no vivirá
mucho. Pero debes hacer algo porque se está destruyendo a sí misma.
Escapará y no volveremos a verla.
—Puede que ya se haya ido.
—Tenemos que encontrarla. Tienes que encontrarla. Debes
demostrarle que te importa.
—Hijo…
Se volvieron para ver al jarl tras ellos cubierto con una gruesa piel.
—Lo menos que podemos hacer es comprobar que está bien. Se lo
debemos.
Jerk miró a su hermano con desprecio. —Lo sabía. ¿Con ella? Lo
supe desde que regresé por cómo la mirabas. ¡Era mía!
—Cállate —dijo entre dientes. Agarró a su hermano por la camisa y
le acercó a su rostro—. ¡Cállate! ¡Jamás la apreciaste como debías! ¡No
tienes derecho a reprocharme nada!
—¿La tocaste?
—¡Hablas como si fuera tu esposa y no lo era! ¡La despreciaste por
esa zorra que está en la casa!
—¿La tocaste? —gritó furioso soltándose.
—¡No! ¡Pero te juro por Odín que hubiera dado la vida por un beso
suyo! ¡Pero no soy libre para pedirle nada! ¡No puedo ofrecerle nada!
—Hijo… —El jarl impresionado dio un paso hacia su heredero. —
¿Por qué no me lo dijiste?
Miró a su padre torturado. —¿Para qué? Ella no se perdona haber
errado en su juicio sobre mí, en elegirle primero a él y yo estoy casado, voy
a ser padre. ¿Qué vida puedo ofrecerle?
—¿Qué siente ella?
Eirikr apretó los puños de la impotencia. —No se permite sentir.
Lucha temiendo cometer otro error.
Gisli le miró impresionado. —La conoces muy bien. Si apenas
pasasteis tiempo juntos. Dos días que… casi no hablasteis.
—Hablar no era necesario. —Syn se acercó con una sonrisa en los
labios. —Porque ya la conocía.
—¿De qué hablas, mujer? —preguntó el jarl antes de mirar a su hijo
—. ¿La conocías?
Frustrado se volvió llevándose las manos a la cabeza.
—Por Odín, la conocías —dijo su hermano impresionado—.
¿Cómo? ¿Cuándo?
Syn respondió por él. —Soñaba con ella como Skuld. La niña me lo
ha dicho le vio en sus sueños. Sabía que estaba soñando con Jorunn al igual
que ella. Los dos la observaban y él en una de esas ocasiones hasta se
atrevió a acercarse para tocar su cabello.
—No sabía que ese muchacho era ella. ¡Creía que era un hombre!
—gritó furioso consigo mismo.
—Por eso te sorprendiste tanto al verla cuando llegó. —Jerk dio un
paso hacia él. —Su rostro era el de la mujer de tus sueños, pero su cuerpo
era el de un hombre. ¡Por eso le preguntaste si tenía hermanas!
—¡Me dijo que todos habían muerto!
A Jerk se le cortó el aliento. —Creías que la mujer de tus sueños no
vivía y el rostro de Jorunn era un recordatorio de lo que nunca tendrías. Por
eso le odiabas.
—¡Cuando descubrí que era ella, ya era demasiado tarde! ¡Le había
hecho daño, estaba casado y tú la habías hecho tuya! Pero esos dos días a su
lado…
Jerk dio un paso atrás por la tortura en su rostro. —Ahora entiendo
por qué entraste en mi habitación aquella noche, oíste su voz.
—No me lo podía creer. Cuando mi esposa dejó de parlotear, la oí y
fui a ver. Necesitaba comprobar que no estaba perdiendo la cabeza. Y
regresé a mi habitación pensando que me estaba volviendo loco. Necesitaba
a Ketil fuera de mi vida, pero nunca fue mi intención matarlo. Solo quería
asustarle para que se fuera de aquí cuanto antes. Fue cuando descubrió su
condición cuando me di cuenta de que aquella noche estaba en tu
habitación. ¡Qué la habías hecho tuya! ¡Y por cómo te defendía, por cómo
desesperada quería encontrarte, me di cuenta de que todo estaba perdido, así
que regresé! En cuanto vi el campamento supe que debía proteger a mi
pueblo, pero no regresé solo por eso, haberte visto con ella me hubiera
revuelto las tripas. —Pensativo se quedó mirando el fiordo. —Vi como
regresaba con el corazón roto, confusa y con un miedo atroz a equivocarse
de nuevo en cualquier decisión que tomara. Intenté que se quedara, que me
jurara que volvería, pero en cuanto se alejó supe que ya había tomado una
decisión y que nuestros caminos se separaban allí. Yo no había estado a la
altura y…
—Pues esta situación debe resolverse —dijo Syn—. Y cuanto antes.
—¿Ella está en peligro? —preguntó el jarl preocupado—. ¿Se puede
subsanar esta situación?
—No.
Esa palabra cayó como un trueno entre ellos. —¿Cómo que no? —
preguntó Eirikr casi sin voz—. ¿No puedo salvarla?
—Puedes salvarla, pero no regresará por voluntad propia. La
vergüenza y el miedo no la dejarán. Puede que sea valkiria, pero su corazón
humano está roto y si emprendes este viaje debes tener muy presente que
ella no volverá.
Apretó los puños. —Entiendo.
—¿Qué vas a hacer, hijo?
Echó a correr hacia el pueblo y el jarl suspiró. —Que Odín te
acompañe.

Arrodillada ante el fiordo sintió frío, pero no dejó de observar sus frías
aguas mientras se lavaba las manos de la sangre del jarl y de sus dos hijos.
Al fin había cumplido su promesa y su oro había sido repartido entre todos
los del pueblo como Odín quería. Se preguntaba si Gisli estaría bien, si
había regresado con su familia. Lo que iba a ser un viaje de unas semanas
les había llevado casi todo el invierno. Había pensado en seguirle para
comprobar si estaba bien, hasta que se dio cuenta de que no necesitaba
hacer tal cosa pues su don le permitía tejer el destino de los hombres. Así
que no le siguió porque era más fácil desearle una vida larga y feliz. Miró
las aguas sabiendo que aunque su amigo estaba lejos su deseo había
funcionado. Sería muy feliz y se alegraba mucho por él. Mirando aquellas
aguas se preguntó si ella volvería a ser feliz en algún momento.
Seguramente no y recordó los ojos azules de Eirikr rogándole que regresara.
—Te está esperando.
La voz de Ingla la hizo suspirar levantándose. —Lo sé.
Mirando su demacrado rostro susurró —Debiste seguir mis
consejos. —La fulminó con la mirada y la vieja sonrió. —El carácter de la
valquiria sigue ahí, pensaba que había desaparecido.
—Pues tu jarl acaba de comprobar que no ha sido así.
Ingla rio por lo bajo mirando su cabeza en una pica y como los de su
pueblo reían con la parte de su botín más contentos que en toda su vida. —
¿Les ves? El invierno que viene y puede que muchos inviernos más no se
tendrán que preocupar de que sus hijos pasen hambre. Y eso lo has hecho
tú.
La miró sin comprender. —¿A dónde quieres llegar? No tengo
ánimos para galimatías.
—No tengo la culpa de que no siguieras mis consejos, niña.
Apretó los labios. —Lo sé.
—Pero lo que quiero que comprendas es que tu don, tu manera de
ser, puede hacer feliz a mucha gente. Sientes que tu vida ya no tiene sentido
cuando Odín te ha regalado algo muy preciado, algo único. Te equivocaste,
seguiste un impulso que afectó a la vida de los que eran tu nueva familia,
pero estás a tiempo de remediarlo.
—Si estás sugiriendo que vuelva…
—Estoy diciendo que huir de tu destino no solo te llevará a la
desdicha, sino que dejarás a los que dependen de ti desamparados. Y ya
dependen de ti. —La miró muy enfadada. —Has alargado la vida del jarl
alterando el destino de sus hijos y seguramente tendrán guerra con los
eslavos. Puede morir mucha gente. Incluidos los gemelos, ¿piensas dejar las
cosas así?
—¡Deja de torturarme! —gritó provocando que un rayo cayera en el
fiordo.
—¡Deja de esconderte! ¡Deja de desear la muerte cuando esta te
llegará cuando lo decida Odín! —Dio un paso hacia ella sin intimidarse. —
¡Debes volver cuanto antes!
—Jamás —dijo entre dientes—. Se arreglarán sin mí. —Se agachó
para coger la espada que le había arrebatado al jarl y silbó haciendo que su
caballo saliera del establo para encontrarse con ella.
Ingla la observó mientras montaba. —Te deseo suerte, vieja.
—Es un honor que me haces, mi norna. —Agachó la cabeza en
señal de respeto.
Miró hacia los que habían sido sus vecinos y amigos. —Les irá bien.
Sven será un buen jarl para su pueblo.
—¿Y no temes equivocarte también en eso?
Se le cortó el aliento mirando sus ojos y la vieja sonrió. —No todas
tus decisiones han sido erradas, niña. Piensa en ello.
Volvió su caballo y se lanzó a galope dejando esa vida atrás. Deseó
que todo lo que había ocurrido desde el fallecimiento de su padre se borrara
de su memoria para quitarse de encima la gran carga que tenía en su
interior, pero sabía que Odín no le concedería esa gracia. Solo podía esperar
que la muerte llegara pronto y en ese momento era algo que deseaba con
fuerza.

A pesar de no comer en días su cuerpo se mantenía con fuerzas y frustrada


gritó antes de tirarse al fiordo y soltar todo el aire que tenía en los
pulmones. El rostro de Eirikr apareció ante ella y cuando sus pies se
posaron en el suelo él levantó una ceja provocando que gruñera, pero allí
seguía. Daba igual que pasara frío, que dejara de alimentarse y al parecer
tampoco necesitaba respirar. Bajo el agua pensó en ello. ¿Cómo se iba a
cortar la cabeza ella sola? Necesitaba ayuda. Entonces vio como ante ella
pasaba el casco de un barco y frunció el ceño con curiosidad. Se impulsó
con los pies y sacó la cabeza poco a poco para no ser vista. El rostro de
Eirikr mirando hacia la orilla le robó el aliento. Gisli se puso a su lado. —
La vieja dijo que se había ido hacía dos días —dijo su amigo. —¿Y si ha
cambiado de rumbo y no va ya hacia el sur?
—Querrá alejarse de mí todo lo que pueda. Cuanto más al sur mejor
—dijo sin dejar de mirar la orilla. Entonces frunció el ceño y gritó —
¡Deteneos!
Los remos se pararon en seco y Gisli preguntó —¿La has visto?
—He visto algo blanco que se ha movido entre aquellos árboles. —
Sin más se subió a la borda y se tiró al agua. Estaba allí, la estaba buscando.
Separó los labios de la impresión viéndole nadar hasta la orilla y cuando
salió del agua gritó —¡Aquí hay una espada! —El caballo de Jorunn
apareció entre los árboles. —¡Elixir!
—¡Por Odín, la has encontrado! —dijo Gisli loco de contento—.
¡Jorunn!
—¡Bajad, hay que buscarla! —Entonces miró la espada y se tensó
volviéndose lentamente hacia el agua. Cuando sus ojos se encontraron él
sonrió. —Mujer, el agua está muy fría.
Escuchó como todos corrían para mirarla por la borda. —¡Jorunn!
—gritó Gisli encantado de verla.
Sin saber que hacer forzó una sonrisa. —Te veo bien, amigo.
—¡Mujer sal del agua!
Rayos… Sin ser consciente de ello nadó hacia atrás y Eirikr
entrecerró los ojos. —No me hagas ir a buscarte, mujer.
—Como has dicho el agua está muy fría.
—Exacto. —Cruzó sus poderosos brazos y la sangre de Jorunn se
encendió sin darse cuenta. —No tardarás en salir.
Puede que tuviera frío, pero sabía que su cuerpo aguantaría lo que
fuera necesario. Un rato después él empezó a perder la paciencia. —
¿Quieres morir, mujer? ¡Vas a coger un enfriamiento!
Gisli carraspeó. —Ella no es como las demás, Eirikr. Solo puede
morir de una manera a no ser que Odín que es muy sabio decida otra cosa.
Gruñó de la frustración. —¡Sal de ahí!
—¡No!
—Ya saldrás cuando tengas hambre.
Sus tripas rugieron, pero ya llevaba días así, por un poco más no
pasaba nada. Se retaron con la mirada y entonces Eirikr sonrió malicioso.
—O sales o le mato.
Varias puntas de espadas aparecieron bajo el cuello de Gisli y ella
jadeó. —¡Eso no es juego limpio!
—¡Es que yo no estoy jugando, sal de ahí!
—¡No le matarás, es uno de los tuyos!
—¡No creas que estoy muy contento con él después de mentir a mi
padre sobre ese tesoro que os llevasteis!
—¡Era nuestro! ¡Tú te fuiste!
—¿Y me lo reprochas, preciosa?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y Eirikr se metió en el agua. —¡No!
—Si no vienes tú, iré a por ti.
Nadó hacia ella y sintiendo la necesidad de escapar nadó en
dirección contraria. Entonces él gritó y asustada se detuvo para volverse.
Vio cómo se hundía. —¡No, no! —Nadó hasta él todo lo rápido que podía,
pero de repente ya no le vio y se zambulló. Eirikr la cogió por la cintura y
muerta de miedo se volvió entre sus brazos intentando ayudarle, pero
cuando sus ojos se encontraron estos sonreían. Él alargó la mano y acarició
su mejilla provocando que cerrara los ojos. Entonces sintió sus labios sobre
los suyos, apenas fue un roce, pero todo su cuerpo tembló provocando que
volviera a la vida. Se abrazó a su cuerpo necesitando sentirle y ni se dio
cuenta de que salían a la superficie.
—Llevar unas pieles a la orilla. ¡Haced fuego! —ordenó Gisli—.
¡Daos prisa!
Eirikr la llevó con él y la sacó del agua cogiéndola en brazos. —Ya
ha pasado, preciosa.
—Me has buscado, ¿por qué? He destrozado tu vida —susurró
contra su cuello.
—No digas eso. Lo que ocurrió también fue responsabilidad mía. —
Se sentó con ella sobre una roca y acarició su espalda. —No todo ha sido
culpa tuya. Nunca debí tocarla. —La besó en la sien. —Preciosa, ¿hace
cuanto que no comes? Has adelgazado mucho. —Recostada sobre él como
una niña se encogió de hombros. —¡Traed comida!
—Da igual que coma que no, no me muero.
A Eirikr se le cortó el aliento y la pegó a su cuerpo sintiendo que se
le desgarraba el alma porque se torturara de esa manera. —Odín se
enfadaría mucho si murieras, por eso te ha hecho tan especial. Llegará ese
momento cuando tenga que llegar y te reclame a su lado. Pero no será hoy.
—La abrazó con fuerza y Jorunn se apretujó contra él buscando calor. —
¡Daos prisa! —Gisli llegó hasta ellos y les puso unas pieles por encima.
Eirikr se apartó un poco para mirar su pálido rostro. —No te hagas esto,
preciosa. Todo irá bien.
Elevó la vista hasta sus ojos. —¿De veras?
—Lo arreglaremos.
—¿Me estás garantizando algo que no sabes que se arreglará?
¿Ahora eres adivino? ¿Brujo?
Rio sin poder evitarlo y ella le miró pasmada. —¿Te ríes?
—Mujer, haces sufrir a tu cuerpo buscando un objetivo que no
conseguirás, ¿no te das cuenta? Llevas días sin comer y apuesto a que sin
dormir para nada.
Se sonrojó con fuerza. —Bueno, he averiguado algo.
—¿Sí? ¿El qué?
—Que no necesito respirar bajo el agua. Que el fuego no me quema
y que si salto de un acantilado duele, pero aquí estoy.
La miró pasmado. —¿De veras? ¿Has hecho todo eso? ¿Es que estás
loca, mujer? —gritó furibundo.
Su corazón se calentó porque se preocupaba por ella y sus ojos se
llenaron de la emoción porque allí estaba la prueba palpable del inmenso
error que había cometido. —Estarías mejor sin mí.
Pegó su mejilla a la suya. —Jamás vuelvas a decir eso.
—Siento que es así.
—Pues estás equivocada.
—Me equivoco mucho —dijo apenada y las lágrimas corrieron por
sus mejillas.
—No llores, preciosa —susurró él. Sentía como el calor la relajaba
entre sus brazos—. Lo que ocurre es que necesitas descansar para verlo
todo de otro modo.
—No hay otro modo de verlo. Te he traicionado. —Intentó reprimir
un sollozo, pero no lo consiguió. —Y es una traición que nunca podré
olvidar.
—¿Acaso yo no estoy casado? ¿Eso no es una traición hacia ti?
—Si estás casado es por mi culpa. —Sollozó de nuevo.
—Sabía que hacía mal al tocarla. Me arrepentí en cuanto pasó, pero
ya no había marcha atrás. Y ella no perdió la oportunidad. Mi destino no
quedó marcado por esas frases que salieron de tus labios. Mi padre ya había
tomado la decisión.
—Lo dices para que me encuentre mejor.
—¿Y funciona?
Sonrió contra su cuello. —Sí.
—Duerme, preciosa. Necesitas descansar. Lo solucionaré, te lo
prometo.
Suspiró del alivio demostrando que no quería tomar ninguna otra decisión
que pudiera afectarles en el futuro. Sentía que se le había quitado un gran
peso de encima y que se relajaba totalmente entre sus brazos. La pegó a él y
mirando el fiordo susurró —Te lo prometo, preciosa. Duérmete.
Capítulo 12

La despertó un griterío y se sentó confundida mirando a su alrededor.


Estaba en la bodega de un barco. Asustada fue hasta la escalera y subió los
escalones para ver que los pocos hombres que quedaban en el barco bajaban
la pasarela. El picudo tejado de la casa del jarl decía a gritos que estaban en
las tierras de los Halfdansen y su corazón tembló de miedo en su pecho. —
No, no… —Bajó los escalones y se pegó a la pared.
—¡Sí, ya voy! —gritó Eirikr.
Escuchó sus pasos sobre la madera y se acercó a la bodega. Apenas
bajó dos escalones cuando agachó la cabeza y la vio deteniéndose en seco.
—¿Qué has hecho? —le espetó ella.
Se tensó por su tono y bajó los escalones que le quedaban. —Traerte
a casa.
—¿Estás loco?
—Te dije que me encargaría de todo y es lo que voy a hacer.
—¿Lo que vas a hacer? ¿Y qué es eso que vas a hacer exactamente?
¿Vas a repudiar a tu mujer? ¿Vas a estar con la mujer que ante todos
predicaba que tú no merecías ser el jarl? ¿Que te llamó rata ante ellos y
siempre te hacía de menos ante tu hermano? ¿La mujer que pensaba que
eras un cobarde por abandonarle allí? —preguntó incrédula—. ¿Y qué le
dirás a tu hermano? ¿Pasarás por alto que compartiera su cama?
—Eso no me importa —dijo muy serio.
Le miró a los ojos pasmada. —No puedo hacer esto.
—Si yo puedo enfrentarme a todo, tú también.
Le rogó con la mirada y él apoyó las manos a ambos lados de su
cuerpo. —Preciosa, no puedes seguir así.
—Mátame —susurró—. Haz que uno de tus hombres me corte la
cabeza.
—No digas jamás algo así de nuevo, ¿me oyes? —Ella agachó la
mirada. —No, no vas a esconderte. Hiciste lo que hiciste como yo tengo
que responsabilizarme de mis acciones. Estoy casado con ella, pero no la he
vuelto a tocar, eso te lo juro por Odín. —Sintió que no podía contener las
lágrimas y él juró por lo bajo. —¡No llores, ni se te ocurra llorar! —
Parpadeó sorprendida y eso le alivió. —Eso es, preciosa. ¡Puedo lidiar con
que me grites, con que me desobedezcas, pero no puedo lidiar con las
lágrimas, así que te lo prohíbo! Bajarás de este barco con la cabeza muy alta
porque tú no has fallado a nadie, todo lo contrario. Eres hija de quien eres y
lo vas a demostrar, ¿me has entendido?
Sin aliento asintió.
—Así me gusta. Hablaré con el jarl de nuestra situación, aunque ya
está al tanto de lo que… —Pareció pensarse lo que iba a decirle y
carraspeó. —Bueno, de todo. Ocuparás un puesto en esta casa. Ya
pensaremos en qué.
—Puedo encargarme de los caballos.
—No te encargarás de los caballos, no es apto para alguien de tu
posición. —Entrecerró los ojos. —Te encargarás de los telares.
Se le cortó el aliento. —No sé usarlos.
—Eres norna, ¿cómo no vas a saber usarlos?
—Pues nunca he usado uno. —Gimió. —Soy un desastre de norna.
Levantó su barbilla y Jorunn vio su sonrisa. —¿De qué te ríes? —
dijo indignada.
—Igual es eso. Igual debes aprender a tejer.
Sus ojos brillaron de la ilusión. —Siempre he querido aprender.
—Syn te enseñará para que no se entere nadie.
Sonrió. Eirikr cogió sus manos y se miraron a los ojos. —No dejes
que nadie te humille, mujer. Oirás cosas que no te gusten, pártele la crisma
al primero y los otros cerrarán el pico. Es lo que hago yo cuando alguien me
molesta.
—¿No me digas? —preguntó con ironía.
Él gruñó y Jorunn soltó una risita provocando que bajara la vista
hasta sus labios. —Me muero por besarte. —Ella sintió que se estremecía
por dentro de la anticipación. —Pero voy a darte tu lugar, el lugar que te
mereces hasta el día de nuestra boda.
—¿Nuestra boda? —preguntó emocionada.
—Serás mi esposa, te lo juro por Odín. —Se acercó y la besó en la
mejilla antes de susurrar a su oído —No dudes, no sufras, estoy a tu lado. Y
será así para siempre. Júrame que no me dejarás por muy mal que estén las
cosas, júrame que no cometerás ninguna tontería que te aleje de mi lado.
Emocionada vio como se apartaba para mirar su rostro. Eirikr había
dejado todo de lado para apostar por ella, para darle su lugar. Había ido a
buscarla y la miraba como si la necesitara, como si su respuesta fuera lo
más importante para él. Y su corazón voló liberándose del dolor y de todos
los remordimientos sintiendo que le necesitaba, que se necesitaban. Y eso le
dio la fuerza necesaria para susurrar —Lo juro, lo juro por Odín.
Eirikr sonrió y dio un paso atrás tirando de sus manos. —Vamos
preciosa. Mi padre espera. Se alegrará mucho de verte.
Le siguió hasta las escaleras y subió tras él. Al llegar arriba miró
hacia la pasarela y allí estaba el jarl esperándole con Syn a su lado que
sonreía encantada de que estuviera de vuelta. Correspondió a su sonrisa y
Eirikr soltó su mano. —No podré mostrarte mi afecto en público hasta que
todo se solucione. ¿Lo entiendes?
—Sí.
Para él fue un alivio esa respuesta, eso fue evidente. —Guerrero, no
soy tan delicada como para ofenderme por eso.
—Ni te imaginas lo que me alegra saberlo, porque no soporto las
mujeres lloronas y quejicosas.
Rio por lo bajo antes de seguirle y cuando llegaron abajo inclinó la
cabeza ante el jarl en señal de respeto. —Mi jarl.
Él carraspeó. —Niña, tenías algo importante que hacer, imagino,
pero me alegro de que estés de vuelta.
Sonrió. —Sí que era importante.
—Ya hablaremos de ese tesoro que me has ocultado tan
diligentemente —dijo aparentando estar molesto.
—No le hagas caso al jarl, niña —Syn cogió su mano. —¿Cómo
está mi hermana?
—Tan mandona como siempre.
Syn se echó a reír. —¿Y piensas seguir sus consejos?
—Estoy aquí, así que sí.
Ella rio. —Siempre ha sido la más lista de las dos.
—No ha parado de preguntar por ti, te echa de menos.
Sonrió con tristeza. —Espero volver a verla antes de que nos
reclame Odín.
—Tendrás la oportunidad —dijo segura antes de taparse la boca con
la mano mirando a Eirikr—. Lo he hecho otra vez.
—Es parte de ti, no tienes que reprimirlo. ¿Ves algo malo en que dos
hermanas se rencuentren? No puede salir nada malo de eso.
Forzó una sonrisa. —Sí, claro. ¿Qué puede salir mal?
Eirikr miró a su padre. —Padre, he pensado que se quede en su
antigua habitación.
El jarl negó con la cabeza. —No puedo permitirlo, hijo. Merece una
casa propia. Lo he hablado con Syn y he decidido que se quede en la casa
de la vieja Aud. Ha sido arreglada en tu ausencia y estará mucho más
cómoda que conviviendo con personas… —Carraspeó. —Ya me entiendes,
hay mucho que solucionar.
Se sonrojó ligeramente, pero también lo agradeció. Al menos tendría
intimidad.
—Como quieras, padre —dijo Eirikr no demasiado contento con la
decisión.
—Créeme hijo, será lo mejor. Pero las comidas las hará en mi mesa,
a mi lado. Se sentará a mi izquierda.
Sorprendida susurró —Pero Jerk…
—Creo que es hora de que mi hijo se dé cuenta de que ciertas cosas
no pienso tolerarlas. Además, tienes más rango. La hija de Skuld debería
sentarse en mi silla.
—No sería capaz.
—Entonces la decisión está tomada y así se hará. —Sonrió contento
con que lo aceptara. —No dudes en pedir cualquier cosa que necesites. De
hecho, me harías un honor si me dejaras llamarte hija.
Impresionada susurró —Nada me haría más feliz.
Sonrió encantado. —Syn te llevará a tu nueva casa, seguro que
tendréis mucho de lo que hablar. Esta noche será mi oportunidad de que
hablemos largo y tendido.
—Sí, por supuesto.
—Ven hijo, hablemos.
—Ahora voy, padre.
En cuanto se alejó Eirikr la miró a los ojos. —¿Estarás bien?
Su corazón se calentó por su preocupación. —Sí, por supuesto.
—Si me necesitas…
—Estaré bien.
—Syn, que pongan una criada a su mando y que me avise si necesita
cualquier cosa.
—Haré lo que dices, no te inquietes por ella.
—Quiere aprender a tejer en el telar. —Sonrió alejándose. —Os veo
luego. Syn, te quiero en la mesa esta noche.
—Como digas.
Cuando se alejó Jorunn se apretó las manos aún sintiendo su tacto
de cuando se las había cogido y Syn acarició su espalda. —¿Tu corazón ha
hablado, niña?
—Demasiado tarde.
—Nunca es demasiado tarde. Tienes que pensar que tu corazón fue
viudo antes de encontrarle, eso acallará todos tus temores.
—Pero está vivo. —Miró hacia la casa del jarl para ver a Jerk
saliendo en ese momento para encontrarse con su hermano. Sus miraras se
cruzaron y sintió un nudo en la garganta por todos los sentimientos que
había enterrado, todos los sentimientos que había tenido por ese hombre,
pero ahora ya no había nada, solo una profunda pena por el tiempo perdido
a su lado.
Eirikr miró sobre su hombro para cerciorarse de que estaba bien y le
guiñó un ojo relajándola. Él se volvió y le dijo algo a Jerk que le hizo entrar
en la casa.
—Todo irá bien. —Syn la cogió por el brazo. —Vamos, te enseñaré
tu nueva casa. Estoy segura de que te gustará.
—Estoy deseando verla.
Caminaron hacia las casas y vio como varios la observaban. —No
saben si temerme o darme la bienvenida.
—Debes tener en cuenta de que saben el poder que tienes y saben lo
que Jerk te ha hecho, temen represalias. Que los dioses lleguen en sus
caballos buscando venganza por no tratarte como mereces.
Se llevó la mano al pecho. —¡Elixir!
—Tranquila, está bien. Le bajaron antes del barco.
Suspiró del alivio viendo a Halvard salir del establo. Este sonrió
saludándola con la mano y ella le correspondió con una sonrisa, lo que a
muchos les alivió. —Me siento una traidora —dijo por lo bajo—. Él confía
en mí y le he mentido desde el principio.
—¿Lo dices por su hija? Esa chica ha cometido demasiados errores
y no tienes nada que ver en eso. Responsabilízate de lo que tú has hecho, no
de lo que hacen los demás.
—Lo sabes todo, ¿no?
—En estas montañas hay pocas cosas que se me puedan ocultar. —
Llegaron ante una puerta y señaló la casa de al lado. —Como sabes esa es
la mía. La niña se ha encargado de adecentar la tuya.
Skuld salió de la casa de Syn y sonrió tímidamente. —Ven aquí.
La niña corrió hacia ella y abrió la mano mostrando una flor seca.
—Bienvenida.
—Gracias. —La abrazó cortándole el aliento y se dio cuenta de que
era un gesto que no hacía a menudo. Se apartó y cogió la flor con
delicadeza. Era violeta y muy hermosa. —Adoro este color.
Skuld soltó una risita. —Lo sé.
—Así que lo sabes. ¿Y qué más sabes de mí?
—Que te gustará tu casa.
—Pues veámosla. —Subió los tres escalones para correr el cierre de
madera. Empujó la puerta y se le cortó el aliento al ver la casita que ahora
sería su hogar. A su derecha había una pequeña mesa con dos sillas y más
allá se encontraba el hogar con una reluciente olla colgada de un gancho. A
su izquierda una cama lo suficientemente grande para un matrimonio con
una bonita colcha de distintos colores y ante ella había estantes con
distintos utensilios para comer. —Sé que el jarl ha dado la orden de que
comieras en su mesa, pero no lo sabía y aquí tienes de todo.
—Te lo agradezco mucho. A las dos, es perfecta. —Dejó la flor con
delicadeza sobre una estantería y sonrió.
—Skuld ve a buscarle un poco de agua. Debe estar sedienta.
La niña cogió la jarra y salió corriendo.
—Es maravillosa.
—Ha sido una alegría desde el día en que la encontré en el río. A
punto estuvo de llegar a la catarata.
—¿La encontraste?
—Vino a mí. Estaba buscando flores y vi su barca que parecía vacía.
—Y sus padres y…
Syn negó con la cabeza. —Al acercarme vi los cuerpos y ella estaba
en medio con sus ojos azules muy abiertos como si supiera que yo estaba
allí para recogerla.
—Pobrecita.
—Creemos que era de un pueblo al otro lado de las montañas.
Muchos enfermaron y sus padres se fueron con ella. No sabemos por qué
murieron, pero estaban a su lado. La traje conmigo y el jarl mandó enterrar
a sus padres.
—Al menos aquí es feliz.
—Lo es. Y será una mujer muy respetada. —Se sentó en una de las
sillas. —Ven niña. Háblame de mi hermana, después te enseñaré a tejer y
pasaremos la tarde.
Sonrió. —¿Crees que me costará aprender?
—Estoy segura de que me sorprenderás.
Nerviosa se pasó la mano por su plano vientre alisando el terciopelo azul de
su vestido que el jarl había conservado. Además, un muchacho llamado Ty
le habían llevado muchas más cosas que pudiera necesitar, como un
hermoso peine de plata y unos prendedores para el cabello. Jamás había
tenido algo tan hermoso y se había puesto dos a ambos lados de la cabeza
apartando su cabello de la cara. Quería estar bonita esa noche porque
deseaba que Eirikr se sintiera orgulloso. Elevó la barbilla como él había
dicho y fue hasta la puerta abriéndola para encontrarse allí a Halvard. —
¿Podemos hablar un momento?
—Sí, por supuesto.
Él entró en la casa y cerró la puerta mientras ella daba varios pasos
atrás. —No hemos tenido la oportunidad de hablar desde que…
—Mostré que era una mujer.
Asintió. —Siento haberte tratado como un sirviente siendo quien
eres.
—Me trataste muy bien, Halvard. No debes recriminarte nada.
—Te cargué con mi trabajo y no fui justo.
—No digas eso. —Sonrió. —Me sentí muy acogida por ti.
—¿De veras? —El hombre sonrió. —Gracias. Mi familia desea que
cenes con nosotros esta noche y…
—Estoy invitada a la mesa del jarl.
—Entiendo. —Incómodo dijo —Siento mucho lo que ocurrió con
Jerk. Ha defraudado a muchos y lo sabe.
—No busco venganzas. Solo quiero vivir entre vosotros. Pero si
alguien vuelve a hacerme daño, lo pagará.
—Como es lógico. Y haces muy bien. Nos has dado mucho, mucho
más de lo que podremos pagarte jamás.
—No quiero nada, solo vivir en paz.
—¿Entonces los rumores que corren por nuestro pueblo de que
Eirikr ha puesto los ojos en ti son falsos?
Al parecer su visita no era tan amistosa como pensaba desde el
principio y se le quedó mirando fijamente. El hombre carraspeó. —Siento
haberte ofendido.
No pensaba ocultarse, ya no. Ni por él ni por nadie. —Si me
conoces y has oído hablar de lo que ocurrió con Jerk, sabrás que vine aquí
para que un hombre se ganara mi corazón. Debía luchar con él, a su lado y
ayudarle a gobernar su pueblo.
—Eso he oído. Una de las sirvientas del jarl lo escuchó todo cuando
te atendían de las heridas que te había provocado Eirikr. —Jorunn apretó los
labios por ese comentario que solo quería provocar que se distanciara de él.
—Así me enteré y nos enteramos todos.
—Me equivoqué, es todo lo que te voy a decir.
Esas palabras le tensaron. —Y ahora quieres quitarle el marido a mi
hija.
—Es todo lo que voy a decir.
—Los hombres de ese barco han dicho que Eirikr te ha tratado como
a una esposa enferma. ¿Es cierto que se preocupaba por ti como si fueras su
mujer? ¡Tú me apoyaste en ese matrimonio!
—No sabía muchas cosas, esa fue otra equivocación —dijo muy
tensa.
—¿Qué cosas? —La señaló con el dedo. —¿Insinúas que mi hija no
le merece como esposo? ¿Que no es digna de él?
—No insinúo nada. No tomaré yo la decisión de que ese matrimonio
se rompa.
—¿No? ¡Si has vuelto ha sido por él! ¡No lo has hecho por Jerk y
ahora has puesto tus ojos en Eirikr!
—No ha sido así y no pienso darte más explicaciones.
—¡Pues me las darás! ¡Tendrás que dárnoslas a todos! ¿Le amas?
¿O solo es otro capricho para ti?
—¿Capricho?
—¡Cómo Jerk!
—¿Ahora Jerk fue un capricho? —Dio un paso hacia él perdiendo la
paciencia. —Escúchame bien, viejo… Nadie puede reprocharme nada
respecto a mi comportamiento hacia Jerk. ¡Yo sí fui fiel a lo que sentía y me
jugué la vida para que volviera con vosotros! ¡Fue decisión suya apartarme
como a un perro por esa mujer, así que no me reproches como traté a Jerk!
—Así que te apartó como a un perro. Es lo mismo que quieres
hacerle a mi hija, así que cuidado, Jorunn… Ella sí tiene quien la proteja.
—¿Me estás amenazando? —preguntó fríamente.
La miró con odio antes de salir de la casa dando un portazo. Jorunn se
mordió el labio inferior sintiéndose impotente y se apretó las manos
dándose cuenta de que las tenía heladas. Como él pensarían muchos, pero
tendría a Eirikr. Y él sí merecía la pena. Tenía que merecer la pena.
Sintiendo fuerzas renovadas fue hasta la puerta y salió de la casa pasando la
madera por el cierre. Al volverse vio a varias mujeres en un grupo que se la
habían quedado mirando y con la espalda muy recta caminó hacia la casa
del jarl. Era evidente que todos sabían lo que había pasado en el barco, así
que ahora creían que le daba igual un hermano que otro y eso era algo que
tendría que asumir. Se recordó subida a aquel caballo y cómo le rogó que
volviera, cómo bajo el agua había besado sus labios. Pero lo que más
recordó fueron esos meses alejada, donde la acosaba cada palabra que él
había dicho desde que le había visto por primera vez. Sin embargo, las
palabras de Jerk habían desaparecido. Se habían difuminado en su memoria.
Recordaba lo ocurrido, por supuesto, pero si tuviera que recordar cada frase
no sería capaz de decirla literalmente. Sin embargo, las frases de Eirikr sí.
Cada una de sus palabras. Eso tenía que indicar algo. Eso y que su corazón
se estremecía cada vez que estaba a su lado. Y le había ocurrido desde la
primera vez que le vio. Desde la primera vez que escuchó su voz. Como
decía él debían seguir adelante. Si estaba dispuesto a luchar por ella, haría
lo necesario para estar a su lado.
Capítulo 13

Entró en la casa y el jarl que estaba de pie al lado del fuego se volvió
extendiendo los brazos en señal de saludo. —Hija, ya estás aquí. —Se
acercó y la abrazó provocando rumores a su alrededor. Sobre su hombro vio
que Eirikr se acercaba con una sonrisa en los labios.
El jarl se apartó. —Hijo, ¿has visto que hermosa está?
—Bellísima, padre.
—Gracias por los regalos. Son preciosos.
—Lo que tú te mereces —dijo mirándola de una manera que la
embriagó.
—Sentémonos. —Se volvieron para encontrarse con Jerk que les
observaba fríamente. —Hijo, ya estás aquí.
—Sí, padre. A pesar de que creías que tu encargo me llevaría toda la
noche, ya estoy de vuelta. —Miró a Jorunn de arriba abajo. —Al parecer
ahora tengo que llamarte hermana.
—No es necesario —dijo casi sin voz. Eirikr la cogió del brazo—.
Me alegra verte.
—Lo dudo.
—Hermano…
Este rio. —Era una broma. Es que no sé muy bien cómo
comportarme —dijo sinceramente antes de mirarla a los ojos—. Es una
situación difícil y vivía mucho más tranquilo sin tu presencia, mujer.
—Lo comprendo, pero ahora las cosas han cambiado.
—Eso es evidente. Por cierto, ¿recuerdas a mi esposa?
Asombrada vio que se volvía mostrando a la mujer de la tienda de
campaña que llevaba un lujoso vestido de terciopelo azul mucho más caro
que el suyo. Esta sonrió maliciosa. —Kalina te recuerda a menudo. Por los
golpes que le propinaste. Su hermosa nariz no ha quedado igual. O al menos
eso dice, para mí es la más hermosa de las mujeres.
Sin decir palabra miró a Eirikr asombrada y este carraspeó
incómodo. —El jarl no ha aprobado todavía este matrimonio.
—Mi marido no necesita la aprobación del jarl.
Hallad se envaró. —¿Cómo has dicho?
Soltó una risita. —Es mío, y me da igual que tú no me quieras en
esta familia.
Nadie dijo ni pío por cómo le retaba, lo que mostraba que era algo
habitual. Que esa mujer humillara al jarl no le gustaba, no le gustaba nada.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
—Vamos a sentarnos.
—¿No me permites saludarla, esposo? —Eirikr se detuvo en seco y
se volvieron para ver a Fastby sonriéndoles con ironía mientras se
acariciaba su abultado vientre. Fue como una cuchillada en el pecho que no
pudo disimular porque palideció y todo. Esta la miró con altanería. —Has
vuelto. Me alegra verte. Que una norna esté en el nacimiento de mi hijo
dará buen augurio a su destino. —Dio un paso hacia ella. —Tu sobrino
nacerá antes de que llegue el verano. Espero que te quedes hasta entonces.
—Se quedará para siempre —dijo Eirikr.
—Oh, pero marido... Igual su destino la lleva lejos ahora que ya no
tiene a Jerk. No querrás que se quede soltera, seguro que Odín le tiene
preparado un príncipe por lo menos.
—La norna se quedará en estas tierras hasta su muerte —dijo Syn
desde la puerta.
—Esperemos que esa muerte no sea prematura—dijo Kalina
divertida.
Volvió la vista hacia ella. —Te aseguro que no es fácil matarme.
—Solo hay que encontrar tu punto débil y creo que todos los
presentes ya lo conocemos —dijo con rabia.
—Sentémonos —dijo el jarl muy incómodo.
—Sí, jarl… Estoy sedienta —dijo con ganas de sangre.
Esa mujer era estúpida. Le daban unas ganas de romperle cada uno
de sus huesos… Fueron hasta la mesa y se sentaron como había dicho el
jarl, lo que indicaba que a Jerk ya le habían avisado. Igual por eso estaba
enfadado.
—Y dime, hermana... —dijo Fastby con mala uva—, ¿qué te llevó a
abandonarnos?
Jerk la fulminó con la mirada. —Sería mejor que habláramos de otra
cosa.
—¿Por qué? —preguntó haciéndose la tonta—. Tengo el
presentimiento de que tú no eres el único motivo. Huir así en plena noche…
Como si la persiguiera algo o alguien… Para que una valkiria huya, debe
ser algo que temía mucho.
Eirikr muy tenso miró a su esposa sentada a su lado. —Hoy estás
muy habladora, mujer.
—Sí, ya sé que te molesta.
—Pues no lo hagas.
Se echó a reír crispándole los nervios. —Qué gracioso eres, mi
amor.
Que se refiriera a él así le sentó como una patada en toda la boca. —
Jarl…
Este cogió su mano por encima de la mesa. —Sí, querida, ya me he
dado cuenta de que estamos rodeados de enemigos, pero deja el cuchillo
que te defiendes muy bien con las manos. No queremos que ese hermoso
vestido se manche de sangre, ¿no?
Sorprendida miró el cuchillo de su otra mano y lo soltó en el acto.
Kalina se echó a reír. —Al parecer has amaestrado a la valkiria, jarl.
Miró a Eirikr a los ojos. —No sirve de nada intentar hacer las cosas
bien —dijo ella—. Los hombres del barco se han ido de la lengua.
—Ya me he dado cuenta, preciosa.
Fastby jadeó. —¿Llamas preciosa a otra mujer ante mí? ¿Es que
acaso no me respetas?
—Tú has buscado un enfrentamiento y ya lo tienes. No pienses que
me voy a poner de tu parte en esto cuando me obligaste a este matrimonio
absurdo.
Su esposa entrecerró los ojos. —No dejarás que haga daño a tu hijo.
La familia de Fastby se levantó haciendo resonar los bancos y Eirikr
de espaldas a ellos suspiró como si fueran un fastidio.
—¿Qué ocurre aquí, jarl? ¿Se le ha perdido el respeto a mi hija?
¡Eso es algo que no pienso consentir!
Hallad levantó una ceja. —Ya me parecía a mí que no íbamos a
tener una cena tranquila.
—Pues qué quieres que te diga, padre, casi lo prefiero y dejar de
lado toda esta mierda. —Eirikr se levantó volviéndose. —Repudio a tu hija.
Varios jadeos recorrieron el salón y Fastby mirándole con odio se
levantó. —¿Me repudias? ¿Con qué motivo?
—Tengo varios, pero sobre todo que quiero casarme con ella.
—¡Lo sabía! —gritó Halvard.
—Resolvamos esto de manera civilizada —dijo el jarl—. Tomé una
decisión que debí haber meditado más. Puede que mi enfermedad me
afectara.
Jorunn apretó los labios sabiéndose responsable.
—¿Ella lo aprobaba y ahora le arrebata el marido? ¿Qué es esto?
¿Una burla? —preguntó la madre de Fastby asombrada.
Jerk se acercó a ella y susurró mientras se gritaban. —¿No piensas
decir nada? —preguntó irónico.
Le fulminó con la mirada. —Tengo mucho que decir.
—Todos están impacientes por oírte.
Kalina soltó una risita sacándola de quicio, pero tenía razón, ya era
hora de que diera la cara. Se levantó provocando que todos la miraran.
Caminó rodeando al jarl aparentando una calma que no sentía y se puso al
lado de Eirikr para mirar a Fastby que ahora lloraba a lágrima viva cuando
sabía de sobra que su marido no la amaba. —Lloras. ¿Lloras por tu hombre
o por la pérdida de tu estatus?
—¿Pero qué dices, perra? —gritó furiosa—. ¡Es mío!
—Es un hombre libre como lo eres tú. Puede poner fin a este
matrimonio cuando quiera.
—¡Por encima de mi cadáver! —gritó Halvard.
—Viejo, no me provoques —dijo Eirikr entre dientes—. ¡Mi padre
te advirtió que no debía obligarme a este matrimonio! ¡Ahora que Jorunn
está a mi lado, no pienso apartarla porque esté casado con una mujer que
me desagrada hasta en su manera de hablar! ¡Intenté cumplir con mi deber,
pero hasta aquí y ni tú ni nadie puede obligarme a continuar!
—Jarl, ¿no piensas decir nada? —preguntó indignado.
—No pienso obligarle a hacer ninguna cosa más. Los resultados
pueden ser nefastos.
—¡Lo que ocurre es que ya no te importa ser jarl! ¡Ya no cumples
con tus obligaciones!
Ese reproche hizo que se levantaran varios guerreros de las mesas
incluido Jerk que miró fijamente al viejo. —No te extralimites si no quieres
perder la lengua. ¡A mi padre le respetas!
—¿Cómo se nos respeta a nosotros? —Su mujer intentó cogerle del
brazo y la apartó furioso. —¡Mi hija tiene derecho a reparación! ¡Esta
humillación pública es intolerable!
—Ella se lo ha buscado —dijo Eirikr entre dientes—. Pensaba
hablar con tu hija esta noche, pero se me ha adelantado y seguramente algo
tiene que ver tu actitud, viejo. ¿Le has aconsejado esto? Pues es lo que
tienes. —Le hizo un gesto a Gisli que se acercó a un arcón que había
pegado a la pared y este le hizo un gesto a uno de los hombres para que le
ayudara. Este lo hizo de inmediato y pusieron el arcón entre las dos
familias. —Ahí tienes, aunque no recibí dote por casarme con ella, os doy
este oro en compensación.
Se quedaron de piedra y Fastby corrió hacia el arcón para abrirlo
mostrando que estaba lleno de monedas de oro. —A cambio os iréis de
estas tierras.
Fastby le miró sorprendida. —¿Y tu hijo?
—Ellos se irán hoy, tú después del parto, ese será el acuerdo.
Dejarás a mi hijo aquí y te irás. —Sonrió con ironía. —Serás rica,
pretendientes no te faltarán.
Le miró con odio. —Seguro que encuentro uno mucho mejor que tú.
¡Al menos él tendrá sangre en las venas para venir a mi lecho!
—Como si no te hubieras satisfecho casada conmigo. —Un guerrero
dio un paso al frente haciéndola palidecer de la sorpresa. —¿Crees que
estoy ciego? No me costó mucho que cayeras en sus brazos dos días
después de la boda. Al parecer después de hacer el amor hablas mucho. —
Sonrió con maldad. —Tanto que le has llegado a decir que dudas de si el
hijo es mío, ¿no es cierto?
Pálida dio un paso atrás. —No es cierto, padre. Quiere matarme para
no darme mi oro.
—Juro por Odín que es cierto —dijo el guerrero—. Y contó muchas
cosas más.
—Mejor no entremos en detalles. —La miró con odio. —Acepté
casarme contigo y mi misión es protegerte. Pero hasta yo tengo un límite y
en cuanto mi hijo salga de tus entrañas, te irás para no volver. No quiero
volver a verte, ¿me oyes? —Como no respondía gritó —¿Me oyes?
—Sí —susurró sin aliento.
—Ahora fuera de mi vista, te alojarás a las afueras de la aldea.
Cuando des a luz Syn me informará para que recoja a mi hijo. —Ninguno
de la familia se movió. —¡Fuera!
—Pero nosotros no tenemos la culpa —dijo la madre de Fastby.
—Ah, ¿no?
Miró al soldado que asintió antes de decir —Su madre le dijo que
debía seducirte ya que Jerk no había caído en la trampa. Que era más difícil
conseguir este matrimonio porque eras el heredero del jarl, pero que podían
lograrlo si se levantaba las faldas. Que los hombres no se resistían al ver el
sexo de una mujer. Ella lo planeó todo, hasta donde sería. Esa mujer
pensaba sorprenderos, pero no en la primera ocasión porque sino sabrías
que era una trampa. Pensaba hacerlo cuando te confiaras, Eirikr. Pero
tuvieron que descubrirlo antes porque después de hacerle el amor por
primera vez parecías enfadado, habías rechazado casarte con ella y temían
que no se repitiera esa oportunidad. Por eso hablaron en la asamblea.
Asombrada miró a Halvard que tuvo la decencia de sonrojarse. —
Nos iremos mañana al alba.
—Perfecto —dijo el jarl furioso—. Suerte tenéis de que mi hijo sea
tan generoso, porque si fuera por mí os iríais, pero con la cabeza de tu hija
bajo el brazo.
Casi salieron en tropel y Fastby gritó —¿Pero qué hacéis, idiotas?
¡Coged el cofre!
—No —dijo Eirikr—. Lo recibirás cuando des a luz. No antes. ¿Me
crees estúpido? Si te lo llevas ahora, huirás con mi hijo. —Dio un paso
hacia ella. —Y más te vale que se parezca a mí porque como no sea así,
sabrás lo que es que el acero traspase ese vientre de puta que tienes.
En su rostro era evidente que el hijo no era suyo y asustada asintió
antes de correr hacia la puerta. —¡Esperadme!
Varios guerreros rieron y palmearon la espalda del hombre que le
había tendido la trampa a Fastby. Eirikr se volvió mostrando su satisfacción.
—¿Por qué has esperado tanto si lo tenías tan claro?
—Siempre hay dudas, preciosa. Pero esta misma noche se disiparán.
Si se va con los demás sin el oro, es que ese hijo no era mío y no querrá que
lo descubra cuando llegue el momento.
—Pero los bebés se parecen mucho. No podrías negarlo cuando
diera a luz.
—¿Y si es pelirrojo? No hay pelirrojos en mi familia. ¿Crees que se
arriesgaría?
Separó los labios de la impresión. —No, ¿también con él?
—También. Dos meses antes de estar conmigo.
—Y lo sabías.
—Lo dije cuando interviniste aquella noche, ¿recuerdas?
Es cierto que había dudado de que fuera pura. Asombrada miró
hacia el guerrero pelirrojo que hablaba con Gisli sonriendo. —Lo recuerdo.
—Preciosa, no ha sido culpa tuya. —La cogió por la cintura y sonrió
mirándola a los ojos. —Ya no tenemos que ocultarnos. —Su mirada
indicaba que le gustaría comérsela entera y ella se sonrojó porque todos les
miraban. Él carraspeó. —Entiendo.
—¿Por qué no cenamos? —Al volverse vieron como Jerk les
observaba muy tenso e incómoda por lo que pensaría, regresó a la mesa
para sentarse a su lado.
—Mira que bien le van las cosas —dijo Kalina con burla—. Ahora
su amante ya es libre como un pájaro.
—No es mi amante —dijo ella entre dientes.
—Ah, ¿no? —preguntó Jerk sorprendido como si eso no lo esperara.
Se puso como un tomate mientras Eirikr decía —No es asunto tuyo.
Jerk frunció el ceño dispuesto a discutir, pero el jarl gritó —¡Quiero
cenar en paz!
Se hizo el silencio y una criada les sirvió hidromiel. Deseando tener
ocupadas las manos cogió la jarra y bebió ansiosa. De repente tenía la
garganta seca. Syn se adelantó en la mesa. —¿Sabe jarl que esta tarde
Jorunn ha empezado a tejer en el telar?
Tragó su bebida y sonrió. —¿De veras?
—Tiene un instinto natural… No necesita ni contar. Le sale solo. Y
qué maravilla al mezclar los colores, mi jarl. Será una obra divina.
Eirikr sonrió. —Te lo dije.
—Lo decís como si no supiera tejer —dijo Kalina divertida—. Es
hija de una norna, es normal que teja maravillosamente. —Levantó la
barbilla. —Aunque seguro que no lo hace mejor que yo.
Todos levantaron una ceja incrédulos. —¿Sabes usar un telar? —
preguntó Jerk como si eso fuera impensable.
—¡Claro que sí!
—Desde que estás aquí no has mostrado interés.
Se sonrojó. —¿Insinúas que soy una vaga?
—No, claro que no.
Eirikr gruñó desmintiendo sus palabras. —Debe trabajar en tu
habitación porque fuera de ella no la he visto hacer nada que no fuera
cepillarse el cabello.
—¿Acaso quieres que limpie? Eso no lo hace una mujer de mi
posición.
—Que yo sepa eres una prisionera —dijo molesto—. Aquí solo
tienes esa posición.
—Es mi esposa. —Su hermano se adelantó. —No le hables así.
Sin poder evitarlo Jorunn dijo —Si vives bajo el techo del jarl debes
seguir sus órdenes y si él no ha dicho que es tu esposa… no lo es.
—Exacto, preciosa.
—¡Para mí lo es! —gritó Jerk con rabia.
Suspiró negando con la cabeza. —Qué perdido estás en la vida,
Jerk. Esto no te traerá nada bueno.
Ofendido giró la cabeza hacia ella como un resorte. —¿Y me lo
dices tú que hoy amas a uno y mañana a otro?
—Lo dices como si te molestara que ya no te amara —dijo Eirikr
muy tenso.
—A mí me da igual —dijo con desprecio—. Lo que no me gustaría
es que jugaran contigo.
—¿Cómo hiciste tú conmigo quieres decir?
—¡Basta! —gritó el jarl dando un golpe en la mesa. —Ante mi
presencia no se volverá a hablar de esto, ¿me habéis entendido?
Los unos miraron a los otros con rencor antes de decir —Sí, jarl.
—Perfecto. —Miró hacia ella y sonrió. —Así que estás usando el
telar. Mi esposa tenía uno precioso y muy grande que encargué
especialmente para ella. Sería un honor para mí que lo usaras.
Se llevó la mano al pecho de la impresión. —¿De veras? Me
gustaría mucho.
—Haré que te lo monten en el nuevo telar. Allí tendrás tu espacio
para hacer lo que te plazca. Syn encárgate de que no le falte de nada.
—Después de la cena hablaré con Helga, jarl. Helga se encarga de
las tejedoras. Hay seis y muy buenas. Te caerán muy bien.
—Gracias. —Emocionada miró a Eirikr que sonrió. —Un telar para
mí sola.
—Harás maravillas, estoy seguro.
Kalina dio un golpe en la mesa y se levantó de repente alejándose.
Cuando fue hacia las habitaciones Jerk suspiró. —Gracias, gracias a todos
—dijo antes de irse.
Se mordió el labio inferior viendo cómo se alejaba. —Siento que…
—No es culpa tuya, niña. Esa mujer ha sido un incordio desde que
ha llegado a esta casa y el encaprichamiento de mi hijo ya ha llegado
demasiado lejos.
Sin comprender miró a Eirikr. —Mi hermano ha perdido el norte
con ella. No ve más allá. Está empeñado en pedir un rescate por ella a su
hermano, lo que en sí es muy mala idea porque si no supieran donde está se
pondría en peligro a toda nuestra gente. Aunque estoy seguro de que
vendrán hasta aquí, huyeron demasiados en aquel campamento como para
no esperarlos. En unas semanas llegarán para reclamarla y habrá lucha
porque querrán la cabeza de mi hermano o la tuya.
—Me lo imaginaba.
—Ahora estás aquí y podrás ayudarnos —dijo el jarl satisfecho.
—Por supuesto, jarl. —Miró hacia la piel por la que habían
desaparecido. —Es una pena que fuera a buscarle, ¿no? —La miraron
sorprendidos. —Se habría ido con ella y asunto arreglado.
—Le hubieran matado —dijo el jarl convencido.
—¿Eso crees? Si ella venía a…
—No venía, preciosa… Una noche en que estaba furiosa bebió más
hidromiel de la que le convenía y se le fue la lengua. Se ha descubierto que
no pensaba dar el oro como dote. Era la encargada por su señor de recoger
parte del oro en una incursión con los vikingos. En aquel momento no
tenían en qué trasportarlo ni suficientes hombres para protegerlo, así que lo
dejaron aquí hasta que pudieran venir a buscarlo.
Estaba claro que no dejaba de llevarse sorpresas. —Kalina le
encontró en su camino y se lo llevó para vengarse por los hombres que
matasteis.
Su gemelo asintió. —Eso pienso yo, pero ha conseguido hacerle
creer que en cuanto le vio no podía dejarle ir y mi hermano está ciego con
ella. Esa zorra solo quiere salvar el cuello hasta que llegue su hermano.
—Tienen aliados vikingos —dijo asustada.
—Cuando se recuperó de las heridas nos lo dejó muy claro para que
no tocáramos su precioso cuello —dijo el jarl—. Fue ella la que sugirió
utilizarla como moneda de cambio y ha convencido a Jerk de que serán
ricos y podrán irse muy lejos donde nunca les encuentren. —Apretó los
labios. —Cada mañana temo que me digan que le ha cortado el cuello a mi
hijo, pero no es tonta porque después de meses aquí sigue.
—Sabe que si daña a mi hermano la perseguiré hasta el fin de mis
días —dijo Eirikr fríamente.
—¿Estamos preparados para la lucha? Deberíamos fortificar la
aldea. He oído que muchos lo hacen con un gran muro alrededor.
—No tenemos tiempo para eso, pero se hará si sobrevivimos.
Trasladaremos la aldea más arriba de la montaña para tener mejor vista del
fiordo y la fortificaremos —dijo Eirikr antes de sonreír—. Tendremos
mucho trabajo por delante, mujer.
Sonrió. —Se hará.
El jarl asintió satisfecho y levantó su copa. —Por el futuro, que
Odín nos ayude y que los dioses nos protejan en la misión que tenemos por
delante.
Ella levantó su jarra. —¡Por el futuro! —gritó como todos.
Bebió mirando a Eirikr a los ojos y se sintió tan especial, tan unida a
él que pensó que cómo había sido posible que sintiera algo por Jerk. Pero
ahora ya no había que pensar en ello, había que pensar en el futuro como el
jarl había dicho y ese futuro sería a su lado. Se sintió tan dichosa que creyó
que su corazón iba a estallar de la alegría.

Después de la cena hablaba con Syn ante el fuego cuando una mujer gimió
doblándose y esta se levantó a toda prisa para ordenar que la trasladaran a
su casa. —El alumbramiento ha llegado.
Los hombres felicitaron a su marido que sonreía orgulloso y cuando
se fueron Eirikr se sentó a su lado cogiendo su mano. —¿No estás cansada?
—Tú lo estarás mucho más. —Se acercó a él. —No has parado ni un
momento de hacer planes con tus hombres y apuesto que ha sido así desde
que has llegado.
—Debemos estar preparados.
—¿Y a mí no vas a ordenarme nada?
—Mujer, si algo he aprendido desde que te conozco es que eres
imprevisible, así que no, no te ordenaré nada.
Rio por lo bajo. —Me conoces muy bien.
Se la comió con los ojos. —Y quiero conocerte mucho mejor —dijo
con voz ronca sonrojándola—. Vamos a tu casa.
Sorprendida susurró sintiendo que su corazón se aceleraba —
Dijiste…
—Ya no hay matrimonio que me ate, para mí es como si
estuviéramos casados. ¿Para ti no?
Con lo tranquila que estaba ella pensando que aún tardarían en
compartir lecho. Frenética pensó en qué decir. —Sí, pero ella aún está aquí
y no ha habido ceremonia.
Parecía que le estaba dando la sorpresa de su vida. —¿Ceremonia?
Ah, que no quería ceremonia. —¿No deberíamos celebrarlo?
Querías hacer las cosas bien.
—Mujer, que llevo meses con cierta necesidad —dijo entre dientes
—. Y ya que se han precipitado las cosas y este tema está resuelto…
Un grito en las habitaciones la puso en guardia. —¿Qué ha sido eso?
Todos se echaron a reír y miró a Eirikr sin comprender. —Mi
hermano está haciendo las paces.
Se sonrojó intensamente. —Oh…
—¿Te molesta? —preguntó mirándola atentamente.
—No, claro que no —dijo como un tomate.
—Parece que sí te molesta.
Levantó la barbilla orgullosa. —Pues no. —Muy nerviosa fue hasta
la puerta. —Hasta mañana.
Eirikr no salía de su asombro. —Cómo que… —El portazo le cerró
la boca antes de sisear —Estupendo.
El jarl se echó a reír. —Hijo no te quejes, has avanzado mucho.
Gruñó levantándose. —Y más que voy a avanzar.
—Ese es mi chico. —El jarl miró a la mujer con la que estaba
hablando. —Tengo algo de frío, Nerta.
La viuda del herrero soltó una risita. —Jarl, lo que necesita es irse a
la cama para entrar en calor.
—Me has leído el pensamiento, mujer.

Cerró la puerta con el tablón y se apoyó en ella respirando hondo. Le


temblaban hasta las piernas. Se había librado por los pelos. Se llevó la mano
al pecho para sentir su frenético corazón. —No precipites las cosas, no las
precipites que luego pasa lo que pasa.
Un golpe en la puerta la sobresaltó. —Preciosa, ¿me abres? Aquí
hace algo de frío.
Entrecerró los ojos. —Pues tápate.
—Jorunn, ¿qué ocurre? ¿Te ha alterado ese grito?
Dejó caer la mandíbula del asombro. —Dijiste que esperaríamos.
—Pero ya no hay por qué esperar. ¿Por qué no hablamos de esto?
Se apretó las manos. —Lo hablamos mañana.
—¿Qué pasa, preciosa? ¿Qué te preocupa?
—¡Pues muchas cosas!
Le escuchó suspirar. —No estás segura de mí, ¿no es cierto?
Gimió sentándose en la cama. —¿Y si me equivoco de nuevo?
—¡Deja de decir eso!
Asombrada miró hacia la puerta. —Pero si me has preguntado.
—Son cosas que se preguntan, eso no significa que tengas que
contestar la verdad.
—Ah, que quieres que te mienta.
—¡Claro que no!
Puso los ojos en blanco. —Vete a la cama.
—Eso pretendo hacer. ¿Me abres?
—Vete a tu cama.
—¡No hasta que me digas lo que te pasa!
—¡Sois iguales!
—¿Qué?
Se puso como un tomate. —¿Y si creo que al estar contigo estoy con
él?
—¿Qué has dicho? —preguntó con voz lacerante.
Gimió acercándose a la puerta. —No te enfades.
—¿Cómo no voy a enfadarme? —preguntó alterado.
—Por Odín, se va a enterar todo el mundo.
—¡Pues abre la puerta, porque si crees que ahora voy a irme estás
muy equivocada!
Bufó tirando del tablón y abrió la puerta, pero apenas una rendija.
Se miraron a los ojos y su corazón se estremeció. —¿Y si lo haces peor?
¿Crees que llegaré a quererte como a él si no me haces disfrutar?
—¡Mujer esas cosas no se dicen!
—Lo sé, pero quieres sinceridad. ¿Y si todo esto es una mentira que
me he inventado y realmente no siento lo mismo? ¿Y si la mentira era lo
que sentía por él? ¡Estoy muy confusa! ¡No me presiones!
—Que no te… —Empujó la puerta y antes de darse cuenta la había
cogido por la cintura para atrapar su boca. Cuando reaccionó sintió como su
lengua acariciaba la suya y fue como si un rayo traspasara su cuerpo de
arriba abajo. Gimió sujetándose en sus hombros sintiendo que el aire se
escapaba de su cuerpo, porque se le había olvidado hasta respirar por
aquellas sensaciones tan maravillosas que estaba experimentando. Mira tú
por donde, aquella muchacha tenía toda la razón del mundo al decir que
Eirikr besaba mejor, mucho mejor. Qué tonta había sido al pensar que Jerk
lo hacía bien, no le llegaba ni a la suela de las botas.
La mano de Eirikr fue a parar a su trasero y se lo acarició
provocando que suspirara en su boca. Eirikr apartó la cara de golpe para
mirar su rostro que demostraba que estaba totalmente ida porque ni se había
dado cuenta de que no la besaba. Él sonrió satisfecho. —Preciosa…
Mareada de placer abrió los ojos y sonrió tontamente. —¿Sí?
Cerró la puerta con el pie mirándola como si quisiera comérsela de
arriba abajo. —Creo que esta noche voy a dormir contigo. Para vigilar que
nadie entre en tu casa mientras descansas.
—Sí, creo que es lo mejor —dijo a toda prisa mirando sus labios
con ansias antes de darle un beso rápido—. La cama es grande, hay sitio
para los dos.
—Perfecto —susurró antes de besarla de nuevo con unas ganas que
la estremeció de arriba abajo. Se aferró a él elevando las piernas para
abrazar su cintura y respondió entregándose completamente. Eirikr gruñó
en su boca volviéndose y pegó su espalda a la pared para besarla más
profundamente. Como si quisiera sorber su alma. Sus manos aparecieron en
sus muslos bajo su vestido y acarició su suave piel hasta los glúteos
haciéndola gritar de placer. Eirikr la elevó para besar su cuello llegando
hasta el lóbulo de su oreja y pasó su lengua por él volviéndola loca. —
Sabes a miel —susurró antes de lamer su cuello de nuevo—. A néctar de los
dioses.
Mareada por lo que le hacía sentir enterró sus dedos en su cabello
atrayéndole a ella. —¿Quieres más, preciosa? —Sus dedos acariciaron su
sexo de arriba abajo y gritó sorprendida intentando apartarse por instinto,
pero él la atrapó contra la pared pasando los dedos de nuevo por sus
húmedos pliegues. —¿Te gusta?
—Sí.
—Estás muy mojada, preciosa. —Metió un dedo en su interior y
Jorunn pensó que se volvería loca cuando lo deslizó por ella lentamente. —
Mojada y caliente… —Deslizó el dedo de nuevo y entonces rozó algo que
la hizo chillar de la sorpresa por todo el placer que la traspasó. Casi sin
respiración le miró con los ojos como platos y él sonrió. —¿Te gusta?
—¿Qué ha sido eso?
—Te estoy dando placer.
—Pues no me des mucho que me matas.
Mirándola como si fuera la mujer más hermosa del mundo susurró
—Eres difícil de matar, ¿recuerdas? Podrás con esto. De hecho podrás con
todo lo que te haga, así que relájate y déjate llevar. —Deslizó el dedo de
nuevo tocándola en ese sitio y Jorunn gritó arqueando su cuello hacia atrás.
Ni se dio cuenta de que la tiraba en la cama y elevaba sus faldas de un tirón
cubriéndole la cara con ellas. Mareada aún disfrutando de su tacto le
escuchó decir —Al alba te aseguro que no pensarás en él en absoluto
porque solo estaré yo en tu mente. Mañana, tarde y noche solo pensarás en
mí, en tu esposo. —La cogió por el interior de las piernas abriéndolas para
mostrar su sexo y pasó la lengua por él saboreándolo como si fuera un rico
manjar. Fue una tortura tan exquisita que Jorunn sin darse cuenta apoyó los
talones en el colchón para elevar su pelvis mientras gritaba de placer, pero
Eirikr la agarró por las caderas reteniéndola para saborearla de nuevo de
arriba abajo. Cuando llegó al botón de su placer lo chupó con ganas
haciendo que casi perdiera el juicio y él metió su dedo en su sexo de nuevo
acariciando esa zona. Fue demasiado para Jorunn, que gritó
estremeciéndose con tal fuerza que creyó que se quebraba de placer. Y
efectivamente fue así porque estalló en mil pedazos haciéndola la mujer
más feliz de la tierra para después sentirse más a gusto de lo que se sentiría
jamás en la vida. Como si en sus venas hubiera entrado el elixir más
maravilloso que existiera y después de darle una felicidad intensa, se sintió
totalmente relajada en la cama más cómoda del universo. Y todo eso lo
había sentido con él.
La falda desapareció de su rostro y Eirikr sonrió. —Preciosa, ¿estás
conmigo? No quiero que te pierdas esto.
Consiguió abrir los ojos a duras penas. —¿Qué ha ocurrido?
Él sonrió. —Apenas nada, lo bueno viene ahora.
—¿De veras? —preguntó sorprendida.
Eirikr rio por lo bajo. —Mujer siempre dudas de mi palabra.
—Nadie puede resistir más placer.
—Sí que se puede. —Sintió como su miembro entraba en ella poco
a poco. —De hecho, tú vas a hacerlo y te va a encantar.
El roce en su interior hasta llenarla por completo fue tan exquisito
que separó los labios que él besó suavemente. Eirikr la miró a los ojos y
susurró —¿Me sientes, preciosa? —Se deslizó en su interior hasta casi
abandonarla por completo. —Serás mi esposa, por aquí parirás a mis hijos.
—Besó su labio inferior llenándola de nuevo. —Y nos tendremos el uno al
otro.
Sintiendo un placer arrebatador ni sintió como las lágrimas corrían
por sus sienes. Acarició su mejilla. —El uno al otro.
—Sí preciosa, y es para siempre.
Se aferró a su nuca y le besó entregándose en cuerpo y alma. Eirikr
respondió haciéndola temblar de placer cada vez que invadía su cuerpo. Y
ese placer crecía, la desbordaba y exigía más, guiándola hasta un precipicio.
Clavó los dedos en la piel de su cuello mientras todo su cuerpo se tensaba
con fuerza y la llenó con tal ímpetu que todo su ser se encendió en llamas
antes de explotar en un éxtasis solo digno de los dioses. Odín la había
bendecido con ese hombre y lucharía por su amor hasta la muerte

Horas después abrazados no dejaban de acariciarse. Ella con la mejilla


apoyada en su pecho suspiró sintiéndose tan a gusto a su lado que no podía
entender lo que había pasado. —¿Estás bien? —preguntó él antes de besarla
en la sien.
—Sí.
—¿Qué estás pensando, preciosa?
Se tumbó sobre él para mirarle a los ojos. —No quieres saberlo.
Eso le hizo perder la sonrisa poco a poco. —Pensabas en él.
—No… —Suspiró. —No pensaba en él, él. Pensaba en que no
entiendo como no me di cuenta. Me hubiera gustado darte a ti… —Se
sonrojó. —Lo siento.
—Eh, preciosa… —Acarició su mejilla. —No quiero que pienses
más en ello. No me importa.
—A todos los hombres les importa. Mi padre lo decía siempre.
Además, fue con…
—No lo digas. —La apartó para sentarse. —¿Es que no puedes
dejarlo?
Se sentó a su lado. —Eirikr…
Se levantó y echó más leña al fuego. Apoyó la mano en la pared y
respiró hondo. —Lo siento preciosa, pero por hablar de ello no va a
cambiar.
Arrepentida por estropear el momento, se levantó y le abrazó por la
cintura. —Lo siento.
—No, soy yo quien lo siente.
—¿A qué te refieres?
—Tenía que haber hablado contigo desde el principio, tenía que
haber averiguado qué era lo que estaba pasando.
—Eirikr, ¿de qué hubiera servido eso?
Se volvió para mirarla a los ojos y acarició sus mejillas. —Había
soñado contigo.
Se le cortó el aliento. —¿Habías soñado conmigo? Eso es muy
bonito cielo, pero…
—Había soñado contigo antes de que llegaras aquí. Antes de que
Ketil llegara.
—¿Antes de que Ketil llegara? —Forzó una sonrisa. —Si no me
conocías. —Separó los labios de la impresión. —¿Cómo ibas a soñar
conmigo?
—Te veía montada en tu caballo blanco. Eras tú. Me sonreías antes
de volver tu caballo y lanzarte a la batalla. Pero quien llegó fue Ketil y…
Asombrada jadeó. —Por eso me odiabas, ¿no?
—Dijiste que tu familia había muerto, y creí…
—¡Qué ella había muerto! ¡Mejor dicho, que yo había muerto! ¿Te
das cuenta de lo que has hecho? ¡Casi me matas!
Él hizo una mueca. —¿Ves, preciosa? —Forzó una sonrisa. —Lo
tuyo no fue para tanto.
—¿Querías matar a mi hermano? —preguntó pasmada.
—No, claro que no. Solo quería asustarle. ¡No me gustaba
demasiado ver tu rostro en él continuamente! ¡Era extraño! ¡Me inquietaba,
la verdad! Soñar con una mujer que luego resultó ser un hombre… ¡Me
había excitado con esos sueños!
—Entonces la culpa fue tuya.
La miró asombrado. —¿Culpa mía?
—Si hubieras dicho algo…
—¡A un hombre!
—No, a un hombre no, pero como has dicho…
—¡Yo no me vestí de mujer para confundirte!
Se sonrojó. —Eso no fue idea mía. Culpa a Ingla
Gruñó cogiéndola en brazos y de repente Jorunn rio. —¿Qué te hace
gracia, mujer?
Acarició su nuca. —Me haces muy feliz.
Él besó sus labios. —Te puedo hacer aún más feliz.
—¿Y a qué esperas, guerrero?
Capítulo 14

Días después acarició la madera labrada de su nuevo telar. Era precioso y


soltó una risita mirando a Eirikr que observaba su reacción al lado del jarl.
—Gracias, jarl.
—Estoy deseando ver tu primera obra.
—Oh, pues ya puedes verla. —Fue hasta el telar que había usado
esos últimos días y apartó la tela que lo cubría. —Lo terminé ayer por la
tarde.
Dejaron caer la mandíbula del asombro al ver a Eirikr con su cabello
al viento y la espada en la mano sobre una roca, estaba observando el
fiordo.
El jarl se echó a reír dando palmadas y se acercó para verlo bien. —
Hijo eres tú.
—Preciosa, es un trabajo increíble. —Se echó a reír señalándole. —
Hasta has puesto mi medallón.
—Se colgará en el salón —sentenció el jarl—. ¿Puedes hacerme a
mí?
—Por supuesto que sí, mi jarl. Y bien apuesto. —Le miró maliciosa.
—¿Y qué tal si tejo también a tu nueva esposa?
—Todavía no me he decidido, niña.
Ella jadeó. —¿Cómo que no? ¿Y Nerta? —Dio un paso hacia él
amenazante. —¿No estarás jugando con ella?
Miró asombrado a su hijo y este negó con la cabeza
imperceptiblemente. —¡No! No, claro que no. Ni se me ocurriría.
—Claro que no se te ocurriría, porque será tu esposa.
—¿Me lo estás ordenando?
Entrecerró los ojos. —Claro que no, mi jarl. —Sonrió maliciosa. —
Pero es que es tu mujer.
—¿De veras?
—Preciosa, ¿no ibas a dejar de hacer eso?
—No estoy tejiendo su destino. —Le miró insegura. —¿O sí?
—La norna eres tú.
—Cierto. —Volvió a cubrir su telar y fue hasta el nuevo. Soltó una
risita. —Ya verás jarl, te encantará.
—Claro que sí, cielo, a mi padre le encantará. Voy a revisar que los
hombres hayan acatado mis instrucciones.
Ella ya estaba tan distraída con los hilos que ni le escuchó y él
sonrió yendo hacia la puerta de la casa que tenía los telares. Su padre le
palmeó la espalda. —Es feliz, hijo. Solo hay que verla.
Sonrió satisfecho, pero en cuanto salió perdió parte de su sonrisa al
ver que su hermano había dado una contraorden sobre las balas de heno que
harían de escudo a los arqueros y la verdad es que tenían mejor ángulo de
tiro desde allí. Jerk en el embarcadero le miró y él asintió antes de señalar
hacia las montañas.
—¡Ya está listo! —gritó su gemelo.
—¡Veámoslo!
Jerk salió del embarcadero y de repente alguien gritó desde dentro
del telar. Asustados entraron para ver que las mujeres rodeaban a Jorunn. —
¿Preciosa? —Corrió hasta ellas y apartó a Syn que sonreía satisfecha
mientras los hilos salían de las manos de Jorunn y se metían por las guías
formando un dibujo. Se quedó sin aliento viendo cómo se formaba la
imagen. Jorunn estaba tan concentrada que ni se había dado cuenta del
revuelo que se había formado a su alrededor. —Apartaos —ordenó él —.
Dejadle espacio.
La imagen fue subiendo mostrando una batalla porque había varios
cuerpos irreconocibles a los pies que ella estaba tejiendo. Fueron
apareciendo las piernas de dos hombres. Sus manos iban tan rápido que casi
eran imperceptibles para la vista. Syn apartó a una mujer de malas maneras
y gritó —¡Salid de aquí!
Las mujeres corrieron hasta la puerta y el jarl la miró preocupado.
—¿Qué es esto, vieja?
—No está tejiendo el destino. Creo que lo está leyendo. Mírela jarl,
ni se da cuenta de lo que hace. Ni es consciente de lo que ocurre a su
alrededor. Siento que alguien le está enviando un mensaje.
Eirikr preocupado porque parecía ida dio un paso hacia ella
alargando la mano, pero Syn le agarró del brazo. —Déjala, esto es
importante. Muy importante como para que la interrumpamos.
Tenso se alejó. —Esto no me gusta.
—Vamos a ver el futuro. Debéis estar preparados para lo que sea.
Los dos hombres enfrentados ya se veían hasta la cintura y cuando
empezó a tejer los medallones iguales que llevaban cada uno Eirikr se tensó
con fuerza. Uno de ellos tenía la espada cerca del costado del otro a punto
de cortarle. —Somos nosotros.
El jarl tan preocupado como él asintió. El tejido fue subiendo para
mostrar que el filo de un hacha iba a cortar la cabeza del otro y el jarl se
tapó la boca de la impresión. —No, no…
—Calma jarl —dijo Syn viendo como los rostros de los gemelos
empezaban a formarse y cuando el hombre del hacha mostró la cicatriz en
el rostro ya no hubo duda.
—Mi Dios… —El jarl dio un paso atrás. —Os matáis el uno al otro.
—Padre eso no puede ser —dijo incrédulo.
Las manos de Jorunn tejieron aún más aprisa para mostrar un barco
en el fiordo que estaba en llamas. Eirikr entrecerró los ojos por un hombre
de espesa barba morena que agarraba a Jorunn por la melena. Esta
observaba la escena horrorizada mientras él reía. Kalina a su lado con un
puñal lleno de sangre en la mano observaba la imagen con todo su odio
reflejado en su mirada. De repente Jorunn dejó caer las manos y salió del
trance viendo la imagen. Perdió todo el color de la cara y susurró —¿Qué es
esto?
—Preciosa, no te preocupes, es un aviso.
—¿Yo he hecho esto? —Le miró muerta de miedo. —¿He tejido
este destino?
—Alguien nos envía un mensaje —dijo Syn—. No tienes nada que
ver. Recuerda que no puedes influir en el destino de Eirikr. Tu pareja forma
parte de ti, ¿recuerdas? —La vieja negó con la cabeza. —No… Esto es un
aviso de los dioses a que tenemos que hacer algo.
—Voy a matar a esa furcia —dijo el jarl muy tenso.
—No, espera… —Eirikr viendo la imagen fríamente señaló el
medallón de su hermano. —Aquí lo tiene.
—Se lo habrá dado ella —susurró Jorunn aún impresionada.
—No, llegaron con lo puesto, ¿recuerdas? Él no lo llevaba. —
Señaló al hombre que la mantenía agarrada. —Lo tenía él. ¿Se lo dio como
muestra de buena voluntad? Ellos convencieron a mi hermano de que nos
traicionara. Lo que tenemos que averiguar es por qué él dio su brazo a
torcer.
—¿Por qué? —preguntó el jarl indignado—. Porque esa mujer lleva
meses poniéndole en nuestra contra.
—Tiene que haber una razón poderosa para que mi hermano haga
eso, padre. Algo que le haya dolido mucho. —La miró a los ojos. —¿Será
por ti? Ese hombre te retiene.
—Estos días no ha mostrado que le interese demasiado. Ya lo has
visto en la mesa, prácticamente ni me habla.
—Por no buscar conflictos —dijo el jarl.
—Exacto —dijo Eirikr —. Y le he escuchado en al menos tres
ocasiones decirle a ella que deje de hacer ese tipo de comentarios. Es más,
ayer por la mañana llegó a decirle que le estaba dejando en evidencia al
recordar continuamente su falta con Jorunn y que eso solo provocaría el
desprecio de los suyos. En la comida ella apenas abrió la boca y en la cena
tampoco.
—Cierto —dijo el jarl—. De hecho, hasta tu hermano rio por un
comentario de Jorunn.
—Intenta suavizar las cosas y nosotros hacemos lo mismo. ¿Por qué
cambia de opinión? Algo tendrá que pasar para llegar a eso.
—Si esa mujer muere…
—Padre, si esa mujer muere empeorarán mucho las cosas con Jerk.
Debemos ser inteligentes.
A Jorunn se le cortó el aliento. —Hacerla nuestra aliada.
—No sé si eso será posible, pero sí que necesitamos conocerla
mejor. Necesitamos conocer al enemigo. —La señaló en el tejido. —
Aunque eso será difícil, se pasa prácticamente el día en su habitación.
—Porque todos la rechazan.
—Exacto, preciosa. Necesita alguien que la apoye. Una amiga.
Tienes que hacerte su amiga para conocer qué es lo que pasa por su mente.
—Le he dado una paliza de muerte, ¿crees que se hará mi amiga? —
preguntó incrédula—. Si me odia.
—¿No te das cuenta de que eres la mujer de su edad más próxima a
ella? Simplemente por eso se acercará a ti.
Apretó los labios como si eso no le gustara un pelo y Eirikr se
agachó ante ella y cogió sus manos. —Ahora estamos advertidos, podemos
cambiar esa imagen.
—No tenemos mucho tiempo, niña. Ahí las flores están en flor. Así
que pasará dentro de poco. La poca nieve que queda se está derritiendo. La
primavera ya está a la vuelta de la esquina —dijo el jarl.
—¿Cómo me voy a hacer su amiga si me entran unas ganas de
apalearla cada vez que la veo…?
Eirikr reprimió una sonrisa. —Sé que lo conseguirás. Piensa en las
cosas que tenéis en común.
—¡Nada! ¡No tenemos nada en común! ¡Es una señoritinga que no
ha cogido una escoba en su vida!
—Dice que teje. —Levantó una ceja.
—Muy bien, lo haré. Pero como no consiga nada cuando florezcan
las flores, la destripo y a él…
—Él es cosa mía.
—Más te vale marido, porque no pienso perderte. Ni por él ni por
nadie.
Eirikr asintió y la besó en los labios antes de apartarse para mirar la
imagen. —Quemadlo.
—Pero es un mensaje de los dioses —dijo Syn asustada—. No
deberíamos.
—Pues escondedlo muy bien, nadie puede verlo.
—Yo me encargaré —dijo la curandera.
—Lo dejo en tus manos, vieja.
—Hijo…
—Padre, lo solucionaré. No te inquietes por esto. No vamos a
ciegas, ya sabemos cómo llegarán, cuando y lo que puede ocurrir. Estamos
preparados.
El jarl asintió y puso su mano en el hombro de su hijo. —El destino
de mi pueblo, de mis hijos está en tus manos. Confío en que harás lo que
creas necesario para salvarnos a todos.
—Lo haré.
Hallad asintió y se volvió para ir hacia la puerta dejándoles solos. La
vieja empezó a cortar los hilos que unían el tapiz al telar y Eirikr se volvió
hacia Jorunn. —Aparte de eso, puedes hacer algo más.
Se levantó. —Dime.
—A mi padre le has alargado la vida. ¿Puedes hacer lo mismo con
los demás?
—Eirikr…
—Sé que es mucho pedir, pero mi deber es cuidar de su bienestar.
En esa imagen hay muchos muertos. Hay niños. Sabemos que no puedes
alterar el destino que Odín ha marcado, pero si lo intentas puedes salvar a
muchos.
Miró de reojo a Syn que enrollaba el tapiz. Que no dijera nada la
alivió, tampoco quería enfurecer a los dioses abusando del don que le
habían dado. —Madre dijo que solo podía alterar el futuro de los que me
rodeaban en mi día a día. A la mayoría ni los conozco, cielo.
Él asintió. —Por intentarlo no perdemos nada. Mi hermano…
—Ni hablar —dijo tajante—. No pienso darle esa ventaja frente a ti,
¿me has entendido? No.
—Deja las cosas como están, guerrero. Los dioses juegan con
nosotros y nos han dado esta ventaja. No quieras más de lo que te ofrecen o
se enfadarán.
Eirikr la besó en la frente. —Te veré en la cena.
—¿Qué vas a hacer?
—Intentar recuperar a mi hermano. Es hora de que hablemos largo y
tendido.
—Suerte, mi vida.
Él sonrió alejándose y Syn se puso a su lado con el rollo de tapiz en
la mano. —Mañana harás otro.
—Ni hablar.
—Tenemos que saber si envían más mensajes, niña. No seas tonta.
Jadeó indignada. —¿Tonta?
—El futuro de este pueblo está en tus manos. Aprovechémoslo.

Quedaban un par de horas para la cena y tragando bilis fue hasta la puerta
de la habitación de Jerk. Tomó aire y levantó el puño para llamar dos veces.
—Adelante.
Abrió la puerta y Kalina estaba sentada al lado del fuego con un
bordado en la mano. Así que eso era lo que hacía todo el día. —¿Qué
quieres? —le espetó.
—Me preguntaba si querías venir al telar conmigo. Decías que tejías
y seguro que te vendrá bien salir de esta habitación.
La miró con desconfianza. —¿Y a ti qué te importa si estoy todo el
día aquí?
Pues tenía razón, la verdad, no le importaba nada. Sonrió. —Ha
pasado el invierno y hace un día precioso. Cualquiera querría salir. Además,
me he propuesto que nos llevemos bien. —Dio un paso hacia ella. —
Nuestros maridos son hermanos, Kalina. Y yo quiero que mi marido sea
feliz. No lo es distanciado de su hermano.
Kalina apretó los labios. —Jerk tampoco está muy contento con esta
situación. Siempre han estado enfrentados, pero nunca tanto como ahora.
—Y es culpa nuestra, debemos hacer algo. Si ven que nosotras nos
aproximamos, que nos llevamos bien, ellos serán más felices y su relación
mejorará. Por Odín, tienen la misma sangre, se conocen muy bien porque
son dos caras de una misma moneda, no les costará reconciliarse si nosotras
ponemos de nuestra parte. —Alargó la mano. —¿Vienes?
Kalina sorprendiéndola sonrió levantándose de inmediato. —Sí. —
Miró su mano. —No te ofendas si no te la cojo. No hay tanta confianza.
Se echó a reír. —Muy bien. ¿Vamos?
Kalina cogió una capa con los bordes de piel de lobo y Jorunn la
miró sorprendida. —¿De dónde la has sacado?
—La he hecho yo. Jerk me trajo la piel y la tela.
Admiró sus bordados geométricos por toda la tela azul. —Es
hermosa. Se nota que tienes mano para la costura.
—Una mujer de mi posición solo puede bordar y coser —dijo como
si fuera un aburrimiento—. Me gusta, pero hacer eso desde niña…
—¿No te permitían jugar? ¿Pescar? ¿Cazar?
—Sé usar el arco, mi hermano me enseñó. A veces me llevaba a
cazar con él, pero no se me da muy bien.
—Eso es porque tardas mucho en disparar la flecha. Si quieres
mañana practicamos.
Sus ojos brillaron. —¿Me ayudarías?
—Sí, por supuesto —dijo algo confundida porque no le había
costado nada convencerla. Debía ser tanto encierro, que ya había hecho
mella en ella.
Caminando hacia el telar Kalina la miró de reojo, pero ella hizo que
no se daba cuenta. —Jorunn…
Se detuvo para mirarla. —¿Sí?
—¿Todavía le amas?
Se le cortó el aliento y miró hacia los hombres que en ese momento
estaban entrenando. Jerk miraba hacia ellas como si no se lo creyera
mientras Eirikr a su lado intentaba mostrar que no estaba nada sorprendido.
—¿Amas a Jerk?
La miró a los ojos. —Te soy totalmente sincera cuando te digo que
creí amarle, pero me equivoqué. Él no era para mí y lo descubrí demasiado
tarde. No te guardo rencor porque estéis juntos, ¿sabes? Me enfurecí cuando
te vi por primera vez, sí. Creía que me robabas algo que era mío y me costó
darme cuenta de que no era así. Él decidía y se decidió por ti.
—¿No me odias por ello?
—Mi hombre me ha hecho darme cuenta de que el amor no es amor
de verdad si no es correspondido. Jerk no me amaba y tú llenaste su
corazón, por eso te trajo aquí, porque ya no puede vivir sin ti. Por eso debo
decirte que esos comentarios que haces…
—Lo sé. Jerk me ha hecho darme cuenta de que le hago daño
también a él.
Se le cortó el aliento porque era evidente que era algo que quería
evitar a toda costa. —Le amas mucho, ¿verdad?
Sus ojos brillaron. —Cuando le vi por primera vez tuve que
acercarme porque sabía que él no lo haría. Aunque estábamos rodeados de
gente no había nadie más, solo él, y a pesar de que los hombres de mi
hermano observaban fui hasta su mesa. —Levantó la barbilla orgullosa. —
Y me senté a su lado. —Soltó una risita. —La cara que puso. —Hizo una
mueca. —Pero luego pelearon y se fue.
—Pero volviste a verle.
—No me lo podía creer. Los hombres le encontraron y me lo
trajeron para que decidiera qué hacer con él. No podía tener tanta suerte.
—Le drogaste.
Se echó a reír. —Es muy testarudo. Me deseaba y se hacía el
orgulloso. Así que le di una ayudita para perder los miedos.
—¿Miedos?
—Miedo a seguir su corazón por lo que pudiera pasar.
—Le ofreciste reinar a tu lado. ¿Y tu hermano?
La miró fijamente. —Ya veo. Esto es un interrogatorio.
—Venga cuéntamelo, tengo curiosidad. Tú lo sabes todo de mí.
Pareció pensarlo. —Mi hermano no puede tener hijos. Yo soy su
heredera.
—Entiendo, su mujer no le ha dado hijos.
Kalina se echó a reír. —¿Su mujer? Ha tenido cientos. Y mujeres
fecundas que han tenido seis hijos, con él nada. No se ha casado. —
Entrecerró los ojos. —Igual es por eso, porque no puede darle un hijo a su
esposa. Nunca le he preguntado. Cada vez que los ancianos le dicen que se
case pone cara de vinagre y dice simplemente que no. Y es una pena porque
muchas suspiran por él.
—¿Es apuesto?
—¿Apuesto? —Miró a su alrededor. —Que no me oiga mi esposo,
pero no hay hombre más apuesto que Rurik.
—¿De veras? —preguntó pasmada—. ¿Más que nuestros maridos?
—Kalina levantó una ceja. —Vaya… Se deben desmayar a su paso.
—¡Ha ocurrido! ¡De veras, ha ocurrido!
Se echaron a reír y los gemelos se miraron asombrados. —¿Qué ha
pasado? —preguntó Jerk.
—Mujeres, ¿has llegado a entender a la tuya?
—No.
—Pues no intentes comprender esto.

Su marido entró en la habitación después de la cena y era obvio que estaba


muerto de curiosidad. Se quitó el vestido quedándose desnuda ante él
haciéndose la tonta. —Mujer, estoy esperando.
Sonrió. —Sorprendentemente, es una mujer muy agradable.
—¿Qué has dicho?
Se sentó en la cama. —He averiguado muchas cosas. Fueron cinco
hermanos, pero solo quedan Rurik y ella. Es la heredera de su hermano por
eso le ofreció a Jerk gobernar a su lado cuando llegara el momento, porque
Rurik es un temerario en las batallas y temen continuamente por su vida.
Además de eso, me contó que no pudo olvidar a Jerk después de su
encuentro en esa posada. Así que cuando le vio aprovechó su oportunidad.
Sabía que él no se iría con ella de buenas a primeras, así que le prendió. —
Le miró fijamente. —Me odiaba porque cree que aún amo a Jerk y que me
quedé a tu lado por estar cerca suyo. ¿No es una tontería? —Su hombre
carraspeó y ella jadeó de la sorpresa. —¿Pensaste lo mismo?
—Bueno, mujer… Alguna vez se me ha pasado por la cabeza, pero
luego me besas y se me olvidan esos pensamientos.
—¡Marido, que esté contigo no tiene nada que ver con Jerk!
—Bueno, algo tiene que ver. ¡Tenemos la misma cara y me
confundiste con él!
Le miró con rencor. —¿De veras quieres sacar el tema de nuevo?
—¡Lo has sacado tú!
Molesta se metió en la cama tapándose hasta la barbilla y él frunció
el ceño. —¿Esa es la manera que tienes de decirme que no me harás el amor
esta noche?
—¡Sí! ¡Me has enfadado! ¡Me trajiste de vuelta casi a rastras! ¡No
sé cómo se te ocurren esas cosas!
Como no decía nada levantó la cabeza para ver que sonriendo se
quitaba el pantalón dejándolo como Odín le trajo al mundo. —¿De qué te
ríes?
—Por tu manera de hablar es evidente que ya no tienes dudas,
mujer.
Se le cortó el aliento porque era cierto. —No.
—Eso es bueno, eso es muy bueno.
Se subió a la cama a gatas y tiró de la piel para mostrar sus pechos y
los besó con ansias provocando que ella suspirara de gusto, pero de repente
él levantó la cabeza mirándolos con cara de extrañeza. —¿Qué ocurre, mi
amor?
Él pasó un dedo por su pezón endurecido. —Preciosa, los tienes más
sensibles.
—Será que tiene que venirme… —Se puso como un tomate. —
Cosas de mujeres. A veces me duelen cuando me ocurre eso.
La miró sorprendido. —Avísame si te hago daño.
—Lo estabas haciendo muy bien —dijo impaciente.
Malicioso sonrió. —¿Algo más que tengas que contarme de Kalina?
—¿Ahora? ¡Atiende a tu mujer, guerrero!
Pasó la lengua por su pezón. —Que impaciente…
Capítulo 15

Sentada ante su telar bajo la atenta mirada del jarl, Syn y su esposo,
tamborileaba los dedos sobre su muslo. Llevaba allí sentada media mañana
y estaba aburridísima. —¿Puedo dejarlo ya?
—No —dijeron los tres.
—Ya lo sé —dijo la vieja—. Coge los hilos como si fueras a hacer el
telar del jarl.
—Sí, eso niña. Coge los hilos a ver si así empiezas de una buena
vez.
Suspirando cogió una de las bobinas y cuando les miró exasperada
parpadeó al ver allí a Kalina estirando el cuello entre Syn y el jarl. —¿Qué
haces?
Los tres se sobresaltaron y miraron hacia ella con los ojos como
platos. —Oh, estás aquí —dijo el jarl.
Eso le hizo perder la sonrisa a Kalina y hasta se sonrojó un poco. —
Venía al telar. Jorunn me ha permitido usar el que está libre porque ahora
ella usa el de tu esposa, jarl.
—Menos mal que estás aquí —dijo Jorunn levantándose.
—Ah, ¿sí? —preguntó mirando a su cuñado con desconfianza—.
Pues no lo parece.
La cogió por el brazo. —Estábamos hablando de mi próximo
trabajo. ¿Qué opinas? ¿El jarl con sus dos hijos o el jarl con la que será su
esposa?
Le miró maliciosa. —Con su futura esposa, por supuesto.
—Lo que yo decía. Venid, mirar que buen trabajo hace mi cuñada.
—Apartó la tela que cubría el trabajo de Kalina y los tres levantaron una
ceja al verlas cinco líneas que había hecho el día anterior. —¿No veis el
intrincado diseño?
Todos estiraron el cuello para intentar verlo mejor y Kalina se echó
a reír. —Si todavía no se ve nada, Jorunn.
Les fulminó con la mirada. —¿Lo veis o no?
—Sí, claro —dijo Eirikr—. Será una obra de arte. —Carraspeó
incómodo. —Bueno, yo tengo mucho que hacer.
Un hombre entró al telar como una tromba. —¡Eirikr, tu esposa! —
Todos se volvieron hacia ella. —¡No esa no, Fastby!
—¿Qué ocurre con ella? Se fue con su familia.
—¡Ha vuelto!
—¿Cómo que ha vuelto? —preguntó Jorunn indignada.
El rostro de Eirikr se transformó y furioso fue hasta la puerta. Kalina
y ella se miraron antes de salir corriendo tras él. Gisli se acercó corriendo.
—Ha entrado en la casa del jarl, Eirikr. Tiene mal aspecto.
—¿Cómo que ha entrado en mi casa? ¿Y lo habéis permitido? —
preguntó su padre furioso.
Gisli se sonrojó. —Bueno, es que no sabíamos qué hacer.
Jorunn le hizo un gesto sin darle importancia y entraron en la casa
del jarl donde ella sentada en una silla bebía de una jarra. La verdad es que
no tenía buen aspecto. Estaba manchada de barro y muy pálida. Parecía
enferma y la sangre de sus piernas indicaba que había perdido al niño. Dejó
de beber y miró asustada a Eirikr. —¿Qué haces aquí, mujer?
—Han muerto —dijo sin aliento—. Han muerto todos.
—¿Qué?
—Mi padre quería volver, quería avisaros, pero nos alcanzaron.
Conseguí huir, pero… —Se echó a llorar. —Vienen hacia aquí. Han matado
a los hijos de mis hermanos… Los tiraron por el acantilado. ¡Son unos
monstruos!
Eirikr muy tenso se agachó ante ella. —¿Quiénes son?
Miró con odio a Kalina. —¡Lo suyos! ¡Han vuelto por ella! ¡No
entendía lo que decían, pero sí entendí su nombre!
Kalina enderezó la espalda. —Miente. ¡Di la verdad! ¡Mi hermano
jamás mata por placer! ¡Y nunca mataría a unos niños indefensos!
—¡Esos perros les mataron!
Kalina miró a Jorunn. —Te juro por tu dios que eso no puede ser.
Mi hermano nunca haría eso. Tiene honor. Le he acompañado en
incursiones y le he visto luchar, te lo juro por tu Odín que eso no es cierto.
Increíblemente la creía. Veía en sus ojos que era sincera. —¿Serían
sus hombres?
—Puede que sean eslavos, pero no son hombres de mi hermano. Les
cortaría la cabeza si hicieran algo así. Hace unos años uno de sus guerreros
mató a su suegra a golpes porque decía que no hacía más que molestarle,
¿sabes lo que hizo mi hermano? Le mató a golpes ante sus hombres para
que aprendieran la lección. Puede que ordenara matar a los mayores para
que no les delataran, ¿pero a los niños? No, no me lo creo.
Eirikr sonrió irónico. —¡No me vengas con que los hombres de tu
hermano tienen honor, he peleado contra ellos, son ladrones y asesinos!
—¿Acaso tú no robas en tus incursiones? ¡No me des lecciones,
guerrero! Vas a tierras del sur para llenar tus arcas, como hacemos los
demás porque la dureza del invierno impide grandes cosechas. Los
inviernos son largos y nuestras gentes tienen que comer. ¡Pero jamás
matamos por placer!
A eso Eirikr no pudo decir nada y Kalina miró a Fastby. —Ahora di
la verdad.
—¡Esa es la verdad!
—¿Cómo os los encontrasteis? —preguntó el jarl impaciente.
—Mi padre quiso llevarse los caballos. Dijo que podríamos
venderlos si era necesario. Así que fuimos a buscarlos a las montañas.
Tardamos tres días en agrupar la manada y emprendimos viaje hacia las
tierras donde vive una tía mía. Mi padre estaba seguro de que en cuanto
vieran los caballos nos acogerían con gusto. Apenas pasó mediodía de
camino cuando nos detuvimos. Mi padre decidió acampar porque la manada
estaba algo inquieta.
—¿Manada? —preguntó Jorunn confundida.
Eirikr susurró —Su padre aparte de cuidar nuestros caballos tenía
manada propia en las montañas. Mercadeaba con ellos entre los nuestros.
Casi todos nuestros caballos fueron comprados a Halvard.
Mira con el viejo. Eso sería una pequeña fortuna a lo largo de los
años.
—Dos de las yeguas estaban preñadas, así que al día siguiente
tuvimos que parar cada cierto tiempo para no agotarlas. Estaban bebiendo
de un riachuelo cuando aparecieron y nos rodearon.
—¿Cuántos eran? —preguntó Kalina.
—Tantos como nosotros, puede que alguno más. Unos veinte que yo
viera.
—¿Y dices que mataron a los niños?
Sollozó. —Mi familia intentó defenderse y mi padre fue el primero
en caer. Mataron a mis hermanos y dos de sus mujeres antes de llevarnos
hasta el borde de la montaña por donde caía el río. Un hombre con un
tatuaje en el hombro se acercó riendo. La punta de su espada llegó al vientre
de mi madre, pero no la traspasó y le dijo que no valía ni para abrirse de
piernas, que se tiraba o la destriparía.
Jorunn se llevó la mano al cuello de la impresión mientras Fastby
sollozaba. —Y se tiró. Mi cuñada al saber el destino que le esperaba se tiró
detrás y el hombre gritó asustando a los niños que se agarraron a mis faldas.
Entonces él me los arrebató y a medida que apartaba a uno lo tiraba al
vacío. Yo gritaba y gritaba, pero de repente me vi en el suelo. —Se quedó
mirando la jarra con la mirada perdida. —Me tomó. Me tomó él y otros. No
recuerdo cuantos. Hablaron en su idioma creyéndome muerta. —Miró con
odio a Kalina. —Dijeron tu nombre. ¡Varias veces!
Kalina dio un paso hacia ella. —¿Cómo era ese tatuaje?
La miró sin entender. —¿Qué?
—¡El tatuaje! ¡Cómo era!
—Un círculo con puntas y con algo en medio.
Sonrió satisfecha. —No es mi hermano. —Miró a Eirikr. —Es
Bogdan.
Eirikr asintió. —Recuerdo el tatuaje. Pero eso no significa que no le
haya enviado tu hermano. —La cogió por el brazo. —¡Es su esbirro!
Sin intimidarse levantó la barbilla. —No lo es. ¡Es un mercenario!
Si les mató fue por los caballos. Y si hablaban de mí es porque cree que mi
hermano le dará una buena suma si me recupera. Pregúntale a tu hermano si
estaba conmigo cuando me prendió. No, porque después de saber por mí
como se comportó en Heirst, Rurik le echó de sus tierras.
—¿Y cómo sabe que estás aquí?
—¡No lo sé!
—Suéltala hermano —dijo Jerk fríamente desde la puerta con la
espada en la mano—. No te lo voy a repetir.
Kalina sonrió. —Mi amor, vas a poder recuperar tu medallón.
A Fastby se le cortó el aliento. —¡Llevaba el medallón! —gritó
señalando el medallón de Eirikr—. ¡Lo llevaba! —Les miró con los ojos
como platos. —¿Cómo no me di cuenta? Lo he visto tantas veces… El oso
mitad lobo…
—Syn encárgate de ella —dijo el jarl antes de mirar a sus hijos—.
¡Traedlos aquí! ¡Quiero saberlo todo!
Eirikr fue hasta la pared donde había varias armas y cogió un hacha.
Gisli se puso al lado de Jorunn y le entregó la espada del jarl. —¿Quieres el
arco?
—No será necesario.
Eirikr se volvió ya con el hacha en la espalda y la espada en la
mano. —¿Lista?
—Siempre, mi amor.
—¿Puedo ir? —preguntó Kalina.
Todos miraron hacia ella como si estuviera loca y bufó cruzándose
de brazos. —Nunca puedo hacer nada.
Jerk rio por lo bajo acercándose y la cogió por la cintura pegándola
a él. —Me haces feliz, ¿no es suficiente?
Esta soltó una risita, pero él atrapó sus labios besándola como si
quisiera marcarla. Mira como ahora no le molestaba besar. Cuando la soltó
Kalina estaba mareada y todo, tambaleándose y provocando la sonrisa
satisfecha de su esposo que le dio un azote antes de volverse. Cuando sus
ojos coincidieron Jerk carraspeó incómodo antes de ir hacia la puerta. Le
siguió con la mirada y Eirikr se puso a su lado. —Se aman, preciosa.
—Sí. —Sus ojos brillaron de la alegría. —¿No es estupendo?
—Sí —respondió confundido—. ¿No te molesta?
—¡No! De hecho me alegro, menos conflictos. Él la ama a ella, tú a
mí y todos contentos. —Como si nada fue hasta la puerta. —¿Vamos? Hay
que destripar a esos cerdos.
—Pero no los destripéis a todos —ordenó el jarl—. ¡Quiero
respuestas!
Al llegar afuera allí estaba su caballo esperando impaciente. —Sí,
pequeño. Vamos de caza. —Guardó la espada en la vaina y se subió con
agilidad. Eirikr y Jerk se pusieron uno a cada lado. —Bueno, ¿quién
manda?
Eirikr miró hacia ella como si le hubieran salido dos cabezas. —
Mando yo, preciosa.
Se echó a reír. —¿Estás seguro?
—Mujer…
Ella se lanzó a galope y Gisli silbó haciendo que todos los hombres
les siguieran. Los gemelos se miraron. —Ahora sabes lo que se siente —
dijo Jerk encantado.
—¡Tenemos que decidir bien la jerarquía en esta familia!
Jerk se echó a reír hincando los talones en los costados de su
montura siguiéndoles y Eirikr miró a su padre que sonriendo dijo —
Recuerda que sois uno, es como si mandara la misma persona.
—Eso no lo tengo yo tan claro.
El jarl se echó a reír. —Cuida tus espaldas, hijo.
—Te los traeré.
—Sé que lo harás.
Eirikr se lanzó a galope y pasó a sus hombres hasta colocarse en
cabeza al lado de su esposa que rio azuzando a su caballo. Los gemelos
sonrieron porque con Éxtasis no se podía competir. Al cabo de unos
minutos ella preguntó —¿Creéis que están muy lejos?
—No, así que estate atenta —dijo su marido mirando a su alrededor.
Sonrió maliciosa. —Te has dado cuenta, ¿no?
—¿No reconoció mi medallón? Lo ha visto millones de veces. Es
una trampa.
Jerk asintió. —¿Crees que nos hemos alejado lo suficiente para que
se confíen?
—Sí, seguro que observan, así que están cerca de la aldea y
esperarán a la noche para atacar. —Volvió su caballo. —¡Desplegaos! ¡Hay
que encontrarles!
Los hombres dejando un espacio entre uno y otro desde el fiordo
hasta la montaña, avanzaron de nuevo hacia la aldea sin hacer ruido. El
sonido de un búho les alertó y se fueron aproximando hacia allí reduciendo
la distancia. Preocupada por si les oían llegar miró a su marido que asintió
bajándose del caballo. Ellos hicieron lo mismo y Jorunn sacó su espada de
la vaina al igual que los demás. Escucharon una risa y Jorunn se escondió
tras un tronco para mirar. No eran veinte, eran al menos cincuenta y un
hombre de unos cuarenta años con un tatuaje en el hombro daba órdenes.
Dos hombres salieron corriendo del campamento seguramente para vigilar.
Ver a Halvard a su lado sonriendo de oreja a oreja la decepcionó
muchísimo. Maldito traidor. Sus ojos recorrieron el campamento para ver a
toda su familia algo apartados dando de comer unas manzanas a los niños.
Furiosa miró a Eirikr que tras ella también observaba. —Recuerda preciosa,
no le mates. Necesitamos respuestas.
—Haré lo que pueda.
—Que no te sorprendan, mujer —dijo preocupado.
—Que no te sorprendan a ti, amor. No te curas tan rápido como yo y
dejarías de atenderme por las noches hasta que sanaras.
Él sonrió antes de mirar a su hermano en un árbol cercano. Este
asintió. Eirikr se apartó lanzando un grito de guerra y los suyos que les
rodeaban saltaron al campamento en una lucha a muerte. Los más cercanos
a ellos ni pudieron reaccionar. Jorunn después de matar a varios sin
esfuerzo alguno, se enfrentó a dos que venían hacia ella armados con
hachas. Uno se la lanzó y se agachó esquivándolo antes de saltar por
encima de ellos sorprendiéndoles. Siguió caminando mientras las cabezas
de ambos caían al suelo. Ayudó a varios de los hombres de Eirikr y cuando
todo estuvo bajo control caminó entre los cadáveres para llegar a Halvard,
que atemorizado la amenazó tembloroso con su espada. —¡No me mates!
¡No tenía opción!
—Siempre hay opción. —Se volvió y rajó la barriga de uno que
estaba a punto de matarla, pero no se detuvo ahí traspasando la barriga del
viejo que cayó de rodillas mirándola sorprendido. —Has traicionado a tu
jarl varias veces. No lo harás nunca más.
El viejo cayó hacia adelante sin vida y se volvió para ver como Jerk
luchaba con Bogdan. —¡No le mates!
—¡Eso intento!
Jorunn puso los ojos en blanco acercándose para golpear el interior
de la rodilla de aquel cerdo, haciéndole caer al suelo antes de pegarle una
patada en la cabeza que le dejó sin sentido. —¡Se hace así!
Gisli a su lado soltó una risita y Jerk gruñó. —Le has quitado toda la
gracia.
Se volvió para ver que hacía Eirikr, que con dos encima tirándole
del pelo daba vueltas de un lado a otro para intentar librarse de ellos. Soltó
una risita sin poder evitarlo. —Mi amor, ¿necesitas ayuda?
Gritó agarrando a uno por un brazo y una pierna lanzándolo contra
un árbol, antes de llevar su mano a la espalda para tirar al otro frente a él.
Cuando le pisó la cabeza con su bota rompiéndole el cráneo se volvió
furioso. —¿No te dije que tuvieras cuidado?
Parpadeó. —Lo he tenido.
—¡Ese te sorprendió por la espalda, lo he visto! —dijo acercándose
fuera de sí antes de coger a Gisli de la pechera de la camisa y acercarle a su
rostro—. ¿Dónde estabas tú?
—Aquí, pero es medio valquiria, tampoco es que pudiera hacer
mucho. Es fácil protegerla.
—Cariño, estabas distraído, ¿por eso se te subieron encima esos
dos? ¡Y te has dejado! —gritó furiosa—. ¿Y si llevaran puñales, eh?
Su marido se volvió mostrando uno que tenía en la espalda a la
altura del hombro. —¿Como esté?
Jadeó indignada. —¡Te has dejado herir! ¡Estoy muy enfadada! —
Un trueno recorrió el cielo. —¡Mucho!
Eirikr sonrió cogiéndola por la cintura para pegarla a su torso y
besarla con ganas, pero la soltó de repente dejándola mucho más relajada.
—Mujer, me vuelves loco.
Jerk le arrancó el puñal de la espalda de golpe y Eirikr gruñó. —
¿Qué? ¿A que no te has dado ni cuenta?
—¿Eso crees? —Se volvió y gritó —¡Coged a los que aún estén
vivos y atadles! ¡El jarl espera respuestas!
—Eirikr —dijo Gisli—. ¿Y qué hacemos con ellos?
Se volvió para ver lo que señalaba. La familia de Halvard estaba
apiñada casi temblando de miedo. —Mujer, ¿qué opinas?
Apretó los labios mirando a los niños. Ellos no tenían culpa de nada.
Les protegían tres mujeres y Arica que no dejaba de llorar mirando a dos de
sus hijos tendidos en el suelo sin vida. Se acercó con los gemelos detrás.
—Por favor, no matéis a mis niños —dijo la mujer de Halvard.
—Nosotros no matamos niños. En cuanto contestéis unas preguntas
podréis iros. Pero no se os ocurra mentirnos.
—Os lo juro por Odín.
Se volvió hacia Eirikr y su hermano. —Coged cada uno a una de las
mujeres e interrogarlas. Veamos si es cierto lo que dicen. —Eirikr y Jerk se
acercaron a las mujeres que se pusieron a gritar. —¡Si decís la verdad no os
pasará nada!
Eirikr cogió del brazo a una mujer y la ordenó que le acompañará.
Cada uno con una mujer se colocó a un lado del campamento y ella miró a
Arica. —Bien, empieza. Y sabes que quiero que empieces por lo que me
interesa más.
—¡No era hijo de Eirikr! Mi hija lo supo tres días antes de que el
jarl la casara. Entonces yo ideé el plan. Tenía que acostarse con él cuanto
antes para hacerle pasar por hijo suyo. En otra ocasión yo les sorprendería y
le acusaría de haberla dejado preñada. Pero mi hija se enfadó cuando se
burló de ella en el bosque, así que se lo dijo a su padre.
No se lo podía creer. —Halvard no sabía nada, ¿no es cierto? Todo
fue cosa tuya.
—¡Mi marido la hubiera matado a golpes por levantarse las faldas!
Pero con el hijo del jarl no se atrevería a hacer nada. ¿No te das cuenta?
¡Era la única manera de salvarla!
—Lo había intentado antes con Jerk.
—¡Le dije que dejara de soñar, que eso nunca pasaría! Pero ocurrió,
se casó con el hijo del jarl y todo hubiera salido bien si no hubiera sido por
ti —dijo con rencor.
—Nunca hubiera salido bien. ¿Dónde encontrasteis a estos
hombres?
—Cruzando la montaña. Nos robaron los caballos y Halvard quiso
negociar con ellos para evitar que nos mataran. Buscaban a Kalina,
buscaban a los gemelos, por eso venían hacia aquí. Dicen que su hermano
no sabe dónde está esa muchacha y que ellos se la devolverían por una
buena suma.
Se le cortó el aliento. —¿Cómo que no sabe dónde está su hermana?
—Al parecer esos perros mataron a un grupo de hombres que
regresaban a sus tierras a contárselo a ese Rurik. Bogdan vio su oportunidad
de conseguir mucho oro.
—Entiendo. ¿Sabes algo más que pueda interesarnos?
Arica apretó los labios. —No.
Le dio la sensación de que no se lo había contado todo. —¿Seguro?
—Mirándola fríamente dio un paso hacia ella. —Míralas, ¿sabes lo que les
están contando? No, ¿verdad? Como te guardes algo no verás más a tus
nietos, eso te lo juro por Odín.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —No, por favor.
—¡Habla de una vez!
—Mi hija no ha perdido el niño. Se manchó las piernas con sangre
de animal para fingir que sí.
—¿Por qué ha hecho eso?
—Para hacer sentir culpable al hijo del jarl.
—Y que la creyera —dijo furiosa—. Para alejarnos de aquí.
La mujer se calló, lo que la puso alerta. —El jarl… Por Odín, no iba
a esperar a que los hombres de Bogdan llegaran, ¿no es cierto? ¡Su misión
es matar al jarl!
—Él siempre duerme la siesta.
Sin aliento se volvió y corrió lo que pudo llamando la atención de su
marido. —¡Jorunn!
—¡Tu padre! —Silbó y su caballo apareció entre los árboles, así que
envainó su espada. Elixir cabalgó hacia ella y cuando pasó a su lado le
agarró de las crines para subirse sin que se detuviera. —¡Vamos, chico! —
Hincó los talones y como un rayo corrió entre los árboles sin importarle que
las ramas la golpearan. Ya había pasado la hora de comer en la casa grande
y angustiada azuzó a su caballo. —No tardó en ver las casas y pasó entre
ellas casi arrollando a alguno de los aldeanos. Cuando Elixir se detuvo ante
la casa bajó de un salto y entró en ella como una exhalación. La silla del jarl
estaba vacía y dos mujeres limpiaban la mesa. —¿Está en su habitación?
—Sí.
—¿Y Fastby?
—Le dieron tu antigua habitación, pero…
Corrió hacia allí desenvainando su espada y al llegar al pasillo
caminó de puntillas. La puerta de su antigua habitación estaba abierta y
metió la cabeza para ver que estaba vacía. Miró hacia la habitación del jarl
que tenía la puerta cerrada. Un gemido de dolor la alertó. Caminó hacia allí
sin hacer ruido y abrió la puerta de golpe haciendo gritar a la mujer que
estaba cabalgando encima del jarl.
—Niña, ¿pero qué haces?
Parpadeó mirando a Nerta. —¿Y Fastby?
—Está muerta, niña.
Se volvió para ver a Syn tras ella con una sonrisa en los labios. —
No había perdido el bebé. La niña Skuld se dio cuenta de inmediato y esa
zorra lo confesó todo.
Asombrada miró al jarl. —¡Y tú retozando mientras tus hijos
luchan!
Se puso como un tomate. —Niña, es para aliviar la tensión.
—¿Y si nos hubiéramos alejado y estuvierais al borde de la
invasión? ¡Tú no sabías que no la habíamos creído!
—Claro que lo sabía —dijo indignado—. Nunca se hubieran ido los
dos si la hubieran creído.
—Ah, ¿no?
—Claro que no. No te llevas a todas tus fuerzas cuando hay una
amenaza. Eso lo sabe todo el mundo.
—Tendré que aprender más sobre el arte de guerrear. ¿Dónde está
Kalina?
—Después de matar a esa zorra estaba algo inquieta —dijo Syn.
—¿La mató ella? —preguntó sorprendida.
—No tuvo otro remedio. Fastby consiguió un cuchillo y se abalanzó
sobre el jarl.
Apretó los labios preocupada por ella y fue hasta la puerta de la
habitación de Jerk abriendo sin llamar. Estaba sentada en la cama
mirándose las manos llenas de sangre y le dio su espada a Syn para
acercarse de inmediato. —Cuñada, ¿qué ocurre?
—El bebé… —Con los ojos llenos de lágrimas la miró. —He
matado a un bebé.
—Shusss… —Cogió sus manos arrodillándose ante ella. —No
tuviste opción.
Se echó a llorar. —No había nacido, tenía toda la vida por delante.
Preocupada por ella miró a Syn. —Trae algo para que se calme.
La vieja asintió saliendo de inmediato. —No te tortures, el jarl es el
abuelo de tu hijo, debías salvarle.
Se le cortó el aliento mirándola. —¿Lo sabes?
Sonrió. —La niña Skuld me lo dijo ayer después de que nos viera
hablar cerca del fiordo. Es maravilloso.
—Ahora mi dios me castigará.
—Eh, no digas eso.
—Me traspasará con su rayo.
—Pues menos mal que estás en tierras vikingas y nuestros dioses
aprobarán lo que has hecho.
La miró sorprendida. —¿Lo aprobarían?
—Claro que sí. Servimos al jarl y a Odín. No nos debemos a nadie
más. Además, piensa esto, la mataras tú o la matara yo, debía morir por
traicionar a los suyos. Ese hijo nunca hubiera nacido, era designio de los
dioses. —Kalina se la quedó mirando fijamente durante varios segundos. —
No te tortures por algo que iba a ocurrir. Impediste una desgracia, impediste
el sufrimiento de tu esposo al perder a su padre, no te tortures con eso. Era
tu deber y lo hiciste.
—Gracias.
Sonrió, pero preocupada por ella no soltó sus manos. Entonces Jerk
apareció en su puerta y se detuvo en seco al verlas. —¿Qué ha ocurrido?
Kalina se echó a llorar corriendo hacia él y la abrazó con fuerza. —
Preciosa, ¿qué ocurre?
Eirikr apareció tras ellos y la miró interrogante. —Ha matado a
Fastby y lo siente por su hijo.
—Eh… —Jerk la cogió en brazos besándola en la sien. —No pasa
nada, preciosa. Era su destino.
—Ese niño…
La verdad es que era un mal trago. No sabía cómo se sentiría ella en
un caso así. Eirikr pasó un brazo por sus hombros. —Vamos preciosa,
dejémosles solos.
—Jerk si necesitáis algo, lo que sea…
Él la miró sobre su hombro. —Gracias.
Su corazón dio un vuelco porque lo decía de corazón y se emocionó
dejándose llevar por Eirikr. Su marido cerró la puerta y al darse cuenta de
sus ojos empañados la abrazó. —Preciosa, no sufras. Debía ser así.
Asintió y él la besó en la coronilla. —Vamos, aún hay mucho que
hacer. Hay que encontrar a los vigías e interrogar a Bogdan.
—Sí, por supuesto. —Él cogió su mano tirando de ella y Jorunn miró hacia
la puerta donde aún se oía en la habitación el llanto de Kalina.
Capítulo 16

Horas después los hombres regresaron. Gisli se bajó del caballo entrando en
la casa del jarl donde Bogdan de rodillas y con las manos atadas a la
espalda recibía un golpe en la cara que le tiraba al suelo de costado. —
¡Cuántos eran! —gritó Eirikr.
—Demasiados —dijo con desprecio—. Cabrón mátame de una vez.
—No va a ser tan fácil para ti, gusano. —Le agarró por la cabellera.
—¿Cuántos vigías tenías fuera de la aldea?
—Muérete.
—Es inútil —susurró Jorunn al jarl que estaba sentado a su lado—.
No cederá.
—Mi hijo tiene muchos recursos, niña.
En ese momento Jerk salió al salón y su cara reflejaba que estaba
furioso. —Ahí llegan los refuerzos —dijo su padre divertido.
—¿Qué ha dicho? —preguntó Jerk cuando llegó al lado de su
hermano.
—Nada.
Jerk levantó una ceja y Eirikr sonrió dando un paso atrás. —Todo
tuyo hermano, necesitas desahogarse.
—¿Tanto se nota?
Eirikr se cruzó de brazos. —Recuerda que este interrogatorio tiene
un fin.
—Intentaré que no se me olvide. —Se agachó y agarró a Bogdan del
cuello demostrando su fuerza al ponerlo de rodillas. —Ahora me vas a decir
cuántos vigías tenías apostados cerca de la aldea, si tenías más hombres
fuera de ese campamento esperando instrucciones y qué pensabas hacer con
mi mujer cuando la consiguieras.
Este se echó a reír. —¿Tu mujer? ¿Esa puta es tu mujer?
El puñetazo que recibió le lanzó sobre una mesa que se rompió por
su peso como si estuviera hecha de palillos. Bogdan gimió. —Si se reía de
ti —dijo con desprecio—. Mientras compartía mi lecho se reía de ti porque
creías que la habías encandilado cuando ella lo único que buscaba era el oro
de tu barco. En cuanto pusiste un pie en Heirst supimos que habíais tenido
éxito en vuestra incursión. Sentada a mi lado en la cantina me dijo que su
hermano estaría muy contento si conseguíamos ese oro. Por eso se acercó a
ti. Pensaba llevarte a su cama para que el barco no zarpara. Así podríamos
prepararnos para reunir a mis hombres y tenderos una emboscada.
—Mientes. —Jerk furioso le dio una patada en el estómago con tal
fuerza que le robó el aliento.
Eirikr preocupado miró hacia ella y el jarl le hizo un gesto con la
mano para que dejara hacer a su hermano. Jerk le levantó.
—¿Quién crees que tiene tu medallón? Lo tiene su hermano colgado
en su pecho. Ella se lo regaló en cuanto se vieron.
Jorunn se levantó. —Miente.
—Lo sé. —Le pegó un puñetazo y cuando cayó al suelo de nuevo
gritó —¡Desnudadle y atadle al poste! Antes de morir dirás la verdad y
colgaré mi medallón sobre mi pecho, eso te lo juro por Odín.
Mientras los hombres le quitaban las botas y los pantalones, Eirikr
se acercó a ella y le preguntó —¿Qué opinas?
—¿Se quitó el medallón para dar credibilidad a su historia si algo
salía mal en su plan? Kalina dijo que lo llevaba colgado del pecho y yo la
creo.
El jarl asintió. —Además Fastby lo confirmó.
—Fastby era una mentirosa, padre. No habló de él hasta que Kalina
lo comentó.
Ella entrecerró los ojos. —Crees que no lo tiene.
—Aquí hay algo que no me gusta. Sobre todo porque en tu tapiz mi
hermano lo tiene colgado del pecho y un hombre que no era ese, se reía
mientras te apresaba. Y la mirada de Kalina en ese tapiz… —Negó con la
cabeza. —Algo no encaja. Cuando asaltamos el campamento no llevaba el
medallón. Es un guerrero, un mercenario, si lo tuviera, lo hubiera llevado en
su pecho simplemente para provocarnos si tenía la oportunidad. No, ese
cerdo no lo tiene.
—Si lo tiene su hermano, confirmaría la historia de Bogdan —dijo
ella preocupada.
—Si viene hacia aquí para recuperar a su hermana, lo sabremos muy
pronto.
—¿Pero si no sabe dónde está Kalina cómo va a llegar hasta aquí?
Eirikr levantó una ceja. —Preciosa, sea como fuere ya se ha
enterado de su paradero. Si no tu tapiz no tendría sentido.
Se sonrojó por lo que era evidente. —Oh. —Sonrió. —Qué hombre
más listo tengo.
Eirikr sonrió volviéndose. —No te fíes de Kalina. Te estás uniendo
mucho a ella y es una enemiga —dijo por lo bajo cortándole el aliento—.
Ya ha convencido a mi hermano, no caigas en su trampa tú también.
—Va a tener un hijo suyo.
Le miró sorprendido. —¿Qué dices?
—La niña Skuld me lo confirmó ayer.
—¿Y no me dijiste nada?
Se puso como un tomate. —Me distrajiste.
—Mujer…
—No tengo excusa, tienes razón, pero es que cuando me besas no
quiero pensar en nada más.
Él puso los ojos en blanco siguiendo a su hermano que gritaba que
quería el látigo. —¿No tienes nada que decir? —preguntó indignada.
—Mujer, no es el lugar adecuado para hablar de esto.
El jarl rio por lo bajo y ella le miró mosqueada. —No me mires así,
niña. Las mujeres sois muy pesadas con eso de decir te quiero a todas horas.
—No me lo ha dicho nunca.
—Oh… —El jarl carraspeó incómodo. —Eso son paparruchas, niña.
Lo importante es que te lo demuestre.
Sonrió. —Sí. Y me ama.
—Claro que sí, se ha encarado a todos por ti. Incluso a riesgo de que
nos sentara mal, sobre todo a su hermano.
Esas palabras le hicieron darse cuenta de lo duro que debía haber
sido también para él. Estaba casado y había dejado a su mujer por ella,
incluso cuando fue el jarl quien ordenó ese matrimonio. Su padre podría
haberse enfadado mucho. Eso por no hablar de su hermano, que también
podría haber dicho mucho al respecto. Pero la reclamó para él y se enfrentó
a lo que pudiera pasar. Y podrían haber pasado mil cosas como que el jarl
nombrara heredero a Jerk. Sí, había demostrado que la amaba y con creces.
Su corazón se calentó. —Cierto, jarl. No necesito que me lo diga, pero si
me lo dice mejor.
El jarl rio por lo bajo yendo hacia la puerta y ella le iba a seguir,
pero vio que la piel que llevaba a las habitaciones de la familia del jarl se
movía. Eso la hizo ir hacia allí. Al pasar por una de las mesas ya preparadas
para la cena, cogió un cuchillo y al llegar a la piel alargó la mano para
abrirla mostrando un pasillo vacío iluminado por dos lámparas de aceite de
ballena colgadas en la pared. Tensa caminó hacia la habitación de Jerk y se
acercó a la puerta. Abrió de golpe para sorprender a Kalina metiéndose en
la cama. Esta asustada la miró con los ojos como platos.
—¿No duermes?
Angustiada susurró —Por favor, tienes que ayudarme.
—¿Ayudarte?
—Me matará. Tu marido me matará.
—Explícate.
—Cierra la puerta.
Lo hizo y se acercó. —Has mentido, ¿verdad?
Sus ojos llenos de lágrimas las dejaron fluir por sus mejillas. —Fue
lo que le dije a Bogdan para poder acercarme a Jerk.
—¡Y por qué no lo has confesado en cuanto él lo dijo!
—¡Porque temía que entonces creyerais que he mentido en todo!
—Si piensas que tenías mucha credibilidad, te equivocas.
—Vaya, gracias.
—Tu actitud ha dejado mucho que desear, Kalina.
Gimió negando con la cabeza. —¿Qué querías que hiciera? Desde el
principio me odiaron.
—Con razón, te lo llevaste.
—¡No podía perderle de nuevo! ¡Desde que le conocí no pude
olvidarle!
Se sentó a su lado. —¿De veras?
—¿Sabes lo que es sentir que algo es para ti y tener que dejarlo ir?
Pero volvió a mi vida y no pensaba permitir dejarle ir de nuevo. Le regalé el
medallón a mi hermano, sí. Aunque era lo único que tenía de él, tenía que
justificar mi actitud, pues los hombres hablarían cuando Rurik preguntara
por qué habían muerto varios de los suyos. No tenía opción. —Angustiada
se apretó las manos. —Se lo puso orgulloso y no se lo ha quitado porque
cree que tengo sus agallas. Que tengo el valor para matar o morir por lo que
me pertenece. —Su labio inferior tembló. —Pero no lo tengo, no soy como
tú.
—¿Está hablando la misma mujer que se peleó conmigo?
—¿Y cómo me fue?
—Bueno, luchabas con desventaja.
Sollozó tapándose la cara. —Soy un fraude.
—Creo que todo lo ocurrido con Fastby te ha inquietado y ya no
confías en ti, pero cuando yo te conocí en ese campamento tenías arrestos
para enfrentarte a cualquier cosa. Y aquí te has enfrentado a todos. ¿Vas a
hundirte ahora? Ahora es cuando tienes que luchar por él y con la cabeza
muy alta porque todo lo que has hecho ha sido por amor.
—Jerk no entenderá por qué le he mentido.
La miró fijamente, parecía desesperada. ¿Mentía? No podía
asegurarlo y eso era lo que le preocupaba, sentía que estaban al borde del
precipicio. Tenía que descubrir si esa nueva Kalina era verdad o no.
—¿Por qué le dijiste que podría recuperar su medallón cuando
sabías que Bogdan no lo tenía?
—¿No es evidente? ¡Para que le matara cuanto antes en venganza y
Bogdan no contara nada!
Parpadeó por su razonamiento. —¿Estás loca? ¿Creías que no le
interrogaría?
—Son hombres de sangre caliente, se alteran enseguida. —La miró
aterrada. —Me van a matar.
Le arreó un tortazo y esta jadeó llevándose la mano a la mejilla. —
¿Por qué has hecho eso?
—Pues no sé, pero sentía que lo necesitabas.
—Pues no esperes que te dé las gracias.
Se llevó la mano al pecho de la impresión. —Ay madre, que tú no
eres Kalina. —Le dio otro tortazo y sus ojos se llenaron de lágrimas. —
¡No! —Esta la miró arrepentida. —No, no llores.
Sollozó antes de tirarse sobre la cama tapándose la cabeza con la
almohada. No, esa no era la Kalina que conoció en aquel campamento.
Descarada, desafiante, ni siquiera era la de hacía dos semanas. Se preguntó
qué habría pasado y entonces se dio cuenta. Ella, ella es la que lo había
cambiado todo. A su llegada aún se comportaba como antes. Recordó como
dejó de hablar en las comidas y su mirada de ilusión cuando la invitó a usar
el telar. Se había encontrado sola tanto tiempo que había hecho mella en
ella. Nadie era tan duro como para aguantar meses sin relacionarse, por
mucho que el amor de tu vida comparta las noches contigo. Sintió pena por
ella, estaba lejos de su hogar y luchaba por Jerk sabiéndose rechazada en la
casa de su marido. Lo que menos quería después de todo lo ocurrido eran
más conflictos y había intentado quitarlos del medio. Pero su mirada de
odio en el tapiz… Solo podía haber una razón para esa mirada. El rechazo
de Jerk. ¿Por su mentira? ¿Se enfadaría lo suficiente como para
abandonarla? Separó los labios de la impresión. Eso la enfurecería. Sí, pero
si la dejaba, ¿por qué Jerk se enfrentaba a su gemelo? La vio sollozar con
fuerza. —¡Deja de llorar! Ahora entiendo por qué mi marido no lo soporta.
—Lo siento.
La agarró por la melena y le levantó la cabeza. —¡Me agradabas
más antes!
—Mentirosa.
Sonrió. —Pues tienes razón, antes eras insoportable.
—A Jerk le agradaba mi manera de ser. Pero me hizo cambiar
cuando llegaste, se enfadaba conmigo si te replicaba y ahora ya no le gusto
tanto, lo noto.
—¿Por qué dices eso? Te quiere, siempre te defiende.
—Será eso, que ya está cansado de defenderme. Y ahora… —
Apretó los labios. —Quizás sea mejor así. Que me mate el jarl, porque si
Jerk me abandona prefiero morir.
Se le cortó el aliento. —Deja de decir esas cosas.
—¿Por qué si son la verdad?
—¡Vas a tener un hijo! ¡Aunque solo sea por él tienes que luchar!
Aunque Jerk no te quisiera, que es algo que no me puedo creer después de
haberse enfrentado a todos por ti, debes ser fuerte por el niño. Sé que llevas
mucho tiempo alejada de los tuyos y que estás triste, pero tienes que luchar.
La miró a los ojos. —¿Y si solo está conmigo porque tú estás con su
hermano?
Se le cortó el aliento. —Eso no puede ser.
—¿Y si se equivocó y no quiere reconocerlo?
—No se equivocó. Fui yo la que me equivoqué al pensar que él era
mi pareja.
—¿Y eso cómo lo sabes?
Se levantó. —No quiero oírte.
—¿No quieres oírme? ¡Estabas muy segura de que era él, casi
pierdes la vida al enfrentarte a un ejército para recuperarle!
Negó con la cabeza. —Estaba equivocada.
—Tu corazón decía que era Jerk, ¿no es cierto? ¿Y si él se arrepiente
de su decisión?
—Para mí es lo mismo porque tengo a Eirikr y no lo cambiaría por
nadie.
—Eso dices, pero siento que si Jerk volviera a ti no podrías
resistirte.
—¡No digas estupideces! —Dio un paso hacia ella amenazante. —Y
ni se te ocurra decir algo así en alto, ¿me oyes? Ni quiero pensar en lo que
se le pasaría a Eirikr por la cabeza al oír algo así.
Sonrió irónica. —¿Por qué? ¿Porque él se ha ganado tu corazón?
—¡Sí!
—Pero es que el corazón no se gana, el corazón elige y tú elegiste a
su hermano.
Palideció mientras Kalina reía por lo bajo. —Puedes ocultarlo, pero
a mí no me engañas. Te has quedado con el premio de consolación.
—¡Eso es mentira! ¡Yo le amo! ¡Tendría que haber sido él desde el
principio, pero ni le di la oportunidad de conocerme!
—Te veo muy segura.
—Lo estoy. ¿Y sabes por qué lo estoy? —preguntó con rabia—.
Porque ahora es él quien hace latir mi corazón y no voy a dejar que ni tú ni
nadie dude de lo que siento a su lado. Si tienes problemas con Jerk no
intentes echarme a mí la culpa. Igual deberías mirarte a ti misma y tu
actitud hacia los que son su familia. Cualquier hombre o mujer estaría harto
de esta situación. Tú eres su pareja y tu misión en la vida es hacerle feliz
como también es misión suya. Pregúntate que puedes hacer tú para que sea
feliz.
—¡Lo he intentado! ¡Me abrí a ti y te juro por tu Odín que te odiaba
con todas mis fuerzas!
Incrédula negó con la cabeza. —No siente nada por mí. ¡Deja de
echar la culpa a los demás! ¡Asume tus acciones, Kalina! ¡Has mentido,
reconócelo y pide disculpas!
—Me van a matar, ¿estás sorda? ¿Vas a ayudarme o no?
—No pienso seguir con tu mentira. Si quieres mi ayuda tendrás que
confesar.
—Estupendo. ¡Menuda amiga!
—¡La mejor que tendrás en tu vida! —Fue hasta la puerta y salió
dando un portazo.
Se detuvo en seco al escuchar su llanto desgarrado y un movimiento
en la habitación del jarl le llamó la atención cortándole el aliento. Nerta
estaba al final del pasillo con una manta de punto en la mano. —Hace algo
de frío.
—No digas nada, lo arreglaré.
La mujer sonrió con dulzura. —Sé que lo harás. Jamás les harías
daño. —Jorunn se volvió. —Pero… —La miró sobre su hombro. —No
esperes demasiado. Sé sincera con tu esposo, siempre. Si él te pregunta
nunca le mientas. Conozco a los chicos y es algo que nunca perdonan.
—Gracias.
—Gracias a ti, creí que nunca tendría una oportunidad con Hallad y
ha sido gracias a ti. Jamás he sido tan feliz que estando a su lado y aunque
sé que nunca me amará como a su esposa, para mí es suficiente.
—¿Crees que no la ha olvidado?
—Lo sé. Ese tipo de amor que ellos compartían nunca se olvida.
Pensativa se volvió para encontrarse a Eirikr que la miraba
fijamente. —¿Todo bien?
—Sí. —Cogió su mano y entró en su antigua habitación cerrando a
toda prisa.
Nerta sonrió yendo hacia el salón perdiendo la sonrisa al escuchar el
llanto de Kalina. Suspiró decidida a buscar a su hombre para que se
abrigara.
Eirikr la miró interrogante.
—Mintió.
—Lo sabía.
—Dijo que el medallón lo tenía Bogdan para que le matara cuanto
antes y no contara que se lo había dado a su hermano. Es cierto que le dijo
que se acercaría a la mesa para tenderos una trampa, pero según ella y su
nueva versión, solo lo dijo para acercarse a Jerk porque se sintió atraída por
él desde el principio. —Eirikr frunció el ceño. —¿Qué opinas?
—Que en eso dice la verdad. Se sintió atraída por él de inmediato.
—Teme que si confiesa la maten. Teme perder a Jerk, dice que
desde que llegué ya no la trata como antes. Se enfada con ella.
—Sí, también me he dado cuenta. Antes parecía que le divertía su
rebeldía, pero ahora ya no es así.
—Cree que no la ama, lo he visto en sus ojos y ha insinuado…
Eirikr se tensó. —Eso son celos.
Suspiró del alivio porque no se lo tomara a mal. —Eso creo yo. Le
he dicho que no es momento de flaquear, debe luchar por él.
—Temes que se distancien y eso propicie lo que sucede en ese tapiz.
Esa mirada de odio.
—Sí, una mujer despechada puede ser muy peligrosa, mi amor.
—Tienes razón. —Se pasó la mano por la barba. —¿Qué hacemos?
—Pues decírselo a Jerk queda descartado. Se enfadará con ella y su
distanciamiento será mayor.
—Tiene que ser ella la que hable.
—Se lo he dicho, pero teme que la maten. Dice que tu padre la
matará. Es lógico que no la soporte si ha tenido esa actitud tan molesta
durante todo el invierno.
—Si a Jerk le hace feliz, la tolerará. Padre ha aprendido la lección
sobre meterse en nuestras vidas maritales y no piensa interferir nunca más.
—Bien, entonces solo debe preocuparnos Jerk y su reacción.
—¿Y si la convertimos en la heroína? —Levantó una ceja.
—Quieres tornar todo esto a favor de ella.
—Exacto. Ella lo hizo por amor. Todo lo hizo por amor a él.
—Es que lo hizo por amor, pero eso no justifica que mintiera sobre
el medallón. Al menos el jarl lo verá así.
—Ella que diga la verdad y nosotros resaltaremos lo positivo.
Sus ojos brillaron de la ilusión. —Bien dicho. —Le dio un beso
rápido antes de correr hacia la puerta. —Voy a decírselo. —Abrió la puerta
de Kalina y al verla sentada en la cama con el cuchillo en la mano se le
cortó el aliento porque estaba rajándose la muñeca. Gritó tirándose sobre
ella para arrebatárselo.
—Déjame. —Se echó a llorar volviéndose para darle la espalda. —
Así es mejor. Ya no seré un problema para nadie.
Hasta ese momento no se dio cuenta realmente de todo lo que sufría
y tiró el cuchillo al suelo antes de abrazarla por la espalda, lo que la hizo
sollozar aún más fuerte. Miró a su marido que apretó los labios antes de
decir —Llamaré a Syn. Sangra mucho.
—Date prisa. —Se pegó a su espalda. —Eres una tonta, ¿sabes? Te
has hecho daño sin motivo. —Por encima de su hombro vio la muñeca
herida y la agarró para intentar detener la sangre. —Si hubieras esperado,
sabrías que Eirikr y yo te vamos a ayudar.
Se le cortó el aliento y la miró sobre su hombro. —¿De veras?
—Eirikr ya lo sabe y entiende que todo lo has hecho por amor.
—Te juro que sí.
Sonrió. —Lo solucionaremos.
En ese momento llegó Jerk manchado de sangre y al verla palideció.
—¡Apártate de ella! —gritó furibundo antes de agarrarla del cabello
tirándola a un lado de la habitación provocando que su cabeza se golpeara
contra una silla.
—¡Jerk no! —gritó Kalina espantada.
—¡No la toques! ¡Jamás vuelvas a tocarla!
Se sentó en el suelo medio mareada, pero se le pasó enseguida
viéndole ante ella. Jorunn recordando todo lo que le había hecho sufrir ese
hombre, sintió que la furia de los dioses la recorría. Y encima la golpeaba
tratándola como a un perro. No, a ella no, nunca más. —No tenías que
haber hecho eso. —Se levantó de un salto y le pegó un puñetazo que le tiró
contra la pared mientras Kalina gritaba pidiendo ayuda. Enderezándose fue
hasta él y le agarró del cabello elevándole. —¡Nunca vuelvas a tocarme! —
El puñetazo le dobló antes de que ella tirara de su cabello con fuerza
girándole sobre sí mismo para lanzarle de espaldas al suelo. —¿Te atreves a
pegarme después de lo que hiciste? ¡Te voy a enseñar que conmigo no vas a
jugar más! —Le dio una patada en el estómago que le envió al otro extremo
de la habitación.
Alguien la agarró de los brazos, pero se soltó sin esfuerzo yendo
hacia Jerk que parecía inconsciente y sonrió maliciosa. —¿Duermes? ¿Yo te
haré dormir para siempre!
—¡Jorunn no!
Con el brazo en alto se detuvo en seco al escuchar a Eirikr y miró
sobre su hombro con la respiración agitada para verle tirado en el suelo
totalmente pálido. —¿Cielo? —Se acercó a él a toda prisa. —¿Qué te ha
pasado?
Sonrió. —Que mi esposa tiene mucha fuerza cuando se enfada.
—¿Qué?
Él acarició su sien donde se había pegado el golpe. —Ya desaparece.
¿Estás bien?
—Sí, sí… —Le miró. —¿Y tú?
—Sí, no es nada.
—Podría haber sido mucho peor —dijo Syn entrando en la
habitación y viendo a Jerk inconsciente. Apretó los labios—. Niña, que es
humano.
Se volvió para ver a Jerk tirado en el suelo. —Si solo le he dado
cuatro golpes.
—Golpes brutales —dijo la curandera acercándose de inmediato a él
—. Sangra por la boca. Tiene algo roto dentro.
—¡No! —gritó Kalina corriendo hacia él para cogerle de las mejillas
—. Mi amor despierta.
—Ayudadme a ponerle en la cama.
El jarl llegó en ese momento. —¿Qué ocurre? —Al ver a su hijo
inconsciente palideció. —¿Qué le pasa a Jerk?
Entonces se dio cuenta de lo que había hecho y miró a Eirikr que se
levantó tocándose el costado. —¿Cariño?
—Preciosa sal de la habitación, necesitas calmarte.
—Me pegó y… —sus ojos se llenaron de lágrimas de la impotencia
y salió corriendo de la habitación.
—Sabía que tenía que haber una buena razón para esto —dijo Syn antes de
mirar a Kalina—. Ven niña, tengo que curarte el brazo. Lo que él tenga
deberá curarlo Odín si el dios de dioses quiere ayudarle. Tranquila, tiene la
fuerza de Thor y puede que salga de esta.
Capítulo 17

Horas después sentada a la mesa del jarl sin decir palabra escuchó pasos y
levantó la vista para ver que Hallad se acercaba a ella enormemente
preocupado. Se sentó en silencio a su lado y una sirvienta le sirvió
hidromiel. —Mi hijo hizo mal, niña. No debió reaccionar así.
—Ni yo tampoco. Tendría que haberle comprendido.
Hallad apretó los labios antes de beber.
Apoyó los codos sobre la mesa mirándole fijamente. —¿Qué dice
Syn?
—Le ha dado algo para el dolor, es lo único que puede hacer. Dice
que tiene muchas costillas rotas además de un brazo y una pierna. —Le
miró asombrada. —No sabe qué más puede tener roto ahí dentro. Ha
enderezado lo que ha podido.
Gimió llevándose las manos a la cabeza y angustiada susurró —No,
no…
—Mi hijo sufre, niña… Y tú puedes arreglarlo como cuando sufría
yo.
Se le cortó el aliento levantando la mirada. —¿Qué dices, viejo?
¿Que le alargue la vida como hice contigo?
—Tú puedes hacerlo, eres lo único que tiene. No sobrevivirá a esta
noche, lo sé. Tienes que arreglar lo que has hecho.
Se levantó yendo hacia el fuego negándose a escucharle y el jarl se
acercó a ella. —No te pido que le alargues la vida años sino un par de
meses para que lo que tenga se cure. Luego Odín decidirá.
—Si hago eso puedo darle ventaja ante su lucha con mi marido, no
pienso hacerlo. —Se volvió furiosa. —¡A mi marido no puedo protegerle!
—¿Y no has pensado que has hecho eso precisamente por el tapiz?
Sin poder creérselo dio un paso atrás. —¿Tan injusta crees que soy?
¡Intentaba arreglarlo todo, fue él quien me atacó!
—Lo sé. Kalina lo ha explicado todo, hasta lo del medallón, que si
te digo la verdad ahora no tiene importancia. —Le rogó con la mirada. —
Quiero salvar a mi hijo. Le has amado, no puedes consentir que muera.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Sí que le amé o creí hacerlo. No
sé qué me pasó, me sobrevino todo el dolor y…
—No te disculpes. Fue él quien se extralimitó y más aun sabiendo
quién eres. Te debe respeto y aunque me llames jarl todos te lo debemos. —
Alargó las manos y cogió las suyas. —Cuando te llamo hija es porque deseo
que formes parte de esta familia. Que no haya rencores, que seamos felices.
—Yo deseo lo mismo —dijo intentando contener las lágrimas.
—La familia se protege, hija. Debemos protegernos los unos a los
otros y lo que tenga que venir lo solucionaremos a medida que pase. Pero
ahora Jerk se muere y está en tus manos que no sea así. ¿Vas a dejarle
morir?
—No —respondió de inmediato.
El jarl sonrió agradecido. —Sabía que no nos fallarías. —La besó en
la mejilla. —Gracias.
—No me las des, por favor. Siento todo esto.
—No te preocupes por Eirikr, conozco a mis hijos, se aman y lo que
ocurre en ese tapiz me es inconcebible. Nunca sucederá.
Después de lo sucedido en esa habitación temía que estuviera
equivocado, pero no pensaba inquietarle más. Forzó una sonrisa. —
Enseguida voy.
—Por favor, no le hagas sufrir demasiado.
—Padre, ¿puedo hablar con mi esposa?
Vieron que Eirikr entraba en el salón y el jarl asintió. —Por
supuesto, hijo.
En cuanto se quedaron solos Eirikr la abrazó y Jorunn sollozó sobre
su pecho. —¿Qué he hecho? Lo he empeorado todo.
—Shusss… Ahora lo importante es que Jerk sobreviva. Lo demás lo
iremos solucionando como ha dicho padre.
—Me odiará. Y te odiará a ti por ponerte de mi lado.
—Él te golpeó, no tiene excusa. —Se apartó para cogerla de las
mejillas y limpiarle las lágrimas con los pulgares. —¿Seguro que la familia
que tenías que buscar no estaba más al norte?
Rio sin poder evitarlo. —Igual sí.
La besó en los labios. —Doy gracias a Odín cada día por ponerte en
mi camino y nada ni nadie nos separará jamás.
—Júramelo —pidió desesperada.
—Te lo juro, nada ni nadie. —La besó de nuevo con ternura y
cuando se apartó cogió su mano para llevarla hasta la habitación.
—¿Crees que un par de meses de protección serán suficientes? —
Preocupada negó con la cabeza. —Mejor un mes.
—Lo que digas.
—Tengo miedo.
—Lo sé. Pero no me pasará nada. ¿Y sabes por qué? Porque mi
esposa es la mujer más fuerte y valiente que conozco y jamás permitiría que
a mí me pasara nada. —Eirikr entró en la habitación donde todos rodeaban
la cama de Jerk.
—Salid —ordenó Eirikr.
—Yo no me voy a mover de su lado. —Kalina se aferró a la mano
de su esposo.
Al ver que ninguno se iba Jorunn puso los ojos en blanco. —Pues
dejadme espacio.
Syn se hizo a un lado y se metió entre el jarl y ella mientras que
Eirikr fue a los pies de la cama. La verdad es que no tenía muy buen
aspecto. Su cara estaba algo desfigurada por el golpe que le había propinado
y su torso estaba muy amoratado. Miró hacia Kalina que la fulminó con la
mirada. —Oye bonita, no me mires así. Me sacó de quicio después de todo
lo que hizo.
—¿Vas a curarle o no?
Gruñó exasperada y miró hacia él. —Vale, no te vas a morir esta
noche ni en los próximos treinta días porque te curarás.
Todos miraron hacia Jerk y al ver que no sucedía nada el jarl
carraspeó. —Niña, ¿lo dices de corazón?
—Sí, ¿no se nota?
Syn levantó una ceja. —¿El miedo te impide hacerlo?
—Claro que no.
—Tienes miedo por Eirikr y las consecuencias. Si no puedes
hacerlo, dilo.
—¡Lo acabo de hacer! —Estiró la mano y agarró a Jerk del pelo
para elevar su cabeza. —¡Despierta!
Kalina chilló —¡Déjale!
En ese momento los ojos de Jerk se abrieron dejándolos a todos
pasmados. —¿Ves? Lo he deseado de veras. —Tiró de su cabeza hacia ella
haciéndole gemir de dolor y le gritó en la cara —¡Tienes que curarte! ¿Me
oyes? —Miró hacia los demás. —Claro, es eso, igual no escucha bien. —Le
miró de nuevo y gritó —¡Te vas a curar!
En ese momento algo se colocó en el costado de Jerk haciéndole
gritar de dolor y le soltó de la impresión viendo como los huesos se movían
bajo su piel amoratada mientras él gritaba arqueando la espalda. Jorunn
hizo una mueca. —Syn, esa poción para el dolor no funciona.
—Ya veo, ya. —La vieja reprimió la risa. —Necesitaba algo más
fuerte.
—Bah, ahora ya no lo necesita.
Jerk la fulminó con la mirada. —¿Me entiendes? —Sonrió de oreja
a oreja. —¡Cariño, me entiende!
—Ya veo. Se recupera mucho más rápido que tú, padre.
—Es mucho más joven y fuerte.
Eirikr se cruzó de brazos viendo como su hermano se recuperaba
gruñendo de dolor. Tardó unos minutos en dejar de hacerlo y cuando los
morados empezaron a aclarar Jerk suspiró del alivio dejando caer la cabeza
sobre las almohadas. —Bienvenido hermano.
El jarl rio loco de felicidad y abrazó a Jorunn con fuerza. —Gracias,
gracias.
—¿Le das las gracias cuando ella me ha dejado así?
—En este momento podrías estar viendo a Odín, así que sí es para
darle las gracias —dijo Eirikr tenso por su actitud.
—Jorunn no me hizo nada —dijo Kalina antes de besarle la mano
—. Me lo hice yo.
La miró sorprendido. —¿Por qué?
—Estaba…
—Asustada —dijo Jorunn—. Estaba asustada porque lo que dijo ese
Bogdan del medallón era cierto. Ella se lo dio a su hermano, pero mejor que
te lo cuente tu esposa que yo me voy a dormir. —Abrió la puerta de la
habitación, pero algo la detuvo y se volvió para mirarle. —Has visto lo que
ha pasado esta noche, así que te advierto, si en el futuro vuelves a hacerme
daño de cualquier manera, ya sea a mí o dañando a uno de los míos, nadie
en esta tierra podrá protegerte, ¿me has entendido? —Jerk tenso asintió. —
Intenta no guardarme rencor y olvidemos lo ocurrido desde que nos
conocimos por el bien de todos. Yo solo quiero ser feliz con mi marido y me
gustaría que tú fueras feliz también. Y si es con ella mejor, porque ya es de
mi agrado. —Kalina sonrió. —Buenas noches.
—Buenas noches, cuñada.
Salió de la habitación y Eirikr mostró satisfacción por sus palabras.
—Esto debe cambiar. Somos una familia y debemos apoyarnos los unos en
los otros como ella ha hecho desde que ha llegado.
Jerk apretó los labios. —Creí que la atacaba y me asusté.
—Lo que indica que no confías en ella.
—No es que no confié en ella. —Se sonrojó mirando a Kalina de
reojo.
Su esposa sonrió con tristeza. —Creías que aún tenía celos de mí y
que quería matarme.
—Una tontería, eso es evidente. —Miró a su hermano a los ojos. —
Te ama a ti.
Eirikr se tensó por su tono. —Y has sentido celos.
Jerk apretó los labios y a Kalina se le cortó el aliento. —¿Mi amor?
¿Todavía la amas?
—¡No es eso! Es…
—Rivalidad de hermanos —dijo Syn—. Han competido por todo en
su vida y Jorunn es una bendecida de los dioses. Que se la quedara su
hermano aun después de haberla rechazado, era algo que le escocía como
una mala herida.
—¡Lo sabía! —gritó Kalina poniéndose en pie y soltando su mano
—. ¡Sabía que aún la querías!
—¡Nunca la quise! —Le rogó con la mirada. —No como a ti.
—¿Qué?
—Lo que siento por ti es muy distinto. Cuando conocí a Jorunn
sentía que debía protegerla, que debía estar a su lado, pero todo eso quedó a
un lado cuando vi cómo te pegaba, preciosa. Jamás me sentí más impotente
que en ese momento y jamás sentí tanto miedo.
Sus preciosos ojos se llenaron de lágrimas. —¿De veras?
—Te lo juro por Odín. Lo que ocurrió con Jorunn fue un error del
que me arrepiento sobre todo porque le hice daño y la confundí.
—Eso deberías decírselo a ella, ¿no crees? —dijo Eirikr molesto.
—Si no se lo he dicho antes, fue por no molestarte a ti, hermano.
Eirikr sonrió. —No me molesta. ¿Y sabes por qué? Porque estoy
seguro de lo que siente mi mujer y sé que me ama más que a sí misma. Por
eso estás vivo. No lo ha hecho por ti, lo ha hecho por mí. Porque no tuviera
que enfrentarme a tu muerte y a quemar tu pira. Lo ha hecho por nuestra
familia. Y como parte de esta familia debes disculparte por todos tus
desprecios y tus acciones. Debes cerrar la herida.
—Lo haré.
—Bien —dijo el jarl antes de mirar a Kalina—. Tenemos mucho que
decirnos, niña.
Esta se sonrojó. —Sí. Siento haber mentido.
—Hay mucho de lo que hablar. Sobre todo de ese hermano tuyo.
Se tensó. —No diré nada que pueda perjudicarle.
—Lo entendemos. Pero tú debes entender que él vendrá a guerrear y
solo te tenemos a ti para evitarlo.
La puerta se abrió de golpe y la niña Skuld entró con la respiración
agitada. —Está tejiendo.

Corrieron hasta la casa de los telares y la niña abrió la puerta para mostrarla
levitando ante el telar. De sus cabellos salían los hilos que estaban tejiendo
el telar tan aprisa que ya estaba a la mitad. Eirikr asustado por ella intentó
tocarla, pero Syn llegó en ese momento y gritó —¡Ni se te ocurra! Apártate
guerrero.
—Tiene los ojos en blanco. —Se llevó las manos a la cabeza.
—Déjala hacer su trabajo.
Eirikr miró a su padre y este negó con la cabeza. —Hazle caso a la
vieja, hijo.
Impotente vio como su mujer se elevaba aún más hasta estar por
encima de sus cabezas sin darse cuenta de que Kalina entraba en el telar y
dejaba caer la mandíbula del asombro al ver a Jorunn. —Mi dios…
Eirikr se volvió y fue hasta la puerta cerrando con el travesaño. —
¿Tu dios? Tu dios no existe y esa es la prueba de que Odín es dios de
dioses. —La cogió por el brazo. —Veas lo que veas, no se te ocurra hacerle
sentir mal por ello. Jorunn no tiene nada que ver, es un mensaje de Odín.
Kalina impresionada asintió. —Entiendo.
Se acercaron a mirar el trabajo y ya era muy claro que varios
hombres estaban con una rodilla en el suelo ante uno que estaba de pie en el
centro. Al reconocer a Jerk se tensó y miró a su padre, que observaba cómo
se terminaba de perfilar su rostro mostrando pleitesía como su hijo. —¿Qué
es esto? —preguntó Eirikr molesto.
—Lo entenderemos cuando termine —dijo Syn inquieta.
Kalina jadeó señalando a un hombre que estaba al extremo del
cuadro. —Es mi hermano.
Entonces vieron las curvas que estaba tejiendo a la altura del pecho
y lo entendieron. —Es ella —dijo el jarl—. Nos arrodillamos ante ella.
Entonces vieron el filo del hacha que aparecía de espaldas a Jorunn
y Eirikr palideció. —No, no…
El rostro de su esposa se fue perfilando y sonreía a los suyos sin
saber que la muerte acechaba a sus espaldas. Terminó la labor y de repente
cayó en sus brazos. Eirikr la apretó contra su pecho y sintiendo que salía de
un sueño, Jorunn abrió los ojos mirando los suyos. —¿Qué ocurre, mi vida?
¿Qué temes? —Al ver a los demás que estaban muy serios se tensó. —¿Qué
ocurre? ¿No ha funcionado lo que hice con Jerk?
—Sí que ha funcionado —dijo Kalina suavemente—. Está mejor y
no te guarda rencor.
Suspiró del alivio como si fuera un peso enorme que se hubiera
quitado de encima. —Me alegra oírlo.
—Preciosa, no te asustes.
—¿Asustarme? —La volvió lentamente dejándola en el suelo ante el
enorme telar y Jorunn sintió que se le detenía el corazón. —¿Les
reconocéis?
—Ese es mi hermano —dijo Kalina antes de señalárselo—. Y
rodeándole hay varios de sus hombres.
—Estamos Jerk y yo —dijo el jarl muy tenso mirando de reojo a su
hijo que cada vez estaba más preocupado.
—¿Y Eirikr? —Se llevó la mano al pecho asustándose de veras. —
¿Dónde está mi marido? —Se volvió hacia él. —¿No pensarás…?
—No sé qué pensar.
—¡Imposible! ¡Sé que no eres tú quien porta el hacha!
Eirikr sonrió con pesar. —Preciosa, yo pienso lo mismo, pero es
evidente que en esa imagen no estoy ante ti.
Realmente asustada porque le hubiera pasado algo y ella no hubiera
podido impedirlo, miró el tapiz de nuevo sintiendo que debía protegerle. —
No te separarás de mi lado.
—Mujer…
—¡No lo harás! ¡Júramelo!
—No pienso jurarte eso. ¡Sé protegerme solo!
—¡No me vengas con esas! —Señaló el tapiz. —¡No estás ahí!
—Igual es que no me arrodillo ante ti —dijo molesto.
Confundida porque parecía enfadado siseó —Esto es ridículo, no
quiero que nadie se arrodille ante mí y esto… No puede ser.
—Pues sucede o eso parece.
De repente Jorunn palideció. —¿No será una escena que ocurre
después de la otra?
—¿Qué otra? —preguntó Kalina interesada.
Todos la ignoraron y Eirikr se tensó. —Crees que estoy muerto, ¿no
es cierto?
—¿Tú permitirías eso? ¡Ese hombre estaría muerto antes de que el
hacha llegara tan cerca de mi cuerpo!
—¿Qué otra escena? —insistió Kalina.
—El otro tapiz ha cambiado —dijo la niña haciendo que todos la
miraran.
—Te dije que no lo tocaras —dijo Syn muy seria.
—Sentí que debía hacerlo —susurró tímidamente.
—¿Dónde tienes el tapiz, vieja? —preguntó el jarl.
—En mi casa, escondido bajo unos tablones.
—Tráelo —ordenó Eirikr a la niña—. Quiero verlo.
Skuld salió corriendo. Jorunn negó con la cabeza. —Nos están
volviendo locos con sus juegos.
—¿Hablas de vuestros dioses? —Kalina se acercó y acarició el
tapiz. —Es hermoso. El mejor trabajo que he visto nunca.
—No lo he hecho yo, amiga. Es obra… —Se le cortó el aliento. —
Es mi madre. Me está avisando.
—Se me ha pasado por la cabeza —dijo Syn—. Aunque también he
pensado en la esposa de Odín, ese tatuaje tiene que indicar algo.
—Frigg teje las nubes —dijo el jarl impresionado.
—Ella intercedió para hacerla medio humana. No debe querer que le
ocurra nada malo.
—¿Hablas del tatuaje que le hizo tu hermana, vieja? —dijo Eirikr
mirando el tapiz muy tenso—. Hay ciertas cosas que empiezan a encajar.
—¿De veras? —preguntó Jorunn sin entender nada.
La niña llegó en ese momento con el pesado rollo que era incluso
más grande que ella y se lo dio a Eirikr. Este de un golpe seco lo extendió
en el suelo y Kalina dejó caer la mandíbula del asombro al ver a su hermano
besando a Jorunn. Se hizo un tenso silencio mientras ella ni sabía qué decir.
Se estremeció teniendo un malísimo presentimiento. —Eso no va a pasar.
¿Veis cómo están jugando con nosotros?
—¿Lo están haciendo? —preguntó Eirikr con voz lacerante.
Se le cortó el aliento. —¿Qué has dicho?
—Es que se me acaba de ocurrir que igual eres tú la que juegas con
nosotros y que mi hermano tenía razón.
—Eirikr, ¿qué dices? —dijo Syn espantada.
Jorunn dio un paso atrás de la impresión. —No, esto no puede ser
verdad.
—¡Tú has hecho eso! ¡Y el tapiz que hay en el suelo! Nos manejas
con tus hilos como a muñecos.
—¡Estás celoso de él y por eso dices esas cosas, pero piénsalo bien,
ni le conozco!
—¿No le conoces? Kalina te ha hablado de él, ¿no es cierto?
Gobierna a sus gentes mucho más al norte. ¡Dos hombres lucharán por
dirigir un pueblo, eso dijiste al llegar aquí! —Dio un paso amenazante hacia
ella. —Sedujiste a mi hermano prometiéndole ser jarl y después yo caí en
tus redes. Nos manipulas. ¿Con ese tapiz me estás queriendo decir algo,
preciosa? ¿Me estás avisando de que debes amarle a él? ¿Acaso piensas
hacerme lo mismo que le hiciste a mi hermano? —gritó fuera de sí.
—Eirikr… —Que dudara de ella, de sus intenciones, provocó que
incrédula diera un paso atrás. —Retráctate.
—Vamos preciosa, reconócelo. ¿Tengo razón?
—Hijo estás perdiendo la cabeza.
—¡Por su culpa, padre! ¡Desde que llegó no paran de suceder cosas
y casi nunca son buenas!
La incredulidad dio paso a un dolor lacerante y los ojos de Jorunn se
llenaron de lágrimas. —¿No fue bueno conocerme? ¿Eso quieres decir?
—Mi hermano está postrado en una cama y a punto ha estado de
morir. ¿Qué bueno has traído tú? —Dio un paso hacia ella. —¡Qué es lo
que quieres de nosotros! ¡No podemos luchar contra ti como nos has
demostrado varias veces! ¿Qué quieres?
Rota por sus dudas susurró —Me acabas de decir que nada ni nadie
nos separaría jamás.
La cogió por el brazo pegándola a él. —Y nadie nos separará, mujer
—dijo robándole el aliento—. ¡Eres mía! ¡Tú lo decidiste y no te
retractarás, ya no! ¡Te aconsejo que abandones tus juegos y dejes de
complicar las cosas!
—Hijo… No la provoques.
—Si me ama no me hará daño, padre.
—¿Esto es una prueba? —preguntó confundida disimulando su
dolor.
—¿Lo es? Está en tus manos, mujer. Yo por mi parte solo actuaré
cuando lo crea conveniente. —La soltó y fue hasta la puerta. —¡Si hay más
tapices no quiero saberlo! No pienso seguir tu juego, mujer. Se ha acabado.
Salió dando un portazo y Jorunn se estremeció de pies a cabeza. No
podía ser, no podía haber dicho esas cosas.
—Sus celos han hablado —dijo el jarl—. No se lo tomes en cuenta.
Su garganta se había cerrado, no era capaz de hablar. Creía que todo
era un juego suyo, que les había utilizado desde el principio con un
propósito que solo ella conocía. Miró hacia el tapiz donde besaba a ese
desconocido y las lágrimas cayeron por sus mejillas. ¿Por qué los dioses
jugaban así con ella? ¿Por qué sus padres lo permitían? ¿Es que ya nadie
iba a quererla nunca de verdad? Desgarrada de dolor gimió.
—Jorunn —dijo el jarl muy preocupado—. No se lo tomes en
cuenta, han pasado muchas cosas y…
Salió corriendo intentando huir del dolor y llegó al fiordo. Recordó
su llanto cuando Jerk la abandonó, pero el dolor que sufría en ese momento
era mil veces mayor. Se sentía tan traicionada… Había conseguido ganarse
su corazón para después dudar de sus sentimientos. Levantó la vista hacia el
cielo y gritó desgarrada. Dos rayos cayeron frente a ella e iluminaron su
rostro bañado en lágrimas. Recordó el tapiz en el que un hacha estaba a
punto de separar su cabeza del cuerpo. Hacía apenas unas semanas deseaba
que llegara ese momento. Allí arriba estaría con sus padres, necesitaba
verles, necesitaba consuelo, pero algo se removió en su interior sintiendo
que la rabia la recorría. No, no pensaba presentarse ante ellos como una
cobarde. Si moría, moriría en batalla y que Odín la perdonara, pero ya no
pensaba hacer nada para cambiar el futuro. Con sus acciones había
cambiado el tapiz del enfrentamiento de los hermanos, el odio de Kalina…
Pero no pensaba hacer nada más. ¿Su marido no quería más juegos? Pues
no iba a tener más juegos. Que el destino que tuvieran por delante fuera el
que su dios había marcado.
Escuchó que un guijarro se movía tras ella y se volvió de golpe para
ver que Kalina la observaba con pena. —Ahora me toca a mí consolarte.
Sonrió con tristeza y se secó las lágrimas. —Tú creías que no te
amaba y estabas equivocada. Yo acabo de descubrir que no me ama.
—No digas eso. —Se acercó a ella. —El tapiz le ha alterado, eso es
todo. Ha hablado su orgullo herido al verte con otro hombre. Cuando
recapacite se dará cuenta de muchas cosas.
—Ese tapiz solo ha demostrado que no confía en mí. Y sin
confianza no hay amor. Es su orgullo el que desea retenerme para que no le
avergüence ante los suyos. —Sollozó sin poder evitarlo. —Nunca les he
traicionado.
—Lo sé. Y él también lo sabe. No te tortures con lo que ha ocurrido,
haréis las paces.
—Yo no empecé esta guerra. Jamás quise esto. —Se miró las
manos. —Le quiero, ha hecho que le ame más que a mi propia vida. —
Kalina la miró emocionada. —Cuando Jerk te eligió a ti quise morir,
¿sabes? Eirikr me había pedido que me quedara y sin entender lo que me
ocurría me fui, aunque deseaba quedarme con todas mis fuerzas. Estaba
aterrada e intenté huir de lo que sentía.
—Ya no tienes que huir. Lo que sientes por Eirikr es lo correcto. —
Cogió sus manos. —¿Recuerdas lo que me has dicho en mi habitación hace
apenas unas horas? Le amas, sé que le amas. Y tienes que luchar por él. Él
luchó por ti, fue a buscarte y perdonó lo que hiciste con su hermano para
amarte abiertamente, incluso a riesgo de lo que pudiera pasar. Solo quiere
que seas tú la que se gane su corazón. Quiere que le demuestres que él es lo
más importante para ti. Está asustado por lo que ha visto, teme perderte.
—¿Crees que es así? —preguntó esperanzada.
—En cuanto se dé cuenta de cuanto ha errado te pedirá perdón, ya
verás como sí.
—¿Y cuándo será eso?
Kalina sonrió maliciosa. —Antes de lo que piensas. Si tú has tejido
eso para volvernos locos con tus juegos, ¿por qué has tejido la cara de mi
hermano exactamente como es si no le has visto nunca? —Se le cortó el
aliento. —No se lo digas tú, tiene que darse cuenta él. Y cuando lo haga
suplicará tu perdón. Entonces usará todas las armas que tenga en sus manos
para que consientas a ese perdón. En tu mano está que le sea muy fácil la
tarea o muy difícil, amiga. Una vez Jerk me gritó ante todos, durante siete
días no le dirigí la palabra. Cuando le perdoné nuestra relación era más
fuerte. —Hizo una mueca. —Hasta que llegaste tú, por supuesto.
—Hazle caso —dijo Syn saliendo de detrás de una gran roca—.
Debes calmarle, se acercan tiempos difíciles y debéis ser uno.
—¿Crees que su hermano aún nos causará problemas?
—Le han robado algo que es suyo.
—Rurik entrará en razón en cuanto hable con él. Esto es culpa mía
—dijo Kalina.
—¿Es tan impulsivo como tú? —preguntó la vieja.
Kalina se sonrojó. —Algo más, un poquito. Casi nada.
Jorunn y Syn pusieron los ojos en blanco. —Va a ser una guerra a
muerte, este no viene a preguntar nada, viene a vengarse de los que
murieron y a recuperar lo que es suyo.
—Tienes razón, niña.
—Bueno, centrémonos en estos dos que son los que ahora tienen el
problema.
Syn asintió. —Ve con él. Piensa en lo que te hemos dicho.
Caminó hacia la casita, pero después de seis pasos se volvió. —
Estoy enfadada.
—Muy bien, mejor enfadada que llorona. A mi hombre casi le matas
a golpes, que este no se vaya de rositas después de dudar de ti. —Syn miró
a Kalina como si tuviera dos cabezas. —¿Qué? Al menos que le pegue
cuatro gritos.
—Eso sí.
Ambas asintieron antes de mirarla y Jorunn gimió. Menudas
consejeras. ¿Su corazón estaba herido y tenía que enfrentarse a él con esos
consejos? Se acercó a la casita sintiéndose muy confusa y dolida, pero lo
que sí sabía es que le amaba y que iba a seguir sus propios consejos y
luchar por él. Abrió la puerta y le vio tumbado en la cama que compartían
con un brazo tras la cabeza mirando el techo. Se acercó y empezó a
desvestirse quitándose únicamente el vestido superior cuando siempre se
desnudaba, lo que era un claro indicio de que no quería que la tocara. Se
agachó para desatarse las botas y cuando se las quitó se tumbó en la cama a
su lado. No la abrazó como hacía siempre y dolida le dio la espalda para
mirar el fuego.
—¿No piensas decir nada? —preguntó él.
—Ya lo has dicho todo tú.
—Nada de juegos, mujer.
—¿O qué? ¿O me matarás? —preguntó con ironía.
La cogió por el hombro y la volvió furioso. —Te lo repito, esposa,
no juegues conmigo.
Le miró con rencor. —Sal de mi cama.
—¿Qué?
Asombrada vio que parecía sorprendido. —Sal de mi cama.
—¡Eres mi esposa, mi mujer!
—Dudas de mí, de mis intenciones, no tienes derecho a llamarte
esposo. Vete de aquí.
—¿Me echas de tu cama? ¿Me repudias? —La agarró por el cuello.
—Creo que no te ha quedado claro lo que te dije en el telar. A mí no me
manipulas más. Eres mi esposa y cumplirás con tu deber. ¡No te librarás de
mí!
—Porque soy tuya.
—¡Sí! —gritó en su cara.
—¡No compartiré lecho con un hombre que no confía en mí! Ahora
quita esa mano de ahí antes de que te rompa cada uno de sus huesos.
Se retaron con la mirada y entonces él la besó sorprendiéndola.
Gimió en su boca, pero cuando sus lenguas se encontraron, se entrelazaron
antes de que se diera cuenta. No podía negarle nada y acarició sus brazos
respondiendo con el alma. Eirikr tiró de su vestido hacia arriba dejando sus
piernas al descubierto y se hizo un hueco entre ellas mareándola de placer al
sentir su sexo rozando el interior de su muslo. Ansioso gruñó en su boca
antes de apartarse y contemplar su rostro. —Eres mía. ¡Dilo!
—Soy tuya —dijo sin aliento antes de sentir como entraba en su ser de un
solo empellón. Gritó de placer sintiéndose completa, llena de él. Era tan
maravilloso que se aferró a sus hombros reclamando sus labios, pero él
apartó su boca empujando sus caderas provocando que se olvidara de todo.
Era tan intenso, tan apasionado que creyó que con cada empellón se
rompería en dos. Clavó las uñas en sus hombros y entonces la llenó de
nuevo provocando que todo en ella estallara en mil pedazos hasta llegar a la
felicidad. Una felicidad intensa, pero efímera porque cuando abrió los ojos
él la miraba furioso todavía. Aún en su interior la agarró por los mofletes y
susurró —Te juro que como me traiciones, como quieras abandonarme, te
perseguiré hasta el fin del mundo. Jamás te librarás de mí. No pararé hasta
que uno de los dos muera, preciosa. Probablemente seré yo, pero al menos
moriré con honor. —La soltó dejándola de piedra por su frialdad y Eirikr se
levantó para vestirse a toda prisa. Salió de la casa en silencio mientras ella
ni sabía qué decir. ¿Le había hecho el amor con pasión y después esas frías
palabras? Entrecerró los ojos. ¿De qué te extrañas? Era así cuando le
conociste. Cuando quería librarse de ti. Pero esta vez era al contrario, la
quería en su vida, a su lado y le estaba diciendo claramente que lucharía por
ella y moriría antes de perderla, incluso si fuera por su propia mano. Abrazó
la almohada mirando el fuego. La quería, pero no confiaba en ella. Igual
necesitaban tiempo, como él decía habían pasado muchas cosas en pocos
meses. Puede que quisiera que ella le demostrara que le amaba más que a sí
misma. Y lo haría, tenía que conseguirlo porque sentía que había llegado a
meterse en su alma y necesitaba compartir su vida con él. Esperaba que
pronto se diera cuenta de su error y entonces hablarían, le haría ver cuánto
le amaba y volvería a ser el Eirikr de esos últimos días. Lo conseguiría.
Tenía que conseguirlo porque como algo saliera mal presentía que ese tapiz
se haría realidad.
Capítulo 18

Al día siguiente su actitud no fue muy distinta, apenas habló con ella
durante el día y en la cena se mostró distante a pesar de que luego acudió a
su cama. Y se comportó así en los días posteriores. Ella por supuesto no le
rechazaba deseando que se diera cuenta de cuanto le amaba, pero su
frialdad la alteraba. Pasaba de la furia a la pena y ya ni sabía qué sentir.
Sentada ante el telar con la mirada perdida ni se dio cuenta de que
las mujeres la observaban, sobre todo Kalina que preocupada apenas estaba
atenta a su labor para vigilarla como si temiera que algo se desatara en ella.
Jorunn sin mirarla dijo —Kalina ese hilo no es el adecuado, amiga.
Sorprendida miró la labor para ver que era cierto. —¿Cómo lo has
hecho?
—¿Qué?
Su amiga se levantó y se acercó a ella. —¿Por qué no tejes un rato?
Igual te sienta bien. Te hará olvidar…
—¿A Eirikr? —Sonrió con ironía. —Será difícil. —Cogió el hilo
verde.
—¿No se ha dado cuenta todavía? —susurró su amiga.
—No.
—¿Cómo es posible?
—No será tan listo como pensaba —dijo molesta.
Jerk entró en el telar y sonriendo fue hasta su esposa besándola en la
frente. —¿Te encuentras mejor?
—Sí, no te preocupes.
—¿No te encuentras bien? —preguntó preocupada.
—Oh, es que esta mañana me mareé un poco, pero ya estoy bien.
Jerk sonrió. —Deberías haberte quedado en la cama.
—¿Sin que me acompañes? —preguntó espantada haciéndole reír
—. ¿Y qué haría allí? Me aburriría.
—¿Dormir? —preguntó divertido.
—Que pérdida de tiempo.
Jorunn sonriendo sintió algo de envidia por la relación que tenían
ahora, obviamente mucho más fuerte que unos días antes. Parecía que Jerk
no podía quitarle las manos de encima y desde que se había enterado de que
iba a ser padre no podía estar más contento. —Me alegro mucho por
vosotros.
Jerk sonrió. —Gracias, sé que lo dices de corazón. Ahora sé que lo
dices de corazón.
—Pues ese hermano tuyo…
—No, Kalina —dijo ella interrumpiéndola—. No os metáis en esto.
No pongas a Jerk en este compromiso.
Este apretó los labios. —He intentado hablar con él, pero me ha
dicho con desprecio que yo no lo sé todo.
—No viste el primer tapiz y puede que se refiera a eso.
—Padre me ha dicho que nos enfrentábamos.
—Ferozmente.
Él asintió. —Entiendo. Pero ahora eso ha cambiado.
—Al parecer se ha buscado otra enemiga, pero no quiero que
interfieras. Déjale, a ver hasta dónde llega.
Kalina preocupada se apretó las manos. —Si le dijera lo que
hablamos sobre mi hermano…
—No, debe darse cuenta él.
—¡Jerk!
Se volvieron hacia la puerta donde Eirikr entraba en ese momento.
—¿No tienes nada que hacer? —preguntó furioso.
—Sí, hermano —dijo muy tenso—. Precisamente ahora iba hacia el
establo a por mi caballo.
Eirikr la fulminó con la mirada como si fuera responsabilidad suya
su distracción y miró el telar. —¿Tú tampoco trabajas? Pues en la cocina
necesitan ayuda, han llegado muchas piezas de carne.
Kalina jadeó porque alguien de su posición, superior al jarl no debía
estar en la cocina. Jorunn sonrió maliciosa. —Así que ahora quieres que
cocine para ti. Ten cuidado marido, puede que te siente de maravilla y luego
no quieras que cocine otra persona.
—Lo dudo —dijo con tal desprecio que le dolió.
—Hermano, creo que debería darte el aire. Desde hace unos días
dices cosas sin sentido que pueden pasarte factura y lo digo por experiencia.
—¡Métete en tus asuntos! —La miró. —¡A la cocina!
Se echó a reír dejándolos a todos de piedra y al ver sus caras rio aún
más sin poder creerse lo que estaba pasando. Ahora quería degradarla en su
estatus. Enviarla a la cocina era como pedirle que limpiara la casa
comparándola con una sirvienta, incluso con una esclava. Y por ahí no, era
la hija de Skuld bendecida por los mismos dioses y hasta él tendría que
ponerse de rodillas a su paso. No iba a cocinar simplemente porque tuviera
una rabieta. Se levantó perdiendo la risa poco a poco y cuando se acercó a
él la perdió del todo mirándole fríamente. —Este vestido es el de una
princesa, no quiero que se manche. Si quieres cocinar hazlo tú.
—¿Me replicas?
—No querido, eres tú el que me replica. Eres mi marido, pero no
olvides con quien estás hablando. —Pasó a su lado y muy tenso la observó.
—Ahora me voy a ver al jarl para tratar unos temas sobre los aldeanos.
Quiere mi consejo.
Eirikr apretó los puños viendo cómo se alejaba.
—Hermano te estás jugando el pellejo.
—Cállate.
—¿Estás loco? ¡Es una valkiria! ¡Podría arrancarte la cabeza del
cuerpo con sus propias manos si quisiera!
—No lo hará.
—¿No lo hará? A ver si te aclaras, ¿te quiere lo suficiente como para
no dañarte o va a abandonarte por otro? —Eirikr le miró sorprendido como
si fuera la primera vez que pensara en eso y Jerk sonrió. —Estás tan
rodeado por la niebla de los celos que no ves más allá. ¿Te quiere o no?
—No lo sé —dijo entre dientes.
Kalina dijo algo en eslavo mirándole con rencor. —¿Qué ha dicho?
—¿Y yo qué sé?
—He dicho que eres estúpido.
Amenazante dio un paso hacia ella y Jerk se puso entre los dos. —
Ni se te ocurra pensarlo.
Eirikr enderezó la espalda. —Dile a tu esposa que controle su
lengua. Como vuelva a ofenderme ni los mismos dioses impedirán que se la
arranque.
El puñetazo de Jerk le tiró al suelo y su hermano de pie a su lado
apretó los puños mientras su rostro reflejaba su furia. —Escúchame bien,
vuelve a amenazar a mi mujer y entonces el que te arrancará la cabeza seré
yo.
—Escúchame tú…
—¡Basta! —gritó Kalina cogiendo del brazo a Jerk—. ¿No os dais
cuenta de que esto es lo que Jorunn quería evitar? Ha hecho todo lo posible
para que no os enfrentarais.
—Ella no ha hecho nada —dijo Eirikr levantándose tan agresivo que
los dos dieron un paso atrás.
—Se ha hecho mi amiga, me ha dado una oportunidad —susurró
pegándose a Jerk—. Me ha aconsejado, me ha protegido.
—¡Yo se lo pedí! —dijo haciéndola palidecer—. ¡Sabíamos que tú
tenías algo que ver en la escena del tapiz y se lo pedí!
Kalina negó con la cabeza. —Puede que se lo pidieras, pero ahora es
mi amiga de corazón y confío en ella. Lo que es una pena es que su propio
esposo, la persona que debe protegerla, la trate con tanto desprecio. Hasta
traicionas vuestros secretos. Te entregó su corazón después de que Jerk le
hiciera daño y aun así hablas mal de ella.
—Hablaré bien de mi esposa cuando se lo merezca.
—¿No se lo merece? —Dio un paso hacia él encarándose. —¡No
conoce a mi hermano, idiota! ¡Cómo podía saber cómo era su rostro si
jamás lo ha visto ni ha visto el de sus hombres!
Eirikr separó los labios de la impresión dando un paso atrás. —
¿Qué?
—¿Ahora lo entiendes? ¿Sigues creyendo que ella tejió ese tapiz?
¡No! Porque ella podría haber inventado una situación sobre algo que
hubiera visto, sobre conocidos, ¡pero jamás ha visto a Rurik!
—Le dirías…
—Solo le dije que era atractivo. ¡Ni sabe el color de su cabello y
mucho menos que tiene los ojos verdes! ¡Despierta de una vez! ¡Has hecho
daño a tu esposa por unos celos absurdos!
—¡Se besan! —gritó furibundo.
—¿Ahora crees el tapiz, hermano? ¿Pero no era todo un juego de tu
esposa?
Se llevó las manos a la cabeza volviéndose y Jerk apretó los labios
viendo la tortura en su rostro. —¿Qué explicación le encuentras a eso?
¿Acaso alguna vez algo ha indicado que vea el futuro? Si hubiera visto el
futuro nunca se hubiera sometido a la humillación pública que tuvo que
vivir por mi culpa. Nunca hubiera ido a buscarme. Si fuera dañina,
vengativa, nos hubiera matado a los dos por lo que hice. —Eirikr pálido
como la cera miró su rostro. —Te has equivocado, hermano. Los dioses han
jugado contigo y han sembrado las dudas en ti. Has dejado sola a tu mujer y
lo que es peor la desprecias ante todos. ¿Cómo debe demostrarte que te ha
elegido a ti cuando desprecias cada gesto que tiene para agradarte? ¿Qué
debe hacer? ¿Ser sumisa? ¿Estarías contento con que cortara la carne? No,
solo quieres humillarla ante todos como ayer noche le hiciste servir la
bebida a todos los que la rodeaban. Es una elegida de los dioses y tú la
humillas ante tus hombres. Suerte tienes de que no te haya matado ya. —
Sonrió con ironía. —Yo me equivoqué y casi lo pago con mi vida. Tú te has
equivocado muchas veces en estos últimos días. Ten cuidado, hermano.
Hasta ella tiene un límite. Si sigues comportándote así, puede que haga algo
de lo que se arrepienta el resto de su vida. Algo que sintamos todos de
manera muy dolorosa.
Jorunn desde la puerta sintió que la rabia la recorría. —Veo que no
podéis mantener la boca cerrada.
Kalina palideció. —Está obcecado y…
—Y teníais que hacerle entrar en razón. —Miró con desprecio a su
marido. —Es una pena que no seas capaz de hacerlo tú por tus propios
medios, Eirikr.
Se tensó por su tono. —Preciosa…
Tras ella un rayo recorrió el cielo e incendió una casa demostrando
que estaba furiosa. —No me llames así —dijo fríamente. Sonrió con ironía
—. ¿Sabes? Esta situación me ha hecho darme cuenta de que igual no estás
preparado para ser jarl. —Con una sonrisa en los labios vio cómo se tensaba
aún más. —Te has equivocado conmigo dos veces. Una vez casi me matas,
no voy a dejar que lo hagas de nuevo.
—Si habláramos de esto…
—Tú ya lo has dicho todo, marido. Has errado, de nuevo has errado.
Siendo jarl muchos hombres dependerán de ti, muchas familias. ¿Qué se
puede esperar de un jarl que se precipita continuamente? —gritó con furia
—. ¡Nada! ¡Solo destrucción y desdicha para su pueblo!
—Esa decisión la tomará mi padre.
—Exacto y gracias a mí será dentro de muchos años. Nunca serás
jarl. —Se volvió dejándoles helados con su decisión.
Jerk miró asombrado a su mujer. —¿Padre morirá después de
nosotros?
—O seréis muy viejos para poder tomar el mando.
Kalina chilló de la alegría. —¡Y le daremos su primer nieto!
Eirikr les fulminó con la mirada. —¿Eso es lo que te preocupa?
Kalina parpadeó. —Pues sí. Me han criado para esto. —Levantó la
barbilla. —Aunque puede que aún tengas una oportunidad de dirigir a tu
pueblo, porque yo tengo tierras propias y mi hombre aún puede reinar en
ellas si algún día falta mi hermano. De todas maneras, mi hijo reinará sea
donde sea. Pariré un líder con la fuerza de Thor y el poder de un rey.
Eirikr gruñó saliendo del telar y gritó —¿Todavía no habéis apagado
ese fuego?
Jorunn entrecerró los ojos mirando la casa. —¿Qué ha pasado?
Su marido la cogió del brazo y tiró de ella hacia su casita. —
¡Suéltame! —Al entrar soltó su brazo de mala manera y Eirikr cerró de un
portazo. —¿Quién te crees que eres?
—No, ¿quién te crees tú para alterar nuestro destino cuando te
venga en gana?
—¿No te has enterado todavía? —Dio un paso hacia él y le empujó
por el pecho. —¡Soy norna! ¡Esa es mi misión!
—Lo has hecho por venganza.
Palideció porque temía que tuviera razón, pero aun así dijo —Eso es
mentira.
—¡Hoy decides que mi padre vivirá más para que no pueda
sucederle y mañana decidirás otra cosa como habías pensado que Jerk debía
sustituirme a mí! Varías según el viento. ¡No mereces ser norna!
Separó los labios de la impresión. —Y tú no mereces ser jarl.
—Retráctate.
—¿Como te retractaste tú al acusarme de que iba a serte infiel? ¿De
qué jugaba contigo? Espera sentado, guerrero.
—No pienso disculparme por tener dudas.
—Y yo no pienso disculparme porque mi marido las tenga.
—Puede que me haya equivocado, pero sí tenía razón en una cosa,
mujer, juegas con nosotros, con nuestras vidas y es algo que no pienso
consentir.
Perdió todo el color de la cara por lo que eso significaba. —Pues ya
sabes lo que tienes que hacer. Procura que el hacha esté bien afilada.
Él apretó las mandíbulas mostrando su impotencia. —No tendré que
hacerlo, Rurik te reclamará y te irás con gusto. Lo dice el tapiz.
Era evidente que le importaba poco que se fuera y el dolor regresó
con fuerza. —El tapiz dice que me besa, no habla de las consecuencias.
Pero te juro por Odín que en este momento me iría con el primero que
pasara porque sería más hombre que tú.
Se tensó por el insulto. —¿Te irías?
—¡Sí!
—Pues ahí tienes la puerta. Eres libre para irte.
—Lo era antes de que lo dijeras, gusano asqueroso.
—¡Vete! —gritó fuera de sí.
Enderezó la espalda. —¿Ahora ya no me necesitas?
—¡No te he necesitado nunca! ¡Si te pedí que volvieras, si fui a
buscarte fue porque no quería que los dioses nos dieran la espalda!
Dio un paso atrás de la impresión. —¿Qué has dicho?
Sonrió con desprecio. —Es lo que hace un jarl, se sacrifica por su
pueblo. Jerk te había hecho daño, sabía las consecuencias que podría
acarrear en el futuro y lo impedí reclamándote para mí. —Dio un paso hacia
ella mirándola con toda la rabia de la que era capaz. —Pero sigues jugando
con nosotros y nunca te detendrás. Eres como la mala sangre que envenena
un cuerpo hasta matarlo y te quiero fuera de mis tierras. ¡Me importa poco
lo que piensen los dioses!
Su corazón se rompió viendo en su rostro que decía la verdad y sin
poder disimular su dolor susurró —¿Me pediste que volviera por Jerk?
—Las desgracias que envían los dioses son bien sabidas por todos.
—Sonrió con burla. —Pobrecita, la norna que no conoce su destino ha sido
manipulada por un simple mortal. Pero este mortal está harto de fingir. ¡Me
enfadó la imagen del tapiz, sí! ¡Pero no porque te ame, sino porque a mí no
me humilla nadie!
Su labio inferior tembló. —Mentiste, no habías soñado conmigo.
—Algo tenía que decir para justificar mi conducta. —La burla de su
sonrisa fue como si clavara un puñal en su corazón. —¿Cómo iba a simular
de repente que me interesabas? Hasta tú tienes que reconocer que fue
brillante.
—Estás loco.
—¿Loco? Loca tú que haces y deshaces a tu antojo. Pero se acabó,
en mis tierras ya no. Lárgate de aquí.
—¡Eirikr! —gritó el jarl haciendo que se volvieran hacia la puerta
—. ¡Sal de aquí!
—¡Padre! ¿No te das cuenta de que…?
—¡Sal de inmediato!
La miró con rencor antes de salir de la casa. Rota miró a los ojos al
jarl que mostró su pesar por su pena. —Niña, lo siento tanto…
—Sentí que me amaba. —Creyendo que se ahogaba se llevó la
mano al cuello. —Creí…
El jarl se acercó de inmediato y la abrazó. —Lo siento, lo siento.
Tenía que haberme dado cuenta…
El grito desgarrado de Jorunn se escuchó en toda la aldea y Syn
corrió hacia la casita para verla de rodillas intentando que saliera el dolor.
De repente de sus cabellos empezaron a salir hilos plateados y el jarl
impresionado dio un paso atrás mientras su cabello negro desaparecía. Los
hilos rodearon la cara de Jorunn llena de lágrimas hasta cubrirla por
completo y empezaron a apretar su rostro. —Jorunn… —El jarl miró a la
curandera. —¡Haz algo!
Syn gritó tirándose sobre ella para intentar cortar los cabellos, pero
una larga trenza rodeó su cuello. Eirikr entró en la casa y perdió todo el
color de la cara mientras la curandera gritaba —¡Jarl, su cuchillo!
—¡Jorunn! —Eirikr se arrodilló a su lado viendo como los cabellos
cubrían su cuerpo hasta rodearlo por completo.
—¡Se está matando! —gritó Syn rasgándose las manos con los hilos
de plata—. ¡Ayudadme!
Eirikr sacó el puñal de su bota y se arrodilló a su lado agarrando la
trenza de su cuello para cortarla. Los intentos de Jorunn por respirar les
hicieron gritar diciéndole que resistiera, pero ella no escuchó nada porque la
oscuridad la rodeó. Entonces la vio, sentada en su trono Frigg la esposa de
Odín movió la mano diciéndole que se acercara y sintiendo que flotaba lo
hizo. Era tan hermosa que cualquier hombre se postraría a sus pies, sus
cabellos eran de oro, sus ojos azules parecían amables y le daban la
bienvenida. Se sintió acogida y se puso ante ella de rodillas. —No merezco
este honor.
—Mi pequeña, mereces mucho más. Levanta, quiero verte.
Lo hizo y sin poder evitarlo miró a su alrededor, pero solo había oro.
Cuatro paredes de oro con símbolos de los dioses. —¿Sabes dónde estás?
—No.
—Estás en mi casa.
Separó los labios de la impresión. —He muerto.
Ella hizo un gesto con la mano y el suelo se abrió a sus pies. Pudo
ver como el jarl, Syn y Eirikr se afanaban por romper los hilos que
rodeaban su cuerpo, pero estos seguían saliendo cubriéndola de nuevo. —
No tenemos mucho tiempo, enseguida morirás.
Asombrada miró sus ojos, pero no sabía qué decir y Frigg sonrió
con tristeza. —Cuando te di tus poderes deseaba que los usaras para hacer
feliz a los que te rodeaban.
Agachó la cabeza. —Siento haberla defraudado.
—No me has defraudado. Me han defraudado otros que no te han
tratado como merecías. —La miró sorprendida. —Tu corazón es puro y
cuando te entregas lo haces a pesar de ti misma. Desgraciadamente hay
gente que se aprovecha de ello. —Sus ojos se oscurecieron. —Como él.
Gente sin honor, sin corazón que usa a quien le rodea. A esa gente la
desprecio y merece un castigo.
—¡No! No le haga daño. —Asustada le rogó. —Por favor, no le
haga daño.
Frigg la miró atentamente. —Habla el amor que sientes por él. ¿No
quieres que muera?
—¡No! —Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¡No! ¡Preferiría morir
a que sufriera algún daño! Mi diosa, por favor…
Esta levantó una mano acallándola. —Eliges seguir sufriendo… Me
confundes, niña.
Sollozó tapándose el rostro con las manos y Frigg la miró con pena.
—Prefieres sufrir sin él a no verle más, ¿no es cierto?
—Le amo, me ha hecho daño, pero eso no hace que le quiera menos.
Me he enfadado, pero… Yo también he obrado mal.
—No lo creo. —Se levantó mostrando su transparente vestido
dorado que dejaba a la vista cada una de sus curvas. —Tu misión era
sencilla. Debías ir a ese pueblo y elegir a uno de los dos. El más preparado
para ser el jarl. ¿Cuál es? Mi esposo espera una respuesta.
Elevó el rostro hasta el suyo y su labio tembló. —Sé sincera, ¿cuál
es el hombre que debe dirigir ese pueblo?
—Hallad.
Frigg se echó a reír. —No quieres tomar ninguna decisión más, ¿no
es cierto?
—¿Por qué debo tomarla yo? ¡No es justo!
—Porque tú eras la enviada de Odín para esa importante misión. —
Se acercó y la cogió por la barbilla. —Tú debías ser su esposa. No
entiendes lo que ocurre, ¿verdad? Mi esposo es un hombre que no tiene
paciencia, niña. De ahí los tapices.
Se le cortó el aliento. —Nos estaba probando.
—¿Probándote a ti? No, probándoles a ellos para ayudarte a decidir.
Y no han pasado la prueba ninguno de ellos. Ni siquiera el jarl.
—¿Qué?
—No te protegió de sus hijos. Aun sabiendo quien eras, algo que no
estaba previsto hasta más adelante no impuso su autoridad. Jerk cayó en la
tentación en cuanto esa mujer le apresó y Eirikr… Su orgullo será su
perdición. Todo eso unido a que Odín piensa que no le tienen respeto… Y lo
que acaba de pasar con Eirikr le ha enfurecido. Los cuervos no han perdido
detalle de lo sucedido en estos días, niña, pero lo de hoy ha colmado la
paciencia de mi querido esposo.
—No les hagáis daño, os lo suplico. ¡Haré que se retracten!
—Eso debe salir de ellos. No vale que tú les ruegues que nos pidan
perdón.
—Jerk no me amaba, no puedo culparle.
—¡Sabía porque tú se lo dijiste que eras una enviada de Odín! ¡Se lo
ofreciste todo! ¡No le excuses! ¡Te vio luchar en ese campamento, sabía que
eras especial!
—Se enamoró de ella. Tú sabes lo que es el amor. —Le suplicó con
la mirada. —No puedo culparle por amar a otra mujer.
—Su trato posterior hacia ti, su despreocupación y su desprecio
cuando regresaste, son imperdonables. —Sonrió maliciosa. —Pero al
menos te vengaste. ¿Sentiste satisfacción?
—Bueno…
—¡Le curaste muy rápido! —gritó sobresaltándola—. Pero claro, su
padre y su hermano te lo pidieron y no puedes negarles nada.
Hizo una mueca. —Me dio pena.
—¡Deja de sentir tanta pena, niña! Porque como sigas así, Odín se
va a enfurecer de veras.
Se le cortó el aliento. —¿Qué quieres decir?
—Hemos llegado a lo que te ha traído aquí. Tendrás que elegir entre
dos caminos. —Levantó la barbilla. —¡O te quedas aquí, observas las
consecuencias de sus acciones y será mi marido quien decida su futuro o
vuelves y les dejas las cosas muy claritas a esos mortales! —La señaló con
el dedo. —¡No peleé por ti en tu nacimiento para que me dejes mal, niña!
¡Así que espabílate! —Asustada asintió. —A partir de ahora no quiero que
te chiste nadie, ¿me oyes? —Entrecerró los ojos. —Y ese Eirikr….
—Yo me encargo de él —dijo a toda prisa.
—Así que elijes bajar. —Asintió vehemente y Frigg maliciosa siseó
—Qué sufra. ¡Sedúcele y que sufra!
Le miró espantada. —¿Qué?
—¿Reniega de ti? Haz que se trague sus palabras. ¡Le quiero
arrodillado y suplicando! ¡Qué tu desprecio le duela como nunca nada le ha
dolido en la vida! ¡Qué derrame su sangre por ti! —gritó sanguinaria antes
de carraspear enderezando la espalda—. ¿He sido clara?
Asintió varias veces.
—Pues ya puedes regresar. —Como la diosa que era se sentó en el
trono de Odín y sonrió con dulzura. —Ahora baja ahí y dirige a tu gente.
Eres la nueva jarl, así que impón tu voluntad.
—¿Que soy qué? —chilló espantada.
—¿Acaso no he sido clara? —preguntó molesta.
—Oh, sí... Clarísima.
—¡Odín está enfadado y ya no quiere a ninguno de los tres! —Se
miró las uñas. —¿Crees que podrás reformar a ese eslavo?
La miró con horror. —¡No!
—¿Seguro? Es bien parecido y valiente, sería un buen vikingo.
Quizás…
—¡No!
Frigg puso los ojos en blanco. —Está bien. Dirige su pueblo que
ahora es el tuyo y lidia con ellos, sobre todo con ese Eirikr que has elegido
para compartir tu vida. Pero te lo advierto como vuelvan a despreciar tus
dones, dones que yo te he regalado y no hagas nada…
—Eso no pasará de nuevo.
—Recuerda que mi marido ha llegado a su límite con ellos.
—No volverán a insultaros.
—Eso espero. Vete y haz que tu madre se sienta orgullosa.
Se volvió y Frigg dijo —Jorunn… —La miró sobre su hombro. —
Mereces que te amen por encima de todo como tú le amas a él. Y ese amor
puede ser tu perdición. Si no cumples tu cometido, si no diriges bien a tu
pueblo ahora que mi esposo se ha decantado por ti para hacerlo, pagarás las
consecuencias. Deberías haber elegido a uno de ellos para esa misión, ahora
ese será tu destino.
Esas palabras le dijeron que había mucho más detrás sobre lo que le
había llevado hasta los Halfdansen y se volvió para preguntar —¿Por qué
este pueblo es tan importante para vosotros?
—No pensaba decirte esto hasta mucho más adelante. Serías la
esposa del jarl y la protegerías con tus dones como protegerías a todos los
demás, pero los acontecimientos han cambiado, has prolongado la vida del
jarl variando el destino de todos y hemos visto el comportamiento de sus
hijos. Ya no puedo arriesgarme a que le pase algo por las acciones de Eirikr
o Jerk. Son orgullosos y no piensan antes de actuar. —El suelo se abrió de
nuevo mostrando el fiordo y las casas. —En ese pueblo hay alguien que
será una bruja poderosa. Tan poderosa que será consejera de los dioses. Su
vida debe ser protegida y te encomiendo a ti esa misión. —Skuld salió de la
casa de Syn con una cesta en la mano y corrió hacia el bosque. Frigg sonrió.
—Que hermosa es y lo será mucho más. Esperamos muchas cosas de ella.
—La miró fijamente. —Como le pase algo…
—Odín me ajusticiará, lo he entendido.
—Bien. Quiero que Skuld viva como cualquier niño. Aunque su
naturaleza y la vieja Syn con sus enseñanzas han decantado su destino,
quiero que viva en comunidad y que aprenda los valores que hacen a un
humano piadoso, amable, constante…
—Debo asegurarme de que la niña tenga buenos valores.
—Vigilarás su crianza. Si en su inocencia la instruyeran mal, su
poder…
—Se volvería malvado.
—Exacto. De momento todo va muy bien y debe seguir así, que
aprenda y sea feliz, esa es tu misión.
Asintió. —Si es tan importante, por qué no proteger su futuro.
Odín…
Frigg la miró a los ojos. —Su destino no será definido por nadie, ni
siquiera por Odín.
Se le cortó el aliento. —¿Qué?
—No será dirigida por nadie, las runas han hablado. Skuld debe
forjar su propio destino. Nadie deberá interponerse, ni siquiera mi esposo.
Eso indicaba lo poderosa que era. —No es humana, ¿verdad? ¿Es
una diosa?
—No debes saber nada más. Jamás le muestres que sabes esto que te
estoy contando. Para ti debe ser una niña más y debe ser tratada como tal.
Incluso si tuvieras que castigarla, ¿me has entendido?
—Sí.
—Cuando llegue el momento de que se separe de vosotros, debes
dejarla ir. Ahora vete, ya no te queda tiempo.
Se sobresaltó al escuchar los gritos y como tiraban de su cabello. De
repente el cabello desapareció de sus manos y sorprendida vio que estaba
rodeada de Eirikr, Syn y el jarl que la miraba con cara de susto. —¿Qué? —
preguntó con voz ronca.
—¿Qué? —preguntó Syn mirando su cabello—. ¿Te encuentras
bien?
Se llevó la mano al cuello, le dolía la garganta. —Sí, aunque tengo
sed.
Eirikr se acercó a la mesa cogiendo la jarra de barro y sirvió una
copa acercándosela a los labios a toda prisa. Bebió con ganas y cuando la
acabó Eirikr se levantó para ir a por más. —No, no quiero más. ¿Podéis
dejarnos solos? Tengo que hablar con Hallad.
El jarl apretó los labios. —No me has llamado jarl.
Le miró a los ojos. —¿Soy tu hija?
Hallad sonrió. —Lo eres. Lo eres y lo serás hasta mi muerte.
—Dejadnos solos.
Eirikr miró hacia Syn que se disponía a salir mientras ella se
levantaba. —¡Yo no me muevo de aquí hasta saber qué ha pasado! ¡Y por
qué tienes el pelo así!
—¿Así? —Se cogió un mechón de pelo y se quedó de piedra porque
era del color de la plata. Era tan hermoso que robaba el aliento. Levantó la
vista hasta sus ojos. —Es un regalo.
—¿Un regalo?
—Me distinguen.
—Eres la nueva jarl —dijo Hallad apenado.
Volvió la vista hasta él. —Lo siento, pero la decisión está tomada.
—No puedes hablar en serio —dijo Eirikr furioso.
Se tensó enderezando la espalda y dejó caer el mechón de cabello
que llegó hasta sus tobillos. —Te aconsejo que a partir de ahora me trates
con respeto. —Él iba a decir algo, pero le agarró de la oreja tirando de su
cabeza hasta ponerlo a su altura. —No se te ocurra criticar esta decisión. —
Le advirtió con la mirada. —Ni se te ocurra criticar esta decisión, lo digo
por tu bien.
—¿Qué está pasando?
—Algo que no debes saber. —Soltó su oreja. —Ahora soy yo quien
tomará las decisiones. Y la primera que voy a tomar es que se haga una casa
para Hallad y otra para Jerk y su esposa. Tú podrás vivir con tu padre en su
casa cuando esté terminada. De momento Hallad y Jerk seguirán viviendo
en la que ahora es mi casa, pero tú no. —Eirikr apretó los labios. —Tú
puedes dormir aquí.
—¿No podemos decir nada? —preguntó molesto.
—No —dijo tajantemente.
—¿Sigo siendo tu marido?
—No. —Él apretó las mandíbulas. —No lo echarás de menos
teniendo en cuenta las razones que te llevaron a ese matrimonio. Eres libre
para hacer lo que quieras como lo soy yo.
—¿Qué has dicho? —preguntó muy tenso.
—Lo que has oído. —Fue hasta la puerta y la abrió. —Hallad, es
hora de que hablemos con los demás.
—Padre, ¿no vas a decir nada?
—¿Has visto lo mismo que yo? —preguntó furioso—. Estoy vivo
gracias a ella, así que no pienso replicar ninguna de sus decisiones. —Le
señaló con el dedo. —Si estamos así es por tu culpa. ¡Por tu maldito
orgullo! —Eirikr palideció. —¡Así que no te atrevas a recriminarme nada!
Viendo la tortura en su rostro sintió pena por él. —Eirikr… —Él la
fulminó con la mirada antes de salir de la casa cerrando con un portazo que
rompió la puerta en dos.
—Siento esto hija, yo…
—No, tiene que asimilarlo como todos los demás.
Capítulo 19

En la asamblea de esa tarde no se oía una mosca después de que el antiguo


jarl hablara. Nadie se atrevía a decir nada y puede que fuera por temor a
ella. Sentada al lado de Hallad dijo —Hablad, ¿alguien está en contra de esa
decisión?
—¿De una decisión de Odín? —preguntó uno de los guerreros
incrédulo—. Yo no pienso decir palabra.
Varios murmuraron dándole la razón. Jerk se levantó. —Yo tengo
que decir algo.
Se le cortó el aliento mirando hacia él. —Adelante.
—¿Qué hemos hecho para que nos desprecien de esta manera?
Rayos… Tomó aire antes de decir. —¿Quién desprecia a quién,
Jerk? Te conté mis intenciones, viste el tatuaje, y dudaste de mí. ¿Quieres
que continue?
Él carraspeó. —No, será mejor que no.
—¡Eso ha quedado atrás! —Se levantó mostrando su vestido de
terciopelo rojo y alargó la mano cogiendo la espada del jarl que le tendió
Gisli. —Lo que importa es el futuro y Hallad ha aceptado ser mi consejero.
Sé que tengo mucho que aprender y soy afortunada por tener su apoyo. —
Les mostró la espada y la levantó sobre su cabeza. Iba a gritar cuando oyó
un aplauso y volvió la cabeza para ver que en la puerta Eirikr aplaudía
borracho como una cuba.
Hallad se levantó en el acto. —Jerk sácale de aquí.
—Aquí tenemos a la nueva jarl, la elegida por los dioses. —
Aplaudió con más fuerza. —¡El futuro de nuestro pueblo! ¡Bravo!
Jerk se acercó a toda prisa. —Hermano, este no es buen momento.
—¡Es un momento único! ¡Mírala! ¡Ha conseguido lo que quería!
Es tan buena mintiendo que hasta ha convencido a los dioses.
—Estás borracho —dijo ella con desprecio—. ¡Ellos lo ven todo! Y
no dudes que te están viendo ahora.
Miró hacia arriba. —¿Y ellos han visto cómo hemos luchado todos
estos años por estas gentes? ¡Hemos sacrificado nuestra vida por este
pueblo!
Jerk le cogió por el brazo. —¡Sal!
—¿Ahora estás de su parte? ¿Ahora que tiene el poder?
—Ya lo tenía, pero era tan respetuosa que no le quitó el poder a
padre —susurró su hermano—. Ahora sal de aquí antes de que los dioses te
castiguen. Hablo en serio, hermano.
Le miró sorprendido. —¿Qué sabes?
—Lo suficiente para darme cuenta de que esto es un castigo de Odín
y que no se quedará ahí si inflamas su ira. Sal, te lo ruego.
Eirikr gritó de la rabia antes de salir del salón. Jerk salió tras él y le
siguió hasta la ribera del fiordo. —Sé que estás furioso, pero estás volcando
tu furia sobre la persona equivocada, hermano. Jorunn no es responsable de
esto. Tiene una misión y no se lo hemos puesto fácil ninguno de los dos.
Ahora continuará sola si es necesario, en tu mano está ser su compañero en
ese camino o no.
Le miró sorprendido. —¿Qué misión?
—No lo sé, pero es evidente, ¿no? Tanto empeño de los dioses, tiene
que ser por algo. Kalina piensa así y estoy convencido de que tiene razón.
¿No te das cuenta? Nos han enviado a una norna mitad valkiria, tiene que
haber una razón poderosa para ello y encontrar un sucesor de nuestro padre
no me parece suficiente, a no ser que ese jarl tenga que enfrentarse a algo
realmente peligroso. Ahora ella tiene el poder, debemos asumirlo y seguir
adelante.
Eirikr miró las aguas iluminadas por la luz de la luna. —Durante
años rogué por no ser jarl. —Su hermano no pudo disimular su sorpresa,
pero él no se dio cuenta. —Después de rajar tu cara se lo supliqué a padre.
—¿Por qué?
—Porque sabía que nos separaría. Lo vi en tus ojos cuando
empuñaste la espada. Querías vencerme, demostrar a padre que eras mucho
mejor que yo. Y no me quedé atrás en defender lo que ya consideraba mío.
Pero al ver tu sangre, creí que morirías. Rogué por ti, pero una noche padre
me sorprendió llorando al lado de tu cama y me llevó a su habitación.
—Te dije que un jarl no llora y jamás pide perdón.
Se volvió furioso para enfrentarse a él. —¡Tú me hiciste así! ¡Perdí
a mi hermano por esa sabia lección!
—Te hice más fuerte. Te enseñé como me enseñaron a mí, hijo.
—¿Para qué?
—¿Todavía no lo entiendes? Para ser un líder. Tu esposa…
—¡No es mi esposa, me ha repudiado!
Se acercó hasta ponerse ante él. —Es tu esposa, ¿y sabes por qué lo
sé? Porque sigues vivo, no puede dañarte —dijo cortándole el aliento—.
¿No me crees? Ha alterado el destino de todos excepto el tuyo. No puede
hacerlo porque formas parte de ella y no puede alterar su futuro. ¿Qué crees
que pediría para ti si pudiera?
—Que me fuera.
—No seas ridículo. Pediría que la amaras como ella siempre ha
querido. Te has equivocado tanto con ella que no sabes qué sentir, pero
Jorunn te sigue amando.
—Calla.
—¡No, vas a escucharme! ¡Aún sigo siendo tu padre! ¡Necesita un
guía y nadie está más preparado que tú!
—¡Ella no lo cree así!
—Ella no sabe lo que es ser jarl. ¡Tú sí! Y tu misión en la vida será
ayudarla en esa tarea. —Apretó su brazo. —¿Qué crees que le pasará sino
hace bien lo que se le ha ordenado?
Se quedó sin aliento. —¿Qué?
—Sabes que Odín no tiene paciencia ni buen humor cuando no
consigue lo que se propone. Ya ha fallado en su misión de conseguir un
sustituto entre vosotros dos, ¿qué crees que le pasaría?
Asustado miró a su hermano que agachó la cabeza. —¿Jerk? —Su
hermano no contestó —¡Le ha hecho un regalo!
—Para distinguirla, para hacerla especial y que nadie dude de lo que
puede ver, pero si falla en su misión... —Jerk le miró a los ojos. —Morirá.
La vieja ha dicho que la niña la ha visto traspasada por un rayo.
Pálido dio un paso atrás. —No
—Sabes que la niña siempre acierta. La vio venir y llegó. Como
también te vio en sus sueños al lado de Jorunn. —Le miró como si no
pudiera creérselo. —¡Mentiste a tu esposa diciendo que eso era falso! ¡Que
no soñabas con ella!
Asombrado dio otro paso atrás cayendo a las frías aguas del fiordo
mojándose hasta la cintura. —¿Cómo sabes que se lo negué a Jorunn?
—¡Te oyó media aldea, hermano! ¡Le hiciste daño a sabiendas! ¡Le
hiciste creer que todo era una burla!
—¿Lo sabe ella? ¿Se lo ha contado la niña?
—No, pero dudo que mi esposa retenga su lengua. —Carraspeó
incómodo. —Sabía que la niña os había visto en sueños y se lo conté.
También lo que me dijiste sobre tus sueños. Lo siento, pero es que no me
imaginaba que después mentirías a tu mujer.
Se llevó las manos a la cabeza y gritó de la rabia.
—¿Por qué lo hiciste, hijo?
—Porque no merezco ser jarl. Ella tenía razón.
—Explícate.
—Cuando vi ese tapiz algo se me revolvió por dentro. Creí que todo
era una burla, que me había utilizado. Llegué a pensar que había vuelto para
vengarse de Jerk utilizando lo que yo sentía a su lado. Se me pasaron tantas
cosas por la cabeza... ¡Por Odín, si cinco minutos antes casi te mata a
golpes!
—¿Y no se te ocurrió pensar ni por un momento que Odín te
enviaba un mensaje? —preguntó su padre.
Tenso asintió. —Sí.
—Otra razón para odiarla. En tu imaginación te traicionaba de
cualquier manera. Hubiera hecho lo que hubiera hecho.
—Sí, la condené de todos modos. ¡No pude evitarlo! ¡Le besaba!
—O él a ella, ¿no se te ha ocurrido pensarlo? —preguntó su padre
con pesar—. Hijo, has destrozado tu matrimonio y has enfurecido a los
dioses por nada. Ella no había hecho nada.
Agachó la mirada. —Ahora ya no tiene remedio. Me odia.
—Le hemos fallado muchas veces, incluido yo —dijo el jarl.
—¿Tú, padre? —preguntó Jerk asombrado.
—No le di su lugar, el que ahora ostenta. Han tenido que ordenarlo
los dioses. Ha alterado mi destino y el suyo alargando mi vida. Y no se lo he
agradecido como merecía. Es más, muchas veces os he protegido cuando
ella era la perjudicada de vuestras acciones. Demasiados errores. Hemos
cometido demasiados errores. Habéis sido muy injustos acusándola
continuamente de querer perjudicarnos. ¿Perjudicarnos? Si solo ha traído
bien a este pueblo. Por Odín, si cuando encontró un tesoro lo repartió entre
sus gentes. Jamás ha querido ni exigido nada y los tres sabemos que tenía
derecho a hacerlo. —Les miró fijamente. —¡A partir de ahora os
comportaréis como debéis y la ayudaréis en todo! ¡Incluso si no lo pide,
allanaréis su terreno! ¡Os he criado para ser jarls y demostraréis que podéis
ayudarla, se lo demostraréis a los dioses! ¡Y como alguno de los dos vuelva
a hacerle daño de cualquier manera, no tendrá que dar cuentas a Odín!
¡Antes me dará cuentas a mí! ¿Me habéis entendido?
—Sí, padre —dijo Jerk.
Hallad miraba a Eirikr fijamente. —Sí, padre.
La gente empezó a salir de la casa del jarl y ambos les miraron
sorprendidos. —¿No hay celebración? —preguntó Jerk.
—Ella no ha querido. Dice que no piensa celebrar que los dioses me
han relegado.
En ese momento vieron salir a Syn de la casita acompañada de
Jorunn. La niña llegó en ese momento yendo a buscar a la que consideraba
su madre y cogió su mano. Ambas sonrieron y Jorunn se agachó hablando
unas palabras con ella. Acarició su mejilla con ternura. Cuando Syn y ella
se alejaron, Jorunn se las quedó mirando pensativa.
Eirikr miró a su hermano. —Skuld.
—¿Ella es su misión? Tendría sentido, apareció aquí de la nada
siendo un bebé.
Hallad gruñó. —¡No estáis seguros, no empecéis con vuestras
especulaciones que la vamos a tener! ¡Vosotros a lo vuestro y no hay más
que hablar! —Su padre se marchó enfadado. —Siempre buscando
problemas. ¿Es que no van a parar nunca?
Jerk miró a su hermano asombrado. —¿Buscamos problemas?
Hizo una mueca sin dejar de mirar a la niña que abrió la puerta y
miró hacia él como si supiera que la observaba. La niña le saludó con la
mano antes de entrar en la casa.
—Sí que es especial… —dijo Jerk impresionado—, ¿cómo te ha
visto ahí abajo?
—Ella ve cosas que nadie ve, hermano. —Alargó la mano y Jerk tiró
de él para que saliera del agua. Caminó hacia la casa grande. —¿No vienes?
—¿A dónde vas? Tú a dormir a la casita. Deja pasar la noche y que
se calmen los ánimos, hermano.
Gruñó desviando su camino y Jerk sonrió. —Descansa.
—¡Jerk! —gritó Kalina desde la puerta—. ¡Te estoy esperando,
esposo!
—Ya voy.
Jorunn miró hacia ellos y apretó los labios antes de entrar en la casa.
Eirikr suspiró. —Sí, será mejor que duerma un rato que parece disgustada.
—No intentes arreglar todo este desaguisado en una noche. Dale
tiempo. —Su gemelo asintió antes de ir hacia la casita y Jerk se acercó a su
esposa. —¿Se lo has dicho?
—No he podido acercarme a ella. Cuando los hombres terminaron
de jurar lealtad les dijo que se fueran y no quería interrumpir su
conversación con Syn. Parecía algo serio.
—¿De veras? —Interesado se acercó a su mujer.
Kalina miró a su alrededor preocupada por si les oía alguien. —Creo
que la vieja sabe cuál es el motivo por el que ahora es jarl.
Jerk miró hacia la casita. —Sí, la vieja ve cosas, puede que los
dioses le hayan confiado el fin de todo esto.
—No tendrá que ver con mi hermano, ¿verdad? —preguntó
preocupada.
—Creo que no tiene nada que ver. —La besó en los labios. —Vamos
a la cama, las preñadas duermen mucho.
—Cuando se entere Rurik se va a morir de la impresión —dijo
ilusionada.
—Espero que no, preciosa.

Agotada después de toda la noche sin dormir, se vistió con sus pantalones y
su chaleco. Los vestidos los dejaría para la noche, pues tenía que hacer
tareas y si tenía que cabalgar prefería hacerlo cómodamente. Al llegar al
salón vio que los gemelos ya estaban desayunando. Gruñó acercándose y se
sentó en la silla del jarl. —Buenos días. —Ambos la miraron y parpadeó.
—¿Qué ocurre?
—Tu cabello —dijo Jerk sorprendido—. Está moreno otra vez.
Cogió su trenza y al ver su pelo negro entrecerró los ojos. —¿Qué
creéis que significa?
—Que debes pasar desapercibida —dijo Eirikr.
Jerk asintió. —Ese cabello hubiera llamado muchísimo la atención y
se hubiera comentado por toda Escandinavia. Los dioses han avisado a
quien tenían que avisar, los demás irán a ciegas.
Dejó caer la trenza como si le diera igual y sonrió a la sirvienta que
le llevó su leche y su pan.
Observaron como tiraba el pan en su cuenco y Jorunn suspiró. —¿Y
ahora qué pasa…?
—Nos preguntábamos cuáles serán ahora nuestras labores —dijo
Eirikr.
Con la cuchara en alto miró a uno y después al otro sin saber qué
decir —¿Labores?
—Sí, nuestras labores. ¿Qué debemos hacer hoy?
—¿Supervisar?
A Eirikr empezó a parecerle graciosa la situación. —¿Supervisar el
qué?
—¿Qué supervisaste ayer?
—El nuevo depósito de trigo. El invierno afectó el tejado.
Sonrió. —Pues hoy sigues con eso. —Miró a Jerk. —Y tú…
—Ya está arreglado. —La interrumpió Eirikr.
Rayos. Volvió la vista hacia él. —Así que ya está arreglado.
—Sí, ya no hay goteras.
—Perfecto. Revisa el resto de los tejados.
Abrió la boca para hablar con Jerk, pero él la interrumpió. —Ya
están supervisados. Lo hace cada familia cuando acaba el invierno.
Gruñó. —¡Pues vete a cazar o lo que sea!
—¿Cazar? —Miró hacia el hogar donde varias piezas de carne
estaban colgadas esperando a ser cocinadas. —Creía que había bastante.
—Muy bien, ¿qué quieres hacer?
—Hay que ir a visitar a los campesinos del este. Hay que comprobar
que todo vaya bien y que no hayan tenido problemas por el invierno.
—Pues muy bien, vete.
—¿Seguro?
—Totalmente. —Miró a Jerk. —¿Y tú qué vas a hacer?
—Acompañaros.
—¿Cómo que acompañarnos? Yo no voy.
—Tienes que ir, preciosa. Eres la jarl. Si no vas, se sentirán
menospreciados. Se hacen dos visitas al año y siempre va el jarl. Es una
manera de que se den cuenta de que son tan importantes como los que viven
aquí. Además, tenemos que presentarte, ¿recuerdas? Ellos creen que es mi
padre quien sigue mandando.
—¿Y dejar solo el pueblo? —preguntó como si eso fuera
impensable—. Ni hablar.
—¿Hay alguna razón para que no puedas salir del pueblo?
Se sonrojó. —Claro que no, pero…
—Debes ir tú.
—Mi hijo tiene razón, niña. —Se acercó y la besó en la mejilla
dejando de piedra a sus hijos. Miró a Jerk y levantó una ceja. Su hijo
arrastró el trasero para que su padre se sentara a su izquierda dejando claro
que su segundo sería Eirikr. —Debes ir, presentarte y que vean que eres de
carne y hueso. Y si alguien se solivianta rompes un par de huesos.
—Eirikr, te quedarás para vigilar el pueblo. Iré con Jerk. No es
necesario que vayamos todos.
—Entonces me quedaré yo, si no te importa. Kalina ha vomitado
esta mañana y no se encontraba muy bien.
—¿Ha vomitado? —preguntó preocupada hasta que se dio cuenta de
que no tenía que preocuparse—. Bah, tendrás un bebé muy sano y a ella no
le pasará nada, ya verás.
Jerk sonrió. —Gracias, si lo dices tú me quedo mucho más
tranquilo.
Gisli entró en ese momento. —Jerk, tu caballo ha muerto.
Se volvió para mirarle pasmado. —¿Qué has dicho?
—No sé qué ha pasado. Se lo han encontrado así.
—Hijo, ya era viejo.
—No tanto, padre —dijo disgustado antes de correr hacia la puerta.
Sintió un nudo en la garganta. —Peligro ha muerto…
Eirikr suspiró. —El año pasado estuvo enfermo. Últimamente no era
el mismo.
—Cuando llegué aquí fue el primer caballo que atendí —dijo con
tristeza—. Casi me muerde.
—Menudos bocados pegaba el cabrito —dijo el jarl cogiendo un
pedazo de queso—. Lo siento por mi hijo, adoraba ese caballo. Y ahora
habrá que ir a Heirst a comprar otro.
—Yo me encargaré, padre. —La miró de reojo. —Siempre es una
pena perder un caballo. Yo perdí dos y es doloroso.
—Voy a ver cómo está Elixir.
Se levantó dejándole con la palabra en la boca. —Ni ha desayunado.
—Se ha disgustado, ¿no te das cuenta? Le tenía cariño. —Cogió la
leche de Jorunn y se puso a comer con ganas. Masticando vio lo inquieto
que estaba. —Ve a ver cómo está.
Se levantó como un rayo y Hallad sonrió. —Estos chicos…
Eirikr rodeó la casa para ver que Elixir estaba al lado de un árbol y
ella lo abrazaba por el cuello ocultando su cara de todo el que pudiera verla.
Apretó los labios y se acercó a ella. —Está bien. Vivirá muchos años.
Sorbió por la nariz apartándose de él y Eirikr pudo ver sus lágrimas,
aunque intentó ocultarlas limpiándoselas a toda prisa antes de rodear su
caballo. —Haz que saquen a Peligro sin que yo lo vea.
—Así se hará.
Acarició el morro de Elixir. —Era un gruñón, pero…
—Era el caballo de Jerk. —Rio por lo bajo. —El mío no lo cuidabas
igual.
Le miró asombrada. —Menuda mentira.
—Siempre le estabas dando mimos a Peligro, te vi mil veces.
Se le cortó el aliento. —¿Me viste?
Él carraspeó. —Bueno, te vigilaba.
Se sonrojó de gusto sin darse cuenta. —¿Y qué más viste?
—No lo suficiente —dijo por lo bajo como si eso hubiera sido una
desgracia.
—Les trataba muy bien a todos. Halvard… —Suspiró. —Halvard no
está. —Miró a su caballo. —Parece que ha pasado mucho tiempo y no ha
sido ni medio año. Han sucedido tantas cosas —dijo pensativa—. Cosas que
han afectado a mucha gente. —Le miró de reojo. —Entiendo que dudaras.
—¿Lo entiendes? —No podía estar más sorprendido. —Pues si lo
entiendes…
—¿Qué? —preguntó con desconfianza.
—No, nada. Lo entiendes, pero no lo perdonas.
—Son dos cosas distintas, ¿no crees?
Gruñó. —Sí que lo son, sí.
Elevó la barbilla y se alejó, pero cuando llegó a la esquina de la casa
se volvió. —¿No te he ordenado algo? ¡No quiero verlo!
—Sí, por supuesto.
—¿Sí por supuesto qué?
—Mi jarl —dijo entre dientes.
—No me has jurado fidelidad. ¿Debo preocuparme?
—Mujer…
—¿Qué has dicho?
—Te juro fidelidad —dijo a toda prisa.
—Espero que la lealtad al jarl te dure más que la que le tenías a tu
esposa.
Se volvió dando la vuelta a la esquina y Eirikr siseó —La madre que
me…
—¡Eirikr, el caballo! ¡Cómo le vea me voy a enfadar! ¡Quiero
recordarle como era!
—¡Sí, jarl!
Entrando en la casa suspiró del alivio. No le llevaba la contraria.
¿Qué le pasaba a ese hombre? ¿Ayer decía una cosa y hoy iba a consolarla?
No te fíes, Jorunn. Te dará una puñalada cuando menos te lo esperes.

Pasó el desayuno y Eirikr no aparecía. Sentada a la mesa con Hallad dijo —


¿Dónde está?
—Hija, el caballo debe pesar.
Bufó. —¿Acaso no tiene bastantes hombres? —Exasperada se
levantó y fue hasta la puerta para ver como intentaban subir al caballo sobre
un carro. Hala, ya lo había visto. Varios hombres pretendían agarrar el
caballo por las patas tiesas hacia arriba y Jorunn puso los ojos en blanco. —
Es evidente que tengo que hacerlo yo todo. ¿Es que a nadie se le ha
ocurrido atarle las patas y arrastrarlo? —gritó.
—¡Preciosa entra en la casa! —gritó Eirikr.
—¡No tenemos todo el día!
—¡Jerk quiere quemarlo!
Asombrada gritó —¿Qué?
—¡Quiere quemarlo en el fiordo!
¿Pero es que se estaban volviendo todos locos? Puede que le tuviera
cariño al caballo, pero no pensaba despedirse de él como si fuera un gran
guerrero o alguien de posición. Aquello era un disparate. Bajó los escalones
a toda prisa y Eirikr miró hacia atrás. —Hermano, me parece que nuestra
jarl no quiere que se le incinere.
Jerk salió del establo y gruñó al ver el rostro decidido de Jorunn. —
Ya me doy cuenta.
—¡Jerk! Ni se te ocurra, ¿me oyes? ¡Llevamos media mañana sin
hacer nada! ¡Hay mil cosas pendientes antes de que llegue Rurik!
—¿Sí? ¿Cómo qué, jarl?
Se le quedó mirando sin saber qué decir —¿Eirikr?
Los dos le miraron y este carraspeó. —¿Qué hay pendiente?
—Sí, ¿qué debemos hacer todavía para defendernos?
—Bueno, hemos colocado balas de heno para que los arqueros se
protejan, también habrá algunos hombres en los tejados. Se han apostado
vigías sobre la cascada que harán sonar el cuerno en cuanto intenten entrar
por mar.
—¿Y las montañas?
—Sobre eso aún no hemos decidido. Es demasiado terreno para
repartir a mis hombres. Además, no podemos alejarlos de aquí, si
sorprenden la aldea estaríamos desprotegidos.
Jorunn asintió. —Quiero a todos los guerreros en el pueblo. Les
repeleremos antes de que entren. Quiero dos vigías en aquella montaña sin
perder de vista el valle. De noche quiero dos grandes fogatas a cada lado del
pueblo y quiero que cortéis aquellos árboles. No debe haber nada cerca del
pueblo donde puedan esconderse, ¿me habéis entendido? ¡Así que sacad
esos carros de labranza de allí! Quiero brea preparada para quemar su barco
si fuera necesario y que se aumenten las reservas de flechas. —Se miró los
dedos. —Por cada una que hay, quiero cinco. ¿El herrero está haciendo
armas?
—Pues…
—Pues que las haga —dijo entre dientes—. Quiero que se avise a
todo el que no viva en la aldea, que traigan sus animales y todo lo que
puedan transportar. Si se acercan por sus tierras quemarán sus casas. —
Miró al uno y al otro. —¿Qué hacéis aquí todavía? ¿Habéis pensado alguna
cosa más?
—Si vienen por la montaña muchos vendrán a caballo. Necesitarán
beber antes de la batalla —dijo Eirikr—. Les harán descansar antes de
acercarse demasiado. —Señaló la montaña. —Por allí hay una fuente
natural y forma un río que llega al fiordo.
—Bien, que lo vigilen. —Ella entrecerró los ojos. —Si son muchos
necesitarán caza. ¡Fuego! ¡Tienen que hacer fuego! Y el humo se ve. ¡Más
vale que lo vean! —exclamó haciéndoles parpadear—. No quiero fallos. ¡A
trabajar! —Se volvió. —¡Gisli ayúdales a sacar ese caballo de aquí!
Jerk impresionado miró a su hermano. —Parece que sabe lo que
hace. Ha dicho todo lo que tú ya habías ordenado, excepto eso de los que
viven fuera de aquí y las armas.
—Si los dioses la han elegido será por algo. Armas tenemos de
sobra, envía a varios hombres para avisar a los campesinos.
Su hermano asintió alejándose y dio órdenes a varios de los
hombres. Gisli gritó—¡Arrastradlo!
Jerk no protestó aunque apretó los labios mirando su caballo. —No
habrá otro como él.
—Igual podemos hacer que Elixir preñe a alguna de las yeguas.
Los ojos de su hermano brillaron. —¿Crees que…? —Negó con la
cabeza. —No lo permitirá, es un regalo de los dioses.
Gisli que lo había oído rio por lo bajo y los gemelos le miraron. —
No creo que sea el momento de pedirle algo así a la jarl. Igual más adelante.
Es evidente que no guarda rencor por mucho tiempo. Deberéis tener
paciencia.
—¿Qué haces, gusano? —gritó la jarl haciendo que se volvieran.
Estaba frente a un hombre que agarraba por la camisa a un niño de unos
cinco años—. ¿Golpeas a un niño? —Le pegó un puñetazo que lo tiró sobre
el abrevadero. —Ni se te ocurra volver a tocarle. ¡Como te vea de nuevo te
arranco los brazos! ¡A los niños se les enseña, no se les golpea! ¿Me has
entendido?
—Sí, jarl.
Furiosa se volvió entrando en la casa dando un portazo.
—Se ha librado por los pelos —dijo Gisli—. Su mirada decía que
quería sangre. Más le vale que no le toque de nuevo.
Eirikr asintió volviendo la vista hacia el hombre al que su mujer
intentaba ayudar a salir del abrevadero. —Debería arrancarle la cabeza. Ya
le avisé cuando pegó ante mí a su hija mayor.
—Está claro que no aprende, hermano. ¿Quieres que me encargue?
—No, la jarl ha hablado. Encarguémonos de lo que hay pendiente.
Capítulo 20

Era bien entrada la tarde y sentada ante el telar entrecerró los ojos casi
temiendo que los dioses le dijeran algo más. Por ella no se hubiera acercado
a aquel armatoste jamás en la vida, pero Hallad había insistido en que puede
que le dijeran algo importante. Era la única manera de comunicación que
tenía con los dioses a no ser que reclamaran su presencia. Y la verdad
prefería el telar mil veces antes de ver a Frigg de nuevo, porque temía que
no fuera para darle buenas noticias. Suspiró cogiendo la lana y Syn apretó
los labios. —Vamos, niña. Sé que es duro, pero cada tapiz nos indica algo.
Skuld entró corriendo en el telar y se la quedó mirando con la
respiración agitada. —Ya vienen.
Dejó caer la lana y se levantó sacando la espada de su vaina. —
¿Sabes por dónde?
—Por las montañas. Son muchos, muchos más que nosotros.
Salió corriendo y Eirikr que estaba adiestrando a los hombres se
tensó al ver que iba armada. —¡A los caballos! —gritó la jarl acercándose
corriendo.
—Jorunn, ¿lo has tejido?
—Vienen por las montañas.
Eirikr gritó —¡Jerk, que las mujeres entren en la casa grande!
—¡Todavía no han llegado los campesinos! —gritó su hermano.
—Ya no podemos hacer nada —dijo Jorunn—. Tenemos que salvar
a los que podamos. Jerk trae a Kalina.
Este se tensó. —¿Cómo has dicho?
—Quiero que vean que está bien.
—¡Vas a usarla de escudo!
—¡Voy a intentar detener esto antes de que haya un derramamiento
de sangre! ¡Lo que no puedo consentir es ese primer muerto que desatará la
batalla! ¡Tráela!
—Estoy aquí.
Jerk se acercó a ella y la cogió del brazo. —Ni hablar. Una flecha
perdida y…
—No pasará nada. Jorunn estará a mi lado. —Volvió la vista hacia
ella. —¿No es cierto?
—Por supuesto. No me separaré de ti y no morirás esta noche.
Su marido separó los labios de la impresión. —Gracias, gracias.
—Traedle un caballo. —Se volvió, pero Eirikr la cogió por el brazo.
—Ocúpate de los hombres.
—¿He entendido bien? ¿Irás de avanzadilla?
—Estaréis detrás de nosotras a una distancia prudencial para que no
se sientan amenazados, pero sí iré delante con ella.
—¿Estás loca? —dijo entre dientes—. ¿Y si os cogen? —Ella
levantó una ceja haciéndole gruñir. —Preciosa, esto no me gusta. Iré con
vosotras.
—¡No! ¡Es una orden! —Soltó su brazo y silbó haciendo que Elixir
atravesara la aldea a galope y se detuviera ante ella. Se subió a su caballo y
lo volvió para mirarle a los ojos. —Dirigirás a los hombres. Tienes que
impedir que pasen, no pueden entrar en la aldea.
—¿A quién proteges?
Se le cortó el aliento. —¿Por qué crees que debo proteger a alguien?
—¡Alguna razón hay para que los dioses te enviaran aquí, para que
te hicieran jarl! —Dio un paso hacia ella. —Dímelo, ¿a quién debo
proteger?
No podía poner el destino de Skuld en manos de cualquiera y había
demostrado que no era de fiar. Elevó la barbilla mirándole fríamente. —Tú
protege la aldea, de lo demás me encargo yo.
Se alejó a galope hasta el establo donde Kalina se subía al caballo
que Jerk le había buscado. Eirikr vio como Syn corría hacia la casa grande
con la niña de la mano. Ahora no había tiempo para eso. Su padre ante la
casa del jarl iba hacia su caballo y Eirikr se acercó a él subiéndose al suyo.
—Hace tiempo que no guerreas, padre. —Sonrió. —¿Estás seguro de lo que
haces?
—Mi hija me ha alargado la vida. —Sonrió con ironía. —Esos
eslavos no saben lo que les caerá encima. —Levantó el brazo y lanzó un
grito de guerra que sus hombres animaron. —¿Dónde está Jorunn?
—Ante el establo. Se va a adelantar para que Rurik vea a su
hermana y no haya derramamiento de sangre.
—No te separes de ella, hijo. Por mucho que proteste. Hay que
proteger su espalda.
Eirikr asintió antes de salir a galope. Se adentró en el bosque
siguiendo los caballos de las chicas que cabalgaban como si las persiguiera
el mismísimo Loki. Preocupado por si les perdían, miró hacia atrás para ver
que Jerk comandaba a los hombres que les seguían a cierta distancia. La luz
que aún quedaba permitía ver lo suficiente como para seguirse los unos a
los otros.
Cuando atravesaron el bosque las chicas se detuvieron al borde de
un pequeño claro. Eirikr llegó cuando miraban hacia las montañas
buscándoles. —¡Allí! —gritó él señalando una luz a los pies de la montaña,
seguramente de una antorcha. Entonces del otro lado del claro salieron al
menos cien hombres en fila montados a caballo.
—Rurik —susurró Kalina impresionada señalando al hombre
moreno que llevaba una especie de armadura que cubría su pecho, pero lo
que la impresionó fue que llevaba una espada de oro en la mano. Desde allí
no se veía bien su cara, lo que a Jorunn la tensó aun más porque no podía
ver la expresión de su rostro al reconocer a su hermana. —Les ha traído a
todos. —Se emocionó. —Hasta ha venido mi tío.
—Vamos, no dejemos que se impaciente.
—Preciosa, voy a acompañarte.
Le fulminó con la mirada. —¿Acaso no me has oído? Iremos solas.
—No —dijo Jerk ya a su lado—. O va mi hermano o yo, pero no os
dejaremos solas.
Gruñó por dentro porque era evidente que la seguirían. Ya les dejaría
claro quien mandaba porque al parecer todavía no se habían dado cuenta.
Pero no podía llevarse a Jerk. Tenía una misión y debía cumplirla. Puede
que lo que se dijera no le gustara y creara problemas. —Eirikr…
Él se puso a su otro lado sacando su espada. Jorunn miró al frente y
dijo —Muy bien, vamos allá. Kalina, te aconsejo que si no quieres perder a
tu marido no te adelantes a nosotros.
Su cuñada que no era tonta asintió. —Lo que digas.
Jorunn angustiada miró a Eirikr a los ojos. —A ti solo puedo
protegerte con mi espada.
A él se le cortó el aliento por lo que eso significaba. Formaba parte
de ella y no podía cambiar su destino. —Preciosa…
—Y no sé si podré hacerlo —dijo como si no le hubiera oído.
—No te preocupes por mí. Cuida tu cuello.
Le miró como si no entendiera que le importara su cuello, pero
adelantó su caballo mostrando que ella era quien mandaba. Vieron como los
hombres que estaban frente a ellos reían. Sí, se burlaban de su liderazgo y
enderezó la espalda. Rurik mostrando su desprecio por ella adelantó su
caballo y dio la orden para hacerlo solo.
—Es obvio que te subestima —dijo Eirikr.
—No, no —dijo Kalina.
—Tranquila, no pasará nada. —Jorunn sonrió. —Quiere
intimidarme.
Se reunieron en el centro y cuando la luz de la luna iluminó a Rurik
se quedó de piedra por lo atractivo que era ese hombre. Su barba negra
estaba más corta de lo normal y tenía los ojos claros. Tenía un aura de poder
a su alrededor que era embriagadora y la seguridad que mostraba era como
para quitar el habla. Él miró hacia su hermana y dijo algo en su idioma.
Miró la espalda de Jorunn antes de decir —Me han tratado muy
bien. Haz que te entiendan hermano, no quiero malos entendidos.
—Ven aquí.
—No —dijo Jorunn antes de sonreír—. Estáis invadiendo mis
tierras.
Este entrecerró los ojos. —Habéis secuestrado a mi hermana. O me
la entregáis o destruiré todo lo que abarca a la vista.
—Creo que hay muchas cosas que no sabéis.
—Mis hombres y su sirvienta me han informado.
—Ojo por ojo. Secuestraron a uno de mis hombres. Impartí justicia.
Este se tensó. —¿Tú diste la orden?
—Nadie me roba lo que es mío. —Sonrió irónica. —Aunque al final
tu hermana se ha salido con la suya. Se ha casado y espera un hijo del
hombre que ama, del hombre que robó.
Rurik se tensó antes de mirar a su hermana. —¿Has compartido
lecho con el hombre que ayudó a matar a los nuestros? —Rayos, se estaba
enfadando con Kalina. —¡Contéstame! —gritó furibundo.
Esta levantó la barbilla. —Le amo, no podía dejarle ir.
—¡A costa de tus hombres!
—A costa de quien sea.
Su hermano se tensó. —¿Incluso de mí?
—No me hagas elegir, te lo ruego.
—Esto no se puede perdonar, hermana. La sangre de mis hombres
debe ser vengada. ¡Sus familias lo reclaman!
Kalina le miró sorprendida. —¿Entonces has venido por eso? Creías
que estaba muerta, ¿verdad?
—No tenía esperanzas. —La miró con desprecio. —Y después de lo
que he oído casi preferiría que estuvieras muerta.
Palideció. —Rurik…
—¡No! ¡Has traicionado a tu sangre, a tu hermano! ¡Nuestros padres
se revolverían en su tumba! —Sacó su espada de oro y extendió el brazo
hacia Jorunn. —Moriréis todos. Tira tu espada y ríndete.
—Aclárate guerrero, ¿quieres matarnos o que nos rindamos? Para
qué vamos a rendirnos si nos vais a matar igual.
—¿Quieres ser mi esclava? —preguntó mirándola fijamente—. Te
estoy dando una oportunidad. Esclavizaré a todo el que se rinda. Los demás
morirán manchando de sangre estas tierras.
Se echó a reír dejándole pasmado y divertida miró a Eirikr que tenía
una expresión heladora en su rostro. —¿Has oído eso?
—Sí, preciosa y también me reiría si no tuviera su espada tan cerca
de tu cuello.
—Tranquilo. —Volvió la vista hacia Rurik. —Solo es como el ave
que muestra sus plumas. ¿No le ves? Su rostro, ese oro que le rodea... Al
parecer tiene que mostrar su poder para creerse que lo tiene.
—¿Qué has dicho? —preguntó Rurik con voz lacerante.
Se acercó hasta que su cuello llegó a la punta de la espada. —No
sabes con que estás tratando —dijo fríamente—. ¿Quieres culpar a alguien?
Cúlpame a mí. Yo maté a muchos de tus hombres, los demás huyeron como
cobardes que son. ¿Quieres regar estas tierras con sangre? Pon tu vida a
prueba o demostrarás que eres un cobarde como ellos. Te propongo un
combate conmigo y si sales vivo de esta, los míos te dejarán ir. Eso te lo
juro por Odín.
Su admiración fue evidente porque no mostraba temor. —¿Quieres
batirte conmigo, mujer?
—Sí, yo no te temo. Morirás esta noche.
—No —rogó Kalina.
Ella la miró advirtiéndole con la mirada y su cuñada cerró el pico en
el acto.
Rurik con furia apartó la espada. —¿Acaso crees que no soy capaz
de matarla, hermana?
Kalina angustiada susurró —Te amo, eres mi hermano, daría la vida
por ti, por eso mi deber es decirte que te estás equivocando. Te ruego que
les digas a tus hombres que se vayan por donde han venido.
—Eso no pasará. Si ella quiere morir para no ver morir a sus
hombres, no tengo inconveniente.
Jorunn jadeó. —¿Insinúas que después de matarte no respetarán el
pacto?
—No, te digo claramente que después de matarte a ti tus hombres
morirán después.
No entendía nada y miró a Eirikr. —¿Tú le comprendes?
—No se sentirá satisfecho con tu muerte, preciosa. Eso es lo que te
está diciendo. Si le matas sus hombres se irán, pero si tú mueres…
Puso los ojos en blanco bajándose del caballo.
—¡Por favor Jorunn, no le mates!
Rurik levantó una ceja viéndola sacar su espada. —¿No debería ir a
hablar con mis hombres?
—Oh… Sí, claro. —Soltó una risita. —Es la impaciencia.
Este volvió su caballo demostrando que no les temía y Eirikr se
puso a su lado. —No te confíes.
—Es él quien está confiado.
—Mujer…
—He encontrado una solución y si hay suerte llevará al tapiz.
A Eirikr se le cortó el aliento. —Se arrodillará ante ti.
Ella asintió viendo como hablaba con un hombre mayor que empezó
a soltar gritos.
—Es mi tío, tiene mal carácter.
—Preciosa, esto no me gusta.
—¿No? ¿Por qué? ¿Porque igual llega a besarme? —preguntó con
burla—. Tienes que reconocer que es una salida.
—¡Y lo reconozco, pero no me gusta!
Escucharon que unos caballos se acercaban y los tres se volvieron
para ver llegar a Jerk y a su padre. —¿Qué está ocurriendo? —preguntó
Hallad.
—Van a pelear —dijo Eirikr.
Jerk sonrió. —¿De veras? Pégale duro.
—Tranquilo, que le dejaré las cosas muy claritas. —Miró a Kalina
que tenía los ojos llenos de lágrimas. —No le mataré.
—¿De veras? —preguntó ilusionada.
Escucharon un silbido y se volvieron para ver que Rurik se acercaba
con cuatro que le seguían a caballo.
—Al parecer no se fía de vosotros si pierdo la vida —dijo divertida
—. Es evidente que no cree en mi palabra.
—Jorunn no te tomes esto a broma. Si Rurik muere sus hombres no
respetarán el pacto —dijo Eirikr—. Te estás arriesgando para nada.
Todos miraron a Kalina que encogió los hombros. —No sé qué
decir, la verdad. No pensaba que se enfadaría conmigo. Pero has prometido
no matarle. ¡Y el que se arriesga es mi hermano!
Pensó en ello y la verdad es que estaba en una encrucijada, pero
tenía que confiar en su palabra, al menos hasta que demostraran que no
cumplirían con el pacto. Aunque no es que hubiera dado su palabra
tampoco. Suspiró mirando a Eirikr a los ojos. —No dejes que lleguen a la
aldea.
Muy tenso se acercó a ella y se agachó desde su caballo para cogerla
de la nuca para acercarla a él. —Jorunn. No te arriesgues a un mal golpe.
Mátale.
—Lo he prometido y mi palabra sí vale algo. —Miró sus labios
sintiendo que se le estremecía el corazón antes de elevar la vista hasta sus
ojos. —Ahora suéltame.
—¿Estás insinuando que no tengo palabra?
—Nadie nos separará jamás. ¿No lo dijiste tú?
Sus ojos reflejaron su impotencia. —Siento muchas cosas en mi
vida, pero nunca me arrepentiré de haber dicho eso.
—¿Lista para morir? —preguntó Rurik con burla volviéndola al
presente.
Sin dejar de mirar sus ojos susurró —¿Me estás diciendo que
aunque ya no seas mi marido nunca me libraré de ti?
—Sé que no me crees, pero…
—Tienes razón, no te creo. —Se volvió hacia Rurik y sonrió
maliciosa mientras Eirikr juraba por lo bajo. —¿Has informado a tus
hombres?
—Por supuesto…
Miró a los hombres que le acompañaban. —Espero que tengáis
palabra. Confiaré en que así sea.
—Deberás confiar. —Se bajó del caballo y sacó la ostentosa espada
de su funda.
—¿Puedo quedarme con ella cuando venza? —preguntó a punto de
reír—. Son unas cuantas monedas de oro.
—Empiezas a molestarme, mujer. Esta espada es sagrada para mi
pueblo, respétala. Muchos han muerto por conservarla.
—Respeta tú tus pactos y podrán quedarse con ella. —Extendió sus
brazos. —Vamos, acabemos con esto.
Uno de los hombres a caballo dijo algo en su idioma y Rurik asintió
poniéndose en guardia. —Les han dicho que tú eras la que mataste a sus
hombres. Entre esos guerreros hay parte de los cobardes que me
abandonaron —dijo Kalina.
—¿Me traicionas, hermana? —preguntó Rurik con desprecio—.
Jamás pensé que llegara este día.
Se encogió sobre su caballo como si la hubiera golpeado y Jorunn
gritó rabiosa —¡Tiene derecho a amar a quien quiera!
Los eslavos se echaron a reír y pasmada miró a Eirikr. —¿De qué se
ríen?
—No le quites la vista de encima, esposa.
Jadeó. —No me llames así. ¡Tú ya no eres mi marido!
—Puede que te deje vivir para que compartas mi cama —dijo Rurik
—. Debes ser una fiera en el lecho, mujer.
—¿Qué has dicho? —Dio un paso hacia él empezando a
enfurecerse.
Él rio. —Gozarás como nunca en tu vida.
—¡Te está provocando para que cometas fallos! —gritó Hallad—.
¡No te dejes llevar por la ira, hija!
Entrecerró los ojos. —Te vas a tragar esas palabras, patán.
Rurik se tensó. —¿Qué me has llamado?
—¡Patán! —gritó elevando la espada y Rurik levantó la suya
deteniendo el envite, pero sorprendido dio un salto atrás. Jorunn sonrió
maliciosa. —Ya no te ríes tanto.
Él gritó levantando su espada y Jorunn saltó por encima de él
rajando los cordones que ataban a su espalda la armadura. Furioso se la
agarró por el cuello y la tiró al suelo mostrando los músculos de sus pechos.
Los tenía tan marcados que llamaba la atención y asombrada miró a Kalina
que sonrió. —Te lo dije.
—Es una pena.
—Jorunn, ¿quieres estar atenta, mujer?
Levantó el brazo para repeler su ataque y golpeó su rostro con la
frente haciéndole trastrabillar hacia atrás mientras su nariz sangraba. —
¡Deja de jugar! ¡Me estás poniendo de los nervios! —gritó Eirikr a punto de
bajar del caballo.
—¡No bajes! —Miró a Rurik. —Este hombre no tiene paciencia.
Él gritó e intentó clavarle la espada en el costado. Ella giró su
espada provocando que los filos pasaran por encima de sus cabezas hasta el
otro costado y cuando le iba a empujar Rurik la golpeó en la cadera con la
rodilla desestabilizándola antes de recibir un cabezazo en el rostro. Cayó
hacia atrás mostrando que había roto su nariz. Rurik sonrió viendo la sangre
en su rostro. —Al parecer sangras como yo.
Admirada se levantó. —Tienes agallas y es evidente que eres un
gran guerrero.
—¡Mujer no le animes!
Puso los ojos en blanco antes de tirarse sobre Rurik. Las espadas
chocaron y ambas se partieron en dos. Rurik rugió furioso tirándola a un
lado y la agarró por su chaleco para besarla. Sorprendida abrió la boca para
protestar y la saboreó antes de apartarse. —Serás perro… —Le pegó un
tortazo que le tiró al suelo y fuera de sí le dio una patada entre las piernas
que le hizo gemir de dolor. —¿Has osado besarme? —Le agarró por el
cabello y le lanzó a varios metros mostrando toda su fuerza haciendo que
los eslavos dejaran caer la mandíbula de la sorpresa. —¡Te voy a despellejar
vivo, eslavo de mierda!
—¡No le mates! —gritó su hermana asustada.
Furiosa la miró. —¡Me ha besado!
Eirikr sonrió. —Preciosa, al parecer el tapiz era cierto.
Le fulminó con la mirada antes de agarrar a Rurik con ambas manos
y levantarle sobre su cabeza. Gritó haciendo que un rayo cayera a su lado y
le tiró a las patas de los caballos de sus hombres que cayeron con caballos y
todo sobre su jefe ya sin sentido.
Con la respiración agitada miró a Kalina que estaba enfadadísima.
—¿Qué? ¡No le he matado!
Los eslavos gritaron amenazantes mientras los suyos gritaban
celebrando que había vencido. Eirikr se acercó a ella cogiéndola del brazo
para subirla ante él y cabalgar hasta sus hombres. Los suyos la rodearon y
Eirikr dijo —Jorunn mírame. —Cogió su barbilla y vio como su nariz se
enderezaba. —¿Se puede saber a qué estabas jugando?
—No quería que vieran todo lo que puedo hacer.
Él limpió la sangre bajo su nariz y asintió porque ya no sangraba. —
Pues no te ha salido bien.
—Me ha enfadado. ¡Ese hijo de troll me ha besado! —dijo
indignada—. ¡Quería humillarme ante mis hombres!
Ambos miraron hacia allí para ver como le intentaban levantar entre
cuatro, pero no podían. —¿Está vivo? —preguntó su hermana asustada.
—Sí, creo que sí. No te preocupes —dijo Jerk, en ese momento
Rurik se levantó tambaleándose a un lado antes de caer de nuevo—. ¿Tiene
una pierna rota?
—Debo volver. —Jorunn silbó y Elixir se puso a su lado. Eirikr la
retuvo. —Déjame.
—No vas a volver. Ahora solo hay que esperar su decisión. No
pienso dejar que te acerques de nuevo, estará furioso.
Escucharon un grito y un hombre que estaba sobre Rurik salió
despedido. Este se sentó mirándola con rabia y se levantó con esfuerzo.
Gritó de la rabia y caminó hacia ellos con las manos desnudas. —Déjame.
—Jorunn…
—Tengo que ir, va desarmado.
La ayudó a bajar y Eirikr sintiéndose impotente observó cómo se
acercaba a ese hombre. Ambos se quedaron a unos metros el uno del otro y
de repente Rurik se puso de rodillas ante ella e inclinó la cabeza hacia
delante en señal de respeto.
Kalina impresionada susurró —Le está jurando fidelidad.
Eirikr la miró sorprendido. —¿Qué dices?
—Sí, ahora se llevará la mano al pecho. —Y así lo hizo poniendo su
mano en el corazón. —Le ha jurado fidelidad. —Sus ojos brillaron. —Ha
visto su poder y le rinde pleitesía.
Hallad sonrió orgulloso. —Qué hija tengo.
Los gemelos le miraron incrédulos. —No he tenido hijas, así que
puedo elegir. —Sonrió como un tonto. —O mejor dicho ella me ha elegido
a mí.
Jorunn ante Rurik dijo por lo bajo. —¿Qué haces? Levanta.
Él levantó la vista hacia ella. —¿Eres una diosa?
—Claro que no —dijo entre dientes—. Levanta te digo, estás
haciendo el ridículo.
—No te creo.
—Me da igual, levanta. Tus hombres no salen de su asombro.
—Si me has perdonado la vida te debo fidelidad. Te debo la vida.
—No me debes nada. Levanta.
Cogió su mano. —Si eres una diosa tienes poder. Haz que tenga un
hijo. —A Jorunn se le cortó el aliento. —Es lo que más deseo en la vida.
Entrecerró los ojos. —¿Lo que más deseas?
—Sí. —Le rogó con la mirada. —Haré lo que sea, pero concédeme
esto. Me da igual morir después, pero quiero saber que dejaré algo cuando
me muera.
Lo dijo con tanta desesperación que le enterneció. Sonrió con
dulzura. —¿Un hijo? Te prometo que tendrás muchos sanos y valientes,
pero para tenerlos deberás encontrar a la persona que llene tu corazón. Solo
con ella podrás tenerlos.
Parpadeó como si no entendiera palabra. —¿Cómo has dicho? —Se
levantó impaciente. —¿Y dónde encontraré a esa mujer?
—¿Te lo estoy poniendo difícil?
—¡Sí!
—¡A mí tampoco me lo pusieron fácil! —le gritó a la cara antes de
volverse—. Encima que le ayudas…
—¡Dame una pista al menos!
Se volvió. —¡No hay pistas que valgan! ¡Vuelve a casa!
Rurik frunció el ceño. —¡Hay cientos de mujeres por ahí! ¿Es
rubia? ¿Morena?
—Increíble.
—¿Qué dice de mujeres? —preguntó Eirikr muy tenso—. ¿Y por
qué te ha cogido la mano?
Se subió a su caballo mirándole. —Asegúrate de que se va de
nuestras tierras.
—¿Seguro que se irán? —preguntó Jerk sin creérselo del todo.
—Seguro. Le he dado algo que desea más que nada y sabe que si me
disgusta también puedo quitárselo. —Hincó los talones en su montura
alejándose y todos se miraron.
—¿No hay lucha? —preguntó Hallad casi decepcionado—. ¿Con
todo lo que nos hemos preparado?
—Al parecer nuestra jarl ha negociado —dijo Eirikr mirando con
rencor a Rurik que silbó. Un hombre a caballo salió del grupo acercándose
a él y Rurik cogió algo de la alforja. Se acercó a ellos caminando y cuando
llegó a unos metros se lo lanzó a Jerk que lo cogió al vuelo. Sorprendido
vio que era su medallón.
—Cariño, te lo ha devuelto.
Jerk sonrió antes de colgárselo del cuello.
—Decidle a la diosa que podrá pedirme ayuda siempre que quiera.
—¿Qué te ha prometido? —preguntó Eirikr intentando contenerse.
—Me ha prometido un hijo. —Se quedaron de piedra. —Me va a
dar un hijo. Varios si ella quiere.
—Hermano… —dijo Kalina impresionada—. Es lo que más deseas.
—Se acercó a su hermana y cogió sus manos. Emocionada no se dio cuenta
de que sus ojos se nublaban con las lágrimas. —Felicidades.
—Gracias hermana, sé que te alegras de corazón.
—Yo también voy a ser madre.
—¡Cómo que te va a dar un hijo! —gritó Eirikr furibundo.
—Hermano, no…
—¿No? ¡Es mi mujer!
—Es una decisión de la jarl —dijo su padre—. Será mejor que
vuelvas, no piensas con claridad.
Furioso volvió el caballo lanzándose a galope con ganas de matar a
alguien.
Su padre negó con la cabeza. —Este hijo mío…
Capítulo 21

Jorunn detuvo su caballo ante la casa y gritó a los hombres que se habían
quedado allí. —¡No bajéis la guardia! ¡He llegado a un acuerdo, pero no
hay que fiarse! —Syn salió a la puerta y ella se bajó del caballo. —Voy al
telar.
—Sí, me parece lo mejor. Veamos si ha cambiado algo.
Caminaron hacia allí cuando Eirikr llegó a galope. Se tensó por la
expresión de su rostro. —¿Hay lucha?
Se bajó del caballo y la cogió por el brazo metiéndola en el telar
antes de cerrar de un portazo casi dándole a Syn en la cara, que jadeó
ofendida.
—¿Qué ocurre? —gritó Jorunn sorprendida.
—¿Le has prometido un hijo? —preguntó furioso. Sin entender a
qué venía aquello asintió. —¿Sí? —gritó él a los cuatro vientos.
—¿Qué ocurre?
—¿Te parece normal?
—Bueno, me lo rogó y…
—¡Y accediste!
—Es una manera de crear una alianza. Me estará muy agradecido
y…
—¡Claro que estará agradecido! —le gritó en la cara.
—¿Pero qué ocurre? ¡He salvado la situación!
—Te gustó el beso, ¿verdad?
Ahora sí que no entendía nada. —¿Acaso tenía aspecto de que me
hubiera gustado? Creo que lo dejé muy claro —siseó—. No me gusta nada
tu actitud. ¡Y no tengo por qué darte explicaciones! —le gritó empezando a
enfadarse—. Recuerda con quien estás hablando.
—¡Con mi esposa! ¡La mía, no la de ese! —La cogió por el brazo.
—¡Si vas a parir un hijo será el mío!
¿Parir? Parpadeó asombrada. ¿Creía que…? Separó los labios de la
impresión. Creía que iba a darle un hijo de veras, uno que saliera de su
vientre. Estaba celoso. Le arreó un bofetón que le volvió la cara y él giró la
cabeza todavía aun más furioso antes de reclamar su boca. Fue tan intenso
que Jorunn no pudo reaccionar y él la cogió por la cintura elevándola para
ponerla a su altura. Mareada se abrazó a su cuello y en ese momento Syn
golpeó la puerta. —¿Puedo pasar ya? ¡Hay que hacer el tapiz!
Él apartó sus labios y se miraron a los ojos con la respiración
agitada. —Déjame en el suelo.
—Preciosa…
Se apartó saltando al suelo y a toda prisa abrió la puerta para dejar
pasar a Syn. —¿Todo bien?
—Sí. Hagamos ese tapiz.
Él intentó coger su brazo. —Jorunn…
—¡Vete!
—Deberíamos hablar. Tengo que decirte…
Se volvió con rabia señalándole con el dedo. —¡Tú y yo no tenemos
nada que decirnos! ¡Me repudiaste, querías que me fuera! ¿A qué viene
esto? ¿Quieres ganarte el favor de los dioses? —gritó dolida—. ¿Es por
eso? ¡Ahora soy yo la jarl! ¡No te necesitan! ¡Ni ellos ni yo! ¡Así que
desaparece de mi vista!
—Lo siento.
Le miró con desprecio. —Ahora lo sientes. Ahora que has perdido tu
rango. Eso es lo único que te importa.
—Estás equivocada. ¡Cuando te pedí que regresaras era porque lo
deseaba de veras!
—¡Mientes! —Se volvió para sentarse en el telar. —¡Fuera de mi
vista!
—Jorunn.
—¡Es una orden! Sino atente a las consecuencias. —Miró hacia el
telar y cogió la lana.
Impotente por como le ignoraba apretó los puños. —Sé que me dejé
llevar por la ira y dije cosas que te hicieron daño. Mentí por orgullo, por
celos y me arrepiento. Te juro por mi vida que me arrepiento. Como me he
comportado contigo es imperdonable y te entiendo, preciosa, te juro que sí.
Daría lo que fuera por cambiarlo, pero ni los dioses pueden ayudarme en
eso. Solo puedo suplicar tu perdón. —Se le cortó el aliento por las lágrimas
que se deslizaron por sus mejillas retorciéndole las tripas por hacerle daño
de nuevo. —Solo espero que algún día puedas perdonarme. Pero quiero que
sepas que siempre estaré ahí para ti, preciosa. Te juro por Odín que será así.
Intentando retener el dolor no dejaba de mirar la lana que tenía entre
sus dedos mientras él salía del telar. Syn se acercó y acarició su espalda. —
Habla de corazón.
—¿De veras? —Miró al frente. —Me es igual. Ya nunca confiaré en
él y nunca será mi marido de nuevo.
Eirikr ante la puerta la escuchó y apretó los labios por el dolor que
reflejaban sus palabras. Nunca le perdonaría, pero no le extrañaba porque él
tampoco podría perdonarse haberle hecho tanto daño. Ella había vuelto y la
había traicionado. No merecía ser jarl ni ser su esposo. No, no lo merecía y
debía aceptarlo.

Ante el telar suspiró al cabo de unos minutos. —Es evidente que después de
que Frigg hablara conmigo, ya no habrá más tapices. No me van a decir
nada.
—Puede que tengas razón.
Escucharon que llegaban los hombres y Jorunn se levantó para ir
hacia la puerta. Se acercó a Hallad que se bajaba del caballo. —¿Se han
ido?
—Han pedido dormir esta noche allí. Han prometido no acercarse al
pueblo.
—Ordené que se fueran —dijo muy tensa.
—Como habías llegado a un acuerdo, pensé que no te importaría.
Vendrá a cenar esta noche. Varios de nuestros hombres se quedarán cerca
para que los demás no se acerquen al pueblo.
Tensa miró a Jerk que parecía encantado y su esposa a su lado rio
bajando de su caballo. Ella la cogió del brazo deteniéndola y Kalina hizo un
gesto de dolor. —¿Qué te ocurre? ¿Te han hecho daño?
—No, no… Es que me caí y no he querido decirle nada a Jerk para
que no se preocupara. —Se acarició el antebrazo y forzó una sonrisa. —Por
si temía por el bebé, ya sabes. Con todo lo sucedido está algo nervioso.
¿Algo nervioso? Viendo cómo se reía con sus hombres no lo
parecía. —Así que tu hermano viene a cenar.
—Cumplirá su palabra, me lo ha jurado.
—Más le vale.
Kalina perdió la sonrisa poco a poco mientras Jorunn se volvía y
gritaba —¡No bajéis la guardia! —Señaló el bosque. —¡Quiero diez
hombres allí para vigilar la aldea!
—¿Toda la noche?
Se volvió sorprendida para ver a Eirikr. —Que hagan turnos.
—Entendido.
Fue hacia la casa y algo le hizo mirar hacia el fiordo donde Jerk
hablaba con su esposa. Rieron y Kalina le abrazó demostrando su amor por
él. Hallad llegó hasta ella. —Tranquila, no pasará nada. Rurik parece un
hombre de palabra.
Asintió. Más les valía que fuera así porque todos habían bajado la
guardia. ¿Pero qué rayos les pasaba? Apenas unas horas antes esos hombres
iban a matarles.
Entró en la casa del jarl y vio que Skuld estaba al lado del hogar con
un gatito en brazos dándole mimos. Las mujeres salían con sus hijos ya
tranquilas porque no habría lucha y preocupada se acercó a Skuld que en
cuanto la vio llegar se levantó. Jorunn sonrió. —Quiero que hoy duermas en
la casa del jarl, dormirás en mi habitación con Syn, ¿de acuerdo?
La niña asintió. —El peligro acecha.
Se le puso la piel de gallina y se agachó ante ella. —Coge algo de
comer y vete a mi habitación.
Asintió antes de coger un pedazo de pan y correr hacia la piel que
llevaba a las habitaciones. Jorunn se enderezó y en ese momento Eirikr
entró en la casa. Sus miraras se cruzaron, pero ella volvió su rostro para ver
como Hallad se sentaba en su mesa. Eirikr se acercó y dijo en voz baja —
Esto no me gusta nada.
—Ni a mí.
—Siento que estamos expuestos.
—¿Pero qué hago aparte de poner vigilancia?
—¿Que se fuera era parte del trato? —Entonces pareció darse
cuenta de algo. —¿Por cierto cómo iba a preñarte si se iba?
—El trato era que tuviera un hijo no que se lo diera yo.
Parecía que le había dado la sorpresa de su vida. —Preciosa…
—Déjalo. —Miró a los suyos que parecían locos de contentos.
—No bajes la guardia tú también, puede que ese eslavo se haya
arrodillado ante ti, pero recuerda el tapiz.
Recuerda el tapiz… La imagen de ella ante los que consideraba sus
hombres arrodillados apareció en su mente. El filo del hacha cerca de su
cuello. Una traición. La imagen de ella agarrada por Rurik, los ojos de
Kalina que clamaban su odio, como Jerk y Eirikr se enfrentaban a muerte.
Se le secó la boca. Una traición… Escuchó la risa de Kalina y la vio beber
de su copa mientras el antiguo jarl golpeaba la mesa expresando su contento
haciendo que sus hombres gritaran. El beso de Rurik provocando los celos
de Eirikr. Una traición… Jerk con una sonrisa en los labios miró hacia ella.
Levantó su copa y gritó por ella haciendo que los guerreros la vitorearan
elevando sus armas. Su corazón se aceleró y miró hacia Eirikr. —Una
traición…
—Sí, preciosa. Una traición. Alguien va a traicionarte. Alguien en
quien confías y eso expondrá tu cuello. —La miró impotente. —No lo
permitas.
Sintió su preocupación y se le hizo un nudo en la garganta porque
era una pena que no la amara. Intentando no mostrar su inseguridad susurró
—¿Me apoyarías?
—Te lo juro por mi vida.
Parecía desesperado porque le creyera y ella quería hacerlo, pero no
podía permitírselo. —¿Caiga quien caiga?
—Por encima de todos y de todo.
Emocionada susurró —No te separes de tu espada.
Esas palabras le tensaron y llevó su mano a la empuñadura antes de
asentir. Gisli que les observaba se puso alerta cogiendo su copa y
poniéndose en pie. Eirikr que se dio cuenta miró hacia él y con la cabeza,
casi imperceptiblemente señaló la puerta. Su hombre se acercó a ella y
apoyó la espalda en la pared antes de beber de su copa. Jorunn sin dejar de
observar la mesa del jarl se acercó con Eirikr detrás. Intentando parecer
relajada sonrió. —Estáis muy contentos.
—Y no es para menos, hija —dijo Hallad—. Nos has salvado a
todos y se irán por la mañana. Deberías ir a cambiarte antes de que Rurik
llegue, que te vea como la líder que eres. He hecho que te dejen un regalo
sobre la cama.
—Gracias, eres muy amable, pero aún tengo que encargarme de
algo. —Se iba a sentar, pero en lugar de eso alargó la mano agarrando el
brazo de Kalina que la miró sorprendida. —Enséñame el brazo.
—¿Qué?
Jerk se tensó. —No la toques, le haces daño.
Le apartó la manga del vestido mostrando unas marcas que era
evidente que habían sangrado y mucho. Jerk se levantó asombrado. —¿Qué
es esto?
—Tu caballo la mordió. —Miró a Kalina a los ojos. —¿No es
cierto? Te mordió ayer cuando te subiste a él para ir a ver a tu hermano.
—¿Qué? —Kalina negó con la cabeza. —No, no…
—No te fue difícil. Él se quedó dormido y solo tuviste que escaparte
de la habitación, escabullirte entre las sombras hasta el establo.
—Había guardias —dijo Jerk—. ¡Qué estás diciendo!
—Te está mostrando pruebas, hermano. Eso es un mordisco y por su
tamaño no es de un hombre. Tu mujer nos ha traicionado. Fue a ver a su
hermano y en su prisa por llegar antes de ser descubierta reventó a tu
caballo. ¡Ayer no estaba enfermo!
—No, no —dijo Kalina pálida de miedo.
—¡Cómo sabías que habían llegado! —gritó Jorunn.
—¡No lo sabía!
—Te juro que antes de que acabe contigo, vas a decirme la verdad.
—La agarró del cabello y esta chilló levantándose. Jerk empujó a Jorunn
tomándola por sorpresa y tirándola al suelo. Esta entrecerró los ojos. —Veo
que tu fidelidad es férrea, guerrero.
Este palideció mientras sus hombres se levantaban muy tensos.
Eirikr sacó su espada y varios le siguieron dispuestos a enfrentarse. Jerk
desenvainó la suya poniendo a Kalina tras él. —No la toques.
—¡Nos ha traicionado! —dijo Hallad levantándose—. Hijo tira esa
espada.
—¡Ni hablar, no dejaré que la toque!
Su medallón brilló sobre su pecho y a Jorunn se le cortó el aliento.
—Tú lo sabías, por eso Rurik te dio el medallón. Para que supieras que
aprobaba vuestra relación.
Jerk apretó los labios y Hallad asombrado dijo —Tienes que estar
equivocada.
—¿Equivocada? —Rio por lo bajo. —No. Kalina me dijo que su
hermano nunca se quitaba el medallón y en la lucha no lo llevaba. ¿Por
qué? ¡Porque ya tenía previsto dárselo! ¡Porque no quería provocarle al
llevarlo sobre su pecho y por eso estaba en la alforja! Jerk la encubrió
mientras iba a buscarle. ¿Qué ocurrió?
—¡Entraron en la casa! ¡Pretendían matarme para sacarla y arrasar
el pueblo! Ella consiguió convencerles y quiso hablar con su hermano. Les
ordenó que esperaran fuera del pueblo y se fue a pesar de que yo no quería
dejarla ir. ¡Pero me lo rogó! ¡No hizo nada malo! ¡Solo calmar a su
hermano para que no entráramos en guerra!
—Así que todo lo ocurrido hoy fue una farsa —dijo Jorunn. Al ver
como Kalina se escondía se le cortó el aliento—. Todo era una farsa
preparada para mí.
—Preciosa, me he perdido.
—¿Que deseaba su hermano más que nada? ¡Un hijo! Ella le dijo
que yo podía dárselo, ¿no es cierto? ¡Por eso aceptó tan rápidamente mi
pacto, por eso me preguntó si era una diosa! ¡Me lo rogó porque tú dijiste
que lo hiciera! ¡Todo fue cosa tuya para engañarme y que él consiguiera sus
propósitos! ¡Todo lo ocurrido hoy ha sido mentira para que la norna que hay
en mí cambiara su destino!
—Cariño, me va a matar —dijo Kalina muerta de miedo.
—Te juro que no te va a tocar.
—¡Habla de una vez! —gritó Eirikr.
—Hermano mantente fuera de esto.
—Tira la espada.
Jorunn dio un paso hacia ellos. —¿Cuál era vuestro plan? ¿Matarme
para que no cambiara de opinión si os descubría? ¿Por qué no se han ido
como ordené?
—Ellos querían… —dijo Hallad sin salir de su asombro—. Kalina
insistió en que su hermano cenara con nosotros.
—Una trampa. El peligro acecha. —Volvió la vista hacia Eirikr. —
Todo es una farsa. Rurik fingió que se enfadaba con su hermana por la
muerte de sus hombres para que creyéramos que ella le había traicionado.
—Quería que pareciera inocente ante tus ojos.
—¡Ella jamás te haría daño! —gritó Jerk.
Le miró con desprecio. —Eres un estúpido. ¡Matamos a sus
hombres! ¡Rurik debe clamar venganza! ¡Pero antes conseguirían eso que él
desea tanto! ¡Un heredero! Una vez yo hubiera muerto, entrarían aquí y
arrasarían con todo. Pero es algo que no pienso permitir. ¡Apresadles!
De repente un puñal apareció en la garganta de Jerk que no pudo
disimular su sorpresa. —¿Kalina?
—No pienso perder la vida —dijo Kalina fríamente.
—¡Suelta a mi hijo, zorra!
Eirikr se tensó. —Apártate padre.
—¡No le hagas daño! —gritó Jerk—. Está nerviosa, no sabe lo que
hace. ¡Teme por nuestro hijo!
—¿Si tanto teme por tu hijo por qué te amenaza empeorando su
situación? —preguntó Eirikr con voz lacerante—. Porque es culpable.
¡Quería matar a Jorunn!
—Kalina baja el puñal —ordenó Jerk.
—Eso no va a pasar. ¡Apartaos o le rajo el pescuezo!
Jerk frunció el ceño. —¡Kalina! ¡No te lo digo más!
—No te canses, amor. Me han enseñado desde niña a proteger a mi
sangre. Mi hijo y mi hermano siempre estarán por encima de ti. —Movió el
puñal provocando que Jerk tuviera que arquear la espalda hacia atrás si no
quería que le cortara. —Se me está cansando el brazo. Puede que muera,
pero me lo llevaré conmigo, eso os lo juro por vuestro dios. ¡Apartaos!
Jorunn negó con la cabeza. —No saldrás de aquí. Si tu hermano
quiere arrasar nuestro pueblo, tú estarás aquí para ver como le destripo ante
ti.
—¡Aléjate! —gritó furiosa.
—Matad a esa zorra —dijo Hallad furioso.
—¡Esperad! —gritó Jorunn elevando una mano mirando los ojos de
Jerk que le suplicaba que no le hicieran daño—. ¿La amas?
—Sí, más que a mí mismo. Deja que se vaya, le dirá a su hermano
que tienen que irse, que estamos prevenidos.
Miró a Kalina. Apenas veía la mitad de su rostro, pero sí que vio
como separaba los labios como si anhelara su respuesta. —Kalina…
—¿Sí, jarl?
El tono de su voz demostraba que no estaba tan tranquila como
quería aparentar. —¿Te das cuenta de que en cuanto salgas de aquí puedo
tejer el destino de nuevo? Puede que no pueda tejer el destino de mis
enemigos, pero tu hijo no es mi enemigo, todavía. —Ella palideció. —
¡Suelta el puñal!
Kalina cerró los ojos y una lágrima cayó por su mejilla soltando el
puñal que resonó sobre la piedra del suelo por el denso silencio del salón.
—Contigo no puedo ganar.
—Por eso querías matarme. ¡Prendedla!
—¡No quería matarte! —Un hombre le puso las manos a la espalda.
—¡Quería secuestrarte! ¡Quería que te fueras con nosotros! Él es para ti,
¿no lo entiendes? ¡Eirikr no te merece como no te mereció Jerk!
Se le cortó el aliento. —¿Qué dices?
—¡Le hablé de ti, sí! Y le conté tus virtudes, pero no me creía. ¡Le
hice jurar que antes de intentar matarte escuchara lo que tuvieras que decir!
¡Le impresionaste, me di cuenta de inmediato! ¡Quiere llevarte con él como
le sugerí! ¡Por eso dijo que vendría a cenar! ¡Quiere agasajarte! Le he
contado los problemas que has tenido aquí y él te tratará como mereces.
¡Un rey a tu altura! ¡Eso es lo que te ofrezco!
—¡Tú le dijiste que me besara!
—Te juro que no. ¡Lo hizo por iniciativa propia!
—¿Que tu hermano quiere qué? —preguntó Eirikr muy tenso antes
de dar un paso hacia ellos.
Kalina le miró con desdén. —¡No la aprecias en lo que vale!
¡Merece ser feliz! —Levantó la barbilla con orgullo. —Una reina a la altura
de mi hermano. Juntos serán invencibles.
Eirikr miró a Jorunn furioso y esta se sonrojó. —Yo tengo mucho
que hacer aquí.
—¡Más te vale! —Se volvió fuera de sí.
—¿A dónde vas?
—¡A matarle!
—¡Él ha cumplido el trato! —gritó Kalina desesperada—. ¡No
puedes matarle!
Eirikr se volvió fuera de sí. —¡Entonces quién intentará matar a
Jorunn!
Kalina siseó —Tú.
Los hombres murmuraron. —Déjate de decir tonterías.
—Tú eres quien más ha perdido con su llegada —dijo Kalina con
rencor—. ¡Tú la engañaste y después la repudiaste! ¡Tú no sales en el tapiz!
¡Todos están ante ella de rodillas menos tú! ¡Es tu rencor el que la mata,
todos los demás se arrodillan a su paso!
—¡Mientes!
—¿Miento? ¿Cómo te atreves a decir eso si ya has intentado matar
su corazón? —Eirikr palideció. —¡Deja de buscar enemigos que la hieran
cuando quien más daño le has hecho has sido tú! ¡Si hasta tus dioses han
tenido que intervenir! ¡Ella ha cambiado el futuro de todos, incluso el mío!
¡Os odiaba! Sí, os odiaba, lo reconozco. Me tratabais como si fuera una
zorra y antes de que Jorunn me diera una oportunidad no hubiera sentido
vuestra muerte y deseaba más que nada que mi hermano llegara. Pero ella
me ha hecho darme cuenta de que puede salir algo bueno de todo esto. ¡De
que si amo a Jerk debo luchar por él! ¡Y sí, con mi hermano tendremos una
vida mucho mejor que esta, por eso pensábamos irnos! —Miró a Jorunn a
los ojos. —Ven con nosotros.
—No —dijo tajante—. Y no vuelvas a sugerirlo siquiera. —La
verdad es que no había causado ningún daño. Ninguno de los dos lo había
hecho. ¿Y si Kalina tenía razón? Y si el filo del hacha era la traición de
Eirikr. Se le quedó mirando unos segundos en los que él se tensó con
evidencia. Igual su traición era esa, pero las palabras de la niña debían
advertirla. El peligro acecha.
—Preciosa…
Juró por lo bajo y se volvió para ir hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —preguntó Eirikr asombrado.
—¡Al telar! —Se volvió y les miró a todos. —Y más vale que los
dioses me digan que no habéis perjudicado a mi pueblo porque sino…
Jerk se tensó. —¡Mi mujer solo quería ayudar!
—¡Pues a ver cuánto ha ayudado!
Caminó hacia el telar como si fuera a la guerra y varios la siguieron
incluido Gisli. —Jarl, ¿y si juegan contigo como lo hicieron antes? Los
dioses son caprichosos.
Sabía que tenía razón, pero tenía que averiguar si su pueblo seguía
en peligro. —Ordena a los hombres que no bajen la guardia. Y si Rurik se
atreve a venir, pasará solo y desarmado.
Este asintió antes de gritar a los hombres que se apostaran alrededor
del pueblo.
Eirikr que también la seguía se puso a su altura. —Mujer, sobre lo
de antes… —Entró en el telar cerrándole la puerta en las narices y este
gruñó.
Se sentó ante el telar y cogió las lanas apretándolas entre sus dedos.
—¡Vamos, decidme algo! ¿Estoy haciendo bien? ¿Debo matarlos? —
Recordó las palabras de Frigg sobre Rurik. Ella veía bien esa relación, pero
era algo impensable. Gimió porque ella solo quería vivir tranquila. ¡Quería
vivir tranquila de una maldita vez! —Vamos, decidme qué peligro nos
acecha… ¿He hecho bien al no matar a Rurik? Mi misión es cuidar a Skuld
y la niña está bien, ¿pero qué debo temer? ¡Decidme algo!
Entonces una lana se elevó ante sus ojos y asombrada porque jamás
había tejido así vio como esta se metía entre los hilos. Se le cortó el aliento
porque sintió que era su madre la que tejía. Emocionada vio como los
colores se entrecruzaban formando una imagen que provocó lágrimas en sus
ojos mientras el tapiz se elevaba. Era ella sentada sobre un prado con un
bebé en brazos y la niña Skuld a su lado enseñándole una flor. El tapiz fue
subiendo para ver a Eirikr tras ellas sonriendo. Como si quisiera proteger a
su familia. A la derecha del tapiz apareció un camino. Un hombre cargado
de oro se volvía sin mostrar su rostro y a la izquierda del tapiz estaba
representado el pueblo donde los niños corrían felices. —No hay peligro. —
Sus ojos fueron a la imagen de Eirikr y sollozó. —No hay peligro.
En ese momento la imagen del tapiz se movió y Eirikr se sentó tras
ella. Separó los labios de la impresión al ver como miraba hacia él y Eirikr
la besaba en los labios. La expresión de su rostro cuando se apartó para
mirarla le robó el aliento. Como si la amara más que a nada. Jorunn acarició
su mejilla antes de que los dos miraran al bebé que tenía en brazos. Parecían
muy felices. Los colores cambiaron de nuevo y vio a sus padres que
sonriendo la saludaron con la mano. —¿Madre? —Ansiosa se levantó y
acarició su rostro en el tapiz. —Madre, te amo. —Al ver a su padre sollozó.
—Os amo.
Ambos sonrieron y emocionada vio cómo se cogían de la mano
antes de que el tapiz se quedara en blanco.
Ni supo cuánto tiempo se quedó allí de pie pensando en todo lo
sucedido. Entonces entrecerró los ojos, si no había peligro por qué la niña
había dicho aquello.
Salió del tapiz casi topándose con Eirikr, que esperaba impaciente.
—¿Has llorado? ¿Por qué has llorado? ¿Qué te han dicho?
Le miró de reojo. Vale que su madre le había dicho que volvía a su
lado, pero tenía muy presentes las palabras de Frigg ordenando que sufriera.
—Nada que te incumba.
—Preciosa, yo puedo ayudarte.
Entró en la casa sin responder y allí seguían todos esperando. Hallad
se levantó. —¿Se sabe algo?
—¡Dejadme sola!
Eirikr se detuvo en seco viendo impotente como entraba en su
habitación y cerraba de un portazo. La niña sentada en el suelo ante el fuego
se trenzaba el cabello y la miró arrepentida. —¿Me has mentido?
—Perdón.
Se agachó ante ella. —¿Por qué lo has hecho?
Skuld miró hacia la puerta. —Él… sus celos te hicieron daño.
Debías saber todo lo que ocurre a tu alrededor para que él los sintiera de
nuevo. Todo debía salir a la luz.
—¿Quieres provocar los celos de Eirikr? —preguntó pasmada
Los ojos de la niña brillaron. —Esta noche sabrás cuanto te ama.
—Mi madre me ha mostrado cuanto me amará.
La niña soltó una risita. —¿De veras? —Negó con la cabeza. —¿Y
te ha mostrado lo arrepentido que está?
—No, eso no, pero…
—Esta noche es necesaria para vuestro futuro.
Su corazón se calentó de la emoción. —¿De veras?
—De veras.
—Frigg quería que le hiciera sufrir.
La niña soltó una risita. —Te aseguro que sufrirá. Engalánate para tu
invitado, mi jarl. Tienes que estar más hermosa que nunca para recibir a tu
igual. No se le puede llevar la contraria Frigg.
Capítulo 22

Estaba dejando caer el vestido de terciopelo verde cuando llamaron


a la puerta. Se pasó las manos por su larga melena dejándola caer por su
espalda. —Adelante.
La puerta se abrió mostrando a Eirikr. —¿Se puede saber que está
pasando? ¿Has ordenado que suelten a Kalina?
—No ha hecho nada grave. Me han ocultado cosas, pero han
ayudado mucho a nuestros propósitos. No ha habido derramamiento de
sangre, no puedo castigarles. —Cogió el cinturón de oro que Hallad le
había regalado y se lo colocó a la cintura. —Kalina se sentará en la mesa
con su hermano.
—Lo que dijo de mí…
Fue hasta la puerta.
Impotente dijo —Por favor, escúchame.
—Tengo que hacer.
—Sé que te he hecho daño… —Ella se volvió para mirar su rostro.
—Puede que mi reacción fuera desproporcionada.
—¿Desproporcionada?
—Sí, me imaginé cosas en lugar de confiar en ti. Ni me reconozco a
mí mismo cada vez que pienso en todo lo que ha pasado, pero me
arrepiento, te juro que sí y si me perdonaras...
Salió de la habitación antes de que pudiera decir nada más. Eirikr
juró por lo bajo saliendo al pasillo para verla apartar la piel para entrar en el
salón. —Jorunn…
Ella no le hizo caso dejando caer la piel. —Hijo, no fuerces más las
cosas.
Se volvió para ver a su padre, que suspiró como si fuera un caso
imposible. —Da gracias que después de todo lo ocurrido no ha hecho que
Odín te traspase con su rayo.
—Es mi mujer.
—Ya no y debes aceptarlo. Te ha repudiado, ya no eres su esposo.
—Levantó una ceja. —Igual deberías demostrarle que puede que te pierda
del todo.
—¿A qué te refieres?
—Hay muchas mujeres que estarían encantadas de estar a tu lado.
—No pienso hacer eso, me odiaría aún más.
—Puede que lo haga o puede que no. ¿Quién sabe? ¿Pero no te
mueres de curiosidad por saber si aún le importas?
Entrecerró los ojos antes de mirar hacia la piel. —Le importo. No
puede haber desaparecido ese amor que me tenía.
—Es una pena que no te hubieras dado cuenta antes de que ese amor
existía.
Le miró furioso. —¿Ahora eres la voz de mi conciencia?
—Ten cuidado, hijo. No quiero perderte. No des un paso en falso.
Ya hemos inflamado la ira de los dioses, no llegues demasiado lejos.
Impotente susurró —La amo.
—Pues demuéstraselo, no la presiones y puede que en el futuro te dé
una oportunidad. —Le palmeó el hombro. —Demuéstrale el hombre que
eres y conseguirás su admiración, su cariño y si hay suerte puede que hasta
su amor. Es el mejor consejo que puedo darte. —Sonrió malicioso. —Y si
fomentas sus celos, puede que todo se acelere un poquito. Hazme caso, que
soy viejo y he visto de todo.
—Sí, Eirikr —dijo su amante llegando hasta ellos—. Hazle caso a tu
padre que es un maestro seduciendo a una mujer. —Soltó una risita pasando
a su lado recibiendo una palmadita en el trasero de su padre que estaba de lo
más satisfecho.
Eirikr puso los ojos en blanco siguiéndola y cuando los tres llegaron
al salón vieron a Jorunn hablando con Kalina ya sentadas a la mesa. Ambas
estaban muy serias y Kalina asintió. —¿De qué hablarán?
Su padre se puso a su lado. —Son cosas de la jarl, no te inmiscuyas.
Asombrado dijo —¿Ahora tengo que ignorar todo lo que pasa en
nuestro pueblo?
—Ella toma las decisiones sobre su pueblo. El suyo. Tú eres un
guerrero. Asúmelo y puede que el día de mañana gobiernes a su lado.
Hallad escuchó gruñir a su hijo y en ese momento entró Gisli en la
casa. —¡Jarl, ya está aquí!
Jorunn enderezó la espalda volviéndose y le dijo a Hallad —¿Te
pones a mi derecha?
—Por supuesto, hija. Es un honor.
Y un insulto para él que era su marido. Volvió a gruñir saliendo tras
ellos y se colocó a su izquierda mientras Kalina y su hermano lo hacían a su
lado. Su cuñada estaba loca de contenta y sonreía de oreja a oreja. —Ya
verás, mi amor, te apreciará mucho, serás su mano derecha.
Jerk sonrió. —Esa eres tú, preciosa.
—Uy, pues serás su mano izquierda.
Los gemelos se miraron por encima de su cabeza y al ver el dolor en
la mirada de Eirikr, Jerk perdió la sonrisa poco a poco. —Hermano…
Eirikr miró al frente apretando las mandíbulas. Jorunn que les
observaba de reojo lo sintió por él. Puede que no se llevaran bien, que no
hubieran aprendido a ser hermanos por la rivalidad del puesto que puede
que algún día ocuparían, pero llevaban la misma sangre y no dudaba que
cada uno daría la vida por el otro si fuera necesario. Se amaban, aunque las
circunstancias les habían hecho rivales. Una pena, una verdadera pena. Y
ahora que podían llevarse bien porque ya ninguno de los dos sería jarl, Jerk
decidía irse. Lo sentía mucho. Un movimiento le llamó la atención y vio
como varios hombres se acercaban a la aldea. El grupo no era numeroso,
solo cinco rodeados de los suyos, pero eso ya mostraba que Rurik no se
dejaba mangonear por nadie. Debía ir solo, mejor dicho, debería haber ido,
pero debía ser algo duro de oído porque hacía lo que le venía en gana.
Rurik vestido con un pantalón de fino cuero y una casaca de
terciopelo negro iba delante y por como la miraba, se dio cuenta de que no
era un hombre que se diera fácilmente por vencido. Si creía que iba a
impresionarla con los maridos que se le habían cruzado en el camino, es
que estaba loco. Escuchó como Eirikr gruñía a su lado y ella siseó —Si no
vas a comportarte, vete.
—Puede que se me revuelvan las tripas, puede que me arranque la
lengua por mordérmela y reprimir lo que quiero decir, puede que hasta
incluso Odín me lance un rayo que me deje tieso, pero no pienso dejarte
sola con ese.
Se sonrojó de gusto sin poder evitarlo, pero todo lo que le había
dicho, lo que había hecho después de ver su beso en el tapiz no podía
olvidarlo. Por mucho que le amara eso no lo olvidaría nunca.
Rurik se puso ante ella con una sonrisa en los labios y se agachó
haciendo una reverencia sin dejar de mirarla a los ojos. —Mi diosa…
—Los dioses se enfadarían por ese atrevimiento, guerrero. Mi
nombre es Jorunn y soy de carne y hueso. —Mirando su nariz levantó una
ceja. —Como tú, ¿qué tal esa nariz?
—No es nada.
—Pues recuerda eso. No es nada y podría ser mucho como vuelvas a
ignorar mis órdenes. Estás en mis tierras, te aconsejo que hagas lo que te
digo porque no es que me fie de ti. —Eirikr sonrió como si quisiera
arrancarle la cabeza. —Has venido a guerrear, date con un canto en los
dientes porque aún conservas la vida.
—Eso no es muy amable, mi preciosa jarl —dijo sin perder la
sonrisa.
—No tengo que ser amable, solo cumplir mi cometido. ¿Me has
entendido?
—Sí, jarl.
Miró a los hombres que tenía detrás. —Que se vayan. No quiero a
nadie de los tuyos en mi pueblo.
—Pero Jorunn, les estás insultando —dijo Kalina preocupada.
—Me está insultando tu hermano al no confiar en mi gente. Debía
venir solo y desarmado como le pedí si quería venir a nuestra casa. ¿O no
recibiste mi mensaje?
Rurik se tensó. —Lo recibí.
—Y decidiste ignorarlo. ¿Y pretendes que no me enfade?
Él se volvió y le dijo a sus hombres —Iros.
—Pero…
—¡Ahora!
Un hombre moreno hizo un gesto con la cabeza haciendo que sus
hombres retrocedieran y Jorunn sonrió mirando a Rurik a los ojos. —
Bienvenido a la casa del jarl.
—Es un placer. Un verdadero placer. —Cogió su mano
sorprendiéndola y haciendo que Eirikr llevara la mano a la empuñadura de
su espalda, pero Rurik hizo que no lo veía besándola. —Y debo darte las
gracias por tu regalo.
—No fue un regalo, fue un trato. No lo olvides. Puedo deshacerlo
cuando quiera.
—¿Otra amenaza?
—Una advertencia. —Soltó su mano volviendo la vista hacia
Hallad. —Él es Hallad… El antiguo jarl y mi segundo padre.
—Es un honor.
Hallad asintió. —Espero que el honor sea mío.
Rurik miró a Eirikr. —¿Su hijo?
—Su esposo —dijo Eirikr haciendo que le fulminara con la mirada
—. Preciosa no me mires así, no me rindo.
—Ignora a Eirikr, tiene un pésimo sentido del humor. Él es Jerk, tu
cuñado.
Rurik sonrió al marido de su hermana. —Todo un guerrero. Me
vendrá bien tenerle a mi lado.
—Eso aún está por ver —dijo Jorunn para sorpresa de todos, pero
nadie la replicó, ni siquiera Kalina.
—Hermana…
Kalina se tiró a sus brazos abrazándole con fuerza y Jorunn se dio
cuenta de cuanto la quería. —Así que vas a ser madre.
—Sí. Y será todo un valiente como su tío.
—Eso no lo dudo.
—Entremos —dijo Jorunn—. Probarás el mejor hidromiel de estos
lares.
—Lo estoy deseando. Pero antes…
Se volvió hacia sus hombres que aún no se habían ido y el moreno
se apartó para mostrar el cofre que uno llevaba en las manos. —Un presente
para sellar nuestro acuerdo.
Se sonrojó porque después de lo dura que había sido, recibir un
regalo era lo que menos esperaba. —No es necesario.
—Por favor, insisto. En cuanto te vi supe que tenía que ser para ti.
—Su hombre se acercó y abrió el cofre mostrando el collar de una reina. Se
le cortó el aliento porque era lo más valioso que había visto nunca. —Tu
belleza merece un presente a la altura. —Rurik lo elevó mostrando las
piedras talladas que hacían resplandecer cada gema. —Un trabajo único.
Como lo eres tú, mi jarl. ¿Me permites?
—El cuello de mi mujer solo lo toco yo —dijo Eirikr molesto.
Ella le fulminó con la mirada, pero entendía lo que pretendía decir,
no quería que le diera la espalda. —Eirikr me lo pondrá.
Rurik apretó los labios demostrando que su decisión no le gustaba,
pero alargó la mano hacia Eirikr que lo cogió como si agarrara una
serpiente venenosa. Él se puso tras ella a regañadientes y Jorunn apartó su
cabello. Cuando se lo colocó en el cuello sintió el roce de sus dedos en la
parte baja de su nuca, lo que la estremeció por dentro. Cómo anhelaba sus
caricias y como si él también la necesitara acarició con la yema de su pulgar
la suave piel haciendo que su corazón llorara de necesidad. Dejó caer el
cabello sobre su espalda y forzó una sonrisa. —Gracias, es realmente
precioso.
—Es un placer. —La cogió del brazo. —¿Entramos? Aún hace algo
de frío y no quiero que te resfríes.
Carraspeó incómoda sintiendo la mirada de Eirikr sobre ellos. —No
recuerdo haber enfermado nunca.
—Impresionante.
—Seguro que hay otras cosas que te han impresionado más.
Él se echó a reír. —Pues sí. —Jorunn le indicó donde sentarse, pero
esperó a que ella ocupara su silla para sentarse él, demostrando que tenía
modales. —Sois realmente impresionante.
Se sonrojó por el cumplido. Al ver la mirada de advertencia de
Eirikr sentándose al lado de su invitado chasqueó la lengua. Hizo un gesto
hacia una de las sirvientas. —Hidromiel para mi invitado.
Su hermana sentada ante Rurik sonrió. —¿Cómo va todo por casa?
—Muy preocupados y deseando verte.
Perdió parte de la sonrisa. —Siento todo esto.
Miró a Jorunn como si fuera la más hermosa de las mujeres. —Ha
merecido la pena.
—¿Perder a tus hombres por el capricho de tu hermana ha merecido
la pena? —dijo Eirikr con ironía.
—No, pero haber venido hasta aquí sí —dijo entre dientes molesto
por su intervención.
—¿Y qué les has dicho a tus hombres?
Él se tensó volviendo la vista a su compañero de mesa. —No tengo
que dar explicaciones. Eran responsables de la vida de mi hermana, si
perdieron la suya al protegerla era su deber.
—Entiendo, te da igual que murieran siempre y cuando consigas lo
que quieres. —Bebió mirándole burlón, lo que la puso alerta porque era
evidente que quería provocar un enfrentamiento.
—Eso no es cierto, pero tú no eres nadie para que te dé
explicaciones.
Eirikr apretó la jarra furioso y él sonrió satisfecho antes de mirarla a
ella que se había molestado y mucho por su desprecio, aunque intentó
disimularlo. Le sentó como si le hubiera pegado una patada en el
mismísimo estómago, pero no podía defenderle. —Sí que es alguien —dijo
antes de darse cuenta.
—Dijiste que no era tu marido.
—Y no lo es… —Miró a Hallad buscando ayuda, pero este no le
quitaba ojo a Rurik. Gimió por dentro porque parecía que iba a soltar cuatro
gritos en cualquier momento.
—Mi hermano sí que es alguien —dijo molesto Jerk
sorprendiéndola—. Si no hubiera sido por la intervención de los dioses
hubiera sido el jarl.
—Pero le han sustituido, por algo será.
Otro insulto y esta vez hacia Hallad que enderezó la espalda.
—Tú lo has dicho muy bien, cuñado. Por algo será. Por algo que
solo saben ellos y debemos acatar sus órdenes. Mi padre ha sido un gran jarl
para los nuestros y nunca dejamos a nadie atrás ni perdonamos una
venganza.
—¿Insinúas que yo sí perdono las venganzas?
Jerk levantó una ceja. —¿No es evidente? ¿O me equivoco y no has
hecho un pacto? El collar de mi jarl demuestra lo contrario.
—¿Y qué tal has pasado el invierno? —dijo Kalina forzando una
sonrisa.
—¡Pues mal!
—¿Estás gritando a mi esposa? —preguntó Jerk con voz lacerante.
—No, él habla así normalmente, ¿verdad hermano?
Era evidente que se estaba reteniendo. —No sé por qué hay tanta
hostilidad en esta mesa cuando yo he cumplido lo tratado.
—Será porque no dejas de insultarnos y quieres conquistar a mi
esposa.
—Es hermosa y soltera. Una bendecida de vuestros dioses. Y yo no
estoy insultando a nadie. ¡Se me insulta a mí constantemente!
—¡Silencio! —ordenó Jorunn perdiendo la paciencia—. Por el bien
de Kalina tengamos una conversación neutral, ¿os parece?
Kalina sonrió. —Gracias amiga.
—Tu hermana te ha hecho una pregunta, Rurik. ¿Qué tal el
invierno? ¿Es tan crudo como el nuestro?
—Mucho más.
—Ya estamos —dijo Hallad por lo bajo.
Ella decidió ignorarlo. —¿De veras?
—Vivimos mucho más al norte, entre las montañas. —Le miró
sorprendida y eso le relajó. —Los inviernos son muy difíciles y largos.
—¡Aquí también! —dijo Jerk indignado—. ¿Verdad hermano?
—Verdad.
Por Odín, no iba a poder cenar tranquila. Mira como ahora se unían.
—Si vive más al norte tiene que ser peor que el nuestro. Y entre las
montañas.
—Nos quedamos completamente aislados.
—Y nosotros —dijo Hallad como si fuera idiota.
—La nieve llega hasta los hombros.
—Y aquí si no la quitamos, pero nuestros hombres la apartan de los
caminos para que nadie se quede incomunicado de la casa principal por si
hay un problema. —Hallad sonrió con ironía. —¿No haces tú lo mismo?
—Sí.
—Pues eso.
Jorunn puso los ojos en blanco antes de oír. —No le has dicho que
se olvide. —Miró a Eirikr sin entender. —No le has dicho que se olvide de
intentar conquistarte. No puedes irte de aquí. ¿Recuerdas tu cometido?
—Y no me voy a ir.
—Ah, ¿no? —preguntó Rurik molesto—. ¿Y qué cometido es ese si
puede saberse?
—Soy la jarl de este pueblo. Me necesitan.
—Por mandato de los dioses —dijo Jerk—. No puede irse. Ya le dije
yo a mi esposa que sus deseos eran absurdos. Es imposible uniros.
—Pero si terminara su cometido… —Kalina miró ansiosa a Jorunn.
—¿Crees que terminarás pronto?
—No. De hecho, no terminaré hasta dentro de mucho tiempo.
Dejó caer los hombros decepcionada. —Vaya, no podrás venirte con
nosotros.
Jerk carraspeó. —Para irnos primero hay que pedirle permiso a la
jarl, cielo.
—Pero ella lo dará, ¿no es cierto? No le importa que nos vayamos.
Se quedó en silencio cogiendo su jarra y dándole un buen sorbo. Sus
ojos coincidieron con los de Eirikr que esperaba ansioso su respuesta. Era
evidente que no quería perder a su gemelo y lo entendía. Y la expresión de
Hallad no era mejor, lo que le decía a las claras la opinión que tenía sobre
que su hijo se fuera de su lado. Dejó la jarra ante ella. —Quizás el año que
viene.
—¿Qué? —preguntó Kalina indignada—. ¿Por qué?
—Porque vas a tener un hijo y no quiero que hagas un viaje tan
largo. Además, Hallad merece conocer a su primer nieto.
—Pero si nos auguras un buen viaje… —Kalina no entendía nada y
más cuando negó con la cabeza. —¡Quiero parir en mi casa!
—Hermana cálmate, si quieres parir en nuestra casa, lo harás. —
Rurik muy tenso la miró. —¿Hay alguna razón por la que mi hermana no
pueda regresar a mi casa? ¡Creo que esto ya estaba hablado y su esposo
estaba de acuerdo!
No tenía una excusa convincente para retenerles a no ser que Jerk
decidiera quedarse. —¿Estás de acuerdo?
Jerk muy tenso dijo —Debo reconocer que no me desagradaba la
idea.
Su mujer le miró asombrada. —¿Y ahora?
—Ahora no estoy convencido de que sea lo correcto.
—¿Por qué?
—Porque tu hermano va a tener un hijo y tú nunca vas a gobernar tu
pueblo. —Se hizo el silencio en la mesa y Jerk juró por lo bajo. —Pero eso
solo es uno de los problemas, hay muchos otros.
Rurik se levantó. —¿Acaso pretendías quitarme del medio?
—No digas estupideces… ¡Fue tu hermana la que me convenció de
ello!
Kalina se sonrojó. —Bueno, si morías sin descendencia… —
Levantó la barbilla orgullosa. —¡Quiero que mi hijo sea un líder! ¡No hay
nada de malo en ello! ¡Mi hijo será importante!
—¡Pues eso ya no pasará! ¿Quieres regresar a casa?
—¡Sí! —respondió convencida.
—Pues tenemos un problema —dijo Jerk—. Porque para tener un
rango inferior al que tengo aquí, yo me quedo.
Kalina palideció. —No puedes hacer esto. Lo habíamos hablado.
—¡Este es mi hogar, aquí están los míos! ¡Y una esposa sigue a su
hombre! ¡Si me quiero quedar, nos quedaremos! ¡Además, Jorunn necesita
ayuda!
—¡Jorunn no necesita a nadie! ¡Tiene a vuestros dioses de su lado!
—gritó furiosa.
—He dicho, esposa —dijo fríamente.
Sintiéndose impotente sus ojos se llenaron de lágrimas. —Jorunn
tenía razón, no eres de fiar. —Salió corriendo dejando el silencio tras ella.
Jorunn levantó la vista hasta Rurik. —Siéntate guerrero, este es un
tema conyugal y no debemos intervenir.
—Si mi hermana quiere irse, se irá conmigo —dijo tajante.
—Eso lo decide su esposo y la jarl, tú no tienes nada que decir al
respecto después de haber aprobado este matrimonio. —Eirikr se levantó.
—Ahora siéntate como te han sugerido.
—¿Me lo vas a ordenar tú? —preguntó con desprecio.
Jerk y Hallad también se levantaron y Rurik les miró con rabia. —
¡Esta cena ha sido una encerrona desde el principio! ¡Exijo que me
entreguéis a mi hermana de inmediato!
—Ahora está disgustada y por experiencia sé que cuando se disgusta
no es fácil de tratar —dijo Jorunn—. Te aconsejo que os reunáis mañana y
habléis de ello. Pero desde ya te digo que si Jerk no da su consentimiento,
Kalina se quedará con nosotros.
—Entonces habrá guerra.
—Entonces no tendrás ese hijo que tanto deseas.
La miró con rabia. —¿Crees que antepondré un hijo no nacido a la
felicidad de mi hermana y a mi honor?
Se levantó tan aprisa que apenas fue un parpadeo, para verla
agarrando el cuello de Rurik. Impresionados vieron como le elevaba por
encima de su cabeza. —Creo que no lo has entendido, guerrero. Aquí mi
palabra es ley y me da igual tu honor. ¡Protegeré a mi familia por encima de
todo! Piensa, piensa qué ocurriría si murieras en este momento. Jerk
gobernaría al lado de tu hermana. Conseguiría lo que ellos tanto anhelan.
Pero aun así estás vivo y tus hombres también, así que no me hagas perder
la paciencia. ¡Regresa a tu hogar y encuentra a la mujer que parirá a tus
hijos! —Le tiró a un lado y gritó —¡Ya!
Tirado en el suelo se llevó una mano al cuello mirándola asombrado
y Eirikr sonrió cruzándose de brazos tras ella. —¿No has oído a mi jarl? Ha
dicho ya.
—Te juro por lo más sagrado para mí, que te voy a quitar esa sonrisa
de la cara. —Se levantó furioso.
—¡Basta!
—Dame el gusto, preciosa —dijo Eirikr con ganas de sangre.
Le miró exasperada. —¿Estás seguro de esto?
—Quiere pelea y sabe que contigo no puede ganar.
—Nada de armas, solo con las manos. No quiero que ninguno de los
dos muera esta noche. ¿Estáis de acuerdo?
Se tiraron el uno sobre el otro como dos osos rabiosos y sus
hombres animaron a Eirikr. Jorunn gimió cuando Rurik le pegó un buen
puñetazo. Hallad se puso a su lado y gritó —¡Dale, hijo!
Rurik no tardó en recibir un golpe que le hizo trastrabillar hacia
atrás antes de que el potente puño de Eirikr le diera en el estómago. Se
cruzó de brazos. —¡Hombres, siempre lo complicáis todo!
—Ambos necesitan una buena pelea.
—¡La nariz, hermano! —gritó Jerk con ganas de sangre.
Kalina salió de la habitación para ver a todos rodeándoles y asustada
corrió hacia allí para ver que su hermano sangraba por la mejilla antes de
recibir un puñetazo en la nariz que le hizo sangrar de nuevo. —¡No, no! —
gritó asustada, pero nadie le hizo caso. Escuchó como gritaban que le
matara y pálida miró hacia Jorunn que al ver como Eirikr le pegaba de
nuevo sonreía con satisfacción. Gritó de la rabia antes de mirar a su
alrededor y ver un pequeño hacha en la mesa del hogar. Fuera de sí rodeó el
corrillo para llegar tras Jorunn ignorando como Jerk gritaba que pegaran a
su hermano de nuevo. Levantó el hacha con ambas manos y gritó fuera de sí
haciendo que Jorunn se volviera justo antes de que el filo se clavara en su
cuello a la altura del hombro quedándose incrustado allí. —¡Muere zorra!
¡Mi sangre es tan roja como la tuya por muy divina que sea!
Sin poder hablar y con el rostro reflejando su sorpresa cayó de
rodillas. Al oír los gritos de horror de los que le rodeaban Eirikr se volvió
para verla arrodillada ante Kalina que reía histérica. Jorunn cayó de costado
haciéndole palidecer. —¡No! —Se acercó a ella arrodillándose a su lado. —
¡No, no! —gritó.
Jorunn le miró a los ojos y sonrió con tristeza. Intentó hablar y no
podía expulsando sangre por la boca. —Preciosa… —Desesperado gritó —
¡Dónde está Syn!
Ella agarró su mano sintiendo que el aire no llegaba y que su mente
se nublaba. Entonces le vio riendo en aquel prado donde le había visto por
primera vez. Extendía sus manos hacia ella y la llamaba para que se
reuniera con él. Cuando llegó a su lado la abrazó y él susurró a su oído —Te
amo. Te amo y te amaré siempre, mi vida. No tengas miedo, estoy aquí, a tu
lado. —Sintió un dolor desgarrador en el cuello. —No temas, nada me
separará de ti. Ni la misma muerte me separará de ti.
Se aferró a él necesitando sentirle. Nada tenía importancia excepto
él y dejó que la neblina la cubriera. Eirikr abrazado a su cuerpo la besó en la
pálida mejilla ignorando el profundo corte que había dejado al descubierto
al quitarle el hacha. —Nunca me separaré de ti, te lo juro por Odín. Si te
vas, me iré contigo, mi preciosa. — Entonces sus cabellos se extendieron
elevándose, pero Eirikr lo ignoró mirando su rostro y besando sus labios
con ternura. —Lo siento, preciosa. Te he fallado tanto… Como ahora. Esto
no tenía que haber pasado —Intentó contener el dolor porque el corte no se
curaba. —No te preocupes. —Desesperado acarició su rostro. —Me iré
contigo y seremos felices. Te juro que te haré muy feliz. No temas, Odín te
está esperando. Nos espera a los dos e iremos juntos, de la mano. —
Entonces escuchó su último aliento y asustado miró su rostro. —¿Jorunn?
—Al darse cuenta de que no respiraba gritó desgarrado abrazándola a él con
fuerza.
Hallad pálido dio un paso hacia atrás. Los cabellos de Jorunn
cayeron al suelo rodeándoles. —Ha muerto —dijo incrédulo—. Ha muerto.
Entonces el suelo empezó a temblar con fuerza y todos aterrados
gritaron corriendo fuera de la casa. —¡Los dioses nos castigarán! —gritó
una de las sirvientas antes de correr hacia la puerta, pero estas estaban
atrancadas. Se desató el pánico y de repente el suelo dejó de temblar.
La niña Skuld salió de detrás de la piel y su cara mostraba su furia.
—¿Cómo os atrevéis? —Su voz les estremeció a todos. —¡Cómo os
atrevéis! —gritó haciendo temblar la casa. Se acercó a su hija y gritó —¡No
la toques!
Eirikr no le hizo caso y se aferró a ella susurrando —Nada me
separará de ti.
La niña sonrió maliciosa. —¿Nada? ¡Suelta a mi hija antes de que
desmiembre tu cuerpo!
—Voy a morir —susurró—. Lo hagas tú o lo haga yo, me reuniré
con ella.
A Skuld se le cortó el aliento. —¿Tanto la amas?
—¡Mátame de una vez! —gritó. Una lágrima cayó por su mejilla
hasta ocultarse en su barba—. ¡Me está esperando! ¡No quiero hacerla
esperar!
Impresionada por el dolor que expresaban sus ojos dio un paso atrás.
—La amas…
Ignorándola acarició la mejilla de Jorunn. —Mi preciosa, mi
preciosa esposa… —De repente miró a la niña asustado. —¿A qué esperas?
¡Tómate tu venganza! Creerá que le he fallado de nuevo y... —Cogió el
puñal de su bota y se lo llevó al cuello con intención de cortárselo, pero
Skuld gritó y los cabellos de Jorunn agarraron su muñeca deteniéndole en
seco. Sorprendido miró su rostro. —¿Jorunn?
Su cuerpo no respondió y Eirikr gritó desesperado —¡Hermano
mátame!
Pálido dio un paso atrás. —No pienso hacer eso.
Su mirada recayó en Rurik que estaba tan impresionado como los
demás. —¡Mátame tú! ¡Toma tu venganza en mí!
—Tus dioses son mucho más poderosos que los míos. No pienso
tomar parte en esto.
Sabiendo que nadie le ayudaría gritó desgarrado abrazando a
Jorunn. Las mujeres lloraban sintiendo su dolor. —¡No lloréis! —Dejó caer
el puñal y la abrazó con la otra mano pegándola a su torso. —No lloréis. —
Entonces sintió el calor de su mejilla y se le cortó el aliento creyendo que
era una ilusión. Se apartó lentamente y sintió su aliento en sus labios. —
Respira… —susurró haciendo que sus hombres gritaran de la alegría. —
Vamos preciosa, abre los ojos. Abre los ojos para mí. —Cuando movió los
párpados su felicidad fue tan intensa que rio. —Eso es preciosa, estoy aquí.
Jorunn elevó los párpados y al ver el rostro de Eirikr sonrió como si
estuviera agotada. Syn llegó corriendo y al ver el profundo corte se detuvo
en seco. —¿Y me molestáis para esto? ¡Estaba haciendo un ungüento! ¡No
le han cortado la cabeza! —Pasmado vio que se iba por donde había venido.
—Estos hombres son unos dramáticos. Si es un corte de nada.
Varios se echaron a reír y Eirikr sonrió mirando el rostro de Jorunn.
—Me has asustado, esposa.
Ella que no podía hablar elevó con esfuerzo su brazo para acariciar
su mejilla y él cerró los ojos como si su tacto fuera lo mejor del mundo. —
Hijo deberías llevarla a su cama, allí estará más cómoda mientras se repone.
Parecía que no le había oído, pero al cabo de unos segundos Eirikr
abrió los ojos y se levantó llevándosela en brazos. Se volvió para ver a
Skuld que les observaba fijamente. —Siento haber descuidado a tu hija, no
volverá a pasar.
La niña sonrió. —Sé que no ocurrirá de nuevo, sé que la
antepondrás ante todo.
—Eso te lo juro por Odín.
Jorunn intentó volver la cabeza, pero no le respondía y Eirikr se giró
para que la mirara. Skuld sonrió. —¿Recuerdas el último tapiz, hija?
Parpadeó a modo de asentimiento. —Ese es tu destino. —La niña
miró hacia arriba como si estuviera escuchando algo. De repente sonrió
radiante. —Frigg dice que se alegra de que tu marido haya entrado en
razón, que haya demostrado que te ama. Nuestra diosa y hasta el mismo
Odín aprueban este matrimonio. —Miró hacia Eirikr. —No les defraudes de
nuevo. Los dioses os bendicen y tendréis muchos hijos que serán grandes
guerreros.
Jorunn se sonrojó de gusto acariciando su pecho mientras él
carraspeaba algo incómodo. —Dales las gracias de nuestra parte.
Miró hacia arriba y jadeó. —¿Cómo has dicho? Pero lo lógico es
que se llame Skuld, mi diosa. —Gruñó mirándoles de nuevo. —A vuestra
primera hija la llamaréis Frigga en honor a vuestros dioses.
—Así se hará. Y a la segunda la llamaremos Skuld.
La niña sonrió. —No, prefiero mi nombre humano. El que usé
cuando vivía entre vosotros. Mi hija te lo dirá. —Les miró con cariño. —
Hija sé muy feliz y recuerda que te amo. —Miró a los demás con inquina.
—Y vosotros recordad que jamás sabréis cuando puedo volver. —
Desapareció dejándoles con la boca abierta.
Eirikr caminó hacia la piel que separaba las habitaciones y Jerk
incómodo dijo —¿Y Kalina?
Su hermano se detuvo en seco antes de volverse lentamente para
verla agarrada por dos de sus hombres. Jorunn sintió como la furia le
recorría tensándole de arriba abajo y le acarició el cuello provocando que la
mirara. Ella vocalizó que no y la miró indignado. —Pero mujer… Ha
intentado matarte.
Suspiró y él a toda prisa la metió en el pasillo para llevarla a la
habitación. Cuando la tumbó con cuidado sobre las pieles, se tumbó a su
lado y se miraron a los ojos. Él cogió su mano y entrelazó sus dedos con los
suyos. —Lo siento, preciosa. He bajado la guardia por una pelea estúpida
y… —Ella puso la mano sobre su boca y sus ojos se llenaron de lágrimas de
la emoción. Él besó la palma de su mano antes de apartarla con una
suavidad que la enterneció. —Te amo, te amo tanto… —Se acercó y rozó
sus labios como si temiera dañarla. —Te juro que eres lo más importante
que tengo en la vida, mi amor.
Jorunn cerró los ojos disfrutando de su aliento, su voz y sus caricias
sabiendo que si vivía era para sentirlas.
—Nunca volveré a dudar de ti.
Abrió los ojos y susurró —Te amo.
Él sonrió. —Jamás me sentido más feliz que en este momento. —
Miró su herida mucho más pequeña que antes. —Y aliviado. Creía que te
había perdido.
—¿Hubieras venido conmigo?
—Siempre —susurró mirando sus ojos.
Gritos en el exterior les tensaron y ella intentó incorporarse. —
Skuld —logró decir.
La cogió por los hombros. —Skuld es tu misión, ¿verdad? —Le
miró a los ojos y su marido vio la verdad en ellos. —Por eso te enviaron
aquí, para protegerla.
—Tengo… —Aún no tenía fuerzas y asustada gimió.
—No preciosa, te quedarás aquí. Me encargaré yo.
—Ten cuidado.
—No te preocupes. —La besó en los labios antes de levantarse a
toda prisa mostrando toda la sangre que tenía en los brazos y en el pecho
antes de salir de la habitación.
Asustada por él, se levantó tambaleándose y miró hacia abajo
intentando mantener el equilibrio para ver su vestido lleno de sangre. —
Gracias Odín. —Sollozó impresionada porque aún estaba viva. —Gracias
por darnos otra oportunidad. —Caminó como pudo fuera de la habitación y
apoyándose en la pared recorrió el pasillo sin dejar de oír los gritos. Estiró
la mano para agarrar la piel y a través de la rendija miró hacia el salón
donde todos se gritaban. Kalina que no dejaba de llorar, era agarrada por
dos hombres y fue obligada a arrodillarse ante Hallad que tenía una espada
en la mano. Rurik también era retenido por sus guerreros, incluso Jerk que
gritaba impotente era sujetado por sus hombres mientras Gisli se interponía
empujando su pecho para impedir que la ajusticiaran. Pudo sentir su dolor
al creer que perdería a la persona que amaba. Su miedo.
—¡Nos iremos, padre! —gritó Jerk desesperado.
—¡Ha intentado matar a la jarl! ¡Merece un castigo! ¡Ha contrariado
a los dioses y a mí! ¡Sangre por sangre, esa es la ley!
—¡Basta! —gritó Eirikr haciendo que todos se callaran. Caminó
hacia Kalina y la miró fríamente—. Te ha protegido más que a nadie.
Ella sollozó en respuesta.
—¡Te ha perdonado la vida varias veces! —gritó sorprendiendo a su
hermano—. ¡Se ha hecho tu amiga y ha confiado en ti! —gritó furioso—.
¡Le robaste, le mentiste, la has utilizado y le correspondes así!
Kalina asintió con la cabeza gacha. —Mátame.
—¡No! —gritó Jerk—. Hermano por favor, se asustó por Rurik,
creía que ibas a matarle y… ¡No la mates!
—¿Lo hiciste por eso? —gritó sobresaltándola. La agarró por el
cabello para que le mirara—. Mírame a los ojos. ¿Lo hiciste por eso?
—Lo ha dicho tu padre sangre por sangre, esa es la ley. Así que
mátame.
—¡Como le hagáis algún daño…! —gritó Rurik.
—¿Como le haga algún daño qué? —Se volvió hacia él. —¿Me
matarás? ¿Matarás a mi esposa?
—Por favor, te lo ruego, no le hagas daño, es lo único que me
queda. ¡Por favor!
Eirikr apretó los labios volviéndose hacia Kalina. —Padre baja la
espada.
—Pero hijo…
—¡No habrá más derramamiento de sangre esta noche!
Jorunn sonrió viendo al jarl que había en él porque nadie dudó de
sus palabras soltando a los que tenían retenidos. —Mi esposa no lo querría.
Kalina levántate.
Esta lo hizo con las piernas temblorosas y Jerk se acercó de
inmediato cogiéndola del brazo. —No puedo culparte por creer que tu
hermano iba a sufrir daño. Estaba solo sin sus hombres y nuestra
conversación no había sido amistosa en ningún momento. Yo también
hubiera pensado así. Yo también hubiera ayudado a mi hermano. Tu
penitencia será quedarte en estas tierras hasta el día de tu muerte. —Jerk
sonrió mientras Kalina dejaba caer la mandíbula del asombro. —Y servirás
a tu jarl, ¿me has entendido?
—¿No temes que lo intente de nuevo? —preguntó Hallad
sorprendido.
Sonrió irónico. —Mi esposa ha demostrado que es difícil de matar.
—Varios rieron por lo bajo. —¡Por la jarl! ¡Jorunn la invencible! —Todos
gritaron levantando sus armas.
Asombrada vio que estaban locos de contentos. —¡Brindad por la
salud de vuestra señora! ¡Férrea por la gracia de Odín! —Se volvió y la vio
sujetándose a la piel. Se acercó de inmediato mientras los hombres gritaban
su nombre. En cuanto llegó a ella la cogió en brazos. —¿Por qué te has
levantado, mujer?
Ella admirada susurró —No quiero ser jarl.
La miró sorprendido deteniéndose en seco, pero vio en sus ojos la
verdad. —¿Por qué? Lo haces muy bien, preciosa. Serás una gran jarl.
—Lo odio. No me gusta mandaros a todos, no me gusta tener que
decir lo que cada uno tiene que hacer. Odio todas las tareas que conlleva.
Revisar graneros, tejados, cuidar de la vida de los hombres, ajusticiarlos…
Pero tú lo haces muy bien.
Él rio por lo bajo. —Años de práctica. —La tumbó sobre la cama
con cuidado. —Te ayudaré con esas tareas que odias, no te preocupes.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. —Déjame quitarte esta ropa. —La ayudó a
sentarse y quitó el collar con cuidado de no dañarla en la herida. —Habrá
que lavarlo.
—No lo quiero.
La miró sorprendido. —¿Por qué? —Ella agachó la mirada. —Eh…
Los jarl aceptan regalos de aliados, es muy común hacerlo. No es el regalo
de un hombre a una mujer.
—Sabes que eso no es cierto.
Él hizo una mueca. —Es evidente que quería impresionarte y sé de
sus intenciones por Kalina, pero no dudaba de ti.
Sorprendida le miró a los ojos. —¿De veras?
—Dudaba de él. Temía que se enamorara tanto que tuviera que
matarle.
Sonrió. —¿De veras no dudabas de mí?
—Sé que te hice daño con todo lo que hice, lo que te dije, pero en
cuanto fui consciente de mi error, me di cuenta del amor que había
despreciado, que había dañado. Pero ese amor, aunque herido seguía allí.
No me mataste.
Parpadeó sorprendida. —¿Perdón?
—¿Por qué aguantar todo eso cuando lo hubieras solucionado
quitándome del medio? Tan sencillo como eso. Me amenazabas, sí, pero
jamás me hiciste ningún daño. —Dejó el collar sobre la mesilla. —Te lo
pondrás cuando Rurik venga a ver a su hermana, ¿te parece? —Le ayudó a
quitarse el vestido manchado de sangre y cuando su cara quedó al
descubierto pudo ver la felicidad en sus ojos, lo que le hizo sonreír. —¿Qué
ocurre, preciosa?
—Te amo.
—Lo sé.
Se tumbó en la cama mirándole con amor. —Y tú me amas a mí.
Se tumbó a su lado y acarició su mejilla. —Eso también lo sé.
—Tu corazón es mío. Me ha elegido a mí.
—No podría elegir a otra. —Besó sus labios y susurró contra ellos —
Porque eres tú, solo tú y para siempre.
Epílogo

Sentada ante el telar pasaba el hilo y miró de reojo a Skuld que


sentada en el telar de al lado hacía su rostro. Hizo una mueca porque la
nariz estaba algo torcida. Por Odín, era evidente que el telar no era lo suyo,
pero la pequeña no se daba por vencida. —Cielo, vuelve a hacerlo.
—Rayos —dijo frustrada levantándose y apretando los puños al ver
su obra—. ¡Rayos!
Atónita porque nunca se enfadaba soltó una risita y la niña la miró
furiosa. —¿Te ríes?
—No puedes competir con la jarl, es norna —dijo Syn acercándose
—. A ti se te dan bien otras cosas que ella ni se imagina.
—Sí, ¿cómo qué?
—Adivinas cosas, eso yo no lo hago.
—¡Cambias el destino de los hombres! ¡Eso es mejor!
Ambas hicieron una mueca. —Tú eres muy especial.
—Vaya cosa, ella lo es más. A mí no se me curan las heridas.
—Niña no te compares. ¡Ella es mucho mayor que tú y a ti te queda
mucho que aprender! Ahora a buscar hierbas que estás muy pesada. —La
niña gruñó alejándose. —Y después desharás el tapiz para hacerlo de nuevo.
—Vale…
—Está empezando a mostrar carácter —dijo Jorunn divertida.
—Eso es bueno. Si tiene que lidiar con dioses es mejor que lo tenga.
—Miró su tapiz. Una imagen impresionante del fiordo. —Ya no hay
paredes donde ponerlo, pero es precioso. No me extraña que la niña tenga
envidia. —Entrecerró los ojos. —Habrá que buscarle otro entretenimiento o
le hundirás la moral.
Preocupada se llevó la mano al pecho. —¿Hago eso?
—¿No has visto los demás telares? Nadie hace imágenes por no
quedar mal.
—Kalina sí.
Esta se levantó mostrando a su hombre con una espada en la mano.
—Yo no me dejo hundir por cualquiera, hermosa.
Sonrió. —Eso es evidente. —Se levantó mostrando su enorme
vientre. —¿Crees que los hombres tardarán en llegar?
Ambas levantaron una ceja y se cruzaron de brazos. —¿Qué has
hecho? —preguntaron a la vez.
—¿Yo? Nada —dijo sorprendida.
—¡No puedes hacer esto! —protestó Kalina—. ¡Apenas se han ido
cuando deseas que vuelvan, tienen un percance y aquí están de nuevo sin
haber llegado a las tierras del sur! Hace dos años que lo intentan y tienen
que volver. ¡Debes dejar de hacer eso!
Se puso como un tomate. —¡No puedo evitarlo!
—¡Pues tu marido tiene que ir, ponte como quieras! —Señaló su
vientre. —¡Porque tú es evidente que no puedes liderar la incursión!
Gruñó saliendo del telar.
—¡No, vas a oírme! ¡No puedes ignorar esto! ¡Cómo los hombres
no consigan riquezas yendo de incursión, se irán!
Se detuvo en seco. —¿Cómo que se irán?
—Oyen historias de otros jarls, de otros hombres que consiguen
auténticas fortunas. Ellos también quieren eso y tú no se lo das. —En ese
momento escucharon un cuerno y Kalina jadeó. —¡No me lo puedo creer!
—No son ellos.
—¡Claro que son ellos, siempre son ellos, porque gracias a las
historias que corren sobre ti, nadie se atreve a acercarse a tus tierras!
Rio por lo bajo. —Cobardes.
Su amiga puso los ojos en blanco. —Esto no es bueno, ¿sabes? No
tienes aliados y eso nunca es bueno.
—Tengo a Rurik —dijo antes de ir hacia el fiordo.
—¡Mi hermano tardaría una eternidad en llegar!
—Pues mírale, ya está aquí.
Sorprendida miró hacia el fiordo para ver que se acercaba un barco.
—No puede ser, si se acaba de ir como quien dice. —La fulminó con la
mirada. —¿Se lo has hecho a él también?
—Claro que no.
—Uy, uy, —La señaló con el dedo. —¡Deja de protegerlos a todos!
—No puedo creer que hayas dicho eso.
Kalina se sonrojó. —¡Ya me entiendes!
Syn rio divertida. —Piensa que es designio de los dioses, niña. No te
sulfures. Lo que es, es.
—¿Y tú eres la bruja del pueblo?
—¡Oye, yo no soy bruja! ¡Soy curandera, que es muy distinto! Yo
no hago conjuros —dijo como si estuviera molesta por no poder hacerlos.
Rurik vio como las tres discutían en el embarcadero y levantó una
ceja. —Menuda bienvenida.
—¿Qué haces aquí, eh? —preguntó su hermana enfadadísima—. No
me digas que ha pasado algo que te ha hecho volver.
—Pues sí. Tu marido.
Asombrada preguntó —¿Has visto a Jerk?
En ese momento los gemelos aparecieron en cubierta y las tres
dejaron caer la mandíbula del asombro al ver sus pieles quemadas por el
sol. —¿Qué ha pasado? —preguntó Jorunn viendo el rojo intenso de su
esposo.
—Mujer…
—¡Yo no he sido!
—¡Encallamos a un día de aquí! ¡En alta mar! —dijo Eirikr
incrédulo—. ¡Y el barco no se hundía! ¡Tres días estuvimos allí hasta que
pasó Rurik!
Hizo una mueca. —Últimamente pega un poco el sol, ¿no? Seguro
que Odín quiere decirnos algo.
—¡Sí, que mi mujer no quiere que me vaya de incursión!
Levantó la barbilla. —No puedo cambiar tu destino, recuérdalo
marido.
—¡Pero el de los demás sí! —gritó Jerk—. Hermano, tú no vuelves
de incursión.
—¿Qué has dicho?
—Échale la culpa a tu esposa.
Eirikr la fulminó con la mirada. —Muy bien, la próxima vez
vendrás.
Sonrió encantada. —¿De veras? —Él miró su enorme vientre e hizo
una mueca. —¡Estoy bien!
—Los del sur no se lo van a creer. Una preñada de incursión, ¿dónde
se ha visto algo igual? —dijo Eirikr por lo bajo haciendo reír a su gemelo.
Los hombres de Jorunn empezaron a bajar del barco rojos como
tomates y con muy mala uva. Ella forzó una sonrisa y dijo —Bienvenidos.
Tranquilos, haremos otro barco. —Por lo bajo añadió —Así me dará tiempo
a parir.
Kalina no lo pudo evitar, se echó a reír a carcajadas y sus maridos
llegaron hasta ellas. —¿De qué te ríes? —preguntó Jerk sonriendo a su vez.
—No tiene remedio. Hará lo que sea para protegeros a todos.
Hallad llegó corriendo. —¿Pero qué hacéis aquí? —Asombrado
miró el fiordo. —¿Y mi barco?
Todos rieron mientras Jorunn no sabía dónde meterse de la
vergüenza. Hallad la miró. —Niña…
—Lo siento.
—Ya está solucionado, padre. —La cogió por la cintura pegándola a
él y mirándola con amor. —La próxima vez Jorunn vendrá con nosotros.
—No os dais cuenta, ¿verdad? —preguntó Kalina—. No irá. No sin
Skuld, sin Hallad, sin mí y sin mi niño. Pero sobre todo no se irá sin su
pequeña Frigga, ni la pequeña Astrid porque os recuerdo que cuando
tengáis el barco su segunda hija ya estará entre nosotros. O vamos todos
para que no nos pierda de vista o de aquí no se mueve nadie.
Los hombres la miraron con horror. —¿Qué pasa? ¡No puedo
evitarlo!
Eirikr suspiró abrazándola. —Jerk la próxima vez lo intentarás tú.
Su gemelo le palmeó el hombro antes de alejarse con su mujer y los
demás. —Lo siento.
—No sientas amarnos tanto como para no querer perdernos, mujer.
—Besó sus labios. —Doy gracias cada día por ese amor, no pienso renegar
de él.
—¿Por qué te ha dado tanto el sol? ¿No has bajado a la bodega para
resguardarte?
—La bodega estaba llena de agua, preciosa.
—Oh…
Él rio por lo bajo. —Eres imposible. Pero…
—Lo sé. Los hombres están molestos conmigo.
—Necesitamos las incursiones. Necesitamos ese oro, sabes que las
cosechas no son suficientes para alimentarlos a todos. Hay que comprar
grano y…
Se escuchó un estruendo y asustados se volvieron hacia la aldea.
Dejaron caer la mandíbula del asombro al ver ante la casa del jarl una gran
roca que parecía de oro. El sol la hizo brillar y Kalina gritó —¡Un regalo de
los dioses!
Todos gritaron de la alegría y Eirikr la miró impresionado. —
¿Mujer?
—Esto no es cosa mía.
Entonces Skuld pasó a su lado y le guiñó un ojo dejándoles de
piedra. —¿Crees que ella…? —preguntó su marido sin salir de su asombro.
—No, ¿tú crees?
—Mujer, desde que has entrado en mi vida yo ya me lo creo todo.
Se echó a reír y le abrazó. —Y aun así me amas.
La miró con amor. —Y no podría amarte más porque mi corazón
está lleno de ti, mi vida. De hecho, late al mismo tiempo que el tuyo.
—Y le siento. —Besó sus labios. —Te amo. Y los dioses son
testigos de que te amaré siempre.
FIN
Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años
publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su
categoría y tiene entre sus éxitos:

1- Vilox (Fantasía)
2- Brujas Valerie (Fantasía)
3- Brujas Tessa (Fantasía)
4- Elizabeth Bilford (Serie época)
5- Planes de Boda (Serie oficina)
6- Que gane el mejor (Serie Australia)
7- La consentida de la reina (Serie época)
8- Inseguro amor (Serie oficina)
9- Hasta mi último aliento
10- Demándame si puedes
11- Condenada por tu amor (Serie época)
12- El amor no se compra
13- Peligroso amor
14- Una bala al corazón
15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje en el tiempo.
16- Te casarás conmigo
17- Huir del amor (Serie oficina)
18- Insufrible amor
19- A tu lado puedo ser feliz
20- No puede ser para mí. (Serie oficina)
21- No me amas como quiero (Serie época)
22- Amor por destino (Serie Texas)
23- Para siempre, mi amor.
24- No me hagas daño, amor (Serie oficina)
25- Mi mariposa (Fantasía)
26- Esa no soy yo
27- Confía en el amor
28- Te odiaré toda la vida
29- Juramento de amor (Serie época)
30- Otra vida contigo
31- Dejaré de esconderme
32- La culpa es tuya
33- Mi torturador (Serie oficina)
34- Me faltabas tú
35- Negociemos (Serie oficina)
36- El heredero (Serie época)
37- Un amor que sorprende
38- La caza (Fantasía)
39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos)
40- No busco marido
41- Diseña mi amor
42- Tú eres mi estrella
43- No te dejaría escapar
44- No puedo alejarme de ti (Serie época)
45- ¿Nunca? Jamás
46- Busca la felicidad
47- Cuéntame más (Serie Australia)
48- La joya del Yukón
49- Confía en mí (Serie época)
50- Mi matrioska
51- Nadie nos separará jamás
52- Mi princesa vikinga (Serie Vikingos)
53- Mi acosadora
54- La portavoz
55- Mi refugio
56- Todo por la familia
57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época)
59- ¿Qué haría sin ti?
60- Sólo mía
61- Madre de mentira
62- Entrega certificada
63- Tú me haces feliz (Serie época)
64- Lo nuestro es único
65- La ayudante perfecta (Serie oficina)
66- Dueña de tu sangre (Fantasía)
67- Por una mentira
68- Vuelve
69- La Reina de mi corazón
70- No soy de nadie (Serie escocesa)
71- Estaré ahí
72- Dime que me perdonas
73- Me das la felicidad
74- Firma aquí
75- Vilox II (Fantasía)
76- Una moneda por tu corazón (Serie época)
77- Una noticia estupenda.
78- Lucharé por los dos.
79- Lady Johanna. (Serie Época)
80- Podrías hacerlo mejor.
81- Un lugar al que escapar (Serie Australia)
82- Todo por ti.
83- Soy lo que necesita. (Serie oficina)
84- Sin mentiras
85- No más secretos (Serie fantasía)
86- El hombre perfecto
87- Mi sombra (Serie medieval)
88- Vuelves loco mi corazón
89- Me lo has dado todo
90- Por encima de todo
91- Lady Corianne (Serie época)
92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos)
93- Róbame el corazón
94- Lo sé, mi amor
95- Barreras del pasado
96- Cada día más
97- Miedo a perderte
98- No te merezco (Serie época)
99- Protégeme (Serie oficina)
100- No puedo fiarme de ti.
101- Las pruebas del amor
102- Vilox III (Fantasía)
103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)
104- Retráctate (Serie Texas)
105- Por orgullo
106- Lady Emily (Serie época)
107- A sus órdenes
108- Un buen negocio (Serie oficina)
109- Mi alfa (Serie Fantasía)
110- Lecciones del amor (Serie Texas)
111- Yo lo quiero todo
112- La elegida (Fantasía medieval)
113- Dudo si te quiero (Serie oficina)
114- Con solo una mirada (Serie época)
115- La aventura de mi vida
116- Tú eres mi sueño
117- Has cambiado mi vida (Serie Australia)
118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval)
119- Sólo con estar a mi lado
120- Tienes que entenderlo
121- No puedo pedir más (Serie oficina)
122- Desterrada (Serie vikingos)
123- Tu corazón te lo dirá
124- Brujas III (Mara) (Fantasía)
125- Tenías que ser tú (Serie Montana)
126- Dragón Dorado (Serie época)
127- No cambies por mí, amor
128- Ódiame mañana
129- Demuéstrame que me quieres (Serie oficina)
130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie oficina)
131- No quiero amarte (Serie época)
132- El juego del amor.
133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas)
134- Una segunda oportunidad a tu lado (Serie Montana)
135- Deja de huir, mi amor (Serie época)
136- Por nuestro bien.
137- Eres parte de mí (Serie oficina)
138- Fue una suerte encontrarte (Serie escocesa)
139- Renunciaré a ti.
140- Nunca creí ser tan feliz (Serie Texas)
141- Eres lo mejor que me ha regalado la vida.
142- Era el destino, jefe (Serie oficina)
143- Lady Elyse (Serie época)
144- Nada me importa más que tú.
145- Jamás me olvidarás (Serie oficina)
146- Me entregarás tu corazón (Serie Texas)
147- Lo que tú desees de mí (Serie Vikingos)
148- ¿Cómo te atreves a volver?
149- Prometido indeseado. Hermanas Laurens 1 (Serie
época)
150- Prometido deseado. Hermanas Laurens 2 (Serie época)
151- Me has enseñado lo que es el amor (Serie Montana)
152- Tú no eres para mí
153- Lo supe en cuanto le vi
154- Sígueme, amor (Serie escocesa)
155- Hasta que entres en razón (Serie Texas)
156- Hasta que entres en razón 2 (Serie Texas)
157- Me has dado la vida
158- Por una casualidad del destino (Serie Las Vegas)
159- Amor por destino 2 (Serie Texas)
160- Más de lo que me esperaba (Serie oficina)
161- Lo que fuera por ti (Serie Vecinos)
162- Dulces sueños, milady (Serie Época)
163- La vida que siempre he soñado
164- Aprenderás, mi amor
165- No vuelvas a herirme (Serie Vikingos)
166- Mi mayor descubrimiento (Serie Texas)
167- Brujas IV (Cristine) (Fantasía)
168- Sólo he sido feliz a tu lado
169- Mi protector
170- No cambies nunca, preciosa (Serie Texas)
171- Algún día me amarás (Serie época)
172- Sé que será para siempre
173- Hambrienta de amor
174- No me apartes de ti (Serie oficina)
175- Mi alma te esperaba (Serie Vikingos)
176- Nada está bien si no estamos juntos
177- Siempre tuyo (Serie Australia)
178- El acuerdo (Serie oficina)
179- El acuerdo 2 (Serie oficina)
180- No quiero olvidarte
181- Es una pena que me odies
182- Si estás a mi lado (Serie época)
183- Novia Bansley I (Serie Texas)
184- Novia Bansley II (Serie Texas)
185- Novia Bansley III (Serie Texas)
186- Por un abrazo tuyo (Fantasía)
187- La fortuna de tu amor (Serie Oficina)
188- Me enfadas como ninguna (Serie Vikingos)
189- Lo que fuera por ti 2
190- ¿Te he fallado alguna vez?
191- Él llena mi corazón
192- Contigo llegó la felicidad (Serie época)
193- No puedes ser real (Serie Texas)
194- Cómplices (Serie oficina)
195- Cómplices 2
196- Sólo pido una oportunidad
197- Vivo para ti (Serie Vikingos)
198- Esto no se acaba aquí (Serie Australia)
199- Un baile especial
200- Un baile especial 2
201- Tu vida acaba de empezar (Serie Texas)
202- Lo siento, preciosa (Serie época)
203- Tus ojos no mienten
204- Estoy aquí, mi amor (Serie oficina)
205- Sueño con un beso
206- Valiosa para mí (Serie Fantasía)
207- Valiosa para mí 2 (Serie Fantasía)
208- Valiosa para mí 3 (Serie Fantasía)
209- Vivo para ti 2 (Serie Vikingos)
210- No soy lo que esperabas
211- Eres única (Serie oficina)
212- Lo que sea por hacerte feliz (Serie Australia)
213- Siempre estás en mi corazón (Serie Texas)
214- Lo siento, preciosa 2 (Serie época)
215- La intensidad de lo que siento por ti
216- Lucha por lo que amas (Serie Australia)
217- Ganaré tu corazón (Serie Vikingos)

Novelas Eli Jane Foster

1. Gold and Diamonds 1


2. Gold and Diamonds 2
3. Gold and Diamonds 3
4. Gold and Diamonds 4
5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir

Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se


pueden leer de manera independiente

1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor
7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10.
Juramento de amor
11.
Una moneda por tu corazón
12.
Lady Corianne
13.
No quiero amarte
14.
Lady Elyse

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