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2016

El Día Grande de Jujuy

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz


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eetarifa@yahoo.com.ar

10/09/2016
En memoria de:
María Celia Mamaní de Tarifa (20/11/35 - 25/09/03)
Fenelón Melitón Tarifa (25/05/36 - 17/04/07)

Con amor a nuestra hija Abril Lucero Tarifa

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C ONTENIDO
La espera ..................................................................................................................... 1

Jujuy y los gauchos .................................................................................................... 1

Los Gorriti .................................................................................................................. 3

Los Marquiegui.......................................................................................................... 4

Vientos de libertad .................................................................................................... 5

Toma de posiciones ................................................................................................... 8

El juramento de Jujuy ............................................................................................. 10

El Éxodo Jujeño ........................................................................................................ 12

Batallas decisivas y el homenaje a Jujuy .............................................................. 14

El abrazo de Algarrobo ........................................................................................... 20

La Guerra Gaucha ................................................................................................... 21

Pepita Marquiegui ................................................................................................... 23

El rey inca y la independencia ............................................................................... 24

La gran invasión ...................................................................................................... 27

La anarquía............................................................................................................... 31

El Día Grande de Jujuy ........................................................................................... 34

El día después .......................................................................................................... 40

Bibliografía ............................................................................................................... 45

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PRÓLOGO
En abril de 2004, leí un artículo en un diario sobre “El día grande de Jujuy”.
Fue la primera vez que tomé consciencia de lo poco que conocía la historia de
Jujuy en particular, y la historia de Argentina en general. En la escuela había
estudiado algunos eventos aislados y la vida de algún que otro prócer, pero era
incapaz de vincular unos con otros. Parecía que lo único que recordaba de
historia era una sucesión aséptica de fechas, lugares y nombres. Sin embargo,
en mi interior sabía que si el presente es apasionante, mucho más lo debía ser
la historia que vivieron aquellas personas ―próceres y anónimos― que
pelearon por la independencia de nuestro país.

Le comenté esto a mi entonces novia y actual esposa, Jorgelina, y juntos


comenzamos la aventura de estudiar la historia de Jujuy. No fue fácil. Cada
libro que leíamos se centraba en un evento específico, con una visión particular;
era como una pieza aislada de un gran rompecabezas, cuya figura final
desconocíamos. Todo era muy difícil de comprender. Entonces, comenzamos a
repasar el material; pero esta vez tomando como hilo conductor a
determinados personajes de la historia de Jujuy. Fue como ir descubriendo una
cautivante novela oculta y distribuida en varios libros. Cada día, avanzábamos
en la vida de los personajes, en el contexto histórico, y todo se hizo más fácil de
comprender. Cuando terminamos, nos sentimos orgullosos de nuestro pasado,
y lo amamos; pero también tuvimos una visión más precisa de nuestro presente
porque muchas situaciones de la actualidad tienen una profunda raíz en esta
historia.

Lo que nosotros estudiamos es sólo una pequeña parte de la gran historia de


Jujuy, y es la que vamos a presentar en esta cartilla. Nos animamos a presentar
este material porque consideramos justo y necesario brindar un homenaje a los
que entregaron todo para que fuéramos libres, y porque consideramos que
todo aquel que ame Jujuy, haya o no nacido en esta tierra, tiene el derecho a
estar orgulloso de esta historia; pero también tiene la obligación de honrarla
con sus actos diarios.

Cada hecho y cada protagonista de esta historia justifica por sí mismo la


realización de una gran película, y quizás sea esa la única forma correcta de
presentarla. Durante un tiempo intentamos la producción de una documental
con este argumento, pero es algo tan monumental que se escapa a nuestras
posibilidades actuales. Ante esta momentánea imposibilidad, y como
homenaje al bicentenario del Éxodo Jujeño, redactamos esta cartilla. Sin
embargo, ¿cómo se puede presentar una historia tan compleja en una cartilla?,
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es como contar a alguien una película en un mail: se pierde gran parte de la
magia. Sólo hay una posibilidad: contar con tu total colaboración. Es necesario
que aceptes viajar con la imaginación al pasado, que aceptes que todo lo que
contaremos en verdad ocurrió ―por más fantástico que parezca―; es necesario
que estés dispuesto a tomar partido en la historia, y sobre todo que dejes aflorar
tus sentimientos.

Si estás dispuesto a eso, desconéctate del presente, y dejemos que los fantasmas
nos lleven a la época en que los hombres no tenían códigos, tenían principios;
el pueblo no le pedía nada a la patria, le entregaba todo; los generales no
contemplaban las batallas, la peleaban, en el frente y cuerpo a cuerpo.
Regresemos al glorioso pasado de Jujuy, vivamos cada hecho con pasión,
seamos protagonistas de ellos, y hasta héroes de nuestra historia. Revivamos
juntos la historia de Jujuy: tu gran historia.

Enrique E. Tarifa
eetarifa@yahoo.com.ar
San Salvador de Jujuy, 18 de noviembre de 2012

En al bicentenario de la Independencia, queremos reeditar esta cartilla. Se


agregaron algunos datos y se incluyeron nuevas imágenes originales.
Esperamos que disfrutes su lectura tanto como nosotros disfrutamos en
redactarla. Pasaron cuatro años de la primera edición, y seguimos aprendiendo
sobre la historia de Jujuy: ¡hay tanto que contar!; pero es imposible hacerlo en
una cartilla. Por ese motivo, abrimos el sitio de Internet denominado Historia
de Jujuy (https://www.facebook.com/historiadejujuy/), y allí volcamos cada
cosa que vamos aprendiendo. Es un aporte que se suma al esfuerzo que hacen
otras personas para difundir la historia de Jujuy; pero no es suficiente: los
jujeños aún no somos conscientes del glorioso pasado que hemos heredado, ni
Argentina ha reconocido lo gran deuda que tiene con Jujuy. Ojalá esta cartilla
siembre en ti el deseo de conocer la historia de tus ancestros, porque entonces
descubrirás el valor y el honor que corren por tu sangre, y ya nada será lo
mismo.

Enrique E. Tarifa
eetarifa@yahoo.com.ar
San Salvador de Jujuy, 10 de septiembre de 2016

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EL DÍA GRANDE DE JUJUY
ENRIQUE E. TARIFA Y JORGELINA F. ARGAÑARAZ

L A ESPERA
Amanece, es el 27 de abril de 1821. Gauchos de Jujuy esperan, ocultos en el
monte, la orden que termine con la tensa calma e inicie una batalla decisiva
para el destino de la naciente patria. Ésta es la historia, reconstruida con
fragmentos incompletos (y a veces contradictorios), del día en que grandes
hombres, con sus luces y sombras, se enfrentaron por sus ideales en suelo
jujeño. Ésta es la historia de “El Día Grande de Jujuy”.

J UJUY Y LOS GAUCHOS


El 20 de agosto de 1561, Gregorio Castañeda funda Ciudad de Nieva en el
último valle fértil camino a Lima. La ciudad es destruida dos años después por
los Omahuacas, guiados por el cacique Juan Calchaquí.

Pedro de Zárate está a cargo del segundo intento. Así nace San Francisco de
Alava el 13 de octubre de 1575, pero la ciudad está marcada. El gobernador de
Córdoba del Tucumán, Gonzalo de Abreú y Figueroa, considera que la
fundación invade su jurisdicción, y decide destruirla. Con este fin, invita a
Zárate y a sus hombres a una expedición hacia el Gran Chaco. Desprotegida y
con apenas un año de vida, la ciudad es destruida por el cacique Diego
Viltipoco, a pesar de la valentía que muestran sus pocos defensores.

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Monumento a la fundación de San Francisco de Alava
Deben pasar dieciocho años para que la maldición se rompa. Francisco de
Argañaras y Murguía, un español de 32 años, se ofrece como voluntario con el
fin de realizar la misión. Lo acompaña en la decisión su esposa Bernardina
Mejía Mirabal, quien entrega la dote que acaba de recibir para hacer posible la
gran empresa. Es así como Argañaras parte de Santiago del Estero con armas,
caballos, bueyes, vacas, ovejas y dieciocho carretas: todo adquirido a su costa.

Al pasar por Salta, Argañaras encuentra opiniones contrarias a sus propósitos,


algunas motivadas por la cercanía de la futura ciudad, y otras por el triste
destino de las fundaciones anteriores. Sin parecer afectado por la situación,
Argañaras dirige su caravana al valle del Xibi Xibi y, el 19 de Abril de 1593,
funda San Salvador de Velasco en el valle de Jujuy.

Con el fin de evitar la destrucción de la nueva ciudad, Argañaras elude a los


espías indios partiendo, por la noche, en silencio, con treinta hombres elegidos
por él. Al poco tiempo, irrumpe sorpresivamente en Purmamarca, y captura al
cacique Viltipoco y a sus hombres. De inmediato, regresa con los prisioneros a
la ciudad, donde son bautizados y convertidos al cristianismo. Así se inicia una
especial relación entre españoles y nativos que consolidará los cimientos de la
nueva ciudad. Así se inicia, también, la fusión de sangre nativa con europea
que forjará una nueva casta de guerreros: los gauchos.

Por decretos reales de 1676 y 1695, la aduana interna se traslada de Córdoba a


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Jujuy, quedando esta región como el límite de la zona del Río de la Plata. En
esta época se instalan distintas congregaciones religiosas. Llegan los

El Día Grande de Jujuy.


franciscanos y los jesuitas. Estos últimos promueven la educación, el arte, la
industria azucarera, y protegen a los aborígenes. La ciudad goza de
prosperidad gracias a su enclave estratégico en medio del camino real. Lo
mismo ocurre con los poblados de la Quebrada de Humahuaca. Jujuy es un
territorio de gran importancia y riqueza.

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la afortunada situación de Jujuy


comienza lentamente a ser socavada cuando las reformas administrativas de
los Borbones llegan a la región del Río de la Plata. En 1767, la expulsión de los
jesuitas del territorio americano acongoja a la comunidad jujeña: grande y
buena fue su obra en la región.

En 1776, surge el Virreinato del Río de la Plata provocando la concentración de


la actividad comercial en Buenos Aires. La región del norte pierde su lugar de
privilegio: de estar en el medio de una importante ruta comercial, está ahora
en medio de la nada. La población disminuye, y la economía se contrae hasta
casi desaparecer.

Ante tantas circunstancias adversas, por Cédula Real, Jujuy pasa a depender
de la Intendencia de Salta del Tucumán en 1782. Desde ese mismo momento,
la recuperación de la autonomía es un fuego que caldea y funde en uno a los
corazones jujeños.

L OS G ORRITI
En 1750, desde España, llega a Jujuy Ignacio Gorriti, y junto a Feliciana Cueto,
―una rica heredera jujeña― crean una de las más poderosas familias de la
aristocracia del norte. Ignacio se destaca por su capacidad para conducir tropas;
y así lo demuestra cuando ―indignado por la orden de expulsión de los
jesuitas―, al mando de 200 vecinos, combate al gobernador de Tucumán.

Diez son sus hijos. Los tres mayores, varones jujeños, son destinados por él y
por las usanzas de la época a seguir las clásicas carreras: Juan Ignacio, el mayor,
se consagra al sacerdocio; José Ignacio, el segundo, estudia abogacía; y José
Francisco, el menor, apodado “Pachi”, inicia la carrera militar.

En 1789, Ignacio muere, y su hijo José Ignacio, con tan sólo 19 años y el
doctorado en leyes recién obtenido, debe regresar para asumir la dirección de
las estancias familiares y el cuidado de la madre y de los hermanos. Acepta con
resignación la fatalidad que en un instante lo transforma de abogado a
estanciero.
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En 1802, a los 32 años, José Ignacio siente cumplida la misión autoimpuesta, y
se concede el derecho de ser feliz junto a María Feliciana Zuviría. Ella será su

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


eterna compañera, y le hará padre de ocho hijos, de los cuales la penúltima se
llamará Juana Manuela.

Familia de José Ignacio Gorriti. De pie, a la derecha, está Juana Manuela.


Por su parte, Pachi ama y domina las habilidades gauchas, lo que unido a su
corpulencia física hace que todos lo respeten e idolatren. Las historias de sus
enfrentamientos en la selva con pumas y tigres, sin otra arma que un puñal y
la defensa del poncho enroscado en el brazo, recorren la región alimentando la
leyenda.

En 1806, con 26 años, Pachi presta servicio en Montevideo. Cuando está en su


puesto de centinela en una garita cercana al Río de la Plata, se desencadena una
fuerte tempestad con viento huracanado. De repente, una ola hace desaparecer
la garita, y él cae al agua. Impotente ante la fuerza del mar, reza y promete a
San Francisco que, si sobrevive, llevará el hábito de la orden por el resto de sus
días. En ese mismo instante, flotando a la deriva, pasa el cadáver de un caballo.
Pachi cree que es el milagro pedido, se aferra con todas sus fuerzas a la cola del
animal, y llega a la costa. Fiel a su promesa, desde ese día vestirá el hábito
franciscano.

L OS M ARQUIEGUI
En 1760, Bentura Marquiegui arriba a Jujuy proveniente de España; y en 1775,
se casa con María Gregoria de Iriarte Goyechea. Ella tiene 16 años, y él 28.
Dos años después, nace el primer hijo: Juan Guillermo. A los ocho meses de
edad, el niño pierde a su madre.
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El Día Grande de Jujuy.


Bentura contrae nuevo matrimonio con su cuñada, María del Carmen Felipa de
Iriarte y de la Cámara. De esta unión nacen doce hijos, ocho mueren a muy
temprana edad. Entre los sobrevivientes está Felipe Bartolomé.

En 1789, Bentura recibe con verdadero cariño de tío a Pedro Antonio Olañeta,
joven español que con tan sólo 19 años trae la convicción de triunfar y
enriquecerse. Pronto establece una fuerte amistad con su primo Juan Guillermo
de 12 años, y se encariña con Felipe, recién nacido. Ocho años después, la
familia Marquiegui vuelve a crecer, esta vez con una hija a quien bautizan con
el nombre de Josefa Raimunda, pero será conocida como Pepita.

Pedro Antonio Olañeta


Desde su arribo de España, Olañeta trabaja con una dedicación absorbente tras
un único propósito: amasar fortuna. Con este ánimo, recorre todo el territorio
jujeño por más de veinte años. Consolidado su objetivo, a los 40 años, torna la
mirada hacia Pepita, y se enamora perdidamente. Nada puede detenerlo en
esta nueva obsesión, ni los escasos 13 años de la niña, ni los vínculos de sangre.
El 11 de noviembre de 1810, con dispensa eclesiástica, desposa a su prima en la
Iglesia Mayor. Este matrimonio será la condena y la salvación de Jujuy.

V IENTOS DE LIBERTAD
En 1808, Napoleón Bonaparte invade España, toma prisioneros a Carlos IV y a
su hijo Fernando VII, y los hace abdicar al trono de España. Ante el vacío de
poder, se inicia el movimiento revolucionario en América del Sur con la
instalación de una junta de gobierno en Montevideo. En el mismo año, Ludwig
van Beethoven estrena su 5° sinfonía en Viena.

El 25 de mayo de 1810, el Cabildo porteño desplaza al virrey Baltasar Hidalgo


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de Cisneros de su cargo e instituye un gobierno propio: la Primera Junta. En
junio, el Cabildo jujeño toma conocimiento oficial de los hechos acontecidos en

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Buenos Aires, y tres meses después se pronuncia a favor de la revolución. Juan
Ignacio Gorriti, de 44 años, es elegido como representante para conformar la
Junta Grande. En ella, el canónigo siembra la semilla del federalismo al solicitar
la autonomía política y económica de Jujuy y demás pueblos diciendo:

“En consecuencia reclamo la forma de Gobierno, el cumplimiento de sus


solemnes promesas de establecer la absoluta igualdad de derechos de todos
los pueblos, y que conforme a ellas, se borre, si puede ser, hasta de la
memoria de los hombres, la dependencia de los pueblos de las que se han
llamado capitales: que cada ciudad se gobierne por sí sola, con la
dependencia al Gobierno Supremo.”

Aunque el planteo tiene una lógica irrefutable, no es atendido por la Junta


Grande.

Juan Ignacio Gorriti


Pronto Buenos Aires comprende la necesidad de expandir y defender las ideas
de la revolución. Organiza el Ejército Auxiliar del Alto Perú1, y lo despacha en
la Primera Expedición al mando del Gral. Antonio González Balcarce y del
Dr. Juan José Castelli. A fines de septiembre de 1810, las tropas llegan a Jujuy,
donde sus pobladores ayudan con ropas, armas, dinero y víveres. La ciudad se
transforma en un gran fuerte que refugia y sostiene al flamante ejército.

Es también Jujuy el primer pueblo en combatir por los ideales de la Revolución


de Mayo. Así se obtienen las dos primeras victorias patrias en la Puna de Jujuy:
la de Cangrejos, el 18 de septiembre de 1810, y la de Yavi, el 14 de octubre del
mismo año. Después de estos triunfos, el ejército patriota sigue avanzando
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1 Actualmente, este ejército se lo conoce con el nombre de “Ejército del Norte”.


El Día Grande de Jujuy.
hacia el norte. Antes de llegar a Tupiza, en el Alto Perú, logra una gran victoria
sobre el ejército realista en Suipacha, el 7 de noviembre de 1810. Desde allí
continúa su avanzada hasta Potosí. A partir de entonces, la disciplina se relaja,
y los oficiales remplazan a Balcarce con Castelli, quien negocia una tregua de
cuarenta días con las tropas realistas.

En Potosí, Castelli toma medidas acordes a los ideales de la revolución. Sin


embargo, la conducta de oficiales y tropa es deplorable. Los excesos de las
patotas de “oficialitos porteños” indignan a los pobladores. A esto se suman
medidas contra la iglesia, a la cual las autoridades de la expedición consideran
enemiga de la revolución y un instrumento de la dominación española. Estas
medidas no son populares porque la religión ya está arraigada en la población:
en los tiempos difíciles de la dominación española, la religión brindó la
esperanza necesaria para continuar viviendo, y la gente todavía se aferra a ella.
Toda esta situación, provoca la desconfianza generalizada sobre las intenciones
de Buenos Aires y de la revolución “que había dado motivos suficientes de sacrilegio
y de lujuria para que se la sospechara de satánica”. En consecuencia, el Alto Perú
retira el apoyo logístico, los realistas rompen la tregua, y se produce la derrota
de Huaqui, el 20 de junio de 1811. Es el inicio de la separación definitiva de esas
tierras.

Las tropas patriotas inician una lastimosa retirada y se refugian en Jujuy, que
otra vez les ofrece asilo, convirtiéndose ahora en un gran hospital militar. El
Triunvirato de Buenos Aires releva a Castelli y a Balcarce, y designa
Comandante en Jefe del Ejército del Norte al Gral. Juan Martín de Pueyrredón,
quien es pronto sucedido por un abogado porteño de 41 años: el Gral. Manuel
Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.

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Gral. Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


T OMA DE POSICIONES
El 7 de mayo de 1811, considerando el nuevo escenario planteado por la
revolución, Bentura Marquiegui solicita al Cabildo de Jujuy que gestione ante
la Junta Grande la separación del territorio jujeño de la jurisdicción de Salta.
Este pedido está motivado por los perjuicios de todo tipo, y en especial
económicos, que sufre esta región desde la época colonial, los cuales se
agravaron con el traslado de las cajas reales de Jujuy a Salta.

Bentura Marquiegui es toda una personalidad en Jujuy, y participa de manera


activa en la vida política. El pedido que realiza representa el sentir de todos los
pobladores. Sin embargo, como ocurriera con el planteo de Juan Ignacio
Gorriti, la solicitud no prospera ante la Junta Grande. No por esto Bentura deja
de trabajar a favor de la región. El 20 de agosto del mismo año, el Cabildo de
Jujuy lo designa para inspeccionar los fuertes ubicados en las fronteras de Jujuy
con el Chaco salvaje. El documento de designación no deja dudas sobre la
opinión que se tiene en general de Bentura:

“teniendo este Cabildo entera confianza en el celo, patriotismo e


inteligencia práctica de D. Bentura de Marquiegui, acordamos el
nombrarlo como desde luego lo nombramos de Comisionado para la visita
de los Fuertes de nuestra Frontera.”

Debido a la dependencia política de Jujuy, para realizar la misión es necesaria


la aprobación de la Junta Provincial de Salta, pero esta autorización nunca
llega. Las autoridades de Salta desde hace tiempo que no colaboran con las
subalternas de esta región; más aún, tratan de interferir en el normal desarrollo
de sus funciones. El gobernador de Salta, Cnel. Tomás de Allende, instiga estas
acciones provocativas, las cuales originan una dura respuesta por parte del
Alcalde de Primer Voto jujeño, Manuel Francisco Espinosa, quien el 12 de
octubre de 1811, en el Cabildo de Jujuy, plantea:

“El déspota cavila para sostener sus caprichos, pero esta misma oposición
autoriza más las gestiones de este Cabildo para cortar la dependencia
funesta de Jujuy respecto de Salta.”

“¿encontráis alguna ventaja en una subordinación que a mi me parece


tan perjudicial para este pueblo?”

Ante esta pregunta, los presentes se expiden unánimemente a favor de un


gobierno autónomo, independiente de Salta, y toman medidas para plantear
una demanda formal en la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Nuevamente,
8 el reclamo no es escuchado.

El Día Grande de Jujuy.


Cabildo de Jujuy. Originalmente tenía dos pisos, pero fue destruido por un
terremoto en 1863.
La preocupación de los Marquiegui por la región aumenta al ver cómo ella es
empobrecida por la guerra. Por este motivo, su adhesión a la Revolución de
Mayo es poco menos que tibia; pero por otra parte, su participación en las
actividades de Jujuy se intensifica. En este sentido, el 1° de junio de 1811, Juan
Guillermo asume el cargo de Regidor Alférez Real; y el 1° de octubre del mismo
año, Pedro Antonio Olañeta es elegido Regidor Defensor de Menores y Pobres
por el Cabildo Jujeño.

Esta participación de los Marquiegui en la vida de Jujuy tiene un abrupto fin el


día 7 de diciembre de 1811, cuando el Cabildo de Jujuy recibe del Superior
Gobierno de Buenos Aires las actas de la elección de los concejales del cabildo,
en ellas todos los cargos son aceptados excepto el de Olañeta. La impugnación
se realiza sin explicación alguna. Olañeta, que ya era capitán de milicias desde
1810, es devastado por la noticia. Los Marquiegui sienten lo ocurrido como una
afrenta insoportable y, con la misma pasión que habían luchado por Jujuy,
vuelcan ahora su lealtad al rey de España, alimentando su odio por esta región.
Es así como Buenos Aires oscurece el futuro de Jujuy al transformar, sin motivo
alguno, a destacados ciudadanos en implacables enemigos.

Por el contrario, los tres hermanos Gorriti ―Juan Ignacio, José Ignacio y
Pachi― son ardientes portadores de las ideas de la emancipación americana.
Producida la Revolución de Mayo, Juan Ignacio, que ejercía su sacerdocio en
Jujuy, marcha a Buenos Aires como diputado. Entre tanto, José Ignacio apoya
con fuertes sumas de dinero, hacienda y caballería a los ejércitos nacionales que
pasan por sus propiedades rumbo al Alto Perú. Más aún, junto con Pachi, se
dedican a preparar tropas para la guerra, organizando partidas con sus
gauchos y otros de los alrededores. Primero, son los llamados “Patriotas 9
Decididos”; más tarde, la famosa caballería gaucha, donde Pachi se hace

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


invencible al frente de la división “Lanceros”. La Guerra Gaucha se está
gestando.

E L JURAMENTO DE J UJUY
Cuando el Gral. Manuel Belgrano llega a Jujuy, las tropas patriotas y la
población están desoladas material y anímicamente por los avatares de la
guerra; pero sobre todo, ya no creen en la revolución. Belgrano comprende que
es imperioso remediar esto, y lo hace reorganizando las tropas e imponiéndole
una férrea disciplina cívica y militar. Sin embargo, sabe que cambiar el ánimo
del ejército y del pueblo es una tarea aún más difícil. Es aquí donde Belgrano
demuestra que conoce y comprende profundamente los sentimientos de la
gente, y elabora un plan que pone en marcha el 25 de mayo de 1812, segundo
aniversario de la revolución y primera vez que se festeja como fiesta cívica.

Salvas de artillería, repiques de campanas y un desacostumbrado bullicio


asombra a la aurora de aquel día. Quince cañonazos saludan a la bandera
creada por Belgrano tres meses antes en Rosario. En brazos del barón Eduardo
Kaunitz de Holmberg, es llevada hasta los balcones del Cabildo, donde
―haciéndola flamear al son de dianas― la deja expuesta a la contemplación de
la tropa y del pueblo congregado en la Plaza Mayor de la ciudad. Es así como
el pueblo de Jujuy es el primero en ver la Bandera Nacional, y comprende que
en ella está la patria por la cual ha estado luchando tanto.

Luego de la misa solemne y tedeum, la bandera hace su entrada al templo de


la iglesia matriz, mientras se escucha a la orquesta y el coro de Pedro Ferreyra.
Tomándola por el asta, Belgrano se adelanta al altar donde, en nombre de Dios,
Juan Ignacio Gorriti la bendice con la señal de la Cruz. Después, en medio de
un profundo silencio, sube el sacerdote al púlpito y explica el significado del
símbolo que acababa de bendecir. Vítores y aplausos de alegría se escuchan al
finalizar la ceremonia y, mientras el barón de Holmberg la conduce
nuevamente a los balcones del Cabildo, otras quince salvas de cañones marcan
el momento histórico. Con este acto, Belgrano reconcilia la revolución con la
iglesia, y lo hace ante el pueblo de Jujuy.

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El Día Grande de Jujuy.


Bendición de la bandera (25 de mayo de 1812)
Por la tarde, Manuel Belgrano con la enseña en brazos, se dirige al centro de la
plaza donde, desde una tribuna, pronuncia una inspiradora arenga y,
levantando la bandera “concebida por Dios”, requiere el juramento de ejército y
pueblo. Un ¡Viva la Patria!, vibrante y entrañable une para siempre el destino
de Jujuy a la bandera. De esta forma, el pueblo jujeño es el primero en jurar
lealtad al sagrado paño, y cumplirá ese juramento a sangre y fuego,
convirtiendo a Jujuy en la “Abanderada de la Patria”.

Jura de la bandera (25 de mayo de 1812)


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Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


E L É XODO J UJEÑO
A comienzos de 1812, las tropas realistas dirigidas desde Lima por el virrey
Fernando de Abascal, dominan el Alto Perú. Sólo la ciudad de Cochabamba y
su jurisdicción siguen fieles a los principios revolucionarios. La guerrilla
cochabambina, comandada por Esteban Arze, mantiene en jaque a los realistas.
Ante esta situación, Abascal planea reconquistar el territorio del Río de La
Plata, para lo cual primero debe tomar Cochabamba, y luego concentrar todas
sus fuerzas sobre Jujuy.

En mayo de 1812, se moviliza el ejército realista hacia Cochabamba bajo las


órdenes del Gral. José Manuel de Goyeneche; son 2000 soldados, a los que se
suman las huestes indígenas de los caciques Mateo Pumacahua y Manuel
Choquehuanca de Perú. El 24 de mayo, Goyeneche derrota a la guerrilla
cochabambina, lo que provoca un gran pánico en toda la región, e
inmediatamente se dirige a Cochabamba.

En esa ciudad, los hombres habían partido con la guerrilla, y sólo quedan
ancianos, mujeres y niños, casi todos pertenecientes a los sectores humildes
―porque la gente con recursos trató de ponerse a salvo en las haciendas―. Las
mujeres de la ciudad se agrupan en la colina de San Sebastián (conocida como
la Coronilla), y allí dan batalla. El 27 de mayo, las tropas de Goyeneche entran
a caballo, degollando a quienes encuentran a su paso, y se dedican al saqueo
sistemático y al incendio de la ciudad. Las heroicas y valientes mujeres
cochabambinas mueren junto a los niños y ancianos. Vencida Cochabamba, el
próximo objetivo es Jujuy.

La vanguardia española ―cuatro veces más numerosa, superior en instrucción,


armamento y material que la fuerza patriota― inicia la invasión a Jujuy. Bajo
el mando de Juan Pío de Tristán y Moscoso, las tropas llegan a Volcán el 22 de
agosto de 1812, haciendo replegar hasta Yala a los defensores dirigidos por
Eustoquio Díaz Vélez.

Belgrano es consciente de que no hay más alternativa que ordenar la


evacuación total, y acepta las instrucciones de Buenos Aires de retirarse hasta
Córdoba. El domingo 23 de agosto de 1812, a las cinco de la tarde, el pueblo
jujeño inicia su heroico éxodo. Todo se lleva, oculta o destruye. “Tierra
arrasada” es la orden de Belgrano, y el pueblo jujeño cumple con el juramento
realizado a la bandera. Al día siguiente, los invasores ocupan la ciudad.

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El Día Grande de Jujuy.


Éxodo Jujeño (23 de agosto de 1812)
En estas circunstancias, José Mariano Iturbe, de tan sólo 17 años, se incorpora
a la fuerza de gauchos que organiza Antonio González Balcarce: “Los
Decididos de Jujuy”. Ellos tienen la dura tarea de colaborar con la retaguardia
liderada por Díaz Vélez, protegiendo la marcha del pueblo y de la tropa para
evitar que el ejército realista cumpla con sus órdenes de alcanzar y exterminar
al debilitado ejército patriota. A esta fuerza también se suman Juana Azurduy
y su esposo Manuel Ascencio Padilla. El bautismo de fuego llega en el combate
del Río de las Piedras, el 3 de septiembre, donde los gauchos logran reprimir el
avance de la vanguardia realista. Esta victoria tiene un gran efecto sobre la
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moral de los patriotas.

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Salta no acata la orden de Belgrano, y no se pliega al Éxodo Jujeño. Al contrario,
cuando las tropas invasoras llegan a Salta, son recibidas jubilosamente: las
campanas de las Iglesias replican saludando a los defensores de la religión, los
vecinos españoles se alistan como voluntarios, y los curas bendicen al invasor
entre plegarias de agradecimiento.

Mientras tanto, la familia Marquiegui, como otras familias realistas, se queda


en suelo jujeño desobedeciendo la orden de partir, y aprovecha la oportunidad
para tomar revancha de la afrenta recibida. A la entrada de Tristán en Jujuy, se
incorporan a las fuerzas realistas el capitán de Milicias de Jujuy Pedro Antonio
Olañeta y su primo, el Tte. Juan Guillermo Marquiegui. Más tarde, se incorpora
también Felipe Bartolomé Marquiegui.

Al tiempo que los Marquiegui se comprometen cada vez más con la causa
realista, los familiares políticos de Bentura Marquiegui, especialmente
Domingo y Felipe Antonio de Iriarte, tienen una relevante actuación en el
bando patriota. La guerra divide la sociedad y las familias jujeñas en dos
bandos, provocando terribles conflictos internos: padre contra hijo, hermano
contra hermano.

B ATALLAS DECISIVAS Y EL HOMENAJE A J UJUY


Belgrano sabe que si obedece las órdenes de Buenos Aires de retirarse hasta
Córdoba, se perderán las tierras del norte para siempre. Los 4000 hombres del
ejército invasor se acercan rápidamente a Tucumán; pero hay una esperanza:
sigue siendo sólo la vanguardia del ejército realista. Gratamente sorprendida
por la facilidad con que pudo avanzar sobre Jujuy y Salta, la vanguardia no se
detuvo a esperar al resto del ejército. En esta situación, una vez más Belgrano
luce su inteligencia: simula escapar hacia Santiago del Estero, y a al mismo
tiempo despacha hacia Tucumán a Juan Ramón Balcarce en busca de refuerzos.
Tucumán, con los invasores en puerta y los defensores simulando esquivarla,
responde con velocidad y entusiasmo; y sin perder más tiempo, se organiza la
defensa de la ciudad contra el invasor. Belgrano se dirige a Tucumán donde,
alentado por los propios tucumanos y con la retaguardia protegida por “Los
Decididos de Jujuy”, resuelve dar batalla al enemigo, desobedeciendo de plano
las órdenes de Buenos Aires. La decisión no fue fácil, pese a los refuerzos, el
enemigo duplica a las fuerzas patriotas; pero Belgrano no ve otra opción, y
escribe al Triunvirato:

“Algo es preciso aventurar y ésta es la ocasión de hacerlo; voy a presentar


14 batalla fuera del pueblo y en caso desgraciado me encerraré en la plaza
hasta concluir con honor.”

El Día Grande de Jujuy.


El 24 de septiembre de 1812, Belgrano ora un largo rato ante el altar de la Virgen
de las Mercedes, y se cree que solicita la realización de un milagro en su
desesperación. En ese mismo momento, Juan Pío de Tristán y Moscoso, que
creyó el simulacro de escape que hizo Belgrano, ordena la marcha hacia el sur
de la ciudad con la intención de evitar la fuga del ejército patriota. Por orden
del teniente de Dragones Gregorio Aráoz de La Madrid, natural de la zona, se
incendian los campos cercanos a la ciudad para dificultar el accionar del
invasor. Belgrano aprovecha la confusión creada, e inicia el ataque con la
artillería. Tristán es sorprendido en plena marcha hacia el sur de la ciudad, no
esperaba que el pequeño ejército patriota tomara la iniciativa, y menos que se
lanzara a una batalla campal. La batalla comienza en el Campo de las Carreras.
Los españoles contestan cargando a bayoneta. Belgrano ordena responder por
el centro con carga de la infantería y de la reserva de caballería, y por la derecha
envía a la caballería formada por la tropa tucumana recién reclutada: la primera
caballería gaucha. La carga tiene un efecto formidable. Lanza en mano,
avanzan los gauchos, haciendo sonar sus guardamontes y dando fuertes gritos,
como salidos del mismo infierno. El espectáculo aterroriza al enemigo, y los
gauchos embisten con tal ímpetu que destrozan el flanco izquierdo del ejército
de Tristán. Al alcanzar la retaguardia del enemigo, buena parte de la caballería
gaucha rompe la formación para apoderarse de las mulas cargadas con trastos
y fuertes sumas en metales preciosos del ejército realista, y se retira del campo
de batalla. Con esta acción, privan también al enemigo de las reservas de
municiones y provisiones. Mientras tanto, al otro lado del frente, el resultado
es muy distinto. Belgrano se dirige a reforzar ese frente personalmente; a pesar
de ello, el avance de la caballería y de la infantería de los realistas es imparable.
La batalla parece perdida. En ese momento decisivo, ¡el milagro! Una densa
nube de tierra, acompañada por un atronador ruido, se acerca rápidamente al
campo de batalla, parece una caballería al ataque. Cuando la nube llega al
campo de batalla, un fuerte viento castiga a las tropas realistas. Al momento,
irrumpe una enorme manga de langostas que confunde a los soldados y
oscurece la visión, acabando de descomponer el frente de batalla. Es tal la
confusión que las fuerzas españolas piensan que llegaron refuerzos patriotas,
y se dan a la fuga, abandonado 39 carretas cargadas de armas y municiones.
Díaz Vélez y Manuel Dorrego encuentran estas carretas y, junto con los
prisioneros que toman y los cañones que pueden arrastrar, regresan a la ciudad
para protegerla.

15

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812)
Tristán consigue reorganizar a los suyos; pero cuando regresa al campo de
batalla, encuentra que ya no están los patriotas; y que éstos se llevaron el
parque y la mayor parte de los cañones. Se dirige entonces a la ciudad, e intima
a Díaz Vélez con la amenaza de incendiarla. Sabe que tiene los medios para
cumplir con la amenaza; pero los defensores también tienen los medios para
rechazarla: se le responde firmemente que, en tal caso, se degollarán a los
prisioneros, entre los cuales figuran cuatro coroneles. Durante toda la noche
permanece Tristán junto a la ciudad, sin atreverse a cumplir su amenaza. El
recuerdo del aterrador ataque de los gauchos le hace dudar sobre cómo
proceder. El 25 por la mañana, el jefe realista se entera de que Belgrano, con
alguna tropa, está a su retaguardia; la situación es muy comprometida.
Belgrano le intima rendición “en nombre de la fraternidad americana”. Sin
aceptarla y sin combatir, Tristán se retira lentamente esa misma noche por el
camino de Salta. La batalla de Tucumán es un gran triunfo patriota conseguido
a apenas un mes de iniciado el Éxodo Jujeño, y marca un transcendental e
imprevisto cambio de situación.

En agradecimiento por el triunfo, Belgrano nombra Generala del Ejército a la


Virgen de las Mercedes porque precisamente la victoria de Tucumán se ha
verificado en el día de su advocación. El general en jefe se separa de su bastón
de mando y lo coloca en los brazos de la imagen en el transcurso de la solemne
procesión que se realiza por las calles tucumanas.

Dando muestra de su humildad, después del triunfo obtenido, Belgrano


solicita al gobierno ser remplazado por un militar de carrera: el Gral. José
16 Francisco de San Martín. Buenos Aires rechaza el pedido.

El Día Grande de Jujuy.


Belgrano persigue a Tristán hasta Salta. Esta vez la situación es inversa a la
vivida en Tucumán. Ahora, es el enemigo quien se hizo fuerte en la ciudad, y
es quien cuenta con el apoyo de la población. Tristán fortificó el lado sur de la
ciudad, y espera la llegada del ejército patriota que viene desde Tucumán. Un
ataque por ese lado está condenado al fracaso. Ante esta escenario, Belgrano se
debate entre dos opciones: atacar sabiendo que es muy difícil lograr una
victoria, o retroceder hacia Tucumán, dejando Salta y Jujuy al enemigo. En ese
momento decisivo, el capitán salteño José Apolinario Saravia propone atacar
por el norte utilizando un camino que él conoce por ser lugareño. Es el milagro
que nuevamente necesitaba Belgrano. Para desorientar al enemigo, la
vanguardia dirigida por Díaz Vélez ataca por el lado sur de la ciudad, el lado
fortificado; pero simultáneamente, con la guía de Apolinario Saravia, el grueso
de la tropa da el rodeo planeado. La noche anterior a la batalla, Belgrano sufre
vómitos de sangre, posiblemente por el estrés. Por las dudas, hace preparar un
carruaje para poder dirigir la batalla desde allí. Sin embargo, a último momento
mejora, y puede estar al frente de la caballería, guiando el ataque que se inicia
por el lado norte el 20 de febrero de 1813. El primer choque es favorable a los
españoles. Entonces, Belgrano ordena el ataque de la reserva, mientras la
artillería lanza fuego granado y él mismo conduce una avanzada de la
caballería sobre el cerco que rodea la ciudad. La táctica es exitosa: columnas de
infantes rompen la línea enemiga y avanzan sobre las calles salteñas, cerrando
la retirada de los realistas. El retroceso de los realistas se ve dificultado por el
mismo corral que erigieron como fortificación al sur de la ciudad. Finalmente,
se congregan en la Plaza Mayor de la ciudad, donde Tristán decide rendirse,
mandando tocar las campanas de la Iglesia de La Merced. La batalla de Salta es
otro gran triunfo de los patriotas.

17

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Apolinario Saravia
Al finalizar la batalla, los 2786 hombres que quedaban con Tristán se rinden.
Belgrano, contra la opinión de sus oficiales, les hace jurar que jamás tomarán
armas contra la Revolución Americana, y los libera. En una situación similar,
Napoleón Bonaparte ordenó que se fusilaran 4000 prisioneros turcos
capturados en Jaffa. Gran parte de los liberados por Belgrano se incorporan a
las fuerzas patriotas. La otra parte, aproximadamente 300, no cumplen con el
juramento porque son eximidos por el arzobispo de Charcas y el obispo de La
Paz, quienes declaran que Dios no considera válidos los tratados hechos con
herejes. Uno de los eximidos es Juan Guillermo Marquiegui.

La batalla de Salta fue la primera en que flameó la enseña patria; pues ya no


estaba el Triunvirato que había prohibido su uso por consejo de Bernardino
Rivadavia ―había sido derrocado en octubre de 1812 por un alzamiento
revolucionario liderado por el Gral. San Martín―. En reconocimiento a las
victorias obtenidas en Tucumán y Salta, la Asamblea Constituyente del año
XIII, bajo el Segundo Triunvirato, concede a Belgrano un premio de 40000 pesos
(monto equivalente a 80 kg de oro); pero éste declina recibir el dinero, y solicita
que se destine a crear escuelas en Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy y Tarija,
para las cuales también redacta un reglamento. El pensamiento de Belgrano en
cuanto al premio recibido es contundente:

“Pero cuando considero que estos servicios en tanto deben merecer el


aprecio de la nación en cuanto sean de una virtud y frutos de mis cortos
conocimientos dedicados al desempeño de mis deberes, y que ni la virtud
ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dineros sin
18
degradarlos; cuando reflexiono que nada hay más despreciable para el
hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus

El Día Grande de Jujuy.


conciudadanos en el manejo de los negocios públicos que el dinero o las
riquezas, que éstos son un escollo de la virtud que no llega a despreciarlas
y que adjudicarlas en premio, no solo son capaces de excitar la avaricia
de los demás, haciendo que por general objeto de sus acciones subroguen
el bienestar particular al interés público, sino que también parecen
dirigidas a lisonjear una pasión seguramente abominable en el
agraciado...; he creído de mi honor y de los deseos que me inflaman por la
prosperidad de la patria, destinar los expresados cuarenta mil pesos para
la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras.”

Los jujeños regresan a su querida tierra el 21 de marzo de 1813, dando por


finalizado el éxodo que se inició siete meses atrás. Ha pasado un año desde la
emocionante ceremonia en que los jujeños juraron la bandera, y cumplieron de
sobra con la palabra empeñada. El Gral. Belgrano quiere agradecer al pueblo
que siempre estuvo a su lado; y en los festejos del 25 de mayo de ese año, crea
y le obsequia la “Bandera Nacional de Nuestra Libertad Civil” reconociendo
“el honor y valor que habían manifestado los dignos hijos” de Jujuy en las batallas
de Tucumán y de Salta.

Bandera Nacional de Nuestra Libertad Civil


Quizás Belgrano se ve reflejado en ese sacrificado pueblo que lo acompañó, y
el pueblo se ve reflejado en ese general que todo lo da por la patria. Juntos
hicieron lo imposible, y juntos quedarán en la historia para siempre. Sin
embargo, no todo está bien, desde ahora Olañeta y los Marquiegui son los más 19

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


acérrimos enemigos del pueblo de Jujuy, y no descansarán en sus intentos por
doblegarlo.

E L ABRAZO DE A LGARROBO
Triunfante en Tucumán y Salta, el Gral. Manuel Belgrano emprende la Segunda
Expedición al Alto Perú después de reorganizar sus fuerzas en Jujuy. Sin
embargo, el Alto Perú es inexpugnable, todo el poderío español espera a los
patriotas. El 1° de octubre de 1813, se produce el choque con las fuerzas
enemigas, y Belgrano es vencido en la Pampa de Vilcapugio. El 14 del mes
siguiente vuelve a ser derrotado en Ayohuma.

En estas batallas, Juan Guillermo Marquiegui demuestra su capacidad como


soldado conocedor de la zona y hábil guerrero. España premia su desempeño
con un escudo de valor y sueldo vitalicio por la primera batalla, y con una
medalla de honor por la segunda.

La apresurada retirada de Belgrano hacia el sur deja desprotegida la región del


norte. Ante el avance de los realistas, la población inicia un éxodo espontáneo.
En mayo de 1814, Jujuy y Salta vuelven a ser invadidas. Pedro Antonio Olañeta,
quien ya realizó una brillante carrera militar, es nombrado Comandante de la
ciudad de Jujuy. La venganza ha comenzado.

Los patriotas siguen su retirada hasta Salta donde, el 17 de enero de 1814, el


Gral. Manuel Belgrano se reúne con el Gral. José de San Martín en la posta de
Algarrobo2. Belgrano cree que San Martín viene a auxiliarlo; pero San Martín
tiene órdenes de relevarlo del mando; más aún, tiene órdenes reservadas de
detenerlo y enviarlo a Buenos Aires para juzgarlo por las derrotas en el Alto
Perú. Enfermo de paludismo, Belgrano entrega el mando a San Martín, y éste
último se niega a cumplir la orden de detención. A partir de entonces, los une
una profunda y sincera amistad. Tanto es el respeto y admiración que San
Martín siente por Belgrano que ni siquiera piensa en dar batalla allí donde
Belgrano no pudo vencer, y descarta tajantemente realizar otra expedición al
Alto Perú.

2El encuentro fue en la posta de Algarrobo, no en Yatasto como está


popularizado. Esto se descubrió gracias a las investigaciones iniciadas en 1950
por Alfredo Gargaro, y prácticamente concluidas en 1973 por Julio Arturo
Benencia, a través de documentos que se hallan en el Archivo General de la
20 Nación, junto al estudio de mediciones científicas de tiempos, distancias,
números de postas y velocidades de traslación, que certifican que San Martín
pasó Yatasto y que Belgrano no pudo llegar a ella.
El Día Grande de Jujuy.
Reunión del Gral. Belgrano y el Gral. San Martín en la posta de Algarrobo

L A G UERRA G AUCHA
El Director Gervasio Antonio de Posadas y Dávila, por necesidad política y
militar, divide la Intendencia del Norte en 1814; creando la Provincia de
Tucumán, con jurisdicción sobre Santiago del Estero y Catamarca; y la
Provincia de Salta, con jurisdicción sobre Tarija, Orán y Jujuy. Es ahora
Tucumán la línea de frontera que pretende defender Buenos Aires; Salta y Jujuy
quedan libradas a su suerte. Simultáneamente, España termina la guerra con
Napoleón Bonaparte, Fernando VII recupera el trono el 4 de mayo de 1814, y
las tropas experimentadas están listas para viajar hacia América con el fin de
sofocar los movimientos independentistas.

Por otra parte, en su estadía en el norte, el Gral. San Martín se convence de la


imposibilidad de llegar hasta el virrey en Lima realizando campañas a través
del Alto Perú. Esto queda bien claro en una carta dirigida al gobernador de la
Banda Oriental, Nicolás Rodríguez Peña, con fecha 22 de abril de 1814 donde
sentencia:

“La Patria no hará camino por este lado del norte que no sea una guerra
defensiva, y nada más; para esto bastan los valientes gauchos de Salta
con dos escuadrones de buenos veteranos.”

La idea que está madurando utiliza una ruta muy distinta. Piensa en cruzar los
21
Andes, liberar Chile, y desde allí unir fuerzas para atacar el poder español
concentrado en Perú; pero para ello, necesita tener cubierta la retaguardia. Su
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
plan asigna al Ejército Auxiliar del Alto Perú un papel defensivo y de apoyo a
las milicias gauchas de probado valor. El Gral. Martín Miguel de Güemes
organiza las milicias estableciendo un escuadrón de gauchos en cada
departamento: el de Orán queda bajo el mando del Cnel. Manuel Eduardo
Arias; los de la Quebrada de Humahuaca son dirigidos por el Cnel. Manuel
Álvarez Prado, el Cnel. Juan Francisco Pastor y el Cnel. Guillermo Belmonte; el
de La Frontera del Rosario está a cargo del Cnel. José Francisco “Pachi” Gorriti;
y los otros departamentos son designados a otros destacables jefes gauchos. A
partir de entonces, se intensifica en Jujuy y Salta la actuación de las milicias
regionales que llevan a cabo la denominada Guerra Gaucha: inspirada por
Belgrano, organizada por San Martín y ejecutada por Güemes y capitanes
gauchos. La experiencia de Belgrano y el conocimiento militar de San Martín
permiten la consolidación de una peculiar técnica guerrera destinada a
hostilizar continuamente al enemigo.

Reorganizado el ejército, y definida la Guerra Gaucha, el Gral. San Martín parte


a Mendoza, y deja el mando al Gral. José Rondeau. Este nuevo ejército
emprende la recuperación de Salta y Jujuy mediante un hostigamiento
continuo, implantando un virtual sitio. Toda partida española que osa
abandonar los límites de las ciudades es inmediatamente destruida por ataques
sorpresivos de los gauchos. Salen de los montes repentinamente y de todas
partes, gritando y golpeando con las riendas los guardamontes, matan, toman
prisioneros, y se dispersan en todas las direcciones antes de que los soldados
españoles sean siquiera conscientes de lo que ocurre. Nada ni nadie puede
detenerlos, ni los Dragones (la tropa más selecta de España), ni el Batallón de
Cazadores, ni el de Partidarios. La sola palabra “gaucho” causa verdadero
terror en todos ellos.

22

El Día Grande de Jujuy.


Los Infernales de Güemes
Ante esta situación extrema, los realistas abandonan Salta a fines de julio de
1814; la que es ocupada inmediatamente por Güemes y sus gauchos. El 2 de
agosto, las tropas invasoras abandonan Jujuy; y al día siguiente, la ciudad es
retomada por Fermín de la Quintana y Bartolomé de la Corte, quienes están al
mando de los escuadrones gauchos del valle de Jujuy.

Debido a sus logros militares, el 15 de mayo de 1815, el Gral. Martín Miguel de


Güemes es elegido gobernador de Salta, sin realizar consulta alguna al Cabildo
de Jujuy; el cual, para evitar conflictos internos, brinda finalmente su apoyo a
la elección. Así surge el caudillo que guiará la resistencia en el norte.

P EPITA M ARQUIEGUI
La esposa y prima de Olañeta, Pepita Marquiegui, es admirada por su gran
belleza, la cual aumenta día a día. Así es vista por americanos y europeos,
quienes no dudan en considerarla “la mujer más bella del siglo” o “la mayor
hermosura femenina del Virreinato”. La admiración llega al asombro cuando
notan que está sola; y es que al producirse el cambio de bando de Olañeta a la
causa del rey, Pepita fue retenida en Jujuy, y forzada a ir y venir en los éxodos,
alejada de su esposo.

En 1814, llega a Jujuy un destacamento de Granaderos a Caballo al mando de


Mariano Pascual Necochea. En una de las reuniones organizadas por las
familias jujeñas, Pepita y Mariano son presentados. La soledad de Pepita,
sumada a sus juveniles 17 años y a la apuesta figura del militar porteño de
22 años, desencadena un apasionado romance; el cual es interrumpido
23
bruscamente por la partida de Necochea acompañando a Rondeau en la
Tercera Expedición al Alto Perú a principios de 1815.
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
Mariano Pascual Necochea
En su marcha por la Quebrada de Humahuaca, la partida de avanzada ―de la
que forma parte Necochea y el Cnel. Martín Rodríguez― es sorprendida en la
Hacienda de Tejada por una fuerza española. Todos son tomados prisioneros,
menos Necochea que, ante el estupor general, de un salto monta a caballo, y se
abre paso a punta de sable, salvando así su vida.

Los prisioneros son llevados a Olañeta, quien dispone el fusilamiento ―por el


cargo de traición― de un oficial que antes había servido en las filas del rey. El
Cnel. Rodríguez, en su afán por salvar la vida del condenado a muerte,
propone al Cnel. Olañeta un canje: el perdón de la vida del sentenciado a
cambio de la entrega de Pepita Marquiegui. Olañeta, quien ama intensamente
a su esposa y no la ve desde hace mucho tiempo, acepta de inmediato la
propuesta, y no sólo libera a Becerra, el condenado, sino también a otro oficial
más llamado Guido.

En el camino al intercambio, Guido y Becerra consiguen fugarse, y se reintegran


a las fuerzas patriotas. A pesar de esto, Pepita Marquiegui es devuelta un año
después conforme a lo pactado; y es su tío, Domingo de Iriarte, quien realiza la
entrega.

E L REY INCA Y L A INDEPENDENCIA


La tercera campaña al Alto Perú, iniciada por Rondeau a principio de enero de
1815, termina con la tremenda derrota de Sipe Sipe el 29 de noviembre del
mismo año. Juan Guillermo Marquiegui tiene una actuación sobresaliente en el
24
bando realista durante esta campaña. Ya no hay dudas sobre su lealtad al rey,
ni sobre sus dotes militares, ni de su conocimiento del terreno. Participó con
El Día Grande de Jujuy.
rotundo éxito en cuanta misión se le había encargado, y siempre salió ileso de
las mismas. En Sipe Sipe vuelve a triunfar, pero durante el combate sufre una
grave herida de sable que le inutiliza el brazo derecho.

España festeja el triunfo como si fuese el fin del movimiento independentista


de Sudamérica. Es un momento difícil para los patriotas. Con el Ejército
Auxiliador del Alto Perú destruido, y con el Gral. San Martín en Mendoza, sólo
quedan los gauchos jujeños y salteños para hacer frente a la terrible invasión
que se prepara en el Alto Perú con las tropas veteranas de la guerra contra
Napoleón. A esto se agrega el descontento de las provincias del Alto Perú, las
cuales lentamente inician su separación por la conducta opresora e
irresponsable de Buenos Aires. Las malas noticias siguen llegando: Simón
Bolívar es derrotado en el norte del continente; Chile está nuevamente en
manos de los realistas; la Banda Oriental está virtualmente ocupada por los
portugueses; y en Europa prevalece la Santa Alianza, la cual pretende restaurar
las monarquías en oposición a las ideas republicanas.

A este terrible panorama político, se suma un fenómeno climático que vuelve


el año 1816 tenebroso para el hemisferio norte. El cielo se oscurece, el Sol se
cubre de manchas, y baja tanto la temperatura que provoca muertes y la ruina
de cosechas. Influenciado por este clima lúgubre, en una reunión en su casa de
Suiza, el poeta Lord Byron reta a su amiga Mary Shelley y a su médico personal
John Polidori a crear sendas historias de terror; a partir de estas historias,
Shelley escribirá la novela Frankenstein, y Polidori, la novela El vampiro.

El 20 de febrero de 1816, en el Teatro Argentina de Roma, tiene lugar la primera


representación de El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini: fue un rotundo
fracaso. La audiencia silbó y abucheó, y ocurrieron varios accidentes en escena.
Rossini prefirió salir antes del final, y poco después afirmó: “Tuve que huir ante
la actitud de un público desenfrenado. Yo creía que me iban a asesinar” 3.

En este clima tan enrarecido, el 24 de marzo de 1816, el Congreso de Tucumán


comienza a sesionar para hacer lo que se ha estado postergando desde la
Revolución de Mayo. A él acuden los representantes de las provincias que están
bajo el mando de Buenos Aires. José Ignacio Gorriti es elegido diputado por la
provincia de Salta, y Teodoro Sánchez de Bustamante es elegido por Jujuy. Las
provincias de la Liga de los Pueblos Libres o Liga Federal ―la Provincia
Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe― resolvieron no
concurrir.

25
3Esta ópera fue la primera que se representó en Argentina, el 3 de octubre de
1825, y figuró en la primera temporada del Teatro Colón de 1908.
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
Teodoro Sánchez de Bustamante
El 6 de julio de 1816, los diputados convocan al Gral. Manuel Belgrano a una
sesión secreta con el fin de definir cuál es la forma más apropiada de gobierno.
Con el mayor de los convencimientos, el general plantea la conveniencia de
instaurar una monarquía constitucional conducida por un rey inca: Juan
Bautista Túpac Amaru. El candidato propuesto es el hermano menor de José
Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru II, quien fue
asesinado junto a toda su familia 25 años antes por haber encabezado la mayor
rebelión en contra de los españoles desde la llegada de Colón a América. De
esta matanza, sólo Juan Bautista se salvó; pero fue enviado prisionero a Ceuta,
una colonia española en África. Belgrano no se limitó a proponer un rey, sino
que también propuso una ciudad capital: Cuzco, la antigua capital del imperio
inca. La propuesta era audaz, pero prometía convertir América del Sur en un
gran país. Además, se basaba en que la civilización de los incas era superior en
organización política, social y económica a la que trajeron los españoles de
Europa. El Gral. José de San Martín y Gral. Martín Miguel de Güemes apoyan
la propuesta de Belgrano, y el Congreso la aprueba por aclamación con
lágrimas de emoción de todos los presentes.

El martes 9 de julio de 1816, a las dos de la tarde, los diputados del Congreso
comienzan a sesionar bajo la presidencia del representante de San Juan,
Francisco Narciso Laprida. El diputado Teodoro Sánchez de Bustamante, de
Jujuy, pide que se trate el proyecto “sobre la libertad e independencia del país”. La
solicitud se acepta sin discusión. No es el mejor momento para dar un paso de
tal magnitud, pero los legisladores hacen honor a los pueblos que representan
y a la historia que ya templaron con sangre: en un acto de coraje, ante la

26 sorpresa del mundo, declaran desafiantes su independencia las “Provincias


Unidas de Sud América”.

El Día Grande de Jujuy.


Acta de Independencia de las Provincias Unidas de Sud América
Buenos Aires no renunciará tan fácilmente a su lugar de poder, y menos dejará
que un “un monarca de la casta de los chocolates” lo gobierne, tal como lo expresó
su diputado Tomás Manuel de Anchorena. Por ello, esta ciudad logra destruir
el proyecto del rey inca llevando el congreso a sus dominios, cambiando la
voluntad de algunos diputados y remplazando a los que no quieren mudar de
opinión.

L A GRAN INVASIÓN
La declaración de independencia en Tucumán fue demasiado para España, y
decide organizar “La Gran Invasión”. El 16 de septiembre de 1816, toma el
mando de las tropas realistas del Alto Perú el mariscal de campo José de la
Serna e Hinojosa, quien trae como refuerzo a los batallones de Gerona y
Extremadura, y a los regimientos de caballería Húsares de Fernando VII y
Dragones de la Unión, tropas que vencieron a Napoleón en Europa y a Bolívar
en América. En total, cuenta con casi 7000 soldados. La misión de este mariscal
es invadir Jujuy, Salta y Tucumán. Quiere ganar tiempo para que las tropas
realistas de Chile invadan Mendoza, detengan a San Martín, y finalmente, con
ambas columnas unidas, piensa atacar Buenos Aires. La invasión es enorme si
se considera que la población de la ciudad de Jujuy no supera los 4500
habitantes.

En octubre de 1816, llega de la Serna a Yavi, donde se encuentra estacionada la


vanguardia a cargo de Olañeta. Allí toma conocimiento del mal estado del 27
Ejército del Auxiliar del Alto Perú, asentado en Tucumán, y de las temerarias
acciones de los gauchos, únicos defensores de la región norte. La opinión que
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
se forma de los gauchos es reflejada en una carta que dirige al patriota coronel
José Francisco Uriondo:

“¿Cree usted que un puñado de hombres desnaturalizados y mantenidos


por el robo, sin más orden, disciplina ni instrucción que la de unos
bandidos, puede oponerse a unas tropas aguerridas y acostumbradas a
vencer a las primeras de Europa, y a las que haría un agravio
comparándolas a esos que se llaman gauchos, incapaces de batirse en
triplicada fuerza como es la de sus enemigos?”

A principios de noviembre, Olañeta inicia el avance de la vanguardia


compuesta por 2000 soldados hacia Jujuy. Junto a él está su primo Juan
Guillermo Marquiegui, con el brazo derecho inutilizado. Simultáneamente, el
patriota Juan José Fernández Campero ―ex marqués de Yavi―, al mando de
500 gauchos, avanza hasta Yavi para preparar la resistencia. El 15 de
noviembre, ya en su destino, mientras la partida asiste a misa, es atacada
sorpresivamente por una división de 800 españoles comandada por Juan
Guillermo Marquiegui, quien sostiene las riendas con la boca, y la espada con
la mano izquierda. Las tropas de Campero son dispersadas, dejando como
resultado varios muertos y prisioneros. Entre los cautivos están Campero y José
Mariano Iturbe quien ya tiene 21 años. Campero es enviado a España, y muere
en el camino por las torturas recibidas4. En cambio, Iturbe es salvado por la
intervención de su prima hermana: Pepita Marquiegui. Olañeta no puede
resistirse a las súplicas de Pepita, y libera a Iturbe tras comprometerlo a
incorporarse a sus fuerzas. Iturbe acepta, y se suma a la vanguardia, que
continúa el avance hacia Jujuy.

En la marcha, Olañeta toma Humahuaca el 24 de diciembre de 1816. Desde allí,


se dirige directamente a Jujuy, mientras una división al mando de Juan
Guillermo Marquiegui parte hacia San Andrés. En ella va también Iturbe. En el
camino, la división es atacada por el Cnel. Arias y sus gauchos el 8 de enero de
1817. Marquiegui continúa la marcha, pero es atacado nuevamente el 13 de
enero en las cercanías de Orán. Luego de tomar Orán, sale hacia el sur por el
valle del río San Francisco, y el 15 combate en el río las Piedras, el 17 en el río
Sora, el 19 en el río San Lorenzo, el 20 en el río Negro, y finalmente, en la noche
del 21, en la vertiente oriental de las serranías de Zapla.

28
4Campero muere en Kingston, Jamaica, el 22 de octubre de 1820. Sus restos son
repatriados 190 años después.
El Día Grande de Jujuy.
Cnel. Manuel Eduardo Arias
Durante el paso de la división por San Pedro, Iturbe aprovecha la ocasión para
escapar, y logra unirse nuevamente a las partidas gauchas, faltando al
compromiso contraído como prisionero; pero cumpliendo con el juramento
realizado como hombre libre. De esta manera, Pepita, sin quererlo, liberó un
temible enemigo de su esposo.

Olañeta, que había llegado a Jujuy el 6 de enero, preocupado por la demora de


su primo, arriesga todo, y abandona la ciudad para emprender la búsqueda. El
mediodía del 22 ―luego de 350 km recorridos, 7 combates realizados en
dieciséis días, y habiendo perdido tan sólo un tercio de sus hombres―,
Marquiegui se encuentra con Olañeta, y juntos regresan a San Salvador de
Jujuy. Casi al mismo tiempo, llega el grueso de las tropas comandadas por el
mismísimo Gral. de la Serna.

Poco dura la tranquilidad del ejército invasor en la ciudad. Las tropas gauchas
dan inicio a un feroz sitio. Toda división realista que abandona la ciudad en
busca de alimentos y forraje es inmediatamente atacada y exterminada por los
gauchos. Impotente, de la Serna ve desaparecer día tras día lo más granado de
sus oficiales y soldados. A todo esto se suman las acciones militares iniciadas
por el Gral. Belgrano, nuevamente al mando del Ejército Auxiliar del Alto Perú
apostado en Tucumán, en coordinación con el Gral. Güemes y sus divisiones
gauchas de Salta. Estas acciones están dirigidas a evitar el avance del ejército
español y a cortar las vías de comunicación con el Alto Perú. En este marco, el
29
Cnel. Arias, al mando de sus gauchos jujeños, recupera Humahuaca el 1° de
marzo de 1817, propinando un golpe mortal a “La Gran Invasión”.
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
En tan grave momento, de la Serna recibe órdenes de avanzar hacia Salta. Muy
a su pesar, inicia la marcha el 13 de abril y llega el 15, soportando el acoso de
los gauchos durante toda la ruta. En Salta, el sitio impuesto por las milicias
gauchas es más terrible aún. De nada valen las divisiones enviadas a localizar
y combatir a los gauchos, todas son derrotadas. Las pérdidas materiales y
humanas son intolerables para el antes altivo mariscal. Por fin, el 4 de mayo de
1817, a cuatro meses de iniciada, la invasión que debía terminar
definitivamente con la revolución se retira de Salta. El 21 de mayo, las tropas
dejan atrás a San Salvador de Jujuy. Pachi Gorriti es el primero en entrar a la
ciudad recuperada, y se prepara para perseguir a los invasores. La retirada de
los españoles es muy penosa. Los constantes ataques de los gauchos jujeños y
salteños causan estragos en las filas enemigas. La travesía por la quebrada es
un verdadero viaje por el infierno, el cual llega a su fin cuando las
desmoralizadas tropas alcanzan el Alto Perú. En el plazo de un año, en que
había planificado su campaña para llegar a Buenos Aires, el mariscal realista
debió regresar a Tupiza montado en el único caballo que a su tropa le quedaba;
maltrecho, diezmado y escarmentado.

Pachi Gorriti
Esta experiencia, vivida en carne propia, hace que el mariscal de la Serna tome
consciencia del valor militar de las milicias gauchas, despreciadas previamente
por él; y a partir de allí adopta una conducta cautelosa. Por el contrario, Olañeta
está enfurecido y más empecinado que nunca. Es él, junto a sus primos Juan
Guillermo y Felipe Bartolomé Marquiegui, quienes tomarán la iniciativa para
organizar y ejecutar nuevas invasiones a Jujuy. Así ocurre a fines de 1817, a

30 principios de 1818, en 1819 y en 1820. En cada invasión, Olañeta y los


Marquiegui demuestran sus habilidades guerreras en aumento, pero así

El Día Grande de Jujuy.


también lo hacen los gauchos que saben resistir y expulsar a los invasores
cuantas veces es necesario.

L A ANARQUÍA
Con la frontera del norte al cuidado de los gauchos, el Gral. San Martín crea un
ejército en Mendoza, cruza los Andes con dirección a Chile el 12 de enero 1817,
obtiene la victoria de Chacabuco el 12 de febrero de 1817, y consolida la libertad
del vecino país con la victoria patriota en Maipú el 5 de abril del año siguiente.
Por otra parte, el Gral. Simón Bolívar avanza por el norte hacia Lima. Para
enfrentar este escenario amenazador, el ejército español se reorganiza
dividiendo sus fuerzas entre el Ejército del Alto Perú y el de Lima, con el
consiguiente alivio para Jujuy y Salta.

Cruce de los Andes (12 de enero de 1817)


Estas circunstancias, sumadas al desgaste de años de combate, hacen que las
provincias orientales y centrales pasen a segundo plano la Guerra de la
Independencia, y ubiquen en primer lugar la organización nacional. Esto
reaviva las diferencias entre federales y unitarios, causando varios
enfrentamientos que desembocan en una cruel guerra civil. El 1° de febrero de
1820, las tropas federales del litoral (provincias de Entre Ríos, Corrientes y
Santa Fe) vencen a las de Buenos Aires al mando del general José Rondeau en
la batalla de Cepeda, favoreciendo la segregación de Uruguay. Se puso en
marcha así una especie de federalismo a partir de la formación de
13 provincias. Jujuy, a pesar de haber sido la primera en plantear las ideas
31
federales, debe resignar su ansiada autonomía en bien de la unión del norte,
vital para enfrentar las continuas invasiones realistas.

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Este periodo está signado por la anarquía. La fuerte presencia de los caudillos
y la falta de una constitución que establezca lazos entre las provincias hacen
que la disgregación nacional sea una amenaza palpable. Como un preludio de
ella, el 24 de septiembre de 1820, se produce la jura de la constitución de la
República del Tucumán (formada por Tucumán y Catamarca) en una
ceremonia revestida de la mayor solemnidad con presencia del pueblo, del
ejército y de su mentor: el Gobernador Bernabé Aráoz. Santiago del Estero
rechaza esta iniciativa dando origen a un estado de tensión entre esas
provincias.

En Salta y Jujuy surgen los partidos “La Patria Vieja” y “La Patria Nueva”. Los
seguidores de “La Patria Vieja” sostienen que es prioritario completar la
Guerra de la Independencia, sin escatimar esfuerzos. En cambio, los seguidores
de “La Patria Nueva” plantean la necesidad de reorganizar el norte, devastado
por la guerra y las continuas exigencias del Gral. Güemes. Estas ideas dividen
al pueblo e incluso a las familias. José Ignacio Gorriti, amigo personal de
Güemes, abraza las ideas de “La Patria Vieja”, mientras que el canónigo, su
hermano, es un ferviente seguidor de las ideas progresistas de “La Patria
Nueva”. Debido a que “La Patria Nueva” se opone a Güemes, que es el
gobernador de Salta, Jujuy ve en ella la esperanza de alcanzar la anhelada
autonomía, y sus habitantes respaldan incondicionalmente a este partido. Esto
origina no pocos conflictos y, como consecuencia de uno de ellos, el Cnel. Arias,
el guardián del norte, es desterrado por Güemes a Tucumán.

Como un sombrío augurio para el norte, a los 50 años, su querido Gral. Manuel
Belgrano muere en Buenos Aires el 20 de junio de 1820, dejando una hija de
apenas un año de edad. Belgrano muere pobre, sólo tiene un reloj de oro que le
regaló el rey Jorge III de Inglaterra, y se lo entrega como pago de honorarios a
su médico. Su pobreza al morir era tal que la lápida de su tumba fue
improvisada con el mármol de una cómoda de su hermano Miguel. Por ese
entonces, el gobierno le debía 18 meses de sueldo. El penoso hecho pasa casi
desapercibido ante la sucesión frenética de eventos políticos y militares.

El Gral. San Martín, que está preparando la campaña del Pacífico en Chile, pide
al Gral. Güemes que haga lo propio organizando una expedición por el Alto
Perú. En julio de 1820, Güemes consigue la aprobación de los Cabildos de Salta
y de Jujuy para el heroico esfuerzo. Por el contrario, Tucumán ofrece un tibio
apoyo. San Martín desembarca en las costas peruanas el 8 de septiembre de ese
año y aguarda el avance de Güemes. Éste último se desespera por acudir
cuanto antes en ayuda del Libertador, y más aún cuando tiene conocimiento
32 del debilitamiento de las tropas de Olañeta, las cuales están reducidas a 4000
hombres por haber enviado una gran parte de ellas a defender Lima. El 27 de

El Día Grande de Jujuy.


enero de 1821, Güemes deja el gobierno de Salta a su amigo José Ignacio Gorriti
en forma interina, y se dirige a Humahuaca donde establece el cuartel general
de la Expedición al Perú.

Desembarco de San Martín en Paracas (8 de septiembre de 1820)


Tucumán nunca aceptó la autonomía de Santiago del Estero, y diez meses
después de concretada, la tensión entre ambas provincias es intolerable. El
gobernador de Tucumán, Cnel. Bernabé Aráoz, ordena el movimiento de
tropas hacia Santiago. Ante esta situación, el gobernador de Santiago,
Cmte. Juan Felipe Ibarra Bartolomé de la Corte, comunica al Gral. Güemes que
le es imposible continuar colaborando con la expedición al Alto Perú debido a
que tiene que prepararse para repeler la invasión tucumana. Güemes se da
cuenta entonces que por ese conflicto tampoco podrá contar con los elementos
bélicos del parque del Ejército Auxiliar del Alto Perú, que están depositados en
Tucumán. Viendo que la expedición al Alto Perú peligra, con el apoyo del
Cabildo de Salta, decide intervenir en el conflicto entre Tucumán y Santiago, y
envía el siguiente ultimátum al gobernador Aráoz:

“O regresa la fuerza invasora de Santiago o vuelvo yo y mis armas contra


el gobernador Aráoz.”

Pero la suerte está echada, el 5 de febrero se produce el primer combate, el de


Los Palmares, y las fuerzas tucumanas son derrotadas por las tropas
santiagueñas. Güemes cree que es necesario separar del gobierno al
Cnel. Aráoz para dar una solución definitiva al conflicto. Con este objetivo,
hace retroceder la vanguardia del ejército expedicionario, que ya estaba
apostada en Humahuaca, y la ubica en Rosario de la Frontera.
33
A las tropas de Güemes se suman las de Catamarca, que quiere ahora su
autonomía, y las de Santiago, que pelea por mantener la propia. El ejército de

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


Güemes ―casi 2500 hombres, sin contar las tropas de Catamarca ni la de
Santiago― es muy superior en número y preparación al de Aráoz, integrado
por 1500 hombres. Sin embargo, Aráoz tiene un as en la manga: el jujeño
Cnel. Arias.

En las primeras batallas, las tropas aliadas demuestran su supremacía militar.


No obstante, el 3 de abril de 1821, en el combate del Rincón de Marlopa, el
Cnel. Arias obtiene un rotundo éxito contra las tropas salteñas. Salta está
seriamente amenazada; pero Tucumán también lo está, ya que las tropas
enemigas de Santiago y Catamarca se van aproximando a la ciudad capital.

Aprovechando el desastre del Rincón de Marlopa, los partidarios de “La Patria


Nueva”, enemigos mortales de Güemes, inician un movimiento destinado a
derrocarlo. Debido al desgaste provocado por 11 años de guerra representados
en él, dos tercios de la población, incluyendo gauchos, se pliegan a esta
iniciativa. Jujuy, que ve en esta rebelión una gran ocasión para recuperar la
autonomía, apoya inmediatamente la sublevación, y ya acaricia su tan deseada
independencia política y económica de Salta. Jujuy había luchado por esta
oportunidad de recuperar la autonomía durante casi 40 años, y parecía que ya
nada se interpondría.

E L D ÍA G RANDE DE J UJUY
Pedro Antonio Olañeta es gratamente sorprendido por el impensado cambio
de circunstancias. De estar seriamente amenazado por el avance de la
Expedición al Alto Perú y debilitado por tener que enviar tropas a Lima, ve
ahora a sus enemigos luchando entre sí, desprotegiendo el norte. La situación
no puede ser mejor para el empecinado Olañeta: Güemes y los gauchos de Salta
están peleando en Tucumán, los pueblos de Salta y Jujuy conspiran para
derrocarlo, el parque militar del Ejército del Auxiliar del Alto Perú está siendo
utilizado por Tucumán, Buenos Aires continúa atentando contra la
organización federal impuesta desde la batalla de Cepeda. Sólo queda Jujuy, a
quien puede tentar ofreciéndole la autonomía de Salta, o incitarla para que se
separe de las Provincias Unidas en respuesta al desinterés mostrado por ellas,
tal como lo hicieran anteriormente las provincias del Alto Perú. Jujuy también
piensa en ello: ¿por qué continuar desangrándose en esta guerra?, ¿por Buenos
Aires?, ¿por Güemes?, ¿por las Provincias Unidas?... Jujuy encuentra la
respuesta, y se pone de pie nuevamente ―sola como siempre―, y lo hace
porque es la única que recuerda los ideales de Mayo: libertad e independencia;
porque juró lealtad a la bandera que Belgrano le presentó en 1812, porque debe
34
proteger la que Belgrano le legó en 1813; y porque fue mucha la sangre que sus
hijos derramaron durante los 11 años de guerra. Es así como el pueblo de “La

El Día Grande de Jujuy.


Abanderada de la Patria” posterga una vez más su tan ansiada autonomía, y se
prepara para defender no a la patria presente, sino a aquella que sueña, la que
fue olvidada por todas las otras provincias.

El implacable Olañeta, de 51 años, inicia la nueva invasión el 10 de marzo de


1821 por la Quebrada de Humahuaca con 2000 hombres. La resistencia gaucha
comienza de inmediato; pero sin la conducción del Cnel. Arias, no puede evitar
que en abril los realistas tomen Humahuaca. Desde allí, parte la vanguardia
integrada por 500 soldados al mando del Cnel. Juan Guillermo Marquiegui, de
44 años, secundado por su hermano Felipe, de 39 años. Los gauchos tratan de
detenerla combatiendo en Laguna Colorada, San Lucas, Valle Grande, Uquía y
Tilcara. En vano son estos intentos, el avance de la vanguardia realista es
arrollador. El 15 de abril, Marquiegui ingresa en Jujuy, y establece su
campamento en La Tablada a la espera del grueso de las tropas dirigidas por
Olañeta.

La posición de Jujuy es dramática, una vanguardia de 500 soldados a la espera


de otros 1500 es demasiado para una ciudad cuya población, diezmada por la
guerra, no llega a los 1400 habitantes. A pesar de ello, Jujuy resiste. Los gauchos
vuelven al ataque, hostigando sin cesar a la vanguardia. A ello se suman los
ciudadanos, que adoptan una actitud hostil contra los invasores. Temiendo
quedar rodeado y aislado del cuerpo principal, como le ocurrió a Tristán en
1812, Marquiegui levanta campamento tres días después, y marcha hacia el
norte al encuentro de Olañeta.

San Salvador de Jujuy (1820)


Los patriotas de Jujuy, ante la concreción de esta nueva invasión, movilizan sus
fuerzas, y las ponen a disposición del Cnel. José Ignacio Gorriti, de 51 años, que
es gobernador interino de Salta en reemplazo de Güemes. Gorriti delega el
mando en el Cabildo de Salta el 24 de abril, y de inmediato, junto a su hermano 35
Pachi, forman apresuradamente una tropa con gauchos de Palpalá, Los Alisos

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


y Perico, que reúnen con la tropa de San Salvador de Jujuy. Milagrosamente,
logran reclutar 600 hombres. Entre estos voluntarios, está José Mariano Iturbe,
quien había sido liberado anteriormente por pedido de Pepita Marquiegui.
También, está el Cnel. Domingo de Iriarte, comandante de las milicias del sur
de Jujuy y tío de Pepita, de Juan Guillermo y de Felipe Bartolomé Marquiegui.
Otros gauchos que integran la tropa son el Cnel. Agustín Dávila, a quien todos
ven como el futuro gobernador de Jujuy; el Cnel. Álvarez Prado, dos veces
prisionero de los realistas durante casi un año, dos veces fugado y ahora
comandante general de la Quebrada de Humahuaca con el grado de coronel
graduado otorgado por Güemes; el Cnel. Juan Francisco Pastor, comandante
del segundo escuadrón de gauchos de la Quebrada; y muchos otros gauchos y
pobladores de Jujuy que se sumaron al improvisado escuadrón para defender
a su ciudad y a sus familias.

José Ignacio Gorriti da la orden de partir a marcha forzada para alcanzar a la


vanguardia realista y evitar que se reúna con el grueso del ejército español; sabe
que si eso ocurre, sus 600 gauchos mal armados deberán enfrentar a 2000
soldados bien disciplinados, equipados y experimentados. Sabe también que
esta vez será inevitable un combate a campo abierto, especialidad del enemigo,
y por eso siempre eludido por los gauchos a favor de ataques sorpresivos. Para
colmo de males, casi todas las armas de fuego de la provincia fueron entregadas
a Güemes, quien ahora está combatiendo en Tucumán; sólo quedan cuchillos,
machetes, lazos, boleadoras y lanzas. Pero no hay otra opción, si Jujuy no
detiene a los invasores, las otras provincias ―inmersas en guerras intestinas―
tampoco podrán hacerlo, y la revolución será sofocada.

Con estos pensamientos, el 26 de abril, Gorriti ordena acampar al sur del río
Yala, y envía hacia el norte partidas de exploradores, las cuáles regresan más
tarde y dicen haber avistado el campamento de Marquiegui asentado en León.
No hay tiempo que perder, Gorriti no sabe cuánto tardará en arribar el grueso
de la columna española dirigida por Olañeta. Si ambas columnas se unen, todo
estará perdido. No obstante, tampoco hay lugar para acciones precipitadas que
malogren la oportunidad que se presenta. En tal situación, Gorriti concibe un
audaz plan, y ordena avanzar durante la noche por el monte con la guía de
lugareños.

Al acercarse al campamento realista, da la orden de desmontar y envolver con


los ponchos las cabezas de los caballos para evitar relinchos que alerten al
enemigo. Los gauchos van tirando de los cabestros a sus corceles, atravesando
el monte en el más absoluto silencio. Llegan al frente del campamento y ―para
36 sorpresa de todos― ven que los españoles no apostaron vigías, quizás saben
que Olañeta está cerca, y esperan confiados el pronto arribo de los refuerzos.

El Día Grande de Jujuy.


Gorriti continúa la marcha hacia el norte, y sólo ordena el alto cuando cree que
está a una distancia segura del campamento realista. Organiza la partida, mide
las oportunidades, y hace las últimas correcciones al plan que a estas alturas
está maduro y listo para ser ejecutado.

Playa de León
Es ya el amanecer del 27 de abril de 1821, los gauchos clavan las miradas en las
siluetas que se interponen a los fogones encendidos en el campamento
enemigo. Calculan la fortaleza del adversario, y sienten correr la sangre como
un fuego por todo el cuerpo. Repasan el plan preparado por Gorriti: atacarán
por el norte, cortando la retirada del enemigo para impedir que se reúna con
las tropas de Olañeta; será un combate abierto, no habrá ataque y retirada como
estaban acostumbrados; y deberán capturar la mayor cantidad de prisioneros
posible, sobre todo a los hermanos Marquiegui.

Los caballos sienten la tensión del momento, y se mueven nerviosamente. La


oscuridad va cediendo paso a las primeras luces del amanecer, es la hora
esperada. Gorriti mira a su alrededor, siente que debe hablar a su tropa, y dice:

“Amigos…!!! Compañeros…!!! Una vez más vamos a enfrentar a los


invasores que llegaron desde el Alto Perú…!!! Están convencidos de que
en nuestra tierra ya se ha perdido el coraje y la acción para poner los
pechos a sus sables y fusiles derramando, si el caso llega, hasta la última
gota de sangre, en su defensa…!!! En un rato más tendremos la
oportunidad de hacerles ver que somos los mismos y que no se ha perdido
ni el valor ni el patriotismo de antes…!!!”

Y señalando el campo enemigo, playa de por medio, da la orden de atacar. De


inmediato, la caballería gaucha se lanza en una frenética carrera por la playa.
Los corazones se aceleran, y sus latidos se confunden con el sonido de la carrera
de los caballos.

Ante el inesperado ataque, las tropas españolas reaccionan rápidamente


formando cuadros para resistir la furiosa carga de caballería. Los gauchos se
acercan a toda velocidad por la playa, dispuestos a matar o morir. Los soldados
esperan…; y cuando los gauchos están al alcance de sus fusiles, abren fuego 37
todos al unísono causando estragos en las filas patriotas. Sin embargo, la
infernal cabalgata continúa, y los bloques realistas cargan sus armas y la
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
disparan con increíble sincronía. Un fuego similar de los fusileros ingleses
había destruido la hasta entonces invencible Guardia Imperial de Napoleón en
Waterloo; pero los gauchos no lo saben, ni les interesa porque ya lograron
alcanzar los cuadros realistas, y es el turno ahora de las lanzas y de las
boleadoras. Por todas partes se ven soldados arrancados de los cuadros por los
lazos y aniquilados por los machetes. La lucha se torna sin cuartel, terrible,
pues caen unos y otros los reemplazan. Es un cuerpo a cuerpo espantoso en
que ―poco a poco― la habilidad criolla para eludir sables parece imponerse;
mientras los machetes, las lanzas de tacuaras y hasta las hondas hacen
destrozos en el enemigo.

Batalla de León (27 de abril de 1821)


Ya está anocheciendo. Las bajas son numerosas en ambas partes. La lucha es
tremenda. Ambos jefes, el realista y el patriota son jujeños, conocen el terreno
palmo a palmo, y pasaron en Jujuy toda su juventud. Juan Guillermo y Felipe
Bartolomé Marquiegui pelean valientemente decididos a vender cara la
derrota; pero la situación se define cuando Juan Guillermo Marquiegui es
arrollado por la caballería patriota y recibe una bala en el antebrazo izquierdo
que penetra en el cuerpo; mientras su hermano Felipe se desangra por las
numerosas heridas recibidas, y contempla impotente la rendición de sus
soldados.

La victoria patriota es completa. Los hermanos Marquiegui, otros dos jefes,


doce oficiales, suboficiales y casi 400 soldados son tomados prisioneros, sólo
escaparon uno o dos. También se rescataron casi 5000 cabezas de ganado
38 vacuno que los realistas habían levantado en su paso por la Quebrada de
Humahuaca, Tesorero, Tiraxi y Jaire; pero los festejos deben esperar. Ahora

El Día Grande de Jujuy.


queda enfrentar a los 1500 soldados de Olañeta con una partida de gauchos que
ya dio mucho más de lo que cualquiera podía pedir durante el cruento
combate, y que además debe cuidar del gran número de prisioneros tomados.
No hay tiempo para retornar a la ciudad por refuerzos, y seguramente los
soldados que se escaparon ya deben haber llegado al campamento de Olañeta
para informar lo ocurrido. Gorriti conoce bien al jefe español, sabe que la
reacción será devastadora, y entonces da inicio a la segunda fase de su plan.

Al enterarse Olañeta del desastre y encontrándose próximo a León, furioso


prepara el avance proyectando bajar hasta Huaira, subir esa Quebrada, derivar
por los Membrillos y descender por Tesorero, Tiraxi y Jaire, un poco más abajo
de León, para cercar a Gorriti, por el norte, el sur y el naciente. De esta manera
y prorrumpiendo insultos a Gorriti y a los demás jefes patriotas, a quienes no
considera que estén a su nivel militar, avanza para encontrarlos y cobrar
revancha.

Plan de Olañeta para atacar León


En este avanzar a revienta caballos, de pronto, y a la vuelta de un monte de
cardones, aparece un gaucho, caballero en mula, haciendo señales evidentes de
portar un mensaje. El documento es del Gral. Gorriti y está dirigido a Olañeta,
quien desde su caballo recibe el oficio, abre el sobre y lee:

“general Olañeta: Marcha Usted en mi alcance, cosa que tal vez pueda
hacerlo. Parece que ha olvidado que entre los numerosos prisioneros que
hemos tomado están sus dos cuñados, Guillermo mal herido. Le doy mi
palabra de caballero y soldado de honor que serán atendidos en Salta,
donde se recuperarán de sus heridas. Pero si, terco, se empeña en darme
39
alcance, antes que lo consiga, mandaré fusilar sin más trámite al total de

Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.


los prisioneros, entre los que están, no lo olvide, sus cuñados. Esta es una
muy seria advertencia que le hace el general Gorriti.”

Olañeta lee y relee el mensaje hasta que finalmente entiende que Gorriti
cumplirá con su amenaza. Bien sabe que, en un caso semejante, él habría
obrado de la misma manera. La captura de sus muy queridos cuñados y el sólo
imaginarse la reacción de su amada esposa Pepita ante la tremenda noticia
paralizan al general. Reconoce que no tiene alternativa, acepta la derrota y
―fuera de sí por el enojo y la humillación― ordena a su segundo en mando
iniciar el regreso hacia el norte, dando por concluida la invasión.

La noticia del triunfo patriota es recibida con gran algarabía en la ciudad de


Jujuy. Los campanarios anuncian la buena nueva, y el pueblo todo festeja la
victoria. Se trata de nada menos que del descalabro español con los temibles
hermanos Marquiegui a la cabeza. La gente eufórica se prepara para dar el
merecido recibimiento a los héroes que no tardan en llegar por la Tablada y
tomar por la calle Real hasta alcanzar la Plaza Mayor. Es un día de gloria, en el
que un pueblo desangrado por años de guerra peleó una vez más por su
libertad y la de todos los pueblos del sur, es un gran día, es “El Día Grande de
Jujuy”.

Fue así como, en medio de luchas intestinas, Jujuy sacó fuerzas de donde ya
casi nada había para batir a tropas regulares con milicias que sólo tenían la
fuerza del amor por la libertad y la independencia. Fue la manifestación de la
voluntad de un pueblo que ―abandonado por el poder central, envuelto en las
vorágines de una guerra civil, sin recursos, agotado por años de continuo
batallar― resolvió por sí afrontar la dura empresa de luchar contra los
enemigos de la independencia y salir triunfante.

E L DÍA DESPUÉS
La lucha de Jujuy contra el invasor despierta de nuevo la consciencia nacional
de las restantes provincias. El gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos,
interviene en el conflicto con Tucumán, y hace firmar el tratado de Vinará el 5
de junio de 1821. Con la paz interna restablecida, los gauchos y armas vuelven
a combatir a los realistas. San Martín inicia la campaña de Perú, ocupa Lima el
9 de julio, y hace posible la declaración de independencia peruana el 15 de julio.

40

El Día Grande de Jujuy.


Declaración de independencia de Perú (15 de julio de 1821)
Olañeta, empecinado como siempre, no cesa en sus intentos de doblegar a Jujuy
y Salta. Logra así rescatar a sus cuñados Juan Guillermo y Felipe Bartolomé
Marquiegui, quienes lo seguirán acompañando en sus campañas militares.
Como una dolorosa consecuencia de este rescate, el 17 de junio de 1821 muere
el Gral. Martín Miguel de Güemes en Chamical.

En 1824, Ludwig van Beethoven estrena su 9° sinfonía en Viena ―La Oda a la


Alegría―, el símbolo de la libertad. El 9 de diciembre del mismo año, Olañeta
es herido en la batalla de Ayacucho, y las fuerzas del rey se dan por vencidas;
pero no Olañeta, quien ―en su terquedad― forma un ejército propio, y se
nombra a sí mismo virrey del Perú. El 1° de abril de 1825, un Viernes Santo, las
tropas patriotas lo enfrentan en Tumusla, el último combate de la Guerra de la
Independencia. Su tío político, el Cmte. Domingo de Iriarte, dirige las
divisiones de gauchos jujeños y salteños. Viéndose rodeados, los soldados de
Olañeta se sublevan y atentan contra su vida provocándole heridas de
gravedad. Olañeta fallece al día siguiente, tenía 54 años. Irónicamente, el rey
Fernando VII, ignorando su muerte, lo recompensa con el nombramiento de
virrey del Río de la Plata dos meses después.

Terminada la guerra con España y muerto su padre Bentura en 1823, Juan


Guillermo Marquiegui retorna a Jujuy, donde es respetado e incluso nombrado
en una comisión para resolver conflictos limítrofes con Salta. Muere a los
63 años. Su hijo, Alejo Ignacio Marquiegui, abraza la carrera sacerdotal, y llega
a ser canónigo de la Catedral de Salta.
41
Pepita Marquiegui, bajo la protección del héroe de Ayacucho, el Gral. Antonio
José de Sucre, se traslada a Salta donde su belleza sigue despertando la
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
admiración de todos. Aún en los días de su vejez, casada en segundas nupcias
y avecinada en la ciudad boliviana de La Paz, conserva vivos todos los rastros
de una peregrina belleza que aún llama la atención y se graba en la memoria
de quienes llegan a conocerla.

Las huellas de la familia Marquiegui se borran con el tiempo. En su antigua


residencia, se construye la actual casa de Gobierno de la Provincia de Jujuy. En
su residencia de campo, en San Lucas, sus moradores son atormentados con
visiones en las que ven gente rubia bailando.

Casona de la familia Marquiegui en San Lucas


Jujuy, la primera provincia en sembrar la semilla del federalismo, es la última
en cosechar sus frutos. El 18 de noviembre de 1834, declara su autonomía de
Salta, y su primer gobernador es el Cnel. José María Fascio. Sin embargo, la
prolongada dependencia deja una injusta secuela: todos los actos valerosos de
Jujuy serán erróneamente atribuidos a Salta. Así la historia citará a los gauchos
y héroes salteños cuando correspondería decir jujeños.

Terminada la Guerra de la Independencia, llega el tiempo de la “Patria


progresista”, atrás queda la “Patria heroica”. La “civilización” reclama que se
termine con “la barbarie”. Se cree que es tiempo de traer gente “civilizada y
trabajadora” desde Europa para reemplazar a los gauchos considerados ahora
“vagos, salvajes e ignorantes”.

Las grandes ciudades del sur florecen con el comercio a través del puerto de
Buenos Aires, mientras que las provincias del norte están empobrecidas por la
guerra y por la voluntad de Buenos Aires. Ni siquiera el dinero que el
Gral. Belgrano solicitó que se destinara a la construcción de escuelas en estas
tierras se salva de la codicia de Buenos Aires, la cual retiene y utiliza los fondos
durante años. Recién en 2004, 191 años después de la donación de Belgrano, se
42 construye la última escuela: la de Jujuy. No fue la única afrenta que recibe

El Día Grande de Jujuy.


Belgrano, el reloj de oro que entregó a su médico estuvo en el Museo Histórico
Nacional hasta que fue robado el 30 de junio de 2007, aún no fue encontrado.

A lo largo de la década de 1820, José Ignacio Gorriti es gobernador de Salta en


tres oportunidades, alternándose en el cargo con su hermano mayor, el
canónigo Juan Ignacio, mientras el hermano menor, Pachi, permanece en la
jefatura militar. Juntos tratan de evitar que Salta y Jujuy sean arrastradas por
las luchas entre federales y unitarios que desangran al país. Estas luchas
internas cobran la vida de más de un héroe de la independencia. El 16 de junio
de 1822, el Cnel. Arias es asesinado en San Andrés. El Cnel. José Mariano Iturbe
llega a ser gobernador de Jujuy; pero es depuesto y fusilado el 6 de mayo de
1852.

Pachi Gorriti muere de neumonía en Salta el 1° de octubre de 1830, a los


50 años, e inmediatamente se inicia una rebelión contra el gobierno del
canónigo. José Ignacio es convocado por su hermano para sofocar la rebelión.
Al mando de sus tropas se dirige a Esteco ―la ciudad de los fantasmas―, y allí
combate contra la guerrilla gaucha enviada por los opositores. La situación es
caótica, y así se lo hace saber al gobernador, su hermano:

“la masa entera de esta frontera, desde el paso de las Carretas hasta el
rosario está amotinada, a excepción de pocas casas. No hay medio de
reducirla sino por el terror y la muerte. Es preciso fusilar por lo menos
50. Sólo de este modo quedará esta frontera sojuzgada y sana, para esto
es preciso que mandes un capellán porque es horrible matar estos salvajes
sin proporcionarles auxilios espirituales.”

Dos meses pasa José Ignacio en Esteco fusilando cabecillas, pacificando la


frontera a sangre y fuego; y desde entonces jamás será el mismo, se vuelve
taciturno y pierde toda esperanza de encontrar alguna vez la paz.

Ante el triunfo de los federales en 1831, los Gorriti se exilian en Bolivia,


abandonando todos sus bienes. José Ignacio no soporta el destierro, y muere
cuatro años después, el 9 de noviembre de 1835, a los 65 años en Sucre. Su
esposa, Feliciana Zuviría, recibe como única pensión por los servicios prestados
por su marido 20 pesos mensuales, que recién comienza a percibirlos 24 años
después.

El canónigo Juan Ignacio Gorriti muere también en Sucre, el 24 de mayo de


1842 a los 76 años. Sus restos mortales fueron sepultados en la Iglesia de San
Miguel, en la tumba de su hermano José Ignacio. En 1964, como si el destino se
empeñara en no brindar descanso a los hermanos Gorriti, un movimiento 43
telúrico provoca tal confusión que los restos de los héroes jujeños se dan por
perdidos.
Enrique E. Tarifa y Jorgelina F. Argañaraz.
Iglesia de San Miguel (Sucre, Bolivia)
A pesar de haber sido una de las familias más poderosas del norte, los Gorriti
terminan en la más extrema pobreza. Juana Manuela Gorriti, hija de José
Ignacio y una de las más grandes escritoras americanas, se ve obligada a
peregrinar por Argentina y Bolivia hasta radicarse en Perú, dando clases
particulares durante toda su vida para subsistir. En 1875, 40 años después de
la muerte de su padre, el gobierno argentino le otorga una pensión de 200 pesos
fuertes mensuales por los servicios prestados a la patria por el general. Sin
embargo, hay una trampa, debe residir en Buenos Aires para poder cobrar la
pensión. Ante esta injusta circunstancia, ella escribe en su diario:

“¡Dichosos aquellos cuyos padres les dejaron bienestar para esta vida a
la que no hemos pretendido venir!

He aquí yo, que en la vejez, edad de reposo, para escapar al rudo trabajo
de la enseñanza, voy peregrinando en busca de un pedazo de pan que mi
país me echa como una limosna, cacareado y dado en cara en pago de la
inmensa fortuna que mi padre prodigó para darle independencia.

¡Que delirio tan pecaminoso el de aquellos héroes, que iban a quemar muy
contentos en aras de una soñada patria el porvenir de sus hijos!

Así andan éstos, mendigando favor de los zánganos que ellos alimentaron
con sus riquezas y su sangre.”

Juana Manuela Gorriti muere en Buenos Aires el 6 de noviembre de 1892 a los


76 años.

44

El Día Grande de Jujuy.


Juana Manuela Gorriti
El recuerdo del combate de León y de sus héroes se desvanece con el tiempo.
En algunos lugares, muy pocos, persisten tenues indicios de la enigmática
fecha. Un monumento se eleva en memoria del canónigo Gorriti, pero casi
nadie sabe de la existencia de sus hermanos José Ignacio y Pachi, y mucho
menos de los comandantes gauchos que tan valientemente combatieron
durante 15 años defendiendo la frontera norte; defensa que simplemente no
habría sido posible sin la participación descollante de los gauchos y del pueblo
de Jujuy.

En julio de 2004, se lleva a cabo una marcha a caballo denominada “Por las
huellas del general” que une las ciudades de Salta y Sucre. Los gauchos rinden
homenaje a los Gorriti en la Iglesia de San Miguel, Sucre, y regresan a
Argentina portando una urna que se cree contiene los restos dados por
perdidos de los hermanos Gorriti. Muy pocos están enterados de este tardío
homenaje. La marcha pasa por Jujuy, y tan sólo los gauchos acompañan al
Gral. José Ignacio Gorriti, tal como lo hicieran en aquel día de abril en que
juntos cabalgaron hacia la gloria.

B IBLIOGRAFÍA
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“Belgrano y la Batalla de Tucumán”, Instituto Nacional Belgraniano.

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