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Contenido:

Introducción
Primera Parte Astrología alquímica para la transformación
interior
Vías de crecimiento personal
La Astrología alquímica
Segunda Parte Los cuatro elementos
Origen del sistema elemental
El elemento Tierra
El elemento Agua
El elemento Fuego
El elemento Aire
Tercera Parte Modificando los elementos
El proceso de cambio en los elementos
Transmutaciones elementales
Transmisión de la energía elemental
Amplificación de la energía elemental
Elevación de la energía elemental
Conclusión
Apéndice - Ejercicios en grupo
Bibliografía
Los Cuatro Elementos
Astrología alquímica para el
desarrollo personal
Introducción
La astrología representa una de las colecciones simbólicas más
completas y precisas que el ser humano haya creado a lo largo
de su historia. Esta disciplina, que nos ayuda a conectar el plano
humano con el cosmos, posee en su formulación tradicional una
gran cantidad de información teórica que nos ayuda a
conocernos mejor, a entender el por qué de nuestras
motivaciones. La astrología nos permite incluso planificar algunos
de nuestros pasos futuros, ya que los ciclos planetarios en los que
se basa están en continuo movimiento y se relacionan
directamente con las crisis y los aprendizajes que cada ser
humano afronta a lo largo de su existencia.
En todo caso, considero que esta astrología teórica, que tan
precisa resulta en el plano descriptivo, no ha sido excesivamente
desarrollada en el terreno práctico, transformativo. Los símbolos
que conforman nuestra individualidad no son elementos estáticos
que sólo puedan ser conocidos por la mente. En realidad, estos
símbolos pueden también ser ampliados y transformados en la
vida diaria con la ayuda práctica del saber alquímico. Este
antiguo conocimiento, que es perfectamente compatible con una
astrología moderna, puede ser enfocado a personas que desean
mejorar su vida para ser cada día un poco más conscientes y
felices.
De hecho, este no es un libro de astrología al uso. Aquí no se
encontrarán descripciones teóricas de signos, análisis de cartas
astrales ni técnicas de progresión del horóscopo. Ya existen
excelentes obras sobre el particular y poco se puede añadir a
tanta teoría.
Este es, en cambio, un libro de astrología práctica, volcada en
el día a día. Es una obra sobre la astrología desde una
perspectiva diferente, centrada en qué hacer cuando nos invade
la ira, cuando estamos bloqueados en nuestra vida laboral,
cuando la mente se obsesiona con ideas negativas o cuando los
sentimientos nos desbordan y nos ahogan. Aquí no importa
conocer qué elemento domina en tu carta astral, sino cómo
aprovechar lo mejor de cada energía elemental y cómo
transformar aquello que no te gusta de la misma.
El ser humano no se puede reducir al simbolismo de una carta
astral, sino que contiene dentro de sí infinitas posibilidades. Todos
tenemos todos los signos y todos los planetas en nuestra
natalidad, lo que equivale a decir que todos tenemos acceso al
mismo arsenal simbólico que el resto de los seres humanos.
Simplemente nos falta entender y sentir que no estamos limitados
por una etiqueta astrológica, por bella que sea, que nos somos
una persona con exceso de fuego o con carencia de agua.
Lo que pretendo que entiendas a lo largo de este libro y en
cada día de tu vida a partir de hoy, es que eres Todo, que
contienes todos los elementos, todos los signos y todos los
planetas. En definitiva, que puedes aspirar a la totalidad porque
el Todo es una semilla que se sembró en ti desde el primer
instante en que comenzaste a existir.
Conociendo las herramientas simbólicas que conforman
nuestro ser, podemos realizar esa tarea de transformación
permanente que nos convierta en seres humanos más plenos, más
desarrollados y felices.
A lo largo de este libro, que pretende ser el primero de una
serie, nos introduciremos en el mundo de la astrología práctica o
alquímica, estudiando un importantísimo grupo de símbolos
astrológicos que son los cuatro elementos de la tradición
occidental. El fuego, la tierra, el agua y el aire son, como veremos
en las páginas que siguen, una categoría simbólica que, cuando
se conoce y se domina, puede generar cambios extraordinarios
en nuestra existencia cotidiana.
Así, esta obra está dividida en tres partes. En la primera se
hará un breve repaso de los diversos caminos de crecimiento
personal que el ser humano ha transitado a lo largo del tiempo.
En uno de estos senderos, concretamente en el que denomino
"sendero filosófico", es donde podemos encuadrar tanto la
astrología como la alquimia tradicionales, así como la nueva
astrología alquímica que aquí se presenta.
El análisis de estos senderos de crecimiento no pretende ser
exhaustivo, pues dicho estudio requeriría dedicar un espacio muy
amplio que desvirtuaría el resto de la obra. Sirvan las ideas ahí
presentadas como un esbozo o introducción sobre el particular.
En la segunda parte de este libro se presentarán los cuatro
elementos de la tradición occidental dentro del contexto histórico
en el que estos símbolos se fueron definiendo. Al detenerme en
cada uno de los elementos, no sólo expondré cuál es la
naturaleza teórica de cada uno de ellos, sino que presentaré
ejercicios prácticos que permiten profundizar en su conocimiento.
Al fin, en la tercera parte, se muestra cuatro grandes vías
alquímicas que permiten transformar los elementos. Estas vías
prácticas han surgido tanto de mi propia práctica personal a lo
largo de los años como del trabajo de consejo astrológico
desarrollado con múltiples personas de toda edad y condición.
Conviene recordar que cada una de las sugerencias que se
presentan en esta obra tiene validez sólo si se pone en práctica,
pues como se ha indicado ya anteriormente, la visión que se
presenta en este libro está volcada en nuestras vivencias
cotidianas. Por tanto, recomiendo al lector que las ponga a
prueba y compruebe su eficacia en su propia experiencia
personal.
Este libro que ahora tienes en tus manos es fruto de mi trabajo
personal en las últimas tres décadas de investigación y práctica
astrológica. Hundiendo las raíces en un conocimiento que es
ancestral y que aúna la teoría astrológica con la práctica
alquímica, aquí se presenta un método práctico y efectivo que
permite conocer y transformar las energías que cada día están
presentes en nuestras vidas.
Como verás, es un libro práctico, lleno de ejercicios y
sugerencias que te permitirán no sólo entender, sino sentir los
elementos en tu vida, aprendiendo a transformarlos y a
desarrollarlos hasta sus niveles más elevados.
Por supuesto, aunque este es un trabajo profundamente
personal, no pretendo ser la única persona que haya descubierto
estos métodos transformativos, ni creo estar revelando nada que
no exista ya en el inconsciente colectivo de la humanidad.
Simplemente quiero presentar ante ti el fruto de mi experiencia. Si
te resulta válido este conocimiento, tal como deseo, ponlo en
práctica, hazlo tuyo y compártelo con las personas de tu entorno
para que ellos también se puedan beneficiar de estas técnicas.
Comencemos, pues, nuestro viaje de exploración.
Primera Parte
Astrología alquímica para
la transformación interior
Vías de crecimiento
personal
El ser humano en crecimiento
Más allá de nuestras diferencias individuales, existe una
característica que es común a todos los seres humanos,
independientemente del momento histórico o de la condición
social de cada individuo. Esa cualidad es el afán de mejorar en
todos los aspectos, de ser más sanos, de experimentar el amor, de
prosperar, y en definitiva, de prolongar los momentos de
felicidad.
La auténtica felicidad, lo sabemos, no viene dada por los
bienes materiales o por el éxito social, aunque sin duda, las
posesiones o el reconocimiento son elementos importantes para el
bienestar humano. Tampoco proviene exclusivamente del hecho
de sentirnos amados, aunque también éste sea un buen acicate
para estar mejor con nosotros mismos y con los demás.
La existencia de cada persona está atravesada por momentos
de tranquilidad, seguidos por otros de placer y por no pocas crisis
y momentos de dolor. En todos ellos, y especialmente en estos
últimos, nuestra naturaleza es puesta a prueba, y del mismo modo
que un niño debe aprender múltiples lecciones para convertirse en
adulto, los adultos nos sentimos examinados una y otra vez a lo
largo de nuestra vida.
De hecho, no existe un momento, desde la cuna hasta la
tumba, en que dejemos de aprender y de crecer.
La existencia se nos revela así como una continua
experimentación, en la que los sentimientos, las ideas, los deseos
y las necesidades se convierten a veces en aliados y otras en
enemigos de nuestra felicidad.
Pero si hay algo que resulta evidente en esta continua
experimentación es que una actitud positiva, una actitud de
aprendizaje, nos ayuda a desarrollarnos mejor, a disfrutar de más
momentos de felicidad y de un nivel más elevado de consciencia.
El afán de desarrollo, de mejorar nuestra naturaleza, es una
característica que nos acompaña como humanos desde el
principio de los tiempos. Este deseo de crecimiento, de mejora, se
produce en todos los ámbitos de la naturaleza humana, desde los
niveles más básicos hasta los más elevados.
Como ya expresó el psicólogo humanista Abraham Maslow
(1908-1970), existe en el ser humano una naturaleza interna que
es buena o de carácter neutro, pero no mala. Las emociones
negativas, tales como el miedo o la ira son la reacción violenta
que se desata cuando las necesidades básicas del ser humano no
son satisfechas. Estas necesidades, que Maslow estudió a fondo,
se pueden representar gráficamente como una pirámide.
En los niveles más bajos de dicha pirámide hallaremos los
requisitos básicos para la vida, como son el alimento, el cobijo o
la seguridad. En los superiores se encontrarán las necesidades de
autorrealización, tales como la autoestima, la creatividad o la
capacidad de resolver problemas.
De este modo, cuando las necesidades básicas están cubiertas
de un modo suficiente, el ser humano desea mostrar sus mejores
características internas, que son aquellas que nos permiten vivir y
desarrollarnos de un modo feliz, sano y provechoso. A esta
búsqueda del pleno potencial humano, más allá de los
condicionantes más básicos, la denominó Maslow
"metamotivación".
Posteriormente, la psicología transpersonal amplió el campo
de visión del desarrollo humano, asumiendo que las necesidades
de desarrollo interior y de trascendencia, que forman parte de
todas las tradiciones espirituales y que nos elevan más allá de
nuestro yo limitado, son parte del proceso básico de
enriquecimiento personal.
Basándose en el ansia humana de cubrir las necesidades
básicas, y a partir de éstas, de elevarse a realizaciones más
plenas, tanto las tradiciones espirituales, como la religión, la
filosofía, el arte o la terapia, han desarrollado multitud de
caminos que nos ayudan en la tarea de elevación personal. De
este modo, el conocimiento alquímico y astrológico que vamos a
desarrollar a lo largo de esta obra se enmarca dentro de estos
antiguos senderos de desarrollo interior.
Pero para poder comprender el verdadero alcance de esta
búsqueda, nos detendremos antes a analizar, aunque sea de
forma somera, los diversos caminos que el ser humano ha seguido
en este empeño de crecimiento. Esto nos permitirá situar nuestra
vía alquímico-astrológica en las coordenadas correctas.
Vías de crecimiento personal
Podemos clasificar las vías de crecimiento y desarrollo
personal en cuatro grandes categorías, que englobarían de un
modo aproximado a todos los caminos que el ser humano ha
seguido para despertar y acrecentar su conciencia.
Hay que aclarar que estas grandes vías no deben ser
contempladas como senderos exclusivos, ni sus límites están
siempre totalmente definidos, ya que por un lado, algunas
técnicas de desarrollo personal se pueden situar en dos o más
caminos y otras quizás no acaben de encuadrarse completamente
en ninguno. No se trata por tanto de trazar una cartografía
perfecta de un territorio que de por sí es bastante complejo, sino
de realizar una clasificación orientativa, el borrador de un mapa
que nos permita adentrarnos por el mundo del desarrollo personal
sin perdernos.
Así que aún a riesgo de no ser completamente precisos, estas
son las cuatro grandes vías que proponemos:
- Vías místicas que buscan unir al ser individual con la
totalidad de la existencia.
- Vías artísticas que se basan en el desarrollo de la
creatividad y la expresión.
- Vías terapéuticas que intentan sanar las heridas que nos
impiden crecer.
- Vías filosóficas que se interesan por el significado de la
existencia.
Todas ellas tienen en común una serie de características.
Todas parten de un estado inicial, poco desarrollado, para llevar
al ser humano a un estado final más evolucionado. Para lograr
ese tránsito, cada vía propone un medio concreto que se
relaciona con uno de los cuatro elementos que desarrollaremos a
lo largo de este libro. Como anticipo, a continuación presentamos
esquemáticamente estas vías.
Vía Mística
Estado Inicial: Separación, ego
Estado Final: Trascendencia, unidad
Medio: Devoción
Elemento: Agua
Vía Artística
Estado Inicial: Impotencia, esterilidad
Estado Final: Creatividad, fertilidad
Medio: Acto creativo
Elemento: Fuego
Vía Terapéutica
Estado Inicial: Enfermedad
Estado Final: Salud
Medio: Terapia
Elemento: Tierra
Vía Filosófica
Estado Inicial: Ignorancia
Estado Final: Conocimiento
Medio: Significado
Elemento: Aire
A continuación explicaremos las tres primeras vías de
desarrollo personal de un modo más detallado. La cuarta vía, la
que se desarrolla dentro del ámbito filosófico y en la que se
encuadra el sistema astrológico-alquímico que se muestra en este
libro, se presenta de un modo más detallado en el próximo
capítulo.

Vías místicas de desarrollo personal

Las vías místicas, que también podrían recibir la denominación


de "devocionales" o "religiosas" se basan en el anhelo del ser
humano por unificarse con una entidad de carácter superior, que
engloba a la totalidad de la existencia. La meta última de las vías
místicas ha recibido a través de los tiempos diversas
denominaciones, tales como: dios, los dioses, el mundo superior,
el cielo, lo sagrado, la fuente, la conciencia universal o la unidad
global, por citar sólo unas pocas definiciones.
Las vías místicas nos indican que existe una conciencia
humana limitada, encerrada en una visión estrecha de la
realidad, como la que podemos obtener a través de nuestras
fronteras físicas, nuestro ego o nuestra mente. Esta conciencia
que, para entendernos, denominaremos inferior, se encuentra
separada de la conciencia de la totalidad. Dicha separación, que
se siente en el plano humano como dolor, fragmentación,
aislamiento o inferioridad, impulsa al individuo a seguir un
proceso de despertar y de acercamiento a esa fuente que se
presume superior o más completa.
Pero los caminos místicos no sólo señalan cuál es la causa del
malestar que aqueja a los humanos, es decir la separación de esa
conciencia superior, sino que prescriben técnicas que permiten
llegar a la fusión con esa fuente. Como veremos, esta es una
característica básica de todas las vías de desarrollo personal. De
hecho, todas muestran un estado inicial imperfecto, un estado
deseable al que aspirar y la forma en que se puede alcanzar
dicha meta. Como veremos a continuación, esta ruta genérica,
que es común a cada una de las cuatro vías y que nos permite
acceder a la meta final, se desarrolla de maneras diversas en los
múltiples caminos que están comprendidos dentro de cada vía.
Las religiones tradicionales representan una parte muy
importante de las vías místicas. A través de la visión que nos
muestran estas religiones, el ser humano se presenta como
apartado de la divinidad, acosado por un perpetuo dolor o
insatisfacción, o incluso en un estado de confusión o caída. La
divinidad se percibe a la vez como algo lejano e
inconmensurable a la que el ser humano sólo se puede acercar
tímidamente a través de determinados comportamientos
ritualizados tales como sacrificios, oraciones, ceremonias o
peregrinaciones, por citar sólo algunos.
Pero dentro de las tradiciones religiosas hay un germen místico
más poderoso, cuyo conocimiento secreto se basa en la
revelación de que esa separación entre el ser individual y la
conciencia global o la divinidad, no es más que una ilusión.
Bastará por tanto con levantar el velo de lo ilusorio para descubrir
que el ser humano no estuvo nunca alejado de la fuente, porque
él mismo contiene la chispa de una divinidad dormida.
Así, la contemplación o la fusión con la divinidad, que para el
ser humano religioso sólo se produce después de la muerte, para
el místico no es más que el descubrimiento de la realidad
intrínseca del ser humano en esta vida. Mientras el primero espera
un despertar tras esta existencia, el segundo desea abrir los ojos
aquí y ahora, a fin de contemplar el secreto de los secretos.
Uno de los senderos tradicionales que ha permitido levantar
ese velo es el camino ascético. La ascesis es una vía de
perfeccionamiento personal que observamos por igual en místicos
cristianos como San Juan de la Cruz, entre los derviches del Islam
o entre los yoguis de la India. Purgando la parte más animal de la
naturaleza y abriendo las ventanas de la conciencia para que
entre la luz del amor divino, el místico busca la fusión con la
fuente en el instante presente, y con auténtico frenesí, se entrega
al absoluto como el enamorado a su amante. No es casual por
tanto, que gran parte de los textos místicos sean, en su esencia,
indistinguibles de la poesía amorosa.
En resumen, las vías religiosas o místicas buscan la superación
de un estado de separación, caída o soledad a través del
encuentro con lo absoluto, sea en esta vida presente o después
del tránsito que supone la muerte física.

Vías artísticas de desarrollo personal


Las vías artísticas o creativas, trabajan sobre el concepto de
creatividad aplicada a la ampliación de la conciencia. Dentro de
estos senderos, el arte deja de ser un mero entretenimiento para
convertirse en una herramienta que sirve al propósito del
mejoramiento personal. Estas vías parten de un estado de
impotencia o esterilidad creadora, que puede incluso manifestarse
a nivel físico y llevan al practicante a un estado creativo y fértil.
Para alcanzar dicha meta, los caminos del arte se basan en la
realización de diversos actos creativos, que se pueden desarrollar
dentro de las artes establecidas, mediante una combinación de
ellas, a partir de nuevas formas de expresión desarrolladas por la
imaginación del artista o por la aparición de nuevas tecnologías o
vías de manifestación.
Un ejemplo de creatividad al servicio del crecimiento de la
conciencia que cuenta con una larga tradición en nuestra cultura
es la arquitectura sagrada.
Podemos entender la arquitectura sagrada como el diseño y la
construcción de edificios, generalmente de tipo religioso, que
permiten al ser humano elevar su conciencia tanto por su
contemplación como por la mera visita a esos lugares. Aquí, el
acto creativo compete tanto a los diseñadores y constructores de
dichas obras como a los visitantes que acuden a ellas con un
ánimo abierto y participativo. De este modo, la obra
arquitectónica revela su poder a quien la contempla del mismo
modo que un libro revive cada vez que un lector posa en él su
mirada atenta.
Según la tradición, corroborada por modernos estudios
geobiológicos, muchas ermitas e iglesias románicas así como las
principales catedrales góticas europeas se edificaron en lugares
donde la energía de la tierra es muy poderosa. Corrientes de
agua subterránea, alineaciones con otros monumentos, cercanía
de conjuntos megalíticos, hacen de estos lugares, zonas donde la
conciencia se expande con mayor facilidad.
Los edificios creados en estas zonas de poder contienen un
código artístico (arquitectónico, pictórico y escultórico) que
refuerza su capacidad trascendente. Determinadas imágenes
talladas en la piedra o pintadas, el lugar donde las estatuas
posan su mirada, los laberintos que contienen o la disposición de
los elementos, no es ningún modo casual, y era fácilmente
comprendido tanto por aquellos que los crearon como por sus
primeros visitantes. El hecho de que actualmente no seamos
capaces de entender gran parte de ese código no impide que de
vez en cuando podamos vivir alguna experiencia fascinante en su
presencia.
Cabe reseñar que el arte sagrado no se limita a la
arquitectura. Tanto en la literatura como en las artes plásticas y
últimamente en el cine y en las artes escénicas, hay innumerables
ejemplos de obras destinadas a facilitar la expansión de la
conciencia. En medio de una gran producción creativa, destinada
en su mayor parte al mero entretenimiento de las masas, hay
también algunas obras diseñadas para ayudar a aquellos que
buscan crecer a través de la participación en la belleza.
Por otra parte, actualmente se da un gran énfasis al fomento
de la creación personal, en la que lejos de ser un espectador, el
individuo desarrolla su talento creativo como una vía para
encontrarse a sí mismo y para ampliar las fronteras de su
conciencia.
En última instancia, lo que pretenden estas vías creativas,
cuando se experimentan de un modo profundo, es hacernos
descubrir que la creatividad y la belleza que buscamos ya existe
en nuestro interior, y que todos los caminos que nos conducen a
encontrar y desarrollar esas cualidades en el exterior no son sino
formas de redescubrir aquello que ya poseemos en nuestro ser.

Vías terapéuticas de desarrollo personal


Las vías terapéuticas se basan en el concepto de que existe
una naturaleza humana sana que es corrompida por la
enfermedad, entendida ésta como una disfunción en los planos
físicos, mentales o emocionales del ser humano. Dentro de esta
visión, la enfermedad, también conocida como trauma,
incapacidad o error, se observa como la causa del sufrimiento
humano, el conflicto que convierte la existencia en un tormento y
que incapacita a la persona para alcanzar la felicidad plena.
Sólo mediante al recuperación de la salud, la persona puede
abrirse a una dimensión superior de su ser en cualquiera de los
planos antes citados.
El propósito de estos caminos consiste por tanto en alcanzar la
salud gracias a una serie de técnicas terapéuticas muy variadas.
Dichas técnicas, que se desarrollan a partir de una variada gama
de doctrinas y enfoques, llevan implícitas la realización de
diferentes actos terapéuticos, el consumo de determinados
productos, o la promoción de algunos hábitos que se desarrollan
en el plano físico, mental o emocional.
Aunque dentro del camino terapéutico existe una amplia
diversidad en la visión de lo que se entiende como salud y
enfermedad, así como una casi infinita variedad de técnicas
empleadas para encontrar el bienestar, hay que recalcar que en
esencia, hay una base común para todos ellos. Esa base es la
visión del ser humano como una entidad susceptible de sufrir
daños o desperfectos de diversa índole, y la fe en que con una
determinada estrategia, la máquina humana puede volver a
funcionar correctamente.
En la actualidad, el enfoque terapéutico centrado en el
desarrollo personal es claramente holístico, es decir, que observa
al ser humano como una totalidad de cuerpo, mente, emociones y
espíritu. Se aleja así de la visión tradicional de la medicina
occidental que tiende a ver a la persona como un conjunto de
elementos no siempre conectados entre sí.
Dentro del enfoque holístico, no se concibe una curación que
sólo afecte a un determinado segmento del ser, sea físico,
emocional o mental, y mucho menos, una división neta dentro de
los diversos sistemas y órganos del cuerpo físico. La salud se
entiende como una meta integral, que no puede ser comprometida
por una terapia que, enfocada a una parte del ser, provoque
conflictos con otros elementos igualmente importantes de la
persona.
Las vías terapéuticas, como en todos los casos anteriores,
tienen para nosotros una enseñanza oculta. Aquello que
buscamos con su ayuda, es decir, la salud, no es otra cosa que el
estado natural del ser humano. Las técnicas curativas son en
realidad herramientas que nos permiten recordar lo que ya
somos, descubrir lo que ya poseíamos y habíamos olvidado. La
salud ya está instalada en nuestro interior
Como es bien sabido, las vías terapéuticas tienen en la
actualidad un gran predicamento dentro de los caminos de
crecimiento personal en nuestro entorno occidental. Esto es así
hasta el punto de que muchos caminos que, por su esencia
pertenecen a otras vías, intentan presentarse actualmente como
terapéuticos, renunciando así a su verdadera y valiosa esencia.
Hay que recalcar una vez más que todos los caminos son
valiosos, y que todos los enfoques tienen su importancia. No
todas las personas necesitan una terapia, del mismo modo que no
todos encuentran soluciones a sus traumas en el terreno místico,
artístico o filosófico, que explicaremos a continuación.
Precisamente, si existe una variedad de vías y, dentro de cada
una de ellas, una multiplicidad de caminos, es porque el ser
humano es variado, complejo, y con necesidades y gustos
diversos.
Así por ejemplo, si una persona padece un trauma de infancia
como consecuencia de un abuso, difícilmente avanzará en su
desarrollo personal si elige un camino religioso tradicional en el
que se exija una contención de los impulsos sexuales. Esta
persona no hallará la paz interior huyendo de sus fantasmas, sino
enfrentándolos con ayuda de la terapia. Del mismo modo, no será
a través de la terapia como encuentre el significado de sus
terribles experiencias. Cada vía y cada camino, como vemos,
tienen su razón de ser, y siendo válidos para unos, pueden ser
completamente inservibles para otros.
La Astrología alquímica
Las Vías Filosóficas de desarrollo personal
Como hemos visto en el capítulo anterior, el ser humano ha
seguido diversas vías para crecer y alcanzar mayores niveles de
felicidad y plenitud. En este capítulo analizaremos en profundidad
la cuarta vía, el camino filosófico, en el que encuadraremos la
astrología y la alquimia, las bases de nuestra investigación teórica
y práctica sobre los cuatro elementos.
Las vías filosóficas de crecimiento personal conducen al ser
humano desde un estado de ignorancia, que en muchas
tradiciones ha sido definida también con los términos de
oscuridad o vacío, hacia un nivel superior de conciencia que
podemos denominar como el estado del conocimiento, la luz o la
plenitud.
Este estado de conocimiento es aquel en el que la información
teórica se convierte en sabiduría práctica. Esta sabiduría, que si
bien al inicio puede ser personal o que quizá se desarrolle dentro
del contexto de una determinada escuela, filosofía o grupo,
conecta con el tiempo con una conciencia esencial que es común
a todos los seres humanos y que se puede rastrear desde el inicio
de los tiempos hasta el instante presente.
Como ya se ha insinuado, no sería correcto entender estos
estados opuestos de ignorancia y conocimiento desde un punto de
vista únicamente mental o racional. La sabiduría, que es la meta
de este camino, no se corresponde sólo con una mera
recopilación de información o con una acumulación de datos,
sino que se refiere a algo más profundo y vivencial. Realmente, en
nuestra sociedad presente, en la que experimentamos un continuo
bombardeo informativo, resulta tentador confundir los datos
aislados que recibimos con el auténtico conocimiento al que se
refieren estas vías, pero nada es más opuesto a la realidad.
En lo más profundo, la sabiduría que estos caminos nos
impulsan a descubrir y desarrollar es una suerte de conocimiento
tangible, que surge a partir de la puesta en práctica de
determinadas ideas, preceptos o ejercicios. Así que cuando
hablamos de vías filosóficas no nos referimos solamente a un
conocimiento teórico, a una filosofía especulativa e irreal que sólo
puede existir en nuestro cerebro, sino a una sabiduría entretejida
con la experiencia, que se nutre de ella y hace crecer la
conciencia.
Esta sabiduría, para ser real, para que nos conduzca
realmente a un desarrollo personal profundo y renovador, debe
manifestarse en todos los planos de la realidad y en los cuatro
espacios de la conciencia humana: el cuerpo físico, el nivel
creativo-libidinal, el espacio emocional y el dominio mental.
Siendo como es una sabiduría práctica, debe ser comprobable
en la vida cotidiana, debe estar dentro de las capacidades de
experimentación de cada ser humano, y debe por tanto, recibir su
autentificación a través de esa experiencia.
Este conocimiento vivo, aunque hunda sus raíces en ideas que
son colectivas y ancestrales, es totalmente individual, pues cada
persona lo va a percibir y a desarrollar de un modo que es
intrínsecamente propio. La experiencia de cualquiera de las vías
filosóficas nos empuja a una vivencia individual, que si bien
puede ser aprendida, compartida y enseñada, carece de valor si
no se experimenta en carne propia. En caso contrario, más que
un camino de desarrollo personal se convertiría en mera
especulación estéril.
Se advierte por tanto con claridad la diferencia entre la
filosofía tal y como la entendemos usualmente y las vías filosóficas
de desarrollo personal. Del mismo modo que, como ya hemos
explicado, existe una clara diferencia entre el arte como
entretenimiento y el arte como vía de crecimiento.
Como veremos, este conocimiento aúna la experiencia de la
mente con el mundo de los sentimientos, la energía del cuerpo y
la expresión creativa de los deseos. Desde muy antiguo, quien
recorre el camino filosófico desde el principio hasta el final, desde
la oscuridad hasta la luz, quien se atreve no sólo a pensar sino a
sentir y a actuar en el marco de esta vía, recibe el nombre de
"iniciado" o "adepto".
Más allá de las distintas teorías filosóficas al uso,
generalmente contrapuestas, la sabiduría que se desarrolla en una
vía filosófica aplicada al desarrollo personal tiene valor por sí
misma, se reconoce como verdad porque en la práctica se nos
muestra como tal, porque la experimentamos así en lo más
profundo de nuestro ser.
Como veremos a continuación, descubrir esta verdad eterna, o
al menos, transitar la vía hacia esa verdad, descubriendo todos
sus aspectos parciales, nos convierte en adeptos, en filósofos
prácticos en busca de la luz a través del significado.

El significado
Como sucede en todas las vías de desarrollo personal que
hemos explorado hasta ahora, la vía filosófica también nos
provee de una herramienta que nos permitirá recorrer el camino
desde la ignorancia hasta la sabiduría. Esa herramienta es el
significado.
Los caminos filosóficos nos presentan la idea de "significado",
aplicando tal término no sólo a cuestiones de amplio espectro,
tales como el sentido de la existencia, sino también a temas de
orden cotidiano, como veremos a continuación.
En el contexto de las vías filosóficas de desarrollo personal,
podemos entender el significado como la comprensión teórica y
práctica de los diversos acontecimientos que van modelando
nuestra existencia, así como el deseo de profundización
permanente en la esencia y el propósito de dichos sucesos.
Como es sabido, toda existencia humana está marcada por la
vivencia de muchos acontecimientos, grandes o pequeños,
dolorosos o placenteros. Todos transitamos a través de épocas de
crisis, instantes de dolor, momentos de felicidad o incluso
períodos de apatía o aburrimiento. Pero lo que diferencia a una
existencia carente de sentido a otra que busca, de modo
consciente, el significado, es que en este último caso, los sucesos
de la vida son el catalizador de grandes movimientos internos.
Por un lado, cuando experimentamos la vida dentro del marco
del significado, queremos conocer el porqué de los sucesos
dolorosos a fin de evitar un dolor similar en el futuro, y a la vez,
deseamos desvelar los secretos que se esconden tras los
acontecimientos felices para encontrar las claves que nos permitan
perpetuar esa felicidad tanto tiempo como sea posible.
En un plano trascendente, muchas de las personas que siguen
estas vías filosóficas, observan la existencia presente como un
escalón más de la larga escalera que conduce a nuestra esencia
a posiciones cada vez más altas en el plano espiritual. En este
caso, el significado no sólo es importante para nuestra felicidad
presente, sino que es atesorado por nuestro espíritu inmortal para
unos fines que incluyen a nuestro yo actual y van más allá de él.
Sea cual sea el contexto en que queramos analizarlo, es decir,
sea en el plano de la felicidad presente o en el terreno del eterno
desarrollo espiritual, el significado es una pieza esencial para
dejar atrás las nieblas de la ignorancia y alcanzar, aunque sea
de un modo gradual, la luz de la sabiduría.
Una cuestión fundamental a la hora de entender la
importancia del significado es que para los seres humanos, tal
concepto es esencial. Todos sabemos que si no encontramos una
finalidad, un significado, a cualquier actividad que estemos
realizando, nuestra motivación para llevarla a cabo se desvanece
rápidamente. Si es nuestra vida la que sentimos como carente de
significado, con seguridad nos invadirá un estado de desidia que
acaba desembocando en una depresión grave.
Como proclama la psicología moderna, encontrar un
significado a lo que nos sucede, sean acontecimientos importantes
o de menor valor, es una de las claves básicas para nuestro
bienestar psíquico y emocional.
Uno de los autores que con mayor profundidad y perspicacia
ahondaron en la importancia psicológica del significado fue el
psiquiatra austríaco Viktor Frankl (1905-1997).
De origen judío, Frankl fue detenido en el otoño de 1942 por
las tropas nazis que habían invadido su país natal. Internado en
los campos de concentración de Auschwitz y Dachau, Frankl tuvo
la fortuna de sobrevivir al Holocausto, aunque tanto su joven
esposa como sus padres y muchos de sus amigos, perecieron en
los campos de exterminio.
Tras su liberación en 1945, regresó a la ciudad de Viena,
donde reflexionando sobre sus terribles experiencias, escribió una
obra cuya lectura recomendamos: "El hombre en busca de
sentido". En este libro, Frankl explica que incluso en las
condiciones más difíciles, como pueden ser las de un campo de
concentración, el ser humano puede desarrollar motivos para
vivir. En su caso particular, el motivo para vivir fue el sueño de
poder salir algún día de su calvario y revelar los horrores sufridos
de modo que ningún ser humano volviera a pasar por un infierno
semejante.
Precisamente, según descubrió Frankl, el hecho de tener un
motivo para vivir, o en otras palabras, de encontrar un sentido a
la experiencia, significaba en muchos casos la diferencia entre
morir o sobrevivir al exterminio. Como observó repetidamente en
los campos nazis, aquellos que se rendían, los que abandonaban
toda ilusión, los que se dejaban llevar por la negatividad,
sucumbían sin remedio. En cambio, quienes como él veían un
sentido, fuera de carácter humanista o de tipo religioso que les
explicara o diera significado a la terrible experiencia, contaban
con algunas posibilidades extras para salir con vida.
Extrapolando su experiencia en los campos de exterminio a
toda su carrera posterior como psicoterapeuta, Frankl encontró
una y otra vez que aquellos pacientes que conseguían encontrar
un sentido a su experiencia vital mejoraban de un modo notable
de sus síntomas psíquicos.
Así, la psicología no hace otra cosa que dar la razón a los
antiguos senderos de crecimiento personal basados en el
significado, reconociendo que aquellas personas que encuentran
un sentido a lo que les sucede, alcanzan mayores cotas de
felicidad y bienestar.
Profundizando en el significado

Ahora que conocemos la importancia del significado para el


ser humano, es posible profundizar un poco más en su esencia.
En el contexto del crecimiento personal, el significado se debe
entender de un modo dual, es decir, como esencia y como
propósito de algo. En un sentido vivencial, es decir, aplicado a
nuestra propia vida, el significado es la esencia y el propósito de
la existencia humana.
Por un lado, como esencia, el significado nos permite
responder a la pregunta del "por qué" de algo. Así, el significado
de la existencia humana contiene una esencia, aquello que hace
que nuestra vida tenga un sentido y que la diferencia del no
existir. En cualquier otro ámbito, podemos explorar el origen y la
naturaleza de lo que sucede como una vía para alcanzar su
significado.
Por ejemplo, ante una enfermedad física, cabe preguntarse
por qué se ha originado el mal y cuál es su esencia real. Algunas
de las cuestiones que nos pueden ayudar en este caso serían:
- ¿Qué hábitos han creado la enfermedad? Como es sabido,
gran parte de los males físicos están causados por malas
costumbres en la alimentación, falta de ejercicio físico o por
sustancias nocivas como el tabaco o el alcohol.
- ¿A qué obedecen dichos hábitos? o por decirlo de otro modo
¿por qué los hemos adquirido? En muchas ocasiones, adquirimos
hábitos nocivos para ocultar problemas psicoemocionales o por
simple dejadez.
- ¿Qué factores fuera de nuestro control y de los que no somos
responsables han contribuido a su formación? Analizar estos
factores externos nos ayuda a desarrollar compasión hacia
nosotros mismos y humildad ante fuerzas más poderosas que
nosotros.
- ¿Qué atribuciones de carácter más profundo podemos hacer
de la enfermedad? Por ejemplo, si el problema está en la
garganta, ¿acaso hay algo que no queremos expresar? Si es una
enfermedad del estómago ¿hay algún acontecimiento que no
podemos digerir?
Por otro lado, el significado es también el propósito de ese
algo, es decir, el "para qué". La vida humana no sólo tiene un
significado porque contiene una definición esencial, sino porque
tiene un objetivo o una meta hacia la que se dirige. En los sucesos
más concretos de nuestra vida cotidiana podemos ver una
finalidad, e incluso podemos modificar ese propósito para que
sea lo más elevado y positivo posible.
Siguiendo el ejemplo de la enfermedad, antes enunciado,
podemos preguntarnos para qué sirve dicho mal. Por ejemplo:
- En un plano negativo, puede servir para que experimentemos
el dolor, de modo que aprendamos de nuestros errores pasados.
- También puede servir, en un plano más elevado, para que
abandonemos hábitos nocivos y adquiramos otros más positivos.
- También nos puede ayudar a tener más paciencia,
compasión y autodominio.
- Puede ayudarnos a entender la fugacidad de la existencia,
dando más valor a cada una de las experiencias del momento
presente.
- Por último, podemos verla como una señal para cambiar los
conflictos profundos, de carácter psíquico, emocional o espiritual
que creemos ocultos detrás del mal físico.
Si nos fijamos bien, este enfoque, basado en el significado
representa una forma muy profunda, y para muchas personas,
completamente novedosa, de observar cualquier acontecimiento
de nuestra vida.
En el ejemplo anterior, ante una enfermedad, no son pocas las
personas que culpan al entorno o a la mala suerte de su
sufrimiento, sin querer analizar las causas reales, es decir, los
hábitos nocivos o los sentimientos ocultos que están en el origen
del problema. Estas personas sólo se ocupan de experimentar su
dolor, incapaces de entender que ese sufrimiento puede ser el
sustrato sobre el que cultivar una vida más positiva cara al futuro.
Incluso ante una enfermedad muy grave o terminal, la
diferencia entre un enfoque inconsciente y otro centrado en el
significado, da lugar a experiencias completamente diferentes,
como puede atestiguar cualquier persona que haya visto a un
familiar enfrentándose, de uno u otro modo, al tránsito final de la
existencia.
El significado, como vemos, es tanto en la vida como ante la
muerte, la raíz esencial de algo y su meta más elevada. De este
modo, podemos entender que el significado es algo dinámico,
una herramienta que nos permite ver el estado presente y las
posibilidades futuras de cualquier experiencia vital. No es por
tanto una especulación fría y cerrada, sino una comprensión
cálida, viva y en perpetua mutación sobre la realidad que vamos
encontrando día a día en nuestra existencia.
El significado, que se puede elaborar teórica y fríamente
desde una perspectiva filosófica tradicional, se desarrolla en los
caminos filosóficos de crecimiento a través de un sendero vivo,
que aúna la teoría con la práctica, y que conecta directamente
con la psique profunda del ser humano. Para realizar esta última
y profunda conexión, utilizaremos, como se verá a continuación,
una herramienta muy poderosa, la realidad simbólica.

Los símbolos

Si el significado, como hemos visto, es esencial para el


bienestar humano y es además la herramienta esencial para
avanzar en el camino filosófico de desarrollo interior, será
importante conocer cómo podemos acceder a esta dimensión
significativa de nuestra existencia más allá de especulaciones
mentales.
Ciertamente, y como todos hemos experimentado en un
momento u otro, nuestra psique es un territorio confuso, donde las
ideas surgen y se desvanecen con rapidez y donde es difícil
llegar a un estado de claridad que evite confundir deseos con
realidades, o conceptos erróneos con aquellos que son más
cercanos a la verdad.
Afortunadamente existe una categoría del significado que
entronca nuestra psique profunda, es decir, el reservorio de
nuestra sabiduría interior, con la realidad cotidiana. Nos
referimos a la realidad simbólica, al mundo de los símbolos que
existe en nuestro interior y que anima gran parte de nuestros
actos, consciente o inconscientemente.
El símbolo es una categoría intuitiva, profundamente arraigada
en nuestro interior y marcada por una gran carga emocional.
Pertenece al reino de los sentimientos y las percepciones antes
que a la razón, aunque también puede incluir a ésta. Dada su
naturaleza de reservorio intuitivo, es en ocasiones paradójica y
compleja, pues se desarrolla en múltiples niveles.
Un ejemplo de realidad simbólica que todos podemos
comprender es el símbolo de la cruz. Para un cristiano ferviente,
la cruz es algo más que una figura geométrica o un objeto
decorativo. La cruz para el cristiano es el símbolo del sufrimiento
de Cristo en bien de la humanidad. Siendo un símbolo de muerte
y de tortura, lo considera también como un símbolo de vida, de
resurrección y de superación de los problemas. Pero más allá de
eso, es también un símbolo del dolor que muchas personas han
de sobrellevar en esta existencia y de su esperanza en un futuro
mejor. Vemos aquí que los niveles simbólicos entroncan
claramente con realidades emocionales, intuitivas y también
mentales del ser humano.
Una de las cuestiones más importantes que tenemos que
entender es que nuestro mundo interior es simbólico, y que es
precisamente en ese mundo interno, en el corazón de nuestra
alma, donde reside nuestra mayor fuente de fuerza y sabiduría.
Así, como ya hemos dicho, el símbolo se convierte en mediador
entre nuestro interior y el mundo externo, ayudándonos a
encontrar un significado coherente a la existencia.
Podemos decir que si el símbolo es social, común, compartido
con todos los seres humanos, el significado es personal. Para el
gran psicoanalista suizo, Carl Gustav Jung (1865-1961), los
símbolos provienen del inconsciente colectivo de la humanidad,
una zona de energía psíquica que compartimos con todas las
personas que han existido y con las que actualmente vivimos en
este mundo. A estos símbolos universales, Jung los denominó
"arquetipos".
Pues bien, como vemos, tener una cierta conexión con el
mundo simbólico es esencial para poder transitar los senderos de
desarrollo personal que se engloban bajo el manto filosófico.
Concretamente, los símbolos tienen varias características que se
enumeran a continuación:
- Como ya se ha indicado, representan la esencia de nuestro
mundo interior. El ser humano es, básicamente, un animal
simbólico.
- Cuentan con infinitos niveles de interpretación. Así, cada
persona accede a aquel nivel que concuerda con su grado de
desarrollo presente. A mayor nivel de desarrollo, mayor
profundidad simbólica.
- Son inagotables e inabarcables, ya que existen desde que el
ser humano tiene consciencia y poseen el poder de conectarnos
con la sabiduría de todos los seres que han existido y existen.
- Actúan como regeneradores de la vida, ya que cuando
conectamos conscientemente con ellos y los asumimos como parte
de nuestro significado esencial, sentimos una gran energía que
nos anima a seguir viviendo.
Por tanto, la tarea de conocer los símbolos, tanto a nivel
teórico como práctico, es gradual, pues al ser inagotables, nunca
se profundiza completamente en ellos. Pero al mismo tiempo, en
todo momento tienen validez para nosotros, pues siempre vamos
a conocer la parte de los mismos que se adapte a nuestro nivel de
consciencia presente. Como generadores de significado, son a su
vez, regeneradores de vida, y por tanto esenciales para caminar
por el sendero filosófico de desarrollo.
En este libro, vamos a transitar este sendero a partir del
conocimiento que nos han legado dos antiguas disciplinas
filosóficas, la astrología y la alquimia. Como veremos a
continuación, intentaremos aunar ambas en una solo sistema que
denominaremos Astrología alquímica.
La Astrología como alquimia
La Astrología es, como ya se ha indicado, una de las vías de
transformación personal que forman parte de los caminos de
significado. Como tal, usa el lenguaje simbólico como mediador
entre la psique humana y el cosmos, aprovechando una larga
tradición que se remonta a los albores de la humanidad. En su
formulación escrita, esta tradición tiene más de cuatro milenios de
antigüedad.
En sus inicios, la astrología fue un saber cargado de
supersticiones y pronósticos fatalistas sobre el futuro de las
personas. Pero en tiempos más recientes, el conocimiento
astrológico se ha unido a la ciencia psicológica, a fin de poder
ayudar al ser humano a comprenderse mejor, conociendo las
razones profundas de sus actos. En esta línea, la astrología nos
ha enseñado que nos somos víctimas del destino, sino que
comprendiendo nuestra esencia, reflejada a través de la carta
natal y desarrollada a través de múltiples técnicas predictivas,
podemos adquirir mayor consciencia y capacidad de decisión
sobre nuestra vida.
Pero si bien durante la mayor parte de la historia, la astrología
ha sido una disciplina teórica, es decir, de carácter puramente
intelectual, en la actualidad puede convertirse en una fuente de
conocimiento práctico, que nos ayude a vivir de un modo aún
más consciente. Porque más allá del descubrimiento de nuestra
esencia, existe una capacidad de transformación que aún no ha
sido completamente explorada por el saber astrológico.
Esa parte práctica transformadora, que la astrología actual
necesita, viene dada por su fusión con la alquimia.
La alquimia es una tradición ancestral, precursora de la
química moderna, que se enmarca, como la astrología, en los
caminos filosóficos de crecimiento personal.
Según este saber, una de las metas del ser humano es
alcanzar la capacidad de modificar la materia o el propio cuerpo
por medio de una sustancia conocida como "piedra filosofal". La
piedra filosófica, que se consideraba al mismo tiempo un objeto
real y una categoría simbólica, era capaz de convertir metales
innobles en oro del mismo modo que podía alargar la vida
humana. La meta del alquimista era y sigue siendo buscar la
perfección a través de un proceso de purificación paulatina de la
materia.
Este trabajo de transmutación física externa tiene un reflejo en
el interior del adepto, pues sólo se puede encontrar dicha piedra
de un modo individual, tras muchos años de estudio, de
meditación y de práctica. La transmutación física se logra a partir
de una refinación del ser humano.
Haciendo un paralelismo con el saber elemental que proviene
de la astrología práctica, los cambios que deseamos realizar en
un segmento de nuestra existencia requerirán también una "piedra
filosofal", que no será real sino simbólica. Dicha piedra se
construye a partir del desarrollo de la conciencia, estudiando y
comprendiendo de la realidad, así como aplicando dicho
conocimiento a la práctica, es decir, empleando la voluntad
consciente en todos nuestros actos.
Así, si la astrología nos provee de un rico arsenal simbólico,
muy bien elaborado a lo largo de los tiempos, la alquimia nos
estimula a modificar esos símbolos de un modo práctico,
generando nuestra propia y genuina piedra filosófica.
En los próximos capítulos iniciaremos un fascinante viaje de
exploración a través del primer escalón simbólico de la
astrología: los cuatro elementos de la tradición occidental. A
diferencia de otras obras que se limitan a describir la energía
elemental, en este libro vamos a aprender a reconocer, y lo que
es más importante, a modificar dicha energía. De este modo,
nuestra vida será más plena, más consciente y estará una sintonía
más fina con la energía práctica y transformadora que este nuevo
siglo está reclamando.
Segunda Parte
Los cuatro elementos
Origen del sistema
elemental
Los elementos a través del tiempo
Los conceptos que actualmente asociamos con los cuatro
elementos se desarrollaron de un modo paulatino en el mundo
antiguo, tanto en Babilonia como en la Grecia clásica. En estas
tierras, distintos sacerdotes, astrólogos, filósofos y médicos,
algunos conocidos y otros olvidados, se preguntaron por las
bases que fundamentan el universo conocido y fueron modelando
lo que actualmente conocemos como la teoría de los cuatro
elementos.
Hay que dejar claro que en las indagaciones de estos
precursores se unían tanto el deseo de conocer la realidad
material, desde la que evolucionó la física tal como la conocemos
actualmente, como la realidad inmaterial del universo, que para
ellos era el fundamento de los fenómenos que observamos.
No podemos entender el mundo de los elementos, ni la
Astrología en general, y mucho menos beneficiarnos de este
conocimiento, si no comprendemos y asumimos que los seres
humanos somos animales simbólicos. Son los símbolos, las
representaciones mentales de la realidad, lo que nos convierte en
lo que somos.
De este modo, la realidad se configura como una vía de dos
sentidos. Por un lado, todo lo que nos rodea, las personas, los
objetos, los acontecimientos, tienen una cualidad física que
podemos experimentar con nuestros sentidos. Pero otro, todos
esos aspectos existen como símbolos en nuestro interior. De modo
que nos relacionamos con ellos no sólo como elementos externos,
sino como realidades interiores.
Así por ejemplo, cuando una persona discute con otra, no sólo
mantiene una controversia con otro ser humano, sino que también
está en conflicto con la imagen que ese ser humano proyecta en
su conciencia. Todo lo que han vivido juntos, sus encuentros y
desencuentros anteriores, toda la historia compartida, sale a la luz
en el conflicto. Más aún, si esa persona es un familiar o un amigo
íntimo, también entra en juego el significado simbólico y cultural
de la relación. De este modo, hay ciertas actitudes o palabras que
nos parecerán más o menos graves si proceden de un familiar
que si provienen de un desconocido.
A continuación vamos a desarrollar parte de la historia de la
investigación humana acerca de los cuatro elementos, poniendo
especial énfasis en los autores más importantes del mundo clásico.
A lo largo de este relato surgirán algunos detalles de crucial
importancia para entender qué son los elementos y que pondrán
las bases del resto de nuestra exposición práctica.

Las cualidades primigéneas


Si bien a primera vista, los cuatro elementos representan
categorías simbólicas aparentemente simples, realmente se trata
de construcciones teóricas bastante complejas. Como iremos
viendo a lo largo de nuestra exposición, aunque estas energías
surgen de nuestra experiencia directa de la realidad física, se
elevan a dimensiones simbólicas bastante elaboradas.
En el mundo clásico, los cuatro elementos nacieron partir de
una categoría más sencilla y directamente relacionada con la
experiencia sensorial que denominaremos "cualidades
primigéneas". Estas cuatro cualidades se nos presentan en dos
parejas de aspectos opuestos entre sí. La primera pareja es una
dualidad referida a la temperatura de algo, mientras que la
segunda está referida al grado de humedad de ese algo. Ambas
dualidades, en su aspecto físico, representan aspectos de la
realidad que son inmediatamente perceptibles por los sentidos.
Así, es fácil conocer la temperatura y el grado de humedad de un
objeto físico con sólo usar el tacto.
Ahora bien, cuando las cualidades primigéneas se elevan
desde la dimensión puramente física, para aproximarse al mundo
simbólico de nuestra conciencia, adquieren poco a poco
características más complejas, que representan el primer paso
hacia el más sofisticado sistema de los elementos. De este modo,
la temperatura deja de ser una cuestión de medida, es decir, un
número de grados en una escala determinada, para convertirse
en una manifestación de la energía.
Cuando las cualidades primigéneas dejan de ser meras
apreciaciones sensoriales y se acercan a nuestra conciencia
simbólica, la "temperatura" de algo, sea un objeto, una persona o
una situación determinada, se convierte en una medida de la
actividad de ese algo. De hecho, incluso en el plano físico,
sabemos que un cuerpo es más caliente cuanto mayor sea el
grado de movimiento de sus partículas constituyentes.
En el caso de la humedad sucede exactamente lo mismo.
Cuando se acerca al mundo simbólico, la humedad deja de ser
una medida de la cantidad de agua presente en la materia para
convertirse en una medida de lo fluida o definida que puede ser
una situación, una persona o un objeto.
Resumiendo, las características de las cuatro cualidades
primigéneas pueden ser esquematizadas del siguiente modo.
Atendiendo a su temperatura:
- Calor: Acción, cambio, alta energía, movimiento.
- Frío: Inacción, estabilidad, baja energía, inmovilidad.
Teniendo en cuenta su grado de humedad:
- Sequedad: Sólido, definido, estructurado, limitado.
- Humedad: Inmaterial, indefinido, desestructurado,
ilimitado.
Usando una terminología más contemporánea, podemos decir
que las cualidades referidas a la temperatura se refieren a la
energía, señalando el grado de actividad de algo. Cuando más
caliente, tanto más activo, cambiante y móvil. Mientras, la
dualidad seco-húmedo nos remite al mundo de la materia,
demarcando aquello que es limitado y diferenciándolo de lo
ilimitado. Cuanto más húmedo sea algo, tanto más fluido,
ilimitado e inmaterial.
A la hora de reconocer las cualidades elementales que están
actuando en un momento determinado podemos hacernos dos
preguntas esenciales:
- La primera pregunta es: este acontecimiento, persona u
objeto, ¿tiene mucha o poca energía? Si tiene mucha energía,
está caliente, en caso contrario, está frío. Por ejemplo, un
tornado, un niño que juega o un tren en movimiento son de
naturaleza caliente. En cambio, la calma atmosférica, un niño
dormido o un tren detenido son de naturaleza fría.
- La segunda pregunta es: este acontecimiento, persona u
objeto, ¿acepta límites o en cambio tiende a lo ilimitado? Si se
mantiene dentro de unos límites concretos, es seco, si derriba las
fronteras, es húmedo. Por ejemplo, un río que se desborda de su
cauce, una persona que da rienda suelta a su impulso amoroso o
un virus que se propaga son de naturaleza húmeda. En cambio,
un río encauzado, una persona que reprime sus emociones o un
foco de contagio controlado son de naturaleza seca.
Sin duda, puede sonar extraño que un río, por muy
encauzado que esté, sea de naturaleza seca, o que un niño
dormido bajo una manta sea un cuerpo frío. Pero hay que tener
en cuenta, una vez más, que no nos estamos refiriendo aquí a las
características físicas de esos acontecimientos, personas u objetos,
sino a una cualidad simbólica asociada a los mismos.
En todo caso, y para evitar equívocos, en este libro usaremos
una terminología más contemporánea. Así, denominaremos
"actividad" a lo que tradicionalmente se llamaba calor y
"pasividad" al frío. En cuanto a la otra dualidad, pasaremos a
llamar "limitado" a lo seco e "ilimitado" a lo húmedo. De este
modo, nos alejamos de las cualidades físicas y nos acercamos
más al plano simbólico de las cuatro cualidades esenciales.
Como veremos más adelante, las cuatro cualidades
primigéneas, que forman parte del acervo de conocimientos del
ser humano desde tiempos remotos, son esenciales para
comprender y desarrollar plenamente la energía elemental. Pero
antes de entrar de lleno en la discusión sobre la correspondencia
entre cualidades y elementos, veremos cómo se ha ido
desarrollando, de manera paulatina, la teoría elemental. Así,
comenzaremos con el primer filósofo conocido que escribió sobre
este tema, Empédocles.
De este modo, atendiendo a la temperatura (energía),
tenemos:
- Calor o Actividad, o bien,
- Frío o Pasividad.
Atendiendo a la humedad (materia), existe:
- Sequedad o límites, o bien
- Humedad o carencia de límites.

Las cuatro raíces

Empédocles nació en la ciudad de Agrigento, en la isla de


Sicilia hacia el año 490 antes de la Era Cristiana. Su familia tenía
una larga tradición democrática y se dice que su padre participó
en el derrocamiento de un tirano que gobernaba la ciudad. El
propio Empédocles luchó por la libertad de sus conciudadanos y
rechazó el gobierno de Agrigento cuando le fue ofrecido por
éstos.
Sabemos que su comportamiento cívico era ejemplar,
ayudando a los pobres y criticando a los ricos que abusaban de
sus privilegios. Era un brillante orador y un estudioso de los
fenómenos naturales, aunque en algunos de los textos que
tenemos de él, se muestra orgulloso de sus poderes y sugiere que
sus capacidades personales incluyen la curación de la
enfermedad o el control de los fenómenos naturales.
Conectado con filósofos de la talla de Parménides y
Anaxágoras, mantuvo una fuerte lazos con la escuela pitagórica y
varios filósofos de la naturaleza. Empédocles, como otros
pensadores, viajó por diversas ciudades de la Grecia clásica,
incluyendo Atenas, donde fue recibido con admiración.
Más allá de algunas interpretaciones fantasiosas, la muerte de
Empédocles está rodeada de misterio. Lo más probable es que
falleciera a la edad de sesenta años entre las lavas ardientes del
monte Etna, sin que se sepan las causas reales que le llevaron a la
boca del volcán.
Empédocles es conocido por ser el primer filósofo que
desarrolla la teoría de los cuatro elementos, aunque él en realidad
jamás usó el término "elemento" para designar cada una de las
cuatro categorías de la energía universal. La palabra usada por el
filósofo es "raíz" (rhizomata en griego). Según su criterio, las
cuatro raíces universales se asocian a los nombres de cuatro
personajes míticos:
"Escucha primero las cuatro raíces de todas las cosas: el
brillante Zeus [fuego], Hera [aire] la que da la vida, Aidoneus
[tierra] y Nestis [agua] que humedece las fuentes de los hombres
con sus lágrimas." [Sobre la naturaleza, fragmento 1, verso 33]
El término "elemento" (stoicheion) fue acuñado por Platón y
desarrollado posteriormente por Aristóteles, como veremos más
adelante. Ambos filósofos explicaron las teorías de Empédocles en
sus obras y son la principal fuente de conocimiento sobre este
autor, ya que sólo nos quedan algunos fragmentos de la mayor
parte de las obras originales.
Para Empédocles, las cuatro raíces o energías puras se
combinan para dar lugar a todo lo que existe. Así, las diferencias
entre los objetos de nuestra realidad se basan en las diferentes
proporciones en que dichas raíces se encuentran en cada objeto.
Dichas raíces son indestructibles, eternas e inmutables, de modo
que nada nuevo puede ser creado que no las contenga. Son los
cambios en la cantidad y posición de esas raíces las que
producen el crecimiento o el decrecimiento de los objetos de la
realidad.
Pero ¿cómo se aglutinan las distintas raíces para generar los
objetos? Empédocles responde a esta pregunta refiriéndose a dos
energías universales, dos poderes divinos que unen y separan
cada raíz. Estas energías son el amor (filia), y el conflicto (neikos).
Las energías del amor tienden a la atracción, a la unión, mientras
que las del conflicto repelen y separan. Es por esto que, según él,
ambas energías, el amor y el conflicto, son las responsables de
crear toda la realidad tal como la conocemos.
Empédocles presenta una evocadora teoría acerca del origen
del mundo. Según él, existió un estado original en el que las
raíces puras y las dos energías universales del amor y el conflicto
coexistían en una esfera inerte y tranquila. El amor gobernaba en
el centro de la esfera, manteniendo su cohesión, mientras que el
conflicto crecía en la parte externa. Con el tiempo, las fuerzas del
conflicto ganaron la partida a las del amor, creando el complejo
mundo de los fenómenos que ahora conocemos.

Los elementos y la salud

La doctrina elemental recibe un gran impulso con la obra del


médico más célebre de la antigüedad, Hipócrates (ca. 460 - ca.
370 a.E.C.). Debemos a este autor, nacido en la isla griega de
Cos, y a su escuela de seguidores, la primera formulación escrita
acerca de la relación entre las cualidades primigéneas y los
cuatro elementos.
Pero Hipócrates no sólo aclara aspectos teóricos del sistema
elemental. Como médico establece una conexión directa entre los
elementos, la naturaleza, y sobre todo con el ser humano, como
veremos después.
Para la escuela hipocrática, la relación entre cualidades y
elementos se resume en la información que sigue:
Elemento Fuego

Cualidades tradicionales: Caliente y seco

Cualidades modernas: Activo y limitado

Elemento Tierra

Cualidades tradicionales: Fría y seca

Cualidades modernas: Pasiva y limitada

Elemento Aire

Cualidades tradicionales: Caliente y húmedo

Cualidades modernas: Activo e ilimitado

Elemento Agua

Cualidades tradicionales: Fría y húmeda


Cualidades modernas: Pasiva e ilimitada

Observando con detenimiento estas asociaciones, algunas


personas han argumentado erróneamente que la relación entre
cualidades primigéneas y elementos sólo tiene sentido en su
región de origen, la cuenca del Mediterráneo, donde el aire es
cálido y la tierra seca. Según ellos, en latitudes situadas más al
norte estas correspondencias carecerían de sentido.
Realmente esta crítica no se fundamenta por una cuestión ya
suficientemente explicada. Cuando hablamos de elementos y
cualidades primigéneas, nos referimos a símbolos, a conceptos, y
no necesariamente a las características físicas que estamos
acostumbrados a asociar con ellas. Así, el aire no es caliente
porque Hipócrates naciera frente a las costas de Turquía, sino
porque es activo y está cargado de energía. Además, se
considera húmedo porque, en circunstancias normales, no conoce
barreras ni acepta límites.
Cuando hablamos de las características de los elementos en
función de las cualidades primigéneas, nos referimos a sus
modalidades normales o habituales. Por supuesto, todos sabemos
que el aire puede ser comprimido y confinado a unos límites,
como sucede en un neumático o en una botella de buceo. Pero la
cualidad natural del aire, y la forma en que lo experimentamos
usualmente, es en libertad y sin restricciones. La tierra, que suele
ser estable, también se agita en ocasiones con la fuerza de un
terremoto. Pero afortunadamente, no es usual que la tierra
tiemble.
Como dijimos anteriormente, Hipócrates va más allá y
establece algunas interesantes conexiones entre los elementos, la
naturaleza y el ser humano, vínculos que nos permiten ir
desvelando el simbolismo profundo de cada elemento.
Así, las edades del ser humano se pueden asociar con los
elementos y las estaciones de año tal como se muestra a
continuación.
Elemento Aire
Etapa vital: Infancia
Estación del año: Primavera
Cualidades tradicionales: Húmeda y caliente
Elemento Fuego
Etapa vital: Juventud
Estación del año: Verano
Cualidades tradicionales: Caliente y seca
Elemento Tierra
Etapa vital: Madurez
Estación del año: Otoño
Cualidades tradicionales: Seca y fría
Elemento Agua
Etapa vital: Ancianidad
Estación del año: Invierno
Cualidades tradicionales: Fría y húmeda
Este ciclo comprende dos fases fundamentales. La primera es
una etapa anabólica, de crecimiento y construcción, que se da en
la mitad húmeda del año, es decir, en el invierno y la primavera.
En esa etapa, la savia de las plantas empieza a fluir desde el
interior hacia el exterior de la planta, surgiendo las primeras
yemas o brotes. La segunda es una fase catabólica, decreciente o
destructiva, que se da en la mitad seca del año, en verano y
otoño. En esta etapa, las plantas dan el fruto y se desprenden de
sus hojas.
Además, según la escuela hipocrática, tan centrada en la
medicina, las estaciones del año tienen una directa
correspondencia con el régimen alimenticio y las actividades más
apropiadas para mantener la salud, tal como se muestra a
continuación.
Primavera (Aire)
Régimen alimenticio: Incrementar la bebida, comida suave
Actividades saludables: Dormir más
Verano (Fuego)
Régimen alimenticio: Beber mucho, comida húmeda
Actividades saludables: Caminar despacio
Otoño (Tierra)
Régimen alimenticio: Beber menos, comida sólida
Actividades saludables: Dormir menos
Invierno (Agua)
Régimen alimenticio: Poca bebida, comida seca
Actividades saludables: Caminar deprisa
Pero Hipócrates y su escuela no fueron los únicos pensadores
de la antigüedad interesados en el sistema elemental. El otro gran
médico clásico, Galeno, también hizo su aportación al tema de
los elementos y la salud, dando forma a la doctrina de los cuatro
humores, que dominó la medicina durante siglos.

Los elementos en la teoría humoralista


El médico latino Galeno, que vivió en nuestra era entre los
años 131 y 201, es bien conocido en la historia de la salud por
su desarrollo de la teoría hipocrática de los cuatro humores.
Según la medicina clásica, el cuerpo humano se consideraba
lleno de cuatro sustancias básicas, denominadas "humores". El
término griego utilizado para designar estos fluidos es chymos
que significa literalmente "jugo o savia de una planta".
Los cuatro humores de la teoría clásica son la sangre, la bilis
amarilla, la bilis negra y la flema. Según las creencias antiguas,
estos humores estaban distribuidos por el cuerpo como la savia
dentro de una planta, de modo que circulaban por todo el
organismo y daban vida a todos los órganos y en definitiva, al ser
humano.
Según este sistema, la salud se alcanza y se mantiene cuando
los cuatro humores están equilibrados en el organismo (eucrasia)
y se pierde cuando hay un déficit o un exceso de alguno de esos
humores (discrasia). Los humores no sólo tienen efecto sobre la
salud física, sino que además actúan sobre el temperamento de
las personas, de modo que cuando existe una discrasia, el
comportamiento se vuelve extremado y puede producir también
una patología psíquica o emocional.
Cada uno de los cuatro humores se consideraba generado por
un órgano específico del cuerpo y estaba asociado a un
elemento, estación del año y tipología humana. A continuación
presentamos estas asociaciones.
Primavera (Aire)
Humor: Sangre
Órgano: Hígado
Tipo humano: Sanguíneo
Carácter: Valiente, optimista, amoroso
Verano (Fuego)
Humor: Bilis amarilla
Órgano: Vesícula biliar
Tipo humano: Colérico
Carácter: Iracundo, impulsivo, mal humor
Otoño (Tierra)
Humor: Bilis negra
Órgano: Bazo
Tipo humano: Melancólico
Carácter: Serio, insomne, irritable
Invierno (Agua)
Humor: Flema
Órgano: Cerebro y pulmones
Tipo humano: Flemático
Carácter: Calmado, sin emociones, indolente
Una de las cuestiones más interesantes de este modelo es que
aúna los elementos y sus cualidades correspondientes no sólo con
el cuerpo físico y la salud, sino con características que hoy día
denominaríamos psicológicas o de temperamento humano.
De este modo, la persona dominada por el elemento aire
(sanguínea) tenderá a ver la vida de un modo positivo y será
enamoradiza, mientras que el que está regido por el elemento
agua (flemático), será más bien tranquilo e incluso letárgico.
Realmente, cuando miramos de cerca las características
clásicas asociadas a cada humor, podemos ver que hay algunos
humores que parecen más positivos o deseables que otros. Por
ejemplo, parece más atractivo ser optimista (sanguíneo) que
indolente (flemático). Pero hay que aclarar aquí dos cuestiones. En
primer lugar, este es un modelo médico, centrado en conocer las
cusas de la enfermedad y que por tanto tiene una cierta
propensión a destacar el aspecto más extremado o morboso de
cada energía. En segundo lugar, hay que situar el modelo en su
contexto histórico, mucho más determinista y simplificador de lo
que estamos acostumbrados actualmente.
En nuestro pensamiento contemporáneo, el mundo ya no es
blanco o negro, sino que tiene infinitos matices de color. Entre los
extremos de la calma y la indolencia del flemático hay un gran
espacio que puede ser llenado con muchas cualidades
intermedias. Además, nadie cree hoy en día que un
temperamento esté grabado a fuego en nuestra conciencia, sin
posibilidad de cambio. Así que en algunos momentos, el optimista
se puede tornar pesimista y el perezoso puede despertar de su
letargo desarrollando una actividad frenética.
Aunque es evidente que el modelo humoralista carece de
validez médica, tal como sabemos actualmente, y en el plano
psicológico debe ser tomado con precaución, sí resulta valioso en
cuanto ofrece una primera aproximación entre el mundo elemental
y el carácter humano. Es por tanto un peldaño esencial en la
escalera que conduce a la simbolización de los elementos.
Una visión astro-psicológica de los
elementos

En el siglo XX, el astrólogo alemán Reinhold Ebertin (1901-


1988), representante de la escuela astrológica cosmobiológica
retomó el antiguo tema de los elementos, aproximándolo al
conocimiento psicológico tal como lo entendemos actualmente. A
partir de un modelo de los autores Christiansen y Carnap, Ebertin
actualizó las cualidades primigéneas desde las dualidades
relativas a la humedad y la temperatura hacia una nueva
dimensión más cercana a la naturaleza de la psique humana.
De este modo, la dualidad frío-caliente se convierte para él en
la pareja introvertido-extrovertido. La energía introvertida está
volcada hacia el interior, hacia la propia vivencia del sujeto,
mientras que la extrovertida busca la conexión con otros sujetos,
expandiéndose hacia el exterior.
Por otra parte, la dualidad primigénea seca-húmeda se
convierte en una pareja de cualidades que Ebertin denomina
dualidad tensa-fluida. La energía tensa está confinada en unos
límites, mientras que la cualidad fluida los desborda. Otra
denominación posible para la cualidad fluida es "relajada", que
es un término más cercano al marco psicológico de Ebertin.
A continuación presentamos la relación entre los cuatro
elementos y las características psicológicas propuestas por
Reinhold Ebertin.
Fuego
Signos: Aries, Leo, Sagitario
Características: Tenso extrovertido
Tierra
Signos: Tauro, Virgo, (Escorpio), Capricornio
Características: Tenso introvertido
Aire
Signos: Géminis, Libra, Acuario
Características: Fluido extrovertido
Agua
Signos: Cáncer, Piscis
Características: Fluido introvertido
Como se puede observar, aquí no sólo hemos situado los
elementos, sino que se han añadido los doce signos astrológicos
asociados a cada pareja de cualidades. Siguiendo a Ebertin, este
autor ubica al signo de Escorpio en el dominio tenso introvertido y
no en el fluido-introvertido, como haría suponer su pertenencia al
elemento agua. Esto se debe a que según su criterio, la energía
escorpiana es cualquier cosa menos relajada.
Su idea puede ser aceptada, ya que es común encontrar un
alto grado de tensión en las personas con una fuerte presencia de
energía escorpiana en su carta natal. Pero también se puede
ubicar a este signo junto al resto de energías del elemento agua si
al situarlo en la lista anterior, atendemos más a su cualidad
"fluida", que también es muy real. En cualquier caso, como es un
tema que puede ser objeto de interminables debates, y en aras
del rigor histórico, hemos decidido presentarlo aquí tal como hizo
Ebertin. Aunque no dejamos de señalar que su modelo choca
abruptamente con la tradición astrológica, no por su falta de
lógica, sino por su carencia de simetría.
El número de elementos
Una vez que hemos hecho este rápido repaso a la historia
filosófica de los cuatro elementos, ha llegado el momento de
comenzar a analizar estos símbolos desde la perspectiva teórica y
práctica que presentamos en este libro.
La primera cuestión a dilucidar, y que suele llenar de dudas a
aquellos que se aventuran el mundo de la energía elemental es el
número de elementos. En otras palabras, por qué decimos que
existen cuatro elementos, y por qué no tres, cinco o veinte.
La respuesta a esta cuestión nos debe llevar a mirar hacia
otras tradiciones culturales que también han lidiado con el tema
de los componentes elementales de la realidad
Observando diversas tradiciones, vemos inmediatamente que
no hay un acuerdo común en este tema, y por tanto no se puede
afirmar de un modo categórico que exista un número "correcto"
de elementos. Como es bien sabido, la tradición china sostiene
que el número de elementos (también llamados agentes) es de
cinco: fuego, tierra, agua, madera y metal. Aunque el taoísmo,
también originario de China estipula que sólo hay dos energías
primordiales: la femenina o pasiva y la masculina o activa. Para
la tradición medicinal hindú, que conocemos como ayurveda, los
elementos se han establecido en un número de cinco, siete o tres
en diversos momentos históricos.
En la alquimia occidental, la materia se supone compuesta por
tres esencias: el mercurio, la sal y el azufre. En cambio, como ya
hemos visto a lo largo de este capítulo, la tradición occidental usa
los cuatro elementos clásicos que ya conocemos: tierra, agua,
fuego y aire.
Ante tal disparidad ¿cuál de esas tradiciones es la correcta? La
respuesta es que todas lo son y ninguna lo es por completo,
porque todas muestran una parte de la verdad.
La explicación a esta aparente contradicción la encontramos
observando la realidad. En un extremo de la misma,
comprobamos sólo existe una única energía universal, que es
continua y que se manifiesta en todo lo que existe, tanto si es
perceptible por los sentidos como si no. Dicha energía es la que
anima a todos los seres vivos, pero también conforma la esencia
de todo aquello que es inanimado, permeando tanto el
pensamiento abstracto como la realidad más sólida. Esa energía
es todo y está en todas partes en todo momento.
Esta realidad última, única e indivisible es lo que en todas las
tradiciones se conoce como dios, los dioses, el cosmos, la
providencia, la totalidad, la ley universal, el Tao, el conocimiento
supremo, la luz universal, etcétera.
Ahora bien, aunque exista esa realidad, independientemente
del nombre que queramos darle, ¿cómo puede el ser humano
captarla, entenderla o manifestarla? ¿cómo puede actuar sobre
ella? Si es tan amplia, poderosa y permanente, se antoja una
empresa difícil.
Por otro lado, y en el extremo opuesto de la realidad, tenemos
todos los infinitos objetos, seres y acontecimientos que se
manifiestan a nuestro alrededor y en nuestro interior. Todos estos
aspectos son tan verídicos como la realidad última de la que
hablamos hace un instante, pero por su propia e infinita variedad
tampoco caben en nuestro entendimiento, ni son objeto fácil para
nuestra acción.
Se comprende así fácilmente la necesidad de encontrar
aspectos intermedios que nos ayuden a organizar la realidad, a
comprenderla, y lo que es más importante, a actuar
conscientemente sobre ella. Estos aspectos intermedios deben ser
lo suficientemente genéricos como para agrupar a un gran
número de experiencias diversas, pero también lo bastante
específicos como para que no se disuelvan en una realidad última
demasiado abstracta y difícil de asimilar.
Estos agentes intermedios, los elementos, son por tanto una
entidad muy útil para comprender la realidad y para actuar sobre
ella. Su número es pequeño, lo que permite entenderlos y
manejarlos con relativa facilidad, pero al mismo tiempo, engloban
dentro de sí una gran cantidad de posibilidades, como iremos
viendo a lo largo de este libro.
El número de elementos no es tan importante como el hecho
de que representen un conjunto pequeño, motivo por el cual todas
las tradiciones están en lo cierto, independientemente de que
hablen de dos, tres, cuatro, cinco o siete elementos.
El hecho de que en esta obra usemos cuatro elementos se
debe a que estamos siguiendo una de esas tradiciones ancestrales
que mencionamos anteriormente, aquella que entronca con la
medicina hipocrática, la filosofía clásica y la astrología
occidental. Esta línea de conocimiento, que aquí denominaremos
"tradición occidental" es valiosa para nosotros porque es nuestra,
nos pertenece y está en la raíz de nuestra forma de pensar y de
ver el mundo.
Cuando hablamos del fuego, la tierra, el aire y el agua,
realmente nos estamos refiriendo a categorías que podemos
entender con mucha facilidad. Así, siendo este sistema elemental
tan válido como cualquier otro, supone una forma muy simple y
cómoda de ordenar nuestra realidad, así como una vía para
actuar sobre ella de un modo plenamente consciente.
Los cuatro elementos
A partir del próximo capítulo realizaremos una exposición
detallada de cada uno de los cuatro elementos de la tradición
occidental. Explicaremos de un modo detallado en qué consiste la
naturaleza de cada elemento, cómo se manifiesta y en qué
aspectos de la existencia lo podemos ver operando con mayor
claridad. Además, entenderemos de qué herramientas
disponemos para aproximarnos a cada energía elemental.
Como veremos, cada elemento está enraizado en una parte
del cuerpo, abarcando determinados órganos que se detallan en
cada apartado. Esta descripción orgánica no pretende ser
totalmente precisa, pues con mucha frecuencia la acción de un
elemento se extiende de un modo gradual a diversas partes del
organismo.
Así por ejemplo, la parte inferior de la espalda, donde se
ubican los riñones, está asociada al elemento agua. Mientras, la
superior se divide entre el fuego y el aire, según proyectemos en
la propia espalda la posición anatómica del corazón o los
pulmones, respectivamente. Ahora bien, como se puede
comprender fácilmente, resulta difícil separar de un modo exacto
dónde acaba y empieza cada zona, por lo que las indicaciones
anatómicas deben tomarse de un modo aproximado.
La situación anatómica de cada elemento nos proporciona
además una clave importante acerca del estado de actividad de
dichos agentes en un momento determinado. Cuando los
elementos asociados a un elemento fallan o enferman, nos están
dando claras indicaciones acerca de trastornos de dicha energía.
Así, un fallo de los riñones nos alerta de problemas con el
elemento agua, mientras que un problema cardíaco atañe al
elemento fuego.
Es importante dejar claro en este punto, que si existe un
trastorno físico, es al médico a quien corresponde realizar un
diagnóstico y recomendar un tratamiento. Las correspondencias
entre órganos y elementos pueden ser útiles para comprender
algunos desequilibrios internos, pero en ningún caso sustituyen al
consejo de un especialista de la salud.
Con el deseo de alcanzar una mayor claridad teórica, hemos
separado los síntomas del desequilibrio producido por el exceso
de la energía elemental de aquellos que se dan cuando existe un
defecto de la misma. Aunque, como veremos a continuación, en
la práctica, esas distinciones no son tan importantes.
Conviene aclarar que, como es sabido, los extremos se tocan
con cierta facilidad. Del mismo modo, en muchas ocasiones los
efectos de un desequilibrio elemental por exceso se convierten en
su opuesto y viceversa. Así por ejemplo, una carencia de tierra
hace que las personas se vuelvan inestables y despreocupadas de
los aspectos materiales de la existencia. Pero cuando la tierra se
desequilibra por exceso, no es infrecuente observar efectos
similares en las personas, ya que se vuelven tan obsesivas con
respecto a sus posesiones materiales que con frecuencia
descuidan la alimentación o el cuidado de su cuerpo. También
puede suceder al contrario, es decir, que estén tan centradas en
su físico que derrochen el dinero en dietas absurdas o
tratamientos extravagantes.
Hay que observar entonces que el verdadero problema que
surge cuando nos enfrentamos a un grave desequilibrio elemental
es el propio desequilibrio. El hecho de que éste se deba a un
exceso o a un defecto de la energía es secundario, pues ambos
extremos, como vemos, son realmente vasos comunicantes. Toda
energía elemental debe ser llevada a su centro, a su punto de
estabilidad, que es donde puede funcionar de un modo más
positivo.
Para terminar, al analizar cada elemento haremos un breve
repaso de las cualidades esenciales que lo componen, de manera
que los conceptos a los que nos hemos referido en capítulos
anteriores queden reforzados con vistas a los ejercicios prácticos
que se presentan para cada energía elemental.
Estos ejercicios nos permitirán acceder a la energía de cada
agente desde un punto de vista práctico, tanto a nivel corporal
como en el plano meditativo. Son recomendables no sólo para
aquellos que padezcan la carencia de un determinado elemento,
sino que permiten sentir, de un modo completo, todos los matices
de cada agente. Por este motivo te recomiendo que realices al
menos un ejercicio de los que se proponen para cada uno de los
cuatro elementos antes de pasar a las prácticas más complejas
que se presentan en la tercera parte de este libro.
Te invito, por tanto, a explorar, tanto desde el plano teórico
como desde el práctico, cada uno de los cuatro elementos de la
tradición occidental.
El elemento Tierra
Palabras clave: limitación, pasividad, seguridad, equilibrio,
materia, cuerpo, hogar, previsible, fertilidad, abundancia.
El elemento tierra representa la energía estable y sólida sobre
la cual el resto de las potencias elementales puede crecer y
desarrollarse. De este modo, la tierra se configura en nuestra
conciencia como el elemento más fijo y seguro, aquel del que no
cabe esperar grandes cambios o sorpresas.
La tierra es, por naturaleza, limitada, ya que en todo momento
nos muestra sus fronteras, marcadas por el agua o por el aire.
Podemos así imaginar la energía de este agente representándola
físicamente como una piedra, una montaña o un árbol. Limitada,
pasiva y estable, la tierra actúa de un modo lento y preciso,
necesitando para su activación de un elemento externo que la
despierte.
Asentada en el mundo material, la tierra se mueve por los
terrenos de lo tangible, de lo que se puede tocar o captar con los
sentidos físicos. Es una energía práctica, fiable, asentada en la
realidad más inmediata. No puede, por tanto, planear el futuro,
ni se conecta con el pasado. La tierra, como el cuerpo físico y
material que representa, vive en el presente, en un ahora perpetuo
que se refleja en su actuación en el mundo material.
Esta energía disfruta de la realidad de un modo completo. Es
estable y fértil, y sabe hacer realidad los sueños y las fantasías de
la energía del fuego. La tierra aporta ese ingrediente de
perseverancia que es preciso para que las obras alcancen un
resultado tangible. Ella sólo valora lo que se puede tocar, lo que
actúa sobre la realidad física, lo que se finaliza.
En el plano humano, la energía tierra se desarrolla en terrenos
prácticos, materiales. Es una energía preocupada de todo aquello
que da sustento a nuestra vida en el plano material: la comida, el
dinero, el trabajo o la propiedad. Su fertilidad se demuestra en su
capacidad para incrementar el patrimonio, pues esta es la forma
terráquea de alcanzar una mayor seguridad y confianza.
La tierra es por tanto fiable, se guía por el sentido común y si
bien puede obtener muy buenos resultados en su acción, tiene el
defecto de que en muchos momentos está demasiado limitada por
sus creencias o por ideas preconcebidas. Es difícil lograr que
salga de su materialismo, de una visión reduccionista de la
realidad que la lleva a aceptar sólo aquello que es accesible a los
sentidos. Pero en un plano más positivo, no cabe duda de que es
la fuerza sustentadora de la vida humana, el plano sobre el que
podemos edificar una existencia segura y en evolución.
Sentimos la energía de la tierra en todo nuestro cuerpo físico,
ya que tal y como nos recuerdan antiguas tradiciones, y en
especial la judeocristiana, el cuerpo humano proviene de la
misma tierra y ha sido modelado en el barro primordial antes de
recibir el don de la conciencia.
De un modo más específico, la tierra se expresa en los
miembros inferiores. Las plantas de los pies, que nos conectan con
el suelo como raíces de un árbol, son la principal vía de conexión
con la energía terrestre. Desde los pies, la energía de la tierra
crece a través de nuestras piernas, y como columnas que sujetan
a un edificio, entroncan con el cuerpo, dándonos estabilidad y
sujetándonos al mundo material.
En el vientre, la energía de la tierra se relaciona con el
aparato digestivo y en especial con los intestinos. El ano y los
glúteos son también una parte importante de la expresión del
elemento tierra, ya que no debemos olvidar que es sobre esta
parte del cuerpo sobre la que descansamos al sentarnos en una
silla. También los huesos y los músculos en su función de sostén
son elementos terráqueos de nuestro organismo.
La energía de la tierra se manifiesta a través de nuestro cuerpo
físico, de la relación que tenemos con él y también con nuestra
experiencia del mundo material, el dinero o las propiedades.
La herramienta que podemos usar para comunicarnos con la
energía de la tierra son las necesidades físicas esenciales, es
decir, el deseo que tenemos de alimentarnos, la necesidad de
descansar, de sentirnos seguros o de que nuestras propiedades
estén protegidas. Con estas vivencias, podemos alcanzar un
conocimiento más profundo de este elemento.
La tierra en equilibrio
Cuando el elemento tierra se encuentra equilibrado en nuestra
vida, lo sentimos como una energía que aporta estabilidad, paz,
seguridad y confort. La conexión con el mundo material es
positiva, sin generar grandes conflictos ni obsesiones. Existe la
posibilidad de disfrutar de los placeres de la vida, aunque estos
no ocupan todo el tiempo ni toda la atención. Las relaciones
personales son firmes y no dan lugar a grandes sorpresas ni a
fluctuaciones que afecten al ánimo.
Pero como la energía de los elementos puede estar
desequilibrada, sea por defecto o por exceso, estos son algunos
de los factores que indican un exceso de energía tierra:
- Situaciones en las que la persona siente que no puede crecer
ni cambiar y carece de energías para intentarlo.
- Sensación de estancamiento en las relaciones personales,
que se acompaña de aburrimiento. Los problemas interpersonales
parecen eternizarse porque no existe un deseo ni un interés claro
en resolverlos.
- Excesivo interés por el dinero o los bienes materiales, que
llega a difuminar la atención por otras cuestiones. Todo se mide
en términos económicos o de interés práctico.
- Problemas físicos como estreñimiento, cólicos renales o
anquilosamiento de las extremidades.
Algunos ejemplos de carencia de tierra son los siguientes:
- Falta crónica de estabilidad en el trabajo o en los ingresos.
Esto es especialmente grave cuando la persona parece no dar
ninguna importancia a esas materias.
- Búsqueda obsesiva e infructuosa de placeres o satisfacciones
materiales, especialmente a través de la comida.
- Sensación de "estar en el aire", es decir, sin estabilidad ni
seguridad. La cabeza parece estar siempre perdida en las nubes
y existe una enorme sensación de vacío interior.
- Distracciones continuas que impiden acabar ningún proyecto,
incluso los más simples.
- Mala relación con el cuerpo físico. Problemas alimentarios.
Percepción incorrecta del cuerpo, es decir, sentirse obeso cuando
se es delgado o restar importancia a la obesidad.
Cualidades esenciales de la tierra
Como cada uno de los cuatro elementos, la tierra manifiesta,
de manera exclusiva, la energía combinada de dos cualidades
esenciales. Así, la tierra es pasiva y limitada.
Como elemento pasivo, espera a que se actúe sobre ella, por
lo que no da inicio a ninguna acción. La tierra desea ser
fertilizada, calentada, removida o aventada para generar vida o
para convertirse en otra cosa. No actúa por sí misma, sino que
recibe la acción de otros elementos.
En su aspecto limitado, la tierra está contenida dentro de unas
estructuras. Aquí podemos imaginar al elemento tierra tal como se
presenta en la naturaleza en forma de piedra, árbol o montaña.
La tierra así manifestada no se disuelve con facilidad ni es capaz
de extenderse completamente. Se mantiene dentro de unas
fronteras muy precisas que marcan sus límites.
Ampliando el simbolismo de estas cualidades a nuestra propia
vida, podemos entender que cuando experimentamos la
sensación de pasividad y de limitación en nuestra existencia,
estamos sintiendo la fuerza de la tierra actuando a través de
nosotros. Los elementos de la realidad que se presenten con esas
cualidades, tanto si son personas, animales, objetos o incluso
actitudes, tienen marcado el sello de la tierra y deben ser
considerados como parte o expresión de esa energía elemental.
Conectando con la tierra
La energía de la tierra es estable y pacificadora. Tiene, como
hemos visto, su centro en el mundo material, por lo que se
relaciona con todo aquello que podemos percibir con nuestros
sentidos y que forma parte de este mundo físico en el que vivimos.
Cuando conectamos de un modo consciente con la energía de la
tierra, estamos ampliando nuestra capacidad para vivir en este
mundo material, creando estabilidad y seguridad en nuestro
interior y a nuestro alrededor.
Cuando sientas que la energía del agente tierra está
debilitada en tu interior, o cuando tengas dificultades de un modo
más o menos continuo para acceder a ella, es muy recomendable
que realices al menos uno de los ejercicios que se detallan a
continuación. También es conveniente que, con independencia de
la relación que tengas con este elemento en concreto, realices
algunos de los ejercicios que se muestran en este capítulo, ya que
te permitirán actualizar tu relación con la tierra. En especial, es
recomendable realizar ejercicios con los cuatro elementos antes
de pasar a la tercera parte de este libro.
Los ejercicios que conectan con la tierra tienen múltiples
virtudes que los hacen muy recomendables para cualquier
persona independientemente de cuál sea su edad o condición.
Entre los beneficios que se pueden obtener con su práctica,
podemos citar los siguientes:
- Mejorar la salud fortaleciendo los órganos internos. En
especial, la conexión con el elemento tierra mejora la salud de los
huesos, músculos y sistema digestivo.
- Recuperar el contacto con el cuerpo físico, especialmente en
el caso de aquellas personas que están muy limitadas dentro de
su mundo mental o emocional. El agente tierra ayuda a solidificar
nuestra conciencia en la materia de la que estamos compuestos,
lo que tiene un efecto benéfico sobre nuestra evolución personal.
- Alcanzar estados de paz interior, especialmente cuando
existen conflictos o dolencias de carácter emocional que agitan
nuestro interior. La tierra es sanadora por naturaleza, y dentro de
ella encontraremos siempre estabilidad, confianza y seguridad.
- Conectar con la prosperidad, mejorando nuestra relación con
el mundo material.
- Apaciguar los miedos, en especial aquellos que se relacionan
con la escasez o con la pérdida. De manera específica, el trabajo
con la tierra es muy beneficioso para tratar el miedo a la muerte,
ya que "polvo eres y en polvo te convertirás".

La postura de meditación de pie


A lo largo de este libro realizaremos diversas meditaciones
que tienen como objetivo despertar la energía elemental que ya
existe en tu interior. Estas meditaciones, que irán acompañadas
de poderosas visualizaciones, se realizan de pie, relajando el
cuerpo tanto como sea posible en un entorno tranquilo y
dedicando a cada una de ellas unos quince o treinta minutos.
Si tienes suficiente experiencia a la hora de hacer
visualizaciones, puedes saltarte este apartado y comenzar con la
visualización del elemento tierra denominada "Echar raíces". Pero
si consideras que no tienes suficientes conocimientos, o
simplemente nunca has realizado una visualización, te aconsejo
que dediques unos minutos a leer las instrucciones que se ofrecen
a continuación.
En primer lugar hay que aclarar que no todas las personas son
capaces de crear imágenes con su mente, aunque la inmensa
mayoría mejoran la habilidad de visualizar con la práctica. En
algunos casos, se necesita usar otros estímulos sensoriales, tales
como imaginar el sonido o el tacto de algo para poder crear una
imagen mental.
Si sientes que te resulta difícil crear una imagen, por ejemplo,
la del Sol, prueba a imaginar el calor de sus rayos sobre tu piel y
a continuación intenta construir ese sol en tu mente. Usa cualquier
estímulo sensorial que te ayude a crear imágenes más claras.
Si aún así, y después de haberlo intentado varias veces, no
consigues visualizar, no te preocupes, ya que para cada elemento
se ofrecen diversos ejercicios. Si la visualización no es lo tuyo,
prueba con el masaje o con las técnicas que se desarrollan en la
naturaleza. En todo caso te animo a que perseveres en las
visualizaciones, pues son una herramienta extraordinaria, que
siempre puedes mejorar con algo más de práctica.
Para realizar todos los ejercicios que se explican a
continuación es necesario buscar un lugar tranquilo dentro de tu
hogar y un momento en el que sientas que nadie te va a molestar.
Es recomendable descalzarse, aunque si notas que el suelo está
frío, ponte unos calcetines gruesos o busca una alfombra gruesa
que te aísle. Evita en todo caso usar zapatos o zapatillas,
especialmente si tienen una suela de material plástico.
El motivo de evitar estos materiales es que en todas las
visualizaciones que se ofrecen en este libro se requiere una buena
conexión con el elemento tierra, independientemente del agente
con el que se esté trabajando. En caso contrario, puedes tener
algunas sensaciones físicas desagradables como mareo o
pesadez.
Viste ropas cómodas y sueltas, que no opriman tu cuerpo en
ningún punto. La ropa debe permitir una respiración plena, así
como la correcta circulación de la sangre. Procura que la
temperatura de la habitación y tu ropa mantengan la temperatura
de tu cuerpo en unos límites confortables. Es muy importante no
sentir demasiado calor ni demasiado frío.
La iluminación debe ser suave, ni demasiado intensa ni
demasiado pobre. Si te apetece, puedes iluminarte con una vela,
siempre y cuando la sitúes a una distancia prudencial y en una
zona segura, a fin de evitar cualquier tropiezo o accidente. Una
suave iluminación natural o con luz artificial es también
adecuada.
Si lo deseas, puedes quemar alguna barrita de incienso e
incluso poner algo de música suave de fondo. Esta música debe
ser lenta y de carácter instrumental, no vocal, pero guíate aquí
por tu gusto. Si el humo del incienso te molesta o la música te
distrae, no los utilices. Una buena alternativa, especialmente en
ambientes donde penetra el ruido del exterior, es usar un disco
con sonidos de la naturaleza, como el agua, cantos de aves o el
sonido de las ballenas, siempre a un volumen no excesivamente
alto.
Por supuesto, en aquellos ejercicios en los que se especifique
que deben ser realizados al aire libre o que requieran alguna
modificación de estas instrucciones básicas, sigue las indicaciones
específicas que se dan para ellos.
A continuación, sitúa tu cuerpo de una manera que resulte
cómoda para meditar de pie. Separa tus pies de manera que
queden alineados con las caderas. Observa que estén paralelos
entre sí, de modo que no queden apuntando hacia afuera o hacia
adentro. Como están bastante separados, la estabilidad del
cuerpo está garantizada.
Una vez hayas situado tus pies, presta atención a las rodillas,
que deben estar relajadas. Si tienes alguna duda sobre su grado
de relajación, simplemente ténsalas y suéltalas. Cuando las
rodillas se tensan, observarás que tienden a subir, mientras que
cuando se relajan, caen. La tensión previa te dará la medida de
la posterior relajación.
Afloja a continuación el vientre, deja que se expanda sin
preocuparte de ninguna consideración estética. Respira
lentamente, hinchando y vaciando esta parte del cuerpo.
Presta luego atención a tus hombros. Como aquí se acumula
mucha tensión, vamos a relajarlos de un modo efectivo. Eleva los
hombros, tensando toda la parte superior del tronco y a
continuación, déjalos caer, como si al hacerlo descargaras un
gran peso. Con este sencillo ejercicio consigues relajar no sólo los
hombros, sino que calmas también la respiración. Esto se debe a
que aflojas la parte superior del pecho y eso hace que el aire
entre a la parte inferior de los pulmones.
Observa la posición de la espalda, debe estar todo lo recta
que te sea posible, con la cabeza bien alineada con el resto del
cuerpo. Los brazos deben colgar de los hombros de un modo
relajado, y las manos deben estar abiertas, con los dedos
extendidos y sueltos, pero no tensos.
Cierra tus ojos y repasa todo tu cuerpo. Si existe alguna
tensión en alguna parte, simplemente tensa esa zona y relájala.
En esta posición puedes permanecer mucho tiempo y realizar
los ejercicios que se detallan a continuación.

Visualizando la tierra. Echar raíces


Esta visualización se debe realizar en la postura de
meditación de pie que se acaba de explicar. Así de pie, toma
unos segundos para desconectar de los pensamientos que hayas
tenido hasta este momento. Estás creando un espacio nuevo en tu
interior, y por tanto, debes hacerlo en un estado de calma. Con
los ojos cerrados, presta atención por un instante a la postura de
tu cuerpo, revisa la posición de tu espalda, que debe estar recta,
y la relajación de tus hombros. Presta atención a las rodillas y al
vientre, aflojando cualquier tensión que sientas en estas zonas del
cuerpo.
Cuando sientas que tu organismo está en calma, realiza un
par de respiraciones hondas, pero sin forzar la entrada ni la
salida del aire. Esta es la señal que indicará a tu cuerpo que
efectivamente estás en un estado de conciencia diferente del
habitual. Ahora, debes asumir que tu percepción pasa del mundo
externo al interno. Todas las preocupaciones de afuera se alejan
de tu conciencia y comienzas a mirar hacia dentro.
En este estado de calma, centra tu atención en las plantas de
tus pies. Dedica unos instantes a sentir el peso de tu cuerpo sobre
tus pies. En tu imaginación, exagera ese peso, multiplícalo de tal
forma que sientas una gran presión sobre las plantas de tus pies.
Si eres una persona obsesionada con la imagen corporal,
preocupada por su peso, sin duda tendrás algún problema en este
punto, pues surgirán pensamientos negativos en tu mente. Si este
es tu caso, te animo a que perseveres en el ejercicio y
simplemente mires a esos pensamientos como lo que son, nubes
pasajeras que van y vienen. Esos juicios que haces sobre tu
cuerpo no son la realidad, sino meras ideas. Piensa que estás
jugando, imaginando, que ese peso multiplicado que depositas
sobre el suelo no es real, sino una creación de tu mente. Pasa esa
barrera y sigue adelante.
Al mismo tiempo, si eres una persona que vive demasiado en
tu mente, también te costará sentir tu auténtico peso sobre tus
pies. De hecho, es probable que nunca te hayas parado a
experimentarlo de un modo realmente consciente. Este es el
momento, no sólo de sentirlo, sino de multiplicarlo, a fin de que se
haga real para ti.
Cuando sientas tu peso multiplicado sobre tus pies, imagina
que tu cuerpo, debido a su peso, se introduce un poco dentro de
la tierra. Tus pies, se sumergen en la tierra hasta los tobillos, como
si estuvieras sobre un montón de fina arena o de barro. Para
evitar cualquier sentimiento de opresión, no permitas que tu peso
imaginado te haga enterrarte por encima de los tobillos.
A partir de este momento, comienza a visualizar cómo los
dedos de tus pies empiezan a crecer, a extenderse. Realmente
dejan de parecer dedos y se van convirtiendo poco a poco, a
medida que crecen, en gruesas raíces que se introducen
profundamente dentro de la tierra.
A medida que profundizan, estas raíces se bifurcan en otras
más delgadas, que a su vez se van dividiendo en otras aún más
finas. Siente cómo las raíces se hunden en la tierra cada vez más
profundamente y deléitate con ese sentimiento de unión, de
solidez.
Siente como el agua y los nutrientes de la tierra son
absorbidos a través de esa red de raíces, cómo se transforman en
savia que fluye desde lo más profundo de la tierra a tu cuerpo
físico. De hecho, al realizar esta visualización, realmente estás
permitiendo que la tierra, desde abajo, genere una enorme
cantidad de energía que sube por todo tu organismo,
regenerándolo. Así, puedes visualizar tus órganos internos
alimentados por esta fuerza que sube desde lo más hondo. Si
quieres dar un color a esa energía, ésta puede ser verde o
dorada.
La energía de la tierra, aplicada sobre el cuerpo, es sanadora
y fortalecedora. De modo que si tienes algún problema de salud,
puedes reforzar el tratamiento médico con esta energía terrestre.
Cuando tus órganos internos estén suficientemente
alimentados, si así lo sientes, puedes entonces elevar los brazos, y
con las palmas de las manos apuntando hacia el cielo, visualizar
cómo proyectas esa energía hacia el cosmos. Mantén los brazos
elevados hasta que te canses y déjalos luego reposar a ambos
lados de tu cuerpo.
Antes de terminar esta sesión de energía revitalizadora, cruza
las manos sobre tu pecho y agradece a la tierra su regalo. A
continuación, abre los ojos.
Para finalizar, sacude los pies como si estuvieran llenos de
barro, de modo que se liberen de la parte más densa de la
energía terrestre. A partir de ese momento puedes volver a tus
tareas cotidianas o bien descansar.

Sintiendo la tierra. Masaje consciente en


los pies
Los pies son la parte de nuestro organismo que está en
contacto directo con la tierra. Desde las plantas sube la energía
vital que alimenta todo nuestro cuerpo físico. Pero por regla
general, los pies son una parte de nuestro cuerpo que no recibe
los cuidados adecuados.
En nuestra cultura nos preocupamos más por las cualidades
estéticas del calzado que por su comodidad. Como es sabido, los
zapatos apretados o con tacones demasiado altos son dañinos
para nuestros pies, pero hay un perjuicio que es poco conocido,
que proviene del nuestra costumbre de estar continuamente
calzados y que nos aísla de la benéfica energía de la tierra.
Caminar descalzos es una buena medida terapéutica que se
puede llevar a cabo en cualquier momento del día. Si además
tenemos la fortuna de poder caminar, aunque sea de vez en
cuando sobre hierba, o sobre tierra o arena, nuestros pies
recibirán de un modo directo esta energía terrestre.
La reflexoterapia podal es un sistema terapéutico que postula
que el pie es una zona donde se reflejan todos los órganos del
cuerpo. A través del tacto y de determinados masajes, se pueden
diagnosticar problemas de los órganos, así como tratarlos. Este
método, que requiere de un intenso estudio y práctica ha
demostrado ser muy útil en el tratamiento de diversos trastornos
físicos.
Una alternativa simpe e interesante consiste en realizar un
masaje consciente de nuestros pies. Para llevarlo a cabo no se
requiere ningún conocimiento sobre técnicas de masaje.
Solamente se necesita un poco de paciencia y sensibilidad hacia
nuestro propio cuerpo.
Este masaje se puede realizar tanto en solitario como en
pareja. La ventaja de hacerlo en compañía de otra persona es
que el masaje se vuelve más cómodo para el receptor, y que éste
se puede realizar en ambos pies al mismo tiempo si así se desea.
Usa un buen aceite de masaje, como puede ser el aceite de
almendras dulces que se encuentra en herboristerías. Una crema
hidratante también puede ser apropiada para este masaje.
Comienza masajeando la planta de los pies. Usa tanto las
yemas de los dedos como los nudillos o la palma de tu mano, y
no temas apretar un poco, pero sin hacer daño. Realiza
movimientos circulares en las zonas más blandas, y dedica tiempo
a cada uno de los dedos, masajeándolos por separado, tanto en
la cara inferior como en los lados y en la parte superior. Pon toda
tu conciencia en cada parte del pie, en cada movimiento de tus
manos y de tus dedos.
Mientras realizas el masaje puedes visualizar la energía de la
tierra que sube por tus pies desde las plantas, pasando por los
tobillos, las pantorrillas, las rodillas y los muslos hacia las zonas
superiores de tu cuerpo. Siente la energía terrestre como una
fuerza calmante y llena de fuerza, que recupera la vitalidad del
cuerpo y trae salud a todos tus órganos internos.
Imagina que estás caminando por un bosque abierto y
hermoso, donde entra la luz solar. Tus pies descalzos sienten la
tierra y las hojas mientras te detienes a contemplar los árboles, las
flores que crecen bajo ellos y todo lo que te rodea. En algún
momento, puedes sentir el deseo de abrazar un árbol o de
sentarte bajo él, apoyando tu espalda contra el tronco y
experimentando el poder de la tierra.
Masajea tanto la parte dorsal interior como la exterior de
cada pie. Con las yemas de los dedos, extiéndete por la parte
superior de tus pies o los de tu pareja. Sube por los tobillos y las
pantorrillas hasta las rodillas, sintiendo los músculos de la parte
trasera de las piernas y el hueso de la tibia en la parte frontal.
Si sientes dolor o incomodidad en alguna zona del pie o de la
pierna, simplemente no la toques y déjala para otro día. Si el
dolor no es importante y se desvanece cuando cesa la presión, no
le des importancia. En caso contrario, puedes consultar con tu
médico.
La duración del masaje es la que tú desees, pero el tiempo
mínimo es de media hora para ambos pies. Lo importante de este
masaje no es sólo su efecto calmante y relajante, sino el hecho de
que lo realices de un modo consciente, sintiendo cada
movimiento, cada zona del pie y cada movimiento de tus manos.
Deja de lado toda preocupación y pensamiento y céntrate en lo
que estás haciendo, al tiempo que visualizas la energía de la
tierra, de color verde, circulando por tus piernas y subiendo hacia
el tronco.
Cuando hayas finalizado, cubre los pies con calcetines
gruesos, de modo que el calor que se ha generado con el
movimiento se conserve el mayor tiempo posible. Si quieres,
puedes realizar este masaje justo antes de irte a dormir, ya que su
efecto relajante ayuda a conciliar el sueño. Pero si has de
ocuparte de otras actividades después del masaje, céntrate unos
minutos, mientras caminas, en sentir tus pies, de modo que la
relajación y la apertura de los canales energéticos permita a tu
cuerpo estar mejor, en contacto más estrecho con la tierra.

La tierra en la Naturaleza
Sentir el elemento tierra en contacto con la naturaleza es
bastante fácil, ya que todos estamos rodeados de ella. Ahora
bien, no cualquier lugar es apropiado para experimentar este
elemento en toda su pureza. En primer lugar, hay que evitar las
zonas demasiado "humanizadas", pues su superficie está
recubierta de materiales sintéticos, como el asfalto o el cemento,
que te aíslan de la verdadera tierra.
Un parque público, un bosque, una playa, la orilla de un río o
tu propio jardín, si dispones de uno, son zonas donde poder
sentir la fuerza de la tierra en toda su vitalidad. Debe ser un lugar
donde la tierra no esté contaminada, al menos aparentemente, y
donde puedas rodearte de plantas y árboles.
Busca una zona tranquila, con poca gente alrededor, o mejor,
un sitio donde puedas disfrutar de cierta soledad y privacidad,
lejos de las molestias y las miradas curiosas. Si quieres, te puedes
hacer acompañar por alguna persona afín, sea un amigo, un
familiar o tu pareja. Compartir estos ejercicios puede ser muy
positivo.
A continuación se proponen varias ideas para disfrutar y sentir
la energía de la tierra en tu cuerpo.
Acuéstate a dormir sobre la tierra. Quizá, como muchas
personas, jamás has tenido la experiencia de tumbarte
directamente sobre la tierra y abandonarte al sueño, aunque sea
por breves minutos, o quizá durante una noche entera,
cubriéndote con una manta si es necesario.
Si no te atreves a hacerlo de noche, o simplemente tienes
miedo de que te puedan molestar, pide a alguien de confianza
que permanezca junto a ti. Al despertar, intenta recordar tus
sueños, o al menos procura sentir la energía de la tierra en todo
tu cuerpo. Gran parte de las tensiones físicas o emocionales se
diluyen después de dormir directamente sobre la tierra.
Una opción bastante viable consiste en ir de acampada con
algunas personas y descansar sobre el suelo, aunque sea dentro
de una tienda de campaña y de un saco de dormir. Es una
experiencia que, si nunca la has vivido, no debes dejar de
experimentar.
Otro ejercicio recomendable consiste en dejarse enterrar.
Busca la colaboración de una persona que te ayude a enterrar tu
cuerpo, excepto la cabeza, claro está, bajo una capa de tierra.
Este ejercicio es más fácil de realizar en la arena de la playa y es
especialmente recomendable para aquellas personas que se
sienten sin contacto con el mundo material y buscan una solución
radical para este problema. También es apropiado para aquellos
que tienen un miedo desmedido a la muerte.
Permanece bajo tierra tanto tiempo como desees, aunque
debes tener cuidado con los rayos del sol si tienes la piel sensible.
Cuando sientas que quieres renacer, emerge de la tierra con toda
tu energía. Grita si te apetece, o bien, echa a correr, o estira todo
tu cuerpo. Haz algo que te haga sentir de nuevo con vida. Si
estás cerca del mar o de un río, báñate para liberarte de los
restos de tierra.
Abraza a los árboles. Camina por un lugar donde se
encuentren varios árboles de cierto porte. Déjate llevar por tu
instinto y acércate a aquel con el que te sientas más a gusto, el
que más te atraiga. En tu interior, pide permiso al alma del árbol
para unirte a él y simplemente, abrázalo.
Puedes apoyar la frente, el vientre o incluso las rodillas en el
tronco. Quizás lleguen visiones a tu mente, o quizás simplemente
sientas una gran relajación. En cualquier caso, disfruta del árbol
tanto tiempo como puedas. Cuando desees terminar el encuentro,
vuelve a dar las gracias al árbol por su energía y vete.
Este ejercicio calma y renueva las energías de un modo
extraordinario. Como se ha indicado, en algunos casos, pueden
llegar a tu conciencia mensajes o visiones de gran interés.
Por último, puedes también cubrir tu cuerpo con arcilla
húmeda, o bien darte un baño de barro si tienes oportunidad.
No utilices tierra de cualquier lugar, pues podría estar sucia o
contaminada. Mejor, compra arcilla en una herboristería, ya que
esta está completamente limpia, y mézclala con agua,
aplicándola en todo tu cuerpo. Dedica unos minutos a sentir la
tierra secándose y cubriendo tu piel como una costra.
Deja que se seque completamente y luego, cuando lo desees,
te puedes dar una buena ducha o un baño. Como la arcilla
reseca la piel, aplícate a continuación una crema hidratante o un
aceite vegetal. Recuerda también que en muchos balnearios se
dan baños con arcillas curativas. Si no lo has probado, es una
experiencia que merece la pena.
El elemento Agua
Palabras clave: pasividad, ilimitado, sentimientos,
relaciones, amor, odio, víctima, conexión, compasión, unidad.
El elemento agua es esencialmente pasivo, pues necesita la
presencia de otras fuerzas para manifestar su poder. Este poder
se desarrolla en toda aquella experiencia en la que la realidad se
amplía. El agua representa la conexión con el todo, la falta de
límites, la fusión. Es un agente de unión que predomina en
aquellas experiencias en las que la conciencia crece hacia otras
conciencias.
En la naturaleza, el agua tiende a cubrir todos los huecos,
tapando las irregularidades del terreno. Como sabemos, bajo los
océanos hay cordilleras, montañas y valles, pero la superficie del
mar se nos presenta lisa y sin irregularidades. El agua muestra
todo el territorio como un continuo que no tiene separación
visible. El agua es también el gran disolvente universal, la materia
perfecta para acoger y deshacer una gran cantidad de
sustancias.
En el plano humano, el agua representa la energía de los
sentimientos, el mundo emocional que tan importante es en
nuestra percepción de la realidad. Los sentimientos de amor o de
odio y todas las variantes de la experiencia emocional pertenecen
a esta energía. De hecho, el amor y el odio son las grandes
energías afectivas del ser humano. Las energías del amor tienden
a unir a elementos diversos, mientras que las del odio separan,
como ya indicó Empédocles.
Este agente es la energía de la compasión y la empatía,
sentimientos que son esenciales en la experiencia emocional. La
compasión es la capacidad de sentir que el otro es un ser humano
tal como nosotros y que debemos entender sus errores como
entendemos los nuestros. La empatía, por su parte, es la
posibilidad de ponernos en el lugar de los demás, intentando ver
el mundo desde sus ojos.
Sentimientos como la empatía nos permiten comprender por
qué el agua no acepta límites. Si somos capaces de ponernos en
la piel del otro, ¿cuál es la diferencia entre nosotros y los demás?
La fusión que promueve el agua se ve bien reflejada en el acto
sexual. Durante el coito, dos personas se funden física y
emocionalmente en un solo cuerpo. Aunque esta fusión es siempre
breve, deja una huella duradera en todos los seres humanos, ya
que una vez que la experimentan en toda su plenitud, buscan
repetirla.
El agua penetra hasta la raíz de la conciencia y por eso
representa tanto la memoria como el mundo inconsciente. Frente
al aire, que se mueve en los territorios del tiempo cambiante, el
tiempo acuático se acerca a la eternidad, pues en el inconsciente
no existe el devenir. Todo se vive allí en un continuo presente.
En un plano menos positivo, el agua contiene también
sentimientos difíciles. No todas las emociones son buenas, y
ciertas expresiones negativas pueden limitar el desarrollo del ser
humano. Cultivar emociones positivas y abandonar sentimientos
como el odio, el victimismo o el chantaje afectivo, son algunas de
las cualidades que se desarrollan en el plano más evolucionado
del elemento agua.
En el cuerpo, el elemento agua se puede encontrar en la zona
del bajo vientre, en las ingles y en los órganos reproductivos
externos e internos. De hecho, toda la actividad sexual y
reproductiva se relaciona con distintos tipos de líquidos. La sangre
menstrual, las secreciones vaginales y el líquido amniótico en el
que flota el feto, forman parte de los fluidos que puede generar o
emitir el cuerpo de una mujer. En el hombre, también hay líquidos
asociados a la actividad sexual, como la sangre que llena los
cuerpos cavernosos del pene o el esperma que se eyacula en el
coito.
En general, toda la zona del vientre está asociada al elemento
agua, aunque el intestino grueso tiene una mayor conexión con el
elemento tierra, ya que es la zona donde se absorbe el líquido
que acompaña al bolo alimenticio.
Concretamente, los riñones son el órgano esencial donde se
manifiesta el elemento agua, ya que en ellos se filtra la sangre y
se mantiene el equilibrio hídrico de nuestro cuerpo. Cualquier
enfermedad asociada con estos órganos nos indicaría un
problema interior a la hora de asimilar o de vivir en armonía con
el agua.
Este agente se manifiesta en el mundo emocional a través de
los sentimientos más básicos del ser humano: el amor que nos une
a aquello que deseamos y el odio que nos distancia de lo que
aborrecemos. Siendo éstas las emociones básicas, todas las
demás no son sino una variación de las mismas.
La herramienta que nos permite acceder con mayor facilidad
hacia la comprensión o la vivencia del agua son los sentimientos,
nuestra experiencia emocional. El modo en que nos acercamos o
nos alejamos de los demás es también una vía muy adecuada
para acercarnos a la energía del agua.
El agua en equilibrio
Como todos los elementos, podemos encontrar el elemento
agua tanto en equilibrio como fuera del mismo. Si está en su
balance natural, el agua se manifiesta en el plano emocional a
través de sentimientos estables, que siendo positivos y moviéndose
siempre en la dirección de unificar al ser con la totalidad, aceptan
con placer todo aquello que nos ayuda a crecer y completarnos.
El agua está siempre deseosa de fundirse con todo aquello que
percibe como diferente, pero siempre dentro de unas
coordenadas de respeto tanto a sí misma como a la otra parte.
Un elemento agua equilibrado se observa a través de una
sana compasión hacia todos aquellos seres que se encuentran en
dificultad. Esta compasión proviene de la conciencia profunda de
que todo aquello que es diferente, es al mismo tiempo parte del
mismo mundo al que todos pertenecemos. Por tanto, en esencia,
todo es similar y está interconectado. En el plano humano, la
compasión implica ver a los demás como personas en un plano
de igualdad, con los mismos defectos, con las mimas necesidades
y con la misma capacidad para la virtud que uno mismo. Esta
compasión es la base de cualquier relación humana, pues sin ella,
resulta imposible fusionarse del todo con otra persona.
El agua, en su correcto punto de equilibrio, es un elemento
nutricio, que crea vida allá por donde pasa. Así, construye la
posibilidad de que todo lo que existe de un modo potencial, como
una semilla, se manifieste y emerja de la tierra.
Pero este elemento unificador, que ayuda a que el planeta
Tierra sea un territorio más amable y habitable para todos
nosotros, puede hallarse desequilibrado en algunos casos. Estos
desequilibrios pueden ser tanto por exceso como por defecto. En
los casos en que existe demasiada agua, se pueden dar síntomas
como los siguientes:
- Sentimientos exagerados, teatrales, que nublan las mentes y
hacen difícil llegar a ningún entendimiento entre las personas.
- Chantaje emocional, uso estratégico de los sentimientos
ajenos para obtener algún resultado espurio.
- Comportamientos asfixiantes hacia otras personas, en
especial hacia familiares o hacia la pareja. Actitudes que impiden
a los demás crecer o actuar de un modo autónomo.
- Incapacidad de separarse de los otros, dependencia.
- Personas demasiado abnegadas, que se pasan la vida
cuidando de otros mientras se descuidan por completo a sí
mismas.
Por el contrario, cuando el agua escasea o no existe, surgen
comportamientos o actitudes como las que siguen:
- Incapacidad de ponerse en el lugar del otro, frialdad
emocional, vacío afectivo. Límites estrictos.
- Personas que no saben cuidar de sus seres queridos,
especialmente de los más vulnerables, a los que dejan
completamente desprotegidos.
- Sequedad afectiva que impide a los demás acercarse a la
persona. Barreras que se interponen ante los otros. Sensación de
que las expresiones emocionales más básicas son ridículas o
peligrosas.
- Incapacidad para sentir ninguna compasión hacia los más
desfavorecidos por la sociedad. Sensación de que los problemas
del mundo no le atañen en absoluto.
- Independencia afectiva mal dirigida. Soledad orgullosa.
Cualidades esenciales del agua
El elemento agua tiene dos cualidades esenciales que
conforman su energía y la manera en que ésta se manifiesta en la
vida cotidiana. Estas cualidades son la pasividad y la carencia de
límites.
Como elemento pasivo, el agua necesita que se actúe sobre
ella, de modo que pueda dar vida a otros agentes. Debemos
aclarar que los elementos pasivos no están carentes de energía ni
de vida, sino que se trata de potencias que están la espera de ser
activadas por otros elementos como el fuego o el aire. En su
pasividad, el agua tiene un enorme potencial para generar vida,
para dar origen a algo nuevo, pero necesita el concurso de otros
elementos para hacerlo.
En su aspecto de falta de límites, el agua se muestra en toda
su real dimensión. Como sabemos, el agua se derrama en todas
direcciones siempre que tiene oportunidad. Si vaciamos un vaso
de agua sobre una superficie plana, ésta se expande
completamente. Solamente cando se le pone un límite, una
barrera, se puede acumular el agua en una cierta cantidad, tal
como ocurre en la naturaleza entre las riberas de un río, o como
hemos hecho los humanos al crear embalses, canales y tuberías
por las que el agua transcurre o se embalsa.
En general, el agua se puede comprender como aquel
elemento que es pasivo, es decir, estático y en espera de ser
activado, y al mismo tiempo, ilimitado e incontenible en su estado
más salvaje.
Conectando con el agua
La conexión estrecha y consciente con el elemento agua es
muy beneficiosa para desarrollar de un modo más armónico
nuestros sentimientos y la unión emocional con las personas que
nos rodean. Del agua podemos extraer valiosas lecciones sobre la
compasión y el afán de ayudar a los demás, aunque también
podemos aprender a ser compasivos y cuidadosos con nosotros
mismos. Este elemento nos ayuda a desarrollar emociones
positivas que nos ayudan a crecer y a desarrollarnos como seres
humanos más completos.
Si bien es necesario realizar ejercicios que nos conecten o que
actualicen nuestra conexión con el elemento agua, esto es
especialmente importante si notas que tu relación con este
elemento no es todo lo fluida que sería de desear. Si notas
carencias, sequedad en tus sentimientos, o si las emociones
negativas sobrepasan tus límites con demasiada facilidad, sería
muy recomendable realizar al menos uno de los ejercicios
siguientes que te ayudarán a conectar con este elemento de un
modo práctico y consciente.
Por otro lado, es aconsejable realizar al menos uno de los
ejercicios de cada elemento antes de pasar a las prácticas que se
analizan en la tercera parte de este volumen. Realizar una
actualización de los cuatro elementos desde una perspectiva
práctica es muy provechoso para obtener el mayor beneficio de
todo el conocimiento teórico y tangible que aquí se expone.
Algunos de los beneficios que vas a obtener de tu contacto
consciente con el elemento agua se pueden resumir en los puntos
siguientes:
- Mejorar la relación que tenemos con nuestros propios
sentimientos, abandonando aquellos que son negativos y que sólo
causan dolor (odio, tristeza, envidia, miedo) y aceptando aquellos
que son beneficiosos para nosotros (amor, alegría, ecuanimidad,
coraje).
- Desarrollar relaciones más empáticas, compasivas y
amorosas hacia las personas que nos rodean, lo que tiene el
resultado inmediato de convertirnos en seres más cariñosos. Como
contraprestación, de este modo vamos a recibir más cariño de los
otros.
- Ayudarnos a conectar mejor con los desfavorecidos, de un
modo que sea compasivo pero que también respete nuestra
propia individualidad, es decir sin que ese auxilio se convierta en
una carga para nuestra existencia.
- Mejorar la salud general y el funcionamiento los órganos
relacionados con el elemento agua: aquellos relacionados con el
aparato excretor, los órganos reproductores, así como toda la
zona del bajo vientre.

Visualizando el agua. Agua en el vientre

Para realizar esta visualización debes entrar en la posición de


relajación de pie que se presentó en el capítulo dedicado al
elemento tierra. En esta postura, que te permite alcanzar un
notable nivel de calma interior, debes vigilar que todo tu cuerpo
esté lo más relajado posible mientras te sitúas de pie en un lugar
tranquilo y con los ojos cerrados. Vigila especialmente la tensión
en los hombros y en el vientre antes de realizar la poderosa
visualización que se desarrolla a continuación.
Debes intentar memorizar la secuencia de imágenes que se
proponen a continuación, pues una vez que estés en el estado de
relajación no podrás abrir los ojos para leer estas instrucciones. Si
tienes poca experiencia en visualizaciones de este tipo, no te
preocupes si en tus primeros intentos se te olvidan algunas
imágenes o si te cuesta visualizar. En este tipo de ejercicios la
práctica te ayudará a mejorar con el tiempo.
Una vez te hayas relajado convenientemente, realiza un par
de respiraciones profundas pero no forzadas que representan el
punto de partida para el ejercicio de visualización propiamente
dicho. Deja que las últimas tensiones abandonen tu cuerpo y
comienza a imaginar lo que sigue.
Siente que estás de pie en una extensa playa de arena. Es un
día soleado y tranquilo, en el que una suave brisa arrastra
pequeñas olas que rompen justo delante de ti. Con una sensación
de curiosidad y alegría, caminas hacia el agua mientras sientes
cómo tus pies se hunden en la arena mojada.
En este punto puedes imaginar que llevas cualquier ropa que
sea de tu agrado, o incluso ninguna. Como estás en el reducto
privado de tu imaginación puedes imaginar lo que desees, pero
eso sí, hazlo con el mayor realismo posible.
Visualízate por tanto entrando lentamente en el mar. Al
principio, son sólo tus pies los que se mojan, luego las
pantorrillas, los muslos y en pocos instantes, sentirás como el
agua te llega hasta el vientre. Puedes experimentar cómo las olas
mecen suavemente tu cuerpo mientras te introduces cada vez más
en el mar.
En esa agua tibia, acogedora, comienzas a nadar
plácidamente. Sientes una total seguridad y eso te impulsa a
introducirte bajo la superficie, buceando. Al momento, descubres
que ya no es necesario subir a la superficie a respirar, ¡puedes
hacerlo bajo el agua como un pez!
Si lo deseas, puedes transformar tu cuerpo y convertirlo en el
de una sirena, mitad ser humano y mitad pez, de modo que
puedas desplazarte mejor por las profundidades, o bien puedes
mantener tu apariencia humana. Tu imaginación es el límite.
Bajo el mar, corales de increíbles colores y toda clase de
peces te acogen. No hay ningún peligro en este océano, por lo
que puedes recorrer sus profundidades con toda tranquilidad.
Quizá quieras visitar los restos de un barco naufragado, o a lo
mejor prefieres nadar entre delfines, e incluso convertirte en uno
de ellos. Si lo deseas, puedes unir a tus seres queridos en tu
visualización, nadando todos juntos, riendo y disfrutando del
momento.
Si tienes dificultades a la hora de imaginar los peces, los
corales y todos los seres que habitan el mar, es recomendable que
visites un acuario, que veas documentales sobre el mar, o incluso,
si tienes el conocimiento adecuado, que acudas a bucear a una
zona rica en vida marina.
Poco a poco, en tu visualización, lleva esa conciencia del mar
infinito hacia tu cuerpo presente. Imagina que todo ese mar, toda
esa experiencia, se introduce, como a través de un torbellino, en
tu vientre. El punto de entrada es tu ombligo, y a través de esa
puerta toda el agua del universo entra plácidamente en tu interior.
Detente unos minutos para sentir ese mar de calma, bello e
increíblemente lleno de vida en tu propio vientre. Toda la vida
cabe ahí, y puedes disfrutarla en cualquier momento.
Cuando lo desees, puedes abrir los ojos y volver a la realidad
de tu cuerpo. Con profundo sentimiento de gratitud piensa en el
mar, en todas las aguas del mundo, saladas o dulces, tranquilas o
tempestuosas, y recuerda que los océanos son el origen de toda
vida. Cuando te conectas con ese territorio ilimitado, te unes a
todo lo que existe en el cosmos.

Sintiendo el agua. Masaje en el vientre

Este masaje se puede realizar tanto en pareja como en


solitario, aunque la primera opción es la más recomendable, pues
permite una completa relajación de la persona que será receptora
del mismo. Reúnete con una persona de confianza en una
habitación tranquila, donde la temperatura permita estar
cómodamente con poca ropa y donde la luz sea tenue y no haya
estímulos que puedan distraer la atención.
Antes de realizar este ejercicio, y para una mayor comodidad,
es importante acudir al baño para realizar las necesidades
fisiológicas, pues este masaje estimula de un modo muy notable la
eliminación por vía urinaria y la defecación. Para realizar el
masaje es conveniente disponer de un buen aceite de masaje,
como un aceite de almendras dulces o incluso una crema
corporal.
El receptor se tumbará boca arriba sobre una cama o
colchoneta cómoda y aflojará cualquier prenda de ropa que le
oprima. De este modo, cerrando los ojos, comenzará a relajarse
físicamente, comenzando por los pies y subiendo paulatinamente
hasta la cabeza. En cada parte del cuerpo, intentará calmar la
tensión muscular hasta que todo el cuerpo esté relajado, con una
sensación de calor y cierta pesadez.
Una vez el cuerpo esté plenamente relajado, la persona que
va a recibir el masaje comenzará a visualizar una gran masa de
agua, que puede ser el mar, un lago, un pantano o una gran
piscina. Debe ser una imagen agradable, que inspire confianza y
en la que resulte apetecible bañarse. Desde la orilla de esa masa
de agua, el receptor se visualizará a sí mismo entrando en ella,
flotando y dejándose arrastrar por la corriente. La sensación será
en todo momento placentera, pues el agua estará a la
temperatura perfecta y no existirá ningún peligro. Simplemente, el
cuerpo flota en esa masa de agua.
Con una indicación verbal, señalará al acompañante que es el
momento de iniciar el masaje. Éste, suavemente descubrirá el
vientre del receptor desde el plexo solar, bajo el esternón, hasta
la parte superior de las ingles.
Asegurándose de tener las manos bien calientes, se aplicará
aceite o crema en la mano derecha y esperará unos instantes
para que este fluido tome la temperatura del cuerpo. A
continuación, con mucha suavidad, lo aplicará sobre el vientre del
receptor, ejerciendo un masaje circular muy suave en toda la
zona.
El movimiento más adecuado para realizar esta aplicación
consiste en mover la mano en el sentido de las agujas del reloj,
comenzando por la zona del apéndice (parte inferior derecha del
vientre) y recorriendo toda la longitud del intestino grueso. A
continuación, se hará una curva menor en la zona donde se ubica
el intestino delgado y la vejiga urinaria.
El masaje se prolongará durante quince o veinte minutos, en
los que el receptor se seguirá visualizando mientras flota en una
gran masa de agua tibia. Una vez terminado este tiempo, el
masajista cubrirá el vientre del receptor y le dará tiempo para que
suavemente abra los ojos y se incorpore. En ese punto, se pueden
intercambiar los papeles.
Si la persona realiza el masaje en soledad, intentará mantener
su cuerpo lo más relajado posible mientras se masajea con su
mano dominante, la que usa para escribir. El otro brazo
permanecerá relajado junto al cuerpo.
En el transcurso del masaje es habitual que surjan diversas
reacciones emocionales. Algunas personas sienten un incremento
de la confianza, mayor deseo sexual, sentimientos de alegría o de
placer, e incluso es posible que afloren algunos recuerdos. En
algunos casos, estos recuerdos pueden provenir de la primera
infancia o de la época prenatal. Las sensaciones físicas, como se
ha indicado, permiten una mejor evacuación de las toxinas
corporales y al mismo tiempo, promueven una gran relajación.
Como es un masaje muy íntimo es bastante recomendable
para parejas que desean profundizar su vínculo afectivo y sexual
o para personas que quieran abrirse emocionalmente a los
demás. En todo caso, requiere una confianza total entre ambos
participantes pues genera emociones muy profundas y
conmovedoras.

El agua en la naturaleza
El agua se encuentra muy bien representada en la naturaleza,
por lo que disponemos de múltiples oportunidades para
experimentarla en nuestro cuerpo.
Una experiencia muy sencilla, pero que puede tener gran
valor si se realiza de manera consciente es el baño en un
lugar de aguas tranquilas. Busca para ello un lugar natural:
un río, un lago o alguna playa en un día de poco oleaje. A
continuación, introdúcete en el agua poniendo toda tu atención en
las distintas sensaciones que tu cuerpo experimenta a medida que
entra en contacto con este elemento.
Es deseable realizar esta práctica en un sitio solitario y
apartado, en el que si lo deseas, puedas prescindir por completo
de la ropa y flotar en el agua con total entrega a la experiencia.
Este ejercicio es, como puedes ver, bien simple, pero requiere
de una cualidad que no es fácil de desarrollar: la capacidad de
estar presente en lo que se está haciendo. Si pones toda tu
atención en la temperatura del agua, en la sensación de tu cuerpo
flotando, en la tranquilidad de la naturaleza con todos sus
sonidos habituales alrededor, estarás experimentando una
profunda experiencia de carácter emocional y espiritual.
Este ejercicio se puede realizar también en una piscina,
aunque por razones energéticas es mejor hacerlo en un lugar
natural, introduciendo tu cuerpo en agua sin tratamientos
químicos.
Si te es posible, cuando estés dentro del agua, imagina que te
disuelves y que tu "yo" desaparece convertido en agua. Dentro de
unos márgenes de seguridad razonables, déjate llevar sin oponer
resistencia, aunque sea por unos instantes. Seguramente, si lo
haces en el estado de ánimo adecuado, vivirás una extraordinaria
experiencia de conexión con este elemento.
Si dispones de una buena bañera en casa, puedes realizar un
baño consciente en tu propio hogar. En este caso, la parte
central del ejercicio no será tanto flotar ni dejarte llevar, como la
sensación de disolverte en el agua.
Los fines de semana son muy apropiados para realizar este
ejercicio, pues se dispone de más tiempo libre. Escoge un
momento de completa tranquilidad, en el que haya silencio,
preferentemente al anochecer o en plena noche. Enciende una o
dos velas y sitúalas en lugares del baño donde puedan estar
ubicadas sin que supongan un peligro. Puedes prender algo de
incienso o bien usar velas aromáticas, pero de olor suave,
especialmente si tu cuarto de baño no es de grandes dimensiones.
Cuando te introduzcas en la bañera, imagina que estás
acudiendo a tu propio bautismo, aunque por supuesto, no se trata
de un ejercicio de carácter religioso ni es preciso tener ninguna
creencia para realizarlo. Simplemente piensa que vas a limpiar
todas las impurezas y conflictos de tu pasado, especialmente las
de carácter emocional, e introdúcete en la bañera como un bebé
en la pila bautismal.
Mientras estés en el agua, que debe estar a una temperatura
cálida, imagina que te disuelves y déjate llevar por la experiencia
todo el tiempo que te apetezca. Este ejercicio puede realizarse
también en pareja y es especialmente positivo para resolver
conflictos emocionales que puedan estar afectando a la unión.
Otro método muy simple para conectar con este elemento
consiste en beber una generosa cantidad de agua. A lo
largo de un día, bebe entre dos y tres litros de agua de manantial
de buena calidad. Hay que tener en cuenta que esta cantidad se
suma a la que normalmente ingieres a través del alimento o la
fruta que consumas durante la jornada.
Comienza bebiendo dos o tres vasos de agua en ayunas y
sigue a lo largo del día. Antes de cada ingesta, toma el vaso en
tus manos por unos segundos y envía mensajes positivos al líquido
que vas a beber, bien sea de manera mental o de viva voz. Como
ha demostrado Masaru Emoto, el agua tiene memoria, y puede
servir para canalizar buenas energías a nuestro organismo.
Si bebes una cantidad abundante de agua, notarás sus efectos
de manera casi inmediata, ya que se produce una limpieza
general de todo el organismo. Los intestinos funcionarán mejor y
los riñones harán su tarea de filtrado de la sangre de un modo
más eficaz. De este modo, debes esperar un incremento de la
defecación, la orina y el sudor. Cuando esta limpieza es
profunda, el efecto es muy positivo, pues genera sentimientos de
ligereza y positividad que emanan de tu cuerpo físico a otras
regiones de tu conciencia.
Al día siguiente, vuelve a tu consumo habitual de agua. Este
ejercicio es especialmente recomendable para las personas que
suelen ingerir poca agua, pues no sólo ayuda a liberar toxinas
del cuerpo, sino que permite que entre en la conciencia la
importancia de este elemento para nuestro bienestar físico y
emocional.
El elemento Fuego
Palabras clave: actividad, límites, pasión, movimiento,
creatividad, cambio, poder, sexualidad, deseos, inicios.
El elemento fuego representa el nivel de actividad básico en la
naturaleza. Su símbolo primordial, el Sol, es el responsable de
que exista vida en la tierra. No sólo porque su calor hace que la
temperatura del planeta sea la adecuada para las plantas,
animales o personas, que vivimos aquí, sino porque con su
energía se calientan las masas de aire que producen los vientos,
se genera el ciclo de las aguas, e incluso actúa sobre la propia
superficie de la tierra, avivándola y generando en ella la vida.
El fuego es por tanto, y de manera primordial, energía
creativa, generadora de vida. Acompaña los inicios de cualquier
acción, aunque realmente no es la más adecuada para perseverar
en el esfuerzo hasta el final. El fuego representa la energía de la
voluntad, la chispa que mueve al mundo. Es la base sobre la que
se asientan el resto de los elementos, pero también el agente de
mutación y regeneración que nos hace cambiar de dirección en
mitad de un camino.
La energía ígnea no busca adaptarse al mundo. Su objetivo es
la transformación. Es una fuerza creativa, expansiva, que genera
lo nuevo y lo sorprendente. No busca el mejor momento para
manifestarse, se presenta cuando lo desea y siguiendo sus propias
normas. Sus límites son precisos, pues una llama nunca arde
sobre las cenizas que acaba de dejar atrás, pero se acerca a su
objetivo, y si puede, lo engulle e intenta hacerlo arder.
Es una energía impaciente, que no sabe esperar el momento
más adecuado para manifestarse. Para esta fuerza, el momento
perfecto es el ahora y por eso en muchos momentos actúa con
una excesiva improvisación que, a pesar de todo, suele dar
buenos resultados. El fuego es también una energía generosa, que
derrama sus dones de un modo ampuloso pero efectivo.
En el plano humano, el fuego se relaciona en gran medida
con el enamoramiento y con el deseo sexual. Es la chispa que
hace que dos personas se sientan atraídas y que busquen
consumar ese magnetismo a través de un estallido de pasión.
Aunque el acto sexual esté más relacionado con el elemento agua
que con el fuego, no cabe duda de que la chispa del fuego es
muy importante para que la sexualidad humana se desarrolle tal y
como la conocemos.
En el plano de las relaciones personales, el fuego es también
importante en el desarrollo de las relaciones amistosas, pues está
en la base de la admiración, la lealtad y el profundo cariño que
existe entre los más íntimos amigos.
La pasión del fuego se demuestra en todos los ámbitos. Así
que cuando estamos viviendo esta energía en un plano puramente
humano, podemos reconocerla con facilidad por su cualidad
novedosa, chispeante y llena de energía activa. El fuego es
romántico, aventurero y positivo. Siempre tiene el impulso
suficiente para superar los problemas, independientemente del
tamaño de éstos, y en ocasiones puede rozar o incluso caer en los
extremos de la temeridad o la imprevisión.
La energía del elemento fuego, cuando se observa sobre el
cuerpo, se siente sobre todo en la zona del pecho, especialmente
sobre el corazón y en la zona central del mismo, en el hueso
esternón, donde se ubica la glándula timo.
Desde muy antiguo, el corazón se considera el núcleo central
del ser humano, la zona donde habita el espíritu. Aquí es
importante aclarar que no debemos confundir el espíritu con la
mente, la cual se ubica en el cerebro. El espíritu es el hálito de
vida que nos permite existir, el punto donde los dioses tocan al ser
humano para infundirle la vida, la zona donde se genera el calor
que mueve al individuo. Como sabemos, con la parada del
corazón se extingue la vida, así que este órgano se reconoce
desde siempre como la víscera esencial para la existencia.
Si bien el fuego del corazón es el asiento natural del fuego en
nuestro cuerpo, la energía de este elemento se puede
experimentar también en otras zonas del organismo. Aunque toda
la columna vertebral estaría asociada al elemento tierra, por el
hecho de ser el sostén natural de nuestro cuerpo, su sustancia
interior, la médula espinal, tiene también conexiones tanto con el
elemento aire, como con el fuego.
Del mismo modo, al igual que la parte inferior de la espalda
está claramente unida al elemento agua, la parte superior,
especialmente la zona entre los omóplatos es claramente una
puerta de entrada a las energías del fuego.
El elemento fuego se manifiesta en nuestra vida a través de los
deseos que nos motivan y que nos impulsan a realizar
actividades. También se demuestra a través de los apetitos
sexuales. Todos los actos creativos están impulsados por esta
energía ígnea. Cuando estamos actuando en estos ámbitos,
estamos sin duda, tocando la esencia de la energía fuego.
Conectamos con el fuego como ejercemos el poder o cuando
otras personas actúan sobre nosotros aplicando su influencia.
La herramienta que nos permite acceder a esta energía,
modificarla, ampliar su influencia o reducirla, es la observación y
la actuación sobre nuestros deseos. El mundo libidinal, es decir,
aquella parte de nuestra conciencia que se relaciona con las
energías instintivas que nos permiten experimentar la vida, es la
conexión más eficaz con la fuerza del fuego.
El fuego en equilibrio
Todos los elementos están actuando de un modo continuo en
nuestro ser y también en las personas o acontecimientos que nos
rodean. Esta dinámica hace que en determinados momentos, o
bien de manera crónica, uno o varios elementos se vuelvan más
fuertes o más débiles de lo necesario. Para reconocer los patrones
en los que la energía elemental está actuando de un modo
desequilibrado o armonizado, expondré algunos ejemplos
genéricos que nos permitan reconocer esos estados en nuestra
vida cotidiana.
Cuando el fuego se halla en equilibrio en una persona, ésta
tiene una tendencia natural a entusiasmarse por todo aquello que
es novedoso, interesante o atractivo a su conciencia. Este
entusiasmo discurre por unos patrones armónicos, que permiten
aceptar y reconocer la novedad, pero sin que ésta se convierta en
un elemento desestabilizador o distorsionador. Así, la persona no
abandonará ciegamente algo conocido que funciona bien, sino
que probará la novedad con interés y si le parece positiva, la
incorporará a todo lo que ya posee.
Este fuego en equilibrio es profundamente apasionado y
vitalista, tanto en el plano sentimental como en la visión general
que se tiene de la existencia. Los problemas se entenderán como
retos que buscan solución y esta respuesta será siempre creativa y
novedosa.
Cuando el fuego está actuando de un modo excesivo, puede
causar trastornos como los siguientes:
- Conflictos de poder en los cuales la persona invade el
espacio de los demás, o bien éstas se resienten de sus prisas, o
incluso se quejan por sentirse abusadas.
- Exceso de pasión que agota a los demás. En especial se
observa a través de una sexualidad desbordada, que se acomoda
con dificultad al resto de actividades de la existencia.
- Exceso de inspiración, ideas que surgen de un modo
continuo y que llenan la conciencia por completo durante un
breve espacio de tiempo para ser sustituidas por otras sin que
ninguna se materialice.
- Personas que comienzan muchos proyectos con una enorme
ilusión, para perderla con la misma rapidez. Desilusiones
sentimentales repetidas.
- Interés desmedido por todo lo nuevo, por las sorpresas o la
intriga. Curiosidad insaciable pero superficial.
Por el contrario, los síntomas de un defecto o carencia de
fuego podrían ser los siguientes:
- Falta de energía para vivir, apatía, desilusión, depresión,
tristeza crónica.
- Frialdad en las relaciones personales, falta de pasión
amorosa o de interés por los seres queridos. Inapetencia sexual.
- Falta de inspiración, creatividad anulada o severamente
restringida, ideas convencionales.
- Miedo a los cambios, a las novedades, a experimentar o a
explorar.
- Conflictos de poder en los que la persona se siente abusada
y es incapaz de decir "no".
Cualidades esenciales del fuego
Las cualidades esenciales del fuego son la actividad y la
aceptación de los límites.
Como elemento activo, no cabe duda de que el fuego
representa un agente de vida esencial, que es capaz de activar a
otros elementos. El fuego se mueve, y cuando descubre una
energía dormida o apagada, la despierta de su sueño. En un
plano humano, las personas que manifiestan este elemento son las
más móviles y activas, aquellas que claramente animan a los
demás a expresar su potencial.
El fuego se mueve siempre dentro de límites. De hecho, si
observamos la naturaleza, veremos una característica básica de
este elemento: el fuego nunca arde donde ha quemado con
anterioridad. De hecho, él nunca vuelve sobre sus pasos y ése es
su límite real. Por supuesto, mientras exista material combustible a
su alcance, el fuego siempre avanzará, alimentándose de esa
materia. Pero como decimos, estará siempre limitado por su
propio rastro de cenizas.
En la naturaleza, en el ser humano, en cualquier aspecto
donde encontremos una energía que es muy activa y que al
mismo tiempo acepte límites, estaremos observando la energía del
fuego.
Conectando con el fuego
La energía del fuego es activa y dinámica. Es una fuerza que
crea nuevos moldes en los que la experiencia puede crecer en
direcciones completamente inesperadas. Es por tanto, creativa y
renovadora. En los ejercicios que se presentan a continuación
vamos a aprender a conectar con la energía ígnea de un modo
inmediato y fácil, lo que nos permitirá asimilar esta energía en
nuestra propia vida.
Si sientes que la energía del fuego está debilitada en tu ser, o
si quieres regenerar tu fuego interior para realizar alguno de los
ejercicios que se muestran en la siguiente parte de este libro, es
muy recomendable que estudies con calma las propuestas que se
hacen a continuación. Elige al menos un ejercicio de fuego y
llévalo a cabo. Sin duda, sentirás rápidamente un fortalecimiento
de esta energía.
Por otra parte, como ya se ha indicado, es recomendable
realizar al menos un ejercicio con cada uno de los cuatro
elementos antes de pasar a realizar los que se proponen en la
siguiente parte de este libro. De este modo, actualizarás tu
experiencia con los elementos que ya manejas fácilmente en tu
vida y abrirás nuevas vías de conocimiento con aquellos que,
quizá como el fuego, aún no estén plenamente activos en tu
interior.
La conexión con el elemento fuego te permite, entre otras
cosas:
- Abrir las puertas a la creatividad, a nuevas ideas y a la
energía necesaria para ponerlas en práctica.
- Desarrollar más pasión por la vida, creando un vínculo más
positivo con las experiencias de la existencia y abriendo las
puertas de par en par a cambios y nuevas vivencias.
- Fortalecer el corazón, tanto en el plano físico, mejorando así
también todo el sistema circulatorio, como también en el plano
simbólico. Un corazón lleno de vitalidad abre la posibilidad a
vivir relaciones más cálidas con las personas de nuestro entorno.
- Desarrollar generosidad, desapego de lo superfluo y
optimismo. Los ejercicios con el fuego son especialmente
apropiados para las personas deprimidas, apáticas o para los
enfermos crónicos, sea cual sea su mal.

Visualizando el fuego. Fuego en el


corazón

El órgano físico relacionado con el elemento fuego es el


corazón. Para conectar con este órgano te recomiendo que te
sitúes en la posición de meditación de pie que se explicó en el
capítulo dedicado al elemento tierra.
De pie, con los ojos cerrados y centrándote en tu cuerpo y en
tu respiración, tómate unos minutos para expulsar de tu interior
cualquier tensión, miedo o preocupación. Cuida que tu espalda
esté recta, pero sin forzar la postura, que los hombros estén
relajados y que a tu alrededor haya silencio y tranquilidad. Así te
podrás situar en una posición interior correcta para continuar el
ejercicio.
Haciendo un par de respiraciones profundas pero no
forzadas, deja salir los últimos restos de tensión y abandona
cualquier percepción externa. Céntrate sólo en tu interior y presta
atención, por unos instantes a tu cuerpo. Empezando por los pies
y acabando por la cabeza, observa cómo estás. Toma nota
mentalmente de las percepciones que lleguen a tu conciencia,
pero sin enjuiciarlas ni darles gran importancia. Por ejemplo, si
sientes que te duele la rodilla simplemente crea una etiqueta
mental que diga: "me duele la rodilla" e inmediatamente pasa a
otro tema.
Presta por fin atención a tu pecho. Siente que el aire entra y
sale cómodamente de tus pulmones e intenta visualizar, junto a tu
pulmón izquierdo, tu corazón. No importa si lo imaginas en su
forma anatómica real o del modo esquemático en que suele ser
dibujado. Lo que cuenta es que a través de tu imaginación
conectes con este órgano.
Imagina el latido de tu corazón batiendo en tu pecho de un
modo acompasado y tranquilo. Si tienes dudas acerca de lo que
es un ritmo tranquilo, prueba a tomarte el pulso en cualquier
momento sereno. Ese es tu ritmo cardíaco base y es el que tienes
que reproducir en tu mente en este estado de tranquilidad. Ten en
cuenta que si aceleras tu corazón en tu imaginación, el órgano
físico también correrá más rápido, y puedes acabar teniendo una
taquicardia, así que ten cuidado en este punto.
A medida que te introduces en este latido cardiaco
imaginario, puedes llegar a sentir a tu auténtico corazón latiendo
en tu pecho, o incluso puedes llegar a experimentar un latido real
que reverbera en todo tu cuerpo. En otras ocasiones, si el silencio
ambiental es lo suficientemente grande, puedes llegar a escuchar
el auténtico latido de tu corazón a un volumen considerable.
Visualiza entonces al Sol en tu corazón. Imagínalo grande y
poderoso, brillando en todo su esplendor y calentando tu pecho.
Gradualmente, convierte ese sol en el centro de una galaxia en
espiral. Cambia su color del amarillo dorado al blanco brillante
del centro de la galaxia. Si tienes problemas con esta
visualización busca imágenes de nuestra propia galaxia, la Vía
Láctea, y memoriza su forma antes de realizar el ejercicio.
Una vez hayas establecido en tu conciencia esa imagen de
una galaxia en tu pecho, prueba a imaginar muchas más
galaxias, cientos de ellas, cada una brillando con fuerza en torno
a ti. Aunque al principio tengas dificultad con esta visualización,
hazla lo mejor posible. Con la práctica y repitiendo este ejercicio
en varias ocasiones, mejorarás notablemente.
Con todas esas galaxias a tu alrededor, que representan a
todo el universo, imagina un gran destello que surge de un modo
simultáneo en todas ellas. De repente, todo tu interior se llenará
de luz y de calor. Ese estallido de vida y de fuego genera un
brillo que te llenará de felicidad.
Si te es posible, regresa a la imagen de una sola galaxia, a la
del sol y desde ella, a la de tu propio corazón. Si la visualización
ha sido efectiva, lo notarás más fuerte y más alegre, lleno de
vida. Obsérvalo como brilla y siente que está recubierto de una
luz dorada y poderosa.
Cuando hayas fijado esta imagen en tu conciencia, que
resume toda la luz del cosmos en tu pecho, abre los ojos y disfruta
de la sensación durante unos minutos antes de volver a tus tareas
cotidianas.

Sintiendo el fuego. Masaje en el pecho

Para realizar este ejercicio, necesitarás la ayuda de una


persona. Ésta debe ser de máxima confianza, ya que se realiza
sobre el centro del pecho, una zona del cuerpo que,
especialmente si eres mujer, te resultará especialmente íntima. Es
aconsejable realizar esta práctica dos veces, intercambiando los
papeles de modo que cada uno de los intervinientes sean tanto
receptores como actuantes. Si no cuentas con nadie que te pueda
ayudar, también lo puedes hacer en solitario, aunque el resultado
quizá no sea tan poderoso como cuando alguien colabora
contigo ya que no podrás relajarte de un modo tan profundo.
La persona que actúa como receptora se tumbará boca arriba
sobre la cama o sobre una colchoneta cómoda, aflojando
cualquier prenda que le apriete o le moleste. Si lo desea, puede
descubrir el pecho hasta aproximadamente el centro del esternón,
o bien permanecer cubierta con ropa. En este caso se recomienda
usar una sola prenda sobre la piel, a ser posible de tela muy fina
y de origen natural.
Mientras, el ayudante se sentará a su lado en la postura más
cómoda que le sea posible. La sala donde se realice el ejercicio
debe estar a media luz, pero no totalmente oscura. La temperatura
de la misma debe ser cálida, y por supuesto hay que evitar los
ruidos muy fuertes, los olores molestos o cualquier estímulo que
distraiga en exceso.
La persona que va a recibir el masaje dedicará unos minutos a
relajarse físicamente. Revisando todo su cuerpo desde los pies
hasta la cabeza, irá comprobando que cada músculo está
calmado y que no existen tensiones. Mentalmente, visualizará
durante unos minutos un paisaje despejado, que puede ser un
desierto, una playa o bien un terreno de suaves colinas, donde los
árboles altos o las montañas estén ubicados a gran distancia. En
ese lugar imaginará un día despejado y cálido de pleno verano,
en el que sopla una suave y fresca brisa. Puede imaginarse
desnuda o vestida con ropas muy finas de color claro. En lo más
alto del cielo brilla un sol muy poderoso, que calienta todo su
cuerpo y le hace sentir plena de energía.
Una vez se haya relajado, y sin abrir los ojos, la persona
receptora indicará con una palabra a su ayudante que puede
comenzar con el masaje. El ayudante acercará sus manos
lentamente hacia el pecho del receptor, posando suavemente las
yemas de los tres dedos centrales de su mano derecha (índice,
corazón y anular) sobre el centro de su esternón. La mano
izquierda se situará sobre la derecha, reforzando este contacto. El
acercamiento inicial debe ser muy leve, de modo que ambos se
acostumbren a la sensación.
Luego, con mucha suavidad, comenzará a hacer un leve
masaje circular en dicha zona. Este masaje tiene dos
características fundamentales. La primera es que no es necesario
deslizar los dedos sobre la piel o la ropa del receptor, sino que,
fijándose en un punto, hay que arrastrar suavemente la piel y los
tejidos que están sobre el esternón. La segunda característica es
que debe hacerse siguiendo el sentido de las agujas del reloj.
En caso de que el masaje se realice en soledad, se usará
preferentemente la mano dominante, es decir, la que usas
normalmente para escribir. El otro brazo debe quedar relajado a
un lado del cuerpo.
El receptor acompañará el movimiento con su imaginación,
visualizando un cono de luz que, como una espiral, entra en su
pecho, lo calienta y lo abre por completo. A medida que el
masaje prosigue, se acentuará poco a poco la presión ejercida.
En caso de que el receptor sienta dolor o molestia, lo indicará
para que el masajista afloje la presión. En ningún caso se trata de
hacer daño al receptor, sino crear un movimiento vigoroso en la
zona a tratar.
El masaje se puede prolongar durante quince minutos o media
hora. Si es preciso, habrá que hacer pequeños descansos para
que el masajista pueda descansar. En su transcurso, es posible
que el receptor tenga algunas reacciones emocionales o incluso
físicas, como calor en el pecho, bostezos, lloros o suspiros. Si es
lo convenido, tras acabar, se intercambian los papeles y el
receptor se convierte en actuante.
Al finalizar la práctica es posible que la zona masajeada
aparezca levemente enrojecida. No hay que preocuparse, pues
se trata de una reacción normal del organismo que se alivia
rápidamente. Muchas personas notan una gran sensación de
confianza y apertura emocional tras este masaje. Si es tu caso,
conserva esa percepción en tu corazón y disfrútala como un
regalo de la vida.

El fuego en la naturaleza
A continuación se proponen algunos ejercicios para conectar
de un modo más profundo con la energía del elemento fuego en
la naturaleza.
Concentración con el fuego. Un modo muy simple de
trabajar con la energía del fuego consiste en la ancestral práctica
de mirar fijamente una llama. Este ejercicio lo puedes realizar
tanto al aire libre como en un lugar cerrado. Si lo haces en el
exterior, puedes hacerlo frente a una hoguera. Si lo haces dentro
de casa, te bastará con encender una vela.
En el primer caso, extrema la precauciones para no hacerte
daño ni perjudicar al medio ambiente. Si nunca has encendido
una hoguera, deja que la realice una persona experta, que tome
todas las precauciones precisas. Por supuesto, debes conocer la
legislación vigente, pues no en todas partes está permitido hacer
fuego al aire libre, ni en todas las épocas del año. Si dispones de
chimenea en tu hogar, sin duda, es un lugar ideal para realizar
este ejercicio. Realiza tu fuego sólo con materiales naturales como
madera, yesca o papel, y evita prender las llamas con productos
derivados del petróleo que, además de peligrosos, son muy
tóxicos por inhalación.
Si lo que quieres utilizar es una vela, debes encenderla en un
lugar a cubierto de cualquier corriente de aire. Sitúala
preferentemente en una palmatoria y sobre una superficie estable,
como una mesa o en el suelo, eso sí, lejos de cualquier mantel,
alfombra o similar. Emplea velas blancas para este ejercicio,
preferiblemente de cera natural. Estas tienen la particularidad de
desprender un agradable aroma a medida que arden. Si no
puedes acceder a ellas, usa velas de parafina.
Una vez tengas tu fuego encendido, dedica todo el tiempo que
desees a mirar fijamente la llama. Si es una hoguera de cierto
tamaño, observa las lenguas de fuego que emergen en uno u otro
lugar de la llama principal. Si es una vela, fíjate en los colores
que, desde el celeste hasta el naranja, surgen a partir del pabilo
hasta la parte externa de la llama.
De vez en cuando cierra los ojos e imagina esa llama
ardiendo en el centro de tu pecho, juega a bajarla hasta el vientre
o a elevarla hasta la zona del entrecejo. Almacena esa imagen en
tu conciencia y déjate envolver por el calor de la hoguera o bien,
acerca, con cuidado, tus dedos a la llama de la vela para sentir
su energía. Cuando lo desees, abandona el ejercicio, procurando
mantener en tu interior las imágenes y sensaciones todo el tiempo
que te sea posible.
Otro método muy apropiado para conectar con la energía del
fuego consiste en captar la energía solar. Para ello,
aprovecha un día soleado, evitando las horas del mediodía, y
sitúate de pie frente al sol.
Cierra los ojos y eleva tu mirada a nuestro astro. Si realizas
este ejercicio a unas horas que no sean las centrales del día,
podrás hacerlo sin necesidad de forzar demasiado el cuello. De
todos modos, si sientes algún tipo de tensión en esa zona, baja un
poco la cabeza hasta alcanzar una postura cómoda. En ningún
caso mires directamente al sol, pues es muy peligroso, sino que
debes limitarte a sentir su luz y calor en tus párpados cerrados.
Por otra parte, si tu piel es demasiado sensible, protégela con
crema solar.
En esta posición, e intentando que tu cuerpo esté lo más
relajado posible, imagina que la luz entra en tu plexo solar, es
decir en la zona que está justo debajo del esternón. Esta luz
penetra en tu interior formando una espiral que visualizarás como
llena de luz y calor. Así, durante unos minutos, entre cinco y
quince, simplemente deja que tu imaginación recree esta imagen.
A continuación, abre los ojos, agradece al sol su energía y vuelve
a tus tareas cotidianas.
La razón de realizar este ejercicio de pie es que algunas
personas sienten una leve somnolencia al efectuarlo,
especialmente si el sol está brillando con demasiada fuerza.
Aunque este sueño es pasajero, no es deseable, ya que lo que se
debe esperar después de realizar esta práctica es un gran
incremento de la vitalidad y del optimismo. Es por tanto un
ejercicio que se puede realizar de manera cotidiana. Es
especialmente recomendable para las personas que sufren de
apatía, tristeza o depresión, ya que con él, el organismo se llena
de fuego y ganas de vivir.
En los días de verano se puede realizar también un ejercicio
muy poderoso para incrementar nuestras reservas de fuego
interno. Consiste en aprovechar el calor que desprende la
tierra después de un día soleado.
Este ejercicio se debe realizar mejor al atardecer, e incluso en
las primeras horas de la noche. Busca un terreno donde la tierra
esté desnuda, sin hierba, o mejor una gran piedra plana que
haya sido soleada durante todo el día. Siéntate sobre ella con las
piernas cruzadas e inmediatamente sentirás una gran cantidad de
calor en tus piernas, muslos y glúteos. Este fuego que surge de la
tierra es muy beneficioso, y puedes imaginar que penetra en tu
organismo desde abajo hacia arriba.
Una visualización muy poderosa para realizar con esta
energía es imaginar un gran sol que emerge desde la base de tu
columna vertebral, en el coxis, y que va ascendiendo, como el sol
real hace a lo largo del día, por toda tu espalda. Cuando llegue
a la zona del pecho, imagina que es tan fuerte, luminoso y
caluroso como el sol del mediodía y hazlo brillar desde tu pecho,
iluminando todo aquello que está frente a ti. Si lo deseas, puedes
subirlo hasta la cabeza, o bien puedes hacerlo descender de
nuevo hasta la tierra, tomando entonces los colores del sol cuando
atardece.
No realices este ejercicio bajo un sol demasiado fuerte, puesto
que puedes sufrir quemaduras en tu piel o exponerte a un golpe
de calor. Como se ha indicado, hazlo a media tarde o al inicio
de la noche.
El elemento Aire
Palabras clave: ilimitado, actividad, percepción, mente,
ideas, expresión, movimiento, imprevisible, inestable, tiempo.
El elemento aire es, por su propia naturaleza, ilimitado, libre,
desenvuelto. El aire no acepta ser encerrado y cuando se ve
aprisionado, reacciona redoblando su poder, empujando contra
las barreras que se le quieran imponer. Como bien sabemos, el
aire comprimido puede ser peligroso si no se maneja con cuidado
y por eso los seres humanos hemos inventado métodos seguros
para guardarlo.
El aire es el agente de las ideas y es profundamente
interpersonal. Como el fuego, es activo, pero a diferencia de este
elemento, que es muy individual, al aire se mezcla con todo y con
todos. La energía del aire es indirecta y en ocasiones abstracta,
pero su acción puede ser tan poderosa como la del propio fuego.
Este es el elemento más inestable de todo el conjunto, porque
muestra una gran dosis de imprevisibilidad. Nunca se sabe hacia
dónde va a soplar el viento, y por ello, cualquier cosa es posible
cuando este agente se pone en marcha. Su sentido de la
dirección, de la oportunidad, su deseo de cambios, hace que no
sea fácil de conocer su esencia, aunque es siempre muy
estimulante.
En el plano humano, el aire se desarrolla en los dominios de la
mente. La percepción, la racionalización y la expresión, son los
territorios donde se desenvuelve con naturalidad.
La percepción de la realidad es el primer paso para que la
mente pueda aprehender el mundo de un modo efectivo. Esta
percepción, que se realiza a través de los órganos de los
sentidos, permite que la información externa penetre en nuestro
interior. Así se da origen a un movimiento mental que incluye
procesos como la formación de ideas, la unión de éstas en
conceptos más complejos y su puesta a prueba.
Nuestra mente está continuamente trabajando con ideas, éstas
son el átomo elemental con el que construye moléculas más
complejas, que denominamos razonamientos. A partir de aquí
surge en nosotros el deseo o la necesidad de compartir esas ideas
y razonamientos con las personas que nos rodean. Este proceso
comunicativo genera a su vez una respuesta en el entorno, que a
su vez es captada por nuestros órganos sensoriales y da lugar a
nuevos razonamientos en un bucle que no tiene fin.
El aire es por tanto el eslabón que une el mundo interior de
nuestra conciencia con el mundo exterior que está conformado
por los sucesos, los objetos y las personas que nos rodean. Ahora
bien, como esta comunicación no se produce siempre en tiempo
real, el aire nos conecta también con otra dimensión muy
importante para el ser humano: el tiempo.
Estas líneas que lees en este momento presente fueron escritas
por mí en el pasado, pensando en los futuros lectores que, como
tú, las verán algún día. De este modo, el pasado, el presente y el
futuro, se unen en una línea de precepciones, ideas,
razonamientos y expresiones que conecta los tiempos y las
mentes. Es aquí donde percibimos la auténtica dimensión del
elemento aire, que como el viento, supera las barreras del tiempo
y los seres para conectarnos a todos de un modo persistente.
El deseo de cambio del aire, su carácter imprevisible, puede
ser tan grande que le lleve a ser demasiado superficial,
demasiado inestable. En el plano humano, el aire huye de los
sentimientos profundos. Puede ser muy divertido e interesante,
pero no hondo ni intenso. Incluso los huracanes se agotan, igual
que el aire cuando intenta ser demasiado poderoso. La
curiosidad, que es uno de sus mayores dones, se puede volver
negativa cuando es demasiado grande y demasiado frívola.
Ahora bien, cuando el aire decide conocer algo y llegar hasta el
final con el poder de su mente, sin duda alcanza resultados
notables.
Cuando la energía del elemento aire debe ser rastreada en
nuestro cuerpo, es en la parte superior del mismo donde la
podremos hallar con más facilidad. En la cabeza encontramos
algunos de los órganos perceptivos más importantes, como los
ojos, los oídos, la nariz o la boca. Como sabemos, es a través de
estas puertas como el mundo se manifiesta ante nuestra
conciencia.
En la cabeza está también el órgano encargado de recoger la
información perceptiva y convertirla en ideas más complejas, el
cerebro. Además, en la parte superior de nuestro cuerpo están
también los órganos que necesitamos para expresarnos
verbalmente: los pulmones, que no son otra cosa que grandes
bolsas donde el aire entra y sale; la garganta, donde se ubican
nuestras cuerdas vocales, y la boca, que es el último órgano
modulador de la expresión.
De este modo, y resumiendo todo lo expresado anteriormente,
los órganos específicamente relacionados con el aire son los
pulmones, la tráquea, la garganta, y toda la cabeza. No es
casual que estos órganos estén situados en la parte superior del
organismo, más cerca del cielo que de la tierra, dibujando así el
recorrido la energía vertical que asciende desde el suelo hasta lo
alto.
El elemento aire se manifiesta cuando observamos la realidad
que nos rodea y creamos una imagen mental de lo que
percibimos. Esta imagen mental, que forma parte del mundo de
las ideas, se forma a partir de esas percepciones, y genera, a
través de sucesivas combinaciones, aquellos conceptos más
elaborados que nuestra mente maneja cada día. Las ideas son a
su vez la fuente de nuestra expresión, que nos permite conectar
con otros seres. Al hablar, al escribir, o al comunicarnos por
cualquier medio, estamos haciendo uso del elemento aire.
La herramienta que nos permite acceder al elemento aire son
los conceptos que desarrollamos a partir de las percepciones e
ideas que recibimos continuamente. Del mismo modo, nuestras
palabras o aquellos gestos que usamos para comunicarnos son
también una vía para acceder a la energía del aire en nuestra
vida.
El aire en equilibrio
Cuando la energía del aire está en equilibrio, la percepción
que tenemos de la realidad se ajusta bastante a aquello que el
mundo nos está mostrando. Los órganos de los sentidos se alían
con una mente despierta para generar ideas precisas, que son a
su vez el germen de conceptos complejos que ayudan a describir
y comprender la realidad.
Una persona con un elemento aire equilibrado emplea su
mente de un modo certero, sin dejarse arrastrar por los
pensamientos, pero dándoles el valor y la importancia que sin
duda tienen. Su expresión es coherente con su forma de pensar, y
se manifiesta de un modo fluido sea de viva voz, por escrito,
corporalmente, o por el medio que le resulte más accesible.
Cuando la energía del aire está presente de un modo
exagerado en la persona, podemos hablar de un desequilibrio
por exceso de este elemento. Algunos síntomas de este problema
son los siguientes:
- Mente que no para de pensar, ideas obsesivas que no se
pueden dominar y que causan sufrimiento emocional.
- Mente paranoica, sentimiento de ser perseguido, de estar
vigilado. Ideas de suicidio, de muerte, de venganza, fantasías
apocalípticas.
- Excesos verbales, incapacidad para frenar la lengua incluso
cuando esto nos perjudica. Necesidad de hablar en todo
momento y con todo el mundo.
- Dificultad para escuchar o para entender las ideas de los
demás porque la mente está demasiado ocupada con las propias
percepciones.
- Necesidad de estar permanentemente conectados, activos. El
silencio o la falta de estímulos sensoriales causa nerviosismo y
ansiedad.
Por el contrario, cuando dicha energía está ausente o es muy
débil, se observa a través de claves como éstas:
- Mala percepción de la realidad, distorsiones perceptivas que
impiden comprender lo que sucede alrededor.
- Falta de interés por las ideas, incapacidad para concentrarse
o para comprender razonamientos elaborados.
- Dificultad a la hora de expresar los pensamientos, habla
torpe o demasiado lenta. Incapacidad para encontrar las
palabras correctas, para decir lo que se piensa.
- Los sonidos molestan, el estímulo externo, incluso el más leve,
se percibe como agresivo.
- Se da demasiada importancia a lo visto, oído o hablado.
Con frecuencia, la persona se adhiere a la última opinión
recibida, sin ejercer el sentido crítico.
Cualidades esenciales del aire
Las cualidades esenciales que definen al elemento aire son,
por un lado, la falta de límites y por el otro, la actividad.
Como elemento ilimitado, el aire no admite ninguna barrera a
su expresión, ni suele estar condicionado por ninguna estructura
demasiado estricta. El aire en la naturaleza vuela libremente y
toca con su soplo a personas, animales u objetos muy distantes
entre sí.
Ciertamente, los seres humanos hemos descubierto métodos
para controlar el aire, para comprimirlo, almacenarlo y moverlo
adonde queramos. Pero en la naturaleza, que es nuestra
referencia a la hora de entender los cuatro elementos, podemos
observar al aire como el más libre e ilimitado de los agentes de
nuestra realidad.
La parte activa del aire requiere ya poca explicación. El aire
en la naturaleza se mueve continuamente, nunca queda
estancado, y en su manifestación más clásica, desde cualquier
suave brisa hasta el más poderoso huracán, se presenta como un
elemento totalmente activo, móvil, generador, y en ocasiones
destructor. El aire permite que el polen de algunas flores se
disperse y que las semillas de muchas plantas vuelen. Es también
el viento quien destruye, erosiona y reconstruye la tierra,
moviéndola en una u otra dirección.
Conectando con el aire
Usar la energía del elemento aire es muy recomendable para
conectar con nuestra parte perceptiva, intelectual y comunicativa.
Allí donde gobierna el aire, las ideas se desarrollan de un modo
ordenado, lógico y dentro de unos límites razonables. El aire nos
permite conectar con el mundo que nos rodea de un modo dual.
Por un lado, nos ayuda a percibir mejor la realidad, y por otro,
mejora nuestra capacidad de estar en contacto de un modo
significativo con los demás.
Los siguientes ejercicios te ayudarán a conectar con el
elemento aire, tanto si sientes que careces de esta energía en tu
vida como si piensas realizar algún ejercicio que requiera una
mayor dosis de aire en tu ser. Como ya se ha indicado para otros
elementos, es muy recomendable realizar al menos uno de los
ejercicios que se proponen incluso si sientes que tienes una buena
conexión con este agente, especialmente antes de pasar a
realizar las prácticas que se proponen en la tercera parte de este
libro.
Los ejercicios que conectan con el elemento aire tienen
múltiples utilidades. Entre ellas vamos a destacar las siguientes:
- Refrescar la mente, dando entrada a nuevas ideas, y sobre
todo a formas más estructuradas de ordenar nuestro mundo
mental.
- Mejorar la comunicación a todos los niveles, tanto
verbalmente como por escrito, también a través de la expresión
física, no verbal, mejorando así nuestras relaciones con las
personas que nos rodean.
- Afinar todos los órganos perceptivos: ojos, boca, nariz, oídos
y piel, especialmente en las manos. También nos permitirá actuar
sobre los órganos respiratorios, especialmente la garganta y los
pulmones.
- Desarrollar proyectos que requieran el uso intensivo de la
mente, organizar grupos de trabajo y desarrollar una mayor
eficacia en nuestras ocupaciones cotidianas, facilitando así el
desarrollo de nuestra vida profesional y personal.

Visualizando el aire. Viento en la cabeza

Para conectar con el elemento aire a través de una


visualización poderosa, es preciso que realices previamente el
ejercicio de relajación estando de pie que se presentó en el
capítulo dedicado al elemento tierra. A partir de ese estado calma
interior, vamos a trabajar con los órganos relacionados con el
aire, que son básicamente la cabeza y los pulmones.
Cuando hayas alcanzado un estado de relajación adecuado,
dedica unos instantes a repasar todo tu cuerpo, buscando zonas
de tensión en las rodillas, los hombros o el vientre. Si sientes que
tu respiración es algo rápida o superficial, efectúa dos
inhalaciones y exhalaciones profundas y lentas, que te permitirán
devolver la calma a tu interior. Este será, en cualquier caso, el
mecanismo por el que iniciarás la parte mental de este ejercicio.
Como en todos los experimentos de visualización, hay que
tener en cuenta que la capacidad de crear imágenes mentales es
una pericia que se desarrolla con el tiempo. De este modo, no te
preocupes si al principio no eres capaz de crear todas las
imágenes que se presentan a continuación, o si no lo haces con el
suficiente realismo. Lo importante es intentarlo y hacerlo de la
mejor manera que seas capaz.
Memoriza, antes de comenzar, esta secuencia de imágenes y
créala después en tu mente, mientras estás en la postura de
relajación ya conocida, de pie y con los ojos cerrados.
Visualiza tu cuerpo tal y como se encuentra. Siente cómo se va
volviendo cada vez más ligero, tan ligero que muy pronto
comienza a flotar como una pompa de jabón. Imagina que tu
cuerpo flota dentro de la habitación en la que estás. Primero se
elevará en posición vertical, y luego empezará a tomar diferentes
formas, a medida que los brazos y las piernas se vuelvan cada
vez más ligeros.
En esa posición, imagina que abandonas la habitación por
una ventana o por la puerta. No importa que la puerta o la
ventana estén cerradas, ya que en tu mente podrás atravesar esos
obstáculos con facilidad. De este modo, muy pronto estarás al
aire libre, volando como un globo escapado de los dedos de un
niño.
Independientemente del tiempo atmosférico que haga en el
exterior, imagina que el día es despejado y cálido. El sol brilla en
todo su esplendor y hay alguna nube que flota en el cielo.
Vuela con entera libertad dentro de la atmósfera terrestre, pero
no te esfuerces por seguir ninguna dirección concreta.
Simplemente disfruta de la sensación de no tener peso, de ser
completamente libre mientras los vientos te llevan suavemente de
un lado a otro.
Permite entonces que tu cuerpo se vuelva cada vez más
transparente, que pierda su densidad, su color y su apariencia.
Deja que se vuelva vapor, que se mezcle con el aire y que por
unos instantes, desaparezca. Disfruta de la sensación de estar en
todas partes en ese estado de disolución gaseosa. Reúne luego
todas tus partes y forma un concentrado de vapor que poco a
poco va tomando la apariencia de una nube.
Juega a ser nube, ya que no hay límites a lo que puedes hacer
con tu imaginación. Dale la forma que desees, deslízate sobre la
tierra y crea zonas de sombra sobre la misma. Puedes mirar hacia
abajo o volver tu mirada hacia lo alto, hacia el sol que te
calienta. Cambia de color si lo deseas. Puedes así pasar del
blanco puro de los días primaverales al negro de las tormentas.
Incluso puedes hacer llover o nevar, o descargar algún rayo por
pura diversión. Pero céntrate sobre todo en disfrutar del hecho de
que puedes tomar cualquier forma que desees.
Como cualquier nube, sentirás que el viento te arrastra de un
lugar a otro. En realidad, el viento es tu dueño. Así que, ¿por qué
no volverte viento? Déjate arrastrar por esa corriente de aire y
conviértete en ella, domínala.
Durante unos minutos, sé viento. Corre por los cielos o sobre la
superficie de la tierra. De nuevo, no hay límites para lo que
puedes imaginar. Puedes amontonar nieve en lo alto de las
montañas, empujar olas hacia la costa o arrastrar arena en los
desiertos. Puedes, si lo deseas, despeinar el cabello de los seres
humanos, enredarte en sus ropas o secar su sudor. Puedes jugar
con las hojas de los árboles, transportar nubes de polen o repartir
semillas ligeras como algodón. Con tu mano sujetarás a los
pájaros en su vuelo, o acariciarás las ventanillas de un avión que
viaja de un continente a otro.
Cuando hayas sentido el poder y la diversión infinita que
supone ser viento, recuerda la forma humana que ha quedado ahí
abajo esperándote. Acércate a tu cuerpo, y en forma de viento,
entra en tu cabeza a través de la boca, de las fosas nasales, del
entrecejo o incluso a través del pecho. Llena todo tu cuerpo de
aire mientras respiras a pleno pulmón.
Ahora eres aire y puedes, cuando lo desees, abrir los ojos y
disfrutar en tu conciencia de esa sensación de libertad y frescura
que el aire lleva siempre consigo.

Sintiendo el aire. Masaje en la cabeza


Para realizar el masaje que corresponde al elemento aire, es
preciso, como en todos los casos, buscar un lugar tranquilo,
donde la luz sea difusa y donde haya una temperatura
agradable.
Para este masaje es imprescindible contar con la colaboración
de alguien que nos ayude en la tarea. Es recomendable que el
masaje pueda ser disfrutado por ambas personas, repitiéndolo en
dos ocasiones e intercambiando los papeles entre receptor y
masajista.
La persona receptora se tumbará con los ojos cerrados sobre
una cama o una colchoneta cómoda y aflojará sus ropas de
forma que no haya prendas que causen tensión o molestias. La
cabeza se debe situar sobre un almohadón alto, de forma que la
postura sea cómoda pero que al mismo tiempo, la cabeza esté
elevada sobre el resto del cuerpo. El masajista se sentará con las
piernas cruzadas detrás de la cabeza del receptor, de forma que
pueda tocar el cráneo cómodamente con ambas manos.
Una vez haya alcanzado un estado de relajación física,
observando todo su cuerpo y aflojando todos los músculos, el
receptor comenzará a visualizar el cielo en un día de primavera.
Sobre el azul claro de la bóveda celeste, se deslizan lentamente
algunas nubes blancas. Dedicará unos minutos a imaginar esta
visión, a ver cómo las nubes van y vienen, ocultando en ocasiones
un débil sol, y en otras, dejando espacio libre para que brille.
Cuando esta imagen esté bien establecida en la mente, el
receptor indicará con una palabra al masajista que puede
comenzar. Esta persona acercará lentamente sus manos a la
cabeza del receptor. Poniendo las yemas de los dedos de ambas
manos sobre el cráneo del receptor, empezará a hacer un suave
masaje en todo el cuero cabelludo. Si el receptor tiene una larga
cabellera, se cuidará de no enredar los dedos en su pelo.
El masaje se hará realizando pequeños círculos en todo el
cuero cabelludo, en ocasiones con suavidad y en otras con más
firmeza. Este masaje, si se realiza de forma adecuada, produce
una enorme relajación física y mental en el receptor, acompañada
de sensaciones muy placenteras.
Una variante que se puede realizar consiste en efectuar un
masaje en la cara del receptor, moviendo los dedos con toda
libertad por todo el rostro. Este masaje debe ser concertado
previamente por ambas partes, de modo que no resulte sorpresivo
para el receptor, ya que no todas las personas se sienten
cómodas si alguien les toca la cara. Por supuesto, estos
movimientos se harán con el mayor cuidado para no dañar
órganos sensibles como los ojos, los labios o la nariz.
Esta acción sobre la cara es especialmente recomendable
para aquellas personas que tienen dificultades expresivas, bien
sea por un exceso de timidez o bien porque viven tras una
máscara social demasiado estricta que les impide mostrarse como
son.
Al realizar el masaje, los dedos dibujarán, de manera natural,
todas las expresiones faciales posibles, desde el enfado hasta la
alegría, lo que permite al inconsciente comenzar a liberarse de
represiones y experimentar nuevos modos de expresión.
El masaje se puede realizar durante unos quince o veinte
minutos. Una vez terminado, el masajista retirará las manos para
que el receptor regrese de su estado de calma y abra suavemente
los ojos. En ese momento, se pueden intercambiar los papeles.
Este masaje libera la mente de ideas, y es muy recomendable
para aquellos que sufren por pensamientos obsesivos. Como se
ha indicado, es también muy positivo para las personas
aquejadas de timidez o para quienes tienen una expresión facial
demasiado tensa o reprimida. En todos estos casos, el masaje
relaja profundamente la mente y dibuja un rostro más amigable,
atractivo y feliz.

El aire en la naturaleza

El aire está presente a nuestro alrededor, y por ello podemos


aprovecharlo fácilmente para desarrollar nuestra conciencia de
este elemento.
Una forma de acercarse al elemento aire en la naturaleza es a
través de una de sus manifestaciones más poderosas, el viento. Ir
al encuentro del viento supone ya de por sí una pequeña
aventura, pues para realizar este ejercicio no vale cualquier brisa,
sino que debes buscar un viento poderoso que te permita
experimentar de un modo pleno todas las características de esta
energía.
Escoge un lugar donde sople el viento de un modo continuo, y
a ser posible con fuerza. No es necesario ir al encuentro de un
huracán, pero sí de una corriente de aire que empuje tu cuerpo
con cierta energía.
Los lugares más adecuados para experimentar esa fuerza del
viento pueden ser una playa en día ventoso, o bien la parte
superior de un barranco profundo o un acantilado. En estos
últimos lugares, la corriente ascendente del aire es bastante
intensa. Por supuesto, no te sitúes en lugares peligrosos, y si estás
cerca del borde de un acantilado, examina primero la estabilidad
del terreno. Como en todos los ejercicios que se exponen en este
libro, la norma esencial antes de hacer algo es vigilar la
seguridad y usar el sentido común.
Una vez te hayas situado cara al viento y sientas que éste
sopla con fuerza contra tu cuerpo, cierra los ojos y centra toda tu
atención en las sensaciones que se produzcan. Siente la forma en
que el viento empuja tu cabello, tus ropas, el contacto que hace
con tu piel. Pon toda tu atención en estas sensaciones durante
todo el tiempo que desees.
En algún momento sentirás agotamiento, pues tu cuerpo está
luchando contra el viento. Ése es justamente el momento más
adecuado para abandonar el lugar.
Realiza este ejercicio de vez en cuando, pero no abuses de él,
pues el viento, si es excesivo, puede tener un efecto negativo
sobre cualquier problema psíquico que puedas tener. Una dosis
pequeña, pero poderosa, es más que suficiente.
Otro ejercicio muy apropiado para trabajar con el elemento
aire en la naturaleza requiere algo más de valor, pero trae como
recompensa, sensaciones muy especiales. Consiste en tomar un
baño de aire sobre el cuerpo. Para realizarlo, debes buscar
un lugar de completa privacidad, en el que puedas despojarte de
tu ropa y sentir el aire en toda tu piel. Por supuesto, evita las
zonas donde pueda haber curiosos o personas molestas, o
aquellos donde tu desnudez pueda causarte algún problema.
Un lugar cómodo para realizarlo sería un patio cerrado, pero
es más apropiado realizarlo en plena naturaleza. Así, un lugar
apartado en el bosque, incluso de noche, una playa solitaria o
también una zona donde se practique el nudismo en forma
habitual, son lugares apropiados. En este último caso, respeta a
las personas que se encuentren a tu alrededor así como las
normas que puedan regir en el lugar.
El ejercicio consiste en sentir el aire directamente sobre toda tu
piel. No te expongas al sol a menos que a la sombra haga
demasiado frío, y en ese caso recuerda usar crema solar
protectora para tu piel.
Simplemente déjate llevar por la sensación de estar en pleno
contacto con el elemento aire y con toda la naturaleza a tu
alrededor. Si lo deseas, cierra los ojos un instante, y disuelve tu
cuerpo en el entorno. Como puro aire que eres en este momento,
puedes impregnar todo lo que te rodea, y también puedes dejarte
impregnar por el olor y el sabor de la naturaleza.
Como en todos los ejercicios, lo más importante aquí es ser
consciente de todas las sensaciones. No se trata de practicar el
nudismo por el mero placer de hacerlo, sino para sentir qué
significa convertirse en aire y dejar que este elemento esté en
íntimo contacto contigo.
Por supuesto, este ejercicio no es apto para las personas más
pudorosas, pero si te atreves a realizarlo, aunque sea solamente
una vez, descubrirás el poderoso efecto que tiene sobre tu
conciencia. Merece la pena intentarlo.
Tercera Parte
Modificando los elementos
El proceso de cambio en los
elementos
La teoría aristotélica
A continuación vamos a desarrollar un concepto clave en el
estudio de los elementos, su capacidad de cambio, de renovarse
y mutar. Para ello, debemos revisar la obra de uno de los más
importantes filósofos de todos los tiempos, Aristóteles.
Aristóteles nació en el año 384 antes de la Era Cristiana cerca
de la actual ciudad de Tesalónica, en Grecia. A la edad de
dieciocho años entró a estudiar en la Academia de Platón, en
Atenas. Allí estuvo junto a su maestro hasta la muerte de éste, en
347 a.E.C. Años después, Aristóteles ejerció como preceptor de
Alejandro Magno por invitación del rey Filipo II de Macedonia, y
más tarde, a semejanza de su maestro Platón, creó su propia
academia, conocida como el Liceo.
Aristóteles estudió todos los temas posibles y su interés no sólo
se centró en la filosofía, sino que abarcó diversas ramas de la
ciencia natural. Escribiendo sobre esas materias, creó una gran
obra que abarca el conocimiento de su época.
Aunque Aristóteles fue un alumno destacado del gran filósofo
Platón, su pensamiento difiere de su maestro en puntos muy
importantes. Por ejemplo, en uno de los conceptos platónicos
claves, su defensa del mundo de las ideas.
Para Platón, cada elemento de la realidad surge de un
concepto o idea que tiene su existencia en otro plano de la
realidad. De este modo, existe por ejemplo la "idea-perro", de la
cual se derivan todos los perros que existen en nuestro mundo. En
cambio, Aristóteles toma el camino contrario y afirma que cada
perro es un ser individual, pero que posee unas cualidades
comunes a otros perros. Esta similitud crea en nuestra mente el
concepto "perro", que nos permite encuadrar a todos los animales
de la especie Canis familiaris. De este modo, la categoría "perro"
contiene a las diversas razas de perros y a todos los individuos de
la especie, pero excluye a otros animales.
Mientras Platón va de lo colectivo a lo individual, señalando
que cada ente individual proviene de una idea colectiva,
Aristóteles afirma que es la suma de las características comunes
individuales lo que genera la idea colectiva. En este punto, Platón
se acerca al mundo colectivo de los símbolos, mientras que
Aristóteles, difiere.
Otra idea importante en el pensamiento aristotélico, que se
aproxima a nuestro estudio, es la noción de potencia y acto. Los
objetos de la realidad pueden ser "en potencia", es decir, cuando
aún no existen pero se dan las condiciones adecuadas para su
expresión. Pero también pueden existir "en acto", o sea, cuando
ya son realidades tangibles.
Para entender estos conceptos, pensemos en una semilla de
manzana. La semilla es un manzano en potencia, del mismo
modo que el árbol es la realización, el acto, de la semilla. La
semilla contiene al árbol y se convierte en él bajo unas
condiciones apropiadas.
Esta idea nos lleva a un punto muy importante, y es la noción
de cambio. Si los objetos en potencia se convierten en objetos en
acto, en objetos tangibles, es porque se produce un cambio en
esos objetos. Así, extendiendo el concepto, podemos decir que
todo lo que existe contiene en sí dos posibilidades, por un lado lo
que es actualmente, y por otro, aquello en lo que se puede
convertir. La semilla en sí es un acto, ya que como tal semilla es
algo tangible, terminado. Pero al mismo tiempo es una potencia,
ya que tiene la posibilidad de convertirse en otra cosa.
Esta idea de cambio nos resulta inmediatamente evidente. Esto
es así porque si miramos a nuestro alrededor vemos que todo está
perpetuamente convirtiéndose en otra cosa, nada es fijo ni estable
en nuestro mundo. Así, podemos aplicar este concepto a los
cuatro elementos que ya conocemos, entendiendo que éstos
también cambian y no permanecen estables durante mucho
tiempo.
Si recordamos bien, para Empédocles los cuatro elementos
eran inmutables, es decir, no podían transformarse, y estaban
distribuidos en todos los objetos de la realidad, incluyendo a las
personas, de un modo variable y único. Pero Aristóteles, que cree
también en la idea de los elementos, nos explica que esos mismos
agentes pueden variar. Son una entidad real, que se manifiesta en
acto, pero al mismo tiempo son una potencialidad.
Así, desde el punto de vista de Empédocles, una persona que
posea una gran cantidad de fuego en su naturaleza debería ser
inmutable bajo cualquier circunstancia. En cambio, a partir de
Aristóteles entendemos que esa persona puede variar,
desarrollando más agua, más tierra o más aire.
Profundizando aún más en la doctrina aristotélica de los
elementos, hay que señalar que para Aristóteles cada elemento
posee una cualidad primaria y otra secundaria. Pero lo que es
más importante, cada elemento viene acompañado por una
cualidad de cambio, que genera el elemento siguiente.
El fuego es caliente en primer lugar, y de manera secundaria
seco. Su principal cualidad de cambio es la humedad. Así,
cuando el fuego se humedece, se convierte en aire. Este elemento
tiene a la humedad como cualidad primaria, siendo el calor que
recibe del fuego, la secundaria (pensemos aquí en el vapor de
agua). Su factor de cambio es el frío.
Cuando el aire se enfría genera el agua, que es un elemento
primariamente frío y de manera secundaria húmedo. Su factor de
cambio es la sequedad, de modo que cuando el agua se seca,
genera el elemento tierra, que es primordialmente seco y
secundariamente frío. Añadiendo calor a la tierra, obtenemos de
nuevo el fuego. De este modo, se cierra el círculo.
Este movimiento de la energía se resume en la Figura 1.
Figura 1
Factores de cambio de los elementos
En la imagen, las cualidades situadas en las esquinas
representan el factor de cambio, mientras que la cruz central
muestra los cuatro elementos en su nivel más estable. El
movimiento que genera el cambio se desarrolla en el sentido de
las agujas del reloj.
Como vemos, el factor de cambio viene siempre definido por
la cualidad secundaria, siendo siempre opuesto a ésta. Además,
la cualidad secundaria de un elemento, transformada en su
opuesta, se convierte en primaria en el elemento que surge
después de la transformación.
Este esquema puede revertirse, de modo que la cualidad de
cambio opuesta genere el elemento anterior si nos movemos en
contra del sentido de las agujas del reloj, como se comprueba en
la Figura 2.
Figura 2
Factores de cambio en sentido antihorario
Pero hay que hacer notar que aquí la cualidad de cambio se
convierte en cualidad secundaria del nuevo elemento generado.
Esto tiene su importancia, ya que de un modo intuitivo, vemos que
en esta dirección antihoraria, el cambio es menos profundo.
Estos esquemas, sobre los que volveremos más adelante,
configuran un mapa fundamental que nos ayuda a entender mejor
el funcionamiento de la energía elemental. Nos demuestran que el
cambio es posible y que cada elemento se puede transformar en
otro, con consecuencias muy útiles para nuestra vida presente.
Aristóteles otorga también una dimensión física, dentro de
nuestro mundo, a los cuatro elementos. Sitúa a la tierra en el
núcleo de lo existente. Por encima de ella encontramos al agua,
que se extiende como una capa sobre determinadas porciones de
tierra firme, creando los mares, los ríos y los lagos. Por encima de
la tierra y del agua está la capa del aire, la atmósfera. En la
cuarta capa, al fin, Aristóteles sitúa al fuego, cuyo máximo
exponente es el Sol. Más allá de estos cuatro elementos, existiría
un quinto, el éter, que llenaría todo el espacio exterior y que es
ajeno a la órbita de los asuntos humanos.
Elementos activos
Como se puede comprobar a cada instante, la energía
elemental está variando constantemente a nuestro alrededor y en
nuestro interior. No se trata por tanto de algo fijo, sino que
fluctúa. Cada elemento puede estar activo en un momento
determinado de nuestra vida por una o varias causas.
Predisposición personal. Cada individuo tiende a
manifestar uno o varios elementos con más facilidad que otros.
Estos elementos destacados se pueden rastrear en la Carta Astral,
pero también por medio de la observación del propio
temperamento.
Etapa de la vida. En cada fase de la vida tenemos la
tendencia a manifestar un agente por encima de los demás, como
ya vimos a la hora de hablar de los elementos en la escuela
hipocrática. Como es fácil observar, las primeras etapas de la
vida suelen ser más activas, mientras que a partir de la madurez,
la persona se vuelve poco a poco más pasiva. De este modo, la
infancia manifiesta rasgos del aire, la juventud del fuego, la
madurez de la tierra y la vejez, del elemento agua.
Acontecimientos de la vida cotidiana. Sin duda, las
cosas que nos suceden tienden a generar en nosotros una
determinada energía. Una alegría intensa e inesperada nos llena
de fuego, la pérdida de un ser querido, de agua. La toma de
responsabilidades de un nuevo trabajo genera energía de tierra,
y la preparación de un examen, por citar unos pocos ejemplos,
activa el aire de nuestra mente.
Energía manifestada por personas de nuestro
entorno. Estar en estrecho contacto con una persona que
manifiesta una energía elemental poderosa, sea del signo que
sea, genera en nosotros, de un modo inconsciente, otra energía
elemental. En algunos casos, el elemento que manifestaremos
estará en conflicto con el de la otra persona, mientras que en
otros, cooperará con ella. Como veremos más adelante, en vez
de actuar de un modo reactivo, podemos usar conscientemente
estas energías que recibimos de los demás para nuestro propio
bien.
La buena noticia es que, teniendo en cuenta lo anterior,
podemos aprender a reconocer los elementos que se están
manifestando en un momento determinado en nuestra vida. Para
esto hay que practicar la observación tanto de nuestros estados
anímicos como de la energía que nos rodea.
Ahora bien, dando un paso más allá, nosotros podemos
modificar esta energía elemental con la ayuda de nuestra
conciencia y con ciertas prácticas. Esta tercera parte del libro te
enseñará cómo hacerlo.
Modificando los elementos
Como ya hemos visto, los elementos no representan campos
energéticos de carácter fijo, sino que están en continuo cambio,
en perpetua mutación. Aunque cada elemento tiene su propia
naturaleza, que puede ser dominante en un momento determinado
y en un ámbito concreto de nuestra vida, al mismo tiempo ese
elemento está en el proceso de mutar hacia a otro agente o de
extenderse a otras áreas de la existencia.
Por ejemplo, imaginemos a una persona que acaba de sufrir
una grave decepción sentimental al descubrir que su pareja le es
infiel. Esta persona se puede sentir dominada por la rabia, es
decir, por el elemento fuego. Ese fuego que la consume será, en
principio, el agente dominante en el área emocional. Pero a
continuación, el fuego, que como cualquier otro elemento no
puede permanecer inactivo, rápidamente se extenderá a otros
ámbitos de su existencia o bien se transformará en otro elemento.
En el caso de que ese fuego emocional se traslade a otras
áreas de su existencia, la persona puede empezar a tomar
decisiones arriesgadas en su trabajo, usando su dinero, o incluso
a la hora de manejar herramientas o de conducir un automóvil.
Así, el fuego que dominaba el área emocional se habría
extendido, como un auténtico incendio sin control, al mundo
material. Ciertamente, todos hemos visto más de una vez, cómo
alguien traslada su cólera interior a personas inocentes o a otros
aspectos de su existencia.
En realidad, esa expansión del fuego a otros segmentos de la
vida corresponde a un mecanismo de seguridad de nuestro
organismo. Así, de un modo inconsciente se busca reducir el nivel
de intensidad del elemento por la vía de extenderlo a otras áreas.
El que ese procedimiento sea más o menos intenso o efectivo
dependerá de muchos factores, entre los que cabe destacar el
carácter de la persona, su nivel de consciencia o sus hábitos de
vida. Pero es importante saber que esa extensión del fuego
responde a un proceso natural de autoprotección que intenta
salvaguardar la integridad de su mundo emocional. En todo caso,
como vemos, ese proceso inconsciente no es siempre positivo
para la persona.
Por otro lado, ese fuego que incendia el área emocional de la
persona herida contiene también la semilla de su propio cambio,
que se puede desarrollar dentro del mismo ámbito afectivo. Del
enfado inicial se puede pasar a la desidia emocional, que
correspondería al elemento tierra, y quizá más adelante, a un
estado de pena y postración que vendría marcado por la energía
del agua. Si la energía se transforma en pensamientos sin control,
se pasaría al agente aire.
Como en el caso anterior, estas transformaciones se producen
también de un modo natural, sin que la conciencia tenga nada
que ver en el proceso. Se trata también de un mecanismo
inconsciente de autoprotección que busca debilitar el elemento
perturbador por la vía de transformarlo en otro elemento.
Como vemos, el fuego no puede estar ardiendo eternamente
en la vida emocional de esta persona, pues ningún elemento se
puede mantener por tiempo indefinido en un sector de nuestra
existencia sin generar problemas o enfermedades. Debido a ello,
la propia naturaleza de nuestros mecanismos protectores y
curativos propicia un cambio, que en el ejemplo citado, se genera
de un modo inconsciente.
Es importante resaltar aquí que el cambio de un elemento por
otro o el movimiento de esa misma energía a otros ámbitos de la
vida es un proceso generado por la propia persona. Aunque
haya elementos externos que propicien o favorezcan ese cambio,
la transformación siempre se da en el interior del ser, siendo
luego reforzado o debilitado por el entorno.
Como podemos suponer por el ejemplo citado, ese mecanismo
de protección no siempre da los mejores resultados. Si
distribuimos nuestra rabia en diferentes ámbitos, quizá el volumen
de ésta se reduzca, pero también es cierto que abrimos nuevos
frentes de conflicto, que aunque sean de menor intensidad, son
importantes y requerirán atención. Por otra parte, la
transformación entre elementos que se ha relatado no será muy
deseable si nos obliga a pasar por una depresión.
Lo que establece la diferencia entre el proceso citado y una
superación real del dolor es el grado de conciencia que se aplica
al caso. Como ya sabemos, cada elemento tiene una cara menos
evolucionada, que es la que se muestra cuando la conciencia
humana no está presente, y otra más brillante y positiva que surge
de la ascensión de la conciencia humana hacia el conocimiento
universal.
De este modo, el proceso de cambio de una energía por otra
se puede dar por diversos caminos, pero debe estar siempre
guiado por una conciencia despierta y una voluntad determinada.
En este libro proponemos cuatro sistemas que nos permitirán
modificar de un modo consciente las energías elementales que se
manifiestan en nuestra vida. Estas vías aúnan el conocimiento
astrológico con la práctica alquímica a la que nos hemos referido
con anterioridad en esta obra.
Antes de desarrollar estos cuatro sistemas, vamos a definirlos
brevemente a continuación:
- Denominaremos "transmutación" al acto que permite
modificar un elemento por otro en una zona concreta de nuestra
vida.
- Así mismo, daremos el nombre de "transmisión" a la
posibilidad de mover la energía de un determinado elemento
entre diferentes áreas de nuestra vida.
- Por "amplificación" entenderemos el aprovechamiento de
energías que se favorecen mutuamente, rechazando aquellas que
producen un debilitamiento del elemento a trabajar.
- Por último, llamaremos "elevación" al proceso que nos
permite desarrollar la parte más positiva y creativa de una
determinada energía elemental.
En definitiva, se trata de utilizar la energía de cambio que es
inherente a nuestra naturaleza, y que generalmente se manifiesta
de un modo inconsciente, para transformar, mover, incrementar o
elevar la energía elemental, produciendo resultados tangibles en
nuestra existencia. De este modo, incluso aquellas personas que
tienen una voluntad débil, o que por causa de sus conflictos han
agotado sus energías, pueden alcanzar resultados positivos.
El único requisito necesario para aprovechar esta información
consiste en estar dispuestos a actuar de un modo consciente en el
plano elemental. Se trata de observar qué elemento está activo en
un momento determinado en cualquier ámbito de nuestra vida y
de modificarlo en la dirección que deseemos con la ayuda de
estas técnicas, enfocando así las energías hacia nuestros
propósitos.
En los próximos capítulos vamos a analizar cómo trabajar en
estas cuatro vías, tanto desde un punto de vista teórico como
práctico. Te animo a estudiar y poner en ejercicio la información
que a partir de aquí, comparto contigo.
Transmutaciones
elementales
La transmutación
La transmutación es el proceso consciente a través del cual
podemos cambiar una energía elemental poderosa que está
actuando en un determinado sector de nuestra vida por otro
elemento. De este modo, aprovechamos la fuerza del agente
inicial para generar otro más propicio a nuestros deseos del
momento.
Para definir esta acción tomamos el término "transmutación"
de la tradición alquimista, que como hemos visto, forma parte
esencial del enfoque que estamos dando a esta obra. Del mismo
modo que los alquimistas pretendían transmutar metales innobles
en oro gracias al uso de un agente conocido como "piedra
filosofal", nosotros puliremos la piedra de nuestra conciencia para
modificar aquellas energías que nos dañan o nos impiden
avanzar y evocar así otras más positivas para nuestro desarrollo.
Como veremos a lo largo de este capítulo, la ventaja del
método de transmutación elemental es que se pueden conseguir
grandes cambios con poco esfuerzo, aunque hay que seguir un
orden de actuación muy concreto.
Poniendo en marcha el mapa
elemental
En la Figura 3 podemos observar el mapa elemental que ya
presentamos en el capítulo anterior. Como ya hemos visto, cada
elemento está a su vez definido por dos cualidades que se
combinan de un modo único para cada energía elemental. En
primer lugar, se muestra la cualidad esencial principal, seguida
debajo por la cualidad esencial secundaria.
Figura 3
Elementos y cualidades modernas
Ahora bien, a diferencia del esquema que se presentó en el
capítulo precedente, aquí hemos utilizado las denominaciones
modernas de las cualidades esenciales. De este modo, y
eliminando conceptos ambiguos como "calor" o "humedad", el
mapa elemental comienza a resultar más comprensible.
Aunque este mapa se presenta como una herramienta pasiva,
contiene, gracias a las cualidades que se muestran en él, las
claves para volverse activo con cierta facilidad. A partir de este
esquema ya conocido vamos a observar cómo podemos
comenzar a transmutar unos elementos en otros.
La clave de cualquier transmutación elemental se halla en la
modificación de las cualidades esenciales. Así, aunque no
sepamos cómo transformar el agua en aire, sí podemos ver que
mientras el agua es pasiva y el aire activo, ambos elementos
tienen algo en común, los dos son ilimitados. Es decir, dos
elementos aparentemente tan diferentes en la naturaleza, cuando
se observan a la luz de sus cualidades esenciales sólo se
diferencian en una cualidad.
¿Qué ocurre si a una energía de agua, es decir, pasiva, le
insuflamos actividad? Estaremos entonces transmutando el agua
en aire. Así de simple.
En otras palabras, aunque no sepamos cómo cambiar el agua
en aire, sí podemos cambiar una situación pasiva en otra activa.
Como ambas energías se mantienen dentro del ámbito de lo que
carece de límites, estaremos realizando una auténtica
transmutación elemental.
Para dejarlo aún más claro usaremos un ejemplo práctico. Si
una persona está inmersa en una relación de pareja en la cual
siente que ha perdido toda iniciativa, y al tiempo es incapaz de
afirmar su individualidad frente a la otra parte, estando sometida
a sus caprichos, podemos decir que está viviendo una situación
claramente acuática. En otras palabras, vive dominada por la
pasividad y carece de límites claros con respecto a su cónyuge.
¿Cómo se puede modificar esta situación? Una vía para
hacerlo es transmutar esa energía de agua. Para lograrlo, el
mapa elemental nos muestra dos caminos cortos y otro más largo:
- El primer camino corto consiste, como hemos visto, convertir
la energía de agua en aire, añadiendo actividad.
- El segundo camino corto implica poner límites claros,
creando energía de tierra.
- El camino largo supone hacer una transformación completa,
acercándose al fuego por medio de los límites y de la actividad.
De estos tres caminos, el tercero es el que parece más difícil
de recorrer, pues implica hacer demasiados cambios al mismo
tiempo. Por ese motivo es el menos recomendable, ya que
requiere el uso de una gran cantidad de energía. En cambio, las
salidas hacia el elemento aire o hacia la tierra parecen más
asequibles, pues sólo precisan la modificación de una única
cualidad esencial, sea la actividad o la capacidad de poner
límites.
En la práctica, la vía que debemos tomar debe ser siempre la
más fácil. Si la persona de nuestro ejemplo deseara recuperar de
golpe la pasión perdida (fuego) probablemente fracasará porque
debe hacer demasiados cambios. Pero si se actúa con
inteligencia, tanto la tierra como el aire pueden ser usados como
un puente hacia ese fuego.
Siguiendo el ejemplo, la persona podría añadir actividad a su
estado, por ejemplo, implicando a su pareja en actos
compartidos. Así, realizando actividades conjuntas, transmuta la
energía acuática en energía aire. Seguramente este ejercicio lleve
a ambas personas a dialogar, a expresar sus sentimientos,
abriendo de este modo una vía hacia la posible mejoría de su
relación.
Como estamos tratando con otra persona, no se puede
esperar que un cambio en nuestra actitud cause siempre el efecto
más deseable. Quizá esa solicitud de realizar actividades
compartidas encuentre un rechazo en el otro. Aún en este caso, la
energía del aire será activa, sólo que aquí se convertirá en
reflexiones, en preguntas: ¿merece la pena seguir con esta
relación? ¿hay algo que nos una o que podamos compartir? En
este caso, el movimiento energético pone a la persona frente a la
realidad de una relación muy problemática.
En el escenario más positivo, ese cambio desde el agua hacia
el aire puede ser un paso hacia el elemento fuego, que se
alcanzará cuando cada uno de los miembros de la unión
redescubra y valore la individualidad del otro. Así, la autentica
pasión surgirá del reconocimiento de las diferencias, que son el
motor para la atracción y para el comienzo de un nuevo ciclo
compartido.
La idea esencial que podemos extraer de este ejemplo es que
un cambio en uno de los ingredientes de la energía, es decir,
modificando una de las cualidades esenciales, provoca
automáticamente la plena transformación de dicha energía
elemental. Es por eso que hemos equiparado a este proceso con
una auténtica "transmutación" alquímica.
Transmutaciones en la práctica
La Figura 4 nos muestra un camino de transmutación siguiendo
el orden de las agujas del reloj. En él podemos ver cómo
transformar cualquier energía elemental a partir de sus cualidades
esenciales. En este caso, la cualidad que se transmuta es la
secundaria, que se convierte por el cambio en la primaria del
elemento recién creado.
Figura 4
Transmutaciones elementales en sentido horario
Así, la cualidad secundaria del agua, que es ilimitada, se
convierte en la primaria de la tierra cuando se le ponen límites. Si
a la tierra se le insufla actividad, se crea el fuego, y si a éste se le
rebajan los límites, tenemos aire. Quitando actividad al aire,
retornamos de nuevo al agua.
La Figura 5 muestra el otro sendero de transmutación, el que
se mueve el sentido contrario a las agujas del reloj. Aquí,
cambiando la cualidad primaria, se genera un nuevo elemento
que tiene a la cualidad transformada como secundaria.
Figura 5
Transmutaciones elementales en sentido antihorario
Aportando actividad al agua la convertimos de un modo
inmediato en aire. Si al aire le ponemos límites precisos, estamos
expresando el fuego. Quitando actividad, el fuego se vuelve
tierra. Quitando límites a la tierra crearemos la energía del agua.
Como vemos, este proceso se puede hacer en cualquier
dirección, sea en el sentido de las agujas del reloj o en la
dirección contraria, logrando en ambos casos una transmutación
de los elementos.
Hay que señalar que, en la práctica, es más fácil realizar
transmutaciones en el sentido de las agujas del reloj, tal como se
indica en la Figura 4, que siguiendo el camino contrario. El
motivo es muy simple, se requiere un poco menos de energía para
modificar una cualidad secundaria que una primaria. Pero hay
que dejar muy claro que ambas vías funcionan y generan
transmutaciones del mismo valor.
La conclusión que podemos extraer es que cuando queremos
transmutar una situación por otra diferente tenemos dos caminos:
- Aplicar un mayor o menor grado de actividad, o bien,
- marcar unos límites más o menos definidos.
Hay que recordar aquí, que por razones prácticas ambos
senderos suelen ser excluyentes. Es decir, que si actuamos sobre
la actividad no es conveniente trabajar al mismo tiempo sobre los
límites o viceversa. Cuando se intentan cambiar demasiadas
cosas al mismo tiempo, rara vez se obtienen buenos resultados.
Este es un sendero circular, en el que a partir de un elemento
nos movemos siempre hacia cualquiera de los adyacentes hasta
llegar a la meta que deseemos. No conviene por tanto, viajar
hacia el elemento exactamente opuesto, ya que se hará a costa
de un enorme gasto de energía. De hecho, este es uno de los
motivos por los cuales fracasan muchas de las iniciativas de
cambio que emprende el ser humano, porque no están bien
enfocadas desde el punto de vista energético.
Afortunadamente, como vemos, existe un camino más fácil que
realizar saltos en el vacío. Este camino implica moverse entre
elementos contiguos hasta alcanzar la energía deseada.
Hasta aquí la teoría, pero ¿cómo se realizan estos cambios en
la práctica? En el siguiente apartado vamos a analizar cómo
realizar las transmutaciones en diversos ámbitos de nuestra vida y
a través de las distintas cualidades. Esta información es del
máximo valor, por lo que te invito a estudiarla con atención. Así
verás cómo se activa o se desactiva un sector, o bien cómo se
ponen límites más o menos definidos. Aplicando ese conocimiento
al mapa elemental que hemos tratado en este capítulo podrás
transmutar cualquier energía elemental.
Como es lógico, se trata de una información que se ofrece a
modo de ejemplo y de sugerencia. Con ella puedes desarrollar tus
propias estrategias, adaptadas a tu situación concreta,
temperamento y deseos de cambio. Deja que los ejemplos te
inspiren y siéntete libre, dentro del correcto manejo de la energía,
para actuar como tu propia conciencia te indique.
Te recomiendo además que empieces a poner este
conocimiento en práctica de un modo inmediato y en áreas muy
concretas, de modo que comiences a interiorizar los procesos de
transmutación. Así, actuando en circunstancias cotidianas,
permitirás que tu conciencia comprenda el funcionamiento del
sistema, lo que te permitirá aplicarlo de un modo casi automático
en procesos más importantes.
Transmutaciones en el amor y la vida de
pareja

Para incrementar el nivel de actividad es recomendable


realizar acciones compartidas, especialmente aquellas que
impliquen mover el cuerpo, tales como hacer deporte, correr o
caminar. Es bueno también acudir a espectáculos o actos
culturales, a bailar o a disfrutar con amigos comunes o con otras
parejas. Si lo que se desea es comenzar una relación,
evidentemente, hay que lanzarse e intentar un acercamiento a la
persona amada.
Para disminuir la actividad se debe hacer lo contrario, evitar
las salidas, las actividades y no hacer nada juntos. Estar en
contacto con otras personas también puede ayudar a que la
actividad dentro de la pareja disminuya. En el caso de que
estemos recibiendo señales amorosas por parte de una persona
con la que no tenemos relación ni deseamos tenerla, hay que
tomar distancias, no aceptar regalos y frenar los avances.
Para construir límites más precisos es conveniente que ambos
pasen tiempo dentro del hogar, a ser posible sin la presencia de
más personas. Si la pareja tiene hijos y éstos están en una edad
en la que requieren atención constante, se pueden tejer los límites
en relación a las necesidades de éstos.
Para diluir los límites es adecuado salir al exterior, relajar los
horarios o buscar formas de comunicación más abiertas. Estar en
compañía de otros, o bien ocuparse de los hijos, si los hay,
dedicándoles todo el tiempo posible, es también una buena forma
de acercarse a lo ilimitado. Una forma superior de diluir los
límites consiste en desarrollar el amor incondicional entre los
miembros de la relación, lo que implica aceptar al otro tal como
es y no desear más de lo que en cada momento se está
experimentando.

Transmutaciones en el ámbito familiar


Si queremos que haya más actividad hay que implicar a los
miembros del grupo familiar en nuevas prácticas, tales como
realizar juntos las tareas domésticas, animarnos a realizar
deporte en familia, o bien compartir excursiones, salidas a bailar
o celebrar fiestas.
Para reducir la actividad es preciso calmar los ímpetus.
Aprender y enseñar a nuestros seres queridos técnicas de
meditación, escuchar música tranquila, sentarnos a dialogar en
calma, pasear juntos por lugares tranquilos o salir al campo a
disfrutar de la paz de la naturaleza.
Si se necesitan límites más precisos es conveniente poner
normas u horarios, así como establecer turnos de trabajo
doméstico. Realizar actividades dentro del hogar también
contribuye a reforzar el concepto de límite.
Para desarrollar límites más amplios en el ámbito familiar hay
que aliviar las normas que estén en vigor dentro del hogar.
Realizar actividades en el exterior o pasar más tiempo fuera de
casa es también muy apropiado, sobre todo si se aprovecha la
oportunidad para estar con personas que no pertenezcan al clan.

Transmutaciones en el ámbito laboral y


material
Para incrementar la actividad en este campo es apropiado
tomar iniciativas, presentar ideas, crear planes o reunir grupos de
trabajo. Ser proactivo en el trabajo implica dar un paso decidido
hacia adelante en nuestra promoción social y laboral. Una cierta
dosis de ambición es necesaria y será recompensada. Acumular
bienes o arriesgar en el campo de las inversiones es también una
buena idea.
Si deseas que se dé menos actividad en este terreno limita tus
ambiciones y procura que tus esfuerzos sean poco decisivos en el
resultado final de cualquier actividad. Es importante aquí pasar
desapercibidos, hacer poco y no tomar decisiones que
comprometan nuestro futuro. Es aconsejable no invertir y sacar el
dinero de fondos de inversión especulativa.
Para lograr que haya límites más precisos es adecuado
desarrollar nuestro trabajo en un lugar concreto, siendo fieles a
una determinada empresa o institución. Si se trata de hacer
compras o de realizar inversiones, hay que hacerlo siempre a los
mismos proveedores o intermediarios. También es adecuado
ajustarse a un presupuesto, tener una idea muy concreta de la
cifra que queremos conseguir o de los bienes materiales que
deseamos obtener. Todo lo que represente estructura, límite o idea
concreta, será de ayuda para fijar esta cualidad elemental.
Crear límites menos precisos requiere hacer todo lo contrario,
olvidarnos de normas y dejar de lado cualquier idea precisa
sobre lo que queremos obtener o de hacia dónde queremos dirigir
nuestros esfuerzos. Aquí conviene ser muy liberales en los gastos,
dejando que fluya la riqueza. No es bueno trabajar siempre con
las mismas personas o en la misma empresa, grupo o institución.
Todo lo que represente cambio y apertura a lo indeterminado,
será favorable para reducir los límites.

Transmutaciones en el terreno de la salud


La salud es un ámbito muy importante y en el que conviene
actuar siempre con sentido común. Las indicaciones que se dan a
continuación se refieren, de un modo amplio y genérico, a la
forma de mejorar el bienestar físico. Si tienes una enfermedad o te
preocupan determinados síntomas, consulta siempre con un
profesional de la salud y sigue sus indicaciones con respecto al
tratamiento.
Para incrementar la actividad en este campo conviene mover
más el cuerpo, hacer ejercicio y relacionarse con el entorno
saliendo al campo o a la playa. Atender clases de salud, leer
sobre el tema, estudiar el funcionamiento del propio organismo
son también claves muy apropiadas. También es recomendable
analizar bien lo que comemos y mejorar nuestra nutrición de un
modo activo.
Si deseas que exista menos actividad en el terreno de la salud,
busca situaciones de reposo y procura realizar menos actividades
físicas. Dedica tiempo a la relajación e incrementa las horas de
sueño.
Edificar límites más precisos en el área de la salud requiere ser
más consciente del propio cuerpo, dedicar tiempo a su cuidado y
ser disciplinados en la actividad o sistema curativo que estemos
desarrollando. Aquí es importante ser fieles a la dieta que se esté
siguiendo en este momento y seguir un patrón que nos permita
desarrollar un mejor estado de salud. Estar muy pendientes de
aquellos órganos específicos que tengan algún tipo de problema
es también una buena estrategia.
Crear límites menos precisos requiere dejar más espacio para
que el cuerpo se manifieste tal cual es en su totalidad. Aquí, en
vez de centrarnos en los órganos concretos que nos estén
causando problemas, nos dedicaremos a cuidar de todo el
organismo en su conjunto. Busca remedios de tipo holístico y deja
que el cuerpo se exprese libremente a través de movimientos
suaves. Es conveniente explorar varios sistemas curativos a fin de
que se pueda escoger el más adecuado para nuestro bienestar. Si
has seguido un tratamiento muy estricto y te encuentras mejor,
puede ser adecuado tomar un descanso de la medicina, siempre
de acuerdo con tu doctor.

Transmutaciones en materia creativa y


espiritual

Para incrementar la actividad en el área espiritual es


recomendable participar de cualquier iniciativa que nos atraiga
en este campo: talleres de desarrollo personal, retiros de
meditación, peregrinaciones, terapias, grupos de trabajo,
etcétera. No sólo es apropiado aprender estas técnicas y
participar en ellas, sino que también podemos compartir con los
demás algo de nuestro conocimiento. En el plano creativo, hay
que arriesgarse a crear, dar rienda suelta a lo que surge de
nuestro interior y participar en cursos que nos permitan aprender
nuevas técnicas expresivas.
En cambio, para reducir la actividad en el campo espiritual, es
apropiado dedicar más tiempo a los aspectos materiales de la
existencia, empleando nuestras energías en el mundo laboral y en
el progreso de nuestra economía. También se puede cultivar la
amistad de personas que no tengan implicación en cuestiones
relacionadas con el desarrollo personal. Abandonar las tareas
creativas y centrarse en el mundo material es también una vía
correcta.
Para lograr que haya límites más precisos, es adecuado
centrarse en una disciplina o práctica creativa o espiritual
concreta. Seguir los dictados de una religión que esté en sintonía
con nuestra conciencia, buscar la ayuda de un maestro y ser fiel a
sus enseñanzas, aunque evitando los fanatismos, puede ser una
buena forma de dar límites más claros a nuestra vida interior.
A fin de que los límites sean menos claros, se puede seguir el
camino contrario al anterior. En vez de fijarse en una sola religión
o una sola vía espiritual, conviene aquí explorar muchas rutas,
leer libros diversos, probar con distintos maestros y seguir varias
prácticas. Así derribaremos nuestros límites interiores y nos
abriremos a otra dimensión más abierta del mundo espiritual.
Probar también diversas técnicas creativas, o mejor aún, dar
rienda suelta a la expresión en este campo, si censurar nada de
lo que surja, te permitirá abrir nuevas vías no delimitadas por
ninguna idea ni norma.

Como se ha podido observar a lo largo de este capítulo, es


posible transmutar una energía elemental en otra de un modo
relativamente sencillo siempre que aprendamos a cambiar los
límites o el grado de actividad en que cada energía se está
manifestando. Te animo a poner en práctica las ideas que aquí se
exponen o cualesquiera otras que se te puedan ocurrir y que estén
en sintonía con lo expresado. Haciendo pequeñas
transmutaciones en la práctica cotidiana, te abrirás a otras más
grandes que están esperando a poder manifestarse en tu vida.
Transmisión de la energía
elemental
Transmitiendo la energía
El proceso de transmisión implica enviar la energía de un
determinado elemento que se está manifestando con fuerza en un
territorio concreto de nuestra vida a cualquier otro ámbito. Es uno
de los cuatro sistemas que presentamos en este libro para
modificar la energía elemental y como el resto de los métodos,
tiene ventajas y desventajas que analizaremos a continuación.
Una de las ventajas evidentes de transmitir la energía
elemental a otro ámbito es que podemos utilizar los excesos para
dinamizar o estabilizar una zona concreta de nuestra vida sin
necesidad de realizar un gran esfuerzo. Como en un sistema de
vasos comunicantes, aquel que contiene una mayor cantidad de
líquido cede una parte del suyo al más vacío hasta lograr un
equilibrio. Del mismo modo, con ayuda de nuestra consciencia,
podemos dejar que una parte de la energía que nos sobra en un
aspecto concreto de nuestra vida anime otras áreas menos
desarrolladas.
En este proceso, la energía inicial, que por ser tan poderosa
puede llegar a ser dañina, se debilita un tanto, y al mismo tiempo
puede trasvasarse a otro ámbito y ser aprovechada para
cualquier propósito que deseemos.
Evidentemente, si seguimos este sistema sólo podemos trabajar
con aquella energía elemental que esté activa en un momento
dado. Si lo que deseamos es desarrollar otro agente elemental,
tendremos que recurrir a otro de los métodos de transformación
que se detallan en este libro. En otras palabras, si hay un exceso
de tierra en el área emocional, podemos, con este método,
moverla a otro ámbito, pero no nos será posible generar agua,
fuego o aire.
Para entender mejor el alcance del sistema de transmisión,
examinemos un ejemplo. Si por ejemplo, el fuego está dominando
en exceso nuestra vida profesional, seguramente estará
provocando algunos conflictos con las personas de nuestro
entorno. Un exceso de ambición o de competitividad puede
producir consecuencias negativas en este ámbito, especialmente
con los compañeros o subordinados, que sentirán que nuestra
energía es demasiado exigente o causante de problemas.
En cambio, si sentimos que el área afectiva carece de esta
energía, podemos usar el exceso de fuego en la parte profesional
para avivarla y darle un nuevo impulso a nuestros sentimientos.
De este modo, el fuego, que era prejudicial en el área laboral, se
aplaca, calmando esta parte de nuestra experiencia vital y
reduciendo los roces con nuestros compañeros de trabajo.
Por citar otro ejemplo, si un exceso de tierra está
entorpeciendo nuestra creatividad, se puede enviar un poco de
esta energía al área material, de modo que afiance los frutos de
nuestra imaginación en el mundo práctico.
Como vemos, las posibilidades son infinitas y sólo basta con
que exista un exceso de energía en cualquier ámbito de nuestra
vida para que ésta pueda ser desplazada a otros espacios. Esto
no sólo aviva el nuevo territorio vital, sino que al reducir la
energía en el área donde originalmente había demasiada, se
palian los efectos negativos de esa sobreabundancia.
Lo importante aquí es ser conscientes de que en la mayor parte
de los casos, los seres humanos tenemos excesos de energía en
una u otra área. De este modo, es muy fácil identificar dónde
están esos excesos, y activar así otras áreas que estén más
necesitadas.
Los excesos energéticos, como hemos visto, pueden provenir
de varias fuentes primordiales.
La primera de ellas son nuestros propios hábitos, nuestro
carácter o la etapa vital que estemos experimentando. Hay
personas que son por naturaleza fogosas en el plano afectivo, o
que poseen una mente llena de ideas en busca de expresión.
Estas energías naturales, que en ocasiones pueden resultar hasta
cierto punto inconvenientes por su persistencia, son una buena
fuente de fuerzas elementales que pueden ser trasladadas a
ámbitos de nuestra existencia muy diferentes a aquellos en los que
se suelen manifestar.
Otro de los hechos que provocan excesos energéticos son
diversas situaciones momentáneas de nuestra existencia que
contienen el potencial de activar nuestras fuerzas elementales
interiores. En momentos concretos, todos hemos experimentado la
sensación de sentirnos inundados por energías muy poderosas
que pueden ser pasajeras, pero que se manifiestan en el momento
con una gran intensidad.
Sin importar el origen de esos excesos de energía, lo que nos
propone el método de transmisión energética es usar esa energía
sobrante para activar otras áreas de nuestra vida muy diferentes a
aquella donde sentimos la fuerza elemental.
En definitiva, se trata de imitar el efecto de una energía
demasiado activa en otro segmento de nuestra existencia de
modo que la energía existente se una a ella y la haga crecer.
Una ventaja de este método es que hay libertad para realizar
cualquier modificación energética que uno desee, aunque se
requiere un uso muy consciente de la fuerza elemental. La
principal desventaja, como hemos visto, es que trabajamos
siempre con el mismo elemento, sin posibilidad de añadir otros.
A continuación vamos a ver diversos ejemplos que nos
ayudarán a entender cómo transmitir esa energía. Para cada
elemento veremos cómo extender la energía sobrante a uno u otro
segmento de nuestra existencia.
Como en todos los ejemplos que se exponen en este libro, te
recomiendo que tomes estas idas a modo de inspiración. Si
encuentras otros medios para expandir esta energía, que sean
más acordes con tu temperamento, síguelos. Pero si no sabes qué
camino debes emprender, prueba con las ideas que se exponen
más abajo.
No te olvides de experimentar estas técnicas en pequeñas
facetas de tu vida, en actos sin relevancia, de modo que
aprendas a desarrollarlas y puedas echar mano de ella en
momentos más difíciles, o cuando realmente debas afrontar
grandes retos personales.

Transmitiendo la energía de la tierra


Si la energía de la tierra es excesiva en algún terreno de
nuestra existencia y queremos transmitirla a la experiencia del
amor y la vida de pareja, la mejor vía para hacerlo es
incrementando el compromiso con el ser querido. Todo aquello
que redunde en una mayor estabilidad de los afectos, en cuidar el
vínculo para que los sentimientos adversos no lo hagan peligrar,
será beneficioso para que la tierra se traslade a este ámbito.
Para transmitir esta energía al espacio de la familia es
importante dedicar tiempo al hogar que todos comparten. Cuidar
la casa, limpiarla a fondo, decorarla, son buenas maneras de
traer la energía de la tierra a la familia. Dar apoyo físico y
material a nuestros seres queridos, o reclamarlo si es necesario,
es también una manera de mover la tierra. También es apropiado
ocuparse del cuidado de la salud de los seres queridos,
alimentarles bien, o pasar tiempo en la cocina creando platos
deliciosos.
La alimentación sana es también una excelente manera de
llevar la energía terráquea al terreno de la salud. Estudiar
aquellos regímenes alimenticios que son más apropiados para el
cuerpo, seguir dietas que mejoren nuestra figura, pero sin mermar
la salud, son ideas excelentes. Para este propósito es también
beneficioso dedicar más tiempo a la atención del propio cuerpo,
cuidando el aspecto físico, embelleciendo nuestro ser y realizando
ejercicios suaves pero benéficos como el yoga, el taichí o los
paseos por el campo.
En el terreno económico, intensificar la energía de tierra pasa
por ejercitar más el ahorro. Reducir las inversiones y pagar los
créditos es una forma de estabilizarse y sedimentar esta energía
en la vida cotidiana. Hay que limitar al máximo los gastos e
invertir de manera segura y solvente.
Laboralmente se puede manejar la energía de la tierra
realizando actividades que requieran un desempeño físico. La
estabilidad laboral o la búsqueda de un empleo que requiera
pocos movimientos y un nivel moderado de ambición, son
cualidades bastante apropiadas para que la energía terrestre se
desvincule de aquel segmento de la vida en que esté siendo
excesivamente fuerte y se despliegue en el campo profesional.
Al fin, para que la energía de la tierra se derrame en el
terreno de los estudios, la vida espiritual o la creatividad,
conviene centrar nuestros esfuerzos en la realización de
actividades prácticas. Lejos de las especulaciones filosóficas o las
creencias más o menos basadas en una fe difusa, es muy
importante poner en práctica nuestras ideas, materializarlas.
Creativamente, las ideas deben dar lugar a realizaciones
concretas, que sean tangibles y puedan ser mostradas a los
demás. En definitiva, todo lo que represente solidificar el mundo
mental contribuirá, de forma decisiva, a la buena transmisión de
esta estable energía.

Transmitiendo la energía del agua

Si el elemento agua está siendo demasiado activo en algún


terreno de nuestra vida y deseamos transmitir su energía al ámbito
del amor y las relaciones de pareja, hay que profundizar en el
sentimiento compartido entre ambos miembros de la relación.
Desarrollar al máximo el cariño, la empatía, la comprensión
profunda de los deseos, conflictos y necesidades del otro, cuidarle
con compasión y dejarnos cuidar, son aspectos que harán crecer
el agua en la relación y que sin duda servirán para reducir este
elemento en otros ámbitos. El agua en las relaciones amorosas
busca la fusión con el opuesto, por lo que hay que dedicar más
tiempo a estar juntos y prestar más atención a los detalles
afectivos, al contacto físico y a la sexualidad, entendida como
fusión y como un medio de comunicación muy profunda de los
sentimientos.
En el terreno de la vida familiar, el agua se puede reconducir
con cierta facilidad. Se trata aquí de darnos espacio para
conectar con todos los miembros de nuestro entorno de un modo
profundo. Cuidar de los seres queridos, sentir que podemos
comunicarnos con ellos de un modo emocional y lleno de
significado es esencial para que el agua se traslade a la familia.
Todo el tiempo que se dedique a la escucha compasiva, al
diálogo sobre sentimientos, hará más fluido este intercambio
energético y más positivo el resultado de nuestro esfuerzo.
En la salud hay una buena vía para conectar con el agua. Se
trata de estudiar, de modo vivencial, la conexión que existe entre
el estado emocional y la salud física. Realizando ejercicios que
ayuden a hacer efectiva esta conexión o acudiendo a terapias o
terapeutas que se impliquen en esta vía de conocimiento,
podemos aplicar, de un modo efectivo, el elemento agua en el
plano de la salud. Por supuesto, tomaremos una buena cantidad
de líquido y dedicaremos un espacio de tiempo adecuado al
cuidado de los órganos relacionados con este elemento, como
son las vías urinarias y el aparato reproductor.
Cuando se aplica la energía del agua al mundo de la
economía y la materia, hay que dedicar una mayor atención a los
aspectos más espirituales y emocionales de esta faceta de nuestra
vida. Algunas recomendaciones en esta área pueden ser aprender
a practicar la generosidad, cuidando de los otros con ayuda de
nuestros bienes o a través de nuestro esfuerzo físico. La caridad,
la ayuda a los más desfavorecidos, la solidaridad, serán formas
de desarrollar al máximo esta energía.
En el terreno del trabajo, el agua nos invita a buscar una
unión más profunda con nuestros compañeros, intentando crear
una vivencia familiar en el ámbito laboral. De nuevo, cuidar de
nuestros compañeros o preocuparnos más de nuestros
subordinados, ayudando a aquellos que lo necesiten, pueden ser
buenas maneras de atraer el agua a este sector. Puede ser
necesario profundizar en las relaciones en esta área y crear
equipos humanos que estén unidos en torno a una meta colectiva.
Al fin, cuando queremos aplicar el elemento agua al mundo
de la espiritualidad, la creatividad o los estudios, debemos
aprender a desarrollar una visión de la religiosidad más profunda
y conectada. Buscar caminos místicos que nos permitan unirnos al
concepto de divinidad que cada uno tenga, es una vía para
añadir agua a nuestras creencias. Desarrollar al máximo la
compasión, la ayuda a los otros, el amor universal que comienza
por las personas de nuestro entorno inmediato, también pueden
ser medios muy positivos. La apertura del corazón a la vivencia
espiritual es fundamental aquí, así como dejar que la mente
pueda estar en comunión con los sentimientos y con el ansia
creativa. Todo aquello que implique conexión, comunión,
compasión, creación, y sobre todo, amor desinteresado, ayudará
a que la energía del agua, excesiva en cualquier ámbito de la
vida, se vuelque en el mundo espiritual. Esto reducirá la fuerza del
agua y la hará más constructiva.

Transmitiendo la energía del fuego

Cuando la energía del fuego se transmite al área del amor, es


muy fácil sentir una renovada pasión afectica. Dar más valor a
todo aquello que resulta chispeante, novedoso y atractivo del
enamoramiento es una forma de mover la energía de cualquier
área a ésta. Dedicar tiempo para disfrutar de los sentimientos más
vibrantes y sobre todo, dejarse llevar por la pasión y los juegos
eróticos son muy positivos para que el fuego que nos esté
afectando de un modo excesivo en cualquier otro aspecto, se
desplace hasta el área amorosa.
En el terreno familiar, es muy positivo dedicar tiempo a
realizar actividades compartidas, especialmente si éstas se
relacionan con el ejercicio físico, el deporte, el baile o cualquier
otra forma de mover el cuerpo. Salir juntos, pasarlo bien, ir a
espectáculos o a realizar actividades que sean atractivas para
todos los miembros del clan, son tareas que ayudarán a trasmitir
la energía ígnea a este ámbito.
Para llevar la energía del fuego al campo de la salud, hay que
realizar actividades que requieran gastar mucha energía, tales
como hacer deporte, practicar la danza o caminar mucho. Es
adecuado tomar alimentos que sean calientes, tanto por su
naturaleza como por la temperatura con la que se hayan
cocinado. Entre los alimentos calientes se pueden indicar el
jengibre, la pimienta o las guindillas (chiles). De este modo,
atraeremos el fuego de cualquier ámbito al campo de la salud.
En el terreno de la economía, es conveniente realizar
inversiones o gastos que impliquen un cierto riesgo. Este riesgo
debe ser siempre controlado, es decir, que no se deben realizar
actos sin sentido. Pero tomarse el manejo del dinero como un
juego, incluso jugar moderadamente a los juegos de azar, puede
ser positivo.
Si queremos llevar la energía del fuego al terreno del trabajo y
el desarrollo profesional, se requiere mucha actividad. Ser
competitivos, buscar nuevos retos, intentar llegar más lejos en la
escala laboral o trabajar más tiempo o con mayor intensidad, son
formas de atraer hacia el trabajo esta fuerza. El fuego en el
terreno del trabajo está implicado en la búsqueda del éxito y el
mejor desempeño de las funciones.
En el campo de la vida espiritual, la creatividad y los estudios
de cualquier tipo, la energía del fuego implica realizar
investigaciones, buscar nuevos maestros o nuevas enseñanzas. La
llama del fuego, aplicada a estos mundos, nos mueve a una visión
más profunda, integrada, poética y comprometida de la
espiritualidad. Conectar con nuestro yo superior o con la
divinidad, sea cual sea la forma en que podamos imaginarla o
sentirla, es un camino seguro hacia el mejor desempeño del fuego
en este importante ámbito de la vida.

Transmitiendo la energía del aire

Para transmitir una energía del aire que esté demostrando ser
demasiado activa en un capitulo de tu vida hacia el terreno del
amor y las relaciones, es conveniente dedicar más tiempo al
diálogo sentimental con la pareja. Expresar las emociones por
medio de la palabra, escribir cartas de amor o volcar los
sentimientos a través de poemas, son medios muy apropiados
para realizar esta transmisión. Todo aquello que esté relacionado
con los ámbitos del amor platónico, que no implica
necesariamente una conexión física sino un diálogo de las almas,
será muy apropiado para que esta energía aérea se mueva hacia
este ámbito y sea más equilibrada y mejor aprovechada.
Si lo que queremos activar con la energía del aire es la vida
familiar, es apropiado desarrollarla en el ámbito de las
experiencias compartidas. Afianzar el diálogo entre las personas
del clan, dedicar espacios y tiempos para que todos puedan
expresarse, sea verbalmente, sea por escrito, o de forma creativa,
serán claves esenciales para lograr esta transmisión energética.
Reunir a la familia, mantener el contacto con aquellos que están
lejos, reanudar el diálogo con los que hace tiempo que se
distanciaron, son también estrategias muy positivas.
Desarrollar el elemento aire en el terreno de la salud,
permitiendo que esta energía se desplace de otras zonas de
nuestra experiencia donde esté resultando demasiado poderosa
es tarea fácil. Una parte importante del trabajo a realizar consiste
en dar más importancia al bienestar de nuestra mente, dedicando
tiempo al estudio de nuevas terapias o volcándonos en la
realización de ejercicios de relajación o de meditación. Aprender
todo lo relativo a la salud física y mental desde una perspectiva
más ortodoxa puede ser también una buena vía. En todo caso, es
importante que haya espacios para calmar la mente, para
relajarnos y disfrutar de una lectura de evasión, del cine o de la
música.
Si lo que se desea es aplicar la energía del aire al mundo
económico y material es importante comprender que el mundo de
los conceptos que el aire propone debe ponerse al servicio de lo
más tangible. Es apropiado aquí generar ideas para mejorar la
economía, comunicar nuestros deseos a los demás o crear vías
diferentes para alcanzar la prosperidad a través de la
imaginación y la creatividad.
En el terreno laboral, la energía del aire se puede transmitir de
modo que se convierta en ideas novedosas para el desempeño
profesional. Realizar estudios que mejoren nuestras capacidades
profesionales o aplicar la creatividad al trabajo, serán también
buenas ideas para lograr esta transmisión. También es apropiado
reunirse con los compañeros, dialogar, desarrollar conceptos o
estrategias en común y dar vida a una nueva visión del trabajo.
Cuando aplicamos la energía del aire al mundo de la filosofía,
la creatividad y los estudios, es importante comprender que es
justamente en este ámbito donde este agente se puede manifestar
con mayor energía. Comenzar nuevos estudios o poner más
empeño en aquellos que ya estemos realizando, abrir vías de
comunicación con personas lejanas o cercanas que puedan
darnos nuevos conocimientos o reunirnos con grupos de
desarrollo personal, pueden ser algunas claves interesantes en
este ámbito. Tampoco se puede olvidar que la enseñanza es
también un ámbito positivo para desarrollar el elemento aire.
Usando la mente, desarrollando ideas, creando, estudiando,
compartiendo, dialogando o comunicándonos, estamos
realizando una efectiva transmisión de la energía aérea a estos
ámbitos de la existencia.

Como vemos, las posibilidades de transmisión de la energía


elemental son muy amplias. Aquí sólo hemos esbozado algunas
ideas, pero te animo a que las pongas en práctica y veas los
resultados.
Amplificación de la energía
elemental
Las relaciones entre elementos en la
astrología tradicional
Uno de los conocimientos tradicionales de la Astrología
consiste en estudiar la relación entre los cuatro elementos. Como
las personas, los elementos se relacionan entre sí, dando lugar a
diversas combinaciones. Desde muy antiguo, se considera que
unos elementos combinan mejor con otros, mientras que algunas
relaciones entre ellos son más difíciles.
En la Figura 6 puedes ver el esquema clásico de
correspondencias energéticas en Astrología. Los signos que se
encuentran en lugares opuestos del gráfico representan fuerzas
que pueden cooperar de un modo positivo, mientras que la
relación con los que se encuentran a ambos lados, se considera
más dificultosa.
Figura 6
Correspondencias astrológicas clásicas
Así, se puede deducir que la tierra y el agua representan
energías que, combinadas, producen resultados positivos. Lo
mismo sucede con el aire y el fuego. En cambio, las relaciones del
agua con el aire o el fuego, o de la tierra con estos elementos,
trae complicaciones.
Este esquema se emplea de manera especial en una la rama
de la astrología que estudia las relaciones entre personas. Esta
parte de la astrología, denominada Sinastría, explica que
aquellos que manifiestan energías opuestas, se atraen, mientras
que en el resto de combinaciones hay una mayor indiferencia
afectiva.
Este esquema, de probada eficacia en la vida real, puede ser
muy útil si queremos modificar de un modo consciente nuestra
energía elemental. Para ello usaremos el método de
"amplificación" energética.
La amplificación de la energía
elemental
En un plano práctico, estaremos amplificando las energías
cuando aprovechemos aquellas que mutuamente se favorecen. De
este modo, si disponemos de una energía débil en algún aspecto,
podemos reforzarla acercándonos a una persona que tenga la
energía opuesta según el esquema anterior. La energía de la otra
persona actuará entonces como un imán, reforzándonos y
generando una combinación que puede ser muy beneficiosa para
ambos.
Esta práctica tiene también aplicaciones prácticas en el campo
de las relaciones personales. Tanto las energías reforzadoras
como aquellas que se debilitan entre sí pueden ser muy útiles a la
hora de relacionarnos con los otros. Así, si alguien se acerca a
nosotros con una energía invasiva desarrollada en cualquier a de
los cuatro elementos, nos podemos defender usando una de
aquellas fuerzas que restan energía a la que se nos presenta.
Por ejemplo, una energía de fuego muy agresiva se puede
dominar con algo de tierra o con algo de agua, de modo que la
fuerza del fuego se debilite. En el plano positivo, si queremos
reafirmar nuestro aire, nos vendrá bien estar cerca de esa
persona con tanto fuego, pues nos impulsará de un modo
extraordinario con su energía ígnea.
Por supuesto, cuando un elemento se encuentra consigo
mismo, se da un efecto inmediato de reforzamiento, ya que
ambos parecen hablar el mismo lenguaje. Pero a la larga no es
una combinación muy positiva, pues se genera un exceso de
energía volcada en un sólo aspecto de la realidad, lo que
provoca que vivamos los peores aspectos de dicho elemento.
Por último, y desde una perspectiva más amplia, este esquema
de energías que cooperan o se debilitan nos ayuda a entender
por qué unas relaciones funcionan mejor que otras, o por qué
cuando una persona manifiesta una determinada energía, nos
afecta de un modo muy concreto.
A lo largo de este capítulo me referiré a la acción de la
energía más poderosa sobre la más débil diciendo que "actúa
sobre ella". Es decir, que si por ejemplo, hablamos de cómo el
fuego actúa sobre el agua, lo que se pretende explicar es cómo
una energía poderosa de fuego puede ejercer su influencia, para
bien o para mal, sobre una energía más débil de agua. Si en
cambio decimos que el agua actúa sobre el fuego es que aquella
es fuerte y éste débil.
Veamos a continuación el efecto de las cuatro energías
elementales cuando actúan sobre el resto de los agentes.

Acción de la tierra sobre los elementos


La acción del elemento tierra sobre el resto de los agentes es
tranquilizadora, haciendo más lento cualquier proceso que esté
en marcha.
Cuando la tierra actúa sobre el agua genera una energía muy
benéfica. El agua es por naturaleza un elemento ilimitado que
encuentra difícil crear estructuras y por eso necesita los límites que
la tierra le aporta. En la naturaleza, un curso de agua
desordenado y fuera de cauce puede ser destructivo, ya que
genera inundaciones. En cambio, cuando el agua se encauza,
cuando se le ponen ciertas barreras, puede ser muy útil.
Los seres humanos hemos simulado a la naturaleza creando
cauces artificiales para evitar las riadas, haciendo embalses para
acumular el agua, abriendo acequias o poniendo cañerías para
distribuirla. Esto nos permite disfrutar del agua sin que ésta resulte
perjudicial y sin que se pierda.
En el plano humano, cuando la energía de la tierra actúa
sobre el agua, es decir, cuando una persona de tierra ejerce su
influencia sobre alguien acuático, le ayuda a crear resultados, a
manejar de un modo positivo toda su fuerza emocional y
psíquica. Los sentimientos del agua se vuelven así más
productivos, sanadores, concretos y enfocados a un fin.
Cuando el elemento tierra actúa sobre el fuego, nos
encontramos en cambio en una posición menos favorable. Una
buena cantidad de tierra, aplicada sobre una hoguera, acaba por
apagarla como sucede cuando se vierte agua sobre el fuego. La
materia densa de la tierra acaba así con el entusiasmo de la
energía ígnea.
Energéticamente, si una persona con mucha tierra se acerca a
alguien que manifiesta el fuego, acaba por mermar sus energías.
El fuego rápidamente pierde su entusiasmo y siente que le faltan
fuerzas. Si el contacto persiste durante el tiempo suficiente, el
fuego acaba por extinguirse. De este modo, los contactos entre
ambas energías, suelen ser desafortunados o como mínimo,
estériles en el plano humano.
Si la tierra actúa sobre el elemento aire, nos encontramos con
otra combinación poco afortunada. En la naturaleza podemos
identificar esta combinación con fenómenos adversos para la vida
como son las tormentas de arena. El aire durante estos procesos
se vuelve irrespirable para los seres vivos y causa toda clase de
problemas debido a su densidad.
En el terreno de las relaciones humanas, la tierra actuando
sobre el aire vuelve a este último agente demasiado pesado. Si la
característica esencial del aire es su movilidad, cuando se mezcla
con la tierra, pierde esa capacidad para desplazarse, para
generar conceptos y expresarlos. Las ideas se vuelven entonces
demasiado densas, incapaces de flotar. Aunque no cabe duda de
que un poco de tierra hace al aire más estable y más realista,
cuando se presenta en exceso, lo debilita y le obliga a renunciar
a sus mejores cualidades.
Por último, cuando la tierra se combina con la tierra no cabe
duda de que se incrementa el realismo, la estabilidad y la
firmeza. Ahora bien, como en todas las combinaciones de un
elemento consigo mismo, esto no suele producir los mejores
resultados. Un exceso de tierra hace que la densidad energética
sea exageradamente alta. La inmovilidad, la incapacidad para
cambiar, para adaptarse a circunstancias nuevas, es bastante
notable en esta combinación.
Dos tierras juntas son productivas y fértiles, pero se vuelven
con facilidad demasiado testarudas y asfixiantes.
Resumiendo, la acción de la tierra sobre los elementos es la
siguiente:
- Sobre el agua, aporta estabilidad y límites. Esto da como
resultado actos con resultados tangibles.
- Sobre el fuego, lo apaga, mermando las energías y el
entusiasmo.
- Sobre el aire, lo vuelve turbio y tóxico, generando ideas sin
propósito y fracasos.
- Sobre la propia tierra, genera una energía demasiado
densa, inmóvil y pesada.
Acción del agua sobre los elementos

El elemento agua tiene un efecto emocional sobre el resto de


las energías elementales, animándolas a profundizar en su
esencia y mostrando su lado más creativo e intuitivo.
Si bien el agua tiene un inmenso potencial para crear vida,
necesita un sustrato sobre el que hacerlo. La tierra es ese sustrato
ideal para que la vida se manifieste. La combinación entre ambos
elementos es muy positiva, ya que el agua, cuando se derrama
sobre la tierra, es capaz de crear aquello que desee.
Como sabemos, la lluvia que cae gentilmente sobre la tierra es
un regalo de los cielos que permite que la vegetación nazca y se
desarrolle. El agua es también necesaria para los animales y los
seres humanos que habitamos sobre este planeta, por lo que su
acción sobre la tierra es siempre muy beneficiosa. Efectivamente,
a veces el agua es excesiva y puede dar lugar a inundaciones o a
olas gigantes. Pero en la mayor parte de las veces, si se
manifiesta en el grado adecuado, suele ser positiva.
En el plano de las relaciones humanas, la acción del agua
sobre la tierra promueve buenos resultados y el crecimiento y
florecimiento de todo lo que deseemos. Es una energía benéfica y
próspera.
En cambio, cuando el agua actúa sobre el elemento fuego no
podemos esperar conclusiones tan buenas. Derramar agua sobre
una llama es un método seguro para apagarla, o al menos para
disminuir de manera evidente su poder. En el plano humano, la
energía acuática agota y quita vitalidad al fuego. Toda la ilusión
de la energía ígnea se ve apagada, ensombrecida o extinguida
por el caudal emocional del agua.
Como es lógico, esta combinación no es buena para ninguna
de las dos energías, pues si bien el fuego resulta apagado, el
agua tiende a evaporarse en gran medida, generando enfados y
conflictos de toda índole.
Si el agua actúa sobre el elemento aire tampoco se puede
esperar un resultado enteramente positivo. El aire se vuelve aquí
más denso, húmedo y pesado. En una dosis moderada, esto es
excelente para el aire, pues como la niebla se convierte en agente
de vida, capaz de transportar la humedad a muchos lugares y
con ella los dones de la vida emocional. Pero al final, el aire
acaba agotado por tal carga afectiva y se cansa.
El aire se maneja mal con las emociones del agua, por lo que
acaba enturbiando y complicando lo que afectivamente sería bien
fácil de asimilar. El aire está acostumbrado a actuar desde la
cabeza, así que reconocer el valor del corazón no le resulta tarea
fácil. Con semejante mezcla, es poco probable que se sienta a
gusto y que acabe huyendo de las complicaciones de su húmedo
compañero.
El agua, cuando actúa sobre el propio elemento agua,
acentúa la vida emocional y crea conexiones inconscientes entre
personas que son muy poderosas. Sin duda, la fluidez afectiva, la
capacidad para conocernos y conocer al otro desde una
perspectiva muy profunda, es inmensa en esta unión energética.
Ahora bien, esta combinación muestra también algunos
efectos no tan positivos. Un exceso tal de agua hace que el
pensamiento se nuble con cierta facilidad. Cuando estas dos
personas entran en conflictos emocionales o en actitudes de
victimismo o codependencia, resulta para ellas muy difícil salir de
esa trampa, ya que ninguna tiene los recursos necesarios para
resolver el problema. Cuando el agua es excesiva se puede
esperar lo mejor y lo peor de la vida emocional. El amor será
intenso, pero el odio también puede serlo.
Así, en definitiva, la acción del elemento agua sobre el resto
de las energías elementales, se resume del siguiente modo:
- Sobre la tierra, aporta fertilidad, creando resultados.
- Sobre el fuego, lo apaga, generando pérdida de energías y
agotamiento.
- Sobre el aire, lo vuelve más denso y más húmedo, dando
lugar a emociones más turbias.
- Sobre la propia agua, produce un exceso de emociones que
no siempre son positivas.

Acción del fuego sobre los elementos

La acción del elemento fuego sobre el resto de los elementos


es activadora, volviendo más vibrante y rápida cualquier
actividad.
Cuando el fuego actúa sobre el elemento aire, consigue que se
caliente y se eleve. Como sabemos, el aire caliente impulsa a los
globos aerostáticos en su movimiento ascendente, y son las masas
de aire caliente aquellas que, al elevarse de un modo natural,
provocan el vuelo de planeo de las rapaces.
En la vida cotidiana, el efecto del fuego sobre el aire consiste
en generar más cantidad de ideas, favoreciendo la imaginación y
la creatividad. Los conceptos se vuelven también más
desapegados de la materia, más sutiles. Esta combinación suele
producir buenos resultados y se considera tradicionalmente como
positiva.
Así, cuando una persona de aire, o que desee mejorar la
calidad de su energía aérea, se aproxima a alguien que
manifiesta una gran cantidad de fuego, puede esperar que sus
ideas se multipliquen y que el entusiasmo haga que dichas
inspiraciones sean cada vez más claras, más precisas y también
más elevadas.
En cambio, cuando el elemento fuego actúa sobre la tierra
tiene un efecto no tan positivo. Si el calor es moderado, sin duda
puede calentar la tierra y hacer que nazcan las semillas que en
ella residen. Como sabemos, cierta dosis de calor es necesaria
para que la tierra genere vida.
Ahora bien, un fuego muy poderoso tiene un efecto contrario
sobre la tierra. El calor, aplicado al extremo, mata la vida y hace
que la tierra se vuelva estéril. Podemos así visualizar el resultado
de esta relación imaginando las zonas desérticas de nuestro
planeta, arrasadas por el Sol y donde la tierra se ha vuelto casi
estéril. En un plano humano, la acción del fuego sobre la tierra
reduce el potencial generador de ésta y la esteriliza.
Otra combinación que no suele ser favorable es la que se da
cuando el fuego actúa sobre el agua. En una primera instancia, el
fuego calienta el agua y puede generar en ella cierto movimiento,
cierta vitalidad. El agua que se calienta se llena pronto de
burbujas que representan ese movimiento de sus partículas.
Pero las burbujas que el agua genera no son más que el
desprendimiento de la parte gaseosa que existe dentro del líquido
elemento y que, a la postre, hace que éste se vaya reduciendo
hasta su completa desaparición. En un plano más humano, la
acción de una persona de fuego sobre otra de agua genera
discusiones continuas, enfrentamientos verbales y conflictos de
carácter emocional. El fuego es demasiado rudo, demasiado
impulsivo para el sensible agua, y del mismo modo que el agua
acaba evaporándose, la persona acuática va perdiendo
paulatinamente su energía, al tiempo que es dominada por ideas
cada vez más negativas.
Si el fuego se encuentra consigo mismo, sin duda podemos
esperar una gran cantidad de energía que, bien dirigida puede
ser muy activa y generosa en su comportamiento. El fuego será
doblemente cálido y doblemente creativo, pero también
multiplicará por dos su poder para agotar todo lo que está a su
alrededor.
Como sabemos, el fuego nunca arde sobre sí mismo ni sobre
ninguna materia que haya sido quemada con anterioridad, por lo
que esta combinación trae, después de los fuegos artificiales del
comienzo, una gran esterilidad. El terreno sobre el que ambas
personas se mueven es cada vez más reducido y pueden acabar
devorando cada uno las energías del otro. No es una
combinación creativa, aunque sí impulsiva y llena de actividad. La
cuestión es hacia dónde dirigir todo el potencial que esta unión
encierra.
Así que podemos resumir la acción del fuego sobre los
elementos de la siguiente manera:
- Sobre el aire, lo calienta y lo eleva, generando más ideas y
más sutiles.
- Sobre la tierra, la quema y la vuelve estéril, reduciendo el
potencial creativo.
- Sobre el agua, la hace hervir y al fin la evapora,
produciendo conflictos emocionales y discusiones
- Sobre el propio fuego crea un incendio incontrolable que
acaba por agotar las energías.
Acción del aire sobre los elementos

Cuando el aire actúa sobre el resto de los elementos, genera


una energía mental que lleva a la conciencia a hacerse
preguntas, a buscar nuevas ideas, a expresarse y a transformarse.
Si el aire actúa sobre el elemento fuego, genera una de las
cuatro combinaciones más afortunadas entre elementos. Como
sabemos, el fuego se alimenta de oxígeno, de modo que una
buena cantidad de moléculas de aire son precisas para que una
llama pueda arder. Si queremos avivar una hoguera le insuflamos
aire, y el propio viento es capaz de provocar que una pequeña
llama cause un gran incendio.
En el plano energético, que no es otra cosa que un reflejo en
otra dimensión de lo que ocurre en la naturaleza, sucede igual.
Cuando una persona con mucho aire actúa sobre alguien con
fuego, genera una gran cantidad de energía expansiva que
puede ser muy positiva para la consecución de cualquier
resultado que se desee. El aire aporta las ideas, mientras que el
fuego da energía. La pasión que se desata con esta combinación
crea conceptos nuevos, experiencias novedosas y abre las puertas
a dimensiones desconocidas. Es una unión increíblemente
creativa, aunque en ocasiones los frutos de esa creatividad tarden
algo de tiempo en alcanzar una forma física definida.
Ahora bien, también es cierto que si la cantidad de aire es
desmesurada, puede acabar apagando el fuego. Aunque en
general esta combinación suele ser bastante positiva, no se puede
descartar algún que otro problema si uno de los elementos
domina claramente al otro.
Si el aire actúa sobre el elemento tierra genera un efecto de
erosión bastante desagradable. Como ocurre en la naturaleza, el
viento, actuando de un modo constante, puede desgastar la más
alta de las montañas. Ese efecto de deterioro es evidente cuando
ambas energías actúan de manera conjunta.
En el plano humano, la energía del aire sobre la tierra indica
una conjunción de energías que provoca un gran cansancio y
pérdida de fuerzas. El poder de la tierra para solidificar algo, su
capacidad para vivir en la realidad, para marcar límites y para
sostener, pierden toda su fuerza, desmoronándose de un modo
lento pero inexorable. La apatía que se produce aquí viene
motivada porque la tierra encuentra al aire falto de sustancia y
porque el aire no tiene opción de mover a la tierra de su
enraizada posición. Ambos tienen poco espacio para crecer o
para cooperar.
La acción del aire sobre el agua se puede observar también
fácilmente en la naturaleza. El viento genera el oleaje sobre el
mar, lo que en principio tiene un efecto benéfico. La energía
mental del aire hace que el agua se mueva, activando su natural
pasividad. Pero no hay que olvidar que el movimiento de las olas
sólo se corresponde con la porción superficial de los mares. En las
profundidades, todo permanece igual.
En el plano humano, el aire genera en el agua ciertas
ondulaciones e ideas. Pero a la larga, tiende a dejar inalterado el
mundo emocional del agua. Tanto movimiento no suele ser bueno
para el elemento agua, lo que genera discusiones e
incomprensión entre ambos extremos. Simplemente, el aire
encuentra que el agua es demasiado temperamental y difícil de
comprender, y todo lo que la mente no puede explicar, carece de
valor real para este elemento.
Por parte del agua hay también conflictos. Tanto movimiento
en el plano superficial hace que los sentimientos se vuelvan
inestables y que se queden sólo en lo externo, en lo evidente. Esta
es una combinación poco afortunada.
Si el aire se combina con el propio aire genera una buena
dosis de energía mental que estará disponible para ambas
personas. Las ideas llegarán con rapidez y sin duda se
comunicarán entre ambos con mucha facilidad. Son energías que
se atraen, pero que con la misma fuerza que lo hacen, divergen,
pues ambas son tan inestables que les cuesta mantenerse unidas
durante demasiado tiempo.
Gran parte de esas ideas quedarán en el elemento de donde
proceden, en el aire, puesto que se tratará de conceptos de
carácter abstracto o filosófico, o vagos proyectos que nunca
llegan a realizarse. Pero no cabe duda de que la fuerza mental
del aire se multiplica aquí en sus extremos más benéficos y
también en los más insustanciales.
En resumen, la acción del aire sobre los elementos es la
siguiente:
- Sobre el fuego, lo aviva, generando pasión, movimiento e
ideas.
- Sobre la tierra, la desgasta y la erosiona, provocando
cansancio.
- Sobre el agua, levanta oleaje, generando conflictos
emocionales e incomprensión.
- Sobre el propio aire, se producen demasiados pensamientos
y diálogo excesivo.

En definitiva, el método de amplificación energética nos


permite aprovechar energías propias o ajenas para incrementar la
fuerza de un elemento, aunque por regla general se necesita la
ayuda de otra persona que nos dé la energía que necesitamos.
Este sistema nos ayuda a relacionarnos más conscientemente con
las personas de nuestro entorno, al tiempo que nos permite
cooperar energéticamente con los demás o defendernos de
aquellas energías que no deseamos.
Elevación de la energía
elemental
Niveles de la energía elemental
Si bien hasta ahora hemos desarrollado métodos que
pretendían mejorar la distribución de la energía, es decir, que
actuaban sobre la cantidad de fuerza de cada elemento, para
desarrollar este último sistema de modificación elemental, vamos a
trabajar sobre la calidad de dicha energía. De este modo, en el
plano humano, vamos a modificar el nivel de conciencia con el
que nos acercamos a cada agente, realizando cambios en el
significado de los símbolos elementales.
Una vez que observamos la presencia en cantidades
considerables de una energía elemental, el siguiente paso es
aceptar que ésta puede encontrarse en niveles de calidad más
bajos o más elevados. Los niveles más bajos, que podemos
también denominar "baja vibración", se desarrollan siempre de
acuerdo a un pobre nivel de consciencia generalizado en la
persona. Así, por ejemplo, no sólo veremos que existe mucho
fuego, sino que éste se manifiesta de un modo atropellado,
irrespetuoso, obsesivo o incluso violento.
En estos casos, sólo podemos esperar que la energía se
manifieste en sus peores extremos, y que en vez de ser un agente
catalizador de cambios positivos, nos arrastre hacia experiencias
desagradables. Estas vivencias, como es lógico, no nos ayudarán
a ser más felices o a mejorar como seres humanos.
El fuego, como símbolo, posee una gran amplitud de
significados, de los cuales, nosotros captaremos y expresaremos
aquellos que estén de acuerdo a nuestro nivel de conciencia.
Ampliando dicha conciencia, mejoraremos nuestra relación con
este agente, desarrollando en él una "alta vibración".
Las experiencias negativas que surgen a través de un bajo
nivel de conciencia pueden ser un catalizador que nos lleve a
buscar una expresión más armoniosa y evolucionada de la
energía elemental. Los problemas que conlleva ese fuego activo
pero poco desarrollado, nos llevarán a desear una mejor
utilización de la energía, sobre todo en los campos de la
creatividad, la voluntad y el crecimiento espiritual. De este modo,
buscamos incrementar nuestra consciencia y conducir nuestra vida
a cotas más altas de estabilidad y de felicidad.
Cualquier energía elemental puede y debe ser llevada a su
máximo nivel de desarrollo. Como en los sistemas que hemos
estudiado anteriormente para modificar la energía elemental, es
fundamental usar nuestra conciencia y nuestra voluntad para
obtener lo mejor de esa fuerza ya presente y no sus niveles más
bajos o destructivos.
Esta técnica se puede desarrollar en cualquier ámbito de la
existencia. Así, si una energía nos ahoga en su nivel más bajo, en
vez de luchar contra ella, podemos plantearnos cómo manifestar
la frecuencia más alta de esa energía, desarrollándola
pacientemente.
De este modo estamos alcanzando el último peldaño del
crecimiento. El primero nace de la falta de energía o de su mala
distribución hasta lograr su presencia equilibrada y poderosa en
nuestro ser. El siguiente paso, que analizaremos aquí, consiste en
elevarla a su vibración más positiva, en armonía con el
crecimiento de nuestra consciencia.
La ventaja de este método es que nos permite obtener lo mejor
de cada energía presente en nuestra vida, pero se requiere un
grado de conciencia bastante elevado y una cierta dosis de
paciencia. Es necesario comprender muy bien cómo funciona la
energía elemental y cómo se despliega en los niveles inferiores y
superiores de la conciencia. También es recomendable haber
practicado los métodos de modificación elemental relatados en los
capítulos anteriores.
Conviene por tanto dejar muy clara la diferencia entre una
energía elemental con escasa actividad y una energía elemental
en un bajo nivel de desarrollo. Por ejemplo, si el elemento aire
está actuando con un bajo nivel de actividad, lo normal es que la
persona utilice poco su mente o que se sienta incapacitada para
expresarse. La mente en este caso está debilitada en su acción,
empobrecida y apática.
En cambio, cuando el elemento aire está actuando en un bajo
nivel de desarrollo, no queremos decir que esté débil, sino que
actúa desde una consciencia muy pobre. En este caso la mente
estará desbocada, entretenida en pensamientos absurdos o
claramente negativos para la persona. La expresión se vuelve
incoherente e imparable, por lo que la persona hablará en
exceso, dejándose llevar por una verborrea que sólo oculta la
vaciedad de los obsesivos pensamientos que le torturan. La
calidad de los pensamientos y de las palabras, será pobre,
independientemente de su cantidad.
En el primer caso, el de la energía en niveles bajos de
actividad, vemos una falta de fuerza y una carencia. En el
segundo caso, la energía está presente, incluso en cantidades
importantes, lo que falta es consciencia para aplicar la energía en
sus aspectos más positivos.
En los apartados que siguen vamos a explicar cómo se
muestra la energía en sus aspectos más bajos, de modo que sea
fácilmente reconocible y se pueda distinguir de aquellas
manifestaciones más elevadas, que se mostraran a continuación.
Evidentemente, no siempre se podrán apreciar todos los
síntomas, y la mayor parte de nosotros nos encontraremos más
reflejados en una posición intermedia que en los niveles más
bajos o los más altos. Pero es preciso definir ambos extremos del
espectro de modo que sea más fácil reconocer cuándo estamos
más cerca de uno o de otro extremo.
Como es lógico, nuestra tendencia debe ser siempre la de ir
hacia los niveles superiores de la energía elemental, y para ello
debemos fijarnos como meta la descripción genérica que se da en
los epígrafes correspondientes. Ahora bien, hay que tener en
cuenta que el acercamiento a esos niveles superiores es siempre
gradual, y que nunca llegará a ser completo mientras vivamos en
este cuerpo físico que es, por su propia naturaleza, imperfecto.
No se trata por tanto de alcanzar una perfección ilusoria, sino
de aspirar a acercarnos cada día un poco más a esos niveles más
altos, con la confianza de que cada paso hacia arriba en la
escala de la consciencia da frutos muy positivos en nuestra vida
cotidiana. Para lograrlo, presentamos a continuación la energía
elemental en sus niveles más bajos, aquellos de los que nos
debemos alejar, y también en los más altos, hacia los que
debemos aspirar.

La tierra en su nivel más bajo de


desarrollo
Si el elemento tierra está en su nivel más bajo de desarrollo,
cabe esperar que los aspectos menos deseables de esta energía
se estén manifestando en nuestra vida. Así, el materialismo más
extremado se expresará en diversos órdenes de la existencia. La
preocupación por el dinero, por los bienes materiales, por lo que
se posee o lo que se desea poseer, llena la conciencia,
impidiendo ver la realidad desde una perspectiva más amplia.
El mundo material es muy importante para todos nosotros,
pues vivimos en él, pero como es lógico, no todo lo que existe en
nuestro entorno es material ni se pude medir con números. Los
sentimientos, las ideas, los afanes de tipo espiritual, la
creatividad, son aspectos de la vida tan importantes como la
materia y no pueden dejarse de lado.
Así, cuando la energía de la tierra se está manifestando en sus
aspectos más bajos, la obsesión por lo físico lleva a una
valoración exagerada del propio cuerpo. Tanto si es para
excederse en su cuidado como si es para olvidarse de él, la
relación que se establece con el organismo está fuera de
equilibrio y lleva, necesariamente, a tener problemas de salud.
Las dietas irracionales, la obsesión con la figura, el abandono de
la higiene, las horas sin fin dedicadas a esculpir cada músculo, o
el descuido en la nutrición son ejemplos de este balance
inadecuado.
En el terreno de la salud es muy sintomático padecer
problemas intestinales, especialmente estreñimiento crónico.
También se pueden sufrir importantes problemas musculares,
óseos o articulares.
Dentro de la visión que se tiene de la realidad bajo esta
influencia, cabe destacar la superficialidad con la que se afrontan
los temas más importantes para la vida. Es muy característico de
esta energía, por ejemplo, el dejarse llevar por un escepticismo
que ralla lo caricaturesco. Mantener la mente cerrada, negar
cualquier otra visión de la realidad que esté fuera de los
parámetros del materialismo más exacerbado, son también
características definitorias.
Las personas que están demasiado cegadas con esta energía
viven su existencia en un perpetuo estado de estancamiento, de
inmovilidad, de limitación permanente. Cambiar cualquier hábito,
incluso los más simples, les cuesta muchísimo esfuerzo. Son
incapaces de adaptarse a cualquier vivencia que se salga de sus
experiencias habituales, por lo que viajar a países extranjeros o
incluso conocer a personas muy diferentes a aquellas con las que
se suelen relacionar, les cuesta un gran esfuerzo y no poco
sufrimiento.
El dinero es aquí tanto una meta como una preocupación.
Ninguna cantidad es suficiente para que estas personas alcancen
la calma ni la seguridad, por lo que lo siguen acumulando
aunque lo posean en grandes sumas. En aquellos casos en que los
ahorros son escasos, la preocupación por el futuro se convierte en
parálisis que les impide dar pasos adelante para mejorar su
estatus presente.

La tierra en su nivel más alto de


desarrollo
En cambio, cuando decidimos conscientemente obtener y
manifestar lo mejor de la energía terrenal, podemos ver el lado
más positivo de este agente. Aquí comenzamos a descubrir los
dones más positivos de la materia. Las posesiones y el dinero se
vuelven aspectos valiosos, pero que empezamos a observar más
como un medio que como una meta o finalidad en la vida.
La relación con el dinero se serena y ya no se busca con
avidez almacenar hasta la última moneda, sino que se aprende el
valor de la generosidad, del compartir. Dar y recibir son
movimientos esenciales de la energía que no limitan nuestra
prosperidad sino que muy al contrario, la incrementan. Las
personas que se acercan a la tierra desde una perspectiva
elevada saben guardar, pero también saben desprenderse de los
bienes superfluos.
La conexión con la tierra física, con la naturaleza se vuelve
aquí muy importante. Las personas que buscan vivir su tierra con
más consciencia se aproximan al mundo natural con asombro y
amor, buscando comulgar con los bosques, las montañas, las
plantas, los árboles y los animales desde una perspectiva
totalmente nueva, profunda, fresca y llena de pasión.
Cuidar el cuerpo, mantenerlo sano, limpio y bello, dentro de
las posibilidades de cada cual, es una marca esencial de esta
energía. Lejos de las obsesiones que se ven en nuestra sociedad y
de los cánones de belleza que se intentan imponer, una conexión
positiva con la tierra implica tener una relación sana con el
propio cuerpo, aceptándolo tal como es y mejorándolo en la
medida de lo posible y de lo razonable. Aquí es importante
valorar las peculiaridades de cada cual y atender a la realidad
del ciclo vital que estemos viviendo en cada momento.
Tener contacto con nuestras raíces, con la familia de
procedencia, con el lugar de origen, con las historias de nuestros
antepasados, es también una marca característica de esta tierra
en su vibración elevada. Aceptando que somos un fruto nuevo,
diferente, debemos comprender cuáles son las raíces, el tronco y
las ramas de las que partimos, para que nuestra realidad
presente, siendo novedosa y profundamente personal, no esté
fuera de sintonía con toda la energía vital que nos ha transmitido
la vida, con la fuerza de las generaciones y los lugares que nos
han traído hasta el momento presente.
La estabilidad que se logra cuando nuestra tierra está
equilibrada, y cuando a través de la consciencia y de la voluntad,
da sus mejores frutos, es algo extraordinario, un don que no es
sólo para nosotros, sino para compartirlo con todos los que nos
rodean y con la propia Tierra entendida como un organismo vivo.

El agua en su nivel más bajo de


desarrollo

Si bien el agua se relaciona con el mundo emocional, es


conveniente recordar que no todos los sentimientos son de tipo
positivo. Experimentar con frecuencia emociones negativas como
el odio, la envidia, los celos, la posesividad exagerada, son
síntomas claros de que el agua está siendo vivida en sus niveles
más bajos.
Aquellos sentimientos que se relacionan con la baja
autoestima, con la ínfima valoración de uno mismo, que llevan a
otras emociones perturbadoras, son claros indicios de un
problema con este elemento. La dependencia emocional hacia
otras personas, la necesidad de estar bajo la protección de otros
o la incapacidad de estar solos apuntan también en esta
dirección.
El individuo que porta esta energía de baja vibración tiene
dificultades para separar su yo del de los demás. Necesita estar
en contacto de un modo permanente y con frecuencia se siente
víctima si los otros no le hacen caso en la medida en que lo
necesita. Cualquier contacto con el resto de las personas se
convierte en un duelo en el que se siente herido con demasiada
facilidad, alimentando un rencor o un victimismo que acaba por
ser patológico.
Los fenómenos de codependencia que se dan en algunas
relaciones humanas son también un claro indicio de problemas
con el agua. Aquí, las personas acaban convirtiéndose en
esclavos de otros, hasta el punto de que se comportan con ellos
como un niño desvalido ante sus progenitores.
Las personas con este bajo nivel energético suelen tener
problemas de salud en los órganos del aparato urinario. Las
infecciones de orina, los problemas renales o los trastornos de
vejiga son comunes. También los órganos sexuales pueden sufrir
alguna enfermedad, especialmente en los ovarios o en la
próstata. Problemas de disfunción eréctil en los hombres y de falta
de fluidez vaginal en la mujer son también síntomas importantes.
Experimentar problemas emocionales, la necesidad absoluta
de estar en contacto con los demás, el desprecio hacia uno
mismo, son síntomas muy claros de que la energía del agua se
está manifestando en sus niveles más bajos.

El agua en su nivel más alto de desarrollo


El elemento agua, cuando se manifiesta en sus niveles
vibratorios más altos, nos presenta una visión clara de la
potencialidad sanadora de la energía emocional. Aquí los
sentimientos nos demuestran la mejor cara del ser humano, su
potencial más alto para el bien, para el crecimiento y para el
desarrollo pleno de la energía del amor.
El agua en su nivel más elevado promueve sentimientos de
cariño, de comprensión y de compasión que son imprescindibles
para que el ser humano pueda prosperar en este mundo.
Realmente, la misión profunda de este elemento es crear un hogar
habitable para todos los seres que habitamos en este planeta, y
por eso, las personas que han de desarrollar esta energía hasta
sus niveles más refinados, deben dedicar un espacio muy grande
en su corazón y en su conciencia para comprender y expresar la
verdadera naturaleza del amor.
No será en el deseo de recibir donde se visualice la máxima
potencialidad del agua, sino en su capacidad para dar y para
darse, en su entrega hacia los demás y en el cuidado de su
propio ser, de sus propios sentimientos. Amar a los otros será tan
importante como amarse a sí mismo, de modo que aquí es
esencial desarrollar una autoestima poderosa, sana, que irradie
paz y compasión hacia todos los demás.
Esta energía, en su desarrollo más elevado es un ejemplo para
todos los seres, ya que muestra la capacidad de amar de un
modo maduro, que requiere ser fiel a uno mismo y a las
necesidades de los otros. La afectividad aquí ha de volverse
estable, los sentimientos han de ser equilibrados, sin caer en
extremos, pero aspirando al máximo potencial del amor.
En las relaciones sentimentales, el agua encuentra un terreno
fértil para crecer, para fluir en compañía de otro ser. Pero ese fluir
no se debe terminar en los límites de la pareja o de la familia: la
humanidad entera es la familia a la que todos pertenecemos. El
agua, en su búsqueda de la conexión, debe salir de sí misma en
busca del Todo, alcanzando esa unión mística con el universo que
está reservada a esta energía. Aquí la religiosidad se convierte en
espiritualidad, en misticismo creador, que permite al alma
individual acercarse a la fusión, a la disolución en el alma
colectiva.
En resumen, los sentimientos, que forman parte de nuestra
esencia humana son la puerta de entrada al la energía del amor
total. Así, el agua llevada a su máxima expresión nos permite
alcanzar el verdadero significado del amor, que no es sólo
individual, sino familiar y universal. Más allá de las fronteras del
ego, nuestro ser necesita fusionarse con todo lo que le rodea, y en
esa búsqueda, el agua es un elemento indispensable para poder
conectar con el Alma del Mundo.

El fuego en su nivel más bajo de


desarrollo

Cuando el elemento fuego se está manifestando en sus niveles


más bajos de energía podemos ver los aspectos menos positivos
de esta poderosa fuerza. El fuego se desarrolla entonces en el
ámbito de la actividad incontrolada. Las personas que viven en
esta energía parecen incansables, no pueden detenerse y quitan
horas al sueño para vivir su frenética actividad. Para aquellos que
están a su alrededor, sus actitudes resultan agobiantes.
En esta vibración energética baja, las distancias no existen y
con frecuencia estas personas tienden a estar demasiado encima
de los demás, tanto en términos metafóricos como en su propia
expresión corporal. La falta de paciencia, el deseo de que todo se
haga de inmediato, la necesidad de encontrar en los demás una
respuesta clara y vibrante, sin tener en cuenta el temperamento y
los hábitos ajenos, son aquí evidencias muy claras.
En el terreno de la expresión de los deseos, el fuego, en sus
manifestaciones más bajas, se expresa a través de ansias
infantiles, independientemente de la edad que tenga la persona.
La aceptación del fracaso o la tolerancia a la frustración son aquí
muy bajas o casi inexistentes. El éxito se debe lograr a cualquier
precio.
De este modo, los estallidos de pasión o la alegría
desenfrenada conducen con facilidad a accesos de rabia, a
pataletas o a estados en los que la persona se ofusca, alternando
la expresión de la ira con cierto silencio malhumorado.
En el plano físico es común que estas personas sufran
trastornos cardíacos o problemas en la sangre. Los excesos físicos
también pueden provocar algunas lesiones e incluso accidentes de
mayor o menor gravedad.
Creativamente, la persona que está experimentando el fuego
en su nivel más bajo tiende a seguir sus impulsos de un modo
desproporcionado, creando obras que no terminan por
concretarse o que le procuran dificultades con el entorno.
Toda obra creativa nace de la inspiración, pero debe ser
convertida en algo sólido a través de la perseverancia y del
conocimiento del medio en el que se trabaja, así como de las
personas que la van a recibir. Si el fuego, que es la energía
creativa por excelencia, se halla descontrolado, hará que la
persona emprenda acciones muy arriesgadas, que si bien pueden
tener cierto interés, difícilmente se concretarán y terminarán
dando resultados muy pobres.
En este plano, también se pude dar el caso de que la
creatividad sea prácticamente inexistente, por más que la persona
tenga una enorme necesidad de crear. Esto, en ocasiones, está
relacionado con la manifestación de una desbocada energía
sexual. Así, todo el potencial que se derrocha en el sexo se extrae
de la energía creativa, provocando una esterilidad creadora
preocupante.
La creatividad, conviene recordarlo aquí, no se relaciona
solamente con el arte, sino que es un ingrediente imprescindible
para todas las personas, ya que es esencial en la resolución de
cualquier problema. Tener una mente despierta, que vaya más
allá de las soluciones ya conocidas, ayuda en gran medida a
solucionar los conflictos, y cuando esta energía se pierde por
causa de una vida sexual excesivamente intensa, acaba por
afectar a otros ámbitos de la existencia.
No es infrecuente que esta vivencia poco desarrollada del
fuego lleve a algunas personas a diversos tipos de adicciones, en
especial a la adicción a las emociones fuertes, a través de
deportes arriesgados, donde siempre se desea ir un poco más
allá. Otra adicción que se suele observar es la sexual, en la que
la persona busca experiencias cada vez más tortuosas y
complejas, que al final solo causan insatisfacción y un gran vacío
existencial, experiencias que nadan tiene que ver con el goce de
una sexualidad plena y sana.
Como se puede observar, cuando la energía del fuego se
desarrolla en sus niveles más bajos crea una serie de conflictos
que se desarrollan como excesos en los ámbitos de la actividad,
los deseos, el control de los impulsos y la creatividad.

El fuego en su nivel más alto de


desarrollo
Cuando deseamos, con la ayuda de consciencia y de la
voluntad, desarrollar al máximo la energía del fuego interno,
podemos comenzar a construir una mejor relación con esta
vigorosa fuerza creadora.
El fuego, como sabemos, es fuerza generadora, y cuando se
manifiesta en sus niveles más elevados de vibración se nos
presenta como creatividad que da frutos, como ideas novedosas
acompañadas del impulso y la perseverancia necesarias para
llevarlas a término. Las ideas del fuego, sus inspiraciones, animan
a todo lo que se mueve a su alrededor, movilizando el poder
creativo que todos tenemos dentro.
La actividad del fuego es aquí vida, calor y pasión. Las
personas con esta poderosa energía tienen la capacidad
despertar en los demás el amor hacia la existencia. Su función es
abrir los ojos de la humanidad a todo lo que es bello, vibrante y
extraordinario en el mundo que nos rodea.
Como guía en ese camino de entusiasta exploración, el fuego
se deja llevar por la generosidad, repartiendo con las manos
abiertas los dones que recibe, sean materiales o espirituales. Esa
generosidad es también emocional, pues esta energía está
destinada a dar amor y a recibirlo sin reservas. De aquí se
deduce que sus deseos, tan fuertes y apasionados, se desplieguen
hacia el terreno del amor de pareja y de la sexualidad como
elemento creador y unificador.
Aquí la sexualidad va más allá del juego ocioso o de la
dependencia, y se abre a una dimensión mística, sagrada, que
convierte el acto amoroso es una vía de acercamiento a lo divino,
en la que las energías masculinas y femeninas se atraen para
manifestar una consciencia superior.
En definitiva, expresar el fuego en su vibración más alta
consiste en ser inspiradores, animadores, creadores conscientes y
amantes incondicionales. El fuego anima a practicar la
generosidad, derramando positividad y buscando la unión con la
chispa divina que todos llevamos en nuestro interior.
El aire en su nivel más bajo de desarrollo

En el caso del aire, cuando este elemento se encuentra en sus


niveles más bajos de expresión, podemos observar todos los
efectos negativos de esta energía operando en el ámbito humano.
Si las áreas de la percepción, el razonamiento y la expresión son
los dominios donde el aire despliega gran parte de su poder, esta
baja vibración muestra a las claras los peores resultados de una
pobre aplicación energética.
La percepción se vuelve aquí errónea con demasiada
facilidad. Es común en estos casos encontrarse con fallos
importantes a la hora de ver la realidad. Malas interpretaciones
de las palabras ajenas, pobre visión de lo que sucede alrededor
o escasa percepción de los estímulos externos, son habituales.
A la hora de elaborar pensamientos, es muy común que éstos
se vuelvan demasiado recurrentes y circulares. La persona da
vueltas continuamente sobre las mismas ideas, generalmente de
carácter negativo hacia sí misma o hacia los demás. Aunque
intente despejar su mente de esos pensamientos, éstos retornan
una y otra vez en un constante tormento que parece no tener fin.
En ocasiones, el flujo de las ideas se vuelve muy incoherente,
sobre todo cuando el torbellino interior es demasiado intenso. En
esos casos, pensamientos sin sentido surcan la mente y hacen
temer a la persona por su estabilidad mental.
El miedo a la locura es algo que se observa con facilidad en
los niveles más bajos de este agente. La mente, de hecho, se
vuelve paranoica, y busca constantemente enemigos reales o
figurados en los que centrar sus obsesiones. Es frecuente que la
persona hable de conspiraciones o que piense que los demás le
ocultan algo. Cuando el enemigo se identifica con el propio ser,
es cuando se alcanza la parte más profunda de un infierno que
puede llevar a graves desequilibrios de todo tipo y tener fatales
consecuencias.
En el plano físico, estas personas suelen padecer
enfermedades en los órganos respiratorios: garganta, bronquios y
pulmones. La cabeza y los órganos de la percepción son también
susceptibles de sufrir algún trastorno. Las jaquecas y migrañas
suelen acompañar a sus excesos mentales.
A la hora de expresarse caen también en ciertos síntomas que
son fáciles de identificar. Por un lado, hay un tipo de expresión
que es con frecuencia infantil o pueril y que huye de las
elaboraciones más maduras del lenguaje. En otros casos, el verbo
es fluido, pero incoherente. La persona necesita hablar a toda
costa, incluso cuando esto no es conveniente, porque siente que
es el único medio de mantener en pie los frágiles puentes que la
mantienen unida a los demás y a la realidad circundante.
En algunos casos, el aire mal desarrollado causa episodios de
aparente autismo, en los que la persona se refugia en su interior y
renuncia prácticamente a hablar con los demás, recurriendo a
monosílabos o a expresiones estereotipadas que no dejan traslucir
el inmenso dolor que se vive en el interior de su ser. Pero en la
mayoría de las ocasiones se observará la debilidad en el
desarrollo de este elemento a través de un diálogo largo, a veces
incoherente, o demasiado plano en el terreno emocional.
En todo caso, cuando la energía del aire se expresa en sus
niveles más bajos, causa un gran tormento mental en la persona y
se refleja tanto en su percepción como en la expresión,
deshilvanada e incontenible, de su confuso mundo interior.

El aire en su nivel más alto de desarrollo


Si decidimos realizar el potencial más elevado que se esconde
detrás de la energía del aire, sin duda podremos experimentar la
vibración poderosa de este elemento en los terrenos de la mente,
la percepción y la expresión. Este trabajo consciente nos
reportará grandes beneficios en otras áreas de nuestra existencia.
Un fruto evidente del trabajo consciente con el elemento aire
es la producción de pensamientos más coordinados, elevados y
positivos. Mediante técnicas como la meditación, especialmente a
través de la concentración en los pensamientos, podemos
comprender la dinámica interna de nuestros procesos mentales, y
con un poco de práctica, irlos refinando paulatinamente.
Este pensamiento más coordinado da como resultado ideas
más maduras que nos permiten entender el mundo con más
amplitud y más claridad. La profundidad que surge de esta mente
puede ser un regalo tanto para uno mismo como para los demás,
pues permite que la humanidad, como conjunto, prospere a través
de todos los individuos.
Un resultado concreto de esta profundización en las ideas es
que la propia filosofía personal da lugar a ideas más universales
y más espirituales, que aúnan lo más alto con lo más bajo y que
conectan al cielo con la tierra. Así, lo práctico, lo que está
enfocado al día a día, a la vida cotidiana, es la base sobre la
que edificar una espiritualidad más realista, más práctica y más
sencilla. Lejos de los sueños o las elucubraciones vacías, el
pensamiento es rico, sereno, claro y práctico.
En el plano de la comunicación, las palabras se vuelven claras
y directas. Lo que se transmite es la propia verdad, la propia
experiencia, no un conjunto de ideas aprendidas de terceros, ni
los resultados de la vivencia de otros. No hay aquí necesidad de
citar la sabiduría ajena, porque existe una fuente propia de la
que beber y que se puede compartir. El habla o la escritura se
vuelve así serena y profunda. No importa comunicar mucho, sino
hacerlo con coherencia.
El diálogo con los demás se vuelve también más rico y
constructivo, pues tan importante como hablar será escuchar,
saber que el otro tiene su verdad, que proviene de su
conocimiento y de su experiencia. Compartir visiones será
entonces más importante que convencer. Sumar ideas se vuelve
una meta deseable.
En definitiva, cuando el aire se muestra en sus niveles más
elevados, somos capaces de percibir la realidad con más
claridad, de estar presentes en lo que sucede aquí y ahora.
Nuestra mente se abre a ideas más profundas y más maduras,
que conectan lo espiritual con lo material y que se comparten con
los demás de un modo más sincero, abierto y generoso. En
definitiva, nuestra mente y nuestra expresión se convierten en un
regalo para nosotros mismos y para el desarrollo más armonioso
de la humanidad.

Esta vía nos permite, como veos, obtener lo mejor de cada


energía elemental, elevándola a sus niveles más positivos. A
través de esta práctica nos acercamos al más alto potencial del
ser humano.
Conclusión
A lo largo de esta obra hemos tenido la oportunidad de
explorar, de un modo profundo, el mundo de los cuatro elementos
de la tradición occidental. Como hemos visto, las cuatro
categorías de la energía universal que representan los elementos
muestran una forma ancestral, aunque novedosa para nosotros,
de entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.
La descripción de los elementos nos permite rastrear esa
energía en diversos ámbitos de nuestra vida cotidiana de un
modo práctico y fácilmente accesible a todas las personas. A
partir de aquí, es posible modificar dichas energías, cambiarlas
por otras, moverlas, amplificarlas o elevarlas. Esto nos permite
convertirnos en verdaderos maestros de nuestro propio destino,
pues es en el momento presente, con la conciencia y la voluntad
que podemos manifestar ahora, como sembraremos las mejores
semillas para la cosecha futura.
Este libro es sólo una introducción al mundo de la astrología
alquímica, una disciplina práctica que, basándose en fuentes
ancestrales, pretende mejorar al ser humano del siglo veintiuno a
través del conocimiento y del perfeccionamiento interior. Sólo
puliendo la roca de nuestro corazón podemos crear la piedra
alquímica que nos permita dar significado propio al tesoro que
los símbolos colectivos guardan para nosotros desde el principio
de la humanidad.
Espero que te conviertas en un auténtico adepto en el sentido
tradicional del término, que pongas en práctica muchas de las
ideas aquí contenidas, que las perfecciones a través de tu propia
experiencia y que las compartas con las personas de tu entorno.
Siguiendo así el antiguo adagio y ampliándolo un poco más,
te invito a vivir con los pies en el suelo y la cabeza en el cielo,
con una llama ardiente en el corazón y un océano de paz en el
vientre.
Apéndice - Ejercicios en
grupo
Una forma muy efectiva de trabajar la energía de los cuatro
elementos consiste en realizar actividades de grupo. En los
ejercicios colectivos se aprovecha la energía grupal, mucho más
poderosa que la individual, para recrear la fuerza de los
elementos en la naturaleza.

La brújula de los elementos

El ejercicio que denominamos "la brújula de los elementos" es


apropiado para reconocer la energía elemental que está
actuando en el momento actual en la vida de cualquier persona.
Este ejercicio requiere la colaboración de al menos cinco
individuos. Uno de ellos será el experimentador, mientras que los
otros cuatro representarán los cuatro elementos. Si el grupo es
mayor, las personas se distribuirán del modo más equitativo
posible en cuatro grupos que representen las cuatro energías
elementales.
Como el ejercicio se puede realizar en tantas rondas como se
desee, conviene que los papeles se intercambien a menudo entre
los participantes, de modo que todos tengan la oportunidad de
ocupar el puesto de experimentador. Los demás participantes
tendrán así mismo también la posibilidad de ir variando de
elemento en cada ronda, para que todos tengan la oportunidad
de experimentar todas las energías posibles.
Para realizar el ejercicio se necesita una sala con capacidad
suficiente para que todos los participantes la ocupen
cómodamente. También se puede realizar al aire libre, en un
parque, en la playa o en cualquier zona abierta. En este caso,
hay que tener en cuenta que la zona donde se realice debe estar
libre de cualquier obstáculo o desnivel del terreno.
En cada ronda, el experimentador se situará en el centro de la
sala. En las cuatro direcciones y a una distancia de
aproximadamente dos o tres metros se situarán los cuatro grupos
que representen a los cuatro elementos. Extendiendo sus manos
hacia cada uno de los grupos, y girando sobre sí mismo, el
experimentador les asignará a cada grupo un elemento diciendo:
"vosotros sois el fuego", "vosotros el agua", "vosotros la tierra" y
"vosotros el aire". Ante cada grupo, el experimentador intentará
sentir durante unos pocos segundos la energía correspondiente a
ese elemento, proyectándola hacia cada grupo y el propio grupo
intentará visualizarla.
A continuación, el experimentador cerrará los ojos. Sin
moverse de su posición central, dará un par de vueltas sobre sí
mismo, de forma que pierda la orientación, aunque sin llegar al
extremo de marearse. El resto de los participantes también puede
girar de manera coordinada a su alrededor y en sentido opuesto.
Una vez detenido, el experimentador girará lentamente sobre
sí mismo, extendiendo las manos y dándose tiempo para sentir la
energía que emana de cada una de las cuatro posiciones.
Cuando haya reconocido las sensaciones que emanan de cada
espacio, se moverá lentamente, paso a paso hacia aquella las
direcciones que sienta más atrayente. Si en su caminar, decide
cambiar de dirección, puede hacerlo.
Cuando esté lo suficientemente cerca del grupo, éste lo atraerá
hacia sí, tomando sus manos y le abrazará dándole la bienvenida
con estas o similares palabras: "nosotros somos el fuego (agua,
tierra o aire) y te damos la bienvenida".
El experimentador permanecerá unos minutos en ese abrazo,
permitiéndose reconocer y sentir esa energía que ha seleccionado
de un modo intuitivo. A continuación, dejará su puesto a otra
persona para que comience de nuevo otra ronda de
reconocimientos.

Cediendo energía elemental


Este ejercicio es útil para sentir la energía de un elemento
cuando la persona necesita recibirla en grandes cantidades.
Usando la fuerza del grupo, podemos evocar la energía cualquier
elemento y transferirla a un participante.
Para realizar este ejercicio se necesita un grupo de personas
tan nutrido como sea posible, aunque también se puede realizar
en pareja, ya que aunque el número de participantes puede ser
importante en su desarrollo, es mucho más decisiva la intención
que se aplique al hacer el ejercicio.
Aquel que desee recibir la energía de un elemento se pondrá
en el centro de un círculo formado por todos sus compañeros y
declarará qué elemento desea recibir.
Todo el grupo se situará cerca de la persona y extendiendo
cada uno su mano derecha, la tocarán con suavidad sobre el
órgano central del elemento a tratar intentando visualizar la
energía. Así, si lo que se pretende es activar el fuego, se tocará la
parte superior del pecho y la misma sección de la espalda. Para
poner en funcionamiento la energía de la tierra, los participantes
se arrodillarán o se agacharán y tocarán las piernas y los pies del
receptor. La energía del agua requiere poner las manos en el
vientre y en la zona baja de la espalda, sobre los riñones del
receptor. El aire se activa situando las manos sobre su cabeza, su
garganta y su cuello.
Como es lógico, este contacto se hará con respeto a la
persona que lo recibe, evitando incomodarla y cuidando de no
tocar partes íntimas de su cuerpo. Si aún con estos cuidados, le
receptor se siente nervioso o incómodo, debe decirlo para que los
practicantes se alejen unos centímetros. De este modo, enviarán
su energía con las manos extendidas, pero sin tocarla físicamente.
Si el número de participantes supera la decena, es
prácticamente imposible que todos pongan sus manos sobre el
cuerpo de aquel que debe recibir la energía. En ese caso, todos
aquellos que no alcancen a tocar a la persona, pondrán su mano
derecha sobre el hombro de los que efectivamente la estén
tocando, creando así dos o más círculos concéntricos en torno al
receptor. De esta manera, la energía se traslada de unos a otros
hacia el centro.
La persona que recibe la energía debe colaborar en el
proceso, cerrando los ojos y visualizando la energía elemental o
intentando sentirla en la parte del cuerpo que está siendo tocada
o señalada por el grupo. Si es posible, el receptor intentará
realizar la visualización correspondiente al elemento que se esté
trabajando, tal como se relató en capítulos precedentes.
Una vez recibida la energía, o cuando hayan pasado unos
minutos, la persona que ha recibido el elemento agradecerá a
todos los que la han ayudado y se pondrá a disposición del
grupo para a su vez ayudar a otro compañero que desee ponerse
en su lugar.
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