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Colección Oriente

E
Serie Crisantemos ¿Existe un propósito en la vida o no?
Kentetsu Takamori

¿POR QUÉ VIVIMOS?


1
NRIQUE
Número ¿Cuál es, entonces, el sentido de la vida?
El ser humano se ha hecho estas preguntas desde tiempos
Daiji Akehashi / Kentaro Ito
CAMINO BRENT
antiguos y son, sin duda, cuestiones que exigen respuestas
claras. Shinran explicó como nadie lo hizo el propósito de la
DAIJI AKEHASHI

¿POR QUÉ
vida e insistió para que lo realizáramos con la mayor urgencia.
Psicoterapeuta y autor de varios bestsellers sobre En 1995, una cadena japonesa de televisión presentó a Shinran AYAC U C H O 1959 -1960
educación infantil en Japón. como la figura histórica más estudiada, discutida y admirada
en el siglo XX. Su filosofía ejerció una influencia significativa

VIVIMOS?
KENTARO ITO en la cultura japonesa de posguerra, pero pocos conocen su
Maestro de Filosofía en la Universidad de Tokio y verdadero mensaje. Un concepto que expresa todo lo que
especialista en Filosofía Budista. Shinran enseñó es que el gran propósito de la vida se realiza
aquí, en este momento.
Kentetsu Takamori es profesor de budismo y presi-
dente de la Asociación Jodo Shinshu Shinrankai, en-
tidad con sede en la provincia japonesa de Toyama,
que se dedica a difundir las enseñanzas del maestro
Shinran, gran exponente del budismo en Japón.
Desde hace más de medio siglo, el profesor
Takamori enseña en varios países y es el autor de
varios éxitos de ventas en Japón. Además de ¿Por qué
El libro más solicitado en Japón: vivimos?, sus principales libros han sido traducidos
más de un millón de ejemplares vendidos. al inglés, portugués, chino, coreano y publicado en
varios países de Asia, Brasil y Estados Unidos.
Entre sus obras, se destacan Un camino de flores
y Semillas del corazón, colección de historias que
traen enseñanzas para una vida mejor y más feliz.

DAIJI AKEHASHI / KENTARO ITO


La honestidad, el esfuerzo, la gratitud y la felicidad
son algunos de los temas abordado en sus libros. Estos
temas son relevantes no solo en la formación de los
Según la filosofía budista, este libro trae niños sino también esenciales para todos los adultos

KENTETSU TAKAMORI
respuestas extraordinarias a preguntas que tienen la responsabilidad de educar.
fundamentales de la vida. «La educación escolar ejerce una gran influencia en la for-
mación del carácter humano, pero sobre todo es impor-
tante la educación recibida en casa, es decir, la que viene
de las actitudes y del carácter de los padres».
(Pasaje del prefacio de Un camino de flores, versión
brasileña).
¿POR QUÉ
VIVIMOS?
Kentetsu Takamori
Daiji Akehashi / Kentaro Ito

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ÍNDICE

Introducción 9

PARTE 1
La condición humana

Capítulo 1. La frágil felicidad 15


Capítulo 2. La vida humana es infinitamente preciosa 21
Capítulo 3. ¿Vivir es el propósito de la vida? 27
Capítulo 4. Placeres temporales 29
Capítulo 5. ¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? 35
Capítulo 6. Un foso en medio de la alegría 41
Capítulo 7. Felicidad más allá de nuestro alcance 45
Capítulo 8. La muralla inmóvil de la muerte 49

PARTE 2
Las palabras de Shinran

La vida de Shinran – cronología 57


Capítulo 1. Las preguntas eternas 59
Capítulo 2. La respuesta de Shinran 63
Capítulo 3. La raíz del sufrimiento 65
Capítulo 4. La mente oscura: la fuente del sufrimiento 71
Capítulo 5. La mente envuelta en la ignorancia 75
Capítulo 6. La oscuridad del futuro proyecta una sombra 79
en el presente
Capítulo 7. La tragedia de Rajagrha y el Voto del Buda Amida 83
Capítulo 8. Shinran alcanza el propósito de la vida 97

7
Capítulo 9. La obra maestra de Shinran comienza y termina
con un grito de alegría 103
Capítulo 10. ¿Tiene un propósito la vida? 107
Capítulo 11. La clave del misterio: ¿por qué vivimos? 111
Capítulo 12. Cerrar los ojos a uno mismo 113
Capítulo 13. La dificultad de conocerse a uno mismo 117
Capítulo 14. La revelación del verdadero yo 123
Capítulo 15. El deseo universal de fama y fortuna 127
Capítulo 16. Naturaleza maligna 135
Capítulo 17. Buenas acciones mezcladas con veneno 141
Capítulo 18. La confrontación con el «yo» 145
Capítulo 19. El verdadero sentido del mal 149
Capítulo 20. El camino para el renacimiento en la Tierra Pura 155
Capítulo 21. Conocimiento del mundo que está por venir 161
Capítulo 22. Un mundo donde la mente y las palabras fallan 167
Capítulo 23. Los cambios provocados por la salvación 171
Capítulo 24. El lamento de las divergencias y el propósito de la vida 177
Capítulo 25. El camino sin impedimentos 185
Capítulo 26. El propósito universal de la vida 189
Capítulo 27. La diferencia entre el propósito y el medio de vida 195
Capítulo 28. Cómo vivió Shinran después de alcanzar
el propósito de la vida 201

Epílogo 209
Acerca de Kentetsu Takamori 211
Acerca del budismo 213
Acerca de Shinran 215
¿Por qué Vivimos?: La película 217
Acerca de Itiman 223
Glosario 225
Referencias bibliográficas 231

8
INTRODUCCIÓN

Hoy las personas disfrutan de un nivel de riqueza y confort como nunca antes
se había conocido. Los avances médicos y científicos permiten al ser humano
vivir más y tener mayor capacidad de transformar y de controlar el medio
ambiente para satisfacer sus necesidades. Pero, ¿acaso estos avances han traído
más felicidad? La sociedad moderna está amenazada por males como la vio-
lencia en sus muchas formas, incluyendo la tiranía, el terrorismo, el asesinato
y el suicidio. A pesar de tanto avance material, la solución a estos problemas
permanece fuera de nuestro alcance.
El progreso nos ha hecho más ricos, pero no garantiza nuestra felici-
dad ni nos proporciona ninguna sensación tangible de que los avances hayan
sido, de hecho, significativos. Al contrario: parece que la vida moderna pro-
voca sentimientos mucho más agudos de aislamiento, soledad y vacío. ¿Por
qué, aunque gozamos de salud y de un estilo de vida cómodo, no consegui-
mos encontrar la paz interior?
Sidarta Gautama –Sakyamuni– abordó esta cuestión hace más de 2 500
años y predicó la enseñanza que hoy se conoce como budismo. Príncipe del
reino de Kapilavastu, en la infancia destacó en las artes literarias y militares.
Se casó con la muchacha más bella del reino, llevaba una vida plena y no le
faltaba nada. Sin embargo, su corazón no conocía la alegría. Él pasaba los días
sumergido en una gran melancolía, consciente de que, aunque poseía buena
salud, fortuna, estatus, honor, familia y talento, un día lo perdería todo, pues
ninguna felicidad terrena prevalece sobre la vejez, la enfermedad y la muerte.
Cuando entendió la naturaleza de la existencia humana, Sidarta ya no pudo
experimentar tranquilidad ni satisfacción alguna.
Por fin, a los 29 años, abandonó el palacio en el que vivía y partió en
busca de la verdadera felicidad. Durante seis años llevó una vida de asceta en
las montañas, hasta que sus ojos se abrieron a la verdad; de que el objetivo de
la vida de todas las personas es obtener la felicidad absoluta. En ese momen-
to, alcanzó la iluminación de Buda.
Las lecciones enseñadas por el Buda Sakyamuni son verdaderas y tras-
cienden el tiempo y el espacio. Todos somos vulnerables a la devastación de
la enfermedad repentina que puede alcanzar a un ser querido o a nosotros

9
mismos. A pesar de poder sumergirnos en el trabajo o en la práctica de nues-
tras aficiones, un día la vejez impedirá que disfrutemos de tales actividades.
Además, al morir, tendremos que separarnos de aquellos a los que amamos.
¿Existe algo que en la vida nunca nos traicione, algo a lo que podamos dedi-
carnos sin remordimientos? Durante toda su vida, Sakyamuni enseñó que el
propósito de la vida no es otro que conquistar la eterna e inquebrantable feli-
cidad. La esencia de ese mensaje fue divulgada en Japón por Shinran (1173-
1262), fundador del budismo Shin: la Verdadera Escuela de la Tierra Pura.
Shinran develó el propósito de la vida e insistió en la urgencia de su
realización con incomparable claridad: el propósito universal de la vida con-
siste en destruir la raíz del sufrimiento y conquistar la inmensa alegría de
estar vivo, para que se pueda alcanzar el júbilo de haber nacido humano y
vivir en eterna felicidad. Por más dura que sea su vida, siga adelante hasta
alcanzar ese propósito. Las nueve décadas de la vida de Shinran se dedicaron
exclusivamente a este mensaje. Sin embargo, la humanidad aún permanece
vagando en la oscuridad, sin conocer el propósito de la vida y sin saber si
hay en ella algún sentido. La guerra, el asesinato, el suicidio, la violencia, los
abusos. ¿Acaso todas estas tragedias no brotan de la frustración profunda de
la mente oscura? Son mentes que, por más que busquen desesperadamente,
no pueden ver sentido en la vida, ni encontrar una razón para continuar
con una vida llena de dolor. Reducir la edad con que un joven puede ser res-
ponsabilizado criminalmente no es la solución, ya que en la práctica no va
a reformar el corazón de los jóvenes transgresores, que no tienen conciencia
del mal que practican. Estos terribles problemas de la sociedad resistirán a
cualquier medida defensiva a menos que la dignidad y el propósito de la vida
sean esclarecidos. Hasta que esto ocurra, cualquier acción será tan inútil y
transitoria como dibujar un cuadro en el agua.
¿Existe un propósito en la vida o no?
¿Cuál es, entonces, el sentido de la vida?
El ser humano se ha hecho estas preguntas desde tiempos antiguos y
son, sin duda, cuestiones que exigen respuestas claras. Shinran explicó, como
nadie lo hizo, el propósito de la vida e insistió para que lo realizáramos con
la mayor urgencia. En 1995, una cadena japonesa de televisión presentó a
Shinran como la figura histórica más estudiada, discutida y admirada en el
siglo XX. Su filosofía ejerció una influencia significativa en la cultura japo-
nesa de posguerra, pero pocos conocen su verdadero mensaje. El concepto
que expresa todo lo que Shinran enseñó es que el gran propósito de la vida se
realiza aquí, en este momento.

10
En este libro vamos a abordar esta cuestión, sobre la base de las palabras
de Shinran. En la Parte 1, ayudados por los comentarios de escritores, pensa-
dores y personas notables de Occidente y de Oriente, investigamos la condi-
ción humana. En la Parte 2, el foco son las citas de las enseñanzas de Shinran
para aclarar el propósito de la vida, común e inmutable en todos los tiempos
y lugares, con interpretaciones y comentarios de apoyo para su comprensión.
A lo largo de los siglos, las palabras de Shinran han ayudado a millones
de personas en Japón a escuchar el mensaje del propósito de la vida. Nuestra
gran esperanza y objetivo es que este libro pueda transmitir sus palabras a
otros millones más por todo el mundo, para que ellos también puedan obte-
ner la verdadera y duradera felicidad.

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PARTE 1

LA CONDICIÓN
HUMANA
CAPÍTULO 1
La frágil felicidad

«¡Márchate!»
Mi madre descendió corriendo y golpeó el pecho de mi padre, gritándo-
le que se fuera. El sonido de su voz resuena en mis oídos hasta hoy. Me quedé
paralizado; mi padre pasó a mi lado sin decir una palabra y salió para nunca
volver. Yo estaba en la escuela primaria cuando la palabra «divorcio» se con-
virtió en parte de mi vocabulario, pero me llevó meses para entender la carga
de tristeza que había en ella. A través de las lágrimas, he aprendido la dura
lección de que la felicidad se puede desmoronar y desaparecer en un instan-
te, sin previo aviso.1 Así como en el caso de ese niño y su triste experiencia,
incluso la felicidad que aparenta ser segura puede desaparecer en cualquier
momento. La vida es incierta y puede traer sorpresas desagradables. ¿Qué
sentido tiene todo eso? Después de todo, ¿para qué viven las personas? Cuan-
do se rompe la tranquilidad de la rutina y nos vemos conmocionados, surgen
preguntas que exigen respuestas serias.
Son las historias de personas que superaron la infelicidad con tenacidad
y fuerza de voluntad las que suelen abarrotar las páginas de los best-sellers.
Esos libros aconsejan: «Siga adelante; piense en la vida como un período de
entrenamiento y seguramente encontrará la felicidad. ¡Jamás pierda el en-
tusiasmo! No salga del camino que ha escogido, sea cual sea». Parece que
muchos buscan un mensaje en el que se explique que, aunque el progreso
sea lento, lo importante es seguir avanzando paso a paso. Pero qué dirección
tomar y adónde ir son preguntas aún sin respuesta.

Toda acción tiene su propósito


Toda acción tiene una finalidad. Al tomar un taxi, por ejemplo, hasta la per-
sona más callada del mundo habla sin vacilar para comunicar al conductor
su destino, ya que el conductor no tiene idea de adonde ir. Poner el coche en
movimiento, sin rumbo establecido, sería un desperdicio de tiempo y dinero.

1. El niño en cuestión es Kentaro Ito, uno de los autores de este libro.

15
Pregunte a un estudiante por qué está estudiando y él contestará algo como:
«Para aprobar el examen de mañana» o «para conseguir mi título». Pregunte
a alguien adónde va y la respuesta podría ser: «Voy al mercado a hacer com-
pras» o «voy a dar un paseo para aclarar las ideas». Existe un propósito para
todas nuestras acciones. ¿Y si alguien pregunta cuál es la razón para vivir?
¿Qué respondería usted? Con toda certeza, la vida es una sucesión de conflic-
tos. La angustia de la adolescencia y la presión del grupo se reemplazan por
la lucha por un empleo, por las dificultades de la supervivencia, o tal vez por
la superación de una enfermedad o sobrellevar la edad avanzada. Sufrimos
con relaciones difíciles, somos víctimas de accidentes y desastres, pasamos
por crisis económicas; estamos expuestos a los caprichos de cualquier acon-
tecimiento inesperado. ¿Por qué tenemos que vivir enfrentando esas dificul-
tades? Si el propósito de la vida no es esclarecido, los incentivos, por más
bien intencionados que sean, del tipo «Luche y supere las dificultades», «¡No
desista nunca!» o «¡No se rinda!», van a sonar como el chasquido de un látigo
para alguien que corre en círculos, sin una meta.

Cuando la vida se vuelve previsible


En la fábula de Esopo, «La cigarra y la hormiga», la hormiga trabaja durante
todo el verano para poder descansar y gozar de la vida durante el invierno.
La mayoría de nosotros no tenemos ese privilegio. Luchamos durante todas
las estaciones, año tras año. Si alguien que vive en esas condiciones dice:
«Trabajé siempre mucho. Un día mi esfuerzo será recompensado», ese con-
sejo va a sonar vacío y sin sentido. La rutina repetitiva y previsible es siempre
desalentadora. Una descripción de ese desánimo puede ser encontrada en la
obra Manual completo del suicidio2, que traza un retrato desolador de la vida
moderna en Japón:
«Muy probablemente esta es su vida: usted asistió a las clases de enseñanza primaria
cerca de su casa, hizo un curso preparatorio para la educación secundaria y luego para
el examen preliminar. Cursó la escuela secundaria, luego la universidad, y después
pasó cuatro años dando tumbos hasta conseguir un empleo en alguna empresa. Si es
hombre, se casó poco antes de los treinta años, tuvo un hijo al año siguiente, ascendió
poco a poco, alcanzando cierto nivel de responsabilidad antes de jubilarse a los sesenta
años y pasar más de diez o veinte años practicando un hobby. Después de eso, la muer-
te. Listo. Lo peor es que esa es la vida ideal, lo máximo que puede esperar».

2. La obra Manual completo del suicidio –en japonés Kanzen jisatsu manyuaru, de Wataru Tsurumi–
fue publicada en 1993 y vendió más de un millón de ejemplares.

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Lo primero que un estudiante universitario hace al llegar al campus
cada día es consultar los tablones de anuncios para verificar si alguna clase
ha sido cancelada. A la hora del descanso, la cantina se llena. Cuando las
aburridas clases del día terminan, los estudiantes se reúnen con los amigos
o cumplen con media jornada de trabajo antes de volver a la casa. Las vaca-
ciones vuelan y los años de estudios superiores pasan en un abrir y cerrar de
ojos. Después de la graduación y tras encontrar un empleo, el carrusel solo
gira más y más rápido. Cada mañana, los trabajadores salen de la cama y
silenciosamente se enfrentan a la tortura de tomar trenes atestados de per-
sonas en su misma condición de camino al trabajo. Por la noche vuelven a
casa agotados y al día siguiente todo se inicia de nuevo.
En su camino al trabajo, día tras día, pasan frente a las mismas personas
en los mismos lugares, hasta que sus rostros se vuelven vagamente familiares.
Unos, al igual que los otros, están atrapados en una rutina invariable. Hace
unos años, una canción escrita para niños se convirtió en un inesperado éxi-
to nacional en Japón, vendiendo más de cuatro millones de discos. La letra
describe la vida de una tortita en forma de pez, relleno de jalea real: «Día tras
día nos fríen en una parrilla. ¡Vaya, qué agotador!». ¿Por qué una canción
como esta tendría tanto éxito si la gente no estuviera harta de sus monótonas
vidas y necesitasen una vía de escape? Repetir constantemente el ciclo de
levantarse, comer, dormir, sin conocer la alegría y la satisfacción duraderas,
es como correr sin saber qué dirección seguir. Así es imposible alcanzar la
emoción indescriptible de poder decir: «¡Qué feliz soy por estar vivo!». Na-
die puede esforzarse para mantener el ritmo sin la expectativa o la alegría de
cruzar la línea de llegada. En la vida, solo los que tienen claro el sentido de
dirección y propósito logran mantener el rumbo con vigor.

Quien conoce el propósito de la vida es capaz de enfrentar hasta el


sufrimiento
Cuando el propósito de la vida se hace evidente, todas las actividades –
estudiar, trabajar, cuidar la salud– adquieren significado y la vida se llena
de alegría y satisfacción. Incluso en situaciones en que el individuo sufre
con una enfermedad, una disputa familiar o una derrota, la fuerza de vivir
lo lleva a superar todas las dificultades a fin de realizar el gran propósito
de la vida. En el libro Genealogía de la moral, de 1887, Friedrich Nietzs-
che (1844-1900) subraya la importancia de conocer el sentido de la vida,
cuando escribe que el ser humano desea el sufrimiento e «incluso lo busca

17
personalmente, siempre y cuando le muestren un sentido para este, un pro-
pósito para el sufrimiento».3
El camino por recorrer puede ser largo, pero basta con seguir la di-
rección correcta y cualquier paso adelante nos lleva un poco más cerca del
objetivo final, sin desperdicio de energía. Cualquiera que sea la exigencia
de tiempo, de esfuerzo o de dinero que nos lleve a realizar el propósito de
la vida, será plenamente recompensada. Ninguna experiencia se pierde o es
desperdiciada. Incluso aquellos que se ven involucrados en olas sucesivas de
sufrimiento encontrarán su recompensa en el momento en que sepan cuál es
el propósito definitivo de la vida. Algunos declaran que la vida es maravillosa
y gratificante; para otros, está vacía y sin sentido. ¿Qué produce esa diferen-
cia?: Saber cuál es el verdadero propósito de la vida.

El gran regalo
En casos de naufragio o de otras tragedias, se movilizan equipos de rescate
para salvar una única vida humana. Esto se debe a que cada vida humana
tiene un valor incalculable. El poeta alemán Rainer Maria Rilke (1875-1926)
escribió en el poema El vecino: «La vida es más pesada que el peso de todas
las cosas».4 Si el valor innato de la vida humana no fuera un acuerdo común,
la práctica de la medicina no tendría sentido, así como la política, la econo-
mía, las ciencias, las artes, la ética y las leyes, ya que todo eso no son más que
intentos de hacer la vida más larga y más plena.
Cada campo contribuye de forma diferente a mejorar la calidad de vida.
Compete a la política y la economía desarrollar y explorar maneras de que
las personas vivan bien, sin preocuparse por la amenaza del despido o por los
costosos tratamientos de salud. El progreso de la ciencia y la tecnología tam-
bién ha hecho la vida más fácil. Lavar ropa, por ejemplo, era una actividad
extenuante que exigía de quien la realizaba horas sobre el lavadero para re-
fregar la ropa sucia, luego retorcerla con fuerza y tenderla para que se secara.
Hoy todo lo que se necesita es apretar un botón. Encontrar maneras de resol-
ver conflictos personales y permitir que los vecinos convivan en paz forma
parte de la esfera de la ética y el derecho. Y, como la perspectiva de trabajar

3. Friedrich Nietzsche, Genealogía de la moral.


4. Rainer Maria Rilke, The Neighbor [El Vecino]. El verso final de este corto poema dice así: «¿Por
qué tengo siempre que tener como vecino / a quien me hace cantar con miedo / y dice que la vida es más
pesada / que el peso de todas las cosas?».

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sin pausa es insoportable, existen los deportes y las artes para revitalizarnos.
Cada uno de esos campos se preocupa por ofrecer diferentes posibilidades de
superar los percances de la vida y de proporcionarnos placer. Incluso lo que
llamamos contribuciones altruistas a la humanidad no son más que medios
de vida. No se refieren al propósito primordial de la vida.

La lucha contra la enfermedad


En la vanguardia de la medicina se producen duras batallas para prolongar
la vida humana. Los trasplantes de órganos de pacientes con muerte cerebral
son realizados por equipos de médicos que trabajan a un ritmo alto y preciso
para extraer los órganos y acondicionarlos correctamente para poder trans-
portarlos en avión o helicóptero. Un corazón necesita ser trasplantado en un
máximo de cuatro horas, por lo tanto, literalmente, no hay un segundo que
perder. El costo total de un trasplante, desde el momento en que se determina
la muerte cerebral del donante hasta el monitoreo posquirúrgico del paciente
que recibió el órgano es de cientos de miles de euros. Pero si esa misma vida
está condenada a desaparecer, ¿por qué llegar a esos extremos para preser-
varla? Un paciente de trasplante de corazón, cuando fue entrevistado por un
periódico sobre lo que pretendía hacer con su nueva vida, respondió: «Beber
cerveza y ver partidos». Otro hombre, enfermo terminal, consiguió los fon-
dos necesarios gracias a la buena voluntad de mucha gente, viajó a Estados
Unidos para esperar un donante y acabó causando consternación general
tras el exitoso trasplante, al negarse a volver a trabajar y convertirse en un
jugador compulsivo. No es difícil comprender la indignación de las personas
que le ayudaron, aportando dinero, y que se sintieron engañadas.
Prolongar la vida es bueno. Sin embargo, surge esta cuestión: ¿Qué harán
las personas que reciben los órganos con el tiempo extra de vida que gana-
ron? El debate ético sobre el trasplante de órganos gira en torno a cuestiones
secundarias, como confirmar la voluntad del donante, proteger la privacidad,
garantizar el acceso justo a los órganos, establecer y aplicar estándares para
determinar cuándo se produce la muerte cerebral, etc.; sin embargo, queda
sin respuesta la cuestión fundamental: ¿Por qué recurrir a medidas tan deses-
peradas para vivir? La finalidad de sufrir para combatir una enfermedad tiene
que ser no solo la vida en sí, sino la felicidad. El tratamiento que solo prolonga
el sufrimiento no tiene sentido.
Sin embargo, si las personas usan su tiempo extra en la Tierra para rea-
lizar el propósito de la vida y conocer la verdadera alegría de vivir, podemos

19
afirmar que las prácticas médicas de hoy, serían así realmente gratificantes.
La sociedad es un coro de voces que nos estimula a vivir y perseverar. Sin
embargo, nadie se detiene a pensar, ni a preguntarse por qué, siendo la vida
dolorosa, debemos seguir viviendo. ¿Puede haber algo más misterioso?

20
CAPÍTULO 2
La vida humana es infinitamente preciosa

La sensación de vacío
«¡Es genial estar vivo!». ¿Cuántas personas dicen y viven así, desbordando
buen humor y optimismo? En el siglo XX, la tecnología avanzó rápidamen-
te, pero la verdadera abundancia se estancó, se caracterizó por ser una era
de más ansiedad. En esta época muchas personas poseen bienes materiales;
nada les falta; sin embargo, en el fondo, están descontentas, dominadas por
una vaga y permanente sensación de inquietud y vacío. «La vida es una mo-
lestia». ¿Acaso hay alguien que nunca lo haya pensado? Según el psicólogo
japonés Yoshihiko Morotomi (1963-):
«La vida es vagamente agradable –a su manera– y satisfactoria, pero es también
un aburrimiento. Día tras día, la misma rutina. Volviendo a casa después de un
duro día de trabajo, hacinados en un tren del suburbio, el empleado o la secre-
taria, cansados, dan un suspiro. O el ama de casa, agotada por las exigencias de
cuidar de la casa y los niños, se detiene buscando un breve descanso. Es en esos
momentos, en medio de la aparente complacencia de los días ocupados, cuando
se abre un súbito vacío en el corazón. Entonces comienza el murmullo silencioso:
«Mi vida no debería haber sido así... ¿Y si continúa de esta manera hasta el final?
¿Para qué vivir?».1

Viktor Frankl (1905-1997), gran neurólogo, psiquiatra y filósofo aus-


triaco, observó que el hombre moderno, en el momento en que se jubila y
puede, finalmente, hacer lo que quiera, muchas veces siente que su vida ya
no tiene sentido y está vacía. Los jubilados pierden el rumbo, los estudian-
tes se embriagan; noche tras noche nos sentamos pasivamente frente a la
televisión. Para Frankl, muchas personas se ven dominadas por la sensación
de vacío porque no saben cuál es la razón de estar vivas. Él denomina a ese
estado de «vacío existencial». No es raro que ese vacío lleve a la depresión,
a las drogas o al suicidio. Otros males comunes, como la agresividad y el
deseo compulsivo, solo pueden ser entendidos cuando admitimos el vacío

1. Yoshihiko Morotomi, Munashisa no shinrigaku: naze mitasarenai no ka [La psicología del vacío:
¿por qué nos frustramos?]

21
existencial que existe detrás de ellos. Lo mismo puede decirse de las crisis de
jubilados y ancianos.2

¿Por qué no debemos matar?


Las tragedias que revelan poca consideración por la vida humana ocurren
constantemente. En Japón, un estudiante de secundaria asestó cuarenta pu-
ñaladas a una mujer de 65 años y al día siguiente se entregó sin sombra de
remordimiento. Unicamente dijo: «Quería ver cómo era matar a alguien».
Una ola de crímenes entre adolescentes viene ocurriendo en las escuelas de
Estados Unidos. En el año 2000, un promedio diario de catorce menores de
edad murieron, víctima de crímenes violentos.
En Brasil, en abril de 2011, un joven de 23 años invadió la escuela donde
había estudiado en un suburbio de Río de Janeiro, mató a doce adolescentes y
luego se suicidó. En una carta de despedida y por medio de testimonios dados
por su hermana y amigos, se supo que el agresor buscaba desesperadamente
una razón para vivir, lo que le llevó a simpatizar con grupos radicales.3
Años atrás, en 1997, en Brasilia, jóvenes de clase media quemaron hasta
la muerte a un indígena que dormía a la intemperie, a la espera de una ma-
nifestación que ocurriría al día siguiente. Estos son algunos de los aconteci-
mientos que podemos encontrar en los periódicos.
Algunos años antes, un horrible incidente impactó a todo Japón: un de-
lincuente juvenil de catorce años mató y decapitó a un niño de once. A pesar
de la barbaridad del crimen, muchos adolescentes se identificaron con el la-
mento del asesino: «Mi existencia es invisible».
Jóvenes como estos pueden ir sintiéndose más inútiles que el día ante-
rior y desear nunca haber nacido. La vida se convierte en una carga, en algo
a finalizar lo más pronto posible. Los niños que sienten que su existencia no
tiene sentido desperdician su vida por razones increíblemente fútiles: «Me
olvidé de llevar el trabajo que tenía que entregar en la escuela»; «No quiero
participar en esa competición deportiva»; «El profesor se ha enojado conmi-
go». Si no existe la noción de que la propia vida es preciosa, ¿cómo respetar
la vida del otro? La ignorancia que susurra: «¿Por qué no morir?», no está
lejos del absurdo de: «¿Por qué no matar?». Hace algunos años, en Japón, un

2. Viktor Emil Frankl, En busca de sentido.


3. Periódico O Estado de S.Paulo, 7 de abril de 2011.

22
estudiante de la secundaria hizo esta pregunta en vivo en la televisión: «¿Por
qué es incorrecto matar?». Un silencio perplejo se apoderó del estudio y los
patrocinadores interrumpieron el programa. Decir solo que no debemos
matar porque la vida es un bien único y precioso, no basta. ¿Quién puede
explicar por qué la vida es preciosa? Ni los filósofos lo logran. Philippa Foot
(1920-2010), profesora emérita de filosofía en la Universidad de California,
Los Ángeles, afirma que ningún filósofo ha podido explicar por qué la vida
es preciosa en sí.4 Ni siquiera cientos de libros de filosofía pueden responder
a esa cuestión.

El aumento del número de suicidios


No solo los adolescentes se quitan la vida. Desde hace muchos años, la expec-
tativa de vida en Japón es la más elevada en el mundo, sin embargo, más de
treinta mil japoneses se suicidan anualmente –más de cuatro veces el número
de víctimas de accidentes de tráfico–. Es la tasa de suicidios más alta de los
países del primero mundo. En 1998, un salto repentino en la tasa de suicidio
de hombres adultos bajó la expectativa de vida masculina en el país. Algunos
sugieren que el aumento en el índice de suicidios se debe a las sucesivas crisis
económicas que perduran desde hace más de dos décadas, pero esta expli-
cación es demasiado simplista. Émile Durkheim (1858-1917), fundador de
la sociología moderna, descubrió que la tasa de suicidios en Europa era más
alta entre los ricos que entre los pobres.
A partir de amplios estudios estadísticos, Durkheim demostró que las
personas de mayor poder adquisitivo son las que sufren más.5
El acceso al entretenimiento y a los recursos que facilitan el trabajo no
son suficientes para aplacar las necesidades más profundas del ser humano.
Nuestras necesidades no son solo de confort y facilidades. Necesitamos senti-
do y propósito. El psicólogo norteamericano Mihaly Csikszentmihalyi (1934-)
afirmó que, por no conocer el propósito de la vida, las personas no logran ob-
tener satisfacción genuina, por más comodidad y placer que disfruten.6
La causa subyacente del suicidio es no entender la importancia de la
dignidad y propósito de la vida humana. Sofocado de dolor, quien sufre

4. Philippa Foot, Moral relativism. (Relativismo moral).


5. Émile Durkheim, El suicidio.
6. Mihaly Csikszentmihalyi, El descubrimiento del flujo: la psicología de la participación en la vida
cotidiana

23
se pregunta: «¿Por qué continuar viviendo así? ¿Para qué?». No sorprende
que ignorar ese propósito fundamental de la vida lleve a la gente a elegir
la muerte. El billete premiado con millones de dólares recibe tratamiento
especial porque su dueño sabe que ese pedazo de papel representa una for-
tuna mayor a todo el sueldo de una vida entera de trabajo. El billete que no
fue premiado va al tacho de la basura. Cosas sin valor, como las tazas rotas
o las computadoras dañadas sin posibilidad de reparación, son echadas a la
basura sin la menor ceremonia. Nadie que entienda lo infinitamente pre-
ciosa que es la vida saltaría de lo alto de un edificio, desperdiciándola como
un billete de lotería que no ha sido premiado, ni quitaría insensiblemente la
vida a otra persona.
El suicidio de jóvenes y el aumento de la tasa de homicidios acercan la
sociedad moderna al caos. Muchos factores pueden ser citados como causa
del creciente índice de violencia: problemas de familia, el deficiente siste-
ma escolar, la inadecuación de la legislación para menores, la corrupción
en la sociedad. Pero todo debate que no tenga en cuenta que lo esencial es
cuestión del propósito de la vida, acaba siendo un sinsentido y no propone
ninguna solución. La vida humana tiene un propósito claro que necesita
ser alcanzado. Para eso, debemos vivirla plenamente, por más doloroso que
eso sea. Cuando conquistamos el entendimiento del propósito de la vida, la
dignidad de vivir se revela.

El corazón sediento
El más famoso ataque terrorista en la historia moderna de Japón ocurrió en
marzo de 1995. Cinco miembros de la secta Aum Shinrikyo liberaron un
poderoso y mortífero gas de efecto neurológico en cinco trenes del Metro
de Tokio. Doce personas murieron y otras 5,400 fueron afectadas de algún
modo. Entre los criminales estaba un joven que reveló: «Asahara [el funda-
dor de la secta] fue el único que me dio una respuesta sobre el sentido de la
existencia». Con sed de claridad, el joven acabó bebiendo agua turbia. Entre
los cinco criminales, algunos eran graduados en algunas de las universidades
más importantes de Japón. Alumno de esa misma universidad en esa épo-
ca, uno de los autores de este libro7 escuchaba atentamente las clases, con
la expectativa de que los profesores tratasen con seriedad o tal vez asumie-

7 Kentaro Ito.

24
sen alguna responsabilidad por un acto horrible de matanza indiscrimina-
da perpetrado por uno de sus alumnos. Sin embargo, las clases continuaron
normalmente. Solo un profesor se manifestó, inadecuadamente, al preguntar
qué podría haber, en un líder religioso de «apariencia tan sucia», para haber
atraído a alguien a seguirlo. Esta irresponsable demostración de indiferencia,
por parte de un intelectual que disfrutaba de una posición desde la que po-
día hablar con autoridad, fue extremadamente decepcionante. Pero parece
explicar también por qué, en medio de todo el avance científico moderno,
adivinos y videntes mantienen su popularidad, y la superstición y las falsas
religiones continúan floreciendo: ellos proveen algo que se asemeja a una
directriz para llenar el vacío que sienten las personas. ¿Cuándo entenderá la
gente el verdadero valor de la vida humana?

25
CAPÍTULO 3
¿Vivir es el propósito de la vida?

Vivir por vivir: una tautología sin sentido


Para algunas personas, el propósito de la vida es simplemente vivir. Si con
ello, quieren decir que lo importante es perseverar, superar las dificultades
y seguir adelante, muchos van a estar de acuerdo: «Es verdad. Tenemos que
aguantar firmes y seguir viviendo. Solamente se vive una vez, por eso vi-
vir tiene un valor incalculable». Tal vez, entre aquellos que cuestionan si la
vida tiene sentido o no, haya alguien que sienta consuelo escuchando que
el solo hecho de estar vivo ya es razón para vivir. Pero, para quien sufre sin
saber por qué vive, la respuesta: «Vivir es el propósito de la vida», solo causa
frustración. En realidad, no es una respuesta. Basta pensar un poco. Si us-
ted pregunta a alguien al que le gusta correr: «¿Por qué corre usted?», y la
persona responde: «Para aumentar mi fuerza», la respuesta tendría sentido;
sin embargo, si alguien le responde: «Corro por correr», usted se quedaría
rascándose la cabeza, intrigado. Si se pregunta a un estudiante por qué se
presenta al examen de admisión, la respuesta: «Porque quiero entrar en la
universidad» sería aceptable. Sin embargo, si él dijera: «Voy a presentarme al
examen de admisión solo por presentarme», sería un absurdo. De la misma
forma, la pregunta «¿Por qué vivimos?», no puede ser contestada solo con:
«Se vive por vivir», pues eso sería una tautología sin sentido.

La necesidad de una razón para vivir


La vida progresa incesantemente, de ayer para hoy y de hoy para mañana. «El
tiempo vuela», se suele decir. Tal vez sea verdad, pues vivimos a una velocidad
vertiginosa. De niños, progresamos de nivel en nivel en la enseñanza prima-
ria; pasamos por la secundaria, hasta que llega el momento de prepararnos
para el examen de admisión a la universidad; cuando es hora de fiesta, feste-
jamos; y cuando es hora de trabajar, concentramos nuestros esfuerzos en ello.
A partir del momento en que somos lanzados a las aguas turbulentas de
la vida, nos vemos forzados a seguir nadando. Como vivir es, en cierto senti-
do, igual a nadar, la persona que declara: «Vivo por vivir», es igual a aquella

27
que declara: «Nado por nadar». Pero, ¿qué pasa con una planta flotante? En
medio de las olas, se lanza sin rumbo hacia un lado y otro hasta podrirse. La
desgracia del nadador sin rumbo o sin propósito es la misma. Vivir de esa
manera puede ser comparado a un avión que «vuela por volar». En un tra-
yecto aéreo, las decisiones sobre velocidad y altitud, cambios de ruta debidos
al viento o a la presión del aire, la atención a los problemas mecánicos, son
opciones que afectan al «modo» de volar. Antes de tomar cualquier decisión,
lo importante es saber precisamente la dirección a seguir, es decir, «hacia
dónde» volar. Ningún piloto despegaría sin antes determinar su destino, pues
él sabe que volar por volar acarrearía una gran tragedia: la caída y la muerte.
De la misma forma, cuanto más se vive, mayor es el dolor, ya que si no existe
un propósito que proporcione satisfacción y alegría duraderas, ¿la vida no se
reduciría solo a sufrimiento?

28
CAPÍTULO 4
Placeres temporales

El placer viejo se vuelve dolor


Hoy, las personas determinadas a conocer su mayor tarea en la vida y realizar-
la son una especie en extinción. La civilización científica ha destruido mucho
más que el medio ambiente natural y cada vez más y más personas buscan la
salvación en los placeres instantáneos y momentáneos. Una manifestación de
esto es el uso frecuente de palabras como «compulsivo» y «dependiente», en
referencia a personas con pasiones y fijaciones incontenibles que no logran
apaciguar a menos que estén excesivamente involucradas en alguna actividad
específica. Un jugador compulsivo siente un deseo incontrolable de apostar;
un comprador compulsivo es capaz de comprar un centro comercial entero.
Otros son adictos a las drogas o al sexo. Estimulantes químicos atraen hasta
a niños de primaria y drogas alucinógenas llevan a los drogodependientes a
cometer crímenes cada vez más terribles. Otros no soportan estar solos y se
entregan a relaciones con compañeros diversos y desconocidos; para estos, el
acto sexual no pasa de ser un medio para satisfacer y desfogar un vago des-
contento. Tales síndromes son señales de un dolor tan grande que los que lo
sufren dependen de la satisfacción en esos deseos para seguir viviendo. Esa
satisfacción no ofrece la dirección final, sino un escape temporal.
Se puede estar en desacuerdo con estas afirmaciones y protestar dicien-
do: «¿Y qué? La gente debe hacer lo que les dé más placer en cada momento.
El placer del momento es razón suficiente para existir. ¿Para qué preguntarse
cuál es el propósito de la vida? Todo eso es muy complicado, es mejor no
pensar y divertirse». Pero, ¿es posible realmente vivir de esa manera? Va-
mos a reflexionar sobre la verdadera naturaleza del placer. Primero, vamos a
considerar el placer de satisfacer un deseo. Los deseos humanos asumen una
variedad infinita de formas: el deseo de comer bien, de vestirse de acuerdo a
lo que está de moda, el deseo por un carro o un amor. Cuando un deseo es
satisfecho, la insatisfacción y el dolor se van y hallamos gratificante la sensa-
ción agradable que se siente en el proceso.

29
Por ejemplo, cuando usted tiene sed y toma un refresco, usted experi-
menta de inmediato la pausa que refresca. Esta explosión inicial de placer
es efímera, sin embargo, al tomar un sorbo y después otro, su sed se alivia
gradualmente y el placer declina en la misma proporción. Lo que usted está
experimentando, de hecho, es el proceso de disminuir la sed. En la ausencia
total de sed, tomar un refresco se convertiría en una experiencia dolorosa.
Exactamente como rascar un determinado punto en el cuerpo: si exagera-
mos, dejamos de sentir placer y empezamos a sentir dolor. El fin de la in-
satisfacción es el comienzo del dolor. Este fenómeno, conocido como «ley
de la utilidad marginal decreciente», puede ser observado en todo tipo de
situación. La excitación de un encuentro, así como la de un nuevo hobby, se
agota inevitablemente con la repetición. La sensación agradable obtenida con
la gratificación de un deseo puede llegar a ser de una intensa euforia, pero
está condenada a desaparecer. Por eso suele decirse que el dolor, en su fase
inicial, es placer y el placer que envejece es dolor.

Momentos de escape
Muchos dirán que sus momentos de mayor felicidad tienen lugar cuando es-
tán involucrados en un hobby: batir un récord de natación, leer los movimien-
tos del oponente en el ajedrez, encontrar un apoyo seguro en la escalada a una
montaña. En momentos como estos, no importa si el objetivo es la victoria o
la supervivencia, la mente se enfoca intensamente en la tarea inmediata, sin
dejarse distraer por sentimientos no reprimidos acerca de cuestiones irrele-
vantes, como las terribles palabras dichas por alguien recientemente, el ataque
de rabia del jefe en la oficina, o una próxima reunión obligada con alguien
que no es de su agrado. El proverbio «la ignorancia es la felicidad», proviene
de la percepción general de que dejarse llevar por la corriente, sin pensar en
nada, es la mayor felicidad posible. Sin embargo, el placer de realizar un hobby
o cualquier otra actividad gratificante es temporal, así como la satisfacción
obtenida al saciar un deseo. Terminada la actividad, volvemos a confrontar la
triste realidad, en la forma de los problemas en el mantenimiento de la casa,
del trabajo sin terminar en la oficina, o de las tareas domésticas acumuladas.
Esto explica por qué cierto tenista famoso era conocido por su mal humor
fuera de las canchas y por qué Pablo Picasso (1881-1973) era tan irascible
cuando dejaba los pinceles, por más feliz que estuviera mientras pintaba.
El filósofo británico Bertrand Russell (1872-1970) escribió: «Modas
y hobbies [...] son en muchos casos, tal vez en la mayoría, no una fuente

30
de felicidad fundamental, sino un medio de escapar de la realidad, de
olvidar por un momento algún dolor difícil de ser encarado».1 El pla-
cer de perderse en un hobby es, así, una forma de matar el tiempo para
conquistar una distracción del dolor. Es un mecanismo muy parecido al
ebrio que consigue olvidar sus responsabilidades y se divierte solo cuan-
do está ebrio.
Alguien puede expresar su desacuerdo diciendo: «¿Y qué? Intentar
entender el sentido de la vida es deprimente. ¿Por qué no puedo sumer-
girme en algo que me gusta, por qué no puedo divertirme? Eso me basta».
Incluso en el caso de la analogía entre pasatiempo y bebida, alguien podría
pensar: «Nada mejor que la bebida. Vivir sin beber no es vida. El que no
bebe es tonto».
En realidad, hay personas que no estarían en absoluto de acuerdo con
esa afirmación y dirían: «¿Quién necesita de alcohol o drogas cuando la vida
en sí es maravillosa?». Cuando se realiza el propósito de la vida y se alcanza
la plena satisfacción, no hay más necesidad de esconder el dolor ni la soledad.
Cada instante irradia más brillo que todas las estrellas del cielo.

La ruta y el destino
Un académico absorbido en un estudio, o un atleta concentrado en una
competición, encuentran placer en la investigación o en el movimiento en
sí mismos. Si las conclusiones son reconocidas o no, si el equipo gana el
campeonato o no, es secundario. No es de extrañar que mucha gente haya
llegado a la siguiente conclusión: «En la investigación de una evidencia
o en el intento de superar un récord, es el proceso de la búsqueda lo que
trae alegría y da sentido a la vida». Muchos admiran una vida de búsqueda
continua por creer que ese es el medio de obtener un perfeccionamiento
ilimitado, principalmente en esta era de desilusión posmoderna, en la que
las personas están deseosas de encontrar significado a las cosas, pues sien-
ten que sus vidas no llevan a ninguna parte y no logran romper ese ciclo
de desamparo.
Incluso cuando una persona encuentra algo en lo que abstraerse total-
mente, nada continúa para siempre. En 1992, en los Juegos Olímpicos de
Barcelona, la nadadora japonesa Kyoko Iwasaki (1978-) se hizo famosa al

1. Bertrand Russell, La conquista de la felicidad.

31
conquistar la medalla de oro en la modalidad de braza. Ella expresó su alegría
con las siguientes palabras: «Ha sido el momento más feliz de toda mi vida».
A la edad de catorce años, ella había experimentado una de las mayores sa-
tisfacciones que la vida podía ofrecerle. Naturalmente, se creó la expectativa
de que repetiese el logro en las olimpiadas siguientes. La presión era enorme,
pero ella estuvo tan ocupada preparándose para los exámenes de admisión
para la escuela secundaria que no pudo tener tiempo para entrenar y entró
en una depresión. Al hablar de cómo se sintió cuando pensó en abandonar la
natación, hizo la siguiente confesión: «Mientras me preocupaba tanto si sería
capaz o no de ir a la Olimpiada de Atlanta, yo pensaba: “Ay, no debería haber
dicho que Barcelona fue la mayor felicidad de mi vida”. Ya no quería más la
medalla de oro».2
Lo que un día fue «la mayor felicidad», para Iwasaki se convirtió en
algo que ella «no quería más». Ella apenas logró calificar para los Juegos de
Atlanta en los Estados Unidos, y se ubicó décima. Después de eso, perdió
el interés por el deporte y abandonó las competiciones, aparentemente sin
ningún arrepentimiento.
En el mundo académico, entre todos los que se dedican a la investiga-
ción, apenas un pequeño número logra que su nombre pase a la historia.
Sin embargo, el británico Charles Darwin (1809-1882), responsable del de-
sarrollo de la teoría de la evolución, no obtuvo con ello ninguna felicidad y
se lamentaba: «Siento que me convertí en algo parecido a una máquina, que
observa una montaña de hechos para extraer una ley general».3 Incluso el
placer de seguir el rumbo escogido pierde la gracia.
Hay quienes dicen: «Me gusta seguir mi camino; no importa adón-
de me lleve». ¿Qué es lo que las personas que piensan de ese modo no
están percibiendo? El sociólogo francés Émile Durkheim afirma: «El
acto de andar es agradable en sí mismo en la medida en que la persona
esté ciega hasta el punto de no percibir el vacío de andar sin una fina-
lidad».4 Los días se suceden en la larga espiral del tiempo. De acuer-
do con el filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662): «El último acto
es trágico, por más alegre que haya sido el resto de la pieza».5 Incluso

2. «Kin medarutte shiawase nanka ja nakatta» [la medalla de oro no ha traído felicidad].
3. Theodore Zeldin, Una historia íntima de la humanidad.
4. Émile Durkheim, El suicidio.
5. Blaise Pascal, Pensamientos.

32
la vida más bella no es una excepción, pues su final –la muerte– es la
conclusión ineludible. Después de examinar objetivamente de dónde
se viene y hacia dónde se va, ¿alguien puede sinceramente encontrar
placer duradero en una vida de búsqueda sin fin, o en el simple acto de
andar, sin objetivo o propósito?

33
CAPÍTULO 5
¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?

Presiones invisibles
Muchas veces se dice que un trabajo gratificante es el propósito de la vida. Sin
embargo, ¿cuántas personas piensan que su trabajo realmente es gratificante?
Incluso quienes han logrado el éxito laboral y tienen la oportunidad de exhi-
bir sus talentos, enfrentan la dura realidad de no siempre poder hacer lo que
quieren. Cantantes famosos, estrellas de cine y televisión y grandes deportis-
tas declaran a menudo que se han vuelto prisioneros de la fama. Dar un paseo
por la ciudad y cenar en un restaurante corriente son actividades imposibles
debido al acoso de los fans. A pesar de haber alcanzado un éxito brillante en
la carrera que aman, a pesar de sentir que realizaron el sueño pretendido, el
dolor y el sufrimiento continúan pintando la vida de colores diferentes. Es
como transferir la carga del hombro izquierdo hacia el hombro derecho. El
peso no deja de molestar.
El célebre novelista japonés Haruki Murakami (1949-), cuyos libros han
sido traducidos a más de cuarenta idiomas, insiste en que no ha consegui-
do ningún alivio o serenidad escribiendo libros: «No escribo y publico esos
libros para sentirme mejor... Al menos hasta ahora, no veo ninguna señal
de que escribir sea liberador para mi espíritu... La gente escribe porque no
puede dejar de escribir... El acto de escribir no tiene ninguna utilidad en sí
mismo y no trae la esperada salvación».1
Guy de Maupassant (1850-1893), un maestro del cuento francés del
siglo XIX, comentó: «No tenga envidia del escritor, tenga lástima de él».
Por más que la persona ame lo que hace y destaque en ello, el trabajo pla-
centero acaba por transformarse en una carga. Incluso aquellos cuyo tra-
bajo atrae admiración y envidia tienen que cargar con un peso invisible de
tristeza y aflicción.

1. Haruki Murakami, Kaiten mokuba no deddo hiito [Empate en un carrusel].

35
Vender los días de la vida
Aunque fue escrita hace más de seis décadas, Muerte de un viajante, del dra-
maturgo norteamericano Arthur Miller (1915-2005), sigue siendo repre-
sentada por algunos de los mejores actores de todo el mundo y sigue siendo
extremadamente pertinente a nuestros días. El personaje principal, Willy Lo-
man, es un viajante que tiene que pagar la hipoteca de la casa, las reparaciones
domésticas y renovar los electrodomésticos. Incapaz de soportar el peso de
los años, ve disminuir su sueldo a medida que sus ventas disminuyen. Un
día le comenta a su mujer: «Imagínate. Trabajar toda la vida para pagar una
casa. Cuando finalmente eres el dueño, ya no queda nadie para vivir en ella».
Tras ser despedido e incapaz de soportar la carga aplastante de las deudas, se
quita la vida. El seguro cubrirá sus deudas, pero el propio Willy ya no estará
presente. La pieza no deja claro qué es lo que él vende, porque lo que él vende
es su propia vida.2
La vida de cada uno es el tiempo que le fue concedido. Para los niños
privilegiados de Japón, país en el que la expectativa de vida bate récords, eso
significa ochenta años o más. ¿En qué se debe gastar tamaño tesoro? El estu-
diante universitario que trabaja en un empleo de media jornada para pagar
un viaje al exterior, gasta esas horas del total de las que le quedan de vida.
Poco a poco, vendemos nuestras vidas para obtener lo que queremos.
Willy Loman trabaja hasta el agotamiento, pero de todos modos es des-
pedido. Abandonado por el jefe y por sus dos hijos, muere en soledad. Ni
siquiera su esposa lo salva. Vino desnudo al mundo y termina su vida, igual-
mente desnudo, sin haber conocido jamás la alegría de vivir. Sin trabajar, no
se come. Sin comer, morimos. Sin embargo, incluso comiendo morimos. Sin
un propósito claro de qué hacer en la vida, el trabajo no tiene el menor senti-
do. De hecho, más y más personas en el camino del éxito no tienen la menor
idea del motivo por el cual trabajan, y sueñan con abandonar sus empleos.
El psicólogo japonés Yoshihiko Morotomi escribe en su artículo titulado
La psicología del vacío:
«Un joven, formado en una de las mejores universidades del país, cada vez que se en-
contraba con sus excompañeros –todos alrededor de los treinta años y con empleos
envidiables en empresas de prestigio–, decían lo mismo: “Quisiera poder dejar mi
trabajo”. Al oír esa historia, me acordé de un amigo que, recientemente, al comprar
su casa nueva, me dijo: “Desde el momento en que firmé el contrato, sentí un vacío.

2. Arthur Miller, Muerte de un viajante.

36
Colección Oriente

E
Serie Crisantemos ¿Existe un propósito en la vida o no?
Kentetsu Takamori

¿POR QUÉ VIVIMOS?


1
NRIQUE
Número ¿Cuál es, entonces, el sentido de la vida?
El ser humano se ha hecho estas preguntas desde tiempos
Daiji Akehashi / Kentaro Ito
CAMINO BRENT
antiguos y son, sin duda, cuestiones que exigen respuestas
claras. Shinran explicó como nadie lo hizo el propósito de la
DAIJI AKEHASHI

¿POR QUÉ
vida e insistió para que lo realizáramos con la mayor urgencia.
Psicoterapeuta y autor de varios bestsellers sobre En 1995, una cadena japonesa de televisión presentó a Shinran AYAC U C H O 1959 -1960
educación infantil en Japón. como la figura histórica más estudiada, discutida y admirada
en el siglo XX. Su filosofía ejerció una influencia significativa

VIVIMOS?
KENTARO ITO en la cultura japonesa de posguerra, pero pocos conocen su
Maestro de Filosofía en la Universidad de Tokio y verdadero mensaje. Un concepto que expresa todo lo que
especialista en Filosofía Budista. Shinran enseñó es que el gran propósito de la vida se realiza
aquí, en este momento.
Kentetsu Takamori es profesor de budismo y presi-
dente de la Asociación Jodo Shinshu Shinrankai, en-
tidad con sede en la provincia japonesa de Toyama,
que se dedica a difundir las enseñanzas del maestro
Shinran, gran exponente del budismo en Japón.
Desde hace más de medio siglo, el profesor
Takamori enseña en varios países y es el autor de
varios éxitos de ventas en Japón. Además de ¿Por qué
El libro más solicitado en Japón: vivimos?, sus principales libros han sido traducidos
más de un millón de ejemplares vendidos. al inglés, portugués, chino, coreano y publicado en
varios países de Asia, Brasil y Estados Unidos.
Entre sus obras, se destacan Un camino de flores
y Semillas del corazón, colección de historias que
traen enseñanzas para una vida mejor y más feliz.

DAIJI AKEHASHI / KENTARO ITO


La honestidad, el esfuerzo, la gratitud y la felicidad
son algunos de los temas abordado en sus libros. Estos
temas son relevantes no solo en la formación de los
Según la filosofía budista, este libro trae niños sino también esenciales para todos los adultos

KENTETSU TAKAMORI
respuestas extraordinarias a preguntas que tienen la responsabilidad de educar.
fundamentales de la vida. «La educación escolar ejerce una gran influencia en la for-
mación del carácter humano, pero sobre todo es impor-
tante la educación recibida en casa, es decir, la que viene
de las actitudes y del carácter de los padres».
(Pasaje del prefacio de Un camino de flores, versión
brasileña).

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