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Quién Es Tu Papi Alfa Stasia Black
Quién Es Tu Papi Alfa Stasia Black
STASIA BLACK
Copyright © 2023 by Stasia Black
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido a personas, lugares o eventos reales es puramente
coincidencia.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Epílogo
HOPE
—¿Y te fuiste así sin más? —Makayla, quien una vez fue mi cliente y ahora
es mi mejor amiga en todo el mundo, me miraba boquiabierta mientras
estiraba las manos una vez más hacia mi vientre. Estábamos de pie en el
vestíbulo de su costosa suite de hotel en Milán. Se detuvo a pocos
centímetros y levantó las cejas como pidiéndome permiso.
Suspiré y me reí con tono cansado, tras lo cual le agarré las manos y las
puse en mi vientre.
—Claro, pero… —Frunció el ceño, con las palmas de las manos todavía en
mi vientre—. Esperaba sentir algo. Cuando mi prima estaba embarazada,
podía sentir los movimientos del bebé como si tuviese un extraterrestre
miniatura dentro.
—Dime que tienes… Mierda, iba a decir vodka. —Me llevé las palmas de
las manos a mis ojos cansados. Sentía como si me hubieran dado una paliza
—. ¡Es un crimen no permitirle a las embarazadas tomar alcohol ni cafeína!
Era mi bolsa de siempre, pero siempre traía de todo cual Mary Poppins.
Podía sacar cualquier cosa de un momento a otro. Había empezado a pensar
que estaba llena de ladrillos desde hace unas ocho calles.
Y esa era la gran pregunta, ¿no? ¿Me iba a quedar o me iba para siempre?
—Lo sé, ¿verdad? ¿Podríamos pegar una foto suya y lanzarle dardos?
Makayla asintió.
—¡Todas las mamás y futuras mamás se merecen mimos! Parece que estos
idiotas te han hecho polvo. ¿Te has tomado un tiempo para ti?
—Patrañas. Todo lo que me has descrito suena muy estresante. Por Dios.
Me escuchaste cuando te conté sobre todas las terapias a las que tuve que
acudir. Que incluso cuando suceden cosas buenas, o cosas que deberían ser
buenas, no significa que no puedas tener muchos sentimientos encontrados
distintos por dentro.
Le di un golpecito en el costado.
Tragué saliva.
Mi corazón se aceleró y negué con la cabeza, presa del pánico. No. Sabía
que en algún momento iba a tener que lidiar con ellos. Pero cerré los ojos.
Tal vez no era justo. Llevaba a sus bebés. ¿Estaba bien desaparecer porque
estaba desorientada y no estaba segura de lo que quería en ese momento?
No creía tener la fuerza suficiente como para lidiar con sus
racionalizaciones y explicaciones en este momento.
Makayla me miró con los ojos abiertos, sin tocar aún la pantalla del móvil.
—¿Estás segura?
Respiré profundo.
—Sí.
Luego me fui a acostar en su suntuosa cama de hotel.
JANUS
Y, por primera vez, no me necesitaban para las escenas que se rodaban esta
noche ni para las de mañana por la mañana. Pronto empezaríamos a rodar
de noche y nos daban un par de días para acostumbrarnos al nuevo horario
mientras se preparaban todos los platós.
—Mira, solo necesito hablar con ella. Me puede echar después. Pero no me
iré hasta que la vea.
—Es Janus.
Makayla se volvió una vez más para mirarme y entrecerró los ojos.
—No te preocupes por eso —dijo Hope al acercarse. Llevaba puesto uno de
esos vestidos veraniegos de estilo corto y con vuelos que le había dado por
vestir en casa últimamente. Aparte de tenerla desnuda, eran de lo más
sensual que le había visto a una mujer. Resaltaban su abultado vientre por
nuestros mellizos, pero le llegaba a mitad de muslo, así que lo único en lo
que podías pensar cada segundo que se movía de aquí allá era en levantarle
esa faldita y…
—¿Janus?
Me reí. ¿Creía que eso era suficiente? Últimamente estaba hambriento por
ella. Estar constantemente en el plató y no con ella era como una tortura.
Estaba persiguiendo un sueño, pero me separaba de otro. ¿O es que era
como todos y pensaba que todo el tiempo que pasaba con Leander contaba
como tiempo conmigo? Pensé que ella, más que nadie, veía más allá; que
sabía que nuestras similitudes se limitaban a lo físico.
Si fui rotundo, fue solo porque estaba furioso por el hecho de que Lena
hubiese logrado que Hope dudara de mí.
Bajé la mirada.
—¿Qué carajo significa eso? —Los brazos de Hope cayeron a sus costados
y pude notar que estaba pasando de sentir simpatía a enojo.
—¡No fue así! —dije, con un poco más dolido de lo que pretendía.
Hope dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza.
—¿No puedes confiar en que yo no habría hecho algo tan drástico sin una
buena razón?
Cerré los ojos. No tenía ni idea de lo que me estaba preguntando. Pero esa
era la cuestión. No se lo iba a decir. Aun así, negué con la cabeza, aunque le
respondiera con la voz ronca:
—No.
Tener a Hope en mis brazos lo significaba todo. Olía a lilas. Era femenina y
suave, y cuando me dejó acercarme tanto que nuestras frentes se tocaron,
también pude sentir su firme vientre contra el mío.
—Te extrañé.
Volvió a gemir.
Me reí al bajar las manos a su culo y apretarlo. Pero luego me puse serio.
HOPE
O todo esto era una tontería que me decía a mí misma porque sus labios
eran tan exquisitos cuando me besaban mientras me arrastraba al sofá.
—Janus —murmuré.
Quería decir más, que deberíamos ir más despacio, que todavía había
mucho que conversar, que este nunca había sido nuestro problema. Janus y
yo nunca habíamos tenido dificultades para comunicarnos con nuestros
cuerpos.
No tenía mucha experiencia con los besos, pero la forma en que Janus me
besaba, Dios santo… Unía sus carnosos labios con los míos. Era tan suave
al principio. Una vez. Luego otra vez. Luego con una presión creciente
hasta que sentía una necesidad inexplicable por él.
Rozó el borde de mis labios, como si supiera dónde estaba cada punto de
presión placentero; como si me hubiera estudiado para saber dónde estaban
mis zonas erógenas. Y era un excelente estudiante que memorizaba cada
punto que encontraba.
Lo rodeé con los brazos y las piernas y me retorcí. Era un beso. Era solo un
beso, pero…
Los dos nos quedamos tumbados en el sofá sin aliento, enredados el uno en
el otro. Creo que los dos estábamos sorprendidos por lo rápido que pasó
todo.
HOPE
¿Qué iba a pasar si nacían los bebés y yo me quedaba atrapada, sin trabajo,
sin salida? Los pequeños, indefensos, y yo quedaríamos atrapados en la
trampa de estas poderosas celebridades sin nadie a nuestro lado. Presa del
pánico, me levanté de la cama. Janus seguía durmiendo. Siempre tenía el
sueño pesado, hasta en una noche como esta, en la que mi asustadizo
corazón latía tan deprisa que me daba miedo que afectara mi presión
arterial.
Quería que fuera el hombre que yo creía que era. Necesitaba que lo fuera
por el bien de estos bebés y porque lo necesitaba tanto…
¿Qué iba a decidir entonces? ¿Lo que era injusto para él o lo que era injusto
para mí? Me quedé en el umbral de la puerta con el corazón latiéndome tan
rápido que casi me mareaba por el miedo y la indecisión. Yo… No podía…
Hasta que otra fuerte patada de los bebés me hizo salir de la sala.
Capítulo 5
LEANDER
HACÍA un mes que no veía a Hope. Cuatro tortuosas semanas sin ver su
rostro en mi vida.
Janus juró haber hecho todo lo posible el día que fue a verla. Pensar aquello
me enojaba y me hacía rechinar los dientes por el dolor de la pierna cuando
cruzaba la plaza en muletas.
Me sentía como un cavernícola cada día que pasaba sin verla a la cara. Ella
llevaba a mis bebés dentro. La quería en mi puta cueva. Quería cazar
cualquier cosa, matarla y envolverla en sus pieles. Haber estado los últimos
dos meses atrapado en el apartamento por culpa de mi lesión en la pierna…
Clavé las muletas en los adoquines y avancé cojeando más rápido. Estar
atrapado hace que te replantees las cosas. Muchas cosas. Mierda, qué
estúpido fui por haber llevado las cosas así, tanto con Hope como con toda
mi puñetera vida. Hope no confiaba en nosotros porque creía que le
habíamos mentido sobre el pasado, y supongo que así había sido, al menos
por omisión. Dejamos que creyera lo que todo el mundo creía; la imagen
que habíamos proyectado y protegido con tanto cuidado: que yo no era una
gran cagada.
Fui… débil al dejar que mi hermano cargara con toda la culpa, que era mía,
hace tantos años. Él juró que no serían más que unas pocas semanas en el
reformatorio y que el juez sería benévolo con él. Y yo había estado en mal
estado. Sentí como si me estuviera salvando la vida en ese momento. Me
encontró en ese puente y me hizo prometer… Si le dejaba hacer este último
por mí, algo que los hermanos hacían el uno por el otro. Que tenía que
comprometerme a poner mi vida en orden mientras él estuviera dentro, y así
hice.
He estado bien desde entonces. O algo así. Me alejé de las drogas y ahora
solo bebo en eventos sociales. Fui a un terapeuta varios años atrás para
superar algunas cosas. Pero después de lo que Janus pasó, las cosas nunca
fueron las mismas entre nosotros. Nos hice daño. Sé que fue así.
Hay cosas de las que no te puedes recuperar. Así que tal vez estoy
recibiendo lo que siempre merecí. La parte de mí que fue a terapia decía
que éramos muy jóvenes y que nunca merecimos toda la mierda que nos
pasó sin estar preparados. Y esa misma parte de mí reconocía que eso
influyó en todo lo que vino después.
Conocer a Hope y las emociones tan fuertes que evocó en todos nosotros
volvió a removerlo todo. Ella sacó a la superficie todos los viejos
resentimientos, rivalidades y mucha mierda que ni siquiera entendía
todavía. Solo sabía que la necesitaba y que me estaba ahogando sin ella.
Yo también podría ser el hombre que necesitaba que fuera. Daría un paso
adelante. Le he estado dando el espacio que Janus dijo que necesitaba,
aunque me estuviera matando. Porque, aunque aún no era un buen hombre,
podría serlo. Podría serlo para ella. Nunca antes había encontrado una razón
que fuera tan convincente.
—¿Dónde está? Mierda, dime que sigue en Italia. ¿En qué hospital está?
Hice señas a un taxi que se detuvo, empujé a un joven con aspecto de turista
y tiré las muletas detrás de mí.
No lo haría. Por una vez en mi vida, no iba a arruinar las cosas. Empezaría a
ser un buen hombre hoy mismo.
Capítulo 6
HOPE
LOS OJOS me ardían por contener las lágrimas desde que me desmayé y
desperté en el suelo.
—¿Y los bebés? ¿Están bien? —le pregunté a la doctora por enésima vez—.
¿Segura?
La doctora de urgencias, una mujer joven de unos treinta años con rizos
negros y piel aceitunada, me sonrió con amabilidad.
—Todo parece estar bien. Los latidos de ambos son fuertes, no parece que
estén en peligro. Ahora que han pasado quince minutos desde que te
tomaste las pastillas de hierro, deberías empezar a sentirte mejor.
—Pero los has sentido moverse desde entonces. Sentimos juntas el piecito
que me pateó la mano durante el examen, ¿cierto? Escuchamos sus latidos
fuertes. ¿Lo recuerdas?
Parpadeé rápidamente, todavía intentando calmar mis latidos.
—Ahora, respecto a los mareos que has estado teniendo, en unas horas nos
llegarán tus análisis de sangre. Dijiste que has estado tomándote el ácido
fólico, ¿cierto?
Aun así, volvía todos los días a la tienda de Giuseppe a comprar mi porción
diaria. Era gregario y, a estas alturas, ya conocía toda la historia de mi vida.
A él le encantaba alimentar a una estadounidense embarazada. Estaba
particularmente emocionado porque tendría gemelos. Siempre decía que yo
«no tenía la panza tan grande como debía», y que tendría que «encargarse
de ello».
Creo que le gustaba practicar su inglés todos los días y tener a alguien que
no fuera su guapa mujer de dientes separados con quien coquetear todo el
día. Era una de las razones por las que pasaba las tardes en su tienda.
Giuseppe y su mujer rondaban los sesenta años y llevaban casados casi
cincuenta. Se hicieron pareja cuando ambos tenían diecisiete años.
¿No quieres hablarme del pasado? Perfecto. Entonces cómeme hasta que
estés dispuesto a hacerlo.
—Te he dicho que mis hijos están en peligro y tienes que dejarme pasar.
¿Tienes idea de quién soy? Más bien mi hermano. ¿Sabes quién es mi
hermano?
¿Qué?
—Mierda.
—¡Lo has llamado! —siseé, sin saber si estaba furiosa o abrumada después
de todo lo que ya había pasado.
Exhalé un largo suspiro a través de mis dientes, luego extendí la mano hacia
su brazo.
—Más vale prevenir que lamentar —dijo Makayla, y asentí con la cabeza.
—Exacto.
—Gracias a Dios.
Eso era todo lo que aparentemente podía decir. Una y otra vez. Sus dedos
empezaron a peinarme y, finalmente, todas las lágrimas que había estado
conteniendo con tanto coraje estallaron. Sollocé en su pecho y él me abrazó,
murmurando:
Nunca me había sentido más desamparada que con estos pequeños seres
que ni siquiera habían tomado su primera bocanada de aire. Por fin habían
superado las treinta semanas y eran teóricamente lo bastante grandes como
para sobrevivir fuera del útero —en una UCI, claro—. Estaban indefensos y
eran completamente dependientes de que no metiera la pata en cosas como
no tener hierro en el cuerpo. Entonces vengo y me desmayo y lo echo todo
al abismo.
Pero que Leander fuese dulce cuando esperaba que se comportara como un
imbécil… Cuando esperaba que me gritara por no tener cuidado con sus
hijos…
No.
HOPE
—Sí creo. Porque te desmayaste y caíste de bruces. Estás loca si crees que
te perderé de vista. Volverás conmigo donde Milo y yo podamos vigilarte
durante el resto del embarazo.
Cada palabra que salía de su boca encendía mi mecha. Había dicho todas
las palabras correctas en el hospital, pero era yo la que alucinaba otra vez.
Aparté la mano con la que me sujetaba la cintura. Era impresionante que
hubiese podido mantenerme agarrada, teniendo en cuenta que seguía
usando las muletas, y podía notar que le dolía la pierna. Eso hizo aún más
evidente que no podía manipularme. Ja.
—Ya no puedes darme órdenes. ¿No has aprendido nada? Creía que estabas
cambiando, pero veo que eres el mismo de siempre, ¿no?
Mierda. Este debía ser mi fin, porque todo lo que acababa de decir me
parecía… excitante y reconfortante.
La cara de Leander estaba algo roja por todas sus pataletas, pero al oírme,
sus mejillas palidecieron. Aún tenía los dientes apretados, pero asintió.
—De acuerdo.
HOPE
—De acuerdo. —Miré fijamente a Leander a través del asiento trasero con
expectación y crucé los brazos sobre el pecho—. Hablemos. Tienes un
pasado y quiero que me hables de eso.
—¿De verdad quieres hablar de esa mierda ahora? —preguntó Leander con
las cejas arqueadas—. ¿Ahora?
Además, estaba cansado, eso también podía verlo con claridad. Agotado, de
hecho, a juzgar por sus ojeras. Ni siquiera después de su accidente lo había
visto tan cansado. Tal vez fuera la fisioterapia que había estado haciendo,
que obviamente lo había estado presionando.
—Escucha, te contaré todo lo que quieras saber. Pero, sea lo que sea que te
vaya a decir, no te irás.
Se me cortó la respiración.
JANUS
—Cariño —dije, y mi voz sonó ronca cuando mi intención era ser amable
—. Estás en casa.
Mil palabras más se me atascaron en la garganta. Todas las cosas que quería
decirle. Todas las conversaciones que había tenido con ella en mi cabeza
cuando no estuvo. Todos los juegos de las veinte preguntas a los que había
jugado solo, imaginando sus respuestas y devolviéndole las mías,
abriéndome como ella siempre había querido. Pero nada de eso salió.
Alcancé a decirle entre jadeos:
—Estás en casa.
Ella asintió, con lágrimas brillando en sus ojos y luego se lamió los labios.
Eso fue todo. La besé, y mis grandes dedos se colaron entre las ondas
brillantes de su pelo para poder acariciarle el cráneo justo en el cuero
cabelludo. Necesitaba saber que era real y necesitaba acercarla a mí todo lo
que pudiera.
Me sorprendió que aún estuviera vestida cuando entré. No sabía cómo mis
hermanos no la habían desnudado ya. Ella y Leander debían de haber vuelto
unos segundos antes de que yo llegara. Mis manos se posaron en el
dobladillo de su camisa, chocando con las de Milo mientras juntos
maniobrábamos para levantarla. Ella levantó los brazos para ayudarnos. Mis
dedos rozaron su vientre. Qué barbaridad. Estaba embarazada de nuestros
bebés.
Unas líneas rosas pálidas, como telas de araña, estaban pintadas en su pelvis
y me arrodillé. La mirada de Hope seguía clavada en la mía cuando empecé
a besar una de sus líneas. Tenía la respiración acelerada, nuestras miradas
desprendían electricidad mientras yo le bajaba sus pantalones de
maternidad, sin dejar de besarla.
—Janus —susurró.
Metí la nariz entre las dos suaves rodajas de limón que eran su feminidad.
Luego saqué la lengua y le lamí la abertura lentamente. Gruñí. Dios, había
echado de menos el sabor de esta mujer. Mi mujer. Mi pene, aún duro, no
paraba de hincharse. Bajé una mano para desabrocharme los vaqueros y me
los quité de un tirón para liberar la presión. Luego me incliné con fuerza,
husmeando y presionando profundamente la boca en el ápice de su monte
de venus.
—Di mi nombre.
—¡Janus! —gritó mientras yo volvía a bajar a chupar con todas mis fuerzas
y la llevaba a su primer orgasmo estremecedor de la noche, porque sabía
que, con mis hermanos erectos a cada lado de mí, iba a tener muchos más.
Capítulo 10
LEANDER
Pensé que Janus me mandaría a la mierda, pero por una vez no fue así. Su
pene estaba duro y pendía de sus piernas. Ayudó a Milo, quien estaba en
una situación similar, mientras ayudábamos a nuestra mujer a ponerse en
cuatro. Le di unos golpecitos en el culo para que se arrastrara hasta el borde
del sofá y, con mis muletas, me moví para que mi pesado pene quedara
frente a su cara.
Me miró, la imagen más dulce de inocencia, mientras su vientre —la prueba
de lo bien que la habíamos follado— estaba apoyado en el sofá con nuestros
futuros hijos dentro.
—Di mi nombre.
—Leand…
—Hoy es nuestra perra y la follaremos como tal para que sepa exactamente
cuál es su sitio. La impregnaremos de nuestros fluidos.
—Di mi nombre.
Volvió a abrir los ojos de par en par como buena chica y solo dudó un
momento antes de hacer lo que le decía: escupió. Cielos, qué excitante fue.
Volví a meterlo entre sus labios húmedos. Con la mano, moví la gorda
cabeza de mi pene por el interior de su boca. Su pequeña lengua lamía
furiosamente la punta, volviéndome loco.
—Fóllala ahora —le dije—. Está tan lista que, si no lo haces, se va a correr
nada más que con mi pene en la boca. Se siente delicioso sentir su cuerpo
apretándote, eres un idiota de mierda si no…
—Ahora estás entre nosotros, nena —dije, poniéndole una mano en la nuca
a Hope.
A diferencia de Janus, no le cogí la cabeza con suavidad. Tiré de su pelo
hasta que arqueó la espalda y los ojos se le pusieron en blanco. Empezó a
temblar. Saqué mi pene de su garganta para darle un respiro; sabía que la
estaba forzando, pero todos lo necesitábamos.
Milo parecía sorprendido, pero se dio prisa para ocupar el lugar que yo
acababa de dejar libre.
La halé por el pelo mientras Milo le metía el pene entre sus labios. Luego
me agaché y le susurré al oído mientras mis hermanos la follaban:
Gritó con el pene de Milo dentro y extendió una mano hacia mí. La sujeté y
estrujé con fuerza, mientras que, con la otra mano, me froté con furia el
pene.
—Nada puede detenernos cuando estamos juntos —le dije mientras sus
uñas se clavaban en mi piel—. Ahora suéltate, nena. No intentes
controlarlo. No lo pienses demasiado. Eres solo una perra a la que follan.
—Te daré un regalo especial, nena. Sigue follando y chupando como una
niña buena.
MILO
—Gírate hacia mí. —La ayudé a darse la vuelta en el sofá, con una mano
hacia abajo para sostener su vientre mientras se daba la vuelta torpemente.
Una vez que estuvo boca arriba, limpiándose el semen de Leander de la
barbilla con la muñeca, no pude esperar más.
—Por favor —repetí, y esperé a que Hope por fin se fijara en mí. Lo hizo, y
atesoré la mirada de sus ojos lujuriosos mirándome. Solo cuando tuve su
atención, le pedí—: Di mi nombre.
Bajó las manos hasta mi cara y me dedicó una sonrisa. Compartir este
momento solos significó todo para mí.
Hope odiaba a los mentirosos y yo era el peor, pero ella solo sonrió más
cuando agarré su cadera con tanta fuerza que mis dedos se clavaron en su
carne suave. Mi pene no era tan grande como el de los gemelos, ni tan
grueso, pero era un muy buen observador y había pasado muchas horas
explorando a Hope con mis manos mientras los otros la follaban.
Así que sabía exactamente dónde tocar para darle placer cuando moví las
caderas y mi pene entró en contacto con su sexo, que estaba empapado con
sus propios fluidos y el semen de mi hermano… Entonces la penetré, y la
presión de su coño fue perfecta. Era mejor que todos mis sueños, y había
fantaseado tanto con este momento.
Cielos, no podía creer que por fin estaba follando el sexo de Hope. Me
costó mucho no correrme en ese mismo momento. Solté su cadera y, con
una mano, apreté el borde del cojín del sofá. Casi me muerdo la lengua por
el esfuerzo de no correrme mientras salía y luego volvía a introducirme en
su apretada cueva.
—Sí.
Apreté los músculos del vientre y del culo todo lo que pude para contener la
marea a punto de desbordarse del placer. Giré las caderas para que mi ingle
rozara su clítoris cada vez que la penetraba. No iba a dejar a mi diosa sin
placer la primera vez que la follaba, robando lo que no era mío, aunque ella
nunca tenía que saber nada.
Nadie tenía que saber nada. Un secreto seguiría siendo un secreto mientras
que nunca se compartiera. Mi madre me había enseñado eso.
Empecé a follar a Hope con más fuerza. No la penetré más hondo; no quería
molestar a los niños, después de todo. La follaba y chocaba contra su pelvis
para que tener muchísima fricción a medida que entraba y salía de ella. Y
eso significaba que también estaba apretando su clítoris, lo que…
—¡Ah, sí! —gritó, arañándome la espalda con sus uñas, que se sentían
como garras.
Mierda, sí.
—¡Milo!
Subí una de mis manos a la parte superior del sofá para equilibrarme allí y
poder inclinarme a chupar uno de sus enormes senos mientras la hacía mí.
Era difícil, teniendo en cuenta su abultado vientre, pero me las arreglé para
hacerlo. Cielos, sus pechos eran una locura. Esas dulces y gordas tetas
estaban a punto de henchirse de leche… Y me imaginé chupándola mientras
me la follaba, con su leche derramándose sobre mis labios… Era la cosa
más sucia y jodidamente obscena que jamás había…
El semen empezó a salir a chorros de mí. Le mordí el pezón como sabía que
le gustaba. Ella aulló y clavó las uñas en mi culo. Me ordeñó. La penetré y
me vacié por completo dentro de mi diosa.
—Di mi nombre —jadeé por última vez; era jadeo de un moribundo feliz.
No, ella nunca tendría que saber nada. Podíamos ser así de perfectos para
siempre.
Capítulo 12
JANUS
ES el último mes de rodaje y estoy actuando mejor que nunca. Puedo decir
que estoy dándolo todo en las actuaciones a pesar de que no estoy
durmiendo bien por las noches.
Nuestra mujer está en casa, y no estoy seguro de si todos los problemas que
antes alejaron a Hope han desaparecido, o si los ha puesto en pausa o qué.
Pero la vida es más simple que nunca.
Cuando llego a casa esta noche, ya tiene semen seco en el pecho y semen
húmedo escurriéndose por la cara interna de su muslo mientras está
acomodada entre Milo y Leander en la cama de atrás. A diferencia de antes,
no me molesta que me dejen de lado. Me hace sonreír. Son mi familia.
Ella tenía necesidades y mis hermanos se ocupaban de ellas. Perderla,
aunque solo hubiese sido por un mes, me hizo ver las cosas con perspectiva,
y cuando me devuelve la sonrisa, es como si saliera el sol, aunque eso no
ocurrirá hasta dentro de media hora. Ella es mi sol y mi luna, y estoy
perdido por ella.
Milo se mueve cuando ella lo hace. Presta mucha más atención a sus
movimientos desde que su embarazo avanzó más.
HOPE
Chillé por lo bajo. Dios, no sabía que tantos lugares de mi cuerpo estuvieran
conectados directamente a mi… Arqueé la espalda de placer, apoyé el
vientre contra el hombre que tenía delante —en la oscuridad no podía
discernir quién era—, y moví el culo hacia atrás, hacia la erección que
estaba a punto de envestirme.
—Eso es, nena —gruñó una voz grave detrás de mi oreja mientras un
segundo par de manos me sujetaba por las caderas. Era Janus. Janus estaba
detrás de mí, y Milo delante.
—Sí —gemí.
Dios mío, nunca había estado tan... tan endemoniadamente excitada en mi
vida como en la última semana desde que había vuelto. Si no estaba
durmiendo o comiendo, y a veces incluso durante esto último, nos
estábamos poniendo las manos encima. Había decidido ceder a lo que mi
cuerpo obviamente quería. ¿No era eso lo que decían siempre los libros de
autoayuda? ¿Escucha a tu instinto? Bueno, en ese momento mi instinto
quería que me follaran. Y... demasiado.
Janus clavó los dedos en mi muslo mientras su pene hacía presión contra mi
culo. Estaba húmedo, lo que significaba que ya se había lubricado. Mierda,
eso era muy sensual. ¿Por qué me parecía tan sensual? Dios mío, ahora
estaba penetrándome...
Maullé y flexioné los dedos de los pies, a los que Leander sujetaba con sus
firmes manos. Los dedos fuertes y delgados de Milo empezaron a separar
mis pliegues húmedos.
Mis hombros empezaron a temblar y puse los ojos en blanco ante la intensa
plenitud a mi espalda mientras Milo jugaba así con mi sexo.
Estaba atrapada entre dos penes que llenaban mis dos orificios. La piel que
los separaba era tan fina que, durante ese breve instante en que ambos
entraron de una forma tan hermosa, casi se besaron dentro de mí…
Pero eso fue todo en lo que pude pensar; una reacción instintiva porque
necesitaba más. Las manos de Leander desaparecieron momentáneamente
de mis pies y luego se oyó música. Era una canción sensual y oscura, una
mujer cantaba guturalmente y el bajo retumbaba como el latido de un
corazón. Un hombre comenzó a cantar con armonía y…
Janus me cogió del cabello y me echó la cabeza hacia atrás mientras Milo
volvía a penetrarme. Sentí los labios de Milo cerrarse en mi pezón. Estaba
loco por mis senos desde que volví. Siempre se había portado como un
adolescente cachondo, pero ahora estaba adorablemente obsesionado. Y,
cielos, cuando me chupaba así, con sus dientes rozando ligeramente mi duro
pezón...
Cuando Janus llegó hasta el fondo, Milo me penetró unas cuantas veces y…
Ah…
Se…
Sentía…
Tan…
Bien…
Que…
Ni…
Siquiera…
Podía…
Un profundo orgasmo comenzó a formarse dentro de mí cuando Milo
presionó mi punto G muy rápido, como si fuera un puto vibrador, al tiempo
que insistía, como siempre, en chupar mi pezón…
—Cambiemos.
Capítulo 13
LEANDER
Rodeé la cama y empujé la cabeza de Milo para que se moviera más rápido.
El muy cabrón estaba tan obsesionado con las tetas de Hope que se quedaría
allí para siempre si no le ayudaba a moverse. Quizá si se portaba bien le
dejaría correrse en ellas.
Los ojos de Hope por fin se habían adaptado a la oscuridad porque sonrió
cuando me acerqué a su cara y, como podía ver, abrió la boca
obedientemente. Cielos, no me merecía a esta mujer. Tragué con fuerza. No
podía creer que hubiera estado tan cerca de perderla y aún podría estarlo si
la volvía a cagar.
Bajé hasta el nivel de la cama. Ella pareció sorprendida cuando mis labios
se encontraron con los suyos, lo que me hizo sentir todas las cosas posibles.
Necesitaba saborearla. Lamí su carnoso labio inferior y mi pene palpitó con
fuerza. Bajé la mano para tocarla.
Janus volvió a halarle el pelo para que su cuello quedara a mi vista. Miré a
Milo comiéndosela. Sus enormes senos chocaban con mi pecho mientras
ella se estremecía de placer. Conocía su cuerpo tan bien como para saber
que después de que la hiciéramos llegar al clímax, podríamos extender su
placer durante un buen rato. El embarazo había causado un desenfreno en
ella que la hacía tener orgasmos más intensos y largos de lo que sabía que
una mujer podía tener.
Chupé con más fuerza y ella gimió tan fuerte que podría despertar a todo el
barrio. Apreté mi pene enérgicamente; moví las caderas hacia delante y
hacia atrás mientras la follaba. Temía hacerle daño si se lo hacía con tanta
fuerza como deseaba en este momento.
Ella se revolvió.
—Cambiemos —grité con la garganta tan seca que mi voz salió áspera.
Mi semen salió con tanta potencia y fuerza que tuve que doblarme hacia
adelante y mis pelotas le golpearon el culo a Hope. Y me quedaba más. Lo
saqué y la penetré de nuevo, embistiendo su sexo hinchado hasta que ella se
estremeció con un último orgasmo.
HOPE
Aún no había obtenido las respuestas que buscaba. En parte por cobardía,
porque temía que no me gustaran las respuestas estando los chicos tan
reacios a contarme la verdad sobre su pasado, y en parte porque estaba a
punto de estallar. Las últimas semanas desde que había vuelto de Milán… A
veces me sentaba bien desconectarme de la vida real y entregarme a ellos en
cuerpo y alma. Cuidaban muy bien de mí.
Estar tan cerca del final del embarazo se sentía como estar llegando a la
cima de una aterradora montaña rusa de la que no podía bajarme. Quería
levantar la mano y decir: «Perdón, ¿puedo bajarme ya de esta puta
atracción? No quiero enfrentarme al bucle infinito que hay más adelante.
Me aterra».
Puse los ojos en blanco. Obviamente solo había una respuesta. El mero
hecho de que lo mencionara me hizo tener ganas de hacer pis. Pero
últimamente todo me daba ganas. No bromeaban con eso de que las
embarazadas necesitaban usar el baño cada dos segundos; al contrario, era
muy verídico. Y casi no llegaba al baño a tiempo.
Janus rodaba hoy, así que nos habíamos despedido antes. Se quedaría dos
semanas más para terminar el rodaje y luego se reuniría con nosotros en
Florencia. Me di la vuelta por última vez y me despedí del apartamento que
había sido nuestro refugio mientras estos bebés en mi vientre crecían. Y
mientras los chicos cargaban con las últimas maletas, yo me agarraba a la
barandilla con una mano y a mi enorme vientre con la otra para bajar las
escaleras.
Estaba cansada y me dolían los pies cuando Leander y Milo me ayudaron a
subir al asiento trasero de la enorme furgoneta de lujo que nos esperaba. Por
dentro, estaba dispuesta como una limusina, con los dos bancos traseros
posicionados frente al otro y un montón de espacio para las piernas. Había
un pequeño bar debajo de las ventanas oscurecidas. Podíamos ver hacia
fuera, pero nadie podía ver hacia dentro.
—No pasa nada. Tenemos privacidad aquí. Nadie puede vernos ni oírnos.
En Florencia estaba uno de los mejores hospitales del país, así que allí fue
donde Leander y Janus habían decidido que diera a luz. A Leander no le
habían impresionado los médicos de Padua desde que no pasaron por alto
que iba a tener gemelos en la primera ecografía. Por más que intentara
debatir que no había sido necesario utilizar un equipo de imagen más
grande, ya que los latidos —o los latidos sincronizados, como descubrimos
después— eran muy constantes.
Milo se limitó a sonreír. Ah, sí, había sido un participante muy activo
anoche.
—No —dijo Leander con dureza, pasándose una mano por el pelo y
mirando por la ventana mientras se apartaba de mí—. Maldición, ¿eso es lo
que piensas?
—¡No sé qué pensar! —grité—. Sólo sé que hay algo que me estás
ocultando y temo que una vez que me lo digas te odiaré.
—Como ahora mismo llevas a mis hijos en tu vientre, lo dejaré pasar, pero
no hay tiempo para que te comportes como una niña.
Resoplé con furia, queriendo darle un puñetazo con mis enclenques puños.
Exhalé, dedicándole una mirada mordaz que indicaba que estaba esperando.
—¿Qué demonios significa eso? —pregunté, cada vez más alterada—. ¿Por
qué no me cuentas directamente lo que pasó?
Todavía tenía lágrimas en las mejillas por el sueño y estaba tan furiosa…
Leander desvió la mirada hacia abajo y una sonrisa oscura hizo que las
comisuras de sus labios se curvaran hacia arriba.
Milo hizo eso que se le daba tan bien con los dedos, encontrar las zonas
más sensibles de mi interior y masajear, tirando de mi carne desde dentro
para acercarla a sus labios…
Espera, ¿qué...?
HOPE
Me quedé mirándolo con los ojos llorosos antes de que me diera otra
contracción y ya no pudiera pensar en nada más que en el dolor.
—¡Mierda! Solo hay dos minutos entre cada contracción. Eso es malo, ¿no?
—¿Por qué no leíste el libro? —preguntó Milo—. ¿Acaso soy el único que
leyó el libro?
—Lo siento, signore, estamos a treinta minutos. Aquí nada más hay
pueblos.
Cielos.
—¿Por qué coño te ha parecido buena idea dar un largo paseo en auto por la
puta nada cuando estoy a término? —le grité, pero me interrumpió otra
contracción que me hizo retorcerme en el asiento. Sudaba en el vestido que
llevaba puesto y, aunque sabía que el aire acondicionado estaba a tope,
hacía demasiado calor—. No puedo respirar —jadeé en cuanto pasó la
contracción y pude volver a recuperar el aliento. Era horrible, porque sabía
que el dolor punzante estaba a punto de regresar.
—Solo intento ver lo cerca que están de coronar —dijo Milo con una mano
tranquilizadora en mi pierna.
—No están ni cerca de salir —grité, jadeando con fuerza. Solamente había
leído cómo respirar cuando duele y había visto algunos videos en YouTube.
Todo eran tonterías. Este dolor era peor de lo que jamás pensé. Quería la
epidural. Todo el mundo decía que con gemelos seguro que me pondrían la
epidural, si es que no me hacían una cesárea.
¡No se suponía que tenía que ponerme de parto en medio de una pequeña
carretera italiana!
¿Qué demonios estaba pasando ahora? Milo me separó las piernas cuando
sentí la próxima contracción en mi vientre. Intenté prepararme, agarré
frenéticamente cualquier sitio del que pudiera agarrarme, pero, mierda,
nada era suficiente para prepararme para…
—¡MADRE MÍA! —grité con todas mis fuerzas y la furgoneta dio un giro
brusco.
—No creo que haya tiempo —espetó Milo, mirando a su hermano—. Está
coronando y no puede dar a luz mientras ese maldito loco conduce por la
carretera de esta manera.
—Detente. Ahora.
Y, al parecer, el conductor lo hizo encantado. Nos detuvimos en seco. El
cinturón de seguridad seguía aferrado a mi vientre, apretado y palpitante,
socavándome. Mierda, ¿les haría daño a los bebés? Maldita sea, Milo
podría tener razón. Este loco viaje a través de un campo incierto no era
seguro para ninguno de nosotros.
Giancarlo me miró por encima del hombro y el desastre que había hecho en
su lujoso asiento trasero. Obviamente, no se había dado cuenta de que las
cosas habían ido tan lejos. Abrió los ojos como platos y miró
acusadoramente a Leander, que se limitó a arrojarle el móvil a la cara.
Grité de dolor y pánico a la vez. ¡Tenían que esperar! Intenté cerrar los
muslos como si eso fuera a contenerlos, pero el dolor en aumento me
impedía hacer otra cosa que gritar y agarrarme con todas mis fuerzas al
cinturón de seguridad de un lado y…
Leander me agarró por fin la otra mano con fuerza. Había dejado de
asustarse, al parecer. Bueno, cuando me quedé sin fuerzas por la
contracción y lo miré, sus ojos parecían un poco desesperados… o bastante.
Pero me sujetó con firmeza.
—No, no, no —murmuré, con lágrimas saliéndome de los ojos. Esto no iba
a ocurrir aquí.
Pero Milo se limitó a abrirme las piernas mientras Leander abría una botella
de vodka del bar y la derramaba profusamente sobre las manos de Milo. Y
entonces Milo volvió a ponerse entre mis piernas, tenía la cabeza aún más
fría que Leander mientras evaluaba qué demonios estaba pasando ahí abajo.
—Puedo ver la coronilla de una cabeza, nena —dijo, poniendo una mano en
mi rodilla—. Creo que has dilatado por completo.
LEANDER
No era la lujosa suite del hospital de Florencia que había reservado. No,
estábamos en un pequeño y modesto hospital que fue lo más cercano que
encontramos después de que mis hijos nacieran en la parte trasera de una
furgoneta en el arcén de una carretera. La ambulancia llegó diez minutos
después de que Milo asistiera el parto de mi hija. Nos ayudaron con la
placenta y luego vinimos todos. Hope se durmió casi inmediatamente
después de que las enfermeras la ayudaran a intentar alimentar a los bebés
limpios. Y ahora aquí estábamos.
Se me saltaron las lágrimas de los ojos tanto al recordar el parto como al ver
a la pequeña fuente de perfección descansando en mis brazos. Janus venía
hacia aquí ahora mismo. Le habíamos llamado, por supuesto, y vendría,
aunque tendría que dar media vuelta y volver a conducir dos horas para el
rodaje después de una breve visita. Los grandes presupuestos de producción
no esperaban a ningún hombre. O bebé. Sobre todo, cuando se suponía que
era Leander y nadie sabía que esos bebés podían ser tanto su hijo y su hija
como míos.
Esto no era nada de lo que había pensado que quería. Los niños siempre
habían sido un tema vetado para mí. Punto. Sobre todo, después de mi
infancia y adolescencia… Dios. De ninguna manera quería ver a ningún
hijo mío pasar por eso.
Milo había traído a mis hijos a este mundo con mano firme y, aunque lo era
ya antes, eso lo consolidaba como mi hermano de por vida. Ahora éramos
una familia inquebrantable.
—Mira, hay algo que tengo que decirte —dijo Milo susurrando.
Alcé las cejas. ¿En qué podría estar pensando en un momento así?
—¡Ya llegué! ¡Ya llegué! —gritó, tan alto que los dos bebés se despertaron
y empezaron a llorar.
Capítulo 17
LEANDER
Diana era un encanto, pero Paul era un diablillo. Nunca estaba contento. Le
llamaba por su apodo porque me negaba por principio a ir por ahí
diciéndole Apolo a un bebé pequeño. Sin importarme cuánto argumentara
Janus que un par de gemelos nacidos donde nacieron, niña y niño, tenían
que llamarse Diana y Apolo.
Hope juró que no confiaría en ninguna ayuda externa con los bebés. Dijo
que había manos de sobra con ella, Milo y conmigo, sobre todo después de
que Janus terminara de rodar y todos tuviéramos un pequeño paréntesis
antes de que empezara a rodarse la siguiente temporada de Géminiss.
Quería que Milo les contara a Hope y a Janus lo que me había contado a mí.
De verdad. Lo intenté un montón de veces. Pero cielos, ¡tenía que cuidar a
los bebés! Nunca había cuidado a un bebé en mi vida. ¿Cómo podían
darnos el alta en el hospital con estos dos pequeños seres humanos? ¿En
qué demonios estaban pensando? ¿Solo lo hacían los hospitales italianos?
Mientras tanto, me quedé solo con una bebé de tres semanas a la que intenté
mantener con vida durante los siguientes veinte minutos mientras Hope se
duchaba. No la dejé caer. ¿Eso contaba como una victoria de la paternidad?
Era una mierda total en esto. Así que no era como si pudiera contarle a
Hope en ese momento la bomba que Milo me había soltado. Ni el día
siguiente. Ni la semana siguiente.
Y ahora aquí estaba, ocho semanas después de que Milo me lo contara por
primera vez y estos bebés hubieran venido al mundo. Parecía que había
pasado un día o un año. El tiempo había entrado en un extraño túnel en los
últimos dos meses. La mitad del tiempo apenas distinguía el arriba del
abajo. O estaba haciendo eructar a un bebé, cambiando un pañal, intentando
calmar a un bebé inquieto, lavando a un bebé, lavando ropa de bebé,
ayudando a Hope con algo o durmiendo unas horas hasta que el siguiente
bebé empezara a llorar.
Janus había llevado hoy a Hope al médico y, al parecer, por fin le habían
dado el visto bueno para... Hope se dio la vuelta, con el rostro radiante a
pesar de las bolsas bajo los ojos.
—Será mejor que me hagan sentir como una mujer y no como una madre
durante los próximos quince minutos. Milo, ¿tienes el monitor del bebé?
Le miré fijamente. Había sido mi familia desde que era solo un niño y había
perdido a mis padres. Aparte de Janus, era la única otra persona en mi vida.
Ni siquiera podía enfadarme con él por lo que había hecho. ¿Cómo podría?
Su acción imprudente y tortuosa fue… una traición a Hope y a todos
nosotros, pero al mismo tiempo me había dado a mi hijo y a mi hija.
En unos instantes, estaba desnuda ante nosotros. Era casi asombroso verla
tan desnuda y suculenta ante nosotros. Durante tanto tiempo solo habíamos
sido... cuidadores. No éramos más que un montón de brazos, manos, piernas
y, en el caso de Hope, pechos, al servicio de esos dos bebés en la otra ala de
la casa. Pero ahora, con solo mirarla, mi pene se endureció de una forma
que casi había olvidado que podía hacerlo.
Me arrodillé frente a ella. Le besé las rodillas una a una. Qué preciosa
carne. Luego subí por sus muslos. A cada lado, mis hermanos se unieron a
mí. Estaba furioso con Milo, pero no le rechacé cuando se arrodilló a mi
derecha mientras Janus se posicionaba a mi izquierda.
Janus acarició el culo de Hope y ella le miró. Un poco desesperada. Casi
salvaje. Se agachó y agarró el pelo de Janus con fuerza, y luego le suplicó:
Al parecer, su mensaje fue recibido alto y claro, porque mientras ella seguía
agarrada a su pelo, Janus alzó la mano y le azotó el culo. Por el ruido
erótico y agudo que emitió, cualquiera diría que uno de nosotros le estaba
chupando el clítoris.
Janus abrió las fosas nasales y nos miró brevemente a Milo y a mí, antes de
sonreírle de nuevo a Hope.
—Sí, nena. Siempre que lo pidas con tanta amabilidad, te daré diez. Pero
solo si me suplicas por cada uno. Inclínate sobre el sofá para que pueda ver
ese culo rosado con las huellas de mis manos.
JANUS
Cuidar bebés era el trabajo más libre de ego del planeta. No les importaba
mi fama ni la falta de ella. No les importaba una mierda si era yo o Leander
o Milo quien acababa limpiando la mierda que depositaban en su pañal y
que se había deslizado por sus espaldas arruinando otro conjunto. Todavía
no podía comprender cómo sus pequeños cuerpos eran capaces de producir
tanta mierda. Eran como pequeñas fábricas que trabajaban sin parar.
Nadie me había preparado para eso. En cuanto les cambié los pañales una
vez más y logré que ambos se durmieran a la vez, podrías apostar a que fui
a lavarme las manos y los antebrazos.
—Sí —gimió en susurros—. Que sean dos. Por favor, papi, ¿me puedes dar
otra?
—Así, amor. Déjate llevar. Libérate. No tienes que preocuparte por nada.
Deja que tus papis se hagan cargo.
Ella asintió en las almohadas del sofá. Le froté la base de la columna para
reconfortarla un poco más y luego la agarré del pelo. Se había soltado las
trenzas con las que solía andar estos días, justo después de cerrar la puerta.
Fruncí el ceño sin entender. Miré a Milo para comprobarlo, pero el cabrón
tenía los ojos clavados en las tetas de Hope, como siempre. Estaban
colgando justo debajo del borde del sofá y, con toda su excitación, habían
empezado a soltar leche. En menos de un segundo Milo estaría inclinado
lamiéndola. Nunca le bastaba. «Sucio cabrón», dije entre risas para mis
adentros.
Bueno, no iba a desperdiciar el subidón de Hope por los azotes, así que, con
cuidado, cogí las caderas de mi mujer, alineé mi pene y, lentamente, tan
lentamente para asegurarme de que no le estaba haciendo daño, me abrí
paso en el hogar de seda que era su sexo.
Capítulo 19
HOPE
ESTO SÍ QUE era el paraíso. Estando de rodillas, con los codos apoyados
en el borde del sofá y el pene de Janus entrando en mí… Dios mío, gracias.
No sabía cómo me iba a sentir después. Una pequeña, bueno, gran parte de
mí temía que no fuera lo mismo después de los bebés. Pensé que sería
diferente. Pero mientras mi cuerpo se aferraba al pene de Janus, se me
llenaron de lágrimas los ojos. Janus empujó hasta el fondo y se sintió
extraordinario. Todo volvió.
Y, gracias a Dios, también volvía a ser yo. No era una madre, tampoco un
par de tetas que tenían que alimentar a dos bebés hambrientos. No estaba
preocupada porque sabía que, aunque se oyera un quejido en el monitor de
bebés, otra persona iría a atenderlo y yo podría seguir… Janus salió de mí y
volvió a penetrarme. Sí. Un impulso recorrió nuestros cuerpos mientras
Janus se inclinaba sobre mi espalda. Su corazón y el mío latían al unísono
mientras Leander se acercaba a nosotros.
—No hay más mundo que este —me susurró Leander al oído—. Ahora eres
nuestra perra. Solo estás aquí para que te follen, cariño.
Maldita sea, a veces Leander podía ser tan despistado, pero otras veces,
como ahora, sabía exactamente lo que necesitaba. Gemí y me sujeté de los
cojines del sofá.
Milo llevó su boca a mi pezón y me chupó. Sentí que salía leche, pero no
era nada comparado… Leander se inclinó desde el otro lado.
—Se siente tan bien movernos todo juntos así —dijo Leander, y por la
tensión de su voz me di cuenta de que se estaba tocando. Imaginé su mano,
con sus venas fuertes, acariciándose el miembro. Idéntico al que tenía
dentro de mí. Leander siempre se tocaba lenta y constantemente. En
cambio, Milo era tan rápido que era como un staccato veloz mientras subía
y bajaba la piel por el tronco con brusquedad, mientras la parte inferior del
puño chocaba con fuerza contra sus testículos cada vez que tiraba hacia
abajo.
Milo se movió hacia mi otro pecho y me agarré al borde del sofá cuando los
gemelos empezaron a penetrarme juntos. Janus no tenía piedad con mi culo.
Aunque no habíamos practicado ningún tipo de sexo, excepto el oral, hasta
que el médico lo autorizó, Janus había disfrutado mucho jugando con sus
dedos en mi culo en las últimas ocho semanas. Quería «mantenerlo
dilatado», según sus propias palabras. Era un sucio fascinado por mi culo.
Me abrieron las nalgas para que los gemelos tuvieran mejor acceso. No
sabía si era un solo hermano, o si cada uno de ellos tiraba de una nalga a la
vez, pero me estiraban. Desde fuera, y dentro de mi culo, el pene de Janus,
ah, cielos, mientras el de Leander me penetraba también desde delante…
Por un momento todo lo que pude hacer fue parpadear en estado de shock
ante la plenitud. Temía… Quizá fuera una tontería, pero temía que, después
de los bebés, sobre todo dos bebés, no volviera a estar cerrada. Pero no, sus
penes se sentían tan apretados como siempre. Casi lloro de la plenitud. Se
sentía muy bien, así que me deleité y los apreté con todos mis músculos.
MILO
TODO ERA PERFECTO. Era lo más perfecto que había vivido en toda mi
asquerosa vida.
—Que seas el más ruidoso no significa que siempre tengas que ir primero,
colega —le dije con voz tranquilizadora mientras seguía acariciando su
pequeña espalda—. Tienes que aprender a compartir.
¿Acaso no veía lo perfecto que era todo tal y como estaba? Y yo era quien
lo había conseguido. Sin mí, estas criaturitas perfectas no estarían aquí,
pensé mientras acurruqué más a Apolo. No tendríamos la increíble pequeña
familia que teníamos. Yo nos había salvado. Ciertamente había salvado a
Leander y a Janus de sí mismos.
—¿Ves? Qué bien te has portado esperando tu turno —le dije a Apolo, que
seguía gritándome al oído, sin inmutarse. Le sonreí y lo llevé junto a su
madre.
Tenía que admitir que estaba un poco celoso. Me fijé en los prominentes
pechos de Hope, que tenían una gota de leche materna en la punta que
Diana había dejado. Tuve la tentación de agacharme y lamerla. Suspiré
resignado mientras le entregaba a Apolo. Supongo que sería egoísta
robarles a los bebés. Siempre era consciente de no tomar mucho durante
nuestros juegos; solo unas dulces gotas para saciar mi sucia adicción.
Cielos, quería seguir alimentándome de Hope para siempre, porque beber
de ella era oficialmente la perversión más deliciosa que había descubierto.
—Sal de aquí, cerdo —me siseó, con una sonrisa burlona en los labios
mientras me miraba descaradamente la entrepierna.
Mierda, eso me puso aún más duro. Los quejidos de Apolo finalmente se
interrumpieron cuando encontró su pezón y empezó a comer. Hope se
estremeció cuando la mordió. Esos niños eran implacables con ella. Me
agaché y la besé en la frente.
—Gracias, Mi.
JANUS
Miré al suelo.
En cualquier otro momento de mi vida, habría matado por oír esto. ¿Que
alguien me quería a mí, a mi verdadero yo, en vez de a mi hermano? No me
importaba lo que pusiera en el cartel. Era mi cara la que iba a estar en
pantalla. Mi talento. Leander siempre fue el preferido y yo el de repuesto.
—¿Janus?
Me reí de eso.
Ty era el tipo de persona que tenía una respuesta lista para todo.
Me sentía como un idiota por tener que irme para poder jugar a ser el héroe
de una película de acción durante un rato mientras ellos estaban en casa,
pero…
—Ay, ¿qué pasa, pequeño? —le dije en su cara roja y cubierta de lágrimas.
—Lo agarraste justo a tiempo —me sonrió Milo—. Estoy seguro de que
acaba de dejar un regalo en ese pañal.
—¿Te has hecho encima, amiguito? ¿Te has hecho caca encima? —Bailé
con él alrededor de la cocina. Luego volví a mirar a Milo—. ¿Crees que a
Hope le importará que entre a cambiarlo mientras ella da de comer?
—Qué malhumorado.
—Es entendible.
LEANDER
Así que debería estar eufórico por irme a Vancouver. Mi carrera iba viento
en popa. Mi pierna por fin estaba mejor y, cuando acabé de trotar en la
cinta, no sentí ni una punzada. Tal y como habían dicho los médicos, las
fracturas se habían curado y estaba como nuevo; pero los bebés acababan
de empezar a levantar la cabecita por sí solos y ayer Diana se dio la vuelta.
Ella solita. La pusimos boca abajo y empezó a contonearse como si nada y,
de repente, ¡se dio la vuelta ella sola!
—Eh, quieren que vaya al estudio mañana para volver a rodar y yo…
—Mira, sé que será raro, pero nadie se dará cuenta de que estás en dos
sitios a la vez…
Mierda. Me pasé una mano por el pelo. Esto era lo último que necesitaba.
—No lo entiendes —exhalé con fuerza. A la mierda. Estaba cansado de
guardarme esto, de todas formas—. No confío en que él esté a solas con ella
y los niños.
—¿Quién?
—No me jodas.
—¿De qué coño estás hablando? Milo es nuestro hermano. Y ha sido tan
padre de ellos como tú o yo.
—Exacto.
—Eso la destruirá.
—Exacto.
—Más ahora que si se lo hubiéramos dicho al principio, idiota.
—¡Mierda!
HOPE
ESPERABA que Leander me rodeara con sus brazos. Iba a estar unos meses
fuera y esta era nuestra última oportunidad. Pero en lugar de eso, me cogió
suavemente de los brazos y se los quitó del cuello. ¿Qué estaba…?
—En serio, chicos —dije mirando a los tres—. Que alguien me diga qué
está pasando ahora mismo.
—Milo —dijo Janus—. Se lo dices tú o se lo digo yo.
—¿Decirme qué?
Milo se quedó en silencio otro largo rato, mirando a sus hermanos antes de
mirarme por fin. Su rostro se suavizó con una expresión suplicante que no
me gustó. No, no me gustaba nada de esto. En absoluto.
Parpadeé.
—Tomé la difícil decisión que sabía que no iban a poder tomar. No es una
justificación. Es la verdad.
¿Qué…?
—Por Dios —dijo Janus desde detrás de mí—. Te cambió las pastillas
anticonceptivas por pastillas de azúcar.
—Antes de eso.
—Desde el principio. La píldora del día después y todas las que vinieron
después.
—Confié en ti.
—¿Que me mentiste?
Solo llevaba puesta una bata para dar de comer a los bebés y había salido
con ella abierta. Pero ahora me la até bien y me acerqué a la ventana. Tenía
que alejarme de todos por un segundo y respirar. Por fin estaba más fresco y
la ventana del estudio daba a un precioso patio trasero. Nuestra casa estaba
en las colinas de West Hollywood, pero había estado tan ocupada con los
gemelos que casi no había podido apreciar la belleza de la casa.
Había llegado muy lejos. De niña tenía un patio sucio y siempre nos
rebuscábamos unos centavos para llegar a fin de mes. No porque papá no
ganara lo suficiente, sino porque lo gastaba como si fuera agua y luego nos
gritaba a mamá y a mí por no ser lo suficientemente frugales con la compra,
porque ese era el problema.
Tomé las llaves del estante y atravesé la puerta del garaje. Luego me subí al
auto y cerré la puerta tras de mí. Giré la llave lo justo para encender el
equipo de música sin que el motor se pusiera en marcha y lo puse a todo
volumen, entonces dejé salir el grito que retenía dentro de mi pecho. Como
un alma en pena, grité y grité y grité. Golpeé el volante del auto y grité,
hasta que la puerta del conductor se abrió de un tirón y Leander intentó
sacarme en brazos. Luché contra él y les grité a todos ellos, que me habían
seguido hasta el garaje:
—¡Me mintieron!
Y a Milo:
—¡Me hiciste creer que estaba loca por creerle a esa zorra de Lena por un
segundo cuando cuestionó exactamente esto! ¿Cómo te atreves? ¿Cómo se
atreven? —Milo bajó la cabeza, pero ya estaba harta de que estos hombres
creyeran que ponerse cabizbajos y soltar una disculpa calmarían mi ira. Ni
siquiera me había pedido una disculpa—. ¿Al menos lo lamentas?
—¡Esa no es la cuestión! —Mi voz subió una octava—. Claro que no los
cambiaría por nada del mundo. ¡Pero traicionaste mi confianza! Merecía
poder elegir. Esto es exactamente lo que habría hecho mi padre: decidir él,
que la mujercita tenía que estar preñada y metida en la cocina con bebés en
los brazos.
Me giré, con la furia acumulada en la garganta. Cuando por fin pude volver
a hablar, no pude mirar a Milo.
—¿Así que sigues sin respetar mi derecho a elegir? He dicho que salgas de
mi vista. ¡Fuera de mi casa! ¡Ya! ¡No soporto mirarte!
A lo lejos, escuché el eco de los pasos de Milo sobre el cemento cuando por
fin se marchó.
Capítulo 24
MILO
Realmente nada en esa casa era mío. Era la verdad. Todo el dinero que tenía
les pertenecía a los gemelos. Los llamaba mis hermanos, pero todos
sabíamos que eso era una mentira más. Este día siempre iba a llegar.
Cuando alguien por fin se diera cuenta de que yo era nada más que… el hijo
de mi madre. El vacío me invadió al darme cuenta de que siempre lo supe.
En el fondo, yo también era un monstruo.
Tropecé con algo. Mierda. Extendí las manos, pero apenas pude amortiguar
la dura caída. Debido a la empinada la colina, acabé rodando varios metros
antes de detenerme por fin. Entonces me quedé mirando al cielo. Las
primeras gotas de lluvia cayeron sobre mi cara ensangrentada. No había
nada que hacer salvo gemir, levantarme y seguir caminando. Me desvié por
caminos secundarios para bajar serpenteando en lugar de continuar por la
empinada cuesta.
Todos con los que me cruzaba apenas me miraban. Sucio por la caída y con
una manga ensangrentada de limpiarme la sangre de la frente, quizá parecía
un vagabundo más. O tal vez intuían que ya era un fantasma. Tal vez había
muerto allí, no mentía.
Yo era Adán, que había sido expulsado del paraíso. Aunque al menos había
tenido a Eva a su lado ese afortunado infeliz. Pero nunca volvería a tener a
nadie, había arruinado la única oportunidad que tenía de tener una familia.
Todo lo que podía hacer ahora era dar un paso tras otro.
Perdí la noción de todo lo que me rodeaba, del espacio y del tiempo. Solo
caminaba una calle tras otra. El cielo se oscureció y las luces brillaron a mi
alrededor. Estaba en el centro de la ciudad.
Seguí caminando. Mi mente era como una tormenta mientras la gente huía
de la lluvia que pasó a convertirse en un diluvio. Estaba calado hasta los
huesos y mis zapatos parecían balsas inundadas.
Levanté la vista por primera vez en quién sabía cuánto tiempo. Las luces
del centro habían desaparecido y estaba en un lugar oscuro rodeado por tres
hombres grandes, todos con cuchillos.
Capítulo 25
JANUS
—Es hora de contar todos los secretos —dijo Leander—. Siempre has
querido saber sobre nuestro pasado. Lo que pasó con el accidente de auto.
—Se acercó—. Necesitas saberlo todo.
Hope se rodeó la cintura mientras nos miraba con inseguridad. Odiaba que
tuviera motivos para sentir que no podía confiar en nosotros, y por un
segundo odié a mi hermano por no habérselo dicho antes. Después me odié
a mí mismo por pensarlo.
Toda esta mierda del pasado siempre me revolvía las entrañas. Tampoco es
que me gustara despertar a esos putos fantasmas. Las cosas se habían puesto
tan mal en aquel entonces… Hope asintió y todos volvimos al salón. Se
sentó en el centro del sofá junto a la larga ventana y señaló las tumbonas de
los lados.
—Intenté fingir que tenía el control —continuó Leander, con la voz tensa
—. Que estaba viviendo la fantasía de todo hombre: follarme a una mujer
mayor. Iba a fiestas y consumía coca. Salía como nunca antes en mi vida.
—Sabía que algo andaba mal, pero él no me decía qué —dije—. Conseguía
más trabajos como actor y pensé que quizá la fama se le estaba subiendo a
la cabeza y se estaba convirtiendo en un idiota. No sabía cómo eso podía
hacer que no fuera el hermano que había conocido y querido toda mi vida,
especialmente cuando se ponía furioso de repente, como cuando explotaba
y destrozaba una caravana, se comportaba como un cabrón con los amigos
que habíamos tenido toda la vida. Ese tipo de cosas.
Él la miró, pero luego se fijó en el suelo y ella le agarró las manos. Su voz
era tranquila cuando finalmente respondió:
—Catorce.
Luego me llevó a la policía, les dijo que yo había sido el conductor y que
podían llevarme a la comisaría para que me tomaran las huellas.
—Esa mujer fue quien hizo el cambio, así que fui yo quien cayó en la
trampa. Utilicé mi única llamada telefónica con Milo. Volvió y me dijo que
había jurado que, si lo hacía, si cumplía la condena por Leander, alejaría a
Leander de ella y lo metería en rehabilitación. Que le pediría a mamá la
custodia de nosotros durante nuestro último año de instituto hasta que
tuviéramos la mayoría de edad.
—Todavía no sé cómo consiguió que mamá accediera a eso —dijo Leander.
—Sí, supongo que tenía que serlo si creció con ella —dijo Leander. Y
luego, en voz más baja—: Creo que ni siquiera tenemos idea de lo mal que
lo pasó. ¿Cuántas veces llegamos a casa del trabajo cuando éramos niños y
nos lo encontramos encerrado en el armario? Era mayor que nosotros, pero
a veces lo encontrábamos temblando tanto que apenas podía beber agua
cuando lo dejábamos salir. A veces llorabas porque tenías miedo de que
mamá te encerrara en el armario a ti también.
—No fue tan malo siendo Leander. Simplemente me volví mucho mejor
con los puños de lo que quería.
—Te pegaron todos los días durante meses —dijo Leander, burlándose—.
Yo solo tuve mucho sexo.
Bajó dos brazos para ayudarme a levantarme del sofá. Luego, sin soltarme
la mano, me haló para poder abrazarnos a Leander y a mí al mismo tiempo.
Se giró para quedar frente a mí. Murmuró:
La necesitaba.
—Déjame entrar —le exigí—. Relájate y deja que el pene grande de papi
penetre este dulce culito.
Solo una hora más tarde, cuando nos despertamos de la sesión de cariño en
el suelo por el lloriqueo que provenía del monitor del bebé, Hope se
incorporó y miró a su alrededor.
Pero cuando cogí mi móvil e intenté marcarle, todos nos miramos. Porque
oímos un timbre procedente de la otra habitación. Milo no estaba aquí, pero
su móvil sí, junto con todas las llaves de los autos. Y todo el dinero en
efectivo.
HOPE
—¿Cariño?
Janus me rodeó obstinadamente con los brazos y volvió a halarme hacia él.
—Lo sé.
—Y yo…
—Lo sé.
Dejó el bolígrafo y parecía que quería acabar con nosotros en ese mismo
momento. Gracias a Dios que Janus había intervenido.
Todos los días jugaba con los niños en la habitación delantera desde donde
tenía una ventana que daba al jardín de modo que, si volvía, podía salir
corriendo a su encuentro. Porque tenía que volver. Tenía que saber que solo
me había enfadado. ¡No quería decir que literalmente no quería volver a
verlo! ¡Estaba hormonal! Nada de lo que dije debería ser usado en mi contra
en un tribunal. Ni en el amor. Me dolía echarle de menos.
Nos giró para que su cuerpo quedara encima del mío, cubriéndome los ojos
con sus grandes y cálidas manos.
—Por una vez, deja que esa mente tuya tan ocupada que quiere ocuparse de
todo el mundo vaya más despacio y haga una pausa. —Sus palabras eran un
lento susurro—. No hay nada en el mundo ahora excepto el sonido de mi
voz —entonó.
Asentí con la cabeza y entonces sus labios se posaron en los míos, grandes
y suaves. Una ligera presión antes de bajar a mi barbilla. Luego a mi
garganta. Me abrió las piernas con una mano y allí estaba, duro y palpitante
en mis muslos.
—Cielos, qué estrecha estás. Solo unos días sin follarte y vuelves a
apretarte como un melocotón que apenas madura.
Me pasó una mano por la parte exterior del muslo y tiró de mi rodilla hacia
arriba para que quedara junto a su hombro, abriéndome de par en par para él
mientras me penetraba aún más. Su gemido de placer fue mi recompensa.
—No hay nada mejor a que mi chica se abra tanto para mí.
—Ya está. Ahora —gruñó, sacando su pene—, a cuatro patas. Quiero ver
mi pene perderse entre tus bonitas nalgas.
Sí. Me contraje, ya echaba de menos su duro pene. En cuanto se separó de
mí, me apresuré a darme la vuelta hasta quedar de rodillas sobre la cama y
entonces su pene estaba allí, en mi culo.
Quizá estaba mal que me gustara ser dominada y que, cuanto más rudo,
mejor. No sabía por qué me gustaba tanto. Pero mi cuerpo respondió y
volvió a subir como un cohete hasta la cima en la que acababa de dejarme.
Me estremecí cuando me puso boca abajo sobre el colchón y empezó a
follarme como si fuera su muñeca favorita. Mi clítoris estaba hinchado, y
cada impacto de sus caderas lo hacía rozar el colchón y su largo miembro
que entraba y salía… Hundí la cara en la cama cuando empecé a correrme.
Janus arremetió sin piedad mientras empezaba a gritar y llegar a su propio
orgasmo.
Cuando se echó a un lado, por fin pude dormir. Un buen sueño tras una
buena follada.
JANUS
Le había pedido a Hope que se quedara en casa con los bebés, que no hacía
falta que viniera. Pero me miró como si estuviera loco, lo cual era justo.
Habíamos llamado a la niñera que, por suerte, había podido venir
enseguida. Y ahora aquí estábamos, dando pasos fuertes mientras
seguíamos al forense de rostro serio. Cielos, suponía que nos llevaba a la
morgue. Aferré a Hope con más fuerza mientras abría una puerta.
Si pensaba que el olor del pasillo había sido desagradable, esto era peor…
Se me revolvió el estómago y vi a Hope llevarse una mano a la nariz. El
forense consultó algo en su tablet, luego asintió y nos condujo a una de las
muchas ranuras refrigeradas de la pared.
Detuve a Hope.
—Su tarjeta del seguro también estaba en la cartera. Así es como dimos con
usted, pues figura como su contacto de emergencia.
Cielos.
—¿Cómo murió?
Lo habían hecho. Estaba dando rodeos, pero tenía que terminar con esto.
Arrancar la tirita de una vez, por así decirlo. Pero Hope se me adelantó,
corrió hacia delante y se inclinó cuando el forense bajó la sábana.
—No es él —insistió Hope con voz dura, dando un paso atrás—. ¿Cree que
no podríamos reconocer a nuestro…?
—Qué problema. Tendré que volver a llamar a los agentes y quién sabe
cuándo podré deshacerme de él ahora. Casi no tengo espacio.
Hope se quedó boquiabierta por su insensibilidad. Al menos tuvo la
decencia de volver a cubrir el cuerpo con la sábana. No sabía quién era el
hombre de la mesa, pero desde luego estaba deseando saber cómo había
conseguido la cartera de Milo y qué demonios hacía Milo ahora sin ella.
¿La había tirado? ¿Se había deshecho de ella en un gesto de abandono de su
antigua vida? Cogí a Hope de la mano y tiré de ella para sacarla del
despacho y llevarla al pasillo, donde al menos se podía respirar mejor.
Respiró hondo en cuanto cerramos la puerta. Sus ojos se dirigieron
preocupados a los míos.
HOPE
Por fin llega a los cines La misión italiana y esta noche es el gran estreno
en Los Ángeles. Janus interpretará el papel de Leander en el estreno, pero
de un modo extraño también se interpretará a sí mismo, ya que esta vez es
él quien está en la película.
Gracias a Dios que tengo a los padres de ambos para que me ayuden a
vigilarlos, porque decir que son inquietos es quedarse corto, y todavía no
tienen ni tres años. Corro para alcanzarlos, pero al menos puedo ver por
dónde van. Es un parque bastante abierto. Se dirigen directamente hacia la
torre del reloj, y entiendo por qué.
Pero consigue levantar la cabeza lo suficiente para asentir. Y ahí, justo ahí,
bajo los huesos prominentes y la mata de pelo desaliñado, puedo ver al
hombre que una vez fue.
—Nada de policías —dice, con la mayor energía que le he oído hasta ahora.
Luego se desploma en el suelo.
Me parto por la mitad, quiero correr hacia él, pero no puedo dejar a mis
hijos en su sitio. Desesperada, llamo al único número que se me ocurre.
Me dice que claro, que está cerca, incluso, tomándose un café. No aparto
los ojos de Milo (cielos… Milo) mientras espero a que Nia venga a buscar a
los niños al parque infantil. Mientras tanto, envío mensajes de texto a
Leander y Janus. Pero no tengo tiempo de mirar los mensajes que empiezan
a aparecer en mi móvil como respuesta. En cuanto los niños están con Nia,
vuelvo al lugar sombreado bajo la torre del reloj.
Casi espero que no esté allí. Que todo se trate de un espejismo que había
invocado simplemente porque había estado pensando mucho en él
últimamente. Pero no, ni en mis sueños ni en mis pesadillas había tenido tan
mal aspecto. Está exactamente donde lo dejé. Quizá ya no pueda moverse.
Me agacho a su lado y le cojo la mano. Agarra la mía con fuerza por un
momento antes de aflojar el apretón.
MILO
Durante dos años luché por seguir vivo. Fueron años duros, llenos de días
imposibles. Aquella noche, cuando esos hombres me asaltaron a punta de
cuchillo, entregué inmediatamente mi cartera. De todos modos, me patearon
y me dieron una paliza. Me dejaron confuso durante varios días, y la
tormenta me había empapado. No pude conseguir trabajo por el estado de
mi ropa. Ya no tenía un hogar al que volver, ni dinero. No era nada. Nadie.
Así que encontré las sobras que pude y me escondí en lugares oscuros, lo
más parecido a armarios que pude encontrar. Mamá me había preparado
bien para una vida así. Esperando. Desvaneciéndome. Sin ser nadie
mientras todos los demás corrían y tenían vidas.
Podría estar callado. Podría portarme bien. Por fin. Le mostraría a mamá
que podría ser invisible. Bueno, para todos menos para la policía, que me
veía de vez en cuando y me echaba de la guarida que había encontrado.
Solo me encerraron unas pocas noches, generalmente me echaban por la
mañana con el resto de los borrachos habituales. No sé cuánto tiempo
llevaba con esta pequeña rutina antes de sentir que la vida se me escapaba.
Pasó una estación lluviosa y luego el verano y luego otra estación fría y
lluviosa a la que apenas sobreviví. Y luego este último verano. La lluvia
volvía y mis huesos podían sentirla. No estaba seguro de poder aguantar
otra. En cuanto empezaban a caerse las hojas, mi ánimo decaía.
Hace unos días, cuando salió el sol, pensé: «Se acabó. Se acabó. Se acabó
lo de esperar en la parte trasera de los restaurantes para buscar restos de
comida en la basura. Se acabó esperar a que las fuentes de agua de los
parques vuelvan a estar abiertas para poder beber algo». Estaba listo para
volver a la Tierra y dejar que la versión reencarnada que esperaba que
viniera después pagara mejor por los pecados que me habían hecho caer tan
bajo.
¿Toda para mí? Mi mano inestable se acerca para sujetar el pecho que me
ofrece, pero me detengo antes de tocarlo. Mis manos están sucias y su piel
es tan tersa. La profanaré. Probablemente mi boca en su piel sea…
Pero no puedo renunciar a la deliciosa leche que brota en mi lengua, que va
al fondo de mi garganta. Así que suelto la mano, pero sigo chupando.
JANUS
Leander abre mucho los ojos y se quita de un tirón la bata que lleva al
cuello, pero yo levanto una mano.
—No puedes ir. Hay un estreno esta noche. Quédate aquí. Yo iré.
Abre la boca y veo que está a punto de decirlo. Está en la punta de la lengua
decir: «no, quédate y haz el estreno. Yo me voy». Pero le fulmino con la
mirada.
—No te atrevas. —Me lo debe, pero dejo esa parte sin decir.
Es una señal de cómo ha crecido en los últimos años que asienta con la
cabeza, aunque sus hombros se desinflan un poco por un momento.
—Está bien.
—Lo haré.
Y entonces me voy, corriendo tan rápido como puedo sin atraer miradas
para llegar a mi BMW. Y luego pincho la ubicación de Hope y lucho contra
el tráfico para llegar tan rápido como pueda.
NO PUEDO CREER lo que ven mis ojos cuando por fin encuentro a Milo
y Hope debajo de la torre del reloj. Sobre todo, cuando veo que un policía
se les acerca y les dice que tienen que irse.
—Lo siento mucho, cariño —digo, casi corriendo los últimos metros—.
Siento haber tardado tanto.
Mierda. Lo último que necesito es que este tipo diga por ahí que Leander
Mavros tiene un hermano vagabundo.
—Es que tengo una cara común —me apresuro a decir. Luego miro a Milo.
A quien apenas reconozco. Pero cuando levanta la vista hacia mí… mierda.
Es él. ¿Por qué no me tendió la mano? ¿De verdad creía que no…? Me
agacho y lo cojo en brazos. Joder, pesa muy poco bajo los restos de ropa
que lleva—. Ya me encargo yo, oficial. Le pedimos disculpas por haberle
hecho perder el tiempo. Vamos, cariño —le digo a Hope—. El auto está por
aquí.
—Siempre fuiste bienvenido a casa, cariño. Solo estaba enfadada aquel día.
No quería decir que te fueras para siempre. Solo necesitaba un minuto para
pensar. Nunca quise… Dios, nunca quise esto.
Pero entonces los ojos de Milo se cruzan con los míos en el espejo, y hay
algo en su mirada vacía que niega mis palabras. Vuelvo los ojos a la
carretera y, por una vez, el tráfico de Los Ángeles es amable y llegamos a
casa en tiempo récord. Ayuda el hecho de que sea sábado. En cuanto
aparco, salto del auto y abro la puerta de Milo.
Hope está a mi lado casi en el mismo momento. Los dos ayudamos a Milo a
ponerse en pie. Cada uno cogido de un hombro, le ayudamos a entrar en
casa. Mientras entramos, cojo la bolsa de la compra que he pedido antes y
nos dirigimos directamente al baño. Dejo un par de bolsas de basura en el
suelo y una silla sobre ellas.
Milo asiente con los ojos apagados. Se siente como una marioneta sin vida
a la que estamos guiando. Se queda quieto mientras lo desnudamos en
medio de nuestro enorme y opulento baño principal.
Miro a Hope.
—Hora de ducharte.
—¿Vendrás también?
—Por supuesto.
HOPE
—Shhh —le tranquilizo, pasándole los dedos por el pelo ya limpio—. Shhh,
ya está. Has vuelto a casa. Has vuelto a casa, donde perteneces, cariño.
Nos quedamos así mucho tiempo. Esta casa sigue siendo una novedad para
mí, con su suministro inagotable de agua caliente, después de haber crecido
como lo hice. Pero nunca estoy más agradecida por ello que en este
momento.
Sobre todo cuando llego a su ingle y veo su pene erecto y apuntando hacia
mí. Le sonrío y lo veo un poco avergonzado. Pero me enjabono y me tomo
mi tiempo con caricias largas y firmes, lo que le hace poner los ojos en
blanco.
Pero no es hasta que me agacho para frotarle bien y agarrarle las bolas que
reacciona de verdad. Empieza a gruñir de necesidad.
—Pídeme lo que necesitas —le digo con urgencia—. Dime cómo hacerte
sentir bien.
—Más fuerte —jadea, con los ojos fijos en mí—. Más fuerte. No seas
cuidadosa.
Así que lo toco más fuerte y le halo las pelotas con fuerza.
Temía hacerle daño, pero quería darle todo lo que necesitaba, así que lo
hice. Usé mis uñas, lo apreté y arañé, con miedo de hacerle daño. Pero eso
fue lo que hizo falta, porque en cuestión de segundos hizo un ruido animal y
me rodeó con los brazos, con el pene como hierro contra mi vientre
mientras se corre con furia. Casi le atravieso la piel con las uñas.
Capítulo 32
LEANDER
Ahora, todo eso parecía tan… frívolo. No había nada por lo que valiera la
pena destruir la vida de tres niños. Y estar esta noche con toda esta gente
estirada con sus elogios vacíos. Todos tan aterrorizados de sentir algo real.
Mañana se olvidarían de mí y se irían a adular a otro. O, si volara
demasiado alto, se deleitarían haciéndome trizas y comiendo los pedazos.
Estoy a punto de volver a pitar cuando los autos de delante avanzan por fin.
Atasco mi pie en el pedal solo para que el idiota del carril de la izquierda
salga disparado hacia el pequeño espacio que se abre entre el auto que me
precede y yo.
Una tenue luz nocturna proyecta un suave resplandor sobre el trío, e incluso
desde la puerta puedo ver lo demacrado que está Milo. Así que me meto en
la cama detrás de él, como solíamos hacer las noches en que mamá se ponía
a llorar. Mis dos hermanos y yo acurrucados incluso en las calurosas noches
de California. Dándonos consuelo el uno al otro. Excepto que ahora
también está Hope. Los rodeo a todos con mis brazos. Por fin tengo a mi
familia en casa sin mover un dedo. Todo fuera de mi control. Cierro los ojos
y las lágrimas caen por mis mejillas.
Capítulo 33
MILO
No sé diferenciar qué veo en sus ojos, pero he aprendido lo poca cosa que
soy en los últimos dos años. No me queda orgullo y no estoy para hacerme
rogar.
—Por favor.
—¿Cómo? Enséñame.
Respiro hondo. Hope siempre fue perfecta. Incluso cuando se enfadó
conmigo el último día. Era justa. Así que ahora confío en esta aparición
porque siento que, de alguna manera, es ella. Mi cerebro está confundido.
—Deja que te follen —digo—. Mientras me halas las pelotas con fuerza.
Muy fuerte. Usa las uñas. Abofetéame el pene. Dime que me he portado
mal.
Me mira con compasión en los ojos y vuelve a agarrarme el pene. Con más
fuerza. Deja que las puntas de sus uñas se claven. Jadeo de placer. Leander
abre las piernas, sujeta el interior de sus muslos y mete la cabeza entre
ellos. Comienza el festín del desayuno.
Muevo las caderas al oír esas palabras, pero no rechazaré lo que el cielo me
ofrece. Leander la tira de la cama por los muslos para hacerme sitio. Janus
me ayuda a mantenerme firme mientras me arrastro y me coloco con las
rodillas sobre sus hombros y el pene en su cara.
Hope sonríe y abre mucho la boca. Pero a diferencia de lo que suele hacer
con mis hermanos, no se tapa los dientes con los labios. Le meto el pene
despacio. Placer y dolor en mi cerebro.
A mis espaldas, oigo a Janus escupir sobre su pene y miro por encima de mi
hombro mientras ella cubre su circunferencia con sus senos. Al mismo
tiempo, Leander se coloca y se hunde en su sexo. Somos tres hermanos,
unidos de nuevo. Por fin.
Exhalo con tanto alivio y… cielos, ¿esto es alegría? Hope cierra la boca
alrededor de la cabeza de mi miembro. Con los dientes roza mi cresta.
Cielos. Me agarro a la cabecera. No duraré mucho. He pasado demasiado
tiempo sin estar en el paraíso.
—Hálalas —grito en cuanto siento que sus dedos tocan por fin mis bolas—.
¡He dicho que las hales, maldita sea! —Tengo lágrimas en los ojos. Nunca
he sentido nada tan delicioso. Necesito el dolor para contrarrestar. Necesito
el dolor para que la locura regrese a…
Ella tira con fuerza. Es mi ángel despiadado. Me clava las uñas y hace
presión con los dientes. Me lame con su pequeña lengua. Me chupa
haciendo succión. Grito y gimo como la hora en que nací. Hasta que no
puedo respirar. Y entonces me corro y me corro y me corro. Ella engulle
todo y, cuando abro los ojos, aún sin aliento, todos seguimos aquí.
HOPE
LE PEDIMOS a la niñera que se quede con los niños otra noche y, cuando
los chicos y yo nos despertamos después de nuestra sesión mañanera, me
alegra haberlo hecho. Por supuesto que quiero que Milo conozca a los
bebés. Ahora que son más mayores, son tan adorables y curiosos. Pero soy
egoísta y quiero darle un poco más de tiempo para volver a aclimatarse a
nosotros antes de echar dos criaturitas revoltosas en la mezcla. Pero
recuerdo lo bueno que era con ellos así que, más que nada, es puro egoísmo.
—¿Es eso lo que quieres? —gruñe por lo bajo, con voz áspera—. ¿Eso es lo
que quiere mi chica sucia y traviesa?
—Sí, papi. Eso es lo que quiero. —La humedad me moja las piernas.
Capítulo 35
JANUS
Hope se levanta y le besa el cuello. Milo voltea los ojos cuando su lengua
recorre las sensuales venas de su cuello.
—Ayúdame a moverla.
Comprensible.
—Entonces ten su pierna quieta mientras yo… —No hace falta que termine
la frase.
Muerdo su clítoris, que está cada vez más grueso. Suave, al principio, más
duro luego.
—Leander, sujétale las muñecas —Empieza a obedecer, así que agrego otra
orden—. Hazlo con tus rodillas. Vamos a dejar a nuestra esposa repleta de
gozo, follándola todos a la vez.
Milo se mueve ansiosamente. Por primera vez desde que volvió, no parece
un zombi drogado. Se asemeja tanto a su antiguo yo —si bien demasiado
delgado y con ojeras—, que se me revuelve el estómago. Pero antes
prefiero morir que perderme este momento con él, con Hope, con todos
nosotros juntos de nuevo.
Milo no se agita, sin embargo, mientras se acomoda para quedar entre las
piernas de Hope mientras ella está de espaldas. Ya no tiene la energía de un
adolescente ansioso.
Milo mira con adoración el exuberante cuerpo de Hope, y como si fuera una
ocurrencia tardía, toma su pene, aunque manteniendo esa mirada suplicante,
como si estuviera en el altar mientras se prepara para su entrada.
MILO
EL SEXO DE HOPE.
Diablos, no puedo creer que vuelva a estar dentro de ella. Creo… rayos…
creo que en verdad está pasando. No es un sueño, no estoy en el paraíso
eterno después de todo.
Estoy en el paraíso en la tierra, con mis hermanos y con nuestra mujer, con
las piernas abiertas y dispuesta para nosotros.
Cielos, nunca había hecho algo así en mi vida. ¿Dos a la vez en el mismo
agujero? Mis hermanos tampoco lo han hecho. Hay ciertas líneas que ellos
nunca han cruzado, aun siendo gemelos. Sus herramientas no se tocan de
esa manera. Para ellos hay una política de un orificio a la vez.
Así, me agacho y aparto mis bolas, haciendo lugar para Janus. Le echo una
mirada, sintiendo un poco de ansiedad. ¿Aún querrá hacer esto conmigo? Es
decir, sé que ha mencionado que somos íntimos, pero hay niveles de
intimidad y luego está… frotarse los penes mientras se follan a su mujer por
el mismo agujero.
Y, con las rodillas flexionadas, abre aún más sus piernas para Janus y para
mí, tan ágil como una animadora. Aquel movimiento hace que se retuerza
debajo de mí, y termina abriéndola un poco más.
Janus expulsa una gran bocanada de aire y se acerca, pasando una rodilla
junto a la mía entre los muslos abiertos de Hope.
Sé que tuvo gemelos, y eso fue hace dos años. El cuerpo femenino es
bastante increíble, porque ahora se siente tan apretado…
Por eso contemplo nuestros cuerpos, y ahí estamos: Mi largo pene hundido
en lo más profundo de ella, y debajo, el pene de Janus, más grueso,
perforando el camino hacia su interior inexorablemente. Diablos, ya puedo
sentir el placer ardiendo en mi espinazo.
Tengo que empezar a moverme. Tengo que sentir más de esta fricción, por
Dios.
Así que empiezo a sacarlo mientras Janus lo va metiendo, y eso hace que mi
hermano emita un gruñido grave.
Esto me tiene remontando por las nubes, algo que ninguna droga podría
lograr. Estoy más excitado que cualquier polvo que haya echado u
observado antes.
Me halo fuerte las pelotas cuando Janus empieza a aumentar el ritmo de sus
arremetidas.
Abro los ojos mientras succiono la nutritiva fuente del dulce y rico pecho de
Hope. Mirando hacia el valle entre sus pechos, puedo vislumbrar la cara de
Janus tensa, con la vena en su frente a punto de estallar.
—No puedo aguantarme más —dice con voz entrecortada—. Hope, nunca
he… —Entonces me descubre mirándolo—. Milo… —empieza a decir,
pero es entonces cuando pierde el control.
Las agarro con fuerza. Mi semen sale disparado de mi pene al notar que su
escroto se torna firme y repleto cuando aprieto, antes de que se abra paso a
través de su virilidad para vaciarse en lo profundo de Hope.
LEANDER
Diana se encariñó enseguida, pero Paul se mostró más reacio cuando los
volvimos a presentar ayer, después de que la niñera trajera a los niños a
casa.
Me acerco a Hope:
La beso y luego tomo sus manos y las pongo entre las mías.
—Estaremos afuera, luego volveremos a entrar. ¿Estarás bien aquí con Milo
y los niños?
—Por supuesto —dice con rapidez mirando a Milo, quien sin duda ha
notado nuestro abrazo. Probablemente piensa que estamos hablando de él.
Sé que a Hope le preocupa que él piense lo mismo, porque sale de nuestro
abrazo y se sienta en el suelo junto a él y los niños.
Me mira con recelo. Cielos, ¿es que nadie en esta familia confía en mí?
Quizá no quiera saber la respuesta. Llevo años dándolo todo para
demostrarles que quiero ser la clase de hombre del que esos niños se sientan
orgullosos de tener como padre, y parece no ser suficiente.
Janus se queda atónito. Se pasa la mano por el pelo al tiempo que se vuelve
para echar un vistazo a la puerta de la casa y luego vuelve a mirarme.
—¿Qué? —¿Eso es lo que piensa de mí?—. Dios, no. Solo estoy cansado, y
en estos dos años, mientras más lo he pensado, me di cuenta de que ni
siquiera estoy seguro de que esa sea la vida que elegí para mí. Era
simplemente lo que mamá quería y lo que me hizo creer que yo deseaba,
pero el último par de años… me ha hecho cuestionar todo lo que creía
saber.
—No, no pretendía decir… —Rayos, esto está saliendo mal—. Mira, por
fin me senté a ver La misión italiana el otro día. Estuviste… tal vez suene
bastante tonto, pero fuiste hecho para el papel. Lo hiciste mejor de lo que
yo hubiera podido. Odio ser el centro de atención y fingir…
Deja escapar un largo suspiro y vuelve a pasarse las manos por el pelo.
—¿Por qué haces esto?
—Tú sabes por qué —le digo—. Lo sabes. Igual que sabes que estoy
agotado y que no me ha gustado para nada este estilo de vida desde hace
demasiado tiempo, si es que alguna vez me gustó. Nada más intentaba
enorgullecer a una mujer que no soporto.
—Pero has llegado tan lejos —protesta Janus—. Has volado tan alto. Nadie
renuncia al tipo de fama que tienes, ¡absolutamente nadie…!
JANUS
El sol se está poniendo, lo que significa que casi es hora de que los niños se
acuesten. Hope nos mira a ambos mientras sube a Paul a su trona, que está
sujeta a la mesa, para que coma la cena. Diana levanta los brazos hacia
Milo y utiliza una de las pocas palabras que podemos entenderle.
—¡Arriba! ¡Arriba!
Veo cómo Milo resplandece por la facilidad de que ella lo acepte de nuevo
en su vida. Se pone colorado mientras levanta su cuerpecito. La pequeña
patalea de placer y su risita llena la habitación. Paul la observa y balbucea.
Solo era una mujer inútil y retorcida que tuvo la desgracia de ser nuestra
cuidadora durante quince años. Quizá va siendo hora de reclamar nuestras
vidas personales y la familia que formamos aquí no por ella, sino a pesar de
ella.
—¡Num, num, num, num, aquí vienen los guisantes ricos, ricos! —dice
Hope con voz exaltada intentando engañar a Paul para que se coma los
guisantes.
Paul, como era de esperar, tiene la boca abierta para recibir la cuchara justo
hasta que ésta está a unos seis centímetros. Entonces huele o ve la sustancia
viscosa verde y cierra la boca, haciendo que la cucharada de guisantes le
manche toda la barbilla.
—¡Apolo Mavros! —exclama Hope sin poder evitar reírse, lo que hace que
Paul esboce una sonrisa. Y Hope, con astucia, aprovecha la oportunidad
para meterle algunos guisantes en la boca.
Arruga la cara al principio, pero luego se golpea la boca y se lo traga.
—¿Otra vez le estás hablando a nuestro bebé como si fuera un perro, amor?
—increpa Leander.
Leander se ríe.
POR FIN los niños están dormidos. En cuanto Hope sale de la habitación
con Milo, la arrincono contra la pared del pasillo. Parece sorprendida, pero
no descontenta con la situación.
—¿Qué estás…?
—Aquí no. No queremos despertarlos ahora que por fin logramos que se
durmieran. —Asiento y tomo a Hope de la mano, casi arrastrándola hasta
nuestra habitación. En cuanto estamos dentro, cierro la puerta y pongo a
Hope contra la misma. Mis hermanos se amontonan a ambos lados mientras
aprieto su espalda contra la madera maciza—. Leander se va a retirar —
digo antes de presionar mi boca contra su cuello. Vaya, hacía mucho tiempo
que no me sentía tan voraz. Esta semana ha sido una vuelta a la vida para
todos nosotros, como despertar después de un largo sueño.
Esta noche va a ser sexo rápido y sucio, ya me doy cuenta. Tener a los niños
en casa todo el día significa que hemos tenido que comportarnos, así que
todos hemos estado al límite desde las cuatro de la tarde.
Leander le baja las bragas junto con los pantalones y Hope se las quita de
un salto, impaciente.
—Lo quiero ahora mismo, aquí —dice Leander en voz susurrante mientras
agarra una nalga y desliza una mano entre nosotros para empezar a frotarle
el clítoris—. Diablos, ya está mojada.
Claro, por supuesto que sí. Dudo que hayamos sido los únicos esperando
esto. ¿Leander no conoce a nuestra mujer? ¿O los últimos dos años lo han
puesto en duda? Cuando las condiciones son adecuadas, Hope es tan
lujuriosa como nosotros.
Es una mujer que no necesita más que todo esté en orden con su familia
para que su cuerpo responda plenamente, y con Milo ahora en casa, volvió a
estar al ciento diez por ciento.
Me aparto del punto de su cuello que la tiene retorciéndose entre mis brazos
para ocupar mis manos en desabrocharme y bajarme la cremallera lo
suficiente como para que bajaran mis pantalones y sacar mi pene.
Leander la toma desde atrás, rodeando su trasero con sus brazos, mientras
Milo lo ayuda desde la izquierda.
Vaya que sé cuán apretado es ese dulce espacio. Es tan estrecho, oscuro y
cálido.
Me siento tan bien. El sexo con mi mujer, con mis hermanos aquí alrededor,
también participando… Nunca habría imaginado que este sueño podría
hacerse realidad.
¿Qué demonios…?
Miro hacia abajo y ahí está la cabellera oscura de Milo. Ni siquiera se ha
sacado el pene todavía, pero tiene una sonrisa perversa clavada sobre Hope
y yo. Está metiendo su grueso dedo dentro de ella junto a mi pene. Siento la
fricción de su tacto mientras avanza en su interior, y seguro que ella lo
siente también.
Hope aprieta todos sus músculos. Empieza a temblar como lo hace justo
antes de…
HOPE
Tiembla como una hoja entre mis brazos, y no se relaja; al contrario, está
muy rígido. Me echo hacia atrás y lo sostengo del rostro para darle un beso,
pero cuando lo intento, se aparta.
—Por favor —suplica entre sus dientes temblorosos—. Por favor, no seas
delicada. Necesito que me castiguen. Por favor.
¿Castigarlo? Quiero darle todo lo que necesite, pero no sabría ni por dónde
empezar.
Miro a Janus, que está detrás de mí, para discernir si entiende mejor que yo
lo que está ocurriendo. ¿Adónde va Leander? ¿A qué se refería cuando dijo
que vendría alguien esta semana? No tengo que esperar mucho por la
respuesta, porque pronto Leander vuelve trayendo de la cocina uno de mis
grandes cuencos de plástico. ¿Qué demonios…?
Luego Leander me pasa una cuchara de cocina de madera con mango largo
de entre el montón que trae en el cuenco rojo de plástico.
Digo, entiendo la idea. Claro, se supone que tengo que azotar a Milo con
esto para castigarle. Pero, ¿castigarle por qué? No ha hecho nada malo.
¡Solo tuvo una pesadilla!
Por otra parte, en mi caso, no siempre tengo que haber hecho algo malo
para querer que me azoten, ¿verdad?
Sujeto la cuchara con una mano, retrocedo y dejo que haga impacto contra
su culo terso y pálido.
HOPE
Vaya, debo tomar un respiro. No hay nada como lanzarse a lo más hondo.
Janus me baja los jeggings hasta los tobillos, y por la brisa que noto de
repente, sé que me quitó las bragas de un tirón.
Entonces, una boca se cierra sobre los dedos de mis pies. Ah, cielos. Puto
Leander. Debería haber sospechado que estaba a punto de hacer algo así,
considerando la atención que le prestó a mis pies en la ducha anoche.
Dejo caer la paleta a la cama por ahora, porque quiero sentir su piel rozando
la palma de mi mano. Quiero saber qué se siente, con uno de mis hombres
dispuesto… no, necesitando… que lo intente.
—Chico malo. Chico malo, muy malo. No te atrevas a correrte sin que yo te
lo ordene.
Miro por encima del hombro a Leander, que se saca mis dedos de los pies
de la boca con un único movimiento. Él asiente en respuesta a mi pregunta
silenciosa, confirmándome que está bien proseguir. Cuento con que conozca
mejor a su hermano que yo.
Aun así, pongo una mano en la cadera de Milo y espero a que me mire por
encima del hombro. Nuestras miradas convergen y puedo comprobar que es
él, mi Milo, mientras repite:
—Sí.
—Será mejor que reces porque mami te tenga piedad pronto, cariño, porque
estás por recibir la reprimenda más fuerte de toda tu vida.
Capítulo 41
LEANDER
Sin dejar de agarrarle las bolas, Hope le pasa la mano por la columna hasta
el culo y murmura en voz baja.
Estoy siendo testigo de una comunión que quizá solo pueda darse entre
ellos dos. Hope es lo que Milo siempre necesitó, quizá por eso nos la trajo
hace tantos años, para empezar. Fue para nosotros también, porque esa es la
clase de hermano que él es, pero en lo más profundo, debía saber que ella
era exactamente lo que él necesitaba también.
Siempre cuidó de esas otras celebridades como una segunda madre al ser su
publicista, incluso antes de venir a nosotros, ¿no? Siempre supo ser
maternal y protectora. Es nuestra pareja perfecta en todos los sentidos,
porque somos hombres, pero al mismo tiempo somos unos niños perdidos.
—Te voy a dar lo que necesitas —declara Hope con voz entrecortada, y mi
erección crece aún más. Masajeo sus pantorrillas con mayor intensidad, con
la necesidad imperiosa de ponerle las manos encima. Masajeo sus
músculos, deseando darle todo el placer que desee. Quiero idolatrar su
cuerpo mientras ella se entrega a mi hermano. Estar todos nosotros
conectados así es alucinante.
De pie junto al borde de la cama, frente a mí, Janus le vuelve a dar una
nalgada haciendo que suspire de placer. Entonces, veo la mano de Janus
entre sus piernas. Su fragancia me impregna mientras él roza sus dedos por
la superficie empapada entre sus piernas y la esparce allí. Seguro que está
rojito. Sí, me encanta cómo su clítoris se hincha y vuelve a tornarse flácido
ante nosotros.
—Con mucho gusto —dice Hope en tono sombrío, tirando tan fuerte que
Milo grita, haciendo que su pene se agite y se tense más fuerte de lo que la
he visto antes. El semen se asoma, brillante, en la punta, por lo que sé que
intervine justo a tiempo.
Hope le vuelve a azotar el culo con fuerza y se agacha para que Milo se
tumbe boca arriba en medio de la cama. Respira con dificultad y tiene una
ligera capa de sudor en la frente. Su pene está bien erecto y muy duro.
—Puede soportarlo —le aseguro—. Tiene que sentir de verdad que está
siendo castigado, y tenemos que retrasar su orgasmo.
Los ojos de Milo se abren de par en par cuando ve lo que tiene en la mano.
Brillan con emoción.
Sus dedos suben por su muslo, lo que hace que su pene se contonee aún
más en el aire.
Para ser justos, Hope sabe exactamente lo que se siente, dado que Janus y
yo le hemos hecho lo mismo algunas veces. Solo cuando Milo se queda en
silencio, con los ojos casi en blanco en una especie de éxtasis, Hope vuelve
a prestarle atención a su tieso pene.
Luego mete la mano entre las piernas abiertas de Milo y empieza a jugar
con sus pelotas.
MILO
Suelto una carcajada, pues es lo único que soy capaz de hacer mientras me
las aprieta. La presión es tan deliciosamente intensa que mi mente se libera
de nuevo. De hecho, mi mente por fin se vuelve borrosa de la pura felicidad
y dolor. Es como si este cálido zumbido embriagador se instalara en mi
cráneo mientras me dejo caer en lo más profundo de mi ser.
Por primera vez en toda mi maldita vida, no puedo hacer otra cosa que
creérmelo. Ha traspasado todas mis barreras.
Hay una razón por la que solo observé desde mi burbuja durante mucho
tiempo. Abriéndome así… permitiéndome sentir la vulnerabilidad del
contacto humano…
Tengo los ojos cerrados, perdido en otra dimensión, así que solo puedo
suponer que es uno de mis hermanos el que sigue sus indicaciones. Siento
que los ganchos empiezan a soltar mi pene.
Y me siento renacido.
Capítulo 43
JANUS
Paul chilla y persigue a Diana, que se ríe y se esconde detrás de una de las
gruesas columnas de la estructura de juego. Hay una del tamaño de un niño
pequeño a un lado, pero a los niños nunca parece interesarles. A Paul
siempre le gusta jugar a perseguir en el juego más grande.
Sus piernitas se mueven muy deprisa. De vez en cuando, uno de ellos acaba
de bruces en la suave superficie mullida. Paul siempre llama a mamá a
gritos cuando eso ocurre. Diana levanta su culete para ponerse de pie y
sigue corriendo, riéndose todo el rato.
—Creo que los estamos criando bien —Se voltea para sonreírme con esa
sonrisa que me estremece el corazón.
Asiento.
—¿Sí?
—Sí.
—Creo que Milo probablemente está muy incómodo con todos los lugares a
los que Leander lo lleva.
Hope se limita a sacudir la cabeza y voltear los ojos, pero levanta a Diana
igual. Luego Paul agarra a su hermana de la mano y los dos salen corriendo
juntos.
Sonrío. Ese niño. Siempre quiere subir a la montaña más alta que encuentra,
aunque apenas puede andar y hablar.
—¿Listo? —pregunto.
Lo suelto y se impulsa con las manos por la superficie lisa del tobogán.
Chilla durante todo el trayecto mientras el viento le levanta el pelo.
—¡Otra vez!
Capítulo 44
LEANDER
Entra con su elegante traje negro y unas botas Doc Martens negras
relucientes que chirrían en el suelo de mármol. Aparte de eso, no emite ni
un sonido. Le advertí de antemano que aquí habría niños pequeños
durmiendo.
Suspiro, añorando los días en que sus cunas lograban contenerlos, pero ya
Paul es todo un monito y ahora escala por los lados de su cuna cuando
quiere salir.
Intentamos ponerles cunas separadas al año y medio, pero cada vez que
entrábamos por la mañana ya estaba acurrucado con su hermana. Al final
nos dimos por vencidos y empezamos a poner almohadas blandas en el
suelo por si se caía durante una de sus hazañas escapistas.
Oigo la risa de Hope antes de doblar la esquina que da al salón trasero. Allí
nos esperan ella y Milo, sentados juntos en el gran sofá de cuero acolchado.
Milo por fin empieza a sentirse cómodo. Nuestro experimento con los
utensilios pareció ayudar, además de la ropa que conseguimos, con la que
parece sentirse más a gusto.
Ahora, sin embargo, es como un viejo monje zen o algo así, escondido en el
cuerpo de Milo. Hay ciertos momentos que me hacen saber que sigue
siendo él, pero hay una expresión en sus ojos que te dice que ahora ha
evolucionado.
Por ello me alegra indicarle a Quinn que abra las maletas en la mesita
central, delante de Hope y Milo.
—No, por favor —insiste Quinn—. Toca lo que quieras. Agárralo todo. Se
supone que esto sea una experiencia sensorial. ¿Qué te llama la atención?
¿Qué te invita a tocar?
HOPE
CUARENTA y cinco minutos después y tras una compra de una bolsa entera
de juguetes, nos despedimos de Quinn.
—Y a ti.
—Lo sé —Milo me besa la nuca—. Nosotros también te amamos.
—Por supuesto —echo un vistazo a Janus—. Creo que esto era solo para
seducirme.
Esta vez no reconozco la tonada, pero Leander siempre sabe cómo crear la
atmósfera adecuada. Se deja oír una melodía oscura y grave. Cuando una
voz femenina comienza a cantar, acompañada en armonía por la voz
carrasposa de un hombre, se me eriza el vello del brazo. La forma en que
sus voces convergen y se enredan entre sí es una promesa de lo que está por
venir.
Leander camina detrás de mí y, unos instantes después, vuelve a meterme
en la boca la mordaza de bola que elegí antes. Una oleada de liberación me
recorre el cuerpo, como ocurre cada vez que él toma el control.
Pude darle a Milo lo que necesitaba la otra noche y fue divertido, pero… las
cosas no han sido fáciles últimamente. Aparte de tener que estar siempre
pendiente de los niños, balanceando tantas cosas al mismo tiempo, sin
querer descuidar ninguna…
Dios mío, si tan solo por una noche pudiera desligarme de todo. No tener
que ser responsable por todo, o de nada…
Milo se agacha y levanta mi pierna derecha para meter el pie por uno de los
agujeros de las bragas de encaje, y luego procede con la otra pierna. Las
yemas de sus dedos rozan mis pantorrillas y muslos mientras lo hace.
—Esta noche vamos a darle con todo —dice Leander desde mi izquierda.
¿Desde cuándo está ahí?
Sí. Quiero que usen mi cuerpo, que me lleven hasta el límite para que
puedan llevarme a lo más profundo. Tan, tan profundo. Necesito esta
liberación.
Leander me pasa los dedos por el pelo y me lo recoge en una coleta baja.
Cuando termina, me tira de la cabeza hacia atrás y, doblada hacia atrás en
una postura incómoda, Janus me aplica una venda en los ojos.
HOPE
Así que me entrego a la punzada. Al dolor. Papi sabe azotarme muy bien el
trasero.
Me da otro golpe, justo en la parte más gruesa de la nalga, la que está antes
de que se junte con los muslos. Mi carne se sacude reverberando por toda
mi vagina, estremeciéndose sobre el dispositivo que tengo en mi clítoris.
Todavía no lo han encendido y probablemente sea lo mejor, teniendo en
cuenta que ya estoy sobrecogida de sensaciones.
Cuando siento una mano fuerte preparando un pene para introducirlo dentro
de mí, me parece la mano de Leander. También parece por su pene, que es
grande y grueso. Sí, tiene que ser Leander.
Aparta el cordoncito de la tanga para poder introducir su pene en mi vagina.
Los gruesos dedos de Leander masajean mis labios mientras lo hace y
gimo…
Lo que me hace ganarme otro azote con la paleta. ¡Au! Esa sí que dolió.
Muerdo con los dientes la pelota de goma para ahogar mis alaridos mientras
Leander vuelve a colocar el succionador de clítoris en su sitio y su pene
empieza a penetrarme.
—Lo que pasará es que vamos a hacértelo todos a la vez, gatita. Nos vas a
satisfacer hasta que te acabemos en todos lados.
Con razón tuvo que usar un anillo tan ancho, ninguno más pequeño hubiera
servido con su grueso pene. Su mano enorme me agarra por la nuca,
envolviendo mi diminuta cabeza. Me veo obligada a ladear la cabeza ya que
lo está metiendo diagonalmente, pero esto no me lastima el cuello.
No, lo único que me podría lastimar sería lo duro que me lo va a meter por
la boca. Empiezo a lamerle la punta mientras empieza a meterlo. Es el único
atisbo de poder que me queda antes de que me domine por completo, por lo
que lo atesoro a pesar de estar ansiosa por ser sometida. Sigo pasando la
lengua de un lado a otro, una y otra vez…
Hasta que emite un gruñido y arremete con su pene a través del anillo y
hacia mi garganta.
No puedo hacer otra cosa que dejarme ir por completo. Mis ojos se ponen
en blanco cuando Leander exige:
LEANDER
LAS PINZAS de los pezones son de esas que parecen lágrimas muy
pequeñas, con una piedra preciosa colgante para añadirle un tironcito al
pellizco.
Así que ajusté la tensión de las pinzas al máximo porque quería que de
verdad las sintiera. Le advertí que no tendría clemencia con ella, así que no
puede esperar menos.
¿Me hace caso? Por supuesto que no. Levanta sus nalguitas hacia la tiesa
erección en su entrepierna.
Se quita los pantalones y se acerca con el pene duro como piedra. Suena
uno de mis temas favoritos, en el que una mujer susurra por encima de una
música oscura: «Tócate. Mastúrbate».
Por fin la rodea y se acerca a la mesita de café que hay frente al gran sofá y
toma el único objeto que hizo que se le iluminaran los ojos cuando Quinn le
explicó lo que hacía.
Así que me inclino hacia su oído mientras recorro sus brazos con las yemas
de los dedos.
—Ah, ahora puso el anillo para pene en el glande y está levantando una
pierna en el sofá, como Quinn le indicó. Ahí va. Se está poniendo un poco
de lubricante y ahora se está metiendo el estimulador de próstata en el culo.
Ah, bien. Parece que le ajusta perfecto. No ha encendido la parte del
vibrador. No creo que quiera terminar demasiado rápido. Quiere estar
profundo dentro de ti antes de encenderlo.
Hope gime tan fuerte que comprendo que es el momento, por lo que la tomo
por las caderas y la ayudo a acercarse al amplio sofá donde Milo se recostó,
con un destello brillante y ansioso en su mirada. Está más que preparado.
Janus la toma de la mano con dulzura.
El pene de Milo parece más duro y más grande de lo que he visto nunca. El
anillo para el pene realmente ayuda, ¿no? Vaya, me alegro de que tengamos
extras: otro para mí y otro para Janus. Vamos a tener que etiquetar las
malditas cosas, porque tengo la sensación de que van a tener mucho uso.
Ella asiente y Janus vuelve a agarrarle la coleta justo en la base del cuello.
—Bien. Eso es genial, nena —dice Janus—, porque ahora tienes que hacer
exactamente lo que te digamos, eso es todo. Vas a levantar la pierna y te
acomodaremos exactamente como necesitemos. Te voy a azotar con una
paleta mientras montas a tu papi.
—Ah, eso te gusta —dice Janus con una sonrisa—. Igual que te van a
gustar todas las cosas que te hagamos esta noche.
—Basta de charla.
Sonrío al ver lo hermosa que es, amordazada y con los ojos vendados, a
punto de ser follada por mi hermano, mientras mi otro hermano se echa
hacia atrás para darle otro azote en el culo. Cuando lo hace, no puedo evitar
meterme la mano en los pantalones y sacarme el pene.
Milo mete la mano en la bolsa de juguetes y saca el objeto que escogió justo
al final. Una segunda mordaza para silenciarse a sí mismo. Se la coloca
sobre la boca.
LEANDER
—Respira.
Clavo mis dedos en su pelo y arrastro su cabeza hacia arriba y hacia abajo
por mi pene mientras ella contrae los músculos de su garganta. Dios, es el
mejor sexo oral que he tenido en mi vida.
La saco, pero no del todo, solo lo suficiente para pedirle que respire; la veo
jadear y luego arrastro su cabeza hacia delante y vuelvo a meterme en su
pequeña garganta. Veo cómo se le abulta la garganta desde afuera, como si
se hubiera tragado una anaconda.
Más aún cuando bajo la mirada y veo a mis dos hermanos follándola con
ganas.
Janus no se lo está tomando con calma. Está moviendo sus caderas con
fuerza mientras le folla el culo. Sus bolas rebotan aparatosamente mientras
lo hace. Gruñe cada vez que llega a lo más profundo.
Sé, por estar al otro lado cuando hace eso, que está moviendo el cuerpo de
Hope arriba y abajo en el miembro de Milo. Por la expresión de éxtasis
tremendo en la cara de Milo… Sí, ese parece ser el caso.
Pero no quiero solo imaginarlo. Rayos, yo también quiero sentirlo. Así que
saco mi pene de la boca de Hope, aunque a estas alturas me cuesta hacerlo.
Quiero seguir dándole, dándole y dándole hasta eyacular en su garganta.
Espero que haya respirado porque tengo que seguir, tengo que penetrar esa
dulce garganta. Tengo que poseerla. Tengo que follármela…
—Eso es. Trágate todo lo que papi tiene para darte —gimo, tirándole del
pelo mientras se lo saco, y luego vuelvo a empujar, aún más semen cayendo
a chorros por su garganta y por los bordes del aro, porque es demasiado.
Muchísimo.
—Ay, Dios… Así… Eso… —dice una octava más alto de lo normal.
—Lo sé, vaya —coincido, explorando el interior de la boca de Hope con mi
pulgar.
Intento aguantar todo lo que puedo, pero cuando Janus empieza a aullar me
vuelvo loco, y mi nena ya está tan lubricada y sucia, con mi semen
goteando desde su labio a su pecho…
Suelto la última pinza del pezón, que sé que… Así es, hace que se
estremezca mientras Janus hace el ruido que solo le he oído emitir unas
pocas veces en su vida. Excepto que normalmente lo hace tras meses sin
eyacular, y solo en los orgasmos más intensos y placenteros.
HOPE
Los gemelos y Milo han empezado a llevar a los niños al gimnasio infantil
que hay cerca para que yo pueda estar tranquila durante unas horas y
trabajar sin interrupciones durante el día, pero cuando llegan a casa, Apolo
siempre encuentra la manera de escapárseles y correr a mi puerta, a la que
llama incesantemente exigiendo a su mamá.
—¡Mamá! —declara triunfante, justo cuando Janus sube las escaleras tras él
a toda velocidad.
—Pequeño diablillo escurridizo —bromea Janus, cargándolo en sus brazos.
Me siento en el sofá del estudio, donde Diana juega alegremente con sus
bloques. Ahora que estoy en el mismo espacio, Apolo parece conformarse y
se zafa de los brazos de Janus para ir a jugar con su hermana.
Leander habla por móvil y Milo está leyendo un libro. Lo cual me sigue
pareciendo tan gracioso, porque hace dos años, la escena habría sido a la
inversa. No podrías arrancarle el móvil de las manos a Milo, y sin embargo
aquí está ahora, tan tranquilo leyendo.
Eso hace que todos dejen lo que están haciendo para mirarme.
Sacudo la cabeza.
—Los rumores despiertan la curiosidad de la gente, y esa curiosidad es
mala para nosotros.
Ahora que todo está tranquilo… Bueno, tan tranquilo como puede estar
para nosotros. Quiero… no, necesito que se mantenga así.
JANUS
—Ya sé, pero sigue siendo tan… —Se aparta de la ventana y sacude la
cabeza—. ¿A quién le importa con quién se case Janus? Es un tipo
cualquiera, ¿no? Digo, los dos sabemos que no es así, pero en teoría eres tú
la estrella de cine.
—Llevas demasiado tiempo en esta industria como para ser tan ingenuo.
Milo toma una botella de agua de una bandeja y bebe un largo trago.
—Si tú lo dices.
Sé que las leyes son como son, pero ella no me pertenece solo a mí. Ella
es… nuestra. Nosotros somos suyos. Como si leyese en mi cara lo que
estoy pensando, tan molesto como suele ser mi gemelo, Leander me da una
palmada en el hombro.
—Lo arreglaremos.
—Bien.
LA MÚSICA suena tan alto que casi se escucha a pesar de los helicópteros.
Escapamos de Los Ángeles para venir a una vinería en el área de la bahía,
en lo alto de una montaña, en busca de intimidad. O de un lugar en el que al
menos pudiéramos aparentarla.
Es solo que… todas esas sillas están llenas de un montón de idiotas que no
me importan, los típicos «más selectos» de la industria. Se sentirán
agradecidos por la invitación y en secreto tratarán de sacar fotos y contar
historias sobre cómo estuvieron los platillos a los periodicuchos de chismes
durante las próximas semanas.
Los padres de Hope también están aquí. Ya los conocí una vez, cuando por
fin decidieron venir a conocer a los bebés. Eran tan desagradables como
Hope siempre describía y, al final, su padre me llevó aparte y me pidió un
«donativo» para dar a su iglesia. Le dije rotundamente que no y no
volvimos a saber nada de ellos.
Pero Hope pensó que, como la boda sería tan pública, debíamos invitarlos y,
para mi sorpresa, vinieron. Están sentados rígidamente en primera fila, tanto
la madre como el padre vestidos de negro, como si estuvieran en un funeral.
En realidad, me importaba una mierda todo el mundo excepto Hope, sobre
todo cuando empieza a caminar hacia el altar. Ambos decidimos que su
padre no la entregaría en el altar. En su lugar, Milo la lleva del brazo hasta
Janus, y yo soy su padrino.
Lleva el pelo largo rizado y recogido como una corona, con mechones
escapándosele alrededor de la cara. Luce radiante mientras sostiene el ramo
y mantiene la mirada fija en Janus. Milo permanece a su lado mientras la
escolta hacia el altar.
Solo me duele un poco que sus ojos no se dirijan hacia mí mientras camina
al altar en medio de este escenario de cuento de hadas, excepto por el
helicóptero que sobrevuela.
Vuelvo a enfadarme por esta vida que elegí para mí… o en la que me dejé
enjaular. Aún no estoy seguro de cómo fue, era tan joven. Pero estoy
eligiendo ahora, evolucionando. Aun así, debido a las elecciones que he
hecho, es mi hermano quien toma de la mano a Hope delante de toda esta
gente hoy, delante del ministro que sostiene la biblia, y tendré que soportar
el dolor celoso de no ser yo quien esté a su lado.
Me están observando. Hay tantos ojos puestos en esta actuación. Así que
mantengo mi sonrisa amplia y feliz mientras observo y solo puedo esperar
que mi corazón no me traicione.
MILO
Pues es una mierda. Aunque Leander fue muy enfático en que teníamos que
hacer que se viera todo bien. Repaso las estadísticas de béisbol en mi
cabeza como solía hacer cuando intentaba no eyacular rápido, sin embargo,
me aburro de eso bastante pronto también. El ministro es un tipo viejo y su
voz no se detiene para nada. Dios, ¿de dónde sacaron a este tipo?
HOPE
Algunos están muy entusiasmados por estar allí, sobre todo aquellos cuyas
caras reconozco menos. Supongo que les emociona estar tan cerca de una
celebridad. Leander está cerca de la mesa donde aguarda el pastel y
pareciera que en cuanto todos terminan de estrecharnos la mano a Janus y a
mí, hacen una fila para acercarse al grupo que lo rodea.
El agente de los chicos, Ty, está allí formando una burbuja alrededor de
Leander, guiando hábilmente todas las conversaciones. Sin duda agrupando
a todos los que considera más importantes hacia el frente y dirigiendo las
preguntas hacia ellos.
—Me alegro de que hayas venido, mamá. —Me sorprende, pero lo digo en
serio.
Con toda esta gente que ni conozco, me alegro de que ella, Destiny y
Makayla estén aquí. Puede que mi padre sea un cabrón, pero mamá también
debió ser una joven con sueños en algún momento. En realidad, aunque se
suponía que este día era solo para aparentar, está siendo una montaña rusa
de emociones.
Al menos cuando lanzo el ramo más tarde, me río cuando Destiny lo atrapa
y pone cara de horror. Lo vuelve a arrojar a Makayla como si fuera una
patata caliente, y ella niega con la cabeza e inmediatamente se lo devuelve.
Luego nos disponemos a cortar el pastel, pero por fin, por fin, después de
comer y sobrevivir al resto de la recepción, puedo volver a la zona de
montaje dentro de la antigua bodega. Gracias a Dios.
Yo solía ser una experta en estos eventos de la industria, pero debo estar
perdiendo mi toque porque estoy agotada. Es cierto que nunca había estado
en un evento que también fuera mi boda, donde sentía que cada uno de mis
movimientos estaba siendo vigilado. Me siento bien al desabrochar por fin
mi vestido de novia, hermosísimo, pero también bastante pesado, y dejar
que caiga al suelo en el camerino.
Estiro los hombros. Luego me dirijo a mis maletas para ponerme el vestido
de fiesta para la siguiente parte de la recepción, mucho más larga y con
baile, ya que está a punto de empezar…
HOPE
Las aspas del helicóptero hacen tanto ruido que no oigo nada. Aunque
gritara, nadie me oiría.
¿Era este uno de los helicópteros que sobrevolaban y que asumimos eran de
otro medio de comunicación? ¿Cuánto tiempo llevaban planeando esto?
Oigo que gritan algo entre el ruido del helicóptero, justo cuando despega.
Creo que dijo: «Ponla en posición».
Grito, lucho, pero son demasiado fuertes, y hay demasiado ruido como para
que alguien me oiga, ni siquiera el piloto del helicóptero, al parecer.
Me penetra hasta el fondo, y con su acceso total para usarme como quiere…
no puedo moverme. Unas manos fuertes me sujetan los brazos y los pies
como si fueran grilletes. No puedo hacer otra cosa que sentarme sobre él,
retorcerme, gritar inútilmente si quiero y aguantar. Todo esto mientras
estamos volando por el cielo.
«Nunca dejes que te lleven a otro lugar», es una de las primeras cosas que
te enseñan en cualquier clase de defensa personal, y, sin embargo, aquí
estoy, viéndome ser arrastrada a Dios sabe dónde, donde sin duda me harán
solo Dios sabe qué.
Me llevan hasta el suelo del avión, que tiene una alfombra mucho mejor
que la de cualquier avión de pasajeros. Pero claro, es un avión privado.
Alguien me da una fuerte nalgada que me hace saltar… bueno, tanto como
puedo estando tan bien atada.
Así que grito tan fuerte como puedo cuando recibo el segundo impacto
ardiente del cinturón, y el tercero, el cuarto y el quinto.
Resulta ser que… soy el tipo de chica a la que le encantan las situaciones un
tanto peligrosas. Cuanto más difícil es la situación... cuanto más prohibido
sea, más me excita.
—Mira lo excitada que está, su vagina está babeándose por tu pene. Espera
a que llegue el turno de probar la mía y la abriré de par en par cuando me
folle su dulce bizcocho.
Primero son solo dos dedos, gruesos y varoniles. Pero casi de inmediato, un
tercero. Me estrujan sin piedad al tiempo que me azotan nuevamente con el
cinturón de cuero.
Y entonces siento como el hombre que está con la cabeza entre mis piernas
es empujado hacia atrás por otro.
—Tengo que follármela ya. Puedo oír lo mojada que la has puesto. Está
completamente húmeda, y las vaginas húmedas se las follan, con fuerza.
Es bastante obvio decirlo, pero no ha sido nada gentil. Aunque, nada en esta
experiencia será gentil.
—Cambio.
Y luego, siento como si se trepara a medias sobre mí cada vez que empuja
su cadera contra la mía, como si no pudiera penetrarme todo lo que quisiera,
aunque...
Con cada sacudida, abro más y más los ojos... está llegando muy lejos. La
punta de su pene golpea mi cuello uterino con cada sacudida. Pero entonces
empiezo a parpadear rápidamente. Porque no me está golpeando el cuello
del útero, sino un poco más allá.
Y aunque nunca me había dado cuenta de que esa era una zona erógena...
Dios mío, empiezo a jadear cuando me penetra y mi cuerpo empieza a
excitarse con cada penetración. Me siento casi tan bien como en el punto G,
tan bien, que empiezo a gemir.
—Cambio.
—¿Te gusta que te follen así? —me gruñe al oído al tiempo que se inclina
sobre mi espalda y me embiste—. ¿Te gusta que ser penetrada por
desconocidos que van a follarte de todas las formas que se les ocurran? Eres
nuestro juguete. Te quedarás atada mientras nos turnamos para follar ese
dulce y húmedo orificio.
Saca su pene y lo vuelve a meter sin piedad, con sus testículos
golpeándome la vagina.
Y sin piedad uno me hace sexo oral mientras el otro me folla. Me lo hacen
con tanta fuerza que se siente tan despiadado, tan apasionado, como si fuera
algo salido de una auténtica fantasía sexual.
El esperma de los tres hombres se escurre por mis muslos cuando el último
hombre se corre.
Esta era la única fantasía que siempre había tenido y, que Leander y Janus
nunca parecían llegar a cumplir. Pero habíamos hablado mucho de ello y
prometieron que algún día, mucho después de que me hubiera olvidado de
la petición, cumplirían la más oscura de mis fantasías.
LEANDER
El piloto del helicóptero era un amigo que también vive el mismo estilo de
vida liberal. No nos delatará y estuvo encantado de participar en nuestra
pequeña aventura.
Y ahora estamos aquí. Sonrío mientras veo a Janus y Milo ayudar a Hope a
ponerse la ropa, tiene las mejillas sonrojadas y aún parece un poco atontada
por el secuestro y la orgía.
La limpieza posterior al sexo fue muy dulce, usamos su ropa interior para
limpiar con delicadeza el semen que se había escurrido entre sus muslos.
Pero no fue suficiente, así que usé su vestido de gala para limpiar el resto.
Habíamos preparado sus maletas para la luna de miel para después subirlas
al avión, mientras que los chicos la ayudaban a ponerse un vestido nuevo,
sin ropa interior.
No, es de lino suave, con un profundo corte en V casi hasta la cintura que
revela sus curvas en las partes más adecuadas. También aprovecho el
tiempo para vestirme. Mi atuendo también es de lino: pantalones y una
camisa ligera con sandalias. Después de ayudar a Hope, mis hermanos
hacen lo mismo.
—Es una isla privada, la playa es toda nuestra —le explico—. Sin miradas
indiscretas. Me alegro de que hayas podido celebrar tu primera boda ante el
mundo. —Esa parte sale de mala gana—. Pero esta boda es solo para
nosotros.
—No, no, no, esa parte viene después, aún no he dicho que puedas besar al
novio.
—Mi querida Hope —empieza Janus—. Eres la mujer más hermosa que he
conocido, por dentro y por fuera. Desde el momento en que te conocí supe
lo especial que eres. Brillas como una estrella entre todas las demás
personas cuando estás presente.
Levanta la vista del papel y la mira a los ojos mientras dice el resto.
—Hope, antes de que llegaras a nosotros nuestras vidas eran frías y vacías,
vivíamos en un eterno invierno y no sabíamos cómo salir de él. Soñábamos
con la calidez de un hogar y con descansar junto a la chimenea, pero no
sabíamos cómo. Hicimos tristes intentos de tener un hogar y una familia,
pero fuimos incapaces de encontrar nuestro centro. Pero te encontramos y te
convertiste en nuestro centro. Tú eres nuestro hogar. Por eso y mucho más,
quiero que sepas que te amaremos por siempre y para siempre.
Las lágrimas recorren las mejillas de Hope y estruja la mano de Milo, solo
al final la mira a los ojos y puedo notar en su mirada lo mucho que la ama.
Sus palabras son perfectas; estoy enamorado de este momento, en el que
todos expresamos por fin a nuestra manera lo mucho que significa para
nosotros y le juramos fidelidad por siempre.
Ahora es mi turno.
—La verdad es que, querida Hope, no creía que pudiera existir una persona
como tú. —Tengo que aclararme la garganta, la emoción me ahoga más de
lo que esperaba. Pero, como siempre, Hope me hace sentir lo inesperado.
—Así que ahora juro que es mi trabajo, nuestro trabajo pensar primero en ti
y cuidar de todas tus necesidades y deseos. Estoy seguro de que fallaremos,
y solo puedo esperar que, a tu amable manera, sigas enseñándonos el
camino del amor que nos ha sido ajeno toda la vida. Eres verdaderamente lo
más hermoso que tenemos. Juro amarte, protegerte, honrarte, cuidarte y
adorarte todos los días de mi vida, hasta la eternidad.
Hope llora con más fuerza, y Janus, afortunadamente, saca unos de sus
pañuelos. Por supuesto que sabía cómo iba a acabar esto. Milo también
llora, mientras yo sigo tragando saliva para contener mis propios
sentimientos.
—Esto no se parece en nada a la vida que imaginé para mí. Cuando hui de
casa de mis padres, aquella casa fría y sin amor, solo deseaba una cosa:
escapar. Tenía tanto amor para dar, pero no estaba segura de con quien
compartirlo... Francamente, me aterrorizaban los hombres, pensaba que
todos serían como mi padre.
Se seca las lágrimas de las mejillas mientras nos dedica una mirada a todos.
—Así que les di mi amor y mi cariño a todos aquellos a los que era seguro
dárselos. Chicas jóvenes de la industria a las que quería proteger, que
necesitaban amor al igual que yo cuando era pequeña. Podía intentar
protegerlas y colmarlas de amor, pero al final crecieron, y yo también.
Ella continúa:
—Ustedes son hombres fuertes y buenos, y los respeto por eso. Tal vez eso
no parezca mucho, pero mis expectativas para el tipo de hombre al que
respetaré y, más que eso, en el que confiaré, son en realidad bastante altas.
Así que les agradezco desde el fondo de mi corazón por ser la clase de
hombres que puedo respetar. Y por ser dignos de mi confianza, le digo que,
los amo y los amaré por siempre. Al final, es así de simple, pero les doy las
gracias por ser la clase de hombres a los que me encantará amar, sin sentir
dolor.
Besamos a nuestra mujer por todos los sitios que podemos, eventualmente
cada uno de nosotros consigue un turno en su boca. Sellada con un beso,
ahora es nuestra para siempre.
Capítulo 54
JANUS
Pero fue entonces cuando me dijo que había invertido todo el dinero de su
última película de éxito, incluyendo las bonificaciones por los Emmy
ganados en las dos últimas temporadas de Géminis. Como protagonista, al
final cobró más de un millón por episodio, incluso más en derechos
residuales de streaming.
Hope rodea a Milo con los brazos y lo besa mientras atrae a Leander hacia
sí. Va y viene como si no pudiera decidir a quién quiere besar más, como si
lamentara tener una sola boca.
Cielos, cuánto lujo. Los ventanales son tan grandes que dejan entrar todo el
paisaje de la isla, y a lo lejos se puede captar a la perfección el momento en
el que océano se fusiona con la luz menguante del atardecer. Por una vez en
nuestras malditas vidas, no tenemos que preocuparnos de que alguien nos
espíe, y mucho menos preocuparnos por ser el objetivo del lente de una
cámara.
Hope levanta las manos al aire y hace un pequeño baile, girando entre los
brazos de Milo y Leander.
Su rostro está iluminado, y maldita sea, aunque sea lo último que haga, voy
a mantener esa alegría ahí. Después de trabajar desde los cuatro años... me
doy cuenta de que este es el único trabajo que quiero, hacerla feliz.
—Pero llevas demasiada ropa —dice Leander desde el otro lado de ella, su
tono coincide con el mío.
Suspira y luego suelta una risita. Instintivamente, levanta los brazos para
cubrirse los pechos. Su primer instinto de pudor sigue siendo adorable,
sobre todo porque la dulce hendidura de su vagina está expuesta a todos
nosotros. Nunca le dejamos volver a ponerse la ropa interior después del
avión.
Y por la expresión de las caras de mis hermanos, sé que todos somos unos
lobos voraces preparándonos para la caza. Queremos probar el sabor de
aquella que acabamos de reclamar para nosotros ante Dios y los demás
como testigos.
Pone los ojos en blanco, al igual que Milo y yo. Después de tanto tiempo,
¿cree que no sabemos exactamente cómo tratarla?
Ay, pequeña, es hora de que tus papis te den una lección, y se rindan a tus
pies.
Capítulo 55
MILO
Ver a los gemelos fue lo que me hizo darme cuenta. Son tan inocentes, solo
son niños.
Veo a Hope con nuestros hijos y puedo ver cómo es que debe ser una
madre.
Así que cuando me deslizo entre las piernas de Hope, agacho la cabeza,
inhalo su esencia y, con libertad, curiosidad y adoración, lamo su glorioso
sexo.
Me encanta excitarla, y no es solo algo que puedan hacer mis hermanos, soy
yo, porque soy digno, soy lo suficientemente bueno.
Meto un dedo para sentirla, no hay forma de poder evitarlo, necesito más de
ella. Aunque he explorado su carne cien veces, necesito cien más, mil más,
una infinidad de veces más para explorar su cuerpo. Observar su respiración
entrecortada mientras introduzco un dedo en su interior y lo hago girar en
sus fluidos vaginales.
Y entonces hago un gancho con las yemas de los dedos, palpando a lo largo
de su interior hasta llegar al punto que la vuelve loca, y tiro hacia mi boca
cuando finalmente, empiezo a succionar su clítoris.
Mi pene se pone duro y pesado entre mis piernas cuando ella empieza a
temblar con su primer orgasmo.
Está indefensa ante mis caricias. Mi boca caliente succiona su punto más
sensible, mientras mis dedos masajean su punto G.
Mueve las manos en busca de mis hermanos, pero cada uno de ellos, en
sincronía, agarra sus muñecas y las sujeta firmemente contra la cama.
LEANDER
Janus roza con los dientes su duro pezón y yo asiento para que Milo sea el
primero en follársela.
Nunca pensé que pudiera disfrutar tanto como voyeur, ni que llegaría a un
punto en mi vida en el que los celos fueran cosa del pasado.
Y aunque esta semana habrá turnos para todo tipo de juegos, esta noche
será tradicional... aunque no siempre en misionero.
Milo pone los puños en la cama mientras mueve las caderas hacia delante y
hacia atrás, y Janus se vuelve más agresivo con sus pezones. Janus los
muerde hasta que la leche empieza a brotar de ellos, la cual lame enseguida.
Mierda, ¿ahora tendremos a dos fetichistas de la lactancia?
Pero entonces Janus se echa hacia atrás, coge un pecho entre sus dos palmas
y se lo apunta a Milo mientras se la está follando.
Y entonces Janus lo aprieta. Eso hace que la leche salpique hacia Milo, la
cual cae sobre su abdomen y se desliza hacia su miembro, con el que la
embiste una y otra vez…
Sus senos arrojan la leche hacia el pene de Milo, lo que hace que Milo
maldiga y pierda completamente la concentración.
Y entonces él la penetra hasta el fondo, se deja caer sobre sus pechos y los
chupa mientras gime y acaba. Sigue bebiendo de su leche fresca, que gotea
de sus labios mientras sigue eyaculando hasta lo último de su esperma.
—Ah, has estado esperando para subirte sobre tu papi, ¿verdad? —gruño.
Pero al final se deja llevar por los gemidos mientras la hago mía.
Hope se voltea para ver, y sé que por eso Janus preguntó. No hay reglas esta
noche, nada está fuera de los límites. No hay nada que nos mantenga bajo
control, somos exactamente quienes queramos ser esta noche. Es una de las
cosas que más me gustan de nuestra vida sexual: el desenfreno y la total
libertad para entregarnos a ella.
Así que Milo se agacha y escupe sobre el pene de Janus para lubricarlo.
Y entonces saco mi dedo del ano de nuestra mujer justo a tiempo para que
mi gemelo lo atraviese con su miembro.
—Milo, ponte un puto anillo en el pene, porque vamos a hacerle una doble
penetración mientras follo a esta puta tan voraz. Si no estás listo para
ponértela dura de nuevo será mejor que te prepares.
Al principio solo el glande del pene de Milo entra, y luego un poco más, y
finalmente es capaz de empujar toda la cabeza dentro junto con la mía...
HOPE
Creciendo como crecí, nunca pensé que esta podría ser mi vida, nunca
pensé que podría tener algo tan bueno… El sexo en sí era un concepto tabú,
en especial lo que me está pasando ahora.
Algo que mis chicos están haciendo muy, muy bien ahora mismo.
Con Leander follándome por delante, y el estímulo adicional del glande del
pene de Milo presionando para entrar...
—Deja que entren para nosotros, preciosa —dice Leander—. Sabes que
puedes con todos nosotros. El pene de Milo quiere entrar tanto como el mío,
sabes que a papi le encanta follarte desvergonzadamente, cielo.
Veo lo que quiere que haga, y aunque no lo viera, sus dos hermanos están
ahí para ayudarme, y me facilitan la tarea de levantar una pierna.
Milo lo hace, por el lado donde tengo la pierna levantada sobre el banco.
Milo me ayuda a colocar las manos en el respaldo del robusto sofá con
respaldo de madera tallada, y luego introduce su pene erecto y empieza a
penetrarme de nuevo.
Mientras tanto, Janus me agarra bruscamente por las caderas, escupe sobre
su pene y vuelve a penetrarme.
Me siento tan bien, tan salvaje, y tan húmeda con mis propios fluidos.
Así que, perdida como siempre ante Leander cuando está en este modo tan
dominante, hago lo que me dice.
Uno de los atractivos de estar juntos es que podemos romper todas las
reglas, que podemos follar salvajemente, y que Leander puede ordenarme
que me corra...
Cierro los ojos y me concentro en las sensaciones. Siento tres pares de
manos sobre mi piel, pero no puedo distinguir de quienes son, me aprietan,
me pellizcan y me azotan.
El placer sube como la espuma. Amo el placer que vive al borde del dolor,
mi clítoris se agita bruscamente contra sobre los miembros de Leander y
Milo mientras me follan. Se deslizan hacia delante y hacia atrás con una
presión inmensa, tremenda.
Muevo las caderas hacia delante y hacia atrás para encontrarme con sus
ingles mientras entran y salen de mí a la vez.
Solo son mi cuerpo y lo que él quiere. El clímax está tan cerca, pero aún
fuera de mi alcance.
—Mójanos ahora, empapa nuestros penes hasta que nos corramos contigo.
Grito mientras remonto la última montaña hacia el clímax, y mi visión se
nubla.
Grito más fuerte, incluso más alto, hasta que el ruido desaparece y me
desplomo sobre todos ellos porque mi pierna ya no puede sostenerme.
Me sujetan y Leander sigue follándome hasta que, por fin, por fin, siento su
eyaculación, como una manguera que intenta apagar el fuego dentro de mí.
MILO
El sol brilla en lo alto del cielo, y el jardín privado tiene mucha hierba verde
y un gran parque infantil que instalamos hace seis meses para los niños.
Yo no, eso es seguro. Pero mírame, finalmente aquí, viviendo una buena
vida. Incluso para alguien como yo, que siempre creyó que en el fondo era
un pedazo de basura sin valor.
—¡Mami, mami!
La única persona a la que ese niño adora tanto como a su hermana gemela
en todo este mundo es a su mamá.
—¡Mamá!
Ella sacude la cabeza, se ríe y coge a Paul, que solo se alegra cuando está
en sus brazos.
Parpadeo, doy un par de pasos hacia atrás y me siento con fuerza. Santo
cielos, no me malinterpreten. Los gemelos son increíbles, y son mis hijos
tanto como los de Leander y Janus, es solo que… bueno, se parecen a ellos,
tienen su ADN y sus gestos.
Saber que hay un treinta por ciento de posibilidades de que este bebé tenga
los míos… Bueno, no soy avaricioso y me siento agradecido incluso por la
oportunidad.
Leander y Janus se sientan a tomar el té con Diana, que tiene su tetera fuera,
en la mesa, junto a nosotros. Me inclino para hacerle una pedorreta a Paul
en la panza, y se ríe como un loco.
Hope me frota la espalda cuando me levanto y no puedo resistirme a darle
un beso en los labios.
M ATRIMONIOS S ORTEADOS
Unidos para protegerla
Unidos para complacerla
Unidos para desposarla
Unidos para desafiarla
Unidos para rescatarla
Q UIÉN ES TU PAPI
Quién es tu papi
Quién es el papi del bebé
Quién es tu papi alfa
G RATIS
Luna De Miel
S EDUCTORES RÚSTICOS
La virgen y la bestia
Hunter
La virgen de al lado
Reece
Jeremiah
A MOR O SCURO
Lastimada
Quebrada
Amor Oscuro: Una Colección Oscuro Multimillonario
Dañada
LA BELLA Y LA ROSA
La bestia de la bella
La bella y las espinas
La bella y la rosa
La bella y la rosa: La Colección Completa (1-3)
R OMPIENDO B ELLAS
Pecados Elegantes
Mentiras Encantadoras
Obsesión Opulenta
Malicia Heredada
Venganza Delicada
Corrupción Lujosa
V ASILIEV B RATVA
Sin Remordimiento
T ABÚ
La dulce niña de papá
G RATIS
Indecente
R OMANCES DE CIENCIA FICCIÓN
E XTRATERRESTRE D RACI
Mi obsesión extraterrestre
Mi bebé extraterrestre
Mi bestia extraterrestre
Boletín Digital
STASIA BLACK creció en Texas y recientemente pasó por un período de cinco años de muy bajas
temperaturas en Minnesota, y ahora vive felizmente en la soleada California, de la que nunca, nunca
se irá.
A Stasia le atraen las historias románticas que no toman la salida fácil. Quiere ver bajo la fachada de
las personas y hurgar en sus lugares oscuros, sus motivos retorcidos y sus más profundos deseos.
Básicamente, quiere crear personajes que por un momento hagan reír a los lectores y que después los
tengan derramando lágrimas, que quieran lanzar sus kindles a través de la habitación, y que luego
declaren que tienen un nuevo NLS (Novio de Libro por Siempre; o por sus siglas en inglés FBB
Forever Book Boyfriend).
Website: stasiablack.com