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De Miguel Ruiz
Las acciones y palabras de otras personas suelen afectarnos profundamente. Cuando alguien
nos critica o nos maltrata, tendemos a tomárnoslo como algo personal, desencadenando
emociones negativas como la ira, la tristeza o la inseguridad. Sin embargo, es importante
comprender que el comportamiento de los demás rara vez tiene que ver con nosotros. En
cambio, está influido por sus propias creencias, heridas y estados emocionales. Al reconocer
esto, podemos liberarnos de la necesidad de reaccionar a las críticas y juicios de los demás.
El segundo acuerdo nos anima a cultivar la inmunidad emocional, lo que significa que no
permitimos que las opiniones y acciones de los demás nos afecten negativamente. Esto no
significa que debamos ser indiferentes o insensibles, sino que podemos elegir cómo reaccionar
y no dejar que las opiniones negativas nos definan.
Según Ruiz, gran parte de la comunicación humana se basa en suposiciones, lo que a menudo
conduce a malentendidos, conflictos y sufrimiento innecesario. En lugar de suponer que
sabemos lo que piensan o sienten los demás, deberíamos preguntar y comunicarnos clara y
abiertamente.
Las suposiciones erróneas y la creación de historias falsas en nuestra mente pueden provocar
drama y discordia en nuestras relaciones personales y profesionales. Para evitarlo, debemos
ser valientes y honestos a la hora de expresar nuestras necesidades, deseos y expectativas, en
lugar de dar por supuesto que los demás las conocen. El tercer acuerdo también nos anima a
no dar por sentadas las acciones de los demás. En lugar de suponer que alguien se comportará
de una determinada manera, podemos buscar la claridad y establecer acuerdos mutuos para
reducir la posibilidad de decepciones y malentendidos.
La vida puede ser impredecible, y nos enfrentaremos a retos en el camino. Sin embargo, lo que
podemos controlar es el esfuerzo que ponemos en todo lo que hacemos. Dar lo mejor de
nosotros mismos no significa agotarnos ni buscar la perfección. Significa hacerlo lo mejor que
podamos en cada momento, dadas nuestras circunstancias y recursos. Al comprometernos a
hacerlo lo mejor posible, evitamos el arrepentimiento y el autojuicio. Este acuerdo también
nos anima a ser conscientes de nuestras limitaciones y a respetar nuestros propios ritmos.