Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
K. Sande y T. Raabe - Paz en La Familia
K. Sande y T. Raabe - Paz en La Familia
Ken Sande
con Tom Raabe
E)
PORTAVOZ
La misión de Editorial Portavoz consiste en proporcionar productos de
calidad —con integridad y excelencia, desde una perspectiva bíblica y
confiable, que animen a las personas a conocer y servir a Jesucristo.
Título del original: Peacemaking for Families O 2002 por Peacemaker Ministries
y publicado por Tyndale House Publishers, Carol Stream, Illinois 60188.
Traducido con permiso.
Edición en castellano: Paz en la familia O 2011 por Editorial Portavoz, filial
de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos
reservados.
Traducción: Rosa Pugliese
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación podrá ser
reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos, o transmitida
en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico, fotocopia,
grabación o cualquier otro, sin el permiso escrito previo de los editores, con la
excepción de citas breves o reseñas.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas
de la versión Reina-Valera O 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; O
renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera
1960” es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada
solamente bajo licencia.
ISBN 978-0-8254-1840-2
120 o od LS ¿12h
LAS FAMILIAS
QUE PELEAN
q sta tube Ñ AA
MSde Arima. Wee diairnaia opera
A ] unrea cera
Mo DEI ha
Ú pq PUMA 19 > ly et drid
A, apogeo asado iia
% iradtón ujglo noi bsserzo ouliantó
PL is esFon ños
Gs Pe Me dl
: púa dr:Scan Y Voscopar Eu»
1 e
2 edy> ma Mie <= el
.
.0 ¿E A
hs
>
EVALUACIÓN PERSONAL
Si usted quiere crecer como pacificador, necesita pensar sinceramente
en su manera de responder naturalmente al conflicto. Puede comenzar
por reflexionar en las siguientes preguntas. Si quiere realizar una mejor
evaluación personal, comente sus respuestas con su cónyuge y pídale
que le exprese una opinión sincera al respecto. Esto podría suscitar
algunas revelaciones desagradables, pero también puede mostrarle en
qué ámbitos de su vida necesita crecer. Si usted responde a las opinio-
nes y sugerencias de su cónyuge con humildad, ella/él podría sentirse
inspirado a realizar un proceso similar de autoevaluación.
Matrimonio implica conflicto 21
Hace meses que la relación de Esteban y Julia está yendo cuesta abajo.
Cada vez que Esteban logra desconectarse del trabajo, trata de ser com-
prensivo con su esposa cuando ella se queja de su vida o de sus hijos. Pero
a menudo termina por excusar a los niños o por quejarse por la manera
que Julia los trata. Esto hace que Julia se ponga a la defensiva y se enoje.
¿Cómo puede ser tan comprensible con los niños y tan crítico con ella?
A veces, ella estalla en lágrimas y huye; pero, por lo general, se queda y
pelea, y saca a colación las fallas de Esteban como esposo y padre.
El primer paso para detener la caída cuesta abajo de su relación es
que reconozcan que están manejando el conflicto de manera destruc-
tiva. Esteban debe reconocer que tiene aversión por la confrontación,
motivo por el cual trata con frecuencia de evitar el conflicto y negar la
realidad. Julia debe enfrentar el hecho de que, si bien es más propensa
a hablar de los problemas con total franqueza, su sarcasmo a menudo
precipita una conversación tensa, incluso colérica. Y ambos deben reco-
nocer que una vez que dan rienda suelta a su enojo contra el otro, sue-
len dejar de buscar una solución y se escapan mutuamente mediante la
negación o la huida.
Sería maravilloso si tan solo pudieran renunciar a esos hábitos
y decidieran responder al conflicto de una manera tolerante y cons-
tructiva. Pero no es tan fácil. Para poder ser libre de ese patrón en el
que han caído, necesitan entender por qué reaccionan al conflicto de la
manera en que lo hacen.
Jesús nos da una palabra clara sobre este asunto. Durante su minis-
Cómo llegar a la raíz del conflicto 23
LA PROGRESIÓN DE UN ÍDOLO'
Deseamos
El conflicto siempre comienza con algún tipo de deseo. Algunos deseos
son malos por naturaleza, como el caso de la venganza, la lascivia o la
24 Las familias que pelean
avaricia. Pero muchos deseos, en sí, no son malos. Por ejemplo, no hay
nada malo por naturaleza en desear cosas como la paz y la calma, un
hogar limpio, una computadora nueva, el éxito profesional, una rela-
ción íntima con su cónyuge o hijos respetuosos.
Si un buen deseo, como desear una relación íntima con su cónyuge,
no se cumple, es perfectamente legítimo hablar de ello con su cón-
yuge, como trataremos en el capítulo 5. Al hablar, podrían descubrir la
manera en que cada uno pueda cumplir los deseos del otro, y ambos se
beneficien mutuamente. De lo contrario, podría ser apropiado buscar
ayuda de su pastor o un consejero cristiano que les ayude a comprender
sus diferencias y fortalecer su matrimonio (ahondaré sobre esto en el
capítulo 11).
Pero ¿qué sucede si su cónyuge nunca cumple uno de sus deseos en
particular, y no está dispuesto a conversar de eso en detalle con usted
u otra persona? Aquí es donde se encuentra en una encrucijada. Por un
lado, puede confiar en Dios y buscar la satisfacción en Él (Sal. 73:25).
Usted puede pedirle que le ayude a seguir creciendo y madurando, sin
importar qué haga su cónyuge (Stg. 1:2-4). Y puede seguir amando a su
cónyuge y orar para que Dios lleve a cabo su obra de santificación en
la vida de él o ella (1 Jn. 4:19-21; Lc. 6:27-28). Si usted hace esto, Dios
promete bendecirlo y usar su situación difícil para conformarlo a la
imagen de Cristo (Ro. 8:28-29).
Por otro lado, puede pensar obsesivamente en su decepción y per-
mitir que ésta controle su vida. Al final, terminará sintiendo lástima de
sí mismo y amargura hacia su cónyuge. En el peor de los casos, puede
destruir su matrimonio. Veamos cómo evoluciona esta cuesta abajo.
Exigimos
Los deseos insatisfechos tienen el potencial de arraigarse cada vez más
en nuestro corazón. Esto sucede especialmente cuando llegamos a ver
un deseo como algo que necesitamos o merecemos, y por lo tanto, debe-
mos tenerlo para sentirnos felices o realizados. Hay muchas maneras de
justificar o legitimar un deseo.
E “Trabajo duro toda la semana. ¿Acaso no me merezco un poco de
paz y tranquilidad cuando llego a casa?”.
1 “Tengo dos trabajos para pagarte los estudios; me merezco tu
respeto y aprecio”.
“Paso horas y horas administrando el presupuesto de la familia;
realmente necesito una computadora nueva”.
y “La Biblia dice que deberíamos ahorrar para estar preparados
Cómo llegar a la raíz del conflicto 25
Juzgamos
Otra señal de idolatría es la tendencia a juzgar a los demás. Cuando no
satisfacen nuestros deseos y no cumplen con nuestras expectativas, los
28 Las familias que pelean
Castigamos
Los ídolos siempre exigen sacrificios. Cuando los demás no cumplen
con nuestras demandas y expectativas, nuestro ídolo exige que sufran.
Sea deliberada o inconscientemente, encontraremos formas de lastimar
o castigar a los demás para que cedan a nuestros deseos.
Este castigo puede asumir distintas formas. A veces reaccionamos
con evidente enojo, y arremetemos con palabras hirientes para infli-
gir dolor en quienes no cumplen con nuestras expectativas. Cuando lo
hacemos, básicamente, estamos colocando a los demás sobre el altar de
nuestro ídolo y los estamos sacrificando, no con un cuchillo pagano,
sino con el filo cortante de nuestra lengua. Solo cuando ceden a nues-
tros deseos y nos dan lo que queremos dejamos de infligirles dolor.
También castigamos de muchas otras maneras a quienes no se
inclinan ante nuestros ídolos. Nuestros hijos pueden hacer pucheros,
patalear o mirarnos mal para lastimarnos por no cumplir sus deseos.
Adultos y niños por igual pueden imponer culpa o vergúenza en otros
cuando se pasean con la cara larga para dar lástima. Y algunas personas
recurren a la violencia física o al abuso sexual para castigar y dominar
a Otros.
A medida que crecemos en nuestra fe y nuestra conciencia del
pecado, la mayoría de nosotros reconocemos y rechazamos formas
ostensibles y abiertamente pecaminosas de castigar a otros. Pero nues-
tros ídolos no renuncian a su influencia fácilmente, y a menudo desa-
rrollan medios más sutiles de castigar a quienes no los sirven.
Replegarse en una relación es una forma habitual de lastimar al
30 Las familias que pelean
otro. Esto puede incluir una sutil frialdad hacia la otra persona, refre-
nar el afecto o contacto físico, mestrarse triste o apesadumbrado, rehu-
sar mirar a la otra persona a los ojos, o incluso abandonar la relación
por completo.
Enviar indirectas sutiles y desagradables durante un largo período
de tiempo es un método antiquísimo de infligir castigo. Por ejemplo, un
amigo mío me comentó que su esposa no estaba contenta con el hecho
de que él le prestara demasiada atención a un ministerio en particular.
Y terminó diciendo: “Como todos sabemos, ¡cuando mamá no está con-
tenta, nadie está contento!”. Se rió cuando lo dijo, pero su comentario
me llevó a pensar en el proverbio: “Gotera continua en tiempo de lluvia
y la mujer rencillosa, son semejantes” (Pr. 27:15). Una mujer tiene la
capacidad única de crear la atmósfera del hogar. Si no tiene cuidado,
puede pervertir ese don y usarlo para crear un clima irritable, desagra-
dable e incómodo que le comunique a su familia: “O se ponen en línea
con lo que yo quiero o sufrirán”. Este tipo de comportamiento es un
acto de incredulidad. En vez de confiar en los medios de gracia de Dios
para santificar a su familia, depende de sus propias herramientas de
castigo para manipular a los demás para que cambien. Por supuesto, un
hombre puede hacer lo mismo. Si es constantemente crítico e infeliz,
también puede hacer que todos en la familia se sientan miserables hasta
que cedan a los ídolos de él. El resultado habitual de dicho comporta-
miento es una familia superficial y dividida.
Infligir dolor a otros es una de las señales más seguras de que hay
un ídolo que gobierna nuestro corazón (véase Stg. 4:1-3). Cuando cas-
tigamos a otros de cualquier manera, sea deliberada y abiertamente o
inconsciente y sutilmente, es una advertencia de que otro, aparte de
Dios, está gobernando nuestro corazón.
éxito en su profesión. Esteban creía que ese éxito era esencial para su
felicidad y realización. Él consideraba que era algo que necesitaba (y
se merecía), y no tenía problemas en justificarlo; la Biblia dice mucho
acerca de las virtudes del trabajo duro y de proveer para la familia.
El deseo de Esteban del éxito profesional se intensificaba por el
efecto de otros deseos relacionados: su orgullo, el anhelo de aproba-
ción de sus padres y las ansias de seguridad económica. Juntos, estos
deseos evolucionaron hasta convertirse en una exigencia dominante;
por supuesto, no lo expresaba, pero lo manifestaba a través de cada
una de sus acciones para con su familia: “Para sentirme feliz y seguro,
y para que podamos funcionar como familia, mi trabajo tiene que tener
prioridad por encima de todo lo demás”. Si en ese momento, Esteban
hubiera examinado su corazón, y se hubiera hecho la pregunta que pre-
sentamos anteriormente en la página 26, hubiera reconocido que su
trabajo había llegado a convertirse en un ídolo, pues siempre estaba
ocupado pensando en su trabajo, y era donde tenía puesta toda su con-
fianza en recibir satisfacción y seguridad.
Dado que su trabajo era vitalmente importante para él, Esteban
esperaba que para Julia fuera también su máxima prioridad, que ella
misma se sometiera a las exigencias laborales de él y que se cuidara de
que los hijos no le molestaran. Pero ella no quería adorar el ídolo de él.
Ella estaba demasiado ocupada sirviendo a su propio ídolo, como ya
veremos más abajo. Como consecuencia, Esteban siempre la juzgaba
por sus “imperfecciones”, lo cual hacía que su matrimonio estuviera
siempre en constante e intolerable conflicto.
A veces le imponía el castigo en dosis de agresión: gritos y humilla-
ciones antes que él saliera precipitadamente de la casa. Pero la mayor
parte del tiempo, se lo administraba mediante un distanciamiento emo-
cional. Si Julia se negaba a postrarse ante el dios de él, entonces él le
arrebataría la intimidad que sabía que ella quería en el matrimonio.
Julia hacía lo mismo que él, pero desde otro ángulo. Ella estaba
resentida por la obsesión de Esteban por su trabajo, pero ella había caído
en su propia trampa. El mundo de Julia giraba alrededor de sus hijos,
sus tareas escolares, sus actividades extracurriculares y el desarrollo de
su fe. Ella veía a sus hijos como su jurisdicción —a pesar de que a veces
era a regañadientes— y se dedicaba totalmente a los éxitos y fracasos de
ellos. Si los niños tenían un buen día y cumplían sus expectativas, Julia
tenía un buen día. Si los niños tenían un mal día y tiraban abajo los sue-
ños que ella tenía para ellos o reñían entre ellos o no mostraban ningún
interés en el Señor, Julia se volvía aprensiva e irritable. Cuando Esteban
32 Las familias que pelean
Hijo para que sufriera el castigo que merecíamos nosotros por nuestro
pecado. Por medio de Jesucristo, podemos ser justos a los ojos de Dios
y encontrar libertad del pecado y la idolatría. “Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espí-
ritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte” (Ro. 8:1-2).
Para recibir este perdón y esta libertad, debemos reconocer nuestro
pecado, arrepentirnos de él y poner nuestra confianza en Jesucristo
(véanse Hch. 3:19; Sal. 32:5). Cuando lo hacemos, ya no estamos bajo
el juicio de Dios. En cambio, Él nos incorpora a su familia, nos hace
sus hijos y herederos, y nos permite vivir una vida piadosa (Gá. 4:4-7).
Esta es la buena nueva del evangelio: ¡perdón y vida eterna a través de
nuestro Señor Jesucristo!
EVALUACIÓN PERSONAL
1. Cuando usted tiene un conflicto con un miembro de la familia,
¿qué deseos siente que no se están cumpliendo?
Cómo llegar a la raíz del conflicto 37
5. ¿Cómo puede cultivar un amor más intenso por Dios y una mayor
adoración a Él?
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para
la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni
a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado
a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos,
para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo de
Eristor (1:Co 1051 MET)y
Como muestra este pasaje, Pablo veía el conflicto como una oportu-
nidad de glorificar a Dios, servir a otras personas y crecer a la semejanza
de Cristo. En el mundo de hoy, preocupado por sus propios intereses,
esta perspectiva parece radical o incluso ingenua y ridícula. Pero este
enfoque del conflicto puede ser altamente eficaz y, desde luego, agrada
a Dios.
Glorificar a Dios es el llamado supremo del cristiano. Cuando esta-
mos en medio del conflicto, tenemos la oportunidad de dar testimonio
de lo que Jesús ha hecho por nosotros, y de reflejar el amor y la bon-
dad de Cristo en nuestra manera de tratar a aquellos que nos ofenden.
Cuanto más se manifiesta en nosotros la gracia y el carácter de Jesús,
más honramos y glorificamos a Dios (1 P. 2:12).
El conflicto también nos da la oportunidad de servir a nuestro pró-
jimo. Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, aun-
que nos decepcione o nos trate mal (Lc. 6:27-28). Esto es verdad sobre
todo con nuestro cónyuge o nuestros hijos. Cuando estamos en un
conflicto, podemos bendecirlos al llevar sus cargas, darles un ejemplo
positivo, confrontarlos de una manera tierna y constructiva y perdo-
narlos como Dios nos ha perdonado a nosotros (Ef. 4:32). Esta manera
de servir bendice a aquellos que nos rodean, y honra a Dios.
En lo que respecta a crecer a la semejanza de Cristo, el conflicto
es una de las diversas herramientas que Dios puede usar para hacer
que crezcamos a la semejanza de su Hijo (Ro. 8:28-29). Ya sea que nos
recuerde nuestra debilidad o nos permita practicar el amor y el perdón
frente a la provocación y la frustración, el conflicto nos ofrece una gran
oportunidad de fortalecer y pulir nuestro carácter.
Estas tres oportunidades dan lugar a un sistema de resolución de
conflictos compuesto por cuatro principios, que constituyen la trama
de todo este libro. A continuación, veremos un breve esquema de estos
El sistema bíblico para la pacificación 41
Glorificar a Dios
Nuestro Dios es grande y santo, y nuestro mayor privilegio en la vida
es glorificar su nombre. Una de las formas más significativas de hon-
rar y glorificar a Dios es recordar continuamente lo que Él hizo por
nosotros por medio de su Hijo Jesús. La muerte de Dios-hombre en la
cruz se erige por todos los tiempos como el epítome de la gracia y la
misericordia; es literalmente nuestra salvación del tormento eterno en
el infierno. Cuando hacemos de la obra de Cristo en la cruz el aspecto
central de nuestra vida, incluso en medio de algún conflicto, nuestra
vida se envuelve de una fragancia de olor grato para Dios.
Además de ser la clave de la vida cristiana, recordar nuestras raí-
ces en Cristo es también la clave para glorificar a Dios en medio del
conflicto. Recordar lo que Cristo ha hecho por nosotros nos inspira a
confiar en Dios y no en nosotros mismos, por el resultado de cualquier
conflicto que tengamos (2 P. 1:3-4). Nos motiva a obedecer sus manda-
mientos (Jn. 14:15). Y nos capacita para imitar el carácter de Cristo en
nuestras relaciones interpersonales (Ef. 5:1). Confiar, obedecer e imitar
a Cristo es esencial para responder al conflicto de manera que agrade
a Dios. Cuando vivimos así, glorificamos a nuestro Dios de amor y
misericordia.
Confiar, obedecer e imitar a Dios en medio del conflicto propor-
ciona otros beneficios también. En principio, fija nuestra mente en
cosas buenas. Cuando pensamos en nuestra relación con nuestro Padre
de amor, resulta más fácil resistir los impulsos pecaminosos (orgu-
llo, control, amargura, etc.) y responder en amor y obediencia a Dios.
Cuando nos centramos en confiar, obedecer e imitar a Dios, podemos
controlar más nuestras emociones —que a menudo pueden ser nuestro
peor enemigo— y estamos menos predispuestos a ceder ante ellas.
Segundo, dependemos menos de los resultados y de la conducta de
los demás. Aunque nuestro cónyuge pueda responder negativamente,
o ni siquiera responda a nuestros esfuerzos de pacificación, podemos
estar contentos y en paz al saber que confiamos y obedecemos a Dios,
de manera que podemos perseverar hasta en medio de las circunstan-
cias más difíciles.
Desde el punto de vista práctico, podemos fijar nuestros ojos en
Jesús y formularnos una pregunta esencial durante cualquier clase
de conflicto: ¿Cómo puedo agradar y honrar a Dios en medio de esta
42 Las familias que pelean
relativista de nuestra sociedad, que valora que las personas hagan lo que
sienten, independientemente de cuán pecaminoso sea lo que “sienten”.
Ninguna de estas respuestas es adecuada, ni bíblica. La verdad es
que confrontar a nuestro hermano acerca de su pecado de una manera
amable y constructiva, nos da la oportunidad de servir de diversas
maneras.
En primer lugar, en ocasiones, Dios puede usarnos para ayudar a
nuestro cónyuge a encontrar una mejor manera de resolver un pro-
blema. De hecho, si podemos aprender a trabajar juntos, nuestros
esfuerzos conjuntos muchas veces podrían dar lugar a una solución
mucho mejor de la que hubiéramos alcanzado solos.
Segundo, si se acerca a su cónyuge con amor y misericordia, Dios
podría usarlo para identificar y levantar una carga en la vida de él o
ella. Muchas veces, en las familias y relaciones cercanas, los conflic-
tos no tienen tanto que ver con problemas reales, sino más bien con
problemas sin resolver en la vida del otro. Los reproches del otro son a
menudo un síntoma de problemas más agudos. En vez de confrontarlos
duramente —intercambiar exabrupto por exabrupto o ponernos a la
defensiva— podemos buscar la manera de ayudar a levantar la carga
que el otro no puede llevar solo.
Tercero, Dios puede usarnos para ayudar a otros a descubrir su
propia complicidad en un conflicto y cómo pueden cambiar para evitar
problemas similares en el futuro. Esto, a su vez, puede producir arre-
pentimiento en sus corazones y una vida más cerca del Señor. Tanto
Jesús como Pablo hablan de la importancia de este concepto (Mt. 18:15;
Gá. 6:1).
Finalmente, la confrontación en amor puede servir como un ejem-
plo positivo para otros. Tanto si se da cuenta como si no, las personas
están observando constantemente cómo enfrenta usted la adversidad
y trata con aquellos que le ofenden. Su comportamiento proporciona a
otros la oportunidad de burlarse de los cristianos y rechazar a Cristo,
o abrirse para escuchar el evangelio. Los cristianos que observan su
comportamiento, por otro lado, o se sentirán justificados para respon-
der incorrectamente al conflicto o se motivarán a honrar a Dios con sus
propias reacciones. Dado que la imitación es una forma de amor, este
último punto tiene un tremendo efecto secundario en los hijos. Los
niños estudian cómo reaccionan sus padres al conflicto, y a menudo los
imitan cuando surge un conflicto en sus vidas también.
Antes de confrontar a los demás, siempre deberíamos considerar
pasar por alto la ofensa (Pr. 19:11). La mayoría de los conflictos poten-
El sistema bíblico para la pacificación 45
Reconciliarnos
Reconciliación es una de las palabras más reconfortantes de nuestro
vocabulario. No solo nos conmovemos al oír de una pareja divorciada o
separada que se vuelven a unir, o de un hijo adulto que se reencuentra
con sus padres de los que estaba distanciado hace mucho tiempo, sino
que la palabra tiene ramificaciones espirituales que, en un sentido bien
real, han transformado la muerte en vida para nosotros.
Por medio de la muerte de su Hijo, Dios nos ha reconciliado con Él
mismo. Ha mostrado su amor por su creación de la manera más tangi-
ble —y dolorosa—, y volverá a buscar a sus hijos extraviados para vivir
en gloria y dicha eterna. En resumen: Dios nos ha perdonado nuestros
pecados, a un precio más que incalculable.
¿Y cómo reaccionamos nosotros, sus hijos, a tanta gracia inmere-
cida? A menudo nos cuesta perdonar a otros, incluso a aquellos que
46 Las familias que pelean
EVALUACIÓN PERSONAL
l. ¿Cómo ve generalmente el conflicto? ¿Lo ve como un inconve-
niente, un peligro o una oportunidad de salirse con la suya? ¿De
qué manera su percepción del conflicto afecta a su respuesta al
conflicto?
48 Las familias que pelean
EL
MATRIMONIO
PACIFICADOR
hd ai
lilas arm
de ai ' un
Der aro
Rio 2
NN j UE A OS Es
] ó. | lis ED Ya
o | Hp ec CIA Ve od
A arg cs td, dea
a »
| y Dr
A, 3
Y 4
E
a
e y
> Y
Bes y
a)
¿N
.
ul
A
Pu o o
0
LY '
A fla a
eN p
o 'oA
La confesión
añ
Aparte de las lecciones obvias que esta historia nos enseña acerca de
las tradicionales diferencias entre géneros —los varones siempre serán
un poco despistados, las mujeres un poco enigmáticas—, nos muestra
cuán difícil puede ser la confesión. Jaime sabía que, de alguna manera,
había ofendido a Marta en la conversación durante la cena con la fami-
lia Méndez. Pero en vez de corregir su error con cuidado y seriedad, él
quería hacer ver que no había pasado nada y, con una confesión super-
ficial, quería conseguir lo que realmente le importaba: ver el partido
de básquet en paz. Incluso cuando Marta lo confrontó con la verdad, él
siguió haciendo una falsa disculpa con palabras evasivas y poco con-
vincentes, al pensar que podía compensar con cantidad lo que su “dis-
culpa” carecía de calidad.
Mientras tanto, Marta quería tener la satisfacción de oír que su
esposo admitiera sinceramente la insensibilidad de sus palabras. Ella
quería una confesión específica, que reconociera exactamente en qué la
había ofendido. De más está decir que ninguno cumplió con sus obje-
tivos aquella noche, y la herida que se había abierto durante la cena
siguió supurando al menos otro día más.
Igual que Jaime en esta historia, a la mayoría de nosotros no nos
gusta admitir que hemos pecado. Va contra nuestra naturaleza humana.
Por lo tanto, tratamos de ocultar, negar o racionalizar nuestros peca-
dos. Si no es posible, intentamos minimizarlos y decir que son “errores”
o “apreciaciones erróneas”. Si todo esto fracasa, intentamos echarle la
culpa a otra persona o decir que otra persona es responsable de lo que
hicimos.
Otra táctica para escapar de la confesión es usar lo que yo llamo
la “norma 60/40”. Esto funciona así: yo admito ser imperfecto, y por
lo tanto, es probable que tenga al menos una parte de la culpa del pro-
blema. Digamos que el 40% del problema es por culpa mía. Esto signi-
fica que el 60% del problema es por culpa de mi pareja. De modo que en
base a estos números, ¿quién de nosotros debería confesarse primero?
Casi siempre, la otra persona.
Todas éstas son maneras necias de abordar la confesión. Ninguna
contaría con la aprobación de Dios. Él es explícito en su Palabra al
explicar que ninguno de nosotros está libre de pecado, y que cuando
afirmamos ser totalmente inocentes, nos estamos engañando a noso-
tros mismos (1 Jn. 1:8). No podemos negar, ocultar, excusar, racionali-
zar o minimizar nuestros pecados cuando nos acercamos a Dios. Pero
La confesión 55
Por supuesto que Ester lo perdonó, pues sabía que debía hacerlo.
Ella le expresó su perdón en palabras y se comprometió mentalmente
a mostrar esto en su vida diaria. Después de todo, Dios le había perdo-
nado todas sus faltas a ella, así que ella no podía hacer menos por su
esposo arrepentido. Se abrazaron y ella cerró mentalmente el libro de
aquel incidente.
No obstante, la herida de Ester seguía abierta. A ella le preocupaba
que muchos de los miembros de la congregación, que no la conocían
bien, creyeran que realmente se dejaba influenciar teológicamente por
la enseñanza superficial y falsa que planteaban los programas de deba-
tes frívolos de la televisión.
Aunque Pablo no se lo mencionó a Ester, él percibía lo que a ella
le preocupaba. De modo que el domingo siguiente, cuando subió a la
plataforma, colocó sus notas y la Biblia sobre el púlpito y le habló con
sinceridad a la congregación.
—Durante el sermón de la semana pasada —dijo él— le hice una
broma a mi esposa. La broma aludía a algo que no es verdad, y yo la
avergoncé y la herí. Ya le expresé mi pena a ella, y ella me perdonó. Sin
embargo, dado que mi ofensa fue pública, necesito confesarlo ante uste-
des también. Como pastor de ustedes, debo ser modelo de la manera
en que un esposo debe amar y honrar a su esposa. Yo no hice eso. No
usé el humor de una manera responsable. De ahora en adelante, me
propongo usar el humor sólo de manera apropiada. Por todo esto, les
pido que me perdonen.
La congregación nunca había escuchado a un pastor hacer una con-
fesión como esa. Los feligreses se sorprendieron tanto que permanecie-
ron en silencio por unos minutos. Luego algunas mujeres comenzaron
a llorar y otros comenzaron a asentir con sus cabezas o a sonreír para
mostrar que valoraban la confesión del pastor. Después del servicio,
varias personas se acercaron a Pablo para agradecerle por su ejemplo
y alentarle en su compromiso de ser un modelo y no simplemente un
expositor de lo que la Biblia enseña acerca de la pacificación.
ella lo que él había hecho mal. El resultado fue que no hubo ni partido
de básquet ni paz.
Si usted quiere demostrar que su confesión es sincera, debería ser
tan preciso como sea posible. Al admitir específicamente lo que hizo
mal e incluso el mandato bíblico que transgredió, le está comunicando
a su cónyuge que está enfrentando con sinceridad el problema, lo cual
hace que resulte fácil para él o ella perdonarlo. Además, ser específico
le ayuda a identificar la conducta que debe cambiar.
Una confesión exitosa abordará no solo las acciones, sino también
las actitudes. Si usted puede identificar, específicamente, una actitud
que lo llevó a comportarse de esa manera —ya sea orgullo, egoísmo,
ingratitud, amargura o aires de superioridad— su pareja pensará que
su arrepentimiento es genuino. Usted le ha mostrado que ha ido hasta
el centro del problema y que está dispuesto a tomar cualquier medida
que sea necesaria para corregir su conducta.
Por ejemplo, en vez de decir: “Sé que he sido un pésimo esposo”,
podría decir:
Cuando una esposa escucha esta clase de confesión, sabe que está
sucediendo algo importante. Ella ve que usted está comenzando a
reconocer las raíces causantes de su comportamiento, y a identificar la
conducta que debe cambiar. Esta clase de confesión ayuda a crear espe-
ranza de que todo será realmente diferente si los dos trabajan juntos
para cambiar su matrimonio.
4. Disculparse
Otra manera de promover una respuesta positiva a su confesión es ase-
gurarse de que incluya una disculpa y que deje en claro su dolor por
herir los sentimientos o intereses de su cónyuge. Las disculpas más
eficaces son aquellas que comunican que usted entiende cómo se siente
él o ella debido a sus acciones o palabras. Por ejemplo:
62 El matrimonio pacificador
6. Cambiar de conducta
La Biblia dice que pongamos por obra nuestras palabras: “Hijitos míos,
no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn.
La confesión 63
EVALUACIÓN PERSONAL
Si en este momento se encuentra en un conflicto, estas preguntas le
ayudarán a aplicar los principios presentados en este capítulo.
g. Crítica perniciosa
h. Especulación sobre las motivaciones de su cónyuge
De De EN
CONSTRUYA, NO DESTRUYA
Hemos hablado varias veces de la importancia de las palabras en cual-
quier conflicto. Aunque las acciones no verbales se expresan podero-
samente por sí mismas —cruzarse de brazos, fruncir el ceño, hacer un
gesto negativo con la cabeza—, las palabras que salen de su boca se
comunican con mucha más fuerza con la otra persona. Cuando hace-
mos un mal uso de las palabras, éstas pueden causar división entre el
esposo y la esposa, y separarlos cada vez más. Pero cuando se usan
adecuadamente, las palabras pueden promover el entendimiento entre
los cónyuges y motivarlos a un acuerdo. Como nos advierte Proverbios
12:18: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la
lengua de los sabios es medicina”.
Si usted quiere reducir la necesidad de confrontación en su matri-
monio, cultive el hábito de usar sus palabras para alentar y edificar a su
cónyuge. Sea diligente en agradecer a su cónyuge por lo que hace, reco-
nozca sus esfuerzos y elogie sus logros. Además de verbalizar su amor,
este hábito hace que la crítica se reciba con mayor facilidad. Si, por lo
general, usted es comprensivo y alentador, su cónyuge estará menos
predispuesto a decir: “Todo lo que haces es criticarme” o a dudar de
sus motivaciones cuando sienta la necesidad de plantear un problema.
No importa cuán positivo sea usted, puede que haya veces que
necesite confrontar a su pareja. Para tal fin, es esencial que le mues-
tre amor y humildad y le hable con paciencia y bondad. Si se acerca a
la otra persona de un modo cortés y le expresa su preocupación, ésta
estará más dispuesta a escuchar lo que usted tiene que decir.
La confrontación 71
PROCURE ESCUCHAR
Lo que sale de su boca es solo una parte de la confrontación exitosa. Lo
que entra a sus oídos y cómo lo recibe, es igual de importante, o acaso
más.
Lamentablemente, escuchar no es una habilidad que adquirimos de
forma natural, sobre todo en esta era visual; se requiere de una aten-
ción y práctica conscientes. Pero es absolutamente esencial para que la
confrontación sea exitosa. Sus beneficios son muchos. Tener una buena
capacidad para escuchar nos permite obtener información más exacta.
Envía señales positivas: que usted no tiene todas las respuestas y que
valora el punto de vista de su cónyuge. Manifiesta amor y preocupa-
ción, y muestra su sinceridad y buena fe. Y finalmente, crea una atmós-
fera de respeto mutuo; le muestra a su cónyuge que usted no es el único
que tiene el derecho de hablar.
Hay cinco técnicas para saber escuchar que son particularmente
útiles a la hora de resolver un conflicto.
72 El matrimonio pacificador
Espere
Se dice que a los que esperan les suceden cosas buenas, y esto se aplica
tanto para una confrontación exitosa como para otros aspectos de la
vida. Pero esperar no es algo que nos sale por naturaleza. Usted es el
que tiene un problema, el que tiene algo muy urgente que decir, ¿y
ahora tiene que guardar silencio?
Puede que sea difícil, pero es muy importante. Pues al esperar y
escuchar lo que su cónyuge está diciendo, usted se puede acercar a la
raíz del problema y, de igual importancia, puede evitar agregar leña al
fuego del conflicto con comentarios precipitados.
Usted puede mejorar su capacidad de esperar al enfocarse en tres
respuestas no verbales. Primero, aprenda a sentirse cómodo con el
silencio. Las personas son diferentes a la hora de expresarse; algunas
intercalan sus comentarios con períodos de silencio: piensan mientras
hablan, no antes. Respete este hábito y no se apresure a hablar. Si el
silencio se prolonga y usted no sabe cuándo hablar, diga algo como:
“¿Puedo responder a eso, o te gustaría decir algo más?”.
Segundo, no se apresure a sacar conclusiones. Aunque usted sepa a
dónde va su cónyuge con sus palabras, absténgase de llegar allí antes que
él o ella. Usted podría llegar a perderse lo que realmente está diciendo.
Y tercero, no interrumpa. Esto es especialmente difícil cuando
su cónyuge está diciendo algo con lo que usted está en completo des-
acuerdo, pero a su tiempo usted tendrá su oportunidad de hablar;
espere su turno. Esto también se puede aplicar a la hora de ofrecer
soluciones en medio de la conversación. Algunas personas no quieren
escuchar sus soluciones mientras le están manifestando sus inquietu-
des. Puede que algunos ya conozcan la solución a sus problemas. Lo que
estas personas quieren es su comprensión, su compasión, su ternura.
Al interrumpir con respuestas a cada problema que sale a la luz, usted
le está negando a su cónyuge estas importantes respuestas no verbales.
Preste atención
Nuestra mente piensa cuatro veces más rápido de lo que hablamos.
Mientras esto en general es bueno, hace que sea difícil escuchar. Para
nuestra mente, puede significar estar en funcionamiento todo el tiempo
en busca de algo en qué pensar, mientras debería estar enfocándose en
lo que nuestro cónyuge está diciendo, y como resultado, nos perdemos
mucho de lo que nuestro cónyuge está diciendo. Además, su cónyuge,
por lo general, puede darse cuenta cuando usted está ausente en la con-
versación, y esto sólo exacerba la confrontación.
La confrontación 73
Aclare el asunto
Es importante que usted entienda lo que su cónyuge está pensando, lo
que él o ella realmente quieren decir. Para esto, a menudo es necesario
hacer preguntas aclaratorias, o hacer declaraciones que indiquen que
está tratando de entender. Entre estas declaraciones, se incluyen:
Ú “¿Estás diciendo que...?”
Ú “Explícate un poco más”.
“¿Puedes darme un ejemplo?”
“Estoy confundido con...”
AR
PE
HE “¿Qué quieres decir con...?”
74 El matrimonio pacificador
Reflexione
Nuestra cuarta técnica para saber escuchar, conlleva el uso de frases
(interpretaciones) para la reflexión. Esto implica simplemente —y bre-
vemente— resumir lo que su cónyuge acaba de decir y devolvérselo en
un paquete verbal claro. Este paquete incluye tanto el contenido de lo
que su cónyuge ha dicho como sus aparentes sentimientos.
Estas interpretaciones deberían ser breves y directas, y no debe-
rían desviar la atención del que está hablando. Deberían decirse con un
tono de voz adecuado y acompañado de un lenguaje corporal adecuado.
Estos son algunos ejemplos:
1 “Tú crees que no he dedicado tiempo a escucharte”.
Ñ “Entonces, tu manera de verlo es...”
“Al parecer, crees que fui poco sincero (o duro, insensible, etc.)
acerca de...
1 “Tengo la impresión de que realmente te he decepcionado”.
1 “En verdad, te has sentido herida por mi comentario durante la
cena”.
Sin embargo, observe que usted no está necesariamente de acuerdo
con su cónyuge, sino simplemente confirmando sus percepciones.
Usted le está diciendo que ha escuchado sus percepciones y las ha com-
prendido. Después de todo, las percepciones no tienen que ser verdade-
ras para ser reales, y al tomar estas impresiones y reformularlas, usted
le está diciendo a su cónyuge que entiende cómo se siente. Esto es cru-
cial para una confrontación exitosa, porque una vez que su cónyuge
dice: “A ti ni siquiera te importa cómo me ha afectado esto”, aunque
diga: “Eso no es verdad” o “Sí, que me importa”, no hará cambiar la
manera de pensar de él o ella. Para tratar seriamente con el comporta-
miento que surge de las percepciones, usted debe tomar y entender las
percepciones en su sentido literal.
La confrontación 75
Cuestiones logísticas
Una situación y un momento inadecuados pueden arruinar el efecto de
las ocasiones importantes. Por ejemplo, lo más probable es que no le
haya propuesto matrimonio a su esposa en el medio tiempo de un par-
tido de fútbol, ¿verdad? Lo mismo sucede con la confrontación: Se trata
de una iniciativa seria en la que ha estado pensando mucho. Si usted
quiere que sea exitosa, necesita planificarla cuidadosamente.
Estas son algunas pautas. Primero, no inicie una conversación
seria con su cónyuge cuando uno de los dos esté cansado, de mal
humor o preocupado por otro asunto. Además, asegúrese de planificar
un momento que sea ilimitado; no quince minutos antes que su familia
tenga que salir para la iglesia, o diez minutos antes que su cónyuge
tenga que ir al trabajo. Los asuntos de importancia merecen todo el
tiempo que sea necesario. No los sujete a limitaciones de tiempo.
En cuanto al lugar para llevar a cabo la confrontación, elija un lugar
con pocas distracciones, sin otras personas ni ruidos fuertes. Apague
la televisión o la radio y cierre la puerta. Si es probable que su cónyuge
se ponga a la defensiva o desconfíe, elija un lugar en el cual él o ella se
sientan Seguros.
Además, traten de hablar a solas y cara a cara. Esto hará que su
cónyuge tenga la impresión de que se trata de un asunto de mucha
importancia para usted. Además, le permitirá interpretar las expresio-
nes faciales y el lenguaje corporal durante el curso de la'conversación,
y le permitirá aclarar los malos entendidos y obtener respuesta a lo que
usted está diciendo antes de pasar a otros asuntos.
Sin duda alguna, Dios nos salvó de nuestro castigo eterno, que por
derecho nos merecíamos. Y Él quiere que su obra redentora fluya a través
de nosotros, en nuestras relaciones con otras personas. De modo que
cuando confrontamos a una persona, deberíamos resistir la tendencia de
sermonearla con sus defectos y una lista de mandamientos divinos. Antes
bien, siempre deberíamos buscar ministrar a esa persona con el evange-
lio, e insistir en la promesa de que Jesús murió para hacernos libres de
nuestros pecados, y que Él se deleita en bendecirnos con perdón y recon-
ciliación, tanto con Él como con cualquiera que hayamos ofendido.
Mi esposa me enseñó este principio en una ocasión en que estaba
confrontando a mi hija desconsideradamente. Me habían pedido que
enseñara acerca de la pacificación al profesorado de una escuela cristiana.
Dado que la conferencia se llevaría a cabo en un bello campamento de
montaña, le pedí a Corlette y a mis hijos que me acompañaran. El último
día de la conferencia, mi hija de ocho años, Megan, se puso a pelear con
la hija del administrador de la escuela. Puesto que yo era el presidente de
una organización llamada Ministerio de Pacificadores, y dado que todo
aquel fin de semana había estado usando ilustraciones de cómo mis hijos
practicaban la pacificación, me sentí abochornado y avergonzado de que
mi hija no estuviera manejando la situación adecuadamente.
Intervine de inmediato y comencé a presionar a Megan para que
confesara qué estaba haciendo mal.
— Vamos, Megan —le dije—, tú sabes qué debes hacer... Admite,
en qué te equivocaste, cariño... Saca la viga de tu propio ojo... Usa los
cinco elementos de la confesión (una versión abreviada de los siete ele-
mentos de la confesión). —Y finalmente le dije— ¡Hazlo ahora mismo!
Lamentablemente, Megan estaba en una etapa de la vida en la cual
se resistía a ese tipo de presión pública. Cuanto más la presionaba,
más persistía en su actitud. Varias personas estaban observando, y yo
me frustraba y me enojaba cada vez más. En mi orgullo y deseo de
impresionar a las personas con mi “experiencia” de pacificación en mi
familia, estuve a punto de hacer el ridículo.
Pero Dios tuvo misericordia de mí, y usó a mi esposa. Corlette se
acercó a mi lado y me susurró:
—¿Podría tratar de hablar con ella?
—-Claro que sí, adelante —le dije apresuradamente, dando un paso
atrás.
Corlette se arrodilló para poder mirar a Megan a los ojos. Luego, le
dio un cálido abrazo. Tomó sus manos como si le diera una ofrenda a
nuestra hija, y le dijo:
80 El matrimonio pacificador
od ss LS
EVALUACIÓN PERSONAL
Si en este momento se encuentra en un conflicto, estas preguntas le
ayudarán a poner en práctica los principios presentados en este capítulo.
Sara nos presenta la antítesis del perdón correcto. Ella pudo haber
dicho las palabras correctas, pero sus acciones revelaban lo que había
en su corazón. Las bromas de Juan, obviamente, la habían herido más
de lo que ella admitía. A pesar de su continua expresión de perdón, el
86 El matrimonio pacificador
Confirme su arrepentimiento
A veces, los problemas que impiden el perdón no están en aquel que
perdona, sino en el que ha ofendido. Muchos cristianos adoptan una
actitud superficial hacia el arrepentimiento, ya sea al no entender qué
implica el verdadero arrepentimiento, o al intentar desestimar sus
ofensas con palabras vanas y triviales.
Durante una conferencia a la que asistimos Corlette y yo, cometí la
imprudencia de criticarla delante de un grupo de personas. Más tarde,
ese día, cuando nos quedamos solos, Corlette me dijo que le había
molestado. Despreocupadamente, le contesté: “Lo siento. Fue un error.
¿Me perdonas?”. Ella dijo que por supuesto me perdonaba, pero algunas
horas más tarde era evidente que seguía pensando en el tema. Ella que-
ría seguir hablando de aquello; le estaba costando perdonarme.
Cuando accedí a hablar sobre el asunto, me dijo que pensaba que yo
no entendía cuánto la había lastimado con mis comentarios. Después,
me explicó cómo la había avergonzado. Y tenía razón. Yo no entendí
la totalidad del efecto de mis palabras en ella. Mi confesión había sido
bastante deficiente (había obviado cuatro de los siete elementos de la
confesión). Después de escucharla, me confesé más concienzudamente
y me comprometí, con la ayuda de Dios, a ser más sensible en el futuro.
Después de eso, a Corlette se le hizo más fácil perdonarme.
El perdón 89
su iglesia que se reúna con usted y su cónyuge para que les ayuden
a terminar con el problema per completo (véase Mt. 18:16). Cuando
finalmente su cónyuge se arrepienta, usted tendrá el gozo de cumplir
las cuatro promesas del perdón y experimentar juntos el perdón que
Cristo hace posible.
algo de dinero; no tanto como lo que el siervo había debido al rey. Cuando
ese hombre le suplicó que le diera tiempo para pagar la deuda, el siervo
se negó y lo echó en la cárcel, hasta que le pagara la deuda (v. 30).
Al escuchar el rey acerca de esto, mandó llamar al siervo ante su
presencia. Luego, le dijo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te per-
doné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de
tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (vv. 32-33). Luego el rey
“le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía” (v. 34).
Esta parábola coloca nuestra negativa de perdonar a otros en una
perspectiva un poco diferente ¿verdad? Después de todo, nuestra deuda
para con Dios supera ampliamente cualquier cosa tan banal como el
dinero; se trata de nuestras propias vidas, tanto en esta tierra como
en la eternidad. Por lo tanto, si nos está costando perdonar a alguien,
deberíamos recordar el amor de Dios por nosotros y pedirle gracia para
imitar el perdón que Él nos ha dado por medio de su Hijo.
Cuando ella le repitió que estaba muy arrepentida, él dijo esto: “Sin-
ceramente, quiero perdonarte de la manera que Dios me ha perdonado.
Con su ayuda, te prometo no pensar en esto nunca más. Te prometo no
volver a sacarlo a colación y usarlo contra ti. Te prometo no hablarle a
otros de esto. Y te prometo no permitir que nos divida o que estorbe
nuestra relación”.
Pamela se arrojó a sus brazos con lágrimas en sus ojos. El com-
promiso de Ricardo de perdonarla marcó el comienzo de su proceso
de sanidad. Ellos siguieron teniendo varias horas de consejería para
abordar las raíces causantes de sus problemas matrimoniales, pero un
par de semanas más tarde Ricardo me dijo que las cuatro promesas ya
estaban funcionando.
—Después que prometí no volver a pensar en el pecado de Pamela
—dijo él —, me di cuenta de que la carga que tenía se había retirado.
Ahora, cuando me encuentro pensando en lo que ella hizo, le confieso
a Dios que estoy rompiendo mi promesa. Le pido que me ayude y luego
me concentro en la inmensidad de su perdón por mí o en las buenas
cualidades de Pamela. Alabo a Dios por su sanidad. ¡Los recuerdos
negativos han comenzado a disminuir, y estoy comenzando a amar a mi
esposa otra vez!
Es posible que pecados, incluso terriblemente dolorosos, sucedan
en la familia, donde nuestras relaciones son especialmente cercanas
y experimentamos un sentido de la traición particularmente intenso.
Pero, gracias a Dios, el perdón también sucede. Su amor es tan grande
que Él borra nuestros pecados de su libro, pues los ha clavado en la
cruz. Y Él nos da la gracia de imitar su amor cuando prometemos per-
donar a otros de la misma manera que Él nos ha perdonado. Cuando
recibimos de esa gracia y ponemos en práctica estas promesas, pode-
mos restaurar las relaciones preciosas y al mismo tiempo dar gloria y
honor a Aquel que hace posible nuestro perdón.
BONO
EVALUACIÓN PERSONAL
Si en este momento se encuentra en un conflicto, estas preguntas le
ayudarán a aplicar los principios presentados en este capítulo.
LA NEGOCIACIÓN COOPERATIVA
FRENTE A LA COMPETITIVA
Podría decirse que el empeño en ganar es una de las cosas que hace
grande a los Estados Unidos. La competencia es el fundamento de nues-
tro sistema económico y la base de casi todo deporte.
Sin embargo, la actitud competitiva raras veces es beneficiosa en
el matrimonio. Dios quiere que el marido y su mujer sean “una sola
carne”. Por consiguiente, deberíamos complementarnos y satisfacernos
uno al otro, no superarnos uno al otro para “salirnos con la nuestra”.
Cuando las parejas se entregan a una actitud competitiva, es impro-
bable que encuentren la mejor solución a un problema. Al actuar cada
uno en contra del otro y enfocarse en asuntos superficiales en vez de
prestar atención a las necesidades y deseos que realmente importan, a
menudo se obtienen soluciones superficiales.
La negociación competitiva puede también causar estragos en las
relaciones personales. Cuando insistimos en “salirnos con la nuestra”
con respecto a los asuntos sustanciales, podemos dar a entender que
no nos importa la necesidad o los sentimientos de nuestro cónyuge. Y
si nos esforzamos en ganar en los asuntos sustanciales, podemos herir
aun más los sentimientos con el uso de palabras insensibles o manipu-
ladoras o el juicio de las motivaciones y valores de nuestro cónyuge.
Estos peligros se pueden evitar mucho más fácilmente cuando usa-
mos el método de la negociación cooperativa. En vez de que cada uno
quiera “salirse con la suya”, se pueden buscar soluciones que sean bene-
ficiosas para ambos. Cuando se tienen en consideración las necesidades
e inquietudes principales de cada cónyuge, es más probable que forta-
lezcan su relación mientras que al mismo tiempo desarrollen solucio-
nes sabias y mutuamente beneficiosas.
No es una sorpresa que la Biblia recomiende reiteradas veces el
método de la negociación cooperativa. En Filipenses 2:3-4, el apóstol
Pablo nos exhorta: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes
bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores
a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros”. Esta actitud de ocuparse no solo en los
propios intereses, sino en los intereses de los demás se ordena tam-
bién en otros pasajes, entre los que se incluyen Mateo 7:12 (“Todas las
cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también
haced vosotros con ellos”), Mateo 22:39 (“Amarás a tu prójimo como a
ti mismo”) y 1 Corintios 13:5 (“El amor... no busca lo suyo”). Si estos
98 El matrimonio pacificador
Prepararse
Alicia se preparó para hablar con Gabriel y pensó en cómo poner en
práctica los cuatro principios para la resolución de conflictos (véase
cap. 3) en su situación. Comenzó forumlando la pregunta fundamen-
tal: “¿Cómo puedo glorificar a Dios en esta situación?” (primer paso).
Ella se dio cuenta de que la mejor manera era mantener sus ojos fijos
en Jesús, y buscar la forma de tratar a Gabriel de la misma manera que
Dios la estaba tratando a ella, con amor y perdón desinteresado.
Ella le pidió a Dios que la ayudara a sacar la viga de su propio
ojo (segundo paso). Al orar, se dio cuenta de que había permitido que
un buen deseo (que Gabriel fuera un líder espiritual) se convirtiera en
una exigencia autoritaria. Además, se dio cuenta de que había conde-
nado a Gabriel en su corazón por su inconstancia en este ámbito, que le
100 El matrimonio pacificador
hablaba con enojo no con amor, y que había sido irrespetuosa para con
él delante de sus hijos. Ñ
Después, oró pidiendo sabiduría para poder hablar con Gabriel
acerca de la situación y buscar la reconciliación con él (tercer y cuarto
paso). Ella oró para que Dios le ayudara a entender las presiones que
Gabriel estaba experimentando y la razón de su dificultad en ser cons-
tante en su liderazgo. Además, trató de discernir la causa real de su
conflicto. Desde que Gabriel aceptó que debía ser el líder espiritual de
la familia, las verdaderas cuestiones parecían ser ¿Hasta qué punto debe-
ría él participar de la enseñanza bíblica? y ¿Cómo podemos trabajar juntos
para superar los obstáculos que limitan su participación?
Entonces, hizo una lista preliminar de varios intereses que Gabriel
probablemente tenía en esta situación, entre los cuales se incluía tener
una clara conciencia delante de Dios, la satisfacción de servir a su fami-
lia, la aprobación de ella, tiempo para hacer su trabajo y paz y quie-
tud en el hogar. Con estos intereses en mente, Alicia pensó en algunas
soluciones posibles. Habló con otras mujeres cristianas para ver cómo
habían tratado este asunto en sus familias. Incluso buscó algunos libros
y cintas que presentaban planes realistas para la edificación espiritual
del hogar.
Pensó en el momento y el lugar indicados para iniciar una conver-
sación con Gabriel. No quería repetir su error de hablar con él cuando
se sintiera exasperada o cuando él estuviera cansado y distraído. En
cambio, planificó un momento cuando ella estuviera en calma y cuando
Gabriel estuviera relajado y probablemente receptivo para mantener
una conversación.
Además, Alicia consideró muy bien las primeras palabras que le
diría a Gabriel, porque quería que la conversación tuviera un tono posi-
tivo y de respeto, y trató de anticiparse a la manera en que él reacciona-
ría para poder planificar una respuesta. Finalmente, cuando se sintió
realmente preparada, le entregó todo el proceso a Dios en el espíritu de
2 Timoteo 2:24-26, y le pidió que le ayudara a recordar que su único
deber era apelar ante su esposo de manera respetuosa, y que el resul-
tado final estaba en las manos del Señor.
Afianzar la relación
Alicia se dio cuenta de que cada vez que hablaba con Gabriel, hacía
tanto hincapié en el asunto del liderazgo espiritual que le estaba dando
el mensaje de que no le importaban los intereses, las limitaciones y los
sentimientos de Gabriel. ¡Con razón él estaba tan a la defensiva con
La negociación 101
EVALUACIÓN PERSONAL
Si en este momento se encuentra en un conflicto, estas preguntas le
ayudarán a aplicar los principios presentados en este capítulo.
¿el edi de
' MA “Añaba, cotas prestada Té >
4
A tre ae ino y
EL CONFLICTO
EN LA
FAMILIA
Cómo enseñar
a los hijos a ser
pacificadores
Cualquiera que haya sido el primero en decir que criar hijos es todo un
reto debería aparecer el Museo de la Fama por quedarse corto. Los hijos
dan continuas —y abundantes— bendiciones a sus padres, es verdad.
Pueden ser la imagen de la inocencia, pequeñas unidades de huma-
nidad con ojos alegres y brillantes, y emociones totalmente cándidas.
Y cuando se los educa para confiar y amar al Señor, alegran en gran
manera el corazón de los padres.
Cómo enseñar a los hijos a ser pacificadores 115
La pacificación surge de la fe
Como hemos mencionado anteriormente, la pacificación no viene de
forma natural. Debido a nuestra naturaleza pecaminosa, no ponemos
los intereses de nuestros oponentes al mismo nivel que los nuestros
y, naturalmente, tampoco resolvemos los conflictos de manera que
beneficie a ambas partes. Igual que Tomás y Andrea en la historia del
comienzo del capítulo, nuestros hijos tienen la tendencia a dejarse lle-
var por los deseos egoístas y pecaminosos de su corazón, que a menudo
provocan conflictos. Un diario bombardeo de los medios de comunica-
ción alimenta esta tendencia a querer “ser primero” y exalta el deseo de
hacer cualquier cosa para “salirse con la suya”, aunque esto implique
violencia o abandono de un compromiso relacional. ¿Cómo podemos
hacer frente a esta corriente y ayudar a nuestros hijos a desarrollar el
carácter de un pacificador?
En principio, debemos recordar que el requisito más importante de
la pacificación es entender quiénes somos en Cristo Jesús. Antes que el
apóstol Pablo dijera a los Colosenses lo que debían hacer, les recuerda
quiénes son: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedum-
bre, de paciencia” (Col. 3:12, cursivas añadidas).
Un verdadero pacificador es guiado, motivado y fortalecido por su
identidad en Cristo. Esta identidad está basada en la fe puesta en la pro-
mesa más maravillosa que jamás hemos escuchado: Dios nos ha perdo-
nado todos nuestros pecados y ha hecho la paz con nosotros por medio
de la muerte y resurrección de su Hijo (Ro. 6:23; 1 P. 3:18). Y Él nos ha
dado la libertad y el poder de dejar a un lado el pecado (y el conflicto),
para conformarnos a la semejanza de Cristo (Ef. 1:18-20; Gá. 5:22-23;
Ro. 8:28-29) y ser embajadores de su reconciliación (2'Co. 5:16-20).
La comprensión de quiénes somos en Cristo es lo que nos permite
llevar a cabo la obra antinatural de morir a nuestro yo, confesar el
pecado, confrontar con amor, renunciar a nuestros derechos y perdonar
las heridas profundas. Por lo tanto, cuando les enseñe a sus hijos a ser
pacificadores, recuérdeles continuamente a que se regocijen en quiénes
Cómo enseñar a los hijos a ser pacificadores 119
Lo que significa es que usted debería tratar de que sus hijos inte-
ractúen con una variedad de niños de su misma edad y madurez, que
en ocasiones le brinden oportunidades de experimentar el conflicto y
poner en práctica la pacificación. Este es un paso esencial para llevar
a los hijos a la madurez. Si ellos enfrentan el pecado de sus corazones
y analizan el conflicto bajo la guía de sus padres, estarán mejor prepa-
rados para tratar responsablemente con los conflictos que inevitable-
mente tendrán que enfrentar cuando crezcan y se vayan del hogar.
Situaciones de este tipo abundan, especialmente si aprovechamos
las oportunidades para relacionarnos con personas de todas las edades
y etapas de la vida. La iglesia, los deportes y las actividades artísticas
ofrecen un buen punto de partida. Las actividades escolares, coope-
raciones educativas y excursiones ofrecen más oportunidades para la
interacción social.
Bendiciones incluso mayores podemos recibir cuando obedecemos
los mandatos bíblicos de practicar la hospitalidad y el evangelismo, y
servir a quienes están en necesidad. Esto puede implicar ministrar al
pobre o marginado, trabajar en pro de la reconciliación racial y ayudar
a las viudas, los ancianos o las familias de un solo progenitor y a sus
hijos. Para una mayor práctica en la interacción con otros (y resolución
de los conflictos), pídales a otras familias que se unan a usted en algu-
nos de estos proyectos. Cualquier familia que invita a otros a su mesa,
sirve a aquellos que están en necesidad y colabora con otras familias
creyentes, por lo general, enseñará muy bien a sus hijos a llevarse bien
con los demás.
¿CUÁNDO COMENZAR?
Suelo escuchar esta pregunta todo el tiempo. Y siempre doy la misma
respuesta: Comience a enseñar a sus hijos a ser pacificadores tan pronto
como empiecen a entrar en conflictos. Para algunos niños, ¡es bastante
temprano!
Corlette y yo comenzamos a enseñar a Megan y Jeff los principios
básicos de la pacificación, tan pronto como empezaron a hablar. Obvia-
mente, no podían seguir todos los pasos de los cinco 'elementos de la
confesión (una versión abreviada para niños de los siete elementos de la
confesión), pero nos sorprendimos al ver que desde pequeños estaban
siguiendo los pasos principales de la confesión.
Por ejemplo, cuando Jeff tenía apenas tres años, se peleaba con su
hermana por qué libro querían que Corlette les leyera. Y cuando Jeff no
se salía con la suya, perdía la calma y le pegaba a su hermana. Corlette
Cómo enseñar a los hijos a ser pacificadores 125
hábitos están tan arraigados y las relaciones tan dañadas que la situa-
ción parece no tener esperanza. Pero recuerde lo que identificamos
anteriormente como un principio clave para la pacificación: Nunca es
demasiado tarde para empezar a hacer lo correcto.
Si usted no les ha enseñado a sus hijos a responder al conflicto de
manera bíblica (y especialmente si no ha sido ejemplo de estos princi-
pios), el punto de partida es confesarse con Dios y con ellos. Confiésele
su falta a Dios y pídale que lo perdone y derrame su sanidad y gracia
redentora sobre su vida. Luego congregue a su familia o reúnase en pri-
vado con cada uno de sus hijos, y confiéseles su falta a ellos sin olvidar
ninguno de los siete elementos de la confesión.
Admita específicamente su ignorancia, pereza o falta de fe o auto-
disciplina. Discúlpese por el efecto que su falta ha tenido en ellos. Saque
a relucir las consecuencias de su falta, y ayúdeles a ver las consecuen-
cias que ellos están experimentando al seguir los mismos patrones.
Luego explíqueles que usted le está pidiendo a Dios que cambie las
cosas, y comprométase a trabajar con ellos, por la gracia de Dios, para
desarrollar nuevos hábitos de resolución de conflictos en su familia.
Finalmente, adviértales que las cosas no cambiarán de la noche a la
mañana, pero que con la ayuda de Dios todos pueden cambiar esos
malos hábitos y aprender a ser pacificadores. (En el siguiente capítulo,
veremos varias maneras específicas para poder cumplir con este com-
promiso al poner en práctica la pacificación en los conflictos habituales
con sus hijos).
Si ellos responden bien a este acercamiento, usted puede comenzar
el proceso de enseñanza anteriormente mencionado. Si uno de sus hijos
no responde bien, es reacio, o no da muestras de arrepentimiento, usted
tendrá que superar barreras adicionales. Será esencial que sea ejem-
plo como pacificador y se arrepienta de sus propios errores una y otra
vez. Un niño reacio percibirá las faltas de usted más rápido que usted
mismo y las usará como base para acusarlo de hipócrita. La transfe-
rencia de la culpa o una postura defensiva por su parte no cambiará el
corazón de un niño. La única manera de tratar con sus propios errores
es por medio de la confesión y el arrepentimiento. Recuerde: “El que
encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta
alcanzará misericordia” (Pr. 28:13).
Con algunos niños puede que se necesite la ayuda de otro adulto de
su confianza para ayudarles a superar sus hábitos destructivos para la
resolución de conflictos. Este podría ser un anciano de la iglesia, pastor
de jóvenes, maestro, pariente, o amigo de la familia.
128 El conflicto en la familia
EVALUACIÓN PERSONAL
1. La mejor manera de enseñar a sus hijos a ser pacificadores es con
su propio ejemplo. Si hasta ahora no ha dado un buen ejemplo,
confiéselo a sus hijos y dígales específicamente de qué manera no
ha sabido manejar los conflictos de una manera que honre a Dios.
Pídales a sus hijos que oren mientras usted procura crecer en ese
aspecto de ahora en adelante. Su ejemplo de humildad preparará el
camino para que ellos mismos sepan afrontar sus debilidades como
pacificadores.
2. Enseñar a los hijos a ser pacificadores requiere dedicación, pacien-
cia y perseverancia. Estos son los pasos clave que usted necesita dar
día a día mientras Dios trabaja en sus vidas.
a. Recuérdeles regularmente quiénes son en Cristo: ¡Perdonados y
redimidos!
b. Ministre a sus corazones y busque ayudarlos a identificar y
renunciar a sus ídolos (deseos que se convirtieron en exigen-
cias) que podrían estar gobernando sus corazones.
c. Proporcióneles una instrucción sistemática, principalmente con
su ejemplo, pero también con las enseñanzas de The Young Pea-
cemaker [El joven pacificador] cada uno o dos años, y con his-
torias, películas y los conflictos habituales de la vida familiar
como oportunidades para la enseñanza.
d. Ofrézcales a sus hijos oportunidades para la interacción social
donde puedan surgir conflictos y usted pueda ayudarlos a
practicar las destrezas de pacificación.
3. Si sus hijos son mayores y han desarrollado hábitos pecamino-
sos en la resolución de conflictos, no se rinda. ¡Nunca es dema-
siado tarde para empezar a hacer lo correcto! Confiéseles de qué
manera usted ha fallado en ejemplificar y enseñar la pacificación,
y explíqueles cómo piensa ayudar a toda la familia a crecer en este
aspecto. Comience a enseñar y hablar uno por uno de los principios
presentados en este capítulo, y reconozca que el cambio no será
fácil ni rápido. Si su hijo se niega a responder, busque ayuda de
otras familias o del pastor de jóvenes de su iglesia. Sobre todo, no
deje de orar y ¡recuerde la promesa de que Dios estará con usted y
sus hijos para siempre!
130 El conflicto en la familia
4 Bn
—Bueno —dice Jésica haciendo una mueca irónica—. Otra vez con
lo mismo.
La madre se sienta en el brazo del sillón y dice:
—Es que muchas películas predican contra las virtudes cristianas.
Y la música que escuchas contiene gran cantidad de sexo y drogas.
—Casete número 72 —dice Jésica—. Amigos, películas, música.
Llame ya. 1-800-QUEJA-QUEJA. Los operadores esperan su llamada.
—Suficiente, señorita —interrumpe el papá.
—¿Puedo ir ahora? —pregunta la adolescente.
La madre, más razonable, continúa:
—Jésica, cariño, es que no queremos que te arruines la vida como...
como...
—¿Cómo Tomás?
—Como muchos chicos —mamá toma un respiro—. Nosotros que-
remos que crezcas en los caminos del Señor. Tú lo sabes.
—¿Puedo ir ahora? —pregunta Jésica.
—Me temo que no —dice el padre.
Jésica se puso de pie bruscamente.
— ¡Miren! —dice ella—. Les estoy diciendo a dónde voy, con quién
voy y qué voy a hacer. ¡Ustedes me vuelven loca, no son como los padres
de Melisa y Luz!
El papá ahora se pone de pie también. La señala con el dedo y le dice:
— ¡Dije que es suficiente!
—No puedo hacer nada en esta casa —dice Jésica levantando la voz.
— ¡No me levantes la voz!
—Estoy viviendo con Nazis —afirma Jésica, y se vuelve a sentar de
golpe en el sofá.
—¡Ah! ¿Así que estás viviendo con Nazis? —El padre ahora está
furioso y le habla cara a cara, casi encima del sofá—. Te damos de
comer. Te vestimos. Te compramos todo lo que quieres. ¿Y somos nazis?
—Cariño —aconseja la madre.
—Hasta que tengas 18 años, señorita, estás viviendo en nuestra
casa, y seguirás nuestras reglas.
— ¡Nazis!
—Podrías cambiar tu opinión de nosotros y dejar de pensar que
somos nazis una vez que entres al centro de detención juvenil.
—¡Ojalá cumpla los 18 rápido!
—Y si piensas que vas a sacar tu licencia de conducir cuando cum-
plas 16, mejor piénsalo otra vez.
134 El conflicto en la familia
4003
bra. De este modo, será evidente para aquellos que lo rodean que algo
inusual está sucediendo. A pesarde la frustración y el enojo que podría
sentir hacia su hijo, usted está respondiendo de una manera que no es
natural. Esto demuestra que Cristo está trabajando en usted, para glo-
ria y honra de su nombre.
usado mi lengua como un cuchillo, y los había herido para cumplir con
mi exigencia idólatra de una vida fácil y placentera.
Con profunda convicción, entré en un parque de estacionamiento
vacío y detuve el automóvil. Con lágrimas en los ojos, miré a mis hijos
y les confesé mi pecado.
—Lamento mucho por haberles hablado de esa manera. Permití
que un buen deseo se convirtiera en una exigencia monstruosa. Yo que-
ría que ustedes se llevaran bien, pero lo quería por la razón equivocada.
Lo quería para que mi vida fuera más fácil y cómoda y, como no lo
hicieron, me enfurecí con ustedes y los lastimé con mis palabras. No
está bien que los castigue por no servir a mis ídolos. Solo debo disci-
plinarlos para obedecer y honrar a Dios. Sé que los asusté y los lastimé
mucho a los dos, y estoy muy arrepentido. Con la ayuda de Dios, trataré
de no volver a permitir que mi deseo de paz y tranquilidad me haga
gritarles airado. ¿Me perdonan?
Mis dos hijos se pusieron a llorar. Me abrazaron y tiernamente me
dijeron: “Te perdonamos, papá”, y luego rápidamente me confesaron
su propio mal comportamiento el uno con el otro y hacia mí y Cor-
lette. Nos sentamos allí por otros diez minutos, nos abrazamos, llora-
mos y nos perdonamos uno al otro. Hablamos de los deseos idólatras
que habían estado controlando nuestro corazón, y cada uno oró y le
pidió a Dios que reemplazara esos deseos por un amor más grande
por Él.
Al conducir hacia la iglesia, cada uno de nosotros sintió una apa-
sionante sensación de paz y gozo. La gracia redentora de Dios nos había
ayudado a arrepentirnos de nuestros errores y experimentar una pro-
funda reconciliación. Llegamos a la iglesia unos minutos tarde, pero
pocas veces alabé a Dios con tanto gozo y agradecimiento.
Como ilustra esta historia, Santiago 4:1-2 a menudo es pertinente
para los conflictos entre padres e hijos: “¿De dónde vienen las guerras y
los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales com-
baten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de
envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que
deseáis, porque no pedís”.
Por lo general, es bastante fácil para los padres identificar los
deseos que gobiernan el corazón de sus hijos. Pero es más importante
identificar los ídolos que gobiernan nuestro propio corazón, los cuales
suelen incluir un intenso deseo de respeto, aprecio, control, comodi-
dad, conveniencia o, por decirlo claramente, paz y tranquilidad. Cada
vez que nos sentimos frustrados, amargados, resentidos o enojados con
138 El conflicto en la familia
Reconciliarse
Eran las vacaciones de Navidad, y una madre estaba teniendo un día
difícil con su hija de 10 años, Amalia. Primero, fue la Internet. Amalia
se había conectado a las 9:30 de la mañana para enviar algunos correos
electrónicos a sus amigas, y después salió de la casa a jugar; pero se
olvidó de desconectar la Internet y de dejar libre la línea telefónica.
Debido a esto, su mamá se perdió una importante llamada telefónica
que estaba esperando a las 10:00. De modo que salió a buscar a su hija
y la encontró en la casa de una vecina; entonces, la llamó a gritos y le
exigió una disculpa.
—Lo siento mamá —dijo Amalia con total naturalidad.
Más tarde aquella mañana, la mamá llevaba una brazada de ropa
limpia de la secadora hasta su cuarto y se tropezó con uno de los jugue-
tes de Amalia, se cayó y la ropa limpia terminó a lo largo del pasillo.
—;¡Amalia! —pegó un grito la madre.
La niña abrió un poco la puerta de su habitación y asomó la cabeza.
—-¡Te dije miles de veces que guardes tus juguetes!
142 El conflicto en la familia
NEGOCIADORES NATURALES
Una noche, una tormenta de viento quebró una gran rama de uno de
nuestros árboles, la cual cayó sobre el garaje de un vecino llevando
nuestro cable de alta tensión. Por temor a que el cable de alta tensión
se rompiera y originara un incendio, me apresuré a buscar una sierra y
una escalera para poder retirar cuanto antes la rama. Necesité alrede-
dor de treinta minutos para terminar aquella tarea.
Cuando entré a la casa, pasé por el cuarto de mi hijo y observé que
no estaba en la cama como debería estar. Me asomé y vi que Jeff estaba
Cómo hacer las paces con los hijos 145
EVALUACIÓN PERSONAL
Cuando usted experimenta conflictos con sus hijos, tiene la oportuni-
dad de llevarlos a Dios, ayudarles a crecer y fortalecer su relación con
elios. Aquí hay algunas maneras de aprovechar estas oportunidades.
148 El conflicto en la familia
2. Sacar la viga de nuestro propio ojo. Reconozca los ídolos que guían
su rol como padre o madre (comodidad, conveniencia, control, qué
tan bien quedamos parados ante los demás, etc.). Confiéselos a Dios
y pídale que lo haga libre de ellos. Y si recientemente lo han lle-
vado a pecar contra sus hijos, confiéseles el pecado a ellos y pídales
que lo perdonen. Su ejemplo en confesar y renunciar a su pecado
enseñará a sus hijos mucho más eficazmente que miles de mini-
sermones.
3. Hablar con su hermano y mostrarle su falta, pero siempre con la
ministración del evangelio. Cuando sus hijos están enredados en
conflicto o pecado, es natural que nosotros les señalemos todas las
cosas que han hecho mal. Pero si todo lo que hacemos es golpearlos
en la cabeza con la ley, los estaremos oprimiendo y desanimando.
Debemos también ministrarles el evangelio y recordarles que Jesús
vino a pagar por el pecado de ellos, ofrecerles el perdón y liberarlos
de los ídolos que están arruinando sus vidas.
4. Reconciliarse. Cuando sus hijos lo han herido profundamente, es
fácil castigarlos mediante la retención de su perdón, aun después
que ellos hayan confesado sus errores. Pero así no es como Dios nos
trata. ¡Él está muy deseoso de perdonarnos cuando acudimos a Él!
Pídale que le ayude a imitar su inmerecido amor y perdón con su
familia, para que a través de usted ellos tengan una percepción de
la maravillosa gracia de Dios.
5. Usar el conflicto para enseñar la manera correcta de negociar. Los
niños son negociadores natos; siempre están buscando la manera
de obtener lo que quieren o evitar lo que no quieren. Ayude a sus
hijos a usar esas habilidades para la negociación de la manera que
agrade a Dios; es decir, apelando respetuosamente y velando por los
intereses de los demás.
Cómo hacer las paces con los hijos 149
au 4
¡Qué familia! Año tras año luchaban contra los mismos patrones dolo-
rosos. Un padre, ex militar, que pone las leyes en la familia. Que quiere
que sus hijos —y todo el mundo— respeten su sabiduría y se sometan
a sus consejos. Que está totalmente dedicado a cuidar de su esposa
enferma.
Una madre que se sacrificó por su esposo durante toda su vida, al
implementar, en las frecuentes ausencias de su esposo, la disciplina que
recibía de arriba, y a quien siguió sin quejarse cuando desarraigaba a la
familia cada par de años para cumplir con una nueva posición en otra
ciudad. Que ahora está enferma; doce operaciones en diez años. Y que
ama a sus nietos y se alegra inmensamente cuando los ve.
Un hijo que se rebeló prematuramente y en repetidas ocasiones.
Que ha crecido emocionalmente y quiere dejar de estar bajo el control
de sus padres; sin embargo, también quiere que lo respeten como un
hombre independiente. No quiere que lo mangoneen, pero quiere man-
tener una relación amigable con ellos. Que tiene una esposa e hijos a
quienes ama con todo su corazón, pero una hermana con quien sigue
resentido por haber sido la preferida de sus padres cuando eran niños.
Una nuera que insta a su esposo a hacerles frente a sus padres y
vivir su propia vida. Que es protectora de sus hijos. Que ya ha tenido
suficiente con sus suegros hasta aquí, y que no desea volver a saber
nada de ellos.
Y una hija que no tiene reparos en ser leal a sus padres. Que defiende
a sus padres en las diferencias familiares. Que piensa que su hermano
se casó con una mujer egoísta e insensible. Y le encanta meterse en la
vida de los demás.
Glorificar a Dios
Nadie tenía que decirle a ningún miembro de la familia Crespo que
eran pecadores. Nélida y sus hijos siempre lo tenían presente —Jorge
se aseguraba de ello— y Jorge no abrigaba ilusiones acerca de su propia
156 El conflicto en la familia
pedirle perdón. Luego, podría buscar a las partes ofendidas para hacer
una confesión cara a cara. Hacer esto en la presencia física del otro
es una señal fuerte y positiva. Muestra respeto por la otra persona;
muestra que le importa tanto el asunto, que no tiene reparos en hacerse
presente para solucionar las cosas.
Elegir el momento y el lugar adecuados también es decisivo para el
éxito. El mejor lugar es aquel en el que la parte ofendida se sienta cómoda
y relajada, un lugar en el que la atmósfera anime el diálogo abierto y
sincero. El momento oportuno debería ser un momento sin límites de
tiempo. Un momento en el que nadie se retrase por compromisos ante-
riores, ni se apresure por compromisos planificados para después.
Lamentablemente, la logística a menudo hace que este tipo de con-
fesión cara a cara sea poco viable. Este es el caso de la familia Crespo.
Los padres viven en Saint Louis; uno de sus hijos en Indianápolis; la
otra en Mineápolis. Para comenzar a resolver las diferencias, podrían
hablar por teléfono. Pero aun así, deberían llamar en un momento en el
que sepan que será conveniente para la otra parte, y desde luego debe-
rían preguntar si están llamando en un buen momento, sin ningún otro
compromiso que pueda interferir con su conversación. Incluso podrían
hacer una llamada para programar la siguiente llamada en que harán
la confesión. Esto tendría un efecto similar a una reunión cara a cara;
de este modo demostrarían que están bastante preocupados, al llamar
una vez para programar la confesión y otra vez para la confesión pro-
piamente dicha.
Los miembros de la familia deberían también planificar sus pala-
bras. Es cierto que, por su misma naturaleza, las conversaciones son
esfuerzos improvisados; comunicaciones orales de concesión mutua,
en las cuales ambas partes responden espontáneamente a lo que la otra
está diciendo. Pero las primeras palabras no deberían ser así. De modo
que el confesor, en cada caso, debería ser sabio y pensar exactamente
qué dirá al comienzo, y ponerlo por escrito. (Revise otra vez los siete
elementos de la confesión del capítulo 4 para asegurarse de abarcar
todos los aspectos pertinentes en su confesión).
En el caso de la familia Crespo, algunas de las primeras palabras de
la confesión podrían ser como estas:
¡ De Matías a Jorge: “Fui muy intransigente contigo y con mamá
en varias ocasiones durante los últimos años. He permitido
que el pecado de mi orgullo y deseo de independencia dicten
mis acciones para contigo y con mamá. Mi orgullo gobernó la
decisión que tomamos con Carla de no pasar por Saint Louis
Conflictos entre los miembros adultos de la familia 159
Reconciliarse
El perdón puede ser especialmente difícil en los conflictos familiares,
principalmente porque las expectativas de cada uno son altas y el sen-
tido de la traición puede ser intenso. Y además hay una historia fami-
liar. Aunque queramos olvidar el pasado, los patrones anteriores del
comportamiento hiriente no se borran de nuestra memoria una vez que
se hace una nueva confesión. Podríamos decirle a la persona que nos
hirió que la perdonamos, pero las antiguas heridas a menudo rondan
en nuestra mente y opacan futuras interacciones.
Para retirar estas nubes de nuestras relaciones, necesitamos pedirle
a Dios que nos ayude a perdonar como Él nos ha perdonado. Como
hemos visto en el capítulo 6, una manera de hacer esto es compro-
meternos con las cuatro promesas del perdón: No volveré a pensar en
este incidente. No volveré a mencionar este incidente ni a usarlo en tu
contra. No hablaré de este incidente con otros. No permitiré que este
incidente interfiera entre nosotros o estorbe nuestra relación personal.
Jorge Crespo, por ejemplo, podría comprometerse a no pensar todo
el tiempo en la insensibilidad de su hijo para con Nélida. No debe-
ría guardarlo en su depósito de municiones para futuros ataques; una
táctica de argumentación sucia, pero demasiado común. No cedería al
deseo de Pamela de sacar los “trapos sucios” de Matías y Carla. Y debe-
ría dejar de ser distante con Matías y Carla cuando hable por teléfono.
Las promesas de Matías deberían seguir un curso similar. No debe-
ría pensar todo el tiempo en los intentos de su padre de controlar su
vida. No debería buscar en su memoria ejemplos del pasado en que
Jorge trató de controlar su vida, para así echárselo en cara a su padre.
No debería quejarse por su padre con ningún tercero, nisiquiera con su
esposa. Y no debería permitir que ningún desaire que sienta influencie
su próxima interacción con su padre.
Usted podría decir: es más fácil decirlo que hacerlo. Por supuesto,
así es. Solo Dios puede ofrecernos un perdón de esta calidad. Nues-
tro perdón, aunque intentemos seguir el ejemplo del perdón de Dios y
seamos inspirados por Él, es inferior. Carece de la calidad y duración
Conflictos entre los miembros adultos de la familia 163
Usted nunca sabe qué podría hacer Dios mañana. Puede seguir orando
y esperando pacientemente la posibilidad de que Dios les presente una
nueva vía de comunicación el próximo mes, o el próximo año.
Pase lo que pase, usted y su familia están en las tiernas manos de
Dios. Eso solo es suficiente para tener paz y esperanza.
EVALUACIÓN PERSONAL
No importa cuán mayores seamos, nunca perdemos nuestra capacidad
de discutir con nuestros padres o hermanos. Por lo tanto, necesitamos
mantener nuestras técnicas para la pacificación a punto y listas para
usar en cada etapa de la vida. Cuando nos encontramos en conflicto
con aquellos que amamos (o con los que por el momento estamos eno-
jados), siempre es sabio volver a los cuatro principios para la resolución
de conflictos.
AT ello li a JE $ ae
al o p ee ,
DS e A na
a A
dd o
vq 1) 3! je A les
y omo qa £14 da ¡asou
oa yl a 28
CÓMO
BUSCAR
AYUDA
A
Ayuda para un
matrimonio en
conflicto
su pasión por ese deporte —o por estar lejos de su esposa— que Claudia
lo amenazó con dejarlo. “Dado que ya soy una viuda del golf —le dijo
ella— podría hacerlo oficial e irme a vivir con mi hermana”. Esto llamó
la atención de Javier, y cambió durante un tiempo. En otra oportunidad,
fue Javier el que amenazó con marcharse. No podía seguir soportando la
costumbre de Claudia de analizar e interpretar cada una de sus palabras
o acciones; el “constante fastidio” que en un principio le había llevado a
practicar golf. En respuesta, Claudia fue más agradable por algunos meses.
Sin embargo, el sufrimiento causado por las sucesivas peleas y
“reconciliaciones” afectó al cariño, la intimidad e incluso el interés del
uno por el otro. Para su décimo aniversario, apenas se expresaban amor,
ni física ni verbalmente. Hablaban un poco durante la cena y frente a la
televisión; pero eran conversaciones superficiales e inofensivas, distaban
mucho de ser las conversaciones profundas que mantenían cuando eran
recién casados.
Luego, en una fiesta de Navidad de la compañía de Javier, sucedió
algo. Claudia notó que una compañera de trabajo de Javier, Mónica,
parecía demasiado amigable con él. Claudia también conocía a Mónica;
era una mujer soltera que asistía a su iglesia. Pero había algo en la
manera de actuar de su esposo, cuando estaba con Mónica, que moles-
taba a Claudia; él era el mismo hombre divertido, simpático y feliz que
la había seducido cuando se acababan de conocer. Hacía cinco años que
Claudia no veía a Javier así.
Ella le preguntó a Javier por Mónica, y él le dijo que Mónica era
comprensiva y amable con él. “Es una persona divertida”, le contestó él.
También le dijo que no habían llevado sus conversaciones insinuantes
al nivel físico, y se comprometió a no permitir que eso sucediera.
Pero para Claudia fue un llamado de alerta. Ella veía que su unión
con Javier estaba en serio peligro y se preguntaba qué debía hacer.
BNO
BUSCAR CONSEJO
Si las conversaciones personales con su cónyuge no dan resultado, el
próximo paso a dar podría ser buscar consejo sobre qué más puede
hacer individualmente para mejorar su matrimonio. Todos tenemos
176 Cómo buscar ayuda
problemas matrimoniales.
ll Falta de esperanza; piensa que es una pérdida de tiempo y que
nada puede cambiar.
Temor a que sus propios pecados sean expuestos.
El cónyuge no quiere cambiar o renunciar a otra relación.
No sabe a quién recurrir.
ee
E
a Falta de dinero para pagar la consejería.
Gontical las razones que le impiden a su cónyuge acompañarlo en
Ayuda para un matrimonio en conflicto 177
haga todos los esfuerzos posibles para reconciliarse y confíe que Dios
resolverá las cosas según su plan. divino.
UN ÚLTIMO RECURSO
No importa cuán amable y persuasivamente apele a su cónyuge, no
solo podría negarse a buscar o seguir con la consejería, sino incluso
decidir dejar su matrimonio del todo. Si esto sucede, puede que el único
recurso que le quede sea pedirle a su iglesia que ejerza la disciplina
eclesiástica. El mismo Jesús presentó este proceso en Mateo 18:15-17.
Él enseña que si los esfuerzos informales y personales de hacerle frente
a los pecados no prosperan, deberíamos “[decirlo] a la iglesia” (v. 17).
Esto significa que usted debería ir a los líderes de su iglesia y pedirles
que confronten a su cónyuge y ejerzan su autoridad eclesiástica para
promover el arrepentimiento y la reconciliación.
Lamentablemente, hace décadas que muchas iglesias dejaron de
obedecer los mandatos de Jesús de Mateo 18. Aunque los matrimonios
se estén derrumbando delante de sus propios ojos, los líderes simple-
mente se retuercen las manos y dicen que van a orar; pero nada más.
Cuando los líderes de la iglesia tienen el valor de intervenir tierna y fir-
memente en los matrimonios que van rumbo al fracaso, la simple ame-
naza de la disciplina eclesiástica es a veces todo lo que hace falta para
persuadir a un cónyuge descarriado a cambiar.' Sin embargo, en otros
casos, un cónyuge no arrepentido podría simplemente endurecer su
corazón, dejar la iglesia y proceder con el divorcio. Pero incluso enton-
ces, Dios a veces sigue obrando por medio de líderes y miembros de la
iglesia que no se rinden. Esto es lo que sucedió con Teresa y David.
Después de muchos años de infelicidad en el matrimonio, Teresa
comenzó a salir con un compañero de trabajo del hospital. A medida
que su interés en Sergio aumentaba, Teresa comenzó a apartarse no
solo de su esposo David, sino también de sus amigos cristianos que
ella sabía que le aconsejarían que no abandonara su matrimonio. Final-
mente, dejó a su esposo y sus hijos, se mudó con Sergio y presentó la
demanda de divorcio. Su pastor trató en repetidas ocasiones de hablar
con Teresa, pero ella siempre lo evitaba. Finalmente, en una carta, él
le pidió delicadamente que cumpliera con sus votos matrimoniales, y
le ofreció que la iglesia le proveería o pagaría cualquier consejería que
hiciera falta para ayudarlos a resolver sus diferencias y experimentar la
felicidad en el matrimonio.
Teresa se negó a aceptar su oferta y le envió una carta donde le
decía que renunciaba a su membresía en la iglesia. Su pastor le envío
Ayuda para un matrimonio en conflicto 183
Aa
EVALUACIÓN PERSONAL
Si usted cree que su matrimonio podría estar en peligro, ahora es el
momento de tomar medidas. Cuanto más espere, más daño podría ocu-
rrir. Hay varios pasos prácticos a dar para salvar un matrimonio en
problemas:
2. Hable con su cónyuge. Use los principios que hemos visto en los
primeros siete capítulos de este libro, y planee cuidadosamente
cómo presentarle sus inquietudes a su cónyuge.
¿q ...4
EVALUACIÓN PERSONAL
En un mundo caído, los matrimonios están inevitablemente expues-
tos al ataque. Expectativas insatisfechas, años de críticas o alternativas
atractivas pueden amenazar cualquier matrimonio. Para salvaguardar
su matrimonio, ponga en ejecución estas pólizas de seguro hoy.
44
Lista de verificación
de un pacificador
Antes de hablar con los demás acerca de sus errores, con la ayuda de
Dios, me preguntaré:
Ñ ¿Cuál es el verdadero problema aquí?
B ¿Es algo que debería, simplemente, pasar por alto?
y ¿Soy culpable de palabras imprudentes, mentiras, murmuración
u otra forma de palabras vanas?
¿He sido fiel a mis palabras y cumplido con todas mis res-
ponsabilidades?
¿He abusado de mi autoridad?
¿He respetado a los que están en autoridad sobre mí?
¿He tratado a otros como quiero que me traten a mí?
¿Me motivan deseos que se han convertido en exigencias (ídolos),
y juzgo y castigo a los demás por no hacer lo que yo quiero?
Cuando me entere de que alguien tiene algo contra mí, iré y hablaré con
esa persona acerca de ello, aunque no crea haber hecho algo malo. Un
pecado es demasiado grave para pasarlo por alto si:
Deshonra a Dios.
ñ Ha dañado nuestra relación.
i Hiere o podría herir a otras personas.
i Daña al ofensor y reduce la utilidad de esa persona para Dios.
« tel blades A
HA vena mindiruidmte ydeca eA
ía
i May babvrró a hablar de ame (actelotine con los dial AS ¿
o Ne quesmuii e se inca Wei Pm. aer
e A id perigtab at 0
FeA
m3
Ad
A a
$ iplueaó en acatelbuctón al prod so; ho 1 A
MINA de Qe manera Droaf A '
YA0t Pl ts
O Mecnmlart NS e he ptticaadie ui al an ón
sudor, ne bulo dto lr el jnrisaolos, Ñ ELA:
4 Dependirs dela foral de Pica aiedilante pe ;
de le ibi y, esPo e A a
Peacemaker Ministries:
Historia y propósito
La cruz y la crítica
LA DINÁMICA DE LA DEFENSA
CONTRA LA CRÍTICA
En primer lugar, déjeme definir qué significa la crítica. Me refiero a la
crítica, en un sentido general, como todo juicio que una persona hace
contra otra, por no cumplir con una norma en particular. La norma podría
ser de Dios o de los hombres. El juicio podría ser cierto o falso. Podría
hacerse bondadosamente con una perspectiva de corrección, o dura-
mente y de una manera condenatoria. Podría venir de un amigo o de
un enemigo. Pero cualquiera que sea el caso, es un juicio o una crítica
contra una persona por no cumplir con una norma.
La mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que la crítica es difícil
de recibir. ¿Quién de nosotros no conoce a alguien con el que debemos
ser especialmente cuidadosos en los comentarios para evitar que esta-
llen cuando les hacemos una corrección? Lamentablemente, al viajar
por el país, a menudo las personas me explican que jamás se atreve-
rían a confrontar o criticar a su pastor o líder por temor a represalias.
Muchos simplemente buscan otra organización en la cual trabajar u
otra iglesia a la cual asistir.
De hecho, ¿no es verdad que conoce a líderes que seleccionan como
colaboradores cercanos a personas que no sean duras con ellos? ¿Cuán-
tas veces le han advertido que “ande con pies de plomo” con ese tipo
de personas?
Por muy triste que parezca, yo no difiero mucho de este tipo de
personas. A mí tampoco me gustan las críticas. Para mí, cualquier crí-
tica es dura de recibir. Prefiero mucho más que me elogien a que me
corrijan, que me feliciten a que me reprendan. ¡Prefiero juzgar a que me
juzguen! Y no creo que yo sea el único. Cuanto más escucho a las per-
sonas, más escucho la dinámica de la actitud defensiva contra la crítica.
En consejería, lo veo en la manera divertida en que una pareja se
desvía del asunto en cuestión para debatir quién dijo qué, cuándo y
dónde. O en la manera en que las personas debaten recíprocamente con
respecto a si fue el martes o el miércoles cuando hicieron algo.
¿Por qué invertimos tanto tiempo y energía en darle vueltas a un
asunto? ¿Por qué nuestro corazón y nuestra mente se ponen instantá-
neamente a la defensiva y nuestras emociones brotan con tanta fuerza en
La cruz y la crítica 209
a e e cil N
nba a
ÑEN :
NR
NS mo Laca AN e ed e.
dla ride. 167 ste A A
np omo. vto pá
|A Dia go AAA e
xido, seved pobud- (eo pe od ter De
nz de gutWip, AY iia A $
4
PA IM AR RA o 3
¡dee esbrzimid rsoflieide d Pida dd re Y ci
ASA CABANA NP BIS
emitir epe go ib mir hi (3 ioaatisiM bs
Cam"Silos sarro ; rábiy
| pu a: ' n 'es la
alguira dE
Jere
PRE Sm re Cu
NR
ba ¡reinados alo dbnd O
NT ee ld 10 bd 19 a 0 ya k
NOTAS FINALES
Capítulo 1
1. La “loma resbaladiza” del conflicto ha sido adaptada de Pacificadores: Una
guía bíblica para resolver los conflictos personales; véase el capítulo 1.
Capítulo 2
1. Tengo una gran deuda con Paul Tripp, David Powlison y Ed Welch de
Christian Counseling and Educational Foundation [Fundación de conse-
jería y educación cristiana] (www.ccef.org), por el gran caudal de cono-
cimiento que me han aportado sobre este tema a través de sus libros y
seminarios.
2. Samuel F. Janzow, Luther's Large Catechism: A Contemporary Translation
with Study Questions [El gran catecismo de Lutero: Una versión contem-
poránea con preguntas de estudio], (St. Louis: Concordia, 1978), p. 13.
3. Journal of Biblical Counseling 16 [Diario de consejería bíblica 16], n. 1,
otoño de 1997, p. 34.
4. John Piper, Future Grace [Gracia venideral, (Portland: Multnomah), p. 9.
Publicado en español por Editorial Vida en 2006.
Capítulo 6
1. C.S. Lewis, Mere Christianity [Mero cristianismo], (Nueva York: Macmi-
llan, 1960), p. 116. Publicado en español por Rayo, una división de Harper
Collins Publishers.
Capítulo 10
1. Para mayor guía sobre cómo amar a personas que parecen determinadas
a lastimarlo, véase el capítulo 12 de Pacificadores.
Capítulo 11
1. Véase el capítulo 8 de Pacificadores para una historia real de cómo la ame-
naza de la disciplina eclesiástica motivó a un hombre a terminar con una
aventura amorosa y regresar con su esposa.
Capítulo 12
1. The Barna Research Group, Ltd. 6 de agosto de 2001. Encuesta sobre
divorcio, matrimonio y nuevo casamiento.
218 Notas finales
Dobson, Dr. James. El amor debe ser firme. Miami: Editorial Vida, 1990.
Fitzpatrick, Elyse. Idols of the Heart: Learning to Long for God Alone.
Phillipsburg: PER, 2001.
Rainey, Dennis y Barbara. Starting Your Marriage Right: What You Need
to Know in the Early Years to Make It Last a Lifetime. Nashville: Thomas
Nelson, 2000.
Sande, Ken. Pacificadores: Una guía bíblica para resolver los conflictos
personales. México: Ediciones Las Américas, 2007.
Sande, Ken; Lee, Dr. Jimmy Ray, y Brad Rymer. Peacemaking: Respon-
ding to Conflict Biblically, a Small Group Bible Study. Chattanooga: Tur-
ning Point Ministries, 2000.
220 Bibliografía
Tripp, Tedd. Cómo pastorear el corazón de sus hijos. Santo Domingo: Edi-
torial Eternidad, 2002.
Welch, Edward. When People Are Big and God is Small: Overcoming Peer
Pressure, Codependency, and the Fear of Man. Phillipsburg: PER, 1997.