En el capítulo IX de “El libro de los espíri-
tus”, “Intervención de los espíritus en el mundo
corporal”, Allan Kardec cuestiona a la espiritua-
lidad superior sobre como los espíritus desen-
carnados interfieren en la vida de los espíritus
encarnados. Los mentores explican que los
desencarnados que nos rodean, tienen la posi-
bilidad de observarnos y conocer nuestros pen-
samientos, los más secretos, e influenciarnos.
Los buenos buscan ayudarnos con nuestros
problemas y los malos buscan perturbarnos,
siempre de acuerdo con la afinidad de nuestros
pensamientos. Explican además, que ellos nos
influencian mucho más de lo que podemos ima-
ginar. Nos corresponde discernir sobre nuestros
pensamientos, si estamos sufriendo la influencia
de algunos espíritus o si se trata de una idea
nuestra.
En el estudio de dicho capítulo, apren-
demos que los buenos espíritus ayudan a los
hombres de bien o que se esfuerzan para mejo-
rar. Los espíritus inferiores se envuelven con las
personas viciosas o que pueden volverse tales.
Todo es cuestión de sintonía, de afinidad.
La dureza de sentimientos atrae a espíri-
tus imperfectos. El conocimiento que la vida cor-
poral es transitoria nos ayuda a aceptar las vici-
situdes que son inherentes a nuestro programa
reencarnatorio. Tenemos condiciones de pasar
por las pruebas y expiaciones sin quejas y con
el apoyo de los amigos espirituales elevados.
En la pregunta 489 del mencionado libro,
el Codificador pregunta:
¿Hay espíritus que se apegan a un individuo en
particular, para protegerlo?
Respuesta: “Si, el hermano espiritual. Es el que
llamáis espíritu bueno o genio bueno”.
Queda claro que a cada reencarnante en
la Tierra, es designado un ángel de la guarda,
que tiene la misión de guiar al protegido por la
senda del bien. Es como un padre en relación
al hijo. Este espíritu ayuda al reencarnante, aún
en el plano espiritual, a programar las etapas de
su reencarnación. Analiza la historia del reencar-
nante y lo orienta en la elección de las pruebas y
expiaciones de la vida futura. Es un tutor, avalis-
ta del espíritu que vuelve a la experiencia física.
Lo ampara en la espiritualidad, en la gestación,
en el nacimiento y durante toda la vida. Después
lo recibe de vuelta en el mundo espiritual. Mu-
chas veces continúa amparando a ese espíritu
en nuevas experiencias reencarnatorias.
Para el ángel de la guarda, la tarea puede
ser un placer, una misión o un deber. Cuando él
percibe que su tutelado se aparta de su sintonía
por su libre albedrío, y percibe que sus consejos
se vuelven inútiles, él se aparta temporariamen-
te hasta que el encarnado vuelva a solicitarle su
amparo.
San Agustín pondera que nunca el ángel de la
guarda abandona completamente a su protegi-
do, que muchas veces se queda esperando la
oportunidad de poder influenciarlo positivamen-
te de nuevo.
La misión del ángel de la guarda es siem-
pre ejercida por un espíritu superior al tutelado,
siendo una tarea bella aunque penosa.
En el libro “El Evangelio según el Espiritis-
mo” de Allan Kardec, en el capítulo XXVIII, Parte
II, ítem 11, “Oración a los ángeles de la guarda
y a los espíritus protectores”, hay una hermosa
explicación sobre estas entidades, seguida de
sugerencias de oraciones. Estas informaciones
que la Doctrina Espírita ofrece, propician una vi-
sión muy objetiva y positiva para nuestra con-
dición de espíritus encarnados, comprueba la
misericordia divina en relación a sus hijos que
están en esa experiencia evolutiva. Dios siem-
pre nos ofrece el amparo. Contamos con el apo-
yo de varios espíritus elevados a los cuales po-
demos recurrir y recibir el amparo espiritual que
necesitamos.
Sucede que por falta de este conoci-
mientos, muchos reencarnados toman caminos
opuestos a su proyecto reencarnatorio, utilizan-
do mal su libre albedrío. Entran en sintonía con
espíritus imperfectos, muchas veces sufriendo
obsesiones dolorosas hasta despertar para el
verdadero sentido de la vida. Según el espíritu
Emmanuel, nosotros nos esforzamos al progra-
mar nuestra jornada en el plano físico eligiendo
muchas veces, pruebas difíciles y rescates ne-
cesarios a nuestra evolución, siempre ampara-
dos por nuestro ángel de la guarda pero en el
plano físico, no queremos sufrimientos ni desa-
fíos importantes. Preferimos la queja, nos consi-
deramos desamparados por Dios y optamos por
la puerta ancha de la perdición, al contrario de la
puerta estrecha de la recuperación, necesitando
repetir muchas veces, las experiencias reencar-
natorias.
El alerta de Jesús, ”Orad y vigilad cons-
tantemente”, es el nexo que nos ayudará a en-
contrar las fuerzas y a mantener nuestra progra-
mación evolutiva.
Es bueno recordar que, en momentos de
oración, de meditación, en el Evangelio en el ho-
gar, en las clases de evangelización para niños
y jóvenes, en el grupo de estudios, en el estu-
dio personal edificante, el ángel de la guarda de
cada uno estará presente, envolviéndonos en
vibraciones de coraje y de amor.
 En la historia de la humanidad una cosa
sobresale a cada historia particular: todos, real-
mente todos y cada uno de nosotros lo que no
queremos es sentirnos solos...
Ni solos ni incomprendidos...
Todos nuestros males tienen su origen en
sentirnos así: solos e incomprendidos... bueno,
específicamente de lo que se puede llamar: in-
fancia moral.
En mi experiencia en las comunicaciones
espirituales en las casas espíritas en las que he
estado, siempre he escuchado esta frase (que
también leí en El libro de los espíritus), que las
palabras de los buenos espíritus que se comu-
nican, repiten: “No temáis cansaros con vues-
tras preguntas. Antes bien, permaneced siempre
en relación con nosotros...” Esta frase la decía,
en una comunicación espiritual, respondiendo a
una pregunta de Allan Kardec (Preg. 489 a la
495, del capítulo VI), el espíritu de San Agustín,
aconsejando tener conciencia de la existencia
de nuestros guías espirituales.
Y, pienso ahora, que tener conciencia de
eso sería no sentirnos nunca solos y mucho me-
nos incomprendidos, porque nos dice: ¡No están
solos! Pero también dice: “Te conozco y te amo
tal cual eres” ... famosa frase que todos quisiéra-
mos escuchar al menos alguna vez en la vida...
y no hablo sólo de los románticos.
San Agustín, en sus comentarios, nos
dice que llamemos a nuestro ángel de la guar-
da, que no pensemos en su condición angelical
para no hacerlo, al contrario, que confiemos en
que dedica su vida a nuestra mejoría, que está
permanentemente a nuestro lado para aconse-
jarnos y sostenernos en nuestros viajes reencar-
natorios.
Y todavía agrega algo más: ellos son
nuestros amigos más seguros y abnegados por-
que buscan eso: “ayudarnos a ascender la áspe-
ra montaña del bien”, tales sus propias palabras.
¿No es maravillosa esa idea?
Ahora bien, no se trata que, porque sea
maravillosa y confortable la misma idea, ésta
tenga sólo el aire fantástico de algo que nos
hace bien... no. El Espiritismo nos invita a re-
flexionar sobre esta idea.
Todos estamos inmersos en nuestro ca-
mino de progreso y, el verdadero progreso como
tal, se descubre que es moral. Siendo nuestra
real existencia inmortal, se reconoce que esta
vida material es una oportunidad de mejoría
para nuestra alma, que, inmersa en una nueva
oportunidad reencarnatoria, descubre así que
tenemos nuevas posibilidades de reajustes,
aprendizajes nuevos y siembra de virtudes por
alcanzar.
Las mismas que aquellos que hoy llama-
mos ángeles han recorrido.
Son nuestros hermanos espirituales que
han recorrido las sendas que hoy estamos reco-
rriendo nosotros, pero han sabido, antes, tomar
las buenas decisiones que les han llevado a vivir
esas mismas virtudes que nosotros, aún, no he-
mos alcanzado.
En “Imagino que usted quiere ser feliz -
Memorias de un ángel guardián” (Autor: Abel
Glaser – Espíritu Caio Mario), nos cuentan que
esa es la sublime misión de los ángeles protec-
tores: espíritus dedicados y fieles que están al
lado de los encarnados para darles amor y sus-
tentación a lo largo de toda su existencia en el
plano material.
El mismo prólogo nos dice que reconocer
la existencia de nuestro ángel de la guarda “nos
lleva a evaluar lo que ese amigo espiritual siente
y cuál es su expectativa por cada uno de noso-
tros delante de nuestros actos del día a día. Nos
conduce a conocerlo mejor para que podamos
darle, de forma voluntaria y consciente, su debi-
do valor.”
El mismo relata, finalmente, el reencuen-
tro entre el protagonista encarnado (Ícaro) y su
ángel guardián (Jeremías). El encarnado lo lla-
ma a su protector como “el combativo defensor
de su felicidad” y el espíritu guardián, sólo le
dice: “soy feliz por tenerte como amigo”, ya que
el reciente desencarnado le dice que realmente
pudo ser feliz en esta vida gracias a sus conse-
jos, que mucho costaron seguir, pero pacificaron
su alma antes de dejar su existencia corporal.
En mi propia vida siento en la voz de mi
conciencia, esas suaves inspiraciones o firmes
directrices de seguridad ante los peligros mo-
rales a los que me expongo. Sé que, muchas
veces es difícil corregir el rumbo cuando aún no
estamos decididos a elegir el camino recto que,
aunque pedregoso, nos lleva a una nueva meta,
desconocida aún para nosotros pero que instin-
tivamente reconocemos como más sana, más
feliz, pero que seguimos viendo como la cima de
la montaña que nuestras fuerzas no alcanzan...
Nuestros guías espirituales, nuestros án-
geles guardianes y hasta el mismo ángel guar-
dián, comandan a todos nuestros hermanos es-
pirituales que nos apoyan y empujan para que
nuestra vida alcance aquello que buscamos con
tanto afán: la felicidad en esta tierra. Hacen eso,
nos dicen, permanentemente: “¡Convierte tus
dolores en alegrías del cielo!”
No dejemos que hablen solos sin que
sus intuiciones e inspiraciones sean tomadas en
consideración por nuestro libre albedrío.
Escuchemos a nuestros amigos más ín-
timos que hablan a través de la voz de nues-
tra propia conciencia... es la dulce voz de Jesús
que los envía, para cada uno de nosotros, sin
olvidarse de nadie en ningún confín de la Tierra,
para que cada quien pueda, reconocer su voz y
seguirlo.
Esa será la felicidad conquistada por no-
sotros mismos.
Esa será la paz alcanzada por nuestros
propios pasos.
Nunca estamos solos ni incomprendidos,
sólo debemos aprender a escuchar a nuestro
buen amigo que, queriendo envolvernos con su
abrazo, nos acompaña siempre porque mucho
nos ama.
 Muchas veces pensamos y sentimos,
erróneamente, al ver el dolor que todavía se ma-
nifiesta en el mundo y que no pocas veces cerca
nuestras vidas, que venimos a este mundo a su-
frir.
Sin embargo, esta mirada no es más que
el producto de nuestro pesimismo y de nuestra
miopía espiritual.
La experiencia corporal es una bendición
del Padre, que, siendo soberanamente justo e
infinitamente bondadoso, nos permite reencar-
nar para curar nuestras almas rotas a través de
distintos procesos y para disipar nuestra igno-
rancia a través del aprendizaje. Por lo tanto, a
pesar de ser un planeta de expiación y de prue-
bas, la Tierra cumple la doble función de ser una
bendita escuela-hospital.
Como escuela, quienes la habitamos es-
tamos en distintos grados de evolución y debido
a afinidades y a necesidades de aprendizaje y
reparación, sometidos ante todo a la Ley de cau-
sa y efecto, hemos de encontrarnos siempre en
el ámbito familiar, social y cultural que precisa-
mos y merecemos.
Ahora bien, el amor de nuestro Padre es
infinito, y no nos deja solos sin ayuda y sin sos-
tén para atravesar este camino. Desde ya, que
muchas veces tenemos la dicha de encontrar-
nos y reencontrarnos con seres encarnados que
constituyen verdaderos puntales y estímulos
para llevar a cabo nuestra epopeya carnal de la
mejor manera posible.
Pero también, hay un plano invisible que
no es ajeno a quienes estamos en el mundo de
la materia. Podemos encontrar, de acuerdo a su
adelanto, a nuestra afinidad y a los lazos esta-
blecidos con nosotros, a seres que se constitu-
yen en espíritus familiares en algunos casos, o a
seres que se convierten en espíritus protectores
o guías personales.
Veamos que nos dice al respecto de este
tema “El libro de los espíritus”:
Pregunta 488:
Los parientes y amigos que nos precedieron en
el regreso a la otra vida, ¿tienen por nosotros
más simpatía que los espíritus que nos son ex-
traños?
Respuesta:
“Sin duda, y a menudo os protegen como espíri-
tus, según su poder.”
Como los lazos del amor verdadero no se
desvanecen con la muerte física, aquellos seres
amados que nos precedieron en el regreso a la
patria espiritual, en la medida de sus posibilida-
des, evolución y condición espiritual, se acercan
para brindarnos su amor, su sostén y su protec-
ción hasta donde les sea permitido por las Leyes
Divinas.
Pero hay seres con mayor grado de ade-
lanto y que han tomado la amorosa responsabili-
dad de convertirse en verdaderos custodios que
nos ayudan a transitar la jornada terrestre.
Ellos son los verdaderos Ángeles de la Guarda
o Espíritus Guías.
Y “El libro de los espíritus” nos esclarece
una vez más:
489. ¿Hay espíritus que se apegan a un indivi-
duo en particular, para protegerlo?
R: “Sí, el hermano espiritual. Es el que llamáis
espíritu bueno o genio bueno.”
490. ¿Qué se ha de entender por ángel de la
guarda?
R “El espíritu protector de un orden elevado.”
491. ¿Cuál es la misión del espíritu protector?
R “La de un padre para con sus hijos: conducir
a su protegido por el camino del bien, ayudarlo
con sus consejos, consolarlo en las aflicciones,
sostener su valor en las pruebas de la vida.”
Como bien dicen San Agustín y San Luis
en “El libro de los espíritus”, la doctrina de los
ángeles de la guarda está llena de encanto y
de dulzura. Es altamente esperanzador y grato
pensar en seres que con un incondicional amor
nos acompañan para auxiliarnos en las horas di-
fíciles y para ayudarnos a orientar nuestros pa-
sos por el camino del bien.
Cabe también recordar que, así como
hay espíritus protectores a nivel individual, los
hay también a nivel colectivo:
519. Las aglomeraciones de individuos, tales
como las sociedades, las ciudades y las nacio-
nes, ¿tienen sus Espíritus Protectores especia-
les?
R “Sí, porque esas reuniones son individuali-
dades colectivas que avanzan con un objetivo
común y que tienen necesidad de una dirección
superior.”
No olvidemos, como también lo menciona
dicho libro, que si bien el espíritu protector es de
una naturaleza más elevada que su o sus prote-
gidos, todo se relaciona de acuerdo al grado de
adelanto. Por caso, a modo de poner un ejemplo
cotidiano, para orientar a niños de un jardín de
infantes no ponemos a un académico de nivel
universitario, sino a alguien acorde a su nivel
que les pueda brindar lo que ellos necesitan en
esa etapa de su aprendizaje.
Ahora bien, ya lo dice la máxima evangé-
lica, “Ayúdate y el Cielo te ayudará”.
Nuestros guías espirituales están con el
corazón siempre presto para extendernos su
ayuda fraterna, pero nosotros debemos hacer
nuestra parte. Ellos, como espíritus buenos que
son, siempre respetarán nuestro libre albedrío.
Si nosotros no queremos escuchar sus adverten-
cias o sus sabias sugerencias, es un problema
nuestro si después padecemos las consecuen-
cias de nuestros actos. Ellos se apartan momen-
táneamente, hasta que nosotros reflexionemos
y con humildad extendamos los lazos del pensa-
miento y el sentimiento para sintonizar con ellos.
Es hermoso sentir la presencia de estos
hermanos que probablemente nos han acompa-
ñado en existencias pasadas, y que aun adelan-
tando algunos pasos más que nosotros, no nos
dejan indiferentes en la retaguardia, sino que
desde su afecto y bondad buscan apuntalarnos
y guiarnos para transitar de la mejor manera po-
sible la senda de la evolución en esta jornada te-
rrestre. Seamos agradecidos dando lo mejor de
nosotros cada día, no olvidemos que nosotros
también los ayudamos a ellos en su evolución.
Y debemos también agradecer al Padre
por tan maravilloso consuelo y sostén; y como
seres de la Tierra, debemos sentirnos dichosos
de tener como guía y modelo nada menos que a
Jesús.
Y hablando del Cristo, estas palabras de
Emmanuel a través de la mediumnidad de Chico
Xavier, lo dicen todo:
“Él es la luz del Principio y en sus manos mi-
sericordiosas reposan los destinos del mundo.
Su corazón magnánimo es la fuente de la vida
para toda la humanidad terrestre. Su mensaje
de amor, en el Evangelio, es la eterna palabra de
la resurrección y de la justicia, de la fraternidad y
de la misericordia. Todas las cosas humanas pa-
saron, todas las cosas humanas se modificarán.
Pero Él, es la Luz de todas las vidas terrestres,
inaccesible al tiempo y a la destrucción” (“A ca-
mino de la luz” F.C.Xavier – Emmanuel)
En estas horas difíciles que estamos atra-
vesando como seres humanos, más que nunca
necesitamos la conexión con nuestros guías
espirituales y con Jesús. No estamos solos. No
bajemos los brazos. Somos herederos de Dios,
destinados a la plenitud eterna, la dicha que no
cesa, junto al Padre. Algún día llegaremos al es-
calón donde quizá nos convertiremos nosotros
también en espíritus guías. Entonces crecere-
mos pero ya no desde el sufrimiento, sino desde
la noble misión de servir y auxiliar. Y con infinita
alegría, podremos devolver un poco de lo mucho
que hemos recibido. Que así sea.
 “Hay muchas moradas en la Casa del Pa-
dre” reveló Jesús expresándose con sencillez y
a la vez manifestando una verdad que los siglos
se encargarían de revelar. Mundos incontables
donde nacen, crecen y se perfeccionan los hijos
del Creador. Todos componemos la gran Familia
Universal.
Tal como las grandes entidades revela-
doras de aquellas verdades, aún desconocidas
manifiestan, tanto los grandes espíritus son soli-
darios entre sí como también lo son los mundos
y las Humanidades que ellos gobiernan en nom-
bre del Creador.
Cuando Sirius, de la Constelación del
Gran Can, alcanzó la categoría de mundo de
Regeneración, muchos espíritus orgullosos y re-
beldes que allí habitaban fueron transferidos a
Capela, de la Constelación del Cochero, mundo
de expiación y pruebas en ese entonces. Trans-
curridos los milenios aquellos espíritus ya redi-
midos regresaron en su mayoría o se incorpo-
raron a las colectividades capelinas de los que
se volvieron devotos conductores. Hubo, sin em-
bargo, legiones de poderosa inteligencia pero
desequilibrado corazón que, obstaculizando la
vida en Capela, que también alcanzó el grado
de Regeneración, fueron conducidos a la Tierra,
un mundo más primitivo. Pero no vinieron solos
desprovistos de la conducción sabia y amorosa
de quienes alcanzaron un grado de desarrollo
acorde con la tarea. (....) “por amor a ellos, al-
gunos de sus grandes líderes, ya redimidos, re-
nunciaron a la gloria y la felicidad del regreso a
Sirius y descendieron a su frente a los valles de
dolor de la Tierra primitiva”.
Y la solidaridad es una forma de amar a
Dios y a sí mismo, por eso forma parte del deber
a cumplir. Y teniendo en cuenta la ley de las
afinidades que rige en todo el Universo, hay una
identificación vibratoria entre los seres humanos
de ambos planos de la vida. Esto se da como
resultado de sus pensamientos, sentimientos
y aspiraciones. “¿Ven los espíritus todo cuanto
hacemos?” (pregunta 456 de El libro de los espí-
ritus). R. “Pueden verlo puesto que sin cesar os
halláis rodeados de ellos. Pero cada uno no ve
más que las cosas en que concentra su atención
y no se ocupa de las que le son indiferentes”.
Pregunta 457 de El libro de los espíritus
¿Pueden los espíritus conocer nuestros más se-
cretos pensamientos?
“Suelen conocer a menudo aquello que quisie-
rais ocultaros a vosotros mismos, pues no pue-
den serles disimulados ni actos ni pensamien-
tos”.
Su influencia sobre nuestros pensamien-
tos y por lo tanto acciones, también puede ser
mayor de lo que podemos imaginar. Lo que a
primera vista pudiera parecernos extraño refleja
la sabiduría de la Naturaleza.
Somos libres, precisamente en ese ámbi-
to, el pensamiento nos caracteriza. Aprendemos
de nuestros errores por las consecuencias no
deseadas. “Cuando un pensamiento os es ins-
pirado, viene a ser como una voz que os habla”.
Y esa voz proviene de ellos.
No estamos solos; también nos alcanza
el noble sentimiento de la solidaridad de aque-
llos que entendieron aprendiendo a conquistar la
paz y la plenitud en el camino del bien común.
Los buenos espíritus simpatizan con los
hombres de bien o que son susceptibles de me-
jorarse; se alegran con sus alegrías, se apenan
por nuestros males cuando no los sobrelleva-
mos con resignación, porque en tal caso esas
desdichas no reportan beneficio siendo como el
enfermo que rechaza el brebaje amargo que ha-
brá de curarlo.
Allí están, familiares y amigos queridos
que nos han precedido en el regreso a la otra
vida, protegiéndonos según su poder, sensibles
al afecto que les profesamos. Algunos nos acom-
pañan especialmente, tal es el llamado “herma-
no espiritual” o “genio bueno”. Pero hay alguien
que nos acompaña desde tiempos lejanos; su
tarea la asume como una misión. Su propósito
es conducirnos por el buen camino, el más se-
guro, el que conduce a la conquista de sí mismo,
tarea que nos compete realizar.
Él, nuestro “ángel de la guarda” es un es-
píritu de un orden más elevado. Nos correspon-
de renunciar a la rebeldía estéril, “escuchar” en
nuestra intimidad, aunque nos cueste y conquis-
tar la fortaleza verdadera que siempre será del
sentimiento ennoblecido.
Cuántas veces habrá inclinado la frente,
en cuantas otras decidió alejarse temporalmen-
te al comprobar que preferimos someternos a la
influencia de espíritus inferiores, sin abandonar-
nos por completo.
Los espíritus mayores nunca imponen,
aguardan la madurez del aprendizaje. Volverá
cuando lo llamemos sin importar las distancias
que separan los mundos.
Dice Kardec: “¿No disponen ellos ade-
más del fluido universal que liga a todos los
mundos tornándolos solidarios: vehículo inmen-
so de la transmisión de los pensamientos, así
como el aire es para nosotros el vehículo de la
transmisión del sonido?”. Viajeros en el tiempo y
los espacios magníficos, somos los espíritus, de
procedencia divina, portadores de insospecha-
dos recursos.
Avanzamos juntos en la compañía de re-
laciones espirituales que seleccionamos a tra-
vés de nuestra conducta, aquellos con quienes
convivimos. Y nos dicen los espíritus San Luis y
San Agustín (pregunta 495 de El libro de los es-
píritus): “Una doctrina hay que debiera convertir
a los más incrédulos por su encanto y dulzura;
es la del ángel de la guarda. Pensar que tenéis
junto a vosotros a seres que os son superiores
y que están permanentemente ahí para aconse-
jaros y sosteneros, para ayudaros y ascender la
áspera montaña del bien; que son amigos más
seguros y abnegados que las amistades más ín-
timas susceptibles de ser contraídas en esta Tie-
rra. ¿No es acaso una idea confortadora?... Sí,
donde fuere que os halléis, él estará con voso-
tros: prisiones, hospitales, antros del vicio sole-
dad, nada os separa de ese amigo cuyos sabios
consejos siente y escucha nuestra alma.(...) No
temáis cansarnos con vuestras preguntas. Antes
bien permaneced siempre en relación con noso-
tros, seréis con ello más fuertes y dichosos”.
¿Dios existe? Las enseñanzas filosófi-
co-doctrinarias del Espiritismo, conforme codifi-
cado por Allan Kardec, nos prueba que sí, exis-
te. Es la Inteligencia Suprema del Universo, la
causa primaria de todas las cosas: eterno, infi-
nito, inmutable, inmaterial, único, omnipotente,
soberanamente justo y bueno.
Pero si Dios es omnipresente, si Él lo
sabe todo, si puede oír y contestar nuestra su-
plicas, parecería haber una cierta contradicción.
¿Porque serían necesarios los ángeles de la
guarda? Al final ¿ellos existen y tienen alguna
función según los planes y designios divinos?
Como un ser inmaterial, las respuestas
que el Creador Supremo ofrece a nuestras ple-
garias sinceras operan por medio de personas
y circunstancias objetivas a veces inesperadas.
De repente, frente a las aflicciones y desafíos de
la experiencia terrenal, surge alguien o alguna
situación que trae la solución que buscamos o
que necesitamos. El Espiritismo consolador nos
enseña que esas respuestas del Todopoderoso,
según el merecimiento que tengamos y por su
infinita y amorosa misericordia, se manifiestan
como una inspiración, una iluminación, un es-
tímulo o una influencia desconocida que abren
nuestros ojos, nos consuelan y nos encorajan al
progreso evolutivo.
Compartir en intercambio fraterno y soli-
dario son palabras básicas del alfabeto divino y
vinculan todas las cosas y seres del Universo,
como nos comprueba la propia Naturaleza. De
esa constatación resulta que los planes y mé-
todos de la Inteligencia Suprema que gobierna
nuestros destinos son perfectos y cuentan siem-
pre con la contribución de sus propios hijos, los
seres inteligentes da la creación misma. Al traer
a luz esas enseñanzas, el Espiritismo consagra
definitivamente la existencia de los Espíritus
Protectores, su actuación en nuestras vidas y la
tarea que desarrollan en nuestro beneficio.
Allan Kardec ha resumido esa propues-
ta en la Revista Espírita de 1861: “Todos tienen
un espíritu que les dirige para el bien, cuando
saben oírlo. Poco importa que algunos se comu-
niquen directamente con él por una mediumni-
dad particular y que otros no lo perciban u oigan
sino por la voz del corazón y de la inteligencia.
Ni por eso el deja de ser su espíritu familiar que
les aconseja”.
Así también nos explica, en la pregunta
491 de El libro de los espíritus (1857), cual es
la misión del Espíritu Protector: “La de un padre
para con los hijos, conducir su protegido por el
buen camino, ayudarlo con sus consejos, conso-
larlo en sus aflicciones, sostener su coraje en las
pruebas de la vida”.
 Al final de El Evangelio Según el Espiritis-
mo (1864), el Codificador incluye en la colección
de plegarias para diferentes ocasiones, una ora-
ción dirigida a nuestros guardianes familiares y
a los Espíritus Protectores, con esas sublimes
palabras: “Esclareced mi consciencia en rela-
ción a mis defectos y tirad de mis ojos el velo
del orgullo capaz de impedir que yo los perciba
e los confiese a mí mismo”. Enfatizan ellas, por
tanto, un otro paso importante para aproximar-
nos de nuestro Ángel de la Guarda, o sea, la
humildad de reconocer errores y buscar corregir
las malas conductas y los malos pensamientos
que nos apartan de los amigos espirituales que
nos asisten y velan por nosotros en nombre de
Dios, como sus mensajeros y enviados celestes.
Para los hombres y mujeres de buena vo-
luntad, que creen y confían en la Misericordia
Divina, todo eso tiene un significado superlativo.
Precisamente el de saber que nuestra encarna-
ción presente tuvo un garante, una entidad su-
perior, un mentor que ha avalado nuestro naci-
miento y nos acompaña durante nuestra jornada
en la Tierra, con la misión de auxiliarnos en el
camino que lleva a la plenitud espiritual a la que
estamos todos destinados.
Entretanto, esta destinación de pureza y
ascendencia moral, a la cual llegaremos un día,
presupone el mérito propio e una conquista in-
transferible. Esto quiere decir que los ángeles de
la guardia nos inspiran, nos auxilian, nos condu-
cen, pero no pueden interferir en nuestras accio-
nes personales. Esto sería una negación del li-
bre albedrío con el cual fuimos creados. Por más
que nuestros ángeles de la guardia o entidades
familiares nos inspiren y se esfuercen para con-
ducirnos por los caminos rectos que lleven a la
felicidad posible, la decisión de seguir sus con-
sejos e inspiraciones es absolutamente nuestra.
Cuando las opciones y elecciones son
opuestas a su inspiración, los mentores pue-
den apartarse de nosotros por un determinado
tiempo. Así es la ley. Jesús lo advirtió, de for-
ma contundente, al decir a sus discípulos que
no echaran las perlas a los cerdos (Mateo 7:6).
En la medida que buscamos de manera since-
ra sus labores de asistencia personal, estarán
ellos siempre a disposición para reconducirnos
al cumplimiento de los planes divinos, por mise-
ricordia. Sin embargo, que sea más temprano o
más tarde, dependerá de nuestra voluntad y de
nada más.
No por otra razón, el Maestro Jesús, cu-
yas enseñanzas morales son la base fundamen-
tal del Espiritismo, que lo considera el Modelo y
Guía de la humanidad encarnada en la Tierra,
nos ha instado a “orar y vigilar” siempre (Mateo
26:40; Marcos 13:33). Necesitamos por lo tan-
to, mantener una conexión permanente con los
emisarios divinos, un relacionamiento diario que
nos proporcione la oportunidad de buscarlos en
los momentos difíciles y estar abiertos a su in-
fluencia benevolente y caritativa. Por intermedio
de ellos, nos identificaremos con la voluntad so-
berana de Dios y encontraremos fuerzas para
realizarla. Los ángeles de la guarda ahí estarán
de nuevo para apoyarnos, sostenernos y liberar-
nos del mal. Si, por amor, ¡ellos de hecho exis-
ten!
Pregunta 459 de El libro de los espíritus:
“¿Influyen los espíritus en nuestros pensamien-
tos y acciones?
Respuesta:
“En este aspecto su influencia es mucho mayor
de lo que creéis, porque con frecuencia son ellos
quienes os dirigen.”
Recordemos primero que nada que todos so-
mos espíritus encarnados, pero nuestra esencia
es ser espíritus, inmortales y en busca de la per-
fección. Esto nos pone fácilmente en contacto
con los espíritus desencarnados que no son otra
cosa que las almas de las personas que partie-
ron antes que nosotros.
Evidentemente nos comunicamos con
ellos por afinidad de pensamiento, ya que todos
tenemos el libre albedrío de aceptar o no, las su-
gerencias espirituales, así sean buenas o malas.
Los buenos espíritus nunca nos van a
obligar a hacer lo que nos dicen, ellos sugieren,
a nosotros nos corresponde analizar esos pen-
samientos que surgen en nuestra mente y tomar
la decisión que mejor nos parezca. Si la deci-
sión nos conduce al camino del bien, el mérito
es nuestro porque aunque sea sugerido por un
espíritu, nosotros elegimos ese camino. Si por
el contrario, preferimos el camino fácil y rápido
y las consecuencias nos alejan del camino del
bien, esa elección es también nuestra responsa-
bilidad.
Los espíritus malos buscan alejarnos del cami-
no correcto, a veces por odio, como venganza
por algo que les hicimos o que ellos creen que
les hicimos, otras veces simplemente por envi-
dia, porque ellos no son capaces de enderezar
su vida, porque no tienen la suficiente voluntad
para cambiar y no admiten que alguien tenga
esa fuerza y perseverancia. Porque enderezar
nuestras vidas no se trata más que de eso. En
este planeta no hay nadie perfecto, sólo hay per-
sonas con más voluntad para vencer sus malos
pensamientos.
No le hagas a los demás lo que no te gustaría
que te hicieran. Esta convicción nos va a llevar
a esforzarnos en corregir nuestros defectos y a
hacer todo el bien posible para no cargar a nues-
tro espíritu con más deudas.
La forma en que actúan esos malos espíritus
es muy sutil, con sugerencias en nuestra mente
apuntando a satisfacer nuestros gustos y pasio-
nes. Por ejemplo, si conseguimos dinero extra
y habíamos pensado con él ayudar a una per-
sona que está en la calle buscando un lugar
donde vivir, ellos van a sugerirnos que nuestro
auto ya está viejo, que estaría bueno cambiarlo
por uno más nuevo y que no vamos a tener otra
oportunidad como ésta, etc. Y eso es porque en
algún momento, aunque sea fugazmente, esa
idea pasó por nuestra cabeza, lo que les abrió la
puerta para acercarse e intentar hacernos fallar
en un buen proyecto. No olvidemos que siempre
estamos rodeados de espíritus y que ellos son
capaces de conocer nuestros buenos o malos
pensamientos, mucho mejor que nosotros mis-
mos.
¿Cómo vencer la influencia de los malos espíri-
tus? En la respuesta a la pregunta 469 nos dicen
los espíritus: “Haciendo el bien y poniendo toda
vuestra confianza en Dios, rechazáis la influen-
cia de los espíritus inferiores y destruís el impe-
rio que quieren tomar sobre vosotros”.
Pero no olvidemos que todos tenemos a nuestro
Ángel guardián, que no es más que un espíri-
tu elevado que se nos une desde nuestro naci-
miento hasta nuestra muerte e incluso después
de ella y muchas veces durante varias existen-
cias.
Busca guiarnos por el buen camino y que poda-
mos cumplir con el plan de vida que hayamos
elegido.
Él está siempre a nuestro lado, sólo se aleja
(aunque no completamente) cuando ve que su
protegido hace caso omiso a sus intentos de
guiarnos en el bien, pero si es llamado vuelve
enseguida a su lado. Y el llamado no consiste
en que su protegido piense en él y lo llame, sino
que entienda que está haciendo las cosas mal y
busque la manera de ser ayudado para volver al
camino correcto. Esta sola acción (crea o no la
persona en un ángel guardián) lo atrae y ense-
guida va a actuar para ayudarlo en sus buenas
intenciones.
Esta es una tarea que realiza por su voluntad,
la mayor parte de las veces por afecto hacia su
protegido, pero aún cuando no hay un afectó
previo, lo hace por amor al prójimo.
Cuando nos alejamos de él, sufre al ver como
retrasados nuestro progreso, pero sabe que, en
algún momento, retomaremos por el buen ca-
mino. Cuando nos adeudan espíritus imperfec-
tos, no es porque él no pueda manejarlos, sino
porque nosotros los llamamos, rechazando las
sugerencias del bien y sintonizando vibracional-
mente con ellos.
Recordemos que nunca estamos solos, que
siempre hay espíritus a nuestro lado, pero so-
mos nosotros, con nuestros pensamientos más
íntimos, los que decidimos quienes nos van a
acompañar.
Por eso es tan importante vigilar nuestros pen-
samientos y orar para mantenernos con buenas
compañías espirituales.
En El libro de los espíritus nos dicen San Agus-