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Los ODS plantean respuestas sistémicas a una visión global e interrelacionada del desarrollo
sostenible que afronta cuestiones tan importantes como la desigualdad y la pobreza extrema,
los patrones de consumo no sostenibles y la degradación ambiental, el reforzamiento de las
capacidades institucionales así como procesos de solidaridad global novedosos que los ODM
descuidaron. Y todo ello se hace desde perspectivas metodológicas novedosas, no exentas de
retórica hueca y ambigüedad deliberada, que requieren cambios de gran alcance a nivel
mundial, mediante una acción internacional concertada que no parece formar parte de las
prioridades actuales. Todo ello, además, mientras la comunidad internacional se ha ido
dotando desde hace décadas de importantes acuerdos recogidos en diferentes cumbres y
conferencias de las Naciones Unidas en las que se han identificado los ejes fundamentales
para el desarrollo sostenible, pero que han sido sistemáticamente incumplidos por la mayor
parte de los países firmantes.
Cuando se lee el acuerdo en el que se sustenta la novedosa Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible, que en sus primeros puntos señala «Nosotros, los Jefes de Estado y de Gobierno
[...] en nombre de los pueblos a los que servimos», añadiendo, «Estamos resueltos a poner fin
a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades
dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacificas, justas e inclusivas, a
proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el
empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del
planeta y sus recursos naturales».
Son 17 objetivos y 169 metas propuestos como continuación de los ODM incluyendo
nuevas esferas como el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el
consumo sostenible y la paz y la justicia, entre otras prioridades.
La Agenda 2030 es una agenda civilizatoria, que pone la dignidad y la igualdad de las
personas en el centro. Al ser ambiciosa y visionaria, requiere de la participación de todos los
sectores de la sociedad y del Estado para su implementación.
ANTECEDENTES
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio se lanzaron en el 2000 y fijaron el 2015 como meta
para lograr los 8 objetivos y 21 metas planteadas.
Mientras que los Objetivos del Milenio se centraron principalmente en la agenda social, los
nuevos objetivos abordan temas interconectados del desarrollo sostenible como el
crecimiento económico, la inclusión social y la protección del medio ambiente.
Por otro lado mientras que los Objetivos del Milenio están dirigidos a los países en
desarrollo, en particular los más pobres, los objetivos de desarrollo sostenible se aplicarán a
todo el mundo, los ricos y los pobres.
LAS METAS
Meta 6.4 Aumentar el uso eficiente de recursos hídricos (extracción de agua dulce).
Alianzas: ante retos globales es indispensable movilizar recursos de toda fuente disponible,
más allá de las finanzas públicas. Se impulsarán mecanismos de cooperación internacional y
alianzas con el sector privado, vigilando que dichos recursos se ejerzan de forma eficiente en
beneficio de los más vulnerables.
Esta nueva agenda es profundamente transformadora porque marca 17 objetivos y establece
mecanismos que atacan las causas, y no los síntomas, de la pobreza, la desigualdad y la
degradación del medio ambiente. Son objetivos de aplicación universal a todos los países,
desarrollados y en vías de desarrollo, y también a todos los actores, sector privado incluido.
Los ODS no son una prescripción de los gobiernos de los países desarrollados a los de los
países en desarrollo a cambio de ayuda. Por el contrario, los ODS representan un nuevo pacto
universal, un contrato social global. Todos los países y sociedades sin excepción tendrán que
llevar a cabo las transformaciones necesarias, de diferentes maneras, y adaptadas a su
realidad, para alcanzar un futuro común de prosperidad. Todos los países estamos en vías de
desarrollo sostenible.