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Cecilio Nieto
(Ph.D.)
1
verdadera sabiduría a través del conocimiento de uno mismo, el
gnôthi seautón (Γνῶθι σεαυτόν).
2
Sobre esa realidad exterior, confusa e indiferente actuamos,
tanto Yahvé como nosotros los humanos, ordenándola y clasificán-
dola.
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Todo sea a mayor gloria de esa religión como grupo de poder y
de influencia social. Normalmente esa finalidad se camufla, como
cuando se dice: ad majorem dei gloriam (para mayor gloria de dios),
pero realmente la gloria es para ese grupo social religioso.
1
Relativa, claro, después de seguir leyendo la Biblia y mostrar a Yahvé en el Éxodo,
celoso de todo y de todos, queriendo ser uno y único frente a los demás dioses.
2
Qué mala cosa para un dios que pretende ser único que sea un trilero y embus-
tero, al modo de los dioses griegos.
3
Este pasaje llevó de cabeza a nuestros teólogos medievales para evitar el
panteísmo; había que salvar la diferencia entre el creador (perfecto en todo) y lo
creado (imperfecto). De las manos de un ser perfecto no podía salir algo
imperfecto. Hubo que esperar a la solución al siglo XII cuando se dijo que Dios creó
de la Nada; de ahí la diferencia ontológica entre el creador y lo creado; la Nada fue
la excusa perfecta.
4
Pero esto sugiere otros comentarios interesantes al margen de
este artículo que por ahora no vamos a hacer aquí. Digamos a modo
de resumen que nos esforzamos por eliminar el dolor, el esfuerzo y
el sufrimiento. Los nuevos conocimientos y las nuevas tecnologías
se orientan en esa dirección.
Seremos como dioses ha dado pie a múltiples elucubraciones,
al considerar que tenemos capacidad para dominar la materia y
hacer milagros. Gurús, profetas, místicos, hombres de fe acendrada
y otros varios de todas las creencias y religiones han mostrado sus
capacidades para dominar hasta los latidos del corazón. Simple-
mente, podemos. Para ello hay que estar preparados, se ha de
trabajar, hay que conocerse perfectamente a uno mismo. Gnôthi
seautón. Y el primer conocimiento es que formamos parte de un
Todo, de un todo cósmico, de un Universo, regido por un Logos
primordial que regula toda la naturaleza y hasta nuestros
comportamientos morales, como afirmaba Kant:
«Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a
medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre
mí y la ley moral dentro de mí» (C.R.Pr.).
5
«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los
otros. Como yo os he amado, amaos también los unos a los otros.
En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor los
unos por los otros. (Juan 13:34-35).
«No tengan deudas con nadie, excepto la deuda de amarse
unos a otros, porque el que ama a los demás cumple con toda la
ley. (Romanos 13:8-10)».
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Frente a ellas se encontraban restos de las escuelas filosóficas
atenienses, como los estoicos y epicúreos, orientadas más en la
dimensión ética del ser humano buscando la independencia del
espíritu y la autosuficiencia que produce una personalidad moral, al
margen de cualquier religión.
7
El dualismo con que se presentó a Jesús (gnóstico-milagrero)
permitió algunas luchas para que predominara una interpretación u
otra. De ahí que la interpretación que perdió en esa pugna fuese
considerada como herejía por la parte vencedora, como pasó con
Arriano y con Pelagio, por ejemplo.
4
Se reza así en el momento de la Comunión: «Señor, no soy digno ni merezco que
entres en mi pobre morada pero di una sola palabra y mi alma será sana, salva y
perdonada», según se lee en Mateo 5:8-11.