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El comentario de textos históricos no es una simple improvisación. Se necesita una preparación, unos
conocimientos sobre el tema y un método. Se deben hacer varias lecturas atentas del documento (tener papel y lápiz
delante para ir anotando dudas, ideas importantes,...). Y, antes de redactar el comentario, asegurarse de haber
comprendido el significado de todas las palabras (nombres propios, personas, lugares, instituciones, términos
técnicos, arcaísmos, palabras de otros idiomas…).
Hay que procurar ser objetivos y no dar nuestras opiniones. Procurar evitar las expresiones como “ yo creo...”,
“ opino que...”. Mejor usar el impersonal como: “se puede deducir que...”, “podríamos concluir que ...”, “se podría
afirmar que...”
Hay dos errores que conviene evitar: en primer lugar, parafrasear el texto, es decir, repetir con otras palabras
las ideas del texto sin más. En segundo lugar, usar el texto como excusa para desarrollar un tema y olvidarnos de que
tenemos que analizarlo y comentar su contenido en relación con su época.
4. CONCLUSIÓN.
La conclusión del comentario puede realizarse de forma diversa y dependerá del tipo de texto, del modo en
que hayamos realizado el comentario y de nuestros conocimientos. Por ejemplo, podemos recapitular lo comentado
anteriormente para clarificar las ideas expuestas. También podemos hacer un pequeño resumen de la importancia del
texto y su autor en la sociedad de su tiempo o en su evolución posterior. O si se trata de un acontecimiento, hacer
referencia a su importancia en su contexto histórico y las consecuencias que tendrá en acontecimientos futuros.
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“Escritura que otorga Abd al-Aziz ben Musa a Teodomiro [en que le reconoce] que éste se ha rendido mediante
capitulación y se acoge al Pacto instituido por Dios y a la protección de Su Profeta, que Él bendiga y salve, que le
garantizan que no cambiará su status o posición ni el de ninguno de los suyos ni se le privará de su dominio, y que no
serán matados, ni reducidos a esclavitud, ni separados de sus hijos o sus mujeres, ni forzados a abandonar su religión,
ni se les quemarán sus iglesias. [No será despojado de su dominio mientras] sea leal y respete las condiciones que le
hemos impuesto. […] Quedan obligados, él y los suyos, a entregar cada año un dinar, cuatro almudes de trigo, cuatro
de cebada, cuatro medidas de mosto, cuatro de vinagre, dos medidas de miel y dos de aceite; los siervos deberán
pagar la mitad de las cantidades antedichas”.
Redactado en el mes de ragab del año 94 de la Hégira (abril 713).