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01 PNEUMATOLOGÍA

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Durante uno de sus viajes misioneros, el apóstol Pablo le preguntó a un grupo de “miembros”
de la iglesia de Éfeso (en realidad eran discípulos de Juan el Bautista) acerca de la doctrina del
Espíritu Santo. Su respuesta debe haber escandalizado un poco a Pablo, porque contestaron:

“…Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.”


Hch.19:2

Esta declaración por los discípulos efesios ilustra, tal vez más que cualquier otro ejemplo en la
Biblia, el tratamiento triste y vergonzoso que frecuentemente se le da al conocimiento del
Espíritu Santo. Si Pablo se sorprendió, seguramente el Padre y el Hijo se entristecieron al ver un
ejemplo más de la ignorancia acerca del ministerio de la tercera persona de la Trinidad.

Su existencia misma ha sido ignorada y su ministerio malentendido. Por ello debemos de tener
un estudio de los temas principales que implican su accionar y ministerio en la creación y más
visiblemente a través de la accionar en la vida diaria del cristiano.

Las pruebas de la deidad y personalidad del Espíritu Santo se encuentran sólo en el testimonio
divino que se ve en la Palabra de Dios. No hay información asequible en alguna otra parte con
respecto al carácter y personalidad de ninguna de las Tres Personas que integran la Deidad.
Cualquier conclusión que pueda deducirse de una inducción del testimonio de la Biblia respecto
a la deidad y personalidad del Padre y del Hijo, la misma se deduce de una inducción respecto
al Santo Espíritu.

Es posible que la designación de ESPÍRITU que lleva ha inducido a los hombres de todas las
generaciones a suponer que Él no es más que una influencia que emana de Dios, o un atributo
de Dios, una perífrasis para indicar la Deidad. Tales suposiciones, sin embargo, sirven para
revelar el hecho de que los hombres o bien no consideran la Palabra de Dios, o, si acaso la
consideran, no se sujetan a ella.

Los autores han escrito muchas páginas probando la deidad y personalidad del Espíritu Santo.
La tarea no es difícil, porque cada referencia es, directa o indirectamente, un testimonio en favor
de su personalidad y deidad esenciales. El Espíritu Santo siempre mantiene un modo de acción
que queda totalmente dentro de la esfera de lo que pertenece sólo a Dios. En este capítulo y en
el siguiente se presentan varias clases de pruebas con respecto a la Deidad, (1) El Espíritu Santo
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lleva los nombres de la Deidad, (2) El Espíritu Santo exhibe los atributos y las perfecciones de la
Deidad, y (3) El Espíritu Santo ejecuta las obras y ejerce las prerrogativas de la Deidad.

La deidad del Espíritu Santo.

En lo que respecta a las escrituras, el Espíritu muestra su conexión con todas las acciones
y características que pertenecen a la persona divina (Dios). De acuerdo con lo relatado
en la Biblia, nunca se ve al espíritu en otra forma que no sea constituyendo la deidad
completa en todos los momentos que esta aparece. Aunque cada una de ellas tiene
características por el proceso y forma de interacción que nos muestran las escrituras.

A. Es omnipresente. (Sal. 139: 7)


En este Salmo, David concluyó que le era imposible escapar del Espíritu de Dios,
aunque ascendiese a las alturas, descendiese a las profundidades, viajase por el
mar o se rodease de oscuridad.
B. Es omnisciente. (1Co. 2: 10,11)
C. Es omnipotente. (Gn. 1: 2)
D. Es eterno. (He. 9: 14)
E. Es llamado Dios. (Hch. 5: 3,4)
F. Se lo iguala al Padre y al Hijo. (Mt. 3: 16,17); (Mt. 4: 1-7); (Jn. 14: 16); (Jn. 14: 26);
(Jn. 15:26);
G. (Ef. 2:18); (2Co. 13: 14); (Rom. 8:2,2) ; (1P. 1: 2); (1P. 4:14); (Hch. 2: 33); (Mt. 28:
19,20)

La personalidad del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo de Dios es una persona, así como el Padre y el Hijo son personas, y por lo tanto
experimenta todos los elementos inmaculados propios de una personalidad divina.
A. Tiene una mente. (Rom. 8:27)
El primer “el” en este versículo se refiere al Hijo de Dios, como se puede ver en el
versículo 34 de Romanos 8, mientras que el segundo “él” (tácito) se refiere al
Espíritu Santo mismo. ¡Qué verdad fantástica tenemos aquí!; el creyente disfruta
del ministerio intercesor tanto del Hijo como del Espíritu Santo.
B. Escudriña la mente humana. (1Co.2:10)
En el versículo anterior a éste (2:9), Pablo parafrasea a Isaías 64:4.

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En consecuencia, algunos han concluido erróneamente que es imposible que alguien, ni
siquiera los redimidos, conozcan algo de lo que es el cielo.

Pero aquí en el 2:10 se nos dice que el Espíritu Santo nos revela tales cosas.
C. Tiene una voluntad. (1Co. 12:11)
D. Prohíbe. (Hch. 16:6,7).
E. Permite. ((Hch. 16:10)
Esto explica la prohibición previa.
F. Habla. Nótese a quién le habla:
(Hch. 8:29); (Hch. 10.19); (Hch. 13:2); (Ap. 2-3)
G. Ama. (Rom. 15:30); (Jn. 14:21; 16:27); (2Co. 9:7)
H. Se contrista. (Ef. 4:30)
I. Ora. (Rom. 8:26)
En los momentos difíciles de nuestra vida, cómo nos consuela saber que él está orando por
nosotros, tal vez miembros de la familia o algún pastor piadoso, pero cuán mayor bendición es
darse cuenta que el Espíritu Santo de Dios ofrece oración ferviente y eficaz por nosotros.

En el Nuevo Testamento sólo hay unos 261


pasajes que se refieren al Espíritu Santo.

Se lo menciona cincuenta y seis veces en los evangelios, cincuenta y siete en el libro de los
Hechos, ciento doce en las epístolas paulinas, y treinta y seis en el resto del Nuevo Testamento

Los nombres y títulos del Espíritu Santo.

Con frecuencia se puede aprender mucho acerca de alguien en las Escrituras por el mero estudio
de los nombres y títulos dados a esa persona. Algo así sucede.
Los trece títulos que se le atribuyen reflejan su verdadera naturaleza.
A. El Espíritu de Dios. (1Co. 3:16)
B. El Espíritu de Cristo. (Rom. 8: 9)
C. El Espíritu eterno (He. 9: 14)
D. El Espíritu de verdad (Jn. 16: 13)
E. El Espíritu de gracia (Hch. 10: 29)

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F. El Espíritu de gloria (1P. 4:14)
G. El Espíritu de vida (Ro. 8:2)
H. El Espíritu sabiduría y revelación (Ef. 1:17)
I. El Espíritu el Consolador (Jn. 14:26)
J. El Espíritu de promesa (Hch. 1: 4,5)
K. El Espíritu de adopción (Rom. 8:15)
L. El Espíritu de santidad (Rom. 1:4)
M. El Espíritu de fe (2Co. 4:13)

Los símbolos del Espíritu Santo.

Igual que los trece nombres y títulos, los seis emblemas usados para designarlo arrojan luz sobre
su naturaleza y misión
A. La Paloma: Indica pureza, paz y modestia. (Jn. 1:32); (Cnt. 6:9); (Cnt. 2:14)
B. Agua: Indica vida y purificación (Is. 44:3); (Jn. 7:37-39)
C. Aceite: Indica luz, sanidad y ungimiento para el servicio (Lc.4:18); (Hch. 10: 38); (He.
1:9); (1 Jn.2:20)
D. Sello: Indica propiedad, una transacción terminada, identificación, seguridad,
autenticidad, valor, autoridad. (Ef. 4:30); (2Co. 1:22) Hay tres ocasiones
importantes en la Biblia cuando se emplea un sello:
1. Darío usó un sello cuando echó a Daniel en el foso de los leones. (Dn. 6: 16, 17)
2. Asuero empleó un sello (siguiendo el consejo del malvado Amán) para planear
la matanza general de los judíos persas. (Est. 3: 8-12)
3. Pilato hizo sellar la tumba de Jesús. (Mt. 27:66)
E. Viento: Indica poder invisible (Jn. 3:8); (Hch. 2:1,2).
F. Fuego: Indica presencia, (Ex. 3:2); aprobación, (Lv. 9:24); protección, (Ex. 13:21);
purificación, (Is. 6:1-8); don, (Hch.2:3); juicio, (He.12:29).
G. Las arras: Indica los primeros frutos, una fianza, una señal, una garantía del pago
completo final. (2Co. 1:2); (2Co. 5:5); (Ef. 1:14).

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02
MINISTERIOS 1
Universo.

Escrituras.

Nación de Israel.

El diablo.

El Salvador.

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Los diversos ministerios o relaciones del Espíritu
Santo.

Muchos creen equivocadamente que el Espíritu Santo vino a la tierra por primera vez en
pentecostés, relatado en Hechos 2. La Palabra de Dios asigna no menos de once grandes
ministerios del Espíritu, y los primeros tres se llevaron a cabo en la época del Antiguo
Testamento. Los once ministerios son:
• Uno: su ministerio con el universo.
• Dos: su ministerio con las Escrituras
• Tres: su ministerio con la nación de Israel.
• Cuatro: su ministerio con el diablo.
• Cinco: su ministerio con el Salvador
• Seis: su ministerio con el pecador
• Siete: su ministerio con la Iglesia
• Ocho: su ministerio el día de pentecostés.
• Nueve: su ministerio con el creyente.
• Diez: su ministerio en cuanto a los dones espirituales.
• Once: su ministerio en cuanto al fruto de Cristo.

Ahora consideraremos brevemente a cada uno por separado.

Su ministerio con el universo.

Según David, el Padre creó todas las cosas. (Sal. 19:1). Sin embargo, Juan declara que el Hijo lo
hizo (Jn. 1:3,4). Por último, en otros pasajes se dice que el Espíritu Santo realizó el acto inicial de
la creación. ¿Qué hemos de creer? Por su puesto que la respuesta es que las tres personas de la
Trinidad participaron.
Como ilustración, consideremos a un ejecutivo importante que decide construir una casa grande
y costosa. Emplea a un arquitecto para diseñar los planos necesarios para la casa. El arquitecto
consigue un constructor competente para seguir los planos. En esta ilustración el ejecutivo es el
Padre, el arquitecto es el Hijo y el constructor es el Espíritu Santo, de modo que los siguientes
versículos se refieren a la obra de este Constructor divino. (Sal. 104:30); (Job. 26:13); (Job 33:4);
(Gn. 1:2).

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Se ha sugerido que la palabra hebrea (aquí traducida por “movía”) se refiere al suave
movimiento de una paloma que abriga su nido, dándole el calor del cuerpo a los huevos hasta
que salen los polluelos.

Su ministerio con las Escrituras.

En resumen, el Espíritu Santo es el autor de la Palabra de Dios. Además, ha escogido tres


métodos básicos en la preparación y recepción de su manuscrito divino, la Biblia. Los “pasos del
Espiritu” son los siguientes:
• Revelación: Es el proceso por el cual el Espíritu Santo impartió a los cuarenta escritores
humanos de la Biblia el mensaje que quería que transmitiesen.
• Inspiración: El proceso por el cual el Espíritu Santo guio la pluma misma de esos cuarenta
escritores para que el mensaje verbal se transcribiese correctamente.
• Iluminación: El proceso por el cual el Espíritu Santo toma la palabra escrita cuando se
predica o se lee e ilumina los oídos humanos que la escuchan.
Los siguientes pasajes confirman todo esto.

1. El Espíritu Santo es el autor del Antiguo Testamento.


a. Según David (2S. 23:2)
b. Según Isaías. (Is. 59:21)
c. Según Jeremías (Jer. 1:9)
d. Según Jesús (Mt. 5:18); (Jn. 10:35)
e. Según Pedro (2P. 1:21)
f. Según Pablo (2Ti. 3: 15-17)

2. El Espíritu Santo es el autor del Nuevo Testamento.


a. Según Jesús (Jn. 14: 25, 26)
b. Según Pablo (1Co. 2:13); (1 Ts. 4:5)
c. Según Pedro (2P. 3:14-16)
d. Según Juan (Ap. 1:10,11); (Ap. 2:7)

Su ministerio con la nación de Israel.

Descendió sobre los líderes de Israel.

Se dice que no menos de dieciséis personas del Antiguo Testamento experimentaron el


ungimiento del Espíritu Santo.

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a. José (Gn. 41:38)
b. Moisés (Nm. 11:17)
c. Josué ( Nm. 27:18)
d. Otoniel (Jue. 3:10)
e. Gedeón (Jue. 6:34)
f. Jefté (Jue. 11:29)
g. Sansón (Jue. 14:6); (Ju. 14:19); (Ju. 15:14,15).
h. Saúl:
1) Después de haber sido ungido rey por Samuel (1S. 10:10).
2) Justo antes de su victoria en Jabes de Galaad. (1S. 11:6)
i. David. A diferencia del caso de Saúl, nunca se os dice que el Espíritu Santo haya
dejado a David. Sin embargo, en una ocasión David temió que se retirara. (Sal.
51:11); (1S 16:13).
j. Elías
1) Por el testimonio de Abdías. (1R. 18:12)
2) Por el testimonio de unos profetas en Jericó. (2R 2:16)
k. Eliseo. (2R. 2:15)
l. Ezequiel (Ez. 2:2)
m. Daniel
1) Por testimonio del rey Nabucodonosor. (Dn. 4:9)
2) Por testimonio de una reina asustada. (Dn. 5:11)
3) Por testimonio del rey Darío. (Dn. 6:3)
n. Miqueas. (Mi. 3:8)
o. Azarías el profeta. (2Cr. 15:1)
p. Zacarías el sumo sacerdote. (2Cr. 24:20)

Descendió sobre los ancianos de Israel. (Nm.11:25)

Como aquellos ancianos fueron constituidos gobernadores civiles, su “profetizar”


tendría que entenderse como la ejecución de sus deberes civiles y sagrados, con la ayuda
de aquellos dones que habían recibido; y por su “no cesar” o que ellos continuaron
ejerciendo sus dones sin interrupción el primer día (véase 1 Sa 19:24) o que éstos eran
dones permanentes, los cuales los calificaron en un grado eminente para cumplir los
deberes de magistrados públicos.

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Descendió sobre el tabernáculo de Israel. (Ex. 40:34)

1. Descendió sobre el templo de Israel. (1R. 8:10)

2. Condujo a Israel por el desierto. (Neh. 9:20; Is. 63:10).

3. Descenderá sobre Israel durante la tribulación. (Ap. 7:2-4; Joel 2:28-32)

4. Descenderá sobre Israel durante el milenio. (Zac. 12:10; Ez. 37:13,14; Ez. 39:29).

Su ministerio con el diablo.

El Espíritu Santo ahora funciona como un dique divino, conteniendo y limitando el poder pleno
de Satanás y el pecado.

1. Como dice Isaías (Is. 59:19).


2. Como dice Pablo (2 Ts. 2:7-14).

Su ministerio con el Salvador.

Desde su concepción física hasta su ascensión final, el Señor Jesucristo fue dirigido por el Espíritu
Santo.
1. El Salvador fue concebido por el Espíritu Santo. (Lc. 1:35); (Mt. 1:18-20). Así que el
verdadero Padre del cuerpo de Cristo fue el Espíritu Santo, y el verdadero milagro no
fue el nacimiento del Salvador, sino su concepción sobrenatural.
2. El Salvador fue ungido por el Espíritu Santo. (Mt. 3:16); (Lc. 4:18); (Hch. 10:38); (He.
1:9).
3. El Salvador fue sellado por el Espíritu Santo. (Jn. 6:27). Aquí el sello demuestra la
identificación del Hijo tanto con el Padre como con el Espíritu. También habla de su
genuinidad, valor y autoridad.
4. El Salvador fue guiado por el Espíritu Santo. (Mat. 4:1).
5. El Salvador recibió poder del Espíritu Santo. (Mt. 12:28). Según Filipenses 2: 5-8, Cristo
se abstuvo de usar, de forma independiente, sus atributos divinos (su omnipresencia,
omnisciencia, etc.) mientras estuvo en la tierra, y decidió depender completamente
del Espíritu Santo para obtener poder y dirección.

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6. El Salvador estaba lleno del Espíritu Santo. (Jn. 3:34); (Lc. 4:1). La palabra “lleno” se
refiere sencillamente al control. Por lo tanto, El Salvador fue totalmente controlado
por el Espíritu Santo mientras estuvo en la tierra.
7. El Salvador se conmovía en el Espíritu Santo. (Jn. 11:33).
8. El Salvador se regocijaba en el Espíritu Santo. (Lc. 10:21).
9. El Salvador se ofreció a sí mismo en el Calvario a través del Espíritu Santo. (He. 9:14).
10. El Salvador fue resucitado de entre los muertos por el Espíritu Santo. (1P 3:18).
11. El Salvador mandó a sus discípulos después de su muerte por el Espíritu Santo. (Hch.
1:2).
12. El Salvador volverá algún día y levantará a los muertos en Cristo por el Espíritu Santo.
(Ro 8:11).
El propósito de esta sección específica de nuestro estudio debería ser muy obvio. Si le fue
necesario al Hijo de Dios, que no tuvo pecado, depender totalmente del Espíritu Santo para
formar cada palabra y dirigir cada paso, ¡cuánto más vital es para nosotros hoy!

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03
MINISTERIOS 2
El pecador

La Iglesia

Pentecostés.

El creyente.

Los dones espirituales

El Fruto de Cristo

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Su ministerio con el pecador
Durante su discurso a la medianoche, justo antes de entrar al Getsemaní, nuestro Señor les dijo
las siguientes palabras a sus discípulos acerca del Espíritu Santo: (Jn. 16:7-11). La palabra clave
de este pasaje es la palabra griega elegcho, traducida por “convencer”, que también aparece en
otros pasajes traducida por otras palabras.
• Redargüir. (Jn.8:46)
• Acusar. (Jn. 8: 9)
• Reprender. (Mt. 18: 15)
Así que es el santo “Sabueso Celestial” como se le ha llamado, rastrea al pecador, y cuando lo
“atrapa”, 1) lo convence; 2) lo acusa; y 3) lo reprende.
Por lo tanto, lo que realiza es que convence al hombre:

Del pecado.

Aquí el pecado no es la inmoralidad sexual, la adicción a la nicotina o el uso de malas palabras,


sino rechazar el sacrificio de Cristo en el Calvario. Este es, por supuesto, el pecado
fundamental que condena el alma del hombre al infierno para siempre. (Jn. 3:18). Es
importante entender bien este hecho. Luego esto en una relación con el creyente, irá
mostrando los cambios necesarios que tiene que realizar el creyente.
Muchas veces el pecador está confundido e incierto. ¿De cuántos pecados tiene que
arrepentirse para ser salvo? ¿Qué pasa con los pecados que pudo haber olvidado?
Este concepto no sólo causa confusión para el hombre inmoral no salvo, sino también para
el hombre moral no salvo. Después de todo, no bebe, no juega, no fuma ni evade los
impuestos.
Por lo tanto, llega a la conclusión de que no necesita la salvación. Pero el hecho es que él
también, al igual que el disoluto, es culpable de rechazar el sacrificio de Cristo en la cruz, y
por lo tanto tiene gran necesidad del arrepentimiento y la salvación.

De la justicia de Cristo.

Más adelante, el Espíritu Santo guio al apóstol Pablo a escribir toda una epístola sobre la
palabra “justicia”. En esa epístola (el libro de Romanos), Pablo enfatiza tres cosas:
1) Dios es Justicia
2) Dios exige justicia
3) Dios provee justicia

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Del juicio venidero.

En este sentido, el Espíritu Santo le mostraría al pecador que:


• Todas las personas no salvas le pertenecen a Satanás. (Jn. 8:44)
a. La suerte de Satanás ya está en marcha. (Ro. 16:20)
b. Por lo tanto, todos los pecadores compartirán su suerte algún día. (Mt. 25:41).
• Hay siete ejemplos clásicos y claros de este ministerio de convicción del Espíritu Santo
en el libro de los Hechos.
a. La multitud en pentecostés. (Hch. 2: 22,23); (Hch. 2:37)
b. El eunuco etíope. (Hch. 8:29:38)
c. Saulo de Tarso. (Hch. 9: 1-6)
d. Un centurión llamado Cornelio. (Hch. 10:44)
e. El carcelero de Filipos. (Hch. 16: 25-34)
f. Un gobernador llamado Félix. ((Hch. 24: 24,25)
g. Un rey llamado Agripa. (Hch. 26:1); (Hch. 26: 23-28)
En conclusión, se puede decir que el ministerio principal realizado por el Espíritu Santo en el
pecador es el de la convicción, pura, profunda y sencillamente.

Su ministerio con la iglesia.

De las tres instituciones básicas de la Biblia (matrimonio, gobierno humano e Iglesia), ninguna
es de mayor importancia para el Espíritu Santo que la Iglesia. Fue para promover el crecimiento
de la Iglesia que vino formalmente en pentecostés.
1. El Espíritu Santo y la Iglesia universal. Él la formó. (Ef. 2:19-22)
2. El Espíritu Santo y la Iglesia local.
a. Desea inspirar su servicio de adoración. (Fil. 3:3). Si el pastor y la congregación se lo
permiten, el Espíritu de Dios puede garantizar tanto la presencia como el poder de
Dios puede garantizar tanto la presencia como el poder de Dios en cada reunión de
la iglesia.
b. Desea dirigir su obra misionera. (Hch. 8:29); (Hch. 13:2,4); (Hch. 16: 6,7,10).
c. Desea ayudar con los servicios del canto. (Ef. 5:18,19). Muchas veces ha sucedido que
un predicador visitante en una iglesia local ha descubierto con alegría que el director
de música ha escogido aquellas canciones y música especial que corresponden
perfectamente con el mensaje. Es obvio que tanto el predicador como el director de
música han sido sensibles al ministerio del Espíritu.

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d. Desea escoger sus predicadores. (Hch. 20:28)
e. Desea ungir a sus predicadores. (1Co. 2:4). Aquí vemos el orden de servicio divino.
Primero elige y después unge a sus siervos. La elección es un acontecimiento único y
definitivo, pero el ungimiento debe ser buscado diariamente.
f. Desea advertir a sus miembros. (1Ti. 4:1)
g. Desea determinar sus decisiones. (Hch. 15:28). Esta decisión tan importante acerca
de la circuncisión que se tomó en el Concilio de Jerusalén es un hermoso ejemplo del
trabajo en equipo de una iglesia local y el Espíritu Santo. Esas asambleas gobernadas
por el voto congregacional con frecuencia se enorgullecen por su política
democrática. Pero la verdadera meta sólo puede ser alcanzada por medio de un
esfuerzo conjunto demócrata-teocrático.
h. Desea condenar o bendecir sus esfuerzos, según sea necesario. (Ap. 2:7); ( Ap. 2:11);
(Ap. 2:17); (Ap. 2:29) Con frecuencia las iglesias se preocupan mucho por mejorar su
imagen a los ojos de la nueva generación, la sociedad, el mundo de los negocios, los
círculos académicos, etc. Pero la verdadera preocupación debería dirigirse hacia el
Único que está en condiciones de mejorar y corregir, es decir, el Espíritu Santo.
i. Desea encabezar sus programas de visitación y evangelización. (Ap. 22:17). En esta
última invitación de las Escrituras vemos cómo el Espíritu Santo habla a través de la
Iglesia para animar a los que no son salvos a venir a Cristo.

Su ministerio en cuanto al día de pentecostés.

Si se hiciera una lista de todos los días importantes de la historia, el día de pentecostés sería uno
de los primeros. En esa ocasión el Espíritu Santo realizó una de sus obras más grandes y de mayor
alcance. (Hch. 2:14)

El trasfondo del día de pentecostés.

Momentos antes de su dramática ascensión, nuestro Señor resucitado mandó a sus


discípulos: (Hch. 1:4). Se ha usado mucha tinta para tratar de explicar esas cuatro palabras,
“la promesa del Padre”. ¿Cuál era esa promesa del Padre? Varios pasajes de las Escrituras
ponen en claro que esta promesa del Padre, y también del Hijo, era una referencia a la llegada
del Espíritu Santo. (Jl. 2:28; Hch.1:16; Jn. 14:16; Jn. 14:26; Jn. 15:26; Jn. 16:7).
Por su puesto (como ya hemos visto) que el Espíritu Santo ya había realizado un ministerio
en el Antiguo Testamento, pero ahora su tarea era la de introducir tres elementos
completamente nuevos.

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a. Su nuevo ministerio había de ser universal.
Anteriormente el Espíritu Santo había limitado su obra en la humanidad a la nación de
Israel. No se registra antes del libro de los Hechos que haya descendido sobre los griegos,
o los romanos, o los babilonios, etc.
Pero aquí en Hechos llegó para bendecir a todos los pecadores arrepentidos del mundo.
b. Había de ser permanente.
Aunque el Espíritu Santo descendió sobre algunos hombres del Antiguo Testamento,
también se apartó de ellos con frecuencia.
1) Lo ilustra el caso de Sansón. Este hombre fuerte hebreo disfrutó de la presencia
del Espíritu Santo en varias ocasiones. (Jue. 14:6); (Jue. 15:15). Pero después,
debido al pecado y la inmoralidad, el Espíritu de Dios se apartó de Sansón. Uno de
los versículos más trágicos de la Biblia registra este acontecimiento, cuando
Sansón se despierta para oír las siguientes palabras de Dalila: (jue. 16:20).
2) Lo ilustra el caso de Saúl. Al igual que con Sansón, el Espíritu Santo descendió
sobre Saúl, pero después se apartó de él, como lo demuestra lo siguiente: (1S.
10:10); (1S. 16:14).
3) Lo ilustra el caso de David. El Espíritu de Dios descendió sobre David cuando fue
ungido por Samuel. (1S. 16:13); (Sal. 51:11)
c. Había de perfeccionar.
En otras palabras, su nuevo ministerio consistiría en hacer que todos los pecadores
arrepentidos creciesen en gracia y fuesen como Jesús.
Este no era el caso en el Antiguo Testamento. No hay ninguna indicación de que la
naturaleza espiritual de Saúl o Sansón fuese mejorada por la presencia del Espíritu Santo.
Aparentemente sólo obtuvieron su poder, no su pureza.

La cronología del día de pentecostés.

El pentecostés (de una palabra griega que sencillamente significa cincuenta) es la tercera de
las seis grandes fiestas judías mencionadas en Levítico 23.
Estas fiestas resumen toda la obra futura de la Trinidad en el Nuevo Testamento.
Considérese:
a. La Pascua, la fiesta de los panes sin levadura (una referencia al Calvario).
Véase los versículos 4-8.
b. La gavilla de los primeros frutos. (una referencia a la resurrección).
Véase los versículos 9:14.

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c. La fiesta de las siete semanas. (una referencia profética al pentecostés).
Véanse los versículos 15-21.
d. La fiesta de las trompetas (una referencia al arrebatamiento y a la Segunda Venida
de Cristo).
Véase los versículos 23-25.
e. La fiesta de expiación (una referencia a la tribulación venidera).
Véanse los versículos 26-32.
f. La fiesta de los tabernáculos (una referencia al milenio).
Véanse los versículos 33-43.

Las comparaciones de pentecostés.

a. Se puede comparar el pentecostés del Nuevo Testamento con el pentecostés del Antiguo
Testamento.
El pentecostés del Antiguo Testamento ocurrió cincuenta días después de que Israel había
salido de Egipto. (Ex.12: 1,2); (Ex. 12:6); (Ex. 12:12) (Ex. 12:31). Cincuenta días después
llegaron al monte Sinaí. (Ex. 19:1).
El Pentecostés del Nuevo Testamento ocurrió cincuenta días después de la resurrección de
Cristo. Nótese que nuestro Señor fue crucificado durante la semana de la Pascua en abril
(Jn. 19:14). Después de la resurrección pasó cuarenta días con sus discípulos (Hch.1:3).
El pentecostés del Nuevo Testamento se realizó unos diez días después. (Hch. 1:5); (Hch.
2:1). El pentecostés del Antiguo Testamento celebraba un aniversario: el de la nación de
Israel. (Ex. 19:5).
Las escrituras nos dicen que los ángeles participaron en el otorgamiento de la ley en el
monte Sinaí. Véase Hechos 7:53; Gálatas 3:19.
El pentecostés del Nuevo Testamento celebraba un aniversario: el de la Iglesia. (Hch. 2:41-
47). El pentecostés del Antiguo Testamento atestiguó la muerte de unas 3.000 almas. (Ex.
32:28). La adoración del becerro de oro por parte de Israel mientras estaba acampando al
pie del monte Sinaí fue un episodio trágico en su historia.
El pentecostés del Nuevo Testamento atestiguó la salvación de unas 3.000 almas. (Hch.
2:41).
Hay un contraste asombroso entre las dos instancias de pentecostés. De hecho, la
diferencia es tan importante, que Pablo ocupa todo un capítulo de una de sus epístolas para
hablar de ella. Nótese estos dos versículos de ese capítulo: (2Co. 3:5,6).

18
El pentecostés del Antiguo Testamento fue presentado de manera tremenda. (Ex. 19:16);
(Ex. 19:18). El pentecostés del Nuevo Testamento fue presentado de una manera
tremenda. (Hch. 2:2,3).
b. Se puede comparar el pentecostés del Nuevo Testamento con Belén. En Belén, Dios el Padre
estaba preparando un cuerpo por el cual obraría su Hijo. (He. 10:5).
En pentecostés, Dios el Padre estaba preparando un cuerpo por el cual obraría su Espíritu
(1Co. 6:19); (1Co. 6:16).
Por esto, el pentecostés nunca podrá repetirse, así como Belén nunca podrá tampoco
repetirse. Por lo tanto, es tan antiestructural orar para que ocurra otro pentecostés como
sería orar para que los pastores y los magos volvieran a aparecer.
Los acontecimientos de Lucas 2 y Hechos 2 han quedado en el pasado para siempre.
c. Se puede comparar el pentecostés del Nuevo Testamento con Babel en el Antiguo
Testamento. En Babel vemos hombres pecaminosos trabajando para conseguir su propia
gloria. (Gn. 11:4).
• En pentecostés vemos a hombres salvos aguardando la gloria de Dios. (Hch. 1:14).
• En Babel Dios confundió el idioma del hombre. (Gn 11:9).
• En Pentecostés Dios aclaró el idioma del hombre. (Hch. 2:8).
• En Babel Dios esparció a los hombres por todo el mundo. (Gn. 11:9).
• En Pentecostés Dios juntó a los hombres dentro de la Iglesia. (Ef. 1:10).

Su ministerio con el cristiano.

Hasta ahora hemos hablado del ministerio del Espíritu Santo en cuanto al universo, las
Escrituras, Israel, Satanás, Cristo, los pecadores, la Iglesia y Pentecostés.
Pero, ¿Qué ministerio realiza para ese grupo especial de personas neotestamentarias llamadas
cristianas? Desde el instante en que una persona no salva ora: “Dios, ten misericordia de mí, que
soy pecador”, el Espíritu Santo realiza una obra quíntupla en ella.

El Espíritu Santo regenera al pecador creyente.

Literalmente lo crea de nuevo y le da la naturaleza de Dios. El Espíritu Santo hace las veces
de “partera” divina para el pecador arrepentido al traerlo al reino de Dios. Esto se logra con
el instrumento del “agua”, un símbolo lingüístico de la Palabra de Dios.
Los siguientes pasajes lo confirman: (Tit. 3:5); (Jn 3:3-7); (1P 1:23); (Stg. 1:18).

19
El Espíritu Santo Bautiza al pecador creyente.

(Rom. 6:3,4) (1Co.12:13) (Ga.3:27) (Ef. 4:4,5) (Col. 2:12)


Con frecuencia se formula la siguiente pregunta: ¿Es necesario que uno se bautizado para ser
salvo? La respuesta es un Sí enfático: pero no por el bautismo de agua. El propósito del
Espíritu Santo al colocar al creyente en el cuerpo de Cristo es doble:
a. Lo hace para contestar la oración de Cristo por unidad cristiana. (Jn. 17:21).
b. Lo hace para preparar una novia para Cristo, compuesta por todos los creyentes
salvados desde el pentecostés hasta el arrebatamiento. (Rom. 12:5); (1Co. 10:17);
(1Co. 12:13); (1Co. 12:27); (Ef. 1:22,23); (Ef. 4:4); (Ef. 4:12); (Ef. 5:23); (Ef. 5:30); (Col.
3:15); (2Co. 11:2); (Ap. 19:6-9).

El Espíritu Santo mora en el pecador creyente.

En otras palabras, no sólo nos une con el Salvador (por el bautismo), sino que se une a sí
mismo con nosotros. Jesús, antes de su crucifixión, predijo ambos ministerios. Dijo: (Jn.
14:20; 1Co. 2:12; 1Co.3:16; Jn. 14:16; Jn. 7:37-39; Ro. 8:9; 1Jn. 3:24). El propósito de este
ministerio morador es el de controlar la naturaleza recientemente creada. (2Co. 5:17; Ga
5:16-18; Ef.3:16).

El Espíritu Santo sella al pecador creyente.

(2Co. 1:22); (Ef. 1:13); (Ef. 4:30).


Parece ser que la misma presencia del Espíritu Santo es el sello aquí, dado por el Padre para
asegurar al creyente que su salvación es eterna.
También se habla del sello como las arras. (2Co. 1:22) (2Co.5.5) (Ef. 1:14).

El Espíritu Santo llena al pecador creyente.

(Hch.2:4)
Este ministerio del Espíritu Santo ha suscitado mucha controversia y muchos errores a lo
largo de la historia de la Iglesia. Por ejemplo, ¿qué diferencia hay entre la morada y la llenura
del Espíritu Santo? Para ayudar y comprender esta distinción vital, consideremos la siguiente
ilustración.
Hay un invitado en la casa. Pero al entrar en esa casa, inmediatamente se lo restringe a una
pequeña habitación cerca de la entrada. El anfitrión hasta puede llegar a olvidarse de él

20
durante un tiempo. Finalmente, el dueño de la casa se convence del mal trato que le está
dando al invitado y entonces les da libre acceso a todas las habitaciones de la casa.
Es esta ilustración, el Espíritu Santo es, por supuesto, el invitado. El anfitrión es el pecador
creyente, y la casa representa su vida.
La diferencia entre morar y llenar es la diferencia entre estar restringido a un cuarto pequeño
y tener libre acceso a todas las habitaciones.
Llenar, por lo tanto, no significa que el creyente recibe más del Espíritu Santo, sino que el
Espíritu Santo recibe más del creyente.

A la luz de estos cinco ministerios podemos observar que:


1. El pecador creyente recibe estos cinco ministerios instantáneamente.
Todos ocurren por fe y no dependen en absoluto de los sentimientos emotivos de la
persona en un momento dado.
2. No pueden perder los cuatro primeros ministerios, y por lo tanto no hace falta y no
corresponde pedirlos nuevamente.
En ninguna parte de la Biblia se nos manda que le pidamos a Dios que nos bautice con
su Espíritu o que nos selle con su Espíritu, o que nos regenere y more en nosotros. Si una
persona ha aceptado a Cristo, el Espíritu Santo la regenera, la bautiza, la sella y habita
en ella por toda la eternidad.
Sin embargo, el quinto ministerio se puede perder, y por lo tanto debe ser pedido
cuantas veces haga falta. Los siguientes pasajes lo ponen de manifiesto. (Ef. 5:18); (Gá.
5:16).
3. Los creyentes del libro de los Hechos fueron llenos del Espíritu Santo muchas veces en
su vida. (Hch. 2:4); (Hch. 4:8); (Hch. 6:3); (Hch. 7:55); (Hch. 9:17); (Hch. 11:24); (Hch.
13:9); (Hch. 13:52).
4. Los primeros cuatro ministerios nos dan paz con Dios. (Ro. 5:1) Pero el quinto ministerio
nos asegura la paz de Dios. (Fil.4:7). Así es que todos los cristianos, por alejados que
estén, disfrutan de la paz con Dios, pero sólo los creyentes controlados por el Espíritu
pueden conocer la bendita paz de Dios.
5. Los Hechos 2:13 y Efesios 5:18 se hace una comparación entre estar lleno del Espíritu y
estar lleno de vino.
Se pueden hacer las siguientes comparaciones entre los dos:
a. Ambos controlan al que los usa y le dan un nuevo coraje, uno en el buen sentido
de la palabra y el otro en el malo.
b. Ambos producen el deseo de tener más.
21
6. El quinto ministerio se pierde cuando hay desobediencia en la vida del creyente.
Esta desobediencia puede manifestarse en cualquiera (o ambas) de las siguientes
maneras:
a. El pecado de apagar al Espíritu Santo. (1Ts. 5:19)
Este pecado involucra no hacer lo que el Espíritu santo quiere que hagamos. Es de
una naturaleza negativa. La misma palabra se utiliza en otras ocasiones para
referirse a apagar un fuego.
(Mt. 12:20); (Ef. 6:16) (He. 11:34).
b. El pecado de contristar al Espíritu Santo. (Ef.4:30).
Este pecado involucra hacer lo que el Espíritu Santo no quiere que hagamos. Es de
una naturaleza positiva.
Como ilustración veamos esto: un creyente toma un avión en Chicago rumbo a Los
Ángeles y se sienta junto a un hombre inconverso. Durante el vuelo, el Espíritu
intenta testificar al hombre inconverso por medio del cristiano, pero éste se queda
callado y no testifica. Hasta ahora el creyente ha apagado el Espíritu Santo. No ha
hecho lo que el Espíritu de Dios quería que hiciese.
Sin embargo, más adelante durante el vuelo, los dos hombres se presentan y
comienzan a hablar, pero no acerca de cosas espirituales. De hecho, para vergüenza
del cristiano, intercambian varios chistes verdes (o colorados). Ahora el hombre
salvo ha dado el segundo paso y ha contristado al Espíritu Santo, pues ha hecho lo
que el Espíritu Santo no quería que hiciese.
Si no se abandonan estos dos pecados por mucho tiempo, pueden conducir al
“pecado de muerte” descritos en los siguientes pasajes: (1Co. 5:5)
El pecado de muerte en este caso fue la inmoralidad de un creyente de Corinto
totalmente carnal. (1Co. 11:30)
En el caso de Ananías y Safira, la deshonestidad flagrante y la hipocresía descarada
condujeron al pecado de muerte. (Hch. 5:1 – 11). Sabemos que Ananías era
realmente creyente por la pregunta que le hizo Pedro: (Hch. 5:3).
El pecado de muerte no significa que pierda la salvación, pero sí implica la
posibilidad de que Dios quite al pecador de la escena de la tierra antes de lo
planeado originalmente. Pablo parece haber estado pensando en esto cuando
escribió: (1Co. 9:26-27).
7. El quinto ministerio puede ser (y debería ser) recuperado inmediatamente. Se puede
lograr:

22
a. Conociendo el medio de Dios para el perdón y la limpieza: la sangre de Cristo. (
1 Jn.1:7).
b. Conociendo el método de dios para el perdón y la limpieza: la confesión del
cristiano. (1 Jn.1:9).
Esta confesión es absolutamente esencial, porque, aunque la sangre de Cristo nos limpia
de todo pecado, no nos limpia de ninguna excusa.
Dios no exige que las vasijas sean de oro ni plata, pro sí exige que estén limpias. La unión
con el Espíritu es tan fuerte que nada la puede romper, pero la comunión con el Espíritu
es tan frágil que el pecado más pequeño la puede destrozar.
Consideremos otra ilustración:
Una familia sale de California para visitar a unos amigos en Nueva York. La primera mitad
del viaje se desarrolla plácidamente, pero cuando están en la zona de Chicago, se
descompone el auto. Con alguna dificultad, se consiguen los servicios de un mecánico y
el auto se compone. ¿Qué medida toma la familia ahora? ¿Se vuelve el conductor a
California e intenta salir nuevamente para Nueva York? Todos estarían de acuerdo en
que esto sería una estupidez. ¿Qué hace la familia? Sencillamente sigue desde donde
tuvo el contratiempo.
Esta pequeña historia tiene una aplicación directa en la vida llena del Espíritu. Cuando
Dios salva a alguien, lo pone en el camino al cielo. El viaje puede ser tranquilo por un
tiempo para el nuevo convertido. Pero llegará un momento en el cual se descompondrá
en el camino. Tal vez el desperfecto espiritual sea resultado de palabras airadas, o de
hecho malvado, o de una acción negligente. El Espíritu ha sido apagado y contristado y
el progreso se detiene inmediatamente. Ahí está el hombre.
¿Qué debe hacer? Debe obtener los servicios del mecánico divino, El Espíritu Santo. Si
confiesa sus pecados y depende de la Sangre de Cristo, su quebrado testimonio será
restaurado. ¿Qué debe hacer el creyente entonces? Por su puesto que la respuesta es
obvia; pero hay un falso concepto entre los cristianos de hoy que cuando un hijo de dios
peca (especialmente si es un pecado grave) automáticamente pierde todo el progreso
anterior y tiene que comenzar de nuevo. ¡Eso no es cierto! El secreto de una vida llena
del Espíritu es saber que la comunión quebrada puede ser reestablecida
inmediatamente por la confesión y la sangre de Cristo.
8. El quinto ministerio garantiza las siguientes bendiciones para el creyente:
a. El Espíritu Santo orará por él. (Ro.8:26). Esta debilidad es nuestra incapacidad
de orar como debiéramos. Este es el motivo por el cual el Espíritu nos socorre.
Sin embargo, debemos recordar que la Biblia dice que nos “ayuda”, lo cual
23
significa que desea que el cristiano también haga su parte. Por lo tanto, para
que se ore eficazmente por nosotros, nosotros mismos debemos orar. (Jud. 20;
Ef. 2:18; Ef. 6:18).
b. El Espíritu Santo lo guiará. (Jn. 16:13); (Ro. 8:14).
c. El Espíritu Santo le enseñará. (1Jn. 2:27)
d. El Espíritu Santo le dará poder para testificar. (Hch. 1:8)
e. El Espíritu Santo impartirá el amor de Cristo al creyente a través del creyente.
(Ro. 5:5)
f. El Espíritu Santo lo conformará a la imagen de Cristo. (2Co. 3:18). La meta final
y la intención declarada del Padre es conformar al creyente a la imagen de Cristo
por toda la eternidad. Pasajes tales como Filipenses 3:21 y 1 Juan 3:2 lo expresan
claramente. Pero Dios el Espíritu desea comenzar esta obra gloriosa en cada hijo
de Dios en el momento de salvación. (Fil 3:10)
g. El Espíritu Santo fortalecerá la naturaleza nueva. (Ef. 3:16)
Lo hace por medio del estudio bíblico (1P. 2:2) y la oración (Jud. v. 20).
h. El Espíritu Santo le revelará la verdad bíblica. (1Co. 2:10).
i. El Espíritu Santo le dará seguridad acerca de la salvación y el servicio. (Ro. 8:16;
1 Jn. 3:24).
j. El Espíritu Santo le dará libertad. (Ro. 8:2; 2Co. 3:17).
k. El Espíritu Santo le hará decir cosas apropiadas. (Mr. 13:11). Hay varios ejemplos
del cumplimiento de esta bendita profecía bendita. Véase Hechos 4:8-22; 5:29-
33; 7:55.

Su ministerio en cuanto a los dones de Cristo.

(Ef. 4:4-8)
Por medio de este estudio trataremos de ver quizás uno de los temas más fascinantes de las
Escrituras, los cuales involucran los diversos ministerios y los dones que se van manifestando
para el desarrollo y crecimiento de la iglesia.

Es por eso que debemos comprender que Dios ofrece a cada creyente el poder y la autoridad
necesaria para cumplir su ministerio y llamado.

La Biblia describe con frecuencia a la Trinidad en el acto de dar. A Dios le agrada dar.
Fue el Padre quien dio a su muy amado Hijo. (Jn. 3:16).

24
Fue el Hijo quien dio libremente su sangre preciosa. (Lc. 22:19).
Por último, después de su llegada en pentecostés, el Espíritu Santo comenzó su ministerio de
dar dones a la Iglesia, y seguirá habiéndolo hasta el arrebatamiento.

25
03
DIFERENCIAS
Fruto del Espíritu.

Dones del Espíritu.

Dones del Ministerio

26
El fruto del Espíritu

Gálatas 5:22-23

• Amor
• Gozo • Bondad
• Paz • Fe
• Paciencia • Mansedumbre
• Benignidad • Templanza

Los dones del Espíritu

1Corintios 12:8-10

• Palabra de sabiduría • Hacer milagros


• Palabra de ciencia • Don de profecía
• Discernimiento de espíritus • Don de géneros de lenguas
• Don de fe • Don de interpretación de
• Dones de sanidades lenguas

Los dones del Ministerio

Efesios 4:11-12

• Apóstoles • Pastores
• Profetas • Maestros
• Evangelistas

27
04 ANEXOS

28
El avivamiento que nadie esperaba

Jonathan Edwards no solamente es considerado el teólogo más


importante del continente americano, sino también una de sus
mentes más brillantes.

Era el 8 de julio de 1741, por la tarde, cuando Jonathan Edwards


comenzaba su sermón en la iglesia de Enfield, Connecticut. Se trataba
de una pequeña ciudad, parte de la colonia británica de Nueva
Inglaterra, en la costa este de lo que hoy es Estados Unidos.

Nadie podía imaginarse que nunca llegaría a terminar su mensaje.

Había sido una decisión de última hora que Edwards predicara. Desde
hacía semanas se había experimentado un gran despertar espiritual
en esta zona que 120 años antes había visto a los primeros puritanos
pisar tierras americanas en busca de libertad religiosa.

Sin embargo, a lo largo del tiempo, mucha gente se olvidó


rápidamente de sus raíces. Se notaba una gran indiferencia en cuanto
a la fe. Pero de forma inesperada la indiferencia cambió por un
nuevo interés en el evangelio, un auténtico avivamiento.

Decenas de miles de personas acudían a cultos y reuniones especiales.


Pero había una excepción. Por alguna razón extraña, los habitantes de
Enfield seguían con la misma indiferencia de siempre. En la pequeña
ciudad nadie se había convertido.

Cuando Edwards subió al púlpito, llevaba en una mano una vela


encendida para poder ver mejor y el manuscrito de su mensaje en la
otra. Se titulaba Pecadores en manos de un Dios airado. Había
predicado el mismo sermón varias veces antes en otras iglesias, pero
sin resultados dignos de mención.

Edwards no era un evangelista de fuegos artificiales retóricos y con


voz de trueno. Solía leer sus sermones desde la primera hasta la
última palabra y rara vez se saltaba el manuscrito. Cuando finalmente
había ordenado sus notas miró a la congregación. No se percibía una
expectación especial ni un ambiente cargado de emoción. Los
habitantes de Enfield no se caracterizaban por un interés exagerado
en el evangelio. Aquel sábado se encontraban en la iglesia
simplemente por costumbre y nada más. Nadie sospechaba que
29
estaban a punto de vivir algo realmente extraordinario, inspirado por
un sermón que iba a convertirse en uno de los documentos clásicos
de la literatura norteamericana.

Edwards empezó a exponer un solo versículo de Deuteronomio


32:35: A su tiempo su pie resbalará. No pasó mucho tiempo hasta
que la gente empezó a sentir el impacto de las palabras de Edwards,
que leía su sermón de tal manera que hubiera suspendido cualquier
curso de homilética en un seminario contemporáneo.

Cuando Edwards describió cómo la vida de una persona sin Cristo


pendía de un hilo y que en cada momento podía caer en manos de
Dios, que era fuego devorador, la gente empezó a sentir el peligro casi
físicamente. Algunos incluso empezaron a agarrarse a las columnas
de la iglesia pidiendo auxilio.

Finalmente, Edwards tuvo que interrumpir su exposición porque el


llanto de la gente era demasiado fuerte y, junto con algunos otros
pastores que estaban presentes, empezaron a orar por aquellos que
buscaban a Cristo.

¿Quién era este extraño predicador?


Jonathan Edwards nació el 5 de octubre de 1703 en el seno de una
familia evangélica en Connecticut. De hecho, su padre era pastor de la
iglesia local y, su madre, hija de pastor. Era el único varón entre diez
hermanas. Sus padres le facilitaron la mejor educación posible y a los
12 años entró en el famoso Yale College. Era un niño muy sensible
para las cosas de Dios. Aunque ocasionalmente estaba en desacuerdo
con algunas opiniones de sus padres, les tuvo en muy alta estima a lo
largo de toda su vida.

En Yale destacó por su capacidad intelectual, pero también por sus


inquietudes espirituales. A los 14 años devoraba los libros del filósofo
John Locke, que le ayudaron a desarrollar una capacidad de
razonamiento fuera de serie.

Cuando tenía 17 años y después de un tiempo marcado por una


profunda crisis espiritual, vivió el momento que iba a ser decisivo
para el resto de su vida. Mientras reflexionaba sobre 1 Timoteo 1:17
se dio cuenta de la majestad de Dios, de su poder y de su santidad.
Edwards comenta este acontecimiento así:
30
Leyendo esas palabras a mi alma le inundó una sensación
de gloria del ser divino. Era algo nuevo, muy distinto a
cualquier cosa que había vivido antes. Pensé en la
perfección de Dios y en la felicidad que debía ser mía si
llegara a disfrutar de la comunión con Dios. Le pedí a Dios
poder disfrutar de su presencia y mi oración fue muy
distinta a como había orado hasta ese momento.

A partir de ese momento, Edwards desarrolló una fuerte noción de


la soberanía de Dios. Pero aún con todo quedaban luchas en su
interior y a veces incluso dudaba de su propia salvación.

A Edwards se le considera un personaje


clave en lo que se ha llamado el “primer
gran avivamiento”, cuyas repercusiones
han marcado EE. UU. hasta el día de hoy.
La rara combinación entre una profunda piedad personal y una
inteligencia fuera de lo común iba a caracterizar también su
ministerio. En 1722, cuando tenía 18 años, recibió su máster en
teología. Su abuelo materno, el pastor Solomon Stoddard, le invitó a
servir de pastor auxiliar en su iglesia en Northampton. Y en estos dos
años Edwards aprendió todo lo que necesitaba saber cómo pastor de
una iglesia. Sin embargo, los altibajos en su relación con Dios
siguieron y, por esta razón, decidió aceptar una invitación de la
universidad de Yale, donde sirvió durante dos años como tutor.
Finalmente, en 1726, le llamaron de nuevo a pastorear la iglesia de
Northampton, Massachusetts, junto a su abuelo. Cuando volvió a
trabajar a su lado, sus luchas interiores se calmaron. En este tiempo
se casó con Sarah Pierrepont, a la que había conocido tres años antes.
Aunque su tiempo de noviazgo no fue exento de problemas, por el
carácter sensible de Edwards, tuvieron un matrimonio muy feliz.
En 1729 su abuelo murió y la responsabilidad pastoral reposaba
ahora completamente en los hombros de Edwards.

Además, se acercaban tiempos de avivamiento. Junto con


los hermanos Wesley y George Whitefield, a Edwards se le
considera un personaje clave en lo que se ha llamado el “primer gran
31
avivamiento”, cuyas repercusiones han marcado EE. UU. hasta el
día de hoy.

En 1734 Edwards predicó una serie sobre la justificación por la fe. El


resultado fue espectacular y empezó un primer avivamiento en su
iglesia, que se extendió a toda la comarca.

En su famoso libro A faithful narrative, Edwards nos relata muchos


1

detalles interesantes de aquellos tiempos. Había un promedio de 30


nuevos creyentes por semana. Aunque Edwards pasaba la mayor
parte de su día encerrado en su estudio, esto no iba en detrimento de
sus responsabilidades pastorales. Siempre tenía tiempo para su
familia, se encargaba de dar asistencia pastoral a todo el mundo que
lo solicitaba y visitaba regularmente a los miembros de la iglesia.

A Edwards no le gustaba el espectáculo. Lo suyo no era la


retórica. Su voz era -según testigos- más bien tranquila, incluso a
veces aburrida y difícil de entender. Pero lo que caracterizaba a sus
mensajes y libros era una argumentación implacable, tan intensa
como convincente, que producía un gran impacto en los que le
escuchaban y leían.

Muchos de sus sermones se imprimieron y se publicaron y de esta


manera su ministerio tuvo una repercusión tan grande que los
historiadores están de acuerdo en que este “primer gran
avivamiento” en suelo norteamericano está estrechamente vinculado
a su nombre.

Pero Edwards no era el único. Aparte de los hermanos Wesley estaba


también George Whitefield. Teológicamente iban en la misma línea.
En ambos se notaba la herencia de Juan Calvino, el gran reformador
de Ginebra.

En una ocasión, Edwards invitó a Whitefield a predicar en su iglesia.


Más adelante comentó lo que ocurrió: “La congregación quedó
impresionada. Casi todo el mundo se echó a llorar durante el culto.” Y
esto incluía al mismo Edwards.

Pero en 1750 su iglesia, en la que había servido muchos años, le echó


por varios asuntos, entre ellos la petición de un aumento de sueldo
(los Edwards tenían 11 hijos) y ciertos cambios que Edwards había
introducido en la liturgia.
32
Le caracterizó una argumentación
implacable, tan intensa como convincente,
que producía un gran impacto en los que le
escuchaban y leían.
Fue una sorpresa para Edwards, pero tampoco significó una tragedia
para él. Tomó la decisión de predicar el evangelio a los indios en
Massachusetts. Era una tarea muy distinta al pastorado en
Northampton, pero al mismo tiempo le brindaba la posibilidad de
escribir.
Fue en esta época cuando escribió algunas de sus obras más
importantes. Edwards era un estudioso incansable. Toda su vida se
levantó a las 4 de la madrugada para estudiar y escribir durante 13
horas al día.
Finalmente, en 1758, la Universidad de Nueva Jersey -que luego se
convirtió en la Universidad de Princeton- le llamó para ser su
presidente. Edwards aceptó con cierta reticencia porque dudaba de
su calificación para el puesto. Poco después de asumir el cargo,
Edwards murió de la viruela. Tan solo tenía 55 años. Sus últimas
palabras escritas son de una carta a su hija Lucy:

Querida Lucy, parece que es la voluntad de Dios que pronto


tenga que dejarte. Te ruego que saludes a tu madre. Dile
que la extraordinaria unión que ha existido entre nosotros
ha sido de tal profundidad que es mi esperanza que esto
siga para siempre. Espero que ella tenga el apoyo
necesario en esta aflicción y que se someta gozosamente a
la voluntad de Dios. En cuanto a vosotros, mis hijos, a
partir de ahora no tendréis padre. Pero que esto os lleve a
buscar al Padre que jamás os dejará desamparado.

Al día de hoy, Jonathan Edwards no solamente es considerado el


teólogo más importante del continente americano, sino también
una de sus mentes más brillantes. Testimonio de ello son los 73
tomos que la universidad de Yale ha reeditado hace poco para
conmemorar su vida y su obra.

Pero sus libros -muchos de una profundidad difícil de superar- son


prácticamente desconocidos en el mundo hispano. Abarcan temas de
33
teología, ética, historia y psicología, junto con obras biográficas. Su
sermón más famoso, el de Enfield, ha sido traducido a varios idiomas.
2Edwards murió pronto, pero nos ha dejado un legado
impresionante de erudición teológica. Entre sus descendientes
figuran 13 rectores de universidades norteamericanas y más de 60
catedráticos. Uno de sus nietos, Aaron Burr, llegó a ser el segundo
vicepresidente del país.

Notas

1 Jonathan E., 2020. Un relato fiel de la sorprendente obra de


Dios, Ediciones Marlorat

2 Una traducción al castellano se encuentra aquí:


https://chapellibrary.org:8443/pdf/books/siths.pdf

34
¿Cómo puedo saber si un avivamiento es
auténtico?
El avivamiento, según Edwards, era una exhibición del poder
de Dios que le da gloria a su Nombre y que sale de la gracia
soberana de la omnipotencia del Altísimo.

No todo lo que reluce es oro y tampoco todo lo que se


llama avivamiento lo es. Esta afirmación nos lleva a la pregunta: ¿Hay
una forma de averiguar si un avivamiento es auténtico y viene de
parte de Dios?

Hay un teólogo que se ha ocupado del tema más que nadie. Y no


solamente me refiero a su profundo conocimiento de las Escrituras,
sino también a su propia vivencia. Estamos hablando de Jonathan
Edwards (1703-1758), posiblemente uno de los teólogos más
brillantes de todos los tiempos. No solamente estudió la Biblia en
cuanto al avivamiento como pocos lo habían hecho antes y cómo
nadie lo ha hecho después. Además, vivió personalmente el gran
despertar de la Nueva Inglaterra en el siglo XVIII. De hecho, él fue uno
de los protagonistas en este acontecimiento espiritual. 1

Por lo menos cuatro de sus innumerables libros y escritos se dedican


exclusivamente a este tema.2 En lo que sigue trato de resumir todo
este material en pocas palabras.

La época de Edwards, igual que la nuestra, fue muy caracterizada por


el racionalismo que poco a poco se abrió camino en la teología
protestante y por una actitud crítica contra todo lo que se salía de los
parámetros establecidos de una ortodoxia petrificada. Es curioso que
Edwards -antes de establecer una serie de parámetros bíblicos-
advierte a sus lectores a tener cuidado para no rechazar un
movimiento espiritual demasiado rápido y condenarlo. Su postura se
resume en cuatro puntos:

1- Solo porque algo es “nuevo y diferente” no significa que esté


mal.

2- No debemos juzgar un verdadero avivamiento por sus


efectos en el comportamiento extraño de algunas personas
implicadas.

35
3- No debemos asumir que una obra no es de Dios solo porque
no encaja en las expectativas de lo que se cree correcto.

4- No debemos asumir que una obra no es de Dios solo porque


algunas personas “recaen”, volviendo a su vida anterior3.

Edwards nos facilita una serie de reflexiones donde explica lo que


distingue un avivamiento auténtico de una imitación sin
fundamento bíblico.

1. El propósito del avivamiento es la gloria de Dios


En todas sus obras, Edwards enfatiza que Dios debe recibir la gloria y
el honor en todo. Así es como él también abordó el avivamiento que
en su opinión era una exhibición del poder de Dios que le da gloria a
su Nombre y que sale de la gracia soberana de la omnipotencia del
Altísimo. Un avivamiento es una obra de Dios, no de los hombres
y menos del diablo. Edwards va detallando en cinco puntos lo que
esto significa:

- Un avivamiento es sobrenatural en su naturaleza y en las


circunstancias donde se produce. Lo que más llama la atención
son personas profundamente afectadas por el pecado que no
buscaban a Dios y que ahora dan un giro completo en sus vidas.

- Un avivamiento no es comparable a una campaña evangelística


donde algunas personas se entregan al Señor y que de entrada
tiene un límite de tiempo establecido.

- El carácter extraordinario de un avivamiento se ve en el gran


número de personas que se convierten o recuperan el primer
amor a Cristo.

- Un avivamiento glorifica a Dios por su impacto en muchos que


antes no conocían el evangelio o lo rechazaban.

- Un avivamiento tiene un efecto inmediato en el pueblo de Dios,


donde aumenta de forma espectacular el amor, el gozo y el
hambre por Dios y sus verdades.

36
2. El objetivo del avivamiento es repercutir en la naturaleza
humana caída
Edwards entiende que el hombre se compone de dos partes: tiene un
cuerpo mortal y una naturaleza inmaterial e inmortal que se llama
alma. La fe radica en el alma, que es también la sede de nuestra
personalidad. Los dos aspectos principales de nuestra alma son la
mente y las emociones. Ambos se influyen mutuamente.

Aunque caídos en pecado, los hombres están en plena posesión de dos


facultades creadas por Dios: la capacidad de pensar y la voluntad.
Ambos están profundamente influenciados por el pecado. Siendo
pecador, una persona puede entender intelectualmente el evangelio
de Cristo cuando lo escuche e incluso experimentar el movimiento del
Espíritu Santo. Pero su corazón será hostil a toda obra divina y su
mente intentará justificar intelectualmente su rechazo a las cosas
divinas. En esta situación se encuentra una persona cuando le
llega el evangelio. En muchos casos existe una auténtica lucha
espiritual.

3. El poder vivificador del Espíritu Santo


Edwards percibió la convicción de la verdad del evangelio como el
primer paso de los pecadores hacia la salvación. Y esto solo puede
llevarse a cabo por una obra divina: el poder vivificador del Espíritu
Santo. Siempre se trata de una obra sobrenatural, que lleva a la
persona a comprender su situación real: la de un pecador que merece
el castigo divino.

Este proceso debe llevarse a cabo a través de la predicación de la


Palabra. Hasta que el Espíritu de Dios no comienza a aplicar la Palabra
a la mente y el corazón de una persona, no se puede hablar del primer
paso hacia una conversión a Cristo. En este contexto, los
reformadores hablaron de la necesidad de predicar primero la ley,
antes de anunciar las buenas nuevas.

Una vez que se comparte el evangelio y el Espíritu trabaja en una


persona, una respuesta por su parte es inevitable. Es el momento
cuando el consentimiento intelectual se convierte en convicción
de la verdad de las cosas predicadas. Solo el Espíritu Santo puede
conseguir esta obra. Para aquel que ya es creyente -en este caso
hablamos de renovación- el proceso es muy similar, porque después
la terrible certeza de haber vivido en desobediencia a Dios viene una
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inundación de alivio y gratitud por el inmerecido perdón de los
pecados. De la confesión de todo lo que Dios considera pecado se llega
a la gran libertad de saber que nuestros pecados han sido pasados por
alto. Ningún esfuerzo humano puede conseguir esto. Esto es solo una
obra divina.

4. Transformación por avivamiento lleva a la conversión


Para Edwards es evidente que una persona no puede convertirse por
sí misma, porque no tiene la capacidad natural para ello. Nuestra
voluntad irremediablemente rechaza las cosas de Dios. Estamos
ciegos y “sin entender” y así se llega a la clara conclusión que se
enseña en Romanos 3. Es aquí donde el Espíritu Santo comienza su
obra transformadora sobrenatural.

La tercera persona de la Trinidad misma abre los ojos de la


mente humana y permite que una persona vea la belleza y la
excelencia de Jesucristo. Ningún esfuerzo humano puede causar
este fenómeno. La conversión consiste en un cambio de actitud que
permite ahora percibir la verdad del evangelio y de quien es Dios. Esto
lleva a un cambio en el comportamiento. Aquellos que conocían la
vida pasada de esta persona antes de su conversión y lo comparan con
su nueva forma de vivir, se dan cuenta de la diferencia. En otras
palabras: hay un antes y un después.

5. Perseverancia hasta el fin


La consecuencia de una conversión auténtica tiene un carácter
milagroso: ahora en Cristo, el cristiano es una persona conectada al
cielo y provista de todas las bendiciones espirituales que Dios tiene
para él. Esto sólo ha sido posible por una intervención sobrenatural y
divina. Su ceguera espiritual ha sido eliminada. Todavía tiene las
mismas facultades que el no regenerado, pero tiene un nuevo sentido
espiritual del corazón. Su nueva disposición le abre ahora la vista para
las cosas de Dios.

Para Edwards, la vida cristiana es consecuencia de la obra del Espíritu


Santo en la vida del creyente, igual que la conversión. En otras
palabras: el Espíritu Santo hace una obra continua en el cristiano. Se
trata de un proceso gradual que representa una continuación del
trabajo que ya ha comenzado en la regeneración.

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A raíz de lo expuesto, se puede alegar que todo esto se aplica a
cualquier persona que entrega su vida al Señor. Esa afirmación es
absolutamente correcta. Porque en un avivamiento no hay atajos o
condiciones especiales a la hora de conocer a Cristo. Cualquier
persona que es rescatada de las tinieblas a la luz admirable es
producto de un milagro divino. Lo particular del avivamiento es que
no se trata de casos aislados, sino de un auténtico movimiento en
masa que es imparable y a veces acompañado de acontecimientos
extraordinarios que ocurren según la voluntad de Dios.

Hasta aquí hemos hablado de lo fundamental. Pero hay más


parámetros a tener en cuenta. Lo veremos en el siguiente artículo.

En este punto una cosa me parece más que evidente: los anhelos y
preocupaciones del mundo evangélico de nuestros días distan mucho
de la pasión de las reflexiones de un teólogo que vivió personalmente
el fuego divino. El domingo que viene, los cristianos celebran la fiesta
de pentecostés. Tal vez un buen momento para acordarse de cómo
todo comenzó.

Notas

[1] Protestante Digital, 2021.


https://protestantedigital.com/teologia/63137/el-avivamiento-
que-nadie-esperaba

[2] Los 73 tomos de sus obras completas están disponibles de forma


gratuita en inglés: http://edwards.yale.edu/research/browse

[3] Jonathan Edwards, Distinguishing Marks of a Work of the Spirit of


God, pp 89-104

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