Está en la página 1de 4

Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante;


al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.
Carlos Montemayor

Arte poética

Cuando mi hijo come fruta, o bebe agua, o se baña en un río,


sólo dice que come fruta, o bebe agua, o que se baña en el río.
Por eso ríe cuando leo mis poemas.
No comprende aún tantas palabras.
No comprende aún que las palabras no son las cosas.
Que en un poema quiero decir lo que nos rebasa a cada paso:
la ira entre quincenas y casas prestadas y ropas que envejecen;
la esperanza entre deudas y calles compartidas con días monótonos
y con mañanas cuya única dulzura es el agua que nos baña;
la honra entre empleos temporales y amigos deshonrados;
la rapiña entre diarios y oficinas públicas;
la vida que nos abre los brazos para tomar
a un lado la noche de las lluvias
y en otro los días de las desdichas.
Mas cierta vez, comiendo un persimonio de mi pueblo
dijo sin darse cuenta que sabía como a durazno y ciruela.
Porque desconocía esa fruta
no dijo lo que era, sino cómo era.
No comprende aún que así hablo yo,
que trato de comprender lo que desconozco
y que intento decirlo a pesar de todo,
como si ignorar fuese también una forma de comprender,
como si siempre recordara que la vida no es una frase, ni un nombre,
ni un verso que todos entienden.
Es, a mi modo, como decir,
que bebo agua, o como una fruta, o que me baño en un río.
Paulina Vinderman
La equilibrista
La equilibrista mueve su sombrilla
y su pie aletea sabiamente hacia adelante
y hacia atrás, hocico de luna dentro de su zapatilla
con lentejuelas.
Nadie sabe en las gradas
de sus ojos ahumados porque su amor ha muerto.
Y ella piensa, mientras los tambores
suenan lejanos desde el foso,
a qué regiones de trampa puede llevar
el dolor,
cuando la misma ceremonia de homenaje
ha de cumplirse
tanto si adelanta el pie sobre la cuerda
porque la vida espera
o si se deja caer, burbuja de color,
con la sombrilla cerrada como paracaídas inútil,
a un oscuro suelo, a su compasión.
Wislawa Szymborska
Vietnam

Mujer, ¿cómo te llamas? —No sé.


¿Cuándo naciste, de dónde eres? —No sé.
¿Por qué cavaste esta madriguera? —No sé.
¿Desde cuándo te escondes? —No sé.
¿Por qué me mordiste el dedo cordial? —No sé.
¿Sabes que no te vamos a hacer nada? —No sé.
¿A favor de quién estás? —No sé.
Estamos en guerra, tienes que elegir. —No sé.
¿Existe todavía tu aldea? —No sé.
¿Estos son tus hijos? —Sí.

También podría gustarte