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El corazón Delatador

La sensación constante de nerviosismo me ha acompañado toda la vida, pero ¿significa


eso que estoy loco? No lo creo. Más bien, mi enfermedad ha agudizado mis sentidos,
especialmente mi oído, que parece captar incluso los sonidos más tenues. Escucho cosas
que otros no pueden percibir, incluso los susurros del infierno. Pero ¿acaso eso me hace
loco? No, en absoluto. Y es con esta misma claridad mental que les contaré mi historia.
No puedo precisar el momento exacto en que la idea se apoderó de mi mente por
primera vez, pero una vez que se instaló, se convirtió en una obsesión que me acosaba
día y noche. No tenía ningún motivo en particular para odiar al anciano; de hecho, lo
quería. Pero su ojo, oh, ese ojo, con su mirada que parecía penetrar en lo más profundo
de mi ser, me llenaba de un terror indescriptible. Y así, poco a poco, decidí que debía
librarme de él.
Mi plan fue meticuloso, cuidadosamente diseñado para no levantar sospechas. Durante
siete noches consecutivas, me acerqué a su habitación en la oscuridad, esperando el
momento adecuado para actuar. Cada noche, con sigilo, abría la puerta, iluminando su
ojo con una linterna, esperando que estuviera profundamente dormido. Pero el ojo
siempre permanecía cerrado cuando lo observaba, lo que frustraba mis planes una y otra
vez.
En la octava noche, decidí redoblar mis esfuerzos, pero un pequeño error me delató y
despertó al anciano. A pesar de mi desesperación, llevé a cabo mi terrible acto y oculté
el cuerpo bajo el suelo de su habitación, esperando que nadie descubriera mi oscuro
secreto. Pero cuando la policía llegó a investigar, el latido del corazón del anciano, que
solo yo podía escuchar, resonaba en mis oídos como un trueno, amenazando con
delatarme.
A pesar de mis esfuerzos por mantener la compostura, el latido se intensificaba, y sentía
que mi cordura se deslizaba entre mis dedos. Finalmente, en un arrebato de
desesperación, confesé mi crimen, dejando al descubierto toda la verdad. Ahora,
mientras enfrento las consecuencias de mis acciones, no puedo evitar preguntarme si fue
el ojo del anciano lo que me volvió loco o si la locura siempre habitó en lo más
profundo de mi ser, esperando su momento para emerger y consumirme por completo.

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