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Gabbrielli, Gustavo Daniel

Camelot : épica de una comiquería / Gustavo Daniel Gabbrielli. - 1a ed. - Ciu-


dad Autónoma de Buenos Aires : Signos del Sur, 2022.
86 p. ; 21 x 14 cm.

ISBN 978-987-48251-9-3

1. Historietas. I. Título.
CDD 741.5982

Corrección y edición: María Mercedes Castro


Diseño de tapa: Gonzalo Lanzilotta

Fotos en anexo del exterior del local y la galería: Daniel Alberto Martín
Imagen artística de página completa: Juan Bobillo, cedida por Martín Canale
Ilustración página 79: Gonzalo Lanzilotta
CAMELOT
épica de una comiquería

Gustavo Daniel Gabbrielli


ÍNDICE

Prólogo..................................................................................................... 11

Capítulo I................................................................................................. 13

Capítulo 2 ................................................................................................21

Capítulo 3 ...............................................................................................35

Capítulo 4 .............................................................................................. 41

Capítulo 5 .............................................................................................. 45

Capítulo 6 ...............................................................................................57

Capítulo 7 ...............................................................................................63

Capítulo 8 ...............................................................................................75

Anexos ....................................................................................................79

Fuentes ...................................................................................................87
En especial agradecimiento a Germán Alejandro Gutiérrez Ibarburu de
Uruguay. Este libro no habría sido posible sin su invaluable ayuda.
También, a Adrián Evans, Agustín Gómez Sanz, Alejandra Jorquera,
Andrés Accorsi, Andrés Belén, Antonio Alberto Torres, Christian Otero,
Daniel Alberto Martín, Dark Vanessa Leona, Diego Curubeto, Eugenia
Otero, Gonzalo Lanzilotta, Hernán Panessi, José Antonio López Cance-
lo, Juan Bobillo, Luis Hitoshi Díaz, Manuel Loza, Mariano Cholakian,
Mario Fernández, Martín Canale, Mercedes Castro, Nahuel Rodríguez,
Pablo Manzotti, Paula Picciani, Santiago Slabý, Valeria Serruya, Vanesa
Giordano y a todos aquellos que contribuyeron a la creación de este
libro.
PRÓLOGO

Fantasía: Del lat. phantasĭa, y este del gr. φαντασία phantasía. Facultad
que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasa-
das o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar
las reales. Fuente: Diccionario de la lengua española.

Género fantástico: Género artístico en el que hay presencia de elementos


que rompen con la realidad establecida. Se halla presente en la litera-
tura, cinematografía, historietas, videojuegos, juegos de rol, pintura,
escultura, drama, y sobre todo, en la mitología y relatos antiguos, donde
tuvo su origen. Fuente: Wikipedia.

Una lluviosa tarde de domingo me encontré navegando sin rumbo


por las absorbentes alternativas de videos realizados por aficiona-
dos que ofrece la Internet. En algún momento, algo llamó podero-
samente mi atención; un sujeto sosteniendo en sus manos una des-
lucida bolsa con la publicidad impresa de “Camelot Comic Store”,
uno de los locales porteños de venta de historietas más célebres de
su tiempo, ubicado sobre la concurrida Avenida Corrientes, en el
corazón de la ciudad de Buenos Aires y que, durante casi quince
años desarrolló una intensa actividad comercial hasta su inesperado
cierre en el año 2010. Una sensación de nostalgia se apoderó de
mis sentidos y me vi ante la imperiosa necesidad de realizar una
búsqueda de información más exhaustiva referente al tema.

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Los pocos testimonios que pude descubrir en aquel enton-
ces, en su mayoría de antiguos blogs en desuso, no sólo me dejaron
una vaga sensación de insatisfacción, sino también la maligna re-
flexión que supone el razonar en la pérdida de la memoria cultural.
Sin lugar a duda, el paso del tiempo conlleva a olvidar aquellas
cosas que ya no resultan de interés general. Y además, la poca in-
formación que fue sobreviviendo escasamente en remotas publica-
ciones está por desaparecer en el futuro cercano. Nada quedaría de
aquél recuerdo, de quienes lo vivieron en persona o tuvieron cono-
cimiento de su existencia.
Motivado por un ambicioso anhelo de registrar la mayor
sumatoria de hechos posibles, decidí llevar a cabo una profunda
búsqueda particular que me consumió varios meses de ardua labor
cronista y cuya finalidad consistió en lograr obtener la mayor canti-
dad de datos y testimonios alusivos al objeto de mi dedicación; esta
publicación es el fruto de tal actividad.
Sin embargo, toda información aquí presentada está
basada totalmente en relatos anónimos nunca comprobados y
por lo tanto no puede ser admitida como una historia verdade-
ra, dejando a libre criterio del lector la reflexión definitiva sobre
los datos expuestos.

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CAPÍTULO 1

A LA IGLESIA POR DEVOCIÓN, A LA GUERRA POR


NECESIDAD

El germen de los locales especializados en mangas e historietas de


Buenos Aires se remonta muy atrás en el tiempo, cuando aún no
existía un fanatismo muy establecido y la única manera de adquirir
una publicación determinada consistía en relacionarse con ciertos
contactos afincados en las ferias de libros de la ciudad. Las histo-
rietas no llegaban de forma regular y pocas eran las personas que
despachaban ese tipo de material. El fanático llegaba a comprar lo
que encontraba en el momento, independientemente de su gusto
personal y a costa de no tener nada que leer.
La Feria de Libros de Parque Rivadavia siempre había sido
el lugar ideal para reunir a los aficionados de los más distintos gus-
tos; filatelistas, coleccionistas de monedas y billetes, fanáticos de
músicas perdidas y amantes de los libros. Los buscadores de his-
torietas se paseaban entre los pasillos que aún hoy conforman las
hileras de los numerosos locales. A veces, las novedades sólo lle-
gaban en otros idiomas, como en inglés o portugués, dependiendo
su procedencia; se aprendía a leer en otros idiomas con tal de poder
satisfacer una voracidad lectora. La Feria de Libros de Parque Riva-
davia era el lugar donde el fanático se encontraba con los contactos
comisionados en la importación de nuevo material.
Incluso llegó a existir un encargo por catálogo; los pedi-
dos se hacían enviando una carta a un contacto solicitando cierto

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material, y al cabo de un tiempo éste arribaba al domicilio particular
del comprador dentro de una caja. Sin embargo, el contenido de
la transacción consistía mayormente en rezagos españoles, mate-
rial sobrante que quedaba fuera del circuito de distribución y no se
llegaba a vender en su país de origen. La forma en que estos dele-
gados conseguían material era realizando viajes regulares a países
vecinos; a Uruguay para conseguir material más antiguo, a Brasil
para apoderarse de historietas novedosas de DC Comics o Marvel
Comics, pero en portugués, y por último a España para alcanzar
artículos inéditos.
Estas excursiones eran parte del trabajo, porque en esas
épocas era sencillo importar mercadería ya que no había casi nin-
gún control aduanero. Aquellas personas no inventaron nada nuevo,
simplemente copiaron algo que funcionaba y lo adaptaron a las ne-
cesidades de ese momento. También se solían arrendar cómics por
un tiempo limitado; el lector podía llevarse una historieta pagando
un porcentaje menor del valor original, la tenía una semana en su
poder y luego lo restituía a los propietarios.
Fuera de la Feria de Libros Parque Rivadavia, la búsqueda
de historietas continuaba en un ineludible recorrido por la Avenida
Corrientes; el eje de la vida nocturna y bohemia de Buenos Aires,
un polo de diversión que tanto los porteños como numerosos turis-
tas recorren a toda hora entreteniéndose con sus espectáculos artís-
ticos, culturales, confiterías, pizzerías y librerías de ofertas, muchas
de ellas abiertas hasta altas horas de la noche. En el recorrido está la
Avenida 9 de Julio, donde se alza el ícono porteño por excelencia,
el Obelisco de Buenos Aires. Desde este monumento y hasta la Ave-
nida Callao se podían encontrar librerías de saldo que detentaban

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historietas o quioscos de periódicos que eran prácticamente comi-
querías en sí mismos, cuando aún estas no existían.
A veces se encontraban publicaciones novedosas por ca-
sualidad, o incluso algunos quioscos llegaron a ofrecer fanzines1 de
aficionado, porque era parte de la poca oferta que había en mercado.
De esta manera se fue forjando una voracidad lectora donde poco
importaba la procedencia o la continuidad de una saga, y donde
la gran diferencia radicaba en las pocas facilidades para conseguir
números atrasados y sagas completas. En la actualidad, completar
una colección se trata de un problema monetario, exclusivamente.
A sólo pocos metros del obelisco porteño surgió el origen
de las comiquerías de Buenos Aires, en un quiosco de periódicos
que estaba ubicado en la esquina de la Avenida Corrientes y la calle
Talcahuano. Le decían el quiosco de “Ouro Preto” porque en esa
esquina estaba ubicado, y continúa en actividad, un restaurante con
ese nombre. Ese quiosco de periódicos fue el primero que comen-
zó a traer revistas eróticas y pornográficas a mediados de los años
ochenta. Hasta aquel entonces estaban prohibidas en Argentina. Por
añadidura, también importaba cómics europeos para adultos.
Viendo el éxito que tiene el Ouro Preto, muchos otros co-
legas ubicados sobre la Avenida Corrientes comenzaron a emular-
lo, como el canillita Luciano, que regentaba su propio quiosco de
diarios de aquellos años, abarrotado de revistas por los cuatro cos-
tados. Estaba abierto las veinticuatro horas al día; por las mañanas
era atendido por Luciano y por las tardes estaba su hijo, Gerardo.
Luciano era un amable señor de anteojos, canosa cabellera y algo
bajo de estatura. Gerardo, en cambio, era alto y delgado, con una
1 Un fanzine es una publicación periódica independiente y autogestionada de tirada limitada,
realizada íntegramente de manera artesanal en el cual el artista trabaja desde el diseño a la
distribución.
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gran similitud al músico de rock y actor estadounidense Iggy Pop;
utilizaría una imagen de esa celebridad años más tarde como foto de
perfil en sus redes sociales.
Gerardo llegó a tener provechosos beneficios con la venta de revis-
tas sobre cine y eróticas, a las que más tarde sumó películas porno-
gráficas y otras más convencionales en formato de video doméstico.
Con las ganancias obtenidas, hacia el año 1993, arrendó una super-
ficie que pertenecía a una sala de video juegos y erigió una exten-
sión natural del quiosco que pasó llamarse “B.L. Films”.
Andrés Accorsi, periodista y fundador de la revista Co-
miqueando, menciona: “B.L. se llamaba así por Busto Luciano, el
papá de Gerardo, que empezó como un típico kiosco de revistas.
Después le empezó a ir bien con el tema de traer revistas de cine
y eróticas, después sumó películas porno y convencionales en for-
mato VHS, después CD y libros también vinculados a películas,
calendarios, revistas y libros sobre música, y para 1994 ya tenía
todo ese pequeño local atiborrado de todas esas cosas, más libros y
revistas de comics”.
B.L. Films no se destacaba particularmente por la venta
exclusiva de historietas ni por formar una comiquería, sino que su
acierto era la venta de series y películas, especialmente de anima-
ción japonesa, siendo pioneros en realizar copias caseras en forma-
to de video doméstico, que se vendían directamente con su propia
marca, o que se revendían a otros locales. También realizaba copias
de bandas sonoras de películas o series en casetes de audio. Inclu-
so patrocinó la primera publicación impresa sobre manga y animé
en Argentina llamada RAN2. El único registro audiovisual que se
2 RAN (siglas de Robot Argentino Nipón) fue una revista argentina sobre animación japo-
nesa. Comenzó como un fanzine en 1994, logrando un estilo más profesional a partir del
quinto número. La publicación fue cancelada en 1998 luego del número 18. Entre 1999 y
2001 se editó la revista Núke, una suerte de sucesora de RAN ya que participaban muchos
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encuentra del quiosco de B.L. Films fue capturado por las cámaras
de los noticieros informativos de televisión cuando en el mes de
marzo de 1994 aconteció una desgracia en un polígono de tiro que
funcionaba justo por sobre el local, al ocurrir una gran explosión
por un escape de gas que arrebató la vida de nueve personas, entre
ellos el hijo de un diputado nacional.
B.L. Films llegó a contar con publicidades en revistas e
historietas de edición nacional, donde manifestaba lo siguiente:
“Primera exposición permanente del cómic. BL Films Comics Ma-
gazines. En el corazón de Buenos Aires. Un nuevo local donde en-
contrarás todo: más de 25.000 comics nacionales y extranjeros de
ayer y de hoy; además libros, comic books americanos, remeras,
posters y souvenirs de tus héroes favoritos. Asesoramiento y aten-
ción personalizados. ¡Ah!, Y tenemos los mejores precios de plaza”.
Otra publicidad impresa declaraba: “BL Films Comics
Magazines. 10° Aniversario. ¡Los superhéroes de Hollywood es-
tán aquí! Único lugar especializado en cómics que te ofrece venta
simultánea, con España y U.S.A., de las mejores historietas. Y ade-
más figuritas, muñecos, juegos de rol, seriales, remeras y todo lo
inimaginable del universo mágico de los superhéroes. ¡Visitanos!
¡Ya! Hay un regalo para vos. Abierto las 24 horas todos los días.
Envíos al interior.
Otro anuncio expresaba: “Manga. El principio de un culto
masivo. ¡Por fín en video! ¡El futuro ya está aquí! Aterriza en el
siglo XXI. Después del éxito arrollador de Akira3, prepárate para un
asalto épico a todos tus sentidos. Una avalancha de los más arrebata-
dores e increíbles títulos de la animación japonesa, cuidadosamente

miembros de esta.
3 Akira, es una película de animé post-apocalíptica dirigida por Katsuhiro Otomo estrenada
el 16 de julio de 1988 en Japón. Es una adaptación del manga homónimo creado por el mismo
Otomo y coescrita con ayuda de Izo Hashimoto.
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seleccionados para tu máximo entretenimiento. B.L. te regala con
cada videocasete un cromo plastificado original para coleccionar.
Coleccionista: Los videos manga originales son de una superlativa
calidad de audio y video. Los importamos directamente para vos. El
único lugar del mundo donde el comics no duerme. Abierto las 24
horas los 365 días del año”.
Con el correr del tiempo, se fue formando en aquella zona
un verdadero polo de comiquerías, donde, a medida que iba pasan-
do el tiempo, se iban sumando más individuos y donde todos coin-
cidían en el mismo camino. La primera de ellas fue “Entelequia”,
que nació en 1981 como una casa de libros de arte que presentaba
un espacio dedicado a la historieta, nutrida con obras de maestros
norteamericanos de los años cuarenta y cincuenta, y algunas publi-
caciones europeas. Hasta que no empezaron a surgir las comique-
rías comerciales de gran porte, Entelequia fue el reducto privilegia-
do imprescindible de los fanáticos.
Con el auge del fanatismo por las historietas y el manga, a
Gerardo se le ocurrió crear su propia tienda de género fantástico y
ciencia ficción, como a todos los fanáticos les gustaría visitar. En-
tonces, en un momento en que la fortuna le sonreía, Gerardo vendió
el quiosco de periódicos y se marchó del local que ocupaba B.L.
Films. Cuenta una leyenda que, mediante una cláusula particular en
el contrato de renta, inhabilitaba a los nuevos inquilinos a ofertar
historietas o mercadería relacionada, asegurándose de este modo
la exclusividad del comercio fantástico en esa esquina. Hacia me-
diados de los 90, alquiló uno de los locales de la Galería Apolo,
erigiéndose como Camelot Comic Store.
El traductor de manga Agustín Gómez Sanz afirma: “Re-
cuerdo que visitaba constantemente B.L. para conseguir los números

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sueltos que hubiera de Dragon Ball. A partir de esas ediciones es-
pañolas y de tomos japoneses que conseguí por otro lado, di mis
primeros pasos en el idioma japones. Con el correr de los años pasé
a tener un contacto más estrecho con Gerardo como editor de conte-
nidos de Lazer4 y poco después como el primer traductor de manga
del país”.

4 Lazer fue una revista publicada por Editorial Ivrea dedicada a la información analítica
sobre animación japonesa y cómics principalmente.

19
CAPÍTULO 2

QUIEN VIRTUDES SIEMBRA, FAMA SIEGA

La importancia de Camelot Comic Store se debía a que fue parte


del núcleo central del circuito comiquero que se generó a partir de
los años noventa, junto a otras tiendas como Club del Comic, Me-
ridiana y la ya mencionada Entelequia. Si un fanático quería com-
prar historietas o manga más allá de los típicos quioscos de diarios,
tenía que visitar estos lugares obligatoriamente, ya que no existían
muchos más; tiendas permanentes e importantes en las cuales se
terminaba arribando de una u otra forma. Cada una de esas prime-
ras tiendas tenían sus propias características; Camelot Comic Store
estaba completamente abocado al manga y animé. Club del Cómic,
en cambio, apuntaba a los superhéroes americanos. Entelequia y
Meridiana guardaban espacio para todo tipo de rarezas.
Un anónimo cita: “Me gustaría que no sólo se recuerde a
Camelot Comic Store sino también a todo el circuito de comique-
rías que servían como espacio de sociabilización. Al revolver estan-
tes y cajas buscando algo especial podrías llegar a conversar con
alguien más que estaba buscando algo similar. Era una época en la
cual la gente se conocía hablando frente a frente”.
Para crear la imagen de marca, Gerardo se inspiró en el
nombre e ilustraciones de “Camelot 3000”, una serie de historietas
de ciencia ficción de doce partes escrita por Mike W. Barr, dibujada
por Brian Bolland y publicada por la editorial DC Comics entre
1982 y 1985. La serie sigue las aventuras del Rey Arturo, Mer-
lín y los reencarnados caballeros de la mesa redonda en un futuro

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distante, que vuelven a surgir para luchar contra una invasión ex-
traterrestre ideada por Morgana. Es muy probable que para la crea-
ción del nombre se haya inspirado en la primera librería de España
especializada en cómics llamada “Camelot Comic Shop” fundada
en 1978 por el crítico y editor de cómics Mariano Ayuso. La idea de
un castillo suspendido en el firmamento como un asteroide en la es-
tratósfera no podía ser más referencial. Se trata de un lugar mágico
e impracticable, donde la magia y el conocimiento se asocian para
crear la fantasía absoluta.
Un anónimo relata: “Recuerdo que en unas vacaciones de
invierno realicé un viaje hacia Capital Federal con mi madre en
donde pude conocer Camelot por primera vez. Mi primera compra
fue una guía de Dragon Ball, que en aquel momento tenía mucho
éxito en la televisión. Se trataba de una compilación que incluía
datos e imágenes de todos los personajes de la serie y había sido pu-
blicado por una editorial española. En ese momento costaba veinte
pesos, que era el equivalente a veinte dólares. Gerardo fue quien me
atendió y me regaló unas calcomanías holográficas del animé Sailor
Moon. Desde ese momento quedé maravillado con el lugar”.
El mito sobre Camelot Comic Store se forjó en base a la vi-
sión de Gerardo, ya que logró lo que otros intentaron y no pudieron;
imponer una marca. Esto se alcanzó gracias a inyectar publicidad
en diversos medios gráficos como la revista La Cosa y en publi-
caciones nacionales como Cazador de Aventuras y El Eternauta,
además de las historietas publicadas por Editorial Perfil. También
proyectaban difusión íntegramente relacionada al manga y el animé
en revistas especializadas como Nuke, Otaku, Última Generación,
Mutant Generation y sobre todo Lazer. Tampoco tenían reparos en
remunerar difusión en editoriales independientes.

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Un cliente recuerda: “Esto sucedió a fines de los años no-
venta. Fuimos un día a consultar con Gerardo, el dueño, si le intere-
saba publicitar en unas publicaciones que estábamos por imprimir
en un sello de autogestión. Muy gentilmente y casi sin desplegar
nuestro speech de ventas accedió y nos contactó con una agencia de
diseño que armaba los avisos de Camelot”.
Hacia mediados de los años noventa, las publicidades que
mejor rindieron frutos fueron las emitidas en “Magic Kids”, un ca-
nal de cable por suscripción dedicado a transmitir dibujos anima-
dos, películas, competencias de videojuegos y programas juveniles
propios. De esto modo, logró consolidarse como un local exclusivo
con gran notoriedad, sobre todo para aquellos fanáticos del animé
que no conocían las comiquerías, pero sí consumían series y pelí-
culas a través de la televisión. Se puede afirmar que la comiquería
Club del Cómic fue un referente para aquella generación que cre-
ció con los cómics de superhéroes americanos como DC Comics o
Marvel Comics, y Camelot Comic Store lo fue para la generación
de aficionados al manga y animé.
En un informe periodístico hallado en la web y con fecha en
el año 2004, Gerardo menciona: “Hoy el manga y todo lo referido
a las animaciones niponas representan un 45% o 50% de la factura-
ción. El que haya varios canales de cable que pasan animé y la caída
de un 60% de productos norteamericanos, fomentó el crecimiento
de lo oriental”.
Otro archivo audiovisual encontrado en la web permite en-
terarse de cómo lucían estas publicidades: una pareja de jóvenes
montados en una bicicleta reproducen gráficamente una persecu-
ción motorizada a través de una ciudad ciberpunk5, perseguidos

5 El ciberpunk ​ es un subgénero de la ciencia ficción, conocido por reflejar visiones distó-


picas del futuro en las cuales se combinan la tecnología avanzada con un bajo nivel de vida.
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por Shenlong de Dragon Ball y algunos desalmados motociclistas
del filme Akira. La imagen se funde sobre el obelisco porteño para
finalizar con los protagonistas logrando arribar al local. Se suce-
den una serie de imágenes inconexas entre los intérpretes reales y
varias escenas animadas al compás de una música trepidante. Una
voz locutada anuncia: “Vení a Camelot, a llevarte todo el manga,
animé, art books, bandas sonoras, muñecos, cards, posters. Todo
el merchandising que se te ocurra y en estrenos simultáneos con su
país de origen. ¡Apurate! Camelot está en Corrientes 1388 esqui-
na Uruguay. ¡No te podés perder! Camelot Comic Store, donde la
fantasía es realidad”.
Un cliente recuerda: “Las primeras veces que viajaba hacia
Capital Federal con amigos era exclusivamente para visitar Came-
lot. Llegué a conocerlo por medio de las publicidades en la revis-
ta Lazer y el canal Magic Kids. Llegábamos a comprar cualquier
cosa, aunque sea un manga de una serie que ni siquiera estábamos
siguiendo”.
Camelot Comics Store se termina de afianzar como referen-
te cuando se transforma en un lugar de encuentro para otakus que
se citaban para asistir a eventos y proyecciones que se realizaban
en las inmediaciones del lugar. El término otaku se emplea popular-
mente en Japón y en otros países y se ha convertido en sinónimo de
persona con aficiones apasionadas al animé o manga.​Así como en
tiempos anteriores el lugar de reunión por excelencia de los lectores
de historietas era la Feria de Libros de Parque Rivadavia, en algún
momento Camelot Comic Store se transformó en un punto referen-
cial y fundamental en aquellos años cuando incluso varias persona-
lidades famosas de la televisión y los medios solían visitarlo, como
el conductor de radio Mario Pergolini, el periodista Eduardo De La

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Puente y el humorista Roberto Petinatto, logrando darle mucha ma-
yor divulgación. La importancia radicaba en que el fanático podía
conseguir desde la banda sonora original de Macross6 hasta la últi-
ma película de Dragon Ball en formato de video doméstico, además
de todo tipo de mercadería asociada a cualquier serie de televisión
o película en tiempos donde la oferta era muy limitada.
Una fanática cuenta que: “En mi adolescencia compraba
la revista Lazer, y en las últimas páginas figuraban los números
telefónicos de las personas que escribían cartas al editor para poner-
se en contacto con otros fanáticos. Una de ellas era una chica que,
cansada de recibir tantas llamadas, decide difundir públicamente
la lista de números de todos aquellos que la contactaron. De esa
manera es como en algún momento se comunican conmigo para
avisarme que se iba a realizar una reunión un sábado a las catorce
horas en la plaza San Martín, para luego caminar hasta Camelot.
Estoy hablando de otra época, donde no existían las redes sociales”.
Lo cierto es que Gerardo tenía una buena intuición en cuan-
to a comprender qué debía venderse en cada momento. A diferencia
de sus competidores, nunca se quedó con un solo nicho y se animó a
probar suerte en varios rubros donde normalmente lograba el éxito.
La capacidad de vislumbrar qué artículos debía comerciar era una
de sus grandes habilidades. Esta capacidad de explotar un segmento
de mercado lo lograba abarcando todo tipo de mercadería accesoria,
como ser bandas de sonido de series o películas, libros de arte, figu-
ras de acción, vehículos, etc.
Otro fanático dice: “Cuando nos juntábamos lo hacíamos
en cualquier sitio. Había quienes lo hacían en la Galería Bond
Street, otros en plaza San Martín, en Parque Rivadavia y también

6 Macross es una serie de animé de mecha y ciencia ficción, creada por Shōji Kawamori de
Studio Nue en 1982.
25
en locales de comida rápida. Tengo que confesar que aquellos que
se reunían en Camelot lo hacían para llegar a comprar algo en par-
ticular. A veces era mortificante esperar durante tanto tiempo a un
amigo que entraba a buscar algo y tardaba mucho tiempo en salir
debido a la enorme cantidad de gente que se agolpaba en ese local”.
La idea era ofrecer todo lo que estuviera relacionado con
ese fanatismo, que no necesariamente debía de ser original, pero que
satisfacía enormemente a sus compradores. El porcentaje de ventas
de historietas o mangas era llamativamente inferior al resto de la
mercadería relacionada a esas licencias. Este perfil de comerciante
estableció el patrón que luego imitaron aquellos que ambicionaron
ocuparse en el mismo ámbito. Finalmente fue lo que terminó por
imponerse, ya que cualquier fanático anhela caprichosamente con-
seguir material novedoso vinculado a su franquicia favorita; buen
ejemplo de esto es la mercadería relacionada con los filmes de Walt
Disney Pictures.
Un cliente menciona: “Residía en el conurbano y no solía visitar
tan seguido la capital. Era como una aventura que se hacía cada tan-
to, cuando tenía el dinero suficiente para comprar aquello que me
gustaba. Cuando lo hacía, me juntaba con otros chicos en la plaza
San Martín a intercambiarnos cosas, sobre todo series en VHS que
luego llegaron a venderse en DVD. El punto de parada siempre era
Camelot”.
Gerardo solía quedarse en la puerta granjeando futuros
clientes, donde invitaba a los curiosos peatones a ingresar al local.
Camelot Comic Store era un local muy estrecho y extenso, de unos
tres metros de ancho por otros nueve de largo, siempre abarrota-
do de cosas maravillosas, pero no apto para claustrofóbicos. Cada
cierta cantidad de tiempo se escuchaba tronar el subterráneo que
aún circula justo por debajo de la Avenida Corrientes. En horarios

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más concurridos, algunos clientes tenían la incómoda sensación de
estar obligados a realizar su compra rápidamente debido al intenso
ajetreo del local. Había que tener paciencia y esperar un largo tiem-
po para ser atendido, y otro tanto más para pagar por la mercancía.
El periodista Hernán Panessi rememora: “Llamaba la aten-
ción la forma finita y larga, abarrotada de cosas, donde siempre
había que esperar un poco. Mi recuerdo es perderme en ese lugar
alucinante, en los detalles, en las figuras. Es como que sentía que
había algo ahí que me imantaba y que me cautivó desde chico hasta
la última semana que estuvo abierto”.
Sobre la vereda se extendía una marquesina metálica donde
por las noches brillaba el logotipo con luces de neón y también se
alumbraba la vereda. En el interior, hacia los costados y hacia el
techo se hallaba exhibida una importante variedad de historietas y
todo tipo de artículos, como cartas coleccionables, posters y figuras
de acción. Tenían lugar propio los álbumes europeos y el manga,
además de libros de ilustración. La exhibición y disposición de la
mercadería estaba dispuesta de forma tal que daba la sensación de
que iría a caerse encima de alguien en cualquier momento. Era lla-
mativa una pequeña televisión de menos de veinte pulgadas de ta-
maño que emitía filmes animados la mayor parte del tiempo, cuan-
do no se escuchaban constantemente bandas de sonido a través de
unos escondidos altavoces. El lema publicitario de Camelot Comic
Store era “Si no lo tenemos, no existe”. Una afirmación elocuente
teniendo en cuenta que Gerardo cumplía con el pedido del cliente,
aunque éste tardara un tiempo en aparecer.
Alguien recuerda: “Cuando era adolescente no había mane-
ra de poder ver películas animadas en los cines por lo que me resul-
taba más sencillo pedírselas a mis amigos y realizar copias en VHS.

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Cuando conocí Camelot llegaba a conseguir mangas de Naruto7 o
Yū Yū Hakusho8, pero si estaban proyectando alguna película de
Dragon Ball me quedaba viéndola completa, parado en la puerta del
local y sin realizar ninguna compra”.
Al parecer, nunca demandaba el pago por adelantado de
ningún artículo especial que el cliente habitual llegara a solicitar.
Lo cierto es que Camelot Comic Store no contaba con bateas de
cómics, como sí tenían otros locales similares. Sin embargo, en al-
gún momento llegó a poseerlas en uno de los locales del Showroom
de la Galería Apolo; las publicaciones se trataban más que nada
de revistas informativas. El uso de bateas planteaba a Gerardo un
problema irresoluble, ya que no le era físicamente posible estar en
dos locales al mismo tiempo y no delegaba su trabajo en nadie más,
por lo que el experimento duró muy poco. En Camelot Comic Store
no existía el método de suscripción y el cliente debía visitar el lugar
para averiguar si había llegado un artículo o realizar un pedido con
tiempo de anticipación. Por estas razones, el local detentaba deser-
tores que preferían visitar a la competencia.
Un artista rememora: “Yo era fan del Club del Comic y
Camelot era más de cosas japonesas. En Club del Comic podías ir
con un poco de plata y revisar góndolas y estantes hasta encontrar
algo que te gustara y estuviera en tu presupuesto. Camelot era chico
y te atendían muy bien, pero tenías que pedir específicamente algo
y que te lo buscaran. Le faltaba esa instancia del descubrimiento, de
asombrarte al encontrar por casualidad algo que te gustara”.
Para abastecer un fanatismo en auge, y debido al ceñido
espacio del local, Camelot Comic Store debía guardar el excedente

7 Naruto es una serie de manga escrita e ilustrada por Masashi Kishimoto y publicado en 21
de septiembre de 1999 por editorial Shūeisha.
8 Yū Yū Hakusho es una serie de manga escrita e ilustrada por Yoshihiro Togashi publicado
en 1990 por editorial Shūeisha.
28
de mercadería en almacenes destinados exclusivamente a esa finali-
dad. Justo por encima de donde anteriormente estaba ubicado B.L.
Films, Gerardo poseía uno de los tantos depósitos; entre todo ese
desorden había una computadora sobre un escritorio y todo tipo de
cajas tiradas por el piso llenas de artículos que llegaban hasta el te-
cho. Era un departamento ubicado en un segundo piso, que quedaba
en uno de los edificios opuestos, justo frente a Camelot Comic Store
y donde el espacio no daba exactamente hacia el frente, sino que
sólo estaba abierto a un patio interior.
Aquello que hacía diferente a Camelot Comic Store suce-
dió cuando Gerardo fue alquilando varios locales en desuso en el
fondo de la Galería Apolo para crear un showroom o sala de expo-
sición que tenía como único propósito el de funcionar como galería
permanente para la exposición de mercadería y dioramas temáticos.
También usaba estos locales como depósitos alternativos, pero su
motivo primordial fue algo distinto; la galería era una atracción en
sí misma, ya que las personas podían deleitarse con las representa-
ciones de personajes a escala natural y los artículos que no estaban
exhibidos en el local principal, lejos del incómodo transcurrir de
los transeúntes y del tráfico automovilístico. En concreto, la galería
comercial se encuentra unos centímetros por debajo del nivel de
la vereda, ocupando un gran espacio por debajo de un importante
teatro porteño en los pisos superiores, además de locales destinados
a oficinas.
Un cliente evoca: “Creo que la mejor metáfora que se me
ocurre para opinar sobre Camelot es compararlo con la tienda de
curiosidades que se muestra en una escena de la película Gremlins,
ya que me daba la sensación de que se podía conseguir todo lo que
uno deseaba”.

29
Lo cierto es que Gerardo llegó a poder realizar viajes al
exterior en búsqueda de contactos que pudieran proveerlo de la más
diversificada mercadería y para lograr informarse sobre las noveda-
des del medio. Recordemos que en esa época aún no existía internet,
y las publicaciones impresas eran escasas. De esos viajes incorporó
ideas del extranjero que luego aplicó en su propio local. En apa-
riencia, habría visitado una comiquería en alguna ciudad europea
que ocupaba varios pisos de un edificio o galería. Gerardo quedó
cautivado por este notable descubrimiento y soñaba con recrearlo
en Buenos Aires, en un gran local donde cada espacio estuviera
dedicado a una temática diferente; un lugar para los fanáticos del
animé, otro para aquellos asiduos a la ciencia ficción, y un largo et-
cétera. Se trataría de una segmentación temática elaborada en base
a los diferentes gustos del fanatismo fantástico.
Gerardo anhelaba ansiosamente esta alucinación y no fue
hasta finales de los años noventa que pudo concretar su sueño do-
rado. El showroom de Camelot Comic Store que estaba situado en
la Galería Apolo tenía la mejor mercadería de todo el país y esta-
ba adelantado a su época. Sólo existían locales similares en Esta-
dos Unidos, Japón o algunos países de Europa. En Latinoamérica
actualmente se encuentra en Santiago de Chile un local de buena
fama llamado Juguetería Santiago, donde se pueden conseguir figu-
ras de colección, pero no precisamente historietas. También puede
hallarse una galería temática de varios niveles en la ciudad de Lima,
llamada Eurocentro, donde se consiguen todo tipo de historietas,
figuras de acción y videojuegos.
Camelot Comic Store llegó a contratar a verdaderos espe-
cialistas para la creación de los dioramas y decoraciones, y muchos
de ellos continúan hoy en día con una interesante labor artística. Los

30
dinteles del local fueron adornados con paneles alusivos a la leyen-
da artúrica de Camelot y realizados por los autores Ariel Olivetti,
Leonardo Manco, Enrique Alcatena y Francisco Solano López. Una
imagen representaba la nave USS Enterprise NCC-1701 de la serie
Star Trek, realizada por la artista visual Valeria Serruya. Inventivos
creadores como la artista plástica Vanesa Giordano, que llegó a con-
feccionar muchas de las figuras de tamaño natural; Arnold Schwar-
zenegger como un Terminator T-800, Gary Oldman como el Conde
Drácula, el elfo Dobby de Harry Potter, el antihéroe Spawn, el capi-
tán Corto Maltese y el extraordinario Chewbacca. También se rea-
lizaron decorados y logotipos corpóreos en varias oportunidades,
como los que realizó la escenógrafa Paula Picciani, o los dioramas
dedicados al género fantástico confeccionados por Alejandra Jor-
quera y Hernán Azcárate, como el de una guerrera luchando contra
un dragón espeluznante.
El más recordado era una representación dedicada
íntegramente al personaje de Batman, realizado por Martín Canale,
Pablo Viggiano y Lucas Álvarez, donde se lucía un Joker comple-
tamente bizarro controlando un gigantesco oso de peluche maligno
a punto de atacar a una horrorizada niña pequeña. En una entrevista
que se puede encontrar en la web, el artista implicado nos cuenta
cómo fue la realización de esa obra. Comenzaba con una postu-
ra a través de un esqueleto que hacía con estructuras en partes de
alambre y madera. Seguidamente lo revestía con material plástico
de secado rápido empleado para moldear e iba dando forma a la
musculatura.
Las expresiones de estos personajes estaban inspiradas di-
rectamente en artistas del cómic. Solía recubrir con poliuretano la
estructura metálica para poder darle volumen y aplicarle la resina

31
epoxi, ya que también le daba la posibilidad de ajustar la posición
final del personaje. Una vez logrado esto, se cubría de una fina capa
de material para lograr texturas y arrugas de la piel, o suavizar lo
que hubiera quedado demasiado marcado. Los utensilios que uti-
lizaba eran herramientas de modelado y otras similares utilizadas
por los dentistas. Terminada la figura, se cubría completamente en
pintura mate, para terminar por darle un acabado en distintos tonos
a los fabulosos detalles.
Algunos de estos locales parecían sólo tener una función
temática ya que no se veía mercadería a la vista. Sin embargo, Ge-
rardo dejaba previsto siempre un espacio que funcionara como de-
pósito. Uno de esos ejemplos era el diorama de Drácula, que tenía
un espacio oculto donde se podían guardar cosas. Más allá de las
ganancias obtenidas con la venta de artículos varios, lo que a Ge-
rardo le apasionaba era realmente invertir en el desarrollo del géne-
ro fantástico. Quería conseguir la mejor y más variada mercadería
para sus leales fanáticos en simultáneo con su aparición de origen y
proyectar para Argentina un local que estuviera al mismo nivel de
aquellos que hubiera en Europa o Estados Unidos.
Pero el dilema de atesorar mercadería en los locales exter-
nos obligaba a Gerardo a atravesar constantemente gran tramo de
la Galería Apolo para poder acceder a los artículos del depósito y la
mayoría de las veces, para satisfacer a un solo cliente. Siempre que-
dará la incógnita sobre por qué Gerardo no tomó la determinación
de montar un local más grande sobre la misma Avenida Corrientes
donde poder exponer todo el stock de mercadería oculto y desper-
digado en el depósito. Tal vez la idea de mudarse hacia otro espacio
menos modesto no era oportunamente una realidad admisible en

32
ese momento. Sin embargo, un rumor menciona que en ciertos mo-
mentos tuvo la oportunidad de inaugurar otros locales de Camelot
Comic Store en localidades bonaerenses, como sucede hoy día con
los grandes distribuidores.
Una anónima menciona: “en algún momento mi papá qui-
so asociarse con Gerardo para abrir una franquicia en la ciudad de
La Plata. Lo habían hablado como una posibilidad. Sin embargo,
él no estaba muy convencido. Al final la cosa quedó ahí y fuimos
perdiendo el rastro”.
La reputación de Camelot Comics Store se extendía mucho
más allá de la región metropolitana de Buenos Aires. Cuenta de esto
daban la gran cantidad de turistas que circulaban por la Avenida
Corrientes, o bien que contemplaban las diversas publicidades en
los medios, incrementando su popularidad más allá de las fronteras
provinciales o regionales.
Un anónimo cuenta: “Yo soy de Mendoza y para mi, llegar
a Camelot era una locura total. Estuve durante un mes de luna de
miel en Buenos Aires y Camelot era un lugar de visita obligatorio
porque en esa época yo coleccionaba los comics de Editorial Perfil
y también era muy fanático del cine clase B. Me iba todos los días a
comprar algo y también para pedirle a Gerardo que me consiguiera
el libro sobre cine bizarro de Diego Curubeto, que en ese entonces
estaba completamente descatalogado. El último día antes de volver
a Mendoza, Gerardo me dice ¡Tomá, llévate el mío! Todavía tengo
esa primera edición en mi posesión”.
Según un recorte periodístico de la época, hacia fines de
los años noventa la lista de comiquerías situadas en las inmedia-
ciones del obelisco porteño eran las siguientes: Meridiana Comic,

33
que se especializaba en historietas y revistas de cine y series nor-
teamericanas. Ofrecía, además, mercadería, muñecos y accesorios
referidos a los superhéroes y villanos de todo tipo. En su local se
podía encontrar también obras de manga japonés y del cómic de au-
tor argentino y europeo. A su vez, también estaba Rayo Negro. En el
local abundaban revistas de superhéroes americanos. También ha-
bía historietas de ciencia ficción, libros y manga. Era fundamental-
mente una tienda de libros y revistas. A diferencia de la mayor parte
de sus colegas, no ofrecía casi nada de mercadería ni objetos. Rayo
Rojo era la versión bizarra de Rayo Negro. Tenían un completísimo
stock de libros, revistas e historietas sobre temas relacionados a ase-
sinos seriales, satanismo, drogas y monstruos. También había gran
cantidad de material de cómic europeo, argentino y norteamericano
de excelente calidad. Rayo Verde, por su parte, no atendía con ho-
rario fijo y había que llamar para solicitar una entrevista. Pertenecía
a los mismos dueños de Rayo Negro y Rayo Rojo y se dedicaba a
satisfacer necesidades de los coleccionistas. Se conseguía material
histórico, números atrasados y especiales. Entelequia era la más an-
tigua de las tiendas de cómics en Buenos Aires. Tenía material de
muy buena calidad en cuanto a cómics de autor de todo el mundo.
También ofrecía manga y libros fantásticos, de ciencia ficción, de
ilustraciones y de animación. No vendía casi nada de objetos. En
el Club del Cómic se podían conseguir historietas para todos los
gustos, para chicos, adultos, comerciales y de autor.
Antonio Alberto “Toni” Torres, uno de los fundadores y
dueño de Club del Comic, afirma: “Nunca lo pensé como compe-
tencia. Gerardo era un groso. Y apostó al manga a full cuando noso-
tros apostábamos a lo americano y a lo argentino”.

34
CAPÍTULO 3

ARTE Y BUENOS MODALES, ABREN PUERTAS


PRINCIPALES

Gerardo era una persona fuera de lo normal, una verdadera leyen-


da viviente. En realidad, nadie llegó a conocerlo personalmente,
aun habiéndolo tratado muchas veces y siempre en situaciones
comerciales. Para muchas personas tenía un aura especial, era un
personaje verdaderamente imponente y también un verdadero co-
merciante, que recordaba siempre nombres y gustos personales de
la gran mayoría de sus clientes habituales. Nunca faltaba a ningún
pedido; bastaba con hacerlo una sola vez y de palabra para que tar-
de o temprano el artículo estuviera disponible para su retiro por el
local. Siempre anotaba todos los datos en una libreta a mano con
un bolígrafo y no llegó nunca a tener un ordenador en el local. Era
muy buen anfitrión, de un trato afable y cordial. Cuando atendía
personalmente lo hacía de la mejor manera.
Un cliente recuerda: “Mi papá me llevaba muchas veces a
Camelot cuando era chico. Gerardo siempre nos reconocía, y mi pa-
dre lo apodaba flaquito. En mis cumpleaños me regalaba paquetes
de cartas coleccionables. Nunca voy a olvidar una de sus frases de
cabecera; ¡Acordate pibe, lo compraste en Camelot!”.
Se lo consideraba un verdadero personaje oracular, ya que
poseía conocimientos sobre absolutamente todo lo referido al gé-
nero fantástico, en especial cuando se trataba de llegar al cliente.
Esa capacidad de evocación era extraordinaria, ya que Gerardo vi-
vía enteramente dedicado a su trabajo. Era común verlo atender el

35
teléfono al mismo tiempo que impartía órdenes a sus empleados o
respondía preguntas de sus clientes.
Gerardo tuvo la posibilidad de visitar importantes conven-
ciones de historietas para alimentar su ya consagrada fama; en una
de las vitrinas exhibía altivamente varias fotos tomadas junto a ce-
lebridades americanas como Lou Ferrigno, conocido fundamental-
mente por la serie de televisión El Increíble Hulk. Gerardo se com-
portaba siempre de forma muy atenta, pero también quería atender
a diez personas a la vez. Cuando el cliente finalmente se retiraba
del local con la compra realizada, Gerardo lo esperaba en el umbral
de la puerta donde muy amablemente le preguntaba si había encon-
trado aquello que estaba buscando y le decía que esperaba volver a
verlo pronto.
Gerardo llegó a convertirse en una especie de celebridad en
el medio; alcanzó a tener un breve cameo en el documental de 2007
titulado Carne sobre Carne, que trata sobre la vida de Isabel Sarli
y fue dirigido por el crítico de cine argentino Diego Curubeto, tam-
bién autor de Cine Bizarro: Más de 100 años de películas de terror,
sexo y violencia, un verdadero manual de culto que está relacionado
directamente con Camelot Comic Store.
A continuación, se relata la participación de Gerardo en
aquel proyecto audiovisual. En un escenario agreste sobre el que se
cierne una luminosidad matutina, un hombre delgado y esbelto atra-
viesa unos altos espigos ambarinos seguido de otros tres personajes.
Sobre una desgastada superficie reflectante se proyecta su sombra
y, con suaves movimientos de sus manos, se despoja durante unos
instantes del sombrero para acariciar su abundante cabellera. Segui-
damente, una escena nos permite comprobar, a través de un primer
plano, que se trata del inconfundible Gerardo, luciendo una camisa

36
avellana con pañuelo al cuello y amplio sombrero blanco, que se
ciñe al entrecejo cual Clint Eastwood en algún recordado western.
La siguiente escena nos presenta a varios personajes aguar-
dando su turno para recibir un rollito de celuloide que, de acuerdo
con su dimensión, era el tiempo en pantalla que correspondía a cada
uno, según explica Isabel Sarli en ese mismo documental. Enton-
ces, en un momento, aparece el personaje interpretado por Gerardo
desde la izquierda y, cruzando sus brazos, demanda: “¡Eh, señor!
¿Es en serio? ¡Yo también quiero mi rollito!”, iniciando un force-
jeo con el primero de los participantes en fila. Un último personaje
entra en escena calmando los ánimos y entonces aquel se ubica en
el último lugar de la hilera, ajustando nuevamente el sombrero en
su frente.
En la actualidad, la marca de figuras de acción artesana-
les “Milonga Customs”, que combina ídolos populares argentinos
y personajes bizarros con estrellas de las redes sociales, el mundo
del comic y la televisión, llegó a confeccionar una pequeña figura
conmemorativa de Gerardo, que lo perpetua con su aspecto clási-
co de aquellos años y que se puede adquirir por un módico valor
monetario.
Un consumidor cuenta: “Le tengo mucho cariño a Gerardo
y todavía tengo figuras de acción compradas en Camelot que jamás
llegué a ver en ningún otro lugar, como un escenario de los perso-
najes de Sandman”.
Gerardo también llegó a participar del programa radial ti-
tulado Que se vayan todos, emitido por la emisora Rock & Pop
de lunes a viernes y conducido por Alejandro “Hoby” Defino, en
promedio de una sola vez por semana y en horarios de madrugada,
durante un tiempo indeterminado, al que siempre gustaba de invitar

37
a algún comentarista, normalmente colaboradores o periodistas es-
pecializados en el género fantástico a quienes contrataba para que
escribieran artículos en la página web de Camelot Comic Store. En
aquellas conversaciones de trasnoche sazonadas de soberbia publi-
cidad comercial, Gerardo solía desarrollar diversas observaciones
acerca de los próximos estrenos cinematográficos o elaborar consu-
madas reseñas sobre las obras cumbre del noveno arte y sus respec-
tivos autores. Completada esta misión evangelizadora, se retiraba
para descansar algunas horas antes de abrir nuevamente las puertas
del local.
En un recorte periodístico fechado hacia 2009, Hoby Defi-
no menciona: “Siempre estoy pendiente de la radio, de ir a la dis-
quería, me gusta mirar qué pasa en la calle, anoto una frase, olfateo
todo lo que pasa. Obviamente, si hay un tema que me viene para
hablar o en cuanto a lo musical, esa noche sonará en la radio”.
Gerardo vivía en Camelot Comic Store y era su pasión estar
al frente de su negocio, pero también se cree que realmente no te-
nía vida personal más allá de su trabajo. Gerardo vivía literalmente
adentro de Camelot Comic Store, y solía quedarse tiempo después
del cierre organizando la mercadería, barriendo el piso o elaborando
un sumario de las ventas, muchas veces hasta altas horas de la ma-
drugada. No asombraba en absoluto que se acostara en el fondo del
local a dormir. Tampoco se lo solía ver tomándose un descanso para
almorzar o descansar, a no ser de unos breves minutos en alguno
de los bares aledaños, donde siempre solicitaba el típico sándwich
de pan árabe con un café cortado. En realidad, apenas si llegaba a
comer algo durante el día.
José Antonio López Cancelo, uno de los fundadores de
Club del Comic, afirma: “Desde mi humilde punto de vista, Gerardo

38
llegó a tener la mejor comiquería de Buenos Aires. Su mayor virtud
fue vivir para el local, pero también fue su peor defecto”.
Se decían muchas cosas acerca de su persona, unas más
extrañas que otras, y sobre todo jamás comprobadas. Nunca se co-
nocerán las razones por la cuales Gerardo debía trabajar en Camelot
Comic Store durante tantas horas diarias. Es muy probable que su
carácter y vivencias personales no le hayan permitido confiar ab-
solutamente en nadie más que él mismo y no se permitiera delegar
parte del trabajo. En los inicios de Camelot Comic Store en los
noventa, Gerardo presentaba un aspecto personal mucho más cui-
dado, con flequillo corto y rostro afeitado. Pero al pasar los años,
se fue convirtiendo en una especie de ermitaño de melena y barba
abundante.
A pesar de su trato amable, Gerardo podía llegar a ser ex-
tremadamente temerario cuando percibía que podía transgredir ai-
radamente una situación que le resultara engorrosa; se contaba que
acumulaba deudas en una entidad bancaria y se negaba a cancelar-
las, lo que originaba que le reprendieran mediante intimaciones por
morosidad. Otra historia cuenta que Gerardo tenía una muy mala
relación personal con el canillita que atendía el quisco de periódicos
situado casi justo frente a la puerta de Camelot Comic Store. Re-
sulta que, de alguna manera, se disputaban la clientela, ya que ese
quiosco también solía vender gran cantidad de manga e historietas
de superhéroes norteamericanos. Esta enemistad llegó a un extre-
mo violento cuando, en una ocasión, el canillita logró entrar al local
para pelearse a golpes con Gerardo. Lamentablemente tuvieron que
intervenir los empleados para poder separarlos.
Existe otra anécdota de notorio conocimiento. En vísperas
del estreno del filme Star Wars: Episodio I - La Amenaza Fantasma,

39
de 1999 y dirigida por George Lucas, todo comerciante debía abs-
tenerse de la exposición y venta de la mercadería oficial de la fran-
quicia, debido a un contrato particular reglamentado por la com-
pañía de juguetes en conjunto con la productora cinematográfica.
Gerardo, fiel a su ímpetu mercantil, omitió estas disposiciones y
dispuso la exhibición y despacho de todas las figuras de acción y
sus respectivos vehículos, algunos días antes del debut en los cines
porteños, infringiendo dicho convenio. De alguna manera, las en-
tidades responsables dieron cuenta de esta acción y acordaron en
consecuencia tomar acciones disciplinarias, remitiendo sanciones
hacia Camelot Comic Store por incumplir con el acuerdo pactado.
A pesar de ser admirado por sus clientes, Gerardo podía lle-
gar a ser objeto de burla por parte de algunos de ellos, posiblemente
en tono de broma, en historietas de aficionado que llegaban a cir-
cular de modo privado en pequeños grupos de fanáticos del manga.
También se hacían circular audios editados de sus programas radia-
les, seguramente obtenidos a partir de grabaciones caseras, donde
se cambiaban el orden de sus palabras para lograr un efecto cómico.
A Gerardo le molestaba mucho esta clase de bromas que no hacían
más que desacreditar la buena reputación que tenía Camelot Comic
Store en los medios.

40
CAPÍTULO 4

COMO ES EL PAGO, ASÍ ES EL TRABAJO

Cuando Camelot Comic Store cerró sus puertas definitivamente,


algunos de sus remotos trabajadores comenzaron a contar nocivas
experiencias laborales dentro del local, lo que terminó por cincelar
una visión nefasta de la personalidad de Gerardo como empleador.
Algunas nunca pudiendo ser justificadas del todo.
Con los años, Gerardo fue percibiendo un tinte cada vez
más oscuro hasta llegar a ser considerado como una persona abomi-
nable. Sin lugar a dudas, Gerardo era una especie de figura sobre-
natural para el cliente habitual, que se consideraba afortunado si era
atendido personalmente. El sueño de muchos jóvenes era trabajar
en Camelot Comic Store, pero cuando lograban alcanzar su objeti-
vo, se percataban de que la fantasía era contraria a la realidad labo-
ral; no era muy diferente de trabajar en cualquier mercado, expen-
diendo artículos a los clientes durante varias horas diarias. Muchos
de ellos incluso nunca habían poseído un trabajo previo, por lo que
la frustración producida era aún mayor.
Cuentan que desde el primer momento que una persona in-
gresaba a trabajar en Camelot Comic Store, e independientemente
de su buena aptitud, era automáticamente percibida como una even-
tual sospechosa por hurto de mercadería. Gerardo mantenía muy
ocupados a sus empleados, retrasando las visitas al sanitario y otor-
gando tiempo muy escaso para el almuerzo. Las jornadas eran muy
largas y el salario era más bien modesto. El empleado debía estar de
pie durante varias horas al día sin posibilidad de tomar asiento en un

41
asfixiante espacio estrecho que solía rebosar de personas exaltadas.
La calidad de personas que trabajaban para Gerardo estaba dividida
en dos bandos bien determinados; aquellos que lo complacían y
elaboraban cualquier ardid para llamar su atención, y por otro lado,
aquellos que lo odiaban y no veían forma de librarse de su presencia
tóxica.
En horarios más apacibles, el empleado ocioso debía de
ocupar su tiempo armando y desarmando exhibidores sin necesidad
alguna, así también como acomodando mercadería ya archivada;
el reglamento tácito implicaba no estar holgazaneando en ningu-
na circunstancia a efecto de percibir una inevitable amonestación.
Como si fuera poco, Gerardo pedía a sus empleados que tomaran
lista diaria de todo aquello que se liquidaba y luego dedicaba tiem-
po a estudiar minuciosamente estos informes para comprobar si la
venta de artículos había sido beneficiosa o mayor a lo pensado.
Gerardo se aseguraba de que el empleado que era enviado
al depósito a buscar algo no se escabullera hacia otro sitio. Esta-
ba muy preocupado de que su personal le robara su mercadería,
algo que muy segura y lamentablemente sucedió en verdad. No
eran nada extraordinarios sus fulminantes arrebatos y no tenía re-
mordimientos en expulsar a un empleado sin previo aviso frente a
los atónitos clientes. Dicen que enviaba a sus trabajadores a visitar
clandestinamente los locales de la competencia para enterarse del
material que allí vendían, cuáles eran los valores que manipulaban
y si había ahí clientes de Camelot Comic Store.
El dependiente debía de tener conocimientos enciclopédi-
cos acerca de la gran mayoría de los artículos que se vendían en el
local, y asesorar al cliente resolviendo todas sus dudas e inquie-
tudes. Cuando el artículo no estaba disponible, debía asegurar su

42
próximo arribo en los días inmediatos, aunque esto no fuera cierto.
Si el cliente no realizaba ninguna compra, Gerardo reprendía con
ferocidad desesperante, argumentando reiterativamente que debía
instaurarse una generosa lealtad hacia Camelot Comic Store y evi-
tar por todos los medios posibles que esa persona visitara a la com-
petencia. Aquellos clientes que entraban al local solamente para
contemplar anodinamente la mercadería y se retiraban sin llegar
a realizar alguna compra significaban un verdadero y angustiante
problema para aquellos vendedores novatos.
Uno de los inconvenientes de Camelot Comic Store era la
disparidad de las estancias que se desempeñaban como depósitos, lo
que obligaba a tener disimulados empleados encargados del registro
y archivo del material que se despachaba continuamente, algunos
encerrados durante varias horas dentro de locales de la Galería Apo-
lo que no contaban con ventilación ni luz natural. En la mayoría de
los depósitos no tenían más opción que conservar muchos artículos
directamente en el piso debido a que no había más espacio dispo-
nible en los laterales; quien entrara al lugar debía pasar por encima
de las cajas amontonadas, muchas veces aplastando y arruinando la
mercadería.
Cuentan que completaba la paga del salario con mercade-
ría en vez de dinero. A muchos de ellos, en su mayoría jóvenes
que apenas había superado la mayoría de edad, les resultaba muy
espinoso tratar con un empleador que se consideraba inflexible e
infatigable.
La colección de barajas “Másters Of The Lazer Univer-
se” publicados por IVREA incluía un naipe dedicado a Gerardo
que irónicamente rezaba: “El reducto más famoso del porteñísi-
mo comiquero está regido por el incansable Gerardo. Trabajador

43
compulsivo, inagotable, eufórico y efervescente, vencerá a todos
en Energía. Y todo cosplayero terminará trabajando para él, aún sin
saberlo, por lo cual también será derrotado”.
Cierto es que se sucedía una rotación constante de emplea-
dos y nunca perduraban más de algunos meses o semanas. Sólo
unos pocos llegaron a consolidarse como colaboradores durante
algunos años, resultado de un inefable estoicismo almibarado. A
pesar de todo, se podía obtener cierta experiencia trabajando en Ca-
melot Comic Store.
Un exempleado cuenta: “Tuve que atender a muchos clien-
tes con diversas solicitudes. Sin embargo, pude aprender sobre todo
tipo de gustos, como los cómics europeos o americanos. Trabajar en
Camelot era tener los oídos abiertos a escuchar un montón de cosas
increíbles y maravillosas. Sobre todo, tener al alcance de la mano
literatura que nunca leíamos en lo cotidiano”.

44
CAPÍTULO 5

QUIEN TIENE CUIDADO, ANDA MODERADO

A mediados de los años noventa era evidente el auge que despertaba


el fanatismo por el mundo de la fantasía en sus diversas formas,
y hubo quienes no tardaron en vislumbrar la reproducción de un
modelo de intercambio que marchaba muy bien en el extranjero:
las jornadas especializadas en el género fantástico. La primera re-
unión de fans de los cómics más o menos multitudinaria de la que
se tiene registro formal sucedió en Detroit en 1964 y allí concurrie-
ron unas 70 personas fanáticas de las historietas, pero ya en 1965
algunos miembros de la “Academia de Fans y Coleccionistas de
Cómics” colaboraron en la organización de la llamada “Feria Triple
de Fans de Detroit”, en donde establecieron el formato multiplata-
forma que más o menos se mantiene hasta hoy en día. Este evento
abarcó los cómics, la ciencia ficción y el cine. Actualmente, esta
práctica es moneda corriente, incorporando naturalmente los video-
juegos, los cosplay, las figuras coleccionables, y otras innumerables
vertientes del entretenimiento. Su director fue Sheldon Dorf, quien
luego fundaría la “San Diego Comic-Con”, que actualmente es la
convención de cómics más reconocida del planeta.
De este modo es que nace “Fantabaires”, una convención
de historietas realizada en Buenos Aires. El primer encuentro se
realizó en 1996 en las instalaciones de la Sociedad Italiana y lle-
garon a visitarla unas 12.000 personas, el segundo fue en el Centro
Cultural Borges, donde concurrieron más de 25.000 aficionados y
las restantes se hicieron en el predio ferial de La Rural en el barrio

45
de Palermo con mayor número de asistentes. A diferencia de los sa-
lones en Europa o Estados Unidos, que normalmente son organiza-
dos por las principales editoriales, esta convención fue organizada
por los integrantes de Club del Comic, el Grupo Editorial Vid y las
revistas Comiqueando y La cosa, entre otras. Dependiendo de cada
edición, solían durar algunos días y llegaron a tener invitados de
gran reconocimiento, como los actores Adam West , William Shat-
ner y Frank Gorshin; los guionistas de cómics Alan Grant, Mark
Waid, Devin Grayson, Peter David, y el artista Cels Piñol.
Para bucear en los antecedentes porteños de este tipo de
encuentros, hay que trasladarse hasta una época en la que era fun-
damental el Instituto Di Tella, un centro de investigación cultural
sin fines de lucro que tenía varias salas de exposición y un auditorio
propio, en el que se realizaron muestras de historietas y humor grá-
fico. Desde entonces, sólo se sucedieron exhibiciones o encuentros
aislados, sin solución de continuidad, como algunas bienales lleva-
das a cabo en la provincia de Córdoba. En este contexto, Fantabai-
res llegó justo en el momento que tenía que hacerlo, en un espacio
vacante que lentamente comenzaron a cubrir las comiquerías, los
cineclubs amantes de lo bizarro y los ciclos de cine clase B.
En estas convenciones se realizaban todo tipo de eventos y
se podían encontrar muchas ofertas de parte de los expositores. Los
fanáticos tenían oportunidad de conseguir las últimas novedades:
películas inéditas, dibujos hechos en el acto y firmados por algu-
nos de los más conocidos historietistas, pósteres y figuras de acción
de los personajes más admirados. También había salas de talleres
y conferencias sobre dibujo humorístico, historieta, cine bizarro
o juegos de rol. Camelot Comic Store participó en la exposición

46
Fantabaires de 1998 y fue la única vez que estuvo presente en aque-
llas agobiantes jornadas. En esta clase de convenciones solía ha-
ber una alta rotación de personas todo el tiempo por los pasillos de
las instalaciones. Lo que correspondía era levantar puestos lo más
abiertos posible para que la muchedumbre pudiera transitar, darles
más espacio y así llegar a una mayor cantidad de público con inten-
ción de potenciar las ventas.
Como sucedía en cualquier exposición, había una cierta
cantidad de personas que sustraían mercadería de los puestos de
venta. Los expositores estaban enterados de estos hurtos, pero de
alguna manera los dejaban pasar en función de lograr un mayor
nivel de ganancias. Gerardo no compartía ese razonamiento y no es-
taba convencido del modo en que funcionaban las cosas; siempre le
preocupaba que le robaran, tanto la gente que trabajara con él, como
su público, y quería llegar a controlarlo todo para que no hubiera
forma de que nadie le quitara absolutamente nada.
Gerardo estudió la forma de poder organizar un puesto de
ventas que a todos llamó la atención por su insólita configuración
funcional, y que tenía que ver con su estilo de trabajo; haciendo ab-
solutamente todo lo contrario a lo establecido. Proyectó un puesto
rectangular muy cerrado por todos lados con paredes exhibidoras y
ventanas desde las cuales los empleados atenían a muy pocas per-
sonas a la vez. El problema consistía en que, al estar totalmente ce-
rrado, la gente que estaba por delante no dejaba acercarse a la gente
que pasaba por detrás, impidiéndoles el paso para poder observar o
comprar algo. Cualquier persona que pasaba por el puesto e intenta-
ba acercarse, terminaba por agotarse y decidía no volver a visitarlo.
Es muy probable que no llegara a ganar lo que podría haber vendido

47
en otras condiciones, por más de que el puesto fuera de grandes
dimensiones. Perdió una gran cantidad de ganancias, posiblemente
el triple de lo que podría haber vendido en su local.
Respecto a las convenciones dedicadas al manga y animé,
en un inicio se organizaban dos o tres eventos otakus en Buenos
Aires, donde la gran mayoría de los concurrentes eran varones ado-
lescentes. Pero Camelot Comic Store, con la distribución de revis-
tas especializadas de animé, contribuyó en buena medida a que el
público femenino tuviera su lugar dentro de esa comunidad.
En un extracto periodístico recuperado de la web y fechado
hacia 2006, Gerardo afirmaba: “Pese a los precios sobrevaluados
por la relación peso y dólar, los argentinos mantuvieron la curiosi-
dad por las historias a cuadros, ya no por El Eternauta, ni siquiera
por Batman o Los Simpson. Hoy son las historias del manga. El 90
por ciento de nuestros compradores se engancha a través del animé
y compran manga de aventuras, sobre todo adolescentes mujeres.
Gracias a ese público nosotros crecimos como negocio. El 75 por
ciento de los jóvenes que leen manga son chicas que vienen a bus-
car en esas historias sexualmente ambiguas, lo que la sociedad les
niega ver. Hay mucho de curiosidad, pero sobre todo lo que seduce
es la libertad”.
Camelot Comic Store también llegó a participar con pues-
tos propios en las convenciones “Megacomics” a mediados de la
década de 2000. También lo hizo en las reuniones de “Animate”
para aficionados al manga y animé. Luego sólo ejerció como pa-
trocinador de estos eventos participando en la venta de entradas
hasta el día en que cerró. Sin embargo, los promocionaba mediante
afiches en la puerta del local, permitiendo a los organizadores te-
ner mucho más alcance y vender más entradas debido a la enorme

48
cantidad de personas que lo visitaba. Para informarnos sobre la
mercadería y el perfil de clientes que Camelot Comic Store detenta-
ba, se puede recurrir fragmentos de grabaciones que se encuentran
en la web. A continuación, se transcribe textualmente una entrevista
realizada a Gerardo por la conductora Mariela Carril a fines de los
años noventa en “El Club del Animé”, un programa de televisión
por cable emitido por Magic Kids:
Mariela: “…durante todos los años que hicimos de programa y
ahora estás en la parte nueva, en la nueva casa como decimos el
otro día”.
Gerardo: “Muy contento”.
Mariela: “Bueno, tenemos un montón de cosas para preguntarte
¿sí? Unas cosas que los chicos también quieren saber, por ahí, que
tienen que ver con la historieta, con los dibujitos animados, y tam-
bién con vos. A vos ¿Cómo empezó a gustarte todo este tema de la
historieta y de la animación?”.
Gerardo: “Mirá, o sea, nosotros empezamos en el año 91 con Ca-
melot, y digamos las tendencias han ido variando. A mí siempre
me gustó la animación japonesa, lo clásico… Mazinger, Astroboy…
Eran las series que veía en mi época cuando era chico. Me gustaba
el género fantástico, en general. Los gustos y las tendencias co-
mercialmente han ido cambiando. Cuando comenzamos nosotros,
los chicos se inclinaban hacia superhéroes tradicionales como Bat-
man, Superman, el Hombre Araña…”.
Mariela: “…Claro, todos venían de Estados Unidos también”.
Gerardo: “Exactamente. Y después ya en el año 93, 94 irrumpe,
con mucha fuerza, la animación japonesa, y bueno, ha llegado a
niveles que nosotros en nuestros comienzos jamás hubiéramos ima-
ginado que la animación japonesa llegara a este nivel”.

49
Mariela: “¿Cuáles series a vos te parecen que fueron así las que
abrieron esto en el año 93 o 94?”.
Gerardo: “acá, puntualmente acá en el país, tuvo mucha fuerza los
Caballeros del Zodíaco, como que… y se han convertido en clási-
cos. Hoy en día vienen al negocio chicos buscando material que ya
prácticamente es inexistente. Nosotros, que medianamente nos ma-
nejamos y traemos mucho material de Japón de origen, de Estados
Unidos inclusive, y no podemos conseguir material de los Caballe-
ros del Zodíaco, y los chicos siguen buscando y pidiendo eso y se
remiten también a los clásicos. Dejando de lado las nuevas series
japonesas se remite mucho a Macross, a Robotech, a Mazzinger…
que diste un informe muy muy completo…”.
Mariela: “Si, ahora tenemos la segunda parte dentro de un rato.
Ahora vos hablabas de… que conseguías cosas en Japón y todo
eso. ¿Cómo te manejas a la hora de… bueno, traer las cosas para
el negocio?”.
Gerardo: “Bueno, en épocas de bonanza, cuando pasamos por bue-
nos momentos, viajábamos a convenciones; hemos estado en Ja-
pón, hemos estado en Estados Unidos. Convenciones de juguetes, o
sea, de merchandising en general donde venden licencias y venden
productos. Hemos hecho contactos, nos mantienen al tanto, y el ob-
jetivo nuestro es alcanzarles a todos los otakus, a todos los amantes
del manga y el animé, la mercadería en forma simultánea, o sea,
los elementos en forma simultánea con la aparición en origen, sea
en Japón o en Estados Unidos. Es así que pudimos conseguir esta
preciosura que es una Valquiria VF 17 de Macross, y es una pieza
que acaba de salir en el mercado japonés…”.
Mariela: “Para los coleccionistas es…”.

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Gerardo: “Esto es… para los coleccionistas, para los chicos, y para
los de mi edad realmente, tener esto es maravilloso”.
Mariela: “¿Y qué compran los chicos? ¿El merchandising, historie-
ta? ¿Qué es lo que más…”.
Gerardo: “Mirá, consumen mucho manga, ahora que digamos hay
editoriales locales que están publicando muchos títulos a precios
accesibles, se vuelcan… o sea, hoy de repente tienen posibilidades
que años atrás tenían otros valores. Entonces vuelcan mucho al
manga, y obviamente lo que es el merchandising original, o sea
muñecas… acá tenemos la muñeca de Rey Ayanami (mostrando a
cámara). Esto es realmente una preciosura…”.
Mariela: “También, esta serie es impresionante.”
Gerardo: “Evangelion, Evangelion…”.
Mariela: “… y eso que no, bueno, no salió en la televisión por bas-
tante tiempo”.
Gerardo: “si, no se vio en bastante tiempo por canales masivos,
pero digamos… tuvo muy buena repercusión esta serie. Después le
gustan mucho las bandas sonoras. Las bandas sonoras es tremen-
do…”.
Mariela: “bueno, acá lo que más piden son las aperturas, los cie-
rres…”.
Gerardo: “… los openings y los endings están realmente… de todas
las series, inclusive de series que… inclusive nunca las vieron, pero
escucharon la música… se coparon con la música”.
Mariela: “ahora, los chicos por ahí… nosotros siempre… los chi-
cos que viven en el interior que nos mandan a nosotros muchos
mails, y por ahí no tienen la posibilidad, provincias chiquitas, de
que les llegue mucho material…”.
Gerardo: “Nosotros… bueno, puntualmente tenemos una página

51
donde tienen un catálogo virtual con todos los productos que noso-
tros comercializamos, y bueno ahí… dando las especificaciones del
producto, los precios, y hacemos envíos contra reembolso a todo el
país”.
Mariela: “¿Y te pueden llamar por teléfono?”.
Gerardo: “Me pueden llamar telefónicamente y nosotros los aten-
demos…”.
Mariela:“Este teléfono ahora, lo estamos poniendo (señala hacia
abajo) y es el teléfono de Camelot”.
Gerardo: “Si, si, lo voy a atender yo, habitualmente estoy yo en el
negocio, me gusta estar en contacto con la gente”.
Mariela: “¿Y pueden sacarte información? o sea, porque viste
tienen muchas dudas también”.
Gerardo: “Obviamente… digamos, yo no soy una enciclopedia del
manga y el animé, tengo un conocimiento general del género fan-
tástico, pero tenemos compañeros, compañeros míos de trabajo,
que si… obviamente… en cada rubro hay un experto”.
Mariela: “Y del merchandising, los libros de arte, las historietas,
los videos… eso vos notas más que los chicos por ahí se copan con
lo que sea imagen…”.
Gerardo: “Mirá, el animé realmente… les encanta el animé. El in-
conveniente está dado en que no todos están traducidos a nuestro
idioma, o sea, hay mucho material que está… ha salido, ha sido
publicado en Estados Unidos, que viene en japonés con subtítulos
en inglés, o hablado en inglés, y eso imposibilita llegar a todos los
chicos”.
Mariela: “Pero ahora igual hay material que viene subtitulado en
español. Lentamente es como que está pasando eso”.
Gerardo: “Lentamente… bueno, el material editado en España…

52
ellos históricamente doblan todo, inclusive vos vas al cine... se ha
estrenado Spriggan en cines, se ha estrenado Akira en cines, dobla-
do, porque ellos doblan todo. Pero ahora, por la presión ejercida
por los otakus, están sacando pequeñas tiradas… o sea, sacan una
pequeña tirada doblada al castellano como ellos están acostum-
brados, y una pequeña tirada en versión original con subtítulos en
castellano, para los fanáticos puros, los otakus puros”.
Mariela: “¿Y acá vos notas que los chicos buscan esto de hablar
en… que esté hablado en japonés?”.
Gerardo: “Mucho. Inclusive hay auge de ir a aprender japonés.
Hay cursos de aprendizaje de japonés que están… pero tremendo,
lleno de gente… y bueno el dibujo manga… hay toda una movida
muy, muy importante”.
Mariela: “¿Y les ves así… que los chicos tienen… los chicos y chicas
que les gusta dibujar al estilo japonés, que acá en la Argentina en
algún momento se puede… pueden tener una oportunidad?”
Gerardo: “Yo creo que así. O sea, hay que tener en cuenta que,
digamos, el mercado editorial actual está muy deprimido y demás,
pero, hay interés, y en algún momento cuando… hay ganas, que es
lo importante. ¿No es cierto?”.
Mariela: “Bueno. Entonces estamos acá con Gerardo, charlando
muchísimo acerca de las historietas y los dibujitos animados ja-
poneses siendo que hace rato que nos vienen fanatizando a todos
nosotros. Así que ahora sí, nos vamos a… (fin de la grabación)”.

A continuación, se transcribe textualmente el fragmento de otra en-


trevista posterior que aconteció en el mismo contexto en el canal
Magic Kids.

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Mariela: “… acuérdense que él es el dueño de Camelot que es una
de las comiquerías… la comiquería más completa que hay en la
Argentina. Yo te digo que mandan mails de Colombia deseando que
abras una sucursal allá, y que lleves todo este material, por ejem-
plo, que nos trajiste. En este caso son libros de ilustración”.
Gerardo: “Son art books, art books japoneses, sí”.
Mariela: “¿Son los últimos que te llegaron al local?”.
Gerardo: “Estos son los últimos libros de arte que recibimos en
Camelot. Estos libros están impresos en papel satinado, tienen una
alta resolución, colores muy, muy vivos… y bueno, éste es el art
book de Spriggan (mostrando a cámara) … esta es una película
dirigida por Katsuhiro Ōtomo, el director de Akira exactamente.
Esta película es excelente, ya la tenemos a la venta y es muy reco-
mendable.”
Mariela: “¿La tenés en VHS?”.
Gerardo: “En VHS, hablada en castellano, o sinó en formato DVD,
en japonés, con subtítulos en castellano, o en japonés con subtítu-
los en japonés también”.
Mariela: “¿Y éste? Este parece que habrá llamado la atención
cuando vimos el principio”.
Gerardo: “En estas vacaciones de invierno y para el día del niño
fundamentalmente fue la perla, éste es el libro de arte de Cardcap-
tor Sakura japonés, es lo último que recibimos… es excelente…
hay bocetos, diseños de personajes, o sea, independientemente de
lo que es el libro ilustrado puntualmente, esto es muy bueno para
aquellos que quieren aprender a dibujar manga, para tomar como
referencia y… bueno, empezar a desarrollarlo”.
Mariela: “Me encanta la tapa, los colores que tiene…”.
Gerardo: “… ¡Colores vivos!”.

54
Mariela: “Y acá tenemos uno (muestra a cámara) … mirá, el otro
día justo hicimos un informe sobre…”.
Gerardo: “¡Mazinger! Claro, este es de Go Nagai… Go Nagai es el
padre de los robots, o sea, ha creado a Great Mazinger, a Grendi-
zer, a Getter Robot…exactamente… personajes más oscuros como
Devilman… Cutie Honey… y acá tienen desarrollo de todos los per-
sonajes, y al margen, una guía completa de todo el merchandising
existente de los personajes de Go Nagai en el mercado japonés”.
Mariela: “O sea que estos son los últimos, más o menos, libros de
ilustración de las series que ya están llegando allá a Camelot”.
Gerardo: “Todas las semanas estamos recibiendo novedades per-
manentemente. Nuestro objetivo es tener siempre las últimas nove-
dades en simultáneo con el país de origen, así que bueno, hacemos
un esfuerzo total para que los otakus argentinos tengan las mismas
posibilidades que cualquier chico del mundo”.

55
CAPÍTULO 6

BIEN COMPRAR Y BIEN VENDER, ESO ES SABER

En el año 1991, en Argentina se sancionó la Ley de Convertibi-


lidad como intento de aplacar una elevada inflación característica
de la época. El proyecto resultaría satisfactorio en su objetivo de
refrenar los aumentos de precios. La ley acabó instaurando la ul-
terior convertibilidad del peso en dólar estadounidense, conocida
popularmente como el “uno a uno”, que sostuvo su validez hasta la
derogación aprobada por el Congreso de la Nación en 2002. Aquel
peso rendidor de los noventa, hoy es una insignificante moneda que
ya no vale ni para un caramelo, pero en aquella época se podía
conseguir desde una bebida de refresco a un litro de combustible;
la compra mensual de supermercado para una familia promedio po-
día hacerse con 100 pesos. Hacia 1997, en Camelot Comic Store,
por ese mismo valor se podía llegar a conseguir en VHS la trilogía
original de filmes de Star Wars. La gran mayoría de las historietas
rondaban valores cercanos a los cinco pesos y las películas animé
costaban en su mayoría alrededor de cuarenta pesos.
Esto motivó a que, en la década de los noventa, resultara
más económico importar mercadería y poder viajar desde Argen-
tina a cualquier parte del mundo. Los turistas solían traer muchas
compras realizadas en el exterior. Los trámites administrativos eran
más accesibles cuando todavía nada estaba digitalizado y los con-
troles eran menos rigurosos, así también como la facilidad de pac-
tar con alguien responsable. Era común ver revistas españolas en

57
los puestos de periódicos, que seguramente el vendedor adquiría
por lotes a un valor reducido, casi al costo, sólo por considerarse
como basura o papel para reciclar, por llevar muchos meses desde
su publicación. De ese modo, casi no se pagaban derechos, sólo se
pagaba el transporte y algunos gastos más.
Una de esas controvertidas transacciones sucedió con la
aparición de los famosos gashapones, unas figuras de acción dimi-
nutas sin articulaciones que venían desarmadas en una bolsa. Resul-
taban muy interesantes porque abarcaban personajes de múltiples
franquicias como “Dragon Ball Z”, “Gundam” e “InuYasha” por
nombrar algunos. Camelot Comic Store conseguía importar lotes
completos que pesaban más de veinte kilos y que revendía a un
cierto valor promedio, donde prácticamente cada figura solventa-
ba buena parte del costo total, obteniendo cómodos beneficios con
la venta de esta clase de artículos. Hubo un momento en donde,
gracias a las facilidades de la importación, aquel que sabía cómo
funcionaban las cosas y tenía los contactos indicados, podía llegar a
generar muchas ganancias a su favor.
En Japón, aún hoy existen locales en los que se puede rea-
lizar compras de segunda mano; se trata de artículos de saldo que,
debido a su buen estado de conservación, pueden llegar a pasar por
artículos nuevos para el común de los coleccionistas. Sin embargo,
este hecho no afirma que todo el material que se hallaba en expo-
sición hubiese tenido un dueño anterior. El hecho de que muchos
de los productos importados tuvieran un elevado valor monetario
no hacía disminuir la enorme cantidad de clientes que visitaban
Camelot Comic Store. También es cierto que muchos de esos pro-
ductos originales de Japón no se hubieran podido conseguir de otra

58
manera. En aquellos años, todavía no habían surgido los sitios web
de compraventa, o bien no estaban tan desarrollados ni había gran-
des comerciantes.
Sin embargo, existían algunas trabas en las importaciones
que debían tenerse en cuenta. Las complicaciones se originaban a
raíz de varias causas nunca demasiado claras, donde las cosas fun-
cionaban de manera distinta para un importador grande que para
uno chico. Un importador grande era alguien que comerciaba en
grandes cantidades y podía darse el lujo de solicitar a una recono-
cida marca de juguetes un lote completo de artículos con bastante
anterioridad. Es decir, que podía gestionar un contenedor repleto de
figuras de acción con hasta seis meses de anticipación a su arribo al
puerto de Buenos Aires por vía marítima. Muy probablemente, al
realizar el encargo, las figuras aún no habían sido ensambladas en
la fábrica de origen.
Un importador chico, alguien que comerciaba en peque-
ñas cantidades, como sucedía con cualquier comiquería, solo podía
permitirse comprar apenas algunas cajas de mercadería y en ese
aspecto en particular es donde se encontraban los problemas. El
primer problema es que en Argentina siempre hubo falta de dólares
y las importaciones originaban fugas de esa divisa al exterior. El
segundo problema es que, en algún momento, el número de indi-
viduos que introducían mercadería en el país comenzó a aumentar
vertiginosamente.
Cuando existían pocos importadores chicos nadie molesta-
ba a nadie, pero cuando comenzó a incrementar la cantidad de im-
portadores, la situación cambió drásticamente. Por lo tanto, podría
decirse que, si alguien se beneficiaba, otro se perjudicaba. Aparte,
había otros inconvenientes con las importaciones; todos conseguían

59
figuras de acción como podían. En ocasiones, directamente a través
de terceros, que realizaban viajes al exterior y traían la mercadería
en valijas.
De una u otra forma la legislación, con respecto a las impor-
taciones, siempre fue muy compleja; si un comprador quería impor-
tar un lote de diez figuras de acción de un personaje determinado, la
aduana se quedaba con una de ellas para realizar análisis químicos
de sus componentes. Es decir que, de un lote de diez, una pieza ya
se consideraba perdida, por lo que se debía prorratear su valor con
las otras nueve restantes. Estas pruebas a las que era sometida una
figura eran de todo tipo, pero es probable que su función básica fue-
ra la de amedrentar la importación, de alguna manera. En cambio,
si se querían importar revistas americanas, se realizaban estudios de
tinta para evaluar si no contenían elementos contaminantes.
Pero todo esto no era el problema principal, sino que era
parte de un problema más grande; resulta que estos análisis llega-
ban a tardar hasta ocho meses desde su arribo al puerto de Buenos
Aires, y durante todo ese tiempo, el resto de las figuras quedaban en
un depósito al cual no se podía acceder. En Aduana hay que pagar
ciertos cánones y uno de ellos es la tasa por depósito aduanero,
que garantiza el almacenamiento por un término de apenas cinco
días. Terminado este tiempo, se empieza a cobrar un impuesto por
cada día que la mercadería se mantiene guardada, hasta completar
la finalización de estos exámenes. Por lo tanto, una figura que origi-
nalmente no vale más de diez dólares en Estados Unidos, aquí había
que sumarle todo estos impuestos aduaneros y gastos varios, que
terminaban elevando muchísimo su valor final. A veces, el cliente
renegaba del valor de un artículo sin saber que tal vez el comercian-
te en realidad estaba perdiendo dinero.

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Camelot Comic Store llegó a poseer una propia editorial
llamada Camelot Mikoshi. Un mikoshi u omikoshi es un templo
portátil del sintoísmo. Los seguidores del sintoísmo creen que sirve
como vehículo de un ente divino en Japón a la hora de una proce-
sión de deidades. A menudo, el mikoshi se asemeja a un edificio en
miniatura, con pilares, paredes, cubiertas, miradores y pasamanos.
A través de esta editorial, llegaron a editar sólo cinco números de
una obra llamada Pet Shop of Horrors, traducido al español como
La tienda de mascotas del horror, un manga de horror creado por
Matsuri Akino y publicado originalmente en 1995. La historia se
centra en el excéntrico Conde D, propietario de una misteriosa tien-
da de animales sobrenaturales.
El inconveniente del manga es que no todo venía en idioma
español, por lo tanto, era muy difícil que llegara a todo el público.
El material editado en España se encontraba siempre ya traduci-
do. Por lo tanto, Camelot Comic Store contrató a ciertas personas
para que realizaran una traducción fiel del idioma original. La in-
terpretación sobrevino insuficiente; aparentemente al traductor no
le parecía correcto que se tradujera al español latino, u otra clase
de vocabulario, y por lo tanto consideraba que estaba mal hecho el
trabajo. Lo que sucedía en realidad, es que para esa época lo que se
podía conseguir era manga en idioma inglés. El problema radicaba
en que la gente que se dedicaba a las traducciones lo hacía desde
esa base, que ya contenía errores de traducción. Por ese motivo y
para el gusto personal del traductor, la labor no había sido bien rea-
lizada y consideraba que deberían haber obrado desde el original,
en idioma japonés.
Con respecto a la venta de series y películas animé, la si-
tuación cambiaba radicalmente. Hoy día es relativamente más

61
fácil acceder a una producción animada, pero antiguamente era muy
difícil adquirir ese tipo de material. Camelot Comic Store siempre
conseguía ediciones que salían prácticamente en simultáneo con
el resto del mundo. Confiaba en sus proveedores particulares, afi-
cionados que se dedicaban a traducir y subtitular series al idioma
español sin autorización de los propietarios de los derechos. Uno
de ellos fue un grupo llamado “Cyber Animé”, que posteriormente
pasó a llamarse “Daikon no Fansub”, y otras personas se agrupaban
bajo el nombre de “Kaze FanSub”. Se cree que su principal provee-
dor era un grupo llamado “Baka Shinji”. También existía otro grupo
llamada “ROFCA Animé”, que llegó a hacer proyecciones en cines
de Buenos Aires en la década del 2000.

62
CAPÍTULO 7

UNA DESGRACIA, A CUALQUIERA LE PASA

A finales del año 2010 las noticias acerca del cierre del local to-
maron completamente por sorpresa a sus desprevenidos parroquia-
nos. Nunca se brindaron explicaciones oficiales y desde entonces
se han contado muchas historias especulativas al respecto, pero
es probable que nunca se sepa una verdad absoluta. A saber; que
Gerardo había contraído muchas deudas con sus proveedores, que
deseaba cambiar de rubro, que lo había afectado alguna desgracia
económica, que padecía de cuestiones anímicas, que tenía muchos
problemas legales, que sostenía problemas adictivos, que retenía
dificultades con la aduana, etc.
Lo cierto es que se sabe que en sus últimas épocas, Gerardo
ya estaba tan cansado de Camelot Comic Store que se retiraba del
local para realizar tareas administrativas u otras actividades con tal
de ausentarse un tiempo. Hay que recordar que prácticamente vivía
dentro del local. Pasaba muchas horas por día allí, sin tener descan-
so los fines de semana ni tampoco los días feriados. Esto ocasionaba
un problema muy grave, ya que era la única persona con la facultad
de cobrar al cliente, y en sus largas ausencias se acumulaban en el
interior del local una gran cantidad de personas que aguardaban
pacientemente su arribo para realizar el pago.
Un anónimo menciona: “Nunca llegué a tener en claro si
cerró el local por cuestiones anímicas o si realmente tuvo serios
problemas legales que lo llevaron a tomar esa decisión. Sobre todo,
con el tema de las importaciones, ya que según tengo entendido,

63
en algún momento llegó a tener muchas deudas. Me contaron que
un día le cortaron el suministro eléctrico del local por este mismo
motivo”.
Se piensa que, en realidad, Camelot Comic Store nunca se
fundió, sino que simplemente Gerardo se cansó del ajetreo diario
que demandaba la constante atención al público y administración
del local. Considerando que tampoco confiaba en nadie más en
quien delegar responsabilidades, y que por lo tanto nunca podía
desvincularse del todo de su frenética actividad, lo más lógico es
que haya tomado la decisión de cerrar su local definitivamente. Lo
cierto es que Camelot Comic Store de fines de los 2000 no era el
mismo de los años noventa, cuando todo resultaba mucho más ren-
table. Distinto era sacrificar doce horas diarias de trabajo a sabien-
das de obtener grandes beneficios, que hacerlo por unas ganancias
más modestas.
Un distribuidor menciona: “En los años noventa llegué a
ser proveedor de Camelot ofreciendo figuras de acción, sobre todo
de personajes de películas de terror de la marca McFarlane Toys.
Gerardo solía pagar muy bien por aquellas figuras, pero a partir de
la crisis económica que sufrió el país a principio de la década de los
dos mil, se complicó mantener la misma relación comercial”.
Sin lugar a duda, la sensación no debe haber sido la misma
para un Gerardo ya agobiado por el paso del tiempo y algunos pro-
blemas acumulados. En sus inicios, Camelot Comic Store era prác-
ticamente el único lugar en el que se podía conseguir cierta calidad
de artículos, pero con el paso de los años, ya no era el único en su
especie, porque comenzó a aparecer una competencia avasallante.
La llegada de las convenciones, los foros de la Internet y más tar-
de los sitios de venta online terminaron por opacar el inmaculado

64
brillo de Camelot Comic Store, ya que habían comenzado a apa-
recer muchas más ofertas de nuevos locales que se especializaban
en despachar los mismos artículos, pero a un valor más económico
mediante una transacción mucho más rápida.
Los errores por los que Camelot Comics Store tuvo que
cerrar fueron varios, pero se puede mencionar un problema que
tuvo Gerardo con la oficina administrativa que se encargaba de la
cobranza de los impuestos por la importación de las mercaderías.
Resulta que Camelot Comic Store solía recibir visitas de delegados
que venían a inspeccionar y asegurarse de que la mercadería que se
vendía cumplía con todos los requisitos necesarios, incluidos el de
tener el correspondiente sello oficial del organismo de recaudación
de impuestos.
En caso de que un artículo no tuviera este sello, se consi-
deraba un delito que se solía corregir llegando a un arreglo con el
delegado oficial. Muchas veces era la misma mercadería la que se
entregaba como parte del acuerdo. Se cuenta que Gerardo cometió
el error de querer corregir este tipo de infracción maldiciendo y
golpeando a un delegado en un ataque de repentina cólera. Estas
acciones se consideran un delito muy grave que puede acarrear im-
plicaciones penales. Al final, este incidente ocasionó que la oficina
recaudadora le prohibiera abrir el local en más de una ocasión, algo
que resultaba un contragolpe muy duro para alguien tan dedicado
a su trabajo.
Otra de las causas del cierre de Camelot Comic Store pudo
deberse a cierta desorganización en la administración que acarrea-
ba grandes pérdidas de los ingresos monetarios; aparentemente, le
debía mucho dinero a cierta gente y también a una editorial que
había sido su proveedor habitual. La causa de la inmensa deuda era

65
que solicitaba lotes descomunales de mercadería que no llegaba a
vender; Gerardo quería tener la exclusividad de las publicaciones
manga del mercado y que nadie lo pudiera conseguir en otro sitio
más que en Camelot Comic Store. Las razones eran obvias, ya que
se había formado una verdadera comunidad de fanáticos del manga
y animé que se juntaban asiduamente en el local para adquirir las
últimas novedades.
Cuentan que compraba muchos ejemplares de cierto manga,
de los cuales sólo llegaba a vender cierta cantidad, y el resto lo
guardaba en depósito. Contrariamente a lo que otros comerciantes
puedan pensar, Gerardo confiaba en que tener stock permanente de
mercadería y ofrecer muchos productos le iba a permitir subsistir.
Pero sucedía que tampoco tenía más espacio físico donde exhibir
la mercadería para que el cliente pudiera encontrarla. A veces, este
material no se conservaba muy bien, y con el paso del tiempo lle-
gaba a deteriorarse.
Un cliente recuerda: “Llevaba mucho tiempo queriendo
conseguir un libro completamente agotado hacía años sobre un ar-
tista del manga. En algún momento ese manual apareció exhibido
en Camelot. Fue algo increíble, porque era como poder viajar al
pasado para obtenerlo. Pregunto a Gerardo cómo era factible que
lo tuviera en venta, considerando que era prácticamente imposible
de conseguir, una verdadera reliquia. Él me respondió que lo tenía
guardado en el depósito, sin prestar demasiada importancia al asun-
to. Cuando pude volver al local para adquirirlo había aumentado su
valor, pero aun así me lo llevé conmigo”.
Todos los méritos comerciales que llegó a lograr empeza-
ron a verse derrumbados por las trabas que Camelot Comic Store se
fue imponiendo para poder vender. Entonces sucedía que, en algún

66
momento aumentaba la demanda por determinada publicación, Ge-
rardo olvidaba que tenía stock en el depósito, y volvía a solicitar
más números a sus proveedores. De ese modo atesoraba más mer-
cadería que la que requería para cubrir los gastos, y la deuda con sus
proveedores aumentaba considerablemente.
Un cliente recuerda: “Aquella última semana que estuvo
abierto le compré todo lo que pude. Lo que estaba a disposición de
mi economía lo compraba, como queriendo llevarme un poco de
ese mundo”.
Existe una curiosa entrevista realizada a Gerardo, poco an-
tes del cierre de Camelot Comic Store y que se puede encontrar en
la web. La crónica de esta memorable filmación la puede narrar
Brown Evans, que se encargó de la producción de la entrevista:
Brown Evans: “Hacia el año 2004 era staff de un evento llamado
Animefest, que se hacía en el Teatro Empire. En ese momento ha-
cíamos proyecciones de animé popular, alguna joyita medio desco-
nocida, y alguna que otra película asiática que de otra forma era
casi imposible de ver en otro lugar. Queríamos dar la experiencia
de ver animé en un cine, el cual en ese momento era bastante li-
mitado. Mas que nada, películas de Dragon Ball Z y alguna de
Saint Seiya. Nosotros queríamos aportar nuestro granito de arena
y éramos un grupo de apenas cuatro o cinco personas que hacía-
mos distintas tareas. La mía, así como en otros eventos a futuro,
era la de manejar y administrar los stands, y solucionar cualquier
inconveniente que tuvieran durante el evento. Actualmente estoy
en el staff de Anicomix, un evento masivo familiar, con el sonido,
las proyecciones y alguna que otra cosa imprevista que surja en el
momento. Sacando de lado mi trabajo semanal, me dedico a impor-
tar artículos desde Japón. Gracias a Animefest y a su foro, pude

67
conocer a Christian Otero, Andrés Belén, y al resto de los pibes
de su grupo. Era gente con ganas de hacer algo, de ayudar. Allá
por 2009 o 2010, yo tenía ganas de hacer entrevistas. Entonces
les comento a los chicos la idea de hacer algo diferente; filmar a
gente diversa del fandom, gente que hubiera hecho un cambio, sin
importar cuál sea. Empezamos filmando a Agustín Gomez Sanz, re-
conocido en el ambiente por sus excelentes traducciones para con
el manga en Argentina, a quien conocí gracias a la organización
de eventos. Fue una grandiosa experiencia compartir tiempo y cá-
mara con una persona así. Luego filmamos una entrevista a Diego
de Pinsmakers, pizzas mediante y en plaza Dorrego, como se la
conoce popularmente. En la tercera entrega teníamos ganas de en-
trevistar a Gerardo de Camelot, a quien veía seguido en calidad de
cliente y con quien hablábamos cosas de los eventos. Si bien la gen-
te lo conocía por demás, tanto por su atención personal como por
su conocimiento del rubro, son pocas las veces donde se lo pudo
entrevistar, debido a su ajetreada agenda. Camelot tenía un gran
afluente de público en todo momento y a Gerardo se le complicaba
conceder una entrevista, por más pequeña que sea. Sin embargo,
quería darnos parte de su tiempo y hacer una nota copada. Nos
dijo ¡Pasen tal día y vemos! Así que volvimos el día que nos indi-
có, y le avisamos que estábamos afuera. Nos quedamos esperando
alrededor de media hora, y en un momento nos llamó adentro. Con
algún que otro inconveniente pequeño pero entrañable, ahora que
lo veo en perspectiva, filmamos algo rápido y agradable al mismo
tiempo, algo con lo que el fan se sintiera identificado. Ese día ha-
bía tanta gente en Camelot que apenas se podía entrar al local, ni
tampoco hacer espacio para una entrevista como Gerardo se me-
recía. A pesar de todo, hizo lo posible para tener unos minutos de

68
tranquilidad. Pudimos realizar esa entrevista casi por casualidad,
justo una semana antes de que Camelot cierre definitivamente. Las
únicas preguntas que llegaron a realizarle son las que aparecen en
el audiovisual, ya que no existe más material disponible. En un de-
terminado momento Gerardo afirma que tenía la decisión de cerrar
su local debido a que sentía que había llegado a cumplir un ciclo
personal. Sin saberlo, aquella entrevista realizada a principios del
año 2010 terminó siendo el último registro audiovisual que quedó
de Gerardo y de Camelot Comic Store”.
A continuación, se transcribe textualmente, sin omitir ni
cambiar ninguna palabra, la entrevista completa:
Christian: “Estamos acá con Gerardo, una eminencia del mundo de
lo que sea comics, animé, demás, acá en Buenos Aires sos un ícono.
Te quería preguntar ¿Cómo comenzó todo esto de Camelot?”.
Gerardo: “Camelot comenzó con una tienda. La idea nuestra era
armar una tienda como a nosotros nos gustaría visitar, una tienda
de género fantástico donde reúna lo mejor de la ciencia ficción, el
terror, la fantasía heroica, el animé, superhéroes. O sea, todo el gé-
nero scify, armar una gran librería con un surtido interesante, con
rarities, con rarezas de género fantástico. En principio comencé en
un comercio que estaba frente a Camelot a finales de los ochenta. Y
ya desembarcamos directamente acá en esta tienda, en este lugar,
en Corrientes 1388, año noventa y cuatro, y hasta el día de hoy es-
tuvimos ofreciendo lo mejor, lo mejor, lo que hemos podido, del gé-
nero fantástico, tratando, en algunos momentos, de poder propor-
cionar material en forma simultánea con la salida en origen. Que
los fanáticos argentinos tengan la posibilidad de obtener productos
en el mismo momento, del mismo modo que cualquier fanático del
mundo. Hubo etapas en donde lo hemos podido lograr y otras no

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tanto, pero hemos puesto lo mejor de nosotros para alcanzarles
material que hasta años atrás era imposible de conseguir y generar
una tienda en un punto de Buenos Aires céntrico, de fácil acceso, y
que la gente pueda venir y consumir ese tipo de material”.
Christian: “¿Cómo sentís el impacto de la gente acá en el negocio?
O sea, porque Camelot es algo que todo el mundo conoce ya por
eventos, por todo”.
Gerardo: “Bueno, hubo distintas etapas en Camelot. Nosotros
cuando comenzamos, la gente se sorprendía y mucho, porque era
una utopía lo que nosotros estábamos armando. Para muchos…
para nosotros no, porque nos creíamos que íbamos a poder sobrevi-
vir e íbamos a estar un largo tiempo. Pero era utópico para mucha
gente. Comenzamos con un fandom de cincuenta, sesenta personas
y hoy realmente esto se ha masificado gracias a los medios que le
fueron dando el espacio que se merece. Tené en cuenta que años
atrás el género fantástico era considerado un género menor. Vos
estabas con una historieta en la mano, una persona de treinta o
cuarenta años y te miraban raro como diciendo ¡Este pibe es un
retrasado mental! Hoy eso ya no ocurre. Los dibujantes de comics
son considerados artistas. Hoy tienen su espacio. Sin ir más lejos,
en este momento, en el Centro Cultural Recoleta, hay una muestra
de Liniers. Liniers es un dibujante que empezó también haciendo
sus garabatos publicados en fanzines, después recaló en Página
12 y después, con recomendaciones y demás, llegó a La Nación, y
hoy es uno de los dibujantes más populares. Ha realizado portadas
de discos de rock, que eso le dio una masividad… La Lengua Po-
pular de Calamaro, los discos de Kevin Johansen. Es decir, hoy el
cómic y el noveno arte está estrechamente ligado con otras artes,
con la música y con el cine también. Boogie el Aceitoso. No te estoy

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hablando de personajes íconos como Batman, Superman, que siem-
pre hubo filmes. Historietas como Sin City de un sello independien-
te como Dark Horse, ha tenido un éxito inusitado con la película
de La Ciudad del Pecado, rodada de una manera no convencional,
sino en blanco y negro, en un formato que no es digerible para todo
el mundo, y que sin embargo tuvo un éxito único. Películas como
Spirit. Nada. Hay millones de pelis relacionadas con el género fan-
tástico y muchos directores de cine que, digamos, notas tics en sus
películas sin ser de cómics, películas costumbristas… pero que hay
tics… como que el tipo realmente ha consumido historietas, y que
está ese pequeño granito de arena del noveno arte en su obra, y
eso es maravilloso. Para uno que empezó desde la nada y haber
visto dibujantes, chicos que nosotros les vendíamos historietas, y
que hoy, dibujantes argentinos publican en Dark Horse, publican
en DC, publican en Marvel. Nos sentimos orgullosos, porque somos
parte, humildemente, somos parte en la formación de estos artistas
que hoy publican en las grandes editoriales del mundo”.
Christian: “Por último, así no te robamos tanto tiempo porque
hay gente todavía acá. ¿Cómo querés que la gente recuerde a
Camelot?”.
Gerardo: “Cada uno lo debe recordar como quiera, ¿no es cier-
to? Yo me voy muy conforme, hemos entregado, yo entregué en lo
personal todo, fueron quince años acá en Camelot puntualmente
intensos, de lucha, de estar entre catorce y quince horas todos los
días sin descanso, feriados, sábados, domingos, siempre brindan-
do un servicio al cliente, una atención personalizada, tratando de
conseguir material, apoyando a los dibujantes que recién se inicia-
ban con pequeños aportes publicitarios, difundiendo el género. De
alguna manera nos retroalimentábamos con programas de radio;

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hemos tenido columnas en programas de radio en Rock & Pop,
en señales importantes, hemos colaborado en El Club Del Animé
que fue el primer programa dedicado al animé. ¡Magic! Que fue la
primera señal dedicada al animé. Entonces, la verdad yo me siento
más que satisfecho, súper contento por el apoyo que nos dieron los
medios para poder difundir, y este quizás es el mejor momento, es
el momento donde, por ejemplo, hay un diario de mayor tirada en
nuestro país que está también apoyando a la historieta, publicando
Spider-Man, en su momento Batman. Sacando líneas de DC. Hoy
hay un apoyo que, quince años atrás no existía, y eso es porque de
alguna manera uno aportó, sirvió como vidriera para que las gran-
des editoriales dijeran ¡realmente esto es interesante y debemos
apostar en esto! Nada. Para mí fue un desafío. Yo me voy muy satis-
fecho y ojalá en algún momento pueda volver y continuar con esto.
Hoy damos un paso al costado porque necesitamos oxigenarnos.
Esta usina que es la cabeza tiene que nuevamente llenarse de ideas
para volver con muchos bríos y seguir aportando al género scify”.
Christian: “Bueno Gerardo, no te saco más tiempo. Muchas gra-
cias, me diste una entrevista espectacular y…”.
Gerardo: “…Todo bien, todo bien. Aparte son cultores de la buena
música… Guns´N´Roses, que más se puede decir”.
Christian: “Muchas gracias y nos vemos pronto”.
Gerardo: “Por favor, cuando gusten, cuando gusten, y gracias a
ustedes por el reconocimiento”.

La página web de Camelot Comic Store continuó en funcionamien-


to durante casi más de un año luego del cierre del local, aparente-
mente para terminar de saldar el resto de las mercaderías que no
habían logrado vender. Aún se pueden encontrar reminiscencias de

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la página oficial de Camelot Comic Store en Wayback Machine,
una base de datos que contiene copias de una gran cantidad de pági-
nas o sitios de Internet. La dirección web era www.camelot-comics.
com.ar y se podían hallar novedades, un catálogo con casi 10.000
productos y algunos servicios.
Se podían consultar noticias sobre estrenos cinematográfi-
cos y próximos eventos musicales. También llegó a tener un blog
personal en camelotcomics.blogspot.com, actualmente inexistente.
Cuenta una leyenda que el mismo Gerardo realizaba los envíos a
domicilio con su automóvil particular, aunque nadie puede compro-
bar esta inconcebible fábula. Hay quienes cuentan que, en realidad,
Gerardo nunca se retiró y que continúa hasta el día de hoy vendien-
do mercadería por internet bajo un falso nombre, pero todo esto es
parte de la leyenda que se ciñe sobre su persona.
El periodista Pablo Manzotti afirma: “Si Gerardo hubiese
seguido con Camelot, yo le podría haber retribuido algunas cosas
que hizo a mi favor, como pagarme siempre las publicaciones pe-
riodísticas, algo que mantuvo hasta el último momento, aun tenien-
do problemas económicos”.

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CAPÍTULO 8

A REY MUERTO, REY PUESTO

Luego del cierre de Camelot Comic Store, la Galería Apolo ya no


siguió siendo la misma. Perdió gran parte del encanto de sus ante-
riores años, pero la mayoría de los locales fueron súbitamente ocu-
pados por otros comerciantes dedicados a la venta de historietas,
manga, figuras de acción y coleccionables varios. En un curioso
comentario que se encontraba en un abandonado blog personal, el
director de Glénat España y crítico de historietas, Joan Navarro,
mencionaba el cierre de Camelot Comic Store y también una visita
de Gerardo a su pabellón editorial; se lamentaba por no haberlo ha-
llado personalmente y conjeturaba una pronta visita a Buenos Aires
para citarse nuevamente en una opípara cena. Es presumible que
se conocieran personalmente y sostuvieran una relación comercial.
Al cabo de unos pocos años, Gerardo reapareció pública-
mente trabajando en la sucursal de una comiquería ubicada en el
barrio de Belgrano. Su aspecto era completamente irreconocible,
con el cabello aún más largo y la barba entrecana, aunque otros sos-
tienen que por esa época se había rasurado por completo. Las perso-
nas que tuvieron la oportunidad de visitarlo afirman que a Gerardo
se lo veía desganado y sin el ímpetu de antaño, y que llegó a traba-
jar en aquel lugar porque aparentemente adeudaba dinero. La clase
de relación que se producía entre Gerardo y esa distribuidora fue
verdaderamente anecdótica, ya que se piensa que lo usaron como
medio publicitario para generar atracción hacia un nuevo local. Ter-
minaría siendo su última aparición pública, y todos los intentos por

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encontrarlo a partir de entonces han sido en vano, alimentando aún
más su leyenda. Gerardo será siempre recordado por ser muy cor-
dial y apreciado incluso por aquellos que por diversas razones no
podían realizar compras en el local.
Un cliente evoca: “Tengo muchos lindos recuerdos de Ca-
melot, ya que era como un oasis del cómic y animé en el medio del
desierto. En esa época no podía comprarme muchas cosas así que
solo era una delicia visual para mí”.
Un fanático alude: “Camelot Comic Store influenció mu-
chísimo en mi vida, porque era uno de los lugares favoritos que
amaba visitar, aunque solo fuera a mirar las vidrieras y las cosas
que tenía. Era en aquel momento, y siempre será, un lugar mágico
para mí”.
Otro cliente menciona: “Lo recuerdo como uno de los luga-
res más mágicos de la ciudad, donde con solo con ir a observar me
ponía muy feliz. Me encantaría volver el tiempo atrás para volver a
visitarlo, aunque sea una vez más. Cada vez que paso por ese lugar
me vienen a la memoria los lindos recuerdos que me dejó”.
El podcast semanal web con apoyo de Meridiana Comics
llamado “Ouroboros Radio” y conducido por Mariano Cholakian,
dedicado a la difusión de noticias relativas a las historietas y que in-
corpora un segmento de entrevistas a invitados especiales, dio con
el paradero de Gerardo, pero éste se negó a conceder una entrevista
manteniendo su vida personal completamente reservada. Sin em-
bargo, accedió a contestar una consulta a través de un tercero; su
poética respuesta fue la siguiente:
“En principio, gracias por comunicarte. Es mi deber que
sepas de lo importante que fue esa etapa de mi vida. Ojalá puedas
experimentar una situación similar a lo largo de tu vida. En este

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nuevo tramo por el que transito, requiere de un cambio coperni-
cano. Necesito volver a empezar una nueva aventura que no re-
presente la espuma de un océano. Si alguna persona te contacta,
demuestra respeto. Les debemos mucho a todos ellos. Gran recuer-
do del fandom fantástico, pero prefiero mantenerme al margen. Un
fuerte abrazo”.
El cliente que compraba en Camelot Comic Store era bien
atendido y se le suministraba toda la información posible acerca
de una futura compra. Por ejemplo, cuando un cliente llegaba al
local buscando un libro de arte sobre una determinada franquicia,
era puesto al tanto sobre todos los detalles pertinentes a esa publi-
cación, como datos sobre su autor, la cantidad total de páginas y el
tipo de ilustraciones que contenía. Cierto es que no todos compra-
ban en Camelot Comic Store, pero sí todos conocían el lugar de
una u otra forma. Para muchos otakus, Camelot Comic Store fue
realmente la única comiquería que en su momento llegó a promover
el manga y el animé en Argentina y muchas personas nunca habrían
tenido contacto con ese tipo de material. Camelot Comic Store fue
algo más que un local, también era un punto de encuentro donde
encontrarse con amigos para participar de algún evento cultural.
Una fanática menciona: “Los recuerdos que tengo del lugar
son los mejores de mi vida, ya que ahí conocí a muchos de mis
amigos. Nos encontrábamos siempre en alguna plaza y luego cami-
nábamos hasta el local para quedarnos sentados en la galería Apolo
hasta que nos echaban. Entrábamos a comprar de a dos o tres per-
sonas juntas o directamente llamábamos a Gerardo desde la vereda
para preguntarle cosas”.
Muchos de aquellos clientes hoy día se especializan en di-
versos rubros relacionados con el género fantástico: son escritores,

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guionistas, dibujantes, músicos y hasta vendedores de historietas.
Era un lugar muy magnético que indefectiblemente derramaba una
sensación especial, incluso una forma de relacionarse con la cultura
de consumo y el entretenimiento, y que influenció el fanatismo de
aquel momento, como así también al resto de las comiquerías, y
cómo el público se relacionaba con la cultura pop.
La posibilidad de relacionarse con aquello que se veía muy
esporádicamente por otros medios se materializaba en ese lugar,
llegando a nutrir a varias generaciones con importantísimo mate-
rial. Camelot Comic Store será recordada como una de las mejores
comiquerías de Buenos Aires. Tiene ese lugar ganado en el incons-
ciente colectivo, incluso para aquel que nunca lo llegó a conocer
realmente por una cuestión de edad o lejanía. Camelot Comic Store
no se trataba sólo de un lugar tangible, sino también de un sitio con
un significado especial, como un lugar fuera de este mundo donde
todos los sueños se hacían realidad.

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FUENTES

Entrevista a Gerardo De “Camelot Store” Parte 1/2:https://youtu.be/2Xa4aYYVY7w


Entrevista a Gerardo de Camelot Parte 2: https://youtu.be/IwreJKGa55w
El Club del Animé - Entrevista a Gerardo Busto (“Camelot”) (Magic Kids - 2000):
https://youtu.be/w0A0wfJX5JI
El Club del Animé - Gerardo Busto (“Camelot”) presentando ArtBooks (Magic Kids -
2000): https://youtu.be/1TmEZer2DO8
CAMELOT Un lugar de ensueño para unos y una pesadilla para otros (mejor comique-
ria de la argentina): https://youtu.be/7ddthJU87ho
Camelot sigue vivo en la figura de Gerardo. Mitos y verdades de una leyenda: https://
youtu.be/t-BGKdOURXI
Ouroboros Live: In Search of Gerardo - Charlamos con Andrés Accorsi sobre “Anéc-
todas de comiquerías”: https://youtu.be/kCfggxQW95o
S02E31- Buscando a Gerardo (Season Finale): https://lnns.co/zmrNwlqTWeI
FUENTES PERIODÍSTICAS:
https://avcomics.wordpress.com/2010/01/21/la-caida-del-rey-arturo/#more-3739
https://web.archive.org/web/20060222220319/http://www.camelotcomics.com.ar/ca-
talogo/novedades.asp
https://es.wikipedia.org/wiki/Librer%C3%ADa_especializada_en_historieta
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/un-escape-de-gas-habria-causado-la-explo-
sion-de-shooting-baires-nid89580/
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-10/98-10-31/pag29.htm
https://www.pagina12.com.ar/1999/99-11/99-11-01/pag19.htm
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/no/12-7622-2015-03-12.html
http://argentina-animé.com/Tema-Cierra-Camelot
https://www.elpaisdigital.com.ar/contenido/camelot-la-fortaleza-de-gerardo/32969
http://japan-next.blogspot.com/2010/01/camelot-cierra-sus-puertas.html
http://dementeconinternet.blogspot.com/2010/02/camelot-comics-cierra.html
https://foros.3dgames.com.ar/threads/595974-cierra-camelot/page3
https://www.taringa.net/+manga_animé/camelot-comics-cierra-sus-puertas_132109
https://masterblaster.superforo.net/t164-comiqueria-camelot
https://www.agencianova.com/nota.asp?n=2020_9_28&id=91134&id_tiponota=111
https://www.cronista.com/impresa-general/Los-superheroes-recuperan-sus-fuer-
zas-20040122-0016.html
https://www.postubo.com/foro/t/historieta-y-animacion/comics-y-animacion/vuelve-camelot/
https://archivo.lacapital.com.ar/2006/01/29/seniales/noticia_264826.shtml
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