Está en la página 1de 1

NADIE LEE NADA

Un amigo mío me habla pestes de un escritor reco­nocido. Me dice que le parece tan malo,
que no ha leído una sola línea suya. Le pregunto cómo puede sustentar su juicio si no lo ha
leído, y me contesta: «Por puro olfato». Le digo que a mí me parece un escritor pasable. Lo
digo por puro olfato, porque tampoco lo he leído. Seguimos discutiendo, él es­grimiendo sus
razones olfativas y yo las mías. No es difícil imaginar a un escritor cuyos libros nadie ha leído y
sobre el cual todos opinan por olfato. Su primer libro, por ejemplo, se publica gracias a su
amistad con el editor, el cual, bien sea por olfato o por falta de tiempo, sólo hojea el manuscrito
y lue­go lo entrega al corrector de estilo de la editorial, que no lo lee, sino que lo corrige, que es
distinto. El libro, una vez publicado, da lugar a entrevistas hechas por periodistas que han leído
sólo la con­traportada, cosa bastante común, y es reseñado bre­vemente por reseñistas que
también sólo han leído la contraportada. Se vende poco, pero no menos que otros. Los pocos
compradores leen la contraportada y luego olvidan el libro en una repisa del librero, co­mo
ocurre a menudo. El autor publica un segundo, tercer y cuarto libro, que suscitan entrevistas,
re­señas, ventas bajas y cero lectores. Al cabo de una década tiene una trayectoria sólida, pero
nadie lo ha leído. Es más, ni él mismo se ha leído, porque, como suele referir en las
entrevistas, escribe en es­tado de trance, de modo que apenas revisa lo que escribe. En
resumen, el único que ha pasado reseña concienzuda a sus líneas es el corrector de estilo de
la editorial, que no lo ha leído propiamente~ sino corregido, por lo cual no representa una
fuente con­fiable para saber de qué tratan los libros de nuestro autor. Entre más libros suyos se
publican~ más difí­cil se vuelve que alguien lo lea, porque ha alcanzado esa modesta notoriedad
que en lugar de azuzar la cu­riosidad del público, la mata de raíz. En suma, es un autor, de tan
invisible, perfecto. Un clásico. Ya su muerte sus libros acaban en las escuelas, donde, como es
sabido, nadie lee nada.

FABIO MORABITO, El idioma materno

También podría gustarte