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Se llama Tercera Ley de Newton o Principio de Acción y Reacción al tercero de los preceptos teóricos postulados por el

científico británico Isaac Newton (1642-1727) en su obra Philosohiae naturalis principia mathematica (“Principios
matemáticos de la filosofía natural”) de 1687, influenciado por los estudios previos de Galileo Galilei y René Descartes.

Esta obra, junto con las tres leyes de Newton, se considera un texto fundamental de la física moderna. La Tercera Ley de
Newton expresa, en palabras del científico en latín:

“Actioni contrariam semper & æqualem esse reactionem: sive corporum duorum actiones in se mutuo semper esse
æquales & in partes contrarias dirigi”

Que se traduce como:

“A toda acción le corresponde una reacción igual pero en sentido contrario: lo que quiere decir que las acciones mutuas
de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto”.

Esta ley explica que las fuerzas en el mundo se dan siempre en forma de pares: una acción y una reacción, esta última de
la misma magnitud pero dirección contraria. Esto significa que cuando un cuerpo ejerce sobre otro una fuerza, el último
responde con una fuerza de igual magnitud aunque dirección opuesta.

Su fórmula matemática es:

F1-2 = F2-1

En ambos casos se elevan por los aires tras imprimir sobre él una cierta cantidad de fuerza, empujándolo con los pies
para saltar. Así, ejercen sobre el trampolín una fuerza F con las piernas, que genera una fuerza -F de la misma magnitud
pero dirección opuesta, elevándolo por el aire.

Lo mismo ocurre en el caso de una pelota que arrojemos contra una pared con una fuerza F: recibirá una fuerza –F en
sentido contrario e igual magnitud, que la enviará de rebote hacia nosotros.

Fuerza y masa: ¿quién es quién?

Las tres Leyes de Newton tienen su fundamento en una suposición que hizo este científico y que, evidentemente,
resultó ser cierta. Él creía que todo movimiento que ocurría en el cosmos se debía a una relación entre la masa de un
objeto y la fuerza que se aplicaba sobre ella, que era la causa del movimiento.

Él creyó (acertadamente) que cualquier movimiento era resultado de relacionar cuánto pesaba un objeto con la fuerza
necesaria para mover ese cuerpo. Y es que Newton entendía el movimiento como un paso de un cuerpo de un lugar a
otro. Y para que un cuerpo con masa se moviera, era necesaria una fuerza que impactara contra él.

Cuanto más grande fuera la masa, más fuerza se necesitaría. Y, por lógica, cuanto menor fuera la masa, más fácil sería
que una pequeña fuerza alterara su movimiento. Por lo tanto, la masa es el punto de partida. Y esta determina cuál es la
fuerza (la causa del movimiento) necesaria para mover el cuerpo.

Las tres Leyes de Newton nacen de esta relación entre masa y fuerza. Gracias a esta suposición, Newton fue capaz de, en
la obra “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica” publicada en 1687, plasmar las leyes de la dinámica que
cambiaron por completo nuestra forma de ver el mundo. Por primera vez, éramos capaces de medir, predecir y estudiar
matemáticamente el movimiento de cualquier objeto, desde una estrella hasta un bolígrafo.

Esta ley estipula: “A toda acción le corresponde una reacción igual pero en sentido contrario, es decir, las acciones
mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto”. Esto significa que por cada fuerza que se
ejerce sobre un objeto, este ejerce una fuerza igual pero en sentido contrario sobre el primero.

Así, si dos objetos 1 y 2 interactúan, la fuerza ejercida por 1 sobre 2 será igual en magnitud a la ejercida por 2 sobre 1,
pero de signo opuesto: F12 = F21. A la primera se le llamará “acción” y a la segunda “reacción”.

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