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RECIBIDO: JULIO 2015 CUADERNOS DEL CENDES

ACEPTADO: OCTUBRE 2015 AÑO 32. N° 90


TERCERA ÉPOCA
SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2015
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Neoliberalismo y diversidad de corporativismos
ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO* pp. 35-62

Resumen Abstract
En este texto se recapitula acerca de la importancia This paper is a recapitulation about the importance
que ha tenido el corporativismo en el mundo of corporatism in the capitalist world.
capitalista. Ante el advenimiento del neoliberalismo With the advent of Neoliberalism many thought
muchos pensaron que era el fin del corporativismo that it was the end of corporatism (how monopolist
(monopolista de la fuerza de trabajo que se oponía of labor force against free market or that bargaining
al libre mercado o bien que negociaba condiciones labor conditions against the market). That was not
de trabajo al margen del mercado). No fue así, the case, but anyway this corporatism changed.
aunque este corporativismo se ha transformado. Introduction of polemic of diversity of capitalism
Al introducir la discusión de diversidad de is parallel to diversity of corporatism in the same
capitalismos se encuentra un paralelo con diversidad country. To illustrate the above, we show the
de corporativismos al interior de un mismo país. transformation of corporatism in Mexico in a context
Para ilustrar lo anterior se estudia la transformación of mature neoliberalism.
del corporativismo en México en un contexto
de neoliberalismo maduro.

Palabras clave Key words


Corporativismo / Diversidad de capitalismos / Corporatism / Diversity of Capitalisms / Diversity
Diversidad de corporativismos of Corporatisms

* Profesor-investigador del Doctorado en Estudios Laborales de la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana) de México.
Correo-e:egt57@hotmail.com http://docencia.izt.uam.mx/egt

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Introducción
El objetivo de este artículo es, primero, mostrar la importancia que ha tenido el corporativismo
sindical tanto en el mundo capitalista desarrollado como en el subdesarrollado, entre la
gran crisis del 29 y la de los años 70 del siglo XX, como un mecanismo de gobernabilidad
del sistema capitalista, buscando que el conflicto interclasista no adquiriera proporciones
catastróficas, a través de un gran pacto de intercambio entre paz social y crecimiento econó-
mico, con beneficios materiales para la capa mejor organizada del proletariado. El segundo
objetivo, es mostrar cómo, a pesar de que el neoliberalismo en su doctrina se proclama
enemigo de todo monopolio, especialmente el de la fuerza de trabajo por parte de los sin-
dicatos, en muchos casos dicho pacto, si bien debilitado, continúa en forma parcial; es decir,
los sindicatos siguen siendo instituciones necesarias para el nuevo orden, aunque cada vez
más subordinados a la gran empresa. Se ejemplifican estos procesos con el caso mexicano,
por tratarse en Latinoamérica de la relación corporativa de los sindicatos más antigua y
más consolidada, mostrando que hay una diversidad de corporativismos, en particular uno
de corte productivista entre el sindicato y la empresa.
En la década de los setenta Schmitter (1979) provocó una revuelta en la Teoría Po-
lítica, muy centrada en las ideas liberales de democracia, con aquellos que planteaban su
imposibilidad (elitismo) o bien sus deformaciones hacia el autoritarismo o el totalitarismo.
Sin embargo, pocos habían reparado que, en torno de la crisis del 29, las organizaciones
llamadas civiles –sindicatos, organizaciones empresariales, iglesias, etc.– (la sociedad civil
para Gramsci) se habían vuelto centrales en la conformación de la hegemonía, pero en
general en la gobernabilidad (instituciones y pactos entre organizaciones civiles con el
Estado), como mecanismo paralelo al de la democracia electoral y parlamentaria liberales
(Lehmbruch y Schmitter, 1982).
La idea de corporación como representante, o bien intermediaria, de intereses colecti-
vos de un grupo social relativamente homogéneo (clase social, etnia, nacionalidad, región,
religión, grupo etáreo, género, etc.) a través de organizaciones frente al Estado en sentido
restringido o sociedad política, venía de la edad media y formaba parte de la doctrina esco-
lástica de ver a la sociedad por estamentos orgánicos y jerarquizados (Correa, 2008), y hasta
el siglo XVIII se contrapuso a la idea del liberalismo de ciudadano abstracto con derechos
iguales individualmente considerados. Con el afianzamiento de la democracia liberal en el
siglo XIX y el desarrollo del capitalismo, los antiguos estamentos fueron abolidos y, luego
de un período de transición, surgieron nuevas organizaciones de trabajadores asalariados
y de patrones con intereses de clase, no asimilables a los del ciudadano universal (Di Be-
nedetto, 2001).
La institucionalización de la clase obrera y de sus organizaciones, y de formas de dirimir
sus conflictos con el capital, se produjo en general entre los años 20 y 40 del siglo XX y con

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esto la constitución en muchos países capitalistas, desarrollados o no, de pactos corporativos
entre organizaciones de los trabajadores, de los patrones y el Estado (Molina y Rhodes, 2002).
Los pactos corporativos pudieron incidir, con suertes diversas, en las políticas económicas y
sociales, en un período en el que se consolidó la intervención del Estado en la economía y
en la seguridad social. De esta manera, el Estado ampliado de Gramsci (sociedad civil más
sociedad política) adquiría plena concreción con una sociedad civil (en esa época sobre
todo sindicatos y organizaciones empresariales) con responsabilidades en la gobernabilidad
junto al gobierno, los partidos políticos y los parlamentos; gobernabilidad que también
implicó beneficios para los trabajadores de la capa alta, mejor organizados. Así, el Estado
se ampliaba al incorporar a las principales organizaciones civiles en la corresponsabilidad
de su propio funcionamiento, creándose instituciones y pactos tripartitos con funciones no
solo en la hegemonía sino en el funcionamiento de toda la infraestructura. Asimismo, el
Estado en sentido restringido participaba en funciones hegemónicas pero cada vez más en
las productivas.
La separación «puramente analítica», diría Gramsci, entre sociedad civil, política y eco-
nomía no pudo sostenerse más. Es decir, el liberalismo político y económico no expresaba más
el funcionamiento real de la sociedad: la economía ya no era solo la de los negocios privados
e individuales de los propietarios; ni la política solo la de los ciudadanos individualmente
considerados. Se operaba, explícita o implícitamente el reconocimiento de que la sociedad
no estaba formada principalmente por propietarios individuales iguales en el mercado, sino
por clases sociales con intereses diferenciados que podían entrar en conflicto, pero que a
través de pactos corporativos se podría asegurar la continuidad del sistema. Terminaba con
esto la ilegalidad de la clase obrera y sus organizaciones (De la Garza, 1989). Era también
el cuestionamiento de la concepción clásica y neoclásica acerca del Estado gendarme y de
que la economía sin interferencias exógenas se conduciría espontáneamente hacia el equi-
librio. Era la emergencia de la sociedad de masas organizadas en sindicatos, organizaciones
empresariales e instituciones estatales que entraban en conflicto, concertaban, pactaban y
planificaban la economía y las políticas laborales y sociales. Es decir, la era del Estado Social
(sociedad civil ampliada, más sociedad política súper ampliada) en tanto Estado interventor
en la economía, benefactor, Estado pacto y Estado plan, implicó que organizaciones civiles
intervinieran en el diseño de políticas económicas y sociales, así como que los gobiernos
intervinieran en la economía y en la seguridad social.
Es cierto que no en todas las sociedades capitalistas del segundo o tercer cuarto del
siglo XX se llegó al Modelo Nacional de Concertación Corporativa; solo en el centro-norte de
Europa sucedió; en otros casos fueron acuerdos parciales, en unos más bien implícitos, y en
otros tuvieron muchas interrupciones como en América Latina por las dictaduras militares
(Bartoy y Resende, 2007). Asimismo, los vínculos entre corporaciones y sistema de democracia

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liberal –electoral, parlamentario, judicial– fueron frecuentes, sea porque tanto los sindicatos
como los empresarios apoyaron a sus respectivos partidos o porque había vínculos orgánicos
entre aquellos y estos, como fue el caso de la Trade Union Council y el partido laborista
en Inglaterra, o como en México con el PRI (Partido Revolucionario Institucional) y la CTM
(Confederación de Trabajadores de México).
Sin embargo, a pesar de esta gran transformación en los mecanismos de la goberna-
bilidad y el desarrollo económico, que alteró tradiciones liberales y que duró unos 50 años
dependiendo del país, la ciencia política no logró sino hasta la década del 70 dar plena
cuenta del fenómeno del corporativismo; los conceptos anteriores de élite del poder, cabildeo,
grupos de presión, se mostraron plenamente insuficientes. El honor de dar el viraje en esta
ciencia correspondió a Schmitter al acuñar la definición clásica de corporativismo (corpora-
tism) y diferenciarla del corporativismo fascista (corporativism)1 y plantear que la legitimidad
del Estado depende principalmente de las corporaciones como forma de representación de
intereses no universales (Malloy, 1987). Sin embargo, pronto se percató de que el pacto
corporativo podía no implicar una auténtica representación de intereses por la mediación
organizacional y de liderazgos, y la sustituyó por la más neutral de intermediación. Pero esta
ambigüedad abrió nuevas interrogantes: ¿la intermediación significaba una dominación del
Estado capitalista y de la clase capitalista sobre la clase obrera?, ¿cuáles serían las relaciones
entre formas de intermediación y de dominación como aquellas: instrumental, racional con
respecto a valores, carismática, tradicional?, o ¿cómo se relacionaría el corporativismo con
el clientelismo, el patrimonialismo, el terrorismo de Estado? Pocas respuestas se antojaron y
esta línea teórica se mantuvo en el formalismo de las definiciones ideales. El corporativismo
fue definido en este tenor como:
1) Monopolio de la representación, con un número limitado de asociaciones, resultado de
la decisión democrática de los afiliados o por presión del Estado. Pero, en un caso y en
otro ¿cómo podrían caracterizarse las relaciones entre la dirigencia de las corporaciones
y su base? En este tema las posibilidades podrían haber sido más que democracia o
autoritarismo.
2) Erradicación de asociaciones competitivas o paralelas por la vía legal o la represión
extralegal.
3) Incorporación forzosa de los miembros de las corporaciones. La incorporación era a su
vez una forma de dominación por consenso o por coerción.
4) Continua mediación estatal.

1
En la tradición sajona se suele diferenciar corporatism (el corporativismo postfascista) de corporativism (el fascista), sin embargo, la
diferenciación puede ser gratuita; se trataría de formas de corporativismo (societal, de Estado y totalitario fascista, soviético), relacionados
con la intervención del Estado en la economía y en la seguridad social. De tal forma que utilizaremos un solo término, el de corporativismo,
aclarando en su caso de cuál tipo se trata.

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5) Control estatal de liderazgos y articulación de intereses.
Es decir, había tres dimensiones centrales en el concepto:
- Representación real o formal de intereses particulares.
- Proceso de toma de decisiones estatales con participación de las corporaciones.
- Dominación estatal a través de las corporaciones o simple coordinación.
En otras palabras el corporativismo era en el fondo una intermediación de intereses,
un policy making estatal, una forma de Estado que, de cualquier forma, implicaba un pacto
entre corporaciones en cuanto a la gobernabilidad del Estado y la economía.
Sobre todo si era una forma de Estado, implicó divergencias en los teóricos del corpora-
tivismo: ¿era una representación o intermediación neutral? o bien ¿era un Estado no neutral
con respecto de la acumulación del capital, con relaciones de poder asimétricas entre las
clases corporativizadas, de hecho una forma de dominación? En esta última concepción el
corporativismo no sería un mecanismo sistémico neutral de toma de decisiones en el nivel
del Estado, aunque si implicaría intercambios entre las partes.
Con el tiempo, las críticas a la teoría corporativista se precisaron (Rehfeldt, 2000): era
muy descriptiva, no tenía claras articulaciones con períodos de la acumulación de capital, ni
se establecía la relación con el Estado Social; oscurecía la dominación. Es decir, el concepto
debía de adquirir una dimensión histórica y vincular su forma moderna (siglo XX) con el
Estado Social, porque esta forma de Estado nació de la «cuestión social» y de la gran crisis
del 29, al institucionalizar en buena medida el conflicto interclasista e intentar al mismo
tiempo regular la economía. Es decir, una solución fue pensar que el pacto corporativo com-
plementó la intervención del Estado en la economía y en los beneficios sociales, ampliándose
los derechos laborales, bien que todo esto subordinado a la acumulación del capital. Es decir,
mediante el pacto del Estado interventor en la economía y Benefactor, articuló acumulación
del capital con legitimidad, estimuló la demanda agregada, el pleno empleo y los sistemas
de relaciones industriales que alejaron aparentemente el peligro de la revolución y de la gran
crisis. En los países subdesarrollados hubo una mayor subordinación de las corporaciones al
Estado y específicamente al régimen político, en particular a los partidos del Estado, tomando
la forma de corporativismo partidario con fuertes componentes informales y personales en
la intermediación, basados en profundas tradiciones culturales clientelares o patrimoniales
y en el uso frecuente de la fuerza.
A partir de la gran crisis capitalista de 1972-1982, el corporativismo entró en dificul-
tades para subsistir porque muchos asociaron la crisis del funcionamiento corporativo como
crisis del Estado Social, sea por (Crouch, 2005):
1. La contradicción desde los setenta del siglo XX entre demandas crecientes de los
trabajadores a través de las corporaciones y capacidad del sistema de satisfacerlas.
2. La relación entre crisis fiscal del Estado con gasto improductivo.

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3. El efecto de los salarios y prestaciones sobre la tasa de ganancia.


4. La rigidez del sistema de relaciones industriales y el mercado de trabajo y su efecto
en la productividad.
La consecuencia fue la instauración del neoliberalismo entre fines de los setenta e inicios
de los noventa, con su secuela de decadencia de intervención del Estado en la economía
y en los gastos sociales y de manera más específica en la inversión productiva del Estado
(privatizaciones), manteniendo una fuerte vigilancia de los circuitos monetarios a través del
banco central para controlar la inflación y la tasa de cambio, además de su impulso a la
flexibilización del mercado de trabajo. La consecuencia lógica fue la disminución del poder de
los sindicatos y la ruptura o limitación de acuerdos nacionales. Es decir, la doctrina neoliberal
planteaba que el corporativismo era un obstáculo para el libre mercado. En particular hubo
reducciones de la influencia de los sindicatos en el diseño de políticas económicas, sociales y
laborales; en el sistema político de partidos, y parlamentos; en los espacios de reproducción
de los trabajadores; en los sistemas de relaciones industriales.
Sin embargo, el neoliberalismo realmente existente nunca ha implicado la reducción
de la sociedad al mercado, por el contrario:
1) La retirada del Estado de la economía fue relativa; lo fue en la inversión productiva,
pero permaneció muy activo en el control de la inflación, la apertura de los mercados
y la flexibilización de las relaciones laborales.
2) En seguridad social, la suerte fue muy diversa y la presión para privatizar en parte sus
instituciones operó en algunos países.
3) No significó la anulación de la presencia o influencia de las organizaciones civiles en
el Estado, pero no fueron siempre las tradicionales (Regini, 2000). Las que han tenido
la preeminencia han sido las grandes corporaciones o compañías productivas, ya no
las asociaciones de empresarios, así como los organismos internacionales encargados
de vigilar el buen funcionamiento de las economías de mercado. Sin embargo, de la
sociedad civil han surgido nuevos actores colectivos, organizados o no, no siempre
relacionados con el mundo del trabajo, como las ONGs ecologistas, las de derechos
humanos, de igualdad de género, étnicas, etc. Es decir, el neoliberalismo ha exacerbado
los procesos de individualización pero también desde la sociedad civil han aparecido
nuevos agrupamientos no centralizados (Pérez Díaz, 1994).
4) Porque el neoliberalismo es, en primera instancia, una teoría económica: la neoclásica,
que declara exógeno todo lo que no sea de mercado y que, en ausencia de rigideces
o fallas del mercado, el sistema se dirigiría hacia el equilibrio; este punto de equilibrio
sería además el óptimo económico. Bajo esta concepción, se operó un cambio en la
política económica del Estado: esta no sería ya para impulsar la demanda agregada y
la inversión sino para controlar la inflación, entendida esta como fenómeno monetario;

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se trataría de vigilar los flujos de medios de pago para evitar su exceso o su déficit. En
particular, las políticas económicas de los Estados Neoliberales han sido muy activas
en la flexibilización de los mercados de trabajo, en la desregulación de la economía,
especialmente para permitir los libres flujos financieros y la conversión de la economía
real en exportadora; al mismo tiempo, lo han sido en apoyar las decisiones de las
empresas en cuanto a la tecnología, organización, relaciones laborales y perfil de la
mano de obra guiadas por la flexibilización (Wiarda, 2009).
Es decir, con el neoliberalismo el Estado no se convirtió en el gendarme del orden público
para el cumplimiento de los contratos que proclamaba Adam Smith; por el contrario, sigue
habiendo políticas gubernamentales laborales, sociales y económicas activas. En especial
sigue habiendo sociedad civil no reducida a los participantes individuales en el mercado: hay
al mismo tiempo decadencia y surgimiento de organizaciones. Esta nueva sociedad civil está
centrada en las grandes corporaciones-compañías y, aunque disminuye la influencia de los
sindicatos, estos no desaparecen y su suerte es variada según el país. Asimismo, los pactos
corporativos no terminan, pues ahora son excepcionalmente nacionales, pero los hay más
por temática específica, rama, zona y con la participación de actores varios. En estos pactos
se añaden las nuevas organizaciones civiles, las ONGs y los medios formadores de opinión.
Es decir, el Estado ampliado sigue existiendo (gobierno + organizaciones civiles), bien que
más flexible, con límites cambiantes, más descentralizado. No se cumplió estrictamente que
la sociedad sería una suma de individuos racionales en mercados económicos y políticos,
porque la lucha de intereses no ha terminado y la asimetría del poder es superior a la del
pasado, y en esta medida el sujeto individualizado es débil para enfrentar la conflictividad
social entre perdedores y ganadores, lo que reconduce a la necesidad de actores colectivos
y en particular organizados. El mismo Estado necesita a veces interlocutores identificables
con quienes negociar para evitar que la tensión social rebase ciertos límites, actores no
reducidos al voto ciudadano (Crouch y Streeck, 2003).

Diversidad de Capitalismos
En los años noventa, muchos creyeron que con la maduración del neoliberalismo sería el
fin de los beneficios sociales a cargo de los Estados, de los pactos tripartitos y del corpo-
rativismo. Hasta teóricos importantes favorables al corporativismo así lo creyeron, pero la
historia fue muy diferente.
La polémica acerca del fin del corporativismo con el neoliberalismo se relaciona con
otra más amplia, muy recientemente llamada de la «diversidad de capitalismos» (Regini,
2000; Crouch, 2005) Esta polémica, a su vez, se vincula con el problema más añejo acerca
de la convergencia o divergencia en los Modelos Económicos y Políticos. En su versión más
reciente, data de los años sesenta cuando el capitalismo de Estado interventor y benefactor

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estaba en auge. En esas condiciones parecía seguro para muchos estudiosos (Kerr y Dunlop,
1964) que la tendencia era hacia un modelo económico, productivo y de relaciones indus-
triales semejante al norteamericano; es decir, de libre mercado, pluralista en las relaciones
industriales, con sindicalismo de negocios y welfare. Sin embargo, a partir de 1968, como
documentaron Pizzorno, Reyneri, Regini y Reglagli (1978), hubo un ascenso de la lucha
de clases en Europa Occidental, de las luchas de liberación en el tercer mundo y de los
conflictos raciales y estudiantiles en muchos otros países. Estas condiciones pusieron a la
orden del día la discusión, no del pluralismo norteamericano sino del Neocorporativismo
del Norte de Europa, tal y como fue teorizado en esos años por Schmitter. Sin embargo,
esto coincidió con la gran crisis capitalista de los setenta que condujo finalmente al neoli-
beralismo y a la reestructuración productiva. Los años ochenta fueron de transición, durante
la cual los pactos corporativos no fueron abolidos; no obstante, en los años noventa en
los que el neoliberalismo dominaba ya en el mundo, volvió a reeditarse la polémica entre
convergencia y divergencia, pero ahora la primera sería hacia el modelo neoliberal en la
forma norteamericana. La argumentación era sencilla: habría vectores comunes mundiales,
la globalización y la competencia, que obligarían a la instauración del modelo más eficiente
que era la forma norteamericana de neoliberalismo.
En contraposición, las corrientes neoinstitucionalistas (Campbell y Pederson, 2001),
que son las que han presentado a la teoría neoclásica la contraparte más sistemática,
persistente y en desarrollo, plantearon que la diversidad de instituciones, previas al modelo
neoliberal, no pueden cambiar totalmente. Especialmente los ámbitos de relaciones indus-
triales, mercados de trabajo y seguridad social llevarían a la divergencia (aunque también
en los neoinstitucionalistas es común otra suerte de convergencia hacia un corporativismo
competitivo o hacia un postfordismo con flexibilidad).
En las corrientes de la convergencia es frecuente la simplificación de los factores del
cambio, oscureciendo otros que pueden alterar las tendencias, como son efectivamente
algunas instituciones pero también actores con determinadas concepciones. A los neoins-
titucionalistas también se les ha criticado su análisis estático, el crear a lo sumo tipologías
funcionalistas y, sobre todo, el omitir a los actores o reducirlos a tipos de políticas (Regini,
2000). Pero, se hace cada vez más evidente la diversidad de formas neoliberales, lo que
ha conducido a tipologías de neoliberalismos realmente existentes (Escandinavo, Renano,
Latino Europeo, del sudeste de Asia, Sajón, etc.) (Crouch y Streeck, 1997).
Sin embargo, la doctrina de la «diversidad de capitalismos» es difícil considerarla
como una teoría; es más bien un llamado de atención con fundamentación acerca de que
la convergencia no operó en forma tan simplista como planteaban sus sostenedores, solo
impulsada por el mercado. En el fondo de la polémica entre convergencia y divergencia
está el dilema de las ciencias sociales entre Ley Universal y Contingencia. Entre estas dos

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cabe una tercera posición que hablase de tendencias abstractas que en cada caso concreto
tendrían que especificarse a través de la inclusión de más determinantes. Lo anterior se
vincula con las posturas estructuralistas que también están en el fondo de neoliberales e
institucionalistas; es decir, las tendencias son resultado solo de factores estructurales, por
ejemplo, la competencia en el mercado o bien instituciones. Cabría pensar que, si bien las
estructuras globales actuales presionan, estas presiones siempre se aterrizan al considerar
otras estructuras locales y, sobre todo, como las asimilan en términos de concepciones los
actores principales, como interaccionan entre ellos, imponiéndose unos a otros a través de
la concertación o de la fuerza.
Lo anterior se vincula con el evolucionismo al creer que hay leyes de cambio unidireccio-
nales en la historia, muy diferente a la idea de tendencias históricas. Asimismo, se relaciona con
el funcionalismo, es decir, como ciertas instituciones son funcionales al sistema al contribuir
a la integración del Todo, diferente a pensar que en ese Todo puede haber contradicciones,
disfuncionalidades, discontinuidades, oscuridades. En este sentido ¿cómo introducir a los
sujetos en estos cambios o tendencias? Para unos, se trataría de puros actores racionales,
que harían cálculos de costo beneficio y adoptarían las soluciones óptimas; para otros, esto
es imposible en la realidad social, porque ningún actor posee información total ni las formas
de cálculo de todas las variables que habría que considerar; en esta medida racionalizan una
parte de sus decisiones y otras las relativizan a través de «cálculos subjetivos» o simplemente
con la intervención de su moral, emociones, estética o razonamientos cotidianos. Finalmente,
cabe reflexionar sobre la propuesta no tan nueva pero importante de Harry Katz (2000) acerca
de la convergencia de divergencias, es decir, las tendencias o presiones globales se aceptan
como comunes, pero al territorializarse se concretan con factores y actores locales o bien
globales localizados que puede hacerlos en ciertos sentidos divergir.

El Modelo de Producción Toyotista Precario


Reflexiones como las anteriores las ejemplificaremos con lo sucedido en el caso mexicano.
En México, a pesar de las políticas de estabilización (control de la inflación a partir de la
contención de los salarios, del crédito y del déficit público; negociación del pago de la deuda
externa) y de los cambios estructurales (extensivas privatizaciones y apertura de la economía
a la importación y la exportación, Tratados de Libre Comercio, decreto maquilador, acuerdos
multifibras, etc.), el crecimiento de la economía de inicios de los años ochenta al presente
ha sido muy insatisfactoria. La inestabilidad en el crecimiento ha significado dos recesiones
(1987 y 2001) y dos grandes crisis (1995 y 2009), con algunos picos coyunturales de cre-
cimiento, pero el incremento del PIB por habitante anual en términos reales no rebasó en
promedio el 1.2 por ciento a partir de 1980, cifra evidentemente insuficiente para generar
empleos dignos.

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El crecimiento del PIB anual contrasta negativamente entre el período neoliberal (1982
en adelante) con el del período de substitución de importaciones, como se ve en el cuadro
1. Lo mismo se puede afirmar del crecimiento muy bajo de la productividad, del empleo y
de los salarios.

Cuadro 1
Tasas de crecimiento promedio anualizadas, del PIB, de la productividad del trabajo
y del empleo

Concepto 1950-70 1970-82 1983-87 1988-2003 2000-2009

PIB 6.3 6.64 -0.7 3.07 1.53

Productividad 2.8 2.28 0.08 1.27 0.92

Empleo 2.12 4.26 0.97 1.77 0.61

Salarios 6.62 2.84 -3.66 2.34 1.4

Fuente: elaboración propia con base en Cuentas Nacionales, El Banco de México e INEGI (Instituto Nacional de Estadística Geografía e
Informática), 1950 a 2009.

Además, el modelo neoliberal en México, con sus políticas de estabilización y ajustes


estructurales, ha derivado en un modelo manufacturero exportador, lo que no significa que
la manufactura representa la mayor parte del PIB, ya que eso corresponde a los servicios,
sino que ella es la responsable de la mayor parte de la exportaciones mexicanas, siendo
la que atrae principalmente a la inversión extranjera. Sin embargo, el porcentaje de la
manufactura en el PIB creció hasta 2001 y en los últimos años ha tendido a disminuir. En
cambio, la exportación manufacturera con respecto a la total, si bien llegó a su máximo en
2001 (88.6 por ciento) y ha disminuido posteriormente, de cualquier forma se ha mantenido
muy alta. En cambio el impacto del sector manufacturero en el empleo no se corresponde
con su importancia exportadora. Además, el modelo manufacturero exportador ha sido, a
la vez, de bajo crecimiento de la productividad. Primera clave de la desaceleración que se
inició en 2001.
El problema de fondo es que la manufactura mexicana, y en especial la maquila, basa
su producción y productividad sobre todo en el bajo salario. Lo anterior se puede analizar
a partir de los niveles tecnológicos que predominan en este sector (cuadro 2): el casi nulo
porcentaje de los ingresos de las plantas dedicado a investigación y desarrollo, el bajo
porcentaje del valor de la maquinaria y el relativo equipo con tecnología automatizada.
En la maquila de exportación estas cifras son más negativas y el porcentaje de téc-
nicos en el total de la mano de obra se ha estancado en cifras bajas. En esta lógica, las

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remuneraciones pagadas en promedio en la maquila apenas llegan al 60 por ciento de las
de la manufactura.

Cuadro 2
Nivel tecnológico en la manufactura

1992 1998 2001


Indicador de nivel tecnológico
G M P G M P G M P

Porcentaje de los ingresos dedicados a investigación y desarrollo 0.7 0.9 0.5 0.4 0.3 1.5 0.6 1.2 0.7

Porcentaje de ingresos dedicados a la compra o pago de tecnología 3.0 3.9 2.4 4.0 4.2 7.3 2.5 2.6 2.6

Porcentaje del valor de la maquinaria de tecnología automatizada, 35 30 23 27 49 27.6


computarizada o no (niveles tecnológicos alto y medio

Porcentaje de trabajadores que usaron equipo automático, 12.2 9.5 6.76 19.5 14.9 14.1
computarizado o no

Fuente: INEGI (1992, 1998, 2001) ENESTYC (G= establecimientos grandes, M=medianos, P=pequeños).

Del cuadro 3 se puede concluir que, en la manufactura, la gran mayoría del personal
ocupado son obreros generales sin ninguna especialización, resultado del diseño del proceso
productivo principalmente con tareas simples, repetitivas, estandarizadas.

Cuadro 3
Distribución porcentual del personal total ocupado por categoría ocupacional
en la manufactura

Categoría 1999 2001 2004 2008

Directivos 1.4 1.3 0.5 .91

Empleados 18.1 19.1 19.4 18.2

Obreros especializados 19.3 21.0 16.1 20.8

Obreros generales 61.2 58.6 55.2 51.9

Fuente: Enestyc (Encuesta Nacional de Empleo, Salarios, Tecnología y Capacitación) (1999, 2001) Inegi.

De la misma manera, el crecimiento económico no se ha difundido a partir de la


manufactura porque han sido pocos los encadenamientos productivos con otras empresas
al interior del país u otras formas de asociación como joint ventures, etc.

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Cuadro 4
Encadenamientos productivos por tamaño de establecimiento manufacturero

1994 1998 2001 2005


Indicador de encadenamiento
G M P G M P G M P G M P

Porcentaje del valor de la producción 3.3 4.3 4.0 5.9 8.1 7.8 5 5 4.8 5 5 4.8
Elaborada por subcontratistas

Porcentaje de establecimientos 3.4 3.2 2.3 3.86 5.57 3.31


que contrataron maquila (1998) (1998) (1998)

G: establecimientos grandes, M: medianos, P: pequeños


Fuente: Inegi (1994, 1998, 2001) Enestyc.

Cuadro 5
Porcentaje de establecimientos en la manufactura
no maquiladora en 2004 por vinculación operativa

Tipo de vinculación Porcentaje del total Porcentaje de los grandes

Joint Ventures 0.08 4.0

Outsourcing 0.65 14.7

Empresas integradoras 0.3 9.2

Clusters 0.04 1.8

Uso de Maquila 3.5 31.9

Fuente: Inegi (2005) Enestyc.

Para la manufactura en general y analizadas las configuraciones productivas por


dimensiones (De la Garza, 2010) podríamos concluir que:
a) Una minoría tiene tecnología elevada.
b) Una mayoría ha hecho cambios sencillos de organización del trabajo.
c) La mayoría no está sindicalizada y no cuenta con protecciones en contratos, prestacio-
nes, jornada y estabilidad en el empleo, y tienen bajos salarios aun los establecimientos
sindicalizados.
d) Que la mano de obra en su mayoría no es calificada y cuenta con poca antigüedad en
la empresa, con escolaridad no alta.
Además, la reestructuración productiva avanzó en México especialmente durante la
década de los noventa del siglo XX, pero el camino principal seguido no fue el cambio tec-
nológico en su nivel más alto, sino el cambio en la organización del trabajo, sin flexibilidad

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CARACAS-VENEZUELA 47
numérica ni salarial importantes (De la Garza y Bouzas, 1998). No obstante, la implantación
de bonos de productividad no representó mucho en el total de las remuneraciones de
los trabajadores (De la Garza, 2005); la flexibilidad avanzó más al nivel de los contratos
colectivos de trabajo en lo funcional, permitiendo la movilidad interna, la polivalencia y el
ascenso por capacidad.
Es probable que haya en la manufactura tres o cuatro configuraciones productivas
dominantes: la primera puede corresponder a las empresas macro con tecnologías de alto
nivel, con extensión de nuevas formas de organización del trabajo y mano de obra calificada,
y que han introducido la informatización en los procesos productivos y administrativos, y
con salarios más elevados que los otros tipos; la segunda puede ser el toyotismo precario,
caracterizado por tecnología media o baja, nuevas formas de organización del trabajo,
flexibilidad media o baja y calificación baja, bajos salarios, alta rotación externa voluntaria;
la tercera correspondería a la persistencia del taylorismo fordismo, con tecnología media
o baja, flexibilidad media o baja, media o baja calificación y organización fordista, y bajos
salarios; sin olvidar, en cuarto lugar, en las micro y una parte de las pequeñas, configuraciones
tradicionales, con tecnologías de nivel bajo, formas arbitrarias de organización, no sindicali-
zación y salarios bajos. En cuanto a la forma principal que ha adquirido la reestructuración
productiva esta ha seguido la vía del toyotismo, pero un toyotismo a la mexicana con bajos
salarios en general, baja calificación, flexibilidad funcional, alta rotación externa de personal;
es decir, un toyotismo precario (De la Garza y Neffa, 2010).

Diversidad de Corporativismos
En la teorización corporativista, a la manera de Schmitter, se consideraban dos tipos: el Estatal
(autoritario) y el Societal (democrático), y el acento sobre todo se puso en los grandes pactos
nacionales, aunque no en todos los países los hubo. Con la emergencia del neoliberalismo,
muchos creyeron que el corporativismo desaparecería, puesto que los pactos de este tipo
serían incompatibles con la competitividad creciente necesaria en el mercado desregulado y
global. Asimismo, eran insostenibles los sistemas de relaciones industriales muy concertados
y protectores de los trabajadores por los altos costos que significaban para los Estados y las
empresas. La opción era la de desregular el mercado de trabajo y la seguridad social dejan-
do que fuera el mercado el que fijase salarios y empleo de acuerdo con oferta-demanda y
productividad, empresa por empresa, lo cual no requería de pactos sino por el contrario de
su eliminación como factores exógenos que alteraban las tendencias espontáneas al equi-
librio. En otras palabras, resultaba indeseable para el buen funcionamiento de la economía
que por la política laboral del Estado o por negociación colectiva en el nivel de empresa,
la intervención sindical lograra salarios, prestaciones o seguridad social más allá de las del
mercado. Se trataría por el contrario de flexibilizar salarios, prestaciones, contratos colectivos,

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sistemas de relaciones industriales, mercados de trabajo. En síntesis, se concluyó que el


corporativismo, que implicaba el monopolio de la representación y del mercado de trabajo,
y que con esto podía presionar para lograr condiciones laborales para los trabajadores por
encima de las de equilibrio del mercado, era incompatible con el nuevo modelo económico.
Sin embargo, se pasaba por alto que el modelo neoliberal, basado en la teoría neoclásica
no representa todos los aspectos importantes de cómo funciona la sociedad actual, sino que
en los neoliberalismo realmente existentes hay contradicciones de larga duración, que no
se subsanan en un período de transición, sino que forman parte de su funcionamiento real.
Es decir, el corporativismo sin duda era incompatible con la teoría económica que sirve de
base al neoliberalismo, pero podía cumplir en este modelo económico funciones positivas
en la práctica, como veremos.
El neoliberalismo no ha estado exento de grandes crisis: las financieras de los noventa,
la productiva de inicios del siglo XXI y sobre todo la gran crisis de 2008-2009 que posible-
mente no termine aún. En esas condiciones, desde finales de los noventa resurgieron los
pactos corporativos en Europa, ahora menos en el nivel macro que en el mezzo y micro.
Las turbulencias económicas necesitaron de pactos para que los trabajadores aceptaran los
sacrificios de los nuevos ajustes neoliberales (los ajustes draconianos actuales en Grecia,
España, Italia lo muestran también). Es decir, el corporativismo nunca murió y hasta cierto
punto renace subordinado al crecimiento económico y a la globalización para minimizar las
protestas (Wiarda, 2004). Los nuevos pactos no cuestionan al neoliberalismo y aceptan una
austeridad salarial, pero pactada. En esta medida desde los noventa se acuñaron nuevos
conceptos de corporativismo: competitive corporatism, lean corporatism, neo-neocorporatism,
micro corporativismo (Sako y Sato, 1997).
En estos pactos todavía han participado los sindicatos, pero ayunos de cualquier
proyecto de sociedad alternativa a la neoliberal, fenómeno que se ha dado a la par del
desdibujamiento de los partidos socialistas. Dichos pactos han tenido como características:
a) No han sido redistributivos sino garantes del crecimiento económico con competitividad.
b) Han implicado retracciones salariales a cambio de empleos.
c) No han sido nacionales sino sectoriales.
d) Sin embargo, han aumentado las temáticas y actores en la negociación sin centralización.
e) Han sido muy flexibles.
Incluso el corporativismo sigue en muchas leyes e instituciones nacionales que
contemplan el tripartismo, así como en prácticas informales que vienen del pasado, con
el añadido de nuevas organizaciones como las ONGs que no formaban antes parte de
los pactos. Desde el punto de vista de los nuevos actores dominantes, el corporativismo
subsiste por temor a la protesta social, a pesar del individualismo acrecentado y de la

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ideología de la eficiencia del libre mercado. Porque para las clases subalternas la so-
ciedad neoliberal es más asimétrica en poderes y riqueza que la del Estado Social y el
individualismo no resuelve las imposiciones de Estados y grandes empresas, lo que lleva
de cualquier forma a agruparse, pero sin la centralidad del pasado, puesto que no hay
utopías ni organizaciones totales. Es decir, neoliberalismo es sinónimo de individualismo
y a la vez de reagrupamiento.
En estas condiciones, los pactos corporativos neoliberales, aunque subordinados, algo
han redituado para las organizaciones subalternas (Mahrukt, 2007). Ha sido así, porque
tampoco el individuo neoliberalizado confía en el sistema de gobierno, parlamentario o ju-
dicial que depende cada vez más de los grandes poderes, que ha convertido las elecciones
de funcionarios en resultado del marketing y de la manipulación de los medios masivos
de información. En síntesis, el corporativismo neoliberal, que podríamos llamar también
Postcorporativismo (De la Garza, 2001), es un mecanismo de gobernabilidad y de toma
de decisiones extra democracia liberal y no puede ser simplemente eliminado porque la
sociedad nunca se puede reducir al mercado.
Este Postcorporativismo tiene por ahora rasgos como los siguientes:
a) Es una forma de gobernabilidad sobre aspectos parciales que implica una subordi-
nación, más que al Estado, a las grandes corporaciones empresariales, guiado por
la globalización, la competitividad y el crecimiento económico. Puede ser un pacto
con actores pasivos que aceptan la globalización, los ajustes y las tendencias a la
flexibilidad como una fatalidad, tratando de salvar lo mínimo, pero también puede
haber un corporativismo de rama o de empresa, más activo en el establecimiento de
proyectos productivos que permitan elevar la productividad y la calidad. Este tipo de
corporativismo no debería ser denominado simplemente micro sino específicamente
corporativismo de la productividad (De la Garza, 2002).
b) Se trata de un corporativismo defensivo desde el punto de vista de los sindicatos:
defender lo posible, sobre todo el empleo, pese a que sufra el salario.
c) Un corporativismo que firma pactos, en general no nacionales sino parciales, descen-
tralizados y flexibles.
d) Un corporativismo al que se han añadido organizaciones y movimientos sociales no
laboralistas.

Neoliberalismo y Postcorporativismo en México


El Corporativismo Mexicano conformado en la década de los treinta, con sus antecedentes en
la CROM (Confederación Revolucionaria de Obreros Mexicanos) de los años veinte, combinó
la representación de intereses de los trabajadores con la intermediación y subordinación de

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estos frente al Estado y las empresas (Bizberg, 1990). Cuando hubo representación y en las
diversas formas de intermediación, en general no se dio a través de formas democráticas de
selección de las dirigencias y de toma de decisiones, se trató más bien de un corporativismo
autoritario subordinado al Estado.
Pero el Corporativismo Mexicano también fue una forma de gobernabilidad extra-
constitucional, paralelo al Parlamento y a la lógica ciudadana. Para que esta gobernabili-
dad funcionase no bastó que el Estado apoyase el monopolio de la representación de los
sindicatos corporativos a través de medidas legales y extralegales sino que se nutrió de un
amplio sistema de intercambios con las bases obreras a cambio del orden laboral, el apoyo
a las políticas gubernamentales en lo económico, político y social, y el voto por el PRI. Estos
intercambios se estratificaron según la importancia política y gremial de las organizaciones
obreras: en la cúspide estaban los grandes sindicatos nacionales de industria, especialmente
de las empresas paraestatales, seguidas de las privadas grandes, a continuación los sindi-
catos de los trabajadores del Estado y en la cola los de las empresas medianas y pequeñas.
En condiciones muy diferentes siempre estuvieron los trabajadores no organizados de los
microestablecimientos, autoempleados y los que trabajan con la familia. Estos intercambios
incluyeron salarios y prestaciones económicas al alza hasta 1976, extensión de la seguridad
social y favores diferenciados para los trabajadores en los lugares de trabajo. Para los líderes
implicaron puestos de elección popular y, en los gobiernos a diferentes niveles, tráfico de
influencias y posibilidades de hacer negocios diversos, legales e ilegales, utilizando amplias
redes de relaciones y, sobre todo, de formar parte de la élite del poder, junto a funcionarios
partidarios, gubernamentales y empresarios (De la Garza, 1994).
Pero el Corporativismo Mexicano no fue solamente una forma de representación
parcial, piramidal y autoritaria de intereses, una forma de gobernabilidad y de control de los
trabajadores, y un sistema de intercambios, sino también fue parte del circuito keynesiano a
la mexicana: Estado Social Autoritario y Modelo Económico de Substitución de Importaciones
(De la Garza, 1989). Desde los años cincuenta, el estrato alto de la clase obrera se convirtió
en pieza importante para compaginar oferta manufacturera dirigida al mercado interno y
demanda de productos de consumo industriales (Ídem). Es decir, el circuito keynesiano entre
oferta y demanda se trataba en parte de cerrar, por la inducción de esta última, a través de
llevar los salarios de la capa alta de los trabajadores hacia el alza, así como por el gasto del
Estado en inversión productiva, el gasto corriente de la administración pública y el social.
La crisis del Estado Social Autoritario la hemos tratado con detalle en otros momen-
tos (De la Garza, 1989) y hemos discutido también acerca de la crisis del Corporativismo
Mexicano (De la Garza, 1994). Dos factores consideramos que han contribuido a la crisis
estructural de este último desde los años ochenta y con toda claridad en estos momentos:
por un lado, la transformación del Estado hacia el neoliberalismo (De la Garza, 2003).

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CARACAS-VENEZUELA 51
El Estado Neoliberal no trata ya de inducir el crecimiento de la demanda agregada
a través de su gasto, ni llevando los salarios a la alza; tampoco esto se deja a las libres
fuerzas del mercado, pues este Estado influye decididamente en los aumentos salariales a
favor del capital. Al dejar de inducir la demanda, el Estado Neoliberal afectó a algunas de
las formas principales de los intercambios que permitían la reproducción del corporativismo:
el Estado deja de ser el medio para conseguir, como parte de la gran negociación política,
los aumentos salariales y las prestaciones a la alza, y se maneja el salario como variable de
ajuste para controlar la inflación y alentar la inversión; la decadencia de la seguridad social,
la privatización subterránea de los servicios de salud y la abierta de las pensiones, así como
la focalización del gasto social hacia la extrema pobreza que poco toca a los trabajadores
asalariados y especialmente de los gremios importantes políticamente; las privatizaciones
directas que, excepto en el caso de Telmex, se han traducido en recortes de personal, dismi-
nución de prestaciones y prerrogativas para los sindicatos, y flexibilizaciones unilaterales de
los contratos colectivos de trabajo. Es decir, el neoliberalismo para la relación corporativa ha
significado una crisis de intercambios, pero sin irrupciones importantes de los trabajadores
(Ortega Riquelme, 2006).
En el cuadro 6 se puede ver la evolución de las remuneraciones medias reales en las
últimas dos décadas: una disminución real del 68.4 por ciento del salario mínimo entre
1980 y 2012, de 50.5 por ciento en término reales de los salarios de las grandes empresas
(ramas federales) y un estancamiento de las remuneraciones totales (salario, prestaciones
gastos en seguridad social) en la manufactura.

Cuadro 6
Cambios en el salario mínimo y los salarios contractuales reales

Período Salario mínimo real Salario Contractual


% %

1980-1990 -50.69 -36.37

1990-2000 -36.46 -25.45

2001-2006 -2.28 -0.75

2007-2012 0.02 -0.5

1980-2011 -68.4 -50.5

1990-2012 -31.4 -21.95

Fuente: Calderón, Felipe (2012) anexo al VI Informe presidencial. Presidencia de la República.


Nota: se llama salario contractual al que se desprende de la firma de contratos colectivos.

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No obstante que los gobiernos priistas neoliberales siguieron firmando pactos Econó-
micos con los sindicatos y empresarios, fue en especial para respaldar su política económica
y salarial; tales pactos con menores implicaciones los continuaron los gobiernos panistas.2
Las condiciones materiales de los trabajadores desmejoraron durante los años del
neoliberalismo, el porcentaje de trabajadores sin prestaciones se incrementó y el porcen-
taje de trabajadores que no contaron con un contrato escrito por tiempo indeterminado se
mantuvo mayoritario.

Cuadro 7
Balance laboral del sexenio de Felipe Calderón (enero 2007-noviembre 2012)

Enero 2007 Noviembre 2012


% %

Desocupación 4.6 5.12

Con ingreso menor o igual a 5 salarios mínimos 88.5 91.1

Sin acceso a la salud 62.5 65.6

Sector informal 26.9 27.7

Porcentaje total de informales 60.0

Subocupados 7.7 7.55

Asalariados sin contrato escrito 46.3 50.4

Tasa de condiciones críticas de ocupación 10.52 11.3

Porcentaje de desocupados con educación media superior y superior 37.8

Asalariados sin acceso a prestaciones 36.7 39.8

Tasa de sindicalización 16.7 (2005) 14.5 (2010)

Fuente: elaboración propia a partir de la Enoe (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo).3

Es decir, fueron minados resortes de intercambio clientelar entre la base obrera y los
líderes sindicales.
La tasa de sindicalización ha tenido en estos años del neoliberalismo una gran caída, sin
embargo, no por la decisión de los trabajadores de dejar los sindicatos, puesto que las cláu-
sulas de exclusión (close shop) siguen vigentes, sino por quiebra de empresas o por despidos.

2
En el año 2000, por primera vez en 80 años, la derecha representada por el Partido Acción Nacional llegó a la presidencia de la república,
la que conservó por dos sexenios.
3
Encuesta representativa del empleo elaborada por el Inegi.

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CARACAS-VENEZUELA 53
Cuadro 8
Tasa de sindicalización

I trimestre de 2005 I trimestre de 2010


Entidad % de % de
Total Sindicalizados Total Sindicalizados
sindicalizados sindicalizados
Total 26.165.241 4.360.855 16.7 28.967.915 4.192.541 14.5
Aguascalientes 285.122 40.666 14.3 329.076 47.882 14.6
Baja California 865.438 84.238 9.7 995.922 105.578 10.6
Baja California Sur 153.059 27.511 18.0 180.949 36.847 20.4
Campeche 191.478 33.126 17.3 213.284 40.714 19.1
Coahuila 690.661 172.787 25.0 754.976 134.503 17.8
Colima 179.128 29.080 16.2 196.186 31.985 16.3
Chiapas 678.228 90.927 13.4 810.516 102.712 12.7
Chihuahua 868.588 131.494 15.1 924.223 99.047 10.7
Distrito Federal 2.784.210 503.034 18,1 2.898.397 428.898 14.8
Durango 348.315 56.914 16.3 377.387 58.273 15.4
Guanajuato 1.169.667 126.870 10.8 1.307.289 117.676 9.0
Guerrero 500.526 105.320 21.0 572.186 103.597 18.1
Hidalgo 509.404 75.343 14.8 564.349 68.801 12.2
Jalisco 1.866.944 232.309 12.4 2.103.385 260.718 12.4
México 3.810.712 644.443 16.9 4.272.550 579.488 13.6
Michoacán 891.384 98.552 11.1 954.053 120.556 12.6
Morelos 426.346 60.077 14.1 475.149 59.575 12.5
Nayarit 242.467 46.002 19.0 259.261 54.154 20.9
Nuevo León 1.348.029 271.281 20.1 1.465.986 260.796 17.8
Oaxaca 524.297 99.335 18.9 611.555 111.337 18.2
Puebla 1.221.916 142.609 11.7 1.333.019 140.147 10.5
Querétaro 411.834 75.629 18.4 461.895 69.066 15.0
Quintana Roo 338.219 62.590 18.5 449.859 71.839 16.0
San Luis Potosí 552.992 116.926 21.1 607.447 120.190 19.8
Sinaloa 763.635 112.314 14.7 789.660 90.706 11.5
Sonora 701.253 120.980 17.3 747.168 124.774 16.7
Tabasco 477.117 85.700 18.0 543.917 78.779 14.5
Tamaulipas 847.247 255.815 30.2 907.918 236.128 26.0
Tlaxcala 247.467 49.046 19.8 268.808 44.208 16.4
Veracruz 1.513.822 298.760 19.7 1.727.799 268.592 15.5
Yucatán 495.291 58.600 11.8 570.836 64.890 11.4
Zacatecas 260.445 52.577 20.2 292.910 60.085 20.5

Fuente: INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

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54 SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2015
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La influencia de los sindicatos corporativos, en el PRI y en el parlamento, disminuyó


substancialmente: el porcentaje de diputados de organizaciones obreras del Congreso del
Trabajo (CT)4 pasó del 21.5 por ciento entre 1979 y 1982 a 7.14 por ciento en el periodo
de 2006-2009.
Sin embargo, los sindicatos corporativos se volvieron garantes de la paz laboral: a pesar
de la precarización de los empleos, las huelgas disminuyeron substancialmente, como se ve
en el cuadro 9. En cambio, los conflictos individuales, que muchas veces no pasan por los
sindicatos, se mantuvieron muy elevados.

Cuadro 9
Demandas individuales, colectivas y huelgas federales

Demandas Demandas Huelgas


Año
individuales colectivas estalladas

1980 4.674 201 93

1985 19.272 1.406 125

1990 27.224 548 150

1995 44.611 1.639 96

2000 45.260 423 26

2001 43.103 504 35

2002 45.265 292 45

2003 47.661 335 44

2004 50.590 337 38

2005 51.948 344 50

2006 59.298 411 55

2007 73.072 464 28

2008 91.002 483 21

2009 94.608 355 19

2010 103.773 400 11

2011 100.373 413 13

2012 90.796 459 19

2013 83.464 464 18

Fuente: STyPS, Estadísticas Laborales.

4
Organismo cúpula del sindicalismo corporativo mexicano. Sus dos organizaciones principales son la CTM y la FSTSE. Incluye otras confede-
raciones como la CROC, la CROM, la COR y sindicatos nacionales de industria como el minero metalúrgico.

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En el año 2000, la derrota del PRI y la llegada al poder de un partido anticorporativo
(PAN) hizo suponer a una parte de los analistas que las relaciones corporativas entre los
sindicatos y el Estado sufrirían cambios. Sin embargo, tanto la CTM como la UNT (Unión
Nacional de Trabajadores)5 compitieron en felicitar al candidato triunfante y prestarse a
dialogar con el mismo.6 La CTM prometió al nuevo gobierno impulsar el Acuerdo por una
Nueva Cultura Laboral con orden, paz y armonía con los empresarios. El sindicato de pe-
troleros reconoció también el triunfo y pidió respeto a las relaciones laborales en Pemex y
que la empresa no fuera privatizada; el de Mineros reconoció por igual el triunfo del PAN
y pidió respeto a la autonomía de los sindicatos; otro tanto hizo la FSTSE (Federación de
Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado). La UNT no sólo felicitó al candidato
triunfador sino que pidió el fin del corporativismo y enarboló sus propuestas de negociación
de la productividad y alianza con las empresas (corporativismo de la productividad). Detrás
de este panorama estaban las ideas del nuevo presidente durante la campaña: acabar con
el corporativismo, favorecer la democracia sindical, no al populismo y al neoliberalismo,
mejorar las condiciones laborales, respeto a los derechos de los trabajadores, mejorar la
capacitación para el trabajo, repartir los frutos de la productividad.
Para el gobierno de derecha se abrían varias alternativas: primera, favorecer la libertad
sindical, tal como lo postulase en el discurso; para esto podía emprender una campaña en
contra de los contratos de protección (contratos simulados que no conocen los trabajado-
res) y de los apoyos estatales al corporativismo, lo que pudiera llevar hacia una reforma
democrática de la Ley laboral; segunda, una política más moderada que la primera, pero
que apuntase hacia un respeto a la legalidad vigente con funcionarios honestos en las Jun-
tas de Conciliación y en el Registro de Asociaciones; y tercera, no hacer grandes cambios,
considerando la experiencia del PAN en los estados en los que tienen gobernadores como
Baja California Norte, en donde habían entrado en un modus vivendi con las centrales ofi-
ciales, sin favorecer a independientes, jugando entre ellas y utilizando los resortes legales
y extralegales para conformar una suerte de restauración corporativa no partidaria, cuyo
único interés era satisfacer al máximo a los inversionistas. Esto último fue lo que sucedió.
Para los sindicatos del Congreso del Trabajo, a su vez, se abrían varias opciones: la
primera era la de seguir a la cola del PRI apoyando sus campañas electorales y parlamenta-
rias, esperando nuevas elecciones; la segunda, entrar en negociación con el nuevo gobierno.
Por parte de la UNT al parecer sólo existía la opción ya emprendida, la de mostrarse como

5
Creada en 1997 con disidentes del Congreso del Trabajo y sindicatos independientes.
6
La clasificación clásica del sindicalismo en México es la de sindicatos corporativos. Pertenecen al PRI y están agrupados en el Congreso del
Trabajo (CT), cuya mayor confederación es la CTM (Confederación de Trabajadores de México). El sindicalismo independiente tradicionalmente
fue de izquierda; sus agrupaciones mayores son la UNT y el Frente Sindical Mexicano. Un tercer tipo de corporativismo ha sido el llamado
Blanco o Patronal, de control directo de las gerencias, sin mediación del PRI.

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la base de un nuevo sindicalismo responsable ante la economía y las empresas, interesado


en la productividad, democrático, propositivo. Su estrategia se basa en convertirse en el
centro de un nuevo pacto social basado en la productividad, la legalidad y la democracia.
Por su parte, los grandes empresarios que controlan a la mayoría de las organizacio-
nes patronales pudieron emprender una crítica al corporativismo por su corrupción, escasa
representatividad y poco interés en la productividad; o bien presionar al gobierno para que
nada cambiara, excepto la flexibilidad a nivel de la ley laboral.
A catorce años de distancia de la llegada de la derecha al gobierno federal podemos
concluir que las relaciones sindicales, que en su mayoría siguen en manos de sindicatos
corporativos, han tenido un cambio importante: la restauración parcial de las relaciones
corporativas que se habían debilitado en la primera parte del neoliberalismo (1986-2000)
entre sindicatos y Estado, dirigidas por la derecha.
El sindicalismo independiente, representado por la UNT y el Frente Sindical Mexicano,
hoy nueva confederación impulsada por el SME (Sindicato Mexicano de Electricistas), no creció
en este período y los acercamientos de la primera con el gobierno, al grado de participar en
una parte del proceso de propuesta de una nueva ley laboral, terminó en distanciamiento.
El Frente Sindical Mexicano tuvo un tropiezo importante con la liquidación del SME por
decisión gubernamental, su principal impulsor.
En cambio, el Congreso del Trabajo estableció buenas relaciones con el gobierno
federal, apoyando el diálogo entre los factores de la producción impulsado por la Secretaría
del Trabajo, el proyecto de Ley Laboral del PAN, los aumentos salariales anuales a partir de
la comisión nacional de salarios mínimos, como en los tiempos de los gobiernos priistas, y
garantizando la paz laboral.
Durante los últimos dos sexenios, la huelga no fue un medio muy socorrido para
solventar los conflictos obrero patronales: de inicios de los noventa a los primeros años
de este siglo, las huelgas decayeron casi a un tercio y se estabilizaron en este nivel. Otro
tanto sucedió con los conflictos colectivos sin emplazamiento a huelga, pero, en cambio, los
conflictos individuales solo en jurisdicción local aumentaron en un 84.4 por ciento entre el
2000 y el 2012. Los datos anteriores muestran que las preocupaciones empresariales, por
poner obstáculos legales a las huelgas a través del proyecto de legislación, no obedecen a
la actividad huelguística actual, sino que tienen un carácter preventivo frente al predominio
de trabajos precarios en el país. Los 12 años de gobiernos del PAN no se caracterizaron
por un incremento en la conflictividad laboral colectiva, para esto, el sistema corporativo
mostró su eficiencia.
El corporativismo en México demostró con su restauración en los gobiernos del PAN
que más que de partido es de Estado; en esta medida, las direcciones sindicales entraron
en negociaciones no muy diferentes a las de la era priista: intercambiar paz laboral por

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protecciones estatales al monopolio de la representación corporativa, erradicando liderazgos
u organizaciones alternativas. Además, la red de relaciones corporativas no solo implica a
las cúpulas de mayor poder, sino también las de niveles medio y bajo, es decir, de los niveles
de entidad federativa, rama o bien en el de la empresa. Estas redes de complicidad en las
que el eje central es también la paz y el control laboral a cambio del monopolio de la repre-
sentación y más prebendas para los dirigentes, no cambiaron al volver el PRI al poder en el
2012. Anteriormente, en estados como Baja California y Chihuahua se había demostrado
que era posible la convivencia y los acuerdos entre sindicatos del PRI con gobiernos estata-
les del PAN, porque en el plano laboral defienden intereses semejantes. Esta tupida red de
compromisos, confianzas, lealtades e intereses es lo que mantiene vivo al corporativismo.
Por esto hemos hablado de una restauración de la relación corporativa sindical sin el PRI
en los años de los gobiernos panistas.
Pero la restauración corporativa más ambiciosa de los gobiernos panistas fue la creación
por parte de la Secretaría del Trabajo de la Mesa Central de Decisión, gran coalición de la
mayor parte del sindicalismo (corporativo, independiente y patronal) para llegar al diseño de
una nueva ley federal del trabajo. Nuevamente los llamados a concertar eran las corporaciones
y al final el Congreso de la Unión se encargaría de su aprobación. Pero este proyecto profundo
de restauración y ampliación del corporativismo sufrió una primera frustración al alejarse la
UNT de las coincidencias con la política laboral del gobierno, pasar a la oposición y acercase al
FSM.7 El asunto se complicó, primero por una diferencia entre líderes que llevó a la fractura de
la FSTSE y a la formación de la Federación Democrática de Sindicatos de Servidores Públicos,
que, con la presencia del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación), agrupa
a la mayoría de los burócratas, pasando la FSTSE a ser federación minoritaria; en segundo
término, los conflictos en la cúpula del Congreso del Trabajo en torno a la elección de su
presidente llevó a que la CROC, la CROM, la COR8 y otros sindicatos nacionales pasaran a
la oposición, aunque años después entraron nuevamente al redil.
A lo anterior se añadió el conflicto del gobierno con el liderazgo del sindicato minero
metalúrgico, que tenía como antecedente las críticas de este al proyecto de ley laboral y el
apoyo a los disidentes del Congreso del Trabajo, y que explotó en torno al problema de la
mina de Pasta de Conchos, en el que el dirigente del sindicato responsabilizó al ministerio del
trabajo y a la compañía Minera Grupo México del desastre.9 Este proceso de deslegitimación

7
Frente sindical Mexicano; frente de sindicatos independientes y movimientos sociales encabezado por el Sindicato Mexicano de Electricistas
(SME), sindicato de la zona centro del país de larga tradición democrática.
8
COR: Confederación de Obreros Revolucionarios, tercera confederación corporativa; CROC: Confederación Revolucionaria de Obreros y
Campesinos, segunda confederación corporativa; CROM: Confederación Revolucionaria de Obreros Mexicanos, central corporativa más
antigua, la tercera en tamaño.
9
El autor hace referencia a la explosión ocurrida en la mina de carbón Pasta de Conchos, situada en Nueva Rosita de Coahuila, por la que
murieron 65 mineros el 19 de febrero de 2006 (Nota del editor).

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de la política laboral y sindical de los gobiernos panistas, más la coyuntura electoral de


2006 en la que el PAN y el PRD mostraron fuerzas equivalentes, y la torpeza de operadores
políticos, ignorantes de tradiciones y de las culturas de los sindicatos, han unido, bien que
coyunturalmente, fuerzas impensables de hacerlo en otro momento: el Frente Sindical Mexi-
cano, siempre reacio a las acciones conjuntas con los corporativos; la UNT, distanciada de
los corporativos y en relaciones, pero no de confianza, con el FSM; la Coalición de Sindicatos
Nacionales y Confederaciones del Congreso del Trabajo, disidentes del Congreso del Trabajo y
de lo que queda de la FSTSE, considerados tan corporativos como estas dos organizaciones;
y la Federación Democrática de Sindicatos de Servidores Públicos, escindida de la FSTSE,
anatematizada por el FSM, por la UNT, por los líderes sindicales priistas. Esta coalición fue
frágil y efímera, pero sí simbolizó dos fracasos del régimen panista en lo sindical:
En primer lugar, la ilusión de convertir al sindicalismo corporativo en su conjunto a la
doctrina social de la Iglesia Católica (también corporativa) que estaba fuera de los principios
propios a las tradiciones sindicales mayoritarias en México y a sus prácticas. Si bien los
dirigentes sindicales que participaron inicialmente en la Mesa Central de Decisión, inclu-
yendo los de la UNT, firmaron su adhesión a los nuevos principios que guiarían en el futuro
las relaciones laborales, tal firma no trascendió a la duración de un documento olvidado
y, aunque el secretario del trabajo insistió en las exhortaciones cristianas, más despertó
sonrisas que adhesiones.
En segundo lugar, la propia restauración corporativa se debilitó con tantas disidencias,
aún si el propio gobierno se ha cuidado de no poner en cuestión el otro eje del pacto, la
protección del monopolio de la representación, desconociendo a la dirigencia del minero,
con titubeos respecto de la nueva federación burocrática, imponiendo la dirigencia del
Congreso del Trabajo y, finalmente, tratando de apadrinar a una nueva central (Alianza
Sindical Mexicana) con sindicatos blancos, de protección, y una escisión de la CROC bajo
la guía de la doctrina social de la Iglesia Católica. El resultado ha sido la fusión de varias
centrales de sindicatos patronales con otros corporativos y su crecimiento espectacular, al
grado de ser la segunda central del país.

Conclusiones
A pesar de que el corporativismo mexicano ha perdido fuerza en el plano económico y
político, no ha desaparecido, si bien se han reestructurado las relaciones con el Estado y los
partidos políticos. Actualmente toma cuatro formas principales:
1) La del antiguo corporativismo, todavía mayoritario en número de afiliados, con
capacidades de intercambio muy raquíticas pero que es, sin embargo, una garantía de con-
trol sobre los trabajadores, específicamente en los lugares de trabajo a través de medidas
legales-close shop y la ley no obliga al voto secreto y directo para elegir dirigentes sindicales;

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la ley obliga a los sindicatos a registrase ante la Secretaría del Trabajo. La negociación de
las relaciones laborales en las Juntas de Conciliación y Arbitraje sigue manejándose como
asunto de Estado. El panismo se ha visto dispuesto a negociar flexibilidad por el manteni-
miento de las garantías legales –y extralegales – al corporativismo en sus proyectos de ley
laboral, encabezadas por la Secretaría del Trabajo. Este corporativismo sigue negociando el
control de los trabajadores en sus demandas a cambio del monopolio de la representación
garantizada por el Estado, sin importar que al frente esté un partido diferente del PRI. Es
decir, la funcionalidad de este corporativismo en la era neoliberal es sobre todo en el nivel
micro de las empresas. En el macro, aunque fue llamado a convalidar la política económica
de los gobiernos priistas neoliberales a través de la firma de Pactos Económicos, su papel
ha sido menos importante y, a pesar de que los gobiernos panistas lo haya incorporado en
diálogos con los sectores de la producción, su intervención en la política económica, aunque
fuera nominal, ha desaparecido. Sin embargo, los sindicatos de este tipo sí fueron llamados
a convalidar las reformas regresivas de la seguridad social y la ley laboral, intercambiando
flexibilidad en las empresas por el mantenimiento de las leyes corporativas. También es
notable la pérdida de influencia de estos sindicatos en el sistema político, en el PRI y en
el parlamento. Son sindicatos que han aceptado pasivamente las caídas del salario real
durante largos años y los despidos masivos a partir de reestructuraciones de las empresas
o privatizaciones.
2) El corporativismo de la producción. Pocos sindicatos y empresas optaron por este
corporativismo propositivo en cuanto a cómo elevar la productividad en el nivel micro,
combinado con la política de bonos de productividad. Los gobiernos neoliberales quisieron
encauzar estas nuevas alianzas entre sindicatos y empresas por la productividad con be-
neficios en bonos para los trabajadores a partir del gobierno de Salinas de Gortari (1988-
1994). En los primeros años, el número de sindicatos con convenio de productividad y de
trabajadores en este régimen crecieron espectacularmente. Sin embargo, el incremento en
el ingreso que estos bonos proporcionaron fueron muy bajos y en los últimos años empresas
y sindicatos han perdido interés en extenderlos. Sin embargo, hay empresas como Telmex
en las que este esquema si funcionó para aumentar la productividad y, a la vez, el ingreso
de los trabajadores. Este corporativismo de la productividad sigue presente, así como los
esfuerzos panistas, priistas y perreditas de consagrarlos en una nueva ley federal del trabajo
a través de comisiones mixtas de productividad y sistemas de bonos (De la Garza, 2002).
3) El corporativismo cristiano. La idea del corporativismo en el cristianismo es antigua
y los grupos panistas más clericales la retomaron desde el año 1995, y especialmente
durante el sexenio panista de Vicente Fox (2000-2006). Este corporativismo parte de
principios como los siguientes: patrones y trabajadores comparten una misma esencia; la
empresa debe concebirse como una comunidad solidaria y de amor; no hay contradicción

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de intereses entre obreros y patrones; en esta medida hay condiciones para fomentar una
cultura solidaria entre las dos partes por la productividad y la calidad. Esta perspectiva ha
ido ganando terreno en forma callada, reagrupando a antiguos sindicatos patronales que
no eran del PRI ni de la izquierda y algunos escindidos del Congreso del Trabajo, al grado
de que actualmente conforman en la ASM la segunda central del país. Su terreno es el de
colaboración subordinada del sindicato a la gerencia, diferente del corporativismo tipo 2,
aunque tienden a acercarse.
4) El corporativismo flexible en el sistema político. El ejemplo más acabado ha sido el
del SNTE, que inició como antiguo corporativismo y fue derivando en un gran pragmatismo
político frente a un Estado ya no monolítico sino policéntrico en términos de partidos en
el poder y corrientes o líderes. Este corporativismo es novedoso en cuanto a las relaciones
con el sistema político, de manera flexible apoya lo mismo a un partido que a otro depen-
diendo de las circunstancias en cada coyuntura. A la vez es muy tradicional en las relaciones
clientelares con sus bases, a las que moviliza conforme a sus pactos político partidarios. Su
debilidad estriba, primero, en su gran desprestigio frente a la ciudadanía por el descuido
de la calidad de los servicios que prestan sus agremiados, desprestigio que recientemente
ha llevado a la ruptura de pactos con sus socios partidarios y a su debilitamiento político y
al encarcelamiento de su máxima dirigente.
En cuanto al empresariado, sus organizaciones han perdido presencia aunque siguen
actuantes (Figueroa, 2005) (Arenas, 2009), (Iranzo, 2011) en aras de la influencia de las
grandes compañías, sean de capital nacional o extranjero. Estas grandes corporaciones, como
organizaciones productivas, ya no han necesitado ser representados por cámaras patronales
pues cuentan con acceso directo a los entretelones del poder político.
Las organizaciones campesinas, que en otras épocas fueron muy importantes, no son
ni la sombra de lo que fueron: se han dividido y reagrupado múltiples veces y han surgido
otras con cada vez menos influencia en las políticas públicas. Las antiguas organizaciones
urbano populares están casi extintas, han sido substituidas por organizaciones por tipo de
ocupación informal –vendedores ambulantes, taxistas, microbuses, etc. Muy fragmentadas
pero a la vez beligerantes frente a la disputa por el espacio público como espacio de trabajo.
Estas comparten con el corporativismo flexible su pragmatismo frente a las autoridades
gubernamentales locales y los partidos cuya fuerza puede cambiar en el corto tiempo.
Faltaría por anotar la presencia de organizaciones de indígenas, ecologistas, lesbianas,
gays, derechos humanos, etc. Nuevos actores casi todos, unas son auténticas organizaciones,
otras son ONGs o pequeños colectivos pero con capacidad de poner el dedo en la llaga a
través de medios de comunicación, parlamentarios o partidos.
Esta diversidad, fragmentación de las organizaciones con posibilidades corporativas,
conforma un panorama muy abigarrado de organizaciones y grupos (Alexander, 2006).

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Estos se han multiplicado, aunque solo en momentos culminantes de la conflictividad social
logran coincidir (como cuando la caravana zapatista a la ciudad de México). Sin embargo, el
panorama de multicorporativismo real o potencial amplio, no ha podido revertir las políticas
salariales negativas para los trabajadores ni frenar los aspectos negativos de la reforma labo-
ral de 2012. En las concepciones de los tres grandes partidos políticos no está la desaparición
del corporativismo sino su sometimiento más cabal y ampliado: unos porque vienen de esa
tradición y piensan seguir fomentando sus bondades políticas -PRI y PRD-, y el otro, el PAN,
porque cuenta con la influencia de cristianos doctrinarios que miran hacia un corporativismo
con esa orientación o de empresarios educados en las tradiciones corporativistas priistas.
Es decir, no es previsible y menos con la crisis actual del neoliberalismo, la desaparición del
corporativismo, en todo caso sufrirá nuevas transformaciones.

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