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Necrocirugía

INTRODUCCIÓN

Los términos autopsian y necropsia se han utilizado tradicionalmente en los


estudios post mortem, pero el autor cree conveniente acuñar una nueva
terminología acorde con los estudios a efectuar en el cadáver.
Partiendo desde sus raíces, la palabra autopsia significa “verse a sí mismo”,
mientras que necropsia significa “vista al muerto”. Lo anterior podría
traducirse como el examen externo del cadáver, razón por la que se debe
emplear el término necropsia cuando se efectúa exclusivamente el
reconocimiento externo del cadá- ver, con el objeto de hacer el diagnóstico de
muerte, siempre y cuando los datos macroscópicos obtenidos a través de dicho
examen sean suficientes para encon- trar la causa real de la muerte.
El término necrocirugía es más completo para explicar que, además de
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efec- tuar el examen externo de un cadáver, se procede al acto quirúrgico que


consiste en la apertura de las cavidades del cuerpo humano para llegar al
diagnóstico de la causa de la muerte.
Es de vital importancia practicar la necrocirugía en forma metódica, amplia
y minuciosamente descriptiva. No se deben pasar por alto las lesiones o
alteracio- nes de los órganos o las vísceras que pudieran ser de escaso o nulo
valor para el criterio del ejecutor de la misma. La necrocirugía no se debe
convertir en un acto de carnicería, ya que al efectuar cortes y desgarramientos
de los órganos y las vís- ceras se destruye un estudio, de cuyo resultado puede
depender la libertad o el encarcelamiento de una persona y el honor o la
deshonra de la misma.

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La necrocirugía es una práctica de alto valor científico y judicial que debe


ser llevada a cabo por personas preparadas en las aulas universitarias. Es
necesario terminar radicalmente con las improvisaciones que prevalecen en
nuestro medio, dado que personas con escasa o nula preparación la realizan en
forma audaz, la mayoría de las veces con instrumental escaso e inadecuado, y
con la elaboración de protocolos de necrocirugía que, en lugar de ser
documentos científicos que ayuden a la solución de problemas, son
documentos fraudulentos y nocivos que sólo sirven para perjudicar la legítima
administración de la justicia.
La necrocirugía es un arte y como tal debe practicarse. No debemos olvidar
la célebre frase de Zacchia, modificada por el autor: “Una necrocirugía mal
hecha no puede rehacerse nunca”.

CLASIFICACIÓN

La necrocirugía puede ser de cuatro tipos, según el carácter de la misma:

1. Científica: cuando se realiza con el fin de progresar en el conocimiento


mé- dico de una afección. Debe realizarse sistemáticamente.
2. Clínica: corrobora el paralelismo entre el cuadro sindromático y las
altera- ciones orgánicas, rectificando o no el diagnóstico.
3. Anatomopatológica: se dedica al estudio de las modificaciones
mórbidas, esqueléticas, tegumentarias, viscerales y texturales existentes,
cuyo estudio conduce al diagnóstico de muerte.
4. Médico–forense: se ejecuta por orden judicial o de las autoridades
compe- tentes, con el objeto de determinar la causa de muerte.

LEVANTAMIENTO DEL CADÁVER

La necrocirugía médico–forense tiene una característica especial: antes de


reali- zar la necrocirugía es necesario inspeccionar el lugar de los hechos para
efectuar el levantamiento del cadáver, que consiste principalmente en la
inspección ocular del lugar donde se encuentra el cadáver, que puede ser una
habitación en el inte- rior de una casa, hotel o motel, el arroyo vehicular, el
campo, las vías del tranvía, tren o metro, etc.
Al efectuar el levantamiento del cadáver se debe tener la precaución de
conser- var íntegras las huellas e indicios y no destruirlas por falta de
conocimientos, ya que son de vital importancia. Durante el mismo se toman
fotografías a color de
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todo el conjunto, con el empleo de lentes angulares: del cadáver en relación


con su posición; de las huellas dactilares y los lagos sanguíneos; de las huellas
causa- das por el arrastre y las llantas de vehículos en el asfalto; del closet; del
baño, etc. También se obtiene un croquis de la habitación en el que se deben
señalar los cua- tro puntos cardinales. En caso de que el cadáver se haya
encontrado en el arroyo vehicular se realiza un croquis del mismo y se señala
la nomenclatura de las ca- lles, la orientación del cadáver y los puntos
cardinales, la intensidad de la luz rei- nante en la zona; las características del
clima (lluvioso o seco); la temperatura ambiente; el tipo de suelo (arcilla,
tierra, asfalto, concreto, etc.). Se inspecciona el cadáver en búsqueda de
indicios, con ayuda proporcionada por alguna persona; se observa la posición del
mismo (boca arriba, boca abajo, de lado, encogido, se- misentado, de cabeza,
en posición viciosa, etc.) y si existen signos de muerte real o aparente, así
como el tiempo que sobrevivió después del hecho desencadenante. Se
recolectan los objetos cercanos, como pistolas, cuchillos, reatas, palos, peines,
botones, etc., para su conservación. En caso de que se encuentren restos de
cadá- veres se deben seguir los mismos pasos en forma sistemática, ya que lo
que a sim- ple vista aparentemente no tiene relación alguna con el cadáver
puede ser de gran importancia en el momento de efectuar la investigación
criminal.

REQUISITOS

La necrocirugía requiere instrumental y lugar adecuados para practicarla, además


de contar con el auxilio de pruebas de laboratorio y de gabinete. Cuando es de
carácter legal (muerte por homicidio, causa violenta, suicidio, etc.) se debe
obte- ner una orden de la autoridad competente para realizarla. En el caso de
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necrociru- gía intrahospitalaria es menester recabar la autorización por escrito


de los fami- liares más cercanos (padres, cónyuge, tutores, hermanos mayores,
etc.).
Es importante que las personas que realizan la necrocirugía vistan con ropa
quirúrgica y que utilicen anteojos de cristal transparente como medio de
protec- ción en los casos de cadáveres con padecimientos infectocontagiosos.
También se recomienda no olvidar el empleo de cubrebocas y guantes
quirúrgicos de hule, así como la desinfección del local donde se efectúa (antes
de iniciar y al terminar) con bacteriostáticos y bactericidas.

Instrumentos

El instrumental con que debe contar cualquier departamento médico forense


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para poder practicar la necrocirugía consiste en:


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1. Cuchillo de necrocirugía con hoja de 10 a 15 cm de longitud: se emplea


para abrir el cuerpo y disecar los órganos.
2. Bisturí con hoja desechable y cuchillo Brad Parker de 35 cm; el primero
sirve para incidir el cuero cabelludo y la tienda del cerebelo, y para
cortar los nervios, extirpar la hipófisis y abrir las articulaciones. El
segundo se utiliza para asegurar que las superficies de corte sean
uniformes en el pul- món, el hígado, el bazo, el páncreas, los riñones, la
próstata, los testículos, los ovarios, las cápsulas suprarrenales, la
glándula tiroides y el cerebro, así como también para hacer cortes
histológicos y para no romper la superficie cortada de los órganos fijos.
3. Un par de pinzas de dientes de ratón de 20 cm de longitud: se emplean
para separar tejidos, como la cápsula suprarrenal, la duramadre, etc.
4. Un par de pinzas de disección de 15 cm de longitud: sirven para
manejar los tejidos y órganos blandos.
5. Cuchillo de longitud media con una hoja de 20 a 24 cm: útil para
amputar y disecar las estructuras cervicales.
6. Cuchillo largo con hoja de 32 cm de longitud: para cortes de superficies
uniformes en los pulmones, el hígado, etc.
7. Un par de tijeras con una hoja puntiaguda y otra roma: la punta roma se
emplea para abrir las arterias coronarias, las vías biliares, las
pancreáticas y las pequeñas arterias.
8. Un par de tijeras con dos hojas romas: se emplean para extraer las
arterias del cuello y para disecciones romas.
9. Un par de tijeras: para cortar huesos y materiales duros.
10. Un par de tijeras para intestinos (enterotomo): se utilizan para abrir el
estó- mago y el intestino.
11. Un par de tijeras curvas largas: para la separación de un segmento de la
médula espinal cervical y la extirpación del cerebro.
12. Sondas de 1 mm de diámetro: se utilizan para la exploración de las
arterias coronarias, los conductos biliares y pancreáticos, la uretra y los
oviductos.
13. Regla metálica: para medir el grosor de la grasa abdominal, el
miocardio, la corteza suprarrenal, la circunferencia de las válvulas
cardiacas, las di- mensiones de la próstata y otros órganos, el tamaño de
los tumores, etc.).
14. Costotomo: para cortar a través de los cartílagos costales. Cuando están
calcificados se utilizan las tijeras de costilla o sierra.
15. Un par de tijeras para costilla.
16. Cuatro clamps para intestino: para aplicar dos en el duodeno y dos en el
recto.
17. Sierra vibratoria tipo Stryker de 110 voltios con hojas grandes: para
extir- par la bóveda del cráneo, separar el peñasco del hueso temporal,
extirpar los cuerpos vertebrales y cortar las costillas, los huesos largos,
etc.).
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18. Martillo con gancho: para golpear sobre el escoplo cuando se trabaja en
la bóveda craneana (el gancho sirve para separarla fácilmente).
19. Escoplo (cincel).
20. Pinzas de gubia: para abrir los agujeros en las apófisis transversales de
las vértebras.
21. Báscula: para pesar los órganos grandes.
22. Balanza: para pesar los órganos pequeños.
23. Balanza de análisis: para pesar los órganos muy pequeños, como las
glán- dulas paratiroides.
24. Cucharón y graduador.
25. Esponjas.
26. Vasos y frascos de boca ancha con solución de Zenker, formol o
formalina a 10%.
27. Recipientes grandes: para la fijación de órganos voluminosos en
solución de Kaiserling.

PROCEDIMIENTO

Durante la práctica de la necrocirugía el médico ejecutor necesita contar con el


auxilio de otra persona con cultura médica que tome nota de todo lo que el médico
vaya describiendo o, en su defecto, contar con una grabadora (lo ideal es que
ten- ga un micrófono colgado al cuello y que pueda manejarse con un pedal
colocado en el suelo).
Inicialmente se hace una inspección del cadáver y se describe con
minuciosi- dad la ropa que porta. Posteriormente se realiza una inspección
completa de toda la superficie corporal, estando el cadáver desnudo. De
acuerdo con los datos ob- tenidos se planifica el trabajo a efectuar.
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Si el caso así lo requiere se ordenan las placas de rayos X necesarias para


loca- lizar cuerpos extraños (balas, pedazos de hojas de instrumentos
cortantes, pro- yectiles múltiples de armas de fuego, etc.), y de esta manera
evitar que durante la necrocirugía se produzca una carnicería por la búsqueda
de estos elementos. El cadáver debe ser respetado y deben guardársele
consideraciones similares a las de una persona viva en la sala de operaciones.
El personal debe permanecer uniformado, ser discreto y no expresar su opi-
nión cuando no le es solicitada por el médico en jefe.
No se debe permitir fumar en el interior de la sala, porque es imposible
hacerlo y trabajar al mismo tiempo, además de que existen organismos, como
el virus de la hepatitis y el estafilococo, que llegan a la boca a través de los
dedos de la per- sona que fuma.
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Examen externo

La necrocirugía comienza con el examen externo, que comprende la


inspección, cuyas características ya se mencionaron. Se continúa con la
palpación del cuerpo, la cabeza y los pies, anotando la longitud del cuerpo, el
peso, el estado de nutri- ción y la temperatura; se señala si existe rigidez
cadavérica, flictenas, edema, ic- tericia, cambios en la coloración de la piel,
heridas (contusas o por proyectil de arma de fuego, instrumentos punzantes,
punzocortantes o cortantes, fracturas ex- puestas, etc.), úlceras, tumoraciones
y alteraciones de la bóveda del cráneo, la cara, el cuello, los miembros
superiores, el tórax, el abdomen, la pelvis y los miembros inferiores. Se deja
asentado si existe salida de líquidos orgánicos por los oídos, las fosas nasales,
el meato urinario, la vagina, el ano y el pene. Poste- riormente se baña el
cadáver íntegramente, se seca perfectamente y se procede a efectuar las
incisiones.

Cabeza

Es recomendable iniciar la necrocirugía con incisiones que conserven la


estética hasta donde sea posible.
Se coloca un taquete de madera en la nuca con el fin de levantar la cabeza.
Se procede a efectuar la incisión del cuero cabelludo, que se inicia en la parte
media superior de la región temporal y se continúa con un trayecto ascendente
por la parte media parietal derecha hasta la parte media de la región parietal
izquierda para terminar en la parte media superior de la región temporal
izquierda. Inme- diatamente se despega el cuero cabelludo, quedando dos
colgajos a la altura del corte: uno de la porción anterior y otro de la posterior;
el primer colgajo se des- pega hasta 1.5 cm por arriba del borde orbitario y el
segundo se despega hasta por debajo del occipucio. Después se estudia la cara
interna de los colgajos mencio- nados en búsqueda de alteraciones, como
hematomas, heridas, etc., que hayan pa- sado inadvertidas en el examen externo
del cadáver por la presencia de pelo abun- dante. Una vez que la bóveda se
encuentra completamente limpia se procede a examinarla en busca de
tumoraciones y trazos de fractura. Posteriormente se efectúa un corte circular
en la bóveda del cráneo con la sierra de Stryker, que puede iniciarse en el
occipucio a la altura de la parte media y continuarse en la escama del
temporal, la parte media del frontal derecho e izquierdo y la parte me- dia de
la escama del temporal izquierdo para terminar nuevamente en el occipu- cio.
Al efectuar este corte se debe tener cuidado de no lesionar las meninges. Ha-
biendo hecho el corte, se introduce el escoplo, se golpea con el martillo para
separarla parcialmente y con el gancho del martillo se separa por completo. En
más de 33% de los adultos la duramadre está adherida a la cara interna de la
bó-
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veda y parte de ella se arranca al desprenderla. Se debe examinar la cara


interna de la bóveda para cerciorarse de la ausencia o presencia de
tumoraciones benig- nas o malignas. En la superficie de las meninges se
observa si existen o no hema- tomas epidurales y tumores benignos. Se
procede a abrir el seno longitudinal su- perior con las tijeras o el bisturí, se
corta la duramadre a la misma altura del corte efectuado en la bóveda del
cráneo y se pliega hacia la línea media para poder ob- servar diversas
alteraciones, como hematomas subdurales unilaterales o bilatera- les, edema
cerebral, congestión de los vasos sanguíneos cerebrales, presencia de pus, etc.
Se traccionan los lóbulos frontales para iniciar el desprendimiento de la masa
encefálica. Una vez reconocido el bulbo olfatorio se efectúan los cortes del
primero y segundo pares craneales, las arterias carótidas internas, etc., hasta
lle- gar a la tienda del cerebelo y liberar totalmente el cerebro. Con las tijeras
largas curvas o los cuchillos se corta la médula espinal lo más bajo posible. Se
extrae suavemente la masa encefálica y se palpa para localizar tumoraciones;
se obtiene su peso y se revisa el polígono de Willis cuando existe sospecha de
enfermedad viral. Hay que efectuar cortes de las regiones frontal y temporal
del cerebro, así como de la médula espinal, los cuales serán depositados en
frascos para su conge- lación inmediata. El cerebro se fija en solución de
formalina a 10% para endure- cerlo y poder realizar cortes. Se extrae la
hipófisis. Se observan los senos laterales y cavernosos.
Se retira la duramadre de la base del cráneo para visualizar si existen o no
tra- zos de fracturas.

Tórax y abdomen

La incisión de estas regiones debe ser lo más estética posible, por lo que es
reco- mendable realizarla en forma de “Y”. Se inicia con un corte a la altura
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del acro- mion, que se prolonga por la cara anterior del hemitórax, 3 cm por
debajo de la glándula mamaria hasta llegar al esternón, de ahí se continúa con
una línea simé- trica en espejo hasta el acromion contralateral. El segundo
corte se inicia sobre la línea media desde el corte anterior hasta la sínfisis del
pubis, siguiendo la línea media. Inmediatamente se procede a disecar el
colgajo, la piel y el tejido celular. Tanto el corte horizontal como el vertical se
repliegan; el primero se dirige hacia la cara y el segundo hacia los lados de la
línea media abdominal, dejando así al descubierto los planos musculares y las
aponeurosis torácica y abdominal.
Se efectúa una revisión de la cara interna de los planos blandos en busca de
tumoraciones o lesiones en el tórax. Se procede a la inspección del mismo,
obser- vando si existen lesiones, como hematomas o fracturas de los arcos
costales. In- mediatamente se realiza el corte de los cartílagos costales con el
cuchillo largo (en caso de que estén calcificados se utiliza el costotomo o la
sierra). Se despega
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la parrilla costal para dejar al descubierto el contenido torácico y poder revisar


el mediastino anterior y su contenido, el aspecto, el volumen y la superficie de
los pulmones, el aspecto del pericardio y la presencia de hemotórax o
hemoperi- cardio. Se extrae el contenido torácico, efectuando una inspección
minuciosa del mediastino y su contenido, los pulmones, el pericardio, el
corazón, los grandes vasos, el diafragma y los arcos costales. Todo lo que se
observe (lesiones, padeci- mientos, etc.) debe quedar asentando.
Al abrir la cavidad abdominal es posible encontrar sangre (hemoperitoneo),
líquido (ascitis) o pus en su interior. Posteriormente se procede a revisar los
dife- rentes órganos (hígado, bazo, estómago, asas intestinales, vejiga, riñones,
útero y anexos en la mujer, etc.), anotando todas las alteraciones que se
observen, tanto patológicas como las producidas por causas violentas o
traumáticas (lo mismo procede al revisar los órganos genitales masculinos y
femeninos). En caso de que exista fractura pélvica (cerrada o expuesta) o de
alguna extremidad se procede a realizar la disección de la región afectada (deben
anotarse todas las alteraciones que se encuentren y los cuerpos extraños
presentes en su interior, como clavos intramedulares, arena, astillas de
madera, pintura, grasa, etc.).
También se puede hacer una incisión longitudinal al cuerpo para abrir el
tórax y el abdomen. Ésta se debe iniciar a la altura del hueco supraesternal; se
continúa con un trayecto descendente pasando por la parte media del esternón
y la línea media abdominal, y termina en la parte media superior del pubis.
Esta incisión facilita mucho la extracción de las vías respiratorias superiores.
Finalmente se cierran las cavidades con aguja e hilo (de preferencia con
puntos de colchonero).
Una vez recopilados los datos obtenidos durante la necrocirugía se procede
a ordenarlos y estudiarlos para formular un diagnóstico de presunción. En
muchas ocasiones es necesario esperar el resultado de los estudios de
laboratorio para dar un diagnóstico definitivo.
Todos los datos de la necrocirugía deben quedar asentados por escrito en
forma detalla en un documento denominado “Protocolo de necrocirugía”, que
además incluye las fichas de identificación y antropométricas del individuo.
Algunas veces se le comunica al médico forense que, por orden de la
autoridad competente, en lugar de practicar la necrocirugía se realice
únicamente el examen externo del cadáver, y que si los datos obtenidos de
esta manera son suficientes para dictaminar la causa de la muerte puede
extender el certificado correspon- diente. En una situación como la
mencionada el médico forense está capacitado para acatar la orden de la
autoridad competente; si no, con base en el Código Pe- nal Mexicano, el
médico forense debe proceder a efectuar la necrocirugía. Se re- comienda a los
médicos forenses practicar las necrocirugías para hacer más efec- tivo su
dictamen, pues el margen de error que se puede presentar es menor.

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