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CIRCO JAPONÉS CLANDESTINO.

El circo japonés. Un tipo de circo, en particular, que era más bien prohibido. Una tarde de
verano, sin saber qué hacer para matar el tiempo, me puse a navegar por internet a ver qué
hallaba. Me la pasé saltando de página en página, de link a link; y de repente me encontré con
algo que podríamos llamar un «capítulo perdido» de la historia japonesa.

En el periodo que siguió a la primera guerra mundial, y hasta un poco después de la segunda,
hubo en Japón un tipo de circo clandestino, aparentemente hasta para la historia. en estos
circos, la gente pagaba para entrar a una choza y ver a niños con defectos y malformaciones de
nacimiento hacer malabares y contar chistes para entretener a su público.
Pero obviamente no iba a haber niños que voluntariamente se quisieran mostrar como
monstruos deformes para que se rieran de ellos. Lo que el «maestro de ceremonias» tenía que
hacer era robarse a los niños de sus padres, o simplemente secuestrarlos si eran callejeros, y
ponerlos a trabajar.

Aparte, como sabemos, un niño con defectos no nace todos los días (si así fuera, no tendría
sentido exhibirlos como rarezas). Y el dinero tenía que llegar rápido, pues no se tenía ni lo que
se hubiera invertido en las chozas. Así que, en lugar de conseguirse niños con defectos, la
mayoría optaba por hacer niños con defectos sacándoles un ojo o cortándoles los brazos.
Ya teniendo al niño, el resto era fácil. Lo que quedaba era hacer que hicieran lo que uno
quería. Ya fueran acrobacias, bailes o trucos de cartas; el niño aprendería. Y aprendería a
aparentar que era lo más divertido que hubiera hecho en su vida, siempre sonriendo y riendo.
Y si fallaban o desobedecían, les arrojaban ácido como castigo. El ácido probaba ser un método
bastante convincente y económico, y las quemaduras y cicatrices que dejaba podían ser
anunciadas como una deformidad más y atraer más público.
Algunos de estos circos, según entiendo, ofrecían aparte un espectáculo en el que los niños
eran brutalmente violados por su «entrenador», o eran obligados a mantener relaciones
sexuales entre ellos mientras el público observaba.

El autor de la página donde leí todo esto dice que el país entero armó todo para borrar esto de
la historia, dice que él lo sabe sólo porque es el nieto de una de las víctimas que por pura
suerte consiguió escapar con vida de este infierno. Pero según le dice su abuelo él es el único
del que sabe que pudo escapar con vida. La única manera para salir de ese circo era muerto,
casi siempre por una quemadura de ácido gravemente infectada. Y muchos de sus compañeros
de hecho deseaban esa muerte. Lo que fuera para parar de sufrir.

Pero ¿cómo nació esta idea? ¿Quién se atrevería a esto?


alguien desesperado.

Después de la primera guerra mundial, y aún más de la segunda, Japón fue una nación hundida
en la pobreza. Toda la economía, y en general, todo recurso, se dio por ganar la guerra. Y al
final, cuando tuvieron que rendirse, no quedó casi nada. Los que sobrevivieron, tenían que
seguir luchando día a día, seguir sobreviviendo.
Alguien en esa necesidad terrible, quiso aprovechar otra evidente necesidad de esa época:
olvidar; olvidar que se dio todo por nada, olvidar la fe quebrantada, olvidar el hambre y el frío
por las noches, olvidar la muerte. ¿pero cómo olvidas lo que sufres en carne propia a diario?
de dos formas: distrayéndote como puedas y viendo lo que le pasa al otro.
Es así como nace este circo. El circo japonés clandestino. Una vergüenza para la humanidad tan
grande que hasta su país de origen quiere fingir que nunca pasó.

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