Está en la página 1de 94

1

Se abusa de un niño
en la Iglesia

Jean Louis Sous


Traducción : Christine Castro Gache
2

Prefacio

A raíz del informe de la Commission Sauvé, los cristianos de las


comunidades parroquiales de San Juan Bautista y San Pablo de Angulema quisieron
comprender por qué y cómo los horrores de la pedofilia en el seno de la Iglesia
pudieron existir durante tanto tiempo. ¿Cómo ha podido perdurar tal "sistema"? En tal
caso, ¿quién podía acompañarnos en esta búsqueda, escuchar nuestra ira, entender
nuestro sufrimiento y permitirnos darle un sentido?

El psicoanálisis, método de investigación destinado a dilucidar el


significado inconsciente de nuestras conductas y cuyo fundamento se encuentra en la
teoría de la vida psíquica formulada por Sigmund Freud, podía quizás contribuir a ello.
Para Freud, una parte de la personalidad se construye en torno a la noción de
"represión". Por tanto, la sexualidad desempeña un papel primordial. La reaparición de
elementos reprimidos puede afectar a cualquier forma patológica que forma parte de
un complejo juego de fuerzas que atañe a nuestra psique.

La Iglesia pretende definir la vida sexual de sus fieles, divorciados que


se han vuelto a casar, homosexuales, etc... ¡al tiempo que se ha permitido encubrir
actos tales como la pedofilia! ¡Asombroso, sorprendente! En efecto, ¿quién podía
"iluminarnos" sobre estas desviaciones institucionales? Nos ha parecido que el nombre
de un psicoanalista, que no practica la religión católica y por tanto "neutral" (lo que no
excluye su conocimiento de los textos bíblicos y evangélicos), podía ser elegido.
3
Se han celebrado tres reuniones sucesivas y a partir de la primera
brotaron las palabras, como el vapor ardiente que se escapa de una válvula: todo el
mundo lo sabía y no se decía nada. El dolor estalló y las palabras se derramaron.
¿Cómo pudieron producirse tales actos, durante tanto tiempo, sin la complicidad de la
institución? ¿Podemos seguir teniendo confianza, (debilitada por estas revelaciones)
creer, adherirse? ¿Albergar esperanzas, mantener la fe?

En este libro, Jean Louis Sous se adentra en las múltiples acepciones de


la palabra "abuso" y en los fenómenos de dominación física y espiritual. También nos
remite a lo esencial, a los fundamentos sobre los que puede descansar hoy nuestra fe.

Padre Denis Trinez


4

Lo que un niño encarna


5

"Pero Jesús dijo: Dejad los niños venir a


mí, y no se lo impidáis; porque de ellos
es el reino de Dios”.
San Lucas -XVIII-66

"Por lo tanto, el que se haga pequeño


como este niño, será el más grande en el
Reino de los Cielos".
San Mateo-XVIII-4

Este cuadro de Bruegel (resaltado en primera portada), titulado La


Adoración de los Magos (1564), y que se puede ver en la National Gallery de Londres,
organiza su composición en torno a la mirada sobre este niño Jesús que acaba de
nacer. Este nacimiento también nos incumbe a nosotros en el punto enigmático de
esta zona genital que marca una encarnación, manifestada por su sexuación. ¿Cómo
concebirla? Mientras que en el trasfondo, las miradas de la soldadesca parecen
vagas, un tanto perplejos y perdidas, como, por lo demás, la postura de Melchor, dos
perspectivas ópticas se presentan como más precisas: Gaspar, este tercer rey negro,
representado por una alta silueta vertical y un traje majestuoso, escudriña este cuerpo
infantil, aunque es difícil decir lo que ve, como si esta visión estuviese aún atrapada
en un "agujero negro"1. En cuanto a Baltasar, en posición tambaleante, genuflexo,
sosteniendo precariamente su regalo, tiene los ojos muy abiertos y parece
singularmente bizco. Y aunque se acerca mucho a la zona sexual del cuerpo de este
niño (cuya mano sostiene la Virgen María como si ella también estuviera haciendo
una ofrenda de este misterio), es difícil decir lo que está viendo realmente. Al fondo,
detrás de María, podemos ver a José (el padre de la filiación terrenal), que ha
colocado su sombrero en el lugar de su sexo, distraído de la escena por un niño que le
cuchichea al oído: ¿qué pregunta podría estar haciéndole?

También podemos suponer que la curiosidad de Baltasar se refería al


hecho de saber si Cristo, como todo niño, también había sido circuncidado al octa-

1
Daniel Arasse, " Un oeil noir "(Un ojo negro) en On n’y voit rien (No se ve nada), Paris, Folio, 2000,
pp. 58-94.
6

vo día de su nacimiento como exigía el rito 2 . Pero estos puntos de vista no agotan, no
circunscriben totalmente el misterio de esta Encarnación. Sigue habiendo una cierta
diplopía en el asunto: en el Renacimiento, el culto de los genitales de Cristo (en latín,
ostentatio genitalia) llegó a tomar la forma de una petición de fertilidad o protección
masculina. Posteriormente, este "miembro" fue recubierto por la pudicia de la era
victoriana, resultando en una carne amordazada y oculta, suscitando un cierto
ofuscamiento sobre lo sexual.

Que esta represión se manifieste a través del cuerpo de estos niños


abusados, pisoteados en su inocencia violada, no puede sino causar escándalo 3, como
si la representación de estas escenas de la imagen del Niño Jesús ofreciendo el
misterio de la Encarnación remitiese al enigma de una sexualidad que hay que
acompañar sin negarla. Una colisión de imágenes que redobla y acentúa el
sentimiento de lo obsceno. Es posible que un exceso, un desbordamiento de la
represión, dé lugar a formas de transgresión y actos blasfemos.

2 Régis Burnet y Didier Luciani, "La Circoncision. Parcours biblique" (La Circuncisión. Recorrido
bíblico). Lessius, Bruxelles, 2013. Este pequeño trozo de carne, cortado del cuerpo humano, marca la
incompletitud del hombre con respecto a la Alianza con Dios. Pero este corte material, corporal, no
puede garantizar la disposición espiritual del espíritu. San Pablo, en sus cartas a los Romanos y a los
Filipenses, considera que puede haber falsos circuncisos entre los que están circuncidados en la carne
y verdadera circuncisión entre los que no presentan esta marca en el cuerpo. La Biblia habla, en
cambio, de circuncidar "el prepucio de la oreja, del ojo, del corazón y de los labios". La espiritualidad
de la circuncisión rebosa el estricto marco ritual de la observancia de la Ley. A través de esta incisión
metafórica, subraya la apertura de los órganos, que ya no giran en torno a su eje, colmados y
obstruidos por la concupiscencia, en su propio circuito pulsional autoerótico.
3 Olivier Bobineau, Constance Lalo, Joseph Merlet, "Le Sacré Incestueux", (Lo sagrado incestuoso)
Paris, Desclée de Brouwer, 2017, p. 39: "en griego, scandalon designa una trampa, mientras que en
latín, es una piedra de tropiezo, como una piedra en el zapato. [... ] En la pedofilia, el escándalo tiene
su origen en el encuentro explosivo de dos sagrados, lo sagrado instituido del sacerdote que es el
abusador y lo sagrado culturalizado del niño que es la víctima".
}
7

Se Abusa de la palabra Se (On)

Nota de la traductora: En español no existe un pronombre que corresponda exactamente al francés


'ON' para transmitir el aspecto impersonal de la frase. Emplearé en este texto el pronombre ' SE',
como por ejemplo, se come, on mange, cuando sea necesario.
8

Abuso

- del latín, «abuso», usar, consumir una cosa


hasta su agotamiento completo, desaparición
del objeto consumido

- abuso de poder: sobrepasar ciertos derechos, privilegios,


transgredir los límites

- abuso de autoridad: aprovecharse de su ascendiente para


someter, por coerción, obligación

- abuso de confianza: explotar la credulidad

- abuso de debilidad: aprovechar la vulnerabilidad del otro

- abuso de bienes sociales

- influencia, dominio sobre…

- abuso de lenguaje: empleo desvirtuado de una palabra.

- engaño, fraude.
}
9

Introibo

Cuando la comunidad católica de Ma Campagne (parroquia limítrofe


con la ciudad de Angulema), me solicitó que "aclarara" el desconcierto de los fieles
abatidos ante el escándalo de los sacerdotes pedófilos, me dije (después de un tiempo
de sorpresa y reflexión) que esta manera de dirigirse a la posición profana (en el
sentido freudiano del término) de un psicoanalista, podía representar un kairos, el
momento justo que debe aprovecharse (según la etimología griega) para escuchar una
palabra más libre, liberada de la obediencia eclesial y de su superyó institucional.
"Profano" no significa profanación, sino delante el templo (pro-fanum), indicando así
que el psicoanálisis no puede ser leal a ningún saber consagrado (ideología, creencias,
cientificismo...) sin interrogar incesantemente, las bases, los presupuestos, los
fundamentos de estas doctrinas y sin ahorrarse el cuestionamiento de su propia teoría y
práctica. No parecía aconsejable proponer una intervención magisterial ex catedra (eso
habría sido repetir la transmisión de un magisterio doctrinal), sino dar un giro distinto
al sentido de este punto de vista, dirigiendo el foco de atención hacia lo que estos
feligreses habían experimentado (emociones, sentimientos...) ante lo que les parecía un
escándalo eclesial. Se trataba más bien de partir de lo que los había afectado y de los
interrogantes suscitados por esta conmoción. Esta avalancha de revelaciones de abusos
los estaba saturando y podía dejarlos totalmente desengañados.
10

Método
Fue a raíz de estas preguntas, en el proceso de retomar, recoger y anotar
su contenido, que se elaboraron las posibles respuestas o hipótesis, reunidas en este
estudio4.
En este recorrido se convocará una diversidad de textos en la
heterogeneidad, las variantes y la disparidad de fuentes. La intención será entonces
identificar las referencias cruzadas entre ellas para identificar y establecer invariantes
que caracterizarían las prácticas abusivas:

- En primer lugar, un abordaje filosófico (el pensamiento de Heidegger)


y un enfoque psicoanalítico (un artículo de Freud) permitirán examinar el uso de la
palabra "se" (on), en su anonimato y su falta de autenticidad, así como la fantasía que
puede ser puesta en acto en "Se abusa de un niño" en relación al célebre " Se pega a un
niño” y su comentario freudiano.

- el testimonio de un sacerdote maltratado, Abuso en la Iglesia, un libro


de Patrick C. Goujon, traicionado por otro sacerdote , relatando el desgaste de su
cuerpo y su recorrido espiritual que (a pesar de esta traición) le permitió conservar su
fe y su compromiso con el sacerdocio.

- el texto bíblico de Job, presentado como una larga y profunda


meditación sobre la cuestión del Mal, así como citas de Cristo extraídas del Evangelio,
que jalonarán la obra y darán pie a comentarios que arrojarán luz sobre la cuestión de
los abusos sexuales en la Iglesia.

- una novela de Octave Mirbeau, Sébastien Roch, publicada en el siglo


XIX, ya profética y precursora de los tiempos venideros en el siglo XX y XXI. Este
relato describe más particularmente y patéticamente el tono de obscenidad suscitado
por la conjunción inmediata (insanidad súbita) entre el acto violador del abusador y la
confesión que propone al niño abusado de sus propias manos de abusador.

4 Este término debe entenderse en la forma en que se utiliza en pintura, escultura o música como
ejercicio previo: una pieza que da lugar a un boceto, un esbozo o a variaciones con miras a una
composición final.
}
11
- dos novelas más recientes y contemporáneas, en resonancia con
nuestra época, que datan respectivamente de 2020 y 2021, El consentimiento de
Vanessa Springora y Viaje al Este de Christine Angot. El primero atestigua la
devastación que causa para una adolescente menor la revelación de que este supuesto
amor pasional, exclusivo, con un hombre no era más que engaño enmascarando
prácticas depredadoras de "abusador serial" con otras adolescentes. El segundo hace
reflexionar sobre la diferencia entre una violación cometida por un padre de familia y
un sacerdote, calificado del título de Padre en el seno de la Iglesia y que se revela, la
mayoría de las veces como un "violador serial".

- la experiencia mística de María de la Trinidad que pudo pasar de un


sentimiento de mancha, de vergüenza en su fe a un desapego más liberador.

- una carta de la escritora Nancy Huston que envía al papa Francisco


una larga súplica para que ponga fin al celibato de los sacerdotes y autorice su
matrimonio ¿Resolvería esta apertura la cuestión de la violación de niños?

- por último, en los sucesos5, noticias judiciales y sus comentarios se


incluirán en este expediente de pedofilia: el juicio del cura de Uruffe que había matado
de un disparo a su amante y lacerado a puñaladas el cuerpo del niño que llevaba en el
vientre; los frescos de un abad nombrado el Picasso de las Iglesias, haciendo posar a
los niños desnudos, para supuestamente pintar frescos bíblicos con toques de color,
una composición de los cuerpos que arreglaba con sus propios toqueteos.

5 Mara Goyet, "Sous le charme du fait divers" (Bajo el encanto del suceso), Paris, Stock, 2016: para
esta escritora, el suceso no es una simple anécdota, anodina, trivial que se añade a otra, que hay que
ubicar en la rúbrica de los gatos aplastados. Lo convierte en un acontecimiento que colisiona con la
regularidad de nuestras vidas más o menos ordenadas. Es como una deflagración que impacta el
fundamento y la garantía de nuestros valores. Comporta, como suceso, una dimensión sorprendente,
heterogénea y sofocante que escapa al mimetismo de lo conocido. Mara Goyet compara su brutalidad
con la instantánea conmovedora del haiku japonés: "el haiku traduce la evanescencia del mundo de
manera bastante pacífica y serena. El suceso, con la misma concisión, refleja la inquietante opacidad
del mundo. En el haiku se siente el aliento y el espíritu, en el suceso se siente la asfixia y el
desorden".
12

Inicio

En nuestra primera reunión, la primera intervención de un participante


fue la siguiente:
"Eso, se sabía hace mucho tiempo, se había hablado, pero no quisieron
creernos".

Este uso del "se", mascullado y machacado varias veces (mea culpa,
mea culpa, mea maxima culpa), y que revelaba un profundo resentimiento acumulado
hacia la jerarquía católica y su silencio opaco, también a mí me llamó la atención.
Pero recién fue con posterioridad (y es el objeto de este estudio) que la repetición de
este "se" evocó algunas referencias que citaré a continuación. Además del recuerdo de
mi abuela que, sentenciosa, no dejaba de reprimir mi lenguaje demasiado impreciso
para ella: "Se es para los cerdos", también recordé que el filósofo alemán Martin
Heidegger dedica un pasaje6 de Ser y Tiempo al análisis del "se" (das Man, Heidegger)
haciendo de este pronombre el parangón de la inautenticidad. En efecto, ¿quién es el
que habla, encubierto por el anonimato y la impersonalidad?

6 Martin Heidegger, "Être et Temps", (Ser y tiempo) Paris, Gallimard, 1986, p. 155-173.
}
13

A primera vista, el "quién" del Dasein no es solamente ontológicamente un


problema, sino que ónticamente también permanece oculto.

Este análisis filosófico, un tanto hermético, indica que nuestro ser-en-


el-mundo (Dasein) no se da como una ontología transparente a sí mismo, sino que sus
manifestaciones en nuestra vida cotidiana (lo que se simula en los semblantes sociales)
esconden una parte de encubrimiento. Una posición ética supone que el sujeto se
desprenda, se extraiga, se distingue de estas representaciones habituales, estos
prejuicios, estas "soberanas trivialidades" que se transmiten y se propagan por
sugerencia o inculcación: se hace esto, se hace aquello. Es el reino del anonimato, de
lo anodino, de una banalidad impersonal, de la automaticidad de lo trivial. Uno se
somete a los cánones del uso, a la mediocridad de los conformismos, por nivelación o
alineación de valores:

La revelación, el descubrimiento del Dasein se realiza siempre derribando los


refugios y las pantallas de protección haciendo estallar los camuflajes con los cuales el Dasein se atrinchera
contra sí mismo.

Además, este régimen de lo impersonal o de la falsedad alimenta y


afecta el sentido de la responsabilidad. Es un pretexto para no asumir la legitimidad de
nuestros actos. Eludimos nuestras responsabilidades en una evasión institucional
generalizada7:

El "se" puede, por así decirlo, ser interpelado constantemente. Puede responder de
todo sin la menor dificultad, ya que nunca avala a nadie.

De tal forma, los obispos pueden considerar que no son culpables en


absoluto en la medida en que las desviaciones sexuales de los sacerdotes pedófilos sólo
atañen a su vida íntima, a su esfera privada, a su relación personal con la sexualidad.
Inversamente y viceversa, los abusadores no se privan de aducir, a veces en espacios
públicos, que la jerarquía católica sabía, camuflaba este escándalo y no los protegió

7 Ya se trate de los crímenes nazis, de genocidios perpetrados o de la ola de suicidios en el correo (La
Poste), la retórica de la defensa participa siempre del mismo argumento falso: no es nuestra culpa,
hemos obedecido las órdenes, no somos más que ejecutores.
14
de sus llamadas tendencias pedófilas, dejándolos solos con todos esos chiquillos de los
cuales se ocupaban. ¡Había que paliar la escasez de las vocaciones! ¡Círculo vicioso
de un proceso y al final...¡qué vejación!

Vergonzontología
La segunda oradora fue una mujer que habló de sus sentimientos al
verse conmocionada por la revelación de estas prácticas pedófilas:

"Me invadió una inmensa vergüenza, como si mi cuerpo se hubiese ensuciado,


contaminado. Tuve la impresión de experimentar un gran dolor en mis extremidades. No es posible que
me hayan hecho esto. Me sentí traicionada por mi jerarquía".

La confesión pública y valiente de esta sensación física (la impresión de


una devastación corporal) en su dimensión patética, me hizo reflexionar sobre esta
manera de calificar a la Iglesia como el "cuerpo místico de Cristo" y los efectos o
consecuencias que este nombramiento puede producir. Es como si la pertenencia como
miembro de esta comunidad católica no se inscribiera simplemente como una
adhesión abstracta, especulativa a una creencia, una fe, una doctrina, sino como un
compromiso físico, una articulación con el cuerpo de Cristo 8 (con sus sufrimientos, su
sacrificio) y, por ende, en comunión con todos sus integrantes. Quizás se entienda aquí
cómo, por el misterio de esta relación comunitaria, cada parroquiano pudo haberse
sentido estigmatizado (contagio, contaminación) por las prácticas abyectas e impuras
de los suyos, contaminando a todo el cuerpo de la comunidad. Nuestra Madre Iglesia
aglomera estas perversidades pecaminosas. La vergüenza, que se infiltra dentro de la

8 Esta visión (participación sufriente) se encuentra en la experiencia mística de las estigmatizadas.


Catalina de Siena aconsejaba acurrucarse en la preciosa sangre y las llagas de Cristo crucificado. Se
acostaba bajo una colcha recubierta de un color bermellón como el líquido del Cordero degollado.
Por lo demás, la noción de la transubstanciación hace valer la presencia real de Cristo en el
sacramento de la comunión y de la Eucaristía. No se trata de un rito simbólico (sería herejía apoyarlo)
sino de una verdadera incorporación. Se comulga por Él, con Él y en Él por los siglos de los siglos,
reunidos por el Espíritu Santo en un solo y mismo cuerpo. ¿Habría aquí un lado enfermizo en esta
disolución de todos los miembros en una sola sustancia corporal?
}
15
morada de la Iglesia, en la Iglesia misma , puede así llegar a alojarse en el cuerpo de
los fieles. El "en" me parece que enfatiza más que el "dentro de" (simple indicación
tópica de un complemento de lugar) la introyección corporal del lugar de esta
"vergonzontología".

La vergüenza corroe y socava (en el sentido de un pez torpedo que


aletarga a su presa) la palabra de los abusados, que se mantienen vivos y paralizados
por la conspiración del silencio: no pueden hablar como si invirtiesen la culpa de la
profanación (que debería recaer fundamentalmente en el depredador), culpándose a sí
mismos por haber sido cómplices o encubridores. En efecto, si el cuerpo del sacerdote
es "intocable", sagrado y consagrado a Dios, denunciar estos actos pedocriminales
también ofendería, insultaría y profanaría a la Iglesia al incriminarla, y por tanto,
criminalizándola. Además, revelar la infamia a los padres 9 no sólo podría destruir los
lazos que mantienen con estos sacerdotes, sino también dañar la reputación social de la
familia y macular su honor. La represión de la palabra se alimenta de la vergüenza del
"qué dirán", tanto para la institución eclesiástica como para las familias creyentes. Esta
censura conduce a la tirantez de una doble coerción (que puede adoptar la forma de
dolencias corporales o de conversiones físicas) en la que el niño maltratado se ve
atormentado por una rumiación de soluciones que se proponen para luego ser anuladas
y reconsideradas, llevándolo al cansancio y al agotamiento (en la etimología latina de
abuso también se encuentra desgaste).

Pero entonces, en esta economía "libidinal" de la institución, marcada


por la comunión de sus miembros, surge otro interrogante sobre el límite del
remordimiento y de la penitencia:

¿Los fieles deberían pagar por culpa de esos sacerdotes o el silencio de la Iglesia?

9 En el marco de los abusos que afectan a los niños o adolescentes pertenecientes a las federaciones
deportivas (gimnasia, natación, fútbol.) estos jóvenes quedan apresados en conflictos de lealtad que
amordazan su palabra: preocupados por sus carreras, de los emprendimientos a los cuales aspiran o
de las medallas que pueden ganar, no pueden testificar contra sus entrenadores encubiertos por las
instancias de este medio así como por las familias que participan en esta conspiración del silencio,
sacrificando el cuerpo de sus hijos por la gloria . Se han convertido en peones manipulados en el gran
tablero de la ambición a costa de un terrible fracaso de su futura vida sexual.
16
¿Qué alcance tendría, económicamente10 hablando, la expiación de la
vergüenza? ¡Le echaríamos la culpa al pueblo de Dios! ¡Qué atroz! No pareciera que
la jerarquía eclesiástica haya formulado una petición o una doctrina explícita 11 en
cuanto a esta petición de fondos (en forma de donaciones o colectas). Si bien puede
dejarse cierta libertad al juicio de los creyentes, no es menos cierto que algunos se
oponen a esta forma de indemnización (que podrían calificar de "desvergonzada"),
prefiriendo que la Iglesia la procure de sus propios bienes o riquezas mediante la venta
de su patrimonio o recurriendo a la fortuna personal de sus sacerdotes pedófilos. ¡Así
se cumpliría su voto de pobreza!

Y por lo demás, a la inversa, muchos católicos alemanes han disentido,


negándose a pagar el impuesto a su Iglesia a riesgo de verse privados de la
administración de varios sacramentos. Estas decisiones podrían ser interpretadas como
una réplica a las maniobras eclesiásticas que consisten en "comprar" el silencio de los
abusados y de sus familias (intentos de corrupción) proponiéndoles acuerdos finan-

10 En esta economía general de la responsabilidad, la dimensión económica no es una mera variable


de ajuste. Presupone el reconocimiento de una falta y, por tanto, de indemnización. Así pues, toda
institución tiende a rezagarse, a dilatar los plazos antes de reconocer su crimen, no sin repercusión en
todo sentido (dinero, imagen, reputación...) Piénsese en los problemas que suscita la posición del
Estado francés, en el contexto de la guerra de Argelia, con respecto a la población Harki o en
relación con las enfermedades provocadas por las pruebas nucleares, sin protección, en Mururoa.
11 En cuanto a la reparación financiera, una Instance Nationale Indépendante de Reconnaissance et
Réparation (Instancia Nacional Independiente de Reconocimiento y Reparación) o (I.n.i.r.r), siglas
que suenan sorprendentemente como la inscripción de la cruz del I.N.R.I., ha establecido un baremo
de indemnizaciones que va de los 5.000 a los 60.000 euros. La evaluación de cada situación se basará
en dos elementos: la caracterización de los abusos por uno de los miembros de la Iglesia, que
determinará con cada víctima si ha sido objeto de agresión, tocamientos o violación con penetración.
Asimismo se examinarán las consecuencias de estos actos pedocriminales en la vida de las personas
maltratadas desde que se cometieron: perjuicios en la vida íntima, afectiva, sexual, social o
profesional, daños económicos como consecuencia de años de terapia. El objetivo será llegar a un
acuerdo sobre la indemnización más justa posible. En caso de litigio, se creará una instancia de
arbitraje.
}
17
cieros clandestinos12. Estas prácticas no son más que un retorno a la simonía medieval,
ese tráfico de asuntos espirituales, de gracias sacramentales, mediante el dinero 13 ,
beneficios temporales o el comercio de Indulgencias, repudiado por el movimiento de
la Reforma Protestante.

Se ruega cerrar los ojos


Esta utilización del "se" no deja de evocar un célebre sueño de Freud,
cuyo relato vuelca en la Carta 109 de su Correspondencia con Fliess, fechada el 2 de
noviembre de 189614:
Tengo que contarte un bello sueño que tuve la noche luego del funeral de mi pa-
dre: estaba en un establecimiento leyendo sobre un cartel que se encontraba allí:

Se ruega
cerrar los ojos

Enseguida reconocí el establecimiento, es la tienda del barbero a la que voy todos


los días. El día del entierro me hizo esperar y, por lo tanto, llegué un poco tarde a la funeraria. En ese mo-

12 La dramática actualidad de la guerra en Ucrania nos revela el obsceno comercio con la muerte
propuesta a los soldados rusos y a sus familias: en caso de fallecimiento, se volcaría una
indemnización que permitiría comprar un Lada, un auto flamante que pueda llevar los padres al
cementerio donde será enterrado su hijo. Y colmo del cinismo, para evitar pagar esta indemnización
económica que cuesta al Estado, el ejército ruso no reclama los cadáveres, dejándolos insepultos en el
campo de batalla, dándolos por desaparecidos o llegando a pedir a las familias que viajen a Ucrania,
desde las profundidades de Siberia, para recuperar los cuerpos. Estos jóvenes se convierten en carne
de cañón, sacrificándose para salvar el sustento de sus familias. Un dilema brutal: el monedero o la
vida de mi hijo.
13 Algunas congregaciones africanas explotan, instrumentalizan la miseria de las familias de
religiosas de las que pagan su entrada en las congregaciones y monetizan el comercio sexual, que se
asemeja a una prostitución encubierta. Esto les permite evitar el riesgo de contraer el sida si llegasen
a involucrarse en relaciones venales. Y si quedan embarazadas, recurren al aborto (acto proscrito por
la doctrina de la Iglesia) que estas congregaciones financian. El abuso adquiere tintes trinitarios:
abuso de los cuerpos, abuso por corrupción económica, abuso por duplicidad y engaño. Además, la
Iglesia norteamericana ha acusado a los demandantes de abusos de querer beneficiarse
económicamente de sus acciones legales, y ha gastado muchos dólares en pagar a bufetes de
abogados para que los defiendan.
14 Sigmund Freud, "Lettres à Wilhelm Fliess", (Cartas a Wilhelm Fliess) Paris, Puf, 2006, p. 259.
18
mento, mi familia no estaba contenta conmigo porque había decidido que las exequias serían íntimas y
sencillas, algo que les pareció luego totalmente justificado. La frase escrita en el cartel tiene un doble
sentido y puede entenderse de dos maneras: debemos cumplir con nuestro deber hacia los muertos. (Una
forma de disculpa como si no lo hubiera hecho y necesitara una indulgencia - el deber en sí mismo tomado
literalmente). El sueño es, por tanto, una expresión de esta tendencia al autorreproche que se presenta
regularmente en los sobrevivientes.

Existe asimismo una segunda versión de la narración de este sueño en


La interpretación de los sueños15:

La noche anterior al entierro de mi padre, vi en mi sueño un cartel impreso, una


suerte de cartel, algo como el "prohibido fumar" de las salas de espera de las estaciones de tren. En él se leía:

Se ruega cerrar los ojos


o
Se ruega cerrar un ojo

que es lo que suelo escribir:

Se ruega cerrar los ojos


un ojo

Cada una de estas fórmulas tiene su significado particular y orienta la


interpretación de manera diferente. Yo había elegido el ceremonial más sencillo, sabiendo lo que mi padre
pensaba de este tipo de cosas; algunos miembros de mi familia lo habían desaprobado, objetando el qué
dirán. De ahí la expresión alemana "cerrar un ojo" (ser indulgente). El trabajo del sueño no fue capaz de
encontrar una palabra única, aunque ambigua, para representar ambos pensamientos.

El traductor señala que la dualidad no aparece en francés, donde


decimos "fermer les yeux" (cerrar los ojos) en el sentido de ser indulgente.

Esta segunda escritura, en forma de parpadeo o diplopía, subraya el


desconcierto suscitado por este tironeo entre el deber, el respeto a "un padre" y la
indulgencia (otra forma de comerciar con la verdad), la justificación que puede solici-

15 S. Freud, "L’interprétation des rêves" (La interpretación de los sueños), Paris, Puf, 2012, pp. 273-
274.
}
19
tarse en caso de incumplimiento de esta obligación. Llega en el momento justo, de
improviso, para indicar el dilema que puede haberse apoderado de la comunidad
católica en torno al deber de revelar los abusos perpetrados por estos sacerdotes que
llamamos "padres". Atreverse a denunciar estas prepotencias, salir del armario (un
coming out espiritual y salvador de vidas), no enterrar estos asuntos (porque cerrar los
ojos equivaldría a una "muerte psíquica", a un asesinato de almas para estos niños
maltratados, creando un peso irremediable sobre el tarot de su destino). ¡Nada de
cortinas de humo! O, de lo contrario, contemplar el asunto por el lado de la
justificación (callar, no ver, bajo la presión de la ley del silencio, lo que se agazapa en
los seminarios o presbiterios, a la sombra de los obispados o de los despachos
vaticanos) y perpetuar el encubrimiento, barrer el polvo bajo la alfombra. Pero
cuidado con los estados de ánimo que pueden conducir a una "procristinización", a
aplazar una y otra vez una decisión, aun cuando las palabras de Cristo en el Evangelio
se pronuncian más bien bajo el signo de la urgencia y la determinación. Jesús no duda
en volcar la mesa tanto en el sentido literal como metafórico, en este episodio
evangélico. Es como si esta "caza" anticipara el valor de la comisión de la C.I.A.S.E
(Comisión Independiente sobre los abusos sexuales en la Iglesia, o Commission
Indépendante sur les Abus sexuels dans l’Église), deseosa de poner fin a la amplitud
de sus escándalos y de exonerar a la institución del hedor nauseabundo de sus pestes.

Jesús entró en el Templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían.
Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas 16 y les dijo: "Escrito
está: Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones".

San Mateo, 21- 12.

Es una carga cáustica, una manera radical de poner los puntos sobre las
íes, en la medida en que esta mercantilización equivale doblemente a un robo así como
a un abuso, a la vez violación y robo de conciencias. La Iglesia se habría convertido en
una guarida subterránea de violadores.

Se puede observar (si se me permite la forma indefinida) que Freud, no


creyente, laico, habiendo hecho profesión de fe agnóstica, usa tanto este pronombre

16 Explotando la ingenuidad de las viudas pobres que no podían permitirse sacrificios grandiosos, los
mercaderes les vendían palomas (pigeons) como sucedáneo. En su libro "Historia de un Silencio",
(Histoire d'un silence), Isabelle de Gaulmyn cita el testimonio de una víctima que cuenta que el padre
Bernard Preynat "siempre encontraba un pretexto (una razón enmascarada) para que subiera a verlo
en la sala de disfraces que él llamaba su 'palomar'". No hay mejor manera de transmitir, a través de
esta metáfora de un pájaro, la suciedad de haber sido abusado (pigeonné) *.

* En francés, pigeonner significa embaucar, estafar, engañar, abusar


20
como del recurso al término de "oración", como si todavía hubiera un retorno del
sentimiento religioso hacia una figura paterna que nos cuesta cuestionar, aun cuando
este "padre" haya podido permitirse alguna profanación. ¿A qué "universal" se dirige
este "se", proferido a cualesquiera que pueda oír? ¿A quién o a qué apela en este
alegato? ¿Es una réplica (una referencia pronominal) a la preocupación por el "qué
dirán" de los miembros de su familia y, más en general, de cualquier familia o unidad
institucional siempre preocupada por encubrir su reputación?

Se advierten dos variantes de la datación del sueño: ¿es el día anterior


al funeral del padre, o la noche siguiente (versión que toma en cuenta el retraso en lo
del barbero)? ¿Es un antes, un después (un avant-coup, un après-coup)? Esta cuestión
temporal choca con el tiempo del abuso: la ante-escena de lo que precedió a este acto
obsceno y mortal (insinuaciones, seducción, regalos...) y el después de la escena, con
consecuencias incalculables e inconmensurables, totalmente escotomizadas.

Otra pregunta propuesta por un nuevo participante me condujo a otras


asociaciones:

¿Podría ser que a pesar de todo, estos sacerdotes aman a estos niños o se trata
de pervertidos? ¿Qué diferencia hay con el incesto perpetrado por un padre en el seno de una familia?

Se abusa de un niño
Este abuso del pronombre indefinido "se" como agente del maltrato
también nos remite al planteamiento de Freud sobre la fantasía de "Pegan a un niño
17," y que abre, mediante la permutación, la inversión y la variación de la estructura
gramatical, la cuestión de quién es el sujeto en juego en esta escena, recubierta por la
indeterminación. Pero a diferencia de la formulación freudiana de una fustigación que
permanece en el ámbito de lo virtual, de una fantasía potencial, de un imaginario
proyectado, la escena del abuso pone en acto, en la realidad, un "real" pulsional y
sexual. Freud, por lo demás, fue severamente criticado après-coup, (especialmente por
la corriente feminista) por haber privilegiado la dimensión fantasmática (en particular

17 Sigmund Freud, " On bat un enfant" (Pegan a un niño) en Névrose, psychose et perversion, Paris,
Puf, 1981, pp. 219-243.
}
21
en relación con un deseo edípico volcado incestuosamente hacia el padre) en
detrimento de una violación realmente perpetrada, ejecutada. Con esta salvedad (nada
desdeñable) respecto a la realidad del pasaje al acto, que lo distingue radicalmente de
una fantasía, puede operarse una transposición de los envites, una traslación de las
diversas posiciones fantasmáticas representadas en lo "real" de los abusos.

El desarrollo de Freud se articula según un tríptico comentado en tres


tiempos. El sentimiento de vergüenza y culpa puede paralizar la confesión, sobre todo
en el segundo tiempo (a menudo reconstruido), cuando el sujeto se pone a sí mismo en
escena diciendo "yo", ya no encubriendo su propio enunciado con un "se":

1/ La primera fase de esta fantasía del "pegar" se condensa en la


frase siguiente: el padre pega al niño odiado por mí (puede tratarse de un hermano o
hermana aborrecidos en la ferocidad de la rivalidad, del odio o de los celos). Si pega a
los otros niños, significa que sólo me ama a mí.

2/ El segundo montaje presenta un carácter indudablemente


masoquista: soy pegada por el padre (observamos que el acorde del adjetivo se hace al
femenino) y puede referirse a la pena, al castigo del voto incestuoso. Freud añade que
esta frase es la más difícil de articular y forma parte de una confesión sobre el
reconocimiento de tal deseo.

3/ La tercera secuencia ya no hace del padre el único agente, el


ejecutor del castigo. En su lugar, es un profesor (¿un sustituto paterno?) quien pega a
varios niños (humillaciones, castigos). También en este caso el objetivo son los demás
niños.

El tercer tiempo de este "(Se) Pega(n) a un niño" traspuesto en "Se


abusa de los niños" puede evocar la perplejidad de estos niños que se miran entre sí
con recelo, sospechando que cada uno de ellos no es el único del que se aprovecha el
que llaman El Padre. El testimonio de uno de los miembros de La Parole Libérée (La
Palabra Liberada) se centra en la pregunta nociva, la compulsión del viola-
22

dor serial que anima este Padre: "para él y por él, ¿soy yo el único, el preferido, su
favorito'"? Porque no se trata de una elección singular, de una rivalidad dual, fraternal.
Se es engañado, en una serie anónima, donde cada uno podría creer que es el elegido
pero que, de hecho, está fundido, confundido en lo impersonal. Esto es algo que
intensifica la sensación de abuso y engaño. Por cierto, siempre existe la explotación de
una transferencia paterna (versión compensatoria hacia un Padre) en función de la
vulnerabilidad de cada individuo (el tercer estadio de la fantasía freudiana indica estas
posibles sustituciones), pero ¿se trata de un deseo de humillar, degradar y mancillar a
un niño (como en el escenario de ciertas perversiones) o de tocamientos, roces y
masturbaciones que no implican un deseo de amor o de relación privilegiada? ¿Sería
este abordaje instrumental del niño una manera fácil de obviar la alteridad de
cualquier relación con un adulto (libre de consentir las expresiones deseadas)?

Este tipo de abuso en serie plantea preguntas sobre la repetición y el


encubrimiento de este anonimato: ¿qué representa un niño en la historia personal de
estos abusadores, en esta serie impersonal de niños? ¿A qué hace referencia esta serie
impersonal? ¿Dónde está el sujeto sacerdote, singular, fundido, confundido en esta
amalgama, (este magma de todos los niños) que sustituye a la prótesis erótica? Estos
niños son aún más abusados en este anonimato. ¿A qué antiguo guión fantasmático
anterior, a qué Otra escena remite la escenografía actual del abusador, quizás atrapado
él mismo en lo indefinido del "se abusa"? ¿De qué manera, como niño, habría sido
anonimizado, impersonalizado?

Esta modalidad abusiva me parece que debe distinguirse de una


relación afectiva, singular, entre un sacerdote y un o una adolescente que deriva hacia
una confusión de sentimientos entre amor y18 sexualidad que también tiene
consecuencias sobre lo "real" de lo sucedido y la confusión experimentada al
encontrarse entre la posición de inocente o víctima. He aquí lo que escribe Ferenczi:

18 Sandor Ferenczi, " Confusion de langues entre les adultes et les enfants" (Confusión de lenguas
entre los adultos y los niños) en Psychanalyse IV, Paris, Payot, 1982, pp. 125-135.
}
23
Si el niño se repone de tal agresión sexual, siente una enorme confusión; a decir
verdad, ya está escindido, a la vez inocente y culpable, y su confianza en el testimonio de sus propios
sentidos está quebrada. [… ] Casi siempre, el agresor se comporta como si nada, y se consuela con la idea:
"Oh, es sólo un niño, no sabe nada todavía, lo olvidará".

Si una forma de defenderse contra una intrusión corporal consiste en


ausentarse de esta depredación al punto de "olvidar" su cuerpo, hasta el límite de una
despersonalización o de una desrealización, no es menos cierto que este olvido no
basta para borrar sus huellas, incluso si permanecen latentes en su represión. El
testimonio19 de Patrick C. Goujon, mediante su libro titulado irónicamente Prière de
ne pas abuser (Se ruega no abusar), como devolución al remitente de este uso
degradado de la oración, es especialmente esclarecedor para comprender los
mecanismos en juego tras estos abusos. Este hombre, devenido sacerdote, padecía
desde su infancia un dolor de espalda persistente y recurrente. Se había rodeado de
barreras contra los juegos y los deportes que se practicaban en esa época de la vida.
Era señalado como el que tenía dolor. Sufría. Siempre temía hacerse daño. Le habían
recetado opioides e incluso antiepilépticos para aliviar sus dolores y frecuentaba
continuamente los consultorios médicos. Había agotado la gama de antiinflamatorios y
sentía una gran extenuación, terriblemente debilitado por este "calvario", esta
verdadera carrera de obstáculos, hasta que un día un médico, saliendo de una postura
estrictamente científica, le dijo, sin rodeos: "Se ha anestesiado. Su cuerpo lo protege
antes de la ruptura20".

Este veredicto de la anestesia, por paradójico que pueda parecer a la


vista de lo que estaba padeciendo, nunca lo abandonó y se abrió paso a través de sus
reflexiones. "Yo mismo me había retorcido, enroscado alrededor de mi columna " 21.
El abuso desgasta las articulaciones, lo que se ha desarticulado en el cuerpo y en la
psique hasta el agotamiento. E incluso si un cierto nomadismo en la búsqueda de
soluciones paramédicas a su enfermedad (acupuntura, osteopatía, hipnosis,
auriculoterapia) podía aportarle un alivio temporario, estas medicinas alternativas no

19 Patrick. C. Goujon, Prière de ne pas abuser, (Se ruega no abusar) Paris, Seuil, 2021.
20 Ibid., p. 13.
21 Ibid., p. 14.
24
eran suficientes para amortiguar la violencia de sus males. El dolor lo carcome en toda
circunstancia, punzante, al ser atravesado por estados de tensión.

Y fue precisamente cuando se vio confrontado a una situación


profesional (era profesor) que algo hizo clic: sintió que el sistema educativo se negaba
a ver de frente un problema planteado por uno de sus colegas profesores. Eso le causó
una ira sin igual. Entonces, en una reunión, se escuchó pronunciar la palabra
"negación". Por asociación de ideas, se da cuenta repentinamente (como si se hubiese
tratado de una revelación) de que esta negación lo concernía. Sí, tenía que
reconocérselo a sí mismo, había drogado a su cuerpo para acallarlo, para amordazarlo.
Había querido enderezar (como un rectificador del mal) ese cuerpo retorcido por el
dolor con una suerte de prótesis ortopédica (que lo lleve en el buen camino). Pero este
"pharmakon " (en relación con el doble sentido griego) no había sido suficiente para
erradicar el mal: lo que podía parecer como remedio provisional no era más que
veneno que perpetuaba el envenenamiento de su cuerpo. Lo que realmente lo estaba
emponzoñando aún no había sido tocado. Premisa falsa que no dejaba hablar al niño,
no le otorgaba la palabra a aquel infans (aquel que no puede expresarse en palabras)
que habían amordazado. Este sacerdote comprende también que la operación de la
negación no puede equivaler a un olvido: "La negación protege porque aparta. Pero
su apoyo es provisional porque daña".

Es la culpa de haber sido mancillado, niño, que este adulto puede sentir
ahora y abusivamente (como si el sentido de este pecado recayera sobre él), el
tormento, la obsesión de preguntarse si tuvo placer aquel día, si fue complaciente, si
cedió. Puede que haya encerrado sus palabras en una cripta (mensajes cifrados) y
bloqueado todo acceso a la escena traumática. Hasta tal punto que el acontecimiento
podría pasar por no acontecido y que, por tanto, no puede ser objeto de una
reminiscencia, puesto que no ha tenido lugar. Sin embargo retorna a la memoria
corporal. Lo que ha soportado de su trauma pasa también por un miedo pánico de ser
atacado por la espalda: "Nunca me siento de espaldas a una puerta abierta. Temo que
fuercen la entrada". Al preguntarle a un colega sacerdote por las noticias del abad N.,
escucha que lo califican de "basura pedófila". Este nombramiento, pronunciado por
otro persona, autentica su experiencia, que ya no puede ponerse en duda. Esto
confirma que su historia nunca fue un delirio.
}
25

Aunque la denuncia que presenta en la comisaría prescriba antes de


poder ser investigada, considera que la ley (a través de la ley simbólica de una
sentencia) le concede el reconocimiento de este abuso: "reconoce que mi malestar es
un mal cuya gravedad la sociedad reconoce invocando la ley". Es probable que la
gente no entienda por qué las víctimas se presentan tanto tiempo después de la
agresión. No se dan cuenta de que es una batalla a todo momento, que es declarar la
guerra a todo un contexto en torno al abuso (susceptibilidades, culpabilizaciones,
control imaginario de las familias, de la jerarquía...). Toda esta red está parasitada, tal
un campo minado:

Aquellos que no entienden por qué las víctimas se declaran tanto tiempo después
de sus "supuestas" agresiones, ¿entenderán la voz apagada del léxico? Como esas piedras que remontan a la
superficie de los campos o, como en Verdún, los obuses que resurgen y amenazan con estallar en la cara de
quien los manipula sin cuidado. Tomar la palabra me arrancó de ese campo minado22.

Pero sabía que lo que esperaba en términos de respuesta jurídica no


ocurriría: ni indemnización por los daños, ni disculpas del agresor, ni condena. Sin
embargo, cuando un agente de policía le comunica que se había abierto una
investigación, todo su cuerpo se estremece: grita la brutalidad de lo que el violador le
había "hecho"(faire), de forma precipitada: una condensación temporal a pesar del
paso del tiempo. La asonancia en torno al fonema hierro (fer) evoca la dureza de este
choque metálico:

En ese momento, a los cuarenta y ocho años, regresé al instante de mi infancia.


Grité lo que había sido petrificado. Por fin escuché aquel grito osificado por tanto tiempo. Gritar me
devolvía a la vida. Vociferar: ofrecer por la voz, aunque se percibe también el óxido del grito, su hierro
gastado. Me derrumbé23.

Y, sin embargo, esta condición necesaria (que cabe esperarse de la


lealtad a la ley secular de una sociedad) no le parece suficiente para amortiguar la onda
expansiva provocada por el abuso. Este acto de justicia simbólica no podría suplantar

22 Ibid., p. 50.
23 Ibid;, p. 42 .
26
el espacio privado, secreto, donde se puede pronunciar una palabra acerca del tormento
real (trastornos, cruces de experiencias) que representó la obscenidad de estas escenas
de violación. Hazaña en la que se intentará despegarse de esa sensación de vergüenza
que se adhiere a la piel, como si el abuso hubiera estropeado, desgastado la imagen de
sí mismo y hubiera que ocultarlo a toda costa.

Pero no hace falta mucho para volver a sentir la vergüenza de haber sido
mancillado. Separar la vergüenza de mí, es inútil, vano, falso: no es mía. No soy yo el culpable.

Terrible exigencia en la que se trata de cortar con esa culpabilidad, ese


sentimiento vergonzoso, dejar de estar expuesto .Este sacerdote cita el cuadro de
Caravaggio, Ecce Homo donde Poncio Pilato presenta al Cristo humillado en la Cruz a
la multitud, mientras que un soldado recubre la desnudez de su cuerpo con una túnica.
Esta cita pictórica puede darnos una idea del pudor que supone pasar de "ocultar" a
"velar". Este velo implica que la vergüenza ya no sería objeto de exhibición, ni
siquiera de ostentación impúdica en la que podríamos permitirnos la queja, el
escarmiento o la expiación, sino el velo de lo obsceno, del ultraje, sin que la institución
religiosa cubra o encubra tales actos:

Caravaggio muestra a un soldado que cubre a Jesús con una túnica mientras Pilatos lo
presenta. El manto vela el cuerpo ultrajado. Protege. Evita que los demás vean sus heridas 24.

Desde una perspectiva cristiana, sería abusivo, a modo de


identificación, permanecer fijado o incluso clavado a los restos de un cuerpo crístico

24 Ibid., p. 80.
}
27
humillado, sacrificado, crucificado sin considerar la posibilidad de un cuerpo
resucitado en sus impulsos, su deseo, su vitalidad. Este sacerdote ya no sería sólo un
alter Christus, otro Cristo, sino ipse Christus, el Cristo mismo. Se trataría menos de
una ablución purificadora de un cuerpo mancillado (a menudo, por otra parte, en la
tradición ascética, la carne debe ser castigada por la observancia del ayuno, la
abstinencia y la castidad) que de un camino de purificación, una travesía de
depuración, de un desprendimiento de una culpa supuestamente indeleble. También se
abusa de volver la culpa contra uno mismo. Y el violador se convierte en un "experto"
en la materia para desviar la culpa e imputar la venalidad o la prostitución cómplice al
niño que por otro lado él ha comprado: "Pero no has dicho que no, aceptaste los
regalos y los viajes que te he propuesto".

Despojarse de tal sentimiento de abuso, de tal huella (como si


impregnara, manchara toda la epidermis, astillando la carne), parece tanto más difícil
cuanto que la rabia redobla por haberse dejado manosear. La manipulación del
maltratador (en el sentido literal de un dominio o de unas manos puestas sobre un
cuerpo violado) atañe a una duplicidad de conducta. Aprovechándose de la
vulnerabilidad intelectual del niño, y bajo la apariencia o el pretexto de elevar su nivel
cultural y su crecimiento espiritual, el maltratador no hace más que degradar al niño,
incluso ignorándolo en la vida cotidiana. El niño lo vive como una disociación.
Hábitos disolutos hasta diluir el sentido de un vínculo social, divergencia, fractura de
la relación, engaño entre falso amor y saciedad sexual.

¿Por qué el hombre que me abrazaba por la mañana me evitaba por la tarde?
Aquel malestar me habitaba aún al despertar. Reconocí esa sensación única, el frío metálico que me helaba
entonces. Por la mañana, una trampa se cerraba sobre mí, pero por la noche se exhibía la mentira. Esta
evasión que me asombraba me revela hoy esto: el niño había percibido la agresión que el instante del control
absoluto le arrebataba25.

En el transcurso de su vida, aunque este hombre se hubiera preguntado


(como Adorno, este pensador posterior a la Shoah o estos supervivientes de los cam-

25 Ibid., p. 58.
28
pos de exterminio) "dónde estaba Dios en ese momento" 26, algo lo llevó al sacerdocio.
¿Cómo podía ser, después de lo que lo había desgastado, después de lo que le había
hecho otro sacerdote? ¿Traición? ¿Se volverá él un usure-pater que abusa del título de
"Padre", usurpará él su ejercicio? ¿Acaso se ha apartado de una fácil amalgama
imaginaria que habría condenado toda pertenencia a la Iglesia en nombre de las
acciones de uno de los miembros de la comunidad cristiana? Se ha comprometido en la
vía simbólica de la fe y la creencia en un Otro salvador. No se desilusionará ni se
desengañará de su fe. A su terapeuta, que le sugiere que "ha elegido lo que lo salva",
le responde, jugando con el equívoco de esta palabra:
No me he salvado (huido/salvado en francés). Podría haber huido. No esquivé
nada. La denegación me había dado una cita para incumplirla después. No hui (sauvé) porque otro me salva.
Él también cuida de mí 27.

Su fe en Dios se basa en esta noción de lo Absoluto (que,


etimológicamente, significa "desprenderse de toda ligadura"), pero no espera que la
Iglesia se salve, (se sauve) o eluda sus responsabilidades negando la presencia del Mal
en su institución.

Elegí ser soltero, sin duda, por el deseo de estar unido a Dios. Puedo afirmarlo.
No fingiré, después, que no hubo algunos temores. Lo acepto. Lo comprendí el día en que mi osteópata me
manipulaba. Me trata desde hace casi veinte años. La fuerza de sus breves y castos contactos me hizo sentir
que no soportaba que me tocaran. Lo dejé hacer28.

26 Youssef Ishagour, "Le Poncif d'Adorno, Le poème après Auschwitz ", (El cliché de Adorno, El
poema después de Auschwitz) París, Éditions du Canoë, 2020: Adorno pudo haber declarado que
"escribir un poema después de Auschwitz sería una barbaridad". Esta frase, utilizada como un cliché,
un veredicto implacable o un mantra, ha sido criticada como si fuera cómplice de la barbarie nazi que
pretendía denunciar. El reino de este poder absoluto sigue causando estragos, prohibiendo para
siempre cualquier aproximación poética al Mal. Es como si la declaración igualmente bárbara del
cardenal Barbarin: "Gracias a Dios, los hechos han prescrito" cerrara el expediente y, al pretender
excluir la cuestión de la sexualidad en el seno de la Iglesia, censurara cualquier reflexión de ésta
sobre su organización institucional.
27 Ibid., p. 77.
28 Ibid., p. 83.
}
29
Aunque haya habido prescripción, una investigación abierta ha
permitido a este sacerdote escuchar, públicamente, el nombre de su agresor, que será
pronunciado por un tercer tribunal civil. Para él, este acto de nombramiento servirá
como reconocimiento de su historia, de lo que le sucedió. En su testimonio, este
sacerdote no deja de exhortar a la Iglesia, de rogar a esta venerable institución que no
oculte en su seno el problema del Mal que, inevitablemente, participa del escándalo.
La rabina Delphine Horvilleur relata en uno de sus últimos libros 29,
dos chistes que muestran cómo la religión judía trata con humor la terrible cuestión del
Mal:

Dos sobrevivientes de los campos bromean con humor negro sobre la Shoah. Dios,
que pasaba por allí, los interrumpe bruscamente: "¿Pero cómo se atreven a hacer chistes sobre esta
catástrofe"?
Y los sobrevivientes responden: "¡No podrías entenderlo, no estabas allí"!

Un hombre mantiene una profunda conversación con el Señor. "Me gustaría


pedirte perdón, pero, francamente, no he hecho nada terrible. Pero tú, Dios, mira este mundo, el sufrimiento,
el dolor, los desastres que nos han sobrevenido. ¡A ti te corresponde pedirnos perdón"!
Un rabino le pregunta entonces: "¿Cómo terminó vuestra conversación"?
"Muy simple: le dije a Dios: Yo te perdono, tú me perdonas, ¡y estamos a mano"!
En ese momento, el rabino se enfurece y responde:
" ¿Pero por qué, especie de idiota, dejaste que Dios se saliera con la suya"?

Claude Lanzmann, a propósito del resonante proceso del párroco de


Uruffe que tuvo lugar en Nancy y que que fue noticia jurídica en los años 60, vuelve
sobre la "tapa" de la Iglesia (que conocía pero calló la actuación del párroco) y de la
conspiración del silencio en torno a su responsabilidad. Lanzmann considera que en
esa época, la instancia judicial fue cómplice de la institución eclesial, cubrió y
encubrió también el examen y la aclaración de los hechos 30 . . En efecto, este sacerdote,
el Abad Desnoyers había dejado embarazada a una joven de 19 años, Régine Fays. La
mató con una pistola, lo destripó y con un cortaplumas de boyscout laceró la cara del

29 Delphine Horvilleur, "Vivre avec nos morts", (Vivir con nuestros muertos) Paris, Grasset, Livre
de Poche, 2022, p. 80 et p. 92-93.
30 Claude Lanzmann, "Le curé d’Uruffe et la raison d’Église", ( El cura de Uruffe y la razón de la
Iglesia) L’infini, N° 61, Paris, Gallimard, Printemps 1998.
30
bebé que aún no había nacido, provocándole heridas profundas.

Jurados y magistrados dictaron arbitrariamente un veredicto de indulgencia


(circunstancias atenuantes evitaron a este abad la pena de muerte) porque el acusado era sacerdote y que en
el año de gracia 1958, la justicia republicana, en lugar de afrontar los problemas que le plantea un crimen
perpetrado por un cura, prefirió no juzgarlo y hacerse el harakiri.

En este proceso, el autor incrimina la colusión entre la iglesia y la razón


de Estado (se juzga a un hombre de la Iglesia) anticipando la necesaria separación o
distinción entre el espacio laico de un juicio dictado por el orden simbólico y fundador
de un Estado de derecho y la dimensión espiritual de la confesión y de la misericordia.
No puede haber perdón sin sanción concomitante. Este abuso del lenguaje (la Iglesia se
ampara bajo los sacramentos de contrición y penitencia) puede haber dado a los
abusadores la sensación de impunidad. Y el autor prosigue:

Entre el acusado, la acusación, la defensa, el tribunal y los jurados, había algo así
como un pacto tácito: ante todo, dejar a la Iglesia fuera del caso. Esto significaba callar sobre lo esencial,
no decir nada sobre lo que, a nuestros ojos, podría haber justificado encontrar circunstancias atenuantes
para el abate Desnoyers: reclutamiento y formación de sacerdotes, disciplina de los seminarios, celibato de
los párrocos, castidad, relaciones del párroco rural con la jerarquía, posibilidad de que revelara sus
dificultades a un superior, etc.. Sobre todo, no intentar comprender 31 lo que una vida de sacerdote
representa, en plena campiña Lorena, en la segunda mitad del siglo XX, no preguntarse tampoco qué
podía significar "creer" para este ministro de Dios, capaz a la vez de ejercer su sacerdocio con temible
eficacia temible como hacerse masturbar, sotana en alto bajo la mesa familiar, por la mano de una niña
de trece años y medio, la misma hermana de la mujer a la que iba a asesinar.

Con estas observaciones, Lanzsmann nos interroga sobre un mecanismo


psíquico que el psicoanálisis ha calificado de escisión en el sentido de que hay
división entre la persona, el "yo" social, que engaña de manera soberbia en la escena
mundana de los semblantes y el sujeto sometido a un goce eminentemente más tur-

31 Durante el juicio, el abate Desnoyers recibió una carta de un viejo cura rural que decía: "Hijo mío,
no añadas a tu falta el pecado del orgullo intentando explicarla". Aquí, el recurso al misterio o a "los
inescrutables caminos del Señor" puede funcionar también como resistencia a cualquier pregunta
sobre la razón de un crimen, aunque uno podría admitir que cualquier elucidación conlleva un
elemento de enigma en la historia de un hombre.
.
}
31
bio. Como si esos hábitos32, esas imágenes, esos oropeles sociales (a menudo son
profesiones que están en contacto con los niños), por su prestancia cubren y recubren
la faceta oscura pulsional. La fascinación de su brillo atrapa a sus presas.

Cuando el pueblo, preocupado, se da cuenta de que Régine Fays (la


joven asesinada) ha desaparecido, es el propio asesino, el abnegado e infatigable
párroco de Uruffe, un auténtico tartufo, quien se encarga de la búsqueda. De animador
parroquial y operador de cine, se convierte en investigador y luego en gendarme. Corre
a ver al alcalde y le pide permiso para hacer sonar la campana de alarma, y solo en su
iglesia, tal un sacristán loco colgado de la cuerda del campanario (extraña sentencia de
muerte que él mismo se impone) hace sonar la alarma hasta quedar exhausto. Luego
se dirige al café del pueblo, donde se sienta rodeado de campesinos atónitos. Bebe vino
con ellos mientras consulta un manual de teología que había traído de la rectoría.
Levanta la cabeza y dice sin que nadie se lo pida:

"Conozco al asesino, conozco la verdad, pero no puedo decir nada, estoy atado por el
secreto confesional. Ni siquiera mi obispo me puede hacer soltar la lengua. ¡Lo dice aquí mismo!"

Y al ser interrogado por los gendarmes, responde:

"Sí, lo sé, pero no se me permite hablar. Si lo hiciera, sería un caso de


excomunión. Todo lo que puedo decir es que no tienen que buscarlo en Uruffe. El asesino no es de aquí".

Al mecanismo de escisión que divide en dos la persona pública del


sacerdote y su personalidad de asesino (hombre de fe y de mala fe), criminal sin duda
pero irreprochable ministro de Dios, se le suma la maniobra de una denegación
(comunicación engañosa) que le hace desviar a la policía de la verdad mediante el
argumento de la autoridad teológica de las escrituras.

32 Guy Marie Louis Henri Desnoyers utilizaba su sotana para distorsionar su condición de sacerdote.
Durante los viajes o campamentos que organizaba junto al mar, tal un hombre-pájaro de mal agüero,
levantaba la dicha sotana para cubrir a las niñas (con el pretexto de que corrían el riesgo de ser
miradas por extraños) y jugueteaba con ellas al tiempo que les enseñaba pedagógicamente a
desvestirse.
32
Por lo demás, los maltratadores no dudan en aprovecharse de estos
argumentos retóricos evocando la trascendencia (diabólica o divina) para exculparse de
la inmanencia de sus actos, recurriendo a justificaciones 33 tanto más arteras cuanto que
toman la apariencia de motivos espirituales34:

"El Diablo me tentó, estaba bajo su dominio, su posesión".

"No pude resistir esta fuerza que Dios no pudo detener".

"Cristo no pudo impedirme hacer esto. Por lo tanto había amor en todo eso".

"¿Por qué Dios no pudo parar esto? Debería haberme hecho ver que estaba mal".

"Dios me ha permitido ser ordenado sacerdote a pesar de saberlo"

Algunos autores califican estos argumentos que legitiman tales actos de


sesgos cognitivos35, como si se tratara únicamente de una desviación del razonamiento,
de una aberración cognitiva. Esta tesis parece realmente tendenciosa, porque pareciera
que esta convocatoria de un Gran Otro atañe a un escenario fantasmático que convoca

33 Diario La Croix, martes 27 de diciembre 2022. Esto es lo que cuenta una víctima declarada del
padre Marko Rupnik, célebre jesuita esloveno: "Me besó ligeramente en la boca, diciéndome que así
besaba el altar donde celebraba la eucaristía. Me alentaba diciéndome que era un don que el Señor
nos otorgaba sólo a nosotros". La analogía del tocamiento y el recurso a la exclusividad de una gracia
divina justifican el abuso sexual falseando su sentido espiritual. El acto sexual se distorsiona en
sacramento del amor divino.
34 Un nuevo asunto fue noticia en otoño de 2022: aunque la Iglesia se había comprometido a una
mayor transparencia, el escándalo volvió a surgir por el encubrimiento de las actos de Michel Sentier,
obispo y director de la École de la Foi de Coutances: se lo acusó de abuso espiritual con fines
sexuales, poniendo en primer plano el sacrilegio: el mal uso del sacramento de la confesión. En
efecto, ante el tabernáculo, se obligaba al penitente a quitarse la ropa cada vez que confesaba un
pecado so pena de no ser absuelto. Esta strip-confession, inspirada en parte en el strip poker, en el
que el perdedor paga quitándose las prendas, se vale de la noción de privación espiritual o despojo.
¡Qué sumision, qué dependencia acarrea tal aceptación de los fieles!
35 Stéphane Joulin, "Combattre l´abus sexuel des enfants"(Combatir el abuso sexual de los niños),
París, Desclée de Brouwer, 2018, p. 19: "Se prestará especial atención a la cuestión de las
distorsiones cognitivas, esos pensamientos pervertidos y tóxicos que pretenden justificar,
excusar, moralizar, minimizar, racionalizar y eventualmente espiritualizar un pasaje al acto
abusivo".
}
33

modos de goce (excitación, redoblamiento de la intensidad, transgresión) del orden de


un desafío a la fe (fides) en la Ley divina. En este ultraje, el abusador recurre a la
versión de un Padre que se supone todopoderoso, omnividente, omnisciente, pero al
que hace impotente por la perversión de su fantasía, que garantizaría su impunidad 36. O
bien el maltratador apela a la inmensa misericordia de Dios, a su incondicional e
inconmensurable sentido del perdón de los pecados (sean cuales sean las
circunstancias), o bien se exime de responsabilidad culpando a la no intervención
divina.

Estas acusaciones, suposiciones e incluso incriminaciones atañen


igualmente a los abusados que no pueden sino rebelarse ante esta "indolencia o la no
intervención de Dios". ¿Escuchan ellos las palabras que se supone deben apaciguarlos,
que conmueven las fibras de la pasión y la misericordia: "Sufrió con vosotros, estuvo
en la cruz con vosotros?" Sin embargo responden:

¿Por qué permitió Dios que esto sucediera? Después de un tiempo lo odié y a
veces aún me cuesta no odiarlo, me gustaría ponerle una cruz".

Las excusas o justificaciones que conciernen al Mal pueden ampararse


en varios registros para justificar la validez de su intencionalidad: la dimensión de
posesión diabólica o satánica, que (en un contexto de magia) remite al exorcismo, o a
la sanción de un castigo, una culpa o una falta que debe ser sufrida, expiada o
purificada mediante el sacrificio. Pero si estos recursos explicativos no afectan a un
sujeto, ¿cómo pensar y aceptar el oxímoron temible de la inocencia, la gratuidad de un
Mal que golpea a inocentes con enfermedades, virus, atentados, guerra, (en definitiva,
muerte) y a estos niños, con violaciones traumáticas? ¿Debemos volver a una
predestinación jansenista (determinación absoluta y fatal) o replantear la cuestión del
libre albedrío en nuestras elecciones y decisiones a la luz de la forma en que hemos
sido inscritos en un destino, en función de nuestro nacimiento, nuestro parentesco,
nuestras elecciones o alianzas sexuales, nuestras opciones ideológicas? ¿Estamos repi-

36 Desde una perspectiva psicoanalítica, podemos suponer que esta relación con el Padre (relación
con el Nombre de Dios, posición paterna respecto a estos niños puestos bajo su autoridad) no podía
sino repetir y "cruzar" la relación privada, singular, que el niño sacerdote mantenía con el nombre de
su padre y la ley simbólica (lo prohibido) que le fuera transmitida.
34
tiendo un sometimiento implacable o podemos liberarnos de este no sabido, este insu,
que insidiosamente insiste? A este respecto, una relectura del Libro de Job, que da
testimonio de su rebelión contra Dios, podría quizá arrojar alguna luz sobre la
problemática.

Las pruebas de Job

Se ha hablado mucho, a propósito de este libro de la Biblia 37, de la


prueba de Job, expresado en "singular", en relación con este libro de la Biblia.
Ciertamente, la experiencia que vivió fue singular, pero, como las hojas de prueba de
un libro que requiere varias rondas de correcciones y relecturas, este encuentro con el
Mal se despliega y se extiende sobre la pluralidad de tres momentos que lo afectan,
singularmente cada vez y por más de una razón:

1/ Job es un hombre íntegro y recto, un gran servidor del Señor, que


goza de riquezas y magnificencias divinas: posee siete mil ovejas, tres mil camellos,
quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas. Le nacen siete hijos y tres hijas, y
cuando sus hijos regresan de las fiestas, no deja de observar los ritos de purificación.
Es entonces cuando el Maligno, llamado el Adversario en este texto, se toma la
libertad de lanzar un reto diabólico a Dios, desafiando al mismo tiempo la pureza de la
fe de Job, por medio de estas pocas palabras: "¿No has hecho tú una valla alrededor
de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Pero si extiendes la mano y
tocas todo lo que posee, apuesto a que te maldecirá en tu cara" . Acusará al golpe y a
Dios al mismo tiempo. Entonces el Señor acepta esta provocación maligna (tal vez
para poner a prueba la fe de Job) y da vía libre a Satanás (posesión satánica),
pidiéndole, sin embargo, que no toque al propio Job.

A continuación, un mensajero le anuncia que un fuego de Dios ha caído


del cielo, quemando y consumiendo ovejas y siervos. Y, más aún, un gran viento
procedente del otro lado del desierto, hizo caer sobre sus hijas y sus hijos, una casa en
la que estaban participando en una fiesta. Están muertos. Entonces Job, rasga su ropa,

37 "Job ", en La Bible, Ancien testament, (La Biblia, Antigo testamento ) II, Paris, Livre de Poche,
1975, pp. 181 - 230.
}
35
se afeita la cabeza y en señal de humildad , se arroja al suelo, prosternándose en una
oración henchida de adoración y bendición :

Desnudo salí del vientre de mi madre,


Y desnudo volveré
El Señor ha dado, el Señor ha quitado
¡Bendito sea el nombre del Señor!

Por tanto Job, al principio, no se subleva contra la maldición divina; no


imputa nada indigno a Dios, aceptando los caprichos del ciclo de la vida: el vientre del
nacimiento puede convertirse en la tumba de la muerte. El hecho de ser despojado de
sus bienes y de su progenitura no provoca en él una revuelta, sino la ascesis de un
despojo, la humildad de una desposesión.

2/ Luego, en un segundo paso, Dios no puede dejar de señalar al


Adversario (como una suerte de venganza contra la tentación del Maligno) que Job
no había pecado al maldecirlo, "que había persistido en su integridad y que, en
efecto, había sido en vano que el diablo lo incitara a engullirlo". Por supuesto, estas
palabras no hacen más que echar leña al fuego, provocando una nueva escalada del
desafío: "Te apuesto que si pones la mano sobre él y lo hieres en su carne y en sus
huesos, te maldecirá a la cara." El Señor acepta por segunda vez esta prueba de la fe
de Job, al tiempo que desea que se respete su vida.

De ahí que unas llagas maligna se abatan sobre Job, golpeándolo desde
la planta de los pies hasta la coronilla. Agarra una esquirla para rascarse sus heridas
y no le queda más que considerarse un paria, instalándose en las afueras de la ciudad
y condenado al ostracismo en el medio de las cenizas. Su esposa lo insta a abandonar
su integridad y piedad, exhortándolo a que maldiga a Dios para luego morir. Job
exclama entonces estas palabras, lamentando su nacimiento 38 y maldiciendo haber
sido traído al mundo:

38 Cabe señalar que se trata de una insurrección similar (aunque el contexto de los dioses griegos
parezca diferente) la que se apodera de Edipo cuando se da cuenta, sin estar enterado de su destino,
de que ha matado a su padre y se ha acostado con su madre: Mè phunai (mejor no haber nacido)
exclama, ante la desesperación de esta ceguera.
36

Perezca el día en que yo nací


Y la noche que dijo: ¡Un varón ha sido concebido!

He aquí, sea estéril aquella noche,


Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba.

¿Por qué no morí yo al nacer,


O expiré al salir del vientre?
¿Por qué me recibieron dos rodillas,
Y por qué los dos pechos que me dieron de mamar?

Porque ahora yo yacería tranquilo;


Dormiría, y entonces tendría descanso

O como aborto desechado, yo no existiría.

¿Por qué Dios da luz al que sufre,


Y vida al amargado de alma?
Están a la espera de la muerte y no llega,
Jubilosos al encontrar una tumba.

Mientras que en el primer momento el vientre del nacimiento puede


admitirse como receptáculo de la tumba y de la muerte, en este segundo momento, Job,
decepcionado por el Mal que lo azota, se rebela contra ese "quedarse preñada "
inaugural, que no protege de nada. ¡Cómo hubiese deseado que el vientre fuese lugar
de muerte en vez de lugar de vida, ahorrándole así todo pesar! Tal es su desesperación
que deja de lado su esperanza: Job ya no está en postura de genuflexión y postración
ante la voluntad de Dios. Luego de cavilar amargamente, termina por cejar, esta vez
decididamente, en su fe en la bondad de Dios. Como alivio final y liberación última,
apela a la muerte:

Mi carne está cubierta de


gusanos, y de costras terrosas;
Mi piel, hendida y abominable.
Y así mi alma preferiría la estrangulación,
¡Y la muerte más que estos huesos a los que el dolor me ha reducido!

Que Dios se digne aplastarme


¡Que suelte su mano y me corte en dos!

Sería un consuelo
}
37

Aun torturado sin piedad, saltaría de gozo.


¿Qué fuerzas me quedan para resistir?
¿Qué destino espero para tener paciencia?

¿Será pues la nada esa ayuda que espero?

Esta desconfianza hacia Dios que se ha infundido y asentado, le hace


experimentar una serie de emociones: en primer lugar, un sentimiento de vergüenza,
un tropismo vuelto contra sí mismo, agobiándolo como si se reprochase haberse dejado
engañar en su fe. Esto le provoca gran confusión:

Te avergüenzas de haber tenido confianza:


Cuando lo logras, te sientes confundido.

Entonces Job dirige su abatimiento contra el Todopoderoso. Llega a


dudar de su existencia, borrándola de un plumazo y culpando a la divinidad de su
huida: Dios se ha ausentado, se ha largado, retraído ante el desastre que él mismo ha
provocado, ante el horror del mal que él mismo ha creado. El Señor se desentiende de
estas cuestiones.

Así pues, ¿existe usted?


Ante la vista del desastre, usted se atemorizó.

Su indignación llega al paroxismo cuando Job, alejándose de una


"fides", de una fidelidad incondicional a un Padre, prosigue con sus imprecaciones. Le
imputa una perfidia (aunque él nunca ha manifestado tal comportamiento, pero el
Señor no responde) y lo trata incluso de Dios espía, que goza de esta vigilancia
generalizada:

Si quisiera contender con él,


No podrá responder a una cosa de mil.

Hazme saber tus quejas contra mí.


¿Te complace abrumarme?
Lo sé: no me absolverás.
Tengo que ser culpable.
38
Demuéstreme en qué he fallado,
¿Quiere ahora mirarme?

Juro no mentirle a la cara.


¡Vuelva, y que no haya iniquidad!
¿Cree que hay malicia en mi lengua?

¿Qué es el hombre
Para que te ocupes tanto de él,
Para que le pases revista por la mañana
Y lo examines a cada momento?
¿Por qué no apartas de mí la vista
Si he pecado?
¿En qué te afecta, espía del hombre?
Te has vuelto en un verdugo para mí.

¿Y por qué no borras mi rebelión,


Y perdonas mi iniquidad?
Porque luego dormiré en el polvo,
Y si me buscas de mañana,
Ya no existiré.

Él, la pobre criatura, el insignificante mortal, al menos no miente. Esta


vez, en una maniobra y una respuesta supremas, es él quien elude la omnividencia
divina y escapa a la persecución de Dios mediante la muerte. En este punto, la crisis de
fe y la fuerza del desafío parecen totales:

¿Merece el todopoderoso que seamos su esclavo?


¿Y qué obtenemos evocándolo?

Job pierde la fiabilidad en la palabra de Dios y en la suya:

Antes me escuchaban con esperanza,


Se acogía en silencio mi parecer.
Cuando había hablado nadie respondía,
Sobre ellos, gota a gota, caían mis palabras.
Me esperaban como se espera la lluvia.
Y ahora soy el hazmerreír de los más jóvenes.

Job se rebela, sobre todo contra lo que considera injusto, escandaloso


en la justicia retributiva y distributiva de Dios, si nos atenemos al principio de los
méritos, a la lógica contable de la balanza de las buenas prácticas y de los pecados:
}
39
¿Acaso no ve él mi conducta
Y no cuenta todos mis pasos?
¿He andado en malos pasos,
Mis pies han corrido tras la mentira?

3/ Aconteció entonces, tras esta tormenta ("tempestad bajo un


cráneo", Los Miserables), este furor y cólera de Job contra la divinidad, que Dios le
responde en el seno de este huracán, invirtiendo la posición del conocedor y utilizando
una referencia al conocimiento que Job profiere y que él cuestionará (método que
recuerda singularmente la antigua ironía socrática). A esta criatura insensata que
denigra a la Providencia con sus discursos, le hará preguntas que lo iluminarán:

¿Dónde estabas tú cuando puse los cimientos De la tierra?


Dímelo, ya que eres sabio

¿Alguna vez has ordenado que aparezca la mañana?


¿Sabes dónde se encuentran las puertas del abismo?
¿Has visto las puertas de la absoluta penumbra?

¿Tiene padre la lluvia?


¿Quién da a luz el rocío?
¿Quién es la madre del hielo?
¿Quién da a luz la escarcha que viene del cielo?

Dios sigue haciendo valer a Job, su criatura, la antecedencia de su


creación del mundo, de su origen y de sus formas de vida, de la que sólo él conoce las
reglas, ordenando este engendramiento:

¿Sabes cuándo alumbran las cabras del monte?


¿Has observado las ciervas dando a luz?
¿Has contado los meses de su gestación?
¿Y conocido el momento del parto?

Job admite que se encuentra desprovisto de conocimiento, reconoce su


pretensión de haber querido criticar la Providencia, "reñir" con sus principios y
competir con el enigma de esta ofrenda de vida:

Sé que todo lo puedes,


40
Y abordé misterios que me confunden.
He sabido de ti sólo de oídas,
Pero ahora mis ojos te ven.
Por tanto me aborrezco, y me arrepiento
En el polvo y en la ceniza.

Esta duda y esta rebelión contra su propio nacimiento, el


engendramiento de lo viviente por Dios, han permitido a Job concebir la Providencia
(entendiendo la fuerza de sus palabras) bajo un punto de vista distinto al rumor o el
ruido de fondo de las creencias transmitidas. Job acaba proclamando un sí
incondicional al don de la vida del Creador (sea cual sea la forma que adopte). Si bien
la prueba que atravesó (el enfrentamiento con el Mal) lo atormentó (como a Cristo en
la Cruz preguntando al Padre por qué lo había abandonado), también reforzó su fe en
este doble movimiento de rebelión y apaciguamiento. Job ya no se revuelca, ya no se
complace en los desechos, las inmundicias de la criatura y del Creador, sino que renace
en el mundo de la vida, despojándose de su decadencia.

Por tanto, Dios restaura los asuntos de Job con una magnificencia y
generosidad multiplicadas por diez (como si la fe de su criatura se hubiera
multiplicado por diez) redoblando todas sus posesiones: recibe catorce mil ovejas, seis
mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. Además, su confianza en la vida se
refleja en su descendencia, pues también le vinieron siete hijos y tres hijas a las que
llamó, muy delicadamente, Tórtola, Flor de Canela y Sombra para los Párpados.

¿Qué lección extraer de este pasaje bíblico en relación con el Mal que
ha golpeado a la comunidad católica con la revelación de los abusos sexuales en su
seno? Job pudo sentirse engañado, abusado por un Dios que castigó su cuerpo con
manchas leprosas siendo él un fiel intachable que servía a la divinidad con entrega
absoluta. Pues bien, precisamente el desafío lanzado por el diabólico Satanás, al que
Dios consiente, por dos veces, se refiere a la cuestión de una ofrenda gratuita de la fe,
de una ofrenda gratuita a la fe. Se trata de probar, de sopesar si esta confianza y esta
fidelidad en Dios se fundan en una lógica de protección, incluso de lógica condicional
de reciprocidad y de intereses (si observo sus mandamientos, Dios me lo devolverá con
creces) o si un acto de fe o de caridad participa de un don desinteresado en la
incondicionalidad de una gracia, sin necesariamente esperar un favor a cambio. Y es
}
41
por esta lógica contable, retributiva, que Job tropieza, señalándolo a Dios como un
impostor. La relación con Dios no puede ser del orden de lo que reporta.

Por tanto, los abusados, en su inocencia de niños, no pueden sino


rebelarse contra los vicios y las sevicias de los que son objeto, e incluso (y es el efecto
más retorcido) culpándose ellos mismo (acusándose de haber sido complacientes y
cómplices de ese disfrute) en vez de incriminar la ausencia o la indiferencia de Dios:
tratan así de comprender y aceptar la mancha y la suciedad (supuestamente indelebles
que oprimen sus cuerpos). Se atribuyen un daño que legitimaría los actos que han
sufrido, una falta que justificaría los abusos cometidos contra ellos. Escindirse de esta
vergüenza insistente, desembarazarse de esta culpabilidad punzante parece el desafío
primordial de todo acompañamiento terapéutico, según la etimología griega de un
"cuidar". Algunos o algunas logran desprenderse de ello en un acto de ruptura con
esta institución eclesial que ha encubierto tales actos, los ha sumido en una gran
incertidumbre y perplejidad para luego hacer vacilar sus creencias y hacerles perder
su fe. Otros, por último, han podido mantener una distinción entre lo que corresponde
a la fe en Dios y lo que atañe a una desviación institucional. Lo que invita también a
volver a interrogar el régimen de separación entre la Iglesia y el Estado.

Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Volvamos a situar el contexto de esta declaración de Cristo, narrada por


san Lucas (XX-24):

Enviaron espías que simulaban ser justos, a fin de sorprenderlo en sus palabras, para
entregarlo al poder y a la autoridad del procurador. Y le preguntaron, diciendo: "Sabemos que dices y
enseñas con rectitud, y que no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
¿Nos es lícito o no dar tributo a César"? Pero él, entendiendo su astucia, les dijo: "Muéstrenme un denario.
¿De quién tiene la imagen y la inscripción"?

Y dijeron: "De César".

Entonces Jesús les dijo: "Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de
Dios". Y no pudieron sorprenderlo en sus palabras delante del pueblo, sino que, maravillados de su
respuesta, callaron.

.
42
A la vista de la lucidez de este aforismo, uno estaría tentado de decir
que estos fariseos no consiguieron engañar o embaucar a Cristo, que bien podría haber
caído en la trampa que le tendieron: ¿esperaban que denegara lo que se debía a las
finanzas seculares, al Estado de derecho, para acusarlo después de fomentar la sedición
y la insurrección entre el pueblo, negándose así a pagar su deuda y a pagar el
impuesto? No, Jesús reconoce la efigie grabada sobre el denario que autentifica y
garantiza la legitimidad de esta retención, y los hace callar, pagándoles con la misma
moneda. Este precepto es, pues, válido, y de él deben sacarse todas las conclusiones.
Sin embargo, parece que la Iglesia ha callado durante mucho tiempo esta
recomendación radical (no es, claro, un silencio de admiración, sino de ocultación): le
ha costado mucho reconocer esta separación de lo secular y lo sagrado, como si minara
su propio poder cultural e ideológico sobre la sociedad39.

Estos abusadores (probablemente beneficiándose de las secuelas de esta


no separación entre lo temporal y lo espiritual) permanecen impregnados de la lógica
del pretexto y de la justificación de sus actos. A diferencia de las acusaciones de Job
contra Dios y de sus imprecaciones contra el Mal, no incriminan a la divinidad, sino
que pretenden y utilizan su no manifestación (ausencia, indiferencia) como apoyo para
legitimar sus actos y, precisamente e injustamente, para negarlos. Si admitimos que al
hombre le corresponde una cierta libertad, la rechazarían (sería la fatalidad del destino)
y ello los eximiría de su responsabilidad ante la justicia humana. Por tanto, no
tendrían que pagar su deuda (una condena que, por lo demás, no necesariamente
equivale a una damnación) al ministerio público. Esto refuerza la idea de que los
hombres de la Iglesia no deben rendir cuentas a César, a la justicia de los hombres.
Mediante este sesgo que seguramente alimenta la mentira de la negación, se
subordinan a la misericordia y al perdón de Dios. Sin embargo la obediencia a Dios no
se substituye a la audiencia del César, como nos lo dice Jesús en el Evangelio.

39 Es precisamente esta distinción que rechaza el integrismo islámico y que reivindica una teocracia
como régimen político que orienta un país. En la misma línea, Cirilo, patriarca de la Iglesia Ortodoxa
de Rusia, apela a lo espiritual para legitimar la guerra putiniana de anexión en Ucrania: convoca
resurrección y vida eterna, en nombre de la patria, para exhortar a los soldados reclutados a
convertirse en (extraño derecho o deber) una carne de cañón. Serán elevados a la dignidad de
mártires y se les prometerá un lavado de sus pecados que los llevará directamente al paraíso.
}
43
Del mismo modo que las pruebas de Job lo llevó a reflexionar sobre su
relación con la fe, el Mal que se ha abatido sobre la Iglesia católica (reconozcamos que
no está exenta de impureza) puede verse paradójicamente como un Bien , un kairos,
como decían los griegos, una ocasión, un momento para abordar con decisión, sin
forzarla, la cuestión de la sexualidad en la vida de sus fieles y de su clero (el sentido de
la castidad, las relaciones hombre/mujer en la institución, el placer o la condena de la
carne...). En todo caso, los lugares de escucha profana (fuera de la Iglesia para evitar
conflictos de intereses o de lealtad) parecen deseables y necesarios para escuchar el
interés de las vocaciones de los seminaristas, las dificultades, el sufrimiento o los
tormentos del clero en la duda o el cumplimiento de sus compromisos, los síntomas o
las fantasías de los abusadores. Ellos mismos tienen una historia parental, que
comienza con su concepción de niño, su período de adolescencia hasta su elección de
adulto (sacerdotes, obispos...). ¿Qué se ha repetido en estos actos perpetrados?

Recurrir al pretexto de la no intervención de Dios Padre, de su


"irregularidad" para protegernos del Mal y justificar el paso en falso de esos "perverso"
conlleva una retórica o argumento falaz, que quiere erradicar nuestra parte de libertad.
Sería tomar los tarots del destino por la punta de "la justificación" como si la falsedad,
la traición del Otro justificara eludir la propia responsabilidad. Algunos abusadores
también pueden argumentar de manera particularmente retorcida y obscena, que estos
tocamientos o violaciones no son más que una acción de gracia (pasando por la carne)
frente a Dios. ¡El maldito se transforma, incluso se sublima en espiritualidad y
bendición!

El Picasso de las Iglesias

Louis Ribes (su nombre pasó al dominio público), sucesivamente


sacerdote de las diócesis de Lyon, Grenoble y Saint Étienne, gozaba de una sólida
reputación de artista (había realizado múltiples vitrales de iglesias según una estética
cubista). Su talento, reconocido por la comunidad que lo rodeaba, le permitía engañar a
las familias insistiendo en que inscribieran a sus hijos en sus talleres muy particulares:
sus presas eran jóvenes provenientes de ámbitos humildes a los que daba
44
una formación en dibujo o en pirograbado. De hecho, el sacerdote aislaba a uno o
varios niños proponiéndoles posar para él, en ropa interior, o desnudos, a menudo con
las piernas abiertas, para inspirar sus creaciones, retratando personajes bíblicos. Es
notable la perversa maniobra (en el sentido literal de una desviación) que consiste en
instrumentalizar lo sagrado de las escenas de la Biblia para legitimar una puesta en
escena depredadora en una confusión mantenida entre el registro espiritual y corporal.
Luego, llegaba el momento en que invitaba a sus modelos a contemplar el resultado de
su pintura, sobre sus rodillas. He aquí el testimonio de un abusado:

Nos tocaba las partes con palabras inapropiadas y nos llamaba "sus
guardaespaldas".

Me tomó la mano para ponérsela en los calzoncillos, fue tan insistente que
terminé por hacerlo, decía que era un regalo de la Iglesia al cielo, una acción de gracias a Dios. A veces
lograba retirarla, pero no siempre.

Llega incluso a jugar con el pretexto de una compasión con respecto a


su enfermedad (acababa de sufrir un infarto) para engañar a los padres así como a los
niños:

Tenía que ayudarlo a hacer ejercicios de rehabilitación. Tuve que ponerme


encima de él, él se las arregló para que mis manos descendieran hasta su sexo. También hacíamos paseos en
los que tenía que meter mi mano en su bolsillo y tocarlo.

Secuelas
Las reminiscencias de las escenas traumáticas vuelven bajo múltiples
formas: ocultación, lagunas, ( la memoria es cripta inviolable de acceso) o, por el
contrario, somatizaciones recurrentes, reviviscencia de la escena en forma de imágenes
alucinatorias, resurgimientos de visiones, sensaciones de opresión física, olores
obstinados (aliento del abusador, sabor de sudor, ruidos, jadeos o sonidos repugnantes)
vienen (y es el colmo del abuso) interferir, parasitar la sexualidad futura de estos niños
o adolescentes. Aquí también, fuertes y valientes testimonios vienen declarar esta
obscenidad: el roce de la cruz de Cristo colgando del cuello de este hombre de Iglesia
consagrado y que se tambalea sobre el pecho aplastado, sofocado, del abusado, redo-

blando el sentimiento blasfemo de una crucifixión de todos aquellos miembros


}
45
sometidos bajo esta garra. Y, sobre todo, la sensación de que, en toda sexualidad, sin
embargo diferente en su tenor, suda y ronda todavía, incluso después de varios años, la
sombra del pedocriminal, como un miembro fantasma. Lo que no ha sido simbolizado,
lo que todavía mancha como suciedad, vergüenza e incluso culpa vuelve a la realidad
sexual en forma de fantasmas. De tal forma, que en el movimiento de la Parole
Libérée, un marido, atormentado por todos estos parásitos, podía finalmente confesar y
confiar a su mujer estas palabras de verdad:

Sabes, cuando estábamos los dos, "él" estaba siempre con nosotros. En realidad,
para mí, no éramos dos, éramos siempre tres 40.

En esos casos de abuso en que se produce el pasaje al acto de una


fantasía sexual, la confesión de ese acto abusivo es censurada tanto en la posición del
abusador como en la del abusado: el primero edulcora, minimiza e incluso niega el
cuerpo del delito, no puede reconocer su transgresión de lo sagrado en relación con su
función consagrada: esto sólo puede condenarlo. El niño, por su lado, tiene
dificultades para denunciar a un sacerdote, habida cuenta de la representación ideal
que emana de esta figura santa, alabada en la comunidad católica y entre sus padres.
No puede tocar esa aura, incriminarla. Sería criminal incriminarlo (extraño giro
retorcido de la acusación), como un atentado cometido contra un intocable, un atentado
a su persona. Sería él, el culpable, el pecador, y esa culpa no cesa de minarlo. No se 41
tocan esas figuras. Se ruega cerrar los ojos. A pesar de ciertos maltratos, atrapados en
un conflicto de lealtad entre amor y verdad, los niños se resisten a aceptar la denuncia
de sus padres. Eso equivaldría renunciar a su protección. Los encubren para conservar
a toda costa su amor, a cualquier precio.

Y es precisamente este término de "amor" (tan desprestigiado y


utilizado indiscriminadamente) que debemos interrogar para intentar precisar lo que
está en juego en estas efracciones sexuales. Un recorrido por la etimología nos
permitirá escuchar sus diversas resonancias. La lengua griega distingue varias
modalidades de amor en términos diferentes:

40 Isabelle de Gaulmyn, "Histoire d’un silence" (Historia de un silencio), Paris, Seuil, 2016.
41 Este "se " expresa aquí toda la red en juego (jerarquía eclesial, familias, comunidad).
46
- Filia evoca en primer lugar el sentido de una hospitalidad
ofrecida a los miembros de una comunidad. Ahí está la noción de un gesto gratuito de
bienvenida. Por otra parte, en la Ética nicomáquea, Aristóteles define el amor como un
afecto, un sentimiento que hace que amemos al otro, incondicionalmente, por su "ser",
por lo que es, y no por los intereses o los beneficios que podría traernos.

- Storgé se refiere a un amor fraterno, amistoso, comprometido


que implica responsabilidad. Atañe a las relaciones familiares y parentales. Supone la
presencia de una protección, la perspectiva de una lealtad.

- Ágape se refiere a un amor por los conceptos universales (amor


a Dios, a lo Bello, a la Verdad, a su Prójimo o incluso al Enemigo). Sería más bien
una elevación del alma.

- Eros ya no se limita a la esfera abstracta de la mente, sino que


participa de una puesta en juego corporal, atañe a la pasión y a las sensaciones.

Entonces, ¿de qué orden sería lo que se denomina el acto de "pedo-


filia"? El precipitado pasaje al acto bien podría hacernos considerar que allí hay un
abuso de lenguaje al utilizar la expresión "de amor a los niños" en vez de violación de
sus cuerpos. Ciertamente, la escena de estos curiosos ágapes obscenos no puede ser
considerada como un signo de amor. Ningún rastro de altruismo o de oblatividad, y
conservar este término de amor sería otra manera de encubrir tales actos. Podría ser
tentador optar por la noción de Eros para concederles una calificación. Pero sería más
bien una miserable erótica de pacotilla, sin ninguna sutileza o refinamiento, la
satisfacción de una excitación sexual que se descarga brutalmente, en un roce
solipsista y masturbatorio.

La palabra está amordazada. Paro de imagen. Historia sin palabras, sin


posibilidad de interlocución42. Y aunque no haya voluntad manifiesta, explícita, de
humillación o envilecimiento como en las prácticas perversas, el hecho es que estos a-

42
En la Grecia antigua, la pederastia hacia los jóvenes adolescentes pasaba por un consentimiento
vinculado al amor del saber transmitido por el educador.
}
47
busadores explotan estos cuerpos, aprovechándose de la vulnerabilidad y la
dependencia de seres frágiles. Implícitamente también, estas prácticas giran en torno a
una transgresión que evoca el hedor de la culpa, el pecado y la profanación. Amar a un
niño es un asunto completamente distinto. Implica acompañarlos incondicionalmente
en su desarrollo, asumir la responsabilidad apoyando sus elecciones, descentrarnos de
nosotros mismos, procurando no proyectar en ellos nuestros ideales frustrados ni
hacerlos pagar por nuestros resentimientos. En resumen, no instrumentalizarlo en
beneficio exclusivo de nuestra propia satisfacción. La expresión consagrada a esta
tarea especialmente sutil y delicada (se educa a un hijo) sitúa esta elevación en el
extremo opuesto de aquellos actos que sólo pueden evocar la mancha de la
restauración, el envilecimiento o, más propiamente, la degradación.

Estas violaciones en serie convierten a estos actores en "violadores


seriales" que es lo que los diferencia de un incesto parental donde el padre juega con
la singularidad, de lo que sucede con su hijo, aduciendo un secreto exclusivo
compartido, un rito de iniciación inédito que ofrece a su hijo o hija. Estos niños (bajo
el encubrimiento de la madre) podrían consentirlo, en la búsqueda de un amor a toda
costa. Este tropismo incestuoso puede ser percibido como una compensación, una
desviación, una suplencia a una frigidez materna, sexual o afectiva. El incesto se
convierte en un privilegio. El niño es privilegiado, es el elegido.

El testimonio de Christine Angot nos permite aclarar estas diferencias.


Su última novela43 (la cuarta relata su experiencia incestuosa con su padre) podría
suscitar un malestar ante esta insistencia a machacar ese trauma. Pero se podría
argumentar con la misma facilidad que la cobertura de tal acontecimiento sería
inagotable, interminable, y que se necesitarían numerosas variantes de escritos para
descontaminar este virus incestuoso y sus secuelas. El incesto no deja de escribirse.

43
Christine Angot, "Le Voyage dans l’Est " (Viaje al Este), Paris, Flammarion, 2021.
48
La père-versión del padre es resaltada de dos maneras: es a la niña a
quien él achaca el deseo de acercamiento (es a ella a quien le gusta esto) y por otra
parte justifica el acto sexual en todas sus formas (penetración, coito anal, felación)
como el pasaje obligado de un rito de iniciación: su vida no se arruinará, sino que, por
el contrario, ahorrará tiempo, en su encuentro posterior con los hombres. Transmisión
noblemente paternal, digna de una valiosa experiencia. Y es sobre todo esta mezcla de
géneros, el efecto de estas confusiones de lugares no diferenciados, pisoteados y
reprimidos en la filiación, lo que genera la ira de Christine Angot:

El incesto es una esclavitud. Desteje las relaciones sociales, el lenguaje, el


pensamiento. Ya no sabes quién eres, y él, ¿es vuestro padre, vuestro compañero, vuestro amante, el de
vuestra madre, el padre de vuestra hermana? El incesto arremete contra las primeras palabras del bebé que
aprende a situarse: papá, mamá y destruye toda la verdad del vocabulario en el proceso 44.

Allí se encuentra el matiz particular, la resonancia singular de un


incesto paterno. Es una onda de choque que repercute en la interferencia de la realidad.

No se dan cuenta de lo que es tener un padre que rehusa que seas su hija. Para
ustedes, el incesto es sólo algo sexual. No entienden, no entienden. Es el poder supremo del patriarcado. [... ]
Tengo el derecho de no reconocer la realidad. Niego lo que es. Incluso tengo el derecho de no reconocer a
mi hija como una hija45.

Lo que más le pesa es la manera en que el padre trivializa el impacto de


tal relación con su hija y se desvincula así de toda función simbólica. Esto la afecta, la
hiere en el lugar mismo donde ella espera su reconocimiento de hija. Malentendido
extremo entre petición de amor y confusión sexual.

Eso me angustia. Por supuesto. Porque es el mismo relativismo con el que se


permite practicar el incesto. Es él quien decide. Es él quien ve lo que le conviene. Hay grados de parentesco.

44 Ibid., p. 190.
45 Ibid., p. 180
}
49
Puede haber grados de filiación. Soy parte de su familia, sí, pero soy su hija prostituta (literalmente
traducido: hija pública, fille publique en francés). No puedo ser su hija públicamente46.

El texto crea un equívoco entre la imputación subyacente de ser una


prostituta (fille publique) y la dificultad que siente para poder llamarse, en público,
"hija de su padre". El efecto de este "relativismo" genera en ella una confusión
generalizada, que la lleva a acudir a la comisaría para presentar una denuncia. Pero
cuando el agente de policía le dice que, por falta de pruebas y testimonios, su caso
desembocará en un juicio nulo, en un no lugar (non-lieu), no tolera la anulación que
redobla y prorroga esa palabra (como si el suceso nunca hubiera ocurrido) y retira la
denuncia.

Dos tipos de expedientes o subterfugios podrían permitirle atravesar


esta situación (a la vez que huye de lo real): se miente a sí misma y exagera su
fingimiento. O bien (y tal vez simultáneamente), se ausenta de la escena, expresando
su patética y radical división de sujeto hasta el punto de considerar su cuerpo como un
mero resto. Seguirá siendo un hecho (no menos tangible) que no ha podido, no ha
sabido preservar su cuerpo, ni siquiera como resto. ¿No será esta postura de remanente
que se basurea, se degrada, esta vergüenza que bloquea el sujeto, esta poste restante
que suscita la reiteración, una inextinguible escritura que impulsa el desembarazarse?

Miraba la escena desde el afuera. Había una diferencia entre el yo y mi persona.


Lo que se llama el "yo" desaprobaba. El resto... ¿Qué resto? ¿Qué era mi cuerpo, el resto? No lo sé. No sólo
eso. El resto no pensaba. El resto estaba bloqueado. No lo sentía. No pude preservar el resto. No pude hacer
nada47.
Se trata también de no dar otorgarle demasiada consistencia a la escena
de violación (como si fuera necesario borrarla o cancelarla, como si nunca hubiese
sucedido), de modo que surge un dilema, se produce un conflicto entre el habla y el
silencio:

46 Ibid., p. 87.
47 Ibid., p. 36.
50
Hablar. Romper el silencio. Para eso había que ver las cosas. Saberlas. Hacerlas
existir en la cabeza. [... ] Callarse. Esto permitía no tener imágenes en la cabeza, seguir fingiendo. No saber
realmente, no tener miedo, no dar cuerpo a la preocupación, no darle realidad a la impresión de tener una
vida arruinada48.

Sin embargo, existe un tropismo inverso que la hace ceder, abandonarse


a lo inexorable de tal acto. Atrapada en esta jaula, indiferente a sí misma, se resigna a
estar sin futuro, agobiada, no pudiendo limitar lo ineludible:

Me puse boca arriba. Los brazos abiertos sin resistencia. Pensé: qué pena. Estoy
harta de intentar discutir. Es inútil. Me aniquilé. Ya no creía en nada. Mi vida amorosa estaba arruinada. Lo
sé. Ya no había nada que hacer. Un poco más, un poco menos. [...] Tenía la impresión de que participaba en
mi vida participando en mi propia negación49.

Y cuando los periodistas "que disfrutan siendo compasivos desde su


elevada posición" se toman la libertad de preguntar a las mujeres que han sufrido
incesto si gozaron en ese momento, la autora se subleva, considerando esta intrusión
particularmente obscena y escandalosa, señalando que estos testimonios, a merced de
estos depredadores de la primicia, son tan indiferenciados y estereotipados bajo el
pretexto de "lo vivido", que producen el efecto contrario: trivialización e indiferencia.
Tanto más importante es recurrir a una escritura que intenta asir lo que no cesa de
escabullirse:

En fin... Vivir... Sentir las cosas... ¿Las estamos viviendo? ¿Estamos ahí?
Estamos. Preferiríamos no estar. Pero estás. No es vivir plenamente. No es algo que se vive. No realmente.
Se está ahí. Se observa. ¡Vaya! Está sucediendo eso50 .

48 Ibid., p.77.
49 Ibid., pp.126-127.
50 Ibid., pp.211.
}
51
Este uso repetido del "se" marca la insistencia, el esfuerzo renovado por
liberarse de la situación (hasta el desgaste) mediante un distanciamiento desrealizante.
Un intento desgarrador para decir que se han aprovechado de nosotros.

Más tarde, Christine Angot decide tener un hijo. Pero en este acto del
parto interfieren sensaciones anteriores que afectan esta zona vaginal. En ese lugar y
en ese momento íntimo demuestra un reflejo inverso, ya que cierra en lugar de abrir,
no puja, retiene hasta el punto de que es objeto de una interpretación casi salvaje de un
médico que se atreve a decirle: "lo quiere guardar dentro suyo". Equívoco que no
puede sino repetir el malentendido de los lugares que ocupan su vida.

Esta fidelidad exclusiva al padre que éste exige de su hija se desmarca


radicalmente de la perfidia de esos sacerdotes llamados "Padre", abusadores de la fe,
violadores en serie, que utilizan el engaño, la apropiación indebida del sacramento de
la confesión y la cubierta de Dios para justificar sus actos. La ficción literaria de una
novela de Octave Mirbeau nos ofrece una idea cabal de las maniobras y trampas del
abuso.
52

Ultrajes
————
}
53

Sujeción

Sébastien Roch es un niño de once años de una novela homónima de


Octave Mirbeau, publicada en 1889. Su padre es un humilde quincallero, fascinado y
deslumbrado por la reputación de la orden de los jesuitas, y alaba su calidad de
enseñanza, cultura y nobleza de corazón. A pesar de su condición modesta (este
padre bien sabe que este cuerpo docente está reservado a una élite social) hará todo lo
que esté en su poder para que su hijo entre en un colegio de jesuitas. Y lo logra. El
padre, con voz fuerte e imperativa, brutalmente impone a su hijo a seguir el camino de
esta institución. En esta honorable institución, Sébastien no deja de sufrir vejaciones
por parte de sus compañeros de clase, pero estas humillaciones son rápidamente
compensadas por la atracción suscitada por el aura del Padre de Kern, causándole una
profunda turbación. Este sacerdote se instituye como su educador en todas las cosas de
la vida, aprovechando su ingenuidad social, pretextando una necesaria elevación
elitista:

El Padre de Kern lo buscó, halagó sus gustos, sobreexcitó sus entusiasmos y


Sébastien fue rápidamente conquistado por la dulzura de esta voz, con un timbre musical de una suavidad
cautivante.
54

Aquí se entiende la seducción que ofrece al niño el timbre de voz suave


de este Padre espiritual que hace eco, en contrapunto y a distancia, de la palabra
imperativa de su padre biológico, dándole la ocasión de liberarse. También lo
perturba la mirada seductora, que tal el narcótico del pez torpedo, lo entumece de a
poco.

Sebastián sentía, hacia el Padre de Kern, una inquietud permanente e irracional


vaga; respecto a sí mismo, algo agudo y como un remordimiento. Le hubiese costado mucho explicarlo.
Durante las horas de estudio, cada vez que levantaba la vista se encontraba con la
mirada del Padre posada sobre él, una mirada singular, mezclada con sonrisas y languideces que lo hacían
sentirse incómodo. El padre de Kern sonreía con un aire enigmático y posesivo.
Esa mirada, tan poco parecida a otras, y tan repleta de segundas intenciones,
secretas y turbias. A menudo, apartaba los ojos de aquella mirada que terminaba por fascinarlo, ablandarlo,
insinuaba en su mente sugerencias irritantes, en su carne irritantes fiebres. Y al no verlo lo sentía aún más
pesado, audaz y presente, multiplicando en su piel estremecimientos húmedos y exasperados cosquilleos.
Se entregó por completo al Padre de Kern como si se hubiese entregado a todos
los que le habían hablado con voces melodiosas y claras.

Y, mientras que el padre de Kern saca de un armario una serie de


estampas que reproducen cuadros del Renacimiento (un triunfo de la Virgen, una
María Magdalena postrada a los pies de Cristo, besándolo), se arrima muy cerca de
Sébastien para comentarlos, al punto que su aliento se mezcla con el aliento del niño al
que asegura que se parece a ese ángel del grabado y que es tan bonito como él.
Sébastien se siente entonces muy incómodo y bajo el pretexto de que el olor le
desagrada, expresa que quiere salir.
Este pasaje de la novela de Octave Mirbeau pone en escena esta
mezcla turbia del abuso: la situación de una transmisión religiosa (a priori, santa y
pura) se desvía, se pervierte en favor de una efracción corporal que transgrede el
límite de los cuerpos entre el Padre y el niño. Extraña conversión y conversación. El
aliento del Espíritu se transforma en odore di amore repugnante, obsceno, "soplando"
profundamente la confianza de este niño.

Sin embargo, Sébastien no se atrevió a incriminar el acercamiento


impropio de ese Padre e incluso llegó a dudar de sus propios sentimientos y de las
aprensiones que le despertaba la conducta del sacerdote. Debía de ser víctima de un
error de los sentidos, de una locura. Y si se hubiese alejado, distanciado de él, tratado
}
55

de evitarlo debido a estas circunstancias perturbadoras, era él quien tenía que hacer
penitencia. La culpa era suya. Recordó que el padre de Kern tenía fama de ser un
sacerdote muy piadoso, incluso ascético, un cuasi santo. Se decía que usaba un cilicio
y se flagelaba. Esto lleva al niño a elaborar ciertas fantasías a las que tuvo que
enfrentar y paliar:

Sí, este hombre debía de llevar un cilicio, matarse con maceraciones, desgarrar su
cuerpo con las puntas de hierro de las disciplinas. Esto era notable en la lentitud penosa de su caminar, en la
dolorosa flexión de su cintura, en la lastimosa lividez de su piel. [... ] Y en un exceso de gratitud exaltada y
penitente por todo lo que este jesuita le había dado de su ciencia, de su emoción, por todo lo que había
despertado en él de bello, de noble, de ardiente, habría querido entreabrir los pliegues de su sotana, vendar
las marcas rojas de su pecho, y besar sus heridas estancadas.

La atracción corporal se regodea, entonces, en formas de atrición en


relación con el sufrimiento infligido, alejándose de él. Imagina gestos que consuelen
las heridas purulentas de este Padre espiritual. Sebastián entonces balbucea,
tartamudea un perdón ante este Padre que glorifica incluso el tormento de las ofensas
(hasta habla de amor) acompañado por la suavidad del perdón (amalgama de turbios
placeres):

— No hablemos nunca más de esto, ¿verdad, querido hijo?... dijo el Padre...


Debemos olvidar las ofensas... incluso debemos amarlas, como las amó Jesús, ya que el arrepentimiento se
nos hace más querido y el perdón más dulce.

En el formato del relato, la puntuación propuesta por el autor "abusa"


literalmente de los puntos de suspensión, como si esta mezcla de ultraje y de
arrepentimiento otorgase el "suspenso" de lo que podría llegar a ser el abuso del
cuerpo del niño y el perdón casi simultáneo mediante la confesión.

El Padre de Kern desplegó toda su gracia inventiva con una palabra que lo
persuade y acaricia... La palabra "pecado", sobre todo por la manera en que lo envolvía, parecía una flor
extraña que atrae por la amenaza misma de su perfume... y pese a que develaba su horror con capciosa
repugnancia, la aversión seguía siendo deseable y encantadora.

— Ahora eres un hombrecito. Tienes que acostumbrarte a afrontar el pecado...


56

Lo evitas conociéndolo mejor... Si te confieso estas cosas abominables, hijo querido (le aprieta las manos en
un abrazo estremecido) es porque quisiera tanto protegerte del pecado.

Extrema-untuosidad abominable, mortificante, miserable maniobra


perversa (el colmo de la duplicidad) de esta versión del Padre que quiere hacer pasar su
propia y pesada insinuación, su fascinación por el pecado, por una preservación, una
protección contra el pecado. ¡Lo prohibido se esgrime para mejor suscitar la
transgresión! Y De Kern acrecienta su sujeción haciéndole creer al niño que es el único
entre todos sus compañeros (un argumento tendencioso y abusivo a favor del amor
exclusivo) que se beneficia de tales cuidados y atenciones:

— Hablo contigo de una forma que no hablaría con nadie más, porque entiendes
y sientes cosas que ninguno de tus amigos siente o entiende.

Profanación

Entonces el Padre le pidió al niño que lo siguiera, y tras un recorrido


por tortuosas escaleras, a través de oscuros pasillos y por lúgubres rellanos, Sébastien
se encontró en un rincón muy apartado del colegio, en la habitación del sacerdote,
donde unos paquetes de cigarrillos y una copa de licor descansaban sobre un mueble.
Y cuando el cura, con voz jadeante, susurró que había rezado mucho en aquel lugar,
Sébastien no pudo evitar de pensar que aquellos ardientes éxtasis, supuestamente
divinos, no se acordaban con el placer más secular de fumar o beber aguardiente
estimulante. Y ya la mano de De Kern recorría su cuerpo, primero ligera y tímida,
luego impaciente y osada:

Tanteaba, abrazaba, estrechaba.

La novela de Octave Mirbeau señala, muy acertadamente, cómo el


recuerdo de esta escena de vida está impregnado de un sentimiento de desrealización
(¿sueña o no sueña?) y de despersonalización (ausencia de sí mismo).

Había en sus recuerdos una interrupción, una ruptura repentina, violenta, terrible.
En ese momento, se encontraba sin odio, porque se vaciaba de todo pensamiento.
}
57
Pero, ¿por qué no le había hecho caso a sus presentimientos? ¿Por qué se había
dejado envolver por las palabras hipnóticas de este hombre, sus consejos venenosos, su poesía, su ternura
que enmascaraba el crimen? Y lo que lo irritaba era que no sentía odio por ese criminal. No le guardaba
rencor; estaba enojado consigo mismo por su confianza absurda y cómplice.

La culpa de esta profanación se volvía contra él mismo. Y mientras


Sébastien luchaba con todas sus fuerzas, el padre de Kern le preguntaba cínicamente,
con una mano trémula, "si se había vuelto a acomodar la ropa" y, en el tono imperioso
de un maestro que recuerda a su alumno su deber olvidado:

— Sabes que tienes que comulgar mañana por la mañana.

Ante este recordatorio, el niño sólo podía quedarse desconcertado,


tartamudeando, diciendo torpemente que no era posible, dado lo que... lo que se... lo
que este sacerdote acababa de hacerle.

— Y bien, mi niño querido, ¿no estoy yo aquí?... ¿No puedo escuchar tu


confesión?

— ¡Usted! se exclamó Sébastien, presa del horror... ¡Usted!

— Sí, yo... soy sacerdote... tengo el poder de absolverte... aunque seas indigno,
aunque seas culpable, aunque seas un criminal... El carácter sagrado que hace que pueda devolverte, por
miserable que yo pueda ser, la paz de la conciencia, y la orgullosa pureza de tu cuerpo, el candor de tu
pequeña alma angelical. Yo, que he vuelto a caer en el infierno, puedo restituirte el paraíso. Hace un
momento, no sé qué extravió mi razón... ¿Obedecí a alguna sugestión de locura? No lo sé... Dios es testigo
de que mis intenciones eran nobles.

Este Padre, al lado del niño, abusa de un argumento de autoridad


diciéndole que Dios es testigo de sus buenas intenciones y que probablemente había
sido un ataque de locura lo que lo había desviado y empujado a la obscenidad.

Y mientras De Kern se arrodillaba y apoyaba su frente en las rodillas


del niño, añadió:

— Soy un monstruo. Sin embargo, ten un poco de piedad de mí, de mí que estoy
a tus pies, pidiéndote perdón... A ti, nada te mancha, nada te ha ensuciado porque eres un niño, ¡pero yo!
58

Para redimir mi alma, ¡qué largas expiaciones me esperan! Esta carne que he mancillado, tendré que
desgarrarla de nuevo, arrancar cada fibra con mis uñas, en interminables suplicios.

Maniobra "diabólica" si la hay, de tortuosa culpabilización, que


consiste en hacer creer al niño que la inocencia de su cuerpo, todavía infantil, no ha
sido quebrantada por este ardid perverso y que es él, el sacerdote, quien cargará con
este pecado. Tendrá que recurrir a terribles tormentos para expiar su falta. Esta
evocación consigue despertar la compasión de Sébastien, induciéndolo a asumir la
responsabilidad de este pecado y a confesarse a fin de evitar el sufrimiento del Padre.
Una inversión maquiavélica o diabólica de la expiación:

Sébastien vio sus instrumentos de suplicio, percibió el espanto de las carnes


atenazadas, de los huesos machacados, del derrame de la sangre y envuelto por el horror y la piedad,
exclamó:

— ¡Padre!... No... no... no quiero que haga eso por mi causa... no quiero... no
quiero.

Luego se entrega al rito de la confesión, acusándose a sí mismo, en una


postura sacrificial inducida por De Kern, de haber cometido el pecado de impureza
(esta confesión adquiere ya el tinte de un juicio estalinista en el que el acusado es
citado para declararse culpable) y añade (el colmo) que ha sentido un placer culpable.
Las mismas manos abominables y profanadoras bendicen ahora a la víctima dándole la
absolución. De este modo, el sacerdote espera (mediante la insidiosa utilización de la
confesión) que el niño, cargando sobre sus frágiles hombros tanto la culpa como el
perdón, no denuncie a las autoridades de la institución el acto criminal del que ha sido
víctima.

La Iglesia Católica había previsto muy tempranamente la posibilidad


de abusos vinculados al contexto muy específico de la confesión. De hecho, el derecho
canónico de 1395 calificaba de crimen sollicitationis (delito de solicitación) todo uso
indebido del sacramento de la penitencia para obtener beneficios sexuales, materiales o
financieros del penitente. Una carta enviada por el Santo Oficio (más tarde
Congregación para la Doctrina de la Fe) hace referencia a este documento. Si bien
todos los fieles están obligados a denunciar tales comportamientos, también debe
respetarse el carácter sagrado del secreto de confesión. Asimismo es imperativo
guardar silencio absoluto durante el juicio ante un tribunal eclesiástico. De ahí la temi-
}
59
ble ambigüedad entre la justicia de Dios y la justicia de los hombres, entre los
procedimientos de una institución religiosa y la ley simbólica de un Estado laico. Por
otra parte, el abuso de estos conceptos, tales como el recurso al perdón, la penitencia y
la misericordia (absolución por confesión), pueden haber sido considerados como
salvoconductos que permitían defenderse de una instancia jurídica que debatía y
juzgaba los comportamientos abusivos51.

Pero aquí, en esta novela de Octave Mirbeau (la ficción, a través de su


escritura, se acerca mucho al placer perturbado, a la realidad del abuso), la
instrumentalización de la confesión es de lo más obscena 52. Este sacerdote ejerce tal
dominio sobre el niño que sus manos perpetran tanto el saqueo de la violación como el
perdón de la absolución, como si ambos actos fuesen casi simultáneos. Es el depravado
escándalo de estas manos tocando simultáneamente las nalgas (maldición) y
ofreciendo su bendición en la confesión. Sí, la perversión de este Padre llega hasta la
profanación, la desviación del sacramento de la confesión. Una transgresión sagrada de
un cuerpo doctrinal. Un acto blasfemo que duplica el horror de la violación. Doble
abuso corporal y espiritual.

Es esta conjunción extrema (rayana en lo mortífero, en la confusión que


puede conducir a la muerte psíquica del niño violado), esta confluencia entre lo impuro
y el llamamiento a la ablución instantánea por la purificación del acto a manos del
autor del crimen, lo que suscita la indignación. Aquel que ha cometido la sevicia,
transgrediendo los límites de lo prohibido y lo lícito, tiene, encima de todo, el vicio de
"solicitar" la confesión de la víctima, haciéndole cargar con la culpa, y entregársela

51
Blandine Chelini-Pont, Le Monde, publicación del 10 de enero 2023: "Entre los siglos XII y XIII
surge la noción de mala fama, que rige la distinción entre los llamados delitos "ocultos" y los delitos
notorios cometidos por clérigos. Los vicios no conocidos por los clérigos, cualesquiera que sean, se
tratan en la discreción del fuero interno, mediante la investigación discreta, la corrección fraterna a
puerta cerrada y la confesión, sacramento lastrado por el secreto absoluto. En cuanto al delito notorio,
el de orden público que causa escándalo, requiere un edificante "for externe": el juicio por infamia, la
penitencia pública y humillante, la excomunión, la prohibición de ejercer el sacerdocio, además de
las prohibiciones civiles y las multas".
52
La desviación sacrílega del sacramento de la confesión por Michel Santier podría provocar, por
contagio de confesofobia un melancólico malestar: "puesto que esto es así, no me confesaré más".
También podría ser una oportunidad para que la Iglesia cuestione el sentido espiritual, el rito y la
práctica de la confesión.
60
con sus propias manos, como un blanqueo de dinero sucio del crimen 53. Esta triple
transgresión (la violación de la carne de un niño, el desafío a la trascendencia de Dios
y la obscena asociación entre este acto ordálico y su confesión inmediata por parte del
perpetrador) podría dar lugar a un plus de goce 54 del abusador.
Cortocircuito de la ley simbólica de la sociedad que encubre el abuso recurriendo al
perdón de la penitencia en la mentira del sacramento. ¡Maldita profanación!

La película de Jean-Pierre Melville, Léo Morin sacerdote, describe una


duplicidad seductora similar, que también desemboca en un recurso abusivo de la
confesión. El sacerdote pone a prueba sus dotes de seducción con la joven a la que
protege, al tiempo que "enciende" y despierta su deseo de mujer. Coquetea con la
posibilidad de cometer un acto que, en realidad, no hace más que aplazar. Y en el
momento en que ella se harta y lo abraza para besarlo, él le dice sin rodeos:

– ¡Si sólo llamaras a Dios como llamas al macho! ¡Eso es rezar!


También en este caso, el sacerdote juega de manera pérfida en torno al
equívoco entre la atracción sexual y la búsqueda de Dios, haciéndola sentir culpable
por no poner tanto empeño en su amor a la divinidad. Y se apresura a ofrecerle una
confesión esa misma noche, ¡con sus propias manos!

Es como si el juramento prestado a Dios, que consagra al sacerdote por


su sacerdocio al ejercicio de la confesión, hiciera de él un personaje "intocable",
paradójicamente inviolable, sean cuales sean los actos de su vida, otorgándole plena
inmunidad. Es como si la superposición, la mezcla de la culminación del pecado y el
recurso siempre posible a la confesión como perdón, esta absolución del Mal, tuviese

53
Para llevar a cabo su acto homicida, el sacerdote Desnoyers se había citado con su víctima al
atardecer en el lugar de un calvario y le había preguntado si lo perdonaría antes de darle la
absolución.
54
Jacques Lacan acuñó el término plus de goce derivándolo de la noción marxista de plusvalía. El
capitalista puede gozar de la estafa que ejerce sobre el trabajador, engañándolo sobre el valor de su
tiempo de trabajo (abuso de explotación).
}
61
la misión de impedir la distinción laica de lo que es criminal y de lo que debe ser
juzgado ante el tribunal de los hombres.

Sorprendentemente, este entrelazamiento de las transgresiones


corporales y la invocación de Dios en tales actos pueden encontrarse en la filosofía del
Marqués de Sade. El erotismo de Sade se combina con su cuerpo doctrinal. Su ateísmo
necesita alimentarse de un ataque a Dios y, por tanto, de su supuesta existencia para
apoyar, justificar y argumentar los motivos de sus blasfemias. Foutredieu, (me cago en
Dios) sacredieu (Dios sagrado) y tripledieu (triple Dios) son injurias, insultos
repetidos que acompañan, puntúan y marcan las diversas posiciones eróticas de los
libertinos. Del mismo modo, la profanación de objetos sagrados (reliquias, iconos,
hostias, crucifijos, etc.) está altamente recomendada. Sade maldice y desafía a Dios,
sometiéndolo a la ordalía de su transgresión, de tal modo que el goce corporal se ve
apuntalado por un plus de goce que procede de una cosa mentale (fantasías, imágenes
escenificadas, fantasías, etc.).

Uno de mis mayores placeres es maldecir el nombre de Dios cuando me


empalmo. Me parece que mi mente, entonces mil veces más exaltada, aborrece y desprecia mucho mejor esa
repugnante quimera. Me gustaría encontrar la manera de ofenderla mejor o de ultrajarla más 55.

El erotismo sádico procede por gradación, aumento y agravamiento de


un cúmulo de transgresiones y saturación de los orificios corporales (mezcla de
pulsiones anales, uretrales y genitales): en un acto sexual blasfemo pueden entrelazarse
el incesto, el adulterio, la sodomía y el sacrilegio. La carga erótica estalla, la descarga
espermática estalla en la sobrecarga de esta combinatoria retórica. Un padre puede
follarse a su propia hija casada con una hostia o...

Pone a una chica desnuda a horcajadas sobre un gran crucifijo. Se folla a la puta
al estilo perrito para que la cabeza de Cristo le sacuda el clítoris. Se tira pedos y la hace tirarse pedos en el
cáliz, mea y la hace mear. Caga y la hace cagar y acaba descargando allí 56.

55
Sade, "La philosophie dans le boudoir", (La filosofía en el tocador) Paris, Folio, 1976, p. 45.
56
Sade, "Les 120 Journées de Sodome" (Los 120 días de Sodoma), Paris, 10/18, 2014, p.234.
62
No es inusual que los relatos de abusos sexuales perpetrados por estos
"padres" contra niños señalen que estas violaciones podían tener lugar en lugares
destinados a ceremonias religiosas (ante el altar o el sagrario) o en la penumbra de las
sacristías, como si tales actos se cometieran bajo la mirada de Dios o en referencia a su
juicio, convocado o desafiado en determinadas ocasiones. La perfidia de hacer creer al
niño que si no es él que consiente, Dios, en cierto modo, con su silencio (no impidió
este pecado) ha "consentido" este acto, calificado obscenamente de acto de amor.

Dios, en su relación con la carne sadiana, se ve constantemente


desafiado en una escalada del Mal, insaciable por la multiplicación de fantasías y
combinatorias corporales. En el caso de las violaciones cometidas por estos hombres
de Iglesia, Dios, me parece, también es desafiado a hacerse oír en esta manifestación
del Mal: podría ser instrumentalizado como encubridor, justificando, por su
abstención, estos comportamientos criminales o, aprovechándose del pretexto de la
misericordia, para ser solicitado más a menudo como dando la absolución a este Mal, a
través del sacramento de la confesión.

Represalias

En el transcurso de la novela de Octave Mirbeau, las consecuencias de


aquella noche fatal en la cámara de tortura y acusación no se hacen esperar. ¿Fue
realmente una sorpresa (salvo para Sébastien) cuando le comunicaron que había sido
expulsado de la escuela? Aturdido por tal decisión, no sabe si aceptar la sentencia sin
pedir explicaciones respecto a este juicio sumario o si debe entrevistarse con el
reverendo padre rector. Finalmente, se decide por la segunda opción. Este gran director
del Colegio de los Jesuitas le hace saber que el motivo del castigo es que lo han
sorprendido toqueteando a una compañera.

Y de pronto la luz se hizo en la mente de Sébastien; en la claridad fulgurante de


esta luz, lo comprendió todo. Comprendió que el padre de Kern había inventado una historia horrible, que
los había denunciado, porque temía a Sébastien, porque tenía miedo de que un día, este niño gritara su culpa.
[...]Y los ojos agrandados por el horror, exclamó:
}
63
— Fue el Padre De Kern quien... Sí, fue él, aquella noche... en su habitación...
¡Fue él, él! Me llevó, me obligó... Y lo contaré... ¡Lo contaré a todo el mundo!

Con frases cortas, entrecortadas, sobresaltadas, con una sinceridad que ya no


escatimaba sus palabras, con una necesidad de vaciarse súbitamente de aquel secreto pesado y asfixiante,
relató la seducción, las charlas en el dormitorio, las persecuciones nocturnas, el dormitorio.

Y aunque el Padre Superior estaba aterrado por el testimonio de este


niño, fue incapaz

de impedir la revelación de este infame secreto, aun a costa de una flagrante


injusticia, aun a costa del holocausto de un inocente.

Por lo que respecta a Sébastien, era cómplice del padre de Kern


encubriendo sus abusos en nombre de una razón de Estado que le exigía proteger la
orgullosa reputación de la congregación. Pero el colmo de la retórica se produjo
cuando el Superior no sólo dudó de la veracidad del delito, sino que acusó al niño de
ser cómplice de la consumación del mismo (maniobra que consistió en retrucarle la
complicidad). Además, como toque final, el Reverendo utilizó el argumento de la
autoridad, invocando la sumisión a la voluntad de Dios (los caminos del Señor son
inescrutables), incluso después de que el niño hubiera sufrido efracciones corporales.

— Acepta con valentía la prueba que Dios te envía

— Dios, ¡Todos me hablan siempre de Dios! ¿Qué ha hecho Él por mí?

— ¡Dios te da dolor, hijo mío! Es porque tiene designios inescrutables sobre ti;
es porque tal vez eres el elegido para alguna gran obra. ¡Oh, no dudes nunca, aun en medio de los más
atroces sufrimientos, de la infinita y misteriosa bondad de Dios! No la pongas en duda; sométete a ella...

Era también una manera de decirle a ese niño que se sometiera a lo que
había ocurrido sin denunciar las mentiras y la hipocresía de la institución. El padre
superior, utilizando su poder en beneficio propio, pide a Sébastien que jurara silencio
cómplice, aunque el perjurio se refería a la duplicidad de su colegio y a la turbia
vocación de esos sacerdotes.
64
— Pero, sobre todo, prométeme que siempre guardarás silencio sobre este
espantoso asunto... Júramelo, hijo mío, mi hijo querido".

Sébastien sintió en la frente un falso beso de paz, viscoso, procedente


de unos labios todavía untados de mentiras:

Se retiró, asqueado, de este abrazo que le era tan odioso como el del padre de
Kern, y dijo:

— Ahora, Padre, le ruego que me deje, quiero estar solo.

Sí, un punto final que deja un niño en una soledad extrema,


conmovedora y patética en relación con el doblez y la mentira de los adultos (en este
caso, hombres de Iglesia) que acompañaron los abusos de los que fue víctima. ¿Qué
pudo haber dejado esta transmisión perversa como cicatrices con respecto a toda fe en
la palabra, toda legitimidad o fiabilidad de un compromiso?
}
65

¿Ha dicho usted "sistémico"?


66
Sistema

- Construcción de la mente, de principios


que forman un cuerpo doctrinal.

- Sistemas filosóficos: La Ética de Spinoza,


La Fenomenología del Espíritu de Hegel, la
Suma teológica de Santo Tomás de Aquino.

- Sistema o régimen de poderes: liberal,


totalitario, democrático, ideológico.

- Sistema económico, monetario,


organización del sistema bancario.

- Física: conjunto de cuerpos entre los que


existen enlaces o combinaciones.

- Biología: conjunto de órganos o tejidos


presentando la misma función: sistema
sanguíneo, vascular, nervioso, digestivo.

- Sistema de ecuaciones o relaciones que


deben satisfacerse simultáneamente.

- Sistema mecánico, métrico, lingüístico,


solar, termodinámico.

- Música: sistema armónico, de


composición (tonal, atonal, serial) que
regula el intervalo de sonidos.
Sistema de pentagramas: unidos por una
llave. Las notas se reproducen
simultáneamente cuando están alineadas.

- Deporte: sistema de juego aplicado por


jugadores.
}
67

¿Abuso del abuso?

En el transcurso de estos encuentros con la comunidad católica de la


parroquia de Ma Campagne, me dirigieron una pregunta recurrente:

"¿Cómo puede entenderse la manera en que la comisión de la CIASE


califica el fracaso institucional de la Iglesia, hablando de violencia y responsabilidad sistémica"?

Como si la insistencia de esta pregunta indicara que esta calificación


suscitaba, cuando menos, cierta ambigüedad y podía prestarse a la polémica. Y
precisamente, fue una ocasión controversial: La Congregación para la doctrina de la
fe, además de impugnar el número de abusos y la amplitud de este fenómeno,
indicando que sólo concernía al 2 a 3% de los casos 57, criticó o incluso rechazó este
término de "sistémico", argumentando que "la Iglesia no era una organización, una
empresa pedófila, sistemática de masas", sino que en su seno existía más bien "el
comportamiento de individuos extraviados, aislados, en consonancia con
desviaciones personales". Esta Congregación habló del abuso del abuso.

Esta desestimación o "pasarse la pelota" (siempre podemos pasar la


responsabilidad del abuso al otro) podría ser risible si no reconociéramos y
minimizáramos lo que está en juego, la gravedad y las consecuencias que conllevan
tales acciones. Esta asimilación entre organización intencional (se finge creer en una

57
Esta relativización esgrimida como argumento parece difícilmente admisible, evangélicamente
hablando: una sola oveja descarriada ya preocupa por su salvación. Del mismo modo, un escollo
inverso sólo podría ser perjudicial: suscitar una sospecha generalizada con respecto a esta comunidad
de sacerdotes y obispos, amalgamando estas prácticas desviadas con el conjunto de los ejercicios
sacerdotales, provocando, por ello mismo, en los creyentes, una sospecha viral respecto a la
autenticidad de la fe.
68
máquina para prescribir actos pedófilos) y los efectos inconscientes producidos por
una institución en la que intervienen sacerdotes y obispos, podría corresponder a un
argumento falaz y abusivo. El término "sistémico" podría fácilmente referirse a la
sobredeterminación del término "sistema" en un triple sentido, una trinidad de
dimensiones que atraviesan tres relaciones con el cuerpo (la transmisión de estas
representaciones espirituales que afectan a esta experiencia corporal).

- cuerpo doctrinal (el pecado, la culpa, la mancilla, lo sexual, la


misericordia, el perdón, la absolución, la oración, la confesión...)

- cuerpo institucional de la Iglesia, de la jerarquía eclesiástica


(verticalidad, obediencia, poder, libertad o no de palabra...)

- representaciones del cuerpo transmitidas por este corpus "ideo-


lógico".

Pero sería inútil intentar trazar una dicotomía demasiado tajante entre la
dimensión sistémica e institucional del abuso y la historia personal de cada abusador.
Como si esta última sirviera para exculpar al primero. Las fronteras son especialmente
porosas entre la institución familiar en la que nació el maltratador y la transferencia de
ciertos valores o frustraciones que puede haber trasladado a su elección de la
institución eclesiástica y el sacerdocio: se inter-presta. Si nos recordamos de la
definición del sujeto de Jacques Lacan: un significante es lo que representa al sujeto
para otro significante, pareciera posible afirmar que la escena familiar (lugar del niño
nacido de una pareja parental, imágenes paternas y maternas, transmisión de valores
éticos, sexuales, ideológicos, etc.) representa al maltratador para la escena eclesial
(transferencia, resonancias pulsionales, identificaciones, ideales familiares, etc.).
Podríamos llegar a decir que la Sagrada Familia de la Iglesia (Dios Padre, el hijo Jesús,
la Virgen María concebida más como madre que como mujer) se hace eco de las
figuras parentales en la familia de cada fiel comprometido con la fe, sujeto a la fe y no
sujeto a la herencia de las tradiciones. La Trinidad puede resonar con el triángulo
familiar. ¿En relación con qué escena familiar se produciría la llamada a una vocación
}
69
o creencia? Un espacio analítico (acompañamiento laico libre de todo superyó
jerárquico de la Iglesia) podría ser concedido para la escucha de este pasaje 58 que
permitiría a un abad, a un obispo o a un párroco interrogarse sobre lo que está en juego
en esta transferencia de representaciones, incluso en tiempos de crisis, de vacilación,
de duda o de cuestionamiento.

El lugar de una "cura" analítica, en el sentido latino del término, podría


"preocuparse" por estas cuestiones. No es del todo seguro que los términos de
"director de conciencia" o de "maestro espiritual" sean adecuados para tal ejercicio, ya
que arrastran olores jerárquicos de poder o de sugestión. Tampoco, por lo demás, el
incentivo a la oración (recomendaciones, prescripciones sistemáticas), pues sólo
reforzaría la dependencia de un Gran Otro y ocultaría la puesta en juego del sujeto
mismo, en materia de su responsabilidad. Se trataría más bien de entender la parte
inconsciente de las desviaciones o repeticiones que pueden afectar tanto sus elecciones
como sus decisiones.

Precisamente, el testimonio de la mística Marie de la Trinité, alias


Paule de Mulatier, puede enseñarnos a depurar la escoria que puede empañar cualquier
vocación y, a través de este camino, conducir a una purificación de la fe. La biografía
de Christiane Sanson destaca el lugar singular de Paule en su familia. Ésta niña es la
última de los siete hijos que tuvieron sus padres: antes de que ella nazca sobreviene la
tragedia de la muerte de su hermano Pierre, quien fallece a causa de una gripe
infecciosa contraída durante las primeras semanas de vida. He aquí lo que Paule
escribiría más tarde en "estos recuerdos tal como vuelven a ella".

Para mamá fue una pena inmensa; se puso triste, perdió todo el ánimo y se dejó
estar; mi abuela se alarmó y vino un día a decirle: "Mi querida, no se vive con los muertos, sino con los
vivos". [... ] En fin, se desea un varón: llegó una niña, era yo; se debía llamar a este muchacho Paul, me
llaman Paule. No me enteré de esto hasta mucho más tarde y no creo que haya sido una decepción, sino más
bien una sorpresa. El hecho es que físicamente soy mucho menos femenina que mis hermanas, y tengo tanto

58 Este cuestionamiento vale asimismo para todo compromiso militante, monacal, humanitario
incluyendo por supuesto, al deseo del psicoanalista.
70
una mentalidad femenina como masculina, me siento más mujer que mujer y más hombre que hombre 59.

Este nacimiento tiene lugar de manera reñida, bajo los auspicios de un


sustituto (un nombre de pila sucedáneo recuerda la sombra proyectada por el anterior
hijo muerto), lo que da lugar a una identificación de género flotante 60 (discordante) y,
por tanto, la conduce hacia la vía espiritual de lo vicario. Nótese aquí el uso del
pronombre indefinido (se desea un varón), que devuelve esta presunción de niño a una
falta de subjetivación, dejándola a Paule en una falta de personificación. Su abuela se
hace eco de esta disonancia componiendo un poema que expresa, musical y
pícaramente, la discordancia de esta niña:

El piano de Paulette sonaba falso...


Si bien lo habían reparado varias veces; Paulette mucho sufría por esto
Hasta que un día la pobre niña
Así formuló su oración:
"Larga vida a mi padre, a mi madre,
Concédele, oh Dios mío, larga vida a la Abuela,
Afina también mi piano".

Jugando con la incongruente unión de la figura estilística de un zeugma


y el equívoco de la palabra "accorder" (en francés significa a la vez conceder y afinar,
regular la armonía de cuerdas) este poema hace resonar el lado desparejo de Paule de
Mulatier que insiste, perdura más allá de cualquier posible reparación. Paule tiene a
menudo la impresión de desentonar en un ambiente familiar inteligente y refinado.
Con frecuencia es burlada por sus hermanas mayores, y es admitida en la mesa
familiar recién a los cinco años y medio, abrumada por el ideal de perfección materna
y la fría rectitud paterna. A este sentimiento de sentirse despareja se añade la opresiva
sensación de vergüenza:

59 Christiane Sanson, Marie de la Trinité, Paris, Cerf, 2003, pp. 26-27.

60 Marie de la Trinité, "Entre dans ma gloire", (Entra en mi gloria) Orbey, Arfuyen, 2003, pp. 74-
75: "Porque no te elijo para expiar el mal, sino para suplir el bien que falta". Esta exhortación de
Dios la pone bajo el signo de un ministerio de la suplencia donde se siente investida de la misión de
paliar las insuficiencias de estos hombres-sacerdotes en el ejercicio de su sacerdocio. Hay que
apoyarlos y rezar por ellos.
}
71

Siempre me había avergonzado mucho de mí misma, los recuerdos de mi


vergüenza me apremiaba, siempre sentía que estaba por debajo de lo que debería haber sido y que yo era una
vergüenza para mi familia en la cual yo desentonaba.

Este sentimiento de inferioridad tiene como consecuencia que sor María


de la Trinidad duda perpetuamente de sus propios juicios. No puede confiar en sí
misma y dar ningún crédito o fe a sus propias opiniones. Es arrastrada en un círculo
vicioso de sentimientos confusos (discernimiento entre lo verdadero y lo falso, paso
de la risa a las lágrimas, confusión entre lo anodino y lo trágico). Vive desafinada,
desentona y su entorno se apresura a difuminar las tonalidades mientras disfruta del
desasosiego suscitado:

Los hechos se refieren a la costumbre que tenían mis hermanas de decir y repetir
de mí: "Es tonta, es demasiado tonta, nunca se ha visto una tan tonta". Además, se divertían mucho
diciéndome, con el mismo tono, cosas verdaderas y falsas, y gozaban sin malicia de mi vergüenza, porque
no sabía realmente qué creer o reír; cuando me equivocaba, todos reían, entonces yo lloraba y mis
pequeñas penas provocaban aún mayor hilaridad61.

Además, a menudo está propensa a rabias que se empeña en no volver


a repetir, pero que, de hecho, a pesar de su promesa, acontecen una y otra vez:

Estos arrebatos de ira eran breves y terminaban en un fuerte arrepentimiento


acompañado de sollozos y desesperación. A veces escuchaba que decían: "No es sincera cuando pide
perdón, ya que siempre vuelve a hacer lo mismo". Es así, sin duda, que comenzó mi preocupación por la
realidad de mi sinceridad.

En este pasaje, vuelve sobre ese sentimiento de falsedad que se insinuó


en ella subrepticiamente, hasta el punto de que se dice fiel solo a su perversión (abusa
de los demás) y supone que la llamada "Hermana María de la Trinidad" no es más que
una falsa religiosa. Esta sensación de embuste que lleva en su interior se repetirá y
repercutirá en la fama de toda la Iglesia, contaminando al Papa, a los obispos, a los
sacerdotes y a los conventos. Pero se da cuenta de que esta manera de considerarse
poco fiable o poco sincera, esta manera de flagelarse, exacerba la hipocresía, encu-

61 Marie de la Trinité, Entre dans ma gloire (Entra en mi gloria), op.cit., pp. 52-54.
72
briendo sus vilezas para huir de la responsabilidad de su compromiso. Sería cobardía y
una indignidad aún peor que la de complacerse, revolcarse en la vergonzosa
subsistencia:

No pude tener lucidez sobre este punto hasta el día en que pude disociar ante mí
mismo, y respecto a este conjunto de situaciones y reacciones, la faceta "responsabilidad" de la faceta
"culpabilidad". Hasta ese momento, la angustia de una culpabilidad ineludible me cegaba 62.

Libera su consentimiento a la indignidad, se despoja de esta sujeción de


la falsedad, suprimiendo el goce de la vergüenza, considerándola, de ahora en más,
como un falso y vergonzoso goce. Pasa de un sentimiento de humillación a un
sentimiento apaciguante de humildad.

En un primer momento, Paule de Mulatier intenta "sublimar" su


vergüenza familiar (desentona y no podría ser amada en ese ambiente) volviéndose
María de la Trinidad, en busca de un renacimiento en el seno del Padre (volcada hacia
el Padre) a quien ofrece su bajeza, donde su alma había caído. Pero se ve superada por
la obsesión de su falsedad culpable y perversa (provocada por sus relaciones
familiares), que traslada a la esfera espiritual. Pero al romper con este estigma, al
desprenderse de esta asignación, ya no acusa las marcas de la vergüenza, ya no se
acusa de duplicidad, sino que rechaza esta complacencia, liberando así su espacio
purificado de su fe. A partir de entonces, habiendo creado un intervalo, un corte, en
tanto que sujeto, en relación con la sujeción paterna (se separa de esta complacencia
respecto a la resignación, a la depravación de una mancha, inducida por su entorno
familiar), se propone la misión y la tarea de ocuparse (formándose como
psicoterapeuta) de monjas en dificultad en su vocación parasitada por retrógrados
familiares63. Este fue el camino y el pase de su recuperación.

62 Marie de la Trinité, "De l’angoisse à la paix" (De la angustia a la paz), Orbey, Arfuyen, 2003,
p. 50.
63 No basta con seguir, en la realidad, el precepto evangélico radical: "dejarás a tu padre y a tu madre
para seguir el camino de Dios" (lo que hizo Jesús, que partió de la casa de José, incógnito, para
disgusto de sus padres) para separarse verdaderamente de las raíces, de las modalidades de goce
transmitidas por la línea familiar.
}
73

Lo sexual y sus vicisitudes


74

Órgano

- combinación de elementos celulares


que cumplen una función determinada.

- órganos de los sentidos.

- portavoz (instrumento, intermediario)


a través del cual puede expresarse un
órgano institucional.

- periódico, publicación periódica que


expresa las opiniones de un partido o los
intereses de una agrupación.
}
75

Palimpsestos

En
otro momento de estos mismos encuentros con la comunidad
católica de Ma Campagne, se me planteó también otra pregunta insistente:

"¿Por qué la Iglesia no autoriza el matrimonio de los sacerdotes? ¿Por qué no


sería una opción? ¿Cree usted que esta autorización tendría un efecto sobre la sexualidad desviada de los
abusos?"

Antes de intentar responder a esta espinosa pregunta, pareciera


imperativo rasquetear la acumulación de las capas sucesivas que hubieran podido
provocar la sedimentación de esta problemática. Pueden invocarse al menos cinco
razones para justificar este dogma que pareciera intangible:

1/ La inspiración espiritual que hace valer la identificación mascu- lina


del sacerdote con la figura de Jesús (in persona Christi), cuya castidad (resultante de
una consagración permanente a su misión) lo aparta de toda alianza nupcial por la cual
76
hubiera podido fundar una familia. ¿Habría aquí una identificación sacrificial 64 con el
Cristo? Esto también es lo que volvería excluyente todo acceso sacerdotal de las
mujeres al sacerdocio.

2/ Además, esta "santidad" del sacerdote anticiparía la resurrección de


una carne (desprovista de toda concupiscencia) anunciada (dimensión escatológica) en
los cielos y en el reino de Dios. Por tanto, junto a estas dos perspectivas, en la
dimensión temporal de su ejercicio dedicado exclusivamente al culto de Dios y al
cuidado de sus fieles, el sacerdote no puede asumir ninguna responsabilidad familiar.

3/ Luego, una consideración económica (lejos de ser menor) ha servido


para apartar a estos hombres de Iglesia de toda economía libidinal: el riesgo era
demasiado grande de ver el patrimonio y los bienes religiosos dilapidados en el marco
de las filiaciones o sucesiones de sacerdotes que transmitirían su herencia a los hijos 65.

4/ Es probable que si la Iglesia ha vinculado la representación de la


mujer a la Virgen María (figura más maternal que femenina), este misterio de la
Inmaculada Concepción y de su alianza con José haya podido generar la imagen de
una pareja "genitalizada" y así desviar el sacerdocio de esta posibilidad. ¿No son
todavía visibles las secuelas de esta visión restrictiva en cuanto al lugar que se concede
a las mujeres y al predominio masculino 66 en los ritos católicos? ¿Sería ésta también
una necesaria demarcación del protestantismo para hacer valer la especificidad de una
concepción católica? Una corriente feminista llega incluso a considerar que esta con-

64 Josselin Tricou, "Des soutanes et des hommes, Enquête sur la masculinité des prêtres catholiques"
(Sotanas y hombres, Encuesta sobre la masculinidad de los sacerdotes católicos), Paris, puf, 2021:
"el sacerdote es aquel por quien se produce la transubstanciación, precisamente confirmada como
dogma por el Concilio. Esta insistencia en la función de "sacrificador nos lleva a pasar de la idea de
una reactivación ritual del sacrificio de Cristo en la celebración de la Eucaristía a la idea del sacrificio
del propio sacerdote".

65 Algunas malas lenguas (no inspiradas por las lenguas de fuego de Pentecostés) han sugerido
insidiosamente que si se permitieran estas alianzas matrimoniales, podrían conllevar el riesgo de
separaciones o divorcios, y por tanto estar en desacuerdo, o incluso transgredir escandalosamente, el
precepto de Cristo: "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.". El dogma de la indisolubilidad
de los lazos del matrimonio, considerado como sacramento, estaría en peligro. Todavía pesa sobre la
prohibición de la comunión prescrita para los fieles divorciados.

66 Nicole-Claude Mathieu, "Notes pour une définition sociologique des catégories de sexe " (Notas
para una definición sociológica de las categorías de género), Épistémologie sociologique, vol.11,
1971, pp. 19-39: "La categoría del hombre se caracteriza, tal Cristo en la hostia, por una presencia
real pero oculta".
}
77
cepción inmutable de la mujer (sólo tendría vocación de cuidar, ayudar, estar al
servicio de...) contribuye a circunscribir y limitar este papel en relaciones de
subordinación que, justamente, traba toda posible ordenación al sacerdocio. Este
feminismo llega incluso a flagelarse considerando esta reivindicación como
pecaminosa67. Esto sería conceder a la teoría del género que podría conducir a una
peligrosa alteración de la diferencia sexual. Pero, ¿puede el deseo de igualdad
equipararse con la abolición de las diferencias o, por el contrario, con su
reconocimiento? ¿Hay alguna forma de que la Iglesia se aferre a estos papeles
tradicionales de hombres y mujeres (manteniendo una cierta jerarquía) con el pretexto
de que ceder en esta cuestión introduciría el veneno mortal de la indistinción sexual
entre hombres y mujeres?

5/ Por último, el concepto pecaminoso de carne impura, concupiscente,


evocadora de manchas e imperfecciones, pudo haber transmitido la idea de un acceso
torturado a la sexualidad (lejos de ser una puesta en juego arbitraria), atribulado y
atormentado (centrado en la reproducción y no en el placer), corruptor y destinado a
adoptar la forma de transgresiones, vinculando inopinadamente tentación y absolución.

Por tanto, la hipótesis planteada sería que, ante esta sexualidad genital
llamada "oblativa" en su ofrenda al otro, aunque reprimida y prohibida, no habría otra
salida que desviarla hacia prácticas violentas, depredadoras, incestuosas,
consecuencias de la fuerza y el cautiverio de esta represión (un dique que acaba
cediendo bajo la presión y la represión de lo que ha contenido). La relación con el niño
no se regiría por el intercambio de una ofrenda, sino que su cuerpo sería
instrumentalizado con fines autoeróticos. Por tanto, la hipótesis planteada sería que,
ante esta sexualidad genital llamada "oblativa" en su ofrenda al otro, aunque reprimida
y prohibida, no habría otra salida que desviarla hacia prácticas violentas, depredadoras,
incestuosas, consecuencias de la fuerza y el cautiverio de esta represión (un dique que
acaba cediendo bajo la presión y la represión de lo que ha contenido). La relación con
el niño no se regiría por el intercambio de una ofrenda, sino que su cuerpo sería
instrumentalizado con fines autoeróticos. Esta es la tesis de lo vicario, de lo paliativo,
de una desviación de las pulsiones sexuales insatisfechas en un contexto matrimonial.
Pero, ¿es tan mecanicista esta causalidad basada en la lógica de la suplencia? Esta
tesis de una sexualidad sucedánea, de un sustituto desviado hacia los niños (en el
tropismo turbio de una condenación y su redención a través del perdón) es apoyada

67 Denise Couture, "Spiritualités féministes" (Espiritualidades feministas), Montréal, Presses


Universitaires, 2021: "El feminismo se sitúa en el orden del pecado. Rompería la armonía entre los
sexos. Querría hacer de las mujeres copias de los hombres. Genera reivindicación y contestación. El
feminismo rechazaría la naturaleza de la mujer. Quiere liberar a las mujeres de su papel de esposas y
madres. Las formas de dominación, de sumisión por parte de los hombres no son más que acciones
limitadas de hombres pecadores".
78

por Nancy Huston, una escritora francocanadiense, que escribió una carta en forma de
súplica 68 al Papa Francisco. He aquí algunos fragmentos:

Querido Francisco

[...] ¿Por qué estos curas atacan tan predominantemente a niños y adolescentes?
No porque sean pedófilos -la proporción de verdaderos pedófilos entre los sacerdotes es seguramente tan
ínfima como en la población general-, sino porque tienen miedo, y los más jóvenes son los más débiles, los
más vulnerables, los más fáciles de intimidar y, por tanto, los menos propensos a denunciarlos.

Si se acercasen a los adultos de su parroquia con su sexo tumescente -ese pobre


sexo reprimido y negado- o si fuesen a visitar a trabajadoras del sexo, enseguida serían "tomados" [...]
Tienen un ascendiente sobre ella, sobre él, sobre ellos, un poder que es más que humano, casi divino.
Francisco, no es una consagración, es una masacre.

A menos que se piense que sólo los pedófilos y los pervertidos están interesados
en el sacerdocio cristiano, el problema no es ni la pedofilia ni la perversión. Hay que abandonar estos
estereotipos de una vez por todas. El problema es que se pide algo anormal a personas normales. Es la
Iglesia la que es "perversa" al negarse a reconocer la importancia de la sexualidad y las desastrosas
consecuencias de su represión.

Es bien sabido que Jesús no ha dicho nada sobre este tema 69. Aunque él mismo
no tomó esposa, había hombres casados entre sus apóstoles y, en otros tiempos o de otras formas, el
cristianismo autorizó a sus sacerdotes a casarse.

[…] Le imploro que tenga este coraje (de autorizar este matrimonio). El
momento es ahora. La Iglesia debe dejar de avalar (y por tanto de perpetuar y perpetrar) crímenes que han
arruinado innumerables vidas en todo el mundo y a lo largo de los tiempos. Diga BASTA, Francisco.

Y si no lo hace, por favor... al menos explique por qué no lo quiere hacer.

68 Nancy Huston, "François, arrêtez le massacre" (Francisco, detenga la masacre) Tribune, Le


Monde, 20 de agosto de 2018.
69 En contraste con este comentario, también podemos recordar la radicalidad de las palabras de
Cristo exhortando a sus discípulos a dejar la familia (padre, madre, hijo...) para seguirlo en su
enseñanza.
}
79
Este alegato se basa ante todo en la idea de que los sacerdotes
"recurren" a los niños en su búsqueda insaciable (porque prohibida) de la sexualidad
heterosexual debido a un superyó institucional que les hace temer el escándalo y la
mala reputación que podría reflejarse en la Iglesia. El niño (elegido por descarte) no
sería más que un vulgar expediente, y la sexualidad polimorfa (los impulsos sexuales
se satisfacen impersonalmente, como si la atracción de todos los cuerpos se fundiera en
una sola atracción) se prestaría a estas posibles transferencias. La depredación, la
captura de niños, sería sólo un avatar de una heterosexualidad cautiva y aprisionada en
la represión. Aparte de que esta interpretación pasa por alto y estruja las tendencias
homosexuales (al fin y al cabo, el matrimonio para todos también podría autorizar este
tipo de alianza), rechaza la singularidad, la especificidad de lo que representa la
sujeción sobre el cuerpo de un niño, que es precisamente lo que la distingue de
cualquier amalgama con la orientación homosexual.

Este no discernimiento lleva a esta escritora a considerar vanas las


distinciones entre pedofilia y perversión (aunque, unas líneas más adelante, no descarta
que estas tendencias, ya presentes, puedan determinar una orientación hacia la Iglesia).
En todo caso, es precisamente este enfoque clínico el que permitiría cuestionar
cualquier vocación, cualquier compromiso con un cuerpo sacerdotal: ¿forma parte de
una renuncia consentida a la castidad (ofrenda, sublimación de la pulsión sexual), de
un sacrificio doloroso y conflictivo (falso tormento) o de una huida , una evasiva en
una institución dominada por los hombres, que actúa como punto de atracción, como
tabla de salvación, siendo por eso mismo indicio de un acceso sintomático a lo
femenino?70 La Iglesia no puede hacerse la distraída respecto a esta diversidad de
vocaciones y su trasfondo sexual. Éstas tienen posteriormente un impacto decisivo en
el itinerario espiritual de todos estos sacerdotes. También hay que examinar la
dimensión sexuada de esta "vocación".

Nancy Huston, en un juego de balancín binario, arroja a la Iglesia su


perversa responsabilidad. Es cierto que la forma en que encubrió los abusos y negó
escuchar la cuestión sexual en el seno de su institución podría corresponder a tal
nombramiento, pero sería hacer caso omiso de la historia singular de cada sacerdote u

70 A menudo, en forma de boutade o de sufrimiento aún residual, testimonios de sacerdotes indican


que su madre seguramente hubiese preferido (amor maternal posesivo) que se casaran con la Iglesia
¡antes que una mujer fatal que les hubiese vendido el alma!
80
obispo violador y entender lo que representa el cuerpo de un niño y esta consiguiente
relación de dominio. No obstante, el recurso a la amalgama no es menos abusivo.
¿Acaso hay en este encuentro entre un individuo y lo que le ofrece una institución, la
complacencia de intereses, la complicidad de una recubrimiento recíproco? Es el cruce,
la sobredeterminación, la puesta en cruz de estas dos series (economía libidinal del
abusador y economía institucional de la Iglesia (jerarquía, cobertura, conspiración del
silencio, miedo al escándalo, separación de la Iglesia y del Estado...) que nos
cuestionan en lo que cubre y recubre este campo del abuso.

"Perdónalos, no saben lo que hacen"

Esta oración de Jesús, dirigida al Padre, se entrelaza en nuestra


reflexión con la cuestión de la responsabilidad y del perdón en relación con estos
actos pedocriminales. He aquí el contexto:

Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los
dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús dijo:

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".

Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos, y aun los gobernantes se


burlaban de él, diciendo:

"A otros salvó; ¡sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios!"

¡Esta observación de Jesús no puede sino interesar al psicoanálisis y


hacer de Jesús el precursor y el profeta del inconsciente! Habría un conocimiento
oculto que escapa al sujeto en los modos de goce que elige a través de sus repeticiones.
De tal forma que algunos ambientes católicos han huido (reminiscente de cuando
Freud en el continente americano murmura en el oído de un joven discípulo: "No
saben que les traemos la peste") del recurso al "análisis", como si absolviera de toda
responsabilidad la transgresión de fronteras y límites. Las referencias psicoanalíticas
nunca han transigido sobre la prohibición del incesto afirmando que el cuerpo del niño
no sabría satisfacer el goce de los padres o de los adultos. Es más bien esta invocación
sistemática del perdón de la confesión la que probablemente ha generado la confusión
}
81
entre una misericordia caritativa basada en el sentido común y la ley jurídica de la
sociedad71. Esta instancia juega con este doble registro de la pena (sancionando un acto
delictivo) y el deseo de comprender la historia del acusado (audiencia de expertos
psiquiátricos, distinción entre alteración o abolición de la conciencia, entre
responsabilidad y locura). Los magistrados toman muy en serio a la Iglesia que, si bien
trae la salvación, debería salvarse a sí misma o de ella misma de este escándalo de
abusos. Desde una posición externa, sin conflicto de intereses, hay intento de
comprender en una instrucción de cargo o descargo.

El espacio analítico propuesto a un violador no depende ni del perdón


de sus actos (sería la expresión de una extraña empatía o fascinación) ni de su condena
(aversión, rechazo masivo de lo que suscita para un terapeuta los comportamientos
perversos). La regla fundamental que da la palabra a la libre asociación del sujeto (en
la confidencialidad y la hermeticidad de ese lugar) no es ni absolución ni juicio.
Escucha, justamente, los resortes en juego y el destino reservado al itinerario de una
historia de vida, en los azares de su presentación72.

Y, por lo demás, los escritos de san Pablo y san Agustín volverán sobre
esta problemática de la elección entre el Bien y el Mal:

Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

San Pablo, Epístola a los Romanos, VII, 15.

San Agustín retomará esta temática de la siguiente manera:

71 ¿Cree usted que el violador sabe totalmente lo que hace (de dónde le viene) y las consecuencias
que sus actos pueden tener cuando "crucifica" el cuerpo y el espíritu de los niños? ¿Cree usted que el
Cardinal Barbarin sabía lo que estaba haciendo cuando, con la violencia de sus propósitos, declaró:
"afortunadamente, los hechos son prescritos por Dios", crucificando, una segunda vez, a los niños
violados miembros de la sociedad La parole libérée?
72 Josselin Tricou, op.cit., pp. 71-73: el autor analiza las diferentes posiciones doctrinales de la Iglesia
en función del habitus del sacerdote: la marca distintiva más clerical de la sotana, la secularización
del clériman o de un traje banal, el overol del sacerdote-obrero.
82
Yo era el que quería, y el que no quería, yo era. Mas porque
no quería plenamente ni plenamente no quería, por eso contendía conmigo.
San Augustín, Las Confesiones

Esta zona gris y turbia del deseo, anticipando sobre lo que la


psicoanálisis llamará más tarde ambivalencia o conflicto psíquico, es referida por este
pensador católico a la cuestión de la voluntad y remitida a la transcendencia de un
Gran Otro teológico y teleológico: el pecado original, la Caída, ha derribado en el
Hombre, el control de la voluntad. Ha perdido el dominio de esta voluntad que ya no
tiene la fuerza de realizar simplemente el Bien. La voluntad está subordinada y
sometida a sus debilidades.
Una cura analítica puede conducir a que el paciente se dé cuenta de la insistencia de
sus repeticiones, las secuelas de la manera en que fue inscrito en la inmanencia de un
Otro, la alteridad que lo constituyó (nacimiento, identificaciones parentales y
sexuadas, infancia, adolescencia...) para poder liberarse de sus compulsiones de un
goce turbio.
}
83

Perspectivas
84

Campo

- Espacio de cierta extensión, más o menos


delimitado en el que se desarrolla una actividad.

- campo de batalla, teatro de operaciones.

- campo visual, campo de una cámara (campo y


contracampo).

- Campo magnético creado por imanes y


corrientes.

- Matemáticas: campo escalar, campo vectorial,


conjunto de valores que pueden medir las variables
de un sistema.

- campo social: conjunto de las interacciones entre


el individuo y el entorno, red de relaciones.

- campo lingüístico, nocional, semántico.

- campo de conciencia: conjunto de fenómenos que


aparecen en un momento dado.
}
85

Ite, promissa est

Nombrar mal las cosas,


es añadir desgracia en
el mundo.

Albert Camus

El campo del abuso

Es de esperar (siendo la esperanza una virtud teologal) que las


recomendaciones de la Commission Sauvet mantengan sus promesas, y no se quedan
en letra muerta o deseo inútil73. Pero, ¿en qué condiciones podría preservarse la
contundencia de este informe? Algunos habrán criticado u objetado el uso del término
"abuso", como si esta calificación atenuara el carácter pedocriminal de estas
violaciones (atrevámonos a llamar a las cosas por su nombre) y, por tanto, la cadena
de responsabilidades que implican tales actos. En efecto, cuando se habla de abuso del
alcohol o del tabaco, se da a entender que se puede permitir su consumo... pero con
moderación.

73 En este otoño de 2022, las últimas rondas de revelaciones en cuanto al abuso de los obispos,
supuestos guías de orientación espiritual y puntos cardinales de la doctrina, han suscitado para los
fieles sentimientos de traición, ira e indignación por las promesas salvadoras de transparencia. Peor
aún, es un clima de sospecha insidiosa generalizada que parece haberse instalado en la Iglesia.
86
Por supuesto, en estos casos no se trata de aprobar un uso moderado de
la sexualidad desviada: ciertos círculos conservadores de la Iglesia pueden haber
pensado que estos excesos eran consecuencia del movimiento de mayo del 68 para
liberar la moral (reivindicación libertaria de relaciones sexuales con niños) y, sobre la
marcha, incriminar al Concilio Vaticano II por ser demasiado abierto al mundo. Esta
interpretación no puede ocultar la singularidad y especificidad del abuso o violación de
menores. La libertad sexual reivindicada por la sociedad (más allá de la cuestión del
pecado o de la profanación) presupone un consentimiento libre que, si no se respeta, da
lugar a una denuncia, a una investigación y a un juicio ante la institución judicial. La
justicia (de acuerdo con el principio democrático de separación de poderes) trata
entonces de establecer la verdad de estos abusos, e inspecciona el fundamento y la
exactitud de estas acusaciones, que pueden o no ser engañosas o inventadas (ajustes de
cuentas entre parejas, rumores destinados a arruinar una reputación, y demás).

Este estudio retiene y hace valer el uso de esta palabra haciéndola


resonar en toda la sobredeterminación74 de sus sentidos (abuso de los cuerpos, del
dominio, del lenguaje...) lo que puede permitir discriminar la imbricación, el
entrelazamiento de los motivos de estos actos pedocriminales, diferenciando los
niveles de responsabilidad. ¿Cómo ponderar el efecto devastador y destructivo del
horror de estos actos? Quizás se podría hablar del campo del abuso como una relación
de fuerzas (magnetización, interferencias, repulsiones) que recorre la red institucional
de la Iglesia (fieles, sacerdotes, obispos, instancias del Vaticano...).

El objetivo de este análisis (en el sentido etimológico de separar o


desligar elementos) era establecer y distinguir las diversas formas de abuso implicadas
en estos actos criminales, eliminar las amalgamas y los encubrimientos: extraerse de la
inautenticidad del "se abusa" que disuelve y aniquila el "veneno" de las
responsabilidades. Podría establecerse que el abuso se combina como una triplicidad
infernal, un triple abuso de los cuerpos:

74 La sobredeterminación es un concepto acuñado por Freud, que significa que el significado de un


síntoma no está ligado a una única determinación, sino que implica la superposición, la condensación
de varios elementos articulados, estratificados en varios elementos causales polivalentes y
polisémicos en sus significados.
}
87
1/ el abuso del cuerpo de un niño es una intrusión que deja
huellas y secuelas en forma de reminiscencias traumáticas de imágenes o sensaciones
(olores, alucinaciones visuales de la escena que vuelven en forma de sueños o
pesadillas, cavilaciones basadas en un sentimiento de vergüenza o culpabilidad) e
incluso de fatiga psicológica y abulia. Los mecanismos de defensa también pueden
adoptar la forma de amnesia, criptas sólidamente cerradas o recubiertas por la
negación.

2/ el abuso del cuerpo institucional de la Iglesia que encubre los


hechos, se engaña, y engaña a los fieles en cuanto a su gravedad, prefiriendo la
conspiración del silencio para proteger su reputación. Estos últimos pueden sentirse
estafados por su jerarquía, incluso manchados en su propio cuerpo como si la culpa de
uno de los miembros de "este cuerpo místico de Cristo" (régimen de una
incorporación) repercutiese sobre ellos y que habría que pagar por la falta con el
sacrificio y el recurso a la redención. El soplo de una respiración espiritual supone
liberarse de esta amalgama, liberarse del peso y de la carga de esta culpabilización
institucional.

3/ el abuso del lenguaje, cuerpo doctrinal de la Iglesia que


permite una falsa legitimación de la confesión 75, de su secreto, de la misericordia para
perdonar esos actos (sin condena ni juicio76) y no remitirlos a la justicia secular de la

75 Agnès Desmazières, "L’inconscient au paradis, Comment les catholiques ont reçu la psychanalyse" (El
inconsciente en el paraíso, Cómo los católicos recibieron el psicoanálisis), Paris, Payot & Rivages, 2011,
pp. 167: El tratamiento psicoanalítico puede haber sido visto como "competidor" de la confesión en
el posible alivio que aporta. También en este caso es altamente recomendable evitar confundir el
espacio psíquico con una vía espiritual. La escucha analítica no es competitiva, sino que puede
conducir a una purificación de la fe. Puede aliviar la culpabilidad al tiempo que pone de manifiesto la
responsabilidad del sujeto. Del mismo modo, la crítica del pansexualismo dirigida a Freud y al
psicoanálisis no debe servir de pretexto para repudiar todo cuestionamiento respecto a lo sexual en la
Iglesia. Si Freud pudo hablar de perversión polimorfa en el niño, precisó que esta potencialidad
(polimórficamente perversa) sólo podía tomar forma bajo la influencia de la seducción de un adulto.
76 "L’Église au défi de reconquérir son droit pénal" (La Iglesia frente al desafío de recuperar su
derecho penal) en Journal La Croix, Lunes 5 de diciembre 2022: este artículo indica cómo el derecho
canónico penal fue totalmente abandonado después del Vaticano II, como consecuencia de la ola de
anti-juridismo de los años 60, como si el derecho se opusiera a la caridad impidiendo toda sanción.
El concepto de amor no puede diluirse en la cursilería de la gentileza. El castigo también es una
dimensión que forma parte de la verdad.
88

sociedad. Es como si esta no diferenciación entre lo que debe ser devuelto a César y lo
que debe ser devuelto a Dios, testimoniara secuelas no cicatrizadas o escorias no
barridas en el régimen de separación entre la Iglesia y el Estado. Por supuesto, el
abusador también se aprovecha de estas nociones que pueden proteger sus actos,
argumentando incluso la no intervención de Dios para condenarlo o incluso su
consentimiento a estos actos, como vía espiritual del amor (desviación obscena del
sentido de esta palabra). Quien se presenta como Padre, usurpa este título, engaña al
niño y, usurpando este ascendiente, literalmente se torna "usura-pater". De tal forma
que el abusado se encuentra igualmente engañado por la duplicidad del abusador que
maneja la ambigüedad entre impulso amoroso y satisfacción sexual.

Estas maniobras también obran en otras religiones: así, en la religión


budista77, con el fin de acceder al Despertar (suerte de iluminación que promete la
abolición de todo sufrimiento) el discípulo debe elegir un Maestro (gurú en sánscrito,
lama en tibetano), reencarnación del Buda y a quien, por tanto, debe una devoción
plena y absoluta. Esta total obediencia sustituye al libre albedrío porque sólo el
Maestro conoce el camino de la liberación. Sus caminos preconizados y practicados
podrían parecer extraños, incongruentes o incluso violentos o contrarios a la ley. Pero
no pueden admitir ninguna contestación ni cuestionamiento. De tal forma que
humillaciones públicas, golpes, maltratos, limitaciones totales, abusos sexuales son
exacerbados por esta "extravagante sabiduría" que sitúa esta singularidad en el rango
de un caminar hacia un vacío del Ser (sagrado sesgo perverso de una desviación
espiritual). Las esposas del Maestro que son elegidas (dakini) viven esta elección
como una promoción y, por lo tanto, sólo pueden doblegarse a este sometimiento y
esta depredación. El Maestro les hace creer que las transferencias de energía espiritual
solo pueden liberarse acariciando y penetrando las zonas erógenas. La penetración se
presenta como el orgasmo del karma tántrico, purificador y eminentemente catártico.
Las susodichas "esposas" están, por tanto, bajo sugestión y sujeción.

Romper el vínculo con el Maestro sería un crimen con respecto al


karma y si los discípulos se rebelan contra estos vínculos que lo encadenan, se les
promete, bajo forma de chantaje espiritual, una sucesión de malestares corporales y de
maldiciones. Además, las quejas recaen sobre la responsabilidad de los alumnos que

77 Élodie Emery, Wandrille Lamos, "Bouddhisme, La loi du silence" (Budismo, La ley del silencio) ,
Paris, J.C. Lattès, 2022.
}
89
se equivocaron en el Camino y no tuvieron la clarividencia de elegir a un buen gurú. Y
como está prohibido que los lamas se critiquen entre sí, las instancias jerárquicas
budistas encubren estos actos.

Este estudio habrá puesto de relieve el acoplamiento abusador/abusado


(yugo, conyugación) que remite también a otros acoplamientos institucionales (lo que
cubre y recubre el lenguaje y la jerarquía de la Iglesia). Este nombramiento parece más
justo, amplio y pertinente que el uso del término par, víctima/verdugo, que es más
limitante y evoca, más bien, de manera estrecha y restrictiva, relaciones duales,
sadomasoquistas (conjugación a menudo consentida, además).

La sobredeterminación de estos abusos, que ha minado la psique de


estos niños, lleva a sostener que se trata de tendencias perversas (manipulación, abuso
de influencia y autoridad, maniobras, perfidias, depredaciones, engaño, duplicidad,
engaño, yuxtaposición obscena entre transgresión y confesión, pretextos espirituales,
sexualidad auto-erótica) en vez de una atracción pedófila 78. Esto nos permite alejarnos
sin rodeos de las palabras "amor por los niños". En este campo en ruinas, tal es el
abuso del lenguaje en su condición de "taparrabos", que viste la obscenidad de una
violación de manera destructiva y devastadora.

Atreverse a calificar estos actos de "rasgos perversos" no vale como


diagnóstico limitante e irremediable, como condena y estigmatización de los
individuos, sino como necesidad de tomar nota de tal estructura presente en la
condición humana (tergiversar este nombramiento que podría asustar, sería una vez
más y paradójicamente una forma de negación). Es, al mismo tiempo, una invitación a
permitir a sus sujetos interrogarse acerca de su historia, su camino, su relación con la
autoridad y al sometimiento, los motivos de su vocación, "esperando" que se mitigue
la negación o el repudio por sus actos. Este espacio de escucha, que podría calificarse
de "espiritualidad profana" (liberación de las dependencias), descentrado y externo
respecto a las instancias eclesiales, permitiría suscitar, según la regla de una asociación
libre, la palabra liberada de toda presión, sugerencias, influencias, orientaciones o
conflictos de interés con las autoridades jerárquicas. Este lugar asimismo puede valer
para los seminaristas que buscan su "verdad" sobre su compromiso y que se encuentran
preocupados por interrogarse sobre su itinerario.

78 En la antigüedad griega, la pederastia con respecto a los adolescentes suponía un consentimiento a


esta relación con el maestro y se acompañaba de una transmisión pedagógica del saber.
90

Del mismo modo, las víctimas de abusos, con el fin de abordar y acotar
lo que les sucedió, podrán "limpiar" su trauma en un despliegue en tres dimensiones:

- liberarse de las relaciones imaginarias que habrían podido


establecer con su propio parentesco y con la gran familia de la Iglesia (señuelos de
imágenes engañosas, fantasías que se trasladan a estas figuras supuestamente
inviolables, ideales, revelaciones prohibidas por miedo a herir el honor de los padres y
su reputación).

- recurrir a la ley simbólica de la justicia para que se reconozca


la legitimidad de su denuncia (a menudo se les acusa de fabulaciones o fantasías) y de
su llamamiento a reparar los abusos sufridos.

- encontrar un lugar donde se entienda lo real de lo que han


atravesado en la dimensión turbia y perturbada del abuso (culpa, reproche de una
complacencia, de haber cedido o aceptado beneficios secundarios 79...) Posible efecto
de desapego de lo que ha dejado mella, singularmente, en cada uno o cada una, en sus
historias de abuso. Quizás sea el recorrido por estos campos diversos (delimitar,
balizar distinguir las formas en que cada actor del sistema responde por su deseo, por
su conducta, por sus intervenciones en sus lugares respectivos), que podría advenir
(sin escabullirse en las amalgamas de un "se" anónimo) un desprendimiento, una
catarsis purgatoria, una depuración de la influencia devastadora de estos abusos
(corporales, lingüísticos, doctrinales e institucionales).

79 Resulta que me encontré, en el marco de un análisis, con un adolescente que había sido engañado
por las promesas de un profesor que lo cubría con regalos, alegando un amor exclusivo y apasionado.
Pero cuando este joven se dio cuenta de que estaba lejos de ser el único, cayó en un estado de
abatimiento con un episodio delirante donde percibía el agua que caía de su ducha como si hubiese
sido sangre derramada. Esta ducha le recordaba los tocamientos en cuestión y se volvía una escena
sangrienta, sacrificial de expiación y castigo. Tenía que depurar su sensación de prostitución.
}
91

Bibliografía
92

Christine Angot, Le Voyage dans l’Est, Paris, Flammarion, 2021.

Daniel Arasse, Un oeil noir in On n’y voit rien, Paris, Folio, 2000.

Olivier Bobineau, Constance Lalo, Joseph Merlet, Le Sacré Incestueux, Paris,


Desclée de Brouwer, 2017, p. 39.

Régis Burnet et Didier Luciani, La Circoncision. Parcours biblique. Lessius,


Bruxelles, 2013.

Denise Couture, Spiritualités féministes, Montréal, Presses universitaires, 2021.

Agnès Desmazières, L’inconscient au paradis, Comment les catholiques ont reçu la


psychanalyse, Paris, Payot & Rivages, 2011.

Élodie Emery, Wandrille Lamos, Bouddhisme, La loi du silence, Paris, J.C. Lattès,
2022.

Sandor Ferenczi, Confusion de langues entre les adultes et les enfants in Psy-
chanalyse IV, Paris, Payot, 1982, pp. 125-135.

Sigmund Freud, Lettres à Wilhelm Fliess, Paris, PUF, 2006, p. 259.

S. Freud, L’interprétation des rêves, Paris, PUF, 2012, p. 273-274.

S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle, Paris, Folio-Essais, 1998.

S. Freud, On bat un enfant, in Névrose, psychose et perversion, Paris, PUF, 1981, p. 219-
243.

S. Freud, Le clivage du moi dans le processus de défense, in Résultats, idées,


problèmes, Paris, PUF, 1985.

Isabelle de Gaulmyn, Histoire d’un silence, Paris, Seuil, 2016. Patrick. C. Goujon,
Prière de ne pas abuser, Paris, Seuil, 2021.

Mara Goyet, Sous le charme du fait divers, Paris, Stock, 2016.


}
93
Martin Heidegger, Être et Temps, Paris, Gallimard, 1986, pp. 155-173.

Delphine Horviller, Vivre avec nos morts, Paris, Livre de Poche, 2022.

Youssef Ishagour, Le Poncif d’Adorno, Le poème après Auschwitz, Paris, Éditions du


Canoë, 2020.

Job, in La Bible, Ancien testament, II, Paris, Livre de Poche, 1975, pp. 181 - 230.

Stéphane Joulin, Combattre l’abus sexuel des enfants, Paris, Desclée de Brouwer,
2018.

Jacques Lacan, Écrits, Paris, Seuil, 1966.

Claude Lanzmann, Le curé d’Uruffe et la raison d’Église, L’infini, N° 61, Paris,


Gallimard, Printemps 1998.

Octave Mirbeau, Sébastien Roch, Menton, Novembre 1888, Les Damps, 1889.

Sade, La philosophie dans le boudoir, Paris, Folio, 1976.

Sade, Les 120 Journées de Sodome, Paris, 10/18, 2014.

Christiane Sanson, Marie de la Trinité, Paris, Cerf, 2003.

Vanessa Springora, Le Consentement, Paris, Grasset, 2020.

Josselin Tricou, Des soutanes et des hommes, Enquête sur la masculinité des prêtres
catholiques, Paris, PUF, 2021.

Marie de la Trinité, Entre dans ma gloire, Orbey, Arfuyen, 2003.

Marie de la Trinité, De l’angoisse à la paix, Relation écrite pour Jacques Lacan,


Orbey, Arfuyen, 2003.
94

También podría gustarte