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De Lectores a Escritores:

Antología de cuentos del


1° concurso literario de la
Biblioteca del Colegio
Nuestra Señora de Monte
Grande.
Índice

Prólogo...................................................................................................... 6
El último deseo...................................................................................... 8
El horror de la calle Leichenschauhaus........................................ 12
Eterno....................................................................................................... 14
Un Mundo de Luz en la Sombra de un Botón............................. 17
Miradas al espejo.................................................................................. 22
Un corazón, una bala........................................................................... 25
Reflejo de 1962....................................................................................... 31
El cuaderno de Gabriela..................................................................... 37
Vivo per lèi.............................................................................................. 40
Algo en naranja...................................................................................... 45
No todo sería como siempre............................................................. 51
Canejo y Aijuna...................................................................................... 54
Te olvidaré............................................................................................... 58
Bosque encantado................................................................................. 61
Un Mundo Imposible o No…............................................................. 66
Mi buen amor......................................................................................... 71
La Salvación Mundial.......................................................................... 77
San Plate................................................................................................... 82
Cuando lo imposible se hace realidad........................................... 85
Una Indeseable Excursión................................................................. 89
Cuento sin título.................................................................................... 95
Nada es Real............................................................................................ 101
Un cielo sin estrellas............................................................................ 106
El misterio de la familia del cuadro................................................. 112
Esa casa...................................................................................................... 118
¿Será que es amor?................................................................................ 123
Correr para Vivir.................................................................................... 129
Sangre Dorada......................................................................................... 132
Poder de Gato Elemental..................................................................... 136
La Cuenta Regresiva.............................................................................. 141
Well Deserved Rest................................................................................ 145
Lo que nunca te dije............................................................................... 150
Prólogo
LAURA LAVEGA - BIBLIOTECARIA

“Cuando me preguntan cómo escribir, siempre respondo: una palabra


a la vez.”
– Stephen King.

Desde que comencé a trabajar en la biblioteca del colegio a principios


de 2017, hubo algo que me hizo valorar muchísimo el lugar en el que
me tocó estar, y es que los directivos siempre, pero siempre, alientan y
acompañan en los proyectos que a una se le puedan ocurrir.
Éste fue el caso del concurso literario que realizamos este año, surgido
en una reunión casi informal en la que con el vicedirector que
ingresaba a la escuela este año, Javier Tetro, nos sentamos a charlar de
las cosas que nos gustaría poder hacer desde biblioteca para, con y por
los alumnos del colegio. Entre tantas propuestas, ésta fue la que se
instaló con más naturalidad y entusiasmo porque, aunque a muchos
adultos les cueste creerlo, los chicos son grandes lectores y escritores.
Y es así como empezamos a diagramar este concurso, en cierta manera
como una prueba piloto, sabiendo que había muchas cosas que
seguramente deberíamos mejorar para el año siguiente, si es que
lográbamos despertar suficiente interés como para repetirlo en 2024.
Pero nos sorprendió la respuesta a la convocatoria: cuando en un
principio lo propusimos, nos declaramos satisfechos si se presentaban
al menos diez chicos y chicas. Para cuando terminó la inscripción,
teníamos ochenta y cinco escritores en potencia. Si bien en el
transcurso del período de escritura muchos terminaron bajándose, el
saldo fue más que positivo.

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A aquellos chicos que por una u otra razón les pareció que no podían y
que se anotaron con mucho entusiasmo pero luego decidieron que era
mejor no participar, les digo esto: que ésta antología que tienen la
oportunidad de leer ahora les sirva de inspiración para animarse el
próximo año, y todos los años que sigan en su trayectoria en el nivel
secundario. Sepan que escribir es algo maravilloso, que tiene que
cultivarse, y que tienen que aprovechar cada oportunidad que se les
presente para convertirse en mejores escritores. No tengan vergüenza
ni sientan que si no pueden ser los mejores es preferible no participar:
todo es un proceso de aprendizaje, y siempre estamos acá para
acompañarlos si se sienten inseguros.
Y a los que se animaron, a aquellos que ahora van a encontrar su
cuento en las próximas páginas, los felicito y también los animo a
seguir escribiendo. Sentí muchísimo orgullo mientras leía cada uno de
sus cuentos, porque sé el esfuerzo que hicieron, las horas que
invirtieron, las ganas que le pusieron. Fue un placer haberlos
acompañado en el proceso de creación, y sepan que espero con ansias
leer lo que escriban en un futuro.
Es necesario también destacar la predisposición y el trabajo de las
profesoras de Prácticas del Lenguaje y Literatura (Rocío Andrés,
Agustina Isar, Sol Macello, Vilma Poli y Macarena Rey), que no sólo
cedieron horas de sus clases para que los participantes pudieran
escribir sus cuentos en biblioteca, sino que también formaron parte del
jurado que seleccionó a los ganadores y se encargaron de la corrección
de cada uno de los cuentos, para que pudieran formar parte de esta
antología y el trabajo de los chicos se luzca como merece.
Agradezco también a Bianca Nagy por el hermoso trabajo que hizo con
la portada, y al equipo directivo, Marcelo Cazzolla y Javier Tetro, por el
acompañamiento constante y la libertad para poder llevar a cabo este
tipo de proyectos.
Espero que para todos los que hayan participado haya sido una
experiencia que les entusiasme repetir. Los espero el año que viene, en
biblioteca, para seguir creando.

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el último deseo YEZMIN NASSIF

Soy Jenna, tengo dieciséis años y desde que nací tengo una rara
enfermedad autoinmune que me prohíbe tener contacto físico directo
con cualquier otra persona. Los médicos cada semana me hacen
estudios para poder encontrar una cura. Mi vida hasta ahora consiste
en citas con médicos, escuela en casa, sentirme mal por no poder
abrazar a mi familia y estar todo el día encerrada. Vivo solamente con
mi mamá. Mi papá falleció cuando tenía nueve años. Fue horrible no
poder abrazar a mi madre cuando lloraba por él, pero por suerte
pudimos sobrellevarlo.
Hoy es el último día de escuela, el día en el que mis profesores me
entregarán el diploma por haber terminado el secundario y debería
festejar con mis amigos, ir a una fiesta y olvidarme de todos mis
problemas. Pero no es así: estoy en mi habitación pintando tristemente
en un bastidor, moviendo el pincel suavemente como mi padre me
enseñó, con la mirada caída y los pensamientos perdidos. Escuché
unos pequeños golpes en la puerta de mi cuarto.
- Adelante, - dije.
- ¡Felicidades!- exclama mi madre entusiasmada, entrando a la
habitación junto con Lydia, mi mejor amiga de la infancia.
- Mira lo que te trajimos,- dice Lyd con una sonrisa enorme, la misma
sonrisa que recibí cuando la conocí hace ocho años, extendiendo mi
diploma y depositándolo en mi mesa de luz.
Tomé entre mis manos el documento y sonriendo les agradecí,
deseando abrazarlas.
A la mañana siguiente me encontraba en mi habitación con Lyds.
Había pasado la noche conmigo. Yo me encontraba recostada en mi
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cama y ella estaba sentada en la silla del escritorio, mientras me
contaba de una fiesta a la que había asistido. A esta chica le encantaban
las fiestas, por lo que me contaba.
- ¡Oye, Jenn, mira! – dijo señalando la ventana, mientras que yo me
sentaba en la cama y miraba hacia el lugar indicado. – Es Noah, tu amor
platónico, pasando otra vez en su bicicleta por enfrente de tu casa.
Noah era el chico que me gustaba desde los ocho años. De lunes a
viernes pasa en bicicleta frente a la ventana de mi habitación, pero
esto segura de que nunca me vio por el árbol que cubre mi ventana y
no permite que las personas de afuera vean hacia adentro. Estúpido
árbol.
- Es muy lindo, lástima que nunca podré estar con él por mi estúpida
enfermedad, - dije con algo de furia.
- No pierdas la fe, lo único que debes hacer es llamar su atención. El
resto sucederá solo, - dijo con entusiasmo.
- No lo creo, es algo imposible. Nunca podré conocer a un chico, mucho
menos besarlo, - dije desanimada.
- No lo creas, todo es posible. Habla con seriedad, cambiemos de tema.
- ¿De qué quieres hablar? – pregunté.
- Deberías salir esta noche a mostrar tus pinturas, siempre quisiste y
de seguro tu papá se sentiría orgulloso.
- No creo que sea el mejor momento. Además, mi mamá no me lo
permitiría, - me excusé con un poco de tristeza, ya que me mencionó a
mi padre.
- Oh, vamos. Al menos inténtalo. Yo te ayudaré a convencerla, - dijo
con ojitos de cachorro triste.
- Está bien, - acepté y ella saltó de la emoción, luego de tirarme un beso
por los aires.
Luego de un rato, fui hacia la sala de estar para convencer a mi mamá
acerca de lo que Lydia me había planteado hacer. Después de un par de
ojos de cachorrito mojado, por favores y súplicas, junto con mi amiga
logramos convencerla.
Al llegar al lugar planeado para expresar mi arte Lyds me ayudó a

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acomodar mis pinturas para poder ser vistas por la gente, luego se fue
a su trabajo. Yo me encontraba sentada mirando mi arte cuando un
chico se acercó, pero no era un chico cualquiera: para mi sorpresa era
Noah, el chico de mis sueños.
- ¿Tú lo hiciste? – me preguntó y asentí tímidamente. – Está muy
bueno.
Le agradecí y luego de eso rápidamente junté mis cosas y traté de irme
lo más pronto que pude.
Escuché que gritaba: “¿A dónde vas?”
Al día siguiente volví a aquel lugar porque había perdido mi libreta de
dibujos, la cual era muy importante para mí. Cuando llegué vi que
Noah se encontraba sentado en el banco con mi libreta en sus manos.
Me acerqué y se la pedí, y me dijo:
- Me imaginaba que ibas a volver por ella. La recogí cuando se te cayó y
estaba esperándote. Además, quería volver a verte.
Eso causó que me sonrojara.
Luego de nuestro primer encuentro, tuvimos muchos más. Yo no podía
creerlo. Había conocido a un chico, pero no a cualquiera, sino que era
Noah, el muchacho que creí que nunca sabría de mi existencia y pasaba
tiempo conmigo. Cuando estaba con él sentía todo lo de alrededor se
esfumaba, no existía. El lugar en el que pasábamos tiempo era una
colina cerca de un lago donde veíamos el atardecer. Le comenté a Lydia
y a mi mamá. Aunque le costó, lo aceptó. Nunca le conté a Noah sobre
mi problema de salud, porque tenía miedo de que me dejara, de que
me viera sólo por una enfermedad; sólo evitaba el contacto físico a
toda costa y me excusaba por una tonta razón que esperaba que no
cuestionara. Hasta el momento iba todo bien, pero no por mucho
tiempo.
Nos encontrábamos en el parque. Yo me reía mientras que él me
observaba y ahí fue el momento en el que un cabello mío se corrió
hacia mi cara. Como muestra de afecto, él lo acomodó detrás de mi
oreja y apoyó su mano en mi mejilla. En ese instante, me alejé
bruscamente y salí corriendo en dirección a mi casa con lágrimas en la

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cara, con él detrás de mí, preocupado. Al llegar, estaba mi mamá.
Cuando me vio, su cara relajada se tornó a una preocupada y entre
sollozos le conté lo sucedido. Inmediatamente me llevó al hospital,
evitando a Noah que intentaba averiguar lo que sucedía y siendo
frenado por mi mejor amiga en el intento. Me realizaron los estudios
de siempre y luego me dijeron que debía avisar si presentaba alguno de
los síntomas finales. Tenía mucho miedo de lo que podía llegar a pasar.
Días después me sentía muy débil, pero lo disimulaba para no
preocupar a nadie. Hacía rato que no salía con Noah, estaba enojada
con él. Mi amiga y mi madre me decían que no había razón para estar
enojada porque él no sabía nada.
Estaba sola en mi habitación, tratando de pintar, pero no podía, me
sentía muy débil. Me sentía un fantasma, mi cara era de lo peor, mis
manos temblaban. Yo me había dado cuenta de qué tipo de síntomas
eran y ahora más que nunca me cuidaba. En ese momento el timbre de
la casa interrumpió mis pensamientos, bajé a abrir y para mi sorpresa
era Noah. Venía a pedirme perdón. Lo perdoné y me disculpé por
comportarme como una idiota al ignorarlo.
Volvimos a salir otra vez, como antes, pero única diferencia era que
cada día me sentía peor que el anterior. Estaba harta de esta
enfermedad, de que me prohibiera todo lo que quería hacer, así que
decidí que tenía que olvidarme de todo, ya era el fin, nada podría
cambiarlo. Hice lo que tanto deseé: abracé a mi mamá y a mi mejor
amiga en forma de despedida. Era nuestro primer y único abrazo.
Me dirigí con Noah en su bicicleta, hacia nuestra colina. Yo estaba
sobre el manubrio mientras que él pedaleaba. Sentía el viento en mi
rostro, me sentía libre. Llegamos a la cima de nuestro lugar tomados de
la mano, ya casi era hora de nuestro atardecer. Me tomó en sus brazos,
dándome un fuerte abrazo, luego colocó sus manos en mi rostro y me
dio un suave y duradero beso en los labios. En ese momento, sentí la
felicidad, el amor. Me sentí en el cielo, cumplí lo que creí imposible,
estaba dando mi último aliento a una persona que conocía hacía poco
tiempo, pero que me había hecho sentir viva, especial y que me había
enseñado a amar. Ahora podía descansar tranquila, porque había
podido sentir lo que tanto había deseado.
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El horror de la calle
Leichenschauhaus.
FELIPE DÍAZ VILLARREAL

Era una tarde como cualquier otra, hasta que ésta, dejó de serlo. Esto
mismo le contó el paciente Hamlin Mckornyck al doctor Werner
Zakavic, en el hospital psiquiátrico con mejor calificación de Berlín,
Alemania.
El señor Hamlin era un forense muy exitoso de la calle
Leichenschauhaus. Su turno era tarde noche, desde las 7:00PM hasta
las 10:00PM. Aquel día del desastre fue un viernes a las 9:33PM. Hamlin
ya estaba por concluir su jornada, cuando de repente, una enfermera
salió corriendo de la sala de observaciones, asustada, y les dijo a todos
los forenses que escuchó a un cuerpo hablar en un idioma
incomprensible para el oído humano. Todo el personal se dirigió hacia
el cuarto de observaciones. Al llegar, se encontraron con que el cuerpo
había desaparecido de la sala. No sólo eso, sino que también estaban
abiertos nueve cajones de la pared. Tanto fue el miedo y el no saber de
los doctores que no se dieron cuenta que faltaba uno de ellos. Al
regresar a la sala principal, se encontraron con la terrorífica escena de
uno de sus compañeros tirado en el suelo, con el cuello degollado.
Luego de concluir la historia de su vivencia, Hamlin decidió no
internarse en el hospital. Aun así, el doctor Werner tomó apunte,
considerando que Hamlin podría sufrir demencia.
Tres semanas después de la visita de Hamlin, Werner se enteró que
éste había fallecido: murió asesinado. Hamlin tenía el cuerpo arañado y
el cuello degollado. Lo primero que pasó por la mente de Werner fue
que podría tratarse de muertos vivientes, una idea alocada, por lo que
fue rápidamente descartada.

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Más tarde, en la noche, Werner se dirigía hacia su hogar, cuando entró
en una calle muy oscura. Por seguridad, el doctor siempre llevaba
consigo una linterna. Al encenderla, vio unas gotas rojas y pensó que
eran sangre. Un poco perturbado, Werner sacó su gas pimienta. Al
levantar la cabeza, se quedó helado: vio lo que parecía ser un cuerpo
humano de pie. La escena fue tan tétrica que dejó a Werner traumado
de por vida. Se había salvado de aquella criatura. El doctor del
manicomio, Walter Boetticher, tomaba apuntes de la historia de
Werner, el cual, fue diagnosticado como loco. Así es, el doctor Werner
sufrió tanto trauma psicológico después de esa secuencia que debió ser
internado de urgencia. Él mismo advertía que diez sujetos de ojos
ciegos lo vendrían a matar, por saber demasiado. Nadie le dio
credibilidad, hasta que, una noche, una tragedia pasó. Werner fue
encontrado muerto con heridas en el cuello, algo imposible, ya que
éste se encontraba en una habitación de máxima seguridad.
El pueblo de Berlín vive actualmente con el miedo de saber demasiado,
ya que uno de los diez sujetos de ojos ciegos, los pueden encontrar.

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Eterno
MORENA LÓPEZ

En una época, hace algún tiempo, Jerry y Leonor se conocieron en una


cuidad llamada San Francisco.
Ella era una chica que trabajaba en una joyería. Era popular por su
amable personalidad y por su increíble belleza; la gente solía visitarla
en la joyería para poder verla e interactuar con ella.
Él, por su parte, solía visitarla en su tiempo libre. Sólo para poder
hablar sobre libros y cuentos fantásticos. Tenían bastantes gustos en
común así que no les era difícil mantener una conversación.
El tiempo pasaba y ellos se volvían cada vez más cercanos, tanto
Leonor como Jerry tenían sueños. Leonor quería ser una escritora
reconocida, mientras sostenía una vida tranquila en San Francisco.
Jerry, por otro lado, soñaba con viajar a París para poder pulir su
talento como pintor profesional. Eso no era de mucha importancia en
esos momentos, tal vez por eso dolió más.

Pocos meses después, Jerry y Leonor se enamoraron. Cada momento


que pasaban se iba volviendo aún más significativo que antes. Todo iba
bien, tenían una vida tranquila en San Francisco. Leonor escribía
cortas historias para una editorial de la época y Jerry iba a clases de
pintura en su tiempo libre, ya que trabajaba en una tienda de
antigüedades. Un día, cuando Jerry estaba por terminar su turno en la
tienda, vio cómo el dueño traía un kit de pinceles junto a una gran
pintura de un paisaje. La pintura había sido hecha a base de colores
cálidos, la textura de la misma era de admirar. Jerry quedó inmóvil

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frente a esa obra de arte, admiró por algunos minutos el cuadro,
mientras que bajaba la mirada para apreciar el kit de pinceles. La caja
que los sostenía estaba forrada en un oro fuertemente brillante.
Mientras miraba el cuadro, muchas cosas pasaron por su cabeza. Él
sabía más que nadie que su sueño era ser pintor y quedándose en San
Francisco no lo iba a lograr.
Rápidamente se dirigió en busca de Leonor, la cual vivía cerca de la
tienda. En la puerta de su casa, reconsideró lo que iba a hacer. Tomó
aire y llamó. A Leonor se la veía emocionada, ya que cuando fue a abrir
la puerta Jerry vio la sonrisa más sincera que pudo alguna vez haber
visto. Leonor lo abrazó mientras le contaba que su escritura había sido
finalmente aceptada por la editorial. Jerry la detuvo por un momento
para decirle que tenían que separarse. Leonor se quedó mirando
fijamente a Jerry mientras se sentaba en uno de los sillones. Ella no
podía entender por qué esa decisión tan repentina. Jerry le estaba por
explicar todo pero Leonor no quiso saber nada y lo obligó a irse.
Camino a su casa, recordó todos los momentos junto a Leonor, se
sintió inseguro por la decisión que tomó, pero por un momento miró a
la luna y apreció cómo le decía que todo iba a estar bien, que él tenía
que creer.
A la mañana se siguiente se levantó temprano para hacer las valijas, y
sí… iba a emprender viaje hacia París. Desde que vio esa pintura en
aquella tienda, en la cual solía trabajar, supo que tenía que hacer el
sacrificio más doloroso. Dejar todo y a todos. Puede haber quedado
como un egoísta que sólo pensaba en él, pero un sueño no es algo que
puedas olvidar de la noche a la mañana y más si es verdadero.
Jerry se sentó en su escritorio por última vez para escribir una larga
carta, la cual iba a ser entregada a Leonor. Terminada la misma, se
levantó, tomó sus valijas y fue camino al puerto para ir directo a París,
pero no sin antes dejar la carta para Leonor.
Ya en el puerto, con el barco frente a sus ojos, Jerry sintió la última
brisa que iba a poder presenciar dentro de San Francisco, subió al
barco y emprendió viaje a París.

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Leonor vio que tenía una carta pendiente para leer, pero como había
visto que se trataba de Jerry, la ignoró por un par de días, para
finalmente abrirla y empezar a leer…

Mi querida Leonor,
Sabía que tenía que irme,
ir tras mi sueño de pintor,
sabía que estarías allí,
esperando al autor.

Pero el tiempo y la distancia,


tuvieron un impacto en mi corazón,
y aunque todavía te amo,
también siento el dolor.
Pero aunque nos separe el tiempo,
nuestro amor es inmortal,
y aunque la tristeza a menudo nos invade,
nuestro amor sigue siendo real.

Así que sigue adelante mi amor,


y persigue tus sueños,
sabemos que nuestra ruta está separada,
pero nuestra historia de amor va en serio.

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Un Mundo de Luz
en la Sombra de un Botón
ABRIL PASCUZZI
Cuento ganador del 2° puesto del concurso

Dedicado a mis hermanos y a todos los niños (y grandes) que alguna


vez se sintieron o quisieron ser chiquitos como un botón.

-¡ACASO NADIE ENTIENDE QUE NO QUIERO ESO! ¡Mi vida es muy


complicada, nadie me entiende, nunca, nunca, ellos no saben nada!-
Cada día en la vida de Lucas era una lucha, era un eterno
incomprendido. Sus papás eran malvados con él, sus amigos, si se les
podía llamar así, lo excluían siempre que podían, no era nada fácil ser
un niño de nueve años, en un mundo en donde si sos chiquito nadie te
escucha. Lucas iba todos los días a la escuela. En la puerta de su salón,
un cartel grande que tenía escrito en cartulina naranja “4to C turno
mañana”, con una decoración amarilla y una gran cara feliz. Cada vez
que Lucas miraba ese cartel, exagerado y chillón para él, menos ganas
de entrar tenía. No le gustaba para nada la escuela, ellos no entendían
su inteligencia, y menos ganas tenía de ir sabiendo que debía ver a su
señorita, que siempre lo retaba incluso cuando él no hacía nada: “no,
así no se hace Lucas”, “Lucas ¿te podés sentar por favor?”, “Lucas dejá
el pelo de Juana”. Lucas, Lucas, Lucas, siempre era lo mismo con esa
loca. Parecía que el único nombre que sabía era el de él, además tener
que ver a sus compañeritos, siempre molestando, quejándose de todo.
Le parecía lo peor del mundo. Para colmo tenía que llegar a su casa y
aguantar los gritos de su mamá. Otra que se quejaba de todo, que si el

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pobrecito de Lucas dejaba una sola media tirada ya estaba gritando de
acá para allá, enojada era como un dragón escupe fuego. Por ejemplo
un día él había llegado muy cansado de la escuela, eso de multiplicar
todo el día era difícil, se sentó en el sillón, puso una peli y su mamá
empezó a gritar que por qué no había guardado la ropa en su cajón
correspondiente, las medias en el cajón de las medias, los pantalones
en el cajón de los pantalones y blah blah blah siempre lo mismo. No se
cansaban todos de molestarlo.
Todos los días eran iguales hasta que algo pasó. Ese viernes Lucas llego
a su casa enojado, la seño Flor lo había retado por culpa de Tobías, él no
tenía nada que ver e igual lo retaban. Estaba tan enojado, además su
mamá había preparado para cenar su comida menos favorita: sopa de
lentejas y garbanzos. Prefería comer un plato repleto de gusanos que
eso horrible. Enojado empezó a gritar y patalear, no pensaba comer eso
ni loco. Su papá lo castigó y lo mandó a su habitación. – Los odio, a
todos, a la seño Flor que no sabe nada, a Tobías que es un llorón, a
mamá que no sabe cocinar, a papá que es un metido y encima me
castiga porque sí,- decía Lucas refunfuñando y tirando las cosas de la
escuela, que estaban sobre su cama, al piso. Se acostó, cerró los ojos y
pensó… ~ cómo me gustaría escapar de acá y tener mí propia casa.
Recapacitó y se dio cuenta de que debería trabajar, pero nadie le daría
trabajo a un niño de nueve años y mucho menos le venderían una casa
y antes de que pudiera siquiera pensarlo sus papás lo buscarían, lo
encontrarían y no lo dejarían salir ni a la puerta. ~ Bueno, escaparme
no puedo, entonces, entonces… Me gustaría ser chiquito como este
botón~ pensó mirando el que se había desprendido de la camperita
negra picosa que le había tejido su abuela ese mismo invierno. ~ No,
como este botón no, más chiquito, así nadie me encontrará jamás~ y
así siguió pensando mientras miraba las estrellitas fluorescentes que
había pegado su papá en el techo. Le pidió a esas estrellitas fugaces que
su deseo de ser chiquito, más chiquito que un botón, se volviera
realidad. Todos alguna vez lo soñamos también, ¿no?, y se durmió.
Ya era sábado, o eso pensaba Lucas, que abría los ojos desorientado,
normal como todos al despertar, pero su desconcierto continuaba a

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medida que reconocía apenas dónde se encontraba. Estaba segurísimo
de que no era su habitación o siquiera su casa. Era como un desierto,
no se veía nada ni a la derecha, ni a la izquierda, al norte y al sur
tampoco, no había absolutamente nada, pero eso no era un desierto, no
había arena, el suelo si tenía un color marrón claro, pero no era arena,
era parecido al de sus sábanas, casi idéntico pensaba Lucas, pero en
realidad no solo era el mismo color sino que ¡esas eran sus sábanas!
Lucas se había vuelto tan pequeño que su cama era inmensa, tan
enorme que no se veía nada de nada. Lejos de asustarse, empezó a
saltar de la alegría, al fin esas estrellitas del supermercado de la vuelta
servían para algo, pensaba. Tras festejar por lo menos veinte minutos,
decidió explorar. Su cama siempre tenía cosas que hasta para él eran
sorprendentes de encontrar y difícil descifrar cómo habían llegado
hasta ahí. Caminó y caminó hasta que vio a lo lejos una ciudad. ¿Cómo
podía ser que hubiera una ciudad en su cama y nunca la hubiera visto?
Eso de ser chiquito era impresionante para él.
La ciudad estaba repleta de edificios y casitas color negro, marrón y
bordó. De hecho todo en aquel lugar tenía esas tonalidades, incluso las
personas, que eran un poco más pequeñas que Lucas. Se acercó a uno
de esos hombrecitos bordó para preguntarle qué era ese lugar extraño
en el que se encontraba y de paso pedirle un poco de comida, eso de
caminar tanto le había dado hambre y sed. Cuando ese señor lo vio, se
paró sobre un banco que estaba delante de él y comenzó a gritar -¡Está
aquí, está aquí, al fin pudo venir! ¡Llévenlo al castillo, la reina lo tiene
que ver!- lo único que pensó en ese momento Lucas fue ¿Eh? ¿Quiénes
son estos? ¿Dónde estoy? ¿Por qué esa tal reina tiene que verme? Y
¿Cómo me conocen? La verdad era todo muy confuso, pero
emocionante. Ese mismo hombrecito guió a Lucas al castillo.
Al igual que la ciudad el castillo era negro, marrón y bordó pero este
tenía un brillo particular que lo hacía ver mágico y luminoso. Entró
acompañado del hombrecito y dos más que los seguían, guardias del
castillo según habían dicho. Pasaron por el gran portón de madera y
por los pasillos hasta que llegaron a un gran salón en el que no había
nada más que un trono y una reina. El enorme cuarto estaba adornado

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únicamente con eso, un trono y una reina. Cuidadosamente se acercó a
esa mujer que no parecía mala, pero uno nunca sabe. De la nada la
reina se paró, muy impetuosa. ¡Y lo abrazó! – Buen día querido, es una
alegría tenerte en nuestro reino, el reino Button y yo, la reina Wutuna
estamos alegres de recibirte aquí. – En ese momento mientras los
súbditos de la reina le traían comida, postres, videojuegos, sillas y
sillones de todo tipo, juguetes grandes y chiquitos, se dio cuenta que el
reino Button era el botón desprendido del saquito feo y por eso lo
conocían. Ya tenía todo claro, pero… ¿Por qué lo atendían tan bien y le
daban todas esas cosas? Decidió preguntarle a la reina Wutuna. Ella le
respondió que todos en el reino habían escuchado sus quejas todos los
días, y que tenía toda la razón. Esa tal seño Flor era injusta y malvada
dijo un hombrecito, que el niño Tobías no era un buen amigo si
siempre lloraba y nunca lo incluía en sus juegos dijo una mujercita y ni
hablar de mamá y papá, esos son los peores, básicamente
esclavizadores dijeron dos al unísono.
Lucas escuchaba atentamente a Wutuna y a los habitantes del reino y
se sentía muy contento de que al fin alguien lo escuchara. Le agradeció
a la reina y juntos se pusieron a jugar a los videojuegos, a ver películas
y a comer helado. Comieron y comieron hasta que sus panzas
estuvieron a punto de explotar y ese gran salón, donde solo había una
reina y un trono, ahora estaba repleto de envoltorios, suciedad y
papeles. – Reina, ¿no deberíamos de ordenar un poco? Por lo menos
juntar los deshechos – dijo Lucas, a duras penas por el dolor de
estómago.
– Nah, eso es aburrido – contestó la reina – ¡Sigamos jugando y
comiendo helado! – Lucas dudó de que eso estuviera bien. Pensó en su
papá que no lo dejaba comer todos los días helado, tal vez tenía razón
si comés mucho te hace mal al estómago. También pensó en su mamá,
que siempre le decía que debía ordenar y limpiar, tal vez tenía razón
en un ambiente desordenado y sucio no se puede vivir cómodamente.
También se acordó de su seño y su mejor amigo Tobías, los dos
siempre le decían a Lucas que no podía hacer lo que él quisiera
siempre, tal vez todos tenían razón y Lucas sólo se enojaba, gritaba y
pataleaba.
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Lucas se disculpó con la Reina y le dijo que debía volver a ser grande y
arreglar lo malo que había hecho. – Cada vez que sientas que nadie te
escucha, podés hacerte chiquito y venir con nosotros, siempre te
vamos a ayudar- dijo la reina entre lágrimas. Era muy emotiva para
haberlo conocido apenas esa tarde. Wutuna lo ayudó a ser grande de
nuevo.
Abrió los ojos y efectivamente era sábado, pero sábado a la mañana.
Raro. Apenas se despabiló, fue corriendo a la habitación de sus papás –
Perdón, perdón, no voy a ser más enojón y voy a empezar a hacer caso-
dijo Lucas acelerado. Se dio cuenta que el problema era él, que nunca
quería ayudar en la casa, siempre molestaba a sus compañeros en la
escuela y por eso no querían jugar con él porque además siempre
quería jugar a lo que sólo él quería. Visitar el reino Button le había
ayudado a entender que no se puede hacer siempre lo que uno quiere,
y que debía ayudar. Pero también le sirvió para saber que siempre
habrá personitas que lo escucharán cuando se sienta ignorado y que
también…
– Bueno, pero ¿y Pa? ¿Los papás de Lucas lo perdonaron?- preguntó
Martu a su papá
– Sí, hija, mis papás me perdonaron, mi amigo Tobías y la seño Flor
también.
– ¿Cómo que te perdonaron? ¡Vos te llamas Lucas! ¿¡Vos sos el Lucas
del Cuento!? Entonces, ¿es verdad que te hiciste chiquito y visitaste el
reino Button? O es todo mentira para que me porte bien.
– Obviamente que es verdad- dijo Lucas a su hija, que lo miraba con
una mezcla de ingenuidad y un poco de picardía.
– Nah Pa, cómo va a ser verdad, me estás mintiendo.
– Ay hijita, tenés que creer y estar segura de que hay oportunidades en
que lo imposible se hace realidad.

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Miradas al espejo
AGOSTINA LUCAS MAGENTA

Ésta historia se trata de una chica llamada Sofía. Era muy responsable
en el colegio, tenía un hermano pequeño y los papás estaban
separados.
A ella le afectó mucho la separación de sus padres ya que se peleaban
todo el tiempo. Sofía ayudaba mucho al hermano que no entendía y
siempre preguntaba por su padre. En el colegio, le hacían bullying y los
papás no le daban mucha importancia.
Querían que Sofía sea la popular del colegio. Al ser jóvenes tenían esa
mentalidad. La mamá nunca estaba y siempre se hacían cargo de ellos
los abuelos. El papá desapareció por completo de la vida de Sofía
cuando ella tenía diez años y el hermano cinco.
Fue creciendo sola y sin compañía. En el colegio sólo tenía una amiga
pero nunca se veían. La mamá se lo prohibía. Sofía cumpliría pronto los
quince años y los abuelos querían hacerle una fiesta sorpresa. Ella no
quería, ya que no tenía amigos y se sentía muy sola. Lo único que ella
quería y lo que había pedido era un perrito para que le haga un poco de
compañía. Los abuelos decidieron no hacerle la fiesta porque sabían
que Sofía se iba a enojar con ellos.
Un año después de que le regalaron el perrito, ella estaba muy feliz,
hasta que el abuelo se enfermó y la abuela estaba muy triste. Los
abuelos no le querían contar ya que ella había empezado a ser popular
en el colegio. Tenía muchos amigos y se sentía muy bien consigo
misma, hasta que le tuvieron que contar. Sofía se puso muy triste pero
lo disimulaba porque el abuelo le pidió por favor que siga adelante, que
él la iba a cuidar desde arriba a ella y a su hermano, a quién también le
estaba yendo muy bien en el colegio y tenía muchos amigos.
22
La mamá había desaparecido por completo, directamente ninguno de
sus padres estaba. Ella se sentía sola y también tenía la responsabilidad
de cuidar al hermano. La abuela estaba enfermando poco a poco ya que
estaba muy triste porque su compañero de vida se había ido. Los nietos
estaban creciendo muy rápido y ya no necesitaban la misma ayuda de
antes.
A Sofía le dolía mucho que la abuela estuviera cada vez más viejita y
enferma, así fue como Sofía empezó con muchos problemas
alimenticios por culpa de las redes sociales. Llegó a un punto en que no
comía por uno o dos días. El colegio también afectaba en los
problemas: las críticas por los cuerpos, el pensamiento de los
adolescentes, ella cada vez bajaba más de peso hasta que la abuela se
dio cuenta y la empezó a obligar a comer, con la amenaza de cambiarla
de colegio. Meses después, Sofía ya tenía diecisiete años y la abuela ya
no estaba muy estable y la tuvieron que internar.
Sofía pasó a ser totalmente responsable del hermano, porque los
médicos le dijeron que ya no había nada que hacer. Esa noticia afectó
mucho a los dos hermanos. Sofía quedó completamente sola con él y
tenía que salir a buscar trabajo para mantener la casa, comprar la
comida y pagarle el colegio. Ella estaba en sexto, tenía que terminar
para poder empezar a trabajar. Lo único que quería era cumplir su
sueño de estudiar medicina pero muchas cosas se lo impedían. Se
anotó finalmente en la facultad y empezó a trabajar. A los dos
hermanos les empezó a ir muy bien en la vida, después de todo lo que
habían pasado.
Sofía se recibió de médica. El hermano terminó el colegio y decidió
estudiar arquitectura. Los dos estaban muy bien y se hacían mucha
compañía. Así fue como Sofía se enamoró de un médico que trabajaba
con ella, empezaron a salir por meses hasta que se pusieron de novios.
El hermano estaba muy feliz por eso ya que la veía muy bien a la
hermana.
Un año después de su noviazgo, Sofía decidió tener un hijo para darle
la vida que los papás no le dieron. Los dos estaban muy de acuerdo con
esta decisión y el hermano los apoyó en todo.

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Meses después nació un varón y se llamó Benjamín.

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Un corazón, una bala
EMMA GAUDIO Y JOAQUÍN PERÍA

Era una noche lluviosa y fría cuando decidí entrar a ese bar, pedí un
par de tragos y unos minutos más tarde llego ella, una mujer bien
vestida, tacones, saco, se notaba que tenía dinero o que trabajaba para
alguien poderoso. Me quedé observándola un rato cuando decidí
invitarle un trago. Ella aceptó y comenzamos a conversar. Le pregunté
por su vida, de qué trabajaba, si era casada, ese tipo de
cuestionamientos absurdos que hace uno para que la charla no muera.
No me dijo mucho de su trabajo, sólo que era jefa de una unidad
especial del gobierno y que eran temas de suma confidencialidad.
Luego de eso cambié de conversación, no me gusta hablar de mi
trabajo, lleva a muchas preguntas que nunca quiero contestar.
Cuando nuestra charla acabó, me atreví a preguntar si necesitaba que
la lleve a casa. Me agradeció, pero rechazó mi oferta. Antes de
despedirla le dejé mi número escrito en una servilleta por si quería que
nos veamos nuevamente en otra ocasión. Me dio un beso en la mejilla y
me dijo que su nombre era Scarlet.
Pasaban las semanas y nosotros nos veíamos cada vez más seguido.
Acordamos en una vez por semana, siempre en el mismo bar, pero no
nos bastaba, paseábamos por la capital, la llevaba a pequeños
restaurantes ocultos dentro de la gran ciudad donde vivíamos,
comíamos, reíamos, bebíamos, pero nunca pudimos ponerle un
nombre a la inexplicable química que había entre nosotros. Ninguno
hablaba de su trabajo, preferíamos no meternos en esa parte de
nuestras vidas, hasta que un día mi actividad tuvo un impacto en la
vida de Scarlet. Horas antes de nuestra cita semanal ella me llamó para

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decirme que no iba a poder asistir esa noche debido a la muerte de su
padre. Yo le di el pésame por su pérdida y le dije que cualquier cosa
que necesite me llamara. Nunca se me ocurrió que su padre sería el
hombre que yo mismo había matado esa misma tarde.
Ya dije muchas veces que no me gusta hablar de mi trabajo, pero creo
que esta vez es necesario. Estoy involucrado con una mafia bastante
peligrosa. No estoy orgulloso de ello pero fue la única salida que
encontré para poder seguir adelante. Luego de eso nunca pude salir.
Trabajo de sicario para ellos. Suelen pedirme que asesine políticos o
agentes que están cerca de atrapar a los jefes de la banda. En este caso,
el padre de Scarlet era uno de ellos.
Ella nunca supo que había sido yo quien dio fin a la vida de aquel
general, y nunca lo iba a saber.
La semana siguiente al incidente seguimos nuestra relación como si
nada hubiera pasado y así siguió durante meses, llena de cenas, bares
paseos nocturnos por la capital y noches de pasión que nunca eran más
que eso porque siempre que despertaba, ella ya no estaba.

Una mañana, luego de ver que Scarlet ya se había ido, me puse a pensar
que ella había logrado lo que yo creía imposible. Primero, logró que
vuelva a enamorarme, no porque haya tenido una mala experiencia,
sino porque el mundo me la arrebató muy pronto. Años antes de entrar
al grupo yo estaba casado con una mujer extraordinaria y teníamos
una hermosa hijita, las amaba con todo mi ser y hasta hoy en día daría
lo que fuera por tenerlas aquí conmigo, pero el destino no tenía los
mismos planes. Un día me llamaron del hospital: habían tenido un
accidente y el otro conductor se echó a la fuga. Luego del funeral y de
perder todo lo que me importaba, supe que debía encontrar al
responsable, y así entré a la organización para la que trabajo
actualmente. Pensé que había quedado en el pasado, pero no volví a ser
el mismo, hasta que conocí a Scarlet. Ella me hizo feliz después de años
de una rutina agotadora, ya me había rendido, sólo quería que en algún
momento el reloj de un médico diga mi hora de muerte y que
simplemente todo acabara. Pero con Scarlet todo cambió.

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Y allí estaba yo, recostado en la cama, semidesnudo, imaginando una
vida con ella, boda, hijos, una casa, viajes, y mil cosas más que quería
hacer sólo con ella, no necesitaba nada más para sentirme en paz.
Pero con el tono de llamada de mi teléfono toda mi ilusión se
desmoronó. Ya era hora de volver a la rutina. Pero ésta vez fue
diferente. La llamada era del trabajo pero el nombre que dijeron ese
día hizo que algo se quebrara dentro de mí. Cuando mi jefe exclamó la
palabra Jones supe exactamente a quién se refería. Sentí un leve
pinchazo en el pecho, sabía que no podía hacerlo pero con la voz más
firme que pude aparentar respondí “ok” y salí vagamente de la cama.
Me dirigí directamente a la ducha. Casi en piloto automático hice todo
lo que debía hacer esa mañana. Antes de salir me miré al espejo y
tragué saliva con dificultad. El nudo en mi garganta me molestaba al
respirar y mi cuerpo entero temblaba. Me desmoroné, rompí en llanto
en cuanto me imaginé una vida sin ella. Entre sollozos ideé un plan: le
escribí una carta pidiéndole que huyera, que se aleje lo más que pueda
de mí. En mi desesperación traté de explicar lo mejor posible por qué
no era bueno para ella tenerme cerca y en el instante en el que pude
controlar mínimamente mi respiración, salí de mi casa para dejar en la
suya esa nota desprolija y arrugada por lágrimas, llena de tachones
porque no podía encontrar las palabras correctas para expresar todo lo
que estaba sucediendo.
Esa misma noche mi jefe llamó nuevamente. Dijo que Scarlet había
salido de la cuidad repentinamente, que sería mejor que la encuentre
para el atardecer del día siguiente así evitaríamos confrontaciones.
Ésta vez ni siquiera respondí, sólo corté fríamente el teléfono y quebré
en llanto nuevamente, preguntándome cómo pude dejar que esto
sucediera. Tendría que haberlos delatado cuando tuve la oportunidad
hace años pero no lo hice y aquí estoy, destrozado por tener que matar
a la única persona que logró que mi vida cobre sentido de nuevo, que
rompió la rutina de años.
Mientras apretaba la almohada contra mi rostro escuché la vibración
de mi teléfono - qué extraño - pensé mientras me secaba las lágrimas.

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En el identificador de llamadas figuraba como número desconocido.
Atendí con intriga pero en cuanto escuché su voz mi cara se iluminó al
instante. Me reclamaba explicaciones que yo no podía darle. Al no
obtener la respuesta que esperaba, me dijo su dirección y me invitó a ir
donde se estaba hospedando. Aunque le dije repetidas veces que era
una mala idea, finalmente logró convencerme. Horas más tarde llegué
al lúgubre hotel donde se estaba quedando. Apenas cerré la puerta me
dio la bienvenida con un cachetazo que tenía bien merecido.
Ella seguía reclamando que le explique porqué le pedí que se fuera, y
mientras más me negaba a hablar, más se me cerraba la garganta. Me
odiaba en ese momento. No quería lastimarla pero tampoco quería
perderla. Repentinamente, me di cuenta de que no estaba escuchando
lo que decía, solamente estaba perdido entre mis pensamientos, el
ruido que había en mi cabeza era mucho más fuerte que cualquier
palabra que saliera de su boca que no hacía más que tratar de salvar
nuestro vínculo. Entre preguntas suyas, mías, gritos y lágrimas
inconscientemente dije:
- Tengo que matarte. Por eso te pido que te mudes, para no tener que
hacerte daño.
Ella quedó atónita. De la nada empalideció y casi cae al suelo
desvanecida, pero logró sostenerse de una silla y sentarse en la misma.
Luego de hacer esto me miró atemorizada y difícilmente pudo
enunciar un -¿Qué? - antes de lanzarse a gritar nuevamente
-¿Cómo que matarme? ¿Por qué?
- Es por trabajo - dije yo fríamente
- ¿Del trabajo? ¿De qué carajos trabajas?
Y ahí estaba, la pregunta que siempre evito, pero ya no había
escapatoria, debía confesar. Le conté todo. Ella no respondió
absolutamente nada. Sólo se levantó de su asiento y tomó un arma que
tenía guardada en una cajonera, la cargó y me la entregó. Yo estaba
muy confundido, y honestamente creí que me dispararía, pero no fue
así. Al entregarme aquella pistola, ella retrocedió unos pasos y exclamó
de la manera más seca posible que tire del gatillo. Yo estaba cada vez
más confundido, miré el arma, la miré a ella y volví a mirar fijamente el

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el arma, hasta que su voz entrecortada por el llanto me sacó del trance.
- ¡Mátame!- gritó ella antes de colapsar por completo.
Sin poder decir palabra alguna, dejé el objeto sobre la mesa y me dirigí
hacia ella. La abracé lo más fuerte que pude y le pedí disculpas, pero no
la mataría, no podía hacerlo, la amaba demasiado. Ella no entendía, yo
tampoco. ¿Por qué entre todas las personas que hay en el mundo
tenían que elegirla a ella? Me culpé, los culpé a ellos, hasta que se
escuchó el tono de llamada de su celular. Al responder se escuchó
vagamente lo que le decía la persona que estaba del otro lado. Logré
entender que la necesitaban para completar un allanamiento a una
fábrica de drogas. Al oír la dirección supe a qué se referían. Era la sede
principal de la pandilla. Al finalizar la llamada, ella dijo que debía irse, a
lo que yo la tomé de la muñeca y le imploré que no vaya. No hubo caso,
se fue de igual manera, y yo tuve que irme detrás de ella. Traté de
llegar antes para que mi jefe no notara mi ausencia, pero no lo logré.
Cuando llegamos al lugar su equipo ya estaba allí. Al enterarse de la
noticia llegó una llamada de mi jefe que quería saber dónde estaba, que
necesitaban refuerzos.
Mi corazón palpitaba muy rápido y podía sentir la adrenalina
corriendo por mis venas, no podía creer lo que estaba viviendo, no
quería creerlo. Pero de igual forma seguía allí, armando mi equipo en el
entrepiso del laboratorio, rezando para que nadie dispare mientras yo
me alistaba. Veía su equipo investigar y revolver todo el laboratorio
mientras que mis compañeros se alistaban junto a mí. Me terminé de
acomodar. Se escuchó un disparo, me negaba a ver aquella escena pero
al oír los tiros del escuadrón de Scarlet supe que nada bueno había
pasado.
Desconfiado miré hacia abajo y vi lo que más temía: su cuerpo tirado
en el suelo y un charco de sangre a su alrededor. Estaba furioso, no era
justo, traté de contenerme pero el dolor se apoderó de mí, tome el rifle
y le disparé a mi compañero. Los disparos cesaron y yo bajé lo más
rápido que pude. Tome su cuerpo desvanecido y me derrumbé. Me
preguntaba por qué sucedía esto, tal vez sólo no estábamos destinados.
No lo sé, ya no importa, se había ido.

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En ese momento apareció mi jefe furioso y lo único que pude hacer yo
fue decirle - ¡¿Por qué haces esto!? ¡¿Quién te hizo tanto daño!? - con la
cara llena de lágrimas y la voz entrecortada. Su única respuesta fue
gritarme - ¡Tu único trabajo era matarla! ¿No? ¿¡Qué pasó!? ¿¡Te
volviste débil!? - mientras me amenazaba con un arma
-¡Yo la amaba!- grité mientras caía al suelo en lágrimas, respiré un
segundo y exclamé- Dispara - dije ya rendido – Termina con esto de
una vez, de todas formas lo harás para sacarme del grupo.
Era imposible traerla de vuelta y yo no iba a volver a aquella rutina. La
mejor solución era la muerte. De repente alguien del escuadrón
contrario le disparó y acabó con la mafia. Mientras tanto yo tomé mi
teléfono y marqué el número de emergencia.
- 911, ¿cuál es su emergencia?- respondieron
- Creo que acaban de matar al amor de mi vida - exclamé con
dificultad.
Me retiré antes de que lleguen y yo no volví a saber de Scarlet, pensé
que no volvería a hacerlo, la di por muerta. Hasta que meses más tarde
luego de haber lidiado con su muerte y haber hecho un pacto con su
escuadrón para poder huir en paz, me llega un mensaje que decía - ¿me
extrañaste? - Estaba por eliminarlo cuando reconocí el número y supe
que, de alguna forma, ella estaba viva. Miles de preguntas cruzaron mi
mente, y estas fueron interrumpidas por un segundo mensaje “mira
por la ventana” decía. Al hacerlo la vi, parada en la vereda como si
nada, y ahí entendí lo maravillosa que era. Ella hizo posible lo
imposible, volvió de la muerte.

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Reflejo de 1962
LUCÍA RAMÍREZ
Cuento ganador del 3° puesto del concurso

Dominique

Terminó de estacionar su auto frente a la casa a la que se estaba


mudando. Bajó del auto y se quedó admirando su nuevo hogar: era una
casa pequeña de dos niveles. Un poco vieja y deteriorada para su gusto,
pero era lo mejor que había podido conseguir por un precio bastante
accesible. Dominique suspiró y llevó su mano al bolsillo de su pantalón
para sacar una pequeña llave que sería la de su nuevo y pequeño hogar.
Una vez hubo recorrido el lugar, tuvo una oleada de emociones, en
especial un gran sentimiento de dolorosa e insoportable nostalgia.
Claramente le costaría más de lo previsto acostumbrarse a vivir en esa
casa. Su única esperanza era no perder la cabeza.

Lo que Dominique no sabía era que desearía no haber pisado nunca esa
casa, ya que, se aferraría a ella por el resto de sus días...

Había terminado de desempacar alrededor del anochecer. También


había conocido la planta superior, la cual tenía un estilo mucho más
antiguo que el de toda la casa. Dedujo que ese piso nunca había tenido
remodelación alguna, pero aun así era bastante acogedor y por alguna
razón no le generó ninguna sensación mala. Al contrario, sintió una
especie de nostalgia tierna. No encontraba palabras para definir las

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tantas sensaciones que le transmitía. Eso la asustaba y la ponía
nerviosa.
Una vez que terminó de recorrer, se encaminó hacia su nuevo
dormitorio. Tomó una gran bocanada de aire y se acomodó entre las
sábanas con sumo cuidado. Se removió un poco buscando comodidad y
cuando la encontró se sintió extrañamente a gusto. “Debe ser por el
cansancio”, pensó para sí misma antes de mirar su celular para
comprobar si le había llegado algún mensaje importante. Al revisar
todo prestó atención a la fecha: 13 de octubre de 2023, eso decía que
faltaba poco para su cumpleaños. Finalmente, cayó totalmente rendida
en los brazos de Morfeo.
Algo que nuestra querida Dominique no notó debido al gran
agotamiento que había acumulado durante el día, fue que, unos
minutos luego de haberse quedado profundamente dormida, la cama
se hundió un poco del lado contrario al que dormía. Un cuerpo
desconocido se había acomodado al lado de ella y, al igual que
Dominique, cayó profundamente dormido sin dar a conocer su
misteriosa identidad. Pero, segundos antes esta misteriosa identidad
se preguntó por qué sentía una presencia a su lado si se encontraba
completamente sola. Intentó obtener alguna respuesta a su
escalofriante duda, pero, lamentablemente o no, el sueño ganó la
batalla y la derribó por completo.

Helene

Los pequeños rayos de luz que se colaban por su ventana hicieron que
poco a poco abriera los ojos. Irguiéndose, se quedó sentada sobre la
cama observando su habitación. Era extraño, sentía una sensación de
nerviosismo estando allí. Helene se levantó con rapidez y salió de la
habitación, casi huyendo. Necesitaba que esa insoportable sensación se
esfumara y la dejara tranquila. No lo entendía, no entendía por qué se
sentía de esa manera. Algo abrumaba su pecho y le impedía mantener
su respiración normal. Caminó hasta el baño y se encerró allí, tratando
de calmarse. Abrió el grifo del agua para despertar un poco su pecoso y
angustiado rostro.
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- ¿Qué sucede conmigo? - dijo mirándose fijamente al espejo y
tratando de conseguir alguna respuesta que la calmara.
Estaba a punto de salir cuando vio en el espejo el reflejo de un rostro
que no era el de ella. Helene quedó paralizada. Parecía como si hubiera
dejado de respirar. Todo empeoró cuando recordó lo que había sentido
la noche anterior: un peso en su cama mientras se quedaba dormida.
Casi se desmayó al darse cuenta, pero se obligó a calmarse cuando vio
en su reloj la hora que era: llegaría tarde a su trabajo.
Salió apurada, pero se detuvo para admirar el cielo. Era una cálida
mañana del 14 de octubre de 1962, pensaba Helene mientras caminaba
hacia su trabajo.

Dominique

Dominique caminaba nerviosa de un extremo a otro de la habitación,


sus manos se movían inquietas mientras se mordía el labio inferior
buscando una respuesta, su mente era un verdadero desastre. Su
preocupación se debía a lo que había visto esta mañana cuando entró
al baño: una mujer pelirroja, pálida y con pecas, más o menos de su
edad. Estaba reflejada en el espejo, como si estuviera en el mismo
lugar, pero de otra realidad o tiempo. Al parecer Dominique no era la
única que estaba sorprendida, ya que pudo notar el espanto en el
pálido rostro al ver a otra persona detrás del espejo.
No sabía qué hacer, ¿la volvería a ver? ¿Estaba loca? ¿Era real? No lo
entendía. Lo único que se le ocurrió en ese momento fue investigar si
esa persona era real. Tal vez su cabeza no estaba funcionando
correctamente pero había ganado la curiosidad.
Ahí estaba, un poco arrepentida, pero decidida. Eran las diez y media
de la noche y se encontraba en el baño frente al espejo, esperando que
la otra mujer apareciera.
Había pasado casi una hora cuando dejó de jugar con el celular para
darse por vencida e irse a la cama. Entonces, a punto de abrir la puerta,
le dio una última mirada al espejo. Y ahí estaba. Dominique perdió el
color de la cara cuando la vio. La mujer pelirroja se reflejaba en el

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espejo. Rápidamente, se acercó al espejo para tratar de llamar su
atención.
- Hola, - saludó Dominique hacia el espejo, esperando alguna
respuesta, más esta no fue como lo esperaba: la mujer del espejo casi se
desmaya cuando la vio.
- ¿Quién eres? - apenas musitó la pelirroja, asustada y confundida por
lo que estaba pasando.
- Oh, me llamo Dominique. Me he mudado a esta casa hace un par de
días,- dijo, tratando de sonar tranquila.
- ¿Cómo? Ésta es mi casa. Yo vivo aquí, sola- dijo Helene en apenas un
hilo de voz, aún más intrigada
- No entiendo, estoy rentando esta casa y aquí no vivía nadie, por lo
menos desde hace un buen tiempo.
- Eso no puede ser posible, yo compré esta casa hace unos pocos meses.
La habían terminado de construir justo unas semanas antes de que la
comprase,- explicó Helene, esta vez más calmada.
- Esto es extraño, no lo entiendo,- dijo Dominique, que ya comenzaba a
exasperarse.
- Es como si estuviéramos en el mismo lugar pero en diferentes
universos,- trató de explicar Helene, perdiéndose en la profunda
mirada de la rubia del otro lado del espejo.
- ¿Diferentes universos?
- Es la única respuesta que puedo encontrar,- dijo en un suspiro
- Es algo mucho más profundo que extraño, pero es aún más
interesante,- soltó emocionada la mujer rubia.
- Tienes razón,- dijo entre risas Helene.
- Por lo menos ahora tengo compañía, ¿no? Sinceramente estaba algo
triste por vivir en este lugar sola.
Solo recibió un tímido asentimiento de parte de Helene, pero este fue
más que suficiente que una gran sonrisa se pintara en los labios de
Dominique. Una persona cuerda tal vez no estaría tan emocionada de
encontrar a una persona desconocida tras su espejo, pero Dominique
parecía más feliz que de costumbre.
Así pasaron días, semanas y meses hablando con la bella mujer que se

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encontraba del otro de su espejo. Lograron entablar una amistad, una
amistad muy sincera y sana. Sin embargo, ambas evitaban hablar de
sus diferentes “mundos. Era un acuerdo mutuo. Descubrieron que
podían sentirse entre ellas, no solo en el baño sino en toda la casa, lo
que hacía que pareciera que vivieran juntas. Era agradable.
Dominique se sentía completa. Deseaba que nada cambiara. Deseaba
poder ver a Helene en el espejo al volver del trabajo. Deseaba sentir el
peso de Helene en su cama todas las noches. Deseaba que siempre
estuvieran juntas de alguna forma. Esta manera tan extraña de formar
una amistad la ayudó a sentir un vínculo mucho más profundo e
irrompible.
Un día, Dominique se encontraba frente al espejo, como todas las
noches, esperando ver a Helene luego de que esta llegara del trabajo.
Sin embargo, ya había pasado una hora, y Helene no aparecía.
Dominique intentaba convencerse a sí misma de que tal vez podría
haber salido, ir a la casa de sus padres, salir con su pareja. Había tantas
opciones y posibilidades que Dominique sintió angustia y decepción al
no saber dónde podía estar. Se dio cuenta de que realmente no sabía
nada sobre Helene y su vida, a pesar de que parecían tener una
relación tan profunda. Le dolía.
Esa noche Helene no se reflejó en el espejo. No sintió su peso en la
cama y no escuchó su hermosa voz. Tampoco al siguiente día, y al
siguiente tampoco. Dominique, finalmente, perdió la esperanza de
volver a ver a la pelirroja.
Se había rendido y convencido de que no la volvería a ver y de que
debería seguir con su vida, pero ¿por qué sentía un vacío tan doloroso
en su interior? Había conocido a una persona como un rayo de sol que
se colaba en los días más nublados y oscuros, y que se esfumó más
rápido de lo que creía y esperaba.
Esa tarde había salido a comprar, y mientras caminaba por la acera de
su casa, una pieza de periódico comenzó a volar debido al viento, y
cayó justo frente a sus pies. La tomó con curiosidad y al terminar de
leer ese viejo pedazo de papel, casi se desvanece de la sorpresa y
tristeza que inundó su cuerpo. Jamás dejaría esa casa, ya que eso

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significaría abandonar los recuerdos que le quedaban con Helene. No
quería dejarla ir, no la dejaría ir.

23 de diciembre de 1962
“SE ENCONTRÓ EL CUERPO DE UNA MUJER ASESINADA EN SU
PROPIO HOGAR”
La información que se logró obtener fue que esta mujer fue
Víctima de un asalto que terminó en, una horrorosa tragedia
Debido a que esta se resistió ante el ladrón.

Lo único que se sabe sobre la víctima es que


Su nombre era Helene Hargreaves y vivía sola.

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El cuaderno de Gabriela
LUCIANA SABAN

Había una vez dos hermanos, sus nombres eran Carlos y Gabriela. Eran
huérfanos, debido a que sus padres habían muerto en un accidente.
Vivían con sus tíos y primos en la ciudad de Londres.
Ambos vivían conformes y felices a pesar de la ausencia de sus padres,
ya que les alegraba mucho vivir con sus primos Caterina y Sebastián.
Carlos y Sebastián se la pasaban corriendo de un piso de la casa al otro,
mientras que sus hermanas eran más tranquilas. A Caterina le gustaba
mucho hacer manualidades o pintar, mientras que Gabriela prefería
leer y escribir sus propias obras. Por eso su cuarto estaba repleto de
libros, cuadernos y pinturas de su prima para las portadas.
Un día pasó algo muy raro: Gabriela se había quedado sin ningún
cuaderno para escribir porque su hermano y su primo habían usado el
último sin su permiso para jugar al tutti fruti. Gabriela, furiosa, le pidió
permiso a su tía para salir a comprar un cuaderno nuevo. Su tía se lo
dio sin ningún problema, ya que le encantaba que ella escribiera (don
que seguramente había heredado de su difunta madre que era
escritora dramaturga) y también porque ya había hablado centenares
de veces con Sebastián y Carlos sobre tomar cosas sin autorización.
Gabriela, acompañada por Caterina, fue a la librería, mientras sus
hermanos cumplían el castigo que les habían dado.
Cuando las chicas llegaron a la librería casi se mueren de emoción,
porque había ofertas tanto en pinturas como en cuadernos. Caterina
eligió cuatro pinturas metálicas. Gabriela compró un dos por uno que
había en unos cuadernos muy lindos. Cuando estaban pagando, la
señora que las atendió le dijo a Gabriela que si tenía algún problema
vuelva y le pregunte que no pasaba nada y que tenga cuidado con lo
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que escribiera. La niña, confundida, solo pagó y se fue.
Una vez en casa, se fue a su cuarto y, en vez de ponerse a escribir, lo
primero que hizo fue esconder uno de los cuadernos bajo su cama,
para que Carlos y Sebastián no lo encuentren. Luego comenzó a
escribir.
Inspirada en lo clásico, decidió hacer un conjunto de las obras de ballet
que conocía y las volcó en una sola. Describió con mucho detenimiento
la ropa de los bailarines, la música, el escenario etc… Cuando terminó
de escribir se dio cuenta de la hora que era: eran las siete de la tarde,
justo la hora de la cena.
Al bajar de su habitación, vio que la mesa no estaba puesta y que su
hermano, sus primos y tíos estaban vestidos de manera muy formal.
Gabriela, asombrada, lepreguntó a su tía qué pasaba. Ella le dijo que
irían a la ópera y que fuera a cambiarse. La niña obedeció.
Durarte el camino, Gabriela y Caterina se preguntaban qué función
sería la que verían.
Al llegar a la ópera, la familia se acomodó en el palco número cinco.
En cuanto comenzó la función, Gabriela no tardó en reconocer lo que
acababa de escribir, todo era exactamente igual a lo que estuvo
escribiendo. Gabriela no le dijo nada a nadie de su familia ni durante la
función, ni después, ni siquiera en el camino de vuelta.
Cuando llegaron a la casa, Gabriela fue a su habitación y revisó el
cuaderno en el que había estado escribiendo. Al verlo, se sorprendió, ya
que estaba vacío, pero prefirió no hacer nada y esperar hasta la
mañana siguiente.
Al día siguiente, le pidió permiso a su tío para ir a la librería, con la
excusa de que los cuadernos eran de mala calidad.
Cuando llegó a la librería, vio a la señora que la había atendido el día
anterior y con vergüenza le comentó lo que había pasado. Antes de que
la señora pudiera contestar, ambas escucharon ruidos que provenían
de la sala de al lado. La señora fue a ver qué pasaba. Mientras esperaba,
Gabriela notó que ya no se escuchaban ruidos sino voces. Cuando la
señora regresó, le dijo que ya todo estaba resuelto y que podía irse.
Gabriela, muy extrañada, volvió a su casa, fue a su cuarto, buscó el

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cuaderno y vio que todo lo que había escrito el día anterior, estaba de
nuevo ahí.
Gabriela decidió actuar como si nada hubiera pasado. Unas semanas
después la librería y la ópera cerraron repentinamente. Nadie de la
familia se preguntó qué había pasado, salvo Gabriela, que después de lo
ocurrido, se alejó un tiempo de la escritura y colorín colorado este
cuento se ha terminado.

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Vivo Per Léi
ÁMBAR FABBI

19-3-1976. 07:48am

Faltaban pocas millas para que la embarcación proveniente de Italia,


llegase a Buenos Aires, dos para ser exactos. D'Angelo Francesco, ya
estaba por terminar el conflicto de su reciente libro de guerra y amor,
titulado “¿Questa è la fine?”. Estaba entusiasmado. Tenía pensado
poder publicarlo en su nuevo país de residencia, para que así, la lectura
de ficción y romance volviera a florecer, como lo había sido con
“Romeo y Julieta” en 1597 o “Cumbres borrascosas” de 1847.
Pero no todo fue como pensó. Al llegar, las horas para poder ingresar al
puerto se hicieron eternas, no sabía el porqué, pero decidió esperar.2…
3…5…9…12hs.
Las horas pasaban, pero él no avanzaba. Estaba todavía retenido sin
poder pasar. Hombres uniformados y con armas lo miraban con cara
de desconfianza y repudio. Pensó que tal vez era por su atuendo o
edad, ya que al fin y al cabo tenía 19 años, y su estatus social era bajo.

22-3-1976. 13:08pm

Francesco en total había pasado un día y medio retenido lo cual le


sorprendió, pero pensó que era normal por ser extranjero, ya que los
papeles podrían ser difíciles de comprobar o algo por el estilo.
Después de terminar con el papeleo decidió tomar su maleta e ir a su
nuevo hogar. Imaginó con ilusiones.
Al llegar vio todo lo que pensaba encontrar: una cama, la cocina, el
baño y una pequeña sala de estar. Cansado, dejó su maleta en el piso, la
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abrió y tomó el borrador de su novela, una pluma y lo necesario para
así poder seguir esa trama, que tanta ilusión e intriga le producía.

22-3-1976. 19:36pm

Habían pasado varias horas desde que empezó a escribir, por ende, su
estómago le daba indicios de hambre. Ante esto decidió tomar algo de
dinero de una cajita en su maleta, no tanto, para así ir hacia un
“almacén”. No tenía muy en claro de lo que se trataba, pero al entrar
vio algunas cosas familiares como lo eran “le lenticchie”, “riso”,” i
fagioli” y algunas cosas más que podía llegar a reconocer de esos
enormes frascos de vidrio llenos de legumbres.
Estaba por irse del lugar luego de comprar unas pequeñas galletas y
otras cosas necesarias para su estadía, pero vio pasar un auto. Uno
lujoso, de color perla, recientemente limpio, pero notó algo que se
llevó toda su atención. En la ventanilla baja de la parte trasera del auto
se encontraba una chica de pelo negro, parecía ser castaño, pero los
ojos oscuros ininteligibles de aquella joven lo habían flechado.

24-3-1976. 09:19am

Francesco se había levantado hacía unas horas ya que los rayos de sol
le daban esa sensación de calidez a sus ojos, y le molestaba un poco. Se
paró de su cama. Desde la calle se escuchaban unas bocinas y gritos. No
llegó a entender qué decían así que bajó a ver. Se encontró con tanques
militarizados, personal uniformado y se podían llegar a escuchar en los
megáfonos de los autos: “Hoy la Argentina empecerá su «Proceso de
Reorganización Nacional» bajo el mandato de nuestro líder, Vid…”. Un
escalofrío recorrió el cuerpo del chico. Sentía algo de miedo, pero al
darse la vuelta para entrar a su departamento pudo ver a una chica que
era llevada por un comisario a la fuerza.
Entró rápidamente a su vivienda, había quedado perplejo ante tal
situación así que su respiración era agitada, algo inestable.

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Decidió sentarse y pensar en cosas bonitas tal vez; se acordó de su
familia, su hermana pequeña, pero, en un abrir y cerrar de ojos, ese
pelo, esa cara pálida se le vino a la mente.
Aquella chica, la cual había vistos días antes en el auto lo había dejado
prendado, casi… embelesado.

29-03-1976. 13:48pm

Desde ayer a la noche se hizo muy popular la idea de grupos


represores/militantes los cuales secuestraban y torturaban a que
aquellas personas que pensasen diferente o incumplieran alguna
norma. Ante esto D'Angelo sintió miedo, ya que, si seguía escribiendo
su libro, por más qué no quisiese correría peligro.
Guardó todos sus escritos debajo del sofá. La tinta y la pluma,
quedaron en una maceta de la sala de estar.
Tenía que buscar la correspondencia, así que bajó hasta la entrada del
edificio, pero algo lo dejó perplejo, como una estatua. Aquella chica de
pelo largo como los troncos de los árboles, ojos radiantes como el sol,
pero oscuros como la noche, se acercaba hacia él. Sentía que no podría
llegar ni siquiera a hablarle, pero al final del día su mayor logro había
sido entablar una charla. Sabía su nombre, María Claudia, pero sobre
todo eso tenía muy en claro sus sentimientos por aquella chica del
auto color perla.

19-04-1976. 20:08pm

Pasaron los días, y Francesco recibía cartas de ella, y ella de él. Ambos
tenían algo en común, su amor. La necesidad de escribirle era inmensa.
Poder expresar todo lo que sentía en palabras era hermoso y más si se
trataba de tal persona, que desde ese día no veía, pero se escribían.

28-04-1976. 10:45am

Hace días se rumoreaba la posibilidad de secuestros luego de una

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“inspección de documentos” sobre todo para automovilistas que
circularan sin papeles, por eso mismo el miedo de Francesco creció.
Creía imposible la posibilidad de volver a verla en caso de haber sido
secuestrada, pero los versos de amor y preocupación, todavía seguían
siendo enviados por parte de él:
Claudia: ¿De qué color son realmente las olas del mar? Si al volver a la
orilla son blancas como la nieve. ¿Sobreviviste bien a la corriente?
Inmóvil como una roca ¿podrías quedarte?
Encenderé la luna en mi pequeña chimenea, ¿podrías quedarte? Sin
necesidad de magia. Solo quédate aquí, sé que tú también necesitas
que te abrace.
Francesco.

24-06-1978. 13:29pm

Habían pasado dos años desde la última carta enviada por Claudia.
Francesco ya tenía 21 años y un trabajo. Su amor por aquella muchacha
seguía, pero intentaba olvidarlo, ya que su falta de información por
parte de ella le preocupaba. Le daba miedo. Era época de mundial así
que decidió ir a verlo a pesar de no gustarle mucho.
El partido estaba a punto de terminar y Argentina sería campeón del
mundo si lograba un gol más. Y así pasó. Las personas saltaron y
empezaron a festejar el logro, pero, entre la multitud pudo reconocer a
alguien.
Sin pensarlo empezó a correr en dirección a aquella cabellera larga de
espaldas. Tocó con sutileza el hombro de esa persona “desconocida” y
pequeñas gotas de agua empezaron a desbordar de sus ojos. Era ella,
Claudia, la mujer que había hecho que su corazón volviera a palpitar
con rapidez, como nunca antes.
la cara de aquella chica era de confusión, pero alegría a la vez.
Francesco no dijo nada y simplemente la besó, la besó porque sentía
que todo el mundo se paraba, y que solamente eran ellos dos.
La emoción de ambos era inexplicable, así que decidieron salir del
amontonamiento por los festejos y hablar más tranquilos. Los dos

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tenían muchas cosas que decir debido al tiempo, la distancia y la
preocupación mutua.
Claudia por su parte, había sido secuestrada y torturada por militantes
debido a una protesta en su escuela, por un boleto estudiantil. Estuvo
un año sin tener contacto con el mundo exterior, de hecho, sabía de la
existencia de las cartas de su amado, pero no tenía posibilidades de al
menos guardarlas. Éstas eran quemadas o rotas en frente de sus
propios ojos, por miedo a la exposición de las torturas. Por eso, este
último tiempo, luego de su liberación, estaba volviendo a
reincorporarse a la sociedad e intentando buscar pistas sobre el
paradero de Francesco, aquella persona que todavía seguía presente en
su corazón.
D'Angelo también, tenía muchas cosas que decir. Había empezado
nuevamente su historia, la cual tuvo que abandonar por la represión.
Consiguió trabajo en un “almacén” y ésta pudo comprar aquel
“scrivania” que tanto anhelaba. Pero se dio cuenta de que lo que en
realidad pretendía y ansiaba era volver a ver a Claudia y poder sentir
su presencia, que tanta falta le hacía.
Uno y otro se volvieron a abrazar, y prometieron no separarse nunca,
ya que, al fin y al cabo, fue lo que más les dolió a ellos, a tal punto de
que Francesco dijera:
- Creía imposible volver a verte, pero ahí estabas, mi amada, la mujer
por la que viviría y moriría.

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Algo en Naranja
LARA MINARDI

4 de noviembre

El rayo de luz naranja pasa por mi balcón. Tik tak, tik tak, son las 19:30.
Tik tak, me quiero ir con vos, atardecer. Tik tak, necesito saltar. Tik
tak, lo voy a hacer.
De repente escucho un ruido fuerte, un chillido y un lamento. Un
perrito y su lloriqueo. Bajo a buscarlo, con la esperanza de poder salvar
su aún corta vida. Era solo un cachorro y ya había vivido las injusticias
de una humanidad desalmada.
En el medio de la calle lo encuentro, me mira con su patita envuelta en
sangre y unos ojos que imploraban ayuda, sin poder emitir ningún
sonido. El tik tak vuelve a mi cabeza y el naranja del cielo ilumina mi
destino. Si yo me iba a ir de acá… le tenía que dejar algo bueno al
mundo.
Agarré al cachorro que parecía tener unos cuatro o cinco meses. Tik
tak, el reloj corre. Tik tak, el colectivo no llega más. Tik tak, el perro me
mira con ojos casi apagados. Tik tak, faltan dos cuadras para la
veterinaria, ruego porque siga pestañando.
Llegamos. Luca, ese es el nombre que le puse. Me recuerda a alguien
que me hizo sentir viva, me dejó y con él se fueron las expresiones de
dicha en mi rostro. Algo hace que el reloj pare… tik tak… se desvanece.
Este perrito traería vigor y la vida volviera a ser vida.
Algo naranja me dice que esto no se termina acá. Ese color que te hace
sentir energético se fue convirtiendo en un negro con pequeños
destellos en el cielo. Cayó la noche, pero no callaron sus voces.

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El perrito estaba siendo atendido, debo admitir que el veterinario es
bastante lindo. Se llama Benjamín, parece joven, no debería inspirar
confianza por su evidente poca experiencia, sin embargo dejé en sus
manos ese alguien de quien depende mi existencia.
Benjamín me dice que lo tienen que operar, tiene moquillo y la cadera
rota. Lo llevan a cirugía. Creo que estoy perdiendo las esperanzas…
más vale que le pongas ganas, Luca.
Me quedé dormida, me despertó el rayo de sol y una lamida. Cuando
abro los ojos, veo un pitbull moviendo la cola y a su dueño alejándolo
de mí. Aunque era muy bonito, no quería cariños ahora.
-Ah ¡miren quién revivió!- me dijo con un aplauso el veterinario
-¿Cómo está mi perro?- “¿mi perro?” pensé para mí.
-Bueno, su cadera va a estar bien. Con respecto al moquillo… sabemos
que es una enfermedad complicada, se está agravando pero hay que
darle fuerza.
¿Cómo le voy a dar la fuerza que ni siquiera yo tengo?

12 de noviembre

Me llevé a Luca a casa después de una semana internado. Le hice una


camita al lado de la mía con juguetes. Le compré premios y ropita
linda, creo que eso les gusta a los perros. Mandé a hacer una correa con
una chapita y su nombre grabada en ella, el color rojo le va a quedar
bien en su pelaje negro.
Pensé que sería imposible encontrar a alguien o algo que me salve,
pero acá está. Bienvenido Luca.
Luca parece feliz, está recostado conmigo en la cama mientras le hago
mimos. Cada vez me encariño más y no lo puedo soltar…
Salimos a pasear hoy, lo llevé en un carrito de bebé. Todos lo miraban y
se reían. Él estaba preocupado, no por las evidentes miradas, sino
porque era la primera vez que volvía a la calle después del accidente.
Estaba asombrado, todo lo quería oler, se movía en el carrito para
intentar agarrar las flores que se desprendían de los árboles y sacudía
mucho la cola, parecía que no le importaba todo lo que estaba pasando
en su cuerpito.
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20 de noviembre

Luca ya empezó a intentar robarme la comida. Comemos juntos en la


cama. Entiendo que es un cachorro, pero no sé qué tan bien le hace
comer fideos con tuco o milanesa a la napolitana. En fin, estos días
estuvo más apagado, ya no mueve tanto la cola y llora seguido, mañana
iremos a la veterinaria para ver si avanzó o disminuyó el moquillo. No
quiero ir, me da miedo, hoy no lo voy a dejar dormir en su cama,
dormirá conmigo. Días llevo escuchando ese tik tak, tik tak. Luca no te
vayas, tu ausencia me matará. Esto no se acaba acá.

21 de noviembre

Despertamos abrazados, nunca había sentido ese calor tan contenedor,


me puse a llorar. Luca se preocupa por mí. Él no sabe que lo que sigue
no es bueno, el naranja del cielo y el tik tak marcan nuestro destino. No
los dejes ganar, Luca. Naranja marca el final de nuestro camino. Tik tak
marca la hora y nuestro último lamento. Luca, somos una serendipia,
no algo efímero.
Estamos yendo al veterinario. El tik tak me está apurando. Tik tak,
cada vez más rápido.
Ya llegamos, Luca.
Lo dejé con Benjamín, me sonrió bobamente. ¿Piensa que no sé qué
está ocurriendo? Una sonrisa no es consuelo, una sonrisa no es
solución, una sonrisa no cura, una sonrisa apagaba mis esperanzas. La
única sonrisa que quiero es la de Luca, mi cachorrito sacando la lengua
y moviendo la cola feliz. Pensé que íbamos a vivir, Luca.
Vuelvo al pasado en mi cabeza. Mis papás por fin estarían orgullosos de
que hago algo con mi vida, aunque siempre lo hice y ellos ignoraron
mis esfuerzos.
Vuelvo a mis pensamientos, toda la vida que imaginé en dos semanas.
Pensé que iba a ser diferente, me ilusioné, que tonta.
Bueno, nos iremos juntos. ¿Nos encontraremos? Quiero descubrirlo.

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-Lo dejamos internado, tiene una infección y su moquillo empeoró
rápido. No puedo darte esperanzas ¡pero la fe es lo último que se
pierde!
-Gracias.
Gracias dije, aunque cada palabra que sale de su boca son puras
dunderas. Lo sé y él lo sabe, solo que elige mirar a otro lado. Yo miro el
naranja del cielo, ignorando el tik tak. Solo espero.
Me voy. Me voy a mi casa. Le di un beso antes de partir. Mañana
volveré a verte, le dije. Espero poder hacerlo.
Ya estoy en mi casa, veo sus juguetes y su camita. Lloro. No quiero
perderlo. Lo necesito. ¿Por qué lo hago? Solo es un perro que conozco
hace 17 días.
Me recuesto en mi cama, abrazo la almohada. No es tan suave como
Luca, pero imagino que su calor es el mismo. Te extraño, Luca, todavía
no te has ido pero realmente lo hago. Me duermo, mi almohada mojada
por lágrimas que no cesan.

22 de noviembre

Estoy yendo al veterinario, hoy veré a Luca. Ya quiero acariciarlo, una


noche sin él y ya lo siento. Siento su falta.
El colectivo siempre viene atrasado. Me da miedo sacar el celular en la
calle o incluso en el transporte. Me llaman de un número que no
reconozco. No atenderé.
Llegué a la veterinaria.
- ¡Ahí estás! ¿Por qué no contestas el celular?
- Estaba en la calle, no quiero que me lo roben.
- No importa. Luca está grave… necesita un tratamiento costoso y ya es
muy tarde para dárselo. Está sufriendo mucho, todo lo que siente es
dolor.
- ¿Estás sugiriendo… dormirlo?
- Es lo más sensato.
- No podemos. La esperanza es lo último que se pierde, dijiste. No
quiero. No podemos. Lo necesito. No se puede ir.

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- Sí, podemos. Tenemos. Si lo querés, lo dejarás ir en paz. Está
sufriendo. Vos y yo sabemos que no merece esta tortura.
- No…
- ¡No seas egoísta!
Rompo en llanto, no quiero dejarlo. Quiero irme con él.
Debo dejarlo ir, lo amo. No quiero verlo así, no quiere rendirse pero yo
lo debo hacer, va a descansar en paz.
- Debemos hacerlo, entonces…
- Sé que es una decisión difícil, pero esta vez es la correcta.
Entramos a la sala donde estaba mi bebé. Lo veo con ojos llorosos.
Mueve la cola, no le importa su dolor.
Cómo te voy a extrañar, gordo. Lo acaricio mientras pienso en cada
momento que vivimos, por más bobo que sea. Cuando salimos a pasear
e intentabas agarrar las flores, cuando mirábamos la tele y le ladrabas a
los gatos de la película, cómo roncabas cuando dormíamos juntos… sos
inolvidable, Luca.
El tik tak se hace fuerte, Luca se está durmiendo.
Adiós, Luca. Nos vemos en un rato. Lo imposible vino y se fue. Me dejó.
El mundo no me quiere con él.

23 de noviembre

No aguanto más, lo medité, acá estoy. El naranja del cielo nunca se fue.
Me dice que salte con él.
Es una nube, parece un perro. Me río. Luca está ahí, Luca me está
llamando. Saltá. La vida es muy complicada para vivirla sin vos. Voy a
saltar.
Estoy en el balcón. Veo la ciudad. Me fijo que no haya más perros que
rescatar… aunque ya no me quedan fuerzas.
Me dejo caer, treinta metros al suelo. Veo cómo pasa la vida, lo
inservible de mi existencia y el espacio que ocupo en el mundo. Veo a
mis padres, siempre enojados y arrepentidos de haberme engendrado.
Comparándome con mis hermanos, mis notas bajas, mis trabajos
perdidos, Luca.

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Me desmayé a mitad de camino, faltaban unos metros.

12 de diciembre

Me despierto en una cama de hospital con algo en la garganta, no me


puedo mover mucho. Vino una enfermera y dos doctores bastante
inexpertos. Me sacan el tubo de la garganta y me doy cuenta de lo que
pasó… el naranja me dijo que salte y el destino me dijo quédate.
Pasaron una o dos horas y llegó mi mamá, está llorando. Mi papá
parecía tener una pesadumbre exagerada. Se hacen los que se
interesan y es la primera vez en años que cruzan una palabra conmigo.
Les dije que se vayan y, por primera vez, me hicieron caso.
Más tarde, llega una enfermera diferente a la que estaba en la mañana.
Me avisa que vino una visita más, que su nombre era Benjamín.
-Buenas tardes, señorita.
Cerró la puerta y abrió su mochila, tenía un cachorro inquieto que
quería saltar a mi cama y lo logró, porque el veterinario no pudo
evitarlo.
El cachorro me dio besos en toda la cara. Movía la cola, saltaba y
lloraba. Parecía que no nos habíamos visto en meses, aunque en
realidad no lo conocía.
Hablé un rato con Benja. No tocamos los temas evidentes, solo sobre
las partes buenas de la vida. El cachorro se cansó de hacer ruidos de
emoción y se acostó a dormir en mi hombro… como lo hacía Luca.
Contuve las lágrimas y solo lo dejé dormir.
Más allá de mi intento por evadir mis sentimientos, sabemos que el
destino me quiso dejar en vida, mientras que a Luca también lo dejó en
vida… pero de una manera diferente.
Tal vez, algo en naranja quiso que no nos separemos y nos dice que
esto no se termina acá.

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No Todo Sería
Como Siempre
AZUL PASCUZZI

Era una mañana muy fría y húmeda de otoño, las hojas marrones y
secas caían lentamente.
Celeste se despertó escuchando el horrible sonido de su alarma,
mientras se quejaba y reprochaba el tener que ir a la escuela, que era
una de las cosas que más odiaba en el mundo. Además, para su mala
suerte, en la escuela tendría inglés y matemática, que para ella eran las
materias más pesadas, pero al menos tendría literatura, su materia
favorita. Lo único que deseaba en la escuela, además de volver a su
casa pisoteando las hojas secas. Eso era lo que la calmaba cuando tenía
días malos.
Mientras se preparaba para la escuela imaginaba se día, como los de
siempre, llegando unos minutos tarde, aún sin desayunar y corriendo
como Usain Bolt. Imaginaba a todos de a dos en los bancos, mientras
ella se sentaba sola, como siempre, todos riendo, charlando y felices
aprovechando esos minutos antes de que llegara la profe y ella sola,
como siempre. Y cuando alguien que no era Juani ni Loli, sus únicas
“amigas”, se le acercaba a hablar por lástima, hacía como si todo
estuviera bien, y que estaba sola porque era tímida, como siempre.
Sólo timidez.
También imaginaba a Juani y Loli planeando juntarse, ir al cine y
pijamadas sin ella, lamentablemente, como siempre. Y que la
ignoraban, le hablaban sólo para pedirle ayuda en sus tareas, siendo
incapaces de pensar en Celeste al menos una vez, aún sabiendo que
ella daría todo por Juani y Loli. Se imaginó en el recreo corriendo como
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una tonta tras ellas para no quedarse sola, escuchando las
conversaciones en silencio porque cuando quería hablar la
interrumpían y hablaban por encima de ella. Eso era otra de las cosas
que más odiaba en el mundo.
Cuando terminó de prepararse e imaginar el horroroso día que tendría
susurró: como cada día, semana y mes. Mi vida es un cuento sin
principio ni desenlace: sólo un nudo.
Luego de desayunar, salió de la casa lento. No le importo llegar tarde,
ya era normal para todos. Al arribar a la escuela quedó
exageradamente sorprendida, faltaban unos minutos para que el
portón abriera. Hasta ella misma pensaba que era una pavada, pero
desde ese minuto sintió que esa mañana, y su día en general, sería
diferente y mejor.
Después de ingresar, llegaron dos chicas muy gritonas, llamadas Mili y
Viki, pero lo que tenían de gritonas, lo tenían en bondad y amabilidad.
Fueron a hablarle, así como si nada, quizá porque no estaba con Juani y
Loli, o tal vez porque llegó temprano, pero Celeste se dio cuenta que no
era por lástima, porque la frase no empezó con "¿estás bien?" o "¿Cómo
estás?" Empezó con un "hola" que lo escucharon hasta en Surinam. Se
presentaron aunque Celeste ya las conocía de vista y ellas ya la
conocían. Estuvieron hablando, realmente querían saber sobre ella.
Viki le propuso que se sentaran juntas, que estuviera con ella y sus
otras amigas en el primer recreo.
Al entrar al salón se sentó con Viki y sus amigas. Al principio se sentía
fuera de lugar, casi ni hablaba, pero luego de tomar confianza, se
mostró tal cual era y ellas la aceptaron. En el segundo recreo fue con
Juani y Loli. Celeste quedó indignada al enterarse que ellas estaban
enojadas porque se había sentado con sus nuevas amigas.
- Ahora nos venís a buscar,- dijo Loli con tono enfurecido.
- Después de habernos abandonado por esas tontas – agregó Juani,
despectiva.
Celeste dijo gritando, y por primera vez de forma autoritaria, ya que
no se dejaría pisotear por ellas:

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- ¿Qué les pasa? Si no les afecta en nada, siempre me siento sola, me
ignoran en el recreo, pareciera que sólo existo para que me pidan la
tarea, y no les digo esto sólo porque se enojaron ahora, se los digo por
todas las veces que me dejaron sola, que se juntaron sin mí y ahora
tienen la cara para decirme, esto parece que me están cargando.-
Después de unos segundos de silencio, agregó mucho más calmada: -
Después soy yo la que las abandona,- y las chicas se fueron indignadas
pero en silencio, porque no había más que agregar.
Cuando volvió con Viki y Mili, les contó todo lo que había pasado. Mili
la quiso consolar pero Celeste estaba mejor que nunca, por fin se había
liberado de su supuesta única opción. Al fin se había dado cuenta de
que ellas no eran eso, que podía conseguir más por lo que era, no sólo
por la tarea. Ella ya se había descargado, liberó todo lo que la
presionaba. Quizás no todos los días se sentaría con alguien, pero no la
dejarían nunca más sola, ya podría hablar sin que la interrumpieran y
ya no tendría que odiar la escuela, por fin alguien pensaría en ella, ya
no tendría que calmarse con un par de hojas secas porque las tendría a
ellas, sus nuevas amigas, que sí la querían con todo lo que implicaba
ser Celeste, ya no todo sería como siempre. Sería mejor.

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Canejo y Aijuna
MÁXIMA BULLA AGÜERO

Tita era una niña común que iba a 5to grado, y, por la tarde, ayudaba a
sus padres en tareas de la granja.
Un día mientras trasladaba sus ovejas al otro lado de la montaña, le
sucedió algo poco común.
El calor era grande ese día y ella se sentó a descansar bajo un árbol.
Mientras veía a Dinka (su perro) correr a una oveja que se había
escapado, se distrajo con el olor nauseabundo que venía del arroyo
cercano. Se preguntó qué sería eso, aunque lo presentía. Se levantó y
fue al arroyo a ver, y al instante Dinka la vio y la siguió también.
El arroyo que antaño fluía transparente y limpio, ahora lo hacía con un
color barroso, olor feo y arrastraba restos de residuos.
Mientras ella se indignaba por el hecho, dio un pisotón sobre la tierra y
exclamó: ¡Deseo Justicia!
El viento comenzó a soplar y de repente una voz finita le dijo: Tita,
aquí abajo.
Dinka levantó una oreja y miró que en la orilla opuesta había un sapo
parado en dos patas saludando con la mano. Cuando ella lo vio se
sorprendió, pero no se asustó porque sentía en su corazón que algo
bueno pasaría.
El sapo dijo: “Hazme justicia. Yo soy la tierra que pide ayuda.”
Cuando ella iba a contestar, el sapo habló nuevamente: “Tendrás la
fuerza de la tierra para enmendar a los que no entienden”. Luego, el
sapo de un salto desapareció detrás de un yuyo.

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El día prosiguió normalmente, aunque ella se acostó temprano
rememorando y tratando de pensar que solo había sido una visión
producto del calor y el cansancio.
Al día siguiente, de camino a escuela, pasó por la puerta de la fábrica,
pero esta vez una sensación casi automática la recorrió y un
pensamiento le dijo: “Aquí es”.
Al doblar la esquina, se acercó al alambrado y rasgándolo con las
manos, lo atravesó fácilmente.
Se acercó al silo y de un golpe abrió un hueco y todas esas semillas se
derramaron. Ella dijo: “¡Volveremos a las semillas de nuestros
ancestros!”
Se alejó sin ser vista y consciente de sus nuevos poderes.

Un par de días después…

Tita estaba en su clase de matemática cuando escuchó un “Toc, Toc,” y


luego un susurro “Tita, vení afuera”. El sapo la llamaba.
Con la excusa de ir al baño, se reunieron en el patio, y él dice:
- Ve a la puerta de la fábrica y dile a los granjeros que no compren más
semillas modificadas ni pesticidas.
Rápidamente ella abandonó la escuela, y montando sobre Aijuna (su
caballo) que la esperaba afuera, salieron como rayo.

En la puerta de la Fábrica…

Ella se paró frente al portón de entrada que ya estaba por abrirse y


dijo:
- No compren. Sus hijos están enfermos, en el río ya no hay peces, sus
animales mueren, y sus tierras cada vez producirán menos.
Un granjero dijo: “Lo sabemos, pero… ¿y qué plantaremos?”
- Esta vez yo proveeré y luego haremos como antes, reservando
semillas de nuestra cosecha.
De repente se abrió el portón y salieron los guardias con palos

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lanzándose contra Canejo, que era Tita convertida en superhéroe.
Canejo sacó las boleadoras y batiéndolas en el aire los alejó. Aijuna
también lanzaba coces y relinchaba.
Ella dijo: “Gringos, vuelvan a su país que acá ya hicieron bastante
daño.”
Los guardias retrocedieron.
Un periodista de la TV preguntó a un granjero: “¿Y esa quién es?”
El Granjero también pregunto: “¿Y ustedes que hacen acá?”
El periodista dijo: “Un llamado telefónico de alguien llamado Sapo.”

Al entrevistarla, ella decía lo que verdaderamente estaba pasando con


la tierra, pero los periodistas y granjeros no creían y tampoco querían.
Periodistas: “¿Nos cuenta un poco lo que pasó acá?”
Canejo: “Lo que pasa es que no están deteniendo las industrias que son
las que contaminan, con las semillas como la soja, el suelo se debilita al
plantar eso, (después de plantar no tiene la misma fertilidad), además
de que afecta a la tierra también afecta a las personas a largo plazo
trayéndoles enfermedades. Los gringos vinieron y pusieron sus
empresas acá para contaminarnos.”
Los periodistas al escuchar esto cortaron la transmisión en vivo y la
quisieron echar porque ellos sabían que si dejaban que hablara, que en
realidad era lo justo para que supieran lo que estaba pasando, le iba a
traer problemas al noticiero.
Canejo y Aijuna estaban planeando su batalla final para que detuvieran
todo este tipo de actividad contaminante para la tierra. Monsanto iba a
ser la final. Mientras planeaban, golpearon la puerta y cuando abrieron
vieron que estaba la policía. Canejo intentó correr, la atraparon y la
subieron a la camioneta. Por su lado, Aijuna no fue atrapado y se fue
corriendo con tristeza porque sabía que tal vez no volviera a ver a su
dueña. En la cárcel la interrogaron, pero no dijo nada, sabía que la iban
a detener en su plan de hacer justicia. Pasaron días y días, ella ya no
tenía esperanzas de salir de ahí, cuando por la ventana vio que Aijuna
con el sapo había venido a rescatarla. Derrumbaron la puerta e
hicieron un desastre. Se fueron a toda velocidad a la marcha para
accionar su plan.
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Cuando llegaron vieron cómo los policías y la gente se estaban
peleando violentamente en la entrada de la fábrica. Canejo decidió
correr a toda velocidad hacia dentro de la fábrica, pasó por toda la línea
de policías y salió de allí con lastimaduras, pero siguió hasta encontrar
dónde producían las semillas modificadas. De pronto vio llegar al jefe,
que le dijo:
- Dame varias razones para que yo detenga la producción.
Canejo respondió: “Usted sabe que la soja y otras semillas modificadas
contaminan la tierra y afectan a las personas, pero como usted no las
consume y esta producción le llena los bolsillos no lo para. ¿Por qué no
lo para?”
El jefe dijo: “No lo paro porque no me afecta.”
Canejo, cansada de discutir, lo agarró y lo tiró al piso. El problema fue
que se levantó y la empujó contra el piso, lo que causó que cayera
sobre una de las lastimaduras que tenía, dejándola debilitada. El jefe
aprovechó e intentó arrastrarla hasta la entrada, pero no pudo…
porque Aijuna corrió y se lo llevó a algún lugar donde no pudiera hacer
daño. Con sus pocas fuerzas, Canejo se levantó y detuvo las máquinas
que estaban produciendo y empacando las semillas.
Al ver lo que sucedía, los policías no pudieron contra la multitud y se
retiraron dejando la victoria a Canejo y Aijuna.

57
Te Olvidaré
LUCÍA CARBONELL LOBOS

La verdad, no me entiendo.
No entiendo por qué no te dejo ir.
Odio escuchar el ruido de la puerta cuando te adentras en la casa,
vienes y me consumes, con tus caricias y besos absorbes mis energías y
mis razones. Me acosas por las noches cuando voy caminando por la
calle de camino a casa. Provocas en mí un temblor incesante, junto con
un llanto incontrolable.
Tus ojos llenos de oscuros pensamientos envuelven mi garganta y me
ahogan. Ese nerviosismo, con una fuerte presión en el pecho que no me
deja respirar.
Cuento hasta quince, me duele el pecho, sigo contando. Poco a poco
noto cómo te vas alejando de mí y tan lento como vienes, te vas sin
dejar ninguna huella.
Siento que mi cuerpo se paraliza, trato de no escuchar tus estúpidas
conversaciones, pero es imposible. Siento esa obligación de escuchar
cada palabra que sale de tu boca. Es tan agotador saber que me hacés
cada día peor, pero no puedo, simplemente no puedo alejarme de ti.
Es difícil hacer ejercicios de respiración e intentar calmarme. Tener
que continuar con mi día a pesar de cómo me sienta. Hay momentos
en los cuales me frustro conmigo misma, tratando de descifrar el por
qué me pasa esto contigo, pero no obtengo la respuesta. Lo que he
tratado de hacer es escuchar mi mente y olvidarte, pero no lo logro.
Esos recuerdos en los que éramos tan felices, acostados en el césped
mientras mirábamos las nubes, me hacen sentir sola y eso me destruye
por dentro.
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Sé que con el tiempo esos pensamientos pueden venir más y más
fuertes, sé que esa horrible presión en pecho puede ganar y esas
inmensas ganas de llorar no se van.
Si te soy sincera, ya estoy harta de verte con otra persona que no sea
yo. Cómo desearía ser Maddie, para estar entre tus brazos y ser felices
de nuevo. A ella la ves con unos ojos diferentes. Vos no me mirabas así,
esa mirada brilla más que las estrellas en la noche, se nota que a ella la
amas más que a mí.
Iba caminando por el lugar donde me pediste ser tu novia. Te estoy
viendo con esa chica, en ese banco color rosa al que siempre íbamos en
las tardes. Me quedé realmente sorprendida, no pude evitar espiarlos,
vi que estaban abrazados y con unas grandes sonrisas en sus caras.
Tengo que admitirlo, Maddie es bella, sólo que hay ocasiones en las que
desearía que ella no existiera. Se escucha muy egoísta de mi parte, lo
sé, sólo que no estoy pudiendo dejarte ir, no quiero.
Al parecer tú ya me olvidaste por completo, pero, ¿por qué sigo aquí?
Todos avanzaron y olvidaron el pasado, se enfocan en el presente, y yo
sigo en este bucle, parece no tener fin.
Intentaré tomarme un tiempo para sanar, me iré del país, viajaré a
Seúl, Corea del Sur y volveré a España cuando esté lista.
Pasaron los años y soy una nueva persona. Conocí gente muy amable e
hice nuevos amigos, aprendí muchas cosas en estos ocho años. Una de
las cosas más valiosas que aprendí fue la palabra “ayuda” me di cuenta
que no está mal pedir ayuda, antes quería hacer todo sola, ayudaba a
mucha gente, pero nunca me di cuenta que me estaba cayendo a
pedazos, estaba derrumbándome, y aquí en Seúl hice una linda
amistad. Ella es Yu-jin, es ese tipo de amistades que te escuchan, te
ayudan en tus peores momentos, y tú misma sabes que van a estar en
las buenas, como en las malas.
También me recibí de psicóloga. Estoy dispuesta a ayudar a la gente
que esté pasando malos momentos. Yu-jin estuvo conmigo el día en el
que me recibí, ninguno de mis familiares me acompañó, y ella sí, por
eso y muchas cosas, valoro mucho su amistad.

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Me reconstruí, mejoré como persona y me di cuenta de que no tengo
que depender de nadie para ser feliz, soy una mujer independiente que
está viviendo su vida de la mejor manera. Ah, se me olvidaba contarles,
conocí una buena banda, ellos se llaman BTS, son bastante conocidos,
ellos me enseñaron la palabra “Love Yourself”, se puede decir que ellos
me salvaron, encendieron mi luz interior, que ya hace muchos años
estaba apagada por muchos problemas. Su música me alegra el día, no
puedo evitar reírme con sus tonterías en los videos. Ellos me hacen
muy feliz, en especial uno de ese grupo, Min Yoongi, ese ser de luz que
me hace reír de una manera en la que nunca nadie pudo hacer.
Tuve la oportunidad de ir a uno de sus recientes conciertos, el D-DAY
tour, wow, ¡qué experiencia tan loca! Estaba en frente de él y logré que
tomara mi celular. Me puse a llorar de felicidad, cuando me lo devolvió,
no podía creer que tenía un video grabado por él, el mismísimo Min
Yoongi había tocado mi celular y se grabó, fue el mejor día de mi vida.
Nunca olvidaré que la persona que me salvo de la depresión sabía de
mí existencia.
También me di cuenta de que me caigo muy bien, me traje flores, hice
mi propia comida, y fui a visitar los lugares que siempre quise conocer.
Hace unos días me llegó un mensaje de él. El mensaje decía lo
siguiente: ¿aún me sigues amando? No, ya no, te amé como no tienes
idea, pero mi corazón ya no se acelera al escuchar tu nombre, y
tampoco mis ojos se llenan de lágrimas al extrañarte como solía pasar.
Estoy demasiado feliz sola, nada de decepciones, ni de relaciones. Aquí
la que manda soy yo. Además ya te di muchas oportunidades, tú fuiste
la persona que me destruyó, jamás volveré a amarte. Tomé una
decisión, me quedaré en Corea, en España dejé todo mi dolor. La
verdad, venirme para este hermoso país, fue una de las mejores
decisiones de mi vida. Mi antigua ciudad en la que lloré, reí, y tuve mi
primer amor, sólo van a ser recuerdos por contar. Mudarme de país fue
un cambio muy grande, estoy contenta y no puedo dejar de decirlo.
Al fin puedo decir esto, ¡Yo, Jennie Raider, te olvidé y esta vez, para
siempre!

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Bosque Encantado
MÍA VELÁZQUEZ

Kim Sun-hee y sus amigas Minyeong, Hana y Jiyu habían oído rumores
sobre un bosque que, supuestamente, estaba encantado. Intrigadas por
la idea de un lugar mágico y misterioso, decidieron aventurarse hacia
allí en una tarde soleada de primavera.
El camino hasta el bosque encantado estaba en las afueras de la ciudad.
La leyenda decía que este lugar era un laberinto lleno de acertijos y
desafíos y que solo aquellos lo suficientemente valientes y astutos
podían atravesarlo. Las chicas estaban emocionadas por la idea de vivir
una aventura y decidieron ir a explorar el bosque misterioso.
Cuando llegaron, a simple vista el bosque parecía normal, pero pronto
se darían cuenta de que la leyenda era cierta. El camino se bifurcaba a
cada paso que daban y estaba lleno de desvíos y misterios. A pesar de
estar perdidas y confundidas, las chicas seguían avanzando juntas,
confiando en su amistad y astucia para encontrar la salida.
En un momento determinado, se encontraron con un cartel que decía:
“El camino más corto no siempre es el correcto”. Kim Sun-hee sugirió
que tenían que tener cuidado y pensar antes de actuar, pero Jiyu,
emocionada por la aventura, ignoró sus palabras y comenzó a tomar
un camino que parecía más fácil. Después de un tiempo, las chicas se
dieron cuenta de que estaban más extraviadas que nunca y que habían
perdido la noción del tiempo y la dirección.
En ese momento, Minyeong sacó una linterna de su mochila y
comenzó a buscar señales o pistas en la oscuridad del bosque. Fue
entonces cuando descubrieron un acertijo escrito en una de las rocas.

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“Tengo una boca, pero no puedo hablar. Tengo una cama, pero nunca
duermo. ¿Qué soy?”
Las chicas se quedaron en silencio, pensando en la respuesta a este
acertijo. Sin embargo, su respuesta no era la correcta, por lo que
miraron alrededor y vieron más pistas. Encontraron una pista que
decía: “La respuesta solo está en el silencio del bosque”.
Las chicas se dieron cuenta de que el acertijo era en sí mismo una
pista. La respuesta era “río”, así que comenzaron a seguir el sonido del
agua. Eventualmente, encontraron un río y una pequeña cabaña junto
a él, donde había un anciano sentado.
El anciano les dio la bienvenida y les dijo que, para salir del bosque,
debían resolver tres acertijos más. La primera pregunta era: “¿Qué es
aquello que cuanto más te quitas, más grande se vuelve?” Las chicas se
pusieron a pensar en conjunto, ofreciendo diferentes respuestas:
corcho, uñas, piel, pero ninguna era correcta.
Eventualmente, Jiyu dijo: “¿Qué tal si la respuesta es un agujero?” y, de
repente, las luces parpadearon. Los números de las paredes y del suelo
giraron y cambiaron la forma en la que estaban dispuestos. El anciano
sonrió y le dio las gracias a Jiyu por su respuesta.
El segundo acertijo era aún más difícil. “Cuanto más se quita, más
pesa”. Las chicas lo pensaron por un rato largo, pero no tuvieron éxito.
De repente, Hana se dio cuenta de algo y dijo: “¿Qué tal si la respuesta
es un hoyo?” Y pronto una luz apareció en el camino correcto.
Finalmente, llegaron al último acertijo. “¿Qué tiene la montaña
alrededor, tiene la montaña en su interior, pero no la montaña en sí
misma?” Kim Sun-hee se volvió hacia sus amigas y les dijo: “Creo que
esta es la más fácil de todas. La respuesta es un agujero negro”.
Y con su respuesta, las paredes del laberinto se iluminaron y se
abrieron, dejando que las chicas encontraran la salida del bosque
encantado. El anciano les dio una bolsa de monedas como recompensa
por su perseverancia y astucia.
Las chicas se dieron cuenta de que esta aventura había sido más que
una simple expedición en busca de una salida. Habían encontrado

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nuevas habilidades en sí mismas, como trabajar juntas, tomar
decisiones críticas y pensar fuera de la caja. Aprendieron que en la
vida, las cosas no siempre son lo que parecen y que a veces la respuesta
correcta no es la más obvia.
Finalmente, llegaron a casa, cansadas pero felices de haber vivido una
experiencia que nunca olvidarían. Y así, comenzó una nueva aventura
para las cuatro amigas, un camino misterioso lleno de preguntas,
acertijos y desafíos. Kim Sun-hee, Minyeong, Hana y Jiyu se
encontraban de nuevo en el bosque encantado. Las chicas regresaron a
casa con sus mentes llenas de nuevas experiencias y lecciones
aprendidas. Después de su emocionante aventura en el bosque
encantado, Kim Sun-hee y sus amigas Minyeong, Hana y Jiyu se
encontraban ansiosas por compartir sus experiencias y reflexiones.
Decidieron reunirse en la casa de Kim Sun-hee para hablar sobre lo
que habían aprendido durante su travesía.
Sentadas alrededor de una mesa, con tazas de té humeante frente a
ellas, comenzaron a compartir sus pensamientos. Minyeong expresó:
“Esta aventura nos enseñó la importancia de trabajar juntas y confiar
en nuestra amistad. Cuando estábamos perdidas y desorientadas en el
bosque, nuestra unión y apoyo mutuo fueron fundamentales para
seguir adelante”.
Hana asintió y añadió: “Además, aprendimos a tomar decisiones
críticas y a pensar antes de actuar. Cuando Jiyu ignoró la advertencia
de Kim Sun-hee y tomó el camino más fácil, nos dimos cuenta de que
la prisa y la falta de reflexión pueden llevarnos por el camino
equivocado”.
Jiyu, con una expresión reflexiva, comentó: “También descubrimos
que los acertijos y desafíos que encontramos en el bosque requerían un
enfoque creativo. No siempre había una respuesta obvia, y tuvimos
que pensar fuera de la caja para resolverlos. Fue emocionante
descubrir nuestras propias habilidades y ver cómo nuestras mentes
trabajaban juntas”.
Mientras saboreaban su té, Kim Sun-hee tomó la palabra y dijo: “Una

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de las lecciones más valiosas que aprendimos fue que las apariencias
pueden engañar. El cartel que decía ‘El camino más corto no siempre es
el correcto’ nos recordó que debemos ser cautelosas y no dejarnos
llevar por las apariencias. Aprendimos a mirar más allá de lo evidente y
a considerar diferentes perspectivas”.
Las chicas asintieron, reconociendo la sabiduría en las palabras de Kim
Sun-hee. En ese momento, Jiyu recordó algo y dijo emocionada:
“¡También aprendimos algo sobre la importancia del silencio! Cuando
encontramos la pista que decía ‘La respuesta solo está en el silencio del
bosque’, comprendimos que necesitábamos calma y concentración
para resolver los acertijos. Fue un recordatorio de que a veces debemos
callar y escuchar para encontrar la respuesta correcta”.
Recordando los acertijos, Kim Sun-hee compartió su visión: “Cada uno
de los acertijos nos desafiaba a pensar de manera diferente. El primero,
‘¿Qué es aquello que cuanto más te quitas, más grande se vuelve?’, nos
enseñó a considerar las cosas de manera abstracta. Fue interesante
cómo Jiyu hizo la conexión con un agujero”.
Minyeong intervino: “El segundo acertijo, ‘Cuanto más se quita, más
pesa’, nos hizo reflexionar sobre la naturaleza de las cosas. Fue
sorprendente cómo Hana pensó en un hoyo, algo que, cuando lo quitas,
hace que el espacio sea más pesado. Fue una perspectiva ingeniosa”.
Hana sonrió y continuó: “El último acertijo, ‘¿Qué tiene la montaña
alrededor, tiene la montaña en su interior, pero no la montaña en sí
misma?’ fue un desafío fascinante. Me alegra que pudiera recordar el
concepto de un agujero negro, algo que tiene la masa de una montaña
pero no es una montaña en sí misma”.
Las chicas se miraron unas a otras, emocionadas por el conocimiento y
las lecciones que habían adquirido. Aquella aventura en el bosque
encantado les había proporcionado mucho más que una simple salida
del laberinto. Habían descubierto habilidades ocultas en sí mismas,
habían fortalecido su amistad y habían aprendido a enfrentar los
desafíos con valentía y astucia.
Mientras se despedían, prometieron seguir explorando nuevos

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caminos juntas, enfrentando nuevos acertijos y desafíos con
determinación y alegría. Aquella tarde soleada de primavera en el
bosque encantado había marcado el comienzo de una serie de
aventuras inolvidables para Kim Sun-hee, Minyeong, Hana y Jiyu, y
juntas se enfrentarían a todo lo que el destino les deparara.

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Un mundo imposible
o no....
FLORENCIA ROCA GRAU Y VICTORIA MONTENEGRO

Hace no mucho tiempo, en el cuerpo de una joven habitaba un alma


apasionada y dedicada. Le encantaba la tranquilidad que le daba usar
lienzos, acrílicos, pinceles y sus lápices de grafito, que eran sus
favoritos.
En una cálida tarde del 4 de julio, la joven Grace se encontraba
horneando el postre favorito de su madre para su cumpleaños, una
tarta de frambuesa, receta de su abuela. En ese momento, Grace
escuchó las llaves en la puerta principal y se sobresaltó.
- ¡Grace!- gritó Elizabeth, su madre.- ¿Estás ahí? ¡No puedo abrir la
puerta!
-¡Un minuto, madre!- respondió la chica apresurada.
Grace desesperada, mientras pensaba qué hacer, guardó la harina,
leche, manteca, azúcar y las frambuesas rápidamente y luego fue a
abrirle la puerta a su mamá.
-¿Qué estabas haciendo?- preguntó Elizabeth confundida, dirigiéndose
a la mesa.
- No encontraba las llaves.- mintió Grace.
- Bueno…- respondió con duda- Ayúdame con las compras- ordenó
mientras dejaba las bolsas en la mesada.
Grace la ayudó un tanto nerviosa deseando que Elizabeth no
encontrara la sorpresa.
- ¡No sabes!- exclamó la madre.- En el supermercado, quedaba el
último fruit shoot. Fui a buscarlo pero vino una señora que lo tomó con

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sus manos, entonces le grité “¡Ey! Lo siento pero lo iba a tomar yo”, a lo
que la señora me respondió: “Ah, ¿sí? Qué pena, lo tengo yo”. Yo me
sorprendí, pero estaba tan enfadada que me dirigí hacía ella y le robé la
botella de las manos para salir corriendo.
- ¿En serio?- preguntó Grace asombrada por el hecho que su madre le
contó- ¿Y el jugo dónde está?
La mamá abrió una de las bolsas y sacó la bebida con una sonrisa
burlona. Grace soltó una carcajada y tomó el jugo para servirlo en un
vaso.
- ¡Estás loca!
- Ayúdame con la cena- ordenó la madre, mientras cortaba la lechuga.
Grace obedeció.
Entre Elizabeth y Grace, hicieron una buena ensalada para la cena.
Comieron, y se rieron de la victoria de su madre ese día en el
supermercado. Luego de cenar, Grace subió a su habitación…
Se recostó en la cama con la mente en paz, pero de un momento a otro,
su cabeza solo pensaba en sus óleos, pinceles y todas las ideas que no
había podido retratar en los últimos cinco años de su adolescencia. Se
levantó, se dirigió directo al escritorio, recogió sus materiales y
empezó con el arte… Habían pasado horas cuando la chica terminó su
dibujo. Era un bosque, uno muy peculiar. Grace cayó rendida sobre el
escritorio en frente de su pintura.
¿Quién sabría que ese simple lienzo traería tantos problemas?

- ¿Por qué aparecí en este bosque? ¿Qué pasó?- pensó Grace Pero de un
segundo a otro, la invadieron sonidos inquietantes como gruñidos y
resoplidos. Observó unas criaturas oscuras, como si fueran sombras,
un poco aterradoras. Tenían una cola y patas largas, orejas
puntiagudas y, casualmente, volaban como fantasmas. Grace se asustó
al principio, pero luego recordó…
Claro, esos árboles, el paisaje, las sombras, todo se le hacía conocido…
¡Era su obra! ¿Cómo no la había reconocido antes? ¿Había acaso creado
otro universo? ¿Cómo era eso posible? Tal vez… ¿Grace tenía algún
poder?

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No había razón para tenerles miedo, al fin y al cabo, ella les había dado
vida. Cuando ella se recuperó completamente del desmayo, un
blackphel se le acercó como si fuera un simple perrito. Ella lo acarició y
se dio cuenta de que ese mundo no era tan malo después de todo.
Empezó a recorrer el lugar, pero no se dio cuenta de que esas sombras
tan especiales se habían alineado detrás de ella y que uno de ellos era el
principal, el líder.
Grace caminaba tranquila hasta que sintió un escalofrío por todo su
cuerpo, se volteó y notó a todas esas criaturas siguiéndola.
- ¿Qué hacen todos aquí? - Los blackphels simplemente se recostaron
con la cabeza gacha en respuesta.
- Bueno…- murmuró- seremos buenos amigos,- aseguró Grace. –
Blackberry… este será tu nombre, – le comentó Grace a la criatura que
había conocido al principio. Esta asintió. Siguió recorriendo el lugar
hasta que llegó a una cabaña en medio del bosque. Los blackphels
impulsaron a Grace a entrar al lugar con Blackberry a su lado mientras
los demás se encargaban de proteger la zona.
- ¡Qué lindo lugar! – Exclamó Grace.- Es acogedor- opinó, dando un
largo bostezo y cayendo rendida a la cama. Pasaron horas hasta que la
joven Grace despertó. Cuando reaccionó, se acordó de algo muy
importante.
- ¡El cumpleaños de mi madre! ¡Oh, no! – exclamó la joven exaltada. -
¿Por qué no volví antes? – se lamentó Grace, levantándose
rápidamente de la cama. Miró hacia su nuevo amigo y le preguntó: -
¿Qué debo hacer?
Blackberry sólo giró su cabeza hacia una extraña habitación. Grace
entró confundida y lo primero que notó fue una gran biblioteca de
madera repleta de libros. Del otro lado, encontró un caldero profundo
rodeado de hojas escritas con aspecto viejo y frascos de vidrio casi
vacíos, con etiquetas de nombres inusuales, como karimonia, kompez,
lekalimous y felti.
¿Realmente esto ayudaría a Grace a volver a su casa?

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La joven tomó un libro de la biblioteca titulado “Hechizos”. Leyó y leyó
hasta que encontró “Restaurous Real” (Cómo salir de esta realidad)
Paso 1: Poner una cucharada pequeña de FELTI con KARIMONIA en el
caldero y mezclar.
Paso 2: Poner una hoja de romero.
Paso 3: Mezclar todo y guardarlo en un frasco. Ir a la parte más oscura
del bosque y verter la mezcla en el césped. Esperar a que el portal
aparezca.
Y Grace siguió todos los pasos. No estaba segura si iba a funcionar,
pero tenía que intentarlo. Grace y Blackberry se dirigieron al bosque,
donde la luz no llegaba, como pedía el libro. Luego de unos minutos,
los dos se encontraban en el bosque. Grace se dio vuelta para mirar a
su reciente amigo.
- Si esto funciona… no te volveré a ver.- La joven se angustió.- Así que,
gracias por esta aventura,- le agradeció la joven, acariciándole el lomo.
Grace, con una lágrima recorriendo su mejilla, vació el frasco en el
césped y, segundos después, el portal apareció. Caminó hacia él, pero
antes de entrar, observó a Blackberry por una última vez.
- Te voy a extrañar mucho,- afirmó, con una pequeña sonrisa cálida en
su rostro. Blackberry se recostó en respuesta, con expresión triste.
Pero luego, la joven Grace desapareció, llevándose toda la alegría y el
color de ese mundo.

Grace volvió a su realidad. Se despertó sobre su escritorio, y lo primero


que vio fue su obra. Observó unos segundos al blackphel en medio y
susurró: -Blackberry…
Bajó a la planta baja y encontró a su madre, corrió y la abrazó,
deseándole feliz cumpleaños. Elizabeth le agradeció. -Mira lo que
encontré en el horno.- le mostró contenta a su hija la tarta de
frambuesa que se encontraba allí. Grace se sorprendió un poco, ella
sabía que no había llegado a hacerla, pero notó la felicidad que su

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madre irradiaba, entonces ella escondió su confusión. Luego,
celebraron el cumpleaños de Elizabeth en familia: tías, abuelos,
primos. Todos estaban allí. Fue una larga fiesta y Grace estaba
exhausta, así que saludó a su madre y se dirigió directamente a su
habitación. Específicamente a la cama. Pasaron los minutos y la joven
no conciliaba el sueño, pero sintió un peso encima, como si su perro se
le hubiera recostado. Abrió los ojos y no podía creer lo que veía.
- ¿Blackberry?- preguntó emocionada, pero también susurrando así no
despertaba a su madre. Blackberry se encontraba descansando en el
pecho de Grace, tenía un aura de muchos colores: rosa, celeste,
amarilla, violeta, blanca, verde, y todos los colores pasteles. El
blackphel de por sí era como una sombra negra, pero esta vez era
celeste como un fantasma. Grace estaba sorprendida y feliz de volver a
ver a su amigo. Pero de repente, se escucharon gritos provenientes de
la ciudad. Grace preocupada, se levantó rápidamente y miró por la
ventana. No tardó mucho en escuchar las sirenas de las autoridades.
Estaba en shock, no podía creer lo que estaba viendo. Eran cientos de
blackphels volando sobre toda la ciudad. Las personas estaban
asustadas, no paraban de correr y gritar por el miedo.
-¡Blackberry! ¿Qué está pasando? - gritó Grace.- ¿Cómo es esto
posible? Pero la joven preguntó un poco tarde, Blackberry ya se había
esfumado.

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Mi buen amor
LUCÍA JORGE DOMÍNGUEZ

No hace mucho se cumplieron dos años de la muerte de mi padre, algo


que aún no había podido superar pero que Nancy me ayudó a
atravesar. A veces pensaba en ella más de lo normal, recordaba cómo
me había ayudado y su dulce sonrisa diciéndome que todo estaría bien.
A veces pensaba que tal vez lo correcto hubiera sido irme con ella si me
hubiera avisado que se iba. No lo sé, mis decisiones nunca eran
acertadas y tuve miedo de haberme equivocado otra vez.
Mientras compraba en el chino, una pareja pasó por adelante mío. Eran
dos abuelos, uno tenía el changuito y la otra se dedicaba a mirar los
precios e ir dejando los alimentos en el apartado para llevárselos a
casa. En un momento, el abuelo guardó un paquete de galletas no muy
baratas y la abuela le pidió dejarlo en su lugar y no llevarlo a casa, por
lo que él le recordó que eran sus favoritas y que se las quería comprar.
Con una dulce sonrisa ella la volvió a guardar en el changuito y él la
siguió por detrás mientras continuaban comprando. Fue cuando me di
cuenta de que el amor no era algo sencillo, sino algo que se construía
con el tiempo y su forma o pasión nunca serían igual. Así mismo era
algo a lo que yo no podía aspirar, había amado mucho a Nancy,
apasionadamente, pero aun así ella había decidido marcharse, por sí
misma, por ella misma, y por su futuro.
Nunca lo vi incorrecto ni decidí juzgarla, siempre supuse que había
dejado de quererme y por eso se había marchado sin darme
explicaciones. Intenté contactarla e incluso a su familia, pero nadie me
dio una explicación certera de lo que sucedía. Incluso he llegado a

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creer que su familia me veía como un idiota por perderla o
simplemente por no ir a buscarla. Tenía miedo y lo sigo teniendo, temo
algún día reencontrarme con Nancy y no saber qué decirle, qué
preguntarle o qué pedirle. Aunque otras veces, pienso que
simplemente pasaría junto a ella lo más disimuladamente posible y la
ignoraría guardándome mis preguntas, mi dolor y mis pensamientos
en un lugar muy profundo de mi corazón, como si fuera un depósito o
un cajón. Así me manejo, me cuesta mucho expresarme abiertamente
y por más que intente me resulta difícil confiar en los demás, al fin y al
cabo no hay nadie mejor que yo para entender lo que siento, ¿no?
Mi perro Mate quería ir a pasear, hacía rato que no lo sacaba, y al
mismo tiempo, lo evitaba. A Mate le gusta mucho ir a la plaza y allí es
donde conocí a Nancy, sé que no debería ser un problema ir a una
estúpida plaza, pero debido a mi historia en ese lugar, sinceramente
me dolía más de lo que pensaba. Por eso, sin pensarlo demasiado, le
puse su collar, la correa y lo saqué. Empezamos a deambular y caminar
juntos, daba la impresión de que el perro era yo y Mate mi dueño. No
estaba prestando mucha atención al camino y sin darme cuenta
terminé en el lugar de siempre, en el banco de siempre, y en la plaza de
siempre. Largué a Mate y se puso a jugar en el pasto, por lo que me
recosté en el banco y me quedé mirando un rato el cielo y las nubes,
esas pequeñas cosas que muy pocas veces nos ponemos a observar,
pero que sabemos que están y estarán constantemente allí. Ese mismo
día en la tarde, me llegó un mensaje al celular, era un teléfono
desconocido y sin dar tantas vueltas lo eliminé, ni siquiera me tomé el
tiempo de leer el mensaje, en ese momento me pareció innecesario.
Al otro día del paseo, otro mensaje me volvió a llegar, me estaba
poniendo nervioso, no me gustaban las cosas nuevas y no me gustaba
recibir mensajes de desconocidos. Prefería cien veces más una llamada
rápida, esas que uno no tiene mucho problema de atender y suele
cortar a la velocidad de la luz si se trata de una empresa de celulares
antes de que ofrezcan alguna oferta o si se trata de una persona que

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simplemente se equivocó. Seguí borrando el número y me prometí a
mí mismo llamar si me volvía a escribir, aunque deseaba, que no me
volviera a contactar ya que me parecía molesto.
De ese mensaje desconocido pasaron tres meses, me alegraba que no
me haya intentado contactar de nuevo y al mismo tiempo empecé a
gestar un sentimiento de curiosidad al no ver los mensajes que con
tanta insistencia llegaban. No quise sobrepensarlo demasiado y seguí
mi vida como siempre, sacaba a pasear a Mate más seguido, me
juntaba con amigos y visitaba a mi familia, especialmente a mi madre,
que cada vez que iba, solía cocinarme unas pastas caseras increíbles y
es como dicen, nada mejor que la comida de una madre. Uno de esos
días que estaba de visita una llamada con un número desconocido
apareció en la pantalla de mi celular, atendí rápidamente y salí al patio
para conversar tranquilo y no irrumpir a mi madre en su labor en la
cocina. Una voz rasposa se escuchó del otro lado y las lágrimas no
tardaron en caer en mi rostro, era la voz de Nancy. Se escuchaba
cansada y enferma, no podía entender lo que decía y tampoco pude
escuchar lo suficiente porque la llamada se vio interrumpida por la
falta de señal.
Tenía muchas preguntas, una peor que la otra, cuando al fin sentía que
había dejado de pensar tanto en ella y de preocuparme por nuestras
salidas, caricias, cenas, chistes y conversaciones sinceras sobre
nosotros mismos, me llama y me hace sentir la persona más irracional
del mundo. Necesitaba encontrarla desesperadamente y así lo hice.
Empecé a buscarla contactando a su familia, y fue lo correcto, porque
me confesaron entre lágrimas de dolor y melancolía que Nancy nunca
se había ido lejos, que nunca había sido su voluntad dejarme y que ella
me amaba. Había implorado a su familia o lo que quedaba de ella, no
decirme nada sobre lo que sucedía, porque estaba enferma, sabía que
iba a morir y no me lo había dicho. NO ME LO HABÍA DICHO. Apuñaló
mi corazón fríamente, decidió ocultarme algo tan importante como lo

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era su vida, pude haber estado a su lado todo este tiempo
acompañándola y cuidándola, pero no lo quiso así. Ella tenía la
esperanza de recuperarse y vivir, vivir por ella y vivir para mí, para
ser, juntos, lo que queríamos ser. No estaba enojado ni decepcionado,
estaba desesperado, temía no encontrarla a tiempo. Su familia me pasó
la dirección del hospital, pero no aceptaban visitas de nadie, por lo que
era inútil ir hasta allí para no poder abrazarla y besarla como tanto
deseaba.
Le escribí una carta, le conté cómo había estado mi vida desde que se
había ido, comenté cosas como la vez que Mate se sentó en su parte de
la banca en la plaza y no podía hacer que volviéramos a casa, la vez que
preparé una semana entera su comida favorita, la serie que
empezamos a ver juntos y terminé solo, que nunca nadie se acostó
nuevamente en el lado de su cama, que su familia me contó todo y que
le mandaba muchas fuerzas para verla de nuevo, que necesitaba verla
de nuevo. Se la di a una enfermera del hospital y ella se la entregó.
Nancy no tardó mucho en responder. Estaba feliz y tenía miedo. Era un
miedo real no un temor efímero, tenía miedo de perderla y esta vez en
serio, porque nunca la había perdido antes, simplemente tardé en
encontrarla. Los mensajes desconocidos eran de ella, que trató de
contactarme cuando pasó una semana muy dura en el hospital y creyó
que no saldría de esa. Nunca me había arrepentido tanto de no mirar
un mensaje como en ese momento, traté de no culparme pero me fue
imposible, pude haberla encontrado antes y darle la fuerza que
necesitaba en ese momento. Sin embargo, ahora nos volvimos a
encontrar y no estaba en mis planes dejarla.
Hablamos durante dos meses. Aunque insistí mucho en el hospital no
tenía permitido verla y seguía contactándome con su familia para que
me avisaran nuevas noticias provenientes de los médicos.
Después de casi dos meses la pude ver. Se veía deslumbrante o así era a
mi parecer. Estaba en una silla de ruedas afuera del hospital lista para

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que pudiera darle un paseo. Aunque ella apenas podía mantenerse en
pie, sorprendentemente, se levantó cuando me vio a lo lejos y poco a
poco mi caminar se transformó en una corrida para llegar a ella. La
abracé más fuerte que nunca y pude permitirme llorar para que luego
me pudiera consolar, y por más que suene como un niño mañoso, eso
era en lo que me convertía cada vez que estaba con Nancy. La visita
duró dos horas y traté de aprovecharla al máximo, me hubiera gustado
poder llevarle a Mate y que lo viera, pero lo dejé en casa de mi madre
porque el trabajo estaba consumiendo muchas horas de mi día
últimamente y no quería que estuviera solo, sé bien cómo se siente
eso. La llevé a un picnic en un río bonito cerca del hospital, le compré
sus snacks favoritos y preparé sus sánguches favoritos, todo lo que le
gustaba estaba allí. Curiosa, me miró, y me preguntó dónde estaba lo
que me gustaba a mí, pero sonreí y le dije que hoy mi día era para ella y
que no se preocupara. En el hospital nos daban buenas noticias y
parecía que todo estaría bien.
Mis sueños no tardaron mucho en derrumbarse cuando, luego de dos
días de nuestro dulce paseo, llamó su familia a mi casa, avisándome
que Nancy ya no se encontraba en este mundo. Tenía un tumor en el
pulmón y había terminado de consumirla. Sufrí. Sufrí tanto, tanto, que
el único lugar donde ahora podía buscarla era en mis sueños con la
ayuda de mi memoria. Ella había exhalado su última esencia, y sabía
que en esta vida nunca podría verla de nuevo. Todo se empezaba a ver
real; el velorio, el llanto, mi familia y su familia acompañándose y yo...
yo sin poder aceptarlo todavía, sin aceptar que mi mayor temor se
había vuelto una desgarradora realidad. Mi corazón empezaba a caerse
en pedazos, se iba alejando poco a poco hasta caer en un vacío al
despertar y así pasé varios días, días convertidos en semanas, meses y
años.
Pasaron seis años de la muerte de Nancy y, en ese camino, me di
cuenta que si me dijeran que puedo retroceder el tiempo al momento

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en que la conocí, en aquella plaza que iluminó y encantó, no cambiaría
nada, porque no me arrepiento de lo que vivimos, de cada aventura
que tuvimos y aunque lo que menos esperábamos que pasara, pasó y lo
que más esperábamos no llegó, todo lo que vivimos fue hermoso.
Jamás podría estar enojado con ella. Hizo mis días mejores, me ayudó a
salir adelante, a arreglar mi relación con mi madre, a ser una mejor
persona y creer en mí, que lo imposible se puede hacer posible y hoy
puedo decir, finalmente, que puedo ser feliz, viviendo por mí, sin
olvidarme de ti.

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La Salvación Mundial
MÍA PALOMA RODRÍGUEZ LETTIERI Y MARÍA SOL ALEGRE ROJAS

Mi padre maltrataba, asesinaba y podía generar guerras, pero al final


de esta historia terminará pasando algo que no se lo pueden imaginar.
Yo me llamo Giovanna Hitler Flisclauni, tengo 98 años y actualmente
vivo en Argentina pero de pequeña vivía en Alemania con mi madre de
origen italiano y mi padre alemán llamado Adolf Hitler. Exacto, el
creador de la Segunda Guerra Mundial y el hombre que nos pegaba a
mi mamá y a mí.
Mi padre creía en la teoría de Lebensraum lo cual significa que si el
Estado no posee un “espacio vital”, Hitler tiene derecho a extender su
influencia física, cultural y comercial. Él, al ser creyente de esa teoría,
decidió tomar más territorio del que ya tenía y así originar la Segunda
Guerra Mundial, pero yo estaba en contra de mi padre y su absurda
idea. Por esa razón, pensé en convertirme en espía para avisarles a
otros gobiernos de los ataques de Hitler y así fue. A mis 15 años de
edad, unos meses después de haber arrancado el conflicto, me
presenté como espía de otras naciones para averiguar qué planes tenía
mi padre para el futuro de aquella horrible guerra y también para
ayudar en experimentos que podrían ser beneficiosos para los
militares que afrontaban aquel suceso.
Una tarde fría en aquel país, estaba esperando, con el Dr. Aibert Heim,
que el experimento que realizamos en mí salga exitoso. Pasó todo lo
contario. La idea del experimento era hacer que la piel sea resistente al
frío pero salió mal y, la máquina en la que yo estaba adentro, me llevó a
un campo de guerra lleno de pozos hechos por los misiles. Yo estaba
confundida. Lo único que sabía era que estaba en el medio de disparos

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y tenía que salir de ahí urgentemente. Me agaché y salí arrastrándome
con cuidado. Mientras me arrastraba, percibía de lejos a un militar que
estaba tratando de ayudarme a esquivar los pozos ya que yo no los veía
bien por el polvo de la tierra. Cuando al fin pude alejarme de esa zona,
le agradecí al soldado por su ayuda.
- Muchísimas gracias. Si no hubiera sido por usted ya estaría muerta.
- De nada señorita, pero ¿podría saber qué hacía en el medio de una
guerra? – me preguntó el hombre.
Yo no sabía qué responder, ya que si le decía que me trajo la máquina
de un experimento mal hecho no me iba a creer.
- Me perdí – mentí con lo primero que se me vino a la cabeza.
- ¿Cómo te perdiste en este lugar?
- Eeeh, sólo venía paseando con mis padres distraída y cuando me di
vuelta ya no los veía por ningún lado. Después me di cuenta de que
estábamos pasando por un campo de guerra. – nerviosa le dije eso sin
antes pensarlo.
- Mmm, me parece muy extraño que no te hayas dado cuenta de que
pasabas por este campo entre tanto ruido, – me decía el chico mientras
me miraba con una cara rara de desconfiado. Me quedé callada por
unos segundos sin saber qué decir hasta que él rompió el silencio.
- No importa, puede pasar. Si quieres, te puedo llevar a la base militar
hasta que encontremos a tus padres.
- Sí, por favor, – acepté sin dudarlo ya que tenía mucho frío.
Camino a la base militar me dio un mareo insoportable. En ese
momento, mi cabeza sólo escuchaba una voz parecida a la de mi padre
que decía algo así como “La Operación Marita será un fraude para
ellos” y una risa malvada de fondo.
- ¿Te encuentras bien? – me preguntó el soldado.
- Sí, fue solo un mareo. – Preferí no decirle nada de la voz que escuché
en mi mente.
- A todo esto, no te pregunté nada sobre ti. ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos
años tienes? ¿De dónde eres?

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- Me llamo Giovanna, tengo 15 años y soy de Alemania pero me vine a
vivir aquí por la guerra que armó Hitler. Mi familia y yo estamos en
contra de él ¿y tú?
- Yo soy Carlos, tengo 19 años y soy de aquí, de Grecia. Qué bueno que
estés en contra de Hitler, yo también lo odio.
- Sí, a Hitler no le importa todo el daño que está causando – en aquel
momento me enteré que estábamos en Grecia por lo que me dijo el
chico.
- Yo pienso lo mismo.
Al llegar a la base, Carlos me dio una habitación para descansar un rato.
Me tiré en la cama y en ese instante volví a escuchar la misma voz de
antes diciendo “Manden 3,5 millones de soldados a Grecia y
conviértanlo todo en cenizas” y ahí pude confirmar que sí era la voz de
mi papá. Luego de descansar un rato, fui a buscar a Carlos para
preguntarle en qué año estábamos, porque podía haber una posibilidad
de que haya viajado en el tiempo por algún líquido que hayamos
puesto mal.
- Carlos, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Sí, dime, Giovanna.
- ¿En qué año estamos?
- Estamos en abril de 1941.
En ese momento, desaparecí sin dejar rastro y aparecí en la máquina
del experimento. El Dr. Aibert Heim me esperaba, dado que él intentó
varias veces regresarme a nuestra época y lo logró. Yo estaba muy
despistada y asombrada.
-¡Dr. Aibert! Me alegra verlo de nuevo, –le dije emocionada.
-¡Giovanna! Por fin pude conseguir regresarte. ¿Cómo estás? ¿Te pasó
algo malo? ¿Qué sucedió en el futuro? – me hizo muchas preguntas que
yo no sabía cómo responder.
- Sí, estoy bien. Sin ninguna herida por suerte pero ¿cómo sabe que
vengo del futuro?

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- Lo sé porque resulta que el líquido que puse adentro de la maquina
era el equivocado y supe que te transportaría al futuro. ¿Qué te pasó
allí?
- Me encontré con un chico que me ayudó a salir de un campo de
guerra en el cual aparecí al haber prendido la máquina. Un rato más
tarde empecé a escuchar la voz de mi padre diciendo “La Operación…”
–le conté todo lo que había pasado y lo que había escuchado en mi
mente.
- Se me ocurre que son visiones que te ayudan a descubrir que caos
pasará en el futuro y cómo puedes resolverlo antes de que pase, debido
a que puse mal otro líquido, – me contó el Dr. Aibert.
- Podríamos intentar resolver estas visiones y ver si estás en lo
correcto.
-Exacto, – afirmó el doctor.
Y sí, pudimos resolver las visiones, lo cual significa que Aibert tenía
razón. Volví al futuro para confirmar que no pasaba nada en Grecia. Así
hicimos con cada visión que me aparecía en la mente. Todas las
visiones estaban relacionadas con los sucesos desastrosos que Hitler
tenía pensados.
Una noche tuve una visión horrible que parecía algo peor que una
pesadilla. Esa imagen en mi cabeza mostraba a una persona de color
oscuro siendo torturado pero en lugar de ver a la persona que lo
torturaba, se veía una figura negra. En la piel de la persona torturada,
se veía el número 251 tatuado. Le conté al Dr. Aibert la visión que tuve
para que me ayude a descifrar qué era ese número pero él tampoco
sabía, así que nos pusimos a buscar en libros que querría decir el 251.
Cuando encontré el significado, nos dimos cuenta de que trataba de
que los negros y los judíos estaban siendo llevados a la cárcel y allí los
torturaban y después los mataban a todos juntos. También les sacaban
su identidad y los llamaban por números. Un rato más tarde nos
enteramos que Hitler estaba detrás de todo esto. No sabíamos qué

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hacer hasta que se nos ocurrió ir a la noche a aquella cárcel para tratar
de sacar a los prisioneros de ese lugar. Llegó el momento. Mientras yo
desconectaba la alarma y abría las puertas de la celda, Aibert vigilaba
por si venía un guardia. Pudimos sacar a todos de la cárcel y llevarlos a
un lugar seguro pero ya estábamos cansados de la guerra y todas las
maldades de Hitler así que decidimos buscar una solución para que
esto acabe. Era el problema más complicado de resolver pero
intentamos de todo. Tratamos de que las tropas de mi padre se
rindieran junto a él, tratamos de que él cambie de opinión respecto a la
teoría de Lebensraum pero nada funcionaba. Sólo nos quedaba la
opción de probar experimentos en Hitler, colocándolos en sus bebidas,
para que se vuelva una persona con el corazón noble. Pero ni siquiera
eso funcionó. Lo único que lo hizo sentirse amable fue un poco de un
líquido en su bebida, el cual hacia que, cuando veía a alguien
gravemente lastimado, se le ablandara el corazón. Aunque encontrar a
los esclavos torturados por él, todos lastimados y heridos lo hizo gentil
y noble de por vida. Hitler, al sentir esa sensación de bondad, se tiró al
piso y rompió en llanto preguntándose por qué había hecho tanto
daño. Yo le respondí diciéndole: “Papá, toda tu vida hiciste daño pero
eso se puede cambiar. Tienes que detener toda esta guerra de una vez
por todas y así harás la paz en todo el mundo”. Mi papá nunca supo
que yo era una espía que estaba en contra de él hasta ese momento.
Así fue como mi papá detuvo la guerra, dejó de golpearme a mí y a mi
mamá y se convirtió en lo que menos se esperaban: Una persona noble
y de buen corazón.

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San Plate
AGUSTÍN SOTO

Un día como cualquiera, un chico llamado Max decidió adentrarse en


un bosque en donde se encontró con una cueva oscura. Decidió
explorarla porque era muy curioso. Entró a la cueva, estuvo
caminando un rato hasta que se encontró con una luz lejana. Entonces
siguió el camino de donde venía la luz hasta que llegó al final de la
cueva y cuando salió se encontró con otro mundo que estaba lleno de
criaturas, además, también había un castillo con personas dentro de él.
Después se acercó al castillo y entró para ver cómo era por dentro.
Todos lo miraban pero a él no le importaba mucho. Se había
encontrado con un señor mayor que tenía una barba que le llegaba
hasta la cintura que le había preguntado cómo se llamaba. Le
respondió: Me llamo Max. Luego, él le preguntó cómo se llamaba y le
contestó que se llamaba Polmord.
Polmord le preguntó a Max de dónde venía. Max le contestó que venía
de Tierra del Fuego. Después Max le preguntó a Polmord dónde estaba
y le contestó que estaba en una escuela de magia llamada San Plate.
Max, después de haber escuchado la respuesta de Polmord, le preguntó
si podía entrar a la escuela de magia, pero le respondió que si quería
entrar tenía que pasar una prueba que consistía en buscar una flor
mágica de color azul y rojo que Polmord necesitaba con mucha
urgencia para un hechizo. Entonces, Max se puso en búsqueda de la
flor mágica. Después de tanto buscar la pudo encontrar y fue a
entregársela a Polmord. Como encontró, la flor pudo entrar a la escuela
y luego Polmord le hizo un hechizo a Max para que pudiera usar la

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magia. Después Max se fue a su primera clase que era de pociones en la
que su profesor Marlius les hizo hacer una poción de invisibilidad y
Max la pudo lograr con mucho éxito, por lo cual su profesor lo felicitó.
Luego fue a hacer nuevos amigos y conoció a Roger, un buen
compañero que ayudaba a todos. Roger le enseñó la escuela a Max, le
presentó más gente, John y Laura, de los que se hizo muy buenos
amigos.
Luego Max tuvo su primera varita y al principio no sabía nada de
conjuros o hechizos pero fue aprendiendo, haciéndose un estudiante
muy bueno. A los cinco meses iban a empezar las competencias de
magia en las que tenían que buscar objetos. Max tenía que aprovechar
los días que le faltaban para iniciar las competencias y entonces se
puso a practicar muchos hechizos para poder ganar, pero en los
hechizos de ataque no era muy bueno entonces se tenía enfocar en
practicarlos para poder ganar las peleas. Luego de unos días
empezaron las competencias y lo primero que Max tenía que hacer era
buscar cinco objetos. Cada vez que encontraba uno de los objetos, les
daban una pista para el siguiente. A Max finalmente le dieron la
primera pista para poder encontrar el primer objeto. Después de que
Max estuviera buscándolo por mucho tiempo, lo encontró en un árbol
gigante: era una piedra mágica que le decía la segunda pista para
encontrar el siguiente y después fue deduciéndolo poco a poco y con
ayuda de sus amigos lo pudo hacer más rápido. Tenía que ir donde
había un nido de fénix así que tuvo que ir en silencio para no hacer
ruido y así no despertar a los fénix para que no lo atacaran por ser un
intruso en su nido. Cuando encontró el objeto estaba al lado de un
fénix muy grande así que tenía que ir en silencio pero cuando agarró el
objeto y se estaba yendo, se tropezó con una piedra ocasionando
mucho ruido, haciendo que los fénix se despertaran y lo atacaran.
Mientras que Max se defendía estaba acercándose al objeto, intentó
agarrarlo hasta que lo logró y se dio cuenta de que el objeto era un
huevo de fénix. Ahí descubrió porqué lo atacaban, pero él se lo tenía

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que llevar. Se fue corriendo a la escuela y para perder a los fénix pasó
por el bosque. Luego de un rato, los fénix perdieron a Max y cuando
éste se dio cuenta, se fue tranquilo a la escuela. Cuando llegó, lo
recibieron y lo felicitaron por haber encontrado el segundo objeto. Le
dijeron que los tres objetos que le faltaban se encontraban en un
laberinto gigante. Max fue a pedirle a Polmord un consejo, quien le dijo
que lo siguiera y le mostraría un lugar en el que él mismo pudo
entender el laberinto. Llegaron al lugar, que era una cueva muy
grande, donde Polmord entendió qué tenía que hacer en el laberinto y
le preguntó a Max qué había en frente de él. Max respondió que había
cosas que tenían que ver con unas pistas que le habían dado para poder
ir por el camino correcto hacia los tres objetos que le faltaban.
Entonces entró al laberinto y se dio cuenta de que había cosas que
tenían que ver con lo que había visto en la escuela y como había
estudiado mucho para los desafíos, se acordaba de todo. Así fue
encontrando los dos primeros objetos que parecían un anillo pero
necesitaba la tercera parte para que se convierta en uno. Siguió dando
vueltas por todo el laberinto, hasta que se encontró con el último
objeto en una montaña llena de cuevas y cuando iba a subir se
encontró con los otros participantes. Apareció Polmord en una escoba
voladora diciendo que tenían que subir la montaña para agarrar la
última pieza que podría completar el anillo, pero había un problema y
era que para poder obtenerla tenían que ir peleando mientras subían la
montaña.
Polmord avisó para que empezaran a subir la montaña. Max había
empezado a escalar por el centro, luego empezó a atacar a los otros
participantes mientras que le disparaban, Cuando subieron todos,
habían empezado a atacarse hasta que solo quedó Max junto con otro
participante. Tuvieron que hacer un uno contra uno. Empezaron a
pelear entre sí hasta que ganara uno. Max iba tomando ventaja por
haber practicado tanto, así pudo derrotar al otro participante. Fue por
la última pieza del anillo, lo armó y de repente apareció Polmord otra
vez a felicitarlo por haber ganado el desafío.

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Cuando lo imposible
se hace realidad
ENZO RÍOS

Mi vida cotidiana y una extraña situación

Sería un día común como cualquier otro, me encontraba


tranquilamente leyendo mis escritos sobre temas varios. Desde
pequeño me encantaba escribir todo tipo de textos. A veces algunos
que me hacían pensar, otras veces me hacían reír o llorar. Desde
pequeño que me apasionaba escribir. Recuerdo los días en los que mi
madre leía lo que escribía y siempre me decía que si hiciera una letra
algo mejor, podría ser todo un escritor conocido algún día. Y acá me
encuentro, recién mudado a un departamento donde al fin puedo
seguir trabajando en mis escritos cuando dispongo de tiempo libre.
- Qué día pesado, - dije mientras tiraba mi cuarto intento de escribir
algo que me gustara.- A veces me gustaría poder hablar con mi yo más
joven, ese joven que tenía siempre una idea lista para escribir, para
pensar, para narrar o para crear algo nuevo.
Creía que cuando creciera, al haber vivido más momentos de mi vida,
tendría más inspiración para poder escribir, pero parece que estaba
equivocado. Rendido, me acosté temprano para ver si durmiendo me
caía alguna idea. Recordaba mi infancia como si hubiera pasado ante
mis ojos, recordé esos libros que leí en el colegio, recordé algunas de
las historias que más me gustaron escribir, recordé tantas cosas que
parecía que iba a terminar por no dormir hasta que el sol volviera a
salir. Pero algo me despertó cuando estaba a punto de dormirme, ¡fue

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un destello que provenía de mi armario! Curioso me metí a investigar,
ya que ese armario era el mismo que tenía desde chico. Lo que vi luego,
me hizo darme cuenta de que lo imposible se puede hacer realidad…

Mi travesía Nostálgica

Cuando abrí mis ojos, luego de adentrarme en el armario, pude ver


algo que no veía hace ya unos años. Ahí estaban: mis juguetes, mi
cama, mis antiguos muebles, y mis tan preciados y amados libros en
las estanterías de madera que mi padre había hecho para mí. No me
cabía duda alguna de que me encontraba en mi casa de la infancia, pero
tenía el mal presentimiento de que si me encontraba con mi yo del
pasado, algo malo podría pasar, solo yo y mis paranoias por esos libros
y películas vistas sobre viajes en el tiempo. Pero no tuve tiempo de
carcomerme la cabeza, porque cuando escuché unos pasos
acercándose, era yo, de niño, que me miraba con felicidad, como si
supiera que era él pero años en el futuro.
- Al fin nos vemos, futuro yo.
- ¿Cómo sabés que somos la misma persona? Ni siquiera te dije mi
nombre.
- Eso no importa, - me dijo con despreocupación, - sólo me pregunto,
por qué estás aquí. ¿Inventaste una máquina del tiempo y sos
millonario?
- Lamento romperte los sueños, pequeño yo, pero sólo me encontraba
sin motivación para escribir y…
- ¿Cómo que sin motivación para escribir? - Me interrumpió antes de
que terminara de hablar. - Pero si amamos escribir, lo hacemos desde
que tenemos la capacidad de hacerlo, - me dijo como si no supiera de
mí mismo.
- Lo sé, pensé que al mudarme solo tendría más tiempo de escribir algo
grande, pero la motivación no logra llegar. Antes de venir aquí estaba
pensando en qué se le hubiera ocurrido a mi yo de pequeño y de
repente aparecí aquí.

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- Mmmm ya veo, pero no entiendo cómo esa cabeza se puede quedar
sin ideas, tenemos una creatividad inmensa desde que nacimos.
- Sí, pero crecimos. No tengo las mismas motivaciones que cuando era
niño, ni a veces el mismo tiempo. La motivación no logra llegar a mí
desde hace tiempo, diría que es un bloqueo, pero sinceramente no
sabría si es verdad, creo que…
- Te sentís abrumado. - Me interrumpió mi yo pequeño, - Es normal
que te sientas abrumado por la vida adulta, no es fácil atravesar los
problemas de un bloqueo mental, y mucho menos si le sumamos otros
problemas. - Me dijo con un tono que me dejó pensando, que quizás mi
carrera debería ser Psicología.
- ¿Yo era así a esa edad? No recuerdo haber podido decir algo así a mis
catorce años, - le dije en tono de broma.
- Ese es el problema, no recordás lo que te daba motivación, no
recordás esas épocas cuando salías del colegio y tu mamá te recibía en
casa mientras papá trabajaba, una simple charla con tu madre sobre el
horario de regreso de tu papá te animaba a escribir una historia entera
sobre un superhéroe que hacía muebles como tu padre.
- Tenés razón, creo que le estoy perdiendo ese toque de simplicidad a
la escritura, poco a poco fui perdiendo la imagen de que la literatura
puede no siempre ser un escrito serio, sino que puede ser increíble,
abre mundos y mundos enormes con distintas herramientas que nos
permiten pensar, imaginar, jugar, crear y todo lo hermoso que nos deja
la lectura.
- ¿Te das cuenta de que eso lo hubieses dicho a mi edad? - Me dijo
mientras me señalaba, - la creatividad siempre estuvo en ti, solo que
como una fogata apunto de apagarse, solo le falta buen mantenimiento
y más leña.
- En serio no creo que mi yo de esa edad dijera esas cosas, pero tienes
razón, no estaba bloqueado, sino que tenía los ojos cerrados .Gracias
por hacerme ver que la literatura es un mundo donde lo imposible se
puede hacer realidad.

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Tan pronto como dije esas últimas palabras, mi armario comenzó a
iluminarse nuevamente como lo había hecho hacía un rato.
- Adelante, ya podés volver a tu tiempo, y nunca pierdas de nuevo esa
chispa mágica de la imaginación.
- Muchas gracias, yo pequeño, me voy a acordar de vos mientras
escriba mi siguiente obra.
Terminé de saludarlo y me metí nuevamente por el armario de mi
habitación.

Mi despertar iluminado

Tan pronto como me metí en el armario de mi habitación, aparecí en


mi departamento, pero estaba acostado en mi cama.
- ¿Habrá sido un sueño lo que recuerdo? - me pregunté.
Haya sido un sueño o no, me dejó la mente tan abierta como la ventana
de mi habitación por la que el sol se asomaba, por lo que, luego de
hacerme unos mates para desayunar, probé escribir algo. No tenía
decidido bien si sería un cuento, un texto, un poema, pero mi cabeza
solo desbordaba ideas y creatividad, había recuperado esa chispa
mágica de la imaginación que mi pequeño yo había mencionado.
Escribí y escribí todo el día, pude realizar más de un escrito sobre
temas varios: poemas, cuentos cortos, reflexiones entre otras cosas,
tanto fue el tiempo que pasó que no me di cuenta de que ya era de
noche, por lo que decidí irme a dormir luego de comer algo.
Puede que esa situación haya sido o no un sueño, pero ese sueño me
hizo dar cuenta del hermoso mundo que se formó con cada uno de mis
escritos, ya fueran serios o divertidos, largos o cortos, inspiradores o
decepcionantes, o cada clase de escrito que pudiera llegar a realizar. Lo
más importante era no dejar que ese sentimiento de inspiración y
creatividad volviera a desaparecer, porque la literatura era mi mundo,
era mi pasión y era lo que me demostraba que cuando lo imposible se
hace realidad, es porque la literatura estuvo ahí.

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Una Indeseable
Excursión
IGNACIO POHANIAN

Recuerdo perfectamente el momento en que me aceptaron en las


fuerzas armadas de mi nación, Alemania. Estaba tan emocionado por
servir a mi patria, que no tuvieron que obligarme, sino que lo hice por
decisión propia. Tenía 21 años, y al escribir esto, tengo 23. En un inicio
nos comunicaron que sería un conflicto de corta duración, y que
volveríamos a nuestros hogares antes de la Navidad del año 1914.
Ahora, sabemos que el fin de este conflicto, no será próximo. Escribo
esto desde una granja deshabitada, en Francia, donde me encuentro
junto a mi grupo de combate, descansando de los terribles escenarios
que hemos vivido. Pero ahora, me doy cuenta que lo que creía
imposible, lo había hecho con mis propias manos… Había asesinado a
otra persona.
Mi nombre es Herman Hoppen y viví en la región de Baviera, junto a
mis padres. Recuerdo cómo mi madre me relataba las historias que
vivió mi abuelo en la guerra, y cómo combatió contra aquellos que
consideraba nuestros enemigos, los franceses. Ella, hasta el último
instante en que la vi, me suplicó que no siga los pasos de mi abuelo y
que jamás asesine a un ser humano. Le respondí que era imposible.
A pesar de esto, cuando las posibilidades de un conflicto armado a gran
escala eran inevitables en Alemania, mi orgullo me cegó
completamente, quería ser un gran soldado, como lo fue mi abuelo, y
defender a mi nación, a Dios, y al Emperador. Fue entonces que,
decidido, me alisté en las fuerzas, a inicios de julio de 1914, tras cumplir
21 años de edad.
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Mis padres se mostraron descontentos con mi decisión y mi madre,
con lágrimas en los ojos, me rogó que no fuera al frente, mientras mi
padre, con un tono de voz muy alto, reclamó que ellos no me habían
enseñado eso. A pesar de sus reclamos, como un ingenuo, les dije que
la guerra duraría poco tiempo, y que volvería sano y salvo a casa.
Ahora, estoy en un momento, en el que daría lo que fuera por
abrazarlos…
Pero contaré mi historia desde el inicio. Recuerdo ir, emocionado y
corriendo, a una escuela cercana a mi pueblo, para que tomaran mis
datos y así ingresar en el servicio, donde el papeleo fue más veloz de lo
que creí. Pocos días después, y tras el regaño de mis padres, me
presenté en el campo de entrenamiento, donde aprendí a disparar y
recargar mi rifle, utilizar mis herramientas y demás cosas que debía
saber un soldado. Pero una de ellas me sorprendió, nos enseñaron a
combatir cuerpo a cuerpo, con cuchillos, y diversas técnicas para
matar, cuerpo a cuerpo, al enemigo. Como dije, esto llamó mi atención,
ya que creía que era imposible que luchemos cuerpo a cuerpo, y que el
combate sólo sería a base de disparar nuestras bayonetas. A pesar de
esto, seguí adelante con el entrenamiento, y, tras varias semanas, nos
comunicaron que partiríamos hacia Francia… Aún recuerdo como mis
compañeros y yo saltábamos, abrazados y gritando, cuando nos lo
comunicaron. Por mi parte, me imaginaba marchando sobre París,
como mi abuelo alguna vez lo hizo.
Al día siguiente, nos entregaron los uniformes para vestirnos, y luego
nuestras armas, entre las cuales había algunas granadas de mano, una
pistola Mauser, nuestros rifles, y el arma que aún recuerdo haber
tomado por primera vez: un cuchillo de mano. Mientras me equipaba,
aproveché el momento para escribir una carta dirigida a mi madre, a
quien no veía en días, para comunicarle nuestra pronta partida. La dejé
rápidamente en la boletería, para luego ser llamado por un general,
que me designó a un Regimiento de la Infantería Imperial Alemana,
para luego, en horas de la mañana, partir en viaje hacia Francia.

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La caminata duró varias horas, donde manteníamos la actitud
cantando canciones, pero finalmente, nos encontrábamos más cerca
del objetivo. A pesar de estar avanzando, un general, del que apenas
recuerdo su nombre, nos comunicó que debíamos seguir las órdenes
de otro general, Schlieffen, y que el camino hacia Francia, sería el país
vecino, Bélgica. Además, se nos comunicó que una batalla se estaba
librando más adelante, sobre terreno francés en las orillas de un río, y
que debíamos apresurarnos para llegar al lugar. Recuerdo que nos
miramos confundidos, junto a mi regimiento, pero “Emocionados por
vivir otra experiencia”, pensábamos. Rápidamente, cambiamos de
dirección, y en tan solo un día, nos encontramos en la frontera con el
país belga. Al llegar, un gran bosque nos esperaba, del cual, recuerdo
esa sensación, parecía que iríamos a cazar un par de ciervos,
apuntando con nuestros rifles. Tardamos unas horas, atravesando
bosques y llanuras, hasta que arribamos hacia una granja cercana.
Fue entonces que un campesino salió gritando de su casa y corrió hacia
nosotros. Yo observaba desde la primera fila, donde enfrentó a uno de
nuestros generales, hablando su lengua. No comprendí sus palabras,
pero de todas formas, parece que el superior se hartó de él, y
rápidamente, desenfundó su arma y le disparó.
Al ver esa secuencia, sentí que mi corazón se frenaba, y di un paso
atrás, molestando a uno de mis compañeros, ya que no podía creer lo
que vi: un hombre inocente, tirado en el piso y con sangre saliendo de
su pecho. Pero la situación empeoró, ya que todos vimos, asombrados,
cómo una mujer salía de la casa, con un bebé en brazos, gritando y con
lágrimas en los ojos… No podía creer lo que veían mis ojos, mucho
menos, lo que habíamos hecho, todos nosotros, que estábamos
involucrados de alguna manera. El shock de esa situación, no me
permite recordar qué pasó luego de ello, sólo que, en cuestión de días
atravesamos diversas ciudades de Bélgica, en las que los belgas
luchaban por su vida usando armas en nuestra contra. Recuerdo haber
desenfundado mi arma varias veces, pero apenas disparé un par de

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balas, sin consecuencia alguna. Gracias a Dios, la situación no me
permitió disparar mi arma, y asesinar a un pobre ciudadano, como lo
hizo ese desgraciado general, mi general. Es aquí donde fui testigo de
horribles situaciones, ya que, los que yo consideraba mis
“Compañeros”, se dedicaron a golpear y masacrar a esas pobres
familias, ajenas a nuestros problemas, algunos de ellos, incluso,
buscaban mujeres de las cuales aprovecharse, durante las noches. La
estadía en Bélgica duró días que para mí parecían años. Me di cuenta
de que había cometido un error al ingresar a este conflicto, que ni
siquiera era de mi incumbencia, y que creía que sería un simple
“campamento” para servir a la patria. Ahora, reconozco que no lo era…
Estos fueron días duros. La masacre que mis compatriotas realizaban
sobre ese pueblo, tan similar al nuestro, hacía que me arrepintiera de
haber llegado a ese lugar. Recuero las lágrimas y el sufrimiento de esa
población al escribir esto. Mis horribles pensamientos desaparecieron
momentáneamente, ya que nuevas órdenes llegaron del cuartel
militar, comunicándonos a todo el grupo que nuestras fuerzas
armadas retrocedieron por un contraataque francés, y que nosotros
debíamos ir hacia el Norte del país y asegurarlo, ya que las fuerzas
armadas de Gran Bretaña, estaban desembarcando.
Partimos hacia el Norte, y estaba seguro que ese sería mi primer
combate en este conflicto, pero deseaba que fuera el último también. A
pesar de las preguntas y dudas, seguí al amplio escuadrón hacia el
norte, donde esperaban nuestra llegada. La campaña duró meses y debí
desenfundar nuevamente mi arma, para destruir varias fortificaciones
belgas. A pesar de las semanas transcurridas, llegamos a una ciudad
llamada Lille. Ingresamos marchando y cantando. Yo no tenía interés
en hacerlo, no quería parecer alemán, por la vergüenza que tenía de
mis compañeros, unos desagradables sanguinarios. Me sentía solo
entre el vasto ejército, a pesar de estar rodeado de mis “hermanos”. No
tenía a nadie con quien hablar, como mi fiel amigo Erich, quien sufrió
graves lesiones en su granja, y no pudo enlistarse, aunque, ahora
agradezco que no esté junto a mí, viviendo este calvario…

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Atravesamos calles llenas de barro, en el que nos hundimos, por el
peso de nuestros equipos. El tiempo pasaba volando, ya que,
kilómetros más adelante, miles de franceses retrocedieron por un
ataque compatriota en su frontera, noticia que, al llegar a mis oídos,
volvió a encender mi espíritu de patriotismo, además, de que
comenzaron a llevar materiales para construir trincheras para resistir
un posible ataque.
Es en esta difícil situación, que llegamos, finalmente, al frente de
combate. Rápidamente, uno de los generales, nos dio la orden de
utilizar nuestras pequeñas palas, parte del equipo, y contribuir a la
construcción de las trincheras. Por mi parte, la desenfundé, y salté
dentro de un pozo de un metro y medio, para conectarlo con el de mis
compañeros. Realizamos ese trabajo por unas horas, hasta que el sol
comenzó a esconderse en el horizonte. Pero el hecho que marcó mi
vida hasta el día de hoy, y lo hará posiblemente por el resto de ella,
llegó en este lugar. Aquella noche, en la que el trabajo en las trincheras
era agotador, nos sentamos a descansar. Yo me encontraba exhausto y
comencé a comer mis víveres, extrañando la comida de mi madre.
Hasta que, un grito de un compañero resonó en toda la zona, “ataque
enemigo”, gritó con todas sus fuerzas. Rápidamente, todos
desenfundamos nuestras armas y nos asomamos por fuera de la
trinchera, al mismo tiempo que las explosiones y disparos de ambos
lados comenzaron. Me aterré, pero aún así comencé a disparar a una
línea de soldados que se aproximaban. Creo que logré atinarle a uno de
ellos, pero a pesar de eso, se encontraban a unos metros de nosotros.
Salté nuevamente a la trinchera y apunté hacia arriba, esperando a que
un francés aparezca, y lo hizo. Uno de ellos, saltó a mi lado y se
abalanzó contra mí con su bayoneta para apuñalarme con su punta,
mientras yo la dejé colgando. Así que tomé la punta de su arma para
evitar que me hiriera, y comenzamos a forcejear por desarmar al otro.
Además, noté que este soldado era un joven, incluso más que yo, así
que lo empujé con la fuerza de mi espalda, lejos de mí, y tomé mi rifle

93
nuevamente, para atacar sin darle oportunidad de defenderse. Me
abalancé en su contra y, sin pensarlo, atravesé su pecho con ella… Ante
esto, la sangre comenzó a desprenderse de su uniforme color azul y,
aquel soldado parecido a mí, se arrodilló, sin expresión alguna: sólo
dirigió sus moribundos ojos hacia los míos. Mi corazón latía más fuerte
que nunca, y pareció que todo alrededor de mí se congeló. No oía a
nadie, ni las explosiones, ni los horrorosos gritos de desesperación. Lo
único que mi cuerpo logró responder, fue hacer fluir lágrimas por mi
cara, y una sensación de estrés llegó a mi cabeza. El agobio hizo que
perdiera todo recuerdo de aquella fatídica noche, y sobre los días
siguientes, recuerdo poco y nada de lo ocurrido. Es ahora, desde esta
granja abandonada en Francia, que me doy cuenta de la situación: la
guerra no es una demostración de patriotismo, y mucho menos un
campamento de cacería, sino que es el infierno mismo, donde todos
esos pobres diablos, entre ellos, yo, se asesinan por una causa que no
les corresponde a sus jóvenes ya ancianas vidas. Pero no sólo eso, sino
que, en mi caso, había hecho realidad aquello que le dije a mi madre
que “era imposible”: había asesinado a un ser humano. Ahora sé que
este infierno no acabará pronto, y que nuestra siguiente “excursión”
será hacia las colinas de Verdún.

94
Sin título
JOSÉ KAMINSKI

A fines del año 1938, a un hombre se le había ocurrido una gran idea: un
viaje al fondo del océano. Quería saber qué misterios se hallaban ahí.
Este hombre se llamaba Ardwin Peur. Para Ardwin, era una gran idea,
pero todos lo tomaban por loco y decían que con la maquinaria de esa
época no se podían hacer esas cosas. Ardwin se construyó un refugio y
comenzó con su proyecto. Hizo los planos, compró los materiales y se
puso a construir un vehículo capaz de soportar las altas presiones y los
peligros que encontraría.
De pronto, empezó la guerra, todos corrían por sus vidas, mientras
Ardwin seguía con su proyecto. No lo iba a abandonar bajo ninguna
circunstancia. Él quería demostrar al mundo de lo que era capaz. Un
día, mientras salió a hacer pruebas, un disparo enemigo lo alcanzó,
acabando así con su vida.
Unos años después, en 1975, cuando la maquinaria ya era mucho mejor,
un hombre llamado Francesco Allesander, un hombre de 54 años, con
su nieto Leonardo, un niño huérfano de 15 años que quedó a cargo de
su abuelo, encontraron el lugar donde se refugiaba Ardwin. Ahí se
encontraban los planos y el vehículo, pero también había una carta que
decía: “Si están leyendo esto, es porque estoy muerto. Este es un
vehículo capaz de llegar a profundidades inimaginables, y soportar
presiones tan altas como las que nadie hubiera imaginado. Nadie
creería que alguien de aquella época pudiera construir un vehículo tan
poderoso para llegar a tan altas profundidades. Pero aquí está todo lo
necesario para terminarlo. Tú, el que está leyendo esto, ¿serías capaz
de terminar lo que yo no pude?
Atte.: Ardwin Peur.”
95
Francesco y Leonardo se quedaron helados al leer esto.
-¿Qué haremos? – dijo Leonardo.
- Reuniremos mucha gente y terminaremos el proyecto, zarparemos y
comenzará una nueva aventura en el fondo del océano, con muchos
peligros, y descubriremos los mayores secretos de este mundo, - le
respondió su abuelo.
Les contaron a todas las personas que vieron sobre esta magnífica idea,
pero no dijeron nada al gobierno porque sabían que algo malo podía
pasar. Después de reunir la cantidad de gente necesaria, como
electricistas, ingenieros y constructores mecánicos, se lanzaron a la
obra.
Tuvieron varias complicaciones armándolo, ya que, aunque había
expertos, nadie sabía muy bien cómo hacer eso, pero luego de varios
meses sin parar, tenían lista la gran máquina con la que zarparían la
semana próxima. Francesco y Leonardo fueron a buscar a un experto
en submarinos que vivía a kilómetros de distancia pero lo localizaron
gracias a escritos sobre él. Cuando llegaron a su casa vieron que no
estaba, así que lo esperaron hasta que llegó. El experto dijo que se
llamaba Alessandri y se preguntaba por qué estaban ellos ahí.
Francesco le dijo que lo necesitaban para que conduzca el sumergible,
pero él dijo que ya se había retirado, y no lo haría, pero al ver a
Leonardo tan triste, aceptó. Francesco lo llevó al lugar donde zarparían
y le dijo que partirían en unas semanas y que se prepare porque iba a
ser un viaje muy largo.
Francesco y Leonardo prepararon suministros para este largo viaje, y
cuando ya tenían todo listo fueron con Alessandri y le dijeron que
podrían zarpar. Alessandri fue con ellos y les dijo que esto podría ser
muy peligroso, pero ellos confiaban. Se prepararon, se subieron al
sumergible, encendieron todo, y finalmente zarparon.
Ni ellos creían que lo habían logrado. Ya se habían sumergido a 200
metros y todo estaba saliendo a la perfección.
De repente se comenzaron a escuchar ruidos raros en la parte de atrás.

96
Leonardo fue a ver qué era eso. Había un agujero por donde empezó a
entrar agua. Llamó a Alessandri y lo pudo reparar con una chapa y
unos tornillos. Después de un rato ya se habían sumergido 600 metros,
pero ellos querían llegar a 2500 metros, lo cual era mucho. Pasado un
tiempo, empezaron a ver peces, calamares, tiburones, y muchas otras
especies marinas que jamás habían visto. Ya se estaba haciendo de
noche y todos tenían sueño, por lo que Francesco y Alessandri se
turnaron para manejar. Cuando se hizo de día ya estaban a 1000
metros, cada vez faltaba menos. A esa profundidad casi ni llegaban los
rayos del sol, estaban casi a oscuras, por lo que tuvieron que prender
las linternas. Todo iba de maravilla pero cuando se descuidaron, no
vieron que un tiburón les había comido una linterna y veían peor. Se
escuchaba al tiburón merodeando alrededor del sumergible y
golpeando las paredes con su hocico. Encendieron los motores al
máximo, y se alejaron del tiburón.
Ya habían pasado tres días en el submarino, y estaban a una
profundidad de 1500 metros. En ese momento tuvieron varias
complicaciones: se les dañó un motor, pero lo arreglaron al instante,
también falló el sistema de presurización, aunque también lo
arreglaron, hasta que llegaron a los 1700 metros. Ahí las cosas se
pusieron serias, saltaron todos los sistemas de alerta, todos se
asustaron, nadie sabía por qué, hasta que se escucharon ruidos fuertes
como a metal aplastándose. Eso estaba pasando: el sumergible estaba a
punto de implosionar. Cada vez se iba aplastando más, así que
tuvieron que abrir el hueco que habían tapado para que se iguale la
presión. Luego de hacer eso no tuvieron más problemas hasta el
momento. Se hizo de noche y como siempre, se turnaron. Cuando pasó
la noche, ya se habían cumplido cuatro días desde que salieron, y ellos
pensaban volver en cuatro días, pero hubo un problema que los dejó
ahí por más tiempo. Mientras estaban bajando cada vez más, se cortó
toda la electricidad, no veían nada, los motores no funcionaban y todos

97
los demás sistemas también fallaron. Y como no veían nada, se
metieron en un hueco y quedaron atascados. El exterior de la nave
quedó dañado y sólo les quedaba oxígeno para un día más. Todos
quedaron en shock, sus días ya estaban contados si no hacían nada al
respecto. Probaron encendiendo los motores al máximo pero sólo lo
empeoraron, sabían que la única manera de salir de ahí era saliendo del
sumergible, pero la presión, el frío y las temperaturas bajo cero iban a
ser todo un riesgo. No podían pensar mucho ya que no tenían tanto
tiempo. Alguien se iba a tener que sacrificar por el equipo. No estaban
seguros de hacerlo, pero era la única manera de sacar esa cosa de ahí.
Francesco se ofreció y dijo esto: “yo me sacrificaré por ustedes, ya
estoy viejo, y moriré con valentía y honor, yo no sé manejar esta
máquina, para eso está Alessandri, y no dejaré que vaya Leonardo, yo
estuve a cargo de él y no merece morir ahora, a él le quedan muchos
años, en cambio a mí ya me queda poco y no tengo mucho que hacer”.
Alessandri se quedó callado y Leonardo rompió a llorar. Francesco lo
tranquilizó y se despidió de todos. Lograron construir un traje con lo
que tenían, y también tuvieron que hacer una cabina para que cuando
Francesco abra la pared del sumergible no se meta toda el agua
adentro. Finalmente, Francesco salió, ya no había vuelta atrás. Todos
rezaban para que pueda solucionarlo, tuvo que raspar la piedra con
una palanca para agrandar el agujero y que el sumergible pudiera salir.
También tenía que reparar un sistema del motor y la hélice que
estaban también dañadas. Mientras Francesco reparaba lo del exterior,
Alessandri y Leonardo se quedaron arreglando sistemas eléctricos y el
motor para que la máquina pudiese andar. Luego de cinco minutos,
Francesco le hizo señas a Alessandri para que arrancara. Y funcionó.
Pudieron salir, pero perdieron a Francesco. Él se despedía desde afuera
mientras Leonardo lloraba y Alessandri estaba cada vez más triste.
Para que Francesco no sufra, se clavó una daga directo al corazón,
acabando instantáneamente con su vida, teniendo una muerte rápida e
indolora.

98
Leonardo no paraba de llorar, no sabía con quién se quedaría por el
resto de su vida. Ya estaban a 2000 metros abajo del océano y ya
faltaba muy poco. Leonardo sacó su libreta donde iba escribiendo todo
lo que iba pasando y se le ocurrió dibujar los especímenes y las formas
de vida que veía para mostrárselas al mundo. Después de cinco días,
Leonardo se puso a ver las fotos, donde estaba él con sus padres y su
familia cuando él era tan sólo un bebé, y disfrutaba mucho ver esas
fotos porque le recordaban los momentos felices que pasaba con su
familia. Alessandri vio las fotos y le preguntó cómo había perdido a sus
padres. Él le dijo que su padre era un bombero que murió en un
incendio tratando de salvar la vida de muchas personas en un edificio.
Su madre murió debido a cáncer cerebral y su hermano de tan sólo
cinco años resbaló de una terraza a cuatro pisos de altura. Alessandri
se puso muy triste debido a lo que le dijo y no sabía cómo era capaz de
soportar tales desgracias.
Leonardo se quedó callado por el resto del viaje hasta que llegaron a
los 2500 metros. Ya iban a empezar a volver a casa pero primero
tomaron varias fotos y llenos de orgullo se decían a sí mismos: “Lo
logramos, realmente lo logramos, somos los primeros hombres en
llegar a esta profundidad”. Ya estaban emprendiendo el camino de
regreso, que les tomaría unos cuatro días más. Cuando ya habían
subido a 2000 metros, vieron algo que les voló la cabeza, era un
calamar gigante de 6 metros de largo. Hasta ese entonces, nadie había
visto algo parecido, así que sacaron la cámara y le tomaron tantas
fotografías como pudieron, pero el calamar los vio. Se puso a jugar con
el sumergible, se movía todo y algunas cosas se rompieron. Tenían
miedo de que rompa el casco o el vidrio, ellos también se golpeaban
contra las paredes pero al final no hizo nada más grave que rayar un
poco la carcasa y romper alguna que otra cosa del interior.
Subieron a los 1300 metros, y al día siguiente llegarían. Alessandri
estaba muy feliz de que llegaron a esa profundidad, ya que era su
sueño y se lo quería contar a toda su familia, pero a la vez se sentía

99
muy triste de que Leonardo no se lo iba a poder contar a nadie,
entonces le dijo: “¿tienes a alguien con quien quedarte cuando
llegues?” A lo que Leonardo le dijo que no. Entonces a Alessandri se le
ocurrió una idea. Le preguntó si se quería quedar a vivir con él.
Leonardo no lo pensó dos veces y le dijo que sí. Le interesaba mucho lo
que él hacía y sabía que la iba a pasar muy bien.
Ya a los 500 metros, estaban a punto de llegar, ya se veía la luz del sol y
los peces nadando felizmente. Leonardo estaba muy emocionado ya
que él quería salir en los diarios.
Unas horas después, llegaron sanos y salvos, con uno menos pero
satisfechos.

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Nada es Real
VALENTINA CARRILLO

A mis 23, seguía pensando en dónde estuviste todo este tiempo, habías
desaparecido hace cinco años y continuaba preguntándome el porqué.
¿A dónde fuiste? Te veía en mis sueños, pero no eras el mismo. Ahora
tenías mechones rubios en tu sedoso y deslumbrante pelo negro y de
tu piel lisa salieron marcas de tinta con dibujos.
Cuando éramos niños siempre me contabas tu leyenda favorita: la
leyenda de la mágica ciudad de Solaris. Sentía que me estaba volviendo
loco por creer que puede que la hayas encontrado. Si fuese así ¿por qué
no me habías llevado contigo? ¿Por qué no podía acompañarte en
donde sea que estés? El pensamiento de que estuvieras lejos de mí me
molestaba.
Sentía como si mi vida fuese una película de terror. Todos se alejaban
de mí, me ignoraban, ni mi propia familia me reconocía. Primero se
había ido mi padre y luego tú ¿por qué me pasaba esto a mí siempre?
Pasaban los días, las semanas y yo seguía igual de repugnante mientras
que tú cambiabas constantemente. ¿Por qué hasta en mis sueños
tenías tanta suerte? Esto me estaba comenzando a dar rabia.
El martes 18 de agosto era mi cumpleaños y nadie me saludó. Me senté
en mi cama y miré hacia la pared donde estaba mi ventana. Unos
dulces ruiseñores llegaron y comenzaron a cantar como si se tratara de
una canción de feliz cumpleaños. Era una dulce melodía muy
hipnótica, tanto que caí rendido ante el sueño y otra vez te volví a ver.
Estabas en el ático de tu casa, guardando una pequeña carta con mi
nombre: “Matías”. Entonces me levanté y fui a tu casa, a ese pequeño
cuarto y busqué en el mismo lugar dicha carta.

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Al llegar solo vi un cajón y a Bob, tu perro. Lo saludé y jugué con él un
rato, abrí el mueble y ahí estaba tu mensaje en papel. Al abrirlo sentí
escalofríos, pero no sé por qué exactamente.
Tuve miedo, pero igualmente abrí tu carta.
Recuerdo cuando me armé de valor y te dije todo lo que siento, fue tan
extraño, no entiendo porque me pasa todo esto. --¿Qué cosa le pasa? --
Es realmente raro que tenga que decirte todo esto por carta... Es
increíble que esté por hacer esto. Dios, por favor vuelve conmigo, me
siento muy vacío. Tengo que superarlo, lo sé, pero no puedo...; tan solo
cuídate y que no te atrapen, por favor, tu seguridad y tu salud es lo que
más me importa. Por eso, para con la “ETS”, por favor. - ¿Cuidarme de
qué? No entiendo nada y ¿qué quiere que deje de hacer?
No lo comprendo en absoluto.
No sé porque tengo tantas ganas de irme a dormir, este día fue muy
extraño, mejor voy a casa.
- Ay - sentí como si algo me pinchara en el cuello ¿qué será?
- ¿Mateo? ¿Eres tú? - te veía, pero era imposible ya que estabas
desaparecido, ¿cómo puede ser? Miré a mi alrededor y no sabía dónde
estaba, pero se veían como paredes blancas con figuras de colores
como arcoíris de juguetes y peluches. Qué singular era estar en un
lugar como este.
- ¿Sabes dónde estás? - Me preguntó Mateo.
- No, no lo sé, ¿dónde estoy?
- ¡Qué extraño que no lo recuerdes! ¡Intenta recordar esto es
importante!
- Perdón, no lo sé, - le respondí.
- Estamos en tus recuerdos inconscientes.
- ¿Cuáles recuerdos? Tú sabes que mis recuerdos son muy conscientes,
¿verdad?
- Eso crees tú, pero bueno eso no es así, tontito. Tus recuerdos
inconscientes son aquellos que te dejan traumas y son los causantes de
que desarrolles ansiedad, depresión, etc. - me respondió como si fuese
el verdadero Mateo, con su tono de sabelotodo.

102
- Y, ¿qué me quieres mostrar con esto? ¿Cuál es el recuerdo que “me
atormenta”?
- ¿Qué ya no me recuerdas? Eso me pone realmente triste. – Mateo
hizo una mueca realmente terrorífica y me miró con sus ojos de
enojado y serio. No sé por qué temblaba cuando me miraba así... tenía
miedo y un mal presentimiento.
Entonces comenzaron a pasar por mi mente recuerdos en forma de
imágenes. Recuerdos junto a Mateo: Salidas, citas, cuando tomábamos
cerveza, estando en la plaza, cuando cocinábamos juntos, pero
también cuando peleábamos, me abofeteaba, me pegaba, no me dejaba
salir...
¿Desde cuándo pasaban tantas cosas toxicas entre nosotros?
- Así que ya te disté cuenta, ¿no?
- Eh...- Cuando lo miré, sentí muchos escalofríos, como si me fuera a
hacer algo.
- ¡Ah!- Me levanté de un salto de la cama.
Desde entonces, comencé a sobre pensar mucho las cosas. Era obvio
que él era mi recuerdo inconsciente. No puedo dormir porque
inmediatamente sueño con él y todo es muy terrorífico, él es un
psicópata.
Me acordé de todo y por la angustia y ansiedad comencé a tomar
pastillas de ibuprofeno por el dolor de cabeza. Cuando comencé a
tomarlas me dormía enseguida y pude dejar de pensar en soñar con
ese enfermo mental.
Ya tenía paz en mi vida, él no me perseguía por mis sueños y tampoco
me atormentaba en mis pensamientos, Aunque me sentía observado
eso era lo de menos y no le di importancia. Un grave error.
Mi novio, que se suponía que estaba muerto, que cuando “vivo” me
arruinó la vida, había vuelto. O eso pensaba yo sin saber que era todo al
revés.
Un día estaba en el living de mi casa y escuché el ruido de la puerta. Fui
a abrir, pero no había nadie, sólo una caja con una nota que decía
“Ábreme”. La llevé adentro y la abrí.

103
Tenía un pendrive con un solo archivo, cuyo nombre era “La verdad”.
Dudé si abrirlo o no, pero al final lo abrí, La curiosidad me ganó.
El Archivo decía:
“Tu vida es una simulación. Tienes que desconectar el cable. Hay 12
cables en tu casa, pero el numero 12 es el más complicado. Sólo te
debes girar y ver la verdad. Pronto me van a hacer salir del dado,
necesitas salvarte, Matías. Tienes que salvarte, por favor, hazlo por mí.
Pronto me iré, sólo espero que al menos alguno de nosotros salga de
esto. Por favor, hazme caso, solo sigue lo que te digo. Te amo, aunque
esto sea lo último que te pueda decir, solo te amo.
Atte. Mateo.”

Muchas preguntas me vinieron a la mente, como ¿qué es el dado? ¿Por


qué este supuesto Mateo quiere que desconecte el “cable”? Pero
principalmente ¿qué cable? y ¿cómo que vivo en una simulación? La
paranoia logró vencerme y desconecté todos los cables de mi casa.
Solo me faltaba un cable para desenchufar todo y era el más difícil.
Pensando donde podría estar me rasqué la nuca y toqué algo que no
era suave: un cable, el que me faltaba.
Un momento... ¿por qué mierda tenía un cable en la nuca? ¿Qué pasaría
si lo desenchufaba y me moría?
Si no hay riesgo la vida no es vida, de todos modos, no tengo
motivación para seguir viviendo.
Al desenchufar el cable dejé de ver. No me podía mover, no podía
hablar. ¿Estaba muerto?
Abrí mis ojos y me di cuenta de que estaba en mi habitación y al
costado de mi cama había pastillas con una etiqueta “ETS”. Pero al
darle la vuelta al paquetito decía “Éxtasis, droga alucinógena”.
Lo que yo pensaba que era Ibuprofeno era en realidad droga.
Eso explicaba varias cosas. Al lado de mi cuerpo había unos visores,
que creo eran los causantes de todo. Pensar que todos los años que
pasé en esa simulación se sentían muy reales...

104
Un momento, ¿y Mateo? Corrí a su casa a ver si estaba ahí, pero cuando
salí afuera todo el mundo estaba cambiado, No había autos, sino naves,
y los humanos ya no hacían nada, todo era manejado por Maquinas.
Todo era muy extraño pero me centré en mi novio y fui a buscarlo. Al
llegar a la esquina de su casa vi un auto estacionado, toqué la puerta y
esperé varios minutos, ansioso por ver a mi dulce Mateo. Pero no me
abrió él, sino un investigador. Éste me dio la noticia de que Mateo
murió de un derrame cerebral... No fui un buen novio, pero tampoco
malo, yo amaba a Mateo y no pude evitar dejar que simples lágrimas
pasaran por mis mejillas.
El investigador me explicó que el derrame cerebral fue causado por un
sobrecalentamiento en las neuronas del cerebro, a causa del mismo
binocular que yo tenía puesto. Mateo y yo estábamos jugando un video
juego, pero un día el sistema falló y ambos quedamos en coma
mientras nuestras mentes vivían en la simulación. Mateo logró
salvarme de morir con su nota, y cuando mencionaba al dado refería a
que iban a sacarle los binoculares y lo iban a desconectar.
No pude despedirme de mi amado, mi cerebro me confundió con
varias simulaciones, haciéndome creer que Mateo era mala persona y
que era tóxico, pero sólo era parte de mi imaginación y de esas drogas.
Solo sé que lo único real era mi amor por él, o eso creo.

105
Un Cielo
sin Estrellas
MAITENA ÁLVAREZ
Cuento ganador del 1° puesto del concurso

Hace mucho tiempo, en las afueras de un pequeño pueblo se alzaba un


gran castillo, bastante descuidado y muy antiguo. Era tan alto, que
todos se veían como hormigas a su lado. Tan pero tan alto, que parecía
que podías alcanzar las estrellas si mirabas por alguna de sus ventanas.
Qué lástima que el dueño de aquel castillo no pudiera verlas.
Así como te digo, ante sus ojos las estrellas no existían y sobre él se
alzaba un cielo sin siquiera una de ellas, oscuro y opaco. Su vida era
triste y miserable, por eso llevaba consigo una expresión abatida a
cada lado al que iba o se encerraba en su castillo todo el día.
Una tarde de invierno, una pequeña niña salió del pueblo en busca de
algunas flores para decorar su jardín. En su tan ansiada búsqueda,
avistó aquel gran y desolado castillo. Sin dudarlo y con la curiosidad
picando en sus manos, atravesó la reja de entrada del lugar.
La niña comenzó a caminar lentamente, observando con atención el
amplio jardín frente a sus ojos. No era para nada lindo, el pasto largo y
puntiagudo le pinchaba las piernas y las copas de los árboles se
encontraban vacías. Pero ella supo ver a través de eso y, en aquel
lamentable panorama, ella vio el recuerdo de un magnífico jardín,
lleno de vida y fulgor, que alumbraba aquel inmenso castillo y lo
pintaba de tonos cálidos y vívidos.
Mientras se imaginaba aquel escenario totalmente soñado para ella, la
luna se fue haciendo un lugar en el cielo. Entonces encontró un

106
descuidado banco de madera, y tomo asiento para admirar el
resplandeciente cielo nocturno sobre ella, descubriendo así que una
nueva estrella se encendía en aquel manto negro. En medio de su
fascinación, una voz se dirigió a ella.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó temeroso un hombre.
La niña, sobresaltada, lo miró, entendiendo que aquel era el dueño del
castillo del que tanto se hablaba. Entonces, con tranquilidad, dijo:
— Solo estoy viendo las estrellas, ¿no son hermosas?
El hombre la miró incrédulo, creyendo que le estaba jugando una
broma. Sin embargo, aquella idea rápidamente se volvió inestable al
ver cómo la niña intercalaba la mirada a través de toda aquella
oscuridad, como si realmente pudiera ver aquellas luces que se habían
extinguido hace ya mucho tiempo, al menos para él.
— ¿De qué estrellas estás hablando? Hace mucho tiempo se han
apagado — dijo el hombre.
— ¿Qué? — Lo miró — ¿De qué está hablando usted? Las estoy viendo
justo ahora, hay un millón de ellas y brillan más que nunca.
La niña apuntó al cielo con seguridad, sin entender por qué el hombre
no era capaz de verlas. Él, en cambio, se mantuvo estático y con algo de
enfado dijo:
— Eso es imposible. No estoy de humor para oír mentiras. — Dio la
vuelta y se fue, desapareciendo en la oscuridad de su castillo.
La niña se sintió totalmente confundida, ¿No podía ver las estrellas?
¿Era aquel hombre ciego acaso? Aquella noche, cuando salía del jardín,
mientras volvía a su pequeña casa e incluso cuando ya era su hora de
dormir, no pudo silenciar la pregunta que rondaba por su cabeza, ¿era
posible que las estrellas se apagaran?
Cuando los primeros rayos de sol alumbraron su ventana, la niña tomó
su abrigo favorito de un fuerte color naranja rojizo, y salió
silenciosamente de su casa, dirigiéndose a aquel castillo en busca de
respuestas. Se sorprendió cuando notó que, incluso con todo el brillo
del sol alumbrándolo, el castillo seguía luciendo igual de oscuro. Así
como también su dueño, quien se encontraba sentado en el mismo
banco donde estaba ella la noche anterior, ensimismado y ausente,
como perdido en su propia mente.
107
La niña caminó con algo de duda hacia él y lo sacó de sus pensamientos
cuando dijo:
— Espero que hoy sí esté de humor para escucharme porque tengo
muchas preguntas.
El hombre la miró sobresaltado para luego dedicarle su mejor cara de
fastidio. Entonces, se puso de pie para alejarse de allí lo más rápido
posible y esconderse en su castillo. Pese a que la niña trató de
detenerlo, claramente no lo logró.
Sin embargo, la pequeña no tenía intenciones de irse, y, en cambio,
intentó arreglar el jardín como si fuera suyo. Recién cuando los
últimos rayos de sol se escondían en el horizonte, el dueño del castillo
observó por una de las ventanas y pudo ver a aquella fastidiosa niña en
su jardín. En un principio sintió molestia, ¿cómo podía aquella niña ser
tan confianzuda? Sin embargo, una parte de él admitía que extrañaba
ver a su propio parque brillar como solía hacerlo. Entonces, bajó por
las extensas escaleras y se dirigió hacia allí.
La niña no se dio cuenta de su presencia hasta que él, con su voz
monótona, le propuso responder sus preguntas si ella se encargaba de
convertir su descuidado parque en el que solía ser.
La niña rápidamente aceptó el trato, pues además de la necesidad de
saciar su curiosidad, soñaba con tener un jardín tan grande y mágico
como ese.
Entonces, el hombre le dio total libertad a la pequeña para que hiciera
sus preguntas, y así ella pudo descubrir que las estrellas no se
apagaron de la nada, sino que, según aquel hombre, se fueron
desvaneciendo. También pudo comprender un poco sobre su vida y la
soledad que cargaba encima.
La pequeña niña sintió algo de pena por aquel hombre y esa noche le
prometió que lo ayudaría a volver a pintar su cielo con brillantes
estrellas.
Los días siguientes, la niña aparecía en el castillo al atardecer y
esperaba a que llegara la noche junto al hombre. Mientras tanto, le
contaba las locas ideas que tenía para cumplir su promesa. Una noche
le explicó seriamente cómo se suponía que debía buscar las estrellas

108
con una lupa, y a la siguiente intentó pescar estrellas con una caña
para regalárselas al hombre a su lado. Sorprendentemente, estas ideas
no eran una molestia para el hombre, quien, poco a poco, comenzaba a
encariñarse con la niña.
Sin embargo, pese a todos los esfuerzos de la pequeña, el hombre no
fue capaz de ver siquiera una diminuta estrella. Su cielo estaba
realmente vacío.
Un día, la pequeña niña se presentó un poco más tarde de lo usual. Ella
se sentó en el banco del jardín, al lado del hombre y suspiró con
cansancio. Aquello desconcertó al mayor, ¿dónde estaba la niña que se
acercaba saltando hasta él, emocionada por contarle sus locas ideas?
El hombre quiso preguntarle si estaba bien, pero ella se le adelantó y
con la voz algo débil y monótona le comentó:
— Ayer en la noche, hablé con mi abuelo y le pregunté si él podía ver
las estrellas — suspiró y miró al cielo — Me dijo que sí, que las ve, pero
que ya no son tantas como las que solía ver. Él también dijo que,
algunas, poco a poco, se fueron desvaneciendo.
El hombre la miró atento, intentando comprender a dónde quería
llegar. Ante su falta de respuesta, la niña volvió a hablar.
— Entonces, le pregunté si era posible que alguien no pudiera ver
ninguna estrella— cerró sus párpados con cansancio.
— ¿Y qué te dijo? — inquirió el hombre.
La niña se tomó un momento para recordar y contestó:
— Él habló del cielo como si fuera un gran espejo que ve más allá de
nosotros y refleja lo que somos, lo que sentimos, lo que deseamos e
incluso lo que sufrimos. Dijo que cada parte de nuestro cielo,
representa una parte de nuestra alma. Las estrellas específicamente,
son todo aquello que debemos o queremos alcanzar, nuestros sueños
— observó su cielo con confusión. — O al menos eso es lo que leyó en
un libro hace bastante tiempo.
El hombre trató de entender, pero no lo logró. Simplemente no tenía
sentido en su cabeza, y se lo hizo saber a la niña.
— Lo siento, pero creo que lo que dijo tu abuelo no tiene sentido —
dijo apenado.

109
Apenas terminó de hablar, la niña formó una leve sonrisa, casi
imperceptible a los ojos de cualquiera y le dijo:
— Un cielo sin estrellas tampoco lo tiene — y lo miró.
En ese momento el hombre reparó en la tez pálida de la niña y sus ojos
carentes de brillo. No supo qué contestar y sus pensamientos lo
arrastraron nuevamente a lo más profundo de su mente. Para cuando
pudo liberarse y volver a la realidad, ella ya no estaba a su lado, pues,
silenciosa como un fantasma, se había marchado del lugar.
Aquella noche fue la última vez que el hombre vio a la pequeña niña.
Ella no volvió a acercarse al castillo, por lo que el hombre decidió
adentrarse en el pueblo y buscarla. De repente una conversación llegó
a sus oídos y capturó totalmente su atención.
— ¿Escuchaste lo que le sucedió a la pequeña Amelie? La niña del
sobretodo naranja — preguntó una mujer.
— No, no escuche nada, ¿qué sucedió? — respondió otra.
— Se enfermó muy gravemente hace unos días, los médicos no
pudieron hacer nada — habló con pena la mujer.
El hombre se frenó abruptamente al escuchar aquello, negándose a
creerlo. Sin embargo, sólo bastó con caminar un poco más para
confirmar aquella noticia, porque todos hablaban de ello. Entonces,
con una gran tristeza sobre sus hombros, el hombre se encaminó hacia
su gran castillo. Se sentó en el césped de su gran jardín, observando
cada uno de los cambios que aquella niña se había esforzado en hacer.
Con los ojos lagrimosos y un nudo en la garganta, posó su mirada en
las vívidas flores que se habían marchitado en pocos días por la
ausencia de la niña. Cuando su corazón comenzó a doler, se recostó en
No supo cuánto tiempo pasó allí, pero cuando abrió los ojos, la luna ya
se alzaba sobre él y en tanto observaba su vacío cielo, recordó el sueño
que Amelie había mencionado tener una vez: “Un inmenso y colorido
jardín, digno de un cuento de princesas”. Eso era lo que ella quería, y
por eso, en aquel momento, se prometió a sí mismo esforzarse para
alcanzar el sueño de aquella niña y cumplirlo en su nombre. Tal vez de
esa manera, podría agradecerle todo lo que había hecho por él.

110
Entonces, mientras sus ojos se perdían en la oscuridad del cielo
nocturno, pudo ver un pequeño punto de luz aparecer lentamente, casi
con timidez. En medio de tanta tristeza y, a punto de ser cubierta por
las nubes grises, surgía una estrella, brillante como un rayo de
esperanza que opacaba toda la oscuridad de su vida y lo guiaba a una
nueva, donde la esperanza y sus propios sueños serían lo primero que
vería al observar el cielo.

111
El Misterio de la
Familia del Cuadro
GUADALUPE ANAUT Y ALMA AGUILERA IBARGUREN

En las vacaciones de verano, un grupo de cuatro adolescentes llamados


Sara, Toby, Tomás y Maddison viajaron a un pueblo, Baryabí. Tomás
era alto, con pelo castaño y bastante egocéntrico; Maddison era
pelirroja, con ojos color miel y mucho carácter; Toby era alto y muy
inteligente. También estaba Sara. Ella tenía pelo castaño claro y ojos
verdes.
Llegaron al pueblo alrededor de las 3 p.m. y fueron a comprar comida.
En el transcurso de la compra, se toparon con unos tipos muy raros.
Eran seis, y todos estaban vestidos con un pantalón negro, y una
campera negra con capucha. También usaban lentes oscuros. Lo más
extraño era que los seis tenían el mismo tatuaje, un símbolo extraño,
en su mano derecha. Los tipos se dieron cuenta de que los estaban
mirando, por lo que los cuatro amigos decidieron pagar rápido sus
compras e irse.
Fueron a la casa que habían alquilado para quedarse. Era una casa de
dos pisos con aspecto lúgubre, pero muy acogedora por dentro. Tenía
muebles antiguos de madera oscura y grandes ventanales por los que
pasaba la luz del sol. Cuando llegaron, acomodaron las compras y sus
cosas para luego ir a recorrer el pueblo. Cuando estaban saliendo,
conocieron a sus vecinos: la señora Truffoll, una viejecita muy tierna y
amigable que les dio un pastel de bienvenida, y el señor Lanchob, un
viejecito callado y con cara de amargado.

112
Fueron a explorar el pueblo y pasaron por cada rincón; eso les tomó
toda la tarde. Para cuando se dieron cuenta, era casi la hora de cenar.
Por eso, aprovecharon y buscaron algún lugar para comer afuera.
Llegaron a un sitio con muchas luces y letreros. Había bastante gente
ahí, por lo que pensaron que se comería bien y decidieron entrar. Se
sentaron en una mesa y ordenaron la comida cuando, de repente,
vieron a los mismos seis hombres que habían visto más temprano ese
día hablando con un camarero. Rápidamente se escondieron debajo de
la mesa, levantando un poco el mantel para poder espiar.
Vieron que uno de los hombres tenía un pergamino viejo con unos
extraños símbolos escritos en él. Los hombres se fueron y los chicos
salieron de abajo de la mesa. Querían seguirlos, pero esos hombres les
daban muy mala espina. Cada vez que estaban cerca de ellos, sentían
que estaban en peligro. Por eso, decidieron terminar de comer rápido y
volver a la casa.
Al rato de haber llegado, cuando se estaban por ir a dormir, escucharon
un ruido en el piso de arriba. Asustados, los cuatro subieron a ver que
todo estuviera bien. Allí encontraron un pequeño baúl en el piso.
– Seguro se cayó del estante –dijo Sara.
– Abrámoslo para ver qué tiene adentro –sugirió Maddison.
Trataron de abrirlo, pero estaba cerrado con llave. De pronto, Toby
recordó que el chico que les había vendido la casa les había dicho que
en uno de los cajones de la cocina estaban todas las llaves del lugar.
– Síganme –dijo Toby.
Sacó un manojo de llaves de uno de los cajones de la cocina. Todas las
llaves eran plateadas y grandes menos una, que era pequeña y de color
dorado. Trataron de abrir el cofre por segunda vez. En esta ocasión sí
se abrió. Vieron una extraña carta donde había símbolos que les
resultaban familiares.
Todos se preguntaban qué podían ser.
– Chicos, ¿no les parecen familiares esos símbolos? –dijo Maddison.
– Sí, siento que los vi en algún lugar hace poco tiempo –respondió
Tomás.

113
– ¡Creo que ya sé dónde los vimos! –dijo Sara.
– ¡Chicos, los hombres de negro! ¿Se acuerdan? –exclamó Toby.
Ya era muy tarde y se fueron a dormir, pero estuvieron inquietos toda
la noche. Querían saber qué significaban los símbolos.
A la mañana siguiente, los chicos solo querían ocuparse de los signos
para saber qué significaban. Estuvieron horas buscando pistas, hasta
que Sara dijo:
– ¡Chicos, encontré algo!
– Ok, ya vamos – anunció Tomás.
Encontraron una llave que decía “Ya me descubriste, pero otras pistas
siguen ocultas”. No entendían lo que podía significar.
Hablaron y hablaron, crearon teorías, pero nada tenía sentido.
Charlaron tanto que anocheció; cenaron y se prepararon para ir a
dormir. De pronto, escucharon otro ruido. Esta vez, en el sótano.
Estaban muy asustados, ya que era de noche y no sabían qué
imaginarse para no pensar en “monstruos” o algo peor… que alguien
entrara a su casa.
– ¿Y si son esos hombres? –dijo Maddison.
Toby fue valiente y bajó a ver qué pasaba. Vio una sábana cubriendo
algo; la quitó y descubrió un baúl con una fotografía de una familia. La
foto parecía muy antigua. Él se la mostró a sus amigos.
– ¡Miren, chicos! ¡Encontré algo! –exclamó Toby, mientras les mostraba
la extraña foto.
Los chicos estaban asustados: esa fotografía les parecía muy
perturbadora, les daba muy mala espina. Tomi dijo:
– Bueno, ¿quién se la guarda? Podría ser una pista.
Nadie quería quedársela, pero Toby la guardó en su bolsillo; después de
todo, podría servir para descifrar los símbolos.
Bajaron a ver televisión cuando, de pronto, un sobre blanco con
detalles dorados entró a la casa por la pequeña escotilla de la puerta.
Sara la recogió, la abrió y la leyó en voz alta. La carta decía lo siguiente:
“Queridos vecinos: Los invito a la fiesta anual del pueblo. Los espera la
señora Truffoll. Es una fiesta elegante, así que vístanse para la
ocasión.”

114
Los chicos se prepararon y fueron a la casa de la señora Truffoll.
Tocaron el timbre y la amable viejecita los recibió. Allí se dieron cuenta
de que la casa de esa señora estaba llena de cuadros que retrataban a la
familia de la fotografía que ellos habían encontrado.
– ¿De dónde conocés a esas personas? –exclamó Toby.
– Hmmmm… No puedo decirte, es parte de mi pasado, pero bueno…
Diviértanse en la fiesta, –dijo la señora Truffoll.
Ellos querían seguir recorriendo la casa, así que Sara dijo que iba al
baño y aprovechó para ver mejor aquellos cuadros. Se dio cuenta de
que una de las fotos de los cuadros era idéntica a la que habían visto en
la casa, así que llamó a Toby, ya que él se la había guardado. Toby fue al
lugar que le indicó Sara y sacó la foto del bolsillo para investigarla
mejor. La puso a contraluz y vio un extraño abecedario con los
símbolos. Volvieron a donde estaban todos los invitados y llamaron a
Tomás y Maddison. Todos se fueron a casa rápidamente para que nadie
se diera cuenta de que faltaban.
Al llegar, fueron directamente a agarrar la carta que habían encontrado
en el cofre y luego volvieron a la fiesta de la señora Truffoll. Ellos
creían que nadie se había percatado de su ausencia; pero allí vieron a
los seis tipos, observando desde lejos, y sus expresiones cambiaron
cuando vieron la foto. Los cuatro chicos se fueron a un lugar más
alejado de la gente e intentaron descifrarlo, pero luego de ver a los
hombres, se sentían observados, a pesar de no estar cerca de la gente.
Luego de un par de horas, terminó la fiesta y los chicos volvieron a su
casa. Al llegar, pudieron descifrar que la carta decía: “En una casa vieja
estamos… ¿Quieres encontrarnos? Ven a esta dirección…”. Cuando
iban a salir de casa para ir a donde la carta indicaba, vieron un auto con
vidrios polarizados y sin patente en la puerta. Decidieron no salir, ya
que además era muy tarde.
Al día siguiente, le fueron a preguntar sobre el cofre y los símbolos al
señor Lanchob. Llegaron y le contaron todo lo que les estaba pasando
desde que habían llegado a esa casa. Él les aconsejó que se alejaran de
la señora Truffoll, ya que solo actuaba el papel de buena persona. Ellos
se sintieron confundidos, ya que ella era muy agradable y gentil,
aunque un poco extraña.
115
Más tarde, pasaron por la casa de su vecina y vieron a los seis hombres
que habían visto anteriormente hablando con la señora Truffoll. En ese
momento, recordaron lo que el señor Lanchob les había dicho, así que
huyeron y fueron a la dirección que estaba escrita en la carta.
En el camino, comenzaron a escuchar pasos y miraron para atrás.
Vieron a los hombres, pero había una persona más. Era bajita y parecía
una abuelita… ¡ERA LA SEÑORA TRUFFOLL! Ella les estaba dando
órdenes a los tipos. Los cuatro amigos corrieron lo más rápido posible
hasta que en una curva del camino, lograron perderlos.
Llegaron al sitio indicado. Era una casa muy vieja y grande. Entraron
sin pensarlo dos veces para que la señora Truffoll no los alcanzara.
Revisaron todo el lugar y vieron más cuadros de esa familia. Cada
cuadro tenía un símbolo; empezaron a anotarlos. De pronto vieron una
persona delante de ellos. Era el señor Lanchob.
– Señor Lanchob, ¿qué hace aquí? –exclamó Sara.
– Solo vine para avisarles que la vecina está a punto de encontrarlos.
¿Ya anotaron los símbolos?
– Sí señor, pero cómo...
– ¡No hay tiempo! ¡Suban a mi camioneta! – dijo el vecino.
En el viaje, lograron descifrar los símbolos, que indicaban que el último
paso era ir a la casa de la vecina. Aprovecharon a ir en ese momento, ya
que ella todavía estaba buscándolos en la casa antigua. Lograron entrar
y allí escucharon fuertes ruidos que provenían del sótano. Lanchob los
ayudó a derribar la puerta y entraron. Se encontraron con algo que
nunca hubieran imaginado. ¡ESTABA LA FAMILIA QUE HABÍAN VISTO
EN LOS CUADROS! Los chicos quedaron muy sorprendidos y
desconcertados. Definitivamente, no pensaban encontrarse con ellos
allí. La familia les contó que la señora Truffoll los había encerrado
hacía ya un par de años y los mantenía cautivos para quedarse con su
casa y su riqueza.
Los chicos ayudaron a escapar a la familia del sótano y ellos, en
agradecimiento, los recompensaron con parte de su riqueza. Luego
llamaron a la policía y denunciaron a la malvada viejecilla.
El señor Lanchob les confesó que él había plantado las pistas para que

116
ellos pudieran encontrar a la familia, ya que él era muy viejo y tenía
miedo de confrontar a la señora Truffoll. Ellos le agradecieron y
decidieron volver a la ciudad inmediatamente. ¡Ya habían tenido
bastantes aventuras en un solo verano!

117
Esa Casa
JULIANA PAOLINO Y PILAR LANZILOTTA

Me presento, soy Ámbar. Me dicen que soy rara por lo que les conté,
pero yo ya vi bastantes películas sobre esas típicas casas, aparte de que
lo tengo confirmado, YO LO VÍ EN VIVO Y EN DIRECTO ¿POR QUÉ NO
ME VAN A CREER? Ellos que saben, pero igual les pregunté de las
películas:
- ¿No es real?
Y me dijeron:
- ¡Noo! ¿Cómo te vas a creer las películas? JAJAJA.
Yo pensé que me estaban jodiendo entonces les dije:
- Ahh, entonces no me creen, bueno está bien pero vamos todos a ver
quién tiene razón.
En el grupo conmigo somos cinco, Flor, Rocío, Mauro y Luciano. Ellos
aceptaron ir. Me alegré porque van a ver que tengo razón y por fin no
más quejas. La casa estaba a la vuelta entonces fui con ellos
caminando. Llegamos a los segundos, pero no estaba la casa. Había
pasto largo que nos sobrepasaba dos cabezas. Dimos una vuelta
completa para buscar esa casa y ahí estaba en el mismo lugar donde
hasta un rato había pasto. No lo podíamos ni creer.
Apenas entramos ya empezó la locura. Había cuadros al revés y uno en
particular era un hombre viejo sonriendo, literalmente era muy
perturbadora, también no había luz pero por suerte llevamos linternas
para cada uno y vimos que no cuidaban esa casa porque ya tenía
telarañas, los muebles polvo, humedad en las paredes y a punto de caer
encima nuestro. Flor casi se va corriendo pero de la nada dijo:

118
- Chicos, esto me está pareciendo raro, siento las vibras de que algo nos
está viendo y eso me está preocupando.
Yo le dije:
- No, no tranquila supongo que será el espíritu de la protección.
Flor me preguntó:
- ¿Quién es el espíritu de la protección?
Yo me sentí la experta de la casa más loca del barrio sólo por conocer
cosas que pasaron allí y ya lo sabía de memoria, así que le respondí:
- El espíritu de la protección es el que la vez anterior me salvó estando
acá. Me salvó de la caída desde el segundo piso de la casa. Yo no sé su
nombre así que lo llame así yseguro que está para cuidarnos del
fantasma Mauvais que en español significa fantasma "malo".
Flor me miró con cara de sorprendida por todo lo que sabía de esa casa,
ni yo podía creer que sé todo eso.
Yo conozco a Mauvais porque había escuchado sobre él, me lo contó mí
abuela ya que ella vivió en este mismo barrio. También me contó que
de chiquita se metió a la casa y lo que me asustó muchísimo es que me
dijo que vio zapatos de niños. ¿Será que los niños no volvieron de ahí?
Nosotros estábamos saliendo de la casa cuando se cerró la puerta.
No sabíamos a quién echarle la culpa porque dicha puerta se cerró en
nuestra cara. Yo ya sabía quién fue. Es obvio que fue Mauvais, él odia a
los niños. Mientras estábamos encerrados, seguimos investigando esa
casa pero el polvo no nos ayudaba y se gastaban las linternas. ¿Qué
podíamos hacer? Ya se hacía de noche y no teníamos otra que dormir.
Sin duda nos tiene que cuidar el espíritu de protección. ¿O prefieren
que nos atrape Mauvais?
Al día siguiente, vimos una ventana que con la luz del día iluminaba a
una cosa en especial… Había una carta que nos llamaba la atención
porque brillaba, eso no era normal y Luciano lo tomó como un tesoro.
- Luciano, ¿sos o te hacés? Tampoco va a decir las pistas de cómo salir
de acá. - Lo dije revoleando los ojos.
Él me mira, se hace el que no me escuchó y comienza a leer lo que dice
esa carta.

119
- Cuando leas esto Ámbar, quiero que sepas algo. Sé que ibas a venir
pero acordate de tener cuidado con Mauvais, él es muy peligroso y
puede hacer cualquier cosa para lastimar a un niño o niña. En caso de
que te haya encerrado buscá en…
- ¿En dónde buscamos? ¡En dónde! - dice Rocío muy alterada y
gritando tan fuerte que despierta a todos los vecinos. A ella le gustan
las aventuras pero no estar encerrada en una casa abandonada.
Luciano nos dijo que falta una parte de la carta y al buscar tanto
encontramos dos, una Mauro y otra Flor. Dudamos por mucho tiempo
cuál era la verdadera pero yo le dejé el cargo a ellos para que
investiguen, así yo sigo buscando si hay otra parte, porque seguro es
todo trampa de Mauvais y tal vez sólo hay una verdadera y varias
falsas.
Busqué por una hora y encontré otra parte de la carta, pero a los que
no encontraba era a mis amigos. Fui desesperada a investigar toda la
casa para ver donde semetieron pero de ellos ninguna noticia, así que
me senté en un rincón a llorar.
- Todo fue mí culpa, yo no los tenía que llevar conmigo ¡Cómo pude
pensar en traerlos!
Lloré y me eché la culpa. Resulta que fue sólo un rato porque me di
cuenta de que ellos iban con el espíritu de protección. Lástima que yo
no estoy protegida pero al menos ellos siguen con vida. Lo primero que
hice fue fijarme en cada detalle de la casa, después en cada mueble
porque podría pasar que se escondieron allí.
- Ya me cansé pero todo por mis amigos.
Ya busqué en cada mueble y en cada detalle. Espera, cada detalle no,
me faltó un cuadro por buscar. Fui corriendo lo más rápido que pude y
allí había otra parte de la carta, pero faltaban mis amigos. Fui a
buscarlos arriba y los encontré atados, me di cuenta de que Mauvais
derrotó al espíritu de protección. ¿Cómo pudo? Me acerqué a ellos para
desatarlos y escuché una voz:
- Ámbar, Ámbar, Ámbar, ustedes no se me escapan.
- ¡Ya sé que sos Mauvais! ¡Déjalos salir!
- ¿Y qué me das a cambio?

120
Me quedé pensando, no tenía nada para darle. Tengo que vencerlo y
salvarlos. Se me ocurrió una idea. Mi abuela me contó que a Mauvais
no le gustaba la luz porque lo quema y nosotros teníamos unas
linternas sin batería. Yo lo puedo amenazar con iluminarlo si no me
deja liberar a mis amigos.
Amenazo con la linterna sin batería apuntando para todos lados ya que
es un fantasma y no lo veo, mientras desató a mis amigos. Mauvais tira
la linterna haciéndola volar hasta los cielos y sólo llegué a liberar a dos
de mis amigos, Luciano y Rocío.
Nos fuimos corriendo pero Mauro y Flor quedaron atados. No tuvimos
otra opción, sino escapábamos quien sabe que podría haber sucedido.
- ¡Vamos, no olviden que el fantasma nos encontrará! - dijo Rocío con
mucho temor.
Luciano, Rocío y yo estábamos muy preocupados por lo que le pasaría
a nuestros amigos, así que tuve una idea, la más simple.
Investigamos cada parte de la carta porque algunas partes nombraban
lugares que ni existían. Pudimos encontrarla, entonces Luciano la leyó.
- Cuando leas esto Ámbar, quiero que sepas algo. Sé que ibas a venir
pero acordate de tener cuidado con Mauvais, él es muy peligroso y
puede hacer cualquier cosa para lastimar a un niño o niña. En caso de
que te encierre buscá en la puerta número seis, en el séptimo cajón
estará la llave.
La verdad yo esperaba algo más complejo, pero bueno.
– ¿Toda esa búsqueda para eso? Mauvais la complicó demasiado - dijo
Luciano.
Fuimos hacia ahí pero la puerta estaba cerrada...
- ¡Lo que faltaba, tanta mala suerte no podemos tener! - dice Rocío tan
enojada a punto de estallar y otra vez despierta a los vecinos.
Arriba de la puerta tenían colgada un hacha. Todo parecía estar
planeado.
Empujaron la puerta, entraron a la habitación y por primera vez
tuvimos suerte de que no se nos cayó el hacha. Al entrar estaba el
dicho mueble de siete cajones y la llave estaba ahí y era de oro.

121
Al encontrar la llave Rocío dijo sin pensar:
- ¡Encontramos la llave, vámonos!
Yo estaba tan decepcionada de sus palabras y le dije:
- ¿En qué estás pensando? ¡No podemos dejar a nuestros amigos solos!
Luciano no dijo nada al respecto, al parecer ambos querían irse y
abandonar a Flor y a Mauro. Luciano y Rocío son literalmente un
monstruo. ¿Cómo van a pensar abandonarlos?
En ese momento quedé en shock así que le arrebaté la llave a Rocío y
los obligué a buscar a "nuestros" amigos, porque ellos no parecen ser
sus amigos si pensaban abandonarlos.
Fuimos corriendo a buscarlos y encontramos a Mauro solo. Le
preguntamos a dónde se llevó a Flor y me señaló un cuadro. En el
momento no entendí pero le presté atención y allí estaba ella atrapada.
Pensamos en mil formas de liberarla y lo obvio era romperlo. Al
hacerlo, liberamos a Flor y al parecer Mauvais se fue y era nuestra
oportunidad de liberar a Mauro.
- ¡Ya estamos todos! ¡Corran a la salida! - dijo Flor alegre, pero con
miedo de que aparezca de nuevo Mauvais.
Llegamos a la salida corriendo, abrimos la puerta y nos fuimos sin
mirar atrás. Todos estallamos de alegría y nos alejamos lo más rápido
de esa casa. Nunca más vamos a poner un pie en ese lugar.
Nadie dijo que nos íbamos a quedar callados respecto de esta aventura.
Así que informamos lo sucedido a todo el pueblo. Todos los niños del
lugar querían hacer esa aventura, pero les advertimos…

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¿Será que es Amor?
CAMILA LONGO

- Soy yo, soy yo Davide. Por favor, soy Eda.- Se me caían las lágrimas de
la tristeza, de la desesperación, del miedo. No sabía qué hacer excepto
llorar y llorar sin consuelo alguno.
- No sé quién eres, ¿dónde está Mia?- me dijo con una mirada que no
olvidaría jamás, una mirada de desconcierto como si fuese la primera
vez que nos veíamos. Entonces entendí que nada volvería a ser igual y
que mi sueño de casarme con el hombre que amo había sido solo eso,
un sueño.
Horas antes, Davide había recibido una llamada de la oficina. Debía
viajar a Italia por un problema en la empresa, y debía asistir de
inmediato. Sí, el mismo día de nuestra boda.
Yo sentía que algo no estaba bien, tenía un presentimiento que pareció
absurdo en el momento pero que cobró realidad, ese mismo día, horas
después.
Me moría de la ansiedad, quería que todo estuviera listo y perfecto
para la ceremonia. Al fin y al cabo, el momento de su boda era único en
la vida de una mujer. Pero creo que el destino tenía otros planes.
El salón estaba decorado con flores frescas y colores naturales. Estaban
listas las luces, la música, las mesas y la enorme torta de seis pisos. Yo
fui directamente a arreglarme. Como toda novia, me peiné, maquillé y
me puse un vestido blanco con el velo largo, como a mí me gustaba.
Todo era perfecto, pero ese presentimiento, esa sensación negativa
seguía estando, no se iba.
Mi madre y mis amigas no querían que Davide me viese antes de la

123
ceremonia, ya que se consideraba de “mala suerte”. Pero como él
viajaba a Italia y regresaba ese mismo día para la boda quería verme
antes de volar y despedirse aunque fuese poco tiempo. Davide entró a
la habitación donde me estaba viendo al espejo, se me acercó por
detrás y me susurró al oído que estaba hermosa, que era el amor de su
vida y que nunca había sido más feliz. Pero hubo una frase que
recuerdo con profunda angustia: “si viniera a este mundo cien veces,
las cien veces me enamoraría de ti”. Sólo logró que el amor que sentía
por él se hiciera más intenso y que me llenara de ansias por su regreso,
para que pudiéramos casarnos.
Davide me contó sobre el viaje a Italia, que solo serían siete horas,
llegaría puntual para la boda y todo sería perfecto. Pero yo no quería
que me dejara sola.
– No me dejes aquí. Promete que llegarás a tiempo,- le dije algo
angustiada.
- No te dejaré. ¿Cómo podría? No te voy a dejar nunca,- me dijo
mirándome fijamente a los ojos. - Sólo cierra los ojos y, cuando los
abras, estaré de nuevo contigo. Te amo y siempre te amaré pase lo que
pase. Nada me puede mantener alejado de ti.
– Te amo y confió en ti,- le dije. Me besó y se fue y el mal
presentimiento que tenía se tornó más fuerte. Tan sólo unos minutos
después estaba por salir de la habitación, ya lista, cuando llegó la
llamada, la peor que he recibido en mi vida.
– Perdón Eda, debes mirar las noticias ya. - Era uno de los amigos de
Davide, Max.
Prendí la televisión y no pude cargar con la noticia: “Davide Esposito,
famoso empresario multimillonario, el día de su boda con Eda Fontana,
cantante exitosa, tuvo un accidente aéreo del cual todavía no se sabe
nada. Creemos que podría encontrarse sin vida”.
De repente perdí la estabilidad y caí desmayada. Cuando retomé
conciencia, seguía sin poder creer lo que había sucedido. Había más
preguntas que respuestas en mi mente. ¿Por qué ese día? ¿Por qué
después de todo lo que pasamos? El enfrentamiento de familias, las
discusiones... ¿por qué, cuando al fin estábamos por lograrlo, sucedió

124
esto? Pero nadie podía mitigar mi angustia ni responder mis
preguntas.
Me cambié el vestido y comencé a llamar a todos los hospitales de la
ciudad preguntando por Davide Esposito, pero ninguno me dio
respuesta. Lo busqué hasta el cansancio por días. Cuando todos me
dijeron que debía parar yo seguí intentando encontrarlo, porque algo
dentro de mí me decía que él seguía con vida, esperándome.
Los días pasaron pero yo nunca me rendí, hasta que un día,
inesperadamente, Davide entró caminando a la empresa como si no
hubiese pasado nada. Quedé paralizada por unos segundos y cuando
pude finalmente tenerlo frente a mí lo abracé tan fuerte que parecía
que nunca iba a soltarlo. Pero él interrumpió mi abrazo.
– Admitieron gente nueva en la empresa. ¿Cómo te llamas?
Un vacío en mi pecho y un nudo en la garganta no me dejaron emitir
sonido y mis ojos se llenaron de lágrimas.
- Soy yo, soy yo, Davide. Por favor, soy Eda,- le dije con una voz
cortada, baja, desganada.
- No sé quién eres. ¿Dónde está Mia?- me dijo, preguntando por
aquella mujer que había hecho nuestras vidas imposibles. Ahora quería
verla y preguntaba por ella.
– ¿No te acuerdas de mí? Estábamos por casarnos cuando tuviste ese
horrible accidente. ¿No te acuerdas?
Entonces llegó Max.
– Eda, venía a contarte la noticia, pero veo que Davide me ganó. La
buena noticia es que sigue con vida y su estado físico está muy bien.
Pero visitamos un doctor y nos informó que perdió la memoria de un
determinado período de tiempo. No se acuerda de muchas cosas,
incluyéndote a ti y cree que es casi imposible que vuelvan los
recuerdos porque el golpe fue muy fuerte.
Como si no tuviese ya bastantes desgracias, el amor de mi vida seguía
vivo, pero no recordaba nada. Quizás nunca lo haría. Para él, yo era una
completa extraña, una más del montón.
– Puede que no te acuerdes de mí, pero no puedes dejar de sentir el
amor. El amor que hay entre nosotros sigue estando y no puedes

125
ignorarlo. Por favor, escucha tu corazón. Sé que ahí estoy yo, él no me
dejará ir tan fácil,- le dije desesperada.
– Lo siento pero no la recuerdo. Ahora, si me disculpa, debo ir con Mia.
Ella es mi pareja y me está esperando.
Además de haberse olvidado de mí, Davide creía que Mia era su pareja.
Quizás lo fue en el pasado, pero habíamos podido superarlo y ahora
volvía para atormentarnos nuevamente. Ella se aprovechó de él, de
que no recordaba nada de mí y sí de ella para decirle que eran pareja.
Pero no me iba a rendir nunca. Iba hacer lo que fuese necesario para
que Davide me recordara.
Cuando lo conocí no nos caíamos del todo bien. Para hacerlo enojar, le
había escrito mi nombre con marcador en su mano para que me
recuerde en cada lugar que vaya y así se enfade más. Probé hacer lo
mismo ahora y escribí “Eda Fontana” en su mano pero no funcionó. Lo
llevé a la fuente de los deseos, esa que visitábamos antes de cada
evento importante. Le parecía familiar pero no relacionada a mí. Y,
aunque no quiso, lo forcé a ir a nuestra casa, repleta de objetos de
ambos y fotos que mostraban la pureza de nuestra relación.
No pude contener lo que sentí al ver esas fotos y estallé: – No puede ser
que lo sigas negando, ¿no lo ves? En esas fotos ves el amor que hay
entre nosotros, no puedes hacer de cuenta que nunca existió ¡Davide,
mírame a los ojos y dime que no sientes nada por mí! - Mis ojos se
desbordaban por el llanto.
– Por favor no llores, te lo pido. Yo amo a Mia, no sé cómo explicarte
que yo no te conozco y que si en algún momento fuimos algo eso ya no
existe. ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo?- me dijo y mi impulso me
superó. Lo golpeé en el rostro sin pensarlo, no sé la razón,
simplemente quería despertar de esa terrible pesadilla.
Y antes de irme le dije: – Me cuesta entenderlo porque te amo, te amo y
te amo y siempre será así aunque tú no me reconozcas. Yo sí recuerdo
todos los momentos que vivimos juntos y se me parte el alma cada vez
que te veo con ella porque tú eras así conmigo. Tus besos, tus abrazos,
tu amor eran hacia mí y no puedo vivir con la idea de que otra mujer
esté contigo.

126
Todo eso era cierto, pero había algo más. ¿Cómo decirle que estaba
esperando un niño fruto de nuestro amor, si ni siquiera sabía quién
era?
Y tomé una decisión, me iría a Paris por unos meses con la excusa del
trabajo porque no podría quedarme sin poder decirle la verdad y
tampoco quería atarlo a mí, sabiendo que no me amaba.
Hice mis maletas y al cabo de unos días, salí rumbo al aeropuerto de
madrugada.

Davide llamó a Max y se encontró con él en un bar.


– ¿Qué pasa, amigo? ¿De que querías charlar? - Le preguntó Max algo
preocupado.
– No sé qué sentir, Max. Mi cerebro dice que debo estar con Mia, pero
algo me dice que Eda es mi futuro. Ya lo sé, es algo tonto, porque no la
recuerdo.
- No es para nada tonto, antes de que pierdas la memoria tuvimos una
charla algo similar. Ya no estabas enamorado de Mia, amabas a Eda y
no querías aceptarlo porque iba en contra de tu lógica, pero el amor te
ganó.
En medio de la charla un hombre robusto interrumpió diciéndole a
Max que esa era “su silla” y que debía apartarse y al negarse Max, se
inició una pelea. El hombre golpeó tan fuerte a Davide que éste quedó
mareado por unos segundos. Max no se quedó atrás, le devolvió el
golpe y el hombre dejó de molestarlos.
-¿Estás bien amigo?- preguntó Max.
– Recordé todo Max. El golpe me ayudó. No puedo creerlo, recuerdo
todo lo que sucedió con Mia, a Eda y nuestra boda. Tengo que
alcanzarla antes de que despegue el avión.

Y, sin pensarlo, salió corriendo a buscarme e impedir que me vaya.


Llegó al aeropuerto y empezó a buscarme, aunque mi vuelo había
salido hacía diez minutos él no perdió la esperanza, algo le decía que
yo estaba allí y así fue. Se paró allí pensando donde podría estar y me
vio, mi reflejo en la ventana mirándolo junto a mis maletas con una
lágrima cayendo por mi rostro.
127
– Qué suerte que no te fuiste, mi amor. Recuerdo todo, todos y cada
uno de los momentos que pasamos juntos,- me dijo.
– No lo puedo creer. Lo imposible se hizo realidad. No me fui porque
sentí que vendrías por mí y aquí estás.- Y, rompiendo en llanto, le dije:
– Estamos esperando un bebé. No quise decirte antes porque no quería
atarte a mí, perdóname.
- No hay nada que perdonar. Te amo y vamos a formar una hermosa
familia juntos.
Y esa fue mi historia de amor, una historia en la que lo imposible se
hizo realidad.

128
Correr para Vivir
LAUTARO MORSELLI

En el 2003, había un chico llamado Wixter que sufría de obesidad.


Todos los compañeros lo cargaban y lo hacían sentir mal. Por esa
razón, él tenía vergüenza de sí mismo. Al salir al exterior sentía
constante miedo y para no sentir eso se quedaba todo el día encerrado
en su habitación sintiéndose mal, triste y llorando.
Su mamá, Marian, le decía que le cuente a la maestra cuando sus
compañeros le hacían sentir mal, pero él tenía miedo de las
consecuencias que podrían llegar a pasar después.
Hasta que un día, su profesor de educación física notó que él ya no era
el mismo de antes, sino que era un joven teniéndole miedo a la vida
constantemente, todo el tiempo. El profesor se le acercó y le preguntó
qué le pasaba, por qué estaba tan deprimido. Wixter al principio no le
quiso contar, pero el profesor logró convencerlo para que le cuente lo
que le pasaba. Wixter suspiró profundamente y le contó que sus
compañeros de clase se reían, le pegaban por ser obeso. Su profesor al
escuchar esto le dio un gran consejo que cambiaría su vida para
siempre: “Mirá, yo también fui como vos. Todos en el colegio se
burlaban de mí, pero con la diferencia de que yo trataba de superarme
día a día, hora a hora sin descanso y sin que me importe lo que digan
los demás. Así que si yo pude, vos también podrás.” Y agregó: “no lo
hagas por vos, hacelo por tu familia y por la gente que te quiere. Vos
podés, sé fuerte.”
Wixter le contestó: “No sé si podré.”
Pero el profesor enojado, exclamó. “Vos podés, no importa cuántas
veces lo intentes de nuevo, lo importante es no rendirse y darle para

129
adelante, ser fuerte.”
Wixter al escuchar las palabras del profesor sonrió y le dijo: “Lo
intentaré.” Estaba más feliz y motivado que nunca.
Llegó a su casa muy contento y teniendo mucha confianza en sí
mismo. Tratando de dejar a su antiguo niño tímido, con miedo a la
vida.
Era lunes, dieciocho de mayo, y su sueño era convertirse en un gran
atleta y corredor. Teniendo un desafío, sólo le faltaría la fuerza de
voluntad.
Salió de su oscura pieza, se cambió y salió a trotar por su barrio y
vueltas y vueltas hasta que no diese más, hasta que no se le caiga la
última gota de sudor no pensaba parar.
El primer día le costó un montón, sentía que se iba a morir, y al
tercero, el cuarto y muchos más, pero poco a poco se notaba una
superación y cambio en Wixter.
Todo ese sufrimiento valía la pena, no fue en vano porque logró trotar
30 kilómetros. Él no lo podía creer: cuánto había cambiado. Tuvo un
gran cambio físico y mental, ya no era el de antes.
Se miraba a un espejo y ya no veía a ese pobre niño obeso con miedo a
superarse sino que veía a un niño disciplinado, fuerte y sin miedo a
nadie ni a nada.
Igualmente eso para él no era suficiente, sino que quería competir en
las internacionales de atletismo. Así que si quería eso, debía esforzarse
mucho más.
Pasaron tres años de entrenamiento duro.
Finalmente lo llamaron para competir en las internacionales. Él estaba
feliz y le fue a contar a su familia, que no podía creerlo.
El día de la competencia estaba muy nervioso, casi sudando, además
estaba uno de sus ídolos sentados en las sillas: él era Ronni Coleman.
Estaba en el carril número 3. El réferi contó, 1, 2, 3, ¡ya! Salió lo más
rápido que pudo, no sabía si lo iba a lograr pero él confiaba. Lo dio todo
y los espectadores sorprendidos vieron cómo estaba adelantando a
todos los competidores.
Iba a una gran velocidad superando cada obstáculo que se le cruzaba

130
en su camino. 4, 3, 2, cada puesto cada vez más desafiante y difícil.
Hasta que sin darse cuenta, muy concentrado, logró superar al primer
puesto. Tan sólo faltaban 10km para que termine la carrera y coronarse
con el primer puesto. Luego de tanto esfuerzo, logró consagrarse y
levantar la copa de oro.
Él en su premio no veía simplemente una copa de oro, sino que veía
todo su esfuerzo y horas de dedicación por años.
Pero esto para él no era suficiente sino que quería ser el mejor y ser
reconocido por el mundo entero.
Así que cumplió su promesa y después de muchos años de
entrenamiento no olvidó lo que era antes y en lo que se convirtió
ahora: fue reconocido por el mundo como Wixter…

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Sangre Dorada
MORENA ROCCO Y GUADALUPE PAZ

- ¿Viste que desapareció el señor Leopoldo? – le dijo Callie a su


hermana. – Su nombre está en la lista de desaparecidos.
Heather se paró en seco, dejó de cocinar y tomó el periódico que Callie
estaba leyendo. Vio la lista de desaparecidos: era larga, tan larga como
las varitas mágicas de las viejas brujas del pueblo.
- Ya aparecerá, no te preocupes, - le dijo su hermana para
tranquilizarla, y siguió cocinando. Aunque ella sabía que las
probabilidades de que su amigo apareciera eran 1%, no iba a decírselo a
su hermanita, que tenía sólo ocho años. Heather no quería que se
preocupara por esas cosas.
Dejaron el tema de lago y se sentaron a comer, sólo ellas dos, en su
pequeña cabaña. De ninguna de las dos bocas salieron palabras, pero la
mente de Heather estaba llena de pensamientos intrusivos por todo lo
que estaba ocurriendo.
¿Qué pasaría si su hermana desapareciese?
¿Qué pasaría si ya no la viera más?
¿Qué pasaría si ella misma algún día no volviera y no quedara nadie
que cuide a Callie?
¿Qué pasaría si…?
Pero todos esos pensamientos fueron interrumpidos por la voz de
Callie.
- ¡Heather! – Le gritó. – Te estoy hablando.
- Perdón, no te escuché, estaba pensando en… - comenzó a decir, pero
no fue capaz de terminar la frase - … en nada, olvídalo. ¿Qué pasa?

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- Te pregunté si puedo ir al bosque a practicar mi magia mientras estás
trabajando. Ayer vi un árbol muy lastimado y quiero intentar curarlo.
Heather tardó en responder, más de lo normal. En su mente, su
primera respuesta fue ¡NO! Pero luego lo pensó mejor. Cuando ella se
iba a trabajar, Callie se quedaba sola, seguro se aburría. Además, su
miedo no debía interponerse en la diversión de Callie y ella iba a tener
su varita, iba a estar bien.
- Sí, puedes ir, pero sólo media hora.
Una gran sonrisa apareció en el rostro de la tierna niña rubia. A las tres
de la tarde, Heather tomó sus cosas y se fue a trabajar. Mientras tanto,
Callie se puso su cárdigan y se fue al bosque.
Callie caminó por el bosque hasta llegar al árbol enfermo, pero cuando
quiso sacar su varita para curarlo, se dio cuenta de que no la tenía.
“Con la rapidez que salí, me la habré olvidado,” pensó.
Un poco enojada, emprendió el camino a casa. Volvería al día siguiente
a curar al árbol. Estaba tan cerca de la cabaña, pero no logró llegar. De
repente, sintió algo clavado en su espalda y para cuando pudo
reaccionar, ya estaba en el piso. El miedo corría por su sangre, pero por
más que lo intentaba, no podía pararse. Lo último que vio fue unos
zapatos rojos y una túnica negra…

Heather llegó de trabajar con dos chocolates para su hermanita.


Cruzó la puerta, pero no escuchó el habitual grito de “¡Heatheeeer!”.
Dejó los chocolates en la mesa y se dirigió a la habitación de su
hermana.
- Callie, ya llegué,- le dijo, pero nadie respondió. – Te traje chocolates.
¿Pudiste curar al árbol?
Entró a la habitación pero no había nadie. Al darse cuenta de esto,
comenzó a recorrer toda la cabaña, cada vez más asustada.
- ¡¿Callie, dónde estás?! – Nadie respondía. – No me asustes, ¿dónde
estás?
Ya con el pánico recorriendo sus venas, salió de la cabaña y mirando al
bosque gritó: - ¡CALLIE! – y, sin dudarlo, comenzó a correr.
Corrió y corrió con lágrimas en los ojos, gritando el nombre de su ser

133
más preciado, hasta que la noche cayó. No quería dormir, porque ni
siquiera la solitaria noche podía curar el dolor que ella sentía. Pero
poco tiempo después, lo que quedaba de ella cayó en una montaña de
hojas secas.
Se despertó al otro día, o eso creía. Tenía gran parte de su ropa rota y
no sabía ni qué hora era, pero nada de eso importaba. Caminó y
caminó, con el corazón destruido mientras seguía gritando el nombre
de su hermanita. La noche llegó. Ella no se había dado cuenta de lo
rápido que había pasado el tiempo. Porque, cuando no tienes alma, no
te das cuenta de ese tipo de cosas.
En ese momento encontró un cobertizo; un viejo y feo cobertizo, al
cual decidió entrar.

Callie despertó, estaba atada, en la oscura soledad. Pero esa soledad no


era silenciosa, ya que se llenaba con sus gritos de ayuda.
La luz se encendió.
- Ya deja de gritar, por favor, vas a hacer que mis oídos sangren,- le dijo
una extraña figura encapuchada. – No te preocupes, esto terminará
rápido.
Callie no se atrevió a decir una palabra, sólo se dedicó a mirar. En el
cobertizo había por lo menos quince estatuas doradas, todas con dos
puntitos en el cuello, como una picadura de… serpiente.
La extraña figura volteó. Era una bruja, con el pelo negro al igual que
sus ojos sin alma, y largos dedos con largas uñas. En uno de estos
dedos había algo que a Callie le llamó la atención: un dorado anillo de
serpiente.
- ¿Qué…? – fue lo único que logró decir.
- Nada de preguntas, en unos minutos ya no necesitarás las
respuestas,- dijo la bruja.
Callie observó las estatuas y ahí entendió: no eran estaturas, eran…
personas.
Pero no llegó a decir nada, la bruja frotó su anillo y de éste se
desprendió una gran serpiente dorada, la cual se enroscó alrededor de
Callie, llegó a su cuello y…

134
Se abrió la puerta, pero ya era tarde.
La serpiente mordió a Callie y automáticamente ella se convirtió en
una estatua más.
- ¡NOOOOO! – gritó Heather, gritó con todo el dolor del mundo. -
¿Por… por qué? ¿POR QUÉ HIZO ESO?
- Porque los necesito para ser más fuerte, ¿no es obvio? – dijo la bruja,
como si petrificar gente fuera lo más normal del mundo.
- ¿Qué? No entiendo. ¡Explícame porque no entiendo! – la sangre de
Heather estaba hirviendo.
- No es muy difícil, querida, - empezó a decir. – Necesito ser más fuerte
para hacer… algo, y para ser más fuerte necesito la magia de otras
personas, ¿entiendes? Ahora, ¡fuera!- y con eso pateó a Heather fuera
del cobertizo, y éste desapareció, dejándola sola.
En ese momento sentía que estaba muerta, pero para su mala suerte,
su cuerpo seguía con vida.
Lo único que la acompañaba era su dolor.
- ¡AHHHHH! – gritó, quedándose sin aliento.
Pero eso no importaba.
Ya nada importaba.
Ella solía pensar que era imposible que los “malos” ganaran.
Pero a veces lo imposible, se hace realidad.

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Poder de Gato
Elemental
JULIANA BRAGA ZAMORA

Es difícil narrar esta historia, han pasado muchas cosas. Como cuando
Winwin falló en el primer trabajo práctico de la escuela o cuando yo leí
trescientos libros para una evaluación que era para el próximo mes.
También cuando… no importa.
El director se asomaba por todos los salones, lo vi mientras caminaba
por el pasillo. Él se llama Matthew, no me acuerdo su apellido, es
bastante ¿exótico? No lo sé.
Perdón, me voy por las ramas.
Soy Law. Law Lawrence, pero dime Law. Me gusta husmear la comida
que esconde mi hermano y armar maquetas de cualquier cosa. Llevo
un poco más de ocho años en el Instituto de Gatos Hechiceros. Sí, soy
un gato.
Tengo dos amigos, Winwin y Marie. Ellos también son gatos, de hecho,
todos en el mundo son gatitos.
Era el día de los “Representativos Elementos”. Me acuerdo de que hace
unos años no sabía que ese día existía.
Me senté al lado de Mary y Winwin.
El director se acercó a decirnos algo significativo. Tengo nervios,
¿reprobaré el examen de Incorporación de Pociones? Aunque, según
Marie, el director no está para revelarte la nota del examen de
cualquier profesor, pero ¿para qué está?
- Bien, gatitos, empecemos la clase, - anunció la profesora.
Quería que empezara la clase también, pero el director interrumpió.

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- Perdón por interrumpir su clase, Srta. Paula. Necesito un momento a
sus alumnos: como algunos ya sabrán, hoy es el día internacional de los
Representativos Elementos. Para la próxima semana, habrá una
exposición sobre lo que pueden hacer con sus mágicos elementos.
En mi mente circulaban esas preguntas. ¿Qué significa el día de los
Representativos Elementos? ¿Cómo sé cuál es la pieza de ese elemento
que me define?
- ¿Cómo lograr revelar nuestro elemento típico?
Esa era la misma pregunta que tenía yo, pero qué suerte.
- Bueno, es tan fácil como frotando las manos lo más fuerte que puedas
hasta que salga una chispa de tu palma. Según el color que tenga,
significa un elemento distinto, - explicó el director. – Los espero la
próxima semana y me disculpo con la Srta. Paula por invadir el tiempo
de su clase.
Eran como las nueve de la mañana cuando vi a todos frotar sus manos
y descubrir esa chispa de color. Eran muy brillantes
Estaba tan emocionado que corrí para hablar con Marie.
- ¿Ya sabes cuál es tu representativo elemento? – Dije alterado.
- No, no todavía. A veces conseguir revelar el elemento típico, tarda
algunas semanas,- argumentó ella.
- ¿Entonces por qué todos ya han logrado conseguir su típico
elemento?
- Otros elementos muy comunes, como el fuego, el agua, el aire y la
tierra salen muy repentinamente, el mismo día que frotan sus manos.
- A la razón, ¿yo no tengo un elemento común?
- Probablemente no, pero no tengo ni idea, Law.
Ese mismo día, iba directo a mi casa luego de un largo día de escuela.
Tenía dos preguntas: ¿quién era ese gatito que estaba haciéndole
firmar un documento a mi mamá? Y ¿por qué había muchos de ellos en
distintas casas?
- Ma, ¿quién era él? – pregunté.
- Era un caligráfico. Dijo que firmara para una modificación en el
barrio.
- ¿Qué modificación?
Ella simplemente se fue sin contestar.

137
Creí que esa “modificación” no sería nada malo, hasta que oí gritos de
los ciudadanos. Obviamente, me asomé por la ventana. No creí que eso
fuera real.
Un gato blanco y de ojos verdes sostenía lo que parecía ser una
dimensión de forma ovalada en sus manos. Lo que yo no sabía era que
ese óvalo contenía los elementos de todos los gatitos del mundo.
Corrí para advertirle a mi madre lo que estaba viendo.
- Ma, ¿no escuchas los gritos? – Le dije.
- No, ¿qué pasa?
- ¡Afuera hay un gato blanco que les está quitando a todos los poderes
elementales!
Ella parecía no entender lo que le decía, aunque se lo repitiera una y
otra vez.
Cuando volví a mi habitación, me dio un escalofrío, acompañado de un
presentimiento de que algo malo pasaría si me quedaba de brazos
cruzados. Un instinto hizo que agarre la mochila que llevaba a la
escuela, guarde mis peluches y la comida escondida de mi hermano y
salga a investigar qué sucedía.
Por un momento, pensé en ir a la casa de Marie. Ella era experta con los
elementos, seguro sabría que ocurría. Cuando llegué, toqué su puerta
lo más fuerte que pude.
- ¿Qué pasa? – Dijo Marie con una expresión sorprendida.
- ¡Marie! ¿Estás bien? ¡Hay un gato blanco y aterrador que está
quitando los poderes elementales del mundo!
- ¿Qué? Pero mira qué día precioso, no hay nadie en la calle.
Me di vuelta y vi rápido a mi alrededor. ¡Todo era un desastre!
- ¡Mira cómo está todo! – La agarré del brazo y la empujé hacia afuera. -
¿No ves? ¡Está todo destrozado!
Había gatitos corriendo por todos lados, croquetas tiradas por el piso y
un gato volador robando elementos.
- ¿Destrozado? Pero hay gatitos jugando en la plaza,- dijo, tomándome
de tonto. – Estás loco, - agregó.
Marie me cerró la puerta, dejándome afuera. Parecía que yo fuera el
único que podía ver el caos. Seguía teniendo miedo, pero decidí buscar

138
otra ayuda, y claro, ¡Winwin! Entonces, el gato malvado me miró
fijamente. Escuché que preguntó mi nombre, pero yo no se lo di.
- ¿Cuál será tu elemento? – Dijo riéndose.
Permanecí unos segundos quieto, hasta que vi que se movía en
dirección a mí. Entonces corrí a la casa de Winwin. Tenía a ese gato
atrás y eso me generaba miedo y nervios. ¿Llegaría a lo de Winwin?
Vi su casa a lo lejos, ya estaba cerca. Miré para atrás: quería ver si ese
gato continuaba siguiéndome. Vi de reojo que el horrendo gato movía
sus manos de forma triangular. De pronto, hizo que el elemento de
tierra abriera grietas en el suelo. De ellas salía un tallo lleno de pinches
que agarraba mis pies hasta tropezar. Pensé que era el fin, pero de
pronto, vi a Winwin sujetarse por uno de los tallos. Tenía una especie
de “poción” en sus manos, la cual arrojó encima de los tallos que
sujetaban mis pies y logrando que me soltara.
- Eres un hechicero del Instituto de Gatos Hechiceros, ¿no? – Dijo el
malvado gato.
- Esa es una poción de evaporación, cualquier cosa que la toque se
evapora en segundos, como tus tallos,- le indicó Winwin.
El gato blanco rió y volvió a lanzar un elemento. Esta vez era raro: de
sus manos salió una chispa de color gris. El poder elemental se lanzó
en forma de chispas brillantes. Winwin ya no tenía con qué evitarlo,
pero Marie, que apareció de repente, formó una capa de color rosa que
hizo que ese elemento extraño llegue a otra dirección.
- Tengo el elemento del amor, está en el puesto cinco de los más
poderosos,- exclamó Marie. - ¿Quieres seguir arriesgándote?
- Claro. Yo tengo todos los elementos que existen, no me das miedo.
Cuando el gato blanco estaba por lanzar un elemento más poderoso
que el de Mary, yo me puse de pie y froté mis manos hasta que vi salir
solamente una chispa. No noté su color, y por eso, volví a frotar, pero
esta vez con más fuerza. No pude disimular la felicidad y emoción que
tenía cuando vi que la chispa salió de color azul.
- ¡Law! ¿Salió una chispa de tu mano? – Gritó Winwin.
No le contesté y seguí frotando mis manos hasta que una ola de agua
salió de mi palma. Iba directo al gato blanco.
Cuando la ola golpeó al gato, cayó al piso y dijo que se rendía.

139
- Nunca tuve un poder elemental como los demás, me enojé conmigo y
robé los elementos de todos. Los que no tenían poderes elementales no
podían verme,- indicó el gato blanco.
- ¿Entonces por qué yo podía verte? Yo no tengo poder elemental,- le
dije.
- Siempre lo tuviste. Frota tus manos.
Cuando las froté, una ola pequeña de agua salió. Estaba tan feliz que el
gato blanco sonrió conmigo.

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La Cuenta
Regresiva
VALENTINA SÁNCHEZ CABELLO Y VICTORIA MELGIN

¡Había llegado el primer día de escuela de Anni! Estaba tan emocionada


y nerviosa, que su sonrisa llegaba de oreja a oreja. La mamá la dejó en
la puerta y le dijo que la vería a la mañana siguiente, ya que era su
primer día de trabajo y no quería llegar tarde. Al entrar a la escuela se
encontró con un montón de pasillos que la guiaban a varios salones
Anni se quedó petrificada, no sabía que pasillo tomar para ir a el salón
D.
Entonces apareció una chica que parecía de su misma edad. Anni no lo
sabía aún, pero muy pronto se convertiría en su mejor amiga.
- ¡Hola! Mi nombre es Marly, ¿estás perdida? - preguntó con curiosidad.
- ¡Hola! Me llamo Anni. Y sí, me perdí un poco. La verdad que estos
pasillos marean bastante.
- ¿A qué salón te diriges?
- Me dirijo al salón D, pero… ¡no sé dónde queda! – dijo
-Oh, qué casualidad ¡yo soy de ese salón! Ven, yo te llevaré.
- Okey, gracias, - respondió Anni.
Al llegar al aula, ya había empezado la clase. Anni y Marly se
disculparon con la profesora por haber llegado tarde, explicándole lo
sucedido. La profesora de religión comenzó a explicar las consignas
para un nuevo trabajo. Se trataba de una investigación que debían
realizar en parejas y que consistía en probar la existencia de los dioses
del más allá.

141
Anni y Marly con tan solo una mirada, decidieron que ese trabajo lo
harían juntas y entablaron así una amistad. Ese mismo día, en el
recreo, Anni fue a hablar con Marly para proponerle una idea para el
proyecto, y para organizar el día en el que se quedaría en su casa.
Como ninguna podía esa semana, llegaron a la conclusión de que el
6/6/2006 ambas estaban disponibles. Lo mejor de todo era que la
madre de Anni no estaría en su casa, ya que trabajaba turno noche
como enfermera en el hospital.
La semana siguiente llegó el día, en el que ellas se juntarían para el
proyecto de religión. Anni, al llegar a su casa, se puso a preparar todo
para realizar la invocación. Colocó velas de soja, sahumerios y un
círculo de sal en el medio de su habitación, en el cual estaría el tablero
del juego llamado Charli Charli. Esa era su gran idea, la cual utilizarían
para probar la existencia de los dioses.
Al fin Marly llegó a la casa de Anni. Algo le sonaba extraño: presentía
que algo malo pasaría. Al entrar notó cosas muy raras: un camino de
velas la llevaba a la habitación, en la cual había un círculo de sal con el
tablero del juego. Solo tenían tiempo para trabajar en el proyecto hasta
las cuatro de la madrugada, ya que a esa hora su madre llegaría del
trabajo.
Se hicieron las tres de la madrugada y empezaron a jugar. La primera
que empezó fue Anni preguntando: CHARLI CHARLI, ¿estás ahí?
De repente el lápiz se empezó a mover y cayó en el sí. Era el turno de
Marly. Fue rápida y le preguntó: CHARLI CHARLI, ¿Quién eres?
De un momento a otro hubo silencio, pero no de esos silencios
tranquilos, sino aquellos que generan temor.
Las luces se apagaban y prendían como una película de terror. Anni
sabía que eso no era algo bueno y que pronto podría no ver la luz.
Cuando todo se calmó y la electricidad volvió vio algo que la dejó
paralizada: era Marly rodeada de un charco de color rojo que parecía
ser sangre. No lo podía creer, estaba presente en un acto de asesinato.
Cuando la madre llegó se quedó sin palabras. Anni fue corriendo a
abrazarla y sin dudarlo le contó todo lo que había sucedido.

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A la semana siguiente, Anni y su madre se presentaron al funeral de
Marly. Anni estaba muy angustiada, no sabía que un juego provocaría
la muerte de su mejor amiga. Luego del entierro, se dirigió al bosque,
aquel lugar en el que les encantaba pasar tiempo juntas. Entonces
apareció una figura que le resultaba conocida: Anni, sin pensarlo,
corrió hacia ella, pero cuando estaba cerca de alcanzarla, la figura se
desvaneció y Anni cayó rendida al suelo.
- ¡Tú ven aquí! No te escapes de mí, - gritó Anni.
En el bosque se escucharon susurros ininteligibles.
- ¡No me siento bien! – exclamó Anni y cayó rendida al suelo.
De un momento a otro, Anni perdió el conocimiento. Al levantarse no
tenía ni la menor idea de dónde se encontraba, solo sabía que la
rodeaban múltiples relojes que retumbaban en su cabeza. Cuando
logró levantarse, comenzó a gritar pidiendo ayuda pero sus gritos no
sirvieron de mucho, ya que el ruido de los relojes amortiguaba el
sonido de su voz.
De pronto apareció nuevamente esa extraña figura.
- ¡Hey, tú! ¿Quién eres? – preguntó Anni.
La figura misteriosa se limitó a señalar los relojes, cuyas manecillas
comenzaron a girar sin control. Anni no entendía lo que estaba
pasando. De repente la figura se quitó la capucha, dejando al
descubierto su rostro.
- ¡Eres tú!
Anni no podía creerlo.
Su cara de asombro era inexplicable. Por un momento pensó en
acercarse. Dio un paso, pero no funcionó. Los relojes retumbaban en su
cabeza cada vez más fuerte ¡y era insoportable!
Entonces todo empezó a temblar y los tic tac de los relojes
empeoraron. Anni se tapó los oídos tratando de amortiguar el
insoportable sonido y dio un par de pasos tratando de acercarse a
Marly. Sintió punzadas en su cabeza y… ¡pum! Un golpe la dejó
desmayada en el suelo.
Abrió los ojos, pero… ya no se encontraba en el mismo lugar. Al lado
suyo estaba su madre, controlándole la temperatura.

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- Anni… ¿Cómo estás? ¿Qué paso? – preguntó preocupada, y con
amabilidad acercó una taza de té.
- Estoy bien… ¡Vi a Marly! ¡Está viva! – dijo, emocionada.
Su madre la miró algo triste.
- ¿Estás segura, Anni? Yo sé que todo esto te afectó muchísimo, pero…
eso es medio imposible.
- ¡No, madre, esto es real! Y aunque tú no me creas, les diré a todos la
verdad, – le respondió Anni enfadada.
La madre no entendía lo que le sucedía a su hija, parecía que se estaba
volviendo loca y alucinaba con su amiga fallecida. Decidió llevarla a un
psicólogo para ver qué le ocurría.
- Su hija... ¡no está bien! – dijo el psicólogo. - Sufre de una enfermedad
muy común que suele desarrollarse a raíz de algún trauma psicológico.
- Doctor, dígame qué es lo que se puede hacer, por favor. ¡Mi hija no
puede quedar así para toda la vida!
- Señorita, lamentablemente no se puede hacer nada. Lo mejor es que
la lleve a un internado. Por más que le duela las cosas son así y hay que
enfrentarlas.
Mientras tanto, Anni seguía pensando en lo que había pasado, no podía
creer lo que había visto. Creía que había perdido a su amiga, pero en
realidad lo que había perdido era la cabeza.
Por un momento pensó, ¿estoy loca? ¡Debí de estar soñando! Pero no
estaba soñando. Esto estaba pasando y era real.
Pero… ¿Dónde estaba Marly? ¿Qué le había pasado? Aquella niña dulce
que había entrado en la escuela había entrado en el infierno desde
aquella noche en que se les había ocurrido jugar ese tonto juego. Anni
creía que esto no había sido casualidad, alguien lo había organizado.
Pero, ¿cómo? ¿Para qué?

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Well Deserved
Rest
SANTIAGO MACÍA Y ROCCO LICCIARDI

Un toc, dos toc, tres toc, toc toc toc.


Un sonido de pasos asemejados a grandes tacones desfilando se
acercaba. La niebla del alrededor no me dejaba ver ni mis propias
manos, ¿cómo sentirse seguro en esta situación?, me preguntaba. Soy
sólo una débil flor en un mar turbio, más delicada y vulnerable que
nunca, hasta que me percaté que había dos brillantes ojos amarillos
muy, muy lejos. Eran chiquitos, como si fueran de juguete, pero eran
ojos y venían a donde sea que yo estaba.
- ¿Me ves? – dijo la figura mientras se acercaba.
- ¡No te acerques! – exclamé.
“Eso” se estaba acercando más y más, pero en lugar de asustarme, un
sentimiento de tranquilidad me recorrió todo el cuerpo. Tal vez fue
por su voz suave o por su estatura, la cual era la misma que la estufa
con rueditas de mamá.
- ¡Hola Harper!
- ¿Harper? ¿Cómo sabes mi nombre?
- ¡Cómo no saberlo! Tampoco es la primera vez que visitas el dominio
de Vagalume.
- ¿Vagalume? ¿Dominio?
- Conozcámonos otra vez, Harp. ¡Qué emoción! Yo me llamo Vagalume,
y éste es mi dominio, Golden Valley. ¡Mis luciérnagas y yo trabajamos
arduamente para que todo esto que ves luzca maravilloso!

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Golden Valley era difícil de encasillar en un solo concepto. Un lugar tan
inmenso, con cataratas doradas, rocas llenas de minerales
tornasolados y una ciudad semejante al gran Londres de Inglaterra,
¡era increíble! Mirar para arriba era tan amenazante, me sentía tan
pequeña.
Vagalume vestía un saco marrón más grande que él, pero lo lucía tan
bien, ¡qué envidia! Su cabeza tenía forma de medialuna, la cual
finalizaba con unos cuernos redondeados, ojos brillantes como piedras
preciosas, y llevaba consigo un farol de luz que medía más que yo.
Obviamente me paralicé al instante, ¡era otro mundo!
- Me pregunto por qué habrás aparecido por aquí. ¡Me refiero a que te
ves completamente bien!
- ¡S-sí, está todo bien!
- ¿Por qué cae la gente en este lugar? – Pregunté rápidamente.
- La gente que se manifiesta en Golden Valley comúnmente tiene
problemas que tratar y no siguen el camino adecuado para la
resolución de éstos. Yo, ¡Gran Vagalume, guardián de mil quinientas
luciérnagas, jardinero de Dominios y Sultán del Valle Dorado! Mi deber
está en guiar a pobres vidas por este extenso lugar para que
justamente encuentren el suyo.
Qué vanidoso, pensé, pero poco, ya que apenas terminado su
monólogo, me tomó de la mano y me dirigió por las calles de su ciudad.
Logré ver un puente hecho de roca negra sostenido por pilares de
madera carmín, el cual me fascinaba. La arquitectura llamó mi
atención desde chica. Mamá compraba esas piecitas que encajaban
unas con las otras, permitiéndome armar grandes construcciones,
edificios, estaciones de bomberos y mis favoritos, los puentes.
- Ese puente que ves por ahí, ese lindo puente, ¿lo estás viendo? ¿Lo
ves?
- Sí, lo veo,- respondí entre risas al ver lo emocionado que se
encontraba.
- Lo construí cuando apenas tenía un siglo de vida, ¿no es increíble?
- ¡Un siglo! Eso es mucho, Vagalume.
- Para ustedes es mucho; en cambio, para mí sólo es lo que es, un siglo.

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Mientras hablábamos, llegamos al “famoso” puente. Él se asomó por la
baranda haciendo piecito para poder ver los peces que pasaban por
debajo de la estructura.
- Cada uno de los peces representa un problema. Ellos descienden
desde la cascada de las afueras de la ciudad y bajan hasta desembocar
aquí, donde saltan y susurran mi nuevo deber.
Quería hablar pero las palabras no salían de mi boca. Tal vez por todo
esto nuevo que estaba viendo o por no saber cómo corresponder a esta
situación. Yo si estuviera en su lugar, ya estaría cansada de haberme
ocupado siempre de los demás, sin recibir nada a cambio. ¿Quién lo
obligaba a cumplir con tanto?
- ¡Mira Harper! Ahí va tu pez.
El pez pegó un salto y se posó cómodamente sobre la baranda del
puente. Vagalume acercó la cabeza y luego lo devolvió delicadamente
al agua con los demás.
- Entonces esa es la razón por la cual llegaste al Valle. Vienen muchos
peces en el día y más de los que quisiera hablan del mismo problema.
Harper, ¿qué pasó con tu mamá?
Lloré, lloré y corrí, corrí hasta perderme y cuando conseguí perderme,
seguí llorando. ¿A dónde sea que vaya siempre mi mamá va a estar
involucrada? Ni yéndome a otra “dimensión” puede zafarme de la
bruja. Es increíble.
Mis ojos dejaban caer gotas sobre mis manos, manos que trataban
torpemente de detener la fuga de lágrimas de mi cara. Las gotas
comenzaron a brillar y a tornarse del característico color oro que
envuelve a Golden Valley. Levanté los párpados y me encontraba en la
fiesta a la cual mamá me había negado ir. Ahí estaban mis amigos, pero
no estaban del todo bien, caminaban torpemente, sus palabras se
tropezaban por sí solas y la casa de Amara, quien la había ofrecido para
la fiesta, estaba desordenada y rota. La gente se encontraba tirada en el
piso, pero lo peor de esta situación fue el hecho de haberme visto a mí
misma en el baño con un hielo en la cabeza porque al parecer había
resultado golpeada en algún momento de la noche.

147
Quise ayudarlos, pero era en vano, no podía intervenir. Lo que vi era
horrible. ¿Esos eran mis amigos? ¿Qué hubiera pasado si mamá me
hubiese dejado ir? ¿Ella había tenido la razón?
- ¡Harper! ¿Dónde estás? ¡Soy Vagalume!
Las lágrimas que antes eran de impotencia ahora se llenaron de culpa.
Mamá tenía razón y yo no fui capaz de escucharla un momento. ¿Me
seguirá queriendo? Seguro que si toco la puerta de casa no me
responda. Soy una mala hija.
- ¡Soy una mala hija, Vagalume! – grité entre desahogos.
Vagalume supo dónde estaba y vino a asistirme lo más rápido posible
junto a su ejército de luciérnagas.
- No merece ni ser cuestionado, no eres una mala hija, a nadie se le
enseña a ser buen padre o hijo. Creemos que de fábrica tendremos que
hacer todo bien, cuando en realidad seguimos siendo alumnos de la
misma vida. Mírame a mí, yo me he equivocado centenas de millones
de veces, se me han perdido millones de luciérnagas, descuidé trillones
de minutos y billones de horas y hoy, gracias a la experiencia que me
da la vida por cada segundo, puedo decirte que eres una buena hija y
que mamá va a estar muy aliviada de verte de nuevo en casa.
Miré sus dos grandes ojos y abracé su pequeño cuerpo hasta quedarme
dormida.
Desperté con frío y perdida, había una niebla tan densa que no
alcanzaba a ver mis propias manos, con el tiempo ésta se disipó y como
si me hubiese llevado un barco, me estrellé en la puerta de casa.
Todavía se veía por la ventana que la chimenea estaba prendida y
alrededor de ella estaba mamá.
Un toc, dos toc, tres toc, toc toc toc.
- ¡Ay Dios mío! ¡Por fin vuelves!
Solté un suspiro y respondí: - Sólo quiero charlar un poco sobre lo que
pasó.
- ¡Oh! ¿Quieres charlar un poco sobre cómo te escapaste de la casa por
irte con tus amigos? No creo que puedas excusar eso. ¿Sabes cómo me
sentí estos días? ¿Sabes cuánto me preocupé por una malcriada como
tú? ¡¿Tú crees que me quedé de brazos cruzados durante días?!

148
- ¡Me fui porque lo necesitaba! – Grité, llena de ira. – Quiero arreglar las
cosas y poder continuar con nuestra vida común y corriente.
- ¿Necesitar qué? Yo te doy todo lo que necesitas, tienes un hogar,
cama, educación y salud, todo gracias a mí.
- ¡Ya lo sé y lo siento! Tan sólo necesitaba pensar y tener un minuto de
respiro. – Respiré profundamente. – Mamá, no puedes cuidarme y
alejarme de este mundo por siempre. ¿Cómo se supone que voy a
sobrevivir a este mundo en un futuro?
- Harper, ¿es una broma? Te escapaste porque no te dejé ir a una
fiesta…
- No niego que fue una idea estúpida escaparme de casa por eso, pero
tengo dieciséis años y no he tenido ni una pizca de lo que es una vida
adolescente común. No me dejas ver a mis dos únicas amigas, no me
dejas ir a fiestas, ni siquiera me dejas salir a la calle. Es sofocante.
- Harp, hago esto porque te amo. Constantemente escucho cosas
horripilantes que ocurren en las calles, y no soy una heroína para
evitar que esto pase, pero sí puedo evitarlo en ti.
- ¡Pero no me sucedió nada el tiempo que estuve fuera!
- Tuviste suerte, imagina todo lo que pudo haberte pasado.
Ahí fue cuando recordé todo lo que había pasado cuando estuve fuera,
Vagalume, el puente y la fiesta.
- ¿Sabes qué? Tienes razón. Me pudo haber pasado de todo, sólo te
preocupaste por mí y lo entiendo. Soy tu hija, perdón, perdón por
haber hecho la vista gorda e irme de casa. Sé que como mamá siempre
quieres lo mejor para mí y lo entendí muy tarde.
- Está bien, Harp. No hace falta que te disculpes. El perdón de mamá es
algo que siempre vas a tener, a nadie se le enseña cómo ser madre
tampoco.

149
Lo que nunca
te dije
BRISA ÁVILA Y SOFÍA CLAUSI MAGLIANO

Para ser honesta no sé dónde está mi cabeza últimamente, estoy


cansada porque un día estoy feliz y al otro estoy completamente rota,
es tan difícil tener que mostrarte feliz ante las personas para no tener
que explicarles cómo te sentís. Estoy tan cansada de sentirme
insuficiente, de nunca lograr nada y de esperar coas que nunca
pasarán, en fin, cansada de la vida y lo siento mucho si me estoy
volviendo distante, estoy tratando de estar ahí para mí ahora. Y si
algún día te lo preguntás, sí, eras todo lo que quería. Cada día tengo
más claro que nadie daría por mí lo que yo doy por ellos. Ahora solo
busco ser feliz conmigo misma sin depender emocionalmente de
alguien, me siento extraña como si no me conociera, tengo tantas
inseguridades, mucho miedo al abandono, porque siempre eligen a
otras personas antes que a mí. Ya no me lastimaré más para encajar
donde no pertenezco. La he pasado tan mal en varios momentos de mi
vida y soy tan buena persona que realmente merezco todo lo lindo del
mundo, gente que me cuide y me ame un montón, no voy a aceptar
más que me traten peor de lo que merezco, empezar a amarme y a
lograr todo lo que quiero.
¿Por qué te extraño? Esa es la pregunta que me hago todas las noches…
¿por qué? Sabiendo que estás mejor sin mí, sabiendo que ya estás con
otra persona, que vos ya no sentís nada por mí. Tal vez ya es momento

150
de superar lo que hubo entre nosotros, pero no puedo, se me hace
difícil. No sabés cuántas noches llore, cuántas noches soñaba que
regresabas, pero hoy, al ver tus mensajes con otra persona, se
perdieron todas las esperanzas, pensé que me extrañabas, pensé que
cuando me pediste tiempo era porque ibas a pensar en lo nuestro, en
qué estábamos fallando, pero… vos solo te alejaste, me diste falsas
esperanzas, me hiciste pensar que tal vez en algún momento ibas a
regresar, pero soy me demostraste que sólo fue una mentira. Me puse
mal al ver nuestras fotos, te juro fue lo más feo que vi en este tiempo
que estuvimos separados, claro ya publicabas cosas de que te
empezaba a gustar otra persona pero aún así no perdía las esperanzas.
No sé si jugaste conmigo o si realmente me quisiste. Son varias las
cosas que se me vienen a la mente. He pensado en bloquearte de todas
las redes, pero eso sería muy inmaduro de mi parte, solo tengo que
aceptar que ya no habrá un nosotros, te convertirás en el “no se pudo”
que más me dolerá decir, espero que esa persona logre sacar lo que yo
no pude sacar de ti, espero que te haga más feliz y que hagas todo lo
que algún día me dijiste que querías hacer conmigo.
Te vi renunciar a mí, vi cómo me enviabas esos mensajes sin ganas
todos los días, te vi perder el poco interés que tenías por mí. Y no solo
me dejaste, también creaste nuevas inseguridades, yo di todo de mí y
me hiciste pensar que yo tenía la culpa de lo que estaba pasando.
“¿Qué pasó con él?” Cuando me preguntan por vos… simplemente digo
que te superé y que estoy feliz por vos, y sí estoy feliz por vos. ¿Lo
superaré? Obvio que es verdad, pero en el fondo sé que no te superé
del todo. ¿Será porque fuiste la primera persona que quise de esta
manera? Puede ser, porque nunca en mi vida sentí algo así, y me siento
afortunada de haber sentido eso pero a la vez me arrepiento, porque
sufrí mucho por tu “amor”, tanto que lloraba todas las noches y me
comparaba con… bueno, ambos sabemos quién. La cuestión es que me
hiciste sentir cosas que nunca había sentido, pero a la vez me hiciste
sentir tan mal, y si me hacías mal era porque tanto no me querías. Yo
no sé si ese “te quiero” que me dijiste es o era verdad pero no me

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importa, porque eso me hizo bien y me lo mandaste en el momento en
el que más lo necesitaba, también llegaste en el peor momento de mi
vida y a pesar de todo me hiciste feliz.
“¿Ya terminó?” Qué difícil ha sido estar lejos de vos y aunque “nuestro
tiempo” terminó suelo siempre pensar en vos. El proceso de sanar no
ha sido tan fácil. Sin embargo, siempre trato de seguir, hay días que
lloro por tu ausencia, otros en los que me olvido de las cosas que
pasamos. En el momento que me miraste, me sonreíste y ese brillo en
tus ojos me enamoró de vos al instante. Gracias por aparecer en mi
vida y hacerme feliz aunque sea por un tiempo, ahora es momento de
que cada uno siga su camino, vos con ella y yo… bueno, sola. Y aunque
dejemos de hablar sabés que siempre podés contar conmigo para lo
que sea.
No te odio por cómo sos, ni por cómo te comportás. Te odio por todo lo
que provocás en mí, por ponerme nerviosa cada vez que te acercás, por
no poder mirarte a los ojos sin que se me desboque el corazón. Te odio
porque sin pensarlo te di la oportunidad de entrar a mi vida, te abrí las
puertas de mi corazón y ahora estoy completamente perdida. No
puedo evitar imaginarme todas las cosas que me encantaría hacer con
vos, no puedo dejar de pensar en vos y todo lo que hacés o decís. Te
odio, hacés que mi cabeza se llene de miles de dudas y se cuestione
cada cosa que hago. A veces me arrepiento de todo lo que hago, me
arrepiento de todo lo que me he permitido hacer con vos, de la libertad
que te dado para que me destruyas como quieras. Sin embargo, aún
con esto, me es imposible alejarme de vos, sacarte de mi cabeza,
alejarte de mis pensamientos y olvidarte. Sé que me costaría mucho
alejarme de vos y eso me da miedo, nunca me he permitido sentir algo
tan fuerte por alguien, porque me da miedo salir herida en el intento,
pero esta no es la excepción, sé que podés destruirme completamente
si querés, y no te odio por eso, me odio a mí por permitirme
enamorarme de vos a pesar de saber todos los riesgos que corría mi
pobre corazón.
Cuando recibís un engaño de alguien a quien amás, te destruye
completamente, pero te aferrás a la idea de que tal vez tiene una

152
justificación, y empezás a crear la idea en tu cabeza, de que fue solo
una vez y le das otra oportunidad, porque no querés dejar ir a esa
persona a la cual te acostumbraste, solo que cuando una persona te
falla y la perdonás, se va a acostumbrar a fallarte, porque sabe que vos
siempre vas a estar para perdonar. Tal vez solo la perdonás porque
pensás que más nadie va a tratarte como esa persona lo hace y que más
nadie se podría enamorar de vos, pero no es así, todos encontramos a
la persona correcta en algún momento, solo que el camino no es fácil,
tenemos que equivocarnos para poder aprender y poder mejorar como
personas, pero eso no quiere decir que debemos acostumbrarnos a
recibir migajas de alguien, merecemos lo mejor y para ello tenemos
que aprender que no debemos disculpar por amor, solo olvidar y no
aferrarnos a lo que nos hace daño.
Todo el tiempo me dijiste que la comunicación era el punto clave de
una relación, que tenía que decirte lo que sentía, y que tenía que
contarte lo que me molestaba, hiciste hasta lo imposible para que yo
confiara en vos, hiciste hasta lo imposible para que te comunicara lo
que sentía y lo lograste, al fin pude expresarte todo, al fin pude
hablarte de mis emociones, pero en el momento en que lo hice no lo
valoraste, te conté muchas veces lo que me molestaba y no hacías nada
para remediarlo, solo seguías comportándote como siempre, como si
nunca te hubiera dicho nada, y no sabés lo paciente que fui,
justificando todas tus acciones, pensando que tal vez algún día
cambiarías eso que tanto me molestaba, pero nunca lo hiciste y ahí
entendí que la comunicación no es la clave para una relación, sino la
comprensión. Saber comprender los sentimientos de tu pareja y
cambiar para seguir.
Hoy de nuevo he empezado a pensarte, como todos los días desde que
decidí alejarme, y de nuevo he empezado a preguntarme POR QUÉ,
por qué aún viendo todo lo que me hiciste no he podido sacarte de mi
mente y dejar de pensarte, por qué después de que te demostrara
tanto me hayas dejado como si nada, por qué si decías que no querías
perderme y que querías que fuera yo me olvidaste tan rápido, por qué

153
después de tantos te amo ya no queda ni un hola, por qué te sigo
queriendo si debería odiarte. Tantas dudas que llegan a mi mente, y
tantas preguntas a las que no tengo respuesta, pero tampoco las tendré
porque a pesar de que me destruyan la mente, sé que nunca me
volvería a acercar a vos, ni siquiera para responder todos los POR QUÉ.
Hoy he aprendido una nueva lección: “no todas las promesas se
cumplen.” Por fin he decidido soltarte y no interponerme más en tu
camino, ni ser esa persona intensa que anda detrás de ti, he decidido
olvidar y borrar mis sentimientos porque es lo más sano para mí. Eres
una de las pocas personas que logró entrar en mi vida, que logró
ganarse mi aprecio, una persona con la que logré ser yo misma, a la
cual logré comunicar mis sentimientos y con la cual me permití ser
frágil, pero lamentablemente hay personas que no están destinadas a
estar juntas, porque aunque yo desee con toda mi alma estar con vos,
no me elegiste y tengo que comprenderlo. Y aunque un día me
prometiste que harías lo que fuera para que lo nuestro funcionara, no
pudiste cumplir tu promesa.
Oficialmente puedo decir que ya no me gustas, ya no me río de tus
bromas, ya no me interesa que me escribas y ya no me interesa verte
todos los días, pero todo te lo debo agradecer porque gracias a tus
actitudes por fin logré alejarme de vos, por fin logré volver a pensar en
mí antes que en vos y ya no tengo que preocuparme por nada de lo que
hagas, porque aprendí que no merezco que alguien me haga sentir
menos, porque soy una persona que vale mucho. Una persona que da
sin esperar nada a cambio, que está en las buenas y en las malas, que
siempre va a escuchar los problemas de los demás así ella tenga
muchos más, y que sobre todas las cosas siempre va a amar con
muchas fuerzas, y me siento orgullosa de ser esa persona, pero
lamento que haya tenido que sufrir para entenderlo.
¿Por qué siempre pienso en vos a estas horas? ¿Por qué te extraño a
estas horas? Son preguntas que me hago siempre que no puedo dormir
y estoy pensando en vos. La verdad no sé porque te pienso si se supone
que yo ya te superé, al parecer no te he superado del todo. ¿No les

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parece triste tener cero contacto con una persona que llegó a ser todo
en algún momento para vos? A mí sí, me parece que es la peor cosa que
le puede pasar a alguien la verdad, pero con el tiempo pasa… o tal vez
no.
“Conversaciones”: Hoy leí nuestras conversaciones viejas y me di
cuenta de por qué me había enamorado de vos, cada “chau”, “holaaa”,
“te quiero” y tus chistes, fueron suficientes para que yo me enamorara
perdidamente de vos. Qué lástima que esas conversaciones ahora son
un recuerdo lindo de lo que pasé a tu lado. Con vos sentí algo que
nunca había sentido, creo que fue porque era la primera vez que me
enamoraba. A tu lado aprendí cosas que me sorprende haber
comprendido. Si en este momento me preguntaran qué es lo que
siento, diría que todavía siento las famosas mariposas en el estómago…
aún siento algo por vos, como el primer día que me di cuenta que me
estaba enamorando, cómo olvidar ese día. Fue tan confuso y triste a la
vez. Siento que con vos fue como la verdadera frase famosa “uno deja
de fijarse en las estrellas cuando se enamora de la luna.” Y sí, yo me
enamoré de vos y dejé de mirar todos, me enamoré y se suponía que
esa era la etapa más linda y para mí lo fue… pero sólo por un tiempo.
Me gustaría volver a vivir esos días cuando era feliz con vos.
“¿Por qué lo dejaste ir, si se suponía que estabas enamorada de él?”: Me
hacen esa pregunta tan seguido y siempre digo lo mismo, porque lo
amo lo dejé ir, que sea feliz y si su felicidad es ella… por más que me
duela decirlo, él nunca iba a ser feliz conmigo. ¿Por qué? Porque él
estaba perdidamente enamorado de ella y todavía lo está. Espero que
lo sepa valorar, porque yo lo dejé ir para que fuera feliz con ella.
También lo dejé ir porque me hacía mucho daño que me hablara de ese
tema, porque yo estaba o ¿estoy? perdidamente enamorada de él y me
dañaba mucho, me comparaba y eso no estaba bien, porque yo misma
sabía y sé que nunca voy a ser así. Eso es lo que digo y por más que me
duela es verdad. Vos fuiste y serás mi verdadero “lo dejé ir porque lo
amo”, porque me enamoré tanto de vos que me alejé de la única
persona que me hacía feliz.

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Es jodida, esa sensación de sentirse perdido y desorientado; que no
encontrás nunca dónde acabar de encajar; que dormir es mejor que
estar despierto pero aún así te cuesta porque tenés tanta mierda en la
cabeza que te quita las horas de sueño.
Parece buen chico, pero le han hecho daño. Vamos a demostrarle que
no todas somos iguales.
¿Y qué pasó? Pasó que el chico lastimado, el que tatas cosas ha pasado
nos lastima el corazón, nos deja una inseguridad gigantes, nos hizo
pensar que el amor no existe y aún así yo creo que él necesitaba un
motor de arranque, yo creo que él necesitaba ser querido por alguien,
pero él no quería querer a nadie, yo no sé lo que pasó por su cabeza en
el momento antes de dejarme. Pero lo que sí sé es que la verdad todos
son iguales porque por más que una chica lo dé todo por él, a él no le va
a importar, porque es la verdad. ¿Qué es el amor? Somos muy jóvenes
para saber qué es el amor y aún así tratamos de querer, pero de verdad,
¿nos quieren de verdad? ¿Queremos? No lo sé, pero lo que sí sé es que
una chica después de que la hayan lastimado tanto obviamente va a
cambiar. Obviamente no le va a importar lo que ella haga, obviamente
no le va a importar los sentimientos de la otra persona porque como a
ella la lastimaron… no se vuelve a querer realmente. ¿Cómo sabés que
una persona te quiere de verdad? En mi caso nunca lo sabré…
Ahora, todo eso que nunca te dije es pasado, ahora estoy en una
relación con alguien que sí me hace valer por lo que soy y que me
quiere, te superé, logré todo lo que quería y obtuve mucho amor
propio. Adiós.

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Biblioteca NSMG

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