Historia de Dark. Cap

2
Javier Pelegrín
Al final de este libro encontrarás un manga.
Ana Alonso
Léelo y explora todas las novedades transmedia
Historia de Dark
de Odio el Rosa relacionadas con los dibujos
secretos de «Dark Legend»,
el libro escrito por Dani.
A
¿Te ha gustado Historia de Dark?
2 Una historia, dos libros
CAPÍTULO 1
5
Pues la aventura no ha hecho y un conjunto de webs
llenas de secretos
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más que empezar… me dijo
LGUIEN de confundir tus de-
Kaeru ha escondido unas ilustraciones
de Dark Legend que Odid quiere destruir,
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una vez que ha- seos con la realidad.
¿dónde lo ha hecho?
Adéntrate en el universo transmedia
Vive la experiencia en
www.odioelrosa.com
cerse mayor es dejar Los deseos no se hacen
de Odio el Rosa y descifra el misterio
Ana Alonso
Historia de Dark
ODIO EL ROSA
en las webs y blogs de la saga.
Tras la llegada al equipo
La primera pista la encontrarás
de su amigo Mouse, Dani intenta Javier Pelegrín
en el manga que acompaña
centrarse en su carrera deportiva.
a este libro…
Pero un suceso imprevisto
¿Te atreves a formar parte de la historia? relacionado con la escritura
(www.editorialwalrus.com)
le obligará a transformarse
una vez más en Dani Dark. Entre
las presiones de unos y otros para
hacerse con el control de su doble
2
talento, Dani encuentra un refugio
2
en sus sentimientos hacia Lynda…
aunque pronto descubrirá
que ella también tiene algunos
secretos que ocultar.
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Javier Pelegrín
Ana Alonso
Historia de Dark
A
CAPÍTULO 1
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llenas de secretos
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Ana Alonso
Historia de Dark
ODIO EL ROSA
a este libro…
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realidad casi nun
ca. Da lo mismo
lo mucho que te 1
Historia de Dark
Ana Alonso
Javier Pelegrín
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Oxford University Press es un departamento de la Universidad de Oxford.
Como parte integrante de esta institución, promueve el objetivo
de excelencia en la investigación y la educación
a través de sus publicaciones en todo el mundo.
importen…, la
energía que ha
yas pues to en
Primera edición: febrero de 2015
Diseño de colección: Felipe Samper
© del texto de la novela y del guion del manga:

Ana Alonso y Javier Pelegrín, 2015
© de las ilustraciones de la novela: Miguel Navia, 2015
© de las ilustraciones del manga: Esther Lecina, 2015
© de esta edición:
Oxford University Press España, S. A., 2015
Publicado en España
por Oxford University Press España, S. A.
Parque Empresarial San Fernando, Edificio Atenas
28830 San Fernando de Henares (Madrid)

ISBN: 978-84-673-8072-9
Depósito legal: M-5959-2015
Impreso en España
intentar que se
cumplan o la can
tidad de horas 3
Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción

total o parcial de este libro, ni su grabación y/o digitalización
en ningún sistema de almacenamiento, ni su transmisión
en ningún formato o por cualquier medio, sin el permiso previo
y por escrito de Oxford University Press España, S. A.,
o según lo expresamente permitido por la ley, mediante licencia
o bajo los términos acordados con la organización de derechos reprográficos
que corresponda. Las cuestiones y solicitudes referentes a la reproducción
de cualquier elemento de este libro, fuera de los límites
anteriormente expuestos, deben dirigirse al Departamento de Derechos
de Oxford University Press España, S. A.
No está permitida la distribución o circulación de esta obra

en cualquier otro formato. Esta condición debe imponerse
y obliga a cualquier adquirente o usuario.

que hayas dedi
cado a pensar en
ellos. Nada de
eso es suficiente.
Nada de eso basta mientras no tengas el
control de tu vida.
Y yo no lo tengo. Kine se ha tomado mu

chas molestias para demostrármelo. Pri
mero, usando la fuerza. Luego, utilizando
mis sentimientos para echar abajo todos
mis planes. Traer a Mouse al primer equipo
justo cuando estaba a punto de fichar por

Odid fue una jugada maestra. Una jugada
maestra, sí. Pero también extraordinaria
mente cruel.
Lo sé; no debería quejarme. La mayoría de

la gente tiene problemas más graves que
los míos. Después de todo, ¿qué ha pasa 5
do? ¿Que un equipo de fútbol de los más
importantes del mundo se ha tomado la
molestia de fichar a mi mejor amigo para
impedir que me vaya a un equipo rival?
Debería sentirme halagado, en lugar de
ponerme furioso. Con este movimiento,
Kine ha demostrado lo mucho que me va
lora y hasta dónde está dispuesto a llegar
para conservarme. Además, Kine fue
quien me ofreció mi gran oportunidad.
Todo lo que tengo se lo debo a ellos.
¿Por qué, entonces, me siento tan mal?

Mi tío Junior ha estado intentando animar
me. En esta última semana ha venido dos
veces a verme. Supongo que lo habrá hecho
con el permiso de Odid, ya que ahora tra
baja para ellos.
—No es el fin del mundo —me ha repetido

una y otra vez—. Eres muy joven, surgirán
muchas otras oportunidades. Odid no ha
renunciado a ti todavía. Cuando las cosas
se calmen y Mouse se encuentre ya bien
integrado en el equipo… Entonces, a lo
mejor, podremos replantear tu traspaso.
Creo que todo lo que me dice Junior es en

realidad un mensaje de Ophuls, el presi
dente de Odid. Quiere demostrarme que
sus puertas siguen abiertas para mí, pese
a mi cambio de opinión de última hora. En
teoría, todo es posible aún. Eso es lo que
dice Junior.
Está claro que no entiende nada.
Con Mouse aquí, todo va a ser diferente.

Me siento responsable de él. Mouse me
culpa de aquella lesión que estuvo a punto
de terminar con su carrera. No sabe que,

en realidad, esa lesión se la provocaron a
propósito para ponerme a prueba a mí, y
no debe enterarse jamás. Tampoco debe
saber que, si ahora lo han traído al primer
equipo, ha sido para seguir controlán
dome. Mouse cree que lo han hecho por él,
por su calidad como jugador y por lo mu
cho que puede aportar al equipo.
Y quizá en parte sea así. Mouse es bueno,

lo bastante bueno como para jugar en el
primer equipo de Kine.
Ojalá estuviese aquí solo por eso. Ojalá 7

yo pudiese creer que está aquí únicamente
por lo buen futbolista que es.
Pero al parecer, Kine ha decidido dejarme

las cosas muy claras. No quieren que me
confunda.
Ayer, después del entrenamiento, Erik

me ordenó que me quedase para charlar
con él. Me preguntó qué tal se estaba inte
grando el nuevo. Sabe que Mouse se ha
instalado en mi casa provisionalmente,
así que la pregunta, en principio, me pa
reció normal.

—Mouse está bien, muy ilusionado —le
contesté, eligiendo con cuidado mis pala
bras—. Deseando tener minutos en los
próximos partidos.
Erik me miró con esa media sonrisa que,

según la prensa, lo hace tan atractivo.
—Minutos. Puede que los tenga. Eso depen

derá de ti.
Me pareció una afirmación tan absurda,

que me eché a reír.
—Si depende de que yo lo anime, los ten

drá, entrenador.
—No depende de que tú lo animes, Dani.

Depende de cómo juegues. Si estás a tu
máximo nivel, podemos permitirnos sacar
al campo a un jugador medio como Mouse.
Alberto ya no tiene la energía de hace
unos años, le vendrá bien un poco de des
canso. Pero si tú no estás al máximo, nece
sitaré compensarlo con alguien más bri
llante que tu amigo Mouse. Y sabes que
tengo gente.

—Yo… Mouse no es un jugador mediocre.
En el Green Star…
—No he dicho que lo sea. Si lo fuera, no

estaría aquí. Pero quiero dejarte las cosas
claras: Mouse no es como tú. Es bueno,
pero no es genial. Lo hemos traído para re
forzarte a ti, Dani, no solo en el campo, por
la complicidad que existe entre vosotros,
sino fuera de él. Sabemos que has estado
un poco perdido en los últimos tiempos,
que no acababas de encontrar tu sitio en
Kine. Ahora todo será diferente, ¿verdad?
9
Por supuesto, le dije que sí.
En cierto modo, casi le agradezco a Erik

que haya puesto desde el principio las
cartas sobre la mesa. Esto es lo que hay,
y nada más: si yo coopero, Mouse tendrá
minutos en el terreno de juego y no se
sentirá un completo inútil. Si no lo hago, él
pagará las consecuencias.
No puedo dejar que eso suceda. No lo per

mitiré. A pesar de todo lo que ha ocurrido
entre nosotros, Mouse y yo somos amigos.

Al menos, él cree que lo somos. Y yo quie
ro creerlo también.
Durante muchos años, en la cantera, prác

ticamente solo nos teníamos el uno al otro.
En los momentos duros, no sé si habría po
dido sobrevivir sin él. Estábamos muy
unidos.
Pero ahora, lo tengo aquí en mi casa y de

repente lo veo como a un extraño. Trato
de actuar como si nada hubiese cambiado,
como si aún estuviéramos en aquellas des
tartaladas habitaciones de hotel que com
partíamos durante las concentraciones.
Sin embargo, ya no es igual. No es igual
porque yo ya no soy el mismo que enton
ces. Mouse sigue haciendo los mismos
chistes, comiendo los mismos cereales
para desayunar y conservando como mas
cota un calcetín lleno de agujeros de cuan
do tenía diez años al que llama Barny.
Y mientras tanto, yo… ¿En qué me he con

vertido? Ni siquiera lo sé.
Supongo que, si tuviera que resumir quién

soy, diría que soy el creador del mundo de

Dark Legend, ese mundo que no puedo
compartir con nadie si no es a escondidas,
en un blog de la red libre donde escribo
ocultando mi verdadera identidad. Un
mundo del que nunca le hablaré a Mouse,
porque sé que no me entendería.
El problema es que, si no puedo hablarle

de ese mundo, nunca existirá una amistad
verdadera entre nosotros. Porque Dark
Legend es tan importante para mí como el
fútbol. A veces, incluso más.
Y todo lo que me pasa en el día a día, yo 11

lo relaciono con ese mundo legendario.
Mouse jamás podría comprenderlo.
Por eso se ha quedado de piedra al ver

mi reacción de hoy mientras estábamos
cenando.
Mouse tiene la costumbre de proyectar las

noticias en la pared de la cocina desde su
holotableta. No es algo que me guste mu
cho, la verdad. Las noticias casi nunca son
buenas y a veces consiguen quitarme el
apetito. Sería perfecto si estuviese inten
tando adelgazar, pero se supone que debo

alimentarme bien para mantener mi rendi
miento en el equipo, especialmente ahora
que la situación de Mouse depende de mí.
Bueno, el caso es que no suelo prestar

mucha atención a los informativos para no
enfadarme. Me limito a contestar a los
comentarios de Mouse sobre esta noticia
o la otra sin mirar las imágenes. Al menos,
lo intento.
Pero hoy…
Estaban hablando de un accidente de esquí.

Al principio no presté mucha atención. Era
el espacio del informativo dedicado a la
crónica social: o sea, noticias relacionadas
con el cotilleo y el mundo del corazón.

Hasta que, de repente, oí un nombre. Un
nombre que captó toda mi atención.
Sara Lear. Estaban hablando de Sara, la

cantante de Sweet Pink.
En una ocasión hablé con ella. No fue una

conversación muy larga; Sara estaba ner
viosa, a punto de cantar, y se mostró un
poco desagradable conmigo. Me molestó
al principio, pero luego lo fui olvidando.
En cambio, sus ojos… ¿Cómo podría olvi
darme de esos ojos? Eran los ojos de Leila,
el personaje femenino de Dark Legend, la
protagonista de mi historia.
Después de aquel encuentro tan poco pro

metedor, más de una vez he pensado que
quizá debería intentar volver a verla. Tal
vez la pillé en un mal momento. A lo mejor,
si ella me conociera de verdad, podría lle
gar a interesarse por mí. Una vez incluso
pensé en pedirle a Alberto que la invitase
a una de sus fiestas. Su mujer, Di, colabora a
veces con Sweet Pink. Debe de conocerla
en persona. Si Sara asistiese a una de esas
cenas «íntimas» para quince o veinte per
sonas que Alberto y Di suelen dar en su

jardín, entonces yo podría… Podría conse
guir que me sentasen a su lado. Y hablan
do con ella, tal vez…
Pero no. Eso nunca ocurrirá.
No ocurrirá porque Sara Lear ha muerto. Eso

era justamente lo que contaba la noticia.
Fallecida en un accidente de esquí. Las

imágenes eran escalofriantes. Un plástico
rojo sobre la nieve. Sangre. Sirenas y vo
ces conmocionadas, declaraciones de las
personas que la atendieron a pie de pista. 15
Ya estaba muerta cuando llegaron. Se gol
peó en la cabeza. No pudieron hacer nada.
—Pobre chica —comentó Mouse con la

boca llena de burrito—. Estaba buenísima.
—No hables así de ella —le respondí entre

dientes.
Mouse tragó la comida que tenía en la

boca mientras me miraba como si yo fuese
un animal en peligro de extinción.

—¿Así, cómo? ¿Se puede saber qué he di
cho? Ni que la hubiese insultado…
—Está muerta. Lo menos que podrías ha

cer es no hablar de ella como si fuese un
pastel de chocolate.
—Vale, vale, perdona. No sabía que te habías

vuelto tan remilgado. ¿Es que la conocías?
No sé por qué, no fui capaz de decirle la

verdad.
—No, no la conocía —murmuré—. Pero eso

no cambia nada. Odio que esté muerta.
Odio todo esto.
Los ojos se me habían llenado de lágrimas,

pero no me importó. Mouse me ha visto
llorar muchas veces, casi siempre por moti
vos mucho más absurdos que la muerte de
una chica.
A él, sin embargo, le hizo sentirse incómo

do. De pronto parecía avergonzado; aver
gonzado por mí.
—Te gustaba —dijo en voz baja.

Ni siquiera me molesté en contestarle.
¿Para qué? ¿Qué habría podido decirle?
¿Que Sara Lear tenía los ojos de un perso
naje que yo he creado y que no puedo so
portar la idea de no volver a ver esos ojos
en la vida real?
¿Que lloro por no haberla conocido, por

no haber intentado descubrir qué había
detrás de ese rostro de heroína épica?
De todas formas, ya no importa. Ella está

muerta y eso sí es real, completamente real.
17
Está muerta, y nada de lo que yo piense o
sienta o escriba le devolverá la vida.
Es demasiado tarde para Sara Lear.

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CAPÍTULO 1
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Diseño de colección: Felipe Samper

© del texto de la novela y del guion del manga:

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Y yo no lo tengo. Kine se ha tomado mu­

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Lo sé; no debería quejarme. La mayoría de

¿Por qué, entonces, me siento tan mal?

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Con Mouse aquí, todo va a ser diferente.

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Y quizá en parte sea así. Mouse es bueno,

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Pero al parecer, Kine ha decidido dejarme

Ayer, después del entrenamiento, Erik

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Erik me miró con esa media sonrisa que,

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Me pareció una afirmación tan absurda,

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En cierto modo, casi le agradezco a Erik

No puedo dejar que eso suceda. No lo per­

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Pero ahora, lo tengo aquí en mi casa y de

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Supongo que, si tuviera que resumir quién

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El problema es que, si no puedo hablarle

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Bueno, el caso es que no suelo prestar

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Sara Lear. Estaban hablando de Sara, la

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Pero no. Eso nunca ocurrirá.

No ocurrirá porque Sara Lear ha muerto. Eso

Fallecida en un accidente de esquí. Las

—Pobre chica —comentó Mouse con la

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—Está muerta. Lo menos que podrías ha­

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No sé por qué, no fui capaz de decirle la

—No, no la conocía —murmuré—. Pero eso

Y yo no lo tengo. Kine se ha tomado mu

—Minutos. Puede que los tenga. Eso depen

—Si depende de que yo lo anime, los ten

No puedo dejar que eso suceda. No lo per

Durante muchos años, en la cantera, prác

Y mientras tanto, yo… ¿En qué me he con

Después de aquel encuentro tan poco pro

—Está muerta. Lo menos que podrías ha

A él, sin embargo, le hizo sentirse incómo