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Uldarico Montaño
pensando en cualquier cosa o persona que me haga sentir que no solo estoy
yo. Sola, sin ti, sin nadie, hasta sin mí. Con la compañía de la vida y de los
recuerdos que me dejaste. Levantándome cada mañana pensando en ti, en
que te fuiste y no pude decirte adiós.
Pero es que, abuelo, la soledad que me invade no impedirá que te piense día
a día y no vas a caer en el olvido porque te seguiré cogiendo de la mano, a ti,
y a todos los recuerdos en los que apareces tú. Me acordaré de cuando me
sonreíste, me mirabas, orgulloso de tenerme. Recordaré los días de lluvia en
los que nos sentábamos delante del televisor, uno al lado del otro, juntos,
mirando cualquier programa un buen rato.
Pero no puedo terminar sin darte las gracias, gracias por todo lo que me has
dado y por no habértelo llevado contigo, por haberme dejado una parte de ti
para recordarte de nuevo. Y gracias por todas las sonrisas que me has
dedicado, por todos los besos que me has dado y por darme tanto cariño que
ahora, sola, noto aún más que me falta.
Te confieso que la soledad no me gusta, no me escucha, no me habla, no me
entiende. A veces hablo sola y dejo mis palabras en el aire esperando que
alguien las escuche y me pueda responder.
Sabes, abuelo, es difícil vivir así, sin nadie con quien hablar ni comunicarte, sin
nadie a quien abrazar porque mamá se fue a vivir a cali para darme un futuro
mejor.
Pero la soledad no es tan mala porque hace que no tengas más remedio que
empezar a escucharte a ti mismo, porque no tienes a nadie más y lo único que
puedes hacer para sentirte un poco acompañado es empezar a encontrarte y
a comunicarte con tu interior, es decir, hace que te des cuenta de que, aunque
estés solo, no lo estás, te tienes a ti y, al fin y al cabo, tú nunca te vas a dejar
solo.